SUPLEMENTO CULTURAL - HP 726

8
“Al atardecer, las cosas más cercanas ya se alejan de nuestros ojos, así como el mundo visible se ha alejado de mis ojos, quizá definitivamente”, Borges Por: Juan L. Simental Págs: 4 y 5 La luz de sus ojos Comunicante Comunicante Comunicante VIERNES 20 DE MAYO DE 2016 SUPLEMENTO CULTURAL 78 El poeta del compromiso “De vez en cuando hay que hacer una pausa. Contemplarse a sí mismo sin la fruición cotidiana” Elena, la “Sancho Panza femenina” “Todos estamos tan llenos de retratos interiores, tan llenos de paisajes no vividos” Edición Comunicante Pág. 7 Juan Cruz Pág. 6

description

La luz de sus ojos

Transcript of SUPLEMENTO CULTURAL - HP 726

Page 1: SUPLEMENTO CULTURAL - HP 726

“Al atardecer, las cosas más cercanas ya se alejan de nuestros ojos, así como el mundo visible se ha alejado de mis ojos, quizá definitivamente”, Borges

Por: Juan L. Simental Págs: 4 y 5

La luz de sus ojos

ComunicanteComunicanteComunicanteVIERNES 20 DE MAYO DE 2016 SUPLEMENTO CULTURAL 78

El poeta del compromiso

“De vez en cuando hay que hacer una pausa.

Contemplarse a sí mismo sin la fruición cotidiana”

Elena, la “Sancho Panza femenina”“Todos estamos tan llenos de retratos interiores, tan llenos de paisajes no vividos”

Edición Comunicante Pág. 7Juan Cruz Pág. 6

Page 2: SUPLEMENTO CULTURAL - HP 726

VIERNES 20 DE MAYO DE 2016

Diseño / Grupo Editorial HADEC

2

El 19 de mayo de 1984, “Dark Side of the Moon”, de Pink Floyd, cumplía 520 semanas entre los 200 álbumes más vendidos según Billboard; permaneció en las listas 889 semanas (¡más de 17 años!), más que ningún otro en la historia. Ha vendido 50 millones de copias, lo que lo hace el álbum de rock más vendido y el segundo más vendido solo superado por “Thriller”, de Michael Jackson.

¡Al infierno con Dante!

(Nació el 20 de mayo de 1944).

“Solo soy un tipo calvo, gordo, de 60 años, cantando blues”, Joe Cocker.

Gherush92, una organi-zación internacional de investigadores y profe-

sionales que cumple funciones especiales de consultoría en la ONU para cuestiones de derechos humanos y educación para el desarrollo, recomienda que la “Di-vina Comedia” de Dante Alighieri sea excluida de la enseñanza esco-lar por antisemita, antislámica y homófoba… entre otras maldades.En efecto, en los diversos círculos de su minucioso Infierno (que en sí mismo ya es un concepto sádico) padecen eterno castigo el judío

Judas, Mahoma y un ilustre elenco de sodomitas, por no hablar de los adúlteros, los hipócritas y otros representantes de formas de vida alternativas. Los escolares son obli-gados —“sin filtros ni explicacio-nes” asegura Gherush92, que por lo visto tiene informantes en todas las aulas— a venerar los logros del gran poeta calumniador.Hagamos una pausa para reírnos, desde la condescendencia o el nerviosismo. Y ahora sigamos, no sin recordar que acusaciones inquisitoriales parecidas se han hecho antes contra la brutalidad

de “La Ilíada” y contra “El merca-der de Venecia”.Para algunas “bellas almas” (la denominación solía emplearla Hegel, y no en tono de alaban-za) la interpretación del presen-te es plana, sin perspectiva ni profundidad, llena de preceptos edificantes y vacía de historia.Después, conviene promover con cautela una modestia realista y levemente irónica. Dentro de cien años, o quizá de cincuenta, nuestros herederos leerán nuestras declaracio-nes de principios y nuestras

recomendaciones morales con frecuente escándalo. Intentarán tachar muchas de las palabras que hemos dicho y de las imá-genes que hemos proyectado, quizá algunas de las que hoy nos son más estimadas. Ellos sa-brán por qué. Esperemos contar entonces entre los maestros con abogados benévolos, capaces de explicar con mesura y algo de resignación a los neófitos que eran otros tiempos. (Fernando Savater; El País, 26 de marzo de 2012. Dante nació el 21 de mayo de 1265).

Nomás por hablar de algo...La Efeméride

El 22 de mayo de 1885 muere Víctor Hugo, autor de “Los miserables”. Fue un escritor prolífico. El conjunto de su extensa obra fue publicado por el editor y escritor Jean-Jacques Pauvert, y representa casi cuarenta millones de caracteres reunidos en 53 volúmenes.

Page 3: SUPLEMENTO CULTURAL - HP 726

VIERNES 20 DE MAYO DE 2016

3SATÍN Y SEDA

Si de belleza se trata… no incluya el abatelenguas

-¿Es cierto lo que vas a intentar hacer? -insiste nerviosa mi hija Yaya, mientras camina detrás de

mí tratando de alcanzar mis pasos.-“Solo sé que no sé nada”. Bue-

no, la idea es esa -corrijo al ver que ella no alcanza a vislumbrar la trascendencia de unas palabras que no significan absolutamente nada, pero me ponen en un plano mayor ante sus ojos.

-¿Estás segura de quererte depi-lar tú sola, “made in home”, con la cera? -hace hincapié con las últimas pala-bras, tratando de disuadirme.

-Mira, hija, es tiempo de que tomemos conciencia de que hay gastos superfluos, gastos que podemos suprimir, además, pode-mos hacer eso nosotras. No hay nada como valernos por nosotras mismas. Por cierto, ¿dónde están las toallitas que recorté para empezar mi “sesión de depilado profesional”?

-¿Sabes cómo usar-lo? –pregunta y se acer-ca para no perder deta-lle de cada movimiento.

-¡Claro! Este enchu-fe se conecta en el otro enchufe, la cera se pone en el recipiente, se alistan los abate-lenguas, se ponen las toallita, me acuesto en la alfombra, enciendo el televisor en el canal de los animalitos para relajarme y, ¡vualá! Lista para lucir unas piernas mara-villosas este verano.

El silencio que vino después me indicó que ya tenía público, incluyendo la mascota de la casa.

No podía dar marcha atrás y, con el ade-mán más profesional que pude, tomé un abatelenguas y lo metí en el recipiente ca-liente; acto seguido, lo alcé para… solamen-te para ver que la mitad de la cera estaba fuertemente asida a la maderita, por lo que tenía una gran “kikoleta” de color miel.

-¿Qué pasó, mamá? ¿Así lo hace la se-ñorita del salón de belleza? -se preguntaban entre ellos.

-¡Cálmense! Era solo una prueba para verificar que... efectivamente, no estaba lista la cera, pero ahorita

¡Cálmense! Era solo una prueba para verificar que... efectivamente, no estaba lista la cera

ya está lista, le damos unas vueltecitas…-¡Como caldo tlalpeño! -agrega feliz el niño,

imaginando un buen plato servido en la mesa.-Así es -agradezco el receso culinario que

ayudó a que la cera se derritiera por completo. Luego me puse en posición y acerqué la cara para colocar el contenido en mi bigote y en mi brazo, la pierna izquierda, parte del pantalón… y tres toallitas que estaban de paso y hasta la alfombra.

Traté de remediar el incidente y comencé a lim-piar desesperada las partes afectadas, teniendo como resultado dos manos llenas de cera, el fleco de mi cabe-llo y el sillón de la recámara

que utilicé. ¡¿Qué hago?! Pensé, pero al momen-to recordé podía usar aceite.

-Mamá, no te has quitado la cera del bigote, debe ser en caliente –dijo una de mis hijas, lo que hizo recordar esta regla crucial. Puse entonces una toallita, eligiendo (era mi día de suerte) la que tenía man-chas del líquido, pero trayén-domela con todo y partes de la alfombra. Me la puse enér-gica sobre mi labio superior y… no, no se movió ni un ápice; a decir verdad, se pegó como hermano siamés a mi bigote.

-¡Ya te salió un bigote verde! -ríe el niño, se-ñalando con el índice la toalla llena de la pelusa verde de la alfombra que había arrancado. Aho-ra no solo era una loca con delineado tenue de bigote, sino que después de mi sesión me había convertido en la versión “mix” de Sam Bigotes.

-¿Ya acabaste? -por primera vez habla Lole, mi otra hija, bastante entretenida observando cómo intentaba rasgar más toallitas, mismas que quedaban tatuadas a mi cuerpo, llevando un

marcador arrollador de 11 toallitas en el cuerpo y cero depilaciones.

-¿Me podrían pasar el aceite? -imploro con mucha dificultad de-bido a que parte de la boca está cu-bierta de cera, pelusa y toallas.

-Ve por el aceite de la cocina – digo mientras se acerca Yaya a mi tobillo para ayudarme a quitar una de las tantas, logrando que emita el aullido más doloroso de la historia.

-¡No se me acerque nadie! -me levanté de pronto y con un abatelen-

guas amenacé a cada uno de los presentes, incluyendo a “Cochicho”, la mascota, que ya estaba ladrando a hocico partido al ver a un “ente” levantándose con jirones blancos por el cuerpo y blandiendo un “arma mortal”.

-Yo sola me voy a quitar esto; aquí está el baño, me voy a sentar y, cuando diga lis-to, me empiezan a “servir el aceite”.

-¡Como si fueras un huevo revuelto! -especifica el niño que está radiante con la idea, solo de imaginarse el platillo.

-Como sea, ¡solo háganlo! –y, cojeando, me fui caminando sin percatarme de que me había traído la bolsa de hule pegada al pantalón, donde se guardaba el recipiente para calentar.

No fue mucho, si tuviera reloj en mano podríamos hablar de una hora y 12 minu-tos, tiempo récord para alguien que se iba a depilar y salió sin tocarse un pelo. Lue-

go, un buen baño me despejó la cabeza (o me depiló las ideas) y traté de encontrar consuelo entre las sá-banas de mi cama.

-Y bien, mamá, ¿qué pasó? ¿Recojo todo el tiradero? -señalan las niñas bastante pre-ocupadas al verme asomar solo el cabello por entre las cobijas.

-¡No lo recojan! ¡Por piedad, vayan y avienten esa cosa hasta donde les alcance la mano! Y, por favor, mañana saquen cita con Mary y díganle que la amo, que nunca en mi vida he reconocido tanto el trabajo de una persona y que jamás se ha invertido mejor que en una buena sesión de depilación completa.

Traté de remediar el incidente y comencé a

limpiar desesperada las partes afectadas

No fue mucho; si tuviera reloj en mano podríamos hablar de una hora y 12

minutos

Nadia Bracho

Page 4: SUPLEMENTO CULTURAL - HP 726

4

VIERNES 20 DE MAYO DE 2016

La luz de sus ojosPor Juan L. Simental

“Al atardecer, las cosas más cercanas ya se alejan de nuestros ojos, así como el mundo visible se ha alejado de mis ojos, quizá definitivamente”, Borges

“Me demoraba ante el oro y el negro del tigre; aún ahora, el amarillo sigue acompañándome”

ISus manos eran elegantes, eran blancas; eran sus manos de una claridad resaltada por la sombra extendida de la oscura prenda que la envolvía. Era el silencio. Sus pasos tenues, cortos, medían la distancia en afanes con un andar detenido, como acariciando el suelo que pisaba. Un paso, breve, y después la pau-sa; otro paso y luego su figura extática, sin sonido. Un ángel de manos blancas y elegan-tes y su caminar como ausente. Alma vieja como de otra vida.

A su lado era él: robusto aún, anchos los hombros y las manos grandes, curtidas; manos de hombre que han hecho la vida con trabajo. A su lado, con la misma distan-cia en su paso para acompañar el paso de ella. Sin prisas, vesti-do de rumor apenas, le habla al oído palabras quietas como mi-núsculas partículas que flotan a contraluz. Ella asiente; él le habla, y cuando lo hace su pecho amplio cobija la delicada estre-chez de aquella mujer sin palabras.

-----“Señoras, señores:“En el decurso de mis mu-

chas, de mis demasiadas con-ferencias, he observado que se prefiere lo personal a lo gene-ral, lo concreto a lo abstracto. Por consiguiente, empezaré refiriéndome a mi modesta ce-guera personal. Modesta, en primer término, porque es ce-guera total de un ojo, parcial del otro. Todavía puedo desci-frar algunos colores, todavía puedo descifrar el verde y el azul. Hay un color que no me ha sido infiel, el color amari-llo. Recuerdo que de chico (si mi hermana está aquí lo recordará también) me demoraba ante unas jaulas del jardín zoológico

de Palermo y eran precisamente la jaula del tigre y la del leopardo. Me demoraba ante el oro y el negro del tigre; aún ahora, el

Marino azul insondable; noches

de pie en el acto contemplativo de abarcar la inmensidad

En torno suyo, el mundo fluye con el paso urgido, como

apurado hacia alguna parte

Por eso él le cuenta de libros al oído,

escoge libros para ella

amarillo sigue acompañándome. He escrito un poema que se titula ‘El oro de los tigres’ en que me refiero a esa amistad”.

IIEn torno suyo, el mundo fluye con el paso urgido, como apurado hacia alguna parte. Afuera de la intimidad de ambos es el rui-do y es el fragor de existir como existiendo en apariencia porque se camina sin tiempo y porque la vida llama siempre hacia alguna parte; porque se habla con estridencia, por-que la mirada ya no se detiene en el instante,

la distancia efímera que media entre dos eternidades; porque el entendimiento se ha hecho periférico, porque ahora todo lo sabe; porque el mundo y su vida se han reducido a la realidad virtual inserta en una pantalla de cinco por ocho que lo abarca todo, todos los

mundos y todos los tiempos… y hace caminar con la mirada inclinada, como caminan los vencidos.

Y, en medio de todo, ella y él, y sus pasos breves. Silencio femenino y el rumor de una voz masculina que dice al oído, que habla como

cuando el mar acaricia con su voz profunda y su aliento se hace brisa. Marino azul inson-dable; noches de pie en el acto contemplativo de abarcar la inmensidad. Aquí, sin embar-go, no hay mar. Ellos, los dos, navegan en los pasillos de una librería.

-----“El ciego vive en un mundo

bastante incómodo, un mundo indefinido, del cual emerge al-gún color: para mí, todavía el amarillo, todavía el azul (salvo

que el azul puede ser verde), todavía el verde (sal-vo que el verde puede ser azul). El blanco ha des-aparecido o se confunde con el gris. En cuanto al rojo, ha desaparecido del todo, pero espero alguna vez (estoy siguiendo un tratamiento) mejorar y

poder ver ese gran color, ese co-lor que resplandece en la poesía y que tiene tan lindos nombres en muchos idiomas”.

IIIDetenida frente a uno de los estantes, sus bra-zos se alargan, busca, no mira, pero procura el encuentro con alguno de los tantos libros que esperan. Luego toca. Sus manos blancas se des-lizan por encima de las portadas; sus manos acarician y los libros responden. Sin saber por

Page 5: SUPLEMENTO CULTURAL - HP 726

5

VIERNES 20 DE MAYO DE 2016

La luz de sus ojosPor Juan L. Simental

“Al atardecer, las cosas más cercanas ya se alejan de nuestros ojos, así como el mundo visible se ha alejado de mis ojos, quizá definitivamente”, Borges

“Me demoraba ante el oro y el negro del tigre; aún ahora, el amarillo sigue acompañándome”

En torno suyo, el mundo fluye con el paso urgido, como

apurado hacia alguna parte

Por eso él le cuenta de libros al oído,

escoge libros para ella

poder ver ese gran color, ese co-lor que resplandece en la poesía y que tiene tan lindos nombres en muchos idiomas”.

IIIDetenida frente a uno de los estantes, sus bra-zos se alargan, busca, no mira, pero procura el encuentro con alguno de los tantos libros que esperan. Luego toca. Sus manos blancas se des-lizan por encima de las portadas; sus manos acarician y los libros responden. Sin saber por

qué, entre todos coge uno y lo atrae hacia su pecho, donde sus manos palpan, dejan su huella impresa en cada milímetro que ella reconoce con el tránsito si-lencioso de sus dedos.

A su lado, sin voz, él aguarda, mira por en-cima de sus hombros y entonces, solo si ella lo pide, le habla al oído y le cuenta. Le dice del li-bro que ella ha tomado entre sus manos y que ahora estrecha contra su pecho. Al hablar él se ajusta los anteojos e inicia la narración, la histo-

ria breve en contratapa que dice de las razones de aquel texto.

Luego es otra vez: un paso más, breve, y el acontecer es recomenzar; un nuevo libro entre las manos de ella y su relato, la voz tenue que le acaricia el oído.

-----“Goethe lo escribió refirién-

dose al crepúsculo de la tarde. Todo lo cercano se aleja, es ver-dad. Al atardecer, las cosas más cercanas ya se alejan de nues-tros ojos, así como el mundo vi-sible se ha alejado de mis ojos, quizá definitivamente”.

IVAfuera, el tiempo transcurre; adentro, en el adentro de ellos, no hay tiempo. Uno a uno, han andado los cami-nos posibles en aquella librería, una de tantas en medio de la ciudad también afuera, hundida en sus prisas y en la verborrea, en ese decir que no dice nada; en ese saberlo todo sin sospechar si-quiera que la vida -que está en otra parte- tiene que ser algo distinto a solo existencia.

Hay momentos en que él la deja, extática como siempre, y, aco-modándose las gafas, busca para ella, reco-rre por títulos y por-tadas, por grosores y tamaños; luego toma uno entre los tantos y le habla como cuan-do se pronuncia el poema, como cuan-do se dice de la vida, como cuando el amor es declarado…

Y, luego, reco-menzar. Ella, la mujer de las manos blancas, emprende la marcha tomada del brazo de él, el que le cuenta de libros al oído; ella, con su paso lento; él, buscando una vez más un libro entre los tantos que hacen la espera.

Debo irme. La vida y su tiempo me reclaman

Autorretrato Borges

en alguna parte. Antes de salir miro otra vez y atisbo en la intimidad de los dos. Ella, tomada de su brazo, con su paso lento pero cierto… y con un bastón en la otra mano

-sus manos que acarician-, con su mirar sin ver; sus ojos -sin luz- que yacen ocultos debajo de unas grandes gafas negras; sus ojos que ya no ven, que un día cerraron para siempre sus ventanas.

Por eso él le cuenta de libros al oído, escoge libros para ella. Él es la luz de sus ojos.

-----“Poco a poco fui com-

prendiendo la extraña ironía de los hechos. Yo siempre me

había imaginado el Paraíso bajo la es-pecie de una biblioteca. Otras personas piensan en un jardín, otras pueden pen-sar en un palacio. Ahí estaba yo. Era, de algún modo, el centro de novecientos mil volúmenes en diversos idiomas. Comprobé que apenas podía descifrar las carátulas y los lomos. Entonces escribí el ‘Poema de

los dones’, que empieza: ‘Na-die rebaje a lágrima o re-proche / esta d e c l a r a c i ó n de la maestría / de Dios que con magnífi-ca ironía / me dio a la vez los libros y la no-che’. Esos dos dones que se c o n t r a d i c e n : los muchos li-

bros y la noche, la incapacidad de leerlos”. (Fragmentos de la conferencia de Jorge Luis Borges acerca de su propia ceguera, tomada de “Siete no-ches”, 1980).

Page 6: SUPLEMENTO CULTURAL - HP 726

VIERNES 20 DE MAYO DE 2016

6

Murió Mario Benedetti. El poeta resistente, que vivió el exilio y la enfermedad (un asma perti-

naz, obsesiva) le fueron rompiendo, pero él se mantuvo siempre “en defensa de la alegría”. Nació en Paso de los Toros, pero esta urbe que parece un micro-cosmos literario fue el lugar al que volvió siempre, de todos los exi-lios. Era al final (y esta expre-sión la acuñó él) un desexiliado. Pero su alma su-frió las heridas de todos los exilios.

Pero había empezado a morir mucho antes; hace tres años falleció su mujer, Luz, con la que vivió toda la vida, en la libertad y en el destierro; él creyó siem-pre que la enfermedad de Luz, que se olvidaba de apagar las luces de la casa, en Madrid, era una simple distracción, e incluso le compró artilugios con los que dominar las consecuencias de su sorde-ra. El poeta del compromiso, del amor y de la alegría, sintió luego que, en efecto, esas ausencias eran debidas a un alzhe-imer que inundó la casa de desolación y de huida.

Se fue con ella, de nuevo, a Montevi-deo, y allí la cuidó hasta que finalmen-te le dejó del todo. Y le dejó malherido. Benedetti tuvo algunos momentos de alegría después, como cuando Horten-sia Campanella, su biógrafa última, le entregó el manuscrito en el que se con-densa la vida entera del escritor que nos ha dejado. Él ironizó ante tanto papel, y delante de Ariel, su fiel ayu-dante, dijo: “¿tanto he hecho?”.

Pero su alma estaba herida; seguía escribiendo, poemas, haikus, ani-

mado por su editor de poemas, Chus Visor; tenía la casa llena

“Nunca pensé que en la felicidad hubiera tanta

tristeza”

“No sé tu nombre, solo sé la mirada con que me lo dices”

“Sus labios eran una caricia

necesaria, cómo podía haber vivido hasta ahora sin ellos”

“Cinco minutos son suficientes para vivir una vida entera, así de relativo es el tiempo”

“De vez en cuando hay que hacer una pausa. Contemplarse a sí mismo sin la fruición cotidiana. Examinar el pasado, rubro por rubro, etapa por etapa, baldosa por baldosa. Y no llorarse las

mentiras, sino contarse las verdades”

Por Juan Cruz

El poeta del compromiso

de literatura; en un tiempo él fue política, enteramente, sus poemas estaban al ser-

vicio de la rabia que le produ-jeron las d i c t a d u r a s del Sur, la

suya, la uruguaya, que le per-siguió a muerte, y la argentina, que fue cómplice de aquella y también qui-so matarle. Mató a un amigo suyo, el líder político Zelmar Michelini, y esta muerte

TRES HAIKUS DE BENEDETTI

IHay pocas cosastan ensordecedorascomo el silencio

IIÓyeme oyemuchacha transeúntebésame el alma

IIICuando mis ojosse cierran y se abrentodo ha cambiado

fue un símbolo de las muertes que hubo antes y después en la vida acosada de hombres como él. Luz fue su bastón. Y Palma y Cuba y Lima sus lugares de exilio; a los tres les guardó siem-pre gratitud; fue un gran defensor de la Cuba de Fidel, por eso mismo, pero jamás utilizó esa afinidad para discutir, en los últimos tiempos sobre todo, lo que en esa revolución que él quiso se fue torciendo.

En ese clima de desolación en el que lo pusieron la enfermedad y su porve-nir, Mario descuidó su aspecto, dejó de afeitarse, y alguien le dijo, una madru-gada: “así no puedes estar. Tú eres gua-po, un hombre así parece enfermo. Ya no lo estás”. Le bastó. Al día siguiente se rasuró del todo, se puso de limpio, y cuando este amigo le visitó otra vez y se hizo el distraído sobre su nuevo aspecto, el viejo poeta revivido le llamó la atención y le dijo: “¿no te has fijado que hoy sí me afeité?”.

Era un hombre insobornable, el más comprometido de su tiempo. Su muer-te deja en silencio mustio su época, su ejemplo y la raíz de sus versos. Pero los

muchos que le can-tan no lo dejarán, como él decía del verdadero amor, en lo oscuro. (Ne-crológica aparecida en El País el 17 de mayo de 2009, el mismo día de su muerte. Edición Comunicante).

Page 7: SUPLEMENTO CULTURAL - HP 726

VIERNES 20 DE MAYO DE 2016

7

“El éxito es un ratito. Uno nunca consigue nada”

“Todos estamos tan llenos de retratos interiores, tan llenos de paisajes no vividos”

Por Edición Comunicante

Elena, la “Sancho Panza femenina”

“Contar… contar… contar… Eso hace Elena Poniatowska des-de hace 60 años. Y eso mismo

hace tras subir cinco escalones, dar siete pasos, otros ocho escalones, dos pasos y un escalón más, para convertirse en la primera mujer en subir al púlpito del paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares para dar su discurso de aceptación del 38º Premio Cervantes de Lite-ratura. Y rompe doblemente la tra-dición: su traje autóctono y sus pa-labras, donde más que el autor de El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha o el mismo Quijote, anduvo Sancho Panza.

“Contar… contar… contar... Es el verbo preferido de Elena Ponia-towska. Es su verbo natural. Y eso hace para contar un trocito de zonas en sombra de América Latina. Con el asombro ante el silencio y el ol-vido vivido por las mu-jeres y los más pobres y quienes deben migrar en busca de mejores oportunidades. ‘Niños, mujeres, ancianos, pre-sos, dolientes y estudian-tes caminan al lado de esta reportera que bus-ca, como lo pedía María Zambrano, ‘ir más allá de la propia vida, estar en las otras vidas’”. (“Elena Poniatowska, una Sancho Panza para los sin tie-rra”, Winston Manrique Sabogal; El País, 23 de abril de 2014).

“Elena Poniatowska recibió, al nacer, el título de princesa Hélè-ne Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor, hija del príncipe Jean Joseph Evremond

Sperry Poniatowski, descendiente de la familia del rey Estanislao II Poniatowski de Polonia— y de Ma-ría de los Dolores (Paula) Amor de Yturbe. Su familia emigró de Fran-cia a México a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial: Elena lle-gó a los diez años de edad con su madre —nacida en 1913 en París en una familia porfiriana exiliada en Francia tras la revolución mexica-na”. (“Elena Poniatowska”, de la entrevista con Roberto Carlos Mar-tínez Trujillo y Fernando Covián Mendoza; sabermas.umich.mx, 9 de mayo de 2016).

LA PRINCESA ROJA EN CINCO DATOS1. Nació en París, luego de que la familia de su madre, Dolores Amor, fue exiliada de México por apoyar el Porfiriato. Su padre Jean Evremont Po-niatowski Sperry, por su parte, era el heredero de la Corona polaca por lo que la escritora heredó el título de Princesa de Polonia, aunque nunca le importó y, de hecho, confesó que no visita a su familia europea, que la llaman “La Princesa Roja”.2. La nana de Poniatowska, Magdalena Castillo, tuvo gran influencia en

su vida, pues la cuidó desde que era una niña. Fue ella quien le enseñó a hablar español.3. Por ser princesa, su vida estaba destinada a contraer matrimonio con otro príncipe, sin embargo, Elena decidió dedicarse al periodismo y fue cuando colaboró con Excélsior en don-de escribía crónicas de sociales. Posteriormente escribió para Novedades.4. En 1955 su primera novela vio la luz: “Lilus Kikus”. Este año también nació su hijo Emmanuel. A esta edad también conoció al dibujante Al-berto Beltrán, un férreo socialista y quien influyó en que Poniatowska diera voz de los más marginados.5. En 1971, el entonces presidente Luis Echeverría le concedió el premio literario Xavier Villaurrutia por su novela “La noche de Tlatelolco”, sin embargo, la escritora lo rechazó.Al recibir el Premio Cervantes, Elena aseguró ser la “Sancho Panza femenina”. (“¿Por qué la Princesa Roja recibió Premio Cervantes?”, Daniela Jerez; actitudfem.com).

“Para mí es una gracia aparecer como escritora,

porque todo lo que yo he hecho lo sustento un poco en el periodismo”

2014: la cuarta mujer en ser reconocida con el

Premio Cervantes

Nació el 19 de mayo de 1932

Page 8: SUPLEMENTO CULTURAL - HP 726

VIERNES 20 DE MAYO DE 2016

8

“No cabe duda: de niño, a mí me seguía el sol”

-Quería, desde hace tiempo, conversar con usted, Borges, sobre dos escritores mexicanos. Uno de ellos, muy próximo a la Argentina, y a usted, creo, Alfonso Reyes, y el otro Octavio Paz.

-De Octavio Paz puedo hablar con escasa autoridad; no he leído nada suyo, tengo el mejor recuerdo personal de él. Hablemos sobre Alfonso Reyes…

De la entrevista que le hizo Osvaldo Ferrari.

Por Jorge Luis Borges

Carta de Borges a Reyes

¡Salve! Quiero, en primer término, agradecer la in-vitación de Monterrey, a quien remitiré unos bo-rradores, apenas los des-

dibuje un poco. No me tengo confianza; ya sabe usted que el borrador —como el ana-cronismo, el anatropismo y la errata— es también un género literario.

Quiere usted mi versión sobre los sucesos gloriosos. Juro que desde aquella tarde victoriana, no he vuel-to a ver a la señora Saint, y sólo en contadísimas ocasiones, a la resplan-deciente Haydée Lange. En cuanto a la Eliminación del Doctor, puedo ase-gurarle que, descontada su necesidad, su bondad final, su justicia, nos vale ahora un desagradabilísimo ambiente. La revolución (o cuartelazo con apoyo del público) es una victoria del buen sentido sobre la inepcia, la frecuente deshonestidad y la ofuscación, pero esas malas cosas vencidas correspon-dían a una mitología, a un cariño, a una felicidad —a la imagen estrafala-ria del Doctor, conspirador y tácito en la misma Casa Rosada. Buenos Aires, ahora, ha tenido que repudiar su mi-tología casera, y frangollar motivos de entusiasmo con heroísmos en los que nadie cree y con el tema —insignifi-

cante para el espíritu— de que estos militares no roban.

Sacrificar el Mito a la lucidez, ¿qué le parece? Shaw, in-dudablemente, lo aprobaría. No sé si escribo con precisión; antes (repito) poseíamos idiotez, pero con barulleros dia-rios opositores, con sus vivas y mueras, con una idolatría cómoda que florecía en las paredes, en las milongas y en las letras de tango; ahora, tenemos independencia con ley marcial, una prensa adulona, la tuñonada con escarapela perpetua y la ficción de que el régimen tilingo anterior era cruel y tiránico.

Espectáculos, pocos. Un tiroteo no letal de rifles en la Plaza Once, una ametralladora a media cuadra en la calle Junín, dos armerías saqueadas por un malevaje inseguro en la calle Rivadavia: esas visiones debo a la revolución, y se las agradezco.

Carriego, dentro de unos diez días, lo irá a ver.De aquí muchísimos afectos. Suyo, en la espera,Jorge Luis Borges.

DE BORGES PARA REYESFragmentos de un poema que el argentino dedicó al mexicano…

Reyes, la indescifrable Providenciaque administra lo pródigo y lo parconos dio a unos el sector y el arco

pero a t i la total c ircunferencia…

Sólo una cosa sé. Que Al-fonso Reyes

(dondequiera que el mar lo haya arrojado)

se aplicará dichoso y desvelado

al otro enigma y a las otras leyes.

Al impar tributemos, al diversolas palmas y el clamor de la

victoria;no profane mi lágrima este

versoque nuestro amor inscribe a su

memoria.

“Contaba Octavio Paz que una vez Bioy Casares le dijo que Borges y él, cuando querían saber si un texto es-taba bien escrito, lo leían imitando la voz de Alfonso Reyes. (...) Acaso esa lección de pausa e ironía que distin-guían el hablar de Reyes, hizo que Borges renegara de cánones basados en azares fonéticos o en meras destre-zas metafóricas para buscar un estilo sutil, de vastos y delicados esplendo-res. (Borges y Reyes: notas sobre un enigma, Fernando Báez; pen-dientedemigracion.ucm.es. Alfon-so Reyes nació el 17 de mayo de 1889, el mismo año que Borges).