David Puerta-Fernando Leon-Dario Tobon

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"Paseo Campestre". Ramón Torres Méndez Biblioteca Luis-Angel Arango Sala de Conciertos Vigésilllo 1966-1986 Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.

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"Paseo Campestre". Ramón Torres Méndez

Biblioteca Luis-Angel Arango Sala de Conciertos

Vigésilllo A~iversario 1966-1986

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.

DAVID PUERTA ZULUAGA Tiple

Nació en Bogotá en 1940. Adelantó estudios musicales tomando clases par­ticulares con los profesores Julián Lombana, Fernando León y Fidel Alvarez.

Como concertista del tiple David Puerta ha ofrecido conciertos en Bogotá en el Teatro Colón, Auditorio León de Greiff, Salón Skandia, Salón XX, Mu­seo Nacional; Universidades Javeriana, de la Sabana, Gran Colombia; Insti­tuto Colombo-Alemán, Instituto Colombo-Soviético; Caja Agraria, Acade­mia Francisco Cristancho, Seminario Mayor, Gimnasio Femenino, Gimna­sio Moderno, Sociedad de Ingenieros, Anif, Fondo Cafetero.

Ha ofrecido conciertos en otras ciudades del país como Medellín, Cali, Ar­menia, Tunja, etc.

Fue artista invitado a la "Primera Tribuna de Música Latinoamericana" en Villa de Leyva, en 1979.

Ha hecho también presentaciones en la Televisor a Nacional de Colombia, en programas como ''Música para Todos'', de la Orquesta Filarmónica de Bo­gota y "Noches de Colombia" de Colcultura. En el exterior, David Puerta ha actuado en España, Venezuela, Canadá y Holanda.

Como investigador fue ganador del segundo premio en el concurso de histo­ria nacional "Eduardo Santos", en 1984, con el libro "Los Caminos del Tiple". Fue conferencista invitado al seminario sobre Cultura Popular, Col­cultura, realizado en Cali en noviero bre de 1981.

Ha hecho publicaciones sobre música y folklore en los periódicos El Tiempo, El Espectador y en varias revistas.

Como compositor fue ganador del primer premio del Concurso Unicef para la canción infantil en 1979; segundo premio en el concurso nacional de com­posición en Neiva en 1979; semifinalista en el concurso nacional de composi­ción, Colcultura, en 1979-1981. Fue además fundador del Club de Estudian­tes Cantores de la Universidad Javeriana en 1961.

FERNANDO LEON RENGIFO (Buga. Valle, 1952)

Además de los estudios adelantados en el Conservatorio de Música del De­partamento de Artes de la Universidad Nacional, Bogotá, entre 1968 y 197 5, recibió clases de bandola con el maestro Efraín Orozco; de guitarra, con Gentil Montaña; de instrumentación y composición, con los maestros Alex Tovar, Bias Emilio Atehortúa y Agustín Cullel. Es considerado como uno de los más importantes bandolistas del país. Ha sido también director y

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arreglista del Trío Joyel; arreglista para la Orquesta de Cámara de la Filar­mónica de Bogotá; profesor de la U Diversidad Pedagógica, el Inem Santiago Pérez, las Academias Distritales Luis A. Calvo y Emilio Murillo; director de muy diversas agrupaciones musicales de carácter estudiantil o laboral, en entidades tales como la Universidad Nacional, La Colombiana de Seguros, la Caja de Previsión Social del Distrito, etc. Ha publicado arreglos para el trío instrumental típico "Las melodías más bellas de Colombia" (1985): tiene en preparación un "Método de bandola" y es constantemente solicita­do como director, arreglista o ejecutante en su dominio de la música andina colombiana, que lo ha proyectado internacionalmente a países como Vene­zuela, Guatemala y Cuba.

DARlO TOBON GIRALDO (Rionegro, Antioquia, 1940)

Alumno de canto de los profesores Luis ~arios García, Luis Macía y Gilber­to Escobar. Su permanente actividad musical lo ha llevado a ser integrante y solista del Conjunto Tejicóndor de Medellín y la Coral Santa Cecilia de Barranquilla. Como cantante solista obtuvo el premio de su modalidad en el Segundo Concurso de Intérpretes de Música Colombiana, Colcultura, 1983. Gracias a dos discos de larga duración recientemente grabados, ha surgido en el panorama nacional como uno de los máximos intérpretes de nuestra música tradicional.

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CONCIERTO CENTENARIO DE LA CONSTITUCION

MUSICA POPULAR NEOGRANADINA DEL SIGLO XIX

PROGRAMA

PRIMERA PARTE

Solista de tiple: David Puerta

l. La Guaneña Bambuco Anónimo 2. La Libertadora Contradanza Anónimo 3. La Vencedora Contradanza Anónimo 4. El melifluo Pasillo José Viteri 5. El porvenir Vals José E. Suárez 6. A la más bella Danza José E. Suárez 7. Reflejos Pasillo Pedro Morales P. 8. Brisas del Pamplonita Bambuco Ellas M. Soto

SEGUNDA PARTE

A. Instrumental

Bandola: Fernando León Tiple: David Puerta

l. La Picciola Pasillo Dolores Angulo 2. Castilla Pasillo Fulgencio Garcia 3. A José M. Ponce Polka Julio M. Arce 5. Gil Bias Pasillo Arturo Patiño

B. Vocal Instrumental

Canto: Darlo Tobón Guitarra: Fernando León Tiple: David Puerta

l. Lavanderita Bambuco Anónimo 2. Dime que me amas Danza G. Perea 3. Reminiscencias Canción Arrieta-Theminea 4. El muro Bambuco Ricardo Cuberos 5. Van cantando por la Bambuco Diego Uribe

sierra

Bogotá, Agosto 12 de 1986

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NOTAS AL PROGRAMA

Este recorrido por los campos de la música popular de la Colombia del siglo pasado, se inicia con La Guaneña, bambuco que dió ánimo a las tropas del general Córdoba en Ayacucho cuando fue lanzada la famosa consigna: ¡"De frente, paso de vencedores''! Con tales acordes; interpretados por la banda del Batallón Voltigeros, se rubricó la libertad regional en 1824. Pero bien an­tigua y conocida debía de ser la melodía, puesto que se usó con propósitos tan definidos. En todo caso, al decir de Sergio Ellas Ortiz, este bambuco es "himno de guerra, música de combate, tono de fiesta y preludio de borrache­ra" para los nariñenses. Constituye además la pieza musical más antigua entre las que todavía se tocan popularmente con el carácter de insignia, esto es, con la que todo un pueblo se siente identificado.

Al mismo período emancipador pertenecen las contradanzas La Vencedora y La Libertadora. Ambas nacieron al fragor de las campañas de 1819. Aun­que se desconocen sus autores, se sabe que La Vencedora fue interpretada por la banda militar de don José Maria Cancino en la Batalla de Boyacá y luego, al llegar triunfales las tropas patriotas a Santafé, se recibió gloriosa­mente a Bolívar con La Libertadora. Con esas contradanzas se bailó incan­sablemente durante los quince días que duró la celebración de la victoria.

Las demás obras que componen el concierto pertenecen al período republi­cano de la segunda mitad del Siglo XIX. Algunas sobrepasaron la línea divi­soria secular y llegaron hasta nuestros días. Tal es el caso de Reflejos, pa­sillo de Pedro Morales Pino (1890) y Brisas del Pamplonita, bambuco de Elias M. Soto (1894), piezas que aún hoy emocionan y expresan sentimien­tos compartidos.

Los bambpcos El muro, de Ricardo Cuberos (1890) y Van cantando por la sierra, de Diego Uribe (1890), cuyas partituras pueden observarse en el libro "Canciones y recuerdos" de Jorge Añez (Bogotá 1951 ). gozaron de gran fa­voritismo desde sus comienzos por lo cual fueron llevados al disco en muy temprana oportunidad.

El bambuco Lavanderita pertenece al acervo tradicional antioqueño y llegó por herencia familiar a conocimiento del tiplista Puerta. Este bambuco de autor desconocido era· entonado a dúo por don David Puerta Tamayo y don Osear de Greiff en Y arumal, en las postrimerías del siglo pasado.

En cuanto a las demás piezas, son coetáneas de la Constitución y desconoci­das por los públicos actuales. Fueron encontradas en el archivo legado por Monseñor José Ignacio Perdomo Escobar a la Biblioteca Luis-Angel Aran­go del Banco de la República. La transcripción y el arreglo para instrumen­tos de cuerda, se hizo mediante trabajo conjunto de Fernando León y David Puerta.

Tales obras son indicativas de un panorama general musical que todavía es­taba en procesos de búsqueda e identificación . . Es verdad que desde el pe-

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ríodo colonial se habían instalado y puesto a funcionar en nuestro país los resortes necesarios para un movimiento musical intenso, que en ocasiones llegó a niveles meritorios. Pero en el transcurso del siglo anterior, tal vez a causa de las incontables guerras padecidas (primero las de independencia y luego las civiles), no pudo estabilizarse un quehacer cultural con fundamen­tos sólidos, permanencia confiable o valores de carácter trascendente. La música que había logrado hacerse en los primeros años de vida republicana fue, para decirlo en términos coloquiales, "apenas para el gasto" interno.

Para 1886, fecha de la promulgación de la Constitución, Oreste Sindici frisa­ba los 49 años de edad y aún no había compuesto la música del himno na­cional, que apenas vendría a estrenarse un año después. Fulgencio García, Luis A. Calvo, Guillermo Uribe Holguín, Alberto Castilla y Emilio Murillo no habían hecho todavía la Primera Comunión. La Academia Nacional, fun­dada por Jorge W. Price, apenas daba sus pasos iniciales y debían pasar tres años más antes de entregar los primeros músicos graduados. Pero ya se había dado a conocer el genio musical nativo en figuras tales como Juan Cri­sóstomo Osorio, Julio Quevedo, Honorio Alarcón, Diego Fallon. Ya habían sid~strenadas las operas Es ter (1874) y Florinda (1876) de .fosé María Pon­ce de León, además de la zarzuela bogotana Similia Similibus (1883), con texto de Carlos Sáenz Echeverry y música de doña Teresa Ta~co Cordovez. Y Pedro Morales Pino, a sus veintitrés años, se disponía a empezar su obra de renovación, instauración y definición de la música y la organología popu-lares. -

José Eleuterio Suárez, a quien pertenece la autoría del vals El Porvenir y la danza A la más bella, fue músico residente en Bogotá. Entre muchas más comp~siciones, con títulos tales como El infortunio, El bienhechor, El mi­moltrico, etc., le es atribuido el famoso bambuco Palonegro. De él también se conserva en la Biblioteca Luis-Angel Arango un verdadero tesoro musi­cológico. Se trata de un folleto de ocho páginas, sin carátula ni fecha de impresión, que por su estilo ortográfico y tipográfico puede datarse· como cercano pero anterior a 1868. Es el Método fácil para aprender 'los. tonos en el tiple, que constituye la primera publicación conocida en su género en nuestra historia musicaf

En 186.8 publicó José Viteri su Método completo para aprender a tocar tiple i bandola sin necesidad de maestro. Entre las múltiples curiosidades de este ejemplar, se encuentra la agria alusión que hace al método ya mencionado de Suárez, lo cual debió ser causa de arduas polémicas. Hoy, con la perspec­tiva de un siglo, puede verse que ambos maestros formaron eslabones fun­damentales en la cadena de nuestro devenir musical. Al maestro Viteri per­tenece el pasillo El melifluo, que ha sido tomado de una partitura autógrafa del autor, de quien se conservan además, otras obras con títulos muy pinto­rescos: El cantor payanés, El chapaleo de Cúcuta, El ave del Quindto, la Je­susita, etc. Viteri nació en Popayán en 1835. Se desconoce la fecha de su muerte, que debió ser posterior a 1876, cuando se sabe que residía en Me­dellin.

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Arturo Patiño, autor del pasillo Gil Blas, formó parte de la bohemia cente­narista santafereña que dio cuerpo definitivo a la canción colombiana. Al­ternó de igual a igual con los mejores instrumentistas y compositores de su tiempo y aún se recuerda su cordial rivalidad musical con Alejandro Wills. Con el seudónimo de "Arpathy", Patiño dejó la impronta de su genio en composiciones que tuvieron hondo calado en la corriente del gusto de su época. Nació por la década de 1870 y murió en 1945.

Fulgencio García (Purificación, Tolima, 1880; Bogotá 1945) tuvo acceso a los más refinados círculos artísticos. Su periplo, muy semejante al de Artu­ro Patiño, lo hizo formar parte de las mejores agrupaciones instrumentales y dejó, como compositor, obras perdurables al estilo de los pasillos La gata golosa, Vinotinto, Zepeltn, Rosas de la tarde, o los bambucos Sobre el humo, Qué nos importa, Del mar la ola, etc. Se ejecuta en el presente concierto un pasillo compuesto por García como homenaje al maestro Alberto Castilla, su amigo de muchos años y mucha tiplería.

No se tiene noticia acerca del autor Julio M. Arce pero, a juzgar por la Polka que de él se encontró, tuvo que ser músico de exquisito gusto y gran digita­ción, calidades en que abunda la obra. La partitura original para piano dice en su carátula, con el recargado estilo caligráfico de usanza: "Polka al Sr. José María Ponce de León. De su atento servidor Julio Ma. Arce. Setiembre de 1877" (sic).

Con similares características de incógnita se presenta La Picciola. Escrita en la muy pianistica pero poco "cuerdistica" tonalidad de Si Bemol Menor, ha debido ser traspuesta a La Menor para su ejecución en tiple y bandola. La página liminar de la partitura dice textuálmente: "La Picciola, por Dolo­res Angulo" y un poco más abajo, "M.M. Jiménez, 1872". El extraño nombre de la pieza tal vez alude al nombre de una de las cantantes de ópera que deleitaron a los bogotanos en la segunda mitad del siglo, cuando se ini­ció esa actividad lírica en nuestro medio.

Dime que me amas fue compuesta, según reza explicitamente en la partitu­ra, el 24 de julio de 1883, aunque la publicación en la "Imprenta de la Luz" sólo vino a efe.ctuarse en 1888. Es una "danza a dúo con acompañamiento de piano, música de G. Perea", lo cual nos deja en tinieblas, pues de este autor tampoco se conserva recuerdo alguno. El texto, muy ingenuo, dice en la primera estrofa:

Por la enramada del bosque umbrío cruza, bien mío, el ruiseñor. Y en suaves trinos embriagadores dice a las flores su tierno amor. ¿Por qué alma mía no he de yo hablarte si por amarte muriendo estoy? Dime que me amas como las aves y que no sabes decirme no.

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Por último, y como un curioso documento de la conmemoración constitu­cional, se presenta al público la pieza Reminiscencias, que aparece en una partitura bellamente impresa para piano y dos voces. Se trata de una "Com­posición dedicada a la célebre y distinguida Sra. Da. Soledad Román de Nú­ñez" por dos ilustres desconocidos. El autor de la música se ampara con el seudónimo de "Themínea" mientras el del texto poético se identifica como D.A. Arrieta. Este poeta bien pudo ser oriundo de la región Atlántica y paisano, por tanto, del presidente N úñez, a quien seguramente se pretendió agasajar de manera indirecta con esta obra musical. Como no pudo hallarse la página final de la partitura, para poder presentar la canción, este investi­gador se tomó la libertad de añádir el verso faltante al texto y completar los compases concluyentes, seguramente con mejor intención que resultado. Para dejar clara constancia de la intervención moderna en la obra de hace cien años, se consigna a continuación el remiendo efectuado. La parte del texto que se conserva dice:

Jamás se rompen sin dejar heridas profundas en el alma, las queridas, tiernas costumbres que el amor formó. La planta ya crecida y arraigada se arranca, pero deja desgarrada la tierra en que nació. Cuando baña la luna el firmamento y el mundo duerme, y se recoje el viento y enmudece hasta el último rumor, recuerdo aquel jardín ... ya abandonado. Está, como mi pecho, desola ...

Hasta aquí el texto original. Se ha completado así:

...... desolado sin la flor de un amor.

David Puerta Zuluaga

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