EL ASESINATO - Dirección General de Bibliotecas

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EL ASESINATO GOBERNADOR DEL ESTADO . --- l REMINISCENCJ4S - POR - MANUEL MURO. SlBLI0TECA DE MEXICO SAN LUIS POTOSI. Tip . de la E. l. Militar dirigida por Aurelic B. Ccrtés . 1908

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EL ASESINATO

GOBERNADOR DEL ESTADO

. ---

lREMINISCENCJ4S - POR-

MANUEL MURO.

SlBLI0TECA DE MEXICO

SA N LUIS POTOSI.

Tip. de la E. l. Militar dirigida por Aurelic B. Ccrtés.

1908

RASGOS BIOGRÁ.FICOS y RESEÑA ADMINISTRA TIV A.

Me había propuesto publicar únicamente los dato relativos al ases inato. de que fué victima el SI'. Gobemadol' Reyes, pero des­pues creí conveniente hacerlos preceder de algunos rasgos biográficos y de una corta reseña de los servicios que aquel desgracia­do funcionario prest6 al Estado, durante su azarosa administraci6n . ·

Por las acusaciones que sus pocos enemi­gos le hacían pública y privadt.l.mente con el fin de desprestigiarlo, previniendo el juicio público para que el atentado que maquina­ban encontral'a discu lpable explicaci6n, una parte de la sociedad de San Luis, sin conoci­miento de los hechos ni de las personas, ha cl'eído que el Sr. Reyes fué UlI gobernante déspota y arbitrario, que s610 se ocup6 de so tenel' e en el puesto, sin hacer al Estado ninguna obra benéfica, sino algunos peque-110 servicios al ramo de la instrucci611.

Esa fu é la impresi6n que dejaron en lo" án imos, los enemigos de aquel gobernante . De pués se fué viendo poco á poco que to­da las calumnias se iban desvaneciendo por el impel'io de la raz6n y de la justicia, pero el crimen qued6 impune, porque no fué cas­tigado en San Luis en las personas de los v iles instmmentos del delito, ni siquiera en

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uno de los que lo fragua~?n y lo pag~l'on; O 'e supo lecralmente .qulenes fueron esto.'

n ::. b Ibl" I d ni se conocieron en el pu ICO, .1~n~)J'an ose lo. detalles del horrendo hOllllCldlO, hasta hoy que lo do~ á luz. ..,

La enumeraCión de los actos admllllstratl-\'OS del seiiOl' Reyes, servirá pal'a que, al pu­blicarse la reseiia del a esinato, ~ea el lector si (:'::;e crobernante merecía la muerte que tu­~o , y haga una compal'aci?n concienzuda entre él y sus infames enemigos.

* * •

~ació el sellOI' Don Julián (1 (, los Reye E! , en el Valle de San Francisco, el día nueve de Enero de 1811. En San Luis, rec ibió la ins­trucción primaria. En el colegio de San Ni­colá~ de Morelia hizo algunos estudios secun­darios y luego volvió á San Luis, nedicándo­se al comercio. Tuvo una panadería, la me­jor de aquel tiempo, en la segunda calle de la Merceo, hoy séptima de Zaragoza; empren­dió en negocios de minería, en sociedad con Don Ricardo Espinosa, explotando con mag­nifico éxito en Guadalcázar, las mina. de azo­gue. Fué también comerciante en abarrotes extranjeros y del país,estableciendounagran negociación titulada .. El Crepú culo, » en so­ciedad con Don Jo é María Aranda, en la mis­ma casa en la que están ahora es tablecidos los señores Emeterio Lavín é hijos, Sucs

Por sus antecedentes de familia , por su dedicación al trabajo y por 'u talento é ins­trucción, empezó desde muy joven á ocupar honorosos puestos en la admini tración pú­blica. y á disfrutar del aprecio y considera­ciones de la buena sociedad.

A los veinticuatro años de edad fué electo regidor del Ayuntamiento, en cuya corpora­ción sirvió también en años posteriore~ como Síndico y como Presidente, por haber sido nombrado Alcalde 1°; en virtud de que en e-

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'a é poca lo l;uatro Alcaldes Cl'nn miembros del Ayuntamiento conforme á la ley, y la pl'e idrncia la de empeñaba el primero en propiedad, cuhriendo la~ fal tas accidentales lo otrús tre alcaldes y los regidores por el Ol'op.n de sus nombramientos . Fué sor.io de la Compañia Lan casteriana, Magistl'ado del Tribuna! Mercantil,Prefecto rl r l Departamen­to de la Capital, Diputado á laR. Legislatura y Gobernador del Estado desde el cinco de Febrero de 1848, teniendo treinta y siete a· ño de edacl, hasta el ocho de Enero d~ 1853 que sucumbi6 á los artero-- golpes de traido­res y malvados asesinos.

Aunque su 'primer ascenso al Poder Eje­cutivo no fué con arreglo á ·la Constituci6n, ino por un acto ilegal ne la misma leg isla­

tura que sin formaci6n de causa destituy6 al Gobernador anterior; en aquel ti empo, como es bien sabido, era cosa común y corriente qué los pronunciamientos quitaban y ponían gobern~ntes, désde Presidente de la Repú­blir.o hasta los últimos alcaldes de los pue­blos, siendo ya una costumbre que éstos 0-

bedeciel'an á lo~ gobiernos de hech0 que se e tabl ecían.

En el caso del seüor Reyes siquiera no hu­vo motin militar; el mismo Congl'eso di6 el golpe de Estado, quitando viclentamente al Gobernador constitucional y nombrando al eñor Reyes para que lo reemplazara. .

El mismo año expidi6 convocatoria la Le­fJ" islatura para la elecci6n del nuevo Gober­nado!' y Vicegobemador constitucionnles, l'esultando electos, respectivamente, los se­ñores Drm Juliá'n de los Reyes y Don José María Otahegui. · . .

El señor Reyes tom6 posesi6n de su cargo el día 18 de Agosto de 1849. .

Al mes de pstar el señor Reyes én el Go­bierno provisional, esta1l6 un pronunciamien­tú en su contra en Rioverde, y desde enton­ce tuvo dicho funcionario que sostener una

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lucha ince:,ante cOJltra la opo~ici6n h;temá­tica y contra lo. r ", ~rolu ion~I'!o:':i; y á pes~r de e:;a:-: circun tan01a tan dlflclle , atendlc1 con laudable emp ilo todo~ los ramo ' de la admini. traci6n.

• • • La ' O'a J'Ítas e tahan situada' en lo límites

de la ciudad con la antigua Villas uburbia ' , hoy barJ'io', e decir, de~t l'o de la c~Jle ,de manera que ~iendo la cIUdad tan ablE:l:ta.' ~ l contrabando era muy frecuente, con perJUICIO del ti co y del comercio de buena fe

Para evitar e e grave mal, construy6 nueva:-; ~aritas muy di tan te- de la orillas do .las e1:: ­villa, ai lada sGbr los cam ino nacIOnales y vecinales que conducen á la c iudad~ de mo­do que el guarda podía cli., tinguir á lo lejo á Jo introductore de m I'canda .

E"a 'aritas, qu on reO'ulare edificios con portal, exi ten todavía aunque ya no ir­ven para el objeto, desd que qued6 abolido el i tema de alcabal a~ .

• • • El Rastro estaba n el call j6n do e.'e nom­

bre llamado hoy cLa Pa torfl, ~ mu} céntrico, entre la plaza oe an Juan de Dios y el Con­vento del Carmen, y era tan estrecho que no cabían Jos animal e qu diariamente se !-;a· crificaban para el consumo de Ja poblaci6n. Por tal motivo el Ayuní-ami nto no obligaba á todo. 10 comerciante-' d I ramo á quo ma" t~ran en el Ra t1'o; iban a1l1 108 qu volunta­rIamen te querían matar 'u animale en e 'a casa, y e permitfa qu lo!! demá, mataran donde quisieran.

Esa libertad oca ionaba mucha' veces en­!e1'medade en las gente , qua compraban carne de mala calidad 6 en estado de des­compo ici6n.

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Para evitar esos inconvenientes, el sefiol' Reyes mandó constmir ~l Rastro que toda-da oxiste en servicio; entonces bien situado, por­que e:,taba en la orilla dola ciudad y sin ve­cindario al rededor. Ahora ya es allí incoo­v6niente pOt' el aumento de población en e e rumbo.

'" • • Mandó construir el camino de Escalerillas,

entonces de muy frecuente tránsito, por las romerías de San J lIan de los Lagos. por lo~ introductores á Sao Luis de manteca de cer­do y de cerdos en pié, y de frutas y legum­bl'es de los pueblos del Bajío, y por expot'-. tadores de piloncillo, vinos de maguey y o.: tras frutas de la zona del oriente. Celebró contl'ato con una compañía formada de pro­pietarios y comerciantes, para que hicieran el camino,autorizándola para cobraruna cor­ta cantidad por peaje, mientras se indemni­zaba del gasto que hicieraen laconstrucción.

, No sé si todavía existirá esa compañía y s i seguirá cobrando ese peaje .

• • • Dió buen impulso á los trabajos en el ca­

mino de San Luis á Tampico, pasando pOL' C. del Maíz. Este fué uno de los motivo::; ne e­nemistad cún él de algunas personasde Rio­verde, que querían que ese camino pasara por aquellaciudad, Después sevióque cuan­do en el Gobierno del Estado influían personas de Rioverde, los trabajos se hacían en direc­ción á esa ciudad, y cuando los políticos de influencia eran de C. del Maíz, entonce::; se llevaban dichos trabajos por esa pobla­ción; lo cual dió' por resultado que ninguno de los dos caminos llegó enese tiempo á ter­minars0. '

Construyó el mercado de fL'Utas y legum­bres en el sitio en que ahora se encuentra El Palacio Mercantil, mejora de mucha impor-

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tancia, pOl'que e as mercan cía~ ~ . yondían al ail'e lihl'c, bajo de sombl'as do Ixtle y el piso siempre fan goso y lI (\ no de hoyos en que éstas:';8 colocaban por lo, clu~i'los de puestos; sombl'a:- que se usan todaYIa en al­gunos parajes ó plazas donde no hay techo,.; que los cubran del 01 Y del ag ll a.

Construyó el Panteón de Guadal upa" de­jando la obra en el e~tado en que todavl:l SO

encuentra. Ese panteón fué el tínico cemen­terio mediauamente decento que tUYO Sall Luis durante muchos año:-.

Reclamó al Gobiel'Oo Gene l'al el Cuar­tel de la Estacada como propiedad del Esta­do, defendiéndolo en una :el'ie de comuni­caciones que se cambió con el Mini terio de la Guerra, hasta que consilYuió que el Go­bierno de México mandara que ,e le entl'e­gal'a dicho cuartel, y eutoncefo1 fabl'ic6 en lo­tes con vista alNorte, varia ca as cuyo pro­ductos por al-rendamiento ing resaban ~ la Tesorería d~ la in , tl'uci6n ~ cundaria.

Viendo el sei'íor Reyes quela clase nOl'mal encomendada al eflor Don Pedro Vallejo en la escuela lancastel'iana, únicamente pal'a los ayudantes é ilistl'Uctore~ de la escuela que dirigío, daba re 'ultado ' uti factol'Ío ', fund6 en toda fOI'ma la escuela normal que e:x:i 'te todavía, poniéndola bajo la d irección del mismo sellor Vallejo, quien para ese 'objeto .;:e separ6 de la escuela lan ca. tel'iana pal'a niños que tenía á su cargo.

Aunque este artículo result un poco má~ larg.o de lo que me pI'oponía, voy á in ertar al dI curso que el seño l' Don .Tulián de lo Reyes pronunció on el acto de la inau lY ura-E"-

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ci6n de esa escuela y u n oxtl'al:tO oe la con­t .' taci6n el e aquel in truido l'r'ofesor, por ser ambas piezas probablA1Ilente poco conocidas, pues yo las adquirí ol'iginale por obsequio que de ellas me hiz'l la hermana de dicho Profe.or, Sra. Lui a Vallejo oe Armenta.

• ,.' J

DISCl R~O PRONUNCIADO POR EL EXMO. SR,

G OBERNADOR DEL ESTADO, DON

.TULIÁN DE LOS REYES, EN LA E SCUELA N OR­

MAL DE PROFESORES DE PRI-

MERAS LETRAS DE ESTA CAPITAL, EL DIA

4 DE MARZO DE 1849.

Señore.;::

Ninguna cosa contribuye más eficazmente á la pro peridad y engrandecimiento de los pueblos, que la educación de la juventud. En vano se dictarán leyes para dar impulso al comercio, para proteger las artes y para abrir las fuentes de la riqueza pública' inú­til será edtablecer en los colegios fundamen­tales los límites que no deben traspasar los mandatarios del poder; in cribir en ellos los derechos y gaJ'antías de los ciudadanos, si la ilustración y virtudes de éstos no vienen en apoyo de los precepto,.; dellegisladorj y esta base sólida de la felicidad común, no se ci­menta sino en las costumbres de los asocia­dos, formando por medio de una buena edu­cación en la edad en que ni las pasiones, ni los errores pueden poner obstáculo á la ins­piración de los conocimientos útiles. Por eso los pueblos que abandonan ]a educación pri­maria de sus hijos, tienen por patrimonio ]a pobreza y la miseria; son víctimas por 1ú común del despotismo del más fuerte, y no conociendo los principios de moralidad, ca­recen de los dulces vínculos de la vida so­cial. No hay duda, señores, la historia de to-

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das las naciones noo;; convence de que la e· ducaci6n de la juventud es la única sonda trazada por la Provi.dencia para el.evarse des­de la vergonzosa vIda del salvaje, hasta el estado de la civilizaci6n en quo hoy vemos al género humano. .

Con raz6n, pues. el Estado de . San Lms, á pesar de la penosas cirr.unstanClas en que se h$l on~ontl'acto, ha visto com~ uno ~e Sl~ S principnle deberes, la educaCl6n pnmarla dp, la j llventud , Pl'omoviéndola por cuantos medios ha sido pos ible.

Con tan impOl'tante objeto el Cuerpo Le­g islativo, por iniciativa del Gobierno, dict6 el decreto número 41 fiue estableee en esta capital la Escuela NOl'mal do Profesores, que felizmente da principio á sus útiles h'abajos.

Sin necesidad, señores, de persuadiros en este instante de la conveniencia de este Es­tablecimiento, vosotros estáis convencidos de las inmensaQ ventajas que va á proporcio­nar atEstado en que vivimo ,este plantel, en el que formándose profe ores hábiles y vir­tuosos, después se dediquen á la educaci6n de nuestros hijos. comunicándoles los últi­mos conocimientos é inspirándoles el amor al tl'abajú y á la virtud. Me cong~'8tulo , pues, con vosotros, porque veo puestos los funda­mentos de la futura felicidad de San Luis.

J6venes que os habéis inscrito como alum­nos de la escuela; vosotros que anheláis por el honroso y delicado título de pi'ofesores, habéis comprendido toda la importancia, to­da la gravedad del cargo que apetecéis. Vo­sotros vais á instruiros, no para v uestl'a uti­lidad particular, sino para que dirijáis, para que eduquéis á vuestros j6venes conciuda­danos'. El Estado pondrá en v uestras mano las esperanzas de su porvenir, y vosotros se­réis responsables ante Dios y los hombres si no corre pondéis á esta noble confianza~ Procurad in desean o vuestra mayor ins­trucción; sed virtuosos para que algún día

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seais obleto del aprecio universal, · y_ merez­cáis la gratitud con que los pueblos honr:an siempre á los que les prestan"útiles é impor-,tantes servicios. '.

Comprended vuestL'a decorosa misión; no olvidéis jamás ese espíritu desinteresado y patt'jótico qua os ha conducido á este Jugar. Sed, por último, dóciles · á lae- insinuaciones de vuestro prudente é ilustrado preceptor."

• •• • .. El señor Vallejo, significando gratitud por

.la confian:ra que le :dispensaqa el Gobierno, ofreció corresponder á e]Ja y al favor del" público con su constante dedil~ación en el «umplimiento de sus deberes, ambicionando como recompensa á sus trabajos la, gl'ata sa­tisfacción de Ilegal' á V'er á sus discípulos en ellugal' que él ocupaba en ese momento, amparados con los primeros títulos profesio­nales que se extendieran en San Luis por el ,benemél'i,to fundador de aquella escuela; y que la generación á que esos jóvel.les les to­cara dedical' sus trabajos, consagrara un re­cuerdo de cariño al primer director de la Normal., haciéndole la justicia de colocarlo entre los amantes sinceros y entusiastas de JI! instrucci6n de la juventud, entre los ad­miradores de la ilustrada sociedad potosina y como el último de su", hijos adoptivos por u esr.aso mérito, pero como el primero por

el amor que profesaba á San Luis y por la gratitud en que ~e.bosaba su coraz6n. - .

El programa de estudios para los norma-listas, que fij6 el reglamento de 10 de Enero de ,1849, \\ fin· de ese año lo reformó el señor Reyes .. en los términos siguientes: .

Historia Sagrada.-Aritmética completa, Algebra, Geom6tría y Trigonometría pórVa­llejo.-Gramática de la Lengua Castellana con

t el tratado completo-de puntuación, prosodia,

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ortografía antig';la y modern~ y la análisis gramatical y 16gICa por ~artmez L6pez.:­Literatura.-Geografía Unlversal.-~lstorIa Universal antigua y moderna. -LeCClOne~ de Historia de México arregladas por Pedro Va­llejo.-Agrimensura.-.Teneduría de ~ibros por partida doble. - IdIOmas francés é mglés -Náutica.-Dibujo. - Música.

Ese plan de estudios rigi6 desde el año de 1850 hasta el de 1854 que se disminuy6 el número de materias á petici6n del profesor de la Escuela Normal en ese año, D. Francis­co Pascual, apoyado por el anteceSOI' en la misma escuela, Don Bibiano G. Casa Madrid. Los estudios quedaron casi tan limitados co­mo los que se enseñaban á los niños en toda la instrucci6n primaria. '

Fund6 un hospicio para pobres en el anti­gu6 mes6n de San Francisco, finca en quo hoy existe un templo protestante en la pla­zuela de Liflán. Desde luego se abri6 ese eso , tablecimiento con 65 , mendigos ancianos 6 baldados, 42 mujeres y 32 niños.

La invasi6n del c6lera morbus de 1850 da materia para un artículo especial, comparán­dola son la de 1833. Lo escribiré y lo publi­caré luego que me sea posible; pero por aho­ra viene al caso hacer constar que esa terri- l ble epid~mia no cogi6 desprevenido á San Luis. El señor Gobernador Reyes había dic­tado muchas medidas para esperar al vi jero del Ganges, y luego que aplreci6 en Salinas, primera poblaci6n del Estado invadida, man­d6 al Dr. D. Ignacio Gama con un buen sur­tido de medicinas, para asistir por cuenta del Gobierno á la~ personas que fueran ata­ca?as p.or el raaI; lo mismo hizo al pasar la epld~~la al Venado: allá mand6 en iguales condIcIOnes al Dr. José Marks, yen San Luis prepar6 el servicio de médicos y boticas, to­do á cargo del Estado para 108 enfertnbs po'-

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bres, entendiéndoso como tales, no solamen­te los de la clase del pueblo, sino también las familias de la clase media, \que por pe' queñez de sueldos 6 escasos productos de co­mercio 6 de artes, no tuvieran lo necesario para los gastos urgentes y precisos de mé· dico, botica y alimentaci6n. ,

Para recibir este beneficio, las familias i~­teresadas s610 tenían que avisar en la boti.ca del Refugio, del enfermo 6 enfermos que lo necesitaban. En el acto SQ tomaba rat6n dt:l1 jefe de la ~ami1ia y de la calle y casa en que habitaba, se le avisaba al médico del cuartel y ese facultativo tenía que ocurrir inmedia-tamente á visitar al paciente. .

Como entonces no había en San Luis mu­chos médicos, se reparti6 -el serviQio de la ciudad y de las villas suburbias, entL'e los po­cos que había titulados, completándose ' con cirujanos latinos y romancistas y ' con ompí­rico~ 6 enfermeros que se dedicaban á curar.

El señor Reyes hizo obligatorio el servi­cio, mientras durara la epidemia, á los mé­dicos y sacerdotes, sin dejar por esto de pa­ga-r á los primeros los' honorarios conveni­dos: de manera que cuando había queja de que el 'médico del cuartel 6 un sacerdote se habían negado á prestar sus auxilios ~ un enfermo, les imponía fuertos multas, dando orden al Prefecto de que irremisiblemente iils hiciera eftlctivas. ~- Esta severidad fué causa de que dos mé­dicos huyeran de la ciudad, dejando aban­donado uno de ellos el Hospital de San Juan be Dios del q 'le era Director. 'En cambio, o­tros médicos como lJon Joaquín L6pez Her­mosa y Don José Arturo Pierllás, se dedica­ron á asistir á los colériéos con todo empeño.

Personalmente sali6 á pedir.á los propie­tarios y comerciantes dinero ¡Jr~stad J y do­nativos para socorrer á los pobres. Consi­gui6 en calidad de préstamo con un añó de plazo. veintiséis mil pesos, y seis mil de do-

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nativos, Ambas cantidades las puso en ¡pa­nos de una comisi6n de respetables damas, compuesta.de las señoras Doña IgnaciaRion­da de Am'ador, Doña Jesús Lacávex de Ca­brera, Doña Rita Vild6&0la de Urtétegui, D~­ña Josefa Portillo de Salazar y Doña Antonia Malabear de Oth6n, para que ellas hicieran las distribuciones que creyeran convenien-

' tes.. El Gobierno pagab'i aparte los honora­. rios de los ,médicos y el valor de las medi­cinas,

Todos los días á mañana y tarde, recorr~a el señor Reyes la ciudad y las villas subm'­bias, informándose donde había enfermos.Y 'si estaban bien asistidos; entraba á las casas yen las que veía que había pobreza, dejaba 'á la familia algún diner,) 6 una recomenda­c.i6n para la comisi6n de señora~.

En todos estos actos de filantropía andaba solo, porque la señora Sagrerlo, su prim~l'~ esposa, habrá fallecido el año anterior. Si h,ubiera vivido, indudablemente lo habría a­compañado .

.Las cantidades confiadas á la comisi6n de señor~s, se estuvierog reponiendo . las veces que fué necesario.

Reconstruy6 el camino carretero de esta ciudad á la Villa de Pozos y lJonstruy6 el muy recto de la plaza de la H'lcienda ' de la Pila al Rancho del Venadito rumbo á Santa María del Río: el ·primero de tres loguas y p.l segundo de cineo, y los dos para facilital' el tráfico de mercancías que salían 6 venían de la Capital de la República. -

, Podría todavía anotar otros serViCIOS de más 6 menos importancia; pero cI'eo que bas­tan los referidos, para que los lector~s que gust~n leer este opúsculo en el que refieño la horrIble :Q1uerte que sufL'i6, juzguen en,Cop-

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ciencia si en vez de ser tan villanamente sa­crificado, no habríá merecido con toda justi­cia los honores y agradecimientos á que son acreedores en la sociedad los hombres útiles y provechosos. .

Un cuadro en la sala de sesiones de la Jun­ta de Profesores, con el nombre de Julián de los Reyes, con letras doradas sobre fondo azul; la antigua calle de Gorriño, en la que construy6 ' algunas fincas para el Colegio Guadaluparfo Josefino, hoy Instituto Cientí­fico y Literario, y á la que se le di6 el nom-. bre de Reyes; el cambio del nombre de Va: lle de Ran Francisco por elde Villa de Re­yes, por haber nacido en esa poblaci6n; y una pensi6n decretada á su hija la señorita Andrea. que vive y la disfruta, es lo que han hecho para honrar la memoria de Don Ju­lián de los Rey.es, 103 Gobiernos posteriores.

Algo es algo. Peor habría sido que no hu­bieran her,ho nada, como ha sucedido con o­tros potosi nos iI ustres de distintas épocas, que si yo no hubiera sacado á luz sus nom­bres y sus set'vicios, ni siqlliera se supiera que habían existido en el mundo.

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El.; ASESINATO -DEL-

GOBERNADOR DEL ESTADO

O. Julián de los Reyes. ViendQ que después de treinta años del ho­

rl'iblo asesinato del Señor Don Julián de los Reyes, ninguno de los pocos testigo:; que so­brevivían, ni de lo!' que podían saber algu­nos detalles del suceso, daban á luz lo que presenciaron 6 supieron, para satisfacer el interés de la sociedad, tratándose de un de­lito raro entl'e nosotros y que al'l'oj6 tan to­ITihle mancha sobre el Estado, pensé escri ­bir algo sobre el par'ticulal', porque s iempre es ,provechoso que se conozca un suceso trá­jico como el del 8 de Enero de 1853, á fin de que el pueblo. palpando la maldad que el hecho manifiesta, condeno la vil conducta. de los que el irecta 6 indirectamente tuvieron participio en el crimen, y adquiera la per­suaci6n de quo un atolltado de esa natul'ale­z~ no es útil para satisfacer firies políticos ni venganzas pOI'sonales, y s610 sirve pal'a man­char indeleblemente la historia de un pueblo y para cubrir de ignominia á los que apelan li semejantes medio~de rencor y de venganza.

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Pero en virtud de que la voz pública acu­saba á personas conocida. , de ha?er tenido inO'erencia en la direcci6n del crunen, que

o vivían alO'lmas de esas per:;onas, y que aun-que poc~ á poco iban deslpareciendo del munoo, quodaban familias más 6 menos alle­gadas á ellas. me ab tu ve por ntonce' de e. -cribir, por consideración y rdspeto á e:;a ' fa­milias, dejándolo pal'a m~s tarde, s i no ha­bía Otl'O cr'Onbta que lo hiciera antes que yo y si la vida me alcanzaba cuando ya me per­suadiera de que por falta de datos auténti ­cos y verídicos, no habría quien pudiera em­lJronder e o trabajo.

Con esa persuaci6n, porque ya han tl'ans­cunido veinticinco año más , porque bien puedo ahora narrar el suceso sin nece:,idad de mencionar lo.' nombre de lo ' instigado­res y cómplices, que á la actpal g eneraci6n no le será fácil conocel' pOI' el relato, y quo probablem~nte tampoco tendrá intel'és pOI' descubrirlos, porque ahora rifa el Dio ' éxito y sólo impol't'i hacel' dinero, viendo con ab.­sol uta indiferencia todo ' lo~ atentados que se cometen y puedan cometel'se contl'a auto­ridades y contra particulare. , voy á ref61'il' algo de lo que sé del hecho cl'iminal, impul­sándome tambión á h 'l 1'10, la con ' idol'ación de que tal vez s610 yo tenga datos y apuntes exactos acerca de é l y que:-;i no lo' doy aho­ra á luz, la tl'adici6n continuará tan escasa y tan infiel como hasta hoy ha sub i lido.

Desdl" el segundo aniversario del a:esina­to del señor Heyes. emp 7.Ó á circular anual­mente cada día 8 de Enel'o, una hoja impeo­sa titulada: "La Sombra de D. tI ulián," ti rma­da por" vados amigos," en la que, enalte­ciendo los méritos del finado, y execrando á sus asesinos, pedían que la justicia fuel'a i nexol'able con éstos_

Más tarde, cuando mi amigo y condiscípu­lo Julián de los Reyes (jI'.) lleg6á edad com­petente, tom6 á su cargo la redacción y pn-

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b!icaci6n anual de la indicada hoja COIl el mism() rubro de "La Sombra de D .. Julián," en la cllal hoja desahogaba sus sentimientos y amor filiales, sus odios y rencore&. contra los asesinos de su padl'e, y. como siemp.re se le neslizaban, si no preci~amente los nom­bl'ei de los que él creía autores del delito, sí al,gunas sei\ales y dato3, : especie de silue­tas que c)nfacilidad dabm á entender á qué pel':wnas dirigía sus terl'ibles aClBaciones.

l\1uch :i~ veces traté ne p3r~madirlo, ~n lo Íntimo de la.amistad, de que entl'e esas per­sonas había tl'es que 11:;> ' hlbían tenido nin­gún participio'en los preparativos y direc­ción del crimen, pElro nunca'logré conven-. cedo. Yo no podía hablade con entera clari­dad, por las razones que indico en el segun­fio pál'l'afo de este escrito, mis nunca qniso creel'me y baJó á la tumba p:irticipando de los ar1'ores ,del público y mlldiciendo con toda la fuel'za de su raconeentrado odio '­todos los que él juzgaol firm lmEmte que lo habían privado, en corta edad, nel carii\o y de los cuidados paternales.

Las personas que gusten leer este cuader­nito, conocerán los principales detalles de la horrible tragedia, ya que entonces so echó un tupido velo SObl'O ella y que P;>l' este motivo ni los contemporáneos del suceso ni los postel'iores, han sabido sino lo que cir­culó entre el vulgo en lo.;; días del aconte­cimiento.

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ANTECEDENTES.

En la época do la gúerra con los Estados Unidos del Norte, el'a Gobel:nador del E~­tado de San Luis Potosí, el ':-;ei\or Lic. don Ram,ón Adame, quien dió las más gra~de:i pruebas de actividad y pltl'iotismo, haClen­do que 'San Luis se distinguiera como el

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primel'o de Jos Estados de la Repú?lica P::>.l' sus servicios en la defensa de la patrla, servl­cios que le valieI'on pOI' aclamación de la prensa nacional, el hOIll'080 título de San üt:ís de lct Pah·ict.

Al ocupar á la capital del país el ejél'cito a­mericano,queSantaAnna dej6 el mandoyque el Gohiel'n/) mexicano inteI'in'1:se tL'R ladó á ' Quel'étaL'o, el Pt'e¡¡idente Peña y Peña cit6 al Congl'eso General para que se reuniera en el mismo Querétaro, y convocó una Junta de Gobernadores de Jo ' Estado pal'a que dis­cutiel'a y diera su parecel' sobre la conve· niencia de celebrar la paz en los términos que proponía el Ministro americano, envia­do por el Gobierno de la ~asa Blanca con esa misi6n especial.

El señor Adame concurri6 á esa junta, que­dando encargado del Gobiel'no el Vicego­bernadol', Licenciado don Mal'iano A vila.

Cuando el S01101' Adame l'omprendi6 que el Gobierno interino de la República 63taba l'esuelto á celebral' la paz, diriji6 una ex'ten­sa nota al Ministro de Relaciones y Goberna­ci6n, avisándole que se retiraba para San Luis, en virtud de que c'l'eía ya inútil su pre­sencia en la Junta de Gobernadoros, porque no estando el Estado potosi no P !W la celebra­ci6n de la paz con los E. tados Unidos, mien ­tras sus tl'opa.' ocupal'an el terdtol'Ío, las ne­gociaciones en fll selltido de realizRl'la el'an contI'aría á lo de eos de San Lui y por consiguiente daba pOl' terminada la misión que lo había ~l e vado á Quee 'tal'o.

Enteetanto, el Vicegoberuanor Avila, ele­v6 una iniciativa al Cong l'eso pam que e l Estado protestal'a contl'a el hecho de haber­se declal'ado el Gobierno General en favor de la paz con 10:-; Estados Unidos, celebI'andú confel'oncias con el comisionan/) de aque­lla Naci6n para llevarla á efecto sin que el ejército americCtno rlesoc1/.pn1"fl previa.mente el ten'üorio nCtcionnl.

La Leg islatura reprobó esa iniciativa y esto dió lugar á serias desavenencias entre lo diputado y el Vicegobel'nador, cuyo al­to funcionario, hostilizado por el ConO're-

" n o, recurrió al arbitrio de disolverlo, di-ciéndole en el oficio en que se lo comunicó, entre otras cosas, lo siguiente: "México de­be llevar adelante la guerra con los Estados Unidos hasta disputarle~ palmo á palmo to­das las poblaciones de la Re públ ica, s in de­jar de hostil izarlos en las ciudades, en las Villas, en las Haciendas, en los Ranchos, en los caminos, en los montes y en los cel'ros, como una pL'otesta permanente contra la in­justa invasión que hlIn hecho á nuestro terri­torio." Le echó en cara á la Legislatura su' inconsecuencia con el comportamiento de todo el pueblo potosino desde que empezó la guerra, calificó severamente .á. los diputa­dos de falta de patriotismo y de valor civil, y les dijo que se fueran á sus casas toda vez que no coreespondían á la confianza que el pueblo había depositado en éllos.

La Leg islatura pidió el auxilio de la Fede­ración al Comandante General, confiada en que estando ella ele acuerdo con el Gobiee­no inteeino de la Rppública paL'a la celebL'a­ción de la pa?;, le seda desde luego conced i­do, como e n efecto lo fué,

El eñor Adame ll egó á San I Luis en los momentos de e ~e co ntticto e ntre los p::>dere~ Legislativo y Ejecutivo; el pr imero consignó al s~i'í.or Avila á la sección del g ran jurado po'r rebelión contea el Gobiel'no de la Repú­blica y por atent'lL' contea la so!:>sL'ania del Estado, y tanto la miSffi'l Legislatul'a como el Comandante General, excitab'an al seTior Adame para que se rec ibiel'a del Gobierno, puesto que él era el Gobernador propietario.

El señoe Adame accedió, recibió el mando, pAL'O como ooinaba de igual manera que e l señor A vila respecto á las negociaciones i­niciada en Querétaro para celebrar la paz,

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tl'ató luego de promover .una reconciliación entre el Congreso y el VICegobernador, p~­ro los diputados la rehusaron por haber SI­

do ofendidos y humillados por aquel funcio­nario.

La actitud del señor Adame en ese asunto, se presentaba como un obstáculo poderoso para que el Estado diera su aprobación á los tratados de paz; entonces los diputados, de acuerdo con el Comandante General y con los demás funcional'Íos y particulares partidarios de la paz, ofreciel'Oll un banr.¡ue­te al señor Adame en una huerta de Teq uis­quiapam en celebridad de que había vuelto al Gobierno, y mientras que esa fiesta se ve­rificaba, se publicaba en la ciudad un decreto de la Legislatura destituyendo á los señores Adame y A vila de los cargos populares q ne desempeñaban, consignaba al primero al gran jurado como ya lo estaba el Vicego­bernador y se nombraba Gobernador inte­rino á don J ulián de los Reyes.

El señor Adame al volver del día de cam­po. supo que andaba en las call e el bando publicando el decreto de su destitución, san­cionado ya por el señor Reyes. Se retiró pa­ra su casa sin hacer ninguna observación; pero en la noche del propio día fué reduci­do á prisión por orden de ]a sección del gran jurado.

Lo curioso del caso fué que un diputado hizo la racional observación de que no .ha­biéndose opuesto los señores Adame y Avi­la al decreto que los desti tuyó, creía inne­cesal'ia la aprehensión; que podía seguirse el juicio de .responsabilidad hasta pronun­ciar el veredicto, y que si éste era condena­tol'io, al pasarlo al Tribunal como jurado de sentencia, éste determinaría lo que fuere de justicia.

Pero oteo diputado, sabia'm,ente práctico, contestó que era muy necesaria la aprehen -

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i6n de los referidos funcionarios, porque s610 así podría el Congreso juzgarlos y de­clararlos cul pabIes , si n réplica .

Este diputado gan6 redonda la cu~sti6n. Se aprob6 así por todos los votos menos el del diputado anterior, y á los pocos días ex­pidi6 el Congreso el oecl'eto Si W1 iente:

Artículo 1°._ Han cesado ya enteramen­te, por voluntad del Estado, el GobernadOL' Don Ramón Adame y el Vicegobel' nador D. Mariano A vila, en el ejercicio de sus fun­c iones.

Artículo 2°._ Esta declaraci6n no impide la continuaci6n de la causa que entre am . bos funcionarios se instruye, por los deli­tos de que' han sido acusados.

Por esas disposiciones tan irregulares y atentatorias, acab6 el Gobierno legítimo de los señore.s Ada'me y A vila empezando bajo tan malos auspicios el del señor Reyes, quien desde luego comenz6 á luchar con u­na oposici6n formidable, compuesta de los enemigos de los tratados de paz.

Aprobarlos é tos, y establecido otr~ vez en México el Gobierno General, parecía que la administraci6n pública de San Luis iba á se­guir una marcha pacífica y tranquila, pel'O¡ no fué así. Llegado el tiempo de hacer nueva' elecci6n de diputados, éstos, en su mayor parte. fueron de los enemigos del señor Re­yes,desarrollándose una serie de acusaciones contl'a los diputados por el Gobernador y contra éste por aquéll os, quienes las hicieron no solamente ante el g ran jurado del mismo Estado. sino también:ante el Congreso de la Uni6n, y como el señor Reyes fué siempre absuelto, empez6 á tl'atar á sus enemigos con ext{'ilOl'dinaria severidad,hastaconseguirque los de poco espíritu le tuviel'an un gran temor.

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PRONUXCIAMIENTO DE PAREDES y JARAUTA

En esos días estalló una revolución acau­dillada por el General Paredes contra el Gó­bierno Genel'al con pretexto de que se ha­bia cel cbr~do una paz ignominosa par'a Mé­xico; ese General se dirigió á San Luis con el fin de seducir á su guarnición para que se sublevara contra el Gobierno, pero el se­ñOl' Gobernador Reyes le prohibió que en­trara á la ciudael, A los pocos días llegó á San Luis el sacerdote don Celedonio Domeco de Jarauta, con el objeto de conspirar á favor cie la causa de Paredes, logrando seducir á va­rios jefes de la guarnición y á algunos veci ­nos de la ciudad, Terminados sus trabajos se fué para Lagos, dejando en poder ele cion Ramól1 Pastor y Oviedo, diputado á la Le­g islatura, una cantidad de diner'o para que la repartiera entre dos jefes y tl'es ondales que se habían compl'ometido á pl'oclamar la re­volución,

Ese pronunciamiento e~talló la noche del 9 al 10 de Mayo, sublevándose contra el Go­bierno el Batallón número 16 y poniéndose al frente del movimiénto el COl'onel don Ca­yetano Martínez. A las dos de la mañana sa­lió este jefe elel cuartel del Carmen y se di­rigió al Santuado de Guadalupe, donde ha­bía tO piez~s de artillería, parque y muchas armas de fuego y blancas.

El Comandante de la plaza, Genel'al Ama­dor,con el resto de la guamición que perma­neció fiel al Gobierno, sal ió inmediatamente á atacar á 10>5 sublevados, logn>ndo del'l'o­tarlos y fugán :lose Martínez y los oficiales más comprometidos.

El señor Reyes presentó luego acusación ante la Legislatura contra el diputado Pastol' como cómplice en el pronunciamiento del día 10, pero esa corpol'ación declar6 que no

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De acuerdo con otros disgustados de San Luis, el ex-empleado susodicho, sedujo al Coronel Don Eleutorio Quii'oz, para que con su gente de la sierra de Xichú y del mismo Departamento de Rioverde, que entonces lo formaban los que son hoy Partidos de Cerri­tos, Riovel'de, Hidalgo, y Ciudari del Maíz, aceptal'a y defendiel'a con las al'mlS un plan político, que si ahora hubiel'a quien lo pro­clamara, causaría un gl'an escándalo, y que pOI' 10 mismo de ser tan notable, no me dis­penso de copiar'lo en seguida.

Dice así:

PLAN POLíTICO Y EMINENTEjIE~TE SOCIAL, PROCLAMA DO E l

ESTA C AD POR EL E.TÉRCITO . REGENERADOR DE SIERRA GORDA. -----

Artículo 1 n. - El Ej é rcito Regenel'adol' I'e­conoce la Constitució n Federal de 1824 y la Acta de l'erol'mas de 1847.

Artículo 2 ) - Reconoce t'lmbión al Gohiel'­no Genel'al de la Naci6n pOi' legítimamente constituírlo, y á lo altos funcional'ios CJ.ue en la actualinarllo fOI'man .

Artículo 3°. - El orden de co~n~ de f;all Luis volvel'á nI estarlo que g ual'daba antes rl el 6 ne EnMo dA 1848; Y en con ~ec\lencia volverán á sus pue:stos ltlS ex,~elentí8imo e­ñOi'es Don Ramón Adame, Don Mariano A vi­la y todo" los demá funcionarios público ' de aquella época, por haber sido lanzados re­vol ucionariamente de los empleo' en que ha­bían sido legalmente constitllído .

Artículo 4°.-EI ejército permanente e l'á disuelto por completo, dentro del pel'entol'io término de un mes contado desde e ta fecha, y la fuerza armada de la Repúbl ica se com­pondrá de guardia nacional.

Artículo 5°.-Los legisladore premiarán á los jefes, oficiales y tl'opa permanente que

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hay.an pres tado buenos set'vicios á la Naci6n, calificados por una junta de notables que se fOL'mará con tal objeto.

Artículo 6°.- El clero será eefoL'mado con­foeme lo exije el bienestal' de la República, para moralizar á sus individuos, y para a­l'rancar de su. manos ese poder político tan fOl'midable y tan 'pe rjudicial á las libertades públicas, que han tenido siempre por sus cuantiosas rentas y poca ilustl'aci6n de las masas.

Artículo 7°~-Ningún culto se rá tolel'ado en la Repllblica, mas que el cat6lico, apo.­tól ico, romano.

Artículo 8°._ Los legisladores extingui­rán los fueros privilegiados, y establecerán. el juwio por.jurados.

Al'tíClllo 9°.- Para quitar el aspirantismo á los empleos públicos, tan generalizado en­tL'e los mexicanos , serán ser,vidos_ por cargo concej il todos los d~stinos de elecci6n po-,pulat'. .

Artículo 10.°-El Congl'eso General ~e o­cupará de toda pI'eferencia en dictar leyes verdaderamente justas y sabias,que al'reglen la propiedad tel'L'itorial bien distribuida, á fin de que la clase n;tenesterosa del campo me­jOl'e en s ituación.

Artículo 11°.- 80 erigirán on pueblos las haciendas y ranchos que tengan de mil y qui­nientos habitantes arriba, en el casco, y Jo ' elementos de prospeL'idad necesarios, y los legi 'ladores art'l'glarán el modo y té rminos de la distribuci6n de las .tiel'ras, y de la in­demnizaci6n á los propietarios

Artículo 12°.- Los arrendatarios de las ha­ciendas y ranchos, sembl'arán las tieL'ras á u­na renta model'ada, y de ninguna manera á partido, y los propietarios estarán obligados á reparti!' entre aquéllos, los tOL'!'enos que no sembral'en po!' su cuenta

AL:tículo 13°.-Los arrendatarios dichos, no pagarán ninguna renta pOI' piso de casa, pa -

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tura do animales de servicio, lolla, mag uey, tuna lechuD'uil1a y demás fmtos natueales del dampo que consuman en sus famil ias.

Artículo 14°. - Ninguna faena harán los propios arrendatario!:; , ni se rv icio alguno que no sea justamente pagado,

Artículo 15°- Los peones y alquilados que ocuparen los prúpietario., e rán satisfechos de u tl'abajo en dinel'o, ó en efectos de bue­na calidad y á pl'ecios co rl'ientes de plaza .

Articulo 16°.- - Los habitantes de la Siel'ra Gorda que han defendido y defienden con las armas en la mano este plan político y e­minentemente social, quedar'án exentos de toda conteibución dir'ecta 6 indirecta, y del pago de obvenciones parI'oquiales, en · justa retribución de sus bueno. se l'vicio.·.

Artículo 17°.-Los exp resados habitantes de la Sierra GOI'da recibirán del Gobierno General un despacho en que conste la clase en que ha servido cada uno á las órdenes de Don Eleutel'ioQuiroz, jefe del Ej él'c ito Rege­nerador, para que les sÍl'va de credencial á fin de gozar de las franquicias que se lf' ¡;; con­cede en al artículo antel'ior,

Artículo 18°,- EI referido jefe Don Eteu­terio Quiroz, obtendrá del Gobiel'no General despacho de Coronel de la Milicia Nacional, cuyo empleo goza l'á (/,(1 honorem, y se le asig­nal'á una pensión de c ien pesos mensual es durante su vida, en la comisa l'Ía d ~ g uel' ra (le Guanaj uato , y por nin g-ú lI caso se le que­daeá á d6bel' cantidad alguna, aun cuanrl o la caja cal'ezca de recuesos, pue en fa l evento se sacat'á el dinel'o de cualqui l' oteo fondo público. . .

AI,tfculo 19Q.- Los jefes ' ubo l'd inados del seño l' Quil'oz , disfmtal'án una pen i6n mell­sual de sesenta peS08 dUl'ant:' ' u vida y so ­rán pagados en los mismos tél'minos qu:) el jefe principal.

Al'tículo 20°, - Lo;5 oficial es, de capitán a­bajo, di frutar'án tl'einta pe~os memmales y

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során pagados con la misma exactitud que el señor Quiroz,

Artículo 21°,- La clase de tropa, de sar­gento abajo, disfrutarán de entera libertad ' para vivir sin ser molestados por autoridad alguna y disfrutará de los privilegios y fran­quicias que este plan le concede á la clase de proletarios. _

Artículo 22°,- Tan luego como el Gobier­no general cumpla con las obligaciones que este plan exije, se l>etirarán á bUS casas pací­ficamente todos los habitantes de la Siorra Gorda y entl'egarán las armas que sean de munición al mismo señor Quiroz, cuyo jefe las pondrá en manos del comisionado que' nombre la supel'ioridad, con lo cual se dará por concluída la prenente revolución,

Rioverde, Marzo 14 de 1849.

Como se ve, au nq ne en lo artículos 1", 2" Y 3° S3 pI'otestaba obediencia á la Constitu­ción de 1824, vigtmte en ese tiempo, y se re­conocía al Gobierno General de la Repú­blica, proclamando la destituci6n del señor Gobernador Reyes y la vuelta al poder de los ~eñores Adame y Avila, desde el artículo 4° en adelante ya todo era contra el mismo Gobierno General, contra el Ejército Nacio­nal, contra el clero y contra la propiedad,

C\'1l10 esa revolución cundió en toda la SierradeXichú,secundándola algunas pobla­ciones de los Estados, de Guanajuato y Que­rétaro, el Gobie¡'no de México destinó otra vez para combatil'la al Genel'al Bustamante con su División que estaba en Querétaro, cuyo jefe, de pués de algunos meses de cam­paña, del'rotó dos vece. á QUÍl'oz. cogiéndo­lo pri3ionero en la segunda y fusilándolo el 5 de Diciembre de 1849.

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LA OPOSICIÚN AUi\1EN'1~A y SE ORGANIZA

Desalojados lo:; pronunciados de Riover­de, fué ocupada la ciudad pOI' las tropas del Gobierno, siendo remitido á San Lui¡;;, en ca­lidad de preso, el autor del plan revolucio­nario y directol' del movimiento. Este señor permaneci6 en tal conrlici6n más de un mes y luego di6 ordeu el Gobernador Reyes de que aliera desterrado del te1'ritorio del Es­tado, por considerar nociva u permanencia á la paz y tranquilidad del mismo Estado

El ex-empleado pidi6 ampal'o y pI'otec­ci6n al juzgado de Dist1'ito, y aunque toda­vía no estaba reglamentado el artículo 25 de la acta de refol'mas á la Constituci6n de 1824, el juez apoy6 en él su fallo dacla1'ando que .. El juzgado dLpen a á don N. N. la pro­tecci6n que solicita, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 25 de la acta de 1'e­formas, para que no pueda se l' desterrado del Estado sin que pI'eceda la fOI'maci6n del juicio y pronunciamiento del fallo por la au­toridad judicial á quien exclusivamente co­rresponde por la Con tituci6n;debiendo que­dar entl'e tanto el quejoso, (',n el pleno uso de los derechos y libertad que la misma cal'ta fundamental le concede como ciudadano me­xicano »

Este fué el primel' juicio de amparo que se vi6 en San LuL; rectm.,o lE:'gal hasta en­tonces desconocido, que dl' pués fu é con­signado en la Con tituci6n de 1857 y regla­mentado en dos épocas po~te 1'Íores.

Días antes que el juez de Distrito pronun-

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cia1'a e e fallo, el quejoso había sido puesto en libertad y revocada la ol'den de de ~ tierl'o, pOI' influencias de persona allegada. al se­ñor Reyes, . in perjuicio do que al conocer ese fallo el Gobernaool' le hizo observaciones sosteniendo que con él Se atacaba la sobera­nía de) Estado. on tal motivo , e cambia-

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ron ambos funcionarios diversas comunica­cione. , que aunque en ellas campeaban Jas razones y fundamentos legales que cada uno creía tener á su favor, no dejaron db desli­zar algunas frases ofensivas que ag riaron la cuestión.

E 'e asunto insolentó á los enemigos del eñorR\:Iyes. Indudablemente ninguno de los

gobiernos que "ha tenido el Estado de San Luis, ha luchado con una opa ición tan tenaz y tan vehemente como el el el se110L' Reye ; pero también es necesario advel'tir, que 01 gobiemo de este señal' no merecía esa fuerte oposición. pues fué 11no de lo mojares qUEl ha habido en el Estado.

Ante y después del seño-r Reyes, ha habi­do otro gobiernos y otro funcionarios infe­l'iores, verdadel'amcnte merecedores de cen­SUI'a por errores administrativos, por arbi­tL'ariedades, por infracci6n de la leyes, por infidelidad á compromisos políticos, por per­juro, por ignorancia nativa y por añadidu­ra ha ta pOL' orgullo y fatuidad: pel'O también ni antes ni después ha habido un hombre, y difícilmente lo volverá á haber. de la condi­ción, de lo sentimientos rencoroso, del ta­lento pal'a el mal, de la aunacia y de la reso­lución para emplear los medios más expedi­tos. por muy reprobados que fueran, para llegar sin tropiezo al fin que bu caba, 6 pa­ra satisfacer una cl'uel venganza, como el ex­empleado á que he hecho referencia. E~te organizó la opa ici6n, reunió los ele­

mentos hostiles al Gobierno y con el conoci­miento que tenía de todos los hombre, e co­g ió lo que por identidad de idea ,de ten­dencias al mal y de r olución para afl'entaL' la más difíciles y peligrosas cil'cun tancia. , podían servir paea los fines políticos que perseguían los descontentos, ayudándole de paso á Yengar lo que él consideraba ofen 'a y que realmente s610 fuel'on disposicioues ju tific~das.

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Los trabajos de la oposici6n en 1852, diri­gido:. en Rioverde por el autor de la revolu­ci6n de Quiroz y por tres personas más, y en San Luis por otras tres, volvieron á en­caminarse á o)'ganizar otra revoluci6n con­tra el señor Reyes, pero no pudiendo llevar­los á cabo sin gran peligro en la Capital, em­pezaron los enemigos del señor Reyes á salir paulatinamente de esta ciudad para la deRio­verde, donde se dieron cita á fin de reunirse allá todos los descontentos y promover la nueva local contra el Gobierno del Estado.

Todas esas personas se constituyeron en Di­t'eclorio, nombraron jefes que en distintos puntos del Oriente d_el Estado enarbolaron el estandarte de la rebeli6n,y celebraban fl'e­cuentes sesiones para acordar las medidas que juzgaban conducentes al objeto que se proponían.

En esos días esta1l6 la revoluci6n de Gua­dalajaL'a acaudillada por Blancal'te, y pocos días después defeccion6 Draga adhiri éndose á ella y recibiendo el mando en jefe de la guarnici6n pronunciada; á la que agl'eg6 la División que le había confiado el Presidente Arista para combatirla.

El Coronel Don Francisco G. Casanova se pronunció en Tampico por el plan dp Gua­dalajara, haciéndole algunas modificaciones, y tanto en ese movimiento como en el de la Capital de Jalisco, vieron una tabla de salva­ción los revoltoso"" de Rioverde, quienes lue­go proyectaron adheL'il'se al pl'onunciamien­to de Casanova y ponerse también á las 61'­denE's de Draga.

Como la persona del sei'íor Reyes era un obstáculo para la real ización de esos proyec­tos, POr.lR actividad y energía que sabía des­plegar en casos ofl'ecidos, en una de las se­siones del Directorio surg i6 la idea de apode­rarse del señOl' Reye::;, y lleyado á Riovel'de, pal'a que en San Luis ~ e pudiera consumar la revoluci6n.

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A p r o b a d o ese pensamien to , u n o de los m i e m b r o s d e aque l la sociedad ofreció p re ­sen t a r d e n t r o de cinco ó seis días , á un hom­bre d e a rmas y de g ran va lor q u e podr ía or­gan iza r una pa r t ida de ind iv iduos b ien mon­tados y a rmados , para s o r p r e n d e r al señor Reyes en a l g u n o de los p u n t o s de la c iudad , lejanos del cen t ro , a d o n d e acos tumbraba ir á hacer ejercicio, y ob l iga r lo á mon ta r en su cabal lo : q u e c u a n d o en el Palacio y en los cuar te les t u v i e r e n aviso del secues t ro , la par­t ida, con el g o b e r n a d o r p l ag iado , ya estarían á más de dos l eguas sobre el camino de la s ie r ra , ventaja q u e , si e ran pe r segu idos , au­men ta r í a en vez de d i sminu i r , por la buena, ca l idad de los caballos y p o r la habi l idad de los g ine tes .

Todo se a p r o b ó p o r aquel la r eun ión de h o m b r e s dominados por la pasión polí t ica, y se ci tó para el sex to día , con el fin de o i r ias p re tens iones del i nd iv iduo q u e iba á sor p r e sen t ado , y en el caso de admi t i r las , darle las ins t rucc iones necesar ias .

E U L O G I O MORALES (a) EL AMITO A N D R É S

Después de cua lqu ie ra c ruen ta g u e r r a civil ó ex t ran je ra , los gob ie rnos establecidos te­nían q u e d a r de baja á muchos oficiales y so ldados improv isados de milicias auxi l i a res q u e tomaban par to en aquél la , p o r q u e no les e ra pos ib le ni necesar io sos tener un cre­c ido n ú m e r o de so ldados , después de te rmi­nada u n a campaña : pe ro todos esos hombres q u e de la noche á la m a ñ a n a q u e d a b a n sin ocupac ión , sin más olicio q u e el de empu­ñ a r una a r m e , sin recursos y acos tumbrados en dos , t res ó más años de íucha , á v iv i r so­b re el país , se conver t í an en ra te ros ó se d i spe r saban en dis t in tas d i recciones , forman­d o gavi l las q u e asal taban á los caminantes ó á las casas en las poblac iones .

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Así sucedió después de la g u e r r a con los americanos y de las t res revoluciones q u e si­gu ie ron en la s ierra de Xichú .

San Luis , Guana jua to , Jal isco y Zacatecas, se l lenaron de bandoleros y rateros; el s e ñ o r l íeyes, de acuerdo con los Gobernadores de esos Estados, pers iguió tenazmente á los la­drones , pero á los que aprehend ían las fuer­zas de segur idad públ ica ó los rura les , los consignaba á las au tor idades del o rden co­mún , p o r q u e en aquel t iempo no se decre­taban suspensiones de garant ías ind iv idua­les, ni se inventaba todavía la ley fuga.

La suer te de esos del icuentes en los t r i ­bunales dependía en muchas ocas iones t como todavía suele suceder , de la más ó menos justificación de los jueces, de la más ó me­nos habil idad de los abogados y defensores , y en no pocos casos de la mayor ó m e n o r in­fluencia que podía ejercer en los procesos , el rey del m u n d o .

Sin embargo , el señor Reyes, con la ex-tricta vigilancia en los procedimientos jud i ­ciales, q u e le permi t ía la const i tución, l og ró hacer e jemplares castigos de del incuentes , y esa enérgica actitud le ocasionó na tu ra lmente la odiosidad de toda la gen te de mal vivi r .

En t r e paréntesis , á mí, en mi pequenez , me sucedió una cosa semejante.

Fu i Jefe Polí t ico de San Luis en las épo­cas (pie s iguieron á la caída del Imper io de Maximiliano y á las revoluciones de La No­ria y de Tux tepec . En las t res ocasiones en­contré á San Luis infestado de rateros y sal­teadores de caminos: los perseguí con tena­cidad, apl icándoles á var ios la ley de saltea­dores y p lagiar ios , hasta que acabé con ellos, y tuve el candor de e x p o n e r muchas veces mi vida, p o r q u e personalmente hacía la per ­secución y aprehens ión de los más famosos y temibles, para que después no me lo ag ra ­decieran los gob ie rnos á quienes se rv í ni la sociedad á quien defendí .

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R u e g o al lec tor me d ispense esta pcqueí ia d ig res ión , q u e parece no viene al caso, pero q u e he c re ído conven ien t e hacerla cons ta r en este h u m i l d e opúscu lo .

E n las t ropas del p a d r e J a r a u t a había l i ­n a sección de cabal ler ía al m a n d o de E u l o ­g i o Morales, el cua l , po r ser m u y conoce­d o r de todos los caminos , m u y buen g ine te y m u y audaz hacía el servic io de exp lo rador .

Te rminada la revoluc ión de Pa redes y Ja-rau ta , Morales ya no se filió en las otras dos q u e s igu i e ron en la Sier ra de Xichú, vol­v i e n d o , como antes de aquel la revolución , á ded ica r se al pillaje y al robo con asalto. En ese c r imina l ejercicio llegó á a d q u i r i r g ran fama, como sa l teador cruel y sangu ina r io , en los Es tados del cen t ro de la Repúbl ica .

F r e c u e n t e m e n t e era a p r e h e n d i d o en di­chos Es tados , cambiándose el nombre en las d is t in tas cárceles en que sufría las pr is io­n e s . E n unas se ponía el nombre de Andrés Martínez, en o t ras el de AndrésLópez , Andrés López Mart ínez, Eu log io Gut ié r rez , José Ma­ría Pifión, Eulog io Morales, s iendo el ú l t imo el v e r d a d e r o , s egún decían personas que le conoc ie ron desde antes que se hiciera cr imi­nal; pero era más conocido en todas par tes , con el a p o d o de " E l Amito A n d r é s "

El mot ivo de ese apodo fué el s iguiente : Después de la aprehens ión y fusi lamiento

del pad re J a r a u t a , y de la d ispers ión de sus t r opas de r ro t adas , el band ido de que se t ra­ta se re t i ró con más de veinte hombres , los q u e formaron la gavi l la con la q u e cu ese a ñ o , (1848y empezó de n u e v o á merodea r por su p rop ia cuen ta en el t e r r i to r io de los Es tados q u e he menc ionado . Esos h o m b r e s se a c o s t u m b r a r o n á obedecer c iegamente á su jefe, qu ien tenía expedic ión y g a r b o para m a n d a r ; se hab ía dado de alta en la fuerza r evo luc iona r i a con el n o m b r e de Andrés Ló­pez Mart ínez, de manera que sus suba l te rnos no lo l lamaban el capi tán, s ino "E l Amo An-

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drés , " y la manceba de campaña q u e viajaba s iempre con él, le decía p o r c a r i ñ o " E l A m i t o . "

Al poco t iempo los indiv iduos de la gav i ­lla y todas las gentes <iue lo conocían le ha­blaban con el mismo d iminu t ivo , y no t a r d ó éste en general izarse ent re los habi tan tes de los Estados referidos, l lamándolo sin cono­cerlo y sólo por Ja mala fama, "E l Amito An­d r é s . "

Así lo seguiré l lamando en el curso de es­ta reseña, p o r q u e a u n q u e en a lgunas par tes l legó á inscr ibir en los regis t ros de las cár­celes dist intos nombres , incluso el ve rdade­ro , nadie lo llamaba ya de ot'*o modo q u e con el apodo, hasta que mur ió .

En las correr ías de 1848 á 1852, fué a-p rehend ido y reducido á pr is ión en distin­tas poblaciones, pe ro como s iempre tenía di­nero no le faltaban activos y buenos defen­sores que consiguieran su p ron ta l iber tad , ó se evadía de las pr is iones con admirab le ha­bil idad

Acusado en San Luis de habe r tenido par ­ticipio en el asalto y robo de la conduc ta de plata amonedada que tres ó cua t ro veces al año se mandaba á Catorce, fué exhor t ado á Guanajuato, donde lo ap rehend ió la au tor i ­dad judicial y lo remit ió á San Luis, consig­nándolo el juez que pract icaba las d i l igen­cias sobre el robo de la conducta , á Ja cárcel nacional.

Así se l lamaba entonces ese edificio de re­clusión, que hoy es la Adminis t ración P r i n ­cipal de Rentas del Estado.

E L AMITO EN E L G R I L L E T E

En ese t iempo, á todos los presos encausa­dos y sentenciados, se les sacaba de la cárcel d iar iamente á t rabajar en las obras públ icas , formando parejas y asegurados con g ruesos gr i l le tes en la g a r g a n t a "de u n o de los p i e s .

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El Amito Andrés había d i r ig ido var ias car­tas al s eño r G o b e r n a d o r Reyes , sup l icándo le q u e in t e rpus i e ra su influencia para o b t e n e r la l iber tad . El señor Reyes contes tó á las dos p r i m e r a s , q u e no acos tumbraba mezclarse en as a t r ibuc iones de las au to r idades judic ia­

les, ni hacer recomendac iones que pud ie ran los jueces es t imarlas como u n a t aque á la li­ber tad é independenc ia de sus funciones; q u e lo ún ico q u e podía hacer era recomen­d a r la act iv idad del proceso, pe ro sin hacer ex tens iva esa recomendac ión á q u e la sen­tencia fuera en el sen t ido de abso lver lo ni menos de q u e fuera pues to en l iber tad inme­d ia t amen te s o b r e s e y e n d o en la causa; q u e e n ese concep to le remit ía una car ta ab ie r ta pa­ra su juez, q u e podr í a enviar la con a lguna pe r sona de su familia ó l levar la su defensor .

El Amito, al rec ibi r esa car ta ó imponerse d e ella, la hizo pedazos lo mismo q u e la con­testación del señor Reyes á la suya de lante del mozo de la Secre tar ía do Gobie rno q u e la l levó y del Alcaide de la cárcel .

S igu ió insis t iendo dicho reo en que el se­ñ o r Reyes le p r o p o r c i o n a r a la l iber tad , a-legándolo q u e "en o t ras par tes d o n d e había es tado preso , las au to r idades pr incipales lo hab ían puesto l ibre ó le habían p ro t eg ido la fuga ."

El señor Reyes, molesto p o r lo q u e s u p o d e la ro tu ra de las car tas y po r la tenacidad del p re so en ped i r l e una cosa q u e no estaba en sus facul tades conceder le , dejó ya de con­tes tar le las car tas q u e le d i r ig ía .

A pr inc ip ios de oc tub re de 1852, una cua­dr i l la de los presos t rabajaba en la compos tu­ra de la calle y b a n q u e t a del Pa lac io . El Sr. Reyes v iv ía en la esquí na, f rente al costado d e ese edificio q u e v e al Nor te , casa marcada b o y con el n ú m e r o 2 de la I a calle de Maltos, en la q u e ac tua lmente está la Sucursa l del Banco de L o n d r e s . Un día salió el señor Re­yes d e Palac io p a r a su casa en compañ ía de

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su concuñado el Lic. Chico Sein, pasó cerca de los presos q u e trabajaban en el empedra ­do, en t re los q u e estaba el Amito Andrés , qu ien al ve r al señor Reyes se le acercó, di-ciéndole que cuan to t iempo que r í a hacer lo padecer en aquel la pris ión. El señor Gober­nador le contestó con a lgún enfado, y el reo se quedó m u r m u r a n d o y prof ir iendo en voz baja pa labras insul tantes y soeces. El oficial de la escolta q u e las oyó, r ep rend ió al reo la groser ía y falta de respeto al alto funcio­nario. El Amito, en respuesta , las repi t ió , a-g r e g a n d o ot ras pa ra el oficial, y en tonces és ­te desenvainó la espada y le dio a lgunos cin­tarazos en la espalda y en la cabeza. El se­ñor Reyes no v io ni oyó nada de es to , po r ­que ya había en t rado á su casa.

El Amito indudab lemente habr ía ejercido una venganza cruel con el oficial, tan luego como hub ie ra recobrado la l iber tad, p e r o p robab lemente los acontecimientos que si­gu ie ron f rus t raron los planes (pie sobre ese par t icu lar haya ten ido .

FUGA DEL AMITO ANDRÉS

Y SU PRESENTACIÓN AL D I R E C T O R I O

REVOLUCIONARIO.

INSTRUCCIONES CRIMINALES Q I E KECIBIÓ.

A los dos días había avanzado la compos­tura del empedrado al c rucero de la calle de Palacio y esquina de la de los B u r r o s , h o v I a de Allende.

A la mitad de la calle y á la distancia de unos diez ó doce metros de d o n d e se hal la­ban los presos , se pa ró un h o m b r e mon tado en buen caballo, l l evando de la b r ida o t ro de b u e n a alzada y hermosa estampa, con magnífico a rnés , y se puso á plat icar con o-tro h o m b r e , p a r a d o en la ori l la de la ban­queta , apa r en t ando ambos haberse encon t ra -

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do por casua l idad , y t r a t a n d o de la compra de a l g u n o s animales . Repen t inamen te el A-mi to Andrés se soltó del gr i l le te , cuya cade­na hab ía l imado con ant ic ipación y la l leva­ba p r e p a r a d a pa ra de sp rende r l a con facili­dad , -e d i r ig ió v io len tamente al caballo ensi­l lado, m o n t ó en él con notable agi l idad, ha­c iendo o t ro tan to el h o m b r e q u e estaba p ié á t i e r ra , en la anca del caballo del o t ro gáne­te, y echaron á cor re r , vo l t eando velozmen­te p o r la calle del Colegio de Niñas," hoy 3 a

de Juá r ez . C u a n d o el jefe de la escolta y los soldados

se d ie ron cuen ta de la fuga del r eo ; éste y sus cómpl ices habían ya desaparec ido de su vis­ta, y se habían pues to fuera del alcance de los t i ros q u e p u d i e r a n d isparar les . Se l i b r a ­ron ó rdenes pa ra la r eap rehens ión del fugi­t ivo y cap tu r a de los cómplices , pe ro fueron inút i les todas las d i l igencias q u e se hicieron á este r e spec to .

E l Amito Andrés se fué á refugiar á la c iudad de R iove rde , q u e como estaba subs­t ra ída de la obediencia del Gob ie rno , no te­nía t e m o r de q u e los e x h o r t a s del juez d e San Luis fueran d i l igenciados po r aquel las au to ­r idades

Este fué el facineroso en qu ien se fijó el m i e m b r o del Di rec tor io Revo luc iona r io de R i o v e r d e , para secues t ra r al señor Reyes , q u é lo p r o p u s o al mismo Direc tor io y q u e acep tado p o r éste, lo p resen tó en una sesión pa ra q u e se le d ie ran las respect ivas ins t ruc­ciones

Hab ía catorce socios en la sesión. El P r e ­s idente se d i r ig ió al Ami to d ic iéndole :

—Ya estará usted ins t ru ido po r el señor N. N. de la comisión q u e se le confía.

—Sí señor , p e r o v e n g o á rec ib i r ins t ruc­c iones y á c o n v e n i r en la cant idad que se m e ha d e paga r .

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El Pres iden te le dijo que ocur í re ra el s i ­gu ien te día á las diez de Ja mañana á la casa de comercio que le mencionó , donde le se­ría en t regada esa suma.

Todo lo anter ior , desde ei párrafo relat ivo á la presentación del Amito al Direc tor io , me lo p roporc ionó , en calidad de dato his tór ico, después de dieciocho años del funesto acon­tecimiento, u n o de los personajes que. pe r te ­neció á aquel la agrupac ión .

En otra vez expl icaré esa c i rcuntancia , cuando refiera o t ro suceso histórico en el q u e también ha de f igurar el personaje a lud ido .

El Amito recibió los t res mil pesos y se r e ­t i ró de Rioverde , no ten iendo el Direc tor io más noticias de é!, en más de dos meses, q u e las contenidas en cartas que de t a rde en tar­de dirijió á la persona que lo p resen tó , has­ta que se consumó el inicuo y p remed i t ado asesinato.

EL AMITO ORGANIZA LA CUADRILLA.

PRIMERAS Y OPORTUNAS

NOTICIAS QUE R E C I B E EL SR. R E Y E S .

El p r imero á quien invitó el Amito An­drés para (pie con el carácter de s egundo je­fe de la cuadri l la lo acompañara en la re­pugnan te y criminal comisión de secues t rar ó dar muer te al señor Gobernador Reyes, fué el ínt imo amigo y compañero suyo, Rafael del Águila , también famoso sal teador á qu ien le escribió para que tuv ieran una ent revis ta en la c iudad de L a g o s . En ella escogió el A-mito á los bandoleros q u e hab ían de invi tar , yéndose Rafael del Águila en busca de cua­t ro que se encont raban en poblaciones l imí­trofes de Zacatecas y San Luis , y el Amito se dirij ió por otros seis á pueblos de Jal isco y Guanajuato.

En t re tanto, como del cielo á la t i e r ra no hay nada ocul to , según dice el p r o v e r b i o ,

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l legó á noticia del s eñor Reyes el acuerdo del Di rec tor io R e v o l u c i o n a r i o de Rioverde , y q u e en v i r tud d e él *e e s t aba o rgan izando p o r el Amito Andrés en el Bajío, una gavi l la de los sa l teadores y asesinos de más nom­bradla , con el fin de ases inar lo

Tomados por el señor Reyes a lgunos in­formes sob re el pa r t i cu la r , s u p o q u e el Ami­to ven ía á San Luis con frecuencia, pe rmane­c iendo solamente a lgunas horas ó un día c u a n d o m u c h o , q u e hab laba aqu í con u n o ó dos abogados , p r o b a b l e m e n t e para da r cuen­ta p o r su conduc to al Di rec tor io de los p re ­pa ra t ivos q u e hacía, r e t i r ándose en seguida. .

A pr inc ip ios de Nov iembre el señor Reyes m a n d ó l lamar al Capi tán de Segur idad Pú­blica Don P e d r o Martínez, en qu ien tenía g r a n confianza, y le o r d e n ó que p r o c u r a r a a p r e h e n d e r al Amito Andrés , q u e se había fugado del gr i l le te de esta c iudad . Que esta­ba in formado de q u e hacía dos días q u e lo habían visto l legar poi el camino de Escale­rillas; q u e es s e g u r o q u e estaría alojado en la casa del r ebocero Oropeza, cuyo hijo era amigo y c o m p a d r e del Amito; que impor ta-bu m u c h o / p i e hiciera esa ap rehens ión , por­q u e el refer ido band ido venía de Lagos, don­de estaba formando una gavi l la , con la que vend r í a á San Luis , con el fin de asesinarlo, pagado po r sus enemigos q u e estaban reu­nidos en Rioverde .

El oficial Martínez contestó que d u d a b a ;pie el Amito es tuv ie ra en San Luis y q u e vi­niera con la frecuencia que se decía, p o i q u e ¿sto ser ía un g ran a t r ev imien to , p e r o q u e iba í buscar lo con empeño . A los dos días le in­formó al señor Reyes, q u e sabía que el Ami­to, al sal ir d e R iove rde se había ido para í ruanajuato , y q u e estaba en esa c iudad con A n o m b r e de José María P iñón , en la casa de F ranc i sco Concha, a r r e n d a t a r i o del Me­són de Belén.

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(Los t res párrafos an ter iores son un ex t rac­to de la declaración del capi tán Martínez en el juzgado 2° de letras.)

Efect ivamente es tuvo el Amito en esos días en Guanajuato, pero fué después de su entrevis ta con Rafael del Águi la en Lagos.

En los meses de Noviembre y Dic iembre , casi á diar io recibía avisos el señor Reyes de que se atentaba contra su vida, Unos los recibía anónimos , y ot ros , los más, verba les , dados p o r personas de todas las clases de la sociedad.

Una señora l lamada Anastasia Tena se re­solvió un día á hablar le al señor Reyes , pa ra decir le que no saliera á la calle p o r q u e lo quer ían matar. In te r rogada conven ien temen­te por el a l to funcionario, le dio largos y de­tallados pormenores , d ic iéndole los pun tos donde lo habían sabido ella y sus hijos y mencionándole personas de las que sabía q u e estaban en connivencia con los p ronunc iados de Rioverde .

Esta señora f recuentemente veía al señor Reyes para supl icar le , a lgunas veces l lo ran­do, que no saliera á la calle, que no fuera nunca po r el Santuar io y menos po r el r um­bo del pan teón , que tampoco fuera por Te-quisquiapam ni p e r l a s Parr i tas , y que cuan­do no pud ie ra ev i ta r las sal idas, que l levara s iempre una escolta, que al cabo tenía á sus órdenes el Escuad rón de Caballería del Es­tado.

A fines del mismo Noviembre , el señor Re­yes recibió una carta del Subprefeeto de O-jocaliente (*) Don J . M. Esparza , de la cual tengo copia, en la que en t re otras cosas, le di­jo: " H e sabido de buena letra que en el rancho de Barranqui l las , s i tuado sobre la l ínea divisoria de Zacatecas y San Luis , ha habido una reun ión de a lgunos hombres sos-

(*) En ese tiempo el Caríúiu fie 0.¡<>e;ilieiite neileiieeía al Es­tado ik» San Luis l'otosí. Hoy pertenece ¡ti de Zacuteeas.

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pechosos , q u e t emiendo fueran l adrones que qu is ie ran asa l tar a lguna poblac ión ó a l g u n a finca rúst ica de impor tanc ia , salí l uego con el p ique t e de cabal ler ía q u e t engo á mis ó r ­denes para el d icho rancho , con el fin de a-p r e h e n d e r á los sospechosos y a v e r i g u a r qué hacían en esos t e r renos , pe ro s e g u r a m e n t e s u p i e r o n mi mov imien to y c u a n d o l legué al r ancho ya no estaban all í "

" I n m e d i a t a m e n t e tomé iuformes con los vec inos del l uga r , d ic iéndome el juez a u x i ­l iar q u e él conoció ó Rafael del Águi la y á F ranc i sco Esp ino , y de vis ta á o t ros t res ó c u a t r o d e los q u e los acompañaban ; q u e del Águi la y Esp ino son capi tanes de l ad rones y q u e los demás formarán s e g u r a m e n t e la ga­villa. Q u e v iendo que allí no se les hizo nin­g u n a resistencia, y tal vez i gno raban q u e ha­b laba con eí juez auxi l ia r , e s tuv ie ron m u y comunica t ivos y contentos , comieron y cena­ron b ien , beb ie ron m u c h o v i n o , y q u e ya al­go embr i agados , empezaron á hab la r de sus negocios , d ic iéudole Águi la q u e él y Esp ino tenían q u e ir p r o n t o á San L u i s p o r q u e con o t ros c o m p a ñ e r o s andaban con pre tens iones de ma ta r á Don Ju l ián de los Reyes, p o r q u e los p e r s e g u í a mucho." '

El Subprefee to de Ojocaliente con t inuó di­c iendo en la car ta , que s iguió á los band idos hasta Mexqui t ic , de d o n d e cor ta ron p o r Es-tanzuela y Peñasco para la Villa de la Sole-dod de los Ranchos , y de allí po r el camino de los Pas to res pa ra Pozos, s igu iendo para Santa María del Río, hasta la Sauceda de los Mulatos, d o n d e tenía casa el band ido Esp ino . Q u e con el pe rmiso q u e le concedió el Go­b i e rno , s igu ió hasta d icha Hac ienda de la Sauceda , hab iendo dado aviso p r e v i a m e n t e al Je fe Pol í t ico de San Lu i s de la Paz, con­forme al conven io ce lebrado en t r e los Go­b ie rnos de ;San Luis y Guana jua to , pa ra la persecuc ión de ladrones , l l egando á la Sau­ceda en el peso de la noche y d i r ig iéndose

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luego á la casa de Esp ino Que éste, l uego que lo vio, sacó su pistola para hacer resis­tencia, viéndose po r tal mot ivo el Subprefee­to, obl igado á hacer uso de la suya , d ispa­rándole un balazo que le pene t ró en el pe ­cho, cayendo muer to en el acto.

Que á v i r tud de la confusión q u e esto p r o ­dujo, los demás band idos t ra taron de fugar­se, lográndolo a lgunos y q u e d a n d o her idos Víctor Solís y Beni to León, p reso José Cas­t ro , y levantándose el cadáver de Esp ino que fué en t regado á la au tor idad para la prác t i ­ca de las respect ivas di l igencias . Que e u t r e los prófugos se fué el compañe ro de Esp ino , Rafael del Águila.

Que t e rminada esa expedic ión , r eg re só á Ojocaliente, hab iendo ya rendido oficialmen­te al Gob ie rno el par te respec t ivo .

El Subprefeeto de Ojocaliente t e rminó su carta diciéndole al señor Reyes q u e p o r to ­do lo expues to , no cabía d u d a que existía un te r r ib le complot para p r iva r lo de la v ida , a u n q u e fuera á la vuel ta de una esquina co­mo dijo Solís q u e lo había oído á Espino, y que por lo mismo creía que deber ía t omar muchas precauciones , no sal iendo nunca so­lo sino con una buena escolta de soldados es­cogidos, al mando de un oficial leal y va­liente.

Don José María Aranda, socio del Sr. Re­yes en una negociación minera de Guadalcá-zar y en una casa de comercio de esta Capi­tal, recibió también frecuentes avisos de la misma naturaleza , para que los comunica ra á Don Ju l i án , y hasta u n a cr iada de las seño­ritas Parada , he rmanas de la señora esposa del señor Reyes , oyó una vez en la calle á dos sujetos vest idos con decencia, uno de ellos abogado , á qu ien conocía de vista , que ya muy pron to se acabar ía pa ra s i empre el Go­b ierno de Don Ju l i án .

Es de l lamar la atención q u e sabiéndose tan ant ic ipadamente los cr iminales proyec tos

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del Di rec to r io Revoluc ionar io de Rioverde , conociéndose pe r sona lmen te á var ios de los ins t igadores á la pe rpe t r ac ión del del i to, y sobre todo á los p r inc ipa les band idos encar­gados de cometer lo , s i endo p ró fugos de va­rias cárceles del país , no se h u b i e r a n rea-p r e h e n d i d o los ú l t imos, cuando era púb l i co y no to r io q u e e n t r a b a n y salían de la c iudad corno si fueran vecinos labor iosos y hon ra ­dos , y q u e no tuv ie ran n ingunas cuentas pend ien t e s con la au to r idad jud ic ia l .

El Prefec to q u e tenía Don J u l i á n en la c iudad , ó se desen tend ió de todo por com­plicidad ó cobard ía , ó debe habe r sido m u y inep to , pues to q u e en más de, dos meses no impid ió q u e se comet iera el de l i to ,n i l e s p u s o una b u e n a celada á los facinerosos pa ra q u e cayeran en p o d e r de la just ic ia cuando an­d a b a n en los p repa ra t i vos para el c r imen, y con Jas p r u e b a s suficientes, que las había , apl icar les las penas de la ley.

L legó á tal g r a d o el descaro de los band i ­dos , q u e es taban en San Luis todo el t i empo q u e quer ían . Se r e t i r aban unos días al P o r ­tezuelo y o t ros hasta Catar ina , y l u e g o vol­v ían , e spe rando a lguna ocasión propic ia pa­ra comete r el -asesinato. El Prefecto y la p o ­licía nunca sabían nada. El único q u e reci­bía noticias era el señor Reyes , pe ro segu­ramen te desconfiaba ó creía m u y to rpe al Prefec to , pues to que no le daba órdenes pa­ra Ja busca y ap rehens ión de los p re sun tos asesinos. P a r e c e q u e el único s u b a l t e r n o en qu ien tenía confianza era , como he d icho, el oficial Mart ínez, pues después del p r i m e r en­c a r g o q u e le hizo pai a q u e busca ra al Amito en San Lu i s ó en Guanajua to , vo lv ió á lla­mar lo en los días de la feria de San J u a n para deci r le q u e sabía q u e se estaba forman­do en esta Capi ta l u n a r eun ión de veint ic in­co h o m b r e s pa ra ases inar lo , los cuales , se­g ú n iban l l egando , se p resen taban al viejo Oropeza , qu i en recibía 1 a credencia l que

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t ra ían, reg is t raba sus nombres y les indica­ba el pueb lo ó rancho inmediato á d o n d e de­bían ir á e spera r ó rdenes para vo lve r á San Luis el día ó días que se les necesitara; q u e el viejo Oropeza iba luego á da r cuen ta de todo á los Licenciados N^ y M. y al hacen­dado K. L.; recomendó n u e v a m e n t e al oficial Martínez que descubr ie ra el l uga r donde es­tuv ie ra escondido el Amito, pues también sabía que estaba en San Luis ó p o r lo menos q u e venía con mucha frecuencia, tal vez pa­ra a r r e g l a r l a geu te con la que que r í a asesi­narlo.

DOS INTENTOS F R U S T R A D O S .

CONSUMACIÓN D E L CRIMEN.

Consta en la causa respect iva, q u e dos ve­ces se les f rustró á l o s asesinos sü cr iminal in ten to . Una en el mes de Diciembre en Te-qu ísqu iapam, q u e creyeron q u e el señor Re­yes l legaría en su paseo hasta la plaza de la Villa, como s iempre que iba allá l legaba, donde lo esperaban , y que esa t a rde sólo He; g ó á la casa de Don Beni to Juárez , d o n d e lo habían invi tado para q u e v iera como estaban de cargados los árboles de manzanas cristali­nas; y la otra en el mismo p u n t o de la Calza­da de Guada lupe . Esta fué el 5 de E n e r o de 1853; el señor Reyes l legó, bajó del coche y se sentó en una de las glor ie tas que rodea­ban la Conservera ; pe ro á poco ra to empezó á l lover , de sue r te que cuando ei espía q u é tenían los asesinos iba ya á avisar les á la ca ;

sa donde estaban p repa rados con sus caba­llos y armas , e! s eñor Reyes sub ió de nuevo al coche y se d i r ig ió al cen t ro de la c iudad.

Al t e rce r día , el 8 de E n e r o , v íspera del curtípleaños del señor Reyes, logra ron sus'e-nemigos satisfacer sus t ra idoras , c r iminales y en te les deseos. El señor Reyes salió como de cos tumbre al paseo. Iba á segu i r hasta el

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S a n t u a r i o , poro al p i s a r fronte á la c i ja dis­t r i b u i d o r a La Conservera,^ vio al d i p u t a d o Don L ino Ort iz y dio o r d e n al cochero (pie p a r a r a el carruaje . Rajó de él y se puso á p la t icar con el s eño r Ort iz .

Si el señor Reyes no se h u b i e r a de ten ido en La Conse rve ra , el s ang r i en to suceso se ha­

br ía verif icado en las inmediaciones del tem­p lo , ó habr í a s ido a tacado p o r los asesinos en el coche , en el t rayec to de la calzada, p o r q u e el esp ía q u e tenían en t re la plaza de la Mer­ced y La Conservera , los habr ía informado q u e había s e g u i d o para el San tuar io . Y pro­b a b l e m e n t e se les habr í a f rus t rado } or ter­cera vez comete r el del i to , p o r q u e esa t a rde andaban muchas personas del cen t ro de la c i u d a d paseando á caballo por aquel la extre­midad de la calzada, y esas personas hubie ­r a n o c u r r i d o en auxi l io del s eñor Reyes, ó al ver las los asesinos, no se habr ían a t r ev ido á embest í r io.

Pa ra r e seña r con la m a y o r exact i tud los p o r m e n o r e s del vil ases inato , ex t rac ta ré las más impor t an te s declarac iones rendidas ante los a lcaldes y el juez le t rado, respec t ivamen­te , p o r los pr inc ipa les tes t igos del homicid io y p o r los q u e es tuv ie ron cerca del l uga r en q u e se p e r p e t r ó tan atroz del i to , é inser taré í n t eg ra s las de o t ras personas q u e también lo p resenc ia ron y q *o por su posición oficial las d i e ron p o r escri to.

Las p r imeras declaraciones q u e tomó el juez de le t ras , fueron las del cochero y el lacayo del señor Reyes, y luego s iguió con o t ras , s egún se iban p resen tando al j uzgado los tes t igos c i tados, Por esto aparecen en al­g u n a s dec larac iones , con ten idas en la causa, hechos an te r io res á o t ros pos te r iores q u e ya cons taban en aqué l l a .

Yo i nve r t i r é el o rden en q u e f iguran en el p roceso , p a r a q u e la t r is te re lac ión empiece desde el momen to en q u e ios asesinos a p a r e -

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r i e ron en la plaza de la Merced, en d i recc ión al luga r en (pie se encon t raba el s eñor Reyes .

Daré también a l g u n o s datos re la t ivos á ca­da u n o de los test igos, pa ra q u e se vea la clase social y el g r a d o de honorab i l idad q u e tenían en la sociedad potosí na.

LAS DECLARACIONES.

D. IGNACIO RODRÍGUEZ F E R N Á N D E Z .

En esa época comerciante , d u e ñ o de la t ienda "La Cebra , " que todavía exis te en el mismo lugar ; he rmano de Don Antonio R o ­dr íguez Fe rnández , también en ese t i empo propie tar io del edificio "El P a r i á n , " después Palacio Municipal y hoy residencia del Obis­po de la diócesi.

Don Ignacio fué casado, y después , ya v iu ­do , recioió ó rdenes sacerdotales; fué v icar io en la Pa r roqu i a de San Luis y después sir­vió var ios cura tos . Este señor dijo en su de­claración: que el día de la desgracia estabau plat icando en su t ienda, él por d e n t r o del mos t rador y Don J u a n Santelices y Don J o ­sé María García po r fuera, cuando pasa ron cinco ind iv iduos á caballo, paso á paso; q u e á Santelices le parecieron sospechosos y q u e para ver los bien, p o r cur ios idad, se asomó á la puer ta , pe ro q u e á n i n g u n o le v io la cara, y sólo d is t inguió que montaban buenos ca­ballos y q u e todos iban a rmados : que esos in­d iv iduos sal ieron por la calle d e San Ramón , costado derecho do su t ienda " L a C e b r a , " que s iguieron m u y despacio hasta en t r a r á la calzada p o r la plazoleta, frente á la an t igua gar i ta de México (*) Que no l legaban toda­vía esos ind iv iduos á la manzana de la ga r i ­ta, cuando salieron de la misma calle de San

(*) Esa (ratita ocupaba en ese tiempo la pequeña manzana que ahora se ve al Sur de las cal les de Monjíos y Plaza de Colon. En el lado norte se distinguen todavía los arcos del portal, tapados ron adobes-

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nú Tomín IB u n SAN LUIS POTOSÍ

Mandados d e r r i b a r po r el General Don .Je­

sús González Or tega , el 20 de Marzo de 1862;

empezada la des t rucc ión el día 24 y termina­

da el día 31 , po r todos los presos de la cárcel

r o n la he r r amien t a necesar ia , y a segurados

con gr i l le tes en los pies .

Ramón o t ros siete g ine tes per fec tamente mon­tados y a r m a d o s y q u e á paso un poco más v ivo q u e el de los an te r io res , a t ravesaron la plaza pa sando á ori l las de los pues tos de fru­tas y v e r d u r a s y al frente del Conven to y T e m p l o d e la Merced; q u e vol tearon p o r ía calle d e los Pa lomares , l ado or ien te de la 1-glesia, e n t r a n d o á la calzada de G u a d a l u p e p o r lado opues to p o r d o n d e en t r a ron los p r i ­meros .

Q u e s e g u r a m e n t e la l legada de los dos g r u p o s d e h o m b r e s al l u g a r donde estaba el E x m ó . señor Gobe rnado r , ha de habe r s ido s imul tánea , s e g ú n el paso q u e l levaban.

Qué á poco ra to se oyeron tiros, vio q u e la g e n t e d e la calle corr ía y q u e en tonces ce­r r ó su t i enda , e tc .

TOMÁS MEJÍA

Natural de Nueva Or leans , en los Es tados Unidos del Nor te , de ve in t idós años de edad , cochero de l E x m o . señor Don Ju l i án de los Reyes Declaró en la misma noche del día del suceso: q u e esa t a rde , á las cinco, m o n t ó el E x m o . s eño r G o b e r n a d o r en el coche, dán ­do le o rden q u e lo condujera al Cuartel del Carmen; q u e así lo verificó, y q u e en la es­qu ina del cuar te l es tuvo el señor Reyes pla­t icando un ra to con un jefe y en segu ida le o r d e n ó q u e lo l levara al San tua r io , p e r o q u e al pasar frente á la caja del agua , le marcó el a l to , se apeó del coche y se fué á conve r sa r con dos señores q u e se ha l laban sen tados en una g lor ie ta , uno de los cuales sacó una car­ta de la bolsa y se la enseñó al señor Reyes , q u i e n de spués de habe r l a le ído , se la devo l ­vió; en ese acto el s e ñ o r Reyes d i r ig ió la vis­ta á un g r u p o de h o m b r e s á caballo q u e lle­g a b a n del r u m b o de la Merced y al m o m e n ­to c o r r i ó p a r a las casas q u e están al lado de­recho d e la r epe t ida caja del agua , p e r o aqué l los lo a lcanzaron y el que iba por de-

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lante le t i ró u n balazo q u e no le d io , p e r o en t re todos comenzaron á a t r o p e l l a d o y á dar le muchos cintarazos, de manera q u e en aquel los momentos, tan p ron to lo veía en pié lo veía t i rado en el suelo , rec ib iendo la mul ­t i tud de golpes q u e le d i r ig ían ; que al co­menzar á go lpear al señor Reyes, v i endo q u e este señor no se d i r ig ía al carruaje , lo volteó para segui r lo , en cuyo momen to u n o de los sal teadores le t i ró u n balazo q u e no le dio; (pie entonces el exponen te se dejó caer del pescante y pasaron sobre él, las t imándole u-na p ierna , y como se q u e d ó t i rado c reye ron sin d u d a los asesinos que estaba muer to : que el mismo ind iv iduo que le d i spa ró el t i ro , se volvió al g r u p o que golpeaba al señor Re­yes, á quien a t ropel lo ot ra vez y lo tumbó, poniéndose en ancas del caballo é ins tando á dicho señor para que monta ra , pe ro que ne­gándose á hacer lo el E x m o . señor Goberna­dor , lo acr ibi l laron á balazos, go lpes y he r i ­das de espada, hasta que cayó mue r to .

El cochero declaró también que al q u e ha­cía de jefe de la gavi l la y á o t ro de los sal­teadores , los había visto una vez frente á la sastrería de Don Pascual García, y o t ra en la esquina de la Compañía , l lamándole la aten­ción que le lijaban mucho la vista y habla­ban en voz baja, como que a lgo decían de él . Que la p r imera vez, el día 12 de Dic iembre en la mañana que fué á dicha sastrer ía p o r una levita del señor Reyes , y la s egunda el día de noche buena , que fué en la ta rde á sa­car los caballos para pone r la carretela; q u e como esas dos veces lo v ie ron con tanta a-tención, se fijó bien en ellos y los reconoció en el acto de matar al señor Reyes .

H E R M E N E G I L D O VALERO

De diez y seis años de edad, na tu ra l d e Sau Luis Potosí y lacayo del E x m o . señor Gobernador :

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Decla ró q u e el día do ayer , 8 de E n e r o de 1853, es taba el exponen t e al pié de la ca r r e ­tela de l E x m o . señor Gobe rnador , q u e había ido de paseo al San tuar io y se había apeado del coche frente á la caja del a g u a para pla­t icar con el señor Don Lino Ortiz y o t ra per ­sona; q u e después de sa ludarse , el señor Or­tiz sacó de la bolsa una carta y se la ensoñó al señor Reyes , quien d u r ó l a rgo ra to leyén­dola p o r q u e estaba larga; que al devo lve r l a al s eñor Ort iz , vio el señor Reyes salir del r u m b o de la gar i ta al g r u p o de ind iv iduos á cabal lo , los cuales se d i r ig i e ron luego para

La Consérvela ,» y q u e el Sr. D. Ju l i án , que o b s e r v ó ese mov imien to , dijo al señor Ortiz q u e aquel los ind iv iduos iban á asesinarlo

S i g u e la declaración del lacayo igual á la del cochero , sin más diferencia q u e a g r e g ó q u é el señor Reyes , al co r re r pa r a las casas, se en redó en la capa y la t i ró , recogiéndola el mismo s i rv ien te , la q u e l levó pa ra la casa c u a n d o ya fué recogido el cadáver , y q u e los cabal los del cocho, asus tados con los d ispa­ros y los g r i tos de los sa l teadores y de las gen te s , cor r ie ron desbocados r u m b o al San­tuar io , s iguiéndolos él hasta el l lano, d o n d e ya p u d o ver que Don Mariano Taboada , Don P i l a r B u s t a m a n t e y los ex t ran jeros que v iv ían frente á la pue r t a del costado de la p a r r o q u i a y los que andaban á cabal lo , seguían á d ichos cabal los desbocados, q u e al fin los a g a r r a r o n por San J u a n de Guada lupe .

Los ext ranjeros menc ionados por el lacayo Valero , ser ían Don J o r g e y Don Carlos Cha-vo t ó sus depend ien tes , q u e tenían en tonces un a lmacén en la casa marcada hoy con el n ú m e r o 6 de le I a calle de Ca ted ra l .

DON JUAN SANTELICES

A n t i g u o empleado de la Secretar ía de Go­b i e r n o , después Secre tar io del Ayun tamien ­to y

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DON J O S É MARÍA GARCÍA

RETRATISTA AL OLEO.

Vieron lo mismo que Don Ignacio Rodr í ­guez Fe rnández , re t i rándose para sus casas al ve r co r re r la gen te , y que el señor Rodr í ­guez cer raba su tienda.

E L DIPUTADO DON LINO ORTIZ.

Con a r reg lo á la ley, r ind ió su declaración po r escrito, en los t é rminos s iguientes :

"Contes tando la no ta de Ud., fecha de h o y , en que me pide q u e declare cuan to haya p re ­senciado del atroz asesinato comet ido en la tarde de ayer en la persona del Excelent í s imo señor Don Ju l i án de los Reyes, declaro bajo la rel igión del ju ramen to : que ayer , en t re cinco y cinco y media de la t a rde , me halla­ba sentado en u n a de las glor ie tas de la caja del agua del Santuar io , en compañía de Don José María Medina, cuando pasó en su ca r re ­tela el Exmo- señor G o b e r n a d o r y me salu­dó, mandando en seguida pa ra r el coche, del q u e se apeó y fué á hab la rme de un asunto q u e teníamos pendien te , sobre el q u e le en­señé una carta, de la que se impuso y me la devolv ió ; y con t inuando nues t ra conversa ­ción, vio el señor Gobernador para la Gari ta que l laman do México, pa ra donde tenía yo la espalda, y pon i éndome r epen t inamen te las manos en los hombros , me dijo, señalan­do para el r u m b o dicho: señor Don Lino, esos ladrones vienen á asesinarnos. Volví la cara en el momento y vi unos diez ó doce hom­bres á caballo, que con carabina en mano co­r r ían á aque l p u n t o . Volví la vista al señor Reyes y lo v i que ya corr ía para las casas del costado de «La Conservera,» y los asesinos pa­saron s iguiéndolo frente á mí , tan cerca q u e me rosaron según creo , con lo es t r ibos , y u-no de aquél los me tendió la carabina; yo me

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agaché y aquel so d i r ig ió también de t rás del Sr. Reyes , á q u i e n el p r i m e r o q u e lo alcanzó lo t u m b ó do u n empel lón del cabal lo, é ins­t á n d o l o á q u e mon ta r a en u n caballo, se ne­g a b a el señor Reyes , á qu ien go lpeaban los a-sesinos con las ca rab inas , y p o r fin, al l evan­tarse aqué l del suelo , le d i r ig ie ron var ios ba­lazos con q u e lo ma ta ron . Yo, en aquel los t r is tes momentos , con la sorpresa , me q u e d é p a r a d o , y al v e r tan t e r r ib le asesinato, me re ­tiró p a r a el r u m b o de la Gari ta , p o r d o n d e u-ñas muje res m e met ieron á una casa, re t i rán­d o m e de ella á pocos momentos . De los ase­s inos , no conocí á n i n g u n o , a u n q u e si t engo bien presen te que u n o de los dos q u e iban por de lan te , q u e alcanzaron al señor Reyes y que montaban s egún r ecue rdo , uno un ca­bal lo tord i l lo y el o t ro un colorado ú obscu­r o , e r a g o r d o , pr ie to , chato y bas tante feo. No p u e d o da r señas de los demás asesinos, colores de los caballos y demás c i rcuns tan­cias, p o r q u e na tu ra lmen te la sorpresa no me pe rmi t ió fijar la a tención. Con lo expues to , y con decir q u e mi edad es de cua ren ta y ocho años , sol tero , na tu ra l del Valle del Maíz y actual d i p u t a d o al H. Congreso del Esta­do , q u e d a obsequiada la refer ida nota de Ud. á qu ien re i te ro las pro tes tas de mi pa r t i cu la r aprec io .—Dios y L iber tad . San Luis Potos í , E n e r o n u e v e de mil ochocientos c incuenta y t r e s .—Lino Ort iz .—Señor J u e z 2 o de le t ras de esta Capi ta l ,

LIC. D O N MARIANO VILLALOBOS.

MAGISTRADO DEL SUPREMO TRIBUNAL

DE JUSTICIA.

También r ind ió po r escri to la s igu ien te de ­claración:

" E n contes tación á la nota oficial de us ted del día de ayer , en la q u e desea saber p a r a

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la secuela de la sumar ia q u e está ins t ruyen­do, lo que haya visto sobre el funesto acon­tecimiento del sábado ocho, acaecido en la persona del E x m o . señor G o b e r n a d o r D. J u ­lián do los Reyes, como test igo presencial que fui de él, debo deci r bajo el j u r a m e n t o que hago por Dios y la señal de la santa cruz: que es tando sentado en u n o de los sofás q u e se hallan al de r r edo r de la caja del agua , si­ta al p r inc ip io de la Calzada de Guada lupe , el sábado ocho á las c inco y media de la tar­de, e spe rando á los señores Don J u a n N. Ma­ta y Don Tomás Parada para ir ai San tuar io , á pocos momentos de estar allí, oí unas vo­ces y t ropel de caballos m u y fuer te , y ha­b iéndome pa rado á observar , vi que corr ía po r de t rás de la g lor ie ta un h o m b r e decen­te y en su persecución o t ro h o m b r e de á ca­bal lo , y q u e al salir de ella como para las casas al r u m b o ponien te , le echó el caballo por la espalda, t umbándo lo en t ie r ra y pa­sando p o r encima de él, r egresando en el momento con la carabina en mano, así como ot ro que había venido por fuera de la dicha glor ie ta , diciéndole el p r i m e r o con var ias in­solencias que se parase, que ya lo haoían cogido y que ahora no se escaparía, apun tán ­dole ambos con sus a rmas que t ra ían prepa­radas para da r fuego, y que si no lo hicie­ron en el acto, s eguramen te fué deb ido á q u e la persona pe r segu ida casi es taba encima ó como abrazada de otra , que me pareció Don Zeferino P u e n t e , escr ibiente de la Secretar ía del Sup remo Gobierno; pues hasta entonces no había conocido al ag r ed ido po r lo m u y desfigurado del semblante y p o r la t ie r ra que traía, mas hab iendo dado una vuel ta po r den t ro del sofá, quer iéndose l iber ta r de sus pe r segu idores , y en d o n d e o t ro go lpe de ca­bal lo , que fué cuando conocí q u e era el Exe-lent ís imo señor Gobernador , vo lv ió á que­d a r en la misma posición q u e antes , es decir , por fueras del sofá, defendiéndose con el res-

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paldo, de los amagos q u e lo hacían con las carab inas , á la sazón q u e ya tenía á su espal­da o t ros cua t ro (pie también lo amagaban : al Hn fué cercado po r todos en medio de la calle, y en tonces oí , no obs tan te la mucha g r i t e r í a de ellos, q u e el p r i m e r o les mandaba á los o t ros lo montasen á cabal lo , por lo cual c re í (pie t ra taban de l levárse lo , á la vez que pasó o t ro por de lante de mí, sacando y pre ­p a r a n d o su tercerola y yéndose al l uga r de la escena; mas sin saber p o r (pié ni quien se­ría, oí que inmedia tamente le d ieron un gol­pe de espada y un balazo, y en seguida otros y cua t ro balazos más, q u e d a n d o caí el a r l o m u e r t o y t i rado en la calle, echando á co r r e r sus pe r segu idores por el r u m b o de San Se­bast ián.

P u e d o a s e g u r a r que el acto fué tan brus ­co y tan violento, que apenas dura r í a la es­cena como cua t ro minutos , pues no cesaban ni un momento en el a t aque de menearse de un lado á o t ro , manejando muy bien sus ca­ballos. Asimismo debo decir , q u e no conocí á n inguno de ellos, pero sí diré q u e el pr in­cipal e ra un h o m b r e a lgo t r i g u e ñ o , un poco g r u e s o , pelo neg ro con a lgunas canas , de un aspecto muy imponen te y q u e vestía un t ra­je b u e n o y sombre ro blanco; y «pie el que pasó j u n t o de mí e ra como de veint idós años, de lgado , color m o r e n o , con traje de chaque­ta para m o n t a r y s o m b r e r o negro .

A los demás no les pude ver la cara, ya por la violencia con q u e todo fué, ya por o-c u p a r m e de ver al Exmo. señor G o b e r n a d o r en el conflicto en que se hallaba y por la sor­presa (pie na tu ra lmente deb ió causar un ac­to tan feo y tan hor ro roso . Tampoco p u e d o da r razón de los colores de los caballos, por­que no puse cu idado en ellos, pe ro sí recuer­do q u e andaba un tordi l lo en la escena, mas puede ser (pie puedan da r una noticia más c i rcuns tanc iada el c i tado señor Puen te y o t ro (pie estaba a s o l a d o , Don Abraham Reyes, es-

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er ib ien tc de la Secre tar ía del S u p r e m o Tr i ­buna l de Jus t ic ia , ó Don José María Medina que se hal laba allí .

Esto es lo que puedo deci r en contestación á su oficio y en p r u e b a de la ve rdad p o r el j u r a m e n t o (pie he hecho, a p r o v e c h a n d o la o-casión de poder ofrecer á Ud. mi m u y dis­t inguida consideración y aprec io .

Dios y Liber tad . San Luis Potosí , E n e r o diez de mil ochocientos c incuen ta y tres.— Lic.. Mariano Villalobos. - S e ñ o r J u e z 2 o d e letras de esta Capital .

DON .11 AN BI 'STAMAXTE

En aquel t iempo, comerciante , con a lma­cén de abar ro tes nacionales y ex t ran je ros y esqui lmos de fincas rúst icas: después ag r i ­cul tor , Coronel de la Guard ia Nacional en la Guer ra de Reforma, Gobe rnador y Comandan­te Militar del Estado en la g u e r r a cont ra la in tervención francesa, en seguida Goberna ­do r Const i tucional , y al ú l t imo d i p u t a d o al Congreso de la Unión.

Declaró: que como á las c inco y media d e la tarde del día ocho del cor r ien te (Enero de 1853) se hallaba sentado en el portal de la gar i ta de México plat icando con el g u a r d a de la misma, Don Rafael Mier y con Don Eu lo ­gio Bear, cuando vieron pasar t ren te al po r ­tal, cinco ind iv iduos á* caballo, como de ca­mino, que uno de ellos habló con un h o m b r e que estaba pa rado en el cen t ro de la calle, y que cree sería el que les enseñó donde esta­ba el Exmo. señor Beyes, p o r q u e luego , en lugar de segui r para el San tuar io , d ie ron vuelta rodeando la caja ele agua; que mo­mentos después dijo Bear q u e aquel los hom­bres andaban pe r s igu iendo al señor Reyes : que inmedia tamente co r r i e ron él y Bear á ver qué ocur r í a , y al l legar vio (pie el s e ñ o r

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1.—Trayecto q u e s iguieron los pr imeros cin­co asesinos para l legar al lugar donde estaba el Sr. Don -Julián de los Reyes.

2. —Llegada de los otros siete al mismo lugar por el o t ro lado de la calzada.

Sitio donde e s tuvo la banca de piedra en la que estaba el Sr. Reyes plat icando con el di­pu tado Ortiz.

+ Lugar donde el Sr. Reyes cayó muer to .

La casita que se ve en dirección de la cruz, es­tá lo mismo que estaba en aquel día funes to ,con la única diferencia de que el enver jado de la ventana que ahora es de fierro, en tonces era de madera .

Royes corr ía rodeando una glor íe la . la cual sa l tó , q u e de t r á s de é! la sal tó también u n o de un cabal lo rosillo; q u e el señor Reyes q u e había caído, se levantó aga r rándose de un á rbo l y l impiándose la s angre (pie le co­rr ía por la cara; que entonces o t ro i n d i v i d u o de un cabal lo tordi l lo , le t i ró un machetazo (pie se qu i tó e! Exelent í s imo señor Goberna d o r d a n d o vuel ta al á rbol ; q u e en aquel acto el del cabal lo rosillo g r i t ó q u e no le d ieran y le decía al señor Reyes (pie montara á ca­ballo; q u e entonces se d i r ig ió el señor Go­b e r n a d o r como para las casas inmedia tas del lado ponien te de la calzada, cuyas puer tas ce­r ra ron luego las mujeres que estaban en ellas

Que en ese instante se a g r u p a r o n todos los asesinos, pues ya hab ían l legado p o r el o t ro lado do los pa lomares y Conven to de la Merced o t ros seis ó siete h o m b r e s con cara­b inas á qu ienes se d i r ig ió el del caballo rosillo rep i t i endo la o rden que había dado de que ya no le pega ran al señor Reyes, s ino (pie lo monta ran en un cabal lo , á cuyo efecto se le a-r r i m ó el del caballo tordi l lo , pasándose á la anca y de jando l ibre la silla para que el Sr. Reyes subiera ; pero este señor, a u n q u e hu­biera q u e r i d o condescende r con los asesinos, no habr ía pod ido hacer lo ni caminar ni una legua, p o r q u e desde q u e se le acercaron em­pezaron á g o l p e a r l o y á he r i r lo . Que como no d a b a señal de sub i r al cabal lo , el mismo que estaba e spe rándo lo en la anca, se pasó á la silla y le t iró un balazo á q u e m a r o p a , dándose lo tal vez en el pecho ó fuera de la caja del cue rpo ; (pie en segu ida o t ro de los band idos le d i spa ró los dos t iros de su cara­bina; (pie no obs tan te esos balazos, el señor Reyes todavía q u e d ó pa rado p id iéndoles á los asesinos q u e lo dejaran así, para tener t i empo s iqu ie ra de confesarse, á lo (pie le contes tó el del cabal lo rosil lo: qué confesión, tiran tal, le d i spa ró o t ro balazo y le i n t rodu­jo toda la espada en el c u e r p o .

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El Kxmo. señor G o b e r n a d o r cayó m u e r t o , y en tal posición, el mismo del caballo rosi­llo s iguió dándole otras met idas de espada en el cue rpo , y p o r ú l t imo, o t ros dos de los asesinos d i spara ron sobre el cadáve r o t ros dos t i ros, pasando sobre de él casi todos y g r i t ando el del cabal lo rosillo: Vira Jalisco, >e re t i ra ron , unos por la calzada y ot ros por el callejón que sale al mesón de Rocha.

Que al consumarse el c r imen, ya no había en el l uga r del suceso más q u e cua t ro ó cin­co personas, en t re las q u e mencionó á Doo Manuel Hernández Soto y á Don -losé M. Martínez del Hampo.

El señor Bus taman te a r r eg ló con el juez de San Migueli to que levantaran el c a d á v e r de la calle, y que lo depos i ta ran en una d e las casas cercanas, mientras que iba la au to ­ridad de San Luis y l levaban un coche del sitio para conduci r lo á Palacio.

DON MANTEL HERNÁNDEZ SOTO.

l 'KOFKSOK I>H I N S T I U T Í V I O X Í M U M U Í Í A , SKC'KK-

T A l i l O [>Ki. A V r X ' l A M I F . X T O V T A ^ r U í l í A F O

l»KL ( O X O U K S O UKI. KST.\IW>.

Declaró en té rminos semejantes á los deJ Lic. Villalobos, a g r e g a n d o : q u e el p r imer ba­lazo lo recibió el señor Reyes en el pecho, al mismo t iempo (pie uno de los asesinos le de ­cía que monta ra en uno de los caballos: q u e ya her ido , no cayó, p rocu rando todavía h u i r de sus agresores , y apagándose la l umbre d e la ropa con las mano.-. Que el asesino le de­cía namfe H s f r t , ijralalisimo tal, y q u e él, (D. Manuel Hernández) tanto les rogaba á Jos asesinos (pie no lo matasen, como al s eño r Gobe rnado r que montara , ofreciéndole q u e él lo acompañar ía hasta d o n d e lo l l e v a r a n .

le»

Que en esto, o t ro de los s a l t eado res le dio al dec la ran te un fuer te empe l lón con el ca­bal lo , q u e lo aven tó hasta la mitad de la ca­lle, y al mismo t i empo le d i spa ra ron los de­más asesinos al s eñor Reyes d ive rsos t i ros p o r el f rente y p o r la espalda , con los cua les cayó m u e r t o . Luego s igu ie ron i n t r o d u c i e n ­do las espadas en el cadáve r y pasando p o r sobre éste todos los band idos , qu ienes se re ­t i ra ron á ga lope g r i t ando : Viva Jalisco libre.

H u b o o t ras dec la rac iones de d u e ñ o s de pues tos del mercado de la Merced, q u e v ie ron pasar á los asesinos, y o t ras de paseantes ó vec inos de la calzada q u e presenc ia ron todo ó pa r t e d e la pe rpe t r ac ión del c r imen , pero las que he inser tado son de las principales' , t an to po r la calidad de los test igos, como p o r los p o r m e n o r e s q u e aquél las cont ienen.

TRASLACIÓN D E L CADÁVER

AL PALACIO

DISPOSICIONES J U D I C I A L E S

La p r imera au to r idad q u e se p resen tó en el l uga r del suceso, fué el jm-z de paz de la Villa do San Miguel i to , y poco después l legó el Alcalde 2 o const i tucional don Rafael de P a r r a , quien m a n d ó q u e fuera sacado el ca­d á v e r de la casa d o n d e fué depos i tado pro­v is iona lmente y l levado al Palacio del Esta­d o , lo cual se verificó en un cocho de sit io, con acompañamien to del mismo Alcalde, el Prefec to q u e l legó á úl t ima hora , muchas personas q u e habían o c u r r i d o ai saber !a no­ticia y u n a escolta del c u e r p o de segur idad públ ica , q u e entonces desempeñaba ese es­cuadrón el servicio que ahora t : e n e á su car­g o el de g e n d a r m e s montados .

Á las seis y cua r to de la t a rde ya estaba el cadáver del señor Reyes en el salón del Go­b ie rno , q u e s i rv ió de capil la a rd ien te . El Al­calde 2 o dio fe en el p rop io salón de estar

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m u e r t o el Exce len t í s imo señor G o b e r n a d o r del Es tado , adv i r t i éndo le lesiones en el cuer ­po hechas con ins t rumentos cor tan tes y p u n ­zantes y proyect i les de a rmas de fuego, y en vista de esas c i rcunstancias o r d e n ó dicha au­tor idad que en el acto fuesen l lamados los médicos cirujanos, Doctores don Buenaven ­tura Paz, don Marcos Torices y don José M a

Sousa, pa ra (pie practicasen la au tops ia del cadáver , y que bajo el deb ido j u r a m e n t o ex­tendiesen el respect ivo certificado de la e-sencia de las her idas , para q u e ag regándose á ia causa, formase Ja cabeza del proceso, y se consignase todo á la au to r idad á qu ien le cor respondie ra el conocimiento del asesi­nato .

Media hora después , presentes los médi­cos mencionados ante el Alcalde refer ido, ju­raron por Dios nues t ro Señor y la señal de la Santa Cruz, p roceder bien y fielmente, con a r reg lo á los conocimientos que tenían de su profesión, á la inspección del cadáver y á ex t ende r en seguida la certificación del resul tado de sus operac iones , como se les p reven ía por el señor J u e z .

Como acto p rev io se verificó en t é rminos legales la identificación de la pe rsona del occiso, y luego se les dio á los médicos la posesión del cadáver

En el mismo instante empezaron á prac­ticar la autopsia , y conclu ida , ex tend ie ron el certificado s iguien te :

LA AUTOPSIA

Los (pie subscr iben , Profesores de Medici­na y Cirujía, hab iendo sido l lamados de o r ­den del señor juez 2 n const i tucional Don Ra­fael Par ra , para el reconocimiento del cadá­ver del E x m o señor G o b e r n a d o r Don Ju l i án de los Reyes, p rocedimos á dicha operac ión a las seis y cuaren ta y t r e s m i n u t o s de la t a rde .

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Verificada la iden t idad de d i c h o cadáver , encon t r amos lo s igu ien te : co locado sobre li­na mesa el occiso, parec ía ser un sujeto do t r e in ta y ocho á cua ren ta años de edad; las piezas del ves t ido manchadas de po lvo y san­g r e , rasgadas de a l g u n o s p u n t o s y perfora­ciones hechas al pa rece r con ins t rumentos cor tan tes , punzan tes y proyect i les de a rmas de fuego. No aparec ía todav ía Ja ripidcz ca­davérica en n i n g ú n p u n t o , el ca lor no aban­d o n a b a aún el t r onco , la cara cub ie r ta de pol­vo , s angre y pó lvora tí na inc rus tada en la piel ; la cara pa lmar de la mano de recha se no taba sucia de po lvo , como si se hub ie ra a-p o y a d o en el suelo.

Qui tado el vest ido y prac t icada la sección de las arterias radicales, no d ie ron sangre . Se p roced ió á la inspección ex te r io r de las he­r idas .

Primera. Sobre la ex t remidad infer ior del hueso c u a d r a d o de la nariz del lado de recho , u n a erosión lijera y superficial de solo la epi­d e r m i s . Clasificación: leve.—Set/nnda. En la par te media y un poco ex te rna d e ! bo rde or­b i t a r io del hueso frontal sobre el ojo de re ­cho , se ve una solución de cont inu idad he­cha al parecer , con proyect i l de a rma de fuego, de figura i r r egu la r , con bordes cor­tados á pico y rasgados , de d iámet ro de pul­gada y media: i n t e r e s á n d o l a piel , el múscu­lo orbicular y pene t r ando en el hueso con fractura . Clasificación: mortal de necesidad. — Tercera. Sobre la par te super io r y media del par ie ta l izquierdo , una solución he­cha al pa recer con ins t rumen to cor tante , de pu lgada y media de long i tud , t ransversa l , p ro fund izando hasta la cafóla aponearótica; g r a v e , p o r accidente . — (huirla. Ot ra solución de con t inu idad se hal laba al lado izquierdo del par ie ta l de recho cerca de la sutura del mismo nombro , de forma i r r egu l a r y colga­jos de bo rdes g ruesos , de dos pu lgadas de d i áme t ro , de scub r i endo la masa cerebra l ;

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mortal de necesidad.— Quinta. Ot ra solución bajo la región occipital del lado i zqu ie rdo , co r respond iendo al cuel lo, hecha de a r iba á abajo, de ins t rumen to cor tan te al pa rece r , t ransversal , de t res pulgadas y media de lon­g i tud , in teresando en su p ro fund idad los músculos de la pa r t e pos te r ior del cue l lo , dejando á descubier to los apófisis de las vér­tebras s egunda y tercera cervicales; g r a v e po r accidente . — Sexta. Hacia el lado derecho del cuel lo sobre el bo rde poster ior y s u p e r i o r del máscalo esterna elcido mastoideo, una so­lución de cont inuidad hecha al parecor con ins t rumento cor tante y punzante , de figura i r regular , como de pu lgada y media de ex­tensión, profundizando desde los múscu los ex ter iores del cuello hasta perderse en la ca­vidad torá.rica, po r la par te super io r , hecha de a r r iba á abajo y de atrás adelante , d i r i ­giéndose á dicha cavidad por de t rás de la parte poster ior y m^dia de la clavicula; mor­tal de necesidad, p o r los ó rganos que poste-r io rmentese v ieron interesados.—Sét ima. En la par te supe r io r de la región supraescápu­la r del lado izquierdo, se veía otra solución hecha al pa recer con in s t rumen to punzan te y cor tan te , de pulgada y media de l ong i tud , figura i r regular , in teresando losmúscu los su­perficiales, con dirección de d e n t r o á fuera , de delante a t rás y de ar r iba abajo. Clasifica­ción, leve. - Octava. Una fuerte contus ión sobre las apófisis espinosas de las úl t imas vér­tebras cervicales in teresando al dermis] im­perfectamente d iv id ida en dos y de e x t e n ­sión de una pulgada;clasif icación, leve.—Xo-vena. Trece soluciones de con t inu idad pe­queñas , c i rculares , con des t rucc ión del der­mis, reunidas en un g r u p o sobre la par te media de la región cervical, hechas por a rma de fuego, habiéndose queda lo engas tadas dos municiones que se ex t ra jeron en «1 acto y no pasaban de la piel, del resto por las im­presionas que se veían, habr ían caído al sue-

lo pues q u e no so e n c o n t r a r o n en el ves t ido ' Clasificación l eve .— Décima. So luc ión de con t inu idad , hecha al p a r e c e r c^n ins t rumen­to co r t an te y punzan te en la pa r te pos te r io r y sujDerior del brazo i zqu ie rdo , de pu lgada y media de long i tud , a t r avesando el m i e m b r o de fuera a d e n t r o y de a t rás ade lan te en d i ­rección obl icua . Clasificación, g r a v e por ac­c iden t e . -Olive. Dos soluciones de con t inu i ­dad para le las , hechas al pa recer por a rma de fuego, p roceden te s de un mismo t i ro , colo­cadas un poco más abajo del bo rde pos te r io r del m ú s c u l o dclloiles del mismo brazo, de fi­g u r a c i rculares , de una p u l g a d a de d i á m e t r o d is tante una de ot ra de cinco á seis líneas., in te resando todos los músculos de d icha r e ­g ión , f r ac tu rando consecu t ivamente el hú­mero has ta sal i r á la pa r te o p u e s t a . Clasifi­cación, g r a v e por a c c i d e n t e . — hoce. En J# par te in te r io r del mismo brazo , media pu l ­g a d a abajo de la axila, se hal la otra solución de c o n t i n u i d a d , de p u l g a d a y media , longi ­t ud t ransversa l y en comunicac ión d i rec ta con la penú l t ima descri ta . Clasificación, g ra ­ve por accidente .— Trece. Una p u l g a d a más-abajo se halla s i tuada otra solución o r ig inada al pa recer , po r la salida de una bala de figu­ra c i rcu la r y poco más de u n a p u l g a d a de d iámet ro . Clasificación, g r a v e p o r acc idente . — Catorce. Al b o r d e in t e rno del g r a n pecto­ral del mismo lado, t res pu lgadas debajo de la axila, se encuen t r a otra solución de conti­nu idad , al parecer hecha con a r m a de fuego y como con t inuac ión de l a s ya descr i tas , de figura c i rcu lar , d i áme t ro , p u l g a d a y media , p e n e t r a n d o al fhórax de a r r iba abajo y de fue­ra aden t ro , c o r r e s p o n d i e n d o al espacio inter­costal de la q u i n t a y sexta costi l la. Clasifica­ción, mor ta l p o r accidente . —Quince. Dos pul ­gadas a r r i b a de la misma reg ión , o t ra solu­ción hecha al pa rece r con i n s t rumen to cor­tante y punzante, de p u l g a d a y media de ex­tens ión, de figura long i tud ina l , ob l icua , de

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arriba abajo y de atrás adelante, interesando la piel ' y músculo gran pectoral. Clasificaci6n grave por accidente.-Diez y seis: Otra solu~ ei6n de continuidad situada una pulgada a­rriba de la tetilla izqllit>rda, hecha al pareoer con instrumento cortante y punzant(-~, <le fi­gura longitudinal, con una pulgada y cuatro líneas de extensi6n, peoetrand9 en el pecho con fractura de la costilla qne se halla d~ba­jo, oblicua de art'iba abajo y de dentro á fue­ra . Clasificaci6n, mortal pOI' accitiente.-Diez y siete, Otra solución de contil)uidad, media pulgada arriba de la inserción de los últi­mos cartila[Jos sobre el esternón del lado iz­quierdo, hecha al parecer con instrumento cortante y punza'nte, de forma longitudinal, de pulgada y dos líneas de extensión, direc­ción oblicua de arriba abajo y de dentro á fuera, entre los cartílagos de las costillas y la piel. Olasificaci6n, gl'ave por accide}lte. - Diez y peho. En la región epigástrica y ba­jo del apéndice ;r,iphorirle&, un grupo irregu­lar de pequ~ñas soluciones de continuidad de formas i l'regqlares en , número de siete, hechas al flu'er.er con municiones gruesas, de direccjon oblicua de arl'iba abajo y de dentro afuer'a. de derecha á izquierda, inte· resanqo la piel y superficialfllente los mús­culos rectos interiores del abdomen. Clasifica· ' cjón, simple,-Terminado el reconocimiento exterior, procedimos al interior, practicando una incisión semicircular de la p~rte supe· 1'101' y anteriOl' de upa oreja á la otra, siguien­do la sutllra dfl l hueso temporal con los dos parietales y disecado el colgajo ql1e resultó hast~ el bbrde superior de las arcadas orbi­tarias, se descubl,t6 una fractura que comien­za en el orificio de entrada de una bala en el bOl'dedel arco S ltpe1·cilia,t· del ojo derecho, dividiendo el hUeso frontal en cuatro piezas mayores y multitud de . esquirlas, la pieza principal, de for~a de un trapecio; dichas pie­zas adheridas á las membranas cerebrales que

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es taban desga r r adas en var ias d i recciones . El hueso par ie ta l de recho , f rac turado en su r eun ión con el del mismo n o m b r e y media pu lgada dis tante de la sutura lamboidea, u n a sal ida de bala cerca del ángu lo póstero supe­rior, la forma del pedazo pr incipal , era la de un c u a d r a d o i r r egu la r . El lóbu lo derecho del ce reb ro , in teresado po r el paso de la ba- . la de su ex t r emidad an te r io r al borde supe ­r ior é in te rno y med iano , hab iendo desgar ra ­do p ro fundamen te la masa cerebra l en la misma di rección, d e r r a m e sangu íneo en la cav idad del mismo lado, apenas ap rec iab le . La o t ra mitad cerebra l se encon t raba per­fectamente sana, un poco rechazada hacia a-t rás . P rac t icada u n a incisión crucial en lá pa r t e ex te r io r y supe r io r del brazo izquier­d o , se encon t ró el paso de dos balas in­te resando los músculos superficiales y p ro ­fundos, t an to de la par te ex te rna y supe r io r como de la in te rna del mismo brazo y frac­t u r a n d o conmutativamente el h ú m e r o á la misma al tura . Descubier tos p o r una incisión semielíptica las cavidades pectoral y abdomi­nal, se adv ie r t e u n a lesión de cont inu idad en el espacio intercostal de la te rcera y cuar ta costilla, o t ra en el mismo espacio en t re la qu in t a y sexta , co r respondien tes ambas á las menc ionadas en el examen ex t e r i o r . El p u l m ó n del lado derecho , a t ravesado del bor ­de infer ior del lóbulo s upe r io r á la base del b o r d e infer ior y e x t r e m o , p o r el paso de li­na bala q u e pene t ró a l a cavidad infer ior . E n la cavidad del mismo lado, había un de­r r a m e sangu íneo con pocos coágulos, la can­t idad de d icho d e r r a m e sería de dos l ibras E l p u l m ó n del lado izquierdo , a t ravesado por el paso de u n a bala de a r r i ba abajo y de fue­ra a d e n t r o con dos soluciones , u n a á la a l tu­ra de su pa r t e media y ex t e rna y ot ra una p u l g a d a cerca de su b o r d e infer ior é in ter­no , m u y poco d e r r a m e en la cavidad.—El pe r i ca rd io , con u n a solución de con t inu idad

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oblicua do pu lgada y media de ex tens ión en su par te super io r , v e n i a infer ior otra en la misma dirección y longi tud , he­chas al parecer con ins t rumento cor tan te y punzante . El corazón, d iv id ido de a r r iba abajo obl icuamente , la aurícula izquierda formando un colgajo semi lunar en casi toda la extensión de dicha arícala, in teresando pa r te del coutricnlo del lado o p u e s t o . — E l diafragma perforado en su par te media y la­teral izquierda, con una solución de conti­nuidad de pu lgada y media de longi tud , un poco obl icua, y en el lado derecho por el pa­so de una bala al parecer , en su par te media y anter ior , cerca de su inserción costal. El hígado a t ravesado su lóbulo pequeño de a-rriba abajo por una solución de con t inu idad que formaba un colgajo t r i angu la r de cua­tro pu lgadas deex tens ión . El es tómago con dos soluciones de cont inuidad hechas al pa­recer con balas de figuras c i rcu la res , de diá­met ro de media pulgada , una en su g r a n d e cu rva y otra en el borde in terno y anter ior .

El colón t ransverso con una solución de cont inuidad del mismo d iámet ro que las del es tómago, en su par te media hacia el b o r d e l ibre , tres pu lgadas dis tante , había dos aber­turas casi en su curva , de las mismas d imen­siones (pie la anter ior . El r iñon derecho a-t ravesado por una solución de cont inu idad hecha al parecer con bala, de una pu lgada de d iámetro en dirección de a r r iba abajo y de dent ro afuera. O r e a de la ex t remidad de la penú l t ima falsa costilla del lado d e r e ­cho, se encont ró enclavada l igeramente en la cara in te rna ,una bala de p lomo l igeramen­te depr imida en dos pun tos , del peso de me­dia onza un ñoco menos. La sexta costilla del lado izquierdo, fracturada conminntiva-titcnte en su tercio medio Todos los demás órganos se encon t ra ron en su es tado normal sin lesión n o t a b l e . - T)e lo expues to , señor , deducimos (pie el cadáver del Exmo . Sr Oo-

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b e r n a d o r Don Ju l i án de los Reyes , presenta ocho he r ida s hechas al pa r ece r en d icho se­ñor , es tando en pié ó a n d a n d o , con una es­pada de poco más de dos pu lgadas de lati­tud , de más de t res cua r t a s de va ra de lon­g i t u d , recta y perfec tamente amolada; más dos t i ros de postas pequeñas y t res de bala de poco menos de media onza, para los que se usó de pó lvora tina Dichas her idas fue­ron hechas de a r r iba abajo, las más del lado de recho al i zquierdo , y sólo dos por de t rás de éste á aquél . La mue r t e parece fué debi ­da á la lesión del corazón y debió habe r sido ins tantánea , pues p o r la lesión del ce reb ro , a u n q u e mor ta l , hub i e r a podido s o b r e v i v i r a lgunas horas con ella.

E n vis ta de lo cual certificamos y j u r a m o s (pie lo a n t e r i o r e s la verdad .

San Luis Potosí , á las once de la noche del ocho de E n e r o de mil ochocientos cin­cuen ta y t res .

¡hienaventura Paz. -—José Marcos Torires. — José Marta Sonsa.

GOBERNADOR INTERINO. - S U P R I M E R

A C U E R D O — R E F L E X I O N E S A QUE

SE P R E S T A .

A la vez q u e los médicos hacían la au top ­sia del cadáver , la Leg is la tu ra se reunía en el salón de sus sesiones para rec ibi r el j u r a ­m e n t o al P re s iden t e del S u p r e m o T r i b u n a l de Jus t i c i a , Lic. D. José G u a d a l u p e de los Reyes , para q u e se hic iera ca rgo del podev Ejecu t ivo , conforme á lo d ispues to en la Const i tuc ión del Es tado de 1850.

Después de verif icado ese acto legal, el p r i m e r a c u e r d o del G o b e r n a d o r in te r ino fué el s igu ien te :

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SECRETARÍA D E GOBIERNO D E L

ESTADO D E SAN LUIS POTOSÍ .

Con el objeto de adqu i r i r cuantas not ic ias conduzcan al descubr imien to del atroz y ho­r r ib le asesinato pe rpe t r ado la tarde de hoy en la persona del Exmo. Señor G o b e r n a d o r del Estado D Ju l ián de los Reyes, d ispone el Exmo Señor Minis t roDecano del S u p r e m o Tr ibunal de Jus t ic ia , encargado del Pode r Ejecut ivo, quedesdc luego proceda Usía per­sonalmente á invest igar en todos los meso­nes y casas do huéspedes de esta c iudad , y aun en las casas que le parezcan sospechosas, quienes son las personas que han entra­do en estos ú l t imos días , cual es su proce­dencia y quienes hayansa i ido ,p r inc ipa lmen­te después de comet ido el expresado atenta­do de q u e se hace re fe renc i ayp rac t i cando V. S., además, todas cuantas di l igencias consi­de re útiles para el descubr imien to de los a-sesinos, en el concepto d e q u e siV. S. necesi­tare auxi l io , con su aviso so le facilitará p o r el Gobierno .

Protes to á V. S. mi par t icu la r aprec io .

Dios y Liber tad . San Luis Potosí , E n e r o 8. de 1853 —Por falta de Secretar io , Santiago Hernández, Oficial Mayor.

Sr. J u e z 2 o de Letras de esta capital .— Presen te ,

Si no fuera p o r q u e el Lic. Don José Gua­da lupe era p r imo he rmano de Don Ju l i án , y Don Sant iago Hernández era un h o m b r e i lus t rado, podr ían tomarse á i ronías ó inocen­tadas las ins t rucc iones que cont iene la co­municación anter ior .

Sólo á los expresados funcionar ios se les p u d o ocu r r i r q u e los asesinos hayan es tado alojados en a lguna casa de h u é s p e d e s (en­tonces no había en San Luis n i n g ú n Hotel)

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que de allí hayan salido á cometol' el crimen, y lo m.ás admirable,quedespués de cometido hayan vueltú tranquilos ñ su alojamiento, 6 hayan salido de él á paseo 6 para s¡¡lir fuera de la pohlaci6n, en med io df>1 gentío conster­nado por el horrible suceso y á la vista de' las patrullas que rec.orl'ían las calles delaciudad,

Lo que se debía haber hecho, era habel' mandado dos 6 tres partidas de á 20 6 25 hombres del Escuadr6n de Caballería del Es­tado, que Jos había, pal'a que siguieran á los bandidos por los dos únicos caminos que po­dían tomar para Riovcl'de, COJI la seguridlld de alcanzarlos, pUI'S por buenos q ne fueran los caballos que montaban, tenían éstos que cansarse, y lós asesinos no podrían remudar caballos como lo habrían hecho los soldados en todos los lugares por donde pasaran.

Supieron muy bien las autoridRdes el ca­mino que tomaron los b¡mdidos después del asesinato; el Teniente Coronel Torres sali6 con una partida de caballería, pero s610 lle­g6 hasta un cuarto de legua adelante de]a Garita de Rioverde, devolviéndose de allí "porque obscureci6 y para cuidar el orden en ]a ciudad." El guarda de la garita dijo, que cuando lleg6 á ella la tropa de! Teniente Coronel Torres, los bandidos indudablemen­te no llegaball todavía al Portezuelo, pues no hacia ni una hora del asesinato del Gober­nador y que poralH habían pasado todosreu­nidos; pero el prefecto,]a policía yel Juez, andaban buscándolos á medianocheen las ca­sas de hu~spedes que tenían algunals seño­ras, por supuesto suponiendo que los bandidos habían sqltado 'los ~ab~llos, porque en esas casas no había caballerizas ni corrales,

De todo lo anterior ~uede deducirse, que las autoridades tuvieron mucho miedo á los bandidos y á los que les pagaron, y por eso no dieron 6rde'nes eficaces para aprehencier­los, 6 que eran muy ignorantes é inútiles para los cargos que desempeñaban,

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LOS F U N E R A L E S . - E L PÉSA­

ME O F I C I A L .

Todo el día 9 y la noche del 9 al 10, e s tuvo el cadáver en el salón del Gob ie rno , expues ­to al públ ico El mismo día 10 á las n u e v e de la mañana , salió de Palacio la procesión fú­nebre recor r iendo las calles del p r o p i o Pa­lacio, lado Sur de la plaza p r inc ipa l , I a 2 a y T de la Concepción, hoy de Zaragoza, las de) Mesón de San Agustín y de Zapata, hoy 4 : , . y o í l . de Fuen te , en t r ando por l a pue r t a del a t r io de San Francisco que veía al Nor te , pa­ra pene t ra r al T e m p l o , e n el q u e seoelebraron los funerales con gran pompa y so lemnidad .

Después de sepu l t ado el cadáver en dicha Iglesia, regresó á Palacio la comit iva de due­lo, recibiendo el Gobe rnador in ter ino, bajo dosel, Jos pésames de los funcionarios y em­pleados civiles y mil i tares del Estado y de la Federac ión , y del clero secular y r egu la r .

Habló por la Legis la tura el d ipu t ado Lic. Don AntonioOrozco; por el T r ibuna l de J u s ­ticia, po r los jueces y demás empleados del ramo judicial , el Magistrado Don Jesús Her­nández Soto; po r el Depar tamento del cen t ro y por los Par t idos que le per tenecían , el P r e ­fecto en t u rno Don Nicolás Mascorro: el Al­calde 1". Pres idente del Ayun tamien to , po r la c iudad; el General Don. José M'\ Gut iér rez de la Lama, por la guarn ic ión federal de la plaza; el Teniente Coronel Don Nicolás To­rres , por las tuerzas del Estado; el Adminis­t r ador de la Aduana , Don Francisco de P . Palomo, por los empleados fiscales del Esta­do: el Jefe de Hacienda, Don J . J. Cha vez, po r los empleados de su oficina y po r los de la adminis t ración del papel sel lado; el Juez de Distr i to, Lic. Don J o s é M " . Esparza y Pe -redo; el P resb í t e ro Lic. Don José M a . Gua-j a rdo , Rector del Colegio G u a d a l u p a n o Jo -seí ino, po r el cue rpo de catedrát icos y por

]os a lumnos ; el Cura de la c iudad po r el cle­r o secular ; los Pre lados de los Conventos p o r sus respec t ivas comunidades ; losagentes con su la res po r las colonias ex t ran je ras y el Lic. P o n José Casti l lo p o r la Compañ ía Lancas­ter iana y por los d i rec to res d e las escuelas púb l icas .

El G o b e r n a d o r in ter ino contes té en tér­minos ap rop i ados á todos esos discursos de pésame en n o m b r e del Es tado y de la fami­lia del i lustre occiso.

Como en aquel t iempo estaban todavía u -nidos el Es tado y la Iglesia, y no se estable­cían aún los juzgados del es tado civil , el Cu­ra y juez eclesiástico de la c iudad , á petición del juez q u e ins t ru ía el proceso, ex tend ió y env ió ai juzgado de letras el tes t imonio certificado de la par t ida de en t i e r ro concebi­do en los t é rminos s iguientes :

ACTA P E DEFUNCIÓN.

J u z g a d o eclesiástico de San Luis Potosí . El Bachi l ler don Antonio Mascorro, C u r a

y Juez eclesiástico de la c iudad de San Luis Potosí y su par t ido .

Certifico en tona forma de derecho: que en el l ib ro co r r i en te de pa r t idas de en t i e r ro per tenec ien te á la adminis t rac ión de la Pa­r roqu i a de mi ca rgo , for rado en badana en­ca rnada , comenzó en E n e r o de mil ochocien­tos c incuenta y t res , y se compone de fojas doscientas cua t ro út i les , á la foja cinco fren­te se halla la par t ida del t e n o r s igu ien te :

Excelent i s imo Señor G o b e r n a d o r Don J u ­lián de los Reyes.

En San Luis Potosí , á diez días del mes de E n e r o de mil ochocientos c incuenta y tres.

Yo, el P r e s b í t e r o Don Nemesio ' "abanas. Ten ien te de Cura , di s e p u l t u r a eclesiástica en la Iglesia de nues t ro seráfico P a d r e San Franc i sco de esta c iudad , con cruz alta, ci­r iales, da lmát icas ,Pozas , v ig i l ia y Misa canta-

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da de cue rpo presente , al cadáve r del E x m o . Señor Gobe rnado r del Es tado Don J u l i á n d e los Reyes , de cua ren ta y dos años de edad , casado en s e g u n d a s n u p c i a s c o n la Exce len t í ­sima Señora Doña Beni ta P a r a d a de Reyes . —Y para que conste lo firmé con el Señor Gura Don Antonio Mascorro.— Nemesio Ca­banas .

Es copia de laor ig ina l á q u e me remi to de donde se sacó, s iendo test igos á su saca y corrección Don Antonio Car ranco y Don F e ­l iciano A s p u r g u a de esta vec indad .

San Luis Potos í , F e b r e r o ve in t iuno de mil ochocientos c incuenta y t res .—Antonio Mas-cor ro ,—Rúbr ica .

LOS P O D E R E S D E L ESTADO SE ADHIE­

REN AL PLAN D E GUADALAJARA.

E L SR. ADAME, GOBERNADOR.

A P R E H E N S I Ó N Y FUGA DE

MANUEL CAÑEDO.

Es bien sabido que en ese año no conocía­mos todavía en México los ferrocarr i les , y en San Luis ni s iquiera el te légrafo ni las dil i­gencias genera les ni par t iculares ; po r t an to , las comunicaciones eran tardías y las noticias deo t r a s par tes tardaban también mucho t iem­po para saberse en esta c iudad . Por eso no se t uvo aquí conocimiento o p o r t u n o de la renunc ia q u e hizo el Genera l Arista de la Pres idenc ia de la Repúbl ica , desde el día 5 de E n e r o . Si el Señor Reyes lo hub i e r a sabi­do , tal vez se habr ía re t i rado del Gob ie rno , ó habr ía aceptado e l p l a n d e G n a d a l a j a r a , y de cua lqu ie ra manera , posible habr ía s ido q u e se hub ie ra l ibrado de la ho r r ib l e m u e r t e q u e sufrió.

La Legis la tura de San Luis , pa r a ev i ta r g r andes males al Es tado, según sus e x p r e -

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s iones en un manifiesto q u e exp id ió , y para s e g u i r el t o r r en t e q u e se de sbo rdaba , p u b l i ­có una ley á las pocas ho ra s de i n h u m a d o el c a d á v e r del S e ñ o r R o y e s , a d h i r i é n d o s o a l p l a n p roc l amado en Guadala ja ra y pon i endo al Es tado bajo la protección del Genera l en J e ­fe del Ejérci to q u e sostenía el p lan, Don José López Uraga .

P o r t ra tados ce lebrados en San Nicolás To len t ino en t r e las fuerzas de San Luis , y las p ronunc i adas de R i o v e r d e , cesó en el Go­b ie rno del Es tado el P re s iden t e del Tr ibuna l Don José G u a d a l u p e de los Reyes , y fué n o m b r a d o el Lic. Don Ramón Adame, qu ien dic tó inmedia tamente d iversas o rdenes para q u e todas las au to r idades del Es tado p rocu­ra ran la ap rehens ión de losases inosdel Señor Reyes.

A los pocos días de estar en el Gobie rno el Señor Adame, mandó l lamar al juez de la causa para decir le , q u e p o r aviso par t i cu la r , p e r o ver ídico, sabía q u e J u a n y Eu log io Bel-t rán y Manuel Cañedo , hab ían formado en la gavi l la q u e asesinó al Señor de los Reyes , y q u e esos c r imina les es taban p robab lemen te en la Ciudad del Maíz ó en Alaqu ines . — El juez l ibró los respect ivos exhor tos , pero no se logró Ja aprehens ión d e d i c h o s ind iv iduos .

En los mismos días , un c u e r p o de caballe­ría al mando del Coronel Don Manuel MR. I t u r r i a , per tenec ien te á la División del Ejér­cito federal q u e tenía á sus ó rdenes el Gene­ral Don Franc i sco González Pavón, expedí -c ionaba p o r los pueb los del Or ien te del E s ­tado con la misión de conse rva r en el los el o r d e n públ ico y la obediencia á las au tor ida­des civiles y mil i tares establecidas en San Luis , como depend ien tes , acc identa lmente , del jefe del mov imien to revo luc ionar io de Guada la ja ra .

En la Hac ienda de Catar ina , le pareció sos­pechoso al Coronel I tu r r i a un ind iv iduo que montaba magnífico corcel; lo d e t u v o , lo su-

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jetó á un in te r roga to r io y no dándo le res­puestas satisfactorias, lo mandó de ten ido al cuar te l con el p ropós i to de remi t i r lo á San Luis con la exp iesada nota de sospechoso.— Ese ind iv iduo era Manuel Cañedo.

Véase lo que el refer ido Coronel I t u r r i a dijo al General González Pavón en nota fecha 28 de Ene ro de 1853.

"A los tres días de estar a r res tado en mi cuartel en Santa Catar ina, Manuel Cañedo, se me presentaron dos personajes con escol­ta de caballería de la t ropa de R iove rde , p re tend iendo que pusiera en l iber tad á d icho Cañedo é indicándome otras cosas que llama­ron mi a tención. Ese indiv iduo había d icho que venía de San Luis , adonde fué á l l evar cartas ps ra losl icenciados G. y G. y q u e creía por lo que oyó decir , q u e en la mue r t e del Señor Gobernador in t e rv in ie ron personas decentes .

Al d cirles yo esa declaración de Cañedo á los Sres, que por él hablaban, la calificaron de vu lga r idad , y Cañedo, en presencia de e-llos, todo se cor tó y negó que hub ie ra d icho semejante cosa.

Como me negué abso lu tamente á pone r lo en l iber tad, me pidieron sus defensores que les g u a r d a r a el secreto , po r lo del icado de las c i rcunstancias , pues que ellos sólo se in­teresaban por él, po rque lo conocían como hombre t rabajador y h o n r a d o .

A mi vuel ta á San Luis , daré á Ud. o t ros informes y di ré á Ud. los nombres de las per­sonas a ludidas , no haciéndolo en esta nota , po r no saber si con ello cometería una indis­creción.

Dichas personas se volv ieron con su escol­ta para Rioverde , y deb iendo yo avanzar también para aquel la c iudad, encomendé la custodia del preso Cañedo al Coronel M., de la g u a r d i a nacional del Estado, lo que dio mal resu l tado , po rque sin d u d a á mi negat i ­va con aquel las personas , han de haber ellas

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p r o m o v i d o an te el Coronel M. la desapar i ­c ión de C a ñ e d o luego q u e me alejé de Santa Ca ta r ina .

Tal vez s i rva pa ra la persecución de Cañe­d o , p o r si acaso va este p o r San Luis , la si­g u i e n t e filiación:

" E s na tu ra l d e Guadalajara , de ve in t i sé is años de edad , so l te ro , es ta tu ra cinco pies t res pu lgadas , pelo y cejas negros , ojos p a r d o s , co lor rosado , nar iz r egu la r , labios rojos y g ruesos , visto pan ta lone ra de paño fino aplo­mado , con b o t o n a d u r a dob le , al parecer de plata , chaleco y chaque ta de paño azul tam­bién fino, la ú l t ima con a lamares de cordón d e seda , s o m b r e r o a p l o m a d o fino, cha r ro , a-d o r n a d o con toqui l la y ga lones de p la ta . " '

* * *

Algunos meses después de esa fuga, volvió Cañedo á ser a p r e h e n d i d o , no sé en donde ; e s tuvo en la cárcel de esta c iudad , hab ién­do lo yo conocido p o r q u e lo v i a lgunas veces en la calle conduc ido p o r el alguacil y escol­ta, al juzgado de le t ras q u e conocía de la causa.

Un día amaneció en la al ta pa red d iv i so r i a de la a n t i g u a cárcel con la casa de bajos mar­cada h o y con el n ú m e r o 6 de la I a , calle del Apa r t ado , u n a g ruesa soga a n u d a d a , colgan­d o sob re la azotea de d icha casa. Poco á poco se fué l l enando la calle de cur iosos , y la cu­r ios idad a u m e n t ó l u e g o q u e co r r ió la voz d e q u e p o r esa soga se hab ía desco lgado Manuel Cañedo , sa l iéndose p o r el zaguán de la cita­da casa, en la q u e en tonces había u n o s bi l la­res y j u e g o de lo ter ía .

Todos a d m i r a b a n la habi l idad del r eo , no t an to p o r habe r se bajado p o r la soga, sinr p o r habe r se sub ido en el in te r io r de la cárcel á u n a a l t u r a tan cons iderab le y es tando to ­das las pa r edes de los t res pat ios m u y lisas p o r los b u e n o s r evoques y b l anqueos que tenían .

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Ent r e el pueb lo , a d m i r a d o p o r la fuga, so oían aclamaciones y comentar ios como los s iguientes .

¡Qué h o m b r e tan a t r ev ido y tan valiente! Ya faltaban pocos días para que lo fusilaran por el asesinato de Don J u l i á n de los Reyes , pero ¡qué bien a r reg ló su fuga; dicen que le dio opio al cent inela y que les puso adormi ­deras á los demás soldados de la gua rd i a , al oficial, al alcaide, al p res iden te y á los capa­taces. Parecer ía ga to para sub i r allá por den­tro, y tan buen mozo que es, s eguro q u e es­te h o m b r e ha de rezar todos los días la ora­ción del justo juez

La soga es tuvo á la vista desde (pie ama­neció hasta después del medio día, como u n a muda satisfacción al públ ico por la audaz fuga del cr iminal .

Desde que éste en t ró á la cárcel y que el juez empezó á tomarle declaraciones, lo mis­mo que á los que deponían en su contra , in­c luso el Gobie rno del Estado por la exci tat i ­va que había hecho al propio juez para quo exhor ta ra al expresado de l incuente , los per­sonajes que habían per tenec ido al Directo­r io r evo luc ionar iode R iove rde , t emie ron na­tura lmente que Cañedo, a u n q u e era de los ins t rumentos secundar ios del del i to , r ind ie­ra a lguna declaración cpie los compromet ie ­ra ante la justicia, y p rocu ra ron sa lvar lo y salvarse, a r reg lándo le la fuga. H u b o muchas suposiciones ent re la poca gen te que no creyó en la evasión por la soga anudada , a-tírmando que se verificó de tal ó cual mane­ra con la protección del alcaide y del oficial de guard ia ; lo cier to fué quo Cañedo, des­pués de la media noche, salió t r anqu i l amen te p o r la puer ta pr incipal de la cárcel , y q u e los protec tores de la fuga hicieron el saínete de la soga, de los nudos y dej arla co lgando más de ocho horas para engaña r al pueb lo .

P o r informe de la manceba do Cañedo que cito en ot ro lugar , se supo q u e dos de los

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personajes c o m p r o m e t i d o s hab l a ron ron él var ias veces en la pr is ión pa ra decir le q u e sa ldr ía l ib re con la condic ión de que se fue­ra hasta los Es tados Unidos , of rec iéndole el d ine ro necesar io para el viaje y para que se es tableciera de a l g u n a m a n e r a al o t ro lado del B r a v o . Que Cañedo acep tó y recibió la s u m a de dos mil pesos en monedas de o ro , em p r e n d i e n d o luego el viaje á que se había c o m p r o m e t i d o .

SE SABE EN HIO V E R D E E L ASESINATO.

D E L S E Ñ O R R E Y E S ,

P O R LOS MISMOS ASESINOS.

SENSACIONES QUE CAUSÓ LA NOTICIA

E N T R E LOS QUE LOS PAGARON.

R E C I B E N E L C O M P L E T O D E LA PAGA

Y SE RETIRAN EN

DISTINTAS D I R E C C I O N E S .

Volve remos al g r u p o pr inc ipa l de los ase­sinos.

L u e g o q u e éstos comet ie ron el h o r r e n d o c r imen , e m p r e n d i e r o n la fuga, á ga lope , l i­nos p o r el callejón de Rocha y o t ros p o r el l ado o r i en te de la calzada, vo l t eando por el callejón de la an t igua plaza de toros , a t rave­s a n d o los caminos de Guana jua to y México y s igu i endo po r las calles de la Gai tana para to­m a r el camino de h e r r a d u r a q u e conduce á R i o v e r d e por el Por t ezue lo , Santa Catar ina y la Sierra . De allí pa ra ade lan te se fueron ya al paso r e g u l a r de los cabal los , tal vez para cjue éstos no se fat igaran demas iado , y en la confianza de q u e en el s i lencio de la noche

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oirían el t ropel de caballos si so acercaba al­g u n a fuerza en su persecución.

A un rancho l lamado " L a Agua Za rca , " m u y íe t i r ado del camino , l legaron ios doce asesinos mucho después de la media noche. Descansaron, d ie ron pas tura á los caballos, y al tercer día en la mañana , l legaron á Rio-verde . El los mismos fueron los po r t adores de la noticia del asesinato. Se dijo q u e a lgu ­nos de los miembros del b á r b a r o Direc tor io , al sabere l acontecimiento , no pud ie ron ocul­tar la profunda emoción que les causó, y que desde ese momento se les vio cabizbajos, sin da r s iquiera señales de a legr ía por el buen éxi to que tendr ía la revolución . Solamente cuat ro de esos ind iv iduos queda ron satisfe chos, d ic iendo que era de esperarse ese re­sul tado, porque Don Ju l i án prefer i r ía m o r i r á verse en t re sus enemigos sin n i n g u n o s me­dios de defensa. S e g u r o q u e esos cua t ro man­dantes del cr imen, ignoraron por Jo p r o n t o que los asesinos no in tentaron de buena fe l levar v ivo y sano al señor Reyes, pues las invitaciones para que monta ra á caballo se las hacían, como dijo en su declaración Don J u a n Bus tamante , cuando ya no podr ía sub i r a u n q u e hub ie ra que r ido , p o r los go lpes y her idas que recibió desde el momen to en q u e le dio alcance el Amito Andrés .

Este malhechor recibió los cinco mil pesos restantes del va lor del c r imen , hizo el r epa r ­to ent re sus compañeros , s epa rándose de la gavi l la Cañedo y los he rmanos Be l t r án , y yéndose el Amito con Rafael del Águi la y los o t ros siete band idos para Guana jua to .

I g n o r o si éstos se separa ron del Amito al l legar á aquel la c iudad , ósi con t inua ron jun­tos dedicados al pillaje. No h a y constancia de lo que el Amito y su gen te ha r ían desde su salida de Rioverde , hasta mediados de Ma­yo de ese año, p o r q u e con excepción de Cañe­do , n i n g u n o de los asesinos l legó á caer en San Luis en pode r de la jus t ic ia .

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EXPLIOAOION

----- Trayecto del primer

grupo de los asesinos. -.-.-.- Trayecto del segundo grupo.

• Lugar donde fué agredido.

t Lugar donde cayó muerto.

~ Retirarla de los asesinoR

e

E L AMITO ORGANIZA NUEVA GAVILLA

CON LA QUE ASALTÓ A LA CIUDAD

D E LAGOS.

A P R E H E N S I Ó N D E ALGUNOS D E LOS

BANDIDOS.

S E R I E D E FUSILAMIENTOS.

Lo quo consta es q u e el Amito estaba de incógni to en Lagos en el indicado Mayo, y q u e al s abe r que el comerc ian te d e aquel la c iudad , Don Manuel Calvil lo, tenía en su casa depos i t ados c incuenta mil pesos de los co­merc ian tes de la c iudad para r e u n i r esos fon­dos con los de la conduc ta q u e cada cua t ro meses salía para E u r o p a p o r el p u e r t o d e Tampico , p royec tó asal tar la casa de d icho s eño r C a l v i l l o y r o b a r l a e x p r e s a d a c a n t i d a d ,

Al efecto, salió luego de Lagos á r e u n i r su g e n t e . Como s i empre , fué p r i m e r o p o r Ra­fael del Á g u i l a , d e s p u é s e n t r e los dos r eun ie ­ron á sus compañeros an t iguos y á o t ros de d iversas poblac iones del Bajío y de Zacatecas, hasta el n ú m e r o d e setenta y cua t ro bandidos .

Como se acercaba el día en q u e la conduc ­ta de cauda les debía pasar p o r Lagos , se r e ­so lv ie ron el Amito y Rafael del Águi la , á d a r el asal to con aquel los pocos bandidos , con­tando con la so rpresa que ese g o l p e de au ­dacia causar ía en el vec indar io .

No se l legó á saber en q u é p u n t o de la ciu­dad , ó en q u e r ancho de las inmediac iones se r e u n i r í a n aquel los se tenta y cua t ro b a n d i ­dos p a r a d a r el asal to, sin q u e la au to r idad tuv ie ra a lgún o p o r t u n o aviso , a u n q u e no fue­ra más q u e por las sospechas q u e debe r í a in fundi r tanta g e n t e a rmada sin un i fo rme mil i tar .

El día 16 de Mayo de 1853, la señora d e Aránda , m a d r e del en tonces n iño Migue l , y ahora respe tab le caba l le ro q u e me d i s t i ngue con su amistad, salió de Lagos á las t res d e

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la tardo pa ra su Hac ienda de San Nicolás, s i tuada á corta dis tancia de la ciudad sobre el camino que conduce á San Luis. Como á las cua t ro encon t ró al Amito acompañado do Bartolo P r i e to , t a m b : é n de los asesinos de Don Ju l ián y s a l t cado rmuy conocidoen todos los pueblos del Bajío. La señora de Aranda conocía bien á esos bandidos , tanto p o r q u e la c iudad de Lagos ora uno de los pun tos donde residían en largas t emporadas , como p o r q u e var ias veces habían estarlo en su ha­cienda, de paso para San Luis .

El Amito y P r i e to montaban buenos caba­llos, d i r ig ieron a lgunos galanteos á las cria­das de la señora Aranda q u e iban á larga distancia del coche de dicha señora y s iguie-son su camino ápaso lento para la población.

A las nueve de la noche , la c iudad estaba casi á obscuras , po r el m u y poco a l u m b r a d o con que contaba, pues en la plaza pr incipal solo había cua t ro faroles y ot ros seis ú ocho colocados en lascalles á largas distancias: pa­sada esa hora ya no había n inguna t i enda a-b ier ta ,n i Jabotion, y la mayor par tede l vecin­dar io se encont raba ya en t regado al descanso.

Poco después de las nueve la gavi l la del Amito se acere') s i lenciosamente á la casa de comercio del señor Calvil lo. La pue r t a del zaguán fué abier ta por un cr iado infiel, pene t ra ron los ladrones y d i rec tamente se fueron para la t ienda .

Los band idos tenían noticia de q u e las ta­legas estaban en los casi l leros del a rmazón, det rás de las piezas de indianas y mantas; de manera q u e no c reyeron necesario apode ra r ­se de la persona del señor Calvillo ni de los depend ien tes para obl igar los á que di jeran d o n d e estaba el d ine ro .

Al gran ru ido q u e hic ieron los b a n d i d o s en el in ter ior de la casa, sal ieron los mora­dores al pat io , y v iendo que estaba invad ido po r aquél los , h u y e r o n po r u n a pue r t a que exis t ía á la espalda de la casa.

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L o s b a n d i d o s se sub i e ron al so tabanco y empezaron á a r ro ja r sobre la ta r ima y deba ­jo del mos t r ado r las piezas de géne ros que l lenaban los casil leros, sin encon t r a r las ta­legas q u e buscaban . Hab ía sucedido lo si­gu ien te :

Uno de los depend ien tes había informa­do dos d ías antes al señor Calvi l lo, q u e al­g u n a s de las tahlas del armazón q u e soste­nían las ta legas, cor r ían r iesgo de queb ra r ­se según los ru idos que se oían, y que si tal cosa sucedía en los casi l leros al tos, al caer las talegas sobre los más bajos vendr í an q u e ­b r a n d o las tablas y se p roduc i r í a un escán­da lo con la caída de aqué l l a s , p r inc ipa lmen­te si ocur r í a c u a n d o h u b i e r a marchan tes en la t ienda. El señor Calvil lo mandó que en la noche, después de ce r rada la t ienda, qu i ­ta ran las talegas de los casil leros del arma­zón y las pus ieran debajo del most rador , re­ca rgadas á los tableros y cubier tas con man­tas de ixt le de lechugui l la . Esa operac ión no la supo indudab lemen te el cómpl ice de los l ad rones , y al a r ro ja r éstos las piezas de gé­neros sobre la ta r ima, e l losmismos cub r i e ron m u y bien los sacos del d ine ro .

Despechados los bandidos p o r q u e habían dado el go lpe en falso, se d i r ig ie ron á las habi tac iones de la familia, y no hab i endo en­c o n t r a d o en el lasá n inguna persona, des t ru ­y e r o n a lgunos muebles , rompie ron objetos d e porce lana y cr is tal , se l levaron a lgunas piezas de ropa de h o m b r e y de muje r y va­rias alhajas.

Todas esas operac iones las e jecutaron m u y r áp idamen te , tal vez en menos de un c u a r t o d e hora , y ya pa ra salir de la casa el Amito , dio la o r d e n de ir á s o r p r e n d e r á la peque ­ña g u a r d i a q u e cu idaba á los presos de la cárcel y dar les l iber tad , para q u e un idos á e l los los a y u d a r a n á busca r d ine ro en las casas de los ricos, ya q u e no hab ían encon­t rado el depósi to de la conducta . Así se ve-

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rííicó, desar ro l lándose á los d e s t e m p l a d o s gr i tos y blasfemias de aquel la t u rba , el m á s espantoso saqueo en t iendas , of ic inas púb l i ­cas y casas par t iculares .

Las pr incipales casas de las que roba ron objetos de valor , fueron las de Don Manue Calvil lo, don Juan Velazqiu-z.Don J o r g e Ro­mo, Don José Mariano González,las de los señores Sanroman Lanura y otras de meno­res capitales; además, h i r ie ron de más ó m i -nos g ravedad , á diez y seis personas , e n t r e ellas al admin is t rador de rentas Don Alejan­d ro Zavala.

Parece increíble que setenta y cua t ro ban­doleros y cuarenta y tantos presos , por total poco más de cien hombres , hayan pod ido a-s a l t a r y robar á una c iudad de once mil habi ­tantes, según la estadíst ica de Jal isco de 1854

Después del audaz y escandaloso asalto, la gavil la del Amito y los presos l iber tados hu­yeron en dist intas direcciones. Al s igu ien te día la autor idad política del Cantón o rgan i ­zó dos pa r t idas pequeñas de t ropa con los pocos policías que había en la c iudad y ve­cinos de la misma, las q u e sa l ie ron en per ­secución de los band idos po r los caminos de León y de Aguascalientes, y en la p r o p i a fecha par t ic ipó el suceso, po r ex t r ao rd ina r i o v iolento , al Gobernador y Comandan te gene ­ral de Jal isco,

No pasaron muchos días sin que empeza­ran á caer en pode r de la justicia a lgunos de los sal teadores.

A todos los que la fuerza públ ica ap rehen día, se les juzgaba sumar ia y mi l i t a rmente con a r reg lo á u n a ley rec ien temente exped i ­da p o r el P res iden te de la Repúbl ica , Gene­ral Santa- Anna, para que todos los l adrones en cuadr i l la que se ap rehend ie ran , fueran pues tos á disposición de la au tor idad mili­tar , y se les apl icara la pena de m u e r t e . Ca­si no hab ía un día, d u r a n t e un mes, que no hub ie ra u n o ó dos fusilados.

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E n J u l i o fueron a p r e h e n d i d o s en León P i o q u i n t o Ramírez , P e d r o J á u r e g u i , Nicolás E s q u e d a y Franc isco Mora, el ú l t imo de la gav i l l a de los asesinos de Don Ju l i án de los R e y e s . Todos fueron fusilados, y Mora, des­pués de sufr i r la ú l t ima pena , fué colgado en el camino q u e sale de Lagos para San Luis Potos í .

A los pocos días fué a p r e h e n d i d o y fusila­d o Bar to lo P r i e to , t ambién de los asesinos de Don Ju l i án de los Reyes , y de los bando­leros más consent idos del Amito . El cadáver fué colgado á la ori l la de un a r royo , sobre el a n t i g u o camino ca r re te ro nacional pa ra Guadala jara p o r San J u a n de los Lagos y La Venta.

Con mot ivo de ese suceso, el pueb lo bau­tizó á ese a r r o y o con el n o m b r e de Arroyo de Bartolo Prieto y así lo l laman todavía .

O t ro de los sal teadores que también en e-sos días fué pasado p o r las a rmas , l l amado Sixto ó Cir i lo Tallabas, fué además acusado d e var ios homicidios , r e spond iendo al Pres i ­den te del T r ibuna l Militar con inaudi to ci­nismo, q u e él solo debía u n a m u e r t e , que las demás , hasta las siete q u e le hacían de cargo las debía el Gob ie rno . El P res iden te del Con­sejo de G u e r r a , se a p r e s u r ó á in te r rogar le por q u é las debía el Gob ie rno , y contestó, q u e si después de la p r i m e r a m u e r t e q u e hi­zo no lo h u b i e r a n dejado con vida, no habr ía hecho las o t ros seis .

E L AMITO P E R S E G U I D O T E N A Z M E N T E . H A B I L I D A D D E UNA MUJER,

P O L I C Í A SECRETA D E GUADALAJARA. E L AMITO E N P O D E R

D E LA JUSTICIA-D E T A L L E S .

Del jefe p r inc ipa l de la gavi l la , el Amito Andrá s y d e su s e g u n d o Rafael del Águi la ,

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no se se tuv ie ron d u r a n t e a lgunos meses nin­g u n a s noticias.

El Gobierno de Jal isco, pe r suad ido de q u e mient ras que el Amito Andrés e s tuv ie ra l ib re no podr ía haber s e g u r i d a d e n los caminosde l Es tado y del Bajío ni en las poblac iones pe­queñas , tomó e m p e ñ o en p r o c u r a r su a p r e ­hens ión , y al efecto ofreció r e se rvadamen te buenas gratificaciones á las pe r sonas que lo en t regaran ó q u e dijeran d o n d e se le encon­t rar ía con segur idad .

El Gobernador y Comandan te Genera l de aquel Es tado , entonces Depa r t amen to , Don José M \ Or tega , rec ibió informes de que el p u n t o donde con más frecuencia residía el indicado sal teador, era la c iudad de Guana­jua to . Inmedia tamente env ió áel la dos de los mejores policías secretos q u e había en Gua­dalajara, h o m b r e y mujer casados, dándoles una carta par t i cu la r pa ra el Gobe rnado r y Comandante General de aquel Depar t amen to , Don Franc isco Pacheco , en la que le decía la misión que l levaban los esposos policías, y le supl icaba que les d ispensara su protec­ción p a r a e l m e j o r d e s e m p e ñ o d e sucomet ido .

El General Pacheco les ofreció su a y u d a tan luego como fuera o p o r t u n o q u e la Dece­n t a r a n , y que si quer ían , dar ía ó rdenes pa ra que a lgunos empleados d e confianza de la policía de la c iudad, les a y u d a r a á busca r al cr iminal . Esto ú l t ima no lo acep ta ron los po­licías tapat íos , d ic iéndole al G o b e r n a d o r que el Amito era h o m b r e q u e tenía muchos ami­gos y compañe ros en todas p a r t e s / y q u e te­n iendo var ios le. comisión de a p r e h e n d e r l o era fácil, casi s egu ro , q u e lo sabr ía p r o n t o y fracasaría cua lqu ie r p lan para cap tu ra r lo ; (pie ellos solos iban á ve r si lo encon t raban en a lguna par te , y cuando ya necesi taran del auxi l io de Ja policía, ocur r i r í an á supl icar le que se h s d i e ra .

Pasó más de un mes s in q u e el ma t r imo­nio policía encon t ra ra al Amito , y como el

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pr inc ipa l med io para consegu i r lo e ra el q u e nadie sup i e r a q u e se le buscaba , tenían los esposos policías q u e r e c o r r e r la c iudad en todas d i recc iones y a lgunas veces sal ir á po­blaciones inmedia tas en las q u e , con p re t ex ­to de fiestas rel igiosas, se j ugaban gallos, a l ­b u r e s y ru le tas en las plazas públ icas , fiestas q u e eran m u y concu r r idas po r la gen t e vi­ciosa y p o r los bandoleros q u e tenían en e-llas b u e n a s opo r tun idades pa ra ejercer el pi l la je .

Los policías vo lv ie ron á Guadala jara pa ra d a r pa r t e al General Or tega del mal resul ta­do de sus pesquisas , y un mes después vol.-v ió á manda r los p o r habe r rec ib ido nuevas noticias de q u e el famoso band ido estaba o-tra vez en Guana jua to .

Un día lo vio la muje r á fines del mes de Agosto; a n d u v o s igu iéndolo var ias horas has­ta q u e se despid ió de dos ind iv iduos que lo acompañaban , y s igu ió ya solo pa ra la Plaza del Mercado .

Esa mujer , pa ra de sempeña r u n a comisión como Ja quo l l evóáGuana jua to . l l evaba siem­p r e en su c u e r p o t res ó cua t ro enaguas de dis t intos colores y telas, y cuando menos dos rebozos empa lmados , con el fin de q u e si el e sp iado vo l t eaba á ve r si lo seguían , cambia r de enaguas y de rebozo á la vue l ta de li­na esquina ó en un zaguán con notable p r o n ­t i t ud ,pues no hacía más q u e ocul ta r las ena­g u a s q u e l levaba á la vista , de jando vis ibles las s igu ien tes , s egún la combinac ión de cin­tas q u e pa ra el caso usaba, y vo l tear los r e ­bozos pa ra q u e queda ra encima el q u e l le­vaba cub ie r to .

El Amito en t ró á u n a taberna ; después de m u c h o ra to salió y se d i r ig ió á e x t r a m u r o s d e la c iudad , p o r la m a r g e n izquierda del a r r o ­yo . La mujer , a u n q u e lejos, no lo pe rd ía de v i s t a .

E l band ido hizo alto en el mismo a r r o y o , y d e s p u é s de cerc iorarse de q u e no era obser -

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vado p o r gen te sospechosa, a t ravesó el cauce, se incl inó á un caño y la mujer notó q u e in­t rodujo el brazo, y que es t i raba ó sacaba al­g o del caño. E n seguida con t inuó la m a r c h a p o r el mismo a r r o y o , dio vuel ta p o r el calle­jón más p róx imo , rodeó la manzana y en la calle paralela al a r r o y o , empujó la p u e r t a de una casa y en t ró . La mujer s iguió obse rvan­d o . Después de más de media hora , el band i ­d o salió, est i ró la p u e r t a y se in te rnó en la c iudad, s igu iendo luego e l eaminode La Luz.

La mujer volvió al a r royo pa ra hacer u n regis t ro del caño y descubr ió q u e in t rodu­ciendo más de la mitad del brazo, se alcanza­ba la pun t a anudada de un cordel , q u e esti­rándolo con a lguna fuérzase notaba q u e ser­vía para qu i t a r a lguna t ranca. Dio la vuel ta á la manzana, empujó la pue r t a , y vio que la t ranca estaba o t ra vez en su lugar , impidien­do que la pue r t a se abr iera . F u é á d a r a -viso al mar ido de lo q u e había vis to , y los dos esposos se d i r ig ie ron luego á poner lo to­do en conocimiento del General Pacheco , qu ien dio al Prefecto la orden respect iva pa­ra q u e la policía, conducida po r aquél los , h i ­c iera la aprehens ión del famoso cr iminal .

Los agentes secretos tapat íos , con la hab i ­lidad acredi tada que tenían, y después de la media noche, pene t ra ron á la casa acompa­ñados de un jefe y soldados de la policía d e Guanajuato , encon t r ando al Amito d o r m i d o en los brazos de "la chula de campana" co­mo él le decía.

La en t rada rápida de los agentes de poli­cía y las luces de las l in ternas , desper ta ron al Amito, el que v io lentamente saltó de la ca­ma para tomar sus a rmas , pero en el acto fué apr i s ionado p o r sus ap rehensores , sujetán-do le losbrazoscon fuertes cordel es de cáñamo.

A un lado de la. cama, en el cen t ro de la pared del cua r to , tenía el Amito u n c u a d r o de la Virgen del Pi lar . El jefe de los a p r e ­hensores , en el pa r t e que r ind ió , cons ignó

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el deta l le de q u e el Amito , al estar le ama­r r a n d o los brazos , dir i j ió u n a increpación al c u a d r o d ic iéndole con enojosa mirada: ''Ma­dre mia, siempre fe he pedido une no permi­tas que me agarren así, indefenso. — Está-bien.

En el acto fué l levado á la cárcel, ponién­dolo en r i gu rosa incomunicación, y á las siete de la mañana , con las debidas p recau­ciones y dob le e sco l t ado cabal ler ía , fué re­mi t ido pié a t i e r r a por el Gobe rnado r de Gua­najuato á d isposic ión del General Don José Ignac io Gut ié r rez , Comandan te Militar del Cantón de Lagos , dando á la vez aviso al General Or tega de la ap rehens ión y remisión del reo, y hac iendo g r a n d e s elogios de los esposos policías secretos de Guadalajara , p r i c ipa lmen te de la as tu ta mujer .

A los cua t ro días de camino l legó el p reso á su dest ino, e n t r e g á n d o l o e l oficial que man­daba la escolta, al General Gut iér rez . Este s eño r lo m a n d ó incomunicado á la cárcel , lo juzgó mi l i t a rmen te con a r r eg lo á la ley mar­cial , y con p re t ex to de que andaba cerca una gavi l la de ladrones con intención de asal tar la cárcel y sacar al reo , ab rev ia ron la suma­ria y antes de se tenta y dos horas fué fusila­d o el 5 de Sep t i embre del mismo año de 1853, en el lado n o r t e d e laplaza p r inc ipa l , enmedio d e la bot ica del señor F rade y de una es­cuela públ ica de niños,

En las pocas horas q u e e s tuvo encapi l lado , r ehusó toda clase de auxi l ios espi r i tua les , y ya d e n t r o del cuad ro , pocos momentos antes de rec ib i r la m u e r t e , el padreMuñoz , Comen­d a d o r del Conven to de la Merced, en t ró al c u a d r o , que lo formaban unos pocos policías y vecinos de la c iudad , comerc iantes y ar te­sanos , se acercó al jefe y le supl icó (pie sus­pend ie ra un m o m e n t o la ejecución, mien t ras q u e hablaba con el sen tenc iado á ve r si lo­g r a b a q u e se confesara.

El jefe del c u a d r o accedió á la pet ición y el sacerdo te exci tó al reo á que se d ispus iera

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cr is t ianamente á mor i r , p e r o el Amito lo des-p i d i ó c o n e n o j o d i r i g i é n d o l e a lgunos insultos.

Como estaba d ispues to q u e después d e eje­cu tada la sentencia , el cadáve r del reo fuera co lgadoen un p u n t o y a s e ñ a l a d o d e a n t e m a n o , el pueb lo , ind ignado p o r q u e el Amito no se confesó y por los insul tos que le dijo al pa­d re Muñoz que era en Lagos bien es t imado, se apode ró del cadáver y en ras t ra sobre un petate, lo l levó hasta el l u g a r donde lo colga­ron, en el camino que va d e Lagos para León, á la orilla de un recto y p in toresco callejón l l amadoPor tuga le jo , con frondosa y elevada a rbo leda en a m b o s lados.

No sé si el pueb lo , las au to r idades ó los sacerdotes desai rados por el reo, qu i s ie ron que todos los caminantes supieran q u e aquel de l incuen te ,ya cast igado por la jus t ic ia h u m a ­na, había muer to fuera de las práct icas de la rel igión católica, y con tal fin le pus ieron li­na pequeña tabla como de qu ince pu lgadas en cuadro co lgada del cuel lo y cub r i éndo le el v ien t re , c o n u n a i n s c r i p c i ó n de l e t r a sg ran-des y m u y negras que decía: "MURIÓ IMPE­N I T E N T E . "

En la noche, dos ladronzuelos , de esos q u e no respetan ni á la muer t e , fueron á Po r tu ­galejo con el fin do despojar al muer to del pantalón de casimir y de las buenas botas de cuero inglés q u e por taba , pero al qu i t a r l e éstas, v ieron q u e había seis onzas de oro de á diez y seis pesos en cada una , hal lazgo q u e p rovocó la codicia en los rateros y q u e por a legar mejor derecho el q u e había p ropues to el robo l levaron la d i sputa hasta el escánda­lo y la r iña, lo q u e les dio po r resul tado que el juez auxi l ia r del rancho inmediato los a-p rehend ió y los mandó á la c iudad consig­nados á la Je fa tu ra y Comandanc ia Militar, con los objetos q u e mot iva ron la cues t ión.

* * *

El señor Licenciado Don Mariano Tor re s Aranda, nat ivo de Lagos, dos veces J u e z d e

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Let ras del Cantón , d i p u t a d o al Congreso G e ­neral Cons t i tuyen te de 1856 á 1857, des ­p u é s vec ino de San Luis Potosí en l a rga tem­p o r a d a y Secre tar io de Gob ie rno de Don Sos­tenes Escandón, me d i s t ingu ió con su val io­sa amistad y él me p roporc ionó a lgunos de los da tos q u e dejo cons ignados re la t ivos al asal to á la c iudad de L a g o s , d e b i e n d o l o s d e -más, impor t an te s y cur iosos , hasta la m u e r t e del Amito Andrés y despojo del cadáver , á los señores Don Miguel Aranda , Don José M R . Vil la lobos, Don Ignac io H e l g u e r a y Don José Pérez Aranda; los cua t ro o r ig ina r ios de Lagos , q u e viven todavía y q u e igua lmente me h o n r a n con su amistad, apar te de los a-p u n t e s de o r igen oficial q u e por mis inves t í 1

gac iones he pod ido r eun i r .

MANUEL CAÑEDO Y R A F A E L DEL

ÁGUILA, LLEVADOS POR E L DESTINO A

EXPIAR SUS CRÍMENES.

Volveremos á esos dos asesinos, pa r a que las ú l t imas notas de su v ida , jun tas á las del Amito Andrés , sean el ep í logo de la t ragedia del 8 de E n e r o de 1853.

T e n g o que rectificar lo q u e por faltado re­visión o p o r t u n a de mis apun te s , dije en pá­g ina an t e r i o r de este folleto.

No so lamente Manuel Cañedo es tuvo en San Luis en p o d e r de la justicia. En el mis­mo año en el que po r p r imera vez es tuvo és­te p reso , lapc l ic ía d e O u a n a j u a t o a p r e h e n d i ó en aquel la c iudad á E u g e n i o Rel t rán, Timo­teo Medina, Sofero Ponce , Valentín y José M a . Rodr íguez ó Vázquez, José María Ruiz ó Rivas y Rafael del Águila, que se había cam­b iado el n o m b r e por el de P e d r o Araiza. A todos esos i nd iv iduos los remito el Goberna­d o r de Guana jua to á d isposic ión del Coman­dan te Mili tar del Cantón de Lagos , como

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cómplices en el asalto á d icha c iudad en Ma­yo de 1853, adv i r t i éndo le q u e esos mismos ind iv iduos , ó c u a n d o menos Rafael del A-gui la y E u g e n i o Bel t rán , habían pe r t enec ido según informes ver ídicos , á la gavi l la q u e asesinó al Gobernador de San Luis .

De Lagos fueron remit idos esos reos á ésta ciudad y se les empozó á tomar las respect i ­vas declaraciones. Eugen io Bel t rán se enfer­mó ó fingió enfermarse y pasó á cu ra r se al Hospi tal . A los pocos días se fugó de ese es­tablecimiento, l levándoseal cent inela con to­do y fusil. Se l ibraron e x h o r t o s pa ra todas pa r tes , pe ro no se ap rehend ió á n i n g u n o de los prófugos .

Rafael del Águi la , Timoteo Medina y So te­to Ponce , nombra ron defensor al Licenciado Don Gregor io Vázquez

Valentín y José M a . Rodr íguez ó Vázquez, nombra ron al Lic. Don F o r t u n a t o N a v a .

José M a . Ku izó Rivera , á Don Refugio Za­m a r r o n y Manuel Cañedo al Lic. Don J u a n N. González.

El juez recibía exci tat ivas cada u n o ó dos meses del Gobernador y Comandan te Gene­ral Don Anastasio Pa r rod i , para q u e act ivara el proceso, d ¡r iéndole que en ello estaban interesados el h o n o r del Depa r t amen to y el buen nombre de las au to r idades judiciales; y el Tr ibuna l de Jus t ic ia le o r d e n a b a también con frecuencia que informara por q u é demo­raba tanto la terminación de d icho proceso .

El juez, a lgunas veces se d i scu lpaba con sus enfermedades , ot ras con las de la familia, o t ras con ocupaciones u rgen t í s imas del em­pleo que desempeñaba , y otras p o r q u e espe­raba que le devolv ieran exhor to s que ha-b í ad i r ig ido á a lgunas au to r idades del Depar­tamento y á otras de d iversas poblac iones de la República.

Después de a lgún t i empo , cua t ro de los a-cusados fueron puestos en 1 iber tad, s iguien­do presos Rafael del Águila (pie ya no tenía

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ese ape l l ido , s ino el de Morales, y Manuel Cañedo , p o r q u e había todavía, motivos pa ra con t inua r , respec to de el los, la aver iguac ión .

El juez seque jaba d e q u e ésta e ra t o rpe y d i -la tada p o r q u e en Lagos habían fusilado al Amito Andrés , q u e era el que hab r í a podido da r mayores luces en las di l igencias que se p rac t i caban .

También el Amito Andrés , al l legar preso á Lagos , p id ió con insistencia al Comandan te Militar que lo remi t ie ra á San Luis, que aqu í tenía causas p e n d i e n t e s d e m a y o r impor tanc ia

El facineroso sabía bien lo que le conve­nía. Aquí podía con ta r con la poderosa in­fluencia de sus an t iguos cómplices y b u r l a r una vez más á la just icia, pe ro el General ' Gut ié r rez dijo, que a u n q u e fueran más gra ­ves los deli tos del Amito en San Luis, no po­dr ían las au to r idades potosí ñas imponer le u n castigo m a y o r del que él iba á imponer le en Lagos , que p o r lo mismo ora inúti l remi­t i r lo , que era más segura allí y más p ron t a la aplicación de la pena de m u e r t e en el au­daz c r imina l .

Parece que el General Gut iér rez t uvo ra­zón en la negat iva , según lo que pasó con Águi la y socios, remit idos por el mismo se­ñor Gut ié r rez pocos meses después , po r de­ferencia con las au tor idades de San Luis , á disposición de la judicial que conocía del a-se.«inato del señor Reyes ,

No se sabe si Rafael del Águi la sería también pues to en l iber tad por el mismo juez ó si ha­br ía quien le p ro teg ie ra la fuga como á E u ­gen io Be l t rán , y no se sabe por q u é los cua­de rnos de la vo luminosa causa también fue­ron desaparec iendo l e n t a m e n t e , q u e d a n d o en el a r c h i v o d e l juzgado solamente los que con­tenían di l igencias q u e á n i n g u n a persona de cierta posición social podr ían compromete r . El hecho es que Rafael del Águi la disfrutaba á poco t i empo de absoluta l iber tad, como lo ve remos ade lan te .

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Respecto á Manuel Cañedo , q u e ya estaba q u e r i e n d o hacer descubr imien tos , ya he d i ­cho como salió l ib re en esa p r i m e r a vez de su pr is ión, y dije también q u e rec ib ió de sus pro tec tores u n a cantidad de d i n e r o en onzas de oro para q u e se fuera al o t ro lado del Bravo y con esa condic ión se le ab r i e ron las puer t a s de la cárcel , hac iendo el saínete de la soga anudada para que se c reye ra p o r el públ ico que se había fugado, sa lvando las paredes de la cárcel y de la casa cont igua .

* + *

En aquel t iempo la onza era una moneda de oro que tenía ese peso, ó sea la décima-sexta fracción de una libra. El o ro no tenía un valor tan alto como el que ahora t i ene . La onza valía diez y seis pesos, á peso la on­za de plata amonedada , sin n i n g ú n interés en el comercio ord inar io ; p e r o cuando se de­seaba cambiar una onza de oro por plata, en­tonces el oro era el que tenía un descuento de dos ó cua t ro reales en cada onza. Sola­mente las monedas pequeñas do oro de uno ó dos pesos de valor, á las que se les l lama­ba escudos, tenían un premio de uno ó dos reales, respect ivamente , cuando se buscaban para regalos en los baut ismos ó para premios en las escuelas, p o r q u e esas monedas gene ­ra lmente escaseaban en v i r tud de que se a-acuñaban en poca cant idad.

* * *

Por la precipi tación con que Cañedo salió de San Luis , pues de la cárcel s iguió luego el camino del Norte, no t u v o t i empo de lle­var á la muje r (pie lo acompañaba , pero le dejó o rden y d ine ro para que en a lguno de los t renes de carros (pie hacían el tráfico de San Luis á la frontera, pagara pasajes para ella y a lguna cr iada que la acompañara hasta Matamoros, donde la esperar ía

La mujer no se resolvió á e m p r e n d e r ese largo viaje, po r tener en San Luis madre y he rmanos , y dejó á Cañedo esperándola . 8 0

Este , q u e le tenia á la mujer g r a n ca r ino , v iendo q u e pasaba con exceso más t i empo del necesar io pa ra que l legara á su lado, re­solvió vo lve r de incógni to á San Luis para l levarse á la muje r , pero al pasar p o r el Ve­nado, en una noche de fiesta, tomó a lgunas copas de v ino , t uvo una r iña, go lpeó é h i r ió al adve r sa r io y fué r educ ido á pr is ión

El juez s u p o q u e tenía en San Luis causa pend ien te p o r el asesinato del señor Reyes, y p r e v i a s las di l igencias q u e se prac t icaron y el oficio del juez de San Luis p id iendo al reo, fué éste remit ido con las s egur idades conven ien tes .

A lgunos de los an t iguos socios del Di rec­tor io Revoluc ionar io de R iove rde , que de­sempeñaban empleos ó cargos honoríficos en la adminis t rac ión públ ica , se a la rmaron lue­go q u e sup ie ron q u e Cañedo estaba o t ra vez en la cárcel , t emiendo que hic iera revelacio­nes q u e pud ie ren compromete r los , ante la just ic ia y p r inc ipa lmente ante la sociedad, pues ésta, a u n q u e oía menc ionar nombres conocidos en t re los q u e d ispus ie ron y paga­ron el asesinato de Don Ju l i án , no estaba su­ficiente y lega lmente comprobada esa par t i ­cipación y po r tanto la opinión públ ica va­cilaba respecto de var ios ind iv iduos , y las familias no sabían nada de c ier to acerca de la complicidad de sus jefes; dudas que se ha­br ían d is ipado si Cañedo por t emor á la te­r r ib le pena q u e debía esperar , y por no su­frir solo el cast igo, hub ie r a descubie r to á los pr inc ipa les au to res del del i to .

En esta vez los an t iguos enemigos de Don Ju l i án ya no pensaron en a r reg la r l e á Cañe­do otra fuga, s ino que dec id ieron evi tar pa­ra lo sucesivo el pe l igro do quV la justicia y la sociedad se cerc ioraran del medio vi l lano á que habían ellos ape lado para satisfacer ambic iones á pues tos inmerec idos y rencores inmotivados . • P o n i e n d o en j u e g o relaciones é influencias

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propias y agenas , hicieron q u e p o r renuncias ó licencíasele jueces , se h ic ieran cargo d o l o s juzgados de San Luis y Venado, personas complacientes con ellos. Volvió á ped i r á Cañedo el juez del Venado, se entabló una competencia que a u n q u e no fué ganada p o r éste, el juez de San Luis accedió á m a n d a r á Cañedo únicamente para una di l igencia que no so podía pract icar en esta c iudad, y con la adver tencia que te rminada , fuera en el ac­to devuel to el reo á San Luis.

Cumpl iendo esa disposición fué conduc ido Cañedo ,po r el camino nacional del Nor te con dirección á Venado, pié á t ierra , con escolta de infantería, pe ro en un pun to conocido p o r "Caiión de Bocas ," dizque p re t end ió fugar­se, y la escól ta le hizo una descarga en la es­palda, cayendo muer to en el acto.

Este fué el p r imer caso en la Repúbl ica de la aplicación de la leí/ fnaa. Después el Ge­neral reaccionario Don José María Cobos, es­pañol , la p rod igó en los Estados de Oaxaea, Pueb la y Veracuz, en seguida la usaron o t ros jefes mili tares de todos los par t idos pol í t icos , y á m a y o r abundamien to varios g o b e r n a n t e s civiles (pie po r economía de t iempo no suje­taban á sus enemigos polít icos ó á los delin­cuentes del orden común , á la lent i tud de los procesos, y los remitían en las noches, fuera de las poblaciones , con orden expresa ñeque m [lujaran; pero la honra de la invención es de la p rop iedad de los que pagaron y dir i ­gieron la mano alevosa de los viles y crueles asesinos de Don Ju l ián de los Reyes

* *

El mes de Enero y parte de Feb re ro de 1857, sufrió la ciudad de San Luis Potosí el sitio más r idiculo «pie puede el lector imaginarse , y que d u r ó más de cuaren ta d í a s . Era yo entonces es tudiante de j u r i s p r u d e n c i a .

En u n o de esos días tuve q u e venir de la Soledad donde mi familia, con ot ras muchas , estaba refugiada h u y e n d o de si t iados y sitia -

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clores, q u e e ran iguales en cuan to á desorde­nados y pel igrosos pa ra la p rop iedad y para la s egu r idad de los vecinos pacíficos.

Al pasar por la encruci jada del Venadiro, me de tuv ie ron unos soldados y me l l eva ron con su jefe, q u e en esos momentos es taba en ese p u n t o de su l ínea, pues su comis ión era r eco r r e r p o r las ori l las de la c iudad en los r u m b o s o r ien te y nor te , pa ra hostil izar á los g u a r d a s de la Aduana y á los serenos que o-cupaban respec t ivamente la a l tu ra de San J u a n de Dios y el edificio de la A lhónd iga .

El jefe me p r e g u n t ó de d o n d e venía y á d o n d e iba, y le conocí ¡me le gus tó mi caba­llo. Le contesté q u e iba á mi casa que estaba fuera de t r incheras , con objeto de l levar al-' g u n o s encargos para la señora mi madre que es taba en Soledad de los Ranchos . Me per­mit ió q u e pasara dejando el caballo en p ren ­da fie que volver ía , y de que no había de en­t r a r al recinto fortificado, y t u v o la galante­ría de que me acompañaran dos soldados hasta la esquina de la p iedra redonda . Lle­g u é á mi casa, saqué las piezas de ropa y el d i n e r o que me o r d e n ó la señora mi madre y vo lv í al Venadi to con el convencimiento de q u e tendr ía q u e r e g r e s a r á pié á la Soledad, cuando bien me fuera.

C u a n d o l legué á dicha encruci jada ya es­taba allí o t ro p ique te de caballer ía como de doce hombres . Lo mandaba Lorenzo Vega, de aprec iab le familia de San Luis y amiga de la mía. L u e g o que me vio me dio un a brazo, p r e g u n t ó que andaba yo haciendo po r allí, le dio el informe el oficial del desta­camen to , y en el acto dio o rden Lorenzo de q u e me en t rega ran mi caballo. Vamonos, me dijo, voy á encaminar te hasta el puen tec i to del Campo Santo.

Al ir á m o n t a r en mi cabal lo, me dijo Lo­renzo: "F í j a te en ese ten iente q u e está allí en el jacal del banco de he r ra r . Es Rafael del Águi la , el s e g u n d o del Amito Andrés en

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la gavi l la que asesinó á Don Ju l i án de los Reyes. Después de h a b e r estado preso p o r ese del i to , anda ahora en la bola de la g u e ­r ra , y v ino en el bata l lón de Aguascal ientes q u e está en el conven to de San F r a n c i s c o . "

Ese día conocí al famoso band ido , del cual , o t ro amigo mío de Zacatecas, Miguel Amozurru t ia , me rega ló a lgunos años des­pués , u n a copia de la filiación de del Águi la tomada en 1854 y que exist ió en un juzgado de Je rez . Dice así:

" R A F A E L D E L Á G U I L A . "

Capitán de ladrones , cómplice en el robo de la conducta de Catorce, d i rec tor del asal­to á la Hacienda del Car ro , de donde se ro­bó cincuenta caballos de los po t re ros de Don Rafael Car re ra , y del asalto á Don Manuel Díaz de León, au to r de otro robo de caballos del rancho de los Acostas, y del asalto á Rin­cón de Romos; s e g u n d o jefe de los asesinos del Excelent ís imo señor Gobernador de San Luis Potosí , Don Ju l i án d é l o s Reyes, y de los sal teadores á la c iudad de Lagos el año pasado de 1853.

Es alto, bien formado, t endrá de t re in ta y tres á t re in ta y c u a t r o a ñ o s d e edad, ojos zar­cos, s iempre rasurado , las p ie rnas a lgo ar­queadas como las de los rancheros que acos­t u m b r a n anda r mucho á caballo, g ü e r o tos­tado, delé jos parece t r igueño , t iene m u y b l a n -ca la den t adu ra y f recuentemente sonr íe al estar p la t icando.

No sé, después del sitio menc ionado , quo empezó á los t reinta y t res días del p r o n u n ­ciamiento del General Calvo y Don J u a n Othón p o r religión y fueros y t e rminó con la venida do Vidaurr i á San Luis po r p r imera vez, lo que suceder ía con el batal lón de A-guascal ientes , si regresar ía á su Es tado ó si marchar ía á incorpora rse á la División del General Pa r rod i .

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Creo q u e Rafael de lAgu i l a ha de h a b e r s i -do s epa rado de ese ba ta l lón ó q u e él se se­parar ía vo lun ta r i amen te , p a r a vo lve r á la v ida de sa l teador de caminos , que a u n q u e más azarosa, debía ser para él más p roduc ­t iva y sobre todo más independien te .

E n a lguna de sus excurs iones fué á resul­ta r á Matehuala , á fines de 1859 ó pr inc ip ios de 1860, y como era de r igor , lo a lojaron en la cárcel por r iña y her idas .

Le estaban s igu iendo la causa c u a n d o l le­g ó á aquel la población, en tonces Villa, p ro ­cedente del Valle de Pur í s ima, el Coronel t amaul ipecoDon Martín Zayas, con la Briga­da q u e m a n d a b a , de ten iéndose en Matehuala a l gunos días con el fin de d a r descanso á lá t r opa y hacer efectivo un p rés tamo forzoso pa ra las a tenc ionesde la Br igada .

Un día p id ió á la p r i m e r a au to r idad local una lista de los presos con expres ión de los del i tos y del t i empo que tenían de rec lus ión .

Esta petición la hizo para ver cuantos ha­bía de deli tos leves y los q u e ya es tuvieran p róx imos á c u m p l i r sus condenas , para sacar á todos esos y ag rega r los á sus t ropas .

El a l ca ide /a l l levar le la lista, le dijo q u e uno de aquel los presos por deli tos leves, no se l lamaba como en el reg is t ro decía, q u e su v e r d a d e r o n o m b r e era Rafael del Águila,

— ¿Cómo? dijo el Coronel Zayas ¿Rafael del Águi la?

- Sí señor , contes tó el Alcaide .

-A ver , t rá iga lo usted, amar r ado y con escolta

El Coronel Zayas sólo lo conocía de nom­bre , como uno de los asesinos de Don Ju l i án de los Reyes .

Mandó l lamar al juez de paz, le dio orden pa ra q u e levan ta ra una acta de identificación de la pe r sona del reo, d ic iéndole q u e en su B r i g a d a había oficiales y so ldados cpie p o ­dían dec la ra r p o r q u e lo conocían bien, y q u e

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t e rminada dicha acta, le d ie ra cuen ta con ella antes del medio d í a .

Esos oficiales y soldados á qu ienes se refi­r ió el Coronel Zayas, habían conocido años antes á Rafael del Águi la en las fuerzas de Aguascal ientes , cuando p o r l ibrarse de la persecución de la just icia, se había dado de alta en la t ropa activa del vecino Estado.

Luego (pie el Coronel Zayas se impuso d e la acta, mandó q u e el reo fuera l levado al mesón donde se alojaba un cue rpo de infan­ter ía y que lo pus ieran con cent inela de vis­ta en uno de los cuar tos .

A su secretar io le dio u n acuerdo para q u e al pié de la acta escribiera un au to ó decre to expresando: q u e po r el es tado de g u e r r a en. que se hal laba el país, y especia lmente el Es­tado de San Luis Potosí , no era posible q u e las au tor idades judiciales funcionaran con regu la r idad y total independencia , s iendo a-demás notorio q u e esas au tor idades e ran puestas y removidas po r los jefes mi l i ta res de los par t idos contendien tes que ocupaban las poblaciones, resu l tando q u e p o r esa ins­tabil idad eran diferentes las leyes que regían y no había segur idad en las cárceles para los cr iminales de deli tos atroces.

(¿ue por estas consideraciones no era con­veniente que el sa l teador y asesino Rafael del Águila , con t inuara de ten ido en la cárcel de Matehiiala por el deli to leve de que se le juzgaba , p o r q u e ya p ron to ob tendr ía su l i ­bertad y segui r ía en su ca r re ra de c r ímenes bu r l ando á la justicia, como hacía más de seis años quo lo estaba haciendo, desde el asesi­nato de Don Ju l i án de los Keyes, y quo en acatamiento á los pr incipios do la misma jus­ticia y en obsequio de la segur idad y g a r a n ­tías de las poblaciones cor tas y de las lincas de campo, usando de las facultades q u e las leyes de la g u e r r a concedían á los jefes d e fuerzas expedic ionar ias , d isponía q u e el r e o de homicidio Rafael del Águi la fuera pasado

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por las a rmas el mismo día á las c inco de la t a rde , en el l u g a r q u e el Mayor genera l de la Br igada de t e rmina ra , cuyo jefe tomar ía el mando de la fuerza q u e formara el c u a d r o , de conformidad con la o rden ex t r ao rd ina r i a q u e acababa de dic tar , y q u e e jecutada la pe­na, fuera colgado el cadáver en el camino q u e más h u b i e r a f recuentado el reo en sus excurs iones cr iminales».

Dispuso, además , el Coronel Zayas, que de esa acta se sacaran dos copias certificadas; u n a q u e se remit i r ía al Cuar te l General del Ejérci to F e d e r a l , y la o t ra al de la Divis ión del Genera l Don J u a n José de la Garza, á la q u e per tenec ía su Br igada .

La ejecución de esa sentencia mil i tar se vori lie ó fuera de la pob lac ión , sobre el cami­no de San Luis , y el cadáver permanec ió col­g a d o m u c h o t i empo, ignorándose si la aves de rap iña lo devora ron ó el mismo t iempo lo consumió .

* *

Deseaba lijar la fecha precisa del fusila­mien to de Rafael del Águi la , como lo hago con la de la ejecución del Amito Andrés , por h a b e r sido aquél el s e g u n d o jefe de la gavi ­lla del Amito, y, como éste, de g r a n fama y r e n o m b r e en los anales de la c r iminal idad , pe ro no me fué posible consegui r la .

Los datos relat ivos á su inesperada y vio­lenta muer te , me los facili taron en dis t intas épocas los an t i guos vecinos de Matehuala, señores Don Teodoro Castillo, Don Zeferino F lo re s y Don Fe l ipe Hoyue la . Los t res me di jeron lo mismo con d iversas pa labras , pe ro n i n g u n o r eco rdaba la fecha deseada. Tam­bién se la p r e g u n t é al señor Lic. Gaitán que v ive ahora en San Luis y q u e creí (pie la re­corda r í a per fec tamente ; pero me contestó (pie estaba él en Tampico c u a n d o el Coronel Zayas m a n d ó fusilar á Rafael del Águi la , q u e en aquel pue r to supo el acontec imiento , pe­ro (pie s i empre ha ignorado la fecha en que

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tuvo lugaL', Por último, con la esperanza de que en alguno de los archivos de las oficinas 6 en poder de algún particular, existiera la acta de identificaci6n que en extracto me di6 el señor Hoyuela y que menciono en otro lugar, dirijí una carta al actual señor Jefe Político Don Manuel E. Izaguirre, suplicán­dole que, mediante su influencia, se sirvier'a averiguaL' el paradero de esa acta, y si lo 10-gmba,mandar sacar una copia y remitírmela.

El señor Izaguirre, con verdadero empe­ño, que mucho le agradezco, hizo las inves­tigaciones necesarias para encontrar el dato hist6rico que le pedí, pero todo fué inútil; no existe en ninguno de los archivos,

Si esa acta qued6 en el archivo del Ayun­tamiento, no es extraño que ya 110 esté ~n él. Ese archivo, como la mayor par'te de los del Estado, sufrieron lamentables mutilacio­nes en las guerras civiles que azotaron al país y si qued6 en el del juzgado de paz, tam­poco existe en Matehuala, por'que todos los restos de archivos de juzgados, fueron rem i­tidos hace tiempo al Supremo Tribunal de ,Justicia por di:-;posici6n del mismo respeta­ble cuorpo; de manera que si la dicha acta no se extravi6 en aquella ciudad, estal'á en el archivo del l'efeI'ido Tribunal, y no es tan necesal'ia, que valga la pena de ocupar algún tiell1po en buscarla en esa inmen:5a aglome­l'aci\Sn de papeles.

Si las autoridades potosinas que funcio­naban en los días el el hOl'1'ible rlelito', y las que les sucedieron ha~ta la p!'escripción de la ley penal, no fueron suficientemente acti­va~ y eficaces pam procu['al' la aprehensi6n de los asesinos y de sus c6mpl ices, y apli~ carIes el condigno cast igo. el juez de los juece, dispu~o que los principales malhe­chores fuel'an detenidos en su carTera de crí­menes y ex pia['an del modo más público y vergonzoso el que con tanto ,escánda,lo y crueldad cometieron en un hombre honrado

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y benéfico; 'y para vergüenza de esas autori­dades, los referidos malhechores fueron cas­tigados por autoridades extrañas al E~tado de San Luis, toma.ndo en consideración en sus fallos, á mayor abundamiento, el asesi­nato del Gobernador potosi no .

. Consta suficientemente comprobado que cinco asesinos, Eulogio Morales (a) El Ami­to Andl'és, su segundo, Rafael del Aguila, BSl,tolo Prieto y Francisco Mora, fueron fu­s ilados, y Manuel Cañedo asesinado por 01'­don de sus antiguos c6mplices, los que paga­ron la muerte ' de Don .Tulián de los Reyes. De los otros siete, solamente se supieron los nombres de los hermanos Beltrán, y de los cinco rE-stantes, ni los nombres fueron cono-' cidos. . , Tal vez los siete 6 algunos de ellos serían también de los fusilados en Lagos, ignnrán­dose en SUB breves sumarias, por ser de 1m; el'Íminales más vulgares. el participio que hayan tenido en el atentado contra el Go­bernadol' de San Luis.

De los catorce socios del Directorio Revo­lucionario de Rioverde.,Tesponsables ante la justicia divina, ya que la humana fué impo­tente par.a juzgarlos como incitadores oe los asesinos del señor Reyes, yo conocí .perso­nalmente á diez, y puedo asegurar que á nin­guno le fué pl'ovechosa la muerte de aquel gobemante y la ol'fandad de su inocento y numer'osa familia.

So lamente uno fué el que llegó á tener gran 'influencia con un Gobel'nadór del Es· tado, que pOI' circuntancia especial lo pl'ote-

. jió para que pudiel'a evadirse de la acción de la justicia y ampal'al' á sus antiguos colegas, pero tampoco .pas6 de ahí; no.ocup6 los ele­vados puestos de honor que ainbicionaba, ni tuvo despuéR predominio ni s iquiera consi­ot.waciolles personales con los gobel'llantes

. ::ouceSOI'es de aquél. .. y est J era muy natul'al y debido, pOl'C}ue

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hombres poseedores en lo general de capita- . les de más ó menos consideración, «5 ti~ títu­los profesionale!!, que por cualquiera de las dos circunstancias ocupaban un buen lugar en los círculos sociales, dieron una prueba de perversos sentimientos con haber recurrido al ,asesinato para satisfacer rencillas perso­nales, y la dieron también de que no les eran extraüas las íntimas l'elaciones de amistad y de compañerismo ~on los salteadores y ase­sinos que más se distinguían en aquel tiem­po en la perpetración de delitos atroces.

. Pero esa protección tampoco fué bastante por si sola para ponerse en lo absoluto fuera del alcance de la autoridad, tuvieron que gastar gruesas cantidades de dinero de sus peculios particulares, que jamás pudieron reembolsarse.

Además, se les conocía que en su vida ordi­naria no tenían la tranquilidad de que disfru­ta el que no ha causado un mal grave é irre­'parable, palidecían siempre que en su pre­sencia se ofrecía alguna conversación reCOl'­dando el sangriento suceso, y hubo algunos que por hipocrecía, para alejar de si las 80S­pechas del público, ó por verdadero arrepen­timiento, pagaban am,;almente cada, día 8 de Enero, misas en San Francisco por el des­canso del alma de Don ,Tulián.

Todos los catorce indivitluos bajaron ya á la tumba. Solo éllo~ sabrían hasta qué punto llegaban los remordimientosdesu conciencia.

La actual generación potosina sabe P9r de­ficiente tradición, el crimen' qUf'> hoy relato con los detalles vel'dadel'Os que en mi larga vida he podido adquirir, y aunque esta mis­ma generación, con pocas excepciones. es poco afecta é t.'studios de esta índole y ni si­quiera á·lectur'ss generales, tal vez venga 0-

tl'a Ú otras que apl'ovechen los datos que por ahora sólo quedan escritos, pal'a d'ifUll­dir en las clases sociales el ' conocimianto de la vida de la tierra natal.

F[K.