Caminos de utopia

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Taissia Paniotova, Dra., Prof. Titular, Universidad federal del Sur, Rostov-del-Don, Rusia Caminos de la utopía: Del Mediterraneo al Nuevo Mundo Quiero empezar mi articulo recordando las palabras de P.Enriquez Ureña el cual en su conocida conferencia “Utopia de América” decia que: “Hay que ennoblecer nuevamente la idea clásica. La utopía no es vano juego de imaginaciones pueriles: es una de las magnas creaciones espirituales del Mediterráneo, nuestro gran mar antecesor. El pueblo griego da al mundo occidental la inquietud del perfeccionamiento constante. Cuando descubre que el hombre puede individualmente ser mejor de lo que es y socialmente vivir mejor de como vive, no descansa para averiguar el secreto de toda mejora, de toda perfección... Cuando el espejismo del espíritu clásico se proyecta sobre Europa, con el Renacimiento, es natural que resurja la utopia” (La utopía de América 1989: 6-7). De estas palabras se deduce que el problema de relación entre la utopía clásica y América, es un problema fundamental. La utopía y lo utópico . El primer problema que se plantea a quien estudia la utopía, radica en su 1

Transcript of Caminos de utopia

Taissia Paniotova, Dra., Prof. Titular,

Universidad federal del Sur, Rostov-del-Don, Rusia

Caminos de la utopía: Del Mediterraneo al Nuevo

Mundo

Quiero empezar mi articulo recordando las palabras

de P.Enriquez Ureña el cual en su conocida conferencia

“Utopia de América” decia que: “Hay que ennoblecer

nuevamente la idea clásica. La utopía no es vano juego

de imaginaciones pueriles: es una de las magnas

creaciones espirituales del Mediterráneo, nuestro gran

mar antecesor. El pueblo griego da al mundo occidental

la inquietud del perfeccionamiento constante. Cuando

descubre que el hombre puede individualmente ser mejor

de lo que es y socialmente vivir mejor de como vive, no

descansa para averiguar el secreto de toda mejora, de

toda perfección... Cuando el espejismo del espíritu

clásico se proyecta sobre Europa, con el Renacimiento,

es natural que resurja la utopia” (La utopía de América

1989: 6-7).

De estas palabras se deduce que el problema de

relación entre la utopía clásica y América, es un

problema fundamental.

La utopía y lo utópico. El primer problema que se

plantea a quien estudia la utopía, radica en su1

definición. Los autores contemporaneos ya hacen

diferencia entre el “modo utópico” y el género utópico.

Por ejemplo, F.Aínsa cita la concepción de Raymond

Ruyer, para quien el "modo utópico", por oposición al

"género utópico", consiste en la facultad de imaginar,

de modificar lo real por la hipótesis, de crear un

orden diferente al real, lo que no supone renegar de lo

real, sino una profundización de lo que podría ser. En

cuanto, al género, este supondría "la representación de

un mundo organizado, específico, previsto en todos sus

detalles", como ocurre en La República de Platón, o en la

propia Utopía de Tomás Moro, donde todos y cada uno de

los aspectos de la vida ciudadana han sido considerados

y estrictamente planificados.

Horacio Cerutti desarollando esta idea ya

distingue, al menos, cuatro criterios con los que se

hace presente la utopía en América “como horizonte,

como género, como ejercicio y como función al interior

del discurso historiográfico”(Horacio Cerutti G., 1969:

186).

El concepto de horizonte utópico alude a lo axiológicamente

deseable de toda ideología o programa de la praxis

política, que empuja hacia la transformación social,

política, económica, etc.; o sea, “un conjunto de

valores articulados cuya no vigencia en la situación2

presente, genera la movilización en pro de su

adopción”.

Como género se tendría que reconstruir la historia

literaria de las ideas utópicas y explicarlas en

función de su topos, de las mediaciones que las hacen

posibles y que se hallan en la literatura

latinoamericana.

El ejercicio utópico alude a las prácticas

“revolucionarias” que invierten o superan las

estructuras de la intersubjetividad, tales como, los

proyectos de comunidades “quiliásticas”, milenaristas,

anarquistas, comunitarias y hasta revolucionarias, que

construyen espacios públicos y privados, la mayor de

las veces experiencias reducidas que tienden a

desaparecer por causas de persecución y aislamiento,

como por ejemplo, Los hospitales pueblo de Don Vasco de

Quiroga, las reducciones jesuítas en el Paraguay, etc.

(Horacio Cerutti G., 1989: 185-186)

En nuestro trabajo no vamos a teorizar sobre la

realizaciόn de la utopía en en el futuro. Dedicaremos

nuestra atenciόn a los problemas de percepciόn de la

herencia antigua por America Latina y su posterior

contribuciόn en la articulaciόn de la tradiciόn

utόpica.

3

II. Ideas utópicas y pre-utópicas en la cultura

clásica

La rica temática sobre las islas poetizada la

encontramos en los mitos de la literatura clásica

griega : las islas homéricas situadas en el mar

Mediterraneo, los jardines de Hespéridas al oeste de

Gibraltar, la isla Syros, cuyos habitantes viven en la

prosperidad en el fin del mundo, aislados de otros

pueblos.

Homero en su “Odisea” habla de diferentes pueblos,

que viven en países fabulosos y tienen abundancia de

todo, están libres de todas las desgracias, que ahogan

la humanidad: el hambre, las enfermedades, las

guerras, y no sufren ninguna necesidad. Hesíodo en “Las

obras y días” caracteriza diferentes edades de la raza

humana- la edad de oro, de plata, de bronce, de

semidioses, y de hierro como una involución decadente.

En la edad de oro los hombres (“raza de oro”) vivían

como los dioses, libres de sufrimientos y dolores en

completa abundancia. La segunda “raza de plata” ya no

era tan felíz y noble como la de oro. La tercera- “raza

de bronce” era enferior a la de plata, ya que su gente

era muy violenta y se aniquilaba mutuamente en las

batallas. La cuarta raza, que Zeus creo, era más noble

y justa que las dos últimas. Las guerras exterminaron4

a éstos pueblos en parte y Zeus les desterró a una isla

lejana y felíz, donde ellos vivían como héroes, a

quienes la tierra daba trigo y frutos tres veces por

año. Al fin, Zeus creó la quinta raza, la de hierro, y

los hombres de esta raza “ jamás dejan de sufrir

trabajos y dolores diarios”, ya que los dioses los

habían condenado a sufrir continuamente.

Según S.Cro, aquí Hesíodo plantea tres ideas que

influyeron en el pensamiento occidental: 1) la idea de

la edad de oro; 2) la idea de la existencia felíz en

las islas felices en los confines del mundo; 3) la idea

de la edad de hierro como la de corrupción y del mal. (

Stelio Cro, 1977: 42)

Platón fue uno de los primeros pensadores griegos que

realizó la revolaración racional de los mitos. El

propuso dos proyectos: uno fue realizado en el estilo

de la novela estatal (“La República”, “Las Leyes”), y

el segundo estaba relacionado con los espejismos de la

Atlantida- por su esencia una gran isla- continente.

Posteriormente, Aristóteles toma la estafeta de la

novela estatal, y Yambulo y Evèmero crean las utopias

geográficas- las novelas del viaje, que desarollan la

temática de las islas bienaventuradas. También de las

islas felices de Cronos, que se encuentran a 5 días de

5

navigación al oeste de Britania que, en parte, nos

relata Plutarco.

Ahora dirigimos nuestra mirada a la obra de Platón y

su novela política. ¿Qué aconseja Sócrates, el

personaje favorito de sus diálogos a aquel legislador

que se aventura en la creción de un estado ideal? El

aconseja tomar un principio como punto de partida y

basandose en él, primero, construir en la imaginación

una ciudad ideal, tan perfecta que cualquier otra

mejora posterior simplemente se hace innecesaria, (ya

que es imposible el mejoramiento de la perfección).

Semejante principio Platón lo encuentra en la justicia

tomandolo como base en su proyecto de ciudad ideal. Por

consiguiente, en las obras de Platón nos enfrentamos

con un método extrictamente racional que al utilizarlo

el autor de forma especulativa crea una construcción

enteramente racional en la forma de utopia.

Las búsquedas del país feliz fueron características

también de los autores romanos, los cuales se

remontaban en su imaginación a la Arcadia, o a los

pueblos bárbaros, lejanos de Roma, o buscaban la

salvación en la huída a las islas bienaventuradas que

se encontraban en el Océano. Ovidio en “Las

Metamorfosis” desarolla el motivo de diferentes edades

y contrapone a un estado de decadencia y corrupción un6

estado felíz e inocente, donde el hombre vivía sin

propiedad, sin guerras, sin trabajos. Esa misma idea la

desarolla Luciano en su diálogo “Saturnalia”, hablando

de la edad de oro por boca de Cronos. Y en la obra de

Tácito por primera vez, aparece la idea de la edad de

oro en relación con la idea del buen salvaje atribuida

a los pueblos germánicos. En su “Germania” el opone las

costumbres buenas y las virtudes de los germanos a la

corrupción de la sociedad romana. El significado de

este trabajo consiste en la representación del “buen

salvaje” como existente en la realidad.

Como podemos ver, en el pensamiento clásico

aparecieron ideas sobre el tema del buen salvaje como

un hombre bueno y un estado natural (la edad de oro)

como un modelo de virtud. También surgieron las

primeras utopias en el estilo de novela estatal, la

novela geográfica, etc., que hallaron eco en la época

del Renacimiento.

Ш . El Renacimiento como nuevo punto de partida de

la utopía

No obstante, en el siglo XVI la utopía fue

generada, no por un filosofar sobre la justicia, sino

por la «invención» de América, según J. A. Maravalle.

El discubrimiento del Nuevo Mundo sirvió de

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confirmación empírica a las ideas de los humanistas del

siglo XV, que teorizaron sobre este tema. Basandose en

los textos clásicos ellos identificaron la Edad de Oro

con la época del triunfo de la virtud, de la sabiduria,

de la sinseridad, de la coexistencia pacífica, y la

Edad de Hierro - con la época de los vicios, de la

violencia, de la mentira. Los datos de la realidad

contemporanea, profundamente analizados por los

humanistas les convencían cada vez más que la

civilización europea se estaba corrompiendo y que se

haría necesaria una renovación. Con el descubrimiento

de América ellos recibieron el posible modelo de la

renovación. A la América la empezaron a identificar con

la Edad de Oro y a Europa, por el contrario, con la

Edad de Hierro.

El descubrimiento de las nuevas tierras, persuadió

a las gentes que existía no un modelo único de

sociedad, otrora creado por Dios, sino numerosas

sociedades organizadas de forma diferente. La gente

empezó a comprender por su propia experiencia que la

sociedad es creación humana y no divina, y por tanto,

las estructuras sociales no son constantes, y dependen

de las condiciones del tiempo y del espacio. De aquí,

se deduce que el discurso utópico moderno renace no

solo con la nueva evaluación de la herencia clásica, y8

de la reflexión de los antagonismos sociales de la

época de acumulación inicial del capital, sino también,

del reconocimiento por Europa de la existencia de una

realidad alternativa. Europa paso a paso toma

conciencia de la «otredad» de América.

Numerosos «Diarios de viajes» respondían al ardiente

deseo de los hombres de la época del Renacimiento

conocer mucho más sobre los paises descubiertos. Y se

puede decir con palabras de Alfonso Reyes que “A partir

de ese instante el destino de América – qualesquiera

que sean las contingencias y los errores de la historia

– comienza a definirse a los ojos de la humanidad como

posible campo donde realizar una justicia más igual,

una libertad mejor entendida, una felicidad más

completa y mejor repartida entre los hombres, una

república soñada, una utopía” ( Reyes, Alfonso,1960:

57).

La obra que dió nombre al género utópico, apareció

como afirma en uno de sus trabajos F. Ainsa, a

consecuencia «del choque», sufrido por T. Moro cuando

éste tuvo conocimiento de los diarios de viajes de

entonces. La sociedad ideal de los utopistas,

protagonista de la cual, como afirmaba T.Moro era una

de las repúblicas desconocidas, se encontraban en el

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Nuevo Mundo el que por casualidad en su inicio fue

concebido como una isla.

De tal forma, a pesar del parecido externo de las

utopías del Renacimiento con las utopías clásicas aquí

podemos observar una metodologia diferente y otro tipo

de utopía. El investigador moderno parte no de la

construcción filosófica-racional de un modelo ideal,

basado en un principio abstracto, sino de la

observación de la vida de los pueblos nuevos (o del

análisis de los resultados de estas observaciones). El

descubre diferentes modos de gobierno, los compara con

los ya conocidos modelos europeos, y al fin, construye

un nuevo modelo, el cual sería capaz de tener en cuenta

todas las ventajas de estos últimos, eludiendo al mismo

tiempo, a sus rasgos negativos.

No deja de ser paradójico que en el proceso de

colonización de América, en la etapa, llamada por F.

Ainsa «preutópica» las imágenes mitológicas clásicas,

frutos de la invención colectiva europea, jugaron

papeles, que de níngun modo les eran propios. Estas se

manifestaban en calidad de originales «modelos

mentales», y de hipótesis, que se dirigían a la

busqueda empírica de la tierra prometida, no importa

como se llamase- El reino de Cronos, El Paraíso, o el

Dorado. Los españoles como señalo Claude Levi Strauss,10

trataban no de elaborar nuevos conceptos, sino de

comprobar la veracidad de las viejas leyendas y mitos

greco-latinos - el mito de la Atlantida, la Edad de Oro,

las amazonas, así como también, a los mitos nacidos en

América, tales como, la leyenda de la Ciudad de los

Césares y de El Dorado.

La nueva evaluación de la herencia antigua se

observa en la polémica de B. de las Casas y J. De

Sepúlveda, el cual, apoyandose en la teoría de

Aristóteles justificaba la colonización y reducciόn de

los indios a la exclavitud. Por otra parte, el hombre

autóctono y su “estado natural”, sin propiedad privada,

sincero y riguroso, con estudio obligatorio de ciencias

y artes , “ entusiasman a los misioneros por sus

evidentes paralelos con los textos clásicos sobre formas

ideales de organizaciόn social, de la Repùblica de

Platόn a la Utopía de Moro (Ainsa, Fernando 1999: 138).

Vasco de Quiroga y los padres jesuítas, se proponían

crear repúblicas indígenas, ambos tenían ante sus ojos

los modelos literarios clásicos y una sólida base

empírica en la forma de vida de los pueblos autóctonos

de América.

IV. «La utopía para si”. A fines del siglo XVIII

América Latina en general, continuaba siendo el

territorio de “utopía para otros”, al mismo tiempo,11

comenzaba la creación de la “utopía para sí”. El eco de

las revoluciones burguesas que retumbaron en América

del Norte, Francia y en Haití, repercutió en todo el

hemisferio occidental. En América Latina comienza un

período de guerras y revoluciones de liberación nacional

que inmediatamente determinan el cambio del curso de la

corriente utópica. En lugar de las utopías religiosas

“utopías de las órdenes”, y la “utopía de la evación”, de

novelas de viajes del Renacimiento, características del

período histórico anterior, nace la “ utopía de

carácter no local sino continental”. Estas utopías por

su contenido y forma de expresión son seculares y

racionalistas. En las condiciones civilizadoras de

América éstas realizan los ideales de la Ilustración

europea con todas sus cualidades y defectos.

Un rasgo distintivo del pensamiento utópico

propiamente latinoamericano en esta etapa es su estrecho

vínculo con el contexto socio-político. Esto concierne a

todas las obras más importantes del género: Simon

Bolívar, José Martí, José Vasconcelos, Diego Vicente

Tejera, Domingo Faustino Sarmiento y muchos otros. Todas

estas obras son eslabones del mosaico utópico de los

cambios históricos posibles en la práctica, los cuales no

se pueden valorar, ni como fantasías absurdas, ni como

proyectos fracasados. Al contrario, siendo reflejo de la12

realidad social que cambiaba constantemente y su parte

necesaria, todos ellas valoraban critícamente el

presente desde las posiciones del ideal futuro, lo cual

era necesario para aquella función normativa de

regulación, que siempre cumplió la utopía.

La labor de reconstruir la historia de las ideas

utópicas en América Latina es una empresa que rebasa los

objetivos de este artículo. En calidad de ejemplo

nosotros vamos a analizar las utopias de dos pensadores

cubanos- de José Martí (1853-1895) y de Diego Vicente

Tejera (1848-1903).

La imágen de las “ Dos Américas”, surgida en la obra

de José Martí – es el resultado de la comprensión de la

comunidad de objetivos de los pueblos de América Latina,

o como decía Martí , de los pueblos de “ Nuestra

América”, de una parte y la contraposición de sus

intereses a los intereses pragmáticos y agresivos del

vecino del norte por otra parte, reforzando y ampliando

la concepción bolivariana de “ Nuestra América”, como

fórmula de unidad de los pueblos latinoamericanos. Martí

fue uno de los primeros que llamó la atención sobre el

peligro que partía del poderoso vecino del norte, el cual

como escribía Martí “está necesitado de nuestras tierras

y desdeña a sus habitantes”. También Martí vió las

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dificultades del desarrollo de los jóvenes estados

independientes de América Latina. La experiencia de más

de medio siglo de existencia mostró, que las repúblicas

cayeron “en desigualdades, injusticias y violencia”.

En esta “doble negación ” de realidad americana,

Martí desarrolla su programa positivo. Igual que Bolívar

su programa contiene dos partes inseparables -

internacional y nacional, el proyecto “Nuestra América”

y el ideal de República “Con todos y para el bien de

todos”. Y ¿Cómo se imaginaba Martí esta república ideal?

La república se basa en el reconocimiento de la

dignidad ciudadana, las libertades individuales y el

bienestar colectivo dentro de las leyes y el orden:

“porque si en las cosas de mi patria me fuera dado

preferir un bien a todos los demas un bien fundamental

que de todos los del país fuera base y principio...

Quiero que la ley primera de nuestra República sea el

culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”

(Martí, José 1953:1118- 1119).

En su prédica de la libertad del individuo más a

propósito en el contexto de la cultura del romantisismo,

Martí no traspasa los límites de la democracia

individual: tanto en la política , como en la economía él

interviene como contrario a la libertad, que se desborda

14

en anarquía, la riqueza inmesurada , y la cruel

explotación.

La base del bienestar colectivo debe ser el trabajo

común. El hombre que utiliza los bienes que él mismo no

creó, no sólo es inútil, sino también dañino para la

sociedad. Practicamente la república “Con todos y para el

bien de todos” es un país de trabajadores en el cual no

existe la explotación del hombre por el hombre, y surgen

nuevas relaciones entre los hombres, en las cuales se

basa “el sistema democrático de la igualdad”.

El sistema democrático de igualdad incluye en si la

igualdad política, económica y cultural. La iguadad

política supone la garantía de la libertad política, un

sistema de gobierno elegido por el pueblo, y que da

cuenta de su gestión ante él y puede ser destituido por

él. “Hombres somos, y no vamos a querer gobiernos de

tijera o de figurines, sino trabajo de nuestras cabezas,

sacado del molde de nuestro país.”(Marti, Jose 1953:

1126). El sufragio universal y la elección secreta, la

rendición de cuentas periódica de las personas elegidas

pueden atraer a la vida política a amplios sectores del

pueblo y afirmar los principios democráticos de la vida

de la sociedad.

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La igualdad económica, según Martí, es inalcanzable

sin el aumento del bienestar de las masas trabajadoras, y

ante todo, de la liquidación de la pobreza. Para

alcanzar este objetivo Martí propone prácticamente igual

que los populistas rusos, realizar la redistribución de

las tierras, que pertenecen a los latifundistas. Rica es

la nación que cuenta con muchos propietarios pequeños. No

es rico el país donde los ricos son pocos, sino aquél

donde cada tiene un poco de riqueza. La propiedad

conserva los Estados.

La igualdad cultural, relacionada con la nueva

distribución de la cultura y la educación en utilidad de

las clases trabajadoras, también es un componente

importantísimo del “ sistema democrático de igualdad”.

Según la opinion de Martí, el problema más terrible de

todos los problemas que pueden existir en el pueblo,- es

el problema de la ignorancia de las clases que tienen a

su lado la injusticia. La instrucción del pueblo no

sólo es condición para despertarlo para grandes tareas,

sino también garantía de que otra vez no será engañado.

La República “ Con todos y para el bien de todos”,

siendo en su esencia “república democrática de igualdad”

no traerá consigo la injusticia del dominio de una clase

sobre otra, en ella se instalará el equilibro abierto y

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honrado de todas las fuerzas sociales”. Y entonces “cada

hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la

abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo

que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas”

(Marti, Jose 1953: 340).

Tal es la esencia de la concepcion utópica de

Martí, cuya realización inmediata en un futuro cercano,

como político prudente no consideraba posible, pero que

le infirió significado trascendental y perpectiva a su

otra utopía – el proyecto de la unidad latinoamericana.

La tradición utópica del siglo XIX está representada

por otro proyecto utόpico menos conocido pero no menos

significativo: la utopía del “socialismo cubano” del

conocido poeta Diego Vicente Tejera. El pensamiento de

este pensador lleva las huellas de las ideas del

socialismo utópico europeo y en parte del marxismo, las

cuales se difundieron en América Latina junto con las

oleadas de emigrantes, que se sucedieron después de las

derrotas de las revoluciones de 1830,1848, 1871. Las

utopías creadas por Diego Vicente Tejera se relacionaban

con la creación de aquellos proyectos, los cuales Marta

E. Peña caracterizó como “romanticismo político” (termino

de Marta E.Pena de Matsushita), cuyas expresiones –

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esencialmente artísticas y literarias – tuvieron una gran

influencia en América Latina.

En 1891 Tejera escribe su trabajo “Sistema práctico

social y sus líneas fundamentales”. Aquí el niega la

existencia de clases, disolviéndolas en cinco “estados

sociales”: miseria, pobreza, comfort, riqueza, y lujo.

El estado de miseria se caracteríza por la falta de lo

más necesario para la satisfación de las necesidades

naturales del hombre en alimentos, vivienda y ropa; el

estado de pobreza garantiza solamente lo más necesario.

El estado de bienestar, riqueza y lujo no sólo

garantiza las necesidades naturales excesivas (dos,

tres, o cuatro veces superior a la norma); este estado

supone la satisfacción de necesidades de un orden

superior, es decir, “las que demanda el espíritu”: en

la educación , y el goce del arte , etc.

¿Desaparecerán en un futuro estos estados? Tejera

considera que no. Se conservará el estado de de

miseria, ya que, “ siempre habra individuos que por

causa de su vagancia o vicios se encontrarán en este

estado, no sabiendo como salir de él y que son

culpables de su estado”. En un futuro los incapaces de

trabajar tienen garantizado el estado de pobreza. En

lo que se refiere a los trabjadores, estos a medida que

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se desarrolle la producción y la conversión del trabajo

en obligación general, tendrán la posibilidad de

alcanzar el estado de prosperidad.

En la sociedad rije “ la ley fundamental”, la cual

Tejera describe de la forma siguiente: “Lo mismo que la

sociedad demanda de cada uno de sus miembros dejar una

parte de su libertad para la utilidad de la comunidad,

a nadie le será permitido traspasar el estado de

lujo”. De la masa existente de bienes excesivos,

voluntariamente devueltos por los ricos en el momento

de creación de la nueva sociedad, y de los posteriores

pagos al Estado en proporción al nivel de importancia

de cada estado, se forma “ el bienestar común”, el cual

es la principal fuente de desarrollo de las fuerzas

productivas y la base para la transición paulatina de

un estado social a otro.

La utopía posterior del “socialismo cubano” Tejera

la formula en las conferencias, leidas ante los obreros

cubanos en el club “San Carlos”. Si su proyecto de

1891, creado según el tipo de las teorías europeas de

los socialistas utópicos, pretendía a la universalidad,

ahora Tejera se basa en la originalidad. El considera

necesario “demostrar originalidad, creando una

doctrina, la cual directamente refleja las necesidades

específicas de Cuba” , ya que como cualquier pueblo19

tiene diferentes condiciones de existencia, diferentes

problemas, resueltos por los legisladores”.

La originalidad y el utopismo de la concepción de

Tejera consistía en que él consideraba el atraso de

Cuba condición , que favorecía la realización del

ideal socialista. Factores favorables según Tejera

eran el amorfismo social, el democratismo de la

sociedad cubana, la comunidad de ideas, y las ansias

del pueblo cubano, engendradas en su confrontación con

el enemigo común.

Tejera explicaba el democratismo de la sociedad

cubana por toda una serie de causas: el origen común de

sus antepasados, que no se distingían por una singular

nobleza; la larga dominación del despotismo colonial;

así como también, por el trabajo condición vital de

cada cubano. El escribía que la sociedad cubana era

democrática y la condición de su existencia es el

trabajo, en Cuba no hay ninguna clase semejante a la

nobleza europea, que pueda vivir en el ocio, y de la

renta de la propiedad de sus antepasados. Los bienes

de los cubanos se forman y desaparecen con la misma

rapidez, e incluso el latifundista es el mayor señor

entre nuestros ricos, debe dejar la ciudad, para

personalmente dirigir el gran trabajo de la safra

azucarera (Tejera, Diego Vicente 1887: 4).20

Consecuencia del democratismo de la sociedad cubana

es su propia amorfilidad social, su falta de forma.

Tejera pregunta: donde se encuentran entre nosotros

estas clases, las cuales se dividen y subdividen en

grupos rígidos, encerrados en el círculo de sus

preocupaciones particulares como en inquebrantable

fortaleza, con diferentes ideales y sentimientos e

intereses contrarios? Las clases que viven temiendose

una a otra y pueden entrar en combates sangrientos,

como ha tenido lugar varias veces en la historia. Donde

en Cuba termina el pueblo comienza la clase media?

Donde termina la clase media comienza la superior?

Tenemos no una verdadera nobleza o solo tres decenas de

maqueses y condes de opereta? Quién forma nuestra

grande y pequeña burguesía? En conclusion quienes

somos si no el pueblo, pueblo y solamente pueblo de

orígen plebeyo y con costumbres plebeyas, con algunas

familias ricas más o menos educadas y cultas? (Tejera,

Diego Vicente 1916: 24).

El fortalecimiento de la amorfilidad social

contribuyó el dominio colonial, ya que todas las capas

sociales en igual medida sentían su presión. El

carácter común de ultraje generó la comunidad de

sentimientos e ideas. Al pueblo cubano le es distintivo

la libertad absoluta, de prejuicios tradicionales, le21

mueve el poderoso espirítu de de renovación, pero le

falta la educación y la cultura general . Por tanto, el

sistema de educación debe ser completamente

reorganizado, empezando por la creación de programas

racionales de educación obligatoria y terminando con

las ciencias de dirección del Estado. La educación debe

ser general y combinarse con el trabajo productivo y el

respeto al trabajo.

No es difícil notar la similitud de estas ideas con

las ideas de los socialistas utópicos europeos. Como

escribió F. Ainsa en su obra “ “Reconstrucción de la

utopía”, “preocupaciones como la generalizacion de la

educacion- que fue bandera de la primera generación

hispanoamericana de la independencia – fueron recogidas

directamente de las teorias de Owen (“El caracter se

forma”, había dicho el escritor inglés), de Fourier y

su “ revolucion moral”, y las propociones del Nuevo

Cristianismo (1824) de Saint- Simon” (Ainsa, Fernando

1999: 166).

La nueva sociedad libre surgirá en las ruinas del

odiado regimen colonial. Tejera considera que como

resultado de la victoria de la revolución nacional

libertadora “ Cuba comparece ante nosotros con un

regimen antiguo destruido en pedazos , sin tener nada

en su base, un campo devastado, arado y abonado por la22

sangre de la tirania, en el cual nosotros podemos

diseminar aquellas semillas que nosotro queremos; una

tabla limpia donde podemos construir todo lo que

queramos según nuestro capricho”. De las ruinas amorfas

del mundo viejo resurgirá la nueva Cuba, en la cual se

realizará el lema: “ La justicia es igualidad, la

igualdad es la fraternidad” (Tejera, Diego Vicente

1916: 9).

Resumiendo, podemos llegar a la conclusión de que

evidentemente el desarrollo de las ideas utópicas en

América Latina se caracterízan por el tránsito de la

etapa de “utopia para otros” a la etapa de “utopia

para si”, la dominación de proyectos y programas

utópicos de carácter político de clara y directa

intención racionalista y laica. El siglo XX trajo con

sigo nuevas utόpias, muchas de las cuales no solo se

limitaron a una simple teorizaciόn sino que estabán

relacionadas con la práctica revolucionaria. Es

defícil no ponernos de acuerdo con F. Ainsa en que la

historia de América Latina es ,en buena parte, una

historia de esperanzas, de proyectos, pero en general

de esperanzas frustradas, de utopías no realizadas, a

veces apenas esbozadas, pero cuya tendencia y latencia

resultan indiscutibles, especialmente si se la compara

con otras regiones del mundo. En América Latina, la23

esperanza ha sido siempre superior al temor y a las

frustraciones que provoca la dura confrontación con la

realidad y se ha traducido en la indiscutible vigencia

de la función utópica en expresiones que van de las

artes a la filosofía, de planteos políticos a

experiencias alternativas, cuyos sucesivos modelos

forman parte de la intensa historia del imaginario

subversivo universal” (Ainsa, Fernando 1990: 18-19). Y

todo este confirma la continuidad de la utopia en la

historia, conciencia y cultura.

Notas bibliograficas

Ainsa, Fernando (1990): Necesidad de la utopía:Montevideo: Nordam/ Tupac.

Ainsa, Fernando (1998). De la edad del Oro a El Dorado.Génesis del discurso utópico americano: Mexico: FCE

Ainsa, Fernando (1999) La Reconstruccion de la Utopia.Mexico: Correo de la UNESCO/ Libreria editorial.

Cerutti G., Horacio (1989) “Itinerarios de la utopía ennuestra América”. En: De varia utópica. Ensayos deutopía (III). Bogotá: Instituto Colombiano de EstudiosLatinoamericanos y del Caribe-Publicaciones UniversidadCentral. Cro, St., (1977): "Las fuentes clásicas de la utopíamoderna: el Buen Salvaje y las Islas Felices en lahistoriografía indiana". En: Anales de LiteraturaHispanoamericana: pp.39-51.

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