Clases Medias – Brasil: La heterogeneidad en debate. Revista Toda Vía. Pensamiento y Cultura en...

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COORDINADOR JUAN CARLOS TORRE ARTISTA INVITADA CATALINA SCHLIEBENER CLASES MEDIAS

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C O O R D I NA D O R ! J UA N C A R L O S T O R R EA RT I S TA I N V I TA DA ! C ATA L I NA S C H L I E B E N E R

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C LAS ESM E DIAS

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BRASIL:LA HETEROGENEIDAD

EN DEBATE

P O R FA B I A NA L U C I D E O L I V E I R AP R O F E S O R A E N E L D E PA RTA M E N T O

D E S O C I O L O G Í A D E L A U N I V E R S I DA D

F E D E R A L D E SA N C A R L O S ( U F S C a r)

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"Indicadores objetivos como el ingreso, el consumo,

la escolaridad, aspectos subjetivos como la identidad y las aspiraciones son utilizados para medir el creci-miento de la clase media. Sin embargo la combinación de estos criterios puede revelar tensiones y generar de-bates en torno a qué significa pertenecer a ese sector.

Fabiana Luci de Oliveira

El debate sobre el surgimiento de una nueva clase media en Brasil fue impulsado por la constatación de mejorías en las condiciones de vida de la pobla-ción hacia la segunda mitad de la década de 2000, sobre todo a partir del desempeño de indicadores sociales como el idh (Índice de Desarrollo Humano) y el Índice de Gini (principal indicador de la iniquidad de la renta), que desde los años noventa vienen mostrando una tendencia a la disminución de la desigualdad socioeconó-mica en el país, con un escenario de movilidad ascendente. Durante este período, amplios grupos de población de renta baja se incorporaron al mercado de consumo de bienes duraderos y servicios.

El índice de Gini, que en la década de 1990 estaba en 0,609, cayó a 0,501 en 2013. Y el idh pasó de 0.723 en 1990 a 0.744 en 2013. La variación puede parecer ínfima, pero según el pnud (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), entre 1980 y 2010, Brasil fue el país latinoamericano en el que más creció el idh al registrar un aumento acumulado del 36,4%.

Tampoco es un dato menor que, entre los años 2000 y 2013, más de 40 millones de brasileños hayan ascendido hasta la mitad de la pirámide socioeconómica en la con-dición de “nueva clase media” –específicamente la clase C– de acuerdo con el Critério Brasil de la Associação Brasileira de Empresas de Pesquisa (abep), criterio que se basa en el patrón de consumo y en el nivel educativo del jefe o jefa de hogar para clasificar a las familias en ocho estratos (clases A1, A2, B1, B2, C1, C2, D y E).

Pero, ¿es posible deducir a partir de este escenario de movilidad socioeconómica la conformación de una nueva clase media? En ese caso, ¿Brasil se habría transformado de hecho en un país de clase media? Existen dos respuestas posibles a estos interro-gantes, expresadas por dos vertientes principales: una que afirma el surgimiento de la nueva clase media y define a Brasil como un país de clase media, dado que más de la mitad de su población habría alcanzado la mitad de la pirámide socioeconómica; y otra que caracteriza esa movilidad como una simple mejoría en las condiciones de vida de los trabajadores brasileños, pero argumenta que no corresponde hablar de clase media.

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D i s t i n t a s p o s i c i o n e s , u n s o l o d e b at e

La primera postura recurre a dos criterios centrales para afirmar la “medianización” de la sociedad brasileña: el aumento real de la renta y los cambios en el patrón de con-sumo de las familias. El reconocido economista Marcelo Neri, uno de los principales entusiastas del concepto, define al brasileño de esa franja como un individuo que tiene empleo formal, acceso al crédito y un coche o una motocicleta. En términos eco-nómicos, eso abarcaría a los hogares con una renta mensual entre 1,064 y 4,561 reales. De acuerdo con esa definición, en el año 2008, el 52% de los brasileños podían ser clasificados como pertenecientes a esa nueva clase media.

La Secretaría de Asuntos Estratégicos de la Presidencia de la República clasifica como nueva clase media a las familias que viven con una renta per capita entre 291 y 1,019 reales mensuales, subdividiéndola en tres segmentos: clase media “baja” (renta familiar per capita entre 291 y 441 reales), clase media “media” (más de 441 hasta 641 reales) y clase media “alta” (más de 641 hasta 1019 reales). Basándose en ese criterio, y a partir de los datos del Censo Demográfico de 2010, es posible afirmar que el 53% de los brasileños son de clase media. E incluso podría decirse que poco más de la mitad de los hogares localizados en favelas en todo el país (en rigor el 51,2% del total de hogares localizados en favelas) podrían ser considerados de clase media por encontrarse dentro de esta franja de renta per capita.

A partir de estas definiciones se advierte que este nuevo segmento medio difiere del concepto clásico o tradicional de clase media, compuesta por la pequeña burguesía y los propietarios de pequeñas empresas, y también de la clase media de los profesionales li-berales, gerentes y empleados de oficina. La nueva clase media brasileña es aquella que obtiene la renta media de la sociedad y, por lo tanto, remite a un concepto estadístico, no sociológico. Y dado que ese concepto está exclusivamente fundado en los patrones de renta y de consumo, la vertiente que lo critica sostiene que hablar de nueva clase media en Brasil es, en el mejor de los casos, un error. El economista Márcio Pochmann consi-dera que la nueva clase media no es sino un “voluntarismo teórico” ya que no se funda-menta en condiciones reales de la base material de clase. Por eso cree más apropiado hablar de “incorporación tardía de los trabajadores de renta baja al patrón de consumo fordista”. En esta misma línea, el sociólogo Jessé Souza clasifica como “batallador” al segmento que consiguió mayor movilidad económica en ese período y como "residual" al que permaneció en la base de la pirámide, cuestionando el concepto de nueva clase media por la imposibilidad de identificar en esos segmentos el capital social y cultural que los define. Este investigador no ve un acesso privilegiado al capital cultural en ese grupo y, por lo tanto, tampoco ve posibilidad alguna de definirlo como clase media.

Otros especialistas (Dawid Bartelt, por ejemplo) indican que se trata de un proyecto político –marca de los gobiernos de Lula y Dilma y del Partido de los Trabajadores– antes que de un fenómeno social con base empírica.

El cuestionamiento de la nueva clase media brasileña se inserta en un debate más amplio, que critica la posibilidad de afirmar la medianización de las sociedades latino-

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americanas. El analista peruano Rolando Arellano es uno de los autores que reprueban la adopción de criterios socioeconómicos para hablar de un “boom” de la clase media en la región. Según Arellano, no existe una especificación clara de lo que significa el concepto de clase media en América Latina, dado que la región carece de una estanda-rización o definición uniforme para ese concepto.

El autor también critica la ausencia de un proyecto aspiracional en lo que se denomina “nueva clase media latinoamericana”. Para este investigador esa nueva clase media creó sus propios modelos sociales y económicos. Y por eso la clasifica como clase media divergente, en oposición a la clase media tradicional. Arellano afirma que este nuevo sector diver-gente, a diferencia de las clases medias tradicionales urbanas, habría sido el resultado de procesos recientes de migración hacia las grandes ciudades.

¿ M e d i a n i z a c i ó n o n o?

En este punto cabe señalar que hablar de nueva clase media en Brasil equivale a ha-blar de un grupo diferente del que menciona Arellano. El panorama económico, político y cultural brasileño es diverso y por eso resulta sumamente difícil aplicarle un concep-to generalizador como “clase media latinoamericana”. La nueva clase media brasileña presenta semejanzas actitudinales con la clase media divergente que describe Arellano, pero los aspectos centrales de aspiracionalidad, valorización de la educación como es-tatus y seguridad, priorización del consumo diferenciado y de marcas están presentes en parte de la nueva clase media brasileña. El debate debe leerse, por lo tanto, a partir de la constatación de que no existe consenso en torno al concepto de clase media y de que

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puede haber variaciones en la combinación de los criterios utilizados para su definición: tanto los objetivos (renta, escolaridad, ocupación, patrón de consumo, etc.) cuanto los subjetivos (valores, aspiraciones, identidad, etc.). Mientras tanto, el aspecto valorati-vo y aspiracional es común a la gran mayoría de las definiciones: ser de clase media es ambicionar un mejor estándar de vida para el futuro y buscar distinguirse a través del consumo y la escolaridad para garantizarse una posición.

Teniendo en cuenta este criterio aspiracional podemos afirmar que parte de la clase C brasileña –o segmentos del conjunto aglutinado bajo el rótulo “nueva clase media”– actúa con valores de clase media. Un escenario económico bastante positi-vo de crecimiento del PBI nacional, mejora del valor del salario mínimo, control de la inflación y aumento del empleo formal –sumado a la recuperación de los niveles de escolaridad de la población y a la expansión y el abaratamiento del crédito–, contri-buyó a una clara optimización en las condiciones generales de vida de la población e hizo posible que ese sector de clase media ascendente se comportara de acuerdo con valores de la clase media. Mi posición es que aquello que se viene designando como nueva clase media brasileña correspondería a sectores de la clase media “me-dia” y de la clase media “baja”(o segmentos de las clases C1 y C2) que se diferencian de la clase media tradicional (clase media alta o AB) por tener menor escolaridad, menor renta y acceso más restringido a los bienes culturales; pero se aproximan a ella por apropiación simbólica e incorporación de los valores aspiracionales de bús-queda de ascenso y diferenciación social a través de la educación y del consumo. Por lo tanto, no se trataría exactamente de una nueva clase media, sino de clases medias “populares” y “aspirantes”.

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Hoy resulta difícil hablar de clase media en singular, puesto que no se trata de un gru-po homogéneo de personas. Existe una segmentación en las clases medias brasileñas según los diferentes niveles de expectativas.

La que hasta el momento llamamos “nueva clase media” –o, en términos materiales, clase de consumo C– es bastante heterogénea internamente en lo que respecta a sus va-lores y actitudes. E incluso a su patrón de consumo. Si consideramos como clase media solo a aquellos individuos que poseen un empleo formal, un plan de salud, están banca-rizados y tienen acceso a líneas de crédito que posibilitan el consumo y financiamiento de bienes como la propiedad inmueble, la computadora y el automóvil, menos de la mi-tad de las familias de la clase C podrían ser consideradas de clase media.

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"Hoy resulta difícil hablar de clase media en singu-

lar, puesto que no se trata de un grupo homogéneo de personas. Existe una segmentación en las clases medias brasileñas según los diferentes niveles de expectativas.

Todavía falta evaluar las desigualdades regionales verificadas en el país porque los ha-bitantes de las regiones sur y sudeste tienden a ser menos vulnerables en aspectos socioe-conómicos que los de las regiones norte y nordeste; por eso mismo, el perfil de la nueva clase media será diferente según la zona donde residan las personas incluidas en ella.

Otro factor diferencial es la aspiración de ascenso social a través del trabajo no ma-nual. Uno de los criterios más valorizados es el ocupacional. De esta manera, antes que aspirar a la posesión de un automóvil cero kilómetro o de aparatos electrónicos de últi-ma generación, que permea todo el segmento de consumo C, la posesión o búsqueda del diploma de enseñanza superior resultará decisiva para clasificar a aquellos segmentos de la clase C que se comportan como clase media popular y aspirante.

Es importante notar que, en virtud de la extensión y el alcance de los programas gu-bernamentales de redistribución de la renta, debe excluirse de la clasificación de “clase media aspirante” a aquellos sectores que dependen de políticas sociales como el subsi-dio familiar, puesto que esos segmentos no gozan de autonomía de consumo suficiente como para formar parte de ella. Esto quiere decir que cerca del 18% de los hogares de clase C no podrían ser clasificados como clase media popular y aspirante.

El fuerte apoyo al crédito para propiciar cambios en el patrón de consumo e inclusive para fomentar el acceso a la educación superior explicitan la fragilidad y vulnerabili-dad del ascenso de la “clase media popular”. Como argumenté en otra oportunidad, si el ascenso social de estos segmentos fue artificial, no se sostendrá en el futuro próximo.

Mientras tanto, continuamos observando a partir de las estadísticas nacionales más recientes, la expansión de la clase C en términos de estándar de vida y hábitos de con-sumo. Pero para que estos segmentos populares y aspirantes puedan consolidarse como clase media es necesario que haya no solo continuidad en las políticas de inclusión eco-nómica, de expansión y democratización del acceso a la enseñanza superior, sino tam-bién una clara mejoría en la calidad de la escolarización formal y la educación cultural, como asimismo una mayor incorporación de esos sectores al mundo de los derechos más amplios de ciudadanía, independientemente de su ingreso al mundo del consumo. Estos aspectos dejan mucho que desear en las políticas públicas actualmente en curso, lo cual sugiere un futuro todavía incierto para los brasileños de las nuevas clases medias. !