SUPLEMENTO CULTURAL - HP 420

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Comunicante Comunicante Comunicante VIERNES 22 DE MAYO DE 2015 SUPLEMENTO CULTURAL 30 El blues es vida, ¡viva el Rey! B.B. King, uno de los principales artífices del éxito de la guitarra eléctrica; una leyenda del blues de la mano de Lucille, su inseparable instrumento. La mujer loca “¿Por qué no existen líneas –de autobuses- que vayan a cualquier parte para viajeros a los que les dé lo mismo ir a un sitio que a otro?” Adrián Meraz Págs. 6 y 7 Juan L. Simental Pág. 8 “Pronto el caballo nos llevará a Durango” Una cosa es que Bob Dylan autografíe tu guitarra… ¡pero autografiársela tú a él! La noche que Dylan cantó en Durango Por: Juan L. Simental Págs: 4 y 5

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"Pronto el caballo nos llevará a Durango"

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ComunicanteComunicanteComunicanteVIERNES 22 DE MAYO DE 2015 SUPLEMENTO CULTURAL 30

El blues es vida, ¡viva el Rey!

B.B. King, uno de los principales artífices del éxito de la guitarra

eléctrica; una leyenda del blues de la mano de Lucille, su

inseparable instrumento.

La mujer loca“¿Por qué no existen líneas –de autobuses- que vayan a cualquier parte para viajeros a los que les dé lo mismo ir a un sitio que a otro?”

Adrián Meraz Págs. 6 y 7 Juan L. Simental Pág. 8

“Pronto el caballo nos llevará a Durango”

Una cosa es que Bob Dylan autografíe tu guitarra…¡pero autografiársela tú a él!

La noche que Dylan cantó en Durango

Por: Juan L. Simental Págs: 4 y 5

Editor / Ricardo Bonilla Editor / Daniel Azdar Diseño / Grupo Editorial HADEC

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El 22 de mayo es el Día Internacional de la Diversidad Biológica. Más de tres mil millones de personas dependen de la biodiversidad marina y de los litorales para subsistir, y otros mil 600 millones dependen de los bosques. La degradación del planeta y la pérdida de biodiversidad amenazan el sustento de más de mil millones de personas que viven en zonas secas y subhúmedas.

VIERNES 22 DE MAYO DE 2015

La resurrección de Víctor Hugo

(Nació el 22 de mayo de 1959).

“Por lo que sé, cualquier idiota puede ser número uno en Estados

Unidos… menos yo”, Morrissey

En mis comienzos literarios, en los tiempos de la inventada generación del cincuenta,

en los de la difícil juventud, Víctor Hugo solo existía en volúmenes escolares que se llamaban “cresto-matías”, no en lo que pensábamos que era la literatura viva.Para nosotros, salvo alguna excep-ción, no pasaba de ser un nombre de calle, de plaza; el daguerrotipo de un anciano de barbas blancas y que había escrito acerca del arte de ser abuelo; el culto de lectores de

generaciones pasadas. No faltaban viejos afrancesados que hubieran leído “Los miserables”, pero eran experiencias que nadie se intere-saba en repetir y que no parecían repetibles. André Breton había decretado que Anatole France era un cadáver, y nosotros, lectores de Rimbaud, de Baudelaire, de Proust, de Albert Camus y Jean-Paul Sar-tre, metíamos a Víctor Hugo en el mismo saco. O en la misma tumba.Se decía que Arthur Rimbaud había hecho una larga cola para acercarse a

Víctor Hugo, quien recibía el home-naje popular sentado en un sillón de ceremonia, e insultarlo en sus propias barbas, aunque nadie sabía de dónde salía esta anécdota. El caso es que pasaron los años y descubrimos de repente, por lo menos algunos, que Víctor Hugo continuaba vivo.Fue una curiosa sorpresa, un fenómeno que abrió nuestro mundo intelectual hacia sectores que no habíamos visto antes. Empezamos a entender otra dimensión del pasado y a entender el presente con una

perspectiva más rica, menos simple. (…) En otras palabras, Víctor Hugo, con Diderot, con Montesquieu y Vol-taire, con tantos otros, fue uno de los creadores de la Francia y de la Europa que conocemos ahora, con su sentido de las libertades y de la justicia…“La recuperación del viejo Víctor Hugo es un suceso enormemente nuevo, fresco: el cumplimiento de un ciclo, la realización de una rica paradoja”. (Jorge Edwards; Letras Libres, julio de 2002. Víctor Hugo murió el 22 de mayo de 1885).

Nomás por hablar de algo…La Efeméride

La cantante mexicana Lucha Reyes nació el 23 de mayo de 1906. Durante una gira en Berlín, Lucha pescó una fuerte infección de garganta que la hizo retirarse durante un año de su actividad como cantante, pero la falta de dinero y las preocupaciones la hicieron regresar. Lo inesperado fue que debido a la infección su voz se tornó rasposa y desgarrada… y esa voz fue la que la impulsó a la fama. (Wikipedia).

VIERNES 22 DE MAYO DE 2015

Nadia Bracho

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Llévele, llévele, ¿cuánto cuesta un acervo cultural?

-Señores, permítanme unos minutos y sabrán realmente lo que es el conocimiento, el saber, la verdad, ¡la libertad de poseer el mundo en sus manos por el poder que otorga una mente cul-tivada! -así comenzó una reunión de padres de familia y vale decir que, solamente escucharla, suponía un estado de hipnosis para no perder detalle las palabras.

Nos habían citado para recoger unos trabajos de los niños y dar los últimos detalles para el fin de cursos, el cual esperaba con tal ansiedad como cual-quier quinceañera que tacha los días del calendario para acercarse a la fiesta de debutantes.

-A usted, ¿qué le gustaría ofrecer de futu-ro a sus hijos? -pregunta el conferencista a mi vecino de al lado, el cual titubeante murmura:

-Pes, le diré, pos… -y se fue apagando el mur-mullo, a la vez que se rascaba la cabeza. Yo en su lugar hubiera pronunciado de inmediato: “¡un esposo, señor! ¡A mis hijas les daría un esposo de inmediato y que él siguiera con el tratamiento de ortodoncia!”, pero no me habían preguntado a mí y me rasqué la cabeza imitando a mi vecino.

-Aquí les presento el primer número del Diccionario Enciclopédico, avalado por la Real y Pontificia Academia Española. En él podemos encontrar más de nueve mil biografías, extran-jerismos, pleonasmos, conjugación de verbos…

-Oiga, ¿qué es eso de pleonasmo? -me inte-rroga una madre de familia detrás de mí. No que-riendo pasar por ignorante en una charla acerca del “poder de la mente y el lavado de los dientes”, le contesto con paciencia y naturalidad:

-Pleonasmo, voz del verbo “pleosnar”; de las raíces grecolatinas “pleo”, que significa “plebe”, y “nasmo”, que significa multitudes enojadas, por lo que sintetizando es: “la manera que la multitud de la plebe se enoja”.

Mi interlocutora abrió los ojos, después la boca, misma que cerró de inmediato y pasó saliva; después tomó una actitud de total indiferencia.

¡Claro!, pensé, eso pasa cuando uno quiere ayudar a las personas a sacarlas de sus dudas, nunca agrade-

cen, al contrario, ¡se ofenden! Pero quien esta-ba volcado en su papel era el anfitrión de la tarde, quien señalaba una ilustración del sis-

Satín y Seda

Si a mí me hubieran preguntado, yo hubiera contestado sin la menor duda:“la paz en el mundo”

El conocimiento,la mejor herencia

para dejar alos hijos… eso es lo que dicen muchos

tema solar en gráficas tomadas por satélites para luego brincar a otras páginas, deteniéndose en los nunca igualados neutrones y protones. De pronto sentí que no solo quería tener una enciclopedia, ¡la necesitaba!, era urgente que yo estuviera hojeando, observando y deleitándome en sus páginas... era normal tal reacción. No estaba segura, pero en caso de que fuera dañina para eso estaban Korián y su centro de desintoxica-ción por “enciclopismo ilustrado”.

-Usted, ¿qué es lo que más anhela? -volvió a la carga, sintiéndome en examen oral y sin haber estudiado. Pero la pregunta era para una señora del extremo opuesto, por lo que las cabe-zas de inmediato voltearon a verla.

-A mí me gustaría que mi hijo tuviera la inde-

pendencia suficiente, ya sea mental, intelectual como de preparación, para que saliera adelante en un futu-ro y triunfara en todos los objetivos y metas que se trazara en su vida... El silencio reinó de pronto en la sala, a lo lejos se escuchaba el “grillar” de los insec-tos y nadie se atrevía ni siquiera a parpadear. Por un momento la atmósfera de solemnidad me contagió,

pero me di cuenta de lo que realmente pasaba. Conteniendo mi asombro, me di cuenta de la es-

trategia que utilizó la astuta mujer. Si hasta en los con-cursos de Miss Universo es bien conocida la respuesta de todas las embajadoras de belleza que mencionan su más grande sueño: “peace of the word”, la paz en el mundo. Y no acaban de pronunciar la frase cuando el público se levanta, la ovaciona y la llena de aplausos.

Si a mí me hubieran preguntado yo hubiera contestado sin la menor duda: “la paz en el mundo, ¡ah! También abogaría porque hubiera más vacunas para el sarampión. Un saludo a mis padres, ¡y gra-cias!”. (Cetro y corona seguros, lástima que ya no es tiempo de concursar en certámenes de belleza).

Pero nada en esta vida es gratis y a las prue-bas me remito. El conferencista pasó unas hojas donde solamente encerraríamos en un círculo si queríamos comprar la enciclopedia con dos dis-cos compactos de regalo, un mapamundi para que los niños lo pegaran en su recámara, un jue-go de geometría y dos gomas de borrar, además de la certeza de saber que nuestros hijos sabrán de pleonasmos y verbos irregulares.

-Y usted, ¿está interesada en comprar? -me pregunta una edecán dándome la pluma para firmar dos mil 345 pagos fijos y, en caso de muerte accidental, se puede heredar la deuda, siendo una “compra a perpetuidad”. Recordé, a propósito de herencias, que dentro de mi dote había añadido siete enciclopedias, un atlas mun-dial y cuatro cuadernos de muñecas de recortar. Al mencionarle mi “arsenal cultural” a la joven, esta preguntó en forma instintiva:

-¿Y qué va a hacer con tantos libros? -Es fácil –respondí-, cada vez que llegue un

pretendiente de mis hijas le regalaré un tomo, aquel que sea perseverante podrá conseguir la enciclopedia completa… y si no, sabrá de lo mu-cho que se ha perdido.

A mí me gustaría que mi hijo triunfara en

todos los objetivos y metas que se trazara en su vida

“Pronto el caballo nos llevará a Durango”

amor- y fundirme, un instante, en la cadencia de su paso tranquilo, sereno, en el mismo silencio de sus sandalias por las que asomaban sus blancos pies. Luego se fue, la perdí para siempre… Eso de añorar lo que jamás sucedió.

Sin embargo, el tema eran Eduardo y sus dieciséis o diecisiete, y esa parte de su novel historia –esos garciamar-quinos recuerdos inventados que, en este caso, fueron ver-dad-. Era entonces el principio de los setenta, pero no fue un tiempo cualquiera, sino fue el tiempo de los tiempos: Bob Dylan estaba en Durango. Se rodaba la cinta “Pat Ga-rret and Billy the Kid”, de la cual Dylan era parte. De acuer-do con la crónica de Eugenia Montalván (“Bob Dylan en Durango”, Tierra Adentro; 12 de marzo de 2014), el icono del folk –aunque luego le dejó atrás- pudo haber compues-to –mirando el proverbial cielo de Durango- “Knockin’ On Heaven’s Door”; de eso no hay constancia, pero pudo haber sido. Lo que sí es un hecho es la composición de “Ro-mance in Durango”, que comienza así:

“Chiles picantes bajo un sol abrasador.Polvo sobre mi cara y mi capa.Yo y Magdalena en la carretera.Creo que esta vez deberíamos escapar”, y cuyo estribillo agrega, para que no quede duda:

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“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda”, Gabo

Por Juan L. Simental

Una cosa es que Bob Dylan autografíe tu guitarra… ¡pero autografiársela tú a él!

VIERNES 22 DE MAYO DE 2015

Qué es la vida sino recuerdos que se van acumu-lando. Ya lo dijo García Márquez: “la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda

y cómo la recuerda para contarla”. Vivir para contarla. Eso es también la historia, aunque –en realidad- es tal vez algo más que solo eso. Porque a la historia le nutren las causas y los efectos, y hasta las casualidades, esas que dicen tantos que no existen, “porque ni la hoja del árbol se mueve sin la voluntad del Padre”. Puede ser. Sin embargo, Marx y Engels dijeron –y dijeron bien- que la casualidad representa una forma bajo la cual se oculta la necesidad, y es que hay recuerdos necesarios. Sin ellos, la vida sería como el mundo feliz de Huxley: el artificio de una realidad sin mayor aventura que andar por un camino escrito de antemano…

Se llama Eduardo y a principios de los setenta se lla-maba igual. Rondaba los dieciséis o diecisiete, esa edad en la que aún queda toda la vida por delante, al menos desde la perspectiva de padres y madres que sueñan con que los hijos un día serán más que solo sus hijos y harán del ape-llido familiar un motivo de orgullo para la progenie entera.

En esos tiempos Durango era otro: era la Tierra del Cine, el azul de su cielo se convirtió en el acicate de pro-ductores de todo el mundo que un día quisieron venir a esta tierra y verlo con sus propios ojos. La lista de actores internacionales es interminable, por lo cual diré solo de dos: uno, John Wayne, quien se enamoró de Durango y por eso se hizo con la propiedad del rancho La Joya, don-de incluso él mismo supervisó la construcción de sets para películas futuras. Dos, ella, la diva del cine erótico de los adultos de entonces: Sylvia Kristel. La recuerdo aún. Gra-baba en Durango una de sus tantas películas (por más que busqué no encontré el dato de la cinta en cuestión), y yo debería tener alrededor de los quince; toda una vida tam-bién por delante. Era la calle Madero, entre Pino Suárez y 5 de Febrero. Rumbo al sur, la vi venir: vestida de blanco, toda de blanco; su blusa como de manta ondeaba con su paso. Su pelo, castaño, suelto, se movía al ritmo de su an-dar… flotaba. A su lado una mujer entrada en años; detrás, un hombre anglosajón, de años también, y un gigante mo-reno de negros lentes, igual que ella, la Sylvia de ese enton-ces. A tres o cuatro metros, me preparé para el encuentro con ella: Emmanuelle, el sueño prohibido, tanto como an-

helado. Cruzarnos fue solo un momento: mirar de reojo, aspirar fuerte y profundo –del olor nace el

“No llores, mi querida.Dios nos vigila.Pronto el caballo nos llevará a Durango.Agárrame, mi vida.Pronto el desierto acabará.Pronto estarás bailando el fandango”.

Uno de esos felices días, Eduardo y un amigo reci-

bieron una encomienda especial –la diosa Fortuna exis-te-: “vayan a la casa de fulano, ahí está la guitarra de Dylan. Tráiganla porque en la noche va a haber tocada en la casa de zutano”. Entonces fueron. Al llegar la ten-tación fue inevitable, impostergable: los demás y hasta el mismo Dylan podían esperar; primero era contemplar la reliquia. Dentro de un estuche negro estaba ella: la compañera de aquel que dijo que la respuesta está en el viento y que los tiempos son de cambio. Eduardo, más audaz que el amigo, la tomó en sus brazos, la pul-só; ensayó una tonada y se soñó Dylan. Al mirarla con detenimiento, encontraron garabatos en el cuerpo de la guitarra: firmas, decenas de autógrafos de aquellos que habían estado en el mismo escenario con el tantas ve-ces nominado al Nobel de Literatura: George Harrison, tal vez; Lennon y McCartney, a lo mejor; Pete Seeger,

“Pronto el caballo nos llevará a Durango”

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“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda”, Gabo

cesarios, pedazos de la vida que no se deben perder porque gracias a ellos es que la ruta continúa. Y aunque haya quien diga que la vida sigue y que mi-rar atrás es nostalgia que amarra a un pasado que ya se fue, la razón de mirar atrás está en el deleite: hacer que la vida vuelva a ser la vida, como la no-che aquella en la que Dylan cantó en Durango, en una tocada improvisada, con una firma anónima, una más, en las maderas de su guitarra.

VIERNES 22 DE MAYO DE 2015

Sucedió enla Tierra del

Cine, aquella que encantó

por el azul de su cielo

Durante el rodaje de “Pat Garret and Billy the Kid”, Dylan compuso

“Romance in Durango”

Dylan nació el 24 de mayode 1941, hace 74 años

icono y mentor de Dylan; Johnny Cash, Springsteen, Mick Jagger, Keith Richards, Charlie Watts, Ron Wood, Tina Turner, todos aquellos que hicieron “We are the world”… ellos y muchos más (los nombres son parte de los recuerdos inventados; en realidad ni Eduardo ni el amigo supieron de quiénes eran aquellas firmas estam-padas en el cuerpo de la guitarra de Dylan).

Surgió entonces la idea. Eduardo, con la mirada como de iluminado clavada en los ojos del amigo, lo había decidi-do ya: “la guitarra de Dylan también tendrá mi firma”. Es-pantado ante la ocurrencia, el otro alegaba que no debía ser, ¡no podía ser!, “¡Dylan lo va a notar!”. “¿Entre tantas firmas? Claro que no”, fue la respuesta. Así, entre tantos nombres célebres, con sus dieciséis o diecisiete apenas –y toda una vida por delante-, el nombre de Eduardo fue –y es- uno más entre los nombres de aquellos monstruos que hoy son parte de la misma leyenda: los que hicieron la historia del rock. Más tarde, satisfecho ya con toda la vida que después habría de venir por delante, Eduardo miró y escuchó a Dylan, su voz quebrada, nasal y aguardentosa, y los arpegios y acor-des nacidos de aquella guitarra… autografiada de su puño y de su letra.

Hay casualidades y hay recuerdos que son ne-

“No llores, mi querida.Dios nos vigila.Pronto el caballo nos llevará a Durango.Agárrame, mi vida.Pronto el desierto acabará.Pronto estarás bailando el fandango”.

Uno de esos felices días, Eduardo y un amigo reci-

bieron una encomienda especial –la diosa Fortuna exis-te-: “vayan a la casa de fulano, ahí está la guitarra de Dylan. Tráiganla porque en la noche va a haber tocada en la casa de zutano”. Entonces fueron. Al llegar la ten-tación fue inevitable, impostergable: los demás y hasta el mismo Dylan podían esperar; primero era contemplar la reliquia. Dentro de un estuche negro estaba ella: la compañera de aquel que dijo que la respuesta está en el viento y que los tiempos son de cambio. Eduardo, más audaz que el amigo, la tomó en sus brazos, la pul-só; ensayó una tonada y se soñó Dylan. Al mirarla con detenimiento, encontraron garabatos en el cuerpo de la guitarra: firmas, decenas de autógrafos de aquellos que habían estado en el mismo escenario con el tantas ve-ces nominado al Nobel de Literatura: George Harrison, tal vez; Lennon y McCartney, a lo mejor; Pete Seeger,

DYLAN EN FRASESPor sus palabras lo conocerás…1. No tengo esperanzas de futuro y solo espero tener las suficientes botas para cambiarme.

2. Nadie es libre; hasta los pájaros están encadenados al cielo.

3. Lo que espero es cantar lo que pienso y quizás evocar algo en los demás. No me insulte diciéndome que mis canciones tienen mensajes, solo son conversaciones conmigo mismo.

4. Cuando yo muera la gente va a interpretar todo de mis canciones. Van a interpretar hasta la última puñetera coma.

5. La muerte no llama a la puerta, está ahí desde que te levantas. ¿Te has cortado alguna vez las uñas o el pelo? Pues ahí tienes la experiencia de la muerte.

6. Las canciones son pensamientos que por un momento paran el tiempo. Escuchar una canción es escuchar pensamientos.

FUENTE: Esquire.

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VIERNES 22 DE MAYO DE 2015

Adiós a B.B King

El blues es vida, ¡viva el Rey!

Si los arqueólogos de un distante futuro quisieran imaginar cómo se escuchaba la música de la llamada

cultura “pop” del siglo XX, destacarían el papel preponderante de la guitarra eléc-trica, instrumento que desde su aparición a mediados de siglo se convirtió no solo en el soporte principal de la nueva músi-ca por venir, sino que en el acompañante ideal para esa nueva clase social que em-pezaba a tomar presencia: la adolescencia.

Así la guitarra eléctrica ha de conver-tirse en el vehículo principal de la creativi-dad juvenil de la época, además ha de ser el atributo principal de los nuevos héroes. Los ídolos de la nueva generación tienen una voz que llegó para quedarse: la de las 6 cuerdas amplificadas y distorsionadas.

B.B. King fue sin duda uno de los princi-pales artífices del éxito de la guitarra eléctrica, de la mano de Lucille (su inseparable instru-mento). Oriundo de la cuna del blues recorrió durante casi 70 años el camino completo que

lleva a convertir a un simple mortal en dios de los nuevos cultos, reconocido y admirado tanto por su música como por su sencillez. El Rey es recordado por mostrarse siempre dispuesto a compartir su genio con los músicos más jóvenes, la técnica, la inspiración y el sentimiento del Rey, en sus pro-pias palabras: No creo que sea mi talento. Creo que es el talento de otros lo que me pone humilde, lo que me hace apreciar lo bonitas que pueden ser las cosas; ¡y es que hay tantas cosas!

Eric Clapton, Jimmy Hendrix, Los Beatles, Stevie Ray Vaughn, U2, son solo algunos de los músicos más jóvenes que disfrutaron no solo de la música, sino de la amistosa generosidad del Rey, los nuevos músicos supieron asimilar y difundir el legado del maestro de Mississippi.

Y es que el blues vendría a ser el padre del rock and roll, así como el abuelo del punk y el bisabuelo de la música alternativa: toda corrien-te musical que tiene como raíz el sentimiento y la emoción cruda referirá necesariamente al sonido blusero surgido de la opresión esclavita de nuestros vecinos del norte.

La oposición entre este origen funesto y la energía vital irradiada por el blues no vie-ne de otro lado que no sea la consideración de que es la música una representación de la propia vida en su forma más pura, King solía decir: Tú tienes un alma, tú tienes un corazón, tú tienes el sentimiento de que tu música es vida. La vida que vivimos en el pa-sado, la vida que estamos viviendo hoy y la vida que creo que viviré mañana.

La música es entonces un estilo de vida, cualidad fundamental que diferen-cia la estética del rock & roll de las demás: no se trata solamente de usar la música para divertirnos, la música es vida y por tanto hay que vivirla al máximo, expri-mirla, hacerla llorar, reír y gritar a través de una guitarra y un amplificador, ¡que la vida suene en toda su pureza! Exclama el requinto magistral de the Thrill es gonne, que el amor estalle dice I Like t olive the love, que el mundo se reconcilie consigo mismo nos recuerda Sweet Little Angel…

Por Adrián Meraz

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VIERNES 22 DE MAYO DE 2015

Personalmente creo que el blues es vida, tal como la vivimos hoy en día,

tal como la hemos vivido en el pasado, lugares y cosas. Creo que mientras tengamos gente, lugares y cosas,

siempre tendremos blues.B.B. King

La felicidad cabe en el espectro de las 6 cuerdas, todo joven de fin de si-glo lo tiene bien claro (¿Quién naci-do después de los 60’s no ha soñado con tener su propia banda de rock?) nada más es importante cuando se da la feliz comunión: ¿Sabes que me hace más feliz que nada? Dame seis cuerdas y seré feliz.

Jóvenes que guitarra en mano quieren cambiar el mundo con pasión y creatividad, jóvenes negros, blancos, rojos, amarillos, poco importa el color, jóvenes de ayer, de hoy y de mañana, poco importa también la época, jó-

venes todos, guardemos un minuto de blues por el maestro que el 14 del mes en curso perdió la última batalla contra la muerte a la que el cáncer lo había orillado.

Por siempre vivo a través de su música, el Rey nos mira ahora desde el Cadillac celestial en el que pasea por la carretera acústica cada que alguien en el mundo toca uno de sus discos, sonriente como solía estar. El Rey se muestra complacido “Nada mal para un pequeño chico negro de Mississi-pi”, parece decirse al observar el edifi-cio siempre creciente del rock, del que

fuera arquitecto y artesano.Bienvenido siempre Rey, de tu

mano diestra cualquier espacio se con-vierte en santuario para el sentimiento, el blues es una forma musical, acuerdo, pero es también y sobre todo fuente de vida, que tu legado entonces perviva y tome presencia cada vez que alguien te escuche, sí, pero también cada vez que un soñador se arriesgue a soñar, a

cuestionar a compartir….Quitémonos entonces el sombrero

y despidamos como se merece al gran B.B., que no puede ser de otra que con cariño y agradecimiento, por aquellas ocasiones en que nos tocó el alma y por todo lo nuevo que yace aun espe-rando por ser descubierto en la magia de la música, a fin de cuentas el blues es vida y la vida es blues…

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VIERNES 22 DE MAYO DE 2015

“Para no hacerlo sentir incómodo, finjamos que Millás no es uno de nuestros mejores escritores”

La mujer locaPor Juan L. Simental

“¿Por qué no existen líneas –de autobuses- que vayan a cualquier parte para viajeros a los que les dé lo mismo ir a

un sitio que a otro?”

Era un debate más, uno de los tantos en-tre el Hijo del Carpintero y los fariseos, esos ladinos que intentaban, a toda cos-

ta, provocar traspiés teológicos en aquel que hablaba sin doblez en la palabra. La sustancia del altercado verbal era la interpretación de la ley, una vez más. Su respuesta, pronta, fue a su vez el cuestionamiento que aquellos de-jaron sin contestación: “¿es el hombre para el sábado o es el sábado para el hombre?”.

A más de dos mil años de distancia hay debates aún sin resolver, por ejemplo, ¿es el hombre para la palabra o la palabra es para el hombre? Es decir, ¿es la grafía que se articula en significado el vehículo para que el hombre exprese sus ideas o es el hombre el siervo que debe adecuar su existencia al imperio de las pa-labras? Ya lo dicen: las palabras encan-tan; el hombre es su palabra; son las palabras las que hacen al hombre… hablan de él, hablan por él y, a veces, por sí mismas.

Tal era el dilema de Julia, la muchacha que sin ser fea tampoco era bella y que olía a pescado; la muchacha sola que estudiaba gramática para enamorar a Roberto, el filólo-go –conocedor del misterio de las palabras-. Y es que, como aquel cartero que no sabía leer y que cada día entraba en la cabeza de Julia para que leyera por él las direcciones de las cartas que debía entregar, las palabras –palabras y frases compuestas- le visitaban cada noche en el afán de que les curara de sus enfermedades.

Ahí está el caso de “Pobrema”, esa pala-bra sin significado que, sin embargo, existía, aunque no sirviera para sostener un diálo-

go elemental, vaya, ni siquiera un pensamiento lógico. Existía pero no era. Quien la parió –si es que hubo

alguien- no debía sa-ber lo que hacía. Ahí está el caso de la satis-fecha “Soy una frase correcta”, ufana de su corrección y de su ver-dad. Pero había otras, como “Mi madre tiene alambres en los párpa-dos”, invadida por la ansiedad de que algo no funcionaba como recomienda el buen decir… Todas, una a una, se desnudaban frente a Ju-lia que las auscultaba y encontraba para ellas la raíz de sus insatisfacciones. Julia era una remediadora del agobio de las palabras.

Sin embargo, las palabras tenían que ser algo más: o eran algo más o eran nada. Está, por ejemplo, el caso de la palabra “piedra”. Todo mundo, al pronunciarla, al escribirla o pensarla acude a la idea uni-versal de lo que es una piedra; pero la pa-labra no sirve para darle a alguien con ella

en la cabeza, lo que sirve es el objeto –la realidad- llama-do “piedra”. Está el caso de la palabra “hombre”. Todo el mundo sabe lo que es un hombre. Sin embargo, al pensar en la palabra, en la

mente de Julia aparece de manera inmedia-ta el recuerdo de Roberto, el hombre del que está enamorada en silencio y, aunque es un hombre, ella prefiere pensar en Ro-berto. Es que hay palabras que no abarcan el sentido completo de lo que se quiere, aunque ellas –las palabras- se empeñen en lo contrario.

Pero no solo hay palabras: también hay secre-tos, como esas palabras púdicas que no se dicen.

Emérita, la enferma terminal, tiene un secreto que nadie conoce. Pero ella muere; Emérita se está muriendo y necesita here-darle a alguien las palabras que, por años, ha guardado dentro de sí en el más absoluto de los silencios. ¿Será posible la existencia de una palabra, tan solo una, que exista y que nunca nadie haya pronunciado?

Esto es parte del relato de “La mujer loca”, de Juan José Millás, “el mejor Millás”, que con

maestría hace que el lector –sin advertirlo siquiera- se interne en el laberinto de las palabras donde ya no se sabe qué es lo real y qué es lo ficticio. Millás mismo es par-te de la historia, lo cual es factor esen-cial para que el límite

entre ambas fronteras se diluya.Pero no se trata solo de un debate en tor-

no al sentido de las palabras. A través de “La mujer loca”, Millás vuelve a uno de los temas que más le inquietan en la vida real –y decir le inquietan es decir le angustian-: el térmi-no de la vida del que está condenado a morir, dolorosa e irremediablemente.

Juan José Millás no exige presentación, se ha dado a conocer a sí mismo a través de sus letras, pero bien valen palabras que no son suyas para que haya un testimonio me-jor: el testimonio de los otros…

“Millás derriba el mundo y descubre su trastienda, se divierte con la demolición, aunque describa el triste escaparate de los días. Millás, está claro, sigue siendo un maestro”, Saúl Fernández, La Nueva España. “Para no hacerlo sentir incómodo, finjamos que Millás no es uno de nuestros mejores es-critores”, Sergi Pàmies, La Vanguardia.

“La mujer loca” es uno de esos libros que, al terminarlos, te dejan heridas abiertas: hay melancolía, hay sensación de desamparo, los por qué sin respuesta de vidas que se vi-ven anónimas, ordinarias… de no ser por la locura y los amores que nunca serán, pero te mantienen despierto, en vela; por esos secretos cuya posesión significa tener una porción de la verdad que los demás no tie-nen. Por eso es que el anhelo de Millás es el deseo que pudiera ser el de tantos: “¿por qué no existen líneas –de autobuses- que vayan a cualquier parte para viajeros a los que les dé lo mismo ir a un sitio que a otro?”.

Las palabras encantan; el hombre

es su palabra; son las palabras las que

hacen al hombre

Sin embargo, las palabras tenían que ser algo más: o eran algo

más o eran nada

Millás borra la frontera entre la

realidad y la ficción