Colson, Elizabeth, “Conflict and Violence”, pp. 277-284. En Carolyn, Nordstrom y Martin, JoAnn...

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Colson, Elizabeth, “Conflict and Violence” (p. 277-284) en, The Paths of Domination, Resistance, and Terror. Carolyn, Nordstrom y Martin, JoAnn University of California Press, 1992. Conflicto y Violencia El que los seres humanos sean animales sociales formados dentro de ambientes sociales es una premisa básica de la antropología de la que se derivan muchas cosas. También somos animales potencialmente peligrosos, un hecho negado por aquellos quienes consideran lo natural como inherentemente benévolo, pero aceptado por filósofos que han formulado las teorías del contrato social (Hobbes [1651]; Locke [1690], por Freud (1930) y sus seguidores quienes han rastreado la agresión hasta las frustraciones de las directrices innatas, cuando éstas eran vigiladas por las constricciones instituidas por la sociedad, y aceptado también por la mayoría de las comunidades donde he trabajado cuyos miembros admitían que amigos, parientes y vecinos casuales podían tornarse violentos si se molestaban por el rechazo o la negación de sus demandas o cuando envidiaban la buena fortuna de otros. El creer en la existencia de la agresión en otros -en uno mismo- y el reconocer que esto es peligroso si no se controla, son elementos fundamentales para las dinámicas de la vida social (Colson 1974: 35-51). La agresión es inherente a nuestra biología y el conflicto de intereses es endémico en la vida social. Esto no significa que la violencia sea inevitable, como afirmaron Hobbes y Locke cuando propusieron que el gobierno se había instituido gracias al reconocimiento de que los fines humanos eran mejor satisfechos al controlar el derecho de los individuos de perseguir sus intereses individuales por cualquier medio. Hobbes y Locke escribieron en el siglo diecisiete, habiendo experimentado ellos mismos especialmente Hobbes- la violencia del desorden asociado con la revolución y la caída del gobierno. Ellos pensaban que el orden público y las restricciones de la violencia eran cosas por las que valía la pena sacrificarse. Asumieron que el propósito primario del gobierno es el mantenimiento del orden Comentario [A1]: 277

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Colson, Elizabeth, “Conflict and Violence” (p. 277-284) en, The

Paths of Domination, Resistance, and Terror. Carolyn, Nordstrom y Martin,

JoAnn University of California Press, 1992.

Conflicto y Violencia

El que los seres humanos sean animales sociales formados dentro de ambientes

sociales es una premisa básica de la antropología de la que se derivan muchas

cosas. También somos animales potencialmente peligrosos, un hecho negado por

aquellos quienes consideran lo natural como inherentemente benévolo, pero

aceptado por filósofos que han formulado las teorías del contrato social (Hobbes

[1651]; Locke [1690], por Freud (1930) y sus seguidores quienes han rastreado la

agresión hasta las frustraciones de las directrices innatas, cuando éstas eran

vigiladas por las constricciones instituidas por la sociedad, y aceptado también por

la mayoría de las comunidades donde he trabajado cuyos miembros admitían que

amigos, parientes y vecinos casuales podían tornarse violentos si se molestaban

por el rechazo o la negación de sus demandas o cuando envidiaban la buena

fortuna de otros. El creer en la existencia de la agresión en otros -en uno mismo- y

el reconocer que esto es peligroso si no se controla, son elementos fundamentales

para las dinámicas de la vida social (Colson 1974: 35-51).

La agresión es inherente a nuestra biología y el conflicto de intereses es endémico

en la vida social. Esto no significa que la violencia sea inevitable, como afirmaron

Hobbes y Locke cuando propusieron que el gobierno se había instituido gracias al

reconocimiento de que los fines humanos eran mejor satisfechos al controlar el

derecho de los individuos de perseguir sus intereses individuales por cualquier

medio. Hobbes y Locke escribieron en el siglo diecisiete, habiendo experimentado

ellos mismos –especialmente Hobbes- la violencia del desorden asociado con la

revolución y la caída del gobierno. Ellos pensaban que el orden público y las

restricciones de la violencia eran cosas por las que valía la pena sacrificarse.

Asumieron que el propósito primario del gobierno es el mantenimiento del orden Comentario [A1]: 277

dentro del estado territorial. También asumieron que los humanos racionales

compartirían un consenso sobre la deseabilidad del orden.

Desde entonces esta poderosa gestación ideológica del nacionalismo ha creado

una explosiva entidad, el estado-nación con su potencial para la movilización y la

confrontación étnica. Sistemas económicos han emergido creando conflictos

masivos de intereses entre clases y naciones. Las tecnologías empoderan a

aquellos que pueden asirse al control del aparato estatal, alimentando aquello por

lo que la gente entra en disputa. Los cambios revolucionarios que transforman la

vida social cuestionan tal consenso puesto que han emergido de los valores y los

límites de lo permisible y lo impermisible. Agregándole a tales fuerzas disruptivas

la creación de tecnologías que permiten a los humanos jugar con emociones

destructivas y habituarse a la violencia bajo condiciones que generan placer a

partir del terror, sin la expectativa de que esto tenga consecuencias sobre ellos.

Los medios nos saturan con violencia. A finales de los ochentas los padres y

madres estadounidenses celebraban la fiesta de Halloween visitando “casas de

fantasmas” organizadas por grupos civiles donde podían pasar a mirar

emocionantes escenas de “tortura” y flujos de sangre de imitación (publicado en la

Radio Pública Nacional, Octubre 31, 1989). El terror -y no la compasión por las

víctimas- era el punto de esto, pero el terror está divorciado de la comprensión de

sus consecuencias en términos del dolor humano inmediato y del miedo

permanente. El entretenimiento de este tipo es sintomático del hecho de que nos

estamos tornando cada vez más impresionados por la violencia y cada vez más

desapegados de la comprensión de la misma como un fenómeno social. Para

algunos, como para –aparentemente- los jóvenes neoyorquinos que gustan de

cometer “salvajadas” en Central Park, la violencia se vuelve un fin en sí mismo y

no necesita más justificación. El terror y la violencia entonces no requieren previas

relaciones sociales entre el violador y su víctima: no surge de un conflicto de

intereses; puesto que no existe un fin más allá de su propia experiencia, no existe

ninguna alternativa aceptable para aquellos que experimentan placer al cometer

tales actos.

Para la mayoría sin embargo, a violencia aún se justifica como un medio para un

fin y parece emerger de un conflicto de intereses entre aquellos que tienen algún

tipo de vínculo social. El fin que se persigue puede ser puramente personal, como

entre los narcotraficantes del Harlem español descrito por Philippe Bourgois (1989:

9), quienes aplicaban demostraciones despiadadas para garantizarse a sí mismos

algo de seguridad: decían que no confiaban en nadie y que “estaban

reafirmando… que ellos no dependían de la confianza porque eran lo

suficientemente fuertes para hacerse de respeto y hacer valer todos los tratos en

los que se involucraran.” Aquel que le disparó a su hermano, paralizándolo de por

vida, encontró que sus compradores se volvieron “impresionantemente

disciplinados”. Esto se compara con los actos de terror practicados por las fuerzas

RENAMO en Mozambique que “parecían no tener ningún fin político o social” que

no fuera extraer comida y fuerza laboral de una población aterrorizada (Ruiz y

Frelick 1989:33).

Utilizar la violencia y el terror como la ruta más rápida para obtener lo que uno

quiere es entendible pero atemorizante porque el esparcimiento de tales tácticas

significa el fin de la vida social que la mayoría conocemos. Destruyen la noción

misma del bien común.

Estamos de vuelta en un mundo hobbesiano que identifica al héroe con el

pistolero que opera fuera de la ley, donde la única defensa es la ofensa

(justificando la antesala de las armas de fuego) donde ninguna garantía es de fiar.

Esto es precisamente lo que la mayoría de los humanos no quieren, pues sin

importar cuanto no gusten de ser restringidos, realmente desean que sus

asociados sí lo sean.

Es más probable que aprueben el uso de la violencia como un medio a un fin

mayor al que ellos mismos se adscriben, ya sea este en defensa de una serie de

valores o en defensa de una comunidad con la que se identifican, incluso cuando

los números perjudicados por tal violencia puedan ser enormes, mayores aún que

cuando la violencia se trata de todos contra todos. La violencia en interés de un fin

mayor se alimenta a sí misma y se convierte en una política justificada por la

Comentario [A2]: 278

correcta supresión de la disidencia, superando la tiranía, creando una nación,

defendiendo la ortodoxia religiosa u obteniendo la libertad religiosa. Entonces

nada y todo se vuelve aceptable. Pero esto implica la negación de la humanidad

de aquellos identificados como peligrosos para la noble causa, una negación que

deshumaniza al agresor.

La deshumanización tiene sus raíces en nuestra habilidad para hacer

discriminaciones y para priorizar los grados de identificación y responsabilidad.

Esa habilidad se encuentra en la base del orden social y hace factible la vida

social. Pero también es peligrosa, especialmente cuando las sociedades a gran

escala vuelven a los compañeros humanos anónimos entre sí. Cuando éramos

libres de pensar al progreso humano como algo inevitable, éste se media en el

grado en el que los derechos básicos estaban garantizados a lo largo de las

barreras de la distinción y la adjudicación, reemplazando a la auto asistencia

cuando los derechos eran infringidos.

El siglo veinte ha sido marcado por aguerridos intentos de extender el reinado de

la ley a lo largo de fronteras internacionales, y por alcanzar resoluciones pacíficas

de conflictos tanto a nivel personal como a nivel público. El gobierno mundial es

visto como uno de los medios para proscribir la guerra, y a las naciones se les

pide que accedan a pactos que atrincheran ciertos derechos básicos. El siglo ha

visto el nacimiento de organizaciones tales como Amnistía Internacional que

tienen la misión de investigar y publicar la violencia del estado en contra de los

ciudadanos. Las agencias internacionales tales como el Alto Comisionado de las

Naciones Unidas para los Refugiados, han sido institucionalizadas para proveer

protección para aquellos que deben huir de la violencia real o potencial de sus

propios gobiernos encontrándose a sí mismos sin la protección de una ciudadanía.

Una obligación común de la caridad es el buscar apoyo en individuos, grupos

corporativos y gobiernos para satisfacer las necesidades de aquellos que sufren

en cualquier parte del mundo de desastres naturales o humanos. La televisión

provee participación vicaria inmediata en el sufrimiento de otros, pero siempre es

distante. El mundo es cada vez más visto como un entorno singular y frágil, y

Comentario [A3]: 279

crece el reconocimiento de que todos estamos intrincadamente involucrados en

las soluciones que asegurarán su supervivencia.

Estos esfuerzos son la negación de que la violencia sea una solución apropiada

para los conflictos ya sea personales o comunales. Sin embargo mucho de lo que

ha pasado durante el siglo pesa sobre cualquier creencia de que la violencia,

incluyendo el uso de la tortura, es ajena a nosotros como especie, y subraya lo

difícil que es para nosotros controlar la agresión o aceptar soluciones

comprometidas. Durante este siglo la escala de las guerras ha incrementado;

ciudades y centros industriales se han convertido en los objetivos militares

primarios; el genocidio ha sido adoptado como política pública por más de un país;

el terror que estaba ya fuera de la ley ahora se ha vuelto de nuevo común en

muchos países; el asesinato se usa en contra de líderes políticos en casa y en el

extranjero, a veces por la disidencia misma como en el caso de Colombia y a

veces por parte de los gobiernos. El Congreso de E.U. debate su legitimidad como

una herramienta para las políticas públicas.

Durante las últimas décadas, la guerra y la preparación para la guerra han

ocupado aún mayor proporción de los recursos mundiales. Incluso con los ajustes

de la inflación, los países industriales han doblado su gasto desde 1960, y en el

Tercer Mundo el gasto se ha incrementado en más del 600 por ciento. La cantidad

gastada tan solo en 1986 fue de $825 billones (Renner 1989:133).

La mayoría de las guerras actuales tienen lugar en el susodicho Tercer Mundo,

donde desde 1045, unos 120 conflictos armados han asesinado al menos a 20

millones de personas. Las principales víctimas han sido civiles, como Nordstrom

(cap. 12) señala. Los civiles suman el 52 por ciento de las muertes relacionadas

con la guerra en los años sesentas, pero el 85 por ciento en los ochentas (Renner

1989:134-135). La mayoría de estos conflictos desde 1945 han sido guerras civiles

-élites enfrentadas contra oponentes internos- y han sumado aproximadamente la

mitad de las muertes por guerra durante este periodo (Renner 1989: 135-36);

éstas han sido exacerbadas por la intervención de los países industriales que han

utilizado al Tercer Mundo como una arena para resolver sus propias diferencias.

Las guerras civiles y el terror estatal también han desplazado a millones de

personas. En 1988, se estimó que más de 14 millones de personas, que entraban

en los criterios de las Naciones Unidas para el estatus de refugiados, necesitaban

protección y/o asistencia, pero muchos no se cuentan en esta cifra debido al temor

de hacerse visibles. La cifra conocida es igualada por el número de personas que

han sido desplazadas dentro de sus propios países debido a disturbios civiles,

haciendo imposible para ellos tener vidas normales en sus propios hogares

(Comité para Refugiados de E.U. 1989: 32-36).

E.U. y gran parte de Europa se han hallado libres de tener una guerra en casa

desde la Segunda Guerra Mundial, pero han estado involucrados en las guerras

que han trastornado a buena parte del Tercer Mundo; y la posibilidad de la guerra

es lo que domina la política pública. En los E.U. la guerra es una figura dominante,

un símbolo clave usado para definir la experiencia y sugerir las acciones

adecuadas. Hacemos la guerra contra la pobreza, las drogas, el crimen, el abuso

infantil, el VIH y contra muchas otras cosas, por más inapropiado que sea el

contexto. Hablamos de campañas y de batallas y militarizamos nuestros objetivos.

Ellen Goodman (1989) señaló las consecuencias de estas recurrencias por definir

los programas como guerras: “simplifica lo complejo. Marca bandos, nosotros y

ellos, bien y mal. La guerra exige un enemigo humano, personas que con el

tiempo son deshumanizadas.” La metáfora justifica el recurso de la violencia y la

destrucción.

No es solamente en los E.U. que la violencia da forma al discurso y al

pensamiento. Es irónico el hecho de que el surgimiento de preocupaciones

humanitarias hayan pasado de mano en mano con el surgimiento de la violencia y

de los procesos de deshumanización que etiquetan categorías enteras de

personas, sin importar sus acciones, como objetivos legítimos de la violencia. En

años pasados mucha de la antropología estaba moldeada por el hecho de que se

preocupaba principalmente por lo que se veían como comunidades a pequeña

escala donde el contacto era cara a cara, y el énfasis estaba en la homogeneidad

y se asumía el consenso. Mucho trabajo también se hizo en situaciones coloniales

Comentario [A4]: 280

donde la violencia era un estado monopólico y las personas no esperaban poder

alcanzar sus fines por medio de la violencia física en contra de los otros. Cuando

los viejos sistemas coloniales comenzaron a desintegrarse de los cuarentas en

adelante, los conflictos de interés se hicieron patentes y las posibilidades de

violencia se multiplicaron. Solo estamos comenzando a reconocer el hecho de que

las personas son ahora parte de un sistema mundial que está altamente

estratificado, lleno de contradicciones y que es técnicamente capaz de destrozarse

a sí mismo.

Este volumen es muestra de la creciente consciencia de que mucho de lo que

asumimos como parte de la naturaleza de las cosas es problemático y de que la

violencia es un constructo que necesita ser profundamente investigado. El libro

trata con las metáforas usadas para designar a algunas personas como otras tan

vulnerables como para atacarles, y trata con las consecuencias de la

vulnerabilidad y el despliegue del terror.

Winans (cap. 6) encontró a los sukuma en la víspera de la independencia de

Tanzania activando la creencia en la hiena-bruja mientras las comunidades se

dividían por asuntos políticos: el miedo a la bruja entonces justificaba la acción en

contra de aquellos que caían bajo sospecha. Orozco-Suárez (cap. 11), quien

escribe sobre Argentina, observa la degradación de la tortura que deshumaniza a

quienes la autorizan, a quienes están autorizados para infringirla, a las víctimas

inmediatas y a la comunidad en general. Jakubowska (cap. 5) y Sluka (caps. 2 y

10) se centran en el surgimiento de una cultura de resistencia en contra de la

autoridad estatal en la que la violencia se vuelve no sólo una táctica legítima de

autodefensa sino también una fuente de honor y de poderosos elementos

definitorios del ser. Tal violencia es ahora un elemento interiorizado en la vida

cotidiana de los palestinos de Gaza y del Banco Oeste, alimentada por los

procesos de exclusión identificados por Jakubowska como proveedores del

contexto para la transformación de los intereses políticos de los Beduinos del

Negev hacia la resistencia contra el gobierno israelí. La violencia también permeó

a Irlanda del Norte, donde la ésta engendra más violencia; en Belfast Sluka

Comentario [A5]: 281

encontró arte, poesía y música empapadas con sus imágenes, justificando el uso

de la violencia. En ambos lugares, los niños se han habituado a la presencia de

ésta última y juegan con ella como jugando a demostrar su valía personal.

Bajo estas circunstancias el terrorismo se vuelve una herramienta aceptable y se

vuelve a su vez más y más terrible porque no existe autoridad legítima que pueda

contenerlo. Sin embargo el terrorismo, con sus ataques a aviones civiles y a

puntos de reunión como tiendas y teatros, a diferencia del terror del estado, puede

trabajar con la premisa de la responsabilidad compartida de la acción:

responsabiliza principalmente a los civiles de las acciones realizadas por sus

gobiernos y les encuentra culpables de lo que se hace en su nombre. Nordstrom

(cap 12), sin embargo, se preocupa por una situación en la que el terror parece ya

no tener ninguna referencia hacia un propósito social más grande en la guerra que

las fuerzas RENAMO embisten contra la población de Mozambique. En vez de

ello, es usada para destruir las bases de la vida comunitaria y para vulnerar la

confianza en cualquier relación social. RENAMO usa a los niños tanto como

objetos de la violencia tanto como instrumentos de las atrocidades. Encontrarán

difícil reintegrarse a la sociedad incluso si la paz es eventualmente reestablecida.

La violencia sin límites como ésta, puede destruir el futuro. También puede forzar

a sus víctimas a conformarse con cualquier forma de gobierno que les libere de los

ataques.

¿Cuáles son las alternativas a la defensa violenta de la vida y de la propiedad o el

rebate violento en contra de la discriminación? Algunos capítulos de este volumen

se ocupan de situaciones en las que las personas han usado otras alternativas.

Parnell (cap. 8) y Dumont (cap. 7) describen técnicas desarrolladas por las

comunidades filipinas para desactivar confrontaciones potenciales y maniobrar

para adquirir ventaja, mientras que Scott (cap. 4) considera que las técnicas para

el distanciamiento usadas por aquellos que arriesgarían demasiado al desafiar

abiertamente al sistema de discriminación que les oprime, y Martin (cap. 9) quien

encuentra a pobladores mexicanos respondiendo a la posibilidad de la acción

política que podría llevarles beneficios por etapas.

Comentario [A6]: 283

Se ha hablado mucho de la indecencia de confiar en los valores propios en el

resto del mundo y de la imposibilidad de encontrar cualquier medio con el cual los

sistemas de valores puedan ser evaluados entre sí. Una gran parte de las

personas en el mundo, sin embargo, han observado lo que está pasando y no les

ha gustado. Creen que puede existir algún tipo de concordancia con respecto a los

que es esencial si los humanos han de vivir en dignidad y sin miedo. Eso yace

detrás de los motivos de los movimientos en defensa de los derechos humanos,

que buscan fijar estándares internacionales a los que los gobiernos y los

individuos deban atenerse. Ellos creen que la obligación de negociar y adjudicar

debería priorizarse sobre la libertad de subyugar o usar la violencia sobre otros. Si

esta es la ola del futuro, muy bien. Pero permanece la pregunta… cuán buena sea

la ley, ¿quién la hará cumplir y cómo?

Referencias

Bourgois, Philippe

1989 “Crack in Spanish Harlem: Culture and Economy in the Inner City.”

Anthropology Today 5(4): 6-11.

Colson, Elizabeth

1974 Tradition and Contract: The Problem of Order. Nueva York: Aldine.

Freud, Sigmund

1939 Civilization and its Discontent. Londres: Hogarth Press.

Goodman, Ellen

1989 “Off to War We Go,” San Francisco Chronicle, Septiembre 12, p. 20.

Hobbes, Thomas

[1651] Leviathan. Ed. C. B. Mac Pherson. Londres:Penguin Books, 1968.

Locke, John

[1969] Two Treatises of Government. Ed. Peter Laslett. Cambridge: Cambridge

University Press, 1963.

Renner, Michael

1989 “Enhancing Global Security.” En State of the World 1989, pp. 132-153, Lester

R. Brown et al., eds. Nueva York: W. W. Norton.

Ruiz, Hiram A., y Bill Frelick.

1989 “Africa´s Uprooted People: Shaping a Humanitarian Response.” Issue, a

Journal of Opinion 18 (1): 29-35.

Comité para Refugiados Estadounidense

1989 World Refugee Survey 1988 en Review. Washington, D.C.: Comité para

Refugiados de E.U.

Nordstrom Carolyn, “The Institutionalization of the Shadows (Habits of War

Mar Landcapes of Peace)” 143-156 en Shadows of war, Violence, power and

international profiteering in the twenty-first century, University of California

Press. 2004.

La institucionalización de las sombras

Cuando la verdad es demasiado peligrosa para ser contada, la gente no deja de

hablar, en vez de ello, amoldan la verdad en historias. Personas que podrían ser

arrestadas por hablar abiertamente sobre transferencias de armas y corrupción

tienen mucha menor probabilidad de llegar a ser lastimadas al decir parábolas

sobre hermanos y aves. Pero cualquiera con oídos agudos “sabe” quienes son las

aves y los hermanos, y así es como las personas adquieren la información que

necesitan para sobrevivir.

“La guerra está terminando ahora, Carolyn, y con ello vendrán muchos cambios”,

me dijo una mujer mozambiqueña en 1991. “Hay cosas que todos tendremos que

entender, ven a mi casa más tarde, mis hijos tienen una historia que contarte.”

Más tarde nos acomodamos en la sala de esa mujer, recuerdo que me sorprendió

que la mujer tuviera un sillón en su sala porque yo sabía que el saqueo y la

pobreza nacidos de la guerra habían tomado todas las posesiones de su casa. “Lo

pedí prestado a un vecino”, me dijo cuándo vio mi expresión, “las historias

requieren de un lugar para sentarse”, rio. Sus hijos se habían reunido alrededor

listos para tomar parte en la historia. Claramente esta era una historia que tanto

niños como adultos necesitaban entender:

Se dice que en algún tiempo todos éramos hermanos y hermanas en el bosque. Quizá

esto sea verdad, pero esa es otra historia. El cambio llegó al bosque: tiempos de

conflicto se quedaron. Algunos tenían más que otros: más comida, más ira, más deseo.

Muchos tenían menos.

Algunos hermanos caminaban por el bosque un día, y escucharon a un ave sentada en

la punta de un árbol muy alto, cantando: “Aquí hay ricos, aquí hay ricos, aquí hay

suficiente para que todos coman.”

Los hermanos siguieron el canto del ave y encontraron un gran tesoro para llevarse.

Parecía no pertenecer a nadie, el tesoro era de todos. “Si lo tomamos”, se dijeron los

hermanos, “podríamos abrir la tienda que siempre hemos soñado”.

Escuchando esto un pequeño jabalí dijo: “Pero eso no tiene sentido. Hay sufic iente

para todos nosotros. Si lo toman, el resto de nosotros moriremos de hambre, y ¿cuál es

el propósito de ello? El tesoro es del bosque, ¿por qué lastimar a quien te lo ha

regalado?”

Acercándose más, los hermanos susurraron entre sí: “¿qué tonterías dice este puerco?

Regresemos cuando haya caído la noche y llevémonos el tesoro.”

Si los habitantes del bosque sufrieron su pérdida, los hermanos no fueron conscientes

de ello. Ellos prosperaron y entonces comenzaron a pelear entre sí. Un día el hermano

más joven elegía entre sus hermosas mantas y dijo, “han tomado más de lo que me

han dado; sólo porque soy el más joven, creen que pueden aprovecharse de mí.” “Te

equivocas”, dijo el hermano más grande. “Ven, tomemos un paseo y resolvamos esto”.

Mientras caminaban en el bosque, comenzaron a pelear y el hermano más joven fue

asesinado. Lo envolvieron en una manta y lo enterraron. Pero cuando volvieron a casa

un ave del bosque cantó: ¿”quién ha matado al hermano más joven? ¿quién toma una

sábana no para calentarse, sino para esconder a los muertos? Miren al bosque.”

Comentario [A7]: 143

Enfurecidos, los hermanos tomaron escopetas y trataron de matar al ave, diciendo

“¿cómo se atreve una simple criatura del bosque a desafiar nuestros nombres?”

Pero el pueblo siguió al ave dentro del bosque, donde encontraron tierra fresca

removida, y comenzaron a escavar. Ahí encontraron la manta, y en ella, el cuerpo del

hermano menor.

La verdad había salido a la luz, pero, ¿cuál era el fin de ello? ¿Sería la tienda de los

hermanos destruida bajo el peso de su crimen? O ¿seguirían los hermanos

prosperando y manejando grandes tiendas, usando sus finas mantas para tapar la

verdad? Estos son tiempos difíciles, difíciles de entender.

Sentada en su silla, la narradora buscó en su bolsillo y le entregó a uno de sus

hijos unas monedas y le dijo, “por favor ve a la tienda y compra unos panes,

cariño.”

Cuando una guerra termina, hace poca diferencia lo que podamos pensar. No

existe alquimia que pueda conseguir que el estado y la sociedad “naturalmente”

se reviertan a las realidades preguerra con una declaración de paz. Incluso en un

cese al fuego, un país continúa en pie de guerra hasta que sus instituciones y

prácticas sean activamente redefinidas hacia distintos fines. Mi interés en este

capítulo es el documentar la institucionalización de la violencia y de la corrupción

que pueden ocurrir en la guerra, y los problemas de cambiar estas instituciones

en el periodo de la posguerra. Este no es un tema restringido a una sola guerra o

localidad; David Hesketh, quien encabeza la Rama de Asistencia Internacional del

Reino Unido, habló conmigo sobre la persistencia de la ilegalidad:

Los soldados saquearán. Son carne de cañón. Pon personas en una zona de guerra y

pídeles que maten a alguien y entonces el saqueo, el saqueo será un contratiempo

menor. Tú pon a estas personas en un ambiente basado en la inmoralidad: bebida,

drogas, saqueo, asesinato. ¿Cuán malo puede verse el saquear comparado con el

matar?

Ahora, un acuerdo de paz se firma y alguien dice que todo ha terminado, ¿esperas

que esto acabe? ¿esperas que las rutas de saqueo se cierren y que estas personas

regresen a casa hambrientas y con las manos vacías?

Comentario [A8]: 144

¿Entonces qué haces? ¿traes custodios y policías? ¿compañías que les revisen

antes de embarcarse? ¿haces inspecciones completas de bienes y documentos?

¿cuando los que mejor lo hacen en el mundo logran inspeccionar quizá el 10% de

todos los bienes que entran en un país o en un puerto? ¿esto detendrá el saqueo? El

mundo no es un lugar controlable, no podemos tomar control de él enteramente,

simplemente hay demasiados factores. Agrega el hecho de que esto se está

transfiriendo a un comercio globalizado: las compañías que existen hoy tienen el

poder y el dinero que antes poseían exclusivamente los gobiernos.

Y finalmente, apoyar todo esto es la tendencia creciente para la aceptación de

actividades ilegales en la cultura general. Las personas ahora solo aceptan el lugar y

el rol de las actividades ilícitas en sus vidas cuando hace una generación no lo

hacían. 1

Es muy difícil definir las relaciones complejas de una sociedad o estado que se

encuentra técnicamente en paz (en virtud de un acuerdo formal) mientras aún

opera por medio de instituciones forjadas en la guerra (en virtud de practicidades

instituidas en el conflicto que han permanecido iguales). Sin embargo, en estos

tiempos transitorios, podemos descubrir respuestas sobre porqué el tipo de

violaciones a derechos humanos que se dan en las guerras continúan después de

que estás han terminado, y porqué la violencia civil y el crimen organizado

frecuentemente se disparan con la firma de un acuerdo de paz o de una transición

política ampliamente apoyada. En estas condiciones las complejidades del poder

se tornan aparentes, conforme las viejas y las nuevas formas de autoridad

colisionan en híbridas e inesperadas formas de gobernanza.

La Comisión Sudafricana de la Verdad y la Reconciliación (TRC por sus siglas en

inglés) fue una de las pocas entidades políticas que públicamente iluminó la

rutinización de la violencia y la corrupción marcando periodos de hostilidades

políticas. He elegido este ejemplo no porque estos problemas sean más graves

en Sudáfrica que en otros países del mundo –no lo son- sino porque la elección

política de Sudáfrica de revelar información sobre la militarización y la

1 Hesketh, David, “Asistencia Internacional”, Her Majesty´s Custom and Excise, U.K., comunicación personal,

Londres, 2002.

criminalización provee de información sustancial que otros países no han hecho

pública. Por ésta única razón, los experimentos de Sudáfrica con las audiencias

de la Comisión dejan bases en una era política en la que, a nivel mundial, las

políticas militares y económicas permanecen sin transparencia alguna.

Yo estaba en Sudáfrica para la primera audiencia de la Comisión en 1996.2 Desde

fuera es difícil imaginar el grado en el que Sudáfrica estaba inmerso en las

audiencias. Estas representaban una evaluación psicológica masiva así como

social y política tanto del pasado como del futuro; también es difícil imaginar

desde la distancia el tremendo impacto que tuvieron las revelaciones de la

Comisión en la sociedad Sudafricana. Algunas de las confesiones fueron más allá

que todas las más oscuras proyecciones. Regresé a Sudáfrica para el segundo

año de audiencias en 1997, y las confesiones de la Comisión continuaron

sacudiendo el alma misma del país mientras la gente iba siendo expuesta a los

atemorizantes extremos que la humanidad era capaz de alcanzar. Esta época

está grabada en mi memoria como el “periodo Brai”. Brai es la palabra

sudafricana para parrillada, y muchas confesiones involucraban soldados

torturando prisioneros con fuego mientras asaban sus comidas diarias. Personas

que habían perdido seres queridos de esta forma, y personas que tenían seres

queridos que habían realizado estas atrocidades, encontraron sus creencias más

profundas de lo que puede ser y lo que no puede ser cuestionadas de las

maneras más devastadores.

Para entender cómo estas atrocidades configuraron las políticas posconflicto, es

necesario investigar también cómo fue que el proceso de paz durante el periodo

de conflicto configuraron a la Comisión de la Verdad y de la Reconciliación. El

Apartheid que se mantuvo en Sudáfrica dio un golpe fatal a principios de los

noventas cuando una coalición de las partes, tanto del apartheid-gobierno como

del anti-apartheid, formó el Acuerdo Nacional de Paz para combatir la violencia

desenfrenada que azotaba el país.

2 Los materiales que aquí expongo son todos de mi propia producción en reuniones y del encontrarme

inmersa en las audiencias de Sudáfrica, reportadas continuamente en medios impresos y digitales, en conversaciones y en virtualmente, todas las reuniones.

Comentario [A9]: 145

Una comisión independiente acordada por todas las partes se formó para

investigar las causas de la violencia. Estaba encabezada por el juez Richard

Goldstone quien optó por la transparencia pública total en el proceso. Goldstone

tenía los nombres de todos los oficiales investigadores publicada en los periódicos

locales para ver si alguien tenía problema con cualquiera de los elegidos. En un

país donde las fuerzas de seguridad han realizado serias violaciones a los

derechos humanos, él sintió que cualquiera que estuviera asociado con su

comisión que hubiese estado involucrado en ese tipo de abusos habría de minar

sus posibilidades de éxito. Quizá aún más revolucionaria resultó su decisión de

publicar los materiales confiscados durante las redadas a las comandancias

militares demostrando que las fuerzas de seguridad del gobierno estaban

rutinariamente involucradas en abusos a los derechos humanos en contra de los

ciudadanos, y que estas acciones habían sido dirigidas por autoridades de alto

nivel. Con esta evidencia, el gobierno se vio forzado a relevar de su cargo a una

buena cantidad de personal de seguridad incluyendo a algunos generales.

Goldstone también hizo públicos los hallazgos de la comisión sobre oficiales de

policía veteranos -incluyendo al diputado Comisionado de la Policía Nacional-

involucrados en la contratación de asesinos de líderes africanos y en la disrupción

del proceso de paz del país entero. En el tiempo en el que entrevisté al juez

Goldstone en la Sudáfrica posapartheid de1997, el ministro de defensa en cargo

durante el gobierno del apartheid y otra cantidad de líderes del ejército

Sudafricano estaban en juicio por asesinato y otras actividades criminales,

incluyendo fraudes que involucraban millones de rands.3

El tono impuesto por la Comisión de Goldstone afectó la decisión del país de

realizar las audiencias de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación al final del

gobierno del Apartheid.4 La Comisión de la Verdad fue puesta en acción bajo el

principio de que la reconciliación política y social en la era posapartheid requería

3 Goldstone, Richard “El Rol de la justicia en la prevención del conflicto”, Prevención del conflicto (agosto 1996): 83-92; y entrevista personal, 8 de mayo de 1997, Johannesburgo. 4 Encabezada por el Arzobispo Desmond Tutu, la comisión (1996-1997) tenía tres comités: uno que

investigaba violaciones a derechos humanos y hechos violentos; una que se dedicaba a las reparaciones y una última que consideraba indemnizaciones, o amnistías.

Comentario [A10]: 146

hacer públicas las verdades sobre las violaciones a los derechos humanos y las

actividades criminales de todas las partes durante la violencia política del

apartheid, así como el hacer una restitución a las víctimas y a sus familias. La

verdad, se dijo, permite que el sistema cambie, y lleva su propia penalidad

política. Entonces, la amnistía fue garantizada para aquellos que hicieran

declaraciones completas y públicas sobre actividades ilegales, desde homicidio y

tortura hasta robo y tráfico, dentro del rubro de los crímenes políticos.

El éxito relativo de la Comisión de la Verdad probablemente se debata en los años

que vendrán. Muchos pueden pensar que el proceso de amnistía, con su

declaración completa de actividades criminales, era necesario para mostrar la

corrupción que se había enraizado en las instituciones gubernamentales formales

de la sociedad para que pudiesen hacerse cambios. Otros argumentan que la

justicia no puede realizarse sin castigar a los perpetradores, e incluso hay quienes

se preocupan de que el proceso de amnistía, donde todo lo que los criminales

tienen que hacer es confesar, refuerza la cultura del crimen misma que la Comisión

de la Verdad busca desmantelar. Estos argumentos son importantes, no solo para

Sudáfrica, sino para un mundo tratando de volver a sus cabales con culturas de

violencia política severas y con la dificultad de problemas relacionados con la

reconstrucción posbélica.

La Comisión de Goldstone y la Comisión de la Verdad claramente demostraron que

el nivel de las actividades criminales y de las atrocidades institucionalizadas en las

estructuras político-militares es mucho mayor de lo que la mayoría de las personas

en la sociedad pueden creer. Richard Goldstone me dijo en nuestra conversación

que la mayoría de los sudafricanos no eran conscientes de la extensión y la

severidad de las actividades criminales de las fuerzas de seguridad y que quedaron

en shock después de las revelaciones. De hecho, la expresión “shocking

revelations”5 usualmente está adherida a las confesiones de la Comisión de la

Verdad. En 1997, cuando hablaba con un hombre que había trabajado en la

Comisión de la Verdad desde su concepción, noté que usaba frecuentemente la

5 Revelaciones impactantes.

Comentario [A11]: 147

frase “shocking revelations”. Finalmente le pregunté si él, una persona que había

vivido en este país y que había lidiado con los problemas de la violencia política

toda su vida, una persona que había ayudado a forjar la Comisión y que había

trabajado diariamente en ella, de hecho encontraba esas revelaciones tan

impactantes. Me contesto que:

Ya sabes, he trabajado con esto desde el comienzo. Se de la terrible violencia política

desde que estaba creciendo, y pensé que estaba preparado para todo esto. Pero sí

he encontrado algunas de las revelaciones de estos hombres impactantes. Hombres

con familias, hombres que irían a su casa a jugar con sus hijos, torturando y

mutilando y asesinando gente en las formas más horroríficas durante el día, y sus

familias y vecinos diciendo que no tenían idea hasta que el hombre detalló sus

actividades en las audiencias de la Comisión.

La discusión no pretende marcar a Sudáfrica como un país particularmente

inmoral; estas actividades tienen lugar a nivel mundial.6 Tampoco se pretende

retratar a los miembros del público como personas incorregiblemente

desinformadas donde sea que esto ocurra en el mundo. Mi punto es que cuando

las personas no son conscientes en gran medida de la extensión a la que la

violencia, los abusos a los derechos humanos y las actividades criminales son

operativizadas dentro de los marcos sociales, económicos, legales y políticos de

su sociedad, serán en gran medida incapaces de corregirles. El conocimiento

debe preceder a la acción.

Las revelaciones de la Comisión de la Verdad han demostrado que las

actividades criminales del sistema del apartheid político-militar se extendieron

más allá de la tortura, la violación, la mutilación, el incendio y el asesinato que

usualmente definen a las violaciones de los derechos humanos individuales.

-Miembros de las fuerzas de seguridad involucrados en drogas, caza de elefantes

para la extracción del marfil, explotación de gemas preciosas y de minerales para

recaudar fondos para sus causas y adquirir armas y provisiones.

6 Carolyn Nordstrom y JoAnn Martin, The Paths to Domination, Resistance, and Terror (Berkeley y Los Angeles: University of California Press, 1992).

-Miembros de las fuerzas de seguridad estaban involucrados en robos bancarios,

fraudes y lavado de dinero.

-Miembros de las fuerzas de seguridad estaban involucrados en falsificaciones de

registros, en ventas ilegales de licencias y en fabricación de evidencia.

-Miembros de las fuerzas de seguridad actuaban para fomentar la violencia entre

las diferentes partes del anti-apartheid al, por ejemplo, asesinar miembros de un

grupo vistiendo como y proclamando pertenecer a otro.

-Algunos jueces y cortes eran parciales al impartir sus veredictos basándose en

premisas políticas y raciales.

-Los negocios de cierto sector público clave estaban vinculados con actividades

criminales tales como el tráfico de provisiones, la transferencia de armamentos, el

lavado de dinero y la implementación de políticas racistas.

La lista continúa.7 Estas actividades criminales se volvieron parte integral del

funcionamiento diario de las instituciones gubernamentales del país. Esto no

quiere decir que todo el mundo estuviera implicado, y tampoco que estas

actividades no se llevaran a cabo fuera de la vida institucional también: donde

ocurrían, ocurrían como parte de “la forma en la que se hacen las cosas”. La

sociedad emerge por medio de estos procesos y estos se institucionalizan.

Es ingenuidad pura el pensar que vastos sistemas de gobierno e industria

interrelacionados –estas intrincadas burocracias- puedan cambiarse de la noche a

la mañana con unas elecciones y un cambio de gobierno. La burocracia que

define a un país cambia muy poco con un cambio de gobierno. Los oficiales clave

pueden cambiar, pero la administración cotidiana de las instituciones –las

personas involucradas en las minucias de las actividades económicas, políticas,

7 Estos ejemplos no son inusuales sino comunes. Todos fueron tomados de los registros públicos, todos fueron ampliamente discutidos en los medios impresos y digitales durante el tiempo de las audiencias. Estas historias fueron esenciales para la vida diaria durante varios años en el tiempo inmediatamente posterior al apartheid.

Comentario [A12]: 148

educativas, legales y de seguridad diarias- permanece mayoritariamente igual,

como lo hacen los hábitos y las políticas que la guían.

Dos cosas pasan cuando el poder cambia de manos o la guerra termina. Primero,

las personas más marginadas en el cambio de poder –comúnmente aquellos más

implicados en actividades estigmatizadas- dejan el sector formal, y muchos

simplemente continúan explotando sus redes criminales. Puesto de manera

simple: un oficial del gobierno o un soldado que está inmerso en actividades

criminales para reunir fondos para adquirir armas sancionadas puede continuar

practicando esas actividades de forma no oficial cuando cambia el poder. Esto

puede perpetuar el crimen organizado, o puede implicar jugadas políticas más

creativas, como la formación de la organización mercenaria Executive Outcomes

integrada por miembros retirados de la Fuerza de Defensa Sudafricana. De

cualquier modo, estas personas permanecen vinculadas con las redes extra-

estatales políticas y económicas internacionales.

Segundo, la mayoría de las personas en el país continúan con sus trabajos. Esto

incluye a aquellos involucrados en estafas, transferencias ilegales de bienes,

impartición de justicia parcial y violaciones a los derechos humanos. Un nuevo

gobierno puede instituir nuevas políticas, pero la mayoría no tienen los medios

para asignar nuevas personas a todos los trabajos legales, ejecutivos y de

seguridad que llevan a cabo estas políticas. Simplemente, un juez que ha

ignorado violaciones a los derechos humanos durante el apartheid probablemente

no sufrirá una transformación de carácter radical después de un cambio de

gobierno. Este juez puede ser visto por la nueva administración como un oficial

neutral, y entonces nadie le molestará. O un país puede tener tan pocos jueces

preparados que la elección se reduzca a ese o a ninguno. De cualquier forma, los

viejos hábitos permean los nuevos sistemas. Esto aplica a lo largo de las oficinas

de gobierno, de las fuerzas de seguridad, de las instituciones educativas y de

poderosos intereses corporativos. El periodista Derek Rodney escribió que en el

posapartheid en Sudáfrica:

Comentario [A13]: 149

Los sindicatos del crimen organizado utilizan cada vez más las estructuras

encubiertas del apartheid para conseguir sus fines. Los expertos estatales de

inteligencia creen que las agencias privatizadas de inteligencia ilegales se levantan

como amenazas a la seguridad nacional. La situación se ha deteriorado tanto que la

coordinadora del Comité Coordinador de Inteligencia Nacional, Linda Mti, ha

llamado a una auditoria completa de las estructuras militares, policiales y de las

agencias civiles encubiertas del tiempo del apartheid en todo el país.

El objetivo es erradicar estructuras clandestinas que se cree están tornándose

crecientemente hacia actividades criminales, impulsando agendas políticas

ocultas…

Los costos corrientes de estas organizaciones frontales estaban ocultos en

presupuestos estatales anteriores [del tiempo del apartheid], aunque se cree que

muchas se han vuelto auto sustentables. Algunas de estas estructuras encubiertas

continúan con sus objetivos originales aunque ya no son manipuladas ni controladas

directamente. Se han transformado en fuerzas conducentes de un conflicto de baja

intensidad dirigido a debilitar el gobierno posapartheid.8

El comentario de Rodney de que muchas de estas organizaciones se han vuelto

auto sustentables es esencial para comprender las dificultades de las transiciones

de la posguerra. Como documentó la Comisión de la Verdad, las fuerzas del

apartheid participaron en asaltos bancarios, tráfico de armas y drogas, tráfico de

marfil, saqueo de recursos y similares. Las políticas y la institucionalización del

crimen que dieron forma al país no son puramente un fenómeno nacional; están

profundamente constituidas por medio de asociaciones regionales e

internacionales. El vínculo de Sudáfrica a la entonces Zaire, (ahora República

Democrática del Congo) es un ejemplo de muchos implicados en las fortunas de

la inestabilidad política.

La periodista June Bearzi escribió en el periódico Star de Sudáfrica:

StarLine se enteró primero de las redes contrabandistas [Zaire-Sudáfrica] en 1988

mientras investigaba a los reyes de la “matanza” organizada, quienes estaban

ocupados exterminando a la población de elefantes y rinocerontes.

8 Derek Rodney, “Warning That Apartheid-Era ´Spooks´ Have Hand in Crime” (Advirtiendo que los

“fantasmas” del tiempo del apartheid tienen mano en el crimen”, The Star (Johannesburgo), 13 de mayo de 1996, 6.

Sudáfrica fue usada como un conducto para contrabandear los cuernos y el marfil

hacia el Medio Oriente. StarLine también descubrió contrabando de diamantes,

cobalto y cobre en compartimentos ocultos de enormes pantechnicons [camionetas] y

en tráilers desde Zaire hasta Zambia y de Botswana hasta Sudáfrica… Durante

muchos años, los operadores habían vendido sus botines de forma clandestina

[hablando de diamantes únicamente]. Valuadas en 173 millones de rands [$40

millones de dólares] al mes, en varios países, incluyendo a Sudáfrica y Bélgica.9

Los mercados cambian el dinero al momento y el flujo natural de las redes ilícitas

permite que se adapten fácilmente a nuevas y expansivas condiciones

económicas. En el año 2000, cuatro años después de la publicación del artículo

de Bearzi, el mineral metálico coltan (que es refinado como tantalio y utilizado

para todo desde celulares y laptops hasta Play Stations de Sony) se convirtió en

el producto básico del año, produciendo más ganancias que el oro de la

República Democrática del Congo. Mozambique y Sudáfrica se convirtieron en

importantes puntos de tráfico de drogas, diamantes ilícitos y petróleo que han

servido para financiar tanto la guerra como la paz en Angola. Estos por supuesto

son temas seductores para los medios, pero “la carne y las papas” de los

sistemas extra-estatales permanecen ocultas del escrutinio público, así como

cercanos a la vida cotidiana. Por ejemplo, Victor Dwyer investigó el asunto de los

certificados de autenticidad falsos para los ladrones de autos en Sudáfrica que

legalmente “probaban” que los autos no habían sido robados y los presentaban

para su reventa legal.10

Estos no son asuntos con poco impacto. La Comisión Moldenhauer de Sudáfrica

descubrió que la expedición de licencias especiales impropia e ilegal para familia,

amigos y para aquellos dispuestos a pagar sobornos era un negocio

multimillonario tan solo en el área de Mpumalanga.11 Dereck Rodney encontró

que para el país en general, “al menos uno de cada diez cargamentos de bienes

que atraviesan las fronteras sudafricanas violan las condiciones de exportación

9 June Bearzi, “Wild West Trafficklers Strip Zaire of Mineral Wealth,” (Traficantes del salvaje oeste despojan a Zaire de su riqueza mineral) The Star (Johannesburgo), 13 de mayo de 1997, 13. 10

Smit, “corrupt Police in League with Hijackers” (Policías corruptos vinculados con secuestradores), Rosebank Killarney (Sudáfrica) Gazette, 2 de mayo de 1997, 3. 11 Justine Arenstein, Sunday Times (Johannesburgo), 3 de junio de 1997, I.

Comentario [A14]: 150

del VAT [el impuesto al valor agregado], resultando en pérdidas en recaudación

de impuestos para el estado de un estimado de 17 billones de rands [$3.9

billones] en los cinco años desde 1992, cuando se introdujo el VAT”.12

Estas realidades han escalado en el siglo veintiuno. Peter Gastrow escribió: “La

mayoría de la atención internacional en el crimen organizado sudafricano se

centra en el tráfico de drogas. Esta categoría del crimen organizado es referido

por las agencias de policía regionales como una amenaza significativamente

menos seria que el robo y el tráfico de motores de auto.”13 Gastrow explica:

La razón por la cual esta forma de actividad criminal es referida como una

amenaza tan grande no es sólo porque el robo de motores se haya esparcido,

como se mencionó antes, este crimen está estrechamente interconectado con el

tráfico de armas, drogas, diamantes y otros bienes ilegalmente obtenidos. Los

vehículos robados constituyen una moneda corriente de cambio para una amplia

gama de bienes ilícitos… La dirección del Buró Subregional de la Interpol en

Harare describió sus operaciones de la siguiente manera: “Todos los países de la

región han ofrecido datos de inteligencia que han sido analizados por la Interpol y

por los países mismos. Existen relaciones muy claras y factores vinculatorios entre

los sindicatos del crimen organizado que operan en Sudáfrica. No es un secreto

para las agencias de seguridad de la región que los criminales tienen mejores

lazos cooperativos que los oficiales de policía. Parecen saber a quién contactar en

cualquier momento para las constricciones presupuestarias, para problemas con

monedas extranjeras, problemas con visas o, en todo caso, las autoridades

gubernamentales ni siquiera controlan sus movimientos.14

Sudáfrica sufre ahora de las más altas tasas criminales en el mundo, en parte

como resultado del grado en el que el crimen se institucionalizó en los años del

apartheid y la violencia política. Mark Shaw observó: “Hay un claro y crucial

vínculo entre la transición sudafricana y el crecimiento del crimen que le ha

acompañado. Pero podría ser peligrosamente simple argumentar que el crimen es

puramente una consecuencia de la transición. Efectivamente, existe evidencia

12 Rodney, “Warning” (Advertencia) 6. 13

Peter Gastrow, Bargaining for Peace: South Africa and the National Peace Accord (Washington, D.C.: U.S. Institute for Peace Press, 2001), 60. 14 Ibid., 58-59.

Comentario [A15]: 151

sustancial que sugiere que las raíces del crimen yacen en el sistema del apartheid

que la transición buscaba dejar atrás.”15

Concentrándose en el tema de las armas la socióloga Jacklyn Cock escribió que

el nivel de crimen violento en el tiempo posapartheid en Sudáfrica está ligado a la

peligrosa proliferación de armas ligeras y que ésta es una combinación explosiva

que puede vulnerar la consolidación de lo que algunos han llamado el

experimento de democracia más importante desde el final de la Segunda Guerra

Mundial. Cock argumenta que resolver este problema requeriría de una

aproximación holística:

Las discusiones enmarcadas en términos legales o en términos técnicos

estrechos son analíticamente deficientes; el asunto engloba relaciones

sociales, valores, creencias, prácticas e identidades. La demanda por armas

ligeras está socialmente construida; su abastecimiento es socialmente

organizado. Ultimadamente, la proliferación es un problema en la región que

requiere de una solución social.16

Institucionalizando la violencia y el crimen: una mirada a Brasil desde

Sudáfrica

Sudáfrica emerge de un gobierno dirigido por una minoría y una violenta política

del tiempo del apartheid. Mientras esta transición es claramente positiva, también

conlleva problemas. Al comparar Sudáfrica y Brasil, Brandon Hamber, quien

trabajó en el Centro de Estudios de Violencia y Reconciliación en Johannesburgo

durante la transición política en Sudáfrica, argumenta que la alta incidencia de

violencia criminal y de brutalidad policial que marca a Brasil, y en efecto, a gran

parte de Latinoamérica, hoy está relacionada con los patrones de abuso

15 Mark Shaw, “Crime and Policing in Post.Apartheid South Africa,” en War and Peace in Southern Africa, ed. Robert Rotberg y Greg Mills (Washington, D.C.: Brookings Institution Press, 1998), 24-44; 24. 16

Jacklyn Cock, “The Legacy of War: The Proliferation of Light Weapons in Southern Africa,” en War and Peace in Southern Africa, ed. Robert Rotberg y Greg Mills (Washington, D.C: Brookings Institution Press, 1998), 89-121; 89.

militarizado instituido durante las dictaduras militares y la represión política.

“Nuevas formas de violencia”, escribe, “persiguen los pasos de la democracia.”17

El periodo dictatorial de Brasil se extendió de 1964 hasta 1985, y durante este

tiempo miles fueron torturados, 262 personas fueron asesinadas y 144 fueron

desaparecidas. Estas cifras, dice Hamber, no son tan altas como las decenas de

“desaparecidos” reportados en países como Argentina, pero son lo

suficientemente significativos como para haber puesto en acción a un sistema de

violaciones a los derechos humanos por parte de la policía y el ejército que

continúa en Brasil hasta nuestros días. Parte de la explicación, sugiere Hamber,

fue el otorgamiento de la amnistía otorgada en 1979, que aseguró que ninguna

verdad oficial sobre la violencia política pudiese ser desencubierta, y que ningún

reconocimiento público pusiese tener lugar. Para Hamber, el poder de esta acta

se suma a la siguiente cuota de amnistía de las Fuerzas Armadas Brasileñas de

1979: “Ya no hablamos sobre ello, permítannos eliminar esta página de la historia

como si nada hubiese pasado; una vez que la amnistía ha sido otorgada,

podemos reestablecer un estado de normalidad constitucional.”18

Hamber, siguiendo a Cimbra,19 Argumenta que las filosofías y las acciones de la

policía militar hoy parten del régimen militar del pasado. Él señala que en 1992,

por ejemplo, la policía militar bajo la jurisdicción del estado asesinó a 1,470

personas tan solo en Säo Paulo.20 (Por comparación, se registraron 27 asesinatos

similares ese año en Nueva York) Hamber señala que la tortura aún se practica

en la mayoría de los interrogatorios policiacos y que las acusaciones sobre

17 Brandon Hamber, “Living with the Legacy of Impunity: Lessons for South Africa about Truth, Justice, and Crime in Brazil,” ensayo presentado en el Centro para los EStudios Latinoamericanos, Universidad de Sudáfrica, Pretoria, 24 de abril de 1997, 14. 18 Ibid., 14. Hamber apoya las conclusiones de autores como Adorno y Pinheiro de que la habilidad del estado para llevar a cabo acciones anti-derechos humanos hoy en día está ligada a la impunidad del pasado y al “autoritarismo socialmente enraizado”. Ver Sergio Adorno, “Criminal Violence in Modern Brazil: The Case of The State of Sáo Paulo,” en Social Changes, Crime, and the Police: International Conference, June I-4, 1992, ed. Louise Shelley y József Vigh (Amsterdam: Harwood Academic Publishers, 1995); Paulo Pinheiro, “The legacy of autoritharianism in democratic Brazil”, en Latin American Development and Public Policy, ed. S. Nagel (Nueva York: St. Martin´s Press, 1994), 237-53. 19 Cecilia Coimbra, “Torture in Brazil,” Torture 6 (1996), 4. 20 Pinheiro, “The legacy of Authoritarianism in Democratic Brazil.”

Comentario [A16]: 152

violaciones a los derechos humanos rara vez son investigadas.21 Quizá las cifras

más impactantes vienen de un reporte de Americas Watch en 1994, citado por

Hamber, que documenta la muerte de 5,644 niños y jóvenes entre las edades de

5 y 17 años entre 1988 y 1991.

Como en todas partes, los pobres, marginados y desprotegidos en Brasil sufren la

mayoría de los abusos a los derechos humanos, escribe Hamber. Durante el

régimen militar de Brasil, miembros de la clase media tales como académicos,

periodistas y líderes trabajadores fueron objeto de los mismos abusos que los

pobres, pero los abusos en contra de la clase media terminaron cuando terminó el

régimen, mientras que los que se cometen contra los pobres permanecen. En un

pasaje donde sabiamente o no, equipara las circunstancias presentes con la

“guerra”, Hamber escribe:

El resultado es una aproximación particularmente dura a la lucha contra el crimen

y un amplio rango de violaciones a los derechos humanos cometidos por la policía

e incluso el público. Coimbra (1996) argumenta que las exterminaciones,

linchamientos y la justicia pública son estimulados y los jueces y perpetradores

son utilizados para consumar la permisibilidad social necesaria. En Brasil,

esencialmente construido sobre la dura violencia estructural y la desigualdad

social, una guerra en contra de los pobres prevalece tanto para mantener un orden

social como un elitismo económico (cit. Pinheiro, 1994). Todas las acciones son

justificadas como una rampante lucha contra el crimen. Sin embargo los métodos

violan los derechos humanos de la misma manera que en el pasado aunque la

“causa” es significativamente distinta.22

Esta institucionalización de la violencia militarizada permea muchos niveles de

las estructuras de autoridad. Desplazados por un cambio de gobierno, los

oficiales militares pueden moverse directamente hacia el crimen. Pero muchos

no tienen que moverse. Muchos violadores a los derechos humanos conocidos

frecuentemente continúan en posiciones de poder. Hamber cita a un torturador

21 Hamber, “Living with the Legacy of Impunity”, 15. Ver también Coimbra, “Torture in Brazil”, Pinheiro, “The Legacy of Authoritarianism in Democratic Brazil”; y Malak Poppovic y Paolo Pinheiro, “How to consolidate democracy. A human rights approach,” International Social Science Journal: Measuring and Evaluating Development 143 (1995): 75-89. 22 Hamber, “Living with the legacy of impunity”, 17.

Comentario [A17]: 153

militar que fue hecho embajador brasileño en el Reino Unido. En una ironía final,

muchos violadores a los derechos humanos ahora encabezan poderosas y

lucrativas firmas de seguridad privada, empleando las mismas tácticas que

usaron en sus puestos públicos anteriores. Hamber concluye que estas

realidades no se limitan a Brasil, sino que se presentan en muchos otros países

de Latinoamérica, incluyendo Chile, Argentina y Perú donde se pueden

encontrar problemas similares. Países que van saliendo de regímenes de

gobiernos militarizados tales como Sudáfrica, pueden beneficiarse de la

comprensión, y la corrección, de la institucionalización de la violencia.

He señalado en otra parte que las personas no simplemente matan o no matan,

torturan o no torturan.23 Un vasto y complicado sistema de creencias y valores

debe estar en pie para determinar (y justificar) quienes y quienes no pueden ser

asesinados, cómo pueden ser lastimados, por quienes y bajo qué circunstancias.

Todo esto se basa y se sanciona por fuertes apelaciones éticas, morales,

obligaciones y deberes. Hamber provee de una estadística que da pausa para la

reflexión de su contenido. Al discutir el libro Brazil: Nunco Mais (Brasil: Nunca

Más),24 él señala que incluye descripciones de 283 tipos de tortura usada por los

militares durante el periodo de 1964 a 1979 y que además abunda en los

muchos argumentos sobre la supuesta utilidad de la tortura. Algunos se aferran

a la creencia de que la tortura es simplemente una manera expedita de adquirir

información importante. Muchos reconocen que la tortura tiene poco que ver con

adquirir información –muchos torturadores ni siquiera hacen preguntas- y mucho

que ver con la creación de una cultura del terror y la represión.25 Algunos

argumentan que una patología conceptual yace en el corazón de los regímenes

basados en tortura, tales como la que se presentó en la “guerra sucia”

23 Carolyn Nordstrom, A Different Kind of War Story (Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 1997). 24 Compilado por la Arquidiócesis Católica, este libro incluye análisis de más de setecientos casos de tortura formal tratados en cortes militares. 25 Elaine Scarry, The Body in Pain: The Making and Unmaking of the World (Nueva York: Oxford University Press, 1985); Michael de Certeau, Heterologies: Discourse on the Other (Minneapolis: University of Minnesota Press, 1986); Jacobo Timmerman, Prisioner without a name, Cell without a Number, trans. Toby Talbot (Nueva York: Knopf, 1981); Michael Taussig, Colonialism, Shamanism and the Wild Man (Chicago: University of Chicago Press, 1987).

argentina.26 Pero, ¿puede la lógica siquiera abarcar la idea de 283 diferentes

tipos de tortura? Esto parece ir más allá del fin de obtener de información; más

allá de la torcida lógica de gobernar por medio del terror y la represión. Quizá

incluso va más allá de lo patológico, si es que eso es posible.

En todo ello es importante comprender las filosofías, las políticas, las prácticas

militares y policiacas que hacen esas acciones posibles, que las justifican en las

mentes de aquellos responsables de crear 283 diferentes tipos de tortura.

¿Cómo es que las filosofías y las prácticas se institucionalizan? ¿Qué clase de

filosofía y de prácticas hacen que las personas que perpetúan y permiten estos

actos las traigan al trabajo después de que su régimen dio paso a otro? ¿Qué

clase de creencias políticas se llevan consigo al final del día, a las calles, a sus

comunidades y a sus hogares? ¿Qué exactamente, significa la paz para ellos?

26 Marcelo Suárez Oroxco, “The Treatment of Children in the Dirty War: “Ideology, State Terrorism, and the Abuse of Children in Argentina,” en Child Survival, ed. Nancy Scheper-Hughes (Boston: D. Reidel, 1987), 227-46; Marcelo Suárez Orozco, “A Grammar of Terror: Psychocultural Responses to State Terrorism in Dirty War and Post-Disrty War Argentina,” en The Paths to Dominations, Resistance, and Terror, ed. Carolyn Nordstrom y Jo-Ann Martin (Berkeley and Los Angeles: University of California Press, 1992), 219-59.

Comentario [A18]: 155