Votos y asientos en la diputación federal mexicano

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Fecha de impresión: septiembre de 2007Año VI, número 29julio-septiembre 2007, trimestral

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Domicilio de la Publicación: Paseo Tollocan No. 944, Col. Santa Ana Tlapaltitlán, C.P. 50160. Toluca, Estado de MéxicoTel. (01722) 2757300, ext. 4300.

Instituto Electoral del Estado de México Paseo Tollocan No. 944, Col. Santa Ana Tlapaltitlán, C.P. 50160.Toluca, Estado de México. Tel. (01722) 2757300, ext. 4300.

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Impreso en México

PRESENTACIÓN 5

EXPEDIENTE ELECTORAL

Votos y asientos en la diputación federal mexicana: 11modelo teórico y patrones observadosRicardo de la Peña

PLUMAS Y LETRAS

Las reformas político-electorales en Oaxaca: los obstáculos 43de la transición política David A. López Velasco

Las elecciones en Chihuahua y el abstencionismo 63por venir en México Carlos Murillo González

Transfuguismo y realineamiento electoral 89en la Mixteca PoblanaDiego Martín Velázquez Caballero

Elecciones en el Estado de México: partidos políticos 131 y democratizaciónMiguel Ángel Sánchez Ramos

Alternancia en los municipios de Hidalgo 1991-2005: 151el difícil camino de la unanimidad a la competencia electoral Fernando Díaz Pérez

La justicia electoral en Venezuela 179David Matheus Brito

TEXTOS DE ACTUALIDAD

La ciencia política estadounidense: un breve repaso 201Jaime Ortega Reyna

UN CLÁSICO DE LA CULTURA POLÍTICA

La democracia: una guía para los ciudadanos 209Robert Dahl

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Es un hecho que en nuestro país se celebran elecciones periódicas inclu-so en los lugares más recónditos de la geografía nacional, los organismos electorales de cada estado se ase-guran de ello. Sin embargo, aunque los procedimientos electorales son básicamente similares a nivel local y federal, cada elección es única y particular. El análisis del desarrollo y resultados de diferentes elecciones nos permite hacer una evaluación del avance democrático de la nación y de los nuevos retos a los que nos enfrentamos; así, en este número de la revista Apuntes Electorales, abor-damos temas que se refieren a estas dos situaciones.

En primer lugar presentamos, en la sección Expediente electoral, el tra-bajo de Ricardo de la Peña “Votos y asientos en la diputación federal mexicana: modelo teórico y patrones observados”, en el cual el autor se pregunta ¿cuál es el reparto espe-rable de diputaciones federales en México, considerando el número de partidos efectivamente competitivos que existen en el país y las reglas de adjudicación de curules formal-mente adoptadas? Para abordar este problema el autor hace un rápido re-cuento de las elecciones federales de 1997 a la fecha, atendiendo tanto al reparto de votos como al de asientos

entre las diversas opciones electora-les contendientes; luego, presenta la misma información desde una pers-pectiva alterna, que pone atención en las proporciones de votación y de asientos logrados por las fuerzas políticas en función del lugar que ocuparon en la contienda; después, retoma los elementos teóricos que permiten calcular el reparto de vo-tos y de asientos hipotéticamente esperados para el caso de la legisla-tura mexicana; y finalmente, coteja el resultado con la evidencia del reparto empíricamente observado, para conocer la adecuación entre lo esperado y lo obtenido. De la Peña concluye con algunos comentarios sobre la pertinencia de reformas le-gales en materia de la composición de la legislatura federal.

Por otro lado, la sección Plumas y le-tras se integra por artículos dedicados al análisis de la situación electoral de un estado o región, comenzando por el intitulado “Las reformas político-electorales en Oaxaca: los obstáculos de la transición política”, de David A. López Velasco. En el trabajo se reali-za un análisis comparativo entre las reformas electorales que han tenido lugar en el ámbito federal y las que se han dado en el estado de Oaxaca; mediante dicho comparativo el autor pretende evidenciar el rezago oaxa-

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queño en la materia, y el papel que los partidos políticos y los actores sociales han jugado al respecto.

“Las elecciones en Chihuahua y el abstencionismo por venir en México” es la propuesta de Carlos Murillo González, quien analiza dentro de la perspectiva de la despolitización so-cial, teoría que incluye al abstencio-nismo como fenómeno sintomático de las democracias representativas contemporáneas, lo que sucede en Chihuahua, estado pionero de las luchas electorales y la apertura de-mocrática en nuestro país; al res-pecto, Murillo considera el fenómeno abstencionista que vive la sociedad chihuahuense como un reflejo del futuro inmediato del país en materia de política electoral.

Siguiendo con la lectura, encontra-remos el trabajo de Diego Martín Velázquez Caballero “Transfuguismo y realineamiento electoral en la Mix-teca Poblana”; dicho estudio analiza el transfuguismo político en esa re-gión en el periodo que va de 1989 a 2004, pretendiendo hallar la relación que existe entre la ruptura priísta, la competitividad y el realineamiento electoral. Además, busca entender los efectos de esta situación en los sistemas de partidos y guberna-mental. El autor utiliza una serie de

datos estadísticos y fragmentos de entrevistas realizadas a dirigentes y militantes priístas, que siguen en el partido o se fueron con la oposición, para demostrar el difícil camino que ha seguido la consolidación demo-crática en esta región, que se carac-teriza por ser de las más pobres en el país.

A continuación, nos adentraremos en el caso del Estado de México mediante el artículo “Elecciones en el Estado de México: partidos polí-ticos y democratización”, de Miguel Ángel Sánchez Ramos, a lo largo del texto el autor describe cómo los partidos políticos se han cons-tituido en el elemento principal de la competitividad electoral que se consolida en dicho estado, y en específico, en sus municipios. Asi-mismo, se refiere al comportamien-to de los partidos políticos en las últimas seis elecciones municipales celebradas en la entidad, bajo una perspectiva de democratización. El trabajo se estructura en tres apar-tados principales; en el primero se sientan las bases conceptuales de la democratización; en el segun-do se analiza la evolución de las elecciones en los municipios mexi-quenses; y en el tercero se expone la transformación de los partidos políticos en el estado.

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El siguiente trabajo se intitula “Alter-nancia en los municipios de Hidalgo 1991-2005: el difícil camino de la unanimidad a la competencia elec-toral”, de Fernando Díaz Pérez, aquí el autor estudia los resultados de los procesos electorales municipales, para poder ubicar a los municipios en los cuales ha tenido lugar la al-ternancia, y así poder saber cómo se ha desarrollado y cuál ha sido su expresión territorial. La intención es demostrar el importante cambio que ha significado la alternancia, con el fin de poder ubicar las medidas necesarias para solucionar los con-flictos que surjan de la reciente expe-riencia de los gobiernos de diferente signo político.

Como parte final de esta sección te-nemos el artículo de David Matheus Brito “La justicia electoral en Vene-zuela”; mediante este trabajo po-dremos conocer la composición del sistema de justicia electoral venezo-lano, integrado por dos instancias claramente diferenciadas: el Consejo Nacional Electoral, ente administra-tivo autónomo de rango constitucio-nal, y la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia, instancia judi-cial electoral con competencia exclu-siva y excluyente. Asimismo, el autor nos describe los distintos recursos y acciones que la Ley Orgánica del

Sufragio y Participación Política in-dica que se pueden instaurar ante estos órganos. Este trabajo resulta de gran utilidad para los interesados en el funcionamiento de los sistemas electorales de otros países.

En esta ocasión, la sección Textos de actualidad está dedicada al libro “La ciencia política estadounidense: trayectoria de una disciplina”, de Godofredo Vidal de la Rosa, edita-do por la Universidad Autónoma Metropolitana y Porrúa. La reseña que aquí presentamos es de Jaime Ortega Reyna, quien comenta que el texto es una introducción a las corrientes dominantes de la discipli-na, el cual realiza una interpretación basada en los textos directos, y que a su vez fomenta el pluralismo exis-tente en ella.

Según Robert Dahl “La democracia asegura a sus ciudadanos un mayor ámbito de libertad personal que cualquier alternativa factible a la misma”, ésta es una cita del texto que compone la sección Un clásico de la cultura política. El fragmento fue tomado del libro “La democracia: una guía para los ciudadanos” de este destacado politólogo norteame-ricano, nacido en 1915, quien es un permanente crítico de la democra-cia, como se le concibe en occidente,

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ya que desde su punto de vista el triunfo del sistema democrático en Norteamérica se realizó a cuestas de la creciente inequidad en los países occidentales.

De las elecciones, la democracia y otros temas, se compone este nú-

mero de la revista, que dejamos a su consideración esperando que la diversidad de los puntos de vista aquí planteados enriquezca a nues-tro lector.

Diana Cecilia Torija HernándezCoordinadora de la revista

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Resumen

La evidencia muestra que el sistema electoral federal mexicano responde en sus pautas de distribución de sufragios y de obtención de curules a lo esperable desde un punto de vista teórico, si los resultados fueran expresión de comportamientos ne-tamente probabilísticos, no sujetos a correcciones de naturaleza emi-nentemente política. Estos repartos reproducen una realidad donde son tres los partidos políticos realmente competitivos, capaces de lograr vic-torias a nivel distrital y mantener una presencia continua y cierta a nivel nacional, pero donde se preserva un espacio reducido pero vigente para partidos menores que bien pudieran ser fuerzas emergentes que confor-maran un eventual cuarto polo de atracción real del voto ciudadano.

Introducción

En un ensayo anterior (De la Peña, 2003) analizamos las fórmulas de conversión disponibles para calcular la distribución de asientos espe-rable en una asamblea a partir de la distribución de votos observada entre partidos, postulando adecua-ciones para mejorar la precisión de la conversión y evaluando la aplica-bilidad de estas fórmulas al caso mexicano.

El problema que ahora atendemos es diferente. La pregunta central que buscamos responder es ¿cuál es el reparto esperable de diputaciones federales de México, considerando el número de partidos efectivamen-te competitivos que existen en el país y las reglas de adjudicación de curules formalmente adoptadas?

Votos y asientos en la diputación federal mexicana: modelo teórico y patrones observadosRicardo de la Peña*

* Presidente Ejecutivo de Investigaciones Sociales Aplicadas, S. C., Presidente del Consejo de Investigadores de la Opinión Pública, A. C. y Secretario de Organización de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales, A. C.

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Este tema adquiere relevancia toda vez que en cuatro ocasiones conse-cutivas ningún partido ha logrado reunir una mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. ¿Es esto algo característico de nuestro sistema electoral que únicamente podrá mo-dificarse mediante reformas a las reglas de reparto, o es sólo manifes-tación de una situación coyuntural que refleja un alineamiento especí-fico y temporal de las preferencias electorales de la ciudadanía?

Para abordar este problema iremos por partes. Primeramente, haremos un somero recuento de los resultados de las elecciones para diputados fede-rales en México desde 1997 a la fecha, atendiendo tanto al reparto de votos como al de asientos entre las diversas opciones electorales contendientes.

Al respecto, hablamos de opcio-nes electorales y no de partidos políticos toda vez que en México existe la posibilidad de que dos o más partidos políticos contiendan en coalición total o parcial bajo un único emblema, sin que sea posible diferenciar los votos por partido dentro de la coalición. Adi-cionalmente, las reglas de reparto de curules aplican para el conjun-to de partidos aliados y no para cada uno en particular, fijándose el reparto entre ellos en razón de

acuerdos interpartidarios y no a reglas generales que precedan la formación de estas alianzas (De la Peña, 2005a).

Luego, presentaremos la misma información desde una perspecti-va alterna, que pone atención en las proporciones de votación y de asientos logrados por las fuerzas políticas en función del lugar que ocuparon en la contienda y no a su identidad partidaria.

Un interludio será necesario en el camino, en el que se retomen los elementos teóricos disponibles que permiten estimar los repartos de asientos esperables en una asam-blea en función del número de parti-dos contendientes con capacidad de obtención de posiciones. Con base en estos elementos teóricos será posible calcular el reparto de votos y de asientos teóricamente esperado para el caso del legislativo mexica-no y cotejarlo con la evidencia del reparto empíricamente observado, para conocer la adecuación entre lo esperado y lo obtenido.

Como colofón, se harán algunos bre-ves comentarios sobre la pertinencia de reformas legales en materia de composición de la Cámara baja del Legislativo federal mexicano a la luz de los hallazgos de este ejercicio.

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Es de mencionarse que, adicionalmen-te al recuento de las proporciones en el reparto de votos y de asientos para partidos o coaliciones según identi-dad o lugar ocupado en la contienda, se emplean dos indicadores agrega-dos de la competitividad resultante de los repartos en cuestión:

a) El “número efectivo de partidos” (Laakso y Taagepera, 1979), identifi-cado como “N”, que es el estimador más comúnmente empleado como indicador de la competitividad, y que es igual al inverso de la sumatoria de los cuadrados de las proporciones de votación por los diversos partidos (vi); es decir:

tomando como base del cálculo la proporción de asientos logrados por los diversos partidos (si).

Este índice representa la cantidad de partidos de igual tamaño que dan el mismo efecto de concentración (o fragmentación) de los componentes, medido bien por el índice de concen-tración de Herfindahl y Hirshman:

Al igual que en el caso de otros indicadores agregados de compe-titividad, puede establecerse un N para la votación (Nv) y otro para la distribución de asientos (Ns), donde

o por su complemento, el índice de fragmentación de Rae (1967), defini-do como

Asi, el índice N puede definirse como una mera transformación de estos indicadores, bien como

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Luego, N resulta ser un aporte a la medición del número de componen-tes en la medida en que adopta una presentación clara, menos abstracta que otras formulaciones anteriores.

El carácter genérico de este índice puede constatarse por demás dado su empleo en las ciencias econó-micas como indicador del número hipotético de competidores de igual tamaño en un mercado.

b) El “número de autonomías” (De la Peña, 2005b), identificado como “A”, que constituye un indicador agrega-do de la competitividad electoral que busca superar limitaciones detecta-das en otros estimadores, principal-mente “N”.

Así, frente al problema del impacto de la fragmentación del voto oposi-tor, se aplica al análisis electoral el índice de dominancia (P), para dis-poner de un indicador que dé cuen-ta de las condiciones efectivas de competencia, definido como (García Alba, 1998):

o lo que es lo mismo

Que resulta ser un indicador del ni-vel de concentración del voto y que, por ende, sería un promedio de las participaciones de cada partido en la concentración del voto, medida a través de H.

La disposición simultánea de H y P permite ver, en el terreno económico, la relación entre la estructura de un mercado con el poder de un compe-tidor de fijar precios; para el caso de un sistema electoral, lo que otorga es la posibilidad de ver la relación entre el reparto de los votos y el poder de un partido mayoritario derivado de detentar una condición hegemónica.

De hecho, siguiendo la argumenta-ción de García Alba, adecuándola al caso electoral, para evaluar la posibi-lidad de que una distribución de vo-tos propicie prácticas hegemónicas, debe considerarse no solamente la concentración en cada componente, sino la relación con las concentracio-

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nes entre los demás componentes. Ello, toda vez que el componente mayor podrá ejercer un poder hege-mónico no solamente cuando supere cierta marca de votación relativa, si-no entre menos concentrado esté el voto en los restantes componentes.

El valor de este índice no aumenta con cualquier fusión de fuerzas po-líticas, sino sólo con las que invo-lucran componentes mayores, asu-miendo que cada partido o coalición ejercerá mayor capacidad de influir en un sistema mientras mayor sea su respaldo electoral relativo al de los demás partidos o coaliciones (en-tre mayor sea su tamaño relativo).

El índice de dominancia electoral así definido tendría como propiedades: nunca ser menor que H (siendo igual cuando las participaciones de los diversos componentes son iguales); cualquier transferencia o fusión hacia el componente mayor aumenta su valor; si el componente representa más de la mitad del voto, el índice será mayor que un medio (dos únicos competidores de igual tamaño); el índice aumenta cuando se fusionan o alían dos componentes cuya parti-cipación es mayor a la que resultaría de la fusión de cualesquiera otros dos componentes; si la participación con-junta de dos componentes distintos al mayor supera la mitad, el índice es

menor a un medio; disminuye ante cualquier fusión que no involucre al componente mayor si la participación de éste es mayor a la mitad; si la fu-sión de dos componentes aumenta el índice, lo mismo sucede de fusionarse dos componentes de mayor tamaño, y si lo disminuye, lo mismo sucede de hacerlo dos componentes menores.

El inverso de este índice, que enton-ces pudiera llamarse “número de componentes autónomos”, pudiera definirse como:

o en forma más sintética:

Y que constituiría un estimador alterno para el número de partidos en un sistema electoral, que supo-ne que a mayor nivel de dominancia

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de uno o más partidos en un sis-tema, menor número de partidos “autónomos”, y viceversa.

Las características de este índice serían coherentes con las del de do-minancia: el número de autonomías nunca es mayor que el número efecti-vo de partidos, medido por N (siendo igual cuando las proporciones de los diversos componentes son iguales); cualquier transferencia o fusión hacia el componente mayor disminuye su valor; si un componente representa más de la mitad del voto, el índice será menor que 2; el índice dismi-nuye cuando se fusionan o alían dos componentes cuya participación es mayor a la que resultaría de la fusión de cualesquiera otros dos componen-tes; si la participación conjunta de dos componentes distintos al mayor supera la mitad, el índice es mayor a 2; aumenta ante cualquier fusión que no involucre al componente mayor, si la participación de éste es mayor a la mitad; si la fusión de dos componen-tes disminuye el índice, lo mismo su-cede de fusionarse dos componentes de mayor tamaño, y si lo aumenta, lo mismo sucede de hacerlo dos compo-nentes menores.

En tramos relevantes, A tiende a va-riar en sentido inverso al cambio que

muestra N. Cuando un componente es hegemónico, si el resto del sufra-gio se concentra en un componente único, N alcanza su valor mínimo, mientras que en el caso de A se llega al valor máximo (indicando una ele-vada competitividad). Así, mientras que para N el voto disperso en una multiplicidad de partidos frente a uno hegemónico sería muestra de mayor competitividad que cuando se con-centra en un solo oponente, para A se logra una mayor competitividad pre-cisamente cuando una fuerza oposi-tora logra concentrar el voto restante al acaparado por un partido que goza de una condición hegemónica.

Lo anterior permite considerar a A como un estimador eficiente del número de partidos en un sistema electoral, que en todo caso refleja con mayor proximidad a lo intuitivo que N el número y relevancia de los partidos en un sistema dado, sobre todo cuando es pluripartidista.

De manera complementaria y para fines de estimación de los cambios al interior de las series construidas, se emplea el índice de volatilidad de Pedersen (W), que permite ponderar la magnitud de los cambios absolu-tos en el reparto de votos o asientos, medido como:

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Donde “vt” corresponde a la votación en una elección y “vt-1” la votación pa-ra el mismo componente del cálculo en la elección inmediata anterior.

1. Votos y asientos en México por opción electoral

Desde 1997 hasta la fecha, por cuatro ocasiones consecutivas, nin-guna fuerza política electoralmente contendiente ha logrado obtener una mayoría absoluta en la votación para la elección de diputados federales en México (gráfica 1a).

De hecho, este cambio de partido mayoritario entre elección y elección refleja una volatilidad relativamente elevada del voto para posiciones legislativas en el ámbito federal en México, donde en promedio el índice muestra una altura superior a once puntos porcentuales. Esto es: cada tres años más de la décima parte de los sufragios se trasladan de una opción electoral a otra.

El número efectivo de partidos elec-torales, considerando de manera

agregada como un único componen-te al resto de los partidos políticos distintos de los tres mayores y que corrieron sin alianza con alguno de éstos, invariablemente alcanza y ge-neralmente supera el valor de 3. Si lo que observamos es el índice de do-minancia implícito en el número de autonomías, se tiene que no existe una condición dominante en la vota-ción, habiendo entre dos y medio y tres autonomías electorales.

Son tres las opciones electorales que en cada ocasión han alcanzado proporciones de votación que le per-mitan lograr asientos de mayoría, es decir, alcanzar victorias a nivel dis-trital, aunque el mecanismo de asig-nación de asientos complementarios mediante representación proporcio-nal permite que sean más opciones las que eventualmente ingresen al legislativo. Invariablemente, como se ve en la gráfica 1b, estas opciones han sido los partidos o coaliciones encabezadas por Acción Nacional (PAN), el Partido Revolucionario Ins-titucional (PRI) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD).

En dos de las cuatro últimas eleccio-nes, la opción mayoritaria logró más de la mitad de los asientos asignados por el principio de mayoría relativa, en ambas ocasiones, quien lo logró fue el PRI o la coalición encabezada

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por este partido. A diferencia, en las dos ocasiones en que ha sido Acción Nacional quien en solitario y en alianza ha logrado el primer lugar, no ha alcanzado la mitad de triunfos de mayoría.

La volatilidad que muestra el reparto de triunfos distritales entre opciones electorales es sumamente elevada: más de la cuarta parte de las posi-ciones asignadas por vía uninominal cambia de manos cada tres años (en la última ocasión se llega a que en el agregado uno de cada tres asientos por mayoría cambien de manos res-pecto a la elección anterior).

Detrás de esta volatilidad se encuen-tra el efecto reductivo que invaria-blemente y por razones de princi-pios matemáticos tiene el reparto de triunfos por distrito respecto al de votos. Así, el número efectivo de partidos que alcanzan triunfos distri-tales es de apenas 2.5 en promedio, mientras que el número de autono-mías correspondiente no alcanza el nivel de dos en promedio.

Otra es la situación cuando lo que se observa no son las proporciones de triunfos por mayoría relativa, si-no la integración plena del cuerpo legislativo, incluyendo las posiciones otorgadas mediante representación proporcional, que se presenta en la

gráfica 1c. Como puede observarse, la afirmación eje de este análisis se constata aquí: ninguna fuerza polí-tica logra la condición de mayoría absoluta en ninguna de las cuatro elecciones tomadas para el análisis.

El carácter compensatorio a las de-formaciones derivadas del sistema de asignación por mayoría relativa que tiene la representación proporcional propicia que el número efectivo de partidos legislativos en el país sea ca-si de tres partidos, mientras que son en promedio 2.3 las autonomías exis-tentes, lo que habla de la no-presen-cia de una fuerza política dominante en este órgano legislativo.

Y si bien el modelo mixto de forma-ción de la representación legislativa mexicana no elimina la volatilidad, sí la atempera, reduciendo a niveles de menos de la quinta parte del total de curules el cambio entre elecciones.

2. Votos y asientos en México según lugar en la contienda

Una forma alternativa de revisar los datos electorales, que es útil para los fines de este análisis, es observar la variación en las distribuciones de votos y asientos haciendo caso omi-so de la identidad de los partidos y viendo las proporciones de quienes

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ocuparon un determinado lugar en la contienda según precisamente esta condición de posición ordenada en-tre los contendientes.

Al efectuar este ejercicio, como sería de esperarse, las variaciones que se detectarán serán proporcionalmente menores a los cambios que directa-mente se presentan entre los compo-nentes etiquetados. La volatilidad en el peso de los componentes según su voto conforme al lugar ordenado ocupado en las contiendas es menor a diez puntos en promedio.

Así, el primer lugar ha rondado en una banda estrecha, que va de los 42 a los 34 puntos porcentuales, redondeando, con una altura prome-dio cercana a los 39 puntos. Siete puntos abajo se ubica el promedio del segundo lugar, que muestra una banda más amplia de variación en su votación relativa, que va de 26 a 38%, similar a la banda de 18 a 29% que muestra el tercer lugar, cu-yo promedio se ubica en 23 puntos (gráfica 2a).

Cuando lo que se ve es el repar-to de triunfos por el principio de mayoría relativa, lo que se obser-va en la gráfica 2b, se tiene que el primer lugar se mueve en una banda muy estrecha, que va de 46 a 55% de los triunfos distritales,

casi 20% más que los logrados por el segundo lugar, que presen-ta al contrario una gran variación –alcanzando niveles de 45% de distritos ganados hasta solamente 23%–. El siguiente escalón también representa un descenso cercano a veinte puntos: el tercer lugar saca en promedio menos de 18% de los triunfos distritales, aunque ello refleja una caída peculiar en 2000 hasta menos de la décima parte de los distritos. Es de referirse que, en promedio, cada tres años cambiarían el reparto de triunfos distritales entre los diversos luga-res en 15% de los casos.

Otra es la circunstancia cuando lo que se observa es el reparto de la totalidad de asientos en la Cámara baja federal (gráfica 2c): con una volatilidad entre posiciones menor a doce puntos, el primer lugar se ubicaría en una estrecha franja que iría de 41 a 48% de las curules, doce puntos por encima en prome-dio de la segunda fuerza legislati-va, que tendría entre 25 y 32% de curules regularmente (con un brin-co a 42% en 2000), mientras que el tercer lugar se situaría entre 14 y 25% de los integrantes del cuerpo legislativo, quedando un remanente inferior a tres por ciento para fuer-zas políticas menores no aliadas con los grandes partidos.

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Como resultado de los ejercicios an-teriores, es posible estimar el efecto reductivo que tienen las reglas de reparto sobre el número de partidos existentes en México entre la pista electoral y la composición legislativa (gráfica 4d). El número efectivo de partidos se reduce, por efectos me-cánicos de reparto, en 0.3 partidos promedio, mientras que el número de autonomía en la Cámara es 0.4 partidos menor que el resultado di-recto de la distribución de votos.

3. Modelo teórico de reparto de asientos en una asamblea

A lo largo de más de un siglo se han efectuado diversos ejercicios orienta-dos a establecer relaciones lógicas que vinculen los votos obtenidos por un partido y los asientos que le corresponden, dadas unas determi-nadas reglas electorales.

Este problema tiende a ser materia de mayor atención en sistemas que aplican principios distintos a la repre-sentación proporcional, la cual por su propia definición tiende a igualar el reparto de asientos con el reparto de votos obtenido. Mas ello no es así en sistemas que aplican la regla de pluralidad o principio de mayoría relativa, donde es preciso disponer de un algoritmo para la conversión.

Tradicionalmente, se ha postulado la existencia de una relación empírica entre votación y asientos obtenidos en un sistema con regla de plurali-dad: la llamada “ley del cubo”, cuya formulación clásica, atribuida origi-nalmente a los británicos Edgeworth y Smith, quienes la formularan a principios del siglo pasado, (Kendall y Stuart, 1950) es:

donde “vi” y “vj” refieren a las votacio-nes relativas de los partidos mayores y “si” y “sj” a sus correspondientes asientos obtenidos.

Alternativamente, se deduce la fór-mula más general, primordialmente válida para el cálculo de asientos en sistemas típicamente bipartidistas:

En la década de los sesenta se dan di-versos avances en la materia, primero con una formulación que supone una proporcionalidad cuadrática, acorde

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con la realidad holandesa, propuesta por Frans Grosfeld en 1967:

exponente “α" un valor de tres, se tiene la famosa "ley del cubo" pa-ra sistemas de mayoría relativa; al asignarle un valor de dos, se tiene la "proporción cuadrática" de Gros-feld; y al fijarse en uno, se tiene la representatividad perfecta a la que se aproximan sistemas de represen-tación proporcional.

Posteriormente, Rein Taagepera (1986), de la Universidad de Cali-fornia, adopta una perspectiva teó-rica novedosa y de mayor eficacia, al buscar disponer de una fórmula concisa dotada de capacidades pre-dictivas, explicativas y generativas, desviándose de la corriente empi-rista predominante, que busca la disposición de una ecuación general cuyos parámetros se fijen en función al análisis de la evidencia disponible, como en el caso de Gary King, quien considera la posibilidad de sesgos sistemáticos y sensibilidades parti-culares para determinados partidos (Katz, 1997).

Así, precisa y fundamenta el valor del exponente "n", que calcula como un exponente no necesariamente en-tero que se calcula a partir de:

Conocedor de la existencia de es-tas propuestas alternas, dos años después el canadiense Henry Theil (1969), de la Universidad de Chica-go, adoptando un enfoque que recu-pera la medida de entropía propia de la teoría de la información, establece una formulación más general que las anteriores, que considera que la proporción de curules que obtendrá un partido equivaldrá al cociente de su proporción de votos elevada a una potencia (α), entre la sumatoria de las proporciones de votos por los di-versos partidos elevadas a la misma potencia; es decir que:

Esta formulación incluye como casos propuestas conocidas: asignando al

log

log

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Determinando luego que la conver-sión se sujetará a la relación general:

al total de combinaciones de votos posibles, dada una división de los sufragios en una cantidad de partes preestablecida (distritos).

Esta relación supone que “n” adquie-re un valor que puede ser fraccional, en función de V y S, que se satisface con el cociente de los logaritmos de las variables en cuestión. Esta rela-ción asume en la práctica un valor sumamente próximo a tres en la mayoría de las sociedades democrá-ticas donde se aplica la regla de plu-ralidad para la asignación de esca-ños, lo que explica la “ley del cubo” avalada por la evidencia empírica.

Posteriormente, y para lograr una mayor precisión, Taagepera adecua la formulación al descomponer el número total de asientos como el producto del número de demarcacio-nes (E) por el promedio de asientos a repartir por demarcación o “magni-tud prorrateada” (M’) y que asumiría un valor de uno para casos donde se aplica la regla de pluralidad, incluso en distritos con múltiples asientos (Taagepera y Shugart, 1989). El ex-ponente de poder adquiere así su formulación como:

Esto es: “n” corresponde a una re-lación entre el volumen de votantes (V) en una sociedad y la cantidad de asientos a repartir en sus órganos legislativos o parlamentarios (S), res-pondiendo así a la demanda de ca-nales de representación, por lo que lo denomina “exponente de poder”. Este exponente es constante para una elección, no dependiendo del componente para el que se realice la conversión, y es relativamente esta-ble a lo largo del tiempo, por lo que puede considerarse como caracterís-tico de un sistema electoral dado.

La formulación del exponente de po-der responde a un modelo abstracto, probabilístico, que Taagepera consi-dera plausible. En principio, al tomar este exponente y efectuar el cálculo conforme la ecuación de Theil, se conjetura que se tendría una aproxi-mación asintótica con la proporción de combinaciones de votos por una determinada opción que resultan superiores a otras opciones respecto

log

log

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Un nuevo avance se daría con la determinación de la proporción de asientos esperable para la primera fuerza electoral en un sistema (Taage-pera y Shugart, 1993), definida por:

Luego, cuando se tiene la participa-ción en los asientos del primer lugar, es factible calcular las participacio-nes de los restantes partidos. En particular, la proporción esperable de asientos para el primer lugar, extraíble de la formulación general anterior, vendría dada por:

Donde “M” corresponde a la mag-nitud, entendida como el número promedio de asientos a asignar por unidad de acumulación de votos (distrito) y “S” como el número de asientos totales en la asamblea.

Recientemente, Taagepera comple-menta sus ejercicios en la materia con la enunciación de un modelo probabilístico para estimar la pro-porción de asientos esperable para un partido político u opción elec-toral en consideración solamente del número de partidos u opciones electorales entre los que se reparte la representación (p). Así, deriva de anteriores hallazgos teóricos que (Taagepera y Allik, 2006):

Es con base en estas últimas ecuacio-nes que efectuaremos un ejercicio de comparación entre las distribuciones esperables de asientos en la Cámara baja federal de México y las distribu-ciones efectivamente observadas en los cuatro últimos comicios.

4. Modelo teórico y reparto empíri-co: el caso de México

La evidencia empírica que veremos advierte que es imposible establecer con precisión el caso al que corres-ponde México por cuanto al número de partidos que efectivamente pue-den alcanzar representación legisla-tiva, puesto que los repartos obser-vados corresponden a proporciones ubicadas entre el reparto teórico esperable para un sistema con tres

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partidos reales y uno con cuatro partidos con capacidad de triunfo, según se deriva de las ecuaciones anteriormente anotadas.

Así, como se ve en la gráfica 4a, la proporción media de triunfos dis-tritales alcanzados por la primera fuerza legislativa es apenas superior a 50% (contra 49% que se deduciría de la fórmula general de Taagepera y Shugart), mientras que el segundo lugar logra 32% de victorias y el tercer lugar casi 18%. Este reparto de triunfos distritales estaría suma-mente próximo al esperado de existir cuatro opciones electorales en el sistema, aunque la proporción que efectivamente le toca a cuartas fuer-zas es prácticamente nula y muy por debajo de lo teóricamente esperado de ser un sistema de cuatro opcio-nes electorales.

Cuando lo que se observa (gráfica 4b) es el reparto del total de asien-tos, incluyendo aquellos ganados por mayoría relativa y los de repre-sentación proporcional, se tiene de nueva cuenta un reparto para las tres primeras fuerzas que sería próximo a lo que les tocaría de tratarse de un sistema de cuatro componentes rea-les: 45% de asientos para el primer lugar, contra 46% teóricamente es-perado; 32% para la segunda fuerza, contra 28% esperado; y 21% para el

tercer lugar, contra 20% esperado. Estas desviaciones mínimas encu-bren, sin embargo, la escasa partici-pación de fuerzas políticas menores en el reparto, que alcanzan menos de 3% de posiciones, menos de la mitad de lo teóricamente esperado por tratarse de un sistema de cuatro partidos.

Ahora bien: a partir de los repartos de asientos para los diversos com-ponentes del sistema que han sido teóricamente calculados, es posible estimar cuál sería el reparto espera-ble de votos que correspondería con dichas distribuciones de curules, in-virtiendo el procedimiento de cálculo típico de los ejercicios de conversión para pasar no de votos a asientos, sino de asientos a votos.

Este ejercicio, que se presenta en la gráfica 4c, muestra que el reparto esperable de votos en un sistema en que tres partidos son efectivamente contendientes por puestos de mayo-ría sería 42% de sufragios para la primera fuerza, 33% para la segun-da y 25% para la tercera. Cuando los partidos efectivamente competitivos fueran cuatro, la proporción para el primer lugar tendería a reducirse a un tercio de los votos, cinco y medio puntos por encima del segundo lu-gar, que a su vez superaría por cinco y medio puntos al tercer puesto, que-

25

dando una sexta parte de los votos para la cuarta fuerza.

Al cotejar estas distribuciones teóri-cas con los promedios de votación logrados por las opciones electorales en México durante la última década, se encuentra que el peso relativo alcanzado por las primeras fuer-zas electorales ha estado en medio de ambas posibilidades (sistema de tres y de cuatro componentes efecti-vos): ni tanto como en un sistema en que no hay más competidores, ni tan poco como cuando existe una cuarta fuerza real. El escalonamiento es similar a lo teóricamente esperable para los tres primeros lugares, pero el cuarto lugar resulta muy reduci-do de afirmarse su existencia como participante efectivo. Ello, dado que las distancias medias entre un lugar y otro rondan los siete puntos, no los ocho de un sistema de tres par-tidos, ni los cinco de un sistema de cuatro partidos.

Es de mencionarse, además, que da-do el escaso peso de las fuerzas me-nores a las tres principales, el efecto reductivo observado entre número de partidos electorales y legislativos en México se aproxima más al que se esperaría en un sistema con tres par-tidos reales que en uno con cuatro. Ello también se ve en los indicadores de dominancia.

Colofón

Así, la evidencia revisada pareciera mostrar que el sistema electoral fe-deral mexicano responde en sus pau-tas de distribución de sufragios y de obtención de curules a lo esperable desde un punto de vista teórico, si los resultados fueran expresión de com-portamientos netamente probabilís-ticos, no sujetos a correcciones de naturaleza eminentemente política.

Estos repartos reproducen una rea-lidad donde son tres los partidos políticos realmente competitivos, ca-paces de lograr victorias a nivel dis-trital y mantener una presencia con-tinua y cierta en el plano nacional, pero donde se preserva un espacio reducido pero vigente para partidos menores que bien pudieran ser fuer-zas emergentes que conformaran un eventual cuarto polo de atracción real del voto ciudadano.

Lo esperable en un sistema con estas características es que alguno de los contendientes, el partido que logre situarse en el primer lugar en una contienda, alcance e inclusive supere la mitad de triunfos a nivel distrital en una de cada dos ocasiones, como de hecho ha venido ocurriendo. En principio, el primer lugar se situará en un punto próximo a la mitad de victorias en los distritos existentes.

26

Sin embargo, la pista de represen-tación proporcional tenderá a re-partirse de manera muy próxima al reparto proporcional de sufragios. Y es de esperarse que el partido mayor no alcance a superar la barrera de 42% de los votos para lograr –con victorias suficientes en la pista uni-nominal– la mayoría de posiciones en la Cámara baja del Legislativo federal, conforme el límite a la sobre representación legalmente estableci-do en la actualidad.

En consecuencia, reducir a la mi-tad la cantidad de posiciones pluri-nominales existentes no conllevaría mecánicamente a la confección de mayorías legislativas. Al contrario, lo más factible es que redujera la posi-bilidad de acceso a posiciones legis-lativas de pequeñas fuerzas, sin que el partido mayor lograra alcanzar el nivel de votación requerido para convertirse en mayoría legislativa, a menos que se modificase también el candado a la sobre representación.

27

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28

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• Theil, Henry. 1969, “The Desired Political Entropy”, The American Political Sciencie Review, 63 (Ju-ne): 521-525.

29

Gráficas*

26.6% 39.2% 31.9% 34.4%

39.1% 37.8% 42.2% 29.0%

25.7% 19.1% 18.2% 29.8%

8.6% 3.9% 7.7% 6.8%

12.5% 1.4% 10.3% 4.6%

3.4 3.0 3.1 3.4

2.7 2.5 2.4 3.0

2006

Gráfica 1a. Votación relativa por opción partidaria en las elecciones para diputados federales de México (1997-2006)

200320001997

PAN

PRI

PRD

Otros

Ventaja

N

A

Fuente: Cálculos propios con base en los resultados oficiales reportados por el Instituto Federal Electoral.

0.0%

50.0%

40.0%

30.0%

20.0%

10.0%

1997 2000 2003 2006

PAN PRI PRD Otros

* Los números de las gráficas corresponden al apartado del artículo en el cual se explican.

30

Gráfica 1b. Proporción ganada de diputaciones uninominales poropción partidaria en México (1997-2006)

0.0%

50.0%

60.0%

40.0%

30.0%

20.0%

10.0%

1997 2000 2003 2006

PAN PRI PRD Otros

21.7% 47.3% 26.7% 45.7%

54.7% 44.0% 54.7% 21.7%

23.3% 8.7% 18.7% 32.7%

0.3% 0.0% 0.0% 0.0%

31.3% 3.3% 28.0% 13.0%

2.5 2.4 2.5 2.8

1.7 2.1 1.7 2.3

2006200320001997

PAN

PRI

PRD

Otros

Ventaja

N

A

Fuente: Cálculos propios con base en los resultados oficiales reportados por el Instituto Federal Electoral.

31

Gráfica 1c. Distribución relativa de diputaciones federales por opción partidaria en México (1997-2006)

0.0%

50.0%

40.0%

30.0%

20.0%

10.0%

1997 2000 2003 2006

PAN PRI PRD Otros

24.2% 44.6% 30.2% 41.2%

47.8% 41.8% 44.8% 24.6%

25.0% 13.6% 19.4% 31.6%

3.0% 0.0% 5.6% 2.6%

22.8% 2.8% 14.6% 9.6%

2.9 2.6 3.0 3.0

2.1 2.2 2.2 2.6

2006200320001997

PAN

PRI

PRD

Otros

Ventaja

N

A

Fuente: Cálculos propios con base en los resultados oficiales reportados por el Instituto Federal Electoral.

32

Gráfica 2a. Votación relativa según lugares en las elecciones para diputados federales de México (1997-2006)

0.0%

50.0%

40.0%

30.0%

20.0%

10.0%

1997 2000 2003 2006

PRIMERO SEGUNDO TERCERO Otros

39.1% 39.2% 42.2% 34.4%

26.6% 37.8% 31.9% 29.8%

25.7% 19.1% 18.2% 29.0%

8.6% 3.9% 7.7% 6.8%

12.5% 1.4% 10.3% 4.6%

3.4 3.0 3.1 3.4

2.7 2.5 2.4 3.0

2006200320001997

Primero

Segundo

Tercero

Otros

Ventaja

N

A

Fuente: Cálculos propios con base en los resultados oficiales reportados por el Instituto Federal Electoral.

33

Gráfica 2b. Proporción ganada de diputaciones uninominales según lugares en México (1997-2006)

0.0%

50.0%

40.0%

30.0%

20.0%

10.0%

1997 2000 2003 2006

PRIMERO SEGUNDO TERCERO Otros

54.7% 47.3% 54.7% 45.7%

23.3% 44.0% 26.7% 32.7%

21.7% 8.7% 18.7% 21.7%

0.3% 0.0% 0.0% 0.0%

31.3% 3.3% 28.0% 13.0%

2.5 2.4 2.5 2.8

1.7 2.1 1.7 2.3

2006200320001997

Primero

Segundo

Tercero

Otros

Ventaja

N

A

Fuente: Cálculos propios con base en los resultados oficiales reportados por el Instituto Federal Electoral.

34

Gráfica 2c. Distribución relativa de diputaciones federales según lugares en México (1997-2006)

0.0%

50.0%

40.0%

30.0%

20.0%

10.0%

1997 2000 2003 2006

PRIMERO SEGUNDO TERCERO Otros

47.8% 44.6% 44.8% 41.2%

25.0% 41.8% 30.2% 31.6%

24.2% 13.6% 19.4% 24.6%

3.0% 0.0% 5.6% 2.6%

22.8% 2.8% 14.6% 9.6%

2.9 2.6 3.0 3.0

2.1 2.2 2.2 2.6

2006200320001997

Primero

Segundo

Tercero

Otros

Ventaja

N

A

Fuente: Cálculos propios con base en los resultados oficiales reportados por el Instituto Federal Electoral.

35

Gráfica 2d. Efecto reductivo en el número de partidos en las elecciones para diputados federales de México (1997-2006)

4.0

3.0

2.0

1.02006200320001997 1997 2000 2003 2006

ELECTORALES LEGISLATIVOS

4.0

3.0

2.0

1.0

3.4% 3.0% 3.1% 3.4%

2.9% 2.6% 3.0% 3.0%

-0.5% -0.4% -0.1% -0.4%

1997

Fuente: Cálculos propios con base en los resultados oficiales reportados por el Instituto Federal Electoral.

Electorales

Legislativos

Reducción

2000 2003 2006 1997 2000 2003 2006

2.7% 2.5% 2.4% 3.0%

2.1% 2.2% 2.2% 2.6%

-0.6% -0.3% -0.4% -0.4%

Electorales

Legislativos

Reducción

Componentes (N) Autonomías (A)

36

Gráfica 4a. Reparto esperado y observado de diputaciones uninominales según lugares en México (1997-2006)

0.0%

50.0%

60.0%

40.0%

30.0%

20.0%

10.0%

Esperado (3 opciones) Esperado (4 opciones) Observado (promedio)

PRIMERO SEGUNDO TERCERO CUARTO

57.7% 50.0% 50.6%

29.9% 28.9% 31.7%

12.4% 14.9% 17.7%

6.2% 0.1%

27.8% 21.1% 18.9%

2.3 2.8 2.5

1.6 1.8 1.9

Observado (promedio)Esperado (4 opciones)Esperado (3 opciones)

Primero

Segundo

Tercero

Cuarto

Ventaja

N

A

Fuente: Cálculos propios con base en los resultados oficiales reportados por el Instituto Federal Electoral.

37

Gráfica 4b. Reparto esperado y observado de diputaciones federalessegún lugares en México (1997-2006)

0.0%

50.0%

60.0%

40.0%

30.0%

20.0%

10.0%

PRIMERO SEGUNDO TERCERO CUARTO

Esperado (3 opciones) Esperado (4 opciones) Observado (promedio)

50.6% 46.0% 44.6%

28.8% 28.2% 32.1%

17.9% 19.5% 20.5%

6.3% 2.8%

21.8% 17.8% 12.5%

2.7 3.2 2.9

1.9 2.3 2.2

Observado (promedio)Esperado (4 opciones)Esperado (3 opciones)

Primero

Segundo

Tercero

Cuarto

Ventaja

N

A

Fuente: Cálculos propios con base en los resultados oficiales reportados por el Instituto Federal Electoral.

38

Gráfica 4c. Distribución esperada y observada de votación paradiputados federales en México (1997-2006)

0.0%

50.0%

40.0%

30.0%

20.0%

10.0%

Esperada (3 opciones) Esperada (4 opciones) Observada (promedio)

PRIMERO SEGUNDO TERCERO CUARTO

41.6% 33.3% 38.7%

33.4% 27.8% 31.5%

25.0% 22.3% 23.0%

16.6% 6.8%

8.2% 5.6% 7.2%

2.9 3.8 3.2

2.6 3.3 2.6

Observado (promedio)Esperado (4 opciones)Esperado (3 opciones)

Primero

Segundo

Tercero

Cuarto

Ventaja

N

A

Fuente: Cálculos propios con base en los resultados oficiales reportados por el Instituto Federal Electoral.

39

Gráfica 4d. Efecto reductivo esperado y observado en el númerode partidos en México (1997-2006)

4.0

3.0

2.0

1.0Esperado

(3 opciones)Esperado

(4 opciones)Observado (promedio)

Esperado (3 opciones)

Esperado (4 opciones)

Observado (promedio)

4.0

3.0

2.0

1.0

ELECTORALES LEGISLATIVOS

2.9% 3.8% 3.2%

2.6% 3.2% 2.9%

-0.3% -0.6% -0.3%

Esperado(3 opciones)

Fuente: Cálculos propios con base en los resultados oficiales reportados por el Instituto Federal Electoral.

Electorales

Legislativos

Reducción

2.6% 3.3% 2.6%

1.9% 2.3% 2.2%

-0.7% -1.0% -0.4%

Esperado(4 opciones)

Observado(promedio)

Esperado(3 opciones)

Esperado(4 opciones)

Observado(promedio)

Electorales

Legislativos

Reducción

Componentes (N) Autonomías (A)

plumas y letras

plumas y letras

43

Las reformas político-electorales en Oaxaca: los obstáculos de la transición política*

David A. López Velasco**

Sin duda, el cambio mediante refor-mas siempre es difícil. Una vez que

se establece un acuerdo electoral, sus beneficiarios protegen sus propios

intereses y se esfuerzan por seguir jugando el juego con las

reglas que conviven.

Giovanni Sartori

Las reformas político-electorales han jugado en nuestro país un papel de gran relevancia. Tan es así, que la gran mayoría de los estudiosos de la transición política mexicana consideran que la vía electoral ha sido la ruta principal que ha permiti-do abandonar el régimen autoritario que por varias décadas monopolizó,

a través del PRI, los espacios de re-presentación política.

Las reformas han tenido varios obje-tivos y han operado en dos sentidos. En un primer momento, neutralizan las potenciales amenazas de inesta-bilidad mediante la flexibilización de las restricciones de participación po-lítica para seguir conservando el po-der. Posteriormente, y en otro senti-do, las reformas no sólo obedecieron a un reclamo de los grupos políticos, sino también al reclamo de distintos sectores de la sociedad, y ante esto tuvieron que ser consensuadas; ya no era posible ignorar que las fuer-zas sociales podían poner en peligro la conservación del poder político del otrora partido hegemónico.

* Este trabajo fue presentado en el XVIII Congreso Nacional de Estudios Electorales, celebrado del 29 de noviembre al 1 de diciem-bre de 2006, en la Ciudad de Toluca, México.

** Licenciado en Sociología por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM; Maestro en Sociología por el Instituto de In-vestigaciones Sociológicas de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca. Actualmente estudiante del Doctorado en Cien-cias Políticas y Sociales, con orientación en Sociología, por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

44

En Oaxaca la existencia del régi-men autoritario priísta contrasta en mucho con el avance democrático que se observa en la mayoría de los estados de la República. En éstos no sólo se ha vivido la alternancia en los poderes ejecutivos y los gobiernos divididos, sino que también se han inaugurado nuevas formas de organi-zación y participación de la sociedad civil y política. Podríamos aseverar de manera inicial, que las reformas político-electorales en Oaxaca han tenido, hasta el momento, un ob-jetivo primordial, que el PRI man-tenga el control del poder político, preservando así el régimen político autoritario. En los últimos años, rea-lizar la reforma político-electoral que ha sido impulsada por la oposición partidista, organizaciones sociales y ciudadanas, a la cual se ha opuesto rotundamente el PRI, pondría en riesgo el régimen que preside y abri-ría las puertas a una transición polí-tica hacia la democracia en Oaxaca.

En este documento haremos una revisión de las reformas político-electorales que se han realizado en Oaxaca, lo cual nos permitirá obser-var el rezago del estado en este sen-tido y ver el reclamo generalizado de una reforma político-electoral.

1. Un primer intento y la reforma electoral de 1977 en Oaxaca

Con la reforma electoral federal del bienio 1963-1964 se inició la in-tegración formal de las minorías políticas reconocidas en los órganos colegiados de representación políti-ca. Las reformas permitieron pasar de un sistema electoral mayoritario a uno mixto al integrar diputados de partidos minoritarios a la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. Sin embargo, éstas no se vieron re-flejadas de inmediato en el ámbito local sino una década después, cuan-do el sistema electoral mixto empezó a ser implementado en los congresos locales (Ver Lujambio, 2000: 53).

En el año de 1974 el gobernador interino constitucional del estado de Oaxaca, Fernando Gómez Sandoval (1970-1974), envió al Congreso del estado una iniciativa de decreto para adicionar el artículo 33 bis a la cons-titución local, a efecto de que en lo futuro existieran diputados de parti-do. Esta iniciativa pretendió retomar el modelo federal que conjugaba la vieja tradición mexicana del sistema de mayorías con una representación minoritaria; un sistema mixto que contemplara a diputados de partido

45

en el Congreso oaxaqueño, con un umbral del 3%.

La iniciativa buscó dar más opor-tunidades a las minorías políticas, “que se [dolían] de que un solo par-tido mayoritario [obtuviera] siem-pre la totalidad de los votos”.1 La propuesta fue recibida por la XLVIII Legislatura del Estado (1971-1974), sin que se volviera a saber de ella. Durante el periodo que va de 1974 a 1979 fueron 17 estados de la República los que consideraron en sus legislaciones a los diputados de partido. Oaxaca no contó con esta modalidad y se inició el rezago polí-tico-electoral.

Con la reforma política federal del bienio 1976-1977 se inicia la in-tegración de nuevas fuerzas a la vida institucional del país dada la creciente deslegitimación del poder político. Se había erosionado el sis-tema electoral y puesto en riesgo la estabilidad política a raíz del surgimiento de movimientos de in-surgencia. La implementación de esta reforma y la creación de la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales de 1977 obligó a los estados a tomar los avances y

reflejarlos en su ámbito local. Las adecuaciones en Oaxaca a esta ley durante la administración interina del general Eliseo Jiménez Ruiz, permitieron la creación de la Ley de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales del Estado de Oaxaca (LOPPEEO) de 1979.2

Con la Ley Federal inició la composi-ción plural del Congreso al permitir que los congresos locales se inte-graran con diputados electos por el principio de mayoría relativa y por el de representación proporcional. Los municipios fueron considerados, pe-ro sólo de manera parcial pues fue hasta la reforma municipal de 1983, con Miguel de la Madrid, cuando se incorporaron a la incipiente plurali-dad política.

En Oaxaca el gobernador Pedro Vás-quez Colmenares fue quien conside-ró varias adecuaciones de nivel mu-nicipal en la LOPPEEO: la inclusión de todos los municipios al sistema de representación proporcional; la delegación de mayores responsabi-lidades al Congreso local en materia municipal; y la unificación del ca-lendario electoral. Las elecciones de 1986 fueron inéditas, toda vez que

1 Periódico Oficial del Gobierno del Estado Libre y Soberano de Oaxaca, t. LVI. No. 31, del 3 de agosto de 1974, pp. 467-469.2 La nueva ley electoral vino a sustituir a la Ley Electoral del Estado de Oaxaca de 1962, misma que regía la elección de gobernador,

diputados y ayuntamientos, toda vez que antes de ésta existían dos leyes electorales: La Ley Electoral de Ayuntamientos (1922), y la Ley para las Elecciones de los Poderes Legislativo y Ejecutivo del Estado (1922). Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Oaxa-ca, Tomo LXI, No. 48, Oaxaca de Juárez, Oax., 1º de diciembre de 1979.

46

se eligió de manera concurrente y en una sola jornada al gobernador del estado, a los diputados locales y a 570 presidentes municipales. La izquierda participó presentando candidaturas comunes bajo una coa-lición (Ver Díaz, 1992).

2. La reforma frustrada de 1989 y el albazo del PRI

Los resultados de las elecciones fe-derales de 1988 y su impugnación por todos los partidos de oposición dejaron ver las limitaciones del Có-digo Federal Electoral de 1987,3 por ello sólo normó este proceso en el que se renovó la Presidencia de la República y el Congreso de la Unión. El nuevo escenario político-electoral en el país creó expectativas en los partidos rumbo a las elecciones in-termedias de 1989 para elegir de manera simultánea los ayuntamien-tos y la LIV Legislatura del Estado de Oaxaca (1989-1992).

Antes del proceso electoral la Cáma-ra de Diputados de Oaxaca realizó trabajos para adecuar la ley local electoral al Código Federal Electoral (CFE) de 1987, dichas adecuacio-

nes pretendieron crear un código estatal electoral. La iniciativa priís-ta presentada al pleno a principios de septiembre de 19884 planteó, entre otros aspectos: el incremento de 24 a 30 diputados, 20 (66%) de mayoría relativa y 10 (33%) de representación proporcional; la se-paración de las elecciones de dipu-tados y ayuntamientos, y conservar el umbral de 3% para acceder a diputaciones de representación pro-porcional. En contraste, en el nivel federal la proporción de diputados era de 60% (300) de mayoría rela-tiva y 40% (200) de representación proporcional, el umbral se redujo a 1.5 % y, además, se creó el Tribunal de lo Contencioso Electoral.

En enero de 1989, cuando la Comi-sión Federal Electoral convocó a una consulta nacional para reformar el reciente Código Federal Electoral de 1987, la LII Legislatura del Estado de Oaxaca, a través de la Comisión de Puntos Constitucionales, también abrió la “recepción de opiniones” so-bre la reforma electoral local de los diferentes partidos. Sin embargo, la consulta fue suspendida pues el pre-sidente de la Gran Comisión, Manuel Díaz Cisneros, consideró: “atendien-

3 Este código abrogó, a su vez, a la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales del 28 de diciembre de 1977. Diario Oficial de la Federación, del 12 de febrero de 1987.

4 ‘Crónica Parlamentaria’, en Noticias, del 7 de septiembre de 1988. p. 4.

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do el planteamiento hecho por todos los partidos políticos, que a través de sus dirigentes comparecieron en la Cámara de Diputados, en Oaxaca no es conveniente por ahora, hacer reformas sustanciales y menos ela-borar una nueva ley electoral”.5

Al iniciar, en abril, el segundo perio-do ordinario de sesiones del último año de ejercicio legal de la Legislatu-ra, de manera sorpresiva la mayoría priísta aprobó reformas a la constitu-ción local que modificaron diversos artículos que más tarde plasmaron en la LOPPEEO. La reforma plantea-ba que el Poder Legislativo calificara la elección de diputados a través del Colegio Electoral integrado por todos los diputados que obtuvieran su constancia de mayoría, una auto-calificación.6 En el ámbito municipal la representación proporcional se aceptó, pero se respetó a la totali-dad de los integrantes de la planilla ganadora. De acuerdo con el artículo 15 transitorio los concejales que tomaran posesión el 15 de septiem-bre de 1989 durarían en su encargo hasta el 31 de diciembre de 1992, con lo cual se separaban de nueva cuenta las elecciones de diputados y ayuntamientos para 1992.7

El intento de la oposición partidista por implementar en 1989 una refor-ma electoral en Oaxaca que adecua-ra el marco normativo al nuevo esce-nario político nacional, surgido del proceso electoral federal de 1988, se concretó en 1992, cuando el país ya contaba con un nuevo ordenamiento legal para las elecciones federales de 1991: el Código Federal de Institu-ciones y Procedimientos Electorales (COFIPE) de 1989.8 Antes de 1992, Oaxaca normó sus procesos locales con una sola legislación, la Ley de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales del Estado de Oaxaca (LOPPEEO) de 1979, mientras que los procesos federales los normaban la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales de 1977, el Código Federal Electoral de 1987 y el COFIPE, de 1989.

3. La reforma electoral de Heladio Ramírez López, de 1992

En agosto de 1991 el gobernador Ramírez López envió a la Cámara de Diputados, para su aprobación, el Código de Organizaciones Políti-cas y Procedimientos Electorales del Estado de Oaxaca (COPPEOAX), de

5 Suplemento “Agenda Política”, Noticias, del 19 de febrero de 1989.6 Las normas anteriores permitían sólo la participación en el Colegio Electoral de 7 diputados de mayoría relativa y 3 de represen-

tación proporcional que obtuvieran la más alta votación, lo cual había generado un conflicto a los propios presuntos diputados del PRI al instalar el Colegio Electoral de la LIII Legislatura del Estado en 1986.

7 Decreto No. 207 publicado en el Periódico Oficial Extra, del 14 de abril de 1989.8 Diario Oficial de la Federación, del 15 de agosto de 1990.

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acuerdo con las reformas y adicio-nes realizadas a varios artículos de la Constitución Política local, y en “el marco conceptual de la Reforma del Estado que (venía) impulsando el Presidente Salinas de Gortari”.9 Con la propuesta del COPPEOAX el go-bernador, de ascendencia indígena, aseguraba retomar la esencia de las prácticas democráticas de las comu-nidades y de los grupos étnicos que constituyen más de la tercera parte de la población de Oaxaca.10

La iniciativa del gobernador plantea-ba, entre otras medidas: la integra-ción del Congreso por 18 diputados electos por el principio de mayoría relativa (MR) y 6 por el de represen-tación proporcional (RP); mantener el umbral del 3% para que los partidos pudieran conservar su registro y ac-ceder a curules de RP; y ratificaba la separación de las elecciones munici-pales de las de gobernador y diputa-dos. Asimismo, aceptaba la participa-ción de partidos políticos locales con sus prerrogativas correspondientes y daba nacimiento al Instituto Estatal Electoral y sus órganos centrales (el Consejo General, la Junta General Eje-cutiva y la Dirección General); también creó el Tribunal Estatal Electoral y los

medios de impugnación respectivos. Finalmente, propuso la constitución de procedimientos especiales para los municipios con población indíge-na con menos de 15 mil habitantes que desearan seguir conservando sus usos y costumbres en la integración de sus autoridades municipales.

La mayoría de las propuestas gene-raron inconformidad en la oposición y, a través de sus seis diputados (dos del PRD y cuatro del PPS, PAN, PFCRN y PARM de la LIV Legislatura del Estado 1989-1992), presentaron un proyecto de decreto en donde plantearon adiciones y reformas a la Constitución local; propusieron, entre otros aspectos importantes, la integración del Congreso del Estado por 36 diputados, 24 de MR y 12 de RP; reducir el umbral al 1.5% de la votación para que los partidos pudieran acceder a los espacios de representación, mientras obtuvieran menos de 6 diputaciones de MR; independencia del órgano electoral del Gobierno del Estado; elección del Consejo General Electoral por las dos terceras partes de los votos del Congreso, y que la resolución del Tribunal Estatal Electoral debería ser definitiva e inatacable.11

9 Iniciativa de Reformas y Adiciones a la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Oaxaca. Periódico Oficial del Gobierno del Estado, No. 34, del 25 de agosto de 1990.

10 Iniciativa del COPPEOAX, fotocopia p. 2.11 Proyecto de decreto de adiciones y reformas a la constitución local en materia electoral de los diputados: Ángel Gómez Espinoza (PAN),

Jesús Robles Martínez (PPS), Clemente de Jesús López (PRD), Arturo Bustamante Hernández (PFCRN), Javier Charis Santiago (PRD) y Gilberto Melo (PARM), del 11 de diciembre de 1991. Fotocopia.

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Ante la proximidad del proceso elec-toral, en los primeros días de 1992 se agilizaron las pláticas para con-sensuar la reforma, las cuales se dieron principalmente entre los di-putados de oposición y el presidente de la Gran Comisión, Raúl Márquez Ramírez, aún con la inconformidad de la mayoría de los diputados priís-tas. Finalmente, en los últimos días de enero, luego de convocar a un periodo extraordinario de sesiones, se aprobaron por unanimidad las reformas y adiciones a la Consti-tución Política local12 y la creación del nuevo ordenamiento electoral, el Código de Instituciones Políti-cas y Procedimientos Electorales de Oaxaca (CIPPEO);13 quedando atrás la iniciativa del COPPEOAX.

El CIPPEO retomó varios planteamien-tos de los diputados de oposición, sin embargo, la mayoría de los cambios se circunscribieron a la legislación federal, tanto al Código Federal Elec-toral de 1986 como al Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales de 1990. Las principales modificaciones fueron: el incremento del Congreso de Oaxaca, de 24 a 31 escaños; los diputados electos me-diante el principio de mayoría relativa pasaron de 18 a 21, mientras que

los del principio de representación proporcional, de 6 a 10. El umbral para acceder a las diputaciones de representación proporcional se redu-jo del 3% al 1.5%, aunque esto no garantizaba que todos los partidos que alcanzaran el umbral tuvieran de hecho una diputación, pero sí el obtener o conservar el registro como partido político.

Un avance importante fue la pro-puesta y creación del Instituto Es-tatal Electoral, sin embargo, aun cuando se consideró como un or-ganismo autónomo seguiría siendo presidido por el Secretario General de Gobierno. También, se crearía el Tribunal Estatal Electoral, órgano jurisdiccional que vendría a retomar parcialmente algunas atribuciones que eran competencia del desapa-recido Comité Estatal Electoral; la calificación de las elecciones de di-putados locales y gobernador del estado la conservó el Colegio Elec-toral de la Cámara de Diputados, y se incluyeron a los municipios que antes eran responsabilidad de la Comisión Estatal Electoral. El nuevo ordenamiento legal estableció una “cláusula de gobernabilidad” que le permitía al PRI asegurar la mayoría calificada; si el partido mayoritario

12 Decreto No. 184, del 29 de enero de 1992 y publicado en el Periódico Oficial del Gobierno del Estado, el 10 de febrero de 1992.13 Periódico Oficial de Gobierno del Estado Libre y Soberano de Oaxaca, Extra, del 12 de febrero de 1992.

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perdía algún distrito tendría derecho a que se le otorgaran diputaciones de representación proporcional has-ta que lograra un máximo de veintiu-na, con lo cual se reservaba el 67.7% de las curules y dejaba a la oposición el 32.3%.14 Lo anterior garantizó al PRI el control y determinación del Colegio Electoral, conservó así el papel de juez y parte en los procesos electorales.

La decisión de Heladio Ramírez Ló-pez de echar atrás la creación del Código Estatal Electoral en 1989 fue el elemento primordial que obligó a éste a ir por una reforma electoral antes de que concluyera su gobier-no, lo que terminó en la creación de una nueva ley, el CIPPEO. Si bien las adecuaciones a las leyes federales se convirtieron en avances para Oaxaca, éstas sólo tuvieron vigencia en las elecciones de diputados, gobernador y ayuntamientos en 1992, tres años después se tuvo que volver a modifi-car la legislación electoral.

4. La reforma electoral de Carrasco Altamirano, de 1995

En 1993 una nueva reforma a la Constitución del país permitió que por segunda vez se reformara el CO-FIPE15: se introdujeron cambios poco relevantes en la integración de los ór-ganos electorales, se incluyeron los observadores electorales, se abrió el Senado a los partidos minoritarios y desapareció, finalmente, el principio de autocalificación electoral del Po-der Legislativo.16

Sin embargo, el escenario que sur-ge el primero de enero de 1994 con la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en Chia-pas, obligó nuevamente a plantear una tercera reforma al COFIPE en pleno proceso electoral para la re-novación del Congreso y Presiden-cia de la República. Esta enmienda, aprobada primero por las direccio-nes de los tres principales partidos políticos nacionales, PAN, PRI y

14 Esta situación fue cuestionada por el exdiputado local del PRI, Manuel Díaz Cisneros, quien participó como asesor de la Presiden-cia del Congreso en este proceso, al considerar que la oposición estaría sobrerepresentada, lo cual rompería con el principio de representación proporcional. “Agenda Política”, Suplemento Político del diario Noticias, del 9 de febrero de 1992.

15 La primera reforma al COFIPE se efectuó en diciembre de 1990, el mismo año en que éste fue aprobado.16 Diario Oficial de la Federación, del 24 de septiembre de 1993.

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PRD, retomó aspectos pendientes en cuanto a la integración y las fa-cultades de los órganos electorales, es decir, se dieron avances en el proceso de ciudadanización de las instancias electorales.17

La oposición partidista en Oaxaca empezó a exigir una nueva reforma electoral con miras al proceso elec-toral de 1995, y retomó los avances alcanzados en las reformas electora-les federales de 1993 y 1994. Aun-que el proceso electoral legalmente ya había iniciado, el Gobierno del Estado decidió retomar la iniciativa de la reforma electoral, luego de la firma del Acuerdo Político Nacional del 17 de enero de 1995 signado por el Ejecutivo Federal y los partidos po-líticos PAN, PRI, PRD y PT.18 Con el fin de garantizar las reformas electo-rales en los estados, el acuerdo com-prometía a los poderes y partidos a incluir en las constituciones locales los cambios en materia electoral.

Carrasco Altamirano inició la refor-ma enmarcándola de la siguiente manera: “proceso de reformas de-mocráticas que el Presidente Zedi-

llo ha emprendido en el marco del acuerdo político nacional a partir del cual los partidos y el gobierno de Oaxaca habremos de promover acciones y medidas encaminadas al perfeccionamiento de nuestro régi-men democrático.”19 En su discurso, Carrasco Altamirano solicitó al Con-greso del Estado considerar la inicia-tiva y convocar a la reforma electoral. De inmediato los diputados locales a través de la Gran Comisión de la LV Legislatura emitieron la convocatoria Foros Regionales de Consulta sobre la Reforma Político-Electoral del Es-tado de Oaxaca.20 Paralelamente el Ejecutivo estableció una mesa de ne-gociación para llegar a acuerdos con los partidos políticos, designando como su representante con “funcio-nes de moderador e impulsor de los acuerdos”, al secretario General de Gobierno y presidente del Instituto Estatal Electoral, José Antonio Este-fan Garfias.

En la mesa los temas de mayor discusión fueron los relacionados con la integración del Congreso, la autocalificación, la cláusula de gobernabilidad, las fechas para la

17 Diario Oficial de la Federación, del 18 de mayo de 1994. Véase Becerra, Ricardo, Pedro Salazar y José Woldenberg. 2001. La mecá-nica del cambio político en México. México: Cal y Arena.

18 “Compromisos para un Acuerdo Político Nacional”. El Perfil de La Jornada, del 18 de enero de 1995.19 Rev. Foro Electoral No. 20, del mes de febrero de 1995, p. 1.20 La convocatoria consideró cuatro foros regionales. 1. Integración y funcionamiento de organismos electorales, 2. Partidos políti-

cos: derechos y prerrogativas, 3. Jornada electoral, y 4. Calificación de resultados electorales. Convocatoria del H. Congreso del Estado de Oaxaca, del 8 de febrero de 1995.

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elección de diputados, gobernador y ayuntamientos, así como lo relativo a las instancias electorales. Sin embar-go, la inconformidad de los partidos de oposición se manifestó porque los avances alcanzados no se concreta-ban en acuerdos formales, dando lu-gar a acusaciones entre el PRI y PRD, principalmente. En los últimos días de marzo la Gran Comisión anunció la instalación de una “comisión plural” de diputados para elaborar la inicia-tiva de ley sobre la reforma política electoral.21 El 1 de abril, día en que se realizó la apertura del último periodo ordinario de sesiones de la LV Legisla-tura, se integró la Comisión Especial de Análisis y Elaboración del Proyecto de Reformas al Código de Institucio-nes Políticas y Procedimientos Electo-rales de Oaxaca, con la representación de los diputados de todos los partidos políticos,22 que retomó las propuestas presentadas en los foros y los avances alcanzados hasta ese momento en la mesa de negociación.

Mientras tanto la mesa continuó sus trabajos, discutía sobre el número de integrantes de la Cámara de Di-putados, las candidaturas comunes y la participación del Ejecutivo del Estado en el órgano electoral. Para

el PRI y el Gobierno del Estado la participación del Secretario General de Gobierno en este último era fun-damental, para la oposición debía ser excluido.23 El 8 de mayo la Co-misión Especial propuso a discusión en sesión ordinaria la iniciativa de reforma electoral. Para el PRD és-ta fue enviada por el Ejecutivo y la consideró como un “golpe de estado técnico”; para el PAN era una burla a los partidos políticos. Finalmente, el 11 de mayo fue aprobada en lo gene-ral, de ella se destacan los siguientes aspectos: ciudadanización de los ór-ganos electorales, conformación del Tribunal Estatal Electoral con miem-bros del poder judicial y creación de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Electorales.

Nuevamente el Congreso local incre-mentó su número de integrantes. Uno de los cambios importantes fue el aumento del número de diputados de representación proporcional, con lo cual el PRI dejó la mayoría calificada en el Congreso. Asimismo, se eliminó la autocalificación en las elecciones de diputados locales, pero el Congre-so mantuvo la facultad de calificar las elecciones a gobernador y la de los ayuntamientos; el Congreso de-

21 Noticias, del 1 de abril de 1995.22 La representación del PARM no se integró a dicha comisión, ya que el diputado Conrado Sánchez Morales dejó de pertenece a es-

te partido.23 El Gráfico, del 22 de abril de 1995.

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signaría para el proceso electoral al encargado del órgano electoral, pero a propuesta del Ejecutivo.

Contrariamente a lo sucedido en 1992, la reforma electoral de 1995, a pesar de tomar algunos avances de los acuerdos del nivel federal, no obtuvo finalmente el respaldo de los principales partidos de oposición, PRD y PAN, porque consideraron que dejaba aspectos pendientes de inte-rés para ellos. Las administraciones de Vásquez Colmenares (1980-1985) y Heladio Ramírez López (1986-1992) contrastan con la de Diódoro Carrasco Altamirano (1992-1998) en cuanto a reformas electorales, sin embargo no fue por la voluntad de este último, sino porque el contexto nacional obligó a que se revisara en dos momentos la legislación electo-ral local, en 1995 para aterrizar los avances alcanzados por el Acuerdo Político Nacional y en 1997, como veremos más adelante, para adecuar los resultados definitivos del acuerdo a la legislación local.

5. Las adecuaciones electorales de 1997

En 1996 el país vio pasar un nuevo proceso de reforma político-electoral, que inició a la par de la administra-ción del Presidente Ernesto Zedillo

(1994-2000), cuya negociación entre los partidos políticos y el gobierno duró veinte meses. Esta reforma, que pretendió ser definitiva, tuvo el con-senso de los cuatro partidos políticos con representación parlamentaria y fue votada por unanimidad en las dos cámaras del Congreso de la Unión. Los cambios a la Constitución federal emplazaban a los congresos locales a llevar a efecto dichas adecuaciones en tiempos preestablecidos.

En Oaxaca, el PAN y el PRD vieron en estas disposiciones constitucionales la oportunidad para plantear una nueva reforma electoral; consideraron que la reforma de 1995 había queda-do trunca al suspenderse los trabajos de la mesa de negociación con los partidos y que fue impuesta por el gobernador Carrasco Altamirano.

Para las adecuaciones el Congre-so oaxaqueño debía de reformar primeramente la Constitución local antes del 22 de febrero de 1997 y, posteriormente, realizar lo corres-pondiente al CIPPEO. Diez días antes de cumplirse el plazo el gobernador decidió enviar la iniciativa de decreto de reformas y adiciones a la Cons-titución local en la que se proponía dar más autonomía a los órganos electorales, se precisaba la equidad de acceso a medios de comunica-ción, así como lo relacionado a los

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gastos de campaña y financiamiento de los partidos políticos.

Esta reforma fue aprobada por mayo-ría el 1 de marzo en periodo extraor-dinario de sesiones, pero hubo incon-formidad de algunos diputados del PRD, quienes argumentaron que se había rebasado el plazo establecido, 22 de febrero, y que no se aprobaron de manera simultánea las reformas a las leyes secundarias correspondien-tes. Por lo que las tres principales fracciones parlamentarias, PRI, PAN y PRD, firmaron un punto de acuerdo para presentar proyectos de reformas a una comisión legislativa plural, así se abrió la posibilidad de hacer nue-vamente cambios constitucionales en materia electoral.24

Concluida la jornada electoral del 6 de julio de 1997, el PRD y el PAN ur-gieron y presionaron al PRI para que iniciara una mesa para consensuar la reforma, pues el límite para la apro-bación y publicación de ésta vencía el 30 de septiembre.25 Por su parte, el PRD convocó a la ciudadanía para discutir y analizar la reforma electo-

ral. El gobernador sostuvo que ya se había dado en 1995 y que lo único que se tendría que hacer era realizar las “adecuaciones” correspondientes conforme a los avances establecidos por la reforma electoral federal “de-finitiva” de 1996.

En los últimos días de agosto, las fracciones parlamentarias de la Cá-mara de Diputados se reunieron para sacar adelante un primer punto de acuerdo, para lo cual instalaron una mesa de trabajo que denominaron “Análisis, estudios y adecuación”.26 Respecto al Congreso local, la opo-sición planteó entre otras cosas: eliminar el Colegio Electoral que calificaba las elecciones de gober-nador y ayuntamientos, incrementar de un 2% a un 3% el umbral para que los partidos pudieran acceder a espacios de representación propor-cional en la Cámara de Diputados, así como unificar las de gobernador, diputados y ayuntamientos.27

El PRI fue acusado de no tener una propuesta de adecuación para la Constitución y para el CIPPEO y de

24 Los diputados del PRD, Norma Reyes Terán y Pedro Miguel Pastor fueron los que se inconformaron y votaron en contra de esta ini-ciativa. Entrevista a la exdiputada Norma Reyes Terán, Semanario Contrapunto, del 8 de marzo de 1997.

25 Las adiciones a la fracción III del artículo 105 realizadas en agosto de 1996 establecían que las leyes electorales federales y loca-les deberían promulgarse y publicarse por lo menos noventa días antes de que iniciara el proceso electoral en que se aplicaran, y para el caso de Oaxaca este límite era el 30 de septiembre de 1997.

26 Véase diario Noticias, del 29 de agosto de 1997.27 Uno de los temas más polémicos fue el relacionado a las fechas de la elección. Mientras la oposición exigía que se mantuviera la

reforma de 1995 para la elección concurrente (gobernador, diputados y ayuntamientos), el PRI, argumentando que se atentaba contra los usos y costumbres de los municipios indígenas, mantuvo su posición de separar las elecciones de ayuntamientos.

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retomar, únicamente, la realizada por el Instituto Estatal Electoral. Este partido fijó su posición a través de un desplegado publicado el 12 de septiembre de 1995 en el que declaró: “El PRI sí tiene propuesta”, señalaba que en ese año la legisla-ción local electoral había alcanzado en Oaxaca avances sustanciales y que ya había sido reformada la cons-titución, además de que se había adecuado a la reforma federal y que la discusión se haría en el marco de estas adecuaciones.28

Lo anterior polarizó las posiciones, la postura del PRD se radicalizó y amenazó con movilizarse; a cinco días de vencerse el plazo estableci-do las pláticas se suspendieron. El conflicto se agudizó cuando el 27 de septiembre en el recinto legisla-tivo comenzó una huelga de hambre encabezada por la diputada Norma Reyes Terán, quien había presentado una iniciativa de reformas al artículo 136 del CIPPEO sobre la equidad de género en los espacios de represen-tación popular, en particular, en la Cámara de Diputados.29 En vísperas de concluir el plazo, 30 de septiem-bre, se instaló de nuevo la mesa de negociaciones y, finalmente, el 29 de

septiembre, con 28 votos a favor, 23 del PRI (este partido contaba con 25 diputados) y 5 del Frente Democrá-tico Legislativo se aprobaron las re-formas a la Constitución y más tarde las del CIPPEO.30

El PAN y el PRD consideraron a la en-mienda como inconstitucional y co-mo una “contra reforma electoral”. A esta inconformidad se sumaron académicos, organizaciones sociales y civiles, sin embargo, sólo el PRD a través de su dirigente nacional, Ló-pez Obrador, interpuso un recurso de inconstitucionalidad ante la Supre-ma Corte de Justicia de la Nación, misma que fue declarada como im-procedente, y, por tanto, válidas las reformas realizadas por el Congreso del Estado de Oaxaca.31

Los cambios al CIPPEO enfatizaron las adecuaciones de la reforma elec-toral federal de 1996; en este senti-do, se modificó la denominación de los integrantes del Consejo General del IEE: los consejeros serían en adelante electorales y ya no ciudada-nos; se estableció mayor equidad en el otorgamiento del financiamiento público a los partidos; un cierto equilibrio en el acceso a los medios

28 Desplegado firmado por el Presidente y Secretario General del PRI, así como por la Fracción Parlamentaria en el Congreso Local.29 Entrevista al exdiputado Pedro Silva Salazar.30 Este fue uno de los diversos momentos en que el PRI obtuvo la mayoría calificada al coaligarse con el denominado Frente Demo-

crático Legislativo, integrado por dos diputados del PRD, uno del PFCRN, uno del PARMEO y uno más del PT.31 Véase diario Noticias, del 2 de diciembre de 1997.

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electrónicos; asimismo se otorgaron mayores facultades al Tribunal Esta-tal Electoral. Esto representa la parte fundamental de la segunda y última reforma al CIPPEO, aprobada sin el consenso de los principales partidos de oposición; esta ley normó las elec-ciones locales de 1998, mediante las que se eligió al Ejecutivo del Estado, la Legislatura y los miembros de los ayuntamientos.

6. Las reformas frustradas (2000-2003)

Como se estableció en la reforma al artículo 116 de la constitucional federal de 1996, las modificaciones en materia electoral que se hicieran en las entidades federativas tendrían que ser publicadas noventa días an-tes de iniciar su proceso electoral. En el caso de Oaxaca, que viviría un proceso en el 2001 para renovar al Congreso y los ayuntamientos, el plazo vencía el 30 de septiembre de 2000. Un año antes de esta fecha la LVII Legislatura del estado recibió dos iniciativas: la del diputado fe-deral Manuel García Corpus y la de los consejeros electorales del IEE. La primera buscaba “profundizar la re-forma política” y proponía que a las agrupaciones políticas se les recono-

ciera legalmente como organizacio-nes políticas en la ley electoral, y no sólo como partidos; la segunda era más integral; sin embargo, un acuer-do emanado de la diputación priísta las envió a comisiones en espera de sumarse a la “reforma integral”.

En agosto de 2000 el PAN y el PRD propusieron por separado iniciativas de reforma electoral, a éstas se suma-ron “Ciudadanos y ciudadanas del es-tado de Oaxaca”.32 El PRI no presentó una propuesta y se negó a una refor-ma electoral. Las acusaciones en su contra lo obligaron a que, en los pri-meros días de septiembre, integrara la Mesa Plural para la Reforma Electoral en la que intervinieron el PAN, el PRD, el PVEM, el PT, el PAS y el CD. El 7 de septiembre esta mesa señaló la esen-cia de sus propuestas: 1. Calificación de las elecciones locales por el IEE y el TEE, como últimas instancias, qui-tándole esta facultad al Congreso del estado; 2. Ciudadanización y profesio-nalización del IEE y el TEE; 3. Unifica-ción de las elecciones de los diferentes poderes en una sola fecha; 4. Elimi-nación de la sobre representación de los partidos en el Congreso local; y 5. Fortalecimiento de las comunidades y del IEE en materia de elecciones de usos y costumbres.

32 Ver las iniciativas del PAN, PRD y “Ciudadanos y Ciudadanas del Estado de Oaxaca” en materia electoral, Diario de los Debates, t. 4, agosto-septiembre de 2000.

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La “reforma integral” acordada por las fracciones parlamentarias no se concretó, a pesar de que el Congre-so recibió diversas iniciativas desde 1999. El PRI, con la complacencia de los diputados de oposición, apla-zó la exigencia de reforma electoral hasta el último momento, cuando se presentarían dos imposibilidades jurídicas: la fecha límite, el 30 de septiembre, para la aprobación y pu-blicación de las reformas por parte del ejecutivo, y los efectos del artícu-lo 53 fracción III de la Constitución local.33 El segundo periodo ordinario de sesiones se clausuró el 26 de septiembre de 1999, con lo cual se frustró la reforma que debía normar el proceso electoral de 2001.34

La imposibilidad de arribar a una reforma electoral en el año 2000 ocasionó que el rezago en esta ma-teria fuera cada vez mayor y los puntos de la agenda electoral se siguieron incrementando. Después de las elecciones locales de 2001 se presentaron un número considerable de propuestas, que en su momen-to recibió la LVII legislatura (1998-2001), entre las que destacan: la

propuesta de Nueva Izquierda de Oaxaca para la Construcción de la Agenda Legislativa Ciudadana, de noviembre de 2001; el Informe de Observación Electoral en Municipios de Usos y Costumbres de Oaxaca 2001, de EDUCA; la Agenda para la Reforma Electoral Oaxaca 2002, Documento de Base, de Iniciativa Ciudadana, así como la iniciativa de Cipriano Flores Cruz, ex presidente del IEE de Oaxaca.

En septiembre de 2003, el Foro Ciudadano de Oaxaca y el Instituto de Investigaciones Sociológicas de la UABJO llevaron a cabo el evento “Reforma electoral y transición polí-tica”, espacio en el que académicos, dirigentes de partidos políticos, le-gisladores y ciudadanos, entre otros, coincidieron en la necesidad de una reforma electoral para poder avanzar en el tránsito político a la democra-cia oaxaqueña. Sin embargo, la fecha límite del 30 de septiembre llegó sin que hubiese voluntad del PRI para arribar a una reforma electoral.

José Murat Cassab, gobernador de estado (1998-2004), en el penúlti-

33 Aquí se menciona que “todo decreto aprobado por la legislatura se remitirá al Ejecutivo a más tardar con 15 días de anticipación a la fecha de clausura del periodo ordinario correspondiente, y si lo devolviere se reservará para el siguiente la culminación del pe-riodo ordinario de sesiones.”

34 Es oportuno señalar que la oposición partidista en el Congreso aprobó por unanimidad un número indeterminado de decretos y acuerdos con el compromiso por parte del PRI de arribar antes del tiempo límite a una reforma electoral. Durante los tres años de la Legislatura el 93% de los acuerdos, leyes y decretos fueron votados por unanimidad. Véase el Informe de actividades de la LVII Legislatura del Congreso del Estado de Oaxaca. Fotocopia, sin fecha.

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mo año de su gobierno afirmó en repetidas ocasiones que la reforma electoral era responsabilidad del Po-der Legislativo. Por su parte, Juan Díaz Pimentel presidente de la LVIII Legislatura (2001-2004), implemen-tó la misma estrategia que sus an-tecesores para obstaculizarla en el año 2003, en todo momento evadió el tema y cuando no pudo hacerlo lo condicionó a la reforma del Estado mexicano.

Conclusiones

En Oaxaca existe un rezago en el marco normativo político-electoral.35 Mientras en el ámbito federal se han efectuado seis reformas elec-torales sustanciales (1977, 1986, 1989-1990, 1993, 1994 y 1996), en Oaxaca sólo se han realizado la mitad (1979, 1992 y 1995); esto último sin considerar que en 1997 hubo adecuaciones, como lo afirmó el propio gobernador en turno, y que también se dio una frustrada inicia-tiva que pretendió en 1974 crear la figura de diputados de partido en la entidad. Hasta 1992, Oaxaca normó

sus procesos electorales con una sola legislación, la Ley de Organiza-ciones Políticas y Procesos Electora-les del Estado de Oaxaca de 1979, mientras que en el nivel federal los normó la Ley Federal de Organizacio-nes Políticas y Procesos Electorales de 1977, el Código Federal Electoral de 1987 y el Código Federal de Insti-tuciones y Procedimientos Electora-les de 1989.

A pesar de que la reforma electoral que creó el CIPPEO de 1992 fue apro-bada con el consenso de los partidos de oposición, finalmente ésta fue efí-mera, pues sólo tuvo vigencia para la LV Legislatura (1992-1995), que fue la misma que aprobó en 1995 una primera reforma al CIPPEO, la cual no tuvo el consenso mayoritario. Las adecuaciones de 1997 nuevamente fueron impugnadas, esta vez en los órganos federales jurisdiccionales.

Si partimos del supuesto de que las reformas electorales han ido moldeando el proceso de transición política en el país, veremos que el rezago en Oaxaca bien podría empe-zar a explicarse por este referente.

35 Entre las principales demandas de la oposición se encuentran: la de eliminar la sobre representación del partido mayoritario en el Congreso, y el carácter de Colegio Electoral relativo a la calificación de las elecciones de Gobernador y Ayuntamientos, además, que esto sea retomado por el Tribunal Estatal Electoral; designación de los Consejeros Electorales del Instituto Estatal Electoral por medio de un concurso público y abierto, y retirar de este órgano electoral la representación del poder legislativo; asimismo ga-rantizar la representación indígena y femenina en el Poder Legislativo y una nueva redistritación electoral, entre otras. La agenda incluye temas relativos a los municipios, tanto de usos y costumbres como los que están bajo el régimen de partidos.

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La negativa del PRI de ir por una reforma electoral tanto en el año 2000 como en el 2003, sugiere el hecho de que cualquier cambio en esta materia tendría necesariamen-te que poner en riesgo su poder, lo que hubiera facilitado la alternancia en el Ejecutivo del estado, una ge-

nuina pluralidad en el Congreso y la democratización de los ayuntamien-tos. Lo anterior hubiera ayudado a ampliar las condiciones para el tránsito político hacia una auténtica democracia y el abandono del régi-men político autoritario que todavía padece Oaxaca.

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Periódicos

• Periódico Oficial del Gobierno del Esta-do Libre y Soberano de Oaxaca.

• Diario Noticias, de Oaxaca.

• Diario El imparcial, de Oaxaca.

• Diario La Jornada.

• Diario de Debates, del Congreso del Estado de Oaxaca.

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Resumen

Las elecciones en Chihuahua regis-tran, desde el inicio de su historia electoral, bajos porcentajes de par-ticipación y una larga serie de mo-vimientos sociales relacionados con fraudes. En los últimos 25 años, co-incidiendo con la implantación del neoliberalismo en México, el esta-do es pionero en el país en exigir la apertura democrática y elecciones limpias. Las últimas elecciones cele-bradas bajo este sistema descubren un amplio y creciente electorado abstencionista, enajenado y apolíti-co en un proceso denominado como despolitización social, que implica el preludio de lo que le espera al país si no se realizan cambios al sistema electoral y de gobierno.

Introducción

El estado de Chihuahua es una enti-dad abstencionista por antonomasia. Desde 1857, primera elección amplia

y masiva de la que hay registros en el estado, la participación electoral ronda el 40%; 150 años más tarde, el porcentaje se mantiene más o me-nos igual. Durante este largo periodo, muchos acontecimientos han hecho que ésta continúe. De igual manera la historia de México, llena de altiba-jos, sigue los caminos de Chihuahua, cuyo bagaje político es indispensable conocer para intuir los senderos por venir del país.

Los factores que están presentes en este fenómeno de la democracia re-presentativa tienen que ver con frac-turas dentro del régimen político, así como con el perfil socioeconómico y cultural de la población, transfor-mando la acción de abstenerse de votar, en el hábito o cultura del abs-tencionismo. Dentro de este espectro de situaciones que hacen del absten-cionismo un fenómeno recurrente, se desprende en especial, el distan-ciamiento cada vez mayor, entre el sistema político imperante, en su

Las elecciones en Chihuahua y el abstencionismo por venir en México Carlos Murillo González*

* Investigador de El Colegio de Chihuahua y miembro irregular del Colegio de Sociólogas y Sociólogos de Ciudad Juárez; sus temas de especialización son: enajenación y participación política, abstencionismo electoral, nuevas formas de organización social.

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ejercicio pleno, y la percepción polí-tica de la sociedad en general, parti-cularmente de la población en edad de votar (PEV) que es la depositaria, más que la generadora del sistema, de ahí su posición de apatía cada vez más pronunciada.

El caso de Chihuahua, cuya historia está plagada de luchas políticas a ve-ces pacíficas, a veces armadas, ilus-tra el interés de su población, como de todos los mexicanos y mexicanas en general, de construir o ser parte de sistemas políticos más justos y equitativos; pero a final de cuentas, de acuerdo con los resultados de cada coyuntura en la que se ha su-mido la vida política del estado. El impacto de dichos eventos más las transformaciones económicas, tec-nológicas y culturales, hacen de este estado en particular un laboratorio de lo que sucede no sólo en México, sino en los países con democracias representativas, cuyos esfuerzos por mantenerla vigente tropiezan con la PEV, cuando las expectativas que tie-ne dicha población no coinciden con la visión, y sobre todo, con las accio-nes de los encargados de dirigir los destinos políticos.

Así, lo que significa Chihuahua para México actualmente, se refleja en la posición privilegiada que tiene res-pecto a la mayoría de los estados

que integran el país, sobre todo en cuanto a su situación económica, pues se ubica dentro de las entida-des consideradas como ricas y con un alto grado de desarrollo humano. Pero esta situación contrasta con la inequitativa distribución de la rique-za dentro de casa, de la misma ma-nera en que México se sitúa en una posición privilegiada con respecto a la mayoría de los países del mundo de acuerdo con su producto interno bruto (PIB), sin que eso signifique necesariamente una buena distribu-ción de la riqueza en su población o desarrollo humano, lo que trae como consecuencia en materia electoral, una tendencia a la baja participación en las urnas.

La antigua aseveración de que una población económicamente próspe-ra e instruida es sinónimo de una población cívica y políticamente participativa está quedando rápida-mente obsoleta, según la tendencia que se nota en entidades como Chi-huahua, donde el PIB per cápita es de $10,234.00 en dólares ajustados y el grado promedio de escolaridad es de 8.2, equivalente a segundo de secundaria; sin embargo, en tér-minos electorales, desde 1995 y en ocho elecciones ordinarias (excluyen-do la elección estatal intermedia de 2007), los resultados bajan consi-derablemente pasando de alrededor

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del 60%, a menos del 50%, muy pa-recidos, como se verá más adelante, a los resultados electorales caracte-rísticos de esta entidad.

El presente trabajo se analiza den-tro de la perspectiva de la despoli-tización social, teoría que incluye al abstencionismo como fenómeno sin-tomático de las democracias repre-sentativas contemporáneas. Lo que sucede en Chihuahua, pionera en México desde la penúltima década del siglo XX de las luchas electora-les y la apertura democrática, es sin duda, un reflejo del futuro inmediato del país en materia política electoral, de acuerdo con las tendencias que se dibujan en el escenario nacional, y según los resultados de las últimas elecciones celebradas, que reflejan a la vez, las contradicciones de un sis-tema político de representación po-pular que es ajeno a la realidad de la sociedad mexicana contemporánea.

Una breve referencia a una larga his-toria de fraudes electorales y movi-mientos sociales

Según Jesús Vargas, desde las pri-meras elecciones locales de las que se tiene memoria, a mediados del si-glo XIX, la ciudadanía chihuahuense “aprendió muy rápido… la práctica del voto como vía para resolver de

manera directa o indirecta los pro-blemas fundamentales” (2000: 87) por esta razón, muchos de los con-flictos políticos del estado están rela-cionados con fraudes electorales y el incumplimiento a las leyes.

De esta manera se pueden explicar eventos tan relevantes para la histo-ria política del país y la entidad como la revolución de 1910, cuyo mayor le-gado es la constitución actual, vigen-te desde 1917; o más recientemente, los movimientos ciudadanos por la apertura democrática y el respeto al voto de mediados de la década de los ochenta, relacionados con cambios políticos importantes como la crea-ción del Instituto Federal Electoral (IFE) en 1989 y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TRIFE) en 1997, como órganos des-centralizados y autónomos.

Aunado a estos grandes momentos históricos, desde 1880 se inició una larga serie de conflictos en la enti-dad, que explotaron en varias regio-nes y tuvieron que ver con problemas electorales: rebeliones, motines, insurrecciones, manifestaciones y plantones, que aparecen y desapa-recen, trastocando la cotidianidad de la vida política del estado. Desde finales del siglo XIX, los conflictos electorales son comunes a la socie-dad chihuahuense. Sucesos como el

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motín de Cusihuiriachi (1886-1887), la insurrección de Namiquipa (1889) o la rebelión de Santo Tomás (1893) (Vargas, 2000: 90-92) se producen de manera instantánea cuando los votantes se inconforman con los re-sultados y procederes fraudulentos de quienes organizan o detentan el poder en su momento, sin respetar la voluntad del electorado.

Durante el siglo XX los fraudes elec-torales continuaron y se colocaron como la principal fuente política de discordia entre chihuahuenses: des-de los eventos de mayor enverga-dura, por la repercusión histórica e involucramiento de actores sociales y políticos como el fraude electoral federal de 1910, conflicto que da ini-cio a la Revolución, hasta El Verano Ardiente de 1986, relacionado con el fraude al candidato del Partido Ac-ción Nacional (PAN) a la gubernatu-ra, Francisco Barrio, frente al candi-dato del PRI, Fernando Baeza, virtual ganador oficial; la historia electoral de Chihuahua está llena de este tipo de disputas.

A partir de la época posrevoluciona-ria, se inicia la era civilista electoral junto con la de los fraudes posrevo-lucionarios (Vargas, 2000: 89) con elecciones polémicas, como la suce-dida en 1940 para elegir gobernador y presidentes municipales (González,

2002) o la de 1956, también para re-novar la gubernatura y presidencias municipales (Abortes, 1996; Flores Semental, 1998) ambas señaladas como fraudulentas. Estos aconteci-mientos se van diluyendo con la con-solidación del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el poder políti-co, que va generando resultados casi siempre a favor de este partido, por lo que no importa tanto la cantidad de PEV, puesto que se sabe, de an-temano, quién gana las elecciones. Sin embargo, esta dinámica de “ca-rro completo”, que durante décadas fue la marca política del país y el estado, con pocos reconocimientos de triunfos para los partidos opo-sitores, trae como consecuencia un elevado abstencionismo (Ramos, 1985: 163) particularmente en aquellos estados donde la oposi-ción es fuerte, como Chihuahua.

A la par que la participación electoral tiende a la baja, los conflictos políticos siguen dándose, continuando así una tradición de luchas por la justicia so-cial que, interrumpida por los hechos armados revolucionarios, se reinicia en la década de los veinte con la rebe-lión tarahumara de la sierra, en 1927, por problemas sobre la tenencia de la tierra (Meza, 2001), conflictos ejida-les, por la explotación de los bosques, que generó el ataque guerrillero al cuartel de Madera en 1965, perpetra-

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do por la Liga 23 de septiembre; con-tinúan con la misma liga, pero ahora convertida en guerrilla urbana, y los movimientos populares (Comité de Defensa Popular) de los años setenta en Chihuahua y Juárez por la justicia social y el comunismo (Lau y Quinta-na: 1985), la resistencia civil pacífica por la democracia y respeto al voto en la década de los ochenta, princi-palmente en Juárez y Chihuahua, rea-lizadas por distintas organizaciones, donde destacan el PAN y la Iglesia ca-tólica (Aziz, 1994). Desde mediados de la década de los noventa a la fecha, el fenómeno del feminicidio atemori-za a la ciudadanía y reincentiva par-cialmente la participación, sobre todo a través de organizaciones no guber-namentales (ONG) integradas por los familiares de las víctimas como: “Nuestras hijas de regreso a casa” y “Casa amiga”, convirtiendo a Ciudad Juárez en un icono del movimiento fe-minista mundial.

Por último y, relacionado con la era de la globalización, están los movi-mientos campesinos como El Barzón y El campo no aguanta más, salidos a la luz pública con mayor frecuencia a raíz de la entrada en vigor del mal negociado Tratado de Libre Comer-

cio de América del Norte (TLC) en 1994, por sus terribles efectos en el campo mexicano (Arroyo, 2001; Mu-rillo, 2004), así como el movimiento masivo de la sección 8 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Edu-cación (SNTE) contra las reformas a la ley de pensiones del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE).

Siguiendo con el último cuarto del siglo XX, la alternancia en el poder PRI-PAN en los principales munici-pios urbanos, incluidos la capital y Juárez, así como en la gubernatura del estado, y en menor medida del PRD en municipios semiurbanos y rurales, así como una representa-ción asambleísta más plural, son parte de la política cotidiana chi-huahuense. La historia reciente de Chihuahua para elegir gobiernos de estos partidos ha sido pionera y mo-delo para la alternancia política del país. Sin embargo, por lo general las iniciativas ciudadanas siguen siendo poco tomadas en cuenta1 a pesar de las grandes promesas de campaña, quedando siempre un amplio mar-gen de deficiencias sociales que se dejan de solucionar en cada periodo y que se heredan para el siguiente

1 Comúnmente son las organizaciones no gubernamentales las principales demandantes (y a veces también las “reparantes”) de las deficiencias públicas gubernamentales, pero también surgen de manera esporádica protestas e iniciativas ciudadanas de grupos no organizados, aunque casi siempre sobre cuestiones muy particulares y concretas (como la reparación de una calle) o muy ge-nerales y abstractas (marchas contra la violencia).

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gobierno, sobre todo si es de oposi-ción. Hasta la fecha, los cambios de partido en el gobierno no han sido suficientes para abatir los rezagos sociales ni para fomentar una ciuda-danía más participativa.

Si en la década de los treinta las ener-gías cívicas de los chihuahuenses ha-bían quedado agotadas después de tantos años de revolución, y sobre todo después de tantas derrotas del espíritu (Vargas, 2000: 89) para fina-les de la década de los ochenta, se detecta una indiferencia o fatiga elec-toral después de un breve periodo de euforia electoral (Aziz, 1990 y 1992). Mientras la participación democrática electoral no alcanza a consolidarse en las urnas, salvo en pocas excepciones, sin llegar a instalarse como parte de un práctica ciudadana duradera, las campañas electorales y los resultados de las políticas públicas generadas por los candidatos victoriosos, tampoco impactan positivamente a la opinión pública, de ahí la constante presencia de movimientos sociales que no dejan de aparecer o reproducirse, dejando en claro la diferencia entre los proce-sos electorales, plagados de promesas sin cumplir y problemas sin resolver, y las demandas permanentes que pro-vienen de la sociedad civil.

Actualmente siguen creándose o so-breviviendo una serie de micromo-vimientos e iniciativas ciudadanas y sociales que procuran solucionar parte del gran rezago del Estado en materia social. Organizaciones no gubernamentales, asociaciones civi-les, políticas y religiosas, protestas, mítines, plantones y movimientos sociales diversos existen desde hace décadas, pero su rango de influencia y alcance son limitados, a veces casi exclusivos de los grupos involucra-dos, aunque sus demandas sean de amplio beneficio social. Radiografía de la participación electoral desde el último cuarto del siglo XX

No ha sido posible, hasta el momen-to, tener una lista completa de los resultados de todas las elecciones celebradas en el estado o, dicho de otra forma, todavía no está hecha la investigación que ofrezca la his-toria electoral de Chihuahua desde que éstas se realizan, además de lo difícil que resulta por la falta pre-cisamente de un sistema que las contenga; por esta razón se hace un seguimiento de los resultados elec-torales más recientes de los que se tiene información.

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Con la excepción de las tres primeras elecciones de la década de los noven-ta, en la era de la alternancia política cuando se reconocen los triunfos de la

oposición, particularmente del PAN, principal fuerza política opositora, la participación electoral tiende históri-camente a la baja (ver cuadro 1).

Cuadro 1. Porcentajes de participación electoral en el estado de Chihuahua de 1974 a 2006

1974 gobernador 41

1977 intermedia estatal 46.3

1979 intermedia federal 40.3

1980 gobernador 40.3

1982 presidencial federal 55

1983 intermedia estatal 44.7

1985 intermedia federal 38.7

1986 gobernador 51.9

1988 presidencial federal 40.3

1989 intermedia estatal 30.9

1991 intermedia federal 65.9

1992 gobernador 59.6

1994 presidencial federal 76

1995 intermedia estatal 60.5

1997 intermedia federal 54.6

1998 gobernador 57

2000 presidencial federal 58.2

2001 intermedia estatal 43.1

2003 intermedia federal 34.8

2004 gobernador 44.2

2006 presidencial federal 48.3

Año electoral Tipo de elección % de participación

Fuentes: (Quintana, 1994; Murillo, 2006), <www.ife.gob.mx>

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Nótese la ausencia de la elección presi-dencial federal de 1976, en la que prác-ticamente el candidato del PRI, José López Portillo, compitió solo, dado que no tuvo contrincantes. Esa notable au-sencia hace visible la idea del “para qué votar si de todos modos gana siempre el PRI,” tan popular en el imaginario ciudadano de la época, y hace por de-más obvio el bajo porcentaje de partici-pación que caracteriza a la entidad.

De las 21 elecciones que integran el cuadro 1, tres se ubican dentro

del 30%; nueve rondan el 40%; seis el 50%, y solamente tres se encuentran arriba del 60% de par-ticipación. Lo anterior indica una pronunciada tendencia a la baja; haciendo un promedio del total de participación, éste sería del 49.1%, en otras palabras, uno de cada dos electores no participa regular-mente en los procesos electorales. También llama la atención que en la relación cronológica entre elec-ciones haya discontinuidades (ver gráfica 1).

Gráfica 1. Porcentajes de participación electoral en el estadode Chihuahua de 1974 a 2006

0

50

60

70

40

30

20

10

80

71

De acuerdo con la gráfica 1, de 1974 a 1989 el porcentaje de participación electoral oscila entre los bajos 30 (elección intermedia estatal de 1989) y los mediados 50 (elección presi-dencial federal de 1982) siendo el promedio de participación de 42.9%. Tomando en cuenta que en esa época no existía un organismo que garanti-zara la limpieza del proceso electoral y respetara la voluntad de la mayoría, los resultados muestran, indepen-dientemente de la calidad u honesti-dad de quienes tuvieron a su cargo la organización y realización de dichos procesos, una baja participación de la PEV, lo que también indica la falta de motivación para acudir a las urnas cuando de antemano, se sabía el re-sultado final de cada elección, sobre todo en las correspondientes a presi-dente de la república, gobernador y presidencias municipales.

Después aparece un breve periodo de alta participación, durante el cual el promedio sube considerable-mente respecto a las dos décadas pasadas. En éste, que contiene las siete elecciones celebradas de 1991 a 2000, la participación promedio es de 61.7%, un 18.8% más que el anterior. Los porcentajes oscilan en-tre los mediados 50 a los mediados 70; es el periodo de más alta parti-cipación electoral que ha conocido el estado.

Es importante señalar que durante esta época el IFE y el TRIFE inician su función como organismos autó-nomos que dan legitimidad a los procesos y solución a los conflictos electorales, a raíz de las demandas populares iniciadas en el norte del país, concretamente en Chihuahua, desde mediados de los años ochenta. También hay que resaltar los resul-tados de 1991 y 1992, pues fueron los más altos hasta ese momento. Sin embargo, deben tomarse con re-serva, pues era un periodo de cons-trucción y transición a un IFE ciuda-danizado, por lo que no hay garantía de que los resultados sean del todo correctos, pese a que en la elección para gobernador de 1992, el gana-dor fue el candidato del PAN.

Otra cuestión importante fue la apa-rición de la credencial para votar con fotografía en 1994, cuando se pudo tener acceso a un padrón electoral más confiable. Pero el sorprendente resultado de 76 puntos porcentuales para la elección presidencial federal de ese año, el más alto en la historia de Chihuahua, obedeció a motivos que tuvieron que ver con el fenóme-no denominado como voto de miedo (Crespo, 1994), debido a las circuns-tancias de inestabilidad política que vivió el país por el levantamiento ar-mado del Ejército Zapatista de Libe-ración Nacional (EZLN) en Chiapas, y

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por el magnicidio del candidato presi-dencial priísta, Luis Donaldo Colosio; situaciones que fueron explotadas por el PRI, incidiendo en el ánimo de los electores, quienes temían un caos e incertidumbre si votaban por otras opciones (Murillo, 2006).

A partir de 2001, la participación electoral vuelve a bajar, encauzándo-se en sus porcentajes a los anteriores a 1991; el promedio de estas últimas cuatro elecciones es de 42.6%, prác-ticamente igual al periodo anterior al de alta participación (42.9%). En esta etapa la alternancia política en el poder es un hecho consolidado, sobre todo para el PRI, el PAN y, en menor medida, para el PRD que en la entidad es considerado como un par-tido pequeño, debido a su bajo poder de convocatoria electoral.

De acuerdo con el recorrido cronológico, la participación electoral chihuahuense es susceptible del ambiente político del momento: aumenta cuando hay motiva-ción para hacerlo, como en la década de los ochenta, cuando la población arries-

gó el voto para sacar al PRI del poder; o bien, lo hace para evitar una catástro-fe mayor, como en 1994, que buscó la seguridad del mejor “malo por conoci-do, que bueno por conocer”. Es pues, un voto coyuntural, porque la mayor parte del tiempo tiende a la apatía al no percibir que éste logrará cambios sustanciales para su vida y la del país, como sucedió en el largo periodo pos-revolucionario, cuando era difícil “ga-narle al PRI”, o como sucede actual-mente, aun con la llamada apertura democrática, que pese a su halo plural de representación partidista, así como a la actuación del IFE y TRIFE, no se traduce en mejoras sustanciales en su vida cotidiana.

El tipo de elección también tiene su impacto en la participación electoral. Tradicionalmente se vota más en las presidenciales federales, les siguen las de gobernador y, finalmente, las federales y estatales intermedias. Para el caso de Chihuahua, se dis-tribuyeron los resultados electorales por tipo de elección para observar su comportamiento:

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Cuadro 2. Porcentaje de participación en elecciones presidenciales federales

1988 40.3

2006 48.3

1982 55

2000 58.2

1994 76

Año electoral % de participación

Según el cuadro 2, en cinco elec-ciones presidenciales federales el promedio de participación elec-toral es de 55.6%, siendo la vota-ción más baja la de 1988 con el 40.3%; y la más alta la de 1994 con el 76%, con una diferencia en-tre el menor y mayor promedio del

35.7%; curiosamente, el resultado de la primera es de una elección controvertida, con acusaciones de fraude, pero en Chihuahua, como en la mayor parte de los estados norteños, la disputa estaba entre PRI y PAN, más que entre PRI-FDN (Frente Democrático Nacional).

Cuadro 3. Porcentaje de participación en elecciones para gobernador

1980 40.3

1974 41

2004 44.2

1986 51.9

1998 57

1992 59.6

Año electoral % de participación

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En el cuadro 3, que muestra seis elecciones para gobernador del es-tado, se promedia un 49% de par-ticipación electoral, siendo la de menor votación la de 1980, con el 40.3%, y la de mayor votación la de 1992, con 59.6%, con una di-ferencia entre el resultado mayor y menor de 19.3%. En este, caso se destaca la división entre eleccio-

nes mayores o menores al 50%; los resultados más altos se ubican en el periodo de lucha y transición de-mocrática, cuando sucede el frau-de de 1986, el triunfo panista de 1992 y la aparición del TRIFE un año antes de la elección de 1998; mientras las elecciones debajo del 50% comprenden periodos no co-yunturales.

Las cinco elecciones intermedias que comprende el cuadro 4, prome-dian 46.9% de participación electo-ral, la votación más baja se da en 2003, con el 34.8%, y la más alta en 1991, con 65.9%, lo que arroja una diferencia del 31.1% entre el resultado más alto y el más bajo.

Estas elecciones muestran también un pico participativo en el periodo 1991-1997, pero en general, los re-sultados son bajos; de ahí que el re-sultado de 2003, sea menor a sus antecesores de 1985 y 1979, en pe-riodos de pocos movimientos políti-cos coyunturales.

Cuadro 4. Porcentaje de participación en eleccionesintermedias federales

Año electoral % de participación

2003 34.8

1985 38.7

1979 40.3

1997 54.6

1991 65.9

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Cuadro 5. Porcentaje de participación en eleccionesintermedias estatales

Año electoral % de participación

1989 30.9

2001 43.1

1983 44.7

1977 46.3

1995 60.5

El cuadro 5 muestra los resultados de cinco elecciones estatales inter-medias, que promedian en total un 45.1%, y una distancia entre el re-sultado más alto con el más bajo de 29.6%. En este caso, predominan las votaciones en los mediados 40 y, salvo la elección de 1995, se puede decir que este tipo de participación tiende a ser baja, reflejando el mo-mento de cotidianidad abstencionis-ta en que se ubican sus elecciones.

Resumiendo y comparando, en los cuatro tipos de elecciones ordinarias que se dan en el estado, se distingue que las presidenciales federales son las que generan mayor votación, pero son también, las que tienen la ma-yor distancia entre el resultado más bajo y el más alto. Considerando que por el tipo de elecciones se invierte mayor cantidad de dinero en campa-ñas onerosas y abarcan el rango más amplio de votantes, son a la vez las que generan más expectativas para

los votantes y mayores riesgos para la democracia, por su carácter de amplio espectro electoral; y de ahí la disparidad entre una y otra.

De los comicios para gobernador se destaca que son los segundos en importancia, por el tamaño de vota-ción que logran; contrastando con los otros en general y con los presi-denciales federales en particular, son los más estables en cuanto a su bajo promedio entre la participación más alta y la más baja; esta observación resulta importante porque las eleccio-nes para gobernador suelen ser tam-bién bastante dispendiosas, a pesar de que su PEV se reduce a los nativos y radicados en sus tierras. En el caso de Chihuahua se nota, además, la in-fluencia del “voto de castigo”, fenó-meno social con el que el electorado sanciona a sus gobernantes, ya sea votando por la oposición; anulando su voto, o bien absteniéndose de acudir a las urnas, la acción más común.

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El caso de las elecciones intermedias federales y estatales es el de más baja votación, debido, en parte, a las pecu-liaridades de su tipo electoral: la reno-vación de las cámaras de representan-tes que reducen su fuerza de acopio de votos a sus respectivos distritos; un presupuesto más bajo para las campañas; el mayor desconocimiento del electorado que no sabe muy bien qué hace un diputado o senador; el distanciamiento entre representante y representado (al que rara vez vuelve a ver); el uso de los tiempos electo-rales como trampolín para aspirar a puestos de elección popular de mayor envergadura, que hace que los repre-sentantes elegidos no terminen su cargo y pidan licencia para competir por otro puesto (en Chihuahua no se ha legislado todavía para que el o la representante cumpla con la totalidad del periodo para el que fue elegido); y las cuotas de aspirantes cuando se dan coaliciones de partidos. La suma de estos elementos, por obvias razo-nes, alimenta la baja participación y el abstencionismo.

En Chihuahua este fenómeno está directamente relacionado con la fal-ta de coyunturas detonantes de mo-vimientos sociales y con el tipo de elección, que a su vez está limitada a los presupuestos y dimensiones de la PEV a afectar; por tal razón, se

encuentran, a veces, resultados de elecciones intermedias mayores a las presidenciales federales o a las de go-bernador, si la situación lo amerita, mientras la mayor parte de las veces éstas son modestas; por sí misma, la tendencia abstencionista no pue-de competir con la conciencia de la realidad política. Mientras la primera se limita a la PEV y a las elecciones, la segunda se aglutina alrededor de la población motivada para actuar o reactivada para protegerse del ejerci-cio del poder político.

Despolitización social y abstencionismo

La despolitización social es un fenó-meno que se estudia desde los años setenta en las democracias represen-tativas mundiales, y tiene como eje central la preocupación por rescatar la conciencia y participación política en sociedades cada vez más enajena-das. Algunos autores la refieren para evitar el colapso del sistema político tal cual (Wattenberg, 2007; Boggs, 2000), otros argumentan a la crítica de la descomposición del sistema mismo (Bobbio, 1970/1989; Tenzer, 1992), pero todos subrayan la crisis de representatividad y legitimidad, así como el peligro para cualquier sistema democrático.

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Fenómenos como la apatía e indife-rencia política y la despolitización social, están directamente relacio-nados con la enajenación producida por la marginación social y económi-ca, así como con las características o antecedentes de luchas sociales y políticas de un pueblo o la ausencia de ello. En el presente, los constan-tes cambios y exigencias de la vida industrial urbana, supeditados por modelos de desarrollo racionalmente aptos pero deshumanamente adapta-bles, influyen en la concepción social de la realidad del ciudadano o ciu-dadana común, con regularidad sin que éste se dé cuenta de lo que está pasando en su entorno y del papel que como actor social tiene.

También es evidente que ante esta situación, los sistemas democráticos favorecen el sistema de partidos y las elecciones periódicas (democra-cias representativas neoliberales) y en éstos el elector se convierte en un actor secundario y casi siempre pasivo, asimismo, hacen uso de las consecuencias de la despolitización, como un recurso que ayuda al sis-tema a mantenerse y a generar las condiciones que regulan el status quo tal cual, manteniendo a la socie-dad ajena (enajenada) de las cues-tiones públicas, en una permanente desvirtuación de su acción política, y en plena tarea de desarticulación

social a través de muy variadas for-mas de coacción y violencia estruc-tural (Arteaga, 2003) que va desde los síntomas más visibles, como la inequitativa repartición de la riqueza e impartición de la justicia, hasta el, no tan visible pero evidente, analfa-betismo político.

La política de despolitización social es resultado del sistema capitalista y neoliberal en la cuestión económico-política, y del sistema de democracia representativa en el control político-social y busca, además, hacerla per-manente. De acuerdo con las teorías de la despolitización social (Tenzer, 1992; Bogas, 2000; Murillo, 2006) los procesos de ciudadanización, democratización y vida democráti-ca actualmente, no sólo están inte-rrumpidos (Arteaga, 2003: 37) sino desmoralizados (Bourdieu, 2002) y en la práctica, a pesar de que exista todo un discurso oficial e institucio-nes especializadas en “promover” la democracia y sus valores, existe tam-bién un halo de desencanto amplio y variado de la participación pública en general.

En el estado de Chihuahua el desarro-llo económico industrializado ha ge-nerado cientos de miles de empleos desde el último tercio del siglo XX a la fecha, convirtiéndose en la princi-pal fuente de trabajo para mujeres

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en México y para una cuarta parte de su población estatal ocupada (INEGI, 2006). En el estado, hay más infra-estructura en general y flexibilidad para hacer negocios, el grueso de la población se concentra en ciuda-des de más de cien mil habitantes, siendo Ciudad Juárez y Chihuahua las dos grandes urbes industriales y receptoras de migrantes; mientras las zonas semiurbanas y rurales son explotadas material y turísticamente por capitales privados y extranjeros2 con pocos beneficios para sus habi-tantes, lo que provoca migración ha-cia estas ciudades y Estados Unidos, o la presencia cada vez mayor de una economía ligada al narcotráfico (Ver Pintado, 2006; Alvarado, 1996).

La panorámica del estado que se maneja oficialmente ofrece una falsa imagen de progreso y estabilidad so-cial, que atrae por igual a inversionis-tas, turistas extranjeros, trabajadores calificados, profesionistas y mano de obra barata de todos los estados del país, principalmente de Durango, Ve-racruz y Coahuila, lo que trae como consecuencia una cultura política ac-tual enajenante (Gómez, 2001), que contrasta con la participación políti-

ca dos décadas atrás (Lau y Quinta-na, 1985; Orozco, 2003).

Prácticamente durante todo el siglo XX, se ha seguido una política que favorece los intereses de los grandes capitales locales y extranjeros, mien-tras los cambios benéficos en mate-ria social siguen un proceso lento, o de plano se detienen u obstruyen se-gún la conveniencia. Todo esto con el visto bueno del Estado (federal, estatal y municipal), quien no sólo administra y usa los impuestos e ingresos, sino también condiciona y decide en dón-de se aplican. No es de extrañarse que siempre haya razones de peso para favorecer acciones que tengan que ver, sobre todo, con la generación de empleos, uno de los slogans políticos favoritos (a veces el único) de partidos y candidatos en tiempos de campaña. Esto se complica más cuando, como en el caso de Chihuahua, los distin-tos niveles de gobierno son de dife-rente partido.3

Con la idea vaga de que el capital por sí solo trae el bienestar individual y, por ende, social (la famosa riqueza de las naciones de Adam Smith), el discurso y acción política neoliberal

2 La historia del estado está plagada de luchas entre trabajadores locales y habitantes contra los abusos laborales y ecológicos de las grandes compañías mineras, madereras y maquiladoras; hay mucho material documentado, para el caso serrano consultar: González, 1994; Meza, 2001; Sariego, 2002.

3 Una de las graves consecuencias negativas de la alternancia en el poder, según la experiencia de Chihuahua, es el desmantela-miento o falta de seguimiento de programas (a veces hasta exitosos) que deja una administración a otra, ya sea por revancha o falta de voluntad política, con el consiguiente despilfarro de recursos materiales e impuestos, perjudicando así a la sociedad (Pa-dilla, 1995; Meza, 2002).

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predominante se reduce a la canti-dad de negocios que se puedan ha-cer o traer para Chihuahua, creyendo con esto, que la derrama económica y la generación de empleos son la pa-nacea para hacer de una sociedad, una región o nación próspera.

La población más pobre y menos escolarizada, con falta de elemen-tos críticos hacia el régimen político económico vigente, es resultado de los factores estructurales que favo-recen la enajenación política, forma el sector abstencionista más grande por obvias razones, y ahora se agre-gan nuevos actores que lo aumentan, procedentes de estratos más favo-recidos anteriormente (la clase me-dia sobre todo), cuyas capacidades económicas, educativas y políticas debieran traducirse en conciencia de clase, pero debido a sus hábitos de consumo, bajo nivel de educación cívica y política (analfabetismo polí-tico), vida individualizada de forma egoísta, desengaño político y deseos frustrados, son ya parte del creciente abstencionismo; dejando a los correli-gionarios y simpatizantes de partido, así como a las, cada vez menos, con-ciencias cívicas tradicionalistas que creen en el valor y respeto al voto, la legitimación de las elecciones.

El abstencionismo se instala como efecto directo de la despolitización

social. Dadas las circunstancias ac-tuales del estado chihuahuense, la estructura misma del sistema políti-co-económico no permite el desarro-llo de un electorado conocedor de los aconteceres relevantes de su entorno político inmediato. Mientras la política profesional se dedica a tomar decisio-nes casi siempre sin consultar a sus electores, la sociedad se desbalaga hacia actividades lúdicas y apolíticas, procurando estar lo suficientemente distante del ejercicio de la política pública, que es la que le corresponde evaluar constantemente.

En Chihuahua hay un evidente di-vorcio entre sociedad y política; la primera se desarrolla hacia una po-blación de mercado consumista y depredadora que, ajena a cualquier cosa que tenga el carácter de cri-sis política o de gobierno, siempre y cuando no le afecte directamente, minimiza o ignora hasta donde le es posible problemas como: femini-cidios, narcotráfico, pobreza, anal-fabetismo, etcétera, asimismo, bus-ca instalarse en la globalización, el mundo del acceso a la tecnología y la modernización, mientras la política se mantiene como el modus viven-di de una parte muy pequeña de la población y sus grupos de influencia (partidos, élites, grupos de choque), haciendo de su referente de identidad una zona de desprestigio, revanchis-

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mo y linchamiento político, aunado a las viejas formas de autoritarismo que jamás se han ido (nepotismo, co-rrupción, etcétera), y que en conjun-to conservan para sí la arena política como botín económico, independien-temente de la imagen que guardan hacia la sociedad chihuahuense.

Es evidente cómo el estado experi-menta un crecimiento en su econo-mía, pero no en su conciencia política. Hay una batalla silenciosa, donde el juego del poder político se instala de manera imperceptible para mantener alejada y desinteresada a la sociedad, en general, y a la PEV en particular. De ahí que la población joven, la clase media y baja, así como la población migrante, sean los grupos que apor-tan los contingentes más grandes de abstencionistas, mientras otros sec-tores, como las mujeres, los campe-sinos y los indígenas, siguen estando en posiciones marginales respecto al Estado, aunque, curiosamente, son los grupos que tienen mayor partici-pación electoral.4

El juego consiste en hacer uso exce-sivo de los medios masivos de co-municación, particularmente de la radio y televisión, como estrategia

de información y desinformación de la realidad política del estado; para realizar la guerra sucia en las campañas electorales (Meza, 2002) y en general, para publicitar la obra pública de gobierno. Este fenómeno, aunado a la frecuencia de las eleccio-nes (ahora extendidas y multiplica-das en tiempo y propaganda con las elecciones internas de cada partido, que se han hecho públicas) saturan la cotidianidad de la vida del electorado chihuahuense hasta el hartazgo y lo mantiene alejado de las urnas.

El uso de las matemáticas electora-les es otro factor que también está presente. Más distinguible a raíz de la participación en coaliciones, los partidos apuestan más a la medición y control del estimado del voto duro que necesitan para lograr el triunfo, que a arriesgarse a la búsqueda del votante indeciso y, peor aún, a la del voto del abstencionista empedernido. Por esa razón, se promueve con ma-yor insistencia la invitación implícita a no votar, dado que, políticamen-te, es preferible hacer cálculos de la cantidad de votación que se necesita para ganar una elección (tomando en cuenta el voto duro de los contrincan-tes también) aun manteniendo una

4 Hay que considerar que al hacer los cruces de actores sociales, por ejemplo entre clase social y género o población migrante y et-nia, es más frecuente el peso de la población abstencionista sobre la participativa, por tal motivo, estos grupos participativos no destacan en los resultados finales.

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población pequeña, con relación al total de la lista nominal de votantes, pero cuyo voto es seguro, más los vo-tos extras que se atrapen; que diseñar una estrategia para atraer a votantes abstencionistas, desilusionados des-motivados y demás, cuyo convenci-miento implicaría una transformación radical de la forma de hacer política y de rendir cuentas a la sociedad.

La calidad de la educación política es otro instrumento que, a diferen-cia de la escuela como aparato ideo-lógico del Estado que promulgaba Althusser en el siglo pasado, sirve ahora para ayudar a despolitizar a la población. El interés por produ-cir mano de obra calificada para la maquiladora y otras industrias, hace que el Estado se incline por crear universidades tecnológicas, con poco o nada de enseñanza en humanidades o ciencias sociales, educando profesionistas y técnicos que pueden ser excelentes en sus áreas de especialidad, pero con un pronunciado analfabetismo político.

Esto en cuanto a la población con mayor escolaridad, respecto a la educación básica, sobre todo la pú-blica donde estudia el grueso de la población, el interés se concentra en desviarla hacia la educación privada,

donde predominan valores de dere-cha (conservadores) y a la que no toda la población puede tener acceso por su elevado costo. El resultado es un rezago en materias como civismo, que prácticamente es inexistente, y la consolidación de una estructura de poder donde sólo los mejores es-tudiantes son valorados con base en su productividad y no por su desarro-llo humano, social o valores éticos, descomponiendo así, la realidad a la que se van a enfrentar en el futu-ro y; de paso, quitándole un peso al Estado, que prefiere lidiar con ciuda-danos enajenados, sumisos y despo-litizados, que hacerlo con personas altamente politizadas y conscientes de su realidad política, social, econó-mica y cultural.

El abstencionismo es consecuencia del avance de la despolitización so-cial. Chihuahua experimenta esta tendencia en la medida en que se transforma en un estado industriali-zado y neoliberal, en un estado glo-bal, con todas las consecuencias que esto implica en cuanto a la formación de ciudadanía consciente, dado que esto conllevaría reconsiderar el papel del Estado más allá de mantener el orden social y de sostener la idea de prosperidad económica como única vía de bienestar social.

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El abstencionismo por veniren México

Desde hace 25 años el neoliberalis-mo es la dieta política-económica que rige al país, independientemente del partido en el poder. Ajeno a las culturas y necesidades locales, se asume como un sistema universal de emancipación a futuro, cuyo brazo político es la incuestionable demo-cracia representativa.

Fruto de este sistema, es la enajena-ción política, la despolitización so-cial y el abstencionismo electoral. El ejemplo de Chihuahua es elocuente, pues descubre, en una escala menor, el macrocosmos del futuro político-económico de México. Pese a los re-zagos sociales y la descomposición acelerada del medio ambiente, por la explotación desmedida de sus re-cursos naturales que dirían de una reconceptualización, al menos, de los alcances, limitantes y errores del sistema neoliberal y la democracia representativa, la prioridad para los simpatizantes de dicho sistema se enfoca más en apurar este proceso, que en analizarlo o detenerlo.

A nivel internacional México es, des-de hace tiempo, uno de los países con más baja participación elec-toral, ocupando el número 140 de entre 172 que han tenido al menos

una elección de 1945 al año 2000, en un ambiente global que tiende a ello (Murillo, 2006). En este con-texto mundial, es poco posible que disminuya el abstencionismo, es más probable que aumente, dada la influencia de actores globales como el Banco Mundial, el Fondo Moneta-rio Internacional, los Estados Unidos de América o las grandes empresas transnacionales, que poco o nada tienen que ver con la mejora de las condiciones sociales de la ciuda-danía mundial, o la transferencia y supervivencia de otras formas de or-ganización política más sociológicas, como la democracia participativa, la anarquía o la autarquía. Dentro del entorno nacional, el des-igual desarrollo por regiones y gru-pos sociales, sumado a los grandes escándalos políticos, las controver-sias electorales y los pobres desem-peños gubernamentales en general, proporcionan las condiciones ideales para que el abstencionismo continúe arraigándose en la población sin mu-cho esfuerzo. Ya algunos autores se-ñalan que el abstencionismo es más que una realidad pasajera, un hábito nocivo que necesita soluciones a fon-do por la desafección política instala-da en la PEV (Mijares, 2006), o bien porque denota una crisis de partidos con riesgos para la democracia re-presentativa (Zárate, 2006).

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La experiencia electoral en Chihuahua demuestra que un estado “rico” tam-bién tiene otras necesidades, fuera de su ámbito de prosperidad económi-ca; las altas cifras en materia de ho-micidios, feminicidios, narcotráfico, marginación étnica y femenina, más las bajas estadísticas en materia de cobertura social, acceso a la salud, ca-lidad de la educación y distribución de la riqueza, contrastan con la manera vulgar en que las promesas de campa-ña, que elección tras elección se enfo-can en infamar al contrincante y reci-clar eslogans vacíos de contenido, no se traducen en mejoras sustanciales para amplios sectores de la población, fuera de la efectiva, pero circunscrita certeza, de que alguien va a quedar en el gobierno por el voto de otro.

También hay que tomar en cuenta que esa pasividad abstencionista manifestada en las elecciones tiene su límite y llega a explotar cuando las circunstancias lo ameritan. Los frau-des electorales, las leyes injustas, la corrupción burocrática y el despo-tismo gobernante, son detonantes de los movimientos de la sociedad. Sin embargo, la política de despoli-tización social que desde el sistema neoliberal se promueve, es un ene-migo de las causas justas y pone en peligro la posibilidad de una eman-cipación real cuando la ciudadanía

no está atenta, está desinformada y mantiene desviado su interés hacia su muy particular estilo de vida.

En las últimas décadas, la historia electoral en Chihuahua indica un panorama sombrío para el resto del país. En el estado se presentan de manera periódica y regular, desde la elección de 1983 y mucho antes que en la mayoría de los estados de la re-pública, contiendas aguerridas, más que competitivas, en las que la con-secución o mantenimiento del poder político se pone en juego, y se utilizan todos los recursos, legítimos y no tan legítimos para obtenerlo; hasta llegar a lograr, para beneficio de los parti-dos y el sistema político imperante, el sacrificio de la construcción de un amplio electorado interesado, atento y participativo de su entorno político, por la utilización del voto duro acríti-co y convenenciero, más la práctica degenerativa y poco democrática del pago de favores políticos a financia-dores de campaña, así como recom-pensas en puestos políticos a corre-ligionarios de partido adictos a vivir del erario público, pero sin prepara-ción para los mismos, que resultan a final de cuentas muy útiles para el fortalecimiento del sistema de parti-dos, tal como ha evolucionado a la fecha, pero fatal para la práctica de-mocrática honesta y sincera.

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El abstencionismo por venir en México está en una fase de pleno crecimiento, debido a la forma de la llamada democracia mexicana, que permite un sistema de partidos en decadencia y en camino de conver-tirse en obsoleto, con procesos elec-torales cada vez más polémicos, sin que se hagan reformas profundas al sistema de regulación electoral y no logra, hasta el momento, más que polarizar a la población; asimismo, se abstiene de promocionar otros recursos democráticos, como el plebiscito y el referéndum para la rendición de cuentas, vigilancia y castigo de los representantes popu-lares de todos los niveles, situación que permite la permanencia en el poder de gobernadores como el de Oaxaca y Puebla; la PEV en particu-lar y la nación mexicana en general,

seguirán descomponiéndose junto con el sistema político mismo hasta que reviente.

Chihuahua y México son reflejo de lo que actualmente sucede en el mun-do de las democracias representa-tivas, que no son una opción para grandes grupos de población; de ahí que a veces se prefiera otro tipo de régimen político, incluyendo los antidemocráticos, que garanticen lo que ofrece la democracia repre-sentativa sin mucho éxito: mejoras en la calidad de vida. El panorama es gris si no se reflexiona y se actúa en consecuencia, ¿a qué porcentaje de participación tienen que llegar las elecciones, para tomar acciones concretas cuando se haga imposible sostener su legitimidad por la baja participación de votantes?

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Transfuguismo y realineamientoelectoral en la Mixteca Poblana*

Diego Martín Velázquez Caballero**

Introducción

Considero al transfuguismo político como la acción de un militante, ad-herente, simpatizante o miembro de un partido político que decide aban-donarlo para incorporarse a otro (Reniu, 1996). Estas deserciones en México han estado representadas, en los últimos años, por los políticos que renuncian al Partido Revolucio-nario Institucional. Cada vez que el PRI designa a un candidato a presi-dente municipal, diputado local, di-putado federal, senador, gobernador o presidente de la república, pierde votos, militantes y candidatos. Du-rante los últimos años este partido ha utilizado diversos mecanismos, que van de la candidatura de uni-dad, pasando por la convención de

delegados, hasta llegar a la consulta a la base, para designar candidatos y todos le han generado deserciones.

El presente trabajo tiene como ob-jetivo analizar el transfuguismo po-lítico en el ámbito municipal de la Mixteca Poblana, en el periodo de 1989 a 2004 para hallar la relación que existe entre la ruptura priísta, la competitividad y el realineamiento electoral en esta región. Además de conocer las causas del transfu-guismo político y sus consecuencias en el sistema electoral, también se busca entender los efectos de esta situación en los sistemas de partidos y gubernamental. La reflexión final permitirá sopesar la manera en que se está construyendo la democracia local en esta región poblana.

* Este trabajo fue presentado en el XVIII Congreso Nacional de Estudios Electorales, celebrado del 29 de noviembre al 1 de diciem-bre de 2006, en la Ciudad de Toluca, México.

** Politólogo y Profesor de la Facultad de Derecho y C. S. de la BUAP, así como candidato a doctor por la Universidad Veracruzana don-de desarrolla el proyecto de investigación “La difícil construcción de la democracia local. Realineamiento electoral y transfuguismo político en la Sierra Mixteca de Puebla”. Sus líneas de investigación son: estudios regionales, política comparada y ciencia política.

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Breve descripción de la Región Mix-teca de Puebla

La Mixteca1 Poblana abarca una superficie total de 8,849.56 km2, está ubicada en la Sierra Madre del Sur, limita con los estados de Gue-rrero y Oaxaca, colinda al noroeste con algunos municipios poblanos (región del valle de Atlixco e Izúcar de Matamoros) y con el estado de Morelos. Esta región, catalogada como semidesértica, presenta una orografía muy accidentada, difícil para el uso agrícola,2 hecho agrava-do por la escasa profundidad de los suelos (menores a 50 cm.) y tem-peraturas medias anuales de 36º C. La Mixteca Poblana está integrada por 45 municipios,3 donde existen 858 localidades, 841 rurales y 17 semiurbanas; la población agrupa aproximadamente a 250 mil habi-

tantes, lo que representa 5.3% de la población del estado. Presenta un alto grado de dispersión pobla-cional, pues tres cuartas partes de sus localidades están integradas por menos de 5 mil habitantes, así como una tasa de crecimiento poblacional menor al 1% (0.99), es decir, la región en su conjunto crece a menos del 1% anual, lo que sig-nifica que tendría que transcurrir más de un año para que la pobla-ción se incremente en una persona por cada 100 habitantes.4 El patrón de distribución de la población, y el escaso crecimiento poblacional di-ficultan enormemente la prestación de servicios básicos tales como electrificación, caminos, agua pota-ble, salud, etc., pues se hace cos-toso cualquier intento de satisfacer estas necesidades dado el número de beneficiarios.

1 Miztli (popoloca-nahuatl): puma, región de pumas o región de fieras. Mixtecatl-mixtlan-mixtli (popoloca): lugar de nubes (Juan Palacios, 1982: 692).

2 De acuerdo con el sistema de clasificación de suelos de la FAO-UNESCO, INEGI señala que en la zona se encuentran las siguientes ocho unidades de suelo: Cambisoles (CM), Fluvisoles (FL), Kastañuzems (KS), Leptosoles (LP), Luvisoles (LV), Phaeozems (PH), Regosoles (RG) y Vertisoles (VR). Todos estos suelos se distribuyen en la zona, dominando en general los leptosoles, tanto de tipo lítico como réndzico, esto se debe principalmente al factor relieve accidentado que predomina en la zona, lo cual les proporciona características físicas y químicas desfavorables para la producción como: poca profundidad, texturas gruesas, bajos en contenido de materia orgánica, con alto porcentaje de piedras en la superficie y dentro del perfil. En cuanto a limitantes químicos, los lep-tosoles son deficientes en nitrógeno, fósforo y posiblemente en potasio. Éstos son los suelos ocupados principalmente por espe-cies forestales, aunque también es frecuente encontrarlos bajo sistemas de producción agrícola. Los fluvisoles y los vertisoles son los suelos de mejor calidad por su profundidad y contenido de nutrientes; sin embargo, en esa región los primeros ocupan peque-ñas superficies en las orillas de los ríos, y los segundos en pequeñas planicies y valles; la única limitante que presentan es su al-to contenido de arcillas.

3 Municipios que integran la región mixteca poblana: Acatlán, Ahuehuetitla, Albino Zertuche, Atexcatl, Axutla, Coatzingo, Coetzala, Co-yotepec, Cuayuca de Andrade, Chiautla, Chigmecatitlán, Chila, La Magdalena Tlatlauquitepec, Molcaxac, Petlalcingo, Piaxtla, San Je-rónimo Xayacatlán, Chila de la Sal, Chinantla, Guadalupe, Huatlatlauca, Huehuetlán el Chico, Huitziltepec, Ixcaquixtla, Ixcamilpa de Guerrero, Jolalpan, Juan N. Méndez, San Juan Atzompa, San Miguel Ixitlán, San Pablo Anicano, San Pedro Yeloixtlahuaca, Santa Ca-tarina Tlaltempan, Santa Inés Ahuatempan, Huehuetlán el Grande, Tecomatlán, Tehuitzingo, Teotlalco, Tepexi de Rodríguez, Totolte-pec de Guerrero, Tulcingo, Tzicatlacoyan, Xayacatlán de Bravo, Xicotlán, Xochitlán de Todos los Santos y Zacapala.

4 En 1990 la región contaba con 243,874 habitantes, 127,020 mujeres y 116,854 hombres; para el año 2000 las cifras del XII Censo de Población y Vivienda muestran que en la región viven 269,475 personas, 141,686 mujeres y 127,789 hombres, observándose que en los diez años comprendidos entre 1990 y 2000, la población se incrementó en un 10%. La diferencia en la proporción de los hombres y mujeres en términos relativos es de 2.79 puntos porcentuales, ya que 52.57% son mujeres y 47.43% hombres.

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Un poco más de la mitad de la po-blación se concentra en nueve mu-nicipios: Acatlán, Chiautla, Tepexi de Rodríguez, Tehuitzingo, Jolalpan, Tulcingo, Petlalcingo, Huehuetlan el Chico y Huatlatlauca, aunque sólo los cuatro primeros representan un papel importante en cuanto a centros de servicios, comercio y, en general, como puntos de poder de la región. En estos municipios, a pesar de que el sector agropecuario es uno de los más desfavorecidos por las características fisiográficas y climáticas, se produce cacahuate, calabaza, tomate, cebolla, aguacate, fríjol, jícama, caña de azú-car, maíz, pitahaya, papaya, sandía, melón y maguey, también se explota el ganado vacuno y caprino. Pero existen otros tipos de actividades económi-cas, por ejemplo, la productividad industrial se caracteriza sobre todo por la explotación de mármol, cantera y otros minerales en Tepexi de Rodrí-guez. En comercio destaca Acatlán, principalmente su cabecera, donde la población crea las condiciones de in-terdependencia sobre las actividades que constituyen el mercado de bienes y servicios, de consumo, de capital e intermediarios con la característica de su cercanía a las actividades del sec-tor económico primario. En Chiautla

de Tapia, Acatlán, Chietla, Tulcingo del Valle y Tepexi de Rodríguez la ac-tividad cambiaria asume un papel im-portante, gracias al caudal de envíos de dinero que hacen los trabajadores mexicanos que radican en los Estados Unidos de América y que generan un poder de compra al margen de las unidades productoras del sistema económico regional.

El fenómeno de la migración5 se da a partir de que la población del resto de los municipios requiere mejorar o cambiar sus condiciones de vida, es decir, está relacionado con las condi-ciones sociales, económicas, cultura-les, educativas y políticas en las que se encuentran. La migración es uno de los factores determinantes en la composición y dinámica poblacional de la región Mixteca, ligada estrecha-mente con el grado de urbanización que tienen las localidades. Un enorme potencial se encuentra en el fenómeno de la “dolarización”, que es una cons-tante en toda la Mixteca, teniendo sus principales polos en los municipios de Acatlán y Chiautla de Tapia donde se encuentra la casa de cambio más importante de toda la región, con una fluctuación de cambio de más de 375 mil dólares diarios (de acuerdo con la

5 La proporción de la población por edad y sexo es amplia en los grupos de 0 a 19 y de 56 y más años, producto de la alta fecundi-dad y tasas de mortalidad moderadas, en cambio en los grupos que van de 20 a 55 años la población se reduce significativamen-te sobre todo la masculina, resultado de la emigración de los jóvenes. La región se caracteriza por una proporción mayor de mu-jeres que de hombres en casi todos los municipios.

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Secretaría de Desarrollo Económico) no así los principales lugares de don-de emigra la gente.

La Región Mixteca de Puebla, objeto de nuestro estudio, constituyó uno de los principales bastiones del sis-tema priísta estatal. Este territorio estuvo controlado, al menos, por tres organizaciones políticas del PRI: la Confederación Nacional Campesina (CNC), la Confederación Revolucio-naria de Obreros de México (CROM) y Antorcha Campesina6 (AC). El pre-dominio de las corporaciones no podía subsistir sin la influencia de otros personajes: los caciques. El sistema político mexicano necesitó de la intervención de los caciques, porque podían absorber, canalizar y suavizar las demandas popula-res. En efecto, los caciques pueden desprender un cierto apoyo popular usando un conjunto complejo de medios: amistades, complicidades, compadrazgos, matrimonios, deu-das económicas, religión, carisma y violencia física.

El cacique es un híbrido de la tríada weberiana de dominación. Los caci-ques son personajes que ejercen un dominio informal sobre la economía y la política de determinadas regio-

nes y constituyen un fenómeno en la mayor parte del país, aunque es crecidamente visible en las zonas pobres y rurales, dada la escasez de recursos y nivel determinante de sobrevivencia. El cacique es un me-diador económico e intermediario político, lo que lo lleva a establecer relaciones patrimonialistas, cliente-lares y corporativistas. La fuente de poder de los caciques es su dominio indiscutible sobre los recursos y su zona de influencia: tierras, bosques, industria, etcétera. Sustituyendo así a cualquier otra institución laboral, económica, política y social. Estas familias o elites políticas son los actores claves en el proceso político regional y estatal, de la capacidad de las elites locales, que tienen funciones representativas en mu-nicipios o regiones, dependerá la obtención de recursos del gobierno. La integración tiene una clara con-notación clientelista, es decir, se basa en un intercambio de lealtades políticas y votos por la obtención de recursos y cargos públicos. Quien más aportara a la campaña política del gobernador en turno, o estuviera más cercano por las relaciones clien-telares y/o patrimonialistas, tendría derecho a nombrar presidente mu-nicipal y diputado local. El poder

6 La Mixteca Poblana es la cuna de Antorcha Campesina. El municipio de Tecomatlán constituye la “Meca Antorchista”.

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político servía para distribuirse los permisos y licencias de explotación en distintos negocios.

Las estructuras autoritarias, descri-tas anteriormente, fueron perdiendo eficacia en equilibrar la distribución del poder político en Puebla y, par-ticularmente, en la Mixteca. Dando como resultado que la fuerza centrí-peta característica del PRI, ahora se hiciese centrífuga (Langston, 2002). En principio, la ruptura cardenista de 1988, que tuvo resonancias al interior del país, así como la im-plementación del PRONASOL para atraer a la disidencia reafirmaría la característica del colapso en el sis-tema político mexicano: el fin de la disciplina partidista y el corporativis-mo. El cardenismo evidenciaría que el PRI se había alejado de la justicia social revolucionaria y el programa Solidaridad reivindicó al municipio y la participación social fuera de las corporaciones. En segunda instan-cia, la Ley del Federalismo Hacen-dario de Manuel Bartlett Díaz que conminaba a los alcaldes a distri-buir los recursos públicos de forma proporcional con sus autoridades auxiliares, contribuyó también a mo-vilizar los incentivos y recompensas

de los actores políticos regionales. Finalmente, la evolución del sistema electoral ofreció ventajas comparati-vas para que los actores ganaran por fuera, lo que perdieran dentro del PRI (Hirshmann, 1977).

Elecciones internas para la selección de candidatos del PRI a las presiden-cias municipales y transfuguismo

En principio, ¿por qué los precan-didatos del PRI a las presidencias municipales deciden desertar cuando las elecciones internas no los favo-recen?, ¿su transfuguismo político los hace virtuosos o pecadores? La liberalización política y las reformas electorales subsecuentes han debi-litado las prácticas tradicionales de dominación que utilizaba el PRI. La competitividad electoral y la alternan-cia política en la Mixteca, se da entre priístas y expriístas, lo que nos lleva a indagar por qué el PRI se transformó en la matriz que nutre de candidatos a otros partidos políticos y, en segun-da instancia, la razón por la que la gente vota de manera distinta a como lo hacía unos años atrás, es decir, diferenciando su voto a nivel regional-local,7 estatal y nacional.

7 Como generalidad se empleará el término “local” para referir al municipio, en el objeto de estudio de este trabajo, municipio rural.

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La experiencia reciente del Partido Revolucionario Institucional en ma-teria de consulta directa, a pesar de estar definida en sus estatutos,8 generó fenómenos que merecen ser interpretados a la luz del debate referente a la democratización mexi-cana. Las elecciones internas o con-sultas abiertas pretenden aminorar el peso de las burocracias de partido y hacer más cercana la relación entre votantes, necesidades específicas y candidatos. Es decir, intentan resar-cir la unidad entre representantes y representados, así como aclarar la relación entre partido y poder; redefinen espacios de participación y transparentan procesos para la solución del conflicto político que conlleva la selección de candidatos.

Cuando el PRI implementa, de ma-nera general durante los noventa, los métodos de selección interna que pretendían legitimar las prácticas tradicionales (dedazo y tapadismo) frente al descalabro de 1988, mu-chos aspirantes a distintos cargos, optaban por abandonar el partido y competir bajo la membresía de otro instituto político, dado el agotamien-

8 Durante las Asambleas XIV, XV, XVI y XVII los tecnócratas incrustados y los burócratas del partido lograron maniobrar para eludir el mandato de las mayorías priístas, finalmente en la XVIII Asamblea las mayorías priístas se impusieron a los burócratas dirigen-tes. Durante esas cuatro Asambleas Nacionales, la base priísta pugnó, exigió y finalmente aprobó, además de los candados para cerrarle el paso a los improvisados y arribistas, que el procedimiento para la elección de candidatos a cargos de elección popular, sólo fuera a través de auténtica democracia interna, es decir, mediante elecciones primarias y por voto libre, directo, secreto e in-transferible, (art. 186, Estatuto del PRI), mediante dos procedimientos: Consulta Abierta y Convención de Delegados para elegir candidatos a Presidente, Diputados, Senadores y Gobernadores. En los procesos locales para Ayuntamientos y Diputaciones tam-bién se aplica la Consulta Abierta o la Convención de Delegados, pero le corresponde al Consejo Municipal seleccionar y proponer el procedimiento y al Estatal definirlo.

to del sistema disciplinario de casti-gos y recompensas.

(...) después de las elecciones de 1990 el PRI modificó sus procedi-mientos de selección de candida-tos. Con ello se quería evitar (...) derrotas (...) a manos de priístas que jugaron con la oposición (...) Las modificaciones consistieron, por ende, en: tratar de respetar los resultados de las elecciones inter-nas, intentar conciliar, al interior del grupo priísta, los intereses por presidir personalmente las alcal-días; otorgar cargos y devolver re-cursos de campaña a los perdedo-res en la elección interna con tal de evitar su paso a la oposición; no hacer públicos los resultados de su selección de candidatos, sino has-ta muy al final del periodo formal de registro, de tal manera que la oposición tenga menos tiempo pa-ra piratearle a sus líderes con ba-se social no ungidos. Con esto úl-timo también se quiso evitar que éstos pudieran conseguir la docu-mentación para cumplir los trámi-tes del registro de candidatos (Va-llado, 1996: 243-264).

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En el caso del PRI, la burocracia partidista que se sustentaba en la representación de todo a partir de la articulación de intereses gremiales, corporativos, nacionales, privados y de clase, empezó a colapsarse irre-mediablemente en 1994. En efecto, la política priísta tenía como precon-dición dos elementos: un esquema de permeabilidad y uno de trabajo político, es decir, un estatus y una meritocracia partidista. La acción política y meritoria, en acciones y representación de intereses, ligada a la estructura del partido y del poder, daban por resultado espacios y pa-gos por servicio y trabajo político a favor de las causas del partido. Si el PRI, después de la furia del intermi-nable 1994, quería permanecer en el espectro político nacional no podía continuar con esa forma de repre-sentación. La realización de consul-tas directas, sin embargo, tampoco permitieron la resolución del conflic-to en los espacios de poder que el PRI garantizaba.

En Puebla, el contexto de circunstan-cias que se mencionaron anterior-mente, generó que fuerzas políticas antagónicas se disputaran las presi-dencias municipales. Ante los com-promisos políticos que surgieron con diferentes grupos, nuevos y antiguos, el partido oficial se ve comprome-tido a autorizar elecciones internas

libres. Sin embargo, la dispersión de poder que se manifiesta en el ámbito municipal, fractura de por vida a la comunidad tradicional. Los casos más evidentes surgieron de los aspirantes a candidatos por las presidencias municipales.

(...) las elecciones municipales son vehículo para hacer paten-te el descontento social a las im-posiciones de caciques y gobier-no; la denuncia de escasa o nula obra pública junto con la corrup-ción de las autoridades salientes, resaltando de manera significa-tiva que estos hechos están sir-viendo como un proceso de depu-ración del PRI y de movilización hacia otros partidos.

Las elecciones municipales cum-plen el papel de enjuiciamiento político sobre la obra del gobier-no que termina su ejercicio (...) la insurgencia política municipal es de las más consistentes en los úl-timos años y tiene una tradición que recoge las luchas y las resu-me porque en muchos casos las comunidades o grupos utilizan los membretes partidarios pa-ra expresar sus propios intereses (García, 1998: 26-27).

Ello modificó el comportamiento po-lítico de los votantes, así como de los

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partidos, el gobierno y los caciques. Los mecanismos de dominación tra-dicionales, como el corporativismo y el cacicazgo se tornan ineficaces an-te la constitución de nuevos sectores y sujetos sociales.

(...) se sostiene que los espacios tradicionales de lucha por el po-der municipal tienden a despla-zarse, desde la negociación en-tre sectores al interior del partido oficial (...) hacia los nuevos espa-cios creados por la constitución de fuerzas políticas competitivas e in-dependientes (...) el espacio de las luchas más significativas por el po-der municipal se desplaza del in-terior del PRI hacia la arena elec-toral, esto es, hacia la lucha entre partidos (Calderón, 1994: 32).

Los pobladores quedan a disposición de los grupos políticos, quienes en su búsqueda afanosa por afianzar sus espacios de poder provocaron un quie-bre dramático en el ser comunitario.

En los municipios del interior del estado, ha empezado a alborotar-se la gallera, cuando todavía faltan meses para que el Partido Revolu-cionario Institucional, tenga que tomar decisiones en la selección de candidatos a presidentes mu-nicipales. Ya nadie podrá parar la marabunta política que se viene,

pero la dirigencia estatal del PRI, sí puede tomar medidas para evi-tar una debacle como la del 2001.

Si establece reglas claras y pre-cisas para los participantes en la lucha interna por las candida-turas, seguramente que el Revo-lucionario Institucional se evitará muchos problemas (...) Hay muni-cipios con un exceso de aspiran-tes. En ellos deberá reducirse el número al mínimo, dos o tres, pa-ra de ahí seleccionar al que garan-tice no solo el triunfo, sino tam-bién un buen gobierno municipal. Si los partidos solo se preocupan por los más populares, los más carismáticos, pero se olvidan de la honestidad, de la experiencia, de la sensibilidad social que de-be tener un buen gobernante, en el pecado llevará la penitencia. Los grupos ya empiezan a mover-se y esto se resolverá hasta mayo próximo. Hay que evitar los des-gastes reglamentando bien la lu-cha interna (Sánchez, 2004).

La consulta interna como mecanis-mo de selección de los candidatos a las presidencias municipales fue una propuesta de modernización carente de credibilidad. No cumplió con el objetivo fundamental de establecer mecanismos claros de disciplina y autoridad que consolidaran un parti-do moderno.

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Pero, ¿por qué se hace este ejercicio?, porque el PRI se hubiera enfrentado a una ruptura más generalizada si no contenía la exigencia de la militancia por participar en el gobierno y en la toma de decisiones. Cada proceso se fue complicando para los delegados políticos del PRI quienes difícilmente lograban convencer o conciliar a los grupos locales. Esta situación cambia el papel de los candidatos oficiales, los cuales no desaparecieron del ma-pa político, seguían siendo los desig-nados por el cacique, el presidente municipal, la iglesia, etcétera; pero ya no los únicos que podían participar y, sobre todo, ya no eran invencibles.

Las elecciones internas permitieron el surgimiento de una cultura polí-tica distinta a la de súbdito. Si bien es cierto que no desaparecieron los aspectos clienterales, por lo menos

emergieron distintas opciones para que la población decidiera. Puede decirse que el mercado político se transformó sorprendiendo a la mis-ma sociedad, porque dicha diver-sificación provino de los grupos de interés priístas.

El comportamiento político también se modificó, a la participación polí-tica la acompañó una radicalización en la lucha y defensa del voto. Dado que el PRI permitía la participación de varios candidatos, estos líderes realmente influían en su clientela para que ésta defendiera el proyec-to político. En el caso de la Mixteca Poblana9 es importante hacer notar las siguientes cifras para observar el incremento de los precandidatos priístas a las presidencias munici-pales y el tipo de método de selec-ción utilizado.

9 Los cuadros utilizados son elaboración del autor con base en información del IEE de Puebla y en los expedientes de la Secretaría de Acción Electoral del PRI en Puebla.

1998 2001 2004

127 139 138

Cuadro 1. Precandidatos del PRI a las presidencias municipalesen la Mixteca Poblana

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Sin embargo, al estar los procesos internos del PRI sin revisión de al-guna instancia, del partido o guber-namental, eran espacios donde los actores rompían cualquier práctica de civilidad, respeto al voto o a la competencia política. Lo que los convertía en verdaderas falacias. En un proceso de selección interna, las condiciones que esperan la mayoría de los participantes son: el prospec-to que disponga el cacique local, el precandidato que decidan los grupos con presencia estatal o que imponga la dirigencia estatal, o bien, una ne-gociación que resulte de una cofra-día entre funcionarios.

Estas condiciones pueden traer como consecuencia el resquebraja-miento del partido pues, más allá de satisfacer intereses electorales

locales y/o sociogeográficos, su pro-yecto queda en entredicho, se duda sobre la eliminación del dedazo y de la llegada de la modernidad política. De tal forma que la operación cica-triz al interior de las filas priístas, posterior a las elecciones internas, no funciona. Pocos grupos aceptan presidencias de los comités muni-cipales de partido o trabajo en el próximo gobierno. El ambiente que se genera es de falta de credibilidad y confianza de los militantes priístas en su partido.

En las elecciones internas de agosto de 2004 en Puebla, los grupos par-ticipantes denunciaron una enorme inequidad en la competencia política. El PRI estatal decidió imponer candi-datos de unidad en 35 municipios estratégicos, por encuestas en 87,

Cuadro 2. Método de elección de candidatos del PRI a presidencias municipales en la Mixteca Poblana

Usos y costumbres 5 15

Plebiscito 31 10

Consulta a la base 9 15 16

Consejo Político 19

Candidato de unidad 11

Encuestas 3

Convención democrática 1

Total 45 45 45

1998 2001 2004

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y sólo en el resto de los municipios, especialmente rurales, permitió la consulta abierta.

La nominación de candidatos de unidad fueron posibles si lleva-ban el sello del marinismo, en caso de lucha fueron llevados los tercos a la consulta para im-ponerse los marinistas desde el apoyo que representa el aparato del partido controlado por una denominada –burbuja– frente a la contemplación del gobierno, salvo en aquellos casos en los cuales los melquiadistas eran in-tocables. La división tricolor ne-gada está presente en la mayoría de los municipios y distritos, la lucha ha demostrado que están cerradas las puertas para antor-chistas, froquistas, cromistas, cenecistas, taxistas, persinistas, talaveristas, carrancistas, valen-cianistas y un sinnúmero de is-tas. Dos pris actuarán en el pro-ceso electoral: el de Bartlett y el de Melquíades, uno buscando la gubernatura y los ayuntamien-tos, el otro sólo con un buen nú-mero de aspirantes al congreso. Sin divisiones el PRI se mantuvo estancado y con ligera tenden-cia a la baja desde hace veinti-cinco años en setecientos mil vo-tos, ahora divido ¿mantendrá su cuota estacionaria?, ¿crecerá o

decaerá?, seguramente sucede-rá lo último, facilitando la cons-trucción de un gobierno alterna-tivo para consolidar la democra-cia (García, 2004).

Si bien las cabezas de los grupos juraron ante la opinión pública que la institucionalidad se impondría y que todos apoyarían a Mario Marín Torres (candidato del PRI a la gu-bernatura del estado), es interesante analizar lo que finalmente sucedió con las bases en las elecciones de noviembre de 2004.

(...) Hilando más fino, en el ni-vel municipal, en una veintena de municipios el proceso electo-ral fue distinto. La oposición se fortaleció, a veces con ex militan-tes del PRI. En pocos logró triun-far, pero casos municipales como los de Esperanza o Acatzingo in-dican que el sistema puede ero-sionarse. El hecho de que militan-tes y dirigentes del PRI pasen al PAN o al PRD, es un fenómeno re-lativamente nuevo en Puebla. Si esas puertas se mantienen abier-tas pueden dar al traste con una de las reglas de oro del sistema: el priísta que no obtiene la nomi-nación se disciplina, acepta su derrota y se va a su casa, o bien se vuelve a formar en la cola para esperar otra oportunidad.

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Si el desacato a esta regla se vuelve ya no una excepción, si-no algo común y corriente, pue-de llegar a erosionar seriamente al sistema. Es como si hubiera un Manuel Camacho en cada muni-cipio, que no se conformara con expresar su coraje sino que lo lle-vara a sus últimas consecuen-cias: ser candidato del PAN o del PRD. Algo así pasó en municipios como Acatzingo y Esperanza (Re-ynoso, 1997: 244).

Las deserciones establecen síntomas de la crisis permanente en el Parti-do Revolucionario Institucional; esta circunstancia –precandidatos que no son favorecidos por las cúpulas diri-gentes y acuden al préstamo de los registros de los partidos de oposi-ción para disputar los puestos públi-cos– se ha hecho extensa y cíclica en los procesos electorales priístas.

El éxodo que se auguró para el PRI tras las confrontaciones en el pro-ceso interno de selección de can-didatos hoy es una realidad (...) Los procesos de selección de los candidatos, tanto a presidentes municipales como a diputados lo-cales le trajeron más de un dolor de cabeza a las ya de por sí divi-didas filas tricolores (...) los priís-tas se acusan entre sí de compra de votos, y no sólo se quedan en

esas acusaciones, van más allá (...) Así las cosas, el escenario se hace más y más cuesta arriba pa-ra el Revolucionario Institucional en Puebla. Los aspirantes del tri-color a las alcaldías de Xicotepec, Huehuetla y San Juan Atzompan se han convertido al panismo, lue-go de que la cúpula marinista les negara su apoyo en las consultas abiertas que calificaron como una simulación. Ellos, junto con dos candidatos a diputaciones loca-les (Zacapoaxtla y Xicotepec), de-cidieron romper con su militancia priísta y ponerse la camiseta del albiazul, al no encontrar espacios de participación en las filas del tri-color, hecho con el que el PAN su-mará 100 mil votos más, a decir del dirigente estatal Eduardo Rive-ra Pérez. Todos ellos coincidieron en reprobar que en su ex partido se dio prioridad a los intereses de grupo y no al mandato de los mili-tantes (Del Castillo, 2004).

Por transfuguismo político se entien-de el cambio de opinión o de partido por conveniencia personal y el cam-bio de un partido a otro. De entrada, el tránsfuga político ha sido conside-rado un ente con carencia total del sentido de la ética (Reniu, 1996). Sin embargo, es preferible evitar jui-cios de valor para poder interpretar de una manera más pertinente cuál

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es el tipo de transfuguismo que se está viviendo en la Mixteca Poblana, ya que puede significar también la ruptura legítima con un monolítico sistema de representación.

Los casos de transfuguismo priísta en la zona de estudio, pueden cla-sificarse según el tipo de conflictos que surjan:

a) Transfuguismo por confrontación de camarillas o grupos

b) Transfuguismo por confrontación de corporaciones o sectores

El primer caso es el más común, y probablemente contiene un grado de radicalización superior al del conflic-to corporacional. En este escenario, los grupos o camarillas confrontan sus intereses derivados de pugnas económicas, territoriales, de género, sociales, etc. En efecto, la formación de facciones que deciden escindirse, obedece a una crisis social del PRI, legitimidad, participación e integra-ción (Dowse, s/f: 421). Al princi-pio, distintos miembros y militantes deciden cuestionar la facultad del partido para designar candidatos, más tarde, exigen comulgar de los bienes que disfruta el grupo dirigen-te, por último, ante el agotamiento del sistema disciplinario, el partido es incapaz de integrar a todos los

competidores en una totalidad o, por lo menos, hacer que los grupos ga-nadores le paguen a los perdedores.

(...) en mi tierra, se polarizan las ambiciones (...) y perdemos la con-sulta interna del partido por una superdivisión y gana uno de la ca-becera municipal, por seis votos, pero gana y entonces ya me vienen a decir a la CNC lo que pasó.

–Bueno –les dije– tenemos que tragar sapos (...)

–No, no y no –me decían los que

me vinieron a ver– el Pinolillo es un hijo de la chingada, es de la cabecera, es el principal que dice que nosotros somos tontos. No, no permitan eso.

–No –les decía– no vean al Pino-lillo, vean al partido, al candida-to del PRI a la presidencia muni-cipal, apóyenlo, se los pido por favor, espérense hasta dentro de tres años (...) No estuvieron de acuerdo, nos dividimos (...) pierdo liderazgo (...)

Y no llegó el Pinolillo, un fenóme-

no de la participación ciudadana, extraordinario, sin dinero, sin apo-yo, con todo en contra, hubo casi el 98% de participación en las ur-nas, la gente que nunca había ve-

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nido el día de las elecciones estu-vo presente, nadie quería que que-dase el Pinolillo, se fueron por el Partido del Trabajo, también vie-ron a los del PAN, y nos dividimos (...) El corazón fue el que ganó (Entrevista con el Profr. Wences-lao Herrera Coyac).

El anquilosamiento del sistema dis-ciplinario permitió que las antiguas agrupaciones priístas, sus contingen-tes y sus caciques, se marcharan a otros partidos políticos. Junto a los candidatos frustrados, también aban-donan las filas cientos de ambulan-tes, locatarios, tianguistas de ropa, de productos perecederos y de autos, así como pequeños transportistas, comerciantes y bodegueros, campesi-nos, mujeres y todo tipo de clientela que cabe en una taxonomía priísta.

(...) los nuevos políticos de aquí son expriístas, Salvador Escobe-do, por ejemplo, un día llegan du-rante el último periodo de un pre-sidente priísta (...) y presencian la asamblea para elegir al nuevo candidato a la presidencia muni-cipal (...) y pues como siempre, la crónica que se acostumbra ha-cer, el sector campesino, se pro-nuncia por José Solana, el popu-lar, José Solana, el obrero, José Solana, etcétera, José Solana.

–¡No otra vez esa forma de elec-ción! –gritan... se enojan y se sa-len. Vienen a verme y me invitan, me dicen: –Vamos a tener una reunión para estudiar cosas im-portantes.

Y era un grupo fuerte, grande y poderoso, hasta había empresa-rios, entonces vamos a cenar y comienzan:

–En primer lugar queremos de-cir que ya no estamos de acuer-do con que las cosas sigan sien-do así.

–Y qué con que no estén confor-mes.

–Vamos a luchar porque esas for-mas arcaicas de elección se ter-minen.

–Cómo le van a hacer, estamos hablando de una actividad del PRI, de su interior –les pregunto a ellos– ¿Ustedes son priístas?

Y todos se quedan callados.

–Ni sí ni no, es difícil, si no te con-formas en esa Asamblea de hace rato, te disciplinan, te castigan, te pueden matar, esa es la activi-dad priísta.

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Les digo que tienen que deci-dirse, agarrar un partido políti-co, cuál, obviamente no el PRI (...) Llegan con el PAN y sobre el PAN y siguen con el PAN. (Entrevista con Héctor Estrada Casas).

Las mujeres también se salen del PRI cuando no las dejan participar. El tema es poco conocido pero influyente en la democratización política. Muchas mujeres aspiran no sólo a colaborar dentro de la buro-cracia partidista o gubernamental; legítimamente quieren proponerse a cargos directivos como candidatas. Sin embargo, el PRI hace uso ma-lintencionado de la cuota de asig-nación política, se les permite par-ticipar como suplentes, regidoras, o bien, son inscritas en las listas plurinominales en una posición que difícilmente las beneficiará. Cuando una mujer decide violentar estas directrices compite al doble. Debe enfrentarse a los candidatos y a la estructura de su partido, tal es la razón de que en los procesos inter-nos los resultados les sean desfavo-rables. Algunas han encontrado en el transfuguismo la posibilidad de participar mediante otro partido y, en ocasiones, alcanzar el cargo de elección popular.

Desde 1965 participaba en el PRI (...) Todos votábamos por tradi-ción por ese partido, nunca re-flexionaba si trabajaban mal o trabajaban bien (...) Nosotros éra-mos un grupo y me estaba prepa-rando para dentro de tres años ser candidata del partido oficial (...) Y nos van poniendo como candidato a una persona que era chofer del diputado local. Resul-ta entonces que las mujeres (...) fuimos las que nos levantamos, no aceptábamos a ese candidato. Me fueron a ver del PAN (...) me eligieron (...) y les agradezco bas-tante por darme esa oportunidad de gobernar un pueblo (...) (Ba-cre, 1998: 152).

La efervescencia que provoca la de-signación de los candidatos del PRI a las presidencias municipales y sus consecuencias, pueden tener una ex-plicación en la racionalidad que generó la declinación corporativa y el resur-gimiento de los ayuntamientos en la vida institucional. La pretensión de los actores políticos de influir en la vida pública adopta muchas estrategias, entre ellas el transfuguismo. El concur-so de programas sociales, las partidas presupuestales para los ayuntamien-tos y la reforma al sistema electoral, permitieron la proliferación de grupos

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mixtos. Es decir, grupos que ya no per-tenecían a una sola militancia familiar, ni política, ni partidista.

(...) al analizar las protestas deri-vadas de la renovación de las au-toridades locales (...) era posi-ble observar que (...) los conflic-tos más significativos se daban al interior del PRI (...) se plantea-ron cinco posibles interpretacio-nes sobre el significado de esos conflictos: 1) que los problemas derivados responden a una lucha entre caciques o grupos de poder internos al PRI; 2) que el rechazo de la designación se da por par-te de un grupo que no necesaria-mente representa los intereses de un cacique particular, sino que se niegan a aceptar el procedimien-to tradicional desde arriba; 3) un cacicazgo que al quedar exclui-do de la planilla oficial decide re-currir a la oposición con el obje-to de ganar la presidencia a tra-vés de los votos; 4) escisiones del PRI que no necesariamente re-presentan una lucha entre caci-ques y sin embargo se manifiesta a través de la oposición; 5) por úl-timo, la lucha se da entre el par-tido oficial y un partido indepen-diente (Calderón, 1994: 154).

Las propias características de las elecciones internas en el PRI dificul-

tan la cohesión de su clase política, es indudable que procesos de selec-ción que no han podido demostrar ser equitativos y limpios, desestiman la disciplina de los participantes. Aunque, si dichos procedimientos siguen siendo tan dudosos e incier-tos, habría que preguntarse la ra-zón de que sean solicitados por los participantes para que después los perdedores decidan salirse. Los pro-cesos del PRI se parecen más a una primera medición de fuerzas entre los participantes.

La constelación política cuenta aho-ra, en mayor proporción, con utili-tarios prácticos motivados por in-centivos selectivos en detrimento de políticos idealistas motivados por los incentivos colectivos –grupos de interés vs grupos distributivos– (Cfr. Buchanan), esta condición afecta, en primer lugar a las elites, aunque no es nada despreciable el fenómeno que ocasiona en el votante. Por con-siguiente, una vez que los incentivos selectivos se agotan en el interior del PRI, resulta explicable buscarlos en otro partido.

El transfuguismo de políticos que van de uno a otro partido y el flu-jo creciente de militantes asocia-do a los éxitos electorales podrían indicar el incremento de los utili-tarios prácticos en los grupos so-

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ciales. Y si pensamos el proceso de la participación política como un problema de acción colectiva, donde los beneficios de cada par-ticipante dependen de lo que ha-gan los demás, precisaremos la contribución del autointerés en la democratización (Loza, 2000a).

Anteriormente, el sistema de castigos y recompensas premiaba la discipli-na partidista. Por consiguiente, la hegemonía priísta significó la alian-za estable de los grupos utilitarios. Por su parte, los grupos colectivos sólo obtenían su recompensa de la discursividad e imaginario revolucio-narios, así como de escasos pagos mediante políticas asistencialistas.

Una vez que los incentivos selectivos se descentralizan gracias a la declina-ción corporativa y a la institucionaliza-ción del país, surgen dos fenómenos: la notoriedad y la formación de faccio-nes que compiten abiertamente, a las que resulta más utilitario desertar del PRI. La competencia así, implicó el re-conocimiento público de las aspiracio-nes, la proclamación de los fines y la búsqueda abierta de las posiciones.

En 1959, Robert Scott pronosticó que tarde o temprano la coalición oficial no sería capaz de articular exitosamente todos los factores de poder y otro partido reagru-

paría los intereses insatisfechos. Por aquellos años, sin embargo, el fracaso del general Henríquez Guzmán en su aventura políti-ca de 1952 y la gran institucio-nalización del proceso sucesorio del partido gobernante seis años más tarde, sugerían que la emer-gencia del pluripartidismo toma-ría su tiempo. La estructura ins-titucional desalentaba la forma-ción de partidos opositores y la imposibilidad de ganar una elec-ción presidencial obligaba a los desertores a reintegrarse a la ins-titucionalidad revolucionaria una vez disipado el entusiasmo e im-puesta la lógica de los incenti-vos selectivos. Finalmente, el de-sarrollo económico hacía posible satisfacer una gran parte de las demandas de los grupos de inte-rés así como de las aspiraciones materiales, y de estatus, de po-líticos e intermediarios, en tanto que el PRI era lo suficientemen-te fuerte como para controlar las disputas internas (Loza, 2000a).

Pueden señalarse cuatro etapas que describen el perfil del transfuguis-mo. Siguiendo a Nicolás Loza Otero, en un primer momento, el PRI acep-ta las precandidaturas de todos los aspirantes que quieran participar, surge entonces la división entre los simpatizantes de los líderes de la co-

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munidad y también entre comunida-des, específicamente entre la cabece-ra municipal y las juntas auxiliares;10 este conflicto intramunicipal arrastra a las comunidades subalternas, se enfrentan los caciques, la iglesia, los grupos sociales, la presidencia muni-cipal, etcétera, cabe destacar que se da un gasto muy importante en las campañas internas. Al realizarse la selección del candidato, con la con-siguiente protesta de las bases y la militancia, se cancela la posibilidad de figurar en el cuerpo edilicio para los otros participantes y grupos, ya que las competencias que se hacen incluyen el cuerpo completo del ayun-tamiento. Este momento está carac-terizado por la toma de presidencias municipales, de edificios priístas a nivel estatal y municipal, de carrete-ras, etcétera.

En segundo lugar las planillas que no resultaron electas recomponen sus alianzas y sus estrategias, deciden renunciar al partido y después se convierten en candidatos de otro ins-tituto político. Surge un nuevo tipo de racionalidad política. Enemigos que fueron aparentemente irrecon-ciliables resultan aliados. Como las

campañas internas son muy intensas y tienen su gasto considerable, hay que replantearse las inversiones eco-nómicas, la reputación, las alianzas y recursos que, al articularse con otro partido político, permitan un movimiento exitoso. La renuncia de un precandidato perdedor del PRI, generalmente va acompañada de una defección masiva, que casi siempre representa una parte significativa del electorado efectivo del PRI.

Este día miles de integrantes del Frente Cívico, organizaciones de vendedores ambulantes, comer-ciantes, tianguistas y transpor-tistas –algunos integrantes de la CNOP– del interior del estado de-cidirán si permanecerán militan-do en el PRI o renuncian y emi-gran hacia otro partido político: el PRD. La reunión se llevará a cabo al medio día de hoy en San Mar-tín Texmelucan, y estará presidi-da por el secretario de Organiza-ción de la CNOP, Carlos Talavera, Manuel Valencia Martínez de San Martín Texmelucan; David Huerta de Tepeaca; David Huitzil de Pue-bla; Fidel Flores de Acajete; José Moreno de Amozoc; Senén Cruz

10 En particular, los grupos de las juntas auxiliares que compiten por el gobierno municipal presentan como principal causa de su participación, el escaso acceso a los recursos públicos que tienen todas las comunidades del municipio, excepto la cabecera, tra-tarán de hacer de la autonomía y democratización municipal un argumento importante en su ejercicio de oposición, presentándo-se como defensores de los intereses locales y de modelos de democracia participativa frente al gobierno centralista de la cabece-ra. Por tanto, es previsible que se conviertan en oferentes de oportunidades de participación. En cambio, los grupos de la cabece-ra municipal, acentuarán su preocupación por la gestión de los asuntos locales.

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de Huixcolotla; Jesús Persino Es-calante de Puebla y algunos aspi-rantes a presidentes municipales y diputados que quedaron fuera de las candidaturas y exigen una representación. (...) los militan-tes inconformes con los resulta-dos de la selección de candida-tos y con las últimas decisiones que ha tomado el PRI ya suman alrededor de 150 mil militantes en el interior del estado (...) to-dos esos votos emigrarán al PAN o al PRD, lo que implicaría poner en serios aprietos a los candida-tos Mario Marín y Enrique Doger (...) “a lo mejor no ganamos noso-tros, pero sí podemos hacer per-der al PRI”. La historia es sólo un ejemplo de lo que está sucedien-do en otros municipios poblanos. La emigración priísta está en su apogeo (...) (Rivero, 2004).

En un tercer momento, los tránsfu-gas rediseñan su plataforma política y su campaña frente al electorado. La experiencia interna priísta de-ja un conocimiento práctico a los grupos: la necesidad de mejorar la estrategia electoral y conocer más el sistema electoral implica contrastar la oportunidad de ser cauteloso en una segunda coyuntura, una vez que se ha vivido la experiencia de una elección se asimilan de una forma más consciente los aspectos que se

deben cuidar, para algunos resulta una experiencia de vida saber que el día de las elecciones y los tres días posteriores, constituyen el 50% del trabajo político o más, si es que se le quiere ganar al PRI.

La campaña política, ahora, acer-ca a los tránsfugas a la naturaleza de la participación ciudadana, la administración pública, el sistema electoral, el sistema de gobierno, el sistema de partidos; a la vida políti-ca en sí misma.

Por último, en cuarto lugar, el nuevo partido supone la endoculturación de una cultura política que permite a los tránsfugas comprender la frag-mentación y transición del sistema priísta. El interés selectivo se hace acompañar de un localismo que fun-damenta estilos de ciudadanía.

La verdad, yo agradezco infinita-mente al PAN por darme la opor-tunidad y de recibirme con los brazos abiertos en este partido. Yo milité en el partido de oposi-ción (PRI), del cual tuve la oportu-nidad de trabajar con ellos, de tra-bajar con la gente indígena, con la gente pobre y gestioné programas y proyectos para ellos, mientras estuve dentro de las filas del PRI fui un convencido de la democra-cia, le aposté a las libertades del

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hombre, de pensamiento, de ac-ción, en base a esto, ellos me pro-pusieron para participar en una contienda interna.

Desgraciadamente (...) el PRI

(...) siempre ha impedido que la gente que realmente se intere-se por trabajar participe (...) yo me siento muy inconforme con las trampas que nos han hecho desde el estado, cuando en esta ocasión intenté participar como aspirante a la candidatura, me di cuenta que las prácticas an-tidemocráticas del siglo pasado siguen plenamente vigentes en ese partido, que es un partido que no le apuesta a los intereses populares, no le apuesta a los in-tereses de partido: le apuesta a los intereses personales y de grupo. En mi municipio, en con-creto, acaban de poner un candi-dato manipulado, es un candida-to que van a manipular un grupo de gente mafiosa y que ve sus in-tereses personales. Mi pueblo se ha sentido traicionado e impul-sado por esa fuerza popular pre-senté mi renuncia, repudio a la forma de hacer política del PRI, y al mismo tiempo me solidari-zo a la forma valiente, congruen-te y actual de hacer política del PAN (Entrevista con Eusebio Flo-res Castro).

El transfuguismo político del PRI al PAN, aunque con numerosos casos del PRI a otros partidos, específi-camente el PRD, ilustra cómo los intereses selectivos pueden contri-buir a la formación de un sistema de partidos competitivo. Así como que los votos diferenciados (preferencias volátiles) se han vuelto una constan-te en las tendencias electorales.

Por ejemplo, las votaciones se han hecho extremadamente diferenciadas entre los niveles municipal, distrital, estatal y nacional. En los votantes se están experimentando giros electora-les favorables a todo tipo de partidos. Por lo que sigue, los votantes, no es-tán lejos de la conversión programá-tica o ideológica. Sus motivaciones, más bien, se asocian al comporta-miento estratégico del voto.

El elector racional es en térmi-nos analíticos una simplificación útil que supone individuos capa-ces de identificar fines y seleccio-nar los mejores medios para al-canzarlos. Estos objetivos pue-den derivar del autointerés utili-tario o del altruismo sincero así como de las inquietudes temá-ticas más disímiles. A su vez, los medios pueden decidirse de acuerdo con informaciones indi-rectas e incompletas, pero ópti-mas. Entonces, si las lealtades

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partidarias son débiles y derro-tar al partido en el gobierno es el objetivo, sería completamen-te racional votar por aquel opo-sitor que conforme a las informa-ciones disponibles esté en condi-ciones de hacerlo. Y a este cálcu-lo estratégico algunos le llaman coordinación de voto, que cuan-do no se procesa entre las élites puede ocurrir entre los electores (Loza, 2000b).

El transfuguismo es alentado por la falta de democracia interna; asimis-mo, porque cambiar de opción políti-ca por la razón que sea, es un dere-cho fundamental de los ciudadanos.

De manera que hay que distinguir entre el político que sale del PRI por intrigas internas, a la hora de selec-cionar candidatos, y se ve obligado a afiliarse a otra organización parti-daria, o cuyos principios personales han dejado de ser compatibles con los del partido al que pertenece, y el que cambia de filiación partidista para obtener prebendas y cualquiera otra clase de beneficios personales.

En estricto derecho, cualquier políti-co puede marcharse a otro partido. Su salida del PRI es legítima, lícita y en algunos casos hasta conveniente y aconsejable, pues sólo de esa ma-

nera un pueblo puede escoger demo-cráticamente a sus gobernantes.

En los precandidatos defrauda-dos está la oportunidad de sal-var la dignidad del partido a tra-vés de la impugnación y de la ex-hibición pública de pruebas. No pueden ser avales del fraude del que son víctimas. No pueden ca-llar en aras de mantener la ima-gen de un partido que sigue enlo-dando sus premisas y su doctri-na. No pueden ser cómplices, por más que diversos funcionarios los presionen para que callen. No pueden permitir estas vilezas. Y ni siquiera acaso porque sea el partido revolucionario, el partido del pueblo, ahora la gente deci-de quién quiere que los gobierne y si el partido sigue sin tomar en cuenta a la gente a la hora de es-coger candidatos, pues la gente se va a salir a otros partidos don-de sí importan sus puntos de vis-ta. El enemigo del PRI está aden-tro del mismo PRI (Entrevista con Héctor Estrada Casas).

La situación política que hay actual-mente en México, y específicamente en la Mixteca Poblana, es compren-sible y, además, legítima, pues obe-dece a la preocupación de los grupos sociales por obtener una parte o

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el control de las políticas sociales asignadas a los municipios. La es-tructura económica sólo abre la bre-cha entre ricos y pobres, persisten enormes desigualdades sociales que sólo pueden equilibrarse participan-do en política, de ahí que cuando se interviene en las elecciones internas del PRI y no se obtiene la anhelada candidatura, los grupos perdedores se salen del partido para evitar que éste gane las elecciones constitucio-nales, se van del partido a fortalecer al que consideran como único capaz de derrotar al PRI y de equilibrar la balanza social.

Frente a estos tipos de conflicto, se derivan tres escenarios:

1. Que gane el tránsfuga y su nuevo partido.

2. Que gane un partido como terce-ro en discordia.

3. Que gane el PRI de forma muy li-mitada.

Consecuencias del transfuguismo en el sistema electoral

Las elecciones constituyen el proce-dimiento, con normas reconocidas y aceptadas, donde los ciudadanos eligen a una, o varias personas,

para ocupar un cargo público. En casi todas las sociedades existe al-guna forma de elección de líderes o representantes, aunque el modelo electoral, la influencia del voto y la limpieza del proceso cambien.

¿Qué importancia tienen las elec-ciones en los diferentes sistemas políticos? Las elecciones son fuente de legitimación del sistema político pero, además, constituyen la base del concepto democrático. Es decir, las elecciones evitan el uso de la violencia para la solución de conflic-tos políticos. A su vez, representan límites para los gobernantes, puesto que pueden ser reemplazados en una elección, y este hecho los sensibiliza ante los problemas públicos e inhibe un comportamiento autoritario.

El sistema electoral es también un sistema de representación de intere-ses que expresa los sentimientos de las clases sociales. En una elección hay una lucha, una conflictividad pacífica, mediante la que se enfren-tan los grupos antagónicos y las cla-ses sociales. Para los estudiosos de la sociología política, una elección es también un sistema representa-tivo de los intereses, es una forma necesaria de la lucha de clases. Basta recordar que lo político y lo social se influyen mutuamente, que lo social se interacciona con lo

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político porque las instituciones del Estado son demandantes de bienes públicos que sólo la sociedad posee. Las elecciones pueden considerarse como un reflejo de los cambios de opiniones y de concepciones socia-les sobre distintos temas que contri-buyen a la formación de un sentido de comunidad o de un interés com-partido en el sistema político. En sociedades fragmentadas, las elec-ciones posibilitan la representación justa de los diferentes grupos socio-culturales, en sociedades más ho-mogéneas, las elecciones cumplen, más bien, la función de estimular la competencia por el poder entre los partidos políticos.

Estructuralmente el sistema electoral tiene como funciones principales: el intento de legitimar las relaciones de poder existentes; la distensión polí-tica hacia adentro; el mejoramiento de la imagen hacia afuera; la mani-festación (e interpretación parcial) de fuerzas opositoras; el reajuste estructural del poder para afianzar el sistema; el control del gobierno, etcé-tera. Estas funciones se cumplen de manera paralela, combinadas entre sí históricamente en forma diversa;

es decir, dependen de las condiciones sociales, institucionales y políticas.

De igual manera, las elecciones deben cumplir una serie de etapas procedimentales de acuerdo con la complejidad de la sociedad donde se efectúan. Es decir, en algunas sociedades las elecciones pueden realizarse de una forma simple que resulte democrática, las reglas del juego son planteadas y respetadas por los actores sin problema algu-no; sin embargo, en sociedades que están en procesos de transición, la puesta en marcha de un sistema electoral presupone la construcción y complejidad de todo un andamia-je institucional.

Todo sistema electoral genera efec-tos sobre los resultados electorales y el sistema de partidos resultante y, por supuesto, sobre el sistema po-lítico en su conjunto. Pueden medir-se los efectos del sistema electoral sobre la estabilidad gubernamen-tal, la constitución de mayorías y coaliciones de gobierno, así como la posibilidad de que las minorías estén representadas,11 las dinámicas internas de funcionamiento de los

11 Este criterio permite calificar un sistema electoral como mayoritario o proporcional, atendiendo a los efectos que produce en la relación entre escaños y votos, es decir, a la desproporcionalidad que genera.

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partidos, y, por supuesto, el formato y las dinámicas de funcionamiento del sistema de partidos.

El sistema electoral mexicano se encuentra en plena etapa de institu-cionalización, es decir, aunque repre-senta uno de los factores que más valor ha tenido en la transición po-lítica, está pasando por un proceso que puede llevar varios años para su institucionalización definitiva. Mien-tras las elecciones a nivel federal han alcanzado cierto grado de confiabili-dad y limpieza, desafortunadamen-te, no puede decirse lo mismo de las elecciones locales controladas por los institutos estatales electorales que, es importante decirlo, en algu-nos casos se encuentran verdadera-mente anquilosados en comparación al ordenamiento federal.

Puebla ha sido un estado gobernado por el priísmo más característico del antiguo régimen. Aún en los tiempos de transición política que el país vive, el estado se encuentra en con-diciones políticas semiautoritarias donde es notable el favoritismo de las instituciones gubernamentales y/o descentralizadas hacia el Partido

Revolucionario Institucional falsean-do los mecanismos electorales. Sin embargo, estas condiciones han sido regularmente frenadas por la denun-cia desde el ámbito de lo local, cuan-do las condiciones impuestas por el PRI, y su peculiar estilo de gobernar, se hacen intolerables.12 Por otra par-te, el realineamiento electoral mos-trado permite distinguir una votación diferenciada donde la votación a nivel municipal resulta dividida entre los principales partidos del espectro estatal, mientras a nivel distrital se continúa favoreciendo al PRI.

(...) el tricolor ha perdido 26.5 puntos porcentuales en los últi-mos 21 años, al registrar 68 por ciento en 1980, contra 41.5 por ciento de los votos en 2001 (...) En suma, la votación del PRI en el estado durante 30 años ha sido reducida prácticamente a la mi-tad (43 puntos porcentuales) al pasar de 87 por ciento en 1971, a sólo 44 por ciento en 2001 (Az-cárate, 2004).

Sin embargo, aunque la legislación electoral sólo ha sido modificada ba-sándose en el reflejo del nivel federal,

12 El sistema electoral en Puebla es controlado por el gobierno estatal que pertenece al PRI. Las denuncias acerca de la imbricación que existe entre el Instituto Electoral, el PRI y el gobierno estatal fueron confirmadas cuando se hizo público un video donde los dirigentes de este partido se reúnen con un grupo de consejeros del Instituto Electoral del Estado (IEE). La reunión fue convocada, la mañana del 30 de abril en la casa del consejero Félix Noé Ávila, en el fraccionamiento Campestre Rancho Colorado. Acudieron el presidente del IEE, Alejandro Necoechea Gómez, el secretario del IEE, Marco Antonio Bretón Betanzos y los dirigentes del trico-lor, Mario Montero Serrano y Javier López Zavala (Ruiz, 2004).

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en el rubro del elector o votante, el transfuguismo político ha tenido con-secuencias significativas. Puede de-cirse que ha generado las siguientes condiciones: realineamiento electoral, competitividad electoral e incremento de la participación en las votaciones, de las alternativas políticas y de los conflictos postelectorales.

Los cuadros de elecciones municipa-les exponen el desempeño electoral de los partidos políticos y sus pesos específicos; también dan la pauta para estudios más profundos sobre el involucramiento de los distintos actores políticos para superar la dimensión cuantitativa del voto y exponer probables respuestas sobre el arraigo de un partido, las zonas de cambio, los gobiernos de alternan-cia, las regiones de alta competen-cia, etcétera.

El análisis de la distribución de los municipios (...) entre los par-tidos, poniendo de relieve la po-blación, la superficie territorial y las características económicas de unos y otros, así como la es-tructura regional que conforman, aportará elementos objetivos pa-ra evaluar el peso político espe-cífico de cada partido en la so-ciedad (...), al menos en lo que respecta al nivel municipal de go-bierno, que es al fin y al cabo el

más próximo a la vida cotidiana de la gente (Rivera, 1993: 173).

Además de las cifras electorales, hay elementos explicativos en otros fac-tores: presencia real y organizativa de los partidos políticos, presencia y control de las oligarquías y caciques, la actividad y acción del gobierno, así como la influencia del acontecer estatal y nacional.

El carácter eminentemente políti-co de las elecciones, es decir, la aspiración a participar en el po-der o a influir en su distribución entre los distintos grupos, mar-có las fronteras del universo de actores. En teoría podrían ser las élites y sus asesores, los estratos políticamente relevantes, los elec-tores empadronados que real-mente votan, los activistas polí-ticos, los miembros de organiza-ciones partidistas y de los grupos de interés que normalmente son pasivos pero que en situaciones de emergencia para sus intereses ingresan en la escena política. Es claro que las diferentes denomi-naciones indican posiciones di-ferenciadas en el juego electoral (Tecuanhuey, 2001: 25).

Por realineamiento electoral debe entenderse el cambio de la identifi-cación de preferencias partidistas,

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la identificación de grupos de apoyo partidario, la continuidad y discon-tinuidad de etapas electorales, et-cétera (López, 2002: 157-158). Un realineamiento implica un proceso político integral de modificación re-gional y estadística en las preferen-cias electorales.

El término “alineamiento” se re-fiere a los largos periodos de es-tabilidad en las coaliciones socio-electorales que se aglutinan en torno a cada partido. El concepto de “desalineamiento”, por su par-te, alude a situaciones caracteri-zadas por el alejamiento del elec-torado respecto a los partidos, o bien al relajamiento de la leal-tad partidaria, que lleva al elec-tor a inclinarse indistintamente por uno u otro partido e incluso a decidirse a votar por partidos menores o de reciente aparición. El desalineamiento también im-plica que muchos grupos socia-les, ya sean de nuevo ingreso en el electorado o bien escindidos de algún partido, estén a la ex-pectativa de una nueva interpela-ción electoral, en un momento en

que los partidos o nuevas élites políticas aún no han desarrollado la capacidad de canalizarlos a su favor. Por último, el concepto de “realineamiento” consiste en el reaglutinamiento estable y dura-dero de nuevas coaliciones socia-les en torno a los partidos, cuya acción consolida un nuevo forma-to del sistema de partidos y da lugar así a un alineamiento (Pa-checo, 1997).

El caso particular del presente tra-bajo, la Sierra Mixteca de Puebla ha cambiado en sus preferencias políticas. En 1989 el PRI contaba con el 85% de la intención del voto, sin embargo, en el 2004, dicha cifra ha disminuido hasta el 48.74%. Por el contrario, los partidos que han incrementado sus preferencias son el PAN y el PRD; el primero, que a finales de la década de los ochenta llegaba al 0.74%, ha alcanzado un valor de 25.35%; mientras que el segundo, que en la misma época al-canzaba el 11.19%, en la actualidad ha llegado hasta el 16.64%. El resto de las preferencias se divide entre CD, PVEM y PT.

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CD 2.58% 3.95%

PAN 0.74% 2% 11.41% 10.77% 30.64% 25.35%

PARM 0.14% 2.40%

PFCRN 1.86% 5.14% 2.42%

PPS 1.00% 1% 0.11%

PRD 11.19% 13.17% 15.92% 18.53% 11.66% 16.64%

PRI 85% 76% 67.72% 66.23% 48.10% 48.74%

PT 2.23% 4.27% 3.08% 1.31%

PVEM 0.19% 0.20% 3.93% 4%

Total 99.93% 100% 100% 100% 99.99% 99.99%

1989 1992 1995 1998 2001 2004

Cuadro 3. Preferencias electorales en la Mixteca Poblana

Otra situación que nos indica el cambio en las preferencias electo-rales ha sido el voto diferenciado, es decir, la decisión del elector para no entregar toda su confianza a un solo partido político. En el PRI es donde esta circunstancia presenta mayores muestras, pues cada vez se agranda la brecha del voto priís-ta entre ayuntamientos, diputacio-nes locales y gubernaturas. En la segunda mitad de la década de los ochenta, el voto priísta por ayunta-mientos acumulaba el 92.87%, por

diputados locales llegaba hasta el 91.7% y el candidato a gobernador recibía el 95% de las preferencias. En la elección de noviembre de 2004, los candidatos priístas para alcaldías obtuvieron 46.09%, para la legislatura local alcanzaron el 48.54% y el candidato a gober-nador llegó hasta el 54.9%. La distorsión del voto priísta también ha crecido, si en los años ochenta oscilaba entre 1.17%-3.3%, en la última elección se estableció en un rango de 2.45%-8.81%.

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De igual forma, el voto priísta tiene dos coyunturas que deben distin-guirse, la votación que recibe en las elecciones internas que realiza para escoger candidatos a las presidencias municipales y la votación definitiva

que reciben esos candidatos en la elección constitucional, mientras en 1998 había una disminución del 17% entre la votación interna y la constitu-cional, este porcentaje se ha amplia-do en 2004 llegando hasta 52.7%.

Cuadro 4. Voto diferenciado del PRI

92.87 91.7 95

81 75.38 79.05

58.03 67.21 70.37

40.98 64.7 68.51

53.12 63.07 63.49

46.09 48.54 54.9

1989

1992

1995

1998

2001

2004

Año Ayuntamiento Diputado Gobernador

Votación interna 100 100 100

Votación constitucional 83 71 47.3

Cuadro 5. Diferencia del voto municipal priísta

1998 2001 2004

En lo que se refiere a la competiti-vidad electoral, entendida como la distancia porcentual entre el partido ganador y los demás competidores que además de ser un indicador numérico señala también la calidad de la vida política, se han generado cambios importantes. Dentro de la geopolítica poblana, como en otras entidades de la federación mexi-cana, en cada proceso electoral se

incrementó el nivel de competiti-vidad dadas las condiciones de la liberalización política en el país. El Partido Revolucionario Institucional ha ido perdiendo, a nivel estado, cada vez más representación. Poco a poco, la oposición ha ido tomando mayor participación y, sobre todo, espacios de gobierno, generándose un ambiente de competencia multi-partidista.

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En el caso de la Mixteca Poblana, en 1989 tenía un índice de 74.49% en lo

que se refiere a la competitividad elec-toral y en 2004 ha llegado a 22.75% .

Cuadro 6. Competitividad electoral en la Mixteca Poblana

Índice 74.49 70.76 63.35 57.16 34.23 22.75

Año 1989 1992 1995 1998 2001 2004

Es decir, se ha transitado de un estadio donde no había competiti-vidad electoral sino hegemonía de un partido político expresada me-diante diversas vías: autoritarismo, dictablanda, cacicazgo, etcétera; a un escenario donde priva una com-petencia política óptima que anula la supremacía del PRI y genera comicios más vigilados, limpios y honestos. La microregión mixteca que más competitiva se ha tornado es la de Acatlán con 20.73%, y la que se ha rezagado un poco corres-ponde a Tehuitzingo con 24.11%, aunque ambos índices se colocan en la situación óptima de la com-petitividad política.

La participación en las votaciones también es importante. La votación representa un indicador significa-tivo que permite analizar mejor el abstencionismo o la participación elevada. En los distintos registros que se consideraban en elecciones anteriores a 1985 se daba por senta-do que el 100% de la población par-ticipaba y, además, votaba a favor del PRI, lo que resulta increíble. En las cifras que corresponden a 1989, se encuentra una participación del 34.89% y un abstencionismo del 65.11%, para noviembre de 2004, se encuentra una participación electo-ral del 59.58% y un abstencionismo del 40.42% .

Participación electoral 34.89 53.65 49.16 48.02 55.51 59.58

Abstencionismo 65.11 46.35 50.84 51.98 44.49 40.42

1989 1992 1995 1998 2001 2004

Cuadro 7. Participación electoral en la Mixteca Poblana

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El incremento de las alternativas po-líticas se ha convertido en la princi-pal consecuencia del transfuguismo. Tal vez en este apartado se observe su aportación a la transición política. En 1989 de los 45 municipios que constituyen la Mixteca Poblana sólo

15 contaban con alternativa política, es decir, había por lo menos otro partido que competía con el PRI por la presidencia municipal. Para el 2004, todos los municipios de la Mixteca Poblana cuentan con alter-nativa política.

Municipios sin

alternativa política 30 14 5 7 1 0

Municipios con

alternativa política 15 31 40 38 44 45

1989 1992 1995 1998 2001 2004

Cuadro 8. Alternativa política en la Mixteca Poblana

Además no sólo hay una opción polí-tica más frente al PRI, existen muni-cipios cuyo sistema de partidos se ha constituido como multipartidista. En 1989, de los 15 municipios que te-

nían alternativa política en la Mixteca Poblana, en 10 había bipartidismo y en 5 multipartidismo, para el 2004, en 20 municipios existe el bipartidis-mo y en 25 el multipartidismo.

Cuadro 9. Sistema de partidos en la Mixteca Poblana

Bipartidismo Multipartidismo

10 5

17 15

10 30

18 20

16 28

20 25

1989

1992

1995

1998

2001

2004

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En conjunto, la oposición ha pasado de registrar 34 planillas para ayunta-mientos en 1989 a 93 en el 2004.

Cuadro 10. Registro de planillas para presidencias municipales en la Mixteca Poblana

PRI 45 45 45 45 45 45

Oposición 34 58 63 57 94 93

total 79 103 108 102 139 138

1989 1992 1995 1998 2001 2004

A nivel municipal, las elecciones han tomado su porción de institucionali-zación debido a la competencia polí-tica. Cuando ésta no existía a nadie le interesaba participar en los pro-cesos electorales de la comunidad, sin embargo, factores como la llega-da de distintas opciones políticas, la escisión de los grupos tradicionales de poder, etcétera, han llevado a la participación ciudadana en las elecciones, no sólo en lo que corres-ponde a la votación sino en cuanto a la integración de mesas de casilla y consejos electorales municipales, el cuidado de la limpieza en la jornada electoral, la integración de recursos de inconformidad, el cuidado de las campañas partidistas, etcétera. Una circunstancia que años atrás se desconocía.

El deseo de los grupos y candidatos por ocupar la presidencia municipal ha generado que la competencia política adopte un tono intenso, los municipios se constituyen como en-tes electorales.

En la lucha por la presidencia muni-cipal, uno de los antecedentes que también resulta significativo es el de la pugna por la integración de las casillas electorales y el consejo electoral municipal. El PRI logra eva-dir el proceso de insaculación, pero sus estrategias son denunciadas por los grupos locales que claramente identifican la militancia partidista de las personas.

Tomando en cuenta lo anterior, pue-de observarse en el caso de la Mixte-

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ca Poblana que, respecto al proceso de integración de casillas electorales y consejos municipales, hay una alta conflictividad debido al favoritismo que aún priva en el Instituto Electo-ral por el PRI.

Respecto a los recursos de impug-nación, los problemas a considerar surgen por la competencia de los es-pacios para la propaganda política y el ataque al partido en el poder de la presidencia municipal por favorecer al candidato de su partido.

En este sentido, la competencia política generada por el transfu-guismo está contribuyendo a la ins-titucionalización del sistema elec-toral. Puede decirse que, a pesar

del incremento del conflicto, éste es debidamente digerido por la ins-titucionalización local del sistema; se hace notar este elemento por-que a nivel estatal continúan cier-tas prácticas cuestionables. Ahora bien, para el caso de las elecciones municipales el movimiento aunque se mantiene a la par con el de las otras dos elecciones, tiene la carac-terística de ser significativo por el proceso de transfuguismo que ge-neran las elites locales que se han pasado al PAN, y le han dado a este partido el sustento político más im-portante con progresivos triunfos en ayuntamientos. En la siguiente tabla se muestra la contabilidad del transfuguismo por municipio y sus consecuencias en la alternancia.

121

Acatlán 83.3 37.695 2

Ahuehuetitla 50 59.91 1

Albino Zertuche 33.3 79.97 0

Atexcatl 33.3 68.32 0

Axutla 50 61.115 0

Coatzingo 50 51.09 0

Coetzala 50 60.75 0

Coyotepec 66.6 54.18 1

Cuayuca de Andrade 50 59.62 0

Chiautla 33.3 52.30 0

Chigmecatitlán 50 44.05 1

Chila 50 55.92 1

Chila de la Sal 16.6 80.20 0

Chinantla 33.3 74.67 2

Guadalupe 66.6 39.71 0

Huatlatlauca 83.3 27.24 3

Huehuetlán el Chico 33.3 56.31 1

Huitziltepec 83.3 19.86 2

Ixcamilpa de Guerrero 33.3 57.73 0

Ixcaquixtla 66.6 50.03 0

Jolalpan 50 32.16 1

Juan N. Méndez 33.3 47.26 1

La Magdalena Tlatlauquitepec 33.3 71.30 2

Molcaxac 66.6 42.38 2

Petlalcingo 16.6 58.59 0

Piaxtla 33.3 54.43 2

San Jerónimo Xayacatlán 16.6 56.70 0

San Juan Atzompa 50 40.03 1

San Miguel Ixitlán 16.6 69.64 0

San Pablo Anicano 83.3 38.84 3

San Pedro Yeloixtlahuaca 83.3 33.82 1

Santa Catarina Tlaltempan 50 51.13 1

Municipio Transfuguismo % Competitividadpromedio %

Número de alternancia política

122

Conclusiones

El PRI había logrado suprimir las identidades regionales y la agen-da política local en nombre de un proyecto político autoritario y ho-mogéneo a través de la estructura corporativa del partido oficial y de la negociación con los caciques. La de-clinación corporativa es un elemento explicativo del transfuguismo políti-co porque dio lugar a la indisciplina, deserción y abandono del sistema político priísta. La declinación corpo-rativa, iniciada en 1988, estableció la falta de legitimidad social y, por consecuencia, la pérdida de votos y el surgimiento de nuevos actores. Aunque hubo intentos de restaura-

ción por parte del régimen mediante programas sociales e innovaciones ideológicas, el fracaso del corporati-vismo oficialista hizo que se presen-taran nuevos intermediarios que ya no se sometían a la disciplina anti-gua y que desataron fuertes luchas internas, que permitieron cuestionar las decisiones verticales, centraliza-das y autoritarias.

El agotamiento de las corporaciones tradicionales en la mixteca poblana, CNC, CROM, Antorcha Campesina, así como el debilitamiento de los cacicaz-gos a causa de la renovación genera-cional o la aparición de nuevos actores

Santa Inés Ahuatempan 50 53.22 1

Huehuetlán el Grande 50 56.59 1

Tecomatlán 16.6 73.45 0

Tehuitzingo 50 41.20 0

Teotlalco 50 51.80 1

Tepexi de Rodríguez 33.3 65.39 1

Totoltepec de Guerrero 16.6 80.2 0

Tulcingo 66.6 36.09 2

Tzicatlacoyan 50 48.61 1

Xayacatlán de Bravo 50 45.18 0

Xicotlán 33.3 73.56 0

Xochitlán Todos Santos 33.3 61.71 0

Zacapala 33.3 72.08 1

Municipio Transfuguismo % Competitividadpromedio %

Número de alternancia política

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como los emigrantes y sociedades co-mo las juntas auxiliares o comunidades subalternas,13 han logrado que la hege-monía del PRI se debilite y han dado oportunidad a la oposición.

Frente al descontrol que implicó la debilidad de las corporaciones y la pugna de nuevos actores por parti-cipar en el reparto del poder, el ré-gimen decidió instaurar métodos de selección interna que legitimaran a los candidatos del partido y evitaran el posicionamiento de la oposición. Sin embargo, debido a la falta de credibilidad de los procesos inter-nos y la manipulación de aquellos grupos que evitaban a toda costa proteger sus intereses y privilegios, los métodos de nominación del PRI incrementaron las rupturas internas.

Con la aprobación, en los noventa, del procedimiento para la nominación de candidatos a diversos puestos públi-cos, el PRI poblano entró en un periodo de lucha interna significativa. Los inte-reses locales y la disposición de aper-tura en los métodos de designación de candidatos del partido, imprimieron a los actores una movilidad desconocida hasta entonces que cambió el lenguaje político. En el pasado inmediato la dis-

ciplina era una prenda muy apreciada por los grandes electores, tarde o tem-prano se recompensaba. En los nuevos tiempos, la disciplina se constituyó en sinónimo de rezago e indiferencia, los políticos que empezaron a tomarse en serio fueron los que manifestaban claramente sus intenciones de ocupar algún puesto de elección popular.14

El realineamiento y el nivel de competitividad electoral dependen del transfuguismo o grado de frag-mentación que en sus elecciones internas obtenga el Partido Revo-lucionario Institucional, debido a que los diversos aspirantes a las candidaturas partidarias, no se convencen de la limpieza de las elecciones internas y cuestionan la serie de fenómenos que suceden en dichos procesos, así como los favoritismos que nublan la supues-ta democratización del partido. Sobre todo, porque en el PRI cada vez disminuyen más las consultas a la base y los plebiscitos por con-siderarlos dañinos para el partido, en cambio, se incrementan los candidatos de unidad, así como el uso de encuestas para su designa-ción; las rupturas continúan y se hacen permanentes.

13 Estas poblaciones, tradicionalmente sometidas a la cabecera municipal, encuentran en el transfuguismo la vía para competir con los del centro por el poder del municipio, y de esa forma conseguir que sus lugares sean mejor atendidos por el gobierno.

14 Frente a la sentencia, atribuida por el dominio popular a Fidel Velásquez, de que “el que se mueve, no sale en la foto”, comenzó a argumentarse que en la era del video quien no se movía simplemente no era tomado en cuenta.

124

El transfuguismo es entonces un indicador de la movilidad política de la transición y del agotamien-to de los canales, mecanismos y dispositivos que le permitían al PRI conservar el poder, además, significa la inoperancia del poder invisible representado por las prác-ticas oscuras del tapadismo y del dedazo, que beneficiaban a deter-minados sectores y personas. A su vez, implica también el rescate de la disidencia, que ocultaban la disciplina, la recompensa y el cas-tigo del sistema político para las personas y las regiones, así como el alumbramiento del voto que el antiguo régimen robaba mediante el fraude electoral.

La ruptura del orden priísta, sin embargo, también ha traído como consecuencia que muchos grupos estén más interesados en man-tener su feudo político que en la renovación de su partido; lo que ha generado una mayor cantidad de deserciones. El transfuguismo, que constituye una salida saludable de un régimen decadente, también es utilizado por el Ejecutivo del Estado cuando los miembros de su grupo político no obtienen las candidatu-ras, o bien, los candidatos gana-

dores de los procesos internos del PRI no obedecen a sus intereses; la descomposición corporativa en Puebla fortaleció al titular del po-der ejecutivo antes que debilitarlo. Por ejemplo, en el caso de Antorcha Campesina, aún cuando ha ganado los procesos internos en munici-pios importantes es atacada por el gobierno estatal que decide impul-sar candidaturas de expriístas en la oposición.

De la misma forma, los grupos priístas que se proponen alcanzar la gubernatura del Estado comien-zan a generar y negociar los lide-razgos locales ya no con el propó-sito de fortalecer al PRI sino con el de generar redes que los alimenten electoralmente cuando sea nece-sario competir. Las alianzas de las estructuras personales con los “is-mos” (marinismo, melquiadismo, germanismo, etc.) contribuyen a la ruptura de la comunidad y entre comunidades del mismo municipio que difícilmente se reconciliarán en una candidatura común.

El hecho de que aún cuando las escisiones del PRI lleven a la opo-sición al gobierno municipal, es de-cir, generen acciones de democrati-

125

zación vía elecciones competitivas, no implica un cambio sustancial en las formas de responsabilidad gubernamental y de democracia directa, lo que constituye un hallaz-

go importante. El transfuguismo político genera una baja institucio-nalización del sistema de partidos estatal y una exigua calidad de representación política.

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• Entrevista con el Profr. Wences-lao Herrera Coyac, dirigente de la Confederación Nacional Campe-sina y Diputado local por el dis-trito XIII en la segunda mitad del sexenio bartlista, 15 de noviem-bre 2003.

• Entrevista con el reportero Héc-tor Estrada Casas, ex trabajador de Grupo Radio Oro, Atlixco.

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• Entrevista con Eusebio Flores Castro, aspirante a la presidencia municipal de San Juan Atzompa, 5 de septiembre 2004.

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Elecciones en el Estado de México:partidos políticos y democratización*

Miguel Ángel Sánchez Ramos**

El Estado de México, por la dimen-sión de su padrón electoral y lista nominal, así como por su cercanía con el centro del poder político y eco-nómico, se constituye en un referente importante para el análisis político electoral. El comportamiento electo-ral en esta entidad es un ejemplo del acontecer nacional en la materia.

Si bien es cierto que el Estado de México tiene sus peculiaridades y que no es correcto hacer una gene-ralización a partir de la revisión de un caso, también lo es que por la pluralidad con la que está integrado, se convierte en un mosaico de rea-lidades políticas que dan cuenta de que México ha transitado hacia un sistema plural.

El Estado de México es una de las entidades que conserva al poder ejecutivo en manos del Partido Re-volucionario Institucional (PRI), en mucho debido al nivel de institucio-

nalidad alcanzado por este partido en el estado. En otros términos, es una entidad en donde el ejecutivo y un número importante de muni-cipios están en manos del PRI, en otro tiempo el partido hegemónico en el país; pero, a su vez también comparte gobierno con otros parti-dos, por lo tanto hay yuxtaposición en el gobierno local. Los municipios con mayor población están en ma-nos de la oposición, es decir, ésta a pesar de tener menos municipios tiene a los más poblados. El Partido Acción Nacional (PAN), para el año 2006, gobierna en los municipios en donde se concentra el 28.73% de la población mexiquense, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) en los que se acumula el 23.20% de la población y el PRI tiene en los go-biernos municipales al 25.06% de la población (IEEM, 2006).

El Estado de México tiene gobierno compartido, el poder ejecutivo está

* Este trabajo fue presentado en el XVIII Congreso Nacional de Estudios Electorales, celebrado del 29 de noviembre al 1 de diciem-bre de 2006, en la Ciudad de Toluca, México.

** Maestro en Gobierno y Asuntos Públicos, profesor de carrera de la Universidad Autónoma del Estado de México, adscrito al Cen-tro Universitario UAEM, Amecameca, correo electrónico: [email protected]

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en manos de un partido que no tiene la mayoría absoluta en la Legislatura local. En un preliminar, la entidad mexiquense es un ejemplo de con-vivencia política plural, en donde es evidente que la armonía y los acuerdos políticos entre las diversas fuerzas son necesarios; asimismo, es la escena de una competitividad no sólo electoral sino también polí-tica y social.

En tal sentido, en este artículo pre-tendo describir cómo los partidos políticos se han constituido en el elemento principal de la competitivi-dad electoral que se consolida en el Estado de México y, en específico, en las elecciones municipales. También, describo el comportamiento de los partidos políticos en las últimas seis elecciones municipales registradas en el estado, bajo una perspectiva de democratización. Por lo tanto, el trabajo se ha estructurado en tres partes principales: en la primera se pretende sentar las bases concep-tuales de la democratización; en la segunda se analiza la evolución en las elecciones municipales de la en-tidad; y finalmente, se deja evidencia de la transformación de los partidos políticos en el Estado de México.

Es menester reconocer que este tra-bajo es parte de una investigación mayor que se desarrolla en el Centro

Universitario UAEM Amecameca, en específico en el proyecto “Partidos políticos y elecciones en el Estado de México (1993-2005)”, auspicia-do por la Universidad Autónoma del Estado de México, plan que es responsabilidad del cuerpo acadé-mico “Actores sociales, instituciones y democracia en México”, en par-ticular en la línea de investigación “Instituciones, estado de derecho y democracia” con la colaboración de profesores y estudiantes de la Licenciatura de Ciencias Políticas y Administración Pública del mismo Centro Universitario.

1. Democratización

Por democratización entendemos al proceso permanente en la cons-trucción de mejores condiciones de vida, de expresión ciudadana y de relaciones políticas y sociales entre ciudadanos y entre éstos y sus go-bernantes. La democratización es el proceso a través del cual se pasa de una forma autoritaria a una demo-cracia pluralista.

La democratización aquí estará ceñi-da, en esta ocasión y sólo por objeto de análisis, al aspecto electoral, pero en ningún momento se niega que signifique más que los resultados electorales. La democratización polí-

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tica, en específico la electoral, se ha ganado su propio espacio, pero falta por trabajar en la social, en esa par-te de la vida en la que el ser humano invierte más tiempo, en la que día a día se manifiestan demandas de atención de necesidades, en donde en realidad se dimensiona el tamaño de un gobierno democrático.

De la idea de poliarquía de Robert Dahl coincidimos en que un gobier-no que se considere democrático y responda a las preferencias de sus ciudadanos sin distinciones políticas debe ofrecer la igualdad de oportuni-dades para:

Formular sus preferencias, mani-festar públicamente dichas pre-ferencias entre sus partidarios y ante el gobierno, individual y co-lectivamente, recibir por parte del gobierno igualdad de trato. Es decir, éste no debe hacer dis-criminación alguna por causa del contenido o del origen de tales preferencias (Dahl, 1997: 14).

La seguridad de estas tres condi-ciones estriba en el ejercicio de ocho garantías institucionales: 1) libertad de asociación, 2) libertad de expresión, 3) libertad del vo-to, 4) elegibilidad para el servicio público, 5) derecho de los líderes políticos a competir por el apoyo

electoral, 6) diversidad de fuentes de información, 7) elecciones libres e imparciales y 8) instituciones que garanticen que la política del gobierno dependa de los votos y demás formas de expresar las pre-ferencias (Dahl, 1997: 15). Es así como Robert Dahl sostiene que la democracia más que un fin es un proceso de respuesta y cumplimien-to de oportunidades para los ciuda-danos en un ambiente de igualdad de oportunidades y de circunstancias.

La diferencia entre liberalización y democratización se basa en que la primera representa un proceso de apertura que es gradual y controla-da por el régimen para garantizar la legitimidad y estabilidad. Por lo tanto es un proceso de arriba hacia abajo, limitando la participación y lo genuino de la misma.

El proceso de liberalización que tuvo lugar en México por el año de 1977 fue reproducido en las entidades fe-derativas, el Estado de México no fue la excepción. Aquella reforma pretendió impulsar el reconocimien-to de las minorías en la toma de decisiones; en ese mismo sentido giraron las reformas municipales de los años ochenta. A consecuencia de estas modificaciones, que en un principio buscaban la legitimación del sistema con el reconocimiento e

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incorporación de las minorías en la toma de decisiones, se dio paso a la democratización del sistema, la cual sienta sus bases con la reforma de 1995 en el Estado de México. Los acuerdos que derivan de ésta son producto de la democratización, pues en ellos participaron y decidieron los diferentes actores políticos con parti-cipación de los ciudadanos.

Las reformas previas a la elección de 1993 incorporan al órgano electoral a los ciudadanos, con la categoría de consejeros ciudadanos; esta medida es un ejemplo entre el umbral de una liberalización y el inicio de una democratización, pues dicho cambio se considera como gracia del gobier-no, quien estaba preocupado por los cuestionamientos postelectorales, empero ocasionó un abanico de de-cisiones posteriores que promovie-ron la equidad en las elecciones y la competitividad en las mismas.

Democratización se considera al proceso de apertura efectiva de de-rechos políticos y civiles, producto de negociaciones y reconocimientos entre los diferentes actores y fuerzas que logran los arreglos instituciona-les. Por lo tanto, este proceso es más horizontal y menos vertical. Para lle-gar a esta dimensión por lo general se pasa por la liberalización, por la toma de decisiones verticales.

Para estudiar la democratización es importante definir sus indicadores con el fin de precisar lo que se de-sea evaluar.

Para poder medir el nivel de de-mocratización política munici-pal alcanzado por una sociedad y gobierno, debemos precisar cuá-les son los indicadores que faci-liten la comprensión de esta in-tención. Como se ha sostenido, la democratización se basa, princi-palmente, en dos aspectos: par-ticipación y debate público. Los medios que facilitan estos dos pi-lares de la democratización son, en primer lugar, el sistema electo-ral que por sí nos dará definición del sistema de partidos o núme-ro de éstos que participan en las elecciones, su nivel de competi-tividad y el grado de representa-ción política que logra cada par-tido al constituirse en gobierno municipal. Con esto tendremos la dimensión de la pluralidad po-lítica que se manifiesta en cada municipio, tratando a éstos se-gún su caracterización tanto de industrialización–urbanidad como del tamaño de la circunscripción electoral.

En segundo lugar, para medir el tamaño del debate será necesa-rio pasar a revisar la democratiza-

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ción social, en donde se analice el nivel y disposición a la participa-ción ciudadana, considerada esta por antonomasia el medio del de-bate (Sánchez, 2003: 26).

Como se desprende de esta cita, uno de los mejores indicadores de la de-mocratización es la competitividad que se logra en las elecciones, porque ésta, a su vez, es una expresión del juego real del poder. La competitividad no se logra si los partidos políticos no tienen condiciones elementales para actuar, esto lo logran en la transforma-ción del diseño institucional que les permite horizontalidad. Nótese cómo la competitividad que se ha alcanzado en las elecciones federales, e inclusive en las municipales, es a partir de que las reglas de la competencia se vuel-ven menos inequitativas, por lo tanto, los partidos políticos se vuelcan hacia la competencia para conquistar vo-tos, esta acción los obliga a cambiar en su estructura y estrategias. Bajo este esquema pasemos al análisis de las elecciones.

2. Elecciones en el Estado de México

Las elecciones son el referente em-pírico de la democracia, condición necesaria y no suficiente de los regí-menes democráticos, cuya peculiari-dad estriba en:

...a) sufragio universal, masculino y femenino: b) elecciones libres, competitivas, periódicas, correc-tas; c) más de un partido; d) fuen-tes de información distintas y al-ternativas (Morlino, 1996: 81).

El Estado mexicano cuenta con avances en estas cuatro condicio-nes, hay sufragio universal ejercido para hombres y mujeres sin mayor límite que la edad (mínimo de 18 años) y contar con una credencial para votar. La historia de cada pro-ceso electoral registra que ha ha-bido lucha para que las elecciones sean libres, competitivas, periódi-cas y aún falta más trabajo para que sean correctas, pues todavía hay prácticas en las elecciones que no son del todo democráticas. Asimismo, más de un partido po-lítico participa en las elecciones, cada vez los resultados reportan competencia y competitividad de mejor nivel, en cuanto hay más partidos políticos contendiendo. Por lo que respecta a las fuentes distintas y alternativas de infor-mación, el tema es, hoy por hoy, el talón de Aquiles de nuestra demo-cracia, pues no hemos avanzado significativamente en este aspecto, lo más utilizado es la televisión como medio de información, en consecuencia falta diversificarlos y buscar otras alternativas.

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El Estado de México, en los últi-mos dieciséis años ha celebrado seis elecciones para renovar a los ayunta-mientos de cada municipio. En 1990, se puede observar que los triunfos para la oposición eran contados y estaban lejos de ser una muestra de competitividad, mejor dicho, eran una concesión del régimen. Sólo pa-ra ese año, el PRI había ganado en el 96.69% de los municipios. Es el caso de una hegemonía de partido, pues no había competitividad alta, no había alternancia ni siquiera como potencialmente imaginada, las elec-ciones no eran un espacio de disputa real del poder o del gobierno.

Para las elecciones de 1993, el PRI conserva el 90% de los municipios. Hay una leve reducción, pero sigue siendo dentro de un sistema hege-mónico desgastado y que para mu-chos puede considerarse como un sistema de partido predominante. Esta última categoría es acertada porque el PRI gana la elección con alto margen de victoria, e integra gobiernos con regidores de oposi-ción, en una relación de 66.6% para él y un 33.3% para la oposición, la

predominancia del PRI es evidente; la cual aún no cambia en el sistema electoral mexiquense.

Para el proceso de 1996, se da un im-portante cambio, primero, el marco normativo y las organizaciones han sido transformadas a través de una reforma a la Constitución local en 1995 y la creación del Instituto Elec-toral en 1996, lo que sienta las bases para una competencia menos inequi-tativa. Además, los partidos políticos empiezan a asumir su transforma-ción y a convertirse en profesionales electorales. Como podrá observarse en el cuadro 1 y en el gráfico 1, en 1996, se da el cambio de un sistema no competitivo a uno competitivo pa-ra acercarnos en la actualidad a un sistema de tres partidos.

En 1996, el PRI sólo logró conservar para sí el 59.8% de los municipios. De 122 perdió 49 e incluso no logró la mayoría en la Legislatura local. Fue el inicio de un mapa que des-vaneció el monocolor partidista. El PRI, en 1993, tuvo 60% de diputa-dos locales, pero para 1996 sólo el 40% de la Cámara.

137

En el año 2000, los partidos principa-les pierden unos municipios y ganan otros, pero sus fuerzas se conservan similares. Sin embargo, la competiti-vidad electoral se mejora en compa-ración con el año de 1996, como se podrá apreciar en la gráfica 2.

En esta elección, que fue concu-rrente con la federal, el PAN se vio beneficiado en perjuicio del PRD, inclusive, logró tener un efecto de arrastre por la elección federal, en la que Fox favoreció a algunos candida-tos municipales.

Cuadro 1. Elecciones de ayuntamientos mexiquenses

Fuente: Elaboración propia a partir de los resultados del IEEM <http://www.ieem.org.mx/>

PAN 2 6 22 30 24 24

PRI 116 109 73 69 68 55

PRD 3 3 26 21 23 23

PARM - 1 - - - -

PFCRN - 2 - - - -

PVEM - - 1 - - -

PT - - - 1 4 2

PCD/C/PA,PAS/PSN - - - 1 5 3

Candidatura común - - - - - 18

TOTAL 121 121 122 122 124 125

Partido 1990 1993 1996 2000 2003 2006

138

Como se desprende de la gráfica 1, a partir de 1996, los resultados electorales han logrado una cierta estabilidad o regularidad de triunfos municipales de los partidos políti-cos. Sólo es necesario resaltar que el PRI sigue dando pautas de descen-so, lo que redunda a favor de otros partidos como el PT y Convergencia, principalmente. Mientras que el PAN y el PRD se disputan la segunda po-

sición cercana a 25 municipios para cada uno.

Si observamos esta gráfica en un continum con la número 2, podemos notar que a partir del año 1996 y su proceso se da el ascenso de la alta competitividad, misma que aumenta para el año 2000 y 2003, descendien-do un poco para 2006, pero sin per-der el rango de distinción como nivel mayoritario del proceso electoral.

Gráfica 1. Resultados electorales por partido

0

140

120

100

80

60

40

20

1990 1993 1996 2000 2003 2006

PRDPRIPAN PARM PFCRN PVEM PT C/PA, PAS/PSN Cand. com.

Fuente: Elaboración propia.

139

En una yuxtaposición de gráficas se puede apreciar que en el año 1996, mientras el PRI desciende significati-vamente, aumenta la competitividad, y en los años subsiguientes se ob-serva que empiezan a participar con triunfos otros partidos políticos como el PT y C, e incluso las candidaturas comunes; este movimiento gráfico nos permite hipotetizar sobre la intención de los partidos políticos, en específico de sus líderes, acerca de convertir a los partidos en vote seeking.

En el contexto de esta observación se apuntala el supuesto de que la competitividad la establecen los par-tidos políticos, los cuales se lanzan en la competencia con estrategias específicas para ganar la elección, no importando lo que deban propo-ner o hacer para lograr su objetivo. Ante la diversidad de los triunfos mu-nicipales y la volatilidad del voto, se presume que los partidos políticos se pelean a los mismos electores, ya no a grupos con características

Gráfica 2. Niveles de competitividad históricos

0

80

70

60

50

40

30

20

10

1990 1993 1996 2000 2003 2006

altamedianabaja

Fuente: Elaboración propia.

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específicas o producto de cleavages de la sociedad.

En una publicación de estadísticas electorales realizadas y editadas por el Instituto Electoral del Esta-do de México (2006), se presenta

una tabla donde se concentra la alternancia que se ha manifestado en estos dieciséis años de elec-ciones locales municipales. Dicha información la reproduzco para que sirva como base de los comentarios correspondientes.

Cuadro 2. Alternancia municipal 1996-2006

Fuente: IEEM, 2006.

Los municipios que han experimen-tado alternancia por lo menos entre dos partidos políticos ascienden al 88%, cifra significativa.

Sólo 4 municipios de los 125 que com-ponen la entidad han tenido alternan-cia en 4 elecciones. Estos municipios son pequeños, se trata de Cocotitlán, Coyotepec, Chiconcuac y Ozumba. La mayoría de ellos ubicados en la zona oriente del Estado de México, donde la competitividad es alta y con mayores niveles de alternancia. El punto de contacto de esta región es más fácil

con el Distrito Federal que con la mis-ma capital del estado.

Por otro lado, de los municipios que sólo han sido gobernados por una fuerza política, es decir, que no han vivido la alternancia, se destaca que de la región oriente está Chimalhuacán, un bastión del PRI. Pero el resto de los muni-cipios de este rango se ubica en el poniente de la entidad, donde es muy común encontrar la baja competitividad y asociada a locali-dades con alta marginación.

4 4 3.2

3 22 17.6

2 84 67.2

1 15 12.0

Total 125 100

Fuerzas políticas Número de municipios %

141

Una nota más, en los municipios como Nezahualcóyotl, Texcoco, Nau-calpan y Tlalnepantla, que están en el grupo de dos fuerzas políticas, se presenta baja participación política y baja competitividad. Desde 1996 el PRD ha conservado a los dos pri-meros y los dos últimos el PAN. En estos casos se empiezan a formar bastiones electorales de partidos, llevando consigo el desaliento por parte de la población para participar en las elecciones. Lo que resulta pre-ocupante, pues lo deseable es pasar a una competitividad electoral per-manente y no sólo cambiar de actor principal en el ejercicio del poder.

La competitividad electoral para la década de los años noventa, encuen-tra asociación estadística con factores sociodemográficos, sin embargo, para las elecciones de 2003 y de 2006 esta asociación no es significativa para la competitividad ni para con los resulta-dos electorales por partido (Sánchez, 2007). En consecuencia, se deduce que no son los factores sociodemo-gráficos los que definen por sí la com-petitividad electoral, sino que son los partidos políticos que enfatizan en sus intereses por ganar votos, que los lleva a buscar apoyo en los electores a quie-nes seducen y deciden cada vez más valorando la estrategia de su voto.

3. La transformación de los partidos políticos

Un partido político, desde la pers-pectiva de Panebianco (1990: 107), implica a una organización cuya estructura está en movimiento, evo-luciona, se modifica en el tiempo y reacciona a los cambios de su entor-no. Esta dinámica lo lleva a la institu-cionalización, mediada, entre otros factores, por incentivos, establecién-dose así niveles que diferencian a un partido de otro.

Sin embargo, coinciden en que han abandonado su posición ideológi-ca, de clase o de grupo, para pasar a ofertar propuestas a sectores más amplios de la población, apo-yándose en estructuras burocráti-cas más especializadas en ganar elecciones. Los partidos políticos están transformándose como la sociedad misma. En el Estado de México ya no se encuentran parti-dos políticos de masas, ahora se notan partidos profesionales elec-torales, es decir, se han convertido en organizaciones que han profe-sionalizado sus estrategias y a sus dirigentes para ganar elecciones. No puede explicarse de otra mane-ra el triunfo de los partidos en los municipios.

142

Panebianco (1990), apoyándose en Kirchheimer, tipifica al partido pro-fesional electoral en contraste con el de masas. El partido profesional electoral centra su atención en:

a) profesionales con competencias especializadas;

b) dirigir su mensaje a un electora-do de opinión;

c) dirección personificada;

d) financiamiento a través de grupos de interés y de fondos públicos; y

e) el acento recae sobre los proble-mas concretos y sobre el lideraz-go. El papel central lo desempe-ñan los arribistas y los represen-tantes de los grupos de interés dentro de la organización (Pane-bianco, 1990: 492).

Estas características son opuestas a las propias de un partido de masas, en el que el papel central es la bu-rocracia, los afiliados, la estructura vertical, las cuotas de los afiliados y la ideología.

Los partidos han dejado de represen-tar ideológicamente a los grupos que representaban, si es que en algún momento lo hicieron.

Bowing to the law of the political market, parties were abandoning previous efforts at the ‘the inte-llectual and moral encadrement of the masses’, downplaying or abandoning ideology, bidding for the support of interest groups, emphasizing the qualities of their leaders, and seeking support whe-rever it could be found. Although not all parties would follow this course, Kirchheimer claimed that the success of one catch-all party would force other parties to imi-tate it, producing a transforma-tion of Western European party systems (Wolinetz, 2002: 145).

Aun cuando se puede poner en duda el nivel de transformación, la tesitura del partido atrapa todo (así llamado por Kirchheimer) se ha vuelto recurrente para describir, comprender y explicar la transformación de los partidos po-líticos. Además, por supuesto, de que dicho cambio atiende a que el electo-rado se ha vuelto más heterogéneo.

Los partidos políticos en el Estado de México se han transformado de 1990 al 2006, el año de 1996 es el ejemplo evidente del inicio del cam-bio de los partidos mexiquenses; un caso es el PAN, que al abandonar su posición doctrinaria como exclusiva y girar hacia el electorado como

143

pieza clave para acceder al ejercicio del gobierno empieza a ganar elec-ciones. En 1996, con condiciones más equitativas en la competencia, los partidos políticos se emulan uno al otro y se disponen a disputarse al electorado. Pero esto es reflejo de que al interior y, específicamente, en el liderazgo de los partidos políticos su visión se ha transformado.

La modificación de los intereses de los líderes de los partidos encuentra como motivo principal la conquista del gobierno, la búsqueda del triun-fo. Condición que en cada elección se hace más contundente, al ob-servar que los partidos postulan y ofrecen incluso políticas que no van a poder cumplir pero que atraen votantes. Por eso decimos que se convierten en atrapa todo o sólo en vote seeking.

Strom (1990) explica que el compor-tamiento de los partidos políticos obedece más a la inclinación de sus líderes, y establece como interés del partido tres motivos principales que se expresan con mayor fuerza en momentos específicos: vote seeking, policy seeking y office seeking.

El partido vote seeking se preocupa por los votos, por intereses, por líderes o por todo esto, lo que le permite ofertar cualquier política

aún cuando esté consciente de que no podrá realizarla. Esta condición caracteriza su transformación por la ausencia de la ideología que defendía y enarbolaba como pro-ducto de una clase, un grupo o de una masa.

Su diferencia con el partido policy seeking es que éste una vez llegando al gobierno se dedica a establecer los mecanismos para llevar a cabo la transformación social como la ha concebido el partido. Esto no se ha visto en el Estado de México ni en el país. Quien llega al gobierno establece su estilo personal de go-bierno y abandona los principios de su partido.

Otra clasificación que podemos en-contrar es la de los partidos office seeking, a los que sólo les interesa competir para ganar lugares o car-gos públicos. De éstos sí hay en la entidad mexiquense, se identifican al firmar y sostener coaliciones o convenios en donde “suman” votos a cambio de lugares en los cargos públicos. Es otra forma de presen-tarse en la competencia, muchos de los partidos que hacen coalición o candidatura común responden a esta clasificación, pues su mayor in-terés es ganar cargos porque están conscientes de que por sí solos no pueden ganar la elección.

144

Es menester precisar que los parti-dos políticos no se encasillan en una tipología, lo comentado se aplica con aproximaciones y su realidad es la combinación de diferentes facto-res y circunstancias. Un partido en momentos diferentes adopta algu-nas de las actitudes comentadas, depende de la ocasión, del interés de los líderes.

La transformación de los partidos se experimenta a partir de su vida interna, ésta se ve obligada a cam-biar bajo el impulso de un desafío exterior. El elector se comporta más heterogéneo y menos controlable por los partidos, su organización ya no es condición suficiente para el acercamiento con el votante (Pane-bianco, 1995: 493).

Los partidos en el Estado de México y en el contexto de su atención o competencia municipal se han desins-titucionalizado, ésta es una de las características de la transformación hacia el partido profesional. El PRI ha dado ejemplos de pérdida de institu-cionalización a nivel municipal, no así para la gubernatura. El peso político de los grupos de interés en el muni-cipio ha aumentado o reducido, en consecuencia, la capacidad del parti-do para regir sus procesos de nomi-nación y campañas. Por esta situación el partido se convierte en buscador de

apoyo ante ese elector que se declara autónomo. Estas condiciones son muy similares para los otros partidos y, en sentido inverso como consecuencia de la pérdida de institucionalidad del PRI. El PAN y el PRD absorben a los que se salen del cauce normativo e institucional del PRI, lo que representa la muestra de cómo inician la emula-ción y la rivalidad que son la base de la competitividad.

Entonces el partido transformado en profesional o atrapa todo, di-rige su potencia hacia temas, no ideología, hacia representaciones, se convierten en profesionales en tareas electorales, en campañas, y se establece lo que Wolinetz dice que los obliga a competir en la mis-ma arena en busca de votos. Así el partido vote seeking es productor de la competitividad electoral.

El partido político visto así es impor-tante como categoría de análisis en la concepción de la competitividad electoral, pues es quien define la nominación de candidatos, intervie-ne en la campaña promoviéndolos y asegurando el voto, moviliza a los ciudadanos, les ofrece atención diri-gida a sus intereses.

Los partidos políticos en esta ten-dencia motivan la participación ciu-dadana electoral; en consecuencia,

145

el nivel de convocatoria para el día de la elección es responsabilidad de ellos y un indicador de su capacidad de convicción para movilizar a los ciudadanos y atraer su apoyo.

4. Reflexión final

La trayectoria que se ha establecido en las elecciones y la competitividad en el Estado de México es el signo del cambio de los partidos políticos. Las transformaciones legales como parte de la democratización son producto de los acuerdos que éstos signan. El Estado de México es em-blemático para el caso.

Los reformas efectuadas en el di-seño electoral mexiquense han sido importantes, pero están dentro del marco de la democratización, por lo tanto, son los partidos políticos los actores más relevantes en este logro. Si no se hubieran dado, simplemente estarían rebasados por la ciudada-nía. Ésta al adoptar su autonomía frente a los partidos políticos, los obliga a trabajar a través de propues-tas más generales, menos radicales, más pragmáticas y que llegaran a persuadir a todos los electores, quie-nes ya no pueden ser vistos como un grupo con características sociales o de clase única e inamovible.

La decadencia del PRI en las eleccio-nes municipales se explica a partir de su cambio interno organizacional. Sobre todo a nivel municipal enfren-ta procesos fuertes de desinstitucio-nalidad, condición para hacer más competitiva la elección cuando los otros partidos atrapan con incentivos a los que salen de él. Un candidato que no es nominado por un partido, busca en otro la nominación y así los obliga a asumir un papel profesio-nal en la elección, en consecuencia recurren a la emulación, base de la competitividad. Entonces, este pro-ceso se manifiesta en sincronía, la competitividad no está acompañada sino generada por la transformación de los partidos políticos, que buscan en el electorado autónomo el voto que ya no aseguran con el simple hecho de afiliarlos.

Obviamente, una acción genera una reacción, es decir, lo que sucede en un partido motiva reacciones en los otros. Los partidos como el PAN o el PRD se han movido con recono-cimiento audaz de su contexto. El PAN al avanzar en el abandono de su ideología y de la lucha ideológica para pasar a la electoral, acomodan-do sus posiciones para ganar votos, se presenta como un partido profe-sional electoral. El PRD así lo hace, con menor rapidez que el PAN, pero

146

finalmente entiende la dinámica mo-derna y se acoge a la lucha electoral con estrategias y campañas que le permite ganar. En donde lo ha en-tendido y procede, en consecuencia gana y conserva municipios.

Las elecciones municipales en el Estado de México tienen un siste-ma competitivo aceptable, pero no en todos los municipios se registra competitividad alta, esto se debe, en parte, al diseño del sistema electoral que propicia el freno para la compe-titividad multipartidista.

En la contienda electoral no sólo compiten el PRI y el PAN o el PRI y el PRD, en esto también se ha avanzado, la lucha se pluraliza, se incorporan al reparto de los muni-cipios el PT y Convergencia. Lo que demuestra que la democratización electoral tiene sus propios avances y que los partidos políticos tienen sus intereses por votos, por cargos o por políticas. Al respecto, poco han trabajado los partidos políticos, lo que pone en riesgo la otra demo-cratización, la social, la que tiene un reflejo diario y que va directamente asociada al nivel de vida.

El elector está dando muestras de que sus decisiones son racionales, y emite su voto como producto de una evaluación de las propuestas, escogiendo la que menos pérdida le representa o mayor utilidad le reco-noce. Por el bien de los pueblos se requiere que la evaluación impacte en mayor medida en la exigencia de reivindicar a los más necesitados, y producir gobiernos comprometidos con sus representados.

La transformación de los partidos políticos no puede quedarse en el status de respuesta inmediata o mo-verse en atención a los intereses de sus líderes, deben hacer su mejor esfuerzo por preocuparse en llegar al poder para ejercer políticas propias y un gobierno de partido. Asimismo, deben exigir cuentas a sus partida-rios hechos gobernantes.

La competitividad electoral y la transformación de los partidos polí-ticos tienen que impactar en la vida diaria del ciudadano, de lo contrario pueden caer en desánimo y apatía por lo democrático. Esta es una asignatura pendiente y debemos ocuparnos en atenderla.

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151

Introducción

Los resultados electorales de los úl-timos 10 años en los municipios del estado de Hidalgo son una muestra de las transformaciones de la so-ciedad, donde es posible observar una disfunción en dos planos de la estructura de poder local. Por un lado, al exterior, la incorporación de nuevos actores que acceden al poder en los municipios cambian la forma de relacionar las regiones con el gobierno estatal, así como las limitaciones del marco normati-vo, y por otro, al interior, el diseño de la institución municipal necesita transformarse para responder a las crecientes demandas sociales. En úl-tima instancia los resultados hablan de un cambio que ya se dio y al que la estructura de poder en el estado no parece responder.

La alternancia de distintos partidos políticos en los gobiernos, municipa-les primero, estatales después y fe-deral desde hace algunos años es un indicador significativo de los cambios que están ocurriendo en la sociedad mexicana y que finalmente pueden ser interpretados como la expresión de una demanda para llevar de una forma diferente los asuntos públicos y las acciones de gobierno. Gómez Tagle señala que “las elecciones son el momento en que entra en tensión el sistema político, (donde) se ex-presan las fuerzas sociales y salen a relucir las estructuras políticas del sistema” (2000: 19). Si a lo anterior le agregamos las redefiniciones que sobre el federalismo hacen estados y municipios en cuanto a la distri-bución de competencias y recursos con la Federación y de los mismos municipios con los gobiernos estata-

* Este trabajo fue presentado en el XVIII Congreso Nacional de Estudios Electorales, celebrado del 29 de noviembre al 1 de diciem-bre de 2006, en la Ciudad de Toluca, México.

** Mtro. en Planeación y Políticas Metropolitanas, Candidato a Doctor en Ciencias Políticas y Sociales; Instituto de Ciencias Socia-les y Humanidades, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, e-mail: [email protected]

Alternancia en los municipios de Hidalgo 1991-2005: el difícil camino de la unanimidad a la competencia electoral*

Fernando Díaz Pérez**

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les, veremos que hay tensiones en la forma en que funciona el régimen político actual, tanto la Federación como los sistemas subnacionales (estatales). En la esfera local una parte importante de este proceso es la revalorización de las acciones de los gobiernos locales frente a las realizadas por los estados y la Federación. De aquí que, ante la problemática del escenario de actuación de la autoridad local se busquen nuevas formas de brindar repuestas a partir de los reacomo-dos que genera la alternancia.

No cabe duda que uno de los indi-cadores más significativos de los cambios ocurridos en la dinámica de los gobiernos locales ha sido la alternancia en el poder por parte de distintos partidos, lo que conlleva, por lo menos en teoría, no sólo a la sustitución del personal político y administrativo dentro del aparato de gobierno, sino, en última instancia, al ejercicio de nuevas formas de gobernar mediante la expresión de la pluralidad que existe dentro de la sociedad local y a la realización de mejores ejercicios de gobierno. Gui-llén (1996: 157-158) lo ha expresado de esta forma: “los principales facto-res de cambio (transformaciones en la organización y operación de los ayuntamientos) se encuentran vincu-lados a la lucha política, a los ciclos

electorales y a sus efectos en el rele-vo de las autoridades municipales... En primera instancia, por el ciclo de gobierno y la incorporación de nue-vos actores cada vez; en segunda,... por su perfil electoral de gran com-petencia que impulsa a los partidos a ofrecer gobiernos de más calidad y cantidad en los servicios”; además de que señala que con la llegada de “la democracia se rompieron las bases de ocupación corporativa de la administración y de la represen-tación política de los ayuntamientos, el resultado es... el establecimiento de un horizonte propio para la insti-tución... (de la misma manera que) con la democracia los ciudadanos constituyen al gobierno municipal, determinando su contenido, también por primera vez puede definirse un gobierno local en sentido estricto dadas sus nuevas bases de represen-tación social” (Guillén, 2001: 162).

Por su parte, Ramírez Sáinz (1998: 29-30) señala que “un sistema po-lítico democrático (como el que im-pulsa la alternancia en los gobiernos locales) presupone la creación de es-tructuras o marcos aptos o adecua-dos para hacer pública y ciudadana la política, es decir, la recuperación de lo público; esto conlleva a la de-mocratización de las instituciones políticas y sociales”; sin embargo, también indica que no hay que per-

153

der de vista que la alternancia no significa en sí misma un avance hacia formas más democráticas de gobierno, más en un contexto donde aún prevalece una profunda cultura autoritaria en el ejercicio del poder con una correspondiente baja cali-dad de las instituciones de gobierno y en sus políticas.

Una parte significativa de la creciente importancia de los municipios como actores sociales y políticos tiene su origen en la generación de políticas propias. Sin embargo, su formula-ción por parte de los gobiernos loca-les presupone la existencia o proceso de construcción de determinadas capacidades de gestión, que deben encontrar correspondencia dentro de las sociedades locales. Esto es, la existencia de capacidad y responsa-bilidad de sus actores políticos, eco-nómicos y sociales de mantener el funcionamiento de dichas políticas, puesto que finalmente serán ellos los principales involucrados e interesa-dos en lograr los mejores resultados (Martínez y Ziccardi, 2000: 743). Sin embargo, cuando esta capacidad no existe o es baja es necesario que se fomente, tanto en los funcionarios municipales, como en los represen-tantes de la comunidad y en la co-munidad misma con el fin de facilitar un uso más efectivo del conjunto de sus recursos (Guerrero, 2000: 764).

Por otra parte, se resalta la existen-cia de organizaciones sociales, ya sean de tipo tradicional u organiza-ciones no gubernamentales (ONG’s) que sirven de apoyo y en algunas ocasiones como principales impul-soras de una determinada política y que en muchas ocasiones tienden a suplantar el déficit de capacidad de la sociedad y del gobierno local (Martínez y Ziccardi, 2000: 746).

Al analizar los resultados electora-les en el estado de Hidalgo lo que pretendemos es ubicar a los munici-pios en los cuales ha tenido lugar la alternancia desde la década de los noventa y hasta las últimas eleccio-nes de 2005, para saber cómo se ha desarrollado y cuál ha sido la expre-sión territorial. Nos interesa resaltar su expresión territorial porque “...los resultados de las elecciones son con-secuencia de las estructuras de po-der existentes, de la cultura, de las organizaciones sociales, de los parti-dos, del marco legal y de las institu-ciones electorales, de tal suerte que es a través de las elecciones que se dirime gran parte de la lucha política para dar continuidad o para trans-formar el sistema” (Gómez Tagle, 2000: 19). En este sentido, tenemos como particularidad que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) ha tenido desde su fundación una gran hegemonía en el estado, de forma tal

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que hasta mediados de los noventa sus candidatos a la Presidencia de la República, senadores y diputados federales nunca habían perdido una sola elección. Caso contrario en los gobiernos locales donde se presenta una mayor dinámica que arranca, también, a mediados de los noventa hasta llegar a las elecciones de 2005 donde por primera vez en la historia del estado el PRI no tiene la mayoría de los gobiernos municipales.

Las elecciones municipales en Hidalgo

De acuerdo con los resultados de las elecciones municipales de los últimos 15 años podemos dividir en tres las etapas del cambio de régimen en los gobiernos locales. De la elección de 1990 a la de 1993, sistema de parti-do único; de la elección de 1996 a la de 1999, sistema de partido hegemó-nico y en las de 2002 y 2005, sistema competitivo y de alternancia.

Las elecciones de 1990

El régimen de partido único en los gobiernos locales se caracteriza por

un dominio total o abrumador de un solo partido político en las eleccio-nes, de tal forma que éstas no son un método de conformación del po-der político local, sino, en última ins-tancia, la validación de un proceso realizado con anterioridad dentro del partido. En las elecciones municipa-les de 1990 el Partido Revolucionario Institucional (PRI) logró el 73.06% de la votación total, mientras que su más cercano competidor, el Partido de la Revolución Democrática (PRD), obtuvo el 10.30%; en tercer lugar quedó el Partido del Frente Carde-nista de Reconstrucción Nacional (PFCRN) con el 5.22%; el Partido Acción Nacional (PAN) consiguió el cuarto lugar con el 3.68%; el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) logró el 2.68% y, finalmente, el Partido Popular Socialista (PPS) alcanzó el 0.25%.

Respecto a la concurrencia partida-ria,1 ésta es de 2.95; lo cual quiere decir que en promedio poco menos de tres partidos se presentan en el proceso electoral de los siete regis-trados a nivel estatal. En cuanto a la cobertura partidaria2 los resultados se presentan en el siguiente cuadro:

1 Entendemos el nivel de concurrencia partidaria como el promedio de partidos que se disputan el gobierno municipal en una elec-ción (ver Calderón, 1994: 51).

2 Entendemos por cobertura partidaria al porcentaje de partidos que se presentan a una elección (ver Calderón, 1994: 51).

155

Como se puede observar en más del 60% de los municipios del estado la competencia electoral está limitada a dos y tres participantes; por otro lado, resulta significativo que en el 10% de los municipios sólo hay un participante, y que hay un por-centaje igual de municipios donde contienden entre 5 y 7 partidos, prácticamente todos los partidos re-gistrados. En este caso sólo un par-tido, el PRI, presenta candidatos en

todos los municipios, mientras que el partido que menos presenta es el Partido Demócrata Mexicano que lo hace en cuatro.

Como mencionamos entre el primer y segundo lugar hay una diferencia de 60 puntos porcentuales, que junto con los niveles de cobertura muestra un dominio más que mayoritario de un solo partido. El siguiente mapa mues-tra los resultados de la elección:

1 9 10.71

2 21 25.00

3 32 38.10

4 13 15.48

5 7 8.33

6 0 0.00

7 2 2.38

Total 84 100.00

Cuadro 1. Elección de ayuntamientos Cobertura partidaria, elección de 1990

Municipios PorcentajePartidos

Fuente: Elaboración propia.

156

De los 84 municipios, el PRI triunfa en 81, mientras que el PARM gana dos ubicados en la región sur del es-tado, Atitalaquia y Tlahuelilpan; por su parte, el PAN logra el triunfo en el municipio de Santiago Tulantepec, en la región de Tulacingo, al poniente del estado. En todos los casos donde no gana el PRI los triunfos son muy apre-tados, por ejemplo, en Atitalaquia el PARM obtiene el 52.15% del total de la votación válida y el PRI el 47.85%, la diferencia fue de 134 votos. En Santiago Tulantepec el PAN gana con el 52.28% de la votación válida y el PRI obtiene el 45.76%, la diferencia entre ellos fue de 209 votos. La vic-toria del PARM en el municipio de Tlahuelilpan representa la más hol-

gada sobre el PRI, el primero obtiene el 55.41% y el segundo 44.56% de la votación total válida, es decir, 10 puntos porcentuales de diferencia, el número de votos entre el primer y el segundo lugar fue de 421.

Las elecciones de 1993

En las elecciones de 1993 se con-solida el dominio del PRI en los municipios del estado, ya que su votación total aumenta y pierde sólo un municipio de los tres que había perdido en la elección anterior, así que alcanza el 74.23% del total de la votación. El PRD refrenda el segun-do lugar al obtener 9.94%, menos

Mapa 1. Resultados de las elecciones de ayuntamientos, 1990

Partido Acción Nacional

Partido Revolucionario Institucional

Partido Auténtico de la Revolución Mexicana

Fuente: Elaboración propia.

157

que en la elección pasada. En esta elección el PAN se convierte en la tercera fuerza dentro del estado al obtener el 6.84%, desplazando al PFCRN que queda en el cuarto lugar con el 2.67%; le sigue el PARM con el 2.56% y el PPS, el PDM y el Par-tido del Trabajo (PT) con el 1% de la votación válida para cada uno.

En este proceso electoral la con-currencia partidaria se incrementa significativamente (6.79) aunque no tanto el número de partidos registrados, ya que éstos pasan de seis en la elección anterior a ocho. La cobertura partidaria queda de la siguiente forma:

Cuadro 2. Elección de ayuntamientos Cobertura partidaria, elección de 1993

Municipios PorcentajePartidos

Fuente: Elaboración propia.

2 5 5.95

3 5 5.95

4 4 4.76

5 4 4.76

6 5 5.95

7 9 10.71

8 52 61.90

Total 84 100.00

Como se puede ver en el cuadro hay diferencias significativas en la cober-tura partidaria respecto a la elección anterior; hay un incremento impor-tante en el número de partidos que participan en el proceso electoral. Ya no hay municipios donde sólo un par-tido presente planillas a la elección de ayuntamientos; hay un descenso importante en los municipios donde se presentan dos partidos, que pasan

de 21 a 5; los municipios donde se presentaron tres partidos, que en la elección anterior fueron la mayoría, en ésta se reducen sólo a cinco; lo mismo ocurre con los municipios donde se presentan cuatro partidos que disminuye de 13 a 4; en los mu-nicipios donde participan cinco parti-dos no hay cambios significativos ya que pasan de 7 a 4; los municipios donde más de seis partidos presen-

158

tan planillas se incrementa significati-vamente ya que pasan de representar el 2% al 75%, siendo importante que en el 62% de los municipios, 52, la totalidad de partidos participan en el proceso electoral.

En contraste con el incremento en la competencia, los resultados del pro-

Mapa 2. Resultados de las elecciones de ayuntamientos, 1993

ceso electoral que se muestran en el mapa siguiente revelan de manera más contundente la hegemonía de un solo partido en el estado. El PRI sólo pierde el municipio de Tezonte-pec de Aldama en el sur del estado, obtiene el 47.09% del total de la votación válida y el PRD el 50.66%, con una diferencia de 309 votos.

Las elecciones de 1996

Para la elección de ayuntamientos de 1996 es posible observar que algo está cambiando en la forma en que se estructura el poder local en el es-tado, si bien el PRI aún logra obtener poco más de la mitad de la votación

total (55.51%), su dominio ya no es absoluto; en el mismo sentido comienzan a crecer nuevas fuerzas políticas que en los otros procesos electorales eran marginales o franca-mente testimoniales. El PRD obtiene en este proceso electoral el 23.79% de la votación total, un incremento

Partido Acción Nacional

Partido Revolucionario Institucional

Partido de la Revolución Democrática

Fuente: Elaboración propia.

159

de poco más de 13 puntos por-centuales respecto a los resultados obtenidos en el elección anterior, con lo cual se consolida como la segunda fuerza política en el estado en lo que respecta a ayuntamientos. Por su parte, el PAN se ubica como la tercera fuerza electoral al obtener el 16.05% de la votación total, un incremento de poco más de 150% de acuerdo con los resultados de la elección pasada. El PT también aumenta significativamente su vota-ción, en la elección anterior obtiene 0.67% de la votación válida y en ésta alcanza 3.34%, con lo que su presencia deja de ser testimonial y comienza a consolidarse y convertir-se en participante importante de los procesos electorales.

Es significativo que el número de partidos haya disminuido drástica-

mente entre una elección y otra ya que pasan de ocho a seis, pero es más relevante la desaparición de al-gunas fuerzas políticas tradicionales y la aparición de otras; de esta forma los partidos de la oposición tradi-cional, en algún momento llamados satélites: PPS, PARM, PDM y PFCRN desaparecen y dejan su lugar a otros como el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y el Partido Centro Democrático (PCD).

Con la aparición y desaparición de fuerzas políticas dentro del espectro estatal hay también un reacomodo de la concurrencia partidaria, mis-ma que sufre una caída respecto a la del proceso electoral anterior, en este momento es de 3.61, arriba de la alcanzada en el de 1990. Por su parte la cobertura partidaria queda de la siguiente forma:

Cuadro 3. Elección de ayuntamientos Cobertura partidaria, elección de 1996

Municipios PorcentajePartidos

Fuente: Elaboración propia.

2 19 22.62

3 18 21.43

4 30 35.71

5 12 14.29

6 5 5.95

Total 84 100.00

160

Como ya lo habíamos mencionado la aparición y desaparición de fuerzas políticas modifica significativamente la estructura electoral de los muni-cipios del estado, en el caso de la cobertura partidaria, mientras que en el anterior proceso electoral en el 60% de los éstos la totalidad de los partidos presentaron planillas al ayuntamiento, en 1996 a pesar de haber menos partidos los casos en que todos presentan planillas se reduce a cinco municipios, el 6% del total. Los municipios donde sólo dos partidos presentan planillas se incrementa de 5 a 19, 22.62% del total, algo similar ocurre en los que se presentan tres partidos que pasan de 5 a 18 alcanza el 21.43%. Cuatro partidos se presentan en 30 munici-pios siendo el grupo más numeroso y en donde se presentan 5 partidos es en 12.

Con el porcentaje de votación his-tórica más bajo (Vargas González, 2003: 105) el PRI pierde, también, el mayor número de municipios an-te los partidos de oposición, once distribuidos sobre todo en el norte y el sur del estado (ver mapa siguien-te). La segunda fuerza política, el PRD logra triunfar en 8 municipios concentrados sobre todo en el sur-poniente del estado. Huazalingo es

el único municipio ubicado en el norte donde el PRD triunfa con el mayor porcentaje de votos, 51.17% de la votación válida total, mientras que en segundo lugar queda el PRI con el 35.12%, mientras que el PAN queda en tercer lugar con el 11.92%. Si bien la diferencia en términos porcentuales es importante al obser-var los resultados absolutos es más reveladora, sobre todo en un estado con las características políticas de Hidalgo; el PRD ganó prácticamente con dos a uno al PRI (2,182 contra 1,215 votos, respectivamente). Co-mo se puede observar en el mapa, al surponiente del estado hay una importante concentración de muni-cipios donde gana el PRD y donde sobresale Tepepango porque tam-bién, como en el caso de Huazalingo, lo hace con casi una votación de dos a uno, logra obtener el 59.07% de la votación, mientras que el PRI sólo logra el 38.15% y los otros partidos menos del 4% restante. Más hacia el centro del estado en el municipio de Francisco I. Madero el PRD triunfa también con una ventaja considera-ble, obtiene el 51.17% del total de la votación, mientras que el segundo lugar, el PRI logra el 35.12%, en nú-meros absolutos la diferencia fue de aproximadamente 1,300 votos; el ter-cer lugar, el PAN logra el 13.72%.

161

Al sur del estado en el municipio de Villa de Tezontepec triunfa el PRD con el 57.41% de la votación mientras que el PRI logra el 38.50%, el resto de los partidos consigue menos del 5%, la diferencia entre el primero y el segundo lugar, en términos absolutos se reduce a menos de seiscientos votos. En el municipio de Tezontepec de Aldama, que no colinda con el anterior, al surponiente del estado, se presentan sólo dos planillas la del PRD y la de PRI, la primera obtiene el triunfo con el 53.48%, y la segunda logra el 46.52%, la diferencia entre ellos fue de menos de 1,000 votos. También en esta región el PRD consi-gue su triunfo más importante en el municipio de Tula de Allende, la terce-

ra ciudad del estado; logra el 45.38% de la votación, y el segundo lugar, el PRI, obtiene el 41.25%, una diferen-cia de 800 votos y el tercer lugar, el PAN, consigue el 11.56%. Colindando al sur con este municipio se encuen-tra Atotonilco de Tula donde el PRD gana por escaso margen, el 33.89% de la votación, mientras que el PRI obtiene el 31.16% y el PT 30.68%, entre el primer y el segundo lugar hay una diferencia de 400 votos, mientras que entre el segundo y el tercero sólo 38 votos. El último municipio donde triunfa el PRD es Tlacoaxpan, que colinda con otros tres donde también gana, Tepepango, Tezontepec y Tula de Allende, aquí el triunfo lo adquiere al lograr el 52.30% de los votos frente

Mapa 3. Resultados de las elecciones de ayuntamientos, 1996

Partido Acción Nacional

Partido Revolucionario Institucional

Partido de la Revolución Democrática

Partido del Trabajo

Fuente: Elaboración propia.

162

a su único contrincante el PRI que obtiene el 47.40%, una diferencia de apenas 300 votos.

La tercera fuerza electoral en el esta-do, el PAN, obtiene en este proceso electoral sólo dos ayuntamientos que se encuentran muy alejados uno del otro. Uno se encuentra al norte del estado y el otro al sur. El primero es Lolotla, donde obtiene el triunfo con un porcentaje sumamente (anormal-mente) alto de la votación, el 60.05% de los votos válidos; el segundo lugar lo obtiene el PRI con el 36.85%, en términos absolutos la diferencia no es tan grande, entre el primer y el segundo lugar hay poco menos de setecientos votos; el resto de los partidos obtiene poco más de 3%. El segundo es Tolcayuca, donde obtiene el 49.52%; el PRI el 38.80% y el PRD el 11.68% de la votación, como en el caso anterior en términos absolutos la diferencia entre el primer y el se-gundo lugar no es tan grande, poco más de 350 votos, pero con el tercer lugar sí es significativa.

Finalmente, el último de los munici-pios que pierde el PRI en esta elec-ción fue Apan, donde triunfa el PT con el 51.04% de la votación, el PRI obtiene el 43.15% y el resto de los partidos menos del 7%; la diferencia entre el primer y el segundo lugar fue alrededor de 900 votos.

Las elecciones de 1999

La siguiente elección de ayuntamientos tiene lugar en 1999, como ya lo ha-bíamos mencionando, hay un cambio respecto a las elecciones anteriores en el estado, el dominio de un solo partido, el PRI, ya no es tan claro y con-tundente, además de que comienzan a consolidarse otras opciones políticas en diferentes regiones del estado. Una vez más el PRI disminuye su votación relativa total, alcanza apenas la mitad del total de votos (51.07%); mientras que hay un virtual empate técnico en la segunda fuerza electoral entre el PRD que disminuye marginalmente su vota-ción de acuerdo con la elección ante-rior (22.55%) y el PAN que la aumenta de forma importante, poco más de 6 puntos porcentuales para ubicarse en 22.24%. El PT mantiene prácticamen-te su participación igual, ya que sólo se incrementa marginalmente de 3.34% a 3.84%; lo mismo sucede con el PVEM que incluso disminuye el porcentaje de su participación.

En esta elección sólo el PCD deja de presentar planillas a la elección, por lo que la concurrencia partidaria queda de 3.35, ligeramente inferior a la del proceso electoral anterior pero con estructura electoral de 5 partidos en lugar de los seis de la elección pasada. La cobertura parti-daria queda de la siguiente forma:

163

Cuadro 4. Elección de ayuntamientos Cobertura partidaria, elección de 1999

Municipios PorcentajePartidos

Fuente: Elaboración propia. En el municipio de Chilcuautla se anuló la elección.

2 15 18.07

3 34 40.96

4 24 28.92

5 10 12.05

Total 83 100.00

Una vez más disminuyen los munici-pios donde sólo se presentan dos pla-nillas a la elección de ayuntamientos, pasan de 19 en la elección anterior a 15 para representar 18% del total; los municipios donde tres partidos presentan planillas es ahora el grupo más numeroso con 34 que represen-tan el 40.96% del total, en la elec-ción anterior el grupo más numeroso

correspondió a los municipios donde se presentaron cuatro partidos, que en esta elección fue el segundo grupo más numeroso con 24 municipios, el 28.92% del total. Finalmente, el grupo menos numeroso corresponde a aquellos municipios donde todos los partidos presentan planillas al go-bierno local que con diez municipios representan el 12%.

164

Resulta relevante que sea en esta elección, de las analizadas, donde participan menos partidos y que en 60% de los municipios sólo dos o tres presenten planillas a la elec-ción de ayuntamientos sea donde el partido hegemónico pierda el mayor número de gobiernos locales en su historia. De un total de 83 munici-pios pierde en 19, en nueve frente al PAN, en siete frente al PRD y en tres frente al PT, como se puede ver en el mapa.

Como hemos comentado, hasta el momento ésta es la elección más exitosa para el PAN, no sólo porque incrementa de manera notable su caudal de votos, sino porque triunfa

Mapa 4. Resultados de las elecciones de ayuntamientos, 1999

en los dos municipios más importan-tes del estado, en la capital, Pachuca y en Tulancingo de Bravo. El triunfo en Pachuca es prácticamente margi-nal, ya que lo hace con una mínima fracción de votos, obtiene el 46.25%, en tanto que el PRI logra el 46.23%, en términos absolutos una diferencia de tan sólo 16 votos, la más pequeña de todos los casos analizados aquí. El segundo triunfo en importancia radica no sólo en que se gana la segunda ciudad del estado, sino que se adquiere influencia en toda una región, ya que junto con este muni-cipio también se gana en Metepec y en Santiago Tulantepec, núcleo central de la región conocida como el Valle de Tulancingo. El triunfo en el

Partido Acción Nacional

Partido Revolucionario Institucional

Partido de la Revolución Democrática

Partido del Trabajo

Fuente: Elaboración propia.

165

valle de Tulancingo es un poco mas holgado que en el caso de Pachuca, en Tulancingo se gana con el 52.28% de la votación, mientras que el se-gundo lugar, el PRI, obtiene 39.50%; en Santiago Tulantepec obtiene el 52.60% y el PRI 45.63% y finalmen-te en Metepec logra el 57.45% en contra del 39.59% del PRI. Al norte de Pachuca el PAN obtiene el triunfo en dos municipios del centro oriente del estado, y San Agustín Meztiquiti-tlan, a diferencia de los municipios como Pachuca o los de la región anterior, éstos no cuentan con área urbana importante y logra ganar, como el caso de Pachuca, con una mínima diferencia de votos; en Ato-tonilco el Grande obtiene el 50.51% de la votación y el PRI 48.01%, mientras en San Agustín Meztiqui-titlan 49.72% y el PRI 47.45%. El triunfo en el municipio de Tolcayuca, al sur del estado, adquiere relevancia porque es el refrendo de un triunfo obtenido en la elección pasada, de hecho la diferencia entre el primer y el segundo lugar se incrementa, si en la elección anterior había sido de poco menos de 10 puntos porcen-tuales en ésta es de poco más de 20, obtiene el 56.28% del total de la votación, mientras que el segundo lugar, el PRI, el 35.75%. Los otros dos municipios que gana el PAN en esta elección se encuentran uno al centro y otro al poniente del estado,

el primero es Progreso de Obregón y el segundo Nopala de Villagran, en ambos obtiene triunfos muy hol-gados en el primer caso gana con el 56.58% de los votos y en segundo con el 64.24%, de hecho su triunfo más cómodo en esta elección.

A diferencia del proceso electoral anterior, el PRD cae al tercer lugar de las fuerzas políticas en el estado e incluso baja en uno el número de ayuntamientos que preside, pasa de 8 a 7. De hecho en el sur sólo puede refrendar el triunfo en el municipio de Francisco I. Madero con un buen porcentaje de la votación, 52.44%, frente a 35.96% que obtiene el se-gundo lugar, el PRI. Si bien pierde por una mínima diferencia (2.7 pun-tos porcentuales) en el importante municipio de Tula de Allende, donde se encuentra la cuarta ciudad del es-tado, mantiene su presencia en esta región, ya que gana los municipios de Ajacuba y Tlaxcoapan. En ambos el triunfo es bastante apretado, en el primero logra el 30.35% de la votación total, mientras que el PRI se lleva el 28.37, una diferencia de 87 votos; en el segundo municipio logra el 44.24% de la votación por el 43.59% del PRI, una diferencia de 48 votos. Al norte del estado mantie-ne el único municipio que gobernaba en esta región, Huazalingo, el cual refrenda con 19 puntos de diferencia

166

con el segundo lugar (el PRI) e inclu-so gana el vecino municipio de Atla-pexco de forma marginal, obtiene el 50.53%, mientras el PRI el 49.47% de la votación total, aparentemente comienza a constituirse una zona de influencia en esta región del estado. Los otros dos municipios son Eloxo-chitlán, al centro norte del estado, y, Tecozautla, al poniente colindando con el estado de Querétaro. En am-bos, los triunfos son cómodos, entre 10 y 20 puntos de ventaja sobre el segundo lugar que en los dos casos es el PRI.

En el caso del PT no logra refrendar el triunfo en el municipio que gober-naba a partir de la elección anterior, Apan; sin embargo gana en otros tres, uno de los cuales se encuentra muy cercano a Apan, es el municipio de Singuilucan, en la región del Valle de Tulancingo, donde prácticamente dobla la votación al segundo lugar, obtiene el 65.74% de la votación por 34.26% del PRI. Al norte del estado, colindando con los dos municipios que gana el PRD, el PT gana Yahua-lica en una elección muy cerrada entre tres, no entre dos como ha si-do frecuente en las elecciones hasta este momento analizadas, obtiene el 36.06% de la votación total, en tanto que el PRI el 37.47%, una diferencia de 110 votos, y en tercer lugar el PRD el 22.42%. El tercer municipio

que gana el PT en este proceso elec-toral está también cercano a uno que gana el PRD en el centro norte del estado, es el municipio de Molango de Escamilla donde obtiene el triunfo marginalmente al obtener el 49.16% de la votación total en contra del PRI que logra el 47.59%, una diferencia de 62 votos.

Las elecciones de 2002

A partir de las elecciones municipa-les de 2002 se pasa a otra etapa en la historia de las elecciones locales, hay un cambio importante ya que a partir de esta elección el PRI deja de obtener la mayoría absoluta del total de la votación para gobiernos locales, si bien todavía controla el mayor número de ayuntamientos, al mismo tiempo se consolidan las opciones alternativas. En estas elec-ciones, el PRI obtiene el 43.68% de la votación total en el estado, lo que le permite ganar 50 ayuntamientos, 15 menos que en la elección pasada; el PAN que en la elección anterior se encontraba en una situación de empate técnico con el PRD, se afian-za como segunda fuerza política al alcanzar el 30.38% de la votación total y 22 ayuntamientos, nunca en la historia del estado un partido de oposición había logrado ganar este número de gobiernos locales, en la

167

anterior elección logra 9, también el mayor número de su época. En tanto que el PRD es desplazado al tercer puesto por vez primera desde hace cuatro elecciones al alcanzar sólo una votación del 15.08%, una caída de poco más de siete puntos por-centuales respecto a los resultados de la elección anterior y de ocho en cuanto a la correspondiente a 1996; a pesar de esto logra el triunfo en 10 ayuntamientos, tres más que en la elección anterior. El PT incrementa notablemente el porcentaje de su vo-tación, poco menos del 100%, pasa de tener 3.34% en la elección ante-rior al 6.52%, sin embargo, pierde tres de los cuatro ayuntamientos que gobernaba; esta misma situación le pasa al PVEM, que incrementa notablemente su porcentaje de vota-ción de 0.6% al 3.31% y obtiene por primera vez en la historia del estado un ayuntamiento; a pesar de estos resultados, muy buenos para estos partidos, no se modifica el lugar que ocupan en la estructura electoral del estado, la cuarta y quinta fuerza electoral. En estas elecciones hacen su aparición de forma marginal un

conjunto de partidos pequeños que tienen un corto periodo de vida, el Partido de la Sociedad Nacionalista (PSN) que se ubica como la última fuerza política estatal al alcanzar el 0.24% de la votación; el Partido Con-vergencia por la Democracia (PCD), que a la postre sería el único que no desaparecería, se convierte en la pe-núltima fuerza política con el 0.38%; finalmente el Partido Acción Social (PAS), con antecedentes en el Parti-do Demócrata Mexicano, que obtiene sólo el 0.41%.

La concurrencia partidaria tiene un ligero incremento respecto a la de la elección anterior, pasa de 3.35 a 3.82, aunque con la diferencia de que hay un incremento sustancial en el número de partidos que par-ticipan en la elección, de 5 a 8, el número de partidos que hubo en la elección de 1993, pero con una concurrencia más baja. El porcentaje de concurrencia partidaria es similar al correspondiente a la elección de 1996, pero con un número menor de partidos. La cobertura partidaria quedó de la siguiente forma:

168

Resulta relevante que por primera vez desde la elección de 1990 hay un municipio en el que se presenta un solo partido. Como en las dos últimas elecciones en la mayor parte de los municipios 3 ó 4 partidos presen-tan planillas, aproximadamente en el 70%. Mientras que en los municipios

donde se presentan dos o menos partidos es sólo poco más del 10% y los municipios donde se presentan de 5 a 7 partidos es aproximadamente el 20%. Importante resulta que en ningún municipio, ni siquiera en los más grandes, se presenta la totalidad de los partidos registrados.

Cuadro 5. Elección de ayuntamientos Cobertura partidaria, elección de 2002

Municipios PorcentajePartidos

Fuente: Elaboración propia.

1 1 1.19

2 9 10.71

3 23 27.38

4 36 42.86

5 7 8.33

6 4 4.76

7 4 4.76

Total 84 100.00

169

En este proceso electoral el PRI si-gue manteniéndose como la primera fuerza política en el estado, en lo que a ayuntamientos se refiere, puesto que gana la capital y las principa-les ciudades del estado, Pachuca y su área metropolitana (Mineral del Monte y Mineral de la Reforma), Tepeapulco (con Cd. Sahagún, una de las principales áreas industria-les), Tulancingo (centro comercial regional) y Coatepec de Hinojosa, Tizayuca (importante centro lechero) al sur e Ixmiquilpan al centro oriente del estado. De acuerdo con estos resultados comienzan a localizarse dos áreas de influencia política im-portante en el estado, la primera al sur sobre el eje de comunicación de

la carretera México-Pachuca y el se-gundo en el centro del estado.

El PAN es el partido que más gana en estas elecciones, pasa de gobernar nueve a 22 municipios, si bien pierde las principales ciudades del estado, Pachuca y Tulancingo, gana otros mu-nicipios que presentan una importante dinámica económica y poblacional. En el norte del estado triunfa en Huejutla de Reyes, importante centro comer-cial de la región Huasteca, con poco más de 10 puntos porcentuales sobre su más cercano competidor, obtiene 49.63% de la votación total, mientras que el PRI obtiene el 38.67%. En esta misma región gana también el munici-pio de San Felipe Orizatlán.

Mapa 5. Resultados de las elecciones de ayuntamientos, 2002

Partido Acción Nacional

Partido Revolucionario Institucional

Partido de la Revolución Democrática

Partido del Trabajo

Partido Verde Ecologista de México

Fuente: Elaboración propia.

170

En el sur del estado triunfa en un grupo de municipios que tienen co-mo centro Tepeji del Río y Tula, im-portantes centros industriales sobre el eje carretero México-Querétaro; en Tepeji del Río gana de forma rotunda con el 52.28% de la votación total mientras que el PRI sólo logra ob-tener el 34.05%, el PVEM, el 6.73% y el PT 5.90%; por su parte en Tula la competencia estuvo más cerrada, el PAN gana con el 46.93% de la votación, mientras que el PRI tuvo el 35.94% y el PRD el 15.77%. Además de estos municipios en esta región el PAN también gana Atitalaquia y Atotonilco de Tula.

Otra región donde el PAN acumula triunfos es el oriente del estado, donde gana seis ayuntamientos, la particularidad de estos municipios, salvo el último, es que colindan con un estado que ha sido gobernado por el PAN desde 1997. Los municipios son: Pisaflores y Pacula, donde hay elecciones muy cerradas con el triun-fo por lo menos de cuatro puntos porcentuales; Zimapan y Tasquillo, donde el triunfo es más holgado, en-tre 10 y 15 puntos porcentuales; Hi-chapan, el triunfo en este municipio cobra relevancia por ser cuna de la Familia Rojo-Lugo cuyo grupo políti-

co “Grupo Huichapan” ha mantenido el control del sistema político estatal desde los años treinta3, y Nopala de Villagrán, que si bien no colinda con el estado de Querétaro, recibe mucha influencia de él, es el único municipio de esta región donde el PAN refrenda el gobierno.

Al oriente del estado el PAN gana ocho municipios, repitiendo el gobierno en tres de ellos: Calnali, Zacualtipán, Atotonilco el Grande (donde repite en el gobierno), Omitlán de Juárez, Aca-tlán, Metepec (gobierna por segundo periodo consecutivo), Acaxochitlan y Santiago Tuntepec (también gobierna por segunda vez consecutiva); mien-tras que al sur Tlanalapa y al centro Progreso de Obregón, donde refrenda el gobierno.

El PRD, a pesar de que en estas elecciones fue desplazado de la se-gunda a la tercera fuerza política del estado, obtiene más triunfos que en la elección pasada, diez contra siete, repitiendo el periodo de gobierno en solo un ayuntamiento, Eloxochi-tlán. De los resultados se pueden establecer dos áreas de influencia, una al norte y otra al sur del estado. La del norte tendría su centro en el municipio de Eloxochitlán, que como

3 “Desde el gabinete Ávila Camachista y después en otras posiciones centrales, Javier Rojo Gómez (gobernador 1937-1940) logró imponer a familiares y colaboradores en puestos estratégicos de la política local, hasta su fallecimiento en 1970. Después sus he-rederos abrirían otra era de dominio” de 1975 hasta nuestros días (Vargas: 2003, 52).

171

ya hemos comentado es el único municipio que refrenda gobierno, los otros municipios, que no colindan con éste son: La Misión y Lolotla. Al sur del estado comienza a consoli-darse un área de influencia con sie-te municipios, Actopan, Alfajayucan, Chilcuautla, San Agustín Tlaxiaca, San Salvador, Tezontepec de Aldama y Tlahuelipan.

El Partido del Trabajo tuvo un retro-ceso en estas elecciones al perder los tres ayuntamientos que gober-naba y sólo logra triunfar en uno al sur del estado, Apan. Por su parte el Partido Verde Ecologista de México gana un ayuntamiento, el primero en su corta historia, Singuilucan al sur oriente del estado.

Además de las “recuperaciones” de gobiernos locales por parte del PRI, de los cuales los más importantes son Pachuca y Tulancingo, en esta elección se presenta un fenómeno nuevo en el estado, la alternancia de partido de “oposición” a partido de “oposición”. Como es el caso de Sin-guilucan que pasa del PT al PVEM.

Las elecciones de 2005

Finalmente, en las últimas eleccio-nes para ayuntamientos que tuvieron lugar en 2005 continúa la tendencia

a que el partido dominante, antes hegemónico, disminuya su porcen-taje respecto a la votación total en el estado. Como ha sucedido en las últimas cuatro elecciones el PRI obtiene el menor porcentaje de vota-ción de su historia, 39.85%; lo que aún le permite ser la primera fuerza política en el estado y el gobierno en 38 municipios, doce menos que en la elección anterior, esto no sólo sig-nifica el menor número de gobiernos locales en su historia, sino que por primera vez no obtiene la mayoría de los mismos. El PRD recupera el segundo lugar de entre las fuerzas políticas del estado y conquista el más alto porcentaje de votación en su historia el 28.05%, casi el doble de lo conseguido en la elección ante-rior (15.05%) y con esto logra adju-dicarse el mayor número de ayunta-mientos de un partido de oposición en la historia del estado con 24, más del doble que en la elección anterior. En estas elecciones el PAN cae al tercer lugar por una importante re-ducción en su porcentaje de votación en cuanto a la elección pasada, de 30.38% pasa a 19.47%. No obstante este resultado logra conquistar 18 ayuntamientos, sólo cuatro menos que los obtenidos en la elección anterior. Por su parte, el PT reduce de forma marginal su porcentaje de votación de acuerdo con la elección anterior, obtiene el 5.04% por 6.52%

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respectivamente, pero de forma si-milar al PAN aumenta el número de gobiernos locales que preside de una a dos. Este resultado es similar al obtenido por el PVEM, también duplica el número de ayuntamientos que gobierna, pero con la diferencia de que en vez de disminuir su por-centaje de votación, lo incrementa de forma marginal, pasa del 3.31% en la elección pasada a 4.87% en ésta. Como se puede deducir por estos resultados la disminución de la votación obtenida por el PRI ha beneficiado a los partidos de oposi-ción, en particular a los más peque-ños, que con una votación no muy diferente a sus promedios históricos logran conquistar un mayor número de gobiernos locales.

En esta elección dejan de presen-tarse los partidos PSN y PAS; de los partidos nuevos en el anterior proceso electoral sólo queda el PCD que obtiene el 0.66% de la votación total, prácticamente el doble que en la elección anterior y no gana ningún ayuntamiento. Hay también, como en casi todos los procesos electora-les estudiados, un partido nuevo, el

Partido Alternativa Socialdemócrata y Campesina que alcanza el 0.68% de la votación total.

La concurrencia partidaria tiene un incremento de 3.82 a 4.14, esta última cifra es muy importante, de hecho es la segunda más alta del periodo de análisis, este indicador resulta relevante por haber menos partidos que cuando el indicador alcanzó su máximo porque hay me-nos partidos registrados, de 9 a 7, los mismos que en elección pasada. La cobertura partidaria queda de la forma que señala el cuadro 6. Si bien continúa siendo mayoría los municipios donde se presentan a la elección cuatro partidos (30 que representan el 35.71%) como en la elección anterior, se incrementan los municipios donde se presentan cinco partidos (18, es decir, el 21.43%) en comparación con la elección anterior donde este lugar le correspondió a los municipios donde participaron tres partidos. De este modo en el 70% de los municipios hay más de cuatro partidos que se disputan el ayuntamiento, lo que acrecienta el nivel de competencia.

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Cuadro 6. Elección de ayuntamientos Cobertura partidaria, elección de 2005

Municipios PorcentajePartidos

Fuente: Elaboración propia.

2 8 9.52

3 16 19.05

4 30 35.71

5 18 21.43

6 10 11.90

7 2 2.38

Total 84 100.00

Los resultados obtenidos por el PRI en estas elecciones pueden considerarse regulares, ya que si bien retiene la capital y recupera varios municipios de la región sur poniente, gobernados por el PAN, que son el centro de la actividad económica en esta parte del estado, como Tepeji del Río, Tula de Allende y Atotonilco de Tula, en este último

se encuentra la refinería de PEMEX. Por otro lado, pierde frente al PRD buena parte de los municipios de la región centro sur del estado (Valle del Mezquital). En estas elecciones gana la menor cantidad de munici-pios en su historia, 38, la mayoría en una franja que recorre la parte central del estado de norte a sur (Ver mapa número 6).

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Mapa 6. Resultados de las elecciones de ayuntamientos, 2005

El PRD es el partido que gana más ayuntamientos después del PRI, va a gobernar en 24 de ellos, lo más re-levante es que triunfa en tres de los más importantes municipios en tres diferentes regiones del estado. Triun-fa por un amplio margen en Ixmiquil-pan, principal municipio del Valle del Mezquital por 41.61% de la votación total contra 33.10% de su más cer-cano competidor, el PRI; en cambio en Huejutla de Reyes, principal muni-cipio de la Huasteca Hidalguense, el PRD gana por una mínima diferencia al PRI, 38.21% contra 37.45%, cabe hacer mención que este municipio fue gobernado por el PAN el periodo anterior. El tercero de los municipios

importantes que gana el PRD es Tulancingo, centro de una dinámica región conocida como el Valle de Tu-lancingo y la segunda ciudad del es-tado en términos históricos, econó-micos y poblacionales, aquí el triunfo es arrollador, 54.35% del total de la votación contra 31.97% del PRI y 10.97% del PAN; cabe mencionar que en las últimas tres elecciones en este municipio ha tenido lugar la alternancia, en 1999 del PRI al PAN, en el 2002 del PAN al PRI y en esta ocasión del PRI al PRD.

En el Valle del Mezquital, además de Ixmiquilpan el PRD triunfa en La Misión, que conserva, Jacala, Nicolás

Partido Acción Nacional

Partido Revolucionario Institucional

Partido de la Revolución Democrática

Partido del Trabajo

Partido Verde Ecologista de México

Fuente: Elaboración propia.

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Flores, Tlahuelilpa, Eloxochitlan que también mantiene, Cardonal, Teco-zahutla Tasquillo, Alfayucan que va a gobernar por segunda vez, Progreso de Obregón, San Salvador, Francisco I. Madero, Tezontepec de Aldama, Tlacoaxpan y Ajacuba. Del norte del estado además de Huejutla de Reyes, se ganan los municipios de Jaltocan y Huautla. Del resto del estado, ade-más de Tulancingo triunfa en Mineral del Chico, colindante con la capital Pachuca, Emiliano Zapata, San Bar-tola Tutotepec, Tenango de Doria y Huehuetla, estos tres últimos colin-dantes con el estado de Veracruz.

Como ya comentamos el PAN pierde en total cuatro ayuntamientos con respecto a la elección pasada, sin embargo, pierde más de los que go-bernaba anteriormente, al norte y al oriente del estado, pero gana otros, sobre todo al oriente del estado. De este modo, al poniente sólo triunfa en Pacula y Hichapan, donde ade-más refrenda el gobierno, al oriente gana los ayuntamientos de Calnali, Yahualica, Xochiatipan, San Agustín Metzquititlan, Huasca, Agua Blan-ca, Cuautepec, Alomoloya, Zacual-tipan, Atotonilco el Grande Acatlán, y Omitlán, en estos cuatros últimos refrenda el gobierno municipal. Al centro sur del estado el PAN gana por vez primera en cinco munici-pios, Tepetitlán, Mixquiahuala, San

Agustín Tlaxiaca, Zapotlán de Juárez y Villa Tezontepec, los tres últimos tienen como característica que se encuentran sobre el eje carretero México-Pachuca.

Finalmente, tanto el PT como el PVEM incrementan de uno a dos el número de municipios que gobier-nan, aunque no retienen el municipio que gobernaban. El PT triunfa en dos municipios del sur del estado, Epa-zoyucan y Tetepango; mientras que el PVEM gana un municipio al norte al norte del estado, Xochicoatlán y otro al sur, Tolcayuca.

Conclusiones

La alternancia en los gobiernos lo-cales como proceso político, si bien llega un poco tarde a este estado, con respecto a otros, sobre todo los colin-dantes, es una realidad que la socie-dad hidalguense ha construido en los últimos años a pesar de las inercias del sistema político local. En este sentido la actuación de los gobiernos locales debe de traer nuevos bríos a la dinámica de la sociedad local, don-de desde el poder se ve al opositor como enemigo y por lo tanto hay que combatirlo y, si se puede, destruirlo, como fue el caso del gobierno muni-cipal de José Antonio Tellería Beltrán (2000-2003) en la capital, por lo que

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no es raro que los partidos opositores no puedan refrendar el gobierno al periodo siguiente.

La alternancia también favorece nue-vas prácticas de los gobiernos loca-les, como son, procesos de gerencia-lización dentro de la administración pública, ampliación de los espacios de participación ciudadana y una nueva forma de relación entre los gobiernos y los ciudadanos. En el caso de los municipios del estado de Hidalgo, este proceso también ha resultado lento y fuente de pre-siones para los gobiernos locales que las más de las veces no están preparados técnica, ni políticamen-te para afrontar las demandas de sus sociedades locales generando conflictos de diverso grado. Hacia el gobierno del estado se abre también un frente de conflicto, ya que tradi-cionalmente el espacio de actuación de los gobiernos municipales ha sido

limitado, en el nuevo entorno que plantea la alternancia hay un cho-que por el espacio de actuación de los segundos, (establecido en la ley, principalmente el art. 115) que es usufructuado tradicionalmente por el primero.

Por último, la alternancia, primero entre el partido hegemónico y los partidos de oposición y posterior-mente entre todos los partidos, au-gura en conjunto con las medidas que deben ser necesarias para so-lucionar los conflictos que pueden surgir de la nueva realidad de gobier-nos de diferente signo político. Es necesario llevar al marco normativo, a través de una reforma a la Consti-tución Política, Ley Orgánica Munici-pal y demás leyes, el nuevo régimen político que surge del alto grado de alternancia en los municipios y las potencialidades de las sociedades locales del estado Hidalgo.

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El sistema de justicia electoral en Venezuela

La justicia electoral en sentido estric-to, conforme lo señala Orozco (2001: 45), puede ser entendida como los diversos mecanismos jurídico-técni-cos para la impugnación y el control de los actos y procedimientos elec-torales, independientemente de que los mismos estén en conocimiento de órganos de naturaleza administrativa, jurisdiccional o política y con el objeto de garantizar, por una parte, la regu-laridad de los procesos eleccionarios y, por la otra, que éstos se ajusten a los principios –y normas– de carácter constitucional y legal.

Dentro de las diversas tipologías de sistemas de justicia electoral que hay en el mundo se puede destacar que en Venezuela existe un sistema de justicia electoral integrado por dos instancias claramente diferen-ciadas: por una parte un órgano administrativo electoral totalmente autónomo de los demás poderes del Estado y, por la otra, una ins-

tancia judicial electoral, igualmente autónoma, que conforma a su vez, el máximo tribunal de la República conjuntamente con otras instancias judiciales de distinta naturaleza. En el primer caso se está haciendo refe-rencia al Consejo Nacional Electoral y, en el segundo, a la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia.

El mencionado sistema de justicia electoral surge del seno de la Consti-tución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), la cual entre otros aspectos, creó el Poder Electoral, así como la jurisdicción contencio-so-electoral. En efecto, uno de los aspectos fundamentales de dicha Constitución fue la de crear –en adi-ción a los poderes clásicos del Esta-do– un Poder Electoral, conforme lo dispone el artículo 292.

Este Poder Electoral está regido por el Consejo Nacional Electoral, el cual es un ente administrativo que goza de autonomía funcional, adminis-trativa y presupuestaria y que tiene entre otras atribuciones fundamen-

* Abogado por la Universidad de Santa María, Caracas; especialista en Derecho Administrativo por la Universidad Católica “An-drés Bello”, Caracas; actualmente se desempeña como Abogado Sustanciador del Consejo Nacional Electoral de Venezuela.

La justicia electoral en VenezuelaDavid Matheus Brito*

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tales, la de organizar, administrar, dirigir, vigilar y declarar de nulidad total y parcial de los procesos co-miciales, o algunas de sus etapas, tendientes a la elección de los cargos de representación popular, de los po-deres públicos y referendos; asimis-mo, tiene el deber de organizar las elecciones de sindicatos y gremios profesionales. De igual forma, le corresponde el mantenimiento, orga-nización, dirección y supervisión del registro o padrón civil y electoral, así como la organización y supervisión de la inscripción, vigencia y cance-lación de las agrupaciones con fines políticos, además del control, regula-ción e investigación de los fondos de financiamientos de las mismas.

Debe destacarse que antes de la en-trada en vigencia del actual sistema de justicia electoral, si bien existía un organismo electoral autónomo, éste carecía de rango constitucional, por lo que el carácter de órgano constitutivo es adquirido a partir de 1999, porque con anterioridad sólo tenía rango legal, existiendo unos periodos o épocas en que ni siquiera le estaba reconocido –a texto ex-preso– su autonomía de los demás poderes del Estado.

Por otra parte, la Carta Fundamental venezolana creó de igual manera la jurisdicción contencioso-electoral en

cuya cabeza se encuentra la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia, conforme lo establece el propio artículo 297 constitucional.

Hay que resaltar, igualmente, que con anterioridad a la promulgación de dicho texto fundamental, los ór-ganos judiciales encargados de di-rimir los asuntos electorales eran los tribunales que correspondían a la jurisdicción contencioso adminis-trativa, por lo que se consideraba que, tal y como señala Peña (1994: 54), los recursos contencioso elec-torales no eran más que especies de los recursos contencioso admi-nistrativos por razón de la materia. Sin embargo, como se dijo, ello ha quedado desaplicado a partir de la promulgación de la Constitución de 1999, en la cual conjuntamente con la jurisdicción contencioso ad-ministrativa –artículo 259– se creó una jurisdicción electoral autónoma distinta y la cual se encuentra esta-blecida, como se ha referido, en el artículo 297 eiusdem.

Habría que indicar respecto a la jurisdicción contencioso electoral ve-nezolana, que si bien como afirma Torrealba (2004: 66) la Constitución de la República Bolivariana de Ve-nezuela: “ordenaba la creación de una jurisdicción contencioso elec-toral orgánica y organizativamente

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autónoma y probablemente distinta a la jurisdicción contencioso admi-nistrativa ordinaria” e igualmente como señala Antela (2005: 77), del texto constitucional existe un man-dato al legislador para que esta-blezca una jurisdicción contencioso electoral claramente diferenciada de la contencioso administrativa, desde el mismo momento en que fue plan-teada la creación de la jurisdicción contencioso electoral ha existido un debate acerca de la conveniencia o no de su existencia en forma autó-noma, existiendo incluso un antepro-yecto de Ley que en algunos aspec-tos no lo reconoce así, al pretender, por ejemplo, atribuir competencias para conocer materia electoral a órganos jurisdiccionales propios del contencioso administrativo.

Sin embargo, es indudable que a la luz de la vigente Constitución existe sin ningún tipo de duda, una juris-dicción contencioso electoral, que es totalmente autónoma y está clara-mente diferenciada de la jurisdicción contencioso administrativa, también prevista en el texto constitucional.

De manera que, en la actualidad, Venezuela cuenta con un sistema de justicia electoral autónomo, tal y como es característico en la región, evidenciándose como elemento de-finidor y particular, la existencia y

por tanto, la actuación de un ente administrativo autónomo de rango constitucional, así como de una instancia judicial electoral con com-petencia exclusiva y excluyente en dicha materia.

Lógicamente que para cada una de las instancias ya mencionadas, los interesados –sean personas natura-les o jurídicas– pueden instaurar los distintos recursos y acciones que les establece el entramado normativo correspondiente, específicamente, la Ley Orgánica del Sufragio y Partici-pación Política (1998), la cual aún siendo preconstitucional, mantiene su vigencia en lo que se refiere a los recursos administrativos y judiciales en materia electoral, estableciendo para cada una de las instancias, dis-tintos mecanismos para recurrir los actos, actuaciones u omisiones de naturaleza electoral.

Así las cosas, para el caso de los recursos ante el órgano administra-tivo electoral, vale decir, el Consejo Nacional Electoral; la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Polí-tica, si bien establece un recurso general en contra de los actos, actuaciones y omisiones de los or-ganismos electorales subordinados y subalternos del Consejo Nacional Electoral de contenido electoral, re-feridos o no a un proceso comicial;

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de igual forma consagra dos (2) re-cursos distintos para determinadas etapas o fases del proceso electoral como son las postulaciones de can-didatos a las distintas elecciones y la inscripción o actualización en el Registro o Padrón Electoral.

Y respecto a la instancia judicial, la mencionada ley consagra una única acción judicial específica, como es el recurso contencioso electoral, cuya interposición, sustanciación y deci-sión se realiza ante la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia.

Los recursos administrativos

Si bien Rondón (1998: 12) afirma que la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política intentó unificar todos los recursos administrativos de naturaleza electoral en el denomi-nado recurso jerárquico con el objeto de lograr no sólo un único órgano decidor, sino un único procedimien-to, es necesario afirmar, tal y como se señaló antes, que a pesar de que efectivamente dicho cuerpo norma-tivo eliminó recursos que existían con anterioridad y que trató de esta-blecer –como sí lo hizo para el caso de la vía judicial– un único recurso, el legislador, sin embargo, decidió establecer dos (2) recursos admi-nistrativos especiales, adicionales al

recurso jerárquico general, como son el mal llamado recurso de apelación de postulaciones de candidatos y el recurso contra la inscripción o ac-tualización en el Registro o Padrón Electoral, los cuales tenían su justi-ficación en establecer mecanismos mucho más ágiles en su tramitación y decisión que el recurso general, en razón de que era necesario resolver de manera expedita situaciones en etapas fundamentales de un proceso electoral, como son la impugnación de los candidatos postulados o pre-sentados en una contienda electoral, así como la inscripción, actualiza-ción y exclusión de ciudadanos del Registro o Padrón Electoral, res-pectivamente, dado el impacto que poseen las mencionadas etapas en el desarrollo ulterior de cualquier proceso electoral.

De manera que si bien es cierto que en el mencionado texto legal está consagrado el recurso jerárquico, también lo es que en el mismo están establecidos dos (2) recursos espe-ciales que pueden ser interpuestos por los interesados, ya sea en la etapa en que los respectivos organis-mos electorales admiten o rechazan la presentación o la postulación de los candidatos, ya sea en la etapa de inscripción, actualización y rechazo de inscripción de los ciudadanos en el Registro o Padrón Electoral.

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Recurso de apelación de postulaciones de candidatos

El denominado recurso de apelación de postulaciones de candidatos en-cuentra previsión en el cuarto párrafo del artículo 147 de la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política. Tal y como se establece en el mismo, la referida “acción” administrativa procede ante el Consejo Nacional Electoral contra todo acto proferido por los organismos electorales subor-dinados y subalternos que admitan o rechacen una postulación o presen-tación de una candidatura para un determinado proceso comicial.

La norma analizada no establece o determina nada con relación a la legi-timación, los requisitos del escrito de impugnación, etapas para el ejercicio de la defensa –de ser el caso– y sólo se hace referencia a los efectos que la resolución del Consejo Nacional Elec-toral puede producir. En este sentido, y al no consagrarse sino de manera general los lapsos tanto de interpo-sición de la “apelación”, como de su respectiva resolución, el mencionado órgano administrativo electoral ha procedido en los procesos electorales que se han venido produciendo y, para cada caso en concreto, a desa-rrollar vía reglamentaria, las etapas o

fases mínimas que debe contener di-cho procedimiento para garantizar el derecho a la defensa. Como ejemplo reciente de ello se pueden mencionar las Normas de Postulación de Can-didatos o Candidatas a Presidente o Presidenta de la República Boliva-riana de Venezuela para la Elección Presidencial a celebrarse el 3 de diciembre de 2006 (2006).

Por otra parte, no puede dejar de señalarse que si bien la propia Ley Orgánica del Sufragio y Participa-ción Política establecía en el artícu-lo 148 la aplicabilidad simultánea del recurso jerárquico en materia de impugnación de postulaciones, la referida disposición legal ha ve-nido siendo desaplicada en forma expresa no sólo por la propia Ley para los procesos electorales cele-brados en 1998 y 1999, conforme lo dispone el artículo 289, sino también por el Estatuto Electoral del Poder Público (1999), en el se-gundo párrafo del artículo 28, para los procesos celebrados a partir del año 2000, cuerpo normativo que al ser dictado por la Asamblea Nacional Constituyente tenía rango constitucional y, por tanto, tenía prelación sobre el mencionado ar-tículo 148 de la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política.

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Recurso contra el Registro (o Pa-drón) Electoral

Como ya se ha mencionado, la Ley Orgánica del Sufragio y Parti-cipación Política establece en los artículos 115 y 121, el recurso administrativo para la impugnación de la inscripción, actualización o exclusión de los ciudadanos en el Registro o Padrón Electoral.

El citado cuerpo legal establece dos (2) supuestos distintos en los cuales se puede ejercer un recurso en la vía administrativa en contra del Registro Electoral. Por una parte, el artículo 115 eiusdem dispone que el acto de inscripción o actualización en el Registro Electoral puede ser impug-nado por los ciudadanos en cualquier momento. Por el otro, el artículo 121 determina a su vez, que para el caso de impugnaciones del Registro Electo-ral que tengan incidencia en un deter-minado proceso electoral, las mismas deberán ser interpuestas con –por lo menos– treinta (30) días de antici-pación a la convocatoria del proceso electoral, con el fin de ser considera-das y tomadas en cuenta antes de la realización de dicho proceso.

De manera que el Registro Electoral en Venezuela, en lo referente a los actos de inscripción como de actua-lización, puede ser impugnado en

cualquier oportunidad; sin embargo, para el caso de la celebración de un proceso electoral, a efectos de que el respectivo pueda ser valorado antes de que éste se produzca, su interposi-ción necesariamente debe producirse por lo menos con un mes de anticipa-ción a la convocatoria del mismo.

Esta interpretación, por lo demás, ha sido objeto de análisis y pronuncia-miento tanto por el propio Consejo Nacional Electoral desde el año 2000, tal y como lo recoge Matheus (2006: 78), como por la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia.

Habría que destacar, finalmente, que la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política si bien esta-blece en el recurso contra el Regis-tro Electoral –artículo 115– un lapso para presentar alegatos y uno para promover pruebas, no hace men-ción con relación a la etapa para la sustanciación, lo cual sí ocurre con el recurso jerárquico electoral según se explicará más adelante, así como tampoco para la decisión, estableciendo en forma expresa la posibilidad de que Administración Electoral emita la reglamentación correspondiente en tal sentido, lo cual se fundamenta a su vez, en la atribución prevista en el numeral 29 del artículo 33 de la Ley Orgánica del Poder Electoral (2002).

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Recurso jerárquico

De acuerdo con lo previsto en el numeral 2 del artículo 225 de la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política, en materia electoral, vale decir, en todo lo relacionado con el derecho de asociarse en organizacio-nes con fines políticos; con la parti-cipación, tanto en forma activa como pasiva en los procesos comiciales y referendarios; así como en todo lo relativo con el derecho constitucional del derecho al sufragio –tanto activo como pasivo–, que todos los actos, actuaciones y omisiones serán cono-cidos a través de un único recurso de segundo grado, denominado recurso jerárquico y el cual encuentra previ-sión en la mencionada Ley, en los ar-tículos 227 al 233, ambos inclusive.

El recurso jerárquico debe ser ejerci-do ante el Consejo Nacional Electoral en contra de los actos, actuaciones y omisiones, de contenido electoral, efectuados por los órganos elec-torales tanto subordinados, como subalternos.

Si bien el análisis del mencionado recurso administrativo comprendería por sí solo un trabajo en extensión similar al que se presenta, pueden ser indicados algunos elementos que permitan conocer de manera general

el recurso que puede ser ejercido por los interesados ante la Administra-ción Electoral.

Como primer elemento habría que señalar que de acuerdo con lo pre-visto en el artículo 227 de la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política, el referido recurso puede ser intentado por partidos políticos, por grupos de electores y por las perso-nas naturales o jurídicas que tengan interés, aunque éste sea eventual, en impugnar el acto, la actuación o la abstención de naturaleza electoral.

Sin embargo, dicha disposición legal ha traído su propia discusión aca-démica, pues algunos autores como Rondón (1998, 34) señalan que dado que la referida disposición legal esta-blece que el interés que se requiere para intentar el recurso puede ser al menos eventual, se puede concluir entonces que cualquier persona que se considere lesionada con alguna actuación, acto u omisión de los órganos del Poder Electoral, puede intentar el recurso jerárquico. En con-traposición, autores como Maggi y Hernández (1998, 157) señalan que la mencionada disposición: “consa-gra un interés amplio, pero basado en la idea de una lesión jurídica al patri-monio del recurrente. La exigencia de un “interés”, presupone la existencia

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de una lesión antijurídica, la cual, como hemos visto, abarca distintos supuestos”.

Es esta última posición la que se asemeja a la que asume el Con-sejo Nacional Electoral respecto a la legitimidad de los particulares, quienes interponen el recurso jerár-quico. Debe necesariamente existir un interés, aunque éste sea eventual, por lo que si no se da, carecerá de legitimidad el recurrente que inter-ponga el recurso. Por lo tanto, no se le da interpretación o aplicación a la norma tan extensiva como parte de la doctrina pretende, con relación a que cualquier persona puede inten-tar el referido recurso.

En cuanto a la oportunidad para su interposición el artículo 228 de la Ley Orgánica del Sufragio y Par-ticipación Política establece que el recurso jerárquico deberá ser inter-puesto en el lapso de veinte (20) días hábiles siguientes a la realización del acto o su notificación o publicación, según sea el caso; de la ocurrencia de las actuaciones; o desde el mo-mento en que la decisión ha debido producirse en los casos en los cuales se impugnen omisiones.

Hay que indicar que el ejercicio del recurso de marras en contra de los actos electorales producidos en

un proceso electoral dependía del momento en que éstos eran dicta-dos, publicados o notificados, según la exigencia que al respecto esta-bleciera la respectiva norma. Así, por ejemplo, se consideraba que el lapso de impugnación de Actas de Escrutinio transcurría a partir de la fecha de su emisión, vale decir, el día de los comicios, mientras que la impugnación de la Totalización o Proclamación era a partir de que se emitía la correspondiente Acta, la cual no necesariamente se producía el mismo día de los comicios.

Ante tal situación, la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia mediante criterios adoptados de manera reiterada y pacífica en di-versidad de sentencias, procedió a unificar los lapsos para impugnar los actos emitidos con ocasión de un proceso electoral y estableció una única oportunidad, es decir, que el lapso para el ejercicio del recurso debía ser computado a partir de la emisión del Acta de Totalización y Proclamación de los candidatos que resultaban electos o adjudicados. Ejemplo del criterio adoptado se recoge en la sentencia de la referida Sala, identificada con el No. 139, de fecha 10 de octu-bre de 2001, Expediente No. 01-000084. En esa oportunidad, el ór-gano judicial electoral estableció:

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debe privar entonces la tesis de la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política acerca del derecho a impugnar un proceso electoral únicamente cuando hay un resultado traducido en la pro-clamación del candidato ganador, siendo esa la oportunidad para que el recurrente le impute los vi-cios que considere conveniente a cualquiera de las fases del pro-ceso, incluyendo obviamente a la fase de escrutinio recogida en las actas de esa clase, de tal manera que si efectivamente el recurren-te hubiese impugnado las referi-das actas de escrutinio, lo habría hecho vinculándolo a la totaliza-ción y consiguiente proclamación del candidato ganador.

En este punto es necesario desta-car, como elemento especial dentro del recurso jerárquico, la posibilidad que poseen los interesados de in-terrumpir el lapso de su interposi-ción, conforme lo establece el último aparte del artículo 228 eiusdem. En efecto, en aquellos casos en los cua-les el interesado en impugnar Actas electorales –que no sean objeto de publicación– solicite copias certifi-cadas de las mismas dentro de la primera mitad del lapso establecido para interponer el precitado recurso, el plazo se entenderá prorrogado en forma automática cuando la Admi-

nistración Electoral no entregue las copias solicitadas a tiempo y, dicha prórroga se entenderá “en la misma medida del retraso”.

De igual forma, debe destacarse que la Sala Electoral del Tribunal Supre-mo de Justicia en diversidad de fa-llos ha interpretado que en aquellos casos en los cuales un interesado solicite copia de Actas que serán ob-jeto de su impugnación e interponga el respectivo recurso sin haber espe-rado respuesta, se deberá entender que ha desistido de las mismas y por ende, el lapso de prórroga no opera en su beneficio. Este último criterio ha quedado evidenciado en varias sentencias, entre las cuales destaca la mencionada sentencia No. 139, de fecha 10 de octubre de 2001, Expe-diente No. 01-000084.

En otro orden de ideas, La Ley Or-gánica del Sufragio y Participación Política exige en el artículo 230 el cumplimiento de determinados requisitos necesarios para la admi-sibilidad del recurso, los cuales en forma obligatoria deben ser exami-nados en limine litis; actividad que supone una valoración de naturaleza previa a los fines de determinar si procede o no dar inicio a la actividad del órgano administrativo y cuya omisión, conforme lo prevé el último aparte de la mencionada disposición

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legal, acarrea la declaratoria de in-admisibilidad del recurso intentado.

En cuanto a la fase de sustanciación del recurso jerárquico, la misma en-cuentra consagración en el artículo 231 de la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política. La redacción de dicho artículo, no obstante, ha dado pie a innumerables críticas, no sólo a nivel doctrinal, sino también en el ámbito jurisprudencial. En este último aspecto, la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia esta-bleció en sentencia No. 164, del 19 de diciembre de 2000, Expediente No. 00-000125, lo siguiente:

Ha de hacerse notar que la sim-ple lectura del texto del referido artículo pone en evidencia las im-precisiones y contradicciones en que incurrió el legislador en la re-dacción del mismo, y al respecto basta solamente con señalar que se pretende regular una sustan-ciación sin participación de los interesados, y que al parecer una vez terminada “la sustanciación” secreta realizada por el mismo ór-gano que dicta el acto, cuya dura-ción según los representantes del Consejo Nacional Electoral es “si-ne dies”, es decir, indefinida, se emite el pronunciamiento sobre la admisión o la inadmisión, pa-ra posteriormente abrir un nue-

vo lapso de “sustanciación”, con participación de los interesados, que sí tiene fijado un término de cinco días hábiles.

En efecto, entre las críticas que se formulan al referido artículo se en-cuentra el hecho de que en la etapa de sustanciación se prevé inicialmen-te una etapa de sustanciación por parte de la Administración Electoral en la cual, recibido el recurso se for-mará el correspondiente expediente, se emplazará a los interesados para que presenten alegatos y pruebas. Vencida tal etapa, se establece un lapso de veinte (20) días hábiles para emitir la correspondiente deci-sión, dentro de la cual se establece –nuevamente– la notificación de los interesados para que presenten ale-gatos y pruebas dentro de los cinco (5) primeros días hábiles, debiendo ser decidido en los días restantes.

No obstante lo anterior, la posición que ha adoptado el máximo organis-mo electoral en la sustanciación y decisión del recurso jerárquico puede ser resumida de la siguiente manera:

• Se recibe el recurso jerárquico y se forma el expediente. Se proce-de a determinar si el mismo cum-ple con los requisitos de admisi-bilidad previstos en el artículo 230, comentados anteriormente.

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• En caso de que no cumpla con al-gún requisito de admisibilidad, se declara su inadmisibilidad me-diante Resolución debidamente motivada; si por el contrario re-sulta admisible, el máximo orga-nismo procede a la recopilación de todas las actuaciones y ele-mentos que sean necesarios pa-ra emitir la Resolución y una vez realizadas todas estas actuacio-nes, se procede a la correspon-diente admisión del recurso.

• Es a partir de la admisión del re-curso que comienza a transcurrir el lapso de veinte (20) días hábiles para emitir la decisión, por lo que es en el mismo auto de admisión que se procede a notificar a los in-teresados para que presenten ale-gatos y pruebas dentro de los cin-co (5) días hábiles siguientes.

Es necesario destacar que conforme lo dispone el artículo analizado, el auto de admisión del recurso jerár-quico se publica tanto en la Gaceta Electoral de la República Bolivariana de Venezuela, como en la Cartelera de la Oficina Regional de Regis-tro respectiva y es a partir de que conste en el expediente las últimas de las publicaciones que comienza a transcurrir el lapso para emitir la Resolución, al inicio del cual los interesados pueden presentar sus

alegatos y pruebas a su favor, según se ha comentado.

No obstante, el procedimiento que ha venido aplicando el Consejo Na-cional Electoral, no es compartido por la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia, pues como ya se ha dicho, en criterio de la referida Sala, el recurso jerárquico una vez recibido, debe ser inmediatamente admitido y una vez que se verifique la publicación del auto de admisión, comienza a transcurrir el lapso para emitir la resolución correspondiente.

Los recursos en sede judicial

Como ya se ha indicado anterior-mente, existe consagrada en Vene-zuela una jurisdicción contencioso electoral, la cual en la actualidad es-tá conformada única y exclusivamen-te por la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia, sin que hasta ahora se hubiese dictado el marco legal que regule dicha jurisdicción.

En vía jurisdiccional pueden ser mencionados el recurso contencioso electoral, como mecanismo judicial específico en material electoral, y el recurso o hablando propiamente, la acción de amparo constitucional, como vía excepcional e indirecta, só-lo aplicable de manera estricta a los

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casos de lesiones o vulneraciones de derechos fundamentales.

Recurso contencioso electoral

Las acciones, omisiones o actuacio-nes del Consejo Nacional Electoral agotan la vía administrativa, por lo que contra las mismas sólo es posi-ble interponer, conforme lo previsto en el artículo 297 de la Constitución de la República Bolivariana de Vene-zuela, y en la estructura normativa que se consagra en los artículos 253, 259 y 262 eiusdem, el recurso contencioso electoral.

Si bien la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política, con vigen-cia previa a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, establecía en el artículo 240 que el conocimiento del referido recurso estaba atribuido a órganos judicia-les pertenecientes a la jurisdicción contencioso administrativa, con la promulgación del texto constitucional en el cual como se ha dicho se creó la jurisdicción contencioso electoral y la Sala Electoral, dicha disposición que-dó derogada de manera sobrevenida, correspondiendo conocer del referido recurso judicial únicamente a la men-cionada Sala Electoral, hasta tanto se creen mediante la ley respectiva de la

mencionada jurisdicción, otros juzga-dos o tribunales que puedan conocer de este recurso.

En cuanto al lapso para su interposi-ción, el artículo 237 dispone que se deberá ejercer dentro de los quince (15) días hábiles siguientes a la realización del acto, la ocurrencia de los hechos, actuaciones materiales o vías de hecho y la abstención o nega-tiva de cumplir determinados actos conforme a ley, según sea el caso.

Debe advertirse que los mencionados días no son computados por días de Despacho, es decir, por días de fun-cionamiento de la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia, sino por días hábiles de la Administración Electoral, conforme al criterio firme de la mencionada Sala establecido en sentencias tales como la No. 69, del 6 de junio de 2001, Expediente No. 01-000031.

Por otra parte, y al igual que ocurre con relación al recurso jerárquico, el contencioso electoral también exige al interesado que lo interpone el cumplimiento de requisitos de ad-misibilidad, sin los cuales no podrá darse inicio a la sustanciación. Tales requisitos son en esencia los mis-mos exigidos para el recurso que se intenta en vía administrativa, según

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lo establecido en el artículo 241 de la Ley Orgánica del Sufragio y Parti-cipación Política.

En cuanto al requisito de admisibi-lidad previsto en el segundo párrafo de la mencionada disposición legal relativo al agotamiento previo de la vía administrativa, quedó modificado mediante criterio judicial reiterado y pacífico de la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia, el cual se recogió por primera vez en la sen-tencia No. 101, del 18 de agosto de 2000, Expediente No. 0090.

Respecto a la sustanciación del re-curso contencioso electoral, la mis-ma encuentra regulación en la Sec-ción Cuarta, Capítulo II del Título IX, denominada “Del Procedimiento del Recurso Contencioso Electoral” y que comprende los artículos 241 al 247, ambos inclusive; sin embargo, es necesario efectuar algunos co-mentarios con relación a algunas de las fases y figuras que se presentan en dicha sustanciación o en el proce-dimiento del aludido recurso:

El artículo 238 de la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política establece la aplicación supletoria de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, la cual fue derogada por la vigente Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia (2002) y en la

cual se regulan los procedimientos para sustanciar y decidir los recur-sos que se intenten ante las distintas Salas que conforman el tribunal.

Con base en dicha aplicación suple-toria, el auto mediante el cual la Sala Electoral –a través del Juzgado de Sustanciación– admite o no el recur-so contencioso electoral puede ser objeto de apelación ante la propia Sa-la en un lapso de tres (3) días hábiles siguientes a la emisión del corres-pondiente auto; todo de conformidad con lo previsto en el quinto párrafo del artículo 19 de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia.

En otro orden de ideas, la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia vía jurisprudencial ha esta-blecido que los lapsos indicados en el artículo 244 de la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política para que el recurrente retire, publique en prensa y consigne el Cartel de Emplazamiento de los interesados, se pueda considerar como uno solo. Ello quedó plasmado en sentencia No. 51, del 19 de mayo de 2000, Expediente No. 0038.

Otro criterio jurisprudencial que ha incidido en el procedimiento del recurso contencioso electoral es el referente a las pruebas. En tal sen-tido la Sala Electoral, ante la no

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existencia de previsión legal alguna, estableció un día para que las par-tes puedan oponerse a las pruebas que sean promovidas en juicio. Ello quedó establecido expresamente en el fallo No. 99, del 6 de agosto de 2001, Expediente No. 01-000052.

En consecuencia, el lapso probatorio en el recurso contencioso electoral será de cinco (5) días de despacho para promover pruebas, un día para oponerse, cinco (5) días para eva-cuarlas y un día para que la instancia judicial electoral emita pronuncia-miento con relación a las mismas.

Otro criterio jurisprudencial en ma-teria probatoria ha sido el relativo al tipo de pruebas que pueden ser promovidas en la secuela de un recurso contencioso electoral. Con la promulgación de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, la Sala Electoral tenía el criterio de que las únicas pruebas que podían ser objeto de promoción en el referido recurso eran las que estaban expre-samente previstas en el párrafo 12 del artículo 19 eiusdem, vale decir, la experticia, la inspección judicial, las posiciones juradas y los instru-mentos públicos o privados; criterio con el cual se restringía el derecho de los interesados de promover otros tipos de pruebas que resultaban más idóneas, que las antes mencionadas

para demostrar los alegatos y vicios formulados en contra de actos, ac-tuaciones materiales y omisiones de naturaleza electoral.

No obstante, recientemente y aco-giendo el criterio esbozado por otras Salas Tribunal, la Sala Electoral mo-dificó su criterio permitiendo la pro-moción de otro tipo de pruebas, co-mo por ejemplo, las testimoniales.

Finalmente, la Sala Electoral ha deter-minado, respecto a las conclusiones del recurso contencioso electoral que éstas sólo pueden ser presentadas en forma escrita, sin que hasta la fecha se hubiese permitido vía oral.

La acción de amparo constitucional

Conforme lo expone la Sala Constitu-cional del Tribunal Supremo de Justi-cia en su sentencia No. 657, del 04 de abril de 2003, Expediente 02-1598, la acción de amparo constitucional:

está concebida como una pro-tección de derechos y garantías constitucionales, por lo que el ejercicio de la acción está reser-vado para restablecer situaciones que provengan de las violaciones de tales derechos y garantías. En este orden de ideas, conforme a la garantía fundamental de acce-

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so a la justicia prevista en el ar-tículo 26 de la Constitución de la República Bolivariana de Vene-zuela, todos tienen derecho a ac-ceder a los órganos de la admi-nistración de justicia para la de-fensa de sus derechos e intere-ses y, a obtener pronta decisión que tutele judicial y efectivamen-te los mismos, en la forma más expedita posible y sin formalis-mos o rigurosidades inútiles que menoscaben la real posibilidad de petición. Dentro de este mar-co constitucional y para concre-tar la tutela judicial efectiva, se consagró la acción de amparo constitucional prevista en el artí-culo 27 del Texto Constitucional como una garantía constitucio-nal específica, por tanto no sub-sidiaria, tampoco extraordina-ria, sino discrecionalidad consti-tucional determinada por el pro-blema para el que se exige tutela constitucional.

Asimismo, este mecanismo judicial se define como una acción de natu-raleza extraordinaria, dado que como también lo han señalado en forma reiterada los órganos judiciales vene-zolanos, incluyendo la mencionada Sala Constitucional, su procedencia sólo es posible en los casos en los que sean violados de manera direc-ta, inmediata y flagrante derechos

subjetivos de rango constitucional o previstos en los instrumentos inter-nacionales sobre derechos humanos que puedan ser objeto de tutela judi-cial y, para cuyo restablecimiento no existan vías procesales ordinarias, eficaces, idóneas y operantes.

En el caso de la materia electoral, tal y como ocurre con cualquier otra, es posible interponer la acción de am-paro constitucional, pero únicamente para los supuestos en los cuales se verifique la violación inmediata de derechos constitucionales o funda-mentales, sin que existan otras vías procesales o recursos ordinarios, que sean eficaces e idóneos para solven-tar la situación jurídica infringida, siendo por lo demás los efectos de la sentencia proferida de naturaleza restitutoria y en ningún caso declara-tiva o extintiva de derechos, así como tampoco, indemnizatoria.

Cabría destacar en esta oportunidad dos (2) situaciones en materia de am-paro constitucional relacionadas a la materia electoral: la primera de ellas tiene que ver con el ámbito competen-cial de los órganos judiciales llamados a conocer de este tipo de acción. En el caso de que el amparo constitucional se intente con ocasión de un acto, una omisión o una actuación emanada del ente rector del Poder Electoral, es decir, del Consejo Nacional Electo-

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ral, corresponderá su conocimiento y decisión a la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia. Pero si la acción de amparo es ejercida en contra del resto de los organismos o funcionarios electorales, deberá en-tonces conocer la Sala Electoral de ese mismo Tribunal.

La segunda situación por destacar es que a pesar de la naturaleza excep-cional de la acción de amparo cons-titucional y su procedencia sólo en casos en los cuales no exista una vía procesal natural expedita y eficaz, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia en materia elec-toral no ha sido reiterativa en dicho criterio, pues en algunos casos ha establecido la improcedencia de la acción del amparo interpuesta por los interesados sobre la base de la existencia del recurso contencioso electoral, el cual según ha dicho, por su propia definición contenida en el artículo 235 de la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política, es un medio breve, sumario y eficaz para impugnar los actos, las actua-ciones y las omisiones de naturaleza electoral y para restablecer las situa-ciones jurídicas subjetivas lesiona-das por éste.

No obstante ello, en otros fallos y adoptando un criterio diametral-mente distinto ha sostenido que el

amparo constitucional resulta pro-cedente aún a pesar de que existe el referido mecanismo breve sumario y eficaz, como lo es el ya citado recur-so contencioso electoral; por lo que hasta la fecha, la procedencia de la acción de amparo ejercida en forma autónoma en contra de los actos, actuaciones y omisiones del Consejo Nacional Electoral depende de la circunstancia del caso concreto y de la valoración que sobre el mismo efectúa la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia.

Finalmente, es necesario indicar que existe igualmente la acción de ampa-ro de naturaleza cautelar, la cual se ejerce conjuntamente con el recurso contencioso electoral y que tiene por finalidad, como señala Chavero (2001: 45) la protección temporal e inmediata de los derechos cons-titucionales durante la secuela de un juicio y los cuales puedan verse seriamente amenazados por un de-terminado acto o sus efectos.

Para la procedencia de esta medida cautelar excepcional se requiere el cumplimiento de requisitos que han sido establecidos tanto por la ley, la doctrina y la jurisprudencia. En tal sentido, la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia en sentencia No. 96, del 14 de julio de 2004, Ex-pediente X-04-00018, reiteró:

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resulta necesario, a objeto de sus-pender cautelarmente los efectos que se pretenden atentatorios, que el órgano jurisdiccional verifique la existencia o no de una presunción fundada de violación o amenaza de violación de aquellos derechos invocados, y que además, esta vio-lación sea imputable a la persona, acto o hecho denunciado como le-sivo, ello, en virtud del carácter de orden público que reviste esta es-

pecial acción, lo que correspon-dería a un fumus boni iuris consti-tucional, así como la verificación por parte del órgano jurisdiccional de que la suspensión de los efec-tos del acto recurrido es proceden-te, puesto que de no acordarse la misma resultaría imposible el res-tablecimiento mediante la senten-cia definitiva de la situación jurídi-ca que motiva la acción, lo que co-rresponde al periculum in mora.

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La ciencia política estadounidense:un breve repasoJaime Ortega Reyna*

La ciencia política estadounidense: trayectoria de una disciplinaGodofredo Vidal de la Rosa

México, UAM-Azcapotzalco, Porrúa, 2006168 pp.

La historia de la ciencia política de-sarrollada en los Estados Unidos de Norteamérica es la de una disciplina que ya cumplió más de un siglo de existencia, este hecho es digno de tomarse en cuenta, sin embargo no es el único.

A pesar de la distancia temporal des-de su establecimiento formal en las Universidades, hoy es posible afirmar, por un lado, que su evolución no ha sido lo suficientemente radical como para presentarse como algo diame-tralmente distinto a lo que fue en su origen, sin embargo la ciencia política de hoy, como la de hace 100 años, sigue oscilando bajo los mismos pre-ceptos y valores. Esta caracteriza-ción, hay que decirlo, es la de una ciencia fundamentalmente empirista,

liberal y “objetiva”, cuya máxima pre-ocupación es la democracia política contemporánea.

Tan es así que este hilo conductor en los enfoques analizados en el libro de Godofredo Vidal, profesor de socio-logía en la UAM-Azcapotzalco, com-parten, a pesar de sus múltiples di-vergencias y de la diferencia temporal los siguientes tópicos: el de la ciencia ajena a todo intento normativo y el de la consideración de la práctica política como liberal y democrática.

El propósito del autor es elaborar una aproximación comprensiva de la ciencia política de los Estados Unidos, en particular, entender la tensión entre sus ambiciones de lograr un estudio de la política por

* Licenciado en Ciencia Política por la UAM-Iztapalapa y en Estudios Latinoamericanos por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ayudante de Investigación, Departamento de Sociología, Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Iztapalapa.

textos de actualidad

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medio de métodos científicos, y sus supuestos ideológicos, como lo es el identificar la democracia liberal y el método científico.

Cuando el profesor Vidal inicia el análisis de los diferentes enfoques, parte de que en ellos no existe un consenso. El desarrollo de la prime-ra gran teoría hegemónica durante décadas —el llamado behaviorismo o conductismo— parte en gran me-dida en la equiparación de la ciencia política con las ciencias naturales y en esto abreva del gran filósofo John Dewey, cuyo pragmatismo afirmó la superioridad de los métodos y técnicas de la ciencia natural sobre cualquier otra. Estas influencias, así como otros aspectos —como la crucial ruptura con la tradición filosófica alemana— permitieron no sólo al conductismo, sino a toda la ciencia política que dentro de su propio desarrollo, se excluyera de inicio, la categoría de Estado. Pa-ra esta primera versión dominante habría primero gobiernos, sociedad civil, sistemas, grupos sociales, po-liarquías, pero nunca un Estado. Es pues una ciencia empirista que se construyó bajo un imperativo neta-mente ideológico: la imagen de una política democrática y pluralista.

Al acercarse a la mitad del siglo XX y ante los crecientes conflictos bélicos,

la ciencia política dominante tiene ya a sus más destacados exponentes trabajando: Robert Dahl, Charles Me-rriam, David Easton, Gabriel Almond, sólo por mencionar a los más influyen-tes. Ellos serán quienes de alguna u otra manera establecen la idea de los valores culturales como determinantes de las prácticas políticas ciudadanas. Paradigmático de ello es la famosa frase de Easton sobre la asignación autorizada de valores. La sociología en su visión triunfalista y culturalmente homogeneizante encabezada por Tal-cott Parsons será el gran complemen-to de esta visión conductista.

La ciencia política construida bajo estos supuestos entrará en una se-vera crisis ante los fenómenos de la propia sociedad norteamericana: siendo sin duda los más significativos la irrupción de inmensos grupos so-ciales aglutinados en la pugna de los derechos civiles y la lucha antibélica, producto de la guerra de Vietnam. Otros factores que podríamos llamar exógenos también serán determinan-tes para la crisis de esta versión de la ciencia política: la guerra fría, el intervencionismo en América Latina y los procesos de liberación nacional y descolonización que se dieron en gran parte del mundo periférico.

Si bien la crisis aludida no implica una erradicación del paradigma be-

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haviorista, nuevas teorías comienzan a disputarle el dominio de la discipli-na. El llamado enfoque de la moder-nización, que parte de la dicotomía tradición-modernidad, será el nuevo campo de los politólogos. Es, sin du-da, la respuesta a la necesidad que tiene el Departamento de Estado pa-ra saber planear su papel en la guerra fría: política comparada y estudios de área, entre otros, serán los rimbom-bantes nombres que la academia les otorgará. El imperativo nuevamente se impone sobre una ciencia auto-nombrada empírica y no valorativa: se necesita una guía para la acción política de los Estados Unidos y la ciencia política cumplirá su tarea.

Los nombres dominantes de este enfoque no se limitan al papel de académicos universitarios, los más sobresalientes de ellos asumirán un verdadero papel de activistas de la política norteamericana en el proce-so de modernización del Tercer Mun-do, proceso que inicia claramente como respuesta a la creciente insur-gencia armada: Walt Rostow, Lucien Pye y Samuel Huntington son quizá los más conocidos activistas-acadé-micos de este enfoque.

El proyecto de investigación de este enfoque diferencia claramente en-tre el desarrollo político (aparece entonces el concepto de institucio-

nalización), la cultura política (en donde apelan por la cultura cívica en oposición a la cultura súbdita) y finalmente la tercera fase conocida como transición a la democracia. Esta última será encabezada y de-sarrollada por autores como Juan Linz, Guillermo O´Donnell y Phillipe Schmitter. Las críticas a los desarro-llos de esta última fase aún están en ciernes, dada la evidente fragilidad de la democracia en los países que son objeto de su análisis.

De forma paralela al enfoque de la modernización, Godofredo Vidal da cuenta del surgimiento de lo que considera, con no poca razón, el enfoque más exitoso de la ciencia política en los últimos tiempos: la teoría económica de la política, mejor conocida como teoría de la elección racional. Sus más severos críticos han calificado a esta ten-dencia como la muestra más clara de la colonización de una disciplina (la ciencia política) por otra (la eco-nomía en su vertiente neoclásica).

Los postulados de esta teoría son similares a algunas corrientes de la filosofía clásica: el concepto de ra-cionalidad como forma de conducta social maximizadora, (como en la vieja tradición británica del utilita-rismo) y el individualismo metodo-lógico (asociado con la tradición de

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Hobbes) así como la premisa de la existencia de individuos egoístas.

El enfoque, inaugurado por el célebre Anthony Downs comenzó a utilizar cada vez más el instrumental mate-mático hasta que éste pasó de ser una herramienta metodológica a la esencia misma del enfoque. El len-guaje politológico también cambió y es frecuente leer y escuchar sobre los “empresarios políticos”, los “es-tímulos del mercado político” o la “competitividad electoral”.

El profesor Vidal se coloca como un severo crítico de la elección racional, al considerar su conservadurismo implícito —expresado, como en toda la tradición liberal como un horror a la participación de las masas— pero también la reducción de la riqueza conceptual politológica, producto de la suposición de una actitud racional de todos los seres humanos. Nueva-mente la paradoja está en la fuente misma: con sus modelos matemáti-cos la teoría de la elección racional no alcanza un grado de empirismo total, sino que presenta una comple-ja elaboración de modelos formales que no necesariamente tienen una consistencia empírica.

Finalmente, se nos da una breve sem-blanza de lo que él llama el movi-miento (que no enfoque, ni mucho

menos teoría) neoinstitucionalista, en el que se agrupan una gran cantidad de tendencias asociadas en un punto único: la vuelta a las “instituciones” como fundamento político. Si bien está lejos de establecer consensos más profundos en este campo, el neoinstitucionalismo apunta algunas cuestiones importantes dentro de la tradición anglosajona, como el regreso a la concepción de poder y la figura del Estado. Los más connotados ex-positores de este movimiento (March y Olsen) dan cuenta de la vida interna de las instituciones políticas, aunque por momentos éstas se presenten como independientes de los hombres que son los responsables de ellas.

Una nueva paradoja retumba en la disciplina en cuestión: mientras que en el mundo político se da una ofen-siva —en todos los sentidos posi-bles— contra la figura del Estado (el neoliberalismo como la transforma-ción del Estado de bienestar al Esta-do administrador), este movimiento, que incluye en su interior incluso corrientes protomarxistas (algo iné-dito en los Estados Unidos, aunque normal en Europa o América Latina) hace énfasis precisamente en el re-planteamiento de la categoría de Es-tado como premisa indispensable.

Godofredo Vidal cierra su investiga-ción con una reflexión por demás inte-

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resante: el estado de la ciencia política en el mundo no anglosajón, principal-mente en nuestro país. Efectivamente, a pesar de las valiosas y constantes críticas a la ciencia política norteame-ricana, ésta sigue siendo, en alguna de sus distintas variantes, hegemónica dentro de los recintos universitarios, principalmente aquellos de carácter privado. ¿Por qué sucede esto después de más de un siglo? Probablemente una respuesta la podamos encontrar en lo atractivo de su presentación: una ciencia neutral, sin valores, con inclinaciones a lo conmensurable, a la cuantitativo antes que a lo cualita-tivo y sobre todo al tema central que acompaña la reflexión del último siglo: la democracia como un conjunto de leyes y reglas que permiten la distri-bución del poder.

Sin duda alguna, a las disciplinas académicas, como a los hombres, hay que juzgarlos no por lo que dicen que son, sino por lo que son en realidad y en este sentido el trabajo del profesor Vidal cumple satisfactoriamente su cometido. Por encima de las formas aparenciales en las que se presenta, la ciencia política norteamericana contiene en su núcleo una serie de contradicciones que parten, todas

ellas, según los distintos enfoques, de un común ideológico: el liberalismo como la mejor forma política posible, pero también la más deseable.

Es este unilateralismo de corte liberal lo que la constituye como una ciencia de dudosa objetividad o neutralidad valorativa y que tiende cada vez más a dar representaciones (matemáti-cas) y no a explicar las diversas cau-sas de los fenómenos. No es para nada casual que Giovanni Sartori de-clare la muerte de la ciencia política refiriéndose de forma particular a la tradición anglosajona.

Si bien el libro está dividido de for-ma esquemática según las distintas corrientes, no debe interpretarse que una de ellas sucede linealmente a la otra; sin embargo, como un li-bro de introducción a las corrientes dominantes de la disciplina, éste cumple al ser una interpretación basada en los textos directos (esto es, preferentemente en el idioma) y también en ser una visión crítica de ella, dando lugar entonces al cada vez más necesario debate sobre el estado de nuestra disciplina. A la vez que fomenta el indudable pluralismo existente en ella.

un clásicode la cultura política

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La democracia: una guía para los ciudadanos

Robert Dahl(traducción de Fernando Vallespín)

TaurusMéxico, 2006

246 pp.

“La democracia asegura a sus ciuda-danos un mayor ámbito de libertad personal que cualquier alternativa factible a la misma

Además de todos los derechos, liber-tades y oportunidades que son es-trictamente necesarios para que un gobierno sea democrático, los ciuda-danos de una democracia tienen la seguridad de gozar de una colección

de libertades aún más extensa. Una opinión sobre la conveniencia de la democracia no puede existir con in-dependencia de otras convicciones. En este conjunto se incluye la idea de que la libertad de expresión, por ejemplo, es deseable en sí misma. En el universo de los valores o bie-nes, la democracia ocupa un papel crucial. Pero no es el único bien. Co-mo todos los demás derechos esen-

un clásico de la cultura política

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ciales para el proceso democrático, la libertad de expresión posee su propio valor, porque es instrumental para la autonomía moral, el juicio moral y la vida buena.

Aún más, la democracia no sobrevi-viría durante mucho tiempo a menos que sus ciudadanos fueran capaces de crear y mantener una cultura po-lítica de apoyo, una cultura general que efectivamente sustentara estas prácticas e ideales. La relación entre un sistema democrático de gobierno y la cultura democrática que lo sustenta es compleja… Baste con decir aquí, que una cultura democrática con casi total seguridad subrayará el valor de la libertad personal, y así dotará de apoyo a derechos y libertades adicio-nales. Lo que Pericles, el gran hombre de Estado griego dijera de la demo-cracia ateniense en el 431 a.C., puede igualmente aplicarse a la democracia moderna: ´La libertad de que disfruta-mos en nuestro gobierno se extiende también a nuestra vida corriente´.

Indudablemente, la aseveración de que el Estado democrático confiere una libertad más amplia que cual-quier otra alternativa factible siempre se podría desafiar por quien creyera que todos alcanzaríamos una mayor

libertad si el Estado fuera abolido en su totalidad: la audaz pretensión de los anarquistas. Pero si tratamos de imaginar un mundo sin ningún Esta-do en absoluto, donde cada persona respetara los derechos fundamentales de todas las demás personas y todas las cuestiones que exigieran una de-cisión colectiva se adoptaran pacífi-camente mediante acuerdo unánime, seguramente concluiríamos, como la mayoría de las personas, que eso es imposible. La coerción sobre algunas personas por parte de otras personas, grupos u organizaciones, sería dema-siado probable: por ejemplo, por per-sonas, grupos u organizaciones que trataran de robar a otras los frutos de su trabajo, de esclavizar o dominar a los más débiles, de imponer su domi-nación sobre otros o, sin abolición del Estado produciría una insoportable violencia y desorden —la “anarquía” en su sentido popular— un buen Es-tado sería entonces superior al mal Estado que probablemente emanaría desde los cimientos de la anarquía.

Si rechazamos el anarquismo y su-ponemos la necesidad del Estado, un Estado con un gobierno demo-crático asegurará entonces un ma-yor grado de libertad que cualquier otro” (pp. 62-63).

Coordinadora de la revistaDiana Cecilia Torija Hernández

Departamento de Promoción Editorialdel Centro de Información Electoral

Área editorialAna Llely Reyes Pérez

Tania López Reyes

Área de diseño gráfico y editorialJorge Armando Becerril Sánchez

José Antonio Urbina Ferreyro

El contenido de los artículos es responsabilidad de los autores

Revista Apuntes Electorales del Instituto Electoral del Es-

tado de México No. 29. Se terminó de imprimir en el mes

de septiembre de 2007. En los talleres de

La edición estuvo a cargo del Departamento de Promoción

Editorial del Centro de Información Electoral del Instituto

Electoral del Estado de México. Esta edición consta de

2,000 ejemplares.