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"Apuestas culturales al desarrollo integral de América Latina" FORO-BID, París, 11-12 de marzo de 1999
Saúl SosnowskiUniversity of Maryland, College Park
Es cada vez más frecuente la presencia del condicionante
"cultura" en la consideración de incentivos para fortalecer el
desarrollo económico y social de América Latina por parte de
bancos que no por ello han dejado de privilegiar los índices
financieros en el diseño de políticas y normas prestatarias.
Diversos factores contribuyen a esta nueva situación; entre
ellos, las severas crisis financieras en países que afectan la
economía regional y mundial (México 1994, Brasil 1998-99) y el
hecho de que las altas tasas de crecimiento en "países modelo"
también consignan cifras alarmantes de desigualdad en la
distribución del ingreso con secuelas de inequidad, indigencia,
marginación y violencia.1
1 ? Banco Interamericano de Desarrollo, América Latina frente a la desigualdad. Progreso económico y social en América Latina, Informe 1998-1999. Washington, DC: BID, 1998.
La preocupación por el creciente impacto de la violencia no es nuevo. Véanse, por ejemplo, los análisis compilados por Paulo SérgioPinheiro [Director del Núcleo de Estudios de la Violencia en la Universidad de São Paulo] y Eric Braun, Democracia e violencia. Rio de Janeiro: Paz e Terra, 1986.
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A pesar de la enorme inversión de capitales en América
Latina y del crecimiento sostenido de varios países (Chile,
Colombia, Argentina, entre ellos), las estadísticas señalan que
los sectores más pobres tienen un acceso restringido a programas
de ayuda; indican, además, una acentuada diferencia entre áreas
geográficas que responde, en cierta medida, a deficiencias
institucionales y a una eficacia limitada en la administración de
tales programas. En menor medida y en forma derivada, las
falencias se hacen asimismo evidentes en la falta de cohesión
social.
Si aceptamos que el desarrollo no es medible sólo en
términos de crecimiento económico --como la situación actual de
América Latina lo confirma-- la fragmentación individual y social
registrada en el continente, con variados cuadros de gravedad,
exige un análisis más amplio que reconozca las funciones de la
cultura. A medida que el Estado disminuía sus funciones,
restando credibilidad y confianza en áreas que previamente eran
de su responsabilidad, la sociedad ha ido desplazando la función
de cohesión social, supervivencia y crecimiento, hacia los
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valores de su cultura. En tal sentido, entran en juego no sólo
las dimensiones económicas de la cultura --que aún aguardan la
definición de indicadores y estadísticas precisas-- sino las
redes culturales que sostienen el sentido y la práctica
comunitaria y sirven de base para toda gestión participativa.
Mediante diversas estrategias, se trata de capitalizar la
capacidad creativa de la población, entendida ésta en la esfera
más restringida y propia del arte, así como en la fuerza
inventiva que engendra --como sostenía Guattari-- "calidades de
ser inesperadas". Esta calidad de ser, instalada en una
percepción solidaria del mundo, generará precisamente los
resultados que se anticipan tras las aún incalculables ecuaciones
de cultura-desarrollo.
Más allá del encuentro estético altamente individual, la
cultura es la dimensión que se comparte: apunta a la
sociabilidad, a reconocer(se) en valores y aspiraciones, a un
sistema de creencias y saberes y a gustos que saborean otros
miembros de la comunidad. Proyectándose a esferas cada vez más
amplias, estos elementos serán compartidos con quienes habitan
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una misma zona, una misma nación, una región que posee rasgos
similares de identidad y apuestas al futuro. Tal sociabilidad
implica no sólo el reconocimiento de quien es similar, sino que
impone la tolerancia y el derecho de los otros a ser diferentes.
De los orígenes y las culturas compartidas se avanza hacia formas
de sociabilidad de evidente raigambre social y económica: entre
ellas, asociaciones de beneficencia y ayuda mutua, cooperativas
de crédito, clubes sociales y deportivos, organizaciones
partidarias, etc. La constitución de lo compartido está
enraizada en un pasado y en una educación formal que se ve
constantemente desafiada por nuevos saberes, por la impronta de
lo audiovisual y --para una selecta pero creciente y notoria
minoría-- por el acceso a fronteras transnacionales. En el
espacio cibernético se diluyen las fronteras que delimitan el
territorio nacional; los hitos fronterizos pertenecen a un
concepto de nación aún vigente pero que, en parte por la propia
reestructuración del Estado, se enfrenta a interrogantes
contestatarios. Estos parten desde la globalización económica e
incluyen la factura cultural que uniforma amplias zonas del
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planeta dejando escaso margen para lo distinto. Que ante la
globalización se produzca un mayor énfasis en identidades
nacionales, con su correlato de enfrentamientos bélicos entre
etnias y naciones, puede resultar paradójico, si bien es
coherente con una educación arraigada en historias montadas sobre
la diferenciación. Ello en sí no indica la bondad de una
identidad única virtual, ni que la diversidad cultural deba ser
cancelada; apunta, más bien, a una construcción basada en la
tolerancia y el respeto de la diversidad y por nuevas
identidades.2
El desfasaje entre la euforia neoliberal, la panacea de la
reducción del estado en favor de un indiscriminado régimen de
privatizaciones, dominante en los años 1980 y los primeros años
de esta década, y los acotados beneficios para la vasta mayoría
de la población latinoamericana, han contribuido a que hoy ya sea
un lugar común decir que el "desarrollo" no debe permanecer
circunscripto a la esfera propiamente económica. Esta situación
2 Ver Rubén George Oliven, "Nación e identidad en tiempos deglobalización", en Rubens Bayardo y Mónica Lacarrieu, comps.,Globalización e identidad cultural. Buenos Aires: Ediciones Ciccus,1997, pp. 113-29.
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debe ser considerada, además, en el contexto de las re-
democratizaciones y de una mayor apertura en el ejercicio de la
política.3 Por lo tanto, cuando la eficacia y el rédito de la
administración democrática se ven asociados a índices de
crecimiento macroeconómico que marginan y afectan negativamente a
las capas medias creando "nuevos pobres" y aumentado niveles de
indigencia, el propio proceso e ideario de una democracia como
sistema que favorece y promueve la integración social adquiere
una valuación contradictoria.4 Y ello aún al margen de severos y
legítimos cuestionamientos sobre la administración de la
3 ? Es importante en este sentido la publicación de Enrique Calderón y Daniel Cazés, Tecnología ciudadana para la democracia. Una guía de observación electoral independiente (México: UNAM-Desarrollo de Medios, 1994), que comienza diciendo: "El propósito principal de este libro consiste en mostrar cómo la informática y lastelecomunicaciones conforman una tecnología sencilla y poco costosa que cualquier grupo de ciudadanos puede poner al servicio de la democracia" (p. 7). 4 ? Algunos de los desafíos a los que se enfrenta la formalidad democrática aparecen en Democracias posibles. El desafío latinoamericano, compilado por Georges Couffignal. México: FCE, 1994(1a ed. París, 1992). Para este trabajo resultan de especial interéslos estudios de la Tercera Parte, "Transformaciones del escenario político", pp. 205-75. También, Elizabeth Jelin & Eric Hershberg, eds., Constructing Democracy: Human Rights, Citizenship and Society in Latin America. Boulder, CO: Westview Press, 1996; Adam Przeworskiet al., Sustainable Democracy. Cambridge: Cambridge University Press, 1995, en especial el ensayo de Guillermo O'Donnell, "Democracy, Citizenship, and the State".
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justicia, la organización electoral, la corrupción y el
enriquecimiento ilícito, la evasión impositiva, etc. Desde esta
perspectiva, estimo obligatorio considerar las relaciones de
cultura y desarrollo en función del futuro democrático de la
región y de la legitimidad misma de la democracia.5 Es
ineludible prestar atención tanto a las estadísticas que
registran los desniveles en el crecimiento económico de América
Latina, como a las encuestas que indican que la democracia ha
dejado de ser un factor de prioridad ciudadana y está siendo
reemplazada por la obtención de seguridad. También en este
rubro, la cultura y la educación --entiendo la cultura también
como educación continua-- desempeñan un papel fundamental ya que
la instrucción de valores cívicos puede inclinarse a favor de
regímenes autoritarios o hacia los que garantizan y exigen una
mayor participación y responsabilidad ciudadana. No sorprende,
por tanto, que en tales condiciones, a pesar de la resistencia
ejercida por la fe economicista, la dimensión social y, cada vez
5 ? Cf. José Alvaro Moisés, Os brasileiros e a democracia. Bases sócio-políticas da legitimidade democrática. São Paulo: Editora Atica, 1995; Evelina Dagnino, comp., Anos 90: Política e sociedade noBrasil. São Paulo: Editora Brasiliense, 1994.
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más, la cultural, sean incorporadas a la ecuación del desarrollo.
Se habla del elemento subjetivo del desarrollo; de la capacidad y
el derecho del individuo a medir en términos de su propia
materialidad el valor de las medidas económicas. Se trata,
asimismo, de aceptar que si bien la cultura es propia de una
política social que genera divisas, no toda medición debe ser
hecha en virtud de un retorno inmediato: larga repercusión tienen
las palabras; no es menos larga la de la producción cultural.
Como evidencia de este cambio de actitud podemos señalar,
por ejemplo, que las carpetas de la conferencia copatrocinada por
el Banco Mundial y UNESCO sobre "Culture in Sustainable
Development" (Washington, 28-29 de setiembre de 1998) resumían el
pensamiento rector del Presidente del Banco Mundial, James D.
Wolfenshon, en los siguientes términos: "We must respect the
rootedness of people in their own societal context. We must
protect the heritage of the past. But we must also foster and
promote living culture in all its many forms. As recent economic
analyses have consistently shown, this also makes sound business
sense. From tourism to restoration, investments in cultural
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heritage and related industries promote labor-intensive economic
activities that generate wealth and income". Las declaraciones
de Federico Mayor sostenían, como lo ha hecho a lo largo de su
gestión: "Culture draws on the boundless human capacity for
creative diversity and is both a key ingredient and an essential
goal of endogenous, sustainable development. UNESCO works to
improve understanding of the unique relationship between culture,
diversity and development, which forms a central foundation of a
culture of peace".6 En su propia exposición, El Presidente del
BID, Enrique Iglesias, afirmó: "Culture is a central piece in our
fight for economic and social development" y tomó nota de la
necesaria colaboración con los gobiernos para fomentar una
confianza cada vez mayor en el papel que desempeña la cultura en
el desarrollo económico; para dejar de verla como residual o
artículo de lujo y pasar a considerar la inversión en la cultura,
así como en la educación, como inversiones en el desarrollo
social del país. Solidaridad, autoestima, integración son 6 ? El análisis y las propuestas de UNESCO aparecen en el informe Our Creative Diversity. Report of the World Commission on Culture and Development, presidida por Javier Pérez de Cuéllar. París: UNESCO, 1995.
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componentes de una ecuación que trata de llevar a la cultura
desde los márgenes hacia el centro de toda decisión financiera.
En la categoría "cultura y desarrollo sostenible", son cada
vez más numerosas las asignaciones de bancos multilaterales y de
agencias de cooperación para recuperar el patrimonio histórico y
preservar las reservas naturales. Ello responde a que son
iniciativas con un perfil material tangible de inmediata
repercusión en el mercado laboral, y con una alta capacidad para
ser integradas al turismo cultural y ecológico de rápido
crecimiento --ya se trate de reconstrucciones urbanas y
manutención de museos, o de la protección de misiones jesuíticas
y ruinas arqueológicas o de parques nacionales. Por otra parte,
la inversión en el patrimonio histórico se basa en el
reconocimiento de los fundamentos sobre los cuales se han
construido los estados nacionales. Frente al estado en el que se
hallan numerosas expresiones culturales de las comunidades de la
región --algunas de las cuales ya están en el umbral de
extinción--, hay una clara conciencia de que éstas deben ser
preservadas, tal como lo indica la nómina de proyectos y las
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convenciones de protección del patrimonio cultural.7 Es
significativo, si bien nada sorprendente, que cuando la
globalización mina la diversidad cultural, tales emprendimientos
se constituyen en paliativos eficaces para promover identidades
nacionales diferenciadas y subrayar presencias soberanas.
Organizaciones multilaterales, previamente sumidas en el
"pensamiento único", atraviesan una etapa de transición: la
diversidad cultural está dejando de ser un obstáculo y comienza a
adquirir valor como factor decisivo en la constitución de todo
proyecto socio-económico. Para el Estado implica adoptar un
papel más activo en el otorgamiento y administración de recursos
que hacen a su patrimonio, en el fomento de la formación
artístico-cultural y en la difusión de los bienes culturales; le
cabe, asimismo, facilitar o intervenir en actividades de
patrocinio y mecenazgo cultural --que promueven una cultura
participativa en el desarrollo de las artes-- sin llegar a
transformarse en el organismo ejecutor de políticas culturales.8 7 ? Un listado de las convenciones y recomendaciones formuladas porUNESCO sobre la protección del patrimonio cultural en: http://www.unesco.org/general/eng/legal/cltheritage/index.html#recomm8 ? Cf. los análisis de situación, legislación y prácticas vigentes
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Para la mayoría de nuestros países, ello significa incorporar a
los sectores sociales más pobres, que incluyen indígenas y otros
grupos minoritarios, y a las crecientes comunidades de migrantes,
en el diseño e implementación de planes de desarrollo
sustentable. En términos históricos implica el abandono de una
política que exigía adoptar la versión impuesta desde la colonia,
y corporizada como "Occidente", siendo vista ésta como única vía
de acceso a matizadas, pero consensuadas, nociones de
civilización y progreso. Indica que no aceptamos la equivalencia
entre "pobreza material" y "pobreza cultural". Frente a esto,
cabe recordar sin embargo, que en algunos países de Centroamérica
en Argentina, Brasil, Chile, Venezuela, México, EE.UU. y Europa en elvolumen compilado por Saúl Sosnowski y Roxana Patiño, Economía de la cultura: Mecenazgo. Buenos Aires: Fondo Nacional de las Artes (en prensa). Para estos fines son de particular interés los estudios de José Alvaro Moisés, Enrique Saravia y Hermano Thiry-Cherques sobre Brasil, de Manuel Antonio Garretón sobre Chile y de Joanne Scheff para EE.UU.
Desde otras perspectivas, Colombia ha analizado el papel de la cultura en la gestión nacional y sus modos de institucionalización. Véanse, por ejemplo, los volúmenes publicados en Bogotá por la Presidencia de la República: las presentaciones de los foros y debates realizados en 1994 y 1995 publicados en sendos volúmenes titulados Crear es vivir (19994, 1995), Materiales para una cultura (1995), El trabajo cultural en Colombia (1996) y Ministerio de cultura: Ministerio de la paz (1997).
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y de la región andina, se esgrime aún hoy la necesidad de forzar
al indio a abandonar su lengua y prácticas ancestrales para
integrarlo finalmente al Estado nacional --precisamente cuando el
Estado está siendo debilitado por un orden económico que lo lleva
a renunciar a las prerrogativas asumidas como propias desde su
fundación.
En esta coyuntura es necesario tener presente que
"desarrollo" es en sí un concepto cultural que exige el abandono
de su perfil monolítico, el ejercicio de fórmulas hechas para
solucionar carencias básicas o para proponer con esquemas
uniformes la mejora del standard de vida en cualquier lugar del
mapa. En esta relación, entonces, una cultura diferenciada no es
lo que debe ser superado en aras de la imposición de normas
económicas, sino la dimensión que condiciona, aporta y define la
adopción de pautas para impulsar mecanismos de desarrollo social.
Recordemos por ende, que ambos conceptos, "cultura" y
"desarrollo", al estar inscritos en procesos históricos, están
sujetos a sus propias redefiniciones. Y, además, a contextos
específicos y diferenciados que obligan a pluralizarlos,
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particularmente en nuestra región. Por un lado, entonces,
"culturas", que se conjugan en diversas temporalidades (modernas,
tradicionales, arcaicas, residuales) y espacios (urbano y rural,
con sus correspondientes variantes). Por otro, estrategias de
desarrollo alternativo para dar cuenta de las condiciones
propias, por ejemplo, de comunidades indígenas en sus múltiples
expresiones culturales y de producción, así como de in/migrantes
en cinturones urbanos. Las dificultades en la formulación de una
política cultural --que no pueder ser concebida como definitiva--
estriban precisamente en que no se debe diseñar, y menos aún
imponer, una estrategia dirigista cuando sus receptores distan de
ser homogéneos y cuando estos no son pasivos sino, muy por el
contrario, participantes activos en la implementación de toda
política (micro o macro) que los afecta en la raíz misma de su
singularidad cultural y en sus modos de vida.
Las estrategias que tienen las mejores posibilidades de
éxito son justamente las pensadas en función de la heterogeneidad
americana; las que recuperan la diversidad del patrimonio
originario de las naciones y hablan de cultura y democracia,
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teniendo en cuenta el estado de las respectivas bases materiales
y la participación comunitaria en la organización de políticas
apropiadas para la diversidad territorial. En cuanto al Estado
--aún teniendo en cuenta la creciente restricción de sus
funciones-- sigue siendo de su competencia proteger la diversidad
étnica y las culturas regionales, así como generar incentivos
para una mayor participación en la vida nacional y regional, sin
por ello tener derecho a exigir la renuncia a lenguas e
identidades diferenciadas. Le corresponde, asimismo, asumir
plenamente su responsabilidad en el área de las industrias
culturales normativizando el espacio audiovisual con alternativas
a su comercialización; es decir, aportar opciones creativas y, de
ese modo competitivas, desde las bandas que le corresponden sin
interferir en el mercado. Ya no, entonces, una política estatal
única, sino la atención pormenorizada a los sujetos productores
de cultura.9
9 ? En un registro más amplio, ver Néstor García Canclini, Consumidores y ciudadanos. Conflictos culturales de la globalización. México: Grijalbo, 1995. Ver también los estudios de Jesús Martín Barbero, De los medios a las mediaciones. Comunicación,cultura y hegemonía. México: Gustavo Gili, 1997; "Las transformaciones del mapa: Identidades, industrias y culturas",
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En el más amplio ámbito social, la articulación de políticas
culturales conlleva la formación de hábitos culturales. En tanto
la cultura opera como una mediadora simbólica que ordena y
disciplina el cuerpo social y, por lo tanto, constituye un
instrumento de cohesión, la reflexión en torno a sus funciones en
la red de interacciones sociales debe ser el punto de partida en
todo análisis que pretenda obtener de ella un uso político o
económico. Con "cultura" no nos referimos sólo al restringido
conjunto de bienes conocidos como "alta cultura", sino que, sin
excluirlos, consideramos el entramado simbólico que resulta de
una serie de intervenciones realizadas por el Estado, las
instituciones privadas y los diferentes grupos de acción cultural
con el fin de promover y orientar el desarrollo simbólico así
como su injerencia en la sociedad.
Si tomamos la "cultura" en este sentido, también implica que
la entendemos no como un área de interés privilegiado para
trabajo presentado en el Seminario "Hacia la consolidación de un espacio cultural común latinoamericano", convocado por el Convenio Andrés Bello, Sevilla, 28-30 de octubre de 1998 (en prensa).
Sobre el caso argentino, por ejemplo: Octavio Getino, Las industrias culturales en la Argentina. Dimensión económica y políticas públicas. Buenos Aires: Colihue, 1995.
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selectas minorías, sino más que nada como elemento de formación
social, como herramienta productiva para el aprendizaje de nuevos
hábitos sociales que incluyen, entre otros, valores de
participación y solidaridad.10 Estos promoverán, a su vez, el
diálogo y la interacción pero no la renuncia a otras identidades.
Cuando nos preguntamos qué propuestas concretas podrían
realizarse para cambiar las condiciones actuales y para situar la
cultura en el centro de la problemática del desarrollo, es
necesario considerar las observaciones realizadas por
antropólogos y otros estudiosos de la cultura, en relación al
fracaso de las políticas en materia cultural:
1. Antes de tomar cualquier iniciativa, es imprescindible
revisar las necesidades y prioridades de la gente para evitar 10 ? En estas instancias no está de más retomar algunas de las acepciones de "cultura". La primera siempre ha sido "cultivo" y sabemos que nada, ni siquiera los mercados, funcionan solos sin habersido previamente cultivados. La tercera acepción de "cultura" en la edición de 1970 del Diccionario de la Real Academia Española dice: "Resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos y de afinarse por medio del ejercicio las facultades intelectuales del hombre". En la edición de 1984: "conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, e una época o grupo social, etc." Para la acepción "popular", agrega: "Conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo".
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nuevos fracasos en términos de interés e impacto de las políticas
culturales. En este sentido, un estudio de modos de recepción y
comportamientos culturales de los destinatarios (sus modos de
apropiación de los bienes culturales, opiniones en relación a la
oferta cultural, etc.) es indispensable para evitar suponer
intereses que el público no posee, o para imponerle productos
ajenos a su realidad material y simbólica.
2. Proponer una nueva versión de las funciones de la cultura
en la que los componentes "prácticos" y "lúdicos" no estén
ausentes.
Por ello, antes de recomendar planes de desarrollo, es
imprescindible emprender estudios de campo detallados a través de
los cuales puedan conocerse estas necesidades e intereses y, en
consonancia con ellas, diseñar propuestas culturales. Por sobre
todo, corresponde tener presente que en América Latina coexisten
modos de vida y estadios de desarrollo radicalmente diferentes y
que éstos exigen tratamientos y propuestas idóneas. Esto
implicará desplazar de la exclusividad los intereses
patrimonialistas que han presidido las decisiones en materia de
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cultura y dejar de valorar solamente la cultura de los sectores
dominantes. En este sentido, los saberes populares (urbanos o
rurales) serán un potencial para reformas y no un obstáculo a ser
superado para imponer formas de desarrollo preestablecidas.
Una respuesta ajustada deberá atender, al menos, a las dos
realidades más importantes de organización social en términos
geográficos y culturales: el mundo urbano y el mundo rural.11 En
cuanto al primero, una de las claves para pensar la incorporación
de los sectores urbanos populares a una nueva dinámica económica
sería, por ejemplo, su ingreso al sistema a través de un régimen
de capacitación que responda en términos reales y prácticos a los
altos índices de repitencia y deserción escolar. Al mismo
tiempo, frente al aporte cada vez más limitado de la escuela
pública, habría que contraponer los posibles usos educativos de
la televisión.
Respecto del mundo rural, la necesidad de trabajar con los
medios y elementos que producen sus habitantes es la pauta básica
11 ? Véanse los casos estudiados en Charles David Kleymeyer, ed., Cultural Expression and Grassroots Development. Cases from Latin America and the Caribbean. Boulder, CO: Lynne Rienner, 1994.
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para considerar su incorporación al actual sistema económico.
Dejando de lado cuestiones relativas a la protección de la
"autonomía" y "pureza" de las comunidades, podrían sugerirse
medios para inscribir su producción al régimen del consumo
contemporáneo en beneficio de los propios artesanos. Por
ejemplo, cabría generar condiciones para que éstos avancen,
mediante estímulos a la autogestión comunitaria, hacia acciones
que creen o mejoren la comercialización de sus productos.
Por otra parte, y al margen de las especificidades
indicadas, se debe considerar, en términos generales, cómo el
espacio audiovisual y cibernético genera nuevos términos de
exclusión entre quienes poseen acceso a internet, entre quienes
frente a una posible sociabilidad optan por recluirse frente al
aparato de televisión o la pantalla de la computadora.
Crear hábitos sociales duraderos es uno de los desafíos a
los que se enfrentan las políticas culturales actuales. Como lo
ha destacado García Canclini en varios análisis y como se infiere
del estudio del II Festival de la Ciudad de México y de sus
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asistentes, la publicidad en sí no crea hábitos culturales.12
Quien visita un museo porque una muestra fue muy publicitada, por
lo general no volverá cuando ya no medie el efecto de la
propaganda. La oferta cultural --particularmente el impacto
domiciliario de la televisión y del video-- tampoco garantiza su
aprovechamiento. Ello subraya, por una parte, la necesidad de
crear hábitos culturales y, a la vez, la de producir programas
que hagan uso del encuadre doméstico y de su acceso a los medios.
En ambos casos, además, se deberá apuntar a su larga repercusión
y no a un rendimiento a corto plazo.
Como ha reflexionado Bernardo Kliksberg con respecto al
gasto social,13 también para el cultural debemos pensar si es
finalmente una pérdida o una ganancia. Cuando consideramos la 12 ? Néstor García Canclini et al., Públicos de Arte y Política Cultural. Un estudio del II Festival de la Ciudad de México. México: Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Iztapalapa, 1991, ysu ya mencionado Consumidores y ciudadanos. Conflictos culturales de la globalización. 13 ? Ver, entre otros, "Repensando el Estado para el desarrollo social: Más allá de dogmas y convencionalismos". San José: Universidad de Costa Rica, Lección Inaugural del Primer Ciclo Lectivo1998. También de Bernardo Kliksberg, "Seis tesis no convencionales sobre participación". Washington, DC: BID, 1998, y su compilación Cómo enfrentar la pobreza?: Aportes para la acción . Buenos Aires: GEL, 1992.
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relación entre "cultura" y "desarrollo", no entran en juego
bienes sofisticados e improductivos, sino las formas de
producción y la reforma de la conducta de los individuos; se
trata de la capacidad modeladora que tiene la cultura para crear
necesidades y hábitos, para imponer normas y orientar las
actividades de los individuos. Hablamos, pues, de la cultura
como instrumento para el cambio, no sólo como instrumento de
placer y ocio por parte de quienes más tienen.
En las condiciones actuales de desarrollo industrial y
tecnológico se impone salir de los paradigmas tradicionales de
transmisión y difusión cultural: por ejemplo, valiéndose de la
infraestructura disponible, o a ser construida, habría que
utilizar la televisión y otros medios para incentivar la
educación y promover una cultura con bases locales en los mismos
protagonistas.
En la medida en que toda política de desarrollo considera
las necesidades de la población, es necesario que incorpore las
políticas culturales en ese mismo sentido. El desarrollo
económico debe estimular la acción colectiva, la creación
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popular, impulsar a que los propios sujetos produzcan el arte y
la cultura que requieren para resolver sus propios problemas y
afirmar su propia identidad. Como lo indicara anteriormente, no
deja de ser significativo que en esta época en la cual se pregona
y rige el dogma de la globalización, la identidad diferenciada
sea asumida como factor dominante cuando sectores y pueblos
marginados o dominados demandan derechos cívicos. Ante un
paradigma de sofisticada exclusión, surge una propuesta de
inclusión desde la imagen propia de la diversidad.
No hay pueblo homogéneo ni cultura homogénea y, en
consecuencia, tampoco debe haber una sola política cultural para
un país, ni mucho menos para toda la región. La variedad de la
oferta cultural claramente indica la necesidad de que existan
variantes homólogas en el diseño de políticas culturales. Más
allá de las identidades específicas, se requiere también pensar
en categorías de género y de edad (desde actividades en programas
pre-escolares y centros juveniles a centros para la tercera
edad). La proliferación de casas de la cultura y centros
juveniles en numerosos estados del Brasil, en Chile y Colombia,
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así como el proyecto paradigmático de las orquestas juveniles de
Venezuela --cuya meta es atraer menores carenciados y chicos de
la calle para desarrollar actividades artísticas y así
incorporarlos a una viabilidad social-- son modos puntuales de
traducir las artes visuales, la música y el teatro, en medios de
sociabilidad y desarrollo.
Esto exige, a su vez, una reforma democrática del sector
cultural precisamente en función del desarrollo. Implica
promover legislaciones de incentivos a la cultura que
democraticen desde ese polo el espacio público. En términos
funcionales, todo programa económico debería incluir
documentación equiparable a los análisis de impacto ambiental, lo
cual requiere, a su vez, la preparación de un banco de datos de
los presupuestos asignados a la actividad cultural desglosado
conforme a las correspondientes unidades administrativas. Por
otra parte, exige redefinir las estructuras centralistas y
unidireccionales del sector estatal; impulsar una mayor
participación del sector privado en la actividad cultural;
incentivar el fortalecimiento del tercer sector y ampliar la base
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de agentes intervinientes y beneficiarios; generar un polo de
desarrollo desde la cultura a través de la implementación de
nuevos proyectos que articulen la cultura con áreas que van desde
la recuperación del patrimonio y el turismo cultural y la
ampliación de multimedios culturales, hasta pensar desde la
cultura estrategias de resolución de conflictos y construcción de
medidas de paz.
*
A modo de conclusión y en el contexto de "Apuestas
culturales al desarrollo integral de América Latina", mencionaré
dos casos derivados del proyecto "Una cultura para la democracia
en América Latina" que se está realizando en la Universidad de
Maryland.14 Con apoyo del BID (Proyecto TC-97-04-24-9-RG), el
Ministerio de Cultura de Brasil --a cargo del Ministro Francisco
Weffort--, y el Latin American Studies Center de Maryland están
llevando adelante una serie de estudios bajo la rúbrica de "Uma
14 ? La presentación del proyecto y un documento de trabajo que describe someramente la reunión realizada en São Paulo en 1996, cuyosresultados serán publicados en 1999 por el Fondo de Cultura Económica(México) pueden ser obtenidos en: http:/www.inform.umd.edu/EdRes/Colleges/ARHU/Depts/LAS/democracy
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cultura para a democracia" con el fin de proponer alternativas
viables en áreas puntuales de la cultura para fortalecer desde
sus diversas instancias la institucionalidad y las prácticas
democráticas. El proyecto comprende tres módulos: el primero,
llamado "Promoción de la cultura democrática en Brasil", está
compuesto por investigaciones que elaboran y analizan indicadores
de la cultura democrática brasileña en el sistema educativo, los
medios de comunicación, y en espacios no institucionalizados en
cuatro líneas de investigación: "Juventud y valores
democráticos"; "Educación y cultura democrática"; "Medios de
comunicación y cultura democrática" y "Nuevos espacios de
participación democrática". El segundo, "Perspectivas de la
Reforma del Estado en el sector cultural y comunicacional",
comprende estudios y análisis específicos de las estructuras
institucionales del sector público en cultura y comunicación, así
como trabajos comparativos en otras regiones o países. Su
objetivo es proporcionar información precisa sobre las
condiciones del sector y ofrecer un repertorio de propuestas para
la reforma del mismo según criterios y parámetros que favorezcan
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la democratización de la cultura. Este módulo abarca:
"Estructura institucional del sector cultural en Brasil";
"Estructura institucional del sector cultural en los países del
MERCOSUR, Chile y Bolivia"; "Análisis comparativo de las
estructuras institucionales y políticas de financiamiento del
sector cultural y comunicacional (México, Estados Unidos,
Francia, Alemania e Inglaterra)" y "Sector cultural y políticas
comunicacionales". El tercer módulo, "Integración cultural en el
MERCOSUR", estudiará el proceso de integración cultural y
comunicacional en los países miembros, a partir de dos líneas de
investigación: "Nuevas identidades e integración cultural" e
"Industrias culturales e integración regional". Para presentar
los resultados de los primeros dos módulos, se ha programado el
"Seminario Regional sobre Cultura Democrática y Reforma del
Sector Cultural", a realizarse en São Paulo entre el 18-20 de
agosto de 1999.
El segundo ejemplo consigna los resultados de una iniciativa
surgida de propuestas culturales para contribuir a la resolución
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del conflicto fronterizo entre Perú y Ecuador.15 El programa se
estableció con líderes de la sociedad civil de ambos países
("Diplomacia ciudadana" o de "segunda vía") para que luego de
asimilar técnicas de resolución de conflictos, pasaran a la
formulación de recomendaciones precisas tendientes a resolver el
conflicto fronterizo. Los participantes formularon propuestas en
las siguientes áreas: 1. los problemas ambientales en la región
del conflicto; 2. el rol de la prensa y los medios de
comunicación en la formación de la opinión pública; 3. el papel
de la educación en el conocimiento mutuo; 4. el rol de los
empresarios en el desarrollo de la economía del área; y 5. las
posibles contribuciones de la sociedad civil a la diplomacia de
primera vía.
15 ? Los detalles de los encuentros realizados en la Universidad de Maryland y en la Pontifica Universidad Católica de Ecuador, así como la nómina de integrantes del Grupo y sus recomendaciones pueden ser obtenidas en la página Web o en versión impresa.
Desde la firma de los acuerdos de paz entre los presidentes Mahuad y Fujimori, "Ecuador and Perú: Towards a Democratic and Cooperative Conflict Resolution Initiative", está elaborando medidas puntuales que contribuyan a la construcción de la paz en la región fronteriza y aun mayor acercamiento de ambos pueblos mediante actividades educativas y culturales. Ver http:/www.inform.umd.edu/EdRes/Colleges/ARHU/Depts/LAS/projects/Ecuador.html
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Las siguientes son algunas de las múltiples propuestas
surgidas de ambos encuentros y que ya han sido concretadas o se
están realizando: 1. Crear un programa de ordenamiento ambiental
para luego pasar a un inventario y análisis de la factibilidad
económica/ambiental de proyectos de desarrollo ya ejecutados,
existentes o potenciales para la región fronteriza. La propuesta
de crear un "Parque de la Paz" --incorporado a la firma de la paz
entre ambos países-- surgió del encuentro realizado en College
Park en agosto de 1997. 2. Apoyar a las poblaciones locales para
su participación activa y plena en un "Programa de Desarrollo
Transfronterizo", creando programas específicos para las
comunidades nativas y fortaleciendo los ya existentes. 3. Crear
una página Web para informar sobre condiciones en la región y
difundir propuestas sobre la construcción de la paz y el
desarrollo. 4. Organizar programas de intercambio de periodistas
de prensa, radio y televisión. 5. Promover un diálogo cívico-
militar dentro de cada país, así como entre ambos países,
reforzando la iniciativa que ya ha desarrollado para su país la
Pontificia Universidad Católica del Ecuador. 6. Crear un premio
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binacional para aquella persona, organismo o institución que más
contribuya al proceso de paz entre los dos países. 7. Hermanar
ciudades ecuatorianas y peruanas como un modo de integración de
los pueblos. 8. Modificar los textos escolares que acentúan el
distanciamiento y el conflicto entre peruanos y ecuatorianos y
considerar la redacción de una historia binacional a ser usada en
ambos países. 9. Solicitar una Cátedra UNESCO de Resolución de
Conflictos que lleve el nombre "Ecuador-Perú" u otra variante que
simbolice el acercamiento entre ambos pueblos. 10. Crear una
agenda de programas comunes entre las Cámaras de Producción de
Ecuador y Perú, que también abarque otros aspectos de la
economía. 11. Buscar la cooperación técnica internacional
necesaria para la eliminación y limpieza de los campos minados en
la región del conflicto.
La ayuda prestada por los miembros del Grupo --que incluyen
empresarios, líderes de comunidades indígenas y representantes de
la iglesia, rectores y profesores universitarios, expertos en
política ambiental, periodistas y especialistas en educación
cívica y derechos humanos-- ha sido ampliamente cubierta en la