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LA IGLESIA CATÓLICA Y LA MUERTE DE EVA PERÓN: ENTRE LA
COOPERACIÓN INSTITUCIONAL Y LA RELIGIOSIDAD LOCAL (TUCUMÁN
1952)1
En Ana Cecilia Aguirre - Esteban Abalo (coordinadores), Representaciones sobre
historia y religiosidad. Deshaciendo fronteras. Colección "Universidad" Nº 39,
Rosario: Prohistoria Ediciones, 2014
El duelo por la muerte de Eva Perón el 26 de julio de 1952
adquirió dimensiones inéditas. Contempló un despliegue de
homenajes fúnebres oficiales, en los que la Iglesia y el
gobierno asumieron un rol protagónico, pero también
funcionó como un disparador de prácticas de religiosidad
desbordantes. La multiplicación de funerales, misas,
novenarios y procesiones por Evita otorgó gran visibilidad
a las figuras de los curas párrocos, quienes ocuparon un
lugar central en las manifestaciones colectivas de duelo al
ser los responsables principales del oficio de las misas y
funerales y de guiar las procesiones llevando en alto el
retrato de Eva Perón. Es decir, los curas párrocos tuvieron
un rol destacado acompañando activamente los homenajes
religiosos, en los cuales sus funciones fueron requeridas
por las organizaciones sociales.
1 Este trabajo constituye una versión revisada y modificada delartículo “Las manifestaciones colectivas de duelo frente a la muertede Eva Perón (Tucumán 1952)” publicado en el Boletín Americanista, AñoLXII.1, nº 64 (Barcelona, 2012).
1
Como es sabido, la muerte de Eva Perón puso en movimiento
una serie de prácticas religiosas que desbordaron los
márgenes de la institución eclesiástica y que, desde la
perspectiva de la jerarquía, excedieron a la “ortodoxia
católica”. Las peregrinaciones por el alma de la difunta y
los altares domésticos erigidos en su nombre fueron
muestras de las expresiones de una religiosidad no
institucionalizada. En ese contexto, los curas párrocos
desempeñaron un rol complejo a partir del cual debieron
mediar entre las directivas obispales -interesadas en
resguardar la “doctrina”- y las expresiones locales de
duelo, que excedieron las formas de la liturgia fúnebre.
A diferencia de los trabajos historiográficos que
interpretaron en las expresiones de religiosidad disparadas
por la muerte de Eva Perón una competencia con el
catolicismo institucional, cuya magnitud habría
escandalizado a la jerarquía eclesiástica, nuestro abordaje
de tales expresiones recupera los estudios que pusieron en
tela de juicio las definiciones de religión derivadas de un
discurso clerical o “civilizado”. Es decir, se propone
entender al catolicismo como un corpus flexible y
socialmente articulado, en el que la “religiosidad local”
se encuentra en perpetua tensión con el sistema
eclesiástico pero a la vez es parte de su esencia2.
2 En su estudio, William Christian distingue dos tipos de catolicismo:el de la Iglesia universal basado en los sacramentos, la liturgia y elcalendario romano (catolicismo ortodoxo), y otro local vinculado a“lugares, imágenes y reliquias de carácter propio, en santos patronosde la localidad, en ceremonias peculiares y en un singular calendariocompuesto a partir de la propia historia sagrada del pueblo”
2
En este sentido, cabe destacar que más allá de los intentos
de la jerarquía por canalizar institucionalmente las
expresiones religiosas y capitalizar las manifestaciones de
duelo -tentativas que generaron tensiones con los curas
pero también con el gobierno- en el marco del duelo
predominó la cooperación institucional entre el poder
político y religioso. Los rituales fúnebres oficiales
crearon un escenario propicio para el robustecimiento de
los vínculos establecidos entre la Iglesia católica y el
gobierno peronista, donde el despliegue de manifestaciones
religiosas que congregaron a una multitud de fieles llevó a
interpretar entre distintos sectores de la Iglesia un
“resurgimiento” de la religiosidad del pueblo y de
expresiones de “fervor católico”.
Los curas párrocos y los homenajes fúnebres oficiales
El campo de colaboración que trazaron la Iglesia y el
gobierno peronista fue el marco que encuadró los rituales
fúnebres oficiales desarrollados por la muerte de Eva Perón
el 26 de julio de 1952. Ante la noticia del deceso el
gobernador de la provincia Luis Cruz solicitó la
cooperación de las autoridades eclesiásticas para que
(CHRISTIAN, 1991: 17). Como ha señalado William Taylor, lejos depresentarlos como dos compartimentos estancos y diferenciados, alproponer el concepto de “religión local” Christian cuestiona la rígidadicotomía entre una religión local y una universal como opuestas(TAYLOR, 1999: 74). El autor prefiere este concepto al de “religiónpopular” dada la cantidad de sentidos a los que este último esasociado. En general, el concepto de religión popular ha connotadosentidos peyorativos y ha sido asociado a lo incivilizado, losuperticioso y lo pagano (AMEIGEIRAS, 2008).
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garantizasen la apertura de todos los templos de la
diócesis “a fin de que el pueblo pueda entregarse a rezar
por el alma de Eva Perón”.3 Estas declaraciones procuraron
encauzar el desasosiego y la preocupación de la población
en el contexto de incertidumbre reinante. Las autoridades
de la diócesis adhirieron al duelo decretado en la
provincia, acatando lo dispuesto en las resoluciones
gubernamentales, y los mandatarios eclesiásticos enviaron a
Perón telegramas de pésame y alabanza donde se referían a
la primera dama como la “infatigable luchadora
inquebrantable y fiel colaboradora”, resaltando “sus
ideales de justicia y redención social” y “su amor por la
clase humilde y atribulada”4.
Apenas circuló la noticia del deceso por los medios
gubernamentales el Poder Ejecutivo provincial publicó un
decreto con las iniciativas que llevarían a cabo
conjuntamente la Iglesia y el Gobierno. Se dispusieron dos
actos religiosos: una Misa Pontifical de Réquiem en la
Catedral, oficiada por Mons. Aramburu, y una misa en la
iglesia de San Francisco, orden a la que pertenecía Evita
3 La Gaceta (en adelante LG), 27.07.1952. Para la reconstrucción de loacontecido en los días que secundaron la muerte de Eva Perón seguimoslas crónicas publicadas en La Gaceta, única fuente periodística que seconserva íntegra para el período bajo estudio. Este diario tuvo un rolopositor durante los primeros años de gobierno peronista que matizóhacia comienzos de la década del cincuenta. 4 Correspondencia Oficial, Joaquín Cucala, rector del Seminario deTucumán, a Perón y Mons. Aramburu a Perón, 27.07.1952, Archivo delArzobispado de Tucumán (AAT). Por su parte, la Junta Diocesana deAcción Católica resolvió oficiar una misa en la Catedral en sufragiodel alma de Eva Perón. Actas de reunión de la Junta Diocesana,6.08.1952, Archivo de la Acción Católica Tucumana (AACT).
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como Hermana Terciara. Los considerandos del decreto
señalaron que ambas entidades harían oficiar funciones
religiosas en todos los templos de la ciudad. Durante los
días de duelo se multiplicaron por doquier las misas en
sufragio del alma de Eva Perón celebradas por el Vicario
Capitular o los sacerdotes diocesanos, a las que asistieron
las autoridades peronistas provinciales. El clima de fervor
religioso representado en las imágenes de las multitudes
que desbordaron los templos llevó a la prensa a hablar de
“un inédito acercamiento del pueblo a la iglesia”5.
Las misas oficiadas por el descanso de Eva Perón,
solicitadas por un amplio espectro de entidades peronistas,
católicas y asociaciones en general, se volvieron la
expresión por excelencia de adhesión al duelo.6 Los curas
enfrentaron un aluvión de pedidos de oficio de misas y
funerales solemnes. La cantidad de oficios religiosos que
se efectuaron en sufragio del alma de la extinta hasta el
15 de septiembre expresa elocuentemente esta situación, al
sumar 335 misas rezadas, 252 funerales solemnes y “los
novenarios de oraciones que se hicieron en todas las
iglesias parroquiales”7. En ese sentido, los sacerdotes
tuvieron un rol central y actuaron en vinculación estrecha
con las entidades y las autoridades peronistas locales.
5 LG, 8.09.19526 Resulta interesante destacar que numerosas asociaciones católicasmandaron a oficiar misas por el alma de Eva Perón. Entre ellas sedestacaron los jóvenes de Acción Católica, quienes formaron unadelegación que viajó a la Capital Federal y asistió al velatorio en laCGT. LG, 2.08.1952 7 Carpeta con Correspondencia Oficial, Informe elevado por Aramburu aBenítez de Aldama, subsecretario de Culto, 16.10.1952, AAT.
5
Resulta difícil dimensionar las experiencias sin
precedentes por las que transitaron los sacerdotes y,
especialmente, los curas párrocos, al presidir misas y
procesiones con antorchas, rezar responsos y dirigir
oraciones fúnebres ante las multitudes agolpadas en los
templos y en los altares levantados ex profeso. Los
sacerdotes debieron garantizar la apertura de las iglesias,
oficiar misas y contener ese “acercamiento inédito del
pueblo a los templos” que describieron una y otra vez las
crónicas periodísticas. Estas últimas también detallaron
las oraciones de los curas que ensalzaban la figura de Eva,
seguidas atentamente por la población que expresaba
“fervor” y “emoción”. Así ocurrió en el acto organizado el
10 de agosto por la CGT, el Poder Ejecutivo de la provincia
y las ramas masculina y femenina del Partido Peronista con
el fin de ofrecer el “último adiós a Eva Perón” en el que
el sacerdote diocesano José Amado Dip dirigió la oración
fúnebre. La crónica destacó que la oración del religioso
constituyó el momento más emotivo de los homenajes cuando
la multitud expresó su intensa congoja a través de llantos
y desmayos, dando lugar a la intervención del personal de
los puestos sanitarios8.
En la mayoría de los casos los homenajes oficiales se
llevaron a cabo alrededor de lo que la prensa denominó
indistintamente altares cívicos o simbólicos9, erigidos en8 LG, 11.08.1952. 9 Según el estudio de Julie Taylor, a fines de agosto cuando lacobertura del duelo comenzó a disminuir en Democracia se produjo uncambio importante: los altares erigidos en memoria de Evita comenzarona denominarse “altares cívicos”. Según la autora habría sido una
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las plazas principales de la ciudad y los pueblos del
interior de la provincia, como también en dependencias
gubernamentales, sindicatos, estaciones ferroviarias,
unidades básicas y escuelas. Tales altares representaban el
catafalco que resguardaba los restos de Evita, velados en
el Ministerio de Trabajo y Previsión (Capital Federal). El
altar cívico más importante de Tucumán fue erigido en las
escalinatas de la Casa de Gobierno, frente a la plaza
principal, a instancias de la CGT local: allí se llevaron a
cabo los principales homenajes cívicos y religiosos. El
altar consistía en una gigantesca cruz blanca donde la
población se reunió para realizar ofrendas florales y
colocar retratos de Eva Perón. Las “guardias de honor” a
cargo de miembros del Partido Peronista y de los gremios
obreros custodiaron este altar a lo largo del día siguiendo
un cronograma pautado desde sus órganos directivos10.
Al levantar un altar se convertía al espacio físico en un
lugar donde podía rendirse homenaje y elevar oraciones por
Eva Perón. Junto a las iglesias, estos espacios se
convirtieron en zonas de duelo, lugares destinados a las
respuesta a la presión ejercida sobre el periodismo para quemodificaran la imagen religiosa que transmitían (TAYLOR, 1981: 174).Por el contrario, el diario La Gaceta uso el término “altares cívicos” y“altares simbólicos” desde el principio. 10 La CGT y el PP formaron comisiones de homenaje que se encargaron deconfeccionar las listas de quienes harían las guardias (entre 2 y 3hs). La obligación de inscribirse en dichas listas no se hizoexplícita en la prensa, aunque los miembros del sindicato de obrerosdel ingenio Ñuñorco hicieron saber a través del diario local que eraobligatoria la concurrencia de sus afiliados a la custodia delretrato, así como la asistencia al novenario que, en memoria de EvaPerón, se rezó todos los días en la iglesia parroquial.
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honras fúnebres a las que acudía gente de diversas
procedencias11. Fue en esos espacios donde los sacerdotes
presidieron los homenajes a Eva Perón, integrando las
dimensiones religiosa y cívica y poniendo en escena los
cruces entre religión y política.
En este punto cabe detenerse a observar el formato que, en
líneas generales, siguieron los actos en los pueblos y
ciudades del interior de la provincia. En primer lugar se
oficiaba un funeral solemne en la parroquia a la que
pertenecía la entidad que impulsaba el homenaje.
Seguidamente, desde el templo salía la procesión de
antorchas hacia la plaza principal, donde se emplazaba el
“altar cívico” para hacer las ofrendas florales
correspondientes y dedicar oraciones al alma de Eva Perón.
El ejemplo de la localidad de Aguilares, ubicada al sur de
la provincia, fue representativo de este tipo de homenajes.
Los obreros de la industria azucarera ofrecieron un solemne
funeral en el templo local, el cual se vio “desbordado” por
la concurrencia, para después llevar flores al retrato de
Evita instalado en la plaza principal. Por la tarde,
rezaron el novenario en la iglesia y salieron en procesión
11 Fueron zonas circunscritas a las plazas principales de ciudades ypueblos, donde acudieron grupos de personas que se desplazaban enprocesión desde poblaciones cercanas o apartadas. En ese sentido, unode los acontecimientos más emotivos de las honras fúnebres fue lallegada de grupos de obreros del campamento Las Lenguas que,acompañados de sus esposas e hijos, recorrieron decenas de kilómetrospara rendir homenaje a Eva Perón y concurrir al templo de la ciudad deConcepción para asistir a su funeral solemne. A ellos se sumarongrupos de hombres y mujeres de poblaciones alejadas, “venidas a pie yportando en alto retratos del Gral. Perón y Eva Perón”. LG, 30.07.1952
8
de antorchas alrededor de la plaza hasta el altar cívico,
donde permanecieron en silencio hasta las 20.25 horas12.
Cabe resaltar que los homenajes fueron presididos en la
mayoría de los casos por los curas párrocos. Es decir, los
sacerdotes oficiaron la misa, encabezaron la procesión con
antorchas y dirigieron las oraciones frente al retrato de
Evita en la plaza principal. Estas escenas se repitieron en
los principales centros de población, tales como Monteros,
Concepción, Acheral, Tafí Viejo, Bella Vista y Trancas.
Ahora bien, el lugar que ocuparon los sacerdotes en el
marco del duelo por Eva Perón no estuvo exento de
tensiones, surgidas fundamentalmente con la jerarquía
eclesiástica a causa de los límites que esta última buscó
imponer a la multiplicación de manifestaciones religiosas.
Como ha sido señalado, el oficio de misas fue una de las
formas más extendidas de expresar la adhesión al duelo
decretado por el gobierno13. En los días que siguieron a la
muerte de Eva Perón los sacerdotes diocesanos celebraron
una gran cantidad de misas a pedido de distintas
instituciones y organizaciones de la sociedad. Las
ceremonias religiosas no se desarrollaron solamente en el
marco de un templo ya que también se realizaron misas de
campaña, es decir, celebraciones llevadas a cabo en las12 LG, 31.07.1952. Eva Perón falleció a las 20.25 hs. del día 26 dejulio de 1952. Por lo general, los homenajes eran organizados paraculminar a esa hora.13 La celebración de misas, incluidas las de cuerpo presente, ocupabanun lugar central entre el ceremonial regido por el ritual romano. Elobjetivo principal era conseguir que el alma del difunto se aseguraseuna estancia corta en el Purgatorio y suavizar los posibles castigos(BARRAL, 2007).
9
plazas principales y en las sedes sindicales o partidarias.
Tales oficios religiosos fueron ofrecidos cuando se estimó
que la participación de la población superaría el espacio
físico del templo. Sin embargo, como veremos a
continuación, en el contexto descripto adquirieron un
significado complementario al traducir pujas por las zonas
de duelo.
Los pedidos de misas de campaña enviados al obispado por
las autoridades civiles y las distintas organizaciones de
la sociedad fueron innumerables14. Tales solicitudes eran
elevadas a los curas párrocos, quienes necesitaban la
autorización del Vicario Capitular de la diócesis para
poder celebrar ese tipo de misas. Frente a la cantidad de
pedidos que llegaron en el transcurso del primer mes de la
muerte de Eva Perón, Aramburu resolvió en principio no
darles lugar, procurando que los oficios fúnebres se
realizaran en el ámbito de un templo. La autoridad
diocesana explicó los fundamentos de su decisión en una
carta al Ministro de Gobierno, quien había requerido una
misa de campaña en la plaza principal para conmemorar el
mes de la muerte de Eva Perón: “estamos obligados a velar
por la pureza y autenticidad de la disciplina eclesiástica
14 Los pedidos de misa de campaña eran elevados al obispado por loscuras párrocos, que solicitaban el permiso de la autoridad máxima dela diócesis para oficiarlas. Se encuentran pedidos provenientes dediversas entidades políticas, gremiales, culturales, educativas,deportivas, etc. (por ejemplo de las distintas escuelas de laprovincia, de unidades básicas, del Partido Peronista femenino ymasculino, de los sindicatos de obreros azucareros, los ferroviarios,personal de correos, organismos de gobierno, etc.). Carpeta concorrespondencia de parroquias, AAT.
10
y si en otras circunstancias se permitió la celebración de
misas de campaña […] entendemos que hoy, dando cumplimento
a las prescripciones del derecho y la liturgia, los oficios
fúnebres deben realizarse en el ámbito de una Iglesia”15. A
cambio, Aramburu le ofreció oficiar la misa en la iglesia
Catedral16.
Desde su rol de custodia de la doctrina, la jerarquía
eclesiástica persiguió el objetivo de encauzar las
manifestaciones religiosas de la población en la senda de
la religiosidad institucional, procurando acotar los
homenajes religiosos al espacio de los templos17. Las
iglesias eran los espacios donde se alojaba “lo sagrado”
por excelencia al haber allí una autoridad clara -el cura-
y pautas predeterminadas que regían las formas de la
religión. Por el contrario, la “campaña” era el lugar de lo
profano, un espacio más proclive a la multiplicación de las
manifestaciones religiosas heterodoxas. Sin embargo, frente
al caudal de pedidos de misa de campaña elevados por los15 Correspondencia oficial, Respuesta al ministro de gobierno Elizalde,23.08.1952, AAT.16 No obstante, el Ministro de Gobierno buscó la manera de oficiar lamisa en la plaza principal y recurrió al Ejército que, a través delCapellán Militar Manuel Ballesteros, auspició el funeral solemne conel que se conmemoró el cumplimiento del mes de la muerte de Eva Perón.17 Tradicionalmente los obispos procuraron controlar los rituales quese desarrollaron alrededor de la muerte. El inicio y el fin de la vidade una persona eran pasajes acompañados de una serie de ritos y gestosque a su vez encadenaban las prácticas y creencias propias de cadacomunidad. (BARRAL, 2007: 175-195). En la diócesis tucumana, elceremonial religioso que acompañaba a la muerte fue pautado por lanormativa eclesiástica que reglamentó la forma de las exequiasfúnebres, sus diferentes momentos y los aranceles que se cobraban.Segundo Sínodo Diocesano de Tucumán. Escuela tipográfica del ColegioSalesiano Tulio García Fernández, 1931, AAT.
11
curas párrocos Aramburu debió negociar, cediendo ante la
insistencia de los sacerdotes, que buscaban evitar las
eventuales complicaciones derivadas de una potencial
negativa a tales solicitudes. De allí que Aramburu se
mostrara flexible frente a los pedidos de misas de campaña,
limitándose a sugerir que los oficios se llevaran a cabo
dentro de las iglesias.
Por ejemplo, ante el pedido del cura párroco de Concepción
de oficiar una misa de campaña por la salud de Eva Perón en
la plaza principal del pueblo, Aramburu concedió el permiso
con la condición de que “los asistentes no quepan en la
Iglesia” y solicitó al párroco que tratara en adelante “que
concurran si pueden a la parroquia”18. Ciertamente, era muy
difícil que la jerarquía eclesiástica pudiera sostener en
la práctica la decisión de limitar las misas de campaña,
sobre todo por tratarse de un contexto en el que muchas de
las entidades que auspiciaron los oficios religiosos
buscaron capitalizar las movilizaciones y las expresiones
de pesar. A esto deben sumarse las amplias expectativas de
los fieles que esperaban rendir fervorosamente sus
homenajes en espacios no acotados a la iglesia. De este
modo, si bien la jerarquía católica buscó a través de
distintas estrategias encauzar por el camino de la
18 Carpeta Parroquia de Concepción, carta del cura párroco JulioFerreyra a Mons. Aramburu, 23.07.1952 y respuesta de Aramburu24.7.1952, Archivo de la Diócesis de Concepción (ADC). Ya desde losmeses previos a la muerte de Eva Perón, frente a los pedidos de misaspara orar por su recuperación, Aramburu procuró que tales ceremoniasfuesen oficiadas en el marco de las iglesias.
12
institucionalidad a las manifestaciones de duelo, también
se adaptó a un contexto de demandas políticas y religiosas.
Cabe señalar lo ocurrido en la localidad Santa Lucía,
ubicada a la vera del ingenio homónimo, episodio que
reflejó los problemas que acarreaba a los párrocos el hecho
de no acceder a las demandas de las poblaciones locales,
aunque estas trastocasen las formas de duelo propias de la
liturgia católica. El sindicato que nucleaba a los obreros
del ingenio decidió oficiar una misa en su sede social. No
obstante, el cura párroco solicitó que la misma fuese
llevada a cabo en el templo local, condición para que la
autoridad religiosa avalase el homenaje. Dada esta
situación, los obreros se trasladaron a la parroquia con la
imagen de Evita y la colocaron en el catafalco, oponiéndose
a las órdenes del cura que amenazó con cerrar la iglesia si
no retiraban inmediatamente la foto de ese “lugar sagrado”.
Tras unos minutos de discusión los dirigentes sindicales
optaron, finalmente, por retirar la imagen. Sin embargo, en
repudio a la actitud del cura un grupo de obreros arrojó
pedradas a la casa parroquial y acusó al párroco de
“contrera”, situación equivalente a la que sufría
periódicamente el “único radical del pueblo” (MERCADO:
1997).
Como veremos a continuación, la muerte de Eva Perón
coadyuvó a la multiplicación de expresiones religiosas
populares vinculadas a los rituales fúnebres habituales en
las poblaciones. Buena parte de esas prácticas, tales como
la introducción de retratos de Evita en los templos, la
13
centralidad de su imagen en los altares y catafalcos o la
atribución a su figura de características sobrenaturales,
no necesariamente se encontraban reñidas con la tradición
católica.
Los curas párrocos y las expresiones de religiosidad local
frente a la muerte de Eva Perón
El oficio de misas y funerales solemnes no fueron las
únicas formas que adoptaron las poblaciones locales para
exteriorizar su adhesión al duelo. Ciertamente, la muerte
de Eva Perón activó un conjunto de experiencias religiosas
que desbordaron los márgenes de la institución eclesiástica
y que, desde la perspectiva de un sector de la jerarquía
católica y del arco opositor al gobierno, fueron vinculadas
a prácticas de religiosidad que lindaban con lo herético.
Las manifestaciones religiosas que quedaron grabadas con
mayor contundencia en la memoria colectiva fueron las
peregrinaciones y los altares domésticos erigidos para
rezar por Eva Perón. Durante los días de duelo se
multiplicaron las peregrinaciones que, en homenaje a la
difunta, partieron desde la provincia de Tucumán hacia el
santuario de la Virgen del Valle (Catamarca) o de
delegaciones de obreros que realizaron peregrinaciones a
pie hasta la Capital Federal para asistir al sepelio y
pedir por su alma.19 Paralelamente a tales demostraciones
públicas, una expresión religiosa estrechamente asociada a
la muerte de la primera dama fueron los altares domésticos,
19 LG, 31.07.1952 y 9.08.1952 14
pequeños santuarios organizados alrededor de un retrato de
Evita, compuestos generalmente por una cruz, velas y
algunas ofrendas florales. Su propagación en los hogares
peronistas de todo el país fue un fenómeno que la prensa
escrita de la época cubrió con detalle20.
La proliferación de los altares dedicados a Eva Perón
coadyuvó a cimentar la noción de un “culto” a su persona y
abonó a la construcción de los mitos alrededor de su
figura. Se trató de expresiones que impactaron entre los
contemporáneos y que aún persisten en el imaginario
peronista y antiperonista. Desde el primero, la prensa
partidaria y los discursos oficiales explotaron la idea de
un culto a Eva Perón, aunque con un significado distinto al
que le atribuyeron los opositores. Este se centró en la
búsqueda de ensalzar la fidelidad de las masas peronistas
que, de alguna manera, veneraban a “su heroína” (TAYLOR,
1981: 174-175). Por el contrario, desde las esferas
antiperonistas se definió a la proliferación de altares
como un fenómeno “pagano” centrado en una suerte de “culto
idolátrico” instigado desde las esferas gubernamentales,
aspecto que explotaron los partidos opositores que buscaban
interpelar al electorado católico21. Cabe traer a cuenta -20 En especial, la prensa peronista hizo hincapié en la “intimadevoción” de la que era objeto Eva Perón en los hogares de la naciónargentina, (TAYLOR, 1981: 173). Democracia dedico páginas enteras decada edición a las fotografías y textos sobre el tema de los altareslevantados y las plegarias ofrecidas en honor de Eva Perón. La Gacetatambién cubrió con detalle el fenómeno de los altares erigidos enplazas e instituciones y publicó numerosas fotografías. 21 Tales imágenes abrevaron en un cuento corto de Jorge Luis Borges,que expresó de forma elocuente esta idea tan extendida entre lossectores antiperonistas. (BORGES, 1960).
15
aunque circuló posteriormente- un panfleto de la UCR
difundido en Tucumán en el que se llamaba a los católicos a
“reflexionar sobre la ola bárbara de paganismo desatada por
el régimen” que agraviaba a Dios “con actitudes
idolátricas”22. El mismo condensaba nociones arraigadas en
el imaginario antiperonista, en el que la apelación a un
vocablo como el de “barbarie” -palabra de una matriz
liberal que portaba una larga tradición en la historia
argentina- se entroncaba, en ese contexto, en el conflicto
de clase que el peronismo activó. Se trataba de una mirada
del mundo opositor cargada de sentidos y atravesada por una
visión más institucionalizada de la religión, propia de
sectores sociales medios y altos.
Aunque la historiografía sobre la Iglesia y el peronismo no
ahondó en el análisis de este fenómeno, las referencias a
esas expresiones populares las definieron como un reflejo
de la retórica oficial del gobierno, cuyo objetivo habría
sido santificar la figura de Eva Perón. De alguna manera,
prevaleció la idea de que la “apoteosis mística”23 generada
alrededor de su muerte contribuyó a socavar el apoyo22 Se trató de un panfleto difundido por el Comité Nacional entre loscomités provinciales para la campaña electoral a vicepresidente en1954, Doc. s/n, Biblioteca nacional, Archivos y coleccionesparticulares, Sección Arturo Frondizi, Fondo Centro de EstudiosNacionales, Caja nº 1354.23 En su estudio, Oscar Frigerio también abonó a la idea de competenciaen el campo de la religión. El autor señaló la “apoteosis mística” quese generó alrededor de la muerte de Evita, destacando que fueron lasmanifestaciones religiosas populares, tales como el culto con altaresen los hogares -que continuaron invocándola después de muerta-, quellevaron a la Iglesia a restar su apoyo inicial al gobierno, ya que“no podía menos que ver con espanto actitudes a las que caracterizabade paganas”. (FRIGERIO, 1990: 80).
16
inicial que la Iglesia prestó al gobierno o bien favoreció
la acentuación de la “competencia” entre la Iglesia y el
Estado en el campo de la religión24. Es decir, las dos
ideas fuerza que recorren dichas interpretaciones son que
el florecimiento de un culto a Evita –instigado desde las
esferas oficiales- confirmó la intencionalidad del
peronismo de sacralizar sus manifestaciones y de
transformarse en una religión política, lo que llevó a
limitar la presencia eclesiástica en el ámbito público, y
que la multiplicación de expresiones religiosas populares
compitió con el catolicismo institucional25.
Desde una perspectiva diferente, Lila Caimari propuso
correr la mirada de las referencias oficiales a la santidad
de Evita -“fruto del crescendo discursivo del período más
que de convicciones religiosas en sentido estricto”-, e
interpretar las manifestaciones de duelo en el marco de las
expresiones fúnebres tradicionales, propias de un país con
una cultura católica arraigada (CAIMARI: 1995: 235-236). Si
bien la ola de religiosidad desencadenada por la muerte de
Eva Perón presentó aristas “ambiguas” desde el punto de
vista de la ortodoxia católica, no fueron más allá de los
24 Aunque de formas distintas, la hipótesis del peronismo como unareligión política esta presente en los trabajos de Roberto BOSCA(1997), Susana BIANCHI (1994) y Loris ZANATTA (2009). 25 Susana Bianchi partió del supuesto de una noción de “competencia”entre la Iglesia y el Estado en el campo de la religión, manifestada“a partir de los avances de ciertas formas de religiosidad popular quecompetían exitosamente con el catolicismo”. De acuerdo a ese esquema,tal disputa fue fuertemente estimulada en el contexto de la enfermedady muerte de Eva Perón, que vino a acentuar la incorporación de unasimbología religiosa favorecida desde el gobierno. (BIANCHI, 1994:31).
17
tradicionales problemas de forma e interpretación de la
religiosidad popular26. En la misma dirección que Taylor,
Caimari sugirió vincular el fenómeno de los altares con las
tradiciones propias de una religión popular en torno a la
muerte, en la que los santuarios domésticos vehiculizaban
el rezo “en memoria de” y no “a” los difuntos (CAIMARI,
1995 y TAYLOR, 1981: 174-175).
Teniendo en cuenta la propuesta de Caimari, consideramos
que las manifestaciones de religiosidad popular que se
activaron con la muerte de Eva Perón deben situarse en el
marco de una sociedad profundamente atravesada por
expresiones de religiosidad no institucionalizada27. Como
han dado cuenta otros estudios, las prácticas tradicionales
de religiosidad en torno a la muerte, entre las que se
26 “Una ola de religiosidad popular, con todos los problemastradicionales de tal fenómeno, no es lo mismo que la instauración deun culto herético en el seno de un país de antigua cultura católica”,(CAIMARI, 1995: 236).27 A lo largo del período, emergieron sistemáticamente expresionesdiversas de una religiosidad local que trascendieron a la institucióneclesiástica y a la liturgia tradicional. Entre las más resonantesfiguraron la devoción al “señor del milagro de los Luna” -una imagenque apareció en la propiedad de una familia que se arrogaron laorganización del culto prescindiendo de los agentes eclesiásticos-, laaparición del “niño santo” de Trancas, cuyos seguidores le atribuíanun poder “sanador”, y el fenómeno de la “niña santa” de villa SanCayetano. Sobre la aparición del “niño santo” en Trancas LG,31.03.1951; Sobre la devoción al Cristo “que llora” LG, 5.08.1948;Sobre los sucesos en Villa San Cayetano LG, 7.02.1955, 8.02.1955,16.02.1955, 27.02.1955. En todos los casos, la jerarquía católicareprobaba estas manifestaciones. Frente al fenómeno de la niña santa,el obispo advirtió a sus seguidores que la Iglesia era la únicainstitución con potestad de definir cuándo un hecho sobrenaturalrepresentaba un milagro (advertencia que, sin embargo, no alcanzó paramitigar la devoción de la población). “Comunicado del Obispo dirigidoa los fieles”, LG, 16.02.1955.
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contaban la erección de altares domésticos para orar por el
alma del difunto, formaban parte del horizonte cultural del
noroeste argentino28. En ese sentido, las observaciones de
Caimari abren la posibilidad de cambiar el foco de análisis
y ampliar las preguntas con las que la historiografía
abordó el tema de los homenajes fúnebres a Eva Perón. Cabe
preguntarse por los vínculos entre la religiosidad local y
las manifestaciones de duelo por la muerte de Evita. Es
decir, por los modos a través de los cuales se integró su
muerte en el universo religioso preexistente. Consideramos
que detener el análisis en el rol de los curas párrocos,
quienes avalaron y propiciaron las honras fúnebres -que a
su vez dieron cuenta de las formas de la religiosidad
local- puede ayudarnos a avanzar en la dirección propuesta.
Como ha sido señalado, la Iglesia católica acompañó a la
población en la exteriorización del duelo y los actos de
homenaje. Esta labor fue realizada fundamentalmente por los
curas párrocos, quienes en su mayoría expresaron de forma
contundente su adhesión al duelo presidiendo las
28 Cynthia Folquer ha analizado las prácticas en torno a la muerte comoobjeto de culto en el horizonte cultural del noroeste argentino. Entreellas, se destaca la erección de altares domésticos en los que se rezapor el alma del difunto (FOLQUER, 2012: 408-419) y (FOLQUER, 2012a).Asimismo, en su estudio, Ameigeiras explica que el “culto a losdifuntos” tiene una profunda vigencia en el catolicismo popular y quese relaciona no sólo con el intento de “integrar” la muerte a la vida,o de sacralizarla como un tránsito, sino también “con la presencia deun cierto sentido trágico que lleva a considerar muy especialmente laexistencia del dolor y de la muerte”. El autor considera que unamuestra de ello se encuentra en la vigencia, especialmente en elcatolicismo popular de origen rural, de los responsos, de los llamadosnovenarios, los trisagios, el alumbrar las almas y los distintos tiposde velorios (AMEIGEIRAS, 2008: 35).
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actividades organizadas en las localidades del interior de
la provincia. Ciertamente, los curas párrocos bendijeron
los altares públicos y privados, oficiaron misas de campaña
en plazas y sedes municipales, presidieron las procesiones
con antorchas llevando en sus manos el retrato de Eva Perón
y exaltaron su figura cuando se dirigieron a la población
en las misas y homenajes. De ese modo, los curas párrocos
tuvieron un rol central en la escenificación del duelo,
donde se articularon las tradiciones de una religión
prescrita y una religión observada, es decir, una religión en
tanto práctica29. Dicho de otro modo, los sacerdotes fueron
un elemento aglutinante a partir del cual las honras
fúnebres se expresaron mediante las formas de la
religiosidad local.
A modo de ejemplo pueden mencionarse los homenajes
religiosos que se realizaron en la Villa de Trancas
(departamento homónimo) y en Monte Grande (departamento
Famaillá). En estos casos se observó una de las maneras a
través de las cuales la muerte de Eva Perón puso en
movimiento una arraigada religiosidad local. Para expresar
sus sentimientos de pesar, la población de Trancas y las
zonas rurales aledañas transportaron la imagen de San
Francisco Solano desde la villa hasta la “fuente milagrosa”
que llevaba el nombre del santo patrono local, a 7 Km. de
distancia30. La peregrinación fue encabezada por el cura29 Sobre la negociación entre religión en cuanto práctica y religión encuanto prescripción (CHRISTIAN, 1991). 30 Unos kilómetros hacia el norte de Trancas se conserva el “Pozo delPescado”, una fuente considerada milagrosa ya que fue allí dondeFrancisco Solano hizo brotar agua para saciar la sed de sus seguidores
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párroco, Juan Urbanc, junto a funcionarios provinciales y
nacionales, dirigentes gremiales, unidades básicas,
delegaciones escolares y obreros de colonias agrícolas
vecinas. Durante todo el trayecto se pidió, a través de
oraciones, por el alma de Eva Perón31. En el caso de Monte
Grande, la muerte de Eva Perón coincidió con las misiones
que llevaban a cabo en la zona los sacerdotes Lorenzo Picón
y Felipe Ganz. La culminación de las mismas consistió en la
bendición de la cruz colocada en una loma del lugar, para
lo cual organizaron una peregrinación de fieles. Por
iniciativa de la población la columna portó un retrato de
Evita y oró en sufragio de su alma durante los 6 Km.
recorridos hasta el pie de la cruz, donde depositaron el
cuadro. Finalmente, los sacerdotes bendijeron el retrato y
rezaron por su eterno descanso32. En el mismo sentido cabe
destacar el homenaje religioso organizado en la ciudad de
Tafí Viejo por la Sociedad de Ayuda Mutua y Beneficencia.
Después de la misa oficiada en el templo de la Inmaculada
Concepción, la procesión salió portando la imagen de la
Virgen de las Mercedes, patrona de la institución, cuyo
destino fue la sede social de la entidad organizadora. A su
llegada, en el salón de actos colocaron la imagen de la
Virgen al pie del altar levantado en homenaje a Eva Perón y
y de los primeros tranqueños. La fiesta que recuerda este milagro secelebra el domingo siguiente al de Pascua. El ejemplo de Trancasdemuestra el modo en que se recurrió a creencias y prácticasreligiosas locales para rendir homenaje y pedir por Eva Perón.31 LG, 1.08.195232 LG, 8.08.1952
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elevaron rezos por su alma. Se dispuso que la Virgen
“acompañaría” a Eva Perón durante los días de duelo33.
En suma, los curas párrocos acompañaron los homenajes
fúnebres en las distintas localidades, donde sus funciones
fueron requeridas por las organizaciones sociales. Los
párrocos participaron de las movilizaciones religiosas,
oficiaron las misas y funerales solemnes y presidieron las
procesiones con antorchas. En ese sentido, la coyuntura
abierta por la muerte de Eva Perón representó en su máxima
expresión la imbricación entre peronismo y catolicismo,
escenario en que los curas fueron, en gran medida, los
motores del despliegue de homenajes religiosos. Teniendo en
cuenta su activa participación, cabe preguntarse hasta qué
punto la Iglesia sufrió un desplazamiento del espacio
público o vio amenazado su monopolio de la movilización
religiosa masiva.
Conclusiones
La noticia del deceso de la primera dama impactó
profundamente en las poblaciones azucareras de la
provincia, donde el ascendiente de la figura de Evita había
calado hondo. En sus visitas a Tucumán Eva Perón se había
jactado del vínculo especial que la unía a los obreros
azucareros tucumanos. La adhesión por parte de la población
local se volvió explícita durante los días de duelo, donde
la diversidad de los homenajes alcanzó dimensiones
inéditas. Las manifestaciones de duelo comportaron un33 LG, 10.08.1952
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amplio espectro que fue desde rituales fúnebres oficiales
hasta vastos homenajes religiosos más vinculados a
prácticas vernáculas en torno a la muerte. De este modo, el
deceso de Eva Perón puso en movimiento una serie de
prácticas religiosas locales que desbordaron la iniciativa
de la jerarquía.
En ese contexto, la presencia de los curas fue requerida
por las organizaciones sociales para presidir los homenajes
fúnebres en los pueblos de la provincia, en los que
expresaron aspectos de una práctica devocional menos
institucionalizada. Los curas diocesanos motorizaron los
rituales fúnebres en las zonas de duelo –que trascendieron
el espacio de los templos- y a través de su figura se
propició la articulación de dos dimensiones, la del
catolicismo institucional -referido a la liturgia fúnebre
de la Iglesia- y las tradiciones religiosas locales en
torno a la muerte. Tal mediación daba cuenta del rol
bifronte de los curas, quienes hicieron las veces de
representantes de la institución eclesiástica respondiendo
a los ritos y a su doctrina, pero también se desempeñaron
como pastores de la grey local atentos a sus demandas. A
diferencia de interpretaciones precedentes que señalaron en
la muerte de Eva Perón la proliferación de un culto popular
a su persona que desafió las formas y compitió con el
catolicismo institucional, consideramos que la religiosidad
local puesta en movimiento en ese contexto no estuvo reñida
con el catolicismo sino que, por el contrario, formaba
parte de las prácticas que modelaban la piedad mortuoria de
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las poblaciones. Tal imbricación se vio expresada en los
homenajes religiosos por la muerte de Eva Perón, los cuales
dieron cuenta de una frondosa religiosidad local canalizada
principalmente por la acción de los curas párrocos.
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Fuentes editas
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Fuentes inéditas
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