A mi Maestro: el Sr. Ing. Galo Verdesoto Alvarez.

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Toda persona buena (y quién escribe, quizá relativamente lo sea), debe rendir pleitesía a sus mayores: a aquellos seres, que dejaron honda huella en su conciencia. En el presente caso, aunque sea post mortem, se hace el intento de exponer una semblanza (de una faceta) de un ser humano, según criterio personal, excepcional. In memoriam, porque la persona a la que se alude, dejó de existir hace más de una década, cuando frisaba los 63 años (qué coincidencia: a la misma edad, que el gran Carlos Marx Leví). Por desidia, por torpeza, en una palabra: por falta de talento, no se actuó en la ocasión debida; pero ahora se lo hace, como una acto agradecido, sobre todo para que no se borre de la memoria en unos casos, para darlo a conocer, en otros, a un ser grande, que una vez fue.

BIOGRAFIA PARCIAL DE UN MAESTRO: del Sr. Ing. GALO VERDESOTO A. MSc. Por Justo Castillo Freire.

La persona que escribe, en el Ecuador, a tres personalidades principalmente ha

admirado y seguido (han sido su modelo): en primer lugar, al Sr. Dr. Agustín Cueva Dávila (imbabureño ilustre): a aquel serio, brillante y objetivo pensador, quién ha producido (y legado) el conocimiento real de los avatares del capitalismo, no sólo ecuatoriano, sino también del subcontinente latino-luso-caribeño americano; en segundo: al Sr. Dr. Alfredo Castillo Bujase, pensador por fortuna vivo, el que, según juicio personal, por supuesto, se cree que ha seguido a Marx (al pensamiento histórico dialéctico) con profundidad y rigor, y que también lo ha desarrollado (la figuración madura de Marx: de Los grundrisse, de las Formen, incluso de los escritos últimos del período 1862-63, según asevera el Sr. Enrique Dussel); y, en tercero: al Sr. Ing. Galo Verdesoto Alvarez, intelectual marxista éste, inserto: no en el enfoque universal del pensamiento, pero profundo en la particularidad de su quehacer intelectual.

Modestamente, también la persona que inicia este escrito, se ha parapetado sobre los hombros de los grandes, como lo confesara que procedió el gran Isaac Newton (sin que haya ánimo de parangonarse); grandes, que para él eran dos: Galileo y Descartes. Al Sr. Dr. Agustín Cueva Dávila no se tuvo ocasión de conocerlo. Murió joven: a los 55 años efecto de cáncer pulmonar, sin embargo de no tener el vicio de fumar. Pensador, cuyos avances teóricos cruzaron las fronteras “nacionales”: sobre el capitalismo, en torno del carácter de la forma de reproducción colonial, alrededor de la dependencia, etc. Justo es, por tanto, aprovechar la ocasión para refutar (“sacarse el clavo”) las afirmaciones que el Sr. Enrique Dussel hace sobre el coterráneo, en lo tocante a la categoría “dependencia”: que “Cuevas” niega la pertinencia marxista de la categoría “dependencia”, en tanto que el Sr. Dussel dice haber encontrado en Marx los fundamentos para la formulación de la categoría científica de la “dependencia”.

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La “teoría” de la dependencia, rescatada con el enfoque de la explotación entre capitalistas, fetichiza esa condición, cuando la asume como de exacción entre países; ahora bien, este tipo de relación no está presente entre empresas de desigual desarrollo en el mercado global, pues, solamente el trabajo es explotado por el capital y también el pueblo (labor autónoma, en este caso) a través de la subsunción formal; el fenómeno es de ecualización internacional (transferencia de plusvalor entre empresas de diferente composición orgánica de capital mediante el comercio [Agustín Cueva posiciona bien el hecho; como lo hace respecto de la “categoría” populismo, frente a Laclau y Quintero {Agustín refuta a Laclau, a Lechner e incluso a Gramsci; y, de estar vivo lo hubiera hecho con el propio Sr. Dussel}]). La competencia entre empresas que no comercializan entre ellas, lo que hace es reducir la ganancia de las empresas de menor desarrollo tecnológico, puesto que el tiempo de trabajo social es mayor en estas últimas (en realidad, no hay transferencia de plusvalor alguno entre empresas que no están en contacto, entre firmas que no se topan).

Por otra parte, dependencia (condición) puede presentarse sin que haya necesariamente redistribución de valor entre países de la clásica manera (el caso de Cuba y la ex URSS es ilustrativo: el imperio social subsidiaba a la Isla [Para el Sr. Econ. Rolando Astarita, en cambio {y se cree que es lo correcto}, en Marx jamás esta insinuada la idea de que la sobre ganancia de unos capitalistas provenga de la transferencia de plusvalía de los productores atrasados {en la web: Astarita. R.; Marx sobre el trabajo potenciado}]). Al Sr. Dr. Alfredo Castillo B., tampoco se ha tenido el honor de conocerle: ese brillante pensador muy incomprendido por el sector de izquierda marxista precisamente; su enfoque de los procesos mundiales en curso es justa (“la historia retira de escena formas de producción, que ya no son fuente de desarrollo”), la sugerencia sobre lo que se debe hacer en el Ecuador, de modo similar lo es: “poner a los explotadores en el poder y retirar del mismo a los especuladores” (al capital financiero), para avanzar en el desarrollo de la ciencia y de la técnica; así como su visión de futuro es extraordinaria: el ser humano debe inmersarse en una nueva moral, que le dé la grandeza para comprender la estructura y desarrollo del mundo.

También el Sr. Dr. Castillo, es de la idea de que ningún ser humano del Planeta, en el interregno finisecular, puede mantenerse fuera de los procesos que ha creado el capitalismo; por esa razón, por ejemplo, sostiene, que la “teoría de la dependencia” (válida para otro momento histórico) en la actualidad es un contrasentido (El frente capitalista “subdesarrollado” “no debe partir de la idea de la dependencia, porque no está allí ningún camino de desarrollo”). La ciencia y la técnica constituyen el nuevo poder en el mundo, son los elementos rectores del presente y que se proyectan como determinantes a futuro. En la continuidad de esa perspectiva de pensamiento se abona, que el capitalismo seguirá en pie mientras haya margen para el desarrollo de las fuerzas productivas; contrario sensu: puede ser reemplazado, no sólo por la revolución, sino una vez que en la Tierra se enseñoree el sucedáneo “de sí” (del capitalismo), que siga y complete ese desarrollo (el neosocialismo, como, en efecto, ocurre).

La precedente, se trata de le ley, que preside el desplazamiento de la especie en la coyuntura histórica, de la que poca comprensión se tiene entre sus principales actores: el género (su intllegentzia), perdido, con una venda sobre los ojos avanza, sin más dirección, que el proveniente del desarrollo de las condiciones materiales de reproducción, del margen de conducción autónoma de la técnica de los procesos (Ing. G. Verdesoto). La historia, como consecuencia, por el momento se va sola, marcha a espaldas de la razón. El marxismo-leninismo fue la genuina expresión de cierto sector de la humanidad (del proletariado, o sea, de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao, Hoxha, Castro, el Che, Ortega, Allende), de proponerse actuar sobre esa determinación e imponer su impronta en ella; el socialismo de Lenin-Stalin, o sea, en el período de su organización genuina: 1917-1956, consistió en la aplicación de la teoría a la práctica; ese “impromptu”, fue la demostración palmaria de la veracidad y practicidad de la doctrina: dada en forma casuística, en un sitio del Planeta (la ex URSS y su Campo, y Cuba), para un segmento humano, a nombre de la humanidad y de la historia (praxis que, en efecto, cambió al mundo).

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El socialismo: no fue un accidente histórico anómalo, que implosionó; tampoco devino como efecto de la acción burocrática o de dictadura alguna; en verdad: fue un proceso como tal, que entró en la historia, cumplió un papel en ella, y luego la dejó (ésta –la historia- le aladeó –a la emulación-: “devolvió” a la competencia la tarea exclusiva de desarrollar las fuerzas productivas hasta arribar al concreto en la automatización). Fue una contradicción adicional (a las naturales capitalistas: competencia, lucha de clases, antropía) puesta en el proceso histórico, que emprendió en tres tareas: desarrollar las fuerzas productivas (es obvio, con la pretensión de alivianar el peso del progreso recargado sobre los hombros de los trabajadores), acicatear el proceso de desarrollo por vía material de orden burgués, y demostrar el carácter histórico del capitalismo (disputar a dicho sistema, el sentido de la historia).

Se conoció al Sr. Ing. Galo Verdesoto Alvarez, cuando se debió haber tenido unos 19 años, por allá, por 1980, en Quito, en la Universidad Central del Ecuador, más específicamente: en la facultad de Ciencias Agrícolas, en circunstancias en que se cursaba el primer año de estudios en dicha Entidad. El encuentro, no fue propiamente por razones académicas, sino por las de orden política. En verdad, ese entronque ilustrado entre Maestro y dicente, tendría lugar dos años después, en el tercer curso de la Carrera y en la Facultad y Universidad referidas, una vez que se debía tomar la asignatura Economía I, de la que el Sr. Ing., era su titular (previamente, cuando se iniciara como docente, lo había sido de la asignatura Métodos de investigación científica). Los estudios, por aquella época eran muy fuertes, rigurosos, serios, pues, se hallaban penetrados por el condicionamiento de la “cuestión moderna”, positivista, tecnocrática.

En efecto, la Carrera en la susodicha Facultad, duraba seis años completos de actividad teórico-práctica-investigativa, cinco días a la semana (de lunes a viernes), en un horario doble: de 07H:00 a 12H:00 y de 14H:00 a 19H:00, dejándose los sábados para visitas de campo o para las actividades prácticas. Se realizaban verdaderas investigaciones científicas: las conocidas Tesis de Grado. Una vez egresado, se debía formular el Proyecto de Tesis, el cual se lo defendía ante un Tribunal en un acto solemne denominado “Preseminario” (términos de referencia, preparados ya con la dirección de un profesor y también sujetos a asentimiento o rechazo); luego de su aprobación, se ejecutaba el Proyecto en el transcurso de un semestre o usualmente de dos; la “defensa” de la Tesis era una verdadera examinación, que incluía el rechazo del colosal esfuerzo, si no se podía sustentar las conclusiones ante un verdadero Tribunal inquisitorial (por esos días se leyó la monumental obra: Así se templó el acero, del gran escritor ruso de los tiempos heroicos de la Revolución: Nicolai Ostrosvki, por sugerencia del Sr. Lcdo. Fausto Moreno S., entonces Presidente de la FEUE Nacional).

Por años se pensó, como todos en el Ecuador, que la Politécnica Nacional (afamada Institución de larga tradición, creada por el Presidente conservador por excelencia “bonapartista”: Gabriel García Moreno [en palabras del gran Juan Montalvo F.: “Tirano grande, que pensaba en grande”, en alusión negativa a Veintenilla], por allá por el siglo XIX, con el objeto de modernizar al País), que era la mejor “Universidad” de la “Nación”. Pero, las Politécnicas no son propiamente universidades en el sentido fuerte del término (razón por la que se la entrecomilla), esto es, la entidad encargada de formar el “universo espiritual de la juventud”, incluso en la concepción acertada velasqueana (del ex cinco veces Presidente del Ecuador: el Dr. José María Velasco Ibarra), sino de formar el recurso humano (mano de obra) calificado, en varias de las áreas de ocupación, en coherencia con las demandas de la reproducción del capital. Las universidades como tales, cumplen papel doble: formar la atmósfera subjetiva de la juventud y prepararles como “talento humano”, para que se integren al aparato económico, en el proceso de generación de plusvalía relativa.

Al interior de la Universidad Central del Ecuador, se suponía, en cambio, que tres facultades se hallaban a la vanguardia de la calidad y del rigor; en su orden: Medicina, Química y Farmacia, y Medicina Veterinaria. Además, por entonces, en algún momento se escuchó decir, que eran las citadas, las únicas Instituciones en el País, que habían dado candidatos a Premio Nobel. Medicina era una institución de estudios rigurosa; y, esa catadura se explica, puesto que con la vida “no se juega”; por tanto, había que actuar de modo frugal

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enteramente serio: la mayor tarea era indagativa sobre problemas de salud, tratamientos, prescripciones, para lo cual se realizaban ensayos con diseños experimentales complejos, exhaustivos (mutatis mutandis: de 1990 para acá, el discurso científico fue reemplazado por el de “relato”, se perdió rigor: las investigaciones positivistas dejaron de lado la interpretación con instrumentos estadísticos, incluso en las propias politécnicas, por lo que quién escribe a los estudiantes de Metodología de la Investigación, se les encargaba revisar las Tesis de la facultad de Medicina). Esa conducta se reproducía en las otras dos Facultades; lo que hizo de ellas, sobresalientes entornos de formación profesional, con prestigio incluso fuera de las fronteras nacionales.

En la madurez de la vida ya, en calidad de egresado de la facultad de Ciencias Agrícolas de la Universidad Central del Ecuador, se tuvo la ocasión de reflexionar sobre esa Institución, de modo particular: sobre el período de su florecimiento, o sea, entre 1970 y 1990. Con aplicación de un procedimiento cuasi hermenéutico-comparativo, se arribó a resultados, que difirieron de la conclusión en torno de la supuesta superioridad de las citadas instituciones: Politécnica Nacional, Medicina, Química y Farmacia, y Medicina veterinaria, sobre la facultad de Ciencias Agrícolas de la Universidad Central del Ecuador. Agronomía tuvo un proceso de consolidación, con la presencia en su dirección del sector más acrisolado de profesionales con formación académica en la materia; cientistas, técnicos y políticos de izquierda, con criterio, comprometidos con el pueblo que “llenaba la alacena” del Ecuador, que entregaron los mejores días de su vida, al diseño de la política apropiada en la formación de profesionales transformadores de la realidad del campo.

Refleja esa fortaleza diferenciadora y superior, el programa de estudios. La facultad de Ciencias Agrícolas de la Universidad central, se convirtió en el micro mundo contendor del macro mundo universitario (con sorna se refiere a esta conducta, como “todólogo”). Era el compendio, que formaba de modo multifacético a sus egresados. Casi todas las áreas del saber (Ciencias Naturales, Ciencias Sociales y Humanidades) se contenían en el Plan curricular: Física, Matemática (ecuaciones trigonométricas, derivadas, integrales), Estadística (descriptiva, inferencial, teoría de probabilidades), Economía (dos niveles), Sociología, Planificación, Administración, Periodismo, Psicología, Derecho, Topografía (Fotogrametría), Meteorología, Maquinaria agrícola, Contabilidad, Catastro; Dibujo técnico, Construcciones, Química, Genética, Zoología, Biología, Botánica, Fisiología, Edafología,…, Método científico (por supuesto: el Dialéctico-Histórico), Diseño y evaluación de Proyectos de inversión privada.

Cuatro especialidades completaban el carácter criterial orgánico del proceso de diseño: Fitotecnia, Producción Ganadera, Ingeniería agrícola y Desarrollo Rural. Como es obvio, este proceso terminaba con la Investigación de Tesis, cuya temática estaba vinculada al levantamiento de los problemas agrarios y agrícolas, cuanto a la formulación programática, estratégica y práctica, inherente a la preparación, ejecución, evaluación y sustentación de la política de transformación social del agro. De manera que esta concepción y praxis integral, no tiene parangón con ninguna de las otras entidades, sean éstas politécnicas, universitarias o subsistemas al interior de ellas. Este período fue excepcional, incomprendido; por tanto, como tal, tuvo temibles detractores, dentro de los cuales, los más letales fueron quienes no tuvieron la capacidad de comprensión del riquísimo proceso; la mano de la derecha hizo su ímproba irrupción, hecho que se conjuntó con la ignorancia y prepotencia de las autoridades subsiguientes (Ings. Paredes y Ortega, sobre todo), y el proyecto prometedor, fue desmotado (la ineluctable ley siempre operó: la acción prometeica de la voluntad se estrella con la admisibilidad estructural).

Quién reseña, fue beneficiario, para fortuna personal, del efecto formador, de este portento de formulación pedagógico-didáctica. En el mismo, la psicología no era ya el elemento central de los procesos instruccionales conducentes a la forja del recurso humano calificado, sino el concepto verás, crítico, sobre los hechos (“la mostración de las categorías de la esencia”, aquellos conceptos que yacen bajo la superficie y que de modo deliberado han sido ocultados, para fetichizar un proceso real), los intereses, la conciencia, en suma: la dimensión ideológica. Si el niño y el joven se educan (maduran, según el sentido

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durkheiniano del término), el adulto ya socializado, que continúa los estudios, sobremadura, tanto con las tareas de Grado como de Posgrado. La forma tradicional de formación de profesionales, aplica el criterio de “división del trabajo”, lleva a la especialización, torna individuos limitados; el principio “educativo” de la Facultad, en cambio, se proponía crear personas integrales, que se “eleven a la compresión general del mundo”, como una forma de asumir el compromiso con el sujeto objetivo, de manera que rebase la antitética posición en la estructura social.

Al frente de este singular e irrepetido proceso, como es de presuponerlo, estuvo el Sr. Ing. Galo Verdesoto Alvarez. El Sr. Ing. cuando joven, había realizado estudios de periodismo antes de ingresar a la facultad de Ciencias Agrícolas de la Universidad Central del Ecuador, en la que fuera uno de sus mejores egresados; estudiante: político (revolucionario, marxista-leninista), serio, resoluto; por tanto, su “ojo visor” cubría cuantitativa y cualitativamente, planos más amplio que la mirada del resto. Luego pasaría ser profesor en la cátedra de Economía Agrícola, por derecho, o sea, mediante participación y triunfo en aquellos severos actos denominados “concursos de oposición y méritos”. Por sus virtudes y debido a que se requería mejorar la calidad de su planta docente en la Facultad, el Sr. Ing. machó a México: a Chapingo, a recibirse como Máster en la citada disciplina. Su retorno al País fue auspicioso; al ponerse al frente de la Facultad una Dirección democrática, progresista, de la línea del Sr. Ing., encontró la oportunidad para plasmar todo su bagaje conceptual-metodológico en la Facultad que le dio su título (de la que llegó a ser Subdecano) y en la que servía como “educador de juventudes”.

La creatividad, no sólo está en el arte; sobre todo lo está en las manos bruñidas, “prestidigitadoras” de los trabajadores, a los cuales la humanidad y la historia le deben toda la grandeza de sus realizaciones; el trabajador “crea de la nada del capital” el valor, el cual lo acumula el capitalista: éste reconvierte (realiza también su catadura creativa) esta riqueza en renovado capital constante, con el cual superexplota la fuera de trabajo (saca al trabajo de escena, pero lo hace en similar proporción consigo mismo: los opuestos se eliminan en conjunto). Esta capacidad específicamente humana, está también en la ciencia (ideación de métodos para volver subjetiva la realidad), en la técnica (creación de instrumentos y diseño de maneras de abordar las demandas de la producción) y en la política (la estrategia, la estratagema, la táctica: la “maestría artística para actuar”). En el momento maduro de su existencia, el Sr. Ing. Verdesoto enfrentó la tarea de aplicar la política revolucionaria en otro escenario. Se adelantó o por lo menos se ideó de modo paralelo (a la manera de Darwin y Wallace con la teoría de la evolución de las especies, o de Newton y Leibniz con el cálculo infinitesimal) las grandes categorías de la alta modernidad, dada en la geografía nipona: la creatividad, la calidad y la sinergia (coadyuvancia).

El Sr. Ing. Galo Verdesoto A., creó la categoría de la “coadyuvancia interfactorial”, esto es, el principio de atracción recíproca entre elementos afines, que se (“buscan”) integran para formar un proceso de desarrollo nuevo (este planteamiento lo hizo el Sr. Ing., cuando quién escribe tenía algo más de 20 años de edad, y aunque se sintonizó [otros llaman “intuyó”] el mensaje, por aquella ocasión no se estuvo preparado para asimilar todo el contenido profundo de dicha heurística; más cuando si se lo estuvo plenamente, el Sr. Ing. había decesado). Es como procede la naturaleza (de la cual es parte la historia): es el registro fiel de todo proceso de desarrollo, principio el cual, dicho sea de modo incidental, deseaba convertirlo el Ing., en estrategia de la voluntad para actuar de modo consciente, para procesar ciertos problemas de los pueblos rurales (maximizar la capacidad potencial de interacción entre factores –reducir el riesgo) frente a los límites que a su reproducción ponen el capital y la forma humana burguesa toda.

Esta nueva ley (una forma diferente de expresar la dialecticidad progresiva de los hechos), es plausible recogerla para poner lumbre sobre la opacidad cognoscitiva de la realidad social en “pleno desarrollo” (año 2016). Pues, las experiencias dadas por los regímenes incursos en los procesos políticos de última data en el subcontinente latino, luso, caribeño americano, se contienen en el principio de la “coadyuvancia entre factores”, que han dado lugar a un renovado proceso de desarrollo: al dispositivo viable en la nueva etapa

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(naturalmente, la ceguera y el azar bloquean la inmediata apertura de un nuevo proceso de desarrollo en el ámbito natural; en el social, en cambio, el proceso se ve envuelto en el forcejeo de las estrategias de la conservación con las del flujo). Pero la ley opera también en sentido regresivo: una vez cumplido su papel un órgano (sea vital o accesorio), atrae la regularidad de la “entropía”: se desorganiza, ¿pierde “energía”?: ¡no!, cede materia al entorno, se descompone en sus elementos para ingresar a formar parte de otro proceso coadyuvante (es la condición de la burguesía senil, del capitalismo sobremadurado).

También en su vida como estudiante en la feliz época en las citadas Universidad y Facultad, quién escribe, tuvo al frente tres personalidades, que jugaron un papel modelante de su personalidad. Por supuesto el Sr. Ing. Galo Verdesoto Alvares, el Sr. Ing. Jorge Abad (contemporáneo de estudios) y el Sr. Ing. Eduardo Espín, integrante de la promoción subsiguiente. El Ing. Abad, fue una persona de mucho talento, a la sazón: brillante estudiante, mejor egresado y muy reputado en su círculo estudiantil y luego como docente de la Facultad, como llegara a ser; sin embargo, esta persona ejercía un patrón de conducta sui generis: ciertos rasgos de vanidad, autosuficiencia, desprecio por los demás, infidencia e insidia lo caracterizaban; fue con dicho colega que quién escribe tuvo que vérselas día a día, en el plano de su conspiración; finalmente, el Ing. Abad –en plena madurez y cuando el efluvio de la creatividad y la sensatez están a punto- sorprendió a todos sus conocidos con el suicidio, hecho que fue lamentable, puesto que se esperaba mucho de él.

El Sr. Ing. Eduardo Espín era, es, diferente: serio en los estudios, con dominio en áreas de la teoría investigativa, en el método científico; brillante político de izquierda; buen esposo y padre de familia; Docente universitario. Una persona con sólidos principios. También el Sr. Ing. estuvo siempre presente en la vida de quién escribe; pero por otras razones. El Ing. Espín llegó a la Facultad como político formado: profundo, coherente, serio, directo, sincero: dueño de altos quilates discursivos, ponía la tónica en la praxis política de la Facultad y de la Universidad. Siempre se esperaba su parecer ante las actuaciones personales públicas; al principio se recibió la acerba crítica frente a novatadas y desidias; pero luego también se superó inexperiencias e inmadureces y se logró la aquiescencia del Sr. Ing. Espín, lo cual trabajo tranquilidad y seguridad, no sólo a quién escribe, sino a todo un sector de coetáneos. Lamentablemente el Sr. Ing. Galo Verdesoto no actuó con él, como inmerecidamente lo hizo con quién escribe; por lo que se cree estar asistido con el derecho de desagraviar al Sr. Ing. Eduardo Espín en nombre del Sr. Ing. Galo Verdesoto.

El Sr, Ing. Galo Verdesoto fue, en realidad, el guía, el talento: el “ideólogo”, a lo interno de la Facultad por aquel entonces, tanto en la dimensión académica como en la filosófico-política. Formaba parte (lo coordinaba) de un selecto equipo, es verdad; el mismo estuvo formado por los Sres. Ings. Jaime Estrella, Guillermo Albornoz (brillante científico, modesto, centrado, como todo investigador preclaro, fecundo), Luis Ernesto Erazo (pensador de fuste y versátil expositor, Presidente de la FEUE, en momentos en que esta agremiación era el “alma” del País; campeón de oratoria en el ex IAEN), Antonio Gaybor, Lcdo. Luis Casco.

Entre estudiantes de diversas promociones: Miguel Murillo (preclaro exponente, que actuaba con la palabra y con la “espada”), Pablo Granizo (preparado, preciso, decidido), Eduardo Peralta (sobresaliente técnico del INIAP ), Mauricio Peña (de extracción burguesa, inteligente, firme en su posición proletaria por entonces), Galo Jurado, Eduardo Espín (Magister), José Vásquez (persona disciplinada, esforzada, inteligente, que por estos días: octubre del 2016, debe estar por regresar al País con su doctorado), Wilfrido Román, Fabián Montesdeoca (quién realiza estudios de doctorado en Chile), René Alvares (MSc.), Eduardo Cañar (Magister), Milton Baño, Jorge Aucancela, Juan Borja (Magister; presidente de la FEUE, firme en sus ideas, poseedor de posibilidades perorantes persuasivas), Alonso Atarihauna, Napoleón Jiménez y Justo Castillo, entre otros (todos profesionales ahora).

El referido (al que debe agregarse un grupo importante de empleados y trabajadores: Dr. Jorge Badillo, Econ. Fernando Moreno,…), era un sector selecto, ideológicamente empático, que pocas veces en la vida se crea de modo colectivo. En la circunstancia no surtía efecto aquel apotegma: “En el país de los ciegos, el tuerto es el rey” (rodearse de ineficaces

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para gobernar); pues, el grupo estaba formado por los “mejores” y se trabajaba para catapultar a quién se lo merecía por méritos, por su consecuencia y fidelidad a la causa. Este proceder nos (me) enseño nuestro (mi) Maestro: el Sr. Ing. Galo Verdesoto Alvarez, esto es, jamás “serruchar el piso” (en alusión a una caricatura que la propia prensa de la derecha: el diario El comercio, hiciera del ex vicepresidente liberal Dr. Blasco Peñaherrera P., que en “cristiano” quiere decir –no ser envidioso-: no bloquear el ascenso loable de otros).

Sobre el particular, merece relatarse tres sucesos, en el que el protagonista fuera la persona que escribe: 1) cuando estudiante y Presidente de Curso, si un profesor no asistía a dictar clase, jamás se permitió que esas dos horas pasen en vano, pues, se cerraba la puerta del aula y se pedía que el mejor estudiante (por ejemplo, en Matemáticas, un compañero que había estado en la Politécnica), coordine la resolución de tareas; 2) en el frente estudiantil: en el FRIU y en la Asociación Escuela, sólo se admitía integrantes que demostraban ser estudiantes que han ganado los años, caso contrario se les mandaba “con viento fresco” a estudiar, con la consigna de que se reintegren, una vez que sus notas sean buenas o muy buenas (“revolucionarios” –“manifestantes”, “tira piedras”-: ¡correcto!, pero con buenas calificaciones); y 3) se vio obligado a llamar a elecciones para renovar una Directiva deslegitimada de la Asociación Escuela de Estudiantes, por pedido del Ing. Galo; en dicha contienda se perdió, se fue blanco del reclamo aireado de los compañeros, pero luego se retomó con fuerza el “poder”, y se hizo época.

Parece que de allí salió cierto hábito por intervenir en la vida de los novatos compañeros, que se incorporaban a la Facultad al primer año, de modo especial, de los provincianos. En una ocasión, quién hace de relator, en ese entonces cuando se asistía los primeros días al curso Preuniversitario, en la plaza Marín en Quito, a las 06H:00, se tomaba un bus que le trasporte a la Universidad Central; la línea había sido equivocada, de modo que luego de una media hora, se percató que el sitio por el que se viajaba no tenía nada de parecido al que era el destino. De pie entre tantos pasajeros desesperado se preguntó a uno de ellos “si se estaba por llegar a la Universidad”; la respuesta fue: “estamos en el Inca” (un barrio del Norte de Quito, muy lejos de la Universidad). A continuación se descendió precipitadamente del bus, en medio de tanta burla, abucheo y vergüenza. Se tomó el bus de regreso a la Marín, y se perdió la mañana de clase.

Episodios parecidos debieron experimentar muchos estudiantes sencillos, pueblerinos, que les indujeron a no continuar en la Capital, en la Universidad y en la Carrera. A estas dificultades se sumaría la actitud proterva de muchos profesores universitarios, los cuales eran unos verdaderos verdugos (en alguna ocasión se dijo: “hasta una profesora de Jardín de Infantes ha seguido un curso de Psicología; mientras que los profesores universitarios jamás lo han hecho, lo cual explica su conducta”). Por esa razón cuando dirigente estudiantil, en las visitas a los cursos, se plateó a los compañeros, que si tenían la intención de renunciar, de dejar la Facultad, primero se pedía que se acerquen y conversen con quién escribe estas líneas. En varias ocasiones se realizó la tarea de “Trabajadora social” informal; pero también en algunas de ellas el resultado fue positivo, por cuanto se recibió el agradecimiento.

Fue costumbre por aquellos días practicar la reunión con un compañero los sábados por la mañana en la Biblioteca Nacional: en el edificio del antiguo Banco Central del Ecuador, en pleno casco urbano de la bella, histórica y cosmopolita ciudad Capital: Quito. Después de haber realizado varios problemas de Física, sencillos: de Alonso y Acosta, se notó que el compañero había perdido interés en el estudio, bostezaba y “estaba muy desganadito”, como dice el Sr. Mario Moreno “Cantinflas” en uno de humorísticos filmes. Se le preguntó “qué le pasaba”; luego de titubear y pensar por un instante, respondió: “es que no he comido ya dos días”. Como se tenía relativas mejores condiciones económicas, se invitó a un almuerzo al compañero; luego, en algunas ocasiones se aplicó la costumbre de preparar alimentos en el cuarto en que se habitaba. El compañero fue promovido al segundo año; obtuvo crédito educativo, se instaló en la Residencia Universitaria, fue un brillante estudiante, es profesor de la Facultad ahora, y pronto será PhD (el “libre ingreso” fue una política –efecto de la lucha de los estudiantes de Guayaquil- acertada).

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Allá por 1980, en Quito, un almuerzo modesto, de esos que son preferidos por el pueblo llano, costaba un Sucre y medio. Incluso en los restaurantes modestos, denominados Comedores o Fondas, se filtraba algún personaje Light, de manera que la ideología del consumo, que Baudrillard denomina “valor de signo”, guiaba el comportamiento de los clientes. Una hermosa dama, que por su vestimenta se supone era una servidora pública, solía ingresar a la Fonda, pero en lugar de pedir el almuerzo ordenaba un “cuarto de pollo”, cuyo valor era de dos Sucres y medio; con esa actitud se hacía con doble objeto de las miradas: por su encanto de mujer y joven, y por su elegante pedido y forma de disfrutar el alimento. El pedido consistía en pierna y pospierna, en unas ocasiones, o en pechuga y ala de pollo, en otras; acompañaba a la presa, una porción de arroz, una papa chola cocida grande, coronada por salsa de maní y dispuesta sobre una hoja de lechuga; el refresco (el “tercero”) tenía precio y pedido aparte.

Por ese entonces circulaba el Sucre como moneda de curso legal en el País. Todavía el tipo de cambio era estable y bajo: un Dólar gringo se “permutaba” por 23 Sucres. La moneda nacional mantenía su poder adquisitivo, hasta cuando llegó el gobierno de Oswaldo Hurtado: demócratacristiano, que implantó el modelo neoliberal en el Ecuador en 1982, el régimen de la devaluación, de la sucretización y de muchas tropelías más contra el pueblo. De allí en adelante su sucedieron gobiernos que profundizaron el patrón de acumulación conservador monetarista, hasta llegar al 2000, cuando un gobierno también democristiano: el de Mahuad, sepultara al Sucre, y la divisa gringa pasara a ser la moneda usual del Ecuador. Fue la época de los paquetazos, de las luchas populares, obreras y estudiantiles contra el alto costo de la vida, la desnacionalización de la economía, la hegemonía del imperialismo estadounidense, en el contexto de la “segunda Guerra fría” (pugna por el dominio del mundo entre el imperialismo occidental clásico y el socialimperialismo soviético); esto es, un escenario rico en justificaciones para la organización y el combate.

¿Cuál es la obra de los gobiernos de la derecha en Ecuador, en el período denominado “de retorno a la vida constitucional”, que va de 1981 al 2006? La cesión del territorio, llevarle al Sucre de 23 por Dólar gringo a 25.000, la pérdida de la moneda, la renuncia a la soberanía nacional con la Base de Manta, la inmensa “diáspora” de coterráneos hacia España, Italia, al seno del propio imperialismo yanqui, en calidad de “sudacas vota bacinicas” con sus consecuente secuela de destrucción del tejido social, la pérdida de la soberanía, la enajenación de los recursos naturales, la administración deshonesta de la banca, hacer del erario nacional la fuente non santa de formación de grandes riquezas. Ahora se queja este sector, “que ha reproducido el atraso nacional”, de la presencia en el gobierno de los Estados de Sudamérica del “populismo radical”, cuando ellos son los que han creado las condiciones para ese ascenso.

El Sr. Ing. era bastante severo. Dudaba de la capacidad reflexiva del personal de su entorno; se cree que dicha sospecha recaía a la vez sobre quién escribe (la cual se supone también, que la supo mimetizar de modo eficiente [muy a pesar, de que en lo personal se propendía dar ejemplo: en condición de político, se tuvo la precaución de mantener el record académico entre los 10 primeros puestos; esto, pese a que se simultaneaban varias tareas: las estudiantiles, las políticas, las deportivas, las afectivas; siendo la política, la más importante]); empero, se maravillaba y ponía cierto interés, cuando le empezaba a exponer los primeros trazos de las especulaciones que luego (15 años después) se concretarían en el documento: La nueva concepción de la historia; trabajo que desde 5 años (2010) circula ya por la web. Dicho sea a propósito, cuanto le habría gustado a la persona que realiza las presentes anotaciones, que el Sr. Ing. G. Verdesoto, echara una ojeada a dichos dislates filosóficos. La esencia de tal escrito, en uno de sus frentes de reflexión, puede exponerse brevemente, como sigue.

En la humanidad está por producirse un fenomenal “cambio de estado”; el mismo, no se trata de “cambio cultural” o “civilizatorio” alguno, efecto de la equívocamente llamada “crisis de civilización”, que supuestamente atravesaría la humanidad (la “cultura” es el frente de la praxis, que compone la realidad; la “civilización” es la dimensión instrumental de la “cultura”; por tanto, cultura y civilización son una sola, la primera comprehende a la segunda; en los hechos: sólo existen “grados civilizatorios”). El género tampoco atraviesa “una crisis

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capitalista”; las dificultades de coyuntura expresan, más bien, el ingreso de la formación social burguesa en la fase degenerativa, una vez que la función del capitalismo en la historia (automatización, robotización, inteligencia artificial; en suma: producción del sucedáneo humano por vía artificial) está cuasi cumplida.

La colosal inflexión en ciernes, sólo equiparable con el paso del homínido al homo sapiens sapiens, deja atrás al trabajo (esta actividad seminal, que ha creado al propio ser humano, pierde su aureola de esencialidad), con lo cual llega a término la larga onda clasista de la humanidad. De la simple acción para aprovechar los valores de uso naturales (caza, pesca y recolección), la especie avanzó al trabajo, a la producción (consecución del primer nivel de libertad); del trabajo, el paso siguiente ha sido (va a ser, se lo está haciendo) hacia el usufructo: uso de los outputs (esraffianos) generados por el trabajo pasado, por la operación de las máquinas, la automatización. La nueva y última forma humana: la comunidad fraterna (cuyo régimen es la democovivencia –demos: pueblo [ciudadanía]; covivencia: integración y funcionamiento por “ajuste mutuo”), recoge y potencia todo lo bueno de las formas anteriores.

En el nuevo escenario, el ser humano aparece irreconocible: la persona no trabaja, usufructúa de la mecánica heredada por la praxis de la fuerza humana realizada, pasada; ha desaparecido la escasez: el axioma fundante de las creencias económicas burguesas (llega a su fin la Economía como ciencia, al perder substrato su representación); la reproducción se hace por fertilización in vitro, por clonación, por replicación; la existencia se ha prolongado hasta acercarse a las fronteras de la inmortalidad; ha perdido sentido el arte; luego de un período compulsivo de hedonismo dionisiaco, la humanidad concentrada cerebralmente en interfaz y también uncida a un centro de inteligencia artificial, se ha convertido en “sujeto de pensamiento”; y, en forma frugal, hierática, madura, se preocupa por producir la idea.

Quién escribe considera, que no tiene sentido ahondar en las diferencias a lo interno de la especie humana, magnificarlas y propender profundizarlas y perennizarlas. La persona que escribe (mestizo, “tirando a blanco” -¡Bah!), hace abstracción de todas las especificidades antropofísicas y antropo“culturales” entre las personas. Más bien, se ubica en aquello que es común e identifica: los vuelve iguales, indiferenciables, a los seres humanos: el neocórtex, esto es, la base material del pensamiento: las neuronas de la asociación (último eslabón evolutivo natural, dado sólo en el homo sapiens, que, junto con las interneuronas –lugar en las que se almacena la memoria adquirida, entre los enlaces de hidrógeno de los nucleótidos de la cadena del ADN no cubiertos por la memoria genética- generan la conciencia, la cual es, únicamente cuando el individuo está centrado en la praxis). Luego, la humanidad, no es más, que la comunidad de “unidades de pensamiento”.

El Sr. Ing. Galo Verdesoto, se ha dicho ya, estuvo al frente del grupo y del proceso. Por su contextura antropofísica, el Sr. Ing., no era un personaje relevante, pues, era de pequeña estatura, delgado, pelo lacio, de tés trigueña, de facciones sencillas, corrientes (era el prototipo de muchos grandes en la historia: de Lenin, del corso Napoleón Bonaparte). Fueron su conducta y su saber, lo que le proveían de real valía; en verdad, el respeto y la disciplina que imponía, se debían a su formación intelectual, a su desempeño en las altas responsabilidades a su cargo. De modo que, ver su persona fuera de su actuación y al margen del legado histórico tras de sí, hacía que se le tome como un individuo común, cuya presencia era pasada por alto. Ahora bien, el concepto sobre él cambiaba cuando el Sr. Ing. se hallaba inmerso en su círculo: todos le rendían pleitesía, como maestro serio, muy seguido era requerido por profesores amigos, estudiantes y trabajadores; el respeto y la admiración hacia él, no proveían de esas características físicas, hormonales o simpático-comportamentales, que Weber denomina “carisma”, o sea, de la percepción hedónica, sino del frente del hemisferio izquierdo del cerebro.

Orador fecundo, pensador analítico, fino; esta faceta muy apreciable siempre, era una de sus fortalezas; en una ocasión por ejemplo, en momentos en que el Sr. Ingeniero hacía uso de la palabra en público como candidato a Prefecto de la provincia de Pichincha por el MPD, cuando por alguna razón quién escribe se volvió para hacer un comentario, el Sr. Ing. Ernesto Erazo recombino: “Escuchemos a Galito, mire como hace poesía”. Como es lo usual en este tipo de personas, no sentía mucha atracción por la porción estética de la existencia: por la

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música, la pintura o por el resto de “prácticas elevadas del espíritu”, a lo que usualmente se llama “cultura”; su inclinación no estaba puesta en la esfera de los placeres de la vida, sino en la lectura de ciencia, tecnología y economía, y en el ámbito administrativo de su profesión, y en la actividad política. Esa era la sección de su ser, que subyugaba, pero siempre de modo racional, por la cual se fue uno de “sus pupilos”, se evolucionó a la sombra suya, pues, mi Maestro: creía en el Gran Marx, en el pensador materialista ario: “en las facultades de su notable –única-, lógica, dialéctica, política,… y revolucionaria… inteligencia”.

El Sr. Ing. era, por tanto: marxista. En una ocasión, luego del regreso de cursar estudios de posgrado en Economía, en la mismísima guarida del “macho alfa”: en Estados Unidos, en la afamada Universidad de Illinois, el Sr. Ing. Antonio Gaybor Secaira (también profesor de la Facultad, como era de esperarse, fecundo, investigador, elegante expositor de los avatares de “La realidad nacional agropecuaria”), con aquel garbo, repleto de suficiencia, propio de quién regresa a la modesta “banana republic”, sostuvo que el think tank gringo consideraba que Marx había quedado sólo para estudios de Primaria. Añadió, que escucho decir a sus eminentes profesores yanquis, que consideran 10 tesis importantes de Marx: 7 refutables y 3 aceptables. Esas aseveraciones, dicho en otro sector causarían viva sorpresa y admiración, pues, se trataba de una apreciación, de quién había recogido los sentimientos de auto suficiencia imperialistas, pues, no por nada EUA estaba en dónde estaba: en la cima del desarrollo de las fuerzas productivas, en la cúspide de la dominación. Pero en lo personal, dichas creencias, causaron más bien rechazo; cosa curiosa: incluso la animadversión momentáneamente fue para el Sr. Ing. Gaybor, por decirlo y por no refutarlo.

Por fortuna, en momentos en que se atravesaba el desconcierto vital de haber escuchado de boca de una persona a la que también se admiraba: el Sr. Ing. Antonio Gaybor, dichos comentarios adversos sobre el más encumbrado jefe del proletariado mundial: el Sr. Dr. Karl Marx, vino de modo estocástico el bálsamo. Se entró en relación con el Sr. Econ. Rubén Moreno, doctor de la Sorbona, con motivo de un curso de Planificación Provincial, que la Escuela de Posgrado en Planificación de la facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central del Ecuador dictara en la ciudad de Ibarra. El Sr. Dr. Luis López S. era el Director de esa magnífica Entidad de posgrado; el mismo dispuso al Sr. Econ. Dr. Rubén Moreno como conferencista del Evento, y a quién escribe como coordinador. En su oportunidad fue planteado el hecho al Econ. Moreno: que la mejor Universidad del mundo era la de Illinois. Ipso facto preguntó: “¿cómo?, ¿la mejor universidad el mundo? Y, se respondió a sí mismo: “Pamplinas. Los gringos jamás dejan entrar a los ´sudacas´ a sus mejores universidades”.

Lo verdaderamente valioso, es que el Sr. Ing. Gaybor, si bien no desbarató de palabra esa estoludez de la falsa conciencia de los gendarmes de las multinacionales, es que no daba crédito a lo que había oído, pues, mantuvo su posición ideológico-política de izquierda (antes que su “extracción de clase” pequeño burguesa, su “conciencia de clase”, determinó su correcta “posición de clase”). En realidad, el capitalismo no había fracasado, ni siquiera el enfoque neoclásico en política económica era un contrasentido humano, como es la creencia usual en la antípoda radical anticapitalista; pues, la humanidad, con la cruz a cuestas sobre los hombros del proletariado y de los pueblos en general, y de la holgazanería parasitaria burguesa, estaba viva: creaba la “base material del mundo nuevo”, tal como era la conclusión prometeica, progresiva del proceso histórico de Marx. Cada momento histórico (estructura de largo plazo) cumple un papel en la historia, hasta que la especie se libere del trabajo y pase a “conocer y a dominar a la naturaleza”, como última tarea de la “materia dotada de conciencia”.

Frente a esta conclusión finalista, los gringos de la Econometría avanzada, de la modelística simbólica matemática, ni idea han tenido, no la tienen, ni la tendrán, pues: ¡no dan la talla! Marx descubrió la esencia humana; expuso la ley que preside el hecho humano en la fase juvenil de la “febril acumulación”: la formación humana capitalista, cuanto la regularidad del flujo general de la historia. Su pensamiento, aunque sea molesto reconocerlo, es terminal, luego del cual sólo queda esperar su cumplimiento: esperar, tener paciencia el cumplimiento de tan extraordinarias hipótesis prospectivas. Por tanto, los pobres gringos no pueden ocultar

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el grado de ignorancia en la que se hallan sumidos; estos especímenes: ¡no le llegan a Marx, ni a los tobillos! Hace bien el Sr. Enrique Dussel en relievar con sólido fundamento el valor del más acrisolado pensamiento: el marxista, y en sacar a la superficie la falacia del pensamiento occidentecéntrico.

Otro brillante profesor de la facultad de Arquitectura y urbanismo de la Universidad Central del Ecuador en ese entonces: el Sr. Arq. Santiago Zúñiga, Doctor en Sociología, comentaba que la burguesía andaba con el “hígado revirado”, puesto que habían desplazado a sus más sesudos teorizantes (Jevons, Hayeck, Friedman) para que miren con lupa la “doctrina del valor/trabajo” (plusvalía) y que la refuten, pero que nadie ni nunca pudieron lograrlo, porque la misma: ¡es exacta! Más bien, que se volvió a repetir el episodio cuando Giordano Bruno, al cual la patrística cristiana puso a estudiar el Universo, para que ratifique la centralidad de la Tierra en él, pero que el gran presbítero arribó a resultados diferentes: que no sólo que la Tierra no era el centro del Universo, sino que tampoco lo era el sol; el clero, sufrió un revés y arremetió torpemente contra G. Bruno: lo cual le llevó a la ejecución. Dicho sea como recordatorio, el Papa Juan Pablo II, pidió perdón por la crímenes cometidos por la Iglesia, reivindicó a Galileo, empero jamás lo hizo con Giordano Bruno.

A más de profesor de la Facultad de Ciencias Agrícolas de la Universidad Central del Ecuador en varias cátedras (Macro y Micro Economía, Administración II), el Sr. Ing. G. Verdesoto fue docente de Postgrado en la Escuela de Postgrado en Planificación (EPP) de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la citada Universidad, cuando su Director lo fuera el Sr. Arq. Dr. Wilson Herdoíza (Escuela por la que –dicho sea de paso- pasaron como dicentes también el Sr. Ing. Ernesto Erazo y la Sra. Lcda. Magdalena Mayorga, inteligente catedrática del Alma Mater, también esta última [Debe decirse respecto de estos eventos de posgrado, que aunque no fueron maestrías de renombre {se incluye la cursada por la persona que escribe en la Universidad Nacional de Loja: Maestría en Docencia Universitaria e Investigación Educativa}, como las que se presume que son las que se dictan fuera del País y en el País mismo, se está persuadido que sus títulos fueron casi tan buenos, pues, se los cursó con mucha seriedad, esfuerzo y dedicación]).

La Universidad Central del Ecuador fue la primera en dar el salto del Grado al PostGrado, al escaño inicial del cuarto nivel de estudios: la Maestría; el mismo se produjo en la facultad de Arquitectura y Urbanismo con la creación de la Escuela de Posgrado en Planificación (EPP). Si se entiende que el posgrado forma en la especialidad a los profesionales (de suyo ya especialistas), la EPP tenía una concepción diferente: admitía a especialistas (profesionales en las distintas ramas) y los egresaba como generalistas. Corrobora la aseveración, la mirada sobre el pensum de estudios: Estadística, Economía, Análisis económico, Sociología, Política económica, Teorías del desarrollo, Análisis espacial, Planificación general, Ciencia y tecnología, Técnicas presupuestarias, Diseño y administración de proyectos, Tesis de Maestría (identificación de una ley de movimiento social, y formulación del programa para modificar la tendencia). El Sr. Ing. Galo Verdesoto fue profesor en la cátedra de “Teorías del desarrollo”, la que luego pasó a manos de otro brillante Maestro: el Sr. Econ. René Báez.

Escuela hermosa: de conformación completa, cuyos egresados la dejaban dotados del instrumental teórico que les permitía atalayar más ampliamente la realidad humana. Precisamente de esa Institución: de la EPP salió la idea de gestionar, hace unos tres lustros, la creación del Doctorado (PhD) en la UCE (quienes hicieron eje de la “aventura” fueron: el Lcdo. Héctor Reinoso –lamentablemente ya fallecido-, el Arq. Adolfo Manosalvas y quién reseña los hechos). La persona que escribe, egresado de la EPP como Máster en Planificación del Desarrollo Socio-Económico, había concluido la Maestría en “Docencia Universitaria e Investigación Educativa” en la Universidad Nacional de Loja (Maestría también hermosa, rigurosa, generalista, en la que se pudo profundizar el estudio del pensamiento de autores neomarxistas: Apel, Gintis, Giroux, Habermas; también Foucault), por tanto, con frescura teórica y metodológica, con auspicio del Colegio de Planificadores del Ecuador, se formuló el Proyecto de Doctorado en Ciencias Políticas, que se consideraba el continuum en la senda de estudios tecnopolíticos de la Escuela.

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Se asumía, que ese programa iba a mantener el carácter pionero en la formación de posgrado, que por entonces tenía la UCE. En el proceso de negociación y ejecución del Proyecto se pondría en vigencia las enseñanzas del Sr. Ing. Verdesoto: la creatividad, la coadyuvancia (tendencia espontánea hacia la búsqueda de interacción) y la calidad, de modo progresivo. La experiencia iba a tener lugar en un sitio con muchas limitaciones: económicas, en el área docente, bibliográficas, de experticia, etc.; para sortear tales obstáculos, se debía tener un inicio modesto, siempre en espera de poder identificar los factores afines, para estructurar de modo paulatino el gran organismo científico, técnico, logístico, estratégico, para efecto de alcanzar las posiciones de excelencia, que se sostiene tienen institutos de formación doctoral en los denominados “países desarrollados”.

Como no era un evento doctoral en el área de las ciencias naturales, el que requiere de muchos equipos, servicios e infraestructura; de una planta docente con experiencia y con la demanda social inserta en las necesidades de desarrollo en los ámbitos la técnica pura, sino en la dimensión social, se estaba persuadido que se podía arrancar ese proyecto ambicioso, puesto que se tenía en aquel entonces apoyos sobre todo en el ex CONUEP (su Presidente, el Sr. Ing. Vinicio Baquero, había sido profesor de la EPP), los cursante en el número adecuado para autofinanciar el Proyecto. Frente al gobierno, si éste ponía resistencia, la maniobra vendría a ser la presión movilizada, hasta conseguir que todo ente extrauniversitario vinculado al proceso de toma de decisiones, actúe de modo sinérgico para con la intención.

Si para entonces no se contaba con Doctores en las áreas de estudio e investigación, esa limitación no era obstáculo, puesto que se podía reunir a dicho personal con doctorado en la medida en que los haya, mientras que el resto de asignaturas se llevaría adelante con másteres; se pensaba, por tanto, que si la primera promoción no se había producido con las mejores condiciones de rigor y excelencia, en las futuras se subsanaría esta limitación, puesto que los primeros doctores egresados podían inmediatamente asumir el rol de profesores, tal como debe haber ocurrido allá en el sitio en el que se instauró el primer evento de doctorado. El programa se segmentaba en dos partes: la primera se trataba de un evento anual eminentemente teórico, de capacitación, actualización y homologación de conocimientos, para arrancar –pari pasu- con bases firmes y simétricas el verdadero curso doctoral: la investigación, la cual debía atenerse al rigor de trabajos que arrojen una nueva teoría, una nueva ley, una nueva categoría, esto es, renovado conocimiento, que implique avance en el saber científico.

El Proyecto enfrentó problemas al entrar en la fase de la negociación a lo interno de la propia UCE. Celos, recelos, la inercia burocrática del sector de funcionarios que profesaban la misma posición ideológica, llevaron a que se deje de lado la idea. Por ejemplo, el Proyecto fue a manos de un profesor de la UCE, que no había realizado ni siquiera un diplomado en Docencia Universitaria; pero el señor se pronunció de modo adverso; en el acto de presentación, en lugar de permitir se exponga el Proyecto, se dio todo tipo de facilidades para que un Ing. Agrónomo, PhD en Química, haga alarde de conocimiento en asuntos relativos a la formación doctoral. En verdad, viene bien el refrán: “Zapatero a tus zapatos”; quienes montaron el proceso para que se vuelva fallida la idea, perfectamente sabían que hay una diferencia de principios entre las Ciencias Naturales y las Sociales; que el “método científico” no responde del mismo modo en disciplinas sociales y humanas, etc.

El feto abortó, con lo cual se privó a la UCE disponer del Doctorado; el hecho ocurrió en el rectorado del Ing. Víctor Hugo Olalla. ¿Quiere decir que la teoría estuvo equivocada? ¿Qué no se diseñó una verdadera estrategia para lidiar con la detracción? Se piensa que la fricción estuvo en la segunda interrogante: nunca se pensó que personas ideológicamente afines que conducían la Institución, frente a un proyecto positivo para la misma, se iban a oponer a la idea vanguardista en esa ocasión en el País. En suma, se pensó que la situación estaba dada en el plano doméstico en sentido favorable, y el exceso de confianza hizo que se descuide la variable estrategia. Puede decirse incluso que el diagnóstico adolecía de subjetividad y el programa de voluntarismo, pero sí es posible, de motu proprio, el imponerse de la conciencia sobre las estructuras, cuando el camino está desbrozado por el consenso.

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En el Consejo Universitario de la Universidad Central del Ecuador, cuando Subdecano, por ejemplo, el Sr. Ing. Verdesoto era quién llevaba la batuta de la “oposición” al Sr. Rector de la misma: el Sr. Econ. José Moncada Sánchez; frente a esta Autoridad brillante, que en línea paralela (el Sr. Econ. Moncada –lamentablemente también decesado- militaba en el socialismo trotskista) bregaba por instaurar en el Ecuador el sistema socialista en lugar del burgués vigente (el Sr. Rector a la sazón catedrático de la facultad de Economía y en la EPP, era un eximio pensador, un escritor fecundo, preclaro conductor del Alma Mater), se producían enfrentamientos de tesis, en los que, se da fe: el Sr. Ing. salía siempre avante frente a un contendor de no menos quilates, con elegancia, con alocuciones cerebrales, analíticas, de fino contenido, respecto de perspectivas diferentes frente al modo de abordar la gestión universitaria. Sin embargo, la posición del Rector: Sr. Econ. Moncada prevalecía, en vista de la composición favorable del Consejo Universitario.

Al Sr. Ing. le atraían los números: avanzaba un trabajo, en el que estaba por proponer una nueva forma (modelo matemático y gráfico) de evaluar económicamente los recursos invertidos en los trabajos de investigación científica en las Tesis de grado, para poder contabilizarlos como “costos producción” de conocimientos y de su uso productivo, esto es, los márgenes de aplicación (inversión) tecnológica y sus rendimientos, siempre que no se interponga el razonamiento cuasi científico de Ricardo, de los rendimientos decrecientes (el ejemplo que ponía, era el de un barril formado por tablillas, en el que se advierte la inutilidad de incrementar la asignación en una tablilla, ceteris paribus, el resto; en los hechos reales: incremento del capital en su versión tecnológica, mientras se mantiene constante –deficitario- el factor tierra, en las “factorías” de la “economía campesina”). Estudiar ingeniería importaba sólo para poder demostrar en un momento dado, que un político revolucionario, sí podía vérselas con las ciencias exactas y las naturales.

Ese grado de racionalidad, no fue una proeza personal, puesto que a los 17-18 años, lo que impera en la personalidad, es el hemisferio derecho del cerebro, es decir, la inclinación, la vocación (el Sr. Ing. decía, que había que hacer actuar a la razón y a la voluntad –como el Ulises en la Odisea de Homero: frenar, controlar los impulsos primarios-, para darle firme sentido a la existencia, al optar por una rama profesional, en la que la motivación no sea simplemente la atracción, sino su valía ante la sociedad y frente al sentido de la propia vida [luego se entendió, que tal priorización era doble: la política {según la fusión entre Maquiavelo y Aristóteles: lucha por el poder del Estado, para imponer la felicidad a los seres humanos} y la científica {dejar este mundo, con el máximo conocimiento del mismo}]; fue el momento en el que se entendió de dónde provenía esa propensión formadora, direccionadora, del carácter, la cual condujo al reforzamiento de la decisión, en penumbra todavía, de tornarle fría, racional, a la existencia).

Esa forma madura e intencional de proceder en la toma de decisión a temprana edad, vino de una pariente filial cercana: del consejo de una hermana mayor, que debe haber advertido que para muchas personas las ciencias sociales carecían de importancia, siempre desde el punto de vista político pequeñoburgués apoliticista, de profesionales, académicos y sabios; en suma, a partir de la percepción positivista, las ciencias sociales no eran “ciencia”, sino simple verborrea fácil (la derecha es más directamente contundente: “sociólogos vagos”, dicen; claro, a los que no siguen a Parson y Merton). Esa era otra de las razones por las que se deploraba a la política y a los políticos. En el caso personal, la subestimación estuvo invertida: se pensaba, que el verdadero pensamiento estaba en las disciplinas científicas sociales (en la Política, en la política aplicada –política económica-: el objeto que ocupa el cerebro es la reproducción de sociedades; ¿acaso hay preocupación más compleja, importante y retadora?).

Paralelamente a los estudios en la Facultad de Ciencias Agrícolas de la Universidad Central del Ecuador, se estudió de modo informal, autodidacta, Economía; de manera que por varios años se fue una insigne “rata de biblioteca”, en la biblioteca de la facultad de Economía de la UCE. Pues, a partir ese entonces mismo fue que se logró entender por qué Marx, después de andarse por las ramas del Derecho y la Filosofía, se dedicó a estudiar Economía (la columna vertebral, por así decirlo, de la formación humana). Con el avance de la vida se ha creído que el cerebro está bien configurado con la progresión: Economía, Sociología,

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Politología, coronándole con Filosofía. Pero la Matemáticas eran (son) hermosas: le miden a uno; sobre todo como lógica aplicada: resolver un problema de asignación de recursos con matrices (insumo-producto de Leontiev), con el “método bruto” de los paréntesis, no con el de las “ecuaciones simultáneas”, lo mismo que problemas de programación lineal.

Se proponía estructurar la mente de modo cognitivamente omnicomprensivo; se hizo siempre el intento por abarcar toda la realidad con la mirada: acceder y/o coadyuvar en la formación del metadiscurso: del saber total; sin embargo, no se debía descuidar el estatuto óntico profundo de los hechos: el “sistema y su causalidad” (con determinación) de todo el escenario real (habría que decir: “Soñar no cuesta nada”). De ningún modo se iba tras de la percepción en torno de la complejidad, a la manera del Sr. E. Morín, de Dithley o Feyeravend, sino siempre prendido a los fundamentos, a la esencia, centrado en el develamiento de las leyes de estructuración, movimiento y desarrollo de los procesos (el Sr. Ing. G. Verdesoto precisamente por eso enseño el proceder metodológico epistémico: el “objeto y su causalidad: el sistema de contradicciones”, en la perspectiva de Kopnin). ¿Cuál fue la época, que abrigó las circunstancias, base de ese tipo de formación?

Fue la era de florecimiento del positivismo, de la tecnocracia, de la empresa. El momento todavía necesitó, sobre todo en las parcelas neocoloniales del sistema capitalista hemisferizado, de individuos con formación transdisciplinaria, holística, cosmopolita; esa demanda se reflejó en los planes de estudio de todos los niveles educativos, el Primario: por supuesto; en el Secundario se abordaban todas las áreas del saber: Física-Matemática, Química-Biología, sociales, incluido Educación musical e Historia de límites. El año que dejó el colegio quien relata, fue el último del bachillerato generalista. Privilegio: se fue el primero y el último, en cuyo trabajo como estudiante se fusionó la elaboración de una “tesina” como ejercicio final, a la vez que se daba un examen sobre el mismo; el algoritmo procedimental asociado era: investigación teórica, elaboración de una monografía, exposición y defensa. Dicha investigación fue sobre Física: el efecto fotoeléctrico, los rayos gama, los isótopos, M. Curie, W. Roentgen, Newton, Einstein, etc. Luego se amputó la mente: vino el bachillerato de especialidades.

En la Universidad, en el nivel de grado, ya se ha dicho: la socialización técnica fue generalista. En los posgrados continúo el proceso de formación (sobremaduración) de índole totalizante, pues, para planificar la vida de una sociedad debía abordarse su conocimiento de modo althuseriano-bethelheiniano, por sus variables estructurales: condiciones de desarrollo material, estructura socio-económica, superestructura jurídico-política y formas de conciencia social (descubrir la ley que rige el fenómeno, modificar su tendencia con aplicación de una nueva regularidad [en este caso, la cruza entre variables: necesidad y recurso, da como resultado el develamiento de la regularidad que preside el hecho]); mientras que en la formación como docente, para trabajar en una universidad, requeríase una formación también generalista: Filosofía, Sociología, Psicología, Metodología, Estadística, Administración, Diseño curricular y didáctico, Diseño de proyectos. En una palabra, se tuvo la ocasión de entrar en contacto con todas las áreas del saber. El bachillerato generalista está de vuelta (tanto, que originalmente se planteó incluir nociones filosóficas no eurocéntricas), pero la formación técnica totalizante ha quedado atrás.

Entre las aplicaciones prácticas de la propuesta educativa del Sr. Ing. G. Verdesoto ligada a las demandas del campo, la más interesante fue el Proyecto UNIR. Estas acciones, que tenían por objeto aplicar sus avances conceptuales: la excelencia, la coadyuvancia y el programa de vinculación real de la Universidad con la sociedad, son las más relevantes de su quehacer. ¿Por qué no asignar recursos de la voluntad esclarecida (el análisis y la síntesis como los métodos del pensar: identificar las relaciones entre los hechos, su carácter ergódigo-mesológico) para identificar los puntos de encuentro entre los componentes existentes en el propio campo, para estructurar el germen de un nuevo proceso de desarrollo, que se halle fuera de la influencia y del designio de la política oficial de crecimiento, que simplemente subsume a toda la población al circuito de reproducción del capital, vía mercado?

En algunos círculos “progresistas” del exterior, se procedía con la estrategia: “revoluciones verdes para torpedear revoluciones rojas”, que, según una “mejor traducción”,

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debía entenderse: asistencia social, para prolongar el pasado en las nuevas condiciones. El Sr. Ing. hacía muchos esquemas, cuadros relacionales, que expresen la fisonomía interna de los procesos oficiales de dominio: la estrategia (hoy se denominan “poderes fácticos”, con base en el Sr. Foucault), esto es, diagramas-instrumentos de criticidad, que sean “la mostración de las categorías fundamentales, de la esencia”: los mecanismos desconcentrados del poder, de manera de voltear las maniobras según intención popular y nacional. Estos esquemas, de los cuales no se sabe si se hallen documentados, el Sr. Ing. lo hacía en su materia principal: Economía Agrícola, en la parte económica de las Tesis de Grado, como en el capítulo sobre la “Función de producción” (como estarlo viendo, pues, por el lapso de un semestre, el Sr. Ing. encargó dictara la citada Cátedra a la persona que escribe, quizá con la intención de que la asumiera algún día).

A cierta distancia se hallaba el factor Kellog; en la Zona Norte de la provincia de Pichincha: en las cinco parroquias que lo componen: San José de Minas, Atahualpa, Puéllaro, Perucho, Chavezpamba, estaba emplazado otro factor: una población campesina indígena-mestiza, que se reproducía en condiciones precarias envuelta en economías de subsistencia, parcialmente mercantilizadas; el tercer factor, capaz de formar parte de un proceso coadyuvante, era la Universidad: sus profesores, sus estudiantes y la opción de formular una política coherente, que una investigación, tesis de grado, año rural y las necesidades de ese grupo campesino. Pero esta concepción era diferente a todas, no tanto por su carácter funcional, pues, propendía “manipular” a la población para que forme parte de una nueva estrategia de desarrollo: empresa, Universidad, campo, o sea, financiamiento, ciencia/técnica/investigación, actores rurales, sino por cuanto traía aparejada el supuesto esperanzador, de que esta acumulación de cambios, podía desembocar en un renovado proceso de concientización y de promoción de un nuevo modelo de liberación. En este punto, la norma se impuso: desaparecido el “caudillo”, el proceso llega su fin.

En el transcurso de su implementación, el nuevo patrón alternativo de desarrollo, se vio también enfrentado a los designios de las estructuras. Esta fricción provenía del frente externo: de su “exterioridad”, diría el Sr. Enrique Dussel, puesto que la subsunción no fue posible hacerlo de modo consciente sino fetichizado: no hubo la comprensión pertinente sobre la naturaleza del Proyecto UNIR (Kellog-Universidad-comunidad). El propósito central del mismo, no era actuar de modo demagógico con dadivas en infraestructura, equipamiento o servicios (el denominado “capital semilla”), sino en la creación de condiciones para que los dos sujetos fundamentales del proceso, desataran procesos de desarrollo autónomos, que desplieguen sus potencias: la Universidad y las comunidades. Esto, por cuanto el proceso de desarrollo sustentable y crítico, no reside en la construcción de obra pública, en la llamada “transferencia técnica” o en los programas de comercialización, sino en la formación de “capacidades críticas humanas”.

Cuando el Proyecto, que constituía el súmmum: la expresión fáctica concentrada de una postura intelectual y en el que se ha puesto todo el interés: el indicador de realización de una vida, dejó de tener a su principal al frente, empezó su degeneración en su esencia. Al Sr. Ing. le aquejaron siempre problemas de salud sobre todo del sistema digestivo, el origen de estos desajusten se debían, no tanto a razones económicas, pues, fue hijo de un militar solvente y serio, según su propio decir (el Sr. Ing. relatara parte de su vida, en visitas que realizara quién escribe cuando el Ing. Galito vivía allá, por el Carmen Alto, cerca de la Basílica en Quito), tampoco a problemas familiares, sino a antecedentes orgánicos, de constitución física, como a secuelas que dejaran enfermedades de niñez y juventud. Luego de ser operado el corazón, complicaciones estomacales condujeron a su muerte. Las exequias fueron sencillas: familiares, ex “alumnos” y camaradas, se hicieron presentes. Sus restos reposan en el cementerio “Parque de los recuerdos”, al norte de la ciudad Capital.

De su pluma, pocas producciones se conservan (Las facultades agropecuarias del Ecuador, La ley de desarrollo y fomento agropecuario: comentarios para su discusión, La tendencia coadyuvante en la tecnología, La posición estructural de los campesinos de la región del Plan de Zacapoaxtla –Tesis de Maestría). Su legado está más bien en la parte programática, que sobre la planificación de nuevo tipo hiciera de la facultad de Ciencias

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Agrícolas de la Universidad Central del Ecuador. Como se trataba de un equipo, en el que sobresalía el componente impulsor de los procesos: los estudiantes, una vez que esta corporación sobre todo de audacia se desestructuró (rotación exaanual), la defección sistémica no se hizo esperar, puesto que a tono con la conducta posmoderna reinante, la otrora gran Facultad de Ciencias Agrícolas (y la Universidad Central toda, en general –también en el País, tanto en la educación superior estatal como en la privada), no es ya “ni la sombra” de su lustroso pasado, en vista de lo que ha sido reducida a su mínima expresión: a preparar a tecnócratas en el área simplemente empresarial de la profesión (en verdad, al deshacerse el equipo, el modelo se agotó). La historia demuestra, por el contrario, que siempre un proceso se desactiva, cuando el eje del mismo, decesa.

Su impronta no obstante pervive, no solamente en las generaciones que empalizaban con el Sr. Ing.: con sus camaradas, con las promociones de estudiantes a su cargo que compartían su causa, sino también en la descendencia de estos. En el sentido expuesto, esta vida fue fructífera (como también lo es la de otros Maestros: el Sr. Econ. Lucas Pacheco, el Sr. Econ. René Báez, el Dr. Carlos Coloma, el Dr. Domingo Paredes, el Dr. Luis López, el Arq. Dr. Wilson Herdoíza, la Lcda. Magdalena Mayorga, el Arq. Antonio Narváez). En verdad, la vida del Sr. Ing. Galo Verdesoto Alvarez, operó en aquellas dos tareas, que debe cumplir el ser humano para realizar su ser distintivo: la actuación política (Marx alguna vez dijo: sólo los animales no se inmutan frente al sufrimiento de sus semejantes); y, en la esfera de la ciencia: interés que se enmarca en el objetivo (reto) de dejar este mundo, con la máxima comprensión del mismo.

El Sr. Ing. creía en la ciencia, por tanto, lejos de él todo tipo de creencia mitológica. Entretener a la persona de edad madura se presenta más complejo que hacerlo con los animales y los niños. Como es sabido, es el momento en que afloran las grandes preguntas filosóficas; si no se obtienen las respuestas adecuadas, surge el dilema existencial (pero incluso si dichas soluciones fueren racionalmente satisfactorias, en el fondo fondo –en las fibras más íntimas- queda la incertidumbre). El calmante más eficaz para este infortunio de la mente del grueso de la población en todos los tiempos hasta el presente, ha sido la religión; el cristianismo (fuera de aquella intencionada construcción ideológica de efectos políticos), plantea la opción de la resurrección y la vida eterna como premio si se siguió determinadas reglas; el hinduismo lo hace con la reencarnación sucesiva hasta alcanzar el grado de perfección, que le permita reintegrarse a la verdad universal. Para los casos en los que esta creencia mitológicamente trascendental está ausente, por la razón citada, la mente debe estar ocupada, entretenida.

¿Racionalidad o moral? ¡Racionalidad absoluta! Es la aspiración de ser hoy, el arquetipo del ser humano superior, que viene (incluso en la prenocionalidad, en la que derivara el cambio, el Sr. F. Nietzsche). Las categorías de constitución humana, que hoy se relieva: moral, diversidad, alteridad, felicidad, amor, o el ethos de defensa per se del entorno natural, etc., representan la proyección indebida, de aquella forma de ser, que jugó significativo papel en la época de conformación (estadios iniciales, infantes, inmaduros –por añoranza al Sr. O. Spengler) y despegue de la especie; las mismas, no tienen cabida en el cavilar, que hipotetiza el futuro grandioso al que conduce incluso el proceder anodino presente humano, pese a que la posmodernidad (el antiprogresismo, el antipositivismo, el contra cientificismo), por un momento las ha recuperado y la ha puesto en tanto una subetapa efímera de oscurantismo por la que se atraviesa, por cansancio, por fastidio y repudio a los excesos del proceder liberal.

Racionalidad, posición humana superior, en la que se halla subsumida incluso la moral. Telos: utopía racional; ésta, debe efectuarse según su determinación, con el trabajo actual, enfilado deliberadamente en esa dirección (el progreso es algo objetivamente definible, que al mismo tiempo apunta hacia lo deseable; el libre desarrollo de los seres humanos depende de la justeza del análisis según el cual el desarrollo histórico conduce a la humanidad a esa meta –Hobsbawm sobre Marx, en Las Formen). Por tanto, la propia historia ha rebasado a sus mentores (como el progreso técnico ha hecho con Thomas Malthus y Josué de Castro): está por generar un “nuevo orden” que supera al hayekiano: el de la máquina (superación de

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la fricción de la escasez), supresor del trabajo humano, esto es, el orden comunista, para el que la razón proletaria ha sido (es) significante.

En cierta ocasión, una estudiante universitaria, de la que se tiene su imagen, que solía acercarse a formular preguntas filosóficas capciosas a su profesor, se le manifestó que el ser humano formaba parte de lo existente con la misión de representarlo. Ella siempre decía: “¿y luego qué? Hasta que un día se le respondió: “el ser humano es un pensador que produce el conocimiento de lo existente; cuando todo esté conocido: hasta ahí llega”. No sé si la respuesta le satisfizo o el ademán le supo a: “ésta es mi última respuesta”; lo cierto es que desde entonces no volvió por sus andanzas. En realidad, la humanidad (el neocórtex): la aglomeración de formas individuales de inteligencia (unidades de pensamiento) sólo existirá mientras quede porción del Universo por sondear (conocer, categorizar, producir su regularidad); una vez alcanzado el saber completo, su presencia estaría demás. “Telos” siempre puesto: el ser humano no plasma su propio destino, sino que sus actos son la realización de éste, y deja de ser esclavo, marioneta, adquiere su libertad, cuando toma conciencia de la necesidad (F. Engels).

En otro momento, un entrañable amigo: economista, Máster de la FLACSO y pronto Doctor (PhD) de una universidad española; excelente persona, cuasi soltero: Econ. Francisco Guerra P., cuando todavía “jóvenes” (los 40 años), dialogaba con quien escribe sobre asuntos filosóficos metafísicos según perspectiva clásica (el ser humano: ¿es sólo materia o tiene el llamado espíritu? [Materialismo en su plano clásico, del llamado “marxismo ortodoxo”: ¿qué es lo primero: la materia o el espíritu?; ¿existen mundos fuera de este mundo? {Concepto filosófico materialista, no formulado en la línea dusseliana: “como el contenido del acto”}]). De cara a especulaciones personales, manifestó finalmente que se proponía tener hijos, de modo que las preocupaciones terrenales le mantengan entretenido. De estos desvíos existencialistas, en cierto modo de “desconcierto vital”, estaba exento el Sr. Ing, G. Verdesoto, pues, por lo regular estaba entretenido sobre todo en la lectura (leía marxismo, del mismo modo que el ideario burgués: La cuestión agraria de Lenin, El miedo a la libertad de Fromm, o las Olas de Toffler); además, tenía su familia bien estructurada, de la que se ocupó como “jefe de hogar”, en el sentido tradicional de la expresión, y buen Padre: de su Señora Esposa y de sus dos hijos: Irina y Galo; la primera: una persona con dotes e inclinaciones artísticas, sobre todo en la esfera escénica, del teatro; el segundo: economista, egresado de la PUCE.

En una ocasión se sorprendió al Sr. Ing., cuando momentos antes de que iniciara la sesión el H. Consejo Universitario de la UCE, la persona que escribe, hizo su ingreso en el salón, se apoltronó en su curul y depositó sus “corotos”, se dice en la hermana república Bolivariana de Venezuela, sobre la mesa; entre los “cachivaches, se expresa en Ecuador, se dejó ver el libro Dialéctica de lo concreto del Sr. Karel Kosik, que se había comprado en la Librería universitaria, que estaba situada a pocos metros de aquel recinto, en la planta baja, junto al Teatro universitario. El Sr. Ing. miró el libro, lo tomó y lo revisó; preguntó por el valor en sucres, “pagó” y se lo quedó (la actitud personal fue volver a adquirir dicho libro). Al cabo de algunos días, el Sr. Ing. comentó, mientras frotaba el pulgar con los dedos medio e índice, en un gesto por el que su mano diestra se movía ligeramente de abajo hacia arriba repetidas veces: “Duro el libro, lo estoy desmenuzando, pero ya estoy avanzando”. Desde aquella vez el Sr. Ing. a menudo solía preguntar: “Ahora, ¿qué está leyendo?”.

Hecho curioso, el Sr. Ing. jamás recomendó o prestó libro alguno a quién escribe, sin embargo de que varias veces se tuvo la ocasión de ingresar en su estudio, en su nuevo domicilio, ubicado en el barrio El Inca, al norte de Quito, y advertir su ordenada y bien surtida biblioteca. No obstante, era la intención personal, también acercarle dos libros más: 1) El antimarxismo bajo la bandera del neomarxismo de N. B. Biessonov, documento en el que su autor “revuelca” a la Escuela de Frankfurt, sobre todo a Habermas (Habermas y Gramsci, intelectual y político, que se adelantaron a los acontecimientos, pero que hoy la historia realiza la razón de aquellos: racionalidad moral, y lucha larga y difícil), también a Erick Fromm y al propio Kosik; y, 2) la Sociología marxista de Kelle y Kovalson, pero no fue posible, pues, por ese entonces se concluyó la Carrera y era preciso (¿liberarse”?,

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¿“emanciparse”?), independizarse para despegar. Fue un alejamiento de unos cinco años durante los que el Sr. Ing. formuló, negoció, obtuvo financiamiento e inició la ejecución del Proyecto UNIR, del que se habló en párrafos precedentes.

En la Universidad se había preparado para tomar las armas, para enfrentarse al “brazo armado de la burguesía”: el ejército, para morir o matar; y, si se quedaba vivo, se esperaba participar en la tareas de la edificación del socialismo en el Ecuador. Empero, se “quedó con los churos hechos”. En realidad, la historia fue por otro sendero. Por el año 2000, antes del auto atentado de las Torres Gemelas, se comprendió, que la revolución se hizo ya, y el socialismo también; que, por tanto, la historia cualitativamente cambió, y que a futuro ni revolución ni socialismo podían ser. ¿A qué dedicar la vida, para no correr el riesgo que se dice tienen los guerrilleros, que deponen las armas? Bueno, el replanteo no fue muy doloroso. Se escuchó decir al Sr. Econ. René Báez, que “también con la palabra se participa del proceso revolucionario”. De manera que se optó por esa vía: de los dos entretenimientos importantes, según un juicio: el político y el científico, la prioridad cambió: se debía principalizar la tarea de entender el mundo, ampliar su comprensión o participar del desarrollo y difusión del conocimiento.

No debe extrañar, que a lo largo de este esbozo biográfico, se haya puesto la monta en la faceta subjetiva de una “personalidad”; individualidad, no tan visible, según cánones mediáticos. El descuido sobre los episodios domésticos, coloquiales, en el relato, se debe a que el universo espiritual del Sr. Ing. Galo Verdesoto estuvo conformado por inclinaciones de tipo político y científico, y por la práctica docente. Quid pro quo, problemas, aspectos temáticos, “propio de intelectuales”: dependencia, cuestión agraria, educación, política partidista, ciencia, tecnología, el papel del individuo en la historia y de ésta en el Universo, el sentido de las cosas, eran los que más le importaban tratar, sobre los cuales propendía intervenir y participar en su resolución al y por el Sr. Ing. G. Verdesoto. Preocupaciones y tópicos, muchos de los cuales fueron participados y tratados, en su orden, por y con la persona que escribe, respectivamente, así como con el grupo de colegas, camaradas y “alumnos” suyos, en los diversos momentos de trabajo universitario, de activismo político, como en otro tipo de escenarios.

Todo lo reseñado ocurrió en Quito, en Quitopolis: la “ciudad de los Quitus”, maravillosa y combativa capital de los ecuatorianos (Luz de América, Patrimonio de la humanidad, de la Constituyente de corte universal, de los Derechos humanos), en la magnífica Universidad Central del Ecuador: Institución rebelde, educadora crítica del pueblo (“cuando pongo el primer pie en los territorios de La Casona: ¡tiemblo!). Miles de jóvenes: “hasta que vinieron aquí, estaban felices” con las conciencias burguesa y religiosa católica; allí: se produjo el fundamental “formateo cerebral” (metanoya: desaprender y volver a aprender), mediante el que, en algunos casos, se hubo de renunciar a la conciencia filosófica anterior y pasar a asumir la cosmovisión histórico-dialéctica de la vida. Ciudad en la que se encontró con la Universidad, con la Facultad, con el Partido político (el PCMLE) exactos, y con la persona de la que se ha hecho un intento de proyectar su imagen, a la cual en las visitas: siempre se le encontraba ocupado en las “tareas elevadas del espíritu”: las intelectuales.

Universidad Central: mientras otras instituciones indignas frente al pueblo, que practican exámenes de ingreso, segregan de este modo a la juventud entre genios y cretinos, se hacen cargo de los “genios” (bueno, con superdotados: ¡cualquiera puede!) con lo cual han dejado al resto a merced de la Universidad pública, Entidad que legítimamente ha educado al pueblo: la juventud de los estratos populares, ha sido elevada a la categoría de profesionales en las múltiples ramas de la economía, con lo cual han hecho girar la rueda de la historia (en efecto, Políticos, Filósofos, Sociólogos, Doctores, Jurisconsultos, Ingenieros, Arquitectos, Economistas, Administradores, Artistas, Poetas, Trabajadoras Sociales, Enfermeras, Maestros, etc., forman la intelligentzia en el País procedente de la Universidad pública, Pléyada de proseres humanos, formadora de las nuevas promociones de profesionales); por lo cual a la Universidad estatal se le agradece una y mil veces.

Quito: Ciudad de los Shirys, de Toa (Atenea), de Paccha Duchicela, de Tixi Capac (Atahualpa): el único, el poderoso, último Señor de toda Abya Yala del Sur (Reino de Quito),

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de Orominabi (Rumiñahui), de Apushqui pay (Quisquis) y Apushqui randin (Calicuchima); Universidad Central del Ecuador: el Alma Mater; Facultad de Ciencias Agrícolas: una vez también dominios del Sr. Ing. Galo Verdesoto Alvares y de quienes fuimos sus discípulos. De este modo se piensa, que queda saldada una deuda, de la que se ha sido moroso durante varios tramos de existencia. “¿Deuda soberana?”. De ningún modo: soberana deuda, que por momentos parecía dirigirse al default (también al deceso de quién ha escrito). No haberlo hecho, habría sido: “matar a su memoria” (a la del Sr. Ing. Galo Verdesoto Alvarez). Como suele decir el pueblo llano: “Ahora ya se puede morir en paz”. Bien refieren los versos de esa canción folclórica latinoamericana antigua:

El día en que yo me muera, morirán todas las flores. Y en la losa de mi tumba, cantarán los ruiseñores.

Eso se espera.

Quito, 4 de octubre del 2016.