RUTH PRIETO ENTREVISTA A JULIO ESTRADA
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Julio Estrada | Intuitivo, frágil, soñador y con
suficiente mala leche para sobrevivir
05/06/2014
"Componer no deja de ser una forma de imitación, el miminx, frente al ilinx, el vértigo ante el
instante mismo de no tener la respuesta a menos de aprender a poner en juego una nueva agilidad:
confiar en el potencial de nuestro imaginario."
Rechaza la idea de compositor y se apresura a indicarme que busque otra palabra porque no se
siente cómodo. Se define como intuitivo, frágil, soñador y con suficiente mala leche para
sobrevivir pero también es un gran creador, una persona que se siente feliz y libre inventado
con los sonidos, intentando transmitir el sentido dramático al que aspira su música mirando y
buscando ese horizonte de originalidad donde se siente a gusto.
Me mira como a un bicho raro cuando le pregunto: ¿qué le inspira a usted?, pero como es
hombre paciente se toma la molestia de explicarme que sus búsquedas cognitivas sobre el
proceso de creación-investigación “tienden a ocurrir como una abstracción matemática o
como una fantasía libre, caso en el que, por extraordinaria que sea, no rebasa los estados
físicos de la materia y nos conduce a percibir, siempre en movimiento, sólidos, magmas,
líquidos, gases o incluso fríos extremos”
Es un creador que imagina su música sin límites y sin temores para poder así, convertir sus
fantasías y sueños musicales en realidad. Es un ‘Mozart en modo menor’ que abomina de
etiquetas y aunque tal vez no se sienta un hombre maniático, a la hora de escribir y crear su
música, tiene unas cuantas obsesiones. Me lo imagino con sus oídos tapados, caminando por
la habitación con una goma de borrar que al final le permite entenderse y descifrarse a solas
desenmarañando sutilmente la riqueza de sus fantasías musicales.
Se siente a gusto sobre todo creando música de cámara, “para representar con transparencia
lo que busco y evitar abusar de los efectos, como los maridajes de timbres”; y desde hace 20
añoses en la ópera donde se encuentra a sus anchas: “En la ópera puedo desarrollar mejor mi
carácter multifacético y gozar enormemente: crear la música, dirigir, cantar –una faceta que
descubro hace poco–, además de dirigir la escena, iluminación y diseñar la escenografía con
apoyo de un asesor”
Ruth Prieto Menchero
Ruth Prieto, para El Compositor Habla, entrevista al
compositor mexicano
Julio Estrada
México, Mayo 2014
1. Ruth Prieto: Para empezar: ¿de qué hablan los compositores?
Julio Estrada: La idea misma de compositor me es odiosa y me remite a los peores años en
los conservatorios de México, París o Colonia, centros especializados en el dogma musical a
ultranza: componer como actividad es cercano a un compromiso cuya modalidad implica una
forma poco noble para amoldarse. En general recuerdo en los conservatorios haber coincidido
en clase, más que con personas, con máscaras celosas, ególatras, presuntuosas, prepotentes,
simuladoras, intrigantes y otros epítetos que, incluso, se aplican al modelo del compositor en
el papel de maestro que sin ahondar en lo que atañe al alumno habla de sí mismo y refleja su
insensibilidad hacia el otro.
"Una reflexión al centro de mi trabajo es la de concluir con el rancio prototipo del
“compositor” –especie de usuario de sistemas preestablecidos– para hacer que prevalezca
una noción menos cómoda porque exige legitimar cada esfuerzo, la del “creador musical”
–quien diseña los sistemas que a cada paso requiere su imaginario. "
2. R.P.: ¿Cuál es el principal rasgo de su carácter?
Julio Estrada: Intuitivo, frágil, soñador y con suficiente mala leche para sobrevivir.
3. R.P.: ¿En qué proyecto está trabajando ahora?
Julio Estrada: Una ópera, Velia: creo en lo que creo, dedicada al ser con quien viví casi
medio siglo y a quien continúo amando. Me propongo crear tres espacios distintos, con lo cual
vinculo la nueva ópera a Las meninas de Velázquez: al fondo en el espejo, alguien a quien no
se ve pero a quien todo remite –Velia, unas voces femeninas cuya halo etéreo envuelve a los
oyentes –, un grupo humano que ocupa el primer plano –el público, esparcido en todo el
ámbito, con un libreto cuya forma abierta le aproxima al modo en que nombro lo que suena,
difícil de describir con claridad si se admite que no sabemos poner en palabras lo que decimos
cuando referimos, por ejemplo, al ladrar del perro o al maullar del gato– y Velázquez, que
hace su autorretrato –crear en vivo mi música con distintos grupos instrumentales.
"La ópera es para mí un modelo ideal porque, incluso sin palabras en las voces, intento
transmitir el sentido dramático al que aspira mi música. Al mismo tiempo, tengo mayor
libertad para inventar que con la “pura música pura”."
4. R.P.: ¿De qué manera Julio Estrada es contemporáneo?
Julio Estrada: No adhiero a esa idea porque queda en la superficie del presente sin un origen
cuya profundidad deje vislumbrar el futuro. Por intuición me ubico ante el abismo, desde
donde sé que todo lo que conozco, la tradición y el presente reciente, están a mi espalda, y que
a lo lejos, no sin riesgos, se encuentran algunas luces nuevas, un horizonte del que me
enamoro y para el cual me impongo crear, con racionalidad e imaginación, soluciones
inéditas. Ese es mi mayor placer creativo.
5. R.P.: Como compositor ¿qué le inspira a usted?
Julio Estrada: como compositor: nada, lo que me remite a la idea de “inspiración” –aspirar
lo que viene de fuera–, cuyo origen religioso resulta obsoleto cuando nuestros siglos XX y
XXI se abren al conocimiento de los potenciales psíquicos, como los sentidos y la sinestesia,
la percepción, la memoria, el análisis, la imaginación o el sueño. En mis búsquedas cognitivas
sobre el proceso de creación-investigación observo que el imaginario mismo tiende a ocurrir
como una abstracción matemática o como una fantasía libre, caso en el que, por extraordinaria
que sea, no rebasa los estados físicos de la materia y nos conduce a percibir, siempre en
movimiento, sólidos, magmas, líquidos, gases o incluso fríos extremos.
"Imaginar sin límites y sin temores deviene una meta nueva, no sólo del solitario sino
colectiva; lo es para muchos jóvenes que aceptan el interés que tiene el poder convertir sus
fantasías en realidad, gran aventura de la mente, un cambio al que aspiran mis cursos y
seminarios desde hace décadas."
6. R.P.: ¿Cuáles son sus raíces musicales (reales o imaginarias)?
Julio Estrada: Dormido o despierto, extraigo la esencia de mi música de los sueños, siempre
dentro de un estado de abandono a la percepción imaginaria. Y también, de las vivencias más
inquietantes de la infancia, cuando escuchaba a mis padres nombrar a sus hermanos muertos o
presos a causa de la guerra civil española y no poder conocer a esos simples seres vivos y
reales que son el otro cargado de algo común a uno mismo. Sin siquiera darme cuenta, esas
ausencias son para mí, más que rostros, voces: de ahí mi estrecho vínculo con la obra de
Rulfo.
7. R.P.: ¿Tiene usted “compositor de cabecera” o algún compositor que le haya influido
especialmente?
Julio Estrada: Creadores más que compositores y mi afiliación tiende a ocurrir más con
cierto tipo de músicos al distinguir entre los matemáticos bachianos, o los físicos mozartianos
–Beethoven, aun con su intenso contenido dramático, no deja de ser mozartiano–. En lo
íntimo me identifico con Mozart en modo menor –de joven me dediqué durante dos años
enteros a estudiar e imitar el estilo que crea en la sonata en la menor o en las fantasías en ré
menor y en do menor–. Más que un autor, me incita aquello a lo que remite su música, la
naturaleza, la vida, sus dramas.
8. R.P.: Alguna manía a la hora de crear...
Julio Estrada: Tapono mis oídos para aniquilar a los vecinos y escuchar sólo lo que viene a
mi mente y dibujarlo; escribo de pie para percibir mejor el fluir del tiempo y evitar anclarme
en la memoria; utilizo papeles muy suaves y con cuadrícula fina, lapiceros precisos –
colecciono los restos de lápices que me acompañaron en alguna tarea importante–, una
enorme mesa pulcra y un amplio cepillo para recoger todos los restos que deja mi herramienta
principal: la goma fina. En general, al concluir algo que me emociona estampo un beso en el
trabajo.
9. R.P.: ¿Qué cualidades tiene que tener un creador musical? ¿Y…defectos?
Julio Estrada: Aunque ya he dicho bastante, ¡qué ocasión para cebarme! No obstante, me
contengo y respondo sólo a la cuestión de permutar el “compositor” por el creador musical.
Crear música pide paciencia para flotar suspendido en la mente por años hasta entenderte y
descifrarte a solas. Me deleito en imaginar a voluntad mi música en cualquier momento, como
mis creaciones en vivo, reto que exige fluir de un hemisferio a otro del cerebro para estar
alerta al tiempo que se ensueña. Los defectos son parte de las virtudes cuando el abandono
creativo olvida la realidad que corre en paralelo a la imaginación. Reconozco un egoísmo
brutal que en ocasiones ha estorbado en mi vida familiar y que, en el plano interior, me ha
impedido gozar de la vida.
"Ingenio y genio son paradigmas del crear musical abierto y novedoso, lo que por un lado
exige de la herramienta matemática y física en el campo teórico para eliminar el dogma y
dar congruencia al material de la música, y por otra, del arte sutil de desenmarañar la
riqueza psíquica de las fantasías."
10. R.P.: ¿Qué aporta su música a una película?
Julio Estrada: He escrito bastante poco para el cine porque no encuentro en México la
ocasión propicia: un tema, un director, actores y sobre todo la aceptación de mi música y que
ésta no se convierta en una cubierta para apoyar carencias. En alguna época ponía la música
de otros autores a documentales como si fuese una receta médica y el efecto funcionaba, todo
lo cual me hizo dudar bastante del medio, aunque dejo la puerta abierta a la experimentación
en las relaciones audiovisuales y en el drama. En lugar del cine prefiero la ópera, mucho más
viva y cercana al riesgo vivo, o también el teatro, para el que escribí Minotastás, de mi amigo
de la infancia Hugo Hiriart, en una obra para títeres para la cual utilicé una máquina mecánica
de juguete que resultó atractiva porque el instrumento mismo devenía un títere musical que,
además, tocaban de pequeños mis hijos en las funciones.
11. R.P.: ¿En qué género o estilo se encuentra usted más a gusto como creador?
Julio Estrada: En la música de
cámara, para representar con transparencia lo que busco y evitar abusar de efectos, como
ocurre con los maridajes de timbres a base de superposiciones artificiales; me gusta crear un
timbre nuevo, el macro-timbre, producto de la interacción de varios componentes de una sola
voz. También, me atrae inventar nuevos modelos en la forma musical que me dejen controlar
con pocos materiales muchas alternativas –los yuunohui, por ejemplo, provienen todos de un
mismo gráfico que utilizo desde hace treinta años, y con el que a partir de una obra
instrumental inicial produzco hasta siete versiones que pueden escucharse ensambladas desde
dúos hasta octetos–. Hace cosa de veinte años qué la ópera me deja aún más a mis anchas –en
"Murmullos del páramo" me encuentro a solas con mis voces de la infancia y me aventuro a
inventar un modelo cuyos distintos módulos se superponen y ofrecen distintas alternativas a
una representación que no pierde el sentido dramático ni el potencial emotivo. En la ópera
puedo desarrollar mejor mi carácter multifacético y gozar enormemente: crear la música,
dirigir, cantar –una faceta que descubro hace poco–, además de dirigir la escena, iluminación
y diseñar la escenografía con apoyo de un asesor.
12. R.P.: ¿Cuál ha sido la última alegría que le ha dado la música? ¿Y el último disgusto?
Julio Estrada: Como siempre, escuchar alguna de mis últimas obras: me sucedió en Bremen
hace año y medio con un grupo formidable de intérpretes, como el joven trompetista Paul
Hübner con yuunohui´ehecatl, quien realizó una versión por encima de lo común, rica en
sonoridades novedosas que supieron responder al sentido final de la obra: abrirse a la aventura
del macro-timbre. En contraste, he tenido experiencias atroces al trabajar con músicos que en
vez de ir más allá de su técnica, ansían imponerla como esencia de su estética y echan todo a
perder. El peor recuerdo es el de un violinista a quien los ruidos de mi música irritaron tanto
que perdió el control mental en un ensayo. Sin más, me lanzó un golpe artero que provocó en
mí tres posibles respuestas: hacerme boxeador al instante, romperle el violín en la cabeza u
obligarle a pedirme perdón públicamente, como ocurrió, aunque al recibir el aplauso final
quiso aprovechar la oportunidad e hizo ante todo mundo una reverencia burlona a mi partitura
y, ahí sí, le aplasté las narices encima del atril en que descansaba.
13. R.P.: Si no fuera compositor ¿qué le hubiera gustado ser?
Julio Estrada: Ante la insistencia insisto: todo menos compositor. Crear música no es
frustrante sino altamente satisfactorio cuando la perspectiva no es única sino multifacética; en
numerosas ocasiones mi obra puede implicar la participación viva de otros talentos artísticos –
el cantante o el director musical y escénico, el poeta incipiente que adapta o escribe el guión,
el pintor o escultor inexperto cuya mirada sinestésica registra los movimientos de la
imaginación, el arquitecto aficionado que estructura espacios bi o tridimensionales de
representación–, de investigación crítica y analítica –el historiador que remite al país y la
sociedad en que vive, la mente inquieta que filosofa sobre los mecanismos de creación– o
científica y estructural –el aprendiz de físico que entiende otros modelos como la
cronoacústica, punto de partida para toda mi obra, el neófito informático que diseña modelos
para representar con mayor facilidad el imaginario, como el sistema eu´oolin que diseñé en la
UNAM o la Upic siglo XXI que hice al frente del CEMAMu en París; el matemático torpe
que requiere ordenar la teoría, como la teoría d1, fusión novedosa de combinatoria y grafos–,
y finalmente, la puesta en práctica de ese todo es una tarea que asumo con alegría para, sin
temor a equivocarme, poder abordar con mi propia voz cualquier pasaje de mi música. Suena
pretencioso todo lo anterior y el admitirlo no lo contrarresta tanto como admitir que soy nulo
en administración, ingeniería, electrónica, química, biología –como Amadeo mi hijo–, ajedrez
–como Julián mi hijo mayor– o tantas cosas más. Estoy convencido de que, a fin de cuentas,
no sería otra cosa que músico.
14. R.P.: ¿Cuál ha sido su mayor extravagancia en la vida?
Julio Estrada: ¿Cuál de todas prefiere: en los conservatorios, mandar a paseo a Chávez por
incompetente, a Messiaen por pretencioso o a Stockhausen por demencial; en las pirámides
mayas corretear alegremente al tuerto Xenakis, o correr por el bosque guiando a Jean-Yves,
músico ciego que quiso ser escultor; pedir limosna con un sarape mexicano en el portal de
Nôtre-Dame y encontrarme un par de minutos más tarde en la prefecture; ser estornudado por
un elefante en el zoológico de Vincennes y tener que comprar Le Figaro para secarme; gritar
¡viva mi general Hernan Cortés! un 16 de septiembre en el zócalo de México; remplazar
formalmente en público al fagot con mi imitación de un pasaje del concierto de Choros de
Villa-Lobos; chotear al policía francés hablándole en inglés y pedir un intérprete en la
comisaría hasta encontrarme tras las rejas y obtener la libertad gracias a la milagrosa Velia;
dialogar con Octavio Paz o con un presidente mexicano imitando su voz, inventar una charla
en japonés con los pescadores de un buque que pasaba del Pacífico al Atlántico y yo al
opuesto; dedicarle a Cage una obra basada en el silencio y al escucharle hablar pedirle que se
olvidara del asunto y me la devolviera; durante semanas telefonear de París a Madrid a
Llorenc Barber y grabar en su respondedor mi imitación del fax hasta que llamó al técnico y
se convenció de que su aparato no servía; pedirle a un motorista de tránsito abrirme paso hasta
llegar a la casa presidencial y ahí dentro decir que buscaba al dentista,…?
15. R.P.: ¿Qué aporta la música a la educación?
Julio Estrada: Mucho cuando es apropiada; he sido maestro de primaria activa y aún me
visitan los alumnos de hace más de tres o cuatro décadas, a quienes convencí de que la música
no era lo que creían sus padres sino una actividad muy grata que comienza con la escucha
libre; en particular en el tránsito de la infancia a la pubertad, experiencia fundamental en la
que se cierra la mollera al madurar el cerebro y pasa de la percepción bidimensional a la
tridimensional, inicio de una escucha que diferencia melodía de armonía o las voces que
integran una polifonía. La mayoría de las vocaciones musicales surgen en ese momento, lo
cual es un dato fundamental en mi análisis privado del imaginario de los nuevos creadores.
16. R.P.: ¿Qué le da miedo?
Julio Estrada: La crueldad en la violencia. El fenómeno es hoy cada día más común en mi
país.
17. R.P.: ¿Perdió algo por el camino?
Julio Estrada: Aparte de algunos dientes, las llaves de todos los candados en todos los
cajones y la boina de mi padre en una fuente de Bruselas, lamento mucho no haber podido ser
violonchelista porque tuve la ilusión de tocar en un cuarteto como actividad compartida con la
creación; fui pésimo: soy zurdo y nunca tuve un maestro que me enseñase a tocar en mi
propio enrevesamiento, de modo que no llegué a trabajar siquiera una obra sino sólo a mugir
con el arco sobre cuerdas libres o a escuchar que no tocase más en la orquesta estudiantil
porque me era imposible controlar el arco y afinar al mismo tiempo; y sin embargo, a solas
me las arreglaba para improvisar y presentarme en concierto con el grupo Neo-neo de
México. Quizá mis incapacidades al violonchelo sean el origen de la multi-dislexia de mis
obras para cuerdas, donde los cambios de altura o de articulación son tan autónomos como los
de la intensidad o el pulso del arco: cada mano tiene su propio rumbo y la fusión crea una
marea tímbrica que me embriaga.
18. R.P.: ¿Qué es el silencio?
Julio Estrada: Se habla mucho de ello por la posición conceptual de Cage, aunque ésta es
ajena a la emoción; en los periodos del Barroco al romántico es frecuente que el silencio se
mantenga dentro de un tono simbólico, no pocas veces religioso, algo de lo que no estoy
demasiado convencido a pesar de que percibo en ello la emoción. En mi música el silencio
coincide con el de casi todos los músicos cuando invita a callar al cabo de una evolución
continua –prefiero no escuchar el aplauso después de escuchar mi obra– y, a través de los
voces, a dar un sentido dramático a la ausencia o al inicio inadvertido de su presencia. Me
estremece Beethoven, cuando al final del primer movimiento de la Patética, borra el acorde
vigoroso y dramático con un silencio, confesión dolorosa del signo irreversible de su sordera.
19. R.P.: Liberté, égalité, fraternité….¿añadiría algo?
Julio Estrada: No creo en premisas colectivas y he visto de cerca las francesas... La libertad
como discurso es apenas posible en la conducta y exige confrontarse con la libertad o las
restricciones del otro, de modo que es en lo íntimo donde mejor se manifiesta, incluso para
señalar secretamente su alcance –en música es fundamental y basta el ejemplo del Beethoven
subversivo–; la igualdad resulta imposible porque siempre ocupamos el sitio que otro no tiene
o no merece; la fraternidad es una invención utópica de los padres –me hubiese encantado
tener un hermano querido– que funciona mucho mejor en la amistad, donde se es libre para
escoger. Sobre Francia y las utopías recuerdo en pleno París del 1968 cuando discutía en la
universidad de Vincennes con un grupo de jóvenes músicos que defendían el hachís como
recurso para crear y retaban a nuestro grupo –el trío Néo-néo que formé con Bernard Leblanc
y Daniel Raguin–, que les oponía la idea de la imaginación como verdad interior. Un profesor
oxfordiano de visita para conocer el movimiento estudiantil se interesó en la controversia y, al
concluir, se detuvo a charlar conmigo en una terraza: bastaron su interés por escuchar y las
preguntas que me hizo para demostrar la libertad intelectual en contraste con el mandarinismo
reinante en la educación francesa. Era Karl Popper.
20. R.P.: ¿Tiene una idea de lo que puede ser la felicidad musical?
Julio Estrada: Entre los mayores disfrutes retendría el encuentro con las libertadas propias y
la posibilidad de transmitirlas en música, aunque admito que aún no sé cantar la felicidad.
.
21. R.P.: ¿A quién rescataría del pasado?
Julio Estrada: No conozco música que haya reflejado mejor y con mayor profundidad las
emociones que la producida tan sólo en siglo y medio, de Bach a Schumann, modelos que me
incitan a desprender su sabia. De todos ellos, las creaciones de Schubert, que al principio
remiten a Haydn y luego anuncian casi Bártok, me parecen las que con mayor sencillez abren
más puertas.
22. R.P.: ¿Qué tiene el presente de interesante?
Julio Estrada: En música, la ciencia que deja entender el continuo que une al ritmo y al
sonido, la tecnología, que más allá de la revolución de sus equipos, impacta sobre las viejas
técnicas de escritura, o en las ciencias humanas, el psicoanálisis, que al reemplazar a las
religiones nos induce a formular una ética propia. Los cambios consecutivos requieren de
nuestro desafío constante para integrar sus beneficios sin perder el eje; uno de esos aspectos
es la persistencia de la escritura frente a la abstracción de ésta que hacen algunas máquinas
nuevas: sin escritura no puede haber análisis y sin éste una comprensión profunda de lo
estructural y su relación con lo perceptivo. Un ejemplo ilustrativo son los Estudios de Conlon
Nancarrow para el piano mecánico, un potencial revolucionario cuya huella hubiese sido
mucho menor sin el aporte de la representación escrita de los cambios musicales a los que
conduce el análisis de cada partitura.
23. R.P.: ¿Qué espera del futuro?
Julio Estrada: Que continuemos con la utopía y no sin mucho cuidado, e incluso mejor si los
políticos, industriales y similares logran entender que su daño les llegará tarde o temprano, a
menos que logren aislarse de todo, algo que parece preverse en estos tiempos de egoísmo
obtuso.
24. R.P.: ¿Qué consejo le daría a un joven que quiere ser compositor?
Julio Estrada: No aconsejarles sino cuestionar su modelo, que continúa a jugar al ajedrez
clásico sin abrirse al que jugaba el último Fischer –donde las piezas no se encuentran en el
mismo sitio y la memoria deja de ser tan decisiva como el entendimiento instantáneo– o
cuestionarles la noción de componer como un ajuste del rompecabezas cuyas piezas no
inventan necesariamente o, más a fondo, indagar con cuidado qué les hizo suponer que
quieren crear música, cómo nació esa idea y ahondar en ello hasta que puedan entenderse y
lograr mayor autonomía.
"Componer no deja de ser una forma de imitación, el miminx, frente al ilinx, el vértigo
ante el instante mismo de no tener la respuesta a menos de aprender a poner en juego una
nueva agilidad: confiar en el potencial de nuestro imaginario."
25. R.P.: ¿Qué le hace reír?
Julio Estrada: Chaplin siempre, que nos recuerda además que el humor no es tan artificioso
como podría suponerse sino una substancia que genera la realidad.
26. R.P.: ¿Qué le hace llorar?
Julio Estrada: Chaplin también, y mucho.
27. R.P.: ¿A qué compositor invitaría a comer a casa?
Julio Estrada: A todos los que admiro del pasado porque no los considero productos de la
academia –es decir compositores– una respuesta no táctica sino seria, sería a tal punto que no
les prepararía yo mismo la comida...
28. R.P.: ¿Con cuál se sentaría a charlar horas y horas?
Julio Estrada: Con todos los que admiro, y he tenido ocasión de hacerlo, como con Ligeti,
Xenakis o, por años, con Julián Orbón, mi primer gran maestro, aún desconocido pero digno
de escucharse.
29. R.P.: Un libro indispensable…
Julio Estrada: Muchos, los de poesía son mis predilectos: Neruda el primero; en novela y
cuento Rulfo, Arreola o Marcel Schwob; los ensayos filosóficos y estéticos; de niño las
biografías de músicos o Juan Cristóbal; en general me aburren los libros de historia o de
ciencia y sólo los superan los textos de matemática que me ayudan a dormir una hora más de
lo que acostumbro.
30. R.P.: Una película…
Julio Estrada: Sliding doors, una ficción que se bifurca en dos alternativas, o Five fingers,
biográfica, sobre Dielo, espía de la segunda guerra mundial descubierto varios años después;
por encima de todas, 8 ½ de Fellini, una referencia medular para mi nueva ópera: la creación
dentro de la creación.
31. R.P.: Una canción que le arregle un mal día…
Julio Estrada: Todo Schubert o todo Schumann; con gran frecuencia le acompaño al piano
“Du bist die Ruh” o “Ich grolle nicht” a mi hijo Amadeo, y debo decir que muy pocos amigos
nos soportarían, pero para aquellos que lo permiten e incluso lo incitan por compasión o por
amor, los consideramos cómplices de instantes entrañables.
32. R.P.: ¿Qué piensa de la política?
Julio Estrada: De la política bien, de los políticos ni verlos ni oírlos ni tocarlos ni olerlos –
respecto a probarlos no se los recomendaría a un caníbal–. Diez años después de la guerra
civil mi padre, Manuel Estrada, coronel de Estado Mayor de la República Española, escribió
una respuesta inteligente: Democracia sin partidos.
33. R.P.: Algunas obras maestras de la historia de la música…
Julio Estrada: Al menos una vez al año necesito escuchar algo que me conmueva, me
detenga y me incite a crear más allá de mis incontables límites: Misa en si menor de Bach,
Sinfonía 41 y Requiem de Mozart, Appassionata y Cuarteto 14 en do sostenido menor de
Beethoven, quinteto de cuerdas de Schubert, Fantasía opus 17 de Schumann. No encuentro
una emoción comparable en la música del siglo XX y XXI, de ahí que uno tenga que
conformarse con la brutalidad elemental del primer Stravinsky, el del Sacre.
34. R.P.: ¿Qué quisiera hacer en música que no haya hecho todavía?
Julio Estrada: Algo mejor, más cargado de sentido, emoción, felicidad y calidad.
35. R.P.: ¿Qué diría Julio Estrada de Julio Estrada?
Julio Estrada: Vivo para crear, investigar y enseñar a otros todo lo que conozco, para cuidar
de mi familia y para retener el recuerdo entrañable de mis padres y, en especial, el de alguien
sin cuyo amor y compañía no habría podido subsistir, mi Velia.
Julio Estrada, México,Temixco, Junio 2014