Diario de una invasión zombie

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Cuando los muertos vivientesinvaden la tierra, huir es la únicasalida.Una epidemia desconocida arrasa elplaneta. En Estados Unidos, unmarine desertor empieza un diariodesde el sótano de su casa,convertida en búnker, en el que nosrelata sus problemas para resistirse alos muertos vivientes que parecenhaber invadido por completo el paísy el mundo. Pero no hay lugar seguroy, en seguida, tiene que emprender

una huída sin rumbo, por tierra, mar yaire, siempre medio paso por delantede los muertos vivientes queamenazan con devorarlo yconvertirlo en uno de ellos.

J. L. BourneDiario de una

invasión Zombie

ePUB v1.1Miguelex 17.03.12

Introducción

Hace años que soy fan de loszombies. Puedo asegurar que hepasado más de la mitad de mi vidacomo un adicto sin remedio acualquier cosa que tuviera que vercon no muertos. Me comprocualquier novela o película queincluya la palabra zombie en eltítulo. No hace falta decir que estesistema de compras me ha deparadoalgunas decepciones horribles, como

Night of the Zombiees (Apocalipsiscaníbal) pero también algún hallazgogenial (Redneck Zombiees).La mayoría de compras seprodujeron por pura casualidad.Habría salido a buscar una cosadeterminada y acababa topándomecon algún artículo de mi géneropreferido. No hay nada que meentretenga tanto como los zombies.Sabido esto, no os extrañará que,años después, desaparecieracompletamente de la faz de la Tierradurante todo un día. No contesté a las

llamadas de teléfono. No respondílos e-mails. Estoy seguro de que meolvidé de comer. Y también estoyseguro de que no me olvidé de fumarcomo un carretero. Nunca me olvidode fumar como un carretero.

Lo cierto es que el verdaderomotivo de que me replegase en mipropio universo fue eldescubrimiento de esta sorprendentecrónica online sobre un hombre queintenta sobrevivir en un mundo

dominado por los no muertos... y lomejor era que no era un fanfic.Cubría la historia de este hombre díaa día... su agonía día a día... desde elprincipio de la plaga de los nomuertos hasta dejarme mordiéndomelas uñas con uno de los finalesabiertos más tensos con que jamásme haya encontrado. Estoy hablando,claro está, de Diario de una invasiónzombie.

No me acuerdo de dóndeencontré el enlace que me llevó hastala crónica de J. L. Bourne sobre el

apocalipsis zombie, pero recuerdoperfectamente que me pasé las siete uocho horas siguientes leyéndoladesde el principio hasta el post másreciente. Normalmente leo muchomás rápido, pero la historia meatrapó tanto que tenía que detenermede vez en cuando para visitar el foroy examinar las reacciones de losotros lectores a los mismos pasajesque acababa de leer yo. Exprimíaquella historia como si fuera unatoalla empapada, para sacarle hastala última gota de narración que

pudiese; cuando llegué al final, yaera demasiado tarde... Estabaenganchado. Estoy seguro de que porahí fuera hay un montón de yonquisque han vivido historias similarescuando empezaron a meterse. Habíadescubierto el secreto mejorguardado de las historias zombieesde Internet gracias a Diario de unainvasión zombie. Mi primer paso fueregistrarme en el foro del señorBourne y empezar a charlar con losdemás seguidores del género.

Debería añadir que, hasta ese

momento, mis amigos (en la vidareal) se limitaban a tolerar mi aficiónpor los no muertos. Ahora meencontraba rodeado de gente que meanimaba a seguir con ella. Hablabande temas en los que yo siempre habíapensado, pero que nunca habíapodido compartir con nadie: quéequipo habría que reunir si seproducía un apocalipsis zombie, losplanes a largo plazo, y siempre,siempre, siempre estar preparadospara lo inesperado. Y todos estostemas son consejos sensatos seas

quien seas, te gusten o no loszombies.

Salté de foro en foro. Incluso meatreví a meterme en un par de hilosde conversación sobre política, algoparecido a hundir la cabeza en unmontón de brasas encendidas: sabesque te vas a quemar, sabes quehacerlo es una estupidez... y, aunquete vaya la vida, no puedes explicarpor qué lo has hecho. No tendría quehaberme preocupado; era como unamoneda dando vueltas en uno de esosembudos de donativos. Tardaría más

o tardaría menos pero iba a acabardonde debía. Y ese lugar era el forode ficción. Allí había docenas dehistorias sobre la vida en el mundode los no muertos. Me sumergí enellas, las surqué... Lo curioso de laficción sobre zombies es que, adiferencia de la comida, cuanta másconsumes, más hambre te entra. Enpoco tiempo decidí que no sóloquería leer las obras de otra gente;iba a empezar mi propia serie. Asíque empecé a escribir lo que seconvertiría en una novelita titulada

Pandemic, sobre un virus llamado laCepa Morningstar que barre todo elplaneta y, claro, zombiefica a susvíctimas.

Tuve una acogida bastantepositiva, por lo que seguí añadiendoentregas. En poco tiempo creciófuera de mi control. Había superadola extensión típica de una novelacorta... Le creé su propia páginaweb, me aseguré de poner un bannerque llevase a la gente hasta la páginade Diario de una invasión zombie ycontinué escribiendo. Unos años

después, Pandemic se ha convertidoen Plague of the Dead, una novelacompleta, publicada, con doscontinuaciones en marcha... Para ir algrano, todo esto ocurrió porque fui aparar a Diario de una invasiónzombie y descubrí el género.

Esta historia contiene todo lo quehace que sea un género tan queridoen los corazones de sus seguidores:supervivencia estoica, muertostambaleantes, lentos, un peligrosiempre presente, un sentido genialde lo macabro, de lo repugnante, y,

claro, listas de equipos.Seas o no un zombiefan, éste es

uno de esos libros que logra llamartela atención y te mantiene pegado a lalectura por el simple placer de saberqué sucederá a continuación... y esoes lo que hace que valga la pena leerun libro. Cuando se lee un libro sindescanso porque hay un oscurosecreto que descubrir, o porque loque sucede te asquea tanto quequieres que se acabe cuanto antes, nose está pasando un buen rato. Esaclase de libros te dejan con una

sensación de apatía, de desilusión,cuando los has terminado. Diario deuna invasión zombie te cuenta unahistoria... y te la cuenta bien. Cuandola terminas, sientes cómo la sangrecorre por tus venas. Acabas determinar una gran historia. Te sientesvivo... y eso es más de lo que puedenafirmar la mayoría de personajes dela novela.

¿Puedo añadir algo más que nosea «disfrútala»? No se me ocurrenada. Así que disfrútala, lector.Disfrútala.

Mahalo,Z.A. Rechtautor de PLAGUE OF THE

DEAD

Dedico este libro a mis hermanos yhermanas del Ejército de Estados

Unidos, que han combatido ycombaten contra el Terror en Irak,

Afganistán y la Republica de lasFilipinas, igual que otros lugaresoscuros y menos conocidos de la

Tierra.

En este mundo, ya no existo.Soy un monumento decadente a la

humanidad.Debo luchar por sobrevivir solo,

asustado, vulnerable.Son fríos, obstinados, letales, pero

yo estoy vivo.

SUPERVIVIENTE DESCONOCIDO

EN EL PRINCIPIO…

1 de enero03:58 h.

Me deseo feliz Año Nuevo. Ha sidouna noche de borrachera y diversión,pero ya estoy sobrio y he vuelto acasa. Estoy bastante aburrido, hartode estos días libres que estoypasando en casa. Les agradezcomucho el descanso en la instrucción,

pero enseguida me harto deArkansas. Mis viejos amigos bebenla misma cerveza y hacen las mismascosas. Estaré contentísimo cuandopueda volver a San Antonio. A casa.Propósito de Año Nuevo: escribir undiario.

2 de enero11:00h.

Ya se me ha pasado la resaca. Si

tengo cerca alguna tele, me encantaver las noticias, pero parece que encasa de mis padres sólo se sintonizanlos canales locales. No intentaréconectarme a Internet, porqueseguramente enloquecería de lafrustración. Ya comprobaré el e-mailcuando vuelva a casa. Parece quepasa algo en China: en las noticiasdicen que hay una especie de virusde la gripe que los está barriendo atodos. Este año, aquí también nos haafectado mucho la gripe. Yo mevacuné en la base, antes de que

hubiese escasez de medicamentos.Qué ganas tengo de volver mañana acasa, de volver a tener Internet a unavelocidad decente, de volver a tenertele por cable.

Ni mi móvil funciona en estelugar dejado de la mano de Dios. Lopeor de estar aquí es saber quetendré que volar un montón parapoder ponerme al día. Cuando mealisté en la aviación naval, nopensaba que sería necesario estudiary trabajar tanto para ser competente.

3 de enero08:09 h.

La abuela ha llamado a mamáesta mañana para informarle de quevamos a declarar la guerra a China ypara intentar convencerme de quedeserte del Ejército y huya a Canadá.Creo que a mi abuela se le ha ido lapinza, de verdad. He puesto lasnoticias, seguro de que estaríanhablando de que habían impuesto un

embargo comercial a China o algunamierda por el estilo. Informaban deque el presidente había decididoenviar personal sanitario militar aChina, sólo para realizar unreconocimiento.

Todo esto me hace preguntarmequé podemos tener en América quepueda querer un país grande y malocomo China. Si tienen todos losrecursos naturales que puedandesear... Sigo pensando que tal vezme dejé una luz encendida en el pisode San Antonio. Tengo dos pequeños

paneles solares en el techo, pero sigoconectado a la red eléctrica. Lospaneles los uso para venderle a lacompañía la electricidad que generancuando estoy destinado en algunaparte. Ya he recuperado el dineroque me costaron.

5 de enero20:04 h.

Tras un agradable viaje de diez

horas conduciendo desde la zonanoroeste de Arkansas, ayer llegué acasa. Por Navidad me regalaron unaradio por satélite y la activé en elviaje de vuelta. Durante el trayectoescuché sobre todo la BUZZ y laFOX, aunque también algo de músicade mi MP3. Ojalá se me hubieseocurrido conectar la radio cuandoestaba en casa de mis padres; aunqueestuviésemos en medio de la nadaestoy seguro de que habríafuncionado.

Empieza a calentarse toda esta

historia con China. Las noticiasinforman de que ya hay diez bajasentre miembros del personal médico,ocasionadas por este virus chino. Losotros «consejeros militares» quesiguen en China tendrán que pasar unperiodo de cuarentena antes devolver a Estados Unidos. Vayaputada. Te vas allí para ayudar aalguien y lo único que sacas acambio es una temporada en lacárcel.

Hoy no ha sido un mal lunes. Hetenido que hacer algunas salidas de

entrenamiento. El EP-3 esbásicamente un C-130 con muchasantenas. Resulta un poco complicadode maniobrar, pero recibe muchosdatos valiosos desde una altura de6000 metros.

Me ha llamado mi colega deGroton (Connecticut). Bryce es unoficial de submarinos de la Armada.Me ayudó un montón hace unos añoscuando instalaba los paneles en casa,usando piezas de viejas barcas adiesel. Me ha comentado que al finalhabía decidido divorciarse, que ella

le confesó que le había puesto loscuernos. Creo que yo ya sabía delpalo que iba esa mujer, pero nunca lehabía dicho nada. Tampoco hubieseimportado mucho que lo hiciese.Hablamos de lo de China durante unrato; él cree que es un virus bastantemalo. Yo opino lo mismo, creo.

9 de enero16:23 h.

Por fin es viernes.Mamá me ha llamado al móvil.

Estaba preocupada y me hapreguntado si yo sabía algo más de loque está pasando al otro lado delmar. Le he tenido que contar, denuevo, que aunque sea un oficial dela Armada eso no significa que sepaquién mató a Kennedy o lo que pasóen Roswell. Quiero a mamá, pero aveces me vuelve loco. La hetranquilizado lo mejor que he sabido,pero hay algo que no chuta. Lasnoticias le dan demasiada

importancia a toda esta locura. Estoyconvencido de que a los reporterosles huelen a podrido las respuestasque les dan la FEMA (la AgenciaGeneral de Emergencias), la CasaBlanca o Seguridad Nacional.

El presidente ha dado un discurso(que sólo ha podido escucharse en elAM de las radios, seguramente paraque no tuviese mucha publicidad) yha comunicado al pueblo que no hayde qué preocuparse, que el equipomédico de la Marina destinado enChina ha tenido que enviar de vuelta

a uno de los doctores porque estabademasiado enfermo para dejarlo enlas precarias instalaciones del lugaren que se encontraban. Ha sucedidootra cosa extraña: mi escuadrónestaba destinado a Atsugi, en Japón,el próximo mes, para unentrenamiento en el Pacífico, pero lohan cancelado.

Le he preguntado a mi capitánsobre esto, pero lo único que me hacontestado ha sido que no quierencorrer ningún riesgo, y que les hanllegado rumores de que también hay

«enfermos» en el área de Honshu, enJapón. Me ha saludado con la cabezay me ha aconsejado que no mepreocupe. Hay algo en todo esto queno encaja, y yo no paro de darlevueltas. Me parece que lo mejor esque vaya al súper y empiece aalmacenar agua embotellada y esetipo de cosas.

10 de enero07:00 h.

Anoche no dormí mucho. Dejélas noticias puestas toda la noche,por si me había perdido algo. «Puedoasegurar al pueblo americano queestamos tomando todas las medidas anuestro alcance para mantener estaepidemia dentro de las fronteras deChina.» Sigue... No dejes derepetirlo con tu acento sureño. Ayerfui al súper y compré unas cuantasprovisiones, por si acaso tengo quequedarme encerrado en casa paraevitar contagiarme. Compré botellas

de agua, carne en lata y pasé por labase, para charlar con un colega delalmacén que se ocupa de lossuministros. Me dijo que podíaintercambiarme unas cuantas cajas deraciones preparadas MRE por untraje de vuelo de Nomex nuevo. Nome importó, ya que tenía un par dedocenas de trajes. Escogí uno de losmenos gastados y se lo llevé. Almenos, si me tenía que quedar encasa, tendría una dieta un tantovariada, aunque las racionespreparadas no sean las mejores en

estos casos, ya que pesan mucho y elpaquete ocupa mucho espacio.

Vanee, mi contacto enSuministros, me informó de lo quehabía leído en una factura online delgobierno: se habían enviado miles decajas de MRE al NORAD (el Mandode defensa aérea) y a otraslocalizaciones del noroeste. Cuandole pregunté si algo así era normal, mecontestó que esas instalaciones nohabían solicitado tanta comida desdela crisis de los misiles en Cuba. Siesto es lo bastante grave como para

que los jefazos se encierren duranteunos meses, es que es más grave delo que pensaba.

10:42 h.

He descargado las racionespreparadas y me he dado cuenta deque uno de los paquetes estabarasgado. El olor a MRE de tipo Allenaba el aire y me recordaba a lasque me había comido en la estación

del área del Golfo cuando estuvedestinado allí. Era un puestoridículo. Odiaba estar allí. Hacíacalor todo el rato, y cuandovolábamos, no mejoraba lo másmínimo. He comprobado las baterías,y las seis estaban en verde. Me heacordado de Bryce, de cómoconseguí aquellas viejas baterías desubmarino «robadas».

Cuando los submarinos todavíano eran nucleares y contaban conmotores diesel, funcionaban conbaterías cuando estaban sumergidos y

recargaban las baterías con losgeneradores diesel cuando volvían ala superficie. Algunos países todavíausan naves con esta vieja tecnología.Aunque es buena idea cargarlos conenergía solar, tardan mucho más: enlugar de las tres horas, son diez, peroel sol es gratis.

Echo de menos a mis hermanas, aJenny y a Mandy. Desde que mealisté no las he visto mucho: supongoque las aprecio ahora más que antes.He llamado a casa de mi padre y hehablado con Jenny, la menor, que

todavía estaba medio dormida.Cuando era pequeña, yo siempre memetía con ella. Vale, sí, me encantael cachondeo, y así se le endurecía elcarácter. Mandy ha vuelto a casa denuestros padres hasta que puedavalerse por sí misma. Ella nunca seha abierto, nunca hemos habladomucho. Ojalá las cosas fuesendistintas. Ojalá hubiésemos estadomás unidos de pequeños.

Necesito limpiar mis armas.Sobre todo mi CAR-15, que está muysucia. Ya que me pongo, también

podría limpiar las pistolas. Noestaría de más hacerme con uncentenar de cargadores para el fusil.No me gustan los saqueadores, y sitoda esta mierda de la cuarentena nosllega a salpicar, quiero estar al nivel.

14:36 h.

Vale, ahora ya me he empezado apreocupar. El Centro de Control deEnfermedades de Atlanta ha

informado sobre un caso de la«enfermedad» en el hospital NavalBethesda, en Maryland. Y lainformación ha salido a la luz,porque aquí no hay comunistas quepuedan silenciar las noticias. Pareceser que uno de los efectossecundarios de la enfermedad es quela víctima pierde algunas funcionesmotoras, lo que hace que se muevade forma errática. He llamado alescuadrón para preguntar algunosdetalles, y me han dicho queseguramente nos den el lunes de

fiesta para que el Departamento deDefensa tenga tiempo de informar alpersonal de las Fuerzas Armadas deEstados Unidos.

Mamá me ha llamado al escucharlas noticias, y me ha dicho que elHospital Naval Bethesda es el mismoal que llevaron a Kennedy cuando ledispararon. Me he reído de losmiedos conspiranoicos de mamá, y lehe recomendado que cuide bien de sumarido, mi padrastro, y que eviten ira la ciudad, si tienen suficientecomida en casa. He salido para ir al

supermercado HEB a comprar máscosas y, es verdad, para comprar milrecargas para la escopeta. Paraconseguirlas he tenido que pasar porvarias tiendas, porque ninguna mequería vender tantas de golpe. No sési era por algún tipo de ley sobre lacantidad permitida que yodesconozca, o porque el propietariode la armería también estabapreocupado por la situación y,aunque quisiera satisfacer a susclientes, deseaba quedarse municiónde reserva para él.

Estoy a punto de salir cuando mellaman para que me enfunde eluniforme y me persone en el cuartel.Luego sigo.

19:12 h.

Acabo de volver de la reunión demi escuadrón en la base. Estoybastante preocupado. Nos hancomunicado que mañana domingotenemos que salir a realizar una

misión muy importante. Tenemos querealizar un vuelo de reconocimientopor la zona de Atlanta; de hecho,sobre Decatur, en Georgia. Nostenemos que centrar en un áreaespecífica, alrededor del Centro deControl de Enfermedades de Atlanta,el CDC. No es nada muy grave, peronos han ordenado que comprobemosla zona y hagamos un informe paralos jefazos de Washington, que nosaseguremos que el CDC no escondenada. Se trata de una misión dereconocimiento fotográfico y de

reconocimiento de señales.Me recuerda a la época en que

escuchaba las conversacionestelefónicas de mi ex novia cuandosobrevolaba San Antonio enmisiones de entrenamiento. Meencanta el equipo de reconocimientode señales (el SIGNINT). Me ahorrómucho tiempo y dinero con la tíaesta. En las noticias, uno de losperiodistas ha arremetidodescontroladamente contra larelaciones públicas del Bethesda porno permitir el libre paso a la prensa

para que pudiesen preguntardirectamente al personal médico.O’rielly le preguntaba: «¿Qué estáisescondiendo?» La joven oficial se hamantenido firme y ha contestado queno se permite que entre más personalen el hospital por el bien de losperiodistas y, que, además, no es unhospital público sino que se trata deun hospital militar del gobierno deEstados Unidos. Me parece un pocoraro que una oficial con un rango tanbajo dé esta clase de respuestas.

11 de enero19:44 h.

Ya no sé qué pensar. Estamañana, a las 08:16, nos han enviadoa espiar a nuestro propio gobierno(el CDC). Hemos empezadosintonizando el equipo parainterceptar cualquier tipo detransferencia de datos que seproduzca desde o hacia el CDC, seaa través de teléfono móvil o de línea

terrestre. Casi ni me podía creeralgunas de las cosas que se decían.Hasta ha venido un agente del FBI,algo muy poco habitual. Durante elinforme antes del vuelo, nos hacomunicado que según el acta PosseComitatus es técnicamente ilegaldesplegar fuerzas militares enmisiones oficiales en el interior deEstados Unidos.

El agente es el comandante delavión que hemos usado en la misiónoficial, de modo que así hemosevitado romper alguna ley al operar

en territorio estadounidense. Hemosrecibido transmisiones entrecortadasentre las diferentes instalaciones delCDC sobre la dificultad paracontener el virus, y sobre cómo eldirector del CDC no quiere quedarmal delante del presidente. Hanhablado todo lo que han podido deforma confidencial. Usaban unidadestelefónicas seguras (teléfonos STU),pero la Agencia de SeguridadNacional nos ha ayudado un poco,por lo que para saltarnos su códigolo único que teníamos que hacer era

presionar el botón de «desencriptar»en nuestro software.

Han dicho que en un arrebato defuria uno de los hombres infectadosque estaba en cuarentena ha mordidoa una enfermera que le llevaba lacomida. Lo han atado a la cama y lohan amordazado para evitar másproblemas. La enfermera no estabareaccionando muy bien, y al hombrele había subido la fiebre durante lasúltimas horas. La voz del CDC hadicho: «Jim (la persona que había alotro lado de la línea), no te vas a

creer los signos vitales de estehombre.» Jim ha respondido: «¿Quéquieres decir? ¿Puedes darme másdetalles?» La voz del CDC: «No, nopuedo dar detalles por teléfono.»

Suficiente para que empezase apreocuparme. Después de aterrizar,me han obligado a firmar un contratode confidencialidad, pero enseguidalo he roto. He llamado a mis padres yles he contado lo que creo que debenhacer, y a continuación he empezadocon mis propios preparativos. Me heenterado de que mañana no tenemos

que personarnos en el cuartel y quesólo hará falta que llamemos a lasocho de la mañana.

Ya he limpiado el fusil, así queha llegado el momento de ocuparmede las pistolas. Mi cómputo total dearmas es de cuatro armas de fuego yun buen cuchillo. He subido al tejadopara limpiar las placas solares, queestaban sucias y llenas de polvo.También he recuperado mis notassobre cómo encender losgeneradores de las baterías de lossubmarinos, ya que en el futuro las

puedo necesitar. He llenado todoslos cargadores (10) con un total de290 balas. Nunca me ha gustado tenerque meter las treinta balas que cabenen cada cargador, ya que eso puedehacer que el arma se encasquille.

Las ventanas del piso inferior demi casa son dobles, así que he ido ala ferretería de la ciudad paracomprar algunas barras para las dosventanas que me quedan a la alturadel pecho. Las otras están demasiadoaltas, y no se puede acceder a ellas sino es con una escalera. Las instalaré

ahora mismo.

23:54 h.

Para instalar los barrotes henecesitado una cinta métrica, unlápiz, un taladro de 4mm y undestornillador de cabeza cuadrada(el destornillador especial que veníaincluido con las barras, ya que sesupone que sería muy complicadoarrancar los tornillos sin usar un

taladro). Pero joder, si unmerodeador tiene la fuerza suficientepara arrancar los barrotes yasaltarme mientras estoy dormido,hasta le ayudaré a cargar todos misenseres en su camión.

He recorrido el perímetro de mipatio, en una vuelta rápida dereconocimiento, y he decidido que elmuro de piedra no es bastante alto.Cualquier tío en buena forma podríasaltarlo. Lo construyeron al mismotiempo que la casa. He roto algunasbotellas vacías que tenía en el cuarto

de invitados y he usado cementoinstantáneo para pegar los fragmentosen la parte superior del muro,separados entre ellos unos treintacentímetros más o menos. Comomínimo puede servir para frenar aalguien. Mientras trabajaba heescuchado la radio, y ahora estoy unpoco más informado; la situación vade mal en peor.

La radio dice que el presidentedará un mensaje oficial a las nuevede la mañana (hora de la costa Este).En la calle, a lo lejos, he visto como

una familia cargaba su todoterrenocon todas sus cosas y se iba. Comono hay nadie que se vaya devacaciones en esta época del año, loúnico que puedo suponer es quehuían. Mañana, después del discursodel presidente y de llamar alescuadrón para reportarme, iré abuscar más víveres.

12 de enero09:34 h.

Lo único que se me ocurre decires ¡guau! El presidente hacomunicado que la enfermedad esmuy contagiosa y que todavía no seha descubierto ninguna cura. Hadicho que recomienda a todos losamericanos que se queden en casa yque informen enseguida a lasautoridades de cualquier persona con«síntomas sospechosos». Uno de losreporteros ha logrado que lepermitan hacer una pregunta: «Señorpresidente, ¡señor presidente! ¿Puede

dar más detalles sobre esos"síntomas sospechosos"?» Elpresidente ha respondido quetenemos que ir con cuidado concualquier persona que actúe de formasalvaje y que tenga aspectoenfermizo.

Ha añadido: «Es extremadamenteimportante que si algún miembro desu familia presenta estasintomatología, no lo traten deninguna forma especial sino que lodenuncien igual que harían con undesconocido con los mismos

síntomas.»Un número 1-800 ha parpadeado

en la pantalla, y el presidente hacontinuado:

«Les pido que llamen a estenúmero en caso de que sean testigosde síntomas de la enfermedad en sucomunidad. Tenemos hombres ymujeres entrenados específicamentepara manejar este tipo de situaciones,que llevarán a sus seres queridos auna instalación médica para que lestraten.»

El presidente también ha

informado de que va a ordenar laretirada completa de todas lasfuerzas militares y de todos losciviles americanos que sigan enChina y en Irak. También hacomentado que se está valorando laposibilidad de retirar la zonadesmilitarizada de Corea del Sur. Defondo emitían las imágenes de laevacuación de la embajadaEstadounidense en China, bajo lasupervisión de unos marines armadoshasta los dientes. Uno de los vídeosha mostrado a tres marines que

arriaban nuestra bandera, lo quesimboliza que la embajada ha sidodesmantelada por completo. Otra delas escenas no ha sido muy distintade la caída de Saigón: había grancantidad de ciudadanos americanos alos que evacuaban en helicópterodesde la terraza de un edificio dePekín. De fondo se podía apreciar elsonido de algunas armas automáticas,pero no parecía que a la gente deltecho le preocupase mucho. Lo únicoque les importaba era salir de allí.Me voy a comprar.

15:22 h.

Ha sido una locura total. Hetenido un accidente en elaparcamiento de la ferretería, y unaseñora casi se pelea conmigo por lascuatro garrafas de agua que hecomprado en el súper. Ya que estabafuera, he aprovechado para compraralgo más de munición de 9mm. Québien tener algunas cajas de MRE y

agua suficiente para sobrevivir si lasituación empeora. También hecomprado mascarillas desechablespor si se produce algún brote en milocalidad. Me he llevado lo quequedaba en la estantería de comidasenlatadas: cincuenta latas de sopasvariadas. No me lo puedo creer.Desde el 11-S que no tenía estasensación de irrealidad.

Mis padres están a salvo en lascolinas de Arkansas. Les heaconsejado que se queden en casa,que no bajen para nada al pueblo.

Además, siempre tienen elcongelador bien surtido y el agua noserá un problema para ellos porquela extraen de un pozo. Tambiéncuentan con un pequeño generador deelectricidad, que normalmente usanen invierno cuando los cables sequiebran al congelarse.

He comprado algunasherramientas en una cadena deferreterías: tablas, algunos soportesde acero y barras para construir unabarricada sencilla tanto en la puertadelantera como en la trasera. Se trata

de deslizar una tabla de 4x4 en unsoporte por la parte interior de lapuerta, para evitar que nadie puedaderribarla. Creo que si me racionolos víveres a un litro de agua y unadieta de entre 1000 y 1500 caloríasal día, podré aguantar cinco mesescon los suministros que tengoalmacenados.

He sintonizado la radio localpara ponerme al día sobre lo quesucede. He seleccionado el canal 19para oír las conversaciones de loscamioneros. La impresión general es

que están enfadados por los controlesde carretera y por los registros decargamento a los que se vensometidos. Parece que al CDC y alINS les preocupa que se esténcruzando a inmigrantes ilegales porla frontera en los remolques de loscamiones. Han dicho algo sobre queeso no era muy seguro, y que seprodujo un incidente con alguienafectado por el virus cuando unagente del INS abrió la puerta delremolque de un camionero.

Según lo que he escuchado,

pusieron en cuarentena a todo elcamión y al agente que estaba deservicio, ya que se ve que todos losputos ocupantes del remolqueestaban infectados, y uno de losinmigrantes infectados atacó alagente, seguramente porque teníamiedo de que lo deportaran otra veza México. Llamaré a uno de miscolegas marine de San Diego paraver cómo lo lleva.

18:54h.

He hablado por teléfono con micolega Shep, de los marines. Me hacontado que hay guardias nacionalesarmados apostados en las esquinasde San Diego, y que a él lo habíanllamado para formar parte del equipode seguridad de su base. Me hacomentado que han reabierto elrefugio, construido durante la GuerraFría y que le han ordenado que lleveallí a su mujer. Dice que van a cerrarlas puertas y que mantendrán en

cuarentena la base, por si surge unbrote de la epidemia en aquella área.El sol ya se ha puesto. Alrededor delperímetro de mi casa tengo luces quefuncionan con sensores demovimiento. Si un saqueadoratraviesa el muro e intenta robaralgo, al menos se encenderán lasluces. Cuando me vaya a dormir,meteré la Glock bajo la almohada ydejaré la CAR-15 al lado de la cama.

Las noticias siguen informandode un extraño fenómeno que se repiteen las ciudades grandes: parece ser

que se han denunciado varios casosde canibalismo. En esto se haconvertido América. Las cosas seponen un poco feas y todo el mundose vuelve loco. Como yo vivo en lasafueras de la octava ciudad másgrande de la región, no es que seanmuy buenas noticias. No paro de oírsirenas de policía y de ambulanciasque suben y bajan por mi calle.Tengo hambre, pero hoy ya hecomido demasiado. Con poco essuficiente.

21:13 h.

La CNN está transmitiendo conuna cámara web instalada en TimesSquare. Parece ser que es suya y losfederales ni han pensado enapagársela. La enfocan hacia todaspartes, y las imágenes, aunquegranulosas, nos muestran tropas desoldados armados que disparancontra civiles. ¡Maldita sea! ¡Estoyseguro de que les van a caer unas

cuantas demandas!La imagen ha durado poco; la ha

cortado el sistema de retransmisionesde emergencia. Unos minutosdespués, ante las cámaras haaparecido el secretario de Defensa,que se ha colocado en un estradodecorado con el sello del presidente.

América, sientoinformarles que a pesar detodos nuestros esfuerzos, la

enfermedad ha superadonuestras medidas decontención. Se estánpreparando zonas seguras enlas afueras de las áreas máspobladas, que serán de libreacceso para cualquierpersona que no esté infectadapor la enfermedad. Por favor,conserven la calma, ya que loque voy a decir acontinuación es bastanteespantoso. La enfermedad setransmite mediante el

mordisco de un infectado. Noestamos seguros de si estárelacionada con la saliva, lasangre o con ambas. Losinfectados sucumben muyrápidamente a la enfermedady expiran, pero en una horavuelven a levantarse y buscanseres humanos vivos. No sésabe por qué, los que muerenpor causas naturales tambiénresucitan, es así. Pidodisculpas porque elpresidente no haya podido

estar presente, pero estásiendo trasladado a unalocalización segura. QuéDios nos ampare en estostiempos difíciles. Cedo lapalabra al general Mevers.

En cuanto el secretario deDefensa ha empezado a cerrar sucarpeta, los miembros de la prensapresentes entre el público le hanbombardeado a preguntas. Parecíamás una sesión en Wall Street queuna rueda de prensa. Aunque no se

podía ver a la multitud de periodistasque había ante el estrado, podíaoírlos en el ruido ambiente, por losflashes de las cámaras y las vocesconfusas. Una de las preguntas hasido particularmente alarmante, yaque un reportero le ha preguntadocómo podía estar seguro de queaquellas criaturas estaban muertas yno enfermas. La respuesta delsecretario ha sido: «Los humanosvivos no tienen una temperaturacorporal idéntica a la temperaturaambiental. Esta mañana hemos

encerrado a una de esas criaturas enun furgón refrigerado, y hemoscomprobado que ha mantenidodurante más de doce horas unatemperatura corporal regular de 4 °C.Y sigue así.»

El público ha soltado unaexclamación, incrédulo, y ha seguidolanzando preguntas. «¿Cuáles son lasprobabilidades de contagiarse con unmordisco?» El secretario harespirado con profundidad antes deresponder: «Hasta ahora, el rango decontagio de esta enfermedad si la

piel se rasga con el mordisco es delcien por cien.» Puta mierda, no mepuedo creer lo que está pasando. Voya llamar a mi familia.

11:00 h.

He intentado llamar durantetreinta minutos antes de darme cuentade que eso es lo que debe de estarhaciendo todo el resto deamericanos. Las líneas telefónicas no

pueden asumir todo ese tráfico. Lo heintentado con el móvil, pero con losmismos resultados: «Red ocupada.»Mientras intentaba llamar, heescuchado lo que tenía quecomunicar el general.

La mejor defensa en estasituación es quedarse en casa yesperar a los equipos de evacuación.Eviten a toda costa el contacto concualquier persona infectada. Si seven obligados a enfrentarse con uno

de estos seres, lo único que les causaalgún efecto son los golpes en elcráneo. Si tienen la mala suerte detener que defenderse de un serquerido, háganlo con las mismasprecauciones que tomarían ante undesconocido. En esos momentos yase habrá convertido en uno de ellos.Eviten por todos los medios que lesmuerdan, ya que en ese caso no hayforma de detener la infección.

Los informes recibidos denuestras tropas destinadas en Chinaindican que los ruidos elevados son

lo que más atrae a estas criaturas.Parece que es su método instintivo delocalizar a sus presas. Debo hacerhincapié en que lo mejor es que sequeden dentro de sus casas, ensilencio, y que mantengan la calma.Las informaciones que nos llegan delos operadores del servicio deinteligencia humana de la CIA (elHUMINT), apostados en China,dicen que la enfermedad ha circuladopor China durante más de tressemanas, y que el país se encuentraen un completo caos. Si no nos

enfrentamos a esto de forma distintaque los chinos, estaremoscondenados a correr la misma suerte.

En aquel momento han obligadoal general a bajar del estrado, y unode los oficiales del gobierno civil leha lanzado una dura mirada. Acontinuación uno de los portavocesha intentado restablecer la calma traslas palabras que nos ha dirigido elgeneral.

Tengo miedo... No sé qué más

hacer, aparte de apagar las luces yquedarme aquí sentado, y escribir...Llevo el fusil colgado al hombro,incluso cuando estoy sentado. Hanllamado a la puerta... Vuelvoenseguida.

23:50h.

Uno de mis compañeros deescuadrón ha venido a verme y me haexplicado lo que le había contado un

amigo común que había regresado deuna misión en una de las áreasinfectadas en Atlanta.

Jake le ha dicho que habíapodido ver un gran número decadáveres infectados deambulandopor las calles en la zona sur de laciudad, que había visto los perroscallejeros ladrándoles y a losinfectados intentando atraparlos.Usaba la cámara de la cabina paraverlos de cerca, con el zoom digital.Le ha parecido que los miembrosmás jóvenes de las bandas callejeras

impartían su propia ley y disparabancontra los cadáveres infectados.

Por lo que me ha contado miamigo, cuando Jake ha aterrizadoestaba pálido como un fantasma, y sucerebro no se creía lo que habíavisto con sus propios ojos. Chris, elque ha venido a visitarme, estabaasustado por todo lo que Jake le hacontado. Se lo he visto en los ojos.Me ha preguntado si queríaacompañarle, si quería reunirme conellos en el refugio que hanorganizado en la base. Soy totalmente

consciente de lo que me estáhablando: en la base siguen activosmuchos refugios construidos durantela Guerra Fría, y la mayoría se hanestado usando hasta ahora paraalmacenar comida, agua ysuministros médicos. He mirado aChris y le he contestado que estarébien, que no cometa ningunainsensatez y que se cuide mucho.

Le he informado de que mequedaría aquí, solo, y que intentaríamantenerme fuera de la vista de todoel mundo, de todos los seres. Me ha

preguntado si estaba seguro, y le hedicho que sí. Se ha ido. Yo estoyagotado. Voy a cerrarlo todo y a verlas noticias; después intentaré dormirun poco. Todavía no me puedo creernada de esto. Una parte de mí quiereverlo con sus propios ojos, otra partede mí quiere esconderse bajo lamesa, temblando y armado hasta losdientes.

13 de enero11:43 h.

Anoche no pude dormir. Noparaba de oír sirenas de la policía,ambulancias, y bomberos. Todo muyinquietante. Hasta me pareció oírdisparos en la distancia, perotambién pudo ser algún coche. Me helevantado a las 5.00 h. He salido algaraje y he cogido las bombillas debajo consumo que necesito para lasluces del perímetro y las interiores.Habitualmente uso bombillasnormales, que brillan más, pero dada

la situación, si algún incendiodestruye los transformadores o la redeléctrica, es probable que tenga quesobrevivir con energía solar o de lasbaterías.

Las noticias sólo muestranimágenes de muerte y destrucción.Dicen que todas las grandes ciudadeshan informado de casos de muertosvivientes. Esta mañana he empezadoa cubrir con tablas todas las ventanasque no están al nivel del suelo. Por siacaso, también he cubierto las dosventanas vulnerables, las mismas en

las que he instalado barrotes no hacemucho. Con las ventanas así, mesiento más seguro. He puesto lasbombillas en las luces del perímetro.

Desventaja: Tardan un par desegundos en encenderse cuando sedispara el sensor de movimiento.

Ventaja: No agotarán con tantarapidez mis baterías cíclicas.

Estoy preocupado por miseguridad, pero tomo todas lasprecauciones posibles. Estoycreando una nueva zona parasuministros, para poder controlar la

cantidad de agua y comida que voyconsumiendo. También hecomprobado el nivel de ácido de lasbaterías: están bien. Me duraránhasta... bueno, no quiero pensar eneso ahora.

15:55 h.

Por fin he conseguido localizar ami madre y a mi padrastro (papá).Mamá estaba histérica. He tenido que

hablar con papá para entender lo quedecía. Me ha dicho que todo va bien,que están todo lo seguros posible. Nohan visto ninguna señal de laenfermedad, pero les han llegadonoticias de un posible brote de lainfección en el pueblo (que está aunos dieciséis kilómetros).

Tienen armas y perros paraenfrentarse a los merodeadores si lasituación llega a empeorar. Le hepreguntado a papá qué planes tienensi las cosas se ponen muy mal allí.Me ha dicho que seguramente irá con

mamá y los perros a la cueva deFinchen. Es una pequeña cueva en laque yo jugaba de pequeño. El viejoFincher siempre me amenazaba condispararme con su escopeta delcalibre doce llena de cartuchos desal si iba a la cueva sin mis padres.Parece que fue hace tanto tiempo.Sólo tenía doce años. Le he dichoque mientras las líneas telefónicasfuncionen mantendré el contacto conellos. El móvil ya no nos sirve denada; está muerto. Los servicios querequieren mantenimiento elevado han

sido los primeros en desaparecer.

19:10 h.

Las luces han parpadeado todo eldía. No es algo que sucedahabitualmente. Estaba limpiando elfusil cuando ha pasado. Pensaba queiba a producirse un apagón, pero alfinal han aguantado. A lo lejos, seoyen sirenas y disparos. Estos sontodos los ruidos que he escuchado

hoy. Después de hablar por teléfonocon mi familia (he decidido llamar ami padre, pero no me ha contestado),he empezado los preparativos paraevitar que mi casa parezca habitada.

He cogido la pistola de grapas yalgunas mantas, y las he grapado antelas ventanas reforzadas, paraasegurarme de que desde fuera no sevea ninguna luz cuando mire la telepara ver las noticias o encienda unaluz o use el ordenador. Tengo un parde baterías viejas de mi anteriorportátil; no son del mismo modelo

que el Apple, pero podré hacerlasfuncionar con unos cuantos cables sies necesario. Si acaba pasando lopeor, claro. Con un poco de cinta deembalar he fijado la webcam demanera que enfoque al patiodelantero; así puedo saber lo quepasa fuera sin tener que correr lascortinas. Sólo tengo que mirar lapantalla.

Cuando el ordenador está enreposo (cuando la tapa está bajada),las agujas que controlan el gastoenergético de las baterías ni siquiera

se mueven. Tengo que usar un cableUSB extra para la impresora, pero enlos tiempos que corren, ¿a quién leimporta tener que imprimir algo? Novoy a empezar a imprimir cupones dedescuento para pizzas. He enviadoalgunos e-mails, pero me los handevuelto todos. Me han llegadomuchos mensajes de error diciendoque el servidor tal está caído. Quéoscuro está. Me gustaría coger lacámara y sacar una foto del exteriordesde la ventana del piso de arriba.Pero tengo demasiado miedo.

23:19 h.

Me he despertado por losdisparos. Sonaban más cerca y heencendido la cámara. Parece que hayun camión de transporte del ejércitode color verde aparcado bajo unafarola, en la esquina que hay frente ami casa. Unos soldados cargan uncuerpo en la parte trasera. Esta nochetengo que dormir. El perímetro está

seguro... Me he arriesgado y me hetomado una pastilla para que meayude a dormir (aunque sólo lamitad), para intentar no estar tannervioso. En las noticias dicen quehan instaurado la ley marcial en elinterior de la ciudad. Yo estoy en lasafueras, pero si estos tipos delejército siguen apareciendo por aquí,lo más seguro es que también laacaben instaurando. Ah, sí. Hoy mehan llamado del escuadrón, pero nohe contestado. Era mi director deoperaciones que me decía que debía

personarme en el refugio y que lellamase inmediatamente después dehaber escuchado el mensaje. Sí,claro... que le jodan, señor...Empiezo a sentir los efectos delsomnífero...

14 de enero08:15 h.

Me quedé dormido escuchando elrumor de las olas del mar en mi

reproductor mp3. Lo encendí paraaislarme un poco del ruido delexterior. Me he despertado a eso delas tres de la madrugada para echaruna meada. Me había olvidado porun momento de lo que sucedía. Merecuerda a algunos episodios de miinfancia o de mi adolescencia; sialgo malo sucedía, como la muertede un familiar, sufría algunosmomentos de ligereza en los que mimente se olvidaba de la tragedia.Después me volvía a golpear ladureza de la realidad. En el momento

en que estiré la mano para encenderla tele, la tragedia volvió a mipensamiento consciente. La mirémientras unos sabihondos explicabansu teoría sobre las causas y losefectos. El mercado de valores hasobrepasado el punto derecuperación.

La flota de helicópteros de losGuardacostas ha sido asignada atierra para ayudar a las fuerzas de laley y al personal militar en laevacuación de las áreas másafectadas. Un vídeo de las noticias

que me ha impactado bastantemostraba un grupo de supervivientessobre el tejado de un edificio en SanDiego. El helicóptero lo sobrevolabaen círculos, y hasta se distinguíacomo el viento generado por losrotores del helicóptero hacía volar elpelo y la ropa de la gente. Lossupervivientes estaban atrapadossobre un aparato de aireacondicionado bastante grande;parecía que habían trepado alláarriba para huir de sus perseguidores(una docena de cadáveres andantes).

Me ha impactado la imagen de unamadre y una hija. La madre llevaba ala hija con las manos y los piesatados, y amordazada. Ya no era unade los nuestros. La hija estabamuerta, y la madre no podíaabandonarla. Pobre ignorante.

No sé cómo reaccionar cuandoveo cómo el mundo se desmorona.En las noticias ya aparece unincontable número de ciudades.Incluso el nombre de la mía haaparecido en la parte inferior de lapantalla. Ya no ponen anuncios en la

tele, sólo aparecen los presentadoreshablando.

Presentador: «Las escenas queverán a continuación no estánrecomendadas para niños.»

La escena en cuestión mostrabaun grupo de reporteros queatravesaban el centro de Chicago enuna furgoneta. La cámara enfocaba alconductor, y era evidente quetemblaba y que intentaba por todoslos medios mantener la furgoneta enla calzada. La cámara cambiaba auna vista frontal. Delante y a los

lados de la furgoneta había un océanode figuras. Juraría que el vehículoavanzaba lo más rápido que podía.Se oía una voz masculina que gritabadesde la parte trasera. El conductorhacía lo imposible por sortear loscadáveres, pero había demasiadosmuertos vivientes que se colocabandelante de la furgoneta. La cámaraenfocaba el asiento trasero y captabala imagen de una reportera.

Decía: «Como ven, entrar enChicago es un suicidio. Que Dios nosasista.»

Se pasó el dedo por la garganta,como si la cortase, y la cámara cortóla imagen. La pantalla ha vuelto amostrar al presentador que ha dichoalguna frase sin muchoconvencimiento deseando quevolviesen sanos y salvos, mientrasintentaba mantener una sonrisa falsa.He apagado la tele y he comprobadola situación en el exterior de mi casa.

09:00 h.

— Muro del perímetro: aguanta.— Situación de la calle: sólo

vehículos de emergencia. Veoalgunas formas humanas, no sé siamigas o enemigas.

— Amenazas: hay un incendio aun kilómetro y medio de distanciapor carretera. Por la dirección delhumo calculo que se aleja de aquí.

09:00 h.

He encontrado un post en un forode supervivientes de Internet.Supongo que en las noticias nocuentan toda la verdad. Lo ha escritoun soldado que se encuentra en unbarco de guerra de la Marina deEstados Unidos. Parece ser que sealimenta a base de pescado ygaviotas. Espero que sobreviva. Estosólo ayuda a convencerme de que elgobierno ha intentando tapar loshechos y que seguirá haciéndolo, loque me lleva a una pregunta: ¿qué

gobierno? No ha aparecido ningúnrepresentante de la Casa Blanca en latele en las últimas veinticuatro horas.

He pasado el resto de la mañanay de la tarde preparando una mochilacon un kit de huida, por si acasotengo que salir por patas. Heaprovechado para llenar las bañerasde casa. Aún no han cortado el agua,por lo que he empezado a beber de labañera para conservar el aguaembotellada. Hoy he comenzado aracionar la comida. He comido tansólo una lata de estofado y un

plátano. Lo mejor será que empiece acomer ya la fruta, porque dentro deuna semana, excepto las manzanas,estará toda pasada. He comprobadode nuevo el perímetro y he decididoque seguiré enfundado en mi traje devuelo. Cada vez que salga memantendré todo lo camuflado quepueda.

Tengo una máscara, unos guantesy diez trajes de vuelo de nomex.Creo que es buena idea llevarlospuestos porque:

1.-Son ignífugos, y2.-Son de una pieza y lisos, lo

que significa que si me tengo que irpor patas, hay menos probabilidadesde que se enganchen en cualquiermierda. Lo único malo es que tendréque buscar un lugar seguro si tengoque ir al váter.

He fabricado una tabla de lavarbastante apañada con la rejilla de labarbacoa de propano. La he tenido

que limpiar completamente, pero meva a ser bastante útil para mantenerlimpia la ropa, lo que disminuirá lasposibilidades de coger unaenfermedad o de que me salga unsarpullido. Me afeitaré cada dos díaspara ahorrar cuchillas.

23:50 h.

He oído algo moverse tras laspuertas. He desconectado las luces

del sensor de movimiento y me hepuesto la máscara y los guantes. Heagarrado el fusil y he salido acomprobar la zona. He visto unhombre muy raro, vestido con ropacivil, deambulando por la calle ygolpeándose contra el muro de micasa a intervalos irregulares. Parecíauno de esos cadáveres de la tele, porla forma en que caminaba. No iba aarriesgarme, no voy a dejarme llevarpor la necesidad de un poco deacción. He decidido permanecer ensilencio, para evitar que me vieran u

oyeran tanto los vivos como losmuertos. Además, estaba demasiadooscuro para discernir si estaba vivoo muerto. Me siento como un putogilipollas por no haber robado unasgafas de visión nocturna delescuadrón cuando pude. Ahora mevendrían bastante bien. Buenasnoches, diario.

15 de enero22:37 h.

Me he pasado el día enterovigilando la situación en el exteriorde mi casa. Alrededor de las 10. 45 hde la mañana he visto cómo algunosde esos pobres cabrones paseabanpor la calle. He usado losprismáticos para poder observarlosmejor. Algunos de esos cuerpospálidos parecían normales, perootros no. Uno tenía la gargantaarrancada. Bastante asqueroso. Miteléfono ha sonado sobre mediodía(antes ha estado fuera de servicio

durante un buen rato). Hace un par dedías que lo puse en silencio, comoestaba sentado al lado he decididoresponder la llamada y medioesperaba que fuese uno de missuperiores preguntando por qué nome encontraba en el refugio de labase. Pero era uno de miscompañeros de escuadrón, Jake.Fuimos juntos a la Escuela deCadetes.

Sorprendentemente, los dosescogimos la misma especializacióny acabamos en los mismos destinos.

Me ha contado en qué situaciónestaba la base, y lo único que puedodecir es que tomé la decisiónacertada al quedarme aquí. Me hacontado que lo enviaron a recogermantas del almacén de la basecercana a la puerta oeste. Cuandollegó, la policía militar disparaba sindescanso por encima de la vallacontra las criaturas, intentandoreducir un poco el grupo antes de quese concentrasen demasiados y lapuerta no pudiese soportar lapresión. Hasta enviaron un Humvee

con un arma del calibre .50 paraencargarse de la horda, pero tuvieronque batirse en retirada cuando casitiraron al que disparaba desde elvehículo.

Me ha contado que no sabíacuánto aguantarían las puertas, peroque estaba seguro de que no podránentrar en el refugio de cemento. Le hepreguntado desde dónde llamaba: lohacía desde las líneas de satélite dela base (reservadas estrictamentepara el Departamento de Defensa).Me ha explicado que todos los

soldados del búnker están bienarmados y que tienen comidasuficiente para aguantar unas cuantassemanas. Le he dicho que no sepreocupe por mí, que nadie sabe queestoy aquí. De fondo se oía la músicade Instant Karma. Esto es todo porhoy, diario.

16 de enero22:00 h.

Los teléfonos vuelven a estarinservibles, pero al menos la bandaancha sigue funcionando. Las páginasweb de noticias han dejado deacompañar las noticias de imágenescoloridas y destellos, y actualizancon líneas de texto plano. Supongoque no tienen tiempo de ponerlasbonitas. Me he pasado el díapreparándome; he subido algo deagua embotellada y una caja de MREal ático por si acaso. También hecogido unas tablas del garaje y me hepreparado una tarima elevada lo

bastante grande para poder dormir enella. Hoy no han pasado vehículos deemergencia. El aire se ha espesadopor el humo de los incendios de laciudad. Incluso a través de la lluviapuedo ver los incendios. He apagadotodas las luces de casa. Laelectricidad ha parpadeado durantetodo el día. Si se produce un apagón,necesitaré al menos veinte minutospara poner en marcha la red eléctricacon baterías y energía solar.

En la tele ya no emiten noticiasen directo. Es evidente que controlan

la emisión remotamente porque sólose ven cámaras fijas, conectadas almundo a través de Internet. Ah, y aúnse suceden mensajes en la pantallaque indican los centros de refugiadosdel gobierno. La mitad están malescritos o con errores tipográficos.He visto unas imágenes bastanteinteresantes en una cámara queenfocaba hacia un punto indefinidode una carretera de California.Mostraba a algunos de esoscabronazos muertos atrapados en susvehículos, con los cinturones de

seguridad todavía atados; loarañaban todo y gemían, mientrasintentaban escapar. Por lo queparecía, habían muerto en unaccidente y cuando habían vuelto a lavida, estaban atrapados en el coche,sin las habilidades motorasnecesarias para desabrochar elcinturón. Eso me hace sentir mejor:si no pueden apretar el botón delcinturón, tampoco podrán girar elpomo de una puerta.

Teoría: los teléfonos nofuncionan, Internet sí... ¿por qué?

Creo que es porque la mayoría delíneas que ocupa Internet estánenterradas o funcionan por satélite.En cambio las telefónicas sonterrestres, y se han visto afectadaspor los incendios y el mal tiempo.

17 de enero14:24 h.

El sol pica fuerte. Dentro hacemucho calor. No quiero encender el

aire acondicionado por el ruido. Laelectricidad funciona de formaintermitente. La presión del aguafalla. Después de beber, vuelvo allenar las bañeras. No me atrevo aducharme o a bañarme, ya quetendría que vaciar toda el agua ypodría acabar perdiendo toda lapresión. Me lavo con una palanganay una esponja. Intento afeitarme cadados días para mantener la moralelevada. En la pantalla de la tele noparan de repetir las mismas noticias.Hace dos días que no aparece ningún

presentador. Intento establecer unarutina para mantenerme cuerdo: aprimera hora de la mañana, recorroel perímetro. Lo hago antes de queamanezca para no atraer la atenciónde esas cosas. Después hago unoscuantos ejercicios de gimnasia paramantenerme en forma.

Esta mañana he tenido un sustode muerte. Un gato ha saltado la vallapara evitar que una de esas criaturaslo matase. No le he prestado muchaatención hasta que el gato hasuperado la valla opuesta a aquella

por la que había entrado y haescapado.

En ese momento ha sido cuandola criatura que perseguía al gato hadecidido continuar con la caza: podíaverle las manos al agarrarse a lavalla, buscando a tientas el gato. Loúnico que ha logrado ha sido cortarsecon los trozos de cristales rotos quepegué hace unos días. Supongo queesas criaturas no sienten dolor.

Al final ha debido de enfadarseporque ha empezado a golpear elmuro. A mí me llegaban

perfectamente los sonidos desde elotro lado. Que golpee. Supongo quenecesitará mucho más que eso paraderribar mi muro de piedra. En elárea se han congregado ya cuatro ocinco. No paran de deambular. Meparece que notan que estoy aquí,aunque no estoy seguro del todo. Sila cosa va a peor, tendré queocuparme de ellos. Se me haocurrido que podría usar la escalerade mano y el rociador de pesticidacargado con algo de queroseno. Meencaramaré a la escalera y los regaré

con el queroseno; después encenderéuna cerilla y los mataré... otra vez.Será mucho más silencioso quedispararles. Al menos de esta formapodré ver de cerca a una de esascriaturas. Voy a prepararlo todo.

16:00 h.

No sé por dónde empezar adescribir el asqueroso aspecto deesas cosas. Ahora ya me lo creo

todo: me creo que están muertos, yme creo que quieren matarme. He idoen silencio al garaje, a por elqueroseno, la escalera y el rociador.Lo primero ha sido colocar laescalera, por la zona por la quecreían que andaban ellos. Cuando laestaba colocando hasta he podido oírsus pasos.

Tenía muchas ganas de verlos,pero me daba miedo mirar. He vueltoal garaje y he recogido el resto delequipo de exterminio que hepreparado. Podría haberles

disparado, pero no quiero hacerruido ni malgastar munición. Hellenado el rociador y he subido a laescalera. Primer peldaño: vislumbrolas coronillas de tres cabezas.Segundo peldaño: Se dan cuenta demi presencia y de uno de ellos brotaun gemido borboteante. Sonaba a...bueno, no sé a qué sonaba. Meencaramo hasta la parte superior dela escalera; hay seis criaturas en laparte exterior del muro, reunidasalrededor de mi posición.

Bombeo la lata para que el

rociador tenga más presión y empapoa esos cabronazos de queroseno. Seles ve muy jodidos o enfadados o lasdos cosas, no sé. Enciendo unacerilla y la lanzó al más cercano,pero no... No prende. Lo repito tresveces más mientras estas cosasferoces siguen arañando el muro ysiguen intentado agarrarme. Por fin,al cuarto intento, una de ellas seenciende. Me he quedado en laescalera para que siguiesen saltandouno encima de otro y extendiesen elfuego.

Al final, cuando todos estaban enllamas, he bajado de la escalera y heguardado el equipo. Durante un parde horas he podido oír el burbujeode la grasa ardiendo. Qué bien quehaya llovido los últimos días; si no,ni se me habría ocurrido hacer esto.Tengo que empezar a pensar en unplan de huida, en caso de que acabebien jodido aquí dentro.

1. No sienten dolor.2. Quieren comerme.

3. El fuego los remata.4. No estoy seguro del efecto de

las armas de poco calibre.

18:15 h.

Está anocheciendo muy rápido.Por la cámara del portátil he vistoque un montón de siluetas se hanreunido alrededor de otra casa.¿Seguirá alguien más con vida? Heoído los pájaros de aquella zona, y

están enloqueciendo. No estoy segurode lo que sucede. Espero que si hayalguien con vida tenga el sentidocomún de mantenerse en silencio;aún no quiero averiguar cómo lesafectan los disparos. Hoy no meapetece ser un héroe. Echo de menosel mundo. Echo de menos volar.Echo de menos ser un miembro de laMarina. Supongo que lo sigo siendo,pero no estoy seguro de que todavíaquede un gobierno al que poderservir. He afilado el cuchillo hasta laperfección. Ha sido un sistema de

relajación genial. También helimpiado el fusil, aunque no lonecesitaba. He examinado todas lasarmas.

Los paneles solares funcionan ala perfección. Temo el momento enque tenga que subir al tejado paralimpiarlos, porque estoy seguro deque me verán. Tendría que hacerlode noche. Igualmente, aún faltabastante. Hoy he oído el ruido de unhelicóptero, pero no me hearriesgado a salir y comprobarlo,aunque sé que esas cosas no me

pueden ver si estoy a ras del suelo.Tal vez pueden olerme. ¿Quésentidos les habrán aumentado ycuáles habrán perdido al morir yvolver entre los vivos? Creo que losseres a los que prendí fuego tardaronmás en quemarse de lo que tardaríaun ser humano normal.

He podido ver las puntas de lasllamas que sobresalían por encimadel muro desde dentro de casa,dando vueltas, al menos durante tresminutos. Un humano normal seretorcería de dolor en el suelo en

menos de treinta segundos, estoyseguro. Cuando oscurezca, usaré lamira LASER de mi pistola parahacerle señales a la casa que hay másarriba, en esta misma calle. Lascriaturas no podrán ver la señal, sólolo harán los que queden dentro... sies que existen, si es que siguen convida.

JOHN

22:41 h.

He intentado comunicarme con lacasa ante la cual se reúnen todas lascriaturas, usando la mira LASER demi pistola. Al principio tan sólo heapuntado el «punto» hacia cadaventana y lo he meneado. Tras unoscinco minutos, he visto el débilresplandor de una linterna en la

ventana del piso superior. Fueraquien fuese hacía destellar la luz.«Pim-pim-pim-pam-pam-pam-pim-pim-pim.» Era SOS en códigoMorse. Aprendí Morse hace unosaños, en la escuela militar decomunicaciones a la que fui. Erabastante bueno interpretándolo encomunicación visual, y un petardocuando se trataba de mediosauditivos.

Pero esta vez he tenido suerte. Hecogido un lápiz y unos papelajos,unas facturas que nunca pagaré, y he

emitido la señal de que estabapreparado para recibir su mensaje.Como las criaturas no reaccionabanante la luz de aquella otra persona,he decidido usar mi linterna LED,porque tiene una autonomía deveinticinco horas, no como la mirade mi pistola. He empezado a copiarel código Morse. Al principio todoha sido bastante lento, porque teníaque indicarle que repitiese la señal,pero tras un par de palabras ya hecogido el ritmo.

B...I...E...N... (pausa)A...Q...U...I... (pausa)... N... O...

M... B... R... E... (pausa)...J...O...H...N... (pausa)T... U... (interrogación)

Le he dicho mi nombre y que yotambién me encontraba bien.También le he aconsejado que semantenga en silencio, que a las cosasesas les atrae el sonido. Me hacomprendido. No nos hemos

comunicado mal, a pesar de estar amás de cien metros de distancia. Meha llamado la atención y me ha dichoque su casa está segura, que tiene unplan para comunicarnos de formamás rápida, pero que tendrá queesperar hasta mañana. Cuando le hepreguntado de qué iba el plan, me hacontestado:

G...O...M...A...E...L...A...S...T...I...C...A...(pausa)

...W...A...L...K...I...E...T...A...L...K...I...E...

(pausa)...T...I...R...A...C...H...I...N...A...S...

(pausa).

¿Qué?.

Le he dicho a John que creía quelo había entendido, y él me ha hechouna señal en la que me indicaba quetenía que descansar. Después de esohe dejado que se fuese. Ha sido haceuna hora, y todavía no he podido

imaginar qué pretende lograr con unagoma elástica, una radio pequeña yun tirachinas. No puedo niimaginarme un tirachinas lo bastantegrande para impulsar un walkietalkie por los cien metros queseparan nuestras casas. Es que,aunque pudiese propulsarlo, separtiría en mil pedazos al llegar aquí.Supongo que al menos me ha dadoalgo que esperar de mañana.

18 de enero

10:12 h.

Me he despertado a las 06.05 h yhe subido al piso de arriba, a mirarpor la ventana. Me he quedadosentado durante un minuto con lalinterna, y después he intentadosaludar a John. He hecho destelloscon la linterna ante la ventana. No meha respondido. He empezado atemerme lo peor.

Me he quedado allí sentado unosminutos más; me sentía triste,

consciente de que en media hora yano importaría nada de esto, porque elsol brillaría demasiado para quepudiésemos distinguir las señales dela linterna del otro. Entonces le hevisto. He percibido algo demovimiento en el tejado: la silueta deun hombre de mediana edad, con unacamisa de cuadros rojos y negros, ytéjanos. He cogido los prismáticos,he vuelto a la posición y heempezado a emitir lucesparpadeantes con la linterna.

El sol ya había empezado a

brillar, por lo que no estaba muyseguro de si podía llegar a percibirmi linterna, que competía con la luzdel sol. Ha mirado en mi dirección yme ha saludado con la mano.Después ha alzado una cosa verde,larga, con una pinta muy elástica, y loque parecía un termo de cafémetálico y pequeño.

Después ha atado un extremo dela goma verde alrededor de lachimenea y la otra alrededor delaparato de aire acondicionado de suático. Ha creado un tirachinas

bastante rudimentario. Ha colocadoel termo en el tirachinas y haempezado a recular, descendiendopor la parte opuesta del techo, hastadesaparecer de mi vista mientrastiraba de la banda elástica verde. Meha parecido que pasaba muchotiempo. Por fin he visto que la bandavolvía a su posición inicial, y menosde un segundo después, he oído elchasquido.

El termo que John había sujetadoen la banda volaba en una trayectoriaque lo haría aterrizar en alguna parte

de mi patio. La decena o quincena deno muertos que vagaban alrededor dela casa de John ni siquiera se handado cuenta de que el paquete deJohn viajaba directamente hacia suobjetivo.

He oído un fuerte pof cuando eltermo ha chocado contra una de laspiedras del caminito del patio.

El paquete ha cruzado unos cienmetros y ha logrado atravesar elperímetro de mi valla. Pero eso hatenido un precio. El golpe ha sonadocon mucha fuerza, y dos de las

criaturas de la casa de John se handado la vuelta, como si lo hubiesenoído, y han empezado a caminar endirección hacia aquí. No he perdidoel tiempo: me he enfundado losguantes y la máscara y he empuñadola pistola.

No me ha parecido necesariollevar el fusil a una pequeñaexpedición al patio frontal.

He llegado al lugar del aterrizajeen menos de quince segundos, herecogido el termo descascarillado yhe vuelto al interior, mientras le

hacía señas con la mano a John. Yopodía verle y él podía verme, yninguna de las criaturas podía vernosen nuestra posición. Cuando heentrado, he abierto el envío de John yhe encontrado dos paquetes de ochopilas Duracell Triple A, y dos cosasmás: una nota de John y una radio deemisor/receptor.

Vecino,Contáctame en el canal 07-John

PD: ¡Te dije que funcionaría!

Venía protegido con bolitas depolíetileno.

Los cadáveres por fin hanllegado a mi zona, pero el sonido delimpacto ha sido tan breve que notenían ni idea de a qué área dirigirse.He colocado las pilas en la radio(necesita 4 AAA) y me he colocadoel auricular. John ya intentaba

contactarme por el canal siete.Hemos hablado un buen rato. Me hacontado que ha usado la cinta deresistencia de yoga de su mujer paralanzar el termo. Lo que nos hemosreído cuando lo contaba. No meatrevía a preguntarle por su mujer,así que le he dicho si había perdido aalguien durante todo esto, y me harespondido llanamente: «Creo quetodo el mundo ha perdido a alguien.»

No he intentado averiguar nadamás. Le he preguntado qué planestenía, y cómo estaba de provisiones.

Me ha dicho que todavía trabaja enun plan de supervivencia y en otro dehuida, y que tiene comida y aguasuficientes. También me ha contadoque tiene un fusil semiautomático delcalibre .22 y un par de cajas de 500cargas de munición. Joder, tiene másque yo.

Le he preguntado por qué se hanreunido todos alrededor de su casa, yme ha explicado que es por su perra,que le había ladrado a un grupo deesas criaturas. John tuvo queamordazarla. Le he preguntado de

qué raza era, y me ha dicho que esuna galgo italiano (como un galgonormal, pero más pequeño), y que sellama Annabelle. Me ha dado envidiaque tenga compañía. Lasobligaciones de la Marina meimpedían tener una mascota, porquetenía que salir en misiones endiferentes horarios. Le he dicho quetenía un amigo en el escuadrón quetambién se llamaba John. Él hacontestado que deberíamos reservarlas pilas y pensar en algo útil de loque hablar por la tarde y que nos

volveremos a poner en contacto a lasseis en punto. Le he dicho que deacuerdo y nos hemos despedido.

1. Víveres. Estado ¡bien!

19:50 h.

Como había prometido, John yaestaba al aparato a las 18.00. Hemoshablado de nuestra situación actual, y

hemos comentado algunas teoríassobre cómo empezó todo. Le hepreguntado a John si sabía si lasbalas los mataban, pero no estabaseguro. Yo le he explicado lo de lahoguera que monté anoche y me hadicho que él había visto el fuego,cuando ya estaban todos derribados,y se preguntaba qué habría sucedido.Al final me ha revelado lo que lehabía sucedido a su esposa. Su hijoestaba fuera, en la Universidad dePurdue, cuando todo esto empezó. Sumujer cayó víctima de una de las

criaturas: la atacó justo antes delcrepúsculo. Un día ella salió alcobertizo a buscar unos cuantosclavos para las tablas que estabancolocando. Se trataba de unvagabundo que se había buscadorefugio en el cobertizo y habíamuerto allí. Cuando su mujer gritó,ya era demasiado tarde. Cuando Johnllegó armado con un bate de béisbol,su mujer iba agarrándose un brazoensangrentado y corría hacia él; lacriatura la seguía. John mató a esacosa con el bate.

El mordisco del brazo enseguidamostró signos de infección y dehinchazón. En una hora se le notabanunas venas negras y rojas que lerecorrían todo el brazo, hasta llegaral hombro. Le practicó los primerosauxilios y la puso cómoda, pero nopodía hacer nada por ella. Haempezado a llorar, podía percibir laslágrimas a través de la transmisiónmetálica de la radio, y he intentadocambiar de tema, pero John noparaba de repetir: «Tuve que acabarcon ella, me dolió muchísimo, pero

tuve que hacerlo.» Le he aconsejadoque no piense más en eso y que porahora intente mantener la cabeza fría.Se ha mostrado de acuerdo y hemosseguido hablando.

Yo le he comentado que habíavisto varios mensajes en Internet desupervivientes de todo EstadosUnidos, pero ninguno de nuestrosaliados al otro lado del océano. Meha pedido que se los lea, y lo hehecho. Uno de los supervivientes esdel sur de Texas, lo que significa queno somos los últimos que quedamos

aquí. Le he leído las notas de unsuperviviente de Nueva York; con untono distante, John me ha contado quetiene parientes allí. Nos hemosdesconectado los dos un par deminutos para ir a buscar los mapasde carreteras.

Cuando hemos vuelto, hemosempezado a comentar posibles rutasde huida, si esta área queda infestadae inhabitable. El sugiere El Álamo,que está a sólo medio día de aquí apie. Pero yo creo que sería unsuicidio meternos en la ciudad. Yo le

he sugerido que «cojamos prestado»un vehículo pesado y nos dirijamoshacia el este, al Golfo de México, ybusquemos una plataformapetrolífera que esté en alta mar.

John ha comentado que losúltimos días la electricidad lefunciona a ratos, y no estaba segurode lo que aguantaría. John tiene ungenerador Honda en el sótano, perono quiere usarlo si no es del todoimprescindible, porque puede que loescuchen desde el exterior. Hemosdecidido no gastar mucha más pila.

Sólo me quedan tres recambios depilas Triple A.

He intentado usar la radio debanda civil, pero sólo capto estática.

Tengo hambre.

Idea: Todavía tengo la radio porsatélite en el coche. Satélite: no haycables que se incendien. Si lasestaciones de arriba siguenoperativas, alguien podría conectarsedesde Internet y enviar transmisionesascendentes. Esta noche saldré y

recuperaré la radio y la antena deUHF.

23:34 h.

John y yo hemos acordado que sitenemos que hablar, nos asomaremosa la ventana a cada hora en punto yencenderemos las linternas. Hemospactado comprobar cada hora qué talestamos, hasta que indiquemos que eshora de acostarse con cinco

destellos. Si no hay luz, significa queno necesitamos malgastar las pilasdel walkie talkie. He comprobado laradio: funciona bien, perodesafortunadamente las emisoras quesiguen emitiendo lo hacen en unbucle constante. Algunos canales denoticias emiten reportajes y noticiasde la semana pasada. Noticias viejas.Continuaré mirándolo siempre quepueda. He vuelto a comprobar laradio de banda civil. Juraría que heoído una voz humana muy débil. Heenviado un mensaje, a ver si me

respondían. Sin éxito.He mirado por la ventana y he

podido ver al menos una docena deincendios a lo lejos. De vez encuando me parece oír disparos.Durante un segundo he imaginado quedeben de ser los últimossupervivientes de la gran ciudad.Apuesto a que se ha convertido enuna zona bélica. Me siento sucio,pero no quiero malgastar el agua queme queda. Esto me ha recordado quetengo que comprobar la presión.Todavía queda. No he abandonado

mi domicilio en los últimos cincodías, excepto por los incidentes de lahoguera y el tirachinas. Parece quehaya pasado un mes.

¿Cómo estarán aguantando losdemás países? Supongo que losesquimales y algunas islas menoresde Filipinas no se habrán vistoafectados. Cabrones con suerte. ¿Losmuertos vivientes están fríos? Sifuese así, mi teoría es que no generancalor corporal, que son muyparecidos a una serpiente. Aunqueme parece que si hace mucho frío,

avanzan más despacio. Mañana esdomingo. Nada de ir a la iglesiamañana. Supongo que cuando Él dijotodo aquello del Omega en elApocalipsis no estaba de broma. Escasi medianoche. Voy a mandarle loscinco destellos a John.

19 de enero16:59 h.

Cuando me he despertado esta

mañana no había electricidad. Eranlas 7.30. A las 8.00 en punto me heacercado a la ventana para hacerle laseñal a John. Ya estaba allí. Me hadicho que hemos sufrido un apagónde madrugada, hacia las 3.30. Yo hedormido sin darme cuenta. No sé porqué, pero desde que conozco a Johnduermo un poco mejor. Supongo quees la sensación de no estar solo. Alestar en el ejército nunca he tenido laoportunidad de hacer buenos amigos,ya que siempre me he tenido quetrasladar a otros destinos. Es lo que

me pasó aquí también; compré lacasa porque pensaba que sería unabuena inversión y porque sabía queme quedaría aquí un par de años.

John me ha dicho que él nonecesita la electricidad para hacernada. Tiene un fogón de propano ymucha agua. Le he dicho que yo meabastezco de energía solaralmacenada en baterías cíclicas desubmarino.

Mi conexión de banda ancha aúnfunciona gracias a las líneas de cableque van por el subsuelo, y todavía no

se han visto afectadas. También siguehabiendo energía en las líneas deteléfono, porque esta mañana allevantar el auricular oía el sonidodel tono comunicando, que meindicaba que las centralitas nofuncionaban pero las líneas todavíase mantenían en pie. Le he dicho aJohn que volvería enseguida, quetenía que bajar al garaje para pasarde la red energética general a la demis baterías; no quiero que vuelva laelectricidad de pronto y me las fría.

Tras cambiar la fuente de

energía, he vuelto a hacerle señales aJohn. Me ha preguntado si habíanuevos mensajes de supervivientesen los foros de Internet y se los heleído. Hay gente de todo EstadosUnidos: algunos suenan pesimistas,otros desesperados. Creo que estaslecturas que le hago a John nossirven de válvula de escape. John yyo hemos empezado a valorar laposibilidad de viajar; le hecomentado que sé pilotar. Si pudiesehacerme con un aparato operativo,podríamos llegar a casi cualquier

punto de Estados Unidos, siempreque tenga planos en los que esténindicados los aeródromos pararepostar. Los dos empezamos adesarrollar algo de claustrofobia, yeso se nota. Buscamos excusas paraabandonar esta zona muerta.

19:20 h.

Disparos fuera. Sin la farola estádemasiado oscuro para poder ver la

casa de John. Estaba seguro de queJohn corría peligro hasta que he oídosu voz entre el crujido de la estática.«No te preocupes, estoy bien, hetenido que disparar contra unoscuantos porque habían empezado aapilarse unos encima de otros paraformar una escalera humana.» Le hepreguntado cómo les habían afectadolas balas; ha disparado contra docede ellos en la cabeza, iluminadoúnicamente por la luz de la luna y aquemarropa. Los ha matado. Ésas sonlas buenas noticias. Porque los

disparos atraerán a más criaturas.Esta noche tendré que dormir con unojo abierto. Le he sugerido a Johnque se prepare para tener que mataral doble que hoy en cuanto amanezca.

23:11 h.

No puedo dormir; no dejo depensar en la gente que sigue con vidae intenta desesperadamentesobrevivir. En Oklahoma, una mujer

está atrapada con sus hijos, y no parade pedir consejos en los foros deInternet. ¿Cómo me afectaría saberque un consejo mío ha enviado aalguien a caer en garras de esosseres? Lo único que sé es que yo, sime encontrase en esa situación...atrapado... con el número decadáveres vivientes aumentando díaa día alrededor de mi perímetro sólotendría una elección: escapar.Mientras hablamos, no paro depensar en lugares que nos podríanservir de refugio durante un breve

periodo de tiempo. Se me ocurríandepósitos de agua, vagones de trencon salidas por el techo, terrazas deedificios que tuviesen el accesolimitado... No quería acabar rodeadoen alguna parte, sin ninguna salida. Siencontrase alguna prisión o algúnedificio militar, también me serviría.Serían fáciles de defender si antespodemos vaciarlas de esas criaturas.Cuanto más pienso en ello, máscuenta me doy de que puedo acabaren una situación igual de complicadaque la de esa mujer si no me

mantengo alerta. No creo que seamuy prudente dar consejos a otros, yaque no soy ningún experto. Sóloespero que sobrevivan. Aunque noparece que tengan muchasposibilidades...

LAS BODAS DEFÍGARO

20 de enero22:23 h.

Situación: nefasta... Cuando noshemos despertado esta mañana, Johny yo hemos empezado a hablarenseguida con el walkie talkie.Cuando me he asomado a la ventana,he visto que la cosa había empeorado

mucho. Eran sólo las 7.00, yalrededor de casa de John debía dehaber alrededor de cien de aquellascriaturas, llenaban la calle yformaban una barrera humana ante sucasa. He cogido el fusil, hecomprobado que funcionasecorrectamente, me he colocado lafunda de la pistola y me he preparadopara la batalla. Me he puesto losguantes, el casco y el traje de vuelo,y he conectado el transmisor de Johna un auricular. John no tenía ni ideade que sus esfuerzos para librarse de

ellos acabarían con tantas criaturasallí, atraídas por el ruido. Le hepedido que aguante, he quitado labarricada de la puerta trasera, hesalido, he lanzado una toalla de bañovieja sobre los cristales de mi propiavalla y he saltado por encima.

Con mi fusil, he apuntado concuidado a los que tenía más cerca, oa los que se encontraban en elperímetro exterior del círculo queformaban; suponía que esto tal vezfrenaría el avance de los demás altener que superar los cadáveres de

los ya derribados. Sólo tenía cuatrocargadores, es decir, 116proyectiles. He disparado una balatras otra a los cráneos de esas cosas.Pensaba que los mataría al instante,pero no ha sido así. Algunos tirosdirectos ni siquiera les han alcanzadoel cerebro, sino que han seguido elperímetro del cráneo hasta salir porla parte trasera. Por cada diezdisparos, sólo he matado a ocho onueve.

La masa de monstruos haempezado a avanzar con lentitud

hacia mí mientras yo intentabaatravesar un suelo cubierto decadáveres. No tenía otra opción.Tenía que huir. He recorrido variasmanzanas, pero sólo he logradoencontrar más criaturas de éstas.Toda esta zona se ha convertido enuna ciudad muerta. Lo siento en elaire; las vibraciones de sus gemidosreverberan en mi pecho, como sifuese la música de una banda barataen un local nocturno. Me estabancazando. El refugio más cercano quehe logrado encontrar ha sido una

gasolinera. Mi cuerpo rebosabaadrenalina. Si les doy cuartel, medevorarán.

He trepado por una tubería de gasque sobresalía en la pared de lagasolinera y me he quedado sobre eltecho. Por los gemidos y elmovimiento que apreciaba a lo lejos,he llegado a la conclusión de que erahombre muerto, de que vivía eltiempo de prórroga. Me quedabansólo unas treinta balas (un cargador yunas pocas más), así que he decididosacar una del cargador y reservarla

para mí.He empezado a disparar. He

intentado dar siempre en la cabeza.Cada vez acertaba menos y fallabamás, como si la niebla de la guerrase apoderase de mi puntería, o talvez sólo estuviese cayendo víctimade una depresión, similar a la dealguien que acaba de descubrir quees seropositivo.

Ha sido entonces cuando he oídoa mi salvador. He vislumbrado uncoche que se acercaba por mi calle.He seguido disparando. El coche se

ha dado cuenta y ha virado endirección a mí. Era John. Ha rodeadola gasolinera y ha parado el coche enuno de los laterales. Cinco seres seacercaban; me he cargado a tres antesde que se me agotasen las balas.Tenía que recurrir a mi pistola. Hesaltado del techo, me he acercado aellos y he disparado contra los dosúltimos a quemarropa, al estilo de unejecutor. Una niebla marrón oscuroha empapado el aire tras los cráneos.Yo me he alejado de ella, ya quetemía que me pudiese infectar, y he

saltado al interior del coche, conJohn. No nos hemos estrechado lasmanos; John me ha preguntado siquería volver a casa, pero yo eraconsciente de que si volvíamos allí,sólo conseguiríamos atraerles. Él seha mostrado de acuerdo. Entonces seme ha ocurrido un plan: le hepreguntado a John si podíadesprenderse de su coche. John meha contestado con una sonrisa: «¿Quése te ha ocurrido, marinero?»

Le he pedido que continuaseconduciendo. Las criaturas nos

seguían. Le he indicado que sedirigiera a un punto no muy alejadode nuestras casas. He comprobado eltipo de música que John escucha enel coche: es un tío conservador. Alrebuscar entre los CD, he encontradolo que buscaba. Sería perfecto.Hemos llegado a nuestro destino: unaparcamiento enorme al lado de unafábrica cerrada. Hemos aparcado yle he indicado a John que mantuvieseel motor en marcha. He puesto el CD,he bajado las ventanillas y he abiertotodas las puertas. Lo he puesto todo

en marcha, hasta loslimpiaparabrisas. He subido elvolumen lo máximo que he podidosin llegar a fastidiar los altavoces.John y yo hemos agarrado nuestrasarmas y nos hemos dirigido a unpunto seguro, a unos cuatrocientosmetros del coche.

Las bodas de Fígaro llenaban elaire del aparcamiento y toda la zonaadyacente. Finalmente, la masa demuertos vivientes ha doblado unaesquina y ha visto el coche. Sutambaleante forma de caminar se ha

acelerado cuando han visto lo quesus ojos en blanco, lechosos,anhelaban ver. Han rodeado el cochey se han metido dentro. John y yo nohemos perdido más tiempo. Cuandohemos visto que nuestro planfuncionaba, hemos seguido nuestrocamino.

Al dirigirnos a casa, le hecomentado a John que no estabaseguro de que esos seres pudiesensobrevivir a aquella música. Se hareído mientras seguíamos avanzando.Nos hemos cruzado con una docena

de criaturas, pero como nosotroscaminábamos con sigilo, no nos handetectado. Y ahora aquí estoy, mediabotella de whisky después. Aquíestoy, mirando la bala que hereservado para mí... ¿Vale la penavivir así?

21 de enero21:43 h.

He tenido tiempo de recomponer

mis pensamientos, de recuperarme dela catástrofe de ayer y de la resacade esta mañana. John y yo hemosdecidido que es mejor que nosmantengamos en casas separadasporque nunca es una buena idea«guardar todos los huevos en lamisma cesta». No queremos acabarlos dos muertos porque asedien unacasa. Los sucesos de ayer meafectaron mucho. Estuve a punto demorir. Si John no me hubieseencontrado, o si hubiese decidido nosalir en mi busca, me podría haber

quedado allí arriba, muriendo dedeshidratación, escuchando losgemidos de los muertos, hasta tomarla determinación de terminar contodo.

Debía de haber unos quinientoscadáveres revoloteando alrededordel coche cuando John y yo nosalejamos del aparcamiento. Anoche,acostado en la cama, todavía podíaescuchar el débil sonido de lamúsica de Mozart cuando el vientosoplaba en la dirección adecuada. Yano se oye. Sólo puedo conjeturar

cuánto tiempo tardó el motorencendido en consumir toda lagasolina o la batería en agotarse conla radio encendida. Ahora mismo lascalles están despejadas, pero no hayforma de saber cuánto tiemposeguirán así. Estoy seguro de quecuando el sonido que los atraía haciael coche se apagó, se dispersaron denuevo. Es cuestión de tiempo hastaque el azar los vuelva a traer hastaaquí.

John y yo hemos hablado unpoco. Anoche, antes de separarnos y

refugiarnos en nuestras respectivassoledades, justo después delincidente con Las bodas de Fígaro,John corrió al interior de su casa yme ofreció unos cuantos paquetesmás de pilas para el walkie talkie.Era evidente que deseaba hablar,pero hasta hoy no me he acercado alaparato. John sabía que yo estabadestrozado. Hoy he podido conocerleun poco mejor: Es ingeniero, lo queexplica su alocado plan con la gomaelástica. Se sacó un Máster enIngeniería Mecánica en Purdue. Me

ha contado que trabajaba para Execu-Tech.

Se siente culpable por elprobable destino de su hijo, ya que lopresionó para que asistiera a lamisma universidad que su viejo. Mirespuesta fue que no importaba enqué rincón del mundo se encontrasecuando todo esto sucedió. Por lo queparece, es igual de malo en todaspartes.

Tras la debacle de que fui testigoanoche, soy consciente de que nomuchos habrán podido o habrán

querido sobrevivir a la situación.Sólo me quedan 884 balas para miarma del calibre .223. Si desciendenpor debajo de 500 me consideraré enuna situación crítica, teniendo encuenta que allá fuera debe de haberunos mil. O incluso más. No puedoconvertir esto en una guerra deguerrillas. Ni siquiera obtendría unavictoria pírrica.

John y yo nos veremos de nuevomañana si la calle continúadespejada. Tenemos que planificaruna misión de exploración, aventurar

qué víveres creemos que podemosconseguir. Es posible que éstos seannuestros últimos días aquí. Estoyfirmemente convencido de que elgobierno se ha derrumbado. Hemosdescartado completamente la opciónde la plataforma petrolífera, ya quepara lograr alcanzarla tendríamosque atravesar innumerableskilómetros de un terreno dominadopor completo por los muertos.Cuando salgamos, si es que salimos,tenemos que seguir un plan realista ydirigirnos hacia una localización

defendible.Es imposible aislar nuestro

vecindario con esas cosas vagando anuestro alrededor. Lo único que seme ocurre sería conseguir algunosremolques y aparcarlos en losextremos de la calle; a continuación,colocar a su lado otro remolque,pero del revés, para evitar que sepuedan arrastrar por debajo.Podríamos tapar los últimos huecoscon vehículos más pequeños. Peroeste plan es una locura; antes de quelográsemos conducir el primer

remolque hasta su destino, la calleestaría a rebosar de criaturas deésas. Lo que daría ahora por unhidroavión con el depósito lleno decombustible. Me pregunto qué talaguantará la base. Supongo que laspuertas siguen en pie. En el peor delos casos, se habrán llevado a lossupervivientes en los aviones másgrandes (737) a algún lugar seguroantes de que los muertos puedanentrar. Necesito algo de tiempo parasacar más ideas. Buenas noches,diario.

22 de enero22:40 h.

Ha venido John. Hemos decididoque es mejor trazar un planhablándonos cara a cara que intentarcoordinar nuestros esfuerzos porradio. Está en la cocina, dando decomer a su perra. John y yointentaremos encontrar un avión quesiga en condiciones de volar. Hemos

pasado el día preparando loindispensable, y saldremos con lasprimeras luces del día. John dejará ala perra encerrada en el sótano conagua y comida para cinco días. Lobueno es que no la oirán aunqueladre desde el sótano. Me sabe malpor ella, pero el mundo ya no eslugar para el mejor amigo delhombre. Mientras estemos fuera,intentaré encontrar más armas.

Algo que debo tener en cuenta esllevarme el cargador de baterías. Micoche no sobrevivirá a la escapada.

Nuestro plan es salir de aquí bienpronto con mi coche, el de John haquedado inservible, y localizarenseguida un medio de transportealternativo. Lo mejor sería algún tipode vehículo militar, el que sea. Loideal sería un carro de combate, perohay las mismas posibilidades deencontrar uno, que de que me salganmonos voladores del culo. No sé silos satélites GPS seguiránfuncionando sin mantenimientohumano. Si logramos encontrar unavión, no me importaría estar

respaldado en la navegación por unGPS. Mientras estemos fuera seguiréescribiendo el diario. Creo quevolveremos en tres días, que no nosalejaremos más de quinientoskilómetros. Nos dirigiremos haciauna población cercana, Austin,Texas. No llegaremos a entrar en laciudad, sobre todo después de miaventura sobre la gasolinera del otrodía. Todavía me estremezco y huelopólvora y sudor cuando pienso enello.

23 de enero06:00 h.

John y yo nos vamos. Cambio deplanes: volveremos en dos días, noen tres.

10:00 h.

Hemos salido esta madrugada,

alrededor de las 6.00. Ya estamos ala altura de Universal City. Hecargado el coche mientras seguía enel garaje; quería evitar que sepresentasen invitados no deseados.He puesto en marcha el motor, queaunque ha tosido un poco, al final seha encendido. En el Volvo no habíamucho espacio, por lo que nuestraprimera misión era encontrar untransporte más viable. Hemosllegado al Loop 1604. Creo que enmi vida había presenciado unasituación tan caótica. La carretera

estaba sembrada de vehículosabandonados. La he examinado conmis prismáticos: los he desplazadode izquierda a derecha, y lo que hevisto ha sido completamenteperturbador. Me recordaba a lasimágenes que emitían las cámaras detráfico, parecía que hubiesen pasadosemanas desde aquello. Algunas deaquellas criaturas estaban atrapadasen su interior, con los cinturones deseguridad abrochados. Tenía todo elaspecto de que algunas personashabían dejado las ventanillas

bajadas, que los habían atacado ydespués se habían reanimado. Hemosencontrado lo que buscábamos,aunque el color no era el ideal.

Un Hummer H2 de color amarillochillón estaba de través en lacarretera, con la puerta del conductorabierta. Hemos aparcado mi cochefuera de la vista, hemos empuñadonuestras armas, hemos agarrado elcargador de baterías, y hemosempezado a bordear la loma querodea el Loop 1604. El únicomovimiento que hemos percibido ha

sido el de unos seres a bastantedistancia, aparte de los que seremovían atrapados en los vehículos.

Al llegar al H2 he visto algo quenunca olvidaré. Una sillita atada enel asiento trasero. Le he pedido aJohn que esperase mientras yo meaproximaba, ya que él es o era padrey no quería que viese algo así.

He abierto la puerta trasera delvehículo. Y allí estaba: la carcasa deun niño humano, que se revolvía ensu sillita e intentaba agarrarme. Loscírculos negros alrededor de sus ojos

los hacían parecer orbes. Teníaganas de gritar mientras desataba lasillita y la colocaba a una buenadistancia, a una distancia segura.Cuando me he sentado en el asientodel coche y he vuelto a alzar lamirada, la he visto. Una mujerdesfigurada, vestida con unostéjanos, una camiseta y botas seacercaba. Estaba a tan sólo unosmetros de nosotros.

Cuando me ha descubierto, haempezado a caminar hacia mí. Ungemido agudo brotaba de su cuerpo

en descomposición. He empezado apensar en cuál sería la forma mássilenciosa de encargarme de ella.Tendríamos que encender el motordel Hummer con las pinzas; la puertadel conductor había estado abiertadías, o tal vez semanas, por lo que laluz piloto había estado encendida.

El cadáver de la mujer seacercaba pausadamente, pero a ritmoconstante. He echado un vistazo alinterior del Hummer. Había un cojínen el asiento del copiloto; lo heagarrado rápidamente, me he quitado

el cinturón y he enrollado el cojín alcañón de mi CAR-15. El cinturón meha permitido sujetarlo con firmeza.La mujer ya había llegado hasta mí,por lo que he tenido que disparar.Cuando sus deformados labios hanempezado a mostrarme sus dientesamarillentos, he apretado el gatillo.

El arma no ha emitido más ruidoque el de una palomita de maíz alestallar cuando la cabeza delmonstruo ha explotado, y ha liberadotras ella una niebla oscura. Hadejado de existir. Me he arrodillado

hacia el niño pequeño. Me hequedado sentado en el suelo,meditabundo, valorando qué debíahacer. Si existe un dios en el cielo,espero que me perdone. He acabadocon la joven criatura con el cuchillo.No creo que sea necesarioextenderme más sobre esto.

Tras este encuentro, he tirado elcojín de nuevo sobre el asiento y lehe hecho un gesto a John para que seacercase. No veía ningún peligroinmediato en el área, aparte de unoque seguía en el interior de un coche,

a unos seis metros, y que no dejabade retorcerse. John acarreaba elcargador portátil de baterías, se tratabásicamente de una batería cargada,con cables para conectar a lagastada. He quitado las sujecionesdel capó, me he inclinado a través dela puerta del conductor y lo heabierto. He vuelto a entrar en elcoche, para buscar las llaves. Nohabía llaves. Me he quedado sentadoy he pensado durante un minuto.

¿Qué había sido del conductor deaquel vehículo? ¿Había sido tan

egoísta que había dejado a su hijo enmanos de aquellas criaturas? Traspensarlo cuidadosamente, he llegadoa la conclusión de que seguramentelos padres no habían abandonado alpequeñín. He vuelto a mirar elinterior del coche; había unambientador de pino de color rosacolgando de la ventanilla trasera. Hemirado al suelo, hacia el monstruoque acababa de matar; le heregistrado los bolsillos hastaencontrar las llaves del H2 y elcarnet de conducir. Siento lo de su

hijo, señora Rogers.He introducido la llave en la

ranura y la he girado para encenderel motor. Lo que pensaba. Muerto.He cogido el cargador y lo heenganchado a la batería mientrasJohn giraba la llave. Ha rugido, vivode nuevo. Hemos comprobado lagasolina. Quedaba poca. John se haencaramado en el asiento delcopiloto y nos hemos puesto enmarcha. Hemos dado una vueltacompleta y nos hemos dirigido haciami coche. Al ascender por el

terraplén me he dado cuenta de quehabíamos atraído algo de atención nodeseada. Calculo que debía de haberunos veinte tambaleándose hacianuestro vehículo. Estaban a casitrescientos metros. He detenido elHummer cerca de mi coche y hecargado los paquetes en el maleterode nuestro nuevo vehículo, antes dedirigirnos al sitio más cercano dondeproveernos de gasolina. Tanto Johncomo yo éramos conscientes de quelos surtidores no funcionarían sinelectricidad, por ello hemos cogido

una manguera para poder extraer lagasolina.

Hemos recorrido algo más detres kilómetros y hemos esquivadolos coches detenidos en la carretera,hasta llegar a una carreterasecundaria. Hemos virado por ella.A un kilómetro de la entrada hemosencontrado un coche que no teníasistema de seguridad en el depósito.Las luces de advertencia estabanencendidas; seguramente llevabansemanas parpadeando. He aparcadoel H2 en una posición que nos

facilitase la tarea. Hemos extraídohasta la última gota del coche, perosólo hemos conseguido llenar mediodepósito. Como todas las gasolinerasestán cerradas, nos tendremos queconformar con esto.

DESCUENTOSESPECIALES EN EL

PASILLO 13

22:43 h.

Si existe el infierno en la Tierra, hoylo he encontrado. Estoy pensando entirar la cámara. Aunque la humanidadsobreviva a este calvario, no creoque nadie quiera ver esto... porque loúnico que encuentro son imágenes de

muerte y destrucción.La mayor parte del trayecto he

conducido yo. Tras dejar atrás laciudad de Universal, hemos subidopor la I-35 hacia San Marcos. Hemostenido que esquivar varios coches yesos malditos sacos de pus andantes.Ya estoy empezando a pagar lasconsecuencias. He empezado a sentirrespeto por los veteranos de guerraque tuvieron que enfrentarse con lamuerte a diario. No sé cómo lolograron. Incluso antes de llegar aSan Marcos, ya podíamos ver el

humo que cubre Austin.Necesitábamos gasolina, por lo quehe girado por la salida 1900 y hevirado a la derecha, hacia elaparcamiento de un Wal-Martabandonado ya hace mucho tiempo.

John vigilaba mientras yo mealiviaba en la cuneta. Después me hatocado a mí vigilar. Hemos colocadoel Hummer cerca de algunos cochespara poder recolectar más gasolina,cada vez más necesaria. Al menos enesta ocasión hemos encontrado unChevy Blazer de finales de los 80

con el depósito lleno. Hemos llenadotres cuartas partes del Hummer.Como yo sólo llevaba 880 balas delcalibre .223 y 300 de 9mm, y Johntenía mil del .22, le he preguntado sise sentía con ánimos de ir decompras.

La puerta principal estabacerrada. He vuelto al Hummer, lo hellevado hasta ella y he buscado unapalanca. La he encontrado y heintentado forzar la cerradura. Teníaun buen punto de apoyo, por lo queme he dedicado a ello con todas mis

fuerzas. John vigilaba elaparcamiento, para no encontrarnoscon ninguna sorpresa mientras yo mepeleaba con la puerta. De pronto henotado un golpe seco; he alzado lavista y, para mi decepción, me heencontrado cara a cara con uncadáver ataviado con el traje azul deWal-Mart, sucio de sangre, quegolpeaba la puerta de cristal eintentaba salir. La criatura se haseparado un poco de la puerta y hagolpeado el pestillo que la manteníacerrada.

La puerta se ha abiertoligeramente mientras aquel serintentaba deslizarse por la aberturapara llegar a nosotros. Ha sacado lacabeza y he aprovechado paraclavarle la herramienta que llevabaen la mano; le he atravesado lacuenca del ojo, y ha muerto alinstante. He mantenido la puertaabierta, como un perfecto caballero,para permitir que el cadáver cayesesobre la acera. Después he abierto lapuerta del todo y he apoyado en ellael contenedor de la basura, para que

no se cerrase.Le he comunicado a John que lo

más probable es que hubiera máscriaturas de aquéllas en el interior.Hemos empujado el Hummer máscerca de la entrada, para que nadiepudiese entrar y para que, para salir,tuviesen que escalar por la puerta delconductor y atravesar el asiento delcopiloto. Ha sido idea mía, paraimpedir que llegase algún visitanteinesperado durante nuestra tarde decompras. Le he enseñado a John ausar su arma en espacios cerrados:

yo le llamo el movimiento dereconocimiento, como algunosmarines amigos míos, que me loenseñaron. John y yo hemosempezado a avanzar por lospasillos... Me cago en la puta... ¿porqué en los Wal-Mart siempre ponenlos artículos de deporte al fondo?

Le he hecho gestos a John paraque viniese a ver lo que yo estabaviendo. Otro trabajador, que debíade haber muerto durante su turno, seacercaba poco a poco hacia nosotros.Le he hecho una señal a John para

que disparase; su arma es menosruidosa que la mía. John ha apuntadocon cuidado, y se ha cargado a lacriatura. Esta ha quedado tumbada enel suelo, quieta, sin vida.

Le doy las gracias a Dios por lostragaluces del techo, porque sin ellostoda aquella expedición se habría idoa tomar por culo. John y yo hemosavanzado hacia el fondo de la tienda.Hemos llegado a la sección dedeportes para descubrir que lamayoría de armas habíandesaparecido: o bien las habían

vendido o las habían robado. Habíavarias cajas de munición de.223 yalgunos cartuchos del calibre .12. Enel mostrador quedaba un arma queme ha interesado bastante: unaescopeta de corredera Remington870 del calibre .12. He roto el cristaldel escaparte y le he pasado el armaa John, que es el menos dotado encuestiones armamentísticas. Hemosrecogido los cartuchos y las balas ynos hemos dirigido hacia la salida.

John y yo cruzábamos lospasillos con mucha precaución,

temerosos de encontrarnos con unnuevo muerto viviente. Al doblar laesquina en la que acababa eldepartamento de deportes, uncadáver femenino me ha derribado.Me he dado un terrible porrazocontra el suelo, al mismo tiempo quesentía como me tiraban con fuerzadel tobillo. Estaba mordiendo mibota militar reforzada, intentaballegar a mí a través del talón. Le hepegado una patada en toda la nariz yhe oído como el cartílago se partía.Me he levantado y he reculado unos

pasos, para poder comprobar si mehabía llegado a herir en el talón.Dios bendiga al diseñador de lasbotas Altama. No se ha levantado,porque se había partido la espaldacon la estantería que le había caídoencima, seguramente hacía semanas.Me enseñó los dientes con una muecaterrorífica. John la ha apuntado, peroyo le he hecho un gesto paraindicarle que no disparara. Me heacercado a ella y le he pisado la siencon el talón; he presionado con todasmis fuerzas. Ya no era una amenaza.

Hemos llegado a la puertaprincipal. Como me temía, se habíareunido ante ella un comité debienvenida. He llegado a contartreinta cadáveres andantes. John seha colado por la ventanilla delasiento del conductor y ha pasado alasiento del copiloto; yo le he imitadoy me sentado en el lugar delconductor. He encendido el motor yhe subido la ventanilla. Si nohubiésemos colocado el H2bloqueando la puerta de entrada a latienda, nos habríamos encontrado en

un buen fregado. Al salir alaparcamiento, me he quitado todaslas preocupaciones y he avanzadopor encima de ellos. John estabaocupado arrancando todas lasetiquetas y el envoltorio de su nuevaRemington.

Había llegado el momento debuscar un refugio; empezaba aanochecer. Hemos avanzado por lavía I-35, hacia el norte, en busca deun lugar en el que descansar. Al finalle he sugerido a John quebuscásemos un punto que nos

pareciera seguro y que durmiésemosen el Hummer. Él se ha mostrado deacuerdo y hasta ha bromeado: «Nocreo que encontremos ningún motelabierto.»

He conducido hasta que hemosllegado a un pueblecito, Kyle, al surde Austin. En la señal de la entradadecía KYLE, TEXAS.BIENVENIDOS A CASA. Y allí heencontrado el punto que buscábamos:un gran campo de heno, rodeado poruna valla; no había ni rastro deninguna de esas criaturas vagando a

su alrededor. He virado por elsendero de acceso y he alzado labarra en forma de «T» que manteníacerrada la puerta. Le he pedido aJohn que condujese él, para que yopudiese cerrar de nuevo la puerta dela verja cuando él hubiese entrado enel campo. Hemos aparcado elHummer entre cuatro balas de heno,colocadas de forma que los ladosquedasen tapados. Si algo seacercaba a nosotros, tendría quehacerlo desde delante o desde atrás.John y yo nos hemos asegurado de

que todas las puertas estuviesencerradas, y John se ha dormido. Yason las 23.30; supongo que deberíahacer lo mismo.

24 de enero15:34 h.

Nos hemos despertado a las 6.15h de la mañana al oír el canto de ungallo a lo lejos. He puesto en marchael H2 y lo he sacado de entre las

balas de heno. Nos hemos dirigidohacia la puerta de entrada, y hemosmirado por la carretera, en direcciónal camino por el que habíamosllegado. Había un montón deaquellos seres en la distancia. No hesabido distinguir si venían hacianosotros. ¿Era posible que hubiesenoído nuestro vehículo y hubiesenseguido el sonido desde tan lejos?Espero que no.

Hemos llegado a las afueras deAustin a las 7.05. El humo casi no sepodía soportar. La visibilidad se

veía restringida a unos cientocincuenta metros. En algunosmomentos, cuando el viento soplabaen la dirección correctavislumbrábamos los edificios másaltos. Uno de ellos parecía unaantorcha; los pisos superiores ardíancon furia. A la derecha, he logradodistinguir lo que me ha parecido unatorre de control de tráfico aéreo.Hemos virado hacia allí y nos hemosdirigido hacia ella.

Hemos alcanzado la valla delperímetro exterior. Se trata de un

pequeño aeropuerto privado, conalgunos aviones Cessna y dos jetspequeños cobijados en el interior deunos hangares abiertos. Una secciónde la valla estaba derruida, y lahemos cruzado para entrar en lapista. Hemos examinado el área,pero no hemos descubierto ningúnpeligro inmediato. He amarrado unacuerda en la rueda frontal de uno delos Cessna 172, he escogido el quetenía mejor aspecto, y he abierto laportezuela de la cabina. Para misorpresa, sobre el asiento del

copiloto, he encontrado unpiernógrafo, un ordenador de vuelo yun mapa.

He trepado hasta la cabina y le hegritado a John que nos condujera, concalma y tranquilidad, hasta lainstalación de reabastecimiento. Hecerrado la puerta y me heconcentrado en comprobar todos loselementos, para poder encender elsistema eléctrico y revisar el nivelde combustible y que no hubiesenada que se saliese de lo normal.Cada pocos segundos sentía un

temblor en el aparato, mientras Johnnos arrastraba hacia los surtidores.Los dos depósitos de las alas estabanllenos, por lo que he abierto lapuerta, he saltado a tierra y hecorrido hasta John para decirle quediese una vuelta completa y volviesea llevar el avión hasta la torre.

Al llegar a la torre, he usado lalista de control del avión pararealizar una inspección minuciosadel aparato. No me gustaba nada laidea de quedarme sin motor cuandosobrevolásemos un área con un alto

nivel de infectados. He dejado elaparato listo para emprender el vueloy he discutido con John nuestro plande actuación. Hemos sacado el mapade carreteras y hemos buscado elaeropuerto más cercano a nuestrascasas, en San Antonio. Yo buscaba ybuscaba, pero sólo he encontrado elaeropuerto internacional que hay enel centro de la ciudad. Y es unaopción del todo inaceptable.

John se ha dado la vuelta y me hamirado con una expresión extraña.Me ha preguntado si conocía el

circuito Retama Park, en la I-35.Habíamos pasado por delante al salirde la ciudad. Nunca había oídohablar de él, ya que hace poco quevivo en San Antonio. John queríasaber cuánta distancia se necesitapara aterrizar. He ido a la cabina yhe revuelto el compartimento dondese guardan todos los papeles, pero nohe podido encontrar ningunainformación. Algunos de los avionesmás pequeños que he pilotadorequieren unos trescientos metros,usando un sistema beta. Pero aquel

pájaro no tenía controles beta.Tendría que calcularlo a ojo.Seguramente necesitaríamos unosquinientos metros como mínimo. Johncreía que tendríamos suficienteespacio.

Hemos preparado las armas y noshemos acercado poco a poco a lapuerta de entrada de la torre. John laha abierto mientras yo le cubría. Elascensor, evidentemente, nofuncionaba, por lo que hemos tenidoque subir por la escalera. Hemoscerrado y asegurado la puerta a

nuestras espaldas antes de empezar aascender. En cada tramo de escalerahay ventanas que dan a las pistas deaterrizaje. No hemos visto ni oídonada hasta que hemos llegado arribadel todo; frente a la puerta del centrode la torre de control había un charcode sangre coagulada.

Le he hecho un gesto a John paraque lo examinase. Me he acercado ala puerta, la he abierto poco a poco yhe saltado al interior, preparado paraabrir fuego. No esperaba ver lo queme he encontrado: uno de los

controladores se había cargado acuatro criaturas de aquéllas hastaque, desesperado, había vuelto lapistola hacia sí mismo y se habíadisparado. He abierto las puertas quecomunicaban con la cubierta deobservación, y con la ayuda de Johnhemos arrastrado los cadáveres haciaella. Los hemos tirado por el borde,al lado contrario de donde habíamosaparcado el avión.

Hemos vuelto a bajar. Hemosdescargado el Hummer y subidotodas nuestras pertenencias al centro

de control, por pura precaución. Hecerrado las puertas del Hummer yhemos vuelto al piso superior, paratrazar un plan.

John me ha comunicado que noabandonaría a su perra, encerrada enel sótano. Allí podría acabar pormorirse de hambre. Le comprendocompletamente. John quiere coger elH2 y reunirse conmigo en el circuitoRetama Park; después, los dospodremos seguir hasta nuestras casasen el H2. Yo tengo que pilotar elavión y aterrizar sin complicaciones

en el circuito. He pasado muchashoras volando en aviones militares,pero nunca he pilotado un Cessna. Esarriesgado, pero necesario.

He calculado que tardaré unostreinta y cinco minutos en realizar lascomprobaciones, despegar y llegar alcircuito, lo que se traduce en que,para ahorrar gasolina, John tendráque partir en el coche antes que yo.Le espera un trayecto de dos horas.He compartido con John miscálculos, y está de acuerdo en salirantes.

22:43 h.

Fuera está oscuro. Lo único quedistingo, en la distancia, son losincendios. He encontrado algunosinformes de despegue sobre la pistade aterrizaje. Ha sido una suerte,porque gracias a estos documentos hesabido que hay una torre de agua a 60metros del final de la zona dedespegue de la pista. Con todo el

humo no lo habría podido ver atiempo. Al menos ahora ya sé haciaqué dirección tengo que volar en elmomento del despegue. Ha llegado lahora de acostarse.

25 de enero07:00 h.

Hora de dejar el nido,literalmente. Hemos salido alexterior y hemos mirado la base de la

torre. Parece ser que hemos hechodemasiado ruido. Había diezcadáveres caminando alrededor de latorre, chocaban contra ella yprovocaban ligeros chasquidosmetálicos. Yo les he distraídomientras John lanzaba todo elmaterial irrompible por el borde dela cubierta, para que no tuviésemosque hacer tantos viajestransportándolos. Cuando haterminado, John se ha acercado a míy me ha pasado su.22. Le heprometido que yo me ocuparía de las

criaturas mientras él cargaba todoslos víveres en el coche. Nuestravisibilidad todavía se veía limitada aunos cien metros.

He disparado contra las criaturasy me he apresurado a ayudar a John acargar los últimos bultos. Hemospodido bajar la escalera sin ningúnincidente. Yo me he quedado lonecesario para el vuelo, como misarmas, algo de comida y agua, y hedejado que John se llevase el resto.Le he preguntado a mi compañero siestaba seguro de lo que iba a hacer.

Ha respondido que sí. Hemosquedado en reunimos en el circuito alas 9.30. Anoche cogimos una radioportátil de la torre, para que Johnpudiese comunicarse conmigo en lafrecuencia 121.5 si necesitabahablar. Es la frecuencia deemergencia de vuelos, pero no creoque a nadie le importe que lainvadamos.

John ha montado en el Hummer yse ha alejado. Yo me he metido en elavión, he cerrado las puertas y hecomprobado todo lo que he podido

para hacer tiempo. Supongo que elhumo y la falta de visibilidad estánjodiéndoles los sentidos, porque yome imaginaba que los disparosatraerían a más. Estoy empezando aasustarme, pero voy a salir ya...

08:12 h.

Estoy en el aire. El avión estáestabilizado, por lo que tengo lasmanos libres. Me dirijo de nuevo

hacia el circuito, ya que como hedespegado muy pronto, primero hequerido efectuar una vuelta dereconocimiento. Es un aviónrelativamente fácil de pilotar;pensaba que tendría más problemas.Después del despegue, he decididoencaminarme hacia la base paracomprobar si los muros seguían enpie. He recordado la frecuencia VOR(Radiofaro Omnidireccional deVHF), la he sintonizado en el panelde navegación y he seguido la aguja.Mi corazón ha dado un vuelco

cuando he descendido por debajo delas nubes, a 6.500 metros de altura.

He sobrevolado la base a lamenor altura que me he podidopermitir y he observado todo elhorror. Los edificios o estaban enllamas o destruidos... Era como sihubiesen sido víctimas de un ataqueaéreo. Tal vez esto explique lo quesucedió en Austin. He virado con elavión, haciendo que se ladease en unángulo de quince grados y me hedirigido a las puertas de acceso.Estaban destruidas por completo. A

través del humo he podido distinguirmiles de muertos vivientes quedominaban todos los terrenos de labase. He dirigido el avión al puntode reunión en el circuito.

23:56 h.

De vuelta a casa.No tengo ganas de escribir.Los muertos son los más

afortunados.

TODO SE VE MÁSCLARO DESPUÉS

26 de enero18:42 h.

Ayer fue un día muy duro. Cuando yaestaba sobre el circuito, todavíaquedaba mucho combustible. Lavalla seguía intacta y no habíaninguna criatura alrededor. Parecíaque tendría espacio suficiente para

aterrizar, pero me fijé en que elterreno era irregular y parecía teneruna inclinación de diez grados.Debería controlar a la perfección losalerones para mantener el control delas dos ruedas cuando aterrizase.

Me dirigí hacia el extremo nortedel circuito a una velocidad de 85nudos. Reduje la velocidad, encendílos propulsores, corregí la posiciónde las ruedas traseras... Empujé eltimón de profundidad con lo que elmorro se inclinó hacia delante. Puseel motor al ralentí, y dejé que se

posase y rodase hasta detenerse; nopodía usar los frenos porque elcircuito era de tierra. Eché un vistazoal piernógrafo, y pasé las páginashasta llegar a la lista de instruccionespara apagar el motor. Lo apagué trasllevar el avión hasta el punto menosvisible, que estaba en un extremo delcircuito.

Ahora tocaba esperar. Cuandoaterricé eran las nueve y media, y noveía el H2 por ninguna parte. Eradifícil no localizar un Hummer decolor amarillo canario, con más de

tres kilómetros de visibilidad. SiJohn se acercaba, vería el avión ysabría que estaba cerca. Decidíbuscar algo para poder cubrir elaparato, de forma que llamase menosla atención... tanto a los vivos comoa los muertos. Era un circuito; estabaseguro de que debía de haber unalona en alguna parte. Agarré mi fusily me dirigí hacia el área demantenimiento. Tras la valla de telametálica, vagaba un gran número deno muertos. Algunos arañaban lavalla, furiosos por su incapacidad

para atravesarla. Era consciente deque si llegaba el número suficientede muertos vivientes, lo lograrían.

Me acerqué con cautela al áreade mantenimiento. Me quedé delantede la puerta de acero y escuché... Oíael sonido de alguien que golpeabametal; como si alguien en el interioraporrease el suelo con un martillo.Siempre he preferido el sigilo porencima de la violencia. Rodeé eledificio en busca de ventanas. Habíauna en la parte trasera, a dos metrosy medio de altura. El único problema

era que había un cadáver que setambaleaba en la zona exterior de laverja. No podía avanzar hasta mí,pero si llegaba a verme, haría muchoruido. La ventana tampoco me servía.Volví hacia la puerta, caminandopegado al muro.

El sonido se había detenido. Yaempezaba a joderme la mente. Nopude soportarlo más así que abrí lapuerta y eché un vistazo al interior.Estaba oscuro, excepto por un rayode luz que penetraba por la ventanaque acababa de ver. Olía a carne

putrefacta.Cerré la puerta de nuevo. Todos

mis instintos me decían que olvidasede una puta vez el camuflaje para elavión, que no era tan importante,pero por algún motivo ignoré lalógica del proceso mental. Saqué lalinterna LED y la encajé en elsoporte de mi fusil. Encendí la luz yabrí un poco la puerta. Introduje elcañón del arma para que el oscurogaraje quedase iluminado. El hedorera insoportable.

Enseguida vi la fuente del ruido.

Un mecánico muerto, aplastado poruna grúa hidráulica, estaba tumbadode espaldas al suelo; se habíareanimado y golpeaba con una llavedinamo- métrica contra el suelo. Desu cuerpo mutilado brotaba ungruñido grave cada vez que intentabaerguirse para mirarme. Se alargabahacia mí. Lo que pasó a continuación,sucedió en un solo segundo.

Distinguí las marcas demordisco, la carne que le habíanarrancado en el rostro, en el cuello.No se lo había hecho a sí mismo, por

lo que deduje que en aquella estanciadebía de haber otro puto cadáver. Alfinal, la puerta se abrió de golpe yuna de aquellas criaturas me derribó,seguramente la misma que se habíazampado al mecánico paradesayunar.

Lo único que impedía que aquelhediondo montón de mierda mearrancase la nariz de cuajo era queyo mantenía el arma elevada,separándonos. Lo aparté de mí de unempujón, pero aquella cosa, nopodría decir si había sido un hombre

o una mujer, logró agarrarme por lamuñeca. Le pegué un buen culatazocon el fusil y se desplomó a un lado.Me puse en pie a toda prisa y ledisparé una bala en la cabeza.Deseaba partírsela por la mitad, perouna parte de mí, todavía sensata, sehizo con el control y me recomendóque sería mejor no derrochar lamunición de aquel modo.

La puerta del garaje se habíacerrado. Y así se iba a quedar, joder.Oía el golpeteo de los puños contraella. Había más allí dentro. Corrí al

lateral del garaje; había visto unoscuantos bidones de aceite e hicerodar uno hasta la parte delantera. Locoloqué ante la puerta, para impedirque lo que hubiese tras aquellapuerta lograse abrirla y me amargaseel día.

Se habían acabado lasexploraciones. Volví poco a pocohacia el avión, mientras constatabaque había convocado todo un séquitode admiradores al otro lado de laverja. Esperaba que hubiesendisfrutado del espectáculo de la

ejecución que había ofrecido.Mordisqueaban el alambre, gruñían,golpeaban contra el metal. Veraquella muchedumbre de maldadgrisácea hacía que me sintiese muyintranquilo.

En aquellos momentos escuché elsonido de un vehículo que seacercaba. Me escondí tras uno de lostenderetes de los concesionarios parapoder vigilar. El color amarilloconfirmó mis sospechas: era John.Corrí hacia la verja de entrada paradejarlo pasar. Estaba cerrada con

candado.A regañadientes, preparé el fusil

para disparar. Apunté a la zona quesujetaba la cadena y no a lacerradura... Con tres disparos, elcandado se soltó de la cadena y cayóal suelo. Me decía a mí mismo que lode disparar contra los cerrojos sólofuncionaba en las películas mientrassacaba la cadena y abría la verja.

John la atravesó a toda leche. Yocerré con rapidez la puerta, volví aasegurarla con la cadena y corríhacia el avión. Me había acordado

que en la cabina había visto unaprensa-C que sujetaba unosauriculares. La desenrosqué a todavelocidad y volví corriendo a lapuerta. Ya había unas cuantascriaturas a un tiro de piedra. Deslicélos extremos de la cadena en laprensa y la enrosqué, hasta tensarlos.Aquello no detendría a una personaviva, pero dudaba de que aquellosmiserables restos de humanoaveriguasen el funcionamiento delmecanismo.

Volví caminando al avión. John

ya había aparcado. Le miré; lesangraba la mejilla. Le pregunté quéhabía pasado, y me contó que habíatenido que parar a obtener algo degasolina, y había acabado teniendoque disparar a tres muertos. Habíamatado al primero, pero al dispararpor segunda vez erró el tiro, la balarebotó en un múrete de hormigón yuna astilla le arañó la mejilla. Matóal último y se largó de aquel putolugar. Por suerte ya había acabado deabsorber la gasolina cuando todohabía pasado.

Cuando lo he visto, había temidoque lo hubiesen mordido, que lohubiesen arañado, que mi únicoamigo en el mundo se hubieraconvertido en uno de ellos.

Le comuniqué a John que nosquedaba combustible para volar unasdos horas (apenas 190 millasnáuticas, a una velocidad de cruceromáxima de 95 nudos).

El avión estaba listo paradespegar, pero decidimos que eramejor dejarlo allí, encaminarnos acasa e intentar planear nuestros

siguientes pasos desde allí.Estábamos a tan sólo unos veinteminutos en coche de casa. Recogímis cosas del Cessna y las guardé enel Hummer. Si teníamos que salir porel mismo camino por el que habíaentrado John, tendríamos queencontrar una forma de distraer aaquellas criaturas.

Me acerqué a la verja y capté suatención. Me usé a mí mismo comocebo para que me siguieran mientrasJohn se preparaba para escapar en elHummer. Me siguieron hasta el otro

extremo del recinto. Esto meproporcionaba un tiempo de unosdoscientos metros para volvercorriendo, abrir la puerta, entrar enel coche, atravesar la abertura, salirdel coche y volver a asegurar laverja. Ningún problema. Todo fue apedir de boca. Nos encaminamos devuelta a casa, esquivando coches,sobreviviendo.

Aquella forma de vida se habíaconvertido ya en natural. Cuandollegamos a nuestro barrio, Johnavanzó por callejones y aparcó el

vehículo en un solar en construcción.Sacamos las armas y los utensiliosesenciales, y volvimos convertidosen sombras a casa de John. Duranteel camino evitamos que algunos deaquellos seres nos viese. Saltamos elmuro que rodeaba la finca de John yél corrió a buscar a su perra mientrasyo comprobaba el estado del resto dela casa. La perra subió corriendo laescalera, saltó sobre John y leempezó a lamer la cara. Le sugerí aJohn que usásemos mi casa comobase de operaciones, ya que yo

seguía teniendo energía eléctrica.Después de todo, si íbamos a morir,mejor que estuviéramos juntos. Loque llega a cambiar la perspectiva.

Durante todo el día, hemospasado el equipo de John a mi casa,poco a poco, para evitar que nosdescubrieran. Tengo la sensación deque nos iremos volando de aquí enbreve.

27 de enero17:13 h.

Qué suerte que John seaingeniero. Ha ideado un mecanismode alarma que nos podrá salvar si esnecesario. Se nos ha ocurrido hoy,cuando hemos tenido que salir paraacabar en silencio con uno de ellos,que golpeaba con fuerza la puertatrasera. Lo he matado con unpicahielos pegado con cinta aislantea una cañería de metal. Ha sidoentonces cuando John me ha pedidola opinión sobre su plan: quiere

conectar una radio a pilas al buzónde alguna finca que esté un pocoalejada, a un par de casas de ésta.Tiene algo de cable en casa, en elsótano, y está seguro de quefuncionará. Nos hemos colado en sucasa pare recoger algunos víveresmás y el cable. El sótano estásembrado de cagadas de Annabelle.

Ha agarrado la radio a pilas, confunción de despertador, el cable y uninterruptor que ha arrancado de lapared de su casa, y ha preparado unaespecie de alarma con control

remoto. Nuestra idea es que siaquellos seres nos asaltan de noche yhay demasiados, pulsamos elinterruptor para encender el artilugio,de forma que se sentirán atraídoshacia el buzón al fondo de la calle, aunas puertas de nosotros.

John lo ha preparado de formaque la radio-despertador quepa en elinterior del buzón, para que la cajade metal amplifique el sonido. Lohemos probado un momento, y hasonado lo bastante fuerte. Tenemosque usar la función de alarma, ya que

no queda nadie que siga emitiendo enninguna frecuencia.

Hemos enrollado el cable en elposte del buzón y lo hemosdesenrollado a lo largo del bordillo,para que quede fuera de la vista. Elproblema ha venido en el momentode hacerlo cruzar la calle eintroducirlo por el muro de mi casa,para poder acceder al interruptor confacilidad. Hemos extendido el cablesobre el asfalto; a continuación, Johny yo hemos agarrado unas palas y lohemos cubierto de tierra. Así

aquellas criaturas no tropezarán conél ni desconectarán el circuito. Entotal hemos desenrollado unos cienmetros de cable.

He empalmado el interruptorpara la alarma a una caja deconexiones de la cocina, con laayuda de un imán.

Pasaré el resto de la nocheintentando decidir adonde ir ahora.Tal vez nos quedemos por aquí untiempo, pero tal vez vuelva aapoderarse de mí la sensación queme invadió ayer.

Después de acabar con nuestropequeño invento, he comprobado elestado del Hummer con losprismáticos. Desde mi posición, sólopuedo ver desde los retrovisoreslaterales hasta el morro. Había tres ocuatro seres de ésos vagando a sualrededor, curiosos. Lo he apuntadomentalmente.

28 de enero20:39 h.

Mientras comprobaba la bandade emisión ciudadana, he descubiertoalgo asombroso. He interceptado unagrabación que se emite por el canal 9en el que se solicita a los ciudadanosque se presenten voluntarios paraconvertirse en miembros del «nuevoejército». Están emitiendo unagrabación en bucle con fecha de ayer.A cada hora en punto, la grabaciónhace una llamada para que alguienresponda, pero hay algo que no meacaba de encajar. Si son una banda

de militares abandonados, y pidenrefuerzos, ¿qué les ha sucedido a losmiembros originales? ¿Muertos?¿Ejecutados? La apagué hasta quefaltaron diez minutos para las seis dela tarde. Y luego escuché a ver sihabía otra gente que se ofrecieravoluntaria.

— [**estática**], Shane Stahldesde Concord, Texas. ¿Hay alguien?

— Sí, al habla el capitán ThomasBeverly, del 24.° Escuadrón de

Tácticas Especiales. Me alegro deoírle.

La conversación ha seguido, sehan intercambiado algunainformación y han decidido un puntode extracción no muy lejos de casade Shane, cerca de una torre de aguaal lado de la carretera interestatal.John y yo hemos hablado de estecambio en los acontecimientos, yhemos decidido que el mejor cursode acción sería seguir escuchando las

conversaciones para recabar másinformación, hasta que tengamos lacerteza de que este grupoindependiente no es hostil y estáformado por voluntariosabandonados.

He pasado una buena parte de lamañana leyendo manuales deaviación y procedimientos deemergencia. Quiero conocer a fondolos sistemas del avión la próxima vezque lo haga volar, por si acaso.

John y yo hemos pensado enposibles destinos para nuestra

próxima salida. Contamos con dosopciones: continuar aquí y esperarque no nos superen, o salir con elavión y todo lo que podamos cargaren él, y dirigirnos hacia el sureste,hacia las islas ante la costa deCorpus Christi. En Corpus hay unaestación aérea de la Marina. Estoyconvencido de que allí podremosavituallarnos de combustible, oincluso encontrar un avión mejor.

Si decidimos escapar de aquí,tendremos que valorar muycuidadosamente qué equipo nos

llevamos en el avión y cuálabandonamos aquí. John y yopesamos 165 kilos. Si a eso lesumamos el combustible y elequipaje, sólo podemos permitirnosvolar con unos 180 kilos de víveres.Esto nos añade todavía más presión.Hemos empezado a hacer una lista deobjetos que no podemos dejar atrásde ninguna de las maneras. John haescrito: «perra, nueve kilos». Hetranquilizado a John: no tiene por quépreocuparse. Annabelle se viene connosotros.

29 de enero12:50 h.

Un grupo de motoristas ha pasadorugiendo por nuestro vecindario haceunos treinta minutos. John ha tenidoque ponerle el bozal a Annabellepara que no empezase a ladrar. Nocreo que pudiesen oír los ladridospor encima del rugido de susmotores, pero mi filosofía de vida

ahora es «nada de riesgos». Hecontado entre 70 y 80 motos mientrasel convoy pasaba ante nosotros.Muchas iban con alguien de paquete.La mayoría llevaba un fusil o unapistola encajados en los manillares.

Me he fijado en algo que nuncapensaba que llegaría a ver antes deque estallase la epidemia. No eransólo Harleys, sino que ibanacompañadas por motos de carreras.Estoy seguro de que las usan comoavanzadilla. Parecía un grupo duro;no he visto la necesidad de hacerles

notar nuestra presencia.

18:47 h.

Los gemidos y el roce de los piesde los cadáveres resultan casiinsoportables. Tres horas después depasar la formación de motocicletas,las criaturas que sin duda los seguíanhan iniciado su lento desfile por elbarrio. John y yo mantenemos elsilencio. La luz del día se apaga, y

hay demasiados para contarlos. Estopodría convertirse en algo peor de loque habíamos imaginado. No creoque noten nuestra presencia, pero nohay forma de estar seguro del todo.Veo que a veces miran hacia aquí,que chocan contra el muro de micasa, pero hay tanto ruido que nopuedo cerciorarme de si intentanentrar.

He ido a la habitación dondeguardo las armas y he traído cuatrotapones de espuma para los oídos. Lehe dado un par a John. Si queremos

salir de aquí mañana, tenemos queconseguir descansar. John se los haguardado en el bolsillo y ha asentido.

22:13 h.

Tenemos todas las cosaspreparadas, por si debemos escaparen cualquier momento. Muchosmonstruos han continuado su marchatras los motoristas. Hay otroscadáveres que parecen perdidos,

confundidos, y han acampado ennuestra calle. Vagan, caminan dandovueltas hasta que chocan entre ellos ycambian de dirección. Me recuerdana las clases de física de hace años,en que veíamos cómo las moléculaschocaban entre sí siguiendo patronesimpredecibles... Simplemente semovían por el portaobjetos. Hecalculado que deben de haber unosochenta y cinco muertos vivientes; hetenido que contarlos a la luz de laluna y de las estrellas.

Nota mental: encontrar gafas devisión nocturna a la de ya.

Si hoy fuese un día normal, miscompañeros de escuadrón y yoestaríamos pillando una turca enalgún bar del paseo del río. Es micumpleaños, y estoy seguro de que nohabrían dejado que me quedaseencerrado en casa. Bueno, supongoque la celebración tendrá queesperar. Me he bebido un chupito de

whisky con John; hemos brindadopor la supervivencia. Buenas noches.

NOTICIA BOMBA

30 de enero15:34 h.

Malas noticias. Mientrasexaminábamos las frecuencias detelevisión y de radio, nos hemostopado con la primera emisióngubernamental en semanas. Laretransmisión se ha efectuado portodos los canales de televisión

funcionales, además de por todas lasfrecuencias AM. Supongo que debede ser porque el AM tiene másalcance que la FM. Era la primeradama. Con voz solemne nos hacomunicado a lo que queda deEstados Unidos que el presidente hafallecido hace una semana, víctimade un ataque de las fuerzas de los nomuertos. Las Fuerzas Armadas se hanhecho cargo del vicepresidente: éstese encuentra en un lugar seguro. Laprimera dama ha seguido diciendoque sólo puede albergar los mejores

deseos para América y para elmundo.

Ha advertido de la presencia defacciones militares rebeldes que handesertado durante las últimassemanas, y ha dicho que esperabaque recuperasen la cordura yvolvieran a su lado, para luchar ennombre de su fallecido comandanteen jefe.

Pero ha reservado lo mejor parael final.

Ha pedido que todo el queescuchase lo que tenía que anunciar a

continuación hiciese lo posible paradifundirlo al resto del mundo, ya queestaba segura de que no habíamuchos supervivientes que aúntuvieran electricidad o acceso a untelevisor o a una radio.

Y ha soltado la bomba.

La Presidencia ha autorizado eluso de cabezas nucleares tácticascontra todas las metrópolis. El día 1de febrero, a aproximadamente las10.00 de la mañana (hora estándar

central), una fuerza de choquecompuesta por bombarderos de laArmada y de la Fuerza Aérea dejarácaer varias cabezas nucleares de altacarga en los centros urbanos demayor tamaño. Esperamos que esteataque defensivo nos dé la ventajanecesaria para recuperar nuestro paísy el mundo entero. Nuestrosvehículos no tripulados Global Hawky Predator UAV han mostrado grancantidad de no muertos en estasciudades y en sus alrededores. Sipueden viajar y escuchan este

mensaje, les pido que hagan todoslos preparativos necesarios paraevacuar su ciudad. A continuaciónemitiremos un listado con las áreasque recibirán el bombardeo. Porfavor, consúltenla en la parte inferiorde la pantalla de sus televisores.

Y hemos visto las lágrimasempapar su rostro.

No, no estaba de coña. Van ahacerlo. Me he quedado mirando lapantalla, con los dedos cruzados. Era

consciente de que mi ciudad es laoctava más grande de EstadosUnidos. No albergaba falsasesperanzas. Mientras pasaban lasciudades con R inicial, John y yohemos contenido el aliento. Allíestaba: San Antonio. John y yo noshemos convertido en un objetivonuclear. Mi casa está a treintakilómetros de El Álamo... y ElÁlamo está en el centro de SanAntonio. El radio de la explosiónalcanzará un mínimo de cuarentakilómetros, dependiendo de la

cabeza. Apuesto a que no querráncorrer riesgos, el radio de laexplosión alcanzará casi ochentakilómetros.

En el mismo instante que estospensamientos me cruzaban por lacabeza, en el televisor, mientras aúnaparecían los nombres de lasciudades en la parte inferior, haaparecido un listado deprecauciones: «Distancia deseguridad mínima: 240 kilómetros dela zona cero.» Esto significa que elgobierno va a usar bombas capaces

de volar una montaña, que van ahacer todo lo que esté en sus manos.

He mirado a John. «Creo que hallegado el momento de abandonaresta casa.»

31 de enero23:41 h.

La situación no mejora. Yahemos cargado el Hummer paraemprender el trayecto de vuelta al

circuito. Esta noche emprenderemosel vuelo. La luna está casi llena; lavisibilidad para volar será muybuena. El texto en las emisiones deemergencia ha informado que losbombarderos dejarán caer señuelosde sonido en el centro de lasciudades designadas para atraer almayor número de no muertosposibles, de forma que la efectividadde las bombas sea máxima. En elaviso también advertían que estocausará una mayor actividad en lasfilas de los no muertos. Alrededor

del mediodía unos jets hansobrevolado la zona y handescargado. Los señuelos deben deemitir un sonido con muchosdecibelios, porque se escucha desdeaquí. Es como un gemido oscilante yagudo. A Annabelle no le gusta, peroya se ha acostumbrado a oírlo; apesar de todo, tiene el pelo erizadotodo el rato.

Es difícil creer que en unosminutos vamos a dejar atrás enero.Mientras cargábamos el H2, hemostenido que usar el «truco del buzón

sonoro». Ha sido un par de horasdespués de que el ejército lanzarasus reclamos. Esas cosas han salidode la nada y han empezado a avanzar,arrastrando los pies, por nuestracalle. Hemos logrado realizar cuatroviajes antes de que las criaturas secargaran el invento de John. Uno deellos al final ha logrado arrancar elreceptor del buzón y lo ha usadocomo porra; el buzón ha quedadoabollado. Ya lo hemos cargado todoy ha llegado la hora de irse. Fueraestá muy oscuro, y he apagado las

luces para que cuando salgamos,nuestra visión nocturna natural ya sehaya ajustado. John y yo nosdirigiremos con nuestro pequeñoavión hacia el este. He estudiado yrepasado los manuales; no quedamucho más que hacer, sólo contar lashoras.

Tal vez carguemos un poco desobrepeso en el avión. Da igual,conseguiré que despegue. Quedandiez horas para el fin del mundo.

INVIERNO NUCLEAR

1 de febrero04:30 h.

Los tres, Annabelle incluida, noshemos escabullido de casa ahurtadillas por la puerta trasera yhemos avanzado hacia el Hummer.Nuestros ojos ya se habían ajustado ala noche. Los de Annabelle también,porque nos ha advertido de la

presencia de uno de los cadáveresoculto en las sombras. John me hadicho que había notado cómo se leerizaba el pelo del lomo, la llevabaen brazos, y los dos hemos oído losquedos ladridos que soltaba al llevarel bozal.

Me he encargado de la criaturacon un bate de aluminio y he seguidomi camino hacia el coche. Habíaalgunos que deambulaban por la zonadel vehículo, pero estaban a unadistancia segura y hemos logradomontar en él. Incluso con las

ventanillas cerradas oíamos elchillido de los señuelos sonoros. Losgemidos sobrenaturales de los nomuertos se alzaban por encima delruido de los reclamos.

El trayecto hasta el circuito hasido tranquilo. He conducido a pocavelocidad, con los faros apagados.Aparte de algunos choques de esascriaturas contra el guardabarros, noha sucedido nada reseñable. La luzde la luna nos mostraba el camino.

Hemos llegado hasta laportezuela encadenada de la verja

que lleva al circuito. He encendidolos faros y he visto que la prensa-Cseguía donde la había colocado. Hesalido del Hummer con el fusilpreparado y me he aproximado alcercado; he desenroscado la prensa.Aunque no he visto a ninguno por losalrededores, podía olerlos y sentir supresencia en la distancia.

He vuelto a colocar la prensacuando el Hummer ha atravesado laentrada. A un centenar de metros hedistinguido la silueta de uno de ellos.No importa. Necesitarían ser un

centenar o más para lograr derribarel cercado.

Hemos descargado el Hummer yhemos llevado los bultos al Cessna.He llevado a cabo lascomprobaciones anteriores al vuelo yhe preparado el avión para eldespegue. Me he metido en la cabinay he comprobado el sistema deencendido del motor. No ha habidoninguna dificultad para ponerlo enmarcha. Todo correcto con la presióny la cantidad de combustible. Hemoscerrado las puertas y he encendido

las luces de despegue. Y me heacordado de lo que había encontradoallí hacía unos días. De aquel pobremecánico apresado bajo una grúa; deaquel pobre hombre convertido enuna cena.

Y me he acordado de mienfrentamiento contra uno de ellos, ydel bidón de aceite de 200 litros quehice rodar y que coloqué en la puertaprincipal, para evitar que nada máspudiese salir de allí.

Las luces de despegue apuntabanhacia la puerta. Estaba

completamente abierta. El bidónhabía caído sobre un costado. Y enaquel momento he visto al habitantedel garaje: con un golpe sordo en elcristal de la ventanilla del piloto, elengendro ha aparecido; babeaba,chupaba, presionaba los labioscontra el cristal como uno de esoscomealgas en un acuario. Me hecagado de miedo. No puedo creermeque me haya olvidado de comprobarel garaje hasta que he estado dentrodel avión; eso podría haber supuestomi fin. He empezado a rodar hacia el

área de despegue. Aquel seravanzaba tras el avión, y he intentadoevitar golpearlo con el propulsor, yaque no quiero arriesgarme a que seproduzca ninguna avería.

He colocado el acelerador enposición de máxima potencia y hedejado que la energética mezcla delcombustible alimentase el motor.Hemos empezado a avanzar. Lasluces estroboscópicas anticolisiónhacían que el estadio parecieseinmerso en una tormenta eléctrica.Miré por el espejo retrovisor y

distinguí a dos monstruos dentro delperímetro, acercándose a nosotros.

50 nudos... 60 nudos... 70nudos... He tirado de la palanca demando y he empezado a elevar elaparato. Faltaba poco. El motor hagemido por la presión cuando lo hepuesto a la máxima potencia. Juraríaque el tren de aterrizaje ha topadocontra una de las gradas cuandoempezábamos a sobrevolar lashileras de asientos.

Estábamos en el aire, endirección sursureste hacia Corpus.

Antes de salir de casa y coger elHummer, John y yo hemos escuchadola tele y la radio, y hemoscomprobado que no hubiese otrabomba nuclear destinada allí, connuestros nombres escritos en ella.Pero no, no había ningún cambio enel nombre de las ciudades queaparecían en la zona inferior de lapantalla.

Supongo que Corpus no es lobastante grande. De todas formas, sé

que tienen las suficientes bombasatómicas para atacar todas lasciudades... supongo que lo que lesfaltan son pilotos.

Durante el trayecto, podíamosdistinguir el débil resplandor dealgunos faros en la carreterainterestatal. ¿Serían otrossupervivientes evacuando? Aterrizaren la carretera para ayudarles noserviría de nada, y lo más seguro esque tanto John como yo acabásemosmuertos.

Volaba a 2.100 metros, y seguía

las Reglas de Vuelo Visual porcostumbre. No creo que podamoschocar con otro aparato en el aire, yaque supongo que debo de estar en elúnico avión pilotado de todaNorteamérica, pero estoy seguro deque hay varios Predator no pilotadospatrullando el cielo, informando delestado de los cada vez másnumerosos muertos de la Tierra. Amedio camino de Corpus he vistoalgo que no esperaba... Luces, luceseléctricas de verdad. Los incendiosson algo habitual, a diferencia de la

electricidad.Según las cartas de vuelo nos

acercamos a «Beeville, Texas»,donde hay un pequeño aeródromomunicipal. He comprobado elcombustible y he determinado quenos iría justo, así que John y yohemos decidido enviar un mensaje alaeropuerto, que tenía luces, para versi podía aterrizar sin problemas.Sobrevolábamos la interestatal, endirección sureste, cuando he viradohacia el aeropuerto municipal deBeeville. Milagrosamente, los

satélites GPS siguen enfuncionamiento, por lo que heintroducido las coordenadas (28-21,42 N / 097-47,27 O). El monitorverde apuntaba en la mismadirección a la que yo me dirigía;íbamos bien.

Hemos llegado al aeropuertounos ocho minutos después, comonos había indicado el GPS, y hebajado a 250 metros de altura paraevaluar las pistas de aterrizaje. Están

construidas de noroeste a sureste, yme he decidido por la pista 12, yaque el viento jugará a mi favor. Lasluces de aproximación seguíanencendidas, por lo que estabaconvencido de que lograría aterrizarnuestro avión siempre y cuando nohubiese algún objeto extrañoaparcado en medio del asfalto. Trasla pasada de inspección, he hechoque el avión virase para iniciar elaterrizaje. Al sobrevolar la zona,había localizado un camión decombustible cerca de la calle de

rodaje.He aterrizado el Cessna y he

rodado hasta estar cerca del camión.He dejado el avión en marcha y lo herodeado por la parte trasera, hacia elcamión. Llevaba el fusil preparadopor si algo iba mal. He encendido lalinterna LED y su resplandor hailuminado toda el área alrededor delcamión. Me había olvidado deapagar las luces anticolisión, que medejaban ver fogonazos de la zonacada dos segundos.

Me he acercado a la manguera, la

he sacado de su soporte y hecomprobado la presión de la bombade combustible. Parece que no lahabían apagado. No importa, porqueno agotará la batería a menos quebombee constantemente. El camiónllevaba bastante combustible comopara cruzar el país dos o tres veces.Lástima que no me lo pudiese llevartodo. He vuelto al avión y hedestapado el depósito del ala conayuda de una palanca de madera quehabía en la puerta. No queríaarriesgarme a que saltara ninguna

chispa. Normalmente no repostaríacon el motor encendido, perotampoco quiero correr el riesgo deque este pajarito decida no volversea poner en marcha. He llenado losdepósitos a tope, hasta que elcombustible ha empezado a rezumarpor el ala. He vuelto a colocar lamanguera en su soporte en el camióny he vuelto hacia el aparato. Con elruido del motor no podía oír nada...pero mientras volvía hacia el Cessna,John hacía gestos frenéticos yseñalaba hacia mí. Ha saltado del

avión y se me ha acercado corriendo.Yo me he dado la vuelta y he alzadoel arma por instinto. Justo a tiempo.

He apretado el gatillo y ha salidouna bala a bocajarro que hadecapitado a la criatura. Es unasuerte contar con John a mi lado,porque este saco de pus de dosmetros tenía la altura exacta paraarrancarme un trozo de cuello de unmordisco sin que yo me diera cuentade qué era lo que me había golpeado.Ahora se había convertido en unpastel de gusanos que se estremecía

entre convulsiones en el suelo. Johnme ha mirado preocupado y ha vueltocorriendo al avión, junto aAnnabelle. A la perra no le gustavolar, y ya había vomitado dos vecesdurante el vuelo.

Hemos despegado yreemprendido nuestro viaje haciaCorpus. Según la carta de vuelo, estáa 230 kilómetros de San Antonio.Necesitamos una distancia deseguridad mínima de 240 kilómetros.A las 3.15 ya volvíamos a estar en elaire, lo que se traducía en que

quedaban seis horas y cuarenta ycinco minutos para que losbombarderos soltaran su carga. Unahora después de haber abandonadoBeeville ya nos encontrábamos en elespacio aéreo de Corpus. Nuestrodestino era la estación aérea de laMarina que hay al este de la ciudad,en la que seguramente sí queestaremos a la distancia de seguridadmínima de la zona cero. La estaciónaérea de Corpus Christi es una basede entrenamiento. Los aparatos queencontraremos allí no tienen

importancia táctica; tan sólo sonaparatos con un único motor deturbohélice.

Las luces de la base seguíanencendidas. Deben de estar usandoun generador. La mayoría de basestienen fuentes de energía alternativaspara contrarrestar el efecto de unataque enemigo sobre la red desuministro. Cuando sobrevolábamosla base, hemos podido ver lasconsecuencias de la destrucción. Elperímetro de la base había sidorebasado; había cientos de ellos

pululando por la zona. Lo desiempre. He comprobado elaeródromo. Las luces de la torresiguen encendidas, y con sus señalesblancoazuladas sueltan destellos.

Las luces del interior de la torretambién están encendidas, pero no hepodido ver nada de movimientodentro del perímetro del aeródromocuando lo hemos sobrevolado; hayuna verja que separa el aeródromode los edificios de administración yla torre. He distinguido unoscincuenta o sesenta aparatos de un

solo motor aparcados en las callesde rodaje. La mayoría eran T-34cTurbo para los entrenadores y T-6Texans. Me gusta; estoyfamiliarizado con los T-34c y todosllevan paracaídas, a diferencia delCessna. Hemos decidido aterrizarcerca de la torre, y pasar la nocherefugiados en ella. Cuando hemostomado tierra, he apagadorápidamente el motor; no quieroatraer a muchos engendros de ésos.La puerta de la torre estaba cerrada,pero no habían pasado el cerrojo.

Como sospechaba, la torre está deltodo abandonada. No hay señales devida... ni de muerte. Hemosacarreado al interior comida y agua,y nuestras armas. Hemos cerrado yasegurado la puerta a nuestrasespaldas. Es una gruesa puerta deacero. Aguantará.

ZONA CERO

10:30 h.

John y yo nos hemos podidoacostar alrededor de las 5.40. Latorre estaba limpia, en silencio,segura... Me daba una buenasensación. He puesto la alarma delreloj a las 9.30, para tener treintaminutos de preparación antes delespectáculo. He encendido la radio:

el mismo mensaje del otro día serepetía en un bucle. Alrededor de las10.05 he notado que había sucedido:la onda expansiva debe de habersedesplegado a una velocidad inmensa.Se ha levantado viento y he visto quelos árboles se inclinaban hacia eleste; no era su balanceo natural.Tenía los ojos enfocados hacia elnoroeste, hacia San Antonio. Lo hevisto. Pequeño, a causa de ladistancia, pero allí estaba.

Hemos sido testigos de cómo unaenorme nube en forma de hongo de

color naranja chillón se alzaba en elhorizonte. Joder, deben de haberlanzado una gorda de veras para quehaya podido verla, para que hayapodido sentir el viento a más de 240kilómetros de distancia. Hoy el díaestaba claro, tranquilo. Eraconsciente de que el viento, a esadistancia, no sería radiactivo, aunquela fuerza que lo hubiese provocado sílo fuese. Tan sólo esperaba que lanube radiactiva no se desplazase endirección a nosotros.

Me he dado cuenta de que había

algo que no encajaba. Houston está alnoreste. John miraba en esadirección, pero no ha habido ningúnestallido. Vale que esté a 450kilómetros, pero es raro. Igual se hanretrasado.

La torre tiene electricidad,presión de agua y radio. Creo quenos quedaremos aquí a reflexionarsobre lo que ha sucedido.

2 de febrero14:35 h.

Al despertar esta mañana heagarrado los prismáticos para poderechar un buen vistazo a toda la zona.Lo primero que he comprobado hasido las mangas de viento. Soplabahacia el oeste. Buenas noticias: estánoche no brillaré en la oscuridad. Elaeródromo sigue seguro. Todas lasestaciones aéreas de la Marinacuentan con verjas metálicas de dosmetros y medio de altura paraimpedir el paso a cualquier persona

no autorizada. A lo lejos, en la parteexterior del perímetro, puedo ver unagran cantidad de no muertos. No leprestan ninguna atención a la verja;tan sólo están allí.

Annabelle gimoteaba. Johncomprobaba las radios, así que hedecido sacarla fuera, era el gemidotípico de «tengo que mear». La heacompañado por la escalera y la hesacado hasta un pequeño recuadro dehierba que hay al lado de la torre, endirección contraria a las pistas deaterrizaje. Ella ha hecho lo suyo y ha

olfateado el aire. No es una perramuy grande, pero tiene buen olfato.Se le ha erizado de nuevo el pelo dellomo. Hemos vuelto a subir y hecerrado la puerta de la torre a misespaldas. Desde la torre contamoscon una visión de 360 grados, así quehe ido a la zona que da al cuadradode hierba para ver si averiguaba quées lo que ha molestado tanto aAnnabelle.

No había nada. Seguramente hasido la brisa, que transportaba algunaclase de hedor. Annabelle ya volvía

a estar contenta, le he puesto agua yalgo de pienso para perros. Johnllevaba sus auriculares y escuchabacon atención. En las torres de controltodo el mundo lleva auricularesporque sería un caos si todas lasradios emitiesen al mismo tiempo.Era evidente que John escuchabaalgo que no era el sonido de laestática. Me he acercado al panel, hemirado en qué frecuencia seencontraba y me he sentado en otroterminal para escuchar.

Eran dos pilotos que hablaban

entre ellos. Uno le preguntaba al otrosi habían tomado una buena decisión.Debían de estar cerca de nuestratorre; de otro modo, no loshubiésemos captado. Seguramentepensaban que contaban con toda laintimidad del mundo... Por lo quepodían saber, no quedaba ningún otroser vivo en el área. Me preguntaba aqué se debían de referir. ¿Serían losmismos pilotos que habían soltadolas bombas? Enseguida me han dadola respuesta: han continuadohablando y he descubierto que

aquellos pilotos se habían negado adescargar la artillería. Noconsideraban que se tratase de unadecisión acertada, así que en lugar deacatar las órdenes han escogido elexilio.

No les culpo. Son humanos.Como yo. No estoy seguro de que yohubiese podido llevar a cabo unbombardeo. Me pregunto quéciudades se habrán librado. Supongoque una de ellas es Houston, y tal veztambién Austin. A pesar de todo, soyconsciente de que la explosión de

San Antonio se los habrá cargado atodos.

John y yo hemos podido traertoda nuestra comida y agua en elavión. Ahora el agua no nos suponeningún problema, pero seguramentela comida empezará a serlo en un parde semanas. Anoche los incendiosdel noroeste brillaban con muchaintensidad. Seguramente todo loinflamable ya ha estallado en llamas.Apostaría que mi casa no es más quecenizas y polvo.

21:43 h.

Tras registrar toda la torre, Johny yo hemos dado con un cajón dealuminio bastante grande cerrado conun candado. Hemos logrado abrirlocon la ayuda de unas tenazas quehemos sacado del armario demantenimiento del piso inferior. Haresultado ser un cajón de material,recubierto de espuma protectora, queguardaba en su interior gafas de

visión nocturna. Había cuatro, de lasque se usan en un solo ojo. Funcionancon pilas normales AA. Tendría quehabérmelo imaginado: loscontroladores aéreos las usan paraadvertir a los pilotos de posiblesobstáculos en la pista. La mayoría detorres militares las tienen. Ahora lastenemos John y yo. No tienen muchapercepción de la profundidad, pero,oye, me siento mejor con ellas.

Las hemos probado. Hemosapagado todas las luces y he ajustadoel objetivo y el nivel de luz, sólo luz

de estrellas. El aeródromo estábañado con un brillo verde. Nos vana ser muy útiles. Hasta he podidodistinguir algunos ratones de campoque corrían por la pista, cerca de losaviones. Mañana saldré ycomprobaré los aviones.

3 de febrero15:23 h.

Esta mañana he salido para

comprobar el estado de algunos delos vehículos y escoger el mejor, porsi John y yo tenemos que huir de allí.Estos turbopropulsores me inspiranmás confianza que el Cessna, y almenos yo cuento con varias horas deexperiencia a bordo de ellos. Todosparecían funcionar, pero examiné afondo el que me pareció en mejorescondiciones. Era el número 07. Mástarde, hemos planeado ir a loshangares para buscar equipo.

Mientras seguía fuera, herecorrido con mucho cuidado la valla

del perímetro, aunque he evitado lasáreas por las que las criaturasmerodeaban, al otro lado de la verja.Es un aeródromo enorme. Desde elsuelo, con la ayuda de losprismáticos, he observado algo demovimiento en el interior de uno delos edificios de administración; enconcreto, en el tercer piso. ¿Alguienvivo? No estoy seguro. He vuelto ensilencio a la torre y he advertido aJohn sobre lo que había descubierto.Empiezo a pensar que la única formade acabar venciendo a estos

monstruos es esperar a que semarchiten ellos solos. Será como unlargo encierro.

Hacía tiempo que no pensaba enmis padres. No conservo muchasesperanzas al respecto de cuál habrásido su destino. Le he dado vueltas ala idea de coger uno de los aviones yaterrizar en alguna pista cerca decasa, para sacar algo en claro. Perono le podría pedir a John que meacompañase... De todas formas, sóloha sido una idea pasajera.

4 de febrero14:47 h.

Hemos llenado de combustible eldepósito de uno de los T-34. Hecomprobado el motor, le he enseñadoa John cómo funciona el APU (launidad de energía auxiliar). Los T-34c pueden ponerse en marcha con supropia batería, pero es mejor hacerlocon una unidad exterior que funcionecon combustible. Después hemos

encerrado a Annabelleen la torre ynos hemos preparado para ir aregistrar el hangar. Igual encontramosalgún equipo adicional que nos sirvade algo.

Nos hemos convertido en unosexpertos: John abre la puerta y yocompruebo que la estancia estálimpia. El interior del hangar parecíauna ciudad fantasma. Avanzamoshacia una puerta con el cartelMANTENIMIENTO DEL EQUIPODE VUELO. La puerta estaba medioabierta y las luces de dentro seguían

encendidas. Me he precipitado alinterior, con el arma en ristre. Heestado a punto de disparar a unmaniquí que estaba allí de pie,vestido con un traje de vuelo. Esdemasiado pequeño para mí, pero meparece que a John le iría bien.

Tras comprobar que la estanciaestaba vacía y cerrar la puerta, por siacaso, le he ordenado a John quedesnudase el maniquí y que seprobase el traje y el casco. Hecogido uno de la hilera marcadacomo «mantenimiento completado»,

me he acercado a la radio de pruebasy he comprobado el micrófono decaña. Funciona a la perfección. Heagarrado un par de chalecos desupervivencia, equipados conelementos esenciales, y también hecogido un modelo de T-34 demadera, que puede serme de ayuda sitengo que explicarle algo a John. Deuna estantería colgaban unas llavescon el nombre: «camión decombustible».

Al volver a la torre, he empezadoa instruir a John en las bases del

vuelo. Me he ayudado de unoscuantos manuales y del modelo demadera para que se hiciese idea delos sistemas electrónicos y de cómofuncionan los controles de superficiede los aviones. Le he preguntado aJohn si le gustaría volar y comprobarcómo está todo en el exterior, comosi se tratase de una misión dereconocimiento. Como estaba deacuerdo, nos hemos puesto los trajes.

19:32 h.

Hemos despegado alrededor delas 15.45 h. Hemos volado hacia elnoroeste alrededor de 200 nudospara comprobar el daño de lasexplosiones. Sólo hemos tardadocuarenta minutos en llegar a lasafueras; ya estábamos lo bastantecerca. La ciudad está en ruinas.Hemos volado a gran altura, a 3.000metros, para evitar la radiaciónresidual, hasta que hemos decididoque lo mejor sería dar media vuelta.

Cuando hemos llegado a una zonasegura, hemos descendido a 600metros. El día estaba claro yteníamos el sol a nuestra espalda.Hemos seguido la carreterainterestatal.

John me ha pedido que inclinaseel aparato para poder comprobarbien el terreno; he girado treintagrados. Hemos contemplado lainterestatal. Las criaturas surgían dela ciudad, en un éxodo en masa. Mepregunto si las bombas atómicashabrán tenido algún efecto sobre las

que no estaban cerca del punto dedeflagración; dudo que la radiaciónles afecte de algún modo. Lo únicoque puede haberles afectado es elcalor de la explosión. La distancia deseguridad mínima para cualquier serhumano era de 240 kilómetros, peroeso no se aplica a ellos. Habránsobrevivido a tan sólo treintakilómetros.

John ha sacado una instantáneadigital de la huida de los fiambres.Hemos aterrizado cuando el solempezaba a ponerse, y hemos rodado

hasta el punto de aparcamientocercano a la torre. Este lugar estácompletamente muerto. No hayseñales de vida; sólo miles y milesde ellos vagando por campo abierto.Tarde o temprano las luces deCorpus Christi los atraerán hasta laciudad.

5 de febrero22:01 h.

Aumenta su número al lado oestede la verja. Ese lado estáaproximadamente a cuatrocientosmetros de la torre. Con las gafas devisión nocturna, contemplo cómo seacercan tambaleándose. La imagenverde y granulada me parecesurrealista y perturbadora. Estamañana, cuando nos hemos percatadode su presencia, hemos apagado lasluces. Tengo la sensación de que setrata sólo de la primera oleada, quehuyen de las grandes ciudades.Maldición, me hubiese ido bien que

por Navidad me hubiesen regaladoun contador Geiger. No realizaremosmás viajes frivolos en el avión; noquiero que se pongan más nerviosos.Está noche iré a explorar el edificiode oficinas en el que el otro día vimovimiento. Tengo la ventaja de lavisión nocturna, por lo que supongoque todo irá bien. Además, necesitopilas.

6 de febrero4:30 h.

Anoche fui solo al edificio deadministración. John se quedó en latorre. Cuando abandoné el pisosuperior, cerré enseguida la puerta yencendí las gafas de visión nocturna.Aquella imagen verde y granuladaque ya me era familiar ocupó todo micampo de visión. Hacía que mesintiese invisible. El edificio está aunos buenos trescientos metros de latorre. El fusil era mi arma principal,pero también había cogido la Glock

como refuerzo. Sólo me llevé 58balas de.223 para el fusil, 29 en cadacargador. No me iba a la guerra; sóloquería buscar entre los restos deaquel edificio. Me llevé unosamarres de plástico negros y unacuerda que había encontrado en latorre. Por alguna razón, no creo queel «yo» de hace un mes hubieseabandonado la torre aquella noche.En el fondo de mi mente pensaba:¿para qué seguir viviendo?

Me aproximé con cuidado a lapuerta principal del edificio.

Comprobé metódicamente lasventanas, intenté localizar algo demovimiento. Las gafas de visiónnocturna son limitadas, y no pude vernada en el interior de las ventanashasta que estuve casi a tiro de piedradel edificio. No podía distinguir quéera lo que se movía allá arriba, en eltercer piso... Durante un segundo mepareció que podía ser la sombra deun ventilador de techo, iluminado poruna especie de aplique. Eso es lo quedeseaba que fuese. Me encontrabaante la puerta principal. No estaba

cerrada con llave. Entré con cautela;escuché con atención e intenté captarel más mínimo sonido. Me recordótodas las pruebas auditivas que tuveque superar en el ejército. Estaba encompleto silencio, como si fuese unahabitación aislada. Tras atravesar elsegundo juego de puertas, avancéhasta el centro de la estancia y mefijé en una escalera que, supuse,subía hacia el segundo y el tercerpiso. Avancé otro paso y oí unestruendoso crujido bajo mis pies;había pisado un trozo de cristal roto,

uno muy ruidoso. Fue entoncescuando empecé a oírlos.

Parecía un grupo formado porcuatro o cinco en los pisossuperiores. Unos gemidos graves,unos pies que se arrastraban conlentitud, que se oían a través de lasruinas que tenía por encima. Eraconsciente de lo que era. Me habíanoído y querían bajar al piso inferiorpara alimentarse con mi carne. Me dila vuelta rápidamente y me dirigí a lapuerta; detrás de mí escuché el ruidode uno (o más) de ellos cayendo por

la escalera. Sonaba como una bolsade basura llena de hojas húmedas.

Corrí con todas mis fuerzas haciala puerta. Tras cruzar el primer juegode puertas dobles, saqué un par deamarres negros y las dejé biencerradas. Atravesé las siguientes, lasque daban al exterior, e hice lomismo. Eran de plástico grueso, ysabía que sólo los detendrían. Usécuatro para las puertas exteriores.Cuando empezaba a alejarme,lograron abrirse camino por laspuertas interiores y empezaron a

golpear las exteriores, las queacababa de cerrar. Empecé a correrhacia la torre; escuchaba los fuertesgolpes de frustración que resonabanen el aire mientras huía.

Y a continuación el estruendo delcristal rompiéndose. Miré a miespalda y vi cómo uno de ellos sedesplomaba desde la ventana deltercer piso. Todo aquel ruido debíade haberlos excitado. Llegué a latorre y corrí hacia el piso superior,en el que nos habíamos instaladoJohn y yo. Golpeé la puerta, y le grité

a John que apagase las luces y que sepusiese las gafas de visión nocturna.Cuando vi que las rendijas de lapuerta exterior se oscurecían, entré ycomprobé si la criatura que habíasaltado por la ventana me habíaseguido.

Ni rastro de él. La puerta deabajo está cerrada. Si intenta entrar,lo oiremos. Por ahora estamos asalvo.

15:34 h.

John ha estado escuchando lasradios, en los últimos días haempezado a deprimirse por la muertede su esposa, y comprobaba losdiferentes canales; me ha llamadopara que comprobase algo. Me hacontado que había visto algoarrastrándose por debajo de uno delos aviones, pero que ya no podíaverlo. He cogido los prismáticos y heexaminado el área que me haindicado John. Es el cadáver que se

lanzó anoche por la ventana. Sedesplaza con los brazos, y arrastralas piernas paralizadas tras él. Nome apetece nada la idea de tener quesalir y matarlo. De todos modos,ahora no molesta a nadie.

7 de febrero18:26 h.

Movimiento... John y yo lo hemosnotado hace unas horas. Con el

ángulo de visión con que cuento nopuedo ver si los amarres de plásticohan logrado mantener cerrada lapuerta de entrada. La mayoría deesos engendros se están reuniendo enla zona oeste de la valla. He salido acomprobar el aparato, a asegurarmede que está listo para emprender elvuelo cuando lo necesitemos. Cuandovolvimos del viaje de exploración ala ciudad, no pude aparcar el avióndemasiado cerca de la torre, porquela hierba que la rodeaba estabahúmeda a causa de una llovizna

reciente.Lo tuve que dejar a unos

doscientos metros de la torre; ir acomprobarlo era un paseíto. Helogrado acercarme sigilosamente alavión sin que tuviese lugar ningúnincidente. No he visto el fiambre quese arrastraba por ninguna parte. Elárea vallada es enorme, y podríaestar en cualquier parte. El camióndel combustible está cincuentametros más allá del avión. Me heacercado al vehículo y los he visto.El ángulo en que me encontraba antes

me impedía verlos; he llegado acontar hasta diez en el interior delárea vallada, vagando alrededor deun punto ciego en el edificio deadministración. Ellos no me habíanvisto, pero si empujaba el camiónhacia el avión, para llenar eldepósito, lo harían. Se me revuelveel estómago sólo de pensar quetendré que hacerlo en la oscuridad,pero no hay otra forma.

21:00 h.

He cogido las gafas de visiónnocturna y las llaves del camión queencontramos hace un par de días, yhe salido a la oscuridad para llenarde combustible el avión. Tenía elarma preparada, y me he deslizadopor el aeródromo, en dirección alcamión; esta vez me he acercado porun ángulo distinto, para poder vigilarel edificio de oficinas mientrasavanzaba. Ni rastro de ellos. Hellegado hasta el vehículo, me he

aupado hasta la ventana y he echadoun vistazo al interior, por si acaso.Despejado. He abierto la puerta y lohe puesto en punto muerto. Nuncaantes había empujado un camión tangrande; ahora sé la razón. No sepuede. Tenía que encender el motor.Sé que las criaturas no me puedenver en la oscuridad, pero no tengoninguna duda de que me oirán.

A regañadientes, he sacado lallave del bolsillo y la he puesto en laranura de ignición... He dudado unossegundos, pero después he empujado

el embrague, he sujetado el freno yhe girado la llave. Tras voltearla dosveces, el motor ha cobrado vida, hesoltado el embrague y he avanzadohacia el avión. En el trayecto, hepulsado los controles de la bombadel vehículo, para que estuviesepreparada cuando me apease delcamión.

He frenado el camión, he saltadoy me he dirigido hacia el avión. Hepodido ver algo que se movía en lahierba, a un centenar de metros. Heajustado la sensibilidad de mis gafas

hasta que lo he visto. Era el engendroparalítico, sobre la hierba, quereptaba hacia la torre. Tendría quevigilar con él cuando volviese.

Entonces los destellos de lalinterna de John han cegado mi visióna través de las gafas; era códigoMorse, no había duda.

D...E...T...R...Á...S...Me he dado media vuelta y he

visto a seis que se tambaleaban endirección al camión. No habíaalternativa. He preparado el fusil yhe corrido hacia el avión. He saltado

sobre un ala y he abierto fuego contraellos. He derribado a dos, pero untercero se me ha escapado.

He tenido cuidado de no disparara los dos que estaban justo en lalínea entre el camión de combustibley yo. Tenía que cargarme a dos másantes de ocuparme de ésos. Heacertado a uno en la cabeza y lafrente se le ha abierto como una floren primavera.

Los destellos que soltaba elcañón de mi arma estabanimpidiendo el buen funcionamiento

de mi visión nocturna. Tenía queajustar el intensificador; lo que veíaa través de la lente era mucho másoscuro cuando he derribado al cuartoengendro con un disparo en la cabezay otro en el cuello. Quedaban dos;era demasiado arriesgado tirar contraellos, pero se acercaban. Ya estabanen el avión. Estaban intentando treparal ala. He disparado a uno en elhombro, con lo que le he hecho caeral suelo. El otro ha estado a punto deagarrarme de la bota antes de quepudiese volarle la cabeza.

El último cadáver, herido, se havuelto a poner en pie y ha alzado losbrazos, como un monstruo deFrankenstein enloquecido, mientrasse acercaba de nuevo a mí. Hesaltado del ala por el lado contrarioal que estaba el no muerto, y lo hemirado mientras empezaba a rodearel aparato, hacia mí. Estaba oscuro, yaquella criatura seguía chocandocontra el ala y el empenaje del avión.He apuntado con mucho cuidado,para evitar dañar el aparato, y hedisparado una vez. Se le ha separado

la mandíbula de la cara, y la lengua,ahora huérfana, ha quedadocolgando. Incluso con la limitadapercepción del color que tengo conlas gafas, era un espectáculoasqueroso. El monstruo ha dado unsalto atrás, pero ha seguidoavanzando; de su garganta escapabaun sonido borboteante. He vuelto adisparar contra el cabronazo ese, yhe acabado con su miserableexistencia.

He apartado todos los cadáveresde las cercanías del avión

arrastrándolos por las piernas, y heempezado a llenar el depósito. Hetardado diez minutos en completar latarea. Durante este tiempo, no heparado de oír los gemidos de los nomuertos que trae el viento. El sonidode los disparos los ha puestonerviosos. Es un sonido terrorífico.Tras realizar el avituallamiento decombustible del avión, he vuelto a latorre. Sin dar ningún rodeo, pero estavez tampoco he visto ni rastro delmonstruo paralítico. Pero ¿dóndecoño...? En el interior, durante la

noche, estamos a salvo. Los gemidoscontinúan... Otra noche con tapones.

Reflexión de la noche: me hecargado a seis... Eso significa quedentro de la valla quedan cuatro y el«cojito». ¿Dónde se han metido?

8 de febrero18:22 h.

Esta mañana me he despertadocon el ruido de los golpes contra la

puerta de acero que hay en el pisoinferior. Sonaba como si hubiese másde uno. John y yo hemos descendidola escalera con mucha cautela. Porlos sonidos, hemos calculado que hayvarios puños golpeando la puerta. Através del acero se colaban unosgemidos graves. He comprobado lacerradura, para asegurarme de queaguanta. Es la única puerta de accesoa la torre.

La otra forma de salir de aquí esuna caída de 60 metros por el balcón.Hemos bajado un escritorio pesado

para colocarlo tras la puerta; hesubido y he salido al observatorio.No he logrado ver la puerta por elpequeño tejado que cubre el área.Con los prismáticos he comprobadola valla oeste. Había todavía más,pero la verja aún resiste. Supongoque las criaturas que golpean lapuerta son los restos de mi batalla deanoche. No quiero arriesgarme aabrir la puerta de abajo; no sé cuál esla mejor forma de encargarme deellos.

9 de febrero21:42 h.

El golpeteo se detuvo anoche; losno muertos del piso inferior deben dehaberse cansado, seguramente porqueni nos han visto ni nos han oído.Tanto John como yo hemos estadocompletamente quietos,completamente callados durante todoel día de ayer. Hoy no ha sidonecesario salir al exterior: ya hemos

repostado el avión y todavía tenemoselectricidad y agua corriente en latorre.

He aprovechado la ocasión paraducharme en el baño que hay un pisomás abajo. Hay un fregadero muyhondo y una manguera. Los panelesdel suelo son de plástico y tiene unsumidero en el centro; la estancia esun armario de mantenimiento. Healzado la manguera por encima de lacabeza y he tomado una agradableducha. He tenido que usar unapastilla de jabón como si fuese

champú, pero bueno, tampocoestamos para ponernos quisquillosos.Llevaba días sin afeitarme, y me hagustado la sensación de la cuchilla enla piel. Después de lavarme me hesentido como un hombre nuevo. Heaprovechado también para lavar unpoco de ropa (en el fregadero,también con la pastilla de jabón) y lahe tendido en la escalera para que sesecara. Le he dicho a John lo de lamanguera, pero no le ha interesado.Empeora por momentos, llora lapérdida de su mujer.

No tengo planes a largo plazo. Elmundo se ha convertido en un lugardistinto. El alcance de un avión aturbopropulsor es de unos seiscientoscincuenta kilómetros, lo que nosproporciona algunas opciones. Hoy,durante un rato, hasta me heplanteado ir en busca de lo quequeda del estamento militar, aunquesería complicado responder a laspreguntas que me formularían:«¿Cómo lograste sobrevivir en labase, hijo?» Casi me siento culpablepor no haber muerto junto a mis

compañeros. Eso me recuerda a uncapítulo de La dimensióndesconocida que vi antes de que todose fuera a la mierda: era un episodiosobre un submarino del ejército quese había hundido, y sólo habíasobrevivido un tripulante. Elmarinero se sentía culpable y nodejaba de ver a sus compañeros,muertos e hinchados, que le llamabandesde las profundidades.

Por favor, que no sueñe estanoche.

10 de febrero23:50 h.

La verja del área oeste puedecaer. Ahora hay centenares alrededordel perímetro. Las luces de la ciudadlos han atraído. Odiaría tener quesalir de compras al centro de CorpusChristi en momentos así. He pasadola mayor parte del día con losprismáticos y he estudiado susmovimientos. He visto algunos

pájaros que los sobrevolaban. Unade las criaturas no tiene brazos, y doságuilas se estaban aprovechando deello; se habían posado sobre loshombros del cadáver y le picoteabanla carne del cráneo. El muertomostraba los dientes y lanzabamordiscos en dirección a ellos, perono le servía de nada. Le está bienempleado a ese cabronazo.

John y yo hemos intentadoestablecer cuál será nuestro siguientepaso, pero la seguridad de la torrenos ha hecho caer en un falso estado

de calma, de semitranquilidad. Sitenemos en cuenta el alcancelimitado de nuestro avión y que hayáreas radiactivas, supongo, es difíciltomar una decisión. No sé cómopilotar un helicóptero, por lo que siencontramos una isla, necesitarésuficiente tierra nivelada paraaterrizar. Ha pasado casi un mesdesde que los muertos empezaron aandar. He apreciado signos dedescomposición en algunos de ellos,pero hay otros que parecen haberladiñado hoy mismo.

Tengo curiosidad por saber cómoafectará la radiación ambiental a losno muertos. Estoy seguro de que alestar en contacto con ella se veránafectados, pero ¿qué efectos tendrá laradiación sobre los cadáveres?¿Destruirá la radiación las bacteriasque provocan la putrefacción naturaldel cuerpo? Me estremezco al pensarque las bombas que han lanzadopueden haber causado más daños queel bien que pretendían. Nosquedamos sin comida. Tal veztengamos suficiente para una semana

más. Debe de haber comida enalgunos de los edificios que nosrodean, pero no estoy preparado paraarriesgar mi vida para hacerme conella; no tengo ninguna duda de queaún hay más criaturas atrapadas enlos confines del perímetro.

He intentado evitar que el shockde todo lo sucedido me afectedurante mucho tiempo, pero no sécuánto más voy a soportar antes dederrumbarme. Supongo que todotiene que seguir su curso natural,pero no quiero que se me vaya la olla

en el peor de los momentos. Johnsigue sin mejorar. Hoy he jugado conAnnabelle, que lo necesitaba. Es unaperrita muy buena; siente que tantoJohn como yo estamos al borde de lacrisis nerviosa, pero no sabe quéhacer para ayudarnos. Hemos llegadoa la conclusión de que uno de los dostiene que vigilar el perímetro a todashoras. Voy a descansar un poco, yespero no tener la mente lo bastanteembrollada como para no dormir. Miturno empieza en cuatro horas.

11 de febrero17:13 h.

Con una variante del nudo llano,he atado tres sogas de nailon de 30metros para crear una cuerda deescape, por si la necesitamos. Comohe atado unos nudos más en medio dela cuerda, cada noventa centímetros,incluyendo los que unían una sogacon la otra, la longitud de 90 metrosse ha visto reducida; de todos modos,

si la atamos al balcón y la dejamoscaer, llega al suelo. Tengo la certezade que esos engendros no puedentrepar, pero de todos modos la herecogido, la he enrollado y la heguardado ante la puerta del balcónatada a una cañería exterior quesobresale.

La valla todavía aguanta y losmantiene en el exterior, aunque elúnico motivo de que sea así es queno están seguros de que haya comidaen el interior. Supongo que si nosviesen aquí dentro, si descubriesen

dónde nos encontramos, derribaríanla verja sin más complicaciones...John y yo no pasaríamos un buen día.Pero creo que estamos lo bastantealejados de la verja oeste como paraque nos logren ver. Hoy he limpiadolas armas y le he enseñado a John amanejar el CAR-15. También hedescubierto un acceso al techo de latorre. Supongo que servía para que elpersonal de mantenimiento pudiesesubir allá arriba para arreglar lasnumerosas antenas y receptores. Hetrepado por el acceso para

comprobarlo. Está al menos tresmetros por encima del balcón.

Soy consciente de que ha pasadomás de un mes desde que se realizóalguna tarea de mantenimiento encualquiera de los aviones, por lo quehoy he salido, me he acercado ahurtadillas al avión y he sacado losparacaídas del piloto y del copiloto,para comprobar que siguen enperfecto estado. Si tenemosproblemas con el motor, al menostodavía tendremos una posibilidad desobrevivir. No he visto a los

engendros sueltos que hay dentro delcercado, al menos cuatro, a los quehay que sumar el paralítico, aunquetampoco he intentado localizarlos.Me he llevado los paracaídas a latorre. Los he inspeccionadocorrectamente, y al ver que no teníanningún desperfecto me siento másseguro en caso de tener que hacerdespegar el avión (el número 07) denuevo, cuando nos acucie lanecesidad. Sigo vigilando la zonaoeste; sigo asegurándome de que labarrera aguanta.

12 de febrero19:13 h.

En el interior de la verja oestehay pájaros muertos. Los he visto hoycon los prismáticos; he contado seis.No parece que se los hayan comido,es como si se hubiesen muerto allí.Están en el suelo, a poco más de unmetro de la masa de engendros. Nopuedo distinguir qué especie de ave

son: son negros, lo que elimina a lamayoría de aves de presa. Supongoque no es algo de lo que debapreocuparme mucho, pero aún piensoen las águilas negras que se posaronsobre los hombros de la criatura sinbrazos y le arrancaban tiras de carne.Hoy no ha pasado nada más. La vallatodavía aguanta.

Esta noche saldré para cargar elresto de munición y de víveres en lacarlinga. Me moveré en completosilencio, y prestaré mucha atención alos muertos que no tenemos

localizados y que vagan por elinterior del perímetro. La única cosaque hace reaccionar a esas criaturases la carne viva. No las he vistointentando comerse las unas a lasotras. Hay algo que debe atraer aesos engendros fuera de mi vista.Annabelle duerme. Ojalá gozara dela despreocupación de un perro. Laignorancia es una bendición.

21:22 h.

Estoy temblando. No he tenidomiedo a la oscuridad desde que eraun niño, pero todos mis miedos sehan recrudecido hoy. He cargadotodos los objetos en la bodega delavión. Estaba nublado y la luna eracasi nueva, por lo que la oscuridadlo envolvía todo. Y mis gafas se hanennegrecido del todo. Llevaba pilasconmigo, por si algo parecidollegaba a sucederme, pero no meimaginaba que se gastarían con tantarapidez. He empezado a sacarlas,

con torpeza, en medio de laoscuridad. Estaba a más de cienmetros de la torre. Mientras seguíaallí sentado, en la oscuridad, eintentaba encontrar cómo colocar laspilas, he empezado a escuchar elruido de algo que se arrastraba. Mimente me jugaba una mala pasada.

El miedo escalaba posiciones...Por fin he logrado colocar las pilascorrectamente, me he puesto de golpelas gafas de visión nocturna en lacara y he ajustado el intensificador.Cuando la imagen, verde, granulada,

se ha puesto en marcha, hecomprobado mi perímetro. Nada.Toda esta situación ya me supera. Hecorrido hacia la torre, he subido laescalera y me he sentado. Johnexaminaba uno de los mapas queencontramos hace unos días. Me heacercado para mirar por encima desu hombro y he visto el lugar que haseñalado con un círculo: MustangBeach.

No está muy lejos de aquí.

13 de febrero20:13 h.

Fuera está muy oscuro. Hacemucho frío, sobre todo en el interiorde la torre. Supongo que sivolviésemos a encender las luces, elambiente se caldearía un poco, perolas criaturas que hay al otro lado dela valla oeste se pondrían nerviosas.Lo más seguro es que las vieran. Alanochecer he ascendido por elacceso al techo y me he quedado

absorto mirando las estrellas. No hayninguna luz encendida en el interiordel perímetro, John y yo nosdedicamos a apagarlas cuando vimosque los muertos empezaban areunirse en masa en la verja oeste,por lo que la Vía Láctea se distinguíaperfectamente.

Creo que John ya se estárecuperando de su bajón emocional,que ya empieza a superarlo. Hoyincluso me ha hecho un par debromas. No he abandonado la torrepara nada, pero tendría que devolver

los paracaídas al avión para quetengamos menos cosas que cargar eldía que partamos. Todavía estoyasustado por lo de anoche, así que lode los paracaídas tendría que esperarun poco. Aún me intriga lo que hayen la zona oeste para que lascriaturas se amontonen allí y no enningún otro lugar. Me encantaríapoder disfrutar de comida de verdad.Cuando John comprobaba los canalesde radio, ha oído una emisión de unavión de las Fuerzas Aéreas quesobrevolaba el área. Hay un dato

clave que John me ha comunicadoque me ha dejado preocupado: elpiloto ha tenido que volver paraahorrar combustible. Ha insistido enlas pocas reservas con que cuentanen la base. Todo esto indica queestán racionando el combustible, asíque están confinados en un área queno está del todo accesible. Elgobierno, o al menos esa parte, estátan atrapado como nosotros.

Cada vez me parece mejor laidea de ir a una isla cerca de la costade Texas. El único problema es que

será difícil conseguir víveressuficientes con sólo dos personasinspeccionando los despojos.

14 de febrero14:40 h.

La verja está empezando aabombarse hacia el interior; no sécuánto tiempo aguantará en pie.Ahora o nunca. He comprobado lasmangas: sopla un fuerte viento de

este a oeste que cruza el aeródromo.Despegaremos tan pronto como mesalga de los cojones.

TORRE

15 de febrero22:43 h.

La situación es crítica. He dejado desangrar, pero la cabeza aún me davueltas por la pérdida de sangre.Lograron abrirse paso justo cuandoestaba escribiendo la entrada deayer. No me di cuenta de que estabanen el interior del perímetro hasta las

14.45 h. Entonces ya era demasiadotarde. Tanto John como yo los vimos:una sección de alrededor de uncentenar de metros de la verja habíacedido y estaban penetrando en elaeródromo como hormigas de fuego.

Reunimos todos los objetosesenciales, al menos, los quecreíamos que necesitaríamos, yfuimos hacia la puerta.Embarcaríamos en el avión yescaparíamos de allí. Cuandollegamos a la planta baja y abrimosla puerta, ya había cuatro

esperándonos. Cerramos de golpe ycolocamos el escritorio quehabíamos bajado hacía unos díasdelante de la entrada.

Joder, estábamos atrapados comoputas ratas, y esos cabrones losabían. No pasó mucho tiempo antesde que comenzásemos a escuchar losgemidos de centenares de esascriaturas y que empezase el golpeteoincesante contra la única puerta deacceso. La torre tenía 60 metros dealtura y una sola salida. Me asomé albalcón y confirmé mis peores

sospechas.Había literalmente trescientos

congregados alrededor de la puertaexterior, así como ante la zonacubierta de la torre. John le puso elbozal a Annabelle, que estabaempezando a enloquecer. Agarré lacuerda y miré hacia abajo, para verdónde iría a parar si la lanzaba.Nada. Volví a guardar la cuerda en elbalcón, con amargura, porque no ibaa ser posible descender por ella sinque al menos cien engendros nosviesen y nos atacasen antes de que

tuviésemos la posibilidad dealcanzar el suelo.

Entonces la situación se hizotodavía más complicada. Oíamos elsonido chirriante del acero alcombarse en el piso de abajo. Habíatantos que la masa bruta se abríacamino a la fuerza. En ese momentome di cuenta de que estábamosjodidos del todo. Miré a John y ledije: «No estoy preparado paramorir.» «Yo tampoco», contestó él, ylos dos corrimos hacia la puerta quecomunica con la escalera y

empezamos a lanzar por ellatelevisores, escritorios y sillas. Coneso ganaríamos algo de tiempo.Cerramos la puerta, que se abríahacia fuera, gracias a Dios.

La puerta de la planta de arribano era tan robusta como la exterior.Cuando la atrancamos y lecolocamos el último escritorio quequedaba delante, empezamos a oír elchasquido metálico de los zapatossobre los escalones. John metió aAnnabelle en su mochila y abrochó lacremallera hasta llegar al cuello de

la perra. Le hice un gesto, para quesubiese por la escalerilla del techo ehiciésemos una cadena. Yo le pasaríalos víveres y los demás objetos.

John esperaba con Annabellemetida en la mochila en el peldañosuperior. La perra notaba nuestromiedo y no cesaba de gimotear.Primero le entregué los dos objetosmás importantes de mi plan: los dosparacaídas que todavía no habíadevuelto al avión. Después unpaquete con seis botellas de agua, lasgafas de visión nocturna y unos

cuantos paquetes de MRE. Poralguna extraña necesidad, le entreguéel maletín que contenía mi portátil.Al final, todas nuestras armas y lamayor parte de nuestra munición; alfin y al cabo, aunque disparásemostodas nuestras balas, todavíaquedarían centenares en pie.

Ya estaban ante la puerta del pisosuperior. En medio de la puerta habíauna ventanita rectangular de15x25cm. Veía a la perfección cómoun engendro apretaba la cara contrael cristal reforzado, cómo mostraba

los dientes, cómo intentaba descubrirqué había en el interior. Empezó adar golpes y a gemir cuando me vio.Los otros le imitaron enseguida. Johnacabó de trepar hasta el tejado; subídetrás de él. Hacía viento, comoanteayer. Buenas noticias,seguramente.

John se descolgó la mochila, y laperra, de la espalda y le dio lavuelta, para podérsela colgar delpecho. Le ayudé a ponerse elparacaídas y con algunos amarres selo até sin dificultarle mucho la

capacidad de movimiento. Le di unosconsejos esenciales de cómo quitarseel paracaídas una vez hubieseaterrizado en el suelo.

Le expliqué que era básico quedesatase las dos tiras interiores antesde la pectoral. Asintió paracomunicarme que lo había entendido,y yo me incliné para coger mi propioparacaídas. Del interior de la torrenos llegó el sonido de cristales rotos.Debían de haber arrancado el cristalreforzado del marco. Esperaba queesas criaturas no fuesen capaces de

subir por escaleras de mano. Sujetémi fusil con los mosquetones de lamochila, y aseguré la culata en laanilla de mi pecho. Llevaba elcuchillo enfundado en el cinturón,para poder agarrarlo enseguidacuando llegase al suelo.

Yo iba a ser el primero ensaltar... En ese momento volví aescuchar el ya familiar sonido delacero al combarse, el chirrido queemitía el escritorio al arrastrarlo porel suelo. No teníamos ninguna formade atrancar la escotilla de acceso al

tejado desde fuera. Era muy sencillo:si podían trepar, llegarían aquíarriba. Una última lección para John:«Asegúrate de tirar de loselevadores para frenar la caída.» Ledescribí el aspecto que tenían loselevadores.

Hice que John me observasemientras yo avanzaba poco a pocohacia el borde del tejado. Aún oíatodo el ruido que hacían ellos debajode mí, el ruido que hacían al intentarlocalizar su comida. La puerta delbalcón se abrió de un empujón. Por

alguna razón no parecían tanputrefactos como creía. Calculé queen aquel momento en el interior de latorre debía de haber doscientosmuertos vivientes.

John se inclinó y los vio.Palideció de miedo. No era sólomiedo a que se lo comiesen vivo...sino a saltar de la torre, romperseambas piernas y no poderdefenderse... Yo era consciente de loque estaba pasando por su cabeza,porque yo también pensaba lomismo. En ese momento la escotilla

de acceso al techo se elevó y volvióa cerrarse con un chasquido. Clang...Clang... La alianza de una criaturaresonaba al chocar contra laescotilla, al alzarla unos cuantoscentímetros y dejarla caer de nuevocon estruendo cada vez que la manola empujaba hacia arriba. Durante uninstante lograba ver la exangüe mano,cuando el peso de la escotilla volvíaa empujarla hacia abajo. Estuve apunto de perder los nervios.

Logré que John me volviese aprestar atención y le mostré cómo

tirar de la anilla de apertura delparacaídas piloto. El piloto es unparacaídas pequeño que captura lafuerza del viento y jala el resto de latela, hasta sacar todo el paracaídas.El piloto del tipo que llevábamos seactivaba con un muelle: se tiraba dela anilla y salía disparado, capturabael viento y desplegaba el resto.Comprobé la manga de viento quehabía al otro lado del aeródromo...Podíamos saltar. Miré al suelo.Había demasiados, pero parecía quela mayoría ya se había metido en la

torre. Tiré de la anilla y me mantuveen el borde, para no caer antes deque todo el paracaídas sedesplegase.

El viento lleno el paracaídasprincipal y me alzó por los airesliteralmente. Vi cómo la escotilla seabría del todo y oí el estruendo algolpear contra el tejado cuando cayóa un lado. John estaba justo detrás demí. Las criaturas del balcón vieroncómo John y yo saltábamos yempezaron a gritar. Alcé la miradacuando sus manos, estiradas hasta el

límite, se alargaban para intentaragarrar la tela del paracaídas.

A cada pocos metros habíaventanas que daban a la escalera.Maldición: estaban trepando unosencima de los otros para llegararriba. Muchos iban vestidos conuniformes militares. Mis cálculos deque había unos doscientos se habíanquedado cortos: por la forma en queestaban apilados en la escalera,debía de ser casi un millar. Flotépoco a poco hacia el suelo durante loque me pareció una eternidad. Cada

ventana ante la que pasábamos aldescender era como una instantánea,un Picasso de rostros muertos, deextremidades entremezcladas... Volvía la realidad al chocar contra elsuelo. No fue un aterrizaje suave,pero no me rompí nada. Solté losamarres del paracaídas y di unavoltereta para escapar de la tela.Desenfundé el cuchillo y esperé aque John aterrizase. Las criaturas seacercaban.

Cuando John llegó al suelo,empezó a desembarazarse del

paracaídas. Ninguno de los dosquería que el viento nos arrastrasehacia un grupo de aquellosmonstruos. Tuve que ayudarle yrasgar el arnés de nailon con elcuchillo. Le pedí a John que agarraseuno de los extremos de la tela.Corrimos hacia un grupo deengendros que se interponían entrenosotros y el avión.

John comprendió cuál era miplan. Atrapamos al menos a diezcriaturas en el paracaídasestropeado; los rodeamos y atamos el

arnés rasgado con el paracaídaspiloto. Por suerte, con nuestro saltodesde el techo, nos habíamosacercado cincuenta metros endirección al avión. Corrimos todo lorápido que pudimos. Con todo elmovimiento, la perra resbaló de lamochila de John y cayó al suelo. Johnestaba delante de mí, por lo que puderecogerla al pasar. Estaba tanasustada que intentó treparme hastala coronilla. No la culpo, joder. Sentíla orina caliente que me caía por eltraje. Se había meado encima .

Llegamos hasta el avión, abrí lamampara de la cabina y lancé todasmis cosas en el asiento trasero. Johny Annabelle saltaron en la parte deatrás y le recomendé a John que sepusiese el cinturón. Salté al asientodel piloto, cerré la cabina y pasé elcierre. Recordé la secuencia dearranque de la lista decomprobación, y por costumbre,empecé a recitarla en voz altamientras llevaba a cabo lasecuencia...

1.-Encender el reloj.2.-Interruptor de arranque.3.-Baterías por encima de los

diez voltios.4.-Luz de ignición encendida.5.-Luz de la presión del

combustible apagada.6.-Presión del aceite aumentando.7.-NI sobre el 12%.8.-Palanca de condición a

posición paralela.9.-Indicar que todo va bien al

señalizador.

Casi me reí al recordar este paso.No había ningún señalizador, aunqueestaba seguro que el muy cabrónestaba allí fuera, en alguna parte,buscándonos. Coloqué la palanca decondición a máxima potencia y sentícomo el propulsor agarraba aire.

De ninguna manera podría haberevitado lo que sucedió acontinuación. Había cincuenta deellos acercándose a nosotros. Loúnico que podía hacer era colocarme

en posición de despegue. Uno, queestaba cerca del morro, se acerco ala hélice. Siempre me habíapreguntado cómo sonaría, pero ahoraya lo sabía: era como un triturador deverduras. El cadáver perdió todo elhombro izquierdo. Comprobé lasrevoluciones de la hélice; habíanbajado un poco pero volvían aaumentar hasta estabilizarse en 2.200rpm. No quería golpear a ningunomás. Pulsé los pedales, alejé elmorro de los cadáveres e hice rodarel aparato hasta colocarlo en

posición de despegue. Llegué a rozara algunos más, pero nada tan bestiacomo el primero.

Comprobé la presión delcombustible, perfecta, todo estaba enverde, empujé la palanca de energíaal máximo e inicié el rodaje dedespegue. 50 nudos... El indicador develocidad se puso en marcha, 65nudos... 70 nudos... Uno se quedópegado en el ala izquierda, pero lacadera se le quebró, por fin, antes dealcanzar los 80 nudos. Al llegar a los85, tiré de la palanca hacia mí: ya

estábamos en el aire. John se habíapuesto el casco; yo cogí el mío, lollevaba sobre el regazo, y me lopuse. Comprobé con John elfuncionamiento del sistema decomunicaciones interno. Me recibía,pero por la forma en que hablaba eraevidente que en estado de shock.Además, por el retrovisor veía quetenía los labios morados.

Lo peor de todo era que noteníamos ningún lugar al que ir.Mientras nos elevábamos, volví lavista hacia la torre. El techo estaba

lleno de no muertos, y caían por elborde como si fuesen lemmings. Yointentaba pilotar el avión y consultarla carta de navegación al mismotiempo. Avanzaba a bandazos, y porlos auriculares del casco oía cómoJohn vomitaba. Era un sonidodivertido, pero no quería burlarmede él. Encontré un aeródromoabandonado llamado «IslaMatagorda» a unos ciento cincuentakilómetros al noreste de nuestraposición. Lo marqué en la carta conun bolígrafo rojo. Parecía que había

muchas islas alrededor, y no estabamuy alejada de Corpus, por lo queseguramente la energía eléctricaseguiría funcionando.

Volamos al noreste durante unosveinte minutos a 180 nudos cuandoempecé a tener problemas depropulsión. El motor funcionabacorrectamente, pero la hélice estabaperdiendo su ángulo de incidencia,por lo que no agarraba el airenecesario. En poco tiempo, empezó acolocarse en paralelo a mí. Estabaconvencido que el problema lo había

provocado el cadáver que habíamostriturado. No tenía elección. Teníaque hacer que el avión planeara, yaque el aceite del control de ángulosde la hélice debía de estar perdiendopresión. Coloqué la hélice enparalelo con ayuda de la palanca yreduje el motor a trescientas libras-pies de torque.

Según la carta de navegación,debería ver la pista de aterrizaje,pero todavía no la veía. Descendí a900 metros para poder planearcorrectamente. Lo que tenía ante mí,

por debajo de mí, parecía una zonaturística, con un montón de hoteles enprimera línea de mar. Gracias aDios, era febrero, y no estábamos entemporada alta. En ese instante, tuveque tomar una decisión. Podía buscarotro lugar para aterrizar o pasar detodo e intentarlo en la calle. Abajovislumbré algunas criaturas, pero noera nada comparado con la cantidadde la que habíamos logrado escapar.Sin una hélice en buenfuncionamiento, jugábamos en tiempode prórroga. Tenía que hacer

descender el aparato. Tiré de lapalanca hacia mí y hacia laizquierda, para que virase en esadirección, y planeé hacia unencuentro con la carretera que habíadebajo en un ángulo de aproximaciónde 180°. El morro y el motorapuntaban hacia abajo, pero encuanto estuve cerca del asfalto, elevéel morro a toda prisa y tomé contactocon el suelo con el tren de aterrizaje.

Pisé los frenos e intenté conducirlas alas por entre los postes deteléfono. El depósito seguía lleno de

combustible y no quería que aquellose convirtiese en una pira sóloporque una de las alas decidiesepegarse un encontronazo con uno deesos postes. Durante el avance, mellevé por delante con el ala derechauna de las criaturas, que quedódoblada. Se había golpeado lacabeza con tanta violencia contra elala que cuando la parte superior delcuerpo chocó contra ella, murió alinstante y dejó un pudding de sesosmarronuzcos esparcidos sobre ella.Comprobé la velocidad: 50 nudos.

Frené hasta detener el avión; el áreaque nos rodeaba estaba despejada.

Le hice a John una señal para quesaliese. Dejé el motor en marcha,para que el ruido del avióncamuflase nuestra huida. Saltamos alexterior, cogimos todas las cosas ynos dirigimos hacia una señal queindicaba el PUERTO DE ISLAMATAGORDA.

Y aquí estamos ahora...Me arañé la pierna con el

parachoques cortante de un cocheaccidentado cuando llevábamos sólo

cinco minutos fuera del avión. Era untrayecto largo, casi un kilómetro ymedio de calles, playas y patios,pero al fin llegamos aquí. Se trata deun puerto marino decente, con untrasbordador bastante grande y unatienda de regalos. La electricidadtodavía funciona. El puerto estáabandonado. Es como si el capitán sehubiese suicidado. Su cuerpohinchado estaba tirado sobre unescritorio, en el despacho principal;lo que quedaba de su cerebro estabadesperdigado sobre un calendario

abierto por enero. El televisor seguíaencendido, pero sólo se recibíanieve.

16 de febrero19:12 h.

Hoy me siento muy débil. Si nofuese por John, ya estaría muerto.Annabelle duerme junto a mí. Fueraestá muy oscuro; llevo todo el díadesmayándome y volviéndome a

despertar. Se me ha infectado lapierna; necesito antibióticos. En uncajón del escritorio del capitán depuerto encontramos algo de whisky.Lo he estado usando todo el día dedesinfectante y calmante. MañanaJohn hará una incursión en solitariopara encontrarme medicamentos ytratar la infección. De momento nocorremos peligro.

Ayer seguimos oyendo el ruidodel motor del avión todavía enmarcha durante al menos dos horasantes de que se apagase. De todas

formas, sólo era chatarra; estoyseguro de que no queda nadie vivoque sepa cómo arreglarlo.

17 de febrero22:20 h.

Hoy ya me siento mejor. Hemosoído el sonido de un motor que nosha parecido una moto de cross. Johnha encontrado un botiquín deprimeros auxilios en el

transbordador. Dentro no habíaantibióticos en pastilla, pero síalgunos para uso tópico. Hemantenido la herida limpia, la helavado varias veces al día y me heaplicado la pomada. Parece que vahaciendo efecto. Todavía está muyenrojecida, y me duele alrededor delcorte. Anoche oímos algo en mediode la oscuridad. Nos pusimos lasgafas de visión nocturna para intentarlocalizarlo, pero resultó ser sólo unmapache que buscaba algo de comer.Mañana intentaré empezar a caminar,

para no quedarme demasiadoentumecido. Necesitamos empezar aexaminar toda el área; aquíestaremos seguros sólo por untiempo.

EL CABALLEROOSCURO

18 de febrero23:03 h.

El viento transportaba el sonido dealgunos disparos esporádicos. En laradio del puerto hemos recibido unallamada de ayuda de una familia enlas afueras de Victoria, Texas, a 80kilómetros de nuestra posición

actual. La señal era débil, y aunquehemos intentado responder, no noshan recibido y han seguidotransmitiendo su llamada de ayudauna y otra vez como si nosotros noestuviésemos. Lo he meditadodurante un rato, pero he decidido queno vale la pena recorrer 80kilómetros a través de territoriohostil para encontrar un grupo degente que puede estar muerta cuandolleguemos. Es triste. Antes era máscompasivo, más caballeroso.Supongo que después de ser testigo

de tantas cosas malas que les hansucedido a gente buena, ya no tequedan muchas ganas de serlo tú.Están atrapados en el ático, y lascriaturas rondan a su alrededor. Y yasabemos quién aguantará durante mástiempo.

Espero que tuviesen tiempo dellevarse todos los víveres básicos alático cuando el mundo se fue a lamierda. Hay algo que me reconcome,como si un eco de mi antiguo yo meordenase hacer algo. Tal vez mequede algo de conciencia... aunque lo

dudo.Ya puedo caminar, aunque aún no

me atrevo a correr. John y yo hemosaflojado la cadena que mantenía laplataforma flotante unida con tierrafirme. Hemos encontrado un poco decuerda en el cuarto de mantenimientode las oficinas del puerto, y la hemosusado como parte de un mecanismopara mover el puente. John y yo lahemos estado ideando hoy. Cuandoestamos aquí, lo único que tenemosque hacer es tirar de la cuerda y laplataforma flotante se aparta de la

costa, por lo que esos cabronazos lotendrán complicado para llegar hastanosotros. Espero que no sepan nadar.

19 de febrero15:25 h.

Hemos mejorado mucho en laseguridad del área. En el puertodeportivo hay varios botes pequeños.Hemos arrastrado hacia nuestralocalización los que nos han

parecido más útiles. Quierocomprobarlos todos al mismotiempo, para evitar tener que poneren marcha los motores en diferentesmomentos y hacer demasiado ruido.Esta mañana he visto un grupo deocho muertos que vagaban por lacalle, a unos cincuenta metros delborde del agua. Lo único que me hapreocupado es que me ha parecidoque se movían a más velocidad quelas criaturas con las que nos hemosencontrado hasta ahora. No es quecorran, ni tan sólo que avancen al

trote... pero es que tampoco andan.Se me ha encogido el corazón alcomprobar lo rápido que iban.

He cruzado la pasarela deltransbordador que hay junto a lasoficinas del puerto. Es de tamañomedio, y con capacidad para hastaveinte vehículos. Supongo que lousaban para cruzar el canal hastatierra firme.

He subido a la cubierta superiory he comprobado el puente demando. He encontrado unosprismáticos, me dejé los míos en la

torre, y los he usado para seguirobservando la manada de muertos.Después he recorrido con la miradatoda la playa, y he comprobado lasventanas de los hoteles. No hayseñales de vida. He contado hastacinco habitaciones en el quinto y elsexto piso del hotel más cercano, elhotel LaBlanc, que seguían ocupadas.Eran clientes muertos, putrefactos,que nunca harían el check-out.

Estos prismáticos son especialespara el servicio marítimo. Songrandes, pesados, con mucha

capacidad de aumento. No es muycómodo llevarlos encima, pero songeniales para examinar la zona. Tresmonstruos se han quedado quietosante una ventana y han mirado haciafuera. Había uno que parecíamirarme fijamente a mí. Los otrosdos han seguido dando vueltas dentrode la habitación. Me pregunto cómodebieron de morir.

Tengo la pierna mucho mejor, ycreo que ya podré correr, si esnecesario, en un par de días. No nosqueda comida, por lo que

asaltaremos la máquina de golosinashasta que pueda correr; entoncesiremos a registrar la ciudad. Sólopude salvar 500 balas para el CAR-15. A John le quedan unas mil parasemiautomática del .22.

22:23 h.

Hace una media hora he oído unruido. He encendido las gafas devisión nocturna y me las he puesto,

esperando volver a ver un mapache.Pero no... Hay cuatro criaturas en elborde del agua, que miraban hacianosotros. No emiten ningún ruido, tansólo están de pie, y balancean losbrazos inquietantemente ante laorilla. Nosotros mantenemos todo elsilencio que nos es posible. Yoahorro la energía de las pilas y apagolas gafas, pero cada chapoteo deagua que oigo cuando las olasrompen contra el pontón, se meantoja como uno de ellos que nadahacia nosotros.

20 de febrero18:54 h.

Me he pasado la noche despierto.La niebla que se levantó del aguadespués de la medianoche me hizoimposible poder ver lo que pasabaen la orilla. Cuando esta mañana seha alzado el sol y ha deshecho laniebla, los he buscado. A lo lejos heoído algunos ruidos: parecía como si

alguien hubiese tropezado con latas.La pierna ya casi no me duele. Hoynos hemos alimentado con barritas decaramelo revenidas y refrescos. Meha hecho pensar... que seguramenteya nunca más los fabricarán. Esdeprimente. Necesito encontrar unreloj nuevo, porque no le hecambiado la pila al que llevo desdehace dos años. Supongo que loincluiré en mi «lista de saqueo».Claro que robar para sobrevivir noes saquear, aunque la diferencia seamuy leve. No planeamos saquear una

joyería, pero no voy a dejar deapropiarme de nada que puedasalvarme la vida.

Por cierto, para alegrar un pocoel asunto, John y yo hemosencontrado una emisora de radio quetodavía emite música. Es una lástimaque esté automatizada y que emita enun bucle que se repite cada docehoras, pero es bueno para la moral.Estoy contento de que todavíafuncione. Hasta podemos imaginarque es en directo. Ayuda... un poco.

21 de febrero08:00 h.

Necesitamos provisiones conurgencia. Tenemos agua de sobra enel puerto gracias al depósito de aguapotable, pero nos estamosalimentando a base de cafeína yazúcar. Nos sería muy útil contar conun mapa detallado de la zona, aunquelograr encontrarlo puede resultarfatal. Esta mañana, a primera hora,

cuando empezaba a brillar el solentre la niebla, he oído como unagran cantidad de seres caminaban porla calle que hay ante eltransbordador. Se desplazaban juntospor alguna razón. Parecía que elmismo ruido que ellos provocabanlos atraía. No he podido ver a todo elgrupo, pero he calculado que debíande ser unos centenares.

John y yo hemos escogido elmejor bote de entre los queacercamos a nuestra zona hace unosdías. He comprobado el tanque de

combustible y he visto que estaba entres cuartos. He ido a comprobar sila bomba de combustible que hay enel puerto todavía funcionaba. Heentrado en las oficinas, paralocalizar los interruptores defuncionamiento. El interruptor de labomba 2 estaba encendido.

Me he acercado a la bomba parausar la 2 para repostar el bote. Nada;aunque la bomba funciona, no salíacombustible. Debieron de secarlo

cuando el mundo se fue a la mierda.He vuelto al interior de la oficinapara poner en línea la bomba número1. He presionado la boquilla de lamanguera, que ha bombeado unoscuantos segundos antes de que nosaliese nada de combustible... Hasurgido un arco iris de gasolina queha caído sobre la superficie del agua.En otra época, eso me habría costadouna buena multa. Con unos cuantosbombeos, he acabado de llenar eldepósito. He encontrado un par debidones de plástico en el puerto, los

he llenado y los he atado al interiorde la lancha.

John ha vuelto al interior, hacogido mi fusil y ha apuntado haciala orilla mientras yo trabajaba.Seguimos sin tener ni idea de si losmuertos serán capaces de cruzar elagua. Ayer, cuando escuchábamos lasúltimas emisiones radiofónicas demúsica de la humanidad,encontramos una caja de metal conllaves al lado de la oficina deadministración. Todos los barcostienen un número de registro pegado

en el lateral del casco con cintaadhesiva reflectante, así que no nosha costado mucho encontrar la llave.He encontrado la que pone«Shamrock 220», y he salido paraintentar ponerlo en marcha.

El extremo final de la lancha sehabía deslizado, y ahora estaba frentela puerta de la oficina cuando yo hesalido. El nombre del bote estabapintado en la parte trasera en formade semicírculo. Se llamaba BahamaMama. He saltado a popa, me hedirigido al timón y he colocado la

llave. John seguía sentado en elmuelle, con sus entrenados ojoscentrados en las hileras de hoteles yen la calle. He colocado la palancade marchas en posición de encendidoy he girado la llave. Al segundointento se ha puesto en marcha sinningún problema; lo he dejadoronronear durante cinco minutos.

Me he sentado y le he dedicadouna sonrisa a John, celebrando lasuerte que hemos tenido. He vuelto agirar la llave a la posición deapagado, y cuando el motor se ha

callado hemos descubierto el ruidoque había estado cubriendo. Unosestremecedores gemidos, como losgritos en un estadio de fútbol,resonaban en todos los edificios dela playa. Desde el interior del puertooíamos la respuesta de Annabelle.Estaba totalmente histérica a causade aquel ruido incesante, y a mí seme erizaron todos los pelillos de lanuca. Ahora que sabemos que elmotor funciona, ha llegado elmomento de trazar un plan parareunir víveres. Saldremos por la

mañana.

22 de febrero04:40 h.

A medida que pasó el día deayer, la costa se convirtió en la zonade reunión de al menos cincuenta deaquellos seres, que suplicaban pornuestra carne. Hay algo en ellos queno cuadra. Ahora la cantidad se havisto reducida a apenas veinte.

Bahama Mama&Co. parte en buscade víveres.

EL ÉXODO DELBAHAMA MAMA

23 de febrero20:06 h.

Con ayuda de las gafas de visiónnocturna, ayer por la mañana preparéel barco para poder salir a primerahora de la mañana. Alrededor de las4.30 empecé a cargar barritas decaramelo, agua embotellada,

munición y algunos bidones más decombustible. También cogí unapalanca de acero, por sinecesitábamos forzar alguna puertapara entrar en algún edificio. Johnpreparaba un pequeño refugio caseropara Annabelle. Sería peligrosollevarla con nosotros, y aquí, entrelos límites de nuestro escondrijoflotante, la perra estaría bien.

Alrededor de veinte muertosvagaban por la costa, cegados por lanoche, esperando poder vislumbrarsu presa. En el cobertizo de

mantenimiento encontré unos remosde plástico, y también los guardé enel bote, con el mayor de los sigilos.Nunca se sabía. Subimos a la lanchay soltamos amarras. Encendí de malagana el motor y comprobé elmovimiento en la línea de la costa.Algunas criaturas se sacudíansalvajemente y dos se habíanadentrado en el agua, que les cubríahasta las rodillas. Pensar que tal vezestaba disminuyendo su pavor alagua hizo que una serie deescalofríos me recorriese la columna

vertebral.Cuando partimos nos dirigimos al

oeste. Había encontrado una carta denavegación especial para trayectosacuáticos en las oficinas del puerto.Qué lástima que no hubiese un mapade Isla Matagorda. Aunque conocíala forma general de la isla, no teníani idea de los detalles. Ahora nosdirigíamos hacia la bahía de SanAntonio. Avanzábamos con lentitud,para no desperdiciar combustible, yvigilábamos los posibles peligrosque podían aparecer repentinamente

entre la bruma mañanera.Por lo que mostraba la carta de

navegación, nuestras opciones eranmuy evidentes. Navegaríamos haciala bahía de San Antonio, y despuéspodíamos decidir avanzar hacia lacosta este o la oeste. Al oeste habíaun pequeño pueblo, según la carta,llamado Austwell; al este estabaSeadrift. Ni John ni yo losconocíamos, así que nos pusimos deacuerdo en dirigirnos a Seadrift, sinningún motivo en concreto. Tal vez,por el nombre que significa «Flujo

marino», se nos antojó que estaríamejor habilitado para atracar.

El sol ya se alzaba sobre elhorizonte al este y nos caldeaba laespalda cuando tuvimos Seadrift a lavista. Había varias dársenas largas,lo que debía de proporcionarmejores atraques para los barcospesqueros. Apagué el motor yempezamos a remar hacia el muelle.No nos podíamos permitir el lujo dehacer ruido.

Examiné la costa con losprismáticos que había encontrado en

el transbordador. Estaban allí. Podíaver cómo aquellas carcasaslamentables vagaban sin rumboarriba y abajo por la calle principalque recorría toda la bahía. No eranmuchos, pero sí los suficientes paradarnos problemas. El letrero delmuelle decía Centro de pescadoresdel muelle. Uno de los barcosatracados contaba con unatripulación de cadáveres. John y yovimos a tres muertos vivientes querecorrían la cubierta de un barcopesquero, a sólo cuarenta metros de

nosotros. Nos vieron, y uno de ellosse lanzó hacia nosotros hasta caerpor la borda; desapareció en lasturbias aguas de la bahía.

Mientras remábamos hacia elmuelle, vimos una pequeña tienda decomestibles y cebos justo en elembarcadero. Amarramos el Mamacon una soga a una distanciaprudencial. John y yo, con muchocuidado, nos apeamos sobre lasgastadas planchas de madera delembarcadero. Yo había agarrado lapalanca y me la había colgado del

cinturón. Cada crujido que se oía nosparecía tan fuerte como un trueno. Elsonido de los muertos que caminabanpor el otro barco era mucho másfuerte que el nuestro, pero elambiente permanecía silencioso. Nohabía sonidos de la naturaleza, no seoían motores. Incluso el sonido delagua que rompía contra la orillaparecía silenciado.

La pasarela que llevaba al barcoen el que todavía quedaban doscadáveres seguía colocada en sulugar. Eran una amenaza. Hice que

John atrajese su atención: empezó amover los brazos mientras yo medeslizaba hacia la pasarela demadera que conectaba el muelle conla embarcación y, con cuidado, latiraba al agua. El chapoteo sonó másfuerte de lo que había imaginado, ylos dos engendros se volvieronenseguida hacia mí gimoteando conel quejumbroso sonido que ya me eratan familiar. La cubierta del barco enel que estaban los dos cadáveresestaba rodeada de cangrejos; en lapopa se amontonaba una gran

cantidad de peces muertos.El hedor era insoportable. Los

cangrejos pinzaban los pantalones delos muertos. Había algunoscaparazones inmóviles tirados sobrela cubierta. Les habían arrancado laspinzas, y las conchas estaban rotas.Al volver a observar los rostros deaquellas criaturas no muertas, me fijéque les faltaban algunos dientes oque tenían algunas piezas rotas. Losmuy gilipollas habían intentadocomerse los cangrejos.

Decidimos alejarnos de aquella

extravagante tripulación y nosdirigimos a la tienda de comestibles.Con las armas preparadas, nosacercamos a la puerta principal.Nada se movía. Joder, qué hambre...y pensar en toda la comida que debíade haber allí dentro sólo conseguíaempeorar las cosas. Con el brazoderecho sujetaba en alto el fusil,mientras con la mano izquierdaalzaba la barra de acero negro. Elestablecimiento no era mayor que uncampo de tenis. Las contraventanas aprueba de huracanes estaban

cerradas, lo que impedía quepudiésemos ver lo que se cocía en elinterior; la única pista era a travésdel cristal de la puerta principal. Doscarteles colgaban de la puerta, pordentro: CERRADO y SE NECESITAAYUDANTE. Este último sequedaba corto.

Me acerqué a la puerta, cogí elpomo y tiré de él. Nada. Tendría queser a las malas. Coloqué la barraentre la puerta y el marco y empecé aempujar. En esta ocasión no mepillarían por sorpresa. Volví a

pensar en el Wal-Mart... parecía quehubiesen pasado años. Miré hacia elinterior, nervioso, intentando captarel más mínimo movimiento, mientrasgruñía e intentaba abrir la puerta.John se había convertido en un buenhombre para llevar en la retaguardia:me cubría, mientras intentabalocalizar movimiento. Tras unoscuantos minutos de lucha con lapuerta, logré abrirla.

La tienda estaba sumida en laoscuridad, y hacía mucho calor en suinterior. Olía a fruta podrida.

Encendí la linterna que llevabamontada sobre el fusil. Paseé la luzpor toda el área e intenté escucharcualquier cosa que se saliese de lonormal. John y yo cogimos un carrocada uno y nos acercamos a lasección de alimentos en conserva.Los llenamos en silencio con todo loque todavía se podía comer y beber;empezamos con los alimentosimperecederos. Todo el pan estabamohoso, pero algunas galletasestaban bien conservadas.Obviamente, todo lo enlatado seguía

bien.Todo lo que contenía la sección

de refrigerados estaba podrido.Enfoqué con la linterna los cristalesde la puerta y vi las botellas de lecheamarillenta, el queso enmohecido. Yalgo más me llamó la atención. Algose movía en el congelador. Siemprehabía sabido que había algo deespacio en el fondo para que losreponedores pudiesen guardar lamercancía. Parece que el reponedory un amigo suyo seguían allí. La luzlos excitó y vi cómo empezaban a

golpear las estanterías llenas deleche. A través de una de lassecciones, uno de ellos empezó aarrastrarse entre las estanterías, yacercarse hacia la puerta de lanevera ante la que nosencontrábamos.

Decidimos que había llegado elmomento de irnos. Condujimos loscarritos hacia el frente y examinamosel área, para comprobar si habíaseñales del enemigo. Abrí la puerta;John fue el primero en salir. Mientrasle seguía, vi cómo, en el fondo del

establecimiento, la puerta delcongelador se abría, y escuché elsonido de un cuerpo al caer al suelo.Era el reponedor, dispuesto aofrecerse si podía ayudarnos en algo.

Corrimos de vuelta alembarcadero, a toda prisa. Loscarros hacían mucho ruido, y noquería esperar a ver en qué acababatodo. Cargamos rápidamente lalancha con las provisiones. Detrás denosotros, la puerta de la tienda decomestibles se abrió lentamente ydistinguí la figura pálida de la

criatura que había estado atrapada enla sección de refrigerados. Saltamosen el bote y enseguida nos alejamosdel puerto. Remábamos con todasnuestras fuerzas, y nos detuvimoscuando ya habíamos avanzado diezmetros.

Había llegado el momento detomarse un respiro. Con el cuchilloabrí una lata de buey estofado y metragué el contenido. John me imitó.Nos quedamos sentados y bebimosalgo de agua embotellada mientrasnuestro amigo del muelle nos

deseaba buen viaje a voz de gemido.La criatura tenía un aspecto terrible:le faltaba una mano y mediamandíbula. Llevaba un delantalblanco, largo, con algo escrito consangre. Saqué los prismáticos paraleer lo que estaba escrito:

«¡Si lees esto, mátame!»Sonreí al leerlo, y pensé que me

habría gustado conocer a ese hombremientras estaba vivo; apreciaba susentido del humor. Apoyé el fusil enel hombro, y escogí la posición de unsolo disparo. Apunté y disparé al

reponedor en la cabeza. John memiró, y me preguntó «¿por qué lo hashecho?» con la mirada, pero yo sólopude devolverle la mirada yresponderle: «Un cumplidoprofesional a nuestro amigo... tansólo eso.»

Durante el viaje de vuelta anuestro baluarte marino no sucediónada reseñable. Cuando faltabanunos cuatrocientos metros para llegaral muelle, apagamos el motor yavanzamos con los remos. No habíamás seres en la orilla, seguramente

porque habían seguido el sonido delmotor cuando nos alejábamos estamañana. Descargamos en silencio lacomida y la bebida. Le había llegadola hora de cenar a Annabelle. Escurioso pensar que seguramenteahora se alimenta con mejor comidaque antes de que sucediese todo esto.

24 de febrero20:47 h.

John y yo hemos estado hablandosobre nuestras familias. Le hecomentado que estaba preocupadopor la mía, que dudaba de quehubiesen sobrevivido a esto, a pesarde vivir en un lugar apartado. Johnme ha hablado de su hijo, de loorgulloso que se sentía de él, decómo había conseguido una beca enPurdue. Y ha seguido con detallessobre una reciente reunión familiar, ycómo su mujer no soportaba a sumadre. John ha querido saber por quéme alisté: mi historia es la de un

joven y pobre pueblerino americanoque deseaba servir a su país y queascendió por el camino largo por losdiferentes rangos.

Aunque ahora mi rango noimporta mucho, claro.

Estoy seguro de que en un lugarapartado del noroeste de EstadosUnidos el rango todavía importa,pero no aquí, en este puertodeportivo de una isla sin nombre.También le he confiado a John lasrazones por las que no permanecí enla base, junto a mis camaradas. He

tenido que hacer una pausa, ypreguntarme a mí mismo si nodebería haberme quedado y luchadohasta el final. A veces lamento nohaber estado en la base con losdemás soldados, y así se lo he dichoa John. Pero lo que importa ahora esque yo estoy vivo y ellos no. Prefieroser una aguja en un pajar que ungilipollas en una fortaleza. Siempretendré que vivir con mi decisión,pero al menos estoy vivo parahacerlo.

John me ha mirado y me ha

dicho: «Lo dices como si te acusarade haber desertado.» Me hedisculpado, pero se trata de un asuntodelicado. Supongo que sí soy undesertor. Pero ¿quién queda vivopara juzgarme? Supongo que si lascosas vuelven a la normalidad, yo...No sirve de nada pensar en ello.

Se me ha encogido el corazón alpensar en mis padres encerrados enel ático, rezando, pidiendo ayuda. Miimaginación ha reproducido a laperfección su ropa sucia, su peloapelmazado, sus cuerpos secos por la

desnutrición. He tenido que frenarmis pensamientos para evitar tomaruna mala decisión. Ir a rescatar a mispadres, que se encuentran a cientosde kilómetros de aquí, sería unsuicidio. ¿Cuánto tardó toda estadevastación en alcanzar las zonasmás apartadas de Arkansas? No pasómucho tiempo desde que empecé averlo por las noticias hasta quellegaron a mi calle, hasta queempezaron a arañar mi puerta.

Es una decisión que hay quetomar en frío. Si quiero sobrevivir,

no puedo permitir que la emoción medicte hacia dónde dirigir mis pasos.Incluso en el mejor de los casos, unpequeño error de juicio puedesignificar la muerte. Si al finaldecido viajar hasta Arkansas paracomprobar si mis padres siguen convida, cada una de las decisiones quetome debe ser perfecta, desde loslugares elegidos para pasar la nochehasta las tiendas en qué me abastezcade comida.

¿Qué es lo que falló? No sé porqué he tardado casi dos meses en

empezar a reflexionar sobre ello,pero ¿qué puto enfermo iniciaría algoasí? Supongo que alguien muyenfermo. ¿Estaba alcanzando elhombre los niveles de la divinidad?Tal vez era algo mucho más grande...No quiero pensar en esto ahoramismo, ya que sólo conseguiríaponerme a maldecir y a gritar, y si setrata de algo mayor, no quiero queesa fuerza superior me castigue porinsubordinarme a ella. Por ahora,seguiremos con este acuerdo tácito.Si existes, de momento nos

dejaremos en paz el uno al otro... Yate informaré cuando esté preparadopara conocerte.

No temo a la muerte.

25 de febrero19:32 h.

La costa estaba despejada estamañana, cuando he sacado aAnnabelle para que estirase laspiernas un poco en la dársena. He

hecho que pasease arriba y abajo porla pasarela de madera. Se haengordado un par de kilos, y necesitahacer algo de ejercicio. Le he puestoel bozal, para que no ladre fuerte. Elpuerto está formado por una serie demuelles que, desde el aire, deben deparecer una «H». La oficina flotanteestá situada en uno de los lados de la«H», y sólo una rampa flotante es loque unía esta isla artificial demadera, metal y polietileno a la islade verdad.

He paseado con la perra

alrededor del perímetro de losmuelles. Ayer, agarré una larga cañade pescar de uno de los barcos eintenté tocar el fondo del mar, en lapunta del muelle más cercana a lacosta, pero no lo alcancé. Esosignifica que el agua tiene casi tresmetros de profundidad. Por algúnmotivo tenía miedo de que fuesencapaces de vadear el agua y treparhasta aquí. Tras mi pequeña pruebade profundidad, me siento un pocomás seguro.

En la segunda vuelta alrededor

del puerto, Annabelle ha empezado aolfatear el aire y se ha repetido la yafamiliar escena del pelo de su lomoerizándose. Los sentía. El vientollegaba desde la costa, y nosencontrábamos en medio de lasráfagas. La he cogido y la he llevadoal interior. Me he asomado a laventana que da a la línea costera y heesperado, mientras le contaba a Johnla reacción de Annabelle en elexterior. John también se ha acercadoa la ventana, y nos hemos quedadoobservando.

Primero hemos escuchado elsonido... un ruido traído por el vientoque me recuerda al de un barrendero,a lo lejos. A continuación se haacercado la gran masa, que setambaleaba con lentitud, caminando.No había forma de contarlos, y eraconsciente de que si lo deseaban,podrían llegar hasta nosotros, aunqueestuviésemos refugiados en el puerto.Cuando he visto que pasaban delargo de nuestra zona, he pensado enlas maratones de las grandesciudades. Sólo haría falta que se

apilasen unos sobre otros, en el agua.Me estoy cansando de huir, peroaunque esta isla sea bastante grande,estoy seguro de que noencontraremos suficiente munición nisuficientes armas para cargárnoslos atodos. Si hubiésemos podido pasarunos cuantos días más en la torre decontrol de Corpus para trazar unplan. John capta algunas señalesdébiles de los supervivientesatrapados en el ático. Eso tambiénme pone de los nervios.

26 de febrero09:35 h.

Esta mañana, John y yo hemosestado controlando la radio. Pareceque nuestros supervivientes del áticosiguen bien. Todavía no hemospodido hablar con ellos mediantenuestro transmisor. El hombre sellama William Grisham y es quienemite todo el rato. En algún momentohe oído una voz femenina de fondo,

pero no he logrado distinguir si setrata de una niña o de su mujer. Diceque no están infectados, y que tienencomida y agua suficiente para unasemana, pero que los sonidos de loscadáveres debajo de ellos los estánvolviendo locos.

Cree que no pueden sobrevivir niescapar de allí sin ayuda. Heexaminado la carta de navegación;podríamos ir en lancha hastaSeadrift, buscar un coche e intentarllegar a Victoria. No sé ni por quéme lo planteo. Es un viaje de menos

de ochenta kilómetros, y unosdieciséis son por agua. Eso significaque serán un total de ciento cuarentakilómetros de peligros, ida y vuelta.No le puedo pedir a John que meacompañe, y de hecho me gustaríaque permaneciese aquí. John sesiente dividido entre hacer locorrecto y perder, muyprobablemente a su único compañeroy no hacer lo correcto y perder sualma. Mis pensamientos avanzan enfases: no me gustaría hallarme anteesa disyuntiva... aunque ya lo estuve

y tomé una decisión. Decidí vivir.

21:45 h.

William ha lanzado mensajesdurante todo el día. Suenadesesperado. No puedo dejar deescuchar, porque al menos se trata deotra voz humana. Sus divagacionesenloquecidas hunden mi mente en unlaberinto de oscuridad. Siento quedebo ayudar. John y yo hemos

hablado de ello; él se quedará ydefenderá el fuerte con la ayuda deAnnabelle. Yo me siento como siempezase a conocer a William. Poralgún extraño motivo se ha pasadomedia hora divagando sobrecualquier cosa que se le ha pasadopor la cabeza. Supongo que debe deencontrarse en estado de shock y queusa la radio como vía de escapeemocional. Ha hablado de su trabajo,y creo que he podido sentir suhonestidad, su sinceridad en el miedoa perder a toda su familia. Siento que

DEBO ayudarle. Esta noche meprepararé y saldré mañana.

27 de febrero08:20 h.

Me voy dentro de poco. Iré enbarco hasta Seadrift, y haré el restodel camino en coche o a pie. Puedotardar unos cuantos días. Heencontrado una radio de banda civilen uno de los barcos. Pesa un poco y

funciona con pilas. Cuando estédentro del radio de alcance de lafrecuencia de William, la usaré paraintentar enviarle un mensaje desaludo. No tiene ningún sentidocruzar los últimos treinta kilómetroshasta casa de William y su familiasólo para descubrir que se hanconvertido en ellos. Me quedan unasquinientas balas de las que me llevétras la huida improvisada de la torrede control, descontando la que usépara volarle la cabeza al reponedor.Con la radio, el agua, el arma, la

munición, la comida y un poco deequipo adicional, llevo encima unostreinta kilos. Por eso sería mejorconseguir un coche.

Mi plan es adueñarme de unaguía de carreteras en cuanto llegue aSeadrift, y seguir de cerca lascarreteras que se dirigen haciaVictoria, si es que voy a pie. Nopuedo arriesgarme a que nada, vivo omuerto, me vea durante el trayecto.Me mantendré en contacto con Johnmientras los walkie talkiesfuncionen. No sé cuál es su radio de

acción, pero estoy seguro que desdeSeadrift podré hablar con él, ya quela señal se transmite mucho mejorpor el agua.

Anoche salí a contemplar lasestrellas y vi un rayo verde, brillante,en el cielo; parecía una estrellafugaz. El verde debía de provenir delcobre ardiendo en el interior dealgún satélite, olvidado hace yamucho en el cielo. Es sólo cuestiónde tiempo que los GPS fallen, aligual que el resto de serviciosbasados en los satélites.

Basta de cháchara.Ha llegado el momento de

ponerse en marcha.

18:44 h.

Remé hasta alejarme mediokilómetro del puerto, para no atraer alas criaturas hacia John. Anoche tuveque llenar el depósito. Cuando heencendido el motor, me he alejadomás del puerto, hacia el oeste, para

confundirlos y proporcionarlealgunos momentos de calma a John.No he tardado mucho en llegar aSeadrift, ya que sólo son dieciséislos kilómetros que separan el puertodeportivo de tierra firme. He vuelto aapagar el motor del Bahama Mama yhe intentado hacer el resto deltrayecto con un solo remo. A la quehe alcanzado el mismo embarcaderoen el que John y yo estuvimos haceunos días, he visto que las doscriaturas seguían en el pesquero, yque el reponedor rematado estaba

tirado boca abajo en el muelle. Ungrupo de pájaros se estaba pegandouna comilona sobre él.

Antes de acercarme alamarradero, he comprobado la radioy he intentado comunicarme con Johnen el canal que ya habíamosacordado. Tras el segundo intento, heoído por fin la voz débil y quebradade John que me preguntaba si todohabía ido bien. Le he confirmado queno había tenido problemas, y que susamigos, los pescadores, van a cenara base de cangrejo y le han invitado a

pasarse. Se ha reído al oírlo; le heprometido que volvería acomunicarme con él tan pronto comovolviese a tenerlo al alcance de laradio.

Sabía que había otra criatura enel interior de la tienda decomestibles. En la calle, a mediokilómetro de mí hacia el norte tierraadentro, he visto algo que se movía.Siguiendo la línea de la costa habíalo que parecía un nuevoembarcadero, pero estaba demasiadolejos para acercarme remando sin la

ayuda de otra persona. He tenido queencender el motor; las criaturas delbarco se han puesto nerviosas, y mehe sentido como si todos los ojos quequedan en el mundo se fijasen enmí... furiosos por haber roto elsilencio.

Mientras recorría la línea de lacosta, las criaturas de la playa se hanfijado en mí y han empezado aseguirme por la orilla. No me podíacreer lo que veía. Las criaturas noavanzan tambaleándose con lentitud,como estaba acostumbrado... Algunas

parecen muy rápidas.Hasta había una que parecía

corretear, con los brazos estiradoshacia mi lancha. Aunque se movíancon mucha falta de coordinación, yhay muchos que caían de cara sobrela arena, se levantaban de nuevo yseguían persiguiéndome. He decididoalejarme un poco de la costa yacercarme al muelle de modo que noatraiga a esa peña de arrastrados ami posición.

He llevado el bote hacia elcentro de la bahía, a un kilómetro y

medio de la costa, y me he acercadoal muelle desde una direcciónperpendicular. He intentado acelerarbastante para que, cuando apagase elmotor, la inercia me arrastrase lamayor parte del camino. Como noestaba muy familiarizado con estepuerto deportivo, he mantenido elarma preparada a medida que meacercaba. Se parecía mucho almuelle este; no veía ningún cadáver.Distinguía con claridad unagasolinera a unos trescientos metrosdel muelle. Me he estremecido al

recordar mi aventura en el techo deaquella gasolinera cercana a mi casa.El miedo ha empezado a atenazarmea medida que los contornos de lagasolinera se hacían más definidos.

Por fin he apagado el motor y mehe deslizado por encima de las olastodo el tiempo que he podido sinnecesidad de usar el remo. Me heacercado al embarcadero y heamarrado la lancha. He comprobadola zona, en busca de cualquierpeligro inmediato, y después hecomprobado el nivel de combustible,

para asegurarme de tener suficientepara realizar el viaje de vuelta a IslaMatagorda. También he apagado laradio; no quería que ninguna llamadarompiese el silencio que tanto meestaba costando mantener. Me hecolgado la pesada mochila delhombro, he desembarcado y hecaminado hacia la orilla, dandopasos con mucho cuidado parareducir el ruido al máximo.

Había dos vehículos aparcadosante la gasolinera. Uno de los cochesseguía con la boquilla de la

manguera del surtidor dentro deldepósito, como si el propietario delvehículo no lo hubiese devuelto a susoporte. El otro coche tenía la puertadel conductor abierta. Estaba segurode que la luz piloto del interiorhabría dejado seca la batería.

Me he acercado a la estación deservicio apuntando con el arma.Sabía que si tenía que escapar, nopodría recorrer más de cincokilómetros sin descansar, ya queavanzar con todo aquel peso muertoen la espalda era una gran paliza. Al

acercarme al coche más cercano alos surtidores, el único sonido que seoía era el del agua al romper contrael muelle. Ya estaba junto al surtidor.

He examinado la lectura en elvisor del surtidor para comprobar sihabían llegado a llenar el depósito.Nada; era digital y la energía estabacortada. En silencio, he sacado laboquilla de la manguera del coche yhe colocado la tapa. Calculo que esun modelo de mediados de los 80.Hay unas pegatinas que dicen que esun Buick Regal Grand National. Es

negro.Lo he rodeado hasta llegar al

lado de la puerta del conductor. Laventana estaba abierta y me heinclinado en su interior para cogerlas llaves. No estaban. Me hedirigido a la tienda; los cristales delos aparadores y de la puerta estabanhechos añicos; hacía tiempo que lahabían saqueado... Me daba lomismo, porque yo no necesitabasaquear nada, tan sólo necesitaba unaguía de carreteras. El expositor demapas estaba en el mismo mostrador

que el microondas; me he agachadopara atravesar el cristal roto y me heencaminado hacia allí. Mi olfato nome advertía de la presencia deningún cadáver en el interior, pero detodas formas he examinado cada unode los pasillos antes de acercarme almostrador. No les quedaba ningunaguía, pero he encontrado un mapa delas carreteras de Texas plastificado.No tengo pensado hacer ningún viajeinterestatal, por lo que con ese mapatendré suficiente.

Había llegado el momento de

enfrentarme al Buick sin llaves.Como la zona parecía completamentevacía de cualquier peligro inmediato,he decidido que sería mejor intentarhacerle un puente al coche queadentrarme en territorio peligroso enbusca de uno que funcionase. Si fueseun modelo de coche más moderno,sería una mierda hacer el puente,pero con el Buick sería algo mássencillo. He ido hasta el pasillo deobjetos de todo tipo y he cogido unpaquete, demasiado caro, de cablesde conexión; después me he acercado

de nuevo al mostrador y he cogidouna navaja suiza de baratillo, falsa ymal hecha, la típica de tienda derecuerdos.

He salido del establecimientocon mi botín, he comprobado denuevo el área y me he acercado alBuick. Cuando he pasado ante el otrovehículo, el que estaba con la puertaabierta, me ha asustado un sonidoque surgía del interior... Una ardillaestaba construyendo su casa, un nidocompleto en el asiento trasero. Heabierto la puerta del Buick y he

levantado el capó. He seguido loscables de encendido hasta el cablede alambre. He cogido el cable deconexión, he pelado los dos extremoscon la mierda de navaja suiza y lo heextendido del extremo positivo de labatería al extremo positivo delalambre. Con eso llegaría energía alsalpicadero. Sin esto, el coche noserviría de nada.

Tenía que localizar el solenoidedel motor de arranque. Lógicamente,lo encontraría en el motor dearranque. He usado la cuchilla más

larga de la navaja para completar laconexión entre el solenoide y elcable positivo de la batería. Hasaltado una chispa. El motor hatosido y ha cobrado vida. Yasujetaría los cables más adelante.Estaba seguro de que el sonido losatraería; tenía que darme prisa.

He dejado la mochila y el armaen el asiento del copiloto. Con lacabeza plana del destornillador de lanavaja he podido romper el sistemade seguridad que mantenía bloqueadoel volante. Después he sujetado el

alambre, para asegurarme de que nosaltase durante el trayecto. Hecerrado el capó, he entrado en elcoche y he subido el cristal de laventanilla tan rápido que casi he rotola barrera del sonido, y he salidodisparado hacia la carretera. Era midía de suerte: el pobre infelizpropietario del coche había llenadoel depósito antes de, lo más seguro,morir. Al mirar el mapa, he vistoclaramente qué ruta debía seguir.

Estaba en la carretera 185 quesalía por el noroeste de Seadrift y

que iba directa a Victoria. Lacarretera no estaba para nada muytransitada, por lo que no he tenidoningún problema para alcanzar lasafueras de Victoria en menos de doshoras. Sólo me ha retrasado algúncoche que estaba parado de través enel asfalto o por alguna manada decriaturas inusualmente grande que setambaleaban juntas, como ovejas. Amedida que me acercaba a lasafueras de la ciudad, me he dadocuenta de que me acercaba a unazona en la que había caído una de las

bombas, porque había una ligeracapa de ceniza en la mayoría desuperficies horizontales, como loscoches aparcados, las casas y losedificios. No soy un experto enradiación, pero como he vistoalgunos pájaros y animalespequeños, he asumido que no era deltodo peligroso atravesar aquellazona.

Ahora son casi las 20.30 horas, yllevo treinta minutos intentadomandar una señal de saludo a laradio de Grisham. No he recibido

respuesta. Este viaje puede habersido una completa pérdida de tiempo.Al entrar en la ciudad he tenido queevitar que me viese un grupo demonstruos. He aparcado el coche auna corta distancia de la torre deagua municipal de Victoria. Cuandosólo estaba a trescientos metros delcoche, ya había decenas decadáveres rodeándolo. No tengo niidea de cómo logran triangular elsonido de la forma en que lo hacen.A una persona viva le costaríalograrlo... Mis pensamientos han

empezado a reflexionar sobre laestructura del oído, y las partes quedeben de agudizarse con la muerte.

Pronto se pondrá el sol, y ya meestoy cansando de escribir. Estoy enla torre, con mi mochila, seguro aunos cincuenta metros de altura.Empieza a llover y me sientocompletamente desgraciado.Continuaré intentando contactar conlos supervivientes.

28 de febrero

9:23 h.

Les he encontrado. No tengodemasiado tiempo para escribir. Heencendido la radio esta mañana, aeso de las 8.00, y he caminadoalrededor de la plataforma de latorre de agua, para asegurarme deque la recepción era buena. Tras tresintentos, la familiar voz de Williamme ha respondido: «Gracias a Dios,necesitamos ayuda. ¿Dónde estás?»He intercambiado información con él

y le he contado que hace días querecibo sus mensajes, y que yo y otrohombre llamado John estábamosdefendiendo un refugio en un puertodeportivo de una isla de la costa deTexas.

Le he preguntado cómo pintabanlas cosas, y me ha respondido que sulocalización estaba completamenterodeada de cadáveres vivientes. Lehe contado que estoy emitiendodesde el depósito de agua deVictoria y le he preguntado que meindicase dónde se encontraba, con la

torre como punto de referencia. Lasindicaciones han sido bastantesimples; estaban a escasos treskilómetros de mi localización. Mevoy ya.

A la izquierda por la calleprincipal. Avenida Brown. 500metros. A la derecha hasta Elm.Seguir recto. Sabré que casa escuando la vea.

16:41 h.

Les tengo. William conduce.Esta mañana, después de hablar

con William, he abandonado miposición para ir en su busca. Hevuelto a encender el motor del cochecon el puente, esta vez ha sido muchomás sencillo, y he seguido lasindicaciones que había apuntado. Nome ha costado mucho encontrar lacasa, ya que estaba rodeada por lomenos por un centenar de muertosvivientes. Podía ver la cara deWilliam a través de un agujero en la

pared del ático, en el mismo lugar enque debía de haber estado la ventana.Incluso a tanta distancia he podidoapreciar la derrota en su mirada. Nosé las sensaciones que me hanembargado. Tal vez, después detodo, sigo siendo humano por dentro.Tal vez siga teniendo una conciencia.Me he comunicado con William paradecirle que aguantase. He pisado afondo el pedal de los frenos, me heapeado del coche de un salto y heabierto fuego sobre la manada demuertos. Un centenar de pares de

ojos giraron de inmediato hacia mí, yjuraría que un centenar de bocas seabrieron y pronunciaron mi nombreal unísono.

Es evidente que era mi miedo elque provocaba todas esas fantasías,pero era verdad que se meacercaban. He vuelto a saltar alinterior del coche, he puesto lamarcha atrás y he dado media vuelta.Cuando el primer engendro hallegado a la altura del coche y haempezado a golpearlo, he acelerado,para alejarlos de William y de su

familia.He activado el micrófono y le he

ordenado a William que hiciese quesu familia saliese al tejado y secolocase lo más cerca del bordeposible. Avanzaba muy poco a poco,para que pudieran cazarme, para quese quedasen conmigo. William me haconfirmado que mi plan funcionaba,que todos los muertos vivientes meseguían. Los únicos que se habíanquedado atrás eran a los que habíaacertado en la cabeza con las ráfagasdisparadas al azar cuando había

abierto fuego.He dado la vuelta a la manzana.

He esperado hasta que estuvierancasi encima de mí; he pisado a fondoel acelerador y me he dirigido a lacasa de los Grisham. He visto aWilliam, a su esposa y a una niñapequeña en el tejado. He avanzadopor la calle lateral de la casa, paraminimizar la distancia que tendríanque saltar. He salido del coche paracubrirlos, mientras William saltabael primero y después tendía losbrazos para ayudar a las otras.

Un engendro ha salido caminandopor la puerta medio destrozada, havisto a la esposa de Williammientras se dejaba resbalar por eltejado, con las piernas por delante.Se ha dirigido a ella. He apuntado yhe disparado al muy cabronazo en laboca; eso no lo ha detenido. Meestaba cansando. Con otra bala en elcráneo le he enseñado cuál era sulugar.

He girado mi torso casi porcompleto y he apuntado a toda lacalle, como si fuese la torreta de un

tanque. Seguía despejada. Ya habíanbajado todos. William ha empezadoa darme las gracias, pero lo hecortado. Las dos chicas ya estaban enel asiento de atrás. William se hasentado y se ha puesto el cinturón deseguridad. Le he pasado el fusil y heacelerado todo lo posible, de vueltahacia Seadrift. Cuando lleguemos, yahabrá oscurecido demasiado paraembarcarnos de vuelta a Matagorda.No podré encontrar la lancha en laoscuridad, ya que mis gafas de visiónnocturna se han quedado con John.

Tendremos que encontrar un lugarseguro para dormir esta noche cercade Seadrift.

29 de febrero06:45 h.

Ni anoche ni esta mañana helogrado contactar con John por radio.Acabamos durmiendo en la lancha.La alejé un centenar de metros delmuelle y lancé el ancla. Estábamos a

salvo, y he podido dormir bastantebien. Dejé el Buick aparcado ante elembarcadero. No estoy seguro de sivolveré a necesitarlo, pero es uncoche muy bueno. Dentro de unosminutos partiremos hacia la isla juntocon los nuevos supervivientes. No hetenido mucho tiempo para hablar conellos, ya que se han sumido en unsueño profundo en cuanto nos hemosencontrado seguros, anclados en elmar. La niña, Laura, ha gemido ensueños.

09:00 h.

No hay rastro de John. No hayninguna nota, nada. No hay señalesde lucha. William, Jan, la pequeñaLaura y yo mismo estamos a salvo enlos confines del puerto deportivo.Estoy preocupado por John. Esdemasiado conservador para haberhecho algo así. Annabelle se hapuesto muy contenta al verme, perose ha mostrado especialmente alegre

al ver a Laura. A la niña le gustatener un perrito con el que jugar. Talvez John ha salido en alguna lancha yvolverá enseguida...

BASE

1 de marzo15:22 h.

Seguimos sin señales de John. Sientola necesidad de empezar a buscarlo,pero no tengo ni idea de por dóndeempezar. ¿Qué le habrá hechoabandonarnos sin avisar? Su armatambién ha desaparecido y elmecanismo de conexión con el puente

que ideamos está abierto. Es todomuy confuso. Aprovecho el tiempopara conocer a la familia Grisham unpoco mejor. No conocen a John, peropueden ver la preocupación en misojos, aunque intente disimularla.

3 de marzo09:14 h.

John estaba cubierto de sangre,agotado, derrotado. Ha vuelto esta

mañana y me ha llamado. He corridoal exterior y he vuelto a poner elmecanismo del puente en su sitiopara que pudiera cruzarlo. Se hadesmayado cuando todavía estaba enla costa, y he tenido que acarrearlohasta dentro. No es un hombre muyvoluminoso: debe de pesar unosochenta kilos. Me lo he cargado alhombro, he cruzado el puente móvil yhe tirado de la cuerda para deslizadohacia mi posición y poder amarrarloa la pared del edificio del puerto. Hellevado a John al interior, lo he

tumbado en una cama provisional...Entonces he visto la fotografía quellevaba en su mano ensangrentada.

La fotografía de una mujer,manchada de sangre, ha caído alsuelo. En el fondo de mi corazónsabía quién era: era su esposa. Desdeesta mañana ha estado despertándosey volviendo a caer en un estado deinconsciencia. Ha bebido algo deagua y ha intentado dar unos sorbos aun poco de sopa enlatada. Janet y yohemos cuidado de él.

La mujer de William, Jan, es

enfermera diplomada, aunque dejó sutrabajo hace un par de años paramatricularse en medicina. No esmédico, pero ¿queda alguien que losea?

Janet lo ha examinado de pies acabeza, y ha prestado una atenciónespecial a las heridas que presentaJohn. No hay ninguna que se asemejea un mordisco. Una parecía undisparo realizado con un arma decalibre pequeño, tenía orificio deentrada y salida en el hombro,mientras que el resto parecían

arañazos causados al arrastrarse porel suelo. John no se ve capaz deexplicar nada, y casi no puede ingeriragua o sopa sin vomitarlo todo yvolverse a desmayar. Estoypreocupado.

4 de marzo20:14 h.

John ha salido por fin de suletargo. Le he dicho que estaba muy

preocupado, y que no tengo ni ideade lo que le ha sucedido. Y él me hacontado que se había derrumbado enla soledad de los últimos días.Mientras yo no estaba, en lo único enque podía pensar era en su mujer y suhijo, en lo mucho que los amaba. Janle escuchaba desde la habitacióncontigua, y estoy seguro de queempatizaba por completo conaquellas palabras. John recordó quehabía olvidado algunos objetos en elavión cuando lo habíamosabandonado, entre ellos la única

fotografía que le quedaba de suesposa. Nunca habría podidopedirme que yo arriesgase mi vidapor una foto, por lo que en lugar deesperar a que volviese, decidióintentar recuperarla él solo.

Se acercó al avión abandonado,recuperó la pequeña mochila en laque había guardado la fotografía yenseguida volvió hacia el puerto. Losmuertos no tardaron en rodearlo, ytuvo que refugiarse en uno de loshoteles. Logró encerrarse en elsegundo piso de uno de los edificios

de cinco pisos. A continuaciónempezó a despejar los pasillos decualquier huésped peligroso conayuda de su fusil del calibre .22.Tras pasar tres días con sus tresnoches escuchando los inacabablessonidos de los seres atrapados en sushabitaciones, decidió intentar huir.

Recorrió cada una de lashabitaciones, se aseguró de que noestaban ocupadas, y recuperó lassábanas de las camas. Con nudosllanos, se construyó una larga cuerdacon la que escapar. A primera hora

de la mañana del día en que debíahuir, localizó la ventana ideal por laque empezar el descenso. Seencontraba en el tercer piso, y unárbol alto que crecía desde la callelo ocultaba de la vista de cualquieraque caminase por la calle. Empezó adescender por las sábanas, con elfusil colgado del hombro. Todo loque no podía romperse, lo dejó caeral suelo.

Cuando empezó el descenso, notóque uno de los nudos de la cuerda desábanas empezaba a deshacerse. Era

demasiado tarde para volver a trepary rehacerlo, así que continuóbajando. El nudo se soltó del todocuando estaba a la altura del segundopiso. Cayó a toda velocidad porentre el ramaje del árbol, recibiendoarañazos y cortes por todo el cuerpo.Cuando golpeó contra el suelo, elfusil se disparó; la bala le entró porla espalda y salió limpiamente por laparte frontal del hombro.

Lo siguiente que recordaba era amí llevándole de nuevo al interiordel puerto.

5 de marzo12:30 h.

Esta mañana me he despertadoalrededor de las 6.00, empapado ensudor frío. La familia Grishamdormía en la otra sala. John y yo noshabíamos acostado en los dos sofásde la oficina. Anoche tuve unahorrible pesadilla, pero no acabo derecordar de qué iba. Sólo recuerdo

que corría... que corría muy rápido.Lo primero que he visto al despertarhan sido las salpicaduras de sangreen la pared, los restos del suicidiodel capitán del muelle. John no se hadespertado hasta las once y media, opor ahí.

Por suerte, ni la herida de bala nilas laceraciones parecen muyinfectadas, aunque hay algunosbordes que están un pocoenrojecidos. Tuvo suerte que la balale atravesase el hombro. Podríahaber muerto de sepsis si uno de

nosotros hubiese tenido queextraérsela.

Sería todo un lujo poder contarcon medicamentos, sobre todoporque ahora tenemos a alguien quees capaz de darles un buen uso.Aunque está claro que un buenbunker de paredes de acero de dosmetros y medio, con energíageotermal y un suministro infinito decomida y agua tampoco estaría mal.Y es que nunca nos conformamos conlo que tenemos... ¿A quién quieroengañar?

Sólo tenemos esto.Pero yo no voy a conformarme.Quiero más.

JUGANDO A CALLAR

19:44 h.

Laura y Annabelle han estadojugando en la trastienda del puertodeportivo mientras Jan, John,William y yo compartíamos nuestrasexperiencias. William nos harelatado su situación en el ático,cómo llegaron a eso. John estabatumbado en el sofá con su brazo en

un cabestrillo improvisado,irónicamente, lo hemos hecho con untrozo de sábana.

He querido resaltar el hecho deque no podemos quedarnos parasiempre en esta isla. No estaremosnunca a salvo de las hordas quedeambulan por las calles. ¿Y si sedesata un huracán y borra el puertodel mapa o peor aún y si lo arrancade la costa? Pueden pasarnos unmillón de cosas. En las lanchas hayuna cantidad limitada decombustible. Ninguno de nosotros

sabe cómo reparar o cómo funcionael transbordador que tenemosamarrado justo al lado. Le hereprochado a William que seafarmacéutico, en lugar de mecánico...Al parecer, tiene sentido del humor,para ser farmacéutico.

Le he preguntado a Jan cómollevaba Laura lo que estaba pasando.Me ha contado que se muestraextrañamente resistente a todo elhorror del que ha sido testigo en elúltimo par de meses. Anoche volví aoír cómo Laura gemía en sueños,

pero no se lo he mencionado a sumadre, ya que no dudo de que está alcorriente.

Debe de ser por mi naturalezamilitar, pero siento que estamos en lamisma situación que cuando John yyo estábamos encerrados en la torrede control. Siento que necesitamostrazar planes, que debemos hacerloya. No puedo prever ningún peligroaquí, en el puerto, ya que contamoscon nuestra isla artificial... pero Johny yo estábamos en la cima de unatorre de 60 metros de altura,

rodeados por una resistente valla dehierro, y nos asediaron en cuestiónde minutos.

O tal vez sólo me estoyvolviendo paranoico.

Con Laura hemos establecidounos códigos para cuando vemos unao más de esas criaturas en elexterior. Le decimos que tenemosque «jugar a callar». Así Laura sabeque no es momento de jugar, desaltar, o de reír con Annabelle. Hoyhabía uno de esos engendrostambaleándose ante nosotros, muy

cerca de la orilla, donde estaría lapasarela flotante si estuvieseconectada. Tenía dificultades con sucuerpo putrefacto para levantar lacabeza, pero lograba mirar en midirección mientras yo echaba unvistazo a través de las persianas. Soyconsciente de que ese ser estáidiotizado, está muerto, pero aúnsiento que me lanza una miradacalculadora cuando mira hacia aquí.Poco después han acudido más.Algunos parecía que acababan demorir. Son los que se movían más

rápido, más metódicamente que suscompañeros podridos. He decididoque voy a evitarlos con mucho másempeño.

6 de marzo03:22 h.

Me he despertado hace mediahora y no puedo volver a conciliar elsueño, por lo que he decididocomprobar el estado de la costa con

las gafas de visión nocturna. Veo quehay muchas figuras que vagan por elárea cercana a la orilla. Oigo unsonido que proviene de la direccióndonde se alzan los edificios másaltos. No se me ocurre de qué debetratarse. Por algún extraño motivo seme antoja un televisor encendido,con el volumen demasiado alto. Mehan dado ganas de comprobar eltelevisor que tenemos aquí, peroesperaré a que se haga de día paraque no puedan ver desde la costa unaluz en el interior del puerto. ¿Por qué

se quedan ahí? ¿Es que puedenoírnos?

Si tuviese un silenciador, mecargaría un montón de estasmiserables criaturas ahora mismo.

12:42 h.

Ideas, ideas, ideas. Me he pasadotoda la mañana pensando en posiblesáreas seguras, aunque es evidenteque no hay ningún lugar que sea del

todo seguro. La mayoría de edificiosfortificados o de prisiones seránimpenetrables; si no tenemos accesoa ellas, no nos sirven para nada. Estaisla tampoco nos sirve. Tal vezpodríamos sobrevivir en una isla máspequeña, sin tanta población de nomuertos. Se puede creer que en unasituación como ésta una isla es loideal, pero no hay ningún lugar al queescapar y los únicos víveres son losque se pueden encontrar en la mismaisla. Cuando se nos acabe la comidaaccesible que podemos recuperar de

los edificios cercanos, todo habráacabado. William me ha hablado desu vecino, de cómo lo mordieron. Meha jurado que sólo pasaron unascuantas horas antes de quesucumbiese a la herida, antes deconvertirse en uno de ellos. Y con unengendro es suficiente. En algunaparte he leído que incluso losmejores ladrones se plantean laposibilidad de que al final los van aarrestar; es cuestión deprobabilidades.

Al basar mis posibilidades de

supervivencia en esta premisa, sientotambién que un día me llegará lahora. Lo único que puedo hacer esintentar sobrevivir. No he tenidohijos, pero soy testigo del velo depreocupación que cubre las miradasde William y de Jan cuando Laurapide permiso para salir de la sala. Esuna vida de mierda. Por algún motivosiento que todo el mundo esresponsabilidad mía. Soy conscientede que si cualquiera de ellos caevíctima de uno de los cadáveres,sentiré un gran pesar. En alguna parte

tiene que haber un grupo de gente. Lapregunta es: ¿quiero revelar mipropio nombre? He llevado la radiodel puerto cerca del sofá de John,para que pueda controlarla desdeallí. Le gusta y, al menos, semantiene ocupado mientras serecupera.

Todavía tengo el mapa robado deTexas. No hay muchos detalles sobreIsla Matagorda, pero a unos treskilómetros al sur de nuestra posiciónhay un hospital. No parece que lasheridas de John empeoren, así que no

estoy seguro de que necesitemedicación, pero supongo que estábien saber dónde está por si meapetece arriesgar el pellejo.

No emiten nada por la tele, perojuraría que esta mañana he oído algoque parecía una a lo lejos. Hay unaemisora que emite un zumbido muyagudo, pero en la pantalla sóloaparece nieve. La emisora de radiosigue con la música; creo que ya hememorizado el orden de todas lascanciones, y hasta los anuncios.Seguirá en un bucle constante hasta

que la electricidad se apague o hastaque el origen de la música, sea unacinta o un soporte digital, falle. Mepregunto qué tipo de ser putrefactoestá atrapado en la cabina del DJ.

Cada vez estamos más cerca dela primavera, y no me gusta paranada la idea de estar a merced de unhuracán, si se desata alguno por aquí.Odio tener que volver a trasladarme,pero parece que, hasta ahora, es loúnico que me ha mantenido con vida.

7 de marzo21:23 h.

Cuando John y yo realizamos laexpedición a Seadrift en busca dealimentos, cogimos todo lo quepudimos en dos carritos de la compray nos largamos como alma que llevael diablo. La cantidad de comida quenos llevamos era suficiente pararesistir durante bastante tiempo, peroahora tenemos tres bocas más quealimentar. John todavía no es capaz

de volver a salir, lo que me deja sólocon William. Hoy he ido acomentárselo. Me sentía culpable,porque tiene mujer y una hija, perotampoco puedo salir allá afuera yosolo y esperar sobrevivir. Necesito aalguien que sea los ojos en mi nucamientras yo trabajo. William me hamirado y me ha dicho que no eranecesario ni preguntar, y siguióexpresándome toda la gratitud quesentía hacia mí. A mí no me gustan nilas alabanzas ni los cumplidos, porlo que le he dado las gracias y he

cambiado de tema.Tras realizar un inventario de lo

que nos queda de comida y agua, hecalculado que tenemos suficientepara una semana. Supongo que leeresto suena a buenas noticias, sobretodo para una persona complaciente,pero yo preferiría tener bastante paraun mes, más una semana extra.William tiene una experiencialimitada con las armas de fuego; estotendrá que cambiar si quiero que seaefectivo allá fuera. Después dehablar con William sobre qué

tendremos que hacer en los próximosdías, se ha mostrado de acuerdo enque le enseñe a utilizar el fusil delcalibre .22 de John.

Hemos comprobado si habíaalgún cadáver en el exterior. Sólohemos localizado uno, que setambaleaba en una posición paralelaa la nuestra, ocupado con algo quehabía encontrado en el suelo. Hecargado mi arma y el fusil de Johncon balas suficientes para hacer loque tenemos planeado. Le he dejadolas pistolas a Jan, preparadas para

dispararlas. Le he explicado que nodebe dejarlas en ningún lugar alalcance de Laura, y las bases decómo sujetar y apuntar el arma. Detodos modos, estará a salvo mientrasWilliam y yo estemos fuera, sólo nosausentaremos durante una hora.

William y yo hemos embarcadoen silencio en la lancha y la hemosdesamarrado. Hemos remado alunísono para alejarnos del área delpuerto deportivo durante quinceminutos. En esta ocasión, en lugar deencaminarnos hacia Seadrift, al

oeste, hemos seguido la costa haciala zona más poblada de la IslaMatagorda. Lo mejor es practicarcon objetivos reales.

William estaba nervioso. Le heaconsejado que se tranquilizase, yaque desembarcaríamos en tierrafirme. Esto le ha descargado algo detensión y ha hecho que todo fuese untanto más placentero. Hemos ancladoel Bahama Mama a veinte metros dela costa, cerca de los tres grandeshoteles que están en primera línea demar. Odio tener que hacerle esto a

William, pero es mejor sudar en elentrenamiento que sangrar en labatalla. He empezado a hacer ruido,a silbar, a gritarles. No ha pasadomucho tiempo antes de que la playase llenase de docenas de cadáveresandantes. Algunos hasta se hanadentrado en el agua hasta que el marles ha llegado a las rodillas; despuéshan dado media vuelta y han vuelto,entre tumbos, a la orilla.

En ese momento he empezado adarle lecciones a William sobrecómo cargar y soltar un arma

encasquillada. Me he imaginado quesi podía cargar rodeado muertosvivientes, lo podría hacer encualquier parte. Ha manipulado contorpeza el fusil, ha dejado caer sobrela cubierta del bote unas cuantasbalas, pero ha asimilado con bastanterapidez cómo cargar el arma yapuntarla. Le he cogido el fusil y hereemplazado el cargador lleno conuno vacío que llevaba escondido enel bolsillo mientras él no me miraba.Él observaba nervioso la línea de lacosta cuando le he pasado el arma

descargada y le he pedido queapuntase a la criatura de la camisaroja.

Le he explicado con grandesaspavientos cómo apuntar y lanecesidad de acertarle en la cabezapara matarlo. Le he contado que loideal sería que le alcanzase en eltercio superior del cráneo. Le hedicho que respirase profundamente,con aspiraciones largas... Cuandoestuviese preparado, tenía queapretar el gatillo y exhalar...

Estaba probándole. ¿Se

anticiparía al retroceso del fusil del.22 y bajaría levemente la boquillacuando soltase el gatillo? Le heordenado que apunte...

Con los dos ojos abiertos, comole había instruido, ha mirado a travésde la mirilla y ha apretado el gatillo.CLICK...

William ha movido el arma haciaarriba y hacia la derecha; era lo quesus reflejos mentales le ordenabanque hiciese. Después me ha mirado,confundido. Le he contado lo quehabía hecho y el porqué. Durante los

siguientes minutos, le he colocadouna bala al azar para seguir probandocómo actuaba. Enseguida ha dejadode mover el arma en el últimosegundo. A la primera criatura que hamatado, le ha dado por completo enla diana: le ha atravesado el ojo delcadáver afortunado y le ha destruidocompletamente el cerebro cuando elproyectil ha rebotado en su cráneoputrefacto.

He colocado diez balas en elcargador y le he recordado queenseguida iríamos a la ciudad,

aunque antes tendría que encargarsede las criaturas con movilidadcompleta. En poco tiempo la costa haquedado cubierta de unos veintecadáveres inmóviles. En total, hegastado veinte balas en nuestralección de tiro: aún nos quedan casiochocientos repuestos.

Hemos atraído a casi todos loscadáveres en un radio de diezkilómetros. No importa; es mejor quevengan hacia aquí que no que sedirijan al puerto deportivo. Helevado el ancla y he acelerado

recorriendo la costa, alejándolostodavía más de nuestro refugio. Trascinco minutos de recorrido he hechovirar la lancha y me he alejado de laisla para enmascarar el sonido denuestro retorno. Cuando nos hemosencontrado razonablemente cerca,hemos apagado el motor y hemosremado de vuelta a nuestro refugio.Ahora me siento un poco mejor porllevar a William conmigo; confíamás en sí mismo.

9 de marzo20:47 h.

Ayer y hoy han sido díasinteresantes. Hacía tiempo que nosentía que nada llenase mi yohumanitario, y me estaba volviendoseco, rústico. Tras la riña marital dela que hemos sido testigos John y yo,me he convencido de que esta plagano puede... no logrará acabar con lanaturaleza humana. Como no tenemostelevisión y no es muy buena idea ir a

pasear por la ciudad, esto es lo queme ha entretenido toda la mañana.

Mi nostalgia no ha sido lo que haocasionado su pelea, sino la suyapropia; ha sido la naturalezapreapocalíptica de la riña lo que meha conmovido. Ha sido una peleasencilla sobre lavar la ropa, sobrelas tareas domésticas, y sobre quiénlo hacía en su casa antes de que todoesto sucediese. Me ha encantadopoder escuchar por fin unaconversación normal, y no una que dévueltas sobre cómo vamos a evitar

que esos seres nos muerdan el culo.

Comida: La situación noes crítica, pero nos quedapara unos cinco días.

Laura quiere salir y jugar, «comohacen sus amigos del colé.» Heintentado explicarle, con mi limitadoconocimiento de la «gente pequeña»que ahora jugar fuera no es muydivertido, que la gente de la orilla noes muy amable. Ha puesto los ojos en

blanco y me ha contestado: «Ya séque están muertos, no tienes queengañarme.» Me ha sorprendido lafranqueza de la niñita y he tenido quereprimir una carcajada.

Me pregunto de qué progenitorhabrá sacado esa capacidad. Con lanavaja he tallado un tablero deajedrez en la mesa del área dedescanso del puerto. Hemos cogidoalgunos señuelos de la tienda delpuerto, y John y yo los usamos sin elanzuelo como piezas de ajedrez. Demomento, gano yo por tres partidas a

dos.Tengo la extraña sensación de

que William y Jan han hecho laspaces tras su estúpida discusión; yano se oyen gritos al otro lado de lacortina que colgué para que gozarande un poco de intimidad hace unosdías.

Actividad del enemigo:movimientos esporádicos. Laluna llena de anoche haatraído centenares de elloshasta nosotros. Los he

estudiado con las gafas devisión nocturnas. Parecenmás activos. ¿Puede ser porla luna llena? Lo dudo.

Les he dado el último juego detapones de espuma para las orejas alos Grisham. Laura se ha quedadofascinada al ver cómo recuperabansu forma original tras apretarlos.John aún guarda los suyos en elbolsillo de los pantalones.

Como no me quedan tapones, mehe metido en los oídos un par de

balas de 9mm. Encajan a laperfección y han amortiguado elsonido de los gemidos de anoche.

10 de marzo12:22 h.

Hoy han dejado de emitir músicapor la radio. Durante un instante heoído una voz humana en el otroextremo de la línea. Ha sonado comola palabra «reforzad», antes de que

cortasen el sonido del micrófono.John y yo jugábamos al ajedrezcuando ha sucedido. Ahora no puedoseparar a John de la radio de ondacorta. Todavía intenta localizarlo,espera que quien haya parado lamúsica le escuche y responda. Laestación emite desde fuera deCorpus, por lo que es evidente quelos han invadido. Y la radio que usaJohn no puede llegar a tantadistancia... pero supongo que leayuda a mantener el ánimo.

William y yo hemos hablado de

sus habilidades como químico. Le hepreguntado si podía llegar a crearalgo útil, teniendo en cuenta nuestrasituación actual. Me ha contestadoque si cuenta con los ingredientes,puede llegar a hacer lo que seanecesario. Con William comoquímico y John como ingeniero, estoyseguro de que podrán inventar algoque nos ayude a salir de esteberenjenal.

Reflexión: ¿Qué lugareshistóricos han quedado

destruidos?.¿Qué lugareshistóricos ya no podrá verLaura?. Me acuerdo que elaño pasado fui a visitar ElÁlamo. Me pregunto si quedóalguien defendiendo ElÁlamo hasta el final cuandocayó la cabeza nuclear. Talvez ha sido la respuesta a unaoración...

12 de marzo

21:34 h.

—Comida: para dos días—Agua: aún hay presión, pero

empieza a tener un sabor raro.Necesitaremos pastillas depurificación pronto. Si empiezo amostrar algún síntoma, como diarrea,tendremos que buscar las pastillas oempezar a hervirla.

William es consciente de que seacerca el momento de irnos. Mañanatendremos que salir a reponer los

víveres o moriremos de hambre aquí.Llueve y la mar está picada, y haceque el puerto deportivo se mezca losuficiente como paraintranquilizarme un poco. Ya no hayseñales de la emisora de radio. Heestudiado con atención el mapa queconseguí durante mi últimaexcursión. Hay otras opciones para ira saquear. Podríamos seguir la líneacostera hacia el nordeste y escoger alazar, pero eso supondría correr elriesgo de que la lancha sufra unproblema mecánico y nos veamos

atrapados en medio de un montón demierda.

Otra opción es volver a la viejaSeadrift.

Al otro lado de la bahía de SanAntonio, en la costa oeste, hay unaaldeíta que se llama Austwell.Supongo que podríamos ir acomprobar qué tal están las cosas ahícuando salgamos a reunir suministrosy víveres. Necesito pilas para lasgafas de visión nocturna y repuestospara el botiquín de primerosauxilios.

John se recupera bastante bien ycasi ya puede mover por completo elbrazo. Las laceraciones también seestán curando, pero sin haberlascosido con puntos tendrá que tomarselas cosas con calma una temporada.Jan le ha tapado las heridas con cintade embalar, para mantenerlascerradas. Ya hemos encontrado unnuevo uso para ello. William le haprometido a Laura que le traerá algocuando volvamos de nuestraexpedición. Supongo que era casi unaobligación cada vez que William

tenía que ausentarse de casa porcuestiones de trabajo, que era unacostumbre traerle un regalito a supequeña. Haré todo lo que esté enmis manos para asegurarme de quesea así.

Estas salidas me dan muchomiedo, y me pregunto si habrá algúnmomento en que podré volver acaminar con libertad por la tierra.Esta noche seguiré escribiendo lalista de la compra y después llenaréel depósito de la lancha, en laoscuridad, para evitar llamar la

atención. Intentaré estar ya en elsobre a medianoche.

13 de marzo07:45 h.

Preparados para partir. Hemoscargado el equipo en la lancha. Hadejado de llover, y la mar ya no estápicada. He dejado mi Walther P99con John y Jan. No les quedanmuchas armas de fuego, pero no creo

que las necesiten. Nuestro destino esAustwell, en la punta contraria aSeadrift, en la bahía de San Antonio.Austwell también es tan sólo unpuntito en el mapa, lo que espero quese traduzca en una poblaciónpequeña de no muertos. Esta salidatiene dos funciones. La primera,conseguir que William se sienta máscómodo moviéndose entre ellos, demanera que podamos planificar algomás arriesgado. La segunda, reunirlos víveres que tanto necesitamos.

Ahora tenemos seis almas que

alimentar en nuestra pequeña isla,incluyo a Annabelle; siendo sólo dospersonas, calculo que sólo podremosrecoger comida para una semana.Esto se traduce en que, en teoría,tendremos que salir una vez a lasemana, lo que, en mi opinión, esdemasiado. Necesitamos empezar apensar desde otra perspectiva todoeste tema de las compras. Sí, lacomida basura, la sopa enlatada, y elresto de cosas que hemos robado songeniales, pero la falta de vitaminas yde ejercicio empieza a afectarme. Mi

metabolismo se ha ralentizadoporque no puedo salir a correr.

Que la suerte nos acompañe.

22:33 h.

Después de abandonar el puertodeportivo y haber remado hastallegar a una distancia segura paraencender el motor, lo hemos puestoen marcha y nos hemos dirigido a labahía de San Antonio. He visto volar

algunos pájaros, y el olor del airefresco era vigorizante. Enseguidahemos visto tierra firme, el estado deTexas se levantaba ante nosotros.Nos hemos adentrado en la bahíaigual que en las dos ocasionesanteriores. Cuando hemos llegado ala costa oeste, hemos visto algunosembarcaderos privados. En unapequeña colina, tras ellos, había unamansión enorme. Supongo que era elhogar del propietario de los muelles,aunque no había ningún boteamarrado a ninguno de ellos.

Hemos apagado el motor y noshemos acercado a remo a la costa.Me he sentado y he pensado en loestúpido que le parecería nuestrocomportamiento a un observador sinada de esto hubiese sucedido. Hecerrado la mente y he seguidoremando, imaginando que todo eranormal.

Estaba todo destrozado. Lasventanas estaban hechas añicos,había ratas, basura, periódicos, ytodo volaba alrededor de losembarcaderos y de la calle. Había un

aparcamiento bastante amplio en lazona asfaltada más allá de la rampadel muelle. He visto cinco criaturasrodeando un pequeño coche blanco;golpeaban las ventanillas con susmanos pútridas. Desde tan lejos, ydesde el ángulo que tenía, no podíaver qué sucedía en el interior delcoche. He supuesto que había algodentro que las criaturas anhelaban...y hasta podía llegar a imaginar que,fuera lo que fuese, estaba vivo.

Nos hemos deslizado remando ensilencio hasta el punto de amarre y

hemos atado la lancha. Me hecolgado la mochila vacía a laespalda, y la palanca de acero en elcinturón, me he guardado unascuantas sujeciones de plástico en elbolsillo y he preparado el arma;después hemos dado nuestrosprimeros pasos en este nuevo mundo.No he mirado atrás; podía sentir lapresencia de William a mi espalda.Casi podía oler su miedo, aunqueseguramente yo estaba másaterrorizado que él. Sin dejar deobservar el área, hemos cruzado

poco a poco la rampa que nosllevaba hasta la orilla, con los ojosclavados en el pequeño Ford blancorodeado de muertos. Tan prontocomo he puesto el pie en tierra firme,he cogido una roca del tamaño de unpuño y la he lanzado con todas misfuerzas, a veinte metros del coche; lahe estrellado contra el parabrisas deun camión negro. Ha sonado como sialguien tocase un tambor militar. Losseres se han erguido todos de golpe yhan empezado a caminar hacia lazona de detrás del coche.

Le he pedido a William que sequedase atrás, que los vigilasemientras yo comprobaba el estado delas cosas. El coche estaba muy cercade mí; he extendido el brazo paratocar el capó: la superficie estabafría. He visto una figura tumbada enel asiento del conductor. Era unamujer muy atractiva que parecía tenerveintipocos años. Los cristales de lasventanillas estaban recubiertos decarne podrida y seca, de pusexpelida durante los incansablesgolpes de las criaturas. La mayoría

de las ventanillas estaban rotas,rajadas con líneas que formaban losdibujos de una telaraña.

He acercado la cara a laventanilla para poder mirar a lamujer más de cerca. Parecía muerta.Su rostro mostraba signos de unagrave deshidratación. Tenía loslabios secos, quebrados. Lascriaturas que hasta ahora se habíanreunido alrededor del coche estabanocupadas en otra parte. He llamado aWilliam y le he preguntado cuántotiempo tarda una persona en

transformarse en un muerto viviente,recordaba que me había contado quehabía sido testigo de cómo le habíasucedido a alguien. Me ha contadoque, desde el ático de su casa, habíavisto a un hombre morir en la calle, yhabía vuelto a levantarse en menosde una hora.

No tenía sentido. Había un frascode aspirinas desparramado sobre elasiento del acompañante; esparcidaspor todo el coche había botellasvacías de agua. No podía llevar másde un día muerta. Supongo que lo que

en realidad me preguntaba era porqué no se había transformado comoel resto.

En el asiento de atrás habíavarios vasos desechables derestaurantes de comida rápida llenosde orina y de heces. Parecía quehabía estado atrapada en el cochedurante varios días.

Y he captado movimiento.Primero su boca se ha movido con undébil bostezo, y después sus ojos hanempezado a parpadear. He apuntadocon mi arma hacia ella, mientras le

pedía a William que me vigilase lasespaldas y que siguiesecomprobando el área circundante.Esperaba encontrarme con loshabituales orbes lechosos ydesprovistos de vida mirándome, asíque me he quedado sorprendidocuando ha abierto los ojos y harevelado el color azul de sus iris. Meha mirado, completamenteasombrada. Para ella, era undesconocido que llevaba unamáscara y que la apuntaba con unametralleta. Ha mirado detrás de ella,

alrededor del coche, y ha formadocon los labios las palabras «Estoyviva».

Me he quitado la máscara y heintentado abrir la puerta. Estababloqueada. Ella, me ha mirado, hasonreído, y ha quitado el seguro. Lahe cogido del brazo y la he ayudadoa salir del coche. Apestaba más quelos engendros. Ha tenido queapoyarse en mí para poder caminar.Está muy débil, muy dolorida por lalarga permanencia en el coche. Hemirado a mi espalda, le he hecho un

gesto a William y le he indicado queme siguiese de vuelta a la lancha.

Tras llegar al Bahama Mama, lahe ayudado a sentarse y le he dadoalgo de agua y buey enlatado, mialmuerzo. Le he recomendado que nocomiera ni bebiera muy rápido. Noteníamos tiempo para quedarnos ycharlar. William ya tenía susinstrucciones: debía remar paraalejar veinte metros la lancha, lanzarel ancla y esperarme. Yo iba acomprar.

Cuando he vuelto a pisar el

embarcadero, ya oía cómo Williamremaba y alejaba el barco de mí. Heavanzado de nuevo hasta elaparcamiento y he visto que ahorahabía más de cinco seres. He seguidoadelante con la cabeza agachada y herecorrido la línea costera, hacia elpueblo. No había señales de vida enninguna parte. Ni perros, ni gatos...Nada. Ni siquiera he visto pájarosque sobrevolasen el municipio. Meacercaba a un grupo de edificios. Hevirado para adentrarme en tierra y hellegado al centro del pueblecito de

Austwell. Tras caminar unoscentenares de metros, he llegado a unclaro. Había un Walgreen y unagasolinera.

Dudaba de que encontrasecomida en el Walgreen, pero estabaseguro de que encontraríamedicamentos. Me he acercado a lapuerta principal con sigilo, pegado ala pared. Esta puerta era distinta, yaque estaba cerrada por el interior concadenas. No había forma deatravesarla sin romper el cristal,pero si lo hacía, los atraería. He ido

hasta la parte trasera; había unaventanilla de acceso para comprar enla farmacia desde el coche. Ese ladodel edificio daba a un bosque. Podríahaber centenares de ellosobservándome desde allí y nisiquiera me daría cuenta. No podíasentirlos, pero repito que no sé sitodavía existen las sensaciones en unmundo con seres de esa calaña.

Había una puerta exterior deacero, que estaba cerrada, lo másseguro que para que a través de elladescargaran los nuevos pedidos.

Intenté alzarla. Estaba cerrada.Tengo que conseguir un libro sobrecómo forzar cerraduras en labiblioteca. He sacado la palanca delcinturón y la he colocado bajo lapersiana de acero, justo debajo de lacerradura. Tras unos minutos deempujar, cagarme en todo y sudar, helogrado romper el cierre. Hecomprobado el área que me rodeaba;me había ganado un poco de atenciónindeseada a una manzana de allí... yse acercaban.

He colocado la linterna LED

sobre el cañón del fusil y la heencendido. El área de carga estabamuy oscura, ya que se encontrababastante separada de la parteprincipal de la tienda, iluminada porla luz del día. He paseado la luz portoda la estancia: sólo he podido vercajas, estanterías de acero y otrosobjetos habituales. He entrado de unsalto en la nave. Justo en el momentoen que cerraba de nuevo la persiana,dos de ellos han doblado la esquina yme han visto. He cerrado la puertadel todo y he buscado una forma de

bloquearla. He mantenido la persianasujeta con el talón de la botamientras la primera criatura haempezado a aporrear el metal.Atraerán a más. Los amarres deplástico que llevo en el bolsillo noservirán de nada, porque no hay nadaen el suelo para atarlos. He lanzadouna mirada a la esquina; había unafregona y una cuerda de nailon. Mehe acercado a la esquina, arrastrandoel pie sobre la rebaba metálica de lapersiana, mientras con la piernaizquierda me ayudaba para mantener

el equilibrio. He agarrado la fregonay la he insertado entre los rodillosque permiten que la persiana se alcecon suavidad. Con el cordel, la hesujetado bien. En una estanteríarepleta de botellas de enjuaguebucal, había una caja pesada; la hecogido y la he colocado sobre larebaba en la que todavía mantenía elpie. No aguantaría para siempre,pero por ahora me tendría que servir.

Satisfecho con poder mantener lapuerta cerrada durante un ratito, mehe adentrado en la farmacia. Había

muchos libros sobre la materiacolocados en las estanterías. Herecogido el Manual de Referencia delos Farmacéuticos y lo he hojeado enbusca de información útil sobre losmedicamentos. Me gustaríallevárselo a Jan, pero es demasiadovoluminoso y me ocuparía un espaciovital en la mochila.

En otro de los volúmenes habíaun listado de antibióticos. Con estocomo referencia, he cogido algunasbolsas de pildoras que habían dejadoen la zona de carga que nadie

reclamaría jamás. Cualquier cosaque tuviese las letras «biótico» alfinal ha ido a parar al interior de lamochila. He saltado por encima delmostrador, he aterrizado en el pasilloprincipal y he apuntado de inmediatoel fusil hacia un punto ciego de latienda.

He mirado hacia arriba y me hedado cuenta de que elestablecimiento tenía espejosconvexos de vigilancia, lo que mepermitía poder examinar muchomejor el área. He comprobado los

espejos, y me he asegurado, pasillopor pasillo, de que la tiendaestuviese del todo despejada. Lascriaturas seguían aporreandorítmicamente contra la persiana. Nome gustaba para nada. Tenía quedarme prisa. Paracetamol, aguaoxigenada, vendas, tiritas... Lo hemetido todo en el apartadorefrigerado de la mochila, con losantibióticos. He visto yodo en laestantería y he recordado que en lasclases de supervivencia del ejércitonos habían contado que el yodo

servía de purificador del agua. Lo heañadido a la mochila. Tenía sed; heagarrado una botella de agua de laestantería y me la he bebido sindespegar los labios. Ya tenía lamochila medio llena. He pasado a lasección de chocolatinas, he cogidouna barrita.

Al abrirla, he recordado todo eltiempo que ha pasado desde que estacatástrofe empezó. La barrita yaestaba pasada, pero no meimportaba: necesitaba la energía. Enel pasillo de juguetes he encontrado

un osito de peluche y lo he metido enla mochila.

Tras comerme la chocolatina heempezado a buscar un lugar por elque escapar.

Me encontraba ante las puertasprincipales. La cadena era normal,de acero grueso. No quería pasearmemucho delante de las puertas, por siacaso tenía que utilizarlas para salir.No había forma de romper elcandado de acero sin dispararle, ogolpearlo un centenar de veces conun hacha de bombero. He

aprovechado para coger un par derollos de cinta de embalar de laestantería. En silencio, aunque noimportaba mucho con todo el ruidoque llegaba de las criaturas queaporreaban el metal, he empezado acubrir de cinta adhesiva la parteinferior de la puerta de cristal,asegurándome de que no me veían.

He tardado unos minutos, pero heconseguido cubrir toda la sección.Después, con ayuda del extintor quehabía tras el mostrador, he golpeadocontra el cristal. No ha sonado con

tanta fuerza como habría hecho sin lacinta, pero era demasiado alto parami gusto. Con rapidez, me he dirigidoa la zona por el mismo camino por elque había llegado, a través del áreaarbolada, hacia el aparcamiento quehabía junto al puerto. He corrido através del bosque; estaba casiesprintando. Ya veía el claro.

Y han aparecido dos de ellosdelante de mí, entre los árboles. Loshe derribado y he seguido corriendo.Cuando he llegado al claro, elcorazón me ha dado un vuelco. Había

muchos... He bordeado elaparcamiento, para evitar llamar laatención. Pero no podía hacer nada...Me tenía que dejar ver. He corridohacia el muelle, sabía que me habíanvisto. Sus gemidos orquestadosrebotaban en el agua y resonaban entodas direcciones, lo que casi medesmoraliza y me ha hecho desearcolocarme en posición fetal.

Estaba en modo huida. Heempezado a gritar a William. Nohabía rastro de la lancha. He seguidocorriendo... Ni rastro. He mirado

atrás, y he visto cómo todosconvergían en el muelle. No habíasalida. Me quedaban sólo tres metrospara llegar al fin del embarcadero;las criaturas estaban a sólo seismetros de mi posición. Estaban tanhambrientas. Eran la personificacióndel mal, putrefactos, podridos. En sufrenesí por atacarme, empujaban aalgunos de sus compañeros al agua...Luchaban por ser el primero enpoder devorar mi carne. Me he dadola vuelta y he seguido corriendo. Mehe lanzado al agua y he empezado a

alejarme a nado. He nadado de ladodurante todo un minuto, antes dedetenerme, mantenerme a flote yvolver a mirar hacia el muelle. Elembarcadero estaba plagado decadáveres; había tantos que caían porlos bordes, ya que no había suficienteespacio para todos. Y allí estaba yo,en el agua, solo. Y no podía quitarmede la cabeza la idea de que habíaalgo bajo el agua que me tiraría de labota. Estaba aterrorizado, y hetragado accidentalmente agua por elconducto erróneo al imaginar cuantos

no muertos se pudrían en fondo deaquellas aguas turbias.

Entonces he oído el zumbido deun motor. Llevaba todo mi equiposujeto al cuerpo, pero essorprendente lo fácil que es flotar sihaces que la ropa se te llene de aire.He empezado a hacer señalesfrenéticas hacia la lancha. EraWilliam. Me había visto.

El bote ha avanzado al ralentí,hasta llegar a mi posición con elmotor todavía encendido. Le he dadoa William la mochila y el fusil desde

el agua. Después me he aupado alinterior de la lancha. William me hadicho que el aparcamiento se habíallenado de cadáveres después deirme yo y que había intentadoalejarlos del puerto para miseguridad. He comprobado lamochila; sólo había entrado un pocode agua en los compartimentosrefrigerados. No lo suficiente paraestropear el botín.

Hemos vuelto al lado de John, deJan, de Laura, de Annabelle. Estabaempapado, helado, y no había

conseguido la comida que habíamossalido a buscar. Si la lancha nohubiese aparecido, no sé cómohabría acabado. No sé cuánto tiempopodría haber nadado, y estoy segurode que me hubiesen seguido por todala línea de la costa hasta que hubieseestado demasiado agotado paraseguir. Habría admitido mi derrota, ymi cuerpo cansado habría sidodesgarrado mientras me hundía en lasprofundidades... de sus brazos.

LOS IDUS DE MARZO

15 de marzo18:22 h.

Me he pasado todo el día de ayer yhoy recuperándome de un resfriado,recuerdo de mi aventura nadando enel mar; he aprovechado para limpiary secar el fusil. Sólo en un mundocomo éste, un resfriado común puedeser el equivalente a una sentencia de

muerte. No es muy grave, pero mesiento algo más débil de lo habitual ytengo un poco de fiebre. Jan me haaconsejado que no tome antibióticosa menos que sea del todo necesario,ya que mi cuerpo podríaacostumbrarse a la medicación y nome servirían de nada si losnecesitase de verdad en el futuro. Janse ha ocupado también de nuestranueva inquilina, Tara. La chica haestado atrapada en el interior delcoche durante días. Estaba a punto demorir deshidratada cuando William y

yo aparecimos, pero ahora ya estámejor. Jan se ha ocupado de que sequedase en la cama y de recuperar elagua de su cuerpo.

Hoy la he pillado mirándomeunas cuantas veces. Ella no me hapillado a mí, pero yo hacía lo mismo.Es atractiva, y yo soy humano. Heescuchado a escondidas como lecontaba a Jan la historia de cómollegó al muelle.

Estaba atrapada en su casa, enAustwell, pero encontró unaoportunidad para escapar. Logró

llegar hasta el puerto deportivo, perotres criaturas la vieron mientrasbuscaba una lancha en la que huir.No tuvo otra opción: tuvo que buscarrefugio en el primer coche abiertoque encontró. Tara estudiabamarketing en una universidad local...Y añadió que ya nada de esoimportaba, que su carrera en elmundo del marketing había terminadoantes de empezar. Las dos mujeres serieron.

Ayer William y John salieron enel bote y pescaron diez piezas. John

se encontraba un poco másrecuperado, y supuso que un poco desol le haría bien. Laura me preguntócómo había ido mi viaje a la tienda.Le he dicho que todo bien, pero quelamentaba no haberle podido traernada para comer, pero la niña me hacontestado que no pasaba nada, quesu papá tampoco le había llevadoningún regalito del viaje. Entoncesme acordé del osito. Se lo di aWilliam para que pudiese secarlo alsol antes de dárselo, ya que seempapó cuando salté al mar para

escapar de las criaturas. Le pedí aLaura que no estuviese triste, porquesu padre tenía un regalo para ella,pero que esperaba a un momentoespecial para dárselo. Ella sonrió ysalió a investigar.

El pescado crudo no es mientrante favorito, pero millones dejaponeses no pueden equivocarse.Bueno, tampoco sé si queda unmillón de japoneses vivos. Me sientoatrapado en el tiempo, y tengo miedode volver a tierra firme. Necesitamosuna vida mejor; necesitamos un lugar

mejor para vivir.

17 de marzo18:33 h.

Estábamos sentados alrededor dela mesa; discutíamos comocaballeros de antaño la estrategia dela próxima batalla. Jan, Tara, John,William y yo mismo considerábamostodas las posibilidades de encontrarun nuevo lugar en el que vivir.

Montar una fortaleza en una isla eraalgo ideal, y nos atraía mucho, peroal final hemos acabado pordescartarlo ya que necesitaríamosviajar constantemente a tierra firmeen busca de suministros. ¿Dóndepodemos encontrar una posición fácilde defender que no se alce cerca deuna metrópolis?

En la tienda de regalos había unmapa muy grande de Estados Unidos.No era muy detallado, tan sólo losríos, las líneas de las fronterasestatales y las ciudades más grandes.

He descolgado el cuadro de la paredy lo hemos estudiado durante un buenrato. Mis motivos personales,egoístas, han hablado por mí y hesugerido que recorramos la costa conla lancha, y que remontemos el ríoMisisipi hasta que encontremos unlugar adecuado; ahí estaríamos máscerca de mis padres. Es una opción.William ha sugerido que nosdesplacemos por tierra, para evitarlas consecuencias catastróficas si lalancha sufre un problema mecánico.John ha sugerido que naveguemos

bordeando el sur de Florida y nosdirijamos a las Bahamas.

Todo el mundo ha sonreído alescuchar la idea, pero volvemos alproblema de encontrarnos conobjetos limitados, a la necesidad desalir a saquear. Por ahora estamos asalvo, pero el ruido que el motor dela lancha ha emitido cada vez quehemos salido a pescar o nos hemosacercado a tierra a buscarprovisiones, los ha atraído de todaslas partes de la isla; esto no durarápara siempre. Necesitamos un lugar

más permanente en el que vivir.Esta noche jugaremos al póquer

para mantener los ánimos un pocoelevados. Laura, Annabelle y Tubby,el osito de peluche, tienen otrosplanes: jugarán a papás y a mamás.

LA REFULGENCIADE CLAUDIA

18 de marzo21:48 h.

Los últimos días nuestra dieta hasido a base de pescado. Heencontrado un hornillo de propano enuno de los barcos más grandesamarrados en el puerto, y por finhemos podido cocinar un poco.

Ahora tenemos una dieta másvariada. Hoy me he aventurado alinterior de la isla, acompañado porWilliam. Hemos recorrido la costaoeste de la isla con el BahamaMama, para intentar encontrarcomida. Según el mapa, la islaMatagorda mide apenas cuarentakilómetros de largo, y unos cinco deancho. He pensado que estaría bienmontar un señuelo sonoro queatrajese a las criaturas a un puntodeterminado de la isla mientrasWilliam y yo exploramos el resto de

la zona. John ya está trabajando en laidea.

Hoy hemos descubierto algointeresante. Debíamos haberavanzado ya 15 kilómetros al oestecuando algo ha aparecido tierraadentro, entre los árboles. Parecíauna especie de torre. Cuando noshemos acercado, nos hemos dadocuenta de que se trata del faro de laisla. Es una columna negra, larga,que se eleva unos cuarenta y cincometros. En la zona superior tiene unasala con una lente.

Supongo que en la base debe deencontrarse la casa de los fareros.Parece una zona solitaria, aunque soyconsciente que en menos de doshoras aparecerían, atraídos por elsonido de los motores. Hemoslanzado el ancla a tres metros detierra. He saltado al agua, que no mecubría; estaba templada. Esta zona esmás rural que la del puertodeportivo. Lo bueno de eso es que amenos población, menos poblaciónde muertos vivientes. Lo malo es quelos árboles impiden que tenga una

visión completa del área que rodeael faro.

William ha mejorado con el fusildel .22 estos últimos días. Nosquedan sólo 700 balas para su arma,y a mí sólo me quedan 450 para mifusil del .223, también he hecho unasprácticas de tiro. Hemos avanzado ensilencio por la zona arbolada cercanaal faro, pero había algo que hacíaruido... y cuanto más nosacercábamos a la construcción, másfuerte sonaba el ruido. Era ungolpeteo constante, a intervalos

rítmicos, pero nosotros todavía nohabíamos tenido contacto visual conningún cadáver. Nos encontrábamosya en el claro. El faro tenía unaspecto envejecido. Estoy seguro deque hubo una época en que la pinturanegra, ahora desconchada, había sidobrillante, pero los años de airesalado y de lluvia habían dejado suhuella. La casa que había junto a labase del faro parecía más moderna.El césped del patio estaba cubiertode malas hierbas, que habían crecidolibremente durante tres meses. Era

evidente que el sonido procedía delfaro.

Hemos seguido adelante. Le hehecho gestos a William para quecomprobase nuestro flanco, paraevitar un posible ataque por laretaguardia. Bang... Bang... Bang... Elsonido seguía, con un ritmo parecidoal de un segundero en un reloj.Hemos recorrido el perímetro de lacasa y del faro. Ya teníamos claro dedónde procedía el ruido; la puerta deacceso al sótano, en la parte traserade la casa, temblaba con cada golpe

que le propinaban desde abajo. Nopodía estar seguro al cien por cien,pero tenía una idea bastante clara delo que sucedía allá abajo. La puertaaguantaba con firmeza, por algúnextraño motivo, la habían cerradodesde el exterior, y fuera lo que fueselo que estaba encerrado abajo, allíseguiría hasta que la puerta sepudriese alrededor de las bisagras ohasta que yo lo soltase. Nos hemosacercado a la puerta de entrada de lacasa. No estaba cerrada con llave,pero las ventanas estaban cegadas

con tablones, por lo que no podíamosaveriguar cómo estaba el interior. Hegirado con mucho cuidado el pomo yhe abierto la puerta de un empujón;los dos hemos dado un salto atrás yhemos apuntado el interior con losfusiles. Debíamos de tener una pintaridícula. La casa apestaba a carnepodrida. Malas noticias. Yo estabatentado de enviarlo todo a la mierday pasarme el resto de la vidaalimentándome de pescado... pero yaque estaba ahí, necesitábamoscomida. El suelo de la vivienda

estaba hecho de madera vieja. Cadapaso crujía como un trueno.Estábamos en la salita. «¿Crees quedentro de la casa hay una puerta quelleva al sótano?», le he preguntado aWilliam en un susurro. Él no estabaseguro, pero yo esperaba que esapuerta no existiese. Enseguida me hefijado que en el suelo había un rastrode sangre seca que llevaba hacia elpasillo. Se distinguían con claridadlas huellas sangrientas de unasmanos, como si algo o alguien sehubiese arrastrado por el pasillo.

Yo he sido el primero en entrar,William me seguía de cerca. Aldoblar la esquina del pasillo, me hefijado en que el rastro de sangregiraba hacia lo que creía que era undormitorio. Lo he seguido. Elcorazón me palpitaba, sudaba, estabaasustado. Me encontraba ante lapuerta bajo la que desaparecía elrastro. Estaba cerrada, y la parteinferior estaba cubierta de huellas demanos. He escuchado, y he estiradoel brazo hacia el pomo. Ningúnsonido. He girado el pomo en

silencio y he abierto unoscentímetros la puerta: el olor aputrefacción me ha golpeado confuerza. Podía ver un par de piernas,enfundadas en unos vaqueros sucios,tumbadas sobre la cama. He entradoen la habitación, y he visto los restosde lo que me ha parecido que era unhombre. Su camiseta y los téjanosestaban embadurnados de sangre; lehabía desaparecido la mitad de lacabeza, desde la nariz hacia arriba.Los gusanos infestaban sus heridas, yla piel se le estremecía con las

larvas que se movían por debajo.Un rifle de caza del calibre .12

descansaba sobre su pecho. Se lo hequitado de la mano podrida, y me hefijado que también había estadososteniendo un trozo de papelamarillento, escrito con tinta negra.

Le he pasado la nota a William1 .No hemos hablado durante lossiguientes minutos. El rifle de caza esun buen hallazgo, así como las trescajas de cartuchos que guardaba enel armario. En el cajón de loscalcetines había escondido unrevólver Smith & Wesson del calibre.357. La siguiente habitación era lacocina: todas las latas, el aceite decocina, las especias y todo lo que notuviese fecha de caducidad se veníacon nosotros, pero no hemosencontrado tanta comida como

esperaba. El incesante golpeteo noparaba; Claudia no se rendía confacilidad.

Recordaba haber visto unacarretilla cerca de la puerta delsótano; la he empujado por la puertade entrada y la hemos llenado contodo nuestro botín. A continuación lehe comunicado a William missuposiciones sobre el sótano: allídebía de haber más comida y másarmas. Hemos decidido abrir lapuerta y encargarnos de Claudia.

William se ha ofrecido

voluntario para abrir la puerta y meha dejado a mí la tarea de disparar.Con mucho cuidado, ha deslizado elcerrojo fuera de la manga dehormigón en la que quedaba trabado.La puerta estaba desbloqueada.Claudia ha seguido golpeando; nosabía que estábamos allí. Lo únicoque sabía es que tenía hambre y quequería salir. Yo tenía miedo de tenerque mirarla a la cara.

William ha agarrado el pomo yestaba a punto de tirar de él, pero yole he dicho que esperase. Había una

forma mucho más segura de hacerlo.Le he dicho a William que buscaseuna cuerda en la casa. Tras unosminutos ha venido con un ovillo quehabía encontrado en uno de losdormitorios vacíos. He hecho que lodoblase y que lo atase al tirador, yque se alejase unos cuantos metros.Le he hecho un gesto, ha tirado delhilo doblado... Y ha abierto lapuerta.

Allí estaba... Podrida, putrefacta,enferma. Sus ojos lechosos se hanclavado en los nuestros y lo que

quedaba de sus labios se ha curvadohacia atrás, mostrando sus dientesamarillentos, rotos. Sus manos sehabían convertido en muñonesensangrentados tras pasarse semanasgolpeando contra la puerta de maderadel sótano. Nos ha embestido.Cuando ha ascendido los escalones,ha tropezado con el superior y hacaído de cara sobre el suelo. Heaprovechado la ocasión paraproporcionarle la paz que Frank nohabía sido capaz de administrarle. Lehe disparado a quemarropa en la

nuca; la he enviado de vuelta con sumarido.

El sótano estaba oscuro;resultaba espeluznante. He encendidola linterna que llevaba montada en elfusil. El resplandor de la linternaLED ha llenado la escalera. Hepermitido que mis ojos se ajustaran ala nueva iluminación y hereflexionado qué otros horrorespodía haber agazapados en lasentrañas de ese viejo faro. He bajadolos peldaños, me he sumergido en laoscuridad, pero no he encontrado

ninguna criatura, viva o muerta.Claudia había estado sola. Hellamado a William para que bajase aayudarme. Había un montón de latasde conserva llenas de judías verdes,boniatos y otras verduras. Tambiénhabía una considerable selección devinos y más comida enlatada.

Parecía como si Frank y Claudiase hubiesen parapetado aquí abajo,ya que tenían una cama, un hornillo yuna nevera. También había unaescopeta de caza Remington de 7mmcon punto de mira, apoyada en una

esquina. Encima de la nevera habíados cajas con cartuchos de 7mm.Hemos cogido toda la comida quepodíamos llevar, además de laescopeta.

Hemos llenado las mochilas conla comida, las armas y la munición.La mayor parte de los víveres quehabíamos encontrado han acabado enla carretilla. Me he descolgado lamochila de la espalda y le he dicho aWilliam que volvería enseguida. Mehe acercado al faro. Quería ir arribapara poder observar lo que nos

rodeaba desde una perspectiva mejory saber si debíamos esperarcompañía. He subido la escalera decaracol que daba vueltas y másvueltas hasta llegar a la cima de lacolumna.

Al llegar arriba he observadotoda la zona. En la dirección de laque habíamos venido, el este, hellegado a ver veinte criaturas queavanzaban a trompicones en un grupoque se movía hacia nosotros. Loscatalizadores de aquel movimientodebían de haber sido el ruido del

motor y el disparo.A juzgar por el ritmo al que se

desplazaban, he calculado queteníamos tiempo de sobra paraescapar. He bajado la escaleracorriendo; William y yo hemos hechoturnos para empujar la carretilla devuelta a la lancha. La hemos cargadoy hemos vuelto a casa. Hoy hemostenido suerte.

20 de marzo15:17 h.

Acabo de escuchar una emisiónde radio por los canales civiles. Lapersona que hablaba aseguraba queera un congresista del estado deLuisiana, encerrado en un búnker aun centenar de kilómetros al norte deNueva Orleans. Tenía la vozquebrada, cansada. Ha seguidocomunicando que a su lado seencontraban varios soldadossupervivientes de la GuardiaNacional de Luisiana. La razón por

la que emitía ese anuncio era paraadvertir cualquier posiblesuperviviente de la amenaza quesuponían los no muertos expuestos ala radiación. Aparentemente, NuevaOrleans fue destruida durante lacampaña de bombardeosestratégicos.

El congresista envióexploradores equipados condosímetros y contadores Geiger paracomprobar el estado de las ruinas dela ciudad y las filas de cadáveres. Delos diez que había enviado, sólo

habían vuelto seis. Los exploradoreshabían informado que los no muertosafectados por la radiación nomostraban muchos signos dedescomposición y eran más rápidos ymás coordinados que los noafectados. La radiación losconservaba. Uno de los soldadoshabía afirmado que creía haberescuchado a una de las criaturaspronunciar una palabra. De loscuatro exploradores que habíanmuerto, dos habían caído bajo lasgarras de una docena de muertos

irradiados en la carretera interestatala las afueras de Nueva Orleans. Losotros dos murieron por exposición ala radiación ya que pasaron la nocheen un camión de bomberos empapadoen radiación, mientras que el restodurmieron a salvo en un desagüe dehormigón, a un metro y medio bajotierra.

El congresista ha dicho que tieneun sistema de comunicación porteletipo de alta frecuencia con unabase equipada con escuadrones deprototipos de UAV y almacenes

llenos de explosivos militares.Según la emisión, las ráfagas

electromagnéticas han inutilizado lamayoría de objetos electrónicos sinprotección de las grandes ciudadesdevastadas. Los exploradores nolograron hacer puentes a ningúncoche ni encontrar ningún sistema decomunicación radiofónico. Lo hedejado apuntado en el fondo de mimente, por si tengo la mala suerte deir a parar a una de estas zonasarrasadas.

John ha intentado responder a la

emisión, pero nuestro transmisor depoco alcance no tiene la energíasuficiente para llegar a destino. Talvez, en un día nublado, encapotado...Pero hoy no. Sólo es otro tema máspor el que preocuparnos.

22 de marzo18:54 h.

Tara es una mujer muyinteresante. Tengo que reconocer que

ha logrado sobrevivir hasta ahora.No puedo ni imaginar su sensaciónde derrota cuando se quedóencerrada en aquel coche pequeño,escuchando como golpeaban contralos cristales durante días. Me contóque se había pasado un día enteroatrayéndolos a un lado del coche,para poder abrir ligeramente laventanilla del otro lado para renovarel aire antes de que volviesen a esazona con sus tambaleos. No he vistoque en ningún momento se hayaderrumbado y haya roto a llorar, pero

es algo natural y algún día pasará.Laura sigue en su pequeño mundo

con Annabelle y su osito de peluche.Temo el día que está a punto dellegar, el día en que tendremos queirnos de aquí. Me siento responsablepor todos los que vivimos aquí. Seríamuy difícil superar la pérdida decualquiera de ellos, pero sé que tardeo temprano tendremos que rendirnosa la estadística. He mejorado alajedrez, y cuando John y yo jugamosacabamos siempre al 50/50.

William se despertó anoche

alrededor de las 2.00 de lamadrugada. Yo estaba despierto,examinaba el mapa. Me contó quehabía soñado con la excursión alfaro, y que en su sueño la mujer delsótano, «Claudia», no habíatropezado. Pensé en cómo iba acontinuar la historia e intentéquitármelo de la cabeza. No hemosvisto a ninguno desde que hemosvuelto. Hemos logrado confundirlescon los ruidos del motor y de losdisparos.

Ni ayer ni hoy hemos recibido

más transmisiones desde Luisiana.Hemos procurado que siempre hayaal menos una persona que puedaescuchar la radio a todas horas.Desde el episodio del faro sufro unaespecie de depresión, así que hoy hedecidido afeitarme para subirme unpoco la moral. Es sorprendente comoun buen afeitado puede ayudar asentirte más humano.

He calculado cuántos seres debede haber. He reflexionado en que nossuperan en número y me hepreguntado cuántos militares

profesionales deben de quedar. Mehe acordado del último censo deEstados Unidos, en el que se informóde que había casi trescientosmillones de personas. No tengoforma de saber cuánta gente hasobrevivido, pero estoy seguro deque nos superan en número. Meatrevería a decir que la campañanuclear se ha cargado algunosmillones, incluyendo a los vivos.Supongo que no tengo los suficientesdatos para realizar unos cálculosestimados.

La llovizna impide una buenavisibilidad. Se acerca la primavera;se acercan las tormentas.

23 de marzo18:19 h.

Hemos recibido otra transmisióndesde Luisiana. Esta vez ha sidobastante confusa. La voz del otroextremo dice que se han interrumpidotodas las comunicaciones con el

NORAD. La teoría que plantean esque lo han atacado desde dentro.Están intentando pinchar algunasimágenes de vídeo del centro demando al norte de Nueva Orleans,pero todos los intentos han sidoinfructuosos.

John todavía sigue trazandoalgunos bocetos para crear el«distractor» que tendremos que usarcontra las criaturas. Le he pedido quetambién idee algo para cargar lasbaterías gastadas, ya que la mayoríade las baterías de los coches que nos

encontremos en tierra estarán tanmuertas como sus propietarios.Estamos construyendo la base denuestra evasión. Aún no estamosseguros de adonde iremos.

24 de marzo23:39 h.

La lluvia radiactiva no nos haafectado. Debemos evitar la mayoríade las metrópolis; por la información

que recibimos sobre losexploradores y sus compañerosmuertos, estoy seguro de que todavíahay grandes dosis de radiación en lasciudades. También tenemos que teneren cuenta el resto de informacionesque recibimos hace algunos díasdesde Luisiana. Puedo oír susgemidos. El viento arrastra el sonido,y es como si estuvieran justo tras laventana. Sé que no es así, pero sólopensarlo me intranquiliza mucho. Noson gemidos humanos; surgen de lasprofundidades de la garganta. Son

sonidos graves, antinaturales.Necesito comprobar el perímetro.

26 de marzo20:03 h.

Aunque las criaturas no puedennadar, sí que pueden «existir» en elagua. Hoy el día estaba despejado yla mar estaba en calma. Hemosdecidido salir al muelle, para tomarun poco el sol. He cogido el fusil,

para asegurarme de que todo elmundo estuviera a salvo mientrasestuviésemos fuera. La pequeñaLaura estaba muy pálida por la faltade sol, y me siento culpable por nodejarla salir al aire libre. Me hequedado de pie, mirando hacia lacosta, mientras el resto de gente se haquitado los zapatos y han dejado lospies colgando por el borde delmuelle y los han sumergido en elagua.

Mientras observaba la líneacostera, no he percibido ningún

movimiento, excepto el de lascriaturas atormentadas atrapadas enel dormitorio del hotel que habíaenfrente de nuestra posición. Hecomprobado a mis compañeros, a miespalda; parecía que se lo estabanpasando bien. Estaban callados,conscientes de los peligros que nosacechaban en el área urbana que nosrodeaba. He bajado la vista hacia elagua y me he dado cuenta de que algooscuro se movía por debajo de lasuperficie, pero el tono verde oscurodel agua reducía mi visibilidad.

He llamado a John, y le hepedido a William que se quedase conlas demás y las vigilase; les heordenado a todos que sacasen lospies del agua. En la pared del puertodeportivo hay un salvavidas redondo,parecido a los que hay en los barcos,y un gancho para sacar gente delagua. He lanzado una mirada algarfio y después a John. Éste lo hatraído mientras yo seguía examinandolas verdes profundidades. Lo hevuelto a ver. Había algo grande quese desplazaba por debajo de la

superficie.Le he pedido a John que me

sujetase por el cinturón mientras yosumergía el largo gancho en el agua.He sentido cómo golpeaba contraalgo sólido; tras unos minutos deempujar y tirar, he logrado atraparlo.Mientras arrastraba a la criaturaputrefacta hacia la superficie, helamentado haberme comido todosesos pescados que seguramente sehan alimentado de su cuerpocorrupto. Se sacudía, tenía la bocaabierta en una mueca terrible. Ha

intentando morderme, he visto cómoel agua estancada en su garganta sederramaba por las comisuras de suslabios; de su interior ha brotado unborboteo grave.

No tenía ojos. Seguro que lospeces ya se los habían zampado hacesemanas. Aquella criatura llevabamucho tiempo en el agua. Lo hesubido hasta el muelle. Cuando hesacado todo su torso del agua, hevisto que tampoco tenía piernas; apesar de todo, todavía era peligroso,así que he decidido encargarme de él

de una puñalada en la órbita del ojoizquierdo. Con ayuda del gancho, hemantenido la cabeza quieta mientrashe golpeado con el cuchillo, y heneutralizado al cabronazo ese.

Pasará mucho tiempo antes deque me decida a darme un bañorelajante en ningún tipo de agua. Hecolocado el puente del embarcaderoante tierra firme tirando delmecanismo de cuerdas. Con elgancho, he arrastrado a la criaturahasta la calle mientras John mecubría con su fusil. Laura ha visto el

engendro mientras yo arrastraba elcadáver y ha empezado a llorar. Mehe sentido mal y he odiado a ese seraún más al abandonar a aquella masapútrida en el suelo. El cadáver hadejado una marca negra sobre elhormigón; el delgado torso se haquedado cociéndose en la calle, bajoel sol.

27 de marzo19:51 h.

El viento aúlla en el exterior. Losgemidos de las criaturas parecensonar con más fuerza a medida quepasan los días. Hay un par dedocenas allá afuera, que patrullan lalínea costera. A cada segundo quepasa, me tengo que convencer parano salir y ejecutarlos. Esta nochetendré que volver a dormir con balasde 9 mm metidas en los oídos,porque el ruido es enloquecedor.Incluso en la oscuridad de la noche,todavía puedo ver las marcas que

dejó en el muelle el cadáver queneutralicé ayer.

Estamos todos de acuerdo en queha llegado la hora de ponerse enmarcha. Nos hemos dado un plazo deuna semana. En este periodo detiempo, reuniremos más víveres ybuscaremos un destino posible.Hemos llegado a la conclusión deque si no nos movemos, moriremos.No, no moriremos, nosconvertiremos en uno de ellos, lo quees peor.

ATLÁNTIDA

28 de marzo13:00 h.

Estamos en la lancha. A las 2.00 deesta madrugada, un vaso de cristalque Laura había olvidado en elmostrador de cebos ha caído al suelosin motivo aparente. Yo me helevantado enseguida; parecía queestuviese borracho, porque me ha

costado mucho mantener elequilibrio. Era como si ascendierapor una colina para llegar hasta loscristales rotos. He encendido la luz yhe llamado a John y a William. Ellosdos también estaban desorientados,al final me he dado cuenta de lo quesucedía.

Me preocupaba por qué tardabatanto en actuar la ley de Murphy. Nosestábamos hundiendo. Anoche sedesencadenó una tormenta y nosbalanceó un poco. Supongo que lafalta de mantenimiento, de revisiones

y la furia de la naturaleza hanacabado de arreglarlo todo. Hedespertado a los demás y he sugeridoa John y a William que empezasen areunir los víveres. No tenía ni ideade con cuánto tiempo contábamosantes de que el puerto deportivo y sutienda de regalos y cebos sehundiesen por completo. Habría unmomento en que el desequilibrioentre el peso y la superficie flotanteharía que el soporte de madera sequebrase, y el edificio entero caeríaa las profundidades.

No era momento de estar ensilencio. He sacado las gafas devisión nocturna y he empezado apreparar el Mama. El sonido queprovocaba yo, mezclado con loscrujidos de la madera del puertorompiéndose había atraído a toda unamultitud. A través de las imágenesgranuladas de las lentes, he contadohasta veinte criaturas. Eranhorrendas; en el fondo de mi corazón,siento que si existe un infierno, estosseres han surgido de él y en miimaginación llegaba a notar su

aliento infernal sobre mi cuello.Aunque estoy del todo seguro de

que no pueden ver en la oscuridad, lamayoría miraban en mi dirección,atraídos por el sonido, inclinando lacabeza de la misma manera en que loharía un perro confundido que mira asu amo. La mayoría se encontrabanen estados intermedios dedescomposición; no podía ver susojos a través de las gafas, ya queeran tan sólo círculos negros, lo quehacía su visión todavía másespeluznante.

Jan, Tara, John, William y yomismo formamos una cadena humanapara pasarnos todo nuestro equipajede mano en mano hasta la lancha.Sólo había pasado media hora y unade las esquinas del puerto ya sehabía hundido casi medio metro en elagua. Eso significaba que laestructura empezaría a sufrir una grantensión.

Le he puesto el bozal aAnnabelle, he cargado con ella y conLaura y las he sentado en la lancha.Las criaturas nos gritaban con sus

voces dementes. Le he susurrado aLaura que no se preocupase, peroque dejaba en sus manos una tareaimportante: tenía que sujetar aAnnabelle y asegurarse de que nosaltase fuera de la embarcación. Lehe dado su osito de peluche y le hepellizcado la mejilla.

Hemos cargado la lancha hastaniveles de peso casi peligrosos. Hasido la vez que más hundida la hevisto desde que empezamos a usarla.He ayudado a Jan y a Tara aembarcar, y le he dicho a William

que se quedase en la lancha mientrasJohn y yo comprobábamos que nonos dejábamos ningún objetovalioso, igual que hubiésemos hechoal abandonar una habitación de hotel.Satisfechos con nuestra búsqueda,hemos embarcado y he encendido elmotor. Si no hubiese sido por Laura,hubiese acabado con algunos de ellosen ese mismo instante; me hubiesehecho sentir mejor.

Mientras nos alejábamos delpuerto deportivo, he pensado en loslugares en los que me había visto

obligado a refugiarme. Cada vez quenos trasladamos parecen másincómodos. Ahora nos encontramossentados a un kilómetro y medio dela costa, con el motor apagado,estamos dejando que la corriente nosarrastrase para ahorrar combustible.

21:44 h.

Hemos decidido seguir la costanoreste de Texas, hacia Galveston.

Hay algo que no va bien en el motor,no para de ahogarse. Cuando logroponerlo en marcha, se ahoga a loscinco minutos. Parece que hemosperdido toda esperanza. Hecalculado que hemos recorrido tansólo unos ciento veinte kilómetros dela costa de Texas. Se nos acaba elcombustible; la flechita de nivel casillega a la zona inferior del indicador.Pero éste no es el problema principalde la lancha; supongo que tiene algúnproblema del motor, por lo que obien remamos en esta bañera

avanzando a un nudo por hora, otendremos que acabar el trayecto apie.

La cosa sólo puede ir a peor.

29 de marzo06:05 h.

Efectivamente. Anoche, despuésde remar durante cuatro horas, al finllegamos a un área en la que hemospodido echar el ancla, alejados de

cualquier muerto. Tras dormirdurante dos horas, no nos quedabaotra opción que intentar avanzar apie. Tara me ha comunicado quetendría que ir a empolvarse la nariz,y que después del pequeñoencontronazo que tuvimos con lacriatura sumergida en el agua, no leapetece mucho asomar el culo por laborda. Creo que la comprendo. Nonos podemos quedar indefinidamenteen esta pequeña lancha. Hemosremado hasta acercar lo suficiente laembarcación a la costa, de forma que

yo ya percibía el fondo arenoso. Hesaltado fuera, con el agua saladahasta los tobillos y he empujado elbote sobre la arena de la playa.William me cubría las espaldas conla escopeta de caza del farero.Hemos descargado todo lo quehemos podido en la playa. Debemosestar cerca de Freeport, pero nopuedo estar seguro.

Pero, por algún motivo, se meantojaba una idea peligrosa, unalocura, la idea de tener que atravesara pie el territorio de Texas

acompañados por una niña pequeña.Soy consciente de que no es hija mía,claro, pero siento una gran necesidadde protegerla. Nos hemos sentado enla playa, y le he dicho al resto dehombres que deberíamos colocarnosen una postura defensiva, paramantener a las mujeres, incluidaAnnabelle, en el medio, y situarnosnosotros en los bordes. Nos vamosya, y debemos dejar algunas latas deverduras atrás, junto con una buenaparte del agua potable que tenemos.Cuando abandonemos la playa,

lanzaré una última mirada al BahamaMama y me despediré mentalmente,igual que hice con el coche que tuveen el instituto después de haberloconducido durante años.

13:41 h.

Tras cinco horas de caminartierra adentro, hacia el noroeste, noshemos detenido a descansar y comer.Me siento muy vulnerable, en

comparación con la seguridad de laque hemos disfrutado en el puertodeportivo. Si llegan los suficientes,podrían superarnos enseguida. Enestas últimas horas hemos atravesadovarias carreteras de dos carriles yalguna de cuatro. Estamos en campoabierto. Hay varios ranchos. Supongoque estamos en algún lugar cerca deSweeny, pero no estoy seguro y meniego a pedir indicaciones a loshabitantes de la zona. Hay cactus portodas partes. Nunca antes me habíadado cuenta, pero tampoco me había

decidido a cruzar a pie las tierras delos ranchos.

Esta mañana hemos cruzado unade las carreteras, alrededor de las10.30; a unos cien metros del puntopor el que la hemos atravesado habíauna pila formada por seis coches.También había un camión debomberos con la escalerillaextendida en el aire. He decidido ir aechar un vistazo y comprobar sihabía algo que pudiésemosaprovechar. Al observar los restosdel accidente, me he dicho a mí

mismo que no quiero arriesgarme aconducir por las carreteras, a causade todos los bloqueos que podemosencontrarnos durante el trayecto. Nome gustaría quedarme atrapado yrodeado por esos seres a menos quefuese montado en un tanque.

Cuando me acercaba alaccidente, mi mente ha empezado aordenar todo lo que había sucedido.Les he hecho un gesto al resto de miscompañeros para que se quedasenquietos. El enemigo estaba cerca. Enla parte superior de la escalera de

bomberos extendida, una criatura quecolgaba de un arnés de seguridad, haadvertido mi presencia. No habíamanera de saber cuánto tiempollevaba colgado allá arriba, como unanimal salvaje en una trampaforestal. Este bombero no muertoseguramente había sido un buenhombre en su vida anterior. Eluniforme amarillo aún era visiblebajo la sangre seca. Llevaba cosidaen la manga izquierda la bandera deEstados Unidos, con la fecha 11/9/01bordada entre las barras y estrellas.

Me hubiera gustado enviar a estacriatura al otro mundo con una balabien dirigida, pero ahora era distinto.No teníamos la seguridad de lalancha. Le he dejado colgado allí. Herodeado la zona del accidente hastael otro lado. Supongo que atacaron albombero y se refugió a 12 metros dealtura, en lo más alto de la escalera,quien sabe durante cuánto tiempo.Había una cabina lo bastante grandepara que cupiese un hombre.Seguramente se convirtió en lo quees ahora, y ha quedado condenado a

estar colgado allí durante el resto desu podrida existencia, atado a suarnés de seguridad. Habíaexcrementos en el suelo, alrededorde la escalerilla, lo que indicaba quehabía resistido en aquella posicióndurante varios días. Mi pregunta es:¿contra qué resistía? Aparte de sudesgraciado cadáver, no había restosde otros no muertos en todo lo quealcanzaba la vista. Las huellassangrientas de manos en la base de laescalera blanca, sumado a losmismos restos en el camión de

bomberos, me contaban una historiadistinta.

Hemos continuado avanzando porlas tierras yermas de Texas; hemostenido que atravesar verjas dealambre de espino, hemos tenido queluchar contra la vegetación de laprimavera. Podríamos tener queviajar durante días o durante semanasantes de encontrar un lugar en el quevalga la pena instalarse.

23:12 h.

Nos vamos a refugiar en elinterior de un área rodeada por unavalla de alambre de espino. Lahemos encontrado por pura suertedespués de tener que luchar contracactus y zonas llenas de espesura.Había un letrero colgado en elexterior de la verja, y decía losiguiente:

AVISO

Área controlada,propiedad del

gobierno de EstadosUnidos.

Entrar en esta áreasin el permiso del

mando de lasinstalaciones es

ilegal. Mientras se

encuentren en lasinstalaciones, todoel personal y sus

propiedades puedenser registradas. El

área estápermanentemente

patrullada porequipos de perros

militares.

Ya estaba a punto de caer la

noche cuando John descubrió elletrero. Tuvimos que turnarnos parallevar a Laura en brazos durante laúltima parte del día porque suspiernecitas estaban cansadas y nopodía seguir nuestro ritmo. La zonavallada no debía de medir más de15x15 metros. No tenía ni idea depara qué debía de servirle algobierno un área como ésa, o por quéera tan importante.

Tenía una vista panorámica detoda el área y no había restos de nadavivo ni muerto aparte de nuestro

grupo. Dentro del recinto no habíaningún edificio, ya que todo elperímetro era un solar cubierto dehierba, parecido a un patio normal.El césped había crecido bastante, ysi había alguien agazapado entre lahierba, no podría verle. Pero la únicaotra opción con que contábamos eradormir en un árbol, y no me apetecíamucho. He sacado las mantas queguardamos en la mochila que llevaTara y las he doblado hasta formarun cuadrado de un metro de anchurapor uno de longitud.

La verja tiene unos dos metros ymedio de altura, así que he tenidoque intentarlo un par de veces pero alfinal he logrado extender las mantaspor encima del alambre de espino,para poder trepar por la verja sinacabar hecho unos zorros. Cuando heaterrizado en el otro lado, he alzadoel arma y he comprobado la hierba,en busca de cualquier amenaza.

He recorrido toda la verja por lazona interior y después me headentrado en el área. Había unaespecie de tapa de alcantarilla en

medio del suelo. Me he arrodillado yhe visto que no había ningún agarreexterior; que aunque lo hubiese, nosería capaz de levantarlo, porqueaquella tapa tenía al menos diezcentímetros de acero que sobresalíandel suelo. En uno de los costadoshabía unas grandes bisagras. Metemo que esta tapa pesa más quetodos nosotros juntos. No oigo nada,sólo el sonido de la naturaleza. Lasestrellas brillan esta noche, elperímetro es seguro. Si no llueve,será agradable dormir bajo el manto

estrellado.

30 de marzo15:17 h.

Nuestra suerte ha cambiado. Estamañana me han despertado aullidosde perros a lo lejos. No hay forma dedistinguir si están domesticados oson perros salvajes. Me han hechorecordar el letrero que leímos ayer,colgado de la verja. Siento mucha

curiosidad por saber qué pinta unatapa de acero en medio de la nada, enel estado de Texas. Le hecomunicado a John que me apetecíair a mirar los alrededores de laverja, ya que por un lado estádespejada de árboles y matojos.

He tenido que volver a usar latécnica de la manta para cruzar lavalla; John, ya del todo recuperado,me ha acompañado. El fusil del .22se ha quedado con William y laschicas, pero John se ha llevado laescopeta, ya que no sería muy útil

con la valla de por medio.La zona del área cercada de la

que venimos está al menos tres piespor debajo de la zona del claro, quehay en la colina a la que nosdirigíamos. Cuando hemos llegado ala cima del pequeño montículo, unagran vista se ha desplegado antenosotros. Había un terreno llano lobastante ancho como para aterrizarcon una avioneta en él, y atrescientos metros delante denosotros se alzaba otra verja, similara la otra.

Al acercarnos a esta segundaárea cercada, nos hemos dado cuentade que es mucho más grande que lazona en la que hemos pasado lanoche, y que en su interior alberga unpequeño edificio de ladrillos, conuna puerta de acero de color gris yuna serie de antenas en el techo. Alllegar junto a la verja, hemos visto lapista de aterrizaje de helicópteros enel interior del perímetro, y un enormecuadrado de hierba ennegrecida, querodea lo que parece un gran agujeroen el suelo.

No había rastro de movimiento,en ninguna parte. Teníamos buenavisibilidad en cualquier dirección.Hasta podíamos ver la punta superiorde la valla tras la cual William y losotros nos esperaban. Era evidenteque aquello no era una base, perotenía que ser algo. John y yo hemosretrocedido para recuperar lasmantas y salvar la nueva valla. Lehemos contado a William lo quehemos descubierto y hemos vuelto ala nueva área.

Antes de escalar la verja hemos

comprobado la puerta de entrada.Estaba firmemente cerrada con uncerrojo con una clave de entrada. Laotra estaba asegurada con una gruesacadena y un candado imposible decortar. Me daba la sensación de queesa zona era más importante que laanterior. Hemos saltado la verja yhemos empezado a comprobar elperímetro. Me he dirigido hacia elhelipuerto, con los ojos bien abiertospor si percibía cualquier tipo demovimiento. El agujero en el sueloera lo que más me llamaba la

atención, así que hemos decididoexaminarlo enseguida. Cuando noshemos asomado al borde del abismocuadrado, he entendido qué clase delugar era.

Nunca había visto una en la vida,pero esa área podría tener un cartelcon las palabras MINUTEMAN IIIcolgado en la puerta de acceso.Estaba de pie justo en el punto desdeel que hacía poco se había lanzadoun misil estratégico. He encendidomi linterna y he comprobado losbordes del agujero, en busca de una

escalerilla de acceso. Había una casia un metro de profundidad, bajo larebaba que formaban las gruesascompuertas de acero, que estabanabiertas y apoyadas boca abajo allado de la abertura. John me hasostenido el arma mientras yo bajabala pierna hacia la oscuridad del pozovertical. Me la ha devuelto y me lahe colgado del hombro mientrasdescendía hacia la oscuridad.

Aquel hueco parecía medir almenos veinte metros; he tardado unaeternidad en llegar abajo. Cuando he

alzado la vista, John parecía estar aun millón de kilómetros de distancia.No sé si es que estabaenloqueciendo, pero juraría queestaba oyendo un débil sonido demúsica en alguna parte. Me hequedado en el fondo del pozo. Heiluminado a mi alrededor; habíaalgunas ardillas que habían bajado aaquel abismo y habían muerto dehambre y sed. El suelo estabacubierto de tierra y de hojarasca. Lascompuertas llevaban mucho tiempoabiertas. Algunas de las ardillas

muertas se habían descompuesto ysólo quedaban sus huesos. Hecomprobado el nivel inferior delpozo: había una puerta ovalada conuna rueda en el centro en el puntomás alejado de donde yo meencontraba. Le he preguntado a Johnsi creía que podría bajar sin ayuda.No me ha contestado, pero he vistocomo su pierna se apoyaba en elprimer peldaño de la escalerilla.Iniciaba su descenso.

Mientras John bajaba, yo heagarrado la rueda y la he movido en

dirección contraria a las agujas delreloj, hacia la izquierda, para ver sicedía. Para mi asombro, así ha sido.Supongo que las compuertas de unmetro de grosor que cerraban elhueco eran suficientes para manteneralejados a los intrusos, así que no sepreocuparon de bloquear la escotillaoval, de diez centímetros de espesor,al fondo, pero... ¿por qué no habíancerrado las compuertas de arribadespués del lanzamiento?

John ya estaba junto a mí. Se haquedado detrás hasta que he acabado

de girar la rueda que abría laescotilla de acceso. He seguidohaciéndola girar hacia la izquierdahasta que he oído el chasquido demetal de los pasadores que seliberaban a la vez del marco de lapuerta. He tirado de la puerta haciafuera y he oído el siseo del aire, queentraba o salía; no lo sé. He abiertodel todo la escotilla, y una luzbrillante y el sonido de la música noshan golpeado a mí y a John.

«It's the end of the world as weknow it!», de REM.

«El fin del mundo tal y como loconocemos.» Me parece que poneresta canción es toda una muestra decinismo. He sujetado el fusil a laaltura del pecho y hemos entrado enese castillo moderno. No tengo niidea de cómo está distribuido elespacio. Me he colocado en primeraposición y me he dirigido hacia elorigen de la música.

Todas las luces estabanencendidas. Hemos avanzado poco apoco. La canción se ha acabado... yha empezado a sonar de nuevo. Se

encontraba en un bucle constante.Esperaba que no fuese así, porque lamúsica me daba una falsa sensaciónde vida. Por lo que sabía, podíahacer meses que aquella canciónsonaba una y otra vez, ahora quehabía escuchado por primera vez elbucle.

Nos acercábamos al origen de lacanción, atronadora...

«Wire in a fire, represent deseven games in a government for hireand a combat site...»

Hemos doblado la esquina tras la

cual creíamos que surgía la música.Hemos llegado a una puerta abiertaque debía de contar con unoscuarenta centímetros de grosor.Parecía la puerta acorazada de lacámara de un banco. La músicaprovenía del interior de esa nuevaestancia.

Desde mi posición veía laslucecitas del panel del ordenadorencenderse intermitentemente; el olora podrido flotaba en el aire. Hemirado alarmado a John y he dado unpaso hacia el interior. El capitán

Baker ha sido el primer cadáver quehe visto. Estaba atado a su silla deacero; era un capitán de la FuerzaAérea, con el nombre «Baker»colgado en una chapita sobre elbolsillo derecho.

Se ha retorcido y ha intentadolibrarse de las ataduras que lomantenían bien sujeto. Las cuerdas ledesgarraban la piel en algunas zonas.Había otro militar tirado sobre laconsola de mando, con una Berettade 9mm en la mano. Le faltaba mediacabeza.

Sólo puedo imaginar lo quedebió de suceder. Baker mostrabatres heridas de bala y tenía el cráneoroto. Mientras la criatura se retorcíaen su silla, yo he cogido la pistola dela mano blanda y putrefacta del otromilitar. He comprobado el cargador:quedaban once balas. Con las tresdel capitán y la del «comandanteTom», no llevaba ningunaidentificación, sumaban quince.Supongo que Baker quedó infectado,que el «comandante Tom» lo ató,lanzó el misil, disparó a Baker tres

veces, en el pecho, y después sequitó la vida. Es tan sólo unahipótesis, pero en este momento noimporta.

23:26 h.

John y yo hemos traído a losotros hasta el silo, nos hemosencargado de Baker, y lo hemosalmacenado temporalmente, junto conel «comandante Tom», en otra

habitación. Parece que aquípodremos gozar de refugio,electricidad, comida y agua enabundancia.

No tengo forma de saber siInternet aún funciona. En estosmomentos estoy usando losordenadores de este complejo. Lamayor parte de las consolas deseguridad ya tienen insertados loscódigos de acceso, y la mayoría deordenadores sin claves de accesofuncionan. Tenemos que encontraruna forma de cerrar las compuertas.

En los próximos días buscaré las«llaves del reino».

HOTEL 23

1 de abril09:12 h.

He registrado los cadáveres delcapitán Baker y del comandante Tom;he encontrado varios objetospersonales y una libreta. Es bastanteinteresante, porque pertenece a Bakery contiene contraseñas para losdiferentes sistemas de estas

instalaciones y una tarjeta deproximidad que nos permitiráatravesar determinadas puertas.

Las instalaciones reciben energíaeléctrica de la red local, peroademás cuentan con cuatrogeneradores diesel enormes. Laelectricidad local no ha sufridoningún apagón en esta área. Helocalizado algunos manuales técnicosen los cajones de los escritorios dela sala de control. En ellos seexplican diferentes procedimientosde emergencia y se listan las

capacidades de las instalaciones.Uno de ellos indicaba que si elcomplejo estaba provistocorrectamente, contenía aire, comida,agua y refugio suficiente paraalbergar a cien personas duranteciento ochenta días.

Nos queda un problema:averiguar cómo funciona todo,descubrir dónde está todo. No hemosexplorado todas las salas porquetenemos miedo de cruzarnos con máscadáveres andantes vagando por lascatacumbas de los compartimentos

más alejados. Creo que es interesanteseñalar que todos los manualescontienen las palabras «Hotel 23»impresas en la tapa. Encima de laconsola principal, hay una placaceremonial hecha con madera en laque se han tallado esas mismaspalabras en inglés, y debajo en ruso.

La cocina de las instalacionescuenta con una enorme despensallena de comida enlatada, y muchosobjetos etiquetados como «RacionesC». Nunca he comido ninguna, perohabía oído mencionarlas a algunos de

los veteranos con los que habíaservido antes de que todo estosucediese. También hay varias cajasde MRE en las estanterías que hay alfondo del pasillo de la despensa.

Mientras manipulaba el sistemade control de los ordenadores, Johnha descubierto cómo hacer funcionarlas cámaras remotas que hay en elexterior de las instalaciones. No hatenido la suerte de adivinar cómocerrar las compuertas. Con lascámaras de John he localizado laentrada y salida principales. Por

desgracia, para llegar a ellas hay quedescender unos quinientos metros porel túnel de acceso, y después subircon un ascensor. Lo peor de todo esque gracias al circuito cerrado devídeo hemos visto un centenar demuertos vivientes deambulando porla zona exterior de las puertas.

2 de abril20:07 h.

Hoy he localizado un plano delas instalaciones dibujado a mano.Algunas salas no se correspondencon el plano, pero supongo que sedebe a que se añadieron nuevas áreasdespués de que lo dibujaran.

Tenemos pensado acabar dedespejar el interior del bunkermañana. Apesta a carne podrida y afruta pasada.

4 de abril15:35 h.

Mientras recorría ayer el áreahabitable del silo, encontré el diariopersonal del capitán Baker. Empiezahace dos años, y acaba en marzo. Dadetalles de casi todo lo que hasucedido aquí desde el principio; nolo he leído entero, aunque mededicaré a ello durante los próximosdías.

Esto es bastante interesante.

Capitán Baker, USAF.

Me han ordenado quedeclare el estado de alertaaquí, en el Hotel 23. Noparan de enviarnoscomunicados con nuevasórdenes, bastanteasombrosas, relacionadas conlas nuevas coordenadas paralos objetivos alternativos.Aunque las coordenadas noestán en un lenguaje común,las conozco lo suficiente para

darme cuenta de que los datosque nos llegan no indicanobjetivos nucleares al otrolado del océano. Estamosencerrados en el silo, enestado de alerta hasta nuevasórdenes. Por suerte, esta vezme he acordado de traermeuna docena de libros, nocomo me pasó en el últimosimulacro. Parece que missuperiores consideran queesta epidemia puede afectarde forma grave nuestra

seguridad.

Hoy hemos llevado a cabo elintento de limpiar por completo elinterior. A veces, he oído un sonidomecánico o eléctrico que surgía deotra zona, dentro del búnker. Me dala sensación de que se trata de unsistema de filtración del aire. Ayerdespejamos casi todo el silo, exceptola estancia marcada con el cartelControl ambiental. Para acceder al

interior hay una gruesa puerta deacero cerrada con una cerradura concódigo. La libreta que le arrebaté aloficial hace un par de días nocontiene ningún código que nos sirvapara esta puerta. John ha encontradouna carpeta en el escritorio de uno delos ordenadores de control delanzamiento.

Los ordenadores no clasificadosfuncionan con Windows, pero losequipos seguros, con torresresistentes a las tormentas, usan unaespecie de Linux que nunca antes

había visto. John ha explorado elordenador con una especie desistema DOS sin GUI, interfazgráfica de usuario. Hasta el momentoha podido recuperar variasfotografías aéreas a color de lamisma área, desconocida; por lovisto, cada vez que accede a lasfotografías, aparece una imagenligeramente distinta aunque abra elmismo fichero. Las diferenciaspueden apreciarse en débilesmovimientos de las nubes u otrosdetalles igual de minúsculos.

En la lista de lugares a los que notenemos acceso también hay una cajafuerte de acero reforzado de dosmetros de altura: el arsenal.Lamentablemente en la parte frontalhay un cerrojo enorme que nosimpide, de momento, el acceso.Todavía no he tenido la oportunidadde conocer bien a Tara, pero ya nosha demostrado que es una personamuy curiosa. No le gustaba la idea deno ser capaz de ver lo que hay dentrode la caja fuerte, por lo que se hapasado tres horas registrando el

búnker, removiendo todas las cajasen busca de algo que nos ayude aromper el candado. No ha tenidosuerte.

Hay que añadir que todos losservicios de estas instalaciones sonsimilares a las letrinas de losaviones. Cuencos secos. Supongoque así se conserva el agua. Eso melleva al suministro de agua del silo:hemos encontrado un tanque enorme,rectangular, en la sala de losgeneradores diesel en el que se leía«agua potable». Con la culata del

fusil he golpeado contra el costado,hasta que un sonido grave haresonado en toda la cámara. Debe deestar lleno hasta tres cuartos de sucapacidad. Debe de medir 60 x 30 x15 metros. En los próximos díascalcularé cuánta agua podemosusar... cuánta agua debemos usar.

UNA IMAGEN VALEMÁS QUE MIL

PALABRAS

6 de abril21:44 h.

Tendría que habernos resultadoevidente el motivo por el que lasfotos que John abría del ordenadorUNIX cambiaban. Eran imágenessacadas por satélite a tiempo casi

real. John descubrió anoche lo quesucedía, y también ha averiguadocómo activar el zoom de las fotoshasta lo que el ordenador indicacomo una resolución de -2 metros.Con las coordenadas del mapa decarreteras, hemos logrado hacer unafotografía detallada de lo que quedadel área de San Antonio. Alprincipio nos ha costado interpretarel ángulo de las fotos, que se tomandesde arriba. Además, el color noestá muy calibrado, por lo que lasfotos parecen un poco desenfocadas.

Tras teclear innumerables líneas decomandos, John ha logrado acercarsea una resolución de un millar demetros, y hemos podido contemplarbuena parte de lo que queda delcentro de la ciudad. Según laindicación temporal, la foto teníaunos cuantos minutos, ya que elsatélite estaba configurado parahacer fotografías automáticas a unritmo determinado. John no hapodido averiguar cómo sacar unainstantánea en el momento quequeramos.

He examinado la fotografía, y hereconocido muchos de los edificiosen ruinas. También he visto algunascriaturas que deben de haberdeambulado de vuelta a la zona de laexplosión inicial, atraídas por elsonido y la luz. Había un grupo deellas apiñadas alrededor de algo.John ha aumentado todo lo posible elcentro de aquel grupo de cadáveres.Peleaban por los restos de una ratade gran tamaño. Supongo que estaimagen sí que vale más que milpalabras. John y yo tenemos

planeado fotografiar ciudad porciudad, introduciendo lascoordenadas necesarias en elordenador; queremos recopilar todala información posible sobre lasciudades que destruyeron y lasciudades que siguen en pie.Tardaremos un poco, pero vale lapena porque al saberlo lograremoscierta tranquilidad de espíritu... o talvez no.

Jan y William se han instalado enuno de los compartimentos másespaciosos, junto con Laura. John les

ha dicho que no le importa queAnnabelle duerma con Laura por lasnoches. John es consciente de que laperrita ayuda a Laura a superar todaesta situación; Annabelle representaun vínculo con un mundo que se haido a la mierda.

Ayer Tara y yo salimos alexterior para comprobar elperímetro, ya que la cámara cercanaa la zona por la que habíamos saltadola verja sólo enfocaba lascompuertas de lanzamiento. Esirónico pensar que John ha sido

capaz de averiguar cómo enfocar alreloj de muñeca de un tipo muertodesde un satélite que está a mileskilómetros de distancia, pero nologra cerrar la puerta trasera de casa.Aunque tengo que reconocer que hademostrado ser un buen amigo y unapersona con una gran capacidad deadaptación.

8 de abril23:24 h.

Tras unos días de comprobardiversas coordinadas con el satélitey tras muchos intentos infructuosos,hemos logrado localizar variasciudades que podemos confirmar quehan sido destruidas por bombasnucleares... o por otros cacharrosigual de potentes.

Quería usar la cámara paracomprobar mi hogar, en Arkansas,pero parece que no funciona porencima de determinada longitud.Hemos confirmado que San Antonio,

Nueva Orleans, Los Ángeles, Dallas,Orlando y probablemente NuevaYork están destruidas y que haymuertos vivientes que vagan por suscalles. Ha supuesto un duro golpepara la moral de todo el equipo,incluida la mía propia. John y yohemos logrado apreciar ladestrucción masiva, con unaresolución mayor para tener unapanorámica completa de lasciudades. Ni una sola de las fotosmostraba ningún humano vivo.Algunos de los grupos que hemos

contemplado me han recordado a lasmultitudes que aparecen en las fotosantiguas de Woodstock. No hayforma de contarlos, pero calculo quehay millones de no muertos en laszonas de alta radiación de lasciudades devastadas. Tampoco hayforma de saber cuántos transitan porlas zonas no afectadas de EstadosUnidos. Nos superan en número, esdesesperante... Lo peor de todo esque no parece que haya sobrevividoninguna parte del gobierno.

John y yo hemos intentado

recopilar información sobre losestados del norte, pero no lo hemoslogrado a causa de las limitacionesen el área de visualización efectivadel satélite. A pesar de todo, helogrado algunas informaciones sobreel destino de Nueva York.

Al examinar con más calma elárea de mando, he descubierto unmaletín negro, con un cerrojo doblecolocado en los números 205; estabaencajado entre dos consolas. Elmaletín se podía abrir, y dentro habíaun mensaje impreso.

TOP SECRETRTTUZYUUW

RUHPNQN0765 0B12376ZTTTTTT-ZZZZ

DE NNNOASA 155 Z311700Z EN DE DEP DEMNDO AR MSL A OPALSESI LONE STAR

INFO REF/DEFENSAAÉREANORTEAMÉRICA//AFSC-

OPE-MA// ZE/CRTELLACKLANDAFBTX//GCGS/MARTE//

BTT O P S E C R E T //

N02763ASNTO:

AUTORIZACIÓNLANZAMIENTOMANDO//COHETEMAGENTA//

A ORDEN EJ. 23765WASHINGTON DC311600Z EN (CMB, 16-98)

NTP 8(C), ART. 830,MUESTRA MENSAJE 3

1.- AUTORIZACIÓN ALDISPARO INTERIOR DEARMAS NUCLEARESTÁCTICAS CONCEDIDAPOR EL PRESIDENTE DEESTADOS UNIDOS.CÓDIGO DEAUTENTICACIÓN ACONTINUACIÓN DE LATRANSMISIÓN

2.- NUEV0 OBJETIVOBISCT, 870E57E86YF

CONFIRMADO.P.L.LOCALIZACIÓN:

NUEVA YORK, NUEVAYORK.

3.- ARMASNUCLEARES TÁCTICASORIGINALMENTEDESTINADAS A NY ENSITUACIÓN DE BROKENARROW. PILOTOSDESERTORES.

BTTOP SECRET

Supongo que el gobiernoaprovechó el mando aéreo y demisiles para suplir la huida de lospilotos desertores. Seguramente, lohabían previsto; Baker ya comentabaque tenían nuevos objetivos antesincluso de que los pilotos hubiesendecidido desobedecer las órdenes.

11 de abril12:33h.

Seguimos sin la llave para elcandado del pequeño arsenal. Meestoy planteando la posibilidad deadentrarnos en un área urbana paraconseguir el equipo preciso paracortarlo. Un soplete me iría deperlas, pero dudo que logre encontraruno. Necesitaría una sierra de arco;una cizalla no me serviría de nadaporque la barra del candado es muygruesa. No existen cizallas quepuedan cortar ese espesor.

John ha descubierto el código deacceso al compartimiento ambiental.

Se encontraba entre los archivos delsistema, en las carpetas de control delas instalaciones. Hemos sido muyprecavidos a la hora de acceder a lazona, como hemos hecho concualquier otra área nueva. John hasujetado la puerta y ha esperado aque le hiciese la señal. Yo teníamiedo de disparar contra algo en elinterior del compartimiento; noquería que una bala perdida dañasealgún sistema vital. John ha abiertola puerta. El interior estaba sumidoen la oscuridad.

Me he puesto las gafas de visiónnocturna y las he encendido. No heapreciado ninguna amenaza al entraren la habitación. La sala parecíadespejada. He encontrado uninterruptor en la pared y lo heencendido mientras volvía a ponermelas gafas sobre la cabeza. Losfluorescentes han necesitado unossegundos para ponerse en marcha. Lasala alberga un sistema completo defiltrado de aire; no tengo ni idea decómo mantenerlo o cómo ajustado.Hay estanterías llenas de equipo en

las que se hallan todo tipo deaparatos de comprobación delambiente. De buenas a primeras medi cuenta de que había distintos tiposde mascarillas antigás, además decinco contadores Geiger en el mismoestante. Las mascarillas no teníanfiltros; éstos se encontraban en elinterior de unas latas selladas, allado de ellas. Había diez máscarasde cada tipo: veinte en total.

En el suelo había varias cajascon una etiqueta de «traje CBR» enel lateral. Con el cuchillo, he cortado

con cuidado la cinta de embalar y hedescubierto que cada caja contienediez trajes protectores contra agentesquímicos, biológicos y radiológicos,de color verde militar, selladosdentro de bolsas de plástico. Dentrode la caja también había un manualde instrucciones y especificacionessobre cuánto tiempo puede estar unhumano expuesto a esos agentesllevando esos trajes.

Ya es evidente que estasinstalaciones se diseñaron parasobrevivir a un ataque nuclear. Lo

que no entiendo es por quédestinaron a sólo dos oficiales, porqué no enviaron gente VIP con ellos.Tal vez el mundo se desmoronódemasiado rápido, o tal vez esterefugio no estaba en el mapa. Eso noslleva a otro asunto importante: hastaayer no descubrimos dónde estamos.Parece que haya pasado muchotiempo desde que dejamos atrás elBahama Mama, desde que avanzamoscorriendo a ciegas durante lo que senos antojaron días de caminata,transportando por turnos a Laura y a

Annabelle. Con ayuda de lasimágenes que le proporciona elsatélite, John ha triangulado nuestralocalización. Calculamos ladirección general en que avanzamosal salir de la costa, y nos hemosayudado del atlas para entrar lascoordenadas.

Lo primero ha sido localizar lalancha. Después hemos hechoavanzar las coordenadas y la imagenen pequeños pasos hasta que hemosencontrado la zona del accidente, enla que el bombero seguía colgado de

la escalerilla hidráulica. Después deeso hemos seguido adelante, denuevo poco a poco hacia el noroeste,hasta que hemos topado con lasinstalaciones.

Ha sido fácil verlas; el hueco delanzamiento destaca mucho. John haapuntado las coordenadas exactas enun papel. Para asegurarnos de queobservábamos la zona correcta, hellevado un rollo de papel higiénicoarriba, me he asegurado de que lazona estaba despejada y he trazadouna gigantesca letra X con el papel al

lado de las compuertas abiertas.Tras quince minutos de espera,

John ha reintroducido lascoordenadas y, sí, la X de papel eravisible desde la resolución de cienmetros que ha seleccionado.Manteniendo las coordenadas, noshemos alejado hasta los doscientoskilómetros. Ya no podíamosdistinguir nuestras instalaciones,aunque sabíamos que estaban en elcentro de la pantalla; el programafunciona así.

Con ayuda del mapa de

carreteras y de la foto hemosdeterminado que estamos cerca delpueblo Nada. Las malas noticias sonque estamos a menos de cienkilómetros al sudoeste de Houston.Esta ciudad no fue uno de losobjetivos durante la campañanuclear, pero al recordar las fotosque sacamos el día 8, estabarebosante de muertos vivientes. Conlas cámaras de seguridad podemosrastrear los movimientos de loscadáveres hasta la puerta de entradaprincipal, pero con las fotos satélite

podemos intentar hacernos una ideageneral de la situación ahora queconocemos nuestras coordenadas.

TOC, TOC

12 de abril22:19 h.

No he mencionado ni documentadolas posibilidades de entretenimientoque nos ofrecen estas nuevasinstalaciones. Hay una salita de estar,equipada con un televisor, un vídeo yun DVD. Encima del mueble sobre elque reposa la tele había varios DVD.

Tras abrir la puertita del armario ycomprobar su contenido, heencontrado uno de mis clásicosfavoritos, El último hombre vivo, enVHS. Por algún motivo no me decidoa verla; sería como ponerse unapelícula bélica mientras te encuentrasen el campo de batalla.

Me he acostumbrado a correr porla verja del perímetro durante el día.Antes de salir compruebo la pantalladel circuito cerrado de cámaras, paraasegurarme de que la multitud demuertos continúa en el mismo lugar

que la última vez, golpeando condesesperación la gruesa puerta deacero de la entrada principal. Trasdar unas cincuenta vueltas a la valla,vuelvo a entrar y tomo una ducharápida. Me cronometro al hacerlo,para ahorrar la mayor cantidadposible de agua. Me recuerda a loscampamentos de entrenamiento, a laacademia de oficiales, cuando metenía que enjabonar el pelo antes demeterme bajo el agua para no perdertanto tiempo en la ducha. He logradohacerlo en menos de un minuto.

Parece que el resto no tiene ni ladisciplina de la conservación, niinteriorizado el concepto del ahorro.Supongo que tampoco puedo esperarque todo el mundo actúe como sifuese una máquina. Creo que tal vezéste sea el problema que he tenidodurante los últimos días; he estado enunas situaciones tan extremas que hereaccionado respondiendo siemprecon lógica, sin emociones, parapoder ocuparme de todas lassituaciones que nos surgen.

Tras examinar con minuciosidad

todas las instalaciones durante días,hemos logrado habilitar una entradaque podemos usar sin tener quetrepar a todas horas por la escalerilladel silo. Hay una escalera queasciende hacia donde calculábamosque se alzaba la cabaña de ladrillosque tenía la puerta de acero pintadade gris. Como esta puerta de accesodaba a la superficie en un punto muycercano a las compuertas delanzamiento, hemos pensado quesería la forma más segura de entrar ysalir.

Hoy, Tara y yo hemos pasadoalgo de tiempo juntos. Nos estamoshaciendo amigos. Hemos dejado queAnnabelle y Laura saliesen alexterior, vigiladas muy de cerca pornosotros dos; han podido jugar en elárea del perímetro. Ayer por la tardeJohn y yo también salimos. Con unpoco de cordel y cuatro estacas quehemos sacado del departamento demantenimiento, hemos alzado uncercado improvisado alrededor delas compuertas de la zona delanzamiento. No quiero que ninguno

de nosotros caiga dentro poraccidente. Obviamente, todavía nohemos descubierto el códigonecesario para poder accionar elsistema de las compuertas. John sabeya cómo acceder al área adecuadadel sistema informático, pero noquiere equivocarse y abrir por errorlas puertas principales del complejo.Si abriese la caja de Pandora,dejaría entrar a centenares de esosdemonios, y nos obligaría aparapetarnos en una zona cerrada delcomplejo.

Al contemplar cómo Laurajugaba con Annabelle, me heolvidado de los no muertos duranteun buen rato. Media hora después,cuando el viento ha arrastrado hastamí sus gemidos, he recordado lascircunstancias acuciantes que nostrajeron hasta aquí, hasta el Hotel 23.Las he apresurado a volver a lasinstalaciones antes de que en elviento flotase el hedor de laputrefacción como acompañamientode la sinfonía de gimoteosespeluznantes.

14 de abril23:57 h.

Hemos sufrido un apagón deaproximadamente dos horas. Lasbaterías de refuerzo se han puesto enmarcha y han iluminado el interiordel complejo de un tono rojo decombate. Supongo que la redeléctrica finalmente está fallando enesta zona, aunque no hay forma de

estar seguro. La luz ha vuelto a las23.30. El sistema debe de serautomático; tengo serias dudas deque, con los tiempos que corren,todavía haya algún técnico en suspuestos en las centrales eléctricas.

15 de abril19:20 h.

Esta noche saldré a dar unavuelta de reconocimiento al área con

mis gafas de visión nocturna. Evitaréla densa población de no muertoscongregada ante las puertas deseguridad atrancadas de la entradaprincipal. Esa zona está a unoscuatrocientos metros de distancia,tras una pequeña colina. John mevigilará con las cámaras deseguridad.

Le he dicho que si se producía elmás mínimo problema, les alejaríadel complejo, que no se preocupase.Tampoco es que me puedan ver en laoscuridad. Tal vez me acomodo

demasiado, tal vez les subestimo.Soy consciente de que cuando hay ungran número de ellos, resultanletales. Pero es que también sonletales cuando sólo hay uno.

Hoy he escuchado cuatro veces elextraño sonido mecánico. Una de lasveces, he corrido hacia la sala decontrol ambiental para comprobar sise originaba allí. Pero no. El sonidosurge de algún lugar en las entrañasdel complejo. Debe de ser unaespecie de bomba, un sistema desoporte, no sé. Es el primer año que

no he pagado a Hacienda a tiempo.

16 de abril14:00 h.

Anoche patrullé el área. Antes desalir comprobé, acompañado porJohn, todos los detalles de las fotosde satélite del día anterior. El áreaestá cercada por dos vallas, y sólo sepuede acceder por un pasadizosubterráneo o saltando la segunda

verja por la superficie. En las fotosdescubrimos que en la zona nordestedel complejo parece haber unpequeño grupo de cadáveresamontonados. Subí la escalera quellevaba a la puerta de salida y lepedí a John que apagase las luces demi área, de manera que ellos tuviesentiempo de aclimatar su vista a laoscuridad antes de que yo saliese.Esperé veinte minutos para que seprodujese el ajuste completo a laoscuridad nocturna.

Me puse las gafas de visión

nocturna, ajusté las tiras de sujecióny abrí la escotilla. El aire fresco dela noche olía a madreselva en flor.Crucé el umbral y penetré en sumundo. Tras cerrar la escotilla a miespalda, cogí la manta que llevabacolgada al hombro y la lancé sobre laalambrada, en el mismo punto en elque la saltamos la primera vez.

Tenía los códigos para la puerta,pero no quería tener que manipular elcierre electrónico durante un subidónde adrenalina. En la situación en laque nos encontrábamos, era mucho

más seguro usar el sistema de lamanta para cruzar la verja. La mantaya se había rasgado en varios puntos,y tras un par más de usos, ya noserviría más que para alimentar unahoguera. La dejé colgada sobre elalambre de espino, salté sobre misbotas y empecé a recorrer elperímetro en dirección contraria alas agujas del reloj.

Cuando puse en marcha el sensorinfrarrojo en las gafas nocturnas, vibrillar los ojos de muchos animalesnocturnos escondidos en la zona.

Rebosaba de conejos, de ratones y deardillas. Era algo a tener en cuentapor si sufríamos escasez de comidaen el futuro. Doblé la primeraesquina de la verja, y seguíavanzando.

Cuando abandoné el área con laque estaba familiarizado, me adentréen la parte del complejo que sólohabía visto. Había un campo detrescientos metros entre nuestra verjay la siguiente, que nunca habíapisado. Calculé que John estaba en elmismo punto que yo, sólo que 30

metros por debajo. En las esquinasde nuestra valla percibía las luces delas cámaras de seguridad que meseguían. También usaban tecnologíade infrarrojos, así que para mis gafaseran como faros en la noche. Corrídurante un minuto, en dirección haciala segunda valla. Giré hacia laesquina nordeste. Los gemidos y elhedor de los muertos se hacían máspenetrantes a medida que meacercaba. Ahora estaba fuera delalcance de la mayor parte de lascámaras de las instalaciones, excepto

las de la puerta principal.Ahora veía los cuerpos apilados

tras la segunda verja, y a lo lejosdistinguía la masa de muertos quegolpeaban, incansables, la puertaprincipal. Me agazapé y avancé ahurtadillas hacia los cadáveres delsuelo. Cuanto más me acercaba, mássentido le encontraba a todo. En lavalla había varios agujeros, variospuntos en los que se había roto,supongo que a causa de unosdisparos efectuados desde el interiorcon armas automáticas. Los

cadáveres que hay amontonadosfueron víctimas de alguien de dentroque disparó contra ellos; llevan aquímucho tiempo. Tienen la pielcubierta de gusanos y de otrosinsectos.

Miré el interior de la segundaverja e intenté localizar a la personaarmada que había sido responsablede aquella matanza. No veía nada,sólo la hierba crecida. Este cercadodebe de guardar algo importante,pero no veo ninguna escotilla deacero parecida a la de la primera. No

podía dejar de imaginar quequienquiera que disparase contraestos engendros tuvo que replegarsede nuevo en la oscuridad del bunker,en busca de seguridad, pero nosotrosya habíamos rastreado todas lasinstalaciones sin encontrar a nadie, nivivo ni muerto. Mi mente todavía sepreguntaba qué debía de ser aquelruido mecánico, intermitente.

Comprobé la verja que habíasido afectada por los disparos, peroaunque la habían dañado, nada mayorque un brazo humano podría

atravesarla. Había manchas desangre seca, jirones de piel quecolgaban de los afilados bordes delalambre de espino. Algunos habíanintentado atravesarla con sus brazos,algunos habían intentado agarrar a suverdugo.

En silencio me di la vuelta yvolví por el mismo camino por elque había venido, pero en lugar desaltar enseguida por la primera verja,decidí tomar una ruta distinta yrodear el perímetro de la zona quehay entre los dos cercados, hasta

llegar al costado oeste. Volví afijarme en esta enorme extensión dehierba: ya lo había hecho cuandollegamos aquí. Podría hacer despegaro aterrizar un avión en esta zona. Nosería mala idea intentar encontrar unaparato. Después de todo, volar noes como ir en bicicleta, es unahabilidad que se olvida. Salté laverja, recuperé la manta y entré en elcomplejo. Empecé a contarles a losdemás lo que me había encontradofuera.

19 de abril12:11 h.

Anoche volví de una excursiónde tres días para conseguir másvíveres y algo de equipo quenecesitábamos. Estoy herido, y denuevo estuve a punto de nosobrevivir a la salida. John haacabado un poco mejor que yo: sólotiene un arañazo en la cara. Uno deellos, a pesar de avanzar entre

tambaleos, logró arañarle. Hicimosla mayor parte del trayecto a pie.

Con el mapa de carreteras y lacarta de navegación aérea quehabíamos conseguido antes, fuimoscapaces de establecer cuál era lapoblación más cercana que contasecon un aeródromo. Según la carta,había un pequeño aeropuerto privadollamado Eagle Lake a unos treintakilómetros en dirección nornordestedesde el Hotel 23. La noche anteriora nuestra salida, John sacó una fotocon el satélite del área, y pudimos

apreciar dos carreteras de hormigónparalelas en la imagen. Había unhangar y dos pequeñas avionetasestaban aparcadas cerca de unadiminuta torre de control. Cuandoalejamos la imagen, vimos el cursode la I-10 a unos diez kilómetros alnorte del aeródromo. Éramosconscientes de que necesitaríamos unmedio de transporte para la vuelta,así que nos centramos en la franja dela I-10 que quedaba justo sobre elaeropuerto. Había coches detenidosal azar por toda la carretera. Era la

vía principal que recorría las ruinasde San Antonio y la ciudad deHouston.

En la carretera había manadas decadáveres. Los dos pensamos quesería inútil usar la carretera parallevar a cabo nuestra misión. Elfresco aire de abril se coló por laescotilla cuando descorrimos elcerrojo. Las flores se estabanabriendo; iba a ser un día bonito.John y yo íbamos cargados conequipo. Introdujimos el códigonumérico y abrimos la verja que nos

unía de nuevo a un mundo en el queno éramos bienvenidos.

Nos quedamos cerca de las zonasde hierba alta o de árboles, yavanzamos. Cuando llegamos a laentrada principal, vimos el comité debienvenida sin necesidad de usarningún artilugio que nos aumentase laimagen. John y yo los contemplamospor turnos, con los prismáticos,desde unos arbustos alejados deellos. Con dos palabras podríamosresumir su estado: hambre, rabia.Dudo de que exista alguien que

pueda llegar a comprender de dóndesurge su odio visceral hacia los seresvivos, pero no me importa.

Sentí una gran repulsión cuandoellos intentaron agarrar la puerta,seguían aporreando el grueso acero;se rompían las uñas y dejaban tras desí un líquido marrón con cada golpe,con cada arañazo. Había algunos queparecían todavía más nerviosos, yempujaban a otros a un lado parapoder tener la oportunidad deconvertir sus manos en muñones afuerza de golpes.

Otro hecho que me llamó laatención y que creo que merece lapena reseñar es que uno de ellos seayudaba con una piedra para efectuarsus golpes. La roca tenía el tamañode un bate de béisbol; la criaturaaporreaba con un ritmo marcado,incansable. Y fui consciente de porqué no lo habíamos oído antes: lapuerta de seguridad exterior es laprimera de tres puertas que separanel mundo exterior de nuestro grupo,afincado en el Hotel 23. Es evidenteque estas criaturas retienen algún

sentido primario sobre elfuncionamiento de las puertas.

John y yo seguimos nuestrocamino hacia el norte. Antes deabandonar el Hotel 23 intentamosimprimir la foto del satélite, parallevarnos con nosotros una referenciavisual. Por algún motivo, el sistemade seguridad de la consola de controlno permite imprimir nada que tengaacceso a las carpetas de las imágenesdel Departamento de Inteligencia(IMINT). Tuvimos que reemplazar laimpresión con notas y bocetos sobre

nuestro mapa de carreteras.Tras contemplar los cadáveres

que no paraban de aporrear la puertadurante unos minutos, reemprendimosel viaje. El terreno era irregular,implacable, y lo notábamos más amedida que avanzábamos. Elalambre de espino de la naturalezanos arañaba las piernas. Tras doshoras de caminata, de avanzar concuidado para que no se nos viesedesde la carretera de dos carrilesjunto a la que andábamos, fuimos aparar a un campo en el cual habían

alzado un grupo de cruces. Habíacuatro de diferentes alturas. Habíatres no muertos atados a cada una delas cruces; el cuarto estaba muerto.Parecía que la población de aves dela zona se había comido a picotazosla mayor parte de su cerebro,sirviéndosela directamente de lacabeza.

Los otros tres engendros nosmiraron al mismo tiempo cuando nosacercamos. Sus cabezas seretorcieron mientras ellos intentabanalzarlas para poder mirarnos, para

poder seguir nuestros movimientos.Uno de ellos no estaba tan biensujeto como los otros, y sus piernasempezaron a patalear de formasalvaje en un intento de liberarse deaquella prisión de madera cruzada yde ataduras. Tanto John como yosabíamos que si los matábamos de untiro, atraeríamos a más a nuestraposición. Las cruces se balanceabandentro de los agujeros del suelo enlas que estaban clavadas, con cadatirón que los no muertos daban alintentar liberarse.

Decidimos abandonar aquel lugary seguir hacia el norte. Al abandonaraquel campo maldito, me preguntéqué tipo de gente retorcida habíaperdido el tiempo construyendo lascruces, plantándolas en el suelo ydespués crucificando a los cuatro nomuertos. Pero mi mente dio un salto aun pensamiento bastante angustioso:¿Y si no estaban muertos cuando loscrucificaron?

No se lo expuse a John, ya que notenía ningún sentido que los dos nosinquietáramos por nada. Nos

acercamos a los límites del campo,salvamos la verja y nos adentramosen las llanuras abiertas de Texas.

No sé si fue la perspectiva devolar de nuevo lo que me impulsó avolver a caminar entre ellos o si fuela necesidad de observar con mispropios ojos lo que sucedía en elmundo. Aunque ya sabía bastantebien lo que estaba pasando: estamosjodidos y no se puede decir o hacernada para arreglarlo. Ni una arañagigante es rival para un ejército dehormigas.

Nos encaminamos al hangar porla simple razón de quenecesitábamos algunos objetos, comola sierra de arco para el armario delarsenal, y porque estaría bien tenerun avión en el Hotel 23 por sinecesitamos escapar. Otra de lasrazones es que si logramos despejarlas puertas de entrada del silo decadáveres andantes, un avión seríauna buena manera de explorar lazona.

Volví a pensar en las fotos delaeródromo que sacamos con el

satélite. Estaban hechas desde unángulo superior directo, ya que lacámara está en el espacio. Nosservían perfectamente para reconocerlas siluetas de los aviones, peroviendo sólo la forma de las alas nopodía estar seguro de si se trataba dedos Cessna 172 o de 152. Noimportaba. De nuevo, la idea devolver a volar me hacía sentir bien.John y yo continuamos nuestro viajehacia el aeródromo de Eagle Lake.Eran las 7.00 de la tarde cuando loolimos: no era el hedor a carne

podrida; lo que la brisa arrastrabaera el familiar aroma del agua de unlago. Cuando coronamos la siguientecolina, una gran extensión de aguaapareció ante nosotros.

Según el mapa, Eagle Lake no eramuy grande. Parecía que nos diese labienvenida, aunque tras nuestraexperiencia en los muelles, sólo Diossabía qué podía estar acechando ensus profundidades. Estábamos cercadel aeródromo, pero antestendríamos que encontrar un lugar enel que guarecernos antes de que

anocheciera. En el otro lado del lagohabía una carretera; saqué losprismáticos y vi que había un enormeautobús de línea de acero, en lacuneta, junto con otros vehículos máspequeños.

Contemplé el autobús durantevarios minutos y me cercioré de queno se producía ningún movimiento enel interior ni a su alrededor. Le pasélos prismáticos a John, que hizo lomismo que yo. Con mucho cuidado,bordeamos el lago por el camino máscorto, que nos llevaba hasta la

carretera. El sol descendíapeligrosamente cuando llegamos alos dos carriles. Había muchoscoches abandonados, pero no seprodujo ningún movimiento de nomuertos. Sabía que estaban alláfuera, pero no podía verlos.Mantuvimos nuestras armaspreparadas mientras rodeábamos elautobús. No queríamos arriesgarnos.Clavé una rodilla en el suelo, apoyéel arma de forma que apuntase haciafuera y le susurré a John que seaupase sobre mis hombros y mirase

el interior del autobús, paraasegurarnos.

Tras repetir lo mismo enintervalos de un metro hasta llegar ala cola del vehículo, nos dimos porsatisfechos. Estaba vacío. Ynosotros, nerviosos. No es que memuriese de ganas de volver a ver auno de esos hijos de puta podridos,pero estaba seguro de que tarde otemprano durante aquella expedición,sucedería. Me acerqué a la puerta delautobús, que se abrió con muchafacilidad. La barra de cierre no

estaba en el asiento del conductor,las llaves estaban en el contacto. Labatería no debía de funcionar ya,pero no me importaba: aquello erasólo un hotel donde pasar la noche.

Subí al autobús, con prudencia.John me siguió. Cerramos la pesadapuerta de acero y cristal y colocamosla barra de cierre en su sitio, demanera que resultaba imposibleabrirla desde el exterior. Los pelosde la nuca se me erizaron alvislumbrar algo en el hueco quequedaba ante los asientos del fondo.

Había un brazo humano tirado en elpasillo. Por lo que parecía, estaba enun avanzado estado dedescomposición.

John se quedó atrás, vigilando elperímetro del autobús mientras yocomprobaba aquel despojo. Con elarma en ristre, me acerqué a la coladel autobús. Cuando llevabaavanzados dos tercios, pudeconfirmar que el brazo era tan sóloeso, un brazo. Me puse los guantes deNomex, abrí poco a poco unaventanilla y tiré aquella extremidad,

tan sólo un hueso con algunos jironesde carne encima. Parecía como sialguien se hubiera limpiado el culoen los asientos del fondo; pero no,era sólo sangre seca. Le comuniqué aJohn por señas que todo iba bien.Empezamos a montar el campamentoen silencio, después de que yohubiese comprobado dos veces quebajo los asientos no había nada.

Llevaba dos paquetes de pilasAA para las gafas de visión nocturna,pero había decidido racionarlas, porlo que sólo me las ponía cuando era

del todo necesario. Aquella nochesin luna la pasé sumido en la máscompleta oscuridad. John y yohablamos en susurros y planificamosqué haríamos al día siguiente. Elaeródromo no aparecía en el mapa decarreteras. Tendríamos queextrapolar su localización en la cartade navegación aérea que había traídoconmigo. El mapa y la carta estabandibujados a escalas distintas; nos ibaa llevar bastante tiempo encontrar elpunto exacto en el que se encontrabael aeródromo.

Aquella noche me dormí con elrepiqueteo de la lluvia sobre el techode acero de fondo. Ya eran las 3.00de la madrugada cuando me despertóel ruido de los truenos y, el destellode los relámpagos. Me froté los ojos,recobré la consciencia y miré afueraa través de los cristales semitintadosde las ventanillas del autobús. Losrayos eran cada vez más frecuentes;qué bien que estábamos bajo techo.Otro destello; pude ver una siluetahumana a sólo 20 metros. Ésta erauna de esas ocasiones en las que es

del todo necesario, por lo que mecoloqué rápidamente las gafas devisión nocturna. No era humana: eraun cadáver solitario que vagaba conuna mochila a la espalda. Podía verlos huesos de los pómulos quesobresalían entre la cuarteada pieldel rostro de la criatura, mientrasésta se movía arriba y abajo. Lamochila era de esas que no sólo secuelgan de los hombros, sino quetambién se aseguran con una correaque cruza el pecho, para que no semueva al caminar. Los dientes de la

criatura eran visibles en una sonrisaeterna; el agua goteaba de aquelcuerpo sin vida.

No podía vernos. John seguíadormido. No quise molestarlo. Enpoco tiempo el vagabundo pasó delargo, hacia la oscuridad de la nochetejana, hacia su siguiente parada.

La mañana del día siguiente, eldía 17, guardamos con rapidez todasnuestras cosas y empezamos a salir.Antes de abrir la puerta, le pedí aJohn que me cubriese mientras yointentaba encender el motor del

autobús, sólo por curiosidad. Escierto que eso causaría ruido, peroquería comprobar si la batería seguíafuncionando tantos meses después.Giré la llave y apreté el starter.Ningún ruido. Estaba más muerto queel vagabundo de la noche anterior.Nos marchamos a buscar elaeródromo.

Tras un par de horas debúsqueda, encontramos las pistas deaterrizaje. No estaban muy lejos dela carretera principal. Tenían elmismo aspecto que habíamos

apreciado en la fotografía, así queestábamos casi seguros de queestábamos en el campo adecuado. Alo lejos, distinguía las formas de losdos aviones aparcados cerca de latorre. Con cuidado, nos acercamos alperímetro del aeródromo; nosdeteníamos a escuchar a intervalosregulares. La verja no estabarematada de alambre de espino.Trepamos con facilidad y entramosen el recinto. Teníamos ante nosotrosuna vista de cientos de metros; nohabía ningún movimiento. Por el

momento, nos sentíamos seguros.Esta zona parecía totalmente

desprovista de cualquier actividadde no muertos. Era consciente de quela I-10 estaba sólo unos kilómetros alnorte de nuestra posición, y que lasfotos de satélite nos habían indicadoque había una gran población de nomuertos en la zona. Tal vez sereunían en la I-10, de la misma formaque las gotas de agua se ven atraídasentre sí. O tal vez era el ruido queellos mismos hacían. Podía ser cosade mi imaginación, pero en ocasiones

creí oír el ya familiar y macabrosonido, que el viento arrastrabadesde la distancia.

Mi preocupación principal eranlos dos aviones. Nos acercamos a latorre, con los ojos clavados en losdos aparatos, los dos aparcados muyjuntos uno del otro. Uno de ellos eraun 172; el otro un 152, el tipo deCessna menos potente. No era unexperto en repararlos, pero desdedonde me encontraba me parecía quelos dos estaban en un estado deconservación decente. Volví a sacar

los prismáticos para poder examinarel perímetro desde nuestra situación,un poco elevada. Me intimidaban unpoco las ventanas tintadas de latorre, ya que no podía distinguir sihabía alguna criatura allá arribaenseñándonos los dientes. Peroteníamos que acercarnos, porquetendríamos que pasar la noche deldía 17 refugiados en el interior de latorre.

John y yo avanzamos hasta lapuerta de entrada de la torre. El mecubría las espaldas mientras yo

accionaba con mucha prudencia elpomo de acero de la puerta. En elinterior estaba oscuro. Encendí lalinterna que llevaba mi fusil yempecé a comprobar la escalera. Nohabía restos de sangre, no habíaseñales de lucha. La torre estabaabandonada.

Cuando empezamos a ascenderpor la escalera, la sensación demiedo empezó a abandonarnos. Laplanta superior estaba vacía.Encontrarnos dentro de otra torre decontrol nos trajo recuerdos de

nuestra primera huida. Parecía quehubiesen pasado años. No habíaelectricidad, aunque en el hangarestaba encendida una luz exterior.Debía de tratarse de un diferencialactivado. No me preocupé endescubrir qué era.

Lo siguiente que teníamos quehacer era registrar los hangares,donde seguramente encontraríamoslas herramientas y los materiales quenecesitábamos. Eran casi las 14.00horas, y hacía un día muy caluroso.Con la tranquilidad asentada en

nuestros cuerpos, John y yo nosacercamos con despreocupación alprimer hangar. Le pedí a John que mecubriese y abrí la puerta. Nuestraactitud displicente estuvo a punto dematarnos.

Un cadáver podrido vestido conun mono blanco y una camisetainterior nos embistió en el mismoumbral de la puerta; blandía unastijeras de podar en la manoizquierda. Parecía que no tenía niidea de que las podía usar como unarma cuando atacó a John e ignoró

casi por completo mi presencia. Lacriatura se desplazó con rapidez,entre tambaleos, y cayó encima deJohn, chasqueando sus dientescariados. Las tijeras rasgaron lamejilla de John. Oí el ruido de algomás que se movía en el interior delhangar. Aparté la criatura de encimade John de una patada y me volvíenseguida, para estar de cara a lapuerta abierta, sumida en laoscuridad. Creía que John estababien, pero había quedadoinconsciente al caer al suelo. La

criatura que había alejado de Johntenía ahora otro objetivo... Yo.

Cargó de nuevo contra mí, con sulento bamboleo. Era demasiadotarde; en el tiempo que reaccioné alfamiliar barboteo que emitía, ya mehabía clavado sin advertirlo lastijeras de podar entre las costillas.Me di la vuelta, encendido de rabia.Le pegué una patada en el pecho quele envió al suelo, al lado de John, leapunté entre los ojos y lo neutralicé.El cerebro desparramado, antes dequedar cubierto por una capa de

tierra, se me antojó una coliflor azul.Las tijeras seguían en manos de lacriatura; supongo que debían dellevar allí meses. Ahora seguiríancon él toda la eternidad.

Me arrodillé al lado de John y lepegué un par de cachetes en la cara.Me quedaron las manos empapadasde su sangre. Aunque mi herida erapeor que la suya, él sangraba más.Comprobé las tijeras; aparte de pornuestra sangre, parecían secas. Unsonido proveniente del hangar merecordó que había otra amenaza con

la que tendría que enfrentarme. Nopodía dejar a John ahí, inconsciente.

Le golpeé el rostro hasta que sedespertó. Le ayudé a ponerse en pie,y le pedí que vigilase a nuestroalrededor. La luz que había visto lanoche anterior en el hangar estabasituada encima de la puerta abierta.A ambos lados de la puerta que yohabía abierto, había dos enormespersianas de hangar. Mi idea erapenetrar en el edificio y poner enmarcha el interruptor de laspersianas, para que el interior

quedase bañado de luz del sol.Cuando crucé el umbral,

vislumbré a uno de ellos. No teníaotra opción; tenía que acabar con él.La luz de la linterna acoplada alcañón me mostró a algunos más. Laluz era brillante, y grabó a fuego laimagen de seis cadáveres más en elfondo de mi retina. Estiré el brazo,en busca de un interruptor, y loaccioné. Nada. Intenté con el quehabía debajo y empecé a oír elfamiliar rugido de una puerta degaraje al moverse.

Avancé hacia la puerta, le di laespalda a John y apunté con el armahacia delante, hacia la oscuridad delhangar. Miré detrás de mí, y vi a unJohn con aspecto mareado, que seapoyaba sobre su fusil. Le grité quese reuniese conmigo. Había llegadola temporada de caza. Preparé elfusil y esperé a que el primero seacercase. El que estaba más cercafue el que inauguró la lista. Lo matéde un solo disparo. Los siguientes losiguieron, excitados porque veíancomida por primera vez en meses.

Intentaban cazarme con sus brazosextendidos. John intentaba dispararcontra ellos, pero fallaba cada vezque apretaba el gatillo. Me cargué ala mayoría de un solo tiro, perocontra dos de ellos fallé en dosocasiones. La última criatura sedesplomó a sólo un metro de mispies.

En los muelles de carga y en elsuelo ante el hangar había ocho nomuertos muertos. Los había matado atodos. Comprobé el cargador y loreemplacé por uno nuevo. John

recobraba la compostura, y lahemorragia de la mejilla parecíahaberse detenido. Me hizo un gestocon la cabeza, para asegurarme queya se encontraba mejor, e indicar quenecesitábamos apartar aquelloscadáveres de la vista; los muertos noeran los únicos que debían de haberescuchado los disparos. Los dossabíamos en qué pensaba el otro: enlas cruces.

Arrastramos los cadáveres hastaun rincón del hangar; las tijeras depodar acompañaron a su propietario.

Rebuscamos durante unos minutospor el interior del edificio hastaencontrar una lona azul que nospermitiría disimular la presencia deaquellas endemoniadas criaturas. Meolvidé por completo de mi heridahasta que John encontró un botiquínde primeros auxilios colocado sobreun extintor.

Usé la navaja para hacer saltar elcierre y empecé a sacar lo quenecesitaba: el yodo, el esparadrapo ylas gasas. Desabroché la cremallerade mi traje de vuelo y me lo bajé

hasta la cintura. La sangre, oscura,manchaba la camiseta de color verdeque llevaba. Me daba miedo levantaraquella prenda... Poco a poco,deslicé la tela por encima de lascostillas, y pude apreciar que noestaba tan mal, pero que necesitabaprimeros auxilios. Agité el bote deyodo, lo abrí y lo apliquédirectamente sobre la herida. Estabafrío y escocía un poco. El yodo tintóla piel de color naranja brillante.Coloqué una gasa sobre la herida y lasujeté con esparadrapo a mi caja

torácica.A continuación, comprobamos la

valla y descubrimos que en ladistancia se había reunido unpequeño grupo de tres no muertos. Elsonido de los disparos les habíaatraído. Estaban demasiado lejospara poder vernos, pero eraperturbador saber que estaban allí,saber que reaccionarían antecualquier sonido que produjésemos.

Tras encontrar los artilugios quenecesitábamos, la sierra de arco,llaves inglesas, un sifón para

combustible y una vieja chaqueta decuero, empecé a examinar los librosque tenían en el archivo del hangar.Había sobre todo listas decomprobación del Cessna, algunas defechas antiguas, pero me servíanigual en la situación en la que nosencontrábamos. Hice otro hallazgoimportante: un manual demantenimiento que incluíaindicaciones sobre los Cessna 172 ylos 152. John y yo recogimos nuestrobotín y nos encaminamos a losaviones; yo enseguida empecé a

comprobar todos los elementos de lalista, para decidir si el aparatoseguía estando operativo.

Tardé unos minutos en acabar,pero tras intentar tres veces encenderel motor, el propulsor se puso enmarcha y cobró vida entre toses.Puse todos los sistemas enfuncionamiento y comprobé elcombustible. Se encontraba a lamitad de su capacidad, lo que setraducía en un vuelo de dos horas.Calculé que el Hotel 23 debía deestar a unos veinticinco minutos, por

lo que el combustible no eraproblema... no como el crecientenúmero de no muertos en la parteexterior de la alambrada. Apagué elmotor, y volvimos al hangar a buscaruna lata, para llenarla concombustible del 152 y llenar eldepósito del 172. Tras la verja sehabían reunido ya diez seres. Nointentaban entrar, pero deambulabanalrededor de la zona, atraídos por lossonidos de los disparos y del motordel aparato.

John y yo cogimos la lata y nos

dedicamos a llevar a cabo la tediosatarea de extraer con el sistema desifón ochenta y tres litros decombustible para acabar de llenar elotro aparato. Cuando llevábamosunos setenta y cinco litros, el 152estaba seco. Vaya. Hice unoscálculos mentales rápidos, y llegué ala conclusión de que podíamoscontar con apenas tres horas ycuarenta y cinco minutos de vuelo,antes de que el avión cayese delcielo. Cargamos los asientos traseroscon todo nuestro equipo. Yo llené

todos los recovecos de la carlingacon todo lo que cupo. También meadjudiqué un poco de aceite paraaviones que encontré en el hangar demantenimiento; nunca se sabe sipodría ser útil.

Como últimos preparativos,saqué la batería del 152 y la coloquéentre el montón de vituallas delasiento trasero. Llevábamos muchopeso encima, pero yo ya teníaexperiencia y en esta ocasión teníauna pista de despegue real, no uncamino de tierra. Se hacía tarde.

Había sólo trece seres en la verja,por lo que dudaba que lograsenatravesarla. Cuando realizamos lasúltimas preparaciones en el avión,escuchamos el eco de unos disparosrealizados con metralletas a lo lejos.Al oír este nuevo sonido, la mayoríade las criaturas abandonaron la vallay empezaron a tambalearse hacia allí.

¿Quién era? No había forma desaberlo. Lo peor, y seguramente seríalo peor, serían los cabrones piradosque habían crucificado a los pobreshijoputas en el campo a unos

kilómetros al norte de Hotel 23.Dejamos preparado todo lo quepudimos, y nos retiramos a la torrede control para pasar una noche desueño intranquilo.

Me desperté a la mañanasiguiente con un dolor penetrante enlas costillas. La cara de John teníamucho mejor aspecto, pero mi heridase infectaba. La volví a limpiar y mepuse un vendaje nuevo. Hasta las10.00 de la mañana no me sentí confuerzas para abandonar la torre. Nohabía rastro de los no muertos en la

verja, pero no oímos ningún disparomás, como la noche anterior. Ahorateníamos un problema. íbamos avolar de vuelta con el avión yaterrizar en la zona de hierba quehabía junto al Hotel 23, ¿saldríamosdel aparato y lograríamos saltar lavalla antes de que se nos zamparan?

Le dimos vueltas al problemadurante unas horas, hasta decidir quelo mejor sería realizar el trayecto denoche, y usar las gafas de visiónnocturna para mejorar nuestrasposibilidades de salir airosos. Yo

seguía preocupado por el fuerte ruidodel motor que los atraería hastanuestra posición, fuese de día o denoche. Fue entonces cuando John mesugirió: «¿No se puede aterrizar conel motor apagado?» Me reí deaquella idea, y le respondí que no losabía; nunca había intentado aterrizarcon el motor apagado excepto enmisiones de entrenamiento con lasituación controlada por completo.Pensé en ello durante un buen rato,hasta decidir que sí podría funcionar.

Esperamos con paciencia a que

cayera la noche. No fue hasta las8.50 del día 18 de abril quedecidimos que había llegado la horade volver a casa. Aquella noche,mientras guardábamos los sacos dedormir y el resto del equipo quehabíamos rescatado de la torredentro del avión, volvimos a oírdisparos. Esta vez sonaban cerca,mucho más cerca. En medio de lasráfagas, nos pareció escuchartambién el ronroneo de motores decoche. Saltamos en el interior, nosajustamos los cinturones del arnés, y

decidimos llevar nuestros culos devuelta a casa. No me costaría mucholocalizar el Hotel 23 gracias a lascámaras de seguridad. Con las gafasde visión nocturna, era capaz delocalizar cualquier cosa que brillasecon la frecuencia de infrarrojos,como si fuesen faros.

Le habíamos pedido a Williamque se asegurase de que las cámarasestuviesen encendidas y enfrecuencia de infrarrojos antes deacostarse cada noche. Serviría desistema de seguridad, nuestro rastro

de miguitas de pan que nos llevaríade vuelta a casa. Hice que el aviónrodase por la pista y evité pasar porel punto que enciende las luces deaterrizaje. No encendí tampoco losfaros estroboscópicos; no podíamosencender nada que revelase nuestraposición.

Mientras colocaba el morro de lanave en la línea central de la pista,pude ver unas formas de color verdegranulado; eran figuras humanasreunidas al otro lado de la verja. NiJohn ni yo queríamos quedarnos a

averiguar si eran amigos o enemigos.Solté los frenos y cuando elindicador anunció que habíamosllegado a los cincuenta nudos develocidad, elevé el morro;volábamos de nuevo. Con ayuda dela carta de navegación aérea, dirigíel aparato en dirección al Hotel 23.

Cuando llegamos al extremo dela pista, vi unos destellosprovenientes del morro de unaametralladora bajo nosotros, en elsuelo. No tenía ni idea de sidisparaban contra nosotros o de si se

defendían. Volví a pensar en lascruces mientras yo viraba hacianuestro hogar.

No pasó mucho tiempo antes deque localizara el brillo de lascámaras de seguridad con las gafasde visión nocturna. Sobrevolé lazona en círculo para orientarme,ascendí hasta 760 metros y empecé arealizar el acercamiento circular. Aregañadientes, apagué el motor;íbamos a acabar en el suelo, loquisiéramos o no. No sabía cómovolver a encender el motor en el aire.

Era un billete sólo de ida hacia elnivel del mar. El ala derecha estabacolocada en paralelo con la verjaoeste, con las dos cámaras de laesquina oeste. Seguí controlando elaltímetro y la velocidad. Ochentanudos, 450 metros.

Tracé un nuevo círculo, esta vezcon un ángulo de ataque más agudo,porque nos encontrábamos ademasiada altura. Disminuí laelevación, y me coloqué en posiciónde última aproximación a 180metros. Caíamos más rápido de lo

que consideraba tranquilizador. Veíael H23 tras mi ala izquierda. Lasgafas de visión nocturna eran unamierda para lograr una buenapercepción de la profundidad, asíque tenía que vigilar constantementeel altímetro. Lo coloqué en el niveldel mar antes de despegar. Noventa,setenta, cincuenta... Setenta nudos...

Cuando estábamos a tres metros,enderecé el aparato para suavizar elaterrizaje. El propulsor todavíaexpulsaba aire cuando el tren deaterrizaje topó con el suelo; la rueda

delantera enseguida tocó tierra. Fueun topetazo terrible, y todos losobjetos sueltos en la cabina saltaronpor los aires. Mantuve el aviónderecho mientras apretaba lo quequedaba de los frenos hidráulicospara reducir nuestra velocidad.

Los frenos hidráulicos nofuncionan muy bien con el motorapagado. No me podría haberimportado menos el equipo quedejábamos atrás. Lo único que mellevé del avión fue el fusil, yabandoné el aparato en medio del

campo mientras corría hacia laalambrada con John pisándome lostalones.

John tecleó el código de acceso.El chasquido metálico indicó que lapuerta estaba abierta. Atravesamos laverja, cerramos la puerta trasnosotros... Por fin estábamos a salvo.Atravesé la escotilla y caí rendidoentre los brazos de Tara, queobservaba con ojos preocupados miropa empapada en sangre. He estadodormido casi toda la mañana, ydespués Jan se ha ocupado de mis

heridas. Le ha parecido una buenaidea coser el corte, y ha reabierto laherida de forma abrupta. La halimpiado y a continuación haempezado a coserla. Aunque medolía horrores, no me he quejado.Simplemente me he tomado unostragos de ron que tenía el capitánBaker.

21 de abril21:18 h.

Hemos pasado el día camuflandoel avión con arbustos y hierba, ytransportando los nuevos suministrosdesde el aparato hasta el H23. Johncomprueba activamente las fotospara determinar la identidad de laspersonas que nos atacaron desde elsuelo. Tara ha estado muy pegada amí desde que hemos vuelto. Mañanaintentaremos acceder al arsenal conla sierra de arco.

24 de abril20:41 h.

En el hotel está todo en silencio.Mi infección del pecho estáremitiendo. Me pica, me escuece;siento el dolor habitual de unainfección grave. Jan me ha contadoque me quitará los puntos en unasemana. Por desgracia para mí, usóhilo de costura normal. En la mañanadel día 22, William, John y yohicimos turnos para serrar el enorme

candado del arsenal de acero. Yo medediqué a ello diez minutos, comolos otros dos.

Aplicamos algo de lubricante enla sierra para evitar que se calentasey que las puntas de los dientes semellasen. Tardamos casi una hora encortarlo. En mi mente, casi esperabaque una bandada de cadáveressaliese de dentro del arsenal encuanto abriésemos la puerta.

Pero no fue el caso. Tuvimossuerte. El interior del armariocontenía un alijo de armas militares

de pequeño tamaño. Había cinco M-16, uno de ellos equipado con unlanzagranadas M-203. Como no mehe entrenado como soldado deinfantería, tengo que investigar cómose usan antes de intentar lanzar unagranada con ese artilugio.

Dentro de nuestro pequeño cofredel tesoro encontramos dos pistolasRemington 870, modificadas por losmilitares, y cuatro Berettas M-9.Cuando empezamos a transportar lasarmas desde sus colgadores hasta lasala de control, descubrí otro fusil,

casi escondido en el fondo delarsenal, tras las cajas de munición.Volví al interior del armario para verde qué se trataba. Estaba a punto deagarrar un arma rusa en un arsenal deun silo de misiles de Estados Unidos.Si no fuese por la inscripción queestaba gravada en el arma, siemprele habría dado vueltas a qué estabahaciendo allí ese fusil.

En inglés (y algo de ruso) habíanescrito lo siguiente:

Para el coronel JamesButler, USAF

Guerra Fría 1945-1989Dimitre Nikolaevich

No me costó mucho hacer unasuposición más o menos decentesobre lo que hacía aquella arma aquí.Aunque mis conocimientos de rusoestán un tanto oxidados, y siemprefueron bastante pedestres, hereconocido la palabra polkovnik,«coronel». También sé que voynasignifica «guerra», y como se

considera oficialmente que la GuerraFría terminó en 1989, khalodny tieneque ser «fría» en ruso. Este AK-47ruso debía de ser un regalo de buenavoluntad de un militar de unasuperpotencia en declive al coronelButler. Claro que no tengo ni idea dequién era Butler, pero es de suponerque había estado al mando de estepuesto durante la Guerra Fría, y quehabía conocido a su adversario antesde la caída de la URSS.

Me pregunté qué debía dehaberle regalado el coronel Butler a

su camarada Nikolaevich. Nuncasabré la respuesta. El arma parecíaestar en un estado excelente. Decidíllevármela a mi dormitorio como unsuvenir... Un suvenir mucho más útilque un vaso de chupito.

Ahora estamos bien armados ytenemos al menos un arma militarpara cada uno de nosotros. Pordesgracia, las mujeres no sabencómo utilizar ninguna de ellas;deberíamos arreglarlo lo antesposible. John y yo volvimos a salirpara camuflar mejor el avión.

Ahora casi tienes que tropezartecon él para encontrarlo. John sigueocupado intentando averiguar cómofuncionan los distintos mecanismosdel complejo. Todavía oímos elruido intermitente que surge de algúnlugar de las instalaciones, aunque losdos seguimos intentando aislar lafuente. Tras examinar literalmentedocenas de fotos, hemos sidoincapaces de encontrar ningún rastrode nuestro(s) atacante(s) de la otranoche.

Me pregunto si será lo suficiente

bueno para localizarnos, si sigue ladirección general en que sedesplazaba el avión. Si hubieseencendido los faros estroboscópicosy las luces de despegue nos habríanabatido a tiros, estoy seguro. Hubiesesido fácil alcanzar un objetivoiluminado; quien disparaba sóloapuntaba en la dirección en que oíael motor.

Hacemos turnos a intervalosregulares para comprobar lascámaras; John cree que debe dehaber un sensor que si se acciona

correctamente, hace que la cámarasiga cualquier movimiento que hayaen el exterior. Ahora me pondré alimpiar las armas.

26 de abril19:54 h.

Me ha llevado bastante tiempo,pero por fin he acabado de limpiartodas las armas que lo necesitaban.No me importaría conseguir algo de

munición para el AK-47, ya quenecesita un calibre distinto que suequivalente nacional, el M-16. Ayerpasé el día enseñando a Tara y a Jana cargar, a apuntar y a ajustar eldisparo al viento con los fusiles. Meparece que son habilidades muynecesarias hoy en día.

En un momento de aburrimiento,John y yo nos hemos dedicado asacarle fotos a Houston. No logramoslocalizar ningún superviviente. Huboun momento en que creímos haberdescubierto una pista bastante buena,

ya que en el techo de uno de losedificios más altos ondeaba unabandera bastante tosca en la que seleía simplemente «SOCORRO».Hasta que John no disminuyó ladistancia, no descubrimos que los nomuertos ya les habían socorridosuficiente. Había unos cuatrodeambulando por encima del tejado;lo más seguro es que fueran losmismos cuatro que hicieron labandera.

También hemos estudiado losmanuales de los generadores diesel

del complejo. En la sala degeneradores, fuera de la vista, hayunas baterías grandes en las que nonos habíamos fijado antes. Alexaminarlas de cerca, nos hemosdado cuenta de que los pilotos deestado de la batería estaban en rojo,no en verde.

John y yo hemos intentadodescubrir qué significaba que lasluces estuviesen en rojo; las bateríashan perdido su carga a causa de lafalta de cuidados. Hemos practicadola secuencia de encendido varias

veces antes de realizar la secuenciareal. Hasta que el sonido no ha sidotan fuerte que John y yo hemos tenidoque gritar para poder escucharnos nonos hemos dado cuenta de lasimplicaciones de nuestras acciones.Hemos corrido hacia la sala decontrol y hemos encendido enseguidala cámara que enfoca a las puertasprincipales.

Seguían allí; parecía que nohabían reaccionado al sonido. Nohabía mucha distancia entre la salade generadores y la de control. No

sonaba muy fuerte, pero sí se podíaoír el zumbido regular del motor.Satisfechos por no haberdesencadenado un infierno sobresnosotros, hemos vuelto a la sala degeneradores para seguir examinandolos indicadores de las baterías. Pocoa poco, cambiaban hacia el colorverde. Han pasado sólo dos horasantes de que se cargarancompletamente, y los hemos apagado.La energía principal,milagrosamente, sigue aguantando.

En el fondo de mi mente, aún

pienso en lo que significa en realidadel destello de un disparo en el cañónde un arma. ¿Por qué alguiendispararía contra otro supervivientehumano, a menos que él intentasehacerle daño? No sé qué alegríapuede encontrar otro humano enmatar a una persona en un mundocomo éste. Creo que he cubierto micupo de asesinatos en el tiempotranscurrido desde enero, sinembargo, no he tenido que apuntar miarma contra un ser humano. A la luzde los últimos acontecimientos,

seguramente esto va a cambiar.

AMIGOS

29 de abril23:05 h.

Estos últimos días no han pasadodemasiadas cosas. He comprobadolas cámaras de seguridad a intervalosregulares por si se producíanmovimientos irregulares entre lasfilas de los no muertos. Me pareceque los cadáveres que están ante las

puertas de acceso me serán deutilidad: me advertirán si alguienvivo se acerca. Los considero comomi alarma de las puertas principales.Teniendo en cuenta la posibleamenaza de seres humanos que nospuedan agredir, hemos pasado unrato comprobando la seguridad físicadel campamento. Nos hemosasegurado de trabar la escotilla deacceso al silo, para que nadie puedadescender por el pozo como hicimosnosotros. Todavía no hemos logradocerrar las compuertas exteriores.

John cree que hay una especie demecanismo de seguridad colocado,para asegurarse de que nadie pudieraabortar un lanzamiento con un gestotan sencillo como cerrar lascompuertas.

Hay retazos, fragmentos delmundo antiguo que no dejan deinundar mi mente. No estoy segurodel destino de mis amigos. No puedoolvidar sus nombres; les echo demenos. Uno de mis amigos habíafundado su propia empresa; era unhombre de negocios de mucho éxito.

Tenía esposa e hijos. Estábamos muyunidos. Una parte de mi mente deseaque Craig siga vivo, que su familiahaya sobrevivido, aunque otra partede mi mente lo que desea es que sumuerte fuese rápida; creo que los quemurieron rápido fueron losafortunados. Mi amigo Mike se habíamudado a Nueva York para ir a laescuela de cocina.

Irónicamente, la bomba que lemató se lanzó desde el Hotel 23.Estas instalaciones fueron elreemplazo de los bombarderos

desertores. Creo que preferiría morirbajo un destello de calor que serdespedazado por las manos de docemillones de no muertos. Duncan eraun gandul profesional que no creía enla necesidad de trabajar a jornadacompleta. Supongo que era el quemejor había comprendido la vida; enlugar de pasar sus últimos días comoun hámster en su rueda, continuó consu mantra de ser simplementeDuncan.

30 de abril20:10 h.

Hace una hora he oído un golpesordo y fuerte que llegaba desdealgún punto del complejo. Despuésde comprobar el interior de lasinstalaciones, no hemos podidoencontrar su origen.

23:42 h.

Oigo golpes repetidos, extraños,en el interior. John y yo vamos acomprobar las cámaras de seguridad.

VERDAD YCONSECUENCIAS

1 de mayo14:24 h.

No dejo de repetir en mi mente elsonido que oí anoche. Parecía surgirdel interior del complejo, pero trasrealizar una concienzuda inspecciónde todos los rincones, noencontramos nada. Esta mañana eso

ha cambiado. Empezamos al oír ungolpeteo intermitente, fuertesporrazos, que provenían de nuevo delinterior de las instalaciones. Hemoscomprobado, otra vez, las cámaraspara asegurarnos. «¿Por qué no lasmiramos todas, por si acaso?», hasugerido John después de meditardurante un minuto. Yo me hemostrado de acuerdo y hemosempezado a pasar las imágenes detodas las cámaras del interior delcomplejo.

Todas las imágenes parecían

despejadas, hasta que hemosactivado la cámara del silo demisiles. El lanzamiento debió deenturbiar la lente, porque la imagenno se veía muy clara. John haintentado activar el modo nocturno,pero parece ser que la cámara noestá diseñada para esa función.

Hemos seguido observando. Unafigura oscura, alta, se movía frente ala cámara, y, en ocasiones,bloqueaba la vista. Después se hanoído otra vez los ruidos. Fuera lo quefuese, golpeaba las paredes del silo.

He decidido subir y mirar por elhueco de éste, aunque evitando laposibilidad de ponerme en unaposición peligrosa, o letal.

He agarrado mi fusil y heempezado a ascender la escalera dela salida alternativa, la quedesemboca en el helipuerto y en elagujero del silo. El aire fresco demayo ha entrado cuando he abierto lapuerta sellada. He salido bajo la luzdel sol y he ajustado mis ojos a lailuminación. Lo primero en lo que mehe fijado ha sido en la puerta de la

verja. No estaba cerrada. Me heacercado a ella, y he mirado si lahabían forzado. No había nada mal;lo único era que había tierra en lasteclas. Por la información que tenía,cualquiera de nosotros podríahaberlos pulsado con las manossucias, así que lo he ignorado y mehe acercado al agujero que se abre enel suelo.

Con miedo a que el viento meempujase al interior del pozo, me heestirado en el suelo boca abajo y heasomado la cabeza por el borde. He

mirado al fondo y he visto por fin lafuente de los extraños ruidos queoímos ayer y esta mañana. En elfondo del silo había un miembro dela Fuerza Aérea destrozado; su brazomostraba numerosas fracturas y teníala piel podrida atravesada porastillas de hueso. Aquellaespeluznante criatura ha visto lasombra que proyectaba y ha intentadoascender hasta su cena por laescalerilla.

Casi me he reído de la criatura alverla intentar subir. Supongo que se

rompió el brazo, se lo dislocó con lacaída. La falta de coordinación leobligaba a colocar el pie en elprimer peldaño y luego volver a caerde espaldas.

Este antiguo militar no muerto ibavestido con el mismo uniforme quelos dos cadáveres que encontramoscuando llegamos aquí. Si sumamosesto al hecho de que alguien hatenido que introducir el código deapertura, me he supuesto lo peor.Esto sugiere que estas criaturasmantienen más que sus recuerdos

residuales primitivos. Este soldadodebía de estar destinado aquí, debede hacer meses que murió... sólopara tambalearse hasta aquí estanoche y recordar cómo teclear uncódigo de cinco dígitos para entrar.

Ahora me tocaba encargarme deél. No podía arriesgarme a dispararmi arma desde aquí arriba, así que hedecidido descender por el hueco delsilo y dispararle desde la mitad delcamino. No me entusiasmaba muchola idea, pero prefería hacerlo así quellamar la atención de legiones a las

puertas del complejo.He colgado las piernas por el

borde y he empezado a descender,con el arma colgada al hombro. Amedio camino me he detenido con elarma preparada. La criatura estabarabiosa; lo único que deseaba eraque me cayese, que me rompiese laspiernas... Estaría indefenso y medevoraría. Pensando más en estacriatura que en mí, he apuntado y lahe destruido.

Le he comunicado a John lasnovedades. Estaba preocupado por la

puerta de la verja, por si la criaturala había abierto. Quiero registrarlelos bolsillos, pero no estoy de humorpara bajar hasta allí, así que lodejaré abajo hasta mañana. Despuéslo subiré y dispondré del cadáver.

4 de mayo21:09 h.

Hoy mi madre habría cumplidocincuenta años. He perdido toda

esperanza respecto a lasupervivencia de mi familia. Hemoscambiado el código de la cerraduraexterior, por si acaso se acerca otrovisitante. El día después a nuestroencuentro con el amigo saltapozos,John y yo decidimos registrarle losbolsillos. No había nada... aunque sítenía algo que me llamó la atención.En su brazo izquierdo llevaba unreloj Omega que parecía nuevo. Denada serviría desperdiciarlo.

Su reloj estaba retrasado unahora con respecto al mío,

seguramente porque la criatura hasido incapaz de cambiar la hora paraahorrar energía. Aparte de eso,funciona a la perfección. Esautomático y el movimiento delcadáver es lo que lo ha mantenidofuncionando. Un buen hallazgo.

Esta noche aprovecharé laoscuridad para ir a comprobar elestado del avión. Hoy he jugado conLaura, y he sacado a Annabelle a darun paseo. Las he dejado quecorriesen con libertad mientras yoreparaba la débil estacada que

rodeaba las compuertas delanzamiento. Se había caído de unlado; era donde el cadáver habíatropezado.

El viento ha cambiado, yAnnabelle ha podido olerlos. El pelodel lomo se le ha erizado y haempezado a ladrar. He señalado a laperra y después a Laura, para que lacogiese. Ha sido divertido ver cómoLaura intentaba capturar a Annabellemientras ésta se retorcía. Por hoy, yahan estado suficiente en su mundo,supongo. Hemos vuelto al interior.

7 de mayo20:36 h.

Aunque el sonido de la lluvia deesta tarde no se oye desde el interiordel complejo, sé que llueve, igualque sé que los muertos gimen en elexterior. Los truenos y los rayos hancaído cerca de las instalaciones. Lasimágenes del circuito cerrado sequiebran cada vez que un rayo golpea

cerca de nosotros. Supongo queninguna tormenta puede afectarnosaquí bajo tierra; de todos modos,apuesto a que un tornado se cargaríala alambrada del perímetro.

Entre interferencias, hemospodido contemplar las hordas de nomuertos del exterior. El vientoderriba a muchos, y otros caen acausa de los tropezones con suscolegas cadáveres. Ayer estuverevolviendo por la sala de estar, yencontré un libro de MargaretAtwood, Oryx y Crake. He leído casi

toda la noche y la mayor parte dehoy. Supongo que la situación esparalela a la que estoy viviendo yo,aunque parezca extraño. No hacefalta que cuente mucho de qué va, yaque el resto del grupo seguramentetambién lo leerá. Supongo que esdeprimente. John y yo hemosescuchado la cháchara que se oía enlas radios de alta frecuencia. No esque no se escuche bien la señal, sinoque parece que las personas quehablan usan una especie de código yrecortan palabras. Qué optimista por

su parte pensar que a alguien leimporta una mierda.

Tara y yo hemos hecho un pocode ejercicio esta mañana:abdominales, flexiones, saltoslaterales... «No nos detendremoshasta que no se nos detenga elcorazón.» Esta frase despierta en mírecuerdos del instructor de losMarines, cuando estaba en laacademia militar. Era todo uncabrón. Me juego lo que sea a queseguramente sigue vivo, y que se lasestá haciendo pasar putas a alguien.

10 de mayo19:53 h.

Durante la noche del día 8, algocausó que los no muertos de la puertaprincipal del complejo se alejasendurante unas horas. Los observé porlas cámaras exteriores, y me fijé enque su atención estaba dividida. Suscabezas giraban con aquellaexpresión familiar que indica que hay

comida disponible. Los centenaresque se veían en la pantalla sefundieron con la noche. No sé qué eslo que perseguían. William y yoteorizamos que debía de tratarse delmismo grupo de gente que nosdisparó cuando montamos en elavión. Tiene sentido que se hayanacercado a explorar esta área, sobretodo si tenemos en cuenta que es muyvaliosa para refugiarse en ella.

Hemos oído más conversacionesen los canales de alta frecuencia. Helogrado comprender las siguientes

palabras: banda, ofensiva yperímetro. No estoy seguro del ordenen que las pronunciaron, pero puedensignificar muchas cosas distintas.Ahora contamos con unos cuantosmillares de balas que encontramos enel armario del arsenal, pero no creoque podamos repeler a los intrusos sinos superan ampliamente en número.Si rompieran las defensas delcomplejo, podrían vencernos.

Las chicas han aprendido aapuntar con los fusiles, peronecesitarían practicar con disparos

de verdad para ser al menos un pococompetentes. Sería una locurahacerlo en algún lugar cercano alcomplejo, ya que lo único quelograríamos sería atraerlos a nuestraposición y sin duda nos verían huir através de la verja. Comenzaré apreparar una salida con Tara y Janpara asegurarme de que puedendisparar con fusiles de asalto cuandohaya llegado el momento.

He oído que Jan empezaba aenseñarle a Laura nociones básicasde matemáticas. Supongo que como

no hay ningún colegio al que acudirno es una mala idea que Lauraaprenda un poco. Annabelle engordaa causa de la falta de ejercicio y depienso para perros.

14 de mayo22:09 h.

El día 11 me llevé a las chicas auna pequeña excursión. Nos alejamosun kilómetro y medio del complejo,

de manera que todavía veíamos laspuertas de entrada a lo lejos. FuimosWilliam, Jan, Tara y yo mismo.Llevábamos a Jan y a Tara connosotros para enseñarlas a dispararlos M-16 que habíamos conseguidoen el arsenal. En lugar de malgastarla munición, decidí que, parapracticar, dispararan contra loscadáveres reunidos ante las puertasprincipales. Avanzamos hacia laentrada principal, hasta queestuvimos a unos quinientos metros, ycon un campo de visión claro.

Yo los miraba con losprismáticos mientras Williamvigilaba a nuestras espaldas. Jan yTara ya habían cargado las armas, yllevaban con ellas algunoscargadores más. Había llegado elmomento de disparar de verdad lasarmas. Tiraron atrás los percutores;oí los chasquidos cuando las balasentraron en la recámara. Apuntaron.Me tapé los oídos con balas de 9mm.Como no había nada a lo que apuntar,simplemente dirigieron sus disparosal centro de la masa que formaba la

multitud. Con los prismáticos logréver que algunos caían, mientras queotros levantaban nubes de polvomarrón en los lugares en que lasbalas les habían golpeado. Pero ellasno eran las únicas que habían venidoa practicar. Había llegado mi turno.

William, Jan, Tara y yoesperamos a que la enormeformación de cadáveres empezara adesplazarse hacia el origen de losdisparos, a que se alejaran del Hotel23. Las chicas continuaroncargándose a algunos de los

tambaleantes seres, mientras yocargaba el M-203 que llevaba mi M-16. Nunca había disparado unagranada con uno de estos cacharros,pero me había empollado el manualen los últimos días.

Un grupo de al menos trescientosseres se abría camino hacia nuestraposición; en ocasiones uno o dos seseparaba de la formación. Había unnúmero todavía mayor tras estegrupo, pero parece ser que al finaltambién percibieron que sucedía algoy se pusieron en marcha, hacia

nosotros. El primer grupo estaba aunos doscientos metros cuandodisparé la granada. No conocía lascaracterísticas de aquella arma, asíque compensé demasiado elretroceso y lancé la granada entre elgrupo de trescientos y el grupoposterior. Me cargué a seres de losdos grupos. Las chicas disparaban,apuntando a las cabezas. Williamcomprobaba nuestros flancos;confiaba en que nosotros éramos susojos delanteros.

Coloqué el segundo proyectil en

el lanzagranadas. Esta vez apuntéjusto en el centro del grupo máscercano. La bomba explotó y envió ala mierda al menos a cincuenta. Laonda expansiva tumbó a la mitad;muchos de ellos volvieron alevantarse con dificultades. Ahoraque conocía las posibilidades delarma y las chicas habían adquiridoexperiencia real con los M-16, habíallegado el momento de volver.Desaparecimos tras la línea deárboles, trazamos un círculo,escondidos por los ramajes, y

volvimos al complejo.

PROBLEMAS EN ELPARAÍSO

16 de mayo12:02 h.

Estamos asediados. Esta madrugada,alrededor de las cinco y media, heescuchado un ruido muy fuerteencima de nosotros y en minutos hevuelto a escuchar los golpesfamiliares, parecidos a los del

militar de las Fuerzas Aéreas quecayó en el silo abierto. He perdido lacuenta de los golpes.

Debe de haber veinte, tal veztreinta. John, Will y yo hemoscorrido a la sala de control y hemosrebobinado la grabación deseguridad hasta un punto anterior alfuerte golpe. En la pantalla hemosvisto la fuente del ruido original. Unagrúa, parecida a los camiones-grúaque se usan para llevar tractores,estaba encadenada a la alambradadonde había estado la puerta con el

cerrojo del código. Deduzco que elconductor había pisado a fondo porla cantidad de hierba y tierra que lasruedas levantaban. La puerta y unasección de tres metros de la verja sehabían despegado del suelo y dejaronun espacio abierto de al menos cincometros. La grúa quedó enseguidarodeada por no muertos, ydesapareció en la noche. Vimoscomo los cadáveres empezaban aentrar en el perímetro, pisando laverja caída.

Volvimos a la función normal del

monitor, pero no nos sirvió de nada.Vimos que cinco hombres colocabansacos de patatas, o algo parecido,sobre las cámaras. ¿Por qué no lasdestruían? La única que queda es lade la entrada principal. Supongo queo bien no la han visto o la cantidadde población de no muertos es tandensa que no pueden acceder a ella.Oímos sonidos intermitentes desdearriba, pero no tenemos forma desaber qué planean.

Mi teoría es que si abrimos laspuertas de entrada al silo, nos

encontraremos con un pequeñoejército de cadáveres retorcidos conlos que enfrentarnos. Incluso ahorano paro de oír el ruido de susporrazos, ahogados por la distancia.

Quieren escapar de su prisióncilíndrica. Bueno, eso no es del todocierto; lo único que quieren es otracosa.

También me he planteado losmotivos por los que no handestrozado la verja atravesándoladirectamente con la grúa. Habríasido más seguro que tener que salir

del vehículo y atar una cadena a lavalla y a la grúa... a menos queintenten hacer el menor daño posibleal complejo. John se encarga de lacámara principal.

Ha visto vehículosdesplazándose por detrás de la masade cadáveres, pero cuando entrancompletamente en plano, vuelven adesaparecer por el camino de entradaal complejo, en el que nosencontramos. Ha contado un total deseis vehículos, sin la grúa. Amanece.Por ahora, todo está en silencio. Será

un día muy largo.

20:18 h.

No sé cómo no se nos haocurrido antes. Han colocado sacossobre las cámaras, no las handesconectado. John ha cambiado elmodo de funcionamiento y las hacolocado en visión térmica, de formaque podemos ver todos losmovimientos humanos a través de los

sacos de arpillera como si noestuviesen. Hemos saltado de unacámara a otra y contado la cantidadde gente que hay. El brillo naranja yrojo rodea los varios vehículos de sugrupo.

También hemos visto muchosdisparos. Cuando abren fuego, através de la cámara térmica vemos undestello brillante en los cañones.Esas armas no parecen militares;creo que son escopetas de caza.

Siguen moviéndose, alejando alos muertos de la zona y después

vuelven. Supongo que no puedenquedarse en un solo sitio, a causa dela gran cantidad de cadáveresvivientes que pueblan el área. Pareceque sistemáticamente los alejan deaquí. Parece bastante ingenioso;supongo que han sobrevivido graciasa este método.

Apostaría que nos han observadodurante días; tal vez hasta estuvieranallá fuera cuando salimos a probarlas armas. No hemos escuchadoninguna herramienta cortante, nadaque indique que intentan abrirse paso

al interior del complejo. La cámaraprincipal aún funciona a laperfección, y en la función de visiónnocturna muestra una zona deaparcamiento vacía.

Estos merodeadores hanconseguido despejar el accesoprincipal, pero no puedo saber si nosacechan en la oscuridad, paramatarnos a la primera oportunidadque tengan. He colocado la orejasobre la escotilla de acero del silo.He oído cómo se mueven, cómogimen, cómo golpean las paredes

desde el otro lado.

EL ENGAÑO DEJOHN

19 de mayo19:32 h.

La noche del día 17 efectuaron suasalto. Estábamos observándolos através de las cámaras térmicas y dela cámara descubierta de la entradaprincipal cuando sucedió. Trajeronmontones de cadáveres al agujero de

lanzamiento, al mismo punto en elque muchos de los no muertos yahabían caído. La pantalla de lacámara térmica más cercana al siloenseguida se puso completamenteblanca. Yo puse una manoenguantada sobre la escotilla deacceso al silo. La puerta era maciza,resistente, pero al otro lado habíafuego. Estaban incinerando a los nomuertos en el pozo. Querían bajar, yyo estaba justo detrás de la puerta.

Teníamos que trazar un plan.John me contó lo que había visto en

la pantalla, justo antes de que todo sevolviese blanco: cuatro hombrestransportaban una caja grande através de la sección derruida de laalambrada. Debía de tratarse de unaherramienta para cortar. En lasveinticuatro horas anteriores, lanoche del dieciséis al diecisietehabía observado que usaban aquellatáctica, parecida a la de un pastor,para controlar a los no muertos.

Con su convoy habían traído untanque de gasolina de dieciochoruedas. Esto lo vimos con las

imágenes vía satélite, antes de que senublase el día. Ahora estimaba queya debían de ser unos cincuentahombres, con unos veinte vehículos.

Comprobamos la radio por sirecibíamos alguna información.Oíamos a la perfección cómo secomunicaban. El código que usabansonaba muy familiar, igual que el quehabíamos escuchado hacía un par desemanas. Pero podía haber sidochino... Ya no importaba. A juzgarpor las imágenes térmicas, elincendio todavía no se había

apagado. Tenía que encontrar unaforma de subir sin que medescubrieran, y desorientarlos deforma que tuvieran que acabarrindiéndose. Necesitábamoscolaborar todos para salir de estasituación.

Este era mi plan: le enseñé a Jancómo lanzarles un mensaje a losmerodeadores con la radio a unahora determinada. La llamadaserviría para informarles de que setrataba de una base oficial delgobierno, y de que había más de cien

soldados, todos armados. Si no seretiraban, los soldados seríanautorizados a defenderse usandofuerza letal. Tenía que emitir lallamada por la frecuencia de losmerodeadores exactamente cuarentay cinco minutos después de quenosotros saliésemos del complejo.

John y yo recordamos el día enque llegamos al Hotel 23. Habíamosdormido en una pequeña área,cercada por una valla metálica, quetambién tenía dentro una especie dehueco. En los días que habíamos

pasado desde que descubrimos esterefugio, John, Will y yo habíamosaveriguado que se trataba de unasalida de emergencia, diseñada porsi el resto de accesos quedabanneutralizados. Estaba bastantealejada de las compuertas del silo yde la entrada principal, así queteníamos bastantes oportunidades deque no se dieran cuenta de nuestrosmovimientos.

Las chicas se armaron con losfusiles y las pistolas. Les enseñécómo debían usar una pistola en un

área forrada de acero; si laapuntaban hacia el suelo, a unos 45grados, los proyectiles del calibre.12 rebotarían y destruirían cualquierelemento que estuviese delante deellas, en el pasillo. Me enseñaronesta táctica en un entrenamientoantiterrorista; servía para detener alos terroristas que hubiesen invadidobarcos americanos. Con estaestrategia ni tan siquiera tenías quever a tu objetivo.

Cogí el M-16 con ellanzagranadas M-203, toda la

munición que podía llegar anecesitar, una manta y mis gafas devisión nocturna. John también agarrólos M-16, dos pistolas M-9 y losprismáticos. Nos dirigimos a lasalida de emergencia, que estabaaproximadamente a quinientos metrosde distancia, descendiendo por untúnel oscuro.

Algunas de las bombillas queiluminaban el corredor se habíanfundido, y tenía que cambiarconstantemente a la visión nocturnapara mostrar el camino hacia la

escotilla a John y a Will. La mano deJohn permanecía en mi hombrocuando los guiaba por la oscuridad.Olía el miedo en el aire. Todosestábamos asustados. Ninguno denosotros deseaba tener que matar aotro ser humano, pero nuestrasupervivencia estaba en juego.

No podíamos arriesgarnos conlos que nos deseaban mal. Llegamosa la escotilla. Jan empezó la cuentaatrás en aquellos momentos.Comprobé la hora. Eran las 21.55, yella realizó la transmisión a las

22.40 h. No podíamos arriesgarnos aabrir la pesada escotilla con el motorhidráulico, pero parecía que todo loque había en las instalaciones teníaun plan B. Con sesenta y dos giros dela rueda de apertura manual,logramos abrir medio metro laescotilla. No había luna; la nocheestaba nublada. A lo lejos percibía laluz que emitía el fuego del silo, quese veía por encima de la colina quehabía al lado de la valla tras la quenos encontrábamos.

Saltamos la alambrada juntos,

con ayuda de la manta que habíatraído conmigo. Ya estábamos al otrolado. No había movimiento de nomuertos a nuestro alrededor a eselado de la valla. Ascendimosagachados por el terraplén, paraigualar nuestro punto de vista con elde los bandidos. Allá estaban. Conayuda de los prismáticos, los conté.Había cuarenta y cinco. Muchos delos vehículos que conducían parecíanbastante caros. Había Landrovers yHummers completos. Estabanreunidos junto a la valla, cerca de los

vehículos y el tanque de gasolina queusaban para rellenar sus dinosaurios.

En ese punto estaba desesperado.Nos superaban en número y si habíaun tiroteo, estaba claro queperderíamos. Lo único que podíamoshacer era esperar al mensaje de Jan ydesear que se lo tragasen. Eran ya las22.15h... Oía cómo hablaban. Mepuse las gafas de visión nocturnapara comprobar las áreas másoscuras que había tras el fuego delsilo. Era irónico que pudiese ver lossacos de patatas iluminados por las

luces infrarrojas de las cámaras quecubrían. Los sacos parecían unaversión verde de las antiguaslámparas de acampada que usabanpropano y un fondo de tela paragenerar luz.

Eran ya las 22.35. Cada minutose me antojaba una hora. En cincominutos sabríamos a qué nosenfrentábamos. Los maleantes ibanvestidos con téjanos o con pantalonesde camuflaje. Muchos parecíangordos, en poca forma, y las panzasles colgaban por encima del cinturón.

No importaba; no hay que estar muydelgado para apretar un gatillo yacertar a tu objetivo.

Vamos, ya las 22.40. Comprobémi reloj y le hice un gesto con lacabeza a John y a Will, para pedirlesque se quedasen muy callados. Nohabía señal de que hubiesenescuchado el mensaje de Jan. Yentonces llegó. Algunos del gruposisearon un familiar «SHHH» alunísono, ordenando mantenersilencio. Y entonces alguien soltóuna carcajada, y otro grito:

«¡JÓDETE, PUTA! ¡LO QUE TÚTIENES LO QUEREMOSNOSOTROS!» Rieron, soltarontacos y dispararon hacia el cielonocturno.

Tuve que agarrar a William delbrazo para evitar que se pusiese enpie de la rabia. Las llamas seextinguían, y ya no veía las puntas amedida que desaparecían tras lascompuertas del silo. Se nos acababael tiempo. Con ayuda de losprismáticos, vi cómo introducían unartilugio cortante o para soldar.

Aquellos hombres nos querían vermuertos.

Era una cuestión desupervivencia del más fuerte. Toméla decisión. En lugar de esperar aque nos superaran en número en elinterior de las instalaciones, decidígolpearlos cuando todavía estabanjuntos. Y esta decisión meatormentará para siempre. Lesordené a John y a Will quemantuvieran la cabeza gacha mientrascargaba el lanzagranadas que llevabacon el M-16. Sabía que estaba muy

lejos del tanque de combustible.Ajusté la mirilla para un objetivo acien metros. Lo medité durante uninstante, ponderé mi decisión. Noquedaba tiempo para pensar. Noquedaba tiempo para dudar... Yapreté el gatillo.

La granada silbó al volar por elaire en dirección al tanque decombustible. Aterrizó a dos o tresmetros del centro del camión ydetonó, lanzando centenares deastillas de metralla que atravesaronla piel de metal que rodeaba los

miles de litros de gasolina. Y seprodujo una enorme explosión. Norecuerdo lo que sucedió después.

Lo siguiente que recuerdo es aJohn y a William haciendo turnospara intentar reanimarme en la basede la alambrada. Después descubríque la onda expansiva me lanzó diezmetros hacia atrás, y aterricé en labase de la valla. Tuve suerte algolpear la sección central de la verjay no uno de los postes o el alambrede espino.

He estado en cama desde ese día,

recuperándome de las quemaduras yde una probable conmoción cerebral,según Jan. John y William mellevaron de vuelta al centro demando y llamaron por radio al restode los merodeadores. Supongo queestaban fuera, pastoreando a loscadáveres andantes. John emitió elsiguiente mensaje en todas lasfrecuencias disponibles:

«Para el grupo rebelde

que recientemente ha llevadoa cabo actividades hostilescontra las instalacionesmilitares del gobierno: lesadvertimos que hemosdesplegado cuatrohelicópteros Apache paraneutralizar todas las fuerzashostiles de las cercanías.Cualquier hostilidadadicional por su parte secontrarrestará con laextinción total de su facción.»

John ha repetido el mensajedurante media hora. Hasta ahora nohemos recibido ninguna respuesta ala advertencia. Sólo espero que elengaño de john funcione. Tal vezhemos ganado la batalla por el Hotel23, pero si una fuerza similardecidiera atacarnos ahora, nolograríamos salir de ésta. De todasformas, después de matar a casicincuenta personas, ya tengobastantes problemas por los quepreocuparme. De alguna forma mealegro de haberme quedado

inconsciente, al borde de la muerte;al menos no he tenido que oír susgritos.

POSTFACIO

Gracias por adentraros conmigoen el mundo de los no muertos;espero que hayáis disfrutado leyendoDiario de una invasión zombie tantocomo yo he disfrutado escribiéndolo.Éste no es el final de la historia; osaseguro que volveréis a saber delsuperviviente del Hotel 23. Aunquela Guerra contra el Terrorismo ocupacasi todo mi tiempo, todavíaencuentro momentos para sumergirme

en la mente de un hombre que huye,atrapado en un mundo muerto. Se lodebo al personaje, y a los seguidoresde la novela.

Habrá una segunda parte.

Cerrad bien todas las puertas.

Notas

[1] La carta, por si no se puedeleer, dice: 12 de febrero.Queridísima Claudia. Te quierotanto. Sé que estás en el cieloobservándome, y que sabes todo eldolor que siento. Aunque sé que noeres tú la que está en el sótano, no helogrado obligarme a hacerlo. Porfavor, perdóname por no (ilegible)haberte dejado descansar en paz. Soyun cobarde. Que dios me perdone por

lo que voy a hacer. Siempre tequerré. Frank. (Nota deldigitalizador)↵