La influencia del pensamiento antimoderno inglés en las derechas españolas (1898-1936)
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La influencia del pensamiento antimoderno inglés
en las derechas españolas (1898-1936)
The Influence of English Anti-Modern Thought
On the Spanish Right (1898-1936)
David Jiménez Torres
Universidad Camilo José Cela
Resumen: Los escritores ingleses Hilaire Belloc y G. K.
Chesterton tuvieron una presencia notable en la configuración
ideológica de las derechas españolas de principios del siglo
XX. Tras ser descubiertos por los corresponsales españoles
presentes en el Londres post-victoriano, Belloc y Chesterton
ejercieron una importante influencia durante los años 20 y 30
sobre grupos como el de Acción española. Ramiro de Maeztu, en
particular, se vio influido por su crítica a la organización
política y social del mundo moderno, por su propuesta de un
regreso a la fe católica del medievo, y su reivindicación de
un catolicismo intelectual.
Abstract: English authors Hilaire Belloc and G. K. Chesterton
had an important presence in the ideological imaginary of the
Spanish right of the early twentieth century. After the
Spanish foreign correspondents based in Edwardian London took
notice of their works and introduced them to the wider Spanish
reading public, Belloc and Chesterton exerted an important
influence during the 1920s and 30s on groups such as Acción
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española. Ramiro de Maeztu, in particular, was influenced by
their call for a return to the Catholic order of the Middle
Ages, as well as their vindication of Catholicism as an
intellectual project.
Palabras clave: Chesterton, Belloc, Maeztu, derechas,
influencia
Keywords: Chesterton, Belloc, Maeztu, conservatism, influence
Los estudios acerca de las principales influencias
ideológicas en las derechas españolas en las décadas
anteriores a la Guerra Civil han tendido a centrarse en los
mundos francés, alemán e italiano, además de en las propias
fuentes del tradicionalismo español. Esta comunicación propone
examinar la influencia del pensamiento antimoderno inglés
sobre la intelectualidad española de derechas de aquellos
años. Se analizarán las figuras de los dos grandes adalides
británicos de la antimodernidad católica, G. K. Chesterton e
Hilaire Belloc. También se analizarán los parámetros de su
apropiación por parte de un amplio sector de la opinión
católica española de entreguerras. Finalmente se examinará la
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influencia que ejercieron sobre Ramiro de Maeztu, uno de los
principales pensadores de la derecha contrarrevolucionaria en
los años 20 y 30. Esto nos permitirá sugerir una
reconfiguración del mapa de influencias de este sector
ideológico durante el periodo en cuestión. Asimismo, nos
ayudará a explorar las complejas dinámicas que rigen las
influencias y los préstamos intelectuales entre países.
Católicos antimodernos ante la modernidad protestante
El periodo de la historia británica que va desde la
muerte de la Reina Victoria (1901) hasta el estallido de la
Primera Guerra Mundial (1914) es fundamentalmente paradójico.
Nunca había sido el Reino Unido tan poderoso y tan rico, nunca
había tenido un imperio tan vasto y tan seguro, y nunca habían
podido estar tan confiados los británicos de su propia entrada
en la modernidad. Sin embargo tanto las élites como la
sociedad civil vivieron esta época como una superposición de
ansiedades provocadas por la creciente desigualdad social, por
las reivindicaciones feministas, por el auge de potencias
rivales (Alemania y, en menor medida, Rusia, Estados Unidos y
Japón) y por la desorientación generalizada ante las formas
tecnológicas y burocráticas que iba tomando la modernidad.1
Esto produjo una efervescencia intelectual en la que
descollaron intelectuales polifacéticos como George Bernard
Shaw y H. G. Wells, grupos como la Sociedad Fabiana y el
1 Dos trabajos de síntesis de este periodo son: David POWELL: The Edwardian Crisis: Britain, 1901-1914, Basingstoke, Palgrave Macmillan, 1996; y David BROOKS,The Age of Upheaval: Edwardian Politics, 1899-1914, Manchester, Manchester University Press, 1995.
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círculo de Bloomsbury, y una serie de ideologías que trataban
de responder a los desafíos del mundo moderno. El trauma de la
Gran Guerra, el largo bache económico de los años 20 y 30, y
el ascenso de los totalitarismos en la Europa de entreguerras,
no hicieron sino reforzar esta sensación de crisis y de
estímulo intelectual.
En este contexto, Hilaire Belloc (1870-1953) y Gilbert
Keith Chesterton (1874-1936) capitanearon una de las
alternativas que se propusieron al orden capitalista y al
parlamentarismo decimonónico: el distributism (distributismo). Si
bien se suele agrupar a este tándem bajo el mote del
‘Chesterbelloc’, ambos autores tenían personalidades muy
diferenciadas y trayectorias muy distintas.2 Belloc era hijo de
inglés y francesa y creció a caballo entre ambos países. A
pesar de que al final se decantó por estudiar en Oxford y
hacer su vida en Inglaterra, siempre retuvo la fe católica de
su familia materna y un gran interés por la cultura y la
política de los países latinos. Tras licenciarse se embarcó en
una prolífica carrera como escritor de ensayos, novelas,
poemas, cuentos infantiles y artículos de prensa. Entró en el
Parlamento británico como diputado del Partido Liberal que
arrasó en las elecciones de 1906 y que, bajo la batuta de H.
H. Asquith, David Lloyd George y Winston Churchill, implementó
las primeras medidas del Estado del bienestar (lo que en la
época se denominó new liberalism).3 Sin embargo, Belloc abandonó 2 El artículo en el que por primera vez apareció el mote, en George BernardSHAW: “Belloc and Chesterton”, The New Age, 15 de febrero de 1908.3 Peter CLARKE: Liberals and Social Democrats, Aldershot, Gregg Revivals, 1993; Michael FREEDEN, The New Liberalism: an Ideology of Social Reform, Oxford, Clarendon Press, 1978; Stefan COLLINI, Liberalism and Sociology, Cambridge, Cambridge University Press, 1979.
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el Parlamento en 1910, desilusionado por la influencia que, en
su opinión, ejercía la oligarquía financiera sobre los
principales partidos. El denominado Marconi scandal de 1912, en
el que se destapó la connivencia entre Lloyd George y un grupo
de inversores y jueces, sólo reforzó su mala impresión del
sistema parlamentario. Durante el resto de su vida vería a las
instituciones del Estado liberal como servidoras de la
plutocracia en detrimento de la mayoría de ciudadanos.4
Estas experiencias e impresiones culminaron en su
principal trabajo de teoría política, The Servile State, publicado
en 1912. Este libro es principalmente una crítica del
capitalismo y de la industrialización, a los que Belloc
describe como “curse[s] for the unhappy society in which
[they] ha[ve] flourished”.5 Además, y en su opinión, el
capitalismo es inherentemente inestable y acabará desembocando
en un estallido social. Sin embargo, Belloc también explica
que la principal alternativa al capitalismo que ha surgido en
el mundo contemporáneo, el socialismo, no logrará liberar a la
sociedad. Más bien, Belloc expone que el capitalismo se está
fusionando con una versión adulterada del socialismo, logrando
así una sociedad más estable pero también menos libre. La
expansión paternalista del Estado, al seguir funcionando
dentro de un sistema parlamentario y capitalista, llevará a un
sistema en el que la masa de individuos serán obligados
4 Joseph PEARCE: Old Thunder: A Life of Hilaire Belloc, London: Harper Collins, 2002; Victor FESKE: From Belloc to Churchill: Private Scholars, Public Culture, and the Crisis of British Liberalism, 1900—1939, Chapel Hill-London, University of North Carolina Press,1996; John McCARTHY: Hilaire Belloc, Edwardian Radical, Indianapolis, Liberty Press, 1978.5 Hilaire BELLOC: The Servile State, Indianapolis: Liberty Classics, 1977, p. 103.
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legalmente a trabajar para la clase capitalista a cambio de
que ésta les garantice un mínimo de bienestar (a través de
esquemas como las pensiones, los seguros de accidente laboral,
el salario mínimo, etc.).6 A esta forma moderna de esclavitud
le puso el nombre de servile state, el Estado servil. Y para
Belloc, la única alternativa a este escenario de pesadilla era
un regreso a una sociedad de pequeños propietarios, en la que
la riqueza estuviera distribuida entre el mayor número de
personas posible.
Vale la pena resaltar que, en un contexto en el que
fuerzas como el new liberalism y la Sociedad Fabiana reclamaban
la expansión del Estado a fin de combatir las desigualdades
producidas por el capitalismo, el diagnóstico de Belloc acerca
del efecto que tendría esta expansión suponía un verdadero
aldabonazo. Pero las novedades de su pensamiento no se
limitaban a su visión alarmista del rumbo que llevaba la
sociedad británica. Belloc también ofrecía una lectura de la
historia europea (cristalizada más nítidamente en su Europe and
the Faith, de 1920) que iba en contra de todos los presupuestos
de la historiografía británica del momento. Belloc creía que
el principio de todos los males modernos yacía en la Reforma
europea iniciada por Lutero y, en el contexto inglés, en el
proceso iniciado por Enrique VIII. En su opinión, la
confiscación y posterior venta de tierras pertenecientes a los
monasterios medievales había creado una élite económica que
luego, tras una serie de avances tecnológicos, se transformó
en la clase capitalista de la incipiente Revolución
Industrial. Esto no sólo iba en contra de la tradicional 6 Ibid., pp. 171-198.
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interpretación whig, según la cual la ruptura con Roma había
sido un paso decisivo en el progreso de Inglaterra hacia la
prosperidad, sino que también iba en contra de la
interpretación socialista/fabiana, que estimaba que los males
sociales habían comenzado exclusivamente con la Revolución
Industrial. Frente a estas corrientes, Belloc proponía que la
organización de la sociedad durante la Edad Media no sólo
había sido positiva sino que era el resultado directo de una
aplicación social de los principios del catolicismo. Esto lo
diferenciaba también de la tradición medievalista de
pensadores como John Ruskin y William Morris, quienes, si bien
también habían glorificado la organización gremial de la Edad
Media, no habían recalcado la dependencia de aquel tipo de
organización de una doctrina católica.
The Servile State tuvo una gran repercusión y consolidó la
posición de Belloc en la esfera pública post-victoriana.
También creó escuela, atrayendo a una serie de jóvenes
brillantes como Vincent McNabb, Eric Gill, Douglas Jerrold,
Arnold Lunn, Christopher Hollis y Douglas Woodruff.7 Esto
contribuía a la revalorización de un catolicismo británico que
ya había recibido un fuerte espaldarazo con el Oxford Movement
de mediados del s. XIX, y que pronto contaría con un
impresionante elenco de figuras como Lord Acton, Evelyn Waugh,
Graham Greene, Sigfried Sassoon y Edith Sitwell. Sin embargo,
hay que destacar que la revalorización del catolicismo en
Inglaterra no tuvo repercusión más allá de unos pequeños 7 Jay P. CORRIN: Catholic Intellectuals and the Challenge of Democracy, Notre Dame, University of Notre Dame Press, 2002; James LOTHIAN: The Making and Unmaking ofthe English Catholic Intellectual Community (1910-1950), Notre Dame, University of NotreDame Press, 2009.
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círculos sociales. No hubo, como creyeron estos intelectuales
católicos, un regreso masivo al catolicismo por parte de las
clases populares.
El principal discípulo de Belloc no sería otro que el
igualmente prolífico y polifacético G. K. Chesterton.8 Los dos
se conocieron en 1900, cuando ambos colaboraban en Speaker, una
de las pocas revistas que se oponían a la Guerra de los Boer.
Así comenzó una amistad y una colaboración que ayudarían a
conducir el escepticismo de Chesterton ante la modernidad
hacia la enemiga al Estado liberal, la defensa de la propiedad
privada, la recuperación de la ortodoxia cristiana y,
finalmente, la conversión al catolicismo. Las dos grandes
obras de apologética cristiana de Chesterton, Heretics (1905) y
Orthodoxy (1908) reforzaban la idea de que el mundo
contemporáneo era víctima de gigantescos errores de criterio,
errores que sólo se podían deshacer mediante un regreso a los
principios fundamentales de la cristiandad. Chesterton criticó
la idea del progreso como avance hacia el relativismo, al
considerar que el progreso sólo podía suponer un refuerzo de
los dogmas y las convicciones.9 Asimismo, creía que el ser
humano era incapaz de comprender las impenetrables paradojas
de la existencia, paradojas que intentaba replicar a través de
su peculiarísimo estilo. Sólo un Dios cristiano podía
reconciliar en sí todas las paradojas del universo, y por esto
mismo toda la ciencia moderna, al soslayar la idea de una
8 Jay P. CORRIN: G.K. Chesterton and Hilaire Belloc: The Battle Against Modernity, Londres, Ohio University Press, 1981; Ian KER: G.K. Chesterton: A biography, Oxford, OxfordUniversity Press, 2011.9 Gilbert Keith CHESTERTON: The Collected Works of G.K. Chesterton, vol. 1, San Francisco, Ignatius Press, 1986, pp. 53, 196.
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deidad, se condenaba a la irrelevancia.10 Chesterton también
aceptaba la lectura de Belloc de la historia europea, como se
puede ver con nitidez en su A Brief History of England (1916), que
valoraba positivamente la Edad Media y el sistema de gremios
que habría sido consecuencia de la doctrina social católica. Y
como en el caso de Belloc, Chesterton presentaba sus
diagnósticos como una defensa del hombre de la calle frente a
unas élites corrompidas. Las posturas de ambos los llevarían a
acercarse a lo largo de los años al grupo de Action française
(sobre todo en el caso de Belloc) y a valorar positivamente el
ascenso de Mussolini en Italia, si bien acabaron renegando
tanto del fascismo italiano como del nazismo y proponiendo una
‘tercera vía’ católico-autoritaria al ascenso de los
totalitarismos.
Uno de los aspectos más notables del catolicismo político
del ‘Chesterbelloc’ era su insistencia en que sus posiciones
no suponían una mera repetición de dogmas recibidos en su
entorno social, sino que resultaban del uso de la razón y del
estudio de la sociedad y la cultura. Belloc escribía en el
prefacio a la segunda edición de The Servile State que su lectura
de la historia europea “is not a piece of special pleading put
forward to please my co-religionists. It is a plain piece of
historical fact which anyone can verify for himself”.11
Igualmente, Chesterton explicaba que había llegado a sus
convicciones cristianas “quite rationally upon the evidence”.12
Este énfasis racionalista también determinaba su tratamiento
10 Ibid., p. 246.11 Hilaire BELLOC: The Servile State…, p. 32.12 Gilbert Keith CHESTERTON: The Collected…, p. 348.
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de la religión: en ambos autores el catolicismo no es una
cuestión de creencia personal, ni tampoco una empresa
puramente teológica. Para Belloc y Chesterton la religión era
una fuerza social de enorme relevancia que había dictaminado
el desarrollo de la civilización en todas sus vertientes:
política, económica, cultural. Por esto sólo se podían
resolver los problemas de las sociedades modernas mediante un
regreso al catolicismo como dogma social además de personal.
Este deseo de cambio social también llevaba al ‘Chesterbelloc’
a publicar en las grandes cabeceras del periodismo inglés, en
vez de limitarse al ámbito de las revistas eclesiásticas. De
esta forma, el ‘Chesterbelloc’ planteaba el modelo del
polemista católico moderno, una figura que batallaba en nombre
de la Iglesia y de la fe pero desde una posición firmemente
asentada en la esfera pública moderna.
Belloc y Chesterton en España
A mediados de la primera década del siglo XX Belloc y
Chesterton ya gozaban de gran fama en el Reino Unido y tenían
una cierta proyección internacional, principalmente en Francia
(en el caso de Belloc) e Italia (en el de Chesterton). Sin
embargo, aún tardarían algunos años en ser conocidos en
España. Fueron los corresponsales que la prensa española
empezó a enviar a Londres a principios de siglo los que dieron
las primeras noticias acerca de sus figuras y sus ideas.
Ramiro de Maeztu informó a los lectores de La Correspondencia de
España en 1907 que Chesterton era “el más brillante de los
11
cronistas ingleses”, y en 1909 reiteraba que “se trata
sencillamente del mejor articulista de la prensa inglesa. Y no
sé de ningún otro en país alguno que pueda comparársele”.
Maeztu también entró en contacto con la obra de Belloc,
describiéndole en un artículo de 1908 como “un escritor
brillantísimo”.13 Siguiendo su estela, otros corresponsales en
Londres como Ramón Pérez de Ayala (para El Imparcial) y Juan
Pujol (para ABC) empezaron a hacer referencias ocasionales a
las opiniones expresadas por Chesterton y Belloc a propósito
del tema que agitara en ese momento a la opinión británica.14
El advenimiento de la Primera Guerra Mundial propició una
profundización de este contacto del mundo cultural español con
la obra del ‘Chesterbelloc’. Como es bien sabido, los
gobiernos de las naciones en liza hicieron lo posible por
reclutar a las principales figuras de sus respectivos mundos
culturales para que apoyaran la causa nacional. Además, los
aparatos propagandísticos de cada bando intentaron
instrumentalizar el apoyo de sus grandes literatos para
recabar apoyos en los países neutrales. Reino Unido no fue una
excepción, y tanto Chesterton como Belloc desarrollaron entre
1914 y 1918 una incansable labor periodística, ensayística y
literaria para el War Propaganda Bureau de Charles Masterman.15
Esto desembocaría en las primeras traducciones de libros de
Chesterton al español, empezando con The Barbarism of Berlin 13 Ramiro de MAEZTU: “La censura en los teatros”, Nuevo Mundo, 24 de octubrede 1907; ÍD.: “Un cuento de hadas”, Nuevo Mundo, 15 de abril de 1909; ÍD.: “Los fondos secretos”, La Correspondencia de España, 25 de febrero de 1908.14 Ramón PÉREZ DE AYALA: Tributo a Inglaterra, Madrid, Aguilar, 1963; Juan PUJOL:“El derby””, ABC, 1 de junio de 1914.15 Peter BUITENHUIS: The Great War of Words: Literature as Propaganda 1914—1918 and After, London, Batsford, 1989; J. Lee THOMPSON: Politicians, the Press and Propaganda:Lord Northcliffe and the Great War, London, Kent State U. P., 1999.
12
(publicado con el título de Sobre el concepto de barbarie, y que
llevaría un prólogo de Unamuno) y siguiendo con Letters to an Old
Garibaldian (Cartas a un viejo garibaldino) y Orthodoxy (Ortodoxia).16 Por
su parte, los corresponsales londinenses de los principales
periódicos empezaron a utilizar a Belloc como fuente para sus
análisis de la evolución del conflicto. Juan Pujol y Julio
Camba, por ejemplo, hicieron referencia a los puntos de vista
que expresaba Belloc en su columna de análisis militar en la
revista Land and Water.17 Camba incluso se refirió a él como uno
de los dos mejores “críticos militares” de Inglaterra, aunque
también se burló de su prolijidad.18 Es cierto que tanto Belloc
como Chesterton estaban entrando en España en base a su
supuesta representatividad del discurso y la cultura de los
aliados (de nuevo, mediatizado casi siempre por los esfuerzos
propagandísticos británicos), y no como representantes del
distributismo o de sus idiosincrasias estilísticas; pero era
imposible que éstas no asomaran en sus libros traducidos al
español o en las menciones que de ellos se hacían en la prensa
española. Unamuno, por ejemplo, dedicó gran parte de su
prólogo a Sobre el concepto de barbarie a defender el uso que hacía
Chesterton de las paradojas en sus escritos; y Camba informó a
sus lectores de ABC de la agresividad como periodista de
Belloc, al igual que de su antisemitismo.
16 Gilbert Keith CHESTERTON: Sobre el concepto de barbarie, Barcelona, Oliva de Vilanova, 1915; ÍD.: Cartas a un wiejo garibaldino, Londres, Harrison & Sons, 1915; ÍD.: Ortodoxia, Madrid, Imp. Alemana, 1917.17 Por ejemplo en Juan PUJOL: “Las dificultades de la acción militar en Gallipoli”, ABC, 27 de mayo de 1915.18 Julio CAMBA: “La intervención de Bulgaria”, ABC, 21 de octubre de 1915; “Hilario Belloc”, ABC, 21 de noviembre de 1915.
13
Realizado este primer desembarco en España, los años que
siguieron a la Gran Guerra afianzaron el conocimiento que
tenía el público español de Chesterton y Belloc como
impulsores de un nuevo catolicismo contrarrevolucionario de
raigambre británica. La buena recepción de las tres obras de
Chesterton traducidas durante la guerra (y muy principalmente
la de Ortodoxia) llevó a nuevas traducciones que familiarizaron
al público español con sus facetas de novelista, de ensayista
y de biógrafo. Entre 1920 y 1922 se tradujeron A Brief History of
England, The Innocence of Father Brown y The Man Who Was Thursday, en
1925 salió su biografía de San Francisco de Asís y entre 1930
y 1934 salieron traducciones de The Return of Don Quixote, The
Everlasting Man, The Superstition of Divorce, Four Faultless Felons, Heretics,
Chaucer y St Thomas Aquinas.19 El éxito de Belloc fue menor y más
tardío, limitándose a las traducciones realizadas a principios
de los años 30 de sus biografías de personajes franceses e
ingleses (una de ellas traducida por Dámaso Alonso).20 Su obra
de apologética católica no se traduciría hasta llegada la
dictadura del general Franco, y la primera traducción de The
Servile State debería esperar hasta 2010.21
19 Gilbert Keith CHESTERTON: Pequeña historia de Inglaterra, Madrid, Saturnino Calleja, 1920; ÍD.: El candor del padre Brown, Madrid, Saturnino Calleja, 1921; ÍD.: El hombre que fue jueves, Madrid, Saturnino Calleja, 1922; ÍD.: El regreso de Don Quijote, Madrid, Cosmópolis, 1930; ÍD.: El hombre eterno, Madrid, Poblet, 1930; ÍD.: La superstición del divorcio, Madrid, Sáez Hnos., 1931; ÍD.: Cuatro granujas sin tacha, Madrid, Diana, 1931; ÍD.: Herejes, Madrid y Barcelona, Clarasó, 1932; ÍD.: Chaucer, Madrid, Poblet, 1933; ÍD.: Santo Tomás de Aquino, Madrid, Espasa-Calpe.20 Hilaire BELLOC: Danton, Madrid, España, 1931; ÍD.: María Antonieta, Madrid, Espasa-Calpe, 1933. 21 Hilaire BELLOC: El estado servil, Madrid, El buey mudo, 2010. En los años 40 se traducirían The Crusades, The Crisis of Our Civilisation y The Path to Rome.
14
Contribuyeron a la proyección española de Chesterton y
Belloc, y a la vez eran reflejo de la misma, las conferencias
que ambos pronunciaron en la Residencia de Estudiantes en los
años 20. Ambos fueron invitados por el Comité Hispano-Inglés
que presidía el Duque de Alba.22 Belloc fue el primero en
asistir, disertando en 1923 acerca del sistema universitario
inglés. El presentador fue Ramiro de Maeztu, y el eco que tuvo
el evento supone una buena muestra del papel que Belloc y
Chesterton empezaban a desempeñar dentro del imaginario de la
derecha católica de entreguerras. La reseña que hizo ABC de la
conferencia de Belloc, por ejemplo, incidía en su labor de
“publicista católico” y en su “idiosincrasia espiritual,
rendida al más severo catolicismo”.23 También destacaba su
postura contrarrevolucionaria, resaltando que era un “enemigo
enragé del socialismo político” y que “representa en las letras
inglesas algo parecido a lo que Maurras y Daudet en las
francesas”. Más significativo aún fue un artículo publicado la
semana siguiente en el mismo diario por Álvaro Alcalá Galiano,
en el que reprochaba a la derecha española no haber prestado
más atención a la conferencia de Belloc, a la que, según él,
sólo habían asistido elementos de la izquierda.24 Alcalá
Galiano reprochaba esta desidia intelectual puesto que “en el
caótico siglo actual, materialista e incrédulo, no anda la
Iglesia católica tan sobrada de afamados paladines literarios
22 Para la labor de este comité ver Alison SINCLAIR: Trafficking Knowledge in Early Twentieth-Century Spain, London, Tamesis, 2009, cap. 4; y Álvaro RIBAGORDA: El coro de Babel: las actividades culturales de la Residencia de Estudiantes, Madrid, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 2011.23 “En la Residencia de Estudiantes”, ABC, 19 de enero de 1923.24 Álvaro ALCALÁ GALIANO: “Intelectuales ‘reaccionarios’”, ABC, 25 de enero de 1923.
15
para que sus creyentes ignoren a los pocos prestigios
intelectuales capaces de defenderla con la admiración de sus
propios adversarios”. Alcalá Galiano pasaba entonces a
proponer a Belloc como un ejemplo de verdadero intelectual de
derechas, ya que “el intelectual reaccionario en el resto de
Europa no se parece nada o casi nada al ser retrógrado y
cerril que entre nosotros ha merecido ese mote”. En vez de
refugiarse en la ignorancia y la complacencia, los
intelectuales reaccionarios europeos del estilo de Belloc se
habían preparado para la batalla apertrechándose de “una vasta
cultura” y de “todas las armas, desde la lógica y apologética,
hasta la sátira cruel y el vituperio personal”. Sólo así se
explicaba la exitosa “contraofensiva intelectual” de autores
como Veuillot, Brunetière y Daudet en Francia y de “polemistas
católicos como Belloc y como el formidable Chesterton” en
Inglaterra. Con autores como ellos, “los perseguidos de ayer
son los perseguidores de hoy”.
Esta incorporación de Belloc y Chesterton al acervo de
referencias contemporáneas de la derecha española quedó
reforzada tres años después con la conferencia de Chesterton.
Ante el anuncio de que ésta se iba a producir, Alcalá Galiano
de nuevo salía a la palestra en ABC para celebrar a un autor
que “tiene el mágico don de renovar viejos temas y, cuando
todo parece ya dicho sobre una cosa, la enfoca con su potente
faro intelectual”.25 Pero no sólo era una cuestión de capacidad
y estilo sino también de contenidos: Chesterton pertenecía,
junto a Belloc, “al moderno renacimiento católico en
25 Álvaro ALCALÁ GALIANO: “Chesterton viene a Madrid”, ABC, 13 de abril de 1926.
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Inglaterra”, y además su catolicismo “no emana tufillo de
sacristía, ni sentimentalismo místico alguno. Ha llegado a
Roma por el camino de la inteligencia y el estudio.” Mese
después, Maeztu publicaba un perfil de Chesterton en el
boletín de la Residencia de Estudiantes en el que también
incidía en su intelectualismo: “lo que le atrae son las ideas,
las doctrinas, los principios”.26 Dos años después, un número
especial de La Gaceta Literaria dedicado al catolicismo proponía a
Belloc y Chesterton como las dos figuras descollantes del
catolicismo británico, con artículos de Maeztu y de Jaime
Ibarra.27 Y aunque Eugenio D’Ors exhibiera una cierta
ambivalencia ante las ideas y el estilo del
‘chesterbellocismo’, Juan Zaragueta mostraría la alta
cotización de estos autores en España cuando definió la
publicación de un nuevo libro de Chesterton como todo un
“acontecimiento en la atmósfera intelectual europea”.28
La radicalización que viviría la política española a
finales de los años 20 y principios de los 30 sólo reforzaría
el atractivo de Chesterton y Belloc para una derecha
desorientada y que, fracasada la experiencia de Primo de
Rivera, se preparaba para un nuevo tipo de batalla. No es
casualidad que se tradujera al español el The Superstition of Divorce
de Chesterton en 1931, en el contexto de una nueva República
que pretendía implantar el divorcio por primera vez en España.
Ni que entre 1930 y 1932 salieran ediciones de sus obras de
apologética cristiana The Ball and the Cross, The Everlasting Man y 26 Ramiro de MAEZTU: “Mister Gilbert Keith Chesterton”, Residencia, 1, 192627 La Gaceta Literaria, 2:31, 1928.28 Eugenio D’ORS: “Glosas”, ABC, 2 de febrero de 1927; Juan ZARAGUETA: “Un nuevo libro de Chesterton”, ABC, 2 de marzo de 1928.
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Heretics. Tampoco que fuera durante estos años cuando se
empezaran a traducir al español los libros de Belloc, ni que
los textos escogidos fueran sus biografías de Danton y de
María Antonieta, recuperando figuras importantes de una
Revolución Francesa que estaba muy presente en las mentes de
los católicos españoles. El corresponsal de ABC en Londres,
Luis Bolín, tampoco desperdiciaba ocasión para glosar el
monarquismo de Belloc, lo cual demostraba que “otros pueblos
menos inconscientes que el español [saben] aprovechar las
lecciones que se desprenden de nuestra trágica experiencia”.29
Caso particular es el de Cataluña, donde la radicalización de
la vida política aceleró la toma de contacto de una serie de
intelectuales y de un sector importante del público católico
con las figuras y las obras de Chesterton y Belloc. Josep M.
Junoy, Pau Romeva y Manuel Brunet impulsaron, a través de las
revistas La Revista y La Nova Revista y del diario católico El Matí la
familiarización del público catalán con el ‘Chesterbelloc’,
incorporando su idea de que el catolicismo era la única
defensa posible contra los totalitarismos.30
29 Luis Antonio BOLIN: “Más autoridad, más disciplina”, ABC, 18 de febrero de 1934.30 Carles LLUCH: La novel·la catòlica a Catalunya, Barcelona, Cruïlla, 2000; Mireia ARAGAY y Jacqueline HURTLEY: “The ‘Chestertonization’ of Catalonia: G. K. Chesterton in La Revista and La Nova Revista”, Journal of Interdisciplinary Literary Studies, 3 (1991); Sílvia COLL-VINENT: “Chesterton’s first visit to Catalonia and its context”, The Chesterton Review, 31/1&2 (2005), pp. 103-119; Francesc MONTERO: “Catholicism, the cornerstone of G. K. Chesterton, Hilaire Belloc and Manuel Brunet’s thinking in the face of a rise in European totalitarianisms”, The Chesterton Review, 3/4 (2012). Los artículos deBelloc que fueron traducidos al catalán han sido recopilados en Hilaire BELLOC: Història i sentit: els articles de Hilaire Belloc al diari “El Matí” (1929-1936), Barcelona, Barcelonesa d’Edicions, 1995.
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La ‘Chesterbelloquización’ de Maeztu
Llegados a este punto, vale la pena resaltar la
influencia que ejercieron Belloc y Chesterton sobre una de las
principales figuras de la derecha española en los años 20 y
30, Ramiro de Maeztu. Como es bien sabido, Maeztu trazó un
complejo itinerario intelectual a lo largo de su vida, pasando
del nietzscheanismo socialista de su juventud a las posiciones
católico-autoritarias que le llevaron a fundar Acción española y
a publicar Defensa de la Hispanidad (1934); evolución en la que
desempeñó un papel importante su contacto con el
‘Chesterbelloc’.31
Como hemos visto, Maeztu fue, a través de su tribuna
londinense, el primero en glosar las figuras y las ideas de
Belloc y Chesterton para el público español. Sin embargo, es
evidente que durante los siete primeros años de su estadía en
Inglaterra (1905-1912) Maeztu veía a estos autores como
observadores inteligentes de la actualidad y de la cultura,
pero no como modelos ideológicos. Esto cambió a partir de
1912, cuando Maeztu siguió el estallido del Marconi scandal a
través de las páginas del New Witness, el órgano distributista.
Maeztu aceptó en aquel momento el diagnóstico del
‘Chesterbelloc’ de que “el Gobierno de Inglaterra está
encomendado a una oligarquía plutocrática ajena a todo otro
ideal que el de conservar y aumentar su poder”.32 También
coincidió con ellos en que, por estas razones, “realmente es
posible prever en Inglaterra una revolución social para dentro
31 Pedro Carlos GONZÁLEZ CUEVAS: Maeztu: Biografía de un nacionalista español, Madrid,Marcial Pons, 2003.32 Ramiro de MAEZTU: “El silencio final”, Nuevo Mundo, 3 de julio de 1913.
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de pocos años”.33 1912 también fue el año de publicación de The
Servile State, que Maeztu leyó con entusiasmo, mostrándose de
acuerdo con varias de las tesis de Belloc.34 Si una defensa de
la interpretación católica de la historia y de la doctrina
social de la Iglesia habría tenido en la España de aquellos
años un regusto clerical (por no decir carlista), en el
ambiente inglés suponía una alternativa audaz y renovadora;
Maeztu escribiría que el conservadurismo de Belloc y
Chesterton “es agresivo, revolucionario, violento, innovador
o, por lo menos, palingenista en cuanto quiere que Inglaterra
vuelva a la Edad Media, y no por un proceso gradual de
reacción, sino de golpe”.35 La creciente secularización e
industrialización de la sociedad británica dotaba de
plausibilidad, o al menos de interés, a las propuestas que
emanaban del mundo religioso, sobre todo cuando respondían a
los aspectos más angustiantes del mundo moderno.
Maeztu no llegó a colaborar con los distributistas,
prefiriendo centrarse en su participación en el grupo de los
guild socialists (“gremialistas” o “guildistas”, en sus
traducciones) que publicaban en el semanario The New Age. Pero
esto se debía principalmente a razones personales (era amigo
del primer teórico del gremialismo, A. J. Penty, del editor de
The New Age, A. R. Orage, y de una de las figuras más influentes
de ese círculo, el poeta y crítico T. E. Hulme). Y los
gremialistas coincidían con los distributistas en varios
asuntos clave, como su crítica del capitalismo y del marxismo 33 Ramiro de MAEZTU: “Agitación obrera”, Heraldo de Madrid, 9 de mayo de 1912.34 Pedro Carlos GONZÁLEZ CUEVAS: Maeztu... pp 160-161.35 Ramiro de MAEZTU: “Polémica desigual”, Heraldo de Madrid, 6 de diciembre de 1913.
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clásico (así como de su reformulación fabiana), y su
valoración positiva de la Edad Media y del sistema gremial. El
gran trabajo de Maeztu de esta etapa, Authority, Liberty and Function
in the Light of the War (1916; traducido al español bajo el título La
crisis del humanismo en 1919) abre con un panegírico al medievo que
podría haber firmado el ‘Chesterbelloc’.36 Igualmente
coincidentes con las propuestas de los escritores británicos
eran la idea de Maeztu de la fundamental limitación del ser
humano y el papel de la religión como factor de cohesión
social.
La evolución de Maeztu tras regresar a España le
alejaría, además, de aquellas propuestas que eran exclusivas
de los gremialistas y le acercaría a las que eran exclusivas
de los distributistas, como: la reivindicación del catolicismo
y de la propiedad privada, el anticomunismo, la valoración
positiva del ascenso del fascismo en Italia, un cierto
antisemitismo basado en la identificación de los judíos con el
capitalismo internacional, y la creencia en que sólo una
monarquía fuerte podía gobernar efectivamente la sociedad
moderna. Siguió, además, ensalzando sus figuras, describiendo
a Belloc en 1923 como el profeta de “la única alternativa
democrática que puede ofrecerse al colectivismo”, y citando
con frecuencia las objeciones de Chesterton a La decadencia de
Occidente de Spengler.37 También hay que resaltar que, aunque
Maeztu crearía en los años 30 su propia versión del relato
católico-céntrico de la Historia (localizando la Arcadia
36 Ramiro de MAEZTU: La crisis del humanismo, Barcelona, Minerva, 1919, p. 11.37 “Belloc en la Residencia”, Residencia, 1 (1926); Ramiro de MAEZTU: Defensa del espíritu, p. 164.
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perdida en el Siglo de Oro español), esta seguiría las mismas
pautas que la del ‘Chesterbelloc’ (en el pasado hubo una época
de plenitud vertebrada por el catolicismo y sólo regresando a
éste volvería aquélla). No es casualidad, por tanto que Maeztu
cite a estos autores en obras tardías como Defensa de la Hispanidad
y en la inacabada Defensa del espíritu, siempre como apoyo de sus
propias posturas.38
El contacto con el ‘Chesterbelloc’ fue, por tanto,
fundamental tanto en la evolución del Maeztu socialista al
Maeztu contrarrevolucionario como en algunos de los contenidos
del ideario de su madurez. Pero también fue importante el
ejemplo que le aportaron de lo que debía ser un polemista
católico. En su presentación de Belloc en 1923 dijo que “la
obra importante de mister Belloc es la que tiene realizada y
sigue realizando como hombre de polémica”, y en 1926 dijo de
Chesterton: “el filósofo necesitará gruesos volúmenes para
mostrarnos su sistema, en tanto que a mister Chesterton le
bastan mil palabras, y a veces menos, para dejar patas arriba
la más asentada de nuestras conclusiones”.39 No nos es difícil
ver que Maeztu, tras la pesada labor doctrinal de sus años
neokantianos (1908 – 1919), se acercó al modelo
‘chesterbelloquiano’ de una prosa ágil y amena, de un recurso
a la lógica y la metáfora en vez de a la cita de autoridades;
una evolución que resulta evidente si comparamos La crisis del
humanismo con Don Quijote, Don Juan y la Celestina (1925). Precisamente
Jaime Ibarra comparó a Maeztu con Belloc en un artículo de
38 Ramiro de MAEZTU: Defensa de la Hispanidad, Madrid, Homo Legens, 2006, p. 48;ÍD.: Defensa del espíritu, p. 120.39 Ambos textos en Residencia, 1 (1926).
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1928, y en otras ocasiones se le definió como un Chesterton
español y sin sentido del humor.40
Maeztu también parece haber incorporado el énfasis de
Chesterton y Belloc en el catolicismo como empresa
intelectual. En particular, la calidad de converso de
Chesterton lo acercaba a la experiencia del propio Maeztu, que
se había mostrado furibundamente anticlerical durante su
juventud y que sólo había llegado a la fe tras un largo
proceso de lecturas y meditaciones. Tras su regreso a España,
Maeztu reivindicaría precisamente esta idea del catolicismo
como empresa intelectual, declarando que “en todo Occidente
está volviendo a recobrar la fe católica la parte más excelsa
de la grey intelectual. Una confesión que satisface a un
Maritain, a un Papini, a un Chesterton o a un Max Scheler no
puede ya parecer estrecha a ninguna inteligencia honrada”.41 Y
en el artículo que dedicó a la muerte de Chesterton, en 1936,
escribía que en Reino Unido “son las gentes educadas las que
poco a poco se están haciendo católicas, al punto que cada año
me parece más cierta la observación de que si nos encontramos
en un tren a alguien que lea un libro que no sea una novela,
de cada diez casos en nueve se trata de un católico”.42 Como
vemos, la idea del catolicismo como empresa intelectual iba
unida a la de una próxima resurrección del catolicismo como
ideología hegemónica. Y Maeztu intentaría participar en este
proceso durante los años 30 a través del grupo de Acción
40 Jaime IBARRA: “Chesterton y Belloc”, La Gaceta Literaria, 1 de abril de 192841 Ramiro de MAEZTU: Defensa de la Hispanidad, p. 163.42 Ramiro de MAEZTU: “G.K. Chesterton”, El Diario Vasco, 18 de junio de 1936.