Revista de Flamenco / Peña Flamenca de Jaén - Diputación ...

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Revista de Flamenco / Peña Flamenca de Jaén 83 Año XV Septiembre-Octubre de 1992 Candil Sobre la soleá y la siguiriya / González Climent / 8 imágenes / Chica / Por malagueñas / Vargas / Loli La Revoltosa / Soler Guevara y Sánchez Ortega / I Congreso de Críticos de Arte Flamenco / Buendía López / ACAF / Valera Espinosa / Bienal92 / Acal / Poesía / Buendía / Joselete / Valera Espinosa / El gratuito invento del cante gitano / Barrios / XX Congreso de Huelva / Buendía López / Mario Maya y El Mistela en Huelva / Valera Espinosa / Presentación de un libro / Sánchez Ortega / Aunque no quepa en el papel / Buendía López / Enderezando entuertos / Yerga Lancharro / Aireó de la fiesta gitana / Alcalá y Martín / Las poesías de los gitanos / Sneew Instituto de Estudios Giennenses. Candil : boletín de la Peña Flamenca de Jaén. N.º 83, 9/1992. Página 1

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Revista de Flamenco / Peña Flamenca de Jaén

83 Año XV

Septiembre-Octubrede 1992 Candil

Sobre la soleá y la siguiriya / González Climent / 8 imágenes / Chica / Por malagueñas / Vargas / Loli La Revoltosa / Soler Guevara y Sánchez Ortega / I Congreso de Críticos de Arte Flamenco / Buendía López / ACAF / Valera Espinosa / Bienal’92 / Acal / Poesía / Buendía / Joselete / Valera Espinosa / El gratuito invento del cante gitano / Barrios / XX Congreso de Huelva / Buendía López / Mario Maya y El Mistela en Huelva / Valera Espinosa / Presentación de un libro / Sánchez Ortega / Aunque no quepa en el papel / Buendía López / Enderezando entuertos / Yerga Lancharro / Aireó de la fiesta gitana / Alcalá y Martín / Las poesías de los gitanos / Sneew

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1.113 de Jaén

Precio: 1.500 pesetasPedidos a TALLER EL BÚCARO, S. L.

Hacienda de los Pavones, 66, 3.° A 28030 MADRID

Año W, n.0 83

Siendo «Candil» una revista coleccionable, sus páginas se numeran correlativamente número a número.

Portada

«La Niña de los Peines», óleo sobre cartón, de José Olivares

Contraportada

Enrique de Melchor, tocaor

Contenido de este Número 83

Dirigen:Ramón Porras GonzálezRafael Valera EspinosaRedactor Jefe:José Luis Buendía LópezConsejo de Redacción:Alfonso Fernández Malo, Fausto Olivares Palacios, Manuel Martín Martín, Manuel Vi- llarejo García y José Pamos MozasSecretario:Leovigildo Francisco Aguilar Burgos Administrador:Juan José Carrascosa JuradoCorresponsal en Sevilla:Manuel Martín MartínCorresponsal en Granada:Juan Cruz MaculetCorresponsal en Madrid:Antonio Corcobado ArroyoCorresponsales en Almería:Norberto Torres Cortés y Antonio Zapata García

Corresponsales en CádizPedro Sánchez Ortega y Luis Soler GuevaraCorresponsal en Málaga:Ramón Soler DíazCorresponsal en Extremadura:Joaquín Rojas GallardoCorresponsal en Cataluña:Francisco Hidalgo GómezColaboran en este número:Anselmo González Climent, Francisco Chi­ca, Paco V. Vargas, Luis Soler Guevara, Pe­dro Sánchez Ortega, José Luis Buendía López, Rafael Valera Espinosa, Miguel Acal, Manuel Barrios, Manuel Yerga Lancharro, Miguel Alcalá, Manuel Martín Martín, Arie C. SneewDiseño:José ViñalsFotografías e Ilustraciones:José Pamos y otrosRedacción y Administración:Maestra, 11 - 23001 Jaén, España Teléfono (953) 26 17 10Edita:Peña Flamenca de JaénImprime:SOPROARGRA, S. A.Teléf. 228000 - Fax: 266009C/. Villatorres, 10 - JaénDepósito Legal: J. 133 - 1978I.S.S.N.: 0212-8640

Nota

Prohibida la reproducción total o parcial de textos e ilustraciones sin mencionar la procedencia.

«Candil» no se hace necesariamente solidaria de los puntos de vista sostenidos en las colaboraciones firmadas. Es incluso consciente de que muchos de ellos versan sobre materias controvertidas e invita a los estudiosos al debate sobre los temas tratados.

La publicación de este número ha sido posible gracias a la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía

1.114 Editorial

1.115 Apuntes sobre la soleá y la siguiriya / y 4Anselmo González Climent

1.122 Ocho imágenes de ocasiónFrancisco Chica

1.125 Por malagueñasPaco V. Vargas

1.126 Loli La RevoltosaLuis Soler Guevara y Pedro Sánchez Ortega

1.131 I Congreso de Críticos de Arte Flamenco José Luis Buendía López

1.133 Jaén, cuna de la Asociación de Críticos deArte FlamencoRafael Valera Espinosa

1.134 Bienal’92. La consumación de los tiemposMiguel Acal

1.138 PoesíaJosé Luis Buendía López

1.140 José Heredia «Joselete», ¿figura cantaora? Rafael Valera Espinosa

1.142 Sobre el gratuito invento del cante gitanoManuel Barrios

1.145 Crónica del XX Congreso de Arte Fla­menco de HuelvaJosé Luis Buendía López

1.153 El arte de Mario Maya y «El Mistela» en HuelvaRafael Valera Espinosa

1.155 Presentado el libro «Antonio Mairena en el mundo de la siguiriya y la soleá» de Luis Soler Guevara y Ramón Soler Díaz Pedro Sánchez Ortega

1.157 Aunque no quepa en el papelJosé Luis Buendía López

1.158 Enderezando entuertosManuel Yerga Lancharro

1.159 Aireó de la fiesta gitanaMiguel Alcalá y Manuel Martín Martín

1.167 Las «Poesías de los gitanos», publicadas por George Borrow en 1841. Edición ín­tegraArie C. Sneeuw

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V 'U V Editorial U* U1Ha muerto «El Perrate»

Apuntes sobre la soleá y la siguiriya (y 4)_____________

Anselmo González Climent

Hay muertes, en el uni­

verso del Flamenco, que sin duda alguna resultan

emblemáticas. Una de ellas, ojalá sea la última, ha sido la de «El Perrate». Y lo decimos porque el sincero pesar por la desaparición de un cantaor jondo que hizo importante, entre otros, un eco añejísimo de soleá, tiene, en este caso, un valor añadido: el de las cir­cunstancias que precedieron e incluso acompañaron a su muerte. Nos referimos a la no­toria indigencia económica que ha tenido que soportar este «aduendado» cantaor.

A parte de paradójico, siem­pre resulta tristísimo el que quien por méritos propios ha de figurar en cualquier antolo­gía comprensiva del flamenco de los últimos cincuenta años, quien ha sido objeto de varias tesis doctorales en Francia y en Holanda, quien, en definitiva, representa un orgullo para es­ta Andalucía doliente, deba valerse casi de la caridad públi­ca para subsistir. Ello, aparte de ser rigurosamente injusto, constituye una afrenta, una agresión insolidaria de la que todos somos responsables. Y

no es sólo la falta de generosi­dad para con nuestros pro­hombres, sumidos en la más humillante de las penurias, si­no lo que quizá sea más impor­tante, nuestra falta de talento para haber recabado soluciones institucionales a un problema que no halla su adecuada res­puesta en la beneficencia, sino en la equidad de un ordena­miento jurídico social más tui­tivo respecto de los artistas flamencos, llámese Mutuali­dad, cobertura de prestaciones de la Seguridad Social o lo que se quiera llamar. Es curioso constatar que en este país se han encontrado soluciones pa­ra el colectivo de toreros, pa­ra el de artistas de variedades,

e incluso para el de los curas. Y sin embargo, nos hemos ol­vidado de los artistas flamen­cos, de los viejos cantaores que, representando frente a otros colectivos un número insig­nificante y consecuentemente una ínfima inversión pública, afrontan menesterosos los úl­timos años de su vida. Existen además otras lecturas: siempre hemos admirado a quienes, lea­les al legado histórico recibido, se mantuvieron fieles a lo más genuino, a lo más sustancial del cante, rechazando fáciles cami­nos que conducían a efímeros éxitos. ¿De qué forma hemos incentivado esta dedicación, es­ta fidelidad a los duendes? ¿An­te ejemplos tan significativos como el de «El Perrate», de­bemos zaherir a quienes, por puro instinto de supervivencia, antepusieron ésta a cualquier otra consideración artística?

Ha muerto «El Perrate». Con él desaparece otro repre­sentante de esa entrañable ge­neración de cantaores para los que las «ducas» no son memo­ria sino tremenda existencia. Descanse en paz, para vergüen­za nuestra.

La mujer en la soleá

Este ángulo diedro en ten­sión de los cantes grandes es simbólicamente la tensión entre los estratos más subte­rráneos y elevados del hom­bre. Esto es suficiente para entender que los cantes gran­des sean casi específicamen­te pertenencia masculina. En cambio, la soleá que ma­neja más desenfadadamente el dato existencial (y con ponderada dialéctica), ha si­do el camino elegido por la mujer para traducir su apor­te sublimador al cante gran­de. (Ni qué decir tiene, al baile).

Existen excepciones tanto en cantaores como en esti­los determinados. Sería ridí­culo, por caso, sugerir que la Niña de los Peines no puede cantar por otros can­tes, salvo por soleares, o que Gracia de Triana o Rocío Vega no le dan esencia a la saeta. Descontando estos casos aislados —y algunos más que no nos llegan a la memoria—, surge como to­pe común para la mujer el cultivo de los cantes grandes jondos que no sean la soleá. De un breve repaso históri­co recordamos el famoso triángulo de la Serneta, la Andonda y la Gómez. So- leareras contemporáneas de renombre son la menciona­da Niña de los Peines, la

Trinitaria, la Niña de la Puebla, la Andalucita, etcé­tera, y más atrás: Antonia la de San Roque, Anilla la de Ronda, la Marrancho, la Fandita, la Parrala y la Loro.

En la soleá, la mujer ha expresado mejor su tempe­ramento. Su instantaneidad no dubitativa, su necesidad de sentir en el cante (o en la vida) bases estables, la impo­sibilidad o improbabilidad de expresar estas tensiones fuera de las afectivas ligadas al amor, y agregado a todo ello el garbo de este cante realmente único entre los grandes —amén del esfuerzo físico supremo que requie­ren los otros cantes de igual jerarquía— ha plantado a la mujer en la soleá mejor que en cualquiera de los otros es­tilos jondos.

La cantidad y calidad de mujeres hondas que cantan por soleá llama la atención. No cabe duda que cantaoras redondas como la Parrala y la Niña de los Peines aco­meten cualquier otro géne­ro grande con los mismos arrestos del hombre (singu­larmente esta última por si­guiriya y malagueña), pero tales son las menos. Se ha sostenido que casi ningún solearero hombre puede po­nerse a la altura de la Parra- la, la más popular, original y presentista, o de la Serne­

ta, más dulce, persistente y seria en su palo. La primera expresó la momentaneidad de sus llamados vitales que liquidaba rápidamente; la se­gunda se acercó más a la expresión de sentimientos anímicos, su cante requería más elaboración intrapsíqui- ca, pero cuando aparecía se desprendía limpiamente, con nitidez de forma y con­tenido. La distancia que se­paraba a la cantaora onu- bense de la gaditana no fue más que de matices expresi­vos y de acentuación tempe­ramental.

Lo mismo ocurre en la te­mática. Entre el cante dul­ce de Anilla la de Ronda, el bravio de la Andonda y el humillante de la Fandita, nadie puede pensar en una posibilidad de enlace si sólo en la letra y el temperamen­to se piensa. Son diferentes personalidades que alcanzan una fórmula similar en su poder expresivo, tras posi­ciones frente al mundo que se resumen casi unitaria­mente atravesando las rejas más o menos prietas de la soleá. Ronda, Utrera y Cá­diz se enlazan en una sola expresión de Andalucía.

Presentismo e historicismo

Esta instantaneidad y re- solutividad características de la mujer jonda dentro del

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flamenquismo y en especial de la soleá, sugiere una divi­sión genérica del cante aten­diendo a la nota tempera­mental de los intérpretes. De forma un tanto conven­cional, podríamos agrupar­los en «presentistas» e «his- toricistas».

Presentismo: La dualidad presentismo e historicismo se manifiesta subjetivamen­te en los cantaores y objeti­vamente en los cantes. Vale decir: hay cantaores que op­tan por dejarse librados a sí mismos, a sus sentimientos, al instante; otros, en contra­posición, nada pueden tra­ducir si no se religan con un pasado, con un sentido nor­mativo de las cosas, con un

Anilla la deRonda

mundo al que se pertenece y al que se obedece. Con pa­recida mecánica, existen cantes que favorecen la in­serción del artista presen- tista (v.g. por medio del fandango), y cantes propi­cios para la posición histo- ricista (v.g. por medio de la siguiriya).

El presentismo es la fór­mula de una sensibilidad rá­pida, cambiante, tornadiza, ideal para la improvisación creadora. (Es típico el pre­sentismo airoso de los can­tes ligeros, frágiles, suaso­rios). Proverbialmente, esta blandura repentista hace po­sible la destacada versión fe­menina de la soleá, vía apta para recoger la variedad de

sus matices vitales, su entre­ga estetizante, la rapidez de sus desplantes.

Historicismo: Los cantes y cantaores encuadrables aquí son expresiones de elabora­ción afectiva, de acarreos ín­timos, de arcaísmos étnicos. El cantaor no se abandona a la intuición pasajera o al sentimiento huidizo. Antes el contrario, se ve compeli- do a extravertir el denso mundo de la interioridad de su grupo étnico, social, tra­dicional, comarcal. Esto lo convierte en oráculo, dismi­nuyendo el interés recor­tado de su posible persona­lidad. No le es permitido el encanto lúdico de la impro­visación. Es jipío mediativo (en este sentido, más mascu­lino que femenino), telúrico, hermético, tradicionalista, sistemático (tentadoramen­te atribuible a la Andalucía Alta). Si el presentismo es materia prima para «juerga» y hasta para Opera Flamen­ca, el historicismo elige su contorno escenográfico en la reunión a puertas cerradas.

Imponderables inasibles

Una de las pautas que, ex­presada en términos filosó­ficos, auxilia de la distinción entre cantes grandes y can­tes chicos, y en nuestro te­ma concreto a la distinción final entre siguiriya y soleá, es la de enfrentar todas es­tas antinomias ante el con­cepto de lo imponderable (asible e inasible).

El concepto (y la sensa­ción) de lo imponderable inasible es nota característi­ca de los cantes grandes jon- dos (excepto, en gran parte, de la soleá).

La raíz de estos imponde­rables inasibles es el senti­miento vivido y expresado en una comunicación esta­blecida de alma a alma, in­terenergética, sin ventanas posibles a la reflexión y al autodominio. Es razón aní­mica, pathos en tensión. El estilo, inclusive como fór­mula o envase de los afectos, admite quebrarse en sí mis­mo para facilitar el impulso motriz del cantaor.

Juega aquí un papel bási­co la ley del tárab (concepto devuelto a su pleno sentido por don Emilio García Gó­mez): el crecimiento del dra­matismo que lleva inevita­blemente a la situación de éxtasis, denotada en lo con­ceptual por la situación/lí- mite; en lo anímico, por la sensación de tope o de va­cío; y en lo expresivo, a tra­vés del quiebro o silencio. En rigor, esta situación- éxtasis termina por llevar al sentimiento de totalidad-, to­talidad, entiéndase bien, en­carnada pero no resuelta. Todo esto deja como su­gestión final un mundo de resonancias o puntos sus­pensivos que en la lexicogra­fía andaluza se expresa con términos tan gráficos y líri­cos como duendes, sonidos negros, fario, sino, etcétera.

Esta sensación, encuentro o vivencia de los imponde­rables inasibles acostumbra dirigirse a las puertas de la religiosidad, en tanto y cuanto la situación-éxtasis (vivencia flamenca de la situa­ción-límite jasperiana) sitúa al individuo al desnudo, ante la abertura del todo. Se en­tiende así que casi todos los cantes grandes jondos tengan un cierto tono ascendente,

dramáticamente sobrehuma­no, a extremo tal que si el cante religioso por excelen­cia es la saeta, sus mejores variedades rematan por si- guiriyas o por martinetes.

Esta religiosidad se nutre o religa con el todo a través de la fatalidad vivida y casi siempre sentida con pujos de lucha y rebelión (lo que no concede margen a la se­renidad que grana de las so­leares). Resulta obvio que esta salida al todo con tinte religioso (el problema de Dios en la vía directa del su­frimiento humano surge a cada instante en el alma y en las coplas de los cantes gran­des jondos), no se produce por vía reflexiva, tradiciona­lista o teológica. Ello sería inicuo en la espontaneidad popular del flamenquismo, al margen de otras conside­raciones antropológicas del

andaluz que por complejas y extensas no pueden con­signarse aquí.

En resumen: la mecánica de los cantes grandes jondos frente a la sensación del to­do, en forma de impon­derables inasibles, se puede sintetizar así:

a) El hombre en absolu­ta y extrema tensión vital.

b) El hombre frente a una situación dramática con­creta.

c) La imposibilidad de solución entre hombre y si­tuación. Lucha. Situación/ éxtasis como única posibili­dad de sublimación.

d) Tránsito o salto obli­gado a Dios.

Imponderables asibles

El cante por soleá llena ca­si con exclusividad este apar­tado del alma flamenca. Desde el ángulo de los im-

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ponderables asibles, la soleá tiene la difícil vocación de descubrir la luz de ciertas instancias vitales que el res­to de los cantes grandes jon- dos (por razón de tárah, como queda dicho) pierden al paso precipitado y direc­to del éxtasis. La soleá, con su fuerza equidistante, pers- pectivismo, madurez, aforís­tica, estoicidad, preterismo, etcétera, puede establecer un margen prudente de distan­cia y comprensión entre el yo y su circunstancia. Lo que es más: lleva implícita, cuando se soluciona intelec­tualmente, una «salida» a la acción. El autodominio o autocentración la potencia para señorear sobre el mun­do externo e interno. Es una fuente pragmática en el sen­tido de quehacer conforma­do tanto en relación de futuro previsible como de conformidad y superación ante el pasado. Brinda de­senlace al fatalismo, la pelea o la discordia del yo-mundo padecida en los restantes cantes grandes. Se explica que no sólo perfecciona fi­losóficamente el potencial dramático de aquellos can­tes grandes, sino que sirve y asesora la vitalidad confor­mada de los cantes ligeros, comprobándose una vez más su irradiación materna y rectora.

Todos los conceptos ex­puestos sobre la imponde­rabilidad asible e inasible pueden sintetizarse en la dualidad yo-mundo. Ten­dríamos así:

a) Proximidad yo-mundo: Esta es la situación típica de los cantes grandes jondos, notablemente marcada en la

siguiriya. El hombre, por medio de ellos, se encuentra unido y ligado con el mun­do. El mundo-se-le-viene- encima. Procura consecuen­temente la salida directa a la trascendencia. Su curso obli­gado es: trascendencia o teo- centricidad.

Es la juntura en carne, di­rectamente, del individuo con el mundo. No resuelve el problema del sentido de la vida. Lo trasciende en ten­sión. Se dispara hacia el im­ponderable inasible: el más allá.

b) Perspectivismo yo-mun­do: Esta es la situación típi­ca del cante por soleá. Hom­bre y mundo se separan, se critican, se fijan. Hombre y mundo se relacionan mon­tados en armonías vitales, sociales, psíquicas, etcétera, desprendiéndose el primero de la imperiosidad de religa­ción divina a que conduce la posición contraria. El hom­bre sabe a qué atenerse in­cluso frente a su propia condición, incluso frente a sus propios límites. El hom­bre busca una órbita de ubi­cuidad en la que el drama se sublima sin dar saltos extra­humanos. Busca asiento en la antropocentricidad, arre­ligiosidad, inmanencia acep­tada.

Esta suerte de caracteriza­ción es posible por cuanto la soleá ha concebido un espacio sabio de conexión entre yo y mundo. Sabe re- lativizar la dimensión de las cosas y de los hechos. Tie­ne la aristocracia de un fa­talismo religado con el sentido de la gracia cristiana.

Persona versus individuo

-A-hora pueden cantarse di­

ferentes estilos de fandangos «personales» (con deficitario abandono de los «regiona­les»), Algo parecido se hacía hace varias décadas con la soleá, pero ya no suecede. No podemos decir hoy que la soleá sea un cante que lle­gue en la personalidad de un cantaor a una expresión es­pecífica. Esto lo vemos en parte como consecuencia de la descentralización y des- vertebración de los buenos cantes. Se toma una pizca de lo bueno y se hace una mes­colanza con lo restante, me­diocre y superficial, para producir una ilusión en el juicioso y buen aficionado y, con más razón, confundir para siempre al que empie­za a gustar del buen cante.

Desde otro costado, nadie hace caso a aquellos que con autoridad dan la voz de alar­ma y podrían ser jueces de jondas armonías. En el pa­sado, los aficionados podían gustar y diferenciar la soleá de Silverio, Lorente, Ser- neta, Bilbá, Ramón el de Triana, Fernando el de Triana, etcétera. En nuestro tiempo nadie podría hacer­lo con tanta variedad. Al afi­cionado le da la impresión de que cada cantaor desarro­llaba el espíritu objetivo de la tierra a más de su perso­nalidad. Se acabó. Los mol­des grandes se simplifican. En lugar de catarsis heroica y variada priva un falso «in­dividualismo» de smocking y automaticidad.

Entrado en madurez, Pe­

pe Marchena retrae su voz.

La Parrala

Marchena

(Fotos Diccionario Flamenco)

Silverio

Todo lo que anteriormente era expresión poderosa ha­cia fuera se vuelve meci- miento interno, cante inti- mista, recreo narcisista, notas que sumadas prestan nove­dosamente al cante un sesgo subjetivo realmente peregri­no y sin antecedentes. El cante marchenero se hace cada vez más palabra alíge­ra, conversación agradable o diálogo sensato, «ahorrán­dole» al testigo la nota do­lorida para dar paso al simulacro de la verdadera pena. Si el cante de Caracol es la tormenta de lo jondo en áspero desarrollo, lo jon­do en Marchena se abre co­mo arco iris apaciguado.

Esta nota de fácil lumino­sidad que aparece en la ma­yoría de sus cantes, tiene, sin embargo, pasajes que refle­jan las últimas sombras del nubarrón jondo. Así pare­cen sugerirlo sus frecuentes silencios (utilizados como paréntesis de densidad en el corazón del melisma), desga­rros floreados, acentuacio­nes cortadas, pero sin perderse jamás en el abando­no de sí mismo que acusa el cante de timbre gitano.

Coplas que ejemplifican esta etapa suya se hallan en el disco G.I. 112:

Tú misma tienes la culpa de lo que has hecho conmigo, llegarás a darte cuenta de los martirios que vivo.

Pensamiento me envenena que no te pueo seguir, no me metas en parajes donde no pueda salir.

Erxplica en cierto modo la

modalidad tan particular de su voz, el hecho de que Ca­racol es uno de los flamen-

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eos que más imposibilitado está de hacer —sea de los cantes grandes, sea de los cantes chicos— una deriva­ción amable en las formas o en el espíritu.

Caracol es un cantaor ata­do por imperativo sensitivo al giro exclusivo del cante grande jondo. Sin embargo, no llega como Tomás Pa­vón a formar en los cantes grandes una barrera de im­penetrabilidad para los no iniciados, otorgándoles a cambio una mayor flexibi-

Caracol

lidad expositiva. Tomás Pa­vón es cante intratensivo, cante en el que la situación musical y anímica fluye al dictado de una intimidad en­carcelada. El buen aficio­nado recordará que no solamente Pavón optó por eludir cualquiera variante de profesionalismo (su idio­sincrasia al parecer influía sobremanera), sino que, re­flejado en su discografía gra­bada, se percibe la dificultad intrínseca de desprenderse de su intimidad rayana en lo monádico. El jaleo en su en­torno tiene que penetrar con planificada insistencia hasta su centro emotivo, y una vez allí sensibilizado eclosiona en bloque el idio­ma de su cante, mecanismo que lo aproxima a la moda-

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lidad de los cantaores de la época heroica del cante, tan ajenos a la placidez estética.

Caracol, en cambio, a pe­sar de su indiscutible jondu- ra, utiliza naturalmente un metrónomo de posibilidad expresiva, con variaciones en su densidad, permitiendo recibir su cante en todos los tonos de convicción huma­na imaginables. Es muy cla­ro que Caracol puede dar en principio la sensación de lo intratensivo, pero al mis­mo tiempo maneja la ducti- bilidad de ir templándose hasta el reencuentro reposa­do consigo mismo, lo que le permite la rúbrica del rema­te perfecto.

(3uando ataca la soleá jon-

da, la Niña de los Peines su­giere en sus quiebros una imagen de lo que debe haber sido lo demoníaco de Sócra­tes. Su cante es taladrante como una emanación gigan­tesca que sólo tiene la pe­queña salida de un cráter, todo un mundo en larva obligado a desliarse según las estrictas leyes flamencas del compás. Su soleá aparece como una siguiriya encauza­da dentro de un compás más ceñido, como una necesidad de concentración de afluen­tes a un río madre. En sus quiebros de voz se estable­ce un enlace tan extraordi­nario de agudos y graves —fórmula de su explosivi- dad expresiva— y de con­centración de emociones contrapuestas que es difícil escucharla sin sentirse lanza­do a una indefinible emo­ción dinámica.

Este cante de la Niña de los Peines (por su compás, su ritmo, su son) nos provo­

ca una extraña pulsión mo- tórica. Acaso sea este un dato dominante que la con­vierte en festera por excelen­cia. Su cante de compás es casi imposible dejar de en­marcarlo automáticamente con el pie. El ritmo ya no es aquí la complacencia en la dinámica del intérprete si­no la necesidad de participa­ción espacial. Ya no es el regusto externo del ritmo o de la visualization musical lo que realmente pesa, cuanto la participación casi biológi­ca con lo expresado. Pasto­ra solicita y consigue una identificación vital e inter­energética del testigo como pocas veces se habrá visto a lo largo del siglo.

Soleá y tauromaquia

E/xiste una indudable co­

rrespondencia intensa y di­recta entre tauromaquia y cante jondo. Son actividades del genio andaluz que arran­can de un mismo punto de partida. Las coincidencias, entre muchas, pueden resu­mirse en dos fundamentales: formales (sentido del tiem­po, del ritmo, del quiebro, del silencio) y temáticas (sentido de la muerte, del si­no, de la fatalidad).

Un influjo constante va de uno a otro ángulo del triángulo. Por esa virtud, ca­da una de las tres artes fla­mencas (toreo, cante y baile) consienten el acceso o inter­ferencia plástica de las de­más. Cada expresión obra como cómplice del recuer­do de las otras. Son, en fin, brotes de un mismo manan­tial humano: el ser jondo andaluz.

Se puede, de cierta mane­ra, puntualizar la materia y acotar paralelos. Pero todo intento en ese sentido lleva el riesgo implícito de un ajuste aleatorio, pues quien percibe en una verónica sa­bor de cante buleril no pue­de demostrar su impresión personal sobre quien, en lu­gar del cante festero, cree sentir el recuerdo plástico de la soleá.

En este sentido, establecer asociaciones fijas lleva todas las de perder. Con todo, ta­les contradicciones interpre­tativas antes que desmentir, confirman el nexo cierto —artístico y humano— que une a todas las manifestacio­nes del mundo flamenco. El toreo, el cante y el baile se presuponen mutuamente. Las divergencias advienen cuando se trata de concretar la interrelación de un pase taurino con un quiebro del cante o un desplante del bai­le. Aun así, enfrentados a ca­sos directos —pues todo depende de la situación con­creta de un intérprete indi­vidualizado— cabe la posibi­lidad de convenir paralelos, pues suele ser uniforme la reacción sugestiva de los espectadores, más si éstos tienen una auténtica sensibi­lidad tauroflamenca.

De cualquier manera, con­viene situar la cuestión en un terreno generalizante. Así, aceptado el hecho real de la unidad familiar de ese tríptico estético, se facilita la comprensión de las coinci­dencias geográficas. Para el caso concreto de la soléa (Córdoba, Triana, Sevilla, Jerez, Cádiz, etc.) resulta aproximadamente hacedero reconectar sus divisiones

con las similares del campo taurino. Como se sabe, exis­ten distintas escuelas o esti­los taurinos dentro de Andalucía (pese a lo discu­tido del tema). Tales estilos giran alrededor de dos cen­tros geográficos esenciales para el cante por soleá: Cór­doba y Sevilla (con la cole­ta personalísima de Triana).

ILJn punto puesto en du­da es la licitud de una clasi­ficación por escuelas para el arte de los toros. Los peri­tos en la materia han deba­tido largamente la cuestión sin parecer muy acordes en los resultados. Los defenso­res suelen remitirse a viejas escuelas de tauromaquia, fa­milias tradicionales de tore­ros y, más de fondo, a un sabor taurino comarcal fácil­mente perceptible a poco que se sea buen aficionado. Los impugnadores prefieren sostener que en tauroma­quia sólo cabe una sola es­cuela matizada, a todo tirar, por el tamiz personal de ca­da diestro. Esgrimen casos verificables de toreros sevi­llanos con porte y sobriedad cordobesas.

No faltan los que, adop­tando una posición interme­dia, aceptan la especificidad andaluza del toreo a condi­ción de no sobreestimar di­visiones internas. Reléase a Felipe Sassone: «De Ronda, de Sevilla, de Córdoba, el toreo es uno y es andaluz. Hay quien dice que su ori­gen es navarro y otros ase­guran que vasco. ¡Bueno! Si se refieren a que la fiesta de toros nació de bregar con los astados, de cazarlos, de enlazarlos, de ajetrarse con ellos para llevarlos al mata-

La Niña de los Peines, óleo de J. Romero de Torres

dero... Bueno, sí, repito, y todo ello dio lugar después a la lidia. Pero para consti­tuir la fiesta como hoy se entiende, desde que Francis­co Romero desplegó la pri­mera muleta —andaluza, rondeña— andaluz es el to­reo. Español antes, ¿quieres tú? No; español después; pe­ro, en fin, español, sea, ya que para ser torero hay que ser español o de la América hispana. No hay toreros de otra raza; ni ingleses, ni ale­manes, y mejor callar de al­gún yanki y de algún francés que se vistieron de luces pa­ra hacer el ridículo. Pues sí; hubo, hay y habrá muy bue­nos toreros de Madrid, de Toledo, de Valencia, de Bar­celona, de Méjico, sí, señor; pero los que torean bien lo hacen a lo andaluz. Y viven a lo andaluz, y hablan... Ya ves: hasta las voces técnicas que fueron surgiendo para formar un vocabulario tau­

rómaco son voces de Anda­lucía y tienen su acento. Todos los toreros hablan en andaluz, como todos los de­portistas en inglés. El arte de torear es gitano, gitano an­daluz, y muestra un paren­tesco íntimo y misterioso con las canciones y las dan­zas de Andalucía» (Pasos de Toreo, Madrid, Aguilar, 1949).

No obstante, histórica, documental y estéticamente, sería difícil negar la existen­cia de los estilos cordobeses, sevillanos y rondeños de to­reo. No se nos escapa la alu­dida circunstancia de que hay muchos diestros de una zona geográfica determina­da que en nada responden a la tradición formal (ambien­tal) a que deberían pertene­cer. Estos son una suerte de tránsfugas del paisaje vital. Pero, insistimos, en térmi­nos generales existe un con­cepto vivido y definido de toreo cordobés, de toreo se­villano, de toreo rondeño, etcétera. Si bien tales carac­terizaciones no podrían re­sistir una demostración técnica desarrollada hasta el último detalle formal, bu­llen ciertas claves regionales de captación intuitiva de las que nadie, con perspicacia estética, podría desenten­derse. ■

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de FlamencoPeña Flamenca

de Jaén 1.122

Album flamenco:

Ocho imágenes de ocasión

Francisco Chica

En el gran supermercado que vivimos hoy (un es­

pectacular revoltijo en el que todo se cambia, se compra y se confunde), consuela encontrarse aún con

algunos restos del derribo que ayudan a recomponer, como en un gran puzzle, la imagen de un pasado que se niega a desaparecer para siempre entre las turbu­lentas aguas de la actualidad. Son precisamente esas sorpresas (chispazos esporádicos y anecdóticos pero llenos de vida), las que nos reconcilian con una iden­tidad envuelta cada vez más en amplias zonas de som­bra. Quizá sea el mundo del arte flamenco, que ha perdurado hasta el presente como la magnífica cris­

talización de una cultura, la parcela de esos viejos tiempos que más esté acusando el desgaste que supo­ne mantenerse vivo en un medio cada vez más de­predador y olvidadizo.

Encontré estos retratos de artistas flamencos casual­mente, mientras buscaba ciertos documentos de ar­chivo. Estaban metidos en un gran sobre blanco en el que podía leerse: «Viejas fotografías de Málaga». Yo vi en ellas un síntoma de la capacidad que sigue teniendo el viejo mundo para sobrevivir en medio de tanta banalidad circundante. Aunque posiblemente algunas de ellas sean conocidas por los especialistas,

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ie Badajoz rÍENA. fcsyR Monfoya. pía cristalina0. J ÇZV 130 Itoiíío Moreno f* . E. Mezquina. | CY 129

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1.123

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de Flamenco Peña Flamenca

de Jaén

Manuel Torre, catálogo Manolo Caracol

Merced la Serneta, a principios de siglo Merced la Serneta, joven Manuel Sarrapi «Niño Ricardo- Juan Varea

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de FlamencoPeña Flamenca

de Jaén 1.124

Pastora Pavón Pastora Imperio

Agradezcoal Archivo

de la Excma. Diputación Provincial de Málaga el permiso

para la reproducción de las fotografías.

me pareció oportuno ofrecerlas como curiosidad a los lectores de Candil.

TTodas ellas forman parte de la colección de foto­

grafías del escritor malagueño Narciso Díaz de Es- covar y están dedicadas a él o a su familia. Díaz de Escovar, que vivió muy de cerca la era de oro del can­te en Málaga (sobre todo la de los célebres Cafés Can­tantes como El Chinitas, España, El Turco, La Loba, etc.), fue autor de algunas importantes colecciones de coplas flamencas y sus letras se hicieron muy popu­lares al ser interpretadas por Juan Breva.

Están dedicadas y fechadas las de Pastora Pavón (30-1-49), Juan Varea (28-VIII-48) y la de Niño Ricar­do (10-VI-54). La de Pastora Imperio no tiene fecha y la de Manolo Caracol tiene sólo la dedicatoria. En el reverso que reproducimos de la de Manuel Torre (seguramente uno de los pocos autógrafos del mítico cantaor) puede leerse difícilmente una dedicatoria y su firma. Niño de Jerez, que fue como se le conoció durante su juventud. Las dos fotos de Merced la Ser- neta son las mismas que aparecen, aunque muy reto­cadas, en el libro de Ricardo Molina y Antonio Mairena, Mundo y formas del cante flamenco.

Pues resulta ser que la Diputa­

ción Provincial de Málaga (y sus asesores, claro está) no han

logrado encontrar en Málaga can­taores capaces de grabar 31 mala­gueñas. Claro, que lo que no sabemos es si los han buscado, pe­ro mucho me temo que no han te­nido ese detalle con los cantaores de la «Málaga cantaora»; esa, con cuyo nombre llenan su boca algu­nos mandamases que cada vez que se acercan al Flamenco es para me­ter la pata. Como la han metido una vez más al contar con un can­taor de fuera de la tierra, cuando aquí en Málaga estamos sobrados de excelentes malagueñeros que hubieran cumplido muy digna­mente el encargo, al tiempo que habrían contribuido a difundir, sin confundir —que es lo que se ha conseguido—, el variado y hermo­so cante por malagueñas.

Diego Clavel, el autor de tan de­safortunada obra, es cantaor con más voluntad que talento, pero, y esto creo que nadie lo pone en du­da, con una honradez profesional incuestionable. Y eso, precisamen­te, es lo primero que se nota en su obra de reciente aparición «Diego Clavel 31 Malagueñas»; mas como no tiene un conocimiento global del cante por malagueñas, pues nos encontramos ante una obra coja que contribuye más al despiste del aficionado que a una divulgación seria del cante malagueñero.

2 Y o voy a entrar en un análisis crítico pormenorizado, pero sí da­ré una visión general del desagui­sado cometido con la grabación del mentado álbum. Decir, en princi­pio, que toda la obra está privada del gusto preciso para cantar por

Por malagueñasPaco V. Vargas

malagueñas. En la malagueña de El Canario hace Diego Clavel una re­creación aportando matices que a mí particularmente me desagradan, pero además se nota la falta de sabor propio de la tierra. El fan­dango de Cayetano Muriel por ma­lagueñas ni es fandango ni es malagueña. La malagueña de Juan Trujillo «El Perote», simplemente, la desconoce.

La cara B del disco 1 la abre con una versión del estilo de El Maes­tro Ojana que desvirtúa al sonar más a Peñaranda que a Ojana. En la versión del estilo de Baldomero Pacheco nos alegra los oídos, pues demuestra conocer dicho cante. Como es sabido y está demostrado, Paca Aguilera no creó estilo alguno de malagueñas; sin embargo, Diego —mal informado— canta una ma­lagueña que él atribuye a la cantao­ra rondeña: es el conocido segundo estilo de La Trini que se solía y se suele cantar con la no menos co-

«Malagueña»Oleo de Julio Romero de Torres

Revista de Flamenco

Peña Flamenca1.125 de Jaén

nocida copla «Paloma mía...».Las cuatro versiones de Chacón

más la que atribuye a El Pena es­tán hechas con dignidad. En las versiones de Fernando el de Tria­na, El Niño del Huerto y Perso- nita, Diego demuestra que no ha escuchado suficientemente las ver­siones originales —o más fiables— que, es de suponer, sus asesores le proporcionaran en su día. Reco­miendo a Diego Clavel que vuel­va a escuchar a El Cojo de Málaga, Juan de la Loma y al propio Per- sonita.Desconozco por qué canta, Die­

go, dos malagueñas de Concha la Peñaranda cuando es de todos sa­bido que de la cantaora cartagene­ra sólo existe un estilo basado en el cante por jabegotes. Las mala­gueñas perotas no son un saco don­de cabe todo y Diego parece querer darnos a entender que sí con sus desafortunadas versiones de tales estilos. (¿Por cierto, señor Luque, en qué venta escuchó a Joaquín Ta­baco?). Su desconocimiento del es­tilo de El Niño Vélez es patente. Y en cuanto a lo que en el disco se titula como Malagueña de Juan Breva y Fandango de Málaga por Malagueñas, podríamos catalogar­lo dentro del apartado de cosas ra­ras. En fin, cuando de una creación personal se trata, según los títulos (en el folleto explicativo el señor Luque le adjudica tres), el tiempo es el encargado de poner a cada uno en su sitio; pero su salía a lo Antonio Molina, su falta de gusto y sus excesos vocales consiguen un refrito de dudoso gusto que no ha de pasar, sospecho, a la Historia del Flamenco como ejemplo a seguir en el cante por malagueñas ■

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Ellos, los progatonistas, dicen...

«Loli la Revoltosa»(Nieta de Diego Antúnez)

Luis Soler Guevara, Pedro Sánchez OrtegaHoy traemos a nuestras páginas a otra artista descendiente de una gran

estirpe cantaora. Una mujer que se incorporó tarde al mundo del Flamenco, y que estamos por decir, que de haberlo hecho antes, hoy

ocuparía un lugar de privilegio dentro de nuestro Arte.Ella es Dolores Jiménez Antúnez, conocida en el mundo flamenco como

«Loli la Revoltosa», quien ha tenido la gentileza de recibirnos en su casa de la calle Alcalde Manuel de la Pinta, número 19, en pleno

corazón del Barrio de Loreto de Cádiz. Con la presencia de su esposo, José Roldán, y la compañía de ese viejo patriarca del cante que es

Tío Evaristo Heredia Maya.«Loli la Revoltosa» es descendiente directa de un legendario artista

como fue Diego Antúnez.Sin más preámbulos, lanzamos la primera pregunta:

—Loli, ¿quién era Diego Antúnez?—Mi abuelo. Mi abuelo por parte de madre.—¿Diego tuvo más hijos?—Dos hembras, mi madre y mi tía. Mi madre se

llamaba María Antúnez Fernández, y mi tía, Isabel.—Fernanda y Juana Antúnez Fernández eran dos gi­

tanas nacidas allá por el año mil ochocientos sesenta

y tantos; eran bailaoras y también hacían sus cantes. ¿Tienes algún parentesco con ellas?

Interviene José Roldán. Es posible. Lo que pasa es que mi mujer desconoce el parentesco por parte de su madre, porque en la familia se ha hablao poco, pero creo que eran primas. Le decían «La Pompi».

—No. No me estoy refiriendo a la hermana de «El

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1.127 de Jaén

Diego Antúnez en la Venta Eritaña de Sevilla, con dos amigos. Foto cedida por su nieta

Gloria». Estoy hablando de estas dos hermanas que bai­laban a finales del siglo pasado. Estos apellidos de An­túnez Fernández y los de la madre de Loli, aun siendo cincuenta años más tarde, ¿tienen algún parentesco?

José Roldán. Posiblemente sí, porque el apellido Antúnez es raro que no estén emparentaos unos con otros, además, es un apellido que está bastante distri­buido por la geografía.

Por ejemplo, el abuelo era de Sanlúcar de Barra- mada, las hijas de Sevilla, criás en Cádiz. También tenía familia en Jerez, por lo tanto era una familia muy distribuida por Andalucía.

—Loli. Tu madre sí era pariente de «El Gloria» y «La Pompi». ¿Qué te tocaba?

—Primos hermanos.

—Entonces, Diego Antúnez sería familiar de «El Glo­ria», ¿es así?

—Claro, lo que pasa es que yo era mu pequeña y no lo he conocío, pero por oídas de mi madre sí. Pe­ro el que mejor conocía eso era mi padre, que era fla­menco y conocía la tradición de la familia.

—Parece ser que Diego nació sobre 1875...—No. Exactamente nació en 1868 en Sanlúcar de

Barrameda.

—¿ Vosotros habéis escuchado si Diego a pesar de na­cer en Sanlúcar, es posible que venga de Jerez?

José Roldán. Mira, os voy a contar una cosa que me contara mi suegra, hija de Diego Antúnez. Die­go siempre llevaba a su casa a muchas amistades, y lo primero que hacía era encerrar a sus dos hijas en un cuarto y nos las dejaba salir para nada. Era otra mentalidad distinta a la de hoy. Por eso mi suegra y su hermana tenían muchas lagunas sobre la vida y costumbres de su padre.

Diego se buscaba la vida con su cante, pero más con su gracia que con su cante, porque, por lo que contaban, era un hombre muy gracioso.

—Nació en Sanlúcar, pero ¿dónde murió?—Aquí, en Cádiz, en el año 4L Concretamente el

19 de febrero de 1941.—¿Qué cante era el suyo? ¿Hay algún hilo musical

que nos acerque al cante que Diego tenía?José Roldán. Diego hacía la siriguiya corta. Tam­

bién promocionó la caña, que era un cante que esta­ba muerto. Además, Diego hacía unos cantes muy propios, muy suyos, como por ejemplo El Bombero y el baile del Oso. Dicen que verlo hacer ese baile era un oso enteramente.

Después, el baile y el cante de El Bombero se ha

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de Jaén 1.128

promocionao a través de Manuel de Jesulito, de Cá­diz, que era sobrino de María Carlota la mujer de Die­go. Este se lo copió y lo ha hecho incluso en TV.

También ha hecho una semblanza de este cante y este baile el Nano de Jerez.

Admiro una cosa en Nano de Jerez, y es que ha­biendo podio hacer antes este cante y este baile, no lo ha sacao hasta que no lo hizo Manuel de Jesulito. Por respeto o por lo que sea, no ha querío hacerlo antes. No cabe duda, que esto a su carrera artística le da más aire, más cachet.

—¿Esa siguiriya que Diego hacía, se sabe de dónde pu­do sacar los hilos él. Si fue de Curro Dulce o Francisco La Perla...?

—No. No se sabe. Si fuera de alguien sería de don Antonio Chacón, según me decía mi madre, porque eran íntimos amigos.

— Vamos a escuchar ahora tres siguiriyas, dos de ellas en la voz de Antonio Mairena, una de Perrate y otra de Cepero.

Las tres últimas hablan de la letra: «Dolores, Doloro­sa mía...». Y la primera de ellas que hace Antonio Mai­rena dice: «Por los siete dolores que pasó mi Dios...». En ésta hemos escuchado en la salía un ¡ay! seco y pro­fundo. ¿Te ha recordado algo?

—¡Claro! Me ha recordao a mi gente, a mi madre que lo hacía así. Mi madre se quejaba así cuando can­taba. Aunque yo pocas veces he oído a mi madre ha­cer un cante entero, porque ella siempre estaba haciendo sus cosas y pendientes de nosotros, y mi padre no quería que cantara.

Mi madre tuvo a mi hermano chico cuando ella te­nía 47 años, y recuerdo que cuando lo acunaba solía cantar por siguiriyas y se quejaba de esa manera.

—¿Cómo era esa salía? ¿La recuerdas?—Pues, era... ¿La tengo que decir? ¿La digo?—Si puedes, sería interesante para rememorar esa le­

jana evidencia en el cante de recreación que fue Diego A ntúnez.

¡Aaaay!Qué pena más grande tengo yo...

—Este cante que nos ha hecho, Loli la Revoltosa, tie­ne mucho sabor gaditano, estilo del Viejo La Isla, y so­bre todo de Francisco La Perla. Aunque también tiene un cierto sabor jerezano desde los ecos que Manuel To­rre le prestó a este cante de Francisco La Perla.

Diego Antúnez, aparte de cantar, parece que tenía to el salero del mundo, to la gracia de Cái... ¿Recordáis alguna anécdota...? Tu, José, que eres un baúl lleno de recuerdos.

—¡Uf! Anécdotas muchas. Recuerdo que era muy amigo de Joselito «El Gallo». Joselito se lo llevaba con él y lo aliviaba dándole dinero pa su casa. Algu­

nas veces lo vestía de picaó, porque Diego era bajito y gordo, el tipo característico del picaó.

Una de esas veces, según contaba mi suegra, estaba Joselito en el callejón de la plaza y Diego en contra­barreras; por lo visto, ese día Joselito debía estar tran­quilo, y por decirle algo a Diego, va y le dice: ¡Diego, anda, baja y pica el toro! A lo que Diego respondió: ¡José, dile al toro que suba!

Cosas de éstas tenía Diego muchas... Ignacio Ezpe- leta en Cádiz era un hombre con mucho ange, pero con muchísimo ange de verdad. Entonces, se metían mucho uno con otro. ¡Que si tú eres más feo que yo, que si esto que si lo otro!

Una tarde estaba Ignacio Ezpeleta sentao en el No- verti en un sillón de mimbre, con las manos sobre los brazos del sillón, y como era tan pequeño no le llegaban los pies al suelo.

Llegó Diego y estuvieron charlando un rato; cuan­do Diego se marchaba volvió la cabeza y le dijo: ¡Ig­nacio, pareces un perro pidiendo azúcar!

O cuando el Rey Alfonso XIII... porque el Rey lo llamaba con frecuencia. Un día Alfonso XIII le dijo: ¡Diego, es usted una persona con mucho humor!, y Diego le contestó: ¡Sí, Majestad, yo siempre estoy lle­no de granos!

La primera vez que Alfonso XIII le dio la mano, se la lió en una servilleta, y le preguntó el Rey: ¿Die­go, qué hace usted?, y le contestó: ¡esta mano ya no se la doy a nadie más, después de habérsela dao a Su Majestad!

Otra vez, reunió a tos los jorobaos de Cádiz en la Plaza de la Candelaria.

Se encontró con uno de ellos y le dijo: ¡Mira, Ma- nué, avísale a tos tus compañeros que el Ayuntamiento os va a dar un puchero! ¡Irse tos palla y me esperáis que quiero entrar con vosotros!

En la Candelaria se juntaron lo menos cincuenta ¡orobaos. Hartos de esperar a Diego, decidieron en­trar en el Ayuntamiento, y, claro, le dijeron que no era verdad.

Salieron los jorobaos del Ayuntamiento echando chispas, que si se encuentran a Diego lo matan.

Hemos creído oportuno buscar este momento de hu­mor para relajar un poco la emoción y las lágrimas que han asomado a los ojos de Loli La Revoltosa, cuando ha rememorado a su gente a través de este cante por siguiriyas que nos ha dicho.

—Loli. Decían de Diego que tenía dos voces, que se­gún el cante aplicaba una voz u otra. ¿Es así?

—Claro que podía ser. Porque mi madre me con­taba que su padre hacía muchas imitaciones de vo­ces, incluso de animales, cr'éo que imitaba a to la clase de animales.

Fijarse lo que es la sangre... mi hija Gema, que es bailaora, ha sacao la misma facultá.

Así que no me extraña que mi abuelo pudiera te­ner dos voces, y hasta veinte, porque era mu habili­doso pa tó.

—¿Qué hay de eso que se cuenta de que Diego era pro­veedor de chistes del Rey Alfonso XIII?

José Roldan. De Alfonso XIII y de mucha gente; pero no de chistes, sus ocurrencias y su gracia eran espontáneas. Como he dicho antes, él se ganaba la vida más con su gracia que con su cante. A él le salía la gracia de las entrañas, como decimos los flamen­cos, pero sin molestar ni ofender a nadie.

Como era tan conocío... Cuando vivía en Sevilla, en la Alameda de Hércules, un día estaba regando las flores en el balcón de su casa, y pasa un amigo y le dice: Diego, ¿qué haces?, y le dice: ¡ya ves, aquí re­gando el parque!

Era amigos de muchas personalidades: de Queipo de Llano, de los Sánchez Mejías, de don Felipe Mu- rube, de Aurelio, de la familia Los Mellizos, en fin, de mucha gente, tanto de Sevilla como de Cádiz y Sanlúcar.

Era tan íntimo de don Antonio Chacón que mu­chos, de broma, le llamaban a Diego don Antonio.

En cierta ocasión, don Felipe Murube le invitó a una fiesta en uno de sus cortijos. Don Felipe tenía una asistenta que se llamaba Petra, que aunque tenía mu malas pulgas, a Diego lo apreciaba bastante.

Por lo visto, a Diego ese día le dolían las muelas y se acostó en una habitación pa que se le pasara el dolor; y esta buena señora le dijo que le iba a llevar un calmante pa que le aliviara el dolor.

Cuando entró, le dijo Diego: ¡Petra, esto no se pue­de aguantar, mira cómo se me ha puesto la cara! Die­go se había colocao un pañuelo alrededor del culo y le decía: ¡Petra, mira cómo tengo la cara! Petra, co­mo veía muy poco, tentándole, le decía: ¡Diego de mi corazón, ahora mismo se lo digo a don Felipe pa que llame al médido. Tienes la cara que te va reven­tar!...

Volviendo a su faceta como cantaor. Sabemos que en el año 29 cantaba en «El Kursal Internacional» de Se­villa con «El Gloria», «La Pompi», «La Malena», «El Cojo», Juanito Mojama y otros. Lo que demuestra que Diego no pasa a la historia sólo por su gracia, sino, fun­damentalmente, por su cante.

También cantó en el café de «La Jardinera», aquí en Cadiz.

—¿ Vosotros habéis escuchado alguna noticia más so­bre el repertorio de cantes que tuviera, aparte de la si­guiriya y la caña?

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Fernanda Antúnez

—Sí, claro, también hacía otros cantes como tien­tos y tangos... El donde más trabajó fue en la Venta Eritaña, porque la mayor parte de su vida la pasó en Sevilla.

—¿Alguna letra por la que él tuviera predilección?—La única letra que nos ha llegao por tradición es

la de El Bombero, que la hacía por tangos, y dice así: En una noche horrible que dormía en un hotel...

Algo así era, yo es que no me acuerdo de la letra. Al final decía «sape» y salía bailando.

Posteriormente nosotros hemos localizado esta letra, perteneciente a la música popular rusa, en el cancione­ro «El Cuplé» (1900-1936), de Serge Salaün, Colección Austral, que transcribimos completa:

Una noche horrible que dormía en un hotel, un rápido incendio surgió y como mi suerte siempre ha sido tan cruel, dormida me pilló.Cuando era imposible de apagar y ya estaba el fuego junto a mí, un bombero al cabo pudo entrar y muy decidido yo le vi.

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de Jaén 1.130

Los muebles ardían que era aquello un volcán, y al verlo yo me desvanecí; entonces el hombre me llevó hasta un diván y yo ya más no vi.Lo que aquella noche sucedió nunca lo he podido comprender, y a pesar del miedo que me dio quiero que mi casa vuelva a arder.

—¿El era gitano en el cante?—Mi tía me contaba que mi abuelo tenía la voz mu

cortita, pero mu flamenca, y que muchas veces le te­mía a cantar no fuera a fallarle la voz.

A mi hermano «El Piti» le pasa lo mismo. Tam­bién es una persona con muchísimo ange, y canta mu bien.

José Roldan. Mi cuñao «El Piti» tenía mucha gra­cia. Estando en «Los Canasteros» con Caracol, las no­ches que no había ambiente, Manolo Caracol le decía: ¡Titi —Caracol le decía «Titi»—, ve a ver cómo están en Torrebermejas y los demás!

El «Piti» volvía a la media hora, sin haber ido a nin­gún sitio, y le decía: ¡Manué, to está abarrotao! Y a Caracol se lo llevaban los demonios. Pa terminarlo de cabrear «El Piti», le decía: ¡Manué, te has rebelao porque canto mejor que tú!

Caracol, que no partía peras con nadie, se monda­ba de risa con él.

Mi otro cuñao... «El Bogiga», también es un gran artista, pero no de escenario, sino fuera de él. «El Bo­giga» perdió la voz, pero cantaba por soleá que qui­taba el sentío.

Cada vez que nos reuníamos Aurelio, él y yo en «El Español» o en «El Triunfo», por los años cincuen­ta y tantos, Aurelio siempre le hacía cantar por soleá.

Hubo una letra que cantaba que decía:

Que me toquen a rebato las campanas del olvío...

Que Aurelio le hacía repetir la salía quince o vein­te veces, y al final le decía: «Bogiga, que no la cojo».

—Loli. ¿Tu madre nunca cantó en público?—Qué va. Mi padre no la dejaba. Y mi madre ha­

cía varios palos muy flamencos y con mucha sensi­bilidad.

Un día, en una fiesta familiar, le dijeron que canta­ra, y mi padre dijo que sí por compromiso; pero cuan­do mi madre se metió en la cocina pa aclararse la voz,

entró mi padre y le dijo: ¡María, como cantes me voy a cagar en tus muertos y te voy a romper las dos pier­nas! Y mi madre le respondió: ¡Pero «Piti», habér­melo dicho antes de tomarme el bicarbonato!

Los antiguos era muy difícil que dejaran a las mu­jeres cantar, tenía que ser en reuniones mu íntimas.

Mi madre me contaba que una vez en un bautizo nuestro cantó, y cuando se metió pa dentro, entró mi padre y le dio una guantá y le dijo: ¡Las mujeres decentes no cantan esas letras! No sé qué letra sería...

—¿Entonces a tu hermano le viene lo de «Piti» por tu padre?

—José Roldan. Sí. Además, to la familia de mi sue­gro era de Jerez y tos cantan.

—¿Loli «La Revoltosa», en qué onda está?—Yo es que he salió mu tarde.

Antes decíamos que mi padre no dejó a mi madre cantar; pero es que Pepe tampoco me ha dejao a mí. Así que por eso he empezao tan tarde. Creo que si lo hubiera hecho antes habría conseguío algo.

—Pero esos ecos de «La Perla» y «La Repompa» están ahí...

—Sí..., pero no es lo mismo que cuando se empie­za joven. Cuando se empieza joven se coge oficio...

José Roldan. Niña, haz un poquito por tientos de Cái.

De cal y canto y arenatengo yo que hacer una fuente...

En estos tientos-tangos hay sones de Aurelio, de «La Perla» y más lejanos de «La Repompa».

—¿Y ese otro fenómeno de esta Tacita de Plata tan llena de gracia, de arte y de duende que fue «La Perla»... ?

—¡Oh! Con «La Perla» había que acabar... cuando decía:

Que me peguen cuatro tirossi te veo venir por la calley a los ojos yo te miro.

A pesar de Loli no encontrarse bien de la voz, en ella están los matices y esos lejanos recuerdos de «La Perla de Cádiz», en la que vemos su más firme puntal.

—¿Loli, es verdad que has grabado un disco?

—Sí, está al salir, lo hemos grabao con Pasarela, por­que no es un disco mío sola. Ahí estamos varios que cada uno hace una cosita.

Está claro que éste no es mi disco..., el que yo sien­to; el día que lo haga sola lo haré más puro.

I Congreso de Críticos de Arte FlamencoJosé Luis Buendía López

Los días 23, 24 y 25 de octubre,

se celebró en Jaén, organiza­do por la Peña Flamenca de esta

ciudad y la colaboración de dife­rentes entidades, a la cabeza de las cuales figuraba la excelentísima Di­putación Provincial, el I Congre­so de Críticos de Arte Flamenco, que, desde que se anunciara, tanta expectación había despertado en los ambientes jondos.

Desde todos los puntos de Espa­ña acudimos a esta llamada los im­plicados en la crítica flamenca, para trabajar, en unas apretadas sesio­nes, que fueron presididas por los señores Onofre López, Francisco Hidalgo y Francisco Moyano, me­sa elegida por los congresistas y que respondió con creces a la confian­za que en ellos se depositó.

Las reuniones tuvieron dos par­tes bien diferenciadas: la teórica y la práctica. En la primera se desa­rrollaron cinco ponencias de tono similar, encaminadas a analizar la realidad del lenguaje crítico flamen­co, su posible definición asociati­va y los cauces por la que tal actividad pudiera desarrollarse en el futuro. Fueron, por orden de lectura y debate las siguientes: Mi­guel Acal: «La unión como fuerza necesaria», Francisco del Río: «La pureza en el flamenco», Aurelio Gurrea: «Crítica y flamencología», Agustín Gómez: «El lenguaje de la crítica en los medios de comunica­ción» y Manuel Martín: «Deon- tología y funciones de la crítica flamenca». Todas ellas fueron am­pliamente discutidas y valoradas por los presentes, extrayéndose

Francisco del Río Miguel Acal

Aurelio Gurrea Agustín Gómez

Elecciones a la Junta Directiva de la ACAF

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de FlamencoPeña Flamenca

de Jaén 1.132

Revistade Flamenco

Peña Flamenca de Jaén

conclusiones para clarificar los mo­tivos fundamentales para los que allí nos reuníamos, esto es, el fu­turo de la Asociación.

La parte práctica, y yo diría que

esencial del Congreso, fue la lectu­ra, debate, y en su caso, aprobación con las modificaciones oportunas, del anteproyecto de Estatutos por los que habrá de regirse la Aso­ciación de Críticos de Arte Fla­menco. Aquí afloraron las lógicas tensiones, los intereses contrapues­tos y hasta los pequeños arruma­cos biliares que suelen estar tan presentes en todo tipo de discusio­nes similares.

Finalmente el Estatuto, que ha­brá de desarrollar un posterior Re­glamento, fue aprobado con el texto íntegro que ofrecemos aparte a los lectores de CANDIL, proce­diéndose más tarde a la presen­tación de candidaturas para la Junta Directiva provisional de la A.C.A.F., resultando elegida la en­cabezada por Gonzalo Rojo Gue­rrero, de Málaga, y formada por los señores que relacionamos en nuestro anexo informativo adjun­to, fijándose la sede para los pró­ximos dos años en la Peña Fla­

Manuel Martín Martín y Francisco Hidalgt

menca «Juan Breva» de Málaga.

La totalidad de los miembros del

Congreso se constituyó en el nú­cleo fundacional constitutivo de la Asociación, cuyos directivos debe­rán presentar ahora los Estatutos ante los organismos competentes para su aprobación definitiva y ofi­cial, así como convocar más tarde una nueva reunión de la Junta Ge­neral, una vez aprobado dicho trá­mite, que será la que ratificará de forma plena los nombramientos y acuerdos realizados en este Con­greso constituyente.

Diversos actos sociales y recrea­tivos, varios recitales y almuerzos, además de la presentación del nú­mero monográfico de CANDIL dedicado a Camarón, la exposición de pintura flamenca de José Oli­vares o la conferencia de Manuel Ríos sobre el periodismo flamen­co, complementaron tan gratas jor­nadas, que intensifican más aún los empeños comunes por hacer del es­tudio del flamenco algo más sóli­do y reputado por el conjunto social. Es de esperar que, en años venideros, y con la colaboración de todos, este esfuerzo colectivo ha­ya merecido la pena.

Gonzalo Rojo

Jaén, cuna de la Asociación de Críticos de Arte Flamenco

Rafael Valera Espinosa

Manuel Ríos Ruiz

El gusto se nos logró sin tener

que rezarle a ningún santito, pues el institucional alcance de la

Diputación de Jaén, nos ha dado las suficientes garantías para des­arrollar, en nuestra capital, una labor larga y sosegadamente hil­vanada por una Comisión Orga­nizadora que siempre ha querido mostrar su confianza en el funcio­namiento de la Asociación desde unas premisas de independencia personal, libertad de criterios y unificación de esfuerzos. La tarea ha sido ardua por la complejidad que distingue a sus miembros, mas el esfuerzo aportado por las perso­nas elegidas por la Peña Flamenca de Jaén, al que hay que sumar el de los sevillanos Miguel Acal y Ma­nuel Martín Martín, los cordobeses Agustín Gómez y Miguel López, el jerezano Manuel Ríos Ruiz y los jaeneros Manuel Urbano y Euge­nio Valdivieso, ha propiciado este reivindicado fin: la Asociación de Críticos de Arte Flamenco.

La primera piedra está puesta y la verdadera labor comienza aho­ra, pues la responsabilidad vo­luntaria asumida por la Junta Directiva que salió elegida, la cual preside Gonzalo Rojo Guerrero, ha de consolidar una organización que tiene como fines primordiales: «Velar por el prestigio de la fun­ción de la Crítica de Arte Flamen­co», «Promover la investigación crítica e información artística a to-

Sesiones de trabajo de la Mesa de la Comisión Organizadora

dos los niveles» y «Velar por el de­sarrollo, cultivo y conservación del Flamenco». Y la vela ha de ser constante y eficaz, pues los enemi­gos no han de faltar y siempre exis­ten personajes que pueden perder su «status» en el mundo flamenco ante la profesionalidad definida y documentada de los miembros de la Asociación.

La ACAF ha nacido con ilusión

y desde la prestigiosa responsabi­lidad de un grupo de profesiona­les que a lo largo del tiempo, y en diversos medios de comunicación, han venido ejerciendo una labor que se encuadra dentro de los fi­nes arriba citados. Cierto es que no estuvimos todos los que somos; sin embargo, los que no pudieron o no quisieron asistir, han de reflexio­nar sobre la positiva viabilidad de una Asociación que ha de unificar esfuerzos en beneficio de una ma­yor dignificación del flamenco para deleite de sus seguidores.

Lo apuntaba Miguel Acal en su último escrito en Candil ¿Críticos unidos?: «Uno piensa que, en el mundo de la afición flamenca, lo único importante es el flamenco. Lograr su mayor difusión y admi­ración, piensa uno que debe ser un objetivo fundamentalísimo. Si es­te concepto no prima sobre el na­tural de las ambiciones humanas de notoriedad, la supuesta afición de alguien no es válida o, cuando menos, positiva». ■

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Bienal’92La consumación de los tiempos

Miguel Acal

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de Flamenco. 4 -7 r Flamenca1.1J J de Jaén

La Bienal, «ese hermoso disparate» ________ (2.a edición)________

Luis Castillo Perea

El día 14 de septiembre, Salva­

dor Távora, en el Teatro Cen­tral-Hispano de la Expo, inaugu­

raba la VII Bienal de Flamenco. «Picasso andaluz o la muerte del Minotauro» era la obra represen­tada. Los días 15 y 16 siguió, en el mismo lugar, idéntica represen­tación.

El día 17, en el Teatro de la Maestranza, Enrique Morente y Max Roach ofrecían un concierto.

El 18, en el auditorio de la Ex­po, José Antonio Rodríguez pre­sentó «Tango».

El 20, en el Teatro de la Maes­tranza, Manolo Sanlúcar ofrece «Aljibe».

Los días 21 y 22, en el Teatro Lo­pe de Vega, «Casiopea», de Eduar­do Rodríguez.

El 23, en el auditorio, Pedro Ba­cán y su espectáculo «Al son del 3 x 4».

El 25, 26 y 27 de septiembre, en el Lope de Vega, «Mediterráneo», de José Luis Ortiz Nuevo.

El 1 de octubre, en la Plaza de Toros de la Real Maestranza, «...y Sevilla», de Eduardo Rodríguez.

Este es el programa de una Bie­

nal de Flamenco de la que se des­colgó Paco de Lucía, por razones personales, y que contó con un casi improvisado comienzo por la la­mentable ausencia de Camarón de la Isla.

Para todo esto algo más —según reconoció el director en rueda informativa— de ciento cincuenta millones de pesetas.

No quiero ocuparme —con ser

importante y dar mucho de sí— del tema de los dineros, porque casi es una anécdota junto a todo lo demás.

A uno le parece que José Luis Ortiz Nuevo, como un Saturno que se alimenta de hibridaciones, ha devorado a la criatura a la que dio vida. El creó, con esfuerzo e imaginación, un acontecimiento de

singular importancia. Lo cierto es que, con errores y aciertos, Ortiz Nuevo construyó un espectáculo con una significación muy superior a la espectacular. Y ahora —por la dificultad de superar el listón autoimpuesto, por agotamiento de la imaginación o por cualquier otra causa— ha optado por destruir lo creado.

Ha sido una Bienal de Flamen­co sin flamenco. Magnífica la sin­fonía de Manolo Sanlúcar, con la Orquesta Ciudad de Málaga; sen­sacional «Casiopea», de Eduardo Rodríguez, con el Ballet Nacional de Cuba. «Al son del 3 x 4», de Pedro Bacán, se encargó de destro­zarlo un regidor del auditorio, lle­gando a la agresión física. Lo demás ¿por qué y para qué?

La búsqueda constante de nuevos caminos equivale al desconoci­miento de la meta. Lo importante para algunos —y es comprensible y hasta elogiable— es caminar, pe­ro ¿hacia dónde?

Esta Bienal ha sido una muestra de experiencias, de búsquedas, de interrogantes. O lo que es lo mis­mo, una ausencia de realidades, de certidumbres, de valores recono­cidos. Pero es que —ojo al dato— para reconocer hay que conocer previamente.

A lo mejor no se ha perdido una ocasión irrepetible de mostrar al mundo qué es y cómo es el flamen­co. Puede que lo que hayamos aprendido es a no dejarnos enga­tusar por quienes no lo conocen. ■

Al finalizar la anterior Bienal,

la VI —que tanta polémica suscitó por sus fallos de publicidad,

su costoso presupuesto para ofre­cer tan poca calidad y, en definiti­va, mucha fantasía para tan poca oferta auténticamente flamenca— su director trataba de justificar es­tos motivos de crítica diciendo: «Los organizadores no hemos sido capaces de transmitir la grandeza de la Bienal».

Esta afirmación —aun siendo un reconocimiento público de cierta incapacidad— llevaba inherente su reafirmación de la valía del pro­grama diseñado y algo que —en nuestra opinión— era ciertamente irrespetuoso con quienes habían formulado opiniones de críticas ha­cia aquella Bienal. Dicho de mane­ra más concisa: negaba la capacidad a los críticos para manifestarse por­que no estaban en sintonía con sus puntos de vista; vamos a insistir: el flamenco hay que entenderlo co­mo lo entiende el señor Ortiz Nue­vo, quien no lo vea desde esa óptica no está en razón de criticar.

. ..i esta VII Bienal, con menor duración y con una dotación eco­nómica importantísima, su direc­tor —pese a lo que manifestara el señor Bernardo Bueno en aquella ocasión: «el director de la próxima Bienal, será un hombre que se de­je aconsejar»—, vuelve a erigirse en autoridad de saberes flamencos y,

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«Desde mi estudio». Oleo, 65 x 54 cm. Por: Amalio

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en un nuevo alarde de autosuficien­cia, marca las veredas por las cua­les ha de transitar el flamenco; «su flamenco» y «su Bienal». Eso sí, empleando esa manida frase —sin perder las raíces— a la que tanto re­curren quienes con ella tratan de justificar esas pseudocreaciones que en buena medida comportan una degradación de nuestra más expre­siva manifestación cultural.

¡Sin olvidar sus raíces!¿Qué raíces son esas que no se ol­

vidan, cuando para distinguir una soleá o unas alegrías de Cái, tene­mos que seguir la música de la guitarra?

¿Necesita nuestra cultura musi­cal, para universalizarse, mixtifi­carla con aditamentos musicales foráneos?

¿Qué hacemos con lo que nos le­garon, desde Tío Luis a don An­tonio Mairena?

¿Le ponemos a la seguiriya del «Planeta» un violín?

¿Le ponemos una flauta a la ca­bal del «Filio»?

O ambos instrumentos a la so­leá de la Serneta.

¿O quizás debemos «enriquecer» con otras músicas el cante de don Antonio Chacón?

O simplificando todo esto, ¿en­cerrar la música flamenca en la rí­gida cárcel del pentagrama?

Si la «sabiduría» se alcanza asu­miendo esas doctrinas que pro­pugnan la mezcolanza de músicas procedentes de otras culturas y de otros géneros, con nuestra música flamenca, preferimos seguir en la ignorancia que produce el estreme­cimiento de un «bordonazo» de Melchor o Ricardo o, en la subli­me emoción de un «ay» de la se­guiriya de Cagancho o de la debía de Tomás, pongamos por caso.

No. No estamos anclados en el

pasado. Navegamos en el presen­te, pero nuestra brújula siempre es­

tá orientada hacia el norte de lo auténtico.

Todavía somos bastantes los que queremos legar a nuestros nietos lo que recibimos de nuestros abuelos, porque profesamos un profundo respeto y una admiración reve­rente a «los quejíos aquellos de la Triana sojuzgada, de Santiago “ghettos”, de Santa María hambre, del Perchel harapos, de la Judería miedo, del Albaicín empinado en llanto...». Y vamos a trabajar por ello; desde esos reductos «cuasi» primarios y por ello auténticos, co­mo son las Peñas Flamencas; otras tribunas para expresar nuestra ideología flamenca nos son en cier­ta medida esquivas y son de más fácil acceso para quienes están en la «cúspide de los saberes», aupa­dos a ella gracias a la admiración cosechada merced a planteamien­tos diametralmente opuestos a los actuales.

Como reacción a tanta crítica —también finalizada aquella Bie­nal— en el Correo de Andalucía y entre otras cosas el señor Ortiz Nuevo decía: «...ahora mismo es­toy dispuesto a seguir si el Ayun­tamiento así lo desea, pero con condiciones, porque jamás voy a cambiar mis ideas sobre este arte y su futuro».

En este año de 1992 y con otras personas al frente de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla, el señor Ortiz Nuevo —lle­vando a la práctica lo expresado en aquella ocasión— diseña otra Bie­nal en la cual, dando rienda suelta a su fantasía, tienen cabida espec­táculos por mor de los cuales se vuelve a cometer otro irrespetuo­so atentado contra los valores con­cretos del arte flamenco.

L/a fantasía no tiene fronteras;

y en este caso, reparos tampoco. Ello permite concebir espectáculos como:

«Fusión»

En donde se pretende ¿fusionar? músicas procedentes de culturas tan distintas como la flamenca y la de jazz, por más que ésta, la de jazz, tenga sus inicios enraizados en he­chos socioculturales parangonables a los del arte flamenco, pero de modalidad musical manifiestamen­te diferente.

«Tango»

En el que tienen cabida desde rit­mos africanos, hasta tangos de Triana y, desde la música porteña, hasta los aires gaditanos, terminan­do con los tangos de los coros del Carnaval de Cádiz. Músicas que só­lo tienen en común el nombre y su compás binario.

«Casiopea»

Con el cual, en una arriesgada aventura, se pretende unificar la mitología, con la danza y el arte flamenco.

Apresurémosnos en dejar claro que cuando en estas reflexiones crí­ticas —porque ese es su sentido— citamos músicas u otras expresio­nes artísticas que no son flamencas, tienen como único objetivo poner de manifiesto la incompatibilidad que existe entre unas y otras. Por otra parte, todas las músicas y to­da expresión artística, en general, tienen nuestra consideración más respetuosa, lo cual no es razón por la que tengamos que aceptarlas en toda circunstancia.

A;'-, ucho se ha hablado de aque­

lla dilatada y aciaga etapa en la que el flamenco tuvo que malvivir con infinidad de géneros que en nada le eran afines y que contribuyeron a diluir su sentido estricto.

Venturosamente superada aque­lla etapa de la que el Arte Flamen­co resurge con toda su grandeza —aquí hay que tener un emocio­

nado recuerdo de gratitud hacia to­dos aquellos que se esforzaron para no permitir que se apagara la lla­ma sagrada del flamenco— es me­nester que no comencemos a sentar nuevas bases que puedan conducir a crear situaciones lamentables.

No es bueno imponer criterios estéticos, sobre todo cuando estos criterios, en buena medida, siguen caminos divergentes de la esencia, porque en general, el público no tiene más opción que la que se le ofrece y, si ésta no se corresponde con la realidad o está parcialmen­te desvirtuada, la percepción tam­bién va a estar afectada de esta falta

«Desde el Puente de Triana». Oleo 65 x 54 cm. Por: Amallo

Foto: Amallo García del Moral

de autenticidad.Se hacen verdaderos derroches

de imaginación con el objetivo —se dice— de propiciar una presencia más universal de nuestro arte, pa­gando por ello el alto precio de la pérdida de su virtualidad. Y, sien­do esto así, ¿no se está contribu­yendo a la eliminación de algo de lo poco verdaderamente autócto­no que le queda a nuestro pueblo? Mientras, la asignatura pendiente, esa reivindicación eterna del fla­menco —el altísimo porcentaje de andaluces a los cuales no les dice nada— sigue acusando, calladamen­te, a quienes no hemos sido capaces

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de dar solución a esa reivindica­ción. Y ahí es donde tendríamos que derrochar imaginación y vol­car todos nuestros esfuerzos para encontrar los caminos que desem­bocaran en la encrucijada de la ple­na asunción, porque nos hayamos enterado todos, que el Arte Fla­menco es parte indisoluble de la historia de nuestro pueblo y, por tanto, de su cultura.

En definitiva, el discurso del re­cién finalizado evento ha seguido caminos paralelos al que le prece­dió y por eso ha sido, «sin corre­gir y aumentada», la Bienal: «ese hermoso disparate», 2.a edición.

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Guitarra Por José Luis Buendía

A Pepe Justicia

I

Seis cuerdas solas,

como muchachas abandonadas que se peinan los cabellos en el centro de una plaza, una plaza de los pueblos y de los soles de España. Seis cuerdas que se hieren y apuñalan cuando la noche se rompe en tu vientre terciopelo de mujer embarazada. Seis cuerdas solas.Guitarra.Seis motivos para el llanto cuando un hombre se desplanta frente al toro de la pena que le habita la garganta y se desgarra en gemidos para contarnos la rabia que se enfría a borbotones en los adentros del alma.Seis cuerdas como suspiros. Sólo seis cuerdas.Guitarra.

II

Escuché una tarde antigua

la eterna queja amarga brotando de una fuente: madera labrada, cadenas que ocultan el cofre de plata, y tú, en mi oído: «es una guitarra».Tan sólo alcancé a ver seis espinas bien templadas, grilletes inoportunos de las rosas de tu cara; ancha como tus caderas, triste como tu mudanza, con un murmullo tan claro como aquellas diez palabras que aún recuerdo por ser tuyas y me duelen por pasadas.

III

"Vecinitas prisioneras

en madera perfumada, echad al vuelo el repique de vuestro son de campanas; que la prima y el bordón olviden disputas vanas sobre quién puede mejor cortar las rosas del alba. Sois compañeras unidas en un pozo de desgracias, en ese hondón de las penas donde la soleá se planta al peinaros los cabellos cinco caricias de plata. Abriros a la ternura, dejad de estar enfrentadas, que en cuanto salga la luna más que gavilla tronchada seréis un toque flamenco, historias de tierra amarga. Todas juntas vais a ser la cima de una montaña, pañuelo de un pueblo altivo. Toque de gloria.Guitarra.

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José Heredia «Joselete», ¿figura cantaora?

Rafael Valera Espinosa

No sé si atreverme a manifes­

tar que el verdadero triun­fador del Concurso Nacional de

Arte Flamenco de Córdoba, ce­lebrado éste durante los meses de abril y mayo y en su XIII Edición, ha sido el linarense José Heredia «Joselete». Me induce a expresar esta ¿altanería? el logro de dos de los ocho premios instituidos para el cante, el Manuel Torre y el Don Antonio Chacón. Mas si me apu­ran algo, mi osadía está sustentada por la importancia que para mí ¿y por qué no también para los de­más?, tiene la consecución especí­fica de sendos premios, por los grupos de cantes que engloban y por ser dos.

A lo largo de la historia del con­curso cordobés no han sido mu­chos los que han logrado el doblete en el certamen. Si exceptuamos al insigne Antonio Fernández Díaz «Fosforito», ganador absoluto en 1956 y obviamos las fases selecti­vas de los años 57 y 58, así como el que supuso la consecución de la llave de oro por Antonio Mairena en el 62, sólo Benito Rodríguez Rey «Beni de Cádiz», supera a «Jo­selete de Linares». Con las lógicas salvedades, José Heredia se equipa­ra a las figuras consagradas de José Domínguez «El Cabrero», José Soto Soto «José Mercé» y Juan Moreno Maya «El Pele». Alguien podrá ar­gumentar que mi osadía al verter esta opinión está siendo desequili­brada, mas he de apuntar que dese­quilibrada en el tiempo y no en el

(Foto: José Pamos)

origen, porque el cantaor de Lina­res pienso que se encuentra en las mismas circunstancias en las que se encontraban los intérpretes a los que le he equiparado tras conseguir los premios. Otro tema bien distinto es que «Joselete» consiga encauzar su proyección artística por los caminos que lo hicieron los demás.

Sin embargo, creo que cualidades

no le faltan. Quizá si amplía su for­mación, mantiene sobradas mues­tras de afición, continúa acrisolando matices de los añejos cantaores —de­jando al margen los de los nuevos— y prosigue por esa última línea de seriedad profesional, el resultado es que contemos con una figura fla­menca que puede aportar una am­plia gama de matices artísticos.

Por otro lado, tampoco hay que olvidar que el cantaor linarense —a mi parecer— cuenta con una de las voces más flamencas de la actuali­dad, lo que le reporta una amplia aceptación por parte de la afición en general. Y si, además, tenemos en cuenta que la utiliza con mesura y entendimiento para evocar persona­

«Joselete» con Juan Ballesteros

lismos como los de Manuel Torre, Pastora Pavón, Enrique el Mellizo o Manolo Caracol, el resultado fi­nal propicia que el cantaor de Lina­res llegue a las cotas de calidad y jondura de las primeras figuras ac­tuales del flamenco.

Estas últimas cualidades pienso

que lo han llevado —con suficien­tes garantías— a conseguir también el Primer Premio del II Concurso de Cante Flamenco de la Comuni­dad Autónoma Andaluza, celebra­do en Granada el pasado 13 de junio del presente año, por unanimidad del jurado.

La trayectoria artística ha de con­tinuar en lenta progresión. Y escri­bo lenta porque es así como se adquiere experiencia, se matizan los acrisolamientos influenciadores so­bre su personalidad cantaora, se corrigen errores y se alcanza a vis­lumbrar el futuro, un futuro hala­güeño que el linarense tiene a la altura de su mano si muestra serie­dad, constancia y estudio, a la vez que desecha falsos halagos, cantos de sirena y frágiles promesas.

Acta del Jurado134 fueron los artistas que se inscribieron pa­

ra este 13.° Concurso Nacional de Arte Fla­menco de Córdoba; 77 lo hicieron para optar a los premios de la sección de Cante, 37 en el apartado del Baile y 20 para el Toque. Tras las sesiones previas de clasificación, obtuvieron su pase para la fase final 44 concursantes: 26 en el Cante, 9 para el Bale y 9 en el Toque.

Tras sus actuaciones ante un jurado compues­to por Juan Carlos Hens Muñoz, Miguel Es- pín García, Antonio Fernández Díaz «Fosforito», Agustín Gómez Pérez, Francisco Hidalgo Gómez, M.a Dolores Jiménez Castro, M.a Teresa Martínez de la Peña, Manuel Ríos Ruiz, Joaquín Rojas Gallardo, Gonzalo Rojo Guerrero y Rafael Valera Espinosa, el Concur­so Nacional de Córdoba arrojó el siguiente cua­dro de honor:

Premio «Manuel Torre»: Cantes por sigui- riyas y tonas.

— Por unanimidad, a José Heredia «Josele­te de Linares».

Premio «Niña de los Peines»: Cantes por soleá, soleá por bulerías y bulerías.

— Por mayoría, a Joaquín Jiménez «Sal­monete».

Premio «Dolores la Parrala»: Cantes por serranas, livianas, tonás campesinas, el polo, la caña y peteneras.

— Por mayoría, a Rafael Ordóñez Ro­dríguez.

Premio «Enrique el Mellizo»: Cantes por alegrías, mirabrás, romeras, caracoles, ro- sas/tientos, tangos.

— Por unanimidad, a Paqui Lara.En este premio se conceden dos menciones

honoríficas: A Felipe Escapachini, por su can­te por alegrías, y a «Salmonete», por su cante tientos-tangos.

Premio «Don Antonio Chacón»: Cantes por malagueñas, granaínas, cartageneras, taran­tas, tarantos, cantes mineros.

— Por mayoría, a José Heredia «Joselte de Linares».

Premio «Cayetano Muriel»: Cantes por fan­dangos locales, fandangos personales.

Por unanimidad, a Antonio García Gómez «El Califa».

Premio «Pepa Oro»: Cantes por guajiras, punto cubano, colombianas, milongas y vi­dalitas.

— Por unanimidad, a Rafael Heredia Flores «Jesús Heredia».

Premio «Juana la Macarrona»: Baile por ale­grías, mirabrás, romera y rosas.

— Desierto, por unanimidad.Premio «La Malena»: Baile por tangos, tien­

tos, garrotín, tarantos, zambra.— Por unanimidad, a «Victoria Palacios».Premio «Vicente Escudero»: Baile por fa­

rruca, zapateado, martinetes.— Por mayoría, a Antonio Alcázar.Premio «La Mejorana»: Baile por soleá, si-

guiriyas, la caña, el polo.— Por unanimidad, a Eva Garrido «La Yer-

bagüena».Premio «Encarnación López La Argenti-

nita»: Baile por caracoles, rondeñas, serranas, peteneras, guajiras, jaberas...

— Por mayoría, a «Mariló Regidor».Premio «Paco Laberinto»: Baile por bule­

rías, canasteros, zorongo, alboreá, rumba, tan- guillos.

— Desierto, por unanimidad.Premio «Manolo de Huelva»: Acompaña­

miento a cante y baile.— Por mayoría, a «Paco Serrano».Premio «Ramón Montoya»: Guitarra de

concierto.— Por unanimidad, a Paco Serrano.

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de Flamenco . A Peña Flamenca 1.143 de Jaén

Sobre el gratuito invento del cante gitano

Manuel Barrios

Al estar sumido ese difícil mundo del fla­menco en el radicalismo de las pasiones más encontradas, estoy seguro de la polémica que va a suscitar este artículo. No la rehú- yo. Por el contrario, la deseo si a través de ella podemos acercarnos un poco más a la verdad. Lo que demando —creo que con

cierta legitimidad— es que los argumentos en contra de mi teoría se documenten con textos que puedan contrastarse, único mé­todo que merece credibilidad y respeto, frente a esas «verdades absolutas» que se van repitiendo al cabo de los años sin un apor­te documental que las justifique.

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El cante no pudo ser creación genuina de los gitanos

Sin ánimo de herir susceptibili­dades, creo que bastaría un cono­cimiento elemental de la Historia para entenderlo así. A este cono­cimiento añadiríamos las siguien­tes razones:

a) Por la propia limitación crea­dora del gitano.

Nadie debe sentirse ofendido por esta aseveración, universalmente reconocida, incluso por un gitanó- filo tan amante de la gente more­na como Rafael Lafuente:

«Lo curioso es que los gitanos no han creado absolutamente nada de

lo que se les atribuye. No es obra suya el cante flamenco, ni consus­tancial a su naturaleza el «ángel» que les reconocemos por rutina, ni las mismas galas femeninas con que se adornan las andaluzas cuando quieren acentuar su personalidad regional» (1).

«El gitano no crea, por regla ge-

neral. Se sirve de coplas hechas por otros» (2).

«El gitano no inventa; simple­mente se instala, acepta y, en el mejor de los casos, reelabora la he­rencia andaluza» (3).

Nadie ignora que el paladín de la teoría gitanista del cante fue An­tonio Mairena, quien no pudo elu­dir la contradicción por cuanto «él ha sabido, como nadie, reproducir —con las inevitables adulteraciones itinerarias— la mayor parte de los cantes de los más afamados maes­tros del pasado. Y lo ha hecho uti­lizando, según él, la transmisión oral que le ha merecido más crédi­to de autenticidad» (4).

b) Porque, de ser gitano el can­te, se interpretaría flamenco en to­dos los lugares del mundo donde hay gitanos.

La conclusión es tan obvia, que basta transcribir el juicio de La- vaur:

«Digno de nota en el trance es el desdén con que hasta ahora se ha repudiado un hecho capital que todos tenemos ante los ojos. Sim­plemente: que con la señalada ex­cepción andaluza, no puede ser más palmaria, permanente y radi­cal la nulidad congénita exteriori­zada por la gitana grey, en todo tiempo y lugar, en menesteres de creación de modalidades autócto­nas en el campo musical, que, de haberse mentalizado, por toda la superficie del mapa de Europa so­naría una música gitana con un aire de familia inconfundible y co­mún» (5).

c) Porque, a cambio de otros va­lores indiscutibles, al gitano le falta la capacidad poética, necesaria para modelar la perfección lírica del fla­menco:

«Los gitanos son ciertamente un pueblo de dotes poéticas muy in­feriores, y las toscas huellas de es­te arte que nosotros conocemos en

ellos indican el influjo de los pue­blos entre quienes viven» (6).

d) Porque las coplas más antiguas del flamenco, como el romance, son anteriores a la llegada de los gitanos a España.

Pensando en la antigüedad y re­ciedumbre de los romances espa­ñoles, no podemos sino sonreír ante el malabarismo de Mairena y Molina cuando inventan: «Existe todo un romancero gitano oculto, latente en la vigorosa tradición de esta raza (...). Los romances gita­nos es muy probable que tuvieran en alguna época un gran parecido con los andaluces» (8).

Esto ya no se ampara en el con­vencionalismo, sino en el puro dis­parate, al olvidar que los gitanos que llegan a España —cuando el ro­mancero castellano y morisco es­tá en su apogeo— son extranjeros que desconocen nuestra lengua. Por otra parte, ¿no pertenece al desvarío la suposición de unos gi­tanos del siglo XVI —antes de 1500 les hubiera sido imposible dominar la sintaxis castellana— cantando, por ejemplo, las andanzas de Ber­nardo del Carpio, héroe legenda­rio del siglo IX, seiscientos años antes de que los gitanos aparecie­ran en la Península» (9).

e) Porque el mundo del flamen­co presenta signos inseparables de él que acusan la presencia remota de otras culturas.

f) Porque los grandes músicos y musicólogos descartan la posibilidad de un origen gitano, y con ello alu­dimos a Pedrell, Turina, García Ma­tos, José Romero...

«En España hemos sido mal ser­vidos por la fortuna, hasta el pun­to de no haber podido recoger entre ellos (los gitanos) impresio­nes precisas. Si éstos cultivan la música, será poco y mal a juzgar por las migajas que nos fueron pre­

sentadas en calidad de perlas en su estuche. No poseen más que algu­nos fragmentos deshilvanados de canciones más andaluzas que gita­nas, que se acompañan con una mala guitarra, sin ninguna origina­lidad» (10).

g) Porque los textos antiguos es­pañoles que describen los usos y cos­tumbres de los gitanos, habiéndonos proporcionado valiosísimas informa­ciones sobre vestimentas, habla, ofi­cios, bodas, rasgos físicos, carácter, moral de los gitanos, no hacen re­ferencia alguna a sus cantos —aunque sí a sus bailes, acompaña­dos del pandero—, lo que resultaría impensable si fueran los creadores de unos estilos tan originales, dramá­ticos, profundos y distintos a todos como son los del flamenco.

h) Porque, además de no existir ni una sola copla en caló, las letras del cante acusan, de manera inequí­voca, las asombrosas peculiaridades de sintaxis, semántica, giros y mo­dos del habla andaluza: «Acuérda­te de aquel día/ que delante de un crucifico/ dijiste que me querías»; «Al hombre que está queriendo,/ hasta de noche, en la cama,/ el que­rer le quita el sueño»; «Anda qu? te den un tiro;/ nunca llueve co­mo truena:/ con esa esperanza vi­vo»; «Chuquilla, ¡valientemente/ dejaste tú mi querer/ por el decir de la gente!»... O la impresionante «Cuando yo me muera/ mira que te encargo/ que con la cinta de tu pelo negro/ me amarren las ma­nos» (11).

Variaciones sobre el mismo tema

«No eran (los gitanos), cuando llegaron a España, portadores de la más mínima tradición musi­cal» (12).

«En España, como en Rusia y en Hungría, el gitano no tiene música propia, ni bailes exclusivos, sino

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CandilCandilRevista

de Flamenco Peña Flamenca

de Jaén 1.144

que aceptan los modos nacionales y se acomodan a ellos» (13).

«El cante existía antes de que co­menzara a revelarse por boca de los gitanos» (14).

«El gitano andaluz se valió del cante y el baile andaluz primero como un medio más de vida. Des­pués, ya estabilizado, y como gita­no andaluz casero, perfectamente adaptado (aunque también a su ma­nera), con nombre y apellidos castellanos, oficio, amistades y res­ponsabilidades civiles, fue mol­deando, modelando, reelaborando, incorporando al fin tal cantidad de matices peculiares de su raza al vie­jo cante andaluz, que han llegado a creer, y con ellos no pocos anda­luces, que el cante es creación su­ya» (15).

«En su capacidad mimética, lo.., gitanos cultivaron con éxito, has­ta con gran éxito si se quiere, las artes populares andaluzas, a las que matizaron en muchos casos de un modo especial y muy característi­co. Esto hizo que se hablara de «to­reo gitano», de «cante gitano» y de «bailes gitanos»; pero de una for­ma tal y tan sin sentido, que se ha llegado al disparate de englobar en un mismo concepto lo gitano y lo popular andaluz» (16).

Cualquiera que se haya visto, al­guna vez, envuelto en esta polémi­ca, sabe el argumento que, en forma interrogante, formulan los gitanófilos: «Si los gitanos no crea­ron el flamenco, ¿cómo se explica que casi todos los primeros cantao­res que registra la Historia fuesen gitanos»?.

La respuesta es elemental: por­que fueron los primeros en profe­sionalizar el flamenco. Antes había sido interpretado en fiestas o en reuniones familiares, como sucede con todas las coplas del mundo, sin ánimo de lucro. Son los gitanos

quienes, con su aguda y especial lis­teza, comprenden que este arte puede dar dinero. Según parece, es un gitano de Jerez, Tío Perico Can­toral, el primero que se inscribe en un empadronamiento como «can­taor» (año 1780) y, a partir de él, se suceden los «artistas flamencos» de naturaleza gitana, a los cuales se unen, de forma paulatina, los no gitanos.

AfOL4S

(1) Los gitanos, el flamenco y los flamencos, de Rafael Lafuente (Barcelona, 1955).

(2) La copla popular andaluza, de Mercedes Pradal de Martín (Toulousse, 1967).

(3) ¡Oído al cante!, de A. González Climent (Madrid, 1960).

(4) Los payos también cantan flamenco, de P. Camacho Galindo (Madrid, 1977).

(5) Teoría romántica del cante flamenco, de Luis Lavaur (Madrid, 1976).

(6) Los cantes flamencos, de H. Schuchard (Sevilla, 1882).

(7) Academia de Ciencias de Viena. Sección Filología Histórica, LXI.

(8) Mundo y formas del cante flamenco, de Ricardo Molina y Antonio Mairena (Madrid, 1963).

(9) Es útil consultar Conquista de Nueva Es­paña, de Bernal Díaz del Castillo, y Los roman­ces de América, de Menéndez Pidal.

(10) Des bohemies et de leur musique en Hon­grie, de Franz Liszt (Leipzig, 1881).

(11) Hay autores que transcriben esta letra erróneamente, diciendo: «Cuando yo me mue­ra/ te pido un encargo». Es una forma equi­vocada, porque los encargos no se piden, sino que se dan, y porque al sustituir la frase «mi­ra que...» por «te pido», se está prescindiendo de un peculiar modismo andaluz.

(12) Tomás Andrade de Silva, en el fas­cículo de «Antología del cante flamenco» (Ma­drid, 1959).

(13) El delincuente español, de Rafael Sali- llas (Madrid, 1898).

(14) Bosquejo histórico del cante flemanco, de Manuel García Matos (Barcelona, 1950).

(15) ¡Somos o no somos andaluces?, de Luis Caballero (Sevilla, 1973).

(16) Algo más sobre lo andaluz, lo gitano y lo flamenco, de José María Osuna (Madrid, 1952).

Crónica del XX Congreso deArte Flamenco de Huelva

José Luis Buendía López(Enviado especial de CANDIL)

Una sesión del Congreso

Niño Jorge

Teléfono (953) 275687

Habían pasado siete años y la

ría del Odiel ni lo nota­ba. Nos recibió el lunes, 7 de sep­

tiembre de este año de eventos, co­mo si hubiera sido ayer cuando, entre las ondas de este mar bravio, Gómez Hiraldo, Paco Vallecillo, Manolo Cano y tantos otros que ya no están, no nos hubiésemos empeñado en detener la historia antes de que eclosionara con la avi­dez de los grandes acontecimien­tos. Entonces, hace siete años, amigos de Huelva, muchos de los que este año nos hemos reunido

bajo las pleamares de vuestra efe­mérides, ya intuíamos la hermosu­ra de vuestra aportación al Nuevo Mundo, la desazón agridulce de vuestros fandangos marineros in­comparables que, aunque carentes del dejillo que sólo vosotros sabéis imprimirles, nos apropiamos en aquel final de verano de no impor­ta cuántos años, ya que lo que real­mente interesa es que otra vez nos habéis convocado y de nuevo he­mos acudido junto a vosotros a es­trenar un corazón, a rezar un eterno minuto de silencio por los que ya no pueden acompañarnos.

Revista de Flamenco

Peña Flamenca1.145 de Jaén

El viaje

F ue el lunes cuando las naves es­peranzadas embarcaron en las naos de esa preciosa sede de la Casa de Colón, el abuelo lejano y marine­ro que a todos nos convocaba pa­ra iniciar la andadura marinera en ese espacio mágico que, hasta el sá­bado 12, supo ser para nosotros la mejor de las tres Carabelas para lle­varnos a buen puerto en el proce­loso mar de la flamenquería. Al timón, Agustín Gómez, quien, acompañado por Luis Córdoba y

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de Flamenco Peña Flamenca

de Jaén 1.146

José Luis Rodríguez, pusieron rumbo a la tierra prometida, alum­brando unos continentes para la verdad del cante, tal y como al día siguiente, bajo el cielo protector de la Peña «La Orden», realizaron Onofre López y Eduardo Fernán­dez Jurado, acompañados por una marinería de entusiastas fandangue­ros que, al contrario que sucedie­ra con el arriesgado genovés, no dieron entrada en sus corazones al motín ni al desaliento. Al fondo, sobre la blancura de una vela in­maculada, Juan Gómez Hiraldo, retirado por la muerte de tan es­pecial singladura, fue testigo de la importante gesta que comenzaba en el instante preciso en que, des­de diversos puntos de España y del mundo, los congresistas nos fui­mos agrupando bajo la enseña de esta nave capitana que, por segun­da vez en la historia de estos en­cuentros, es Huelva y su provincia.

Problemas de la navegación

N o le fue fácil al Almirante se­ñalar como felizmente concluso el periplo marinero, allá por los te­rrores góticos de fines del siglo XV. Tampoco para nosotros resul­tó sencilla la maniobra, pese a con­tar, desde muchos meses antes de nuestra salida a la mar, con un só­lido equipo, léase organización del Congreso, que hizo lo posible y lo imposible para lograr el éxito ab­soluto. Las ojeras y el cansancio de este exquisito Ramón Arroyo, ha­blan elocuentemente de su esfuer­zo y del resto de los que le han acompañado en este año de apasio­nado trabajo para hacer posible el milagro, felizmente conseguido, de que todos nos alegrásemos de ha­ber venido en peregrinación j on­da a esta Huelva de los blancos veleros. Gracias a todos, compañe­ros. De verdad. Sólo vuesta entre­ga hace posible el que confiemos

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de FlamencoPena Flamenca

1.147 de Jaén

nuestro tiempo libre, tan escaso, a actividades tan polémicas.

Por ello supo a gloria el encuen­tro de los congresistas rezagados en el mediodía del miércoles 9, cuan­do recibimos el material de traba­jo y las disposiciones adicionales, de cara a espectáculos y demás ac­tos sociales, de parte de la Secreta­ría del Congreso. Una bolsa en la que, casi todos, echamos de menos aportaciones enriquecedoras para nuestro arte, y es algo en lo que creo necesario detenerme. En efec­to, ni los bonitos adornos de pa­samanería con los que fuimos obsequiados, ni la brillantez exter­na del envoltorio, debería hacernos olvidar la pobreza de contenidos de una bolsa en la que abundaron más los folletos sobrantes de los esplen­dores del V Centenario, a todas lu­ces inútiles para nosotros, que la necesaria revisión discográfica (total­mente ausente, lo que es lamenta­ble en un Congreso que rememo­raba al genial Manolo de Huelva) como bibliográfica, ya que el dis­creto folleto (me resisto a llamar­lo libro) que se ocupaba de rescatar la memoria del mencionado to- caor, está, en su presentación y contenidos, a años luz de los mé­ritos del artista homenajeado.

No obstante, como nuestro in­terés humano por estos aconteci­mientos, rebasa con mucho la menudencia de la anécdota, toda vez que no había actos anunciados para esa mañana, los congresistas y acompañantes nos acogimos a ese espacio único e irrepetible de la Huelva eterna y, desparramados por sus aledaños, supimos gozar de su clima privilegiado y la bondad de sus gentes. El cronista, con un grupo de colegas, recaló en la gi­gantesca y bien abastecida Peña Flamenca de la capital para sentir al unísono la presencia a flor de piel de la amistad de sus socios y, más adentro, por los pulsos de la sangre, la quemazón agridulce de

Emilio Jiménez Díaz

-* «tf

Rodrigo de Zayas

Francisco Zambrano

Presentación del libro «Fosforito, el último romántico», de Francisco Hidalgo

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los buenos vinos del condado. To­dos, anfitriones e invitados, estába­mos a la espera de acontecimientos.

Estos no habían de hacerse espe­

rar mucho tiempo, ya que a las seis de la tarde nos esperaba la nada sor­prendente elección de la Mesa del Congreso, en la que, fieles a la más pura de las tradiciones, sin duda acrecentada por la valía de su om- nipresencia congresual, ésta resul­tó compuesta por los señores Alarcón Constant y Rojo Guerre­ro, viejos cruzados de esta causa, con la incorporación del eficacísi­mo Antonio Díaz, representante del Comité Organizador. Sin sor­presas pero sin sobresaltos. Sin no­vedades pero sin retrocesos. Cada cosa en su sitio y un lugar inexpug­nable para la correcta aplicación re­glamentaria, aunque a veces ésta encorsete y haga tediosos, y hasta ridículos, los debates. Todo queda­ba fijado para que el excelente ar­tista, Joaquín Martín, nos deleitara con la presentación de su carpeta de dibujos: «Vino viejo», una tier­na aproximación a los protagonis­tas de nuestro arte que hubiera lucido espléndida como regalo en la poco abastecida bolsa de los con­gresistas.

Caía la noche, húmeda de anti­guos resplendores, sobre la ciudad marinera, cuando la hospitalidad del primer edil onubense nos aco­gía en los jardines de la Casa de Co­lón para obsequiarnos con una copa de vino de bienvenida que templó nuestros ánimos para em­prender la singladura hacia ese pa­radisíaco lugar de la Rábida en el que, congresistas y acompañantes, asistimos a la representación de la obra, un tanto pretenciosamente calificada como «ópera flamenca», que lleva por título: «Y después... América», una honesta propuesta sobre el hecho del Descubrimien­to, en base a todos los estilos del fandango de la provincia de Huel­va, pero que adolece de una mala puesta en escena, coreografía ina­decuada y una dirección artística que deja bastante que desear, con­virtiendo las bellas voces de sus in­térpretes en una sucesión de cantes hilvanados que muy bien podrían haberse desarrollado en un simple recital.

En alta mar

La sesión del jueves, día 10, es­

tuvo marcada por la polémica y el interés de un homenaje. Como si

Manuel Cómitre

de una exacta división matemáti­ca se tratara, la primera parte de la jornada la ocupó la sana discrepan­cia, mientras que la tarde discurría por los senderos entrañables del homenaje aceptado y compartido. Abrió la santabárbara de los true­nos ese gran congresista pacense que es Francisco Zambrano para plantear en su ponencia: «Las lla­ves de oro, necesidad de una refe­rencia», la conveniencia de que tan mítica enseña flamenca, actualmen­te bajo propiedad intelectual de la Junta de Andalucía, se otorgue de nuevo a quien pueda merecerla, bajo la garantía de un baremo que Paco expuso en el rigor que lo ca­racteriza. Inmediatamente la pa­sión, la discusión civilizada en torno a un tema que nos dividió a los congresistas y que puede ser el anticipo de la III Guerra Mun­dial de llevarse a cabo, tal y como presumismo que se hará, ya que las conclusiones fueron aprobadas por una amplia mayoría, aunque no contaron con nuestro voto, ya que, entendemos, que entregar un galar­dón de galardones, de por vida, y hasta con una pensión económica aparejada, tal y como fue aproba­do por el Congreso, transforma al receptor de la misma en el gran

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de Flamenco Peña Flamenca

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Actuación de la Peña Flamenca Femenina de Huelva

Representación de la obra: «Y después... América»

santón del cante, funcionario eter­no, guardián del tesoro de los Ni- belungos que, como es sabido, su sola tenencia acarrea desgracias sin cuento al que lo posee.

Habría de seguir la polémica en aquella mañana, ya bastante calen- tita, gracias a la intervención de Manuel Cómitre, acerca de «Rela­ción entre el toque de verdiales con los acordes flamencos», en donde el ponente concluye que todos los acordes del llamado cante flamen­co hunden sus raíces en el de los verdiales, pretenciosa aseveración que, finalmente y tras la pertinen­

te ilustración práctica de estilos, fue matizada en el sentido de que sólo «algunos» de los cantes flamencos se enriquecen de tal savia nutricia.

La sesión de mañana fue cerrada

con la presentación que Francisco Valero llevara a cabo del libro: «Fosforito, el último romántico», del cordobés, afincado en Cornellá, Francisco Hidalgo, del que ya rea­lizamos la oportuna reseña en un número anterior de la revista. En­tusiasta evocación del maestro pon- tanés que sirvió para motivarnos en nuestra inminente visita a la Pe­ña Flamenca Femenina, en donde

Romualdo Molina

Mesa redonda: «Algunos aspectos no flamencos, para la comprensión de los cantes de ida y vuelta»

fuimos agasajados con el amor, la ternura y la flamenquería que es­tas mujeres saben imprimir a todo su quehacer, evidenciando con cre­ces las dos aseveraciones de su nombre, esto es, que es flamenca por los cuatro costados y femeni­na como el vientre de una madre, suave placenta de mujer que en­vuelve vida, que desarrolla arte, y que, sobretodo, cuando te alejas de ella, notas como nunca la presen­cia de un mundo hostil para el que sientes no estar preparado.

La tarde comenzó y la noche dis­currió por la vía del asentamiento y el homenaje emocionado a la figura irrepetible de Manolo de Huelva, en el Centenario de su na­cimiento, para lo que se contó con la presencia física de Rodrigo de Zayas, amigo personal del guita­rrista, quien desgranó recuerdos en carne viva, llenos de rasgos perso- nalísimos y alejados de los tópicos literarios y grandielocuentes. Algo parecido sucedió con la mesa re­donda celebrada a continuación con alguno de los coautores del libro sobre Manolo, editado con motivo del Congreso y del que ofrecemos referencia particular en nuestra sección bibliográfica. Se trató de los planos humanos y ar­tísticos del homenajeado, se cum-

Manuel Ollero con Manolo Azuaga Presentación del libro «Juan Breva: vida y obra»,de Gonzalo Rojo

plió, en fin, la hermosa labor de aproximar el mito hasta los que no tuvimos la suerte de conocer al hombre, y ello se prolongaría más tarde en el acto celebrado sobre su figura en el remozado y bellísimo Gran Teatro, en el que tres artes distintos: cinematografía, guitarra y poesía, compusieron un florile­gio de lujo sobre los residuos de la memoria rescatada felizmente en el Congreso acerca de este artista que tanto dignificara la guitarra.

El viernes, 11Ija mar aparecía en calma, tras la

accidentada andadura de algún tra­

yecto pasado. En la torre vigía, Ro­mualdo Molina, tras disculpar la ausencia del coautor Miguel Espín, llenaba de incógnitas la sala de se­siones con su «Tristeza de vuelta», una arriesgada interpretación del fenómeno de dicho sentimiento como conformador de la estética flamenca y que, según los autores, fue incorporado al cante por Silve- rio Franconetti, después de su es­tancia americana, en la que se impregnó de tales sones tristes, de los acentos nostálgicos y terribles de aquellas gentes rebozadas en des­dichas.

Lamentamos que la actitud sufra-

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de FlamencoPeña Flamenca

1.149 de Jaén

guista, súbitamente desatada en la presidencia de los congresos, opi­naron que había que someter a vo­tación lo que no era más que una hermosa comunicación que puede o no ser creída, pero a la que no va a afectar para nada que, final­mente realizada la ridicula consul­ta, en contra de los criterios de muchos congresistas entre los que me cuento, fuera rechazada. La verdad o la mentira de las asevera­ciones intelectuales no se demues­tra con fonambulescas votaciones, sino con el juicio definitivo de la historia. Ruego a futuros presiden­tes del Congreso no olviden tan elemental deducción.

A continuación, Manuel Cabe­zas presentaría una confusa y abu­rrida mesa redonda sobre aspectos «no flamencos» de los Cantes de Ida y Vuelta, en la que economistas, psicólogos y especialistas en otras disciplinas diferentes contaron su bien aprendida lección, totalmen­te alejada del análisis de tales he­chos musicales. Menos mal que se pospuso para la tarde la presenta­ción del libro de Gonzalo Rojo: «Juan Breva: Vida y Obra», ya que nuestro amigo malagueño evitó mezclar la frescura de su trabajo con el encorsetamiento de tales planteamientos.

Bernard Leblón

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El conferenciante Emilio Jiménez Díaz, con Chano Lobato y Emilia Jandra

«Tres movimientos flamencos», de Mario Maya

La Moguer blanca y cercana nos acogió en su Peña Flamenca para ofrecernos lo mejor de su arte y su gastronomía, haciendo posible, una vez más, el relajado diálogo con la presencia de los duendes jon- dos, la broma amistosa con el aprendizaje; en una palabra, aque­llo que, a la mayoría, nos impulsa, pese a todo, a asistir a los Con­gresos.

ernard Leblon, tras la presenta­ción del libro de Juan Breva antes aludido, expuso una interesante ponencia sobre los «Ritmos de Ida, de Vuelta y de Vaivén», en la que

analiza las relaciones de los Tangos, Guajiras y Rumbas con sus refe­rentes americanos, a la vez que ana­liza su entronque con la posterior evolución flamenca andaluza. Na­da se tenía que haber votado, pero la fiebre «democrática» se impuso de nuevo y se votó algo tan pinto­resco como que todos estábamos de acuerdo en que el presente tra­bajo debía servir de base para es­tudios posteriores. Sin comentario.

La jornada dedicada a estudiar es­tos cantes se clausuró con la bri­llante conferencia de £mz7zo Jiménez Díaz, quien contó con la colaboración de Chano Lobato,

Norberto Torres

Emilia Jandra y la guitarra del jo­ven maestro José Luis Rodríguez, para ir analizando cada uno de los estilos, a cuya descripción exacta por parte del conferenciante siguió su ajustada interpretación. Gracias a Dios en esta ocasión no se votó nada. El aplauso para todos fue tan unánime como el que dos horas más tarde tributábamos, ya bajo el techo protector de la luna de la Rá­bida al bailaor Mario Maya, quien, a través de sus «Tres movimientos flamencos», supo enternecer nues­tras fibras jondas y hacernos recu­perar la fe en un arte que, pese a las agresiones continuas que sufre, permanece maravillosamente vivo.

¡Tierra!

La aventura marinera del Con­

greso llegaría a su fin este sábado, 12 de septiembre, que se abría con la ponencia de Norberto Torres y Jean Paul Tarby sobre: «Diez años de Flamencología. 1981-1991», de­fendida únicamente por el prime­ro, por ausencia, que sabemos inexcusable, de Jean Paul; en la misma se pasa revista al discurso sobre el flamenco que se puede ex­traer a la luz de los resultados de los diez últimos Congresos de Ac­tividades Flamencas. Fue una inte­

resante manera de ponernos ante el espejo de nuestros acierdos y, ¿cómo no?, de nuestras grandes ca­rencias, instándonos a ser más ope­rativos y científicos, lo que parece que a algunos congresistas no les agradó. Ya saben, los ilustrados se quejaban de que el pueblo español protesta cuando les lavan la cara.

Tras diversas comunicaciones leí­das, acerca de la propiedad intelec­tual de la denominación de Cantes de Ida y Vuelta (que reclamaba pa­ra sí Fernando Quiñones) o la fal­ta de liquidez económica de los Comités Intercongresos (José Arre­bola), así como la necesaria refor­ma de algunos puntos polémicos del Reglamento (Francisco Zam­brano) y de la lectura de las rocam- bolescas «Conclusiones», tan parecidas a las del Concilio de Ni- cea, fue presentado el próximo congreso de París por su coordina­dor, el profesor Jaime López Kra- he. A continuación se guardó un minuto de silencio por los compa­ñeros desaparecidos este año (¿por qué no al principio del congreso?), se renovó, con la persona de Fran­cisco Hidalgo, el Comité Ejecuti­vo, y se eligió Estepona para la celebración de nuestras actividades en 1994, dejando para otra ocasión el generoso ofrecimiento de Santa Coloma de Gramanet. A las dos y media de la tarde, el presidente, se­ñor Alarcón, como un nuevo Ro­drigo de Triana, gritaba «¡Tierra!», dando por concluido este XX Con­greso de Arte Flamenco.

Sería la Peña Flamenca de Punta Umbría el lugar en el que descan­saríamos todos, apurando ese vino tan rico que tan mal nos sabe a to­dos cuando marca el comienzo de las despedidas. En el transcurso del acto, el entrañable Rafael Morales Montes, presentó la VIII edición del Concurso Nacional de Cante «Yunque Flamenco», y Paco Toron­jo y un grupo de aficionados sem­braron el aire de fandangos que

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Actuación en la Peña Flamenca de Punta Umbría

Presentación del «Yunque Flamenco»

parecían pañuelos al viento, anun­ciando nuestra próxima partida.

Final

C2on la tristeza de todos los años,

pero con la alegría de sabernos jun­tos una vez más, convocados in­sistentemente por este arte que amamos de forma desmesurada, se celebraron en el hermoso comple­jo del hotel Islantilla de Lepe, los actos protocolarios de clausura. Sentíamos resoplar el Atlántico a nuestras espaldas mientras que Chano, Manola de Huelva y el Mis- Paco Toronjo con José M.a de Lepe

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de FlamencoPeña Flamenca

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Juan Carlos Romero

El Mistela

Presentación del congreso de París, por Jaime López

Juan de la Malena

Manola de Huelva

tela se entregaban a su arte. Entre discursos oficiales y los inevitables intercambios de direcciones a los llegados más recientemente, veía­mos amanecer a ese domingo, con su guarismo poco flamenco de 13 de septiembre, un día que ya no pa­saríamos en Huelva.

Quedaba solo el mar con el eco soterrado de nuestras discusiones, pero también con el aliento de nuestra amistad sostenida a lo lar­go de los años y muy por encima de nuestras puntuales diferencias. Fijábajos la vista en las olas azules, bañadas por la brisa, y, en su hori­zonte imposible, algunos intuía­mos la presencia inexacta de París, con la disculpa, a nuestra impreci­sión geográfica de que todo lo ama­do se agiganta en el recuerdo. Deberíamos aprender algo de fran­cés para poder, el año que viene, agradecer a los próximos anfitrio­nes, su entrega, como ahora mis­mo lo hacemos con Huelva. Muchas gracias, amigos. Merci, France... ■

Teléfono (953) 271448

El arte de Mario Maya y «El Mistela» en Huelva

Rafael Valera Espinosa

Sin temor a equivocarme, pien­

so que los congresistas que asistimos al XX Congreso de Arte

Flamenco de Huelva, íbamos pre­dispuestos a escuchar con estoicis­mo todos los fandangos onubenses que nos cantaran, así como toda la sensiblera dulzura de los estilos de «ida y vuelta», a los cuales estaba dedicado al evento por aquello del Quinto Centenario. Y en honor a la verdad, no sé si por la predispo­sición, éste que les escribe no tu­vo en ningún momento sensación de hartura, aunque si el espectácu­lo «Y... después América» hubiera durado cinco minutos más, esta sensación sí se hubiera producido, pues, a pesar de realizar un exten­so y completo recorrido por los lo­calismos y personalismos —en el que imperó el tratamiento «atoron- jao»— de los fandangos de la tierra, la pobreza de la coreografía y el visualizar siempre el mismo esce­nario y atalajes, otorgaba determi­nada monotonía a la representa­ción.

O tro ambiente bien distinto fue el vivido en la Peña Flamenca Fe­menina de Huelva, donde un rami­llete de las componentes de su cuadro flamenco, con una mesura digna de la sensibilidad que las dis­tinguen, nos cantaron el adecuado número de fandangos para satisfa­cernos en una justa medida. Cir­cunstancia ésta que también se produjo en la Peña del Cante Jon- do de Moguer, en la que tanto Ma­

nuel Ollero como Juan Pérez «Vicentico», pusieron su granito de arena para solaz y diversión de los asistentes. Y aunque el ambiente lo propiciaba, el desarrollo de las ex­tensas jornadas de debate y la can- sinería de algunos, produjo la desbandada en la Peña Cultural Flamenca de Punta Umbría, una vez que Paco Toronjo, con su ha­bitual quejío y sus filosóficas letras, evocó personalismos como el de Rebollo y localismos como el de

Revista de Flamenco

1 i r Flamenca1.1D J de Jaén

su tierra, aunque con determinadas carencias en los remates. Y es que una programación atosigante, a la que hay que sumar el empecina­miento de debatir lo indebatible, a veces sin contenidos sustanciales, favorecen deserciones como la pro­ducida por la casi totalidad de los asistentes al acto.

Lo que sí ha quedado claro en es­te Congreso, y por tanto pienso que ha sido el principal logro, es el haber colocado en el sitio que le correspondía —dando al traste con ese tufillo de leyenda negra que lo aureolaba— a la figura de Manuel Gómez Vélez, «Manolo de Huel­va». Y si el congreso estaba dedi­cado a los cantes de «ida y vuelta», el auténtico protagonista del mis­mo ha sido el tocaor de Río Tin­to. Su magnífico compás, su creatividad, sus menudas rarezas, así como su larga trayectoria, han quedado expuestas con rotundidad a través de la conferencia de Ro­drigo de Zayas, de la edición del libro «Manuel Gómez Vélez. Ma­nolo de Huelva» y de la película proyectada sobre el maestro, acto éste último que fue complementa­do con los recitales de guitarra de Diego de Morón y Juan Carlos Ro­mero.

El protagonismo de los denomi­nados estilos de «ida y vuelta» lo asumieron Emilio Jiménez Díaz, Juan Ramírez Sarabia «Chano Lo­bato», Emilio Jandra y José Luis

Mario MayaTRES MOVIMIENTOS FLAMENCOS I

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de FlamencoPeña Flamenca

de Jaén 1.154

Rodríguez. El primero con una conferencia sobre el tema que ilus­traron los artistas. De las interpre­taciones de los cantaores habría que destacar los tanguillos del Ez- peleta y las matizaciones gaditanas en las guajiras de «Chano Lobato», así como las también guajiras y vidalita de Emilia Jandra —la últi­ma evocadora de La Niña de la Puebla—, con demasiada inclina­ción al desarrollo dulce de los can­tes. En esta misma línea, pienso que con un obligado compromiso, en el acto de clausura del Congre­so, Manola de Huelva con la gui­tarra de Juan Carlos Romero, desarrolló estos estilos en una te­situra casi forzada y con mucha in­clinación a Marchena. Lo suyo hubieron de ser los fandangos de su tierra como demostrara al final de su actuación. Quizás en este mismo espectáculo, «Chano Loba­to» insistió demasiado en estos pa­los, cuando su escuela, compás y ecos gaditanos, lucieron en sus cantiñas-alegrías, aunque hay que destacar su colombiana por bu­lerías.

M as la brillantez flamenca la pu­sieron Mario Maya y «El Mistela» con su baile. El primero, con el es­pectáculo «Tres movimientos fla­mencos», estructurado como si de una obra sinfónica se tratara, apor­tó modernidad y conjunción en el primer acto, reivindicación y an­sias de libertad igualitaria, en el se­gundo, con un claro retorno a sus trabajos con Heredia Maya, pero con la perfección que le ha dado su evolucionada maestría. La crea­tividad del artista se definía con ro­tundidad en el tercer movimiento: «El Rito». Inspirado en «El Amor Brujo», Mario describe con perfec­cionismo el rito de la boda gitana. Todo es fiesta, alegría, embrujo y compás. No podía ser de otra for­ma, pues esta representación tiene

XX CONGRESO DE ARTE FLAMENCO7 AL 12 DE SEPTIEMBRE

HUELVA 1992HOMENAJE A MANOLO DE HUELVA

Cantes de ida y vuelta

5b

Mario Maya«Tres movimientos flamencos»

El «Mistela» con Paco Jarama a la derecha y Salvador Gutiérrez a la izquierda

un final feliz y no existe rivalidad por la novia como sucede en la obra de Falla. Desde que se inician los primeros compases de este mo­vimiento y en los que se evidencian los preparativos nupciales, el cua­dro flamenco va patentizando la fiesta. Aparecen seguidamente los protagonistas, los novios, para, en un artístico baile, desarrollar la sen­sualidad y dulzura de una danza nupcial que es muestra viva de la capacidad artística de Mario, aun­que haya cierta influencia de la es­cuela bolera. A partir de aquí, todo lo que acontece tras la boda. Para ello, el bailaor y su cuadro dan un auténtico recital de bailes flamen­cos y todos con un magnífico com­pás, incluso hasta los fandangos de Huelva. La medida del escenario a través de bulerías por soleá y por caña; belleza y gracia por los cita­dos fandangos; alegría y compás por cantiñas; fiesta y conjunción por tangos y ritmo y quiebros en las bulerías finales, que suponen la apoteosis de un acontecimiento feliz.

Por su parte, Juan Antonio Ro­dríguez García «El Mistela», con Juan Reina, Paco Jarana, Salvador Gutiérrez y Fina, fue el catalizador —en una noche fría— que hizo re­vitalizar los duendes flamencos en «Islantilla». Para ello, un cante por bulerías de Juan, que supo ser la an­tesala al magnífico baile del de Los Palacios. Con semblante serio y se­reno —como corresponde a la pres­tancia del baile masculino—, con preciosa y sobria colocación en el escenario, «El Mistela» se arrancó por cantiñas con el compás nece­sario para ir desarrollando compo­sición de figura, perspectiva del escenario, seguridad en los giros y una preciosa derivación a las bule­rías que fueron muestra de la maes­tría actual del sevillano y que estuvieron en consonancia con su espléndido arte.

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1.1D D de Jaén

Presentado el libro «Antonio Mairena en el mundo de ____ la siguiriya y la soleá»,

de Luis Soler Guevara y ______ Ramón Soler Díaz______

Pedro Sánchez Ortega

Dentro de los actos progra­

mados por la Junta de An­dalucía, al hilo de las celebraciones

universales de Sevilla, en homena­je a don Antonio Mairena como Andaluz Universal, y bajo el títu­lo: «Honores al Señor Antonio Mairena», el consejero de Cultura y Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Suárez Ja­pón, presidió la presentación del libro: «Antonio Mairena en el mundo de la Siguiriya y la Soleá», original de Luis Soler Guevara y Ramón Soler Díaz; ambos corres­ponsales de CANDIL en Cádiz y Málaga. Presentación que corrió a cargo de Manuel Martín Martín, director cultural de la Fundación Antonio Mairena y crítico de fla­menco de D16.

Al acto, que tuvo lugar en los sa­lones del hotel Al-Andalus Palace de Sevilla, el día 1 de agosto pasado, asistieron gran número de perso-

ANTONIO MAIRENAEN EL MUNDO 11IS SOLER (il EX ARA

DE LA SIGUIRIYAY LA SOLEA

nalidades de la cultura, aficionados y artistas flamencos.

En cuanto a la obra presentada, es producto de la desmedida afición de los autores y del trabajo de in­vestigación rigurosa que durante seis años han llevado a cabo, don­de se recogen y analizan casi 1.300 soleares y más de 700 siguiriyas de artistas nacidos antes de 1920, co­tejándolas con las que dejó graba­das el maestro de los Alcores; poniendo de manifiesto la recrea­ción y evolución que estos cantes han tenido en Antonio Mairena.

Cumple decir, que los autores objetivan con honestidad sus cri­terios sin dejarse llevar por prefe­rencias cantaoras personales.

Es de admirar la seriedad y rigu­

rosidad de la investigación que, tío y sobrino, han llevado a cabo du­rante esos seis años, así como la metodología empleada en el análi-

Instituto de Estudios Giennenses. Candil : boletín de la Peña Flamenca de Jaén. N.º 83, 9/1992. Página 23

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de Flamenco1 A c-r Flamenca1 • 15/ de Jaén

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de Jaén 1.156

sis de datos y las escuchas del ma­terial fonográfico; consiguiendo hacer de este libro —casi 600 pá­ginas— un instrumento de consul­ta imprescindible para todo buen aficionado, y que a buen seguro se convertirá en un clásico del fla­menco.

En el mismo acto se hizo entre­ga por José Luis Cubería Graña, presidente de la Fundación Anto­nio Mairena —entidad patrocina­dora— del III Premio de Periodis­mo y Ensayo Antonio Mairena, dotado con un millón de pesetas, a los autores Luis Soler Guevara y Ramón Soler Díaz, por su trabajo «Origen y evolución de la Siguiri- ya y la Soleá en Antonio Mairena», trabajo que motivó la obra presen­tada, y que ha sido coeditada por la Fundación Antonio Mairena y la Consejería de Cultura de la Jun­ta de Andalucía.

Finalmente, se presentó la disco- grafía completa de Antonio Mai­rena, editada por la Consejería de Cultura, recogida en una colección de dieciséis compact-disc que anto- logiza todos los registros sonoros que impresionara el maestro, en un período de más de cuarenta años (1941-1983).

Sólo resta desear que el libro ten­ga la distribución nacional que la obra se merece, por parte de la Fundación Antonio Mairena, y no se quede en el mero objetivo de re­cuperar la inversión. Creemos que el trabajo realizado y la insigne fi­gura de Antonio Mairena deman­da el esfuerzo de la Fundación como uno de sus objetivos priori­tarios.

Nota: Todos los aficionados que estén inte­resados en la adquisición del libro, pueden di­rigirse a Francisco Celaya, Plaza Santa Cruz, 2, 2.°-E, Sevilla - 41004, y a C.E.F.Y.C., S. A. Decano Félix Navarrete, 2, Málaga-29002. O bien a los autores Luis Soler Guevara, Avda. de Holanda, bloque 1-C, 4.°-D, Algeciras (Cá­diz), teléfono (956) 653734, y Ramón Soler Díaz, Pasaje San Fernando, 3, 9.°, Málaga - 29002, teléfono (95) 2323072.

Rosario López

Teléfonos (953) 253139 232014 - 230287

Aunque no quepa en el papel...José Luis Buendía López

Discutir con Félix Grande

acerca del contenido de es­te libro, constituyó la más hermo­

sa disputa sobre la intangibilidad de la poesía que me ocurriera du­rante el verano de 1991, fecha en la que, bajo su dirección, un gru­po de aficionados debatíamos en El Escorial sobre el papel de los inte­lectuales en el flamenco. Y he di­cho lo anterior porque difícilmente se puede bajar a un poeta de la ta­lla de Félix de la seguridad de sus convicciones. Cuando uno se en­frenta al debate científico, resulta fácil desmontar las opiniones del contrario si uno tiene la suficiente tenacidad como para ir tirando por tierra las teorías opuestas a las nues­tras, a base de una constatada y se­ria argumentación de conclusiones bien probadas y que, al mismo tiempo, contengan datos suficien­tes que invaliden los de nuestro an­tagonista. Ya saben ustedes que, como decía Antonio Machado: «la verdad es la verdad, dígala Agame­nón o su porquero», y hasta el mis­mo Juan Pablo II ha tenido que admitir, algo tarde, es verdad, que Galileo llevaba razón al afirmar que la tierra giraba en torno al sol.

P ero eso no vale con un poeta,

porque su verdad no es unívoca ni demostrable, sino que un día se le agarra al alma y lo zarandea con la misma fuerza con que los atar­deceres del otoño pueden hacernos cambiar las más arraigadas convic­ciones, transformando el frío en brisa benefactora o la decadencia del esplendor natural en sublima-

«García Lorca y el Flamenco»

Félix Grande

Editorial Mondadori.Madrid, 1992.

dos estados psicológicos de lo in­animado.

Y es que un poeta es siempre un poeta, y si, por añadidura, está cri­ticando la labor de otro, que ade­más se apellida García Lorca, la argumentación se torna imposible, ya que le perdona cosas tales como considerar al cante flamenco: «crea­ción del pueblo español», o que afirmara sin rubor que la taranta y la romera son cantes gitanos por excelencia. Para Félix, nada de es­to tiene importancia, puesto que: «A pesar de sus ignorancias ocasio­nales, volando sobre ellas, corri­giéndose a sí mismo y, en una

palabra, conduciendo el conoci­miento poético hasta mucho más allá de su propio saber intelectual interesado por un fenómeno expre­sivo, García Lorca nos dejó algu­nas iluminaciones inéditas e irrepetibles» (página 35).

^Estamos de acuerdo, Félix. Qui­

zá en El Escorial, el año pasado, so­bró pasión y faltaron ventanas poéticas abiertas para respirar vues­tro aire. Ahora tu libro lo ha deja­do bien claro. De los juicios de Federico sobre el flamenco hay que aspirar el olor de la planta, nunca abrazarse al tallo. El granadino ha­blaba, como en su preciosa defini­ción de «El Duende», «desde la planta de los pies», y ahí se equi­voca, puesto que prima, sobre la ra­zón, el conocimiento.

Además, el autor del libro que criticamos se reboza en una her­mosa transcripción de la vida y la muerte de Federico en términos flamencos, y nos transmite la sen­sación de que el autor de el «Ro­mancero gitano» vivió alientos jondos y transpiró el último sus­piro dentro de la estética de nues­tro arte. Desde luego, si todo ello no es cierto, cosa que yo no sé, aunque mantengo mis dudas, está magistralmente contado. De cora­zón a corazón. Como dijimos en su día de las «Memorias del Fla­menco» y de esa «Agenda Flamen­ca», tan arrebatadora, cuando hablan los poetas y nos transmiten sus emociones, es mejor callarse. Poner en entredicho sus teorías se­ría como discutir el dictado de la lluvia en otoño. ■

Carlos Cruz

Teléfono (953) 441028

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( \

Enderezando entuertos

A don Sebastián Fuentes Galván, de Mijas-Costa (Málaga)

MIGUEL ALCALA

I FFLAMENCO

ETLES GITANS

Señor mío. Le felicito por el hecho de ser asiduo lector de esta in­comparable revista.

Accediendo a sus deseos, con mucho gusto contesto a su amable carta a través de «Candil» con el propósito de «alumbrarle» como usted se merece.

Le agradezco el envío que me ha hecho del trabajo publicado por el señor Gonzalo Rojo en el Diario «Sur», referente a mi llorado e inolvidable amigo José Muñoz «Pena hijo».

Es cierto que hace ya algún tiempo que publiqué en este mismo vehículo de comunicación, unos datos biográficos del desaparecido cantaor. (Días antes de su óbito recibí una carta suya enviándome una fotografía en la que aparece junto a González Climent.)

Hoy reitero lo que ya dije a mis lectores. A esos lectores que admi­ro y respeto, dignos acreedores a que se les ofrezca la verdad y nada más que la verdad: Que el finado nació en la ciudad de Málaga, el día cuatro de septiembre de 1900. Que fue hijo de la gran bailaora «Carmen la Dientúa», quien lo alumbró en estado de soltera.

Pepito, como le decían en Madrid sus compañeros, hijo natural de Sebastián, el gran cantaor Perote, falleció en la ciudad de Mendoza, en su domicilio sito en la calle del General Paz, número 267, donde, junto a su compañera Lola, tenían establecida una humilde pensión, de la que vivían con honestidad. El óbito se produjo a las 15,30 ho­ras del día primero de septiembre de 1969.

Al igual que usted, yo también lamento que se den noticias falsas.¿Sabe usted por qué son muy pocos los que dicen la verdad biográ­

fica? Sencillamente, porque no investigan. ¿Y por qué no lo hacen? Porque la investigación es muy pesada y costosa. Por eso no pueden decir la verdad, porque no poseen, como yo poseo, en este caso de «El Pena hijo», su certificación de nacimiento y la de su defunción. ¿Sabe usted cómo conseguí la certificación de defunción? Compran­do dólares y después molestando a nuestro embajador en Argentina. Así, de igual forma, conseguí la de Angelillo y el Niño de Utrera, entre otros.

Quiero que sepa que el original de la fotografía del cantaor, utiliza­da por el señor González Rojo, al igual que otras muchas que han sido publicadas, suprimiéndoles la indicación de «Archivo Yerga», es de mi propiedad. «El Pena hijo» me la envió junto a otra de su padre. Y en uno de mis desplazamientos a Málaga, hice copia de ellas en «Foto Arenas» y las regalé a la peña de Juan Breva (de la que soy socio de honor), lugar de donde, supongo, la habrá obtenido el arti­culista.

Señor Fuentes. El día que yo falte, ¡cuán tranquilos van a quedar aquellos que escriben sin ton ni son! ¡Qué alegría —dirán— saber que ya nadie nos va a enderezar nuestros entuertos!

Abrace a mi hermano.Salúdole,

Manuel Yerga Lancharro

l__________________________ )

A don Carmelo García Espejo, lector de «Candil»

Señor mío:Le agradezco su felicitación por

mi minúsculo trabajo de investi­gación sobre aquel gran guitarris­ta, Luis Molina.

¿Sabe usted cuánto tiempo me ha llevado la investigación sobre el artista para saber que fue hijo de una señora de Antequera, que en estado de soltera tuvo a dos hi­jos que serían dos portentosos gui­tarristas, Luis Molina y Antonio el de Jerez? ¡Mucho y... algunas pesetas!

En cuanto a la biografía del gran Silverio le diré lo que ya he dicho muchas veces: que la bio­grafía, una vez terminada no se­rá publicada, al menos por mí. Que tengo de él su partida de na­cimiento, su defunción, sus dos expedientes matrimoniales, docu­mento donde se justifica que no hizo el servicio militar. Que des­de muy niño residió en Málaga. Tuvo en esta capital tres domici­lios, en el último ya casado. Fue hombre de negocios y tuvo, por su enorme personalidad y aires de gran señor, relación con la bue­na sociedad de Málaga y Linares.

¿Sabe usted por qué no la voy a publicar, porque ya estoy har­to de que todo el mundo me co­pie sin mencionarme para nada.

¿Quién supo que la madre de El Pena, hijo, fue Carmen la Dien­túa? ¡Nadie! Lo publiqué y hoy lo sabe y lo ha publidado el ya cé­lebre Alvarez Caballero.

Vea la fotografía del gran Silve­rio. ¿Verdad que no tiene aires de cantaor?

Salúdole.

Manuel Yerga Lancharro

l____________ J

TEXTE DEALFONSO EDUARDO

PEREZ OROZCO

A

filipacchi

ALREO de laFIESTA GITANA

Dibujos de Miguel Alcaládel libro «Le Flamenco et les gitans», Editorial Filipacchi, París, Francia,

reproducidos bajo licencia del autor.

5 Textos de Manuel Martín Martín

Instituto de Estudios Giennenses. Candil : boletín de la Peña Flamenca de Jaén. N.º 83, 9/1992. Página 25

La Fernanda—Fernanda Jiménez Peña (Utrera, 1923). Con la ilustrísima Fernanda se anun­cia el estilo severo y la fluidez de un flamenco de rango superior. Difícil resulta encontrar pala­bras para definir los cantes de Fernanda de Utrera. Es un imposible, sería como describir al duende. Lo cierto es que nos enloquece y hasta los más incautos se han convertido ya al fernandismo. El duende la ha elegido como confidente y destinataria de lo inmedible. Por eso, ni tiene rival ni puede someterse a cotejo histórico. Auroleada de genialidades hiperbólicas, forma tan personal de cantar es ya de por sí una puesta en ambiente incomparable. La gran portadora del más ran­cio cante gitano habitará de manera intemporal entre nosotros.

1.160 1.161Instituto de Estudios Giennenses. Candil : boletín de la Peña Flamenca de Jaén. N.º 83, 9/1992. Página 26

La Bernarda.—Bernarda Jiménez Peña (Utrera, 1927). Ha marcado un hito en la historia del cante gitano denotando un nuevo pensamiento festero y concretando unos cantes a los que ya resultan extraños cualquier ropaje que no fuera el que la propia Bernarda implanta. Quien no baja la cerviz ante nada ni ante nadie, quien lo mismo relata crónicas sentimentales que acen­túa de manera personal el repertorio popular, ha logrado, por tanto, una unidad musical con personalidad propia, que se traduce en la creación de un estilo con las siguientes premisas: la asimilación de los matices más diversos, la hondura dulce de su voz, el fraseo ágil, el prodigioso ritmo asincopado y el magisterio técnico de su compás.

1.162 1.163Instituto de Estudios Giennenses. Candil : boletín de la Peña Flamenca de Jaén. N.º 83, 9/1992. Página 27

Grabié y La Rebolera.—Gitanos alcalareños que gustaban acompañarse del arte especial del Poeta de Alcalá, aunque éste sea originario de Morón de la Frontera. Sus cantes por tangos, asin­copados y chisposos, y su «pataíta» del mejor gusto, reducían su secreto a la forma, a la gracia expresiva de un ritmo tan suelto y ágil como natural y jugoso. Representan a esa gitanería de la tierra del gran Joaquín el de la Paula, que quedaron en el anonimato por ser celosos conserva­dores de sus maneras ejecutoras, y que sólo el paso del tiempo le rinde justicia postumamente, a fin de buscar la comprensión en esa minoría aficionada y ávida de conocimientos jondos.

1.1651.164

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Las «Poesías de los gitanos», publicadas por George Borrow

en 1841. Edición íntegra Arie C. Sneeuw

Tomás Torres.—Tomás Soto Torres (Sevilla, 1907 - Sevilla, 1976). Hijo de quien atesoró como nadie los «somos negros», Manuel Torre, y de la gran bailaora Antonia la Gamba. Casóse con María Loreto, más conocida por María la Coja, y nos legó en el «Archivo del Cante Flamenco» seguiriyas de su padre y soleares de Joaquín el de la Paula y El Mellizo, donde su voz grave, oscurecida y enjundiosa, aumenta la tensión a la par que enriquece y da un especial interés a la coherencia de los estilos. Siempre acompañando al maestro Mairena, su sobresaliente persona­lidad le confería categoría de personaje extremadamente racial, de latente espíritu épico. Como bailaor rezumaba una gitanería apabullante.

El libro que sobre los gitanos

de España publicó George Borrow en 18411 y del que salió

una versión en castellano en 19322, ha llegado a ser referencia inevita­ble en los estudios del flamenco. En realidad, esta posición de pri­vilegio se la debe a una sola frase: ésa en la que Borrow nos comuni­ca que por aquella época (los años 30 del siglo pasado) uno de los nombres que en varias partes de España se les daba a los gitanos era el de flamencos. Desde que Manuel García Matos, en 1950, incorporó el dato a los estudios del flamen­co3 —aunque, de forma más obli­cua, ya lo recogió en 1881 Hugo Schuchardt4— la frase de Borrow se constituyó en el precario susten­to documental que la tesis de que el vocablo «flamenco», tal como és­te vino a designar, alrededor del 1850, a un tipo de música, debe ser interpretado como «gitano», teoría que entre las muchas que se formu­laron al respecto parece ser la más aceptada hoy día.

Entre las pocas otras cosas con-

tenidas en The Zincali que podrían ser relevantes para los estudios del flamenco, se halla una colección de coplas en caló que reproduce Bo­rrow, con traducciones al inglés realizadas por él mismo, bajo el tí­tulo bilingüe de Poesías de los gita­nos. Rhymes of The gitanos \ Sin

George Borrow

embargo, en la traducción castella­na del libro se incorporó tan sólo una pequeña parte de este cancio­nero que en la edición príncipe de Londres constaba de 101 estrofas y en la versión española quedó re­ducido a 33b. A estas 33 hay que sumar otras 4 que Borrow, además de incluirlas en el cancionero co­mo tal, intercaló en su relato y por esta vía sí llegaron a figurar en la edición española. Presentaremos aquí, para su conocimiento y estu­dio, las 64 coplas no recogidas en la versión castellana, junto con las 37 restantes que ya aparecieron en ésta para que de una vez haya una edición íntegra y accesible del can­cionero publicado en 1841 por Bo­rrow.

(3omo es sabido, las afirmaciones

e interpretaciones que nos presen­ta el gitanista inglés en The Zinca­li, han sido cuestionadas una y otra vez, tanto por gitanólogos (a quie­nes, en realidad, incumbe enjuiciar la obra de Borrow) como por estu­diosos del flamenco. El eminente filólogo Carlos Clavería, resumien­do una opinión bastante generali­zada entre los comentaristas de Borrow, habló del «papel impor­tante que desempeñó la fantasía en las lucubraciones filológicas y en el relato de las aventuras de Bo­rrow» y llega a concluir que el úni­co valor del testimonio del agente de la Bible Society reside no en su calidad, sino en su antigüedad7. Un ejemplo reciente, y directa­mente relevante para los estudios del flamenco, de las prevenciones que la obra de Borrow suscita en­tre los expertos en la materia, es el trabajo de Margarita Torrione, quien, con gran profusión de da­tos, refuta la interpretación que Borrow da al vocablo «debía». Es­ta interpretación, tantas veces re­petida en los escritos sobre el flamenco —la de que «debía» sig­nificaría «diosa»—, debemos con­siderarla, según concluye Torrio­ne, como una mistificación del propio Borrow8.

También ha sido puesto en tela de juicio, ya por tratadistas del fla­menco, lo que Borrow dice acerca

1.166

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del nombre de «flamencos» que se­gún él tenían los gitanos, y muy en particular su teoría (atribuida a ve­ces erróneamente a Schuchardt) al respecto del porqué de tal denomi­nación. (Cuestión que, natural­mente, ha concentrado la atención de estos últimos años más que nin­guna otra cosa de las que dice Bo­rrow). Tampoco faltan, aunque son los menos, quienes han llega­do a poner en entredicho la fiabi­lidad del mismo dato como tal. Así, por ejemplo, José Mercado, para quien Borrow, al documentar «flamencos» como uno de los nom­bres de los gitanos, estaba tan «mal informado como casi siempre»9.

En cuanto al cancionero incorpo­

rado por Borrow, bastante menos comentado que su famosa frase a propósito de «flamencos», los jui­cios emitidos hasta ahora sobre el particular, los de Hugo Schuchardt y Arcadio Larrea10, han sido poco menos que demoledores. Sobre to­do en lo que se refiere a la preten­sión del compilador de hacer pasar por genuinamente gitanas estas 101 coplas. Según Schuchardt, lo que Borrow «nos vende» —es califica­ción textual de Schuchardt, que és­te en nota aparte suaviza hasta cierto punto al decir: «quizás de buena fe»— como poesía original­mente gitana, no es tal en absolu­to. Para el filólogo alemán, buena parte de las coplas son, en realidad, versiones en caló de otras pura­mente castellanas. (Como ejemplos más obvios, señala las estrofas III, XIV, XXXII, LI, LII, LIV, LVII, LXIX, LXXXVII y LXXXIX del cancionero de Borrow, contrastán­dolas con sus equivalentes en cas­tellano recogidas de otros cancio­neros decimonónicos). Schuchardt hace hincapié en el desaliño métri­co de las coplas, el frecuentísimo uso impropio del léxico caló, los numerosos casos de incongruencia de contenido, y llega a calificar el

conjunto de «burdos y pobres cal­cos». (A todo ello se suma, según Schuchardt, muchas deficiencias en la transcripción de los textos ori­ginales y graves errores de interpre­tación y arbitrariedades en las traducciones inglesas). El verdade­ro origen de estas estrofas en caló, así termina sugiriendo Schuchardt, habrá que buscarlo en un fenóme­no que el mismo Borrow describe en otras páginas de The Zincalt: la moda gitanófila que en las prime­ras décadas del siglo XIX hacía fu­ror entre andaluces no gitanos de las más diversas clase sociales, y que, entre otras cosas, dio origen a una poesía pseudo-gitana llama­da por Borrow «sporious gypsy poetry» («poesía gitana apócrifa» en la traducción de Manuel Aza- ña). Como tal habrá que conside­rar también, según Schuchardt, las poesías presentadas por Borrow co­mo genuinamente gitanas.

El juicio de Arcadio Larrea, for­mulado al parecer independiente­mente de los comentarios de Schuchardt, reviste carácter aún más crítico, si cabe, que el del filó­logo alemán. Al igual que éste, La­rrea detecta grandes irregularidades en la versificación que según él ha­cen incantables a las coplas; luego, señala la contradicción entre, por un lado, el hecho de estar redacta­das en caló, y, por el otro, la repe­

tida afirmación de Borrow de que los gitanos desconocían el caló por completo. Coincide con Schu­chardt al dictaminar que estas can­ciones fueron compuestas por no gitanos, e incluso llega a insinuar que se trata de un pastiche elabora­do por el propio Borrow.

Sin embargo, estas duras críticas

dirigidas a Borrow en cuanto al pretendido origen gitano de su can­cionero no implican, desde luego, que éste carezca de todo interés pa­ra los estudios del flamenco. Lo cierto es que tanto Schuchardt co­mo Larrea ellos mismos detecta­ron, casi a pesar suyo, un detalle de indudable importancia flamen- cológica: la aparición en el cancio­nero de una forma estrófica que, a pesar de todas las irregularidades y distorsiones, podemos identificar como la de la siguiriya. Observa­ción que también hizo, posterior­mente, a Schuchardt y con ante­rioridad a Larrea, Elias Terés Sadaba11.

Schuchardt identifica como si- guiriyas las estrofas números XXIV, L, LII, LV, LVI, LVII, LIX y LXV (esta última señalada tam­bién, como único ejemplo, por Elias Tefes). A éstas se podrían agregar aún, en nuestra opinión, las estrofas VII, XLIX y LXIII. De es­tas once estrofas de siguiriya, sólo cuatro se incorporaron en la edi­ción española de The Zincali12 y son las que aduce como ejemplos Larrea.

La presencia en el cancionero de

Borrow de estas estrofas de sigui­riya, recogidas por Borrow de una forma o de otra durante sus estan­cias en España, o sea, entre 1835 y 1840, tiene para los estudios del flamenco una trascendencia quizás no suficientemente aquilatada aún por los comentaristas. En primer lugar, deben ser los más antiguos especímenes hasta ahora conocidos

de la seguiriya en su forma litera­ria. El único ejemplo cronológi­camente anterior, aportado por García Matos, quien lo recogió del libreto de una ópera de 182013, no reviste todavía la forma de la segui­riya propiamente dicha. Tal como el propio García Matos comenta, se trata de lo que él (al igual que Hugo Schuchardt) supone ser el antecedente de la forma estrófica de la seguiriya, la cuarteta hexasílaba llamada endecha:

El corazoncito ay en tan larga ausencia, ay no encuentra consuelo ay ay la peniya negra ay ay.

Las que encontramos, veinte años más tarde, en el cancionero de Borrow son ya, un poco defor­madas algunas de ellas, inconfun­diblemente siguiriyas, como, por ejemplo, la que abajo figura con el número LXV, reconocida como tal por Schuchardt, por Terés y por Larrea:

Unas acais callardiasMe han vencidoComo aromali no me vencen

JotrasDe cayque nacido.

Además, tratándose de la sigui­riya, no es únicamente la existen­cia de su forma literaria la que aquí por primera vez se testimonia. Al contrario de lo que ocurre con otros tipos de estrofa, como, por ejemplo, la cuarteta octosílaba (la copla ¿n strictu sensu), la peculiar forma estrófica de la siguiriya es, como sabemos, privativa de este cante. Por lo tanto, las estrofas de siguiriya recogidas por Borrow al mismo tiempo parecen atestiguar de forma bastante contundente la existencia, allá por los años 30 del siglo pasado, del cante por siguiri­yas.

Sería una lástima, a mi modesto entender, que se llegara a desper­

diciar este dato tan interesante pa­ra la historiografía del flamenco como secuela del descrédito que en muchos aspectos ha merecido la obra de George Borrow.

La transcripción que a continua­

ción se ofrece del cancionero Poe­sías de los gitanos es completamente fiel al original, también en los ca­sos, bastante numerosos por cier­to, de evidentes incorrecciones ortográficas o gramaticales. Las 33

estrofas seleccionadas para la edi­ción española, marcadas abajo por un asterisco antepuesto a su núme­ro, se reproducen también tal y co­mo aparecen en el texto original. Su reproducción en la versión es­pañola acusa alguna que otra dis­crepancia respecto al original en

inglés, la mayor parte de ellas en­miendas a incorrecciones como las que antes mencionamos, aunque también se da algún caso de una di­vergencia más de fondo, como, por ejemplo, en la estrofa I, donde el original reza «por medio de» y su reproducción en la edición españo­la pone «por miedo de».

Al igual que en la versión es­pañola, se han suprimido las tra­ducciones al inglés que realizara Borrow y se han sustituido por versiones literales en castellano del texto caló. Naturalmente, en el ca­so de las 33 estrofas que tradujo Manuel Azaña en su tiempo, se ha respetado su versión y ésta es la que figura aquí.

De las 68 restantes se ha vertido al castellano únicamentre las pala­bras en caló (su traducción va cur- sivada en la versión castellana), dejando sin (re)tocar las partes que ya en el texto original están en cas­tellano, salvo en lo ortográfico y alguna que otra vez, entre corche­tes, también en lo gramatical. En vez de ofrecer una traducción, y mucho menos una traducción de­finitiva, el propósito ha sido más bien el de facilitar al lector la com­prensión de los textos originales.

Aparte del vocabulario del pro­pio Borrow incluido en The Zin- cali (suprimido en la edición espa­ñola del libro), se han consultado los principales diccionarios caló- español14. Como verá el lector, en las versiones castellanas de va­rias estrofas se ha tenido que recu­rrir a alguna que otra interrogante

a o, en unos pocos casos, a los pun- | tos suspensivos sin más, sea porque

los diccionarios consultados dan significados completamente dife­rentes de una misma palabra, o bien el significado que dan todos ellos no encaja en absoluto en el texto, o bien determinada palabra simplemente no viene registrada en ninguno de ellos, ni siquiera en el vocabulario del propio Borrow.»

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CandilCandilRevista

de FlamencoPeña Flamenca

de jaén 1.170

Revista de Flamenco

Peña Flamenca1.171 de jaén

Me ligueron al vero,Por medio de una estaripel,Le penelo a mi romi,Que la mequelo con mi chaboré.

(Me llevaron a un escondite - por miedo de una cárcel - le digo a mi mujer - que la dejo con mis hijos.) [Versión de M. Azaña]

Abillelo del vero,Diqué á mi chaborí, He penado á mí romí: lo me chalo de aquí.

(Vengo del escondite - vi a mi hijo - le he dicho a mi mujer - yo me marcho de aquí.) [Versión de M. Azaña]

*111

Cuando me blejelo en mi gra,Mi chaborí al atras,Ustilelo io la pusca,Empiezan darañar.

(Cuando monto a caballo - con mi novia a la grupa - y mi trabuco en la mano - no hay quien se me ponga delante.) [Versión de M. Azaña]

Mangúela chabori,Si estas engracia de Undebel, Que me salga araquerarme, Descanso á mi suncué.

(Ruega niño - si estás en gracia de Dios - que procure paz y descanso - a mi pobre co­razón.) [Versión de M. Azaña]

Poesías de los gitanos(De George Borrow, The Zinc ali, Londres, 1841)

El chuquel de Juanito Bien puede chalar cuidáo, Que los Cales de Lleira Le quieren diñar un pucazo.

(El falso Juanito ■ bien puede andar con cui- dao - que los gitanos de Lleira ■ le quieren matar.) [Versión de M. Azaña]

VI

Nueve bejis hace hoyQue chalaste de mi quer,Abillar á Santo Christo,A diñarle cuenta á Undebel.

(Nueve años hace hoy - que [te] fuiste de mi casa - venir a Santo Cristo [?]1 - a darle cuenta a Dios.)

1 Tal vez, en lugar de abillar á, habrá que leer: abillará = «vendrá, llegará».

VII

Mal fin terele el Crallis,Que lo caquero,Ligueró á mi batus y min dai,Y me mequeló.

(Mal fin tenga el Rey - que lo maltrato [?]1 - [se] llevó a mi padre y mi madre y me dejó.)

1 Tal vez, habrá que leer, también por mor de la rima: me caqueró = «me maltrató».

VIII

Sináron en una balUnos poco de randés,Con las puscas en los pates,Pa marar á Undebel.

(Estuvieron en un huerto - unos poco [sic] de ladrones - con los trabucos en las ma­nos - pa matar a Dios.)

*IX

Por aquel luchipen abajo,Abillela un balichoró,Abillela á goli goli:Ustilame Caloró.

(Por aquella colina abajo - corre un cerdo y corre gritando: - Róbame, gitano.) [Ver­sión de M. Azaña]

El gate de mi trupo, No se muchobela en pañí, Se muchobela con la rati, De Juanito Rali.

(La camisa de mi cuerpo - no se lava en el río - se lava con la sangre - de Juanito Ra­li.) [Versión de M. Azaña]

*XI

He costunado en mi gra,Con Juanito Rali,Al sicobar por l’ulicha,Un pucazo io le di.

(Monté en mi caballo - con Juanito Rali ■ al pasar por la angostura - le di una puña­lada.) [Versión de M. Azaña]

*XII

Al pinré de JezunvaisMe abillelo matararLa gachí que lio camelo,Si abillela nansalá.

(A los pies de Jesús - me tiraría para matar - a mi novia - si fuera una mujer mala.) [Versión de M. Azaña]

XIII

Cuando paso por l’ulicha,Yebo el estache blejó,Para que no penele tun dai De que camelo io.

(Cuando paso por la calle - llevo el som­brero ladeado - para que no diga tu madre - de que [qué] quiero yo.)

XIV

No te chíbele beldolaia,A recogerte una fremí;Que no es el julai mas rico, Ni la bal mas barí.

(No te eche [?]1 zarza2 - a recogerte una poca [sic] - que no es el amo más rico - ni la huerta más grande.)

1 Quizás, habrá que leer: no te chíbeles = «no te eches».

2 A pesar de la evidente semejanza entre beldo­laia y el vocablo castellano «verdolaga», los diccio­narios unánimemente atribuyen al vocablo caló el significado de «zarza».

*xvHe mangado la pañi, No me la camelaron diñar;He chalado á la ulichaY me he chibado á dustilar.

(He pedido agua - no me la quisieron dar ■ he ido a la calle - y me he puesto a robar.) [Versión de M. Azaña]

He mangado una poca yaque, No me la cameláron diñar, El gate de mi trupo,Si io les camelare diñar.

(He pedido un poco de fuego - no me lo qui­sieron dar - la camisa de mi cuerpo ■ yo les hubiera dado.) [Versión de M. Azaña]

*XVII

Najeila Pepe Conde,Que te abillelan á marar, Abillelan cuatro jundanares, Con la bayoneta calá.

(Huye Pepe Conde - que te vienen a matar - vienen cuatro soldados ■ con la bayoneta ca­lá.) [Versión de M. Azaña]

*XVIII

El Bengue de Manga verde,Nunca camela diñar,Que la ley de los CalesLa camela nicabar.

(El Diablo de manga verde - nunca quiere dar - que la ley de los gitanos - la quiere ro­bar.) [Versión de M. Azaña]

*XIX

Chalando por una ulichaHe dica’o una mulatí,Y á mi me araqueró:Garabelate Calorí.

(Andando por una calle - he visto una hor­ca - y a mí me habló: Guárdate, gitano.) [Versión de M. Azaña]

*xxHe chalado á la cangrí, A araquerar con Undebel, Al tiempo de sicobarme, Alaché pansche chulés.

(He ido a la iglesia - a hablar con Dios - al tiempo de salir - me encontré cinco duros.) [Versión de M. Azaña]

*XXI

lo me chale a mi quer, En buscar de mi romí, La topisaré orobando, Por medio de mi chaborí.

(Voy a mi casa - en busca de mi mujer - la encontré llorando ■ a causa de mi mucha­cha.) [Versión de M. Azaña]

*XXII

Me chalo por una rochime, A buscarme mi bien señal;Me topé con Undebél,Y me penó: Aonde chalas?

(Me voy por [¿un río?} - a buscarme mi bien señal - me topé con Dios - y me dijo: ¿Adonde vas?).

*XXIII

Abilláron á un gao Unos poco de Calés,Con la chaboeia orobando, Porque no terelaban lo hatés, Pa diñarles que jamar,Y maraban Undebél.

(Llegaron a un pueblo - unos poco [sic] de Gitanos - con los niños llorando - porque no tenían [¿...?] - pa ¿¿tries que comer - y mataban [a] Dios.)

XXIV

El crallis en su trono,Me mandó araquerar;Como, aromali, me camelaba, Ahora su real me heta.

(El rey en su trono - me mandó llamar - como, en verdad, me quería - ahora me dice Su Real.)

XXV

He chalado por un dru,He dicado una randé,A las goles que diñaba,He pejado Undebél.

(He ido por un camino - he visto una [sic] ladrón - a las voces que daba - he bajado [?]’ Dios.)

1 Probablemente, debe poner: h¿z pejado = «ha bajado».

XXVI

El crallis anda najando,Que lo camelo marar;Ha ampenado las chabes,Que no los tenga dustilar.

(El rey anda huyendo - que lo quiero ma­tar - ha [¿tomado?]1 las [sic] niños - que no los tenga [¿de?] coger (robar).)

1 Am penar no viene registrado en ningún diccio- nario ni en el vocabulario de Borrow. Este si trae apenar = «tomar».

XXVII

El erajai de Villa Franca Ha mandiserado araquerar, Que la ley de los Cales, La camela nicabar.

(El cura de Villa franca - ha mandado pu­blicar - que la ley de los Gitanos - la quie­re quitar.).)

XXVIII

Abillela el erajaiPor el dru de Zabunchá, El chororo de Facundo Ha comenzado najár.

(Viene el cura - por el camino de Zabun­chá [?] - el pobre de Facundo - ha comen­zado [a] huir.)

XXIX

Me chalo de mi quer,En l’ulicha m’ustiláron;Ampenado de los Busnés,Este Calo ha sinádo.

(Me voy de mi casa - en la calle me cogie­ron - [¿tomado? ¿condenado?}1 de los Cas­tellanos - este Gitano ha sido.)

1 El diccionario de Pabanó trae, como vocablo germanesco, apenáo = «condenado».

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de FlamencoPeña Flamenca

1.173 de Jaén

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de FlamencoPeña Flamenca

de Jaén 1.172

XXX

Me sicobáron del estaripel,Me liguéron al libanó;Ampenado de los BusnésEste Calo no ha sinádo.

(Me sacaron de la cárcel - me [¿llevan?¿lle­varon?] al escribano - [¿tomado?¿condena­do?] de los Castellanos - este Gitano no ha sido.)

XXXI

Toda la erachi pirando Emposunó, emposunó, Con las acais pincherando Para dicar el BusnoQue le díñele con el chulo.

(Toda la noche andando - poniendo mucha atención - con los ojos acechando - para ver el [al] Castellano - que le dé con la navaja.)

XXXII

No hay quien liguerele las nuevasA la chaborí de min dai, Que en el triste del veo Me sinelan nicabando la metepé?

(¿No hay quien lleve las nuevas - a la hija de mi madre - que en la triste de la galera en el triste del presidid)1 - me están qui­tando la libertad [¿vida?]2)

1 Como ya señaló H. Schuchardt, en lugar de veo, probablemente debe poner vero, vocablo que aparece en otras varias estrofas y que tanto en los Diccionarios como en el vocabulario del propio Bo­rrow se registra escrito con b: hero = «navio, gale­ra», «presidio». El significado «escondite» que le atribuye M. Azaña en su traducción de las estrofas I y II (al igual que el mismo Borrow en su traduc­ción inglesa) no figura en ningún diccionario ni en el vocabulario de Borrow.

2 El significado «vida» viene registrado única­mente en el vocabulario de Borrow.

XXXIII

Sinamos jatanes y les peno Que se sicobelen por abri, Que camelo araquerar Con esta romí.

(Estamos juntos y les digo - que salga por [para] fuera - que quiero hablar - con esta

XXXIV

Me ha penado que gustisarabaUn estache de Laloró;Laver chibes por la tasalaChalo á la tienda y lo quino.

(Me ha dicho que [le] gustaba - un sombre­ro de Portugal - otro día por la tarde - voy a la tienda y lo compro.)

XXXV

Le sacaron a mulabárEntre cuatro jundunáres;Ha penado la CrallisaQue no marela á nadie.

(Le sacaron a ahorcar - entre cuatro sol­dados - ha dicho la Reina - que no mata a nadie.)

*XXXVI

Por la ulicha van beandoVasos finos de cristal;Dai merca mangue uno,Que lo camelo estrenar.

(Por la calle van pregonando - vasos finos de cristal - madre, cómprame uno - que lo quiero estrenar.) [Versión de M. Azaña]

XXXVII

No camelo romíQue camela chinoro;Chalo por las cachimanisBeando el peñacoro.

(No quiero mujer - que quiere niño - voy por las tabernas - midiendo [?] el aguar­diente.)

XXXVIII

Undebel de chinoroSe guilló con los Cales;Y sinelándo el varoLe mataron los gachés.

(Dios de niño - se fué con los Gitanos - y siendo el [¿él?] grande - le mataron los pa- yos.;

XXXIX

No camelos á gachés Por mucho que se aromanen, Que al fin ila por partida Te reverdisce la rati.

(No [¿quieras? ¿quiero?]1 a [los] payos - por mucho que se [¿agitanen?]2 - que al fin ila por partida [?] - te [¿...?] la sangre.)

1 Probablemente debería poner, o bien, camelo = «quiero», o, cameles = «quieras».

2 Aromanarfse) no viene registrado en ningún diccionario. Parece ser derivado del adjetivo roma­nó — «gitano», «familiar, como de la casa o de la casta».

XL

Déla estaripel me sicobeláronBlejo un gel;Por toda la polvorosaMe zuran el barandel.

(De la cárcel me sacaron - [me] siento [en] un burro - por toda la polvorosa - me zu­ran [sic] la espalda.)

XLI

Me sicobelan déla estaripelMe liguéron al veroUstilada una puscaUn puscazo les diño.

(Me sacan de la cárcel - me llevan a la ga­lera (al presidio) - cogido un trabuco - un trabucazo les doy.)

*XLII

He abillado de MadrilatiCon mucha pena y dolor, Porque ha penado el Crallis: Marad á ese Calo.

(He huido de Madrid - con mucha pena y dolor - porque ha dicho el rey - matad a ese Caló.) [Versión de M. Azaña]

XLIII

Ya están los Cales balbalesCada uno en sus querés,Y tosares los pobrecitos Los llevan al jurepé.

(Ya están los Gitanos ricos - cada uno en sus casas - y [a] todos los pobrecitos - los llevan a la cárcel.)

XLIV

La puri de min daiLa curáron los randes,Al abillar á la MeligranaPa manguelarme metepé.

(La viejecita de mi madre - la asaltaron los ladrones - al venir a Granada - pa rogar por mi libertad [¿vida?].)

XLV

Que el encarcelamiento de Undebel No causó tanto dolor,Cuando se guillaba la Majari Atras de su Chaboro.

(Que el encarcelamiento de Dios - no cau­só tanto dolor - cuando se iba la Santa [Virgen] - atrás de su Hijo.)

XL VI

Sináron en un palunoUnos poco de Cales;Se han sicobado najandoPor medio del baraté.

(Estuvieron en un corral - unos poco [sic] de Gitanos - han salido huyendo - por me­dio del corregidor.)

XL VII

Empuñándome l’estácheLa plata para salir,Me curelan los solaresUstilé la churí.

([¿Empuñándome?] el sombrero - la capa para salir - me asaltan las autoridades - co­gí el puñal.)

XL VIII

Me costuné la choriPara chalár á Laloro,Al nacár de la pañiAbilló obusno,Y el chuquel á largo me chibo.

(Me monté [en] la muía - para ir a Portu­gal - al pasar del [sic] agua - vino [un] cas­tellano - y el perro a largo me echó.)

XLIX

Empéñate romiCon el carcelero,Que me nicobele este gran sase, Porque me merelo.

(Empéñate mujer - con el carcelero - que me quite este gran hierro - porque me mue­ro.)

L

Tositos los correosTe diñelan recado,Y tu' me tenelas en el rinconcilloDe los olvidados.

(Toítos los correos - te dan recado - y tú me tienes en el rinconcillo - de los olvida­dos.)

LI

Si min dai abilláraA dicár á su men,lo le penára que fuéraCon Dios Undebel.

(Si mi madre viniera - a ver a usted - yo le dijera que fuera - con Dios Dios [sic].)

LII

Me ardiñelo á la murallaY le penelo al jil,Que me quereláron un tumbacillo De acero y de marfil.

(Me subo a la muralla - y le digo al [vien- to] frío - que me hicieron [¿...?] - de acero y de marfil.)

LUI

Ducas tenela min daiDucas tenelo yo,Las de min dai io siento,Las de mangue no.

(Penas tiene mi madre - penas tengo yo - las de mi madre yo siento - las mías no.)

LIV

Si pasaras por la cangriTrin berjis después de mi mular,Si araqueras por min nao, Respondiera mi cocal.

(Si pasaras por la iglesia - tres años después de mi muerte - si [me] llamas por mi nom­bre - respondiera mi hueso.)

LV

lo no tenelo batu Ni dai tampoco,lo tenelo en planelillo Y le llaman el loco.

(Yo no tengo padre - ni madre tampoco - yo tengo un hermanito - y le llaman el loco.)

*LVI

Si tu te romandiñarasY io le supiéra,lo vestiria todo min truposDe bayeta negra.

(Si te casaras con otro - y yo lo supiera - yo vestiría todo mi cuerpo - de bayeta negra.) [Versión de M. Azaña]

LVII

Si io no t’endicáraEn una semanaComo aromali Flamenca de Roma Me rincondenara.

(Si yo no te viera - en una semana - co­mo, en verdad, Flamenca de [¿Marido? ¿Casta Gitana?] - me rincondenara.)

LVIII

Flamenca de RomaSi tu sináras mia,Te metiéra entre vierePor sari la vida.

(Flamenca de [¿Marido?¿Casta Gitana?] - si tú fueras mía - te metiera entre vidrio - por toda la vida.)

LIX1

Diñame el patePor donde orobaste,A recoger la pañi délas acaisQue tu derramaste.

(Dame la mano - por donde lloraste - a re­coger el agua de los ojos - que tú derra­maste.)

1 Estrofa reproducida ya, fuera del cancionero y sin versión en castellano, en Los Zincali, pág. 191 (reedición de 1979).

LX

El gate de mi trupoNo se muchobela en pañi,Se muchobela con la ratiQue ha chibado mi romi.

(La camisa de mi cuerpo - no se lava en agua - se lava co la sangre - que ha echado mi mujer.)

LXI

No sinela su men min daiLa que me chindó,Que sinando io chinorilloSe ligueró y me meco.

(No es usted mi madre - la que me parió - que siendo yo chiquillo - se llevó [¿fué?] y me dejó.)

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1.1/3 de Jaén

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de Flamenco Peña Flamenca

de Jaén 1.174

LXII

Tosarias las mañanasQue io me ardiñelo,Con la pañi de mis acaisLa chichi me muchabelo.

(T'idas las mañanas - que yo me levanto - con el agua de mis ojos - me lavo la cara.)

LXIII1

Tu patu y tun daiMe publican chinga,Como la rachi mu chalemosAfuéra d’este gau.

(Tu padre y tu madre - me publican gue­rra - como [por] la noche nos vayamos - afuera de este pueblo.)

1 Estrofa ya reproducida, fuera del cancionero, en Los Zincali, pág. 172 (reedición de 1979).

LXIV

Abillelate a la dicani,Que io voy te penelárUna buchi en Calo,Y después te liguerár.

(Asómate a la ventana - que yo voy te [sic] decir - una cosita en caló - y después te lle­var [sic].)

LXV1

Unas acais callardiasMe han vencido,Como aromali no me vencen otrasDe cayque nacido.

(Unos ojos negros - me han vencido - co­mo, en verdad, no me vencen otros - de nadie nacido.)

1 Estrofa ya reproducida, fuera del cancionero y sin versión en castellano, en Los Zincali, pág. 156 (reedición de 1979).

LXVI

Como camelas que te mequele Si en su men tuve una chaborí, Que cada vez que abillelo Le penara en Germaní.

(¿Cómo quieres que te deje? - si en usted tuve una hija - que cada vez que vengo le hablara [?] en Germania.)

LXVII

Undebel me ha castigadoCon esa romi tan fea,Que nastiraselo liguerarlaAdonde los busne la vean.

(Dios me ha castigado - con esa mujer tan fea - que no puedo llevarla - adonde los cas­tellanos la vean.)

*LXVIII

Esta rachi no abillelanDai los Cales;Es señal que han chaladoA los durotunes.

(Esta noche no vienen - madre, los gitanos - es señal que han ido - a [robar] a los pasto­res.) [Versión de M. Azaña]

*LXIX

Un chibe los CalesHan gastado olibeas de seda, Y acaná por sus desgracias Gastan saces con cadenas.

(Un día, los gitanos - gastaron medias de seda - y ahora por desgracia - gastan cade­nas de hierro.) [Versión de M. Azaña]

LXX

Esta gran ducaHa ardiñelado al cielo,Que Undebel de los tres cayesLo pongo en su remedio.

(Esta gran pena - ha subido al cielo - que [¿a?] Dios de las tres redenciones [¿los tres cielos?]1 - lo pongo en su remedio.)

1 El significado «cielo» viene registrado única- mente en el vocabulario de Borrow.

*LXXI

Tres vezes te he araqueradoY no camelas abillár;Si io me vuelvo á araquerarteMi trupos han de marár.

(Tres veces te he llamado - y no quieres ve­nir - si yo vuelvo a llamarte - mi cuerpo han de matar.) [Versión de M. Azaña]

*LXXII

Alia arribítaMaráron no chanelo quien;El mulo cayó en la truniEl maraol se puso á huir.

(Allá arribita - mataron a no sé quien - el muerto cayó en el suelo - el matador arran­có a huir.) [Versión de M. Azaña]

*LXXIII

Sináron en unos bures Unos poco de randés, Aguardiserando q’abillára La Crallisa y los parnés.

(Estaban en unos montes - unos pocos de randes - aguardando que vinieran - la Rei­na y los dineros.) [Versión de M. Azaña]

*LXXIV

Chalo para mi querMe topé con el meripe;Me penó, aonde chalas?Le pené, para mi quer.

(Iba para mi casa - me topé con la muerte - me dijo, ¿a dónde vas? - le dije, para mi ca­sa.) [Versión de M. Azaña]

*LXXV

lo no camelo ser erayQue es Calo mi nacimiento;lo no camelo ser erayCon ser Calo me contento.

(No quiero ser caballero - que es caló mi na­cimiento - no quiero ser caballero - con ser caló me contento.) [Versión de M. Azaña]

*LXXVI

La filimícha esta puésta,Y en ella un chindobaro,Pa mulabar una lendrizQue echantan estardo.

(La horca está puesta - y en ella un verdugo - para matar una perdiz - que ha caído pre­sa.) [Versión de M. Azaña]

*LXXVII

El réo con sus chinólesLe sacan del’estaripel,Y le alumbran con las velasDe la gracia Undebel.

(Al reo con sus guardias - le sacan de la cár­cel - y le alumbran con las velas - de la gra­cia de Dios.) [Versión de M. Azaña]

LXXVIII

El baro jil me jañelaLos chobares me dan tormento;lo me chalo al daro quer,Y oté alivió á mi cuerpo.

(El frío1 me [¿devora?]2 - los piojos me dan tormento - yo me voy a la [¿gran?]2 casa - y ¿zZ/z alivio a mi cuerpo [sic].)

1 El diccionario de Tineo Rebolledo, ob. cit., re­gistra barojil, o sea, escrita como una sola palabra, con el significado de «frío».

2 Jañ(el)ar significa, según todos los diccionarios, «crear, producir», significado que aquí no encaja en absoluto. Por lo tanto, cabe suponer que debía po­ner jamela = «devora, roe».

3 Probablemente, en vez de daro, no registrado en ningún diccionario, debería poner baro = «gran­de».

LXXIX

Si tu chalas por l’ulichaY rachelas con mi romi, Pen que mangue monrabelo Que querele yaque á la peri.

(Si tú vas por la calle - y [te] encuentras con mi mujer - úz[le] que yo esquilo - que haga fuego a la olla.)

LXXX

Mango me chalo á mi querY te mequelo un cotór,Si abillelas con mangue Te díñelo mi cario.

([¿ Yof] me voy a mi casa - y te dejo un pe­dazo - si vienes conmigo - te doy mi corazón.)

LXXXI

La tremucha se ardelaGuillabela el caloro:Chasa mangue, acai Abillela obusno.

(La luna se levanta - canta el gitano: - llé­vame, [¿aquí?]1 - viene [un] castellano.)

1 El sentido en que se emplea acai en otras es­trofas de la colección, «ojo», no encaja muy bien aquí. Tal vez debería poner acoi = «aquí».

LXXXII

Abillela la rachiY io no puedo pirár,lo me chalo mirandoQ’abillele un jundurarY me camele marár.

(Llega la noche - y yo no puedo ir - yo me voy [¿vuelvo loco?} mirando - que venga un soldado - y me quiera matar).

LXXXIII

Este quer jandela minchi,Acai no abillele la salipen;Mi batus camela á tun daiMango me chalo á mi quer.

(Esta casa [¿huele a?] [¿...?]1 - [¿aquí?]2 no venga la enfermedad (pestilencia) - mi pa­dre quiere a tu madre - [¿yof] me voy a mi casa.)

1 El vocablo minchi se registra únicamente en el vocabulario de Borrow, quien no lo traduce literal­mente, sino que circunscribe su significado con: «pu­dendum feminae».

- Véase la nota a la estrofa LXXXI.

*LXXXIV

La romi que se abillelaDebajo délos portales,No s’abillela con tusa,Que s’abillela con mangue.

(La gitana que viene - debajo de los porta­les - no viene contigo - que viene conmigo.) [Versión de M. Azaña]

LXXXV

Tapa chabea las chucháis,Que las dica el buño;Que las digue ó no las digueA el chabe lo camelo io.

(Tapa[te] hija las tetas - que las ve el [¿mu­chacho?] - que las vea o no las vea a el [sic] chico - yo lo quiero.)

LXXXVI

Esta rachi voy de pirarA diñar mule á un errajai,Y me chapesgue de mi pasmaA los pindres del oclay.

(Esta noche voy de [sic] ir - a dar muerte a un cura - y me escape de mi [¿centine­la?] 1 - a los pies del rey.)

1 «Pasma» se registra únicamente, y como voca­blo germanesco, en el diccionario de Pabanó, ob. cit.

*LXXXVII

La romi que io camelo,Si otro me la camelara,Sacaria la chuliY la fila le cortara,O el me la cortara á mi.

(La gitana que yo quiero - si otro la quisie­ra - sacaría el cuchillo - y le cortaría la cara - o él me la cortara a mí.) [Versión de M. Azaña]

*LXXXVIII

Esos calcos que tenelas En tus pulidos pindres, No se los diñes á nadie,Que me costaron el parnés.

(Esos zapatos que tienes - en tus pulidos pies - no se los des a nadie - que me costaron el dinero.) [Versión de M. Azaña]

LXXXIX

Corojai en grastesMajares en pindre,Al tomar del quer lachoDel proprio Undebel.

(Moros en caballos ■ Santos en pie - al to­mar de [sic] la casa buena - del propio [sic] Dios.)

XC

Mas que io me guilleloPor tu bundal,Al dicar tu chaboreiaMe díñela canrea.

(Más [?] que yo me voy - por tu puerta - al ver [a] tus niños - me da lástima.)

XCI

Te chíbelas en l’ulichaQuerelando el sobindoi;Abillela el barete,Y te chibela estardo.

(Te echas en la calle - haciendo el sueño - viene el corregidor - y te echa preso.)

XCII

Voy dicando tus parlachas,Para podér las quinár,Para chibár las bucha, Sin que chanele tun dai.

(Voy mirando tus ventanas - para poder las [sic] comprar [?] - para echar las [sic] [¿...?] - sin que se entere tu madre.)

XCIII1

Me ardiñelo de tasalaA orotarme que jalár,A tosare Busné puchando,Si tenelan que monrabar.

(Me levanto de tarde - a buscarme qué co­mer - a todos [los] Castellanos preguntan­do - si tienen qué esquilar.)

1 Estrofa ya reproducida, sin versión en castella­no, en Los Zincali, pág. 125 (reedición de 1979).

Instituto de Estudios Giennenses. Candil : boletín de la Peña Flamenca de Jaén. N.º 83, 9/1992. Página 33

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de FlamencoPeña Flamenca

de Jaén 1.176

XCIV

Un caloro chororoSe vino por jundunar,Se najó con los jallerí,Y le mandaron unglebár.

(Un gitano pobre - se vendió1 por solda­do - se huyó con los sueldos - y le manda­ron ahorcar.)

1 En los diccionarios aparece escrito con b: bi­nar = «vender».

*xcvRetirate a la cangriMira que abillela el chinel,Mira no te jongabeY te lleve al estaripel.

(Retírate a la iglesia - mira que viene el guardia - mira no te ate - y te lleve a la cár­cel.) [Versión de M. Azaña]

XCVI

Chalo á la beia de ClunesA manquelar mi metepe;Los erais de la beiaMe diñaron estaripel.

(Voy al concejo de Clunes - a rogar por mi libertad [¿vida?] - los caballeros del conce­jo - me dieron cárcel.)

XCVII

A la burda de su menAbillela un pobre lango mango,Pirando el vero,No permita su majaron lachoQue su men se abillele,En semejante cúrelo.

(A la puerta de usted - llega un pobre cojo [¿...?] - viniendo de h. galera (del presidio) - no permita su santo bueno - que usted se llegue [?] - en semejante trabajo.)

XCVIII

Mango me chalo pirarPor el narsaro baro,En estos andaribeles,Al chen de los pallardos.

([¿yo?] me voy [a] ir - por [¿...?] grande - en estos [¿...?] - a la tierra de los [¿...?].)

XCIX

Un Coroyai me penelóQue camelaba Undeber y mangue;Y io le he peneladoTute camarelas ser chuquer.’

(Un Moro me dijo - que quería [a] Dios y [a] mí - y yo le he dicho - tú quieres ser perro.)

C

El eray guillabelaEl eray obusno;Q’abillele Románela,No abillele Caloro.

(El caballero canta - el caballero castellano - que venga [la/una] Gitanilla - no venga [el/un] Gitano.)

*CI

La Chimutra se ardéla,A pas-erachí;El Calo no abillelaAbillela la Romí.

(La luna se levanta - a media noche - el gi­tano no viene - viene la gitana.) [Versión de M. Azaña]

1 George Borrow, The Zincali, or an acount of the Gypsies of Spain. London, John Murray, 1841.

2 George Borrow, Los Zincali (Los gitanos de Es­paña). Traducción de Manuel Azaña. Madrid, La Na­ve, 1932. Hay reedición moderna por la Editorial Turner, Madrid, 1979.

3 Manuel García Matos, «Cante Flamenco. Al­gunos de sus presuntos orígenes». En: Mu­sical. Vol. V. Madrid, CSIC, Instituto de Musicología, 1950. Reedición en: Idem., Sobre el fla­menco. Madrid, Cinterco, 1987. Cito por esta edi­ción, pág. 24 y sigs.

4 Hugo Schuchardt, «Die Cantes Flamencos». En: Zeitschrift für romanische Philologie. V Band. Ha­lle, 1881, págs. 251-252. Las páginas en cuestión for­man parte del fragmento que se publicó traducido al castellano en El Folklore Andaluz, Sevilla, 1882-83. Recientemente ha salido, en forma de libro, una tra­ducción completa del artículo de Schuchardt: Los cantes flamencos. Edición, traducción y comentarios de Gerhard Steingress, Eva Feenstra, Michaela Wolf. Sevilla, Fundación Machado, 1990.

5 En ediciones posteriores a la de 1841 se supri­mieron los textos originales de las coplas, salvo en la estadounidense de 1842 (New York, Robert Car­

ter), que es la que se ha manejado para el presente trabajo.

6 «Poesía de los gitanos», págs. 193-198 en la ree­dición de 1979, ob. cit. Con anterioridad a esta re­edición, buena parte de las coplas recogidas en la edición de 1932 fueron reproducidas por Arcadio Larrea en su libro El flamenco en su raíz, Madrid, Editora Nacional, 1974, págs. 267-271. También sa­lieron reproducidas en un escrito de 1957 que es, en su mayor parte, un mal disimulado plagio de la edición de 1932 de Los Zincali: J. Amaya, Gitanos y cante jondo.

7 Carlos Clavería, Estudios sobre los gitanismos del español. Madrid, CSIC, 1951, pág. 10.

8 Margarita Torrione, «La Debía». En: Dos siglos de flamenco. Jerez, Fundación Andaluza de Flamen­co, 1989, págs. 463-488.

9 José Mercado, La seguidilla gitana. Madrid, Taurus, 1982, págs. 52-53.

10 Hugo Schuchartd, «Die Cantes Flamencos», art. cit., págs. 255-267. Arcadio Larrea, El flamenco en su raíz, ob. cit., págs. 121-135. Larrea, al contra­rio de Schuchardt, no comenta la edición original inglesa, sino la versión española de 1932. Hay algu­nos otros tratadistas sobre flamenco que se han re­ferido al cancionero de Borrow, pero sin enjuiciarlo o limitándose a reproducir las apreciaciones de Schu­chardt. Son: Elias Terés Sadaba, «Testimonios lite­rarios para la historia del cante flamenco». En: Actas de la reunión internacional de estudios sobre los orí­genes del flamenco. Madrid, Centro de Estudios de Música Andaluza y de Flamenco, 1969, págs. 17-18.

— José Mercado, La seguidilla gitana, ob. cit., págs. 103-104 y 140-141.

— Francisco Gutiérrez Carbajo, La copla flamenca y la lírica del tipo popular. Madrid, Cinterno, 1990, págs. 399-409. Mercado y Gutiérrez Carbajo repro­ducen, esencialmente, los comentarios de Schu­chardt.

11 Art. cit., pág. 17.12 Una de ellas (LVI) incluida en el cancionero

como tal, las otras intercaladas en el relato del autor.13 Manuel García Matos, «Bosquejo histórico del

cante flamenco». En: Una historia del cante flamen­co, interpretada por Manolo Caracol. Madrid, His- pavox, 1958. Idem., «Introducción a la investigación de orígenes del cante flamenco». En Actas de la reu­nión internacional de estudios sobre los orígenes del flamenco, ob. cit. Ambos textos reeditados en: Idem., Sobre el flamenco, ob. cit. Ambos textos reeditados en: Idem., Sobre el flamenco, ob. cit. Cito por esta edición, págs. 55-56 y 78-79. La música correspon­diente a la estrofa reproducida sería, según comen­ta García Matos en la pág. 56, «el primer verdadero ejemplo, y lejano en tiempo, de la melodía de una seguiriya gitana». Desafortunadamente, y pese a ha­berlo anunciado, el autor —por lo que yo sé— nun­ca llegó a publicar tan singular documento.

14 Orijen, usos y costumbres de los jitanos, y dic­cionario de su dialecto..., por R. Campuzano. Edi­ción facsimilar de la de 1848. Madrid, Heliodoro, 1980.

— El gitanismo. Historia, costumbres dialecto de los gitanos, por D. Francisco de Sales Mayo. Edición facsimilar de la de 1870. Madrid, Heliodoro, 1979.

— Tineo Rebolledo, Diccionario gitano-español y español-gitano. Edición facsímile de la de 1909 por la editorial Maucci, Barcelona. Cádiz, Universidad de Cádiz, 1978.

— F. M. Pabanó, Historia y costumbres de los Gi­tanos. Diccionario Español-Gitano-Germanesco. Edi­ción facsímile de la de 1915. Madrid, Ediciones Giner, 1980.

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Melchor, Enrique de.Nombre artístico de Enrique Jiménez Ramírez. Marchena (Sevilla), 1951. Guitarrista. Hijo de Melchor de Marchena. función de solista. Es uno de los guitarristas más asiduos de los festivales andaluces y siendo su discografía muy amplia. Angel Alvarez Caballero ha glosado así su concierto flamenco: «Como creador, Enrique de Melchor brilla a extraordinaria altura. Enrique nos ofrece un ejercicio deslumbrante, rico, de rara belleza». Manuel Ríos Ruiz ha escrito sobre su arte: «Enrique de Melchor, dentro del panorama guitarrístico- flamenco actual, es una indiscutible primerísima figura en sus diversas facetas: compositor, solista y acompañante. Las composiciones melchorianas tienen la virtud de la justeza, son piezas bien medidas en su duración, para que el tema o el leitmotiv no se diluyan, ni tampoco resulte reiterativo, sino para que se quede en quien lo percibe como impresión sencillamente inolvidable». (Del «Diccionario Enciclopédico Ilustrado del Flamenco»!)

TOCAORES DE HOYEnrique de Melchor

Cada día, mejor

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