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Transformación de la territorialidad de las comunidades indígenas
Awá en Nariño a manos del narcotráfico: una revisión al Plan
Colombia y al DDR.
Natalia Márquez Tenorio, 2012/Mayo/25
RESUMEN
El dominio territorial de un individuo o comunidad a lo cual
llamamos territorialidad se ve afectada por múltiples procesos que
se dan simultáneamente como la incursión de nuevos actores,
transformaciones económicas y transformaciones sociales. Es así
como la territorialidad del pueblo Indígena Awá ha sido
transformada por actores no gubernamentales: FARC, ELN,
Paramilitares, y por nuevas producciones económicas: cultivos de
coca. Estas dos tensiones producen desplazamiento y resistencia, y
en otros casos producen una “cooperación”. Es el objetivo de este
artículo describir esas tensiones a partir de los dos planes de
gobierno que en gran medida han permitido el surgimiento de las
mismas, el Plan Colombia y el Proceso de Desarme, Desmovilización
y Reinserción.
PALABRAS CLAVE: Awá, Plan Colombia, DDR, Narcotráfico,
Territorialidad, Conflicto armado.
INTRODUCCIÓN
Antes del Plan Colombia los indígenas Awá habitantes del sur de
Nariño vivían una vida agrícola tranquila, tenían autonomía de sus
tierras y sus tradiciones eran conservadas. En 1998 bajo el
gobierno del presidente Pastrana se firmó con Estados Unidos el
Plan Colombia, y con éste la lucha contra el narcotráfico se
inició. La tesis sostenida en este trabajo es que lo que consiguió
el Plan Colombia no fue otra cosa diferente a un reordenamiento
geopolítico del narcotráfico; el desplazamiento de los cultivos de
coca a Nariño. Esta nueva locación de la actividad ilegal hizo que
los indígenas residentes allí se encontraran invadidos de actores
no gubernamentales quienes amenazaban su territorialidad,
identidad y su existencia misma. En el 2000 con el gobierno de
Álvaro Uribe se inició el DDR (Desarme, Desmovilización y
Reinserción) que se proponía luchar y acabar con grupos armados
ilegales. Aunque en un inicio este proyecto consiguió la
rendición de armas de muchos en el 2005 la cifra de actores
armados presentes en Nariño se había triplicado (“los rastros de
un cadáver”, 2006).
Siendo así, básicamente nos encontramos con dos planes impulsados
por los diferentes gobiernos, que si bien tenían la meta positiva
de disminución del conflicto han afectado a otras identidades que
tal vez no fueron consideradas al momento de diseñar dichas
políticas. Este trabajo bien podría ser una crítica al Estado
colombiano, sin embargo no será ese su objetivo último, sino más
bien se debe tener en cuenta que siendo el tema del trabajo la
<<afectación>> del territorio de Nariño, por afectación no se
intenta sugerir que sea positiva o negativa, por ello este trabajo
buscará mostrar cómo estos procesos han sido causantes de una
transformación de la territorialidad de los indígenas Awa en
Nariño. El interrogante que pretenderá responder es ¿Cómo el Plan
Colombia y el DDR (Desarme, Desmovilización y Reintegración),
procesos impulsados por el gobierno para la disminución del
conflicto, han resultado en la transformación del territorio de
Ricaurte (Nariño) para la comunidad Awá? Para responder al
interrogante parto de la hipótesis de que en cada caso los
procesos han significado la aparición de nuevos grupos sociales
(FARC, ELN y Paramilitares) y un conflicto identitario (“cooperar”
para sobrevivir, o resistirse y morir) al interior de la
comunidad. Para sostener esto pienso examinar los dos procesos
reconociendo: 1. los mecanismos de gestión utilizados, y 2. Los
actores relevantes involucrados. Para posteriormente analizar la
manera en que ambos procesos dieron lugar a la transformación de
la territorialidad de la comunidad Awá.
Un estudio de este tema es importante en la medida en que se
aborda un fenómeno político y económico como el narcotráfico desde
una perspectiva sociológica y antropológica, especialmente
centrada en aquello que hoy en día se conoce como geografía
económica. Poder estudiar las relaciones presentes en un proceso,
que no son sólo relaciones de poder, porque la
interdisciplinariedad debería poder enriquecer los trabajos
investigativos en cualquier lugar, y esos procesos que a veces
pueden parecer lineales resultan después bajo una mira
antropológica o sociológica, que son una maraña de cuestiones que
van desde lo cultural hasta lo estructural.
Debo enfatizar que el verdadero peso valorativo de este trabajo es
que logrará mostrar cómo las decisiones políticas o las
estrategias políticas determinan la vida de todos los sujetos
dentro de un territorio, no se trata entonces de juzgar las
acciones ya realizadas sino poner una fuerte reflexión al hecho de
que en la planeación de las políticas se deberá en el futuro tener
presente a todos los actores que estos procesos puedan
transformar, tomando en cuenta los aspectos identitarios de los
grupos. Y no se trata simplemente de volver aquello que ha sido
llamado “antropología de la pobreza” como otra forma más de
recurrir a las mismas estrategias para reivindicar pueblos y
comunidades, no se trata de exponer como victimas a personas que
(aunque lo son) no quieren ser reconocidas como tal. Por el
contrario la obligación que se nos impuso y se nos impone
actualmente, desde que nuestro país ha aceptado la diversidad
étnica y el triunfo del discurso multicultural es latente, es la
de buscar conciliar esas diferencias mas no erradicarlas.
Y este multiculturalismo hace que nuestro país se encuentre
dividido en diferentes grupos. Por eso la razón de escoger una
comunidad indígena, y no varias o todas, reside precisamente en
ese aspecto de nuestra nación. Una sociedad tan fragmentada
requiere un estudio de sus diversos sectores, es por eso que la
aproximación a esta comunidad indígena se hará teniendo en cuenta
sus especificidades pero al mismo tiempo remarcando que no son
grupos independientes sino que están estrechamente vinculados a
través de relaciones de producción, de las fuerzas de mercado y de
las relaciones sociales en su totalidad.
TERRITORIO Y TERRITORIALIDAD
Primero que todo deberemos esclarecer lo que aquí se entenderá por
territorio y por territorialidad. El territorio es “un concepto
relacional que indica un conjunto de vínculos de dominio, poder,
pertenencia o de apropiación entre una porción o la totalidad de
espacio geográfico y un determinado sujeto individual o colectivo,
(…), la pertenencia o apropiación no se refiere sólo a vínculos de
propiedad sino también a aquellos lazos subjetivos de identidad y
afecto existentes entre el sujeto y territorio” (Montañez, 2001:
20-21). Y por territorialidad se entiende el grado de domino
territorial que tiene un sujeto individual o social, construido a
partir de prácticas socio-culturales que permiten la apropiación
de éste, “las territorialidades se crean, recrean y transforman
históricamente en procesos complejos de territorialización o
desterritorialización, impulsados a través de mecanismos
consensuados o conflictivos de carácter gradual o abrupto.
(Montañez, 2001: 22)
En los últimos años ha habido una explosión por el entendimiento
del territorio como una noción importante para el estudio de las
ciencias sociales, pues se ha introducido como dimensión
fundamental en la medida en que el ordenamiento territorial afecta
múltiples cuestiones, desde el poder local, lo económico y lo
cultural. La apropiación del término ha hecho que surjan múltiples
interpretaciones tanto a su definición como a su uso en los
estudios. Primero debo aclarar que la teoría que será utilizada en
el marco teórico de este trabajo será la del enfoque de espacio
desde la Geografía Radical, pues en ésta se plantea la creación
social del espacio, es decir, el espacio no está dado ni
delimitado ni es algo terminado sino que atraviesa múltiples
transformaciones que permiten ir construyéndolo. Es muy importante
tener en cuenta que esta apreciación del espacio utiliza al
marxismo como sustento teórico, por lo tanto aquello que prima en
esta aproximación es la actividad productiva. David Harvey
exponente de dicho enfoque si bien no es un marxista ortodoxo y
reconoce que existen otros elementos identitarios contribuyentes a
la creación espacial, sostiene que la mayor fuerza para determinar
la construcción del espacio son las fuerzas productivas resultado
del capitalismo, en sí las fuerzas económicas regionalizadas.
NARCOTRÁFICO Y PRODUCCION DEL ESPACIO.
Creo pertinente partir de aquí pues podemos pensar a los dos
procesos analizados en este trabajo, como respuesta del Estado y
de los diferentes gobiernos a un modelo capitalista global, pues
para los años en los que surge el Plan Colombia, el problema del
narcotráfico se torna el principal mal a erradicar que azota a las
naciones de la sociedad civil global, una sociedad cuyas
relaciones están enmarcadas en las formas productivas del capital.
Entender que el hecho de que los cultivos de coca una vez
establecidos en el sur de Nariño hicieron que los indígenas allí
residentes se volvieran coqueros nos permite ver cómo el
capitalismo fue moldeando el espacio y territorio de esta
comunidad.
El término de capitalismo global deviene de la geografía
económica, la cual sostiene que “asistimos al inicio de una nueva
etapa en la evolución del sistema económico a la que puede
calificarse como de capitalismo global, en que la modificación del
contexto tecnológico, productivo, sociolaboral e institucional
provoca importantes cambios en la lógica espacial de las empresas
y eso se traduce en la relocalización de numerosas actividades, la
densificación de las redes de flujos y la aparición de nuevas
formas de desigualdad, que exigen readaptar las tradicionales
estrategias de intervención pública sobre la economía y el
territorio” (Méndez, 1997:XIII). Creo que entender el
narcotráfico, lamentablemente, como una de las actividades más
rentables de nuestro país permitirá ver cómo su relocalización ha
tenido un impacto en la configuración de territorialidades. Y
cuando digo que es de las actividades más rentables lo hago porque
en el ejercicio del narcotráfico en materia económica ha habido un
cambio sustancial “mientras que a finales de los 80 y principios
de los 90 los dividendos de esta actividad se reinvertían en
actividades ilícitas como el contrabando o en la compra de bienes
suntuarios que no generaban movimiento económico alguno, hoy en
día la prioridad es buscar la inserción de estos dividendos dentro
de actividades económicas lícitas” (Rangel, 2005: 10).
Siguiendo a Milton Santos (2000) podemos pensar la relocalización
de los cultivos ilícitos en el sur de Nariño como una lucha entre
relaciones verticales y horizontales, pues esta actividad ha
reorganizado la producción, beneficiando a unos en detrimento de
otros. Es muy engañosa la manera en la que leemos la participación
de los indígenas Awá en este contexto, pues si bien no han sido
excluidos de las nuevas formas de producción en la región es
precisamente a causa de esta inclusión que se han visto sometidos
a un cambio en su territorialidad. Si tomamos en cuenta que el
territorio es donde sucede la oposición entre el Mercado
(verticalidades) y la sociedad civil (horizontalidades), nos
encontramos que la transformación de la territorialidad de la
comunidad Awá es el resultado de la existencia de estas dos
fuerzas; Nuevos actores generando cambios y viejos actores
resistiéndolo.
TERRITORIO Y CONFLICTO ARAMADO
Es precisamente entender esta configuración del territorio como un
hecho que produce luchas internas, dependencia, respuestas de
resistencia, lo que me lleva adoptar las líneas investigativas que
unen al territorio con el conflicto. Aquí se sugiere que hay dos
procesos que devienen de la presencia de grupos armados en ciertos
territorios; por un lado se puede pensar que los residentes de los
lugares a los que llegaron estos nuevos actores se incorporaron a
la actividad del narcotráfico porque estos actores se mostraban
como la respuesta que no tuvieron por parte del Estado, en el
sentido en que se sintieron excluidos y no sintieron la presencia
de éste, y por otro lado, en otros casos, se ve una clara
resistencia a estas imposiciones premiando un discurso étnico y
cultural que condena la participación en estas actividades. Es
importante para esta investigación entender ambos procesos tanto
la incorporación como la resistencia pues en la comunidad Awá esta
dicotomía es transversal a la transformación del territorio que
ocupan.
Durante los últimos 30 años investigaciones sobre el conflicto
armado en Colombia se han venido desarrollando en el país, sin
embargo no ha habido una recopilación de las mismas, y su
dispersión ha hecho difícil el análisis de lo que allí se ha
producido. En este marco en el 2008 se llevó a cabo un seminario
internacional de Odecofi ( Observatorio Colombiano para el
Desarrollo integral, la Convivencia Ciudadana y el Fortalecimiento
Institucional, para zonas afectadas por el conflicto armado),
donde diferentes ponencias fueron presentadas que tenían el tema
de la inserción diferenciada del conflicto armado en el espacio y
el tiempo. Uno de los temas macro centrales de este seminario fue
el conflicto y el territorio. Para este trabajo que me propongo
desarrollar me parece importante contar con los ensayos de Camilo
Echandía dimensiones territoriales del conflicto armado y la violencia en Colombia y
el de Ana María Arjona grupos armados, comunidades y órdenes locales:
interacciones complejas, pues ambos escritos se centran en las
interacciones entre los diferentes actores sociales presentes en
los territorios afectados por la guerra.
El tema del conflicto en este trabajo está ligado estrechamente a
la cuestión del narcotráfico siendo esta la actividad que de
alguna manera puede ser vista como el sustento de la guerra, pues
desde los setenta es claramente visible la estrecha interacción
entre violencia, narcotráfico y conflicto por las tierras. En la
línea de autores que hablan sobre el narcotráfico como actividad
económica vinculada al conflicto se encuentran: Gustavo Duncan y
su ensayo Narcotraficantes, mafiosos y guerreros. Andrés López con su ensayo
conflicto interno y narcotráfico entre 1970 y 2005. Ricardo Vargas y su ensayo
Cultivos ilícitos en Colombia: elementos para un balance y Ricardo Rocha con su
ensayo Sobre las magnitudes del narcotráfico. Estos textos permiten mostrar
la dinámica y comportamiento del narcotráfico en Colombia en la
actualidad, analizando la evolución de los diversos actores
involucrados y el aspecto central, su influencia sobre el aparato
productivo del país. De igual manera un artículo de revista
Narcotráfico y conflicto ¿por qué bajó el precio de la cocaína?, de Leonardo Raffo
López nos sitúa en ese nuevo paradigma económico que ha
desarrollado el Narcotráfico, así mismo su ensayo la teoría económica de
los bienes ilegales demuestran cómo hay un comportamiento especifico del
mercado de narcóticos.
Esta relación intrínseca entre conflicto y territorio se esclarece
si tenemos en cuenta que los territorios en Colombia han pasado de
ser territorios en conflicto a ser territorios de conflicto,
porque estos territorios han adquirido una significación de
concepción y de practica a raíz de una transformación de su
entorno físico y se han visto permeados por los fenómenos que en
ellos suceden. Bajo esta temática también son interesantes los
textos: territorios plurales, cambio sociopolítico y gobernabilidad cultural, de Carlos
Vladimir Zambrano; factores estructurales y coyunturales en la producción de la
guerra: las políticas del conflicto en el panorama actual colombiano, de Alfredo
Molano; la nuevas geografías para la guerra, de Miguel Borja y por último
conflictos territoriales o la política de la ubicación. Actores étnico, re-etnizados y no
étnicos en disputa por un territorio en el Putumayo, de Margarita Chávez
Chamorro. En especial este último ensayo sirve como referente de un
estudio de caso en el Putumayo que guarda características
similares en cuanto a los fenómenos analizados respecto al Nariño.
Un libro crucial como referente para esta investigación es Políticas
antidroga en Colombia: éxitos, fracasos y extravíos. Pues da una mirada
introspectiva a las políticas que surgieron a raíz de la lucha
antidrogas impulsada por el presidente Nixon y que se materializa
en el Plan Colombia. Particularmente el capítulo “políticas
antidroga en el Plan Colombia: costos, efectividad y eficiencia”
de Daniel Mejía, será de gran ayuda pues la revisión del Plan
Colombia es uno de los objetivos específicos de esta
investigación. Entonces es importante en este punto exponer
brevemente, antes de continuar, los dos procesos que aquí se van a
evaluar.
el Plan Colombia en un primer momento nace a mediados de 1998
cuando el presidente Pastrana presentó un paquete de ayuda social
y económica para las áreas rurales de Colombia, sin embargo
diferentes problemáticas hicieron que éste no despegara, entonces
en agosto de 1999 el presidente se reunió con algunos oficiales
estadounidenses interesados en un nuevo plan. “Se diferencia del
original principalmente en que contiene algunos elementos nuevos
que parecen responder directamente a los intereses
estadounidenses. Hay un énfasis más fuerte en el fortalecimiento
del Estado, particularmente las fuerzas armadas. Sin embargo lo
que más destaca en el nuevo plan es la lucha antidroga. Si se
incluyen los programas de desarrollo alternativo, la lucha
antidrogas comprende 90% de la contribución estadounidense al Plan
Colombia” (Estrada, 2002: 22).
En los estudios que se han realizado sobre el plan Colombia que
son importantes para este trabajo se privilegiaran aquellos que
han logrado hacer un balance más que una descripción del mismo,
por ello los siguientes trabajos serán tenidos en cuenta: las claves
territoriales del Plan Colombia, de Édgar Novoa Torres; Territorio, pueblos
indígenas y Plan Colombia, de Armando Valbuena; los pueblos indígenas frente a la
continua masacre de nuestros derechos, de Hernando Chindoy Chindoy; Plan
Colombia, globalización y resistencias, de Daniel Libreros Caicedo, y como
estudio de caso Movimiento Cocalero Boliviano: resistencia social frente al Plan
Dignidad, de William Condori.
El segundo proceso es el de Desarme, Desmovilización y
reintegración, es un proceso iniciado desde el 2002 que contribuye
a la seguridad y la estabilidad en una zona, saliendo de una
situación de conflicto o de violencia organizada generalizada, al
desarmar a los combatientes, sacarlos de estructuras militares y
dotarlos con las herramientas necesarias para reintegrarse social
y económicamente a la sociedad civil. El desarme significa la
recolección, documentación, inspección, traslado y destrucción de
todo el material de guerra. La desmovilización consiste en la
decisión individual y voluntaria de abandonar a un grupo armado,
así como sus actividades dentro del mismo. Y la etapa de
reinserción comprende una asistencia transitoria para ayudar a
cubrir las necesidades básicas del desmovilizado y su grupo
familiar luego de la desmovilización (Agencia Colombiana para la
Reintegración). Lo que se pretende con este trabajo es analizar
las dinámicas que han devenido con este proceso, por ello los
documentos útiles aquí, igual que para el Plan Colombia, son
aquellos que hagan un balance del proceso. Por ello ensayos como
Colombia’s Paramilitary DDR: Quiet and tentative success, de Michael Spagat y
Balance del proceso de Desmovilización, Desarme y Reinserción (DDR) de los bloque
cacique Nutibara y Héroes de Granada en la ciudad de Medellín, de Manuel Alberto
Alonso Espinal y Germán Darío Valencia Agudelo, sirven para, por
una parte contextualizar sobre el proceso y segundo muestran una
forma de análisis de cada etapa del proceso, metodología que será
acogida en este trabajo. Además que advierten que la presencia de
paramilitares se ha reducido en algunas regiones pero en Nariño
por el contrario se han multiplicado.
TERRITORIO Y ETNICIDAD
Ahora bien la parte fundamental de este trabajo es la comprensión
de la comunidad Awá, ubicados en Nariño, de la forma en cómo su
territorialidad ha sido transformada por la presencia de los
actores que el narcotráfico ha llevado allí. Los Awá también son
conocidos como Kwaiker, Cuaiker, Cuaquier o Coiquer. Este pueblo
indígena se encuentra ubicado en la parte occidental del Macizo
Andino, ocupando los resguardos en los departamentos de Nariño y
Putumayo. “Su localización en uno de los ejes de comunicación
entre el litoral y la meseta andina, ha influido
significativamente en la conformación de su territorio, el cual se
ha visto afectado por los auges mineros, las guerras civiles, los
procesos de colonización ganadera, maderera y de cultivos
ilícitos, (…), la mayor concentración indígena se encuentra en el
municipio de Ricaurte (Nariño), debido en parte a las condiciones
climáticas que permiten una mayor actividad agrícola”( Toda
Colombia es mi pasión).
En el 2009 el programa contravía hizo un documental exponiendo la
realidad de la comunidad indígena Awá, víctimas de masacres,
desplazamiento forzado, minas y estigmatización (contravía:
situación de la comunidad awá en Nariño). El 4 de febrero de 2009,
la guerrilla de las FARC asesinó a ocho indígenas y otros tres
fueron desaparecidos, hecho que generó el desplazamiento de 400
personas que hoy siguen lejos de su tierra y en total abandono.
Esta situación nos muestra cómo la presencia de la guerrilla y
paramilitares en ese sector no sólo ha incrementado sino que cada
vez más supone una amenaza a la existencia de esta comunidad
indígena. Pero lo que se busca con este trabajo no es partir de
allí sino mirar cómo se llego a esta situación. Se encuentran un
sinfín de artículos de prensa, y es digno de mencionar el hecho de
que la aparición en la prensa de noticias sobre esta comunidad
sucede sobre todo a partir de 1999. En una línea de tiempo que
realiza el periódico El Tiempo en su página web, se puede ver cómo
en los últimos años las noticias relacionadas al pueblo Awá ha
incrementado, sobre todo para exponer su situación actual,
mientras que antes las noticias eran acerca sobre todo de su modo
de vida y su cultura. Artículos como Territorio en guerra de Edison
Avalos para el Espectador (Consejo Regional Indígena del Cauca) y
Los rastros de un cadáver (Semana, 17 Junio 2006) para la revista Semana,
son artículos útiles para este trabajo porque proveen una mirada a
la realidad de la situación de la comunidad.
Para comprender el hecho de que los Awá se encuentren entre la
disyuntiva de respetar sus tradiciones y permanecer aislados de
las actividades ilícitas o de unirse a ellas, es pertinente contar
con un material teórico sobre la cultura, la identidad y la
etnicidad. Bajo estas líneas están los siguientes textos que me
permiten aproximarme a una explicación del comportamiento de los
miembros de esta comunidad: Reinvención de la identidad étnica, nuevas
territorialidades y redes globales: el Estado multiétnico y pluricultural en Colombia y
Eduador, de Luis Carlos Castillo y Heriberto Cairo Carou. Territorialidad
indígena y ordenamiento en la Amazonia, de Ricardo Ramírez Suárez. Territorios,
espacios vividos y sentidos de lugar en tiempos de avance de la frontera productiva, de
María Eugenia Comerci. Y por último Territorios e identidades, de Nacy
Motta Gonzalez.
Y unos libros que permiten adquirir información sobre la cultura
Awá específicamente son los siguientes: Encuentro de dos modos de
comprender la vida, de Xatlí Murillo-Sencial y la gente de los ríos, de María
Clara Llano.
De esta manera la escogencia de la geografía radical como marco
teórico prueba ser el sustento ideal para este trabajo debido a la
importancia que en ésta se da a los factores productivos, por ello
las fuentes escogidas aquí si bien hacen referencia a procesos
políticos dan cuenta también de aspectos muy económicos como el
narcotráfico y los cultivos ilícitos. Toda la información
recolectada está enmarcada en un contexto histórico que gira en
torno a los procesos del Plan Colombia y el DDR, y la Geografía
Radical, en especial David Harvey, hacen uso de una metodología
dialéctica lo cual nos permite entender que el proceso que se vive
en Nariño sólo pudo ser posible por el cruce de factores
históricos, geográficos y productivos.
Indígenas Awá: Resistencia a un capitalismo global
Antes que nada es importante decir que la comunidad Awá está
ubicada geográficamente en Colombia en los municipios de Ipiales,
Mallama, Ricaurte, Barbacoas, Roberto Payán, Samaniego y Santa
Cruz Guachavez y Tumaco, en el departamento de Nariño, y en los
municipios de Puerto Asis, Valle del Guamez, San Miguel Dorada,
Orito, Puerto Caicedo, Villa Garzón en el departamento del
Putumayo. El departamento de Nariño se encuentra ubicado al sur de
Colombia, está dividido en 64 municipios y 230 corregimientos.
Limita al norte con el Cauca, al este con el putumayo, al sur con
Ecuador y al oeste con el Océano Pacífico. Para este trabajo me
concentraré específicamente en la comunidad Awá que habita en
Ricaurte, Nariño, ahí está ubicado el Cabildo Mayor Awá –
CAMAWARI-.en donde hay una “población de 10500 habitantes, cerca
del 85% total de la población del municipio, y con 107.000
hectáreas de territorio” (plan de vida awá), en total a este
municipio pertenecen once resguardos. Ricaurte está ubicado al
sur de Colombia, en cuanto a la economía del municipio el sistema
de producción más utilizado es el monocultivo, principalmente el
de caña.
Awá quiere decir gente de las montañas y la cosmovisión de la
comunidad gira entorno al territorio, los animales, la fauna y
todos los seres de los cuatro mundos que componen su realidad, su
convivencia en paz y respeto por todos los seres. Para ellos el
territorio adquiere un significado fundamental que traspasa los
límites físicos que generalmente se le adjudican a los
territorios. “la denominación de territorio Awá impone una mirada
a las concepciones propias del indígena con relación a su entorno
geográfico y a la manera de concebirlo. La relación directa del
indígena con su medio natural, lo ha llevado a que su forma de
vida esté en armonía con el mismo, lo cual se expresa a través del
profundo respeto que manifiestan por medio de diferentes prácticas
como son: la agricultura, la caza y la pesca entre otros,
incluyendo también la concepción territorial que el indígena
maneja en su “montaña” (“territorio indígena Awá, 2010). La
comprensión del territorio dentro de la cultura Awá refleja cómo
desde su cosmovisión existe una concepción integral del mundo, la
“propiedad privada” y los “recursos naturales” no existen de la
misma manera que para nosotros, para ellos territorio es más bien
aquello que representa los derechos colectivos, es decir, el agua,
la tierra y todos los demás bienes naturales, eso compone el
territorio y el acceso a esas libertades las creen más importantes
que los mismos derechos fundamentales como la vida.
El pueblo Awá es una de las víctimas de la guerra contra las
drogas que el país inició de la mano de Estados Unidos a finales
de los noventa. Reiteradamente han expuesto que no tienen nada que
ver con el conflicto interno de Colombia y han hecho declaraciones
en búsqueda de atención estatal a los atropellos a sus derechos,
sin más han sido en muchos casos catalogados como narcotraficantes
y cooperantes de la producción de la coca simplemente porque no
están de acuerdo a las practicas de fumigación que con el Plan
Colombia se han puesto en marcha. Y es que si se hace una revisión
a esas políticas muchas verdades se pueden encontrar que sustentan
la postura no sólo de este pueblo indígena sino de todos los
pueblos indígenas del país, porque hemos involucrado a estas
personas en una guerra y un conflicto del cual les toca hacer
parte porque viven aquí y sus prácticas se ven amenazadas
constantemente sin que ellos así lo quieran.
El pueblo Awá cansado de ser victima de crímenes hacia su
comunidad resolvió presentar un Plan de Salvaguardia étnica, en el
cual plasman su proyecto de vida, “Nosotros los indígenas del
pueblo Awá, a raíz del conflicto armado interno, la incursión de
megaproyectos y monocultivos en nuestro territorio, el negocio del
narcotráfico y el abandono histórico del Estado, hemos visto cómo
nuestra identidad física y cultural, en el transcurso de los años
se ha ido debilitando. Como consecuencia de los factores
expuestos, quienes hemos vivido ancestralmente en las comunidades
Awá, no hemos podido disfrutar con plenitud las riquezas que
tenemos en el territorio y, además se nos ha dificultado mantener
la relación de respeto, equilibrio y armonía con los espíritus de
la montaña” (plan de vida Awá, 2008).
Este pueblo, es uno de los pocos que todavía conservan sus
características únicas y especificas, como sus tradiciones e
idioma, sin embargo esto no es tarea fácil pues constantemente se
ven amenazados en sus territorios porque la presencia de la
guerrilla y paramilitares los forzó a desplazarse o a unirse a sus
prácticas. Ninguna de estas dos opciones es la salida justa para
el pueblo y mostrando resistencia es que han perdido cientos de
compañeros en las últimas dos décadas. “Las situaciones de
emigración antes eran muy particulares y escasas entre las
comunidades Awá y actualmente los problemas de conflicto armado
junto al asentamiento de otras culturas que incursionan en
nuestras comunidades y dedicadas a los cultivos ilícitos han
generado desplazamiento con su agresión; llegando además a romper
con un estilo de vida propio que cada vez se deteriora en la
medida que se invade no sólo nuestro territorio sino también
nuestro pensamiento, nuestros propios sueños y los anhelos del
futuro” (Unidad Indígena del Pueblo Awá UNIPA)
Los Awá frente al conflicto armado.
El conflicto armado es una realidad en nuestro país y un estudio
del narcotráfico no puede dejar de lado sus complejidades, por
ello es importante reconocer la transformación del conflicto a
partir del Plan Colombia y la transformación de los actores que
hacen parte de él. En primer lugar es importante la comprensión de
las resistencias que conllevan esa reconfiguración de la
productividad cocalera, allí “las resistencias sociales adquieren
lugar preponderante en la reconfiguración espacial, disputando la
producción espacial en todas sus escalas, desafiando la
construcción del nuevo “orden mundial”, la reestructuración de la
hegemonía política y económica regional norteamericana, luchando
en medio de un orden violento nacional que se desenvuelve en una
lógica de arrasamiento y control territorial buscando recomponerse
social, política, económica y ecológicamente en los espacios
locales. (Novoa, 2002:211), podemos entender estas resistencias
como el momento en el tiempo donde se cruzan identidades en
oposición que amenazan a viejos actores y los someten a una nueva
lógica desconocida por ellos, y sin más remedio los sujetos deben
plegarse y rápidamente transformar sus modos de vida, “La
territorialización de las protestas responde, además al
funcionamiento de un capitalismo que desestructuró los aparatos
productivos nacionales con la apertura comercial de inicios de las
década de 1990 focalizando la inversión a la manera de economías
en clave regional y en zonas de maquilas” (Libreros, 2002:612).
El conflicto armado en Colombia hace referencia a una guerra
irregular, es decir a una guerra donde los ataques son
intermitentes y esporádicos, “la guerra irregular lleva a los
grupos armados a interesarse por crear cierto orden en los
territorios donde buscan establecerse” (Arjona, 2008:108), por
ello podemos pensar que las relocalizaciones de los cultivos de
coca al sur de Nariño hacen que los guerrilleros y productores de
coca se acentuaran allí y al no ser de manera momentánea sino
permanente buscaran formas de crear legitimidad y orden, es
importante entender que la naturaleza de esa legitimidad y orden
poco tienen que ver con la eficacia que adquiere al momento de
crear normatividad en esos territorios, “el control de un
territorio solamente es efectivo cuando se despliega población
leal sobre el terreno, sin importar que la lealtad sea producto
del terror o de la dependencia de los medios de subsistencia, y no
repose sobre los acuerdos acerca de los principios políticos y
morales que deben regir la sociedad” (Duncan, 2005:63).
La transformación del conflicto a causa del narcotráfico lo
podemos ver a partir de las políticas de los 90 de
desmantelamiento de los principales carteles de la ciudad, “los
grupos alzados en armas al margen de la ley, paramilitares y
guerrillas, controlan casi la totalidad del negocio en este país y
los tradicionales carteles de la mafia narcotraficante quedaron
englobados de diferentes maneras dentro de la dinámica del
conflicto. Mientras que los grupos paramilitares tienen mayor
influencia en aspectos relacionados con el procesamiento, la
exportación y el lavado de dinero, la guerrilla parece tener mayor
incidencia en los aspectos relacionados con el cultivo y
producción de pasta de coca. Ambos se disputan el control
territorial de diferentes zonas del país y a nivel político han
logrado importantes niveles de influencia sobre las instituciones
del Estado en algunas regiones donde están presentes (Rangel,
2005:9-10). La actividad del narcotráfico se divide en fases, en
el sur de Nariño donde se crean los cultivos, se da la primera de
ellas, “el control de la guerrilla sobre regiones donde ocurren
las fases iniciales del negocio tiene una consecuencia adicional
en la dinámica del conflicto que rebasa lo estrictamente
económico, en el sentido de la capacidad de generar recursos para
financiar el ejército” (Duncan, 2005:57). También hay una
transformación en la compra de tierras debido al narcotráfico,
pues si bien es verdad que los dividendos de la actividad ilícita
se utilizan para la adjudicación de tierras en el centro y norte
del País, es diferente la situación en las zonas de frontera, “en
las tierras de menor calidad de la frontera agrícola los
narcotraficantes también han comprado, pero con otro sentido: se
trata de tierras en la que el Estado tiene poca presencia y en
donde existe una lucha constante por su apropiación entre colonos,
comunidades indígenas e insurgencia. Estas regiones permiten el
cultivo de la coca y de la amapola, su refinación y exportación
directa. El dominio de la tierra en esas regiones posibilita que
los narcotraficantes garanticen la obtención de la materia prima.
Usualmente estos cultivos están localizados en zonas rurales de
colonización, con economías altamente deprimidas y en áreas no
agrícolas, marginales y con ecosistemas más frágiles y menos
productivos si pierden su cobertura vegetal, esto es, en zonas
donde menos se justifica estimular la ocupación humana”
(Kalmanovitz & López, 2006:334)
La presencia de los grupos guerrillero en el Sur de Nariño
pusieron inmediatamente en estado de tensión a la comunidad
indígena Awá, la forma en la que se transforma su territorialidad
la podemos entender a través de testimonios que dan cuenta de cómo
los jóvenes de la comunidad son seducidos por las practicas
cocaleras que les brindan los grupos y que los viejos, sabios de
la comunidad castigan seguidamente. Las condiciones que hicieron
posible esta situación son puramente sociales y políticas, “un
Estado poco robusto en el nivel local o la autonomía que
obtuvieron ciertas regiones frente a las directrices nacionales en
el caso de las negociaciones de paz con la insurgencia
contribuyeron a resquebrajar la seguridad y a que los
paramilitares o la insurgencia entraran a operar como Estado
sustituto”. (Kalmanovitz & López, 2006: 319). Así podemos entender
la naturaleza del conflicto que se gesta en los territorios donde
confluyen diferentes identidades: grupos armados y comunidades
diferentes, “La racionalidad del conflicto no es producto entonces
del simple interés de una clase terrateniente por garantizar su
hegemonía sobre el principal medio de producción de las economías
agrarias: la tierra. Pese a que el proceso de expansión de las
autodefensas y la codicia misma de las individualidades exigen la
concentración de extensas propiedades, su racionalidad responde en
últimas al control de poblaciones y territorios, desde donde se
articula todo el proceso de acumulación de capital a partir de
negocios ilícitos, en especial narcotráfico y corrupción pública”
(Duncan, 2005:65).
“En Nariño, aunque las masacres se comienzan a registrar a partir
de 1999, es en los años 2001, 2002 y 2005 cuando cobran el mayor
número de víctimas, coincidiendo con la expansión de las AUC, a
través del Bloque Libertadores del Sur (BLS). Pese a la
desmovilización de esta estructura hacia mediados de 2005, la
violencia se intensifica por cuenta de la pugna entre las Farc y
los grupos armados al servicio de narcotraficantes del norte del
Valle del Cauca, especialmente en Ricaurte y Tumaco. El incremento
de la violencia en estas zonas revela la decisión de la guerrilla
y el narcotráfico de lograr, a sangre y fuero, el control de la
carretera al mar y el puerto de salida para la droga producida en
la costa pacífica nariñense” (Echandía, 2008:97). La guerrilla
siendo atacada por los paramilitares y por el Ejército se centra
en los Awá, “Álvaro Vallejo, defensor del pueblo de Nariño, cuenta
que muchos jóvenes fueron reclutados forzosamente. María Marín
considera que en realdad fueron engañados: “la guerrilla los
convenció con un mercadito”. En cambio, Guillermo Nastacuaz, de 56
años, líder del resguardo linda Sabaleta, recuerda que a su
sobrino “lo conquistaron porque era falto de experiencia y se
fascinó con la idea de coger un arma”. Des meses después los
guerrilleros botaron su cadáver en una calle de la población: lo
habían fusilado por intentar desertar” (Consejo Indígena del
Cauca).
Ante estas nuevas realidades la territorialidad de la comunidad
Awá al sur de Nariño ha sido transformada por distintos procesos,
y se ha visto afectada por un discurso global de lucha antidrogas
del modelo neoliberal que el país adoptó en los noventa. Esa
guerra antidrogas que se materializa en el Plan Colombia y que a
continuación veremos la manera en la que no sólo ha sido un
fracaso por privilegiar un componente militar a lo que en realidad
es una problemática social, sino también por la desnacionalización
que trajo consigo.
El Plan Colombia: significación de sus políticas para las
comunidades campesinas e indígenas del país.
Voy a exponer brevemente lo que a mi parecer es el error más grave
que hemos tenido como país al combatir contra el narcotráfico. En
los años setenta el presidente Richard Nixon empezó una lucha
contra las drogas que extendió globalmente en su discurso, como
varios autores han notado los intereses del Presidente
Norteamericano en aquel entonces por fijar la problemática en la
droga se han perdido en la historia y a nadie le importa saber de
dónde surgió esa necesidad de exponerlo como principal mal, pues
bien me parece justo decirlo. Para ese entonces la legitimidad del
presidente en la opinión pública no estaba en su mejor punto, la
guerra con Vietnam había hecho que jóvenes en todo el territorio
se movilizaran contra sus campañas y sus políticas, en ellos veía
el presidente a la mayor oposición a su lucha anticomunista, y al
ser estos jóvenes principales consumidores de droga hicieron que
las políticas del presidente se re direccionarán a la búsqueda de
eliminación de ese problema social. La importancia de este
discurso reside en que catalogar la producción de drogas como un
crimen global, hizo que países como Bolivia, Perú y Colombia
quedaran sumidos como los principales culpables de aquella
situación y de aquella nueva criminalización. En los años noventa
por razones sociales y económicas se hizo difícil la producción en
Bolivia y Perú entonces Colombia pasó a ser el principal
productor. Estados Unidos nos catalogó como criminales y nosotros
nos lo creímos, pronto la atención estadounidense se centro en
nuestro país.
El problema está en la estrategia que adoptamos para combatir el
narcotráfico, al creer que era un perjuicio social y un crimen
entonces buscamos eliminar de manera inmediata la oferta de la
droga, por ello el Plan Colombia empieza sus operaciones con la
política “ofensiva al sur de Colombia”, fumigando los cultivos
ilícitos en el Putumayo. Aquí dos puntos son importantes tocar
sobre porque esta estrategia es la errada. En primer lugar porque
las drogas tienen una economía particular, la cual no fue
estudiada antes de desarrollar las estrategias, funciona como un
bien normal pues el precio de la demanda está ligado al precio de
la oferta, por ello sino hay una política que busque disminuir el
consumo lo único que se logrará será una relocalización de los
cultivos, que es precisamente lo que sucedió casi inmediatamente
que se inició el plan. Y segundo porque el consumo de drogas no es
un mal social, es un mal puramente de salud. Si lo pensáramos como
tal sería necesario empezar a concientizar con campañas sobre lo
perjudicial de su consumo y otras serían las políticas, además que
se debería entender que hay comunidades indígenas y campesinas que
ven el cultivo de éstas como su modo de producción y lo que les
permite subsistir. Bueno pero quizá me estoy adelantando a temas
que se tocarán aquí de manera más profunda. Por ahora miremos como
el Plan Colombia se fue gestando, lo que significaba (realmente) y
sus implicaciones.
“Bajo el manto de la “guerra antiterrorista”, en Colombia se han
activado todos los dispositivos para culminar la “segunda ola” de
reformas neoliberales, de acuerdo con los mandatos de política del
consenso de Washington. Estas, por su parte, se constituyen en
condición necesaria para la intensificación de la guerra. También
pudiera decirse que representan una forma de intensificar La
guerra en el terreno de lo social” (Estrada, 2002:15). El interés
de Estados Unidos para apoyar el Plan Colombia reside
principalmente en el aspecto de las drogas, que hubiera un
compromiso por parte del gobierno Pastrana de la iniciación de
actividades de fumigación de las zonas. Esta estrategia fue
presentada como la solución al conflicto interno al mostrar una
simple formula: la erradicación de los cultivos ilícitos haría que
la práctica del narcotráfico, sustento económico de los grupos
guerrilleros, se viera entorpecida y así sin soporte económico los
grupos se verían acabados. La sencillez de la formula pone en
primera medida que el conflicto en Colombia gira entorno
principalmente a la tenencia y apropiación de la tierra, esto en
parte es cierto sin embargo hay un componente político que es
factor explicativo del origen del conflicto y si los políticos
Estadounidenses hubieran estado interesados realmente en ayudar a
Colombia en su conflicto se hubieran tomado la molestia de leer un
poco la historia del país, pero lo que hicieron fue imponer sus
intereses y nuestro país alienándose a éstos diseñó un Plan que
más que desarrollo ha traído retroceso. En segunda medida dicha
formula nos muestra cómo todo el Plan fue direccionado hacia un
sector del conflicto, pero se ignoró que las zonas a ser fumigadas
estaban habitadas por otros actores que se verían perjudicadas en
mayor medida, a decir, campesinos e indígenas.
Los problemas que suscita el Plan a simple vista se mostraron en
sus comienzos desde diferentes problemáticas, por un lado el
financiamiento del Plan era una alerta de que había algo en él que
no estaba muy bien diseñado, y es que se esperaba contaría con más
apoyo de Europa y de organizaciones multilaterales pero Europa no
quiso comprometerse de amucho alegando que habían intereses en
éste que eran opuestos a los de cooperación. El componente militar
del Plan es otro punto que llama la atención, Estados Unidos
estaba financiando la guerra, militarizando al país. “Durante la
última década, las políticas y los programas contenidos en el Plan
Colombia, sus primeras aplicaciones e impactos han desplegado algo
inusual, al menos en nuestro medio: la articulación de diversas
expresiones de los campesinos, de las comunidades negras e
indígenas, de algunos mandatarios locales y departamentales con
los esfuerzos de académicos e intelectuales” (Estrada, 2002:33).
Estos movimientos de resistencia al Plan sin embargo han contado
con poca ayuda y atención, pues por mas de que reiteradamente se
han expuesto los factores de riesgo de lo que ha traído consigo el
Plan no se hace algo para remediar la situación, así el Plan
Colombia se traduce como la nueva forma de correspondencia a
intereses de países del Norte, quienes financian los procesos en
búsqueda de un mayor beneficio para ellos mismos, “el Plan
Colombia expresa la dinámica antagónica y conflictiva en la
producción || de un “nuevo orden” económico y político mundial,
en medio de la difícil situación nacional que busca imponer la
lógica de un orden violento, que valoriza las relaciones entre lo
local y lo global, con un desdibujamiento (no desaparición) de lo
nacional, donde lo local adquiere un valor geoestratégico
determinante para el despliegue territorial de la lógica del
beneficio sobre nuevos referentes” (Novoa, 2002: 211). Pero ¿Qué
significa ese desdibujamiento? Pues bien para mi significa una
desnacionalización, una rendición del Estado colombiano
mostrándose incapaz de solucionar sus conflictos y de crear
programas que realmente sean orientados al desarrollo del país y
que se financien más bien con ayuda de otro país pero a un costo
más alto para la sociedad.
Cuando se inician las primeras fumigaciones en el Putumayo, entre
noviembre y diciembre de 1999, inmediatamente las primeras quejas
hacia el Estado no se hicieron esperar por parte de los
campesinos, y empezaron a evidenciarse las problemáticas sociales
que traían dichas practicas puestas a funcionar sin el
consentimiento de los habitantes. La principal preocupación de
estos grupos se centraba en que la fumigación se estaba haciendo
sobre una gran parte de su territorio, donde había otros cultivos
que no eran coca, y la tierra y las plantas sufrían graves daños,
dejando la tierra infértil. La fumigación aérea en Colombia con
glifosato, conocido comercialmente como Rounduo de Monsato se
probó fatal para la economía agrícola de indígenas y campesinos
“Uno de los primeros boletines técnicos de Monsanto afirmaba que
“las aplicaciones aéreas deben evitarse si existe peligro de que
el químico se ponga en contacto con especies deseables” (Nivia,
2002:385). Es claro que estas recomendaciones no se siguieron, y
muchos cultivos se perdieron. Posterior a las denuncias de estos
grupos, los Estados Unidos empezaron a hacer tratos con los
campesinos e indígenas de la zona para que si firmaban accediendo
a erradicar los cultivos de coca habría un plan alternativo de
ayuda económica y restitución de actividades en retorno de ello,
de lo contrario si en tres meses no había respuesta las
fumigaciones se harían de manera aérea. Muchos campesinos e
indígenas, aceptaron tales convenios y después de un tiempo no
hubo ayuda alguna, la desconfianza en lo que se les había
prometido hizo que fuera más real una ruptura con las prácticas
estatales. La falta de un componente social del Plan es la
principal falla del mismo, pues sin un plan de desarrollo
alternativo para las comunidades de la sociedad que se ven
afectadas por la erradicación de los cultivos lo único que se ha
generado es un malestar social, que hace crecer la crisis estatal
en los lugares locales apartados, donde el gobierno central pierde
legitimidad y hace propicio la aparición de nuevos grupos y
actores que se apropian de esa legitimidad a través de diferentes
medios, siendo la coerción la más utilizada, para obligar a los
residentes a formar parte de su nueva producción.
Desarme, desmovilización y reinserción (2002-presente)
El proyecto de gobierno o plan de gobierno de seguridad
democrática del presidente Álvaro Uribe hizo que se gestaran
nuevas ingenierías u estrategias para la disminución del
conflicto, implementando desde agosto del 2002 la política de
Defensa y seguridad Democrática, la cual buscaba acabar con grupos
armados ilegales, proteger los derechos humanos y fortalecer las
instituciones democráticas. Una lectura rápida de esta política
podría caer en el error de decir que ha sido un fracaso debido al
permanente y constante conflicto que vive el país, el cual se
materializa en masacres, desplazamientos etc, porque no hay que
calificar a la política misma como un fracaso, pienso yo que la
estrategia de los DDR, la cual ha venido funcionando en varios
países de diferentes formas desde la mitad del siglo pasado, es
una política que se sustenta en poder trabajar conjuntamente con
una población que busca volver a ser parte de la comunidad, a
través de las diferentes etapas que significa ese proceso de
desarme, desmovilización y reinserción. Sin embargo es imperativo
recalcar que como toda estrategia debe ser amoldada a las diversas
circunstancias y factores específicos del país o de la región en
la que se implemente. El DDR como plan de gobierno para mermar el
número de personas pertenecientes a los grupos armados en nuestro
país se ha mostrado contradictorio, pues aunque en unas regiones
ha tenido éxito en otras se podría pensar en un fracaso rotundo de
esta política.
Ahora bien, cuando nos enfocamos en el análisis de estos dos
planes es importante tener en cuenta que una evaluación de los
mismos conlleva sus precauciones porque el peligro de hacer
generalizaciones puede llevar a una desacreditación del trabajo.
Por ello quiero decir antes de empezar a mirar este plan que, no
ha sido una estrategia homogénea en el territorio nacional. Hay
departamentos donde gracias al DDR se ha mermado la presencia de
grupos no gubernamentales, mostrando la eficacia de tal plan sin
embargo así mismo hay otros departamentos donde todo lo contrario
ha ocurrido. Por ello debo enfatizar en que en adelante si se
habla en este trabajo del fracaso del DDR debe ser pensado como el
fracaso que es para el departamento de Nariño, únicamente. Hans
Rouw atribuye este fracaso a “la percibida falta de tiempo para
consultar a las comunidades recipientes, la falta del monopolio
legítimo de la violencia del Estado, y un gobierno que no controla
todo su territorio. Por ello no debe ser una sorpresa que el DDR
en Colombia parece ser primeramente utilizado para consolidar el
poder estatal más que para asegurar la seguridad de los civiles”
(Rouw, 2010).
“El índice de homicidios en Nariño ha incrementado inmediatamente
después de la desmovilización del frente “libertadores del sur”
(Spagat, 2002). Esta discrepancia u asimetría del resultado que ha
tenido esta estrategia en el territorio nacional se explica en la
medida en que se ha aplicado más bien momentáneamente, me explico,
cuando se ataca el problema del cultivo de coca en el Putumayo
inmediatamente se ve una disminución de los grupos guerrilleros en
esta localidad, lo cual como se explicaba con anterioridad hizo
que se trasladaran tanto los cultivos como los grupos armados a
otros municipios. Entonces se concentraron en municipios como
cauca y Nariño pero después de un tiempo se ve que vuelven a
reaparecer estos sujetos, con un número más elevado y con una
disponibilidad organizativa mayor. Este hecho hace que sea preciso
cuestionar la forma en la que se está llevando a cabo el proceso,
porque sí es una estrategia correcta porque tiene una
justificación que puesta en balance se puede ver cómo lograría
efectivamente una reducción de personas involucradas en estos
grupos ilegales, pero que para que realmente sea eficaz se debe
pensar más a fondo en el punto en que los grupos son mermados
tratar de destruir cualquier red o vinculo que quede en el sitio
de donde fueron sacados para que les sea más difícil volver a
incursionar ahí.
Los testimonios, los datos y las cifras de la presencia de estos
grupos en el departamento de Nariño y en particular en el
municipio de Ricaurte, muestran cómo el número de éstos ha
incrementado sustancialmente.
Capitalismo global: la economía del narcotráfico.
Es muy importante entender el carácter global de este nuevo modo
de producción, “El proceso de globalización se entiende como una
nueva etapa en la dinámica de comprensión espacio-temporal de las
relaciones sociales capitalistas, producto del desarrollo
simultaneo diacrónico/sincrónico de relaciones y procesos que
reconfigura la geometría del desarrollo desigual en todas las
escalas territoriales, desde la global hasta la local” (Novoa,
2002:209), este desarrollo desigual es propio del capitalismo
porque hace a unos dueños de los modos de producción y a otros
simplemente dominados, pero no sólo se debe pensar en una
desigualdad geográfica, porque como lo nota Edward Soja “alguna
desigualdad geográfica es el resultado de cualquier proceso
social, pero lo que el modo capitalista de producción activamente
crea, intensifica, y busca es mantener desigualdades regionales o
más ampliamente, espaciales como medio de su supervivencia”
(Novoa, 2002:210). De esta manera la comprensión del narcotráfico
como una economía de enclave propia del capitalismo y específica
en su forma de acumulación de capital ha generado desigualdades
locales en aquellos territorios de frontera.
Hablemos de la economía de la droga, el Plan Colombia como plan
antidrogas fue un fracaso y no era de esperarse otro resultado,
pues el negocio de la droga era mucho más lucrativo que la ayuda
que ofrecía el gobierno, “mientras el gobierno en el marco de las
políticas del Plan Colombia, ofrecía 2 millones de pesos por
hectárea erradicada, el negocio les dejaba a los cultivadores de
coca cerca de 6 millones” (Estrada, 2002:38). El por qué se hace
lucrativo este negocio es una respuesta más bien sencilla pero que
los países desarrollados no aceptan fácilmente, pues tienen mucho
que ver, la economía funciona de esta manera: “los subsidios
aplicados a los productos agrícolas en los países del capitalismo
central habrían llevado estos productos a quedar por debajo de sus
precios reales de producción. La racionalidad económica llevaría
al reconocimiento de que hay un producto en el mercado que sí es
pagado con arreglo a sus costos de producción: la droga” (Estrada,
2002:38). Es importante traer a consideración los estudios en
materia económica que se han desarrollado sobre el narcotráfico,
aquellos que buscan mostrar la lógica económica del narcotráfico y
sus particularidades en la dinámica oferta-demanda, pues de esta
manera será comprensible la razón del fracaso del Plan Colombia
como política antidroga presionando en un inicio la oferta para la
reducción de consumo.
Jeffrey Miron preguntándose por qué ha bajado el precio de la
cocaína y de la cocaína cuando las medidas represivas han
aumentado, llega a la conclusión de que esto se debe a que la
productividad se ha incrementado, por su parte Leonardo Raffo
López no se queda sólo con este factor explicativo sino que piensa
que hay otras cuestiones que han tenido un impacto sobre el precio
de la cocaína, como la mayor eficacia del tráfico de drogas (p
ej.., mediante una mayor eficiencia en el transporte), el
comportamiento de los precios de sustitutos sintéticos
(anfetaminas, éxtasis) y el aumento de la producción en otros
países (como México y Venezuela). “Los ataques a la oferta- en
este caso de uno de los principales insumos, la hoja de coca-
generan simplemente el desplazamiento de cultivos hacia nuevas
regiones, como lo demuestra la evolución de los cultivos de coca
en el área andina durante la década de los noventa” (Estrada,
2002:38). Según el informe de la Oficina de Lucha contra las
Drogas y el Crimen de las Naciones Unidas para 2005 “el mercado
mundial de drogas ilícitas tiene un valor aproximado de 322
billones de dólares, lo cual representa el producto interno bruto
del 88% de las naciones existentes, y es cuatro veces mayor que el
total de las exportaciones de productos agrícolas de América
Latina. En términos de oferta, el mercado mundial de las drogas
ilícitas tiene un valor similar al del total de las exportaciones
mundiales de cereales y carne” (Rangel, 2005:7).
Esta economía de la droga muestra por qué un ataque a la oferta
sólo produciría el desplazamiento de los cultivos hacia otras
locaciones, “pero los cultivos de coca han migrado hacia áreas
cada vez más distantes, a zonas montañosas, y la mayoría son
cultivos pequeños, muy dispersos y que se confunden con los
cultivos lícitos de pan coger de las familias campesinas” (Rangel,
2005: 11), y es en esa realidad que se fundan las primeras quejas
sociales sobre el proceso de fumigación del Plan Colombia, al
respecto del problema del narcotráfico el Presidente de la
Organización Nacional Indígena de Colombia en el año 2001 dijo
que: “Nos oponemos claramente al narcotráfico, pero también
establecemos un rotundo a la cruzada de Estados Unidos contra las
drogas” y dijo que pensaban sobre estas políticas que “la política
que actualmente se adelanta a través del Plan Colombia viene
causando en muchas comunidades y pueblos los desplazamientos
forzados por el conflicto armado y las fumigaciones que se
desarrollan en gran parte en los territorios indígenas, que nada
aportan al bienestar de nuestros pueblos ni disminuyen la
producción cocalera. Los impactos del narcotráfico en los
contextos regionales son de carácter político, económico,
productivo, ambiental y agroalimentario. A la destrucción de
nuestra madre tierra se aúna la lucha por los territorios de
producción; a nuestros sistemas culturales y de gobierno, se
sobrepone la desintegración de nuestros modelos productivos, los
cambios en el uso de los suelos y, obviamente, la agudización de
la confrontación armada. Reconocemos en el narcotráfico un
problema nacional cuya causa es la ya permanente crisis social y
económica del país; en ese sentido, su erradicación sólo es
posible con una real justicia social. Por ellos nos oponemos
rotundamente a las fumigaciones indiscriminadas y a las medidas
represivas utilizadas por el gobierno nacional, que tienden a
criminalizar las verdaderas victimas: las comunidades indígenas y
campesinas” (Valbuena, 2002: 563). Cuando logramos comprender
estas denuncias desde la perspectiva de las comunidades indígenas
podemos avanzar en el entendimiento del significado que tiene la
presencia de nuevos grupos en su territorio.
Nuevos actores incursionan en el territorio Awá: FARC, ELN y
Paramilitares.
Debemos entender el conflicto armado como una guerra interna,
irregular y prolongad. Que sea una guerra irregular quiere decir
que los ataques de los grupos armados son intermitentes, con
estrategias de ataques fugaces. Esto puede ser así en el
territorio nacional en general, es decir, para quienes vivimos en
la urbanidad nos parece que los grupos armados rara vez se
manifiestan, pero en aquellas zonas de frontera la existencia
permanente de estos actores no sólo ha creado nuevos órdenes,
reglas de juego y ha creado una institucionalidad sino que además
allí el conflicto se ha convertido en una guerra de guerrillas.
Los tres grupos no gubernamentales que residen en estas zonas se
pelean el control de las mismas. “En la década de los 80
aparecieron las primeras avanzadas del 8° Frente de las FARC en
los municipios del norte del departamento. Posteriormente, aparece
el 29 Frente que opera en el Sur Occidente, Sur y Costa Pacífica
nariñense. El ELN hizo su aparición por los años ochenta, sus
acciones militares se caracterizan por el bloqueo de la carretera
al mar por largos periodos sin que la fuerza pública los pudiera
desalojar, siendo necesario la intervención de autoridades que por
medio del dialogo lograron el levantamiento del bloqueo. Las AUC
llegan en el año 2000, en el norte, en municipios que eran de
influencia de las FARC, luego fueron desplegándose por lo largo y
ancho del departamento, sobre todo en municipios donde los
cultivos de uso ilícito son más evidentes; hoy se puede decir que
las AUC hacen presencia en todo el departamento concentrando su
accionar fundamentalmente en las cabeceras municipales” (Prada,
2006:5).
Cuando confluyen estos tres grupos en una misma zona, como sucede
en Nariño, la confrontación armada se incrementa. Esta situación
se viene presentando desde el periodo 2002-2003, acompañada de un
agravamiento de la crisis humanitaria y afectación a la población
civil; las masacres, los asesinatos selectivos, el desplazamiento
y las minas antipersona son las formas de violencia con las cuales
los grupos armados actúan y atemorizan a los civiles. “Por las
dinámicas de la guerra, Nariño tiene presencia de grupos ilegales
en el 71% de sus municipios. Agudizando la problemática social
especialmente en el sector rural” (Prada, 2006:7).
“Además de valerse de la violencia, los grupos armados pueden
“ocupar” territorios de maneras muy distintas: regulando la vida
pública de la comunidad, fijando normas de conducta en la vida
privada, estableciéndose en los espacios de poder de la
administración pública, haciendo exigencias económicas o
interviniendo en diversas expresiones de participación política de
los ciudadanos” (Arjona, 2008: 106). En esa medida el Municipio de
Nariño se convierte en un espejo que aquello que sucede en las
zonas rurales estratégicas. La presencia de las FARC, el ELN Y las
AUC, hacen que las personas que habitan allí que aunque no quieren
tener vínculos con estos grupos se vean inmersos en una gran
disyuntiva. Y me refiero específicamente a la disyuntiva de dejar
sus tierras y convertirse en desplazados, o “cooperar” con los
grupos armados. Y en este punto es importante centrarnos en lo que
significa esa disyuntiva, el efecto que produce en la comunidad
Awá y lo relevante de esta situación para entender el grave
problema bajo el cual se encuentra la comunidad, un conflicto de
raíz identitario pero que a la vez es un problema que compromete
su integridad, dignidad y existencia.
“La muerte y el destierro no son la única forma de victimización
que padecen estas comunidades. La imposición, el desdén por sus
tradiciones y sus formas de organización, al igual que la
transformación del orden social y político en sus territorios,
constituyen procesos de cambio dolorosos que tienen importantes
consecuencias en la vida cotidiana durante la guerra, y aun en el
posconflicto. Podría hablarse de una victimización que también es
social y política” (Arjona, 2008: 107). Por ello hay que leer esa
“cooperación” en clave de las tensiones que genera dentro de la
comunidad Awá, es decir, hay que primeramente entender el valor
que tienen las tradiciones para la comunidad, el respeto a su
cultura y el respeto a la tierra, para poder entender el hecho de
que un desapego a la misma genere un conflicto tan grande para
estas personas. Entonces lo que los lleva a actuar de un modo que
favorece a los grupos armados corresponde a múltiples razones pero
que en resumidas cuentas conlleva a una necesidad de preservar la
identidad. Y aquí es importante decir que esa identidad se basa en
la cultura, el idioma, las tradiciones. Todos estos elementos que
se ven comprometidos por la misma presencia de estos grupos
ilegales.
CONFLICTOS IDENTITARIOS
Cuando mencioné al inicio un poco sobre la cosmovisión de la
comunidad Awá, lo hice para poder entender mejor la dimensión de
la presión que los tres grupos armados ejercen en la comunidad,
para poder comprender el significado que tiene para los Awá sentir
amenazado su territorio.
A partir del 2006 el pueblo Awá ha sufrido hostigamientos por
parte de los grupos armados, principalmente por parte de las FARC.
“Según estimado de la gobernación del departamento de Nariño, en
total unos 400 indígenas han emprendido el éxodo tras las
masacres”. Y no sólo esta comunidad es víctima de los grupos
armados sino que también en ocasiones se les ha negado el acceso a
alimentos o ayuda por parte del ejército nacional con la excusa de
que tienen vínculos con los grupos ilegales. Así mismo cuando han
querido colaborar con el gobierno dando información sobre las FARC
o los paramilitares, han recibido amenazas por parte de estos
grupos y en los peores casos ni siquiera una amenaza sino que han
sufrido de atrocidades a su población, con matanzas impunes. En la
zona donde habita esta comunidad abundan las minas antipersona y
así se crea otro problema, porque es ir a trabajar en sus cultivos
tradicionales, es caminar por sus campos y estar a merced de un
destino fatídico que acabe con sus vidas súbitamente.
Es pertinente volver a mencionar que este pueblo ha dicho en
varias ocasiones que están al margen de la guerra de Colombia, que
sólo buscan poder vivir sin atropellos y tranquilamente. “Nosotros
los Awá siempre hemos sido recelosos de todos los actores armados
que entran en nuestros territorios, porque no queremos su guerra
que no es nuestra”. Ellos mismos han dicho que se sientes
desprotegidos porque no tienen ninguna entidad que responda por
los crímenes que se comenten en contra de su comunidad.
En resumen estas nuevas reglas de juego que se establecen en el
territorio de la comunidad indígena Awá ha hecho que no les quede
más remedio que abandonar sus casas o sino plegarse a las
exigencias de los grupos armados. Sin embargo cualquiera de las
dos opciones significa abandonar sus accionares tradicionales,
darle una espalda a su cultura y a lo que ellos mismos en esencia
representan, y por decirlo en sus propios términos, darle una
espalda a la madre tierra que los ha acobijado en su seno. Por eso
hay un conflicto identitario, porque cualquiera de estas dos
opciones rompe con la cosmovisión bajo la que se rigen, rompe con
los discursos culturales que propenden, rompe con aquello que los
representa y más aún rompe con el núcleo central de su comunidad.
CONCLUSIONES
Los dos planes de los diferentes gobiernos, a decir, el Plan
Colombia y el DDR, se muestran como medidas incompetentes
como resolución del conflicto armado en nuestro país, puesto
que las estrategias de implementación de los mismos no
tuvieron en cuenta a las minorías que podían verse
perjudicadas.
La comunidad Awá de Ricaurte Nariño, se ve atravesada por un
conflicto identitario que hace difícil la permanencia de
ellos en su territorio, pues pone en juego dos principios de
igual relevancia y peso que son: la vida y la permanencia en
un territorio.
Los grupos armados de presencia permanente en Ricaurte hacen
que se construyan relaciones sociales entre los miembros de
las comunidades y estos. Pero no se puede pensar en una
cooperación voluntaria pues hay varios factores que mueven
estas decisiones.
El conflicto en Colombia no se va a acabar simplemente con
una política antinarcótica porque el narcotráfico representa
sólo una y en ocasiones ni siquiera la principal fuente de
recursos de los grupos. Lo que hay que hacer es una política
direccionada a desarmar a los grupos en un sentido macro,
quitándoles el acceso a las armas y a los recursos
monetarios, debilitándolos pero de igual manera removiendo un
vínculo político que puedan tener los grupos ilegales que
hace que sea más difícil su exterminio.
Se debe buscar ayudar a las comunidades indígenas de una
manera directa y esto significaría respetar no sólo los
planes de salvaguardia de las comunidades, sino también darle
valor a los artículos constitucionales que buscan el respeto
y la conservación de las minorías.
Nuevos enfoques que surgen a partir de este trabajo, es
procurar encontrar la formula para que las nuevas políticas
de desarrollo de los municipios se alineen a esos planes de
lucha contra el conflicto en el país, para evitar la
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