CONTENIDO - Revista Fuentes Humanísticas

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CONTENIDO Begoña Arteta PRESENTACIÓN. LA MIRADA DEL OTRO Cecilia Colón UN VIAJERO EN SU PROPIA CIUDAD: DON LUIS GONZÁLEZ OBREGÓN Joaquín Fernández Pérez Cristina Jiménez Artacho José Fonfría Díaz EL ÁRBOL DE LAS MANITAS ¿EJEMPLAR ÚNICO? Begoña Arteta LA VIDA COTIDIANA EN LA CIUDAD DE MÉXICO 1824-1850 Luz Fernández de Alba LA CIUDAD DE MÉXICO QUE HUMBOLDT VIO A TRAVÉS DE SUS OJOS AZULES Tomás Bernal Alanis LA SERPIENTE EMPLUMADA: UNA MIRADA A LAS AGUAS PROFUNDAS DE MÉXICO Christine Hüttinger ¿QHUBIERA SUCEDIDO SI...? LAS GUERRAS DE LOS CAMPESINOS EN ALEMANIA Y LA CONQUISTA DE MÉXICO EN LA NOVELA DE LEO PERUTZ LA TERCERA BALA Yvonne Cansigno Gutiérrez UNA MIRADA EXTRANJERA EN HISPANOAMÉRICA Joaquina Rodríguez Plaza LA MIRADA DE MAX AUB A MÉXICO ! ! ! ! ! ! ! ! ! 3 9 21 37 51 59 69 85 97

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CONTENIDO

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Begoña ArtetaPRESENTACIÓN. LA MIRADA DEL OTRO

Cecilia ColónUN VIAJERO EN SU PROPIA CIUDAD:DON LUIS GONZÁLEZ OBREGÓN

Joaquín Fernández PérezCristina Jiménez ArtachoJosé Fonfría Díaz

EL ÁRBOL DE LAS MANITAS¿EJEMPLAR ÚNICO?

Begoña ArtetaLA VIDA COTIDIANA EN LA CIUDAD DE MÉXICO1824-1850

Luz Fernández de AlbaLA CIUDAD DE MÉXICO QUE HUMBOLDTVIO A TRAVÉS DE SUS OJOS AZULES

Tomás Bernal AlanisLA SERPIENTE EMPLUMADA:UNA MIRADA A LAS AGUAS PROFUNDAS DE MÉXICO

Christine Hüttinger¿QUÉ HUBIERA SUCEDIDO SI...?LAS GUERRAS DE LOS CAMPESINOS EN ALEMANIA YLA CONQUISTA DE MÉXICO EN LA NOVELA DE LEOPERUTZ LA TERCERA BALA

Yvonne Cansigno GutiérrezUNA MIRADA EXTRANJERA EN HISPANOAMÉRICA

Joaquina Rodríguez PlazaLA MIRADA DE MAX AUB A MÉXICO

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LITERATURA

HISTORIA

CULTURA

MIRADA CRÍTICA

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Alejandra Herrera y Vida ValeroVENCER EL TIEMPO:LA VERDAD POÉTICA DE ALÍ CHUMACERO

Vladimiro Rivas IturraldeANÁLISIS DEL POEMA “ABUNDANCIA ES LA MUERTEDEL CABALLO” DE CÉSAR DÁVILA ANDRADE

Armando Cisneros SosaESCUELAS DE HISTORIA MEXICANA:UNA ENTREVISTA A ERNESTO DE LA TORRE VILLAR

Enrique López AguilarAPUNTES PARA DESCUBRIR A MOZARTDENTRO DE LA MÚSICA “CLÁSICA”

Margarita Olvera SerranoLA SOCIOLOGÍA, EL PASADO, EL PRESENTEY SU SITUACIÓN CONTEMPORÁNEA

Martha Tappan VelázquezIMÁGENES PROGRESISTAS Y APOCALÍPTICAS DE LACIENCIA: EL DISCURSO DE DIVULGACIÓN CIENTÍFICAFRENTE AL CINE DE CIENCIA FICCIÓN

Leticia Algaba Martínez ! José Martín Hidalgo !Luis Alberto Arrioja Díaz Viruell ! Víctor FlorencioRamírez Hernández ! Víctor Díaz Arciniega

SINOPSIS DE LOS ARTÍCULOSCOLABORADORES

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or qué “la mirada del otro”? La res-puesta sería porque ese “otro”, el que estáenfrente o al lado, nos enfoca desde otraperspectiva. No es la que vemos de no-sotros mismos reflejada en el espejo, queno nos causa sorpresa cuando sabemospreviamente lo que esperamos encontrarni tampoco la que nos sobresalta si apare-ce algo imprevisto, algo que se sale de lohabitual, y que nos previene o confirmaalgún cambio. Es distinta, incluso, de lasrespuestas emocionales que el inconscien-te produce en nosotros a lo largo denuestras vidas, y es que la mirada del “otro,su observación, nos permite reflexionar so-bre lo que proyectamos y somos, sin dar-nos cuenta, lo aceptemos o no.

Lo mismo sucede cuando las personasde otras culturas llegan a un país que les esdesconocido, del que sólo han tenido, talvez, alguna referencia bibliográfica o de“oídas”, sobre algún aspecto que les llamóla atención. Y es que viajar es transportarsea otro lugar, y en la mayoría de los casos,viajar equivale a abandonar lo cotidiano pa-ra llegar a un sitio nuevo, en el que nuncase ha estado antes, sin importar que seaen el mismo país, pues incluso, las dife-

rencias locales se hacen notar y dan a ca-da región una personalidad propia, en elcomún denominador de una circunscrip-ción territorial a la que llamamos nación.

Este dossier está dedicado a aquellos quea través de “otra mirada” percibieron aMéxico desde su propia concepción, pre-juicios, simpatías o antipatías, y que es-cribieron sus experiencias, ya sea en for-ma de testimonios, estudios científicos,novelas o cuentos. No podemos olvidar queincluso en el mundo globalizado de hoy,en el que el visitante interesado puedeacceder por medio de Internet a toda la in-formación que requiera del país, de las ciu-dades y lugares que va a visitar, y hastalocalizar la calle y el hotel donde se va ahospedar, no deja de sorprenderle la vidamisma del lugar visitado: sus colores, olor-es, y sabores, los gestos de los habitantes,las costumbres sociales, políticas, religiosasy económicas, que no corresponden a suidiosincrasia, y que, por diferentes, puedenresultarle atractivas, simpáticas o desagra-dables. Para conocer y poder entender me-jor lo que somos como país, es siempreinteresante y muy ilustrativo saber cómonos ven y han visto los otros, en un viajede ida y vuelta, porque nos permite, tam-bién, acercarnos a los que nos visitaron o

Begoña Arteta*

PRESENTACIÓNLA MIRADA DEL OTRO

Departamento de Humanidades, UAM-A.*

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vivieron en México, tanto en el siglo XIXcomo en el XX.

Recordemos que mientras México fuela Nueva España, la Corona prohibió la en-trada a sus colonias a todo aquel que noperteneciera a ella, sobre todo si profesa-ba otra religión. La Reforma, en el siglo XVI,dividió a Europa, y España se convirtió enel Imperio más grande de esa época y tam-bién en el paladín defensor del catolicis-mo, lo que la llevó a tratar de exterminartodo lo que le pareciera un contaminanteideológico para sus súbditos. A pesar de laférrea vigilancia que la Metrópoli ejercíasobre sus colonias, sabemos de tres perso-najes que escaparon a ella y que revelaronalgunos aspectos de la que se considera-ba la colonia más rica del Nuevo Mundo.Se trata del florentino Francisco Carletti enel siglo XVI, del fraile renegado al serviciode Inglaterra Thomas Gage en el XVII y delprusiano Alejandro de Humboldt en el XVIII.1

Una vez consumada su Independencia,México abrió las puertas, que hasta en-tonces habían permanecido cerradas a to-do aquel que quisiera visitarlo. El interésde las nuevas potencias no se hizo esperary, así, llegaron a México viajeros de todotipo: aventureros, científicos, comerciantesy diplomáticos, muchos de los cuales de-jaron un testimonio de su estancia en elpaís, teñido, como es natural, por su propiobagaje cultural que, en la mayoría de lasocasiones, recogía la animosidad acumu-lada durante siglos hacia una iglesia papis-ta, una sociedad corrompida, formada porgrupos raciales muy definidos y excluyen-

tes, que no favorecían un desarrollo mo-derno y, sobre todo, marcada por un granantagonismo hacia los herederos de unaEspaña que consideraban decadente y retra-sada. De poco valían los esfuerzos de losmexicanos por presentarse ante los “otros”como una nación nueva, que no aceptabalos trescientos años de dominio español,que resurgía de las cenizas de su gran pa-sado prehispánico, y para los que la Colo-nia había sido sólo un paréntesis en suhistoria. Empeño imposible, pues los otrosnos siguieron viendo bajo la lupa de suspropios prejuicios, los que utilizaron, mu-chas veces para acrecentar malos enten-didos y justificar abusos, por no hablar deguerras, invasiones y pérdida de una granparte del territorio nacional.

Por fijar una fecha, se puede decir quedespués de 1847 México, seguía atrayen-do a viajeros, aunque no en la misma can-tidad que en años anteriores, cuyas obras,salvo algunas excepciones, no alcanzarontampoco la calidad de las producidas añosatrás. Se puede decir que es a partir de1910 cuando la curva de los viajeros o ex-tranjeros vuelve a cobrar importancia, tan-to por el número como por la variedad deintereses y motivos. Algunos llegan comoemigrantes y se establecen en el país, otrosvienen en busca oportunidades económi-cas, algunos son exiliados de las guerraseuropeas y son bastantes los científicos:arqueólogos, etnógrafos, antropólogos ysociólogos que nos visitan, y que a la postrerepresentan la diversificación de especia-lidades que caracterizó al siglo XX.

El presente dossier inicia con el artículode Luz Fernández de Alba, “La ciudad deMéxico que Humboldt vio a través de susojos azules.” El “viajero de los viajeros”,Alejandro de Humboldt, fue el referenteobligado para todo aquel que viniera a

Cf. Juan A. Ortega y Medina (1987) Zaguán abier-to al México republicano (1820-1830). México,UNAM. Ortega y Medina hace una recopilaciónde los considerados viajeros y los que aunqueextranjeros eran súbditos del rey de España.

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México durante el siglo XIX. Como antes semencionó, este científico llegó en 1803, ala todavía Nueva España. A diferencia deotros estudiosos, la Metrópoli le otorgó to-dos los permisos necesarios para su expe-dición en sus colonias de ultramar. En 1811se publicó su libro Ensayo político sobrela Nueva España, obra que sirvió para dar aconocer, en esos años cruciales, a una co-lonia que iniciaba su lucha independen-tista que terminaría diez años después. Alo que siguió una época –como dice Or-tega y Medina– “...enfebrecida por laespeculación industrial-mercantil y lite-rario-romántica”.2 Humboldt abrió al mun-do las puertas del conocimiento de esaNueva España, y no hay visitante que no lomencione, o trate de corroborar o refutarlo mencionado por el prusiano.

Una de las muchas cosas que el Barónmencionó fue el árbol conocido popular-mente como el Árbol de la Manitas, alusiónsuficiente para que todo viajero que llega-ba a la ciudad de México visitara el JardínBotánico (antes Real Jardín Botánico) paraconocer este ejemplar del que se pensó,durante mucho tiempo, que era único enel mundo, como lo consignaron en susobras. Las primeras noticias sobre esta es-pecie las dio el naturalista español Francis-co Hernández, pero Alexander Von Hum-boldt y Aimé Bonpland no resistieron lacuriosidad de conocerlo y, ya de regresoen Europa, hacen de él una descripciónpormenorizada y, con una lámina grabadaa partir de un dibujo de la planta, la pre-sentan en su obra monumental, en el to-mo dedicado a las plantas equinoccialescolectadas por los dos naturalistas durante

su viaje, quisieron tener la prioridad de bau-tizarla. Joaquín Fernández Pérez, CristinaJiménez Artacho y José Fonfría Díaz, nosdesvelan el misterio de esta “rara” espe-cie en su artículo “El Árbol de las manitas¿Ejemplar único?” y nos relatan el misteriode este árbol singular, tan “…cargado dehistoria y de leyendas, que no podía pasardesapercibido a los naturalistas viajeros…”

Con el título “La vida cotidiana en la ciu-dad de México, 1824-1850”, Begoña Arte-ta recoge las vivencias experimentadas poralgunos viajeros en la capital de la repúbli-ca mexicana. A pesar de los años transcu-rridos desde la independencia, y pese a lascontinuas revueltas políticas, invasionesextranjeras y golpes de estado, esa cotidia-neidad nos permite vislumbrar cómo seconservaban las costumbres y eran casi im-perceptibles las variables que se iban dan-do tanto en los grupos étnicos, como enlos socio-económicos. Una sociedad en unpaís que trata de encontrar su camino polí-tico, pero que, en cuanto a sus costumbresy tradiciones, conserva el legado colonialque los discursos políticos nacionalistastrataban de negar en su afán de convertirseen un país totalmente nuevo. Así, en com-pañía de los autores se puede viajar a unaciudad que durante mucho tiempo conservóel título de “la ciudad más transparente”.

De ahí, saltamos a un nuevo siglo: elXX. Las circunstancias y los intereses cam-biaron. Durante la época del porfiriato Mé-xico recibió a muchos emigrantes, llega-dos también por diversos motivos, algunosvinieron para establecerse en el país yotros para hacer negocios y regresar a sulugar de origen. Pero, es a partir de 1910,al estallar la Revolución Mexicana, con sulucha, las proclamas políticas, sociales y loscambios prometidos, cuando México re-gresa a la mira del extranjero que quiere

Brantz Mayer. México lo que fue y lo que es. Mé-xico-Buenos Aires. FCE, 1953. Estudio PreliminarJuan A. Ortega y Medina, p. XIII

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adentrarse en un país que le sigue pare-ciendo exótico por diferente, y al que qui-ere conocer ya sea porque le atrae orechaza, o por una mezcla de ambos sen-timientos. Son también los años en que elpaís se mira a sí mismo; cumplido el cen-tenario de su independencia, los mexicanosrecapitulan y estudian lo que ha sucedidoen ese tránsito de colonia a país autónomo.

Por lo tanto, ¿por qué no incluir en estedossier a “un viajero en su propia ciudad”?Cecilia Colón lo hace con su estudio dellibro de Luis González Obregón, La vida enMéxico en 1810, obra publicada en 1911.Como señala la autora, González Obregónse dedicó a conocer y recorrer su ciudadde origen con la misma curiosidad con quelo haría el que la visitara por primera vez, yno deja de sorprenderse con lo que inves-tiga, a partir de lo cual reconstruye la his-toria de aquello que llama su atención. Sila lectura es un viaje, la investigación deGonzález Obregón nos conduce por unaciudad de la que cuenta historias de cienaños atrás, los que duplicados para nosotros,“la convierten en nostálgica remembranza”.

Los viajes no sólo se realizan en un espa-cio y un tiempo concretos, se puede viajara través de la imaginación y todavía más,dejar un testimonio escrito sobre un viajefantástico en el que los autores son capa-ces de entrometerse en el curso de unahistoria pasada y consumada para alterar elresultado, que sólo puede darse en la fan-tasía. Christine Hüttinger en su artículo:“¿Qué hubiera sucedido si…? Las guerrasde las campesinos en Alemania y la con-quista de México”, analiza la novela de LeoPerutz, La tercera bala, publicada en 1915,en la que el autor alemán lleva la ficciónal México del siglo XVI, a la Conquista, y setoma la libertad de cambiar la historia alplantear que, durante las guerras de Re-

forma, unos alemanes, emigrados a Méxi-co, se alían con los aztecas.

El viajero y novelista inglés, D. H. Law-rence (David Herbert) llegó a México enlos años veinte y arribó a un país inestablepolíticamente, con grupos enfrentados poralcanzar el poder y consolidar la ideologíadifundida durante los años en que la luchaarmada abarcaba a casi toda la nación. Law-rence, anglosajón, hombre de posguerra ypesimista, llegó a nuestro país en busca deotras formas de vida, quería encontrarse conel pasado, el hombre y la naturaleza, y es-cribe la novela La serpiente emplumada. Ensu artículo “La serpiente emplumada: unamirada a las aguas profundas de México”,Tomás Bernal analiza esta novela y destacala visión eurocentrista, trágica, fatal y am-bigua que el autor tuvo sobre nuestro paísy sus muchos contrastes.

“La mirada de Max Aub a México”, deJoaquina Rodríguez Plaza, nos acerca a esteautor. Nacido en París, de madre francesade origen alemán, y de padre alemán, espa-ñol por identificación y decisión personal.La Guerra Civil Española lo obligó a salir delpaís de su elección y se exilió en México.Gran parte de su obra la dedica a analizarla política y la sociedad española y, aunquevivió 30 años en México, escribió sólo unlibro con tema mexicano: Cuentos mexi-canos con pilón y el cuento titulado “Laverdadera historia de la muerte de Francis-co Franco”. Escribe desde su españolidad,y apoyado en ella contrasta las diferenciasentre los españoles que llegaron, “ruido-sos y rabiosos” y los mexicanos que los re-cibieron. El artículo nos presenta los con-trastes entre dos culturas que, si bien escierto tienen cierta afinidad, son diferentes.Max Aub se pasea a lo largo y ancho deesas diferencias para detenerse en lo queél considera el modo dulce y taimado del

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PRESENTACIÓN. LA MIRADA DEL OTRO

ser mexicano, mientras que del carácter es-pañol destaca los siguientes rasgos: su ca-pacidad para ser directo, hablar a gritos, yla obsesión por el pasado de una guerraque acabó con la derrota de sus ideales.

En su artículo “La mirada de un escri-tor viajero”, Yvonne Cansigno Gutiérrez seocupa de la obra Häi del autor francésJ.M.G. Le Clézio, publicada en 1971. Via-jero y apasionado de las culturas indí-genas con las que convivió en Yucatán yMichoacán. Autor de relatos, cuentos, en-sayos y artículos, fue un estudioso auto-didáctica en historia, antropología y et-nografía. Tradujo al francés obras comoLas profecías del Chilam Balam y la Rela-ción de Michoacán. Yvonne Cansigno des-taca en su trabajo la idea utópica del mun-do indígena que sostenía el francés frentea la sociedad occidental.

“La mirada del otro” plasmada en tantosgéneros como temas, es tan vasta y abarcatal cantidad de aspectos, que resulta impo-sible concentrarlos en el dossier de unarevista, incluso en un libro. Así es que eneste número, presentamos al lector sólo

algunos ejemplos de este género tan am-plio, como los enfoques bajo los cuales sehan estudiado muchos textos de extran-jeros. Quedan muchos aspectos por traba-jar desde diversas ópticas relacionadas conel tema.

Consideramos que no es bueno, por li-mitativo y empobrecedor, quedarse sola-mente con la visión propia, con sólo mirarsea uno mismo; son las miradas de los otroslas que nos complementan y nos hacenconscientes de realidades no percibidas ovoluntariamente ignoradas. En ocasiones,estas observaciones pueden molestarnosy tenemos derecho a no estar de acuerdo,pero a través de los comentarios, opinio-nes y “prejuicios” ajenos conoceremos,también, el pensamiento cultural de losque no son iguales a nosotros. En un viajeimaginario a través de los tiempos, ideo-logías e intereses, podremos rescatar unamayor tolerancia y respeto por el “otro”,por el diferente, que nos lleve a la com-presión mutua que tanta falta nos hace enla actualidad!

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DE LA DIVERSIDAD LITERARIA

n el siglo XIX hubo muchos escritores cu-ya preocupación más importante fue re-plantear la literatura que se escribía paraque fuera realmente nacional. Luego de unlargo período de tres siglos de coloniza-ción española, durante los cuales se siguie-ron los modelos españoles de verso y pro-sa, irrumpe en el siglo XIX el movimientode Independencia, iniciado en 1810 porMiguel Hidalgo y Costilla y consumado en1821 por Agustín de Iturbide. La historianos cuenta lo difícil que fue este siglo conlas diversas formas de gobierno que se suce-dieron sin orden ni concierto, con las inva-siones francesa y norteamericana sobre unMéxico que todavía no entendía lo quesucedía en su interior y debía responder alas agresiones exteriores con madurez ydecisión. ¡Vaya papel difícil que cumplie-ron en ese momento quienes estaban alfrente del país!

En medio de todo este caos, los intelec-tuales como José María Lafragua, GuillermoPrieto, Francisco Zarco, Ignacio Ramírez,

Ignacio Manuel Altamirano, por mencio-nar sólo algunos, intentaban al mismo tiem-po darle un carácter específico a nuestraliteratura. Ellos estaban perfectamenteconcientes de que el país, apartado ya delyugo español, tenía que definirse, quecrearse como una nación autónoma y pa-ra lograr este objetivo fundamental habíaque dar, con toda urgencia, el primer paso.Había que crear una conciencia nacional,de unidad, eso que nos daría, con los años,la personalidad de mexicanos.

Estos intelectuales que hacían sus me-jores esfuerzos y comprometían su plumaal servicio de la patria, también se dedica-ban a la política y lo mismo escribían unanovela o un cuento que un discurso políticoen el que defendían sus ideas o redactabansus inquietudes y preocupaciones por unaeducación mejor y de calidad que estuvie-ra al alcance de toda la población. Nodebemos olvidar que el número de analfa-betos era alarmante y sólo unos cuantospodían tener acceso a las escuelas. De he-cho, uno de sus principales reclamos era,precisamente, que se hicieran más escuelaspara que la gente aprendiera a leer y escri-bir y se acabara con uno de los prejuiciosque también existía en aquella época y queconsistía en enseñarles a las pocas mujeres

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que podían asistir a una escuela, sólo a leer,de esta forma se mantenía el control sobreuna buena parte de la población.

Lo anterior dio por resultado que los gé-neros literarios no obedecieran a normasestrictas de clasificación, es decir, dentrode algunas novelas podía haber, en boca dealgún personaje, arengas a favor de ciertasideas o partidos políticos, también podíadarse el caso de que los discursos que seleían frente al Congreso tuvieran en cier-tos párrafos matices de ensayo, etcétera.

Jorge Ruedas de la Serna escribelo siguiente:

Si el status de escritores efectivamentelos resaltaba como grupo de esas otrasactividades –la política, la burocracia, laabogacía, etc.–, no sentían, sin embar-go, que hubiese incompatibilidad en-tre su vocación por la literatura y susotras actividades profesionales. Por elcontrario, el compromiso social quehabían asumido los haría decir comoCalderón de la Barca:

Aunque inclinado a las letras,militares escuadronesseguí; que en mí se admiraronespada y pluma conformes.1

David Bradley Crow Vaughan también diceal respecto:

Se recordará que la división entre lasciencias y la literatura a que nos atene-mos hoy en día, no se tenía a mediadosdel siglo pasado [el XIX]. La literatura erala letra impresa y la ciencia se con-sideraba parte integral de ella... Lasciencias y la literatura se apoyan mu-

tuamente, las ciencias necesitan la lite-ratura para expresar eficazmente su sa-biduría y viceversa, la literatura, al fun-damentarse en las ciencias, logra unaclaridad de propósito y trascendenciaque no tenía anteriormente.2

En efecto, era la preocupación social ynacional lo que importaba más que el re-conocimiento personal o una divisiónexacta y puntillosa entre las ciencias y la li-teratura o entre los géneros literarios. Pri-mero había que construir una nacionali-dad mexicana, se hizo necesario darle unapersonalidad, dotarla de una identidad me-xicana y la mejor herramienta para hacerlofue la literatura.

La trascendencia de esta actitud res-ponsable y conciente de la realidad es algoque seguimos viendo y que comparamoscon lo que sucede en la actualidad; ahorala mayoría de los políticos están separa-dos de los intelectuales y cada uno tienesus propias actividades; aunque sí opinenlos segundos sobre el desarrollo del tra-bajo de los primeros, sin embargo, pocasveces hay quien desarrolle ambas activida-des al mismo tiempo, ya casi no se mezclancomo antes.

Sobre esto, Alfonso Reyes dice:

Los trabajadores del espíritu, varones delaboriosidad increíble, asumen un airede escritores profesionales y se consa-gran, por una parte, a poner en orden latradición; por otra, a edificar una nuevaconciencia pública, recogiendo las no-vedades del pensamiento europeo ydando expresión, a la vez, al sentimien-to de un pueblo que se sabe ya distintode la antigua metrópoli, que ha comen-

David Bradley Crow Vaughan. “Francisco Or-tega” en La misión del escritor, p. 129.

2Jorge Ruedas de la Serna. “Presentación” en Lamisión del escritor, p. 8.

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zado a llamarse patria. Los hombres re-presentativos de esta crisis suelen ser a untiempo teólogos, filósofos, historiadores,anticuarios, cultores de diversas cien-cias, humanistas, literatos y periodistas.3

Surgieron muchos género literarios en elXIX gracias al contexto histórico que se vivía,por ejemplo: la poesía patriótica, los him-nos y todos estos cantos poéticos ensal-zando a los héroes mexicanos como Hidal-go y Morelos. Cabe recordar que apenasse estaba construyendo nuestra historiaoficial y hacía falta dar énfasis a los héroesque serían tan importantes al paso de losaños. Aunado a esto, se daba también unaenseñanza al lector, con el afán de suplir,de alguna manera, la falta de una educaciónformal. Es importante no perder de vistaque la educación era la gran panacea queayudaría al país a salir adelante en todo sen-tido. De aquí que muchos escritores-po-líticos escribieran sus textos pensando enque para una buena parte de la poblaciónesos escritos serían lo más cercano, por nodecir lo único, a lo que tendrían acceso co-mo parte de una instrucción a la que nopodríamos calificar de formal, simplemen-te era el primer contacto con la cultura.

Ahora bien, dentro de todo este enormey generoso campo literario que se abríacomo un gran abanico de posibilidades,tomaré el ejemplo de un escritor cuya obracomenzó en el siglo XIX y terminó en el XX:Luis González Obregón,4 cronista de laciudad de México y hombre preocupadopor dar a conocer de una forma amena ynatural la historia de la ciudad.

Este escritor nació en Guanajuato el 25de agosto de 1865 y a los dos años suspadres se vinieron a vivir a la Ciudad deMéxico. Aunque le tocó conocer una ciu-dad muy pequeña, en comparación con sutamaño actual, que tenía muchas carenciasy pasaba por innumerables problemas deseguridad, sanidad y educación, supo en-contrarle el lado bello, aquel que está lle-no de historia, acerca del cual podía con-versar y que valía la pena rescatar, mostrara las generaciones que venían para que esamemoria no se perdiera. El cronista se ena-moró de esta ciudad y se dio a la tarea derecrear su historia, mas no la oficial, sino laanecdótica, la que no se enseña en las es-cuelas, pero que nos permite conocer decuerpo entero a un personaje, a una ciudad.

Preocupado también “por la ausencia deuna literatura propia y por la necesidadde desarrollar un interés auténtico por elpasado y el presente de su país”5 es quenace su idea de descubrir el pasado colo-nial y mostrarlo a todo aquel que quisiera.Él conocía muy bien este período históricoa raíz de la publicación que hizo de variosartículos en los períodicos El Siglo XIX y ElNacional, en donde tenía una sección titu-lada “Muy noble y leal ciudad de México”.Este conocimiento aumentó cuando en1909 lo nombraron Director de la Comi-sión Reorganizadora del Archivo Generaly Público de la Nación y posteriormentefue el Director del Archivo. Junto con suscolaboradores se dio a la titánica tarea deacomodar, desempolvar y, sobre todo, or-ganizar la enorme cantidad de legajos ypapeles que estaban desperdigados y de-sordenados por los salones del costado sur

Para más datos sobre la vida de Luis GonzálezObregón se puede consultar el libro de AlbertoMaría Carreño, El cronista Luis González Obre-gón, Ediciones Botas.

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Flor de M. Hurtado, “Prólogo” a México viejo,p. XIII.

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del Palacio Nacional y a los que nadie hacíacaso. Así que hubo más razones para co-nocer el pasado histórico de la ciudad quetanto amaba. Obviamente esto influyómuchísimo en los temas que escribió, lamayoría trata de cuentos, leyendas, cróni-cas de la época colonial; su prosa sencilla,pero elegante estuvo al servicio de la his-toria, pues quería que el conocimiento lle-gara a toda la gente que se pudiera, de estaforma, sus textos eran leídos con avidez.

EL VIAJERO EN SU PROPIA CIUDAD

Quizás ha habido mucha gente que hahecho de sus viajes a distintas partes delmundo toda una experiencia de vida queha querido compartir con los demás yprueba de esto han sido los relatos de viajeque han legado a la Humanidad. Comen-zando con Marco Polo, Cristóbal Colón,Hernán Cortés, etcétera, la lista podríahacerse casi infinita. Todos han tenido encomún el deseo de compartir con los de-más lo que ven, lo que les llama la atenciónpor ser completamente diferente a lo queestán acostumbrados a ver en su vida co-tidiana o, precisamente, porque se parecea lo que ellos viven.

Sin embargo, quizás sean pocos losviajeros que no salen de su lugar, es decir,se dedican a conocer y recorrer su ciudadde origen con la misma curiosidad y sed deaventuras de quien viaja a otros países, conese mismo ánimo de entenderla, interpre-tarla y, en consecuencia, amarla. Éste es elcaso de Luis González Obregón, viajero ensu propia ciudad y gracias a su libro La vi-da de México en 1810 podemos vivirtambién esa experiencia, pues nos lleva dela mano por un México que no podremosver más, porque existió hace casi doscien-

tos años y la única manera de recuperarloes a través de la imaginación y la lectura.

Tal como dice Todorov: “El viaje en elespacio simboliza el paso del tiempo, el des-plazamiento físico lo hace para la mutacióninterior”,6 así es como González Obregónhace este viaje imaginario, nos lleva a tra-vés del espacio al pasado; aunque no po-damos tener un desplazamiento físico, sípodemos hacerlo en los espacios de nues-tra mente. ¿Quién dice que no es posiblemirar otras cosas, otros paisajes, otros ob-jetos cuando las descripciones son tan rea-les? Y con esto no me refiero a la meraenumeración de colores u objetos, me re-fiero a toda la involucración emocional ysentimental que el viajero nos da en susrelatos de viaje. Me parece que aquéllosque sólo se conforman con ver y guardarcomo en fotografías fijas toda su expe-riencia, no cumplen con su cometido decompartir este viaje con los demás. Las des-cripciones frías cumplen con una finali-dad de informar, sin embargo, no transmi-ten sentimientos ni emociones, no nosdejan sentir que es un ser humano quienvivió eso y lo escribe tratando de contar nosólo sobre el lugar sino dejando sentir ypercibir toda su emoción, toda la intensi-dad que se vive cuando conocemos algo,cuando alguien nos lleva de la mano porlas calles de una ciudad que ya recorrió yabre ante nuestros asombrados ojos unmundo nuevo, nos muestra los rinconesque nunca hemos visto y nos hace partíci-pes de sus propios sentimientos. Esto es loque enriquece un relato de viaje, el ayudar-nos a asomarnos a cualquier esquina paraver la sorpresa que nos espera; no obstante,al cerrar el libro, volvemos nuevamente anuestra realidad y despertamos de la enso-

Tzvetan Todorov, “El viaje y su relato”, p. 91.6

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UN VIAJERO EN SU PROPIA CIUDAD: DON LUIS GONZÁLEZ OBREGÓN

ñación que por un momento nos hizo salirde nuestra cotidianeidad y nos hizo viajar aotras épocas y otros lugares. Exactamentees esto lo que logra González Obregón consu libro La vida de México en 1810. Vamoscon él del brazo descubriendo esta ciudadmaravillosa y diferente, antigua y majestuo-sa, la misma que estamos caminando aho-ra, pero que en 1810 tenía una fisonomíadistinta, vivía gente que tenía otras costum-bres, que vestía de diferente forma y quehasta hablaba de manera muy distinta ala nuestra.

El cronista hace no sólo una descripciónobjetiva de la ciudad, sino que nos muestraa los otros, a los demás actores, a nuestrospropios antecesores en un afán por ense-ñarnos el pasado que se vivía en ese añotan definitivo en nuestra historia.

LA VIDA DE MÉXICO EN 1810

Este libro se publicó por primera vez en1911 por la Librería Editorial de la Vda. deCh. Bouret, París-México. Esta edición esmuy bella, pues sus pastas son duras, secuidó la calidad del papel y los grabadosque acompañan los textos; realmente esun libro de lujo.

Posteriormente, en 1943, la EditorialStylo hizo una nueva edición más rústica,en la que incluyó un prólogo de Carlos Gon-zález Peña. Allí, este escritor nos habla so-bre González Obregón y relata, entre otrascosas, los últimos días del cronista, su muer-te y el entierro en donde él fue uno de losamigos que le dio el último adiós al his-toriador. Es un prólogo sentido que noscomparte el sentimiento de tristeza ante lairreparable pérdida. Esta segunda edicióncuenta con algunos dibujos, pocos, que nos

muestran cómo eran y vestían los diversostipos mexicanos de esa época.

En 1975, el entonces Departamento delDistrito Federal, editó una serie de librostitulada, genéricamente: Colección Metro-politana y con la cual intentó, con bastanteacierto, el rescate de diversas obras que yatenían tiempo de no publicarse, a preciosaccesibles. La vida de México en 1810 fueuno de los que estaba dentro del catálogode esta colección, con el número 39, prác-ticamente igual a su primera edición.

Finalmente, la Editorial Innovación sacóuna reedición de este texto en 1979. Pordesgracia, en la actualidad, el libro no esde fácil acceso, pues todas las editorialesantes mencionadas ya no existen. No corriócon la misma suerte de Mexico viejo y Lascalles de México, libros que fueron más delgusto de la gente y, por lo tanto, siguensiendo de fácil adquisición, pues los hanretomado diversas editoriales para su cons-tante publicación.

La vida de México en 1810 está dividido ennueve capítulos, cada uno de los cuales nosva mostrando poco a poco cómo era laciudad de México justo en los albores de1810, el año en que se inició nuestro mo-vimiento de Independencia. GonzálezObregón saca la mayor parte de la infor-mación de la Gaceta de México, del Dia-rio de México y del Calendario Manual yGuía de Forasteros de México para el añode 1810, además de algunos otros libros ymanuscritos en los que coteja estas pe-queñas historias que reconstruyen la vidacotidiana durante ese año. Pocas veces de-ja entrever su opinión personal, trata deser lo más imparcial posible para darnosuna visión general de lo que pasaba enla capital.

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El lenguaje que utiliza es sencillo, com-prensible para todos, no hace casi ningunacomparación como recurso poético, másbien es un cronista, un guía que nos va lle-vando por las calles de la Ciudad de Méxi-co y nos la va describiendo como si élmismo hubiera estado allí.

Los coches que en 1810 rodaban porlas calles pasaban de dos mil quinientos,y a medida que el lujo iba en aumento,crecía el buen gusto de ellos, [estos] carrosdiariamente recorrían las calles, incomo-dando con el ruido infernal de su tráfico,cimbrando los edificios con lo pesadode las cargas, estropeando el empedra-do y causando no poca alarma a los bue-nos habitantes de aquellos tiempos.7

¡Ya había alarma por el ruido y el tráfico!¿Qué podremos decir ahora, a casi dos-cientos años de distancia, de esta ciudadque suponíamos tan dulcemente apacibleen su ajetreo cotidiano? Sin embargo, lasnoches no eran tan tranquilas comopodríamos suponer, también había peli-gros y riesgos:

Un vecino ocioso u ocupado que tran-sitara las calles antes del toque de que-da, se vería expuesto a que el buensereno, trepado en alta escalera, al en-cender los faroles del alumbrado lepropinase un lustroso baño; al encuen-tro desagradable con el carro noctur-no[...] que arrastraba paciente mula di-rigida por asqueroso conductor; el cual,al son de la campana había llamado a losque tenían que vaciar sus pestilentes va-sos en aquel horroroso coche; coche queiba escurriendo líquidos y esparciendo a

ciencia y paciencia, los perfumes quecantó el inmortal Quevedo; a tropezar,por último, aquel vecino y ponerse tristecon el Rosario de Ánimas, cuyos cofradesacompañaban el monótono tilín, tilín, desu campanilla, con voces plañideras conque pedían se rezara un Padre Nuestro yun Ave María por el descanso eterno delalma de Don Fulano de Tal; y si el vecinomencionado excursionaba después deque había sonado la queda, podría servíctima de un robo, de un asesinato o decaer en garras de la ronda.8

No resultaba fácil salir a dar un paseo noc-turno, lo mejor era quedarse en casa a dor-mir cobijados por la seguridad del hogar.

Si seguimos con nuestro guía, nos diráque casi no existían las posadas u hotelesni los restaurantes o fondas, generalmente,los viajantes se desplazaban por necesi-dad o por comercio, es decir, se trataba deestudiantes que querían hacer una carre-ra en la Real y Pontificia Universidad deMéxico que era la única que existía, ogente que traía a vender sus productos;fuera de ellos, no había mayor intercam-bio. Los viajes siempre tenían un objetivoal obligar a la gente a salir de sus lugares deorigen y, en esa época, no era el placer.

El agua se conseguía y se consumía demanera muy diferente a la actual, no habíadrenajes, pero sí fuentes que la abastecían:

Todavía, también, en aquel año me-morable [1810], en los muros de algu-nos edificios y en el centro de las plazaspodían verse fuentes públicas, alcanta-rillas y chorros de agua, de donde seproveían las buenas gentes de la ciudad,y donde podía estudiarse el legenda-rio aguador con toda su indumentariacueruna y trastos de barro, heredadosLuis González Obregón, La vida de México en

1810, p. 8. A partir de esta cita, todas seránsacadas de la primera edición de este libro.

7

Ibid, p.10.8

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de sus progenitores, los primitivos aztecasde la antigua Tenochtitlan.9

¿Cuántos ignoran que en nuestro famosoZócalo existía un mercado llamado “ElParián” y que frente al actual Palacio Na-cional, antes de los Virreyes, estuvo lafamosa estatua ecuestre de Carlos IV den-tro de una reja elíptica hecha de canteracon sillería?

Frente al Real Palacio, pero interpuestoenmedio el “Parián”, [estaban] los Por-tales de Mercaderes, con alacenas dejuguetes y de libros, donde se vendíantambién la Gaceta y el Diario, reim-presiones de papeles políticos de la Pe-nínsula con las últimas noticias de laguerra, y caricaturas grotescas e ilumi-nadas, representando a Napoleón y sucorte, o a Pepe Botellas, el Rey intruso.10

A lo largo de todo el libro, se siente laebullición de lo que pronto se convertiráen el movimiento independentista. Nofaltan las burlas hacia Napoleón, haciaFrancia y el apoyo total hacia el rey Fer-nando VII que estaba preso.

Quizás uno de los capítulos más inte-resantes es el dedicado a las currutacas ylos petimetres, que eran personajes tantofemeninos como masculinos que vestíande una forma muy diferente al resto de lapoblación con la intención abierta dehacerse notar. Los varones buscaban casa ycomida sin tener que trabajar y las muje-res, un marido rico que las mantuviera. Suvestimenta causaba escándalo y eran elblanco de mofas por parte de la sociedad;es el único capítulo en el que González

Obregón deja sentir una gran ironía haciaestos personajes.

A más de lo deshonesta, fue ridícula laindumentaria de las currutacas, incó-moda y martirizadora siempre, como hasido la de toda mujer que rinde culto ala voluble Diosa. Comenzando por lospies, los zapatos parecían pezuñas deborrico: mucha trompa y cuadrada,mucha pala y asiento ninguno, porqueoprimidos los dedos, caminaban lasmadamas haciéndose violencia, sacu-diéndose como ranas temblonas, y conhuellas manifiestas de callos, clavos ygavilanes. Las medias habían de ser pre-cisamente de color de carne doncella...Sobre la ropa interior callan discreta-mente las crónicas, pero el túnico malencubría brazos, pechos y espaldas, yestaba tan ajustado y ceñido al cuerpoque seguía todos sus contornos. Rema-taba la cabeza el peinado, verdadera furiade cabellos, enmarañado laberinto derizos, cintas y flores, con canastillos in-vertidos que por irrisión llamaban go-rros o sombreros, muy semejantes a losque hoy se usan.11

La descripción de los petimetres no sequeda atrás:

Los currutacos o petimetres en 1810 co-rrían parejas con las supradichas ma-damas, por su calzado extravagante quea veces parecía lanceta y a veces barcoveneciano; las medias detenidas con he-billas, a fin de no descubrir la falta decalzones; los pantalones, cortos o largos,les nacían en los sobacos; las camisaso camisolitas, muy almidonadas y en-carrujadas; los chupines, colgados dedijes; y los casacones o fraques, llegá-banles hasta el tobillo, muy abotonados

Ibid, p. 14.Ibid, p. 16.

9

10 Ibid, p. 32.11

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CECILIA COLÓN

al pecho, pero tan angostos por la partede atrás. Tales señoritos más semeja-ban monas que monos; de hembraparecían sus cuerpos, y era difícil distin-guirlos de las hembras, por el mujerilpeinado, del que pendía una balcarraen cada lado y zarcillos o aretes en ca-da oreja.12

En fin, que han de haber sido personajesque llamaban mucho la atención por elescándalo que protagonizaban entre la so-ciedad, pues en su forma de vestir anuncia-ban sus verdaderas intenciones y no cum-plían con las normas de recato que dictabala decencia de la época.

González Obregón nos muestra tambiéncómo fue la Semana Santa de ese memo-rable año y, contra todo lo que se pudieraimaginar, a pesar de las procesiones de ri-gor y los rezos y todas las ceremonias luc-tuosas católicas, también existía la parteprofana. Curiosamente, el Diario de Mé-xico no dejó de salir ni un día (lo que noslleva a inferir que en esos días de cele-braciones especiales sí había periódicos)además, se publicaron varias arengas ycomposiciones en torno a la invasión fran-cesa en la península española. Incluso, elSábado de Gloria, dados los ánimos tanalborotados, al parecer no se quemaron efi-gies representando al tradicional judas, sinoa franceses de cartón. El Diario publicó unosversos que decían así:

Este Sábado de Gloriaenriqueces Pantaleón:del tirano Napoleón,he de hacer judas de moda.¿Si saldrá con todo y cola?¡Cáspita! ¡Si todo es patas!¡Miren un judas a gatas!

¿Este judas arderá?¡Más que el fuego!Allá va:¡Señoritas el judero!

¡Por vida de los borrachos!¡Señor Editor, bonanza!¿Qué tal andará la danzade los juditas gabachoscuando dicen los muchachos,que sin cortar con la tara,mis juditas una vara.exceden al Judas viejo?¿Qué hiciste Judas añejo?¡El Corso hoy te coronara!13

Hay un capítulo completo que dedica a laVirgen de los Remedios. Ella era muy im-portante en la época de la Colonia entrelos españoles porque fue la que trajo Cor-tés cuando realizó la conquista de México.

En aquellos momentos en que los crio-llos y gachupines estaban más divididosque nunca, en que las pasiones políticasde unos y otros deberían haberse sofo-cado, fue una imprudencia del Gobier-no trasladar a la Virgen de los Remedios,que nada grata era a la mayoría de losmexicanos y que desde luego despertócelos y encendió más los odios, dado elcarácter religioso y político que revistie-ron las ceremonias del culto que se tri-butó en aquel año memorable.14

Cada vez que había alguna epidemia oinundación, los españoles acudían a laVirgen de los Remedios para pedirle suprotección, empero no era una imagen

Ibid, p. 42.Ibid, p. 50.

13

14Ibid, p. 34.12

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popular entre los indígenas, quienes pre-ferían rezarle a la Guadalupana.

González Obregón menciona que cuan-do esta virgen española estuvo en el con-vento de San Jerónimo, unas monjas lavistieron de generala y además, se les ocu-rrió pedir a las autoridades competentes,es decir, al Ayuntamiento que era el Patro-no del Santuario de dicha imagen, que laelevaran al rango de generalísima, debido ala ayuda que había prestado a los españo-les durante la conquista y no sólo eso, elcronista reproduce un sermón en favor dela Virgen de los Remedios, lleno de retóri-ca y exageradas alabanzas porque supues-tamente ayudó al éxito de una pequeñabatalla que ni siquiera alcanzó grandesméritos.15 En fin, era el lenguaje propio dela época y la forma en como se veía la re-ligión, aunque ahora tal vez nos pudieraparecer exagerado el tono; en la actuali-dad, a nadie se le ocurriría darle un rangomilitar a ningún santo o virgen por milagro-so que fuera. Sin embargo, a partir del 16de septiembre de ese año, la Virgen deGuadalupe comenzó a tener más adeptoscuando el cura Hidalgo la tomó como es-tandarte durante la Guerra de Indepen-dencia, este hecho fomentó su fervor y bajóel número de fieles a la de los Remediosque, de todos modos, no eran muchos.

El capítulo en donde se habla de la lle-gada del nuevo virrey, don Francisco JavierVenegas, tiene como dato interesante queél llega el 25 de agosto al Puerto de Ve-racruz y llama la atención que tardó mástiempo que sus antecesores en llegar a laCapital debido a que durante el caminoquiso saber el estado en que se hallaba la

Nueva España, por lo que se entrevistó contoda la gente que supuso sería convenien-te conocer, así que arribó a la Villa de Gua-dalupe el 13 de septiembre de 1810, pocosdías antes del grito de Independencia.

González Obregón se regodea en narrarprácticamente día con día el arribo del vi-rrey Venegas. La razón es muy sencilla: es-taba a punto de empezar el movimientode Independencia y, como un recurso lite-rario, va contando el diario acontecer, sedetiene como dándose su tiempo, disfru-tando dejar la acción justo en el momen-to en que va a iniciar el movimiento quemarcó el final de la Colonia. El cronista ha-ce hincapié en la multitud de poemas de-dicados al nuevo virrey en donde se exaltansus virtudes (si es que realmente las te-nía) al máximo:

Salve insigne Campeón, hijo de Marte:salve mil veces, General prudente:de valor y lealtad firme baluarte,que puso espanto a la francesa gente.Sólo a ti mismo puedo compararte,porque te ilustra mérito eminente:quede a la Fama pregonar tus gloriascomo testigo fiel de tus victorias.16

Prueba irrefutable de la más pura y francalambisconería por parte de aquéllos quequerían lograr algún favor del virrey y lohacían mediante alabanzas hiperbólicas.Sin embargo, la gente estaba de fiesta, saca-ba a lucir sus mejores vestidos, joyas, telas,pues todos adornaban sus balcones, sobretodo, aquéllos por donde pasaría el carrua-je del virrey. El ejército estaba apostado des-de temprano haciendo valla por el caminoque tomaría no sólo el esperado virrey si-no toda su escolta y comitiva. El derroche

Ibid, p. 67.16

El capítulo quinto está dedicado totalmente alfervor que se tenía a la Virgen de los Remediosy el autor explica muy bien este hecho.

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era pleno, nadie pensaría que había pro-blemas económicos en la Nueva España yque el Ayuntamiento no tenía presupues-to suficiente para pagar esto, todo corríapor cuenta de los ricos de la ciudad.

Los últimos tres capítulos del libro, estándedicados a las artes y los entretenimien-tos de la gente. Menciona como artistasimportantes a Manuel Tolsá, FrancisoEduardo de Tres-Guerras, Luis RodríguezAlconedo, etc. Los pasatiempos de la pobla-ción eran las sombras chinescas, el teatro,los paseos y el juego de pelota, distrac-ciones que hoy se nos antojan curiosas eingenuas, pero que en aquel momento eralo único en lo que la gente podía invertirsu tiempo libre.

Contra lo que podría pensarse, se apro-vechaban estas sombras chinescas y el tea-tro para hacer una crítica a los franceses ya la situación de sometimiento en que es-taba España. Ya se podía sentir que los airesde emancipación llegaban cada vez conmás fuerza, los ánimos estaban dispuestosa todo y el destino no tardaría en cumplirse.

MI CONCLUSIÓN

El viaje terminó y con él volvemos a nuestrolugar de origen, que aunque es la ciudadde México, no es la misma, y hemos vueltotambién a nuestro siglo. ¡Vaya añoranzas!El cronista cumplió su cometido de llevar-nos de la mano a un lugar que no volve-remos a ver, a una época que ocurrió hacedos siglos. Nos enseñó el centro de la ciu-dad, cuando su traza era mucho más pe-queña, nos mostró cómo se celebraba laSemana Santa y nos presentó al virrey Ve-negas cuando entró a la ciudad, nos invitóal lujoso recibimiento que se acostum-

braba dar en aquella época a personajestan distinguidos.

Pudimos ver cómo era la ciudad en eldía y en la noche, lo que la gente hacía,cómo se divertía, en fin, un paseo comple-to. Fuimos como viajeros impresionistas, deacuerdo a la definición que da Todorov:

El impresionista es un turista muy per-feccionado: para empezar, tiene mu-chísimo más tiempo que el vacacionista;luego, extiende su horizonte hasta los se-res humanos; y, finalmente, se lleva a sucasa, ya no simples clichés fotográficoso verbales, sino, digamos, esbozos, pin-tados o escritos... ¿Por qué se va? Tal vez,como Loti, porque ya no logra sentir lavida en su tierra, y el cuadro extranjerole permite volver a encontrar el gustopor ella.17

Ésa es al final nuestra experiencia. Viaja-mos durante todo ese año de 1810 por laCiudad de México para observar las dife-rentes fiestas, los distintos tipos de mexi-canos, la llegada del virrey y, por supuesto,los inicios de esa Guerra de Independen-cia que marcó ese año de manera tandefinitiva. González Obregón supo llevar-nos por esos lugares a los que la genteconcurría para que los conociéramos bien,para empaparnos de su forma de ser, has-ta escuchamos los pequeños poemas quese hacían para celebrarlos o para oír loque se acostumbraba en ese momento,vimos también lo hecho por los pintores yescultores de ese recién estrenado siglo XIX,estuvimos en medio del cambio que seaproximaba; la experiencia fue grata, inol-vidable y melancólica, pues para bien opara mal, esta ciudad ha cambiado, su gente

Tzvetan Todorov, “Viajeros modernos”, p. 389.17

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y sus costumbres también, se podrán año-rar algunas cosas, otras no, pero sigue siendograto caminar por el centro de la capitalcon la esperanza de ver a una currutaca oun petimetre deambular por esas callesde Dios!

BIBLIOGRAFÍA

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Colón Hernández, Cecilia. Antología co-mentada del libro Las calles de México,de don Luis González Obregón, Tesis delicenciatura, México, 2000.

González Obregón, Luis. La vida de Méxicoen 1810, México, Librería de la Vda. DeCh. Bouret, 1911.

. La vida de México en 1810. Pról.de Carlos González Peña, 2a. ed.,México, Stylo, 1943.

. México viejo. Pról. de Flor de Ma-ría Hurtado, México, Promexa Editores,1979 (Colección Clásicos de la Litera-tura Mexicana).

Reyes, Alfonso. “La era crítica (XVIII-XIX)”,en Letras de la Nueva España, 2a. reim-presión de la 1a. edición, México, FCE,1997, pp. 375-390 (Obras Completas,t. XII).

Ruedas de la Serna, Jorge (comp.).“Presentación”, en La misión del escri-tor. Ensayos mexicanos del siglo XIX,México, UNAM, 1996, pp. 7-13.

Todorov, Tzvetan. “El viaje y su relato” enLas morales de la historia, México,Ediciones Paidós, 1993, pp. 91-102.

.“Viajeros modernos” en Nosotrosy los otros. Trad. de Martí Mur Ubasart,Siglo Veintiuno Editores, pp. 383-396.

Urbina, Luis G. La vida literaria de Méxi-co, Edición y prólogo de Antonio CastroLeal, México, Porrúa, 1946 (Colecciónde Escritores Mexicanos, 27).

[21]

INTRODUCCIÓN

l árbol de las manitas, conocido hoycon el nombre científico de Chirantho-

dendron pentadactylon, tiene una flor cu-yos estambres rojos terminados en formade uña recuerdan los dedos de una mano.De ahí su nombre vernáculo. El mundo delas flores, los órganos sexuales de las plantas,está lleno de historias, que, en muchas oca-siones, han dado pie para atribuirles pro-piedades de todo tipo. Este no es el caso,ya que su singularidad radicaba en que seconsideraba que existía un único ejemplar.

En efecto, la tradición popular mexica-na había creado la leyenda de que el árbolde las manitas, que crecía solitario en elcerro de Ayotzingo, cerca de la ciudad deToluca, era el único ejemplar que se podíaencontrar en la naturaleza. Esta suposiciónse apoyaba en que en los bosques próximoso en otros más alejados no crecía de manerasilvestre, en que nadie recordaba que hu-biera sido traído de parte alguna y en queno podía reproducirse por ninguno de los

procedimientos conocidos. Suposicionestodas, que, como se verá a continuación,no tenían ningún fundamento.

Hoy día, cuando los botánicos se per-catan de que los individuos de una especieendémica son escasos, se produce una granconsternación, porque eso significa que laespecie está al borde de la extinción. En-tonces se toman medidas para preservar laespecie y se tratan de evitar las causas quehan producido ese desastre natural.

Estamos pues ante un árbol singular,cargado de historia y de leyendas, que nopodía pasar inadvertido a los naturalistasviajeros, sobre todo si entre sus propósi-tos estaba el describir las mejores y máscuriosas noticias de la flora de los paísesque visitaban.

Por todo ello, a finales del año 1803, asu regreso de la ascensión al Nevado deToluca (Xinantécatl), Alexander Von Hum-boldt (1769-1859) y Aimé Bonpland (1773-1858), no pudieron resistirse a contem-plarlo. De su singularidad habían tenidonoticia en la ciudad de México. Los miem-bros de la Real Expedición de la Nueva Es-paña les habían informado de la existenciade esta especie, que ellos mismos habíanreconocido en 1787, y de sus esfuerzos paraconseguir que creciera en el Real Jardín

E

Joaquín Fernández Pérez*Cristina Jiménez Artacho**

José Fonfría Díaz*

EL ÁRBOL DE LAS MANITAS¿EJEMPLAR ÚNICO?1

Actas del IX Congreso de la SEHCYT (27-30 sep-tiembre de 2005) Cádiz, 2006.Departamento de Biología Celular, Facultad C.Biológicas, UCM,I.E.S. Santa Teresa.

1

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JOAQUÍN FERNÁNDEZ PÉREZ / CRISTINA JIMÉNEZ ARTACHO / JOSÉ FONFRÍA DÍAZ

Botánico de la ciudad de México. La histo-ria que les relataron de este árbol, quepuede alcanzar un tamaño de más de 20metros de altura, debió provocar en losviajeros las mismas dudas científicas que asus predecesores. ¿Era posible la existenciade un único ejemplar? ¿De dónde prove-nía la leyenda? ¿A qué causas se debía elque fuera tan difícil obtener nuevos ejem-plares? ¿Qué tenía de singular este árbolque había despertado el interés de losnaturalistas desde hacía varios siglos?

LA DESCRIPCIÓN DE HUMBOLDTY BONPLAND

Los enigmas que se acaban de apuntar fue-ron tomados en cuenta por Humboldt yBonpland cuando, a su regreso a Europaen 1804, ya en París, consideraron que se-ría interesante publicar la descripción deesta especie. Para ello tenían que atenerseal modelo de cualquier descripción e incluiruna lámina grabada. La decisión estabatomada hacía tiempo, pero la primera no-ticia que tenemos aparece en una carta deHumboldt a su compañero Bonpland, fe-chada en Roma el 10 de junio de 1805, enla que le dice: “Estoy muy contento de quehayas hecho gravar el Cheirantostemon. Noolvides de poner, como Cavanilles Cori-zocar, Auctore…Cervantes”.2

La publicación tardaría en aparecer unosaños. Fue hasta 1808, en el primer tomodedicado a la botánica de la monumental

obra que recogió las plantas equinoccialescolectadas por los dos naturalistas en suviaje.3 Pero con ello no consiguieron, comopretendían, la prioridad. Como se verá acontinuación, es Joseph Dionisio Larreate-gui el que la ha mantenido hasta la actua-lidad por haber sido el primero en descri-bir y bautizar científicamente el árbol. Elintento de conseguir la prioridad al poner-le un nuevo binomen, según Humboldty Bonpland más apropiado, así como elreconocimiento de una detallada descrip-ción, ya no era posible. Lo mismo les ocu-rrió con otras especies, entre ellas el famo-so árbol de la quina verdadera o cascarillade Loxa, que bautizaron como Cinchonacondaminea, cuando realmente se tratabade la Cinchona officinalis, ya descrita nadamenos que por Linneo.4

Humboldt y Bonpland consideraron queera un mejor nombre genérico para el árbolde las manitas el de Chirostemon (mano-estambre), porque son los estambres losque recuerdan a una mano y no la flor en-tera. En cuanto a la especie la designaronChirostemon platanoides, porque las hojasles recordaban a las de los plátanos. Losplátanos, ya frecuentes en paseos y jardines,eran el Platanus orientalis, oriundo de Asiay el Platanus occidentalis, oriundo de Amé-rica del Norte. Ambos plátanos tienen hojasde 12 a 25 centímetros con 3 a 5 lóbulos

E. T. Hamy ed.: Lettres Américaines D’Alexandrede Humboldt. 1798-1807. Précedees d’uneNotice de J.-C. Delamétherie et suivies d’un choixde documents en partie inédits. Paris E. Guilmoto.1902. El nombre Cheirantostemon sería susti-tuido por Cheirostemon y tampoco harán alusiónal primer autor, en este caso Larreategui.

2

Voyage de Humboldt et Bonpland. Sexième Partie,Botanique. Plantes Equinocciales recuillies auMexique, dans l’île de Cuba, dans les provincesde Caarcas, de Cumana et de Barcelone, aux Andesde la Nouvelle-grenade, de Quito et du Pérou, etsur les bords du Rio-Negro, de l’Orénoque et dela rivière des Amazones, pp. 82-85.Véase Joaquín Fernández Pérez, J. Fonfría y C.Jiménez Artacho: “Alexander Von Humboldt ylos árboles de la Quina”, pp. 293-310.

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EL ÁRBOL DE LAS MANITAS ¿EJEMPLAR ÚNICO?

dentados, el central más grande y un lar-go peciolo.5

Los dos naturalistas no tuvieron encuenta que inexorablemente había querespetar las reglas a la hora de bautizar lasespecies, impuestas por Linneo y refren-dadas hasta la actualidad. El primer bau-tizo es siempre el que vale. Siguiendo conel ejemplo del árbol de la quina, el inten-to de cambiar el nombre genérico deCinchona por el de Chinchona, que vie-ne a perpetuar el de la Condesa de Chin-chón, quien según la leyenda fue curadade unas fiebres intermitentes con la corte-za del árbol en el siglo XVII, no ha prospe-rado. En este caso, la negativa se justifica yse basa en que fue el propio Linneo, creadorde la norma, quien le dio el nombre gené-rico y específico a partir de la lámina quepublicó Charles de La Condamine y delejemplar de herbario (esqueleto) que le re-mitió José Celestino Mutis.6 Algunos con-sideran que el cambio no es ni siquieraprocedente porque Cinchona en latín sepronuncia “chinchona”. La voluntad del na-turalista sueco, padre de las primeras re-glas de la nomenclatura botánica, no pue-de enmendarse ni ante el error ortográficoincontestable del metódico y escrupulo-so Linneo, Príncipe de la Botánica.

La publicación de la descripción del ár-bol de las manitas de Humboldt y Bon-pland lleva la fecha de 1808, aunque ellos

lo vieron en 1803 en Toluca, la lámina,según acabamos de ver, se había graba-do ya en 18057 y la redacción se com-pletó poco después de 1805. Pero ladescripción de los dos naturalistas veníaprecedida por algunas noticias sobre elárbol y la descripción de Larreategui, man-tendrá la prioridad.

PRIMERAS DESCRIPCIONES DEL ÁRBOL DELAS MANITAS

Francisco Hernández (1517-1587), médicode Felipe II y primer expedicionario es-pañol encargado de reconocer la natura-leza de la Nueva España, había conocidoel árbol entre 1571 y 1574, años en losque se dedicó a la exploración y recolec-ción de las especies. Con toda seguridadno era el mismo ejemplar que vieron losmiembros españoles y mexicanos de laReal Expedición Botánica, o Humboldt yBonpland en el siglo XIX.8 De las dosediciones de la obra de Hernández, en laprimera le da el nombre vernáculo en ná-huatl de macpalxochiquauhitl (mano-flor-árbol) y en la realizada posteriormenteen Madrid aparece con el de macpalxo-chitl (flor-mano). En el dibujo, la flor tieneseis estambres en lugar de cinco. En laedición más antigua las hojas tienen unaforma que recuerda la de un moral y enla moderna la de una higuera. En ambasdescripciones hay errores. Hernández no

Casi todas las láminas grabadas en los librosde Humboldt proceden de dibujos realizadospor el mismo, ya que Bondpland nunca llegóa ser tan buen dibujante como su compañerode exploraciones.En la actualidad no hay ni rastro del árbol que sevio a finales del siglo XVIII y principios del XIX, nitampoco noticias de su suerte posterior a loshechos que aquí se relatan.

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8

El plátano ornamental español, tan abundanteen parques y paseos, es un híbrido del orientaly occidental (Platanus x hispanica Mill.) obte-nido hacia 1650 en algún jardín español. El hí-brido ha resultado de mayor vigor que los pro-genitores. Algunos se parecen más al oriental yotros al occidental. Pueden vivir más de 500 años.Véase Joaquín Fernández Pérez y Alfonso Gar-mendia Salvador: “Estampas y descripciones delárbol de la quina” en Real Sociedad Española deHistoria Natural, pp. 497-500.

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JOAQUÍN FERNÁNDEZ PÉREZ / CRISTINA JIMÉNEZ ARTACHO / JOSÉ FONFRÍA DÍAZ

señala en dónde encontró el árbol, ni leasigna propiedades curativas.

Es un árbol grande que da flores en for-ma de mano, de donde el nombre, decolor escarlata por dentro y amarillo conrojo por fuera; hojas como de higuera,pero menores, y fruto duro y leñoso algoparecido en la forma a la flor de azuce-na. Florece al comenzar el invierno, y,como la mayor parte de los árboles deestas tierras en las regiones cálidas, tie-ne follaje todo el año. No se mencionaninguna utilidad médica suya.9

Fray Agustín de Vetancurt en el siglo XVIItambién habla de él:

Entre estos árboles que son provecho-sos puede entrar el árbol de las manos,que llaman Macpaxochilt, da por el mesde Septiembre, y Octubre una flor ro-ja de la forma de una mano de criaturatan bien formada, y con tal primor tie-ne las junturas, artejos, dedos, y palmade la mano, que ni el mejor escultor lasacara con más primor, quando verdeestá cerrada en forma de higa, y al irseponiendo roja se va abriendo, y quedamedia abierta; nace en tierras frías comoen Toluca, y en los cerros altos de Ayot-zingo, es mediano, y tiene la oja* comola del encino.10

En esta descripción se cita ya la localidadde Toluca, pero sigue sin indicarse ningúntipo de leyenda.

El 18 de abril de 1754, el malogrado PehrLöfling (1729-1756) le escribía desde Cu-maná a su maestro Linneo lo siguiente:

He logrado la proporción de adquirir deMéxico el árbol curioso malpalkochitlQualhuih Hern. Que Vmd. me encargó,por medio del Conde de S. Xavier es-tablecido en Caracas, que vino de pasa-gero en nuestro navío. He sacado qua-tro copias de lo que trae Hernándezsobre este árbol para enviarlas a diferentespartes. Dicho Conde estuvo estudiandoseis años en México, y tiene allí corres-pondencia; de manera que tengo algu-na esperanza de adquirir alguna rama,flor y fruto para remitir a Vmd., caso queyo no tenga fortuna de ir al mismo paísdonde se cría.11

A finales del siglo XVIII, el jesuita veracru-zano Francisco Javier Clavijero (1731-1787)también habló de él, aunque con eviden-tes errores, como confundir estambres conpistilos y considerar que tiene seis es-tambres en lugar de cinco,

El macpalxochitl, o flor de la Mano, tie-ne muchas semejanzas con el tulipán;pero la figura del pistilo es como el pie deun ave, o más bien el de un mono, conseis dedos que terminan en otras tantasuñas. La gente vulgar española del paísda al árbol que produce estas florescuriosas, el nombre de árbol de lasManitas”.12Francisco Hernández Opera, cum edita, tum

inedita, ad autographi fidem et integratem ex-pressa, p. 531.En todas las actas se conserva la ortografía propiade la época.Cfr. Fray Agustín de Betancourt: Teatro Mexicano.Descripción breve de los sucesos ejemplares dela Nueva España en el Nuevo Mundo Occidentalde las Indias, p. 48.

9

*

10

Cfr. Anales de Ciencias Naturales, p. 337. La tra-ducción de ésta y otras cartas de Löfling a Linneola hizo Ignacio de Asso.Cfr. Francisco J. Clavijero: Historia Antigua deMéxico, p. 64 (la primera edición de este libroes Storia antica del Messico, cavata da migliore

11

12

FUENTES HUMANÍSTICAS 36 DOSSIER 25

EL ÁRBOL DE LAS MANITAS ¿EJEMPLAR ÚNICO?

De nuevo no se señala el lugar donde cre-ce, sus propiedades curativas ni la leyen-da sobre su carácter de ejemplar único.

LA DESCRIPCIÓN DE JOSEPH DIONISIOLARREATEGUI

Toca ahora hablar de la primera descrip-ción moderna, que siguió escrupulosa-mente los preceptos linneanos. Fue rea-lizada por Joseph Dionisio Larreategui en1795, 13 años antes de la que publicaranHumboldt y Bonpland. Los dos viajeros, aúnconociendo con toda seguridad esta pri-mera descripción, no lo indicaron en la suya.

Larreategui, brillante alumno de Me-dicina, fue seleccionado por el catedrá-tico Vicente Cervantes (1755-1829) pararedactar el discurso de apertura del cur-so de Botánica en el Real Jardín Botá-nico de México el día 1 de junio de 1795.Esta práctica era habitual en las cátedrasde Botánica de la época. En el cursoanterior, la disertación fue del propio Cer-vantes y versaba sobre los diferentes ár-boles productores de resinas elásticas(Jathropa, Cecropia y Picus) y en especialdel árbol del hule o holquahuitl. Estadisertación de Cervantes dio lugar a unapolémica con José Longinos Martínez, co-mo se comentará más adelante.

Cervantes había sido alumno predilec-to de Casimiro Gómez Ortega (1740-1818), por entonces Director del JardínBotánico de Madrid, ambos eran conven-

cidos linneanos, por lo que supieronapreciar en las reglas del Príncipe de laBotánica un método riguroso y convenien-te para realizar el inventario de las espe-cies animales y vegetales, tarea que enAmérica estaba todavía por hacerse conla debida precisión y modernidad. Con-vencidos linneanos fueron también todoslos expedicionarios españoles y america-nos finiseculares, desde que el malogra-do Löfling difundiera en la metrópoli elmétodo linneano, materializado en suinédita Flora Cumannesis y en el Iter His-panicum, su obra póstuma editada porLinneo. Por ello lo que aquí se comentaes, a la vez, una parte del esfuerzo de in-troducir a Linneo en América y más con-cretamente en la Nueva España, donde susreglas y métodos no gozaban, por razo-nes más de índole político nacionalista quecientífico, del suficiente e imprescindibleuniversal consenso.13 Una ciencia sinlenguaje preciso y universal, que es lo queaportó Linneo a la Botánica, no es posibleni entonces ni ahora. Cualquier intentocontrario acabará en fracaso científico,aunque pudiera ser exitoso, según algu-nos, en otros asuntos políticos.

Gómez Ortega ambicionaba dirigir lasdiferentes expediciones americanas. Launificación de criterios a la hora de des-cribir era esencial y estaba acordada. Suprincipal oponente en la pretensión decontrolar todas las expediciones, el mé-dico y naturalista gaditano José CelestinoMutis, era también un destacado admira-dor de Linneo.

Algunos criollos veían en los métodos linnea-nos la intromisión de la metrópoli en sus propiosasuntos, ya que la mayoría de los expediciona-rios eran españoles. Véase Roberto Moreno:Linneo en México. Las controversias sobre el siste-ma binario sexual: 1788-1798, pp. 15-39.

13

storici spagnoli, e da manoscritti, e dalle Pictureantiche degli Indiani divisa in dieci libri, ecorredata di carte, e di varie figure, e dissertazionisulla terra, sugli animali, e sugli abitatori delMessico: Casena : G. Biasini, 1780-1781, 4 vols.

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Martín de Sessé y Lacasta (1751-1808),estando en Cuba como cirujano de la Ar-mada y a punto de trasladarse a la NuevaEspaña con el Virrey Bernardo de Gálvez(1746-1786), le escribió una carta a Gó-mez Ortega contándole sus proyectosmexicanos. En la carta, fechada el 30 deenero de 1785, le propone la posibilidadde “establecer una Cáthedra de Botánicacon jardín, a que combida el fértil e incul-to terreno que hay dentro del Palaciocontiguo a la Universidad”. Es el punto departida de la Real Expedición a la NuevaEspaña. Sessé será nombrado Director dela misma. Esta empresa científica debíarecuperar, si fuera posible, los escritos deFrancisco Hernández que quedaron enMéxico, ya que los de España se habíanquemado en un incendio en el Monasteriodel Escorial. Pero también era su misiónhacer un nuevo inventario de la flora y lafauna de la Nueva España.

El director del Real Jardín Botánico deMadrid, estaba detrás de la real Ordendel 27 de octubre de 1786 y de otras pos-teriores relacionadas con esta expedi-ción, quien veía así aumentado su controlsobre las expediciones americanas. Mar-tín de Sessé será, nombrado director delJardín mexicano, una prueba más del apo-yo que tenía del Virrey Gálvez. GómezOrtega selecciona para esta expedición asu alumno predilecto, Vicente Cervantescon el fin de que se haga cargo de la Cá-tedra de Botánica. El otro seleccionado porel poderoso catedrático fue, el cirujanoriojano, José Longinos Martínez Garrido.14

Éste, considerado naturalista dentro de laexpedición, será en muchas ocasiones undeclarado enemigo de Cervantes. Ambospartieron hacia la Nueva España desdeCádiz el 1 de julio de 1787 y llegaron a lacapital de la colonia el 28 de noviembredel mismo año. Los otros miembros de laexpedición fueron Juan del Castillo y Jo-sé Senseve, que actuarían de botánicos.Cervantes, una vez llegado a la capital, seencargó, en poco tiempo, de las tareas ne-cesarias para crear los estudios de Botá-nica, siguiendo las directrices de su maes-tro, siempre dentro de la más rigurosaortodoxia linneana. Poco después, el cuer-po expedicionario se amplió con los me-xicanos José Mariano Mociño y Losada,como botánico y elemento clave del mis-mo y con José María Maldonado en cali-dad de practicante de cirugía.15 Todosemprenderían expediciones en busca deanimales y plantas. Así llegaron a Tolucaen diciembre de 1787 y vieron el árbol quedibujó, con mucha probabilidad, Vicen-te de la Cerda.

La elección del joven Larreategui paradar una disertación, con motivo de laapertura del curso de 1795, se debió alas cualidades brillantes del alumno y alafecto que hacia él sentía Cervantes. La-rreategui, de sólida formación linneanaobtenida de los mismos textos de Linneoy de los de Casimiro Gómez Ortega y de

Este polémico cirujano y naturalista era un con-sumado disector de animales y sabía como pre-pararlos para su conservación en colecciones.También fue un buen organizador de Gabinetesde Historia Natural. Se le conoce más por su se-gundo nombre Longinos, que algunos han creído

14

apellido. San Longinos es un mártir, que segúnla tradición murió en el siglo I en Cesarea deCapadocia; isaúrico de nacimiento y soldadoromano, se le identifica también con el queatravesó con su lanza a Cristo para comprobar sumuerte.Véanse algunas noticias sobre el origen y desa-rrollo de esta expedición en J. Luis MaldonadoPolo: Las huellas de la razón. La expedición cien-tífica de Centroamérica (1795-1803), pp. 19-68.

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EL ÁRBOL DE LAS MANITAS ¿EJEMPLAR ÚNICO?

Palau, ya había ejercido de abnegadodefensor de su catedrático. En el mes demayo del año 1795, este aventajado alum-no16 había salido en defensa de Cervan-tes,17 su maestro, a propósito de una polé-mica surgida sobre la denominación delárbol del hule.18 Este árbol había sidobautizado por Vicente Cervantes comoCastilla elástica, aunque hoy se le conocecomo Castilloa elastica. El nombre gené-rico se lo había puesto en honor del ma-logrado Juan del Castillo, botánico de laReal Expedición que había fallecido en1793 en la Sierra Tarahumara, al parecer,de una enfermedad contraída en el trans-curso de sus exploraciones. El nombre es-pecífico tenía su origen en las propieda-des de la resina que se podía obtener delos vasos laticíferos del árbol. El autor de lacrítica19 a esta denominación firmaba co-mo J.L.M., iniciales que remiten a José Lon-ginos Martínez, cuya formación botánica eramás que insuficiente. Larreategui termina-ba su defensa de Cervantes con una Nota,que reproducimos:

Se suplica al Público que lea con cuida-do la Disertación del Catedrático sobrela Castilla elastica, y también el artícu-lo Resine elastique en el Diccionario deHistoria Natural de Valmont de Bomare,para que por sí mismo se desengañe dela diferencia que hay entre uno y otro, yse advierta que la primera no es un ex-tracto de ese artículo, como afirma elAficionado, sino una obra más comple-ta, más metódica, con mejores observa-ciones, la mayor parte de ellas origina-les, que ha agradado tanto en la Corte,que por premio de la referida Disertaciónha conferido la Real Academia Matri-tense los títulos de Socios a D. Martín Se-ssé y Lacasta y a D. Vicente Cervantes.20

La respuesta de J.L.M. será una simple no-ta dentro de otra polémica que estabasosteniendo con otro autor anónimo,que firmaba con D.V.F., a propósito deunas cánulas de hule que se utilizaban enlas fístulas urinarias:

NOTA. En el Suplemento a la Gazetapolítica de 30 de Mayo de 95, publica-do a nombre del Discípulo Don JosephDionisio Larreategui, he visto mil baldo-nes, improperios y falsedades, o apócri-fas suposiciones, envueltas en artificiosossofismas, con solo el objeto de alucinaral Público y de ofuscar la razón y el méritodel anónimo J.L.M.21

La disertación donde aparece la descrip-ción botánica original del árbol de lasmanitas, realizada por Larreategui siguien-do las estrictas normas linneanas, es

Según J.J. Izquierdo el autor de esta respuestano fue Larreategui sino Luis José Montaña, tam-bién discípulo de Cervantes. Véase José JoaquínIzquierdo: Montaña y los orígenes del movimien-to social y científico de México, pp. 158-159.Respuesta apologética de D. Joseph DionisioLarreategui, Cursante de Medicina y Botánicaen esta capital, a los suplementos de la Gaze-ta de literatura de 5 de Noviembre de 1794 y30 de Enero de 1795 en que el Aficionado J.L.M.pretende reformar la denominación y descrip-ción de la Castilla elástica. Suplemento a la Ga-zeta de México del sábado 30 de mayo de 1795(núm. 33), pp. 273-284.Vicente Cervantes: “Discurso pronunciado enel Real Jardín Botánico el 2 de Junio por elCatedrático…” Suplemento a la Gazeta de Li-teratura. México 2 de Julio de 1794.Notas y descripciones que hace un imparcialaficionado a la Botánica para aclarar los defectos…Gazeta de Literatura de México. 5 de No-viembre de 1794.

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Respuesta apologética de D. Joseph DionisioLarreategui. Op. cit., p. 195.Respuesta a la carta de D.V.F. inserta en la gazetanum. 30 de 19 de mayo de 1795. Suplemento ala Gazeta de México del sábado 4 de julio de1795 (nº 321).

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modélica.22 La forma de lección inauguraldaba pie a la explicación de una serie deconceptos (los nombres genéricos, los es-pecíficos, los triviales, los variables, los si-nónimos, las clases y órdenes en la clasifi-cación, la descripción, las estampas, loslugares nativos y los tiempos de vegetación,germinación, frondescencia y florescencia),que había que tener en cuenta para de-sarrollar una buena labor botánica y que noeran otra cosa, que las “reglas que debenguardarse en el orden de una buena des-cripción”. Por tanto, la descripción del ár-bol que nos ocupa está precedida por lasreglas que Linneo recomendaba para hacerestas operaciones esenciales, con la pre-cisión y extensión necesarias para que otrospudieran reconocer sus ejemplares. Un pro-ceso que se viene repitiendo, aunque conalgunos añadidos, para describir y designarlas especies nuevas en nuestros días. Porello sorprende que tanto Humboldt comoBonpland enmendaran a Larreategui, quede forma tan meticulosa había empren-dido su tarea. Tal vez pensaron que la des-cripción en una publicación mexicananunca podría competir con la que ellos hi-cieron en un libro que gozó de la acla-mación parisina, que era como decir uni-versal, en su época.

La disertación de Larreategui tenía unapretensión didáctica, pero fue aprove-chada para señalar que algunos naturalis-tas, como José Longinos Martínez, parecíandesconocerlas como se había puesto demanifiesto en relación con el árbol del hu-le. Así, en la disertación se dice:

…hay también hasta el día varios aficio-nados, a quienes se les resisten de talmodo las doctrinas de Linneo, por másque las estudian y practican, […] A estospues, y no a los discípulos aprove-chados, se dirigen las presentes adver-tencias con el único fin de imponerles enel método más exacto de describir unvegetal, libertándolos así del sonrojoque sufrirán en la Sociedad, siempre quedirigidos por su capricho, y privados delos primeros elementos de esta Ciencia,pretendan corregir en tono de maestrosa otros profesores de mérito, cuyos tra-bajos han logrado la aprobación de losmás inteligentes.23

Como si esta alusión no fuera suficien-temente explícita, en una nota a pie depágina Larreategui señala:

Ya vio el público de México las muchassandeces y puerilidades en que incurrióel aficionado J.L.M. en los suplementosa las gazetas de literatura de 5 de No-viembre de 94, y de 30 de Enero de 95,manifestando en ambas un torpísimoconocimiento de las doctrinas botáni-cas, no sirviendo de otra cosa sino deexcitar la risa de los profesores instrui-dos, así de España, como de México.24

Al final, un ejemplo del árbol de las mani-tas, servirá para demostrar como se des-criben de forma correcta un género y unaespecie nueva, que denominará Chiran-thodendron pentadactylon. Chirantho-dendron respeta el nombre náhuatl (ma-no-flor-árbol) y el nombre específico hacealusión a las hojas que tienen cinco lóbu-los o dedos. La descripción se separa del

Cfr. Descripción de Plantas..., op. cit., p. 3.Cfr. Ibidem.

23

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Descripción de Plantas. Discurso que en laapertura del estudio de Botánica de 1 de Junio de95 pronunció en el Real Jardín de México el Br.D. Joseph Dionisio Larreategui, Cursante de Me-dicina y Discípulo de esta Escuela, presidiéndo-lo su Maestro y Catedrático D. Vicente Cervantes.

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EL ÁRBOL DE LAS MANITAS ¿EJEMPLAR ÚNICO?

resto con el título de ADUMBRACIÓN25

precedido por la siguiente aclaración:

Para mayor inteligencia de lo que quedaexpuesto en los artículos anteriores, seañadirá la descripción del árbol de lasmanitas de Toluca, al que los antiguosMexicanos y el Doctor Hernández lla-maron Macpalxôcbiquauhitl, y los Bo-tánicos de la Expedición de Nueva Espa-ña Chiranthodendron, acomodándoleesta denominación griega que significalo mismo que la mexicana, y que indicacomo se dirá después, el carácter esen-cial de su fructificación.26

La descripción sigue las estrictas normaslinneanas, incluida la de no sobrepasar lascinco sílabas en el nombre genérico. La lá-mina no es precisamente buena, pero esmuy posible que no se haya encontradoun buen grabador que se encargara de eje-cutarla. Este hecho contrasta con los dibu-jos que de la planta se hicieron en 1787.

Las láminas de la expedición salieron conMociño de México cuando éste viajó aEspaña para no volver. Es muy probable quelas dos láminas coloreadas del árbol delas manitas, hoy propiedad de la Hunt Foun-dation, sean obra de Vicente de la Cerda,pero también podrían ser de Atanasio Eche-varría, el otro dibujante que se agregó a laexpedición. Ambos eran discípulos del gra-bador valenciano Jerónimo Antonio Gil,quien llegó a la Nueva España en 1778. Gilfue nombrado tallador mayor de la Casade la Moneda, fundó una Academia de Gra-bado y como resultado de sus actividades

en la formación de selectos grupos de alum-nos, participaría en la creación, en 1781,de la Real Academia de las Tres NoblesArtes de San Carlos de la Nueva España,dedicada a la enseñanza de la pintura, es-cultura y arquitectura.

¿Quién era Larreategui? ¿Un simple ba-chiller al que utilizaron para encender elfuego de la polémica o un brillante alum-no que tenía unos conocimientos botáni-cos inmejorables? Según José JoaquínIzquierdo no era el verdadero autor de larespuesta a José Longinos Martínez quehemos señalado. Sin embargo, hay unaalusión en su respuesta al artículo delanónimo J.L.M. sobre el árbol del hule, queno parecería propia de la pluma de Cer-vantes, y sí lo sería de un criollo. Concre-tamente en un pasaje dice lo siguiente:“… si es pulla [la de J.L.M.], digo, contralos Alumnos Americanos, la vemos con elmás soberano desprecio, porque estu-diamos para ilustrarnos, y no para reco-mendarnos con charlatanería”.27

Esta alusión es una prueba de que elque escribía no era Vicente Cervantes,el catedrático, y que además se trataba deun criollo mexicano, aunque su apellidoes de clara ascendencia vasca.28

Cuenta Larreategui, en cuanto a la pro-pagación del árbol que, preguntados losindios por los miembros de la ExpediciónBotánica a su llegada a Toluca en diciem-bre de 1787, sobre si la forma de propaga-ción del árbol era por estacas o por semillas

Larreategui lo utiliza aquí parafraseando el títuloque Linneo da al capítulo XI de su PhilosophiaBotanica, que denomina Adumbrationes. En estecontexto, el término quiere decir muestra oejemplo de lo que se ha dicho.Cfr. Descripción de Plantas…, op. cit., p. 31.

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Respuesta apologética de D. Joseph DionisioLarreategui, op. cit., p. 295.Larrea es apellido frecuente en Navarra. Larreaes una población agregada al municipio de Ba-rrundia en Álava, cuyo étimo es el euskera larre-a, “el pastizal, la dehesa”. Mientras que “tegui”es un subfijo abundancial vascuence, por lo queel apellido Larreategui podía significar en suorigen “los del pastizal”.

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respondieron supersticiosamente queno quería Dios que hubiera sino un soloárbol de las manitas, y que por tantohabían sido inútiles los esfuerzos de in-finitas personas curiosas que habíanintentado extenderlo, plantando estacasen diferentes estaciones y de distintogrueso en todo tipo de tierras.

Los expedicionarios “hicieron de ellas eldesprecio que convenía” y dispusieron uncajón de tierra donde acodaron varias ra-mas de diferente grueso, que taparon conuna estera para protegerlas de las heladas.

Fueron el Corregidor de Toluca y el Go-bernador de los Indios en quienes reca-yó el cuidado de la maniobra y a un indio,que vivía cerca, se le encargó del riego ycuidado de vigilar la floración hasta quepudiera recoger las semillas. Esta acciónfue un fracaso porque se abandonó el rie-go y unas manos celosas de la tradicióncortaron las flores y quitaron la protecciónde las ramas. Pero la operación que se pre-tendía se salvó porque veinticuatro estacasse llevaron en una cesta con buena tierraal jardín de la ciudad de México. Allí, conel cuidado y la delicadeza que requería laoperación, se plantaron.

Tanto Vicente Cervantes como el jar-dinero mayor Jacinto López, según La-rreategui, se tomaron el empeño de de-mostrar que el ejemplar de Toluca podríareproducirse. Así fue, primero consiguióque sobrevivieran tres estacas con sus ye-mas, aunque dos acabaron malográndo-se. La llegada de nuevas remesas de esta-cas desde Toluca fue también infructuosay solo quedó una sola estaca como vesti-gio de la operación. También el jardinerolo quiso intentar con las semillas que pro-dujera el único superviviente; de modo quemediante sangraduras y comprimiendo eltronco con ligaduras consiguió que flore-

ciera y que diera sus frutos. “Desde aquellaépoca, posterior a la lectura pública de estadisertación en primero de Junio de 1795,jamás le han faltado flores al árbol”, acabarádiciendo Larreategui. Con lo que parece seconsiguió demostrar que el árbol de Tolu-ca no era un ejemplar único.

No hemos podido encontrar noticiassobre este brillante estudiante mexicano demedicina, más allá de la descripción botá-nica del árbol de las manitas y de la defensade Cervantes a propósito del árbol del hule.

OTRAS DESCRIPCIONES

En octubre de 1803 aparece un artículo enlos Anales de Ciencias Naturales en don-de se vuelve sobre el árbol de las mani-tas.29 Se trata de un extracto confeccionadopor el Botánico Antonio José Cavanilles(1745-1804) a partir de un artículo enviadopor Vicente Cervantes. Para complicar aúnmás las cosas relativas al nombre cientí-fico de la planta, Cavanilles, en una pri-mera nota aclaratoria, dice:

En la disertación que voy a extractar sellamó el árbol chirantodendron; le doyahora el nombre de chirostemon, por-que así lo quiere el Señor Cervantes, comoconsta en la carta siguiente, que me es-cribió en 9 de abril de este año. “Incluyoa vm. (dice) la disertación que se impri-mió tiempo hace del árbol de manitas, aquién llamé chiranthodendron por lasrazones que advertirá vm. En ella; y sitiene vm. Por conveniente que se inser-te su descripción en los Anales, puedellamarse con más propiedad chiroste-mon, porque en los estambres, y no en

Vicente Cervantes. Del género Chirostemon.Anales de Ciencias Naturales, pp. 303-314.

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toda la flor, reside el carácter de la figuraque le da nombre.30

El artículo de Cervantes reproduce laAdumbración de Larreategui casi al pie dela letra. Cervantes no hace mención que ladisertación de 1795 era obra de Larreate-gui. Y para terminar de negar al discípulo,escribirá “El feliz hecho de haber dado fru-to me suministró datos para completar ladescripción del carácter genérico, puespude examinar detenidamente la flor, elfruto y las semillas”. Pero si uno va al Ca-rácter Genérico, que describe Cervantes,comprueba que es exactamente el mis-mo con diferencias muy escasas del queaparece en la Adumbración de Larreate-gui. El resto del extracto de Cervantes esun plagio de la descripción de 1795.

Cervantes no sólo deja de mencionar ladescripción de Larreategui, sino que en sucarta a Cavanilles señala la existencia deuna publicación previa como si fuera su-ya y se atribuye el haberle dado al árbol elnombre de Chirantodendron. Parece queHumboldt y Bonpland habían convenci-do a Cervantes de hacer el cambio denombre, dado que esgrime similares argu-mentos. Pero ni Cervantes, primero, ni losdos viajeros, más tarde, pudieron alterar laprioridad del bachiller y criollo Larreategui.

Larreategui en su Adumbración señalaque Nikolaus Joseph Freiherr von Jacquin(1727-1817) había cometido un error alconsiderar que su Helicteres Carthagi-nensis31 podría ser el Chiranthodendron. Enefecto esta especie podría recordar en al-go, al árbol de las manitas. Pero Cervantes

dice lo mismo con Helicteres apetala,32 queno tiene el menor parecido con nuestroárbol. Esta podría ser una prueba más dela autoría de Larreategui.

La descripción de Larreategui tambiénllegó a manos de un personaje cercano aNapoleón Bonaparte, llamado Daniel Les-callier (1743-1822). Este funcionario fran-cés había desarrollado una larga carreraadministrativa, primero al servicio de la ma-rina francesa y, posteriormente, en deli-cadas misiones en las colonias francesas.Estuvo primero en la isla de Santo Domin-go; ejerció como Comisario General entre1785 y 1788 en Guayana, donde fue unbuen y abnegado gobernante. Sobre Gua-yana escribió algunos libros.33 Otras de-licadas misiones las cumplió en la India, lasIslas Seychelles, Madagascar y en Corfú.Autor de un libro de tema naval,34 se ha-bía declarado antiesclavista y había escri-to un opúsculo en el que llegaba a laconclusión de que la esclavitud era “unainstitución viciosa e injusta” y la trata denegros “una barbarie todavía más conde-nable”.35 Sin embargo, en 1802, despuésde ser nombrado por Napoleón prefec-to en la Isla de Guadalupe, organizó lavuelta al sistema esclavista en esta isla an-tillana.36 En 1810 fue nombrado prefecto

Cfr. Ibidem, p. 303.Nikolaus Joseph Freiherr von Jackin: SelectarumStirpium Americanarum Historia, pp. 237-238(Lámina CL).

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Ibidem, p. 238.Daniel Lescallier. Exposé des moyens de mettreen valeur et d’administrer la Guyane. Paris,Buisson, 1791 y Notions sur la culture des terresbasses dans la Guiane. Et sur la cessation del’esclavage dans ces contrées. [Paris, 1798].Daniel Lescallier. Vocabulaire des termes demarine anglais-français et français-anglais.Daniel Lexcallier. Réflexions sur le sort des Noirsdans nos colonies. (s.n.) 1789.Laurent Dubois. “La restauration de l’Esclavageen Guadeloupe. 1802-1803, Cahiers du BrésilContemporain, pp. 149-161 y Laurent Dubois. AColony of Citizens: Revolution and Slave. Eman-cipation in the French Caribbean.

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marítimo en el puerto del Havre y recibióel título de barón del Emperador Bona-parte. Lescallier, que probablemente co-nocía el español aprendido durante su es-tancia en Santo Domingo, pero que no teníaconocimientos botánicos, emprendió estatraducción a partir de las noticias que, se-gún él mismo comenta, le proporciona unciudadano de Lyon llamado Orsel, quienregresaba de México con la memoria deLarreategui y un esqueleto, así se llamabaentonces a la planta seca preparada paraformar parte de un herbario, de las flores,frutos y hojas de el árbol de las manitas.

Resulta muy extraño que un funcionarioque nunca se había dedicado a la Botá-nica, aunque tenía en su haber unas des-cripciones generales de Historia Naturalde la Guayana Francesa, se empleara entraducir la memoria sobre una determi-nada planta sin uso específico reconoci-do. No es muy aventurado suponer queNapoleón Bonaparte, o algún botánicopróximo al emperador, tuvieran algo quever con esta operación realizada paraarrebatarle la prioridad, al menos en estaespecie, a Humboldt y Bonpland.37 Los dosviajeros, recién llegados a París, gozabande una gran popularidad y su presencia eradisputada en todos los salones de la capi-tal imperial. Con todo, estos dos natura-

listas no se dieron por aludidos y señalaronal describir el árbol de las manitas, que lahabían efectuado de una traducción. Sereferían a la disertación de Larreategui dela que decían:

Ce memoire a eté fidelement traduit, il ya un an, par M. Lescallier, conseiller d’etat,dans une brochure in-4º de 48 pages, alaquelle se truvent jointes deux trés-bellesplanches en couleur.38

La traducción de Lescallier incluía unasláminas que mejoraban considerablemen-te la que había incluido Larreategui en suDisertación, pero no superaban las obte-nidas por la Real Expedición, aunque estasúltimas nunca llegaron a publicarse.

La descripción de Humboldt y Bonplandes la primera que da noticias de que la es-pecie pertenecía a la Flora de Guatemala:

Il y a tout au plus cinq ans q’on connait lepays du Chirostemon; c’est un élèvede l’estimable professeur Cervantez quele premier en a trouvé des forêts prés laville de Guatimala: je tiens ce fait de M.Cervantez lui-même, qui a bien voulu mele communiquer.39

El discípulo citado era José Mariano Mo-ciño que en 1794, junto con el polémicoJosé Longinos Martínez y el dibujanteVicente de la Cerda, formarían la comi-sión naturalista que se encargó, a partir de1795, de estudiar la flora y la fauna delReino de Guatemala.

Es cierto que Humboldt y Napoleón no mos-traron mutua simpatía. En una famosa reuniónjusto antes de que lo coronaran emperador, endiciembre de 1804, Napoleón volvió la cabezaal verlo y le preguntó, “¿Está usted interesadoen la botánica, Señor?”. Humboldt contestó quesí. “Bueno, también mi esposa”, fue la repuestacortante de Napoleón antes de darse la mediavuelta. En 1810, Napoleón le ordenó a Savary,el ministro de Policía, que expulsara a Humboldtde París antes de 48 horas, bajo la sospecha deque era un espía prusiano. La orden se cancelópor la intervención del ministro del Interior, Chaptal.

37

Cfr. Voyage de Humboldt et Bonpland. SexièmePartie, Botanique. Plantes Equinocciales recuilliesau Mexique, dans l’ile de Cuba, dans les provincesde Carcas, de Cumana, De quito et de Pérou, etsur les bords du Rio-Negro, de l’Orénoque et dela rivière des Amazones, p. 85.Cfr. Ibidem, p. 84.

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FUENTES HUMANÍSTICAS 36 DOSSIER 33

EL ÁRBOL DE LAS MANITAS ¿EJEMPLAR ÚNICO?

En 1821, el botánico Kart SegismundKunth recogerá en una obra monumentallas aportaciones a la sistemática vegetal deHumboldt y Bonpland.40 En esta obra sedescribe tanto el género Cheirostemoncomo la especie Cheirostemon platanoi-des, que se incluyen en la familia de lasbombacáceas. Asigna erróneamente aMartín de Sessé el supuesto sinónimo deChiranthodendron y dice que crecía en laNueva España en Toluca.

Pasados los años, el botánico francésJean Baptiste Antoine Guillemin (1796-1842), introduce en el Dictionnaire clas-sique d’Histoire Naturelle41 el términoChiranthodendron indicando que es lomismo que Cheirostemon, por tanto si-nónimo; todo lo contrario a lo que estáadmitido en la actualidad. Cuenta en esamisma fuente toda la historia y cita ladescripción de Larreategui y las de Hum-boldt y Bonpland. También señala queKunth había incluido el género dentro dela familia de las bombacáceas junto conlos géneros Bombax, Adansonia y Ochro-ma. Hoy está incluido en la familia delas esterculiáceas!

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Nova Genera et Species Plantarum quas inperegrinatione ad plagam æquinoctialem orbisnovis collegerunt, descripserunt, partimadumbraverunt Amat. Bonplanda et Alex. DeHumboldt. Ex schedis autographis Amati Bon-plandi in ordinem digessit Carol. Sigismund.Kunth. Accedunt tabulae æri incisæ, et Alexandride Humboldt notations ad geographiam planta-rum spectantes, pp. 302-303.Jean Baptiste Antoine Guillemin. “Cheiroste-mon”, en Dictionnaire classique d’HistoireNaturelle par Messieurs Auduin, Isid, Bourdon,Ad. Brongiart…etc., pp. 534-535.

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34 FUENTES HUMANÍSTICAS 36 DOSSIER

JOAQUÍN FERNÁNDEZ PÉREZ / CRISTINA JIMÉNEZ ARTACHO / JOSÉ FONFRÍA DÍAZ

Guillemin, Jean Baptiste Antoin. “Chei-rostemon”, en Dictionnaire classiqued’Histoire Naturelle par Messieurs Au-duin, Isid, Bourdon, Ad. Brongiart…etc.Paris, Rey et Gravier – Baudouin Frères,1823. Tome troisieme.

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Voyage de Humboldt et Bonpland. SexièmePartie, Botanique. Plantes Equinoccialesrecuillies au Mexique, dans l’ile de Cuba,dans les provinces de Carcas, de Cumana,De quito et de Pérou, et sur les bords duRio-Negro, de l’Orénoque et de la rivièredes Amazones. Paris, F. Schoell, Tubingue,J.G. Cotta, Tome premier.

Nova Genera et Species Plantarum quas inperegrinatione ad plagam æquinoctia-lem orbis novis collegerunt, descripserunt,partim adumbraverunt Amat. Bonplandaet Alex. De Humboldt. Ex schedis auto-graphis Amati Bonplandi in ordinemdigessit Carol. Sigismund. Kunth. Acce-dunt tabulae æri incisæ, et Alexandri deHumboldt notations ad geographiamplantarum spectantes. Lutetiae Parisorum,N. Maze, 1821. Tomus Quintus.

DOCUMENTOS

Anales de Ciencias Naturales, noviembre de1802. Tomo quinto, núm. 15. La tra-ducción de esta y otras cartas de Löflinga Linneo la hizo Ignacio de Asso.

Respuesta apologética de D. JosephDionisio Larreategui, Cursante de Me-dicina y Botánica en esta capital, a lossuplementos de la Gazeta de literaturade 5 de Noviembre de 1794 y 30 deEnero de 1795 en que el AficionadoJ.L.M. pretende reformar la denomi-nación y descripción de la Castillaelástica. Suplemento a la Gazeta de

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EL ÁRBOL DE LAS MANITAS ¿EJEMPLAR ÚNICO?

México del sábado 30 de mayo de 1795(núm. 33).

Cervantes, Vicente. “Discurso pronuncia-do en el Real Jardín Botánico el 2 deJunio por el Catedrático…”, en Suple-mento a la Gazeta de Literatura. Méxi-co 2 de Julio de 1794.

Notas y descripciones que hace un impar-cial aficionado a la Botánica para acla-rar los defectos. Gazeta de Literatura deMéxico. 5 de Noviembre de 1794.

Respuesta a la carta de D.V.F. inserta en lagazeta num. 30 de 19 de mayo de 1795.Suplemento a la Gazeta de México delsábado 4 de julio de 1795 (núm. 321).

Descripción de Plantas. Discurso que en laapertura del estudio de Botánica de 1 deJunio de 95 pronunció en el Real Jar-dín de México el Br. D. Joseph DionisioLarreategui, Cursante de Medicina yDiscípulo de esta Escuela, presidiéndo-lo su Maestro y Catedrático D. VicenteCervantes. México, (Sin Imp.) 1795.

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n muchos casos, viajar es abandonarlo cotidiano para ir a encontrarse con lodiferente. Y si hoy en día, aún con toda lainformación que se tiene sobre el lugarque se a va visitar, no dejan de sorpren-dernos las diferencias culturales que en-contramos –diferencias que en ocasionesgozamos y en otras padecemos– podemosimaginar lo que esto podía significar paraaquéllos que, por diversos motivos, teníanla oportunidad de realizar un viaje a unpaís diferente al suyo en el siglo XIX. Mu-chos de estos viajes se realizaron para es-tudiar y revalorar sociedades de la anti-güedad y otros muchos para explorar oaventurarse y describir aspectos naturalesdesconocidos, así como hubo tambiénquienes lo hicieron por intereses econó-micos y de dominio. El contacto con lodiferente generaba asombros que, en mu-chas ocasiones, se plasmaron en escritosque son hoy testimonios invaluables paralas sociedades visitadas, que se ven des-critas a través de la óptica de otras cultu-ras y costumbres.

México, no ya la Nueva España, contócon viajeros que escribieron sobre susexperiencias y que nos permiten recons-

truir una época con la mirada del “otro”, alque le sorprenden aspectos culturales que,generalmente, pasan desapercibidos pa-ra los habitantes del país, por ser parteintrínseca de su propia estructura social,de sus costumbres y del entorno físico quelos rodea, es decir, de su vida cotidiana.

La capital, conocida también como “laCiudad de los Palacios” situada en la quealguna vez se consideró la “región mástransparente”, por su importancia políti-ca, comercial y social, era destino obligadopara la mayoría de los visitantes. Habríaque subrayar que esta Capital de la quehabía sido la colonia más rica de España,tenía una sociedad urbana que contras-taba con la mayoría de los habitantes delpaís, pertenecientes al medio rural. Lascostumbres de esa ciudad no variaron sig-nificativamente durante los años que com-prende la estancia en ella de los viajerospresentados en este trabajo.

Sin guardar un orden cronológico de sullegada, recojo algunas de sus impresio-nes para destacar lo que tienen en comúno en lo que difieren. Dos de ellos son in-gleses: William T. Penny, quien según JuanA. Ortega y Medina tuvo una empresa co-mercial en México durante los años de1824 y 1826, y Henry George Ward, primer

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Begoña Arteta*

LA VIDA COTIDIANA EN LA CIUDAD DE MÉXICO1824-1850

Departamento de Humanidades, UAM-A.*

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BEGOÑA ARTETA

representante de Inglaterra y encargadode negocios de S.M. Británica en México,quien permaneció en el país entre 1825 y1828. La señora Calderón de la Barca (Fran-ces Erskine Inglis), escocesa de origen, ca-sada con el primer ministro plenipotencia-rio de España en México, escribió sus cartasdurante su estancia que comprende desdesu llegada en diciembre de 1839 hasta losprimeros días de enero de 1842.

Dos norteamericanos: Brantz Mayer,diplomático, primer secretario de la lega-ción norteamericana, quien llega a Méxi-co en noviembre de 1841 y Albert M. Wi-lliam nombrado cónsul del puerto de SanFrancisco al que nunca arriba debido a losproblemas políticos entre México y su país,su estancia abarca los años de 1843 y 1844.

Un austriaco, Carl Bartholomaeus Heller,botánico, llega con la misión de estudiar yrecolectar plantas americanas entre 1845y 1848, no obstante dejó registrados suspuntos de vista sobre las costumbres delpaís; y Carl Christian Sartorious, alemán,que se estableció como inmigrante desde1825, fue dueño de una hacienda en lazona de Huatusco, Veracruz, y quien des-cribe su visión de México hacia 1850.

Aunque el título del artículo es am-bicioso, pues una ciudad es tan diversa co-mo cada uno de sus habitantes, invito allector a hacer un viaje imaginario con loscronistas viajeros, que serán nuestros guías,y que utilizaron la palabra en lugar de lospinceles para plasmar lo que vieron, descri-biéndolo con sus propios trazos, colores yestilo, esta visión abarca desde 1824 conel establecimiento de la República hasta ladécada de los cuarenta del siglo XIX.

Para empezar, entraremos a esa ciudad–la que habían admirado desde las mon-tañas por las que descendía el camino quelos traía de Puebla hasta la capital– por la

puerta de San Lázaro. Al llegar ahí, los su-burbios miserables les causaban la primeragran desilusión, como lo consigna CarlChristian Sartorious, que ve “desperdiciose inmundicias, carroñas de animales y es-combros de construcciones [que] se apilana la entrada de las calles, al lado de laspaupérrimas chozas, moradas de astrososvagabundos o de indios semidesnudos”.1

Esta impresión se modifica ya una vezdentro de la traza urbana, y, así, BrantzMayer, al contemplarla desde el balcónde su hotel, la compara con “un tablero deajedrez, con mayor número de casilleros.Calles derechas que se cortan en ángulorecto y a intervalos uniformes”. Y cuandosube a la torre de catedral nos da la si-guiente descripción:

... Vista desde la torre de la Catedral […]presenta un conjunto de cúpulas, cam-panarios y casas de techos planos […]Fuera de las puertas de la ciudad [….] lavasta llanura se dilata por todas parteshasta las montañas, atravesada en algu-nos puntos por las largas líneas de losacueductos que van de los cerros a laciudad, y en otros tachonadas de lagos,campos de cultivo y hermosas arbole-das, hasta que la vista se pierde en losvolcanes cuyas nieves se destacan sobreel azul del cielo, que en esta época delaño no empaña ninguna nube.2

Pero hay a quien no le parece tan armo-niosa, así, por ejemplo, Albert Guilliam,3manifiesta su desilusión ya que no encuen-tra en la ciudad la belleza que otros viaje-

Carl Christian Sartorious (1990) México hacia1850, p. 191.Brantz Mayer (1953) México lo que fue y lo quees, pp. 59-60.Albert M. Guilliam (1996) Viajes por Méxicodurante los años 1843 y 1844, p. 116.

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LA VIDA COTIDIANA EN LA CIUDAD DE MÉXICO 1824-1850

ros tanto habían ponderado, y precisa quelas construcciones le parecen pesadas y elconjunto de ellas bastante llano por no ha-ber espacio entre unas y otras, y tener lostechos planos. Sin embargo, estas azoteas,diferentes a los tejados de dos aguas alos que estaban acostumbrados, les gustana casi todos los visitantes, que las encuen-tran ideales para pasar algunos ratos enlas noches.

En lo que todos coinciden es en el azullímpido del cielo, y las noches estrelladas;noches en las que parece que uno “pudieratocarlas con la mano” como dicen BrantzMayer4 y la marquesa Calderón de la Bar-ca quien dibuja las noches de la ciudad,con las siguientes palabras:

Cada estrella, fulgura, dorada y distinta[…] Aunque para gozar de una verda-dera vista de noche tendréis que subir ala azotea, y contemplar a México dor-mido a vuestros pies; todo el valle y laciudad misma flotando en el plenilunio;la altísima bóveda azul engastada de es-trellas y mientras las montañas se bañande plata, los blancos volcanes parecenunir tierra y cielo.5

En este espacio en el que la pureza de laatmósfera inspiró bellas descripciones alos extranjeros que nos visitaban, transcu-rría la vida de los habitantes de la ciudadde México. La mayoría de estos viajerosconsigna que por las mañanas los despier-ta el tañido de las campanas de las muchasiglesias, y es que, como originarios de paísespro-testantes, les llama mucho la atención

este repicar al que no están acostumbrados.Y ya despiertos se asombran del movi-miento con el que inicia el día; Mayer, porejemplo, se asoma al balcón del hotel Ver-gara en el que se hospeda6 y comenta:

… las casas tenían las ventanas abiertas;bellas mujeres, oída su misa, volvíanpresurosas a casa; pasaban monjes vie-jos metidos en sus hábitos encapucha-dos; el carnicero arreaba su burro, consu alacena peripatética cargada de car-nes de diversas clases; en los patios quecolumbraba yo al través de los portonesentreabiertos veíanse árboles y floresrecién abiertas; y en los balcones haraga-neaban los madrugadores, saborean-do su cigarro después de tomarse sutaza de chocolate.7

Pero no eran sólo las señoras las quemadrugaban para ir a misa, el ruido y lasvoces provenían de los vendedores am-bulantes, que desde muy temprano pre-gonaban sus mercancías, como el mismoMayer describe:

… durante la primeras horas de la ma-ñana recorrían las calles los que ven-dían, carbón, leche, mantequilla, cecina,sebo, petates… Pero otras voces norecorrían las calles de la ciudad, se con-centraban en el mercado, en dondemezclados y diferenciados se reuníancompradores y vendedores. Estos últi-mos anunciaban su producto a gritos,los que lo mismo podían referirse a pato

Eran pocos los hoteles para alojar a extranjerosy todos se quejan cuando los comparan con losde sus países. La costumbre de las clases altasmexicanas era la de ser hospedados en casas defamiliares o amigos, y las clases bajas como losarrieros, campesinos, etcétera, se quedabanen mesones y fondas, en donde guardaban susmercancías y animales.Brantz Mayer, op. cit., p. 69.

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Brantz Mayer, op.cit., p. 69.Madame Calderón de la Barca (1967) La vida enMéxico, durante una residencia de dos años enese país.2ª ed., traducción. y prólogo de FelipeTeixidor, México, Porrúa, p. 69.

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BEGOÑA ARTETA

asado que a cualquier otro guiso decarne, o ser simplemente una invita-ción a beber pulque, limonada o aguade chía.8

Además, al norteamericano Mayer, el mer-cado le parece una Babel por la mezcla degritos en español y en las diferentes lenguasindígenas. Y el alemán Carl BartholemeusHeller coincide con Mayer y piensa que unade las cosas dignas de verse en la ciudades el mercado de El Volador en donde:

…desde las primeras horas de la maña-na –nos dice– es el punto más animadode la ciudad, en donde la gritería de losardientes mexicanos, los distintos idio-mas de los indios, el regateo de com-pradores y vendedores produce tal ruidoque, podría pensarse, que aquí se dis-cute el bienestar de todo el mundo.9

También le llaman la atención los produc-tos que, tanto los indios como las indias,llevan por el canal de Chalco hasta el cen-tro de la ciudad.

Este autor explica también a qué se debeel nombre de un lugar que todavía lo con-serva en nuestros días, el Paseo de La Viga:

...formado por una doble avenida debellos árboles y que se extiende bastan-te lejos hasta el punto en el que el pe-queño puente de piedra cruza el canal;de allí toma su nombre el paseo, ya queel cruce de las canoas, que deben pa-gar allí el impuesto, puede ser impedidopor una “viga”.10

Acabamos de mencionar que a los visitan-tes de cultura protestante les sorprendía elrepicar que surgía de los campanarios delas iglesias con el que se marcaban las horasdel día, según el oficio religioso correspon-diente, pero también les asombraban lascampanillas que anunciaban el tránsito dela eucaristía que llevaba un sacerdote, asícomo el silencio absoluto que se producíaa su paso. Sencillamente, no estaban acos-tumbrados a este tipo de manifestacionesreligiosas callejeras, y así describe WilliamT. Penny la que le tocó presenciar cuan-do apenas llegaba a la ciudad. Dice que,de pronto:

…un súbito silencio en un instante seesparció por todo ser viviente, […] sucompañero un gachupín estaba incli-nado sobre la silla y se quitaba el som-brero […] todos se hincaron, no entendíalo que sucedía, hasta que le explicaronque, … la ley de la iglesia prescribe queen tanto se oye la campanita la gente de-be quitarse el sombrero; todo movimien-to y ocupación deben cesar en tanto elcarruaje esté a la vista; todo el mundodebe permanecer arrodillado y dossoldados siguen al coche para hacer-la cumplir.11

Aunque la población consideraba herejesa los extranjeros no católicos, aún ellos te-nían que cumplir con este rito al igual quetodos los demás transeúntes. En los Por-tales de la Plaza Mayor –la Babel de Mayer–le tocó a éste presenciar el cambio de esce-na que se producía, cuando, de repente:

Sale lentamente un carruaje pintado devivos colores y con ventanillas por to-

Ibid., p.10.Carl Bartholomaeus Heller, Viajes por México,en los años 1845-1848, p. 145.Ibid., p.146.

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10Juan A. Ortega y Medina, Zaguán al México repu-blicano, p. 88.

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LA VIDA COTIDIANA EN LA CIUDAD DE MÉXICO 1824-1850

dos lados, tirado por mulas moteadas;dentro de él va sentado un sacerdote; aentrambos lados avanza un grupo demuchachos que cantan un himno, en uninstante una quietud de muerte invade laplaza entera. Desde el comerciante quevende cintas debajo de los Portales has-ta el ratero que apenas tiene tiempo deesconder el pañuelo en su blusa mu-grienta, toda la multitud se ha descu-bierto la cabeza y puesto de rodillas: ¡ElViático va a la casa de algún moribun-do!... El carruaje da vuelta a la esquina, yla Plaza recobra su animación, el co-merciante se pone a vender, el lépero arobar, y la lección de la muerte cae parasiempre en el olvido.12

En las calles, las señoras “… más devotasvan a misa antes del desayuno y las másperezosas lo hacen a cualquier hora antesde mediodía”, dice Penny. Y el mismo autorconsigna que estas señoras van de tiendasa pie, pero si se trata de visitar a alguien lohacen en coche. En cuanto a su atuendo,apunta que visten siempre de negro conmedias blancas de seda y zapatos de rasode diversos colores, y acota que sólo unascuantas con mejor gusto los usan negros.Otra prenda que no falta como parte esen-cial del vestido es la mantilla. Y tanto aPenny como a otros autores les sorpren-de que las mujeres no usen sombrero porlo que, como un dato curioso, mencionaque a la única mujer que vio con esta pren-da fue a una anciana, se trataba de la señoraO´Donojú, viuda del último virrey español.13

El norteamericano Mayer, durante su es-tancia en 1842, menciona también el he-cho de que fuera raro ver un bonnet,aunque, antes de salir del país, comenta

que empezaban a verse más a menudo. Yaños después de lo descrito por Penny, laseñora Calderón de la Barca tuvo que cu-brirse la cabeza con un velo al visitar la villade Guadalupe, porque no se permitía lle-var sombrero en el interior de las iglesias.14

Aunque la misma marquesa es la que anotaque, en la feria de San Agustín, algunasseñoras desfilaban ya ante sus ojos con va-riados sombreros, incluso extravagantes.

Las diferencias sociales y raciales de loshabitantes de la ciudad se hacían eviden-tes en las actividades que desempeña-ban, en el color de la piel y en el vestido.Así, por ejemplo, siguiendo a Sartorius,15

los españoles se dedicaban a la venta demercancías al menudeo, y los criollos, ade-más de comerciantes, también eran fun-cionarios públicos, militares, abogados,terratenientes y monjes; se diferenciabande los demás por su color y vestido a lausanza europea. Los mestizos llegaban adesayunar al mercado, eran soldados, em-pleados, rancheros y campesinos, estos úl-timos usaban indumentaria de cuero, lle-vaban látigo y sarape colgado al hombro, ysus esposas iban de falda y blusa, y siemprecon rebozo complementando el vestido.Los indios se distinguían por sus calzonci-llos cortos y anchos de algodón, sujetos ala cadera con un cinturón de una lana bur-da, por el sombrero de paja y los huaraches.Las indias llevaban su “enredo” sostenidotambién por una banda, y la parte superiorcubierta con un “huipil” que bajaba hastala rodilla, se peinaban con trenzas, e ibanadornadas con vistosos aretes de colores.También había algún mulato, aunque és-tos se veían poco en la ciudad.

Brantz Mayer, op.cit., p. 67.En Juan A. Ortega y Medina, op. cit., p. 91.

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13Marquesa Calderón de la Barca, op. cit., p. 54.Carl Christian Sartorious, op. cit., p. 119.

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BEGOÑA ARTETA

En las descripciones de los extranjerosno pueden faltar los personajes “tipo”,como los léperos por los que sentían unaespecial repugnancia, los arrieros, o losaguadores, que llenaban de agua sus cán-taros en las fuentes para ofrecerla en lascalles y también para entregarla en las casas.Tampoco escaparon a su observación

…los ‘evangelistas’, habitualmente ves-tidos con pantalones y chaquetas negras,que bajo los portales ofrecían sus servi-cios a aquellos que no sabían escribir, einterpretaban los deseos del cliente,componiendo cartas de amor en prosao verso, invitaciones y felicitaciones.16

Durante la mañana, las señoras podrían iro no acompañadas, aunque en general, aesas horas, lo hacían con un criado o unniño, y algo que sorprende a Penny es lafamiliaridad con la que las señoras inte-ractúan con su servidumbre:

…tengo que informarte, dice, que loscriados son tratados con la misma corte-sía y deferencia que se debe a los igua-les; ellos van caminando al lado de suama, platicando y fumando a la par deella, proveyéndose mutuamente de ciga-rrillos o intercambiándose lumbre, y ensus gustos y opiniones e inclusive pare-ceres, se ponen de acuerdo sobre lascompras que deben realizar…17

Esta familiaridad con los criados sorprendea los viajeros, al igual que el que no hubieralugares especiales en las iglesias, en dondetodas las clase sociales se mezclaban sinmiramiento y no existían sitios comprados,

como sucedía, a pesar de su republica-nismo, en muchas iglesias protestantes.

Una costumbre de la que se ocupan todoslos autores son las visitas matutinas quehacen las clases media y alta en especial, ylo que más les admira de ellas es su du-ración. Generalmente estas visitas se hacíanentre las once de la mañana y las dos de latarde y los visitantes podían, incluso, que-darse a comer si no se habían retirado antesde la hora de pasar a la mesa. Mayer diceque en Estados Unidos había llegado arealizar quince o veinte visitas con una da-ma elegante, pero en México:

Una visita es una visita …la gente sa-be que puede verse, mirarse y decirsedos palabras en la calle; y piensa quesentarse cinco minutos al borde de unasilla tiene tan poco sentido común co-mo el quedarse parado en medio de lacarretera. Consideran que lo propio enun salón es consagrar mucho tiempo acambiar opiniones con urbanidad; ytienen a la indiferencia o aire distraídoo a lo que en otras partes se llamaríaindolencia elegante, poco menos quepor grosería.18

En 1824, Penny nos ofrece más datos cu-riosos sobre esta costumbre. Comenta que,a pesar de todas las reverencias y cortesíasque son necesarias al entrar y salir de lacasa, no hay restricción alguna en cuanto ala forma y las buenas maneras. Así, porejemplo, las señoras de la casa son las quenormalmente reciben a los invitados, sinque les importe para nada su arreglo: “…nose han lavado, peinado ni vestido de mo-do apropiado.” Además, “los visitantestraen siempre consigo sus propios cigarri-

Ibid., p. 120.En Juan A. Ortega y Medina, op. cit., p. 92.

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17 Brantz Mayer, op. cit., p. 75.18

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LA VIDA COTIDIANA EN LA CIUDAD DE MÉXICO 1824-1850

llos, de suerte que pronto la habitaciónqueda lindamente perfumada sin costo al-guno para la señora de la casa”.19 En unavisita que realiza a la casa del conde deRegla, a Penny le sorprende que ningúncriado lo acompañe hasta el cuarto dondese encontraba la condesa “vestida de tra-pillo, aunque era la una en punto”, en mar-cado contraste, con una de sus hijas, queestaba adornada con valiosas joyas..., pe-ro con los dedos amarillos del humo de loscigarrillos, lo que hace que al autor le cam-bien los colores.20

También a Calderón de la Barca le pare-ce excesiva la duración de la visita, comen-ta que la más breve es por lo menos deuna hora a lo que se añade el tiempo quepuedan esperar a ser recibidos por los due-ños de la casa. Y, asimismo, le sorprendenlos contrastes en el arreglo personal de lasseñoras. Cuando –como esposa del emba-jador español– recibe la visita de las seño-ras de la sociedad mexicana y comenta quesus ojos apenas empezaban a acostum-brarse “…a la ostentación de brillantes yperlas, sedas, rasos, blondas y terciopelos,con los que las señoras nos han hecho suprimera visita de etiqueta”,21 y describecon detalle los vestidos, las mantillas y lasjoyas espectaculares con las que se ador-naban. Pero coincide plenamente conPenny en cuanto al atuendo matutinode la señora de la casa a la que se devolvíala visita:

…de acuerdo con nuestro punto de vis-ta en estos casos, existe una gran dife-rencia entre la manera de engalanarse lasseñoras cuando van de visita y la deja-

dez de su indumentaria de casa y demañana, con la cual reciben a sus visi-tantes. Habrá algunas excepciones, y aunmuchas, pero en masse, así es…

Termina diciendo que este descuido en elatavío de la mañana es otro gran inconve-niente para realzar su belleza, “Una mujersin cotilla,* despeinada y con rebozo, ne-cesita ser de verdad muy bonita, si quiereretener sus encantos”.22

Según Henry Ward, entre las cinco y lasiete de la tarde, era obligado el paseopara las clases acomodadas. La Alamedaera uno de los lugares más visitados, y ladescribe como un hermoso lugar, con susárboles, y fuentes, que cerraba sus puer-tas en la noche al toque de la Oración.Mayer comenta que la moda era ir ahí to-das las tardes en coche o a caballo, excep-to en Cuaresma

…y dar vueltas en torno de la cerca porlos suaves caminos envueltos en la espesasombra, hasta que tocan las campanasvespertinas, o ponerse en fila a un ladodel paseo, mientras van y vienen los ca-balleros, o pasearse media hora diciendonaderías junto a la ventanilla del cochede alguna belleza de fama.23

A diferencia de las mexicanas de clase al-ta que paseaban siempre en coche, parala marquesa no había:

... nada más agradable que caminar porla Alameda, que es tan hermosa y endonde se goza de una agradable sombra,y, sin embargo, me he paseado por ella

Juan A. Ortega y Medina, op.cit., p. 99.Ibid., p. 101.Marquesa Calderón de la Barca, op. cit., p. 62.

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Ajustador que usaban las mujeres, formado delienzo o seda y de ballenas. DRAE.Ibid., pp. 72-73.Brantz Mayer, op. cit., p. 67.

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con frecuencia en las mañanas y sólo heencontrado a tres señoras a pie, y aundos de ellas eran extranjeras. Despuésde todo, cada cual tiene sus pies; peronada más las señoras tienen coches, y esquizás esta mezcla de indolencia la queno permite a las Doñas mexicanas pro-fanar las suelas de sus zapatos con elcontacto de la madre tierra.24

La señora Calderón de la Barca nos hablade sus preferencias en cuanto a los otroslugares de recreo. Así, por ejemplo, en elPaseo de Bucareli había reuniones todas lastardes, pero sobre todo los domingos y díasde fiesta, en donde:

…se pueden ver dos largas filas de ca-rruajes llenos de señoras, multitud decaballeros montando a caballo entre elespacio que dejan los coches, solda-dos, de trecho en trecho, que cuidan elorden y una muchedumbre de gentedel pueblo y de léperos, mezclados conalgunos caballeros que pasean a pie.

Aunque este paseo le parece que tiene unahermosa vista de las montaña, ella prefie-re el de La Viga, al que:

… bordea un canal, con árboles que ledan sombra, y que conduce a las chi-nampas y se ve siempre lleno de indioscon sus embarcaciones, en las que traenfruta, flores y legumbres al mercado deMéxico. Muy temprano en la mañana esun agradable espectáculo verlos comose deslizan en sus canoas, cubiertas contoldos de verdes ramas y flores.25

Los mexicanos tenemos fama de ser hos-pitalarios, por lo que resultan curiosos los

comentarios de los viajeros sobre la faltade costumbre de invitar a comer o a cenaren las casas, así como las razones con lasque justifican esa aparente descortesía. Aeste respecto, Ward, que estuvo en Méxi-co en 1827, comenta:

En la capital, las fiestas nocturnas y lascenas formales, excepto en las grandesocasiones, son igualmente desconoci-das. Después del paseo que tiene lugarentre las cinco y las siete, todo mundo vaal teatro, y después del teatro a la cama.Los mexicanos todavía no han adqui-rido la costumbre europea de reunirsecon frecuencia en pequeños grupos pa-ra el fomento del trato social. Aceptancon placer las invitaciones de los extran-jeros, pero no se pueden despojar de laidea de que, si ellos han de organizar al-go, es necesario echar la casa por laventana, lo cual hace que la repeticiónde fiestas de esta naturaleza resulte im-practicable. Sólo en sus haciendas danrienda suelta a la hospitalidad a la queestán naturalmente inclinados.26

Y Ward sabía bien lo que era ese “echar lacasa por la ventana”. A pesar de no ser ca-tólico, invitó a los condes de Regla a serpadrinos de bautizo de su hija, lo que hacíade este acto algo excepcional, cuya expli-cación habría que buscar, quizá, en los in-tereses políticos y sociales que buscabanambas partes, ya que como se dijo él erael encargado de negocios de su país. Lospadrinos –nos cuenta– le pidieron que to-dos los arreglos se los dejara a ellos, y fue-ron los que se encargaron de que la ce-remonia religiosa fuera espléndida, concientos de velas, música y multitud deasistentes. El certificado de bautismo que

Henry Ward, op. cit., p. 716.26Calderon de la Barca, op. cit., p. 78.Ibid., p. 79.

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les dio el sacerdote oficiante estaba en-marcado en oro e impreso en seda con to-dos los nombres de la niña, a la que llama-ron Frances, le agregaron Guadalupe enhonor de la Virgen, y además Felipa deJesús, por ser este el nombre del únicosanto mexicano. Al otro día, los condesofrecieron una cena para veinte personas,y los regalos eran diamantes, que en casode rechazar, se consideraba una ofensa.27

Penny también se hace eco sobre lo es-casas que son las invitaciones a comer enlas casas de los mexicanos, aunque afirmaque las reuniones que suelen celebrarse enlas tardes, equivalentes a la hora del té in-glés, se convierten en una tertulia que:

…aunque no tan pulida, resulta másamistosa y se adapta de modo perfectoal clima y a las costumbres de aquí […]Uno se siente en ellas como si estuvieraen casa y se le recibe como si se tratarade un conocido de años.28

Brantz Mayer, observa y consigna que a losmexicanos les gusta más estar en la calle,aunque reconoce el error que suele pro-ducirse cuando se generaliza, sobre todoal referirse a las costumbres de una pobla-ción tan grande y variada como la de estaciudad, comentario que aprovecha paraenaltecer a la clase media. Considera queno puede:

… sostener que los mexicanos son gen-te de hogar, como los alemanes, losingleses y quizás también nosotros; peroes así mismo cierto que no les faltan esosgustos y reuniones sociales que hacen delas casas sitios de reunión predilecto.Verdad es que la gente de mundo dedi-

ca mucho tiempo a la misa matutina, alpaseo de las tardes y al teatro; pero enuna población de 200 000 habitantesno puede considerarse esto como unacaracterística de todo el pueblo. […] Nodebemos juzgar a toda una nación nipor la clase social más opulenta, quesiempre es la más corrompida, engañosae insustancial, ni tampoco por la claseínfima, que es siempre la más viciosa. Enlas categorías medias de la vida, sobrias,pacientes, patrióticas, bien enseñadas,campean más a lo vivo las verdaderasvirtudes, los rasgos más nobles de unpueblo; y aunque estos caracteres pue-dan hallarse también así entre las clasesmás altas como entre las más bajas, só-lo en aquélla pueden buscarse con cer-tidumbre de no errar.29

Como lo hemos dicho ya, las clases socia-les altas terminan el día con la asistencia alteatro, diversión a la que, durante su estan-cia en la capital, acuden también muchosviajeros. En 1827, a pocos años de termi-nada la guerra de independencia y cuandoapenas se alcanzaba una cierta estabili-dad política, Penny asiste a una función enel Coliseo Nuevo: el teatro le parece sucio,sin reparar y mal alumbrado y malísima larepresentación de las obras. Pero lo quemás le llama la atención es la costumbrede fumar: “durante los entreactos el localse llena de humo, el lunetario y los palcoscontribuyen al acrecentado volumen de lamasa de humo”.30

En los años cuarenta, a Heller le sor-prende también esta costumbre de fumaren el teatro: “Para el extranjero resulta muyextraño que se fume antes de la repre-sentación y durante ella, y las damas que

Brantz Mayer, op. cit., pp..73-74.Juan A. Ortega y Medina, op. cit., p. 111.

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30Ibid., p. 716.Juan A. Ortega y Medina, op. cit., p. 195.

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aparecen en todo su esplendor no sonla excepción de esta costumbre”.31 A lamarquesa, el teatro también le parece:“…oscuro, sucio y foco de malos olores”,y la actriz malísima, pero eso sí, nos dice:“Fumaba todo el patio, fumaban las ga-lerías, fumaban los palcos y fumaba elapuntador de cuya concha salía una riza-da espiral de humo, que daba a sus profe-cías un viso de oráculo délfico”.32

La misa, las visitas matutinas, el paseo yel teatro, resumen, más o menos, las acti-vidades cotidianas de las clases altas,aunque también existían otras formas dediversión. Una muy popular eran las corri-das de toros. Para Mayer, era otro de losespectáculos que podría presenciar unvisitante de la época, así como un golpede estado o un temblor. Considera que esuna diversión que familiariza a las masascon la muerte, más aún, que tiende a“…fomentar la pasión brutal por la san-gre”,33 lo que es un peligro para las clasessociales más bajas, que son las que asistenmayoritariamente, pues puede fomentarentre ellas las pasiones más depravadas,cuando son, precisamente, las gentes quenecesitan una mayor instrucción moral.

Penny considera a las corridas de toroscomo la diversión nacional, y piensa que sise lograra despojarlas de su crueldad yriesgo serían un magnífico pasatiempo.34

La señora Calderón de la Barca confiesaque la primera vez que asistió a una corridade toros, si bien, al principio se cubrió lacara porque no se atrevía a mirar, poco apoco fue creciendo su interés, hasta que“...ya no pude apartar los ojos del espec-

táculo, y entiendo muy bien” –comenta–“el placer que encuentran en estas bárba-ras diversiones los que están acostumbra-dos a ellas desde la infancia”.35 Terminapensando que las corridas son como elpulque, al que, también, “…al principio letuerce uno el gesto, y después se comien-za a tomarle el gusto”.36

Los extranjeros trataban y convivíanprincipalmente con la que podríamos lla-mar la “aristocracia republicana”, peroconsignan también las formas de divertirsede las otras clases sociales. En los arraba-les de la ciudad, por ejemplo, hombres ymujeres podían acudir a los fandangos quese organizaban en las noches, en barrioscomo el de Santa Ana. En los expendios depulque se tocaba la guitarra, se cantaba ylos clientes pedían siempre más música.Como apunta Sartorius, uno de los corosdecía: “¿Sabe que es pulque? ¡Licor divino!¡Lo beben los ángeles en el sereno!”37 Laspulquerías también eran un punto de reu-nión para los arrieros que cargaban buenascantidades de dinero; incluso existía eldicho: “gastar dinero como arriero”. El gas-to lo hacían en los mesones en que se hos-pedaban, en donde se organizaban jolgo-rios que podían terminar en riña despuésde ingerir mucho pulque y mezcal y, enocasiones, con algún herido o muerto.

En cuanto a las festividades religiosas, alos viajeros les llama la atención la raramezcla de lo divino con lo terrenal, y elespecial colorido que tienen las ceremo-nias. Como es natural, la visita al santuariode la Virgen de Guadalupe es obligada porla devoción que tiene todo el pueblo a supatrona, y que se manifiesta espectacu-

Calderón de la Barca, op. cit., p. 59.Ibid., p. 111.Sartorious, op. cit., p. 208.

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Heller, op. cit., p. 14.Calderón de la Barca, op. cit., p. 51.Brantz Mayer, op. cit., p. 90.Juan A. Ortega y Medina, op. cit., p. 108.

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larmente en los festejos del 12 de di-ciembre. No hay autor que no se ocupedel tema. Algunos cuentan, más o menosabreviada, la historia de las apariciones,mientras que otros se extienden en ladescripción de la iglesia o de la capilla delPocito. Mayer afirma que no hay moradaen México en donde no tengan colgadauna copia del cuadro de la Virgen.38 Hellerdescribe la fe que tienen los mexicanos ensu patrona y en sus milagros, pero con elescepticismo propio de un protestante,cuenta que en La Villa vio a un hombrecon la pierna rota, que pedía se le curarasin cirugía, a lo que sarcásticamente co-menta: “no pude confirmar si sanó, puesmientras estuve allí nada de ello sucedió”.Como científico, este autor dejó constanciade la temperatura del agua que brota cer-ca de la hermosa capilla del Pocito, a laque le encontró también un gusto seme-jante al agua de Seltz. 39

Las fiestas religiosas marcaban el calen-dario anual con sus grandes celebracio-nes, en las que participaban con gran al-borozo todos los habitantes de la ciudad,y de algunas de estas ceremonias se ocu-pan también los viajeros escritores. Por citarun ejemplo, me basaré en la descripciónque hace la señora Calderón de la Barcade la Semana Santa. 40 Inicia con el Domin-go de Ramos y cuenta lo difícil que le fueabrirse camino a través de la multitud quellenaba la Catedral, y de cómo sólo a fuer-za de paciencia y cambiando a cada ratode sitio logró llegar muy cerca del altarmayor, desde donde pudo observar unbosque de palmas “agitado por un vientosuave…, y debajo de cada palma un indio

casi desnudo; indios cuyos harapos cuel-gan con maravillosa pertinencia “… “Des-de ese día y durante toda la semana, sesuspendían los negocios…”, “acuden loscampesinos de todas partes, se cierran lastiendas y se abren las iglesias…”

Durante el Jueves Santo se cerraban lascalles y los carruajes no transitaban, oca-sión que aprovechaban las damas para lu-cir sus ricos vestidos. Las iglesias competíanen el adorno de sus altares y estaban siem-pre repletas; como dice la marquesa:

…apenas disponíamos de tres minutospara permanecer arrodilladas ante ca-da altar, pues de otra manera nunca ha-bríamos tenido tiempo para entrar si-quiera a las innumerables iglesias quevisitamos durante la noche.

El Viernes Santo, día de tristeza y humilla-ción, el aspecto era muy distinto: todas lasseñoras vestían de negro, y las iglesias lucíanlóbregas, después de las brillantes ilumi-naciones de la noche anterior. También seefectuaba una procesión solemne, de la quecomenta el estupor que le produce obser-var a las señoras que desfilan con sus tú-nicas blondas y sus aretes de diamantes, y“ver a las pobres indias atravesar con sutrote la plaza, las trenzas de su cabello ne-gro entretejidas con un listón rojo y sucio ya la espalda un niño indio.” A la procesiónacudía todo tipo de gente, y no podían fal-tar, entre otros, los puestos con las matra-cas y los judas que se quemarían el Sábadode Gloria, así como los que ofrecían todaclase de bebidas.

Terminaré con la descripción de la feriaque se organizaba en el mes de mayo enSan Agustín de las Cuevas, en lo que ahoraconocemos como Tlalpan, y que en aque-llos años no formaba parte de la ciudad.

Brantz Mayer, op. cit., p. 96.Heller, op. cit., p. 149.Calderón de la Barca, op. cit., pp. 96-102.

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Allá se daba cita gran parte de la poblaciónde la capital, desde los mendigos, a algu-nos de los cuales Mayer reconoce, hastalas clases más pudientes.

Ward, que escribe en 1827, consignaque el lugar era de los favoritos de las clasesaltas, que tenían ahí residencias, que aban-donaron durante la guerra de independen-cia, pero que habilitan para la feria, ya seapara rentarlas o para trasladarse a ellas du-rante esos días, como lo hace el marquésde Vivanco, con el que él se aloja. Másadelante, comenta: “…como la diversiónes el único objeto de dicha feria, acude aella cualquier criatura que pueda ahorrar,mendigar o pedir prestado un dólar para laocasión”. No es de extrañar que en los ga-llos y en las mesas de juego, que congre-gan tanto a la élite como a las clases másbajas de la sociedad, se ganen y pierdenverdaderas fortunas. Y, de nuevo, Ward se-ñala los marcados contrastes:

Mientras dura la feria, las calles y plazasestán de día y noche, llenas de gente,que duerme a la belle etoile o buscarefugio bajo los carruajes que abarro-tan la plaza. En cambio, “entre las da-mas es de etiqueta cambiarse de ves-tido cuatro o cinco veces durante el día:para el paseo tempranero antes del de-sayuno, de nuevo para el palenque, quese abre a las diez de la mañana, portercera ocasión para la comida, una cuar-ta para el Calvario, donde generalmen-te se hace rueda para bailar y una quintapara el baile público, que comienza a lasocho de la noche y dura hasta las doce.41

En la ciudad había otros muchos motivosde fiesta, como las efemérides del calen-dario civil, entre las que se conmemoraba

Henry Ward, op. cit., pp. 484-485.41

la entrada de los ejércitos triunfantes, elonomástico del gobernante en turno yel aniversario de la independencia. Así,entre festejos, asonadas militares, cambiosde gobierno, golpes de estado, de los quelos habitantes se recuperaban pronto pa-ra continuar con su vida diaria, tan llena decolor y movimiento, transcurría la vida enla ciudad de México. Una vida marcada,también, por las diferencias y la injusticiaentre las clases sociales, a las que distin-guía el color, la vestimenta, la ocupación ylas prerrogativas, como desafortunada-mente sucede todavía en la actualidad.Unas vidas muy distintas según el lugar quese ocupara en la sociedad, pero a las que,de acuerdo con las pinceladas que nos de-jaron los viajeros, unificaba el gusto por vi-vir en esta ciudad que tenía fama de estaren la “región más transparente”!

BIBLIOGRAFÍA

Mayer, Brantz. México lo que fue y lo quees. Trad. de Francisco Delpiane. Pról. ynotas de Juan A. Ortega y Medina. Mé-xico, FCE, 1953.

Calderón de la Barca, Madame. La vida enMéxico. Durante una residencia de dosaños en ese país. 2ª ed. Trad. y pról. deFelipe Teixidor. México, Porrúa, 1967.

Guilliam M., Albert. Viajes por Méxicodurante los años 1843 y 1844. Trad., pról.y notas de Pablo García Cisneros. Mé-xico, CONACULTA, 1996 (Mirada Viajera).

Heller, Carl Bartholomaeus. Viajes porMéxico, en los años 1845-1848. Trad. ynota preliminar de Elsa Cecilia Frost.México, Banco de México, 1987.

Ortega y Medina, Juan A. Zaguán abierto alMéxico republicano (1829-1830). Mé-xico, UNAM, 1987.

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LA VIDA COTIDIANA EN LA CIUDAD DE MÉXICO 1824-1850

Sartorious, Carl Christian. México hacia1850. Estudio preliminar, revisión y no-tas Brígida Von Mtz. México, CONACUL-TA, 1990.

Ward, Henry. México en 1827. TraducciónRicardo Haas. Estudio preliminar MatyF. de Sommer. México. FCE, 1981 (Biblio-teca Americana).

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rocedente de Guayaquil, el barón Ale-xander von Humboldt entró al reino de laNueva España por el Pacífico y desembarcóen el puerto de Acapulco el 23 de marzode 1803, tan sólo tres años después de ha-berse iniciado el siglo XIX. Venía acompa-ñado del médico y botánico Bondpland,quien partió junto con él desde el inicio desu viaje al Nuevo Continente en 1799, ycon el joven Carlos Montúfar y Larrea, alque ambos habían conocido en la ciudadde Quito un año antes. El viajero alemántraía solamente un lápiz para dibujar y undiario para registrar con palabras lo queveía a través de sus ojos azules. Ningunode los tres pudo haber oído hablar ni deTalbot ni de Daguerre, que no habrían deentrar a la historia de la fotografía sino has-ta treinta años más tarde.

Dando muestras de su espíritu liberal yde su gran capacidad de adaptación, el ex-plorador se llamaría en México simplemen-te Alejandro de Humboldt, al igual que lohabía hecho en todos los países de hablahispana que había visitado durante los úl-timos cuatro años que ya duraba su viajepor América del Sur y América Central.

El mismo día que se instala en Acapulco,Humboldt le escribe al virrey José de Itu-rrigaray para informarle que ha llegado a laNueva España. Realiza mediciones en elpuerto y cuatro días después emprende lamarcha hacia la capital del virreinato. Fueronnecesarias veintiún mulas para transportarlos instrumentos científicos, así como lascolecciones botánicas, zoológicas y geoló-gicas de la expedición.1 Por el camino vadibujando la carta itinerario de Acapulcoa México. Pasa por Chilpancingo, visita lafamosa mina de plata de Taxco y, al cruzarpor Cuernavaca y Huitzilac, recibe la res-puesta del virrey a su carta, manifestándo-le que se complace en prestarle todo elapoyo que pueda serle útil en sus impor-tantes investigaciones. Con esa seguridad,Humboldt y sus compañeros “entre dosluces penetran en la ciudad de México”,2la noche del 11 de abril de 1803.

Los tres ilustres jóvenes: un barón pru-siano de 34 años, un botánico francés de

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Luz Fernández de Alba*

LA CIUDAD DE MÉXICO QUE HUMBOLDTVIO A TRAVÉS DE SUS OJOS AZULES

Profesora de la Universidad Nacional Autónomade México.

*

Frank Holl y Joaquín Fernández Pérez. El mundode Alexander von Humboldt. Antología de Textos,p. 179.Véase la “Cronología humboldtiana”, preparadapor Juan A. Ortega y Medina para la edición dePorrúa del Ensayo político sobre el Reino de laNueva España, de Alejandro de Humboldt.

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30 y el hijo de un marqués criollo, de tansólo 23, se alojaron en una casona colonialubicada en el número 3 de la calle de SanAgustín, en el centro de la ciudad de Mé-xico. Con el paso del tiempo, la calle cam-bió de nombre y la casa de actividad,3 pe-ro conserva una placa –puesta hace másde cien años por los alemanes residentesen México– que recuerda la estancia deHumboldt en ella.

Menos de un mes después de haber de-sembarcado en Acapulco, el 15 de abril de1803 encontramos a Alejandro de Hum-boldt ya de visita con don José Iturrigarayy los principales funcionarios de la cortevirreinal. Es en esa ocasión cuando obtie-ne la autorización del virrey para usar losarchivos de la Colonia y así, sin haber per-dido un solo día de trabajo, Humboldt dainicio a su fructífero viaje de investigacióncientífica en la Nueva España, que habríade prolongarse hasta marzo de 1804, fe-cha en la que sale de Veracruz con rum-bo a La Habana.

En el transcurso del año que pasó enMéxico, Humboldt desplegó una intensa ycontinua actividad. Su atractiva y carismá-tica personalidad, así como su dominio dela lengua española, le habían permitido rela-cionarse con los más destacados científi-cos y artistas tanto novohispanos como espa-ñoles. Se había dado tiempo también, paraconocer los centros mineros más importan-tes del virreinato, y para medir cuanto río,montaña y lago se habían cruzado por sucamino, al igual que la altura de varios vol-canes como el Jorullo y el Nevado de Tolu-ca y hasta de cerros, como el de Chapul-tepec. Igualmente había participado como

sinodal examinador de los alumnos de laEscuela de Minas y no faltaba a ningunareunión académica o social a la que hubiesesido convocado. Al mismo tiempo, mante-nía una continua correspondencia con suscolegas europeos, dibujaba las plantas queno había visto antes, registraba en su diariotodo aquello que llamaba su atención, po-saba para el retrato que le hacía don Ra-fael Ximeno y Planes,4 y elaboraba el primeresbozo de lo que años más tarde sería sufamoso Ensayo político sobre el reino de laNueva España.

Es precisamente en el libro tercero delEnsayo Político,5 que terminó en París cincoaños después de haber vuelto de su viajea las Américas, en el que describe una ciu-dad de México desconocida para quienesla habitamos ahora: la ciudad que Hum-boldt vio realmente a través de sus ojosazules o la que su mente ilustrada, así comosu romántica disposición para aceptar lonuevo, quisieron ver.

Ya en la introducción de su dilatadoensayo Humboldt se sorprende “de lo ade-lantado de la civilización en la Nueva Es-paña, respecto de la de las partes de laAmérica Meridional que acaba de recorrer”.(Ensayo, p. 1)

Según lo explica en su dedicatoria al reyCarlos IV, el científico alemán escribió elEnsayo para subsanar la falta de un estudioestadístico sobre una de las más ricas colo-nias españolas en América. El primer bos-

“Federico Alejandro Barón de Humboldt”, óleosobre tela, Rafael Ximeno y Planes, 1803. AcervoHistórico del Palacio de Minería, Facultad deIngeniería, UNAM, México, D.F.Alejandro de Humboldt. Ensayo Político sobreel Reino de la Nueva España. Todas las citas co-rrespondientes a esta obra, serán de esta edi-ción. Para facilitar la referencia sólo indicaréentre paréntesis Ensayo seguido del número dela página.

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La casa en la que vivió Humboldt se encuentraactualmente en la calle de Uruguay número 80y está ocupada por una taquería.

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quejo –las famosas Tablas geográficas y po-líticas– lo había entregado personalmenteal virrey Iturrigaray con una carta fecha-da el 3 de enero de 1804, apenas 10 mesesdespués de haber pisado suelo mexicano.

Su mirada, su apreciación personal, pre-ceden siempre a la investigación cientí-fica que usa para comprobar lo que afirma.Joseph Conrad decía que escribía sobretodo para que la gente viera. Persuadidode que un largo ensayo podría ser útil a losencargados del gobierno y administraciónde las colonias, “los cuales muchas veces,aun después de una larga residencia enellas, no suelen tener ninguna idea exactaacerca del estado de estas hermosas y ex-tensas regiones”,6 Humboldt escribe suEnsayo Político para que los funcionarios dela Colonia “vieran” los distintos aspectosgeográficos, políticos, económicos y socia-les del Reino de la Nueva España.

Es en el libro tercero –el dedicado a laestadística particular de las doce intenden-cias que componían el reino– en el queleemos que la “Intendencia de México”7

es la más poblada de ellas. En 1803, con-taba ya con más de un millón y medio dehabitantes. (1,511,800, Ensayo, p. 107)mientras que la ciudad de México, capitalde esa Intendencia y de toda la Nueva Es-paña, tenía apenas 135 mil. Al relacionar lapoblación con la extensión territorial,Humboldt no puede dejar de observar “la

desigualdad con que está distribuida la po-blación mexicana, aun en la parte del rei-no que está más civilizada”.8

A pesar de estar lleno de cifras, datoscientíficos, mediciones y cálculos, muchasveces en unidades que han caído en desuso(como toesas, leguas o arrobas), el Ensayode Alejandro de Humboldt resulta amenoe interesante, ya que su autor hace cons-tantes comparaciones con lo “conocido”tanto para él como para sus posibles lecto-res europeos. Así, por ejemplo, su primeramirada sobre la ciudad de México la per-cibe tan elegante como Turín o Milán, comolos barrios más bellos de París o de Berlín yno es sino hasta después que la describemás técnicamente:

Rodeada de un gran número de aveni-das arboladas y de aldeas de indios, estacapital de México está situada a 2,260 mde altitud, goza de un clima dulce y tem-plado y es sin duda comparable a lasciudades más bellas de Europa.9

El lago de Texcoco, afirma Humboldt, hadisminuido notablemente su nivel de aguano sólo por la falta de vegetación sinotambién por efecto del “famoso desagüereal de Huehuetoca”, al que se dedica am-pliamente en su Ensayo. Ahora, doscien-tos años después de que Humboldt vierael lago de Texcoco, y sin que jamás se ha-ya logrado restituir su nivel de agua, se habladel ex lago y se hacen estudios para apro-vechar los sedimentos de carbonato decalcio que hay en sus suelos.

Ibidem.Comprendía las siguientes ciudades y villas: Mé-xico, capital del reino de Nueva España, Texco-co, Coyoacán, Tacubaya, Tacuba, Cuernavaca,Chilpancingo, Taxco, Acapulco, Zacatula, Lerma,Toluca, Pachuca, Cadereyta, San Juan del Río yQuerétaro (Ensayo, p. 155-156). La capital de laIntendencia de México, era la ciudad de Mé-xico. Cuando la visitó Humboldt tenía 135 milalmas, según el censo pormenorizado que hizoel virrey Revillagigedo (Ensayo, p. 573).

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He utilizado en buena parte la Sección I del Li-bro Tercero del Ensayo político sobre el Reinode la Nueva España, en la edición de Porrúa ci-tada en la nota 5.Humboldt. Alejandro de. “Breve relación delviaje” en Alejandro de Humboldt. Una nueva vi-sión del mundo, p. 50.

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En cambio, Humboldt se refiere en suensayo al lago de Xochimilco que formabaparte de un sistema lacustre y el que: “des-de Chalco, Mixquic y Tláhuac no se inte-rrumpe nunca la navegación y llegan dia-riamente a México sus legumbres, frutas yflores por el canal de Ixtapalapa” (Ensayo,p. 118). Aunque casi el total del sistemafluvial se haya perdido, Xochimilco se con-serva dos siglos después de que los ojosazules de Humboldt lo contemplaran porprimera vez. Aunque no sea el mismo queel cine mexicano nos mostrara en MaríaCandelaria,10 y aunque haya cambiado sucarácter de vía comercial por uno másturístico, es reconfortante saber que toda-vía existe.

Cuando el viajero alemán llegó a laciudad de México venía preparado conlecturas sobre lo que había sido la Gran Te-nochtitlán. Por eso puede reflexionar enque, fundada sobre islas cubiertas de ver-dor y recibiendo en sus calles a las muchasbarcas que daban vida al lago, la antiguaTenochtitlán debía parecerse a algunasciudades de Holanda, de la China o deldelta inundado del bajo Egipto. Sin embar-go –continúa– “la capital, tal cual la hanreedificado los españoles, presenta un as-pecto acaso menos risueño pero muchomás respetable y majestuoso” (Ensayo, p.118). Y a renglón seguido su entusiasmopor la ciudad de México parece desbor-darse. Estando ya en París, al consultar lasnotas de sus diarios de viaje para redactarel Ensayo, evoca otras grandes ciudadesque conoce y concluye:

México debe contarse sin duda algunaentre las más hermosas ciudades que loseuropeos han fundado en ambos he-misferios. A excepción de Petersburgo,Berlín, Filadelfia y algunos barrios deWestminster, apenas existe una ciudadde aquella extensión que pueda com-pararse con la capital de Nueva Espa-ña, por el nivel uniforme del suelo queocupa, por la regularidad y anchura delas calles, o por lo grandioso de las pla-zas públicas. (Ensayo, p. 118)

Aprecia el estilo puro de la arquitecturamexicana, “sin recargamiento de ornatosen el exterior de las casas de tezontle”,pero no por eso deja de admirar el edificiodestinado a la escuela de minas, ubicadoen la Calle de Hospicio de San Nicolás, hoyGuatemala, número 90, que “podría ador-nar las principales plazas de París y deLondres” y en el que él trabajó durante suestancia en México. El Palacio de Mine-ría, que todos conocemos en la calle deTacuba, no se terminó sino hasta 1813.

Se refiere también a varios de los edifi-cios construidos en la ciudad de México porel arquitecto y escultor valenciano ManuelTolsá. Llama particularmente su atenciónel palacio de Buenavista “que presenta enlo interior del patio un hermosísimo peris-tilo ovalado y con columnas pareadas”,actualmente ocupado por el Museo deSan Carlos. Igualmente la Catedral y la Aca-demia de Bellas Artes, con su colección deyesos antiguos, por mencionar sólo unoscuantos de los monumentos que contem-plaron los ojos de Humboldt. Admira tam-bién como todo viajero, la estatua ecues-tre de Carlos IV colocada en un pedestalde mármol mexicano en medio de la pla-za mayor, el famoso “Caballito”11 que ac-

María Candelaria, una de las películas de la épocade oro del cine mexicano, como finalmente sellamó Xochimilco, dirigida por Emilio “Indio”Fernández, con Dolores del Río y Pedro Armen-dáriz, 1943.

10

Según dice Ortega y Medina en el Anexo I del11

FUENTES HUMANÍSTICAS 36 DOSSIER 55

LA CIUDAD DE MÉXICO QUE HUMBOLDT VIO A TRAVÉS DE SUS OJOS AZULES

tualmente se encuentra afuera del MuseoNacional de Arte (MUNAL).

En el libro segundo del Ensayo, hace ob-servaciones sobre la población mexicanacompuesta –dice Humboldt– por siete cas-tas. Dejando a un lado las subdivisionesquedan cuatro principales: blancos espa-ñoles, negros, indios y los de raza mixta(formada por europeos, africanos, indiosamericanos y personas de origen asiático,llegados y establecidos en la Nueva Españapor el frecuente intercambio entre Aca-pulco y las Islas Filipinas.

Como liberal y romántico, en el que seconjugaron la pasión científica con el espí-ritu viajero, Humboldt observa con agradoque en Nueva España el número de losindios pasa de dos millones y medio, con-tando sólo a los que son de raza pura, sinmezcla de sangre europea o africana; y loque es aún más satisfactorio, subraya Hum-boldt en su Ensayo, es que, contrariamentea lo que creen los europeos, los indígenasde color bronceado no sólo no se han ex-tinguido sino que, en los últimos cincuentaaños, han aumentado considerablementehasta formar, en 1803, las dos quintas partesde la población del reino de México.

Si bien los viajes de Humboldt por laNueva España dependían de un salvo-conducto extraordinario –jamás otorgadoantes a ningún extranjero por el monarcaespañol–, en sus diarios de viaje no ocultalo que piensa acerca del trabajo de los in-dios en las minas de Guanajuato, de la mi-seria que exhiben en las calles de la ciudadde México y del trato que les otorga laIglesia católica. En sus escritos privados re-

flexiona sobre la situación de los indiosobligados a trabajar en las minas, con estasamargas palabras: “Desgraciados vástagosde un linaje al que se robó sus propiedades.¿Dónde hay un ejemplo semejante, todauna nación, una nación entera que hayaperdido todo su patrimonio?”.12

Siendo Humboldt un precursor en tantasáreas no debe extrañarnos que haya pre-visto la relación comunicativa que su textoestablecería con el rey de España y con losfuncionarios del virreinato, a quienes lesentrega una visión positiva de lo que hanhecho en la Colonia, y sólo en sus diariosconsigna el lado oscuro de la misma rea-lidad. Ambas visiones son ciertas, pero di-ferentes, de acuerdo con la función quepuedan aportar al supuesto lector.

Igualmente, adelantándose al manejo dela prensa fue capaz de escribir en tercerapersona uno de los primeros relatos com-pletos de su viaje de exploración america-no. Puesto que iba a ser publicado con elnombre de un periodista norteamerica-no, Humboldt lo redactó directamente entercera persona, y es ahí donde dice queno pensaba quedarse en México más quealgunos meses y apresurar su regreso:

El Sr. Humboldt esperaba estar en Fran-cia en agosto o septiembre de 1803, peroel atractivo de un país tan bello y varia-do como el virreinato de Nueva España,la enorme hospitalidad de sus habitan-tes y el miedo al vómito negro, le hizopermanecer un año más en este reino.13

3

Ensayo, Humboldt no pudo haber estado en lainauguración de la obra de Tolsá porque el 10de octubre de 1803 venía en camino de Tolucaa la ciudad de México.

Diario de Viaje, Guanajuato, septiembre de 1803(original en francés); de sus diarios de viaje compi-lados y comentados por Margot Faak, pp. 375 s.Alejandro de Humboldt, “Breve relación delviaje” en Alejandro de Humboldt. Una nuevavisión del mundo, p. 50.

12

13

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LUZ FERNÁNDEZ DE ALBA

Afirma el especialista Ottmar Ette que Hum-boldt no debe ser considerado como elúltimo sabio universal, sino más bien comoel pionero “de una nueva concepción cien-tífica, que se conoce como la ciencia hum-boldtiana”.14 Ciencia que tiene una orien-tación transdisciplinaria, tiende hacia loglobal e intercultural, supone una conti-nuación crítica de las ideas de la Ilustra-ción francesa, y eventualmente podría su-perar el fenómeno del eurocentrismo.

Lo anterior implicó que Humboldt cons-truyera una red de corresponsales a escalamundial que, tan pronto debían poner a sualcance o comprobar los conocimientosregionales por él requeridos, como estaren disposición de proporcionarle un cono-cimiento especializado en determinadadisciplina. A la vista de esta inagotable ca-pacidad de trabajo al servicio de una vo-cación también inextinguible de comunicar,incluso con todas las limitaciones derecursos de la época, no resulta tan exa-gerada la afirmación de Ottmar Ette cuan-do dice que “esto convierte a Humboldten un pionero fascinante de la edad dela Red”.15

En efecto, a través de unas 35 mil cartas(según calcula Ottmar Ette) Humboldt logróuna red mundial que le permitió una trans-ferencia intercontinental de conocimientosde casi todos los saberes de su época. Enla exposición “Alejandro de Humboldt. Unanueva visión del mundo”, presentada enMadrid en 2006, se representaron sus car-tas, apiladas una sobre otra, formando unacolumna de tan sólo 9 metros, ya que la

segunda planta del Museo Nacional deCiencias Naturales de Madrid no tenía untecho más alto. Pero si calculamos que cadacarta pudiese tener entre 7 y 10 milímetrosde grueso, la columna de 35 mil cartas al-canzaría aproximadamente la altura dela Torre Eiffel (desde el suelo hasta las an-tenas que hay en su parte más alta, mide324 metros). Frank Holl, otro gran espe-cialista alemán, me informa que tanto élcomo el Centro de investigaciones sobreHumboldt,16 donde se encuentra el archi-vo que guarda copias de gran parte de lascartas de Humboldt y de sus corresponsa-les, estiman el número total en alrededorde 50 mil.

Por último, quiero destacar que las des-cripciones llenas de admiración que haceHumboldt de la ciudad de México no ex-cluyen un registro complementario de loque también vieron sus ojos azules. Lo quepodría ser el registro negro de las grandescapitales del mundo del siglo XIX, en lasque convivía miseria y opulencia.

En la ciudad de México, que Humboldtencontró en general tan hermosa y tan ele-gante, no pudo dejar de ver la desigualdadde fortunas que había entre los indígenas ylos españoles, como apunta en uno de susdiarios de viaje:

El aspecto tan triste como desagradableque ofrecen en la ciudad de México los in-dios que completamente desnudos es-tán envueltos en una “frazada” o se hallanvestidos de harapos. No hay ciudad entoda Europa donde se vea más miseriaen las calles.17

Ette, Ottmar. “Ciencia, paciencia y concienciaen Alejandro de Humboldt: un pionero fasci-nante de la edad de la Red”, en Alejandro deHumboldt. Una nueva visión del mundo.Ibidem.

14

15

“Alexander von Humboldt-Forschungsstelle” dela Academia de Berlín-Brandenburgo, en Berlín.Diario de viaje, México, 12 de abril de 1803 a20 de enero de 1804 (original en francés): en

16

17

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LA CIUDAD DE MÉXICO QUE HUMBOLDT VIO A TRAVÉS DE SUS OJOS AZULES

A pesar de ello, Humboldt disfrutó inmen-samente la ciudad de México, pero sin olvi-darse de la naturaleza que la rodeaba.Quiero terminar con una cita en la que yo“veo” a Humboldt asomado entre las torresde la Catedral extendiendo su mirada hastaabarcar el Valle de México:

Ciertamente no puede darse espectácu-lo más rico y variado que el que presentael valle, cuando en una hermosa mañanade verano, estando el cielo claro y conaquel azul turquí propio del aire seco yenrarecido de las altas montañas, se aso-ma uno por cualquiera de las torres de lacatedral de México o por lo alto de la co-lina de Chapultepec. (Ensayo, p.119)!

BIBLIOGRAFÍA

Fernández Pérez, Joaquín. Humboldt. Eldescubrimiento de la naturaleza. Madrid,Nivola, 2002. 332 pp. (Científicos parala Historia, núm. 10).

Humboldt, Alejandro de. Ensayo Políticosobre el Reino de la Nueva España. 6a.ed. Estudio preliminar, revisión del texto,cotejos, notas y anexos de Juan A. Orte-

ga y Medina. México, Porrúa, 2002.(Sepan Cuantos, 39).

. Reise auf dem Río Magdalena,durch die Anden und Mexico. Teil I:Texte. Ed. por Margot Faak. Berlin,Akademie Verlag, 1986 (Beiträge zurAlexander-von-Humboldt-Forschung. 8)

Ortega y Medina, Juan A. “Estudio pre-liminar, revisión del texto, cotejos, notasy anexos” a Alejandro de Humboldt,Ensayo político sobre el Reino de la Nue-va España, México, Porrúa, 1966. (Se-pan Cuantos).

Catálogo de la Exposición Alejandro deHumboldt. Una nueva visión del mundo.Ed. Frank Holl. En conmemoración alBicentenario de la llegada de Humboldta México. Antiguo Colegio de San Il-defonso. Ciudad de México, 25 sep-tiembre 2003-25 enero, 2004.

Catálogo de la Exposición Alejandro deHumboldt. Una nueva visión del mundo.Ed. Frank Holl. Museo Nacional deCiencias Naturales (CSIC). Madrid, 4octubre 2005-8 enero 2006.

Holl Frank y Joaquín Fernández Pérez. Elmundo de Alexander von Humboldt. An-tología de Textos. Pról. María Teresa Telle-ría. Barcelona, Lunwerg Editores, 2002.

Alexander von Humboldt: Reise auf dem Mag-dalena, durch die Anden und Mexiko, p. 180.

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Tomás Bernal Alanis*

LA SERPIENTE EMPLUMADA:UNA MIRADA A LAS AGUAS PROFUNDAS DE MÉXICO

Aunque la obra de Lawrence no es un mitola inspira el mito: el de la búsqueda de lainocencia primordial, el regreso al origeny al gran pacto con las bestias, las plantas,

los elementos, el sol, la luna, los astros

OCTAVIO PAZ

INTRODUCCIÓN

l viaje ha constituido a lo largo de lahistoria el elemento primordial para acer-carse a otras culturas, a otros pueblos, enfin, para tener otra mirada sobre el mis-mo hombre.

La condición humana se ha visto repre-sentada por estas miradas. Miradas que seconvierten en visiones de lo otro, lo dife-rente, de lo que nos constituye como géneroviviente en sus múltiples manifestaciones.Son los viajes los que ilustran, nos enseñana reconocernos a nosotros mismos.

Los viajes a lugares lejanos, extraños,exóticos, han despertado el impulso de laimaginación y el deseo de conocimientode otros mundos, otras latitudes, y por quéno decirlo, de otras civilizaciones. Civiliza-

Departamento de Humanidades, UAM-A.*

ciones que expresan la riqueza de la con-dición humana.

Así, los viajes y los libros de viajes sonelementos pedagógicos fundamentales enel mundo moderno que nos hablan de laposibilidad de conocer otros horizontes,como lo expresa muy bien la ensayistaSusan Sontag en un sugerente ensayo:

Los libros de viajes a lugares exóticossiempre han opuesto un “nosotros” aun “ellos”, una relación que arroja unadiversidad limitada de valoraciones...Así mientras los reinos de los fenóme-nos aparecen siglo tras siglo en los mapas,las razas ejemplares destacan sobre to-do en los libros de viajes a la utopía, esdecir, a ningún sitio.1

Estos encuentros –a través del viaje– nosinvitan a la exploración del alma de otrasculturas, que muchas veces manifiestanotras posibilidades de vida humana. Y a ve-ces, esos desplazamientos no serán posi-bles, por el sencillo factor del tiempo.

E

Susan Sontag. “Cuestiones de viajes” en Cuestiónde énfasis, p. 305. Para la autora, el enfoqueaparece como un discurso filosófico para señalarlas diferencia morales de Europa con las otrassociedades.

1

TOMÁS BERNAL ALANIS

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Marc Augé. El viaje imposible, pp. 15-16. Aquíel papel del antropólogo y el papel de la antro-pología –como ciencia de la diferencia– van aser fundamentales para tener una relación deconocimiento constante sobre la realidad co-nocida o visitada, en aras de comprender yestudiar la diversidad humana en sus múltiplesmanifestaciones.

2

Elsa Muñiz. Cuerpo, representación y poder. Mé-xico en los albores de la reconstrucción nacional,1920-1934, p. 14.

3

Aquella lejana posibilidad de viajar yconocer a nuestros “primitivos contempo-ráneos”, cada vez parece más lejana. Haymundos que van desapareciendo y otrosemergiendo, por lo cual, ahora los “viajesimposibles” llegaron a nuestro tiempo,como lo expresa el antropólogo francésMarc Augé.

El viaje imposible es ese viaje que yanunca haremos más. Ese viaje que ha-bría podido hacernos descubrir nuevospaisajes y nuevos hombres, que habríapodido abrirnos el espacio de nuevosencuentros. Eso ocurrió alguna vez y al-gunos europeos sin duda experimen-taron entonces fugitivamente lo quenosotros experimentaríamos hoy si unaseñal indiscutible nos probara la exis-tencia, en alguna parte del espacio, deseres vivos capaces de comunicarsecon nosotros.2

Pero uno de esos viajes en su tiempo lo-gró un acercarmiento entre culturas –lamexicana y la europea– por medio de unagran novela escrita por el literato inglésDavid Herbert Lawrence (1885-1930), Laserpiente emplumada, en el año 1926.Ahora vayámonos adentrando en la riquezaantropológica que nos depara dicha obra.

HISTORIA Y UTOPÍA

Después de la lucha armada de 1910, elpaís continuó en una situación de constan-

te enfrentamiento entre los distintos cau-dillos militares. La anhelada paz no fue tal,y la dispersión de las fuerzas sociales siguiópresente en el campo y en la ciudad.

Las balas siguieron siendo parte de lapolítica mexicana, los viejos problemasagrarios siguen presentes, los intereses par-ticulares o de grupo todavía no cuajan enun proyecto nacional, con un programaelaborado y sustancial.

Para los años veinte, el Estado mexicanoempieza a formular una serie de políticasque intentan definir el rumbo del Méxicoposrevolucionario a través de una ideolo-gía nacionalista que pretende integrar a losdistintos sectores de la sociedad.

La promulgación de la Constitución de1917 abre las posibilidades de este en-cuentro entre los distintos grupos socialesy sirve como regulador de las nuevas rela-ciones en el sistema político mexicano. Si-tuación que es clarificada de la siguientemanera por la antropóloga Elsa Muñiz:

El inicio de la década de los años veintemarcó el fin de la guerra civil, el punto dearranque de la reorganización del paísen un contexto todavía, convulsiona-do, en el que no sólo se buscó la estabi-lidad en términos materiales y políticosque permitieran al nuevo grupo en elpoder la reorientación del proyecto ca-pitalista, también se impulsó una recupe-ración de los valores culturales y moralesque guiaran a la sociedad hacia unanueva vida: diferente de la “paz de lossepulcros” del porfiriato y del “desenfre-no revolucionario.3

LA SERPIENTE EMPLUMADA: UNA MIRADA A LAS AGUAS PROFUNDAS DE MÉXICO

FUENTES HUMANÍSTICAS 36 DOSSIER 61

El grupo revolucionario –el grupo sono-rense: Adolfo de la Huerta, Alvaro Obre-gón y Plutarco Elías Calles– llevó a caboeste intento por conformar una políticaintegral y nacionalista, basada en el pro-yecto de la educación rural de la cruzadavasconcelista, y del trabajo antropoló-gico organizado entre otros por el antro-pólogo Manuel Gamio cuya obra ForjandoPatria, publicada en 1916, sirvió como lemarevolucionario y programático de los gobier-nos posrevolucionarios:

De modo que la clase gobernante pudoconsolidarse gracias a la elaboración deuna nueva forma de nacionalismo den-tro de la que cobraron sentido las me-didas de uniformidad y de depuraciónracial. A partir del régimen obregonistacomenzó a realizarse un trabajo sistemá-tico de ideologización de los mitos fun-dadores de lo que debería de entendersepor revolucionario a través de la educa-ción y la cultura.4

El viejo régimen porfirista no terminaba deagonizar y el nuevo régimen posrevolucio-nario iniciaba un proceso de reconstruc-ción nacional. Las miradas ajenas y propiastrataban de inducir un cambio en el país,pero obras como la de Ramón María delValle Inclán Tirano Banderas (1926), la deVicente Blasco Ibañez El militarismo meji-cano (1920), o la de Martín Luis GuzmánLa sombra del caudillo (1928), nos hablande ese país que no ha dejado totalmentelas balas para llegar al poder.

Fue este un marasmo de intereses, delucha de generaciones y de propuestas porconstruir el México moderno y civilizado,que como decía Antonio Caso: “Con alas

pero con pies de plomo”, y para avanzarpor la ruta del trabajo, del crecimiento eco-nómico y del mestizaje racial. Pero comobien lo ha estudiado Moisés GonzálezNavarro, la ideología revolucionaria no eraúnica y había pasado de ser una utopía auna ideología.5

A ese país convulsionado, revuelto,llegará el escritor inglés David HerbertLawrence en la década de los años veintepara mirarlo y dejar como testimonio su granobra sobre México y los mexicanos: La ser-piente emplumada (1926), como un acer-camiento al otro.

LOS ORÍGENES

David Herbert Lawrence nació en 1885 enEastwood, una región minera en Inglate-rra. Hijo de un padre minero y una madrede clase media, ambiente en el cual veíaexpresada una contradicción de clase,educación, costumbres y valores que loatormentará toda su vida y determinará engran parte sus juicios sobre sí mismo y so-bre los otros.6

Una educación con fuerte énfasis reli-gioso producirá en Lawrence y su posteriorobra un amplio influjo evidente en su con-cepción de las relaciones sociales, de losgrupos raciales y la función sexual. Hijo desu época, y de un periodo lleno de pesi-mismo que cubrió todo un lapso de la vi-da europea.

Beatriz Urías Horcasitas. Historias secretas delracismo en México (1920-1950), p. 19.

4

Para una mayor información sobre la ideologíarevolucionaria pueden verse los trabajos deMoisés González Navarro “La ideología de laRevolución Mexicana”, vol. X, núm. 4, 1961 yGuillermo Palacios “Calles y la idea oficial de laRevolución Mexicana”, vol. XXII, núm. 3, 1973,ambos en la revista Historia Mexicana.Un estudio que profundiza en ello es el de AlfredFabre-Luce, D.H. Lawrence (Novelista y Profeta).

5

6

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Ese pesimismo de corte nietzschiano, au-nado a una larga tradición inglesa de críti-ca al capitalismo y a la civilización comoelementos destructores del mundo vital delhombre, reconocida entre otros por lospoetas William Woordsworth, WilliamMorris, John Ruskin y Thomas Carlyle, estánpresentes en la obra de este escritor, co-mo lo ha estudiado profundamente IreneMartínez Sahuquillo en su obra sobre Law-rence y su crítica a la civilización:

Nuestro autor participaba, en fin, de unespíritu de la época, un Zeitgeist, marca-do por la zozobra, la rebeldía, el ansiade sentido y la búsqueda de nuevos hori-zontes, y su obra no es más que una con-tribución, coloreada, eso sí, por unaparticular idiosincracia, a la cultura desu tiempo.7

Lawrence fue un viajero que recorrió va-rias partes del mundo, lo cual le permitióconocer muchas culturas. Viajó por Italia,Australia, Estados Unidos y México, todosellos, lugares que describió en sus obras.Entre sus libros se encuentran: El arco iris(1911), El Pavo Blanco (1915), Mujeres ena-moradas (1921) y El Amante de LadyChatterlley (1928).

Para entender su obra y su espíritu via-jero es imprescindible conocer el mundoque le tocó vivir. Un mundo de guerras –re-cuérdese la primera guerra mundial 1914-1918– la agonía del modelo victorianoinglés, la época dorada del imperialismo yun horizonte escéptico sobre el futuro delhombre. En 1918 aparece la influyente obradel filósofo alemán Oswald Spengler La

decadencia de Occidente, que va a marcarcon un derrotero de pesimismo el ambien-te europeo de la posguerra.

Lawrence es parte de esta oleada quebuscó otro sentido a la vida, a la civilizacióny a la condición del hombre. Los viejossueños decimonónicos del progreso y deluso de la máquina para sustituir el trabajodel hombre, no eran más que eso y encon-traban su expresión salvaje en la explota-ción capitalista, como lo afirmaba el mismoOswald Spengler:

En lugar de la auténtica religión de épo-cas pasadas, aparece el superficial en-tusiasmo por las “conquistas de laHumanidad”, considerando como talesexclusivamente los progresos de la téc-nica, destinados a ahorrar trabajo y adivertir a los hombres. Pero del alma, niuna palabra.8

Es el mundo mecanizado que le trae tantosproblemas y angustias a Lawrence, por loque busca un sentido a la vida, más espi-ritual, el de encontrar esa alma, esa fuerzavital para enfrentar el mundo de las má-quinas y la técnica, así como la supuestafelicidad para el mayor número de hombres.

Entre las corrientes del pensamiento so-cial que le tocaron vivir a Lawrence seencontraban la anarquista y la socialista, enlas cuales él ve una forma más de controlsobre el hombre mismo, ya que creabancondiciones de censura y favorecían unapolítica de masas controlable y crítica delas verdaderas condiciones materiales yespirituales del hombre contemporáneo.

Esa fue la angustia de un hombre, de unescritor y de un pensador que vio el peligro

Irene Martínez Sahuquillo. La revuelta contra lacivilización. D. H. Lawrence y el romanticismoantimoderno, p. 10.

7

Oswald Spengler. El hombre y la técnica y otrosensayos, p. 13.

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LA SERPIENTE EMPLUMADA: UNA MIRADA A LAS AGUAS PROFUNDAS DE MÉXICO

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inminente de un sistema social –capita-lismo– que devora al hombre en su preten-dido sueño de crearle condiciones de des-canso y satisfacción material para susnecesidades. Por ello, Lawrence trata de irmás allá y de buscar un regreso a la edaddorada –léase paraíso perdido– de losorígenes del hombre:

Lawrence pertenece a esos utópicosnostálgicos que, en lugar de soñar conun futuro que ha roto, por fin, todaatadura con el pasado, evocan un or-den ideal anterior al advenimiento de lasociedad moderna. El mito que inspirasu visión de una sociedad regeneradaes, en efecto, el mito del retorno al ori-gen, por lo cual puede decirse que esla nostalgia de los orígenes, de un pasa-do mejor que el presente, antes que laproyección de un futuro enteramentenuevo, que haga tabla rasa del pasado, loque alimenta su imaginación utópica.9

Es ese momento de crisis de la concienciaeuropea lo que permite que muchospensadores volteen hacia el pasado y hacialas sociedades que todavía mantienenestructuras sociales alienadas. La otra miradaes posible, y los viajeros que buscaban enlas aguas de las sociedades del pasadoencontraron claves para descifrar el mundomoderno. Lawrence perteneció a estaestirpe, la de los buscadores de tesoros enotras tierras.

LAWRENCE Y MÉXICO

La presencia de David Herbert Lawrenceen México tiene un sentido simbólico para

el mundo contemporáneo y para la vidapersonal del escritor. México ha sidoespacio fructífero y recurrente para los ex-tranjeros que ponen sus pies sobre nuestratierra. Tan sólo basta recordar los innu-merables viajeros que han pasado sobretierras mexicanas desde la Conquista has-ta la actualidad.

De esas miradas han quedado múltiplestestimonios de asombro y duda, de bien-estar y malestar, de angustia y descanso;en fin, de percepciones ambiguas sobreMéxico que despiertan las más recónditasemociones en el ser humano. Los paisajesmexicanos han sido recorridos por aven-tureros, religiosos, científicos, comerciantes,literatos, en suma, una pléyade de pere-grinos que nos han visitado a lo largo devarios siglos.

La tierra y la cultura mexicanas –pasadoy presente– han sido el escenario de extra-ordinarias novelas del siglo XX escritas porextranjeros. Tan sólo basta mencionar aMalcolm Lowry con Bajo el volcán (1946),Max Frisch con Homo Faber (1957) y porsupuesto, La serpiente emplumada (1926)de D. H. Lawrence.

D. H. Lawrence llega a México en 1923a buscar otro sentido de la vida que noencontraba en la vieja Europa. México, des-pués de salir del periodo posrevoluciona-rio, aparecía en el orbe mundial como unpaís potencial para generar otras posibi-lidades de desarrollo, como lo había mos-trado en su obra La raza cósmica (1925) elfilósofo mexicano José Vasconcelos.

Eran tiempos de propuesta, de bús-queda, los que atrajeron el espíritu ator-mentado de Lawrence tras un lugar que lepermitiera recuperar el lazo perdido delhombre con la naturaleza y su vitalidad.El ideario posrevolucionario mostraba almundo esa posibilidad de reencontrarseIrene Martínez Sahuquillo, op. cit., p. XXIX.9

TOMÁS BERNAL ALANIS

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con el pasado, que seguía vivo y actuandoen la conciencia de los hombres y en losactos más simples de su vida cotidiana: deahí la importancia que le ha dado a Lawrenceel crítico literario Jorge Rufinelli:

Y esa redención del hombre moderno lavio Lawrence posible en el regreso alpasado, a las raíces culturales que aúnpervivían en el Nuevo Mundo, en es-pecial una nueva religión que debíasustituir al cristianismo y que podría te-ner como base las formas prehispánicasde la visión del mundo.10

Esa es la manifestación central de la nove-la La serpiente emplumada, la búsquedainterna de un pasado que nos permitarecuperar las fuerzas de la naturaleza paraproponer otra forma de vida y concebir larelación indisoluble entre esta y el hombre,entre el pasado y el presente.

Pero así como Lawrence veía esa poten-cialidad en las fuerzas del pasado mexica-no también era consciente de sus limita-ciones. En la novela, el autor nunca dejade tener una mirada dualista sobre Méxicoy su historia:

Había estado en muchas ciudades delmundo, pero México tenía una fealdadsubterránea, una especie de maligni-dad... Volvió a sentir, como ya lo habíasentido antes, que México estaba inclui-do en su destino casi como una fatali-dad. Era algo tan denso, tan opresivo comolos dobleces de una enorme serpienteque apenas fuera capaz de levantarse.11

Inicio simbólico de la novela sobre esadualidad que representa Quezalcóatl pa-

ra la historia de México. De ese eternoregreso, de ese mito del eterno retor-no12, estudiado por Mircea Eliade comoun componente esencial en la historia delas sociedades.

La serpiente emplumada es un acto deautognosis, desde fuera, con la miradapuesta en otra cultura desgarrada por suscontradicciones y en busca de una respuestaa la crisis occidental de Europa. Lawrencese sumerge en las aguas profundas de lahistoria de México para encontrar las an-tiguas fuerzas de la naturaleza.

El triángulo que forman Kate, Ramón yCipriano es la representación de una bús-queda delirante en un mundo caótico ylleno de caminos. Kate, la extranjera endesasosiego, Ramón, el impulsor del re-greso de una antigua forma de vida, y Ci-priano, el representante terrenal del poderpolítico militar. Los tres van en busca deltiempo perdido, con la esperanza de reen-contrar esa resistencia que nos dignifiquey nos fortalezca. Los tres huyen de un pa-sado para buscar en el presente una formade vida más plena, llena de una espiritua-lidad apoyada en las antiguas tradicionesreligiosas del México antiguo e indígena.

Es un viaje simbólico, una experienciade vida, como lo ha expresado muy bienSergio González Rodríguez en un estudioprofundo sobre la obra de Lawrence y sucontacto con la historia y el paisaje mexicanos:

Urdía un intento por comprender unaalteridad que persistía en desafiar elpensamiento europeo, sus saberes, et-nológicos, antropológicos, arqueológi-cos en una aurora de lo que después sellamaría ciencias humanas. La serpienteemplumada, Mañanitas mexicana y La

Jorge Rufinelli. El otro México, p. 75.D. H. Lawrence. La serpiente emplumada, pp.21-24.

10

11

Mircea Eliade. El mito del eterno retorno.12

LA SERPIENTE EMPLUMADA: UNA MIRADA A LAS AGUAS PROFUNDAS DE MÉXICO

FUENTES HUMANÍSTICAS 36 DOSSIER 65

mujer huyó a caballo son los momentosdistintos de esa búsqueda de una tierraprometida en el paisaje mexicano.13

En sus distintos viajes a México entre 1923y 1925, Lawrence retrató la cultura indíge-na del país con los cuentos de Mañanitasmexicana (1927) y La mujer que se fue acaballo (1925), y en su prefacio a esta últi-ma Guillermo de Torre reafirma lo dichopor Sergio González:

Esta apelación a las fuerzas oscuras, estacreencia en que la sangre y la carneposeen más sabiduría que la inteligenciase convierte en el eje de su doctrina eró-tica y vital.14

Lawrence siempre mantuvo una distanciahacia las culturas indígenas, las cuales pro-porcionaban otros valores frente a su tra-dición europea. Este contacto nunca pudoser total y honesto, como lo muestra enuna escena de su novela:

Porque había advertido que, en general,cuando un indio miraba a un hombreblanco, ambos procuraban evitar elcontacto visual, encuentro de sus mi-radas. Dejaban entre ellos un amplioespacio de territorio neutral.15

Los ojos de los personajes –a través delautor– constantemente afirman su temor aesas fuerzas del pasado que son signo dela fatalidad:

Desmoronar. Esto era lo que el país in-tentaba sin descanso, con una lentainsistencia de reptil: desmoronar. Impe-dir la elevación del espíritu. Arrebatar elexaltado sentido de la libertad.16

Kate –la americana– experimentaba esesentido de irrealidad y fatalidad que rodeabael México rural y sus paisajes desolados, apesar de todo, hermosos y llenos de vida,de un impulso por vivir:

La realidad concreta, estridente, exaspe-rante, se había desvanecido, y un suavemundo de potencia ocupaba su lugar, elaterciopelado y oscuro flujo de la tie-rra, el delicado pero supremo aliento devida del aire interior.17

Es una impresión constante de fascinacióny desconcierto frente al indio mexicano loque hace que repetidas veces Lawrence semueva en un espacio definido entre la rea-lidad y su sentido cultural; como lo apre-cia el personaje de la novela La mujer quese fue a caballo:

Y ese ciego entusiasmo por los indiosdesconocidos, encontró eco en el cora-zón de la mujer. La invadió un roman-ticismo tonto, más ficticio que el de unaniña. Sintió que era su destino vagar en-tre los refugios secretos de los indios, enuna montaña, misteriosos, maravillosos,fuera del tiempo.18

Las dos extranjeras vinieron a tierras mexi-canas a encontrar al dios Quetzalcóatl, susritos, sus misterios, las llevaron a un desti-no fatal, lleno de sangre, pero de una fuerza

Sergio González Rodríguez De sangre y de sol,p. 16.Guillermo De la Torre “Prefacio” en DavidHerbert Lawrence, La mujer que se fue a caballo,p. 20.D. H. Lawrence, op. cit. p. 74.

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Ibidem, p. 79.Ibidem, p. 123.D. H. Lawrence. Ibid., p. 37.

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TOMÁS BERNAL ALANIS

66 FUENTES HUMANÍSTICAS 36 DOSSIER

que las arrastraba irremisiblemente a losviejos rituales de ese México primitivo, enbusca de su alma.

El hombre siente que recibe su virilidaddel corazón de la tierra, como el maízaltivo, que vuelve sus verdes hojas haciafuera. Sed altivos como el maíz y dejadprofundizar a vuestras raíces, porque laslluvias han llegado, y ya es hora de quecultivemos algo en México.19

Son los rituales de la antigua sociedad pre-hispánica que intentan emerger de lasaguas subterráneas de la historia de Mé-xico, de su pueblo y su gente, es el mitodel eterno retorno, del tiempo circular delpensamiento primitivo, que invade loscorazones y les inyecta un ambiente dedelirio colectivo:

Más allá, bajo los árboles, en el espaciolimpio y vacío que había frente a la igle-sia, Kate vio a los hombres medio des-nudos bailando en círculo al ritmo deltambor: la danza circular. Luego bailaronuna danza religiosa sobre el regreso deQuetzalcóatl. Era el baile antiguo, de piesdesnudos y absorto de los indios, el bai-le de la absorción interior.20

La visión etnocentrista de Lawrence per-mea todo el texto literario y sus juicios sona partir de su cultura, de sus valores, paraello sólo falta citar un ejemplo:

¡Así era la verdadera naturaleza de estepueblo! Salvajes con la imposible carnefluida de los salvajes y aquella formasalvaje de disolverse en una terrible masanegra de deseo.21

PALABRAS FINALES

David Herbert Lawrence visitó tierras me-xicanas en los años veinte. La visión queda de México es trágica, fatal y ambigua. Sipor un lado, ve posibilidades de que entierra mexicana pueda llevarse una reno-vación moral del individuo; por el otro,sigue pensando que las fuerzas destructo-ras de la historia de México son mayores.

El pasado se impone al presente, la san-gre sigue corriendo por las entrañas de lacultura mexicana. El regreso de Quetzal-cóatl se ha cumplido, pero el costo esgrande: Las guerras religiosas, el problemaagrario, el caudillismo, la educación rural,sólo son algunos de los ingredientes de estatragicomedia en tierras mexicanas.

Una vez más, la otra mirada se imponía.La serpiente emplumada del pasado se-guía presente, y Lawrence pudo darle unafuerza expresiva pocas veces alcanzadapor escritores más allá de nuestras fronte-ras que vieron en nosotros otro mundo, otracultura, la cual había que rescatar de lanoche de los tiempos!

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D. H. Lawrence. La serpiente emplumada, p. 225.D. H. Lawrence. Op. cit., p. 395.D. H. Lawrence. Ibidem, p. 454.

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LA SERPIENTE EMPLUMADA: UNA MIRADA A LAS AGUAS PROFUNDAS DE MÉXICO

FUENTES HUMANÍSTICAS 36 DOSSIER 67

Lawrence, David Herbert. Cartas (1908-1930). México, UAM-Iztapalapa, 1986.

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[69]

Departamento de Humanidades, UAM-A.*

Christine Hüttinger*

¿QUÉ HUBIERA SUCEDIDO SI...?LAS GUERRAS DE LOS CAMPESINOS EN ALEMANIA Y LA CONQUISTA

DE MÉXICO EN LA NOVELA DE LEO PERUTZ LA TERCERA BALA

n su primera novela La tercera bala,publicada en 1915, el escritor Leo Perutz(1882-1957) establece una relación entrelas Guerras de los Campesinos y las ten-siones confesionales en Alemania, a prin-cipios del siglo XVI, y la Conquista deMéxico. La historia del conde Franz Grum-bach se desarrolla a partir de una narraciónmarco. Con un puñado de campesinos, elconde emigra a México donde recibe tie-rras de Moctezuma y se alía con los aztecascontra Cortés y sus huestes. Los campesinosalemanes profesan el protestantismo y noreconocen ni la autoridad del emperadorni la del papa. La novela de Perutz es unanovela fantástica que sirve, sin embargo,de provocación para una reflexión acer-ca de los hechos históricos y un posiblerumbo alterno que hubiesen podido to-mar.Invita, asimismo, a una reflexión historio-gráfica y sobre la construcción del saberhistórico. Desde una perspectiva a poste-riori, el transcurso de la Historia se presen-ta, a menudo, como inevitable, hechoíntimamente vinculado con la forma narra-tiva en que se presentan los aconteci-mientos reales. A diferencia de muchas

novelas de ciencia ficción que relatan uncurso alterno de la historia y cuyos deta-lles son el único indicio para revelar quenos encontramos en otro universo narra-tivo,1 La tercera bala se concibió como n-ovela fantástica con muchos elementos quesubrayan la irrealidad de la trama. La selec-ción del tema de Perutz es muy interesan-te y llama la atención. ¿Tiene que ver concierta afinidad del autor con el tema debidoa su ascendencia judío-española? ¿En quégrado entró México a la conciencia de losintelectuales europeos raíz del estallido dela Revolución de 1910?

LA IMAGEN DE MÉXICO

Es la época de la Conquista. La isla Fernan-dina, posteriormente llamada Cuba, ya hasido conquistada, su gobernador es DiegoVelázquez. Es el Nuevo Mundo cuyos sig-nos los europeos ya no saben interpretar.

Antaño, en el Nuevo Mundo, pasé ca-balgando rocas que llegaban hasta elcielo y en las cuales un pueblo, olvida-

E

Georg Schmid, Die geschichtsfalle. Über bilder,einbildungen und geschicht- sbilder, p. 19.

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CHRISTINE HÜTTINGER

do hace mucho, virtió sus reflexiones ypensamientos paganos en raras imá-genes. Vi a mujeres que fornicaban congarzas, dos trombones acosaban, vehe-mentes, a una virgen, y un rey se divertíaen su cama con un dragón de San Jor-ge. Nadie vivía que pudiera interpretar elsentido oculto y el razonamiento de esasimágenes porque una lluvia eterna ha-bía deslavado todas las palabras y sig-nos, y solamente las imágenes, medio pa-lidecidas, prevalecieron, hablando deuna verdad olvidada a oídos sordos.2

Quien habla es el capitán Glasäpflein,3 elYo-narrador de la narración marco, y loque recuerda del Nuevo Mundo le parecemonstruoso y le resulta incomprensible.Él proyecta su propio pensar y su propiavisión del mundo a lo que ha visto en elNuevo Mundo. Este mundo nuevo no esaccesible a su comprensión y le faltan, porcompleto, los recursos y los elementos pa-ra descifrar su sentido. Llama la atencióncómo se exportan y transfieren elementosconocidos (trombones, el dragón de San

Jorge) y se utilizan como punto de referen-cia explicativo para lo desconocido, lo aje-no. Pero, simultáneamente, lo ajeno y lodesconocido se relaciona con lo propio ycon lo conocido porque también el pasa-do del capitán Glasäpflein se ha extinguidoy apagado y su sentido le es vedado, y so-lamente le quedan imágenes cuyo senti-do ya no sabe interpretar.

Otro ejemplo para el juego cambiante ymisterioso con que Perutz nos presenta suhistoria de la Conquista de México, es lanarración de Guevara, “un chaval entre no-sotros, Guevara de nombre, un bribón ytipo taimado que pensaba burlarse de loscampesinos”4 y la reacción de los alema-nes. En los puntos en los que Guevaramiente e inventa cosas, los campesinosalemanes le creen. A modo de ejemploquisiera mencionar: “...que la gente alláobtiene la leche al ordeñar una especie desapos o batracios raros que miden másde cuatro pies y por doquier se agazapanen los senderos”.5 Continúa:

... y que las mujeres en este país se arras-tran sobre las cuatro patas y les crece pe-lo rojo y negro en todo el cuerpo comoa los changos. También ponen huevos eincuban su cría, y así proceden tres ve-ces al año.6

...“ein Bursche unter uns, Guevara mit Namen,ein Spitzbube und durchtriebener Funken, dergedachte, die Bauern zu vexieren”. Ibid., p. 38.“... dass die Menschen dort die Milch gewinnen,indem sie eine Art seltsamer Kröten oder Unkenmelken, die über vier Schuh hoch sind und allen-thalben auf den Wegen hocken”. Ibid., p. 38.“... und dass die Weiber hierzuland auf allenvieren kriechen und am ganzen Leib mit schwar-zem und rotem Haar bewachsen sind wie dieAffen. Auch legen sie Eier und hecken Jungedaraus, und solches tun sie dreimal im Jahr”.Ibid., p. 39.

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Einstmals in der neuen Welt ritt ich an himmel-hohen Felsen vorbei, auf denen ein längstvergessenes Volk sein unchristlich Sinnen undDenken in seltsamen Bildern abgemalt hat. Dasah ich Frauen, die sich mit Reihern paarten,zwei Posaunen bedrängten brünstig eine Jung-frau, und ein König erlustigte sich in seinemBett mit einem St.-Georg-Drachen. Und niemandlebte, der dieser Bilder geheimen Sinn undMeinung zu deuten verstand, denn ein endloserRegen hatte alle Worte und Zeichen hinwegge-waschen, und nur die Bilder sind geblieben,die halberloschen zu tauben Ohren von einervergessnen Wahrheit sprachen. Leo, Perutz, Diedritte Kugel. Roman, Mit einem Nachwort heraus-gegeben von Hans-Harald Müller, p. 13. Todaslas traducciones de la novela de Perutz fueronrealizadas por mí; existe una traducción al es-pañol, pero en ese momento no es posible con-seguirla en México).Glasäpflein significa manzanita de cristal, unaalusión al defecto del capitán, quien es tuerto.

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¿QUÉ HUBIERA SUCEDIDO SI...?

Desde la perspectiva de los campesinos,los elementos fantásticos forman una par-te natural de lo nuevo. Las grandes transfor-maciones económicas y sociales, caracte-rísticas del inicio de la era moderna, hicierontambalear la visión medieval del mundorelativamente fija, y permitieron atisbar, queen esta ruptura pareciera ser posible muchode lo que pertenece al reino de la fantasía(vea, por ejemplo, los objetos reunidos enlas cámaras de arte y de milagro). Pero cuan-do Guevara intenta hacer una descripciónque sí corresponde a sus observaciones, losalemanes no le creen; es otro ejemplo delhábil malabarismo de Perutz con las dis-tintas perspectivas de la narración.

Pero son un pueblo pacífico y bonda-doso, los indios del Nuevo Mundo. Esbueno ir al mercado con ellos porquetienen poca estima para la riqueza y laposesión de dinero. Por un pedazo devidrio azul y por dos varas de tela roja, yomismo he conseguido, en el regateo, unpuño de granos de oro.7

Los alemanes interpretan esta descripcióncomo mentira. Quisiera hacer hincapié enla descripción de los indios como pacíficosy no interesados en las riquezas materia-les. De todos los enunciados fantásticosde Guevara es el único no cuestionado. Elpacifismo y la bondad de los pueblos in-dígenas es algo que dista mucho de la rea-lidad histórica; ejemplo de ello es el sis-tema tributario duro y parcialmente cruel,desarrollado por los aztecas, que fue una

de las razones para la alianza de los tlax-caltecos con Cortés. También el desinterésmaterial de los indígenas se malinterpre-ta porque, sacado de su contexto, no con-sidera la realidad subyacente que puedeproducir cierta actitud relacionada con laatracción que ejerce lo nuevo y lo descono-cido, en una sociedad jerárquica y rígida.

Los europeos desconocen gran parte dela fauna y de la flora del Nuevo Mundoque, para sus parámetros, son inauditas. Secomparan y se describen teniendo comopunto de referencia lo conocido, en unintento de integración de lo desconocidoa los patrones conocidos.

Porque muchas rarezas nos asediaron enel Nuevo Mundo así que fácilmente sepuede olvidar el asombro: Encontré ara-ñas en los bosques del Nuevo Mundo–tan grandes como lobos, y golondri-nas armadas con un aguijón. Hay arro-yos en esos países que llevan agua ca-liente en invierno, pero agua fresca enverano, así que los hombres duermendurante la noche en ellos, como en unacama. Encontré pueblos indígenas quetenían una cabellera púrpura, y otrosque sorben en sus fiestas perlas, grue-sas como puños, cual huevos cocidos.También crece en ciertos árboles delNuevo Mundo una fruta que se llamahigos de Gólgota. Al cortar la fruta, ma-na sangre de ella, también lleva, en lu-gar del hueso, cien veces la cruz de Cristocon todos los instrumentos de la pasión.8

Denn vielerlei Seltsamkeiten umdrängten unsin der Neuen Welt, so dass einer gar wohl dasStaunen vergessen mocht´: Ich habe in denWäldern der Neuen Welt Spinnen angetroffen– so gross wie Wölfe, und Schwalben, die miteinem Stachel bewehrt waren. Es gibt Bäche injenen Ländern, die fliessen im Winter warm,im Sommer aber kühl, so dass die Menschendes Nachts in ihnen schlafen, als wie in einemBett. Ich bin indianischen Völkern begegnet,

8

Sind aber ein friedlich und mildtätig Volk, dieIndios der Neuen Welt. Es ist gut zu Markte zugehen bei ihnen, denn sie achten des Reichtumsund Geldbesitzes gar gering. Ich selbst hab´einmal für einen Scherben aus blauem Glas undfür zwei Ellen roten Tuchs eine HandvollGoldkörner von ihnen erhandelt. Ibid., p. 39f.

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CHRISTINE HÜTTINGER

La visión propia del mundo, la propia mi-rada, el valor generalizado que se adjudi-ca a los misterios de la pasión de Cristo seproyectan hacia lo nuevo, hacia lo desco-nocido. Eso me lleva a una tesis central demi trabajo que quisiera ilustrar a travésde dos tipos discursivos diferentes, perocomplementarios. La tesis es la siguiente:Los países del centro, de la metrópolis, sonincapaces de percibir otra cosa que loconocido en su mirada a los países de laperiferia, es decir, de forma ciega, expor-tan los propios conceptos de valores y lospropios parámetros. En consecuencia, lodesconocido se mide a través del patrónde lo conocido. Esta visión es incapaz dereconocer los valores propios y las leyessubyacentes de la periferia. Añadido a estatesis, el segundo nivel discursivo se derivadel concepto del otro, de la alteridad. Bo-lívar Echeverría escribe en torno al temadel otro en el contexto de la Conquista:

Los europeos, en cambio, aunque per-cibían la otredad del Otro como tal, lohacían sólo bajo uno de sus dos modoscontrapuestos: el del peligro o la ame-naza para la propia integridad. El se-gundo modo, el del reto o la promesa deplenitud, lo tenían traumáticamente re-primido. La otredad sólo era tal paraellos en tanto que negación absoluta desu identidad.9

De tal forma, el acercamiento al otro seencuentra limitado por el peso de los pro-pios valores y por el miedo a perder lapropia integridad. Por otro lado, esta pro-blemática se refleja en las palabras de PeterDuerr en su trabajo Traumzeit (Tiempo desueños), cuando afirma que únicamen-te podemos plantear aquellas preguntasque son elementos esenciales de una cier-ta visión del mundo.10

Los conceptos utópicos proyectan losvalores propios hacia lo desconocido eincomprensible, y muchas veces, América,el Nuevo Mundo parece ser la tierra pro-metida donde se pueden cumplir los anhe-los. En el ámbito urbanístico me permitorecordar los intentos para la fundaciónde una ciudad ideal entre 1630 y 1900en “América”/Estados Unidos, espacio idó-neo para plasmar los ideales propios.11

Un ejemplo literario reciente de esteanhelo de construcción de una nueva vi-da, proyectado al nuevo continente es lanovela In America de Susan Sontag. La no-vela está basada en la vida de la célebreactriz polaca Helena Modrzejewska queemigró a los Estados Unidos en 1876, juntocon su esposo, el conde Karol Chlapowski,su hijo de quince años Rudolf, el joven pe-riodista y ulterior autor de Quo vadis, HenrykSienkiewicz, y algunos amigos; su estanciaen California, donde trataban de realizar elideal de una comuna igualitaria, sus contra-dicciones y fracasos, y el posterior triunfode la actriz en los escenarios de Nueva York.

Otro ejemplo en que los propios déficitsen el ámbito cultural se tratan de subsanarproyectando los deseos y la promesa de

die hatten purpurfarbenes Haar, und andre, dieschlürften bei ihren Gastungen Perlen, so dickwie Fäuste, als wären es gesottene Eier. Auchgedeihet auf gewissen Bäumen der Neuen Welteine Frucht, die man Golgathafeigen nennt.Wenn einer dieses Obst aufschneidet, so quilltBlut daraus hervor, auch trägt sie statt des Kernshundertfältig das Kreuz Christi in sich samt allenPassionsgeräten. Ibid., p. 51f.Bolívar Echeverría, La modernidad de lo barroco,p. 24.

9

Peter Duerr, Traumzeit, p. 118.Cfr. Gunther Barth, Die Zeichen der Historie.Beiträge zu einer semiologischen Geschicht-swissenschaft, pp. 373-387.

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una vida plena al caso concreto de México,son los surrealistas André Breton y AntoninArtaud. En vísperas de la formación de losestados totalitarios, en una época de ad-ministración y organización cada vez ma-yores de las sociedades, bajo criteriosracionales y eficientistas, en que el indi-viduo y su desarrollo tienen menos opcio-nes, los surrealistas buscan tanto un espa-cio libre como alternativas para sus formasde vida en México.

El alma mexicana –creía Artaud– es ca-paz de desencadenar antiguas fuer-zas naturales que pueden regenerar alhombre moderno, cuyo espíritu se hapodrido por obra de la “superstición delprogreso”. “México posee un secreto decultura –escribía Artaud– legado por losantiguos mexicanos... Yo he venido aMéxico a encontrar una nueva idea delhombre.” El alma mexicana que busca-ba Artaud debía ser la base para formaruna “cultura única” que considerase aluniverso como un todo; el antiguo cultopor la muerte de los mexicanos teníaese sentido.12

Como meta para las proyecciones, México,por la distancia geográfica y cultural, ocu-pa un lugar privilegiado siendo el blancoen que se cristalizan los conceptos alter-nos de los artistas europeos.

La descripción de los pormenores de laconquista de Tenochtitlán, la descripciónde la ciudad misma, la del encuentro entreCortés y Moctezuma así como la retiradade los españoles reproducen, en términosgenerales, la descripción de los cronistascontemporáneos. La transferencia de ca-

tegorías conocidas a las condiciones de losaztecas llama, una vez más, la atención.Sirva como ejemplo la descripción de lacorte de Moctezuma: “... que el señor indí-gena con sus cancilleres, séquito y conse-jeros haya aparecido en el campamento delos españoles ...”13 La aparición de Mocte-zuma y de su séquito se describe de la si-guiente manera:

...primero caminaban los músicos delgran rey, con tarros de cobre en sus ma-nos con los que aventaban esferas deplata al aire, atrapándolas posteriormen-te. Cada una de esas esferas producía supropio sonido, si unas cantaban los tonosgraves, las otras conservaban el falsete, yeso derivó en una melodía, muy similar aaquella que cantan los siervos en Castiliacuando descargan el estiércol en el cam-po, así que los españoles empezaron areirse...14

El resto de la comitiva se describe deacuerdo a la etiqueta de las cortes realeseuropeas contemporáneas.

Detrás de los músicos venían acom-pañantes raros: prestidigitadores, bufo-nes y juglares, individuos que hacíanpiruetas en el aire o corrían sobre susmanos, y el rey indio estaba contento consu trajín. A la zaga marchaban tullidos

“...dass der indianische Grossherr mit seinenKanzlern, Hofleuten und Ratsherrn im spanischenLager erschienen sei...” Perutz, op. cit., p. 99.“...zuvorderst gingen die Spielleute des Gross-königs, die hatten kupferene Becher in Händen,mit denen sie silberne Kugeln in die Luft warfenund wiederum auffingen. Und jede dieserKugeln hatte ihren eigenen Klang, sangen dieeinen die tiefen Töne, so hielten die andernden Diskant, und das gab eine Melodie, sehrähnlich jener, welche die Bauernknechte imKastilianischen singen, wenn sie den Mist aufdie Äcker abladen, so dass die Spanier zu lachenbegannen...” Ibid., p. 99f.

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Roger Bartra, La jaula de la melancolía. Identidady metamorfosis del mexicano, p. 77.

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y enanos, personas nacidas sin brazos,otras que desde su nacimiento tenían elcabello blanco, otras que tenían en ca-da mano seis dedos y una tenía la bocade un pez. Caminaban con mucho orgu-llo, y los indios las valoraban como avespreciosas y caza rara.15

De acuerdo a los acontecimientos histó-ricos se interpreta la victoria de los espa-ñoles sobre los indígenas por la superio-ridad de las armas de fuego en el combatey por la creencia de los indígenas en lossignos. ¿Pero cómo se construye el saberhistórico? En este contexto conviene citara Bonfil Batalla: “El indio es producto de lainstauración del régimen colonial. Antes dela invasión no había indios, sino pueblosparticularmente identificados”.16 Este autorse refiere a la identidad étnica de los pue-blos indígenas, con rasgos bien definidosentre sí, que, bajo la mirada colonizadora,no fueron percibidos.

LA SITUACIÓN HISTÓRICA

Existen dos niveles temporales: El primernivel, en que se desarrolla la narraciónmarco de la novela, se sitúa en el año de

1547, es decir, durante el tiempo de laGuerra de Schmalkaldia (SchmalkaldischerKrieg). El segundo nivel temporal se desa-rrolla durante la época de la Conquista deMéxico por Hernán Cortés en los años1519 a 1521.

La Guerra de Schmalkaldia se inscribe enel marco de las guerras confesionales en-tre el catolicismo y el protestantismo enAlemania a principios del siglo XVI. Unaparte de los soberanos alemanes se habíaconvertido al protestantismo y, en conse-cuencia, no reconocían ni al papa ni la au-toridad del emperador, legitimada por elsumo pontífice. En 1531 se formó la Aso-ciación de Schmalkaldia (SchmalkaldischerBund), una alianza de soberanos y prínci-pes convertidos al protestantismo. Despuésde firmar la paz con Francia, el emperadordecidió combatir a los protestantes con lasarmas, porque los príncipes protestantes notenían la intención de enviar delegados alConcilio de Trento, convocado para el añode 1545, a celebrarse bajo el mandato delpapa. El emperador Carlos V recibió ayudafinanciera y militar del papa por su promesade una operación bélica contra los pro-testantes.17 El primer objetivo de Carlos Veran los principados de Hesse y del elec-torado de Sajonia, atacados en el veranode 1546. El emperador salió victorioso dela Batalla de Mühlberg de 1547. Tomó pri-sionero al príncipe elector Johann Frie-drich del electorado de Sajonia. Negociandocon el emperador, se capturó también aPhilipp de Hesse.18

En las contiendas confesionales aflora-ban diversos conflictos y contradicciones.

Hinter den Musikanten kamen seltsame Gesellen:Taschenspieler, Gaukler und Possenreisser,Kerle, die Räder in der Luft schlugen oder aufden Händen liefen, an deren Treiben der in-dianische König sein Kontento hatte. Hinterdiesen kamen die Krüppel und Zwerge daher-gestochen, Leute, die ohne Arme geborenwaren, andere, die von Geburt aus weisses Haarhatten, solche, die an jeder Hand sechs Fingertrugen, und einer hatte ein Fischmaul. Diekamen gar stolz einhergestiegen, galten bei denIndios als kostbare Vögel und seltenes Wildbret.Ibid., p. 100.Guillermo Bonfil Batalla, México profundo. Unacivilización negada, p. 121.

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16

Eberhard Büssem, Neher, Michael (Hg.). Arbeits-buch Geschichte. Neuzeit 1 (16. bis 18. Jahrhun-dert). Repetitorium, p. 164.Ibid., p. 165.

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¿QUÉ HUBIERA SUCEDIDO SI...?

Estaba la parte meramente teológica y entorno a la interpretación correcta de la Bi-blia. Estaba en juego la prerrogativa de loscreyentes para entrar en contacto directocon Dios, sin la mediación de los sacerdo-tes y de la jerarquía eclesiástica hasta elpapa; este factor ha sido discutido amplia-mente por Max Weber. Una consecuenciadel no reconocimiento de la autoridadmáxima del papa, era el cuestionamientosucesivo de la autoridad del emperador, yaque el emperador, desde la Edad Media,recibía su última legitimación en la con-sagración por el papa. Ya Maximiliano Iquiso restringir la influencia del papado yenfatizó el carácter electivo del imperio.Con él había empezado un proceso quesocavaba la idea medieval de un imperiouniversal en que otro momento culmi-nante fue la abdicación de Carlos V en 1556.Las ambiciones de los soberanos paradeterminar la religión o la confesión en suterritorio guardaba relación con el conflic-to entre la idea de un imperio suprarregio-nal y la formación del moderno estado te-rritorial, a desembocar en el estado nacionaldel siglo XIX.

Las guerras campesinas de principios delsiglo XVI eran otro punto importante en lacompleja constelación. Muchos campesi-nos se convirtieron al protestantismo, enparte por la explotación por la Iglesia (diez-mo, prestaciones personales). Debido alaumento demográfico a partir de 1470, lasituación económica de los campesinosempeoró. Aparte, las demandas de la aris-tocracia agudizaban la ya en sí limitadasituación económica de los campesinos. Losnobles reclamaban el campo, utilizado ytrabajado por los campesinos en un regi-men comunitario. Estas pretensiones selegitimaban por la paulatina aceptación,penetración e imposición del derecho ro-

mano, sustituyendo el derecho consuetu-dinario de origen germano que preveíamayores privilegios para los campesinos. Enla novela de Perutz se describe esta situa-ción de la siguiente manera:

Al príncipe elector sajón, al gran enemi-go del papa y luterano quien logró launión de los príncipes evangélicos encontra del emperador y quien tambiénincitó a Bohemia a la rebelión, a aquello hemos tomado prisionero y lo hemostraído aquí, al campamento militar delemperador para que mañana se postreante Carlos Quinto y lo llame humilde-mente El Clementísimo.19

Esta situación histórica de partida, mencio-nada en la narración marco, es el germendel conflicto en la historia “en sí”, que esla historia del conde Grumbach, en la épo-ca de la Conquista de México de 1519 a1521. Un puñado de campesinos alema-nes protestantes, refugiados en el NuevoMundo por temor a la venganza del em-perador, vive en México y se alía con losaztecas contra los españoles. El NuevoMundo se presenta y se narra solamentedesde la perspectiva de los campesinos. Es-te recurso narrativo permite una crítica in-directa de las condiciones prevalecientesen Alemania. Como motivo para su estan-cia en el Nuevo Mundo, los campesinosexplican: “Hemos escuchado que en esospaíses la clerigalla aun es tan rara como el

“Den sächsischen Kurfürsten, den grossenPapstfeind und Lutheraner, der die Einigung derevangelischen Fürsten gegen den Kaiser zustandgebracht und auch die Böhmen zu einem Aufruhrangestiftet hat, den haben wir gefangen undhierher in des Kaisers Feldlager geführt, dass ermorgen einen Fussfall tun muss vor dem CarolusQuint und ihn demütig seinen allergnädigstenKaiser nennen”. Perutz, op. cit., p. 9.

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tocino en la cocina de un judío”.20 Y comorazón de su odio contra los sacerdotesexplican: “... lo que en nuestra Alemaniael campesino saca del campo, encuentrasu camino a la panza de un frailuco. Y nin-gún clericucho es demasiada poca cosapara no limpiar sus zapatos en los campe-sinos”.21 Los campesinos llevan una ban-dera de tela negra en la que “nada másque un zapato ancho como lo calzan loscampesinos, está pintado sobre esta ban-dera”.22 Con eso, Perutz alude al progra-ma de rebelión del Bundschuh (zapatoamarrado) de la región del Alto Rin.

Una suela de piel tosca estaba atada auna caña suave de piel. El zapato se ata-ba con correas por el pie y la pantorrilla.Este calzado campesino se contrapuso,de forma consciente, a la bota de los ca-balleros y devino en un símbolo –porejemplo en banderas– para la lucha con-tra la arbitrariedad de los dominantes.23

El programa del Untergrombacher Bund-schuh de 1492 era la abolición de la servi-dumbre, la repartición de las propiedadesde la Iglesia y de los conventos, el aprove-chamiento libre de los bienes communalesAllmende; estaba influenciada por la ideade la ley “divina”.24 En la novela de Perutz,

los campesinos se refieren a su situaciónde la siguiente forma: “En los bosques ale-manes, dijo uno de ellos, hay mucho ve-nado: ciervos, venados, jabaliés y liebressuficientes. Aparte zorzales reales, chochas,codornices y perdices. Pero de qué le sir-ven al campesino si no le es permitido per-seguir otra caza que no sean las pulgas ensu jubón.”25

En los reclutamientos violentos y crue-les de Diego Velázquez en Cuba se mataa un indio, y los alemanes comentan lo si-guiente: “El segundo de los alemanes alzóla cabeza del asesinado y dijo:

Es un buen rostro campesino. Tiene arru-gas en la cara y callos en las manos. Todasu vida ha sembrado y trillado, realmen-te, la miseria de los campesinos es lamisma en todos los países, y me pareceque estuviera yo de nuevo en Alemania.26

En la novela se presentan la represión y laexplotación de los campesinos alemanes,razón por la cual buscan una alternativa devida en el Nuevo Mundo. Pero, lo que en-cuentran es muy parecido a las condicio-nes que ya conocen. Perutz monta algosemejante a una internacional de la explo-tación, de la apropiación del valor de la

“Wir haben gehört, dass in diesen Ländern diePfaffen annoch so rar sind, als der Speck in einesJuden Küche”. Ibid., p. 36.“... was bei uns in Deutschland der Bauer ausseinem Acker gewinnt, find´ alles seinen Wegin eines Pfaffen Bauch. Und es ist kein Pfäffleinso gering, dass er nicht an den Bauern seineSchuh´ abwischen tät”. Ibid., p. 37.“nichts als ein breiter Schuh, wie ihn die Bauerntragen, auf dieser Fahne abgemalt war”. Ibid.,p. 35.Eberhard Büssem, Neher, Michael (Hg.), op. cit.,p. 164.Ibid., p. 28.

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“In den deutschen Wäldern”, sagte einer vonihnen, “da läuft gar mancherlei Wild: Hirsche,Rehe, Säue und Hasen genug. Dazu Krammet-svögel, Schnepfen, Wachteln und Rebhühner.Aber was hilft das dem Bauern, da ihm keinander Wild zu jagen verstattet ist als die Flöhein seinem Wams”. Perutz, op. cit., p. 38.“Der zweite von den Deutschen hob den Kopfdes Ermordeten in die Höhe und sagte: “Ist eingut bäurisches Angesicht. Hat Runzeln imGesicht und Schwielen an den Händen. Hat seinLeben lang geackert und gedroschen, wahrlich,so ist der Bauern Elend in allen Landen dasgleiche, und mir ist, als stünd´ich wieder inDeutschland”. Ibid., p. 41f.

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mano de obra ajena por los dominantes.En yuxtaposición están el campesino, untrabajador en su mundo laboral, y los do-minantes, quienes, apropiándose de los fru-tos de su trabajo, los derrochan y los des-pilfarran, motivo suficiente para que loscampesinos se convirtieran al protes-tantismo. Pero en el transcurso de la nove-la hay un giro irónico: Los campesinos, ba-jo el liderazgo de Grumbach, representanun potencial revolucionario y se les ad-judica la capacidad de cambiar el curso dela historia. Pero, debido a su carácter de no-vela fantástica, se invierte justamente es-te potencial de cambio, y la historia tomael curso que conocemos.

LA HISTORIA CONTRAFACTUAL

Eso nos lleva a consideraciones acerca dela historia. La realidad como tal no se pue-de percibir. Siempre se encuentra mediadapor signos y la adscripción de significados.

Georg Schmid escribe al respecto:

...[el] significado histórico no nace por símismo; se produce por aquel tipo de asig-naciones, basadas en evaluaciones que,justamente por su valoración, casi siem-pre solo implícita, arrojan el significado,presuntamente histórico y objetivo.27

De esta definición del significado históricose derivan varias consecuencias para nues-tra percepción histórica: Lo que percibi-mos como “realidad pasada”, descansa enun discurso sobre el pasado, compuesto porciertos elementos. Aparte, la variedad delos elementos históricos es ordenada en untipo de discurso que, a menudo, es lineal y

apodíctico, lo que resulta en la impresiónde que el transcurso de la historia es nece-sario e inevitable. Acerca de esta temá-tica, Georg Schmid comenta:

El discurso histórico como acto de au-toridad (en el sentido de Bourdieu) afir-ma, aparentemente, “lo que en realidadpasó” –y que, de acuerdo a la sugestiónimplícita, sólo se pudo desarrollar asíy de ninguna otra manera.28

Los acontecimientos históricos son tan com-plejos y se componen de tantos elemen-tos que la modificación o la eliminación deun elemento o de una estructura pue-de derivar en otro proceso. Ése es el pun-to de partida del cual se origina la historiacontrafactual o historia alterna. Esta co-rriente historiográfica se plantea la pregunta“Qué hubiera sucedido si ...?”, partiendode una premisa o condición contrafactualpara especular sobre el posible desarrollode la historia. A partir de una pregunta deinterés histórico, al cambiar la premisa sepuede ponderar la importancia de un even-to específico, y analizar si la premisa con-trafactual fue o no determinante en eldesarrollo histórico.29 La historia alterna esun concepto muy discutido y controverti-do en el gremio de los historiadores, y harecibido críticas fuertes de parte de E.H.Carr quien dice que es un “parlour game”y de E.P. Thompson. Pero para otros, co-mo para Niall Ferguson, es un método vá-lido para el estudio de la Historia.30 Perodesde la década de los noventa, el tema

Ibid., p. 134.Véase http://es.wikipedia.org/wiki/Historia_alterna.Agradezco los comentarios y la ayuda de HariNair. Una bibliografía introductoria al tema:Mark Allmond et. al: Historia virtual: qué hubiera

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Georg Schmid, op. cit., p. 128.27

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ha ido ganando terreno. Siguiendo la ar-gumentación de Martin Bunzl, en la retó-rica de la metodología histórica, la eviden-cia es el concepto fundacional de ladisciplina.31 En su argumentación distingueentre buenos y malos razonamientos quese diferencían porque pueden o no ser fun-damentados. Él defiende el uso de la histo-ria contrafactual, asentada en tres bases:las leyes, la racionalidad y el análisis causal.La argumentación contrafactual está, segúnél, basada en la evidencia indirecta. Existeuna relación incestuosa entre las deman-das causales y las demandas contrafactua-les. En el juicio contrafactual, basado enuna demanda causal, se debe preguntarqué tan fiables son las demandas causales.Niall Ferguson plantea la pregunta de cómodistinguir entre alternativas no realizadas,pero probables, e improbables. Se respondea sí mismo que debe existir una evidenciacontemporánea, que los contemporáneosmismos la consideraban. Creo que se pue-de criticar este enfoque, justamente par-tiendo de la pregunta por la transmisión delconocimiento y la percepción de los hechoshistóricos. Philip Tetlock y Aaron Belkin in-dican seis criterios para buenos contra-factuales. Pero uno de los problemas radicaen la suposición de un mundo determinis-ta, incluso solamente parcialmente: uncambio determina el otro.

I have argued that counterfactual rea-soning plays an unavoidable implicitrole in history. Where it plays such a role,historians always have the option ofmaking it the object of their interest. Indoing so, I have argued, indirect eviden-ce, not imagination, should be the basis

for evaluating such counterfactual claims– even if that indirect evidence is basedon the kind of informal considerationthat form the basis for other kinds of jud-gements in historical scholarship. Allsuch judgements confront the intercon-nectedness of our reasoning: Any onesuch judgement forces us to rely on theother. To echo Willard Quine´s use ofOtto Neurath´s metaphor, we are likesailors who must rebuild our ship at sea. Ihave argued that counterfactual judge-ments are only possible when we do justthat. But the same is true of all other jud-gements made in the writing of history.32

En nuestra percepción de la historia, el ele-mento narrativo juega un papel importan-te, si no decisivo. Croce acuñó la famosafrase de que más allá de la narración, nohay historia.33

La complejidad de los procesos y de lasestructuras se intensifica, y, cuando el “rin-

Op. cit. Argumenté que el razonamiento contra-factual juega un papel implícito e inevitable enla historia. Donde juega este papel, los historia-dores siempre tienen la opción de convertirloen objeto de su interés. Al proceder de tal ma-nera, argumenté, la base para la evaluación deesas demandas contrafactuales debiera ser laevidencia indirecta, no la imaginación –inclusosi la evidencia indirecta se basa en el tipo deconsideración informal que constituye la basepara otro tipo de juicios en el saber histórico.Todos esos juicios afrontan la interconexión denuestro razonamiento: cada uno de esos juiciosnos obliga a confiar en otros. Para hacer eco deluso de Willard Quine de la metáfora de OttoNeurath, somos como marineros que tienen quereconstruir su barco en alta mar. Argumentéque los juicios contrafactuales únicamente sonposibles si hacemos sólo eso. Pero lo mismo va-le para todos los demás juicios hechos al escri-bir historia. (Traducción mía)Hayden White, Die Bedeutung der Form. Erzähl-strukturen in der Geschichts-schreibung, p. 42.Para profundizar en el complejo problema dela narratividad y de la historia, remito al librode Hayden White.

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http://www.historycooperative.org/journals/ahr/109.3/bunzl.html.

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cón del caos” (“edge of chaos”) se acer-ca más, se perciben posibilidades antesdesconocidas. Con este enunciado quese refiere a la teoría del “caos”, de la“catástrofe” y de la “complejidad” ... seafirma que armonía, desplazamiento“hacia adelante” en una velocidad uni-forme, linealidad, visibilidad (y no sólovolverse visible) del final ulterior –suconocimiento es tanto “encauzando laexplicación” como inevitable– se po-nen en escena de forma narrativa, y elgesto de la narratividad (el fluir conti-nuo de la narración histórica) conducelas sensaciones de la continuidad.34

La forma que toma la historia en el procesonarrativo, es lineal y sugiere, a través de lasleyes de la narratividad, que hay conti-nuidad, progreso, avance. En este sentido,la historia contrafactual puede ser útil paramostrar alternativas al desarollo histórico.

La pregunta: “Qué hubiera sucedido si?...” se retoma también por las ucronías. Eltérmino u-cronía se acuñó partiendo de lau-topía de Tomas Moro. La ucronía másfamosa es El hombre en el castillo de PhilipK. Dick (1962). Muchas ucronías parten dela pregunta qué hubiera sucedido si Ale-mania nazi hubiera vencido en la Segun-da Guerra Mundial.35

La novela de Perutz pertenece al génerode las ucronías y muestra por lo menoscomo posibilidad, que la historia de la Con-quista no necesariamente tenía que tomarel rumbo que tomó. ¿Qué hubiera suce-dido si... el protestantismo hubiera vencidoen el Nuevo Mundo? ¿Qué hubiera suce-dido si los acontecimientos sugeridos porPerutz hubieran tenido lugar? ¿Cómo habríasido el transcurso posterior de la historia y

la constelación de los poderes si la actituddemocrática de los campesinos se hubie-ra impuesto en el Nuevo Mundo, en lugarde la alianza imperial católica?

Como ejemplo ilustrativo podríamos re-mitirnos a la historia de los Estados Unidos,doscientos años más tarde, que tiene situa-ciones paralelas, pero, por supuesto, dife-rencias fundamentales con la colonializa-ción propuesta por Perutz. Los colonosllegaron al Nuevo Mundo por un conflictoreligioso, encuentran una población au-tóctona indígena, y obtienen, a una fechatemprana, la independencia de la tierramadre. ¿Cómo habría sido el desarrollo deAmérica Latina si los campesinos protes-tantes hubieran vencido a los españoles?¿Qué forma habría tomado, entonces, laconstelación internacional de las relacionesde fuerza? ¿Habrían sido las culturas indí-genas de México y del resto de AméricaLatina un factor alternativo para la cultura“caliente” europea (Lévi-Strauss)?

Podemos imaginar otro escenario si diri-gimos la mirada a Alemania. ¿Qué hubierasucedido si el protestantismo hubiera ven-cido y si se hubieran formado estados te-rritoriales alemanes sin la autoridad delemperador? ¿Hubiera habido otro desa-rrollo de la historia alemana, equiparable,por ejemplo, al desarrollo en Francia? ¿Sehubiera dado la unificación tardía del im-perio alemán en el año de 1871, la indus-trialización tardía, en comparación con losparámetros europeos y las contradiccionesresultantes de este hecho que, entre otros,constituyen factores de peso para la for-mación del fascismo? Las preguntas que seplantean por la historia contrafactual dePerutz, ciertamente pueden servir de im-pulso para repensar lo que se da como unhecho irrefutable.Georg Schmid, op. cit., 139.

http://es.wikipedia.org/wiki/Ucron%3%ADa34

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LA ESTRUCTURA DE LA NOVELA

La novela está metódicamente construiday nos sumerge en el brillo centelleante delas contradicciones. Leo Perutz era de pro-fesión actuario de seguros. Su preferenciapor las matemáticas y su innegable talentomatemático se reflejan en la construcciónprecisa de La tercera bala. Un leitmotiv dela novela es: Lo que parece ser verdadero,no lo es, y al revés. Perutz adora jugar conlas contradicciones y con las paradojas. Amodo de ejemplo menciono: Echado cercade la fogata de los españoles, el Yo-narra-dor y protagonista de la narración marco,el teniente Glasäpflein, recuerda imágenesde su vida, pero no puede llenar estas imá-genes con un significado personal; sólo pue-de percibir vagas reminiscencias de lo vivi-do: “... porque todo lo que antaño sentí ypensé, fue arrastrado de mis recuerdos,y sólo me quedan imágenes medio extin-guidas que nadie puede interpretarme”.36

Sólo en estado de ebriedad, provocado porel vino del alquimista doctor Cremonius,logra recordar nítidamente los sucesos desu vida. Perutz, a través de diversos guiños,insinúa la identidad entre Glasäpflein yGrumbach. Pero la identidad entre el te-niente Glasäpflein y el conde Grumbach noes inequívoca. ¿Cómo se puede interpre-tar, sino en un sentido metafórico, que latercera de las balas malditas haya alcanza-do al teniente/Grumbach? Su vida es evo-cada por el relato de un viejo español juntoa la fogata. Pero, ¿no han sido los españolessus enemigos y adversarios?

Otro ejemplo del sofisticado arte de en-redo de Perutz es la cita en que los campe-sinos alemanes creen en las mentiras delos españoles, pero se enfurecen cuandoles platican la verdad porque la toman co-mo mentira.

Dalila, una muchacha indígena, salvadapor Grumbach en una escaramuza con losespañoles, es la figura femenina que ejer-ce una influencia decisiva sobre los acon-temientos de la novela. Su belleza es ex-traordinaria. Con su nombre se evoca elrelato bíblico de Sansón y Dalila dondeel héroe pierde su fuerza por los ardidesde la mujer y es vencido, posteriormente,por los enemigos. El nombre y la evocaciónde la historia bíblica permiten una sutilanticipación del desenlace de la novela.

La tercera bala es una mezcla de dostipos de novela: por un lado, es concebidacomo novela histórica, pero, por el otrolado, como novela fantástica. Como escri-be Hans-Harald Müller en el epílogo, Latercera bala es una de las primeras novelashistóricas en alemán, caracterizada por dosatributos sobresalientes: se emancipa del“texto verdadero” de la historia y del saberhistórico tematizando el proceso de recor-dar y de olvidar del que se nutre la tradiciónhistórica. En las palabras de Müller, La ter-cera bala es una novela histórica sobre lafragilidad de la identidad y de la memoriaque no describe ninguna historia “ver-dadera”.37 Perutz, el escritor, nos remite apreguntas clave sobre el quehacer del his-toriador: ¿Cómo se construye el discursosobre la historia? Qué elementos se con-templan? ¿Qué fuentes se privilegian? ¿Aqué actores se les presta oído? ¿Cuál es lamerma en el registro de los hechos quese produce por la distancia entre lo vivido

“... denn alles, was ich jemals fühlte und dachte,ist hinweggespült aus meinem Erinnern, undnichts ist mir geblieben, als halberloscheneBilder, die mir kein Mensch zu deuten vermag”.Perutz, op. cit., p. 13.

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Ibid., p. 249.37

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y lo recordado? La ucronía de Perutz tie-ne el valor de abrir un canon consagradode la historiografía, que parece concluidoen sus líneas generales, al debate, para verposibilidades, ocultas detrás de los discur-sos construidos.

Franz Rottensteiner38 subraya el cálculomatemático de las novelas de Perutz. SegúnRottensteiner, el terreno de Perutz es lahistoria, él le otorga sentido y rumbo ensus novelas.

L´ histoire est son domaine, il lui donneun sens et une direction, et, sur la surfa-ce apparente, un contenu fantasti-que, que ne change rien au déroulementde l´histoire elle-même, mais lui confèrele caractère inéluctable d´une tragédiegrecque.39

Como elementos del ámbito fantástico yde las leyendas populares menciono elpersonaje de Pedro Carbonara, el verdugoal servicio de Cortés, descrito con rasgosdiabólicos, que emana un olor a azufre queperciben los alemanes y que domina ciertasartes mágicas;40 el pacto con el diablo delque se acusa a Cortés, a Mendoza y aGrumbach; las balas que siempre dan enel blanco, y las balas malditas que cumplensu cometido. Otros elementos de leyendason: La garza baleada y la sucesiva conce-

sión de Moctezuma para la invitación delos españoles a la ciudad Tenochtitlán; laneblina que rodea la ciudad; la yedra queempieza a cubrirla.

La literatura fantástica escrita a princi-pios del siglo XX en Austria, muestra la fra-gilidad y la incertidumbre de la existenciahumana. Las razones sociales son descritaspor Rottensteiner de la siguiente manera:

On y trouve le sentiment que l´existenceest un abîme sans fond, que le monderéel auquel on est habitué est en trainde se dissoudre et qu´un autre monde, leplus souvent menaçant, apparaît. Dans ladouble monarchie, en plus des courantsfin de siècle, sensibles partout, de l´avène-ment de l´occultisme, qui accompagnentles débuts d´une brutale industrialisa-tion, il y avait surtout les conflicts lin-guistiques entre les nationalités et lescraintes engendrées par la menace d´unedésintégration. Et les périodes de crises,de menaces de bouleversement sonttoujours un terrain propice à la littéra-ture fantastique; celle-ci est, pour ainsidire, un baromètre qui indique l´état dela société.41

El lenguaje que Perutz escoge para su no-vela, es un lenguaje artificial que consigue

Franz Rottensteiner, “Entre le rêve et la mort:panorama de la littérature fantastique en Autri-che”, Austriaca. Cahiers Universitaires d´Informa-tion sur l´Autriche, p. 18.Idem. La historia es su dominio, le da sentido,rumbo, y, sobre la supuesta superficie, uncontenido fantástico que no cambia el devenirde la historia misma, pero le otorga el carácterinevitable de una tragedia griega.Me parece interesante señalar que los espa-ñoles, o sea, los vencedores sobre los aztecas,los papistas y fieles al emperador, se asociancon elementos diabólicos.

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Ibid., p. 11f. Se encuentra allí el sentimiento deque la existencia es un abismo sin fondo, que elmundo real acostumbrado está a punto de di-solverse y que otro mundo, la mayoría de lasveces amenazador, aparece. En la doble monar-quía, aparte de las corrientes de fin de siglo,susceptibles a la aparición del ocultismo queacompañó los inicios de una industrializaciónbrutal, había, sobre todo, conflictos lingüísticosentre las nacionalidades y miedos provocadospor la amenaza de desintegración. Los perio-dos de crisis y las amenazas de cambio sonsiempre un terreno propicio para la literaturafantástica; es, por decirlo así, un barómetro queindica el estado de la sociedad. (Traducciónrealizada por mí).

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recurriendo a palabras y construccionessintácticas anticuadas; para crearlo, Perutzrecurrió a la literatura alemana del sigloXVII, estudiando las fuentes.42 Vemos quetambién en el manejo lingüístico su acti-tud de “hacer como si fuera” es un principioestilístico fundamental.

Al echar un vistazo a la literatura de hablaalemana del siglo XX para ver si hallamosotras ucronías relacionadas con la historiade México, aparte de la novela de Perutz,vemos un interés recurrente en el temaMéxico. Pero, a pesar de que hay trabajosliterarios con un enfoque histórico, comoes el caso del drama de Franz Werfel Ma-ximiliano y Juárez, no vemos ningún otrointento de escribir una historia contrafac-tual o una ucronía por parte de los autoresde habla alemana. Más bien, México sirvecomo campo de proyección, como lo otro,sirve para ver los bordes de la propia iden-tidad en la fricción y el roce con la fasci-nación por la alteridad, y se le asignan aMéxico valores y manifestaciones que enla cultura propia están ausentes. Oscilanentre la búsqueda y, el rechazo del otro,como es el caso de la novela de Max FrischHomo Faber. En esta novela, México repre-senta lo otro, el antónimo, el contraste conuna visión del mundo orientada hacia latecnología y la racionalidad. La austriacaInge Merkel describe en su novela Aus denGeleisen su viaje a México como un viajehacia el “otro” que sirve a la protagonistapara reafirmar sus propios parámetros yconcepciones de la realidad. Sabine Schollconvierte a Malinche en un personaje fe-menino postmoderno, ubicada entre lainternet y las comunidades chicanas, que,en un mundo globalizado, se construye através de un discurso feminista.

En resumidas cuentas, son sólo unoscuantos ejemplos para resaltar la unicidadde la obra de Perutz que, a la vez, es histori-camente contrafactual y fantástica. En gene-ral, si el tema de México se toca en la lite-ratura de habla alemana, las obras ponenénfasis en una crítica a lo propio y expresanuna fascinación por la alteridad, y lasposibilidades de comunicar “lo otro”. Mé-xico aparece más bien como una especiede utopía, de escenario, de espacio paraun escape temporal, y un espacio fantás-tico, experimental.

La novela de Perutz, siendo una obra li-teraria, invita a varias preguntas: ¿Cómosaber qué es la “verdad”? ¿Cómo se cons-truye la identidad en el proceso recípro-co de recordar y olvidar? ¿Qué informaciónprivilegiamos para construir “un relato his-tórico”, y que sea el relato histórico denuestra propia vida? Y, finalmente, las pre-guntas estrictamente históricas, de ¿quéhubiera sucedido? En la historia contra-factual, una de las condiciones básicas esque la premisa debe ser plausible e inte-resante. Si analizamos el curso de la histo-ria, relativo a las rebeliones campesinas aprincipios del siglo XVI, creo que no es pro-bable que un grupo de campesinos, bajoel mando de un conde, hubiera hecho latravesía del Oceano Atlántico. En estesentido, la novela de Perutz permanece enel reino de la especulación fantástica. Peroaun asi, las conjeturas a desarrollar a partirde esta premisa improbable, resultan inte-resantes para el análisis de los impactos yde los efectos que pueda tener una religión,o un sistema económico sobre el desaro-llo de un país!

Müller, p. 250.42

FUENTES HUMANÍSTICAS 36 DOSSIER 83

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84 FUENTES HUMANÍSTICAS 36 DOSSIER

CHRISTINE HÜTTINGER

ANEXO

Datos biográficos de Leo PerutzLeo Perutz nació en 1882 en el seno deuna familia judía, residente en las cercaníasde Praga. Su padre era empresario textil.En 1901 su familia se mudó a Viena. A pesarde que Perutz no tenía el derecho de ac-ceder a la universidad, se inscribió en cursosde matemáticas, economía nacional, pro-babilidad, estadísticas y matemáticas ac-tuariales. A partir de 1904 se sabe de losprimeros intentos literarios de Perutz, y apartir de 1907 se junta con los escritoresvieneses en las diferentes cafeterías lite-rarias. Trabajó como actuario. En 1915 fuellamado a filas, y después de ser herido,fue asignado al cartel de prensa de guerra.Entre 1918 y 1928 fue su periodo literariomás productivo. La muerte de su esposaen 1928 desencadenó una grave crisis enPerutz, a la cual buscó salida en el ocultis-mo. Intentó superar problemas económi-cos, provocados por la crisis económicamundial y por la toma de poder por los na-

zis en Alemania, ya que no podía vendersus libros porque su editorial no se distribuíaen Alemania. En 1935 contrajo segundasnupcias. Después de la anexión de Austriaal Tercer Reich, se exilió en Tel Aviv. En Is-rael no tenía posibilidades de publicación.Por una intervención de Borges, se publi-caron algunas de sus obras en español. En1940 se convirtió en ciudadano palestino.Adversario de cualquier clase de naciona-lismo, no se sintió a gusto en Israel. En 1950regresó, por vez primera, a Austria y a In-glaterra, y aceptó en 1952 nuevamente lanacionalidad austriaca. Pasó los siguientesaños entre Viena y la región lacustre Salz-kammergut , lugar famoso de veraniego.Murió en 1957 en Bad Ischl (que era el lu-gar de veraneo del emperador, dicho seade paso) (vea Kindlers Literaturlexikon).Ulrich Weinzierl escribe que Praga, Viena,Tel Aviv y Bad Ischl son las estaciones deun viaje no siempre voluntario a travésdel siglo XX de un judío, nacido en la doblemonarquía. (Pressespiegel, 1997: 86).

[85]

Departamento de Humanidades, UAM-A.Las traducciones de todas las citas de las obrasde J.M.G. Le Clézio incluidas en este artículoson responsabilidad de la autora del mismo.

*

1

Yvonne Cansigno Gutiérrez*

UNA MIRADA EXTRANJERA EN HISPANOAMÉRICA

La masacre de los dioses anunciala masacre de los hombres

Le Clézio1

INTRODUCCIÓN

e gustaría iniciar este texto recor-dando la temática del viaje en la literaturacomo un sendero que busca materializarsueños, proyectos, mitos y vivencias. DecíaOrtega y Gasset:

Que en los viajes se hace extremada lamomentaneidad de nuestro contacto conlos objetos, paisajes, figuras, palabras, yparalelamente crece y nos acongoja lapena que sentimos de que así sea. Qui-siéramos de algún modo fijar algunas deaquellas cosas que pasan a escape.

Desde hace ya tiempo la literatura de viajescautiva la atención de estudiosos en cam-pos tan diversos como la literatura, la geo-grafía, la historia, la antropología o las artes

plásticas. Dentro del campo de la literaturase manifiesta lo fantástico y realista con no-velas o libros que tratan sobre viajes, aven-turas, relatos de visitas a países o regionescon intenciones ficticias. También encon-tramos lo periodístico o descriptivo encostumbres y sucesos que reflejan los lu-gares visitados con la intención de anali-zar la historia, las creencias, las tradicionesy la manera de ser de quien escribe, aunquetambién los hay por motivos profesiona-les, como lo haría un sociólogo o un pe-riodista para estudiar sucesos a mayorprofundidad, incluyendo estadísticas yentrevistas. Frecuentemente los editoresreúnen testimonios de algún personajeimportante durante sus estadías en diver-sos lugares, a veces basados en cartasepistolares o diarios de viaje.

La literatura de viajes, en cualquier len-gua y en cualquier tiempo es toda una ex-periencia de lectura, y aquellos que hemostenido la experiencia de deleitarnos, recor-damos por ejemplo los relatos de la Odi-sea de Homero, los Viajes de Marco Polo,El Quijote de la Mancha de Miguel de Cer-vantes, Ulises de Joyce, El sueño de Áfricade Javier Reverte, Robinson Crusoe deDefoe, La vuelta al mundo en ochenta díasde Julio Verne, Viaje al Congo de André

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Gide, Viaje a Rodríguez de Jean Marie G.Le Clézio, Las mil y una noches, y tantosotros escritores que nos han extasiado consus narraciones más allá de los límites delpapel. Estas lecturas despiertan no solo lacuriosidad por lo desconocido, sino tambiéndescubrir otros mundos lejanos que con suimaginación embelesan a un lector asiduo.

En su origen, la literatura de viajes va dela mano de las expediciones, tanto con-quistas como itinerarios comerciales quehacían las civilizaciones hacia territoriosdesconocidos. Hubo un auge en este tipode literatura hacia los siglos XV y XVI, conlas expediciones al Nuevo Mundo, cuyosrelatos y testimonios fueron recogidos porlos cronistas de la Nueva España, recreadosy analizados como una fuente documentalpor historiadores, geógrafos, antropólogos,biólogos y filósofos, entre otros.

En este contexto, surge en México unamirada extranjera que destaca, no sólodesde el punto de vista del testigo, delcolonizador, del investigador y del lector,sino también, del texto mismo como víncu-lo indisoluble con la cultura del momentoen que se daban los acontecimientos.

En este ámbito de exploración, viaje yliteratura me permito evocar a un novelis-ta francés, cuya obra busca rendir cuentasde la aventura del ser humano, a través denumerosas experiencias formales y perso-nales. De padre inglés y madre francesa,el escritor vivió en la isla Mauricio, dondelos paisajes marítimos despertaron su ima-ginación y su interés por repartir su tiem-po entre largos viajes que ha emprendidoa lo largo de su vida.

Recuperar la mirada extranjera con lostextos del Dr. Le Clézio en México, es re-visar más de cerca el pensamiento delindigenismo, inclinarse a pensar que, comolo dice el mismo escritor, “el indigenismo

es un humanismo”, aseveración que ha-ce eco con lo que señala el Dr. Villoro,al afirmar que “los principios fundamenta-les de la preocupación por los grupos indí-genas se han ido transformando a travésde los siglos”.

En este ámbito, cabe preguntarse ¿cuáles camino que ha seguido el indio a causade su desgracia, despojado de sus ritosancestrales, para regresar al país de losbosques y de las piedras a recuperar imá-genes e ídolos que sugieren la aboliciónde su raza y su cultura?

Le Clézio sugiere lecciones de ecología,de equilibrio del hombre con él mismo, deequilibrio entre lo mágico y lo real, subya-ce así una mirada crítica entre el individuoy la sociedad occidental, un afán de man-tener vivas las tradiciones y costumbres,ritos y formas de vida de las comunidadesindígenas que aún luchan por un mejor ni-vel de vida dentro de un estado pluricul-tural y multiétnico sobre nuestras institu-ciones, nuestras leyes, nuestra fe, y todanuestra cultura? (Rêve mexicain, p. 213)

Desde El atestado (1963, Premio Re-naudot en Francia), que le otorgó la noto-riedad con sólo veintitrés años de edad, LeClézio ha escrito actualmente más de 30novelas que se han sucedido con una fre-cuencia de una cada dos años. El extran-jerismo, el viaje y la evocación de relatoshistóricos son sus marcas permanentes:el viaje de exploración interior, el viaje delaventurero que sigue las huellas de sus an-cestros de sangre y de letra, el viaje delanti-antropólogo que se empecina enpercibir y rescatar lo que otras culturas aho-garon en esclavitud y sangre tienen aúnpara decir. Sus personajes tienden a la au-tenticidad frente a la alienación agresiva delmundo moderno, un ideal que los indíge-nas de México llevan a cabo con un modo

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de vida reducido a lo elemental, pero enarmonía con el orden del universo. Este hi-lo conductor lo plasma en diversos librospublicados en Francia y vinculados directa-mente con la Conquista: El sueño mexicano(1988), Haï (1970), y dos traducciones enfrancés: Las profecías de Chilam Balam(1976) y la Relación de Michoacán (1984).

MIRADA EXTRANJERA EN “EL SUEÑOMEXICANO”

Si analizamos los libros de Jean Marie Gus-tave Le Clézio, con temáticas mexicanas,éstos son producto de viajes de investiga-ción y observación que realizó en Latino-américa y de manera especial en diversasestancias prolongadas en México. El autorlogra observar, analizar, apropiarse y recrearuna realidad distinta de la suya, porque sesiente atraído e identificado con la expe-riencia indígena mexicana del pasado pre-colombino y del presente.

El hecho de recuperar a través de lasdiferentes miradas la Conquista de Méxicoy la Conquista de Michoacán, conllevanuna nostalgia del pasado y denuncian laepopeya bárbara de invasores crueles quedestruyeron un precioso patrimonio hu-mano, cultural y material.2 Asimismo sontestigos en Hispanoamérica, del enfren-tamiento entre una civilización, contro-vertida e incomprensible para los espa-ñoles, pero donde reinaba el bienestar deuna edad de oro donde el tiempo no trans-curría, sino que era más bien el encadena-

miento de la vida a la muerte en un ciclocircular que llevaba a un destino perfecto.

A través de la mirada de Le Clézio, cadauno de sus libros expresa el drama deacontecimientos históricos perpetuados enun ambiente hostil, regido por los interesesde extranjeros ambiciosos, inhumanos e in-conscientes. Conciben una profanación cu-yo objetivo fue el de aniquilar las civiliza-ciones indias.

Le Clezio nos lleva a recordar todas lasfuentes históricas que con el descubri-miento de América, enriquecieron la mira-da del Viejo mundo, quien retoma la ex-periencia directa de testigos oculares quepresenciaron los acontecimientos históri-cos que vivieron los colonizados. Desde elDiario de Colón, las travesías y extravíosde Álvar Cabeza de Vaca, las Cartas de re-lación de Hernán Cortés, la Historia ver-dadera de la conquista de la Nueva Españade Bernal Díaz del Castillo, Historia Gene-ral de las cosas de la Nueva España del fran-ciscano Bernardino de Sahagún, se cons-tituyen acervos y testimonios universalesde toda una narrativa testimonial queanuncian la riqueza histórica e intercultu-ral del Nuevo Mundo.

Pero, Le Clézio perpetua la riqueza deestas fuentes con sus propia obra literaria.Con el libro Haï (1970), el autor inauguraya una búsqueda sobre el mundo mágicode los indios, bajo forma de un ensayo cen-sor atinado y en respuesta a las agresionesde nuestra civilización occidental, desta-cándose en contraparte El sueño mexica-no (1988), como un intento por descubrirlos mecanismos que explicarán histórica-mente la Conquista española en México.

Para el novelista francés, la Conquista deMéxico impone una senda difícil de imagi-nar dada la diversidad cultural del país yla violencia vivida por los indios durante

En el capítulo “El pensamiento interrumpido dela América india” encontramos toda una seriede elementos que revelan la riqueza culturalpropia de los pueblos prehispánicos. El sueñomexicano, pp. 228-274.

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y después de la conquista. Se trata más deuna occidentalización que de una hispani-zación, puesto que aporta códigos, mo-delos, técnicas y políticas que desbordanel poder de la península ibérica, ya sea quehablemos de la labor de los misioneros es-pañoles o de la influencia del siglo de lasluces. En el caso particular de México, ade-más del impacto considerable sobre lamemoria de los indios, sus sociedades ysus culturas, la Conquista española instau-ra confusiones y rupturas irremediables enel tiempo histórico de las culturas indias.

En este tenor conocido y explorado porLe Clézio, a través de sus lecturas y su ex-periencia directa con el trato de traducto-res y comunidades indígenas, la imagen his-tórica del indio logra destacarse y surgecomo una conciencia crítica frente a las ac-ciones emprendidas por los conquistado-res españoles en Latinoamérica.

Diversos elementos distinguen esta con-quista, caracterizada sobre todo por la agre-sión colectiva e individual de los soldadosespañoles contra las poblaciones autócto-nas afectadas a través del rapto, la guerra,la violencia y la profanación.

La mirada extranjera del autor conducea percibir la época de Hernán Cortés y sussoldados, como viles devastadores y pillosque incendian ciudades y pueblos indios,desapareciendo valiosos escritos y testi-monios de la Conquista de México, y bo-rrando así, acontecimientos crueles y ne-fastos acaecidos en ese periodo.

A partir de entonces, las culturas prehis-pánicas serán poseídas, profanadas y ven-cidas desde el momento en que los indios

ofrecen al conquistador y a su armada pre-sentes preciosos3 en señal de alianza. Sesiente la presencia de este puñado de ex-tranjeros que destruirá, deliberadamente,templos y santuarios, para redundar en be-neficio de la evangelización. Y aun cuandoconocemos la valiosa labor de algunos mi-sioneros que se consagraron a la protecciónde los indios contra los abusos civiles y re-ligiosos, el dogma cristiano se impondrámediante métodos brutales4.

La historia oficial que Le Clézio retoma-da en El sueño mexicano, le permitirá se-ñalar, de manera crítica, el dramático finde las culturas indias, anunciado por las pro-fecías anteriores a la Conquista. Sin em-bargo, el texto no constituye un libro deantropólogo ni de etnólogo sino una largameditación sobre lo que fue la Conquistade México a los ojos del escritor. Este ex-pone una profunda reflexión crítica y lanzaun grito de rebeldía contra el genocidiocometido por los españoles. Su narrativanos sensibiliza a tomar conciencia de esamirada de extranjero traspasado por eltiempo de otra época, que atraviesa supropia identidad y geografía.

Con El sueño mexicano cuyo subtítuloes el pensamiento interrumpido, enfatiza de

Tlaxcala 300.Es necesario señalar que regalarmujeres era una costumbre tradicional en elMéxico prehispánico. Christian Duverger, Laconversion des indiens de Nouvelle Espagne,p. 22-23.Entre estos métodos brutales, citamos algunosejemplos: se apretaban lazos de cuerdaalrededor de los miembros por medio depedazos de madera, se quemaba la carne de lavíctima con una vela o se le descuartizabautilizando poleas. Se le obligaba a ingerir agua,y luego se le pisoteaba el estómago hinchado deagua hasta hacerla salir por la boca, la nariz y laorejas, etcétera. Charles Gallennkam, Les Mayas,p. 20.

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Entre esos regalos figuran siempre mujeres. Loscaciques de Tabasco ofrecerán 20, entre lascuales se encuentra la famosa Malinche quienservirá de intérprete a Cortés y jugará un papelcapital en la conquista. Zempoala ofrecerá 8 y

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manera simbólica la ruptura y la destruc-ción del pensamiento mágico del antiguopueblo mexicano. El escritor concibe unencuentro paroxístico entre dos mundos ydos modos de pensar totalmente ajenos eluno al otro:

[...] el sueño de oro de los españoles, sue-ño devorador, implacable que alcanzaa veces la extrema crueldad y el sueñoantiguo de los mexicanos, sueño tan es-perado, cuando vienen del este, del otrolado del mar, esos hombres barbadosguiados por la serpiente emplumadaQuetzalcoatl, para reinar de nuevo so-bre ellos. (Rêve mexicain, p. 11)

Lo anterior se comprueba en el encuentrode dos mundos opuestos: el sueño de losorígenes cuando el indio no estaba separa-do de la naturaleza puesto que formabaparte de ella, y el sueño de oro del mundooccidental, visto a través del español ani-mado de un espíritu depredador, ambi-cioso y profanador.

En este encuentro de dos sueños, de unlado la magia, del otro el oro, se ve jus-tamenteen donde está la verdad, y don-de la mentira. Los caciques mayas y toto-nacas, luego Cacamatzin, rey de Texcoco,y Moctezuma, rey de México, dan a losextranjeros lo más precioso que tienen,lo más sagrado: el oro, el jade, las tur-quesas. Dan también telas, víveres, es-clavos. Dan inclusive las mujeres másbellas, más nobles, sus propias hijas. ¿Quéreciben a cambio? (Rêve mexicain, p. 26)

Se observa que el escritor ha sido un lectorasiduo y competente de Fray Bernardinode Sahagún y de Bernal Díaz del Castillo, ycomo traductor del Chilam Balam y de laRelación de Michoacán, logra tener un pro-fundo conocimiento de los pueblos pre-

hispánicos y de su concepción cíclica dela historia. Esta idea cíclica de destino trá-gico fundado sobre la cultura solar, le per-mitirá explicar el continuo retorno que si-gue El sueño mexicano en su estructura. Eltexto lo explica como un sueño bárbaro queprofetiza la llegada de otros dioses que losaztecas esperaban desde hacía muchotiempo. Le Clézio coincide en esto con laopinión de Octavio Paz, quien explica quela derrota de los mexicanos se debió so-bre todo al sentimiento de impotencia anteun destino anunciado ya anteriormente.

Diez años antes de la llegada de losespañoles, se observa un funesto pre-sagio en el cielo. Una especie de espigade fuego, una especie de flama de fue-go [... ] Se presentaba como un haz delanzas en el cielo [...] Esto empezó en elaño 12-Casa [...] Los que trabajaban alborde del agua cogieron un pájaro decolor ceniza. Fueron a enseñárselo aMoctezuma. Había una especie de es-pejo en lo más alto del cráneo del pájaro.[...] En donde se veían el cielo y lasestrellas. Y Moctezuma vio allí un sinies-tro presagio.5

Para nosotros, esta fatalidad está inevita-blemente inculcada por los ritos y las tra-diciones indias y lleva en sí misma el ger-men de un cataclismo que se percibe deprincipio a fin en el Sueño mexicano. El textoexpresa en reiteradas ocasiones que a pe-sar de la destrucción anunciada por losaugurios, queda una fuerza poderosa quevibra en el espíritu de los sobrevivientes:

Extracto del Códice Florentino, citado por MiguelLeón-Portilla en su artículo “Lo vimos con nues-tros ojos” en Europa: La invención de América,p. 25.

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Últimos sobrevivientes del más grandedesastre de la humanidad, los pueblosindios refugiados en las montañas, enlos desiertos o escondidos en las pro-fundidades de los bosques, continúandándonos la imagen de una fidelidadabsoluta hacia los principios de libertad,de solidaridad y de sueño de las antiguascivilizaciones prehispánicas. Estos pue-blos continúan siendo los guardianes de“Nuestra madre la tierra”, los observan-tes de las leyes de la naturaleza y del ci-clo del tiempo (Rêve mexicain, p. 274).

La esperanza del pueblo mexicano se con-cibe solamente dentro de un pensamien-to mágico entre la belleza y la armonía delas civilizaciones que el hombre de Occi-dente destruyó. La imagen del indio pare-ce estar condenada por la fatalidad, cuan-do termina la fase militar de la conquistade México, el 13 de agosto de 1521,6 peroes preciso recordar que esta destrucciónno invalidó la magia de esos pueblos.

Le Clézio se presenta como el “conti-nuador” de Antonin Artaud a quien le de-dica un capítulo, buscando la antiguamagia de los pueblos vencidos tras su rup-tura con el mundo occidental, atrozmen-te materialista.

El autor del Sueño mexicano valora elsueño mexicano de Artaud como escritoraventurero que busca el culto del sol, eldualismo yin/yan, la medicina por mediode las plantas, la religión del peyote, la dan-za y las fiestas indias. Sin embargo Le Clézioafirma que el etnocidio no fue totalmen-te exitoso.

Cabe señalar, que con la publicación deHaï, el escritor había dado ya la clave pa-

ra probar que México puede enseñarnostodavía el secreto de la palabra y el lengua-je a través del pensamiento mágico de losindios. Y lo confirma con el Sueño me-xicano, donde manifiesta una oposiciónesencial que aparece en los dos textos: unadialéctica entre el Occidente y la cosmo-gonía particular de los indios. Esto permiteobservar el enfrentamiento histórico de dosmundos diametralmente opuestos, demanera que la imagen que Le Clézio hacedel indio se sitúa en relación con esta dia-léctica: “Es el sueño […] y la magia los quehabitan el mundo indio a la llegada de losespañoles” (Rêve mexicain, p. 26).

El Sueño mexicano insiste sobre el hechode que la Conquista de México no fue so-lamente un episodio trágico de la histo-ria, sino también un desastre “ecológico”que rompió el equilibrio del mundo. Eldrama de la Conquista no fue exclusi-vamente de los indios, se trata de un dramadoble, puesto que al destruir las culturasamerindias, el Conquistador destruyó unaparte de sí mismo, una parte que el hom-bre no podrá, sin duda, jamás recuperar.La visión del texto va más allá del discursotrágico-histórico y conduce a encontrar unsimbolismo mítico y mágico que en ciertomodo estremece:

Los Mayas, los Tarascos, los Aztecas hanescuchado a sus profetas, a sus adivinos.Han sido perturbados por presagios, porsueños: eclipses, cometas, caídas deaerolitos y pesadillas recurrentes anun-cian la llegada de los terribles aconte-cimientos (Rêve mexicain, p. 26).

Con el texto del Sueño, el escritor buscailustrar una oposición abismal entre civi-lización primordial y civilización occiden-tal, entre grandeza y barbarie, entre silencio

La capital azteca cayó y sólo quedan ruinas hu-meantes cubiertas de cadáveres.

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y palabra, entre “vencidos” y “conquis-tadores”. Y con Haï se ubica en la realidadde los últimos sobrevivientes de esa ci-vilización desaparecida evocada en El sue-ño mexicano y es una lectura esencial pa-ra comprenderlo.

Este pesar plasmado por el soldadoBernal Díaz del Castillo en Historia verídicade la Conquista de la Nueva España, testi-go precioso de los últimos instantes delreino de los Aztecas, y por el hermano FrayBernardino de Sahagún en Historia gene-ral de las cosas de la Nueva España antela derrota de una civilización y el esplen-dor de mitos y ritos de la época, es la aflic-ción de Antonin Artaud cuando se adentraen la región de los indios Tarahumaras, bus-cando una realidad diferente a la del mun-do occidental, cercana al misterio, a la le-yenda y al mito.

Así como Díaz del Castillo, Sahagún yArtaud, pensamos que Le Clézio encuentraen México la revelación del mundo indiocomo “un lugar en donde el momento dela creación parece todavía cercano” (Rêvemexicain, p. 214).

Este sueño es el del hombre actual quebusca comprender el silencio y la magia delos pueblos indios en relación a la violenciadel mundo moderno, aquél que parece ha-ber olvidado todo ese pasado.

MIRADA Y ANTAGONISMO DEL SUEÑOMEXICANO

Ahora bien, ¿donde observamos las dife-rencias que permean en el Sueño me-xicano? Con la lectura de cada suceso yacontecimiento histórico que se reflejanen el texto, se van entrelazando y distin-guiendo las siete partes que traslucen eldrama de la indianidad:

1. El sueño del Conquistador describe eléxito de los conquistadores a través de lossueños de los españoles y de los indios.

2. El sueño de los orígenes descubre encambio la palabra de la civilización azteca(México-Tenochtitlán) a través de su magiay de sus ritos, y explica el simbolismo delsol, del fuego, del agua, de la sangre, de lamuerte, de los dioses y de los reyes.

3. Mitos mexicanos presenta todos losmitos que envuelven el descubrimiento delNuevo mundo y que alargan la visión deese mundo “exótico” para los españoles:las cuatro direcciones del mundo, la crea-ción-destrucción, los mitos de la catabase,la metamorfosis y los cuentos populares.

4. Nezahualcóyotl, en donde la fiestade la palabra canta la poesía y celebra aeste personaje, la única voz literaria “vi-viente” que queda de ese mundo abolidopor los Conquistadores.

5. El sueño bárbaro cuenta el origen delas civilizaciones de México a través de di-ferentes páginas consagradas a cada tema:los chichimecas, los orígenes (los aztecasde México-Tenochtitlán), los cazadores(alusión a la Relación de Michoacán y alpueblo purépecha), los “desnudos” (evo-cación de la cultura chichimeca), mitos,religiones bárbaras (extracto de los ritos re-ligiosos de los chichimecas: el sol, el cultode las flechas, el fuego, las fiestas de laguerra, los guerreros, los antropófagos, eláguila, “los tubos de perfume” (sueños yaugurios), los soñadores, sueños y aluci-naciones, los “hechiceros”, la guerra san-ta, bárbaros contra cristianos, mesianismosy despeñolados.

6. Antonin Artaud en donde el sueñomexicano constituye un capítulo enterodedicado a este escritor.

7. El pensamiento interrumpido de laAmérica india habla del drama vivido por

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las culturas indias, del simbolismo de suparticular filosofía y de sus valores tradi-cionales respecto a los hombres y a los jio-ses, al trance, al chamanismo, a los adivi-nos, al ciclo del tiempo, a la catástrofe, alomeyocan o al sexo de los dioses. Se evo-ca a la Tierra-madre y al pensamiento in-terrumpido de la América india que tratade explicar la destrucción y el destino delas civilizaciones prehispánicas.

Si bien es cierto, que a lo largo del texto,se van entretejiendo cada uno de los acon-tecimientos históricos, también en cada pá-rrafo, el autor lamenta la desaparición delos indios. La coherencia del texto se man-tiene por el juego de oposición que definela Conquista de México como el choquede dos sueños: el del conquistador y el delindio. Basado en este antagonismo, el dis-curso del Sueño mexicano propone dos mi-radas diferentes:

•El sueño de los conquistadores queimplica la búsqueda del oro y la ley im-placable de la violencia, de la ambicióny del poder: “El sueño de oro de los es-pañoles, sueño devorador, implacable,que alcanza a veces la crueldad extrema;sueño absoluto”. (Rêve mexicain, p. 11)•El sueño de los indios descrito en unaespera forzada por el mito, los ritos yla magia:

El antiguo sueño de los Mexicanos, sue-ño tan esperado, cuando llegan del otrolado del mar, esos hombres barbadosguiados por la serpiente emplumadaQuetzalcoatl, para reinar de nuevo sobreellos (Rêve mexicain, p. 11).

Dentro de esta perspectiva, se recapitulael sueño del conquistador y soldado Ber-nal Díaz del Castillo, mientras que el sue-ño del indio lo recupera el hermano Fray

Bernardino de Sahagún. Ambas miradas,traducidas en dos obras magnas, constitu-yen una recopilación, que como lo dice elCódice Florentino, salvaguardaron hastael último monumento y reescriben la his-toria mexicana con dos orientaciones di-ferentes. Le Clézio las resume como unepitafio de enseñanza y aprendizaje:

Desde el principio, a la llegada de losespañoles, El sueño mexicano, evoca loque será el sueño de la Conquista: Elsueño empieza el 8 de febrero de 1517,cuando Bernal Díaz avista por primeravez, desde el puente del navío, la granciudad blanca maya [...] (Rêve mexicain,p. 9).

Para un novelista extranjero, estudioso yconocedor de la Historia de México, lamirada del Sueño mexicano recuperó la mi-rada del conquistador, del indio abatido yaniquilado, la mirada de un enfrentamientoentre América y Occidente, entre los dio-ses y el oro, entre un pueblo civilizado yun grupo de bárbaros. Más que la victoriade los españoles, es una derrota que elSueño mexicano recrea, intentando hacerjusticia al indio como un ser libre y depo-sitario de sabiduría. Ante el aniquilamientodel pueblo mexicano, el ensayista deseaaparecer como espectador del drama:“Creo que la razón de ese drama es total-mente mágica” (Rêve mexicain, p. 40).

MIRADA Y ECO EN EL CONTEXTO DE LASPROFECÍAS DEL CHILAM BALAM Y DE LARELACIÓN DE MICHOACÁN

Otro aspecto fundamental que Le Clézioasume narrativamente con el Sueño mexi-cano, lo sugiere al reivindicar la imagen

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grandiosa del indio y de su filosofía de lavida en las traducciones que hace al fran-cés de las Profecías del Chilam Balam (1976)y de la Relación de Michoacán (1985).

Muestra que la creencia en los sueños yen los augurios, constituyó en la mayoríade los pueblos amerindios, una idea pro-funda de la circularidad del tiempo. En es-te contexto, los aztecas, los purépechas ylos mayas, vivieron con intensidad el en-cuentro de lo real con lo sobrenatural y nopodían concebir el universo sin fin. Y auncuando la conquista y la colonización im-pusieron un sistema religioso y simbóli-co, los Conquistadores no pudieron jamásborrar el pensamiento filosófico de estasculturas concebido en sus ritos y tradicio-nes. El acierto de la mirada de Le Clézioevoca con dignidad la propia concepcióndel mundo indio con respecto al equili-brio universal:

La concepción y la idea del universo delos antiguos Mexicanos era diametral-mente opuesta a la sustentada por elcristianismo. Los indios tenían una con-cepción de la rueda del tiempo, el co-nocimiento de los números divinos y delas leyes de los astros, la creencia en lainevitable destrucción y el mito del re-greso del guerrero chaman Quetzalcoaltl,la espera del Utz Katun y el siglo delcambio para los Mayas (Rêve mexicain,p. 228-273).

Por otra parte, con las traducciones de Lasprofecías de Chilam Balam y la Relación deMichoacán, el autor emprende toda unaetapa de investigación historiográfica y an-tropológica rigurosa y estrechamente ape-gada a los textos originales, lo que le per-mitirá ofrecer una imagen fidedigna einteresante del indio a los ojos del mundooccidental. Asimismo los prólogos de am-

bas publicaciones plasman de manera críticay relevante, valiosos comentarios que en-marcan la profunda tragedia que sufrió elmundo indígena.

Con este trabajo de traducción, LeClézio, logra vivenciar los dos mundos ylos dos interlocutores, asumiendo un papelde mediador y de intermediario, y nos ha-bla con dos voces: la del indio y la delconquistador occidental. Intenta explicar-nos una respecto de la otra, con un va yviene que recuerda el papel del fiel tra-ductor y sugiere, a la vez, la experienciadel mismo chaman.

Sin embargo, el autor no quiere sola-mente recobrar la identidad perdida de eseindio de Las profecías de Chilam Balam ode la Relación de Michoacán o inclusive delPopol Vuh de los mayas quiché. Intentatambién restaurar en el mundo occidentalla armonía que sugieren esos textos y co-municar, por consiguiente, un saber que fuesu búsqueda inicial: trasmitir una lecciónde vida para el planeta con el dichoso ha-llazgo del mundo indio.

Le Clézio se permite formular la nocióndel mito como la búsqueda de otra figurarepresentada por el indio y asume su rolcomo un hombre occidental interlocutor.

Con su experiencia, sugiere a partir dela traducción de los dos textos sagrados enmaya y en purépecha, una posibilidad desalvación, en la medida en que la imagendel indio le permitirá difundir a nivel uni-versal una mirada profunda y filosófica dela cultura purépecha y maya. Para el escritor,Las profecías de Chilam Balam son verda-deros libros mágicos: “Están llenos de sím-bolos y de signos [...] son el sueño que tu-vo un pueblo,antes de regresar al sueño[...]” (Prophéties du Chilam Balam, p. 7).

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El texto es una tentativa para salvar unamemoria que se perdió y la cual se recuperadesde el prefacio, otorgando al lector dosalternativas de concebir la obra:

• la primera, como una reserva culturaly un valioso testimonio escrito querecuerda esa época de la historia en laque vivió una de las más bellas culturasdel mundo,• la segunda, como un acervo de textosoriginales cuya crítica sólida busca unadimensión mística del indio esclare-ciendo los siglos de oscuridad vividosde manera que el lector comprenda elsentido de su trágico destino.

El eco que resplandece en la labor queLe Clézio realiza como traductor, lo lleva aun Prólogo eminentemente filosófico,donde figura el carácter sagrado y relevan-te de los textos originales cuyo universoprecolombino destaca el conocimiento dela eternidad alusivo a las deidades:

Lenguaje de los dioses realmente, [...] queescribían para los ojos lo que el almapodía recibir (Prophéties du ChilamBalam, p. 8).

Se percibe así que la mirada extranjera deLe Clézio no constituye sólo la miradadel colonizador sino es también, la mira-da del indio, concebida ésta por el escritory caracterizada por un poder sagrado queno puede explicarse de manera totalmenteracional. Consideramos que el autor se sitúaen la búsqueda de un nuevo mito que seda como respuesta a la desaparición de unacivilización que busca su origen. Si se consi-dera que el pueblo maya adoptó un papelcontemplativo y fatalista en el momentode la conquista española y que era indife-rente al sufrimiento y a la muerte, podemos

decir que conocía ya y aceptaba su desa-parición, su destrucción:

Actualmente siguiendo las huellas quedejó, mensajes proféticos que hablan dedioses desaparecidos, de héroes ol-vidados, sentimos que su esfuerzo no hasido vano. El mundo maya es aún nues-tro mundo. Su historia es nuestra historia.Sus profetas hablan también para noso-tros. Porque el pueblo maya había reco-nocido todo, incluyendo su propio fin,porque había atravesado la estrechapantalla de la realidad para contemplarel movimiento del universo, este puebloestá presente todavía y estamos en el in-terior de su mirada (Prophéties du Chi-lam Balam, p. 30).

En esta mirada reflexiva, el autor recuperael lenguaje simbólico y poético de Los Li-bros del Chilam Balam que revelan la pala-bra viviente de un pueblo que descubrióel lazo que une al hombre con el destinodel universo. En todo caso, el escritor lograrecrear una traducción impecable que lle-ga incluso a restituir un resplandor mágicopara el propio lector, de la misma maneraque lo hace en la Relación de Michoacán.

Y si bien es cierto que Los Libros delChilam Balam no son memorias, su sim-bolismo va aún más allá de la historia delpueblo maya. Sin duda Le Clézio es pri-vilegiado y logra sabiamente traducirlos alfrancés e interpretar la palabra sagradarevalorizando la imagen del indio:

Con esta palabra divina, que nombra yhace aparecer las cosas, es el poder quefue concebido, a los profetas y a losSacerdotes del Sol [...]. Palabra mágicaque sale de la boca misma de Habal Ku,el Verdadero Dios, palabra de los dio-ses y del infierno, palabra de los Katun,

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UNA MIRADA EXTRANJERA EN HISPANOAMÉRICA

el Sacerdote Chilam (Prophéties du Chi-lam Balam, p. 23).

En lo que respecta a la Relación de Mi-choacán, es una tesis de tercer ciclo queredactó Le Clézio a la edad de 43 años enla Universidad de Perpignan (Instituto deEstudios Mexicanos). Fue publicada enfrancés en 1984, según la traducción pu-blicada por la Edición Balsal (Morelia, 1977)de la Relación y ritos de la población y go-bierno de los Indios de la provincia deMichoacán, edición que se basa en el tex-to de José Tudela (Editorial Aguilar, Ma-drid, 1956) y que incluye también la re-producción fotográfica del manuscritoCIV 5 de la Real Biblioteca de San Lorenzodel Escorial.

Le Clézio realiza todo un trabajo de in-vestigación y sigue con atención todas lascorrecciones realizadas en la versión Mi-randa (Fimax, Morelia, 1980). Asimismo seauxilia del trabajo de Luis González y deFrancisco Miranda, de la intervención de DonDaniel Manzo habitante de Tarécuaro y desu nieto que revisó con el escritor toda latraducción. Esta traducción, oculta duran-te largo tiempo, desde la época de FelipeII, es un testamento anónimo escrito enlengua purépecha y traducido al españolpor el hermano Jerónimo de Alcalá alrede-dor de 1540.

Cualquiera que sea el nombre o losnombres de los autores de la Relación deMichoacán, la obra tiene un carácter pro-fundamente sagrado y violento, una fuerzaépica extraordinaria que permite conocerla manera de pensar, de sentir, de hablar,de actuar de los indios con respecto alos conquistadores.

Con la traducción, Le Clézio da a cono-cer al mundo francófono, los grandescambios vividos por los hombres de Mi-

choacán, como en los tiempos bíblicoscuando la desgracia golpea tanto a losinocentes como a los culpables (la locuracolectiva que anuncia la ruina del Señoríode Hetuquaro, la caída de Chapa, lagrandeza y la dificultad de la misión deTariacuri, el destino de su imperio hereda-do por su hijo Hiquingare y sus sobrinos,son algunos ejemplos significativos). Consu traducción, el autor abre un diálogocon los lectores europeos interesados enla historia del pueblo purépecha: sus creen-cias, su fe, el nombre de sus dioses y desus héroes. Acertadamente Le Clézio per-cibe lo que el texto original tiene de gran-deza mística y traza un retrato en el que elindio puede ser tanto un guerrero hábil yvirtuoso como un ser bárbaro con sus ene-migos: es un pueblo que alimenta sin cesara los dioses con la sangre de sus ofrendas,de sus heridas por medio de braseros sa-grados, por sus telas ofrecidas como sacri-ficio y por cálamos perfumados de esen-cias y tabaco.

Cada una de las palabras de Le Cléziodan un testimonio valioso que muestra queen ese pueblo no existían barreras entre locotidiano y lo sagrado. Todo esto recuperalos sueños y mensajes premonitorios quela cultura de los conquistadores aniquiló:

Sin el poder del sueño, el hombre puré-pecha no es nada. Su fortuna, su gloria,la victoria sobre sus enemigos, el Amor yel respeto de su pueblo, el Señor no de-be esto al Azar, sino a la armonía de lasfuerzas sobrenaturales de las que el sue-ño es el mensajero. Sin duda no existiójamás sociedad humana tan marcadapor los sueños y la fe en el más allá.(Relation de Michoacan, p. 241)

Desde el prólogo de la Relación de Mi-choacán, Le Clézio, reúne todas esas

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YVONNE CANSIGNO GUTIÉRREZ

miradas que conciben la unión entre loshombres, como héroes míticos ligados alos dioses, y la realidad descrita en el con-junto de ritos de esplendor simbólico endonde lo sagrado se manifiesta siemprecomo una imagen real y auténtica. Su mi-rada como extranjero retoma el antago-nismo y el eco presente del indio a travésde la palabra de los ancianos dignatarios ylos sacerdotes y con la misma precisión queencontramos en Sahagún. Para Le Clézio,escribir sobre México y los Indios mexica-nos es un flujo vital que va más allá de laspalabras, más allá de la inteligencia, y endonde lo inefable se mezcla con el mundomaterial. Le Clézio señala que en la Relaciónde Michoacán, la historia es sobre todo unahistoria soñada, como la del Sueño mexi-cano, y es a causa de este sueño, de estairrealidad mezclada con el relato mismo quese ve el sentido mítico y toda la fuerzamágica que implica el texto original.

Para concluir esta serie de reflexiones entorno a la mirada extranjera de Le Clézioen Hispanoamérica, se puede señalar queel autor no es solamente un traductor, uncompilador o inclusive un cronista más, elautor va de la escucha de sí mismo a la delmundo, del torbellino de la palabra altiempo del relato. Logra entrar en contac-

to con las culturas originarias de México yfijar en el ejercicio de una escritura ilumi-nadora, autoconsciente y redentora, unamirada extranjera desdoblada sobre la al-teridad multicultural, errando por una geo-grafía física que en realidad es una geogra-fía humana porque atraviesa su propiaidentidad. Se diría que es un autor incorre-gible y trotamundos, un viajero que verbali-za su experiencia para averiguar quién esél al comprender el mundo que le rodea!

BIBLIOGRAFÍA

Le Clézio, Jean-Marie. Haï. Paris, Sentiersde la Création, 1971.

. Les prophéties du Chilam Balam.Paris, Gallimard, 1976.

. Le rêve mexicain. Paris, Galli-mard, 1988.

. “Introducción”, en Relation deMichoacán, traducción de Jean-Marie LeClézio. París, Galimard, 1985.

. La conquista divina de Michoa-cán, México, FCE, 1985.

. Relation de Michoacán, tra-ducción de Jean-Marie Le Clézio, París,Galimard, 1985.

[97]

uando he escrito acerca de la litera-tura del exilio español en México he situadoa Max Aub como un miembro de ese gru-po, por ende lo he llamado español. En laslíneas que siguen voy a matizar, en primerlugar, el aserto de su españolidad; paradespués ubicar desde dónde habla esteautor cuando escribe los cuentos con temamexicano intitulados Cuentos mexicanoscon pilón (1959) y La verdadera historia dela muerte de Francisco Franco (1960)

Max Aub Mohrenwitch nació en París el3 de junio de 1903. Si acaso el lugar de na-cimiento implica ser ciudadano de tal país(idea con la que Aub está en total desa-cuerdo1), cabría afirmar que el niño era fran-cés; pero como ningún niño decide cuándoobtiene ciudadanía sino que son los padresquienes eligen, el asunto no es tan claro.La madre, en efecto, era francesa y de ori-gen alemán –el apellido materno, Mohe-renwitch, es eslavo– y el padre de Max Aubera alemán . De modo que podríamos de-cir que de 1903 a 1914 el niño fue alemány francés, y, por supuesto, hablaba ambaslenguas. Cuando inicia la Primera Guerra

Mundial, la familia se instala en Valencia,España, ante el conflicto mundial que en-frentaba a las naciones de sus padres. Lafamilia era burguesa, agnóstica y de estirpejudía. El niño se sorprende cuando atraviesacon su familia la frontera francesa hacia Es-paña y oye por primera vez el ¡SALES JUIFS!Entonces se entera de que lleva consigoalgo que los franceses rechazan con abe-rrante crueldad. De modo que su lenguamaterna es el francés; la paterna, el alemán,y sólo a los 11 años cuando llega a Españaempieza a aprender el español. Lo aprendióestupendamente, tanto que nunca escri-bió en otra lengua (y ya sabemos queescribió mucho y en todos los géneros lite-rarios conocidos, y en otros más que él mis-mo inventó). Ni siquiera en su diario per-sonal hay una frase completa escrita enfrancés, si acaso una o tres palabras anota-das en alguno de los carnets adquiridos, yade adulto, en Marsella, mientras esperabaescondido el permiso para embarcar haciaAmérica (a donde tampoco había elegidollegar); en alemán no he encontrado unasola palabra entre los papeles de su diariopersonal. Por todo lo anterior, concuerdoabsolutamente con Tomás Segovia cuan-do reflexiona en su libro intitulado Sobreexiliados acerca de la paradoja del ser

Joaquina Rodríguez Plaza*

LA MIRADA DE MAX AUB A MÉXICO

Departamento de Humanidades, UAM-A.Cfr. Mi artículo “Testimonio Cuervo”, en Tema yvariaciones de literatura núm. 26, pp. 247-255.

*

1

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JOAQUINA RODRÍGUEZ PLAZA

español de Max Aub: “Porque es claro queMax Aub decidió tan poco vivir a los 11años en Valencia como un cercedillés habernacido en Cercedilla”,2 dice Segovia conmucha gracia, y de ahí que sigo citándoleporque no lo sabría decir de mejor manera:

…un hombre no puede decidir nacer enun lugar determinado, pero sí puede de-cidir haber nacido allí. O sea asumir co-mo propia una circunstancia fortuita…hacerse responsable de lo que le es im-puesto, convertir un hecho mudo en unacto de sentido, hacer en una palabraque la libertad irrumpa en el corazón dela necesidad.3

Para más detalles y consecuencias de estaidentidad friable de Max Aub, invito a leermi Conversación post mortem en la anto-logía de Relatos y prosas breves de Max Aubseleccionada, anotada y comentada juntocon Alejandra Herrera Galván, y publicadapor la UAM-Azcapotzalco en 1993.

No sólo el arqueólogo, también el es-critor se identifica con los objetos que ex-plora y saca a la luz. Max Aub sacó a la luzel objeto de la Guerra Civil Española y susconsecuencias, en cientos de páginas reco-piladas en novelas, piezas dramáticas,cuentos, algunas de las cuales escribiómientras vivía aún en España y atesoró du-rante sus varias estancias en campos deconcentración o de castigo en Francia, acu-sado de ser comunista (había ingresado alPSOE en 1927) y haber escrito textos endefensa de la justicia social; pero la mayo-ría de los escritos con el tema de la guerracivil (1936-1939) los compuso estando yaen México a donde llegó en 1942. Duran-

te muchos años los temas de sus textosfueron necesariamente sobre la política y lasociedad españolas porque quiso ser y sehizo español. Esa fue su elección y la asumiócon responsabilidad, compromiso y obstina-da energía. Nunca se doblegó ante irrazo-nables acusaciones como la de haber trai-cionado a la Segunda República Española ola de ser partidario del imperialismo nor-teamericano. Se salió de España por no ca-llar –pues esa era su forma de lucha entanto escritor– no dejaría de escribir su ver-dad sobre lo que había visto y oído duran-te todos esos años. Esa verdad, irremedia-blemente, tiene que cambiar con la dis-tancia, el tiempo y, en particular, con sudeseo de mirar a los otros, de salir de sícontinuamente para crear a sus innume-rables personajes y dialogar, polemizar oreñir con ellos para ser uno entre los demás.Cuando pudo ser rescatado de la cárcelfrancesa y su vida fue salvada en México,obtuvo la perspectiva necesaria para lograrexaminar con mayor objetividad lo obser-vado aunque no lo consiguió totalmente,lo que es, en términos generales, una uto-pía inalcanzable.

Ahora bien, una cosa es la identidad yotra la pertenencia. Max Aub se identificacon los problemas de España porque esosson los que le tocó vivir en su madurez,pero ¿a qué o a quién pertenece un literatocosmopolita?: “a la vida”, afirmó contun-dente Arturo Souto Alabarce en su nota pa-ra la presentación de la antología Relatos yprosas breves de Max Aub.

…Parte siempre de la vida, la suya y la delos demás. Sus personajes son las másde las veces amigos, conocidos, coetá-neos, cuando menos alguien de carne yhueso con quien alguna vez se cruzó enel camino.Tomás Segovia, Sobre exiliados, pp. 251.

Loc.cit.2

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LA MIRADA DE MAX AUB A MÉXICO

Ya hemos visto, muy someramente aquí,que los caminos recorridos por Max Aubfueron muchos y muy variados; en ellos co-loca a los innumerables personajes gesta-dos con absoluta fe en la humanidad. Si lodivino le es ajeno, todo lo contrario le su-cede con los seres humanos; le fascina ob-servar sus comportamientos, discutir susideas, testimoniar sus actos, en una palabra,alternar con los otros; esto es, desempe-ñar diferentes cargos o funciones con unalter, con un otro o, mejor dicho, con mu-chos otros.

ALTERNANDO EN MÉXICO

La mayor parte de los últimos 30 años desu vida los vivió Max Aub en México. Aquídesempeñó su oficio de escritor colabo-rando en más de veinte periódicos y revistasya existentes en el país, creó otras publi-caciones cuya hechura es totalmente su-ya (Sala de espera, El correo de Euclides),hizo traducciones, guiones para el cine yotros muchos trabajos que muestran su in-terés por su país de adopción. (Se nacio-nalizó mexicano en 1955)4

Siempre vuelto hacia lo que lo rodeabahizo en México amistades (y también ene-mistades) con escritores –particularmentedramaturgos– con quienes amplió su cos-mopolitismo innato y enriqueció su mes-tizaje cultural; a esa riqueza contribuyeronlos viajes a otros países europeos (Inglate-rra es el país por el que expresa más sim-patía) –ya con pasaporte mexicano– y aCuba donde participó en el Primer Congre-so de Intelectuales en 1969.

La alternancia con los otros incluye des-de luego las permanentes lecturas de escri-tores cuyos textos lo llevan a tener corres-pondencia con sus respectivos autores sison sus coetáneos, y, si no los son, lo im-pulsan a escribir reseñas y variadas notasen su diario personal donde expresa juicioscríticos acerca de los textos leídos. Recal-co, pues, su mantenida y constante alter-nancia, tanto con sus semejantes como consus desemejantes.

Hay una obra muy interesante de MaxAub, Juego de cartas (1964), donde su autorhace un planteamiento, podríamos decir,lacaniano. Se trata de jugar con unos naipesen cuyo reverso están escritas las cartas devarias personas, y cada una ofrece un espe-jo distinto de un personaje ya fallecidollamado Máximo Ballesteros. Por lo tanto,Max Aub está confirmando las aseveracio-nes lacanianas de que el sujeto es habladopor el Otro y es pensado por el Otro. Meatrevo a añadir que coincide también conJ.P. Sartre en que el infierno es la miradadel otro. Pero si acaso el tal Máximo fueseun alter ego de Max Aub, él no se sienteen el infierno, sino que sonríe como buenhumorista ante la multitud de ojos que loven sin mirarlo –o sin leerlo, que es lo mis-mo, y fue su queja reiterada–.

Ni dando “tres vueltecitas”, encontró “lagallinita ciega” –que es Max Aub– a la Espa-ña de antes, a “su” España. Ni siquiera losespañoles reunidos en los cafés de Méxi-co son los mismos. Tras diez o quince añosde vivir en el país las transformaciones sonnotables: quienes fueron albañiles, mese-ros, campesinos, y también los que ya te-nían alguna profesión atienden sus tien-das como cualquier gachupín, trabajan eneditoriales como correctores de pruebas,se han casado con mexicanas y adquiridoVéase el artículo de Eugenia Meyer en Homenaje

a Max Aub, El Colegio de México, pp. 39-59.4

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JOAQUINA RODRÍGUEZ PLAZA

el tratamiento del “usted” y algunos hastacasa propia, en fin: se han aburguesado.

El protagonista de “La Merced” (uno desus primeros cuentos con tema mexica-no5) no es una excepción de ese cambio.Luis Giaccardi es uno de los reunidos enun café cercano a la zona del mercado másgrande, pero de población más pobre y conmás cantinas de México. Ya es de nochecuando se encamina hacia su casa tras ha-ber discutido horas de los mismos temascon sus contertulios: la situación de Espa-ña y la responsabilidad de haber perdidola guerra que se achacan unos a otros. Laobscuridad de la noche ayuda a Giaccardial recuerdo: su militancia en la FAI, sus in-tervenciones en atentados donde se habíajugado la vida y acabado, quizá, con la deotros, convencido de su teoría de la accióndirecta. Pero sus recuerdos se mezclan conlas actuales preocupaciones de la fábricade tejidos. De repente, le sale al paso unborracho zarrapastroso mecapalero de laMerced. El miedo se le hospeda ante la po-sibilidad de que el harapo de hombre lepueda “clavar su fierrito como si nada”. LuisGiaccardi se desconoce: quien se habíajugado el pellejo durante años en Españale tenía miedo a un borracho infeliz, a esaaparición que no era persona ni por asomo.Al miedo le sucede una gran lástima de símismo. Hasta que le da frente al borracho:

—¿Qué te traes conmigo?—¿Con usted patrón? Deme para unacerveza.—Toma.—Dios se lo pague, patrón.

Con este brevísimo diálogo, Max Aub nosplantea varios asuntos a la vez: Por un lado,

la pérdida de identidad del español refu-giado en México que no siente el refugiosuficientemente seguro, ha sufrido el pavordel encuentro con lo otro que no sabe loque es, lo desconoce porque no es todavíaun transterrado; que si bien ha podido salvarsu vida gracias a la hospitalidad del país,también está pagando el precio de la diso-lución del yo, ¿en quién? En patrón. La para-doja es evidente: ¡un anarquista convertidoen patrón! Quien había luchado por laigualdad, la autogestión para no ser ni amoni criado, se encuentra con alguien queasume las relaciones humanas con esas ca-tegorías del poder, con alguien de otromundo, inadmisible, incomprensible, ines-perado y por tanto aterrador. El miedo, quetiene ojos enormes, agiganta al interlocu-tor a quien ve como amenaza, primero in-cognoscible, y luego, absurda. Vida y muer-te habían tenido para Luis valor, peso y,por supuesto, sentido; ahora esos conceptosestaban trastocados, rotos. Su vida podríahaber terminado por nada, como si nada.

Por otro lado, el borracho lo convierteen “su” patrón. En México, el título de “pa-trón” lo otorga cualquier ganapán quesobrevive prestando un servicio menor,inmediato y momentáneo, por el que po-drá –quizá– esperar una moneda u otradádiva para socorrer una necesidad. Esalimosna sólo la puede dar el patrón, el quemanda, el “gachupín” que posee una tienday por lo tanto es superior. La tradición me-xicana dicta el sometimiento sin réplica.

Aquí vemos, en conclusión, el encon-tronazo con dos idiosincrasias inasimila-bles entre sí que Max Aub testimonia sin-téticamente en dos realidades: una queexplica el pasado idealizado del anarquis-ta; la otra, la del presente en México delmarginado social, del borracho cargadoren un mercado.

Max Aub. La verdadera historia de la muerte deFrancisco Franco y otros cuentos, p. 39.

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LA MIRADA DE MAX AUB A MÉXICO

En Cuentos mexicanos con pilón, vuelveAub a salirse de sí para ver al otro sin losprejuicios adquiridos, o al menos intenta elabandono de parámetros adquiridos queson mayoritariamente los europeos con laintención de testimoniar lo nuevo, lo queve en este país.

En “Memo Tel” traslada la anécdota a laépoca de la Revolución Mexicana. A MaxAub siempre le importó, por encima de losdemás elementos que estructuran la narra-ción, proporcionar el ambiente en el que lahistoria se va a desarrollar, de manera quetoma distancia de los otros, pero sin aislarse,para observarlos con esa mirada atenta yaguda propia de quien ama el cine; de ahíque inicie el cuento acotando como en unguión cinematográfico: “Mi coronel Sera-fín Gómez está apoyado en el mostradorde la cantina de Severiano a las once de lamañana del 12 de junio de 1915. Toma sucuarto mezcal, que todavía no le sabe.“ Contal inicio, el tiempo presente actualizadoobliga la atención del lector al imponer laisotopía –como la del ojo de la cámaracinematográfica– de la imagen con la dellector que la percibe: ahí tenemos ya eltiempo, el espacio –una cantina–, y la ca-racterización parcial de dos personajes: elcoronel Serafín Gómez (militar de lasfuerzas de Francisco Villa) y Severiano (eldueño de la cantina, obviamente gachu-pín) Tenemos también a un narrador quellama a Serafín Gómez “Mi coronel”, demanera que la relación del narrador con elmilitar es clara: es alguien adscrito a la au-toridad militar, alguien que, al menos, pa-rece que acepta estar subordinado a ella.Conforme el cuento se desarrolla, vamosdescubriendo que ese “Mi” introductorioes sorna del narrador que adopta el hablasubalterna del mexicano cuando se dirigea un militar, y el narrador asume así una su-

puesta neutralidad y apartamiento ante lalucha de poderes que plantea la historiadel cuento. El juego de poder lo iniciará elrijoso coronel Gómez, quien con su cuartacopa de mezcal busca cualquier pretextopara entablar pelea. El pretexto se lo da uncuadro que representa a Guillermo Telldisponiéndose a disparar la flecha de su ba-llesta contra la manzana colocada sobrela cabeza de su hijo. El coronel pide expli-cación de quién es el del “arcabuz”. Res-ponde, con enmienda, el que sabe: “elseñor licenciado” Rufino Colmenares, pa-rroquiano de la cantina. Esto es suficientepara que se establezca una violencia –siem-pre sometida al control– entre los dos per-sonajes: el leguleyo y el militar. Ambos sonhombres de la total confianza de Villa, pe-ro compiten por ganar su predilección. Seretan con afilada ironía verbal, pero sinperder nunca los estribos, que es manerafrecuente en las discusiones entre mexica-nos. Si hay insultos –que no pueden faltaren una cantina, y son indispensables en és-ta para dar vitalidad y verosimilitud a laanécdota– éstos nunca van dirigidos al in-terlocutor de manera directa, se lanzan alespacio para quien quiera “ponerse el sa-co”. Los trazos de estos perfiles protagó-nicos corresponden a la caricatura, para laque Max Aub tan diestro era, y son partedel ambiente que el autor logra transmi-tirnos de forma excepcional.

En “De cómo Julian Calvo se arruinó porsegunda vez” vuelve a enfrentar las con-ductas del español refugiado con las delmexicano. Julián Calvo ya se había arruina-do una vez al dejar todo en España; elcuento nos da las causas de su segundaruina en México. Ha montado una impren-ta gracias a créditos bancarios y a su enor-me capacidad de trabajo; pero tal dispo-sición no basta para instalarla con rapidez:

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“… que la grúa, que el camión, que el se-ñor Lupe tuvo que ir a Toluca…” Pero donJulián es, como buen español, testarudo,o, si se prefiere, perseverante. Además esateo. De manera que se niega terminan-temente a que los obreros traigan al pa-drecito para que bendigan la maquinita.No le cabe en la cabeza que el estar sin-dicalizado aquel obrero en la CTM, o el sermasón del otro, no tenga nada que ver conel padrecito ni con el altar a la virgenci-ta de Guadalupe que los trabajadores de-sean colocar en la imprenta. Transige, encambio, con la fiestecita y hasta contribu-ye con salchichones y chorizos que se con-sumen con el agrado de todos y el acom-pañamiento abundante del tequila y lascervezas. La fiesta dura hasta la madrugada.Si Julián Calvo acude puntual a las ocho altrabajo, es asunto suyo. El prensista no llegasino hasta dos días después. Los contertu-lios de don Julián le aconsejan adaptarse alnuevo mundo, pues los obreros no buscanlo mismo que él: cumplir y ganar dinero.Nadie ni nada puede hacerle desviar susprincipios, son “ellos” quienes no tienenninguno, ni buenas ideas, ni capacidad deprogreso ni todo lo demás. La imprenta em-pieza a ir de mal en peor: falta tinta y ya noqueda en el almacén, la máquina está suciay Agustín no está para limpiarla, el mecá-nico salió a almorzar y no hay quien, lapalanca se atoró, que es rejega y no mar-cha, que yo creo que lo engañaron a usted,patroncito. “Así se arruinó por segunda vezJulián Calvo”. Lo que llama la atención deAub es, precisamente, esos rasgos y valoresmorales del carácter del mexicano tandistintos del español.

Genovevo Fernández Luque, de LeónGuanajuato, es el personaje principal delcuento “Los avorazados”. Es cobrador de fac-turas en una compañía de la ciudad de Mé-

xico. Un día sufre un desmayo y, a su pesar,es llevado durante 3 días al hospital. Al salir,le informan de su nuevo puesto subalter-no, pues la compañía “no quería correr elriesgo de que su cobrador cayera en la ca-lle con la bolsa repleta.” Genovevo ocultasu resentimiento. A los dos días se reúnecon tres amigos en una cantina y les pro-pone que lo asalten. Se repartirán el dine-ro: “fifty-fifty”. Según lo convenido, un sá-bado en la noche lo amordazan y atan demanos, tras de tomar la cartera, en la calletrasera de una fábrica. Ya en el suelo, el Pe-lón le clava un cuchillo en el pecho: “–Poravorazado– dijo”. Los tres amigos, tranqui-los, deciden seguir las recomendacionesdel difuntito y se van al Desierto de losLeones; entrada la noche, entierran a Ge-novevo. Por la mañana, el apetito. Damiánva a comprar unas gorditas y cervezas. Ensu ausencia, poco tarda la decisión: lo ma-tarán y se repartirán el dinero. Las cervezasestán bien frías. Damián ya ha bebido lassuyas allá abajo y acepta seguir cavandomientras comen sus compañeros. Así, deespaldas, no le cuesta trabajo a Chachometerle el fierro entre costilla y costilla.Pero aún le resta la fuerza suficiente paraque Damián musite que de nada les iba aservir: ha envenenado las cervezas e ibana morir como perros. “—A mí no me ma-druga nadie.”

En esta ocasión, el cuento de Aub tienecarácter esperpéntico. Muestra a una clasesocial mexicana de la más baja estofa parala cual la vida no vale nada, sólo vale eldinero. Pero la traición y el avorazamientoestá en todos: está en los patrones queexplotan al máximo a sus empleados conferocidad capitalista y para quienes nadaimporta los trabajadores –éstos son masainforme y desechable cuando no puedenser utilizados en beneficio propio– y está

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LA MIRADA DE MAX AUB A MÉXICO

también en esos trabajadores de la más ba-ja calaña. Si tanta traición pudiera parecerinverosímil, no lo es; a través de una hipér-bole el autor demuestra que la traición esla medida del pseudohumano. Nadie sesalva. El final es además espeluznante: “Losbilletes se pudrieron. Ellos, no; que haymanadas de perros por aquellos alrede-dores.” De todos los cuentos de Aub, éstees uno de los de ambiente más sórdidojunto con el titulado “El Chueco”, tambiénesperpéntico y que plantea además otra delas bajas pasiones que le interesa destacar:la capacidad de venganza. En este asunto,si adjudica tal capacidad a personajes me-xicanos, sospecho que es por el mante-nido espejeo de unos y otros.

Así percibo, espejeado también, elcuento “La Censura”, donde un individuono es sacado de la cárcel a pesar de queel señor Presidente de la República, en1907, sabe que es inocente, –si fuera cul-pable, sería fácil sacarlo– pero conoce lacapacidad de venganza del prisionero: suel-to sería peligroso. “Es todo un hombre…ycomo tal, vengativo”. Aub plantea aquí elpoder absoluto que “ejercía” un presidentemilitar para cometer tropelías, urdir tráca-las, tramar enjuagues, maquinar chantajes,conspirar asesinatos; plata o plomo es ellema que organiza la gestión de toda la cla-se política para repartirse puestos y “servira la patria”. En esta ficción, absolutamenteconfundible con la realidad de la historiapolítica de muchos países (incluido, México,desde luego), podemos confundir a donVictoriano con algún personaje real o bienvisualizarlo como un collage surrealistade varios hombres de la historia políticamexicana. Don Victoriano mandaba el 4o.Regimiento de Infantería en ese tiempo yguarnecía la capital: “Cuarentón, soltero,enjuto, más bien pequeño, las orejas muy

separadas del cráneo que empezaba adespoblarse.” Y es que Aub conoce ya bienla índole humana y también la época de laRevolución; de ese conocimiento provie-ne su Guía de narradores de la RevoluciónMexicana. Ensayos mexicanos. (1969) quefue reeditada en 1985 en el número 97 deLecturas Mexicanas.

En la divertida historia de “El caballito”vuelve Aub a contrastar las dos formasculturales de españoles y mexicanos. Aquíel autor:

Da noticia del rudo carácter de un curaespañol y de las causas que le hacenintolerable la vida y le impiden cumplircon su tarea: la superstición, la incapa-cidad de los lugareños para mirar a losojos, el talento para decir a todo que sí,aunque se piense que no, y el pocoaprecio por la vida.6

Con mantenida observación de unos y otrosescribe Aub uno de sus mejores cuentos:“La verdadera historia de la muerte deFrancisco Franco”,7 donde el agudo y atentooído del autor recoge los matices, los dis-tintos tintes de una misma lengua. Será elsonorense, Ignacio Jurado, quien confron-te usos y costumbres de mexicanos y espa-ñoles. Nadie mejor que Nacho para testi-moniar y comparar esa polifonía, puestoque es mesero de un Café del centro de laciudad de México desde que era jovenci-to; ha escuchado a la clientela mexicana yha comprendido los sucesos de la Revo-lución: “Para ellos no hay más universo queel que forjaron, en la década de los veinte,Carranza, Obregón y Calles.” Las conversa-ciones en las mesas del café son de timbre

Alejandra Herrera, Relatos y prosas breves deMax Aub, p. 340.M. Aub, op. cit., pp. 9-32.

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atemperado y cordialísimas; en talambiente de personas ilustradas y de-centes, a Nacho no le cabe el a gusto.Todo cambió a partir de 1939: llegaron losespañoles refugiados con sus gritos esten-tóreos, la estridencia de consonantes comopara romper gargantas, esas ces y zetas queserruchan el aire y discusiones inacabablessobre la guerra civil en España. Cada con-tertulio es enemigo del vecino: el comu-nista del anarquista, éste del socialista, elsocialista de don Indalecio Prieto es opo-sitor del socialista de Largo Caballero: todoscontra todos y a voz en cuello que pareceque se van a matar. Lo que no entiendeNacho es por qué no han matado a ese talFranco, si él es el culpable de toda la ba-tahola que está soportando Nacho día trasdía y año tras año.

El desarrollo de la historia y la soluciónfinal la podrá leer (o bien oír en un discode “Voz viva de México”) quien tenga cu-riosidad. A mí me interesa por de prontoañadir unos comentarios.

No recuerdo quién fue el que dijo lo deEspaña: país de la rabia y de la idea, perome lo apropio porque concuerda a la per-fección con el ambiente descrito por MaxAub. El Café (lo escribo con mayúscula pa-ra diferenciarlo de la bebida) es el espaciode reunión de los españoles exiliados, elágora donde pueden seguir discutiendo detodo aquello cuya consecuencia es estarviviendo en otro país, en otro continente.El Café es el sitio donde han hecho sitiolos españoles, y la rabia es la amalgamaque los cohesiona como grupo. Si no fue-ra por ella, por la rabia, España desapare-cería. La idea es una sola: volver cuandomuera Franco. Se agiganta al enano ene-

migo, al “generalísimoFrancoporlagra-ciadeDios”, para que la rabia de ser losvencidos en la guerra los mantenga ven-cedores en México. La fuerza de la rabiaevita sentirse víctimas, perdedores; quienesperdieron son los que se quedaron allí, so-portando al enano: estratagema psicoló-gica de algunos para sobrevivir sin dejarseatrapar por la amargura. Tampoco Aub sedeja atrapar por ella en este cuento, man-tiene su gusto por la vida con sonrisa humo-rística observando a unos y otros. Mira tantoal mexicano como al español con conoci-miento de causa pero sin acrimonia: com-prensivo, tolerante, comparte sin juzgar, tes-timonia. Él, que se quejó muchas veces desu mal oído para justificar su no buena poe-sía, reproduce admirablemente las vocesde los otros. Como buen retratista, le fasci-nan las tonalidades, los timbres sonoros,incluidos los muy importantes y significa-tivos silencios de sus personajes mexica-nos. Ellos callan para no dejar que su pasiónse transparente, en tanto el español la di-funde a gritos. Capturar los silencios y co-nocer su sentido implica, desde luego,mayor capacidad de observación, agudezade oído. Distancia del escucha.

El torrente de escritura de Más Aún (co-mo lo llamó Simón Otaola) está vertido enel Otro vivo, un ser dinámico que lo llevapara lados diferentes de las cosas y a pro-ducir con ello una alteración del ritmo deltiempo mexicano. Alteridad inalcanzable.La Historia –circunscrita siempre a la his-toricidad– sigue construyéndose con lamirada consciente de lo Otro. Y, a la vez,como dijo Coetzee: “La historia carece devida a menos que le proporciones un ho-gar en tu conciencia”!

[105]

Departamento de Humanidades, UAM-A.*

Alejandra Herrera y Vida Valero*

VENCER EL TIEMPO:LA VERDAD POÉTICA DE ALÍ CHUMACERO

De las lecturas surge el escritorcomo de la piedra, la estatua

Alí Chumacero

I

a publicación del primer número de larevista Tierra Nueva (1940) fue trascenden-te en la vida profesional de Alí Chumacero:“Poema de amorosa raíz”, su primer poemapublicado, apareció en ese volumen y pue-de decirse que fue el punto de partida deuna breve pero fundamental obra poéticade las letras mexicanas. Encontramos tam-bién en dicha revista dos actividades quehan sido el hilo conductor en la vida delpoeta: la crítica y la tipografía. En la primera,Chumacero se abocó a destacar los valo-res estéticos de obras literarias y plásticas–anteriores y de aquel momento–, lo cualse debió al gran acervo de lecturas realiza-das y a su agudeza visual; en la segunda,como redactor y responsable de la publi-cación logró que la presentación de lostextos, las ilustraciones, el formato y la cali-

dad fueran consideradas como ejemplopara otras publicaciones.

La poesía de Alí Chumacero aparecereunida en tres volúmenes: Páramo desueños (1944), Imágenes desterradas (1948)y Palabras en reposo (1956); en Poesía reu-nida (1991) se publican tres poemas bajoel título de Poemas posteriores, 1989-1990.La poesía de Chumacero es difícil, com-pleja, obscura dirían algunos, a esto se debela ausencia de lectores y que su influenciaen los jóvenes poetas casi no se deje sentir.Según Emmanuel Carballo, “Alí Chumaceroes un caso poco frecuente en el que semezclan el rigor y la dificultad. En su obrano se encuentran adjetivos triviales, imá-genes previsibles, construcciones ciegas”.(p. 3) Se trata de una poesía que deslum-bra poco a poco, que se va entregandolentamente como una mujer bella y difí-cil, no en la primera ni en la segunda cita.Para disfrutar su obra el lector tiene querecurrir una y otra vez a ella, sólo así seadentrará en la atmósfera poética logra-da por Alí y, poco a poco, descubrirá laemoción contenida en una complicadametáfora o se introducirá en un ambientenuevo, autónomo, en donde se reproduceuna honda experiencia que tiende unpuente entre el poeta y su lector.

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Los estudiosos de la obra poética de AlíChumacero han tratado de ubicar su poesíaen diversas corrientes literarias: desde elclasicismo, pasando por el barroco, el ro-manticismo, el simbolismo y el parnasia-nismo hasta llegar a las influencias lópez-velardianas y de los Contemporáneos. Alíes más bien un poeta dedicado a cuidar laforma de sus poemas, cuando escribe nose le ocurre preguntarse a qué corrientepertenece; sí le importa, en cambio, que através de la estructura del poema, se reve-le la emoción, el sentimiento, única razónque da significado al texto.

A Alí siempre le ha preocupado eltiempo, la sensación de mirar su impercep-tible transcurrir, por eso opone a la pre-sencia inminente de la muerte la eternidadconcreta de la obra de arte de su poesía.Desde sus primeros poemas, el tema esfrecuente: “Vencidos”, “Espejo de zozo-bra”, “Muerte del hombre”, “Jardín deceniza” revelan la idea heideggeriana quedefine al hombre como un ser para lamuerte y se sustenta a través de diversasfiguras retóricas. También en “Responso delperegrino”, columna vertebral de Palabrasen reposo, aparece la misma idea y, ade-más, surge otro tema recurrente en supoesía: el amor, que lejos de ser una expe-riencia únicamente gozosa, a menudo seconvierte en desilusión, olvido, ruinas y de-sesperanza. Así, Chumacero es un poetaintenso, profundo y conocedor del arte deescribir: sin duda, su poesía es exigente.

La biografía intelectual de Alí Chuma-cero se inicia en su natal Acaponeta, es-tado de Nayarit, con las lecturas que losedujeron de pequeño, continúa en Gua-dalajara, donde termina la escuela prima-ria y sigue con los estudios de bachillerato.Ahí escribió sus primeros poemas que con-

denó al olvido debido a su severa auto-crítica. En 1936, publica, también en Gua-dalajara, sus primeros trabajos críticos: re-señas de libros de poesía y narrativa. Llegaa la Ciudad de México, en 1938, y continúasus estudios literarios, hasta la experienciade Tierra Nueva (1940-1942) con la que ha-ce de las letras una profesión. Su posteriorparticipación en Letras de México (1937-1947) y El hijo pródigo (1943-1946) com-pletan su formación. Cada día adquieremayor experiencia en cuanto a los oficiosde editor y de tipógrafo. Desarrolla simul-táneamente su labor de crítico lograndomayor agudeza y lucidez para sostener susjuicios. Estas tres revistas son un documentotestimonial de la década de los cuarenta,porque en ellas se registran las búsquedasde los jóvenes poetas y artistas por encon-trar una voz propia y un estilo original. Conla llegada del exilio español, estos jóvenesvieron en los poetas refugiados coinciden-cias, aciertos y tuvieron diálogos que reper-cutirían en el ámbito cultural del Méxicode aquellos años, esa época previa a la mo-dernización de la Ciudad de México quellegaría con el presidente Miguel Alemán.

El germen de las letras, sembrado en Alí,ya daba frutos, y el poeta lentamente ga-naba un espacio en el ámbito cultural yadquiría prestigio. Por años continuó es-cribiendo en otras revistas y suplementosculturales como Revista Mexicana de Cul-tura, México en la Cultura y La Cultura enMéxico. Además de las reseñas, no pode-mos soslayar los ensayos literarios y de obraplástica que escribió, porque dan ejemplode una prosa ligera e inteligente y de pro-funda erudición. Asimismo, dedica textosa autores nacionales y extranjeros, ya fue-sen literatos, pintores o intelectuales. Susensayos no solamente se adecuan a los cá-

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nones académicos, sino más bien se atie-nen a la libertad con la que surgió este gé-nero con Montaigne en el siglo XVI.

En 1950, Alí ingresó al Fondo de CulturaEconómica como corrector de pruebas. Suhabilidad y experiencia en lecturas no per-mitían que una errata se escapara o queuna incongruencia se publicara. Años des-pués, ocupó cargos de mayor relevancia:la subgerencia del departamento técnicoy la gerencia de producción, en donde des-tacó como editor, y formó parte del consejoeditorial, en el que se decidía la publica-ción de los manuscritos. Tras una breve au-sencia, Alí Chumacero regresó a la mismaeditorial en la que permanece trabajando.Varios libros de las colecciones Breviarios yLengua y Estudios Literarios deben su in-superable factura a la maestría de Alí. Elcaso de la colección Letras Mexicanas secuece aparte, no sólo se trataba del trabajoeditorial, sino de la publicación de las obrascompletas de un autor, lo que implicaba surecopilación, la tipografía, la corrección depruebas y la impresión, además de un tra-bajo crítico que, en algunos casos, consistíaen la elaboración del prólogo. Entre losautores cuyas obras estuvieron bajo la su-pervisión de Alí, se cuentan: Alfonso Reyes,Mariano Azuela, Juan Rulfo, GilbertoOwen, Efrén Hernández, Julio Torri, JoséGorostiza y Xavier Villaurrutia. La redacciónde las solapas de los libros fue un trabajoque también se le reconoció gracias al ma-nejo de un lenguaje elegante, exacto y bre-ve como lo requiere este tipo de difusión.En ellas, Chumacero acerca al lector a lavida profesional del autor y a su obra.

Alí Chumacero ha recibido una gran can-tidad de premios y reconocimientos, en-tre ellos sobresalen los siguientes: Miembrode la Academia Mexicana de la Lengua

(1964), Premio Xavier Villaurrutia (1980),Premio Rafael Heliodoro Valle (1986), Pre-mio Alfonso Reyes (1986), Premio Nacio-nal de Lingüística y Literatura (1987), Pre-mio Amado Nervo (1993), Premio Nayarit(1993), Premio Nacional Ignacio Cumpli-do al Oficio de Editor (1996), DoctoradoHonoris Causa por la Universidad Autóno-ma Metropolitana (1998), Premio RamónLópez Velarde (1999) y Premio Nezahual-coyotl (2002). Estas distinciones revelan lacalidad de su trabajo literario y editorial, ysu sólido conocimiento del idioma espa-ñol. Su práctica en lo escrito y la conversa-ción lo convierten en modelo y le permitendi-rimir los problemas y temas relaciona-dos con la lengua. Todo esto hace de Alíuna figura esencial de la cultura nacional,afor-tunadamente, reconocido en vida.

Desde el punto de vista humano, dosvirtudes sobresalen en la personalidad deAlí: el agradecimiento y la generosidad.Nunca ha dejado de reconocer el apoyoque le dieron Alfonso Reyes y Enrique Gon-zález Martínez, maestros; Mario de laCueva, promotor de Tierra Nueva; OctavioG. Barreda, editor de las otras dos revistasen las que Alí también trabajó; y AlfonsoNoriega, que permitió la publicación dePáramo de sueños en la imprenta univer-sitaria. Asimismo, su generosidad le haganado amistades que han perdurado a lolargo de su vida, desde intelectuales hastajóvenes que quieren escribir, y se acercana él para conseguir una mirada crítica desus primeros textos, o a pedir un consejoque los aliente en su batalla literaria. Sucasa y su biblioteca siempre han estadoabiertas para todos, aunque haya perdidouno que otro libro. Los largos años quededicó al Centro Mexicano de Escritoresdan fe de su vocación de maestro. Fue ahí

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donde sus alumnos recibieron no sólo teo-ría, sino verdaderas lecciones prácticas paraentender y aprender el oficio de escritor.

Han trascurrido casi setenta años de lapublicación de su primer poema en TierraNueva y Alí ha sido fiel a las vocacionesprimigenias que aparecieron ahí. El poe-ta cumple noventa años, motivo de cele-bración ya de por sí, más todavía si se tratade festejar una vida dedicada a las letras ya la cultura.

Alí abre las puertas de su biblioteca, unaatmósfera de vida y recuerdos nos en-vuelve, somos bienvenidas, nos recibe cá-lido y alegre como es, dispuesto a empren-der un viaje a través de sus poemas, suconcepción y función de la poesía, temasserios, que se verán interrumpidos por anéc-dotas y vivencias divertidas: la profundi-dad no se opone a su humor inteligente.

Los invitamos a soltar amarras y a es-cuchar la voz del poeta…

II

Alí, ¿quiénes fueron tus modelosa seguir?Es sabido que yo seguí en un principiola poesía de Xavier Villaurrutia, algomás tuve que ver con la poesía deRamón López Velarde y, probable-mente, en algún momento puse aten-ción a los poemas de Enrique Gon-zález Martínez. Pero, mis poemas, losiniciales, los primerísimos fueronsimplemente una expresión casi in-fantil, muy juvenil de lo que yo sentíacomo lector, como muchacho, comojoven que se acercaba al mundo yaen plena pubertad o un poco des-pués. De allí a la lectura constante, ala constancia de leer de verdad toda

clase de poesía. Eso fue a lo que yome dediqué y, después, a escribiraquello que sentía. La poesía fue pa-ra mí siempre, desde un principio,la manera principal, la forma idó-nea para expresarme, y el resorte queme hizo creer que la vida valía lapena, que estar en el mundo era al-go más que ser un simple ser huma-no que se despliega por debajo de lavoluntad de los demás.Aparte de la literatura española, ¿a quéotra te sientes cercano?Me acerqué mucho a la literaturafrancesa, concretamente me gusta-ban poetas como Paul Valéry, comoSaint-John Perse, el mismo AndréBreton, para citar solamente tres poe-tas que leí con cierto cuidado, conmucha curiosidad y probablementecon algún provecho. Tuve que vermuchísimo con T. S. Eliot en la lite-ratura inglesa. Para mí, Eliot fue elpoeta inglés que más me atrajo, quemás me llevó a pensar en la poesíacomo el resorte que habría de condu-cirme hacia un mundo donde el de-sorden es superior al orden, don-de la mala suerte es más agradableque la buena suerte, donde el amores algo más digno que soportar elamor de otros, es decir, el amor queuno da, que uno entrega, es muchomás hermoso que aquel que recibe.Eliot es un poeta quizá un poco ob-jetivo para mi gusto, pero muy reve-lador de las relaciones que existenentre las cosas, que a menudo no seven en general, pero que el poetasabe combinar justamente a fin deque su sentimiento y su sensibilidadaporten algo a la vida sentimental,siempre sentimental de que es due-

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ño. Yo no creo en la poesía que noesté impulsada por una emoción,no creo en la poesía cabalística quesolamente denota inteligencia, razo-namiento, sino en aquella poesía quetiene como base, como impulso, co-mo razón de ser, la razón misma dela emoción; en eso me han sido muyútiles los poetas mencionados y,desde luego, los grandes poetas delidioma español, particularmente,Quevedo. Para mí, es el más gran-de de todos los poetas. Difiero, losé, de la posición de algunos buenoslectores y conocedores del arte lite-rario español, pero para mí, Quevedoha sido el poeta que más profunda-mente me ha llamado a las puertas,y me ha hecho pensar en que lapoesía española es la gran poesía.¿Te acuerdas de algunos maestros quete hicieron leer?Yo más bien empecé a leer en com-pañía, con la amistad de un gran ami-go mío, Rubén Espinosa, en la es-cuela primaria. Él tenía un hermanoque se llamaba Francisco Espinosa,al que posteriormente le otorgaronel Premio Jalisco; era hombre muyenterado en música, pero tambiénmuy aficionado a la literatura. Fran-cisco influyó mucho en Rubén, lohacía leer o, por lo menos, le poníalibros enfrente. Rubén los leía y unpoco o un mucho él me influyó en lalectura de esos mismos libros. Estoyhablando de 1931, 1932; yo era unchamaco, un pequeño muchachoigual que Rubén y leíamos los librosque eran de su hermano. Al mismotiempo, con el poco dinero que te-níamos, comprábamos libros y asíempezamos a iniciarnos en la lite-

ratura. Muy rápidamente me hiceamigo y muy amigo, hasta el final dela vida, de José Luis Martínez y tam-bién de Jorge González Durán enGuadalajara, donde yo estudié, don-de los conocí, donde fuimos com-pañeros de escuela muchos años.Después vinimos a México en 1938y aquí continuamos trabajando jun-tos en la literatura. Hicimos unarevista, Tierra Nueva, y en fin, ya nosdedicamos a las letras como una pro-fesión. Después tuve la experienciade trabajar en otras revistas, Letrasde México y El hijo pródigo.¿Cuáles fueron tus primeras lecturas?Mis primeras lecturas fueron las queson normales de todo muchacho,Amado Nervo, sobre todo. Nervo esel camino correcto, adecuado, acon-sejable para que una persona se in-terese en la literatura y no sólo por-que era un gran escritor sino que,además era una persona que atrae,atraía y atraerá a los jóvenes: empiezael amor, empieza el afecto y empie-za la relación. Era un poeta de unagran condición humana, tiene un libroque se llama La amada inmóvil, quetodo muchacho debe leer; se tratade un poeta que emociona mucho,sentado en el trono de la emoción,del sentimiento, y resulta un conduc-to muy favorable para que un jo-vencito se inicie en la literatura. Yoleí, entonces, a Nervo y leí también,válgame el contraste, a Dostoyevski.Francisco Espinosa era un hombremuy conocedor de Dostoyevski y porese camino yo llegué a él. Despuésleí Los de abajo de Mariano Azuela,que ahora los jóvenes leen, al fin. Yoedité la obra completa de Azuela en

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el Fondo de Cultura Económica, lareuní, tuve esa posibilidad y me damucho gusto haberlo hecho, puesfue el segundo autor que a mí meinteresó. Primero fue Nervo, luegoMariano Azuela y después seguí le-yendo cuanto libro caía en mis ma-nos, con el desorden aconsejable conel que deben leer los muchachos.Esas lecturas no se olvidan o simple-mente dan el sedimento para que eljoven escritor salga de ahí, surja, va-ya más allá, pero son definitivas, de-cisivas y aconsejables siempre, a finde que den una base al muchacho yéste siga trabajando, luche y se formey, al término de cierto tiempo, diga:Yo soy éste y me gusta escribir detal manera.¿Cuáles fueron las primeras lecturasque te atrajeron?El escritor que más me deslumbrófue Dostoyevski, es un escritor muycruel, muy fuerte, varonil, cálido,muy violento. Es un escritor que amí me impresionó muchísimo, megustó tanto que yo conservo los librosque leí de aquella época, los tengoencuadernados, cariñosamente reco-gidos en mi biblioteca. Esos libracosque eran seguramente muy sucintos,pero que daban la idea del granhombre que fue este señor, estebárbaro y observador tremendo dela vida de su país, de su época, tes-tigo de algunas cosas casi incon-fesables. Fue un escritor que después,cuando fue traducido al español ensu totalidad, tuve el gusto, la pasiónde acercarme a él ya con un sentidoreflexivo que no era el mismo, quetenía yo casi de niño, no era similaral del jovencito, pero sí fue una

asimilación que completaba aquelloque yo pensaba del gran escritor.¿Tienes preferencia por una o algunasnovelas de Dostoyevski?Crimen y castigo, por la complejidadde su protagonista.¿Hay antecedentes de lectores entu familia?Absolutamente nada. Mi padre te-nía una biblioteca que no llegaría nia cien libros, no leía casi nada. Habíaadquirido la biblioteca verde famosade José Vasconcelos, que me regalóa mí, y era un hombre con ciertas as-piraciones culturales, pero que en elpueblo donde yo vivía, donde yonací, no había posibilidad de ampliargratamente, abundantemente. Com-praba libros por medio de un perió-dico, El Universal, los compraba por-que los ofrecían con descuento ycomo él estaba suscrito al periódicohabía oportunidad de que se losmandaran y eso era una o dos vecesal año. Yo conservo libros de esa épo-ca, pues todos los de mi padre pasa-ron a mi propiedad.¿Y tu abuelo?Mi abuelo era un abogado que muriómuy jovencito, murió cuando mi pa-dre tenía ocho años de edad, era unabogado de Tlaxcala y llegó a mipueblo, que se llama Acaponeta, enel estado de Nayarit; cayó allá poralguna comisión, se casó y se quedóa vivir ahí.¿Hubo intervención de tus padres entu oficio de poeta?En absoluto, pero mi padre nunca seopuso, porque lo lógico y normal esque las familias se opongan a que losmuchachos escriban, acaso por razo-nes materiales. Mi padre jamás estu-

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vo en desacuerdo con que yo escri-biera y cuando empecé a publicar,se sentía casi orgulloso. Eso me dioánimo, me dio alegría el hecho deque mi padre, no sólo no fuera indi-ferente, sino que le produjera ciertasonrisa que el muchacho hicieraversitos y no me veía con lástima,sino con reconocimiento. Así que yode mi padre no tengo la queja quetienen muchos escritores, pues dicenque se burlaban de ellos por hacerversos. Se dice mucho que el poeta,el escritor, es un holgazán, ademásde “otra cosa”, yo ni soy un holgazánen lo que se refiere a la literatura ymucho menos, “la otra cosa”. [Dicecon picardía.]¿Qué te gusta de la cultura popular?Sobre este tema, hay una división enmí, que yo procuro hacer a un lado.Yo he luchado siempre, contra dosformas de ser: en mi biblioteca, yosoy un hombre muy culto, ahí noadmito folclor de mariachis, ni MaríaFélix. El único folclor que admito, ylo admito muy en serio, son los toros,porque los toros son una forma muyauténtica de la cultura popular y queforma parte de mi otra manerade ser.Alguna vez ¿has escrito poemas detoros?¡Cómo no! Hice uno a Manolo Martí-nez: es el que aparece en la biografíade Manolo que hizo Guillermo Cantú:

Sobre la arena irrumpe la furiosaverdad del toro, arcilla que destellaolas de asombro y alas de centellaque iluminan la tarde esplendorosa.

En suave conjunción, la mano airosadel matador se acopla a la querelladel bruto: en su percal brilla la estrellaque guía aquel incendio hacia la rosa.

Contra viento y marea, fluye el bríoque habrá de sucumbir en la certeraquietud, como la yedra fatigada,

porque el diestro, al brindar su poderíoy detener el tiempo en su carrera,levanta una columna sosegada.

¿Qué dijo él, cuando leyó este soneto?Me dijo: “No entendí nada, está bienaburrido.”Bueno: en gustos se rompen géneroso “hay gente pa’ to.”Eso me hace recordar al “Gallo”, quetambién era un torero español, ycuando le presentaron a Ortegay Gasset –muy aficionado a los to-ros– ; preguntó quién era, qué hacía,le dijeron que era filósofo, y el tore-ro dijo y ¿eso qué es? Cuando leexplicaron, dijo: “hay gente pa’ to,hay gente pa’ to.”Eso es lo que ha de haber dicho Ma-nolo Martínez de ti, cuando no en-tendió nada.Otra anécdota al margen: un día meinvito un amigo mío, Manuel Calvillo,a casa de un amigo suyo que era unhombre muy correcto, muy decente,muy culto, descendiente de uno delos jefes de Maximiliano. Me invitó aun rancho que tenía, aquí cerca, porlas Pirámides. Y ahí voy yo, a unafiesta que hacía cada año, no sé porqué motivo, una pequeña fiesta,bonita, folclórica. Entonces, me tratómuy bien, me apartó y me llevó a uncorredor lleno de sillas de montar

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muy bonitas. Me estuvo explicando,y yo viendo y oyendo, pues no sabíade sillas de montar, nunca me he su-bido a un caballo. Días después, vi aManuel Calvillo y me dijo que su ami-go le comentó que Alí Chumaceroera un pendejo, porque no sabía na-da de sillas de montar. Manuel y yonos moríamos de risa, y le dije: Al finencontré a una persona que me des-cribe con toda corrección. Por eso loquiero más, porque atinó. Bueno,pero basta de anécdotas. Sigamos.¿Cuándo surge la necesidad de ex-presarte a través de la poesía?En 1936, cuando tenía yo diecisieteo dieciocho años. Empecé a haceralgunos versos, muy malos que, porcierto, perdí; y en abril de 1938,escribí un poema que es el que hatenido mejor suerte. Se llama “Poe-ma de amorosa raíz”. Éste es unpoema casi de la infancia, muy re-conocido, muy leído y que ha sidotraducido al japonés, al ruso, alalemán, al inglés, al italiano. Quizápor pequeño es muy conocido entrelos lectores, no entre mucha gente,porque no hay muchos lectores, perosí entre los que leen. Es un poemaque me ha dado cierto prestigio, noes el mejor ni mucho menos, perole tengo agradecimiento a esos ver-sitos simpáticos.Se ha dicho mucho que “Amorosaraíz”, que para ti es un poema deniños, está influido por la filosofíade Platón. ¿En qué sentido va esaafirmación?Platónico en el sentido de que hablade las primeras ideas. Según Platónhay ideas previas al pensamiento delhombre, me refiero a su teoría de la

reminiscencia. Se trata de una coinci-dencia, no tiene mayor misterio. Esuna interpretación. A la gente le gus-ta porque lo relaciona con el amoreterno. Todo el poema no es másque la idea platónica de que ya éra-mos tú y yo. Claro, porque ésta es unaidea que precede a toda la existencia.¿En qué momento, con qué expe-riencia, con qué lectura, tú dices: es-to es lo que yo quiero ser o hacer?Yo decidí ser escritor desde la es-cuela primaria, desde niño, y come-tí el acierto, el riesgo más bien, dejugármela, como dicen, y de echar-me al mundo sin ninguna precau-ción. Pasé muchas dificultades (creoque las sigo pasando), y luché porser siempre un hombre de libros, lo-gré hacer una de las grandes biblio-tecas que hay en México. Logré pu-blicar dos, tres cosas, muy poquitas,no tengo interés en ser un escritorde muchos libros, eso no me importanada, sino expresar lo que yo quie-ro ser, lo que yo soy por dentro ydarlo a conocer: si a alguien le in-teresa, pues que lo lea, y si no, puesno me ofende.¿Cuál es la virtud literaria que sientesque hay en tu poesía?Ya lo ha dicho Octavio Paz, lo dijopor ahí, a mí me gusta la perfección,que la poesía sea perfecta, me gustalo que no se puede lograr, pero sí as-pirar a, es decir, a equilibrar las par-tes del poema, darle un eje central,cuidar que no se desmida, que no seprolongue por un lado y se encojapor otro, sino que se equilibre, esoes lo que me gusta a mí. Como unaestatua que no se cae, como un edi-ficio vertical que se sostiene en sí

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mismo, para que el poema no corrael riesgo de tropezarse consigo mis-mo, que ocupe su espacio y que nohaya el peligro de perderlo. Esto limi-ta un poco la poesía, porque al len-guaje hay que estarlo cuidando cons-tantemente, que no se repitan laspalabras y si se repiten sea con in-tención, que los acentos de los versosestén correctamente puestos, en fin,mi poesía exige mucho cuidado, nose hace en una tarde; yo puedo es-cribir en una tarde el bosquejo ge-neral del poema, pero lo sigo traba-jando, a veces duro trabajándolomeses hasta que creo que está per-fectamente concluido. Ya cuando lopublico, veo que no estaba ter-minado, pero cuando lo voy a dar ala prensa, creo que sí.De acuerdo con lo que has dicho, elpoema es un edificio al que no se lepuede quitar un ladrillo, o sea, no sele puede retirar un verso, pero cuan-do un lector de poesía, en un mo-mento dado, le arranca una línea alpoema, ¿crees que ese verso puedavolverse autónomo?Lo hermoso de la poesía es que unverso puede ser muy expresivo porsí solo: “Esta tarde mi bien cuandote hablaba”: Sor Juana. Es muy buenverso. “Yo soy aquel que ayer nomásdecía”: Darío. Excelente verso; apartede que los poemas son magníficos.Lo adecuado es que el poema seauna obra en la que una parte ayudea la otra. Por ejemplo, yo hice elpoema que para mí es el mejor,“Responso del peregrino”. Es un poe-ma que plantea lo que es el amor, loque es la vida y lo que es la postvida,el más allá; y está hecho con mucho

equilibrio, muy pensado, muy a con-ciencia. Es un poema que tiene idea,aunque no es precisamente lo que amí me interesa, que es la emoción;ahí sí apliqué, pedantemente, lafilosofía a la poesía.Dice Jaime Labastida que el amor, elsueño y la muerte son los grandestemas de la poesía universal, ¿hay otroque escape a esta generalización y túhayas trabajado?Son los tres temas de toda la poesía,constantemente, son los temas queno varían, la misma canción se cantacon otras palabras, es lo mismo siem-pre, si uno repite las palabras quedijo otro poeta, ya no tiene validez,deben ser nuevas palabras, otrastécnicas, incluso, otras corrientes.Pero los temas son los mismos.En tu poesía, la desolación y la sole-dad aparecen con mucha frecuencia.Es la desolación lo que priva en mipoesía, eso es verdad, pero eso esya meternos en mi vida privada, quees lo bonito, que es lo que vale lapena. La vida privada de un poeta estan vulgar como la vida privada deun albañil, o de un chofer, o de unmédico, hasta la de un abogado, esla vida normal, todas las vidas soniguales, se sufre de una u otra mane-ra, se lleva la vida adelante. De loque hay que huir siempre es de lafelicidad, la felicidad es una formade la estupidez, los estúpidos sonfelices, son dichosos, sonríen comolos angelitos que pintaba EstebanBartolomé Murillo. No, no hay queser feliz, hay que estar en la vida,hay que estar en el mundo, peleandoo viendo, reflexionando o discutiendo,

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corriendo o jugando: hay que estarvivo, pero la vida no es dicha.¿Qué es para ti la desolación?Bueno, es el sentimiento que se tie-ne de no haber sido lo suficiente-mente bien recibido por los demás,y eso sí es la vida, es la vida porqueno se es feliz, son felices los viejitosque ya no tienen que hacer nada enel mundo.En la siguiente cita, Jaime Labastidada cuenta de lo inquietante que es elproceso de la escritura: “[...] ese perrodoméstico, el lenguaje, se en-colerizay nos persigue en las cum-bres peladasdel insomnio cuando, a la búsquedadel giro preciso, el poeta cumple lafunción heroica de tradu-cir en elpoema las experiencias, queidentificará como propias otro hom-bre que antes le era, en apariencia,ajeno.” (El amor, el sueño y la muerteen la poesía mexicana, pp. 11-12)¿Compartes esta postura?Uno escribe cuando ya el resorteemotivo está preparado, no toma unoel lápiz para inventar, sino que yaviene preparado, te sientas y eseresorte lo aprovechas. No siempreme es fácil comprender cuando a míse me presenta ese resorte. Quizá,por eso mi poesía es difícil de en-tender, a veces ni yo la entiendo, yotengo un poema cuyo final dice: “yaque pensarte en mí no puedo,/ dejoolvidado en ti mi pensamiento.” (“Elpensamiento olvidado”, p. 53) Yo noentiendo del todo ese final, puedocitar varios casos de mi poesía que niyo entiendo. En “Responso del pere-grino” hay una metáfora complejaque dice “[...] y la alondra de Herá-clito se agosta/ cuando a tu piel acer-

ca su denuedo.” Octavio Paz, vuelvoa citar a Octavio, él conocía muy bienel poema, y un día me preguntó:¿qué quisiste decir con eso? Pues unatontería, le dije. Heráclito es el filó-sofo del fuego, la alondra es la queanuncia el amanecer, como si elamanecer fuese el fuego, entoncesla alondra de Heráclito es el fuego,se agosta, se quema, es decir, desa-parece. La Virgen de Lourdes era unavirgen que hacía el milagro de quecuando Bernardita, la elegida parasus apariciones, se ponía en trance,si le acercaban un cigarro, así fueraun puro habanero, se apagaba; “y laalondra de Heráclito se agosta/ cuan-do a tu piel acerca su denuedo”, esdecir, la fuerza del fuego, su brío, seapaga al acercarse a esta santa, demodo que la metáfora es complica-dísima. Pero a mí me gustó, un po-co de filosofía barata. [Dice en tonoirónico.] El poema está escrito antesde mi matrimonio con una joven quecuriosamente se llamaba Lourdes, laconocí en 1949, en su casa, un añonuevo. Yo era muy amigo de suhermano Luis. Palabras en reposo, mitercer libro, está dedicado a ella.De modo que tú haces coincidir losrasgos virginales de la joven de quiente enamoraste con los de la Virgende Lourdes. La primera parte del “Res-ponso del peregrino” es una alaban-za que tú haces a través de una ale-goría a esa virgen-mujer. Es la virgen,pero también es la mujer con la quequieres tener hijos, hacer la vida.Efectivamente, así es.La búsqueda de la palabra precisa esel tema del poema “Las palabras” deOctavio Paz: “Dales la vuelta,/ có-

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gelas del rabo (chillen, putas),/azótalas [...]” (Libertad bajo palabra,p. 59) ¿En el momento en que es-cribes, tu lucha es con las palabras?Hay mucho de eso, la poesía espalabra y también es reflejo de laemoción y del pensamiento a travésde la palabra, por eso refleja algo muydistinto de lo que refleja la prosa. Ungran libro puede comenzar: “En unlugar de la Mancha de cuyo nombreno quiero acordarme”; en la prosase admite la llaneza del lenguaje,pero en un poema, no: “Yo soy aquelque ayer nomás decía”. Son cosasdiferentes. La entrada de una nove-la: “-Te digo que no es animal... Oyecomo ladra el Palomo... debe seralgún cristiano...”, el incipit de Losde abajo de Mariano Azuela; “El señorno está en casa”, en prosa, perfecto;pero en poesía, no. Hubo un intentoen la poesía inglesa del siglo XX, porejemplo, T. S. Eliot. Él trató de in-miscuir la prosa en la poesía, comouna cosa estudiada. Hay poemas quelo muestran así (en el surrealismo sedio esta práctica), insertar dentro dela poesía un “pase usted”, inclusocualquier frase hecha, pero con ciertamaña. La prosa dice las cosas comoson y la poesía cuida las palabras, laforma de expresar las cosas.En otro poema, “Palabra”, contra-riamente Paz elogia el poder de lapalabra, la sacraliza: “Palabra, vozexacta/ y sin embargo equívoca [...]”y al final entona: “Palabra, tu palabra,la indecible,/ hermosura furiosa,/espada azul, eléctrica,/ que me tocaen el pecho y me aniquila.” (Op. cit.,p. 32) Alí, para ti ¿qué es la palabra?

La afinidad de la emoción, del sen-timiento frente al mundo, se presen-ta por medio de la palabra. La pala-bra es el instrumento definitorio delhombre, sin la palabra no hay nada,es lo que define al homo sapienssapiens, como le llaman ahora, elhombre que sabe que sabe depen-de de la palabra. Además, cuando seescribe, empieza la historia. En esospoemas, Paz está metido un pocoen eso, entre la palabra y el hom-bre, entre el poeta y su palabra yahí la palabra sí te aniquila, te ha-ce pedazos.¿Qué es para ti el lenguaje de lapoesía, es decir, qué diferencia hayentre el lenguaje cotidiano y el poé-tico? Porque, finalmente, el lengua-jees el medio expresivo, físico, con elque trabaja el poeta.Fundamentalmente no hay ningunadiferencia, sólo en cuanto a la di-rección del poema. El poeta usa laspalabras adecuadas que cree preci-sas, que cree necesarias para expresarmejor aquello que siente; el poetano puede inventar palabras, ni quie-re, ni lo haría. Al hablar se concretala lengua, siempre con fines de co-municación; de este modo, el idio-ma no puede de ninguna manerainventarse o crearse al capricho deuna persona; los cambios en la len-gua son propios de ciertas corrientes,de ciertas influencias generalmentesociales o económicas, pero no sonproducto de inventos o de creacionesparticulares de alguien. De maneraque el poeta sí, efectivamente, usael lenguaje popular en algunas de susacepciones más puras, diríamos másexpresivas, más llenas de contenido

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que el que acostumbramos emplearen nuestras relaciones cotidianas.Así que la diferencia no existe encuanto a su esencia, en cuanto a suarranque normal del tronco generaldel español, pero sí existe en cuan-to a la preferencia que el poeta tie-ne por algunas formas de decir lascosas, que no son siempre comunesen las sociedades o en diferentes gru-pos sociales.Para Paul Valéry, el poeta debe separarla emoción poética de la emociónvulgar. ¿Tú crees que esto es posible?Paul Valéry es una de las cumbres dela poesía mundial y uno de los teó-ricos del mecanismo de la poesía,tenía una idea que yo comparto enbuena medida, acerca de que eltrabajo del poeta no es un trabajo po-pular, folclórico, sino que es una ma-nera de ver el mundo, de saborearlo,de gozarlo, de sufrirlo de forma di-ferente a las maneras vulgares, tra-dicionales, acostumbradas a enten-der el mundo. Entonces yo piensoque Valéry, en ese sentido, tieneabsoluta razón. Además, la emo-ción es una forma del sistema ner-vioso que varía mucho de acuerdocon el tipo de persona de la cualproviene, no todos disponen de lamisma sensibilidad. Son formas dife-rentes de emoción, no de intensi-dad, pero tienen diferente finalidado dirección. El poeta busca la formamás fina, más alta, más hermosa y laestanca, la detiene, la entronca enpalabras y ahí queda. Un verso como“Polvo serán, mas polvo enamora-do”, final de un soneto de Quevedo,queda ahí para siempre, mientrashaya idioma español.

En El arco y la lira, dice Octavio Pazque el poema es la tensión que se daentre la interjección y la expli-cación.¿Qué dirías de esta tesis?La poesía fundamentalmente es laexpresión del recuerdo, de la me-moria, del pasado, en general. Loimportante es la reconstrucción deun momento en el que no podíasexpresarte porque te embargaba laemoción, y si lo explicaras ya razo-nado, no tendría valor poético.Además, si no se le dan bases forma-les para mantenerlo, carece de valor,y esas bases están relacionadas conla técnica y los valores formales delpoema. La emoción violenta da pa-labras violentas, no da poesía. Setiene que conocer el oficio.Para Rimbaud, el poeta tiene que serun vidente, y para eso tiene que bajaral infierno de la experiencia amoro-sa, de la locura, del sufrimiento. ¿Tú,qué opinas de eso? ¿No es un costomuy alto en términos vitales?El poeta es por definición un hombreque ha llegado a los infiernos. Enparte para ir definiendo, separando,apartando las diferentes formas deconsiderar el espíritu. Al sumergirseen una experiencia, se encuentracon realidades muy adversas. Escuando surge un poco, un mucho, laposibilidad de decir estoy o no estoyde acuerdo, desgraciadamente, amenudo, el poeta dice: “No estoyde acuerdo.” Rimbaud era un poetamuy inconforme, y derivaba efecti-vamente del infierno, era el infiernomismo. La experiencia del poeta nohay que juzgarla desde un punto devista moral. Hay poetas que no sonel infierno, que son el purgatorio y

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algunos, que son los más tontos,creen estar en el paraíso.¿Cuáles son las emociones dignas deser expresadas en un poema?La primera emoción, que es la másingenua e inmediata, es la amorosa,pero en seguida viene la emociónreflexiva, aunque sean dos palabrascontrarias. Por ejemplo, la emociónque se descubre cuando se ve trans-currir el tiempo, sobre todo, la cualnos lleva a la conciencia de la muerte,es decir, lo que piensa un hombreque vive y sabe que dejará de vivir.Por eso reflexiona sobre la muer-te. La muerte es constante, el trans-currir del tiempo es constante, elamor es constante, felizmente; perotodos creemos, con cierta razón, queel amor puede dar una especie desalvación ante el hundimiento de loque pasa frente al fluir del tiempo,pero a la vez, cuando tú creas unaobra de arte, detienes ese fluir y porun instante lo dejas fijo. Por ejemplo,una estatua no se mueve, tiene supropio espacio, aunque la cambiende lugar no se mueve, ella ocupa supropio espacio y tiene una capacidadque domina al tiempo porque locruza, queda vivo ahí y lo detiene.La Venus de Milo sigue estando tanviva como una pintura de Rembrandto de Picasso.Eso es lo que se llama la atempora-lidad del arte, o dicho de otra manera,el arte no evoluciona en el mismosentido que las ciencias.El arte y la poesía tienen esa particu-laridad esencial, la de detener eltiempo, por eso nos siguen gustan-do las grandes obras del pasado, porejemplo, desde las primeras mani-

festaciones como las pinturas rupes-tres de Altamira o los clásicos, pa-sando por el gran arte medieval, losSiglos de Oro español, el Rena-cimiento europeo, hasta el Roman-ticismo del siglo XIX y las vanguar-dias del XX. Tan valiosas son laspirámides de Egipto y las mesoame-ricanas, como grandiosos el Parte-nón, una pintura de Giotto, un sone-to de Quevedo, Don Quijote, Lapiedad, Goëthe y su Werther, o el mu-ralismo mexicano. Ninguna obra delas que he mencionado es superiora la otra. En cambio, la medicina me-dieval no puede compararse con losadelantos con los que contamosahora. A nadie se le ocurriría tratar elcólera como en aquellas épocas.¿Los valores poéticos de tu obra serelacionan con la búsqueda de losContemporáneos en cuanto a formay universalidad? ¿Qué opinión tie-nes de ellos?Sí, para mí los Contemporáneosfueron los poetas que me ayudarona querer la poesía, sobre todo XavierVillaurrutia y, desde luego, el granpoeta de Muerte sin fin, José Goros-tiza. También influyeron en mi con-cepción y proyecto de poesía. Los dosson extraordinarios. Owen, granpoeta. Yo prologué su primera edi-ción, yo reuní la obra de Owen y demuchos escritores. Por otra parte,Novo no me atrajo tanto, aunque esbuen poeta, ahora ya está medioolvidado. Pellicer a mí no me entu-siasma, es un poeta superficial, aun-que muy bueno, que a mí no meguste, no quiere decir que no sea ungran poeta, pero no es afín a mí, ésaes la verdad, es más bien el poeta

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que no revela lo hondo de sus emo-ciones. Por ejemplo, se habla deJaime Sabines –que es un magníficopoeta–, pero es también de esa lí-nea, por eso la gente en general loentiende, no es como yo, que tengodiez lectores y Sabines tiene quinien-tos mil, es natural, me parece bien.¿Cuántos libros editaste en el Fon-dode Cultura Económica? ¿Quiénes sonlos autores más importantes? ¿Cómoera ese proceso?Muchos, muchos, quizá no recuerdecuántos, pero entre ellos están Al-fonso Reyes, Xavier Villaurrutia, Gil-berto Owen, Efrén Hernández, Jor-ge Cuesta, José Gorostiza, AndrésHenestrosa. Para editar la obra de unautor, se empieza por una propuestaque puede venir de la familia, de laeditorial, o bien de la necesidad delos lectores. Cuando esta propuestaes aceptada, se reúne la obra del au-tor, después viene el proceso tipográ-fico que consiste en el cálculo delpapel que se empleará, cuántas pá-ginas impresas caben en el pliego,cuántas cuartillas aproximadamentevan a formar el volumen, el tipo deletra que se va a utilizar. A veces elautor interviene en el proceso y eligeel tipo de letra, aunque general-mente rige el criterio de la editorialo de la colección, si el volumen per-tenece a una. Después viene la co-rrección de pruebas, donde se debevigilar, sobre todo, que la transcrip-ción no contenga erratas, faltas deortografía, desaciertos históricos, ocualquier incongruencia. Letras Me-xicanas es el nombre de la coleccióna la que dediqué tantos años.

En el poema 24 de Los demonios ylos días, Bonifaz Nuño dice: “Para losque llegan a las fiestas/ ávidos detiernas compañías,/ y encuentranparejas impenetrables/ y hermosasmuchachas solas que dan miedo” yal final dice: “para los que sufren aconciencia/ porque no serán conso-lados,/ los que no tendrán, los quepueden escucharme;/ para los que es-tán armados, escribo” (pp. 140-141)¿Tú para quién escribes?También escribo para los solitarios,claro. Porque es una medicina, es unareflexión, a lo mejor, una especie dequeja del mundo al decir: Bueno, mefue mal (porque en la intimidad a to-do el mundo le va mal). ¿A quién leva bien? Si a Manolete que le estabayendo tan bien lo mató un toro,también a uno le va mal, a nadie leva bien, por eso hay que estar contrala felicidad, repito.Pero, tú pareces un hombre feliz…No. Contento sí, alegre sí. Felizquiere decir que estás así [sonríefalsamente] es como ser serio, la se-riedad es un primer paso hacia lamuerte, solamente un cadáver esmás serio que un hombre serio. [Di-ce con su habitual ironía.]“Responso del peregrino” es el poe-ma que, según Marco Antonio Cam-pos, sobrevivirá a su tiempo, así lodice en el prólogo a tu libro Poesíacompleta. También afirma que: “Nosé si Chumacero sea cristiano o si-quiera religioso, pero evidentementehay nexos en su visión del mundo ydel hombre con la de la Biblia. Ade-más de cierta música que puebla suspoemas, las Sagradas Escrituras lesirven como fuente de reflexión o

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recurso estético.” (p. 11) Nos gustaríaque nos hablaras de este tema, porquela Biblia ha sido un referente enalgunos de tus poemas, ¿la leíasfrecuentemente?La leía y la sigo leyendo. Yo soy ateo.Pero la Biblia es y seguirá siendo labase de toda nuestra cultura. Y nome refiero sólo al Nuevo Testamen-to, sino al Antiguo, a todo lo ju-dío, lo judío nuestro, que es la basedel cristianismo.Por eso las referencias bíblicas apa-recen en tu poesía. María Baranda afir-ma que incluir el canto litúrgico fue:“[...] una salida de la poesía mexicanaque en esos momentos, los años cua-rentas y cincuentas estaba constante-mente marcada por la cristalizaciónde la metáfora [...] o se proponíannuevas salidas en el sentido más literalde la palabra: poesía que utilizara otrotipo de recursos [...] para liberarse deese modo de fluir en el que se encon-traba la lírica mexicana. De ahí el acier-to de [...] ‘Responso del peregrino’”(“Alí Chumacero: palabra y perma-nencia”, en Alí Chumacero. Poeta deamorosa raíz, pp. 50-51) ¿Qué opi-nas de esa afirmación?Sí, claro, para mí citar la Biblia es unrecurso estético y al hacerlo, estasreferencias me servían de claves.Nadie se daba cuenta porque casi nohay lectores de la Biblia.¿Podemos conversar sobre “Respon-so del peregrino”, este poema divididoen tres partes?Por supuesto… Sí, en tres partes: laprimera parte es una alabanza ala Virgen de Lourdes, la segunda esel vaticinio del amor, de los hijos yde la vida en pareja, y la tercera es la

vida postmortem. El peregrino es elque va de paso, y el responso es unrezo fúnebre, porque en la segundaparte el peregrino muere y de ahí suresponso.Al inicio del poema la palabra “tem-pestad” parece aludir al llanto: “Yo,pecador, a orillas de tus ojos/ mironacer la tempestad.” Lo mismo ocu-rre al final de la segunda parte: “[…]y, si alguien te pregunta,/ nada res-ponderás: sólo tus ojos/ reflejarán latempestad.” (p. 121) Sin embargo, alfinal de la tercera parte, la palabra“tempestad” no alude al llanto: “Fiestade Pascua, en el desierto inmenso/añorarás la tempestad.” (Loc. cit.)Aquí el significado de “tempestad”cambia, parece que alude a la vida,¿tú qué dices?La palabra “tempestad” en este poe-ma tiene varios significados. Al iniciola “tempestad” que nace en la miradade la joven refiere a lágrimas, el llan-to es la vida, ya lo he dicho: la vidaes desdicha. La palabra “tempestad”,en la segunda parte, es el llanto quebrota del dolor de ella, la viuda, alregreso del panteón. En la últimaparte, desde el más allá, lo que seañorará es la vida sensual: “Acasoentonces alce la nostalgia/ horror yolvidos, porque acaso/ el reino de ladicha sólo sea/ tocar, oír, oler, gustary ver/ el despeño de la esperanza.”Así, “añorarás la tempestad”, quieredecir que en el cielo extrañarás la vi-da, el movimiento. Por eso, la palabra“tempestad” en el “Responso delperegrino” tiene fundamentalmenteestos significados: lágrima, llantoy vida.

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En la primera parte, también se ve lacontemplación del Peregrino por es-ta Virgen que, entre otros atributos,tiene el poder de salvación, la maldadcede ante lo deslumbrante: “No tur-bo si te invoco,/ el tranquilo fluir detu mirada […]” (p.119) Se trata, pues,de una alabanza a esta virgen- mujeren la que el júbilo se escucha hon-damente a media voz. ¿Qué dices tú?Ése es el verdadero amor, el júbilocallado, a media voz.Cuando dices: “[…] te nombro y enla voz flameas/ como viento impre-visto que incendiara/ la melodía de tunombre y fuese,/ sílaba a sílaba,erigiendo en olas/ el muro de mi sal-vación.” (Loc. cit.) Aquí se manifies-ta el poder de la palabra, de unnombre, el de la amada, que sólo conpronunciarse levanta el muro desalvación. ¿Crees que la palabra espoderosa? ¿También destruye?La palabra, el nombre de la amadate defiende, porque en la palabraestá todo, la palabra es poderosa: asícomo salva, mata. La palabra es pro-ducto del pensamiento y uno puededesaparecer, borrar a alguien a tra-vés de ella. Por eso he dicho en otrasocasiones que el poeta es un mago,un hechicero, que hace aparecer odesaparecer las cosas, según lo de-see, claro que sólo puede lograrlo através de la materia que únicamenteél sabe manejar, el lenguaje.En la segunda parte del poema, el to-no cambia, se vuelve más lúgubre eincluso violento: “Aunque a cuchi-llo caigan nuestros hijos/ e impávi-da del rostro airado baje a ellos/ lafuria del escarnio […]” A pesar de es-ta serie de calamidades, se revela

una súplica de la voz poética: “[…]prolonga de tu barro mi linaje […]”(Loc. cit.)El Señor le dice a uno de los judíosque sus hijos van a caer a cuchillo ymanda ángeles para que los apuña-len y ahí comete pecado el Señor,de ahí: “aunque a cuchillo caigannuestros hijos”. Estoy prácticamentecitando la Biblia; es un robo, diríamosintertextualidad, que sólo un judíodescubre. Sin embargo, el poeta pideprolongar su estirpe aunque los hi-jos corran el riesgo, y claro, aquí esdonde surge el verdadero milagro:el amor.Después, en esta misma parte apa-rece una escena de la vida cotidiana yfamiliar en la que surge una frase muycoloquial: “plática y plática”, querescatas con un giro poético: “en loslabios niños” (p. 120) y que, desdeluego, se trata de una sinécdoque.Ahí hay una imagen muy vulgar, co-tidiana: los hijos sentados a la mesaplática y plática. En este verso se haceeco de la poesía moderna, es decir,ese empeño por incluir en la poesíafrases del lenguaje común y corrien-te, por eso uso el mexicanismo,“plática y plática”, es una escenatotalmente hogareña. Es aquello quemencioné referente a Eliot y a lossurrealistas.Los versos que preceden a esta fraseson: “Ofensa y bienestar serán lacompañía/ de nuestro persistir sen-tados a la mesa […]” (Loc. cit.) ¿En-tonces la vida en pareja es “ofensay bienestar”?Bueno, a mí me gustan las contra-dicciones, y así es como se hace lavida, pura ofensa no puede ser; pero

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sólo bienestar, tampoco. La vida enpareja es un tránsito entre estosopuestos. Se puede estar bien y depronto distanciarse. Se puede amary de repente alejarse. La cotidianidadrompe la magia del comienzo.También en la segunda parte del poe-ma, después de esos momentos bue-nos y malos, de la violencia bíblica yde la vida cotidiana, repentinamen-te llega la muerte del peregrino: “Masun día el murmullo cederá /al arcán-gel que todo inmoviliza;/ un hálito desueño llenará las alcobas/ y cerca delcafé la espumeante sábana/ dirá consu oleaje: ‘Aquí reposa/ en paz quienbien moría.’” (Loc. cit.)En la Biblia se habla de un arcángelque llega con los ejércitos y acabacon pueblos, los manda Dios, llegael arcángel y ese arcángel mata. Se tra-ta, pues, de la muerte del peregrino.¿Por qué escribes entre paréntesis latercera estrofa de la segunda parte?:“(Bajo la inerme noche, nada/ domi-nará el turbio fragor/ de las beatas,como acordes:/ ‘Ruega por él, ruegapor él…’)” (Loc. cit.)En esta cuarteta rompo el ritmo delpoema, porque es cuando llega lamuerte, y la muerte rompe el ritmode la vida.Asimismo en esta parte, se advierte eldolor de la viuda y los ritos funerariosde nosotros: la letanía, los rezos, lapena que embarga a los deudos. Y asíhay otro cambio de tono porque em-pieza ya el responso: “[…] ‘Ruega porél, ruega por él…’” (Loc. cit.)Sí, claro, porque se trata del velorio,ahí también hay unos verbos secos“ruega por él, ruega por él” lo queresulta horrible, pero es lo que se

ora en los velorios, igual que el ca-fé que se sirve a los deudos. Es unverso horrible.Y después la voz poética se dirige a laviuda: “En ti mis ojos dejarán su mun-do,/ a tu llorar confiados […] polvoeres triunfal sobre el despojo cie-go” (Loc. cit.)Hablo de “el polvo triunfal...”, elsosiego, la tierra que se echa enel funeral, y que corresponde a lasentencia bíblica, “polvo eres y enpolvo te convertirás.”Y ya en la tercera parte, entre los muer-tos que esperan el juicio final, la vozpoética insiste al inicio: “Ruega pormí y mi impía estirpe […]” (p. 121).Por supuesto, en este verso hay unaplegaria a la Virgen para que el díaque baje Dios al Valle de Josafat ysepare a los buenos de los malos, seabondadoso con su generación, puesese día, los muertos van a resucitar–desde el sapiens hasta el sapienssapiens–, para ser juzgados. Josafates un valle que se supone estaba enPalestina; se supone, porque a cienciacierta nadie sabe, y ahí van a resarcirtodos los muertos, es una idea judía,que heredamos los cristianos; “eldía de estupor en Josafat” será el díaque baje Dios para el juicio final.Pude haber dicho el día del juiciofinal, pero no es poético.“Acaso entonces alce la nostalgia/horror y olvidos, porque acaso/ elreino de la dicha sólo sea/ tocar, oír,oler, gustar y ver/ el despeño de laesperanza.” (Loc. cit.) Estos “acasos”suavizan una afirmación contun-dente: lo único válido es la vida sen-sual. Quizá muchos estén de acuer-do con esta afirmación, pero ¿qué

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sucede con “ver el despeño de laesperanza”?Ver la desgracia, la porquería en queha vivido uno, es “el despeño de laesperanza”. Ahí está la idea de queno hay felicidad, quizá eso sea eldespeño de la esperanza. Saber queno hay nada es la destrucción.La siguiente estrofa es más contun-dente, más fuerte, porque le estásdiciendo a esta virgen, a esta mujerque te deslumbró: “Sola, compren-derás mi fe desvanecida,/ el pavor demirar siempre el vacío/ y gemirásamarga cuando sientas que eres/cristiana sepultura de mi desolación.”(Loc. cit.)El no creer en Dios. Esa ausencia defe es mirar el vacío. Esa es mi ver-dad, es muy pesado. Este poema esun laberinto, mientras más lo leesencuentras más claves que te llevana su comprensión.El fondo y la forma ya se sabe queson inseparables, pero teóricamenteayudan a entender mejor una obra.El fondo son los temas: la desolación,la muerte, la mujer, el amor, etcéte-ra, y la forma es cómo se estructuraese tema. ¿Cómo trabajas los aspec-tos formales?Primero, es un misterio. Segundo, elpoema es una creación del lengua-je, querámoslo o no: además delritmo, la musicalidad del poema, es-tá el sonido en el manejo de las síla-bas, en el manejo de las vocales,también se debe cuidar la repeticiónde palabras en un verso, a menosque sea con intención. Hay ejem-plos muy afortunados de esto, elfamoso verso de Quevedo: “Polvoserán, mas polvo enamorado.” A

pesar de la repetición el verso es ex-traordinario. A mí no me gusta po-ner las vocales fuertes repetidas, peroen “Responso del peregrino”, lo hiceasí porque quería darle variedad a laconstrucción del poema y lograr unefecto en el lector: “Ruega por mí ymi impía estirpe, ruega”, esas cua-tro vocales gruesas sitian a las “íes”,“[...] ruega/ a la hora solemne de lahora”, en este verso hay pura vocalgruesa, no hay ni “i” ni “u”. Casinunca repito palabras, pero ahí sí. Unmuchacho que era muy amigo, JoséCárdenas Peña, poeta distinguido, yque, obviamente, sabía mucho depoesía, me dijo: “Alí, eso es horri-ble.” “Ya sé que es horrible”, le dije,pero tiene su trampa, porque es unverso que está hecho con vocalesfuertes, al igual que “el día de es-tupor en Josafat”, que es preciosoporque amarro con vocales fuertes.Todo esto no lo entiende nadie, másque quien lo hace o los que escribenpoesía. Son trampas que sólo el poe-ta entiende. ¿Quién va a saber eso?La estructura técnicamente le da va-lor al poema. Sin embargo, hay otrascosas, no se trata sólo de que estébien hecho: sin emoción, como yahe dicho, no hay poesía. Así, el poe-ma se construye con mucho traba-jo. El poeta debe tener concienciade lo que hace.Entonces el lenguaje en el poemaadquiere una dimensión diferente ala del lenguaje cotidiano. ¿Cómo ha-cer para que el lenguaje, ese ins-trumento desgastado y reducidocotidianamente, porque no lo ma-nejamos bien, exprese una emociónpoética y que ésta sea comprendi-

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da por un lector? Por ejemplo: “Su-miso dardo, voz en la espesura,/incrédulo desciendo al manantialde gracia [...]” (Ibid., p. 118).Hay dos problemas diferentes: elproblema de la expresión simple-mente y el problema del entendi-miento y del razonamiento acerca dela expresión; las palabras en ese ver-so son absolutamente castizas, sonespañolas, son comprensibles, el ori-gen es absolutamente correcto, suacomodo es ya poético, quien notenga una preparación, una expe-riencia de tipo literario, de tipopoético, le será difícil internarse enla explicación, en el razonamiento deeso que poéticamente ha expresa-do el poeta: “sumiso” es un adjetivoque se le da a una materia en movi-miento, es decir, al “dardo”, sí, suenaextraño, pero responde a una fun-ción poética. “Voz en la espesura”no es tan difícil de entender porque“espesura” puede expresar obscu-ridad, y es la voz un sonido que seescucha en la inmovilidad de la ma-teria, eso está dando una imagentotalmente poética que, desde elpunto de vista de la razón, no fun-ciona, no nos aclara, no nos sirve paranada, pero sí nos sirve poéticamen-te. Tenemos, por ejemplo, en “Res-ponso del peregrino” una posición deuna materia que es un dardo que selanza y es un dardo sumiso porquese somete a la belleza de una vir-gen, en este caso es la Virgen deLourdes. No es lo mismo que undardo bélico, sino que es un dardoque va a llegar a tocar el cuerpodivino, o semi divino de una personaque tiene, para el sujeto que escri-

be, un significado diferente que elque tiene en sí misma.¿Qué diferencia existe entre las mu-jeres que aparecen en tus poemas“Mujer deshabitada”, “A una esta-tua”, “Mujer ante el espejo”, “Laimprevista”, “Sombría imagen”,“Inolvidable” y la virgen-mujer dela primera parte de “Responsodel peregrino”?Cuando a uno lo rechazan se haceel poema, porque es lo que entramás al corazón, es un sentimien-to más fuerte; la aceptación es com-pleta, el rechazo duele: “Dejo ol-vidado en ti mi pensamiento.” Porejemplo, en mi experiencia amoro-sa, ha habido más desencuentros queencuentros, por eso esas mujeres sonfrías, distantes, ausentes. En cambio,con Lourdes, a quien dediqué el“Responso”, sí hubo un encuentro.Cuéntanos qué te inspiró para queescribieras “Retorno”.Ese es un poema dedicado a unachiquilla que yo quería mucho, yaunque anduvimos juntos, ella nome quería, y un buen día se fue. Megustó esa chiquilla. Yo sí me enamoréde ella. Y luego perdimos. Ella estabaenamorada de un amigo mío quemurió hace poco, era un hombremuy brillante...Por eso la sensación de soledad queexpresas al final del poema: “[…] so-bre el silencio húmedo del túmulo/de esta mi soledad que resucita y meregresa/ al desierto en que siemprehabía creído.” (p. 69).Sí, eso es exactamente la desolación.¿Qué quisieras decir de tu poesía yde tu poética?

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Lo primero que hay que entender esla diferencia entre prosa y poesía:decir las cosas en prosa es ponerlassobre la mesa, verlas, tratar de pro-ducir un mensaje unívoco para queel lector comprenda lo que se quieredecir; por esa pretendida exactitudla prosa es el lenguaje de la ciencia.Sin embargo, en la prosa literaria,aunque la palabra tenga un signifi-cado determinado, puede darse unapluralidad de sentidos, un lectorpuede hacer su propia interpretaciónsiempre atenida al texto, por ejem-plo, de un cuento de Inés Arredon-do. En general, puede afirmarse quela prosa depende más de lo racionalque el poema, porque deriva de larealidad. En cambio, la poesía de-pende de la emoción, del senti-miento, digamos el amor, el odio, eldolor son emociones que no sóloayudan a conocer el mundo, sino apenetrar sus misterios, de lo que setrata más bien es de intuición y node razonamiento. Para mí la únicaverdad es la mitología y la poesía,¿no? Esta esencia de la poesía per-mite que el lector pueda interpretarel poema siguiendo su propia emo-ción, aunque, desde luego, no sea lamisma que originó el poema, inclusopuede darse el caso de que el poe-ta, años después, interprete de otramanera su creación. Yo puedo en-tender un poema de una forma y alos ocho días de otra, esta pluralidadde significados es parte esencial dela poesía.¿Cuándo tú leías poesía con tus ami-gos, José Luis Martínez y Jorge Gon-zález Durán, coincidían en la inter-

pretación de un poema de Nervo ode González Martínez, por ejemplo?Sí, más o menos coincidíamos por-que teníamos la misma formación.También a nosotros nos impresionóun verso de Neruda: “Me gustascuando callas porque estás comoausente”. A todos nos gustaba y lessigue gustando a los jóvenes. Nerudalo escribió más o menos a los vein-tiún años. Nosotros empezamos aleer con mi biblioteca, yo tenía bi-blioteca desde niño, de chiquitillo.Ya en Guadalajara, tenía doscien-tos libros todos bien leídos y se losprestaba a José Luis. Joaquín Ríos,amigo de José Luis Martínez, era due-ño de una biblioteca más grandeque la mía. Él era de nuestra edad,tenía sus buenos libros, y así empe-zamos. Después José Luis ganó mu-cho dinero y formó una biblioteca:la más grande de México.Que por cierto, hace poco la com-pró el gobierno mexicano; el 12 dediciembre del 2007, los hijos de JoséLuis Martínez nos invitaron a la cere-monia íntima en la que se despedíanlos libros de este gran historiador eintelectual. Volvamos a nuestro tema.¿Nunca te llamó la atención escribirnarrativa? ¿Por qué?No, prefiero el rigor de la poesía. Lapoesía es más severa, exige más, esmás recogida en sí misma que laprosa. La construcción de un poe-ma implica buscar la palabra que ex-prese la emoción, medir los versosy cuidar las sílabas, no me gusta de-jar cabos sueltos, por eso me preo-cupa la estructura, la forma comple-ta del poema.

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VENCER EL TIEMPO: LA VERDAD POÉTICA DE ALÍ CHUMACERO

En una entrevista en el periódico Mi-lenio, Estado de México, fechada el21 de noviembre del 2007, criticas lapolítica cultural. Por ejemplo, hablasde la inutilidad de la Mega bibliote-ca en la capital del país. ¿Por qué?Es necesario para que una gran bi-blioteca funcione correctamente quehaya lectores que la ocupen. Si nolos hay no será suficientementeefectiva, entonces una buena políticacultural debería contemplar la crea-ción de pequeñas bibliotecas a lasque vayan los niños, sobre todo; nodirigidas a las personas mayores, sí,que también vayan, pero éstas no sonconstantes; en cambio, sí tiene sen-tido que un muchacho lea un libroa la semana, por lo menos. Hay quehacer pequeñas bibliotecas en todaslas primarias, en todas las secundariasy preparatorias, y de esa manera seva creando el hábito de la lectura yla posibilidad de que haya escrito-res en México.Entonces, ¿tú crees que la capacidadde gozo que produce el arte es sólouna cuestión individual, o en nuestropaís no ha habido una política cultu-ral adecuada para que el arte sea unanecesidad y un disfrute para todos?Primero hay que enseñarles a leer,¡por Dios!Esfuerzos para crear una política cul-tural ha habido, pensemos, por ejem-plo, en Vasconcelos y la publicaciónde sus ediciones de los clásicos; delas representaciones del Teatro Po-pular en México, en los años setentacon Rodolfo Usigli; las lecturas dePoesía en Voz Alta de Arreola en laCasa del Lago; de los carteles en elMetro, que por cierto, en uno se re-

produce tu imagen y un fragmento detu poema “Al monumento de un poe-ta”; y en otro, una parte de “AmorosaRaíz”. Y recientemente la publicaciónde antologías que se leen durante eltrayecto en el Metro. Parece que noha sido suficiente. ¿Tú qué dices?Es buena idea ésa del Metro, que elpasajero pueda llevarse a su casael libro o leerlo en el trayecto y luegoregresarlo al sitio correspondiente;pero, vuelvo a repetirlo, primero hayque enseñar a leer, y de ahí partimos,pues la poesía, la gran poesía no laentiende un hombre que ha hechosólo la escuela secundaria.Por cierto, en esa edición del Metroaparecen algunos de tus poemas, ¿túcrees que un pasajero pueda emo-cionarse con uno de ellos, si en lamayoría de los casos no tiene el ba-gage para entenderlo?La poesía es un arte que siempre seráde minorías, porque los poemas nocuentan cosas de robos, de asesina-tos, de aventuras, es decir, no cuen-tan historias que son las que tienenmás público.Muchas veces Severino Salazar sepreguntaba, incluso en su obra na-rrativa, por qué nos gustan las nove-las, las historias, el chisme. Pero ¿porqué leemos poesía?La poesía es para gente de ciertonivel, la gente lee mucha prosa, yoleí muchas novelitas de niño, y lleguéa Dostoyevski después de leer a Bú-falo Bill, a Raffles, y novelas de Sal-gari; de Calleja leí un montón delibros. También, leí historietas, losmonitos de El Universal, en fin…De modo que para desarrollar el gus-to por la poesía es fundamental leer

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atentamente, sólo así podrá aprehen-derse la emoción contenida en la es-tructura del poema y, a través de él,podremos sentirnos acompañados enla soledad de nuestra vida interior.Eso desde luego, y si los que nece-sitamos sentir somos cuatro, somoscuatro, ni hablar, pero no podemos,de ciento veinte millones de habi-tantes, decir que cuatro o cinco sonrepresentativos. El arte, en un prin-cipio, surge de lo popular. Yo estoyen contra de la postura que sostieneque el arte va cambiar a un gobierno,o cuando creen que el arte va a serpara todo el mundo. Hay que abrirlelas puertas a todos, y el que quieraentrar que entre; eso sí, ponerlo a sualcance. No puedo creer que a todoel mundo le encante Shostacovich.El arte es de minorías.¿Para ti cual es la función del poeta ysu obra, para qué la poesía?El poeta es la persona que puedeconservar, encerrar, aprisionar en pa-labras la misma emoción de todos,no inventa nada, él siente la emo-ción de toda la gente y es el que tie-ne la capacidad, por eso se llamapoeta, de encerrar en palabras aquelasombro que es la emoción. Todossomos capaces de enamorarnos, to-dos somos capaces de sentir algo másque la relación con el mundo quenos circunda, pero no todos somoscapaces de condensar eso en pa-labras. Lo que sí se puede lograr esque un lector avezado en poesía, alleer unos versos, resucite todo elambiente contenido en ellos; mu-chos lectores que gustan de unpoema ven en aquellas palabras loque ellos han sentido, lo que ellos

sienten: eso es lo hermoso del arte yde la poesía, te da todo en una cuar-tilla, todo un mundo profundísimode emoción. Ahí está el secreto deser poeta: ésa es la verdad poética.Alí, ¿quiénes son los poetas con-temporáneos que piensas que vana perdurar?Hay un poeta, un gran poeta que sellama Rubén Bonifaz Nuño, quesabe, ése sabe mucho de estosasuntos. Obviamente, Octavio Paz,Eduardo Lizalde y José Emilio Pa-checo van a quedar, son poetas ins-pirados en la forma. De todos lospoetas revolucionarios sólo perma-necerá Efraín Huerta, pero no suspoemas revolucionarios.Tú siempre has estado cercano a lojóvenes, a los que quieren escribir,¿qué les recomendarías?El escritor se hace más con la lectu-ra que con los consejos. Los jóvenes,todos, deben dedicarse a leer, siem-pre a leer y no a recibir consejos, quetampoco les hacen mal; pero no eslo mismo una buena opinión que unbuen libro. Leer siempre es el arran-que de todo escritor, día y noche:levantarse leyendo, acostarse leyen-do, leer en el recreo, leer antes decomer, leer antes de cenar, antesde dormir; es la única manera de queun muchacho se haga escritor, lodemás son sólo actitudes optimistasque a nada conducen, es cierto. ¡Uy,yo leía mucho! y mi mamá se eno-jaba: “¡Esos malditos libros!”… Y yoseguía leyendo.Alí, en alguna ocasión, dijiste que elamor y la poesía aligeran nuestro pa-so por el mundo, ¿en qué sentido vaesa afirmación?

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Esa afirmación va en el sentido si-guiente: el arte tiene el poder de ge-nerar una emoción estética, con locual se interrumpe el tiempo quemide, por ejemplo un reloj, esta ca-pacidad de condensar el tiempo enun instante también la tiene el amor.Cuando uno está preocupado poruna serie de dificultades inmedia-tas, y de pronto ama a otra persona,todo lo demás se desvanece. Lotrascendente ocurre cuando una per-sona ve a otra y la reconoce como suotra mitad. Ahí te pones de rodillas,eso vale más que un transatlántico,moralmente, sicológicamente, men-talmente; por eso el amor, valga laparadoja, profundiza y aligera nues-tra existencia, porque generalmentela vida es lucha, dolor, y si hay algoque la ilumina es el amor, pues lapersona amada es idealizada por elamante y esa luz interna que des-prende el ser amado hace que la vi-da sea digna de vivirse!

BIBLIOGRAFÍA DIRECTA

Chumacero, Alí. Los momentos críticos.Selección y Pról. de Miguel Ángel Flores,México, FCE, 1987. (Letras Mexicanas)

. Poesía completa. Pról. de MarcoAntonio Campos. México, Premiá, 1980.(Libros del Bicho, 10)

. Poesía reunida, presentación deMónica Mansour. México, CONACULTA,1991. (Lecturas Mexicanas, tercera se-rie, 47)

Alí Chumacero. Poeta de amorosa raíz (ant.).México, Ediciones del Ermitaño/Mini-malia, 1998.

BIBLIOGRAFÍA INDIRECTA

Bonifaz Nuño, Rubén. “Los demonios ylos días [1956]”, en De otro modo lomismo. México, FCE, 1979. (LetrasMexicanas)

Heidegger, Martin. Arte y poesía. México,FCE, 2001. (Breviarios, 229)

Jacobo, José Antonio. “Unidad y ruptura deldiamante: Análisis de la obra de Alí Chu-macero”, en Samuel Gordon. Poéticasmexicanas del siglo XX. México, Univer-sidad Iberoamericana/Eón, 2004.

Labastida, Jaime. El amor, el sueño y lamuerte en la poesía mexicana. México,Novaro, 1974.

Paz, Octavio. El arco y la lira. México, FCE,1956. (Letras Mexicanas)

. Libertad bajo palabra. México,FCE, 1960. (Letras Mexicanas)

Rimbaud, Arthur. “El poeta como vidente”,en Adolfo Sánchez Vázquez, Antología.Textos de estética y teoría del arte. Mé-xico, UNAM, 1982. (Lecturas Universi-tarias, 14)

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ALEJANDRA HERRERA / VIDA VALERO

Roggiano, Alfredo A. “Ser y verdad en lossueños e imágenes de Alí Chumacero”,en En este aire de América. México,Cultura, T. G., 1966. (Biblioteca del Nue-vo Mundo, 5)

Sefami, Jacobo. La obra poética de AlíChumacero. Tesis doctoral. México, INBA/FONAPAS, 1983.

Valéry, Paul. Teoría poética y estética.Madrid, Visor, 1990. (La Balsa de laMedusa, 39)

HEMEROGRAFÍA

La Jornada Semanal. “Alí Chumacero Mirala Tempestad”. Suplemento Cultural deLa Jornada. México, D. F., núm. 404. 29de diciembre de 2002.

De la Cueva, Ernesto (entrevistador). “AlíChumacero, escritor” Cosmovitral Suple-mento Cultural de Milenio. Estado deMéxico. 21 y 22 de noviembre de 2007.2 partes.

INTERNET

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www.migenteweb.com/print.php?nid=2243&origen=1

Barros, Salvador, “Alí Chumacero: Buscoespíritus coincidentes, no prosélitos.”

www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/54788.

Carballo, Emmanuel, “Alí Chumacero.”www.luvina.com.mex./luvina 45/texto

Libre/artc_08.htmlGándara, César, “La reflexión del canto

poético: Alí Chumacero.”www.literaturainba.com/escritores/bio_

ali_chumacero.htmOrtega, Roberto Diego, “Alí Chumacero:

Palabras en tumultuosa transparencia”.www-ni.laprensa.com.ni/archivo/2004/

abril/17/literaria/comentario/Serrano, Ramón, “Alí Chumacero poeta”

http://lideresmexicanos.com/articulos.php?id_sec=44&id_art=650

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Departamento de Humanidades, UAM-A.*

Vladimiro Rivas Iturralde*

ANÁLISIS DEL POEMA “ABUNDANCIA ES LA MUERTEDEL CABALLO” DE CÉSAR DÁVILA ANDRADE

inco son los grandes poetas ecuato-rianos del siglo XX y, seguramente, los ma-yores de su historia literaria: Jorge CarreraAndrade (1902-1978), Gonzalo Escudero(1903-1971), Alfredo Gangotena (1904-1944), César Dávila Andrade (1918-1967)y Jorge Enrique Adoum (1928). Carrera An-drade es el poeta de la luz y de las cosas,de las inagotables y sorprendentes me-táforas. Escudero, pura voluntad de forma,es un poeta a tal punto enamorado de lasonoridad de las palabras, que desembo-ca en el verso escultórico, en un barro-quismo un tanto retórico vinculado a ungongorismo démodé. Gangotena es el poe-ta del extrañamiento, los misterios cató-licos, el pesimismo cristiano vinculado a losmisterios de la tierra. Adoum es el poetacivil, el poeta testigo de su tiempo, el ciu-dadano que con su poesía ejerce el debercívico de votar en contra del estado decosas, de la situación degradada. DávilaAndrade lo es del canto coral indígena y latierra sacralizada, del conocimiento esoté-rico y la iluminación, de los magmas terres-tres y los tejidos biológicos, con los cualesel poeta se funde en un sacrificio cuya víc-

tima propiciatoria es el poeta mismo. Hayen su poesía un aliento cósmico y ancestral,que lo vuelve primitivo como un profeta.Es también el nihilista que quema su poe-sía en la certeza de su inmanencia e inuti-lidad. Visionario, es “nuestro Hölderlin,Hölderlin del trópico”,1 en palabras deAdoum y, quizá más propiamente, nuestroWilliam Blake. En las del poeta venezo-lano Eugenio Montejo

César Dávila enfrenta el poema, en su vidade ascensión y penetración místicas, ci-ñéndolo al movimiento de una simbolo-gía cósmica. Ciertos paralelismos conBlake y Nerval podrían establecerse. Supoetizar nos llega subordinado a lasdirectrices que adoctrinaban su pensa-miento. Este dilema capital pugna a lolargo de su obra, y de su enfrentamien-to perpetuo surge tal vez esa fuerza eri-zada y de angustia magnética que tienensus vocablos.2

Poeta muy imaginativo y complejo, instala,en el centro solar de su poesía, el requiebro

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Jorge Enrique Adoum. Entre Marx y una mujerdesnuda, p. 102Eugenio Montejo. “La fortaleza fulminada”,apéndice a Materia real, p. 200.

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y la ternura de la noche primordial ame-ricana. Su poesía está vinculada a la magia,vínculo que se hace visible sólo en el climaen que esa relación se da, es decir, en lasmás secretas uniones del poeta “con el limode las emociones primarias, con la mate-ria hechizada, las tendencias viscerales ylas voces telúricas”,3 como él mismo escri-bió. Sus mejores poemas, como “Catedralsalvaje”, “Vaticinio”, “La corteza embru-jada” o “Boletín y elegía de las mitas” sonhimnos a la naturaleza animada por lasfuerzas del espíritu y, de alguna maneratambién a la historia americana. Son him-nos de la manera en que lo son también“Alturas de Macchu Picchu” de Neruda olas grandes elegías de Hölderlin, tales co-mo “El archipiélago” o “Pan y vino”. Poresta razón –la omnipresencia de la natu-raleza, símbolo de la madre– están ausen-tes de su poesía el amor carnal y la mujerconcreta. Poetas sensuales como RubénDarío, Pablo Neruda u Octavio Paz hacende la mujer el centro de su poesía y el obje-to de conocimiento y aun el conocimientomismo. Pero ni Hölderlin ni Dávila Andra-de persiguen este tipo de conocimiento.

El erotismo de Dávila Andrade, en al-gunos de sus grandes poemas, es torren-cial, pero su estímulo no es la mujer, sinola naturaleza, de cuya sensualidad tambiéndan cuenta relatos como “Regresó de no-che como caballo, como tigre, como lau-rel”. No es la suya una poesía coloquial niconversacional: Dávila Andrade no es unpoeta que habla, sino que canta, y suscantos son himnos, por lo cual sus versosson amplios y rotundos –casi versículos–,carentes de los encabalgamientos carac-terísticos de la poesía conversacional.

Predomina en sus cantos el verso-idea o,más exactamente, el verso-imagen, auto-suficiente y cerrado en sí mismo. Los poe-mas de su última etapa, secretos e in-comprendidos, transpiran la nostalgiametafísica de un origen buscado y noencontrado, y las palabras que los com-ponen parecen reunidas azarosamente ycelebrar esa asociación.4

La poesía de Dávila Andrade es una delas últimas manifestaciones del teluris-mo americano que culminó en la obra dePablo Neruda “Alturas de Macchu Picchu”,pero es también una de las más origina-les. Lo más interesante de la obra del poe-ta ecuatoriano es que da el salto desde elcanto a la tierra hacia una suerte de iden-tificación con sus fuerzas primigenias. Eneste proceso de fusión con ellas, el poetaevolucionó hacia una teosofía personalnutrida en los últimos años por el herme-tismo. Sólo que su hermetismo no provie-ne de la tradición renacentista –que tienesu fundamento en la filosofía griega– si-no de las tradiciones orientales (budismozen, hinduísmo, poesía china y japonesa)y, sobre todo, de su propia búsqueda in-terior. En su obra, la tierra deja de ser sóloobjeto del canto para hablar ella misma através del poeta y convertirse en sujeto. Ental sentido, el poeta cedió su palabra ala Palabra.

Tres fueron las etapas de su poesía: lainicial o posmodernista; la media o telúri-ca, que incluye sus himnos a la naturalezay al indio americanos, y la final o herméti-ca, conformada por poemas secretos, casiimpenetrables, entre los cuales está “Abun-

César Dávila Andrade. “Magia, yoga y poesía”,en Obras completas II. Relato, p. 432.

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Guillermo Sucre, Iván Carvajal y Juan CarlosElijas, agudos lectores de Dávila, han coincididoen señalar esta peculiaridad de juego de azarde la poesía última.

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dancia es la muerte del caballo”, que aquípretendo analizar.

Las primeras dos etapas han sido ampliay desigualmente estudiadas. La poesía pos-modernista, con su derroche de ternura,sedujo a un grupo de lectores fáciles que,desgraciadamente, se ha aproximado a es-ta poesía derivativa como si fuera muyoriginal. No lo es, y el poeta mismo, desdesu exilio venezolano, fue el primero enreconocerlo, en sus cartas a Benjamín Ca-rrión.5 La poesía épica, con sus atrevidasimágenes y su fuerza torrencial, ejerció unaindudable fascinación entre lectores acos-tumbrados ya a la voz nueva y poderosade Pablo Neruda. Sin embargo, “Catedralsalvaje” fue juzgada excesiva por JorgeEnrique Adoum, por su “frondosidad formaly abuso de la exclamación”6. GuillermoSucre, en cambio, afirma que en este mis-mo poema “la interjección, que había sidorelegada después del exceso sentimentalde una poesía romántica, recupera el to-no, como en Claudel o en Saint-John Perse,del gran recitativo: un lenguaje coral. Peroel recitativo suyo es el de un ser poseso,arrebatado, que hace del drama de una ra-za no sólo una instancia histórica sino tam-bién cósmica”.7 La poesía épica de Dávi-la se impuso como la más representati-va que hasta entonces había producido.Hasta que llegó la poesía hermética, inicia-da ya durante la creación de su etapa te-lúrica y cultivada hasta el fin de sus días.Hermética, casi impenetrable, esta poesíaha sido cortésmente evitada por la crítica

que, o bien la ha elogiado sin comprender-la o bien la ha denostado sin argumentossólidos. En mi libro sobre la poesía de Dávi-la Andrade, de próxima aparición en Quito,El poema, piedra del sacrificio, he intentadollenar este vacío crítico, fijando mi aten-ción en la poesía hermética del poeta. Elestudio que a continuación ofrezco es só-lo un momento de un largo camino segui-do para entender, con las armas de lacrítica, una poesía difícil. Constituye todoun desafío. Me adelanto, por ello, a seña-lar que mi intento será eso, una propues-ta de interpretación, con la conciencia deque me acecha, desde ya, el fantasmade la sobreintepretación.

El poema dice así:

El disco del Gran Día Pulido, ysu parte más alta en la frente del caballo.Por agua hemos peleado, por aguahinchada de monedas curvas. Y el bruto,abierto el vientre, como un jardínque rebasa la muralla, bebíael estandarte como agua. Los galloscantaron electrones en desordeny aquel sol duramente convicto de [duraznos.Claridad del cadáver sin vihuelani agua. Y aquellas herrerías por la [redonda trompasoplaron la metáfora en sus cascos.Como un gabán de palo arrastró el carro.Truenos marcados en damasco.Graderías cosechadas a martillo.Y no pudo rascarse los rubíescon tantísimos caminos sobre el lomo.Su motor verdeen lo profundo de la analogíapidió aguacon la sondaque llegó el día Viernes por la tardea la parte más alta de la Cruz.

Cartas de César Dávila a Benjamín Carrión, 16 y24 de abril de 1951.Jorge Enrique Adoum, “Un poema sobre latierra”, p. 13.Guillermo Sucre, La máscara, la transparencia,p. 274.

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“Abundancia es la muerte del caballo” esuno de los últimos poemas de Dávila An-drade. Publicado póstumamente en Ma-teria real (Caracas, Monte Ávila, 1970),consta de 23 versos sin rima y con un nú-mero variable de sílabas, aunque predomi-na el endecasílabo. En ellos no importantanto la métrica (pues no la hay por siste-ma) ni la música (que es secundaria) comola riqueza y originalidad de las asociacio-nes metafóricas y metonímicas.

El tema es, una vez más, el sacrificio. Ydigo una vez más, porque está presenteen casi toda su obra poética, incluso en susgrandes poemas épico-líricos. En “Catedralsalvaje”, por ejemplo, el poeta se inmolasimbólicamente por la poesía en el poe-ma. En “Boletín y elegía de las mitas”, elpoeta-cronista acompaña a la raza indíge-na en su muerte y resurrección.

La imagen predominante es surrealista:la de un caballo desventrado, agonizante,después de una batalla. Pero el caballo sa-crifica su vida individual para acrecen-tar el caudal de la vida en general. Estádicho en el título: la muerte del caballono es gratuita y está plena de sentido: sumuerte significa abundancia, da abundan-cia. ¿Abundancia de qué? De vida y tam-bién de poesía. El caballo es, según MertensStienon, un antiguo símbolo del movi-miento cíclico de la vida manifestada y,según Diel, un símbolo de los deseos exal-tados, de los instintos, que, en este caso,se sacrifican en aras de una vida superior,sagrada.8 Como en casi toda religión mi-lenaria, el sacrificio individual acrecienta lavida solar y restablece la unidad del uni-verso. Es una lluvia sacra que nutre la vidamoral de los hombres. En este poema, la

connotación mesiánica del caballo es evi-dente: se convierte al final en un símbolode Cristo, que en la cruz restablece, consu muerte, el equilibrio moral del génerohumano. Pero este sacrificio crístico, comoveremos más adelante, es también la más-cara de otro tipo de sacrificio: el del poetapor la poesía en el poema. El poeta, enefecto, hunde sus raíces “en lo profundode la analogía” y de allí extrae el poema,que es de índole sacrificial. Hay al menosdos enunciados con su respectivo vocablometalingüístico (metapoético), que des-taco con cursivas:

Y aquellas herrerías por la redonda trompasoplaron la metáfora en sus cascos.(versos 11-12)

y

Su motor verdeen lo profundo de la analogíapidió agua(versos 18-20)

En el primer verso, debe entenderse “trom-pa”, no como hocico del caballo sino co-mo el instrumento de soplo que en lasbatallas llama al combate o a la retirada.Los dos vocablos ejes de estos enunciadosmetalingüísticos son “metáfora” en elprimero y “analogía” en el segundo. Aque-llas “herrerías” no soplan fuego para hacerlos cascos, sino “metáforas” para hacer elpoema. Tampoco en el segundo enunciado“el motor verde” pidió agua en lo profun-do de la tierra, sino “en lo profundo de laanalogía”, con lo cual el agua alimenta, nola raíz del caballo, sino al poema mismo.

La analogía que vivifica el poema es tri-ple: caballo=Cristo=poeta, tres sujetos delsacrificio. Sólo que el poeta no estableceretóricamente la analogía, sino que la ha-

Juan Eduardo Cirlot. Diccionario de símbolos,pp. 117-118.

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ce vivir y crecer en el poema, como Hui-dobro quería: no describiendo la rosa, sinohaciéndola crecer en el poema. Así, la tri-ple analogía se produce como una meta-morfosis –casi inadvertida por el lector– delos tres elementos de la analogía. Los treselementos, caballo, Cristo y poeta, se im-brican y metamorfosean misteriosamenteen lo profundo del poema.

Como es frecuente en Dávila, empiezael poema con una elipsis verbal: una frasesustantiva, que es una visión. El verbo omi-tido y sobrentendido puede ser “Veo”. Dosimágenes predominan: el sol y el caballo.El sol en el cenit resplandece en la frentedel caballo o lo hace resplandecer. El ca-ballo será el sacrificado y el sol, el objetofinal del sacrificio.

Los dos versos siguientes enuncian elmotivo de esa guerra simbólica y polisé-mica: el agua, también simbólica, tambiénpolisémica, elemento de purificación en lossacrificios, fuente de la vida y objeto de ladisputa entre los hombres. El “agua hin-chada por monedas curvas” es una imagendel sol resplandeciendo en el agua. El ca-ballo caído, desventrado y agonizante, bo-quea junto al estandarte. Aparecen doshipotextos en el poema: primero, una re-ferencia homérica, el caballo de Troya consu vientre abierto “que rebasa la muralla”,y el otro, al final, bíblico: Cristo en la cruz.Dos alusiones: una, a la cultura griega; otra,a la judeo-cristiana, las dos raíces de lacultura de Occidente. La primera puedeampliarse a una referencia más general: unaguerra, una batalla cualquiera. Pero tam-poco se trata de una batalla cualquiera. Esel campo de la Vida, donde los hombrescombaten permanentemente por el aguasagrada de los sacrificios. Para que el sacri-ficio se justifique, tiene que haber ese en-frentamiento entre dos fuerzas contrarias.

El poema muestra una fusión de treselementos: el caballo –que muere comoser individual para dar lugar a un renaci-miento en la especie, para infundir vida enotra parte, donde su sangre se transformaen savia vivificante que asciende desde latierra por la raíz de la cruz hasta lo alto, porsu “motor verde” (aquí la cruz es tomadacomo un árbol), desde donde el viernessanto por la tarde un dios humanizado pidióagua en su agonía–; el Mesías, que muereen la cruz para redimir al género humano,y el poeta, que muere simbólicamente enel poema para redimirse a sí mismo. Cuan-do el poeta escribe:

su motor verdeen lo profundo de la analogíapidió agua

Confunde deliberadamente el plano de loreferencial con el plano de lo poético, conlo cual se produce una bella ambigüedad:“en lo profundo de la analogía” remite, enprimera instancia, a “lo profundo de latierra”. Pero el caballo sacrificado hundesus raíces, no en la tierra, sino “en lo pro-fundo de la analogía”, es decir, en lo profun-do del laboratorio poético, con lo cualel verso del poeta se hunde también en elplano de las asociaciones que rigen su poe-tizar: el poema revela, a través de esta am-bigüedad, las entrañas del taller poético,y se convierte por ello en un metapoema.

A diferencia de los versos cerrados en símismos de cantos como “Catedral salva-je”, los encabalgamientos de “Abundanciaes la muerte del caballo” –como el del pri-mer verso, con la frase cortada en la con-junción “y”, o el tercero, con el adjetivoseparado de su sustantivo: “...agua / hin-chada”– contribuyen a hacer de ésta, nouna poesía coloquial, sino que nos remite

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a la idea suscrita por Carvajal y Elijas acer-ca del carácter aparentemente azaroso delencuentro de las palabras en el poema. Enesta valiente apuesta por el azar podemosver uno de los rasgos que hacen del pri-mitivo –como un profeta– Dávila Andradeun poeta moderno: es reconocer y afirmarpoéticamente que vivimos en un mundosin eje, en un laberinto sin centro.

Me parece de fundamental importanciaabordar la cuestión acerca de los meca-nismos verbales que hacen de éste –co-mo de todos los de Dávila Andrade en suúltima época– un poema hermético.

En primer lugar, el encuentro en apa-riencia azaroso, arbitrario, extralógico, devocablos pertenecientes a campos semán-ticos distintos y distantes, como los queconforman el verso “Graderías cosechadasa martillo”. Las graderías, claro está, no secosechan, y menos a martillo. Lo que alpoeta le interesa comunicar es no tanto unaidea como una imagen, y audaz. Esto, enuna palabra, se llama surrealismo. Si todapoesía huye de la literalidad y la univoci-dad en el significado de las palabras, la fu-ga que realiza el surrealismo es radical yextrema. Como también señala GuillermoSucre, “no importa tanto, en el lenguajede Dávila, la significación de las palabrascomo su frotación y la irradiación que deellas emana”.9 Sin embargo, convienedistinguir el surrealismo del hermetismo.No son lo mismo, aunque tengan aspectosen común. El surrealismo es una escuelapoética con todas las características de unaescuela: una militancia, un líder, un mani-fiesto: es, ante todo, un fenómeno de lahistoria literaria cuyas coordenadas estánclaramente especificadas, y un métodobasado en la libre asociación verbal, con

fundamentos análogos a los de los sue-ños. El hermetismo no es una escuela, ytrasciende las épocas: herméticos son es-critores tan dispares como Dante y WilliamBlake, Dávila Andrade y Hölderlin, Leza-ma Lima y Paul Celan, Herman Melville yArthur Rimbaud, cuyas obras poseen có-digos secretos y claves celosamente guar-dadas porque son prácticamente indeci-bles, de fondo místico, religioso o cósmicoy, sobre todo, porque las suyas son expre-siones verbales intraducibles, irreductiblesa otro código.

En segundo lugar, las frecuentes elisio-nes, ya del sujeto, ya del verbo (anaco-lutos), que hunden en la penumbra elsentido lógico de los versos. Por ejemplo,en el verso “Como un gabán de palo arras-tró el carro”, el sujeto está elidido, sin quehaya un referente inmediato que nosrevele la identidad del sujeto de “arrastró”,aunque, como a mi juicio el sujeto de to-do el poema es el caballo, podría colegirque tal es también el sujeto en este verso.

En tercer lugar –y ésta es una carac-terística de toda poesía– el reemplazo dela palabra lógicamente adecuada por otrade sentido figurado (metáfora, metonimia),que hace deslizar el sentido del texto haciala fundación de otro lenguaje, más audaz,más sorprendente y asombroso. Ese otrolenguaje, claro está, es el lenguaje poéti-co. Lo que ocurre en el caso de Dávila esque las metáforas y metonimias son de unaaudacia insólita.

En cuarto lugar, el uso de ciertos voca-blos o grupos de vocablos privilegiados porlas mayúsculas. En este poema tenemos lasmayúsculas en la expresión “el Gran DíaPulido”. Para poder interpretarla, tendríaque remitirme al resto de la obra poéticadel autor. En mi opinión, se refiere al ful-gor del instante, un instante poético queGuillermo Sucre, op. cit., p. 274.9

ANÁLISIS DEL POEMA “ABUNDANCIA ES LA MUERTE DEL CABALLO” DE CÉSAR DÁVILA ANDRADE

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para Dávila Andrade adquiere una signifi-cación sagrada. El poeta trató con muchafrecuencia el tema del instante y práctica-mente lo divinizó. El instante (un fragmentode eternidad en el tiempo) fue uno de susgrandes temas, una de sus obsesiones, ysiempre que lo escribió, lo hizo con ma-yúsculas, como si hablara de Dios.

En quinto lugar, un tema dominante,aunque sea secreto o inconfesable, aspec-to que no se advierte en el surrealismo,liberado a la irracionalidad del inconscien-te. En este poema, como en muchos másde Dávila, el tema es el sacrificio, temaque convive en igualdad de términos yfuerza con el del instante.

Por audaces que hayan sido los proce-dimientos de Dávila Andrade en la poesíahermética, ya se encontraban, sin embar-go, seminales, visibles y frecuentes, en supoesía anterior. Su mundo, sus temas,sus obsesiones, sus recursos, son seme-jantes, y de todos modos nos hacen seña-les de entendimiento para reconocerlos. Sitodo autor genuino escribe una sola obra,Dávila Andrade hizo también la suya, conuna trayectoria de rasgos perceptibles des-de la audacia surrealista de algunos de susprimeros poemas, desiguales pero inflama-dos de tensión mística, pasando por sus ca-tedrales poéticas, hasta el hermetismo desu poesía final, del que “Abundancia es lamuerte del caballo” es un ejemplo poderoso.

Una reflexión final: toda obra de arte exi-je –vale decir, inventa– su propia retórica,sus propios instrumentos de análisis teó-rico. Al arte clásico correspondió la retóricaaristotélica y otras afines. Al arte romántico,la retórica de los teóricos y filósofos román-ticos. Cuando examinamos un poema mo-derno de carácter hermético como éste ytantos otros de Dávila Andrade, no pode-mos sino pensar en los límites y alcances

de los estudios retóricos, en la dificultad–si no imposiblidad– para analizarlo con lasarmas tradicionales de la antigua retórica,en la cual nociones tan necesarias ahoracomo metapoema, metalenguaje, sóloconstituían una remota sospecha. De ahíque los avances en la lingüística nos hanpermitido enfrentarnos a la poesía oscurade nuestro tiempo con mejores armas quelas retóricas del pasado. Sin embargo, pesea esfuerzos tan grandes como los de Lévi-Strauss y Jakobson, que han situado el fe-nómeno poético en su contexto de fun-ción lingüística, con el acento puesto en elmensaje en sí mismo y por sí mismo, y enla conformación estructural del poema, notodo el instrumental lógico del análisispropuesto por ellos ha logrado revelarnoslos misterios de la poesía. Mejor que asísea –y ellos lo sabían– porque uno de losgrandes atributos de toda gran poesía ra-dica en desenvolverse en un halo de mis-terio, que exije no ser revelado del todo,como hemos visto en en este poema deCésar Dávila Andrade. Si todo se revelara,dejaría de ser poesía. Más allá de esa lí-nea de sombra verbal está lo inconsciente,lo indecible, lo mítico, de lo cual los signos,las palabras del poema, constituyen sóloun pórtico, un anuncio!

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VLADIMIRO RIVAS ITURRALDE

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Departamento de Sociología, UAM-A.*

Armando Cisneros Sosa*

ESCUELAS DE HISTORIA MEXICANA:UNA ENTREVISTA A ERNESTO DE LA TORRE VILLAR

n el año 2007 el doctor de la Torre Vi-llar, premio Nacional de Artes y Cienciasen la rama de historia, 1987, recibió diver-sos homenajes y reconocimientos, en oca-sión de su 90 aniversario. Así sucedió, porejemplo, en los institutos de InvestigacionesHistóricas y de Investigaciones Bibliográ-ficas de la UNAM. Además, el Instituto Na-cional de Estudios Históricos sobre laRevolución Mexicana instituyó reciente-mente un premio a la investigación que lle-va su nombre. Armando Cisneros Sosa,profesor de la UAM-Azcapotzalco, lo entre-vistó en su casa el 28 de noviembre de2006 sobre las corrientes historiográficasen México.

¿Cuál es su opinión sobre la escuelade los Annales, don Ernesto?La escuela de los Annales creció conLucien Febvre y fue haciendo adep-tos, pero no todos los historiadoresfranceses importantes han seguidoesas ideas. La Escuela de los Annaleses una escuela muy abierta, pero aveces los alumnos mismos han tenidoretrocesos, van cerrándose a ciertas

cosas y van teniendo influencia otrascorrientes. A menudo pasa que losdiscípulos deforman lo que escucha-ron de los maestros. Lo cierto es quea todos nos llamó la atención. Cuan-do fui a Europa iba con la idea deestudiar la Escuela, porque a Méxi-co había venido Febvre. Me entusias-maron sus reflexiones en torno de lahistoria, y pensé, hay que ponernosen manos de la gente que proponealguna innovación en la historia. Elprimero que fue a París, dos años an-tes, fue Pablo González Casanova.Él me recomendó: “Ernesto cuandovayas toma el curso con Braudel”, yjustamente me inscribí. Eramos co-mo 20 personas en el curso, la mayorparte franceses, dos o tres brasile-ños, un yugoslavo y otros jóvenes dediversas nacionalidades.¿Cuáles eran principales reglas parahacer historia de acuerdo con la es-cuela de los Annales y, en particular,para Braudel?Analizar la actividad humana en for-ma amplia. Ellos estaban muy en con-tra de la historia, como historia su-perficial. Había que entrar a fondo atoda la actividad humana, puesto que

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postulaban que la historia era la re-seña de la actividad humana, eco-nómica, social, política, artística. Nohabía porque hacer diferencias. Ade-más, que la historia no es una his-toria de pequeño alcance sino que lahistoria tiene períodos muy grandesque ocurren en varios siglos. Justa-mente ellos señalaban que había unahistoria de pequeños circuitos, de pe-queña duración, eran ciertas accio-nes breves. Y había otras, por ejem-plo la historia económica, en dondeno se podía decir que duraran cincoo diez años, sino que se prolongabanpor períodos grandes, como el mer-cantilismo, el liberalismo. Habíaperíodos en la historia de más largaduración, por ejemplo, la historia delas religiones es la más amplia. Te-nemos 20 y tantos siglos de cristia-nismo y las otras, el Islamismo unpoco menos, pero las otras religio-nes, las de Oriente, han tenido undesarrollo muy amplio y no termi-nan. Por ejemplo, todavía no terminael sintoísmo. Entonces, la historia delarga duración era la más importan-te, claro que no había que poner elmismo interés y seguir los métodosen cuanto a los períodos pequeñosy los grandes. Había necesidad deahondar en más cosas, como las co-sas de pequeña duración, por ejem-plo, un régimen presidencial o unrégimen monárquico estaban ajus-tados a cierto tiempo y se podían muybien asediar y entender. Comprenderen cambio la historia económica esdiferente, pues el mercantilismoabarcó varios siglos. Esos siglos pro-dujeron revoluciones, produjeronmanifestaciones de ideas, corrientes

filosóficas, corrientes políticas, et-cétera, y ya en los períodos de lasrevoluciones mismas se producíanmuchas cosas, había que tener muyen cuenta eso, había que reflexionaren eso. También había que tener unaserie de datos seguros obtenidos delas fuentes principales, de los archi-vos y se debía reflexionar siempresobre ellos, meditarlos, relacionarlosentre sí y no darlos como una histo-ria clara en sí misma. Esa corrienteestaba adquiriendo fuerza realmen-te, aunque no todo el mundo seafiliaba a ella porque había historia-dores economistas que tenían suspropios planes. Además en la histo-ria económica había tendencias. Porejemplo, por algunos años estuvomuy vigente historiar los precios ytodo era a base de precios, eso pa-recía que iba a determinar la verdaden la historia. Frente a eso se estabaformando la escuela de los existen-cialistas. Ya Sartre empezaba a actuar.Se le seguía, se le escuchaba, y juntoa esa escuela había gente que am-plió las primeras acepciones del exis-tencialismo y eso se difundió. Habíamás partidarios del existencialismoque de los Annales. Realmente aquíllegó primero el existencialismo. Todoel grupo del Hiperión era un grupofundamentalmente existencialista. Encambio, sólo seguíamos la escuela delos Annales varios que estuvimos be-cados en Europa. Esa corriente nosinteresaba, sin despreciar otras ten-dencias. Entre ellos estuvimos Pablo,yo y luego Luis González, quientambién adquirió esa tendencia. Pe-ro ya después no hubo muchos quesiguieran la escuela. Estuvimos tan

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ligados a Braudel, Pablo y yo, que nosdedicó su libro del Mediterráneo.¿Enrique Florescano y Alejandra Mo-reno Toscano también estudiaron esaescuela en Francia?Estuvieron Florescano y Alejandra pe-ro entiendo que no siguieron el mo-delo clásico. Había otros maestrosque trabajaban, por ejemplo, esta-dísticas. Pierre Renouvin era expertoen relaciones internacionales y eramuy buen profesor, yo estuve con éltambién. Puede ser que Enrique hayatrabajado un poco con ese grupo,aunque no se desarrolló después co-mo un abanderado de los Annales.El regresó a México como diez oquince años después que nosotros.La corriente de los Annales la adqui-rieron algunos muchachos que estánen el Instituto Mora. Ahí hay un gru-po de partidarios de los Annales. Encambio, en la UNAM, en la Facultadde Filosofía y Letras, no. En generallas corrientes norteamericanas dehistoriadores han influenciado a másgente que los Annales. Muchos sehan ajustado al pensamiento de his-toriadores como Borah o Simpson, enfin, a todo ese grupo de historiadoresnorteamericanos, los cuales nos hanayudado a estudiar fenómenos eco-nómicos y demográficos.¿Cómo se desarrollaron los estudioshistóricos en El Colegio de México?En El Colegio de México quien iniciólos estudios históricos fue don SilvioZavala. Él era una gente muy ampliaen cuanto a concepciones y acepta-ción de métodos e ideas ajenas, perotodo lo ajustaba después a una formaque era muy objetivista, de acuerdocon la escuela de Ranke. Realmente

siento que Zavala le dio un gran im-pulso a la historia Mexicana. Igual donEdmundo O’Gorman.¿En qué escuela ubicaría usted a donEdmundo O’Gorman?Fíjese que curioso. O’Gorman nuncafue mi maestro. El trabajaba en el Ar-chivo General de la Nación cuandoyo ingresé también. Allí tuve muchaspláticas con él sobre los temas dehistoria que trabajábamos y él en esemomento ya había publicado algu-nos estudios en el boletín del Archi-vo. Entonces era director don LuisGonzález Obregón y él entró allícomo una gente nueva, como unhombre que empezó a hacer traba-jos más profundos, más reflexivos. Élhabía sido abogado y muy bueno ydiscípulo de gente como Rabasa,Macedo y otros. Tenía muchas ideassobre historia mexicana y eso le sirviópara reflexionar sobre la historia engeneral. Cuando O’Gorman llegó aOxford ya tenía una formación filo-sófica y, cuando regresó, sufrió la in-fluencia de Gaos.La fenomenología.Se afilió a ella. Claro O’Gorman erauno de los primeros discípulos deGaos y con él se empezó a desarro-llar, pero ninguno tuvo la fuerza dereflexión y el magnetismo de él, co-mo en la Visión de América, comoen los posteriores trabajos sobreMier, el federalismo, centralismo, larevolución, las reformas. Todos esostrabajos quedaron ligados con otrosfenómenos ocurridos en otras partes.Nos motivó a pensar realmente ensu origen y en sus consecuencias.¿Para usted cuál fue el mejor libro deO’Gorman?

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La Invención de América. Pero luegohizo unos artículos muy buenos sobreel Padre Mier. Sobre Mier reflexionómucho porque lo consideraba unhombre que, en medio de su vidade aventuras, había aportado a lahistoria mexicana y al desarrollo demuchas ideas. Era un convencido, node un centralismo total, sino de unfederalismo que no se impusiera degolpe. Había que ir preparando esamente federalista para que no seequivocara ni se hiciera para purifi-car la historia. El trabajo que él es-cribió sobre Mier me gustó mucho.Nos llevábamos bien cuando estuvohaciendo estudios sobre la “apolo-gética”. Hablábamos mucho sobreeso, quiénes eran los interlocutoresy los personajes y las ideas que losmovían. Sus reflexiones sobre LasCasas son muy acertadas. Ideó elestudio de la historia, pensó que nodebería ser solamente una historia defichas y documentos. Esos podríanservir de base para reflexionar. Loimportante del historiador era la re-flexión sobre los acontecimientosy las ideas. Eso era esencial en él. Y,bueno, él justamente, formado en laescuela de derecho, tenía una mentelógica extraordinaria. Era un razona-dor profundo en esas cosas y ademássimpático. Nunca fue mi maestro pe-ro tuvimos una gran amistad en to-do. Él fue quien propuso, con JustinoFernández, mi ingreso a la AcademiaMexicana de la Lengua.¿Quién más seguiría esa tendencia dela historia, un poco gaosiana?El que más trabajó en ese campo fueLeopoldo Zea. Realmente entre losdiscípulos de Gaos el más gaosiano

era él y luego todo el grupo de gen-te que estuvo ligado a esto, que seformó también en el Colegio, peroluego derivaron a otras cosas. Algu-nos también fueron discípulos deZavala. Ahí está gente valiosa comoLuis Villoro, una gente que se asomóal campo de la historia con dos librosfundamentales sobre la indepen-dencia y el indigenismo.El libro sobre el Hiperión, de la colec-ción del Estudiante Universitario, esbueno, porque ahí Hurtado hace elprólogo para dar una idea de cómofueron surgiendo Villoro, Uranga,Portilla. El grupo se fundó princi-palmente con bases existencialis-tas, después profundizó en la filosofíay se volvió fenomenológico. Todoseran mis amigos, éramos unos másjóvenes que otros pero yo llevabamucha amistad con Uranga y conPortilla, con Luis también, con Zeaque era el más grande de ellos y eracomo el maestro, el encauzador.Afortunadamente, en Guanajuatopublicaron las obras de Uranga. Ahíestá realmente contenido todo supensamiento, que era muy claro, ní-tido y preciso. Luego, con Portilla, es-cribió su Fenomenología del relajo, unlibro muy interesante para entenderla manera de ser del mexicano.Una cosa que también me llama laatención, don Ernesto, es que intelec-tuales formados con Braudel y la Es-cuela de los Annales, con muy altosvuelos, como don Pablo González Ca-sanova, quien después publicaría LaDemocracia en México y otros librosimportantes sobre América Latina yla política, así como Imannuel Wa-llerstein, que también tomó clases con

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Braudel, hayan tomado una pers-pectiva marxista. ¿A qué atribuye us-ted que de la Escuela de los Annales,que es una escuela muy amplia, sehaya pasado a los trabajos que se cen-tran en la determinación económica?La historia económica se desarrollócerteramente en estos años. Hubogente muy buena, como Hamilton,como otros más que trabajaron enese campo y fueron muy apreciadosentonces. Además Hamilton no erasolamente economista sino un buenhistoriador. Esa influencia norteame-ricana pasó aquí, pero teñida demarxismo. Y eran tiempos en quetodo mundo quería asomarse al mar-xismo y eso es un poco la noveleríade la época. Varios de los filósofos ehistoriadores franceses también tu-vieron una barnizada de marxismo.Y luego fueron saliendo derivacionesen ese afán de buscar todo en la eco-nomía. Apareció gente importante.Entonces las corrientes economistasy sociales influyeron a todo ese gru-po. Toda la escuela la Facultad deEconomía estuvo llena de marxis-mo, lo mismo Ciencias Políticas enun momento. En Filosofía no, ahísimplemente hubo influencia dedos gentes: Sánchez Vázquez, quesigue siendo un marxista convencidoy abierto, inteligente, y Wences-lao Roces.¿Hicieron trabajo de historia?Sí, Sánchez Vázquez ha publicadovarias cosas y también WenceslaoRoces. Ellos han conocido muy afondo la historia clásica, griegos yromanos, con una visión muy amplia,sobre todo Wenceslao. Lo traté y

luego varios discípulos de Silva Her-zog, que eran de tendencia marxis-ta, estuvieron después en la Facultadde Economía y también influyeron.¿Qué trabajos importantes de histo-ria recuerda usted de toda esta co-rriente marxista?Ahí está Sotelo Inclán, que publicósu trabajo sobre Zapata. A Sotelo loconocí, fuimos amigos, no era un fa-nático, era un hombre más bien mo-derado, inteligente.Tuve la fortuna de que don Jesús So-telo Inclán me invitara a ser su ayu-dante de investigación cuando esta-ba haciendo Raíz y razón de Zapata,la segunda versión. Yo estaba muy jo-ven y alcanzaba a entender poco desu método. Era muy sistemático, muyestudioso y buscaba en las fuentesoriginales todos los elementos que po-drían fortalecer su idea de que Zapa-ta fue el resultado de la historia de unpueblo, de una tradición. En ese mo-mento no me pareció tan marxista.Como le digo tenía un cierto barnizpero no era marxista a ultranza, co-mo otros que surgieron después. Yotambién di clase en la Normal Su-perior. Ahí lo conocí y luego iba alarchivo y platicábamos mucho, perosí se basaba en documentación seria,era muy acertado en eso. Pero mar-xista así a ultranza ninguno, a vecesen algunos rasgos eran marxistas.Como José Mancisidor y Agustín CueCánovas con quienes tuve muchaamistad. Estaba también don Jesús Sil-va Herzog. Esos son los que se pue-den señalar dentro de esa corriente.Hay otra escuela, don Ernesto, quehe escuchado a debate en algunos

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textos europeos. No sé si sea exac-tamente una escuela, pero los criti-can mucho: el historicismo.Mire, aquí van viniendo las ideas conmucho retraso. Cuando se publicó ellibro de Collingwood sobre el his-toricismo, La idea de la historia, todoel mundo se identificó con él, perono leían el libro y se interesaban poralgunas cosas pero nunca se formóuna escuela historicista. Seguimos unpoco la tradición de Ranke, las inno-vaciones de O’Gorman, de la feno-menología, el existencialismo, peroel historicismo yo no sé a qué his-toriador mexicano se le podría apli-car. Y, mire, había algunos autoresque sintieron la influencia marxista ysolamente en ciertos aspectos loutilizaban, como Teja Zabre, que fuebuen historiador, penetrante perono marxista a ultranza lo pudiéra-mos decir.¿Cómo se podría definir la corrientecaliforniana?La escuela californiana estaba forma-da por un grupo de gente laboriosa,inteligente. Borah era un historiadorincansable. Llegaba aquí, veía archi-vos y bibliotecas. Tenía buenas ideasaunque no siempre muy convin-centes, como algunas demográficas.Por ejemplo, la población, la morta-lidad que hubo después de la con-quista no convencía a nadie. Ellos ha-bían hecho unos cálculos y con baseen ellos sostenían su teoría. Eran es-tudios demográficos y económicos.También nos entusiasmaban, porejemplo, las ideas de Whitaker, perono había una figura clave que pu-diéramos decir, ésta es la imagen quetodo el mundo seguía. Sí recibimos

mucha influencia de todas las co-rrientes económicas, históricas de Es-tados Unidos, pero ninguna nos pren-dió en verdad. Ahora en cuanto atendencias históricas, en ese mo-mento surgió Toynbee. A él sí lo se-guimos mucho. Me tocó oírle cuan-do estaba en París, en un congresode historia, y él hizo el discurso inau-gural y era muy bueno. Tal vez fueun pontífice de la historia. Todos erantoynbianos. Escribió varios volúme-nes muy interesantes sobre una con-cepción nueva de la historia que in-fluyó mucho. Entonces así se vio uncambio en todos. Bueno, a mi meentusiasmó la escuela de Spengler.Entonces había un sentido de la his-toria como determinante, como de-terminista y el tenía una concepciónmás amplía, más libre, la historia noestaba determinada. Spengler par-tió un poco de las tesis alemanas. Yono sé hoy cuál sea la escuela queahora se siga, puede ser que todavíasiga en permanencia la de este in-glés, pero no veo otra. Lo que escri-ben los franceses va en otro senti-do, lo de Foucault debe señalarsetambién. Además, el marxismo comoque perdió vigencia, aunque siguensus postulados y sus métodos si-guen siendo aprovechados.Pero sigue habiendo una corrientemarxista.El que se mantiene así marxista esEnrique Semo. Es inteligente y tienemuy buenas perspectivas. Hemosdiscutido mucho eso, él es una gentemás o menos abierta pero no sé sitenga muchos continuadores. Haygente que se inclina por corrientes,sobre todo en los países donde hay

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grandes diferencias sociales y eco-nómicas. Eso es evidente porque, porejemplo, en los países escandinavosque más o menos tienen un niveluniforme, estas discusiones no sonválidas, son un poco inútiles, pero enpaíses que tienen problemas socio-económicos como son los de tercermundo, siempre ven en el marxismosu tabla de salvación.¿Cómo calificaría usted a RicardoPozas, que hizo el trabajo sobre JuanPérez Jolote?Ese grupo que se formó en antropo-logía tenía una formación de maes-tros, varios habían sido maestros dela Normal Superior. Salidos de la Nor-mal en la que había una influenciamarxista un poco diluida. Y Pozas eraun etnógrafo muy atinado, muy pro-fundo. Conocía bien el medio por-que hizo muchos trabajos de campo,así que estuvo bien relacionado conel medio rural y era una gente inteli-gente, abierta y dada no a imaginarsino a relatar, un poco fantasiosa-mente, algunos personajes como esteJuan Pérez Jolote, que es excelentetrabajo. También hizo otros trabajosmás pero más bien etnográficos y co-sas así sobre ciertos grupos indígenaspero a mí me parece que Juan PérezJolote fue su obra mayor.¿Cómo ubicaría la Escuela Nacionalde Antropología e Historia en tanto acorrientes históricas?Ahí ha habido una corriente con algode existencialismo, de marxismo, al-go de las escuelas americanas, deBoaz y otros. Yo fui de esa gene-ración. Estaba Pedro Carrasco, muybuen antropólogo que desgraciada-mente perdimos. Se fue Adrián Léon,

también estaba ahí Armillas e Igna-cio Bernal.¿Miguel León Portilla cómo surgió, enqué corriente?Él había sido novicio con los jesuitas,de ahí su formación clásica, y era so-brino de Gamio, quien lo introdujoen la antropología, así como el PadreGaribay que fue su mentor. Entoncesle dio por el estudio de los idiomas,el Nahuátl. Siguió bien en eso y apa-reció de repente como venido de otraparte, realmente no se había forma-do en ninguna de esas escuelas. Élse formó desde muy joven, y llegó alLetter College y allí estudió y se for-mó en ese ambiente. Por eso espenetrante y huidizo.Y bueno, hay una corriente indige-nista muy fuerte y claro, entre no-sotros podemos ver que todos losgrupos indígenas más o menos hanpersistido. Unos han desaparecido,por ejemplo el “Chocho” ya nadiehabla “Chocho”. Había unos cuantospor Tehuacán, Puebla y Veracruz.Han desaparecido esas lenguas y lamayor parte de hablantes indígenasson nahuas en el centro de México,un poco los tarascos, los purépechas.Los mayas son importantes porquela mayor parte de las gentes de Yu-catán son bilingües. Ahí tenemos unamezcla de indigenismo impulsadopor Gamio, por Caso. Y luego se leshan unido mucha gente más. Le voya decir una cosa, a León, yo le estimomucho, sabe de la cultura y de sudesarrollo, pero la historia de Méxi-co precortesiana no la conoce bien.El que conocía muy bien eso era Ji-ménez Moreno. Él fue un buen

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conocedor de las culturas y de lahistoria mesoamericana.Por cierto, ¿quién inventó el nombrede Mesoamérica?Es una cosa que salió aquí con laayuda de Kirchoff, un investigadormuy penetrante, muy influyente. Eraalemán y realmente él apoyaba esosestudios. Kirchoff había trabajado encosas de China y sabía mucho de lasculturas orientales y se deslumbró porMéxico e hizo unas tablas y en al-gunas conferencias sobre esa zonade gran cultura, diferenciada de lospueblos del norte que eran nóma-das, dieron por ponerle así. JiménezMoreno y él fueron los autores de lapalabra Mesoamérica, América mediao Mesoamerica y se quedó Meso-america. Y luego de ahí surgieron otrasdistinciones, por ejemplo, a partir decierta cultura, Aridoamérica, todo pa-ra situar algunas partes que se dife-rencian de las generales. Es lo queha surgido de eso. Hubo varias con-ferencias de etnólogos y arqueólo-gos y el que se metió a fondo fueKirchoff. Estudié con él, trabajé conél. Era un hombre con una concep-ción histórica muy amplia, realmen-te fue una buena influencia la deKirchoff. Se veía la formación eu-ropea y además la experiencia enotras partes como en China. Los de-más son respetables en el campo,eran reconstructores de cultura co-mo Marquina, Noguera, pero ellosno tenían teorías específicas, sa-bían de la arquitectura, cómo era, siera de tablero, cosas así, pero no conun sentido. Alfonso Caso penetróbien en ese aspecto y luego una gen-te que era muy inteligente y que in-

fluyó en todo ello fue Miguel Othónde Mendizábal, y Gamio, que eramás cientificista, más dedicado a unacosa, pero en amplitud era Mendi-zábal. Lo conocí, lo traté, llevé cursoscon él en Antropología. Todo esegrupo tenía relación con Jiménez ycon Mendizábal. Este último era deuna corriente liberal, tal vez podríaser un poco como los de California,un poco teñido de marxista pero noexageradamente. Jiménez Moreno,en cambio, era un ejemplo de histo-ricista, un hombre muy vasto, muyambicioso en el saber, sabía todo dearqueología, de cerámica, arte, filo-sofía. Se había educado al lado delobispo de León y fue muy autodi-dacta, pero no siguió corrientes. Síconocía bien las ideas de Boaz, y leíamucho, tenía una memoria de his-toria antigua bastísima. Yo creo queera el mejor conocedor después deOrozco y Berra.¿Y sobre la época colonial quiéneshan sido los mexicanos que mejorla han estudiado?José Fernando Ramírez sí se asomóa la historia colonial. Era más conser-vador que liberal. Era conservador,cierto, pero no era un retrógrada aultranza, sino que fue muy abierto.Daba cuenta de los fenómenos quehabía y atinaba en cuanto a la in-fluencia de otras ideas y de otrasnaciones más ricas, sus ambicionesterritoriales, apoderarse de los re-cursos naturales de México y, claro,la amenaza. Muchos de los historia-dores de la época ven con muchaobjetividad y profundidad la penetra-ción americana. Ese es el enemigovecino y por eso se educaron funda-

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mentalmente dentro de unos me-dios e ideas europeas. Pensaban queEuropa podía ser la salvación, por esotenemos más ese carácter europeo,esa tradición clásica que nos aleja delos Estados Unidos. En el fondo hayun sentido anti-yanqui en todos ellos.En Ramírez, Prieto, en casi todos, Al-tamirano también. En la Reforma haygente muy valiosa, creo que el másinteligente de ellos fue José MaríaIglesias. Era abogado, un hombre deleyes muy ilustrado, muy cultivado.Le interesaba todo, la literatura, lafilosofía, la economía y realmenteera, entre todos los hombres queapoyaban a Juárez, hasta más inte-ligente que Juárez. Los demás apo-yaban a Juárez. Él fue de las gentesmás valiosas. Ahora muchos fueronliberales casi a ultranza como Ramí-rez, que luego se convirtió al conser-vadurismo. Pensó que la Intervenciónsería una salvación y por eso aceptóser Ministro de Maximiliano en Re-laciones Exteriores.¿Qué historiadores importantes ubi-ca usted durante el Porfiriato?Es cuando se hace justamente elMéxico a través de los siglos, con esegrupo que encabezó Vicente RivaPalacio. Él se metió bien a estudiar laépoca colonial. No la comprendióbien en todos sus aspectos pero siconocía más o menos una historiasuperficial. Otros se dieron a estudiarla época prehispánica, como Zárate.Después de este grupo de historia-dores en el que estuvieron Riva Pa-lacio y Zárate, surgió Justo Sierra, queera de una buena formación y de unamente profunda y liberal. Hizo eseensayo que vendría a condensar to-

do lo de México a través de los si-glos. México y su evolución social esun tratado magnifico de historia. Ytambién habían dejado lo suyo Za-vala, Mora.José María Luís Mora escribió Méxicoy sus revoluciones. Esa es una historiaprofunda de los movimientos polí-ticos y sociales de México, con todauna visión. Mora, como muchas gen-tes, como había sido cura, vivía conese complejo, siempre igual que eseespañol García Bacca, que era elmejor filosofo español y que luegose nos fue, había colgado los hábi-tos. Pero siempre cuando hablabacon una persona le preguntaba a unamigo ¿éste sabe? Es decir, si sabíasu pasado, tenía ese complejo. Moraes toda una vida y una formación enla historia. Otros viajan muy inde-pendientes, descuelgan todo lo queno les importa, pero creo que enMora sí influía su pasado, aunque eraun hombre penetrante, nacionalista,liberal. Puede ser que haya tenido lavisión de que habíamos perdido unbuen desarrollo, pero era un hom-bre liberal.Cuándo llegó la Revolución, ¿quiéneshicieron trabajos de historia?Con la Revolución ya vienen una se-rie de historiadores que no son nadaconservadores, al contrario, muy libe-rales todos ellos. Una gente muy in-teligente y valiente que trató de laRevolución así fue Silva Herzog,“Don Chucho”. Silva Herzog fue unpoco marxista, pero no totalmente.Luego vino el trabajo de don DanielCosío Villegas. Fue muy bueno por-que se metió al problema de quehabía o puro elogio, o pura diatriba

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en contra de don Porfirio. Y don Da-niel hizo una labor de depuraciónde eso y lo ubicó bien, en el planoque debía. El era abogado, econo-mista, puede ser que haya sido li-beral, alguna cosa que le haya caídode marxismo pero no profunda. YCosío logró formar un grupo buenoen el Colegio. Luis trabajo con él,Moisés González también y variasmujeres. Otro fue don Silvio Zavala,yucateco, que estudió Derecho y fuediscípulo de Bassols. Hablaba muybien de él. Siempre mencionaba:“Bassols da una clase magnífica, muyrecta, muy sería, muy pensada”. DonSilvio era de un liberalismo muyabierto. Luego se fue a España y estu-dió con Rafael Altamira y allá sedoctoró. Silvio seguía una corrientemedio rankiana, siguiendo a Ranke,pero era muy abierto. Su carácterjurista lo centraba en la lógica, en unaperfección en la historia, quería quetodo fuera preciso, la escuela cien-tificista que le dicen, pero no histo-ricista. Él se formó antes del his-toricismo. Algún rasgo de lo que ellosmanejan puede ser que tuviera pe-ro no mucho. El empezó estudian-do, justamente por Altamira, la histo-ria del descubrimiento y la conquistadel nuevo mundo. Entonces precisóque buena parte de esos procesosse debieron a la iniciativa privada. Noera el aporte del Estado sino que te-nían un sentido individualista, losadministradores y exploradores arma-ban su empresa y, claro, tenían bene-ficios: ser adelantados, poseer tierras,dominar. Y luego el trabajo que hizode la encomienda, en el que precisórealmente qué era la encomienda,

desde sus orígenes hasta su termi-nación. El libro en el que recogiótodas esas ideas nuevas y que habíade entrar a fondo en el conocimien-to de las instituciones americanas, sellamaba algo así como Institucionesde la conquista. Luego cuando llegóa México fue secretario del Museode Antropología; luego lo llamó Al-fonso Reyes cuando se creó El Cole-gio de México y él fue el Directordel Centro de Estudios Históricos.Entonces trajo a gente conocedoradel medio para dar clases como Ha-milton, Whitaker y otros.Y luego, en los años cincuenta, cuandousted regresó de Francia, ¿cómo vio elpanorama de los estudios históricos?Había dos tendencias, una era laescuela histórica en El Colegio deMéxico, la de don Silvio, rodeadode gente distinguida, como RamónIglesias, Agustín Millares. Eran de unadisciplina muy rígida, académica, pa-ra entrar a fondo a la investigación. Ymuchas ideas muy amplias y muy di-versas, por eso tuvimos la suerte decontar con Ricard, Bataillón, Rivet yluego con americanos y con el propioCossío Villegas. Del otro lado esta-ba la Facultad de Filosofía y Letras dela UNAM. Ahí había un grupo de his-toriadores un poco autodidactas, lamayor parte conservadores, si bienhabía algunas gentes liberales por ahí,como Teja Zabre. Entonces empe-zaba a verse un poco de marxismocon el mismo Teja Zabre, con JoséValadés. Pero los que llevaban la ca-beza de eso eran viejos historiado-res, como Pablo Martínez del Río, quehabía estudiado fuera, y luego es-taban Alberto María Carreño, Rafael

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García Granados, Federico Gómez deOrozco y Vito Alessio Robles. PabloRamírez del Río se dedicó a la pre-historia y publicó El origen del hom-bre americano, que abarca desde lapresencia del hombre, las migra-ciones desde Asia hasta acá y luegocómo siguieron. Es muy buen libro,es semejante a otro libro que publi-có Paul Rivet por esa época. TambiénRivet puso de relieve las corrientesdel Pacífico, que de las islas del Pa-cífico pudieron venir algunos emi-grantes pero en corta cantidad.Realmente lo más certero es el pa-so por Alaska.Hablando de épocas más recientes,¿cuáles fueron las corrientes que us-ted reconocería dentro de la histo-ria mexicana?Bueno ahí estaban los maestros dela Facultad: Carreño, García Grana-dos, Orozco, Bravo Ugarte, quehicieron buena labor, “los apareci-dos”, como decía un profesor eva-sivamente. Una obra un tanto con-servadora, pero magníficamenteinformada y organizada fue la de Jo-sé Bravo Ugarte, estudioso serio, muydisciplinado, con sólidos estudios,una mentalidad muy abierta y con unanueva visión de la historia, michoa-cano de origen. Eran conservadorestodos ellos, pero inteligentes yabiertos. Empezaron a criticar, porejemplo, al grupo de reformistas deJuárez, por su inclinación a los Es-tados Unidos, pero no veían que losconservadores en contra habíanpedido la intervención de Europa. Asíse trataban las cosas, pero eso era laposición de ese grupo. Y, bueno, Ca-rreño publicó varias cosas pero una

historia de México así orgánica no lahizo. Ellos consideraban como libe-rales a Cosío Villegas a Valadés, o,cuando veces les gustaban, a TejaZabre y a los jóvenes que estabansaliendo. Entre los marxistas apare-ció Mancisidor, Cue Cánovas, Wen-ceslao Roces, Sánchez Vázquez queempezaba apenas a enseñar. Lostrabajos de Mancisidor hacían unahistoria a veces novelada pero eranbuenos, él sabía escribir, defendíabien sus ideas. Escribió Héroes de larevolución y una Historia de la re-volución. Publicaba mucho Manci-sidor. Luego los libros de ChávezOrozco. Él era un caso especial. Erafundamentalmente marxista pero seacercaba mucho al estudio de lasinstituciones para hacer una historiaeconómica bien planeada, con ideas,con programa. Chávez Orozco escri-bió Una historia de México y varioslibros sobre comercio y educación.Luego vinieron Enrique Florescano,Andrés Lira y Javier Garcíadiego, quetambién trabajaron con acierto. En-tre mis alumnos destacó RobertoMoreno, pero están también otros,López Austin, todos los que están enel Instituto de Historia. También ha-bía una compañera, Susana Uribe,que no dejó mucha obra porque sededicó al trabajo bibliotecario, perohizo un estudio serio sobre Orozco yBerra. Después aparecieron JosefinaMuriel, que hacía trabajo de la épocacolonial, y María del Cármen Veláz-quez, sobre historia institucional. Jo-sefina Muriel ha trabajado funda-mentalmente historia eclesiástica,desde conventos de monjas, hospi-tales, casas de estudio. No serán muy

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profundos pero son los primeros quese hacen en esos campos. SoniaLombardo también trabaja bien.Eugenia Meyer también, Andrea Sán-chez que ha hecho un buen librosobre la enseñanza.Entre los libros de historia de losúltimos 20, 30 años que se han hechoen México, ¿Cuáles son los que austed le han llamado la atención?Bueno mire, por ejemplo, algunos delos trabajos biográficos de José Va-ladés sobre Lucas Alamán. En laépoca más reciente han surgido va-rios estudios fundamentales para lahistoria mexicana. No son obra dehistoriadores profesionales, sinode escritores excelentes, buenas plu-mas e investigadores sobresalien-tes. Destacaría Noticias del Imperio,de Fernando del Paso, que luego deexcelentes lecturas consultó la lite-ratura y los archivos franceses, for-mándose un excelente criterio. Fue-ra de un capítulo complaciente sobreCarlota, su obra es seria, metódica,altamente reflexiva. La segunda obraaparecida hace poco es la de Chris-topher Domínguez, sobre el PadreMier. Muchos habían escrito sobreeste inquieto dominico, pero ningu-no había dado una obra integral deese regiomontano, asomado porcompleto al nacimiento del pensa-miento revolucionario y liberal definales del siglo XVIII en Europa. Conseria y vasta información, capacidadreflexiva y excelente pluma, Christo-pher nos ha dado la biografía comple-ta de Mier, muy necesaria para aden-trarnos en sus múltiples actividades.La colección de El Colegio de Méxi-co sobre la Revolución Mexicana es-

tá bien sentida, no divaga no se cargasobre un partido, sobre una idea, esuna historia modélica, podríamos de-cir, aunque en algunos aspectos talvez no. Luego como es una historiade equipo hay trabajos mejores queotros. Ahí trabajaron bien Moisés, LuisGonzález, Lupe Monroy, bueno, var-ias mujeres también. Ese me gusta,es un libro bueno. También en estaépoca, que es el descubrimiento detodo lo indígena, han salido trabajossobre esos aspectos, sobre arquitec-tura y arte indígena han salido muybuenos libros, muchos de ellos he-chos por mujeres, por ejemplo, estáBeatriz de la Fuente. Luego, en lostrabajos de conocimiento de etno-grafía, el pensamiento de los indíge-nas, los trabajos de López Austinson buenos. Por último, don Ernesto, para usted,¿qué es la historia?Es la reflexión que uno tiene sobre laactividad humana, y la actividad hu-mana es múltiple: económica, polí-tica, social, artística. Todo lo que elhombre hace es digno de historiarse,pero sin invenciones, sin darle unainclinación determinada, tendenciaso determinados grupos no, sino unahistoria reflexiva, en donde la refle-xión ocupa el primer lugar, una histo-ria sustentada en datos precisos por-que se necesita siempre recurrir a lasfuentes para obtener la información.Pero después el historiador la tieneque reflexionar, no creer a pies pun-tillas lo que la fuente le dice, sinopensar si aquello tiene veracidad, sino está manipulada, si no está incli-nada a tal o cual teoría. Claro, loshistoriadores deben diversificarse, es

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ESCUELAS DE HISTORIA MEXICANA: UNA ENTREVISTA A ERNESTO DE LA TORRE VILLAR

muy difícil que un historiador puedacubrir toda ciencia, economía, arte,filosofía. Son necesarias las divisionesen la historia, historia social, historia

económica, historia artística, historiade las ideas. Y el estudio de las ideases muy grande, porque son ideas detodo tipo!

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Enrique López Aguilar*

APUNTES PARA DESCUBRIR A MOZARTDENTRO DE LA MÚSICA “CLÁSICA”

A Jelena y a Milena

¿MÚSICA “CLÁSICA”?

l adjetivo clásico, que hoy se aplica in-distintamente para cuanto quiera ponde-rarse como paradigma o modelo de algo, ycuya connotación estética parece incues-tionable, se difunde desde esa obsesióndieciochesca por ofrecer esquemas dereferencia que valieran para fijar, pulir ydar esplendor a todos los órdenes de la ac-tividad artística, los cuales no se conside-raban valiosos si no se remitían al equilibrioque la Ilustración creyó encontrar en lacultura grecolatina. Fruto de los afanes cla-sificatorios y enciclopédicos propios delsiglo XVIII, surgió la idea de establecer ca-tegorías, muchas veces arbitrarias, paradefinir grandes etapas históricas: si la Gre-cia y Roma antiguas parecían ejemplos deequilibrio en todos los órdenes de la vida,a los siglos que abarcaron esas civilizacio-nes se les consideró llenos de luz y dignosde llamarse clásicos, por antonomasia; así,casi parecía natural que a los mil años que

Departamento de Humanidades, UAM-A.*

siguieron después de la caída del Impe-rio Romano se les viera como tiempos deoscuridad, razón por la cual Voltaire no du-dó en difundirlos como Edad Media, esdecir, como un periodo oscuro que inte-rrumpió la cadena luminosa que, después,se continuaría en el Renacimiento y a laque sobrevendría una nueva etapa oscu-ra: el Barroco. ¿Qué mejor cosa que lla-mar neoclásica a una cultura obstinada enseguir los saludables caminos enseñadospor Grecia y Roma?

Contra lo que se cree, la palabra clásicono se deriva del latín classis (‘escuadra’), nide classicus (‘trompetero’), ni de classicum(‘toque de trompeta’), palabras relacio-nadas con las actividades militares, sino demecanismos más cívicos y hacendariosimplementados por Servio Tulio a media-dos del siglo VI a. C., mediante el censoque le permitió determinar un orden fiscaldentro de la sociedad romana para saberquiénes pagarían impuestos y cuántos. Co-mo resultado del censo, se dividió a losromanos en cinco classes (cuyo singular esclassis), de acuerdo con la capacidad decada una de ellas para pagar un caballo,monturas, armas y escudos (puesto que enesa época no se distinguía aún al ciudada-no del soldado) y, de acuerdo con esas

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solvencias financieras, se realizó una escalaque iba de la primera a la cuarta clase, lascuales estaban sujetas a un gravamen pro-porcionalmente gradual; la quinta, la delos proletarii sin recursos, debía ser sub-vencionada por el Estado. La culta palabraclásico se originó en una terminología que,en principio, sirvió para diferenciar las cla-ses sociales en Roma de acuerdo a sus re-cursos económicos.

El segundo momento de la palabra lodeterminó Cicerón en Academica II, 73, enel siglo I a. C., en un pasaje en el que, ha-blando de Demócrito y los filósofos quelo antecedieron (Critón, Cleantes…), valoraa esos predecesores, tanto por su valorfilosófico como literario y declara que, enefecto, hubo otros antes de Demócritopero, en comparación, todos ellos pare-cen de quinta clase (quintæ classis), con locual alude a los resultados del censo rea-lizado por Servio Tulio, pero desplazandoel sentido de lo social a un juicio de valorliterario y filosófico: cabe decir que cuandoactualmente se expresa que algo “es dequinta”, para referirse de manera despec-tiva al escaso valor que eso tiene, se estárepitiendo el marco de ideas en el cualpensaba Cicerón.

El momento definitivo del término ocu-rrió en el siglo II d. C., cuando Aulo Gelio,en las Noches áticas XIX, 8, a propósito deuna discusión sobre el buen o mal usode una palabra, hace que uno de sus perso-najes invoque la consulta de la autoridadde Julio César (De analogia), quien era fa-moso por la sencillez de su prosa; ante es-to, otro de los interlocutores replica: “mejormenciona a algún escritor clásico que nosea proletario”, frase en la que classicustiene un interesante sentido metafórico. Dereferirse antiguamente a la persona queposeía tierras, con Aulo Gelio pasó a de-

signar al escritor que tenía un lugar en lahistoria literaria; por oposición, el scriptorproletarius era aquél que tenía hijos, esdecir, obras, pero no un lugar, como quie-nes pertenecían a la quinta clase en el censode Servio Tulio. Éste fue, también, el mo-mento en el que clásico adquirió su con-notación moderna de “modelo”, así fuerade manera muy indirecta.

¿Qué es lo clásico? ¿Qué es ser un clá-sico? El origen de una palabra ofrece muchasclaridades, pero no esclarece el devenir dela misma ni sus cambios y enriquecimien-tos (o empobrecimientos) sucesivos. Ma-noseado hasta el cansancio, el adjetivoclásico ahora se emplea para intentar ladefinición de casi cualquier cosa. En suluminoso ensayo “Sobre los clásicos”, elya clásico Jorge Luis Borges entiende quela noción de clasicismo cambia de país apaís, de época a época, de persona a per-sona y de circunstancia en circunstancia.Me parece que lo clásico es algo que llegaa formar parte tan íntima de nosotros quepareciera integrar nuestra ontología; des-pojados de eso, perderíamos algo inva-luable de nuestra esencia: músicas, libros,ideas, personajes, edificaciones, imágenesque nos habitan aunque no las frecuente-mos como, tal vez, quisiéramos, pero quenos construyen cotidianamente. Casi de ma-nera platónica, la recordación de los clásicos(su presencia diaria en nosotros) proporcio-na a cada individuo una suerte de eviden-cia arquetípica, de modelo insoslayable.

Además de los amados libros de Borges,desde los cuales realizó la fundación de susideas, y transvasando sus certidumbres aotros universos, creo, con él, que “clásicono es un libro […] que necesariamenteposee tales o cuales méritos; es un libroque las generaciones de los hombres, ur-

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gidas por diversas razones, leen con previofervor y con una misteriosa lealtad”.

Gracias al siglo de la Ilustración, que ya ha-bía colocado en la palabra clásico unacertidumbre modélica, se creyó que el ra-ciocinio debía aplicarse a producir obrasartísticas equilibradas y armoniosas, atri-butos que sólo se podían conseguir me-diante la fiel aplicación de los principiosde aquellos que “sí supieron hacer las co-sas”: griegos y romanos. Como se contabacon las poéticas de Aristóteles y Horacio,en las cuales se describían y analizabanprocedimientos y efectos propios de la tra-gedia y la poesía, las preceptivas diecio-chescas creyeron que en la diligente obser-vación de lo afirmado por ambos autoresse encontraba el quid para la repetición deuna época clásica.

Se dio valor normativo a las descripcio-nes aristotélicas y horacianas y, de maneramuy académica, se excluyó de la Repúblicade las Artes a quienes no siguieran los pre-ceptos consagrados por la Razón: no hacerteatro ni ópera bajo el esquema de las uni-dades de acción, tiempo y lugar, en verso,era solicitar que la obra no fuera estrenada;la poesía retomó formas antiguas y resolviódespojarse de experimentos como los em-prendidos en el Barroco; y así ocurrió conla arquitectura y otras artes, que contabancon ejemplos provistos desde la Antigüe-dad, apuntalados con los descubrimientosarqueológicos que revelaban las maravillasde la arquitectura antigua y que grabadorescomo Piranesi se encargaron de registraren sus obras. Ante una búsqueda tan obsti-nada por hacer un nuevo arte clásico, y antela conciencia epocal de que casi todo sehabía dicho para siempre en Grecia y Roma,dejando a la posteridad el destino de unascuantas glosas, no es de extrañar que la

historia del arte no haya titubeado en bauti-zar dicho periodo creador como neoclásico.

Las simplificaciones para entender elclasicismo son frecuentes; baste cotejar aLuis Monreal y Tejada quien, de la manode Reginald G. Haggar, en su prudenteDiccionario de términos de arte clásico,además de definir lo clásico como lo per-teneciente a la producción grecolatinarealizada entre 530 a. C. y 330 d. C.(cálculo cronológico ante cuya precisasimetría sólo puedo declararme estu-pefacto), y lo producido durante la Ilus-tración, declara que es un adjetivo quecalifica “la obra de arte de suprema cali-dad, universalmente reconocida y por elloya carente de crítica”. Aparte de los sobre-salientes valores retóricos para entender eladjetivo clásico, es indudable que la “defi-nición” de Monreal y Haggar, no obstantelas inconsistencias conceptuales y la recar-gada adjetivación de la misma, tiende a apu-ntalar el sentido de modelo que el sigloXVIII entendía en el término. Sin embargo,la idea de calidad suprema no deja de tenersus riesgos polémicos, lo mismo aquello decreer que algo está universalmente reco-nocido, y cabe preguntarse si la revisiónpermanente de los clásicos no es una ma-nera de ponerlos en crisis.

Un poco antes, los mismos autores afir-man que el arte clásico es “esencialmentehumanístico, ordenado, bien proporcio-nado, con formas simétricas lúcidamentedefinidas y sutiles refinamientos; un arteque dirige su atracción hacia la mente delcontemplador y es por completo racional eintelectualmente satisfactorio”. La deba-cle de esta definición permite entender lodifícil que es tratar de poner en otras pala-bras aquellos conceptos que consideramosbien asimilados a fuerza de emplearlosindiscriminadamente, y la exhibe como un

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lugar común hecho con frases ampulosas:algunas intuiciones que son ciertas, su-madas a otras que lo parecen, más unas enlas que se refuerza lo inane, son muestrade lo que, en cierta manera, muchas per-sonas presienten de lo clásico. Como con-trajemplo está Edipo rey, de Sófocles (obray autor clásicos, si los hubiere); medíteseen la catarsis que la obra provoca median-te el horror de los hechos presentados enescena, según el análisis de Aristóteles (fi-losófo clásico, si los hubiere): ¿cabe pensarque el impacto producido por la obra estásostenido en la atracción que la mente delespectador siente ante lo que mira? ¿Nodice el mismo filósofo que la catarsis seproduce por horror o por compasión, esdecir, mediante reacciones emocionales yanímicas (no inmediatamente racionales)del espectador?

Por otro lado, hay una tentación de do-tar a lo relacionado con el clasicismo deaureolas estatuarias, como si cada obra yautor fueran, simultáneamente, su poste-ridad y su monumento fúnebre, lo cualhace olvidar que lo verdaderamente clási-co debería ser un acontecimiento sutil-mente cotidiano, casi imperceptible, perocon una presencia aglutinadora: el senti-miento clásico de la vida tolera intuir loedípico sin haber leído a Sófocles, o en-tender los adjetivos quijotesco y kafkianosin el conocimiento directo de Cervantesni del escritor praguense; me parece queesta clase de apropiación inconsciente esuna de las porciones más claras del meollodonde se encuentran los contenidos de lapalabra clásico.

En la entrada de una Guía del lengua-je musical, de Wendy Munro, se puedeleer: música clásica que es la “posterior alperiodo barroco, escrita entre 1750 y 1830,por compositores como Haydn y Mozart,

quienes crearon y desarrollaron la sinfo-nía, el concierto y el cuarteto de cuerdas.La música clásica precedió a la músicaromántica”. Al margen de los acuerdos odesacuerdos con las fechas y otras atri-buciones de la música del llamado periodoclásico (que coincide con el neoclasicis-mo dieciochesco), no deja de ser curiosopercibir el doble uso del adjetivo clási-co en música: se emplea para describir unperiodo determinado de su historia, o co-mo adjetivo general para definir un cier-to tipo de obra que se opone, desde elprejuicio común, a la considerada vernácu-la: desde luego, el adjetivo es dudoso einexacto en ambos casos, pero tiene unaenorme, arraigada difusión.

La música conocida como del períodoclásico es contemporánea del arte pro-ducido durante la Ilustración y sus límitescronológicos no son demasiado claros, puesla misma crítica musical ha considerado“preclásicos” a Bach y Händel, no ubicamuy bien a compositores como Lully, Ra-meau, Charpentier y Couperin (¿barro-cos?, ¿clásicos?), a quienes les tocó vivir laformación del espíritu academicista e ilus-trado francés y fueron contemporáneosde Corneille, Racine, la Poétique de Boileauy la fundación de la Academia Francesa dela Lengua; por otro lado, aun concediendoque clásicos son quienes compusieron en-tre 1700 y 1830, parecen quedar de ladolos compositores de la Escuela de Mann-heim (que ya no fueron barrocos) y no setoma en consideración la influencia delStürm und Drang en la música de Haydn yMozart, corto movimiento intelectualy artístico en Alemania que algunos hanquerido entender como un prerromanti-cismo y que, de alguna manera, inte-rrumpió brevemente el desarrollo “lineal”del clasicismo; que Beethoven y Schubert

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también pudieran ser clásicos ha sidomotivo de otras discusiones, pues no hanfaltado los comentaristas que ya los consi-deran románticos (o, en el caso del prime-ro, prefieren decir de él que es el últimoclásico y el primer romántico).

A nadie escapa que se habla de arteneoclásico, pero no se adjetiva de la mismamanera la música, y la razón salta a la vis-ta: lo poco que se conocía de las antiguascomposiciones grecolatinas no permitíaestablecer ningún parámetro para remitir-se a esquemas de la Antigüedad, como síocurría con casi todas las demás artes (conexcepción, tal vez, de la pintura): si se lepudo colocar la etiqueta de Neoclasicis-mo al arte producido durante un períodoque inició desde la segunda mitad del sigloXVII y llegó hasta un poco más allá del pri-mer tercio del siglo XIX, hubiera sido in-sensato hacer lo mismo con la música: enella se aspiró a componer de acuerdo conuna estética epocal, pero sin la intenciónde remitirse a modelos grecolatinos ine-xistentes. La adjetivación de clásico paradefinir la música compuesta durante eselapso sólo refleja una simetría de concep-tos, una pachorra crítica que pretendeenvolver con la misma etiqueta a cuantohaya sido contemporáneo: Goethe, Raci-ne, Haydn, Mozart, Boucher, Watteau,Versalles y Schönbrunn… desde esta bas-ta perspectiva, cuanto se encuentre en-globado dentro de ciertas fechas resul-ta (neo)clásico.

No está por demás recordar que lascategorías mencionadas poseen valor eu-ropeo, pero en Hispanoamérica las cro-nologías tienden a dislocarse. El Neocla-sicismo ingresó a España con la muerte deCarlos II, el hechizado: después del últi-mo Habsburgo español, Luis XIV tuvo laoportunidad de someter a España e impu-

so la nueva dinastía de los Borbones conFelipe V, lo cual afrancesó la cultura es-pañola y la llenó de Academias y repudiopor el Barroco. En México, la edificaciónde la iglesia de la Enseñanza Antigua seconsidera la última obra barroca, y esoocurrió bien entrado el siglo XVIII, cuandoen España ya no se toleraba ese tipo dearquitectura. Y si es cierto que el espírituilustrado puede apreciarse en el estilodieciochesco mexicano de todas las ar-tes, resulta difícil considerar que muerehacia 1830. Joaquín Arcadio Pagaza, elobispo poeta, natural de Valle de Bravo,murió en 1918 y, tal vez, con él desaparecióel último representante del neoclasicis-mo. De aceptar que éste invade a Méxicodesde 1760, con las primeras reformasborbónicas, la cronología neoclásica se di-lata en un horizonte que va desde ese añohasta 1920: ciento sesenta años de unacorriente que convivió con el Romanti-cismo, el Realismo, el Costumbrismo, elNaturalismo y el Modernismo… convi-vencias difíciles de pensar en Europa, consus secuencias tan ordenadas, consecu-tivas, incontaminadas.

Todo esto quiere decir que la colocaciónde etiquetas para definir horizontes cultu-rales no deja de ser un esfuerzo arduo yarbitrario: el espíritu neoclásico no arrancaen 1700 y no termina en 1830. Debe re-visarse lo ocurrido en Francia, en la segun-da mitad del siglo XVII, cuando el Barrocodominaba en otros países europeos yamericanos, y debe explorarse hasta 1920,por lo menos, con la muerte de Pagaza.Dentro del horizonte europeo, es cierto,se produjo una música distinta a la barro-ca, que exploró formas nuevas y distintasornamentaciones, y es cierto que Haydnpareciera representar una suerte de espí-ritu enciclopédico en música, pero es justo

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admitir que, al margen de los nuevos equi-librios que hayan explorado la música die-ciochesca y parte de la decimonónica, eladjetivo clásico para definir a este períodoha sido empleado como resultado de unamera simetría conceptual para igualarlo conla etiqueta otorgada al resto de las artesproducidas durante la Ilustración, pero nopor búsquedas inherentes a un arte que hu-biera perseguido la condición modélica delclasicismo, pues no toda la música clásicaposee un espíritu “de tranquilidad lúcida,de reposo y sencillez”, como lo demues-tra buena parte de la obra más importantede Mozart.

Que los riesgos de etiquetación son mu-chos, se comprueba con la multitud deprefijos para matizar los rubros: preclási-co tardío, postclásico temprano, neoclásicopostromántico (resulta extremadamentedivertido descubrir que un crítico de prin-cipios del siglo XX dijo de Richard Straussque era un compositor “neoclásico”); porotro lado, al escuchar a Rameau, CarlosFelipe Emmanuel Bach, Stamitz, Gluck,Boccherini, Haydn, Mozart, Beethoven ySchubert, se percibe una sustancia diferen-te a la música barroca, pero cabría pre-guntarse si el periodo que les tocó vivir co-mo compositores les dio la certeza teóricade eso que viajó de Servio Tulio a Ciceróna Aulo Gelio y a la Ilustración: los hizo sen-tir partícipes de un proyecto clásico del arte.

Si el adjetivo clásico resulta confuso en mú-sica para designar un período de su histo-ria, por no provenir de la crítica musicalsino de otros campos del arte, cuando seemplea para diferenciar la música “culta”de la “vernácula” sólo se convierte enfuente de mayores equívocos, confusio-nes y torpezas. Entendida la música clásicacomo toda aquella que goza de respe-

tabilidad y reconocimiento, documentadaen las historias del caso y analizada por suimportancia y calidad artísticas, indepen-dientemente del período al que se preten-da aludir, resulta que clásicos son desdePerotin hasta Olivier Messiaen, pasandopor Palestrina, Buxtehude, Purcell, Schu-mann, Puccini, Stravinski… además, la mú-sica antigua también se engloba en el adje-tivo, sin importar que haya sido cortesanao popular, pues en el rubro “música clásica”se amontonan Alfonso el Sabio, las dan-zas y canciones anónimas medievales y re-nacentistas, el canto gregoriano, la músicajuglaresca y trovadoresca, Tielmann Susa-to y John Dowland.

Hay una contradictio in adjecto: ¿por quéel término abarca tanto la música popularmedieval y renacentista, como la compues-ta por compositores “serios”, “profesio-nales”, y sólo a partir de cierto momentose establecieron diferencias terminológi-cas? Una respuesta es que todas las artes,después del Renacimiento, hacia el fin delos mecenazgos, comenzaron a sufrir unfenómeno de especialización simétrico alque la incipiente burguesía impulsó en otroscampos de las actividades humanas, comola filosofía, la ciencia y la tecnología. A esaespecialidad de los artistas, que comen-zaron a colocar su obra en el mercadocultural, se agregó una mayor concienciaevolutiva del lenguaje estético, la ideahistórica de que las cosas no permanecíaniguales ni inmóviles sino que cada autor,en cada obra, podía esforzarse por supe-rar lenguajes y logros previos.

Esta idea se acentuó notablemente enel Romanticismo y tuvo que ver con lacomplicación de los instrumentos, posibili-dades y lenguajes propios de las artes: nose trataba de que un artista fuera mejorque los anteriores, como si se tratara de un

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objeto tecnológico o una competenciadeportiva, sino de que pudiera llevar máslejos las capacidades formales y expresi-vas de su trabajo. Entre finales del siglo XVIIIy principios del XIX, esto propició un ale-jamiento cada vez mayor entre los autoresy su público. Es posible que alrededor deese “desencuentro” haya comenzado a ha-blarse de música clásica para diferenciarlade la otra, más accesible y fácil de asimilar.

La historia del arte muestra la maneracomo las complicaciones experimentalesy expresivas de los autores fueron provo-cando la separación comentada: en algúnmomento, Stendhal declaró: “mi obra serácomprendida dentro de un siglo”; y luego,Mahler: “mi día llegará”. La posteridad lesdio la razón: igual, las últimas obras deBeethoven no gozaron del favor popular,sino hasta años después, de la misma ma-nera que, en su momento, el Impresio-nismo pictórico fue condenado por críticay público. El fenómeno parece evidente,pero no es muy claro que el término clásicosea el mejor para distinguir ese tipo de mú-sica, y lo mismo ocurre con adjetivos comoculta y buena, pues parecieran sugerir quela otra es inculta y mala.

La palabra culto, que tiene que ver con“cultivo” y “cultivado”, con eso que se cui-da para que dé buenos frutos (intelectualesy artísticos, en este caso), no es un adjetivoexclusivo de la música, pero el de buena,con connotaciones tan amplias, resbaladi-zas y subjetivas, no es el idóneo. Para elcaso, musicalmente y en lo suyo, tan cultosfueron Francisco Gabilondo Soler, MaríaGrever y John Lennon, como Bruckner, CarlNilssen o Manuel M. Ponce; la diferenciaestriba, desde luego, en los frutos que die-ron sus respectivos cultivos; asimismo, noobstante la amistad habida entre JohannStrauss y Johannes Brahms, no faltará quien

se escandalice si se afirma que ambos eranigual de “buenos”. Lo eran, si se piensa ensu destreza musical, pero ambos dirigie-ron sus bondades hacia direcciones distin-tas, pues no sólo no parecen sino que noresultan igual de importantes An derschönen blauen Donau que Ein Deuts-ches Requiem.

Si en música existen muchas variantesterminológicas para definir sus diversasmanifestaciones, como rock, blues, jazz,bolero, flamenco, pop, ópera, lied, cuar-teto, sinfonía, ¿por qué no hablar sólo demúsica? Cuando en las demás artes se ha-bla de literatura, pintura o arquitectura, eladjetivo clásico remite a connotacionesprecisas: a un período concreto, a un au-tor particularmente consagrado, pero eltérmino no se emplea para diferenciar-las de las que no se consideran “cultas”o “buenas”.

Al pensar en música clásica como aque-lla que tiene un lugar en la historia del arte,según la sugerencia de Aulo Gelio, el tér-mino parece feliz, pero extremadamentegeneral; si el adjetivo se entiende como“modelo”, eso puede ser cierto, pero secorre el riesgo de la limitada categoriza-ción dieciochesca; habría que pensar quemúsica clásica es más la que cuenta con laurgencia del auditor, con esa misteriosa leal-tad que propone Borges, lo cual hace quetan clásico sea Sibelius como Los Beatles,Agustín Lara o Louis Armstrong. Además,en esa masa informe llamada música clá-sica tendrían que coexistir estaturas y ca-lidades dispares, pues junto a Franck,Wagner y Busoni habría que tolerar la con-vivencia de trivialidades como las de Me-yerbeer, Offenbach o Massenet, lo cualcorrobora la falta de matices en el adjetivo.Definitivamente, en la música clásica niestán todos los que son, ni son todos los

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que están; y no es la opuesta a la vernácu-la, sino la elegida y frecuentada instintiva-mente por la fidelidad y el gusto de lasdiversas generaciones.

Para resolver las difíciles cuestiones ter-minológicas, sugiero una nomenclaturaderivada del doctor honoris causæ que laUniversidad de Breslau otorgó a JohannesBrahms, el cual dice: “artis musicœ seve-rioris in Germania nunc princeps”, lo queresuelve la difícil traducción de “músicaclásica” al latín: musica severior.

HAYDN Y EL ENCICLOPEDISMO

La palabra enciclopedia (“educación cí-clica”), de origen griego, se encuentra em-parentada con encíclica (“circular”), pe-ro está lejos de aludir al mismo campo dereferencias: para los griegos, la enciclope-dia era un concepto que encadenaba alconjunto de nociones que debía poseer unhombre libre en su educación, quien, porprincipio, no debía ignorar nada de cuantole fuera concerniente. Sin embargo, la ideade enciclopedismo se remonta al esfuer-zo de Diderot y D’Alembert quienes edi-ficaron, junto con otros autores, el primergran diccionario enciclopédico del mun-do, la Encyclopédie ou dictionnaire raisonnédes sciences, des arts et des métiers, entreinta y cinco volúmenes publicados entre1751 y 1780, obra de gran influencia en elespíritu europeo y cuya contribución ayu-dó a desencadenar la Revolución Francesa,influencia superior a la de la Encyclopæ-dia Britannica, cuya primera edición fuede 1768.

Diecinueve años antes de los trabajosemprendidos por Diderot y D’Alembert,Franz Joseph Haydn nació en Rohrau; murióen Viena en 1809 y fue contemporáneo

de Bach y Händel, de Mozart, Beethoveny Schubert, así sea por mera coincidenciacronológica. Su trabajo como Maestro deCapilla del príncipe Esterházy le permitiófundar, ahondar, innovar y experimentar conmuchas formas musicales dentro de un es-píritu humanístico cercano al que Goetheejercía desde la literatura, el dibujo, labotánica, las ciencias naturales, la óptica yla filosofía. Mucho más horizontal que otroscompositores, su trabajo le permitió abor-dar casi todos los géneros considerados“clásicos”; su amistad con Mozart, duranteun intenso periodo de diez años, fue mu-tuamente influyente y creativa para ambosautores, no obstante la diferencia de eda-des y, asimismo, fue maestro de Beethovencuando éste se vio en la necesidad deperfeccionar sus nociones de contrapuntopara componer su primer ciclo de cuartetos,opus 16. Junto con Mozart y gracias a éste,perteneció a la logia “Estrella del GranOriente”, antes de que el estallido de laRevolución Francesa desatara una repre-sión continental contra la masonería.

Hablar de un espíritu enciclopedista enHaydn es suponerlo pleno habitante del si-glo XVIII, pero debe entenderse que dichoespíritu es absolutamente musical ya queél lo expresó en ese lenguaje. Una revisióndel vasto catálogo de su obra (aún incom-pleto), así como de los géneros abordadospor él, ya es indicio de su enciclopedismomusical; verificar la curiosa obsesión porcolocar títulos a sus obras permite asomar-se al deseo de jugar con lo enunciativo parasumarlo a la abstracción musical (no debeolvidarse que, todavía, Gluck considerabaque la música era una lujosa sirvienta deltexto poético): será difícil volver a encontraren otros compositores algún interés porponerle música a libretos con el título de Ilmondo della luna (1777), que recuerda los

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títulos de las obras de Cyrano de Bergeracy es complemento temático de los seiscuartetos para cuerdas opus 20, los llama-dos “Cuartetos del Sol”.

De sus cerca de ciento siete sinfonías,muchas de ellas cuentan con un título noprogramático, pues la idea de Haydn eraque sólo uno de los cuatro movimientos seasociara con él, humorística, seria o des-criptivamente. Al discernir una estructuraprogramática debe pensarse en títuloscomo el de “Pastoral”, para la Sexta deBeethoven; de “Fantástica”, para la com-puesta por Berlioz; o de “Doméstica”, parala de Richard Strauss, pues en ellas todo eltexto sinfónico obedece a un programa nomusical sugerido en el título: una serie deescenas campestres, una historia amorosay fantástica, o, como dijo el mismo Strausspara explicar su “Doméstica”: ‘encuentrotan apasionante mi vida en casa como lavida de Napoleón’. El programa supone unreferente discursivo y conceptual desarro-llado dentro de la música (no necesa-riamente imitativo), un deseo de concretartangiblemente la abstracción propia delhecho musical.

En el caso de Haydn, una muestra in-completa de sus títulos sinfónicos exhibe aun compositor dieciochesco regocijado alpretender decirle algo más a su auditor através de los títulos que agregaba. Comoejemplo, piénsese en veintisiete de sussinfonías (lo cual tan sólo representa el25.47% de su producción sinfónica co-nocida): 6, “La mañana”; 7, “El mediodía”;8, “La tarde”; 22, “El filósofo”; 26, “Lamen-tación”; 43, “Mercurio”; 44, “Fúnebre”; 45,“Los adioses”; 48, “María Teresa”; 49, “Lapasión”; 53, “La imperial”; 60, “El dis-traído”; 63, “Roxelane”; 64, “Temporamutantur”; 82, “El oso”; 83, “La gallina”;85, “La reina”; 92, “Oxford”; 94, “Sor-

presa”; 96, “El milagro”; 100, “Militar”;101, “El reloj”; 103, “El redoble de tambor”;104, “Londres”; “Del fuego” (1766–1768),“La caza” (1781), “El profesor”…

La idea de circularidad enciclopédica nodebe entenderse a la manera de una seriemonótona de catálogos o índices alfabéti-cos, como si se tratara de un diccionario,pues en la obra de Haydn tal circulación secumple por distintos caminos: en el nivelmás obvio, los títulos de sus sinfonías y otrasobras permiten que muchos públicos ha-yan podido asomarse a grandes trazos delo que era la vida cotidiana para espec-tadores y participantes del siglo XVIII (aris-tocracias, burguesías y proletariados):referencias pragmáticas, políticas, cos-tumbristas o “filosóficas” (entendida lapalabra “filósofo” en su sentido diecio-chesco: el adjetivo para una persona quepone su inteligencia en vivir la vida am-pliamente, tratando de interpretarla), demanera que osos, cacerías, milicias, relojesy alusiones mercuriales permiten el atisboa diversiones de gente rica, a sociedadessecretas, a invenciones mecánicas perfec-cionadas o al nombre de nobles relativa-mente conocidos por el universo austriaco;en esta dirección, la amistad juguetonaproducida entre títulos y lenguaje musicalsupone un recorrido por el ámbito del mun-do dieciochesco, mismo que, inevitable-mente, no desdeña las afinidades electivascuya responsabilidad es de Haydn.

En el nivel más profundo, el enciclope-dismo haydniano se manifiesta en sumanera tan natural de pasearse por todoslos géneros musicales y combinacionesinstrumentales que el falso clasicismo, enruptura con el Barroco, permitía a los nue-vos temperamentos estéticos. Si no fue elinventor de cada forma abordada por él,sus decisivas aportaciones lo convirtieron

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en creador de la sinfonía y el cuarteto decuerdas (los primeros recibieron el pudo-roso nombre inicial de “divertimentos”),desde una libertad dieciochesca que re-sulta extraña para el público contem-poráneo. La sensibilidad ilustrada podíacompaginar el humorismo y la ironía conla seriedad, la experimentación con la bús-queda de formas exactas, la mesura conatisbos de convulsiones emotivas… Tal vez,esa contradictoria serenidad del “(neo)-clasicismo” haga parecer tan extraño eseperiodo de la cultura: el siglo XVIII prohijó,por igual, amplios erotismos como los quese pueden palpar en la pintura de Bouchery Fragonard, novelas sentimentales comoManon Lescaut o experimentos de verda-dera anticipación como Tristam Shandy,de Lawrence Sterne; Jacques, el fatalis-ta, de Diderot; Las amistades peligrosas, deChoderlos de Laclos; o Justine, de Sade:surrealismo, nouveau roman, Cabrera In-fante y Cortázar no son poco deudores deesas inauguraciones.

El caso de Haydn, como el de otrosilustrados, ejemplifica sus paradójicasaptitudes: ese amable Voltaire musical (elcínico francés inventó la imagen de la man-zana cayendo sobre la cabeza de Newtonpara explicar la fulguración del genio aldescubrir una idea científica) aceptó lec-ciones de un salzburgués legendario. El 14de diciembre de 1784, introducido por elbarón Otto von Gemminger–Hombag,Mozart ingresó en la Logie zur Wohltatig-keit, de Viena, con el grado de Aprendiz;al año siguiente, ya era Gran Maestro. Gra-cias a su amor por la masonería, tambiéningresaron Leopoldo, su padre, en marzode 1785, y Haydn, el 11 de febrero delmismo año. Encerrado en el territorio delos Esterházy, casi impedido de viajar porAustria y Europa durante gran parte de su

vida (de no ser hacia sus últimos años,cuando pudo conocer París y Londres),Franz Joseph es lo más parecido a Kant,filósofo totalizador cuyo Universo parecearraigado en Könnigsberg, obsesionado porcomportamientos metódicos: esa ampli-tud “en cautiverio” provocó las críticas dela ambiciosa esposa del compositor, quienle reclamaba la futileza de unas experi-mentaciones que no parecían materializar-se en dinero y bienestar más abundantes.

Como muchos otros autores del sigloXVIII, Haydn fue un fruto de la lentitud, tanlongevo como Bach y Händel, pero a dife-rencia de ellos, sus obras maestras son másresultado de la perseverancia que del ge-nio. Frente a los prodigios de Mozart ySchubert, o frente a la insólita maduraciónde Beethoven, Haydn fue un Moisés tardíoque reveló los senderos de la Tierra Pro-metida a futuros y talentosos Josués: no lallegó a pisar, pero la intuyó, y en algo deeso radica su condición dieciochesca, portratarse de un hombre colocado entre va-rios mundos y dispuesto a fusionar, desdemuchos enfoques, posibilidades “raras”(ejemplo epocal sería ese poema deGoethe, dramático y novelesco, llamadoFausto). A la edad de la muerte de Mozarty Schubert, Haydn aún no había construi-do nada equivalente a esas precocidades;a la edad de la muerte de Beethoven, nohabía vislumbrado el abismo de una re-velación parecida, pero su trabajo resultófundacional y enciclopédico, así parezcamenos deslumbrante que el de sus céle-bres sucesores.

EL LLENO DE GRACIA

Borges, quien posteriormente lo tradujo yno negó la influencia que el escritor pra-

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guense ejerció sobre él, admitió haber leídoa Kafka, en alemán, durante su adolescen-cia ginebrina: no le gustó. También poste-riormente, admitió: “la maravilla pasó juntoa mí y no supe verla”. Que a un lector tancompetente como Borges le haya ocurridoeso parece atenuar los errores de perspec-tiva, prejuicio o ignorancia cometidos poraquellos que, en algún momento, han des-deñado a un autor o una obra: allá estuvoMiguel Ángel Asturias vilipendiando Cienaños de soledad, casi recién publicada esaobra mayor de la literatura hispanoame-ricana, o los muchos críticos mexicanos quese equivocaron con Pedro Páramo antes deque la novela fuera reconocida por el res-to de la crítica como piedra de toque de laliteratura mexicana del siglo XX. Tales erro-res de perspectiva lo hacen respirar a Unocon el tonto alivio de los extraviados des-pués de haber proferido opiniones erró-neas, aunque el alivio sea vano, pues enmaterias así sólo es Uno quien se pierdedel disfrute de obras y autores sometidosa prejuicios desdeñosos.

Ignoro si a una parte de mi generaciónle correspondió ser pretenciosa en cuestio-nes musicales, o tal vez fuéramos pesados–en el sentido kunderiano de la palabra–,pero cuando manifestábamos nuestrasopiniones en materia musical, recién aban-donada la adolescencia, lo frecuente eraque habláramos de Beethoven y Bach; talvez Mahler apareciera en boca de los másenterados o de quienes iban a los conciertosdirigidos por Eduardo Mata; los más van-guardistas se atrevían con Los himnos, deStockhausen, la música para piano de JohnCage o las densidades de Bruckner…Aparte de compartir la euforia por el rock,el jazz, el blues, la nueva trova y la músicasudamericana, mirábamos con displicen-cia cosas como Abba, Bee Gees y la música

disco, pues buscábamos la solidez en Who,el Jacques Loussier Trio y John Lee Hooker.Eran tiempos en que hablar de HermannHesse en la prepa y estar leyendo a Sartrepermitían diferenciaciones entre Nosotrosy Ellos, lo In y lo Out, lo Profundo y lo Su-perficial, pues traer Demian bajo el brazodejaba suponer que, por lo menos, Uno es-cuchaba los últimos cuartetos de Ludwigvan y apreciaba Quadrophenia. Eran tiempos.

En ese contexto no parecía haber cosamás ridícula que la música de Haydn, unpeso pluma, autor de sinfonías bobaliconascon títulos como La Gallina, El Reloj o LaSorpresa, obras sin densidad que difícil-mente competían con la Novena (la deBeethoven, of course) pues, para colmo,no había nada memorable (nada, por “és-ta”) en el resto de su obra. Qué difícil eratener dieciocho años en los años setenta:Uno se atrevía a despreciar, más que aHaydn, a Mozart, bajo sesudos análisis don-de se demostraba que la dudosa fama delsalzburguense era como la de Abba, iguali-ta, pues su música era simplista; las melo-días, ramplonas; y, lo peor de todo, eradueño de un facilismo dirigido hacia laproliferación, además de que “eso de serniño prodigio es una babosada”: no hay ma-nera de saber quién es peor, si Chaikovskio Mozart, “me cae, nada más oye la Peque-ña serenata nocturna”, una verdadera ma-mada (tal vez la erudición mozartiana seredujera a un par de serenatas, danzas ale-manas y obra de salón, pero no importabala ignorancia del resto): Mozart era ligero,insoportablemente leve. No cabe duda,qué difícil era tener dieciocho años durantelos setenta.

Y ocurrió que Uno iba a la Facultad yviajaba alrededor de las nueve de la maña-na para llegar a clases los martes y jueves,días en que se ofrecían programas con obras

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concertísticas en XELA, la estación radio-fónica donde todos abrevamos en música,autores y repertorio cuando lo “clásico” noera de fácil acceso. Uno viajaba en cochecon amigos que compartían los luminososprejuicios descritos líneas arriba y XELA,alevosamente, soltó una obra inesperada,un concierto para piano, pero habíamossintonizado el programa después de suinicio. Si el primer movimiento era de unabrillante seriedad, el segundo resultaba deun lirismo diáfano pero denso y conducía afronteras espirituales inesperadas en con-ciertos para piano. Después del elegantí-simo final del segundo movimiento, entono menor, llegaba el tercero, radiante ydescomunal. Cuando nos preguntábamosqué había sido eso, la voz del locutor nosinformó del concierto 23, de WolfgangAmadeus Mozart: era Mozart y la músicahabía descendido sobre nosotros.

Toda obra aguarda a su público, a vecesbajo la azarosa manera de un hallazgo ra-diofónico; otras, a la vuelta de una madu-ración personal que auspicia la posibili-dad del encuentro. Puede ocurrir que librosengullidos durante la infancia, como losde Salgari, no resistan una relectura veinteaños después, al contrario de los de Verne,pero cajas chinas como Las mil y una nochesnunca terminarán de atrapar la curiosidadde cualquier lector, en cualquier edad, nosólo porque superan el caprichoso encajo-namiento de literatura “infantil” sino porqueson una muestra de lo que Forster conside-raba la fascinación producida por el relato:aquello que no cesa de atizar la curiosidaddel espectador y su deseo de saber másacerca de los hechos contados en el mismo.

¿Por qué auditores llenos de postroman-ticismo desdeñábamos a Mozart? Por unapetulancia no exenta de ignorancia juvenil.El encuentro con alguno de los muchos

Mozart que es Mozart podía producirsemediante las danzas y divertimentos, obrascircunstanciales condenadas por quienescreían que la música se mide exclusiva-mente desde la densidad de las nuevesinfonías mahlerianas o brucknerianas, cá-nones donde parece elevarse una cate-górica reprobación de las “frivolidades” delsalón (no ajenas a Beethoven, Schubert yBrahms, por cierto). Bajo el agobio de unapesadez conceptual, propia de la ado-lescencia, eran reprobables los guiñosofrecidos en el gusto por la danza, en elcoqueteo de una reunión informal y en lasirreverencias propias de la levedad del sery el gusto por la vida. ¡Qué fácil era ignorarlo difícil que era la escritura de la Sonatafácil, para piano! ¡Qué difícil creer que laencantadora audición de esa sonata mo-zartiana surgiera de una compleja elabo-ración musical!

La crítica y el público del arte tienden aesculturizar a un artista y reducirlo a ungesto, como el sombrero de Sabina, en Lainsoportable levedad del ser, o como aRimbaud envuelto en su feroz adolescen-cia. Para el público puede ser arduo romperla cáscara escultórica en que se conviertenun artista y su obra para conseguir lo másimportante: el disfrute de la obra y el diálo-go con el autor, pues sólo se aprende aquerer a éste a través de su legado, no porlos metatextos que lo rodean. Si Mozartdescendió a ti con el Concierto 23, no tesorprenderá descubrir que es en sus con-ciertos para piano donde se encuentran suapuesta lírica más personal y su pesquisaconstructiva en el orden sinfónico, no enlas sinfonías, de las cuales sólo las últimassiete manifiestan el interés que el génerocomenzaba a despertar en ese salzbur-gués dispuesto a conquistar Viena de ma-nera más contundente que los turcos.

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Mozart era alburero, buen amigo y ojoalegre; disfrutaba la vida social, le gusta-ba Constanze y el amor con otras mujeres;en muchos sentidos era glamorosamentedieciochesco y, en otros, tenía el ojo pues-to delante de su tiempo (el de Forman, enAmadeus, sólo es uno de los posibles Mo-zart). Componía para ser querido y deseabahacer felices a sus amigos con la música,era masón y creyente, serio y festivo, niñoprodigio y adulto en apogeo: era imprevi-sible y estaba tan lleno de sorpresas comosu amor por la vida en pleno 1791.

Puede pasar que estés en una reunióndonde se quiten el papel de aluminio y elalambre que protege el gollete de unabotella de champaña. Alguien recuerda demanera casual a Mozart y comenta algoacerca de los muchos Mozart en Mozart.No sería extraño si, en ese momento, elcorcho saliera disparado sin intervención deninguno de los presentes y cayera rodan-do por ahí, en el escote de alguna de lascomensales o en la cabeza del más reacioa entender los milagros. Sin lugar para lassorpresas, la maravilla acaba de llegar conustedes y Mozart se ha incorporado a lafiesta, divertido con esa travesura.

Lo que sigue es conversar con él y es-cuchar algo suyo, poner un disco compac-to con algo de su música de cámara, desus conciertos para piano y, ¿por qué no?,uno de los divertimentos o la Serenata 10,en si bemol mayor, “Gran partita” (en lamisma tonalidad que una de las sonatasmayores de Schubert), para entender deuna vez por todas que la mano maestra semanifiesta en cada trabajo, en el postre ola botana, en el plato fuerte y la sopa.Mozart se sienta junto a ti y platicará con-tigo. Sirves la champaña y todos brinda-mos por la felicidad del locus amenus, un

paraíso posible gracias a la intermediaciónde Mozart, nuestro amigo.

“Creo en Dios Padre, en Mozart y enBeethoven…”, dijo Wagner en su Credopersonal, cuando fundaba sus ideas enobras ensayísticas a la vez provocadoras yvisionarias. En esa creencia deslizó unapeligrosa divinización del ser artístico, ca-si inherente de los mundos romántico ypostromántico, iconoclastas en un sentidoy propensos a monumentalizar a los iconosde su gusto. De las afinidades electivas deWagner (más cercano a Beethoven que aMozart, me parece) puede deducirse unsíntoma fascinante del compositor salz-burgués: su capacidad para seducir hasta alos más reacios y la posesión de un auradonde se supone la absoluta universalidadde su obra (que si su música es la másadecuada para los bebés nonatos, que sies la que más fácilmente escuchan losniños, que si es la que supera fronteras detiempo y espacio y es capaz de ser acepta-da por africanos, chinos y europeos, que sirelaja y cura… Todo lo cual se dice sin tomaren cuenta la lucha, hasta el fin de su jovenvida, por el reconocimiento de una ca-pacidad que muchas veces le fue negadapor intrigas cortesanas, la incipiente buro-cracia cultural o la falta de alcances in-telectuales del público vienés).

Ahora que la obra de Mozart perteneceal Cánon de Occidente es difícil suponerque le ocurriera lo mismo que a casi todoslos artistas: esforzarse para ser reconocidocuando decir “Mozart” sólo era un grupode sonidos indiscernible de López o ¿có-mo dijo usted que se llama? Ahora, decirel Nombre es “entender” los juegos, reco-nocer la peculiaridad ornamental y sabereruditamente acerca de los instrumentoselegidos por el autor dieciochesco, y es ex-traño suponer que alguna vez Salieri hubiera

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parecido superior a él, como Ludwig Spohra Beethoven. La obra de Mozart, en susinicios, salvada la pesadez de la imagen deniño prodigio fomentada por Leopold, supadre, nunca vio que por ella se elevaranlos espíritus ni se produjera la unánime luzpara quienes fueran tocados por su trascen-dencia. La fama posterior sugiere la ma-gia en cada nota mozartiana pero, como alos enanos, a Mozart también le corres-pondió empezar desde pequeño la cons-trucción de un lenguaje propio y adecuarloa las necesidades de su temperamento,de eso que el Romanticismo entendiócomo el “genio”.

Una lectura más atenta de Mozart dejaentender cómo ocurrió que se agregaranelementos extramusicales a la cristaliza-ción personal de un estilo (su condicióninnata para la interpretación desde lainfancia; la anécdota del hombre de grisenviado por el conde von Walsegg, plagia-rio profesional, que encargó al autor madurosu obra más lírica –una misa de muertos,su propio réquiem– y el hecho de quenunca hubiera corregido ningún manus-crito), a la cristalización de una manera que,en Alemania y Austria, se venía desarro-llando desde la Escuela de Mannheim, sinser ajeno a cuanto se hacía en Italia yFrancia. Mozart tomó un camino de losposibles a su alcance (no fue Boccherini,no fue Haydn) y, en ése, alcanzó una vozpersonalísima y tuvo descendientes ilus-tres, pero nunca fue ni más ni menosdieciochesco que los demás: sólo fue ex-tremadamente Mozart, así pasara por elStürm und Drang, como Haydn, y por lasráfagas afrancesadas e italianizantes quesoplaban por las calles de Viena.

(¿Cuál es la mejor de sus obras? ¿Estápor encima de Bach, Beethoven y Brahms?¿Influyó en Stravinski y Penderecki? Intuyo

dónde está lo mejor de su obra y no estoyseguro de que alguien se coloque porencima de los demás; tampoco me interesasi influyó en Penderecki o Schumann, sinopor haber sido Mozart.)

De Mozart he leído muchas de sus bio-grafías, he revisado abundante crítica so-bre su obra y he frecuentado su músicadesde que encontré mi camino a Damascoa bordo de un auto que me llevaba, juntocon otros amigos, a la Facultad de Filosofíay Letras. Allí entendí que gracia es belleza,autoridad y buen gusto (no, por cierto, enel sentido dieciochesco del término), co-mo el de los mejores vinos, y que provocagratitud y reconocimiento. También supeque, como la Virgen María, Mozart está lle-no de gracia. No lo conocí personalmen-te, pero lo conozco mejor que a muchaspersonas con las que me he resignado atropezar cotidianamente en la vida; no fuisu amigo en Viena: lo soy en México por laintermediación de su música y desde aquí,entre las zozobras de un mundo cada vezmás confuso, sé que nos saludaremos comoviejos conocidos cando nos encontremosen alguno de los senderos bifurcados deeste Jardín misterioso.

MOZART Y LA NOVELA MOZARTIANA

No obstante ser uno de los compositoresconspicuos del periodo ilustrado, Mozartestá envuelto en leyendas que no dejanver a la persona detrás de la obra ni a laobra dentro de la tradición donde se ins-cribe: la precocidad, su carácter alegre ydesenfadado, el tumulto de las compo-siciones, la misteriosa persona vestida degris que le pidió un réquiem, la enfer-medad, la temprana muerte inexplicable yel entierro en una fosa común, sirvieron

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para que la personalidad de Mozart salie-ra de los trasfondos de una vida normal yse inscribiera en lo novelesco bajo el auradel genio.

Muchos dirán: “la vida de Mozart no fuenormal”; si se piensa en su condición innatapara la música, las calidades de su preco-cidad, inteligencia y talento, así como larápida maduración de su expresividad co-mo autor, es seguro que no, pero se tratade la vida de una persona dedicada a ejer-cer un oficio por el que buscaba prestigio,dinero y estabilidad; de alguien que quisoser feliz, se casó, tuvo hijos, luchó contralas intrigas de los colegas, el desdén de lospatrones y la figura autoritaria del padre;que padeció deudas desde su matrimoniocon Constanze y pretendió consolidar susituación financiera obteniendo trabajo fi-jo, arriesgándose a colocar su obra en elmercado mediante la organización de “aca-demias” (audiciones de obra personal quepermitía a los compositores la casi totalrecaudación de la taquilla); que enfermóy murió.

Lo excepcional en Mozart es el valor ytrascendencia de su obra, que convoca eldeseo de mirar al autor e interpretar su bio-grafía: caer en el error de que la vida detodo genio es apasionante, genera sobre-saltos casi inexistentes en las de, porejemplo, Stevenson, Cézanne y Shosta-kovich: las venturas y desventuras demuchos fueron intelectuales, pues no todostuvieron historias cinematografiables co-mo la de Wilde. ¿No se sublima una vidacomún desde el espejo del acto creativo,como con Kafka, cuya obra, igual que la deMozart, nos hace revisitar la vida del autor?

Convocar a Antonio Salieri (Legnano,1750–Viena, 1825), quien melancólica-mente llega a nosotros desde las escasasgrabaciones y las noticias biográficas, ayuda

a mirar a Mozart. Cuando éste se instalóen Viena, en 1781, llegó precedido por unajusta fama, después de haber roto surelación laboral con Colloredo, príncipe–arzobispo de Salzburgo; antes, infructuo-samente, había buscado un puesto enalgunas cortes europeas. Salieri, seis añosmayor, intrigó contra Mozart, a quien consi-deraba un rival peligroso, pero esa conduc-ta era usual entre competidores. Compararlo que Mozart y Salieri produjeron en el te-rreno de la ópera durante la parte final deesa década, la última de Mozart, es cons-tatar el olvido del autor de Legnano:mientras el salzburgués compuso sus ópe-ras mayores con un dotadísimo instintoteatral, Le nozze di Figaro (1786), DonGiovanni (1787), Così fan tutte (1789), DieZauberflöte (1791) y La Clemenza di Tito(1791), Salieri escribió las ya arrumbadas yherrumbrosas Prima le musica e poi le pa-role (1786), Les Horaces (1786), Tarare(1787) e Il pastor fido (1789).

Salieri se dedicó a la docencia, actividadque Mozart no tuvo mucho tiempo paracultivar, tal vez en el ejercicio del dictumgoethiano: “el que sabe hacer una cosa, lahace; el que no sabe, la enseña”. Entre losalumnos del primero se contaron Beetho-ven (1792), quien le dedicó las tres Sona-tas para violín y piano, op. 12; Franz Schubert(1813) y Franz Liszt (1821). Treinta y dosaños después de la muerte de Mozart,durante un ataque de locura, Salieri se de-claró culpable del envenenamiento de su“adversario” y, a punto de morir, repitió lamisma ocurrencia. Cuando comenzó eldeterioro final, Mozart dijo que “alguien lohabía envenenado”, pero no se sabe que,antes de las dos declaraciones de Salieri,los vieneses ni Constanze hubieran sospe-chado de éste como asesino de su colega:la viuda del compositor se metió entre las

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sábanas donde murió Wolfgang para con-tagiarse, pues creía que la causa del fa-llecimiento había sido una enfermedadinfecciosa; sin embargo, aunque Mozart ySalieri compartieron Viena durante diezaños, la leyenda se había desatado: ante lainexplicable muerte del primero, las pala-bras de Salieri llegaron hasta el poeta rusoAlexander Pushkin, quien, sin saber mayorcosa de ambos compositores, escribió en1830 el drama versificado Mozart y Salieri,parte de su ciclo de cuatro “pequeñas tra-gedias” (cuya tema central es el crimen deCaín), que luego inspiró la ópera homóni-ma de Rimski–Kórsakov (1898).

Haydn inició una honda amistad conMozart en 1781, marcada por la mutuaadmiración, pero no detestó particular-mente a Salieri; en la correspondencia yobra de Mozart resulta más estimulante lafigura del compositor de Rohrau que las po-sibles diferencias con el de Legnano, puesen una carta fechada en septiembre de1785 le dedica los Cuartetos 14-19,conocidos como “Haydn” (que incluyen“La caza” y el “De las disonancias”), cuyoinicio es el siguiente: Un padre, habien-do decidido enviar a sus hijos al gran mundo,estimó que debía confiarlos a la proteccióny conducta de un hombre muy célebre, elcual, por fortuna, además era su mejoramigo. He aquí, pues, igualmente hombrecélebre y queridísimo amigo mío, a mis seishijos… Cuando Mozart murió, el 5 dediciembre de 1791, Haydn se encontrabaen Londres, contratado por el empresarioJohann Peter Salomon. En abril de 1791,Haydn ya había incluido en el Finale. Vivacede la Sinfonía 95 un desarrollo temáticobasado en el último movimiento de laSinfonía “Júpiter” (1788); cuando se enteróde la muerte de su amigo, compuso el

Adagio de la Sinfonía 98, empleando comotema principal el Andante cantabile de laSinfonía 41, con una alusión al himno inglésen el primer sujeto de la frase de apertura:“Dios salve al Rey”, homenaje nada in-consciente para el difunto.

El 14 de diciembre de 1784, Mozartingresó a la logia Zur Wohltätigkeit de Vie-na (“De la beneficencia”), con el gradode Aprendiz. Fue introducido por el BarónOtto von Gemminger–Hombag, a quienconoció en Mannheim. Mozart dijo en suscartas que componía para ser querido y darfelicidad a sus amigos, que había encon-trado en la masonería un remanso de paz ylibertad no experimentados en la décadaanterior ni en su relación con los aristó-cratas. Las reuniones eran para él un lugarde opinión libre y encuentro con sus com-pañeros de logia, con quienes se sentía enun ambiente de igualdad y respeto; suentusiasmo fue tal que, en poco tiempo,llegó a ser Maestro e invitó a su padre y aHaydn, a quien introdujo personalmente,si bien no estuvo presente en su iniciaciónpor hallarse en la Mehlgrabe de Viena, es-trenando su Concierto para piano 20, K.466, el que más apreciaba Beethoven ypara el que éste compuso las cadencias delprimero y tercer movimientos.

Aunque la vida le deparó ser masóndurante sólo siete años, Mozart compusoun respetable corpus con ese signo, dondesobresale la Música funeral masónica, K.479; asimismo, la influencia de la simbo-logía masona se refleja en algunos proce-sos estructurales que Mozart empleó converdadero ingenio: en el K. 479 aprovechóel tritono, que más tarde emplearía en elRequiem. Como en la masonería es signi-ficativo el número 3, Mozart lo usó en variasde sus obras: en Die Zauberflöte aparecen

APUNTES PARA DESCUBRIR A MOZART DENTRO DE LA MÚSICA “CLÁSICA”

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tres acordes mayores en la obertura, treshadas, tres niños que conducen al prota-gonista por el bosque, tres instrumentosmágicos, tres pruebas, tres cualidades delprotagonista, tres templos; igualmente, elempleo de los trombones es un guiño ma-sónico en la citada Música funeral, en laMisa en do menor, K. 417a y en la últimaescena de Don Giovanni.

Mozart fue admirado y respetado por latradición posterior, pero eso no significó unacabal comprensión de su personalidadmusical. El siglo XIX, tan dado a moderni-zarlo todo, transcribió la música claveci-nística de Bach al piano (innovación inevi-tablemente schumanniana), corrigió lasorquestaciones de Mozart y eliminó re-peticiones (tal vez, la música de cámarafue la que menos daño sufrió por causa deesos procedimientos). Las modernas inter-pretaciones filológicas son relecturas paraacercarse a la fuente original y a un sonidocercano a lo que Mozart escuchó y conci-bió, lo cual se opone a los ímpetus arbi-trarios de directores como LeonardBernstein: una de sus versiones del Re-quiem es contraejemplo de lo que debehacerse en música (el prolongado amenfinal en deminuendo más parece el finalde una canción rocanrolera en fade out queuna verdadera interpretación mozartiana).

Beethoven permite apreciar otras dife-rencias. Mozart incluía en sus obras ope-rísticas acentos eróticos y compuso uncanon al que tituló, citando a Goethe: “Leckmich im Arsch” (“Lámeme el culo”), en unalarde de desenfado y humorismo diecio-chescos. Beethoven conoció a Mozart alos dieciséis años, durante el invierno de1786. Fuentes no confirmadas (recuérdeseque, desde Anton Schindler hasta RomainRolland, se tuvo la costumbre de reinventar

constantemente la biografía beethove-niana) dicen que Mozart, después de es-cuchar a Beethoven, exclamó: “escuchena este joven, que alguna vez hará ruido enel mundo”. Si Beethoven hubiera muertoa la edad de Mozart, en 1805, sería un buencompositor de segunda línea, pues habíaescrito muy pocas de sus obras importantes:la Sinfonía 3, las Sonatas “Pathétique”,“Claro de luna”, “Appassionata” y “Kreut-zer”, más los Cuartetos op. 18. AunqueBeethoven parece haber guardado unaprecio cariñoso hacia Mozart, nunca leperdonó haber dedicado su talento a com-poner música para un tema licenciosocomo el de Don Giovanni (la comparaciónentre los argumentos de ésta y Fidelio eselocuente). Si el juicio de Beethoven chocapor moralizante, el de Wagner, expuestoen La poesía y la música en el drama delfuturo, lo es por nacionalista: ni en Gluck,Mozart ni Beethoven reconoce antece-dentes de la ópera alemana, sino en vonWeber, autor prolífico e inocuo, salvo porDer Freischütz…

Entre 1791 y 1831, Süssmayr concluyóel Requiem, K. 626, bajo indicacionesespecificadas por el compositor; Haydnmurió en Viena en 1809; Constanze, atentaal legado musical de Wolfgang, conviviócon Georg Nikolaus Nissen en 1798, se casócon él en 1809 y enviudó por segunda vezen 1826; Karl Thomas y Franz Xaver Wolf-gang, los hijos de Mozart, se mostraronincompetentes para la música y murieronsin descendencia; Beethoven concluyó elperiodo ilustrado en música, junto conSchubert, entre 1827-1828; el olvidadoSalieri unió su nombre al del composi-tor salzburgués inventando la historia delenvenenamiento, con bastante éxito: gra-cias a eso, muchos conocen el nombre de

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Salieri; Pushkin recogió el mensaje y loplasmó en una pequeña obra de teatro; lacrítica y los compositores posteriores re-conocieron la grandeza de Mozart y, parale-lamente, comenzó a escribirse la novelamozartiana…

Se quiere a Mozart porque la audiciónde su obra conduce a la biografía: dejemosla novela para viajar a la música, de la ma-no de Ludwig van: O Freunde! Nicht die-se Töne…!!

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LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LACIENCIA MODERNA Y EL NACIMIENTO DELA SOCIOLOGÍA

ara tratar de examinar el itinerario inte-lectual de la sociología como disciplinacientífica de una manera que pueda ser sig-nificativa para las nuevas generaciones, serequiere de un trazo mínimo de las coor-denadas espacio/temporales en las quesurge y se desarrolla esta ciencia, así co-mo una mención, así sea breve, de los su-puestos implicados en esta reconstruc-ción/rememoración.

Toda disciplina científica implica un ob-jeto, lugares, instituciones, un reclutamien-to, un oficio, formas de socialización intelec-tual, ciertos procedimientos y una literaturaque funge, en conjunto, como un patrimo-nio común de conocimiento a partir del cualse construye su identidad.1 Justamente talpatrimonio es el centro de los procesos detransmisión intergeneracional de conoci-miento que están implicados en la forma-ción institucionalizada de los nuevos soció-logos. Los practicantes de las disciplinas

Margarita Olvera Serrano*

LA SOCIOLOGÍA, EL PASADO, EL PRESENTEY SU SITUACIÓN CONTEMPORÁNEA

Departamento de Sociología, UAM-A.Michel De Certeau, La escritura de la historia.

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científicas tienden a conformar comunida-des de conocimiento que comparten ele-mentos a partir de los cuales definen elespacio de lo pensable, comprenden su so-ciedad y su propia historia. Paralelamente,van construyendo un campo intelectual enel que circulan un conjunto de tradiciones,de ideas a través del discurso oral, de tex-tos, de ciertos soportes materiales para ellos(artículos, libros, pantallas, etcétera), así co-mo de normas culturales específicas paracada uno de estos campos. Todo esto seencuentra inmerso en redes interactivas,en sistemas de sociabilidad intelectual ypolítica a través de las cuales las comuni-dades de conocimiento establecen sus prác-ticas, definen los objetos de investigaciónque resultan (en determinados momentos)significativos, distinguen lo propio de lo aje-no, buscan seguridad ética y política, asícomo reconocimiento material y simbólico.

Se parte también del hecho de que unode los rasgos típicos del conocimiento cien-tífico contemporáneo –tanto en las cienciasnaturales como en las histórico-sociales–es la proliferación de especialidades, desectores acotados de la realidad que soninvestigados en profundidad. La especiali-zación es un proceso continuo y la historiade la ciencia muestra que un alto grado de

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diferenciación temática ha sido condiciónpara el progreso en cada campo del saber.2

La especialización del conocimientoofrece fuertes ventajas: el grado en que elconocimiento científico ha logrado deve-lar la lógica empírica del mundo difícil-mente hubiese sido posible de otra ma-nera. Sin embargo, la especialización, alexigir gran cantidad de tiempo para unaformación académica sólida, para consumirla abundante literatura, para la resoluciónde los problemas teóricos, metodológicosy empíricos que implica la investigación,obliga necesariamente a la desatención deotros campos y dificulta el acceso a la con-sideración de la especialidad dentro delconjunto de la ciencia y la cultura moder-nas.3 La sociología contemporánea es unsaber especializado que comparte tam-bién estos rasgos y prácticas, como lo sa-be cualquier estudiante de esta disciplina.Pero siendo éste un carácter típico de laciencia contemporánea, las sociales tie-nen sus propias peculiaridades al respecto.

En general, las especialidades de la cien-cia natural comparten una especie de troncocomún que posibilita cierta comunicaciónentre los diferentes sectores de una disci-plina. La situación es distinta en el caso delas ciencias histórico-sociales que, en vir-tud de las diferencias teóricas, metodo-lógicas e incluso ideológicas que segmen-

tan a los investigadores y practicantesprofesionales de esta disciplina, suelen te-ner poco en común.

Las especialidades se estructuran bajo lainfluencia de estos elementos y muchasveces este peso es mayor que el de las di-ferencias de “objeto”, por decirlo rápida-mente. Por ejemplo, si un sociólogo recurreal estructuralismo, otro a la hermenéuticay uno más piensa que la investigación na-da tiene que ver con a-priori o supuestosteóricos, sus posibilidades de comunica-ción son casi nulas, a pesar de que para to-dos ellos el estudio de la vida social es elobjeto central de su quehacer. Además,suele ocurrir que se piense que la propiaperspectiva es más pertinente que las otras,a las cuales tiende a descalificarse o sim-plemente ignorarse.

Esta práctica oculta el hecho de queaquello que tomamos como objeto de co-nocimiento es resultado de procesos de se-lección que tienen, indudablemente, unafranja de arbitrariedad; que son entidadesque reordenamos, clasificamos, explicamoso comprendemos desde una perspecti-va, desde una ubicación espacio/temporalespecifica que delimita nuestras posi-bilidades de “ver”.

En este sentido, algo deseable en lasprácticas disciplinarias contemporáneas se-ría la conciencia de la propia situación, dela propia posición en el espectro ampliode las posibilidades analíticas de la socio-logía como disciplina, así como de una aper-tura potencial a aquellos marcos explicati-vos que han quedado excluidos de nuestrohorizonte a través de los procesos de se-lección mencionados antes. En otros tér-minos, es necesario tomar nota de la rela-tividad (que no relativismo) del conoci-miento que tratamos de generar.

El término especialización es poco preciso. Sinembargo, es posible acotar por lo menos tres desus significados: a) proceso de adquisiciónde un amplio rango de habilidades, muchas ve-ces tácitas, que difícilmente pueden catalogar-se sistemáticamente y cuya finalidad es la pro-ducción de conocimiento intersubjetivamenteválido; 2) un campo particular en el contexto deun mapa racional de conocimiento, y c) comovocación personal asociada al desarrollo de unacarrera. Cf. John Ziman, Knowing everythingabout nothing.Jacques Monod, El azar y la necesidad.

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LA SOCIOLOGÍA, EL PASADO, EL PRESENTE Y SU SITUACIÓN CONTEMPORÁNEA

La vida académica ofrece cotidianamen-te ejemplos de esta ausencia de comu-nicación. Frecuentemente los miembrosde un mismo departamento o institutotienen intercambios intelectuales limita-dos o francamente inexistentes. Si ademástomamos en cuenta que los sociólogosconforman comunidades imaginadas (enfunción de las referencias compartidas),diferenciadas, múltiples que, además, seubican en posiciones diferenciales en tér-minos de reconocimiento, prestigio, re-cursos materiales y simbólicos, influencia,poder, acceso a los medios de comunica-ción oral y escrita más importantes de ladisciplina, etcétera, tenemos más elemen-tos para entender sociológicamente losproblemas de dispersión y fragmentaciónque enfrenta nuestra disciplina.

En fin, si bien uno de los efectos inde-seados de la especialización es el incre-mento de las posibilidades de fragmen-tación, también es cierto que en lainvestigación histórico-social existe la ten-dencia a recurrir cada vez en mayor me-dida a los patrimonios intelectuales deotras disciplinas, con lo cual la especia-lización se combina con un proceso de hi-bridización cognitiva que supone unaapertura potencial a campos que rebasanampliamente las fronteras de las cienciassociales. Pero ¿cómo llegaron las discipli-nas científicas a la especialización?

La ciencia se especializa sobre todo a fi-nales del siglo XIX. La situación de diversi-ficación del conocimiento científico quemuestra este siglo puede apreciarse en con-traste con la que impera en el siglo XVII,punto de arranque definitivo de la cienciamoderna bajo el sistema newtoniano. Enesta época, la ciencia es una actividad no es-pecializada, ejercida libremente por sacer-dotes, monjes, aristócratas que trabajan in-

dividualmente y no forman un grupo socialreconocido. La ciencia es, en ese entonces,una actividad escasamente diferenciada.

La fundación de la Royal Society en 1662es considerada por la mayoría de los his-toriógrafos de la ciencia como el puntode partida de la conformación de comu-nidades científicas (sociedades eruditas,academias) autogobernadas, alrededor delas cuales la comunicación científica seconforma y consolida. A partir de la exis-tencia de estas comunidades, la cienciamoderna tiende a considerarse una acti-vidad organizada que procura formulasefines prácticos.

Como señala Robert K. Merton, recono-cido sociólogo e historiador de la ciencia,desde un principio, los miembros de la Ro-yal Society se preocuparon por justificar susactividades (ante la corte y el público pro-fano) y en cuanto pudieron trataron demostrar los resultados prácticos de sus tra-bajos.4 Con ello se impulsa un proceso deextensión de las comunidades de cono-cimiento que serían, simultáneamente,factores e índices de las transformacionessocietarias que condujeron, dicho retroac-tivamente, a las sociedades modernas.5

Bajo estas coordenadas, en el Siglo delas Luces se amplía y universaliza el idealtécnico y se atribuye omnipotencia a larazón analítica, conjugando el ideal baco-niano de una ciencia organizada por la ferevolucionaria con el de una ciencia quereformaría el sistema social en su conjunto.Se pensaba que, si a los avances de laciencia natural había sucedido un progre-so material, a la aplicación de los principios

Robert K. Merton, La sociología de la ciencia.Para un extenso estudio histórico sobre la lentaemergencia de estas comunidades del saberen los siglos anteriores puede verse: DanielBoorstin, Los descubridores.

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de aquélla al examen de la historia y la so-ciedad, seguiría un progreso moral. Estasexpectativas contribuirían, un siglo mástarde, a que la historia y la sociedad se con-virtiesen en objetos de conocimiento bajoclaves positivistas.

La universalización de las concepcionesnaturalistas implicó la institucionalizaciónde la búsqueda de conocimiento útil ba-sado en explicaciones causales, y esto lle-vó asociada la necesidad de un saber cadavez más específico acerca de los objetos ylas leyes empíricas haciendo que la inves-tigación tendiera más a la diferenciación.El siglo XIX es el siglo de la especializa-ción, fundamentalmente como un princi-pio de división y organización positivas deltrabajo en la ciencia, alrededor del cualsurgen las modernas divisiones disciplina-rias en las ciencias naturales, así como enlas histórico-sociales.

En este siglo la ciencia crece y se aca-demiza. John Ziman señala que es suma-mente difícil estimar la cantidad de perso-nas que para ese tiempo contribuían a lainvestigación científica, ya que las listas es-tán incompletas, pero estima que debió dehaber ascendido a varios miles. Sin em-bargo, algunos datos parciales dan ideade cuán grande fue el incremento cuanti-tativo de la investigación: se estima quehacia 1870 existían en Europa aproxima-damente alrededor de diez mil revistaseruditas.6 De hecho, el crecimiento de laimportancia de la actividad científica enla sociedad había alcanzado un grado tal,que surgió la necesidad de un nombre es-pecífico para referirse a la gente que sededicaba a la ciencia. El nombre propues-to fue el de scientist.7

Se estima que en los últimos tres o cuatrosiglos el número de investigadores ha se-guido una tasa de crecimiento exponencialde modo que, habiendo iniciado con cifrasreducidas, el crecimiento es tal que el nú-mero de científicos se duplica cada diez oquince años. Se calcula que en la segundamitad del siglo XX ha vivido o vive el 90%de los científicos que han existido a lo lar-go de la historia. Obviamente el incremen-to demográfico dentro de la investigacióncientífica por sí mismo no dice mucho, peropensamos que puede ser tomado comoun indicador del grado de consolidaciónde la ciencia en la sociedad moderna, asícomo de su reconocimiento social.

El proceso iniciado en el siglo XIX culmi-na en el XX, especialmente después de laSegunda Guerra Mundial, con un cambiocuantitativo y cualitativo en virtud del cualla ciencia deja de ser la vocación y el idealde un reducido número de individuos pa-ra convertirse en una profesión abierta agran cantidad de personas.8 Este procesopasa por la creciente diferenciación de losobjetos y las perspectivas de investiga-ción. La especialización y la profesionali-zación de los investigadores distribuye y

John Ziman, La fuerza del conocimiento. La di-mensión científica de la sociedad.P. Medawar, Los límites de la ciencia.

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Para muchos, este cambio implica una traiciónal ethos científico que idealmente se carac-terizaría por la búsqueda desinteresada de co-nocimiento objetivo, independientemente desu potencial técnico. La especialización crea asíun nivel de destreza y pericia que encarnará enla profesión. En palabras de Thomas Kuhn: “Losprofesionales de la investigación constituyen unasubcultura especial, cuyos miembros son la únicaaudiencia y los únicos jueces de la labor decada uno. Los problemas sobre los que trabajanestos especialistas no se presentan ya en la so-ciedad externa, sino como un desafío internopara aumentar el alcance y la precisión del ajus-te entre la teoría actual y la naturaleza” ThomasKuhn, “Historia de la ciencia”, en EnciclopediaInternacional de las Ciencias Sociales, p. 319.

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LA SOCIOLOGÍA, EL PASADO, EL PRESENTE Y SU SITUACIÓN CONTEMPORÁNEA

fragmenta el mundo de la ciencia. El físi-co, el químico, el sociólogo, el historiógrafoo el antropólogo, tienden a conformar co-munidades, círculos restringidos donde elinvestigador construye su identidad comocientífico alrededor de un objeto acotado,así como de un lenguaje, publicaciones einstituciones propias a los que sólo tienenacceso los miembros de aquéllas. Cadainvestigador tendrá que apelar, para obte-ner reconocimiento, ya no a la sociedadde los intelectuales en general, sino al círcu-lo restringido de especialistas, a sus pares.

De este modo, el sistema de referenciashasta entonces común se divide, remite amedios y lenguajes diferentes, se nutre deinformaciones cuyos criterios, canales y des-tinatarios definen comunidades separa-das unas de otras.9

El surgimiento de la especialización vade la mano de otro proceso: el advenimien-to de las universidades como centros deproducción institucionalizada de conoci-miento. Particularmente importante, en estesentido, es la reforma al sistema de ense-ñanza superior que profesionaliza al cien-tífico e incrementa su número. Por ejem-plo, en Alemania, en cuyas universidadeslos campos principales de investigacióncientífica se convirtieron en disciplinas conmetodologías y contenidos especializados,la reforma al sistema universitario que seda tras las guerras napoleónicas posibilitaque el enfoque intelectual general, que nodistingue entre filosofía, historia, literaturay ciencias de la naturaleza, se segmenteen disciplinas especializadas: historia, lin-güística, etcétera.10

La relación universidad-especialidad ha-ce que los casos de aficionados a la cienciaque operan fuera de esta institución dismi-nuyan drásticamente, a favor de una ten-dencia que hace difícil realizar investiga-ción individual a quien no forme parte deuna institución o carezca de una formaciónespecializada y debidamente certificada.De hecho, la institucionalización definitivade las especialidades científicas tiene lu-gar cuando las universidades reconocen laimportancia de éstas y establecen puestosestables para los científicos. Por ello unacaracterística típica de la universidad mo-derna es su tendencia a abarcar toda lagama de disciplinas intelectuales.11

El crecimiento de la importancia socialde la ciencia, la acumulación misma del co-nocimiento, así como la cada vez más es-trecha asociación entre saber y poder, lle-varon a la investigación por caminos cadavez más complejos. A lo largo del siglo XX,principalmente a partir de la Segunda Gue-rra Mundial, la ciencia deviene en prác-tica cada vez más especializada y subdi-vidida. Esto ha modificado también lapercepción que el sentido común tiene deella: si hubo un momento en que despertóla esperanza de que ofrecería una imagenracional unitaria del mundo alrededor dela cual la sociedad podría reorganizarse,se asume la realidad de la existencia de uncampo fragmentado por las especialidades

J. Solomon, op. cit., p. 168.J. Ben David, “El desarrollo de la ciencia institu-cionalizada en Alemania”, en Barnes, Barry et.al. Estudios sobre sociología de la ciencia, p. 51.

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Recuérdese que en el siglo XVII la Universidadno sólo era extraña a la idea de una ciencia es-pecializada, sino hostil a ella. Para esta institución,la verdadera ciencia no descansaba en el in-tercambio entre experiencias sumadas a la ra-zón, sino en el descubrimiento de los principiosy las verdades inaccesibles a la experiencia. Esevidente que tal concepción era difícilmentecompatible con el potencial técnico que subyacea la especialización. J. Solomon, op. cit., p. 19.

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e incapaz de ofrecer uniformidad, sentidoo certezas.12

No es posible profundizar sobre las ra-zones de este cambio en las expectativassociales respecto de la ciencia, por lo quesólo mencionaremos que, evidentemente,esto tiene que ver con el contraste entrelas expectativas generadas a la luz del op-timismo ilustrado de corte positivista, di-cho genéricamente, y los resultados realesde las acciones sociales y políticas orien-tadas por la ciencia moderna. Ya desde lasociología en sus etapas fundacionales, losclásicos habían llamado la atención sobrelas consecuencias no previstas de la acción.En las condiciones de la modernidad con-temporánea, y ya desde el siglo XX, habíaquedado claro que los proyectos y los re-sultados tienden a disociarse con el tiem-po, por lo que historia y acción intencionalno coinciden nunca.

Este cambio en las expectativas socialesrespecto al conocimiento ha significado,paradójicamente, el ensanchamiento de lasposibilidades para construirlo. Desemba-razados de estas exigencias sociales, loscientíficos, particularmente los practicantesde las disciplinas histórico-sociales, han re-visado, cuestionado y modificado sus prác-ticas y sus discursos en una dirección que,si bien no ofrece sentido, provee de herra-mientas para la reflexión.

EL CUESTIONAMIENTO DE LOS MODE-LOS NATURALISTAS Y LOS PROCESO DEHIBRIDIZACIÓN DISCIPLINAR

La sociología como disciplina y como pro-fesión fue profundamente influida por losprocesos descritos en el apartado anterior.Desprendiéndose de la matriz de la filo-sofía, la sociología surgió en el siglo XIX co-mo disciplina autónoma que tomaba comomodelo los criterios epistemológicos de lasciencias naturales, por lo cual se abocó ala producción de un conocimiento objeti-vo de la sociedad, con base en procedi-mientos que se creyó estaban libres desubjetividad, de prenociones.

Bajo estas premisas se pensó que el que-hacer del sociólogo habría de estar carac-terizado por la objetividad, la cual implica-ba un compromiso con la realidad empíricay con la verdad que se supone le corres-pondía; una radical separación entre el ob-servador y lo observado; la idea de que loshechos sociales eran previos a cualquier in-terpretación e independientes de ella; laconvicción de que existía una irreconcilia-ble diferencia entre realidad y ficción; unaidea no problemática del tiempo en la cualéste era algo objetivo y físico que transcurríalinealmente, etcétera. El corolario obligadoera que la verdad exigía la eliminación dela perspectiva y la subjetividad del inves-tigador, con lo cual quedaba cancelada laposibilidad de que la historia acudiera a losprocedimientos hermenéuticos, tratando deexcluir así la subjetividad del investigador.

El desarrollo de una moderna ciencia so-ciológica de matriz positivista acumuló, alo largo de la segunda mitad del siglo XIX ybuena parte del XX, un patrimonio de co-nocimiento disciplinario que fue su granaportación. No obstante, el crecimiento ydiversificación de estas comunidades, así

Sobre la dispersión, el desencanto y la búsque-da de certezas en fuentes diversas de la ciencia,véase: Rüsen, Jörn. “Ilustración histórica de ca-ra a la posmodernidad: la historia en la era de laNueva Dispersión”, en Silvia Pappe (coord.),Debates recientes en la teoría de la historiogra-fía alemana.

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LA SOCIOLOGÍA, EL PASADO, EL PRESENTE Y SU SITUACIÓN CONTEMPORÁNEA

como los propios procesos de cambio deuna sociedad que después de la PrimeraGuerra Mundial demostró que no se estabamodelando en compatibilidad con los gran-des proyectos de reforma social del sigloXIX, condujo a un desgaste de esta corrien-te hacia finales de su segunda década.

La Primera Guerra Mundial, la Revolu-ción soviética, el triunfo del stalinismo, elascenso del fascismo, la Segunda GuerraMundial y el incremento de la compleji-dad social, asociados al propio desarrollointerno de la disciplina histórica y sus co-munidades intelectuales, comenzaron aponer en duda la imagen dominante delpasado como acumulación de progresolineal, así como a cuestionar la posibilidadde obtener un conocimiento de la histo-ria absolutamente objetivo y desprovistode subjetividad. Paralelamente, el creci-miento cuantitativo de las instituciones ycomunidades intelectuales dentro de lascuales se cultivaba, diferenciaron más loshorizontes desde los cuales era posibleestudiar la vida social.

Esto quiere decir que la pluralización delespectro analítico de la sociología, si bientiene su propia historia interna, mantienevínculos muy estrechos con el tipo de so-ciedad que la hace posible. En otras pala-bras, la multiplicación de las perspectivasdesde las cuales es posible hoy acercarseal estudio de la vida social, no se explicansólo por razones disciplinarias y metodo-lógicas, sino que éstas tienen un sustratoontológico que es precisamente la socie-dad en la que vivimos con nuestros congé-neres; si ésta experimenta cambios, nece-sariamente el tipo de saber que se produceacerca de ella implica variaciones.

No es igual el tipo de preguntas, porejemplo, que se hacían los sociólogos de-cimonónicos (o los sociólogos abogados

mexicanos de los años cuarenta), plena-mente convencidos del avance de la ra-zón y del conocimiento, que las que sehacen los investigadores del siglo XX des-pués de varias revoluciones sociales, unagran crisis económica, dos guerras mundia-les, una guerra fría, desastres ecológicos yla evidencia de que la ciencia no puedeser proveedora de certidumbres equiva-lentes a las de la tradición, como se pensóen el siglo XIX y una parte del XX. Con ellose multiplicaron también los acervos de co-nocimiento disciplinares y las prácticasmismas de los profesionales académicos yno académicos de las ciencias sociales.

Así, al interior de una misma comunidadintelectual, sea de historiadores, de soció-logos, de antropólogos o cualquier otradisciplina, existen diversos horizontes,13

cada uno de los cuales está vinculado aperspectivas, temas, intereses, e incluso si-tuaciones biográficas distintas que, en de-terminado momento, influyen en el tipode preguntas que se hacen a la realidadsocial, en el modo como se seleccionadentro de un universo documental suma-mente amplio, lo que es significativo y loque no lo es, en las prácticas de lectura,escritura, comunicación, etcétera.

Los patrimonios de conocimiento cam-bian constantemente, se desarrollan, sefragmentan y, eventualmente se hibridizandando lugar a nuevos campos del saber.Cada “fragmento” se combina con frag-mentos de otras disciplinas inaugurandoun territorio desde el cual se creará unnuevo patrimonio. Esto plantea problemasrelativos a la identidad de las disciplinas

Uso el término en el sentido que le atribuyeGadamer: ángulo de observación que delimitalo que es posible ver desde determinados puntosde vista. Hans Georg Gadamer, Verdad y método.

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MARGARITA OLVERA SERRANO

tradicionales y, en ocasiones, es considera-do como algo negativo para la comunidadsociológica, pero la experiencia muestraque este proceso abre nuevos espacios pa-ra la reflexión y la investigación. El reto in-telectual, en estas condiciones, es encon-trar la manera de nutrirse de los desarrollosde otras disciplinas asumiendo que la hi-bridización es un hecho, y que eventual-mente tienen lugar procesos de reestruc-turación de la identidad disciplinar. Laproducción de conocimiento es un campoabierto, sin dirección fija y en permanen-te construcción, señalaba ya Weber, hacemás de cien años.

La pregunta es: ¿cómo pueden orien-tarse, bajo estas condiciones, los nuevosaspirantes a la práctica de la sociología co-mo profesión y como disciplina? ¿Cómopueden ubicarse en este complejo, híbridoy diferenciado campo jóvenes integrantesde una generación expuesta a una sobre-carga de presión perceptiva? ¿Cómo pue-den encontrar la manera de nutrirse del co-nocimiento acumulado por la sociología ypor las ciencias sociales sin quedar abru-mados y confundidos por el exceso y ladispersión informativa?

No hay una sola respuesta a estas pre-guntas, pero indudablemente cualquiera deellas implica el esfuerzo de esclarecer quées la sociología como campo disciplinar,cuáles son las coordenadas generales quepueden servir como “mapa” para mover-se dentro de sus acervos de conocimientoy, sobre todo, cuáles son las preguntas, lasselecciones, los supuestos y los proble-mas empíricos que se desean formular, pa-ra producir un conocimiento nuevo y sig-nificativo sobre la vida social nutriéndosedel conocimiento acumulado por las ge-neraciones que nos han precedido, a finde hacer inteligible la vida social en el

presente, sin olvidar que nadie innova apartir de cero y que, disciplinariamentehablando, siempre estamos en posición deherederos de tradiciones que es necesa-rio conocer a fin de formar nuestro propiohorizonte de observación.

SOBRE ALGUNOS PROBLEMAS PRÁCTICOSDE LA TRANSMISIÓN INTERGENERA-CIONAL DE CONOCIMIENTO: DISCIPLINAY PROFESIÓN

A partir de lo anterior podemos sostenerque la sociología es una disciplina institucio-nalizada que tiene como propósito produ-cir un conocimiento válido de la realidadsocial, en sus múltiples y variados niveles:procesos, estructuras, acciones, marcos designificación, etcétera. Como tal, implicaun conjunto de espacios sociales institu-cionalizados, un reclutamiento interge-neracional y procedimientos acotados desocialización intelectual. En este último sen-tido quisiera agregar que considero que lasociología es, también, una tradición14 quetiene como núcleo un patrimonio comúnde conocimiento (teórico, metodológico yempírico) a partir del cual se ha construi-do su fluctuante identidad a lo largo deltiempo a través del eje predecesores/con-temporáneos/sucesores.

Esta cadena intergeneracional implicatanto el intento de transmisión de un co-nocimiento “acumulado”, como su reinter-pretación e incremento a la luz de nuevascondiciones societarias. En el rutinario ir yvenir disciplinar del canon clásico al pen-samiento sociológico contemporáneo está

Uso la noción de tradición en el sentido que leatribuye Paul Ricœur: lo transmitido por lospredecesores a los sucesores.

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LA SOCIOLOGÍA, EL PASADO, EL PRESENTE Y SU SITUACIÓN CONTEMPORÁNEA

contenido, precisamente, este vínculo en-tre lo anterior y lo actual; en otros términos:las tradiciones sociológicas existen comoentidades abstractas, pero son reinterpre-tadas, difundidas, diseminadas, apropiadas,a partir de prácticas individuales y colecti-vas ubicadas espacial y temporalmente.

Pero la sociología es también una pro-fesión que va más allá de lo académico,puesto que busca también generar conoci-miento capaz de informar racionalmentediverso tipo de intervenciones en el mun-do social. Nuestro quehacer cotidiano co-mo comunidad académica condiciona elque, con cierta frecuencia, tendamos a pen-sar a la sociología básicamente como unadisciplina. Pero el trato con las generacio-nes de futuros (e hipotéticos) practicantesa través de la docencia nos remite a una si-tuación extradisciplinar en la que conver-gen preocupaciones intelectuales y prácti-cas que muchas veces entran en tensióncon la dimensión propiamente disciplinar.

Esta tensión presenta dilemas que cadaquien, a su manera, resuelve o intenta re-solver en el salón de clases. Por ejemplo:¿es más pertinente la elaboración de unmapa cognitivo básico, pero bien estable-cido, que permita la orientación del es-tudiante dentro del patrimonio cognitivode la sociología en el compacto espacio deonce semanas? ¿O sería mejor acotar lastemáticas y profundizar más en tradiciones,perspectivas, estudios o propuestas que nosparecen (por razones diversas) centrales,aunque se excluyan otras que están con-templadas en el programa oficial del curso?En este caso, ¿qué implicaciones tiene enel conjunto de la “coherencia” interna delprograma de la licenciatura excluir deter-minados contenidos que son interdepen-dientes con los de otros cursos? En otrotenor ¿es más adecuado que los estudian-

tes lean directamente a los autores, pon-gamos por caso, clásicos? ¿O tal vez, pe-dagógicamente hablado, sería más produc-tivo para los alumnos trabajar con textosque contengan una presentación sistemá-tica y ponderada de las perspectivas encaso? ¿O sería mejor una combinación deambas? ¿Cómo tratar de estimular procesosde lectura y reflexión si las nuevas gene-raciones están más habilitados para tra-tar con fuentes visuales de información ytienden a ver el trabajo con los textos co-mo una tarea difícil y árida que tiene pocasconexiones con su actual vida práctica?¿Cómo tener trato intelectual con jóvenesque cuentan con plazos más amplios paraincursionar en el mundo adulto de los quetuvieron las generaciones anteriores y que,en este sentido, se ubican socialmente enuna especie de adolescencia tardía? Meparece que estas preguntas tienen perti-nencia porque, institucionalmente hablan-do, la sociología encuentra su espacio deinserción privilegiado en las universida-des y, en consecuencia, en buena medidase justifica ante la sociedad, en un senti-do amplio, por su papel en la formación depracticantes profesionales de la misma yhay que tratar de dar algún tipo de respues-ta práctica a este conjunto de problemas.

Por otra parte, como practicantes pro-fesionales de la disciplina, nuestros estu-diantes frecuentemente tendrán que tra-bajar en grupos integrados por individuosprocedentes de campos vecinos: antropó-logos, psicólogos, geógrafos, administra-dores, abogados, médicos, etcétera. Desdemi punto de vista, la realidad del ejercicioprofesional no académico de la disciplinapermite entrever un primer camino posi-ble de solución parcial a la tensión entredisciplina y profesión: si el futuro sociólogoprobablemente trabajará (claro, si logra su

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MARGARITA OLVERA SERRANO

inserción en el mercado laboral respectivo)en este tipo de grupos, necesariamentedebe de contar con una formación disci-plinar que le permita la adquisición de unpatrimonio de conocimiento que sea, jus-tamente, la base del intercambio que ten-drá con profesionales procedentes de otrasdisciplinas y con un acotamiento institu-cional preciso. Sin una identidad discipli-nar más o menos definida, no tendrá ningu-na base de intercambio y ella se adquiere(o no) a través de los procesos de sociali-zación intelectual que se experimenta jus-tamente en la Universidad. Pero, por su-puesto, un problema no resuelto desde losinicios mismos de la sociología como disci-plina institucionalizada es precisamente elde la pregunta por su identidad.

Desde las décadas posteriores a la Se-gunda Guerra los resultados del curso em-pírico de los proyectos de modernizaciónlocales asociado al propio desarrollo internode la disciplina y sus comunidades intelec-tuales, puso a una gran cantidad de soció-logos frente a la evidencia de que el cono-cimiento racional del mundo social no ibade la mano del “mejoramiento social” y,que en muchos caso, había favorecido másbien lo contrario. Se reeditaron discusio-nes que, iniciadas desde finales del sigloXIX, no habían tenido mayor influencia enel desarrollo disciplinar, especialmenteaquéllas que, cuestionaban la posibilidadmisma de obtener un conocimiento ob-jetivo de la sociedad, en el sentido fuertedel término. Como vimos al principio, sepluralizó el espectro analítico de la socio-logía, se profundizaron sus subdivisiones;la cuestión de si esto ha significado avance,progreso, crisis, oportunidad, sigue dandolugar periódicamente a intercambios y de-bates dentro de la sociología.

En los lustros más recientes pocos dudanya del aumento de la complejidad socialcomo una tendencia societaria que con-diciona una gran cantidad de ámbitos dela vida contemporánea: estructuras y ac-ciones, procesos globales y locales, redesy flujos, son sólo algunos términos socio-lógicos de uso relativamente reciente parareferirnos a aquélla. Para la sociología estoha significado el reconocimiento de que enlas sociedades modernas actuales no exis-ten condiciones de “observación” efectua-das desde una posición unívoca: diversospuntos de vista, diversas preferencias con-ducen a una pluralidad de perspectivasque, a su vez, dan lugar a descripcionesdiferenciadas de la sociedad. Esta multi-plicación de horizontes implica una di-versidad analítico/interpretativa que ocu-pa el lugar de los discursos unívocos de losocial que fueron fugazmente hegemónicosen el pasado inmediato. Se amplía así lagama de perspectivas desde las que se tra-ta de hacer inteligible lo social.

El problema es: ¿cómo establecer quéexplicaciones/interpretaciones son váli-das?, ¿cómo evitar la deriva interpretativaen la que todas las descripciones de larealidad serían igualmente válidas?, ¿có-mo podríamos acceder a un “relativismodébil” capaz de generar conocimiento vá-lido? Un examen sociológico de este pro-blema tendría que aclarar, al menos, trescuestiones: 1) ¿qué es lo que se relativiza?(la ontología, las razones, los valores, lascostumbres, etcétera); 2) respecto de quémarco de significación se hace relativo lorelativizado (las teorías, los lenguajes,los conceptos, las subcomunidades, lasculturas, etcétera) y 3) la fuerza o radica-lidad con la que se relativiza algo respectode un marco de referencia.

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LA SOCIOLOGÍA, EL PASADO, EL PRESENTE Y SU SITUACIÓN CONTEMPORÁNEA

Me parece que esta cuestión incremen-ta su dificultad si tomamos en cuenta queel contexto actual en el que tienen lugarnuestras prácticas disciplinarias tiende a ser“transdisciplinar”, no sólo en el sentido deque los integrantes de un grupo de inves-tigación, por ejemplo, de estudios urbanos,esté integrado por practicantes de distin-tas disciplinas. Los cortes trazados por lasdisciplinas hacia finales del siglo XIX paraestablecer su identidad, tienden a hacerseasí más flexibles/porosos/difusos, aunquelas adscripciones institucionales sean cla-ras, específicas y hasta rígidas. Y sin embar-go, seguimos hablando desde el “nosotros”de los sociólogos, desde el nosotros quetraza una línea imaginaria dentro/fueraque delimita un “campo” intelectual “pro-pio”. Habría que hacer el intento de esta-blecer qué es exactamente lo que nos per-mite seguirlo haciendo, qué es lo que nospermite hablar desde el supuesto de la exis-tencia de una “comunidad” en un contextocognitivo plurívoco. ¿Tiene algún conteni-do tal “nosotros”? y, en caso afirmativo,¿cuál sería? ¿O estamos asistiendo a unvaciamiento del término?

La pregunta se plantea en un contextoque supone una especialización que favo-rece procesos de fragmentación cogniti-vos, entendidos en un sentido muy básicocomo el alejamiento de las especialidadesentre sí (en cuanto a sus objetos, lengua-jes, prácticas, publicaciones, eventos, redesinformales e institucionales, etcétera). Elproblema disciplinar al que se enfrenta lasociología en estas condiciones es ¿cómomantener sus límites frente a otros camposde conocimiento igualmente especializadosinternamente?, ¿cómo situarse? La “iden-tidad” es un término que trata de designarla consistencia y las fronteras imaginariasde nuestra disciplina a lo largo del tiem-

po. Pero la identidad es una construcciónsimbólica y también un proceso abierto. Co-mo sociólogos y como miembros del mun-do común y corriente sabemos que las co-sas no sólo son, sino que están siendo. Des-de un punto de vista disciplinar la cuestiónes ¿qué produce los cambios? y las respues-tas posibles pueden ordenarse al menos endos tipos: factores extradisciplinares y fac-tores disciplinares. En el primer caso, lasexperiencias sociohistóricas cambian ya seade manera paulatina (por ejemplo: en vir-tud de proyectos sociopolíticos) o súbita,en el sentido de que ocurren cosas que nohabían sido previstas (por ejemplo: la caí-da del muro de Berlín en 1989 o la irrupcióndel terrorismo como una amenaza plane-taria en el 2001) y que se perciben comosorpresivas. En el segundo, los cambios pue-den ser de orden generacional (una nue-va generación trata de construir su propiaidentidad rompiendo con la anterior a tra-vés de un cambio radical de énfasis, pro-cedimientos métodos y hasta programasde estudio), de orden teórico y metodoló-gico (por ejemplo, los debates de diversosigno que han recorrido la historia internadel pensamiento sociológico y que han re-definido, de variadas formas, su perfil disci-plinar; los cambios resultantes del intentode hacer inteligibles los cambios societales,etcétera). Pienso que los sociólogos no de-beríamos alarmarnos frente al desdibuja-miento de las fronteras disciplinarias, sinoverlo como una oportunidad de reducir larigidez cognitiva y plantearnos la posibili-dad de construir una identidad más flexi-ble que incremente nuestra capacidad deadaptación y creatividad en un entorno ex-tremadamente saturado de informacionesde diverso tipo y orígenes. Tal vez, habien-do conquistado ya autonomía institucio-nal y práctica como disciplina, sea posible

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acudir a patrimonios disciplinares distin-tos cuando nuestras preguntas, nuestras hi-pótesis, nuestros objetos de conocimientopuedan verse enriquecidos con ellos.

A MANERA DE CONCLUSIÓN: CÓMOINTENTAR HACER SOCIOLOGÍA LOCAL ENUNA ÉPOCA DE PRISA

En los debates sociológicos contemporá-neos acerca de qué tipo de modernidadesestán en curso y en qué se distinguen delas modernidades “iniciales”, se ha llama-do la atención, a través de diversas estra-tegias, sobre el hecho de que una particu-laridad central (de las primeras) sería el“recorte” de los plazos de adaptación quelos individuos y las instituciones tienen fren-te a los “cambios” (tecnológicos, institucio-nales, informacionales, etcétera). Desde mipunto de vista, las sociedades modernascontemporáneas representan un desafío ala sociología en varias formas: 1) A travésde la experiencia de la percepción del in-cremento de la velocidad de los procesosde cambio, se plantea la pregunta sobrelos factores o fuerzas que producen/con-dicionan este “plus” de aceleración social;2) A través de la pérdida de significaciónde la experiencia de las generaciones an-teriores como fuente de orientación parala vida práctica, se plantea la cuestión dequé nexo cabe aún establecer entre la ex-periencia social de los predecesores y lanuestra? En esta zona se ubicaría el proble-ma de las tradiciones intelectuales de lasociología y cómo situarse frente a ellas, afin de integrar conocimiento, pero tambiénsignificación y orientación. Esto último, enel sentido de que la sociología tiene quecontinuar siendo productora de conoci-miento empírico, pero sin perder su capa-

cidad de interpretar y orientar ese conoci-miento. La capacidad de interpretación sirvede poco cuando el conocimiento empíricoes pobre y, a la inversa, un saber sociológi-co cada vez más amplio “cojea” si carecede un criterio mínimo de orientación inte-lectual, especialmente en una época en laque la multiplicación de la información tie-ne lugar en una escala geométrica, inabar-cable para cualquier individuo (el excesoinformativo condiciona que los sociólo-gos tengamos franjas de desconocimientoobligado y, en consecuencia, que necesi-temos tener mayor claridad respecto denuestros criterios de selección). 3) A travésde la necesidad de redefinir/renovar las he-rramientas de la disciplina, a fin de hacerinteligibles las formas de vida y las estruc-turas de nuestras sociedades, en las queconfluyen lo viejo y lo nuevo, las estruc-turas de repetibilidad y la contingencia. Yhacerlo, además, sin omitir el hecho de queestos procesos de cambio tienen ritmos di-versos que no se agotan en la duración deltiempo de una generación, por lo que esnecesario investigarlos no sólo sincróni-ca, sino diacrónicamente.

Por último, a nivel local, todos hemosexperimentado en los últimos lustros, unincremento de la presión institucional sobreel trabajo grupal e individual, de los condi-cionamientos para producir cada vez másen plazos cada vez más cortos, así comouna multiplicación de las tareas que se es-pera que hagamos. Uno de los resultadosde ello es una indudable transformación denuestras prácticas. Para un practicante de lasociología académica al parecer ya no essuficiente tener un proyecto de investiga-ción que pueda ir madurando y una do-cencia “suficientemente buena”; ahoraademás, estamos condicionados para sergestores/administradores/informadores –y

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LA SOCIOLOGÍA, EL PASADO, EL PRESENTE Y SU SITUACIÓN CONTEMPORÁNEA

en los niveles más altos de la jerarquíaburocrático/disciplinar, también asesoresde diversos tipos de comités instituciona-les– así como a tratar de ajustarnos a indi-cadores en cuanto a grados, diversos tiposde certificación, productividad, etcétera,a través de evaluaciones constantes quepierden de vista que aquéllos no son di-rectamente la realidad del trabajo disci-plinar. La percepción es que cada vez te-nemos más cosas qué hacer en menostiempo. Si consideramos además que elritmo de la producción de informaciones“nuevas” en nuestros campos es cada vezmás rápido como se dijo antes (ediciones,traducciones, publicaciones de diverso ti-po, eventos, coloquios, congresos, nuevossitios en Internet, etcétera) me atrevo aplantear la siguiente pregunta: ¿esto favo-rece o dificulta la producción de cono-cimiento válido y pertinente? ¿Todo lo quepublicamos realmente tendría sentido pu-blicarlo si las condiciones institucionalesfueran distintas? ¿Cuántas veces nuestrotrabajo es hijo de la prisa?

Esto representa un conjunto de condicio-namientos por todos conocido, pero con-dicionamiento no es determinación y ca-da grupo, cada individuo tiene que elegirsu nivel de “ajuste” a dichas exigencias. Yde hecho, así sucede, por eso tenemostrayectorias tan variadas dentro de nues-tros contextos institucionales, así comojerarquías, reconocimientos, recompensasmateriales y simbólicas diferenciadas.

La universidad establece como desea-bles determinadas tareas, pero como prac-ticantes de la sociología académica,tomamos decisiones que entrelazadasdelimitan un estilo de trabajo y una trayec-toria intelectual específica: ¿se da prefe-rencia a la docencia o a la investigación?,¿se elige entre una carrera académica con

un ritmo acelerado o intermedio, en tér-minos de productividad institucional?, ¿seda mayor peso a las actividades individua-les o a las colectivas?, ¿ponemos nuestraidea de logro en los indicadores total o par-cialmente?, ¿hacemos pausas para el traba-jo de gestión frente a la docencia y lainvestigación o nos autodefinimos exclusi-vamente como profesores/investigado-res?, ¿dedicamos tiempo a los estudiantesfuera del salón de clases o no?, ¿estamosdispuestos a reservar tiempo a tareas queno tienen una retribución baja o ningunaen el tabulador aunque sean importantes,disciplinariamente hablando?, ¿qué margende autonomía podemos tener como prac-ticantes de la sociología en estas condi-ciones?, ¿cómo conciliar las necesidadesinstitucionales tal y como se definen en elcampo de las políticas públicas, con las quepodríamos llamar “disciplinarias?

En este escenario, quisiera destacar lacreciente importancia que se ha ido atri-buyendo a la producción escrita frente a laoralidad. En términos gruesos tiende aidentificarse lo escrito como un productode la investigación (aunque ocasionalmen-te se investiga para la docencia e igual seproducen textos destinados a ella) y la ora-lidad con el trabajo docente. Esta distin-ción práctico/institucional supone una va-loración diferencial en la que se asignamayor peso a lo escrito. O más bien, a lopublicado. Es claro que los libros, los artícu-los, los impresos en general, se acumulany que las comunidades sociológicas to-man este hecho como un índice de pro-fesionalización que hace de la disciplinaalgo diferente de las etapas anteriores, enlas que la oralidad tenía mayor peso. Lapregunta es ¿para qué y para quién publi-camos?, ¿qué buscamos con ello?, ¿tienenlectores reales esas publicaciones?

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La tendencia a la prisa y la orientaciónhacia la escritura ha ido modificandotambién nuestros modos de leer comocomunidad disciplinar. Nos hemos vueltolectores “intensivos” más que extensivos;recortamos el universo de lecturas posiblede modo pragmático y, si acaso, tomamosnota de lo que no tenemos tiempo de leerpara diferir esta tarea hacia un futuro cadavez más remoto que nunca parece llegar(las vacaciones, el periodo intertrimestral,el sabático).

La percepción de que el tiempo no essuficiente nos ha conducido también a leerde otro modo, por ejemplo, las “citas”, alas que adjudicamos cada vez más impor-tancia como fuentes de autoridad intelec-tual que sostienen lo dicho en el texto y,en algunos casos, como indicador en lasevaluaciones institucionales. Si no podemosleer todos los libros completos que desea-ríamos, al menos nos asomamos a la zonade las citas, así como a los “abstracts” delos artículos de publicación reciente.

No quiero, en modo alguno, demeritarla importancia de la escritura y la publica-ción dentro de la sociología, sólo plantearsi efectivamente podemos seguir tomán-dola como criterio indudable de desarrollodisciplinar o si sería adecuado preguntar-nos qué implicaciones están teniendo enla docencia y en la investigación en el con-texto de nuestras instituciones en particu-lar. Son preguntas abiertas que no tienenaún una respuesta pero que pienso po-drían tenerla a través de una autorreflexióndisciplinar sobre las transformaciones quehan tenido nuestras prácticas en los últi-mos lustros!

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l siglo XXI ha sido la coordenada tempo-ral elegida por numerosos relatos de cien-cia ficción como la ubicación de un futurocaracterizado por el desarrollo científico ytecnológico. El segundo milenio inició, jus-tamente, con una polémica de esta natu-raleza: el debate social en torno al desarro-llo de las nuevas tecnologías asociadas algenoma humano y a la clonación repro-ductiva. Al hacer una revisión de lo que seescribió en la prensa mexicana sobre estostemas dos posturas sobresalen: una quedescribe optimistamente el desarrollo deestos progresos científicos y otra que consi-dera el conocimiento científico como unacaja de Pandora.1 El análisis revela que lospronunciamientos optimistas provienen devoces que, en términos generales, perte-necen a la comunidad científica –ya seaninvestigadores o divulgadores; en tanto quela visión pesimista se manifiesta en secto-res heterogéneos de la sociedad.

Martha Tappan Velázquez*

IMÁGENES PROGRESISTAS Y APOCALÍPTICASDE LA CIENCIA: EL DISCURSO DE DIVULGACIÓNCIENTÍFICA FRENTE AL CINE DE CIENCIA FICCIÓN

Escuela de Diseño, Universidad Anáhuac.Fuentes hemerográficas revisadas para el periodode 1998-2000: Siempre, Proceso, Nexos, LetrasLibres, Líderes Mexicanos, Semanario Etcétera,Este País, La Jornada, El Economista.

*

1

E Ma. del Lourdes Berruecos2 evidenciacómo en el discurso de divulgación cien-tífica publicado en diversas revistas enMéxico se construyen imágenes de “sacra-lización” de la ciencia, a partir de la nociónde progreso científico que la valora posi-tivamente, e imágenes de “satanización”,a partir de los efectos negativos para el or-den humano que se asocian a la activi-dad científica.

Estas visiones opuestas de la ciencia y latecnología se articulan de manera inquie-tante en la pregunta que hace Steven L.Goldman en su artículo, “Images of Tech-nology in Popular Films: Discusión and Fil-mografy”3: ¿cómo una cultura que se enor-gullece y se construye en el desarrollocientífico y tecnológico puede ser, a la vez,consumista de una serie de produccionesliterarias y fílmicas en donde la ciencia y latecnología aparecen como los enemigosdel orden humano?

Ma. del Lourdes Berruecos, “Las dos caras de laciencia: representaciones sociales en el dis-curso”, en Revista iberoamericana de discurso ysociedad, pp. 105-130.Steven L. Goldman, “Images of Technology inPopular Films”, en Science, Technology, & HumanValues, 1989, pp. 276.

2

3

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MARTHA TAPPAN VELÁZQUEZ

En relación con las expresiones pesi-mistas o de advertencia en torno al desa-rrollo del conocimiento científico y sus apli-caciones tecnológicas, Roger Shattuck4

invita a ver en importantes obras de la lite-ratura universal parábolas del conocimien-to prohibido que deberían hacernos refle-xionar como sociedad en torno al deseode saber demasiado.

Tomando en consideración lo anterior,en este artículo se aborda uno de los ám-bitos que repite esta visión negativa de laciencia, el género de la ciencia ficción, através del análisis de un filme: El sexto día.Para ello se partirá de la premisa de que losfilmes de ciencia ficción constituyen fuen-tes historiográficas que brindan informaciónsobre la sociedad y el momento históricoen el que fueron producidas. Este enfoquepermitirá problematizar la presencia deldiscurso de la divulgación de la ciencia enlos filmes de ciencia ficción en los términosde una serie de representaciones en dondese hacen patentes importantes problemashistoriográficos: las tensiones del plantea-miento temporal, a saber, el futuro imagi-nado desde un pasado que es el presentede la enunciación y que se articula en lasposibilidades de verosimilitud de conteni-dos científicos o pseudocientíficos; la polé-mica social que surge de la confrontaciónentre las nuevas tecnologías de la “era delcontrol biológico”5 y los sistemas de valo-res y creencias asociados al principio do-minante de ser humano; la disociación en-tre el discurso ético que alerta sobre elpeligro de atentar contra el orden natural

o divino y las prácticas médicas y los dere-chos del individuo frente a la regulacióndel Estado; y, finalmente, el sentido histó-rico del desarrollo científico y tecnológicoque se manifiesta a través de dos perspec-tivas encontradas: la imagen de un futuroque optimistamente sigue la escalada delprogreso humano o el fin apocalíptico dela era humana.

LOS RELATOS DE CIENCIA FICCIÓN DESDEUNA PERSPECTIVA HISTORIOGRÁFICA

Este trabajo parte de la premisa de que eldiscurso de divulgación de la ciencia esquien provee los contenidos científicos quelos otros ámbitos de la cultura –el noticioso,el político, el religioso, el literario, el fílmi-co, etcétera– toman para construir sus pro-pias imágenes de la ciencia. Con el fin deentender cómo sucede esto en El sexto día,este análisis se hará desde la perspectivahistoriográfica que propone Robert A. Ro-senstone en la obra El pasado en imáge-nes6 donde propone considerar los filmeshistóricos como fuentes historiográficas enun enfoque que resulta muy afín a la pers-pectiva semiológica.

Este autor propone dos grandes cate-gorías de filmes: los históricos tradicionalesy los posmodernos. Por el tipo de narrativa,El sexto día pertenece a la categoría de losfilmes tradicionales; sin embargo al propo-nernos interpretar esta película de cien-cia ficción como un documento histórico,adoptamos la “mirada posmoderna” de losfilmes que Rosenstone considera posmo-dernos. Esta propuesta de lectura, afín a laperspectiva semiótica, parte de la siguiente

Roger Shattuck, Conocimiento prohibido. DePrometeo a la pornografía.Esta es la manera cómo Ian Wilmut, uno de losfamosos clonadores de la oveja Dolly caracterizael nuevo milenio. Ian Wilmut, La segunda crea-ción. De Dolly a la clonación humana.

4

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Robert Rosenstone, El pasado en imágenes. Eldesafío del cine a nuestra idea de historia.

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IMÁGENES PROGRESISTAS Y APOCALÍPTICAS DE LA CIENCIA: EL DISCURSO DE DIVULGACIÓN CIENTÍFICA...

premisa: interpretar un filme de cienciaficción como documento historiográficobrinda información sobre la variedad depercepciones que la sociedad contempo-ránea tiene sobre la ciencia en general yciertos contenidos específicos de las cien-cias biológicas y la biotecnología en par-ticular y los dilemas éticos que suscitan laconfrontación de percepciones y sistemasde valores confrontados.

El sexto día pertenece al género de laciencia ficción, por lo tanto, no es un filmehistórico; sin embargo, aquí llevamos algomás lejos la invitación de Rosenstone al pro-poner la ciencia ficción como un relatohistórico no del pasado sino del futuro ysupondremos que se pueden derivar infe-rencias análogas a las que este autor ob-tiene de los filmes que cuentan historiasdel pasado.

Rosenstone invita a reflexionar sobrecómo el cine ofrece otras posibilidades pa-ra “escribir historia”, premisa que recuerdael famoso postulado de Marshal Macluhan–el medio es el mensaje– pues lo quepropone Rosenstone es que se valore elfilme como “escritura histórica” a partir desu naturaleza inherente de medio –en tér-minos hjelmslevianos, como la sustanciade la expresión del signo.7

Desde esta perspectiva Rosenstone pro-blematiza las perplejidades de la “escri-tura histórica”: el lugar y la naturaleza delas fuentes; la noción de que “escribir histo-ria” es construir una representación del pa-sado; la posibilidad de verdad frente a laverosimilitud inherente a la noción de ‘re-presentación’; la rejilla subjetiva de la in-terpretación y la representación/recreacióndel tiempo y el espacio históricos.

Estos planteamientos coinciden con unapremisa esencialmente semiológica: la rea-lidad está mediada por discursos. De ma-nera más específica, en la propuesta deRosenstone, se hallan resonancias meto-dológicas del análisis estructural del relato.Roland Barthes retoma la distinción de losformalistas rusos de dos grandes nivelesestructurales del relato: la historia “quecomprende una lógica de las acciones” yel discurso, “que comprende los tiempos,los aspectos y los modos del relato”.8 Ladivisión que propone Rosestone entre losfilmes históricos tradicionales y los pos-modernos puede explicarse a partir de laestructura de la historia. La diferencia en-tre un grupo y otro se halla en el carácterdistribucional de las acciones.

Los filmes históricos tradicionales com-parten muchos de los valores de la narra-tiva tradicional de la historia. Tienen unaestructura lineal y parten del supuesto deapegarse a datos verídicos. En el caso delcine, la noción de verdad se vive como una“ventana a la realidad”. En términos gene-rales, estas películas también se caracteri-zan por legitimar, salvarguardar y promo-ver los valores mediatizados del statu quo.

Si bien los filmes posmodernos son di-fíciles de definir por su estructura, porquesu valor estético y narrativo radica en la di-ferencia y la ausencia de reglas –el carác-ter distribucional de las acciones es másbien aleatorio–, tienen en común el hechode ofrecer una mirada crítica no sólo ha-cia la interpretación de los sucesos delpasado, sino hacia lo que se ha pensado ose piensa de él, o a la manera o manerasen cómo se le ha representado. En estetipo de filmes, muestra Rosenstone en su

Louis Hjelmslev, Prolégomenes a une theorie dulangage, pp. 63-79.

7 Roland Barthes, Análisis estructural del relato,pp. 11.

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análisis, hay una reflexión sobre la natu-raleza de lo histórico, de la posibilidadnarrativa, del problema de la representa-ción y su relación con un referente “real”.

Por otra parte, el análisis de la “repre-sentación” en tanto un replanteamientoque implica una confrontación de térmi-nos –el presente vs. el futuro; la realidadvs. la ficción; el discurso de divulgacióncientífica vs. el discurso de la ciencia fic-ción– se halla más bien en la articulacióndel discurso, en las unidades indiciales queconstruyen la ambientación y el contextoque da pie a la construcción de la histo-ria. En el análisis que se presenta ensegui-da, la construcción de significados deberáhallarse en esta confrontación entre los tér-minos espaciales y discursivos implicados.

LA REPRESENTACIÓN TEMPORAL EN ELSEXTO DÍA: “EN UN FUTURO MUYCERCANO...”

El sexto día9 es un filme estelarizado porArnold Schwarzenegger. En esta ocasiónSchwarzenegger protagoniza a Adam Gib-son, un padre de familia de clase mediaque es piloto en una agencia que renta mo-

dernos aviones para transportar esquia-dores a las cimas de las montañas. Por unaserie de malentendidos este hombre comúnes clonado y de ahí se desata la reiteradanarrativa de persecución –característica delcine de acción hollywoodense– entre losantagonistas de la historia, que termina enel triunfo del héroe y la destrucción y de-rrota del gigantesco consorcio, Replace-ment Technologies, responsable de llevara cabo la clonación ilícita de humanos.

A pesar de ser un filme de acción más,hay una serie de aspectos que lo hacen in-teresante para los fines que aquí compe-ten, a saber, la sugerencia de un futuro apo-calíptico a partir de una realidad científicaconcreta: la tecnología a través de la cualse logró clonar a la oveja Dolly. Así es co-mo resulta relevante en este filme la con-textualización temporal de un “futuro cer-cano”; la presencia y el replanteamientode contenidos científicos sobre clonación;la clonación como tema científico a partirdel cual se construye la trama de la histo-ria; la variable del elemento científico enla definición de los héroes y los antagonis-tas; la presencia de imágenes progresistasasociadas a la ciencia; y la coincidencia delestreno del filme con el revuelo noticiososobre el progreso del mapeo del genomahumano y el fin del milenio.10

El sexto día estructura su trama narrativaa partir de la premisa de que los aconte-cimientos científicos de la realidad histó-

El sexto día: Director: Roger Spottiswoode/ Pro-ductores: Jon Davison, Mike Medavoy, ArnoldSchwarzenegger para Phoenix Pictures / Pro-ductores ejecutivos: Cormac Wibberley, Ma-rianne Wibberley, David Coatsworth / Guión:Cormac Wibberley, Marianne Wibberley / Foto-grafía: Pierre Mignot / Música: Trevor Rabin,Michael Wandmacher / Montaje: Michel Ar-cand, Mark Conte, Dominique Fortin, Kirk Moses/ Efectos especiales: Amalgamated Dinamics(maquillajes), Cinesite Hollywood, Rhythm &Hues, Visual Concept Engineering (efectosvisuales) / Intérpretes: Arnold Schwarzenegger(Adam Gibson), Michael Rapaport (Hank Mor-gan), Tony Goldwyn (Michael Drucker), MichaelRooker (Robert Marshall), Sarah Wynter (TaliaElsworth), Wendy Crewson (Natalie Gibson),

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Rodney Rowland (P. Wiley), Terry Crews (Vin-cent), Robert Duvall (Dr. Griffin Weir), KenPogue, Colin Cunnin-gham, Wanda Cannon,Taylor Anne Reid, Jennifer Gareis, Don S. Davis,Robert Clarke… / Naciona-lidad y año: Canadá/USA 2000 / Duración y datos técnicos: 123 min.color scope.El filme se estrenó en la Ciudad de México endiciembre del 2000.

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rica del presente del espectador del filmeestán construyendo ya el tejido históricode los próximos cinco años. El objetivo delos productores del filme era presentarde manera verosímil el “escenario” de quela clonación es posible en un “un futuromuy cercano y reconocible”.11

En la secuencia de créditos de la pelícu-la se resuelve el contexto temporal de unfuturo cercano a través de una cronologíade títulos que muestran los parteaguashistóricos del desarrollo de la clonación:

02.23.97Científicos clonan oveja llamada DollyCientíficos clonan ovejas.Parteaguas científico06.26.00

Proyecto genoma logra hacer mapagenético humano: DNADNA humano mapeadoDNA delineadoPoco después se efectúan protestasanticlonación en Roma.Clonación humana fracasa.Corte ordena destruir al clon.Clonación humana prohibida.En el futuro cercano.Antes de lo que usted cree.2001 Quién sabe lo que el futuro deparepara la clonación. Pero hay una pregunta.¿Está usted listo?

La información verbal se ve apoyada poruna secuencia febril de imágenes de labo-ratorio (la pipeta succionando un núcleocelular), de recortes de prensa que aludena la clonación de Dolly, a la de otros ma-míferos, al experimento fallido y horrorosode la primera clonación de un humano, alas protestas sociales que esto suscita, alanuncio de la implantación de la ley delSexto Día, es decir, la prohibición de clo-nar humanos.

Así, el juego de ficción/realidad consis-te en presentar el inicio de la trama delfilme como el último punto del continuohistórico del desarrollo científico de la clo-nación de especies con un título que nosanuncia el contexto temporal de la histo-ria: “En el futuro cercano. Antes de lo queusted cree”.

Esta premisa temporal sobre el futuro sematerializa posteriormente en la ambien-tación del filme que reproduce el modode vida del norteamericano promedio endonde los personajes siguen el tipo de con-texto situacional que puede reconocerse enseries televisivas como Hechizada o Los Pi-capiedra. Sin embargo, a esta recreaciónde actualidad se contrapone la presencia deciertos gadgets tecnológicos que reafirman

Los creadores del filme habían situado el “futurocercano” a una distancia de 20 o 30 años. Sinembargo, la realidad del presente alcanzó su“imaginario” de futuro: “The 6th day wasoriginally set approximately 20 to 30 years inthe future. Perspective of the film, however,began to change even soon slightly during pre-production as more and more cloning-relatedstories made headlines in newspapers, ma-gazines and on the internet. The University ofOregon’s successful experiment to clone a mon-key, Genetic Savings and Clones’ $2.3 milliondog-cloning project known as “Missyplicity” andthe British Telecom project “The Soul Catcher”(in which a computer chip capable of recordingan entire lifetime is implanted into a newborn’shead upon birth) eerily mirrored the cloningtheme of the script. In The 6th day, DNA infusionand Syncording (the process of transferring theexact personality traits, physical characteristics,thoughts and memories of a human or animalinto a clone) parallel “The Soul Catcher” projectwhile the cloning of the Gibson family dog atRePet, a retail facility for cloning animals, isstrikingly similar to the “Missyplicity” project.The world of technology was not just catchingup with the futuristic premise of the film, butsurpassing it. ‘We found ourselves in a bit ofa dilemma, admits Spottiswoode, when werealized it was more like five years in the fu-ture rather than 20’”. El Sexto Día, “Produc-tion Notes”.

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la idea de “futuro cercano”: refrigeradoresprogramados que avisan cuando está apunto de acabarse la leche, plátanos consabor a “nachos”; transmisiones televisivasque flotan en el espacio a manera de ho-logramas; sistemas sofisticados de pagoque han sustituido los plásticos por lectoresde iris, reconocedores de voz o huellas dac-tilares; helicópteros que se convierten enaviones, que pueden volar a control remotoy que forman parte de un servicio de trans-porte privado al servicio de clientes quedesean pasar la tarde esquiando en el ele-vado pico de alguna montaña; un serviciode reemplazo de mascotas, etcétera.

La presencia de estos elementos tienela función inicial de remitir constantementeal juego temporal: en tanto espectadorescontemporáneos del filme, reconocemosnuestra realidad como el pasado del futuroque muestra la pantalla. El desarrollo de latrama se construirá a partir de una de estaspresencias del “futuro cercano”: el serviciode clonación de mascotas difuntas RePet.

LA REPRESENTACIÓN DE CONTENIDOSCIENTÍFICOS

La presencia de contenidos científicos en lapelícula se hace patente en tres momentosdel filme: el primero de ellos es la contex-tualización histórica a través de los hitosdel desarrollo científico de la clonaciónque se ha descrito arriba. El segundo, cuan-do a instancias de su esposa, Adam Gibsonacude a un establecimiento de clonaciónde mascotas, RePet, para remediar la pró-xima pérdida de la moribunda mascota desu hija. En este establecimiento Gibson seentera, a través de un video, de las cuatrofases para la feliz clonación del animal di-funto. A fin de ilustrar con más claridad este

juego de ficción-realidad, se proporcionaenseguida un ejemplo tomado de la pági-na electrónica del filme: el sitio Replace-ment Technologies y el servicio RePet. En élse invita al visitante a que conozca el nue-vo servicio de clonación de mascotas –seincluyen testimonios de clientes satisfe-chos– y se hace un ejercicio “divulgativo”de la tecnología empleada, mezclando ellenguaje científico con el publicitario, al ex-plicar el proceso de las cuatro fases:

At our conveniently-located RePet sto-res, we can clone your 4-legged lovedone in just five easy steps.

• The blank canvas [título acompañadode maullido de gato]:It all begins with the growing of “Blanks”in embryonic tanks at the RePet factory.Blanks are animal clones stripped of allcharacteristic DNA.• DNA Extraction [título acompañado demaullido de gato]We extract your pet’s DNA from a lock offur or drop of blood.• DNA infusion [título acompañado demaullido de gato]Your pet’s DNA is infused on a cellularlevel onto the blank.• Syncording [título acompañado demaullido de gato]Using our patented Syncording® process,all of your pet’s thoughts, memories andinstincts are painlessly transplanted viathe optic nerve.• Happy reunion [título acompañado demaullido de gato]Your cloned pet is exactly the same asbefore, right down to the DNA, withall training and memories intact. Youand your child will never know thedifference.12

“El canvas en blanco. Todo inicia con el creci-miento de “blanks” en tanques embriónicos en

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Esta información “científica” es el antece-dente necesario para entender la injeren-cia de la ciencia en la trama de esta historiaporque se trata del mismo procedimientoa través del cual se efectúan las clonacio-nes de humanos.

El tercer momento en el que tiene pre-sencia la “explicación científica” es cuandose explica el fracaso de esta tecnologíareproductiva: los problemas con los que setopa el científico, Dr. Weir, para solucionarlos defectos que se agudizan y aceleranconforme aumentan las replicaciones deun individuo.

A partir de esta presencia de “contenidoscientíficos” en el filme surgen las siguien-tes preguntas: ¿cuál es la relación que sedescubre entre el manejo de contenidoscientíficos sobre clonación que hace el dis-curso de divulgación científica y el que seregistra en este filme?; ¿hasta qué puntoes fiel el filme a lo que divulga la ciencia yen qué momento empieza la ficción?,y, ¿qué tipo de implicaciones pueden de-rivarse de estas diferencias?

En la realidad intertextual del espectadorcontemporáneo de este filme resuena, allado de los titulares noticiosos de la clona-ción de la oveja Dolly, la información quecircula en los noticieros, en los documen-

tales sobre el uso del código genético enla investigación criminológica, en los li-bros de texto de biología, en revistas dedivulgación como Conozca más o en otrosfilmes de ciencia ficción como, por ejem-plo, Jurassic Park.13 En contextos de estetipo se puede reconocer la idea de la po-sibilidad de clonar una mascota a partirde una pequeñísima muestra de sangre.

En contraste con esta premisa, los plan-teamientos que en seguida se presentanse van alejando de una “realidad recono-cible” porque disminuyen su posibilidadcientífica: por ejemplo, es científicamenteinverosímil el que llegaran a existir unostanques en donde flotan costales con ma-teria biológica potencialmente humanallamados blanks14 a la espera de ser infun-didos con el ADN de algún individuo y deque, a partir de esta materia prima, se lo-grara la clonación completa de un ser hu-mano en cuestión de horas; y todavía másinverosímil es el método a través del cualse resuelve tecnológicamente el problemade la conciencia humana: un aparato re-duplicador de “almas” que copia la infor-mación “mental” de la mirada del individuoa clonar y de alguna manera la convierteen información digital que puede alma-cenarse en una computadora para copiar-se posteriormente en una réplica clonada.

Con esta propuesta de “clonación”,construida a partir del esquema cartesianode cuerpo y alma descartado hace tiem-po por las ciencias biológicas, la cinta elige

En Jurassic Park 3 también hay unos tanques consacos embriónicos de dinosaurios. Cuando losnuevos y asombrados visitantes presencian elcontenido de estos tanques, el veterano héroede la serie sentencia: “Esto es lo que hizo elhombre queriendo jugar a ser Dios”.En español el término se traduce como “espa-cio en blanco”.

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la fábrica de RePet. Los blanks son clones deanimales a los que se ha eliminado todo su ADNcaracterístico. Extracción de ADN. Extraemos elADN de su mascota de un rizo de su pelambre ode una gota de sangre. Infusión de ADN. Se intro-duce ese ADN a nivel celular en un blank. Syn-croding. Usando el proceso patentado de Syncro-ding , todos los pensamientos, memorias einstintos de su mascota se transplantan sin do-lor a través del nervio óptico. Feliz reunión. Sumascota clonada es exactamente la misma queantes, con todo el entrenamiento y memoriasintactos. Ni su hijo y ni usted misma podrán no-tar la diferencia”. El Sexto Día, “RePet”.

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la interpretación generada por la voráginesocial y los medios masivos y que es, justa-mente, la que desmiente una y otra vez eldiscurso de divulgación que llevan a ca-bo científicos y divulgadores:15 el azar enla naturaleza es tal, que no sólo es muyimprobable que un clon sea físicamenteidéntico al individuo original, sino que lacuestión de duplicar la experiencia de vi-da de un individuo es imposible: la posi-bilidad de ejércitos de Hitlers o Einsteins(los clichés que simbolizan lo indeseable ylo deseable de lo humano cuando se ima-ginan las posibilidades de la clonaciónhumana), repiten los científicos hasta elcansancio, es pura fantasía. Una fantasíaque, sin embargo, persiste en el imagina-rio de la opinión pública.16

LA REPRESENTACIÓN DEL CONTENIDOSOCIAL

Al representar el contenido social, El sextodía reacomoda en la ficción elementos dela realidad del espectador para presentar alpresidente de una corporación compro-metida con la investigación científica co-mo el antihéroe. Michael Drucker –unapersonalidad que en el juego ficción/rea-lidad tiene ciertos atributos del tipo “BillyGates”– es un ser soberbio con enfermizossueños de grandeza y sin escrúpulos que,en este filme, retoma como alegato ético

a su favor un discurso que el espectadorpuede reconocer en declaraciones de per-sonalidades como James Watson:

Hay que mantener estas cosas alejadasde las personas que creen que saben lomás conveniente (...) Estoy tratando deimaginarme las decisiones genéticas enmanos de los afectados, cosa que nohacen los Gobiernos.17

En esta cita, el descubridor del funcio-namiento del código genético y, por ello,premio Nobel de Fisiología y Medicina de1962, proporciona un ejemplo de la postu-ra política que sostiene el derecho del in-dividuo sobre la ingerencia del Estado enun ámbito que esta postura considera pri-vado, a saber, el de las decisiones que unindividuo y sólo él puede tomar en torno asu propio cuerpo o el de sus hijos meno-res. Desde esta perspectiva, compartidapor el antihéroe de un relato de ficción delsiglo XXI y el héroe de la historia de la cien-cia del siglo XX, las prohibiciones al desa-rrollo y aplicación del conocimiento cien-tífico son inhumanas porque impiden salvary brindar una mejor calidad de vida a se-res humanos sufrientes.

La postura política del presidente delconsorcio Replacement Technologies sepresenta en el contexto de la premisa queda origen a la historia y que es de dondeproviene el título. Se trata de la promul-gación de la Ley de Sexto Día, que prohí-be la clonación de humanos y estipula laaniquilación de los que se hayan produ-cido en este contexto de ilegalidad. Sobreel origen de esta ley la narrativa fílmica no

Ian Wilmut, Richard Dawkins, pp. 61-72 y Ri-chard Lewontin, pp. 239-264, por mencionaralgunos famosos.En un programa radiofónico dedicado al temade la clonación al que se invitó a expertos enel tema, de las llamadas abiertas del público, elargumento más frecuente contra la clonación semanifestó de este modo: “no me gustaría quehubiera en el mundo otra persona como yo”.Zona Libre, IMER, 27 de abril, 2003.

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Citado en una entrevista en el Sunday Telegraph,8 de febrero de 1997. En Matt Ridley, Genome.La autobiografía de una especie en 23 capítulos,p. 338.

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da más antecedente que la explicación deque fue resultado del fracaso del expe-rimento de la primera clonación humana.En esta decisión tan terrible –sobre todocuando resulta claro que al hablar de clo-nes se habla de vidas humanas, como ladel clon del héroe– hay resonancias de losestados totalitaristas y autoritarios queatentan contra la libertad de decidir delos individuos y contra los valores huma-nos más elementales.

Éste es el tipo de implicaciones que pue-den inferirse de los argumentos de MichaelDrucker a favor de la clonación: la inge-niería genética ha salvado a la humanidaddel hambre, ha restablecido en su cauceespecies en peligro de extinción, salva másvidas gracias a la posibilidad de la clona-ción y trasplantes de órganos. También haceevidente lo arbitraria que es la prohibiciónde clonar humanos: un niño enfermo delhígado se puede salvar gracias a la nuevatecnología, pero un niño enfermo del ce-rebro debe morir gracias a las ideas timo-ratas que prohíben la reduplicación delcerebro que implica, necesariamente, lareduplicación de la persona entera.

Este discurso contrasta con una cons-trucción de contenidos sociales y humanosimpregnada de humor negro, en la medi-da en que uno de los términos del crucehumorístico es el valor de la vida huma-na. Así, en el estilo de expresión caracterís-tico del actual mercadeo publicitario nor-te-americano, se satiriza el amor y la altaconsideración en el que las sociedadesavanzadas tienen a sus mascotas (con-texto que da pie al discurso “divulgativo”de las cuatro fases de la clonación); el te-mor ancestral ante la incertidumbre dela muerte; y uno de los principales argu-mentos presentes en el discurso divulga-tivo y periodístico de la ciencia vincula-

dos a este temor: los avances y desarrolloscientíficos y tecnológicos buscan vidas máslargas y mejores para todos. Así podemosver en el siguiente ejemplo una parodia aestos argumentos:

Replacement Technologies: “We are inthe business of life.” “We have a simplegoal: a better life for everyone”RePet: “Where love means no surprises”.“Cloning is life” “Cloning is love” (esló-ganes en etiquetas) “20% off clone special”

El humor negro se materializa también enlas prolongadas escenas de persecución alestilo de los Keystone Kops en donde losantagonistas son arrollados, degollados,destazados; pero, a la caza del héroe, clo-nados una y otra vez. Hacia el final del fil-me el antagonista principal, el presiden-te de la corporación, recibe también sudosis de burla macabra, cuando se revelaque a lo largo de la historia ha sido ase-sinado –víctima de los extremistas anti-clonación– y clonado en varias ocasionespara terminar, en acto de voluntad férrea,como clon en proceso de formación des-tinado a llevar a término su misión.

Así es como en El sexto día se elige lacomedia para recontextualizar y resigni-ficar contenidos del debate social y políti-co implicados en la conceptualización de“ser humano”.

LA CONSTRUCCIÓN DE CONTENIDOSONTOLÓGICOS Y EL PROBLEMA DELESTATUS EXISTENCIAL DE UN CLON

Uno de los temas que inevitablemente seasocia a la clonación es el problema de laesencialidad del ser. En El sexto día, estetema se manifiesta, por ejemplo, en unode los eslóganes que aparece en la página

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web del filme y en los impresos que hicie-ron su promoción en cartelera: “Are youwho you think you are?”

La noción de dualidad entre mente ycuerpo se materializa en este filme en dostipos de información a partir de los cualesla materia inerte de los sacos embriónicoscobra vida. Por un lado la noción de unaentidad biológica, ADN, que proviene delorganismo humano. Para la solución de laentidad del ser en tanto mente o alma, Elsexto día, retoma la idea de que los ojosson la puerta del alma. Esta entidad tam-bién se formula en términos de una me-táfora informática: los ojos son la vía deacceso a esta “información” que se redu-plica y copia en un disco para ser proce-sada en una computadora.

La desazón, rechazo, repugnancia quesuscita la idea de la clonación tiene buenaparte de su origen en el cruce incompatibledel valor de la unicidad de la vida humanacon la noción de producción en serie, con-cepto clave en la economía capitalista pa-ra abaratar el valor de un producto. Pensaren que lo único e irrepetible pueda multi-plicarse, pone en duda lo que se supone ose siente que es la identidad del ser.

El filme enfrenta al espectador ante estaposibilidad en cuatro contextos distintos:uno de ellos es el escaso valor que tienenlos matones, cuyas vidas sólo tienen sen-tido en el contexto de la persecución y porello es que aquí tiene lugar la imagen bur-lesca de la producción en serie de vidashumanas. El segundo, es la clonación delantagonista, Michael Drucker quien, a di-ferencia de sus compinches, sí sabe quesu continuidad es la causa de una serie declonaciones y que su esencialidad resi-de en la voluntad del destino que se hatrazado y así sobrelleva sin problemasexistenciales el cambio de un cuerpo a

otro. El tercero, retoma el caso de la clo-nación de un ser querido y el deseo de lainmortalidad a costa de cualquier precio.Uno de los momentos dramáticos del filmocurre entre el científico, el Dr. Weir, y suesposa, a la que ha clonado numerosasveces para mantenerla en una existenciadolorosamente inmortal. Ahí se retoma laidea de la imposibilidad de vencer a la na-turaleza: la clonación no está totalmenteresuelta, surgen problemas incomprensi-bles para el científico, en el organismo re-plicado de la Sra. Weir que pide a su mari-do dejarla morir en paz.

Finalmente, la clonación del héroe,Adam Gibson, hace patente el dilema delestatus de un individuo frente a su clon, si-tuación que también tiene un tratamien-to humorístico: el clon se apodera de lavida de Gibson que se pone celoso cuan-do lo ve besar a su esposa; su clon, es tanencantador como Gibson y se conviertenen los mejores amigos. Sin embargo, elmundo de Gibson no tiene cabida para otroGibson. La relación del individuo con suclon se vuelve más inquietante ante la ne-cesidad de destruirlo. En el caso de El sextodía el problema se resuelve con la mismasolución del Frankenstein de Mary Shelley;pero este exilio que no tiene el tinte trági-co del monstruo pues el clon de AdamGibson es el ciudadano promedio en unasociedad de oportunidades en donde nocorrerá peligro mientras se guarde el se-creto de su horroroso origen.

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IMÁGENES PROGRESISTAS Y APOCA-LÍPTICAS: UN CASO DE DISOCIACIÓNENTRE LA FORMA DE LA EXPRESIÓN Y LAFORMA DEL CONTENIDO

En este complejo contexto que expone elfilme (la sociedad de consumo, las grandescorporaciones, el científico, el presidentede la corporación, los políticos, las leyes,el Estado, los extremistas anticlonación, elciudadano común, la esencialidad del ser,etcétera) resulta difícil establecer la sanciónque se hace hacia el conocimiento cientí-fico y la tecnología.

La posibilidad de la inmortalidad se veopacada por temores de tipo ontológicoacerca de la autenticidad del ser, por unasolución final en la que se revela la impo-sibilidad de la ciencia de derrotar a la na-turaleza y por cierta intuición moral –eltabú del conocimiento prohibido, quizás–que desaprueba el afán de búsqueda de lainmortalidad. En la visión llana de la narra-tiva maniquea de héroes y antagonistas, laciencia y la tecnología están del lado de losenemigos del héroe y éste acaba destru-yendo el conglomerado tecnológico y sal-vando al mundo del mal de la clonación dehumanos. En la resonancia de la sentenciabíblica en el título del filme, puede escu-charse una sanción contra el conocimien-to prohibido y la soberbia humana: tomarel lugar de El Creador. Desde este campode asociaciones la acción de la ciencia y latecnología que se representa en el filmetiene una visión negativa que puede suge-rir la idea del principio del fin.

Estas dudas que se articulan en el planodel contenido y que señalan el peligro deun destino apocalíptico, tienen como con-traparte una forma de expresión que vuel-ve vano el valor de la vida humana en lasreplicaciones necesarias para la caza del

héroe; en la imagen de un laboratorio don-de la producción en serie de replicacio-nes depende de unos sacos con indivi-duos preformados y CD’s que contienensu experiencia de vida cuya información sepuede copiar cuantas veces sea necesarioen una computadora. Este contexto situa-cional sugiere aquí una analogía con elconcepto informático de copy-paste comosistema segundo en el que se resignifica elconcepto ‘ser humano’; hacia una triviali-dad que recuerda el planteamiento de Wal-ter Benjamín sobre la devaluación de laobra de arte en los procesos industrialesde las sociedades modernas.

Sin embargo las imágenes de sociedadque propone esta cinta no son apocalípti-cas, por el contrario, son representacionesdel progreso que promete el desarrollo delconocimiento científico y tecnológico. Alretomar la sugerencia de Rosenstone dever en el cine una forma de “escribir” lahistoria, podemos considerar qus en Elsexto día la imagen progresista de la cien-cia se materializa en un contexto donde latecnología no sólo hace la vida más con-fortable, sino que aumentan el número deposibilidades para satisfacer una variedadde deseos que van desde el placer gustati-vo hasta remediar la pérdida de un ser que-rido y la propia muerte.

En este contexto de imágenes, la semi-lla de la destrucción para el género huma-no puede encontrarse en el laboratoriode clonación; sin embargo, del desenla-ce de la historia, no se puede inferir quela ciencia sea la simiente del mal, premi-sa del filme, ni tampoco que la acción declonar conduzca al exterminio humano.

El mal se materializa en los grandes apa-ratos que amenazan las libertades y dere-chos de los ciudadanos: el Estado y las cor-poraciones monopólicas. En este sentido,

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la cinta entra en una de las categorías quedescribe Steven L. Goldman: el conjunto dehistorias en cuya trama el ciudadano esamenazado por los intereses egoístas de lasacciones de las enormes corporaciones yel conocimiento de científicos ambicio-sos y manipulables. Desde esta perspectivade análisis del filme, la ciencia es la varia-ble éticamente neutra que puede usarsepara el bien o para el mal.18

Es así como se presentan dos visionesantagónicas de la clonación de humanosen tanto una acción que se genera en elámbito del conocimiento científico y suaplicación: en un caso, como algo inhe-rentemente malo porque atenta contra elorden natural o divino y contra el valor dela originalidad de una vida humana. Así,hay cierta inercia en el filme cuyo efectoes una imagen que asocia a la ciencia conuna trivialización de los valores huma-nistas.19 Sin embargo, en el plano de la ex-presión hay una legitimación de esta ba-nalización en el contexto humorístico delas acciones y en esa resignificación copy-paste del significante “ser humano” que,por su parte, la publicidad y el mundo delespectáculo reiteran sin cesar en nuestrarealidad contemporánea: cuerpos huma-nos que son retocados por la cirugía esté-tica o por el poder de la electrónica digital;que son reproducidos en diferentes for-matos, a través de diversos medios, mul-tiplicación de retratos electrónicos de se-res queridos que se tiran al basurero realo virtual.

LOS TEMORES DE LA FICCIÓN FRENTE ALOPTIMISMO DE VIDAS MÁS LARGAS YMEJORES DEL MUNDO REAL

Como se ve, hay una contradicción entrelos discursos y la acción. Al miedo en tornoa un final apocalíptico asociado a la cienciay a la tecnología, al cuestionamiento entorno a la sed insaciable por el saber y aldeseo de alcanzar la inmortalidad que seobserva en el discurso de ficción se oponenla acción, los deseos y las necesidades delindividuo común. Un pragmatismo afín ala mirada progresista de concebir la cien-cia como promesa de un mejor legado pue-de apreciarse en este texto de La conquis-ta del genoma humano:

Es indudable que muchas personas que-rrán aprovechar la oportunidad de maxi-mizar el potencial genético de sus hijos sies que llega ese día. Desde la oración has-ta la educación privada, desde el psico-análisis hasta la cirugía estética, la gentehace prácticamente lo que sea para ma-ximizar las oportunidades de éxito en lavida para ellos mismo y para sus hijos. Elconcepto de bancos de semen de pre-mios Nobel y de modelos que vendensus óvulos por Internet puede parecerabsurdo, pero muchas clínicas dedicadasal tratamiento de la infertilidad ya ofre-cen la selección del sexo de los hijos pa-ra ayudar al “equilibrio familiar”.

James Watson escribió esto al respecto:

Si de verdad pudiéramos prometer a lasparejas jóvenes que sabemos cómo dar-les una descendencia con unas carac-terísticas superiores, ¿por qué debemossuponer que van a rechazar esta opor-tunidad? Si los científicos encuentranmanera de mejorar enormemente lascapacidades humanas, nada impedirá

Steven L. Goldman, ibid., p. 283.Ibid., p. 277.

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que el público esté más que dispuestoa utilizarlas.20

El horizonte de enunciación desde el quese articula esta cita va en sentido contrarioal discurso que expresa alarma ante de laposibilidad de usar las tecnologías gené-ticas y reproductivas para hacer bebés ba-jo diseño que inevitablemente evoca lautopía apocalíptica de Aldoux Huxley.

En la siguiente nota periodística el actorArnold Schwarzenegger imagina las bon-dades prácticas que la clonación po-dría brindarle:

Schwarzenegger aboga por la clonación.El actor austro-norteamericano ArnoldSchwarzenegger se confesó partidario dela clonación humana al presentar ayeren Madrid su más reciente película, Elsexto día. Mas aclaró que si la clonación“cae en malas manos, puede ser peligro-sa”. “Me gustaría clonarme cinco veces,para que un clon estuviera con la fami-lia, otro protagonizara películas, otro lasdirigiera, otro se dedicara a la política yotro jugara al golf, unos 18 hoyos pordía, sin sentirme culpable”, explicóSchwarzenegger. También comentó quele gustaría la posibilidad de clonar “agenios desaparecidos que hayan hechoalgo importante por el mundo”. En estanueva película, Schwarzenegger encar-na a un piloto condecorado (Adam Gib-son) y hombre de familia tradicional queuna noche descubre que su vida le hasido robada por un clon de él. “Cuantomás investigaba para hacer la pelícu-la, más interesante me parecía el temade la clonación”, señaló. “Interpreto a unhombre bastante anticuado, que viveanclado en el pasado, mientras que yovivo más en el presente, con proyección

en el futuro”, explicó el actor que en casi25 años de carrera ha filmado 26 pelícu-las, entre las que destacan Terminator,Gemelos y El último gran héroe. (AFP)21

Por su parte, el productor de El sexto díahace una sinopsis del filme que subraya elpapel y bondad que tiene la clonación enesta historia y en donde los antagonistasson los extremistas anticlonación:

In this future cloning is used for the bene-fit of mankind. Cloned fish fill the oncedepleted rivers and lakes and organs forhuman transplantation are grown in labs.But this time of technological wonder isalso a breeding ground for dissentionbetween proponents of the new techno-logy and those who oppose it for moralreasons. Opposing views on how far so-ciety should go in the name of science isa social and moral dilemma, giving rise tozealous and fundamentalists that be-lieve certain boundaries should never becrossed. The technology to clone humanbeings has been perfected but is illegal–banned after an experiment gone wrongthat resulted in the destruction of theclone. The 6th Day Law, referring to the bi-blical passage “and God created man onthe sixth day” was legislated by the radi-cal fundamentalists and carries a punish-ment of 40 years prison for anyoneattempting to clone a human being. The6th day is a sci-fi thriller with an emotio-nal thread. ‘This is a cautionary tale notof evil science but the evil uses of scien-ce’, says producer Jon Davison.22

En el juego de espejos entre realidad yficción es sintomático que se haya elegi-do al actor Arnold Schwarzenegger que,como criatura de Hollywood, tiene un

Kevin Davies, La conquista del genoma humano,p. 301.

20 Crónica (5, 12, 00).El Sexto Día, “Production Notes”.

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importante componente “no humano” que“se clona” de personaje en personaje: co-mo héroe hercúleo carente de conflictosinternos que sólo se mueve al ritmo de laacción (Conan el Bárbaro), como máqui-na de destrucción (Terminator 1 y 2); deahí salta a la comedia como hermano ge-melo de Danny de Vito (Twins) para final-mente parodiar a su propio personaje co-mo el fenómeno masculino que parió unhijo (Junior). Ahora, Schwarzenegger, en supapel de ciudadano común, es clonado.

Desde la construcción cómica de su pro-pio personaje, Arnold Schwarzenegger de-cide repetir en el discurso periodístico laversión de la clonación que construye ydifunde un discurso ignorante e irracional,pero sensacionalistamente atractivo, de laclonación. Además se coloca en el bandode lo prohibido y desde ahí hace la valo-ración del héroe que representa en el fil-me. Llama la atención que la diferencia en-tre Schwarzenegger y Adam Gibson seencuentra en la percepción de sus vidasen la línea del tiempo; la confrontación en-tre dos perspectivas: una conservadora yotra progresista.

Al hacer la sinopsis de El sexto día, JonDavison cambia los términos de la historiaen la relación héroe/antagonista –al pare-cer el mal lo encarnan los fundamentalis-tas anticlonación y no los intereses corpo-rativos– y en esta sinopsis no se explica enqué parte de la trama se hace necesariala advertencia contra los malos usos de laciencia. La oposición se establece, al igualque en la apreciación que hace Schwar-zenegger de su personaje, entre una vi-sión conservadora –la de los extremistas–y la progresista que ve en el desarrollocientífico y tecnológico un bien.

En la siguiente valoración del divulga-dor Matt Ridley se expresa con mucha

mayor decisión el deslinde de la ciencia ytecnología frente a los crímenes que se leimputan; por ejemplo, el de la eugenesia:

Lo que la eugenesia tiene de impropiono es la ciencia, sino la coacción. La eu-genesia es como cualquier otro progra-ma que pone el beneficio social pordelante de los derechos del individuo.Es un crimen humanitario, no científico.No cabe duda de que la reproduccióneugenésica de seres humanos hubiera“funcionado” exactamente igual que fun-ciona en el caso de perros y ganado va-cuno. Se podría reducir la frecuencia demuchos trastornos mentales y mejorar lasalud de la población mediante una re-producción selectiva. Pero tampoco ca-be duda de que sólo se puede hacer muylentamente, con un tremendo coste decrueldad, injusticia y opresión.23

Jacques Monod, a quien la ciencia sugiereun final apocalíptico para la humanidad enEl azar y la necesidad, también deslinda aesta disciplina y a la tecnología de respon-sabilidad y señala al responsable:

Las sociedades “liberales” de Occidenteenseñan aún, con desdén, una repug-nante mezcla de religiosidad judeocris-tiana, de progresismo cientista, de creen-cia en los derechos ‘naturales’ del hombrey de pragmatismo utilitarista. (...) todosestos sistemas enraizados en el animis-mo están fuera del conocimiento obje-tivo, fuera de la verdad, extraños y endefinitiva hostiles a la ciencia, que quie-ren utilizar, mas no respetar y servir.24

Matt Ridley, Genome. La autobiografía de unaespecie en 23 capítulos, p. 337.Jacques Monod, El azar y la necesidad. Ensayosobre la filosofía natural de la biología moderna,pp. 182-183.

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En estos dos ejemplos encontramos repre-sentadas las dos posturas, ambas prove-nientes de hombres de ciencia. Actualmen-te prevalece el enfoque optimista que seobserva en Ridley y, en cuanto al pesimis-mo de Monod, probablemente es un casosin equivalentes, pues la solución del au-tor apunta hacia una propuesta que sacrifi-ca los derechos del individuo en benefi-cio del orden social, esquema inadmisibleen el pensamiento progresista moderni-zador, pero que cabría explorar en el dis-curso globalifóbico.

LA MIRADA PROGRESISTA DE LA CIENCIA:EL FIN Y EL COMIENZO DE LAS ERAS

En la medida en que uno de los términosde este análisis es la imagen de progresoque se construye en buena parte del dis-curso de divulgación de la ciencia, ensegui-da se ejemplifica cómo este discurso sitúala acción científica y tecnológica en la líneadel tiempo histórico.

La ciencia, a diferencia de la historia, esuna disciplina que se proyecta hacia el fu-turo en tanto las posibilidades que tienepara materializarse en tecnología, concre-ción necesaria no sólo para que el conoci-miento científico avance sino en su efec-tividad para servir al orden humano. Es estainercia que tiene la tecnología para trans-formar el orden humano lo que con fre-cuencia se hace patente en el discurso dedivulgación. Para ejemplificar este puntopresentamos enseguida dos testimonios.Ian Wilmut, el científico que clonó a laoveja Dolly, dice:

Hasta el nacimiento de Dolly, los cien-tíficos eran propensos a afirmar que talo cual procedimiento sería “biológica-

mente imposible”, pero ahora esa ex-presión parece haber perdido todo sen-tido. En el siglo XXI y posteriores, laambición humana no tendrá más topesque las leyes de la física, las reglas de lalógica y el propio sentido del bien y delmal que posean nuestros descendien-tes. Verdaderamente, Dolly nos ha con-ducido a la era del control biológico.25

Kevin Davies, cronista del acontecimientodel siglo XX, la conquista del genoma hu-mano, propone la siguiente imagen de unfuturo posible:

Es imposible predecir el resultado finalcuando queda tanto por jugar, pero nopuede haber ninguna duda de que estetesoro de información genética cambia-rá irrevocablemente nuestra noción dellugar que ocupamos en el mundo. Anuestros hijos se les diagnosticarán en-fermedades antes de que las lleguen adesarrollar y recibirán tratamiento confármacos adaptados a su química cor-poral. Quizá nuestros nietos procedan deun grupo de células en remojo en unaplaca de petri después de haber com-probado que no oculten defectos en suADN. Y nuestros bisnietos tendrán el do-minio sobre las generaciones futuras,con la capacidad de diseñar los carac-teres del material genético con la mismafacilidad de coser un botón.(...) Tenemos el formidable potencial –siun día lo deseamos– de reescribir el len-guaje de Dios y la responsabilidad dedomesticar el genoma para mejorar lacondición humana de una manera equi-tativa y ética. La infancia de la estirpe hu-mana está llegando a su fin. El descansoha terminado.26

Ian Wilmut, ibid., p. 23.Kevin Davies, ibid., pp. 25-26.

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En la introducción a El Azar y la necesidad,Jacques Monod dice “hay que evitar to-da confusión entre las ideas sugeridas porla ciencia y la ciencia misma”.27 En estasdos citas las ideas sugeridas por la cien-cia nos remiten a una paradoja asociada alas nociones de apocalipsis y del fin de losmundos: tras un desarrollo histórico quepuede ser progresista o decadente se lle-ga al fin último que es a la vez término ymeta. Malcolm Bull describe el origen dela intuición inquietante –presente tanto enel caso de un término feliz como desgra-ciado– que hay en esta noción de “fin”:

Si, como ocurre con tantas cosas en la vi-da cotidiana, las metas hacia las que vadirigida la acción son provisionales, ytemporal el cese de ésta, se puede reajus-tar constantemente el precario equilibrioque hay entre lo deseable y lo posible.Pero si lo que está en juego es la totalidadde la experiencia –la meta última, el finalpostrero–, queda poco espacio para ma-niobrar, y los límites de la esperanzapueden ser incómodamente rígidos.28

Desde la noción histórica de progreso, laciencia es el agente que ha conducido ala humanidad hasta la meta perseguida: elmomento en el que la humanidad adquie-re el control total de su destino biológico.Alcanzar esta meta anuncia también el findel orden humano tal como lo conocemos.

La proyección de futuro en Wilmut yDavies es inquietante desde esta nociónde una meta de modalidad perfecta: por-que se ha llegado a la totalidad de la expe-riencia científica y los límites de la esperanzaapuntan hacia varios puntos problemáticosallende la ciencia. Primero, el espacio enel que se soluciona el fin del mundo quepuede ser la naturaleza humana y su ca-pacidad para conducir su propio destinohacia el bien o hacia el mal; o la creenciaen un orden superior al humano y desdeesta premisa el cumplimiento del desti-no esperado que puede ser glorioso/utó-pico o desgraciado/apocalíptico; segun-do, es el punto de desencuentro entre lasposiciones pesimistas y optimistas del fu-turo; finalmente, es el terreno en el que laciencia ficción ofrece escenarios posiblespara el destino último del orden huma-no: alcanzar una meta asociada al destinode la humanidad como la era del controlbiológico es una posibilidad que se vis-lumbraba siempre en el futuro, de modoque en los testimonios de Wilmut y Da-vies podemos inferir la idea de que el futu-ro nos ha alcanzado; premisa que retomabuena parte de los relatos de ciencia fic-ción y, específicamente, el film El sexto día!

El Azar y la Necesidad es una obra abocada a ex-plorar las ideas sugeridas por la ciencia, especí-ficamente, el descubrimiento del código gené-tico. Dada la temática de este trabajo vale lapena consignar aquí que la perspectiva queexhibe Monod del futuro es apocalíptica (cf. elúltimo capítulo, “El Reino y las Tinieblas”). Sinembargo Monod no responsabiliza a la cienciade este desenlace sino a “una repugnante mez-cla de religiosidad judeocristiana, de progre-sismo cientista, de creencia en los derechos‘naturales’ del hombre y de pragmatismo uti-litarista. (...) El mal del alma moderna es estamentira, en la raíz del ser moral y social. Es estemal, más o menos confusamente diagnosticado,que provoca el sentimiento de temor, si no deodio, en cualquier caso de alineación, que hoyexperimentan tantos hombres respecto a lacultura científica”. Jacques Monod, ibid., pp.182-183.Malcolm Bull, La teoría del Apocalipsis y los finesdel mundo, p. 11.

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Jorge Ruedas de la Serna (coord.). Diplo-macia y Orientalismo. Fuentes Modernis-tas. México, Universidad Nacional Autó-noma de México-Facultad de Filosofía yLetras-Dirección General de Asuntos delPersonal Académico, 2007.

lo largo del siglo XIX el Oriente sedejó ver ante el mundo occidental; Chinay Japón develaron sus misterios, apuntaPaul Hazzard en su imprescindible libroLa crisis de la conciencia europea (1680-1715). Tal apertura impulsó el viaje real pe-ro no canceló el viaje imaginario, los dosviajes fueron atractivos para los escritoresrománticos, y en los albores del siglo XX,los modernistas latinoamericanos se mos-traron verdaderamente fascinados por co-nocer el oriente. Diplomacia y orientalis-mo. Fuentes modernistas da cuenta de talinterés subrayando un evento clave para eldiálogo entre dos culturas: la ExposiciónUniversal de París del año 1900, en la quese exhibieron objetos, pinturas, piezas tea-trales, a un caudal de visitantes que con-templaron la diferencia en la concepcióndel arte y/o intentaron una especie detraducción a los cánones occidentales.

En el prólogo a Diplomacia y orienta-lismo. Fuentes Modernistas, Jorge Ruedasde la Serna señala el origen y el propósito:

El libro que ofrecemos al público, confines estrictamente académicos, no espropiamente una antología, sino elresultado de un trabajo de seminario dedocencia e investigación, en el que so-metimos a debate un amplio conjuntode textos. Del análisis de los mismos y delas discusiones sobre su significado ac-tual, surgieron los artículos que aquípresentamos acompañados de los tex-tos que mejor representan los temaspropuestos (p.18).

El libro tiene dos partes: la primera, se de-dica a textos de los autores europeos queejercieron influencia en los escritores mo-dernistas latinoamericanos; ellos son LouisGonse, Edmond de Goncourt, Pierre Loti,Lafcadio Hearn, Rudyard Kipling, de cuyaobra se seleccionaron textos breves quemuestran puntualmente su interés e inter-pretación sobre las artes plásticas, el tea-tro, la vida cotidiana, su misterio, el misteriode la mujer, el paisaje. En la segunda parte,figuran textos de autores latinoamerica-nos: Rubén Darío, José Juan Tablada, EfrénRebolledo y Arturo Ambrogi.

A

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Sobre Luois Gonse, autor de El arte ja-ponés, obra en dos volúmenes publicadaen 1883, Nicole Giron señala que “el descu-brimiento de ese arte fue”un verdadero‘choc’” (p. 24) para los intelectuales y artis-tas europeos debido a la diferencia con-ceptual, pues en Japón, agrega, “no hayuna obra que no responda a un propósitodecorativo o que no tenga un uso prácti-co” (p. 23), dos finalidades que fluían en laherencia, lo mismo en telas bordadas y gra-bados en madera, que en estampas y ce-rámica, así como en objetos utilitarios,como botones y cajitas.

La obra de Gonse, una investigación quedestacaba la historia y las técnicas artísti-cas, la evolución de géneros, las influenciasde otros países orientales, se convirtió enun libro indispensable para el conocimien-to del arte japonés y, más aún, tuvo reper-cusión en la pintura europea, ya que, apun-ta Giron, aceleró su evolución hacia elimpresionismo, tangible en la obra de To-lousse Lautrec y Paul Gauguin. Así, la aper-tura del mundo occidental al conocimien-to del arte japonés rindió sus efectos enEuropa y se constituyó, a la vez, en fuentepara los escritores latinoamericanos, unmovimiento que rompió fronteras y pusoal descubierto una fisura en la hegemo-nía de los países europeos sobre el restodel mundo.

Edmond Goncourt fue uno de los autoresque más contribuyó a la “invención deJapón”, como señala en su comentario Gui-llermo Quartucci; el movimiento estéticodenominado “japonismo” impregnó la lite-ratura y las artes plásticas con una temáti-ca que va de los objetos, la iconografía, lastarjetas postales, hasta la imagen de lamujer. En el Prefacio a Chérie, los neolo-gismos japonería, japonizante, japonismo sepusieron de moda al designar los objetos

que nombraban lacas, cerámicas, biombos,abanicos, marfiles, ilustrados con icono-grafías que se convirtieron en un este-reotipo, entre ellos, el de la enigmáticamujer japonesa.

Tal misterio parece descubrirse en la obraMadame Crisantemo de Pierre Loti, uno delos autores de mayor influencia en los es-critores modernistas latinoamericanos, co-mo señala en su comentario Arturo VilchisCedillo. La lectura del texto de Loti nospermite apreciar el itinerario del viajero quemira el paisaje desde el barco aún rodeadopor las montañas de Nagasaki; ya en tierrafirme, entre el perfume de las flores y elcanto de las cigarras, surge la exclamación:“¡Qué edén inesperado, este Japón…!” (p.53), que luego cambiará al entrar a unaciudad “sin ninguna importancia” (p. 53),frase que denota el Japón mercantil: losvendedores de biombos, zapatos, cajitas,cigarras vivas, viandas, una escena que elnarrador estima propia de un mundo gro-tesco. Y la visión ambivalente continuará alo largo del relato; por la noche Japón setornaba en “un país de encantamientos yhechicería” (p. 55), imagen que se confir-mará en el encuentro con Jazmín, la mujercon la que se casará. Al conocerla, com-prueba que ella es esa figurita bella plas-mada en el fondo de las taza de té, conel rostro de una niña de mejillas blancasy rosadas.

De Pierre Loti se incluye también “Unbaile de Yedo”, una crónica sobre la ce-lebración del cumpleaños del emperadorMutu-Ito en 1886. En la descripción de laindumentaria de las damas japonesas queasistieron al baile, el autor muestra la mo-da europea en la decoración de los salonescon objetos como los faroles a la venecianaque a Loti le dan la impresión de un Japón“de buen humor”; las mujeres lucen vesti-

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dos europeos y algunos hombres portan eltraje nacional. La crónica de Loti evidenciala otra cara de la moneda, la moda europeaen Japón, que considera ridícula y exótica.

Rudyard Kipling fue uno de los escritoresmás leídos a finales del XIX y a lo largo delXX, de ahí que se incluya “Viaje al Japón”,cuyo título original es Visión del Japón endiez horas, publicado en 1889. Uno de lospasajes de este libro narra la visita del autoral templo de Chion-in, una sede budista.En la descripción del edificio es notorio elreferente del autor: el de las iglesias cris-tianas; sobre el ritual, escribe Kipling:

De no ser por algunos accesorios de po-ca importancia, del estilo de unas imá-genes entrevistas de grandes hombres(pero éstos hubieran podido llamarsesantos), la escena podría haberse desa-rrollado en una catedral gótica romana;digamos en la rica catedral de Arundel.(p. 121)

Kipling aprecia en Japón un gran pueblodonde los oficios, en palabras occidenta-les, como la talla de madera y la forja delhierro, los colocaría en el mundo del arte.En su Visión del Japón en diez horas siguelos paradigmas de la cultura occidental; noobstante que él nació en la India, su edu-cación inglesa domina. El comentario deIván García es una bien fundada interpre-tación del texto de Kipling; con el sugeren-te título “La sensación de lo real”, discuteel problema de la realidad y la ficción a laluz de los conceptos de Paul Ricoeur y deAntonio Candido.

Para cerrar la parte dedicada a los orien-talistas europeos que influyeron en los es-critores modernistas latinoamericanos, seincluyen tres reseñas sobre la represen-tación teatral japonesa que fue objeto de

admiración por los visitantes de la Expo-sición Universal de París.

El drama titulado Kesa fue reseñado porla española Condesa Pardo Bazán, el gua-temalteco Enrique Gómez Carrillo y el me-xicano Manuel Flores; los tres comentan laactuación de Sada Yakko y verifican la fa-ma que para entonces había conseguidofuera de Japón, según apunta Jorge Ruedasde la Serna; la actriz tuvo gran éxito enEstados Unidos y en Europa, y provocó, sinque ella se lo propusiera, la reivindicaciónde la mujer japonesa “sometida ancestral-mente a la más denigrante condición deservilidad”. (p. 130)

Gómez Carrillo opina que el aplauso delpúblico obedecía a lo raro y no a lo bellode la actuación, la transformación del per-sonaje de muñeca a mujer a causa deldelirio de los celos le parece única. Lacrónica del mexicano Manuel Flores des-taca la versatilidad de Sada Yakko, cuyorostro va del odio ante el seductor a labondad expresada en una “sonrisa ange-lical” (p. 136) antes de morir. La CondesaPardo Bazán compara la obra japonesa condramas como Otelo y Los amantes de Te-ruel, signados por “la violencia pasional yla romántica protesta” (p. 139). Describetambién las particularidades de la actua-ción japonesa que se concentra en la mí-mica, el movimiento y la actitud accio-nando todo el cuerpo; así, la gesticulacióncomunica toda la gama sentimental y ha-ce prescindible la comprensión del idioma.

La segunda parte de Diplomacia y orien-talismo. Fuentes modernistas está dedica-da a los autores latinoamericanos que em-prendieron el viaje real o el viaje ficticio aOriente. Comienza con el Prólogo de Ru-bén Darío al libro De Marsella a Tokio deEnrique Gómez Carrillo. Japón es para Darío“el país de los dragones, de las cosas raras,

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de los paisajes milagrosos y de las gentesque parecen caídas de la luna” (p. 146)Cuando Gómez Carrillo regresó de Japónvisitó a Darío y le obsequió un álbum deamores torturados, una oración tibetana yuna estampa de Utamaro. En estas últimasel poeta nicaragüense comprueba lo leí-do en los textos de los Goncourt, tieneahora el “testimonio vivo” de quien habíatenido la suerte de caminar por los puentesde bambú y de admirar a las mujeres quesólo había contemplado en los biombos.El prólogo de Darío refiere las impresionesque Gómez Carrillo le enviaba en sus car-tas. Cuando apenas tenía un mes en Ja-pón, le escribe:

He tenido una deliciosa desilusión. Envez de un país europeizado y ameri-canizado de que hablan los publicistasserios, he encontrado el delicioso pue-blo de los abanicos. Entre los Leroy Beau-lieu y los Loti, los Loti siempre tienenrazón. Es un país de muñecas y sonri-sas, el Yamato. Fuera de Yokohama quees internacional, fuera de los métodosindustriales y de los sistemas guerrerosque son europeos, todo sigue siendo lomismo que antes. (p. 147)

Como se podrá notar, Gómez Carrillo ocu-lta los signos occidentales, se niega a dejarel Japón imaginario, el de Loti y su MadameCrisantemo, por eso su viaje real no pareceopacar ni destruir el viaje que los escritoresmodernistas hicieron por las páginas de losGoncourt, de Leofcadio Hearn, de Kipling.

El comentario de Guillermo Quartuccisubraya la admiración que los modernis-tas hispanoamericanos tenían por los es-critores franceses. Al respecto plantea cues-tiones clave: ¿qué significaba Japón para losescritores hispanoamericanos?, ¿dónde ubi-car el japonismo de Darío y Gómez Carrillo

cuando el modernismo se extendía a todoel mundo de habla hispana? Las posiblesrespuestas implican, entre otros puntos, lacaracterización del lugar desde donde es-criben los autores paradigmáticos.

En las “Notas japonesas” que José JuanTablada publicó en El Mundo Ilustrado, enmayo de 1905, el itinerario del viaje deYokohama a Hakone, desata la descripcióndel paisaje, en la que escuchamos el odiosochirriar de las cigarras, sinónimo del “ruidoestridente” de la crónica de Loti “MadameCrisantemo”, según lo verifica la nota a piede página. De esta crónica llamó mi aten-ción la representación del Fuji, que se daen dos niveles: en la superficie del lago deHakone se refleja la montaña y, simultá-neamente, el cronista rememora las estam-pas que ha visto, dos imágenes que formanun juego orientado a dotar de verosimili-tud al texto, una mirada propia del escritormodernista que, como señala en su comen-tario Ruedas de la Serna, “se propone ge-neralmente ver la vida y el mundo a tra-vés del prisma del arte” (157)

Respecto de la autenticidad del viaje deTablada a Japón, Ruedas de la Serna lo po-ne en duda. En el caso de esta crónica, senota la ausencia de la experiencia vivi-da tangible en la anécdota; una pruebase da cuando, prosiguiendo el típico itine-rario por Tokio, el escritor refiere su disgus-to por haber encontrado cerrada la puertade la casa de una geisha; esa puerta –señalaRuedas de la Serna–:

era la entrada al Japón íntimo, al Japónreal, que Tablada nunca transpone enesta crónica […] Quizás más que en nin-guna otra, en esta crónica de Tablada sepuede constatar el trasfondo libresco so-bre el que literariamente está compuesta.(p. 156)

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No obstante, los textos que sobre Japónescribió Tablada incidieron en las relacio-nes que el México de entonces se empe-ñaba en cultivar con aquél país, hecho queilustra la fuerza de los viajes imaginariosque presentaban al escritor mexicano co-mo un auténtico conocedor del Japón. Pa-radójicamente, José Juan Tablada no ac-cedió a los encargos diplomáticos.

Efrén Rebolledo, en cambio, sí cumpliómisiones diplomáticas durante la mayorparte de su vida; estuvo en Tokio de 1907a 1915, ahí escribió tres obras. En el libroque reseñamos se incluyen dos fragmen-tos de Nikko. En el primero leemos la des-cripción de la visita que el autor hizo a labaronesa Narita; como bien señala en sucomentario Carmina Mignon –”Los hechi-zos de Nikko”– el autor no refiere la cere-monia del té, uno de los tópicos porexcelencia, sino que fija su atención en elrostro y en la indumentaria de la hija dela anfitriona. En el segundo fragmento deltexto, el cronista refiere al lector el haberescuchado una leyenda en la voz de VonVedel, quien, a su vez, la había leído en“uno de esos libros de historias japonesasque deberían llamarse cofre de joyas delespléndido Lafcadio Hearn” (172). El me-xicano decide “narrar a mi guisa la exqui-sita leyenda nipona atañadera a achaquesde amor” (p. 172).

El escritor salvadoreño Arturo Ambrogipublicó en 1915 Sensaciones de Japón yChina, del que se tomaron dos crónicas:“La fiesta de las linternas” y “Los lotos dela Hanaya”. Esta última atrajo mi atenciónpor los trazos de la florista que figuran unaauténtica estampa: el personaje elige lotoscuyo aroma se intensifica por los gracio-sos movimientos de ella ante el compra-dor, quien simula placer ante un perfumeinexistente. El cronista esculpe la figura de

la vendedora y la convierte en una efigieparlante, cuyos movimientos se deslizan enuna escena perfecta, digna del espacio dela página impresa, una representación quedelata el ágil movimiento de la mimesisque, no obstante, ha puesto al cronista enla vida real, a vender lotos, una de las flo-res emblemáticas de Japón.

Dos ensayos de especialistas en el mo-dernismo hispanoamericano cierran el li-bro que reseñamos: “Hiroshige: La pinturajaponesa como fuente de inspiración mo-dernista”, de Araceli Tinajero, y “Tulipanesen suelo de nopales. El ‘modernismo’ lite-rario y el primer ‘japonismo’ de José JuanTablada”, de Bolívar Echeverría.

En la caracterización de la estética mo-dernista Araceli Tinajero aborda la repre-sentación del paisaje y señala que los es-critores “presentaban una naturaleza casiperfecta” (p. 195). Para el caso de los textosincluidos en el libro, podríamos decir queel paisaje japonés aspira a la perfección deacuerdo con las impresiones del viaje realo el viaje imaginario de los escritores.

Por su parte, Bolívar Echeverría señala queel amor a lo exótico proviene de los misio-neros franciscanos que llegaron a América;ya en el siglo XX el arte moderno descubre laotredad en las vanguardias, y los modernis-tas sustituyeron las formas exóticas

que traía de América a escondidas, porlas de un metropolitanismo europeo, [y]se vio obligado a dar la vuelta y ponersea buscar otras formas exóticas, las pre-feridas en Europa en tiempos de la belleépoque, que eran las del exotismo diri-gido hacia un Oriente imaginado, haciaun Japón artificial. (p. 210)

En efecto, los textos incluidos en Diplo-macia y orientalismo. Fuentes modernistas

MIRADA CRÍTICA

208 FUENTES HUMANÍSTICAS 36 MIRADA CRÍTICA

verifican el asombro de los autores latino-americanos, la otredad, la de ése orientevisitado y/o imaginado en los libros de losGoncourt, Gonse, Loti, Kipling.

Los comentarios a los textos incluidos enDiplomacia y orientalismo reflejan la lec-tura y la distancia crítica frente a ellos;muestran una virtud, la sencillez, que noriñe con la profundidad e ilustra el movi-miento de ir al momento de la produccióndesde el presente, ese viaje real por lostextos que desata el viaje imaginario y que,a la postre, nos coloca en tierra firme pa-ra entregar a los lectores el resultado de la

lectura. El itinerario, lo sabemos, tiene es-calas en otros textos, dicho en términosacadémicos, se trata de la investigación, ma-teria a debate en el Seminario de CríticaLiteraria. Pertinentes y sobrias son tambiénlas notas a los textos seleccionados. Porúltimo, considero que Diplomacia y orien-talismo. Fuentes modernistas es una au-téntica aportación al estudio del moder-nismo latinoamericano!

Leticia Algaba MartínezDepartamento de Humanidades, UAM-A

LETICIA ALGABA MARTÍNEZ

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Ferrarotti, Franco. Leer, leerse: la agonía dellibro en el cambio del nuevo milenio. Espa-ña, ediciones Península, 2003.

n las décadas precedentes al cambio demilenio un cúmulo de temores se mani-festaron en las sociedades de occidente,algunos, producto de concienzudas investi-gaciones; otros, más bien, hijos de la su-perstición y los prejuicios. Uno de ellos fueel fin de los libros, la desaparición de estemedio de información y puerta de entradaa experiencias inestimables. El testimoniode Franco Ferrarotti en el mundo de los li-bros y de la literatura es expuesto en estebreve texto, así como su miedo a que esesimple objeto de papel y tinta llegue a versu fin.

Franco Ferrarotti nace en Piemonte,Italia, en 1926 y vive su niñez en el periodode entre guerras en un país pacífico, perocercano a la inminente segunda confla-gración mundial e instauración del fascis-mo. Investigador y catedrático preocupadopor la realidad que afecta a la humanidad einconforme con el conjunto de valores yprioridades que destaca el mundo globa-lizado, Ferrarotti plasma en esta obra su

idílica relación con el mundo de las letras.Es un recuento entre biográfico e históricoen el que prepondera la necesidad de quelos lectores de hoy revaloren la letra impresay los autores clásicos, y revivan su espíritu,pero a partir del actual contexto histórico.

La precaria salud del autor durante laniñez lo obligó a pasar largas temporadasen cama, hecho que, lejos de resultar trá-gico, lo convirtió en un lector singular congran amor por los libros. Fue esa la maneraen que entró a el mundo de la filosofía,sociología, el estudio de lenguas y, poste-riormente, la traducción. Con la mirada dequien ha vivido la mayor parte del siglo XX,en un país envuelto en los grandes aconte-cimientos que transformaron el destino delhombre, Ferrarotti nos da un paseo por subiografía personal, en la que el libro desem-peña un papel primordial como instrumen-to para percibir la realidad.

Espectador y crítico del creciente avancetecnológico, del fortalecimiento casi to-talitario de los medios de información y deldramático deterioro de la cultura del libroy la lectura, nos dice que “Leer quiere decirsalir de sí solo para volver, volver enrique-cido… arrancado del sonambulismo de locotidiano”, se trata de un acto para cons-truirse a sí mismo.

LEER, LEERSE:LA AGONÍA DEL LIBRO EN EL CAMBIO DEL NUEVO MILENIO

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210 FUENTES HUMANÍSTICAS 36 MIRADA CRÍTICA

Leer, leerse es el testimonio de un bi-bliófilo que disfrutó de los libros desde laniñez y que, poco a poco, vislumbró en elfin del milenio, entre otras cosas, la ca-tástrofe del fin del libro y, junto con él, delo mejor que ha dado la humanidad.

Ferrarotti hace referencia a MarshallMcLuhan y su visión de la sociedad em-belesada por los medios informativos,principalmente la televisión. MacLuhanestudia la influencia de ésta en las personas,examina su funcionamiento y analiza suscaracterísticas técnicas. Si en otros tiem-pos los avances científicos fueron califica-dos de extensiones de nuestros sentidos,para el estudioso de los mass media sonsimplemente una “prótesis para el hom-bre”, por lo tanto, no acrecientan una ca-pacidad, la sustituyen.

En las discusiones entre ambos, allá enlos años 60, calificadas por el sociólogoitaliano como “borrascosos coloquios”,MacLuhan profetizaba la muerte del libroy el triunfo rotundo de la televisión, mien-tras que Ferrarotti se mostraba más ecuá-nime y argüía la posibilidad de una interre-lación entre los distintos mass media,incluido el libro, que podía resultar en unaenriquecedora fecundación mutua. Tresdécadas después, en vísperas del nuevo mi-lenio, la realidad de una sociedad inmer-sa en la tecnología digital y las redes deinformación, lo hacen coincidir con aquél,hasta llegar a ver en las ferias del libro y enla producción de éste a gran escala unasimple conmemoración fúnebre del libro,la lectura y el universo que se despliega apartir de ambos conceptos.

Finalmente, Ferrarotti observa que ellibro y la televisión se enfrascaron en una

lucha en l a que al primero le tocó sucumbirpor el hecho de que necesitaba de la in-ventiva del lector, en pocas palabras, nece-sitaba de todas las virtudes y capacidadeshumanas que la televisión estaba y conti-nua aniquilando sistemáticamente.

El mundo de información, mejor dicho,el universo de información digital, al alcan-ce de casi cualquier persona, no ha podidosustituir al papel y la tinta, en parte, porquetal vez ese no era su objetivo. El analfabe-tismo, nos dice el autor, prolifera e invadehasta a los alfabetizados. Los aficionados ainternet se convierten en idiots sabant quesaben de todo, pero de nada entienden“fagocitados por la propia riqueza de datosno asimilados” y “aturdidos por la veloci-dad medusea de las imágenes”.

En la actualidad la lectura lenta y refle-xionada se considera un vicio absurdo o,en el mejor de los casos, un lujo imper-donable en un mundo de utilidad inme-diata. Los mismos profesores caen, no es-capan a esa lógica y se convierten lenta,pero indefectiblemente en funcionariosque poco se acercan a la literatura.

El declive del libro y la lectura empobre-ce dramáticamente el mundo de la comu-nicación y la escuela es una de sus prime-ras víctimas. El llamado que hace el autor arescatar la letra impresa está envuelto enun halo de pesimismo ante un sistema eco-nómico que destaca prioridades opues-tas a la cultura, por lo cual la lucha futurapor defender el libro se vislumbra difícilde enfrentar!

José Martín HidalgoEstudiante de Sociología, UAM-A

JOSÉ MARTÍN HIDALGO

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María Teresa Valdivia Dounce, Entre yoris yguarijíos. Crónicas sobre el quehacer antro-pológico, México, Universidad NacionalAutónoma de México / Instituto de Investi-gaciones Antropológicas, 2007.

ace ya muchos años, en un libro queahora pocos leen, Nigel Barley retrató

con trazos puntuales y un tanto irónicos losobstáculos que enfrentaban los antropó-logos sociales en el desarrollo de sus pro-yectos de investigación, desde las trabasburocráticas de las universidades hasta lasmúltiples eventualidades que padecíandurante las temporadas de campo; asi-mismo, destacó las dificultades más recu-rrentes que se presentaban al adentrarseen las regiones indígenas del mundo, don-de solían enfrentarse –más que a una alte-ridad cultural contrastante– a condicionesde extrema pobreza, explotación, injusti-cia, violencia y clientelismo institucional queeran imposibles pasar por alto; por si estono bastara, también refirió la urgencia delos antropólogos por investigar los facto-res que propiciaban esa realidad y poneren práctica una estrategia que permitiera,por un lado, diseñar las posibles solucio-

nes gubernamentales al problema y, porotro, contribuir a una discusión teórica yacadémica sobre el tema en cuestión. Parailustrar estos hechos, el mismo Barley refi-rió que lamentaba mucho el haber des-perdiciado tantas horas de clase –en suformación como profesional– atendiendomúltiples libros de teoría y omitiendo lasenriquecedoras experiencias que habíanacumulado sus maestros en el campo pues,tal vez, de haber atendido dichas experien-cias hubiera comprendido

cómo lidiar con la delincuencia, la bu-rocracia y las enfermedades en África, yhubiera logrado descifrar por qué mipresencia les causaba tanta gracia a losinformantes, al grado que me tomabanfotografías con un cuenco roto, simula-ban tomar apuntes con hojas de palme-ras e incluso no dudaban en insultar-me… cuando trataba de asumir partidopor ellos…1

Quise aludir a este texto, pues creo quebien puede servir de epígrafe a la obraque ahora reseño. Tras varias décadas depaciente investigación entre los guarijíos

H

Nigel Barley. El antropólogo inocente, Barcelona,Anagrama, 1997, pp. 108-109.

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212 FUENTES HUMANÍSTICAS 36 MIRADA CRÍTICA

de Sonora, y tras varios años de experien-cia como funcionaria indigenista, TeresaValdivia nos ha dado un cuadro no sólo delquehacer antropológico en una de las zo-nas indígenas más marginadas y aisladasde México, sino también de los múltiplesproblemas a los que se enfrentan cons-tantemente los antropólogos en el campoy que no se resuelven con las lecturas deteoría social. De ahí que la autora adviertadesde un inicio que Entre yoris y guarijíosno es propiamente un estudio etnográfico,sino más bien un acercamiento de los mo-tivos y las perspectivas que el antropólo-go y los actores culturales asumen duranteel proceso de trabajo de campo.

Es de advertir que este libro se distinguepor reunir tres largos ensayos –Sierra denadie, Como una huella pintada y Sobre lostestimonios indígenas y la tarea antropo-lógica al editarlos– que aparecieron pu-blicados de manera independiente entre1992 y 1994, y que dan cuenta del compro-miso social del antropólogo y de la utili-dad de la antropología para solucionar losgrandes problemas nacionales.

En el caso de Sierra de nadie, se trata deun texto novedoso que retrata en primerapersona la perspectiva del autor sobre laapremiada realidad de los guarijíos y las di-fusas políticas indigenistas que implemen-taba el Estado mexicano. Si bien es ciertoque no se trata de un estudio etnográfico,también es verdad que Sierra de nadie es elprimer trabajo científico que retrata –conun enfoque antropológico y literario– lascondiciones sociales, económicas, políticasy culturales que prevalecen en el territorioguarijío; asimismo, pone al descubierto lascomplejas relaciones interétnicas que setejen entre los pueblos indígenas y los ve-cinos yoris de la región: rancheros, comer-ciantes y ganaderos no indígenas; de paso,

alude el devenir histórico de los guaríjios ysus raíces ancestrales con los grupos tara-humaras, mayos y yaquis.

Debo subrayar que este ensayo pone aldescubierto el gran vacío histórico y antro-pológico que existe sobre los grupos indí-genas que habitan la cuenca alta del ríoMayo y la denominada Sierra Baja tarahu-mara. No obstante, el énfasis de este ensa-yo se centra en la lucha que protagoniza-ron los indígenas contra los yoris –desde1977 hasta 1990– por el acceso y controlde tierras cultivables. Dado esto, no escasualidad que Sierra de nadie registre mi-nuciosamente los factores e intereses queorillaron a los guarijíos a vivir desprovistosde tierras y al amparo de la violencia, el ra-cismo y la indeferencia de los yoris y fun-cionarios gubernamentales.

En el marco de este ejercicio analítico,la autora tiene la sensibilidad y la astuciade retratar la persistencia –en pleno sigloXX– de aquellas viejas formas que posibi-litaron el despojo de la propiedad, la ex-tracción de la producción y la explotaciónde la energía indígena, vía el peonaje, el avíoo la habilitación, y la adjudicación de bienes.

A lo largo de estas páginas, hay tambiénun profundo cuestionamiento sobre elpapel que cumplen los antropólogos al im-plementar las políticas indigenistas, espe-cialmente en aquellas zonas donde el Es-tado ha posibilitado la emergencia de unaelite regional –yori, en su mayoría– quecontrola el acceso de programas guber-namentales, la presencia de funcionariospúblicos, el desarrollo de programas pro-ductivos y el flujo de información. Cabedecir que la trama compleja de estas de-nuncias no sólo se reducen al testimoniovertido por la autora, sino también a lasmúltiples voces indígenas que sirven deinterlocutores y, ante todo, ofrecen una

LUIS ALBERTO ARRIOJA DÍAZ VIRUELL

FUENTES HUMANÍSTICAS 36 MIRADA CRÍTICA 213

postura sumamente clara para mirar con ojosmás críticos la labor que desempeña elEstado en las regiones indígenas de México.

De hecho, estas voces indígenas ayu-daron a la autora a elaborar el segundoensayo de este libro: Como una huellapintada, un trabajo donde Teresa Valdiviarecoge la voz de uno de los más lúcidos yactivos dirigentes guarijíos –Cipriano Bui-timea– acerca de la cultura indígena, lamemoria histórica del grupo, y la luchaagraria que protagonizaron contra los yorisdesde 1977 hasta 1990. La gran virtud deeste trabajo radica en el profesionalismode la autora para registrar la voz indígena,respetar las particularidades de un caste-llano marcado por el acento rural y dejar aldescubierto la tersura del relato –circular yarrítmico– de Cipriano Buitimea.

Debe tenerse presente que este es-fuerzo profesional de rescatar la “voz delos sin voz”, obligó a la autora a formularuna reflexión metodológica que le permi-tiera recuperar “una lectura de la realidaddistinta de la que auspicia el poder y susdetentadores: la que suelen realizar las ma-yorías silenciosas desde la necesidad, lasubordinación, la explotación…” Dichoesfuerzo profesional fue documentado enel tercer y último ensayo: Sobre los testi-monios indígenas y la tarea antropológica aleditarlos. Este texto, parafraseando a AndrésMedina, sitúa al lector en el centro mismodel andamiaje antropológico y literario, ylo conduce a distinguir la originalidad deltrabajo desplegado.

Desde esta perspectiva, puede decirseque los trabajos de Teresa Valdivia parecenuna selección particularmente apropiadapara mostrar el quehacer antropológico enel campo de estudio; de ahí que sean inci-

sivos, altamente originales y con una am-plia recepción en el mundo académico.También son muy sugerentes, ya que pro-veen un excelente puente entre los traba-jos que rayan en lo teórico y lo abstracto,y los que son tan implacablemente empí-ricos que se reducen a una mera recopila-ción de datos. Teresa Valdivia tiene la virtudde practicar un quehacer antropológico quees a la vez teórico y arraigado en la investi-gación empírica, cuidadosa y atenta a losproblemas sociales.

Finalmente, Entre yorís y guarijíos tienedos aportes extras a los ensayos referidos.Primeramente, un excelente estudio pre-liminar a cargo de Andrés Medina Hernán-dez que –entre otras cosas– nos permiterastrear los orígenes y la evolución de laetnografía en México, la postura crítica queasume toda una generación de profesio-nales respecto a las políticas indigenistas yel quehacer antropológico, y las difusasfronteras que suelen existir entre los traba-jos propiamente etnográficos y la literatu-ra inspirada en el mundo rural. En segundolugar, incluye una recopilación bibliográ-fica y hemerográfica sobre los estudios quecon un enfoque económico, etnológico,geográfico, histórico, lingüístico y periodís-tico se han elaborado sobre los guarijiíosde Sonora. Sobra decir que Entre yoris yguarijíos es una obra indispensable queviene a completar el gran vacío que existeen la antropología aplicada, en general, ylos grupos indígenas del norte de México,en particular!

Luis Alberto Arrioja Díaz ViruellDepartamento de Humanidades, UAM-A

MIRADA CRÍTICA

[215]

a Feria de las Flores, como es conocidaen la actualidad, forma parte de la tradiciónen Huauchinango, Puebla. Se lleva a cabodel segundo viernes al tercer domingo deCuaresma. Originalmente se trató de unafestividad religiosa dedicada a la venera-ción de una escultura de Jesús muerto. Lapieza mide aproximadamente 1 metro 70cm., está finamente acabada, y represen-ta de una manera realista a un Jesús queha muerto tras haber sufrido la flagela-ción, el via crucis y la insolación. La advo-cación oficial de la escultura es El Señor ensu Santo Entierro, pero la generalidad se re-fiere a ella como Santo Entierro o Santo En-tierrito. Una leyenda respecto a su origenha venido a llenar el vacío de informaciónque dejó uno de los tres incendios sufri-dos en el templo, y que alcanzó al archi-vo parroquial.

La festividad religiosa data de 1923,quince años después la celebración inclu-yó una exposición de flores de azalea. Deallí nació el nombre actual. En un principiola feria tenía lugar en lo que fuera el atrio,pero el incendio de 1946, que destruyó latechumbre y los altares del templo, llevóa la construcción de una monumental cú-pula. Esto desplazó la festividad al JardínCentral, frente a la Presidencia Municipal.

Ahí se siguió practicando hasta que, aprincipios de los 80s, se trasladó a unrecinto ferial en las afueras de la ciudad.

Mientras tanto, la festividad religiosa si-guió realizándose y creció. Además de losdesfiles de carros alegóricos durante las ma-ñanas y de las celebraciones eucarísticas,están las procesiones, en las que participanmiles de feligreses. Empiezan el viernes yculminan el domingo, diez días después.La procesión que menos gente reúne es ladel último domingo. La más concurrida esla del segundo viernes de feria, cuando laimagen visita la calle que es entrada al an-tiguo Panteón Municipal. En ese espacio seelabora una alfombra con aserrín colorea-do y flores.

Durante las procesiones la urna de ma-dera y cristal en que se porta la esculturarecorre los cinco sectores parroquiales, quede alguna manera corresponden a los cincobarrios en que se dividía la ciudad cuandola tradición inició. Junto con la expansiónde la mancha urbana y los cambios en lafisonomía local, los recorridos se han he-cho más extensos.

Cuando la “Taumaturga imagen” –comoera anunciada hace unos 30 años– sale enprocesión, se lanzan cohetes y cada no-che se quema un castillo. Los gastos corren

UNA FESTIVIDAD RELIGIOSA EN HUAUCHINANGO, PUEBLA

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216 FUENTES HUMANÍSTICAS 36 MIRADA CRÍTICA

cada día por cuenta de gremios diferen-tes, desde los comerciantes y los choferes,hasta los boleros. En su recorrido la urna vi-sita altares que se hacen en las casas. Cadabarrio y los sectores correspondientes sonadornados con tiras de papel y de plásticode colores diversos.

De unos 15 años a la fecha en ciertosbarrios preparan comida y bebida para losperegrinos: café, atole, agua de sabores,tamales, molletes, pan de dulce. Algunasveces estos obsequios son disfrutados porfamilias generalmente menesterosas o muypobres, aunque no faltan los abusivos.

No hay una clase social que asista enexclusiva, aunque es mayoritaria la pobla-ción de escasos recursos. Al frente de laprocesión van los coheteros, luego la ban-da de aliento, a continuación las danzas,dos o tres; luego quienes llegaron mástemprano, la imagen, y los que van detrás.

EN UNA NOCHE DE FERIA…

El calor sofocante, que cubre los ojos y lacara toda de un vaporcillo que adormece,aplasta. Extraño en un febrero de Huauchi-nango. En las calles hay telarañas. Marañasde hilos. Son muchas. Se quedarán ahí, ala espera de que el aire, el sol y el pol-vo las destejan y deshilen. El santo ya pa-só; los hilos ahí quedan obsesivos, salien-do de los techos, y brotando de los postes.Ahí permanecerán, en lo alto, perdiendosu brillo hasta que se conviertan en hara-pos de la calle y en basura.

Abriéndose paso iban coches con lucesy sirenas. Luego fue el turno de los cohe-tes, despegando con siseos y silbidos, pa-ra después estallar en un aire ausente dehumedad. Tras las nubes de humo y olor apólvora iban las dos danzas. Una de mu-

jeres, con blusas bordadas y cubetas deplástico de donde sacaban pétalos de flo-res que lanzaban a los costados y desper-digaban por el pavimento para que pasarael santo. Otra era de hombres con pena-chos de papel, el rostro cubierto por unatela negra con dos orificios para los ojos, lablusa y el pantalón de colores chillantes.Con un paso triste, repetido y melancólicoque hacía sonar cascabeles. Caminaban ydanzaban frente a la imagen haciendo unsurco de silencio entre el humo de la pól-vora quemada.

La banda de alientos toca la canción delSanto Entierro. Pasa el santo, pasan las mu-jeres y los hombres con sus cirios encen-didos. Rodeando la urna, los peregrinoscantan “Perdón oh Dios mío”. Una voz, poraltoparlante da instrucciones para el rezo.Quienes van después entonan “La Gua-dalupana”. Los que se quedan en medioavanzan más rápido y cantan el perdón, ose atrasan un poquito y cantan a la virgen.Casi al final van quienes ya se cansaron.Aquellos que acompañan a la imagen consus chismes, chistes, quejas y maledicen-cias. Junto con ellos otros que no cantan,no hablan, no rezan, sólo caminan acompa-ñando a la imagen. En las banquetas hayhojas de tamal, vasos de plástico o de uni-cel, flores perdidas de un ramo, envolturasde dulces y galletas. Todavía huele a in-cienso, a pabilos encendidos y a sudores, aflatulencias, a cera derritiéndose y a flores.

En algunas bocacalles se asoma el soni-do de la otra feria. Inquietante, incitadoramúsica grupera, vendedores de cobijas ytrastes, anuncios de sucesos asombrosos,seres misteriosos y sirenas. Sonidos que seentremezclan y revuelven. Los peregrinosno los atienden, pero hay quienes cedenal embrujo que atrae pensamientos y do-blega voluntades; no obstante, avanzan con

VÍCTOR FLORENCIO RAMÍREZ HERNÁNDEZ

FUENTES HUMANÍSTICAS 36 MIRADA CRÍTICA 217

la imagen. Adelante, atrás, o a los lados deella. Algunos se desprenden del racimo enuna tienda, o en la calle que está rumbo asu casa. Los que pararon en la tienda se re-integran a la marcha. Toman de nuevo elritmo de los pasos, del canto, o de la pláticainterrumpida. Los que enfilaron hacia suscasas se pierden en la negrura de la noche.Obscuridad intermitente suspendida porlámparas en postes y por focos sobre puer-tas o ventanas.

A lo lejos hay cantos rezagados, corosextraviados que empiezan a destiempo yen tonalidades diferentes. Detrás de todos,anunciando sólo con su presencia un pro-ducto de escasa venta, empuja su carritode una rueda el último vendedor de nievesy de helados. Otra noche de feria en Huau-chinango ha llegado a su fin!

Víctor Florencio Ramírez HernándezProfesor CBTIS 86, Huauchinango, Puebla

MIRADA CRÍTICA

218 FUENTES HUMANÍSTICAS 36 MIRADA CRÍTICA

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n su cuidadoso alegato “Tres asedios aVasconcelos”, Javier Garciadiego se apresu-ra a precisar su principio historiográfico alcual se apega cabalmente: dice escribir“desde la aséptica postura del historiador”.Y es cierto, porque así lo demuestran lastres decenas de sus artículos dedicados ala historia cultural mexicana comprendidadentro de la primera mitad del siglo XX. Enellos, que suman poco más de seis cente-nas de páginas, la investigación históricade nuestro autor se centra en dos actoressociales. Uno es una institución formal: laUniversidad Nacional con Justo Sierra ala cabeza. El otro devino de una instituciónimaginaria: el Ateneo de la Juventud, re-construida a través de tres de sus más pre-claros protagonistas: Reyes, Vasconcelos yHenríquez Ureña, más cuatro de sus sim-bólicos herederos: Gómez Morín, CosíoVillegas, Silva Herzog y Reyes Heroles, en-tre los más destacados dentro de unrepertorio de sujetos históricos sensible-

mente exiguo, pues ni siquiera suman me-dia docena de individuos casi todos de lamisma generación.

La historia cultural que construye JavierGarciadiego parece estar articulada a partirde la doble y bien modulada matriz querepresentan las dos referidas instituciones,cuyos actores individuales parecen cum-plir la función de vectores, todos orienta-dos hacia una deseada meta imaginaria: lacivilidad. Debido al rigor de su aséptica con-ducta, nada de la interpretación que aho-ra sugiero asoma en sus indagaciones. Estoporque su manera de concebir y escribirhistoria está ceñida a la perfecta explica-ción avalada sobre fuentes directas y feha-cientes, las cuales sintetiza parafrástica-mente y despliega en un relato perfectopor su organización, ponderación y limpiasintaxis. La suya, es una historia cultural deltodo prudente respecto a la demostracióncomo base de una explicación atada a laverdad, según se desprende de las abun-dantes y variadas fuentes directas. Por eso,sus intuiciones interpretativas apuntan ha-cia el análisis político con marcado acen-to en la administración de las institucionesy de la vida pública de los actores indivi-duales, lo cual disminuye sensiblemente

LOS CIMIENTOS DE LA CIVILIDAD1

Estas notas eminentemente interpretativas y porende subjetivas, derivan del trabajo históricode Javier Garciadiego compendiado en su libroCultura y política en el México posrevolucionario,México, INEHRM, 2007, 644 pp. Fueron expuestasen la presentación del libro, ocurrida en agostode 2007 en el INEHRM.

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220 FUENTES HUMANÍSTICAS 36 MIRADA CRÍTICA

el análisis humanístico, para colmo ayu-no de los aspectos estéticos y morales. Es-ta doble carencia es comprensible en laasepsia historiográfica, porque su abor-daje conlleva siempre valoraciones sub-jetivas más próximas a la intuición que ala documentación.

En otras palabras, el libro Cultura y po-lítica en el México posrevolucionario am-plía el sólido cimiento histórico que desdehace casi dos décadas Javier Garciadiegoha venido construyendo, como ilustra sulibro Rudos contra científicos (1996), quetomó sus buenos años elaborar. Sobre tanconsistente piso de historiografía cultural,la indagación histórica en la perspectiva delas ideas o mentalidades –en donde la moraly la estética ocupan un lugar preponderan-te– puede proseguir con paso más seguro,como ilustra el riguroso análisis de la vidaparalela de los hermanos Rodolfo y Alfon-so Reyes, porque con ese ejemplo Garcia-diego traza neto el camino a seguir cuandoindica: “el espíritu puede más que el podery las letras pesan más que las espadas.”

La pertinente invocación del paradigmaclásico deviene de una afirmación cate-górica y reveladora, más porque se des-prende del muy comprensivo y crítico es-tudio de dos vidas de suyo emblemáticas:Rodolfo y Alfonso son herederos de lamejor tradición militar del XIX encarnadaen el General Bernardo Reyes. El hijo ma-yor asumió los riesgos de la lucha políticapor el poder entre los hombres, y el hijomenor padeció las fatigas de la lucha por elconocimiento del espíritu humano. JavierGarciadiego, rotundo y aséptico, nos dejacon esta disyuntiva a la mitad del siglo, lue-go de reconstruir pormenorizadamente lahistoria de las dos rutas: la ruta de la luchapolítica en un libro que ahora está en pren-

sa y la ruta de la lucha por la cultura en ellibro que nos ocupa.

Volvamos a la simbólica matriz en su mo-mento fundacional, 1910. Como muchosmás que coincidimos en experiencias ge-neracionales comunes, vitalmente tam-bién Javier Garciadiego está marcado porel escepticismo y la sospechas. Es decir,cree y confía en la política cultural y duday cuestiona la cultura de la política. Éste noes un simple juego de palabras, sino unahipótesis historiográfica que durante nues-tros años formativos más decisivos ron-daba en el ambiente intelectual y se tradu-cía en una interrogante: ante un episodiohistórico tan profundo como el de la Re-volución, ¿importa más lo que cambia o loque permanece? La respuesta que Garcia-diego nos ofrece la ha reflexionado e in-dagado a lo largo de varias décadas. El másque elocuente título de su primer libroenuncia la disyuntiva y explica la respues-ta: la técnica de la lucha por la cultura ter-minará por imponerse sobre la rudeza dela política. En el libro que nos convocamuestra el proceso que, sin prisa pero sinpausa, ha tomado más de medio siglo y hadado como resultado la consolidación deuna dinámica social nutrida y articulada porlos componentes básicos de la civilidad ensu más amplia acepción.

Así, Javier Garciadiego resolvió la inte-rrogante mediante una sagaz y comprensi-va explicación: la evolución de las normase instituciones de la civilidad que surgieronen México a partir de la Reforma, en 1910con Sierra y el Ateneo llegaron a la tan pa-radigmática como simbólica cima de lacreación de la Universidad Nacional deMéxico, y del balance histórico del pasa-do cultural remoto e inmediato, como ilus-tra el ciclo de conferencias del Ateneo. La

VÍCTOR DÍAZ ARCINIEGA

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marca de fuego cifrada en el 20 de no-viembre famoso, estableció las pautas de-seadas para encausar la evolución de lasreferidas normas de la civilidad y para crearlas instituciones encargadas de ella.

La paradoja que describe Garciadiegoresulta reveladora en el ámbito de la his-toria cultural: lo mejor del siglo XIX per-maneció, porque cambió para adecuarsea las nuevas exigencias de una sociedadtambién nueva, y aquello que se negó alcambio desapareció, si no por decreto co-mo la abrogación de la filosofía positivis-ta como doctrina pedagógica en 1913, sícomo el natural, cuando no inducido pro-ceso de muerte. Es decir, como las recons-truidas por Plutarco, las vidas paralelas delos hermanos Reyes que nos presenta Ja-vier Garciadiego son más que represen-tativas de la falsedad de la disyuntiva queya referí: Alfonso trascendió porque cam-bió los objetivos y armas de la lucha por elporvenir, mientras Rodolfo yace en el olvi-do porque se afanó en la repetición neciay ensoberbecida de un tipo de lucha yaentonces obsoleta.

La explicación de este largo y enreve-sado proceso histórico a Javier Garciadie-go le tomó varias décadas de indagación.En su trayecto formativo y reflexivo es fá-cil advertir la bienhechora sombra de susmodelos, tanto profesionales como vita-les, dentro del ámbito mexicano. En las tresaproximaciones historiográficas incluidasen su libro podemos identificar, por un la-do, los términos teóricos y metodológicoscon los que construye una historia cultu-ral y, por el otro, los alcances políticos desu interpretación. En ambos horizontes elnúcleo conceptual es único, ahora expre-sado con otros términos: “debe ya reco-nocerse que las instituciones y los pactos

han sido más fuertes, y menos destructivos,que las armas.” El credo de asepsia comohistoriador atempera los alcances políticos(en el sentido ideológico) de su interpre-tación; a cambio, tal asepsia la encausahacia la amplitud y penetración compren-siva del proceso histórico de la conforma-ción cultural, sin omitir el justo equilibrioentre la función de los actores sociales ypolíticos (desde los individuos hasta lasinstituciones) y los efectos interactivos delos contextos (desde los municipales has-ta los internacionales), como generosa-mente ilustra el artículo “Alfonso Reyes,embajador en Argentina”.

La explicación del proceso histórico dela construcción de la civilidad por vía de lacultura se dibuja neta en la treintena deartículos reunidos en Cultura y política enel México posrevolucionario. En ellos JavierGarciadiego reconstruye las característicasconstitutivas y sus consecuencias de la sim-bólica matriz que fue (y sigue siendo) laUniversidad Nacional y el Ateneo de la Ju-ventud. Aquella como institución real y és-te como institución imaginaria, de ambasse desprende una exigencia social norma-da dentro de los paradigmas culturales, enlos cuales los ejes éticos y estéticos sontan sólidos como invisibles. En otras pala-bras, el más que influyente trío conforma-do por Reyes, Vasconcelos y HenríquezUreña pautó las conductas simbólicas aseguir: a) el doble compromiso de la par-ticipación activa en la función de la gestiónpública institucional y el decidido empeñoen la formación de recursos humanos; b)el esencial compromiso con la inteligenciay sensibilidad mediante la profesionaliza-ción cabal dentro de dimensiones univer-sales; c) la generosidad comprensiva e in-cluyente hacia las expresiones del hombre

MIRADA CRÍTICA

en todas sus manifestaciones, y d) la in-transigencia rotunda ante la estupidez y lamorigeración complaciente.

Gómez Morín, Cosío Villegas, SilvaHerzog y Reyes Heroles son los vectoresque se desprenden de la modulada ma-triz, cuya cualidad multiplicadora tuvoefectos exponenciales. Lo sabemos, no sonlos únicos, pero sí de los más influyentesen la vida cultural y política de México a lolargo del siglo XX. Javier Garciadiego sedetiene en ellos por su incuestionable re-presentatividad en el decidido impulso enla construcción de nuestra civilidad, siem-pre sólida, siempre vulnerable. Su herra-mienta esencial fue una, que Reyes cifróen un aforismo: “Para los asuntos de larazón, la palabra es suficiente.” Y con pa-labras ellos contribuyeron en la concep-ción y edificación de las instituciones cuyaúnica razón de ser son las mismas palabras,indispensables para la transmisión del co-nocimiento, para la comprensión del pa-sado y del presente, para la construccióncompartida de la visión del mundo social,político y cultural dentro del parlamento y,por si fuera poco, para que la sensibilidade imaginación de algunos individuostrascienda entre los hombres, con lo queprosigue el benéfico efecto multiplicadorde la cultura.

Para concluir resulta imprescindible re-ferir una característica tan natural comocompleja del proceso que en sí misma en-cierra la historia de la cultura, la escisióndentro de las instituciones y el choque delas afinidades y desacuerdos entre los indi-viduos. La comprensión de los motivos deuna escisión y su explicación exigen delhistoriador el empleo de los sutiles instru-mentos implícitos en la ponderación jus-ta. Javier Garciadiego en su artículo “Los

orígenes de la Escuela Libre de Derecho”dice que a contrapelo de ellos ocurre unatransformación que rebasa las circunstan-cias para trascenderlas con creatividad yresponsabilidad. Así, la escisión deriva deun acicate para hacer un balance de la his-toria propia y con ello replantear las ac-ciones para el presente y porvenir.

En la confrontación entre Gómez Moríny Vasconcelos ocurrirá un fenómeno hu-mano entre individuos con repercusiónsocial y política. Los afanes de ambos pro-vienen de idéntica matriz: contribuir a laconstrucción de la democracia dentro delas cauces institucionales. Sin embargo, losdesacuerdo se dibujan en las estrategiasque responden a visiones de mundo y víaspara su cristalización, amén de las natura-les diferencias debidas a la edad y a losplazos para alcanzar las metas. Una vezmás, Garciadiego echa mano de invalua-bles fuentes directas y de atemperada vo-luntad de comprensión de los dos sujetos,valorados en su dimensión humana comoindividuos y en su alcance social y políti-co como actores públicos. Sin llegar a laruptura, la discreta distancia entre ambospermitió la afirmación de convicciones y eldespliegue de habilidades y estrategias pa-ra la consecución de fines propuestos. Co-nocemos el desenlace.

Finalmente, el libro Cultura y política enel México posrevolucionario de Javier Gar-ciadiego se debe leer sentado y ante unamesa por su voluminoso número de pági-nas –que amedrentan al más templado–,mas no por la densidad de sus explicaciones,que resultan ser amistosas y hasta entre-tenidas, porque el relato histórico del autorestá elaborado bajo la exigente norma delbien contar, sin ánimo de pretender unahistoria narrativa. Quien así lo desee lo po-

VÍCTOR DÍAZ ARCINIEGA

drá sólo consultar, pero el provecho resul-tará sensiblemente menor, más porque elespíritu que anima al autor es mostrar có-mo se fue construyendo la cimentación deun México que eligió el camino de las víasinstitucionales y del parlamento entre los

hombres, como sólo lo permite un ámbi-to de cultura y civilidad!

Víctor Díaz ArciniegaDepartamento de Humanidades, UAM-A

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SINOPSIS DE LOS ARTÍCULOS

“Un viajero en su propia ciudad: don LuisGonzález Obregón”

La ciudad de México, a pesar de todo, tie-ne su encanto y su belleza y esto aumentasi es vista en el pasado. El artículo trata so-bre el libro La vida de México en 1810, pu-blicado por primera vez en 1911 y en don-de González Obregón hace una crónica dela ciudad de México en ese año crucialde 1810, justo antes del movimiento deindependencia. El cronista nos lleva de lamano en un paseo por la ciudad y nos ha-bla de sus problemas, del acontecer coti-diano, de los personajes que la habita-ban, de las fiestas que se llevaban a cabo,como la de Semana Santa y nos deja jus-to cuando el nuevo virrey, Francisco Ja-vier Venegas, llega a la ciudad el 13 deseptiembre de ese año. El paseo es agra-dable e invita a conocer más lo que real-mente sucedía en nuestra ciudad hace ca-si doscientos años.

“El árbol de las manitas ¿ejemplar único?”

Las primeras noticias sobre el árbol de lasmanitas fueron dadas por el naturalistaFrancisco Hernández. Macpalxochiquahitl

(ma-no-flor-hombre) era el nombre ná-huatl con el que era conocido en el Méxicoprehispano. También lo citaron Fray Agustínde Vetancourt y Francisco Xavier Clavijero.

Además de la singularidad de los estam-bres de sus flores en forma de mano, estaplanta llegaría a considerarse por tradicióncomo un ejemplar único. Sólo se conocíaque este árbol tan singular crecía en Tolu-ca, a seis leguas de México. Estas dos ca-racterísticas, pero más la segunda que laprimera, atrajeron a diferentes botánicos yfue bautizado en varias ocasiones con di-ferentes nombres científicos.

Chiranthodendron pentadactylon es elbinomen científico con el que lo bautizóJo-seph Dionisio Larreategui. Alexander vonHumboldt y Aime Bonpland, atraídos porla singularidad de esta especie lo pudie-ron ver y dibujar a finales del año 1803. En1795, fruto de una considerable perseve-rancia, pudo ser cultivado en el JardínBotánico de la ciudad de México.

Con el tiempo pudo saberse que estaespecie pertenece a la flora de Guatemala.Con toda probabilidad fue llevado poruna mano anónima hasta Toluca dondefue sembrado.

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“La vida cotidiana en la ciudad de México1824-1850”

Después de consumada la independen-cia de España, México abrió sus puertas atodo aquél extranjero que quisiera visitar alnuevo país. El testimonio que dejaronpor escrito, la publicación de sus obras yel éxito de venta en muchos casos, nosindican el interés que se tenía por conoceresta parte del mundo. En este artículo seescogió a siete autores, todos de culturaanglosajona, durante el período mencio-nado en el título y su visión de la ciudadde México, en el que llama la atención elpoco o ningún cambio que se dio en la vi-da social de sus habitantes, a pesar, de laebullición política que vivió el país duran-te aquellos años.

“La ciudad de México que Humboldt vioa través de sus ojos azules”

En su Ensayo Político sobre el Reino de laNueva España, Alejandro von Humboldtdescribe su estancia en esta Colonia y sufructífero viaje de investigación científicaque duró casi un año. Su mirada, su apre-ciación personal, preceden siempre a lainvestigación científica que usa para com-probar lo que afirma. A pesar de estar lle-no de cifras, datos científicos, medicionesy cálculos, el Ensayo… de Alejandro deHumboldt resulta ameno e interesante, yaque su autor hace constantes compa-raciones con lo “conocido” tanto para élcomo para sus posibles lectores europeos.Así es como el Barón recoge sus impre-siones y describe lo que él encontró en es-te Reino.

“La serpiente emplumada: una mirada alas aguas profundas de México”

La historia de México ha estado mirada porinnumerables viajeros. La mirada externaes parte de la cultura mexicana, y es el ca-so del escritor inglés David Helbert Law-rence, que con su obra La serpiente em-plumada, (1926) ha dejado un testimoniovivo sobre el encuentro de culturas delMéxico posrevolucionario. En ella descri-be y explica la historia nacional como unaconstante fuerza social que da sentido alpresente pero siempre teniendo una rela-ción estrecha con el pasado. Fusión detiempo sy culturas, La serpiente empluma-da, símboliza el imperecedero legado deese México profundo que sigue latiendo enel corazón de los mexicanos.

“¿Qué hubiera sucedido si...? Las guerrasde los campesinos en Alemania y la Con-quista de México en la novela de Leo Pe-rutz La tercera bala”

En su novela La tercera bala, publicada en1915, el escritor Leo Perutz (1882-1957)establece una relación entre las Guerrasde los Campesinos y las tensiones confe-sionales en Alemania, al principio del sigloXVI, y la Conquista de México. Integradaen una narración de marco, se relata lahistoria del conde Franz Grumbach, queemigra, con un puñado de campesinos, aMéxico, recibe tierras de Moctezuma y sealía con los aztecas contra la invasión deCortés. Se trata de un grupo de campesi-nos protestantes que no reconocen ni laautoridad del emperador ni del papa. Lanovela de Perutz es una novela fantásticaque sirve, sin embargo, como provoca-ción para pensar otro curso posible de los

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hechos históricos. Desde una perspectivaa posteriori, el transcurso de la Historia sepresenta, a menudo, como inevitable. Adiferencia de muchas novelas de cienciaficción que relatan un curso alterno de lahistoria y en las cuales únicamente por losdetalles descritos es reconocible que nosencontramos en otro universo narrativo,La tercera bala se concibió como nove-la fantástica cuyos elementos subrayan lairrealidad de la trama. El tema de Perutz esinteresante. ¿Tiene que ver con cierta afi-nidad del autor debido a que es de ascen-dencia judío-española? ¿En qué gradoMéxico entró a la conciencia de los inte-lectuales europeos por el estallido de laRevolución de 1910?En el presente artículo, se trataron los si-guientes aspectos:

1. ¿Cómo se representa México? ¿Quéelementos componen su imagen?2. ¿Cuál es la situación histórica departida?3. Un análisis de la estructura complejade la novela4. Tematización en la literatura de ha-bla alemana.

“Una mirada extranjera en hispanoamérica”

El interés principal del artículo, es el demostrar la mirada, visión y representaciónque elabora J-M.G. Le Clézio del indiomexicano en su libro Haï, editado en Fran-cia en 1971. Le Clézio es un escrior francéscontemporáneo que emprende un impor-tante trabajo historiográfico, realiza lastraducciones al francés de la Relación deMichoacán y Las Profecías de Chilam Ba-lam. A partir de numerosas estancias delautor en México y por la convivencia es-trecha con comunidades autóctonas, Le

Clézio logra forjar en Haï, nos solo la mira-da de un escritor extranjero, también esamirada, del otro, donde el ser plasma elsimbolismo mágico del silencio, del arte,de la belleza, de la música y del canto den-tro de la concepción del mundo indio.

“La mirada de Max Aub a México”

Max Aub adoptó el español como lengua“materna y paterna” para escribir todassus obras. Las que escribió desde el am-biente y protagonistas mexicanos –Cuen-tos mexicanos con pilón y La verdaderahistoria de la muerte de Francisco Franco–testimonian el contraste entre dos cultu-ras: la de España y la de México. A este es-critor exiliado, el encuentro con el otro loconduce a buscar su propia identidad através de las diferentes formas de ser delmexicano y del español, lo cual lo lleva enestas obras no sólo a contar breves histo-rias en donde aparecen los rasgos distin-tivos de estas formas de ser, sino a refle-xionar acerca del asunto interminable dereconstruir una identidad, la suya, desleí-da por la guerra y el exilio.

“Vencer el tiempo: la verdad poética deAlí Chumacero”

Se trata de una entrevista que tiene comoobjeto rendir un homenaje a este impor-tante autor, quien cumple noventa años,a través de una conversación sobre suconcepción poética. Así, Alí Chumacerotransita por el quehacer propio de la es-critura que trasciende tiempos y espacios,y que, inevitablemente, está ligado a subiografía intelectual, a un primer acerca-miento, en la infancia y adolescencia, a la

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lectura de autores mexicanos y extranje-ros; de donde surgirá su vocación poética.Durante este diálogo, el poeta da ciertasclaves que permiten desentrañar los as-pectos formales y semánticos del poema“Responso del peregrino”, considerado porla crítica especializada como el más trascen-dente. Además, Alí Chumacero habla desus otras dos pasiones: la tipografía y la crí-tica literaria, mediante el trabajo realiza-do en el Fondo de Cultura Económica pormás de cincuenta años. También es temade esta conversación las revistas que fun-dó y en las que colaboró, actividad que loconvierte en una figura capita de la vidacultural de este país.

“Escuelas de historia mexicana: una en-trevista a Ernesto de la Torre Villar”

Uno de los grandes historiadores mexica-nos, Ernesto de la Torre, platica con extra-ordinaria lucidez, a sus 90 años y pico, so-bre las principales escuelas de historia quehan sido ejercidas en el país desde la Se-gunda Guerra Mundial. Alumno de Brau-del, aprendió a ver la historia en formaamplia y rigurosa, lo que se refleja en susnotables estudios (Los Guadalupes y laIndependencia de México, La Constituciónde Apatzingan y los creadores del estadoMexicano, La Independencia Mexicana,Lecturas Históricas Mexicanas). Apreciadoen muchas instituciones académicas y ga-lardonado por su talento, Ernesto de la To-rre nos habla de corrientes como el his-toricismo, el marxismo, la fenomenologíay otras escuelas seguidas numerosos his-to-iadores mexicanos y extranjeros con losque ha tenido relación a lo largo de su vida.

“La sociología, el pasado, el presente y susituación contemporánea”

Este trabajo presenta un trazo panorámicodel proceso de constitución de la sociolo-gía como una disciplina empírica inde-pendiente, desde sus orígenes en el sigloXIX, hasta la actualidad. El propósito esubicar las coordenadas intelectuales ydisciplinarias en las que surge, las impli-caciones cognitivas de los procesos de es-pecialización que implicó su desarrollo,así como algunas de sus principales con-secuencias en sus prácticas intelectuales.Finaliza con una breve referencia a lastransformaciones más relevantes de estadisciplina en un contexto contemporáneoen el que se entrecruzan las tendenciasglobales con los condicionamientos loca-les e institucionales.

“Imágenes progresistas y apocalípticas dela ciencia: el discurso de divulgación cien-tífica frente al cine de ciencia ficción”

Los filmes de ciencia ficción constituyenfuentes historiográficas que brindan in-formación sobre la sociedad y el momen-to histórico en el que fueron producidos.Esta premisa permite problematizar lapresencia del discurso de la divulgaciónde la ciencia en los filmes de ciencia ficciónen los términos de una serie de represen-taciones en donde se hacen patentes im-portantes problemas historiográficos: lastensiones del planteamiento temporal, asaber, el futuro imaginado desde un pasa-do que es el presente de la enunciación yque se articula en las posibilidades de ve-rosimilitud de contenidos científicos o

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pseudocientíficos; la polémica social quesurge de la confrontación entre las nuevastecnologías en “la era del control biológi-co” y los sistemas de valores y creenciasasociados al principio dominante de serhumano; la disociación entre el discursoético que alerta contra el peligro de aten-tar contra el orden natural o divino y lasprácticas médicas y los derechos del in-

dividuo frente a la regulación del Estado;y, finalmente, el sentido histórico del de-sarrollo científico y tecnológico que semanifiesta a través de dos perspectivasencontradas: la imagen de un futuro queoptimistamente sigue la escalada del pro-greso humano o el fin apocalíptico de laera humana.

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COLABORADORES

Cecilia ColónEs licenciada en Literatura Latinoamericana por laUniversidad Iberoamericana; tiene la especiali-dad en Literatura Mexicana del siglo XX por laUniversidad Autónoma Metropolitana y actual-mente es candidata al grado de maestría en LetrasMexicanas por la Universidad Nacional Autóno-ma de México. Tiene dos libros publicados: Citlaliy otros relatos, 2000 (cuento) y La Bailarina delAstoria y otras leyendas, 2002 (leyendas). Ha pu-blicado también varios artículos sobre diversostemas de literatura en la revista Tema y Variacionesde Literatura. Es maestra en la UAM-Azcapotzalco yla Universidad Salesiana.

Joaquín Fernández PérezDoctor en Ciencias es catedrático de la Facultadde Ciencias Biológicas de la Universidad Complu-tense. Es especialista en Historia de la Biología yde la Tecnología. Ha trabajado sobre Linneo, loslinneanos españoles y americanos y sobre Ale-xander Von Humboldt y su entorno.

José Fonfría DíazDoctor en Ciencias Biológicas, es catedratico deEducación Secundaria y profesor asociado en laFacultad de Ciencias Biológicas de la UniversidadComplutense de Madrid. Ha publicado variosartículos sobre Historia y didáctica de la Biología.

Cristina Jiménez ArtachoDoctora en Ciencias Biológicas y Catedrática deBiología y Geología de Enseñanza Secundaria. Hapublicado varios artículos sobre Historia y Didáctica

de la Biología y de la Ecología, así como sobre elárbol de la quina.

Begoña ArtetaProfesora del Departamento de Humanidades dela UAM-Azcapotzalco. Autora de varios artículos, ylibros como El Destino Manifiesto en los ViajerosAnglosajones, Fray Servando Teresa de Mier, Unavida de novela, La primera exposición de ArtePrehispánico, William Bullock.

Luz Fernández de AlbaEs maestra en Letras, con la especialidad en Lite-ratura Iberoamericana, por la Universidad Nacio-nal Autónoma de México, en donde actualmentees profesora. Ha participado en cuatro CongresosInternacionales “Alexander von Humboldt” deLiteratura de Viajes del siglo XV al XXI. Es autora deuna novela, y ensayo sobre la novelística de Ser-gio Pitol y un libro de viajes.

Tomás Bernal AlanisProfesor-investigador del Departamento de Hu-manidades de la UAM-Azcapotzalco. Es licencia-do en Sociología, Maestro en Historia Regional ycandidato a Doctor en Antropología. Autor de tex-tos sobre historia, literatura y cultura mexicana enrevistas especializadas.

Christine HüttingerNació en Salzburgo, Austria. Estidó Letras Alemanase Historia en la Universidad de Salzburbo. Doctoraen Historia por la misma universidad. Actualmentese desempeña como profesora-investigadora de

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tiempo completo en el Departamento de Humani-dades de la UAM-Azcapotzalco. Se dedica a la difu-sión de la literatura austríaca y cuenta con numero-sas publicaciones de crítica y traducción literarias.

Yvonne Cansigno GutiérrezProfesora-investigadora de francés lengua ex-tranjera y Coordinadora de Lenguas Extranjeras dela UAM-Azcapotzalco. Doctora en Letras France-sas por la Universidad de Limoges, Francia. Suslíneas de investigación, publicaciones y proyectosse suscriben en las áreas de la Lingüística Aplica-da y la Literatura Comparada.

Joaquina Rodríguez PlazaEntró a la UAM-Azcapotzalco en 1974 como pro-fesora de francés. Después se incorporó al Áreade Literatura del Departamento de Humanidadesy, hasta la fecha ha impartido cursos diversos: Re-dacción, Investigación Documental, Comunica-ción, Metodología de la Lectura, Narrativa Me-xicana del Siglo xx. Producto de sus tareas comoinvestigadora, tiene publicados textos que versansobre la narrativa del exilio español en México;además escribe relatos, cuentos, artículos de críti-ca literaria y ensayos literarios.

Alejandra HerreraLicenciada en Filosofía por la UNAM, pasante de lamaestría de Letras Mexicanas en la misma Ins-titución. Es profesora del Departamento de Hu-manidades de la UAM-Azcapotzalco, ha publicadoantologías y artículos en revistas especializadas.

Vida Valero BorrásEs licenciada en Letras Modernas, Inglesas por laUNAM. Tiene estudios de maestría en la Universi-dad de Brunel, Inglaterra, y la Especialización enLiteratura Mexicana del siglo XX por la UAM-A.Es profesora de tiempo completo , en el Depar-tamento de Humanidades de la UAM-Azcapotzal-co. Ha publicado antologías y ensayos en revis-tas especializadas

Vladimiro Rivas IturraldeProfesor-investigador en el Departamento de Hu-manidades de la UAM-Azcapotzalco, desde 1974,Algunos de sus cuentos han sido traducidos al in-

glés, francés, alemán y búlgaro y constan en diversasantologías. Ha editado libros anotados de variosautores ecuatorianos y de otras latitudes.

Armando Cisneros SosaLicenciado en Sociología por la UNAM y Doctor enDiseño, (línea estudios urbanos) por la UAM-A. Fuefundador y colaborador del periódico La Jorna-da. Actualmente es profesor del Departamento deSociología de la UAM-Azcapotzalco y ha publica-do, entre otros libros: Crítica de los MovimientosSociales (UAM-Miguel Ángel Porrúa, 2001) y ElSentido del Espacio (Miguel Ángel Porrúa, 2006).

Enrique López AguilarHizo la licenciatura en Letras Hispánicas y lamaestría en Letras Mexicanas en la UNAM. Na-rrador, poeta y ensayista, así como profesor e in-vestigador en el Departamento de Humanidadesde la UAM-Azcapotzalco. Ha publicado libros decuento, poesía y de ensayo. Desde 2000 elaborala columna “A lápiz” en La Jornada Semanal, delperiódico La Jornada.

Margarita Olvera SerranoLicenciada en Sociologíapor la UNAM, Maestra enHistoriografía por la UAM-A. Profesora-investiga-dora del Departamento de Sociología de la UAM-Azcapotzalco. Área de Pensamiento Sociológico.Docencia: eje curricular de teoría sociológica. Lí-neas de investigación: Corrientes interpretativasde la teoría sociológica y la historiografía. Histo-ria de las Ciencias Sociales en México

Martha Tappan VelázquezEstudió la licenciatura en Periodismo y Comu-nicación Colectiva en la UNAM-ENEP Acatlán y lamaestría en Historiografía en la UAM-Azcapot-zalco. Obtuvo el grado de maestría con la tesisConceptualizaciones de ser humano: una miradaal discurso contemporáneo de la biología, ha he-cho y publicado estudios sobre el discurso divul-gativo en la ciencia. Es profesora e investigadoraen la Escuela de Diseño de la Universidad Aná-huac e imparte cursos en los programas de posgra-do de Diseño de la Información y de SemióticaVisual de esta misma universidad.

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