El cuidado esencial: Una propuesta ética de actualidad*

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31 Tomás Sánchez Amaya Ph. D.** Resumen: Este ejercicio académico se orienta al análisis de algunas concepciones de ética del cuida- do centrando la atención en la propuesta del cuidado esencial fundamentada en el pathos, como nueva pla- taforma del ethos humano y planetario que sugiere un retorno al principio, al cuidado, que para Higinio, es el elemento antecesor y fundador de la existencia humana. La apuesta por una ética del cuidado esencial permite indagar sobre nosotros mismos, nuestras circunstan- cias y nuestro entorno; y desde esta perspectiva de autorreferenciación, posibilitará la reorientación de los pensamientos y las acciones –tanto a nivel indivi- dual como colectivo– hacia la práctica del cuidado, del afecto, de la responsabilidad, del amor, de la ter- nura, de la compasión…, sobre cada uno de nosotros, en particular, sobre los demás y sobre nuestra casa común, la tierra; pues, a todas luces y en todos los órdenes sociales, parece evidenciarse que en nuestro país y en el mundo en general, dadas las condiciones actuales, como reza el bambuco, “ahora las cosas an- dan de mal en peor”. Palabras clave: ética, cuidado esencial, ética del cuidado, pathos, valores. * Artículo de Reflexión desarrolla- do en el marco del proceso de for- mación doctoral, del doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud de la Universidad de Manizales- CINDE, Línea de Investigación: De- sarrollo Moral. ** Licenciado en Filosofía e Historia, Especialista en Educación y Filosofía Colombia- na, Magister en Filosofía Latinoamericana de la Universidad Santo Tomás; Doctor en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, de la Universidad de Manizales-CINDE; Posdoctor en Narrativa y Ciencia de la Universidad Santo Tomás en Convenio con la Universidad Nacional de Córdoba-Argentina. Docente de Planta de la Universi- dad Distrital Francisco José de Caldas, Facultad de Ciencias y Educación. Coor- dinador Proyecto Académico de Investigación y Extensión de Pedagogía-PAIEP. Correo Electrónico: [email protected]; [email protected]; [email protected]. El cuidado esencial: Una propuesta ética de actualidad* N° 12 pp. 31 - 46 Enero - Junio 2013 Tunja - Colombia Recibido: 26 de febrero de 2013 Aprobado: 21 de abril de 2013

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Tomás Sánchez Amaya Ph. D.**

Resumen: Este ejercicio académico se orienta alanálisis de algunas concepciones de ética del cuida-do centrando la atención en la propuesta del cuidadoesencial fundamentada en el pathos, como nueva pla-taforma del ethos humano y planetario que sugiereun retorno al principio, al cuidado, que para Higinio,es el elemento antecesor y fundador de la existenciahumana.

La apuesta por una ética del cuidado esencial permiteindagar sobre nosotros mismos, nuestras circunstan-cias y nuestro entorno; y desde esta perspectiva deautorreferenciación, posibilitará la reorientación de

los pensamientos y las acciones –tanto a nivel indivi-dual como colectivo– hacia la práctica del cuidado,del afecto, de la responsabilidad, del amor, de la ter-nura, de la compasión…, sobre cada uno de nosotros,en particular, sobre los demás y sobre nuestra casacomún, la tierra; pues, a todas luces y en todos losórdenes sociales, parece evidenciarse que en nuestropaís y en el mundo en general, dadas las condicionesactuales, como reza el bambuco, “ahora las cosas an-dan de mal en peor”.

Palabras clave: ética, cuidado esencial, ética delcuidado, pathos, valores.

* Artículo de Reflexión desarrolla-do en el marco del proceso de for-mación doctoral, del doctorado enCiencias Sociales, Niñez y Juventudde la Universidad de Manizales-CINDE, Línea de Investigación: De-sarrollo Moral.

** Licenciado en Filosofía e Historia, Especialista en Educación y Filosofía Colombia-na, Magister en Filosofía Latinoamericana de la Universidad Santo Tomás; Doctoren Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, de la Universidad de Manizales-CINDE;Posdoctor en Narrativa y Ciencia de la Universidad Santo Tomás en Convenio conla Universidad Nacional de Córdoba-Argentina. Docente de Planta de la Universi-dad Distrital Francisco José de Caldas, Facultad de Ciencias y Educación. Coor-dinador Proyecto Académico de Investigación y Extensión de Pedagogía-PAIEP.Correo Electrónico: [email protected]; [email protected]; [email protected].

El cuidado esencial:Una propuesta ética de

actualidad*

N° 12 pp. 31 - 46 Enero - Junio 2013Tunja - Colombia

Recibido: 26 de febrero de 2013 Aprobado: 21 de abril de 2013

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Abstract: This academic exercise aims to analyzesome conceptions of ethics of care focusing the at-tention on the essential care proposal which is ba-sed on the pathos, as a new platform of human andplanetary ethos that suggests a return to the begin-ning, the care that according to Hyginus is the pre-decessor element and founder of human existen-ce. The commitment to an essential ethics of carelets us inquire about ourselves, our circumstancesand our surroundings, and from this self-referenceperspective will enable the redirection of thoughts

and actions, both individually and collectivelytowards the practice of care, affection, responsibi-lity, love, tenderness, compassion ... on each of us,in particular, on others and on our common home,the earth, because, clearly, at all social levels, itseems evident that in our country and the worldin general, given the current conditions, as statedin the bambuco folk lyrics: “now things are goingfrom bad to worse.”

Keywords: Ethics, Essential Care, Ethics of care,Pathos, Values.

Tomás Sánchez Amaya Ph. D.**

Essential care: An ethicalproposal of the present

day*

N° 12 pp. 31 - 46 January - June 2013Tunja - Colombia

* Reflection article developed in theframework of the doctoral education.Doctoral program in Social Sciences,Childhood and Youth from Universityof Manizales-CINDE, Research Line:Moral Development

** He holds a Bachelor s degree in Philosophy and History , Specialist in Educa-tion and Colombian Philosophy, he holds a Master’s degree in Latin AmericanPhilosophy from Santo Tomás University, PhD. in Social Sciences, Childhoodand Youth from University of Manizales-CINDE; he holds Postdoctoral studiesin Narrative and Science from Santo Tomás University in agreement with the Na-tional University of Cordoba, Argentina. He is a full time Teacher at FranciscoJosé de Caldas University, Faculty of Sciences of Education. Coordinator of theAcademic Project of Research and Educational Extension-PAIEP. Email: [email protected]; [email protected]; [email protected].

Received: February 26, 2013 Approved: April 21, 2013

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* Article de réflexion.

Résumé: Cet exercice académique s’oriente versl’analyse de quelques conceptions d’éthique du soinattirant l’attention dans la proposition du soin essen-tiel fondée sur le pathos, comme une nouvelle pla-teforme de l’ethos humain et planétaire dans lequelil suggère un retour au principe, au soin, ce qui pourHiginio, c’est l’élément prédécesseur et fondateurde l’existence humaine. Le pari pour une éthiquedu soin permet de rechercher sur nous- mêmes, noscirconstances et notre environnement; et dès cetteperspective d’auto-référence, elle aura la possibilitéde la reorientation des pensées et des actions- tant au

niveau individuel que collectif- vers la pratique dusoin, de l’effet, de la responsabilité, de l’amour, de latendresse, de la compasion…, sur chacun de nous enparticulier, sur les autres et notre foyer en commun,la terre; donc dans tous les aspects et dans tous lesdomaines sociaux, il semble être évident que dansnotre pays et dans le monde en général, les condi-tions actuelles, selon le bambuco, “ maintenant leschoses vont de pire en pire”

Mot clefs: éthique, soin, essentiel, éthique du soin,pathos, valeurs.

Tomás Sánchez Amaya Ph. D.**

Le soin essentiel : UneProposition Éthique

d’Actualité*

N° 12 pp. 31 - 46 Janvier - Juin 2013Tunja - Colombia

** Licencié en Philosophie et Histoire, spécialiste en Éducation et PhilosophieColombienne, Magister en Philosophie Latino-Américaine de l’Université San-to Tomás; Docteur en Sciences Sociales, enfance et jeunesse de l’Université deManizales-CINDE; Post-docteur en Narratologie et Science de l’UniversitéSanto Tomás en lien avec l’Université Nationale de Cordoba- Argentine. Pro-fesseur à temps plein de l’Université Distrital Francisco José de Caldas, Facultéde Sciences et Éducation. Coordinateur du projet académique et de recherche dePédagogie-PAIEP. Courrier Electronique: [email protected]; [email protected];[email protected].

Reçu: 26 février 2013 Approuvé: 21 avril 2013

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Introducción

La actitud de sentir con cuidado debe trans-formarse en cultura y exige un proceso pe-dagógico, más allá de la escuela formal, quepenetre instituciones y haga surgir un nuevoestado de conciencia y de conexión con laTierra y con todo lo que existe y vive en ella.(Leonardo Boff).

Al sugerir una reflexión acerca del cuidado esencialcomo propuesta ética para nuestro tiempo, se tieneen consideración un doble propósito: en primera ins-tancia, mostrar que además de los postulados teóri-cos sustentados por Caroll Gilligan y Nell Noddings,hay otras propuestas que pueden ser sustentadas enclave de ética del cuidado, entre las cuales se cuentala de Leonardo Boff, respecto del cuidado esencial;en segundo lugar, señalar que una perspectiva de estetalante puede dar cuenta de la complejidad de las cir-cunstancias por las cuales está hoy atravesando nues-tra la sociedad colombiana, latinoamericana y mun-dial y que, en tanto propuesta moral, puede aportarvariados e importantes elementos para re-significarnuestra existencia en el mundo.

Las pretensione descritas, se fundamentarán teórica-mente desde la lectura, el análisis y la interpretaciónde algunos postulados de Boff, respecto del cuidadoesencial. En esta perspectiva se pondrá al autor enpermanente diálogo con otros pensadores que desdediversos puntos de vista y planteamientos manifies-tan una profunda preocupación por las condiciones yposibilidades de vida buena y digna de la humanidady que sugieren el cuidado como nueva plataformaque permite –por lo menos sugerir– la constituciónde una propuesta ética, que sin duda, responde a larealidad imperante en el mundo actual.

Este ejercicio se desarrolla en cuatro momentos: elprimero tiene como punto de partida una sucinta

referencia acerca de la realidad moral imperante ennuestra sociedad, toda vez que una propuesta respec-to del cuidado esencial, implicaría el reconocimientode la complejidad de las circunstancias que nos ca-racterizan, dado que como sostiene Londoño (1997,p. 166), “es imposible hablar de ética (…) a espaldasde la realidad en que se vive”. El segundo contieneuna sucinta referencia a diversas concepciones de éti-ca del cuidado1; para centrar luego la atención –ter-cero y cuarto– en la propuesta del cuidado esencialfundamentada en el pathos, como nueva plataformadel ethos humano y planetario que sugiere un retornoal principio, al cuidado, que para Higinio, es el ele-mento antecesor y fundador de la existencia humana.

La apuesta por una ética del cuidado esencial es unaapuesta por nosotros mismos, por lo humano de lohumano; ello demanda indagar sobre nosotros mis-mos, sobre nuestras circunstancias y nuestro entor-no. Desde esta perspectiva de autorreferenciaciónserá posible, entonces, una reorientación de los pen-samientos y las acciones –tanto a nivel individualcomo colectivo– hacia la práctica del cuidado, delafecto, de la responsabilidad, del amor, de la ternura,de la compasión…, sobre nosotros mismos, sobre losdemás y sobre nuestra casa común, la tierra; pues,parece evidenciarse que en nuestro país y en el mun-do en general, dadas las condiciones actuales, “ahoralas cosas andan de mal en peor”.

1. Punto de partida: el reconocimiento denuestra realidad social

¿Qué le estará pasando a nuestro país, desdela última vez que yo le canté, mi último bam-buco hablo de dolor y ahora las cosas andande mal en peor? No puede uno callarse tenien-do voz, si la moral del mundo va para atrás,¿qué se hicieron los hombres que hacen elbien? (Eugenio Arellano).

Tomás Sánchez Amaya

1 Se hace referencia a “las éticas del cuidado” –en plural–, dado que, desde diferentes puntos de vista y perspectivas (feminista, ecologista,especieísta, universalista, cuidado de sí), diversos autores (Gilligan y Noddings, Boff, Küng, Singer, El Dalai Lama, Lévinas, Foucault, Matu-rana, etc.), han orientado su reflexión a mostrar la importancia de propuestas de este talante, que plantean una profunda preocupación por elcuidado de la humanidad, de su condición, de sus relaciones, (consigo mismo, con los demás, con lo demás), en últimas, con la vida en todas susmanifestaciones y posibilidades. De las perspectivas mencionadas, en este ejercicio se opta por la propuesta de la ética del cuidado esencialdefendida por el teólogo brasilero Leonardo Boff, teniendo en consideración que sus postulados pueden dar buena cuenta de la situación ycircunstancias que han cifrado la historia de los pueblos periféricos y excluidos, como el nuestro; en este propósito, se acudirá Boff y se pondráen diálogo con otros autores que ponen especial acento en el cuidado como plataforma para la construcción de un nuevo ethos.

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Remolina (1991) realiza una caracterización de lasituación que ha acompañado la historia de nuestropaís; en ella describe una multiplicidad de episodiosanómalos que revelan un profundo vacío ético impe-rante en nuestra sociedad y que demanda una miradacrítica respecto del papel de la ética, y de la decisión–tanto individual como colectiva– orientada hacia laconstrucción de una ética civil –y en éste ámbito–de una ética del cuidado como posible propuesta defundamentación moral, para nuestro contexto y cir-cunstancias.

A esta panorámica se suman otros tantos aconteci-mientos que cotidianamente continúan dando cuentade nuestra situación; así mismo, se dejan oír diver-sas voces: Ahumada y Otros (2000), quienes desdediferentes ópticas, intentan determinar la “anatomíade un país en crisis”, toda vez que pretenden respon-der a la pregunta ¿Qué está pasando en Colombia?;Garay (1999), para quien la crisis de nuestro país semanifiesta en: la subordinación de lo público a losintereses privados, la deslegitimación del Estado y lapérdida de la convivencia ciudadana; Gómez Buen-día (1999), en la respuesta a la pregunta ¿Para dóndeva Colombia?; y, Ospina (1997), quien reconoce la“situación excepcionalmente trágica” que caracteri-za a nuestra sociedad y que la reseña del siguientemodo:

Colombia es hoy el país con mayor ín-dice de criminalidad del planeta, y lainseguridad va convirtiendo sus callesen tierra de nadie. Tiene la mitad de supoblación en condiciones de extremapobreza, y presenta al mismo tiempoen su clase dirigente unos niveles deopulencia difíciles de exagerar. Mues-tra uno de los cuadros de ineficienciaestatal más inquietantes del continente,al lado de buenos índices de crecimien-to económico. Muestra fuertes nivelesimpositivos y altísimos niveles de co-rrupción en la administración. Muestraunas condiciones asombrosas de impu-nidad y de parálisis de la justicia y almismo tiempo una elevada inversión enseguridad (…). Muestra las más deplo-rables condiciones de desamparo paracasi todos los ciudadanos, y sin embar-go es un país donde no se escuchan lasquejas, donde prácticamente no existe

la protesta y la movilización ciudada-na: una suerte de dilatado desastre encine mudo (pp. 47-48).

Los episodios señalados, reflejan la realidad quevive hoy nuestra sociedad. Se podría argumentarque no todo es así, que caracteriza también a nuestrasociedad un plexo de valores: (creatividad, empuje,honestidad, bondad, respeto, tolerancia, intentos ydeseos de construir la paz, anhelos de fraternidad,negociaciones, procesos de paz, aspiraciones de po-ner fin al conflicto armado, toma de conciencia dela problemática, cuidado del medio ambiente…); enfin, toda una suerte de virtudes y bondades que sepractican en el ejercicio silencioso de la cotidianidadde cada uno de los miembros de nuestra sociedad.Todo ello es cierto; sin embargo, puede hacerse ecodel aforismo aquél que reza “no me inquieta el malde los malos cuanto la indiferencia de los buenos”;y es que, como puede atestiguarse cotidianamente,imperan también: la apatía, la indiferencia, la insen-sibilidad, la insolidaridad, el egoísmo y tantos otrosvicios que opacan o ensombrecen las virtudes de lasociedad colombiana.

El cuadro que nos ofrece la Colombiade hoy, intimidada por sí misma, aco-rralada por sí misma, hundida en unnudo de guerras crueles y estériles,donde todos los que obtienen algúnbeneficio cierran los ojos y se dicen denuevo que es sólo por ahora, que yapasará la tormenta, ese cuadro confu-so podría ser descrito por estos versosde W. B. Yeats: Los mejores carecen detoda convicción, En tanto que los peo-res Están llenos de apasionada intensi-dad. (Ospina, p. 35).

Este espectro de episodios coincide con la descrip-ción que realiza Boff (2002b, p. 17-20), respecto delestigma característico de la humanidad de nuestrotiempo: -la falta de cuidado que se manifiesta en lapérdida de conexión con todo. Nuestra civilizaciónparece haber perdido el horizonte de cuidado res-pecto de: la vida inocente; -los pobres, marginados yexcluidos; los desempleados, jubilados [y ancianos];-los sueños de generosidad ahogados por el neoli-beralismo, el individualismo y la explotación –queconducen al menosprecio de la tradición de la solida-ridad–; -las [infrahumanas] condiciones sociales en

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las grandes ciudades, que se evidencian en el desa-rraigo cultural y la enajenación social; -la dimensiónespiritual del ser humano, ahogada en una sociedadcifrada por el espectáculo, el simulacro y el entrete-nimiento; -la inteligencia emocional, lo imaginariocon sus ángeles y demonios [que nos habitan y habi-tan el mundo]; -los asuntos públicos. El nivel moraltanto en la esfera privada como en la pública, patenteen la corrupción y el juego de poderes; -la reverenciaante la vida y su fragilidad; -la protección de nuestracasa [y madre] común, la Tierra.

El conjunto de circunstancias descritas abonan el te-rreno y propician un espacio para una ética del cui-dado esencial, que podría constituirse en una opciónética frente a la construcción de una sociedad másjusta, humana e igualitaria, respetuosa de la vida,promotora de la libertad de los individuos, cuidadorade las riquezas que la naturaleza nos ha prodigado.A todo ello apuntan las reflexiones de Boff, en supropuesta del cuidado esencial; que por demás, per-miten dar cuenta del panorama complejo de nuestrasociedad.

2. Éticas del cuidado. Opciones para lacomplejidad de nuestra situación

El amor por los demás y el respeto por susderechos y su dignidad, al margen de quiénessean y de qué puedan ser: en definitiva es estolo que todos necesitamos. Dalai Lama.

Tres serían –al menos– las propuestas éticas que po-drían leerse en perspectiva del cuidado, tales son: lasugerida por Gilligan y Noddings; la fundamentadapor Foucault; y, la perspectiva de Leonardo Boff.Ellas han pretendido fundamentar la moral, ponien-do en relieve una amplia gama de aspectos que hansido descuidados –en buena medida– por la raciona-lidad occidental: la naturaleza relacional del ser hu-mano, el amor, la compasión, el cuidado, la caridad,la ternura, la piedad, el afecto, los sentimientos…,en contraste con el carácter lógico y calculador de larazón centrada en el logos.

ética del cuidado es la teoría moral feminista másimportante de los últimos años. Desde que Carol Gi-lligan expusiera sus investigaciones [en cuyo origen]se encuentra la motivación de mejorar la teoría dedesarrollo moral de quien fuera su maestro en Har-

vard, Kohlberg” (2003, p. 106). Esta primera pers-pectiva del cuidado, tiene otro referente obligatorio:Nell Noddings. Ambas autoras han desarrollado unateoría ética desde una óptica feminista, basada en lanaturaleza relacional del ser humano y en la valo-ración del cuidado y el interés como dimensioneshumanas fundamentales que trascienden la perspec-tiva reduccionista de género; en esta propuesta, sepotencia el desarrollo de los valores como el amor, lagenerosidad, el cuidado y la ternura de los seres hu-manos, por la sencilla razón de que “el cuidado y elinterés tienden a estar orientados hacia las personasy las relaciones, más que hacia las estructuras y lasreglas” (p. 102).

-da en la etapa final de la producción teórica de unode los pensadores más importantes del siglo XX,Michel Foucault, en que se reintroduce de maneraexplícita, el problema del sujeto, el conjunto de pro-cedimientos y procesos por medio de los cuales elsujeto toma conciencia de su existencia y se cons-tituye a sí mismo, en sujeto moral. Esta “ontologíahistórica de nosotros mismos”, implica una historiade la subjetividad o de la manera como el sujeto haceexperiencia de sí mismo, de la forma como el sujeto–gracias a los procesos de subjetivación– se constitu-ye en sí mismo, a partir de la práctica de la libertad,que en últimas lo constituye sujeto moral.

La experiencia de sí remite a sujetos que dentro deuna trama cultural pueden saberse de otro modo,pueden articular, dilucidar los dispositivos que loshan “formateado” como sujetos de conocimiento yde acción. Las experiencias de sí originan las téc-nicas del sí o tecnologías del yo, que son prácticasconscientes y deliberadas por las cuales los sujetosse transforman a sí mismos, en vista de una finalidad.El sujeto de sí, es un sujeto que se interpreta y que dalugar a nuevos juegos y relaciones consigo mismo ycon la verdad. La experiencia de sí, supone un traba-jo ético, como cuidado de sí que implica el cuidadodel otro. Foucault pretende abordar la problemáticadel sí –la inquietud de sí– desde el cuidado de sí,buscando formulaciones teóricas y prácticas, estoes, ocupándose o preocupándose de sí, problemáticaesta que ha sido oscurecida en Occidente por la cues-tión del conócete a ti mismo (Cf. 1990).

por la que se opta en este ejercicio, es la de Leonar-

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do Boff: “El ethos que cuida”; perspectiva ética quepropende por el cuidado esencial y que implica elcuidado que cada hombre ha de dispensar a sí mis-mo, a los demás y –en general– a la totalidad quele es inherente, el entorno natural, social y cultural.Si nos remitimos a la tradición filosófica, podemosver que tal planteamiento no es nuevo. Siguiendoa Foucault (1994, p. 33), es posible descubrir queen la Antigüedad Occidental, bajo los conceptos deepiméleia/cura sui –cuidado de sí– se han dado citael sujeto y la verdad: “esta cuestión del sujeto y delconocimiento del sujeto, ha sido planteada, hasta laactualidad, de otra forma, bajo la fórmula del Orácu-lo de Delfos: conócete a ti mismo. Pero en realidad,esta fórmula de conócete a ti mismo va acompañadasiempre, por otra parte, de otra exigencia: ocúpatede ti mismo [cuida de ti]”. Boff lo señala en estostérminos:

El ethos que ama se completa con elethos que cuida. El cuidado constituyela categoría central del nuevo para-digma de la civilización que trata deemerger en todo el mundo. La falta decuidado en el trato dado a la naturale-za y a los recursos escasos; la ausenciade cuidado en referencia al poder de latecnociencia que construyó armas dedestrucción en masa, de devastaciónde la biosfera y de la propia supervi-vencia de la especie humana, nos estánllevando a un impase sin precedentes.O cuidamos o perecemos (2003, p. 1).

El imperativo referido, “conócete a timismo”, implica una exhortación alcuidado de sí, de cara a la consecuciónde una vida buena, virtuosa y feliz –ensuma– de una vida ética; sin embargo,esta tradición del cuidado de sí, cedióterreno en consideración al conoci-miento de sí, que irá a determinar elrumbo de la reflexión filosófica en Oc-cidente; al respecto Boff (2001, p. 71),sostiene:

casi todos los sistemas éticos, al menosen Occidente, pagan un elevado tributoal logocentrismo. En los cimientos denuestra cultura se encuentran el logosgriego y el cogito cartesiano. La evo-lución del pensamiento filosófico y el

propio proceso histórico han venido aponer de manifiesto cada vez más cómola razón ni lo explica ni lo abarca todo.

¿No será pues, necesaria la propuesta de una filoso-fía holística, ecológica y espiritual, una nueva pers-pectiva del cuidado esencial, omniabarcante, que in-cluya tanto: pathos y ethos, logos y emotio, cogito ysentio, lo racional y lo animal…, en últimas, todo loconstitutivamente humano?; dado que como señalaBoff (2002b, p. 24), “tras siglos de cultura material,buscamos hoy ansiosamente una espiritualidad sen-cilla y sólida, basada en la percepción del misteriodel universo y del ser humano, en la ética de la res-ponsabilidad, de la solidaridad y de la compasión,basada en el cuidado, en el valor intrínseco de cadacosa”. Una perspectiva de tal talante, además de per-mitirnos re-significar el mundo se ordenaría hacia“una nueva convivencia entre los seres humanos ylos demás seres de la comunidad biótica, planetariay cósmica; que propicie nuevamente la fascinaciónante la majestuosidad del universo y la complejidadde las relaciones que sustentan a todos y cada uno delos seres” (Boff, 2002a, p. 26-27).

Un ethos de ese talante podría, por ejemplo, pro-piciar el acercamiento y el diálogo entre todas laspartes en conflicto en nuestro país; posibilitaría elreconocimiento de la dignidad de las personas sindistinción de raza, género, etnia, condición social,credo, ideología…; incentivaría al cuidado esencialpor la variedad de recursos (fauna, flora, relieve…);el reconocimiento y la valoración de la riqueza cul-tural (ritos, mitos, costumbres, tradiciones ancestra-les); permitiría construir el anhelado país que soña-mos, no sólo “al alcance de los niños” sino de todos,en que cada uno pueda dejar su huella y escribir supropia historia; abogaría por el reconocimiento delotro como otro igual en la convivencia, en el afecto.En este sentido, podríamos –concordando con Ma-turana– afirmar que esta nueva ética posibilitaría lavivencia de una biología del amor, dado que “el amores el dominio de las acciones que constituyen al otrocomo un legítimo otro en convivencia con uno. Unose encuentra con otro y, o se encuentra en las accio-nes que lo constituyen como un legítimo otro en laconvivencia, o no” (2002, p. 46-47).

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3. Una nueva ética, a partir de una nuevaóptica. El cuidado esencial

El nuevo paradigma que está naciendo, esel de la religación… Las convergencias quehaya que construir, han de tener que ver conla restauración de lo sagrado que hay en to-das las cosas, la recuperación de la dignidadde la Tierra, el redescubrimiento de la misióndel ser humano, hombre y mujer, llamado a lacelebración del misterio del cosmos (Leonar-do Boff).

Tomemos como punto de partida de este momento,la fábula-mito de Higinius, que recoge Heidegger(1971, pp. 218-219) y que retomará Boff en su pro-puesta.

Una vez llegó Cura a un río y vio te-rrones de arcilla. Cavilando, cogió untrozo y empezó a modelarlo. Mientraspiensa para sí qué había hecho, se acer-ca Júpiter. Cura le pide que infunda es-píritu al modelado trozo de arcilla. Jú-piter se lo concede con gusto. Pero alquerer Cura poner su nombre a su obra,Júpiter se lo prohibió, diciendo que de-bía dársele el suyo. Mientras Cura yJúpiter litigaban sobre el nombre, selevantó la Tierra (Tellus) y pidió que sele pusiera a la obra su nombre, puestoque ella era quien había dado para lamisma un trozo de su cuerpo. Los liti-gantes escogieron por juez a Saturno.Y Saturno les dio la siguiente sentenciaevidentemente justa: “Tú, Júpiter, porhaber puesto el espíritu, lo recibirá a sumuerte; Tú, Tierra, por haber ofrecidoel cuerpo, recibidas el cuerpo. Pero porhaber sido Cura quien primero dio for-ma a ese ser, que mientras viva lo po-sea Cura. Y en cuanto al litigio sobre elnombre, que se llame “homo”, puestoque está hecho de humus (tierra).

Podemos afirmar siguiendo la fábula, que el cuidadoantecede, prefigura a la existencia humana (el cuida-do moldea, da origen y existencia al ser humano) y,después, cuando ella (la existencia) emerge, la acom-paña hasta que deje de ser existencia –al menos, esaes la condición, o el ideal de la condición humana–.“No tenemos cuidado. Somos cuidado”, sostieneBoff. El cuidado es un ethos, un modo de ser en elmundo. Pensemos por ejemplo, en el cuidado quehabría de anteceder a la concepción de un bebé; enel cuidado que se ejerce durante su gestación; en elcuidado antes, durante y después del nacimiento; enlos primeros años y, luego, en general a lo largo detoda la existencia, incluso hasta más allá de la muer-te. En esto coincidimos con Maturana, a propósitodel cuidado y del amor:

los seres humanos dependemos delamor y nos enfermamos cuando éste noses negado en cualquier momento de lavida. No hay duda de que la agresión, elodio, la confrontación y la competencia[pertenecen también] al ámbito huma-no, pero no pueden haber dado origena lo humano porque son emociones queseparan, no dejan espacio de coexisten-cia (2002, p. 143).

Un ethos del cuidado, es un ethos que va más allá deldesinterés, de la indiferencia, del individualismo, delmaterialismo, de la razón instrumental calculadora,del relativismo, del egocentrismo, del especieísmo2,del logocentrismo, del imperialismo, de las multi ytrans-nacionales formas de enajenar al ser humanoy volverlo esclavo de sus placeres y deseos; es unethos que borra todas las fronteras que la humanidadha puesto para separarse de sí mismo, de los demásy de lo demás.

Un ethos de este talante es vital hoy para la humani-dad: un ethos del cuidado esencial holístico –comocoincidimos en entenderlo con Boff–; y, como unmodo-de-ser-esencial-humano, según la concepciónheideggeriana: “en cuanto totalidad estructural origi-nal, la cura [el cuidado] es existenciariamente a prio-ri de toda “posición” y “conducta” fáctica del “ser

Tomás Sánchez Amaya

2 Término acuñado por el psicólogo de Oxford Richard Ryder en 1970, popularizado en Liberación Animal, utilizado para trazar un paralelismoentre nuestras actitudes con respecto a los animales no humanos y las de los racistas respecto de los individuos que consideran pertenecientesa una raza inferior. El movimiento de liberación de los animales, exige una ética que vaya más allá del especieísmo y se dé consideración a losintereses de todos los seres que pueden sentir placer o dolor, independientemente de la especie. (Cf. Singer, 2000, p. 104).

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ahí”, es decir, se halla siempre ya en ella” (Heide-gger, 1971, p. 214).

4. El pathos y el cuidado: nueva platafor-ma del ethos humano y planetario

¿Por quién doblan las campanas? Doblan porel sistema mundial, hoy arrogantemente victo-rioso, pero enfermo de muerte. Estamos ya enel fin de un tipo de mundo. La humanidad quesobreviva tendrá una nueva ética. (LeonardoBoff).

La propuesta del cuidado esencial, parte del recono-cimiento de los principales problemas que aquejanhoy a la humanidad y que demandan con urgenciala constitución de un talante ético global sustentadoen el cuidado. Los problemas a que Boff (2001) serefiere son: la crisis social, la crisis del sistema detrabajo y la crisis ecológica; crisis estas de dimen-siones planetarias que exigen, por la misma razón,soluciones planetarias:

pocas manos, incrementando paulatinamente la bre-cha existente entre ricos y pobres, acumulación quees injusta porque es inequitativa y que va segmen-tando paulatinamente la población entre las clasesprivilegiadas pertenecientes a los países desarrolla-dos y, las clases carentes de lo mínimo elementalpara su sobrevivencia.

La causa principal de la crisis socialestá vinculada al modo en que la so-ciedades modernas se organizan encuanto al acceso, la producción y ladistribución de los bienes naturales yculturales. Este modo es profundamen-te desigual, porque privilegia las mi-norías que detentan el tener, el poder yel saber frente a las grandes mayoríasque viven del trabajo; en nombre detales títulos se apropia de manera pri-vada de los bienes producidos por el es-fuerzo de todos. Los [nuevos] vínculosde solidaridad y de cooperación no sonaxiales, sino que el eje lo constituyenla actividad individual y la competiti-

vidad, creadoras permanentes de la se-gregación social de millones y millonesde marginados, de excluidos y de vícti-mas (Boff, 2001, p. 15).

-canización y automatización; las nuevas formas deproducción han prescindido del trabajo humano, hansuprimido puestos de trabajo creando un inmensoejercito de desempleados y excluidos en todas lassociedades del mundo.

décadas debido al principio de autodestrucción; “laactividad humana, irresponsable ante la máquina dela muerte que ha creado”, ha ocasionado daños irre-versibles en el planeta y ha puesto en gran peligro lascondiciones de la vida [en todas sus manifestaciones]y con ella la existencia de los seres humanos. “Esteprincipio de autodestrucción invoca urgentementeotro, el principio de corresponsabilidad que derivae nuestra existencia [coexistencia], como especie ycomo Planeta” (p. 14-15).

Las condiciones de la crisis social y de la crisis delsistema de trabajo parecen conducir a la crisis ecoló-gica, debido al cambio en las relaciones del ser hu-mano con el entorno, fundamentalmente a causa dela depredación casi irracional a la que se ha sometidoa la naturaleza.

La raíz de la alarma ecológica resideen el tipo de relación que los humanoshan mantenido, en los últimos siglos,con la Tierra y con sus recursos: unarelación de dominio, de no reconoci-miento de su alteridad y de la falta delcuidado necesario y del respeto impres-cindible que exige toda alteridad. [Estarelación de dominio] existía subyacentela voluntad de poder y de estar sobre lanaturaleza y no junto a ella, y porque seha destruido la conciencia de una grancomunidad biótica, terrenal y cósmicaen la que se encuentra inserto el ser hu-mano junto con los demás seres (Boff,2001, p. 16).

El curso de la historia, con una multiplicidad de indi-

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cadores (la crisis social, la crisis del sistema de traba-jo y la crisis ecológica, las innumerables guerras, elindividualismo característico de la sociedad moder-na, la hegemonía de la razón instrumental, la pérdidade la libertad)3, es manifestación patente, según sos-tiene Boff, de que nos hallamos en el corazón de unacrisis estructural y terminal. “Es estructural porqueafecta a todas las instancias (…). Es terminal porquerepresenta el agotamiento del paradigma, es decir, delas energías, de los sueños y de las estrategias capa-ces de equilibrar las contradicciones del propio sis-tema” (2000, p. 3); y con ello, el futuro tanto de lahumanidad como de la vida en su integridad, sobreel planeta.

Como ya se ha dicho, estos problemas –junto a losque van surgiendo en y con el curso de la historia–son globales; demandan por consiguiente, una re-volución global, un fundamento ético, una ética demínimos a partir de la cual se abrirían posibilidadesde solución para el planeta, la humanidad y los ex-cluidos. Esta ética mínima exige –según Boff– es-tablecer un nuevo pacto ético, un nuevo ethos, quetenga como punto de partida el cuidado:

no tanto en la razón ilustrada, cuantoen el pathos, es decir, en la sensibilidadhumanitaria y en la inteligencia emo-cional expresadas por el cuidado, laresponsabilidad social y ecológica, porla solidaridad generacional y por lacompasión, actitudes estas capaces deconmover a las personas y de moverlasa una nueva practica histórico-socialliberadora. Urge una revolución éticamundial. Esta revolución ética mundial,debe concretarse dentro de la nueva si-tuación en que se encuentran la Tierray la humanidad. El proceso de globa-lización que configura una nueva pla-

taforma de realización de la historia,de la humanidad y del propio planeta.(2001, p. 17-18).

El mundo de hoy y las circunstancias que lo acom-pañan, demanda entonces, una revolución ética, unanueva ética del cuidado esencial; un nuevo ethosmundial fundamentado en el pathos, dado que al de-cir de Ladriere, citado por Boff, la historia mismaha mostrado que la razón “no es ni lo primero ni loúltimo de la existencia humana”. Poner los cimien-tos de esta propuesta, señala Boff, implicaría tenercomo plataforma una pregunta elemental: ¿Cuál esla experiencia básica de la vida humana? “La expe-riencia irreductible y última de la relación (…) estáen otra parte: no en la síntesis sino en el cara-a-carade los humanos, en la socialidad, en su significaciónmoral”, responde Levinas (1991, p. 71); y, desde superspectiva Boff afirma:

es el sentimiento, el afecto, el cuidado.No es el logos sino el pathos. Sentioergo sum (siento luego existo): esta esla afirmación fundamental. El pathoses la capacidad de sentir, de ser afecta-do y afectar; pues, la existencia de losseres humanos no es nunca existenciapura; es una coexistencia, [es existen-cia en (terrena) y con (otros)], sentiday afectada [por las relaciones con todolo que le rodea], por la ocupación y porla preocupación, por el cuidado y porla responsabilidad por los demás en elmundo, afectada por la alegría o por latristeza, por la esperanza o por la an-gustia. (2001, p. 71-72).

No se trata –tanto en la propuesta de Boff como en lareflexión que aquí se propone– de subyugar la razónal sentimiento, el logos al pathos, cuanto de empa-

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3 Frente a estas últimas tres categorías recordemos la reflexión de Charles Taylor, quien analiza las “ formas de malestar de la cultura moder -na”, aquellos rasgos de nuestra cultura y de nuestra sociedad contemporánea que la gente experimenta como pérdida o declive, aún a medidaque se desarrolla nuestra civilización. Ellas son: -la pérdida de sentido, la disolución de los horizontes morales; -el eclipse de los fines, frentea la razón instrumental desenfrenada; -y la pérdida la libertad. El análisis del malestar de la modernidad se realiza con el fin de recuperar lasfuentes olvidadas de lo moral, fuentes que la filosofía moderna no ha comprendido adecuadamente y cuya omisión no sólo deja desbordada estafilosofía sino también a la sociedad moderna misma. La filosofía moral y política de la modernidad nos han alejado de nuestra estofa moralreal, de nuestras prácticas de argumentación en la vida cotidiana y de los marcos de valores en los que construimos nuestra identidad; por todoello, hemos dado en quedar ciegos, incapaces de explicarnos quiénes somos y de resolver los problemas que tenemos. (Cf. Taylor, 1994).

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rentarlos y ponerlos en diálogo, en un proyecto en-volvente, fundamental y necesario que favorezca a lahumanidad y a la tierra. “Cabeza y corazón, afirmaBoff, tienen que redescubrir que son dimensiones deun mismo cuerpo, las dos caras de una misma mone-da. De esta combinación nacerá el cuidado” (p. 72-73); que pertenece a la condición y a la esencia delser humano, que como forma de relación, de enter-necimiento y de preocupación, permitiría reconocerlo valioso y bello de sí, de los demás y del mundo.

La razón está abierta hacia abajo yhacia arriba. Hacia abajo emerge dealgo más antiguo, profundo y elemen-tal, la afectividad, el cuidado esencialy el pathos. Hacia arriba se abre a laexperiencia espi¬ritual, que consisteen el descubrimiento del yo abierto ala totalidad y el descubrimiento de latotalidad presente en el yo; dicho conotras palabras, la interconectividad detodo con todo. Además de esto, tambiénexisten lo arracional y lo irracional,que manifiestan la presencia del caosjunto al cosmos, del des¬orden queacompaña al orden. Lo demens siem-pre va junto a lo sapiens, lo dia-bólicose empareja con lo sim-bólico. Hay unamplio consenso a la hora de admitirque la inteligencia es emocional, puesella es la que da cuenta de esa dialécti-ca viva de la realidad y el pensamiento(p. 71-72).

Siguiendo este hilo conductor, podemos traer a co-lación las reflexiones de Hans Küng, quien sostieneque uno de los retos fundamentales del presente esla necesidad de construcción de unos mínimos co-munes, una ética básica para el conjunto de la hu-manidad, dado que su sobrevivencia no será posiblemientras sigan existiendo éticas diversas opuestas oantagónicas; pues, un mundo único necesita un talan-te ético fundamental, no excluyente sino vinculante,una clase de valores, normas, ideales y fines obliga-torios y obligantes. A juicio de Küng, “Occidentese encuentra ante un vacío de sentido, de valores ynormas, que no sólo afecta los individuos sino queconstituye un problema político, económico, ecoló-gico, social, moral (...), de enorme magnitud” (1991,p. 25), porque afecta a todas las sociedades, las di-

versas culturas y al mundo en general.

Una ética para el conjunto de la humanidad no riñeen modo alguno con la pretensión de dar cuenta denuestra propia realidad, por cuanto las condicionesque acompañan los contextos particulares puedenser, de igual manera, percibidas en los contextos glo-bales. Desde esta perspectiva, es posible decir coin-cidiendo con Morin (1999, p. 27) que es necesario“el surgimiento de un pensamiento “ecologizante”en el sentido de que sitúa todo acontecimiento (…)en una relación inseparable con el medio –cultural,social, económico, político y, por supuesto, natural–(…). Un pensamiento que vincule se abre hacia elcontexto de los contextos, el contexto planetario”.

La panorámica que se ha descrito y que caracterizaactualmente a la humanidad, demanda una reflexiónprofunda que tenga en cuenta los nuevos valores quevan emergiendo con los diversos cambios en los pa-radigmas; a juicio de Küng (1991): “sin duda, nece-sitamos ese equilibrio entre las tendencias racionalesdel hombre y emocionales, es decir, una visión detotalidad (“holística”) del mundo y del hombre ensus diversas dimensiones [y relaciones]” (p. 37). Sedemanda, pues, una reflexión basada en el cuidado,respecto del comportamiento moral del hombre, so-bre el conjunto de valores y normas que han de re-gir nuestros proyectos y acciones; por cuanto “juntocon la dimensión económica, social y política, existetambién una dimensión ética, estética, [espiritual] yreligiosa del hombre y de la humanidad” (p.37).

Una visión holística de la historia, del hombre y delmundo abre espacios para el discernimiento entre loque es conveniente o inconveniente para sí, para losdemás y para el mundo; permite establecer consen-sos fundamentales en los que no hayan excluidos, encuya base esté un mínimo en valores, normas y acti-tudes que procuran el reconocimiento de sí mismos,de los demás y el mundo como valiosos; se orientahacia la construcción de unos vínculos libres funda-dos en lazos de solidaridad, fraternidad y tolerancia;propende por la asunción de una ética del cuidado,de la responsabilidad universal o planetaria, que endiálogo permanente y abierto con las éticas del éxitoo de las intenciones particulares, con las éticas fun-damentadas en la justicia, en las leyes o en el de-recho, se ordenen todas ellas, hacia la constituciónde una humanidad más humana y a la conservación

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de un ecosistema en equilibrio para las generacionesvenideras.

Una ética del cuidado que exija actuar desde una res-ponsabilidad global en favor de la biosfera, en contrade la pauperización de la naturaleza y de las condi-ciones de vida; una ética de la responsabilidad queimplique “la automoderación del hombre y de sus li-bertades actuales en aras de su supervivencia futura.Se exige, pues, una nueva ética preocupada por elfuturo y respetuosa de la naturaleza” (Küng, 1991,p. 48-49). Una ética que implique la responsabilidadcon el ámbito común, con el medio ambiente y conel mundo futuro; que tenga como objetivo y criteriofundamental al hombre, un hombre que explote supotencial y reoriente su acción en favor de: una so-ciedad más humana e igualitaria; un ecosistema sos-tenido y equilibrado; y, la responsabilidad consigomismo, con los demás y con el mundo.

En esta misma clave se pueden interpretar las re-flexiones que desde Oriente nos lega el Dalai Lama(2000, pp. 169-171), que poniendo el énfasis en laética de la responsabilidad universal, implica el res-cate del cuidado de modo particular hacia los másnecesitados:

Estoy convencido de que es esencialque cultivemos la noción que yo deno-mino responsabilidad universal…, quenos ayuda a ser más sensibles con to-dos los demás, no sólo con quienes nosresultan más cercanos. Así llegamos acomprender la necesidad de cuidar enespecial de aquellos miembros de lafamilia humana que más padecimientosufren.

Para el ejercicio de la ética del cuidado y de la res-ponsabilidad universal es fundamental el cultivo dealgunas virtudes como la contención, crucial para elmantenimiento de una coexistencia pacífica, cuya

ausencia ha sido el origen de no pocos daños sufri-dos por el entorno natural y por tanto perjudicial paralos demás. “Como individuos y como sociedad com-puesta por individuos, tenemos el deber de cuidar decada uno de los miembros de nuestra sociedad (…),igual que nosotros, todos los demás tienen derecho ala felicidad y a evitar el sufrimiento” (p. 177). Unaética del cuidado y de la compasión pone el cimientonecesario y la motivación requerida para obrar concontención y para el cultivo de la virtud, elementosfundamentales para la construcción de una comuni-dad humana cuidadora, preocupada por la vida entodas sus manifestaciones.

Para el contexto (latinoamericano y colombiano) sig-nado —según se ha mostrado— por la marginalidad,la exclusión, la opresión, la pobreza, el deterioro dela democracia, la explotación de la biodiversidad, elsubdesarrollo, la dependencia…, la propuesta de laalteridad4, pude ser concebida e interpretada en clavede ética del cuidado, cuya apuesta por el altruismoimplica algunas preocupaciones (ocupaciones pre-vias) como son el reconocimiento y la valoración delotro y de lo otro. El rescate de la alteridad, podríaconstituirse en una opción fundamental para el cui-dado, la valoración, la exaltación de la vida, lo cualnecesariamente implica el cuidado de sí mismo, delprójimo y del entorno natural, cultural y social. Se-gún Boff, el cuidado esencial es “desvelo, solicitud,diligencia, celo, atención, delicadeza (…) estamosante una actitud fundamental, un “modo-de-ser”mediante el cual la persona sale de sí y se centra enel otro con desvelo y solicitud” (2002b, p. 73). Elcuidado es pues, alteridad, porque provoca preocu-pación, inquietud y sentido de responsabilidad, portodo lo que se nos ha confiado; además, es el fun-damento de las relaciones que se establecen con laspersonas y las cosas.

Ya ha quedado manifiesto que un elemento capitalpara la propuesta ética del cuidado esencial, es el re-conocimiento de la vida como valor fundamental y

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4 Alteridad se refiere a la capacidad ética de reconocer al otro [género humano] como un legítimo otro, no como instrumento o herramienta,sino como otro en el terreno básico que nos es común -por lo menos de derechos y dignidad-; “todos tenemos una estructura física, una mente,emociones. Todos hemos nacido del mismo modo y todos moriremos. Todos deseamos alcanzar la felicidad y no sufrir. Al mirar a los demásdesde esa perspectiva… experimento la sensación de hallarme ante alguien que es exactamente igual que yo” (Dalai Lama, 1999, p. 87). Elinterrogante fundamental es ¿Quién es ese Otro? Sólo se podrá responder a esta pregunta cuando estemos dispuestos a abrirnos generosa ydesinteresadamente a los demás; alteridad pues, significa apertura al otro.

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como opción de nuestro modo de ser moral que ineludiblemente determina las actitu-des y compromisos; pero este valor puede y debe concretarse en el rescate de la alteri-dad como el espacio que permite la ruptura con las condiciones de infrahumanidad delos pueblos periféricos. La ética del cuidado implica, entonces, la alteridad, es decir,hacernos responsables del otro; al respecto Levinas llama la atención:

desde el momento en que el otro me mira, yo soy responsable de él sinni siquiera tener que tomar responsabilidades en relación con él; su res-ponsabilidad me incumbe. Es una responsabilidad que va más allá de loque yo hago. Habitualmente, uno es responsable de lo que uno mismohace. La responsabilidad es inicialmente un para el otro. Esto quieredecir que soy responsable de su misma responsabilidad. (1991, p. 90).

Nuestra responsabilidad por el otro, el cuidado del otro, su reconocimiento, su va-loración…, presume la ruptura con la mismidad, con lo rutinario; implica captar yaceptar la existencia del otro (los demás) aún como diferente, opuesto, incluso, con-trario a nosotros mismos.

Supone aceptar que existen diversos mundos como totalidades de senti-do, que yo (mi pueblo, mi clase, mi partido, mi iglesia) no poseo la ver-dad absoluta ni la raíz del derecho… Alteridad como opción significadecidirnos a buscar lo otro, lo nuevo, lo diferente; a imaginar nuevasposibilidades, nuevas alternativas, a romper el horizonte de lo ya expe-rimentado; a destruir el hábito de la repetición. Nosotros, los colom-bianos, los latinoamericanos podemos cambiar la situación de nuestrospueblos y abrirles un nuevo horizonte de posibilidades, una nueva vida.(González, 1986, p. 219-220).

Esta opción por el cuidado implica el reconocimiento desprejuiciado del otro y de suscondiciones, el encuentro abierto y generoso con las diferentes formas de pensar yde ser en el mundo de los habitantes (iguales o diferentes) de nuestro país, de nuestrocontinente y del planeta; pero también implicará la reverencia por cada una de lascriaturas, reconocidas valiosas (por su bondad, su armonía y su belleza). Y todo elloquizá sea posible cuando tengamos como fundamento el respeto a la diferencia, laadmiración y veneración por la naturaleza que en últimas ha sido confiada a nuestrocuidado –y de la que somos parte– pues, como sostiene Sagan (1997), “estamos he-chos de lo mismo”.El cuidado es, señala González (1986), apertura “al otro”, que se concreta en la fra-ternización, proceso que exige el reconocimiento del otro como valioso en sí mismo,para que sea sí mismo, gracias a la práctica del amor como búsqueda, también des-interesada y generosa de la realización del otro. En la base de esta fraternización sehallan el afecto y el amor, son sus generadores, porque parten

de la conciencia de que todos somos iguales por origen y hermanos pordestino, que tenemos unos mismos derechos, una misma dignidad y unavocación común… Esta fraternización se traduce a nivel de pueblos enuniversalismo. Todos los pueblos tienen la misma dignidad, los mismosderechos y una vocación común: la realización de la humanidad” (p.221-222).

En este contexto, conviene traer a la memoria las palabras de Morin y recordar que

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“por nacimiento formamos parte de la aventura bio-lógica; por la muerte, participamos de la tragediacósmica. El ser más rutinario, el destino más banal,participan de esta tragedia y de esta aventura” (2001,p. 38).

La perspectiva de una ética fundada en el pathos, po-dría traducirse en: reconocimiento de la pluralidadde las culturas; respeto y tolerancia de las diversasmanifestaciones artísticas, culturales, e ideológicasde cada comunidad humana; cuidado de sí mismo,del otro (los demás) y de lo otro (el mundo); posibi-lidad de propiciar y tender lazos de fraternidad frentea las condiciones de segregación y división de losseres humanos; ampliación de opciones de integra-ción regional con vínculos comunes y con el propó-sito firme de lograr la autonomía de los pueblos y delos individuos.

No se trata de pensar y hablar sobre el cuidado comoobjeto independiente de nosotros. Sino pensar y ha-blar a partir del cuidado tal como se vive y se es-tructura en nosotros mismos. No tenemos cuidado.Somos cuidado (…). Es un “modo-de-ser” caracte-rístico del hombre y de la mujer. Sin cuidado, deja-mos de ser humanos (Boff, 2002b, p. 71).

En lo planteado hasta aquí parece permanecer latenteuna cuestión capital de orden práctico: ¿Cómo –enúltimas– construir esa nueva ética fundamentada enel cuidado esencial? Diversos intentos de respuestahan emergido de múltiples escenarios de pensamien-to, uno de ellos, el Congreso La educación desdelas éticas del cuidado y la compasión, en el que seplanteó que el cuidado podría ser una herramientapoderosa en educación, de cara a la convivencia, laparticipación, el reconocimiento de la pluralidad, através de la pedagogía del cuidado. “La pedagogíadel cuidado se ocupa de la atención cuidadosa delotro para crear y mantener relaciones humanas paratodos. Esta ética insiste en el conocimiento de lo par-ticular y específico de las personas [y de la realidad],para que, desde sus necesidades y contextos propios,se mejoren las relaciones y se puedan trascender”(Mesa, 2005, p. 15). En suma, un ethos, basado en elcuidado, en la fraternidad, en el amor, en la caridad,en la compasión…, podría ser un puente que herma-ne los individuos y los pueblos, más allá de los con-textos, credos, ideologías, condición, raza, color de

piel, etc., de cara a la ejecución del proyecto común:la realización de la humanidad y su convivencia fra-terna sobre la tierra.

Conclusiones

Asistimos en la actualidad a una época de profundoscambios, incertidumbres y paradojas; mientras cre-cen la producción y la economía en el mundo quebeneficia a un reducido porcentaje personas, esca-sean los bienes y alimentos para una vasta franja depoblación que carece de lo mínimo elemental parala satisfacción de sus necesidades prioritarias. Abun-dan los ejemplos para señalar los extremos a los quehemos llegado; pareciera ser que estamos frente a uncallejón sin salida, o a un camino sin retorno. Ellonecesariamente tiene que ver con la dimensión éti-ca, porque implica nuestra libertad, voluntad y con-ciencia, nuestras las acciones u omisiones, nuestrasrelaciones humanas y naturales, nuestras opcionesfundamentales que de forma ineludible tienen quever con los demás y con lo demás, dada nuestra con-dición terrena y humana, pero también histórica ytrascendente.

Junto a la de Boff, una multiplicidad de voces ha he-cho coro para denunciar y clamar, ¡paramos o nosdestruimos! Cuidamos lo que somos, lo que tene-mos, lo que aún conservamos o perecemos. Es pre-ciso poner el acento en el afecto, en el cuidado, en lacompasión, en la caridad, sin que por ello tengamosque renunciar a las luces de la razón; pues, al fin decuentas tanto logos como pathos, se conjugan paraconstituir humana a la humanidad. Quizá sea tiempode que volvamos sobre nosotros mismos, de que –pa-rodiando a Sócrates, San Agustín, a Pedro Abelardo,Foucault, el Dalai Lama, Boff y tantos otros– vol-quemos la mirada hacia nosotros mismos, hacia lahumanidad y hacia la naturaleza, para re-descubriry des-ocultar la dimensión del cuidado que por tantotiempo parece haber estado extraviada, oculta, olvi-dada. Tal vez el ejercicio de volver sobre nosotrosmismos, nos conduzca al dato originario, “el pathos,el sentimiento, la capacidad de simpatía y empatía,la dedicación, el cuidado y la comunicación” contodo aquello que –de múltiples formas y por muchasrazones– se nos ha mostrado distante, diferente e in-diferente.

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La apuesta por el cuidado esencial, como se ha di-cho, es una apuesta por el respeto y valoración dela vida en su diversidad de manifestaciones; por laalteridad, por el reconocimiento y aceptación delotro próximo o distante, semejante o diferente; por elrestablecimiento de las relaciones de armonía y equi-librio con la casa común de la humanidad, de cara ala responsabilidad que dada nuestra condición hemosde asumir hacia las generaciones futuras. Lo que seha dicho, permite sostener, que el cuidado es un ele-mento constitutivo del ser humano; la fábula romanareferida por Heidegger abre opciones para interpretarel cuidado como antecesor de la humanidad, comosu eterno acompañante. El cuidado es tan esencialque, “es anterior al espíritu infundido por Júpiter yal cuerpo proporcionado por la Tierra (…). El cuida-do fue el primero, el que modeló al ser humano. Elcuidado se encuentra antes, es un a priori ontológico,está en el origen de la existencia del ser humano”(Boff, 2001, p. 83).

Podemos decir, también, que más allá del cuidadoque tenemos y prodigamos a las personas y a las co-sas que amamos, valoramos y conocemos, hemossido objetos y sujetos de cuidado; que gracias al cui-dado logramos la existencia y permanecemos en ella;también por el cuidado muchos seres humanos y no

humanos permanecen aferrados a nosotros y noso-tros a ellos. Por el cuidado que somos y tenemos nosllenamos de motivos y razones –parodiando títulosde Martín Descalzo–, para la esperanza, para la feli-cidad y aún para vivir.

Por cuanto la ética del cuidado esencial remite a:la vivencia del amor como fenómeno biológico; lapráctica de la regla de oro, justa medida –común a lahumanidad–;la práctica de la ternura vital en nuestraco-existencia y con-vivencia con los demás, lo de-más y en el mundo; la caricia esencial como signosuperlativo del cuidado; la amabilidad esencial quepermite nuestro descenso al humus y la identifica-ción con la tierra de la que hemos recibido la vida;la convivencialidad necesaria para el mantenimientodel equilibrio social-natural; la compasión, virtud porla que nos re-ligamos a los seres humanos (sentimoscon-ellos-pasión: sufrimos, nos alegramos, padece-mos, nos realizamos) y nos re-ligamos con el mundohaciéndonos responsables de él. Por todo lo dicho,podemos colegir que una propuesta de este talante,puede dar cuenta de nuestra realidad social y servirde fundamento para el consenso de unos mínimos,que nos permitan convivir armónicamente con noso-tros mismos, con los demás y con la naturaleza.

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