RUTH PRIETO ENTREVISTA A JULIO ESTRADA

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www.elcompositorhabla.com Julio Estrada | Intuitivo, frágil, soñador y con suficiente mala leche para sobrevivir 05/06/2014 "Componer no deja de ser una forma de imitación, el miminx, frente al ilinx, el vértigo ante el instante mismo de no tener la respuesta a menos de aprender a poner en juego una nueva agilidad: confiar en el potencial de nuestro imaginario." Rechaza la idea de compositor y se apresura a indicarme que busque otra palabra porque no se siente cómodo. Se define como intuitivo, frágil, soñador y con suficiente mala leche para sobrevivir pero también es un gran creador, una persona que se siente feliz y libre inventado con los sonidos, intentando transmitir el sentido dramático al que aspira su música mirando y buscando ese horizonte de originalidad donde se siente a gusto. Me mira como a un bicho raro cuando le pregunto: ¿qué le inspira a usted?, pero como es hombre paciente se toma la molestia de explicarme que sus búsquedas cognitivas sobre el proceso de creación-investigación “tienden a ocurrir como una abstracción matemática o como una fantasía libre, caso en el que, por extraordinaria que sea, no rebasa los estados físicos de la materia y nos conduce a percibir, siempre en movimiento, sólidos, magmas, líquidos, gases o incluso fríos extremos” Es un creador que imagina su música sin límites y sin temores para poder así, convertir sus fantasías y sueños musicales en realidad. Es un ‘Mozart en modo menor’ que abomina de etiquetas y aunque tal vez no se sienta un hombre maniático, a la hora de escribir y crear su música, tiene unas cuantas obsesiones. Me lo imagino con sus oídos tapados, caminando por la habitación con una goma de borrar que al final le permite entenderse y descifrarse a solas desenmarañando sutilmente la riqueza de sus fantasías musicales. Se siente a gusto sobre todo creando música de cámara, “para representar con transparencia

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Julio Estrada | Intuitivo, frágil, soñador y con

suficiente mala leche para sobrevivir

05/06/2014

"Componer no deja de ser una forma de imitación, el miminx, frente al ilinx, el vértigo ante el

instante mismo de no tener la respuesta a menos de aprender a poner en juego una nueva agilidad:

confiar en el potencial de nuestro imaginario."

Rechaza la idea de compositor y se apresura a indicarme que busque otra palabra porque no se

siente cómodo. Se define como intuitivo, frágil, soñador y con suficiente mala leche para

sobrevivir pero también es un gran creador, una persona que se siente feliz y libre inventado

con los sonidos, intentando transmitir el sentido dramático al que aspira su música mirando y

buscando ese horizonte de originalidad donde se siente a gusto.

Me mira como a un bicho raro cuando le pregunto: ¿qué le inspira a usted?, pero como es

hombre paciente se toma la molestia de explicarme que sus búsquedas cognitivas sobre el

proceso de creación-investigación “tienden a ocurrir como una abstracción matemática o

como una fantasía libre, caso en el que, por extraordinaria que sea, no rebasa los estados

físicos de la materia y nos conduce a percibir, siempre en movimiento, sólidos, magmas,

líquidos, gases o incluso fríos extremos”

Es un creador que imagina su música sin límites y sin temores para poder así, convertir sus

fantasías y sueños musicales en realidad. Es un ‘Mozart en modo menor’ que abomina de

etiquetas y aunque tal vez no se sienta un hombre maniático, a la hora de escribir y crear su

música, tiene unas cuantas obsesiones. Me lo imagino con sus oídos tapados, caminando por

la habitación con una goma de borrar que al final le permite entenderse y descifrarse a solas

desenmarañando sutilmente la riqueza de sus fantasías musicales.

Se siente a gusto sobre todo creando música de cámara, “para representar con transparencia

lo que busco y evitar abusar de los efectos, como los maridajes de timbres”; y desde hace 20

añoses en la ópera donde se encuentra a sus anchas: “En la ópera puedo desarrollar mejor mi

carácter multifacético y gozar enormemente: crear la música, dirigir, cantar –una faceta que

descubro hace poco–, además de dirigir la escena, iluminación y diseñar la escenografía con

apoyo de un asesor”

Ruth Prieto Menchero

Ruth Prieto, para El Compositor Habla, entrevista al

compositor mexicano

Julio Estrada

México, Mayo 2014

1. Ruth Prieto: Para empezar: ¿de qué hablan los compositores?

Julio Estrada: La idea misma de compositor me es odiosa y me remite a los peores años en

los conservatorios de México, París o Colonia, centros especializados en el dogma musical a

ultranza: componer como actividad es cercano a un compromiso cuya modalidad implica una

forma poco noble para amoldarse. En general recuerdo en los conservatorios haber coincidido

en clase, más que con personas, con máscaras celosas, ególatras, presuntuosas, prepotentes,

simuladoras, intrigantes y otros epítetos que, incluso, se aplican al modelo del compositor en

el papel de maestro que sin ahondar en lo que atañe al alumno habla de sí mismo y refleja su

insensibilidad hacia el otro.

"Una reflexión al centro de mi trabajo es la de concluir con el rancio prototipo del

“compositor” –especie de usuario de sistemas preestablecidos– para hacer que prevalezca

una noción menos cómoda porque exige legitimar cada esfuerzo, la del “creador musical”

–quien diseña los sistemas que a cada paso requiere su imaginario. "

2. R.P.: ¿Cuál es el principal rasgo de su carácter?

Julio Estrada: Intuitivo, frágil, soñador y con suficiente mala leche para sobrevivir.

3. R.P.: ¿En qué proyecto está trabajando ahora?

Julio Estrada: Una ópera, Velia: creo en lo que creo, dedicada al ser con quien viví casi

medio siglo y a quien continúo amando. Me propongo crear tres espacios distintos, con lo cual

vinculo la nueva ópera a Las meninas de Velázquez: al fondo en el espejo, alguien a quien no

se ve pero a quien todo remite –Velia, unas voces femeninas cuya halo etéreo envuelve a los

oyentes –, un grupo humano que ocupa el primer plano –el público, esparcido en todo el

ámbito, con un libreto cuya forma abierta le aproxima al modo en que nombro lo que suena,

difícil de describir con claridad si se admite que no sabemos poner en palabras lo que decimos

cuando referimos, por ejemplo, al ladrar del perro o al maullar del gato– y Velázquez, que

hace su autorretrato –crear en vivo mi música con distintos grupos instrumentales.

"La ópera es para mí un modelo ideal porque, incluso sin palabras en las voces, intento

transmitir el sentido dramático al que aspira mi música. Al mismo tiempo, tengo mayor

libertad para inventar que con la “pura música pura”."

4. R.P.: ¿De qué manera Julio Estrada es contemporáneo?

Julio Estrada: No adhiero a esa idea porque queda en la superficie del presente sin un origen

cuya profundidad deje vislumbrar el futuro. Por intuición me ubico ante el abismo, desde

donde sé que todo lo que conozco, la tradición y el presente reciente, están a mi espalda, y que

a lo lejos, no sin riesgos, se encuentran algunas luces nuevas, un horizonte del que me

enamoro y para el cual me impongo crear, con racionalidad e imaginación, soluciones

inéditas. Ese es mi mayor placer creativo.

5. R.P.: Como compositor ¿qué le inspira a usted?

Julio Estrada: como compositor: nada, lo que me remite a la idea de “inspiración” –aspirar

lo que viene de fuera–, cuyo origen religioso resulta obsoleto cuando nuestros siglos XX y

XXI se abren al conocimiento de los potenciales psíquicos, como los sentidos y la sinestesia,

la percepción, la memoria, el análisis, la imaginación o el sueño. En mis búsquedas cognitivas

sobre el proceso de creación-investigación observo que el imaginario mismo tiende a ocurrir

como una abstracción matemática o como una fantasía libre, caso en el que, por extraordinaria

que sea, no rebasa los estados físicos de la materia y nos conduce a percibir, siempre en

movimiento, sólidos, magmas, líquidos, gases o incluso fríos extremos.

"Imaginar sin límites y sin temores deviene una meta nueva, no sólo del solitario sino

colectiva; lo es para muchos jóvenes que aceptan el interés que tiene el poder convertir sus

fantasías en realidad, gran aventura de la mente, un cambio al que aspiran mis cursos y

seminarios desde hace décadas."

6. R.P.: ¿Cuáles son sus raíces musicales (reales o imaginarias)?

Julio Estrada: Dormido o despierto, extraigo la esencia de mi música de los sueños, siempre

dentro de un estado de abandono a la percepción imaginaria. Y también, de las vivencias más

inquietantes de la infancia, cuando escuchaba a mis padres nombrar a sus hermanos muertos o

presos a causa de la guerra civil española y no poder conocer a esos simples seres vivos y

reales que son el otro cargado de algo común a uno mismo. Sin siquiera darme cuenta, esas

ausencias son para mí, más que rostros, voces: de ahí mi estrecho vínculo con la obra de

Rulfo.

7. R.P.: ¿Tiene usted “compositor de cabecera” o algún compositor que le haya influido

especialmente?

Julio Estrada: Creadores más que compositores y mi afiliación tiende a ocurrir más con

cierto tipo de músicos al distinguir entre los matemáticos bachianos, o los físicos mozartianos

–Beethoven, aun con su intenso contenido dramático, no deja de ser mozartiano–. En lo

íntimo me identifico con Mozart en modo menor –de joven me dediqué durante dos años

enteros a estudiar e imitar el estilo que crea en la sonata en la menor o en las fantasías en ré

menor y en do menor–. Más que un autor, me incita aquello a lo que remite su música, la

naturaleza, la vida, sus dramas.

8. R.P.: Alguna manía a la hora de crear...

Julio Estrada: Tapono mis oídos para aniquilar a los vecinos y escuchar sólo lo que viene a

mi mente y dibujarlo; escribo de pie para percibir mejor el fluir del tiempo y evitar anclarme

en la memoria; utilizo papeles muy suaves y con cuadrícula fina, lapiceros precisos –

colecciono los restos de lápices que me acompañaron en alguna tarea importante–, una

enorme mesa pulcra y un amplio cepillo para recoger todos los restos que deja mi herramienta

principal: la goma fina. En general, al concluir algo que me emociona estampo un beso en el

trabajo.

9. R.P.: ¿Qué cualidades tiene que tener un creador musical? ¿Y…defectos?

Julio Estrada: Aunque ya he dicho bastante, ¡qué ocasión para cebarme! No obstante, me

contengo y respondo sólo a la cuestión de permutar el “compositor” por el creador musical.

Crear música pide paciencia para flotar suspendido en la mente por años hasta entenderte y

descifrarte a solas. Me deleito en imaginar a voluntad mi música en cualquier momento, como

mis creaciones en vivo, reto que exige fluir de un hemisferio a otro del cerebro para estar

alerta al tiempo que se ensueña. Los defectos son parte de las virtudes cuando el abandono

creativo olvida la realidad que corre en paralelo a la imaginación. Reconozco un egoísmo

brutal que en ocasiones ha estorbado en mi vida familiar y que, en el plano interior, me ha

impedido gozar de la vida.

"Ingenio y genio son paradigmas del crear musical abierto y novedoso, lo que por un lado

exige de la herramienta matemática y física en el campo teórico para eliminar el dogma y

dar congruencia al material de la música, y por otra, del arte sutil de desenmarañar la

riqueza psíquica de las fantasías."

10. R.P.: ¿Qué aporta su música a una película?

Julio Estrada: He escrito bastante poco para el cine porque no encuentro en México la

ocasión propicia: un tema, un director, actores y sobre todo la aceptación de mi música y que

ésta no se convierta en una cubierta para apoyar carencias. En alguna época ponía la música

de otros autores a documentales como si fuese una receta médica y el efecto funcionaba, todo

lo cual me hizo dudar bastante del medio, aunque dejo la puerta abierta a la experimentación

en las relaciones audiovisuales y en el drama. En lugar del cine prefiero la ópera, mucho más

viva y cercana al riesgo vivo, o también el teatro, para el que escribí Minotastás, de mi amigo

de la infancia Hugo Hiriart, en una obra para títeres para la cual utilicé una máquina mecánica

de juguete que resultó atractiva porque el instrumento mismo devenía un títere musical que,

además, tocaban de pequeños mis hijos en las funciones.

11. R.P.: ¿En qué género o estilo se encuentra usted más a gusto como creador?

Julio Estrada: En la música de

cámara, para representar con transparencia lo que busco y evitar abusar de efectos, como

ocurre con los maridajes de timbres a base de superposiciones artificiales; me gusta crear un

timbre nuevo, el macro-timbre, producto de la interacción de varios componentes de una sola

voz. También, me atrae inventar nuevos modelos en la forma musical que me dejen controlar

con pocos materiales muchas alternativas –los yuunohui, por ejemplo, provienen todos de un

mismo gráfico que utilizo desde hace treinta años, y con el que a partir de una obra

instrumental inicial produzco hasta siete versiones que pueden escucharse ensambladas desde

dúos hasta octetos–. Hace cosa de veinte años qué la ópera me deja aún más a mis anchas –en

"Murmullos del páramo" me encuentro a solas con mis voces de la infancia y me aventuro a

inventar un modelo cuyos distintos módulos se superponen y ofrecen distintas alternativas a

una representación que no pierde el sentido dramático ni el potencial emotivo. En la ópera

puedo desarrollar mejor mi carácter multifacético y gozar enormemente: crear la música,

dirigir, cantar –una faceta que descubro hace poco–, además de dirigir la escena, iluminación

y diseñar la escenografía con apoyo de un asesor.

12. R.P.: ¿Cuál ha sido la última alegría que le ha dado la música? ¿Y el último disgusto?

Julio Estrada: Como siempre, escuchar alguna de mis últimas obras: me sucedió en Bremen

hace año y medio con un grupo formidable de intérpretes, como el joven trompetista Paul

Hübner con yuunohui´ehecatl, quien realizó una versión por encima de lo común, rica en

sonoridades novedosas que supieron responder al sentido final de la obra: abrirse a la aventura

del macro-timbre. En contraste, he tenido experiencias atroces al trabajar con músicos que en

vez de ir más allá de su técnica, ansían imponerla como esencia de su estética y echan todo a

perder. El peor recuerdo es el de un violinista a quien los ruidos de mi música irritaron tanto

que perdió el control mental en un ensayo. Sin más, me lanzó un golpe artero que provocó en

mí tres posibles respuestas: hacerme boxeador al instante, romperle el violín en la cabeza u

obligarle a pedirme perdón públicamente, como ocurrió, aunque al recibir el aplauso final

quiso aprovechar la oportunidad e hizo ante todo mundo una reverencia burlona a mi partitura

y, ahí sí, le aplasté las narices encima del atril en que descansaba.

13. R.P.: Si no fuera compositor ¿qué le hubiera gustado ser?

Julio Estrada: Ante la insistencia insisto: todo menos compositor. Crear música no es

frustrante sino altamente satisfactorio cuando la perspectiva no es única sino multifacética; en

numerosas ocasiones mi obra puede implicar la participación viva de otros talentos artísticos –

el cantante o el director musical y escénico, el poeta incipiente que adapta o escribe el guión,

el pintor o escultor inexperto cuya mirada sinestésica registra los movimientos de la

imaginación, el arquitecto aficionado que estructura espacios bi o tridimensionales de

representación–, de investigación crítica y analítica –el historiador que remite al país y la

sociedad en que vive, la mente inquieta que filosofa sobre los mecanismos de creación– o

científica y estructural –el aprendiz de físico que entiende otros modelos como la

cronoacústica, punto de partida para toda mi obra, el neófito informático que diseña modelos

para representar con mayor facilidad el imaginario, como el sistema eu´oolin que diseñé en la

UNAM o la Upic siglo XXI que hice al frente del CEMAMu en París; el matemático torpe

que requiere ordenar la teoría, como la teoría d1, fusión novedosa de combinatoria y grafos–,

y finalmente, la puesta en práctica de ese todo es una tarea que asumo con alegría para, sin

temor a equivocarme, poder abordar con mi propia voz cualquier pasaje de mi música. Suena

pretencioso todo lo anterior y el admitirlo no lo contrarresta tanto como admitir que soy nulo

en administración, ingeniería, electrónica, química, biología –como Amadeo mi hijo–, ajedrez

–como Julián mi hijo mayor– o tantas cosas más. Estoy convencido de que, a fin de cuentas,

no sería otra cosa que músico.

14. R.P.: ¿Cuál ha sido su mayor extravagancia en la vida?

Julio Estrada: ¿Cuál de todas prefiere: en los conservatorios, mandar a paseo a Chávez por

incompetente, a Messiaen por pretencioso o a Stockhausen por demencial; en las pirámides

mayas corretear alegremente al tuerto Xenakis, o correr por el bosque guiando a Jean-Yves,

músico ciego que quiso ser escultor; pedir limosna con un sarape mexicano en el portal de

Nôtre-Dame y encontrarme un par de minutos más tarde en la prefecture; ser estornudado por

un elefante en el zoológico de Vincennes y tener que comprar Le Figaro para secarme; gritar

¡viva mi general Hernan Cortés! un 16 de septiembre en el zócalo de México; remplazar

formalmente en público al fagot con mi imitación de un pasaje del concierto de Choros de

Villa-Lobos; chotear al policía francés hablándole en inglés y pedir un intérprete en la

comisaría hasta encontrarme tras las rejas y obtener la libertad gracias a la milagrosa Velia;

dialogar con Octavio Paz o con un presidente mexicano imitando su voz, inventar una charla

en japonés con los pescadores de un buque que pasaba del Pacífico al Atlántico y yo al

opuesto; dedicarle a Cage una obra basada en el silencio y al escucharle hablar pedirle que se

olvidara del asunto y me la devolviera; durante semanas telefonear de París a Madrid a

Llorenc Barber y grabar en su respondedor mi imitación del fax hasta que llamó al técnico y

se convenció de que su aparato no servía; pedirle a un motorista de tránsito abrirme paso hasta

llegar a la casa presidencial y ahí dentro decir que buscaba al dentista,…?

15. R.P.: ¿Qué aporta la música a la educación?

Julio Estrada: Mucho cuando es apropiada; he sido maestro de primaria activa y aún me

visitan los alumnos de hace más de tres o cuatro décadas, a quienes convencí de que la música

no era lo que creían sus padres sino una actividad muy grata que comienza con la escucha

libre; en particular en el tránsito de la infancia a la pubertad, experiencia fundamental en la

que se cierra la mollera al madurar el cerebro y pasa de la percepción bidimensional a la

tridimensional, inicio de una escucha que diferencia melodía de armonía o las voces que

integran una polifonía. La mayoría de las vocaciones musicales surgen en ese momento, lo

cual es un dato fundamental en mi análisis privado del imaginario de los nuevos creadores.

16. R.P.: ¿Qué le da miedo?

Julio Estrada: La crueldad en la violencia. El fenómeno es hoy cada día más común en mi

país.

17. R.P.: ¿Perdió algo por el camino?

Julio Estrada: Aparte de algunos dientes, las llaves de todos los candados en todos los

cajones y la boina de mi padre en una fuente de Bruselas, lamento mucho no haber podido ser

violonchelista porque tuve la ilusión de tocar en un cuarteto como actividad compartida con la

creación; fui pésimo: soy zurdo y nunca tuve un maestro que me enseñase a tocar en mi

propio enrevesamiento, de modo que no llegué a trabajar siquiera una obra sino sólo a mugir

con el arco sobre cuerdas libres o a escuchar que no tocase más en la orquesta estudiantil

porque me era imposible controlar el arco y afinar al mismo tiempo; y sin embargo, a solas

me las arreglaba para improvisar y presentarme en concierto con el grupo Neo-neo de

México. Quizá mis incapacidades al violonchelo sean el origen de la multi-dislexia de mis

obras para cuerdas, donde los cambios de altura o de articulación son tan autónomos como los

de la intensidad o el pulso del arco: cada mano tiene su propio rumbo y la fusión crea una

marea tímbrica que me embriaga.

18. R.P.: ¿Qué es el silencio?

Julio Estrada: Se habla mucho de ello por la posición conceptual de Cage, aunque ésta es

ajena a la emoción; en los periodos del Barroco al romántico es frecuente que el silencio se

mantenga dentro de un tono simbólico, no pocas veces religioso, algo de lo que no estoy

demasiado convencido a pesar de que percibo en ello la emoción. En mi música el silencio

coincide con el de casi todos los músicos cuando invita a callar al cabo de una evolución

continua –prefiero no escuchar el aplauso después de escuchar mi obra– y, a través de los

voces, a dar un sentido dramático a la ausencia o al inicio inadvertido de su presencia. Me

estremece Beethoven, cuando al final del primer movimiento de la Patética, borra el acorde

vigoroso y dramático con un silencio, confesión dolorosa del signo irreversible de su sordera.

19. R.P.: Liberté, égalité, fraternité….¿añadiría algo?

Julio Estrada: No creo en premisas colectivas y he visto de cerca las francesas... La libertad

como discurso es apenas posible en la conducta y exige confrontarse con la libertad o las

restricciones del otro, de modo que es en lo íntimo donde mejor se manifiesta, incluso para

señalar secretamente su alcance –en música es fundamental y basta el ejemplo del Beethoven

subversivo–; la igualdad resulta imposible porque siempre ocupamos el sitio que otro no tiene

o no merece; la fraternidad es una invención utópica de los padres –me hubiese encantado

tener un hermano querido– que funciona mucho mejor en la amistad, donde se es libre para

escoger. Sobre Francia y las utopías recuerdo en pleno París del 1968 cuando discutía en la

universidad de Vincennes con un grupo de jóvenes músicos que defendían el hachís como

recurso para crear y retaban a nuestro grupo –el trío Néo-néo que formé con Bernard Leblanc

y Daniel Raguin–, que les oponía la idea de la imaginación como verdad interior. Un profesor

oxfordiano de visita para conocer el movimiento estudiantil se interesó en la controversia y, al

concluir, se detuvo a charlar conmigo en una terraza: bastaron su interés por escuchar y las

preguntas que me hizo para demostrar la libertad intelectual en contraste con el mandarinismo

reinante en la educación francesa. Era Karl Popper.

20. R.P.: ¿Tiene una idea de lo que puede ser la felicidad musical?

Julio Estrada: Entre los mayores disfrutes retendría el encuentro con las libertadas propias y

la posibilidad de transmitirlas en música, aunque admito que aún no sé cantar la felicidad.

.

21. R.P.: ¿A quién rescataría del pasado?

Julio Estrada: No conozco música que haya reflejado mejor y con mayor profundidad las

emociones que la producida tan sólo en siglo y medio, de Bach a Schumann, modelos que me

incitan a desprender su sabia. De todos ellos, las creaciones de Schubert, que al principio

remiten a Haydn y luego anuncian casi Bártok, me parecen las que con mayor sencillez abren

más puertas.

22. R.P.: ¿Qué tiene el presente de interesante?

Julio Estrada: En música, la ciencia que deja entender el continuo que une al ritmo y al

sonido, la tecnología, que más allá de la revolución de sus equipos, impacta sobre las viejas

técnicas de escritura, o en las ciencias humanas, el psicoanálisis, que al reemplazar a las

religiones nos induce a formular una ética propia. Los cambios consecutivos requieren de

nuestro desafío constante para integrar sus beneficios sin perder el eje; uno de esos aspectos

es la persistencia de la escritura frente a la abstracción de ésta que hacen algunas máquinas

nuevas: sin escritura no puede haber análisis y sin éste una comprensión profunda de lo

estructural y su relación con lo perceptivo. Un ejemplo ilustrativo son los Estudios de Conlon

Nancarrow para el piano mecánico, un potencial revolucionario cuya huella hubiese sido

mucho menor sin el aporte de la representación escrita de los cambios musicales a los que

conduce el análisis de cada partitura.

23. R.P.: ¿Qué espera del futuro?

Julio Estrada: Que continuemos con la utopía y no sin mucho cuidado, e incluso mejor si los

políticos, industriales y similares logran entender que su daño les llegará tarde o temprano, a

menos que logren aislarse de todo, algo que parece preverse en estos tiempos de egoísmo

obtuso.

24. R.P.: ¿Qué consejo le daría a un joven que quiere ser compositor?

Julio Estrada: No aconsejarles sino cuestionar su modelo, que continúa a jugar al ajedrez

clásico sin abrirse al que jugaba el último Fischer –donde las piezas no se encuentran en el

mismo sitio y la memoria deja de ser tan decisiva como el entendimiento instantáneo– o

cuestionarles la noción de componer como un ajuste del rompecabezas cuyas piezas no

inventan necesariamente o, más a fondo, indagar con cuidado qué les hizo suponer que

quieren crear música, cómo nació esa idea y ahondar en ello hasta que puedan entenderse y

lograr mayor autonomía.

"Componer no deja de ser una forma de imitación, el miminx, frente al ilinx, el vértigo

ante el instante mismo de no tener la respuesta a menos de aprender a poner en juego una

nueva agilidad: confiar en el potencial de nuestro imaginario."

25. R.P.: ¿Qué le hace reír?

Julio Estrada: Chaplin siempre, que nos recuerda además que el humor no es tan artificioso

como podría suponerse sino una substancia que genera la realidad.

26. R.P.: ¿Qué le hace llorar?

Julio Estrada: Chaplin también, y mucho.

27. R.P.: ¿A qué compositor invitaría a comer a casa?

Julio Estrada: A todos los que admiro del pasado porque no los considero productos de la

academia –es decir compositores– una respuesta no táctica sino seria, sería a tal punto que no

les prepararía yo mismo la comida...

28. R.P.: ¿Con cuál se sentaría a charlar horas y horas?

Julio Estrada: Con todos los que admiro, y he tenido ocasión de hacerlo, como con Ligeti,

Xenakis o, por años, con Julián Orbón, mi primer gran maestro, aún desconocido pero digno

de escucharse.

29. R.P.: Un libro indispensable…

Julio Estrada: Muchos, los de poesía son mis predilectos: Neruda el primero; en novela y

cuento Rulfo, Arreola o Marcel Schwob; los ensayos filosóficos y estéticos; de niño las

biografías de músicos o Juan Cristóbal; en general me aburren los libros de historia o de

ciencia y sólo los superan los textos de matemática que me ayudan a dormir una hora más de

lo que acostumbro.

30. R.P.: Una película…

Julio Estrada: Sliding doors, una ficción que se bifurca en dos alternativas, o Five fingers,

biográfica, sobre Dielo, espía de la segunda guerra mundial descubierto varios años después;

por encima de todas, 8 ½ de Fellini, una referencia medular para mi nueva ópera: la creación

dentro de la creación.

31. R.P.: Una canción que le arregle un mal día…

Julio Estrada: Todo Schubert o todo Schumann; con gran frecuencia le acompaño al piano

“Du bist die Ruh” o “Ich grolle nicht” a mi hijo Amadeo, y debo decir que muy pocos amigos

nos soportarían, pero para aquellos que lo permiten e incluso lo incitan por compasión o por

amor, los consideramos cómplices de instantes entrañables.

32. R.P.: ¿Qué piensa de la política?

Julio Estrada: De la política bien, de los políticos ni verlos ni oírlos ni tocarlos ni olerlos –

respecto a probarlos no se los recomendaría a un caníbal–. Diez años después de la guerra

civil mi padre, Manuel Estrada, coronel de Estado Mayor de la República Española, escribió

una respuesta inteligente: Democracia sin partidos.

33. R.P.: Algunas obras maestras de la historia de la música…

Julio Estrada: Al menos una vez al año necesito escuchar algo que me conmueva, me

detenga y me incite a crear más allá de mis incontables límites: Misa en si menor de Bach,

Sinfonía 41 y Requiem de Mozart, Appassionata y Cuarteto 14 en do sostenido menor de

Beethoven, quinteto de cuerdas de Schubert, Fantasía opus 17 de Schumann. No encuentro

una emoción comparable en la música del siglo XX y XXI, de ahí que uno tenga que

conformarse con la brutalidad elemental del primer Stravinsky, el del Sacre.

34. R.P.: ¿Qué quisiera hacer en música que no haya hecho todavía?

Julio Estrada: Algo mejor, más cargado de sentido, emoción, felicidad y calidad.

35. R.P.: ¿Qué diría Julio Estrada de Julio Estrada?

Julio Estrada: Vivo para crear, investigar y enseñar a otros todo lo que conozco, para cuidar

de mi familia y para retener el recuerdo entrañable de mis padres y, en especial, el de alguien

sin cuyo amor y compañía no habría podido subsistir, mi Velia.

Julio Estrada, México,Temixco, Junio 2014