La influencia del pensamiento antimoderno inglés en las derechas españolas (1898-1936)

23
1 La influencia del pensamiento antimoderno inglés en las derechas españolas (1898-1936) The Influence of English Anti-Modern Thought On the Spanish Right (1898-1936) David Jiménez Torres Universidad Camilo José Cela Resumen : Los escritores ingleses Hilaire Belloc y G. K. Chesterton tuvieron una presencia notable en la configuración ideológica de las derechas españolas de principios del siglo XX. Tras ser descubiertos por los corresponsales españoles presentes en el Londres post-victoriano, Belloc y Chesterton ejercieron una importante influencia durante los años 20 y 30 sobre grupos como el de Acción española. Ramiro de Maeztu, en particular, se vio influido por su crítica a la organización política y social del mundo moderno, por su propuesta de un regreso a la fe católica del medievo, y su reivindicación de un catolicismo intelectual. Abstract : English authors Hilaire Belloc and G. K. Chesterton had an important presence in the ideological imaginary of the Spanish right of the early twentieth century. After the Spanish foreign correspondents based in Edwardian London took notice of their works and introduced them to the wider Spanish reading public, Belloc and Chesterton exerted an important influence during the 1920s and 30s on groups such as Acción

Transcript of La influencia del pensamiento antimoderno inglés en las derechas españolas (1898-1936)

1

La influencia del pensamiento antimoderno inglés

en las derechas españolas (1898-1936)

The Influence of English Anti-Modern Thought

On the Spanish Right (1898-1936)

David Jiménez Torres

Universidad Camilo José Cela

Resumen: Los escritores ingleses Hilaire Belloc y G. K.

Chesterton tuvieron una presencia notable en la configuración

ideológica de las derechas españolas de principios del siglo

XX. Tras ser descubiertos por los corresponsales españoles

presentes en el Londres post-victoriano, Belloc y Chesterton

ejercieron una importante influencia durante los años 20 y 30

sobre grupos como el de Acción española. Ramiro de Maeztu, en

particular, se vio influido por su crítica a la organización

política y social del mundo moderno, por su propuesta de un

regreso a la fe católica del medievo, y su reivindicación de

un catolicismo intelectual.

Abstract: English authors Hilaire Belloc and G. K. Chesterton

had an important presence in the ideological imaginary of the

Spanish right of the early twentieth century. After the

Spanish foreign correspondents based in Edwardian London took

notice of their works and introduced them to the wider Spanish

reading public, Belloc and Chesterton exerted an important

influence during the 1920s and 30s on groups such as Acción

2

española. Ramiro de Maeztu, in particular, was influenced by

their call for a return to the Catholic order of the Middle

Ages, as well as their vindication of Catholicism as an

intellectual project.

Palabras clave: Chesterton, Belloc, Maeztu, derechas,

influencia

Keywords: Chesterton, Belloc, Maeztu, conservatism, influence

Los estudios acerca de las principales influencias

ideológicas en las derechas españolas en las décadas

anteriores a la Guerra Civil han tendido a centrarse en los

mundos francés, alemán e italiano, además de en las propias

fuentes del tradicionalismo español. Esta comunicación propone

examinar la influencia del pensamiento antimoderno inglés

sobre la intelectualidad española de derechas de aquellos

años. Se analizarán las figuras de los dos grandes adalides

británicos de la antimodernidad católica, G. K. Chesterton e

Hilaire Belloc. También se analizarán los parámetros de su

apropiación por parte de un amplio sector de la opinión

católica española de entreguerras. Finalmente se examinará la

3

influencia que ejercieron sobre Ramiro de Maeztu, uno de los

principales pensadores de la derecha contrarrevolucionaria en

los años 20 y 30. Esto nos permitirá sugerir una

reconfiguración del mapa de influencias de este sector

ideológico durante el periodo en cuestión. Asimismo, nos

ayudará a explorar las complejas dinámicas que rigen las

influencias y los préstamos intelectuales entre países.

Católicos antimodernos ante la modernidad protestante

El periodo de la historia británica que va desde la

muerte de la Reina Victoria (1901) hasta el estallido de la

Primera Guerra Mundial (1914) es fundamentalmente paradójico.

Nunca había sido el Reino Unido tan poderoso y tan rico, nunca

había tenido un imperio tan vasto y tan seguro, y nunca habían

podido estar tan confiados los británicos de su propia entrada

en la modernidad. Sin embargo tanto las élites como la

sociedad civil vivieron esta época como una superposición de

ansiedades provocadas por la creciente desigualdad social, por

las reivindicaciones feministas, por el auge de potencias

rivales (Alemania y, en menor medida, Rusia, Estados Unidos y

Japón) y por la desorientación generalizada ante las formas

tecnológicas y burocráticas que iba tomando la modernidad.1

Esto produjo una efervescencia intelectual en la que

descollaron intelectuales polifacéticos como George Bernard

Shaw y H. G. Wells, grupos como la Sociedad Fabiana y el

1 Dos trabajos de síntesis de este periodo son: David POWELL: The Edwardian Crisis: Britain, 1901-1914, Basingstoke, Palgrave Macmillan, 1996; y David BROOKS,The Age of Upheaval: Edwardian Politics, 1899-1914, Manchester, Manchester University Press, 1995.

4

círculo de Bloomsbury, y una serie de ideologías que trataban

de responder a los desafíos del mundo moderno. El trauma de la

Gran Guerra, el largo bache económico de los años 20 y 30, y

el ascenso de los totalitarismos en la Europa de entreguerras,

no hicieron sino reforzar esta sensación de crisis y de

estímulo intelectual.

En este contexto, Hilaire Belloc (1870-1953) y Gilbert

Keith Chesterton (1874-1936) capitanearon una de las

alternativas que se propusieron al orden capitalista y al

parlamentarismo decimonónico: el distributism (distributismo). Si

bien se suele agrupar a este tándem bajo el mote del

‘Chesterbelloc’, ambos autores tenían personalidades muy

diferenciadas y trayectorias muy distintas.2 Belloc era hijo de

inglés y francesa y creció a caballo entre ambos países. A

pesar de que al final se decantó por estudiar en Oxford y

hacer su vida en Inglaterra, siempre retuvo la fe católica de

su familia materna y un gran interés por la cultura y la

política de los países latinos. Tras licenciarse se embarcó en

una prolífica carrera como escritor de ensayos, novelas,

poemas, cuentos infantiles y artículos de prensa. Entró en el

Parlamento británico como diputado del Partido Liberal que

arrasó en las elecciones de 1906 y que, bajo la batuta de H.

H. Asquith, David Lloyd George y Winston Churchill, implementó

las primeras medidas del Estado del bienestar (lo que en la

época se denominó new liberalism).3 Sin embargo, Belloc abandonó 2 El artículo en el que por primera vez apareció el mote, en George BernardSHAW: “Belloc and Chesterton”, The New Age, 15 de febrero de 1908.3 Peter CLARKE: Liberals and Social Democrats, Aldershot, Gregg Revivals, 1993; Michael FREEDEN, The New Liberalism: an Ideology of Social Reform, Oxford, Clarendon Press, 1978; Stefan COLLINI, Liberalism and Sociology, Cambridge, Cambridge University Press, 1979.

5

el Parlamento en 1910, desilusionado por la influencia que, en

su opinión, ejercía la oligarquía financiera sobre los

principales partidos. El denominado Marconi scandal de 1912, en

el que se destapó la connivencia entre Lloyd George y un grupo

de inversores y jueces, sólo reforzó su mala impresión del

sistema parlamentario. Durante el resto de su vida vería a las

instituciones del Estado liberal como servidoras de la

plutocracia en detrimento de la mayoría de ciudadanos.4

Estas experiencias e impresiones culminaron en su

principal trabajo de teoría política, The Servile State, publicado

en 1912. Este libro es principalmente una crítica del

capitalismo y de la industrialización, a los que Belloc

describe como “curse[s] for the unhappy society in which

[they] ha[ve] flourished”.5 Además, y en su opinión, el

capitalismo es inherentemente inestable y acabará desembocando

en un estallido social. Sin embargo, Belloc también explica

que la principal alternativa al capitalismo que ha surgido en

el mundo contemporáneo, el socialismo, no logrará liberar a la

sociedad. Más bien, Belloc expone que el capitalismo se está

fusionando con una versión adulterada del socialismo, logrando

así una sociedad más estable pero también menos libre. La

expansión paternalista del Estado, al seguir funcionando

dentro de un sistema parlamentario y capitalista, llevará a un

sistema en el que la masa de individuos serán obligados

4 Joseph PEARCE: Old Thunder: A Life of Hilaire Belloc, London: Harper Collins, 2002; Victor FESKE: From Belloc to Churchill: Private Scholars, Public Culture, and the Crisis of British Liberalism, 1900—1939, Chapel Hill-London, University of North Carolina Press,1996; John McCARTHY: Hilaire Belloc, Edwardian Radical, Indianapolis, Liberty Press, 1978.5 Hilaire BELLOC: The Servile State, Indianapolis: Liberty Classics, 1977, p. 103.

6

legalmente a trabajar para la clase capitalista a cambio de

que ésta les garantice un mínimo de bienestar (a través de

esquemas como las pensiones, los seguros de accidente laboral,

el salario mínimo, etc.).6 A esta forma moderna de esclavitud

le puso el nombre de servile state, el Estado servil. Y para

Belloc, la única alternativa a este escenario de pesadilla era

un regreso a una sociedad de pequeños propietarios, en la que

la riqueza estuviera distribuida entre el mayor número de

personas posible.

Vale la pena resaltar que, en un contexto en el que

fuerzas como el new liberalism y la Sociedad Fabiana reclamaban

la expansión del Estado a fin de combatir las desigualdades

producidas por el capitalismo, el diagnóstico de Belloc acerca

del efecto que tendría esta expansión suponía un verdadero

aldabonazo. Pero las novedades de su pensamiento no se

limitaban a su visión alarmista del rumbo que llevaba la

sociedad británica. Belloc también ofrecía una lectura de la

historia europea (cristalizada más nítidamente en su Europe and

the Faith, de 1920) que iba en contra de todos los presupuestos

de la historiografía británica del momento. Belloc creía que

el principio de todos los males modernos yacía en la Reforma

europea iniciada por Lutero y, en el contexto inglés, en el

proceso iniciado por Enrique VIII. En su opinión, la

confiscación y posterior venta de tierras pertenecientes a los

monasterios medievales había creado una élite económica que

luego, tras una serie de avances tecnológicos, se transformó

en la clase capitalista de la incipiente Revolución

Industrial. Esto no sólo iba en contra de la tradicional 6 Ibid., pp. 171-198.

7

interpretación whig, según la cual la ruptura con Roma había

sido un paso decisivo en el progreso de Inglaterra hacia la

prosperidad, sino que también iba en contra de la

interpretación socialista/fabiana, que estimaba que los males

sociales habían comenzado exclusivamente con la Revolución

Industrial. Frente a estas corrientes, Belloc proponía que la

organización de la sociedad durante la Edad Media no sólo

había sido positiva sino que era el resultado directo de una

aplicación social de los principios del catolicismo. Esto lo

diferenciaba también de la tradición medievalista de

pensadores como John Ruskin y William Morris, quienes, si bien

también habían glorificado la organización gremial de la Edad

Media, no habían recalcado la dependencia de aquel tipo de

organización de una doctrina católica.

The Servile State tuvo una gran repercusión y consolidó la

posición de Belloc en la esfera pública post-victoriana.

También creó escuela, atrayendo a una serie de jóvenes

brillantes como Vincent McNabb, Eric Gill, Douglas Jerrold,

Arnold Lunn, Christopher Hollis y Douglas Woodruff.7 Esto

contribuía a la revalorización de un catolicismo británico que

ya había recibido un fuerte espaldarazo con el Oxford Movement

de mediados del s. XIX, y que pronto contaría con un

impresionante elenco de figuras como Lord Acton, Evelyn Waugh,

Graham Greene, Sigfried Sassoon y Edith Sitwell. Sin embargo,

hay que destacar que la revalorización del catolicismo en

Inglaterra no tuvo repercusión más allá de unos pequeños 7 Jay P. CORRIN: Catholic Intellectuals and the Challenge of Democracy, Notre Dame, University of Notre Dame Press, 2002; James LOTHIAN: The Making and Unmaking ofthe English Catholic Intellectual Community (1910-1950), Notre Dame, University of NotreDame Press, 2009.

8

círculos sociales. No hubo, como creyeron estos intelectuales

católicos, un regreso masivo al catolicismo por parte de las

clases populares.

El principal discípulo de Belloc no sería otro que el

igualmente prolífico y polifacético G. K. Chesterton.8 Los dos

se conocieron en 1900, cuando ambos colaboraban en Speaker, una

de las pocas revistas que se oponían a la Guerra de los Boer.

Así comenzó una amistad y una colaboración que ayudarían a

conducir el escepticismo de Chesterton ante la modernidad

hacia la enemiga al Estado liberal, la defensa de la propiedad

privada, la recuperación de la ortodoxia cristiana y,

finalmente, la conversión al catolicismo. Las dos grandes

obras de apologética cristiana de Chesterton, Heretics (1905) y

Orthodoxy (1908) reforzaban la idea de que el mundo

contemporáneo era víctima de gigantescos errores de criterio,

errores que sólo se podían deshacer mediante un regreso a los

principios fundamentales de la cristiandad. Chesterton criticó

la idea del progreso como avance hacia el relativismo, al

considerar que el progreso sólo podía suponer un refuerzo de

los dogmas y las convicciones.9 Asimismo, creía que el ser

humano era incapaz de comprender las impenetrables paradojas

de la existencia, paradojas que intentaba replicar a través de

su peculiarísimo estilo. Sólo un Dios cristiano podía

reconciliar en sí todas las paradojas del universo, y por esto

mismo toda la ciencia moderna, al soslayar la idea de una

8 Jay P. CORRIN: G.K. Chesterton and Hilaire Belloc: The Battle Against Modernity, Londres, Ohio University Press, 1981; Ian KER: G.K. Chesterton: A biography, Oxford, OxfordUniversity Press, 2011.9 Gilbert Keith CHESTERTON: The Collected Works of G.K. Chesterton, vol. 1, San Francisco, Ignatius Press, 1986, pp. 53, 196.

9

deidad, se condenaba a la irrelevancia.10 Chesterton también

aceptaba la lectura de Belloc de la historia europea, como se

puede ver con nitidez en su A Brief History of England (1916), que

valoraba positivamente la Edad Media y el sistema de gremios

que habría sido consecuencia de la doctrina social católica. Y

como en el caso de Belloc, Chesterton presentaba sus

diagnósticos como una defensa del hombre de la calle frente a

unas élites corrompidas. Las posturas de ambos los llevarían a

acercarse a lo largo de los años al grupo de Action française

(sobre todo en el caso de Belloc) y a valorar positivamente el

ascenso de Mussolini en Italia, si bien acabaron renegando

tanto del fascismo italiano como del nazismo y proponiendo una

‘tercera vía’ católico-autoritaria al ascenso de los

totalitarismos.

Uno de los aspectos más notables del catolicismo político

del ‘Chesterbelloc’ era su insistencia en que sus posiciones

no suponían una mera repetición de dogmas recibidos en su

entorno social, sino que resultaban del uso de la razón y del

estudio de la sociedad y la cultura. Belloc escribía en el

prefacio a la segunda edición de The Servile State que su lectura

de la historia europea “is not a piece of special pleading put

forward to please my co-religionists. It is a plain piece of

historical fact which anyone can verify for himself”.11

Igualmente, Chesterton explicaba que había llegado a sus

convicciones cristianas “quite rationally upon the evidence”.12

Este énfasis racionalista también determinaba su tratamiento

10 Ibid., p. 246.11 Hilaire BELLOC: The Servile State…, p. 32.12 Gilbert Keith CHESTERTON: The Collected…, p. 348.

10

de la religión: en ambos autores el catolicismo no es una

cuestión de creencia personal, ni tampoco una empresa

puramente teológica. Para Belloc y Chesterton la religión era

una fuerza social de enorme relevancia que había dictaminado

el desarrollo de la civilización en todas sus vertientes:

política, económica, cultural. Por esto sólo se podían

resolver los problemas de las sociedades modernas mediante un

regreso al catolicismo como dogma social además de personal.

Este deseo de cambio social también llevaba al ‘Chesterbelloc’

a publicar en las grandes cabeceras del periodismo inglés, en

vez de limitarse al ámbito de las revistas eclesiásticas. De

esta forma, el ‘Chesterbelloc’ planteaba el modelo del

polemista católico moderno, una figura que batallaba en nombre

de la Iglesia y de la fe pero desde una posición firmemente

asentada en la esfera pública moderna.

Belloc y Chesterton en España

A mediados de la primera década del siglo XX Belloc y

Chesterton ya gozaban de gran fama en el Reino Unido y tenían

una cierta proyección internacional, principalmente en Francia

(en el caso de Belloc) e Italia (en el de Chesterton). Sin

embargo, aún tardarían algunos años en ser conocidos en

España. Fueron los corresponsales que la prensa española

empezó a enviar a Londres a principios de siglo los que dieron

las primeras noticias acerca de sus figuras y sus ideas.

Ramiro de Maeztu informó a los lectores de La Correspondencia de

España en 1907 que Chesterton era “el más brillante de los

11

cronistas ingleses”, y en 1909 reiteraba que “se trata

sencillamente del mejor articulista de la prensa inglesa. Y no

sé de ningún otro en país alguno que pueda comparársele”.

Maeztu también entró en contacto con la obra de Belloc,

describiéndole en un artículo de 1908 como “un escritor

brillantísimo”.13 Siguiendo su estela, otros corresponsales en

Londres como Ramón Pérez de Ayala (para El Imparcial) y Juan

Pujol (para ABC) empezaron a hacer referencias ocasionales a

las opiniones expresadas por Chesterton y Belloc a propósito

del tema que agitara en ese momento a la opinión británica.14

El advenimiento de la Primera Guerra Mundial propició una

profundización de este contacto del mundo cultural español con

la obra del ‘Chesterbelloc’. Como es bien sabido, los

gobiernos de las naciones en liza hicieron lo posible por

reclutar a las principales figuras de sus respectivos mundos

culturales para que apoyaran la causa nacional. Además, los

aparatos propagandísticos de cada bando intentaron

instrumentalizar el apoyo de sus grandes literatos para

recabar apoyos en los países neutrales. Reino Unido no fue una

excepción, y tanto Chesterton como Belloc desarrollaron entre

1914 y 1918 una incansable labor periodística, ensayística y

literaria para el War Propaganda Bureau de Charles Masterman.15

Esto desembocaría en las primeras traducciones de libros de

Chesterton al español, empezando con The Barbarism of Berlin 13 Ramiro de MAEZTU: “La censura en los teatros”, Nuevo Mundo, 24 de octubrede 1907; ÍD.: “Un cuento de hadas”, Nuevo Mundo, 15 de abril de 1909; ÍD.: “Los fondos secretos”, La Correspondencia de España, 25 de febrero de 1908.14 Ramón PÉREZ DE AYALA: Tributo a Inglaterra, Madrid, Aguilar, 1963; Juan PUJOL:“El derby””, ABC, 1 de junio de 1914.15 Peter BUITENHUIS: The Great War of Words: Literature as Propaganda 1914—1918 and After, London, Batsford, 1989; J. Lee THOMPSON: Politicians, the Press and Propaganda:Lord Northcliffe and the Great War, London, Kent State U. P., 1999.

12

(publicado con el título de Sobre el concepto de barbarie, y que

llevaría un prólogo de Unamuno) y siguiendo con Letters to an Old

Garibaldian (Cartas a un viejo garibaldino) y Orthodoxy (Ortodoxia).16 Por

su parte, los corresponsales londinenses de los principales

periódicos empezaron a utilizar a Belloc como fuente para sus

análisis de la evolución del conflicto. Juan Pujol y Julio

Camba, por ejemplo, hicieron referencia a los puntos de vista

que expresaba Belloc en su columna de análisis militar en la

revista Land and Water.17 Camba incluso se refirió a él como uno

de los dos mejores “críticos militares” de Inglaterra, aunque

también se burló de su prolijidad.18 Es cierto que tanto Belloc

como Chesterton estaban entrando en España en base a su

supuesta representatividad del discurso y la cultura de los

aliados (de nuevo, mediatizado casi siempre por los esfuerzos

propagandísticos británicos), y no como representantes del

distributismo o de sus idiosincrasias estilísticas; pero era

imposible que éstas no asomaran en sus libros traducidos al

español o en las menciones que de ellos se hacían en la prensa

española. Unamuno, por ejemplo, dedicó gran parte de su

prólogo a Sobre el concepto de barbarie a defender el uso que hacía

Chesterton de las paradojas en sus escritos; y Camba informó a

sus lectores de ABC de la agresividad como periodista de

Belloc, al igual que de su antisemitismo.

16 Gilbert Keith CHESTERTON: Sobre el concepto de barbarie, Barcelona, Oliva de Vilanova, 1915; ÍD.: Cartas a un wiejo garibaldino, Londres, Harrison & Sons, 1915; ÍD.: Ortodoxia, Madrid, Imp. Alemana, 1917.17 Por ejemplo en Juan PUJOL: “Las dificultades de la acción militar en Gallipoli”, ABC, 27 de mayo de 1915.18 Julio CAMBA: “La intervención de Bulgaria”, ABC, 21 de octubre de 1915; “Hilario Belloc”, ABC, 21 de noviembre de 1915.

13

Realizado este primer desembarco en España, los años que

siguieron a la Gran Guerra afianzaron el conocimiento que

tenía el público español de Chesterton y Belloc como

impulsores de un nuevo catolicismo contrarrevolucionario de

raigambre británica. La buena recepción de las tres obras de

Chesterton traducidas durante la guerra (y muy principalmente

la de Ortodoxia) llevó a nuevas traducciones que familiarizaron

al público español con sus facetas de novelista, de ensayista

y de biógrafo. Entre 1920 y 1922 se tradujeron A Brief History of

England, The Innocence of Father Brown y The Man Who Was Thursday, en

1925 salió su biografía de San Francisco de Asís y entre 1930

y 1934 salieron traducciones de The Return of Don Quixote, The

Everlasting Man, The Superstition of Divorce, Four Faultless Felons, Heretics,

Chaucer y St Thomas Aquinas.19 El éxito de Belloc fue menor y más

tardío, limitándose a las traducciones realizadas a principios

de los años 30 de sus biografías de personajes franceses e

ingleses (una de ellas traducida por Dámaso Alonso).20 Su obra

de apologética católica no se traduciría hasta llegada la

dictadura del general Franco, y la primera traducción de The

Servile State debería esperar hasta 2010.21

19 Gilbert Keith CHESTERTON: Pequeña historia de Inglaterra, Madrid, Saturnino Calleja, 1920; ÍD.: El candor del padre Brown, Madrid, Saturnino Calleja, 1921; ÍD.: El hombre que fue jueves, Madrid, Saturnino Calleja, 1922; ÍD.: El regreso de Don Quijote, Madrid, Cosmópolis, 1930; ÍD.: El hombre eterno, Madrid, Poblet, 1930; ÍD.: La superstición del divorcio, Madrid, Sáez Hnos., 1931; ÍD.: Cuatro granujas sin tacha, Madrid, Diana, 1931; ÍD.: Herejes, Madrid y Barcelona, Clarasó, 1932; ÍD.: Chaucer, Madrid, Poblet, 1933; ÍD.: Santo Tomás de Aquino, Madrid, Espasa-Calpe.20 Hilaire BELLOC: Danton, Madrid, España, 1931; ÍD.: María Antonieta, Madrid, Espasa-Calpe, 1933. 21 Hilaire BELLOC: El estado servil, Madrid, El buey mudo, 2010. En los años 40 se traducirían The Crusades, The Crisis of Our Civilisation y The Path to Rome.

14

Contribuyeron a la proyección española de Chesterton y

Belloc, y a la vez eran reflejo de la misma, las conferencias

que ambos pronunciaron en la Residencia de Estudiantes en los

años 20. Ambos fueron invitados por el Comité Hispano-Inglés

que presidía el Duque de Alba.22 Belloc fue el primero en

asistir, disertando en 1923 acerca del sistema universitario

inglés. El presentador fue Ramiro de Maeztu, y el eco que tuvo

el evento supone una buena muestra del papel que Belloc y

Chesterton empezaban a desempeñar dentro del imaginario de la

derecha católica de entreguerras. La reseña que hizo ABC de la

conferencia de Belloc, por ejemplo, incidía en su labor de

“publicista católico” y en su “idiosincrasia espiritual,

rendida al más severo catolicismo”.23 También destacaba su

postura contrarrevolucionaria, resaltando que era un “enemigo

enragé del socialismo político” y que “representa en las letras

inglesas algo parecido a lo que Maurras y Daudet en las

francesas”. Más significativo aún fue un artículo publicado la

semana siguiente en el mismo diario por Álvaro Alcalá Galiano,

en el que reprochaba a la derecha española no haber prestado

más atención a la conferencia de Belloc, a la que, según él,

sólo habían asistido elementos de la izquierda.24 Alcalá

Galiano reprochaba esta desidia intelectual puesto que “en el

caótico siglo actual, materialista e incrédulo, no anda la

Iglesia católica tan sobrada de afamados paladines literarios

22 Para la labor de este comité ver Alison SINCLAIR: Trafficking Knowledge in Early Twentieth-Century Spain, London, Tamesis, 2009, cap. 4; y Álvaro RIBAGORDA: El coro de Babel: las actividades culturales de la Residencia de Estudiantes, Madrid, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 2011.23 “En la Residencia de Estudiantes”, ABC, 19 de enero de 1923.24 Álvaro ALCALÁ GALIANO: “Intelectuales ‘reaccionarios’”, ABC, 25 de enero de 1923.

15

para que sus creyentes ignoren a los pocos prestigios

intelectuales capaces de defenderla con la admiración de sus

propios adversarios”. Alcalá Galiano pasaba entonces a

proponer a Belloc como un ejemplo de verdadero intelectual de

derechas, ya que “el intelectual reaccionario en el resto de

Europa no se parece nada o casi nada al ser retrógrado y

cerril que entre nosotros ha merecido ese mote”. En vez de

refugiarse en la ignorancia y la complacencia, los

intelectuales reaccionarios europeos del estilo de Belloc se

habían preparado para la batalla apertrechándose de “una vasta

cultura” y de “todas las armas, desde la lógica y apologética,

hasta la sátira cruel y el vituperio personal”. Sólo así se

explicaba la exitosa “contraofensiva intelectual” de autores

como Veuillot, Brunetière y Daudet en Francia y de “polemistas

católicos como Belloc y como el formidable Chesterton” en

Inglaterra. Con autores como ellos, “los perseguidos de ayer

son los perseguidores de hoy”.

Esta incorporación de Belloc y Chesterton al acervo de

referencias contemporáneas de la derecha española quedó

reforzada tres años después con la conferencia de Chesterton.

Ante el anuncio de que ésta se iba a producir, Alcalá Galiano

de nuevo salía a la palestra en ABC para celebrar a un autor

que “tiene el mágico don de renovar viejos temas y, cuando

todo parece ya dicho sobre una cosa, la enfoca con su potente

faro intelectual”.25 Pero no sólo era una cuestión de capacidad

y estilo sino también de contenidos: Chesterton pertenecía,

junto a Belloc, “al moderno renacimiento católico en

25 Álvaro ALCALÁ GALIANO: “Chesterton viene a Madrid”, ABC, 13 de abril de 1926.

16

Inglaterra”, y además su catolicismo “no emana tufillo de

sacristía, ni sentimentalismo místico alguno. Ha llegado a

Roma por el camino de la inteligencia y el estudio.” Mese

después, Maeztu publicaba un perfil de Chesterton en el

boletín de la Residencia de Estudiantes en el que también

incidía en su intelectualismo: “lo que le atrae son las ideas,

las doctrinas, los principios”.26 Dos años después, un número

especial de La Gaceta Literaria dedicado al catolicismo proponía a

Belloc y Chesterton como las dos figuras descollantes del

catolicismo británico, con artículos de Maeztu y de Jaime

Ibarra.27 Y aunque Eugenio D’Ors exhibiera una cierta

ambivalencia ante las ideas y el estilo del

‘chesterbellocismo’, Juan Zaragueta mostraría la alta

cotización de estos autores en España cuando definió la

publicación de un nuevo libro de Chesterton como todo un

“acontecimiento en la atmósfera intelectual europea”.28

La radicalización que viviría la política española a

finales de los años 20 y principios de los 30 sólo reforzaría

el atractivo de Chesterton y Belloc para una derecha

desorientada y que, fracasada la experiencia de Primo de

Rivera, se preparaba para un nuevo tipo de batalla. No es

casualidad que se tradujera al español el The Superstition of Divorce

de Chesterton en 1931, en el contexto de una nueva República

que pretendía implantar el divorcio por primera vez en España.

Ni que entre 1930 y 1932 salieran ediciones de sus obras de

apologética cristiana The Ball and the Cross, The Everlasting Man y 26 Ramiro de MAEZTU: “Mister Gilbert Keith Chesterton”, Residencia, 1, 192627 La Gaceta Literaria, 2:31, 1928.28 Eugenio D’ORS: “Glosas”, ABC, 2 de febrero de 1927; Juan ZARAGUETA: “Un nuevo libro de Chesterton”, ABC, 2 de marzo de 1928.

17

Heretics. Tampoco que fuera durante estos años cuando se

empezaran a traducir al español los libros de Belloc, ni que

los textos escogidos fueran sus biografías de Danton y de

María Antonieta, recuperando figuras importantes de una

Revolución Francesa que estaba muy presente en las mentes de

los católicos españoles. El corresponsal de ABC en Londres,

Luis Bolín, tampoco desperdiciaba ocasión para glosar el

monarquismo de Belloc, lo cual demostraba que “otros pueblos

menos inconscientes que el español [saben] aprovechar las

lecciones que se desprenden de nuestra trágica experiencia”.29

Caso particular es el de Cataluña, donde la radicalización de

la vida política aceleró la toma de contacto de una serie de

intelectuales y de un sector importante del público católico

con las figuras y las obras de Chesterton y Belloc. Josep M.

Junoy, Pau Romeva y Manuel Brunet impulsaron, a través de las

revistas La Revista y La Nova Revista y del diario católico El Matí la

familiarización del público catalán con el ‘Chesterbelloc’,

incorporando su idea de que el catolicismo era la única

defensa posible contra los totalitarismos.30

29 Luis Antonio BOLIN: “Más autoridad, más disciplina”, ABC, 18 de febrero de 1934.30 Carles LLUCH: La novel·la catòlica a Catalunya, Barcelona, Cruïlla, 2000; Mireia ARAGAY y Jacqueline HURTLEY: “The ‘Chestertonization’ of Catalonia: G. K. Chesterton in La Revista and La Nova Revista”, Journal of Interdisciplinary Literary Studies, 3 (1991); Sílvia COLL-VINENT: “Chesterton’s first visit to Catalonia and its context”, The Chesterton Review, 31/1&2 (2005), pp. 103-119; Francesc MONTERO: “Catholicism, the cornerstone of G. K. Chesterton, Hilaire Belloc and Manuel Brunet’s thinking in the face of a rise in European totalitarianisms”, The Chesterton Review, 3/4 (2012). Los artículos deBelloc que fueron traducidos al catalán han sido recopilados en Hilaire BELLOC: Història i sentit: els articles de Hilaire Belloc al diari “El Matí” (1929-1936), Barcelona, Barcelonesa d’Edicions, 1995.

18

La ‘Chesterbelloquización’ de Maeztu

Llegados a este punto, vale la pena resaltar la

influencia que ejercieron Belloc y Chesterton sobre una de las

principales figuras de la derecha española en los años 20 y

30, Ramiro de Maeztu. Como es bien sabido, Maeztu trazó un

complejo itinerario intelectual a lo largo de su vida, pasando

del nietzscheanismo socialista de su juventud a las posiciones

católico-autoritarias que le llevaron a fundar Acción española y

a publicar Defensa de la Hispanidad (1934); evolución en la que

desempeñó un papel importante su contacto con el

‘Chesterbelloc’.31

Como hemos visto, Maeztu fue, a través de su tribuna

londinense, el primero en glosar las figuras y las ideas de

Belloc y Chesterton para el público español. Sin embargo, es

evidente que durante los siete primeros años de su estadía en

Inglaterra (1905-1912) Maeztu veía a estos autores como

observadores inteligentes de la actualidad y de la cultura,

pero no como modelos ideológicos. Esto cambió a partir de

1912, cuando Maeztu siguió el estallido del Marconi scandal a

través de las páginas del New Witness, el órgano distributista.

Maeztu aceptó en aquel momento el diagnóstico del

‘Chesterbelloc’ de que “el Gobierno de Inglaterra está

encomendado a una oligarquía plutocrática ajena a todo otro

ideal que el de conservar y aumentar su poder”.32 También

coincidió con ellos en que, por estas razones, “realmente es

posible prever en Inglaterra una revolución social para dentro

31 Pedro Carlos GONZÁLEZ CUEVAS: Maeztu: Biografía de un nacionalista español, Madrid,Marcial Pons, 2003.32 Ramiro de MAEZTU: “El silencio final”, Nuevo Mundo, 3 de julio de 1913.

19

de pocos años”.33 1912 también fue el año de publicación de The

Servile State, que Maeztu leyó con entusiasmo, mostrándose de

acuerdo con varias de las tesis de Belloc.34 Si una defensa de

la interpretación católica de la historia y de la doctrina

social de la Iglesia habría tenido en la España de aquellos

años un regusto clerical (por no decir carlista), en el

ambiente inglés suponía una alternativa audaz y renovadora;

Maeztu escribiría que el conservadurismo de Belloc y

Chesterton “es agresivo, revolucionario, violento, innovador

o, por lo menos, palingenista en cuanto quiere que Inglaterra

vuelva a la Edad Media, y no por un proceso gradual de

reacción, sino de golpe”.35 La creciente secularización e

industrialización de la sociedad británica dotaba de

plausibilidad, o al menos de interés, a las propuestas que

emanaban del mundo religioso, sobre todo cuando respondían a

los aspectos más angustiantes del mundo moderno.

Maeztu no llegó a colaborar con los distributistas,

prefiriendo centrarse en su participación en el grupo de los

guild socialists (“gremialistas” o “guildistas”, en sus

traducciones) que publicaban en el semanario The New Age. Pero

esto se debía principalmente a razones personales (era amigo

del primer teórico del gremialismo, A. J. Penty, del editor de

The New Age, A. R. Orage, y de una de las figuras más influentes

de ese círculo, el poeta y crítico T. E. Hulme). Y los

gremialistas coincidían con los distributistas en varios

asuntos clave, como su crítica del capitalismo y del marxismo 33 Ramiro de MAEZTU: “Agitación obrera”, Heraldo de Madrid, 9 de mayo de 1912.34 Pedro Carlos GONZÁLEZ CUEVAS: Maeztu... pp 160-161.35 Ramiro de MAEZTU: “Polémica desigual”, Heraldo de Madrid, 6 de diciembre de 1913.

20

clásico (así como de su reformulación fabiana), y su

valoración positiva de la Edad Media y del sistema gremial. El

gran trabajo de Maeztu de esta etapa, Authority, Liberty and Function

in the Light of the War (1916; traducido al español bajo el título La

crisis del humanismo en 1919) abre con un panegírico al medievo que

podría haber firmado el ‘Chesterbelloc’.36 Igualmente

coincidentes con las propuestas de los escritores británicos

eran la idea de Maeztu de la fundamental limitación del ser

humano y el papel de la religión como factor de cohesión

social.

La evolución de Maeztu tras regresar a España le

alejaría, además, de aquellas propuestas que eran exclusivas

de los gremialistas y le acercaría a las que eran exclusivas

de los distributistas, como: la reivindicación del catolicismo

y de la propiedad privada, el anticomunismo, la valoración

positiva del ascenso del fascismo en Italia, un cierto

antisemitismo basado en la identificación de los judíos con el

capitalismo internacional, y la creencia en que sólo una

monarquía fuerte podía gobernar efectivamente la sociedad

moderna. Siguió, además, ensalzando sus figuras, describiendo

a Belloc en 1923 como el profeta de “la única alternativa

democrática que puede ofrecerse al colectivismo”, y citando

con frecuencia las objeciones de Chesterton a La decadencia de

Occidente de Spengler.37 También hay que resaltar que, aunque

Maeztu crearía en los años 30 su propia versión del relato

católico-céntrico de la Historia (localizando la Arcadia

36 Ramiro de MAEZTU: La crisis del humanismo, Barcelona, Minerva, 1919, p. 11.37 “Belloc en la Residencia”, Residencia, 1 (1926); Ramiro de MAEZTU: Defensa del espíritu, p. 164.

21

perdida en el Siglo de Oro español), esta seguiría las mismas

pautas que la del ‘Chesterbelloc’ (en el pasado hubo una época

de plenitud vertebrada por el catolicismo y sólo regresando a

éste volvería aquélla). No es casualidad, por tanto que Maeztu

cite a estos autores en obras tardías como Defensa de la Hispanidad

y en la inacabada Defensa del espíritu, siempre como apoyo de sus

propias posturas.38

El contacto con el ‘Chesterbelloc’ fue, por tanto,

fundamental tanto en la evolución del Maeztu socialista al

Maeztu contrarrevolucionario como en algunos de los contenidos

del ideario de su madurez. Pero también fue importante el

ejemplo que le aportaron de lo que debía ser un polemista

católico. En su presentación de Belloc en 1923 dijo que “la

obra importante de mister Belloc es la que tiene realizada y

sigue realizando como hombre de polémica”, y en 1926 dijo de

Chesterton: “el filósofo necesitará gruesos volúmenes para

mostrarnos su sistema, en tanto que a mister Chesterton le

bastan mil palabras, y a veces menos, para dejar patas arriba

la más asentada de nuestras conclusiones”.39 No nos es difícil

ver que Maeztu, tras la pesada labor doctrinal de sus años

neokantianos (1908 – 1919), se acercó al modelo

‘chesterbelloquiano’ de una prosa ágil y amena, de un recurso

a la lógica y la metáfora en vez de a la cita de autoridades;

una evolución que resulta evidente si comparamos La crisis del

humanismo con Don Quijote, Don Juan y la Celestina (1925). Precisamente

Jaime Ibarra comparó a Maeztu con Belloc en un artículo de

38 Ramiro de MAEZTU: Defensa de la Hispanidad, Madrid, Homo Legens, 2006, p. 48;ÍD.: Defensa del espíritu, p. 120.39 Ambos textos en Residencia, 1 (1926).

22

1928, y en otras ocasiones se le definió como un Chesterton

español y sin sentido del humor.40

Maeztu también parece haber incorporado el énfasis de

Chesterton y Belloc en el catolicismo como empresa

intelectual. En particular, la calidad de converso de

Chesterton lo acercaba a la experiencia del propio Maeztu, que

se había mostrado furibundamente anticlerical durante su

juventud y que sólo había llegado a la fe tras un largo

proceso de lecturas y meditaciones. Tras su regreso a España,

Maeztu reivindicaría precisamente esta idea del catolicismo

como empresa intelectual, declarando que “en todo Occidente

está volviendo a recobrar la fe católica la parte más excelsa

de la grey intelectual. Una confesión que satisface a un

Maritain, a un Papini, a un Chesterton o a un Max Scheler no

puede ya parecer estrecha a ninguna inteligencia honrada”.41 Y

en el artículo que dedicó a la muerte de Chesterton, en 1936,

escribía que en Reino Unido “son las gentes educadas las que

poco a poco se están haciendo católicas, al punto que cada año

me parece más cierta la observación de que si nos encontramos

en un tren a alguien que lea un libro que no sea una novela,

de cada diez casos en nueve se trata de un católico”.42 Como

vemos, la idea del catolicismo como empresa intelectual iba

unida a la de una próxima resurrección del catolicismo como

ideología hegemónica. Y Maeztu intentaría participar en este

proceso durante los años 30 a través del grupo de Acción

40 Jaime IBARRA: “Chesterton y Belloc”, La Gaceta Literaria, 1 de abril de 192841 Ramiro de MAEZTU: Defensa de la Hispanidad, p. 163.42 Ramiro de MAEZTU: “G.K. Chesterton”, El Diario Vasco, 18 de junio de 1936.

23

española. Como escribía en aquellos años, “hay que alistar a

los intelectuales para ganar después el mundo”.43

43 Ramiro de MAEZTU: Defensa del espíritu, p. 62.