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Transformación de la territorialidad de las comunidades indígenas Awá en Nariño a manos del narcotráfico: una revisión al Plan Colombia y al DDR. Natalia Márquez Tenorio, 2012/Mayo/25 RESUMEN El dominio territorial de un individuo o comunidad a lo cual llamamos territorialidad se ve afectada por múltiples procesos que se dan simultáneamente como la incursión de nuevos actores, transformaciones económicas y transformaciones sociales. Es así como la territorialidad del pueblo Indígena Awá ha sido transformada por actores no gubernamentales: FARC, ELN, Paramilitares, y por nuevas producciones económicas: cultivos de coca. Estas dos tensiones producen desplazamiento y resistencia, y en otros casos producen una “cooperación”. Es el objetivo de este artículo describir esas tensiones a partir de los dos planes de gobierno que en gran medida han permitido el surgimiento de las mismas, el Plan Colombia y el Proceso de Desarme, Desmovilización y Reinserción. PALABRAS CLAVE: Awá, Plan Colombia, DDR, Narcotráfico, Territorialidad, Conflicto armado. INTRODUCCIÓN Antes del Plan Colombia los indígenas Awá habitantes del sur de Nariño vivían una vida agrícola tranquila, tenían autonomía de sus tierras y sus tradiciones eran conservadas. En 1998 bajo el gobierno del presidente Pastrana se firmó con Estados Unidos el Plan Colombia, y con éste la lucha contra el narcotráfico se

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Transformación de la territorialidad de las comunidades indígenas

Awá en Nariño a manos del narcotráfico: una revisión al Plan

Colombia y al DDR.

Natalia Márquez Tenorio, 2012/Mayo/25

RESUMEN

El dominio territorial de un individuo o comunidad a lo cual

llamamos territorialidad se ve afectada por múltiples procesos que

se dan simultáneamente como la incursión de nuevos actores,

transformaciones económicas y transformaciones sociales. Es así

como la territorialidad del pueblo Indígena Awá ha sido

transformada por actores no gubernamentales: FARC, ELN,

Paramilitares, y por nuevas producciones económicas: cultivos de

coca. Estas dos tensiones producen desplazamiento y resistencia, y

en otros casos producen una “cooperación”. Es el objetivo de este

artículo describir esas tensiones a partir de los dos planes de

gobierno que en gran medida han permitido el surgimiento de las

mismas, el Plan Colombia y el Proceso de Desarme, Desmovilización

y Reinserción.

PALABRAS CLAVE: Awá, Plan Colombia, DDR, Narcotráfico,

Territorialidad, Conflicto armado.

INTRODUCCIÓN

Antes del Plan Colombia los indígenas Awá habitantes del sur de

Nariño vivían una vida agrícola tranquila, tenían autonomía de sus

tierras y sus tradiciones eran conservadas. En 1998 bajo el

gobierno del presidente Pastrana se firmó con Estados Unidos el

Plan Colombia, y con éste la lucha contra el narcotráfico se

inició. La tesis sostenida en este trabajo es que lo que consiguió

el Plan Colombia no fue otra cosa diferente a un reordenamiento

geopolítico del narcotráfico; el desplazamiento de los cultivos de

coca a Nariño. Esta nueva locación de la actividad ilegal hizo que

los indígenas residentes allí se encontraran invadidos de actores

no gubernamentales quienes amenazaban su territorialidad,

identidad y su existencia misma. En el 2000 con el gobierno de

Álvaro Uribe se inició el DDR (Desarme, Desmovilización y

Reinserción) que se proponía luchar y acabar con grupos armados

ilegales. Aunque en un inicio este proyecto consiguió la

rendición de armas de muchos en el 2005 la cifra de actores

armados presentes en Nariño se había triplicado (“los rastros de

un cadáver”, 2006).

Siendo así, básicamente nos encontramos con dos planes impulsados

por los diferentes gobiernos, que si bien tenían la meta positiva

de disminución del conflicto han afectado a otras identidades que

tal vez no fueron consideradas al momento de diseñar dichas

políticas. Este trabajo bien podría ser una crítica al Estado

colombiano, sin embargo no será ese su objetivo último, sino más

bien se debe tener en cuenta que siendo el tema del trabajo la

<<afectación>> del territorio de Nariño, por afectación no se

intenta sugerir que sea positiva o negativa, por ello este trabajo

buscará mostrar cómo estos procesos han sido causantes de una

transformación de la territorialidad de los indígenas Awa en

Nariño. El interrogante que pretenderá responder es ¿Cómo el Plan

Colombia y el DDR (Desarme, Desmovilización y Reintegración),

procesos impulsados por el gobierno para la disminución del

conflicto, han resultado en la transformación del territorio de

Ricaurte (Nariño) para la comunidad Awá? Para responder al

interrogante parto de la hipótesis de que en cada caso los

procesos han significado la aparición de nuevos grupos sociales

(FARC, ELN y Paramilitares) y un conflicto identitario (“cooperar”

para sobrevivir, o resistirse y morir) al interior de la

comunidad. Para sostener esto pienso examinar los dos procesos

reconociendo: 1. los mecanismos de gestión utilizados, y 2. Los

actores relevantes involucrados. Para posteriormente analizar la

manera en que ambos procesos dieron lugar a la transformación de

la territorialidad de la comunidad Awá.

Un estudio de este tema es importante en la medida en que se

aborda un fenómeno político y económico como el narcotráfico desde

una perspectiva sociológica y antropológica, especialmente

centrada en aquello que hoy en día se conoce como geografía

económica. Poder estudiar las relaciones presentes en un proceso,

que no son sólo relaciones de poder, porque la

interdisciplinariedad debería poder enriquecer los trabajos

investigativos en cualquier lugar, y esos procesos que a veces

pueden parecer lineales resultan después bajo una mira

antropológica o sociológica, que son una maraña de cuestiones que

van desde lo cultural hasta lo estructural.

Debo enfatizar que el verdadero peso valorativo de este trabajo es

que logrará mostrar cómo las decisiones políticas o las

estrategias políticas determinan la vida de todos los sujetos

dentro de un territorio, no se trata entonces de juzgar las

acciones ya realizadas sino poner una fuerte reflexión al hecho de

que en la planeación de las políticas se deberá en el futuro tener

presente a todos los actores que estos procesos puedan

transformar, tomando en cuenta los aspectos identitarios de los

grupos. Y no se trata simplemente de volver aquello que ha sido

llamado “antropología de la pobreza” como otra forma más de

recurrir a las mismas estrategias para reivindicar pueblos y

comunidades, no se trata de exponer como victimas a personas que

(aunque lo son) no quieren ser reconocidas como tal. Por el

contrario la obligación que se nos impuso y se nos impone

actualmente, desde que nuestro país ha aceptado la diversidad

étnica y el triunfo del discurso multicultural es latente, es la

de buscar conciliar esas diferencias mas no erradicarlas.

Y este multiculturalismo hace que nuestro país se encuentre

dividido en diferentes grupos. Por eso la razón de escoger una

comunidad indígena, y no varias o todas, reside precisamente en

ese aspecto de nuestra nación. Una sociedad tan fragmentada

requiere un estudio de sus diversos sectores, es por eso que la

aproximación a esta comunidad indígena se hará teniendo en cuenta

sus especificidades pero al mismo tiempo remarcando que no son

grupos independientes sino que están estrechamente vinculados a

través de relaciones de producción, de las fuerzas de mercado y de

las relaciones sociales en su totalidad.

TERRITORIO Y TERRITORIALIDAD

Primero que todo deberemos esclarecer lo que aquí se entenderá por

territorio y por territorialidad. El territorio es “un concepto

relacional que indica un conjunto de vínculos de dominio, poder,

pertenencia o de apropiación entre una porción o la totalidad de

espacio geográfico y un determinado sujeto individual o colectivo,

(…), la pertenencia o apropiación no se refiere sólo a vínculos de

propiedad sino también a aquellos lazos subjetivos de identidad y

afecto existentes entre el sujeto y territorio” (Montañez, 2001:

20-21). Y por territorialidad se entiende el grado de domino

territorial que tiene un sujeto individual o social, construido a

partir de prácticas socio-culturales que permiten la apropiación

de éste, “las territorialidades se crean, recrean y transforman

históricamente en procesos complejos de territorialización o

desterritorialización, impulsados a través de mecanismos

consensuados o conflictivos de carácter gradual o abrupto.

(Montañez, 2001: 22)

En los últimos años ha habido una explosión por el entendimiento

del territorio como una noción importante para el estudio de las

ciencias sociales, pues se ha introducido como dimensión

fundamental en la medida en que el ordenamiento territorial afecta

múltiples cuestiones, desde el poder local, lo económico y lo

cultural. La apropiación del término ha hecho que surjan múltiples

interpretaciones tanto a su definición como a su uso en los

estudios. Primero debo aclarar que la teoría que será utilizada en

el marco teórico de este trabajo será la del enfoque de espacio

desde la Geografía Radical, pues en ésta se plantea la creación

social del espacio, es decir, el espacio no está dado ni

delimitado ni es algo terminado sino que atraviesa múltiples

transformaciones que permiten ir construyéndolo. Es muy importante

tener en cuenta que esta apreciación del espacio utiliza al

marxismo como sustento teórico, por lo tanto aquello que prima en

esta aproximación es la actividad productiva. David Harvey

exponente de dicho enfoque si bien no es un marxista ortodoxo y

reconoce que existen otros elementos identitarios contribuyentes a

la creación espacial, sostiene que la mayor fuerza para determinar

la construcción del espacio son las fuerzas productivas resultado

del capitalismo, en sí las fuerzas económicas regionalizadas.

NARCOTRÁFICO Y PRODUCCION DEL ESPACIO.

Creo pertinente partir de aquí pues podemos pensar a los dos

procesos analizados en este trabajo, como respuesta del Estado y

de los diferentes gobiernos a un modelo capitalista global, pues

para los años en los que surge el Plan Colombia, el problema del

narcotráfico se torna el principal mal a erradicar que azota a las

naciones de la sociedad civil global, una sociedad cuyas

relaciones están enmarcadas en las formas productivas del capital.

Entender que el hecho de que los cultivos de coca una vez

establecidos en el sur de Nariño hicieron que los indígenas allí

residentes se volvieran coqueros nos permite ver cómo el

capitalismo fue moldeando el espacio y territorio de esta

comunidad.

El término de capitalismo global deviene de la geografía

económica, la cual sostiene que “asistimos al inicio de una nueva

etapa en la evolución del sistema económico a la que puede

calificarse como de capitalismo global, en que la modificación del

contexto tecnológico, productivo, sociolaboral e institucional

provoca importantes cambios en la lógica espacial de las empresas

y eso se traduce en la relocalización de numerosas actividades, la

densificación de las redes de flujos y la aparición de nuevas

formas de desigualdad, que exigen readaptar las tradicionales

estrategias de intervención pública sobre la economía y el

territorio” (Méndez, 1997:XIII). Creo que entender el

narcotráfico, lamentablemente, como una de las actividades más

rentables de nuestro país permitirá ver cómo su relocalización ha

tenido un impacto en la configuración de territorialidades. Y

cuando digo que es de las actividades más rentables lo hago porque

en el ejercicio del narcotráfico en materia económica ha habido un

cambio sustancial “mientras que a finales de los 80 y principios

de los 90 los dividendos de esta actividad se reinvertían en

actividades ilícitas como el contrabando o en la compra de bienes

suntuarios que no generaban movimiento económico alguno, hoy en

día la prioridad es buscar la inserción de estos dividendos dentro

de actividades económicas lícitas” (Rangel, 2005: 10).

Siguiendo a Milton Santos (2000) podemos pensar la relocalización

de los cultivos ilícitos en el sur de Nariño como una lucha entre

relaciones verticales y horizontales, pues esta actividad ha

reorganizado la producción, beneficiando a unos en detrimento de

otros. Es muy engañosa la manera en la que leemos la participación

de los indígenas Awá en este contexto, pues si bien no han sido

excluidos de las nuevas formas de producción en la región es

precisamente a causa de esta inclusión que se han visto sometidos

a un cambio en su territorialidad. Si tomamos en cuenta que el

territorio es donde sucede la oposición entre el Mercado

(verticalidades) y la sociedad civil (horizontalidades), nos

encontramos que la transformación de la territorialidad de la

comunidad Awá es el resultado de la existencia de estas dos

fuerzas; Nuevos actores generando cambios y viejos actores

resistiéndolo.

TERRITORIO Y CONFLICTO ARAMADO

Es precisamente entender esta configuración del territorio como un

hecho que produce luchas internas, dependencia, respuestas de

resistencia, lo que me lleva adoptar las líneas investigativas que

unen al territorio con el conflicto. Aquí se sugiere que hay dos

procesos que devienen de la presencia de grupos armados en ciertos

territorios; por un lado se puede pensar que los residentes de los

lugares a los que llegaron estos nuevos actores se incorporaron a

la actividad del narcotráfico porque estos actores se mostraban

como la respuesta que no tuvieron por parte del Estado, en el

sentido en que se sintieron excluidos y no sintieron la presencia

de éste, y por otro lado, en otros casos, se ve una clara

resistencia a estas imposiciones premiando un discurso étnico y

cultural que condena la participación en estas actividades. Es

importante para esta investigación entender ambos procesos tanto

la incorporación como la resistencia pues en la comunidad Awá esta

dicotomía es transversal a la transformación del territorio que

ocupan.

Durante los últimos 30 años investigaciones sobre el conflicto

armado en Colombia se han venido desarrollando en el país, sin

embargo no ha habido una recopilación de las mismas, y su

dispersión ha hecho difícil el análisis de lo que allí se ha

producido. En este marco en el 2008 se llevó a cabo un seminario

internacional de Odecofi ( Observatorio Colombiano para el

Desarrollo integral, la Convivencia Ciudadana y el Fortalecimiento

Institucional, para zonas afectadas por el conflicto armado),

donde diferentes ponencias fueron presentadas que tenían el tema

de la inserción diferenciada del conflicto armado en el espacio y

el tiempo. Uno de los temas macro centrales de este seminario fue

el conflicto y el territorio. Para este trabajo que me propongo

desarrollar me parece importante contar con los ensayos de Camilo

Echandía dimensiones territoriales del conflicto armado y la violencia en Colombia y

el de Ana María Arjona grupos armados, comunidades y órdenes locales:

interacciones complejas, pues ambos escritos se centran en las

interacciones entre los diferentes actores sociales presentes en

los territorios afectados por la guerra.

El tema del conflicto en este trabajo está ligado estrechamente a

la cuestión del narcotráfico siendo esta la actividad que de

alguna manera puede ser vista como el sustento de la guerra, pues

desde los setenta es claramente visible la estrecha interacción

entre violencia, narcotráfico y conflicto por las tierras. En la

línea de autores que hablan sobre el narcotráfico como actividad

económica vinculada al conflicto se encuentran: Gustavo Duncan y

su ensayo Narcotraficantes, mafiosos y guerreros. Andrés López con su ensayo

conflicto interno y narcotráfico entre 1970 y 2005. Ricardo Vargas y su ensayo

Cultivos ilícitos en Colombia: elementos para un balance y Ricardo Rocha con su

ensayo Sobre las magnitudes del narcotráfico. Estos textos permiten mostrar

la dinámica y comportamiento del narcotráfico en Colombia en la

actualidad, analizando la evolución de los diversos actores

involucrados y el aspecto central, su influencia sobre el aparato

productivo del país. De igual manera un artículo de revista

Narcotráfico y conflicto ¿por qué bajó el precio de la cocaína?, de Leonardo Raffo

López nos sitúa en ese nuevo paradigma económico que ha

desarrollado el Narcotráfico, así mismo su ensayo la teoría económica de

los bienes ilegales demuestran cómo hay un comportamiento especifico del

mercado de narcóticos.

Esta relación intrínseca entre conflicto y territorio se esclarece

si tenemos en cuenta que los territorios en Colombia han pasado de

ser territorios en conflicto a ser territorios de conflicto,

porque estos territorios han adquirido una significación de

concepción y de practica a raíz de una transformación de su

entorno físico y se han visto permeados por los fenómenos que en

ellos suceden. Bajo esta temática también son interesantes los

textos: territorios plurales, cambio sociopolítico y gobernabilidad cultural, de Carlos

Vladimir Zambrano; factores estructurales y coyunturales en la producción de la

guerra: las políticas del conflicto en el panorama actual colombiano, de Alfredo

Molano; la nuevas geografías para la guerra, de Miguel Borja y por último

conflictos territoriales o la política de la ubicación. Actores étnico, re-etnizados y no

étnicos en disputa por un territorio en el Putumayo, de Margarita Chávez

Chamorro. En especial este último ensayo sirve como referente de un

estudio de caso en el Putumayo que guarda características

similares en cuanto a los fenómenos analizados respecto al Nariño.

Un libro crucial como referente para esta investigación es Políticas

antidroga en Colombia: éxitos, fracasos y extravíos. Pues da una mirada

introspectiva a las políticas que surgieron a raíz de la lucha

antidrogas impulsada por el presidente Nixon y que se materializa

en el Plan Colombia. Particularmente el capítulo “políticas

antidroga en el Plan Colombia: costos, efectividad y eficiencia”

de Daniel Mejía, será de gran ayuda pues la revisión del Plan

Colombia es uno de los objetivos específicos de esta

investigación. Entonces es importante en este punto exponer

brevemente, antes de continuar, los dos procesos que aquí se van a

evaluar.

el Plan Colombia en un primer momento nace a mediados de 1998

cuando el presidente Pastrana presentó un paquete de ayuda social

y económica para las áreas rurales de Colombia, sin embargo

diferentes problemáticas hicieron que éste no despegara, entonces

en agosto de 1999 el presidente se reunió con algunos oficiales

estadounidenses interesados en un nuevo plan. “Se diferencia del

original principalmente en que contiene algunos elementos nuevos

que parecen responder directamente a los intereses

estadounidenses. Hay un énfasis más fuerte en el fortalecimiento

del Estado, particularmente las fuerzas armadas. Sin embargo lo

que más destaca en el nuevo plan es la lucha antidroga. Si se

incluyen los programas de desarrollo alternativo, la lucha

antidrogas comprende 90% de la contribución estadounidense al Plan

Colombia” (Estrada, 2002: 22).

En los estudios que se han realizado sobre el plan Colombia que

son importantes para este trabajo se privilegiaran aquellos que

han logrado hacer un balance más que una descripción del mismo,

por ello los siguientes trabajos serán tenidos en cuenta: las claves

territoriales del Plan Colombia, de Édgar Novoa Torres; Territorio, pueblos

indígenas y Plan Colombia, de Armando Valbuena; los pueblos indígenas frente a la

continua masacre de nuestros derechos, de Hernando Chindoy Chindoy; Plan

Colombia, globalización y resistencias, de Daniel Libreros Caicedo, y como

estudio de caso Movimiento Cocalero Boliviano: resistencia social frente al Plan

Dignidad, de William Condori.

El segundo proceso es el de Desarme, Desmovilización y

reintegración, es un proceso iniciado desde el 2002 que contribuye

a la seguridad y la estabilidad en una zona, saliendo de una

situación de conflicto o de violencia organizada generalizada, al

desarmar a los combatientes, sacarlos de estructuras militares y

dotarlos con las herramientas necesarias para reintegrarse social

y económicamente a la sociedad civil. El desarme significa la

recolección, documentación, inspección, traslado y destrucción de

todo el material de guerra. La desmovilización consiste en la

decisión individual y voluntaria de abandonar a un grupo armado,

así como sus actividades dentro del mismo. Y la etapa de

reinserción comprende una asistencia transitoria para ayudar a

cubrir las necesidades básicas del desmovilizado y su grupo

familiar luego de la desmovilización (Agencia Colombiana para la

Reintegración). Lo que se pretende con este trabajo es analizar

las dinámicas que han devenido con este proceso, por ello los

documentos útiles aquí, igual que para el Plan Colombia, son

aquellos que hagan un balance del proceso. Por ello ensayos como

Colombia’s Paramilitary DDR: Quiet and tentative success, de Michael Spagat y

Balance del proceso de Desmovilización, Desarme y Reinserción (DDR) de los bloque

cacique Nutibara y Héroes de Granada en la ciudad de Medellín, de Manuel Alberto

Alonso Espinal y Germán Darío Valencia Agudelo, sirven para, por

una parte contextualizar sobre el proceso y segundo muestran una

forma de análisis de cada etapa del proceso, metodología que será

acogida en este trabajo. Además que advierten que la presencia de

paramilitares se ha reducido en algunas regiones pero en Nariño

por el contrario se han multiplicado.

TERRITORIO Y ETNICIDAD

Ahora bien la parte fundamental de este trabajo es la comprensión

de la comunidad Awá, ubicados en Nariño, de la forma en cómo su

territorialidad ha sido transformada por la presencia de los

actores que el narcotráfico ha llevado allí. Los Awá también son

conocidos como Kwaiker, Cuaiker, Cuaquier o Coiquer. Este pueblo

indígena se encuentra ubicado en la parte occidental del Macizo

Andino, ocupando los resguardos en los departamentos de Nariño y

Putumayo. “Su localización en uno de los ejes de comunicación

entre el litoral y la meseta andina, ha influido

significativamente en la conformación de su territorio, el cual se

ha visto afectado por los auges mineros, las guerras civiles, los

procesos de colonización ganadera, maderera y de cultivos

ilícitos, (…), la mayor concentración indígena se encuentra en el

municipio de Ricaurte (Nariño), debido en parte a las condiciones

climáticas que permiten una mayor actividad agrícola”( Toda

Colombia es mi pasión).

En el 2009 el programa contravía hizo un documental exponiendo la

realidad de la comunidad indígena Awá, víctimas de masacres,

desplazamiento forzado, minas y estigmatización (contravía:

situación de la comunidad awá en Nariño). El 4 de febrero de 2009,

la guerrilla de las FARC asesinó a ocho indígenas y otros tres

fueron desaparecidos, hecho que generó el desplazamiento de 400

personas que hoy siguen lejos de su tierra y en total abandono.

Esta situación nos muestra cómo la presencia de la guerrilla y

paramilitares en ese sector no sólo ha incrementado sino que cada

vez más supone una amenaza a la existencia de esta comunidad

indígena. Pero lo que se busca con este trabajo no es partir de

allí sino mirar cómo se llego a esta situación. Se encuentran un

sinfín de artículos de prensa, y es digno de mencionar el hecho de

que la aparición en la prensa de noticias sobre esta comunidad

sucede sobre todo a partir de 1999. En una línea de tiempo que

realiza el periódico El Tiempo en su página web, se puede ver cómo

en los últimos años las noticias relacionadas al pueblo Awá ha

incrementado, sobre todo para exponer su situación actual,

mientras que antes las noticias eran acerca sobre todo de su modo

de vida y su cultura. Artículos como Territorio en guerra de Edison

Avalos para el Espectador (Consejo Regional Indígena del Cauca) y

Los rastros de un cadáver (Semana, 17 Junio 2006) para la revista Semana,

son artículos útiles para este trabajo porque proveen una mirada a

la realidad de la situación de la comunidad.

Para comprender el hecho de que los Awá se encuentren entre la

disyuntiva de respetar sus tradiciones y permanecer aislados de

las actividades ilícitas o de unirse a ellas, es pertinente contar

con un material teórico sobre la cultura, la identidad y la

etnicidad. Bajo estas líneas están los siguientes textos que me

permiten aproximarme a una explicación del comportamiento de los

miembros de esta comunidad: Reinvención de la identidad étnica, nuevas

territorialidades y redes globales: el Estado multiétnico y pluricultural en Colombia y

Eduador, de Luis Carlos Castillo y Heriberto Cairo Carou. Territorialidad

indígena y ordenamiento en la Amazonia, de Ricardo Ramírez Suárez. Territorios,

espacios vividos y sentidos de lugar en tiempos de avance de la frontera productiva, de

María Eugenia Comerci. Y por último Territorios e identidades, de Nacy

Motta Gonzalez.

Y unos libros que permiten adquirir información sobre la cultura

Awá específicamente son los siguientes: Encuentro de dos modos de

comprender la vida, de Xatlí Murillo-Sencial y la gente de los ríos, de María

Clara Llano.

De esta manera la escogencia de la geografía radical como marco

teórico prueba ser el sustento ideal para este trabajo debido a la

importancia que en ésta se da a los factores productivos, por ello

las fuentes escogidas aquí si bien hacen referencia a procesos

políticos dan cuenta también de aspectos muy económicos como el

narcotráfico y los cultivos ilícitos. Toda la información

recolectada está enmarcada en un contexto histórico que gira en

torno a los procesos del Plan Colombia y el DDR, y la Geografía

Radical, en especial David Harvey, hacen uso de una metodología

dialéctica lo cual nos permite entender que el proceso que se vive

en Nariño sólo pudo ser posible por el cruce de factores

históricos, geográficos y productivos.

Indígenas Awá: Resistencia a un capitalismo global

Antes que nada es importante decir que la comunidad Awá está

ubicada geográficamente en Colombia en los municipios de Ipiales,

Mallama, Ricaurte, Barbacoas, Roberto Payán, Samaniego y Santa

Cruz Guachavez y Tumaco, en el departamento de Nariño, y en los

municipios de Puerto Asis, Valle del Guamez, San Miguel Dorada,

Orito, Puerto Caicedo, Villa Garzón en el departamento del

Putumayo. El departamento de Nariño se encuentra ubicado al sur de

Colombia, está dividido en 64 municipios y 230 corregimientos.

Limita al norte con el Cauca, al este con el putumayo, al sur con

Ecuador y al oeste con el Océano Pacífico. Para este trabajo me

concentraré específicamente en la comunidad Awá que habita en

Ricaurte, Nariño, ahí está ubicado el Cabildo Mayor Awá –

CAMAWARI-.en donde hay una “población de 10500 habitantes, cerca

del 85% total de la población del municipio, y con 107.000

hectáreas de territorio” (plan de vida awá), en total a este

municipio pertenecen once resguardos. Ricaurte está ubicado al

sur de Colombia, en cuanto a la economía del municipio el sistema

de producción más utilizado es el monocultivo, principalmente el

de caña.

Awá quiere decir gente de las montañas y la cosmovisión de la

comunidad gira entorno al territorio, los animales, la fauna y

todos los seres de los cuatro mundos que componen su realidad, su

convivencia en paz y respeto por todos los seres. Para ellos el

territorio adquiere un significado fundamental que traspasa los

límites físicos que generalmente se le adjudican a los

territorios. “la denominación de territorio Awá impone una mirada

a las concepciones propias del indígena con relación a su entorno

geográfico y a la manera de concebirlo. La relación directa del

indígena con su medio natural, lo ha llevado a que su forma de

vida esté en armonía con el mismo, lo cual se expresa a través del

profundo respeto que manifiestan por medio de diferentes prácticas

como son: la agricultura, la caza y la pesca entre otros,

incluyendo también la concepción territorial que el indígena

maneja en su “montaña” (“territorio indígena Awá, 2010). La

comprensión del territorio dentro de la cultura Awá refleja cómo

desde su cosmovisión existe una concepción integral del mundo, la

“propiedad privada” y los “recursos naturales” no existen de la

misma manera que para nosotros, para ellos territorio es más bien

aquello que representa los derechos colectivos, es decir, el agua,

la tierra y todos los demás bienes naturales, eso compone el

territorio y el acceso a esas libertades las creen más importantes

que los mismos derechos fundamentales como la vida.

El pueblo Awá es una de las víctimas de la guerra contra las

drogas que el país inició de la mano de Estados Unidos a finales

de los noventa. Reiteradamente han expuesto que no tienen nada que

ver con el conflicto interno de Colombia y han hecho declaraciones

en búsqueda de atención estatal a los atropellos a sus derechos,

sin más han sido en muchos casos catalogados como narcotraficantes

y cooperantes de la producción de la coca simplemente porque no

están de acuerdo a las practicas de fumigación que con el Plan

Colombia se han puesto en marcha. Y es que si se hace una revisión

a esas políticas muchas verdades se pueden encontrar que sustentan

la postura no sólo de este pueblo indígena sino de todos los

pueblos indígenas del país, porque hemos involucrado a estas

personas en una guerra y un conflicto del cual les toca hacer

parte porque viven aquí y sus prácticas se ven amenazadas

constantemente sin que ellos así lo quieran.

El pueblo Awá cansado de ser victima de crímenes hacia su

comunidad resolvió presentar un Plan de Salvaguardia étnica, en el

cual plasman su proyecto de vida, “Nosotros los indígenas del

pueblo Awá, a raíz del conflicto armado interno, la incursión de

megaproyectos y monocultivos en nuestro territorio, el negocio del

narcotráfico y el abandono histórico del Estado, hemos visto cómo

nuestra identidad física y cultural, en el transcurso de los años

se ha ido debilitando. Como consecuencia de los factores

expuestos, quienes hemos vivido ancestralmente en las comunidades

Awá, no hemos podido disfrutar con plenitud las riquezas que

tenemos en el territorio y, además se nos ha dificultado mantener

la relación de respeto, equilibrio y armonía con los espíritus de

la montaña” (plan de vida Awá, 2008).

Este pueblo, es uno de los pocos que todavía conservan sus

características únicas y especificas, como sus tradiciones e

idioma, sin embargo esto no es tarea fácil pues constantemente se

ven amenazados en sus territorios porque la presencia de la

guerrilla y paramilitares los forzó a desplazarse o a unirse a sus

prácticas. Ninguna de estas dos opciones es la salida justa para

el pueblo y mostrando resistencia es que han perdido cientos de

compañeros en las últimas dos décadas. “Las situaciones de

emigración antes eran muy particulares y escasas entre las

comunidades Awá y actualmente los problemas de conflicto armado

junto al asentamiento de otras culturas que incursionan en

nuestras comunidades y dedicadas a los cultivos ilícitos han

generado desplazamiento con su agresión; llegando además a romper

con un estilo de vida propio que cada vez se deteriora en la

medida que se invade no sólo nuestro territorio sino también

nuestro pensamiento, nuestros propios sueños y los anhelos del

futuro” (Unidad Indígena del Pueblo Awá UNIPA)

Los Awá frente al conflicto armado.

El conflicto armado es una realidad en nuestro país y un estudio

del narcotráfico no puede dejar de lado sus complejidades, por

ello es importante reconocer la transformación del conflicto a

partir del Plan Colombia y la transformación de los actores que

hacen parte de él. En primer lugar es importante la comprensión de

las resistencias que conllevan esa reconfiguración de la

productividad cocalera, allí “las resistencias sociales adquieren

lugar preponderante en la reconfiguración espacial, disputando la

producción espacial en todas sus escalas, desafiando la

construcción del nuevo “orden mundial”, la reestructuración de la

hegemonía política y económica regional norteamericana, luchando

en medio de un orden violento nacional que se desenvuelve en una

lógica de arrasamiento y control territorial buscando recomponerse

social, política, económica y ecológicamente en los espacios

locales. (Novoa, 2002:211), podemos entender estas resistencias

como el momento en el tiempo donde se cruzan identidades en

oposición que amenazan a viejos actores y los someten a una nueva

lógica desconocida por ellos, y sin más remedio los sujetos deben

plegarse y rápidamente transformar sus modos de vida, “La

territorialización de las protestas responde, además al

funcionamiento de un capitalismo que desestructuró los aparatos

productivos nacionales con la apertura comercial de inicios de las

década de 1990 focalizando la inversión a la manera de economías

en clave regional y en zonas de maquilas” (Libreros, 2002:612).

El conflicto armado en Colombia hace referencia a una guerra

irregular, es decir a una guerra donde los ataques son

intermitentes y esporádicos, “la guerra irregular lleva a los

grupos armados a interesarse por crear cierto orden en los

territorios donde buscan establecerse” (Arjona, 2008:108), por

ello podemos pensar que las relocalizaciones de los cultivos de

coca al sur de Nariño hacen que los guerrilleros y productores de

coca se acentuaran allí y al no ser de manera momentánea sino

permanente buscaran formas de crear legitimidad y orden, es

importante entender que la naturaleza de esa legitimidad y orden

poco tienen que ver con la eficacia que adquiere al momento de

crear normatividad en esos territorios, “el control de un

territorio solamente es efectivo cuando se despliega población

leal sobre el terreno, sin importar que la lealtad sea producto

del terror o de la dependencia de los medios de subsistencia, y no

repose sobre los acuerdos acerca de los principios políticos y

morales que deben regir la sociedad” (Duncan, 2005:63).

La transformación del conflicto a causa del narcotráfico lo

podemos ver a partir de las políticas de los 90 de

desmantelamiento de los principales carteles de la ciudad, “los

grupos alzados en armas al margen de la ley, paramilitares y

guerrillas, controlan casi la totalidad del negocio en este país y

los tradicionales carteles de la mafia narcotraficante quedaron

englobados de diferentes maneras dentro de la dinámica del

conflicto. Mientras que los grupos paramilitares tienen mayor

influencia en aspectos relacionados con el procesamiento, la

exportación y el lavado de dinero, la guerrilla parece tener mayor

incidencia en los aspectos relacionados con el cultivo y

producción de pasta de coca. Ambos se disputan el control

territorial de diferentes zonas del país y a nivel político han

logrado importantes niveles de influencia sobre las instituciones

del Estado en algunas regiones donde están presentes (Rangel,

2005:9-10). La actividad del narcotráfico se divide en fases, en

el sur de Nariño donde se crean los cultivos, se da la primera de

ellas, “el control de la guerrilla sobre regiones donde ocurren

las fases iniciales del negocio tiene una consecuencia adicional

en la dinámica del conflicto que rebasa lo estrictamente

económico, en el sentido de la capacidad de generar recursos para

financiar el ejército” (Duncan, 2005:57). También hay una

transformación en la compra de tierras debido al narcotráfico,

pues si bien es verdad que los dividendos de la actividad ilícita

se utilizan para la adjudicación de tierras en el centro y norte

del País, es diferente la situación en las zonas de frontera, “en

las tierras de menor calidad de la frontera agrícola los

narcotraficantes también han comprado, pero con otro sentido: se

trata de tierras en la que el Estado tiene poca presencia y en

donde existe una lucha constante por su apropiación entre colonos,

comunidades indígenas e insurgencia. Estas regiones permiten el

cultivo de la coca y de la amapola, su refinación y exportación

directa. El dominio de la tierra en esas regiones posibilita que

los narcotraficantes garanticen la obtención de la materia prima.

Usualmente estos cultivos están localizados en zonas rurales de

colonización, con economías altamente deprimidas y en áreas no

agrícolas, marginales y con ecosistemas más frágiles y menos

productivos si pierden su cobertura vegetal, esto es, en zonas

donde menos se justifica estimular la ocupación humana”

(Kalmanovitz & López, 2006:334)

La presencia de los grupos guerrillero en el Sur de Nariño

pusieron inmediatamente en estado de tensión a la comunidad

indígena Awá, la forma en la que se transforma su territorialidad

la podemos entender a través de testimonios que dan cuenta de cómo

los jóvenes de la comunidad son seducidos por las practicas

cocaleras que les brindan los grupos y que los viejos, sabios de

la comunidad castigan seguidamente. Las condiciones que hicieron

posible esta situación son puramente sociales y políticas, “un

Estado poco robusto en el nivel local o la autonomía que

obtuvieron ciertas regiones frente a las directrices nacionales en

el caso de las negociaciones de paz con la insurgencia

contribuyeron a resquebrajar la seguridad y a que los

paramilitares o la insurgencia entraran a operar como Estado

sustituto”. (Kalmanovitz & López, 2006: 319). Así podemos entender

la naturaleza del conflicto que se gesta en los territorios donde

confluyen diferentes identidades: grupos armados y comunidades

diferentes, “La racionalidad del conflicto no es producto entonces

del simple interés de una clase terrateniente por garantizar su

hegemonía sobre el principal medio de producción de las economías

agrarias: la tierra. Pese a que el proceso de expansión de las

autodefensas y la codicia misma de las individualidades exigen la

concentración de extensas propiedades, su racionalidad responde en

últimas al control de poblaciones y territorios, desde donde se

articula todo el proceso de acumulación de capital a partir de

negocios ilícitos, en especial narcotráfico y corrupción pública”

(Duncan, 2005:65).

“En Nariño, aunque las masacres se comienzan a registrar a partir

de 1999, es en los años 2001, 2002 y 2005 cuando cobran el mayor

número de víctimas, coincidiendo con la expansión de las AUC, a

través del Bloque Libertadores del Sur (BLS). Pese a la

desmovilización de esta estructura hacia mediados de 2005, la

violencia se intensifica por cuenta de la pugna entre las Farc y

los grupos armados al servicio de narcotraficantes del norte del

Valle del Cauca, especialmente en Ricaurte y Tumaco. El incremento

de la violencia en estas zonas revela la decisión de la guerrilla

y el narcotráfico de lograr, a sangre y fuero, el control de la

carretera al mar y el puerto de salida para la droga producida en

la costa pacífica nariñense” (Echandía, 2008:97). La guerrilla

siendo atacada por los paramilitares y por el Ejército se centra

en los Awá, “Álvaro Vallejo, defensor del pueblo de Nariño, cuenta

que muchos jóvenes fueron reclutados forzosamente. María Marín

considera que en realdad fueron engañados: “la guerrilla los

convenció con un mercadito”. En cambio, Guillermo Nastacuaz, de 56

años, líder del resguardo linda Sabaleta, recuerda que a su

sobrino “lo conquistaron porque era falto de experiencia y se

fascinó con la idea de coger un arma”. Des meses después los

guerrilleros botaron su cadáver en una calle de la población: lo

habían fusilado por intentar desertar” (Consejo Indígena del

Cauca).

Ante estas nuevas realidades la territorialidad de la comunidad

Awá al sur de Nariño ha sido transformada por distintos procesos,

y se ha visto afectada por un discurso global de lucha antidrogas

del modelo neoliberal que el país adoptó en los noventa. Esa

guerra antidrogas que se materializa en el Plan Colombia y que a

continuación veremos la manera en la que no sólo ha sido un

fracaso por privilegiar un componente militar a lo que en realidad

es una problemática social, sino también por la desnacionalización

que trajo consigo.

El Plan Colombia: significación de sus políticas para las

comunidades campesinas e indígenas del país.

Voy a exponer brevemente lo que a mi parecer es el error más grave

que hemos tenido como país al combatir contra el narcotráfico. En

los años setenta el presidente Richard Nixon empezó una lucha

contra las drogas que extendió globalmente en su discurso, como

varios autores han notado los intereses del Presidente

Norteamericano en aquel entonces por fijar la problemática en la

droga se han perdido en la historia y a nadie le importa saber de

dónde surgió esa necesidad de exponerlo como principal mal, pues

bien me parece justo decirlo. Para ese entonces la legitimidad del

presidente en la opinión pública no estaba en su mejor punto, la

guerra con Vietnam había hecho que jóvenes en todo el territorio

se movilizaran contra sus campañas y sus políticas, en ellos veía

el presidente a la mayor oposición a su lucha anticomunista, y al

ser estos jóvenes principales consumidores de droga hicieron que

las políticas del presidente se re direccionarán a la búsqueda de

eliminación de ese problema social. La importancia de este

discurso reside en que catalogar la producción de drogas como un

crimen global, hizo que países como Bolivia, Perú y Colombia

quedaran sumidos como los principales culpables de aquella

situación y de aquella nueva criminalización. En los años noventa

por razones sociales y económicas se hizo difícil la producción en

Bolivia y Perú entonces Colombia pasó a ser el principal

productor. Estados Unidos nos catalogó como criminales y nosotros

nos lo creímos, pronto la atención estadounidense se centro en

nuestro país.

El problema está en la estrategia que adoptamos para combatir el

narcotráfico, al creer que era un perjuicio social y un crimen

entonces buscamos eliminar de manera inmediata la oferta de la

droga, por ello el Plan Colombia empieza sus operaciones con la

política “ofensiva al sur de Colombia”, fumigando los cultivos

ilícitos en el Putumayo. Aquí dos puntos son importantes tocar

sobre porque esta estrategia es la errada. En primer lugar porque

las drogas tienen una economía particular, la cual no fue

estudiada antes de desarrollar las estrategias, funciona como un

bien normal pues el precio de la demanda está ligado al precio de

la oferta, por ello sino hay una política que busque disminuir el

consumo lo único que se logrará será una relocalización de los

cultivos, que es precisamente lo que sucedió casi inmediatamente

que se inició el plan. Y segundo porque el consumo de drogas no es

un mal social, es un mal puramente de salud. Si lo pensáramos como

tal sería necesario empezar a concientizar con campañas sobre lo

perjudicial de su consumo y otras serían las políticas, además que

se debería entender que hay comunidades indígenas y campesinas que

ven el cultivo de éstas como su modo de producción y lo que les

permite subsistir. Bueno pero quizá me estoy adelantando a temas

que se tocarán aquí de manera más profunda. Por ahora miremos como

el Plan Colombia se fue gestando, lo que significaba (realmente) y

sus implicaciones.

“Bajo el manto de la “guerra antiterrorista”, en Colombia se han

activado todos los dispositivos para culminar la “segunda ola” de

reformas neoliberales, de acuerdo con los mandatos de política del

consenso de Washington. Estas, por su parte, se constituyen en

condición necesaria para la intensificación de la guerra. También

pudiera decirse que representan una forma de intensificar La

guerra en el terreno de lo social” (Estrada, 2002:15). El interés

de Estados Unidos para apoyar el Plan Colombia reside

principalmente en el aspecto de las drogas, que hubiera un

compromiso por parte del gobierno Pastrana de la iniciación de

actividades de fumigación de las zonas. Esta estrategia fue

presentada como la solución al conflicto interno al mostrar una

simple formula: la erradicación de los cultivos ilícitos haría que

la práctica del narcotráfico, sustento económico de los grupos

guerrilleros, se viera entorpecida y así sin soporte económico los

grupos se verían acabados. La sencillez de la formula pone en

primera medida que el conflicto en Colombia gira entorno

principalmente a la tenencia y apropiación de la tierra, esto en

parte es cierto sin embargo hay un componente político que es

factor explicativo del origen del conflicto y si los políticos

Estadounidenses hubieran estado interesados realmente en ayudar a

Colombia en su conflicto se hubieran tomado la molestia de leer un

poco la historia del país, pero lo que hicieron fue imponer sus

intereses y nuestro país alienándose a éstos diseñó un Plan que

más que desarrollo ha traído retroceso. En segunda medida dicha

formula nos muestra cómo todo el Plan fue direccionado hacia un

sector del conflicto, pero se ignoró que las zonas a ser fumigadas

estaban habitadas por otros actores que se verían perjudicadas en

mayor medida, a decir, campesinos e indígenas.

Los problemas que suscita el Plan a simple vista se mostraron en

sus comienzos desde diferentes problemáticas, por un lado el

financiamiento del Plan era una alerta de que había algo en él que

no estaba muy bien diseñado, y es que se esperaba contaría con más

apoyo de Europa y de organizaciones multilaterales pero Europa no

quiso comprometerse de amucho alegando que habían intereses en

éste que eran opuestos a los de cooperación. El componente militar

del Plan es otro punto que llama la atención, Estados Unidos

estaba financiando la guerra, militarizando al país. “Durante la

última década, las políticas y los programas contenidos en el Plan

Colombia, sus primeras aplicaciones e impactos han desplegado algo

inusual, al menos en nuestro medio: la articulación de diversas

expresiones de los campesinos, de las comunidades negras e

indígenas, de algunos mandatarios locales y departamentales con

los esfuerzos de académicos e intelectuales” (Estrada, 2002:33).

Estos movimientos de resistencia al Plan sin embargo han contado

con poca ayuda y atención, pues por mas de que reiteradamente se

han expuesto los factores de riesgo de lo que ha traído consigo el

Plan no se hace algo para remediar la situación, así el Plan

Colombia se traduce como la nueva forma de correspondencia a

intereses de países del Norte, quienes financian los procesos en

búsqueda de un mayor beneficio para ellos mismos, “el Plan

Colombia expresa la dinámica antagónica y conflictiva en la

producción || de un “nuevo orden” económico y político mundial,

en medio de la difícil situación nacional que busca imponer la

lógica de un orden violento, que valoriza las relaciones entre lo

local y lo global, con un desdibujamiento (no desaparición) de lo

nacional, donde lo local adquiere un valor geoestratégico

determinante para el despliegue territorial de la lógica del

beneficio sobre nuevos referentes” (Novoa, 2002: 211). Pero ¿Qué

significa ese desdibujamiento? Pues bien para mi significa una

desnacionalización, una rendición del Estado colombiano

mostrándose incapaz de solucionar sus conflictos y de crear

programas que realmente sean orientados al desarrollo del país y

que se financien más bien con ayuda de otro país pero a un costo

más alto para la sociedad.

Cuando se inician las primeras fumigaciones en el Putumayo, entre

noviembre y diciembre de 1999, inmediatamente las primeras quejas

hacia el Estado no se hicieron esperar por parte de los

campesinos, y empezaron a evidenciarse las problemáticas sociales

que traían dichas practicas puestas a funcionar sin el

consentimiento de los habitantes. La principal preocupación de

estos grupos se centraba en que la fumigación se estaba haciendo

sobre una gran parte de su territorio, donde había otros cultivos

que no eran coca, y la tierra y las plantas sufrían graves daños,

dejando la tierra infértil. La fumigación aérea en Colombia con

glifosato, conocido comercialmente como Rounduo de Monsato se

probó fatal para la economía agrícola de indígenas y campesinos

“Uno de los primeros boletines técnicos de Monsanto afirmaba que

“las aplicaciones aéreas deben evitarse si existe peligro de que

el químico se ponga en contacto con especies deseables” (Nivia,

2002:385). Es claro que estas recomendaciones no se siguieron, y

muchos cultivos se perdieron. Posterior a las denuncias de estos

grupos, los Estados Unidos empezaron a hacer tratos con los

campesinos e indígenas de la zona para que si firmaban accediendo

a erradicar los cultivos de coca habría un plan alternativo de

ayuda económica y restitución de actividades en retorno de ello,

de lo contrario si en tres meses no había respuesta las

fumigaciones se harían de manera aérea. Muchos campesinos e

indígenas, aceptaron tales convenios y después de un tiempo no

hubo ayuda alguna, la desconfianza en lo que se les había

prometido hizo que fuera más real una ruptura con las prácticas

estatales. La falta de un componente social del Plan es la

principal falla del mismo, pues sin un plan de desarrollo

alternativo para las comunidades de la sociedad que se ven

afectadas por la erradicación de los cultivos lo único que se ha

generado es un malestar social, que hace crecer la crisis estatal

en los lugares locales apartados, donde el gobierno central pierde

legitimidad y hace propicio la aparición de nuevos grupos y

actores que se apropian de esa legitimidad a través de diferentes

medios, siendo la coerción la más utilizada, para obligar a los

residentes a formar parte de su nueva producción.

Desarme, desmovilización y reinserción (2002-presente)

El proyecto de gobierno o plan de gobierno de seguridad

democrática del presidente Álvaro Uribe hizo que se gestaran

nuevas ingenierías u estrategias para la disminución del

conflicto, implementando desde agosto del 2002 la política de

Defensa y seguridad Democrática, la cual buscaba acabar con grupos

armados ilegales, proteger los derechos humanos y fortalecer las

instituciones democráticas. Una lectura rápida de esta política

podría caer en el error de decir que ha sido un fracaso debido al

permanente y constante conflicto que vive el país, el cual se

materializa en masacres, desplazamientos etc, porque no hay que

calificar a la política misma como un fracaso, pienso yo que la

estrategia de los DDR, la cual ha venido funcionando en varios

países de diferentes formas desde la mitad del siglo pasado, es

una política que se sustenta en poder trabajar conjuntamente con

una población que busca volver a ser parte de la comunidad, a

través de las diferentes etapas que significa ese proceso de

desarme, desmovilización y reinserción. Sin embargo es imperativo

recalcar que como toda estrategia debe ser amoldada a las diversas

circunstancias y factores específicos del país o de la región en

la que se implemente. El DDR como plan de gobierno para mermar el

número de personas pertenecientes a los grupos armados en nuestro

país se ha mostrado contradictorio, pues aunque en unas regiones

ha tenido éxito en otras se podría pensar en un fracaso rotundo de

esta política.

Ahora bien, cuando nos enfocamos en el análisis de estos dos

planes es importante tener en cuenta que una evaluación de los

mismos conlleva sus precauciones porque el peligro de hacer

generalizaciones puede llevar a una desacreditación del trabajo.

Por ello quiero decir antes de empezar a mirar este plan que, no

ha sido una estrategia homogénea en el territorio nacional. Hay

departamentos donde gracias al DDR se ha mermado la presencia de

grupos no gubernamentales, mostrando la eficacia de tal plan sin

embargo así mismo hay otros departamentos donde todo lo contrario

ha ocurrido. Por ello debo enfatizar en que en adelante si se

habla en este trabajo del fracaso del DDR debe ser pensado como el

fracaso que es para el departamento de Nariño, únicamente. Hans

Rouw atribuye este fracaso a “la percibida falta de tiempo para

consultar a las comunidades recipientes, la falta del monopolio

legítimo de la violencia del Estado, y un gobierno que no controla

todo su territorio. Por ello no debe ser una sorpresa que el DDR

en Colombia parece ser primeramente utilizado para consolidar el

poder estatal más que para asegurar la seguridad de los civiles”

(Rouw, 2010).

“El índice de homicidios en Nariño ha incrementado inmediatamente

después de la desmovilización del frente “libertadores del sur”

(Spagat, 2002). Esta discrepancia u asimetría del resultado que ha

tenido esta estrategia en el territorio nacional se explica en la

medida en que se ha aplicado más bien momentáneamente, me explico,

cuando se ataca el problema del cultivo de coca en el Putumayo

inmediatamente se ve una disminución de los grupos guerrilleros en

esta localidad, lo cual como se explicaba con anterioridad hizo

que se trasladaran tanto los cultivos como los grupos armados a

otros municipios. Entonces se concentraron en municipios como

cauca y Nariño pero después de un tiempo se ve que vuelven a

reaparecer estos sujetos, con un número más elevado y con una

disponibilidad organizativa mayor. Este hecho hace que sea preciso

cuestionar la forma en la que se está llevando a cabo el proceso,

porque sí es una estrategia correcta porque tiene una

justificación que puesta en balance se puede ver cómo lograría

efectivamente una reducción de personas involucradas en estos

grupos ilegales, pero que para que realmente sea eficaz se debe

pensar más a fondo en el punto en que los grupos son mermados

tratar de destruir cualquier red o vinculo que quede en el sitio

de donde fueron sacados para que les sea más difícil volver a

incursionar ahí.

Los testimonios, los datos y las cifras de la presencia de estos

grupos en el departamento de Nariño y en particular en el

municipio de Ricaurte, muestran cómo el número de éstos ha

incrementado sustancialmente.

Capitalismo global: la economía del narcotráfico.

Es muy importante entender el carácter global de este nuevo modo

de producción, “El proceso de globalización se entiende como una

nueva etapa en la dinámica de comprensión espacio-temporal de las

relaciones sociales capitalistas, producto del desarrollo

simultaneo diacrónico/sincrónico de relaciones y procesos que

reconfigura la geometría del desarrollo desigual en todas las

escalas territoriales, desde la global hasta la local” (Novoa,

2002:209), este desarrollo desigual es propio del capitalismo

porque hace a unos dueños de los modos de producción y a otros

simplemente dominados, pero no sólo se debe pensar en una

desigualdad geográfica, porque como lo nota Edward Soja “alguna

desigualdad geográfica es el resultado de cualquier proceso

social, pero lo que el modo capitalista de producción activamente

crea, intensifica, y busca es mantener desigualdades regionales o

más ampliamente, espaciales como medio de su supervivencia”

(Novoa, 2002:210). De esta manera la comprensión del narcotráfico

como una economía de enclave propia del capitalismo y específica

en su forma de acumulación de capital ha generado desigualdades

locales en aquellos territorios de frontera.

Hablemos de la economía de la droga, el Plan Colombia como plan

antidrogas fue un fracaso y no era de esperarse otro resultado,

pues el negocio de la droga era mucho más lucrativo que la ayuda

que ofrecía el gobierno, “mientras el gobierno en el marco de las

políticas del Plan Colombia, ofrecía 2 millones de pesos por

hectárea erradicada, el negocio les dejaba a los cultivadores de

coca cerca de 6 millones” (Estrada, 2002:38). El por qué se hace

lucrativo este negocio es una respuesta más bien sencilla pero que

los países desarrollados no aceptan fácilmente, pues tienen mucho

que ver, la economía funciona de esta manera: “los subsidios

aplicados a los productos agrícolas en los países del capitalismo

central habrían llevado estos productos a quedar por debajo de sus

precios reales de producción. La racionalidad económica llevaría

al reconocimiento de que hay un producto en el mercado que sí es

pagado con arreglo a sus costos de producción: la droga” (Estrada,

2002:38). Es importante traer a consideración los estudios en

materia económica que se han desarrollado sobre el narcotráfico,

aquellos que buscan mostrar la lógica económica del narcotráfico y

sus particularidades en la dinámica oferta-demanda, pues de esta

manera será comprensible la razón del fracaso del Plan Colombia

como política antidroga presionando en un inicio la oferta para la

reducción de consumo.

Jeffrey Miron preguntándose por qué ha bajado el precio de la

cocaína y de la cocaína cuando las medidas represivas han

aumentado, llega a la conclusión de que esto se debe a que la

productividad se ha incrementado, por su parte Leonardo Raffo

López no se queda sólo con este factor explicativo sino que piensa

que hay otras cuestiones que han tenido un impacto sobre el precio

de la cocaína, como la mayor eficacia del tráfico de drogas (p

ej.., mediante una mayor eficiencia en el transporte), el

comportamiento de los precios de sustitutos sintéticos

(anfetaminas, éxtasis) y el aumento de la producción en otros

países (como México y Venezuela). “Los ataques a la oferta- en

este caso de uno de los principales insumos, la hoja de coca-

generan simplemente el desplazamiento de cultivos hacia nuevas

regiones, como lo demuestra la evolución de los cultivos de coca

en el área andina durante la década de los noventa” (Estrada,

2002:38). Según el informe de la Oficina de Lucha contra las

Drogas y el Crimen de las Naciones Unidas para 2005 “el mercado

mundial de drogas ilícitas tiene un valor aproximado de 322

billones de dólares, lo cual representa el producto interno bruto

del 88% de las naciones existentes, y es cuatro veces mayor que el

total de las exportaciones de productos agrícolas de América

Latina. En términos de oferta, el mercado mundial de las drogas

ilícitas tiene un valor similar al del total de las exportaciones

mundiales de cereales y carne” (Rangel, 2005:7).

Esta economía de la droga muestra por qué un ataque a la oferta

sólo produciría el desplazamiento de los cultivos hacia otras

locaciones, “pero los cultivos de coca han migrado hacia áreas

cada vez más distantes, a zonas montañosas, y la mayoría son

cultivos pequeños, muy dispersos y que se confunden con los

cultivos lícitos de pan coger de las familias campesinas” (Rangel,

2005: 11), y es en esa realidad que se fundan las primeras quejas

sociales sobre el proceso de fumigación del Plan Colombia, al

respecto del problema del narcotráfico el Presidente de la

Organización Nacional Indígena de Colombia en el año 2001 dijo

que: “Nos oponemos claramente al narcotráfico, pero también

establecemos un rotundo a la cruzada de Estados Unidos contra las

drogas” y dijo que pensaban sobre estas políticas que “la política

que actualmente se adelanta a través del Plan Colombia viene

causando en muchas comunidades y pueblos los desplazamientos

forzados por el conflicto armado y las fumigaciones que se

desarrollan en gran parte en los territorios indígenas, que nada

aportan al bienestar de nuestros pueblos ni disminuyen la

producción cocalera. Los impactos del narcotráfico en los

contextos regionales son de carácter político, económico,

productivo, ambiental y agroalimentario. A la destrucción de

nuestra madre tierra se aúna la lucha por los territorios de

producción; a nuestros sistemas culturales y de gobierno, se

sobrepone la desintegración de nuestros modelos productivos, los

cambios en el uso de los suelos y, obviamente, la agudización de

la confrontación armada. Reconocemos en el narcotráfico un

problema nacional cuya causa es la ya permanente crisis social y

económica del país; en ese sentido, su erradicación sólo es

posible con una real justicia social. Por ellos nos oponemos

rotundamente a las fumigaciones indiscriminadas y a las medidas

represivas utilizadas por el gobierno nacional, que tienden a

criminalizar las verdaderas victimas: las comunidades indígenas y

campesinas” (Valbuena, 2002: 563). Cuando logramos comprender

estas denuncias desde la perspectiva de las comunidades indígenas

podemos avanzar en el entendimiento del significado que tiene la

presencia de nuevos grupos en su territorio.

Nuevos actores incursionan en el territorio Awá: FARC, ELN y

Paramilitares.

Debemos entender el conflicto armado como una guerra interna,

irregular y prolongad. Que sea una guerra irregular quiere decir

que los ataques de los grupos armados son intermitentes, con

estrategias de ataques fugaces. Esto puede ser así en el

territorio nacional en general, es decir, para quienes vivimos en

la urbanidad nos parece que los grupos armados rara vez se

manifiestan, pero en aquellas zonas de frontera la existencia

permanente de estos actores no sólo ha creado nuevos órdenes,

reglas de juego y ha creado una institucionalidad sino que además

allí el conflicto se ha convertido en una guerra de guerrillas.

Los tres grupos no gubernamentales que residen en estas zonas se

pelean el control de las mismas. “En la década de los 80

aparecieron las primeras avanzadas del 8° Frente de las FARC en

los municipios del norte del departamento. Posteriormente, aparece

el 29 Frente que opera en el Sur Occidente, Sur y Costa Pacífica

nariñense. El ELN hizo su aparición por los años ochenta, sus

acciones militares se caracterizan por el bloqueo de la carretera

al mar por largos periodos sin que la fuerza pública los pudiera

desalojar, siendo necesario la intervención de autoridades que por

medio del dialogo lograron el levantamiento del bloqueo. Las AUC

llegan en el año 2000, en el norte, en municipios que eran de

influencia de las FARC, luego fueron desplegándose por lo largo y

ancho del departamento, sobre todo en municipios donde los

cultivos de uso ilícito son más evidentes; hoy se puede decir que

las AUC hacen presencia en todo el departamento concentrando su

accionar fundamentalmente en las cabeceras municipales” (Prada,

2006:5).

Cuando confluyen estos tres grupos en una misma zona, como sucede

en Nariño, la confrontación armada se incrementa. Esta situación

se viene presentando desde el periodo 2002-2003, acompañada de un

agravamiento de la crisis humanitaria y afectación a la población

civil; las masacres, los asesinatos selectivos, el desplazamiento

y las minas antipersona son las formas de violencia con las cuales

los grupos armados actúan y atemorizan a los civiles. “Por las

dinámicas de la guerra, Nariño tiene presencia de grupos ilegales

en el 71% de sus municipios. Agudizando la problemática social

especialmente en el sector rural” (Prada, 2006:7).

“Además de valerse de la violencia, los grupos armados pueden

“ocupar” territorios de maneras muy distintas: regulando la vida

pública de la comunidad, fijando normas de conducta en la vida

privada, estableciéndose en los espacios de poder de la

administración pública, haciendo exigencias económicas o

interviniendo en diversas expresiones de participación política de

los ciudadanos” (Arjona, 2008: 106). En esa medida el Municipio de

Nariño se convierte en un espejo que aquello que sucede en las

zonas rurales estratégicas. La presencia de las FARC, el ELN Y las

AUC, hacen que las personas que habitan allí que aunque no quieren

tener vínculos con estos grupos se vean inmersos en una gran

disyuntiva. Y me refiero específicamente a la disyuntiva de dejar

sus tierras y convertirse en desplazados, o “cooperar” con los

grupos armados. Y en este punto es importante centrarnos en lo que

significa esa disyuntiva, el efecto que produce en la comunidad

Awá y lo relevante de esta situación para entender el grave

problema bajo el cual se encuentra la comunidad, un conflicto de

raíz identitario pero que a la vez es un problema que compromete

su integridad, dignidad y existencia.

“La muerte y el destierro no son la única forma de victimización

que padecen estas comunidades. La imposición, el desdén por sus

tradiciones y sus formas de organización, al igual que la

transformación del orden social y político en sus territorios,

constituyen procesos de cambio dolorosos que tienen importantes

consecuencias en la vida cotidiana durante la guerra, y aun en el

posconflicto. Podría hablarse de una victimización que también es

social y política” (Arjona, 2008: 107). Por ello hay que leer esa

“cooperación” en clave de las tensiones que genera dentro de la

comunidad Awá, es decir, hay que primeramente entender el valor

que tienen las tradiciones para la comunidad, el respeto a su

cultura y el respeto a la tierra, para poder entender el hecho de

que un desapego a la misma genere un conflicto tan grande para

estas personas. Entonces lo que los lleva a actuar de un modo que

favorece a los grupos armados corresponde a múltiples razones pero

que en resumidas cuentas conlleva a una necesidad de preservar la

identidad. Y aquí es importante decir que esa identidad se basa en

la cultura, el idioma, las tradiciones. Todos estos elementos que

se ven comprometidos por la misma presencia de estos grupos

ilegales.

CONFLICTOS IDENTITARIOS

Cuando mencioné al inicio un poco sobre la cosmovisión de la

comunidad Awá, lo hice para poder entender mejor la dimensión de

la presión que los tres grupos armados ejercen en la comunidad,

para poder comprender el significado que tiene para los Awá sentir

amenazado su territorio.

A partir del 2006 el pueblo Awá ha sufrido hostigamientos por

parte de los grupos armados, principalmente por parte de las FARC.

“Según estimado de la gobernación del departamento de Nariño, en

total unos 400 indígenas han emprendido el éxodo tras las

masacres”. Y no sólo esta comunidad es víctima de los grupos

armados sino que también en ocasiones se les ha negado el acceso a

alimentos o ayuda por parte del ejército nacional con la excusa de

que tienen vínculos con los grupos ilegales. Así mismo cuando han

querido colaborar con el gobierno dando información sobre las FARC

o los paramilitares, han recibido amenazas por parte de estos

grupos y en los peores casos ni siquiera una amenaza sino que han

sufrido de atrocidades a su población, con matanzas impunes. En la

zona donde habita esta comunidad abundan las minas antipersona y

así se crea otro problema, porque es ir a trabajar en sus cultivos

tradicionales, es caminar por sus campos y estar a merced de un

destino fatídico que acabe con sus vidas súbitamente.

Es pertinente volver a mencionar que este pueblo ha dicho en

varias ocasiones que están al margen de la guerra de Colombia, que

sólo buscan poder vivir sin atropellos y tranquilamente. “Nosotros

los Awá siempre hemos sido recelosos de todos los actores armados

que entran en nuestros territorios, porque no queremos su guerra

que no es nuestra”. Ellos mismos han dicho que se sientes

desprotegidos porque no tienen ninguna entidad que responda por

los crímenes que se comenten en contra de su comunidad.

En resumen estas nuevas reglas de juego que se establecen en el

territorio de la comunidad indígena Awá ha hecho que no les quede

más remedio que abandonar sus casas o sino plegarse a las

exigencias de los grupos armados. Sin embargo cualquiera de las

dos opciones significa abandonar sus accionares tradicionales,

darle una espalda a su cultura y a lo que ellos mismos en esencia

representan, y por decirlo en sus propios términos, darle una

espalda a la madre tierra que los ha acobijado en su seno. Por eso

hay un conflicto identitario, porque cualquiera de estas dos

opciones rompe con la cosmovisión bajo la que se rigen, rompe con

los discursos culturales que propenden, rompe con aquello que los

representa y más aún rompe con el núcleo central de su comunidad.

CONCLUSIONES

Los dos planes de los diferentes gobiernos, a decir, el Plan

Colombia y el DDR, se muestran como medidas incompetentes

como resolución del conflicto armado en nuestro país, puesto

que las estrategias de implementación de los mismos no

tuvieron en cuenta a las minorías que podían verse

perjudicadas.

La comunidad Awá de Ricaurte Nariño, se ve atravesada por un

conflicto identitario que hace difícil la permanencia de

ellos en su territorio, pues pone en juego dos principios de

igual relevancia y peso que son: la vida y la permanencia en

un territorio.

Los grupos armados de presencia permanente en Ricaurte hacen

que se construyan relaciones sociales entre los miembros de

las comunidades y estos. Pero no se puede pensar en una

cooperación voluntaria pues hay varios factores que mueven

estas decisiones.

El conflicto en Colombia no se va a acabar simplemente con

una política antinarcótica porque el narcotráfico representa

sólo una y en ocasiones ni siquiera la principal fuente de

recursos de los grupos. Lo que hay que hacer es una política

direccionada a desarmar a los grupos en un sentido macro,

quitándoles el acceso a las armas y a los recursos

monetarios, debilitándolos pero de igual manera removiendo un

vínculo político que puedan tener los grupos ilegales que

hace que sea más difícil su exterminio.

Se debe buscar ayudar a las comunidades indígenas de una

manera directa y esto significaría respetar no sólo los

planes de salvaguardia de las comunidades, sino también darle

valor a los artículos constitucionales que buscan el respeto

y la conservación de las minorías.

Nuevos enfoques que surgen a partir de este trabajo, es

procurar encontrar la formula para que las nuevas políticas

de desarrollo de los municipios se alineen a esos planes de

lucha contra el conflicto en el país, para evitar la

asimetría regional que ocurre cuando dichos planes se

implementan.

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