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Colson, Elizabeth, “Conflict and Violence” (p. 277-284) en, The
Paths of Domination, Resistance, and Terror. Carolyn, Nordstrom y Martin,
JoAnn University of California Press, 1992.
Conflicto y Violencia
El que los seres humanos sean animales sociales formados dentro de ambientes
sociales es una premisa básica de la antropología de la que se derivan muchas
cosas. También somos animales potencialmente peligrosos, un hecho negado por
aquellos quienes consideran lo natural como inherentemente benévolo, pero
aceptado por filósofos que han formulado las teorías del contrato social (Hobbes
[1651]; Locke [1690], por Freud (1930) y sus seguidores quienes han rastreado la
agresión hasta las frustraciones de las directrices innatas, cuando éstas eran
vigiladas por las constricciones instituidas por la sociedad, y aceptado también por
la mayoría de las comunidades donde he trabajado cuyos miembros admitían que
amigos, parientes y vecinos casuales podían tornarse violentos si se molestaban
por el rechazo o la negación de sus demandas o cuando envidiaban la buena
fortuna de otros. El creer en la existencia de la agresión en otros -en uno mismo- y
el reconocer que esto es peligroso si no se controla, son elementos fundamentales
para las dinámicas de la vida social (Colson 1974: 35-51).
La agresión es inherente a nuestra biología y el conflicto de intereses es endémico
en la vida social. Esto no significa que la violencia sea inevitable, como afirmaron
Hobbes y Locke cuando propusieron que el gobierno se había instituido gracias al
reconocimiento de que los fines humanos eran mejor satisfechos al controlar el
derecho de los individuos de perseguir sus intereses individuales por cualquier
medio. Hobbes y Locke escribieron en el siglo diecisiete, habiendo experimentado
ellos mismos –especialmente Hobbes- la violencia del desorden asociado con la
revolución y la caída del gobierno. Ellos pensaban que el orden público y las
restricciones de la violencia eran cosas por las que valía la pena sacrificarse.
Asumieron que el propósito primario del gobierno es el mantenimiento del orden Comentario [A1]: 277
dentro del estado territorial. También asumieron que los humanos racionales
compartirían un consenso sobre la deseabilidad del orden.
Desde entonces esta poderosa gestación ideológica del nacionalismo ha creado
una explosiva entidad, el estado-nación con su potencial para la movilización y la
confrontación étnica. Sistemas económicos han emergido creando conflictos
masivos de intereses entre clases y naciones. Las tecnologías empoderan a
aquellos que pueden asirse al control del aparato estatal, alimentando aquello por
lo que la gente entra en disputa. Los cambios revolucionarios que transforman la
vida social cuestionan tal consenso puesto que han emergido de los valores y los
límites de lo permisible y lo impermisible. Agregándole a tales fuerzas disruptivas
la creación de tecnologías que permiten a los humanos jugar con emociones
destructivas y habituarse a la violencia bajo condiciones que generan placer a
partir del terror, sin la expectativa de que esto tenga consecuencias sobre ellos.
Los medios nos saturan con violencia. A finales de los ochentas los padres y
madres estadounidenses celebraban la fiesta de Halloween visitando “casas de
fantasmas” organizadas por grupos civiles donde podían pasar a mirar
emocionantes escenas de “tortura” y flujos de sangre de imitación (publicado en la
Radio Pública Nacional, Octubre 31, 1989). El terror -y no la compasión por las
víctimas- era el punto de esto, pero el terror está divorciado de la comprensión de
sus consecuencias en términos del dolor humano inmediato y del miedo
permanente. El entretenimiento de este tipo es sintomático del hecho de que nos
estamos tornando cada vez más impresionados por la violencia y cada vez más
desapegados de la comprensión de la misma como un fenómeno social. Para
algunos, como para –aparentemente- los jóvenes neoyorquinos que gustan de
cometer “salvajadas” en Central Park, la violencia se vuelve un fin en sí mismo y
no necesita más justificación. El terror y la violencia entonces no requieren previas
relaciones sociales entre el violador y su víctima: no surge de un conflicto de
intereses; puesto que no existe un fin más allá de su propia experiencia, no existe
ninguna alternativa aceptable para aquellos que experimentan placer al cometer
tales actos.
Para la mayoría sin embargo, a violencia aún se justifica como un medio para un
fin y parece emerger de un conflicto de intereses entre aquellos que tienen algún
tipo de vínculo social. El fin que se persigue puede ser puramente personal, como
entre los narcotraficantes del Harlem español descrito por Philippe Bourgois (1989:
9), quienes aplicaban demostraciones despiadadas para garantizarse a sí mismos
algo de seguridad: decían que no confiaban en nadie y que “estaban
reafirmando… que ellos no dependían de la confianza porque eran lo
suficientemente fuertes para hacerse de respeto y hacer valer todos los tratos en
los que se involucraran.” Aquel que le disparó a su hermano, paralizándolo de por
vida, encontró que sus compradores se volvieron “impresionantemente
disciplinados”. Esto se compara con los actos de terror practicados por las fuerzas
RENAMO en Mozambique que “parecían no tener ningún fin político o social” que
no fuera extraer comida y fuerza laboral de una población aterrorizada (Ruiz y
Frelick 1989:33).
Utilizar la violencia y el terror como la ruta más rápida para obtener lo que uno
quiere es entendible pero atemorizante porque el esparcimiento de tales tácticas
significa el fin de la vida social que la mayoría conocemos. Destruyen la noción
misma del bien común.
Estamos de vuelta en un mundo hobbesiano que identifica al héroe con el
pistolero que opera fuera de la ley, donde la única defensa es la ofensa
(justificando la antesala de las armas de fuego) donde ninguna garantía es de fiar.
Esto es precisamente lo que la mayoría de los humanos no quieren, pues sin
importar cuanto no gusten de ser restringidos, realmente desean que sus
asociados sí lo sean.
Es más probable que aprueben el uso de la violencia como un medio a un fin
mayor al que ellos mismos se adscriben, ya sea este en defensa de una serie de
valores o en defensa de una comunidad con la que se identifican, incluso cuando
los números perjudicados por tal violencia puedan ser enormes, mayores aún que
cuando la violencia se trata de todos contra todos. La violencia en interés de un fin
mayor se alimenta a sí misma y se convierte en una política justificada por la
Comentario [A2]: 278
correcta supresión de la disidencia, superando la tiranía, creando una nación,
defendiendo la ortodoxia religiosa u obteniendo la libertad religiosa. Entonces
nada y todo se vuelve aceptable. Pero esto implica la negación de la humanidad
de aquellos identificados como peligrosos para la noble causa, una negación que
deshumaniza al agresor.
La deshumanización tiene sus raíces en nuestra habilidad para hacer
discriminaciones y para priorizar los grados de identificación y responsabilidad.
Esa habilidad se encuentra en la base del orden social y hace factible la vida
social. Pero también es peligrosa, especialmente cuando las sociedades a gran
escala vuelven a los compañeros humanos anónimos entre sí. Cuando éramos
libres de pensar al progreso humano como algo inevitable, éste se media en el
grado en el que los derechos básicos estaban garantizados a lo largo de las
barreras de la distinción y la adjudicación, reemplazando a la auto asistencia
cuando los derechos eran infringidos.
El siglo veinte ha sido marcado por aguerridos intentos de extender el reinado de
la ley a lo largo de fronteras internacionales, y por alcanzar resoluciones pacíficas
de conflictos tanto a nivel personal como a nivel público. El gobierno mundial es
visto como uno de los medios para proscribir la guerra, y a las naciones se les
pide que accedan a pactos que atrincheran ciertos derechos básicos. El siglo ha
visto el nacimiento de organizaciones tales como Amnistía Internacional que
tienen la misión de investigar y publicar la violencia del estado en contra de los
ciudadanos. Las agencias internacionales tales como el Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Refugiados, han sido institucionalizadas para proveer
protección para aquellos que deben huir de la violencia real o potencial de sus
propios gobiernos encontrándose a sí mismos sin la protección de una ciudadanía.
Una obligación común de la caridad es el buscar apoyo en individuos, grupos
corporativos y gobiernos para satisfacer las necesidades de aquellos que sufren
en cualquier parte del mundo de desastres naturales o humanos. La televisión
provee participación vicaria inmediata en el sufrimiento de otros, pero siempre es
distante. El mundo es cada vez más visto como un entorno singular y frágil, y
Comentario [A3]: 279
crece el reconocimiento de que todos estamos intrincadamente involucrados en
las soluciones que asegurarán su supervivencia.
Estos esfuerzos son la negación de que la violencia sea una solución apropiada
para los conflictos ya sea personales o comunales. Sin embargo mucho de lo que
ha pasado durante el siglo pesa sobre cualquier creencia de que la violencia,
incluyendo el uso de la tortura, es ajena a nosotros como especie, y subraya lo
difícil que es para nosotros controlar la agresión o aceptar soluciones
comprometidas. Durante este siglo la escala de las guerras ha incrementado;
ciudades y centros industriales se han convertido en los objetivos militares
primarios; el genocidio ha sido adoptado como política pública por más de un país;
el terror que estaba ya fuera de la ley ahora se ha vuelto de nuevo común en
muchos países; el asesinato se usa en contra de líderes políticos en casa y en el
extranjero, a veces por la disidencia misma como en el caso de Colombia y a
veces por parte de los gobiernos. El Congreso de E.U. debate su legitimidad como
una herramienta para las políticas públicas.
Durante las últimas décadas, la guerra y la preparación para la guerra han
ocupado aún mayor proporción de los recursos mundiales. Incluso con los ajustes
de la inflación, los países industriales han doblado su gasto desde 1960, y en el
Tercer Mundo el gasto se ha incrementado en más del 600 por ciento. La cantidad
gastada tan solo en 1986 fue de $825 billones (Renner 1989:133).
La mayoría de las guerras actuales tienen lugar en el susodicho Tercer Mundo,
donde desde 1045, unos 120 conflictos armados han asesinado al menos a 20
millones de personas. Las principales víctimas han sido civiles, como Nordstrom
(cap. 12) señala. Los civiles suman el 52 por ciento de las muertes relacionadas
con la guerra en los años sesentas, pero el 85 por ciento en los ochentas (Renner
1989:134-135). La mayoría de estos conflictos desde 1945 han sido guerras civiles
-élites enfrentadas contra oponentes internos- y han sumado aproximadamente la
mitad de las muertes por guerra durante este periodo (Renner 1989: 135-36);
éstas han sido exacerbadas por la intervención de los países industriales que han
utilizado al Tercer Mundo como una arena para resolver sus propias diferencias.
Las guerras civiles y el terror estatal también han desplazado a millones de
personas. En 1988, se estimó que más de 14 millones de personas, que entraban
en los criterios de las Naciones Unidas para el estatus de refugiados, necesitaban
protección y/o asistencia, pero muchos no se cuentan en esta cifra debido al temor
de hacerse visibles. La cifra conocida es igualada por el número de personas que
han sido desplazadas dentro de sus propios países debido a disturbios civiles,
haciendo imposible para ellos tener vidas normales en sus propios hogares
(Comité para Refugiados de E.U. 1989: 32-36).
E.U. y gran parte de Europa se han hallado libres de tener una guerra en casa
desde la Segunda Guerra Mundial, pero han estado involucrados en las guerras
que han trastornado a buena parte del Tercer Mundo; y la posibilidad de la guerra
es lo que domina la política pública. En los E.U. la guerra es una figura dominante,
un símbolo clave usado para definir la experiencia y sugerir las acciones
adecuadas. Hacemos la guerra contra la pobreza, las drogas, el crimen, el abuso
infantil, el VIH y contra muchas otras cosas, por más inapropiado que sea el
contexto. Hablamos de campañas y de batallas y militarizamos nuestros objetivos.
Ellen Goodman (1989) señaló las consecuencias de estas recurrencias por definir
los programas como guerras: “simplifica lo complejo. Marca bandos, nosotros y
ellos, bien y mal. La guerra exige un enemigo humano, personas que con el
tiempo son deshumanizadas.” La metáfora justifica el recurso de la violencia y la
destrucción.
No es solamente en los E.U. que la violencia da forma al discurso y al
pensamiento. Es irónico el hecho de que el surgimiento de preocupaciones
humanitarias hayan pasado de mano en mano con el surgimiento de la violencia y
de los procesos de deshumanización que etiquetan categorías enteras de
personas, sin importar sus acciones, como objetivos legítimos de la violencia. En
años pasados mucha de la antropología estaba moldeada por el hecho de que se
preocupaba principalmente por lo que se veían como comunidades a pequeña
escala donde el contacto era cara a cara, y el énfasis estaba en la homogeneidad
y se asumía el consenso. Mucho trabajo también se hizo en situaciones coloniales
Comentario [A4]: 280
donde la violencia era un estado monopólico y las personas no esperaban poder
alcanzar sus fines por medio de la violencia física en contra de los otros. Cuando
los viejos sistemas coloniales comenzaron a desintegrarse de los cuarentas en
adelante, los conflictos de interés se hicieron patentes y las posibilidades de
violencia se multiplicaron. Solo estamos comenzando a reconocer el hecho de que
las personas son ahora parte de un sistema mundial que está altamente
estratificado, lleno de contradicciones y que es técnicamente capaz de destrozarse
a sí mismo.
Este volumen es muestra de la creciente consciencia de que mucho de lo que
asumimos como parte de la naturaleza de las cosas es problemático y de que la
violencia es un constructo que necesita ser profundamente investigado. El libro
trata con las metáforas usadas para designar a algunas personas como otras tan
vulnerables como para atacarles, y trata con las consecuencias de la
vulnerabilidad y el despliegue del terror.
Winans (cap. 6) encontró a los sukuma en la víspera de la independencia de
Tanzania activando la creencia en la hiena-bruja mientras las comunidades se
dividían por asuntos políticos: el miedo a la bruja entonces justificaba la acción en
contra de aquellos que caían bajo sospecha. Orozco-Suárez (cap. 11), quien
escribe sobre Argentina, observa la degradación de la tortura que deshumaniza a
quienes la autorizan, a quienes están autorizados para infringirla, a las víctimas
inmediatas y a la comunidad en general. Jakubowska (cap. 5) y Sluka (caps. 2 y
10) se centran en el surgimiento de una cultura de resistencia en contra de la
autoridad estatal en la que la violencia se vuelve no sólo una táctica legítima de
autodefensa sino también una fuente de honor y de poderosos elementos
definitorios del ser. Tal violencia es ahora un elemento interiorizado en la vida
cotidiana de los palestinos de Gaza y del Banco Oeste, alimentada por los
procesos de exclusión identificados por Jakubowska como proveedores del
contexto para la transformación de los intereses políticos de los Beduinos del
Negev hacia la resistencia contra el gobierno israelí. La violencia también permeó
a Irlanda del Norte, donde la ésta engendra más violencia; en Belfast Sluka
Comentario [A5]: 281
encontró arte, poesía y música empapadas con sus imágenes, justificando el uso
de la violencia. En ambos lugares, los niños se han habituado a la presencia de
ésta última y juegan con ella como jugando a demostrar su valía personal.
Bajo estas circunstancias el terrorismo se vuelve una herramienta aceptable y se
vuelve a su vez más y más terrible porque no existe autoridad legítima que pueda
contenerlo. Sin embargo el terrorismo, con sus ataques a aviones civiles y a
puntos de reunión como tiendas y teatros, a diferencia del terror del estado, puede
trabajar con la premisa de la responsabilidad compartida de la acción:
responsabiliza principalmente a los civiles de las acciones realizadas por sus
gobiernos y les encuentra culpables de lo que se hace en su nombre. Nordstrom
(cap 12), sin embargo, se preocupa por una situación en la que el terror parece ya
no tener ninguna referencia hacia un propósito social más grande en la guerra que
las fuerzas RENAMO embisten contra la población de Mozambique. En vez de
ello, es usada para destruir las bases de la vida comunitaria y para vulnerar la
confianza en cualquier relación social. RENAMO usa a los niños tanto como
objetos de la violencia tanto como instrumentos de las atrocidades. Encontrarán
difícil reintegrarse a la sociedad incluso si la paz es eventualmente reestablecida.
La violencia sin límites como ésta, puede destruir el futuro. También puede forzar
a sus víctimas a conformarse con cualquier forma de gobierno que les libere de los
ataques.
¿Cuáles son las alternativas a la defensa violenta de la vida y de la propiedad o el
rebate violento en contra de la discriminación? Algunos capítulos de este volumen
se ocupan de situaciones en las que las personas han usado otras alternativas.
Parnell (cap. 8) y Dumont (cap. 7) describen técnicas desarrolladas por las
comunidades filipinas para desactivar confrontaciones potenciales y maniobrar
para adquirir ventaja, mientras que Scott (cap. 4) considera que las técnicas para
el distanciamiento usadas por aquellos que arriesgarían demasiado al desafiar
abiertamente al sistema de discriminación que les oprime, y Martin (cap. 9) quien
encuentra a pobladores mexicanos respondiendo a la posibilidad de la acción
política que podría llevarles beneficios por etapas.
Comentario [A6]: 283
Se ha hablado mucho de la indecencia de confiar en los valores propios en el
resto del mundo y de la imposibilidad de encontrar cualquier medio con el cual los
sistemas de valores puedan ser evaluados entre sí. Una gran parte de las
personas en el mundo, sin embargo, han observado lo que está pasando y no les
ha gustado. Creen que puede existir algún tipo de concordancia con respecto a los
que es esencial si los humanos han de vivir en dignidad y sin miedo. Eso yace
detrás de los motivos de los movimientos en defensa de los derechos humanos,
que buscan fijar estándares internacionales a los que los gobiernos y los
individuos deban atenerse. Ellos creen que la obligación de negociar y adjudicar
debería priorizarse sobre la libertad de subyugar o usar la violencia sobre otros. Si
esta es la ola del futuro, muy bien. Pero permanece la pregunta… cuán buena sea
la ley, ¿quién la hará cumplir y cómo?
Referencias
Bourgois, Philippe
1989 “Crack in Spanish Harlem: Culture and Economy in the Inner City.”
Anthropology Today 5(4): 6-11.
Colson, Elizabeth
1974 Tradition and Contract: The Problem of Order. Nueva York: Aldine.
Freud, Sigmund
1939 Civilization and its Discontent. Londres: Hogarth Press.
Goodman, Ellen
1989 “Off to War We Go,” San Francisco Chronicle, Septiembre 12, p. 20.
Hobbes, Thomas
[1651] Leviathan. Ed. C. B. Mac Pherson. Londres:Penguin Books, 1968.
Locke, John
[1969] Two Treatises of Government. Ed. Peter Laslett. Cambridge: Cambridge
University Press, 1963.
Renner, Michael
1989 “Enhancing Global Security.” En State of the World 1989, pp. 132-153, Lester
R. Brown et al., eds. Nueva York: W. W. Norton.
Ruiz, Hiram A., y Bill Frelick.
1989 “Africa´s Uprooted People: Shaping a Humanitarian Response.” Issue, a
Journal of Opinion 18 (1): 29-35.
Comité para Refugiados Estadounidense
1989 World Refugee Survey 1988 en Review. Washington, D.C.: Comité para
Refugiados de E.U.
Nordstrom Carolyn, “The Institutionalization of the Shadows (Habits of War
Mar Landcapes of Peace)” 143-156 en Shadows of war, Violence, power and
international profiteering in the twenty-first century, University of California
Press. 2004.
La institucionalización de las sombras
Cuando la verdad es demasiado peligrosa para ser contada, la gente no deja de
hablar, en vez de ello, amoldan la verdad en historias. Personas que podrían ser
arrestadas por hablar abiertamente sobre transferencias de armas y corrupción
tienen mucha menor probabilidad de llegar a ser lastimadas al decir parábolas
sobre hermanos y aves. Pero cualquiera con oídos agudos “sabe” quienes son las
aves y los hermanos, y así es como las personas adquieren la información que
necesitan para sobrevivir.
“La guerra está terminando ahora, Carolyn, y con ello vendrán muchos cambios”,
me dijo una mujer mozambiqueña en 1991. “Hay cosas que todos tendremos que
entender, ven a mi casa más tarde, mis hijos tienen una historia que contarte.”
Más tarde nos acomodamos en la sala de esa mujer, recuerdo que me sorprendió
que la mujer tuviera un sillón en su sala porque yo sabía que el saqueo y la
pobreza nacidos de la guerra habían tomado todas las posesiones de su casa. “Lo
pedí prestado a un vecino”, me dijo cuándo vio mi expresión, “las historias
requieren de un lugar para sentarse”, rio. Sus hijos se habían reunido alrededor
listos para tomar parte en la historia. Claramente esta era una historia que tanto
niños como adultos necesitaban entender:
Se dice que en algún tiempo todos éramos hermanos y hermanas en el bosque. Quizá
esto sea verdad, pero esa es otra historia. El cambio llegó al bosque: tiempos de
conflicto se quedaron. Algunos tenían más que otros: más comida, más ira, más deseo.
Muchos tenían menos.
Algunos hermanos caminaban por el bosque un día, y escucharon a un ave sentada en
la punta de un árbol muy alto, cantando: “Aquí hay ricos, aquí hay ricos, aquí hay
suficiente para que todos coman.”
Los hermanos siguieron el canto del ave y encontraron un gran tesoro para llevarse.
Parecía no pertenecer a nadie, el tesoro era de todos. “Si lo tomamos”, se dijeron los
hermanos, “podríamos abrir la tienda que siempre hemos soñado”.
Escuchando esto un pequeño jabalí dijo: “Pero eso no tiene sentido. Hay sufic iente
para todos nosotros. Si lo toman, el resto de nosotros moriremos de hambre, y ¿cuál es
el propósito de ello? El tesoro es del bosque, ¿por qué lastimar a quien te lo ha
regalado?”
Acercándose más, los hermanos susurraron entre sí: “¿qué tonterías dice este puerco?
Regresemos cuando haya caído la noche y llevémonos el tesoro.”
Si los habitantes del bosque sufrieron su pérdida, los hermanos no fueron conscientes
de ello. Ellos prosperaron y entonces comenzaron a pelear entre sí. Un día el hermano
más joven elegía entre sus hermosas mantas y dijo, “han tomado más de lo que me
han dado; sólo porque soy el más joven, creen que pueden aprovecharse de mí.” “Te
equivocas”, dijo el hermano más grande. “Ven, tomemos un paseo y resolvamos esto”.
Mientras caminaban en el bosque, comenzaron a pelear y el hermano más joven fue
asesinado. Lo envolvieron en una manta y lo enterraron. Pero cuando volvieron a casa
un ave del bosque cantó: ¿”quién ha matado al hermano más joven? ¿quién toma una
sábana no para calentarse, sino para esconder a los muertos? Miren al bosque.”
Comentario [A7]: 143
Enfurecidos, los hermanos tomaron escopetas y trataron de matar al ave, diciendo
“¿cómo se atreve una simple criatura del bosque a desafiar nuestros nombres?”
Pero el pueblo siguió al ave dentro del bosque, donde encontraron tierra fresca
removida, y comenzaron a escavar. Ahí encontraron la manta, y en ella, el cuerpo del
hermano menor.
La verdad había salido a la luz, pero, ¿cuál era el fin de ello? ¿Sería la tienda de los
hermanos destruida bajo el peso de su crimen? O ¿seguirían los hermanos
prosperando y manejando grandes tiendas, usando sus finas mantas para tapar la
verdad? Estos son tiempos difíciles, difíciles de entender.
Sentada en su silla, la narradora buscó en su bolsillo y le entregó a uno de sus
hijos unas monedas y le dijo, “por favor ve a la tienda y compra unos panes,
cariño.”
Cuando una guerra termina, hace poca diferencia lo que podamos pensar. No
existe alquimia que pueda conseguir que el estado y la sociedad “naturalmente”
se reviertan a las realidades preguerra con una declaración de paz. Incluso en un
cese al fuego, un país continúa en pie de guerra hasta que sus instituciones y
prácticas sean activamente redefinidas hacia distintos fines. Mi interés en este
capítulo es el documentar la institucionalización de la violencia y de la corrupción
que pueden ocurrir en la guerra, y los problemas de cambiar estas instituciones
en el periodo de la posguerra. Este no es un tema restringido a una sola guerra o
localidad; David Hesketh, quien encabeza la Rama de Asistencia Internacional del
Reino Unido, habló conmigo sobre la persistencia de la ilegalidad:
Los soldados saquearán. Son carne de cañón. Pon personas en una zona de guerra y
pídeles que maten a alguien y entonces el saqueo, el saqueo será un contratiempo
menor. Tú pon a estas personas en un ambiente basado en la inmoralidad: bebida,
drogas, saqueo, asesinato. ¿Cuán malo puede verse el saquear comparado con el
matar?
Ahora, un acuerdo de paz se firma y alguien dice que todo ha terminado, ¿esperas
que esto acabe? ¿esperas que las rutas de saqueo se cierren y que estas personas
regresen a casa hambrientas y con las manos vacías?
Comentario [A8]: 144
¿Entonces qué haces? ¿traes custodios y policías? ¿compañías que les revisen
antes de embarcarse? ¿haces inspecciones completas de bienes y documentos?
¿cuando los que mejor lo hacen en el mundo logran inspeccionar quizá el 10% de
todos los bienes que entran en un país o en un puerto? ¿esto detendrá el saqueo? El
mundo no es un lugar controlable, no podemos tomar control de él enteramente,
simplemente hay demasiados factores. Agrega el hecho de que esto se está
transfiriendo a un comercio globalizado: las compañías que existen hoy tienen el
poder y el dinero que antes poseían exclusivamente los gobiernos.
Y finalmente, apoyar todo esto es la tendencia creciente para la aceptación de
actividades ilegales en la cultura general. Las personas ahora solo aceptan el lugar y
el rol de las actividades ilícitas en sus vidas cuando hace una generación no lo
hacían. 1
Es muy difícil definir las relaciones complejas de una sociedad o estado que se
encuentra técnicamente en paz (en virtud de un acuerdo formal) mientras aún
opera por medio de instituciones forjadas en la guerra (en virtud de practicidades
instituidas en el conflicto que han permanecido iguales). Sin embargo, en estos
tiempos transitorios, podemos descubrir respuestas sobre porqué el tipo de
violaciones a derechos humanos que se dan en las guerras continúan después de
que estás han terminado, y porqué la violencia civil y el crimen organizado
frecuentemente se disparan con la firma de un acuerdo de paz o de una transición
política ampliamente apoyada. En estas condiciones las complejidades del poder
se tornan aparentes, conforme las viejas y las nuevas formas de autoridad
colisionan en híbridas e inesperadas formas de gobernanza.
La Comisión Sudafricana de la Verdad y la Reconciliación (TRC por sus siglas en
inglés) fue una de las pocas entidades políticas que públicamente iluminó la
rutinización de la violencia y la corrupción marcando periodos de hostilidades
políticas. He elegido este ejemplo no porque estos problemas sean más graves
en Sudáfrica que en otros países del mundo –no lo son- sino porque la elección
política de Sudáfrica de revelar información sobre la militarización y la
1 Hesketh, David, “Asistencia Internacional”, Her Majesty´s Custom and Excise, U.K., comunicación personal,
Londres, 2002.
criminalización provee de información sustancial que otros países no han hecho
pública. Por ésta única razón, los experimentos de Sudáfrica con las audiencias
de la Comisión dejan bases en una era política en la que, a nivel mundial, las
políticas militares y económicas permanecen sin transparencia alguna.
Yo estaba en Sudáfrica para la primera audiencia de la Comisión en 1996.2 Desde
fuera es difícil imaginar el grado en el que Sudáfrica estaba inmerso en las
audiencias. Estas representaban una evaluación psicológica masiva así como
social y política tanto del pasado como del futuro; también es difícil imaginar
desde la distancia el tremendo impacto que tuvieron las revelaciones de la
Comisión en la sociedad Sudafricana. Algunas de las confesiones fueron más allá
que todas las más oscuras proyecciones. Regresé a Sudáfrica para el segundo
año de audiencias en 1997, y las confesiones de la Comisión continuaron
sacudiendo el alma misma del país mientras la gente iba siendo expuesta a los
atemorizantes extremos que la humanidad era capaz de alcanzar. Esta época
está grabada en mi memoria como el “periodo Brai”. Brai es la palabra
sudafricana para parrillada, y muchas confesiones involucraban soldados
torturando prisioneros con fuego mientras asaban sus comidas diarias. Personas
que habían perdido seres queridos de esta forma, y personas que tenían seres
queridos que habían realizado estas atrocidades, encontraron sus creencias más
profundas de lo que puede ser y lo que no puede ser cuestionadas de las
maneras más devastadores.
Para entender cómo estas atrocidades configuraron las políticas posconflicto, es
necesario investigar también cómo fue que el proceso de paz durante el periodo
de conflicto configuraron a la Comisión de la Verdad y de la Reconciliación. El
Apartheid que se mantuvo en Sudáfrica dio un golpe fatal a principios de los
noventas cuando una coalición de las partes, tanto del apartheid-gobierno como
del anti-apartheid, formó el Acuerdo Nacional de Paz para combatir la violencia
desenfrenada que azotaba el país.
2 Los materiales que aquí expongo son todos de mi propia producción en reuniones y del encontrarme
inmersa en las audiencias de Sudáfrica, reportadas continuamente en medios impresos y digitales, en conversaciones y en virtualmente, todas las reuniones.
Comentario [A9]: 145
Una comisión independiente acordada por todas las partes se formó para
investigar las causas de la violencia. Estaba encabezada por el juez Richard
Goldstone quien optó por la transparencia pública total en el proceso. Goldstone
tenía los nombres de todos los oficiales investigadores publicada en los periódicos
locales para ver si alguien tenía problema con cualquiera de los elegidos. En un
país donde las fuerzas de seguridad han realizado serias violaciones a los
derechos humanos, él sintió que cualquiera que estuviera asociado con su
comisión que hubiese estado involucrado en ese tipo de abusos habría de minar
sus posibilidades de éxito. Quizá aún más revolucionaria resultó su decisión de
publicar los materiales confiscados durante las redadas a las comandancias
militares demostrando que las fuerzas de seguridad del gobierno estaban
rutinariamente involucradas en abusos a los derechos humanos en contra de los
ciudadanos, y que estas acciones habían sido dirigidas por autoridades de alto
nivel. Con esta evidencia, el gobierno se vio forzado a relevar de su cargo a una
buena cantidad de personal de seguridad incluyendo a algunos generales.
Goldstone también hizo públicos los hallazgos de la comisión sobre oficiales de
policía veteranos -incluyendo al diputado Comisionado de la Policía Nacional-
involucrados en la contratación de asesinos de líderes africanos y en la disrupción
del proceso de paz del país entero. En el tiempo en el que entrevisté al juez
Goldstone en la Sudáfrica posapartheid de1997, el ministro de defensa en cargo
durante el gobierno del apartheid y otra cantidad de líderes del ejército
Sudafricano estaban en juicio por asesinato y otras actividades criminales,
incluyendo fraudes que involucraban millones de rands.3
El tono impuesto por la Comisión de Goldstone afectó la decisión del país de
realizar las audiencias de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación al final del
gobierno del Apartheid.4 La Comisión de la Verdad fue puesta en acción bajo el
principio de que la reconciliación política y social en la era posapartheid requería
3 Goldstone, Richard “El Rol de la justicia en la prevención del conflicto”, Prevención del conflicto (agosto 1996): 83-92; y entrevista personal, 8 de mayo de 1997, Johannesburgo. 4 Encabezada por el Arzobispo Desmond Tutu, la comisión (1996-1997) tenía tres comités: uno que
investigaba violaciones a derechos humanos y hechos violentos; una que se dedicaba a las reparaciones y una última que consideraba indemnizaciones, o amnistías.
Comentario [A10]: 146
hacer públicas las verdades sobre las violaciones a los derechos humanos y las
actividades criminales de todas las partes durante la violencia política del
apartheid, así como el hacer una restitución a las víctimas y a sus familias. La
verdad, se dijo, permite que el sistema cambie, y lleva su propia penalidad
política. Entonces, la amnistía fue garantizada para aquellos que hicieran
declaraciones completas y públicas sobre actividades ilegales, desde homicidio y
tortura hasta robo y tráfico, dentro del rubro de los crímenes políticos.
El éxito relativo de la Comisión de la Verdad probablemente se debata en los años
que vendrán. Muchos pueden pensar que el proceso de amnistía, con su
declaración completa de actividades criminales, era necesario para mostrar la
corrupción que se había enraizado en las instituciones gubernamentales formales
de la sociedad para que pudiesen hacerse cambios. Otros argumentan que la
justicia no puede realizarse sin castigar a los perpetradores, e incluso hay quienes
se preocupan de que el proceso de amnistía, donde todo lo que los criminales
tienen que hacer es confesar, refuerza la cultura del crimen misma que la Comisión
de la Verdad busca desmantelar. Estos argumentos son importantes, no solo para
Sudáfrica, sino para un mundo tratando de volver a sus cabales con culturas de
violencia política severas y con la dificultad de problemas relacionados con la
reconstrucción posbélica.
La Comisión de Goldstone y la Comisión de la Verdad claramente demostraron que
el nivel de las actividades criminales y de las atrocidades institucionalizadas en las
estructuras político-militares es mucho mayor de lo que la mayoría de las personas
en la sociedad pueden creer. Richard Goldstone me dijo en nuestra conversación
que la mayoría de los sudafricanos no eran conscientes de la extensión y la
severidad de las actividades criminales de las fuerzas de seguridad y que quedaron
en shock después de las revelaciones. De hecho, la expresión “shocking
revelations”5 usualmente está adherida a las confesiones de la Comisión de la
Verdad. En 1997, cuando hablaba con un hombre que había trabajado en la
Comisión de la Verdad desde su concepción, noté que usaba frecuentemente la
5 Revelaciones impactantes.
Comentario [A11]: 147
frase “shocking revelations”. Finalmente le pregunté si él, una persona que había
vivido en este país y que había lidiado con los problemas de la violencia política
toda su vida, una persona que había ayudado a forjar la Comisión y que había
trabajado diariamente en ella, de hecho encontraba esas revelaciones tan
impactantes. Me contesto que:
Ya sabes, he trabajado con esto desde el comienzo. Se de la terrible violencia política
desde que estaba creciendo, y pensé que estaba preparado para todo esto. Pero sí
he encontrado algunas de las revelaciones de estos hombres impactantes. Hombres
con familias, hombres que irían a su casa a jugar con sus hijos, torturando y
mutilando y asesinando gente en las formas más horroríficas durante el día, y sus
familias y vecinos diciendo que no tenían idea hasta que el hombre detalló sus
actividades en las audiencias de la Comisión.
La discusión no pretende marcar a Sudáfrica como un país particularmente
inmoral; estas actividades tienen lugar a nivel mundial.6 Tampoco se pretende
retratar a los miembros del público como personas incorregiblemente
desinformadas donde sea que esto ocurra en el mundo. Mi punto es que cuando
las personas no son conscientes en gran medida de la extensión a la que la
violencia, los abusos a los derechos humanos y las actividades criminales son
operativizadas dentro de los marcos sociales, económicos, legales y políticos de
su sociedad, serán en gran medida incapaces de corregirles. El conocimiento
debe preceder a la acción.
Las revelaciones de la Comisión de la Verdad han demostrado que las
actividades criminales del sistema del apartheid político-militar se extendieron
más allá de la tortura, la violación, la mutilación, el incendio y el asesinato que
usualmente definen a las violaciones de los derechos humanos individuales.
-Miembros de las fuerzas de seguridad involucrados en drogas, caza de elefantes
para la extracción del marfil, explotación de gemas preciosas y de minerales para
recaudar fondos para sus causas y adquirir armas y provisiones.
6 Carolyn Nordstrom y JoAnn Martin, The Paths to Domination, Resistance, and Terror (Berkeley y Los Angeles: University of California Press, 1992).
-Miembros de las fuerzas de seguridad estaban involucrados en robos bancarios,
fraudes y lavado de dinero.
-Miembros de las fuerzas de seguridad estaban involucrados en falsificaciones de
registros, en ventas ilegales de licencias y en fabricación de evidencia.
-Miembros de las fuerzas de seguridad actuaban para fomentar la violencia entre
las diferentes partes del anti-apartheid al, por ejemplo, asesinar miembros de un
grupo vistiendo como y proclamando pertenecer a otro.
-Algunos jueces y cortes eran parciales al impartir sus veredictos basándose en
premisas políticas y raciales.
-Los negocios de cierto sector público clave estaban vinculados con actividades
criminales tales como el tráfico de provisiones, la transferencia de armamentos, el
lavado de dinero y la implementación de políticas racistas.
La lista continúa.7 Estas actividades criminales se volvieron parte integral del
funcionamiento diario de las instituciones gubernamentales del país. Esto no
quiere decir que todo el mundo estuviera implicado, y tampoco que estas
actividades no se llevaran a cabo fuera de la vida institucional también: donde
ocurrían, ocurrían como parte de “la forma en la que se hacen las cosas”. La
sociedad emerge por medio de estos procesos y estos se institucionalizan.
Es ingenuidad pura el pensar que vastos sistemas de gobierno e industria
interrelacionados –estas intrincadas burocracias- puedan cambiarse de la noche a
la mañana con unas elecciones y un cambio de gobierno. La burocracia que
define a un país cambia muy poco con un cambio de gobierno. Los oficiales clave
pueden cambiar, pero la administración cotidiana de las instituciones –las
personas involucradas en las minucias de las actividades económicas, políticas,
7 Estos ejemplos no son inusuales sino comunes. Todos fueron tomados de los registros públicos, todos fueron ampliamente discutidos en los medios impresos y digitales durante el tiempo de las audiencias. Estas historias fueron esenciales para la vida diaria durante varios años en el tiempo inmediatamente posterior al apartheid.
Comentario [A12]: 148
educativas, legales y de seguridad diarias- permanece mayoritariamente igual,
como lo hacen los hábitos y las políticas que la guían.
Dos cosas pasan cuando el poder cambia de manos o la guerra termina. Primero,
las personas más marginadas en el cambio de poder –comúnmente aquellos más
implicados en actividades estigmatizadas- dejan el sector formal, y muchos
simplemente continúan explotando sus redes criminales. Puesto de manera
simple: un oficial del gobierno o un soldado que está inmerso en actividades
criminales para reunir fondos para adquirir armas sancionadas puede continuar
practicando esas actividades de forma no oficial cuando cambia el poder. Esto
puede perpetuar el crimen organizado, o puede implicar jugadas políticas más
creativas, como la formación de la organización mercenaria Executive Outcomes
integrada por miembros retirados de la Fuerza de Defensa Sudafricana. De
cualquier modo, estas personas permanecen vinculadas con las redes extra-
estatales políticas y económicas internacionales.
Segundo, la mayoría de las personas en el país continúan con sus trabajos. Esto
incluye a aquellos involucrados en estafas, transferencias ilegales de bienes,
impartición de justicia parcial y violaciones a los derechos humanos. Un nuevo
gobierno puede instituir nuevas políticas, pero la mayoría no tienen los medios
para asignar nuevas personas a todos los trabajos legales, ejecutivos y de
seguridad que llevan a cabo estas políticas. Simplemente, un juez que ha
ignorado violaciones a los derechos humanos durante el apartheid probablemente
no sufrirá una transformación de carácter radical después de un cambio de
gobierno. Este juez puede ser visto por la nueva administración como un oficial
neutral, y entonces nadie le molestará. O un país puede tener tan pocos jueces
preparados que la elección se reduzca a ese o a ninguno. De cualquier forma, los
viejos hábitos permean los nuevos sistemas. Esto aplica a lo largo de las oficinas
de gobierno, de las fuerzas de seguridad, de las instituciones educativas y de
poderosos intereses corporativos. El periodista Derek Rodney escribió que en el
posapartheid en Sudáfrica:
Comentario [A13]: 149
Los sindicatos del crimen organizado utilizan cada vez más las estructuras
encubiertas del apartheid para conseguir sus fines. Los expertos estatales de
inteligencia creen que las agencias privatizadas de inteligencia ilegales se levantan
como amenazas a la seguridad nacional. La situación se ha deteriorado tanto que la
coordinadora del Comité Coordinador de Inteligencia Nacional, Linda Mti, ha
llamado a una auditoria completa de las estructuras militares, policiales y de las
agencias civiles encubiertas del tiempo del apartheid en todo el país.
El objetivo es erradicar estructuras clandestinas que se cree están tornándose
crecientemente hacia actividades criminales, impulsando agendas políticas
ocultas…
Los costos corrientes de estas organizaciones frontales estaban ocultos en
presupuestos estatales anteriores [del tiempo del apartheid], aunque se cree que
muchas se han vuelto auto sustentables. Algunas de estas estructuras encubiertas
continúan con sus objetivos originales aunque ya no son manipuladas ni controladas
directamente. Se han transformado en fuerzas conducentes de un conflicto de baja
intensidad dirigido a debilitar el gobierno posapartheid.8
El comentario de Rodney de que muchas de estas organizaciones se han vuelto
auto sustentables es esencial para comprender las dificultades de las transiciones
de la posguerra. Como documentó la Comisión de la Verdad, las fuerzas del
apartheid participaron en asaltos bancarios, tráfico de armas y drogas, tráfico de
marfil, saqueo de recursos y similares. Las políticas y la institucionalización del
crimen que dieron forma al país no son puramente un fenómeno nacional; están
profundamente constituidas por medio de asociaciones regionales e
internacionales. El vínculo de Sudáfrica a la entonces Zaire, (ahora República
Democrática del Congo) es un ejemplo de muchos implicados en las fortunas de
la inestabilidad política.
La periodista June Bearzi escribió en el periódico Star de Sudáfrica:
StarLine se enteró primero de las redes contrabandistas [Zaire-Sudáfrica] en 1988
mientras investigaba a los reyes de la “matanza” organizada, quienes estaban
ocupados exterminando a la población de elefantes y rinocerontes.
8 Derek Rodney, “Warning That Apartheid-Era ´Spooks´ Have Hand in Crime” (Advirtiendo que los
“fantasmas” del tiempo del apartheid tienen mano en el crimen”, The Star (Johannesburgo), 13 de mayo de 1996, 6.
Sudáfrica fue usada como un conducto para contrabandear los cuernos y el marfil
hacia el Medio Oriente. StarLine también descubrió contrabando de diamantes,
cobalto y cobre en compartimentos ocultos de enormes pantechnicons [camionetas] y
en tráilers desde Zaire hasta Zambia y de Botswana hasta Sudáfrica… Durante
muchos años, los operadores habían vendido sus botines de forma clandestina
[hablando de diamantes únicamente]. Valuadas en 173 millones de rands [$40
millones de dólares] al mes, en varios países, incluyendo a Sudáfrica y Bélgica.9
Los mercados cambian el dinero al momento y el flujo natural de las redes ilícitas
permite que se adapten fácilmente a nuevas y expansivas condiciones
económicas. En el año 2000, cuatro años después de la publicación del artículo
de Bearzi, el mineral metálico coltan (que es refinado como tantalio y utilizado
para todo desde celulares y laptops hasta Play Stations de Sony) se convirtió en
el producto básico del año, produciendo más ganancias que el oro de la
República Democrática del Congo. Mozambique y Sudáfrica se convirtieron en
importantes puntos de tráfico de drogas, diamantes ilícitos y petróleo que han
servido para financiar tanto la guerra como la paz en Angola. Estos por supuesto
son temas seductores para los medios, pero “la carne y las papas” de los
sistemas extra-estatales permanecen ocultas del escrutinio público, así como
cercanos a la vida cotidiana. Por ejemplo, Victor Dwyer investigó el asunto de los
certificados de autenticidad falsos para los ladrones de autos en Sudáfrica que
legalmente “probaban” que los autos no habían sido robados y los presentaban
para su reventa legal.10
Estos no son asuntos con poco impacto. La Comisión Moldenhauer de Sudáfrica
descubrió que la expedición de licencias especiales impropia e ilegal para familia,
amigos y para aquellos dispuestos a pagar sobornos era un negocio
multimillonario tan solo en el área de Mpumalanga.11 Dereck Rodney encontró
que para el país en general, “al menos uno de cada diez cargamentos de bienes
que atraviesan las fronteras sudafricanas violan las condiciones de exportación
9 June Bearzi, “Wild West Trafficklers Strip Zaire of Mineral Wealth,” (Traficantes del salvaje oeste despojan a Zaire de su riqueza mineral) The Star (Johannesburgo), 13 de mayo de 1997, 13. 10
Smit, “corrupt Police in League with Hijackers” (Policías corruptos vinculados con secuestradores), Rosebank Killarney (Sudáfrica) Gazette, 2 de mayo de 1997, 3. 11 Justine Arenstein, Sunday Times (Johannesburgo), 3 de junio de 1997, I.
Comentario [A14]: 150
del VAT [el impuesto al valor agregado], resultando en pérdidas en recaudación
de impuestos para el estado de un estimado de 17 billones de rands [$3.9
billones] en los cinco años desde 1992, cuando se introdujo el VAT”.12
Estas realidades han escalado en el siglo veintiuno. Peter Gastrow escribió: “La
mayoría de la atención internacional en el crimen organizado sudafricano se
centra en el tráfico de drogas. Esta categoría del crimen organizado es referido
por las agencias de policía regionales como una amenaza significativamente
menos seria que el robo y el tráfico de motores de auto.”13 Gastrow explica:
La razón por la cual esta forma de actividad criminal es referida como una
amenaza tan grande no es sólo porque el robo de motores se haya esparcido,
como se mencionó antes, este crimen está estrechamente interconectado con el
tráfico de armas, drogas, diamantes y otros bienes ilegalmente obtenidos. Los
vehículos robados constituyen una moneda corriente de cambio para una amplia
gama de bienes ilícitos… La dirección del Buró Subregional de la Interpol en
Harare describió sus operaciones de la siguiente manera: “Todos los países de la
región han ofrecido datos de inteligencia que han sido analizados por la Interpol y
por los países mismos. Existen relaciones muy claras y factores vinculatorios entre
los sindicatos del crimen organizado que operan en Sudáfrica. No es un secreto
para las agencias de seguridad de la región que los criminales tienen mejores
lazos cooperativos que los oficiales de policía. Parecen saber a quién contactar en
cualquier momento para las constricciones presupuestarias, para problemas con
monedas extranjeras, problemas con visas o, en todo caso, las autoridades
gubernamentales ni siquiera controlan sus movimientos.14
Sudáfrica sufre ahora de las más altas tasas criminales en el mundo, en parte
como resultado del grado en el que el crimen se institucionalizó en los años del
apartheid y la violencia política. Mark Shaw observó: “Hay un claro y crucial
vínculo entre la transición sudafricana y el crecimiento del crimen que le ha
acompañado. Pero podría ser peligrosamente simple argumentar que el crimen es
puramente una consecuencia de la transición. Efectivamente, existe evidencia
12 Rodney, “Warning” (Advertencia) 6. 13
Peter Gastrow, Bargaining for Peace: South Africa and the National Peace Accord (Washington, D.C.: U.S. Institute for Peace Press, 2001), 60. 14 Ibid., 58-59.
Comentario [A15]: 151
sustancial que sugiere que las raíces del crimen yacen en el sistema del apartheid
que la transición buscaba dejar atrás.”15
Concentrándose en el tema de las armas la socióloga Jacklyn Cock escribió que
el nivel de crimen violento en el tiempo posapartheid en Sudáfrica está ligado a la
peligrosa proliferación de armas ligeras y que ésta es una combinación explosiva
que puede vulnerar la consolidación de lo que algunos han llamado el
experimento de democracia más importante desde el final de la Segunda Guerra
Mundial. Cock argumenta que resolver este problema requeriría de una
aproximación holística:
Las discusiones enmarcadas en términos legales o en términos técnicos
estrechos son analíticamente deficientes; el asunto engloba relaciones
sociales, valores, creencias, prácticas e identidades. La demanda por armas
ligeras está socialmente construida; su abastecimiento es socialmente
organizado. Ultimadamente, la proliferación es un problema en la región que
requiere de una solución social.16
Institucionalizando la violencia y el crimen: una mirada a Brasil desde
Sudáfrica
Sudáfrica emerge de un gobierno dirigido por una minoría y una violenta política
del tiempo del apartheid. Mientras esta transición es claramente positiva, también
conlleva problemas. Al comparar Sudáfrica y Brasil, Brandon Hamber, quien
trabajó en el Centro de Estudios de Violencia y Reconciliación en Johannesburgo
durante la transición política en Sudáfrica, argumenta que la alta incidencia de
violencia criminal y de brutalidad policial que marca a Brasil, y en efecto, a gran
parte de Latinoamérica, hoy está relacionada con los patrones de abuso
15 Mark Shaw, “Crime and Policing in Post.Apartheid South Africa,” en War and Peace in Southern Africa, ed. Robert Rotberg y Greg Mills (Washington, D.C.: Brookings Institution Press, 1998), 24-44; 24. 16
Jacklyn Cock, “The Legacy of War: The Proliferation of Light Weapons in Southern Africa,” en War and Peace in Southern Africa, ed. Robert Rotberg y Greg Mills (Washington, D.C: Brookings Institution Press, 1998), 89-121; 89.
militarizado instituido durante las dictaduras militares y la represión política.
“Nuevas formas de violencia”, escribe, “persiguen los pasos de la democracia.”17
El periodo dictatorial de Brasil se extendió de 1964 hasta 1985, y durante este
tiempo miles fueron torturados, 262 personas fueron asesinadas y 144 fueron
desaparecidas. Estas cifras, dice Hamber, no son tan altas como las decenas de
“desaparecidos” reportados en países como Argentina, pero son lo
suficientemente significativos como para haber puesto en acción a un sistema de
violaciones a los derechos humanos por parte de la policía y el ejército que
continúa en Brasil hasta nuestros días. Parte de la explicación, sugiere Hamber,
fue el otorgamiento de la amnistía otorgada en 1979, que aseguró que ninguna
verdad oficial sobre la violencia política pudiese ser desencubierta, y que ningún
reconocimiento público pusiese tener lugar. Para Hamber, el poder de esta acta
se suma a la siguiente cuota de amnistía de las Fuerzas Armadas Brasileñas de
1979: “Ya no hablamos sobre ello, permítannos eliminar esta página de la historia
como si nada hubiese pasado; una vez que la amnistía ha sido otorgada,
podemos reestablecer un estado de normalidad constitucional.”18
Hamber, siguiendo a Cimbra,19 Argumenta que las filosofías y las acciones de la
policía militar hoy parten del régimen militar del pasado. Él señala que en 1992,
por ejemplo, la policía militar bajo la jurisdicción del estado asesinó a 1,470
personas tan solo en Säo Paulo.20 (Por comparación, se registraron 27 asesinatos
similares ese año en Nueva York) Hamber señala que la tortura aún se practica
en la mayoría de los interrogatorios policiacos y que las acusaciones sobre
17 Brandon Hamber, “Living with the Legacy of Impunity: Lessons for South Africa about Truth, Justice, and Crime in Brazil,” ensayo presentado en el Centro para los EStudios Latinoamericanos, Universidad de Sudáfrica, Pretoria, 24 de abril de 1997, 14. 18 Ibid., 14. Hamber apoya las conclusiones de autores como Adorno y Pinheiro de que la habilidad del estado para llevar a cabo acciones anti-derechos humanos hoy en día está ligada a la impunidad del pasado y al “autoritarismo socialmente enraizado”. Ver Sergio Adorno, “Criminal Violence in Modern Brazil: The Case of The State of Sáo Paulo,” en Social Changes, Crime, and the Police: International Conference, June I-4, 1992, ed. Louise Shelley y József Vigh (Amsterdam: Harwood Academic Publishers, 1995); Paulo Pinheiro, “The legacy of autoritharianism in democratic Brazil”, en Latin American Development and Public Policy, ed. S. Nagel (Nueva York: St. Martin´s Press, 1994), 237-53. 19 Cecilia Coimbra, “Torture in Brazil,” Torture 6 (1996), 4. 20 Pinheiro, “The legacy of Authoritarianism in Democratic Brazil.”
Comentario [A16]: 152
violaciones a los derechos humanos rara vez son investigadas.21 Quizá las cifras
más impactantes vienen de un reporte de Americas Watch en 1994, citado por
Hamber, que documenta la muerte de 5,644 niños y jóvenes entre las edades de
5 y 17 años entre 1988 y 1991.
Como en todas partes, los pobres, marginados y desprotegidos en Brasil sufren la
mayoría de los abusos a los derechos humanos, escribe Hamber. Durante el
régimen militar de Brasil, miembros de la clase media tales como académicos,
periodistas y líderes trabajadores fueron objeto de los mismos abusos que los
pobres, pero los abusos en contra de la clase media terminaron cuando terminó el
régimen, mientras que los que se cometen contra los pobres permanecen. En un
pasaje donde sabiamente o no, equipara las circunstancias presentes con la
“guerra”, Hamber escribe:
El resultado es una aproximación particularmente dura a la lucha contra el crimen
y un amplio rango de violaciones a los derechos humanos cometidos por la policía
e incluso el público. Coimbra (1996) argumenta que las exterminaciones,
linchamientos y la justicia pública son estimulados y los jueces y perpetradores
son utilizados para consumar la permisibilidad social necesaria. En Brasil,
esencialmente construido sobre la dura violencia estructural y la desigualdad
social, una guerra en contra de los pobres prevalece tanto para mantener un orden
social como un elitismo económico (cit. Pinheiro, 1994). Todas las acciones son
justificadas como una rampante lucha contra el crimen. Sin embargo los métodos
violan los derechos humanos de la misma manera que en el pasado aunque la
“causa” es significativamente distinta.22
Esta institucionalización de la violencia militarizada permea muchos niveles de
las estructuras de autoridad. Desplazados por un cambio de gobierno, los
oficiales militares pueden moverse directamente hacia el crimen. Pero muchos
no tienen que moverse. Muchos violadores a los derechos humanos conocidos
frecuentemente continúan en posiciones de poder. Hamber cita a un torturador
21 Hamber, “Living with the Legacy of Impunity”, 15. Ver también Coimbra, “Torture in Brazil”, Pinheiro, “The Legacy of Authoritarianism in Democratic Brazil”; y Malak Poppovic y Paolo Pinheiro, “How to consolidate democracy. A human rights approach,” International Social Science Journal: Measuring and Evaluating Development 143 (1995): 75-89. 22 Hamber, “Living with the legacy of impunity”, 17.
Comentario [A17]: 153
militar que fue hecho embajador brasileño en el Reino Unido. En una ironía final,
muchos violadores a los derechos humanos ahora encabezan poderosas y
lucrativas firmas de seguridad privada, empleando las mismas tácticas que
usaron en sus puestos públicos anteriores. Hamber concluye que estas
realidades no se limitan a Brasil, sino que se presentan en muchos otros países
de Latinoamérica, incluyendo Chile, Argentina y Perú donde se pueden
encontrar problemas similares. Países que van saliendo de regímenes de
gobiernos militarizados tales como Sudáfrica, pueden beneficiarse de la
comprensión, y la corrección, de la institucionalización de la violencia.
He señalado en otra parte que las personas no simplemente matan o no matan,
torturan o no torturan.23 Un vasto y complicado sistema de creencias y valores
debe estar en pie para determinar (y justificar) quienes y quienes no pueden ser
asesinados, cómo pueden ser lastimados, por quienes y bajo qué circunstancias.
Todo esto se basa y se sanciona por fuertes apelaciones éticas, morales,
obligaciones y deberes. Hamber provee de una estadística que da pausa para la
reflexión de su contenido. Al discutir el libro Brazil: Nunco Mais (Brasil: Nunca
Más),24 él señala que incluye descripciones de 283 tipos de tortura usada por los
militares durante el periodo de 1964 a 1979 y que además abunda en los
muchos argumentos sobre la supuesta utilidad de la tortura. Algunos se aferran
a la creencia de que la tortura es simplemente una manera expedita de adquirir
información importante. Muchos reconocen que la tortura tiene poco que ver con
adquirir información –muchos torturadores ni siquiera hacen preguntas- y mucho
que ver con la creación de una cultura del terror y la represión.25 Algunos
argumentan que una patología conceptual yace en el corazón de los regímenes
basados en tortura, tales como la que se presentó en la “guerra sucia”
23 Carolyn Nordstrom, A Different Kind of War Story (Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 1997). 24 Compilado por la Arquidiócesis Católica, este libro incluye análisis de más de setecientos casos de tortura formal tratados en cortes militares. 25 Elaine Scarry, The Body in Pain: The Making and Unmaking of the World (Nueva York: Oxford University Press, 1985); Michael de Certeau, Heterologies: Discourse on the Other (Minneapolis: University of Minnesota Press, 1986); Jacobo Timmerman, Prisioner without a name, Cell without a Number, trans. Toby Talbot (Nueva York: Knopf, 1981); Michael Taussig, Colonialism, Shamanism and the Wild Man (Chicago: University of Chicago Press, 1987).
argentina.26 Pero, ¿puede la lógica siquiera abarcar la idea de 283 diferentes
tipos de tortura? Esto parece ir más allá del fin de obtener de información; más
allá de la torcida lógica de gobernar por medio del terror y la represión. Quizá
incluso va más allá de lo patológico, si es que eso es posible.
En todo ello es importante comprender las filosofías, las políticas, las prácticas
militares y policiacas que hacen esas acciones posibles, que las justifican en las
mentes de aquellos responsables de crear 283 diferentes tipos de tortura.
¿Cómo es que las filosofías y las prácticas se institucionalizan? ¿Qué clase de
filosofía y de prácticas hacen que las personas que perpetúan y permiten estos
actos las traigan al trabajo después de que su régimen dio paso a otro? ¿Qué
clase de creencias políticas se llevan consigo al final del día, a las calles, a sus
comunidades y a sus hogares? ¿Qué exactamente, significa la paz para ellos?
26 Marcelo Suárez Oroxco, “The Treatment of Children in the Dirty War: “Ideology, State Terrorism, and the Abuse of Children in Argentina,” en Child Survival, ed. Nancy Scheper-Hughes (Boston: D. Reidel, 1987), 227-46; Marcelo Suárez Orozco, “A Grammar of Terror: Psychocultural Responses to State Terrorism in Dirty War and Post-Disrty War Argentina,” en The Paths to Dominations, Resistance, and Terror, ed. Carolyn Nordstrom y Jo-Ann Martin (Berkeley and Los Angeles: University of California Press, 1992), 219-59.
Comentario [A18]: 155