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383 “Tu ruta es mi rutados hombres… un camino”. Rutas indígenas recorridas por no indígenas. Paisajes y perspectivas de la Patagonia 1 Analía Castro* Introducción El presente trabajo tiene como marco los proyectos de investigación UBACYT Nº F198 “Usos del espacio y apropiación de recursos. Las rutas indígenas como organizadoras del paisaje en la Patagonia Argentina” y PICT 11759 “Rutas indígenas, paisaje y arqueología de Patagonia Central Argentina”. Poniendo énfasis en la importancia del trabajo multidisciplinario, dichos proyectos tienen como objetivo general contribuir al conocimiento de las sociedades cazadorasrecolectoras de Patagonia desde una perspectiva macroregional. Interesa especialmente estudiar las posibilidades brindadas por el ambiente, sus cambios a través del tiempo y su relación con los circuitos de movilidad utilizados por las sociedades indígenas tardías de la Patagonia. Una de las múltiples vías para emprender la investigación de dicha temática ha sido la etnohistoria. A partir de las investigaciones etnohistóricas realizadas hasta el momento (Boschín y Nacuzzi 1979; Palermo 1986; Nacuzzi 1987, 19891990, 1991, 1998 y 2000; Peláez 2000), se sabe que las sociedades cazadoras recolectoras que habitaban la Patagonia se desplazaban siguiendo rutas, espacios conocidos previamente, que eran utilizados recurrentemente a través del tiempo y que constituían en sí mismos “ejes de explotación” de recursos económicos (Nacuzzi y Pérez de Micou 1994). Dichos trabajos utilizaron los datos provenientes de las crónicas de los viajeros del siglo XVIII y XIX, así como también los aportados por la historia oral recuperada de la memoria de los lugareños (Nacuzzi 19982000; Aguerre 2000). Aquí abordaremos el tema reuniendo la información proveniente de dos fuentes históricas: el viaje realizado por George C. Musters en 1869 y el que realizó Luis J. Fontana en 1886. Nos interesan especialmente las descripciones que hacen dichos autores de los paisajes recorridos en relación con las rutas y paraderos indígenas. Tomaremos un tramo acotado en el que coinciden ambos tra* Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano. 1. Una versión original de este trabajo fue presentada como trabajo final en el Seminario de Doctorado “Etnohistoria. Teoría y Aplicación”, dictado por el Dr. Marcelino Irianni en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad del Centro, Olavarría 2006.

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“Tu ruta es mi ruta‐dos hombres… un camino”. Rutas indígenas recorridas por no indígenas. Paisajes y perspectivas de la Patagonia1

Analía Castro*

Introducción

El  presente  trabajo  tiene  como  marco  los  proyectos  de  investigaciónUBACYT Nº F198 “Usos del espacio y apropiación de recursos. Las rutas indí‐genas como organizadoras del paisaje en la Patagonia Argentina” y PICT 11759“Rutas  indígenas,  paisaje  y  arqueología  de  Patagonia  Central  Argentina”.Poniendo énfasis en  la  importancia del  trabajo multidisciplinario, dichos pro‐yectos tienen como objetivo general contribuir al conocimiento de las socieda‐des cazadoras‐recolectoras de Patagonia desde una perspectiva macro‐regional.Interesa  especialmente  estudiar  las  posibilidades  brindadas  por  el  ambiente,sus cambios a través del tiempo y su relación con los circuitos de movilidad uti‐lizados por las sociedades indígenas tardías de la Patagonia.

Una de las múltiples vías para emprender la investigación de dicha temáticaha sido la etnohistoria. A partir de las investigaciones etnohistóricas realizadashasta el momento (Boschín y Nacuzzi 1979; Palermo 1986; Nacuzzi 1987, 1989‐1990, 1991, 1998 y 2000; Peláez 2000), se sabe que las sociedades cazadoras reco‐lectoras que habitaban  la Patagonia  se desplazaban  siguiendo  rutas, espaciosconocidos  previamente,  que  eran  utilizados  recurrentemente  a  través  deltiempo y que constituían en sí mismos “ejes de explotación” de recursos econó‐micos  (Nacuzzi y Pérez de Micou  1994). Dichos  trabajos utilizaron  los datosprovenientes de las crónicas de los viajeros del siglo XVIII y XIX, así como tam‐bién los aportados por la historia oral recuperada de la memoria de los lugare‐ños (Nacuzzi 1998‐2000; Aguerre 2000).

Aquí  abordaremos  el  tema  reuniendo  la  información  proveniente  de  dosfuentes históricas: el viaje realizado por George C. Musters en 1869 y el que rea‐lizó Luis J. Fontana en 1886. Nos interesan especialmente las descripciones quehacen dichos autores de los paisajes recorridos en relación con las rutas y para‐deros indígenas. Tomaremos un tramo acotado en el que coinciden ambos tra‐

* Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano.1. Una versión original de este  trabajo  fue presentada como  trabajo  final en el Seminario de Doctorado“Etnohistoria. Teoría y Aplicación”, dictado por el Dr. Marcelino Irianni en la Facultad de Ciencias Socialesde la Universidad del Centro, Olavarría 2006.

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yectos  con  el  objetivo  de  comparar  las  distintas  observaciones  ambientalesrealizadas por uno y otro autor.

El fin último perseguido aquí es aportar información útil para generar mode‐los a contrastar con el registro arqueológico. De esta manera, esperamos llegar aun  conocimiento más profundo de  la  relación  uso  del  espacio‐disponibilidad  derecursos, que posibilite la localización de sitios arqueológicos no conocidos quesumarían nueva evidencia, permitiendo así una mejor aproximación a la com‐prensión de los modos de vida de las sociedades patagónicas. 

La Etnohistoria: su génesis y su relación con la Arqueología

Los  comienzos  de  la  Etnohistoria  como  disciplina  científica  pueden  ras‐trearse en el siglo pasado en Norteamérica. Allí, en los años de posguerra, losmovimientos indígenas organizados comienzan a realizar reclamos territorialesque llevan a la necesidad gubernamental de recurrir a especialistas, provenien‐tes tanto de  la Historia como de  la Antropología, para dar respuesta a dichosreclamos. Estos investigadores realizan una tarea conjunta que, por sus caracte‐rísticas, se constituye en un nuevo tipo de enfoque con particularidades que leson propias y que no puede encuadrarse específicamente dentro de la Historiao de  la Antropología. Luego, este  fenómeno se extendió hacia el  resto de  losámbitos académicos del continente americano en donde  la problemática de  laconvivencia multiétnica  sigue  vigente,  así  como  también  el  interés por  com‐prenderla con la metodología adecuada.

A partir de ese momento hasta nuestros días, ha habido numerosos debates ydivergentes opiniones de investigadores provenientes de diversos ámbitos dis‐ciplinarios en cuanto a la definición y los alcances de la etnohistoria. En estasdiscusiones algunos autores plantean si la etnohistoria puede concebirse comouna disciplina por si misma, con un campo y metodologías propias (Lorandi yRodríguez Molas 1984; Lorandi y Wilde 2000; Bechis 2005), o por el contrario setrata de una metodología particular de la que se nutren otras disciplinas que lacontienen (Santamaría 1985; Trigger 1987)

En los últimos años, los investigadores abocados a la etnohistoria en nuestropaís, en general, acuerdan en definir a la etnohistoria como una disciplina inde‐pendiente.  Ésta  es  considerada  por  algunos  autores  como  una  convergenciaentre Antropología e Historia en una “Antropología Histórica”, otorgándole a laantropología clásica el carácter diacrónico del que carecía y realizando un análi‐sis  con  preguntas  antropológicas  de  las  fuentes  históricas,  integrando  así  alcolonizado con el colonizador (Lorandi et al. 1984; Lorandi y Wilde 2000).

Otros, como Martha Bechis, toman a la unidad de análisis de la etnohistoriacomo punto de partida para diferenciarla de las otras disciplinas. Dicha unidadconsiste en la interacción entre etnias, que es concebida en términos de relacio‐nes retroalimentadoras entre dos o más grupos sociales que se autodefinen enun contexto de contacto conflictivo. De esta manera,  la autora diferencia tam‐bién a la etnohistoria de la “Antropología Histórica”, y la define no como una

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disciplina independiente sino como un campo antidisciplinario del saber, debido aque  la complejidad con  la que  trata es de  tal magnitud  (la historia  total de  lahumanidad hasta el presente) que no puede ser abarcada por una única disci‐plina científica (Bechis 2005).

Nuestro  trabajo  está planteado  con  la  intención de  resolver problemáticasgeneradas desde la arqueología. Es por esto que aquí a la etnohistoria la toma‐remos como una metodología necesaria para complementar las investigacionesarqueológicas, sin que esto signifique que no le otorguemos su estatus de disci‐plina. Lo que enfatizamos aquí es la necesidad de realizar estudios multidisci‐plinarios para  la  comprensión de una  realidad  compleja  que  sólo puede  seranalizada abordándola desde  los diversos aspectos de  su  totalidad y  con  lasherramientas metodológicas apropiadas.

En este trabajo nos interesa, particularmente, observar cómo un paisaje, quecircunda una ruta indígena específica, es descrito bajo las perspectivas de doshombres con intereses y objetivos distintos y bajo un contexto histórico determi‐nado. A partir de la comprensión de este filtro en la mirada del que describe,creemos  que  es  posible  obtener  datos  relevantes  sobre  las  característicasambientales y los paisajes con los que las rutas indígenas se relacionaban. Estosdatos serán utilizados para generar modelos a contrastar con el registro arqueo‐lógico,  para  que  de  este modo  puedan  aplicarse  al  análisis  de períodos  conmayor profundidad temporal. El hecho de usar datos provenientes de fuentes etnohistóricas en la creación

de modelos para el estudio de períodos más tempranos no implica realizar ana‐logías  históricas  directas  sin  atender  a  las  profundas  diferencias  entre  estassociedades conocidas por los viajeros occidentales y las sociedades precontacto.La incorporación del caballo, por ejemplo, es un hecho fundamental que reper‐cutió directamente en  las cuestiones de movilidad y rutas  indígenas (Palermo1986). Es por esto que, sin caer en un mal uso de la analogía, se utilizarán dichosdatos como fuente de hipótesis y como elementos de comparación para lo querefiere a los momentos prehispánicos tardíos (Lorandi y Rodríguez Molas 1984;Nacuzzi 1989/1990).

Historia Ambiental: nuevas preguntas para viejas fuentes

En los últimos años, se han producido en Latinoamérica numerosos trabajoshistóricos que conciben a la naturaleza como un agente que participa de maneraactiva en los procesos sociales. Estos enfoques postulan la necesidad de analizarla  historia  en  términos  de  procesos  de  coevolución  entre  el  hombre  y  suambiente (Galafassi y Zarrilli 2004; McNeill 2005), y plantean la posibilidad derealizar una  relectura de  fuentes pero  con nuevas preguntas que  incluyen  latemática ambiental. Dicha  temática no sólo se compone de  información sobrepaisajes, uso  local de  recursos,  cambios ambientales,  catástrofes, etc.  (Gallina2004), sino también en cuanto a la posibilidad de acceder a la comprensión de

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las distintas maneras de concebir y percibir al ambiente por parte de distintosgrupos sociales (Bengoa 2005; Leff 2005).

A continuación, analizaremos el caso de un sector de una ruta indígena quefue recorrida en el año 1869 por el inglés George C. Musters en compañía de ungrupo de tehuelches y que, años más tarde, en 1886, fue seguida nuevamentepor el coronel Luis J. Fontana en el marco de una expedición oficial para recono‐cimiento del territorio de la nueva gobernación del Chubut.

De Henno al Río Senguer‐Musters y Fontana:dos miradas, ¿un mismo paisaje?

George Chaworth Musters  era  un  joven marino  inglés,  que  creció  bajo  latutela de sus tíos maternos, uno de los cuales había sido compañero de viaje deCharles Darwin en la expedición del almirante Fitz Roy en el año 1832. Esgri‐miendo motivos de interés personal por conocer acerca de la vida de “los pata‐gones”, en el año 1869 Musters decide emprender un viaje acompañando a unacaravana tehuelche.

“Yo había leído ya con delicia, (…) la obra de Mr. Darwin sobre la América del Sur,así como la admirable narración del viaje del ‘Beagle’ por Fitz Roy; y abrigaba desdeentonces un fuerte deseo de penetrar, si era posible, en el poco conocido interior delpaís. (…) Los  informes que me habían dado sobre el carácter tehuelche y sobre  ladeleitosa diversión de la caza del guanaco, (…) me hicieron ansiar más que nunca larealización de ese plan” (Musters 1997:15)

Imbuido de una herencia propia del  romanticismo  inglés  (Dávilo  y Gotta2000), Musters se declara interesado por conocer tierras y gentes extrañas, lla‐mando  la atención  al  lector porque  en  su  libro no  encontrará “descripcionesexactas y científicas de la geografía y geología” ni tampoco “relatos de impre‐sionantes aventuras y de escapadas milagrosas” pero sí una “relación fiel de lavida hecha entre los indios durante todo un año, aunque no muy sensacional,servirá al menos para  familiarizarnos realmente con  los  tehuelches”  (Musters1997:7).

Años después, en 1886 y bajo distintas circunstancias políticas, Luis J. Fon‐tana, emprende un viaje exploratorio para reconocimiento y relevamiento geo‐gráfico de la nueva gobernación del Chubut.

Fontana, nombrado en 1884 gobernador de Chubut por el presidente Julio A.Roca,  fue un militar y como  tal había participado en  la Guerra del Paraguaysiendo posteriormente nombrado Secretario de Gobernación del Chaco. Intere‐sado en las Ciencias Naturales, en general, y en la Geografía, en particular, fuediscípulo de Germán Burmeister. Dichos antecedentes lo ubican como una per‐sona idónea, con experiencia y con autoridad científica, para hacerse cargo deuna zona que debía ser conocida, relevada y denominada para poder ser incor‐porada al nuevo Estado‐Nación (Dávilo y Gotta 2000).

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Emprende su viaje con una comitiva formada en su mayor parte por colonosgaleses,  tomando  la dirección oeste y siguiendo el curso del río Chubut. Des‐pués de dos meses de expedición, Fontana sorprende a un pequeño grupo detehuelches –cuatro de los cuales consiguen huir–. A partir de aquí, uno de estostehuelches llamado Martín Platero, actúa como guía de la expedición. Fontanaestaba interesado especialmente en que Platero fuera su baqueano debido a quelo podía guiar por el mismo trayecto que Musters había transitado.

“(Platero) También había conocido mucho antes a Musters, asegurándome (…) queél me llevaría hasta el paso del Senguel por donde había venido el viajero inglés (…)Al siguiente día echamos a nuestro Martín Platero por delante para que de buena omala gana nos sirviera de guía y así él a vanguardia continuamos el viaje” (Fon‐tana 1999: 88).

Con Platero como guía, Fontana recorre una ruta que coincide aproximada‐mente con  la ruta seguida por Musters. Este  trayecto es el que está compren‐dido entre el paradero Henno‐kaik en Musters y el paso del Río Senguel –en  laactualidad  llamado  río  Senguer–  en  el  suroeste  de  la  Provincia  de  Chubut.Ambos recorridos van siguiendo el curso del valle del Arroyo Genoa, cruzanotro río que se une al Genoa (río Teger en Fontana y arroyo Apeleg en la actuali‐dad) y llegan hasta el río Senguer (Figuras 1 y 2). Es en este punto en el que nosinteresa hacer una comparación de  la  información brindada por ambos  infor‐mantes.

Es interesante observar el empeño de parte de Fontana por corregir a Mus‐ters en cuanto a las características del paisaje que supuestamente él había des‐crito.

“Vivo  era nuestro deseo de conocer  el valle del  río Senguel o Senguerr, como  losindios pronuncian; río al cual la tradición y algunas palabras de Musters, suponíancorriendo por una “región privilegiada” cuajada de bellezas y productos naturales.Pero grande fue nuestra decepción, cuando después de soñar con extensas praderas,nos encontramos en una región ingrata, y en la cual esperimentamos los mayoressufrimientos de nuestro viaje a causa del viento y del frío.”“Si mal no recuerdo, Musters, en su libro, dice que el valle del Senguel, tiene fru‐tillas, pero son más pequeñas (...). En efecto son más chicas, pero es debido a la malacalidad del terreno y a la aridez del paraje” (Fontana 1999:94. El subrayado mepertenece)

Curiosamente, a pesar de ser un dato que él mismo dice no recordar bien,Fontana realiza una crítica específica con respecto a las frutillas que, supuesta‐mente, ha informado Musters como existentes en aquel valle.

Sin embargo,  revisando el  texto de Musters, no encontramos esta menciónacerca de  los  frutillares del río Senguel. El  inglés sí menciona reiteradamenteque se trata de un río boscoso pero no da demasiados detalles de las caracterís‐ticas del paisaje ni habla en ningún momento de frutillas:

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“Seguimos hasta el río boscoso, donde disfrutamos por un rato de la sombra de unaespecie de abedul, y vadeamos después el río, que es muy ancho y muy rápido. Losindios decían que era imposible que un hombre cruzara el río en su parte más honda,más allá del vado,  a  causa de unos  animales  feroces que denominaban  ‘tigres deagua’. (...) Me dijeron, además, que se habían visto ciervos en las orillas del río, perono se tuvo noticia de ninguno de ellos durante nuestra permanencia en las inmedia‐ciones. Unas cuantas millas abajo termina la franja de árboles (...). Los indios lla‐man Senguel a ese lugar (...)” (Musters 1997:126‐127)

Figura 1. Croquis realizado por Musters del trayecto R. Senguel ‐ Henno

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Figura 2. Plano publicado por Fontana (detalle del sector analizado)

Fontana, en cambio, describe árboles aislados: “Hemos dicho que las costastienen árboles, pero  se  encuentran muy aislados”  (Fontana 1999:96) y deciderecorrer exhaustivamente todo el curso del río desde sus nacientes –‐en el lagodenominado  a  partir de  ese momento  como  “Lago  Fontana”–  hasta  su  con‐fluencia con el río Mayo desembocando en los lagos Musters y Colhué Huapi2.

Esta discrepancia de  la que habla Fontana en la descripción del paisaje conrespecto a lo informado por Musters, es llamativa debido a que el punto por elque cruzan el río es supuestamente el mismo y lo hacen ambos viajeros en épo‐cas del año similares –Musters a mediados de octubre, y Fontana a mediados dediciembre– con una diferencia aproximada de 15 años entre un viaje y el otro.¿El paisaje ha cambiado en el transcurso de esos años y podemos hablar de unamayor aridez para la época del viaje de Fontana, o son distintas apreciacionesde un mismo paisaje, una favorable y la otra desfavorable?

Discusión y Consideraciones Finales

La  insistencia de Fontana en hacer correcciones constantemente a  lo  infor‐mado por Musters –incluso a lo “no informado” por éste, como en el caso de lasfrutillas– y su clara posición como enviado y como voz autorizada para “descu‐brir” y dar nombre a  los prósperos  territorios –hasta ese momento “desiertosingratos”– que se incorporan al naciente Estado‐Nación (Dávilo y Gotta 2000),

2. Es interesante observar la crítica que hace Fontana al hecho de que le pusieran el nombre de Musters allago llamado por los indios Colhué Huapi. Asimismo es curioso ver cómo en su plano están intercambia‐dos los nombres apareciendo como Colhué Huapi el lago más profundo y de mayor importancia y comoLago Musters el de menor profundidad (que llega a ser tan solo una pequeña laguna en épocas de sequía).En la actualidad, los nombres están como originalmente habían sido denominados por Moreno.

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nos llevan a tomar recaudos en cuanto a tomar literalmente sus expresiones quedenotan juicios de valor, buenos o malos, en cuanto al paisaje observado.

Fontana subraya la carencia de valor científico que posee el trabajo de Mus‐ters, en contraposición con su trabajo que posee una legitimidad científica insti‐tucionalmente respaldada por el gobierno y por sus estudios.

“Pero como en la enumeración de los trabajos que conceptúo como desprovistos deautoridad científica cito precisamente al libro de Musters (...). (...), comprendió bienpronto que su proyecto de hacer relevamientos topográficos cuyo valor habría sidomuy grande, como que le hubiese abierto un camino en el mundo científico, no eraposible de realizar, dada la índole especialísima de la caravana a que iba agregado yque imprimía curso opuesto a sus deseos desquiciando sus mejores planes” (Fontana1999:22‐23)

Queda claro que a Fontana las costumbres tehuelches no le interesaban y queconsidera que la única posible utilidad científica del viaje de Musters, que es elaspecto geográfico, no había sido lograda debido a que no tenía los medios ade‐cuados.

“Los instrumentos que no se le habían perdido estaban rotos y descompuestos; notenía ni papel en que escribir (...) se dedicó a observar las costumbres de sus abiga‐rrados compañeros, penetrando con su inteligencia superior en el móvil de las accio‐nes de los pobres indios y en la necesidad de los usos que el medio les demarcaba (...).Así  fue que (...) escribió un  libro de mucho valor  literario e  interesantísimo comotrabajo descriptivo, pero en el que cae en el error cuando saliendo de ese círculo atra‐yente, quiere por meros recuerdos, señalar un punto en el espacio o trazar el cursode un río” (Fontana 1999:23‐24)

De esta manera, Fontana desacredita el valor científico de su antecesor Mus‐ters, aumentando así la importancia de su propia expedición. Dando ejemplospuntuales de los errores cometidos por Musters da fundamento a sus críticas.

Sabiendo que Fontana comienza su viaje sin guías indios mientras que Mus‐ters hace su recorrido siempre guiado por estos, es interesante ver si en los tra‐yectos  generales  de  ambas  rutas  puede  encontrarse  alguna  lógica  uordenamiento diferencial en las direcciones tomadas. Notamos que el recorridode Fontana siempre está trazado de acuerdo a los cursos de los ríos. Los vallesde los ríos le están dando un orden y jerarquización de ese espacio homogéneoa explorar. Sólo se desvía de los cursos de ríos cuando se encuentra con zonasintransitables. En su búsqueda de conocimientos sobre el territorio, la cuestióndel trazado de lo ríos, sus nacientes, confluencias y desembocaduras, es priori‐taria.

En cambio, la ruta de Musters está ordenada principalmente de acuerdo conlos paraderos pre‐establecidos  conocidos por  los  tehuelches  y,  en  su  avance,cruzan  ríos  y  suben  y  bajan  a  las  pampas  para  cazar  guanacos,  siempreteniendo  como  referencia dichos paraderos.  ¿Tiene alguna  lógica o patrón  la

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ubicación  de  estos  paraderos  al  que  podamos  acceder  como  investigadores?Muchas veces su denominación refiere a alguna característica particular del pai‐saje, a algún evento ocurrido en el pasado o a algún recurso específico que seencuentra allí. Este es un punto que nos interesa desarrollar en nuestras investi‐gaciones y en donde es valiosa la información que nos pueden aportar las fuen‐tes históricas, en cuanto a las descripciones y los mapas en donde aparezcan lostopónimos originales.

Sin  embargo,  como  vimos  en  este  trabajo,  estas  descripciones  no  puedentomarse como datos brutos y aislados de su contexto de producción. Realiza‐mos un llamado de atención, sobretodo para arqueólogos no familiarizados conla metodología histórica, de no perder de vista el contexto del autor, sus inten‐ciones, a quién y para quién escribe. Fontana, cuando llega a lugares que dicepisar  él por primera vez, describe una naturaleza  exuberante y  con  riquezasúnicas en el mundo, en cambio, cuando pasa por lugares que ya describió otroviajero como favorables, los desvaloriza subrayando la falta de confiabilidad enlos relatos de su antecesor. Musters, en cambio, motivado por intereses persona‐les y por una curiosidad ante lo extraño, dirige su libro al público en general yno pretende demostrar su autoridad “científica”. Describe los paisajes que reco‐rre,  aparentemente  de  una manera  neutral  –por  supuesto  siempre  hay  unaselección subjetiva de lo que se va a describir y lo que no– presentándolos comoel escenario que enmarca su recorrido.

También queremos destacar la importancia de estar atentos a los errores deinterpretación que surgen de las fuentes debido a confusiones idiomáticas porla falta de comprensión de la lengua tehuelche. En su texto Musters mencionaque Senguel era el nombre de un lugar puntual, es decir un paradero (Musters1997:127), sin embargo en el mapa que presenta le da ese nombre a todo el río.Fontana,  informado  por  Platero, menciona  que,  con  la  palabra  Senguerr,  losindios denominaban al punto en donde se cruzaba el río y no al río mismo. Deesto  el  autor  infiere  –incorrectamente  según  Escalada  (ver  Rey  Balmaceda1960)– que esa palabra significaba “paso del río” (Fontana 1999:95). 

Por último, no queremos dejar de mencionar la gran importancia que tienenpara la arqueología los datos que brindan las fuentes, sobre lugares puntualesen donde los mismos viajeros ven rastros de un episodio del pasado. En el casode Musters,  él  informa  sobre  rastros  de  una  gran  batalla  entre  araucanos  ytehuelches en el Senguel y dice observar huesos y calaveras producto de ésta(Musters 1997:127). En Fontana, es muy interesante el análisis que realiza de susobservaciones en “los  campos de Foyel”,  lugar en donde aconteció  la batallaentre el cacique Foyel y el Teniente Enseis en 1884. Fontana encuentra restos delos toldos abandonados y de muchos otros elementos, entre estos las cápsulasservidas de las armas a partir de las cuales él interpreta la ubicación de las tro‐pas de Enseis y en dónde realizaron la primer descarga de sus armas (Fontana1999:90).

Este trabajo fue una aproximación preliminar para destacar y ejemplificar laposibilidad de abordar viejas fuentes con nuevas preguntas y, al mismo tiempo,señalar la validez y la utilidad de aplicar los resultados de estos estudios en la

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elaboración de modelos para orientar  la  investigación arqueológica,  tomandosiempre  los  recaudos  metodológicos  adecuados.  Consideramos  que  haymuchos tramos por explorar, ubicar, y comparar entre los distintos viajeros dedistintas épocas en Patagonia, y que la información obtenida deberá integrarsecon  la proveniente de otras disciplinas como por ejemplo  la paleoecología,  lageografía, la lingüística y la etnografía.

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