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DOI (Digital Object Identifi er) 10.15446/historelo
Vol 7, No. 13 / enero - junio de 2015 / ISSN: 2145-132X
Editor de reseñasDr. Armando Martínez Garnica, Academia de Historia de Santander, Bucaramanga, Colombia
Editor invitadoDr. Alexander Betancourt Mendieta, Universidad Autónoma de San Luis Potosí, San Luís Potosí, México
Comité EditorialDr. Álvaro Acevedo Tarazona, Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga, Colombia
Dr. Alexander Betancourt Mendieta, Universidad Autónoma de San Luis Potosí, San Luís Potosí, México
Dr. Armando Martínez Garnica, Academia de Historia de Santander, Bucaramanga, Colombia
Dr. Igor Alexis Goicovic Donoso, Universidad de Santiago de Chile, Santiago, Chile
Dra. Nora Siegrist, Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos, CEMLA, Buenos Aires, Argentina
Dr. Renzo Ramírez Bacca, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, Colombia
Dr. Yobenj Aucardo Chicangana Bayona, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, Colombia
Comité CientíficoDr. Adrián Carbonetti, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, Argentina
Dr. Antonio Echeverri, Universidad del Valle, Cali, Colombia
Dr. Gerardo Lara Cisneros, Universidad Nacional Autónoma de México, México
Dra. Graciela Elvira Iuorno, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Argentina
Dra. Isabel Avella Alaminos, Universidad Nacional Autónoma de México, México
Dra. Maria Luiza Andreazza, Universidade Federal do Paraná, Curitiba, Brasil
Dra. Mónica Ghirardi, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba Argentina
Dra. Orietta Favaro, Universidad Nacional de Comahue, Buenos Aires, Argentina
Dr. Ricardo Pérez Montfort, Universidad Nacional Autónoma de México, México
Dr. Sebastián Plá Pérez, Universidad Nacional Autónoma de México, México
Dr. Sergio Odilon Nadalin, Universidade Federal do Paraná, Curitiba - PR, Brasil
Dra. Silvina Inés Jensen, Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca, Argentina
Equipo Editorial Asistencia administrativa
Hernán David Jiménez, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, Colombia
Divulgación en redes socialesFabián Ramírez Luna, Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia
Diseño y diagramaciónOficina de comunicaciones FCHE, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, Colombia
Diseñadora Melissa Gaviria Henao
Comunicadora Johana Carmona Vera
Portada – Fotografía“Mexican statue”
Autor: Lillian Nelson (nelso47)
Fecha: noviembre 3 de 2008.
“Composición con sombrero y sarape mexicanos”
Autor: Juan Carlos Arellano (jcam)
Fecha: abril 12 de 2014.
“Mayan Ruins Mexico”
Autor: Anónimo (krstesupev)
Fecha: febrero 25 de 2008.
HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local es editada por la Universidad Nacional de Colombia, Sede Mede-
llín – Facultad de Ciencias Humanas y Económicas – Departamento de Historia. Es un espacio de socialización de
resultados inéditos de investigación histórica con énfasis en perspectivas locales y regionales. Asimismo, promue-
ve el debate teórico, historiográfico y metodológico disciplinar; y acepta propuestas que propendan por la relación
de la disciplina con otras ciencias, con miras a potenciar el dialogo interdisciplinario.
La revista es publicada semestralmente (en enero y julio) y proporciona acceso libre e inmediato de cada edición
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cación. Los resultados del proceso de dictamen académico serán inapelables en todos los casos.
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La Región en la nueva historiografia méxicanaThe Region in the New Mexican HistoriographyCarlos Martínez AssadDOI: http://dx.doi.org/10.15446/historelo.v7n13.45483
La industria textil del centro de México, un proyecto inconcluso de modernización económica, 1830-1845 The Textile Industry in Central México, an Unaccomplished Project of Economic Modernization, 1830-1845Carlos Alberto Murgueitio ManriqueDOI: http://dx.doi.org/10.15446/historelo.v7n13.44816
Los montes y su desamortización en los pueblos del sur del valle de Toluca (México), 1880-1917 The Forest and Confiscation in the Southern Towns in the Toluca Valley (México), 1880-1917 Cesar Fernando Escudero Martínez y Gloria Camacho Pichardo DOI: http://dx.doi.org/10.15446/historelo.v7n13.45282
¿Mordida de bruja o enfermedad? Las muertes de niños en un pueblo tlaxcalteca (México), 1917-1922 Witch Bite or Disease? The Deaths of Children in a Small Village in Tlaxcala (México), 1917-1922 Marciano Netzahualcoyotzi MéndezDOI: http://dx.doi.org/10.15446/historelo.v7n13.43131
El Ayuntamiento y los procesos locales de modernización en la ciudad de Uruapan (México), 1940-1960 The City Council and Local Processes of Modernization in the City of Uruapan (Mexico), 1940-1960 Francisco Alejandro García Naranjo DOI: http://dx.doi.org/10.15446/historelo.v7n13.45315
Índice
EDITORIAL
ARTÍCULOS
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14 - 42
43 - 75
76- 111
112 - 145
146 - 188
Justificación, producción, usos y disputas sobre los espacios verdes en la Argentina. El Parque Independencia de Rosario durante la primera mitad del siglo XXJustification, Production, Uses and Disputes over Green Spaces in Argentina. Parque de la Independencia Rosario during the First Half of the Twentieth CenturyDiego RoldanDOI: http://dx.doi.org/10.15446/historelo.v7n13.44646
Quehacer y planteamientos del cura Luis Friedrich en el oasis de Pica durante la chilenización de Tarapacá, 1903-1907Work and Approaches of the Priest Luis Friedrich in the Pica Oasis during Tarapacá chilenization, 1903-1907Luis Eduardo Castro Castro, Carolina Figueroa Cerna, y Héctor Hernández Opazo DOI: http://dx.doi.org/10.15446/historelo.v7n13.44190
Prácticas electorales en la provincia de Popayán (Colombia), 1832-1853. La participación de las redes socio-familiares, asociaciones y grupos políticos en los comicios Electoral Practices in the Province of Popayán (Colombia), 1832-1853. The Participation of Socio-familiar Congregations, Associations and Political Groups in the ElectionsWillian Alfredo Chapman Quevedo DOI: http://dx.doi.org/10.15446/historelo.v7n13.45294
Contienda electoral durante el Frente Nacional (1958-1974). Las caricaturas de Chapete sobre Rojas Pinilla y la ANAPO en Colombia Electoral Debate during the National Front. Chapete’s Cartoons about Rojas Pinilla and ANAPOÁlvaro Acevedo Tarazona y Martha Liliana Pinto Malaver DOI: http://dx.doi.org/10.15446/historelo.v7n13.44129
189 - 223
224 - 257
258 - 294
295 - 343
RESEÑAS
Ivana Frasquet, ed. 2013. Jamás ha llovido reyes el cielo. De independencias, revoluciones y liberalismos en Iberoamérica. Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, Corporación Editora Nacional. ISBN 978-9978-84-696-Armando Martínez Garnica
Carlos Martínez Assad, coord. 2010. El camino de la rebelión del general Saturnino Cedillo. México: Editorial Océano. ISBN 978-607-40034-7-5Víctor Rayon García
ENTREVISTAS
Álvaro Matute Aguirre: “A veces tenemos que luchar contra la imposición de modas a seguir, que hacen olvidar las buenas tradiciones que tenemos…”. Entrevista realizada en México D.F. el 14 de agosto de 2014.Alexander Betancourt Mendieta
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Editorial
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Alexander Betancourt Mendieta**2
HiSTOReLo ofrece el Vol. 7, No. 13 (Enero-Diciembre, 2015) con énfasis en enfo-
ques regionales y locales mexicanos bajo las categorias de Modernización, Política
y Prácticas. Este es un resultado de cooperación logrado gracias a varios años de
intercambio académico e investigativo entre la Facultad de Ciencias Humanas y
Económicas de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín (Colombia) y
la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de
San Luís Potosí (México), desde donde se motivó el llamado a los autores potencia-
les. El presente número es también reflejo de la tendencia de internacionalización
de la revista, donde México y Argentina, ocupan un lugar privilegiado después de
Colombia, en cuanto al número de consultas y visitas realizadas, superior al treinta
porciento en la actualidad.
Nos complace iniciar el dossier con el ensayo de Carlos Martínez Assad, quien
reivindica el valor de la historia regional como una perspectiva que enriquece a la
historia nacional a través de la complejidad de hechos poco conocidos de la Revo-
lución Mexicana. Problemática que junto con la línea de Historia Económica son
1. * PhD en Historia por la Universidad de Goteburgo (Suecia). Es Profesor Titular adscrito a la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas - Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín (Colombia) e Investigador Senior (SI) del Grupo de Investigación Historia, Trabajo, Sociedad y Cul-tura. Correo electrónico: [email protected]
2. ** Doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (México). Esprofesor investigador de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (México), y Responsable del Cuerpo Académico: Estudios Regionales y de Frontera Interior en América Latina (UASLP-CA-189). Correo electrónico: [email protected]
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de gran importancia en la historiografía actual. No sorprende que Carlos Alberto
Murgueitio Manrique analice los aciertos y limitaciones del primer proyecto de
industrialización en México apoyado en una buena información estadística. En
el mismo contexto decimonónico Cesar Fernando Escudero Martínez y Gloria
Camacho Pichardo estudian las tendencias y conflictos presentados en la explo-
tación de bosques al sur del valle de Toluca, evidenciados por la desamortización
de bosques y tierras en distintas comunidades de la zona; y como resultado de
políticas y normatividades estatales, intereses privados en la inversión y explora-
ción de montes, y reivindicaciones comunitarias.
Marciano Netzahualcoyotzi Méndez en cambio llama la atención sobre los
registros de defunción de niños en el pueblo de San Bernandino Contla, una lo-
calidad de Tlaxcala; que describen como causas de mortalidad situaciones “no
naturales”, y que se tipificaban como “mordida de bruja”, en las primeras décadas
del siglo veinte. Es un llamado a considerar el estado de superstición y mito de
los pueblerinos, pero también de sus práctivas de protección. Francisco Alejandro
García Naranjo también estudia otra localidad: Urupan, pero con la intención de
examinar ciertos procesos de modernización y el papel que cumplieron en ellos
diferentes actores: gobiernos federales y locales, empresarios y sociedad civil, ce-
rrando de este modo los trabajos relacionados con el ámbito mexicano.
El marco espacial se traslada al cono sur con el estudio de Diego Roldán, quien
también en las primeras décadas del siglo veinte, muestra las diversas facetas que
justificaron la construcción material y los usos sociales del primer gran espacio ver-
de —Parque de la Independencia— en la ciudad de Rosario, Argentina. Ya, con el
caso chileno, Luis Eduardo Castro Castro, Carolina Figueroa Cerna y Héctor Her-
nández Opazo, analizan el fenómeno de chilenización evidenciado en Tarapacá,
concretamente en el oasis de Pica y en torno al quehacer y los planteamientos del
sacerdote Luis Friedrich. Los autores describen las tensas relaciones entre la ad-
ministración estatal chilena y los esfuerzos por incorporar a la sociedad del oasis,
ubicada en el norte de Chile, con el ámbito nacional a principios del siglo XX.
Alexander Betancourt Mendieta
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El corpus de artículos se cierra con dos textos relacionados con el caso
colombiano y problemáticas de orden político. Willian Alfredo Chapman Que-
vedo estudia las prácticas electorales en la provincia de Popayán y cómo ellas
incidieron en las dinámicas de diversos grupos sociales en esta región; y Álvaro
Acevedo Tarazona y Martha Liliana Pinto Malaver profundizan en la crítica del
caricaturista Hernando Turriago “Chapete” a la imagen del General Gustavo
Rojas Pinilla y su partido durante las disputas electorales del Frente Nacional
en Colombia hacia la década 1960.
La sección de reseñas ofrece un texto descriptivo de Armando Martínez Garni-
ca sobre el libro editado por Ivana Frasquet (2013), que reúne los aportes de cator-
ce historiadores sobre el bienio revolucionario de 1808 y 1810 a lo largo y ancho de
América; y el comentario crítico de Víctor Rayon García del libro coordinado por
Carlos Martínez Assad (2010), uno de nuestros articulistas, que también compila
las colaboraciones de cinco historiadores sobre el origen, trayectoria e ideología de
Saturnino Cedillo, caudillo revolucionario de la región de San Luis Potosí, México.
Finalmente, este número es cerrado con la entrevista de Alexander Betancourt
Mendieta al historiador mexicano Álvaro Matute Aguirre, quien expone de manera
suscita su trayectoria académica, formación, y desempeño como profesor e investi-
gador en la Universidad Nacional Autónoma de México, al tiempo que proporciona
valiosas reflexiones sobre el quehacer generacional e historiográfico.
Medellín-San Luís Potosí, 20 de octubre de 2014.
Alexander Betancourt Mendieta
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Vol 7, No. 13 / enero - junio de 2015 / ISSN: 2145-132X
Entrevista
“A veces tenemos que luchar contra la imposición de modas a
seguir, que hacen olvidar las buenas tradiciones que tenemos…”
Entrevista a Álvaro Matute AguirreProfesor Emérito
Universidad Nacional Autónoma de México, México Realizada el 14 de agosto de 2014
Alexander Betancourt MendietaUniversidad Autónoma de San Luís Potosí, México
Recepción: 2 de septiembre de 2014Aprobación: 30 de septiembre de 2014
Páginas: 362-375
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Entrevista a Álvaro Matute Aguirre, Profesor Emérito, Universidad Nacional
Autónoma de México, México
Alexander Betancourt Mendieta*1
Álvaro Matute Aguirre es uno de los principales historiadores en México; sus aportes
al conocimiento de los procesos históricos de la Revolución Mexicana lo sitúan en un
lugar destacado en la producción historiográfica reciente; también es un renombrado
profesor universitario donde ha formado a muchos profesionales de la historia en
las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma
de México y ha sido un animador clave de múltiples iniciativas para la profesiona-
lización de la investigación histórica fuera de la Ciudad de México; su presencia es
* Doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Autónoma de México (México). Es Profesor Inves-tigador de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Correo electrónico: [email protected]
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reiterada como profesor invitado en las cátedras de historia de licenciatura y pos-
grados de las universidades estatales, y en las actividades de difusión de la historia
que fomenta el Seminario de Cultura Mexicana. Una de sus facetas más importantes
como historiador y como profesor tiene que ver con sus aportes a la reflexión sobre
el desarrollo de la historia mexicana. Esta trayectoria académica ha sido reconocida
por sus nombramientos como Profesor Emérito de la Universidad Nacional Autóno-
ma de México como Investigador Emérito del Sistema Nacional de Investigadores de
México, así como en su ingreso a la Academia Mexicana de la Historia y en su parti-
cipación como Miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM hasta 2009. Hasta la
fecha es investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad
Nacional Autónoma de México. En tal sentido las siguientes son nuestras preguntas:
Dr. Matute: ¿Cuál es su formación? ¿Dónde estudió? ¿Cómo llegó a la Universidad?
Fuí alumno de la Preparatoria 5 que pertenece a la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM) en los años sesentas, —sesenta y uno y sesenta y dos—. En aquellos
años estaba poblada de una generación joven de maestros y uno que otro mayor, pero
básicamente era un profesorado joven, egresado, en el caso de humanidades, de la Fa-
cultad de Filosofía y Letras de la UNAM, que con mucho entusiasmo nos contagiaban
las humanidades, la literatura, las materias filosóficas. En mi experiencia preparato-
riana ubiqué que mi campo era el de las ciencias sociales y las humanidades, cuando
pasé a la UNAM mi primera experiencia fue en la Facultad de Ciencias Políticas pero
ví que no era propiamente el ejercicio profesional de esas disciplinas lo que a mí me
interesaba, como dicen los slogans: “no me ví”, y emigré a Filosofía y Letras que era
una Facultad que gozaba de mucho prestigio, tenía muy buenos maestros, y allí hice
la carrera de historia. Aquella formación fue muy importante para mí, especialmente
algunas materias de ciencias políticas, de sociología y una base literaria muy fuerte
que me dio la Preparatoria, y bueno, también el entorno familiar porque vengo de una
familia en donde había libros en casa, y ya estaba muy familiarizado con los libros.
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En su momento ¿Cómo era ir a clase en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM? ¿Cuántos compañeros tenía? ¿Cuánto duraban las clases? ¿Cómo era la vida cotidiana hay en la Facultad?
Todavía era una Facultad vespertina porque no se tomaba muy en serio a las humanida-
des como profesiones. La Facultad básicamente estaba poblada por el elemento masculi-
no que había estudiado otra carrera, y en muchos casos la ejercía en las mañanas, y en la
tarde, se iban a cultivar y a enriquecer sus conocimientos, a darle cauce a sus inquietudes
en las humanidades, pero ejercían la abogacía o algunas otras profesiones; y las mujeres,
ellas sí venían directamente del Bachillerato, eran más jóvenes; entonces, era una Facul-
tad mayoritariamente femenina, esta era la composición. Bueno, yo estuve en esta Facul-
tad cuando cumplió diez años de estar en la Cuidad Universitaria, diez años después de
haber abandonado el viejo edificio de Mascarones, que es emblemático, pero que todavía
tenía la inercia de aquella vieja Facultad de Humanidades porque había mucha migra-
ción interna; ¿qué quiero decir con esto?, que si bien estábamos en una carrera formal
tomábamos materias de otras carreras; migrábamos, de repente tomábamos una clase
con un gran maestro de filosofía o de literatura, y no necesariamente nos ajustábamos al
currículum; de hecho, hay muchos escritores que no obtuvieron ningún título pero pasa-
ron por las aulas de los grandes maestros; pienso, por ejemplo, en personas como Carlos
Monsiváis, un poco mayores que yo, que tomaban muchas clases en historia, en filosofía,
en literatura pero que no les interesaba hacer una tesis y obtener un título; pero, algunos
como yo, sí íbamos por el título, por la formalidad, y gozamos de la Facultad vespertina
que duró hasta el final de los años sesenta.
¿Cuáles fueron los profesores o las materias que lo marcaron?
El profesor central para mí fue Edmundo O´Gorman, su materia: Filosofía de la Histo-
ria, y después su Seminario de Historiografía, para mí fue una formación fundamental
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que complementaron otros profesores cercanos como Juan Ortega y Medina y sus discí-
pulos: Eduardo Blanquel, Josefina Zoraida Vázquez y Jorge Alberto Manrique; para mí
fueron fundamentales. Aunque no ejerzo ni ejercí la historia del arte me marcaron mu-
cho grandes profesores como: Francisco de la Maza, Ida Rodríguez, Justino Fernández y
Pedro Rojas que dejaron una gran huella en mí. Ya en la madurez pienso que la historia
del arte tiene algún punto en común con la historia de la historiografía porque el arte es
una recreación de la realidad y la historiografía es una recuperación o recreación también
de la realidad; entonces, esa intermediación entre realidad, estudioso y representación
las acerca porque la historia del arte y la historia de la historiografía son maneras de
interpretar, de leer la realidad y esto para mí fue una parte muy importante de mi for-
mación. También hubo otros maestros, tal vez sea injusto omitirlos, pero menciono uno
fundamental para convertirme en historiador: Ernesto de la Torre; en él está el apren-
dizaje de la técnica, del oficio, de cómo hacer las cosas, complementado por otro que
también ponía mucho énfasis en ese punto, Carlos Bosch García.
En ese escenario de formación ¿le tocó hacer tesis? ¿Cuál fue el tema de la tesis?
Lorenzo Boturini y el pensamiento histórico de Vico, lo cual me marcó porque dio cause
a mi inquietud por la filosofía de la historia, estudiada con O’Gorman que fue miembro
de mi tribunal, y la historiografía, estudio formal de la obra de Lorenzo Boturini, inspira-
da en Vico. Éste esfuerzo me permitió cotejar que tomó el uno del otro, y meterme a rea-
lizar una lectura analítica, seria, de una obra maestra como es la Ciencia Nueva de Vico.
¿Había en su horizonte el tema de los posgrados: la Maestría, el Doctorado?
Sí, pero muy leve. Obtuve una beca para estudiar una maestría en la Universidad de
Texas, que inicie pero no concluí; revalidé mis estudios de Texas acá en la UNAM, regresé
porque se abrió un concurso. Volví para titularme; después de titularme hubo un concur-
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so en el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM del que había sido becario,
concursé y gané mi plaza, sigo en ella. Estamos en la universidad regida por Pablo Gon-
zález Casanova, que empezó a reencauzar los estudios de posgrado; lo cual, se logró con
más plenitud en el rectorado de Guillermo Soberon, desde el año 1972 en adelante. En
esta transición, el Jefe de Posgrado de la Facultad de Filosofía y Letras era nada menos
que Luis Villoro; entonces, me presento con Villoro e ingresé al posgrado formalmente;
revalidé mis cursos tomados en Texas, y vino la Maestría, —La sucesión presidencial en
1920— y posteriormente el Doctorado —Las dificultades del nuevo Estado, 1917-1920—;
pero nadie nos pisaba los talones, llevábamos las materias en su momento pero nadie
nos decía, ya entrando a la tesis, tiene plazo hasta tal día; íbamos dejando el asunto, y ya
cuando esto sucedía, pues sucedía, pero no había tantas presiones. En esa época empe-
zaron a configurarse de una manera más formal y orgánica los estudios de posgrado, se
crearon las Divisiones de Estudios de Posgrado, diferenciadas de las de licenciatura, por-
que en el último año de la licenciatura, cuando pasamos al seminario del Dr. O’Gorman,
encontramos que asistían a él profesores nuestros que estaban cursando el Doctorado;
habíamos sido alumnos de ellos un año antes y ahora los teníamos de compañeros en esa
materia; después vino la división, con lo que eso significa: dividir, para acá unos, para
allá otros; así se hizo la División que se le llamaba de Estudios Superiores, y luego, se le
cambio el nombre como: División de Estudios de Posgrado.
En ese nuevo escenario, ¿su temática de trabajo se mantuvo?
Puedo responder con un ambiguo sí y no... Sí, en el sentido de que la mayor parte
de mis créditos los cubrí en el seminario del Dr. O’Gorman que era de historiogra-
fía colonial, siglo XVI básicamente, avanzó hasta el XVIII, cosa que no satisfacía
mis inquietudes profesionales porque ya desde Texas había entrado en contacto
con el tema de la Revolución Mexicana, también por razones familiares; entonces,
tuve experiencias interesantes dentro del Instituto como el hecho de coordinar un
tomo dedicado a la Revolución Mexicana dentro de una Historia de México patro-
cinada por la editorial Salvat y dirigida por el Dr. Miguel León Portilla, que me dio
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la confianza para hacerme coordinador de un volumen de aquella obra, a pesar de
que yo era un recién egresado, el más joven de todos los coordinadores, y eso me
dio posibilidades para empezar a escribir sobre la Revolución. Luego hice parte de
otro proyecto editorial que coordinó El Colegio de México con el Fideicomiso para
la Historia de la Revolución Mexicana bajo la dirección de Daniel Cosío Villegas.
Me tocó estar un par de años bajo la conducción de una persona tan esplendida
como Daniel Cosío Villegas y asistir al seminario donde discutíamos los avances
de investigaciones de los proyectos, y esto me enriqueció muchísimo porque me
dirigió a uno de mis campos de trabajo; aunque, no dejé nunca el otro campo, el es-
tudio de la historiografía, porque ya convertido en un investigador en 1971 empecé
a dar clases de Historiografía de México; con lo que yo había aprendido a investigar
para mi tesis estaba bastante facultado para hacerme cargo de esa materia.
En ese momento, ¿Usted comienza a trabajar en la antología: La Teoría de la Historia en México: 1940-1973?
Sí, efectivamente, en ese momento empecé a elaborar esta antología, daba clase de
Historiografía de México y hubo una reforma de estudios en 1974 que creó la ma-
teria de Historiografía Contemporánea de México, para darle espacio al siglo XX, y
la antología vino como anillo al dedo para satisfacer esa materia.
En esa evolución, ¿Hubo cambios en las formas de hacer historia desde el momento que usted empezó a estudiar la licenciatura hasta cuando empezó a trabajar en el proyecto editorial de León Portilla y el proyecto editorial de Cosío?
Sí, yo creo que el cambio se da en los años setenta cuando empezó a pesar mucho la
influencia historiográfica de los Estados Unidos. No es raro, yo estuve un semestre
en Texas pero otros colegas congéneres de El Colegio de México, en su caso: Andrés
Lira, Bernardo García fueron a estudiar a Estados Unidos; Hira de Gortari fue a es-
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tudiar a Francia; otros compañeros: Carmen Ramos y yo fuimos a Estados Unidos a
contagiarnos del modo de hacer las cosas: más académico, más profesional. Digamos
que el ingreso a mis estudios todavía tenía una cierta aura romántica tradicional, y en
la Facultad había profesores más modernizantes y había profesores más tradiciona-
listas; de los dos se aprendían bien las cosas; digamos de los mencionados eran del
campo moderno: Ernesto de la Torre, que había estudiado en la Facultad, en El Cole-
gio de México y en París, tenía todos los méritos para hacer las cosas canónicamente
a la usanza internacional. En los años setentas fue cuando se vino fuerte ese cambio.
En esa nueva forma de hacer historia, ¿Qué ocurría con la preocupación teórica? ¿Por qué, por ejemplo, en la formación estadounidense talvez se hacía énfasis en ser mucho más pragmático y menos teórico? Usted, con el interés en la filosofía de la historia, ¿Cómo hizo o cómo se veía allí en ese momento de cambio?
Creo que nadamos contra corriente. Había dos cosas: una cuestión pragmática de:
“a mí las teorías no me sirven para nada, yo veo las fuentes y hago mi historia”; la
otra, fue el gran momento del marxismo como elemento teórico. En ese momento
subieron fuerte los bonos del marxismo y hubo, digamos, tres caras de la presencia
del marxismo en la Facultad: Adolfo Sánchez Vásquez, por un lado; un joven filóso-
fo de la historia muy sólido: Carlos Pereyra, para hablar de los buenos; y una terce-
ra cara: mucha gente que se sumó a la corriente pero sin conocerla muy a fondo. La
verdad sentí que la Facultad tenía una gran tradición dentro de lo que había sem-
brado José Gaos, que habían continuado gentes como O’Gorman, Eduardo Nicol y
otros, y con mi libro La Teoría de la Historia en México quise recuperar mucho de
esa herencia que se generó y desarrolló en los años cuarenta y mantuvimos viva esa
tradición, pues algunas gentes se empezaron a sumar a ella y al parecer acertamos
porque yo no podía entender el sentido de la historia de la historiografía sin la base
teórica que la podía sustentar y sin los instrumentos analíticos para analizarla.
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Hoy ahí, ¿Qué ha emergido el tema de la historia intelectual?, creo que en esa emergencia hay un olvido de esa tradición de Gaos y compañía. ¿Usted cómo se ubica, ahora que ha mantenido efectivamente el tema de la teoría como parte de su práctica docente, de sus publicaciones, sus últimos trabajos sobre historiografía en México, y de esa reedición que hizo de la obra de Ortega y Medina que también ha sido tan útil?2 ¿Cómo ve esa eclosión que hay de la historia intelectual?, ¿Cuál es su lectura de este momento?
Obviamente la historia intelectual es un campo abierto que permite recuperar
aquello que se hizo en un tiempo con Leopoldo Zea y otros como historia de las
ideas; ahora, claro con refuerzos metodológicos nuevos, pero finalmente se está
recuperando algo que se había guardado, que se había archivado. Hay una persona
nueva, Aurelia Valero que está por publicar su tesis doctoral sobre José Gaos den-
tro del enfoque de historia intelectual; estamos esperando esa lectura. Está tam-
bién próxima a salir una nueva edición mía de la Teoría de la historia en México,
con cuatro o cinco autores nuevos pero limitados al lapso 1940 y 1968; es decir, no
se aumenta el tiempo, se aumentan autores, otros enfoques, que enriquecen el mis-
mo cuerpo doctrinal con otras historias interesantes y estamos ya casi en la salida
de esta nueva edición, y en eso seguimos, desde luego atendiendo el gran proceso
global o de globalización de toda la práctica de la historia, la historiografía, la teo-
ría, en fin. A veces tenemos que luchar contra la imposición de modas a seguir, que
hacen olvidar las buenas tradiciones que tenemos; yo me aferro a nuestras buenas
tradiciones; desde luego, no a contemplar solamente el pasado sino adecuar las tra-
diciones a las exigencias del presente, pero haciendo notar que muchas doctrinas
del presente parten de un pasado, y allí es donde estamos.
2. Polémicas y ensayos mexicanos en torno a la historia. 2001. México: Universidad Nacional Autónoma deMéxico, 3 ed. Ver: Selección, introducción, estudio y notas de Juan A. Ortega y Medina; prólogo a la tercera edición de Álvaro Matute Aguirre; y, notas bibliográficas y apéndice bibliográfico por Eugenia W. Meyer.
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Ahora en uno de los comentarios que hacia usted sobre sus campos de trabajo mencionó, qué llegó a la Revolución, supongo, que ahí en esa aproximación temática tuvo que abordar el tema de la historia regional.
Sí. En primer lugar, la Revolución me ha servido para muchas cosas: analizar figu-
ras, movimientos, tendencias, etcétera, pero también para tenerla como un gran
contexto histórico, paralelamente al cual se desarrolla una escritura de la historia
y un pensamiento historiográfico muy significativos. Entonces, al abordar un fenó-
meno que sucede en muchos espacios nacionales, uno tiene la posibilidad de entrar
en contacto con la producción historiográfica de las diferentes regiones.
En su época de estudiante se publicó Pueblo en vilo de Luis González, ¿Cómo fue recibida esta obra?
Ya había terminado la carrera justamente, había concluido los créditos de manera
paralela a la aparición de Pueblo en vilo, y ya había empezado a forjar mis armas
profesionales. En ese momento era reseñista de libros en Radio UNAM, y me llegó
Pueblo en vilo, en cuyo pie de imprenta dice que salió en 1968, pero en realidad
se empezó a distribuir en enero y febrero de 1969; recuerdo eso bien por muchas
asociaciones de ideas que tengo. Ya conocía al maestro González, había sido muy
amable conmigo, fui a consultar cosas con él cuando estaba haciendo mi tesis, y ya
había leído muchas cositas de él, y leí Pueblo en vilo con gran gusto e interés. No
sé si fue Jean Meyer o quién, qué dijo que esa obra era la historia universal de San
José de Gracia, pero para mí fue una clave, ver la universalidad en el espacio más
local, y me gustó una cosa, que destaqué en la reseña que hice en aquel tiempo:
cuando la historia empezaba a especializarse en economía, social, política, cultural
y demás, destacaba en aquella obra que el espacio pequeño, el micro espacio, per-
mitía recuperar economía, sociedad, política, en fin, en el ámbito local; me gustó
que propusiera una historia integrada y no dispersa: acá lo económico, allá lo so-
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cial, más acá lo político, sino que dejara ver cómo interactuaban todos los aspectos
en el ámbito local. Por mis gustos y mis antecedentes de consumo literario desde
entonces pesqué que había un parentesco muy cercano entre Pueblo en vilo y una
novela como La feria de Juan José Arreola. No hace mucho en El Colegio de Jalisco
presenté un trabajo en donde hago una comparación entre Arreola y Luis González,
Pueblo en vilo y La feria, ya con más armas, desde luego, que las muy intuitivas
que tuve en la modesta reseña de seis cuartillas que hice en febrero de 1969; desde
aquel momento avizoré el buen comercio entre la literatura y la historia, y cómo
don Luis utilizaba como fuente elementos literarios.3
Pueblo en vilo significó una ruptura en la forma de hacer historia regional, ¿Cómo ve hoy a la historia regional?
Efectivamente hubo una ruptura porque historia regional era sinónimo de historia
muy tradicional, de historia pueblerina, como decía don Luis, y justamente, hubo
una primera discusión interesante en un congreso de noviembre de 1969 en Oaxte-
pec, en donde don Luis presentó una ponencia, y luego los productos que se empe-
zaron a desarrollar a partir del influjo de don Luis, que nos mandó a la revaloración
de buenos viejos historiadores regionales; pienso, por ejemplo, en Vito Alessio Ro-
bles, para mencionar alguno pero, luego, la generación joven empezó a trabajar, de
una manera nueva, diferente, en las regiones; en 1984 hubo un congreso en Gua-
dalajara sobre la Revolución en las regiones en donde me sorprendió la alta calidad
y modernidad de las ponencias sobre temas revolucionarios regionales; para mí,
la historia regional adquirió allí una suerte de mayoría de edad y de abandono del
viejo tradicionalismo. Hasta ese momento teníamos los libros regionales del Insti-
tuto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana (INHERM), que
había promovido con mucho acierto don Salvador Azuela, pero eran tratamientos
tradicionales, que mal informaban mucho, dudamos mucho de esos libros porque
3. Matute, Álvaro. 2013. “La Feria y Pueblo en vilo. La experiencia pueblerina”. Revista de la Universidad deMéxico Nueva Época. 111: 49-56.
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no tenían enfoques satisfactorios desde el punto de vista de la gente formada en
una licenciatura o en una maestría de historia, y en 1984 vimos que eso ya se había
logrado en plenitud, la verdad ese par de volúmenes que coordinó Carlos Martínez
Assad, La Revolución en las regiones (1986), abrieron una perspectiva nueva; Car-
los y otros como Héctor Aguilar Camín, empezaron a trabajar, Estados, ciudades,
regiones, espacios geográficos, con una nueva perspectiva.
Ya para finalizar, ¿Cómo ve el papel de la historia hoy como oficio, como profesión, como trabajo?
Por un lado, con entusiasmo, y por otro, con preocupación. Creo que nuestro gre-
mio ha crecido bastante, eso no está mal, pero nuestro gremio está consumiendo
para él mismo; es decir, estamos produciendo para nuestro propio consumo. Lo
que escribimos lo leemos nosotros también, y tenemos una responsabilidad social
muy grande: el público lector; al cual, hemos abandonado; nos hemos sofisticado
tanto metodológicamente que hemos hecho productos que son difíciles de consu-
mir para lectores no especializados; eso es peligroso porque podemos ser muy finos
y sofisticados pero, como decía Ramón Iglesia, a él le repugnaba la idea de escribir
para media docena de colegas y es lo que estamos haciendo . Don Luis González al
entrar a El Colegio Nacional habló de la “historia académica” y el “rezongo del pú-
blico”; entonces, creo que el divorcio entre el gremio y la sociedad es preocupante,
y tenemos que olvidarnos un poco de escribir para que nos dictaminen y permane-
cer en donde estamos, para conquistar un público ávido de conocimiento histórico,
hay que crearle la necesidad de tener conocimiento histórico, hay que recuperarlo,
porque ha sido un público que ha leído historia pero la ha ido dejando porque se
enfrentan a productos no muy gratos, así lo veo.
Muy bien Doctor, muchísimas gracias.
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