La influencia del pensamiento antimoderno inglés en las derechas españolas (1898-1936)
Retratos de papel. Imágenes y percepciones españolas sobre los Estados Unidos (1898-1914)
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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA
Departamento de Historia Contemporánea
MÁSTER INTERUNIVERSITARIO DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA
RETRATOS DE PAPEL:
IMÁGENES Y PERCEPCIONES ESPAÑOLAS SOBRE
LOS ESTADOS UNIDOS (1898-1914)
TRABAJO DE FIN DE MÁSTER REALIZADO POR
DAVID CORRALES MORALES
Bajo la dirección del doctor:
José Antonio Montero Jiménez
Madrid, 2014
2
No vale hacerse ilusiones. Las naciones del planeta que habitamos,
¿qué son, si las comparamos con esa federación colosal de Yanquilandia?
¿Qué son? ¡En donde está esa nación, boca abajo lo mundial! Todo a su
lado es enano. El pueblo más soberano, junto al norte americano, resulta
chiquirritín. Que es colocar mano a mano al gigante vandeano y al enano
Don Crispín. Cada vez que considero su símbolo colosal, la Libertad (de
metal) alumbrando al mundo entero, ante ese nocturno sol, que es un
soberbio reclamo, me prosterno y la proclamo la nación de más farol.
Carlos Luis de Cuenca
3
ÍNDICE
1. INTRODUCCIÓN ..................................................................................................... 6
2. ESTADO DE LA CUESTIÓN E HIPÓTESIS DE PARTIDA ........................... 11
2.1. AMERICANIZACIÓN: CONCEPTO Y DEFINICIÓN .................................................... 11
2.2. REACCIONES INCIPIENTES ............................................................................................. 12
2.3. LOS ANÁLISIS ACADÉMICOS SOBRE AMERICANIZACIÓN .................................. 16
2.3.1. LA TESIS DEL IMPERIALISMO CULTURAL .................................................................. 16
2.3.2. EL DEBATE A PARTIR DE LOS AÑOS NOVENTA ......................................................... 22
2.3.3. LOS ESTUDIOS HISTORIOGRÁFICOS SOBRE AMERICANIZACIÓN EN ESPAÑA .... 28
2.4. LA MIRADA DEL OTRO: UNA NUEVA LÍNEA DE INVESTIGACIÓN ..................... 34
2.4.1. IMPRESIONES EUROPEAS SOBRE LOS ESTADOS UNIDOS ...................................... 34
2.4.2. EL CASO ESPAÑOL: LAGUNA HISTORIOGRÁFICA EN EL SIGLO XXI ..................... 39
2.5. ¿SOMOS TAN DIFERENTES?: DE LA HIPÓTESIS A LOS OBJETIVOS .................. 42
3. FUENTES DOCUMENTALES ............................................................................. 45
3.1. ARCHIVOS ............................................................................................................................. 45
3.1.1. ARCHIVOS ESPAÑOLES .................................................................................................. 46
3.1.2. ARCHIVOS ESTADOUNIDENSES ................................................................................... 46
3.2. ANUARIOS, GUÍAS Y COLECCIONES DOCUMENTALES ......................................... 46
3.3. MEMORIAS, DIARIOS DE VIAJE Y OTRAS OBRAS DE REFERENCIA .................. 48
3.3.1. ESCRITOS DE AUTORES ESPAÑOLES Y LATINOAMERICANOS ................................ 49
4
3.3.2. TRADUCCIONES DE LIBROS DE PROCEDENCIA EXTRANJERA .............................. 50
3.4. PRENSA Y PUBLICACIONES PERÍODICAS .................................................................. 51
3.4.1. PERIÓDICOS ESPAÑOLES .............................................................................................. 52
3.4.2. REVISTAS Y OTRAS PUBLICACIONES ESPAÑOLAS .................................................... 52
3.4.3. PRENSA EXTRANJERA .................................................................................................... 53
4. APROXIMACIÓN ANALÍTICA AL OBJETO DE ESTUDIO ........................ 54
4.1. LA PRENSA ESPAÑOLA, 1898-1914 .................................................................................. 54
4.1.1. PRESENTACIÓN DE LAS FUENTES ............................................................................... 54
4.1.2. AUTORÍA Y CONTENIDOS TEMÁTICOS ....................................................................... 56
4.2. UN PUNTO DE PARTIDA: LA GUERRA DEL 98 ............................................................ 58
4.3. LA AMENAZA DEL IMPERIALISMO ESTADOUNIDENSE ........................................ 61
4.3.1. PRECEDENTES DE UN DOBLE DISCURSO .................................................................. 61
4.3.2. LA POLÉMICA ENTRE LATINOS Y ANGLOSAJONES ................................................... 63
4.3.3. SOLIDARIDAD HISPÁNICA ANTE EL ENEMIGO YANQUI .......................................... 66
4.3.4. LA VISIÓN DE LA POLÍTICA NORTEAMERICANA EN EL LEJANO ORIENTE .......... 72
4.4. CONOCIMIENTO Y PROGRESO, BASES DE UNA IMAGEN POSITIVA ................. 73
4.4.1. LA FASCINACIÓN POR LA LITERATURA ESTADOUNIDENSE Y OTRAS FACETAS
CULTURALES ............................................................................................................................. 73
4.4.2. MIRANDO AL FUTURO. EL MODELO DE DESARROLLO NORTEAMERICANO ...... 78
4.5. EL SISTEMA POLÍTICO AMERICANO, ¿UN CASO EXCEPCIONAL? .................... 84
4.5.1. LA FRAGMENTACIÓN DE UNA VISIÓN IDEALIZADA ................................................ 84
4.5.2. LAS MÚLTIPLES CARAS DE THEODORE ROOSEVELT .............................................. 86
5
4.6. ESTADOS UNIDOS, RETRATO EXTRAVAGANTE DE UNA SOCIEDAD ................ 90
4.6.1. EL CIUDADANO NORTEAMERICANO Y SUS PARTICULARIDADES ......................... 90
4.6.2. LUCES Y SOMBRAS: OCIO, DINERO Y ESCÁNDALOS PÚBLICOS ............................ 93
5. CONCLUSIONES ................................................................................................... 97
ANEXO GRÁFICO................................................................................................... 104
BIBLIOGRAFÍA ....................................................................................................... 110
6
1. INTRODUCCIÓN
Desde principios del siglo XX, la posición hegemónica adquirida por los Estados Unidos se ha
caracterizado por dos aspectos: modernización y liderazgo internacional. Mientras el desarrollo y la
expansión del modelo norteamericano han favorecido profundos cambios e innovaciones a nivel
mundial, repercutiendo en los hábitos y comportamientos de la población, la consolidación de este
país como primera potencia y su constante presencia en diversos conflictos han generado grandes
modificaciones en el sistema internacional. Todo ello ha despertado un gran interés en la sociedad
española durante décadas, estableciéndose una imagen predominantemente negativa sobre esta
nación. De hecho, diferentes sondeos y estudios realizados por el Centro de Investigaciones
Sociológicas (CIS) han otorgado veracidad a esta idea generalizada de que el antiamericanismo está
ampliamente extendido en nuestro país1.
Si bien muchos académicos valoran este tema como una cuestión baladí, lo cierto es que su
relevancia social y actualidad son mayores de lo que se puede presuponer en un primer momento.
Durante los años noventa, las relaciones entre España y los Estados Unidos se estabilizaron bajo un
clima de consenso. Sin embargo, la invasión norteamericana de Irak en 2003 y la victoria del
socialista José Luis Rodríguez Zapatero en las elecciones generales de marzo de 2004 provocaron un
aumento del malestar hacia la potencia americana. Este sentimiento de animadversión, dirigido
especialmente a la esfera sociopolítica y económica, tuvo como factor desencadenante la estrategia
política seguida por el Gobierno de José María Aznar, el cual apoyó el conflicto bélico en Irak pese a
la oposición mayoritaria de los españoles. De este modo, comenzó a desarrollarse una nueva ola de
antiamericanismo. Como consecuencia de la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca en 2009,
diversos medios de comunicación anunciaron la posibilidad de un giro en la opinión pública hacia
posturas más favorables, tomando como principales referentes las encuestas realizadas en ese
momento. Así, por ejemplo, el Pew Research Center for the People and the Press destacó un
aumento considerable de la visión positiva sobre los Estados Unidos. Mientras que en 2008 sólo el
33% de los españoles tenían una opinión favorable de este país, en 2009 las cifras ascendieron al
58%2. No obstante, pese a esta situación puntual, existen factores condicionantes que siguen
fomentado y perpetuando la animadversión hacia la nación norteamericana, acentuada todavía más
ante sucesos y conflictos como los de los últimos meses. A finales de octubre del año pasado, los
1 Para una breve estimación basada en los resultados de diversas encuestas, vid. FERNÁNDEZ DE MIGUEL, Daniel: “El
antiamericanismo en la España del primer franquismo (1939-1953): el Ejército, la Iglesia y Falange frente a Estados
Unidos”, Ayer, núm. 62 (2006), p. 258. 2 PEINADO ALCÁZAR, Fernando: “¿Adiós al antiamericanismo?”, elpais.com, 24/7/2009,
www.internacional.elpais.com/internacional/2009/07/24/actualidad/1248386408_850215.html [9/6/2014].
7
documentos filtrados por Edward Snowden, ex agente de la National Security Agency (NSA),
revelaron que el servicio de inteligencia norteamericano había llevado a cabo un espionaje masivo en
diversos Estados europeos. Esta polémica ha vuelto a producir una gran desconfianza hacia esta
potencia en la sociedad española, que puede trazar a largo plazo un nuevo rumbo en las relaciones
internacionales entre ambos países.
Así pues, la coyuntura actual insta a realizar un estudio centrado en la configuración de las
imágenes y percepciones españolas sobre los Estados Unidos. Si bien el análisis de la evolución
histórica de este proceso resulta útil para demostrar la vigencia de ciertas creencias o estereotipos,
también permite comprender su repercusión en los distintos ámbitos de nuestro país. De hecho, se
puede llegar incluso a establecer una estrecha relación entre cultura y poder, aspecto que sobrepasa
los objetivos de este trabajo.
Este tema de investigación se inserta dentro de las nuevas corrientes desarrolladas por los
historiadores de las relaciones internacionales, donde el factor cultural ha despertado un gran interés
científico en los últimos años. Tomando como referencia los planteamientos sociológicos de Marcel
Merle, Juan Carlos Pereira define la Historia de las Relaciones Internacionales como “el estudio
histórico de las relaciones sociales que se establecen entre individuos, grupos humanos y Estados,
que trascienden los límites nacionales y se desarrollan en un medio específico como es el
internacional”3. Es decir, la interpretación actual de esta corriente historiográfica supera los viejos
planteamientos metodológicos y epistemológicos, que analizaban las relaciones establecidas entre los
propios Estados como único objeto de estudio. De este modo, se favorece una comprensión más
objetiva y transnacional sobre determinados procesos o fenómenos históricos, valorando el papel
desempeñado por un gran número de actores y factores condicionantes.
Como consecuencia de esta coyuntura académica, se ha generado una enorme preocupación por
examinar aquellos antecedentes del actual mundo globalizado, así como la relevancia de aquellos
grupos o personalidades cuya acción trascendió las fronteras nacionales4. Así, por ejemplo, el
historiador Akira Iriye (Global Community, 2002) ha prestado especial atención a la evolución
histórica del internacionalismo cultural, entendido como “una variedad de iniciativas llevadas a cabo
para estrechar los lazos entre diferentes países y pueblos mediante el intercambio de ideas, la
cooperación académica, etc.”5. De este modo, nuestro trabajo se introduce dentro de esta corriente
3 PEREIRA, Juan Carlos: “De la Historia Diplomática a la Historia de las Relaciones Internacionales: algo más que el
cambio de un término”, Historia Contemporánea, núm. 7 (1992), p. 181. 4 A pesar de su repercusión actual a nivel historiográfico, el transnacionalismo comenzó a utilizarse como paradigma de
las relaciones internacionales en ciencia política durante la década de los setenta. Vid. KEOHANE, Robert y NYE,
Joseph: Power and Interdependence. World Politics in Transition, Boston, Little, Brown and Company, 1977. 5 IRIYE, Akira: Cultural Internationalism and World Order, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1997, p. 3.
8
transnacional, demostrando la existencia de una serie de circuitos de intercambio de opinión durante
los primeros años del siglo XX. Asimismo, desarrolla novedosos ámbitos de investigación, como el
campo de las imágenes y las percepciones. Estas construcciones mentales surgen como resultado de
un proceso mediante el cual se interpreta la realidad tomando como base diversos conocimientos,
opiniones, impresiones, etc.6. Su estudio no sólo ayuda a esclarecer el proceso de toma de decisiones,
sino que también contribuye a examinar las transferencias culturales establecidas entre distintos
países a través de su repercusión en el imaginario colectivo de sus respectivas sociedades.
Más allá del interés científico despertado por este tipo de estudios, el presente trabajo busca
participar en uno de los debates académicos más activos que están teniendo lugar fuera de nuestras
fronteras, el de la americanización. Desde los años noventa, se ha manifestado una fuerte tendencia
por analizar este proceso en diferentes países, examinando la capacidad de adaptación y resistencia
de la población. De este modo, un gran número de autores han decidido centrarse en la recepción
europea de las distintas transferencias recibidas desde los Estados Unidos, surgiendo dos corrientes
académicas: los estudiosos que defienden el carácter bidireccional y equilibrado de las influencias
entre ambos territorios; o aquellos otros que, pese a ser conscientes de las adaptaciones y
reformulaciones de distintos productos culturales, inciden en el éxito final de la americanización
sobre el continente europeo7.
La llegada de estos nuevos giros interpretativos y el aumento de la interacción académica con los
Estados Unidos han favorecido la aparición en España de obras historiográficas sobre este fenómeno.
Si bien el auge de este tipo de estudios en los últimos años puede resultar contradictorio ante la
animadversión existente hacia esta potencia dentro de la sociedad española, lo cierto es que los
académicos han considerado necesaria la realización de valoraciones más precisas sobre las
relaciones entre ambos países con el objetivo de contrarrestar la pervivencia de ciertos tópicos y
prejuicios. Por consiguiente, se ha examinado en profundidad el periodo franquista no sólo por
coincidir con la fase de consolidación de la política informativa y cultural estadounidense, sino
también por ser el momento en el que se produce un afianzamiento del antiamericanismo entre los
sectores más progresistas. Así pues, gran parte de los estudios giran en torno al desarrollo del modelo
económico norteamericano y de la diplomacia pública estadounidense durante esos años. No
obstante, los historiadores tienen mucho trabajo que realizar si quieren superar el desconocimiento
que cubre todavía muchos ámbitos relacionados con la americanización. Por esta razón, la elección
de este tema de investigación responde a la necesidad de aportar un nuevo enfoque centrado
6 Vid. JERVIS, Robert: Perception and Misperception in International Politics, Princeton, Princeton University Press,
1976. 7 LEÓN AGUINAGA, Pablo: Sospechosos habituales. El cine norteamericano, Estados Unidos y la España franquista,
1939-1960, Madrid, CSIC, 2010, pp. 26-27.
9
especialmente en las imágenes y percepciones construidas por la sociedad española, estableciendo un
marco temporal no estudiado previamente.
Justificada la relevancia de la investigación, conviene establecer una delimitación del objeto de
estudio con el fin de acotar un campo historiográfico que resulta excesivamente amplio para abordar
en este trabajo. Para ello, hemos establecido dos criterios básicos: uno temático y otro temporal.
Las representaciones mentales en torno a un país o acontecimiento determinado son fruto de un
complejo proceso de construcción, donde intervienen un gran número de estímulos que condicionan
y modelan su resultando final. A la hora de abordar la visión española sobre los Estados Unidos, el
historiador puede optar entre distintas perspectivas. Una alternativa pasa por la selección específica
de un grupo de personalidades representativas; otra por identificar una serie de ideas que se repiten
en los testimonios escritos sobre la realidad norteamericana. Tomando como referencia la segunda
opción, este estudio ha establecido una relación de fuentes primarias que han perdurado hasta la
actualidad, y que permiten reconstruir las percepciones de la opinión pública española8. Dentro de
este amplio catálogo, destacan documentos diplomáticos, memorias, diarios de viaje y colecciones
particulares de personalidades tan relevantes como el Conde de Romanones o Juan Riaño, embajador
español en los Estados Unidos. Esta selección supone conceder menos importancia a la imagen
existente en los estratos inferiores de la sociedad, ya que la mayoría de estas fuentes aporta una
visión propia de las clases medias y altas, permitiendo caracterizar fundamentalmente las opiniones
que circulaban dentro del ámbito político e intelectual del periodo elegido. Sin embargo, la frecuente
utilización de la prensa como principal soporte para la publicación de impresiones sobre la nación
estadounidense favoreció la difusión de diversas percepciones entre sus lectores, repercutiendo en el
imaginario colectivo de la población española. Por esta razón, se han escogido dos periódicos (ABC y
El Imparcial) y tres revistas (La España Moderna, Nuestro Tiempo y Revista Contemporánea) como
principales referentes para una aproximación analítica a nuestro objeto de estudio. Análogamente, se
han consultado de manera complementaria otras publicaciones periódicas (Actualidades, Gedeón, La
Lectura, Nuevo Mundo, etc.).
Por último, las dos fechas escogidas para delimitar el marco temporal de este trabajo – 1898 y
1914 – son especialmente relevantes en el marco de las relaciones entre los Estados Unidos y
España. Tras el final de la guerra hispano-norteamericana, la orientación internacional de ambos
países tomó un nuevo rumbo. El Gobierno estadounidense comenzó a desarrollar una política
mundial, marcada por una expansión territorial en América Latina y el Pacífico; por parte española,
8 Para una mayor comprensión sobre la trascendencia de la opinión pública española en el ámbito de las relaciones
internacionales, vid. JOVER ZAMORA, José María: “La percepción española de los conflictos europeos: notas históricas
para su entendimiento”, Revista de Occidente, núm. 57 (1986), pp. 5-42.
10
la crisis de 1898 quebró la posición internacional del Estado, forzándole a la búsqueda de una
garantía exterior que asegurase la seguridad de su frontera meridional. Durante los primeros años del
siglo XX, los contactos entre ambos países tuvieron un carácter muy marginal, quedando reducidos
al ámbito comercial9. No obstante, la constante presencia de la potencia americana en los principales
acontecimientos políticos, militares o económicos de ese periodo favoreció la construcción de ciertas
imágenes en la sociedad española, influenciadas tanto por las propias circunstancias nacionales como
por las diversas valoraciones realizadas fuera de nuestras fronteras. Tras el estallido de la Primera
Guerra Mundial, se desarrolló una creciente dependencia española con respecto a los Estados
Unidos, que conllevó una intensificación de los contactos bilaterales. Como consecuencia de esta
nueva situación, las percepciones sobre la potencia americana sufrieron grandes modificaciones, al
tiempo que las distintas opiniones en torno a este país se radicalizaban. Dado que estos cambios
dieron inicio a una nueva etapa, se ha considerado oportuno que este trabajo llegue hasta mediados
de 1914, esperando abarcar los años posteriores en futuras investigaciones.
9 MONTERO JIMÉNEZ, José Antonio: “Las relaciones hispano-norteamericanas en los años de la Primera Guerra
Mundial”, Cuadernos de Historia Contemporánea, núm. 26 (2004), p. 24.
11
2. ESTADO DE LA CUESTIÓN E HIPÓTESIS DE PARTIDA
2.1. AMERICANIZACIÓN: CONCEPTO Y DEFINICIÓN
Hoy en día, la americanización se define como el proceso de asimilación cultural que ejercen los
Estados Unidos sobre otras regiones del mundo, y que tiene como resultado la sustitución de algunos
elementos de las culturas nativas por aquellos procedentes de este país10
. Dicho de otro modo, sería
el efecto de imitar o recibir la influencia de los valores y el modo de vida relacionados con la nación
norteamericana. Sin embargo, esta definición recoge sólo una visión limitada y restringida de un
proceso bastante complejo, donde entran en juego distintos factores, ya sean de índole práctica o
sentimental.
Cada ser humano posee una nacionalidad que favorece una identificación con su entorno social, al
tiempo que configura una realidad basada en un conjunto de creencias y formas de expresión.
Normalmente, los estadounidenses se autodiferencian por su individualismo, cualidad que tiene su
origen en la diversidad de las corrientes de inmigrantes que abandonaron sus países de nacimiento
para buscar fortuna en el nuevo continente. Se incentivó así un fuerte desarrollo de la autonomía
personal y se fomentó un carácter innovador, puesto al servicio de la búsqueda de una mayor
comodidad y eficiencia11
. Esta actitud favoreció a su vez un progresivo crecimiento económico, cuyo
modelo se extendió posteriormente fuera de las fronteras norteamericanas. La difusión económica se
complementó con la expansión de elementos sociales y culturales. De este modo, el fenómeno de la
americanización llegó a ser considerado como la difusión de un modo de vida y, en sus últimas
consecuencias, como el triunfo de una civilización que conduciría a todas las sociedades hacia un
nuevo orden.
Por todo ello, la americanización se convirtió en un importante tema de discusión ya a principios
del siglo XX. Debido a sus innumerables manifestaciones, y a la variedad de reacciones que ha
suscitado, resulta difícil definirla de manera concreta e inamovible; sus rasgos característicos varían
según el punto de vista elegido. Nos encontramos, pues, ante un fenómeno cuya conceptualización y
caracterización sigue siendo objeto de polémica y que, precisamente por esta razón, ha sido
confundido con otros procesos paralelos, como la modernización de las sociedades, el consumo de
productos procedentes de los Estados Unidos o la propia globalización12
.
10 Desde esta perspectiva, la cultura es entendida como el intercambio y la transmisión de un conjunto de costumbres,
valores, creencias, símbolos y elementos materiales por parte de una sociedad determinada. Vid. IRIYE, Akira:
“Culture”, Journal of American History, vol. 77, núm. 1 (1990), pp. 99-107. 11 SPEEK, Peter A.: “The Meaning of Nationality and Americanization”, American Journal of Sociology, vol. 32, núm. 2
(1926), p. 239. 12 NIÑO, Antonio: La americanización de España, Madrid, Catarata, 2012, pp. 15-17.
12
2.2. REACCIONES INCIPIENTES
Desde finales del siglo XIX, los Estados Unidos comenzaron a manifestar su fortaleza en distintos
campos – su crecimiento económico, el aumento de su población -, que le otorgaron una presencia
exterior cada vez más activa. De este modo, su proyección internacional comenzó a suscitar una
fuerte curiosidad en el continente europeo, acompañada de sentimientos contradictorios. Fue así
como surgió, durante los primeros años del siglo XX, el debate sobre la americanización en los
campos periodístico y literario.
Uno de sus primeros partícipes fue William Thomas Stead, quien en 1902 publicó el libro The
Americanization of the World or, the Trend of the Twentieth Century, en que llamaba a la unidad de
todos los angloparlantes. Este planteamiento coincidía con un cambio de actitud en las interacciones
entre Inglaterra y los Estados Unidos. A pesar de que la crisis de Venezuela de 1895 amenazó con
ensombrecer las relaciones bilaterales, su solución favoreció un acercamiento entre ambos países que
se consolidó como una estrecha amistad durante las décadas siguientes. Así, por ejemplo, en 1898 la
neutralidad del Gobierno británico en la guerra hispano-norteamericana fue valorada por la
Administración estadounidense como una aprobación encubierta de su política13
. En este cambiante
escenario, Stead perseguía una intención política: conseguir que Londres abandonara su aislamiento
y forjara una alianza política con Washington, que sirviera de contrapeso frente a sus enemigos
europeos y conjurara el peligro de un expansionismo estadounidense para los intereses británicos14
.
Vinculando la americanización con el concepto de “civilización superior”, Stead reclamaba la
necesidad de establecer una federación basada en los principios norteamericanos y compuesta por los
Estados Unidos, Inglaterra y las colonias de ésta. Asimismo, contraponía la relevancia mundial que
había adquirido la potencia americana con la desintegración progresiva del Imperio británico15
.
A lo largo de la tercera parte de la obra, el periodista inglés presentaba la americanización como
un fenómeno de raíz económica. Los Estados Unidos estaban complementando sus exportaciones
tradicionales con nuevos productos, como el petróleo y los automóviles. La apertura de mercados se
acompañaba de la extensión de trusts y grandes empresas comerciales. Stead valoraba también el
gran éxito norteamericano en los planos cultural y social16
. Sin embargo, frente al enorme
entusiasmo manifestado por la nación norteamericana, el último capítulo del libro señalaba aquellos
aspectos positivos que Inglaterra podría aportar ante esa futura federación.
13 Vid. TORRE DEL RÍO, Rosario de la: Inglaterra y España en 1898, Madrid, EUDEMA, 1988. 14 FRANKEL, Robert: Observing America. The Commentary of British Visitors to the United States, 1890-1950,
Madison, University of Wisconsin Press, 2007, p. 66. 15 STEAD, William Thomas: The Americanization of the World; or, The Trend of the Twentieth Century, New York-
London, H. Markley, 1902, p. 39, www.archive.org/stream/americanizationo01stea [10/7/2014]. 16 NIÑO, A.: La americanización…, op. cit., p. 10.
13
A pesar de aproximaciones como la de Stead, no tardaron en surgir reacciones contrarias a
cualquier contribución estadounidense que no tuviera un carácter eminentemente económico. Se
despertó así una gran polémica en los círculos intelectuales europeos. Desde Inglaterra, hubo muchas
otras figuras que se pronunciaron abiertamente sobre América. Aunque los Estados Unidos ocuparon
un papel secundario en sus obras de ficción, el escritor H. G. Wells les prestó gran atención en sus
trabajos de otro género. En cualquier caso, sus comentarios sólo se comprenden dentro del conjunto
de ideas que defendió a lo largo de su carrera. Wells propugnaba la creación de un Estado mundial
socialista que conjugara la educación de las masas con un esfuerzo significativo de las élites. Si bien
no admitía la inevitabilidad del progreso, que para él era neutral e impredecible, sentía que el hombre
sí podía ser capaz de dirigir su destino y forjarse un futuro. Cuando el escritor conoció la sociedad
estadounidense, descubrió que no representaba su utopía. De todos modos, creyó que el país se
encaminaba hacia el tipo de futuro imaginado por él, y ofreció tanto recomendaciones como
críticas17
. Mientras algunos intelectuales, como Graham Wallas, compartieron la visión optimista de
Wells, otros la rechazaron rotundamente. George Bernard Shaw definió a los Estados Unidos como
una nación políticamente inmadura. El escritor irlandés criticó la poca importancia que se daba en
Washington a los problemas sociales, prefiriéndose perder el tiempo con asuntos irrelevantes18
.
Mientras tanto, en Francia se reconocía igualmente que los Estados Unidos se estaban
convirtiendo en una gran potencia. Sin embargo, la fascinación hacia lo americano convivió siempre
con un cierto rechazo. La causa de esta actitud negativa hacia el desarrollo y la modernidad
estadounidenses residió en la falta de preparación de algunos franceses para enfrentarse a un futuro
organizado según el modelo americano, y su temor a los efectos que podían producirse en distintos
aspectos de su vida cotidiana. A su vez, frente a la imagen de Francia como una civilización superior,
tolerante y poseedora de una gran conciencia social, América era vista como una sociedad avariciosa,
materialista y desalmada. Por esta razón, se consideraba que el estadounidense, pese a su poder y
supremacía económica, poseía una serie de principios incompatibles con la alta cultura francesa. Ésta
se asociaba con un ambiente culto, sofisticado, rico en manifestaciones artísticas y formado por
distintas tradiciones que se iban transmitiendo y enriqueciendo de generación en generación. Bajo
este planteamiento, al analizar las diversas expresiones artísticas estadounidenses, los franceses no
vislumbraron signos de una verdadera alta cultura19
. De hecho, espectáculos americanos como el
Buffalo Bill's Wild West Show fueron objeto de desprecio, criticando sus extravagancias y su afán de
comercialización. Esta inferioridad cultural del pueblo norteamericano se presentaba frecuentemente
17 FRANKEL, R.: Observing America…, op. cit., pp. 76-77. 18 Ibídem, p. 103. 19 PORTES, Jacques: Fascination and Misgivings. The United States in French Opinion, 1870-1914, New York,
Cambridge University Press, 2000, p. 417.
14
como la consecuencia de la ausencia de un pasado histórico. Mientras que los dos extremos de la
política francesa –conservadores y socialistas- acabaron uniéndose en una denuncia feroz de los
Estados Unidos, las valoraciones más positivas provinieron de los republicanos moderados y de los
liberales. Algunos de los representantes más célebres de estas últimas tendencias fueron Gustave de
Molinari, André Tardieu, Paul de Rousiers o Lazare Weiller20
. No obstante, incluso aquellos
intelectuales que mostraron una actitud más optimista, opinaban que las creaciones artísticas
estadounidenses, debido a su inferioridad, continuarían apoyándose durante mucho tiempo en
diversas aportaciones europeas:
Enfin, l´éclat de la littérature anglaise et celui de la peinture et de la sculpture françaises ont contribué à
restreindre la production artistique et littéraire en Amérique, puisque les Américains trouvaient leurs idées et leurs
sentiments exprimés d´une façon à peu près parfaite dans des livres anglais et dans des œuvres françaises21.
Tras la Primera Guerra Mundial no había duda de que los Estados Unidos se convertirían en la
primera potencia de Occidente. En los años veinte comenzó a producirse una transformación muy
importante dentro de la nación norteamericana, que afectó tanto a su fisonomía como a su identidad
nacional. Con el creciente aumento demográfico y el establecimiento de una legislación que
restringía enormemente la entrada de los inmigrantes, surgió y se consolidó una población netamente
estadounidense. Análogamente, se inició una nueva fase de expansión económica e industrial,
caracterizada por la formación de una sociedad de consumo y la producción de artículos de uso
cotidiano. Muchas sociedades pasaron a convertirse en receptoras y consumidoras de estos productos
norteamericanos, algo a lo que también ayudaron el cine y las nuevas técnicas publicitarias que
empezaban a influir en las pautas de consumo22
.
En medio de un panorama de progresiva radicalización sociopolítica ante el triunfo de las
ideologías nacionalistas y de izquierda, muchos europeos reaccionaron de manera especialmente
crítica frente a esta nueva oleada expansiva. Uno de los ejemplos más interesantes lo encontramos en
la figura de Georges Duhamel. Su libro Scènes de la vie future (1930), escrito al regresar de una gira
de conferencias por los Estados Unidos, condenó el estilo de vida norteamericano, comparándolo
negativamente con la civilización europea. Para el escritor francés, la dependencia de créditos
procedentes de este país y el consumo de sus productos culturales resultaban amenazantes para
Europa; argumentos que eran apoyados por aquellos sectores económicos que se habían visto
20 Ibídem pp. 436-437. 21 WEILLER, Lazare: Les grandes idées d´un gran peuple, Paris, Juven, 1904, p. 248, citado en PORTES, J. :
Fascinations and Misgivings…, op. cit., p. 429. De aquí en adelante, las citas en inglés o en francés sólo aparecerán
traducidas al castellano cuando así figuren en las fuentes consultadas por el autor. 22 DELGADO, Lorenzo y LEÓN AGUINAGA, Pablo: “Americanización de Europa, Guerra Fría y estudios históricos:
jalones de una trayectoria. Introducción”, Historia del Presente, núm. 17 (2011), p. 5.
15
perjudicados ante el avance de la potencia americana23
. En Alemania aparecieron una serie de
intelectuales que describieron a los Estados Unidos como una sociedad superficial, gobernada por el
capitalismo. Asimismo, se estableció una comparación entre los valores identitarios norteamericanos,
como la racionalidad o la productividad, y los propios de la cultura alemana (calidad, creatividad,
etc.), llegando a la conclusión de que la civilización americana suponía una amenaza para la
europea24
. Entre las obras más representativas de esta tendencia, destacan Yankeeland (1925) de
Alfred Keer o Amerika und der amerikanismus (1927) de Adolf Halfeld. Por otra parte, España no se
mantuvo al margen de esta polémica, tal y como reflejan las críticas vertidas por Luis Araquistáin.
Su libro El peligro yanqui (1921) fue resultado de un viaje realizado a los Estados Unidos entre
octubre y diciembre de 1919, como representante de la Unión General de Trabajadores en la
Conferencia del Trabajo celebrada en Washington. A lo largo de la obra, el político español mostró
el grave peligro que suponía esta potencia, bien a nivel general por el aumento de su poder
armamentístico, o a nivel particular por la imposición cultural que podía ejercer sobre las repúblicas
hispanoamericanas25
. A su vez, tomando como referencia el libro Our America (1919) de Waldo
Frank, Araquistáin consideró que la imagen que mejor representaba a los Estados Unidos era la de un
niño gigante, poseedor de un cerebro infantil dentro de un cuerpo físicamente maduro:
Este niño gigante, todo mecanización e incapaz de toda crítica, es el que está ahora en el cruce principal de los
caminos del mundo, entre Europa y Asia, todo apetencia, sin idea de límite, mesiánico, ávido de poder, riqueza y
gloria, ebrio de propia Historia, no aleccionado aún por la experiencia común, que es la Historia Universal26.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial en 1945, Europa fue testigo de un nuevo despliegue
norteamericano, reflejado en distintos procesos: la reconstrucción económica, la formación de capital
humano, las transferencias culturales o la expansión de la sociedad de consumo27
. Análogamente, el
enfrentamiento ideológico con la Unión Soviética provocó que, desde finales de los años cincuenta,
las tropas estadounidenses intervinieran en el Tercer Mundo con el fin de frenar los avances
comunistas. A pesar de que el caso más conocido fue la guerra de Vietnam, los Estados Unidos
también colaboraron en la caída de regímenes de izquierda en el Congo (1961), Irak (1963) e
Indonesia (1965)28
. Como consecuencia de esta coyuntura, la polémica en torno a la americanización
tomó un carácter tanto cultural como político, generando dos posiciones encontradas. La derecha
conservadora manifestó una actitud más crítica hacia la uniformidad cultural bajo el modelo
23 Ibídem, p. 6. 24 GIENOW-HECHT, Jessica C. E.: “Shame on US? Academics, Cultural Transfer, and the Cold War – A Critical
Review”, Diplomatic History, vol. 24, núm. 3 (2000), p. 470. 25 ARAQUISTÁIN, Luis: El peligro yanqui, Madrid, Publicaciones España, 1921, p. 2. 26 Ibídem, p. 200. 27 DELGADO, L. y LEÓN AGUINAGA, P.: “Americanización de Europa…”, art. cit., p. 7. 28 JENKINS, Philip: Breve historia de Estados Unidos, Madrid, Alianza Editorial, 2010, p. 328.
16
estadounidense, mientras que la izquierda se mostró más contraria a los planteamientos de la política
exterior norteamericana29
. Por otro lado, este fenómeno ideológico se plasmó en diversos lugares de
forma diferente. Si bien la sociedad francesa demostró una fuerte preocupación por el idioma y la
cultura nacional, la británica vio cómo su nación quedaba relegada por un nuevo imperio que debía
aprender todavía mucho de su antigua metrópoli30
. La intervención en Vietnam y el inicio de un
fuerte movimiento a favor de los derechos civiles, representado por figuras como Martin Luther King
o Malcom X, provocó que esta crítica contra la potencia americana se difundiera entre los propios
estadounidenses durante los años sesenta, momento en el que el debate llegó al ámbito académico.
2.3. LOS ANÁLISIS ACADÉMICOS SOBRE AMERICANIZACIÓN
2.3.1. LA TESIS DEL IMPERIALISMO CULTURAL
A partir de la década de 1960, un gran número de estudiosos comenzaron a valorar las respuestas
a la expansión de la cultura norteamericana en el extranjero. Una de las principales causas de este
nuevo interés radicó en la extensión de un antiamericanismo que se oponía a unos principios liberales
que no acababan de aplicarse fuera de las fronteras de los Estados Unidos. Dentro de este país, no
sólo se manifestó un amplio rechazo político y cultural, sino que también surgió un movimiento de
izquierda que elaboró una dura crítica contra el sistema capitalista estadounidense. Fruto de esta
tendencia, se desarrolló una generación de intelectuales que aplicaron técnicas analíticas heredadas
del marxismo y utilizaron términos propios de las teorías estructuralista y de la dependencia.
En medio de este panorama, apareció el concepto de imperialismo cultural, popularizado por el
político Jacques Lang. Es definido como “el uso del poder económico y cultural para ensalzar y
difundir los valores y costumbres de una cultura extranjera a expensas de una cultura nativa”31
.
Frente a las políticas de difusión cultural que buscan favorecer la imagen exterior de una nación en
otros países, este término equipara más bien la expansión cultural norteamericana con las prácticas
de aculturación, caracterizadas por la dominación forzosa sobre otros territorios a través de la lengua
y la cultura. Al igual que sucede al establecer comparaciones entre un imperialismo territorial y otro
financiero, ambos sistemas –dominación económica y dominación cultural- persiguen un mismo
objetivo, utilizando estrategias diferentes32
.
29 KROES, Rob: “European Anti-Americanism: What´s New?”, The Journal of American History, vol. 93, núm. 2
(2006), pp. 426-427. 30 GIENOW-HECHT, Jessica C. E.: “Always Blame the Americans: Anti-Americanism in Europe in the Twentieth
Century”, The American Historical Review, vol. 111, núm. 4 (2006), pp. 1081. 31 BULLOCK, Allan y STALLYBRASS, Oliver (eds.): The Harper Dictionary of Modern Thought, New York, Harper &
Row, 1977, p. 303, citado en GIENOW-HECHT, J.: “Shame on US?...”, art. cit., p. 472. 32 NIÑO, Antonio: “Uso y abuso de las relaciones culturales en política internacional”, Ayer, núm. 75 (2009), p. 47.
17
El Imperialismo cultural hace referencia a “un tipo de imposición que se práctica sin que esté
acompañada de la dominación directa, pero aprovechando la posición de dominio de una potencia”33
.
Por ello, la americanización comenzó a ser valorada como un modelo de difusión cultural, apoyado
oficialmente por la Administración estadounidense. Evidentemente, desde esta perspectiva, el
objetivo de Washington era el mantenimiento de un sistema capitalista a través de una ampliación de
mercados exteriores, aspecto que favorecía la importación de materias primas y la exportación de sus
productos. La clave para aumentar su producción interna residía en extender su sistema económico y
sus planteamientos ideológicos mediante el modelo de consumo y el modo de vida americano34
. En
definitiva, surgió la visión de un imperio económico que, alentado desde el Ejecutivo, necesitaba de
una serie de instrumentos culturales para su consolidación.
Los primeros trabajos que se acogieron a este paradigma se elaboraron en América Latina, a
través de investigaciones realizadas por distintos especialistas en comunicación. Frente a los antiguos
modelos europeos centrados en una constante presencia física en los diversos territorios coloniales,
estos estudios analizaron la expansión de un imperialismo ejercido a través de los medios de
comunicación (media imperialism). Estos instrumentos no sólo eran un elemento importante para la
cultura nacional norteamericana, sino que también fomentaban un sistema de incorporación y
dependencia que subordinaba a otros territorios.
La aparición de este enfoque se debió al auge de la teoría de la dependencia, que definía los
vínculos económicos de Europa y los Estados Unidos con los países latinoamericanos mediante el
establecimiento de una dicotomía entre desarrollo-subdesarrollo. Este planteamiento negaba la idea
establecida de que el comercio internacional era favorable para todos los territorios participantes,
defendiendo un modelo donde sólo las economías centrales resultaban beneficiadas de esta relación,
a costa de las periféricas35
. Por otra parte, en esos momentos estaba teniendo lugar un fuerte debate
sobre la comunicación internacional, que sirvió de catalizador para la elaboración de un discurso
antiimperialista. La creación del International Telecommunications Satellite Consortium
(INTELSAT) consolidó la hegemonía estadounidense en el mundo de las telecomunicaciones,
provocando que diferentes regiones se sintieran amenazadas ante una posible invasión cultural36
.
Uno de los grandes referentes de este planteamiento es la obra Para leer al pato Donald (1972),
escrita por el crítico literario Ariel Dorfman y el sociólogo Armand Mattelart. Este libro fue fruto de
33 Ibídem, pp. 47-48. 34 MONTERO JIMÉNEZ, José Antonio: “Diplomacia pública, debate político e historiografía”, Ayer, núm. 75 (2009), p.
73. 35 Vid. PREBISCH, Raúl: Hacia una dinámica del desarrollo latinoamericano, México, Fondo de Cultura Económica,
1971. 36 GIENOW-HECHT, J.: “Shame on US?...”, art. cit., p. 473.
18
las circunstancias sociopolíticas que estaban sucediendo en Chile, donde la presidencia de Salvador
Allende provocaba el descontento de una parte de las clases dominantes y de aquellos grupos de
presión vinculados a los intereses estadounidenses. De este modo, la investigación llevada a cabo por
ambos estudiosos pretendía demostrar la penetración cultural imperialista en América Latina. Para
ello, examinaron los mensajes político-ideológicos distribuidos por una de las mayores industrias
norteamericanas: la de los tebeos infantiles. Disney no representaba un peligro por ser simplemente
una empresa propagandística del estilo de vida estadounidense, sino porque imponía en la mente de
sus lectores el llamado “sueño americano”37
. Los distintos personajes de las viñetas mostraban una
ideología burguesa, donde el éxito económico era la principal aspiración individual. Asimismo, sus
historietas proyectaban un mundo de polos opuestos (autoridad o sumisión, pobreza o riqueza, etc.)
que favorecía la implantación de una clara aspiración utópica en el Tercer Mundo, reflejando al
mismo tiempo las relaciones entre el centro y la periferia. La repercusión que tuvo la obra fue
enorme, ya que puso en duda aquello que las clases acomodadas consideraban incuestionable, que
estos tebeos eran un buen entretenimiento para sus hijos: “Mientras su cara risueña deambule
inocentemente por las calles de nuestro país, mientras Donald sea poder y representación colectiva,
el imperialismo y la burguesía podrán dormir tranquilos”38
.
Otro importante representante es Herbert Schiller (Mass Communications and American Empire,
1969). Este académico norteamericano afirmaba que los medios de comunicación de masas eran
elementos indispensables para la extensión del poder estadounidense en el contexto internacional. A
lo largo de sus trabajos, analizó distintos aspectos que para él articulaban el mantenimiento y la
extensión del sistema capitalista, como las relaciones del Estado con la industria o la doctrina del
libre flujo de información39
. A su vez, Schiller recomendó el fomento de iniciativas alternativas que,
frente al control ejercido por las grandes empresas, favorecieran una mayor igualdad en la
comunicación40
.
Este discurso fue ampliándose posteriormente hasta terminar hablando de un imperialismo con un
claro objetivo: la expansión y el dominio internacional del capitalismo estadounidense. Esto provocó
que empezara a denunciarse, también entre los historiadores, la existencia de un antiguo y estrecho
vínculo entre el Ejecutivo norteamericano y los grupos empresariales. Sin embargo, nunca se halló
una definición concreta que marcara la intensidad de esta relación. Dentro de esta corriente, destacan
37 DORFMAN, Ariel y MATTELART, Armand: Para leer al pato Donald, Buenos Aires, Siglo XXI, 1975, p. 151. 38 Ibídem, p. 4. 39 SEGOVIA, Ana I.: “Treinta años de economía política de la comunicación. Las aportaciones de Herbert I. Schiller”,
Cuadernos de Información y Comunicación, núm. 5 (2000), p. 241. 40 Ibídem, pp. 255-256.
19
dos figuras especialmente relevantes por sus estudios de los nexos entre política exterior, capitalismo
y cultura en los Estados Unidos: Emily S. Rosenberg y, más recientemente, Victoria de Grazia.
Rosenberg planteó cómo la potencia americana había difundido su ideología y la noción de
“economía libre y abierta”, con el único fin de ampliar su mercado en el extranjero. La cultura
estadounidense servía así de instrumento para incorporar diversos territorios a un mismo modelo
económico41
. Bajo este punto de vista, se aprecia la influencia de teorías tan antiguas como las
propuestas por el sociólogo Gabriel Tarde, basadas en la aplicación del término “imitación” como
generador de una cohesión colectiva42
. En su obra Spreading the American Dream (1982), esta
historiadora estudió la expansión cultural norteamericana durante la primera mitad del siglo XX a
través de prismas económicos y socioculturales, señalando la importancia de la tecnología y el
consumo. Análogamente, analizaba cómo las actividades realizadas en el extranjero pasaron de estar
en manos de particulares a recibir la atención de Washington, que acabó convirtiéndose en el
promotor y coordinador del proceso expansivo cultural. Este interés del Gobierno estadounidense se
inició durante la década de los años treinta, como consecuencia de las duras condiciones económicas
que impedían a los sectores privados seguir desempeñando esta labor de difusión ideológica43
. Según
los funcionarios norteamericanos, se requerían “nuevos mecanismos gubernamentales para guiar la
economía mundial, nuevas agencias que propagaran información, y una presencia militar fuerte”44
.
De este modo, la maquinaria propagandística se convirtió en uno de los instrumentos oficiales que
desarrolló la Administración estadounidense. El resultado de este proceso económico y cultural era
evidente: “For weaker states, the influx of foreign ownership and foreign-dominated communications
that accompanied policies of open access could ultimately mean a surrender of national control over
basic decisions regarding the organization of economic and social life”45
. En la actualidad, bajo la
perspectiva de un mundo globalizado, Rosenberg ha elaborado una reformulación de sus principios,
adaptando las preocupaciones actuales al estudio de la americanización. Por esta razón, se ha
centrado en el papel de ciertos agentes de carácter no gubernamental (exposiciones, redes sociales,
intercambios intelectuales, cultura popular, etc.), incidiendo en la importancia de una “conectividad
transnacional” que favoreció su difusión a otros países46
.
Por otro lado, Victoria de Grazia representa la corriente más moderna de este discurso. Si bien
acepta los fenómenos de resistencia ante la expansión cultural norteamericana, sus conclusiones
41 GIENOW-HECHT, J.: “Shame on US?...”, art. cit., p. 475. 42 Vid. TARDE, Gabriel: Les lois de l´imitation. Étude Sociologique, Paris, Kimé, 1993 (1ª edición publicada por Félix
Alcan, 1890). 43 MONTERO JIMÉNEZ, J. A.: “Diplomacia pública…”, art. cit., p. 75. 44 ROSENBERG, Emily S.: Spreading the American Dream. American Economic and Cultural Expansion, 1890-1945,
New York, Hill and Wang, 1982, p. 231. 45 Ibídem, p. 233. 46 Vid. ROSENBERG, E. S. (ed.): A World Connecting, 1870-1945, Cambridge, Harvard University Press, 2012.
20
siguen siendo las mismas que las defendidas por otros autores décadas atrás. En Irresistible Empire
(2005), mostró las acciones llevadas a cabo por los estadounidenses para establecer una sociedad de
consumo en Europa, donde se implantó el llamado “Imperio del mercado”. Esta alternativa, dirigida
a las necesidades de los ciudadanos, pretendía conseguir la hegemonía política y económica de los
Estados Unidos, aprovechando la debilidad y fragmentación europeas. Para ello, se basó en el éxito
del libre comercio sobre las naciones, la exportación conjunta de la sociedad civil y sus bienes de
consumo, la capacidad de aplicar normas basadas en la “mejor práctica” y la defensa de un espíritu
democrático47
. A lo largo de este trabajo, la autora examinaba los diversos componentes que
formaban parte de este complejo proceso: el mesianismo americano, la producción, la publicidad o la
cultura popular. Al igual que Rosenberg, Victoria de Grazia presentó la iniciativa estadounidense
como un acuerdo mutuo entre la clase política y los empresarios, destinado a conseguir una
supremacía internacional, algo que finalmente se habría conseguido48
.
Sin embargo, no todos las investigaciones se han ceñido a Europa Occidental. Así, por ejemplo,
los estudios realizados por E. Richard Brown se centraron en los programas sanitarios desarrollados
por la Fundación Rockefeller. En ellos, se argumentó cómo los avances en medicina sirvieron de
instrumento para objetivos imperialistas49
. No sólo se buscó el aumento de la productividad, sino
también la eliminación de toda resistencia cultural. Su éxito hizo que, a través de la International
Health Commission, se dirigieran un gran número de campañas hacia América Latina, Egipto, China,
o Filipinas.
La tesis del Imperialismo cultural hizo que sus defensores, representados en el campo de la
historia de la política exterior de los Estados Unidos por las corrientes revisionista y corporatista,
acabaran prestando atención a los mecanismos de la diplomacia pública, presentados como
instrumentos al servicio de la difusión del capitalismo50
. No obstante, en respuesta a ellos, surgieron
47 GRAZIA, Victoria de: El Imperio irresistible, Barcelona, Belacqva, 2006, pp. 17-20. 48 Ibídem, p. 566. 49 BROWN, E. Richard: “Public Health in Imperialism. Early Rockefeller Programs at Home and Abroad”, American
Journal of Public Health, vol. 66, núm. 9 (1976), p. 897. 50
El término “diplomacia pública” fue utilizado inicialmente por Edmond Gulion en 1965, para aludir al conjunto de
programas o actividades que realizan los gobiernos con la intención de promocionar la política exterior y la imagen de su
propio país (valores, ideales e instituciones) ante el resto de naciones. Se trata de una estrategia dirigida a un público
extranjero, buscando forjar en él una opinión favorable y convencerle de asumir los planteamientos del país emisor.
Asociado a las actividades de la diplomacia pública, se encuentra el concepto de “poder blando” (soft power), acuñado
por Joseph Nye. Esta denominación hace referencia al uso de la persuasión, a diferencia del “poder duro” (hard power),
más vinculado con la imposición y las prácticas coercitivas centradas en el poderío militar y económico. A la hora de
valorar los canales propios de la diplomacia pública, conviene establecer una distinción entre aquellos relacionados con
la propaganda (publicaciones, espacios audiovisuales, exposiciones, etc.) y los que entran en el campo de las relaciones
culturales (intercambios educativos, programas de asistencia técnica, enseñanza de idiomas, etc.). Los primeros difunden
de manera unilateral una serie de mensajes mediante un discurso persuasivo, realizado con el fin de apoyar intereses de
corto plazo (Short Range Media), mientras que los segundos buscan favorecer la cooperación internacional y establecer
vínculos duraderos haciendo uso de instrumentos identificados con la alta cultura (Long Range Media).
21
otra serie de expertos que defendieron tanto la utilidad de los mecanismos oficiales de expansión
cultural, como las buenas intenciones de quienes en ellos trabajaban.
Dentro de la escuela revisionista destacaron figuras como Walter LaFeber, Lloyd C. Gardner o
Thomas McCormick. Estos académicos sostuvieron que la política exterior estadounidense se
encontraba bajo la dirección de una serie de grupos de interés (Gobierno, sindicatos, empresarios,
etc.), que habían renunciado a competir entre sí, estableciendo unos objetivos comunes beneficiosos
para todos ellos51
. Sin embargo, los estudiosos revisionistas fueron incapaces de percibir las distintas
contradicciones internas que surgían permanentemente entre el mundo de los negocios y el Ejecutivo
norteamericano. Frente a esta corriente, el corporativismo sí analizó los conflictos acaecidos antes
del establecimiento de ese “consenso”, como demuestran los trabajos de Frank Costigliola, Michael
Hogan o Joan Hoff52
. Asimismo, se examinaron los mecanismos de colaboración entre el aparato
informativo estadounidense y distintos sectores privados. Si bien Clayton Koppes y Gregory Black
(Hollywood Goes to War, 1987) trazaron los esfuerzos realizados para moldear las películas de
Hollywood, Edward H. Berman (The Ideology of Philanthropy, 1983) calificó a las fundaciones
como instituciones poco neutrales al servicio de los intereses del Gobierno norteamericano:
“Foundations are products of the world capitalist order that, according to dependency, largely
account for the state of underdevelopment and dependency among Third-World nations”53
.
Por el contrario, académicos como James F. Tent o Allan M. Winkler apoyaron la labor de la
diplomacia pública, considerándola un instrumento necesario ante las amenazas que se levantaban
frente al estilo de vida americano54
. De este modo, Washington buscaba frenar la expansión
comunista a través de la política informativa y cultural: “Los estadounidenses creían que el único
modo seguro de salvar al mundo de futuros conflictos pasaba por convertirlo a los valores e ideas
norteamericanos”55
.
51 Vid. GARDNER, Lloyd C.; LAFEBER, Walter; et. al.: Creation of the American Empire. Volume 2: U.S. Diplomatic
History since 1893, Chicago, Rand McNally, 1976. 52 Vid. COSTIGLIOLA, Frank: Awkward Dominion, American Political, Economic, and Cultural Relations with Europe,
1919-1933, New York, Cornell University Press, 1984; HOGAN, Michael J.: The Marshall Plan. America, Britain and
the Reconstruction of Western Europe, New York, Cambridge University Press, 1987; HOFF, Joan: American Business
and Foreign Policy. 1920-1933, Lexington, University Press of Kentucky, 1971. 53 BERMAN, Edward H.: The Ideology of Philanthropy. The Influence of the Carnegie, Ford, and Rockefeller
Foundations on American Foreign Policy, Albany, State University of New York Press, 1983, p. 166. 54 Vid. TENT, James F.: Mission on the Rhine. Reeducation and Denazification in American-Occupied Germany,
Chicago, University of Chicago Press, 1982; WINKLER, Allan M.: The politics of Propaganda. The Office of War
Information, New Haven, Yale University Press, 1978. 55 BLANCHARD, Margaret A.: Exporting the First Amendment. The Press-Government Crusade of 1945-1952, New
York, Longman, 1986, p. 1, citado en MONTERO JIMÉNEZ, J. A.: “Diplomacia pública…”, art. cit., p. 76.
22
2.3.2. EL DEBATE A PARTIR DE LOS AÑOS NOVENTA
El final de la Guerra Fría produjo una redefinición del sistema internacional, caracterizada por la
integración de los valores políticos y económicos occidentales (democracia y capitalismo) bajo la
dirección estadounidense. Esta etapa dio paso a un fuerte clima de incertidumbre e inseguridad, que
desencadenó el debilitamiento de los viejos esquemas interpretativos y la búsqueda de nuevos
paradigmas dentro del ámbito científico. Todo ello derivó en una mayor dificultad para catalogar y
definir qué era la americanización.
A principios de los años noventa, la tesis del Imperialismo cultural comenzó a ser contestada
desde los mismos medios académicos en que había sido predominante, pues la idea de un simple
dualismo entre dominador y dominado parecía insostenible. Una de las razones que favorecieron esta
revisión en el campo historiográfico fue la aparición de la historia cultural y el postestructuralismo,
modificando las interpretaciones de carácter marxista que se habían realizado hasta ese momento. En
lugar de defender un discurso centrado en una cuidadosa planificación conjunta de la Administración
estadounidense y los grupos empresariales, se consideró más apropiado hablar de “modernidad”, un
término mucho más neutro56
. A su vez, frente a los planteamientos defendidos décadas atrás,
diversos investigadores insistieron en que los extranjeros no eran simples receptores pasivos, por lo
que debía estudiarse la resistencia ejercida ante el proceso de americanización o, por el contrario, su
aceptación consciente. Así, por ejemplo, los trabajos de James Ettema o Charles Whitney
demostraron que el público realizaba sus propias elecciones a la hora de escuchar una música
determinada o ver una película57
. Sin embargo, conviene señalar que estos novedosos planteamientos
no negaron la existencia de una expansión cultural norteamericana sobre otros territorios, pese a que
todavía era necesario conocer las causas subyacentes a su origen, en qué consistía y, principalmente,
qué consecuencias había tenido sobre otras naciones.
El fenómeno de la globalización ha hecho discurrir por nuevas vías los debates en torno a la
americanización. Una serie de estudiosos han defendido con creciente intensidad la idea de que las
transferencias culturales se asientan en un proceso de intercambio e interacción entre distintos
actores y territorios, basado en muchos casos en una cooperación política y económica de carácter
transnacional. Según ellos, la difusión la cultura estadounidense se encuadra dentro en esta nueva
forma de integración mundial, no respondiendo a una mera imposición. No obstante, otro grupo de
académicos sigue negándose a aceptar la idea de las transferencias culturales como un proceso
56 GIENOW-HECHT, J.: “Shame on US?...”, art. cit., p. 481. 57 Vid. ETTEMA, James S. y WHITNEY, Charles (eds.): Audiencemaking. How the Media Create the Audience,
Thousand Oaks, Sage Publications, 1994.
23
igualitario y positivo, sosteniendo que el triunfo de la americanización es un hecho pese a la
existencia de fenómenos de resistencia. Para ellos, la desaparición de las fronteras y el
establecimiento de una sociedad global han consolidado la hegemonía cultural estadounidense,
generando desequilibrios en muchos territorios. En definitiva, la complejidad de estos nuevos
planteamientos ha provocado la desnaturalización del proceso de americanización.
Una de las figuras más destacadas dentro de la primera corriente es Richard Pells, creador del
concepto de transmisión cultural. Este investigador defendió que la cultura norteamericana era un
híbrido, resultado de las diversas importaciones que había recibido de otros países58
. Centrándose en
Europa Occidental, su obra Not like us (1997) planteó la americanización como un mito utilizado por
los europeos para mostrar su rechazo a algunos cambios acaecidos dentro de sus propias sociedades.
Según Pells, las personas adaptaron los productos estadounidenses a sus propias necesidades y
gustos, produciéndose un proceso de domesticación59
. Por esta razón, la cultura norteamericana no
habría alterado significativamente los valores europeos.
En respuesta a este innovador enfoque, se perfiló otra corriente académica, representada por
Richard Kuisel, quien afirmó que los artículos procedentes de los Estados Unidos sí habían
provocado una fuerte modificación de los hábitos europeos, que reflejaban claramente la influencia
de la americanización60
. Este historiador consideraba que, del mismo modo que en la actualidad se
rechazaba el paradigma del Imperialismo cultural, tampoco podía ignorarse la magnitud del poder
norteamericano: “It is a mistake to discount American political, economic, and military dominance
and to explain the success of American mass culture or consumer products simply by their inherent
appeal”61
. Con el objetivo de comprender de forma más específica la evolución experimentada por la
expansión cultural americana, Kuisel decidió centrar sus investigaciones en Francia. Este país
siempre se había caracterizado por sus pretensiones universales, lo cual desencadenó una fuerte
animadversión hacia la hegemonía estadounidense. En su obra Seducing the French (1993), el
historiador mostró la resistencia al proceso de americanización, así como las críticas que despertó en
muchos intelectuales:
The American model was a kind of mirror in which the French viewed themselves or, perhaps, before which they
preened. By inventing an America that reeked of materialism and vulgarity, wallowed in conformity and naïve
58 PELLS, Richard: “Who’s afraid of Steven Spielberg?”, Diplomatic History, vol. 24, núm. 3 (2000), p. 498. 59 PELLS, R.: Not Like Us. How Europeans Have Loved, Hated and Transformed American Culture since World War II,
New York, Basic Books, 1997, pp. xiv-xv. 60 KUISEL, Richard: “Review: Not Like Us o More Like Us. America and Europe”, Diplomatic History, vol. 22, núm. 4
(1998), p. 620. 61 KUISEL, R.: “Commentary: Americanization for Historians”, Diplomatic History, vol. 24, núm. 3 (2000), p. 510,
citado en MONTERO JIMÉNEZ, J. A.: “Diplomacia pública…”, art. cit., p. 87.
24
optimism, the French separated themselves from the New World, asserted their superiority, and defined Gallic
identity and virtue62.
La expansión de la cultura de masas provocó muchos temores dentro de la sociedad francesa. Así,
por ejemplo, la presencia de la compañía Coca-Cola, precursora de las distintas multinacionales
norteamericanas, generó una oposición caracterizada por una importante reafirmación nacional63
.
Pese a estas dificultades, Kuisel concluyó que la consolidación de los productos norteamericanos en
Francia fue un hecho a partir de los años ochenta. Sin embargo, esto no supuso en ningún momento
una americanización total ni una desaparición de su identidad nacional, sino una adaptación a las
nuevas circunstancias64
.
En torno a estas dos tendencias, han surgido un gran número de historiadores que, empleando
nuevos enfoques analíticos, pretenden conocer la complejidad del fenómeno de la americanización a
través de estudios particulares. Entre los temas tratados, predominan tres líneas de investigación: la
influencia de la ideología sobre la política exterior norteamericana, la labor de la diplomacia pública
y la difusión de distintos mecanismos informales (bienes de consumo, producción, organización
empresarial, publicidad, cultura popular, etc.).
Dentro del primer campo de estudio, una de las figuras más relevantes ha sido Michael H. Hunt,
quien definió la ideología como “un conjunto de convicciones interrelacionadas que reduce la
complejidad de un sector particular de la realidad a términos fácilmente comprensibles, al tiempo que
sugiere formas apropiadas de tratar con esa realidad”65
. En Ideology and U.S. Foreign Policy (1987),
este autor decidió analizar el consenso establecido entre la élite política a través de tres cuestiones
fundamentales en la aplicación de la política exterior: la búsqueda de la grandeza nacional, la
jerarquía de la raza y los peligros de la revolución66
. Asimismo, Hunt defendió la necesidad de
examinar en profundidad aquellos grupos no estatales que participaban en la difusión de los valores
culturales estadounidenses, pues las relaciones internacionales debían verse como “algo más que la
interacción de entidades políticas autónomas”67
.
Respecto a los mecanismos de la diplomacia pública, los trabajos sobre propaganda reflejaron que
los mensajes elaborados no se recibían de la misma manera en todos los territorios, sino que poseían
62 KUISEL, R.: Seducing the French. The Dilemma of Americanization, Berkeley, University of California Press, 1993,
p. 235. 63 KUISEL, R.: “Coca-Cola and the Cold War: The French Face Americanization, 1948-1953”, French Historical
Studies, vol. 17, núm. 1(1991), p. 116. 64 Vid. KUISEL, R.: The French Way. How France Embraced and Rejected American Values and Power, Princeton,
Princeton University Press, 2011. 65 HUNT, Michael H.: Ideology and U.S. Foreign Policy, New Haven, Yale University Press, 2009, p. XI. 66 Ibídem, p. 171. 67 HUNT, M. H.: “Internationalizing U.S. Diplomatic History: A Practical Agenda”, Diplomatic History, vol. 15, núm. 1
(1991), p. 5, citado en MONTERO JIMÉNEZ, J. A.: “Diplomacia pública…”, art. cit., p. 81.
25
una flexibilidad que les permitía adaptarse a las circunstancias de cada país. Esto no fue incompatible
con la preocupación que despertaron ciertas cuestiones en Washington, buscando crear una buena
imagen de los Estados Unidos en el exterior. Kenneth Osgood (Total Cold War, 2006) señaló una
serie de temas prioritarios en las campañas de información durante la presidencia de Eisenhower: la
energía atómica, las relaciones de género, los esfuerzos científicos, las negociaciones sobre desarme
o los logros intelectuales. De este modo, la Administración norteamericana pretendía convencer de
sus buenas intenciones, reflejando sus esfuerzos por proteger los derechos del individuo, limitar el
poder del Estado, extender los beneficios de la producción capitalista o consolidar los principios de
libertad y democracia68
. Para conseguir sus objetivos, la propaganda hizo uso tanto de sus canales
mediáticos como de las relaciones públicas, siendo el jazz uno de los instrumentos analizados en los
últimos años. Según Penny M. Von Eschen (Satchmo Blows Up the World, 2006), el éxito que
obtuvieron las giras de los principales jazzmen, promovidas hasta 1978, sólo obedeció a los propios
gustos musicales del extranjero, pues no generó una mayor empatía con la política exterior
norteamericana. Esta historiadora señaló también la clara contradicción existente en ese momento
entre el problema de la segregación racial y la utilización de músicos afroamericanos, como Dizzy
Gillespie, con el fin de promover la democracia americana en el extranjero69
. Dentro del campo de
las relaciones culturales, han destacado distintos programas de intercambios educativos entre los
Estados Unidos y otras naciones. Uno de los más estudiados ha sido el Fulbright Program, valorando
su repercusión sobre la población receptora. Christopher Medalis ha investigado recientemente la
influencia que éste tuvo en la transformación del sistema educativo húngaro durante los años ochenta
y noventa70
. Otros académicos han examinado asimismo el éxito de iniciativas como el Foreign
Leader Program (FLP), destinado a favorecer una unión estrecha entre los Estados Unidos y las
élites de los grupos profesionales más importantes de cada país. Así, por ejemplo, Giles Scott-Smith
(Networks of Empire, 2008) consideró que la aplicación del FLP ayudó a generar una opinión
favorable sobre la potencia americana, apoyando así los principios defendidos por Victoria de Grazia
sobre la hegemonía estadounidense71
. A pesar del interés por las actividades realizadas desde los
organismos oficiales, han aparecido distintas publicaciones sobre aquellas instituciones o sociedades
privadas que colaboraban con el Ejecutivo estadounidense, señalando que las acciones de estos
agentes transnacionales perseguían sus propios objetivos, diferentes a los del Gobierno. Frente a las
68 OSGOOD, Kenneth: Total Cold War. Eisenhower´s Secret Propaganda Battle at Home and Abroad, Lawrence,
University Press of Kansas, 2006, pp. 286-287. 69 VON ESCHEN, Penny M.: Satchmo Blows Up the World. Jazz Ambassadors Play the Cold War, Cambridge, Harvard
University Press, 2006, p. 4. 70 Vid. MEDALIS, Christopher: American Cultural Diplomacy, the Fulbright Program and U.S.-Hungarian Higher
Education Relations in the Twentieth Century, United States, ProQuest, 2011. 71 SCOTT-SMITH, Giles: Networks of Empire. The US State Department´s Foreign Leader Program in Netherlands,
France, and Britain 1950-1970, Brussels, Peter Lang, 2008, p. 23.
26
tesis defendidas por Emily Rosenberg, autores como David W. Ellwood y Rob Kroes (Hollywood in
Europe, 1994) pusieron en cuestión el estrecho vínculo entre Washington y la industria
cinematográfica, al tiempo que incidían en la aparición de fuertes grupos de presión en países
extranjeros72
. Además, el éxito de muchas producciones fue previo a la consolidación de la
hegemonía estadounidense en el exterior73
. A su vez, las asociaciones filantrópicas han sido objeto
de estudio para Volker R. Berghahn y Cary Reich, quienes han abordado la labor desempeñada por
figuras tan importantes como Nelson A. Rockefeller o Shepard Stone74
.
Junto a estas dos líneas de investigación, una gran variedad de trabajos han profundizado en
diversos mecanismos informales del proceso de americanización. Oliver Zunz (Why the American
Century?, 1998) examinó la evolución de la estructura académico-industrial norteamericana, así
como la exportación de una serie de principios como vía hacia la modernización de otras sociedades
extranjeras: “Although modernization lacked the universalizing power to inspire the world that many
Americans seemed to attribute to it, it was a genuine reflection of the ways in which Americans had
discovered their own strength”75
. Asimismo, la obra Irresistible Empire (2005) de Victoria de
Grazia, previamente mencionada al tratar sus planteamientos sobre el Imperialismo cultural, englobó
distintas facetas de este fenómeno, evaluando el triunfo del modelo de sociedad de consumo
estadounidense sobre la población europea a lo largo del siglo XX76
. Frente a este tipo de
planteamientos más tradicionales, Sabrina P. Ramet y Gordana Crnkovic (Kazaaam! Splat! Ploof!.
2003) afirmaron que no sólo se había producido una adaptación de ciertos productos al contexto
europeo, sino que la relación entre ambas sociedades había sido mucho más recíproca e interactiva
de lo que se pensaba décadas atrás77
. De este modo, respaldaban las interpretaciones de Pells. Por
otro lado, otras publicaciones escogieron aspectos más concretos, como el deporte, el desarrollo
tecnológico o las técnicas de producción en masa78
. Esta última cuestión fue analizada por Matthias
72 ELLWOOD, David W. y KROES, Rob (eds.): Hollywood in Europe. Experiences of a cultural hegemony, Amsterdam,
V.U. University Press, 1994. 73 JARVIE, Ian C.: “Dollars and Ideology: Will Hay´s Economic Policy, 1922-1945”, Film History, vol. 2, núm. 3
(1988), pp. 210-211. 74 Vid. BERGHAHN, Volker R.: America and the Intellectual Cold War in Europe: Shepard Stone between
Philanthropy, Academy, and Diplomacy, New Jersey, Princeton University Press, 2001; REICH, Cary: The Life of Nelson
A. Rockefeller. Worlds to Conquer, 1908-58, New York, Doubleday, 1996. 75 ZUNZ, Oliver: Why the American Century? Chicago, University of Chicago Press, 2000, p. xvi. 76 La nueva orientación hacia la que giró el debate sobre la americanización y la publicación de una gran variedad de
estudios, no supusieron en muchos académicos una ruptura radical con las corrientes de décadas anteriores. De hecho, el
autor de este trabajo considera que la monumental obra de Victoria de Grazia sigue siendo un buen referente para
comprender algunos de los planteamientos del Imperialismo cultural. 77 RAMET, Sabrina P. y CRNKOVIC, Gordana P. (eds.): Kazaaam! Splat! Ploof! The American Impact on European
Popular Culture since 1945, Lanham, Rowman and Littlefield, 2003, p. 3. 78 Vid. WAGGN, Stephen y ANDREWS, David L. (eds.): East plays West. Sport and the Cold War, London, Routledge,
2007; OLDENZIEL, Ruth y ZACHMANN, Karin (eds.): Americanization, Technology and European Users, Cambridge,
MIT Press, 2009; KIPPING, Matthias y BJARNAR, Ove (eds.): The Americanisation of European business: the
Marshall Plan and the transfer of U.S. management models, London-New York, Routledge, 1998.
27
Kipping y Ove Bjarnar, quienes expusieron las limitaciones del modelo americano sobre las
empresas europeas.
Más allá de estos estudios académicos de carácter temático, en los últimos años se ha acentuado el
uso de una nueva estrategia de investigación que valora los efectos de la americanización sobre un
territorio concreto. Este enfoque analítico pretende proporcionar un mayor conocimiento sobre las
condiciones y percepciones locales, apreciando la complejidad de cualquier proceso de transferencias
culturales. La obra The Americanization of Europe (2006) estableció un marco comparativo entre
distintos países (Inglaterra, Francia, Italia, Alemania, Austria, etc.) a través de cuatro ejes: el papel de
la diplomacia pública, la transmisión de la ideología estadounidense, la expansión de la cultura de
masas y el desarrollo del antiamericanismo79
. Sin embargo, la mayor parte de los trabajos han
preferido centrarse en un país determinado.
A pesar de que el antiamericanismo ha sido el tema principal de todos los estudios sobre Francia,
como bien refleja la obra de Kuisel, las últimas aportaciones académicas insisten en que sólo algunos
sectores específicos reflejaron una gran preocupación por la cultura francesa ante el avance de la
americanización. Además, muchos políticos emplearon el discurso del Imperialismo cultural como
una mera cortina de humo ante la aparición de importantes problemas internos (desempleo,
inmigración, delincuencia, etc.)80
. En cuanto al caso alemán, Jessica Gienow-Hecht (Transmission
Impossible, 1999) abordó el impacto de la difusión cultural americana a través del periódico Neue
Zeitung, financiado por las autoridades estadounidenses durante el periodo de ocupación. Esta
historiadora señaló que su éxito no fue resultado de una estrategia clara diseñada por los funcionarios
norteamericanos, y por tanto no se puede hablar de una imposición directa desde Washington:
“Despite occasional outbursts of activity […] they did not exert lasting control over the paper.
Though they wanted the results propaganda might achieve, they were reluctant to take on the role of
propagandists”81
. Del mismo modo, Simona Tobia (Advertising America, 2008) reflejó varias
limitaciones que afectaron a las iniciativas estadounidenses en Italia, donde el Partido Comunista
había adquirido un fuerte peso político82
. Por otro lado, Reinhold Wagnleitner (Coca-colonization
and the Cold War, 1994) apoyó los planteamientos de Pells, defendiendo la existencia de un
intercambio cultural recíproco entre ambos lados del Atlántico. Si bien la cultura de masas
79 STEPHAN, Alexander (ed.): The Americanization of Europe: Culture, Diplomacy and Anti-Americanism after 1945,
New York, Berghahn Books, 2007, pp. 5-6. 80 GIENOW-HECHT, J.: “Shame on US? …”, art. cit., p. 485. 81 GIENOW-HECHT, J.: Transmission Impossible. American Journalism as Cultural Diplomacy in Postwar Germany,
1945-1955, Baton Rouge, Louisiana State University Press, 1999, p. 168. 82 TOBIA, Simona: Advertising America. The United States Information Service in Italy (1945-1956), Milan, LED, 2008,
p.19.
28
norteamericana se consolidó en Austria desde el final de la Segunda Guerra Mundial, previamente se
había desarrollado un proceso de europeización en los Estados Unidos83
. Para Wagnleitner, es difícil
distinguir entre lo propiamente europeo y americano en la cultura occidental, y por ello pueden
resultar confusas la mayor parte de definiciones tradicionales del concepto de americanización. De
esta manera, el autor austríaco parece apoyar a quienes abogan por abandonar este término,
sustituyéndolo por otros como el de globalización.
Frente al predominio ejercido por aquellas investigaciones enfocadas hacia el ámbito europeo,
diversos análisis han optado por la elección de territorios de otros continentes. Así, por ejemplo, John
W. Dower tomó como referencia las relaciones entre Japón y los Estados Unidos después de 1945,
apuntando a la existencia de un proceso de adaptación e hibridación ante el modelo norteamericano.
Pese a la influencia estadounidense, la nueva economía japonesa conservó un carácter tradicional
vinculado a su propia identidad, al igual que sucedió en el campo político84
.
2.3.3. LOS ESTUDIOS HISTORIOGRÁFICOS SOBRE AMERICANIZACIÓN EN ESPAÑA
Tras haber analizado los discursos y planteamientos que se han ido generando dentro del ámbito
académico internacional, conviene centrar la atención en el caso español, con el fin de conocer sus
particularidades. A lo largo de los años sesenta, España experimentó una serie de transformaciones
sociales que se atribuyeron a un proceso de americanización, pese a que fueron consecuencia
simplemente de una modernización surgida ante el desarrollo económico85
. Debido a esta situación,
comenzaron a adaptarse muchas costumbres norteamericanas relacionadas con el bienestar, al tiempo
que se difundía una amplia cultura de masas entre la juventud española. Además, muchos
universitarios viajaron a los Estados Unidos, donde fueron testigos de los movimientos de protesta
existentes en ese momento. En medio de esta coyuntura, diversos ensayistas y periodistas (Eduardo
Haro Tecglen, Manuel Vázquez Montalbán, el colectivo “Arturo López Muñoz”, etc.), apoyándose
en revistas culturales como Triunfo o Cuadernos para el diálogo, criticaron la influencia
estadounidense sobre la sociedad española86
. Sin embargo, más allá de la inspiración que despertaron
los análisis de la nueva izquierda norteamericana en algunos de estos autores, sus escritos no deben
ser valorados como una traslación y continuación de la tesis del Imperialismo cultural, pues poseían
unos intereses singulares que obedecían a las circunstancias españolas de ese periodo.
83 WAGNLEITNER, Reinhold: Coca-Colonization and the Cold War. The Cultural Mission of the United States in
Austria after the Second World War, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 1994, pp. 6-7. 84 Vid. DOWER, John W.: “Commentary: `Culture´, Theory and Practice in U.S.-Japan Relations”, Diplomatic History,
vol. 24, núm. 3 (2000), pp. 517-528. 85 NIÑO, A.: La americanización…, op. cit., p. 209. 86 Ibídem, p. 212.
29
La crítica a los Estados Unidos no supuso ninguna novedad en España, más bien el factor
novedoso lo aportó la autoría y corriente ideológica de esos ensayos, o incluso su utilización como
arma de deslegitimación de la política interna. La situación internacional de protesta contra la
política exterior norteamericana llegó inevitablemente a la sociedad española, pero sirvió como un
elemento más para aumentar el malestar ya existente entre los grupos de izquierda, debido al apoyo
estadounidense a la Dictadura tras la firma de los Pactos de 1953. El objetivo era desprestigiar al
principal aliado de Franco para debilitar al régimen. A su vez, estos textos no respondían a un amplio
debate generado dentro del ámbito académico y, al igual que el resto de publicaciones realizadas
sobre la potencia americana hasta ese momento, seguían estando influidos por ciertos estereotipos.
Uno de los ejemplos más representativos es La penetración americana en España (1974) de
Vázquez Montalbán. Según este escritor, los acuerdos geoestratégicos firmados con los Estados
Unidos no sólo habían convertido al Gobierno español en un títere en manos de Washington, sino
que también habían impulsado dos fenómenos inevitables: una progresiva “colonización económica”,
caracterizada por la llegada de multinacionales; y una invasión “ideológico-cultural”, aspecto de gran
importancia para difundir una visión del mundo que permitiera consolidar el dominio imperial
americano87
. Asimismo, prestando mayor atención al elemento cultural como nivel más complejo y
evidente de la penetración, el autor analizó la producción cinematográfica estadounidense, heredando
los viejos prejuicios sobre la mala influencia de Hollywood en la sociedad española: “Comprender
las referencias míticas y simbólicas que el espectador español ha extraído de las películas
norteamericanas significa comprender la base fundamental de buena parte del lenguaje (y no me
refiero al hablado) del hombre español medio”88
. No obstante, el influjo ejercido por la publicidad o
la música también ponía en peligro la identidad nacional. Una vez más, Vázquez Montalbán utilizó
este planteamiento para culpar al propio régimen, ya que la aversión a la canción popular española
había sido “estimulada por la imposibilidad del desarrollo lógico de la subcultura, asfixiada por el
dirigismo autárquico, imperial, épico y andalucista”89
.
El proceso de democratización, iniciado desde finales de los años setenta, vino acompañado por
una serie de novedades historiográficas. Aunque la gran mayoría de títulos eran traducciones de
autores extranjeros, comenzó a aparecer una variedad más amplia de enfoques teóricos y temáticos
que impulsaron el aumento progresivo de la investigación española sobre las relaciones hispano-
norteamericanas a través de figuras como Ángel Viñas (Los pactos secretos de Franco con Estados
87 Ibídem, p. 213. 88 VÁZQUEZ MONTALBÁN, Manuel: La penetración americana en España, Madrid, Cuadernos para el diálogo, 1974,
pp. 380-384. 89 Ibídem, p. 428.
30
Unidos, 1981) o Antonio Marquina (España en la política de seguridad occidental, 1986)90
. Entre
los temas que suscitaron mayor interés, destacaron especialmente la participación española en la
guerra de independencia de los Estados Unidos, la intervención de esta potencia en el conflicto
cubano o la presencia de las bases militares norteamericanas en territorio español91
. A pesar de esta
coyuntura académica, la aparición de análisis sobre la americanización en España fue fruto de la
coexistencia de tres factores relevantes: la situación del debate historiográfico fuera de nuestras
fronteras, el nacimiento de nuevas inquietudes intelectuales entre ambos países, y la presencia de una
fuerte animadversión hacia la potencia americana en la sociedad española.
Tal y como se ha analizado previamente, en los últimos años han surgido novedosos estudios que
tratan el desarrollo de la americanización en diferentes territorios, examinando la capacidad de
resistencia de la población. Si bien estos trabajos fueron iniciados por los historiadores de la
economía, quienes valoraron la adaptación del modelo estadounidense a las propias necesidades de
cada región, la tendencia se extendió al ámbito de las relaciones internacionales, especialmente entre
aquellos investigadores especializados en los estudios culturales92
. En la actualidad, coexisten dos
paradigmas interpretativos dominantes con diversas variantes. Obras como la de Pells defienden que
las transferencias culturales norteamericanas se asientan en un proceso de intercambio igualitario
entre distintos actores y países. Desde una óptica más matizada, análisis como el de Kuisel sostienen
firmemente que el establecimiento de una sociedad global ha consolidado la hegemonía cultural
estadounidense. Esta disputa ha dado pie a un amplio número de publicaciones españolas, cuyo fin es
posicionarse ante esta cuestión a través de estudios detallados sobre un tema concreto.
Por otro lado, el fomento de una mayor interacción cultural y académica entre ambas naciones ha
generado novedosos impulsos vitalizadores. Se desconoce en qué medida los proyectos realizados
han contribuido a mejorar la imagen de los Estados Unidos, pero sí es verdad que algunos
investigadores españoles, dedicados en la actualidad al estudio de la americanización, han podido
beneficiarse de estas iniciativas, suscitando un gran interés por la potencia americana y sus relaciones
con España. Durante la Transición, la profundización de las relaciones culturales bilaterales despertó
un fuerte entusiasmo dentro del mundo académico estadounidense, alentado por los trabajos de un
gran número de especialistas en temas españoles, como Gabriel Jackson o Stanley Payne93
. Junto a la
mediación cultural llevada a cabo por la Comisión Fulbright y la organización de seminarios por
parte de distintas universidades americanas (Columbia, Duke, Georgetown, Harvard, Yale, etc.), se
90 HILTON, Sylvia L.: “Estudio introductorio. Relaciones históricas hispano-estadounidenses: visiones del siglo XX en
clave cultural”, Revista Complutense de Historia de América, vol. 36 (2010), p. 14. 91 Ibídem, pp. 14-15. 92 LEÓN AGUINAGA, Pablo: Sospechosos habituales…, op. cit., pp. 25-26. 93 Conviene precisar que estos dos académicos comenzaron a interesarse por España en pleno franquismo.
31
crearon nuevas cátedras (Prince of Asturias Chairs) y espacios de investigación, como el King Juan
Carlos I of Spain Center en la Universidad de Nueva York94
. Asimismo, algunos think-tanks
norteamericanos (Carnegie Endowment, Council for Foreign Relations, Hoover Institution, Wilson
Center, etc.) desarrollaron importantes programas en España, labor que también hicieron fundaciones
como la Ford o la Rockefeller95
. Este tipo de iniciativas tuvieron un carácter bastante unilateral, ya
que hubo escasa reciprocidad por parte del lado español. Sin embargo, también se constituyeron
organizaciones destinadas a favorecer la divulgación de la historia y la cultura estadounidenses,
como la Spanish Association for American Studies (1992) o el Centro de Estudios Norteamericanos
de la Universidad de Alcalá (1986), convertido desde 2001 en el Instituto Franklin96
.
En tercer lugar, la percepción negativa sobre la potencia americana no sólo pervivió durante el
proceso transicional, sino que se acentuó como consecuencia de las decisiones políticas tomadas por
el Gobierno de José María Aznar ante la posible intervención estadounidense en Irak. Una vez más,
las circunstancias internas se entremezclaban con las relacionales bilaterales, situación que coincidió
con un creciente interés de carácter historiográfico por el fenómeno de la americanización. De este
modo, más allá de su contribución al debate internacional, los académicos españoles han pretendido
contrarrestar este rechazo hacia los Estados Unidos a través de análisis más rigurosos sobre las
relaciones entre ambos países, obedeciendo así a un objetivo primordialmente nacional.
Existen actualmente en la historiografía española dos líneas de investigación que valoran el
impacto de las transferencias culturales norteamericanas. Por un lado, un repertorio de publicaciones
consagradas a examinar la penetración del modelo económico estadounidense. Dentro de este grupo,
figuras como José Luis García Ruiz, Núria Puig o Julio Tascón han prestado especial atención a los
métodos de formación y gestión empresarial, inversores e influencias tecnológicas97
. Por otro, el
estudio de la diplomacia pública ha permitido identificar un conjunto de canales y actores oficiales
que animaron y participaron en la difusión de ideas, valores y pautas de conducta procedentes de los
Estados Unidos. Esta tarea está siendo desempeñada por historiadores como Lorenzo Delgado,
Antonio Niño, Pablo León Aguinaga, José Antonio Montero Jiménez o Francisco Javier Rodríguez
94 VIÑAS, Ángel: “Los pactos con los Estados Unidos en el despertar de la España democrática, 1975-1995”, en
DELGADO, Lorenzo y ELIZALDE, María Dolores (eds.): España y Estados Unidos en el siglo XX, Madrid, CSIC,
2005, p. 294. 95 DELGADO, Lorenzo: Viento de poniente. El programa Fulbright en España, Madrid, LID, 2009, p. 107. 96 Ibídem, p. 107. 97 Vid. GARCÍA RUIZ, José Luis: “Estados Unidos y la transformación general de las empresas españolas”, Cuadernos
de Historia Contemporánea, vol. 25 (2003), pp. 131-153; PUIG, Núria y ÁLVARO, Adoración: “Estados Unidos y la
modernización de los empresarios españoles: un estudio preliminar”, Historia del Presente, núm. 1 (2002), pp. 8-29;
PUIG, N.: “La ayuda económica de Estados Unidos y la americanización de los empresarios españoles”, en DELGADO,
Lorenzo y ELIZALDE, María Dolores (eds.): España y Estados Unidos en el siglo XX, Madrid, CSIC, 2005, pp. 181-
205; TASCÓN, Julio: “La red yanqui desde los años treinta hasta los años del milagro”, en TASCÓN, J. (dir.): Redes de
empresas en España, 1936-1959, Madrid, LID, 2005, pp. 137-154.
32
Jiménez98
. Gracias a estas contribuciones académicas, se han introducido novedosos matices que
demuestran cómo la influencia norteamericana no supuso una pérdida de la identidad nacional. De
hecho, las aportaciones estadounidenses se adaptaron a las peculiaridades locales, y en algunos casos
se rechazaron de plano. Así, por ejemplo, pese a las constantes influencias educativas, la estructura
universitaria española nunca se modificó99
.
Son numerosos los trabajos que constatan la complejidad de la americanización en España,
adentrándose en nuevas áreas, como los American Studies y los circuitos de formación de capital
humano, o explorando innovadores planteamientos metodológicos. Una de estas propuestas es a
través de aquellos destinatarios principales de los programas de diplomacia pública (target groups),
ejemplificado en el estudio de Óscar J. Martín García sobre el sector estudiantil. Este investigador
abordó las distintas iniciativas realizadas por el Gobierno estadounidense con el fin de difundir una
serie de mensajes entre la juventud española. Sin embargo, la mala imagen de los Estados Unidos,
consecuencia principalmente de su intervención en Vietnam, y las grandes dificultades económicas
repercutieron negativamente, provocando el fracaso de estas actividades100
. Análogamente, las
nuevas generaciones de académicos españoles están realizando valoraciones comparativas con otras
regiones europeas. Se han establecido correlaciones con la obra de Osgood sobre las campañas y los
mensajes propagandísticos utilizados durante la presidencia de Eisenhower, examinando su presencia
en España. Si bien se incidió aquí en algunos puntos, como la proyección de una visión clásica de la
familia americana, destinados a mitigar las fuertes críticas de los sectores más tradicionales, otros
como la cuestión racial y la amenaza comunista apenas se mencionaron101
. Por su parte, los trabajos
de Iván Iglesias, centrados en el uso del jazz como instrumento propagandístico, han demostrado la
poca repercusión que tuvieron las giras oficiales, contradiciendo así los planteamientos de Von
Eschen: “La visita de muchos de los principales jazzmen y bluesmen norteamericanos a Barcelona
desde 1950 han de atribuirse fundamentalmente a los esfuerzos y gestiones del Hot Club de
98 Vid. DELGADO, Lorenzo: “After Franco, what? La diplomacia pública de Estados Unidos y la preparación del
posfranquismo”, en MARTÍN GARCÍA, Óscar J. y ORTIZ HERAS, Manuel (coords.): Claves internacionales en la
Transición española, Madrid, Catarata, 2010, pp. 99-127; NIÑO, Antonio y MONTERO JIMÉNEZ, José Antonio (eds.):
Guerra Fría y Propaganda. Estados Unidos y su cruzada cultural en Europa y América Latina, Madrid, Biblioteca
Nueva, 2012; LEÓN AGUINAGA, Pablo: “Los canales de la propaganda norteamericana en España, 1945-1960”, Ayer,
núm. 75 (2009), pp. 133-158; RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, Francisco Javier: ¿Antídoto contra el antiamericanismo?
American Studies en España, 1945-1969, Valencia, PUV, 2010. 99 NIÑO, A.: La americanización…, op. cit., p. 242. 100 MARTÍN GARCÍA, Óscar J.: “A complicated mission: The United States and Spanish students during the Johnson
administration”, Cold War History, vol. 13, núm. 3 (2013), pp. 327-328. 101 Vid. LEÓN AGUINAGA, Pablo: “Faith in the USA. El mensaje de la diplomacia pública americana en España (1948-
1960)”, en NIÑO, Antonio y MONTERO JIMÉNEZ, José Antonio (eds.): Guerra Fría y Propaganda. Estados Unidos y
su cruzada cultural en Europa y América Latina, Madrid, Biblioteca Nueva, 2012, pp. 197-234.
33
Barcelona y del Club 49 de Granollers”102
. Así pues, los historiadores españoles están siguiendo las
líneas apuntadas por Kuisel, quien expuso una serie de pautas basadas tanto en la reconstrucción
documental como en la elaboración de monografías:
El objeto de investigación histórica debe ser lo particular, no lo general: Disneyland París, no la “cultura
americana”, Nike, no es el estilo americano; McDonald´s, no la “comida americana”; los turistas americanos, no los
“americanos”. Muchos de esos productos, empresas, programas, instituciones, formas culturales o comunidades
tienen su propia historia: han dejado una estela documental y poseen un itinerario institucional […] Es posible
entender la propagación de América si particularizamos el fenómeno. Desde lo particular podemos captar lo
general103.
Pese a todo, predomina un fuerte desequilibrio a nivel historiográfico, pues la mayoría de obras
han prestado un interés casi exclusivo al desarrollo del modelo económico americano y la diplomacia
pública durante el franquismo. Entre las escasas publicaciones sobre el periodo anterior a la Guerra
Fría, se encuentra El despertar de la gran potencia (2011) de José Antonio Montero Jiménez, que
analiza las relaciones diplomáticas y las labores propagandísticas estadounidenses a lo largo de las
primeras décadas del siglo XX, incidiendo especialmente en los años de la Primera Guerra Mundial.
Según este autor, la labor del Committee on Public Information (CPI), creado con el propósito de
justificar la participación norteamericana en esa contienda, no consiguió importantes logros a corto
plazo en España, salvo la gran popularidad que alcanzó la figura del presidente Wilson y el
entusiasmo despertado por el proyecto de la Sociedad de Naciones entre algunos intelectuales de la
generación del 14104
. Más allá de este balance negativo, Montero Jiménez considera necesario
adoptar una perspectiva de más largo plazo: “El quehacer del CPI fue efímero, y sus repercusiones
limitadas. No obstante, constituyó una valiosa experiencia para el momento en que el gobierno de los
Estados Unidos volvió a involucrarse en empresas propagandísticas, al albur del conflicto de 1939-
1945”105
. Dentro de este mismo marco cronológico, Antonio Niño ha examinado el desarrollo de las
relaciones culturales a través de distintas iniciativas: las becas de la Junta para la Ampliación de
Estudios (JAE), la Fundación del Amo, el Instituto de las Españas, el Instituto Internacional de
Señoritas, la Hispanic Society o la Institución Cultural de Nueva York. Todas ellas llevaron a la
consolidación de una red de contactos personales e institucionales que permitió una mayor
comunicación entre los sectores científicos e intelectuales de ambos países. A la hora de establecer
un balance sobre sus resultados, Niño defiende la permanencia de un intercambio equilibrado de
102 IGLESIAS, Iván: “Vehículo de la mejor amistad: el jazz como propaganda estadounidense en la España de los años
cincuenta”, Historia del Presente, núm. 17 (2011), p. 44. 103 KUISEL, Richard: “Commentary: Americanization for Historians”, Diplomatic History, vol. 24, núm. 3 (2000), p.
512, citado en DELGADO, L. y LEÓN AGUINAGA, P.: “Americanización de Europa…”, art. cit., p. 9. 104 MONTERO JIMÉNEZ, José Antonio: El despertar de la gran potencia. Las relaciones entre España y los Estados
Unidos, Madrid, Biblioteca Nueva, 2011, p. 218. 105 MONTERO JIMÉNEZ, J. A.: “Imágenes, ideología y propaganda. La labor del Comité de Información Pública de los
Estados Unidos en España (1917-1918)”, Hispania, vol. 68, núm. 228 (2008), p. 234.
34
carácter bidireccional, debido a la existencia de una auténtica cooperación para alcanzar unos
mismos fines: “Si los centros estadounidenses eran competentes en las ciencias de laboratorio y en
tecnología aplicada a la investigación, los centros de la JAE podían aportar su competencia en las
técnicas de la filología moderna […] y la formación de profesores”106
.
En conclusión, la historiografía española está asumiendo poco a poco su papel en el debate en
torno a la americanización, aunque sin renunciar a ciertos objetivos de carácter nacional que
pretenden contrarrestar la vigencia de una fuerte animadversión hacia los Estados Unidos. A pesar de
ello, persisten ciertas limitaciones. El constante interés por los canales oficiales de transmisión de
valores y modelos estadounidenses ha dificultado un análisis detallado sobre otros procesos de
infiltración cultural, como el efecto ejercido por los bienes de consumo norteamericanos sobre el
imaginario colectivo de la sociedad española. Asimismo, futuras investigaciones no sólo deben
ampliar los marcos temporales, sino también prestar atención a las valoraciones realizadas por los
propios receptores. Sólo teniendo esto en cuenta, se podrán realizar estimaciones más generales que
ayuden a determinar el grado de americanización de la población española. Por ello, este trabajo de
investigación adopta una perspectiva que enlaza con aquellas publicaciones centradas en las
percepciones europeas sobre la potencia americana que se han configurado a lo largo del siglo XX.
2.4. LA MIRADA DEL OTRO: UNA NUEVA LÍNEA DE INVESTIGACIÓN
2.4.1. IMPRESIONES EUROPEAS SOBRE LOS ESTADOS UNIDOS
A pesar de su repercusión actual en el mundo académico, los primeros estudios que examinaron
las opiniones e imágenes extranjeras sobre los Estados Unidos se desarrollaron con un propósito
práctico durante los primeros años de la Guerra Fría. En ese momento, el Congreso norteamericano
debatía sobre la necesidad de potenciar el estilo de vida estadounidense fuera de sus fronteras, como
herramienta para afianzar los intereses de Washington. La amenaza comunista fue la razón principal
del surgimiento de esta importante polémica; un motivo ideológico que buscaba conseguir el triunfo
democrático a través de la propagación de las relaciones culturales. Una de las causas principales de
estas iniciativas fue la preocupación cada vez mayor acerca de la manera en que el resto de países
veían a la nación estadounidense107
. A raíz de ello, el historiador Henry Steele Commager publicó el
libro America in Perspective (1947), donde recogía los testimonios de un gran número de
personalidades europeas, entre los que destacaban figuras como Crèvecoeur o G. K. Chesterton, con
el objetivo de valorar cómo había evolucionado el pensamiento europeo sobre los Estados Unidos
106 NIÑO, Antonio: “Las relaciones culturales como punto de reencuentro hispano-estadounidense”, en DELGADO,
Lorenzo y ELIZALDE, María Dolores (eds.): España y Estados Unidos en el siglo XX, Madrid, CSIC, 2005, p. 93. 107 GIENOW-HECHT, J.: “Shame on US? …”, art. cit., pp. 467-468.
35
desde el siglo XVIII hasta la actualidad108
. A la hora de caracterizar a la sociedad norteamericana,
algunos de los temas más recurrentes en sus escritos eran el constante progreso industrial, su espíritu
materialista o la alta moralidad sexual. Posteriormente, se editó la colección de ensayos As Others
See Us (1959). En ella, veinte representantes de distintas naciones (Inglaterra, México, Egipto, Irán,
etc.) mostraban sus impresiones acerca de la potencia americana. Uno de los autores que mejor
reflejaron las percepciones que dominaban en el exterior fue Morris Broughton: “Americans had
done remarkable things in production and they had technical ‘know-how’, but America itself was just
a man-made mess. A giant with the head of a lout”109
. Asimismo, la obra Europe views America
(1962) de Edward W. Chester, realizaba un análisis en profundidad sobre las numerosas opiniones
que habían surgido en Europa Occidental durante la primera mitad del siglo XX110
. Si bien el autor
establecía una clasificación temática -religión, vida intelectual, política exterior, etc.-, el uso
indiscriminado de todas sus fuentes, sin establecer ningún tipo de distinción cronológica, hacía
suponer que las percepciones europeas se habían mantenido inalterables a lo largo de las décadas.
Durante los años setenta y ochenta, los defensores del Imperialismo cultural mostraron escaso
interés por las imágenes que se habían generado en las poblaciones de otros países ante la expansión
cultural norteamericana. Dado que este paradigma defendía la existencia de una imposición del
sistema capitalista estadounidense sobre el resto de territorios, sus investigaciones se centraban
exclusivamente en las relaciones establecidas entre el Ejecutivo y distintos grupos empresariales, así
como en el funcionamiento de la diplomacia pública como instrumento al servicio de ese propósito.
Por ello, el estudio de las sociedades extranjeras como vía para evaluar el grado de control ejercido
por los Estados Unidos sólo comenzó a ser predominante a partir de los años noventa. Como
consecuencia de esta coyuntura, un gran número de ensayos han abordado la recepción de la
americanización en el continente europeo, pretendiendo comprender el origen y desarrollo del fuerte
antiamericanismo que permanece en la actualidad. Así, por ejemplo, Russell Berman (Anti-
Americanism in Europe, 2004) consideró que esta animadversión, no sólo limitada a cuestiones de
política exterior, tenía profundas raíces culturales que se remontaban a varios siglos atrás: “The
discovery of a ‘new world’ challenged the European worldview and self-understanding, leading to
various preconceptions about America: too violent, too democratic, too powerful”111
. A través de una
perspectiva histórica, Berman estableció diferentes variantes de antiamericanismo, al tiempo que
108 Vid. COMMAGER, Henry Steele: America in Perspective. The United States through Foreign Eyes, New York,
Random House, 1947. 109 BROUGHTON, Morris: “From South Africa”, en JOSEPH, Franz. M. y ARON, Raymond (eds.): As Others See Us:
The United States through Foreign Eyes, Princeton, Princeton University Press, 1959, pp. 260-261. 110 Vid. CHESTER, Edward W.: Europe Views America. A Critical Evaluation, Washington D.C., Public Affairs Press,
1962. 111 BERMAN, Russell A.: Anti-Americanism in Europe. A cultural problem, Stanford, Hoover Institution Press, 2004, p.
xv.
36
consideraba el final de la Guerra Fría y el proceso de unificación europea como dos factores que
habían incentivado la aversión hacia los Estados Unidos112
. Por otro lado, una serie de investigadores
han examinado las polémicas que siguieron a la llegada de productos americanos, al impacto de la
cultura de masas y a la modernización de algunos sectores profesionales. Según Rob Kroes
(If You´ve Seen One, You´ve Seen the Mall, 1996), la publicidad, la música o las películas
estadounidenses no sólo adquirieron diferentes significados por parte de la población europea en
función de sus propios intereses, sino que también llegaron a influir en los procesos de formación de
identidad de aquellas generaciones más jóvenes113
. A su vez, David W. Ellwood (The Shock of
America, 2012) ha valorado recientemente la imagen de la potencia americana como modelo de
desarrollo en Europa a lo largo del siglo XX. Si bien durante las primeras décadas la difusión de un
gran número de innovaciones tecnológicas despertó un fuerte desasosiego ante el desafío de
establecer un equilibrio entre las viejas tradiciones y los nuevos avances modernizadores,
posteriormente los Estados Unidos se consolidaron como punto inexcusable de referencia. Pese a
todo, la tesis de Ellwood sostiene que este proceso histórico provocó distintas experiencias en cada
territorio, acentuando así sus diferencias:
The evidence presented here suggests that the result has been to reinforce the ancient cultural divisions that have
kept the Europeans apart, encouraging them to ‘cling to their idiosyncrasies’, as Stanley Hoffmann put it, even as
so many features of their outward circumstances and systems of living seemed to converge. The great split in
Europe over attitudes to the Iraq war of 2003 was one of those moments that revealed deep differences over the
meaning of each nation’s legacy of its dealings with ‘America’ in all its forms114.
Desde una óptica opuesta a las anteriores, C. Vann Woodward (The Old World´s New World,
1991) otorgó una mayor atención a las percepciones configuradas por aquellos visitantes europeos
que pasaron largas estancias al otro lado del Atlántico. A pesar de que la permanencia en los Estados
Unidos pudo modificar de manera favorable las opiniones de estos individuos, lo cierto es que la
mayoría de ellos mantuvieron un pensamiento europeo que impidió eliminar ciertos prejuicios y
estereotipos115
.
Más allá de estas contribuciones académicas, en los últimos años ha predominado el interés por
las visiones particulares de determinados países, aportando valiosos modelos de análisis. Tal y como
se ha mencionado al delimitar el objeto de estudio de nuestra investigación, existen dos posibles
enfoques para abordar este tema. Mientras que una serie de trabajos examinan los testimonios de
112 Ibídem, p. 11. 113 Vid. KROES, Rob: If You´ve Seen One, You´ve Seen the Mall. Europeans and American Mass Culture, Urbana,
University of Illinois Press, 1996; KROES, R.: Them and Us. Questions of Citizenship in a Globalizing World, Urbana,
University of Illinois Press, 2000. 114 ELLWOOD, David W.: The Shock of America. Europe and the Challenge of the Century, Oxford, Oxford University
Press, 2012, p. 9. 115 WOODWARD, C. Vann: The Old World´s New World, New York, Oxford University Press, 1991, p. xx.
37
diversas personalidades como ejemplos representativos de esas naciones, otros exponen un conjunto
de imágenes predominantes tras un examen exhaustivo de diversas fuentes primarias. Dentro de la
primera corriente, conviene mencionar la obra de Robert Frankel, Observing America (2007). En
ella, el autor valoraba los vínculos culturales entre Inglaterra y los Estados Unidos durante la primera
mitad del siglo XX a través de cuatro escritores británicos: William Thomas Stead, H. G. Wells, G.
K. Chesterton y Harold J. Laski116
. Todos ellos fueron conscientes de la transformación
experimentada por la potencia americana, asumiendo el liderazgo mundial que había ocupado el
Imperio británico hasta ese momento. No obstante, consideraron que esta novedosa situación había
eliminado la excepcionalidad del modelo político estadounidense e introducido muchos de los
problemas que habían estado acosando al continente europeo desde décadas atrás117
. Pese a todo,
estas figuras mostraron respeto y afecto por esta nación, aunque esto no evitó ciertas críticas contra la
desigualdad económica que dominaba en la sociedad norteamericana118
. Asimismo, Jean-Philippe
Mathy (Extrême Occident, 1993) se concentró en los círculos intelectuales franceses a través de una
amplia perspectiva histórica. Escritores como Georges Duhamel, Louis-Ferdinand Céline o André
Maurois mostraron una férrea animadversión hacia los Estados Unidos como consecuencia de dos
fenómenos que amenazaban la estabilidad de la civilización francesa: el desarrollo tecnológico y el
auge del consumo de masas119
. Sin embargo, tanto el filoamericanismo como el antiamericanismo se
fueron alternando en la sociedad francesa en función de las circunstancias sociopolíticas de cada
momento: “Pro-Americanism was predominant during the eighteenth century revolutions, in 1848,
immediately after the two world wars […] anti-Americanism was more widespread during the July
Monarchy and the Second Empire, in the 1930s, and during the Cold War”120
. De hecho, ambos
discursos llegaron a estar presentes en una misma persona, especialmente a partir de los años sesenta.
En segundo lugar, existe una tendencia que abarca de forma más amplia la visión creada por una
población determinada, lo cual no evita el peligro de una generalización demasiado dogmática.
Gracias a este tipo de estudios, se ha podido profundizar en las percepciones predominantes de países
como Francia, Rusia o Alemania121
. Respecto a este último caso, frente a aquellos planteamientos
116 Desde los años setenta, existieron algunos precedentes académicos que sirvieron de base para el enfoque adoptado por
Robert Frankel. Vid. FEINBERG, Barry y KASRILS, Ronald (eds.): La América de Bertrand Russell, 1896 – 1945,
Madrid, Taurus, 1976. 117 FRANKEL, R.: Observing America…, op. cit., pp. xv-xvi. 118 Ibídem, pp. 243-244. 119 MATHY, Jean-Philippe: Extrême Occident. French Intellectuals and America, Chicago, University of Chicago Press,
1993, p. 2. 120 Ibídem, p. 6. 121 Para un mayor conocimiento sobre esta corriente de investigación, vid. GUERLAIN, Pierre: Miroirs Transatlantiques.
La France et les États-Unis entre Passions et Indifférences, Paris, L´Harmattan, 1996 ; LACORNE, Denis; RUPNIK,
Jacques; y TOINET, Marie-France: The Rise and Fall of Anti-Americanism. A Century of French Perception, London,
Macmillan, 1990; BALL, Alan: Imagining America. Influences and Images in Twentieth-Century Russia, Lanham,
38
que han considerado el periodo de entreguerras como el origen de un fuerte resentimiento hacia la
potencia americana en la clase media alemana, el historiador Dan Diner (America in the Eyes of the
Germans, 1996) situó las raíces de esta aversión décadas atrás, afirmando que el Romanticismo se
convirtió en “el taller principal para la creación de una serie de prejuicios antiamericanos de carácter
duradero”122
. A su vez, el campo de las imágenes ha sido utilizado en algunas investigaciones como
un instrumento para comprender el desencadenamiento de ciertos fenómenos sociales. Así, por
ejemplo, la representación de los Estados Unidos como un lugar de riqueza e infinitas posibilidades,
transmitida por la música y literatura escandinavas del siglo XIX, favoreció la llegada masiva de
inmigrantes suecos y noruegos a la nación norteamericana123
. Si bien la mayoría de estos estudios
contribuyen a valorar qué características compartía la población española con otras sociedades
europeas con el objetivo de evitar la perpetuación de algunas teorías basadas en la excepcionalidad
española, lo cierto es que la obra Fascination and Misgivings (2000) de Jacques Portes, centrada en
las percepciones francesas entre 1870 y 1914, constituye el principal referente para nuestro trabajo de
investigación, pues escoge un marco cronológico similar y examina numerosas fuentes primarias:
diarios de viaje, ensayos, obras de ficción, artículos periodísticos, etc. Este amplio análisis sigue la
estela de la tesis de estado de René Rémond (1962) –Les États-Unis devant l’opinion française
(1815-1852) -, que aborda la primera mitad del periodo decimonónico124
. Según Portes, los Estados
Unidos generaron dos sentimientos opuestos en la opinión pública francesa: fascinación y temor. Por
un lado, el modelo de desarrollo norteamericano era percibido como un buen ejemplo a seguir,
aspecto reflejado en autores como André Siegfried o Ernest Renan: “The world is moving toward a
kind of Americanism which offends our refined ideas, but which […] may well not be worse than the
old regime when it comes to the one thing that counts, namely the freeing and the advancement of
the human spirit”125
. Por otro, los conflictos sociales, la vulgaridad de la cultura estadounidense, la
industrialización de la vida diaria o la aparente frialdad de la vida matrimonial fueron algunos de los
temas recurrentes para expresar el desasosiego que producía el fenómeno de la americanización126
.
Análogamente, los visitantes franceses mostraron interés por aquellas cuestiones de gran actualidad
en su propio país, destacando especialmente el problema de la educación primaria universal127
. En
Rowman and Littlefield, 2003; DINER, Dan: America in the Eyes of the Germans. An Essay of Anti-Americanism,
Princeton, Markus Wiener, 1996. 122 DINER, Dan: America in the Eyes of the Germans…, op. cit., p. 31. 123 ROSSEL, Sven H.: “The Image of the United States in Danish Literature: A Survey with Scandinavian Perspectives”,
en HOUE, Poul y ROSSEL, Sven Hakon (eds.): Images of America in Scandinavia, Amsterdam, Rodopi, 1998, p. 2. 124 Vid. RÉMOND, René: Les États-Unis devant l’opinion française (1815-1852), Paris, Armand Colin, 1962, 2 vols. 125 RENAN, Ernest: Oeuvres complètes d’Ernest Renan, Paris, Calman-Lévy, 1947, p. 717, citado en PORTES, J. :
Fascinations and Misgivings…, op. cit., p. 161. 126 Ibídem, p. 434. 127 Ibídem, p. 10.
39
definitiva, se fraguó una imagen ambivalente, la cual también pudo estar presente en la sociedad
española durante esos mismos años.
2.4.2. EL CASO ESPAÑOL: LAGUNA HISTORIOGRÁFICA EN EL SIGLO XXI
Desde la década de los sesenta, las impresiones estadounidenses sobre España han sido objeto de
estudio por parte de un gran número de investigadores norteamericanos, quienes han señalado la
influencia que tuvieron ciertos prejuicios heredados de la cultura británica128
. A pesar de la mirada
positiva que se transmitió en los libros de viajeros como Henry Martin Field (Old Spain and New
Spain, 1888) o Hobart Chatfield Taylor (The Land and the Castanet, 1896) durante la segunda mitad
del siglo XIX, España siguió siendo “ese país exótico, oscuro e intransigente que había dado lugar a
la Inquisición, a las atrocidades de la conquista y a la intolerancia de la Iglesia Católica”129
. De
hecho, Ruth M. Elson (Guardians of Tradition, 1964) examinó el contenido de los libros de texto
que se impartían en las escuelas americanas, donde se incidía en numerosos aspectos de la llamada
“Leyenda Negra”130
. La transmisión de estas ideas generó una opinión negativa de los españoles
durante el conflicto cubano. Asimismo, Gerald F. Linderman (The Mirror of War, 1974) defendió
que, al inicio de la guerra hispano-norteamericana, los estadounidenses apenas distinguían la imagen
de los cubanos de la de los españoles. Por ello, tuvieron que establecer dos visiones opuestas que
nada tenían que ver con la realidad, representando al pueblo cubano como una comunidad amable y
pacífica131
. Como consecuencia de un aumento progresivo del intercambio académico entre España y
los Estados Unidos, la cuestión del hispanismo norteamericano ha adquirido mayor relevancia en los
últimos años, tal y como reflejan las aportaciones de Richard L. Kagan (Spain in America, 2002). Si
bien inicialmente este movimiento se desarrolló dentro del ámbito literario, personalidades como
Archer Milton Huntington acabaron dando un impulso más serio y científico al estudio de la cultura
española. Sin embargo, esta tendencia no consiguió sustituir los viejos estereotipos por un verdadero
conocimiento, perviviendo aquellos planteamientos asociados al Prescott´s paradigm, término
acuñado por el propio Kagan para designar la idea de una correlación entre la decadencia española y
el progreso estadounidense dentro de la historiografía norteamericana132
.
128 Vid. SÁNCHEZ, Joseph P.: The Spanish Black Legend. Origins of Anti-Hispanic Stereotypes, Albuquerque, Spanish
Colonial Research Center, 1990. 129 SÁNCHEZ MANTERO, Rafael: “El 98 y la imagen de España en los Estados Unidos”, Revista de Occidente, núm.
202-203 (1998), p. 299. 130 Vid. ELSON, Ruth M.: Guardians of Tradition. American School Books of the Nineteenth Century, Lincoln,
University of Nebraska Press, 1964. 131 SÁNCHEZ MANTERO, R.: “El 98 y la imagen de España…”, art. cit., pp. 302-303. 132 KAGAN, Richard L.: “Prescott’s Paradigm: American Historical Scholarship and the Decline of Spain”, en KAGAN,
R. L. (ed.): Spain in America. The Origins of Hispanism in the United States, Urbana and Chicago, University of Illinois
Press, 2002, p. 253.
40
Frente a este panorama tan favorable, las aportaciones académicas sobre el campo de las
percepciones españolas son escasas. De hecho, resulta llamativo que apenas se haya investigado el
origen y desarrollo de la fuerte animadversión hacia la potencia americana. Una de las pocas
excepciones es el ensayo de Alessandro Seregni, El antiamericanismo español (2007). Según este
autor, existen tres momentos históricos que permiten comprender la evolución de este sentimiento en
España:
Si, a través del análisis de la guerra de 1898, emergen los más antiguos prejuicios antiamericanos, examinando el
primer franquismo y el periodo de la Transición, respectivamente, afloran tanto los rasgos típicos del sentimiento
antiamericano de derecha (conservadora, católica y extrema) a lo largo de un periodo histórico turbulento y muy
delicado (1939-1953), como las características propias del antiamericanismo de izquierda durante el camino hacia
la democracia133.
Pese a todo, uno de los problemas de esta obra fue su intento de presentar el antiamericanismo
como un discurso coherente y perdurable en el tiempo, ignorando que gran parte de las críticas
recogidas en sus páginas hacían mención a aspectos concretos de la sociedad estadounidense. En
contraposición a la tesis defendida por Seregni, Daniel Fernández de Miguel (El enemigo yanqui,
2012) no sólo afirmó que está aversión hacia la nación norteamericana había comenzado a fraguarse
durante el periodo decimonónico, sino que el conflicto hispano-norteamericano no había generado un
fuerte resentimiento en la sociedad española. Este politólogo se centró especialmente en describir la
transformación del antiamericanismo en los sectores conservadores, prestando especial atención al
papel del Ejército, la Iglesia y Falange durante el franquismo. Así pues, rechazaba la idea de un
discurso perenne y homogéneo para todos los grupos sociales134
.
Más allá de estos dos estudios, ningún académico ha abordado las imágenes españolas sobre los
Estados Unidos desde una amplia perspectiva histórica. La mayoría de trabajos han examinado el
papel de la opinión pública durante la crisis de 1898, valorando qué visión se transmitía del enemigo
norteamericano a través de distintas publicaciones periódicas135
. Cristóbal Robles Muñoz (1898.
Diplomacia y opinión, 1991) trató la interacción entre la diplomacia española y la prensa de difusión
nacional en relación con el problema cubano, reflejando “coincidencias y desacuerdos, solidaridades
y rivalidades, alianzas y distanciamientos, claridad y confusión en torno a las determinaciones que
133 SEREGNI, Alessandro: El antiamericanismo español, Madrid, Síntesis, 2007, p. 11. 134 FERNÁNDEZ DE MIGUEL, Daniel: El enemigo yanqui. Las raíces conservadoras del antiamericanismo español,
Zaragoza, Genueve Ediciones, 2012, pp. 22-24. 135 Vid. HILTON, Sylvia L.: “The Spanish American War of 1898: Queries into the Relationship between the Press,
Public Opinion and Politics”, Revista Española de Estudios Norteamericanos, vol. 7 (1994), pp. 71-87; MARTÍNEZ DE
LAS HERAS, Agustín: “La visión de los Estados Unidos durante la Guerra del 98 desde las crónicas semanales de la
Lectura Dominical”, en FLYS, Carmen y CRUZ, Juan E.: El nuevo horizonte. España / Estados Unidos. El legado de
1848 y 1898 frente al nuevo milenio, Madrid, Universidad de Alcalá, 2001, pp. 97-114.; SCHULZE, Ingrid, “1898:
Apuntes sobre la diplomacia internacional y la opinión pública”, Historia y Comunicación Social, núm. 3 (1998), pp.
223-238; SEVILLA, Rosario: “España y Estados Unidos: 1898, impresiones del derrotado”, Revista de Occidente, núm.
202-203 (1998), pp. 278-293.
41
debían tomarse”136
. A raíz de la celebración del centenario de aquellos sucesos, Félix Santos (1898.
La prensa y la guerra de Cuba, 1998) exploró las percepciones transmitidas por los periódicos
estadounidenses y españoles a lo largo del proceso que desembocó en la contienda, reiterando que
tanto unos como otros engañaron y manipularon a sus lectores con el fin de favorecer sus intereses
políticos137
. No obstante, pese al poder adquirido por los medios de comunicación en ambos países,
sus consecuencias fueron muy diferentes: “Mientras la prensa sensacionalista norteamericana salía
reforzada y consolidada de la guerra de Cuba, la prensa española, en cambio, quedaba desprestigiada,
como todo el tinglado de la Restauración”138
. A su vez, algunas publicaciones han tomado como
referencia a un colectivo determinado, como los anarquistas o los republicanos federalistas, para
determinar cuáles eran las impresiones dominantes sobre el sistema político norteamericano durante
esos años, y conocer la postura de estos grupos en torno a la cuestión de la compatibilidad entre la
democracia republicana y el expansionismo imperialista139
.
Por otra parte, apenas existen investigaciones sobre las primeras décadas del siglo XX. De hecho,
aquellas obras más destacables han recogido diversos testimonios de viajeros españoles (ingenieros,
científicos, diplomáticos, etc.) con el único objetivo de establecer una serie de ejes coincidentes de
carácter temático. En Viaje a la modernidad (2002), Isabel García-Montón pretendió definir qué era
América para los visitantes españoles, resaltando los choques culturales que producía la modernidad
estadounidense y las constantes comparaciones que hacían entre este territorio y el continente
europeo140
. Desde una óptica más matizada, César García Muñoz (Historia de un estereotipo, 2008)
analizó la postura contradictoria que adoptaron intelectuales como Ramón Pérez de Ayala, Ramiro
de Maeztu o Luis Araquistáin hacia la potencia americana. Si bien se consideraron admiradores del
liberalismo, fueron muy críticos con las consecuencias sociales derivadas de la aplicación práctica de
principios como el derecho a las libertades individuales o la igualdad de oportunidades141
. Asimismo,
otros autores han examinado la evolución que experimentó la imagen española sobre los Estados
Unidos tras el desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial, incidiendo especialmente en los
integrantes de la generación del 14 (Ortega y Gasset, Manuel Azaña, Severo Ochoa, etc.)142
. Por
136 ROBLES MUÑOZ, Cristóbal: 1898. Diplomacia y opinión, Madrid, CSIC, 1991, p. xiv. 137 SANTOS, Félix: 1898. La prensa y la guerra de Cuba, Bilbao, Asociación Julián Zugazagoitia, 1998, p. 12. 138 Ibídem, p. 20. 139 Vid. HILTON, Sylvia L.: “Los Estados Unidos como modelo: los federalistas españoles y el mito americano durante
la crisis colonial de 1895-1898”, Ibero-Americana Pragensia, vol. 32 (1998), pp. 11-29; NÚÑEZ FLORENCIO, Rafael:
“Anarquistas españoles y americanos ante la guerra de Cuba”, Hispania, núm. 179 (1991), pp. 1077-1092. 140 GARCÍA MONTÓN, Isabel: Viaje a la modernidad: la visión de los Estados Unidos en la España finisecular,
Madrid, Ed. Verbum, 2002, pp. 13-14. 141 GARCÍA MUÑOZ, César: Historia de un estereotipo. Intelectuales españoles en Estados Unidos (1885-1936),
Madrid, Langre, 2008, p. 25. 142 Vid. MARTÍN SÁNCHEZ, Isabel: “La imagen de los Estados Unidos a través de El Siglo Futuro, durante la Primera
Guerra Mundial”, en FLYS, Carmen y CRUZ, Juan E.: El nuevo horizonte: España/ Estados Unidos. El legado de 1848
42
último, conviene señalar algunas antiguas publicaciones que trataron el debate suscitado en torno a
las razas latina y anglosajona, polémica que ayudó a configurar distintos prejuicios y estereotipos
sobre la sociedad norteamericana143
.
La escasez de estudios académicos sobre esta línea de investigación permite afirmar la existencia
de una amplia laguna historiográfica en España. De hecho, el periodo seleccionado para nuestro
trabajo permanece inexplorado, así como numerosas fuentes primarias. Sin embargo, las
aportaciones historiográficas que han sido realizadas hasta este momento no sólo aportan modelos
interesantes para futuros análisis, sino que también plantean un gran número de cuestiones. Así, por
ejemplo, no existe un consenso a la hora de determinar si la intervención norteamericana en el
conflicto cubano produjo algún tipo de resentimiento a largo plazo. A su vez, la mirada positiva
hacia el progreso estadounidense o el temor hacia la sociedad de masas tuvieron una presencia
constante en los testimonios recogidos por algunos historiadores. Ante esta imagen ambivalente,
cabe preguntarse si el caso español supuso una clara excepción frente a aquellas representaciones
construidas en otros países europeos, o más bien todo lo contrario.
2.5. ¿SOMOS TAN DIFERENTES?: DE LA HIPÓTESIS A LOS OBJETIVOS
Durante las primeras décadas del siglo XX, la constante presencia de la potencia americana en los
principales acontecimientos internacionales del periodo favoreció la construcción de una serie de
percepciones en la sociedad española. En este sentido, frente al mantenimiento de ciertos tópicos
sobre la excepcionalidad del caso español, este trabajo de investigación pretende demostrar que la
visión española sobre los Estados Unidos no fue tan distinta a las de otras naciones europeas. A pesar
de que existieron aspectos particulares como consecuencia de las propias circunstancias nacionales,
lo cierto es que probablemente se produjo una traslación y continuación de diversas polémicas que
estaban teniendo lugar fuera de nuestras fronteras. Partiendo de esta hipótesis, conviene establecer
cinco objetivos principales que contribuyan a respaldar esta interpretación:
1. Profundizar en el desarrollo de las críticas contra el imperialismo estadounidense:
Numerosos investigadores han sostenido que la guerra hispano-norteamericana cicatrizó rápidamente
en la opinión pública española. Según este planteamiento, no se produjo ningún tipo de resquemor
y 1898 frente al nuevo milenio, Madrid, Universidad de Alcalá, 2001, pp. 115-130; LÓPEZ VEGA, Antonio y
MONTERO JIMÉNEZ, José Antonio: “España-Estados Unidos: 200 años de miradas cruzadas”, Revista de Occidente,
núm. 389 (2013), pp. 61-77. 143 Vid. LITVAK, Lily: Latinos y anglosajones. Orígenes de una polémica, Barcelona, Puvill, 1980; TORRE DEL RÍO,
Rosario de la: “La prensa madrileña y el discurso de Lord Salisbury sobre las `naciones moribundas´ (Londres, Albert
Hall, 4 de mayo 1898)”, Cuadernos de Historia Moderna y Contemporánea, vol. 6 (1985), pp. 163-180.
43
hacia la nación norteamericana, ya que para muchos supuso incluso una manera de acabar con los
problemas coloniales de España. No obstante, al hilo de lo que se conoce actualmente, parece que las
intervenciones de los Estados Unidos en América Latina se vieron desde 1898 como una gran
amenaza, poniendo de relieve el grave peligro que corrían las expectativas españolas en esos
territorios. Análogamente, esta situación pudo acentuarse tras la recepción de las ideas defendidas
por escritores latinoamericanos como José Enrique Rodó o Rufino Blanco Fombona, apareciendo así
un sentimiento de solidad hispánica ante la amenaza estadounidense.
2. Analizar el impacto del debate sobre la decadencia de la raza latina: Hacia finales del siglo
XIX los círculos intelectuales europeos participaron en una fuerte controversia que valoraba la
confrontación de dos civilizaciones o razas diferentes: la latina y la anglosajona. La derrota italiana
en Adua (1896) y la española en Cuba (1898) parecían apoyar la tesis de quienes afirmaban que los
países latinos habían iniciado su decadencia, mientras que figuras como William Thomas Stead
animaban a que Inglaterra forjara una alianza política con los Estados Unidos. Así pues, conviene
investigar la repercusión de esta polémica en España, donde se desarrolló una literatura especializada
de tendencia europeizante.
3. Estudiar aquellas opiniones positivas que incidían en la alta cultura americana y en el
modelo de modernización: Si bien durante años se ha asegurado que la producción literaria
procedente de los Estados Unidos fue subestimada al otro lado del Atlántico, los artículos publicados
en la prensa española parecen contradecir esta idea. Más allá de la constante aparición de numerosos
relatos de autores norteamericanos, figuras como Whitman, Poe o Twain suscitaron un gran interés.
Asimismo, los avances científico-tecnológicos de este país también tuvieron una enorme repercusión
en los periódicos, informando con regularidad de los progresos realizados en campos como la
medicina o la educación. De este modo, la nación norteamericana se convirtió en un referente para
científicos e ingenieros españoles, muchos de los cuales realizaron estancias allí. Junto a estas dos
facetas, resulta necesario determinar qué visión prevalecía sobre su sistema político, pues durante las
primeras décadas del siglo XX comenzaron a producirse una serie de cambios que pudieron
fragmentar la imagen idealizada que había dominado hasta ese momento.
4. Examinar los aspectos sobre los que se asentaba la imagen extravagante que se difundía
de la sociedad estadounidense: Los visitantes españoles hicieron especial hincapié en las diferentes
costumbres y pautas de comportamiento de los ciudadanos norteamericanos, analizando ámbitos
como la familia, el trabajo o la escuela. A su vez, predominaron las noticias sobre millonarios,
matrimonios de conveniencia, asesinatos u otros escándalos públicos. A través de estos textos, no
44
sólo se buscaría acentuar las diferencias entre ambos países, sino también reforzar la identidad de la
propia población española y su vínculo con Europa.
5. Valorar la repercusión que tuvieron las percepciones sobre los Estados Unidos
desarrolladas en otras naciones europeas, y que llegaban mediante diversos canales: Las
impresiones españolas sobre la potencia americana posiblemente estuvieron influenciadas por los
comentarios realizados desde diferentes territorios europeos, como bien parecen reflejar la estrecha
colaboración de autores extranjeros en ciertas publicaciones periódicas y el éxito de las secciones
denominadas “Revista de revistas”, que recogían noticias publicadas en la prensa inglesa o francesa.
Además, la opinión pública española nunca habría estado al margen de las polémicas relacionadas
con los Estados Unidos, destacando el problema de los trusts americanos durante la presidencia de
Theodore Roosevelt.
45
3. FUENTES DOCUMENTALES
3.1. ARCHIVOS
Este estudio pretende examinar aquellas impresiones que dominaban sobre los Estados Unidos en
la España de principios del siglo XX. Por esta razón, la utilización de fuentes archivísticas se coloca
al mismo nivel que la consulta de publicaciones periódicas, diarios de viaje, memorias, etc. Ahora
bien, la información que pueden proporcionar los documentos de diversos archivos, tanto nacionales
como extranjeros, no sólo permitiría conocer mejor las percepciones de numerosos políticos y
diplomáticos españoles de ese momento, sino también reconstruir aquellas redes personales que se
establecieron a ambos lados del Atlántico con el fin de identificar a aquellas personalidades que
tenían contacto con la nación norteamericana.
Como es natural, los fondos de las oficinas de asuntos exteriores de España y de los Estados
Unidos resultan de gran utilidad para el desarrollo de nuestra investigación. Si bien las circunstancias
actuales impiden el acceso al Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, la Sección de Personal
aporta valiosa documentación sobre aquellos diplomáticos españoles que intervinieron en las
relaciones con la potencia americana. A su vez, la información proporcionada por esta vía debe
complementarse con la consulta del Archivo del Servicio Exterior en Estados Unidos de América,
conservado en la Sección de Servicio Exterior del Archivo General de la Administración, con el
objetivo de proporcionar información sobre la Embajada de España en los Estados Unidos. En último
lugar, conviene valorar otros depósitos que permitan explorar nuevas fuentes diplomáticas, así como
analizar documentos personales de políticos o escritores, como notas o correspondencia, que
contribuyan a reconstruir las percepciones e imágenes que dominaban en el ámbito privado.
Dado que este trabajo se centra en las relaciones bilaterales establecidas entre dos países, no
deben ignorarse las fuentes estadounidenses. Así, por ejemplo, los National Archives and Records
Administration conservan los fondos de las representaciones diplomáticas norteamericanas, siendo de
gran interés aquellos documentos concernientes a la Embajada de los Estados Unidos en España.
Asimismo, la Sección de Manuscritos de la Biblioteca del Congreso norteamericano almacena
colecciones particulares de dos diplomáticos pertenecientes al periodo seleccionado, Juan Riaño y
Joseph Edward Willard. Por otra parte, los fondos documentales de la Hispanic Society of America
pueden aportar información sobre nuestro objeto de estudio. A pesar de que el propósito principal de
esta institución era la difusión de la cultura española en la sociedad estadounidense, es posible que
durante sus comienzos se desprendieran algunos datos sobre la visión que se tenía en España de la
potencia americana.
46
3.1.1. ARCHIVOS ESPAÑOLES
Archivo de Antonio Maura. Fundación Antonio Maura (Madrid)
Archivo de la Real Academia Española (Madrid)
Archivo del Conde de Romanones. Real Academia de la Historia (Madrid)
Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación (Madrid)
Archivo General de la Administración (Alcalá de Henares)
- Servicio Exterior en Estados Unidos de América
Archivo Histórico Nacional (Madrid)
- Archivo de Eduardo Zamacois Quintana
3.1.2. ARCHIVOS ESTADOUNIDENSES
Library of Congress (Washington, DC)
- Juan Riaño Papers
- Willard Family Papers
National Archives and Records Administration (College Park, Maryland)
The Hispanic Society of America (New York)
3.2. ANUARIOS, GUÍAS Y COLECCIONES DOCUMENTALES
Junto a la consulta de fuentes inéditas, la investigación tiene que recurrir al uso de documentación
publicada en España y en los Estados Unidos con el fin de contextualizar las líneas principales de las
relaciones bilaterales mantenidas entre ambos países. A su vez, conviene examinar algunos anuarios
para analizar el impacto de determinados temas dentro de la esfera política.
Si bien en el caso español destaca especialmente el Diario de las Sesiones de Cortes, El Año
Político resume de forma cronológica los acontecimientos políticos, militares, económicos y sociales
más importantes, al tiempo que incorpora discursos y conferencias de algunas de las figuras más
influyentes del panorama nacional. Por otro lado, la serie Foreign Relations of the United States
47
realiza una selección de los documentos del Departamento de Estado que publica periódicamente la
Government Printing Office de los Estados Unidos. Por esta razón, su análisis no sólo aporta valiosa
información sobre los contactos establecidos con el Gobierno español, sino que también permite
conocer la evolución de ciertas negociaciones de carácter económico y comercial.
ESPAÑA. CORTES GENERALES: Diario de las Sesiones de Cortes. Congreso de los Diputados.
1876-1923, Madrid, Imprenta y Fundición de la viuda e hijos de J. Antonio García, 1877-1924.
SOLDEVILLA, Fernando: El Año Político, Madrid, Imprenta de Enrique Fernández de Rojas, 1896-
1928.
U.S. DEPARTMENT OF STATE: Papers Relating to Foreign Relations of the United States,
Washington, Government Printing Office:
- FRUS, 1898.
- FRUS, 1899.
- FRUS, 1900.
- FRUS, 1901.
- FRUS, 1902.
- FRUS, 1903.
- FRUS, 1904.
- FRUS, 1905.
- FRUS, 1906, vol. II.
- FRUS, 1907, vol. II.
- FRUS, 1908.
- FRUS, 1909.
- FRUS, 1910.
- FRUS, 1911.
- FRUS, 1912.
- FRUS, 1913.
- FRUS, 1914.
48
3.3. MEMORIAS, DIARIOS DE VIAJE Y OTRAS OBRAS DE REFERENCIA
La base de datos disponible en la Biblioteca Nacional de España permite localizar distintas obras
de interés, publicadas entre 1898 y 1914, que analizan aspectos de la sociedad norteamericana o
reflejan las impresiones recogidas por algunos autores, desde sociólogos a ingenieros, tras realizar
varias estancias allí. Sin embargo, frente a los numerosos testimonios escritos que abordan las
relaciones hispano-norteamericanas desde el punto de vista estadounidense (Edward M. House,
David Hunter Miller, etc.), apenas existen diarios o autobiografías donde los políticos españoles
examinen esta cuestión, considerando una excepción las memorias del Conde de Romanones.
Asimismo, prevalece una gran escasez de obras literarias que difundan una visión sobre los Estados
Unidos, situación diferente a la que sucede en otros países europeos. Si bien estas obras de ficción no
dejan de difundir la misma información que aparece reflejada en otros escritos, lo cierto es que su
imagen llega a ser más perdurable en el tiempo debido a su popularidad.
Dentro de la selección realizada para nuestra investigación, figuran especialmente diarios de viaje,
ensayos, etc. Estos textos tratan un gran número de temas: el funcionamiento de las instituciones
políticas, la educación, el progreso científico, los medios de comunicación, la situación de la mujer,
las minorías étnico-sociales, la religión, etc. No obstante, valorando esta sociedad como el paradigma
de la modernidad, la influencia del materialismo económico puede considerarse el principal eje
coincidente a lo largo de todas estas obras, al tiempo que prevalece un claro interés por establecer
continuas diferencias entre Europa y la potencia americana. A pesar de que muchos autores se
muestran especialmente críticos, otros reflejan una mayor simpatía hacia los Estados Unidos. Dentro
de este último grupo, destacan los casos de Florestán Aguilar, odontólogo y presidente del primer
club rotario constituido en España, y de Rafael M. Labra, quien muestra un fuerte interés por conocer
un modelo de gobierno diferente y más eficaz que pueda contribuir a revitalizar la situación española
de ese momento, aspecto también presente en los escritos de Ramiro de Maeztu.
Por otro lado, la polémica en torno a la americanización se inició en los países de habla hispana
desde finales del siglo XIX. Entre los latinoamericanos, la expansión estadounidense no era
simplemente un problema económico o geopolítico, sino una peligrosa amenaza para su identidad.
Así, por ejemplo, figuras como César Zumeta (El continente enfermo, 1899), José Enrique Rodó
(Ariel, 1900) o Rufino Blanco Fombona (La americanización del mundo, 1902) desprestigiaron las
supuestas aportaciones de la cultura norteamericana, al tiempo que realizaban una llamada conjunta a
los españoles y a las distintas repúblicas hispanoamericanas. El análisis de estas reacciones resulta de
gran utilidad, ya que las ideas defendidas por estos escritores tuvieron un fuerte impacto en España y
49
fueron adoptadas rápidamente por intelectuales como Rafael Altamira (Mi viaje a América, 1911).
Por esta razón, en el caso español el debate sobre la americanización no sólo planteó el enorme
peligro que representaba el imperialismo estadounidense, sino también las polémicas relacionadas
con la preservación de la propia cultura hispana.
En último lugar, este estudio debe consultar las traducciones españolas de un gran número de
libros de procedencia norteamericana con el objetivo de examinar tanto su contenido como el
vocabulario utilizado. Aunque predominaron las obras literarias de célebres autores como Mark
Twain o Edith Wharton, se publicaron diversos trabajos de contenido político y social. Dos de los
más relevantes fueron El Gobierno congresional de Woodrow Wilson y La Constitución de los
Estados Unidos de C. Ellis Stevens. Sin embargo, cabe señalar la difusión de algunos ensayos y
análisis de escritores extranjeros centrados en distintos aspectos de la sociedad estadounidense:
Historia de los Estados Unidos de Thomas Wentworth, El gobierno de los Estados en la República
norteamericana de James Bryce, En América de Maxim Gorky, etc.
3.3.1. ESCRITOS DE AUTORES ESPAÑOLES Y LATINOAMERICANOS
AGUILAR, Florestán: Las escuelas de odontología en los Estados Unidos, Madrid, Imp. de la
Odontología, 1903.
ALTAMIRA, Rafael: Mi viaje a América, Madrid, Imp. G. López del Horno, 1911.
ANTELO, Nicomedes: El Ejército y la Medicina. Impresiones de viaje. Estados Unidos de Norte
América, Barcelona, Imp. de Eugenio Subirana, 1911.
BLANCO FOMBONA, Rufino: La americanización del mundo, Ámsterdam, Imprimerie Electrique,
1902.
CADALSO, Fernando: Instituciones penitenciarias en los Estados Unidos, Madrid, Prudencio Pérez
de Velasco, 1913.
CADALSO, Fernando: Jorge Washington y los Estados Unidos, Madrid, J. Góngora Álvarez, 1905.
GARCÍA GUIJARRO, Luis: Notas americanas, Madrid, Imprenta Fortanet, 1913.
GARCÍA MÉROU, Martín: Historia de la diplomacia americana. Política internacional de los
Estados Unidos, Buenos Aires, Félix Lajonane y Cía., 1904.
GONZÁLEZ ECHARTE, Antonio y OTAMENDI, Miguel: De Madrid a San Luis. Impresiones de
un viaje, Madrid, Imprenta Alemana, 1905.
LABRA, Rafael M. de: Repúblicas contemporáneas. Francia. Los Estados Unidos de América.
Estudios de política y legislación comparadas, Madrid, Tip. de Alfredo Alonso, 1903.
50
MAEZTU, Ramiro de: Hacia otra España, Bilbao, Imp. de Andrés P. Cardenal, 1899.
MARISTANY Y GIBERT, Eduardo: Impresiones de un viaje a los Estados Unidos, Barcelona,
Henrich y Cía., 1905.
PÉREZ DE AYALA, Ramón: El país del futuro. Mis viajes a los Estados Unidos (1913-1914 y
1919-1920), Madrid, Biblioteca Nueva, 1959.
REDONDO Y GODINO, Juan: Recuerdos de un viaje a América, Madrid, Imp. de la “Revista
General de Marina”, 1905.
RODÓ, José Enrique: Ariel, Montevideo, Imp. de Dornaleche y Reyes, 1900.
RODRÍGUEZ, José Ignacio: Estudio histórico sobre el origen, desenvolvimiento y manifestaciones
prácticas de la idea de la anexión de la isla de Cuba a los Estados Unidos de América, Habana, Imp.
La Propaganda Literaria, 1900.
ROMANONES, Conde de: Notas de una vida, Madrid, Marcial Pons, 1999.
ZELAYA, José Santos: La revolución de Nicaragua y los Estados Unidos, Madrid, Imp. de Bernardo
Rodríguez, 1910.
ZUMETA, César: El continente enfermo, Nueva York, [Editorial no especificada], 1899.
3.3.2. TRADUCCIONES DE LIBROS DE PROCEDENCIA EXTRANJERA
BRYCE, James: El gobierno de los Estados en la República norteamericana, Madrid, La España
Moderna, 1914.
BRYCE, James: Los partidos políticos en los Estados Unidos, Madrid, La España Moderna, 1913.
CARNEGIE, Andrew: El triunfo de la democracia, Barcelona, Toribio Taberner, 1905.
GORKY, Maxim: En América. Impresiones de un viaje a los Estados Unidos, Valencia, F. Sempere
y Compª, 1905.
HARTE, Bret: Bloqueados por la nieve, Madrid, Imp. de Idamor Moreno, 1904.
JAMES, William: La vida eterna y la fe, Barcelona, Henrich y Cº, 1909.
LYNCH, Jeremiah: Viaje al Clondic y estudio sobre la vida de los buscadores de oro, Madrid, La
España Moderna, 1914.
POE, Edgar Allan: Aventuras de Arturo Gordon Pym, Madrid, La Novela Ilustrada, 1900.
POE, Edgar Allan: Narraciones extraordinarias, Madrid, Saturnino Calleja Fernández, 1900.
SINCLAIR, Upton: El caudillo de la industria o historia de un millonario, Barcelona, Salvat y Cª,
1907.
51
SINCLAIR, Upton: La jungla. Los envenenadores de Chicago, Madrid, T. Rey, 1907.
STOWE, Harriet Beecher: La cabaña del tío Tom, Madrid, Calleja, 1910.
TWAIN, Mark: Cuentos escogidos, Madrid, Administración del Noticiero-Guía de Madrid, 1900.
TWAIN, Mark: Tom Sawyer, detective, Barcelona, E. Domenech, 1909.
WENTWORTH, Thomas: Historia de los Estados Unidos, Madrid, La España Moderna, 1911.
WHARTON, Edith: Los millonarios de los Estados Unidos o el país del placer, Madrid, La España
Moderna, 1911.
WHITMAN, Walt: Poemas, Valencia, F. Sempere y Compª, 1912.
WILLOUGHBY, William Franklin: La legislación obrera en los Estados Unidos, Madrid, La
España Moderna, 1906.
WILSON, Woodrow: El Estado. Elementos de política histórica y práctica, Madrid, Librería
General de Victoriano Suárez, 1904.
WILSON, Woodrow: El Gobierno congresional. Régimen político de los Estados Unidos, Madrid,
La España Moderna, 1901.
3.4. PRENSA Y PUBLICACIONES PERÍODICAS
La Hemeroteca Digital, perteneciente a la Biblioteca Nacional de España, y la Biblioteca Virtual
de Prensa Histórica han permitido localizar los periódicos españoles más importantes de ese periodo,
así como una amplia serie de revistas culturales. Gracias a ello, se pueden examinar las noticias más
relevantes sobre los Estados Unidos y un gran número de artículos de opinión, firmados por figuras
como Azorín, Rafael Altamira, Emilia Pardo Bazán o Juan Pérez de Guzmán. Así pues, el principal
esfuerzo de este estudio se ha dedicado al vaciado de los diarios ABC y El Imparcial (este último de
manera menos exhaustiva), y de las publicaciones Nuestro Tiempo, La España Moderna y Revista
Contemporánea. De este modo, tal y como se refleja en el siguiente apartado, se ha podido comparar
qué imágenes sobre la potencia americana dominaron en la opinión pública española entre 1898 y
1914.
Por otro lado, la consulta de las publicaciones periódicas resulta de gran importancia para conocer
si el caso español supuso una excepción frente a la situación desarrollada en otras naciones europeas.
Para responder a esta cuestión, conviene establecer una relación estrecha entre la prensa española y
otras publicaciones europeas. Por esta razón, no sólo es necesario identificar a aquellos periodistas
que escribieron artículos centrados en los Estados Unidos, sino también realizar análisis de revistas y
52
diarios extranjeros como The Times o L´Avenir. De hecho, gran parte de las viñetas cómicas que se
publicaron en nuestro país procedían del exterior (Le Rire, Daily Mirror, Punch, Kikeriki, etc.).
3.4.1. PERIÓDICOS ESPAÑOLES
- ABC
- El Día
- El Globo
- El Heraldo de Madrid
- El Imparcial
- El Liberal
- El País
- El Siglo Futuro
- La Correspondencia de España
- La Correspondencia Militar
- La Educación
- La Época
- La Vanguardia
3.4.2. REVISTAS Y OTRAS PUBLICACIONES ESPAÑOLAS
- Actualidades
- ¡Adelante!
- Alrededor del Mundo
- Blanco y Negro
- Cultura Española
- España y América
- Gedeón
- La Construcción Moderna
53
- La Dama y la Vida Ilustrada
- La Escuela Moderna
- La España Moderna
- La Lectura
- La Revista Blanca
- Nuestro Tiempo
- Nuevo Mundo
- Prometeo
- Revista Contemporánea
- Revista Crítica de Historia y Literatura Españolas, Portuguesas e Hispano-americanas.
- Revista de Derecho Internacional y Política Exterior
- Vida Intelectual
3.4.3. PRENSA EXTRANJERA
- Daily Mirror
- Kikeriki
- L´Avenir
- Le Journal des Débats
- Le Rire
- Punch
- Revue des Deux Mondes
- The Contemporary Review
- The Review of Reviews
- The Times
54
4. APROXIMACIÓN ANALÍTICA AL OBJETO DE ESTUDIO
4.1. LA PRENSA ESPAÑOLA, 1898-1914
Durante décadas, la opinión pública ha sido objeto de estudio por parte de diversas disciplinas
científicas, cada una de las cuales ha ofrecido su propia definición del término. Si bien se ha asociado
a una conducta de carácter colectivo en campos como la psicología o la sociología, los historiadores
la han valorado como “un factor que configura acontecimientos y contribuye a explicar la conducta
de las instituciones sociales en el pasado”144
. Uno de los principales canales por los que se difundían
juicios y percepciones en la España de principios del siglo XX era la prensa, aspecto que permitió
establecer un nexo entre los centros de decisión y la propia sociedad. Partidos políticos, grupos de
presión e intelectuales utilizaron este medio de comunicación con el fin de influenciar a sus
lectores145
.
4.1.1. PRESENTACIÓN DE LAS FUENTES
A partir de 1875, se produjo un notable avance en el ámbito periodístico, que no sólo impulsó la
aparición de algunos de los diarios españoles más importantes (La Vanguardia, El Debate, etc.), sino
también el desarrollo de proyectos empresariales de envergadura como la Sociedad Editorial de
España, Prensa Española o La Editorial Católica146
. El fomento de este espíritu empresarial produjo
novedosas iniciativas que impulsaron el sistema informativo español, destacando especialmente las
agencias informativas, las industrias papeleras y la incidencia de la publicidad comercial. Surgió, en
definitiva, una concepción periodística que aunaba prensa y negocio, al tiempo que modificaba
aquellos viejos planteamientos centrados en la rentabilidad política como objetivo exclusivo147
. A
pesar de este panorama tan favorable, el proceso de transformación de la prensa española presentó
grandes limitaciones –falta de solidez económica, escasez de tiradas, etc.-. Así, nunca se consolidó
un modelo de periodismo de masas, razón por la que el impacto de las publicaciones españolas siguió
siendo minoritario. El analfabetismo y la deficiente urbanización son algunas de las principales
causas que ayudan a comprender el perfil del público lector, perteneciente exclusivamente a las
clases medias y altas148
. A su vez, la monopolización del mercado informativo por parte de las
grandes agencias internacionales tendió a uniformizar las noticias provenientes del extranjero,
144 ROBLES MUÑOZ, C.: 1898. Diplomacia…, op. cit., p. xii. 145 SEOANE, María Cruz y SÁIZ, María Dolores: Historia del periodismo en España. Vol. 3, El siglo XX, 1898-1936,
Madrid, Alianza, 1998, p. 33. 146 SÁNCHEZ ARANDA, José Javier y BARRERA DEL BARRIO, Carlos: Historia del periodismo español. Desde sus
orígenes hasta 1975, Pamplona, EUNSA, 1992, p. 169. 147 Ibídem, p. 205. 148 SEOANE, M. C. y SÁIZ, M. D.: Historia del periodismo…, op. cit., p. 27.
55
difundiendo una misma visión sobre ciertos acontecimientos. Salvo contadas excepciones, pocos
periódicos españoles tenían corresponsales en las capitales de otros países. Por esta razón, la francesa
Havas consolidó su hegemonía en España desde 1893, momento en el que se convirtió en dueña
absoluta de la agencia española Fabra149
. En medio de este juego de luces y sombras se encuadran las
fuentes seleccionadas para nuestra investigación: dos periódicos (ABC y El Imparcial) y tres revistas
(La España Moderna, Nuestro Tiempo y Revista Contemporánea)150
.
Los grandes diarios españoles empezaron a introducir una serie de innovaciones tecnológicas
desde finales del siglo XIX, como el empleo de rotativas, linotipias o máquinas de escribir. Este
equipamiento tecnológico vino acompañado de numerosas transformaciones morfológicas, desde el
aumento de su superficie hasta una renovación en la confección151
. Uno de los periódicos que mejor
se adaptaron a estas modificaciones fue El Imparcial, fundado por Eduardo Gasset y Artime en 1867.
Con una línea editorial de corte liberal, este rotativo concedió la misma importancia a las noticias
políticas que a aquellas informaciones de distinto género (economía, sociedad, cultura, religión, etc.).
Asimismo, su prestigio literario vino respaldado por el suplemento Los lunes de El Imparcial, que
recogía la colaboración de célebres escritores de la época -Unamuno, Baroja, Maeztu, etc.-152
. No
obstante, como consecuencia de la crisis de credibilidad ocasionada por la guerra hispano-
norteamericana, el periódico inició un fuerte declive, acentuado posteriormente tras la aparición de
ABC. Esta nueva publicación, editada por Torcuato Luca de Tena y Álvarez Ossorio, dio sus
primeros pasos como semanario ilustrado en 1903, pero el 1 de junio de 1905 se convirtió en diario.
La necesidad de llegar a un público más amplio hizo que ABC destacara por tres aspectos
fundamentales: la importancia otorgada al elemento gráfico, su tamaño reducido y su independencia
política. Este último aspecto quedó reflejado, desde el primer número, en las palabras de Luca de
Tena, aunque el rotativo mantuvo una clara visión liberal y una postura firmemente monárquica153
.
Por otro lado, las revistas culturales se caracterizaban por su enorme vitalidad, pero la mayoría de
ellas desaparecieron en un breve espacio de tiempo, mostrando así un alto nivel de precariedad.
Durante las últimas décadas del siglo XIX, surgieron diversas publicaciones que apoyaban la
europeización de España como medio de regeneración de la vida nacional. Fruto de esta coyuntura,
José del Perojo y Figueras fundó Revista Contemporánea en 1875. Desde sus comienzos, esta
149 Ibídem, pp. 41-41. 150 Tal y como se ha especificado en la introducción, el autor también ha recurrido de manera complementaria a otros
diarios y publicaciones periódicas (El Día, La Época, La Lectura, Nuevo Mundo, etc.) con el objetivo de analizar de
manera más amplia las imágenes dominantes sobre los Estados Unidos en la prensa española de ese momento. 151 SEOANE, M. C. y SÁIZ, M. D.: Historia del periodismo…, op. cit., p. 51. 152 VÍLCHEZ DE ARRIBAS, Juan Fermín: Historia gráfica de la prensa española (1758-1976), Barcelona, RBA, 2012,
p. 38. 153 SÁNCHEZ ARANDA, J. J. y BARRERA DEL BARRIO, C.: Historia del periodismo español…, op. cit., pp. 285-
284.
56
publicación difundió ensayos y trabajos de todas las ramas del conocimiento, así como una gran
variedad de textos literarios. Además, contó con la estrecha colaboración de algunas personalidades
vinculadas a la Institución Libre de Enseñanza, y con corresponsales en diversas capitales europeas.
Si bien mantuvo un tono liberal y europeísta durante sus primeros números, tras ser vendida al
político José de Cárdenas adoptó una orientación conservadora154
. La España Moderna fue creada en
1895 por José Lázaro Galdiano, que había trabajado como cronista en el periódico barcelonés La
Vanguardia. Desde una perspectiva más españolista, esta revista de alta cultura siguió el modelo de
La Revue de Deux Mondes, predominando la narrativa, el ensayo y las reseñas literarias. A través de
sus páginas se dieron a conocer obras de creación y de crítica firmadas por autores como Unamuno o
Azorín, a la vez que una editorial homónima hermanada con la revista publicaba los trabajos de
importantes escritores extranjeros (Ibsen, Tolstói, etc.)155
. Por último, Nuestro Tiempo apareció en
1901, como una iniciativa del periodista y político Salvador Canals y Vilaró, miembro del Partido
Conservador. Junto a sus contenidos culturales, destacó un fuerte interés por la política nacional e
internacional, como bien demostraron las crónicas de actualidad que iniciaban cada número. A su
vez, el cuadro de colaboradores, entre los que figuraban Pablo Iglesias, J. J. Morato o Manuel Núñez
Arenas, aunaba una gran variedad de corrientes ideológicas156
.
4.1.2. AUTORÍA Y CONTENIDOS TEMÁTICOS
A la hora de identificar a aquellos autores que escribían artículos centrados en los Estados Unidos,
uno de los rasgos predominantes es la presencia de un perfil indefinido. La constante participación de
intelectuales o políticos en la redacción de las publicaciones españolas era un claro reflejo de la
escasa profesionalización del periodismo durante los primeros años del siglo XX. Una tendencia que
intentaron contrarrestar los grandes diarios de empresa. Así, por ejemplo, uno de los redactores que
mayor renombre alcanzaron en ABC fue Ángel María Castell. A pesar del aumento progresivo de
periodistas en la prensa española, lo cierto es que la mayoría de los textos publicados eran firmados
por un amplio abanico de expertos: ingenieros (Pedro Miguel González Quijano), juristas (Pedro
Dorado), economistas (Vicente Gay y Pablo de Alzola), diplomáticos (Santiago Pérez Triana),
historiadores (Manuel González Hontoria), sociólogos (Severino Aznar), etc. Como consecuencia de
esta amplia heterogeneidad, las percepciones sobre la potencia americana no estuvieron dominadas
por una ideología política concreta; sobre ese país escribieron conservadores, progresistas,
republicanos o socialistas.
154 Ibídem, p. 303. 155 SEOANE, M. C. y SÁIZ, M. D.: Historia del periodismo…, op. cit., pp. 197-198. 156 Ibídem, p. 199.
57
La extensa red de contactos que se estableció entre estos periódicos y revistas permite comprender
la existencia de una serie de representaciones comunes, aspecto que sólo fue posible gracias a la
convergencia de tres factores clave. Primero, al igual que muchos periodistas, la mayoría de
escritores no se limitaron exclusivamente a participar en una única publicación -Carlos Luis de
Cuenca, Emilia Pardo Bazán, etc.-. Tres casos representativos son Genaro Alas, Manuel Troyano y
Alejandro Sawa, quienes trabajaron tanto en El Imparcial como en ABC. Segundo, un gran número
de artículos fueron firmados por personalidades pertenecientes a la generación del 98 –como
Unamuno o Azorín-, o promotores del movimiento regeneracionista. Entre estos últimos, cabe
señalar a Rafael María de Labra, Rafael Altamira o Adolfo González Posada. Todos ellos abogaron
fuertemente por la europeización como vía para superar el atraso español. Una tendencia que no sólo
les familiarizó con aquellos debates intelectuales que tenían lugar en otros países europeos, sino que
determinó también su visión sobre la sociedad norteamericana. Tercero, algunos de los colaboradores
más habituales de estas publicaciones eran de origen latinoamericano o habían pasado largas
estancias allí. Mientras que el escritor guatemalteco Enrique Gómez Carrillo adquirió gran fama
como cronista de El Liberal o ABC, figuras como José García Acuña o Manuel Fernández Juncos
habían vivido en Cuba y Puerto Rico durante años. Este factor ayudó a consolidar un fuerte
sentimiento de solidaridad hispánica, opuesto a la percibida amenaza del expansionismo
estadounidense. Asimismo, se gestaron estrechos lazos entre algunos intelectuales españoles y
latinoamericanos a través de importantes figuras que sirvieron de mediadores entre ambos territorios,
como Rubén Darío, José Enrique Rodó o el propio Altamira157
. En definitiva, estos tres elementos
contribuyeron a la creación de una serie de vínculos forjados a partir de contactos y experiencias
comunes. De este modo, estas redes se superpusieron a cualquier tipo de identidad individual y se
convirtieron en canales de circulación de un conjunto de ideas, imágenes y formas de representación
sobre la potencia americana158
.
Respecto al contenido de los artículos analizados, nuestra investigación se articula en torno a
cuatro ejes coincidentes: imperialismo estadounidense, conocimiento y progreso, sistema político, y
sociedad. A pesar de que estos temas son abordados en profundidad en los siguientes apartados,
conviene valorarlos desde un punto de vista cuantitativo, con el fin de apreciar la posible aparición
de fuertes desequilibrios. La mayor parte de estos escritos (40%) se centraron en diversas facetas de
la sociedad americana, seguidos de aquellos relacionados con las acciones estadounidenses en el
157 DEVÉS-VALDÉS, Eduardo: Redes intelectuales en América Latina. Hacia la constitución de una comunidad
intelectual, Santiago de Chile, IDEA-USACH, 2007, p. 23. 158 Para un mayor conocimiento sobre el funcionamiento de las redes intelectuales desde un punto de vista transnacional,
vid. CHARLE, Christophe; SCHRIEWER, Jürgen; y WAGNER, Peter (eds.): Redes intelectuales transnacionales.
Formas de conocimiento académico y búsqueda de identidades culturales, Barcelona-México, Ediciones Pomares, 2006.
58
exterior (27%) y con sus avances modernizadores (21%). Sin embargo, resulta llamativo que sólo el
12% de ellos prestaran atención al funcionamiento de las instituciones políticas norteamericanas
(Lámina 1)159
. Por otra parte, examinando detalladamente la evolución que se produjo en los
contenidos temáticos a largo plazo, uno de los aspectos más relevantes es la influencia que ejercieron
los acontecimientos internacionales (Láminas 2 y 3). Las consecuencias de la guerra hispano-
norteamericana (1898-1899), el conflicto diplomático con Japón (1906-1907) o la intervención en
México (1913-1914) provocaron un aumento de los trabajos centrados en el imperialismo
estadounidense, al tiempo que se miraba con indiferencia al resto de asuntos. A su vez, el periodo en
el que se despertó un mayor interés por el sistema político coincidió con la presidencia de Theodore
Roosevelt (1901-1909) y con la victoria de Woodrow Wilson en las elecciones de 1912. En cuanto a
los escritos basados en la sociedad norteamericana, desde principios del siglo XX aumentaron
progresivamente, a raíz sobre todo del atractivo que generaba este país. Una propensión que también
puede observarse en aquellas noticias relacionadas con los ámbitos cultural y científico. Si bien éstas
mantuvieron una tendencia más estable desde 1904, los artículos sobre la población americana sólo
iniciaron un cierto declive a partir de 1907.
4.2. UN PUNTO DE PARTIDA: LA GUERRA DEL 98
Durante el siglo XIX, las relaciones entre España y los Estados Unidos estuvieron marcadas por
una mutua desconfianza, fruto de los intereses que ambos países tenían en el ámbito latinoamericano.
Mientras los gobernantes españoles veían cómo esta nación sustituía a Inglaterra como principal
enemigo en el Nuevo Continente, los estadounidenses observaron con temor la pervivencia de los
últimos restos del Imperio español en América. De hecho, la presencia de posesiones españolas en
las cercanías del territorio norteamericano generó fuertes tensiones, tal y como se demostró tras el
estallido de la insurrección cubana de 1868160
. Estas diferencias, acompañadas de numerosos tópicos
y prejuicios de corte peyorativo, se acentuaron de manera extrema en 1898.
La prensa desempeñó un papel de suma importancia durante el conflicto hispano-norteamericano.
Es cierto que, desde finales del siglo XIX, el periodismo de masas aprovechó cualquier contencioso
bélico para aumentar sus tiradas, pero en esta guerra manifestó su capacidad para manipular los
acontecimientos y la conciencia colectiva de ambas sociedades a un nivel nunca visto161
. Frente a las
159 Estos porcentajes, así como las gráficas incluidas en el anexo, corresponden al periodo comprendido entre septiembre
de 1898 y junio de 1914. Los datos han sido proporcionados gracias al vaciado del periódico ABC y de las revistas La
España Moderna y Nuestros Tiempo. Dado que las otras publicaciones, El Imparcial y Revista Contemporánea, han sido
consultadas de manera menos rigurosa, el autor ha obviado sus artículos a la hora de establecer estas estadísticas. 160 MONTERO JIMÉNEZ, J. A.: El despertar de la gran potencia…, op. cit., pp. 41-42. 161 SCHULZE, I.: “1898. Apuntes sobre…”, art. cit., p. 229.
59
campañas de la prensa sensacionalista estadounidense durante los meses previos a la contienda, los
diarios españoles de mayor difusión, como El Imparcial o La Época, adoptaron una actitud patriótica
que clamaba por una intervención armada e insistía en la idea de que la Escuadra española y el
Ejército obtendrían una victoria en pocos días162
. Asimismo, publicaciones como El Siglo Futuro
aludieron a la falta de cohesión interna que presentaba la nación norteamericana, con el fin de
demostrar cómo una guerra con España acabaría desintegrando la frágil unión establecida entre sus
Estados163
. Una visión poco realista que ignoraba la situación real de Cuba y la fuerza militar de la
potencia americana. De esta manera, los periódicos nacionales fueron en cierta medida a la zaga de
las autoridades, contribuyendo a apoyar sus decisiones políticas para preservar el régimen de la
Restauración.
A lo largo del conflicto, la prensa española difundió una serie de imágenes negativas sobre los
Estados Unidos, que fueron moldeándose con el discurrir de los acontecimientos. En una primera
etapa, coincidiendo con las continuas presiones que el Gobierno norteamericano ejercía sobre el
español tras el inicio de la segunda guerra por la independencia cubana en 1895, primaron los
prejuicios propios de una visión histórica condicionada por los recelos surgidos ante la amenaza que
suponía el expansionismo estadounidense para las posesiones españolas164
. Desde ese momento
surgieron diversas caricaturas del “Tío Sam” y del cerdo como símbolos representativos de la
sociedad norteamericana, al tiempo que se juzgaba la actitud de este país en la cuestión cubana a
través de calificativos como “traidores” o “falsos”. Sin embargo, otro sector de la prensa (El Nuevo
Régimen, El Socialista, etc.) adoptó una actitud pacífica y menos crítica, presentando a los Estados
Unidos como un pueblo de comerciantes que sólo pretendía el restablecimiento de la paz en sus
zonas colindantes para evitar que sus negocios se vieran perjudicados165
. Dentro de esta corriente de
opinión, los republicanos federalistas españoles afirmaron que las acciones del presidente McKinley
estaban guiadas por un sentimiento de solidaridad humanitaria con los cubanos, que le llevaba a
defender su derecho a la emancipación166
. Por lo que se refiere a los socialistas, numerosos artículos
abogaron por la paz y propusieron distintas iniciativas para evitar el conflicto: “Podrá entregar la
burguesía de ambos países la solución de sus cuestiones a la bárbara decisión de las armas; los
socialistas españoles seguirán considerando a sus compañeros del otro lado del Atlántico como
camaradas que pelean para acabar definitivamente con las guerras”167
.
162 SANTOS, F.: 1898. La prensa…, op. cit., p. 16. 163 MARTÍN SANCHEZ, I.: “La imagen de los Estados Unidos…”, cap. cit., p. 116. 164 MARTÍNEZ DE LAS HERAS, A.: “La visión de los Estados Unidos…”, cap. cit., p. 112. 165 SEVILLA, R.: “España y Estados Unidos…”, art. cit., p. 281. 166 HILTON, S. L.: “Los Estados Unidos como modelo…”, art. cit., p. 21. 167 “Contra la guerra”, El Socialista, 25 de marzo de 1898, citado en SANTOS, F.: 1898. La prensa…, op. cit., p. 118.
60
Iniciada la crisis diplomática con los Estados Unidos en febrero de 1898, adquirieron mayor peso
en aquellos periódicos españoles de mayor tirada e influencia las imágenes y los términos ligados al
estereotipo económico. Así, por ejemplo, se insistía en el prejuicio de un país mercantilista y de
nuevos ricos, cuyo único interés era el dinero como medio legitimador del estatus social. A su vez,
tras el envío de socorros a los concentrados cubanos y la explosión del Maine, los diarios españoles
iniciaron una campaña más agresiva, calificando a la nación norteamericana como un pueblo vil e
hipócrita, que pretendía disfrazar su intervención armada como un acto humanitario168
. Así, se
subrayó la idea de que los Estados Unidos eran un país imperialista que buscaba apropiarse de
nuevos territorios para sus propios intereses:
Pero lo que hay de cierto es que todo obedece a un plan preconcebido de antemano, con la estrategia
profundamente artera e hipócrita de su política. Ellos no persiguen ningunos ideales, no son paladines de la
libertad y de la democracia: son sencillamente traficantes, adoradores del becerro de oro. Tienen la vista fija en
Cuba desde hace mucho tiempo, y siempre han trabajado por abrir allí un amplio campo para sus operaciones
mercantiles169.
Junto a estas percepciones, en publicaciones como El Siglo Futuro o La Lectura Dominical
predominó una visión religiosa de la conflagración. Desde este punto de vista, los estadounidenses
eran un producto de los males contemporáneos, desde el liberalismo hasta el protestantismo. Por esta
razón, la contienda hispano-norteamericana se convirtió en una “guerra justa” entre un país nuevo y
degradado, los Estados Unidos, y la España tradicional y católica, defensora de los más altos
principios morales170
. No obstante, conforme se iba imponiendo la superioridad militar y bélica de la
potencia americana, esta lectura religiosa del conflicto adquirió una nueva perspectiva, valorando las
epidemias y otras desgracias que azotaban al enemigo como una decisión divina para castigar su
soberbia e impiedad171
.
El 12 de agosto de 1898 se firmó el Protocolo de Washington, que puso fin a la lucha armada y
dio comienzo a las negociaciones diplomáticas que establecerían las condiciones para la paz. Desde
ese momento, se generó un sentimiento de desmoralización colectiva, consecuencia de la derrota
española. Las numerosas noticias que aparecían en la prensa nacional sobre las reclamaciones de los
Estados Unidos provocaron el empleo de ciertos calificativos relacionados con el abuso de poder,
como los de “prepotentes” o “bárbaros vencedores”172
. Tras largas conversaciones entre los
representantes de ambos países, el 10 de diciembre de ese mismo año se firmó el Tratado de París,
que reconocía la independencia de Cuba y cedía a la nación estadounidense Filipinas, Puerto Rico y
168 NIÑO, A.: “Las relaciones culturales…”, cap. cit., p. 58. 169 “La opinión en América. Aspectos del conflicto hispano-americano”, El Día, 4 de junio de 1898, p. 1. 170 MARTÍNEZ DE LAS HERAS, A.: “La visión de los Estados Unidos…”, cap. cit., p. 112. 171 Ibídem, p. 106. 172 Ibídem, p. 112.
61
la isla de Guam, situada en el Pacífico. Llena de despecho por la pérdida de los últimos restos
coloniales, la prensa española calificó de “farsa” las negociaciones de paz mantenidas en la capital
francesa e insistió en que la intromisión norteamericana era el primer acto de una política exterior
imperialista que iría irremisiblemente seguida de más intervenciones y anexiones173
. Asimismo, un
gran número de escritos prestaron atención a los distintos procesos independentistas que estaban en
juego con la intención de señalar las graves consecuencias que había provocado la acción de los
Estados Unidos en las antiguas posesiones españolas: “Han demostrado los imperialistas americanos
no saber el secreto de los verdaderos fundadores de imperios, que estribaba, no en contrariar, sino en
adaptarse […] ¿Son estos los bienes que por humanidad iban a transportar a Cuba los yankis?”174
.
Finalizado el conflicto entre ambos países, las publicaciones españolas habían difundido una serie
de imágenes y prejuicios sobre la potencia americana. Sin embargo, conviene plantearse si la
sociedad asumió las percepciones recibidas a través de los periódicos. Si bien el 63% de la población
era analfabeta y las ilustraciones satíricas que le resultaban más accesibles no eran todavía tan
frecuentes, lo cierto es que la prensa diaria desbordó sus límites normales de difusión y llegó a un
mayor número de personas a través de vías alternativas como la transmisión oral175
. A pesar de ello,
su mayor impacto se registró en las élites urbanas e intelectuales, quienes siguieron considerando la
política exterior norteamericana como una gran amenaza, a raíz de las circunstancias que surgieron
durante las primeras décadas del siglo XX.
4.3. LA AMENAZA DEL IMPERIALISMO ESTADOUNIDENSE
4.3.1. PRECEDENTES DE UN DOBLE DISCURSO
Tras la crisis de 1898, la imagen de los Estados Unidos como potencia imperialista predominó en
la prensa española. La guerra hispano-norteamericana generó una serie de temores en Europa,
entroncando con el debate en torno la jerarquización de las razas. El despliegue de la nación
estadounidense era valorado como un reflejo del auge de los anglosajones frente a la decadencia de
los latinos. Esta polémica adquirió unas características particulares en el caso español, ya que se
centró especialmente en la situación de las repúblicas americanas. Mientras que desde otras naciones
europeas se incidía especialmente en la solidaridad latina, la opinión pública española mostró una
mayor preocupación por el riesgo que corría la identidad hispanoamericana ante el expansionismo
173SEVILLA, S.: “España y Estados Unidos…”, art. cit., pp. 287-288. 174 SALCEDO, Federico: “Desde La Habana”, El Imparcial, 31 de enero de 1899, p. 1. 175 SEVILLA, S.: “España y Estados Unidos…”, art. cit., pp. 279-280.
62
estadounidense. Por esta razón, la lucha entre el “Panamericanismo” y el “Hispanoamericanismo” se
concibió en términos civilizatorios.
Estas dos vertientes del discurso imperialista no se originaron tras el final de la contienda, pues ya
estaban presentes desde su estallido. El 27 de abril de 1898, el periodista e historiador Juan Pérez de
Guzmán, afiliado al Partido Conservador, denunció la complicidad entre Washington y Londres a
través de un artículo publicado en La Época. A diferencia de la actitud mantenida por otros países
europeos durante la crisis bilateral, Inglaterra había establecido un acuerdo –preludio de una posible
alianza-, con los Estados Unidos, con el fin de mantener y defender su posición internacional ante
sus diversas dificultades. De este modo, Pérez de Guzmán señalaba que el problema cubano había
acabado desencadenando un peligro mayor: “El conflicto pendiente no se reduce ya a una cuestión
entre los Estados Unidos y España […] la cuestión es del absoluto dominio del Atlántico y el
Pacífico por la raza anglo-sajona aliada y unida”176
. Dado el carácter amenazante de esta alianza
anglo-norteamericana, el autor consideraba que debía contrarrestarse mediante una respuesta
colectiva por parte del resto de naciones europeas: “Inglaterra amenaza al continente a abrir las
puertas de Europa a la invasión de los anglo-sajones de América, como D. Julián y D. Oppas
abrieron las puertas de España a la bárbara invasión de los sarracenos”177
. Posteriormente, el discurso
de las “naciones moribundas” de Salisbury en el Albert Hall de Londres desencadenó un gran
número de comentarios que incidieron en algunos de los aspectos mencionados por Pérez de
Guzmán, e incentivaron las críticas contra ingleses y estadounidenses: “Hay naciones sin conciencia
que emplean sus acorazados y sus cañones como el bandido su trabuco […] En Washington y
Londres se proclama solemnemente como lícito el bandidaje internacional”178
.
Por otro lado, Arturo Llopis escribió un ensayo en Revista Contemporánea en junio de ese mismo
año, afirmando que la aplicación de la Doctrina Monroe, sintetizada en el célebre lema “América
para los americanos”, había convertido a los países hispanoamericanos en pueblos supeditados. A
raíz de su invocación durante la crisis anglo-venezolana de 1895, los Estados Unidos habían
tergiversado sus orígenes modestos y pretendían convertirse en la potencia tutelar del hemisferio
occidental. Ante este propósito, el capitán de fragata animaba a que estas naciones establecieran un
ideal común que les permitiera luchar contra el “gran egoísta del Norte”179
. Respecto a Cuba, Llopis
insistía en que las pretensiones norteamericanas habían estado presentes desde mediados del siglo
XIX, apoyándose en textos como el discurso inaugural del presidente Franklin Pierce. De hecho, el
176 PÉREZ DE GUZMÁN, Juan: “Europa ante el conflicto hispano-yankee”, La Época, 27 de abril de 1898, p. 1. 177 Ibídem. 178 “Un discurso de Salisbury”, El Imparcial, 5 de mayo de 1898, p. 2, citado en TORRE DEL RÍO, R. de la: “La prensa
madrileña…”, art. cit., p. 175. 179 LLOPIS, Arturo: “Estados Unidos. Sus expoliaciones pasadas, política presente y futuras ambiciones”, Revista
Contemporánea, vol. CX-V (15 de junio de 1898), p. 480.
63
autor llegaba a establecer una comparación entre los procedimientos de Washington ante la cuestión
cubana y los observados con Texas desde 1833, antes de su incorporación a los Estados de la Unión:
“Favoreció la formación de cuerpos filibusteros, auxiliadores y mantenedores de la revuelta,
demostrando hacia Méjico como ha demostrado por espacio de tres años hacia España, buenas y
sanas intenciones”180
. Expuestos estos argumentos, el escrito finalizaba mostrando un fuerte rechazo
hacia la política de este país:
Las iniquidades sin cuento cometidas en tan largo interregno quitan a los Estados Unidos la razón y el derecho de
presentarse a los ojos del mundo, no ya como defensores de los fueros de la humanidad, que escarnecieron, pero
ni aun a formar en el número de las naciones civilizadas, caso de no encerrar esta palabra un sentido contrario a su
verdadera significación181.
4.3.2. LA POLÉMICA ENTRE LATINOS Y ANGLOSAJONES
La controversia sobre las razas latina y anglosajona estuvo presente en los círculos intelectuales
europeos desde finales del siglo XIX, coincidiendo con la difusión de una propaganda pseudo-
darwinista y evolucionista que hacía énfasis en la teoría de la existencia biológica de razas humanas
diferentes. Este interés por la cuestión racial no sólo favoreció la aparición de estudios sobre
antropología y psicología social, sino también el redescubrimiento de la obra de Joseph Arthur de
Gobineau (Essai sur l'inégalité des races humaines, 1853-1855)182
. En su mayor parte, estas
iniciativas pretendían justificar la nueva redefinición que se estaba produciendo en el sistema
internacional. La derrota francesa en Sedán (1870) y la italiana en Adua (1896) fueron valoradas
como un claro reflejo de la decadencia de los países latinos; un planteamiento reforzado
posteriormente por la guerra hispano-norteamericana183
. Si bien algunas figuras como Joséphin
Péladan consideraban este hecho como un fenómeno irreversible, otras insistían en el establecimiento
de una unión política e intelectual de todos los países latinos que permitiera, salvaguardar su
patrimonio cultural común184
. Análogamente, diversos movimientos políticos e intelectuales, así
como ciertas personalidades, defendieron la agrupación de distintas naciones anglosajonas, como
bien refleja el libro de William Thomas Stead (La americanización del mundo, 1902).
Este debate tuvo una profunda repercusión en España, donde se publicaron un gran número de
trabajos de tendencia europeizante, que se caracterizaron por un sentimiento de solidaridad latina y
por la reiteración de viejos prejuicios sobre la potencia americana. Asimismo, la prensa española se
hizo eco de esta controversia, aunque predominó especialmente en las revistas culturales. De hecho,
180 Ibídem, pp. 484-485. 181 Ibídem, p. 491. 182 LITVAK, L.: Latinos y anglosajones…, op. cit., pp. 12-13. 183 Vid. PABÓN, Jesús: El 98, acontecimiento internacional, Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1952. 184Ibídem, p. 11.
64
su presencia fue mínima en los diarios españoles, tal y como demuestra el dato de que sólo el 7,22%
de los artículos centrados en el imperialismo estadounidense giraron en torno a esta cuestión.
Durante los últimos años del diecinueve, un grupo significativo de periódicos se hizo eco de
algunos de los escritos que estaban apareciendo en Inglaterra, con el fin de alertar sobre la posible
unión entre este país y la nación norteamericana, la cual podía determinar la futura supremacía de los
anglosajones sobre el resto de pueblos185
. No tardaron mucho en surgir reflexiones al respecto de
distintos autores españoles. Así, por ejemplo, José Pérez Guerrero escribió un ensayo para Revista
Contemporánea, donde abordaba el origen y desarrollo de la raza latina. Si bien no podía negarse el
dominio militar y el desarrollo industrial que habían alcanzado los países anglosajones en las últimas
décadas, el autor consideraba que las naciones latinas seguían gozando de cierta superioridad a través
de la difusión de su cultura y pensamiento. Frente a aquéllos, que sólo servían para colonizar nuevos
territorios, los latinos continuaban civilizando el mundo186
. Junto a este planteamiento, Pérez
Guerrero criticó el materialismo y la falsa moral que habían demostrado los Estados Unidos tras su
intervención en Cuba: “¿Dónde está la raza superior y perfecta que ni siquiera ha sabido respetar las
elementales nociones del derecho de gentes?”187
. Sin duda, la idea de una superioridad moral de la
raza latina frente a la anglosajona se convirtió en tema recurrente durante estos años, pues se
afirmaba que la preponderancia de toda civilización estaba determinada por el desarrollo de su alta
cultura intelectual. Bajo este punto de vista, los anglosajones, llevados de un sentido eminentemente
pragmático, carecían de muchas de las virtudes propias de los países latinos188
. La nota discordante la
puso Emilia Pardo Bazán, al señalar que no podía rebatirse el dominio anglosajón aludiendo a
sentimientos y actitudes, ya que esa raza estaba conquistando el mundo e imponiendo su concepción
particular de la vida. No obstante, la escritora se mantenía optimista al vaticinar una posible
hibridación de las culturas latina y anglosajona189
.
No faltaron tampoco aquellos artículos que recalcaban supuestas similitudes entre el presidente
estadounidense William McKinley y el político británico Joseph Chamberlain, considerando que
ambos personificaban el abandono de los antiguos ideales de justicia y la consolidación de un
imperialismo militar y económico: “Significa esa victoria el triunfo de los mercaderes y el
entronizamiento de la plutocracia. Los lores fabulosamente ricos, las compañías mercantiles
poderosas como Estados […], los trust acaparadores de todo negocio, las asociaciones de armadores
185 “Ingleses y yankis”, El Imparcial, 24 de enero de 1899, p. 3. 186 PÉREZ GUERRERO, José: “La raza latina”, Revista Contemporánea, vol. CXV-VI (30 de septiembre de 1899), p.
608. 187 Ibídem, p. 612. 188 ARAUJO, Fernando: “Revista de revistas. La pretendida superioridad de los anglosajones”, La España Moderna,
núm. 165 (septiembre de 1902), pp. 189-192. 189 PARDO BAZÁN, Emilia: “Progreso. Cuestión de razas”, Ilustración Artística, núm. 964 (18 de junio de 1900), p.
394.
65
de naves han logrado imponer su opinión”190
. La prensa también cuestionaba igualmente el carácter
recíproco de esta posible alianza entre los Estados Unidos e Inglaterra. Mientras que la mayoría de
diarios incidía en la presencia hegemónica que estaba adquiriendo la potencia americana, la
redacción de El Imparcial defendió permanentemente el predominio de las decisiones tomadas en
Londres, razón por la cual la presión estadounidense sobre América Latina podía suavizarse en favor
de los intereses británicos sobre otros territorios del mundo: “Mas las energías que por éste se
desparramen, no representarán ahora respecto del Nuevo Continente, la amenaza que, concentradas,
representaban antes. Se cambia la fórmula de Monroe por la de Chamberlain”191
. La difusión de
algunas de las discusiones que se estaban desarrollando fuera de nuestras fronteras llegó incluso a
provocar que ciertos escritores pusieran en duda el vínculo anglosajón. A raíz de la publicación en
Inglaterra de un artículo de Stopford W. Brooke, que señalaba las fuertes diferencias entre ambas
sociedades tras la desaparición del lazo étnico y la nueva configuración de la sociedad
norteamericana, el periodista José García Acuña efectuó una valoración de las relaciones entre
ambos países. A sus ojos, las afirmaciones que señalaban la unidad entre ambas potencias carecían
de validez. Las iniciativas promovidas desde Londres, con el objetivo de favorecer un mayor
acercamiento, no lograban superar las múltiples dificultades políticas y sociales:
Cuando Inglaterra haya ganado el corazón de los irlandeses, alemanes, escandinavos, bohemios, polacos,
franceses y rusos que constituyen una colosal mayoría en la población yankee, entonces podrá contar en todo y
para todo, social y políticamente – más lo primero – con la verdadera y sólida amistad de los Estados Unidos del
Norte de América192.
Más allá de la publicación de ensayos de autores españoles, las revistas culturales aprovecharon el
interés de esta polémica para difundir numerosos trabajos de procedencia extranjera, entre los que
destacaron especialmente las aportaciones de Gabriel Tarde. Este sociólogo negaba la pretendida
superioridad anglosajona, ya que distintos datos estadísticos habían reflejado que se producían menos
nacimientos y más homicidios en los países donde predominaba esta raza193
. Dentro de las secciones
dedicadas a reseñas bibliográficas, aparecieron asimismo comentarios sobre La decadencia de las
naciones latinas, escrita por Giuseppe Sergi en 1900 y traducida al español por S. Valentí Camp194
.
Esto mismo sucedió con el libro de Stead, que recibió duras críticas de parte de algunos escritores:
190 “El triunfo del imperialismo”, El Imparcial, 8 de noviembre de 1900, p. 3. 191 “La primera piedra”, El Imparcial, 9 de noviembre de 1900, p. 1. 192 GARCÍA ACUÑA, José: “Inglaterra y los Estados Unidos”, Revista Contemporánea, vol. CXX-III (15 de noviembre
de 1900), p. 248. 193 ARAUJO, Fernando: “Revista de revistas. España y los pueblos latinos”, La España Moderna, núm. 188, pp. 192-
194. 194 ARAUJO, F.: “Cómo han decaído las naciones latinas”, La España Moderna, núm. 130 (octubre de 1899), pp. 175-
179; NAVARRO, Martín: “Notas bibliográficas. La decadencia de las naciones latinas, por G. Sergi”, La Lectura, vol. I-
II (julio de 1901), pp. 126-129.
66
“¿Cree Stead que Inglaterra y los Estados Unidos, con todos sus millones de publicaciones, ejercen
en el mundo influencia que pueda compararse con la de Francia o Alemania?”195
. A su vez, se
promovió la participación en algunas revistas de figuras relevantes como Napoleone Colajanni
(Latinos y anglosajones. Razas superiores y razas inferiores, 1903), que aportó su propia visión
sobre la cuestión de las razas latina y anglosajona. Según el político italiano, las teorías
antropológicas presentaban grandes limitaciones cuando eran aplicadas a las propias naciones
europeas, resultando evidente que en la historia y evolución de los pueblos no existía un
determinismo racial196
. Una opinión contraria a la manifestada por Maurice Léon Bazalgette (Le
problème de l´avenir latin, 1903), quien atribuía la decadencia de los países latinos a la
romanización, al igual que hizo Joaquín Costa en algunos de sus trabajos sobre los males de
España197
. Todo ello demuestra claramente que los lectores españoles no estuvieron al margen de los
planteamientos que se estaban desarrollando en los círculos intelectuales europeos. Como
consecuencia, los medios del país estuvieron lejos de transmitir un retrato homogéneo de las
relaciones entre latinos y anglosajones; en sus páginas no dejó nunca de reflejarse un rico abanico de
opiniones.
4.3.3. SOLIDARIDAD HISPÁNICA ANTE EL ENEMIGO YANQUI
Mientras que la polémica sobre las razas iba relegando a un segundo plano las críticas contra la
política exterior de los Estados Unidos, al centrarse exclusivamente en la cuestión latina desde una
perspectiva europea, diversos artículos comenzaron a incidir en las intervenciones de esta potencia
en América Latina, aspecto que suponía una grave amenaza para los intereses y vínculos históricos
de España en ese territorio. Esta corriente también se hacía eco de las reacciones que estaban
surgiendo entre algunos escritores hispanoamericanos, quienes presentaron el enfrentamiento entre
latinos y anglosajones desde una nueva perspectiva.
Los años que siguieron al conflicto hispano-norteamericano estuvieron marcados por una
preocupación fundamental de la sociedad cultivada española: el porvenir de sus antiguas posesiones
coloniales. Finalizada la crisis bilateral entre ambas naciones, el 4 de febrero de 1899 comenzó una
rebelión de liberación nacional en Filipinas, que en sus tres años de duración requirió los esfuerzos
de 70.000 soldados estadounidenses y el gasto de 170 millones de dólares. Esta prolongada guerra de
guerrillas se convirtió en un grave problema para Washington, que recurrió a los mismos métodos
195 ARAUJO, Fernando: “Revista de revistas. La americanización del mundo”, La España Moderna, núm. 167
(noviembre de 1902), p. 167. 196 COLAJANNI, Napoleone: “¿Raza o civilización latina?”, Nuestro Tiempo, núm. 55 (10 de julio de 1905), pp. 5-8. 197 DORADO, Pedro: “Algo sobre el problema latino”, La España Moderna, núm. 194 (febrero de 1905), p. 16.
67
agresivos practicados en Cuba por España, con el fin de reprimir esta insurrección198
. Si durante los
primeros meses uno de los aspectos más señalados por parte de la prensa española fue la ingenuidad
del Gobierno norteamericano al considerar que este enfrentamiento no se dilataría en el tiempo,
posteriormente predominaron aquellas noticias que recogían tanto la represión ejercida por el
Ejército estadounidense sobre los nacionalistas filipinos, como el escaso respeto que por las
costumbres locales mostraba el Gobierno civil, establecido en 1901199
. Asimismo, se informaba de
las enormes frustraciones que la situación de estas islas había generado en la esfera política
norteamericana, donde surgían constantemente voces clamando por renunciar al archipiélago200
.
Frente a aquellos autores españoles que valoraban favorablemente la viabilidad de una posible
emancipación, llama la atención que personalidades como Sincero Ruiz mostraran su disconformidad
con el movimiento independentista filipino, y apoyasen el dominio americano: “¿Pero es que pierde
la civilización porque sean árbitros de los destinos de este pueblo los norteamericanos? De ningún
modo […]. La masa popular siempre aprovecha cuando el Gobierno lo tienen personas más capaces
y honradas, aunque sean extranjeras”201
. En cuanto a Cuba, permaneció bajo ocupación militar hasta
1902, momento en el que se incorporó la Enmienda Platt a su Constitución. Este conjunto de
provisiones legales se consideraron una clara limitación de la soberanía cubana, pues estipulaban que
los cubanos no concluirían ningún tratado internacional que disminuyera su independencia y
permitían la intervención estadounidense para preservar la estabilidad de la isla. Esta situación
generó numerosas protestas a lo largo de los siguientes años, lo que acabó provocando el envío de
marines norteamericanos en 1906 y 1912202
. En medio de esta coyuntura, los periódicos españoles no
dudaron en informar con cierto tono de compasión de las duras condiciones que estaba padeciendo la
población cubana: “Lo que contra nosotros hicieron no aparta de nuestro corazón la piedad […]. No
mereceríamos ser lo que somos si nos regocijáramos viendo cómo tanto hombres nacidos para ser
libres tienen ya en las espaldas las huellas azuladas del látigo”203
. No faltaron autores que
reclamaban una mayor autonomía ante las limitaciones impuestas por Washington, denunciando
198 JONES, Maldwyn A.: Historia de Estados Unidos, 1607-1992, Madrid, Cátedra, 1996, p. 371-372. La idea de que el
Gobierno estadounidense estaba empleado los mismos métodos violentos practicados en Cuba por España se convirtió en
uno de los principales argumentos del movimiento antiimperialista norteamericano, vid. TWAIN, Mark: “To the Person
Sitting in Darkness”, The North American Review, vol. 172, núm. 531 (febrero de 1901), pp. 161-176. Por otra parte, la
obra de Robert L. Beisner figura como uno de los grandes referentes historiográficos a la hora de abordar esta cuestión,
vid. BEISNER, R. L.: Twelve Against Empire. The Anti-Imperialists, 1898-1900, New York, McGraw-Hill, 1968. 199 “Optimismos de Dewey”, El Imparcial, 16 de febrero de 1899, p. 1; “Crueldad de los americanos”, El Imparcial, 14
de octubre de 1900, p. 1; “Nuestras antiguas colonias”, Nuestro Tiempo, núm. 9 (septiembre de 1901), p. 131. 200 “Filipinas y los Estados Unidos”, ABC, 19 de octubre de 1905, p. 8.; “El porvenir de las Filipinas. Fracaso de los
yankis”, El Imparcial, 2 de abril de 1906, p. 2; TERÁN, Luis de: “Revistas de revistas. La independencia de Filipinas.-
¿Cuándo?”, Nuestro Tiempo, núm. 95-96 (marzo de 1907), p. 86. 201 SINCERO, P.: “Cuestiones filipinas” Nuestro Tiempo, núm. 80 (25 de julio de 1906), p. 44. 202 NORTON, Mary Beth; KATZMAN, David M.; et. al.: A People and a Nation. A History of the United States, Boston,
Houghton Mifflin, 1986, p. 637. 203 “Bajo el látigo”, El Imparcial, 26 de marzo de 1900, p. 1.
68
cómo los intereses comerciales de la potencia americana estaban mermando la soberanía del pueblo
cubano204
. A raíz de la intervención militar de 1906 se desarrolló una intensa polémica en torno a la
actitud adoptada por el Gobierno estadounidense. Mientras que existía una opinión generalizada
respecto a las ambiciones territoriales de esta nación, el militar Genaro Alas insistía en que “Cuba,
independiente, tranquila, próspera y desarmada, les daría todo lo que ellos apetecen, y a menos coste
de todo género que anexionada”205
. Más allá de este debate, las páginas de los diarios más
importantes dedicaron un gran número de artículos y viñetas, muchas de ellas de procedencia
extranjera (Lámina 3), a criticar las represalias norteamericanas contra la insurrección206
. Las
impresiones que circulaban sobre Puerto Rico, cuyos habitantes no fueron considerados ciudadanos
estadounidenses, no diferían mucho de las existentes sobre Cuba y Filipinas. Así, por ejemplo, el
periodista Mariano de Cavia expuso algunas de las medidas sobre castigos corporales que habían
sido aprobadas por el Departamento de Instrucción de dicha isla, calificándolas como vergonzosas, al
representar “la reaparición del espíritu de Torquemada en el siglo XX”207
. Junto a este interés por el
destino de sus antiguas colonias, se mantuvieron vigentes en la prensa española los recelos
ocasionados por el conflicto hispano-norteamericano, aspecto reflejado claramente en ABC. A
diferencia de otros diarios, este periódico publicó numerosas noticias sobre la investigación que se
estaba realizando acerca de las causas que habían provocado la explosión del Maine, defendiendo en
todo momento la inocencia de los españoles frente a las diferentes versiones que circulaban en los
Estados Unidos208
.
Por otro lado, el dominio norteamericano del hemisferio occidental se convirtió en un tema
predominante en las publicaciones españolas de ese momento, coincidiendo con los cambios que
estaban acaeciendo en aquellos principios rectores de la política exterior estadounidense. La Doctrina
Monroe, elaborada con un propósito defensivo en 1823, se transformó en un instrumento que
permitía justificar las intervenciones en América Latina, gracias a la formulación del llamado
“Corolario Roosevelt” de 1904209
. La adquisición de los derechos para la construcción del Canal de
Panamá, objetivo primordial para los intereses estratégicos y comerciales de los Estados Unidos,
generó una fuerte desconfianza en la opinión pública, al temerse que esta empresa acabaría
204 IOB: “Revista hispanoamericana. Limitaciones que imponen los Estados Unidos para el uso de la independencia”, La
España Moderna, núm. 141 (septiembre de 1900), pp. 141-146; IOB: “Revista hispanoamericana. La intervención militar
yanqui”, La España Moderna, núm. 152 (agosto de 1901), p. 163. 205 ALAS, Genaro: “La quincena. La intervención yanqui en Cuba”, Nuestro Tiempo, núm. 86 (25 de octubre de 1906), p.
87. 206 “Cuba yanqui”, ABC, 1 de octubre de 1906, p. 1. 207 “Torquemada entre los yanquis”, El Imparcial, 7 de junio de 1903, p. 1. 208 KNICKERBOCKER: “ABC en Nueva York. Remember the Maine!”, ABC, 26 de junio de 1911, pp. 6-7; “La
explosión del `Maine´”, ABC, 4 de agosto de 1911, p. 8; KNICKERBOCKER: “ABC en Nueva York. El epílogo de la
cuestión del `Maine´”, ABC, 20 de junio de 1913, pp. 5-6. 209 MONTERO JIMÉNEZ, J. A.: El despertar de la gran potencia…, op. cit., p. 39.
69
otorgando la supremacía en los mercados mundiales a los Estados Unidos: “Parece una proclama de
guerra contra Europa, pero de guerra de mostrador: lo que disputan es la bolsa del consumidor
incauto. Y es lo más peligroso que estos nuevos y fuertes cartagineses se llevan a veces enredados en
sus mercantiles zalagardas pedazos de mapa”. Asimismo, la sección “Revista hispanoamericana” de
La España Moderna, escrita por el propio Pérez de Guzmán bajo el seudónimo de “Iob”, incidía en
la presión que estaba ejerciendo la potencia estadounidense en el territorio latinoamericano,
favoreciendo revueltas que amenazaban la estabilidad de países como Colombia, o sofocando
aquéllas que ponían en peligro sus intereses (Lámina 6)210
. De las intromisiones estadounidenses en
los asuntos internos de diversas repúblicas hispanoamericanas, las que más atención reclamaron
fueron las relativas a México. Tras la llegada al poder de Victoriano Huerta en 1913, el presidente
Wilson adoptó distintas medidas con la esperanza de establecer en territorio mexicano un gobierno
constitucional. Si bien primero trató de aislar al general a través de la diplomacia, en febrero de 1914
levantó el embargo de armas impuesto previamente por Taft. Fracasados estos intentos de facilitar el
triunfo de los seguidores de Venustiano Carranza, Washington recurrió a la acción armada211
. Más
allá de los reproches contra Wilson, figuras como Mariano Marfil valoraron estos acontecimientos
como nuevos pasos hacia el afianzamiento del programa imperialista norteamericano: “La política de
México será dirigida desde la Casa Blanca, ofreciendo un testimonio elocuente al orbe entero de
cómo las luchas civiles conducen a la desintegración territorial y a la pérdida de la autonomía”212
.
Muchos diarios españoles utilizaron textos humorísticos y diversas viñetas pertenecientes a
periódicos mexicanos como El Independiente (Lámina 7) para censurar la actitud adoptada por el
Ejecutivo estadounidense213
. Además, al igual que había sucedido en anteriores ocasiones, este
suceso sirvió para alimentar de nuevo los viejos resentimientos enconados desde la guerra hispano-
norteamericana214
. Junto a las intervenciones en la política interior de determinados países, otra de
las acciones criticadas por diferentes autores españoles fue la conocida como “diplomacia del dólar”.
Bajo este concepto se englobaban aquellas acciones del Gobierno estadounidense que buscaban
afianzar sus objetivos de política exterior mediante el apoyo a la expansión de empresas privadas y
exportadores. Honduras o la República Dominicana eran presentadas como naciones esclavas que
210 IOB: “Revista hispanoamericana. Influencia y presión de los Estados Unidos en las revoluciones actuales de los
Estados iberoamericanos”, La España Moderna, núm. 125 (mayo de 1899), pp. 166-167; IOB: “Revista
hispanoamericana. Los revolucionarios ofrecen el Istmo de Panamá a los Estados Unidos”, La España Moderna, núm.
139 (julio de 1900), pp.133-135. 211 JONES, M. A.: Historia de Estados Unidos…, op. cit., pp. 377-378. Para un análisis detallado sobre la actitud de
Wilson hacia Latinoamérica, vid. LINK, Arthur S.: La política de Estados Unidos en América Latina, 1913-1916,
México, FCE, 1960. 212 MARFIL, Mariano: “Política extranjera. La intervención de los Estados Unidos en Méjico”, Nuestro Tiempo, núm.
185 (mayo de 1914), p. 60. 213 CUENCA, Carlos Luis de: “De la semana pasada”, ABC, 28 de abril de 1914, p. 5. 214 “América para los norteamericanos”, El Imparcial, 23 de abril de 1914, p. 1.
70
servían de instrumento para satisfacer las ambiciones norteamericanas, y cuyos capitales estaban
siendo controlados por los grandes financieros estadounidenses215
. A su vez, entre 1910 y 1914
proliferaron los textos que informaban de la penetración económica de los Estados Unidos en el
ámbito latinoamericano, prestando especial atención a la construcción de vías férreas. Según el
economista Vicente Gay, esta situación suponía una grave amenaza, pues convertía a los países en
“verdaderas colonias de los monopolizadores de Norte-América”216
. Iniciativas como la Exposición
de Buffalo (1901), se valoraban bajo este prisma como meros intentos frustrados por consolidar la
hegemonía estadounidense en el continente. Un fracaso simbolizado por la escasa participación en la
muestra:
No han concurrido Colombia, Venezuela, el Paraguay y el Uruguay, que ocupan geográficamente casi toda la
banda meridional del Atlántico y los afluentes interiores del Plata […] ¿No es esto el fracaso patente de esa
decantada primera Exposición del continente americano, circunscripta especialmente a los países del hemisferio
occidental, con que tratábase de inaugurar, con la entrada del siglo XX, la nueva corriente de la política exclusiva
e imperialista de los poderosos trusts?217.
De la misma manera, los comentarios realizados sobre el Congreso Panamericano de México
(1902), así como aquellos que se desarrollaron posteriormente, acentuaron sus escasos resultados
ante la imposibilidad de establecer acuerdos diplomáticos y comerciales218
. Todo ello pretendía
deslegitimar el establecimiento de una cooperación panamericana, reforzando así las proclamas de un
movimiento hispanoamericanista que sirviera para resistir frente al imperialismo estadounidense.
Los lazos de fraternidad entre ambos lados del Atlántico se estrecharon conforme aumentaba la
presencia de los Estados Unidos en el continente americano219
. Algunas revistas culturales
recopilaron testimonios que recogían el malestar existente en las repúblicas hispanoamericanas ante
las injerencias de la nación vecina: “No somos ya los españoles los que anotamos las injusticias de
los Estados Unidos, […] son los mismos hijos de la América española emancipada los que se rebelan
contra el fingido protector del Norte”220
. Estableciendo una similitud entre los sucesos de 1898 y la
situación que estaban viviendo esos países, se generaba un alto grado de empatía entre España y sus
antiguas colonias. Una tendencia que se vio favorecida por la publicación de diversas obras que
advertían del peligro que estas acciones conllevaban para la propia cultura hispana. Así, por ejemplo,
215 KNICKERBOCKER: “ABC en Nueva York. La `americanización´ de Centro América”, ABC, 14 de marzo de 1911,
pp. 4-5. 216 GAY, Vicente: “La América Moderna. La penetración económica de los Estados Unidos en la América del Sur”, La
España Moderna, núm. 292 (abril de 1913), p. 149. 217 IOB: “Revista hispanoamericana. Exposición de Búffalo”, La España Moderna, núm. 150 (junio de 1901), p. 150. 218 PÉREZ DE GUZMÁN, Juan: “El Congreso Panamericano en México”, La España Moderna, núm. 161 (mayo de
1902), pp. 41-74; “El Congreso Panamericano”, ABC, 6 de septiembre de 1906, p. 1; BALLESTEROS, Pío: “Las
Conferencias panamericanas”, La España Moderna, núm. 266 (febrero de 1911), pp. 5-22. 219 “El elogio de la América Latina”, El Imparcial, 23 de marzo de 1900, p. 1. 220 GAY, Vicente: “La América moderna. Los escritores mejicanos contra los yanquis”, La España Moderna, núm. 300
(diciembre de 1913), p. 189.
71
en 1900 apareció Ariel, donde el escritor uruguayo José Enrique Rodó se dirigía a la juventud
hispanoamericana para advertirles del utilitarismo y la “nordomanía” que acompañaban la expansión
estadounidense221
. El avance de esta potencia no constituía sólo un problema geopolítico, sino una
seria amenaza para la identidad colectiva, los valores y las costumbres: “La visión de una América
deslatinizada por propia voluntad, sin la extorsión de la Conquista, y regenerada luego a imagen y
semejanza del arquetipo del Norte, flota ya sobre los sueños de muchos sinceros interesados”222
.
Autores como Manuel Ugarte, Alfonso Reyes o Rubén Darío se sumaron a esta línea de
pensamiento, reflejando la unidad del mundo hispanoamericano frente a los Estados Unidos, al
tiempo que surgían reacciones contundentes contra el libro de Stead. Frente a los planteamientos del
periodista inglés, el político venezolano Rufino Blanco Fombona desprestigió las supuestas
aportaciones de la cultura americana -excepto en el terreno científico- y animó al establecimiento de
una defensa conjunta frente a las ambiciones estadounidenses: ¿Será imposible el acercamiento
panhispano? No a manera de Unidad nacional […], sino como una fratellanza política […]. Y en
caso de que el panhispanismo sea irrealizable, no lo es de ninguna manera la alianza de las Naciones
lusohispanoamericanas”223
. Más allá del impacto que este tipo de iniciativas tuvo en intelectuales
españoles como Rafael Altamira o Adolfo González Posada, no faltaron reseñas de Ariel y de otras
obras similares de autores latinoamericanos en distintas revistas españolas224
. Éstas tampoco dejaron
de difundir composiciones como el poema “A España en la siniestra lucha de anglosajones contra
latinos”, donde Teobaldo Elías Corpancho evocaba un sentimiento panhispano de solidaridad, e
insistía en que España debía tomar fuerzas de las jóvenes repúblicas hispanoamericanas225
. Además,
la sección “Lecturas americanas” de La España Moderna, escrita por el propio Altamira bajo el
seudónimo de “Hispanus”, recogía numerosos artículos de opinión, pertenecientes a publicaciones
como Revista Positiva (México) o Anales de la Universidad (Chile). En ellos se insistía en la
búsqueda de soluciones políticas y económicas para frenar las pretensiones norteamericanas226
.
Así pues, el ámbito latinoamericanano también ejerció una poderosa influencia a la hora de
configurar una serie de imágenes y percepciones sobre el imperialismo estadounidense en la sociedad
española, razón por la que se mantuvo vigente el resentimiento ocasionado por el conflicto hispano-
221 NIÑO, A.: La americanización…, op. cit., p. 13. 222 RODÓ, José Enrique: Ariel, Madrid, Cátedra, 2000, p. 196. 223 BLANCO FOMBONA, Rufino: Ensayos históricos, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1981, p. 447. 224 IOB: “Revista hispanoamericana. La alarma del libro de Mr. Ridd, The control of the tropics, y de los artículos del
Sun, de Nueva York, y el artículo `El continente enfermo´ de Zumeta”, La España Moderna, núm. 127 (julio de 1899),
pp. 194-200; ALTAMIRA, Rafael: “La Vida Nueva. III.- Ariel, por José Enrique Rodó”, Revista Crítica de Historia y
Literatura Españolas, Portuguesas e Hispano-americanas., núm. 6-7 (junio y julio de 1900), pp. 74-77. 225 LITVAK, L.: Latinos y anglosajones…, op. cit., p. 86. 226 HISPANUS: “Lecturas americanas. Revista positiva: Civilización yanqui”, La España Moderna, núm. 183 (marzo de
1904), pp. 154-155.
72
norteamericano. La prensa nacional no sólo criticó las distintas intervenciones norteamericanas en el
hemisferio occidental, sino que también se hizo eco de la fuerte animadversión que dominaba en las
repúblicas hispanoamericanas a través de la publicación de artículos de opinión, viñetas cómicas, etc.
Análogamente, la recepción de las ideas defendidas por escritores como Rodó, Ugarte o Blanco
Fombona contribuyó a estrechar los lazos entre algunos intelectuales españoles y latinoamericanos.
Todo ello pretendía consolidar un sentimiento de solidaridad hispánica que sirviera para contrarrestar
la amenaza estadounidense.
4.3.4. LA VISIÓN DE LA POLÍTICA NORTEAMERICANA EN EL LEJANO ORIENTE
Frente al predominio que adquirieron aquellos escritos centrados en el continente americano,
conviene señalar brevemente la repercusión que tuvieron las acciones de los Estados Unidos respecto
a Asia. Una de las más relevantes fue la mediación en la guerra ruso-japonesa ejercida por el
presidente Roosevelt, clave para la firma, en septiembre de 1905, del tratado de paz entre los
contendientes. Este acto fue valorado favorablemente por la opinión pública española, que destacó el
interés de la nación norteamericana por el restablecimiento de la paz (Lámina 8)227
. No obstante, esta
mirada positiva no se prolongó durante mucho tiempo, tal y como reflejan las noticias que abordaron
la crisis diplomática con Japón, que se desató poco después.
Las relaciones de los Estados Unidos con los nipones empezaron a deteriorarse conforme
aumentaban el poder y las aspiraciones territoriales del país asiático. En consecuencia, el sentimiento
antijaponés se extendió rápidamente en California, donde se elaboraron una serie de medidas
discriminatorias que buscaban limitar la elevada afluencia de inmigrantes japoneses. Así, en 1906 el
Consejo Escolar de San Francisco ordenó la segregación de los niños orientales en escuelas
separadas228
. Aunque el contencioso que se desató entre los Estados Unidos y Japón se resolvió al
año siguiente, Washington decidió enviar lo mejor de su flota de guerra -la llamada Gran Flota
Blanca- a distintos puntos del Pacífico, con el fin de demostrar su poder naval. La decisión favoreció
en 1908 la firma de un acuerdo por el que norteamericanos y japoneses se comprometían a respetar
sus posesiones mutuas y a sostener una política de “puertas abiertas” en China229
. Desde el primer
momento, la crisis se interpretó en España como un conflicto racial, destacando los sentimientos
xenófobos que dominaban en numerosas ciudades estadounidenses230
. El viaje de la escuadra
227 “La guerra ruso-japonesa. La intervención de Roosevelt”, ABC, 11 de junio de 1905, p. 2; “Rusia y Japón. Las
negociaciones de paz”, El Imparcial, 14 de junio de 1905, p. 3. 228 NORTON, M. B.; KATZMAN, D. M.; et. al.: A People and a Nation…, op. cit., p. 637. 229 JONES, M. A.: Historia de Estados Unidos…, op. cit., p. 374. Para un mayor conocimiento sobre esta cuestión, vid.
HERRING, George C.: “`Bursting with Good Intentions´: The United States in World Affairs, 1901-1913”, en From
Colony to Superpower: U.S. Foreign Relations since 1776, New York, Oxford University Press, 2011, pp. 337-377. 230 “Norteamérica y los amarillos”, ABC, 17 de noviembre de 1906, pp. 6-7; “Conflicto de razas”, ABC, 31 de diciembre
de 1906, p. 4.
73
americana, una clara muestra de las ambiciones imperialistas del Gobierno estadounidense, se
contempló con temor, ante la posibilidad de una conflagración bélica entre ambas potencias, que sin
duda pondría en jaque la estabilidad mundial231
. Una vez más, las palabras de Genaro Alas se
dedicaron a contrarrestar esta corriente de opinión: “Los yanquis no necesitan la guerra con los
japoneses; no la necesitan porque teniendo hoy como suyo el Archipiélago filipino, de una victoria
sobre los japoneses apenas podrían sacar más de lo que hoy tienen”232
. De todos modos, las noticias
publicadas ponían en duda que la disputa se solucionara a favor de Washington, ya que en esta
ocasión la nación norteamericana estaba midiendo su fuerza con un enemigo “fuerte y recién
acostumbrado a vencer”233
. No obstante, comentarios como éstos no negaban una realidad evidente a
principios del siglo XX: los Estados Unidos estaban alcanzando una presencia hegemónica a nivel
mundial.
4.4. CONOCIMIENTO Y PROGRESO, BASES DE UNA IMAGEN POSITIVA
4.4.1. LA FASCINACIÓN POR LA LITERATURA ESTADOUNIDENSE Y OTRAS FACETAS
CULTURALES
La cultura norteamericana –entendiendo como tal aquellas creaciones artísticas y literarias de
mayor prestigio- despertó un enorme interés en las clases medias y altas españolas. Frente a la
vigencia de ciertos prejuicios sobre la ausencia de gusto artístico en los Estados Unidos, los artículos
publicados pretendían demostrar que Europa y América no eran tan diferentes, pues en ambos
territorios existía la misma preocupación por fomentar las “actividades superiores del espíritu”234
.
Fruto de esta tendencia, intelectuales como Ramón Pérez de Ayala pusieron en duda la opinión de
quienes decían que los Estados Unidos no poseían ningún tipo de patrimonio histórico, defendiendo
que esta nación representaba mejor que ninguna otra el sentido de la civilización: “Y así, por
ejemplo, en Walt Whitman y Edgardo Poe, ciudadanos entrambos de un pueblo sin historia, se da la
expresión más profunda y penetrante de la historia universal del alma humana”235
. No obstante,
resulta llamativo que gran parte de los trabajos sobre escritores estadounidenses tomaran como
referencia textos publicados previamente en países como Inglaterra, Francia o Alemania. En 1890, el
ya citado periodista William Thomas Stead fundó la Review of Reviews, que incluía un conjunto de
reseñas sobre libros o revistas de diversa procedencia. Este formato influenció a numerosas
231 “Crisis peligrosa. Los Estados Unidos y el Japón”, El Imparcial, 9 de julio de 1907, p. 1. 232 ALAS, Genaro: “El viaje de la escuadra americana”, Nuestro Tiempo, núm. 109 (enero de 1908), p. 31. 233 “La cuestión escolar yanqui-japonesa”, ABC, 28 de noviembre de 1906, p. 5; “Americanos y japoneses”, ABC, 9 de
diciembre de 1906, p. 6. 234 THE READER: “América y la crisis de la vieja Europa”, Nuestro Tiempo, núm. 182 (febrero de 1914), p. 108. 235 PÉREZ DE AYALA, Ramón: “De los Estados Unidos. Historia de las cosas pequeñas, I”, El Imparcial, 24 de enero
de 1914, p. 2.
74
publicaciones periódicas, que comenzaron a recoger en sus páginas crónicas y noticias de la prensa
extranjera. Uno de los primeros precedentes en España vino representado por la sección “Revista de
revistas” de La España Moderna, en la que el académico Fernando Araujo citaba artículos de La
Revue, Revue Bleue, Nuova Antologia, Deutsche Revue, etc. Mientras que estas iniciativas ayudaron
a transmitir una mirada favorable de la alta cultura norteamericana, los diarios españoles prestaron
mayor atención a los avances modernizadores de esa sociedad. De hecho, entre 1898 y 1914, sólo el
15,52% de los escritos centrados en las aportaciones intelectuales o científicas americanas abordaron
aspectos relacionados con el campo artístico.
Frente al desconocimiento que había predominado en periodos anteriores, los lectores españoles
de principios del siglo XX comenzaron a ser conscientes de la riqueza que albergaba la literatura
estadounidense: “La poesía moderna ha tenido en el suelo americano rico florecimiento: sueño
fantástico, tierno y visionario, en Edgardo Poe; mirada curiosa […] en Irving; armoniosa lamentación
de alma nostálgica, en Longfellow; júbilo de vida real, en Holmes”236
. Entre las figuras más
populares, destacó Mark Twain, autor de clásicos como Las aventuras de Tom Sawyer (1876) o Un
yanqui en la corte del rey Arturo (1889). La singularidad más apreciada de su obra era el humor,
valorando su imaginación, alegría e ingenuidad como elementos indispensables de su dominio del
género cómico237
. Por esta razón, tras su fallecimiento en 1910, muchas revistas le rindieron
homenajes que aludían especialmente a su carácter satírico:
El temperamento agridulce de Mark Twain nos muestra la más sana filosofía de la vida que consiste en mirar ésta
serenamente, sin darnos a preocupaciones demasiado hondas ni a violencias extremas por cosas que en momentos
de pasión nos parecen dignas de tales esfuerzos pero que, en instantes de serenidad de ánimo, las calificamos de
minucias despreciables238.
Asimismo, muchos académicos españoles, estableciendo comparaciones con el espíritu jocoso que
caracterizaba a determinados escritores europeos, solían señalar tanto la ausencia del tema sexual en
sus libros como la presencia de un cierto idealismo romántico239
. Sin embargo, cabe preguntarse si
esta admiración sólo era consecuencia de su producción literaria. A lo largo de su vida, Twain
mostró una férrea oposición a la anexión de territorios, y criticó el materialismo y la vulgaridad que
dominaban en la sociedad norteamericana durante las décadas posteriores a la guerra civil –tema de
236 ARAUJO, Fernando: “Revista de revistas. Un siglo de literatura femenina en los Estados Unidos”, La España
Moderna, núm. 202 (octubre de 1905), p. 195. 237 ARAUJO, F.: “Revista de revistas: El humorismo americano: Marco Twain”, La España Moderna, núm. 197 (mayo
de 1905), p. 191. 238 “De Mark Twain”, Nuevo Mundo, núm. 861 (7 de julio de 1910), p. 8. 239 GÓMEZ DE BAQUERO, Eduardo: “Revista literaria. Libros extranjeros”, El Imparcial, 3 de agosto de 1903, p. 5.
75
gran relevancia en la prensa de ese momento240
-. Este tipo de declaraciones le alejaban de los
prejuicios y estereotipos que la población española había forjado sobre los propios estadounidenses.
No obstante, algunos textos siguieron perpetuando la cara más extravagante de este novelista, como
las constantes peticiones de silencio que realizaba a aquellos ladrones que intentaban desvalijar su
mansión241
.
Otra gran personalidad a la que se prestó bastante reconocimiento fue Edgar Allan Poe. A raíz del
centenario de su nacimiento, Ángel Guerra, seudónimo utilizado por el periodista y político José
Betancort Cabrera, escribió un breve ensayo donde criticaba la animadversión que seguía
despertando este autor en su país natal, y mostraba cómo su carácter pesimista contrastaba con el
puritanismo y la moralidad del espíritu americano242
. Por esta razón, periodistas como Alejandro
Sawa defendieron fervientemente que la producción de Poe se identificaba más con las corrientes
europeas de ese momento: “¡Grosero error de miopía el de suponer que el hombre es natural del país
en que las entrañas de la madre se desencajan para crear!”243
. En contraposición a los continuos
rumores que circulaban en los Estados Unidos sobre su temperamento desequilibrado y su adicción a
la bebida, en España se difundió una imagen diferente que incidía en su perseverancia y en el enorme
valor de sus aportaciones artísticas: “Era pacífico, trabajador, cortés y animado. Trabajaba con
método y asiduidad, desde las nueve de la mañana hasta las cuatro de la tarde […]. Por El cuervo
recibió Poe diez duros; si hoy se encontrara el manuscrito original, darían muchos por él miles de
duros”244
. Además, la publicación de un artículo de Henri Potez en La Revue hizo que algunas
revistas incidieran en la influencia que el escritor había tenido en los círculos literarios europeos,
aspecto que quedaba reflejado tanto en las primeras obras de Jules Verne (Cinco semanas en globo,
1863) como en las novelas policíacas de Arthur Conan Doyle (Las aventuras de Sherlock Holmes,
1891-92)245
.
Junto a estas figuras, la opinión pública española prestó atención a la labor literaria de otros
importantes autores que, al igual que los anteriores, parecían escapar de los esquemas conformados
por el estereotipo de lo norteamericano. El propio Betancort valoró positivamente el alcance
universal de los poemas de Walt Whitman, uno de los grandes representantes del llamado
240 ARAUJO, Fernando: “Revista de revistas. Decadencia de la literatura yanqui”, La España Moderna, núm. 198 (junio
de 1905), pp. 180; “La monarquía yanqui”, ABC, 7 de febrero de 1907, p. 2. 241 ARAUJO, F.: “Revista de revistas. Mark Twain”, La España Moderna, núm. 259 (julio de 1910), pp.202-204. 242 GUERRA, Ángel: “El centenario de Edgard Allan Poe”, La España Moderna, núm. 244 (abril de 1909), pp. 142. 243 SAWA, Alejandro: “Dos recuerdos del rayo y de la gloria”, El Imparcial, 10 de febrero de 1908, p. 3. 244 ARAUJO, Fernando: “Revista de revistas. La fortuna de Edgardo Poe”, La España Moderna, núm. 171 (marzo de
1903), p. 190. 245 “Revista de revistas. Edgar Poe y Julio Verne”, Nuestro Tiempo, núm. 127 (julio de 1909), pp. 104-105; ARAUJO,
Fernando: “Revistas de revistas. Edgard Poe y Julio Verne”, La España Moderna, núm. 249 (septiembre de 1909), pp.
148-154; ARAUJO, F.: “Revista de revistas. La novela policíaca, de Edgar Poe a Nick Carter”, La España Moderna,
núm. 287 (noviembre de 1912), pp. 170-178.
76
“Renacimiento americano”: “Como su sentimiento es hondo, su visión es amplia. Para él no hay
razas; no hay más que humanidad […]. Esta visión amplísima pocos espíritus la han tenido con un
generoso y ardiente cosmopolitismo”246
. Similares alabanzas recibió este poeta por parte de Miguel
de Unamuno, quien mostró su entusiasmo por el verso no rimado y lírico de Whitman a la hora de
reseñar su libro Hojas de hierba (1855)247
. Del mismo modo, numerosos eruditos halagaron las
contribuciones realizadas por parte de dos escritoras norteamericanas que reflejaron algunas de las
facetas más negativas de esa nación: Harriet Beecher Stowe y Edith Wharton. Si la primera destacó
por su lucha contra la esclavitud que reinaba en la América decimonónica, razón principal del
enorme éxito que obtuvo La Cabaña del Tío Tom (1852) en el continente europeo; la segunda hizo
un fiel retrato de la sociedad estadounidense, incidiendo especialmente en temas como la hipocresía
y el materialismo248
. Aparte del prestigio alcanzado por ambas autoras, otros artículos mencionaron
de manera superficial los trabajos de Mary Wilkins, Emily Dickinson y otras escritoras249
.
La fascinación por las creaciones literarias procedentes de los Estados Unidos se manifestó
también en la aparición de relatos norteamericanos en las páginas de distintas revistas culturales:
Una apuesta de millonarios y El pretendiente americano de Twain, El país del placer de Wharton,
Bloqueados por la nieve de Bret Harte, Viaje al Clondic y estudio sobre la vida de los buscadores de
oro de Jeremiah Lynch, etc. Tomando como referencia los datos proporcionados por el vaciado de La
España Moderna, se puede determinar un aumento gradual en la frecuencia de publicación de estas
narraciones. Mientras que a finales del siglo XIX su presencia era nula, a partir de 1902 comenzaron
a adquirir un mayor protagonismo, sobrepasando cuantitativamente a los escritos de origen europeo
en 1910 y 1913 (Lámina 4).
Esta visión positiva no se limitaba al ámbito literario; se extendía igualmente a campos como la
pintura o la economía, tal y como refleja la traducción de algunos escritos sobre la figura de James
McNeill Whistler, Henry George o el caricaturista Charles Dana Gibson250
. Por otra parte, diversas
publicaciones informaron con regularidad de las actividades culturales que se desarrollaban en
ciudades como Chicago o Nueva York, aspecto al que contribuyó favorablemente la difusión de
246 GUERRA, Ángel: “Literatura contemporánea. Walt Whitman”, La España Moderna, núm. 270 (junio de 1911), pp.
26-27. 247 UNAMUNO, Miguel de: “El canto adámico”, El Imparcial, 6 de agosto de 1906, p. 3. 248 THE READER: “Revista de revistas. Harriet Beecher Stowe”, Nuestro Tiempo, núm. 154 (octubre de 1911), pp. 100-
102; TERÁN, Luis de: “Revista bibliográfica. Cher les heureux du monde, por Edith Wharton”, Nuestro Tiempo, núm.
133 (enero de 1910), pp. 114-115. 249 ARAUJO, Fernando: “Revista de revistas. Un siglo de literatura femenina…”, art. cit., pp. 191-195. 250 PAZOS Y GARCÍA, Diego: “Sobre la doctrina social de Henry George y su trascendencia financiera”, Nuestro
Tiempo, núm. 168 (diciembre de 1912), pp. 1-29; ARAUJO, Fernando: “Revista de revistas. Whistleriana”, La España
Moderna, núm. 238 (octubre de 1908), pp. 196-198; THE READER: “Revista de revistas. La caricatura americana”,
Nuestro Tiempo, núm. 177 (septiembre de 1913), pp. 86-87.
77
artículos procedentes de la prensa americana (American Review of Reviews, Atlantic Monthly, North
American Review, etc.). El teatro americano adquirió mayor fama gracias a diferentes noticias que
revelaban tanto los ingresos que obtenían algunos productores y actores, como las grandes sumas de
dinero que se invertían en la construcción de edificios para las representaciones251
. No obstante, este
interés por los espectáculos teatrales estadounidenses quedó relegado a un segundo plano, ante la
presencia de los cinematógrafos, cuyo éxito de taquilla era indudable: “Esta evolución del ‘drama
silencioso’ ha tenido curiosos resultados. Por de pronto, el precio de las localidades del teatro ha
disminuido, permitiendo así el acceso a muchas personas a las que antes les estaba vedado.
Constituyen, pues, una nueva clase de espectadores”252
. Asimismo, los estrenos de óperas como
Parsifal de Richard Wagner o Salomé de Richard Strauss aparecían en las páginas de las revistas
nacionales, incluyendo fotografías de la puesta en escena253
. Aprovechando estos acontecimientos,
las redacciones de diarios españoles como ABC encargaban a sus corresponsales la elaboración de
crónicas periodísticas en las que se narrara la recepción que estas obras habían tenido en los Estados
Unidos254
. Aunque la mayoría de los análisis mostraban el alto grado de exigencia del público
norteamericano, en distintas ocasiones sirvieron también para subestimar los gustos de la sociedad
estadounidense, así como su conocimiento sobre las artes escénicas:
En las cosas de arte, los críticos yanquis andan, sobre poco más o menos, a la misma altura que la masa del
público, y el público americano –me refiero al gran público, al popular- salió descorazonadísimo del estreno,
porque le habían dicho que era una ópera americana, escrita sobre un libro americano, y esperaba encontrar alguna
canción de negros o un cake-walk de esos que se pegan al oído…¡Vayan ustedes a saber!255.
En cuanto al fomento de la educación artística en los Estados Unidos, no sólo se mencionaba el
gran número de colecciones y museos que albergaba este país, sino también la promoción de otros
medios de aprendizaje, como las bibliotecas ambulantes256
. Análogamente, se concedió atención a la
labor de mecenas desempeñada por ciertos millonarios. Así, por ejemplo, se destacó la donación de J.
P. Morgan al Metropolitan Museum de un conjunto de esculturas, muebles y ornamentaciones que
abarcaban desde el gótico hasta el siglo XVIII257
. Sin embargo, ninguna iniciativa despertó más
admiración por el patrimonio cultural estadounidense que la inauguración de la Exposición de San
251 “El mundo al día. El teatro en los Estados Unidos”, El Imparcial, 8 de octubre de 1905, p. 1. 252 THE READER: “Revista de revistas. El cinematógrafo y el arte dramático”, Nuestro Tiempo, núm. 160 (abril de
1912), p. 115. 253 MIRANDA: “Música. Parsifal en Nueva York”, La Lectura, vol. IV-I (enero de 1904), p. 74; “La ópera Salomé”,
Actualidades, núm. 54 (24 de febrero de 1909), p. 21. 254 KNICKERBOCKER: “ABC en Nueva York. Konigskinder”, ABC, 24 de enero de 1911, pp. 4-5;
KNICKERBOCKER: “ABC en Nueva York. Titta Ruffo”, ABC, 8 de enero de 1913, pp. 5-6. 255 CADENAS, José Juan: “ABC en París. La Fanciulla del West”, ABC, 17 de diciembre en 1910, p. 5. 256 ARAUJO, Fernando: “Revista de revistas. Bibliotecas ambulantes”, La España Moderna, núm. 171 (marzo de 1903),
pp.176-178. 257 “Revista de revistas. La actividad artística en los Estados Unidos”, Nuestro Tiempo, núm. 135 (marzo de 1910), p.
121.
78
Luis en 1904. Para la ocasión las publicaciones españolas emplearon apelativos del estilo de
“verdadero compendio de la historia de la humanidad” o “templo en el que oficiarán todas las
naciones la misa santa del Progreso” (Lámina 9)258
. Los enormes gastos que generó fueron objeto de
polémica por parte de muchos periodistas, que no daban crédito a las numerosas subvenciones que se
habían concedido para la celebración de este evento259
. En definitiva, todo ello pretendía romper los
prejuicios que todavía dominaban en la sociedad española sobre la inexistencia de una alta cultura en
la nación norteamericana; objetivo al que también contribuyeron aquellos artículos centrados en las
relaciones culturales entre ambos países260
. De hecho, la tarea realizada por los hispanistas
estadounidenses era valorada como una “misión humanitaria y civilizatoria”, que contrastaba con la
actitud de aquellos españoles que renunciaban a su pasado261
. A raíz de la fundación de la Hispanic
Society, las revistas nacionales dedicaron numerosas páginas a narrar la vida de su fundador, Archer
Milton Huntington, y a describir las ricas colecciones que albergaba su museo: “Tal vez valga más
que esos peregrinos sepulcros se hayan arrancado a la desaparición por la humedad, el polvo y la
barbarie destructora de los hombres, para ser expuestos, bien conservados y cuidados, a la
admiración universal”262
.
La difusión de noticias y artículos sobre estas manifestaciones culturales –literatura, pintura,
teatro, exposiciones, etc.- demuestra la existencia de un sustrato de interés por las creaciones e
iniciativas artísticas que se estaban desarrollando al otro lado del Atlántico. Esta coyuntura favoreció
un mayor entendimiento entre España y los Estados Unidos, que acabó facilitando los contactos
culturales entre ambas naciones. De este modo, la transmisión de estas imágenes positivas a través de
la prensa ayudó a crear las bases para una colaboración entre determinados sectores intelectuales de
uno y otro país durante el primer tercio del siglo XX263
.
4.4.2. MIRANDO AL FUTURO. EL MODELO DE DESARROLLO NORTEAMERICANO
A pesar del entusiasmo que dominaba por la alta cultura americana, las publicaciones periódicas
también se hicieron eco de los avances modernizadores que se estaban produciendo en diferentes
ámbitos -la industria, la comunicación, la medicina, etc.-, sirviendo así para efectuar una crítica
velada a la situación de la ciencia y la educación en España. Figuras como Otamendi, González
258 “La Exposición de San Luis”, ABC, 30 de enero de 1904, p. 2. 259 “Lo que cuesta la Exposición de San Luis”, Revista Contemporánea, vol. CXXIX-I (julio de 1904), pp. 111-112. 260 CAVIA, Mariano de: “Actualidad”, El Imparcial, 27 de enero de 1907, p. 1; “Sorolla. Una exposición”, Blanco y
negro, núm. 933 (21 de marzo de 1909), p. 10. 261 THE READER: “Revista de revistas. España en los Estados Unidos: La Sociedad hispánica de América”, Nuestro
Tiempo, núm. 165 (septiembre de 1912), p. 105. 262 BROUTA, Julio: “Tesoros españoles en Yankilandia. El Museo Hispánico en Nueva York”, La España Moderna,
núm. 243 (marzo de 1909), p. 89. 263 Vid. NIÑO, A.: “Las relaciones culturales…”, cap. cit., pp. 77-94.
79
Echarte o Maristany y Gibert plasmaron sus impresiones durante sus estancias en los Estados
Unidos, subrayando las grandes transformaciones tecnológicas de ese momento: “Cuando se recorre
Nueva York y se ven durante el día los innumerables motores eléctricos de sus ascensores […] y
durante las noche las brillantes iluminaciones de sus calles, paseos, teatros y hoteles, se comprende el
consumo enorme de energía eléctrica que requiere la vida de la gran ciudad”264
. No obstante, esta
visión de América como escenario privilegiado del progreso estuvo presente en otras naciones
europeas, sin impedir la aparición paralela de las primeras reacciones negativas ante el fenómeno de
la americanización. Prueba de ello son los artículos de procedencia extranjera que, ocupando las
secciones de algunas revistas culturales, ayudaron a alimentar estas percepciones en la opinión
pública española.
Las investigaciones y descubrimientos estadounidenses en el terreno científico se multiplicaron
durante estos años, provocando que la prensa nacional difundiera los nuevos avances que se estaban
aplicando al otro lado del Atlántico. Junto al interés por los planteamientos del psicólogo Herbert
Woodrow o los novedosos estudios sobre tuberculosis y otras enfermedades mortales, la resonancia
de las teorías de Darwin provocó que algunos artículos incidieran especialmente en las prácticas
eugenésicas, cuyo objetivo era “determinar las reglas para que los individuos que nazcan estén lo
mejor dotados física, intelectual y moralmente”265
. De hecho, se informaba de cómo en ciertos
Estados norteamericanos se habían dictado leyes para la esterilización de determinadas categorías de
condenados o enfermos mentales266
. Más allá de los innumerables progresos alcanzados en el campo
de la medicina y de la biología, muchas noticias destacaron otros descubrimientos de carácter
arqueológico y geográfico. Uno de los más llamativos fue el hallazgo del Polo Norte en 1909 por
parte del explorador Frederick Albert Cook, cuyos avatares fueron narrados con cierta profusión
(Lámina 10)267
.
A raíz de la rápida industrialización que había tenido lugar durante el último tercio del siglo XIX,
aparecieron numerosos inventos y mecanismos que buscaban facilitar la vida de las personas, desde
cintas transportadoras para los automóviles hasta comida enlatada (Lámina 11). Así, por ejemplo, La
Revista Blanca explicó el funcionamiento de aparatos como el frigorífico, que fue considerado “la
última noción del confort yanqui”268
. Según Pérez de Ayala, la invención de este tipo de artefactos
respondía al espíritu práctico de la civilización estadounidense, más preocupada por el bienestar
264 GONZÁLEZ ECHARTE, Antonio y OTAMENDI, Miguel: De Madrid a San Luis. Impresiones de un viaje, Madrid,
Imprenta Alemana, 1905, p. 58, citado en GARCÍA MONTÓN, I.: Viaje a la modernidad…, op. cit. p. 86. 265 ARAUJO, Fernando: “Revista de revistas. La Eugénica”, La España Moderna, núm. 302 (febrero de 1914), p. 161. 266 Ibídem, p. 164. 267 “Lo que dice Cook”, ABC, 28 de septiembre de 1909, p. 15. 268 “Crónica científica. Frigoríferos”, La Revista Blanca, núm. 126 (15 de septiembre de 1903), p. 17.
80
social que por el mero cultivo intelectual. Frente a las innovaciones de personalidades como Eli
Whitney o Robert Fulton, el escritor criticaba la falta de inventiva española269
. En medio de este
panorama, los descubrimientos de Thomas Alva Edison (la batería de acumuladores, el fonógrafo, la
lámpara de incandescencia de filamento de carbón, etc.) se convirtieron en objeto de admiración por
parte de los periodistas, así como el laboratorio que estableció en Nueva Jersey con el fin de
proporcionar nuevos productos: “A buen seguro resultaría que tan poderoso genio proporcionaba el
pan a más de tres millones de almas y daba a ganar a industriales y comerciantes más de cinco mil
millones de pesetas al año”270
. Gracias a la labor de este empresario e inventor, comenzó a utilizarse
la electricidad en beneficio humano y de la industria, cuestión valorada positivamente al informar de
los congresos que se estaban celebrando sobre este tema, y del majestuoso alumbrado de
exposiciones como la de Panamá (1913)271
. Una imagen compartida por autores extranjeros como
Jules Huret, que quedó impresionado por el espectáculo nocturno de Nueva York: “París, visto por la
noche desde las alturas de Montmartre, no es nada en comparación de esto. Se diría que todas las
estrellas del cielo han venido a colocarse sistemáticamente a trescientos metros de la mano”272
.
Respecto a las mejoras de las comunicaciones, la invención del telégrafo eléctrico y del teléfono
no sólo transformaron las condiciones de vida de la población americana, sino que también hicieron
posible la organización de negocios y empresas a una escala nacional e incluso internacional273
. Por
ello, la prensa anunciaba con regularidad la aparición de nuevos inventos mecánicos que ayudaban a
estrechar las distancias geográficas. Uno de estos artefactos fue el electrógrafo, que permitía
transmitir dibujos y fotografías con el objetivo de ilustrar mejor los periódicos y difundir retratos de
criminales peligrosos274
. Estrechamente conectadas con estas innovaciones, se produjeron mejoras en
medios de transporte como el tranvía o el tren, generadores de grandes intereses económicos. La
difusión de publicaciones estadounidenses como The Tramway and Railway World o Poor´s Manual
of Railroads permitió conocer detalladamente la extensión de las vías ferroviarias o la incorporación
269 PÉREZ DE AYALA, Ramón: “De los Estados Unidos. Historia de las cosas pequeñas, II”, El Imparcial, 26 de enero
de 1914, p. 1; PÉREZ DE AYALA, R.: “De los Estados Unidos. Historia de las cosas pequeñas, IV”, El Imparcial, 30 de
enero de 1914, p. 1. 270 “Los inventos de Edison. Lo que vale hoy en día en dinero”, Alrededor del Mundo, núm. 522 (26 de mayo de 1909),
p. 15. 271 “Revista de revistas. La electricidad y la mecánica en la Exposición de Búfalo”, Nuestro Tiempo, núm. 12 (diciembre
de 1901), pp. 129-132; CAVIA, Mariano de: “Actualidades”, El Imparcial, 24 de octubre de 1910, p. 1; GUILLE, N. O.:
“ABC en California. Maravillas de la luz. La Exposición de Panamá”, ABC, 12 de septiembre de 1913, pp. 3-4. 272 ARAUJO, Fernando: “Revista de revistas. Impresiones de un viaje por los Estados Unidos”, La España Moderna,
núm. 189 (septiembre de 1904), p. 206. 273 JONES, M. A.: Historia de Estados Unidos…, op. cit, p. 277. Para un estudio más amplio sobre el desarrollo de las
multinacionales americanas, vid. CHANDLER, Alfred D.: “The United States: Evolution of Enterprise”, en MATHIAS,
Peter y POSTAN, M. M. (eds.): The Cambridge Economic History of Europe, Cambridge, Cambridge University Press,
1978, vol. 7, part 2: pp. 70-133. 274 “Los grandes inventos”, ABC, 22 de enero de 1903, p. 6.
81
de la tracción eléctrica en diversas ciudades275
. En contraposición a las constantes dificultades del
sistema ferroviario español, los viajes por los Estados Unidos eran rápidos y baratos, debido a la
competencia entre las diferentes compañías276
. Del mismo modo, algunos escritos mencionaban
cómo éstas contribuían a fomentar la instrucción agrícola, así como la protección y repoblación de
los bosques277
. También predominaron las referencias a aquellos avances que se estaban produciendo
en la industria automovilística o en la aviación, donde adquirieron gran protagonismo los
dirigibles278
. Fruto de ese interés por el espacio aéreo, numerosos periodistas alabaron los éxitos
conseguidos por los hermanos Wright, cuyo primer vuelo se produjo el 17 de diciembre de 1903279
.
A pesar de que los españoles mostraron su asombro ante los progresos alcanzados en estos ámbitos,
nada era equiparable al impulso que había adquirido la arquitectura americana, cuyo mejor ejemplo
era la construcción de inmuebles subterráneos o rascacielos como los célebres edificios Singer
(1908) y Woolworth (1913). De hecho, había noticias que bromeaban sobre su altura, comentando
que el único ideal de los neoyorquinos era “poner escollos a los aeroplanos y dirigibles en las altas
regiones de la atmósfera”280
. Otras innovaciones urbanas de gran relevancia que aparecieron en las
páginas de los periódicos fueron las espaciosas estaciones de trenes, el sistema de parques o la
organización de las prisiones281
.
Por otra parte, los medios de comunicación norteamericanos fueron también presentados como
modelo para la prensa española. Si la rotativa había transformado la producción de los diarios, la
creación de la linotipia supuso un gran avance en la composición de los textos a partir de la segunda
mitad del siglo XIX. Al mismo tiempo que ésta se introducía en las imprentas, las redacciones
estadounidenses comenzaron a incorporar paulatinamente las máquinas de escribir, alcanzando gran
éxito el prototipo inventado por un grupo de ingenieros de la factoría Remington282
. Junto a esta serie
de adelantos tecnológicos, el historiador Julián Juderías, uno de los principales defensores de la
existencia de una “Leyenda Negra” anglosajona contra España, destacaba la libertad de prensa que
existía en los Estados Unidos y su capacidad de influencia en la opinión pública, cuestiones que
respondían a la naturaleza del propio pueblo americano: “Allí todos leen; allí hasta el más pobre
275 “Revista de revistas. La tracción eléctrica en tranvías de Nueva York”, Nuestro Tiempo, núm. 3 (marzo de 1901), p.
154; “Revista de revistas. Ferrocarriles norteamericanos”, Nuestro Tiempo, núm. 7 (julio de 1901), pp. 95-96. 276 GARCÍA MONTÓN, I.: Viaje a la modernidad…, op. cit., p. 19. 277 THE READER: “Revista de revistas. Las compañías de ferrocarriles en los Estados Unidos y su importancia en el
desarrollo de la agricultura”, Nuestro Tiempo, núm. 183 (marzo de 1914), pp. 71-74. 278 “Mapamundi. La conquista del aire”, ABC, 9 de septiembre de 1908, p. 15; “La navegación aérea. Un dirigible
norteamericano”, El Imparcial, 6 de enero de 1909, p. 2. 279 “Nuevo triunfo de Orville Wright”, ABC, 3 de agosto de 1909, p. 12; “Wright y los dirigibles”, ABC, 1 de octubre de
1909, p. 14. 280 “Nueva construcción yanqui”, ¡Adelante!, núm. 19 (25 de julio de 1911), p. 20. 281 “La mayor estación del mundo”, ABC, 5 de febrero de 1913, p. 8; “Las prisiones en los Estados Unidos”, ABC, 18 de
febrero de 1914, p. 10. 282 VÍLCHEZ DE ARRIBAS, J. F.: Historia gráfica de…, op. cit., p. 37.
82
dispone de los medios necesarios para adquirir un periódico […] todos quieren que el diario no sólo
les informe, sino que les indique la línea de conducta que tienen que seguir, la manera en la que
deben pensar”283
. En cuanto a la publicidad, diferentes artículos señalaban los grandes presupuestos
que muchas empresas destinaban a anuncios, con el objetivo de favorecer el consumo de sus
productos, aspecto que enlazaba con el sistema de ventas a distancia y con los innovadores medios de
producción que se estaban desarrollando en la sociedad estadounidense en ese momento. Un tema
llamativo fue la aparición de los carteles, ya que suponían una auténtica revolución frente a los textos
y dibujos recargados que se hacían previamente: “Hoy se tiende más a la simplicidad: dos o tres
palabras sugestivas, y una ilustración sobria del artículo que se quiere despachar: ese es el ideal”284
.
Además, se valoraba la eficiencia de otros medios, como el llamado “hombre-sándwich” o los
anuncios luminosos.
Más allá de la modernización en ámbitos como la comunicación o la industria, la educación
superior estadounidense, caracterizada por su tendencia democrática y espíritu científico, se convirtió
en punto inexcusable de referencia para los países europeos. El conocimiento y la investigación se
patentaron a través de los centenares de colleges y universidades públicas y privadas situadas a lo
largo del país: se crearon nuevas escuelas graduadas, se concedieron un mayor número de becas, los
salarios y oportunidades de empleo aumentaron en las facultades, etc. Esta nueva vitalidad se reflejó
en el incremento que experimentaron las inscripciones de estudiantes, especialmente en los campos
técnicos, durante los primeros años del siglo XX. De hecho, entre 1890 y 1915, se otorgaron 200
doctorados en matemáticas y 300 en física, lo cual suponía aproximadamente diez veces más que los
concedidos en el cuarto de siglo precedente285
. Ante este panorama tan favorable, los observadores
franceses, impresionados por el funcionamiento del sistema universitario americano, trataron de
averiguar si éste podría ser aplicado en su país286
. Una visión que también compartían personalidades
británicas como Bertrand Russell o H. G. Wells, quien demostró una especial admiración por la labor
desempeñada por muchos profesores de Harvard e instituciones similares287
. Al igual que había
sucedido al informar sobre otras facetas del modelo de desarrollo norteamericano, las publicaciones
periódicas participaron activamente en la transmisión de esta imagen positiva a la sociedad española,
283 JUDERÍAS, Julián: “La prensa en los Estados Unidos”, Nuestro Tiempo, núm. 157 (enero de 1912), p. 84. 284 ARAUJO, Fernando: “Revista de revistas. Las transformaciones de la publicidad”, La España Moderna, núm. 284
(agosto de 1912), p. 193. 285 KEVLES, Daniel J.: “Las instituciones científicas americanas, 1890-1930. La organización de la ciencia en una
cultura práctica y pluralista”, en SÁNCHEZ RON, José María (coord.): 1907-1987. La Junta para la Ampliación de
Estudios e Investigaciones Científicas 80 años después. Vol. 1, Madrid, CSIC, 1988, pp. 219-221. 286 PORTES, J.: Fascinations and Misgivings, op. cit., p. 228. 287 FRANKEL, R.: Observing America…, op. cit., p. 90.
83
sirviendo una vez más para establecer comparaciones desalentadoras con respecto a la situación
educativa que pervivía al otro lado del Atlántico:
Sus Facultades, instaladas cómodamente; sus laboratorios; sus bibliotecas; sus museos; su numeroso personal, con
todo el material exigido por la ciencia moderna, todo concebido y ejecutado con grandiosidad y con espíritu
práctico, de tal modo, que cuando se vuelve la vista a nuestras Universidades europeas, se siente uno humillado,
haciendo el efecto de parientes pobres288.
Respecto al entorno escolar, la prensa valoraba tanto su organización como las asignaturas que se
impartían en las escuelas. Así, sorprendía el interés que se inculcaba a los jóvenes por el respeto a la
naturaleza, encargándose cada uno de ellos de cuidar una planta289
. Análogamente, se seguían con
atención las iniciativas destinadas a consolidar la instrucción elemental en el mundo rural, como la
concesión de transporte escolar gratuito a aquellos estudiantes de los pueblos más alejados, o el
fomento de las bibliotecas públicas290
. Otros titulares incidían en las mejoras de las condiciones
higiénicas y alimenticias que se habían experimentado en muchos centros escolares del país291
. Por
otro lado, conforme aumentaban las iniciativas políticas dirigidas a garantizar la protección de los
menores de edad y su desarrollo en un ambiente favorable, un gran número de artículos abordaron
aquellos estudios científicos que estaban modificando sustancialmente el modo de conocer el mundo
infantil (Child Study-Movement). A través de este tipo de investigaciones, se evaluaba el nivel de
conocimiento que se adquiría en las aulas, el sentido del derecho y el deber, la herencia biológica de
las cualidades que hacían que ciertos alumnos fueran excepcionales, la utilidad de los castigos,
etc.292
. Dentro de este campo de trabajo, adquirieron enorme relevancia los escritos del psicólogo G.
Stanley Hall (Adolescence, 1904), así como las teorías educativas del filósofo John Dewey (School
and Society, 1899), que rechazaban el autoritarismo en las escuelas e instaban a su sustitución por un
aprendizaje de carácter más práctico293
. Estos planteamientos influyeron en pedagogos españoles
como Francisco Ferrer o Fernando Sainz, quienes abogaron por una mejora de las condiciones de la
infancia. Asimismo, la atracción que generó este movimiento a favor de la infancia también se
plasmó en algunas noticias centradas en medidas legislativas, como la ley creadora de los Tribunales
Tutelares de Menores (1899), que aceptaba la idea de que el Derecho penal represivo no era el
288 ARAUJO, Fernando: “Revista de revistas. Instituciones escolares de los Estados Unidos”, La España Moderna, núm.
147 (marzo de 1901), pp. 185-186. 289 LÓPEZ, Ernestina A.: “El estudio de la naturaleza en las escuelas primarias americanas”, La Escuela Moderna, vol.
XVIII-III (1 de marzo de 1906), p. 8. 290 “Revista de revistas. La escuela rural y su biblioteca”, Nuestro Tiempo, núm. 14 (febrero de 1902), p. 115. 291 ARAUJO, Fernando: “Revista de revistas. La higiene en las escuelas públicas”, La España Moderna, núm. 179
(noviembre de 1903), pp. 198-199; THE READER: “Revista de revistas. Las comidas escolares”, Nuestro Tiempo, núm.
150 (junio de 1911), pp. 111-113. 292 ARAUJO, Fernando: “Revista de revistas. El child-study movement en los Estados Unidos”, La España Moderna,
núm. 147 (marzo de 1901), pp. 191-196. 293 Para un mayor conocimiento sobre los principios defendidos por Dewey, vid. MENAND, Louis: The Metaphysical
Club. A Story of American Ideas, New York, Farrar, Straus and Giroux, 2001, pp. 316-330.
84
sistema más adecuado para frenar la delincuencia juvenil294
. El éxito de este proyecto provocó que
posteriormente se extendiera al continente europeo.
En definitiva, los lectores españoles fueron conscientes del papel privilegiado que ocupaban los
Estados Unidos en el terreno del conocimiento y el progreso a través de diferentes publicaciones
periódicas, que carecían de un marcado carácter ideológico. No obstante, esta admiración por el
modelo de desarrollo norteamericano no sólo se limitó a reflejar lo que decían distintos artículos de
procedencia europea, sino que sirvió para efectuar una crítica contra la deficiente situación de la
ciencia y la educación en España. De este modo, este interés ayudó a alimentar algunos de los
debates nacionales que se mantenían en los círculos intelectuales durante esos años.
4.5. EL SISTEMA POLÍTICO AMERICANO, ¿UN CASO EXCEPCIONAL?
4.5.1. LA FRAGMENTACIÓN DE UNA VISIÓN IDEALIZADA
Los avances de la sociedad estadounidense eran valorados a nivel científico y tecnológico, pero
también se apreciaban en el funcionamiento de sus instituciones políticas. Si bien algunos sectores
tradicionalistas observaron con recelo el experimento democrático de ese país a lo largo del periodo
decimonónico, lo cierto es que el régimen norteamericano supuso un gran atractivo para una minoría
ilustrada de españoles295
. Por esta razón, pervivió una imagen positiva de los principios que
teóricamente guiaban a la nación estadounidense durante los primeros años del siglo XX: “El
internacionalismo en unión de la democracia, sigue siendo la característica de los Estados Unidos
[…] América ha edificado una sociedad, en la cual, es la única misión del Gobierno, hacer que la
justicia prevalezca”296
. A su vez, conviene insistir en que grupos minoritarios como los republicanos
federalistas seguían considerando a los Estados Unidos como el principal modelo de referencia para
el futuro desarrollo democrático de España297
. Fruto de esta coyuntura, se promovió la traducción de
libros como El Gobierno congresional (1885) de Woodrow Wilson o El triunfo de la democracia
(1886) de Andrew Carnegie, al tiempo que aparecían una gran variedad de escritos en torno a
determinados aspectos del modelo político de ese país -las elecciones presidenciales, los partidos
políticos, etc.298
-. Sin embargo, la difusión de artículos de opinión procedentes de distintas revistas
estadounidenses, entre las que destacaba especialmente North American Review, contribuyó a
trasladar a este lado del Atlántico algunas de las polémicas que inquietaban a la sociedad americana.
294 “Tribunales para niños”, El Imparcial, 29 de enero de 1911, p. 4. 295 NIÑO, A.: “Las relaciones culturales…”, cap. cit., p. 58. 296 THE READER: “Revista de revistas. Lo que América puede enseñar a Europa”, Nuestro Tiempo, núm. 180
(diciembre de 1913), pp. 93-94. 297 HILTON, S. L.: “Los Estados Unidos como modelo…”, art. cit., p. 24. 298 “Revista de revistas. Los candidatos a la presidencia”, Nuestro Tiempo, núm. 115 (julio de 1908), pp.103-104; THE
READER: “Revista de revistas. El régimen presidencial”, Nuestro Tiempo, núm. 181 (enero de 1914), pp. 98-100.
85
A raíz de los triunfos conseguidos por los demócratas en las elecciones de 1911, Nuestro Tiempo dio
a conocer un ensayo del periodista George Harvey, en el que reflexionaba sobre los éxitos de este
partido: “Casi todas las grandes victorias democráticas son debidas únicamente a las divisiones y
contiendas que, desde hace años, desgarran el partido republicano […]. Los demócratas tendrían,
pues, la partida ganada, si estuvieran bien dirigidos”299
. Del mismo modo, determinados autores
españoles continuaron señalando los límites del sistema democrático norteamericano, y aprovecharon
para establecer equiparaciones con respecto a la teoría del sistema representativo en la Monarquía
constitucional:
Excepto en lo que se refiere al nombramiento de los funcionarios más elevados, el Presidente de los Estados
Unidos goza de más prerrogativas que un Monarca Constitucional, y se diferencia de éste […] en que, mientras el
Monarca constitucional debe ser ajeno en absoluto a las luchas de los partidos y se mantiene en elevada esfera,
atento muy especialmente a sancionar los cambios de política que demanda la opinión pública, manifestada en las
elecciones o en otra forma, el Presidente americano es, ante todo y sobre todo, hombre de partido que va a ocupar
la más alta magistratura de su país para desarrollar una política determinada300.
A medida que se iban poniendo de manifiesto los graves casos de corrupción que asolaban esta
nación durante esos años, la visión idealizada que había predominado previamente comenzó a
fragmentarse de manera paulatina: “La independencia de los hombres políticos está viciada, y los
votos se compran tan descaradamente que nadie protesta contra la lista de pensiones […] En un país
de hombres tenidos por libres, no hay, en realidad, sino esclavos”301
. Además, las fiestas celebradas
por distintos diputados, así como algunas de las exhibiciones que tenían lugar en la Cámara de
representantes de Washington, pusieron en cuestión la seriedad y honradez de las instituciones
norteamericanas302
. Un proceso que se replicó en países como Francia e Inglaterra, donde este tipo de
críticas dominaban desde finales del siglo XIX. Mientras el escritor Rudyard Kipling describió de
manera peyorativa a aquellos políticos que conoció en San Francisco, William Thomas Stead
rechazó la perversión que caracterizaba al gobierno de la ciudad de Chicago y a los dos grandes
partidos que luchaban por controlarla. Las extorsiones al alcalde o las malversaciones de los
concejales fueron algunos de los temas denunciados en su obra If Christ Came to Chicago (1894)303
.
Por otra parte, aumentaron progresivamente las noticias sensacionalistas que informaban sobre
aquellas facetas más excéntricas de la política americana, desde el protagonismo que adquiría la
imagen de los candidatos presidenciales, hasta la transformación de las campañas electorales en
299 THE READER: “Revista de revistas. El Partido democrático en los Estados Unidos”, Nuestro Tiempo, núm. 147
(marzo de 1911), p. 100. 300 CUBILLO, L.: “La elección presidencial en los Estados Unidos”, Nuestro Tiempo, núm. 46 (octubre de 1904), pp. 83-
84. 301 TERÁN, Luis de: “Revista de revistas. Peligros de la república americana”, Nuestro Tiempo, núm. 99 (mayo de 1907),
p. 79. 302 “Los diputados yanquis se divierten”, ABC, 4 de marzo de 1907, p. 2. 303 FRANKEL, R.: Observing America…, op. cit., p. 28.
86
grandes espectáculos en los que participaban incluso animales304
. Los propios presidentes de los
Estados Unidos tampoco escaparon de esta visión estrafalaria. Así, por ejemplo, la prensa mencionó
las habilidades coreográficas que mostraba William Howard Taft en algunas de sus recepciones305
.
Además, la evolución que experimentaron las percepciones sobre el ámbito político se plasmó a la
hora de valorar las decisiones políticas tomadas por el Ejecutivo estadounidense. Mientras que
durante los primeros meses de su presidencia dominó una imagen muy favorable de Wilson debido a
los principios que defendía, ésta se modificó radicalmente como consecuencia de la intervención en
México en 1914: “El mensaje en que proclamó las nuevas orientaciones de la nación norteamericana
iba orientado por un criterio de alta moralidad ¿Dónde está ahora ese respeto de la libertad y de la
independencia ajena que debe ser el primer deber de un jefe de Estado frente a otro Estado?”306
. De
esta manera, la ilusión se convirtió en decepción.
4.5.2. LAS MÚLTIPLES CARAS DE THEODORE ROOSEVELT
Si hubo un presidente estadounidense que despertó enorme fascinación en la opinión pública
española y recibió mayor atención que el resto de políticos americanos, ése fue Theodore Roosevelt.
Entre 1903 y 1914, el 61,62% de las noticias que publicaba el periódico ABC sobre la esfera política
norteamericana se centraban exclusivamente en su figura. Así pues, no sería erróneo afirmar que su
imagen englobó aquellas percepciones que podían vislumbrarse al valorar cuestiones como las
acciones exteriores de la potencia americana, su sistema político o las características singulares de la
sociedad estadounidense.
Roosevelt, que adquirió gran prestigio tras participar en la guerra hispano-norteamericana, se
convirtió en uno de los representantes más prominentes del progresismo a nivel estatal. Desde
comienzos del siglo XX, este movimiento reformista destacó por la amplitud de sus preocupaciones:
la regulación gubernamental de la economía, el saneamiento de las instituciones políticas, la
prohibición de fabricar y vender bebidas alcohólicas, el sufragio femenino, la mejora de las
condiciones laborales, la salud pública, el tratamiento de la pobreza, la explotación infantil, etc. Ante
la incertidumbre que despertaban la creciente concentración de la riqueza, el aumento de la
corrupción o la acentuación de las divisiones sociales, sus representantes se nombraron a sí mismos
“guardianes del interés público”307
. Por esta razón, la llegada de Roosevelt a la Casa Blanca supuso
304 ARAUJO, Fernando: “Revista de revistas. Costumbres electorales norteamericanas”, La España Moderna, núm. 145
(enero de 1901), pp. 190-192; GABALDÓN, Luis: “Los animales en las elecciones”, ABC, 2 de julio de 1908, p. 10. 305 CAVIA, Mariano de: “¿Lo baila usted o no lo baila?”, El Imparcial, 9 de marzo de 1910, p. 1. 306 “La guerra y la civilización. Wilson lo lamenta muchísimo”, El Imparcial, 24 de abril de 1914, p. 1. 307 JONES, M. A.: Historia de Estados Unidos…, op. cit., pp. 341-342. Para un mayor conocimiento sobre el periodo
progresista (The Progressive Era, 1895-1920), vid. HOFSTADTER, Richard: The Age of Reform. From Bryan to FDR,
New York, Vintage Books, 1955; WIEBE, Robert: The Search for Order, 1877-1920, New York, Hill and Wang, 1967.
87
una importante redefinición de los objetivos del Ejecutivo norteamericano en favor de los intereses
nacionales. Cuando éste se convirtió en presidente por accidente tras el asesinato de McKinley en
septiembre de 1901, las publicaciones españolas incidieron en sus precedentes, resaltando la gran
popularidad de la que gozaba como consecuencia de sus méritos profesionales y de su notable
personalidad. Asimismo, se difundieron algunos fragmentos de escritos procedentes de publicaciones
británicas, como The Fortnightly Review o The Nineteenth Century, en los que se alababa el carácter
independiente y transparente de este político308
. A pesar de que sorprendió el anuncio de una
rectificación de la política aduanera y el fomento de una serie de reformas sociales, lo cierto es que la
mayoría de autores españoles se mantuvieron cautelosos con respecto a la orientación de su política
exterior, afirmando que seguirían manteniéndose vigentes las intervenciones imperialistas en
América Latina: “Creo que no debemos prometernos mucho del cambio del presidente […]. La
industria española que espera como el santo advenimiento un tratado de comercio con los Estados
Unidos […] no debe hacerse en ese punto muy halagüeñas ilusiones”309
. De hecho, algunos
comentarios ya incidían en este aspecto cuando todavía desempeñaba el cargo de vicepresidente,
como reflejan algunos artículos sobre la Exposición de Buffalo (1901)310
. Sin embargo, esta visión se
modificó ligeramente debido a la mediación de Roosevelt en la guerra ruso-japonesa (Lámina 8)311
.
Tras la entrega del Premio Nobel de la Paz en 1906, distintas personalidades apoyaron esta decisión,
aunque algunos como Francisco Mora recordaban su pasado belicista e insistían en que este premio
no se habría otorgado a ningún mandatario que hubiera estado gobernando en países más pacíficos o
menos relevantes312
. Mientras que a lo largo de los siguientes años pervivieron ciertas referencias a
su tendencia militarista en muchos diarios, resultan llamativos los ensayos de aquellos que seguían
creyendo en las buenas intenciones de sus acciones, recogiendo incluso el testimonio de Roosevelt
sobre el conflicto cubano: “Creo firmemente- escribe en su autobiografía- que los Estados Unidos
nunca han estado preparados ni se prepararán jamás para una guerra. La guerra les coge siempre de
sorpresa. Consecuentemente, estarán expuestos a los gastos más dolorosos y extravagantes”313
. A
raíz de su visita a Madrid en junio de 1914 para asistir a la boda de su hijo Kermit con Belle Willard
–hija del embajador de los Estados Unidos en España- , la prensa española aprovechó para publicar
diversos análisis sobre su figura. Si bien algunos artículos señalaban su amabilidad o el conocimiento
que poseía de la cultura española, otros seguían mostrando cierto malestar por su participación en la
308 AZNAR, Severino: “Revista de revistas. Roosevelt”, Nuestro Tiempo, núm. 11 (noviembre de 1901), pp. 97-102. 309 CANALS, Salvador: “El mes pasado. Mac-Kinley y Roosevelt”, Nuestro Tiempo, núm. 10 (octubre de 1901), p. 7. 310 IOB: “Revista hispanoamericana. Exposición de Búffalo: espíritu del discurso de Roosevelt”, La España Moderna,
núm. 150 (junio de 1901), p. 161. 311 “Gracias a Roosevelt”, ABC, 21 de octubre de 1905, p. 12. 312 MORA, Francisco: “Postales europeas. El premio del pacifismo”, ABC, 17 de agosto de 1906, p. 6. 313 PÉREZ DE AYALA, Ramón: “Roosevelt y nuestra guerra”, El Imparcial, 25 de abril de 1914, p. 3.
88
contienda hispano-norteamericana: “Cuando estalló la guerra contra España le llevó su entusiasmo y
patriotismo a organizar un batallón de voluntarios contra los españoles”314
.
Una de las polémicas que más interés causó durante su mandato fue la regulación de los trusts. A
pesar de que diversos territorios habían aprobado leyes que prohibían estos monopolios desde 1880,
esta reglamentación resultó poco efectiva. Más allá de sus constantes intentos por corregir la
situación de la industria apelando al uso de leyes que ayudaran a restringir las actividades de estas
grandes compañías, su mayor triunfo lo consiguió en 1904, momento en el que el Tribunal Supremo,
convencido por los argumentos del Gobierno, ordenaba la disolución de la Northern Securities
Company, holding ferroviario organizado por J. P. Morgan y algunos de sus socios empresariales315
.
A partir de ese momento, se entablaron numerosos pleitos contra diferentes trusts norteamericanos
(Standard Oil Company, American Tobacco Company, etc.). La actitud inflexible manifestada por el
presidente estadounidense respecto de este tema ocupó un gran número de titulares en los periódicos
españoles, subrayando su oposición hacia aquellos que acumulaban grandes fortunas: “Si es
absolutamente necesario ganar una determinada cantidad de dinero […] cuando ésta pasa de cierta
medida y el acaparar millones se toma por única ocupación, es indudable que ésta no es tan
meritoria”316
. Asimismo, prestigiosas figuras como el académico Gabriel María Vergara no sólo
apoyaron la labor desempeñada por Roosevelt, sino que también llegaron a establecer comparaciones
con la propia situación nacional, afirmando que el peso de ciertas asociaciones y agrupaciones
también estaba impidiendo la iniciativa privada e individual en España317
.
Los lectores españoles fueron también testigos de las innumerables extravagancias que aparecían
en los periódicos nacionales sobre su figura, aspecto que contribuyó a emitir juicios de valor sobre el
carácter norteamericano, el materialismo de su sociedad o los graves peligros que existían en sus
ciudades. Tras la elección de Taft como presidente, Roosevelt decidió retirarse temporalmente de la
política. Ante esta situación, se informó con regularidad de sus nuevos proyectos –como su intención
de dedicarse al periodismo-, y de sus actividades en el extranjero –desde sus viajes por Europa hasta
la caza de leones y elefantes318
-. Aunque este tipo de escritos enfatizaban su talante diplomático y su
espíritu aventurero, también se hacían eco de algunos de los rumores que circulaban por los Estados
Unidos: “La partidas que organiza en su país tienen fama. Las comidas que en ellas da, más fama
314 Recorte de un periódico español sin catalogar. Library of Congress, Manuscripts Division, Willard Family Papers,
Part I, Box 2, “Newspapers clippings” [cortesía de José Antonio Montero Jiménez]. 315 NORTON, M. B.; KATZMAN, D. M.; et. al.: A People and a Nation…, op. cit., p. 607. 316 “Postales europeas. Roosevelt y los grandes millonarios”, ABC, 3 de septiembre de 1906, p. 6. 317 VERGARA, Gabriel María: “El imperio del trust”, Revista Contemporánea, vol. CXXXIV-III (marzo de 1907), pp.
271-273. 318 “A través de la frontera. Roosevelt, periodista”, ABC, 11 de diciembre de 1908, p. 14; “El viaje de Roosevelt”, El
Imparcial, 25 de marzo de 1909, p. 1; “Roosevelt en Roma”, El Imparcial, 5 de abril de 1910, p. 1.
89
aún. Malas lenguas dicen que le ponen las piezas como le ponían las carambolas a Fernando VII”319
.
No obstante, estas noticias sensacionalistas no sólo se circunscribían a su vida privada, sino que
también aludían a algunos miembros de su familia. Así, por ejemplo, la boda de Alice Roosevelt
causó gran revuelo en la opinión pública española, que quedó sorprendida por la huida precipitada
que emprendieron la joven y su marido tirándose desde una ventana en medio del banquete
nupcial320
. Por otra parte, anunciada su nueva candidatura a la presidencia, la campaña electoral de
1912 se convirtió en una contienda entre tres participantes -Roosevelt, Taft y Wilson-, que dio buena
muestra de las disputas que existían en la esfera política norteamericana. A pesar de su derrota, el
intento de asesinato de Roosevelt contribuyó a consolidar todavía más su prestigio. Desde su llegada
a la Casa Blanca, los rumores sobre posibles atentados contra su persona habían sido objeto de
interés en la prensa española, con el fin de reforzar la amenaza anarquista que existía en este país321
.
Por ello, las páginas de los periódicos detallaron todos los aspectos del ataque que recibió en octubre
de 1912 y de las intenciones de su agresor, alcanzando límites insospechados: “Se le ha encontrado
una carta en la que […] dice que se le ha aparecido el presidente MacKinley y le ha ordenado que
vengue su muerte, matando a Roosevelt, porque Roosevelt fue quien mató a MacKinley”322
. La
decisión de Roosevelt de no postergar el mitin que iba a celebrar esa misma tarde provocó un gran
número de ovaciones por parte de los periodistas, alabando su derroche de valor y de energía
física323
.
Así pues, la imagen del presidente estadounidense que se transmitió a través de las publicaciones
españolas fue ambivalente. Se mantuvieron ciertos recelos hacia sus intervenciones exteriores, a la
vez que numerosos comentaristas respaldaban tanto su férrea personalidad como muchas de sus
decisiones políticas, especialmente la regulación de los trusts. Una valoración que coincidía con las
manifestadas por personalidades europeas como Guglielmo Ferrero. Este historiador italiano le
calificaba como “representante de la nueva América que aspiraba a la dominación del universo”, al
tiempo que destacaba el valor de sus convicciones y su rechazo hacia posturas extremas324
. Si bien se
perpetuó una visión estrafalaria a la hora de abordar determinadas facetas de su vida privada, lo
cierto es que esta clase de percepciones no se redujeron exclusivamente a la figura de Roosevelt,
pues trascendieron a distintos ámbitos de la población estadounidense, con el objetivo de acentuar
sus diferencias frente a Europa.
319 “A través de la frontera. Buen cazador”, ABC, 3 de julio de 1908, p. 7. 320 “La boda de Miss Roosevelt”, Blanco y Negro, núm. 773 (24 de febrero de 1906), p. 7. 321 “Contra Roosevelt”, El Imparcial, 5 de junio de 1903, p. 3; “Los locos en Casa-Blanca”, El Imparcial, 29 de
noviembre de 1903, p. 1. 322 “El hombre del día. Un atentado contra Roosevelt”, ABC, 16 de octubre de 1912, p. 5. 323 KNICKERBOCKER: “ABC en Nueva York. Atentado contra Roosevelt”, ABC, 28 de octubre de 1912, p. 8. 324 “Revista de revistas. Roosevelt según Ferrero”, Nuestro Tiempo, núm. 138 (junio de 1910), p. 128.
90
4.6. ESTADOS UNIDOS, RETRATO EXTRAVAGANTE DE UNA SOCIEDAD
4.6.1. EL CIUDADANO NORTEAMERICANO Y SUS PARTICULARIDADES
Frente a la existencia de una mirada positiva sobre su cultura y desarrollo científico, pervivieron
una serie de prejuicios de carácter social que proyectaban una imagen de América como nación
heterogénea, materialista, desalmada y peligrosa; tarea a la que contribuyeron la traducción de
reportajes pertenecientes a revistas extranjeras -Review of Reviews, La Revue, Mercure de France,
etc.- y la publicación de diarios de viaje como el del periodista francés Jules Huret (En América. De
Nueva York a Nueva Orleans, 1905). Uno de los aspectos que más llamaban la atención era la
diversidad étnica, así como la capacidad de asimilación del país. Los años posteriores a la guerra
civil se caracterizaron por un aumento de la inmigración, excediendo los treinta y seis millones de
personas. Desde finales del siglo XIX, esta nueva oleada procedía especialmente del sur y este de
Europa, donde se estaban produciendo una serie de importantes transformaciones socioeconómicas
como consecuencia de la revolución industrial y el aumento de la población325
. Diversos artículos
señalaban la capacidad de estos individuos de adoptar una lengua y unos valores comunes como
pueblo, aceptando este nuevo territorio como si fuera su país de nacimiento326
. Además, otros textos
se centraron en aquellos emigrantes españoles que, animados de un gran estímulo para el trabajo, se
habían asentado en el Oeste norteamericano327
. A pesar del establecimiento de este acuerdo común
en medio de un espacio multicultural, la cuestión era examinada con preocupación, ya que generaba
problemas que podían poner en peligro la política interior y exterior de la nación -la discriminación
racial, la diversidad de religiones, la concentración en las ciudades industriales, etc.328
-. De hecho,
algunas publicaciones periódicas informaron sobre las memorias elaboradas por la Comisaría
General de Emigración del Estado de Nueva York durante esos años, coincidiendo con los inicios de
la legislación que restringía la entrada de los inmigrantes329
.
En cuanto a la situación de la gente de color, los artículos criticaban las desigualdades que todavía
imperaban en la práctica, informando de los linchamientos que se producían en localidades como
Leesburg (Virginia) y Springfield (Ohio)330
. Estos terribles sucesos provocaron que distintos autores
325 JONES, M. A.: Historia de Estados Unidos…, op. cit., pp. 298-299. 326 ARAUJO, Fernando: “Revista de revistas. Cómo se crea el tipo americano”, La España Moderna, núm. 180
(diciembre de 1903), p. 191. 327 GARCÍA GUIJARRO, Luis: “Una colonia española en Norte América”, Nuestro Tiempo, núm. 136 (abril de 1910),
pp. 5-12. Para un trabajo detallado sobre este objeto de estudio, vid. RUEDA, Germán: La emigración contemporánea de
españoles a Estados Unidos, Madrid, Editorial Mapfre, 1993. 328 “La emigración en Norte-América”, ABC, 3 de julio de 1907, p. 4; THE READER: “Revista de revistas: La
inmigración en los Estados Unidos”, Nuestro Tiempo, núm. 162 (junio de 1912), pp. 107-108. 329 “Revista de revistas. La inmigración en el Estado de Nueva York”, Nuestro Tiempo, núm. 113 (mayo de 1908), pp.
104-105. 330 “Negros linchados”, El Imparcial, 15 de febrero de 1899, p. 1; “Desórdenes en Ohio”, ABC, 3 de marzo de 1906, p. 5.
91
españoles denunciaran la hipocresía de los principios americanos: “¿Por qué sucede esto en una
nación tan amante de la libertad como los Estados Unidos? ¿Qué hacer con esa masa que representa
más de la décima parte de la población total?”331
. Asimismo, se arremetía contra el escaso interés que
habían manifestado las autoridades norteamericanas por educar y alfabetizar a la población negra tras
la abolición de la esclavitud (1865). Para ello, era habitual el empleo de frases humorísticas como
“América para los americanos, pero para los americanos que no sean de color”332
. No obstante, el
rechazo a estas prácticas discriminatorias también se mantuvo en otros países europeos, tal y como
demuestra la difusión de ensayos de personalidades tan relevantes como el explorador británico
Henry Hamilton Johnston, quien curiosamente adquirió enorme prestigio por su participación en el
reparto de África durante la segunda mitad del siglo XIX333
. Por otro lado, la libertad de creencias y
la inexistencia de una autoridad en materia religiosa eran percibidas con cierta incredulidad y
desconfianza, acentuadas más tras la aparición de la “ciencia cristiana” como un mero producto de
las enseñanzas de Mary Baker Eddy, la cual recibió bastantes reproches en los diarios españoles: “Ha
conseguido reunir bastantes adeptos y no despreciable suma de dólares, muy útiles para ir pasando
esta pícara vida mientras llega el inevitable tránsito a la fortuna”334
. Mientras que numerosas noticias
recalcaban el avance del catolicismo en este país, mencionando la construcción de un gran número
de iglesias en lugares como Nueva York o Chicago, otras aludían al éxito de sectas como la “Iglesia
del Dios vivo”335
. A diferencia del canon establecido por la Iglesia Católica, los planteamientos de
estos grupos eran objeto de burla, al tiempo que se lamentaba el hecho de que muchas personas
creyeran firmemente sus doctrinas: “El número de tontos ha sido, es y seguirá siempre siendo
infinito”336
. Además, no fueron pocos los escritos centrados en las estafas que ponían en marcha
predicadores y falsos profetas, aprovechándose del natural supersticioso de muchos millonarios337
.
Respecto al funcionamiento y organización de la sociedad, un tema insistente era la independencia
de la mujer. Una serie de artículos favorecieron la consolidación de ciertos estereotipos de carácter
peyorativo, que pretendían reflejar su vulgaridad y estilo descuidado frente a la elegancia que poseía
cualquier dama europea: “Se las perdona su voz gangosa, la desenvoltura con que hablan desde lejos,
331 ARAUJO, Fernando: “Revista de revistas. El porvenir del negro”, La España Moderna, núm. 176 (agosto de 1903), p.
200. 332 RUBIANO, Santos: “Revista de revistas. Los negros en América del Norte”, Nuestro Tiempo, núm. 80 (25 de julio de
1906), p. 68; “A través de la frontera. América para los americanos…blancos”, ABC, 15 de enero de 1908, p. 4. 333 “Revista de revistas. El negro y la religión”, Nuestro Tiempo, núm. 143 (noviembre de 1910), pp. 106-108. 334 ALFARO, Agustín: “La vida en Nueva York”, ABC, 26 de junio de 1914, p. 4. 335 “Revista de revistas. El catolicismo en los Estados Unidos”, Nuestro Tiempo, núm. 145 (enero de 1911), pp. 106-108;
AEMECE: “El profeta Elías”, ABC, 5 de marzo de 1904, p. 1; “Las religiones en América”, El Imparcial, 16 de febrero
de 1912, p. 4. 336 ARAUJO, Fernando: “Revista de revistas. La nueva secta de la `Iglesia del Dios vivo´”, La España Moderna, núm.
135 (marzo de 1900), p. 197. 337 ARAUJO, F.: “Revista de revistas. El gran sacerdote del Sol en Chicago”, La España Moderna, núm. 193 (enero de
1905), pp. 193-197.
92
y hasta la horrible costumbre que tienen de masticar goma”338
. Desde las últimas décadas del siglo
XIX, una serie de académicos norteamericanos mostraron su preocupación ante el aumento
progresivo de divorcios y la entrada de mujeres en el mundo laboral, temiendo una ruptura de la vida
familiar tal como era conocida hasta ese momento339
. Esta polémica no sólo se dio a conocer en
nuestro país, sino que despertó fuertes reacciones en la prensa. Dado que en la sociedad española
primaban los valores del matrimonio, autores como Edmundo González Blanco afirmaban que el
honor femenino no existía en ese país, donde se producían continuas separaciones conyugales o
bodas sin el consentimiento paterno340
. Análogamente, la visión que se transmitió sobre los trabajos
que muchas jóvenes desempeñaban no fue muy favorable, incidiendo en la poca integridad que éstas
demostraban al aceptar ciertas ocupaciones o en los bajos sueldos que se cobraban341
. Si bien este
tipo de opiniones se repitieron reiteradamente en Europa, conviene señalar algunas desavenencias
que se produjeron al abordar la educación de las jóvenes estadounidenses. Así, por ejemplo, el
filósofo británico Bertrand Russell dio varias conferencias sobre geometría no euclidiana en Bryn
Mawr y quedó impresionado por la eficiencia y disciplina que imponía la presidenta del college,
Carey Thomas342
. Por el contrario, la formación que recibían las mujeres en los Estados Unidos se
miraba con recelo en la opinión pública española, ya que se consideraba que era desmoralizadora por
la mezcla de sexos y que no inculcaba el espíritu del hogar y la familia343
. A su vez, la extensión de
los derechos de la mujer había entrado en la agenda política a raíz de la labor desarrollada por
organizaciones como la National American Woman Suffrage Association o la Women´s Christian
Temperance Union, las cuales reclamaban la elaboración de una enmienda constitucional que
extendiera el voto femenino a toda la nación (Lámina 12). Con el fin de evitar el triunfo de un
movimiento feminista en España, algunas publicaciones pretendieron ilustrar las consecuencias que
acababa generando esta situación de libertad, igualdad e independencia. Para ello, se informaba con
regularidad de los crímenes cometidos por algunas mujeres norteamericanas, detallando incluso el
funcionamiento de las cárceles a las que iban destinadas las condenadas344
. En relación a esta
338 ARAUJO, F.: “Revista de revistas. La vida de las mujeres en los Estados Unidos”, La España Moderna, núm. 173
(mayo de 1903), p. 172. 339 NORTON, M. B.; KATZMAN, D. M.; et. al.: A People and a Nation…, op. cit., pp. 543-544. 340 GONZÁLEZ BLANCO, Edmundo: “La ley del divorcio y sus inconvenientes”, La España Moderna, núm. 166
(octubre de 1902), p. 142. 341 “El mundo al día. Hoteles norteamericanos”, El Imparcial, 22 de agosto de 1905, p. 1; “Revista de revistas. El salario
de las mujeres en los Estados Unidos”, Nuestro Tiempo, núm. 164 (agosto de 1912), pp. 113-114. 342 FEINBERG, B. y KASRILS, R. (eds.): La América de Bertrand Russell…, op. cit., pp. 21-22. 343 ARAUJO, Fernando: “Revista de revistas. La cuestión del feminismo”, La España Moderna, núm. 146 (febrero de
1901), p. 196. 344 “Duelo femenino”, ABC, 31 de julio de 1907, p. 2; “Las mujeres que matan”, ABC, 21 de enero de 1911, p. 11; THE
READER: “Revista de revistas. Las cárceles de mujeres en los Estados Unidos”, Nuestro Tiempo, núm. 154 (octubre de
1911), pp. 96-97.
93
cuestión, el dramaturgo Gregorio Martínez Sierra ironizaba sobre las reticencias que seguía
despertando la igualdad de sexos en la sociedad española:
Y las nuestras viven tan felices escribiendo al novio tulla asta la muerte, pescando marido por su linda cara,
dejándose mantener por él con la mayor serenidad del mundo, perdonándole plácidamente los pecadillos de
infidelidad, porque “ya que el hombre trabaja, justo es que se divierta”, y siéndole muy fieles y sufriéndole las
chinchorrerías, porque “si éste se enfada, ¿dónde voy yo a parar?”. Lo dicho, las razas contemplativas, agudas de
ingenio y dotadas del don de hacerse cargo, no pueden progresar345.
En último lugar, las condiciones laborales en los Estados Unidos también causaron gran interés en
la prensa de la época. El obrero norteamericano era caracterizado como un individuo interesado
exclusivamente en su propia prosperidad, razón que le hacía despreocuparse de asuntos políticos y
desigualdades sociales. A pesar de que la remuneración era superior a la recibida en el continente
europeo, el economista Pablo de Alzola denunciaba el esfuerzo que requerían determinados trabajos
y la disparidad de sueldos que existían en industrias como la siderúrgica: “Los jefes laminadores
llegan a ganar doce dollars diarios y trabajan a su lado operarios con uno y medio de salario”346
. El
crecimiento de la economía industrial y el progreso del sindicalismo en este país provocaron una
mayor conflictividad obrera, manifestada en el desencadenamiento de numerosas huelgas. Este
aspecto adquirió enorme relevancia en diarios como El Imparcial, donde predominaron aquellas
noticias que evidenciaban los múltiples desórdenes y enfrentamientos que estaban provocando las
protestas de los trabajadores estadounidenses347
. Asimismo, las percepciones españolas sobre la
fuerza del socialismo norteamericano fueron modificándose desde comienzos del siglo XX, fruto de
las continuas reivindicaciones que se estaban produciendo en el ámbito laboral y del éxito que estaba
adquiriendo el Partido Socialista de América (SPA). Tras las elecciones presidenciales de 1904, los
artículos que subestimaban su influencia en la clase obrera fueron reemplazados por otros que
aludían a los temores que este movimiento estaba generando en la clase política348
.
4.6.2. LUCES Y SOMBRAS: OCIO, DINERO Y ESCÁNDALOS PÚBLICOS
A la hora de retratar el espíritu estadounidense, las publicaciones periódicas incluían valoraciones
sobre la vigencia de un fuerte puritanismo en muchas ciudades, el continuo afán de prosperidad
económica o la superficialidad que caracterizaba desde su juventud a los ciudadanos de esta
345 MARTÍNEZ SIERRA, Gregorio: “Feminismos”, ABC, 3 de noviembre de 1904, p. 7. 346 ALZOLA, Pablo de: “Colectivismo y reformas sociales”, Nuestro Tiempo, núm. 27 (marzo de 1903), p. 71. 347 “Desórdenes en los Estados Unidos”, El Imparcial, 7 de mayo de 1899, p.1; “En Estados Unidos. Precauciones en
Nueva Orleans”, El Imparcial, 11 de febrero de 1902, p. 2; “Huelga en los Estados Unidos”, El Imparcial, 4 de
septiembre de 1904, p. 1; “Los destripahuelgas”, El Imparcial, 3 de febrero de 1907, p. 1; “Huelga de telegrafistas”, El
Imparcial, 14 de agosto de 1907, p. 1. 348 “Revista de revistas. El socialismo en los Estados Unidos”, Nuestro Tiempo, núm. 58 (25 de agosto de 1905), pp. 57-
61; “Los socialistas californianos”, ABC, 24 de marzo de 1907, p. 2; “El partido socialista americano”, Nuestro Tiempo,
núm. 97 (10 de abril de 1907), pp. 61-62; “Los socialistas americanos”, El Imparcial, 9 de abril de 1912, p. 2.
94
nación349
. De este modo, se mantenían las impresiones que diferentes observadores extranjeros
estaban plasmado en sus escritos en ese mismo momento: “La escala emotiva en América me parece
más frívola […] y pusilánime que en Europa; existe una trivialidad de sentimientos que hace que la
gente auténtica sea muy poco frecuente350
. Otra faceta que llamaba la atención era la atracción de las
diversiones de masas, desde los espectáculos de vodevil hasta las primeras proyecciones de películas.
No obstante, los deportes disfrutaron de un gran auge durante este periodo, convirtiéndose el béisbol
o el boxeo en los más populares351
. Como consecuencia de este panorama, algunos autores españoles
criticaron que los adolescentes estuvieran más interesados en estas diversiones que en la adquisición
de conocimientos: “El joven yanqui, rico o pobre, torpe o listo, no tiene más pasión que los sports
[…]. Sus héroes son los campeones, cuya vida conoce mejor que la de todos los grandes hombres.
Esta pasión le dura toda su vida”352
. Además, algunos textos pretendían ridiculizar a los americanos
bromeando sobre otras supuestas “prácticas deportivas” que se practicaban en este país, como la caza
de indios o la moda de sustraer los cubiertos de los restaurantes353
. Por otro lado, revistas como
Actualidades mostraron un enorme desconcierto ante la aparición de formas de entretenimiento no
conocidas en Europa, destacando especialmente el looping the loop, el towow, el wiggle-woggle y el
tobogán (Lámina 13)354
. Estas atracciones fascinaron a un gran número de lectores españoles,
deslumbrados por la imaginación que desbordaban lugares como Coney Island355
.
Más allá de la importancia que tenía este tipo de cuestiones en la definición de la sociedad
norteamericana, lo cierto es que la figura del millonario y sus extravagancias fue el tema más
recurrente en la prensa española, pues alimentaba los tópicos de índole económica que venían
perpetuándose desde el siglo XIX. De hecho, tomando como referencia el vaciado del periódico
ABC, el 19,26 % de las noticias que versaban sobre los Estados Unidos se centraron en este aspecto.
La creciente polarización social era una de las principales características de las ciudades americanas.
En contraposición a los barrios pobres y abarrotados en los que residían los inmigrantes, la nueva
aristocracia corporativa, constituida por banqueros, empresarios y barones del ferrocarril, construyó
349 ARAUJO, Fernando: “Revista de revistas. Yankinismos”, La España Moderna, núm. 215 (noviembre de 1906), pp.
188-196. 350 RUSSELL, Bertrand: Autobiography. Vol. I, London, George Allen & Unwin, 1967, citado en FEINBERG, B. y
KASRILS, R. (eds.): La América de Bertrand Russell…, op. cit., p. 29. 351 “El `sport´ del `yachting´”, ABC, 12 de julio de 1908, p. 5; “Lucha de boxeadores”, ABC, 6 de julio de 1910, p. 14. 352 ARAUJO, Fernando: “Revista de revistas. El alma de los yanquis”, La España Moderna, núm. 283 (julio de 1912), p.
197. 353 CAVIA, Mariano de: “Cháchara”, El Imparcial, 29 de julio de 1905, p. 1; CAVIA, M. de: “Los deportes del tío Sam”,
El Imparcial, 12 de abril de 1906, p. 3; “Un concurso original”, ABC, 12 de marzo de 1906, p. 8; “El sport en América”,
ABC, 23 de noviembre de 1909, p. 7. 354 “Looping the loop”, ABC, 26 de junio de 1903, p. 8; “Un entretenimiento yanqui. ¿Quiere usted jugar al `towow´?”,
Actualidades, núm. 30 (14 de marzo de 1909), p. 3; “El wiggle-woggle”, Actualidades, núm. 55 (6 de octubre de 1909),
p. 23. 355 KNICKERBOCKER: “ABC en Nueva York. Una excursión a Coney Island”, ABC, 28 de agosto de 1909, p. 17.
95
impresionantes mansiones y casas de veraneo, al tiempo que saciaba todos sus caprichos356
. Ante el
interés que despertaba la clase alta de este país, predominaron los reportajes sobre personalidades tan
conocidas como John D. Rockefeller, Andrew Carnegie o J. P. Morgan, señalando con constantes
exageraciones sus grandes fortunas: “Mr. Carnegie no puede agotar su renta diaria aun cuando
extendiese cada minuto un cheque de cinco libras a todo el que lo solicitara, y esto sin interrupción
alguna durante las veinticuatro horas del día”357
. A su vez, se recurría a la publicación de artículos
sensacionalistas que informaban sobre la celebración de matrimonios de conveniencia, las desgracias
que sufrían algunas familias adineradas o la ignorancia que reflejaban muchos ricos al derrochar su
dinero. Así, por ejemplo, la revista Nuevo Mundo revelaba que una millonaria estadounidense había
encargado la construcción de una catedral con la expresa condición de terminarla en un año:
“Pensará, consiguientemente, que si nuestros antepasados tardaron años y años en construir los
asombrosos templos que son gloria de las naciones viejas, fue sólo porque no tenían a mano las
riadas de oro necesarias”358
. Otro caso llamativo fue el llamado “Proceso Thaw”, protagonista de
numerosos titulares desde 1906. Tras conocer la infidelidad cometida por su esposa, el millonario
Harry Thaw decidió acabar con la vida de su amante, el arquitecto Stanford White, quien recibió
varios disparos en un restaurante de Nueva York. Este crimen no sólo se convirtió en portada de
muchos periódicos, sino que durante años aparecieron continuas revelaciones que manifestaban la
depravación moral de la sociedad americana: divorcio, testigos sobornados, persecuciones policiales,
intentos de suicidio, etc.359
. A pesar de la difusión de estas imágenes, muchos textos resaltaron la
beneficencia de algunos millonarios, considerando que su generosidad revitalizaba el funcionamiento
de las instituciones estadounidenses360
. Así pues, estas valoraciones sobre los efectos positivos de la
filantropía eran coincidentes con las expresadas desde otros países, en los que ésta era vista como un
reflejo de “la necesidad actual de establecer una organización constructiva en el esquema social”361
.
Frente a aquellas impresiones que incidían en el lujo y desenfreno de la clase alta norteamericana,
las publicaciones españolas proyectaron una imagen de los Estados Unidos como un país peligroso,
donde los ladrones quedaban impunes y la policía estaba corrompida362
. Debido a los altos índices de
356 JONES, M. A.: Historia de Estados Unidos…, op. cit, p. 306. Para un mayor conocimiento sobre la aparición de esta
aristocracia corporativa, vid. BRANDS, H. W.: American Colossus. The Triumph of Capitalism, 1865-1900, New York,
Doubleday, 2010. 357 “Revista de revistas. El mejor empleo de la riqueza”, Nuestro Tiempo, núm. 5 (mayo de 1901), p. 127. 358 “El arte y el dinero. La catedral de Vanderbilt”, Nuevo Mundo, núm. 551 (9 de noviembre de 1905), p. 6. 359 “Drama entre millonarios”, La Época, 30 de junio de 1906, p. 1; “De América. El proceso Thaw.- Robando a la
justicia”, La Correspondencia de España, 9 de enero de 1908, p. 1. 360 “Los donativos de Carnegie”, ABC, 10 de abril de 1907, p. 4.; SUBIRANA, Luis: “Las grandes obras de la
filantropía”, ABC, 3 de junio de 1911, pp. 4-5. 361 FRANKEL, R.: Observing America…, op. cit., p. 108. 362 ARAUJO, Fernando: “Revista de revistas. Los caballeros del robo en los Estados Unidos”, La España Moderna, núm.
198 (junio de 1905), pp. 155-158.
96
criminalidad, las noticias solían denunciar los ataques injustificados que recibían los inmigrantes en
ciudades como Nueva York, al considerarles responsables de los robos, asesinatos o violaciones que
se producían en sus calles363
. Asimismo, se aludía a aquellos terribles atentados cometidos por locos
homicidas u organizaciones terroristas como la Mano Negra (Lámina 14)364
. En medio de este
ambiente de pánico y miedo, uno de los sucesos que más impacto causaron fue el escándalo de la
industria cárnica de Chicago, aspecto al que contribuyó la difusión de la obra de Upton Sinclair (La
Jungla, 1906) en las páginas del diario El Imparcial. Si bien las revelaciones de este periodista se
sumaban a las realizadas por otros compañeros -Lincoln Steffens, Ida M. Tarbell, Ray Stannard
Baker, etc.- con el fin de impulsar reformas progresistas que limitaran los males del país, la prensa
española abordó exclusivamente esta polémica desde un punto de vista excéntrico: “En la fabricación
de los embutidos y de las viandas en conserva entraba de todo, hasta dedos humanos […]; y aunque
aquellos productos alimenticios, según los anuncios, estaban elaborados con carne de puerco, no
había en ellos más puerco que el respectivo fabricante365
. Del mismo modo, la sociedad española era
consciente de los fraudes de algunas compañías y de las constantes malversaciones que imperaban
dentro de la clase política: “No existe, que sepamos, causa general para explicar esta corrupción.
¿Había de ser el amor al dinero más vivo en América que en otra parte, y se perdonarían allí con más
facilidad los métodos poco escrupulosos de proporcionárselo?”366
. Sin duda, una visión negativa que
ponía en duda el buen funcionamiento del modelo americano.
363 “La criminalidad en Nueva York”, La Lectura, vol. VII-III (septiembre de 1907), pp. 143-142. 364 “La Mano Negra en acción”, El Imparcial, 2 de mayo de 1909, p. 1. 365 “Embutidos de Chicago”, Gedeón, núm. 550 (10 de junio de 1906), p. 8. Uno de los trabajos más recientes que aborda
la estrecha colaboración del presidente Theodore Roosevelt con este grupo de periodistas con el objetivo de fomentar
distintas reformas progresistas es el libro de Doris Kearns Goodwin, vid. GOODWIN, D. K: The Bully Pulpit. Theodore
Roosevelt, William Howard Taft, and the Golden Age of Journalism, New York, Simon & Schuster, 2013. 366 ARAUJO, Fernando: “Revista de revistas. La corrupción en los Estados Unidos”, La España Moderna, núm. 206
(febrero de 1906), p. 127.
97
5. CONCLUSIONES
El debate sobre la americanización, planteado inicialmente como un tema político, se trasladó a
los medios académicos desde los años sesenta. En aquella coyuntura, varios estudios contribuyeron a
formular el paradigma del Imperialismo cultural, íntimamente asociado a los despliegues de la
política exterior norteamericana, que venía a representar una amenaza de homogeneización para las
culturas de otros países. Posteriormente, distintos investigadores han puesto de manifiesto las
limitaciones de tales interpretaciones, señalando tanto los procesos de resistencia de diversos países
como la adaptación del modelo estadounidense que tuvo lugar en ellos. En la actualidad, coexisten
dos paradigmas interpretativos dominantes sobre este fenómeno. Trabajos como el de Pells defienden
que las transferencias culturales norteamericanas se asientan en un proceso de intercambio e
interacción igualitario entre distintos actores y territorios. En contraposición a este planteamiento,
obras como la de Kuisel sostienen que el establecimiento de una sociedad global ha consolidado la
hegemonía cultural de los Estados Unidos.
Participando en este debate internacional, la historiografía española se ha centrado especialmente
en el desarrollo del modelo económico norteamericano y de la diplomacia pública estadounidense
durante el franquismo. Gracias a ello, se ha demostrado cómo las aportaciones americanas se
adaptaron a las peculiaridades locales, y en ocasiones se rechazaron de plano. Sin embargo, más allá
de la necesidad de ampliar los marcos temporales, las nuevas generaciones de académicos españoles
deben seguir haciendo esfuerzos para superar numerosas limitaciones, como la falta de estudios
sistemáticos, la inexistencia de análisis detallados sobre otros procesos de infiltración cultural más
relevantes (bienes de consumo, cultura popular, etc.) o el desconocimiento que sigue predominando
sobre la influencia de este fenómeno en el imaginario colectivo de nuestra sociedad. Por esta razón,
el presente trabajo de investigación ha abordado las imágenes y percepciones españolas que
circulaban sobre los Estados Unidos entre 1898 y 1914, contribuyendo así a determinar el grado de
americanización de España desde una nueva perspectiva.
Para analizar estas impresiones sobre la nación estadounidense, se ha tomado como referencia uno
de los principales canales por los que se transmitían opiniones e impresiones en torno a la potencia
americana: la prensa. A través de una aproximación analítica a las fuentes seleccionadas –dos
periódicos (ABC y El Imparcial) y tres revistas (La España Moderna, Nuestro Tiempo, Revista
Contemporánea)-, hemos pretendido demostrar que la visión mantenida por la opinión pública
española durante esos años no supuso un caso excepcional, ya que apenas difería de las existentes en
98
otros países. Para contrastar esta hipótesis de partida, se establecieron una serie de objetivos que
conviene revisar en base a los datos aportados, con la intención de establecer un balance final367
.
A pesar de que durante años se ha sostenido que el conflicto hispano-norteamericano no generó
ningún resentimiento, lo cierto es que la imagen de los Estados Unidos como nación imperialista
siguió perpetuándose en las publicaciones españolas a lo largo de los siguientes años, considerando
la política exterior norteamericana como una gran amenaza. Esta tendencia se reflejó a través de tres
vías alternativas. Primero, diarios como ABC difundieron numerosas noticias sobre la investigación
que se estaba realizando acerca de las causas que ocasionaron la explosión del Maine, al tiempo que
se defendía la inocencia de los españoles en este incidente. Segundo, predominó una preocupación
por el porvenir de sus antiguas posesiones coloniales, denunciando las duras condiciones que estaban
sufriendo sus habitantes y mostrando cierta compasión por ellos. Tercero, las críticas contra el
dominio norteamericano del hemisferio occidental se convirtieron en un tema recurrente a raíz de
acontecimientos como la construcción del Canal de Panamá o la intervención en México (1914).
Asimismo, iniciativas como la Exposición de Buffalo (1901) o el Congreso Panamericano de México
(1902) eran valoradas como intentos frustrados por consolidar la hegemonía norteamericana en esta
región. Por otra parte, esta animadversión hacia las acciones estadounidenses en el exterior se vio
acentuada tras conocer el malestar que existía en las repúblicas hispanoamericanas ante las
injerencias de la nación vecina, aspecto al que contribuyó la publicación de viñetas o artículos de
opinión pertenecientes a la prensa latinoamericana (El Independiente, Revista Positiva, Anales de la
Universidad, etc.).
Las reacciones que suscitó la controversia sobre las razas latina y anglosajona demuestran que los
lectores españoles no estuvieron al margen de los debates que se estaban desarrollando en los
círculos intelectuales europeos. A raíz de esta polémica, no sólo se publicaron un gran número de
escritos de tendencia europeizante, sino que también diversas personalidades expresaron sus
opiniones en las revistas culturales de la época. Así, por ejemplo, uno de los planteamientos más
reiterados en estos ensayos sostenía que los anglosajones eran inferiores frente a los latinos, pues el
predominio de toda civilización estaba determinado por el desarrollo de su alta cultura intelectual.
Junto a estos escritos, las publicaciones periódicas divulgaron diferentes trabajos de procedencia
extranjera, como los estudios de Gabriel Tarde, realizaron reseñas sobre obras basadas en esta
cuestión (La decadencia de las naciones latinas, La americanización del mundo, etc.) y promovieron
367 Dado que sólo se ha consultado un número reducido de fuentes primarias, conviene señalar que las conclusiones de
este trabajo son parciales. Por esta razón, esperamos que futuras investigaciones permitan contrastar las consideraciones
finales que se exponen a continuación.
99
la participación en sus páginas de figuras relevantes, destacando especialmente al político Napoleone
Colajanni.
Sin embargo, este debate adquirió unas características particulares en el caso español. Si bien
desde otras naciones europeas se incidía en la solidaridad latina, la opinión pública española mostró
una mayor preocupación por el riesgo que corría la identidad hispanoamericana como consecuencia
del expansionismo estadounidense. Por esta razón, la prensa comenzó a hacerse eco de las reacciones
que estaban surgiendo por parte de algunos escritores latinoamericanos. Autores como José Enrique
Rodó, Manuel Ugarte o Rufino Blanco Fombona decidieron reorientar el enfrentamiento entre latinos
y anglosajones desde una nueva perspectiva, animando así al establecimiento de una defensa
conjunta del mundo hispanoamericano frente a las pretensiones de los Estados Unidos. Una iniciativa
que fue adoptada rápidamente por intelectuales como Rafael Altamira o Adolfo González Posada.
Las noticias sobre la alta cultura americana y los avances científico-tecnológicos de este país
proyectaron una visión positiva que pretendía romper los prejuicios que todavía dominaban en la
sociedad española, insistiendo en que Europa y América compartían las mismas preocupaciones por
aquellas actividades de mayor prestigio. No obstante, la mayoría de textos que publicaban las
revistas culturales aparecían en las secciones “Revista de revistas”, las cuales traducían artículos de
Review of Reviews, La Revue, Revue Bleue, Nuova Antologia o Deutsche Revue. Así pues, estos
escritos no eran más que meras traducciones de aquellos trabajos que estaban apareciendo en
Inglaterra, Francia, Italia o Alemania.
En cuanto a literatura, llama la atención que los escritores que despertaban más admiración (Mark
Twain, Edgar Allan Poe, Harriet Beecher Stowe, etc.) escapasen de los esquemas conformados por el
estereotipo de lo americano. A su vez, la fascinación por sus creaciones literarias también se
manifestó en la creciente presencia de relatos estadounidenses en las páginas de La España Moderna
o Nuestro Tiempo, llegando incluso a sobrepasar a aquellos de origen europeo en 1910 y 1913. Si
bien esta imagen favorable se extendió a campos como la pintura o el teatro gracias a la difusión de
artículos de la prensa americana (American Review of Reviews, Atlantic Monthly, North American
Review, etc.), esto no evitó que en determinadas ocasiones se subestimaran los gustos artísticos de
esta sociedad.
Mientras que las publicaciones periódicas reflejaban un gran interés por la alta cultura americana,
los periódicos españoles prestaron mayor atención al papel privilegiado que ocupaban los Estados
Unidos en el campo del conocimiento y el progreso. De este modo, al igual que sucedía en otros
países de Europa, esta nación se convirtió en un punto inexcusable de referencia en diferentes
ámbitos -medicina, comunicación, medios de transporte, etc.-, animando a que numerosos científicos
100
e ingenieros realizasen estancias allí. Además, figuras como Ramón Pérez de Ayala aprovecharon
esta coyuntura para efectuar una crítica velada a la situación de la ciencia y la educación en España.
El desarrollo estadounidense también se apreciaba en el funcionamiento de su sistema político,
razón que permite comprender el atractivo que generaron los principios e instituciones de los Estados
Unidos durante los primeros años del siglo XX. Junto a la aparición de una enorme variedad de
escritos centrados en determinados aspectos de su modelo político -las elecciones presidenciales, los
partidos, etc.-, destacó la traducción de libros como El Gobierno congresional de Woodrow Wilson o
El triunfo de la democracia de Andrew Carnegie. No obstante, esta visión idealizada comenzó a
fragmentarse paulatinamente conforme la opinión pública española era más consciente de los graves
casos de corrupción y de algunas polémicas que estaban surgiendo en la esfera política americana.
Un proceso que había tenido lugar previamente en otros países europeos, como demuestran los
testimonios de William Thomas Stead o H. G. Wells.
En medio de estas percepciones, la figura de Theodore Roosevelt presenta un caso paradigmático
debido a la importancia que se le otorgó en la prensa española. A pesar de que se mantuvieron ciertos
recelos hacia su política exterior, no fueron pocos los que admiraron su férrea personalidad y
apoyaron algunas de sus decisiones políticas, especialmente su campaña contra los trusts. Unas
valoraciones que no sólo coincidían con las realizadas por figuras como el historiador italiano
Guglielmo Ferrero, sino también con las que aparecían en varias publicaciones británicas (The
Fortnightly Review, The Nineteenth Century, etc.). A pesar de ello, los artículos y noticias sobre
Roosevelt no se restringían al ámbito político, pues también se informaba de aquellos aspectos de su
vida privada que ayudaban a enfatizar su espíritu luchador y aventurero.
El retrato de la sociedad americana estuvo constituido también por una serie de prejuicios y
estereotipos extravagantes que pretendían acentuar las particularidades de esta nación con la
intención de reforzar la identidad española y su vínculo con otros territorios europeos. Los peligros
de la inmigración, la discriminación racial, las estafas de las sectas religiosas, la conflictividad
laboral o los espectáculos de masas fueron algunos de los temas más recurrentes en los diarios
españoles. Aunque este tipo de cuestiones se reiteraron constantemente en Europa, lo cierto es que se
produjeron ciertas diferencias. Así, por ejemplo, la formación educativa de las mujeres, elogiada por
académicos extranjeros como el filósofo británico Bertrand Russell, se miraba con malestar en la
opinión pública española, ya que se consideraba que no inculcaba el espíritu del hogar y la familia. Si
bien todos estos aspectos pretendían definir los rasgos más destacables de la población
estadounidense, la figura del millonario predominó en las páginas de la prensa nacional, alimentando
101
los tópicos de índole económica que venían perpetuándose desde el siglo XIX. Sin embargo, frente a
aquellos escritos que incidían en el lujo y desenfreno de la nueva aristocracia corporativa, otros
resaltaron la labor filantrópica que desempeñaban personalidades como Andrew Carnegie o John D.
Rockefeller. Por otra parte, la corrupción de la policía, los atentados de organizaciones anarquistas o
los asesinatos que se estaban cometiendo en ciudades como Nueva York avivaron la imagen de los
Estados Unidos como una nación peligrosa. Uno de los sucesos que más impacto causaron fue el
escándalo de la industria cárnica de Chicago. A pesar de que las revelaciones del periodista
americano Upton Sinclair, cuya obra fue publicada en el periódico El Imparcial, pretendían favorecer
una serie de reformas progresistas en su país, esta polémica no se interpretó en términos políticos,
sino más bien sensacionalistas, por parte de los periodistas españoles.
Revisados los objetivos que inicialmente perseguíamos, estamos en condiciones de afirmar que la
imagen que se proyectó de la potencia americana no fue tan diferente a la concebida en países como
Inglaterra, Francia o Italia. Más allá de la aparición de determinados aspectos particulares como
consecuencia de la guerra hispano-norteamericana de 1898 y de las propias circunstancias nacionales
de esos años, la visión que se generó de los Estados Unidos se vio fuertemente condicionada por las
opiniones que se estaban forjando en Europa. Un planteamiento que queda respaldado tras valorar la
traducción de artículos pertenecientes a publicaciones extranjeras, la difusión de viñetas satíricas de
procedencia foránea (Le Rire, Daily Mirror, Punch, Kikeriki, etc.), la estrecha colaboración de
periodistas británicos y franceses en determinadas revistas o la traducción de diarios de viaje como el
del periodista Jules Huret (En América. De Nueva York a Nueva Orleans, 1905). Además, se produjo
una traslación y continuación de diversas polémicas que estaban desarrollándose fuera de nuestras
fronteras, ejemplificado claramente en el debate existente sobre la decadencia de la raza latina o en la
polémica que suscitó la lucha iniciada por el presidente Roosevelt contra los trusts. De todos modos,
el escenario latinoamericano también colaboró en la configuración de numerosas percepciones sobre
el imperialismo estadounidense, tal y como demuestra la recepción de las ideas defendidas por Rodó
o Blanco Fombona.
Más allá de estas afirmaciones, es necesario matizar dos aspectos de gran relevancia para nuestra
investigación: la homogeneidad y la recepción de estas impresiones sobre la potencia americana. A la
hora de identificar a los autores de estos escritos, destaca un perfil indefinido. Junto a la presencia de
periodistas, la participación de un amplio abanico de intelectuales, políticos y expertos determinó que
estas impresiones no estuvieran dominadas por una ideología política concreta. Asimismo, los
contactos y experiencias comunes entre estas personalidades crearon una serie de redes que se
superpusieron a cualquier identidad individual y se convirtieron en canales de circulación de unas
102
mismas ideas y formas de representación; aspecto al que contribuyó en menor medida la
monopolización del mercado informativo por parte de las agencias internacionales, las cuales
produjeron una uniformidad en las noticias extranjeras. No obstante, esto no significa que no
existieran ciertas diferencias al abordar algunas cuestiones. Mientras que el militar Genaro Alas se
oponía a la opinión generalizada sobre las ambiciones territoriales de la nación norteamericana,
figuras como Sincero Ruiz mostraron su disconformidad con los movimientos independentistas que
tuvieron lugar en Cuba y Filipinas durante esos años. De la misma manera, se sucedieron continuas
disputas al examinar el carácter recíproco de la posible alianza entre los Estados Unidos e Inglaterra,
provocando incluso que algunos escritores pusieran en duda el vínculo entre estas dos naciones.
Estas desavenencias también se reflejaron en aquellos artículos centrados en el modelo político
americano, pues la enorme fascinación que despertaron sus instituciones durante los primeros años
del siglo XX contrastó con algunos comentarios que seguían señalando los límites de este sistema
democrático.
Por otro lado, resulta difícil determinar qué influencia tuvieron estas imágenes en la población
española. Aunque la prensa se convirtió en el canal principal para conocer otros países, nunca se
consolidó un modelo de periodismo de masas, por lo que el impacto de estas publicaciones españolas
siguió siendo minoritario a lo largo de este periodo. A su vez, las altas tasas de analfabetismo revelan
que su alcance fue mínimo en los estratos inferiores de la sociedad, cuyas percepciones sobre la
potencia americana se basaron en aquellas experiencias, opiniones o noticias que llegaban por
transmisión oral y que apenas dejaron testimonios escritos que sirvan para cubrir esta amplia laguna
historiográfica en la actualidad. Todo ello provocó que la lectura de revistas y periódicos nacionales
sólo estuviera al alcance de las clases medias y altas, destacando especialmente la esfera política e
intelectual. A pesar de esta limitación, la necesidad de este tipo de trabajos sigue siendo fundamental,
pues puede ser de gran utilidad para futuras investigaciones que pretendan establecer una estrecha
relación entre cultura y poder, analizando cómo el peso de ciertos prejuicios e imágenes sobre los
Estados Unidos determinaron las relaciones establecidas entre España y esta potencia a lo largo del
siglo XX.
En definitiva, este trabajo de investigación permite conocer una dimensión más real sobre la
americanización. Para ello, hemos prestado especial atención a las influencias iniciales de este
fenómeno en España y otros países europeos. A lo largo de estas páginas, se ha podido demostrar
cómo el influjo estadounidense no sólo estaba limitado por las propias costumbres e instituciones
locales, sino también por los intereses de la población receptora. Muchas de las impresiones que
circulaban sobre los Estados Unidos ayudaron a alimentar algunos de los debates nacionales que se
103
estaban manteniendo en ese momento, o sirvieron para reforzar la identidad de la propia sociedad
española y su vínculo con Europa. Asimismo, la difusión de ciertas percepciones de procedencia
extranjera refleja la necesidad de establecer valoraciones comparativas sobre las repercusiones de
este fenómeno en distintas naciones, aspecto que puede esclarecer más el desarrollo y éxito de los
procesos de americanización.
104
ANEXO GRÁFICO
Lámina 1.- Los Estados Unidos a través de la prensa española, 1898-1914.
I. Clasificación temática.
Lámina 2.- Los Estados Unidos a través de la prensa española, 1898-1914.
II. Evolución de los contenidos.
105
Lámina 3.- Noticias diarias sobre la potencia americana en ABC, 1/1903-6/1914.
Lámina 4.- Presencia de relatos estadounidenses en La España Moderna, 9/1898-6/1914.
106
Lámina 5.- El “Tío Sam” se merienda la isla de Cuba.
Viñeta satírica de la revista italiana L´Asino. ABC, 16/10/1906.
Lámina 6. Una nueva aplicación de la Doctrina Monroe.
Grabado de la revista española Hojas Selectas. ABC, 6/5/1908.
107
Lámina 7.- Las alforjas del “Tío Sam”. Dibujo satírico del diario mexicano El Independiente.
ABC, 3/1/1914.
Lámina 8.- Viñeta cómica en la que el cirujano Theodore Roosevelt restablece la paz tras la guerra
ruso-japonesa. ABC, 2/9/1905.
108
Lámina 9.- Una de las muchas imágenes publicadas sobre la Exposición de San Luis.
ABC, 22/9/1904.
Lámina 10.- Artículo sobre el explorador norteamericano Frederick Albert Cook.
Actualidades, 15/9/1909.
Lámina 11.- Innovación urbana en Nueva York.
Cinta transportadora que facilitaba a los carruajes la subida de las calles en cuesta. ABC, 1/9/1911.
109
Lámina 12.- Sufragistas norteamericanas apoyando la candidatura de Woodrow Wilson.
ABC, 13/9/1912.
Lámina 13.- El wiggle-woggle, novedosa forma de entretenimiento en los Estados Unidos.
Actualidades, 6/10/1909.
Lámina 14.- Reproducción de la tragedia de Altona (Pensilvania). Un individuo desconocido lanzó
un tranvía por una pendiente, provocando la muerte de once personas. ABC, 14/7/1906.
110
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