Procedimiento administrativo local 1

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CAPÍTULO 7 EL CIUDADANO Y EL INTERESADO. CAPACIDAD, LEGITIMACIÓN Y REPRESENTACIÓN. LOS DERECHOS DEL CIUDADANO ANTE LA ADMINISTRACIÓN. LA ACTUACIÓN DEL CIUDADANO ANTE LA ADMINISTRACIÓN Guillermo LAGO NÚÑEZ Licenciado en Derecho Secretario de Administración Local, Categoría Superior SUMARIO 1. El concepto de ciudadano y el interesado 1.1. El ciudadano y el administrado 1.2. El ciudadano. Estatuto jurídico del vecino 2. Capacidad, legitimación y representación 2.1. Capacidad jurídica 2.2. Capacidad de obrar 2.3. La legitimación en el procedimiento administrativo 2.3.1. La titularidad de los derechos subjetivos: interés legítimo individual o colectivo 2.3.2. La legitimación para incoar el procedimiento 2.3.3. Legitimación de terceros interesados en el procedimiento 2.4. La representación 3. Los derechos del ciudadano ante la administración 3.1. Los derechos del ciudadano en el procedimiento administrativo general 3.1.1. El derecho a conocer, en cualquier momento, el estado de la tramitación de los procedimientos en los que tengan la condición de interesados, y obtener copias de documentos contenidos en ellos; el derecho a obtener copia sellada de los documentos que presenten, aportándola junto con los originales, así como a la devolución de éstos, salvo cuando los originales deban obrar en el procedimiento 3.1.2. El derecho a identificar a las autoridades y al personal al servicio de las Administraciones Públicas bajo cuya responsabilidad se tramiten los procedimientos 3.1.3. El derecho a utilizar las lenguas oficiales en el territorio de su Comunidad Autónoma, de acuerdo con lo previsto en esta Ley y en el resto del Ordenamiento Jurídico 3.1.4. El derecho a formular alegaciones y a aportar documentos en cualquier fase del procedimiento anterior al trámite de audiencia, que deberán ser tenidos en cuenta por el órgano competente al redactar la propuesta de resolución 3.1.5. El derecho a no presentar documentos no exigidos por las normas aplicables al procedimiento de que se trate, o que ya se encuentren en poder de la Administración actuante 3.1.6. El derecho a ser tratados con respeto y deferencia por las autoridades y los funcionarios, que habrán de facilitarles el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus obligaciones 3.1.7. El derecho a exigir las responsabilidades de las Administraciones Públicas y del personal a su servicio, cuando así corresponda legalmente 3.2. El derecho de la ciudadanía a una buena administración 3.3. Los derechos del ciudadano en la sociedad del conocimiento 3.4. El derecho al libre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio 4. Los derechos de los vecinos en el ámbito del régimen local 4.1. Ser elector y elegible de acuerdo con lo dispuesto en la legislación electoral

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CAPÍTULO 7 EL CIUDADANO Y EL INTERESADO. CAPACIDAD,

LEGITIMACIÓN Y REPRESENTACIÓN. LOS DERECHOS DEL CIUDADANO ANTE LA ADMINISTRACIÓN. LA ACTUACIÓN

DEL CIUDADANO ANTE LA ADMINISTRACIÓN

Guillermo LAGO NÚÑEZ Licenciado en Derecho

Secretario de Administración Local, Categoría Superior

SUMARIO

1. El concepto de ciudadano y el interesado 1.1. El ciudadano y el administrado 1.2. El ciudadano. Estatuto jurídico del vecino

2. Capacidad, legitimación y representación 2.1. Capacidad jurídica 2.2. Capacidad de obrar 2.3. La legitimación en el procedimiento administrativo

2.3.1. La titularidad de los derechos subjetivos: interés legítimo individual o colectivo 2.3.2. La legitimación para incoar el procedimiento 2.3.3. Legitimación de terceros interesados en el procedimiento

2.4. La representación 3. Los derechos del ciudadano ante la administración

3.1. Los derechos del ciudadano en el procedimiento administrativo general 3.1.1. El derecho a conocer, en cualquier momento, el estado de la tramitación de los procedimientos en los que tengan la condición de interesados, y obtener copias de documentos contenidos en ellos; el derecho a obtener copia sellada de los documentos que presenten, aportándola junto con los originales, así como a la devolución de éstos, salvo cuando los originales deban obrar en el procedimiento 3.1.2. El derecho a identificar a las autoridades y al personal al servicio de las Administraciones Públicas bajo cuya responsabilidad se tramiten los procedimientos 3.1.3. El derecho a utilizar las lenguas oficiales en el territorio de su Comunidad Autónoma, de acuerdo con lo previsto en esta Ley y en el resto del Ordenamiento Jurídico 3.1.4. El derecho a formular alegaciones y a aportar documentos en cualquier fase del procedimiento anterior al trámite de audiencia, que deberán ser tenidos en cuenta por el órgano competente al redactar la propuesta de resolución 3.1.5. El derecho a no presentar documentos no exigidos por las normas aplicables al procedimiento de que se trate, o que ya se encuentren en poder de la Administración actuante 3.1.6. El derecho a ser tratados con respeto y deferencia por las autoridades y los funcionarios, que habrán de facilitarles el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus obligaciones 3.1.7. El derecho a exigir las responsabilidades de las Administraciones Públicas y del personal a su servicio, cuando así corresponda legalmente

3.2. El derecho de la ciudadanía a una buena administración 3.3. Los derechos del ciudadano en la sociedad del conocimiento 3.4. El derecho al libre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio

4. Los derechos de los vecinos en el ámbito del régimen local 4.1. Ser elector y elegible de acuerdo con lo dispuesto en la legislación electoral

4.2. Participar en la gestión municipal de acuerdo con lo dispuesto en las leyes y, en su caso, cuando la colaboración con carácter voluntario de los vecinos sea interesada por los órganos de gobierno y administración municipal 4.3. Utilizar, de acuerdo con su naturaleza, los servicios públicos municipales, y acceder a los aprovechamientos comunales, conforme a las normas aplicables. 4.4. Contribuir mediante las prestaciones económicas y personales legalmente previstas a la realización de las competencias municipales 4.5. Ser informado, previa petición razonada, y dirigir solicitudes a la Administración municipal en relación con todos los expedientes y documentación municipal, de acuerdo con lo previsto en el art. 105 de la Constitución 4.6. Pedir la consulta popular en los términos previstos en la Ley 4.7. Exigir la prestación y, en su caso, el establecimiento del correspondiente servicio público, en el supuesto de constituir una competencia municipal propia de carácter obligatorio 4.8. Ejercer la iniciativa popular

5. La actuación del ciudadano ante la administración 5.1. La actuación individual. El derecho de petición 5.2. La actuación conjunta. La participación ciudadana

5.2.1. La iniciativa popular 5.2.2. Comisión especial de Sugerencias y Reclamaciones 5.2.3. Otros mecanismos de participación vecinal previstos en la legislación estatal

1. EL CONCEPTO DE CIUDADANO Y EL INTERESADO

1.1. El ciudadano y el administrado El concepto de interesado ha venido a sustituir al más tradicional de administrado, y

aquel, paulatinamente, está siendo relevado por el de ciudadano. En realidad se trata de conceptos orientados hacia esferas de acción o categorías diferentes. Todos tienen en común que se refieren a sujetos con los cuales se relaciona la Administración, y que, sin ser titulares de ningún órgano, actúan de acuerdo con los principios del Derecho administrativo.

Las notas diferenciadoras, y lo que está implícito en la evolución del término, tiene caracteres formales y aluden a la intensidad de la relación. El interesado es el que interviene (o puede intervenir) en un determinado procedimiento y todo procedimiento cuenta con interesados, dado que su esencia es la bilateralidad. Y entre ciudadano y administrado nada mejor que acudir a las distinciones del administrativismo clásico que definía a aquel como el hombre en su vinculación «política» con el Poder, mientras que el administrado se manifiesta esencialmente en una dimensión «jurídica». Y así, mientras el administrado, el interesado, tiene derechos que podrá ejercer de una forma pautada y paulatina, el ciudadano tiene poderes ya que en las democracias avanzadas de alguna manera participa en el gobierno influyendo de una forma indirecta aunque efectiva.

La relevancia del término, que en nuestra Constitución se vincula con algunos derechos como el de participación política o acceso a cargos públicos, se encontró definitivamente avalada en el Tratado de la Unión Europea de 7 de febrero de 1992 firmado en Maastricht al definir el principio de subsidiariedad por el que las decisiones se han de tomar de la forma más próxima posible a los ciudadanos, y todo el desarrollo posterior que el término ciudadanía ha supuesto para la Unión hasta el Tratado de Lisboa y que, en nuestro ordenamiento jurídico local ya venía contemplado en el art. 2 de la LRBRL.

1.2. El ciudadano. Estatuto jurídico del vecino

Se define al interesado en el procedimiento administrativo a todos los que intervienen en él por afectarles directa o indirectamente la decisión que pueda adoptarse (Jesús GONZÁLEZ PÉREZ, Pedro GONZÁLEZ SALINAS, El Procedimiento administrativo local, El consultor, 1993). Y los estudios de que ha sido objeto (limitados en relación con el de otros temas) tipifican distintos tipos de interesados en función de su posición formal (interesado principal o accesorios) o en función de la posición jurídico-material del administrado (administrados simples o administrados cualificados) o distintos estatutos jurídicos en base a la función administrativa que realice: vecino, contribuyente, usuario, expropiado, o incluso funcionario.

La LRBRL dedica un solo precepto, el art. 18, a su regulación de los derechos y deberes básicos dedicando su articulado de forma más extensa a la regulación de la participación ciudadana (arts. 1, 24, 27, 69-72).

El término ciudadano es empleado en la LRJPA como sujeto de una serie de derechos en el ámbito de los procedimientos administrativos aunque este término, que tiene una naturaleza vinculada con el Derecho político o constitucional, tiene en la Ley procedimental un carácter amplio, y abarca también a otras entidades, corporaciones o instituciones que ostentan esos derechos.

2. CAPACIDAD, LEGITIMACIÓN Y REPRESENTACIÓN

2.1. Capacidad jurídica La condición de persona �—ya sea física o jurídica�— lleva implícita la capacidad jurídica,

la aptitud para ser titular de derechos y obligaciones. Aunque esta aptitud cuenta con ciertas limitaciones jurídicas es más amplia con carácter general la capacidad en el derecho público que en el derecho privado.

Para determinar la capacidad jurídica hay que verificar simplemente si nos encontramos ante una persona, lo que entraña dificultades únicamente en el supuesto de las personas jurídicas, que adquieren esta condición siempre que venga previamente reconocido por ley.

Determinadas disposiciones legales reconocen para muy determinadas y concretas actuaciones, derechos y obligaciones a entidades u «organizaciones abstractas» que no pueden actuar sino a través de las personas físicas que la integran como son las comunidades de bienes, las herencias yacentes, o las uniones temporales de empresas antes de su constitución como tal.

2.2. Capacidad de obrar De acuerdo con el art. 30 LRJPA tienen capacidad de obrar ante las Administraciones

Públicas, junto a las personas que la ostentan con arreglo a las normas civiles (o mercantiles), los menores de edad «para el ejercicio y defensa de aquellos de sus derechos e intereses cuya actuación esté permitida por el ordenamiento jurídico-administrativo sin la asistencia de la persona que ejerza la patria potestad, tutela o curatela», salvo el supuesto de los menores incapacitados, cuando la extensión de la incapacitación afecte al ejercicio y defensa de los derechos o intereses de que se trate.

De acuerdo con este precepto se tendrá que estar a las reglas especiales derivadas del régimen civil, por ejemplo la necesidad del consentimiento de ambos cónyuges para determinados actos en los que se vea afectada la sociedad conyugal. La necesidad de actuar mediante el representante legal que designe la norma para la actuación de las personas que carezcan de capacidad etcétera.

El precepto señalado amplía la capacidad de obrar a los menores de edad que en principio no la ostentan de acuerdo con las normas civiles (art. 162 Código civil exceptúa

únicamente los actos relativos a derechos de la personalidad u otros que el hijo, de acuerdo con las leyes y sus condiciones de madurez, pueda realizar por sí mismo) con las matizaciones derivadas de la interpretación restrictiva a cualquier limitación a la capacidad de obrar. Aunque este reconocimiento se deriva del ordenamiento jurídico que debe señalar cuáles serían estas actuaciones permitidas la regla general es el pleno reconocimiento de la capacidad siendo necesaria la representación en aquellos casos en que expresamente se requiera. Y este requerimiento obviamente necesario en el caso del menor incapacitado en el que se ha de comprobar si esta incapacitación afecta a los derechos reconocidos en el ordenamiento jurídico.

En cuanto a los extranjeros hay que destacar que aunque se ha suprimido, en base al art. 1.1 de la Ley 57/2003, de 16 diciembre, la mención que hacía el art. 18.2 LRBRL en cuanto a que: «los extranjeros domiciliados que sean mayores de edad tienen los derechos y deberes propios de los vecinos, salvo los de carácter político. No obstante tendrán derecho de sufragio activo en los términos que prevea la legislación electoral general aplicable a las elecciones locales», los extranjeros gozan de capacidad de obrar y jurídica e incluso, conforme a lo recogido en el art. 176 de la Ley Orgánica 5/1985, del régimen electoral general, gozan del derecho de sufragio activo en las elecciones municipales «los residentes extranjeros en España cuyos respectivos países permitan el voto a los españoles en dichas elecciones, en los términos de un tratado».

2.3. La legitimación en el procedimiento administrativo La legitimación, a la que se refiere el art. 31.3 LRJPA bajo el concepto de interesado es

un requisito de admisibilidad, una justificación para intervenir en un procedimiento. Para que un órgano administrativo en definitiva pueda examinar la petición deducida por una persona es necesario que ésta tenga esa aptitud especial, la legitimación, que debe examinarse de oficio por el órgano administrativo con carácter previo al examen de la cuestión planteada.

Conviene analizar de forma diferenciada, tal y como lo hace el art. 31.1 LRJPA entre la legitimación para incoar un procedimiento [a la que se refiere el apartado a)] de la legitimación para intervenir en el procedimiento, ya sea por ostentar un derecho que pueda ser afectado por la resolución (a la que se refiere el apartado b) del precepto) o por ser titular de intereses legítimos [apartado c)], si bien antes vamos a examinar qué se entiende por titular de un derecho subjetivo, qué es el interés legítimo, individual o colectivo.

2.3.1. La titularidad de los derechos subjetivos: interés legítimo individual o colectivo El art. 31.1 a) LRJPA señala que están legitimados tanto para incoar un procedimiento,

como para intervenir en el mismo, los que ostenten un interés legítimo, individual o colectivo. En el mismo sentido se pronuncia el art. 19.1 de la Ley de la Jurisdicción contencioso-administrativa al reconocer que «Están legitimados ante el orden jurisdiccional contencioso-administrativo: a) Las personas físicas o jurídicas que ostenten un derecho o interés legítimo. b) Las corporaciones, asociaciones, sindicatos y grupos y entidades a que se refiere el art. 18 que resulten afectados o estén legalmente habilitados para la defensa de los derechos e intereses legítimos colectivos al apuntar al interés legítimo. (�…/�…)».

Al encontrarse en paralelo la legitimación procesal y administrativa es de aplicación a ésta la doctrina y jurisprudencia referida a la legitimación procesal que no reduce la legitimación al interés jurídico sino que abarca una variedad de supuestos.

La doctrina ha distinguido, con dificultades, el interés individual del interés plural, y éstos, del interés colectivo hasta incluso, siguiendo la doctrina italiana, del interés difuso. Lo cierto es que en todos los supuestos la legitimación de la persona o personas interesadas se basa en elementos comunes, ya sea por encontrarse todos ellos en la misma situación

(plural), por trascender el interés individual (colectivo), o por corresponder a una pluralidad entre las que no existe vínculo jurídico.

Especial interés es el que representan determinadas entidades representativas de intereses económicos y sociales, únicamente legitimadas para la defensa tanto de los intereses y derechos particulares de sus miembros como de los intereses generales que tengan encomendadas.

Finalmente conviene señalar que, de acuerdo con el art. 34 LRJPA, si «durante la instrucción de un procedimiento que no haya tenido publicidad en forma legal, se advierte la existencia de personas que sean titulares de derechos o intereses legítimos y directos cuya identificación resulte del expediente y que puedan resultar afectados por la resolución que se dicte, se comunicará a dichas personas la tramitación del procedimiento». Del referido precepto hay que resaltar al menos dos aspectos: a) que se trata de procedimientos que no hayan tenido publicidad en legal forma, y, b) que se añade el carácter de «directo» a los intereses legítimos de estos terceros configurándose como un trámite esencial del procedimiento cuya omisión determinará la indefensión y por tanto la nulidad.

2.3.2. La legitimación para incoar el procedimiento Están legitimados para iniciar un procedimiento conforme la dicción del art. 31.1 a) de

la LRJPA quienes lo promuevan como titulares de derechos o intereses legítimos, individuales o colectivos. Basta que los titulares del derecho subjetivo que tenga origen en una norma jurídica lo aleguen sin que sea preciso demostrar los hechos que determinan el nacimiento del derecho.

Entre los documentos al amparo del cual se haría efectiva esta legitimación están las solicitudes (documentos que contienen una o varias peticiones de un ciudadano dirigidas a promover la acción del órgano administrativo al que se dirige para satisfacer una o varias pretensiones fundamentadas en un derecho subjetivo, en un interés legítimo) o bien �—aunque de forma más cuestionada�— las denuncias (documentos mediante los cuales cualquier ciudadano, sea o no en cumplimiento de una obligación legal, pone en conocimiento de un organismo oficial la existencia de un hecho determinado que pudiera obligar a la iniciación de un procedimiento administrativo determinado), aunque, también, los recursos (documento mediante el cual los ciudadanos impugnan un acto administrativo que afecta a sus derechos o intereses legítimos, pidiendo la anulación porque incurre en alguna de las causas de invalidez que establece el ordenamiento).

Por su parte el interés directo está en relación con el necesario para que el acto que se dicte en el procedimiento reporte al que lo solicite un beneficio que dimane de una norma jurídica, o bien remueva el obstáculo que se oponía a su ejercicio o, finalmente consista en hacerse efectivo al estar basado en un derecho preexistente.

En todo caso conviene destacar que cuando se dé una pluralidad de interesados en la iniciación del procedimiento o respecto de aquellos frente los que se inicia, o en ambos casos, la Administración debe asegurar la participación igualitaria de todos dedicándose a este supuesto el art. 33 de la LRJPA, en el sentido de que las actuaciones a que den lugar se efectuarán con el representante o interesado que expresamente hayan señalado y en su defecto con el que figure en primer término.

2.3.3. Legitimación de terceros interesados en el procedimiento Se puede dar la participación en el procedimiento de sujetos que no lo hubieran incoado

pero que, bien por ser frente a quien se dirija el mismo, o bien por tener que comparecer en defensa de sus derechos o intereses, puedan resultar afectados por el mismo. En este sentido la participación de los terceros afectados se suele producir en un doble ámbito: el de las alegaciones (documentos mediante los cuales el interesado en un procedimiento

administrativo aporta datos o valoraciones de hecho o de derecho para que sean considerados por los órganos responsables de dicho procedimiento administrativo) durante los períodos de información pública y audiencia a los interesados o el del propio recurso frente a la resolución o acto dictado que afecta a sus intereses.

La Ley 30/1992 regula el derecho de los ciudadanos y de los interesados en los procedimientos a formular alegaciones en tres de sus disposiciones:

a) Derecho de los ciudadanos a formular alegaciones y aportar documentos en cualquier fase del procedimiento anterior al trámite de audiencia, que deberán ser tenidos en cuenta por el órgano que redacte la propuesta de resolución [art. 35 e)].

b) Derecho de los interesados de aducir alegaciones y aportar documentos u otros elementos de juicio que deberán ser tenidos en cuenta al redactar la propuesta de resolución (art. 78).

c) Instruidos los procedimientos e inmediatamente antes de redactar la propuesta de resolución, se deben poner de manifiesto a los interesados o, en su caso, a sus representantes, salvo lo que afecte a las informaciones y datos relativos a la intimidad de las personas (art. 84).

2.4. La representación Dado el carácter abierto de los procedimientos administrativos en los que no se requiere

la asistencia de técnicos en derecho, la posibilidad de actuar por medio de representante es muy amplia, no estableciéndose ninguna limitación en el art. 32 LRJPA e implica que las actuaciones que se efectúen mediante representación, se seguirán con éste hasta su conclusión.

Para ello parte la ley procedimental de la presunción de que la persona que actúa en nombre de otra está en principio legitimada para representarla, expresando esta presunción para los actos y gestiones de mero trámite, sin perjuicio que, de acuerdo con lo establecido en el art. 32.3 LRJPA, sea necesario acreditar esta representación para los siguientes supuestos:

a) Formular solicitudes, es decir, todo acto de iniciación de procedimientos según el art. 68 en relación con el 70 de la LRJPA.

b) Entablar recursos, salvo que se hubiera acreditado la representación en el procedimiento en que se dictó el acto objeto del mismo.

c) Desistir de acciones y renunciar a derechos. En todo caso la insuficiencia en la acreditación es un defecto subsanable de acuerdo con

lo que establece, ya sea en la fase de iniciación, art. 71 de la LRJPA, o durante la tramitación, art. 76.2 de la LRJPA.

Las formas para acreditar la representación son básicamente dos, aunque se tienda a admitir de forma excepcional una tercera:

a) Cualquier medio válido en Derecho que deje constancia fidedigna que se contraen o bien a un documento público autorizado por un Notario o empleado público con los requisitos exigidos por la Ley conforme el art. 1216 del Código Civil. O bien un documento privado con firma notarialmente legitimada.

b) Mediante declaración en comparecencia personal del interesado o, como se llamaba tradicionalmente, poder apud acta.

c) Se ha admitido por la jurisprudencia en algunos casos el mandato tácito como formula de representación.

En caso de que para los supuestos señalados no se acredite suficientemente la representación el art. 32.4 LRJPA establece un plazo de subsanación de diez días (o de un plazo superior cuando las circunstancias del caso así lo requieran,

Un supuesto especial es el que se recoge en el art. 23 de la Ley 11/2007, de 22 de junio, desarrollada por el Real Decreto 1671/2009, de 6 de noviembre, por el que se otorga habilitación con carácter general o específico a personas físicas o jurídicas autorizadas para la presentación electrónica de documentos en representación de los interesados que requiere la previa firma de un Convenio específico entre la Administración y la Corporación, asociación o institución interesada.

En este supuesto, las personas o entidades habilitadas para la presentación electrónica de documentos en representación de terceros deberán ostentar la representación necesaria para cada actuación en los términos establecidos en el art. 32 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, o en los términos que resulten de la normativa específica de aplicación, pudiendo la Administración requerir en cualquier momento a las personas habilitadas la acreditación de la representación que ostenten, siendo válida la otorgada a través de los documentos normalizados que apruebe la Administración para cada procedimiento.

3. LOS DERECHOS DEL CIUDADANO ANTE LA ADMINISTRACIÓN

3.1. Los derechos del ciudadano en el procedimiento administrativo general El art. 35 de la LRJPA establece un catálogo poco innovador bajo la rúbrica de

«derechos de los ciudadanos». Y ello ya que la tabla de derechos, conforme a la Exposición de motivos de la LRJPA (exponendo IX), constituye innovaciones en relación con derechos de los ciudadanos reconocidos por la Constitución o las leyes: «La posibilidad de identificar a las autoridades y funcionarios bajo cuya responsabilidad se tramiten los procedimientos �—rompiendo la tradicional opacidad de la Administración�—, el derecho de formular alegaciones y de aportar documentos en cualquier fase del procedimiento anterior al trámite de audiencia, el de no presentar los ya aportados a la Administración actuante, y el de obtener información y orientación sobre los condicionamientos jurídicos o técnicos que las disposiciones vigentes impongan a los proyectos que se propongan abordar» que se recoge en las letras b), e), f), g) del art. 35.

En todo caso a continuación procederemos a efectuar un análisis agrupado de cada uno de los derechos a los que se refiere el art. 35, si bien «el derecho a obtener información y orientación acerca de los requisitos jurídicos o técnicos que las disposiciones vigentes impongan a los proyectos, actuaciones o solicitudes que se propongan realizar», y «el derecho al acceso a los registros y archivos de las Administraciones Públicas en los términos previstos en la Constitución y en ésta u otras leyes» se tratarán de forma sistemática en el capítulo 8 del presente Manual.

3.1.1. El derecho a conocer, en cualquier momento, el estado de la tramitación de los procedimientos en los que tengan la condición de interesados, y obtener copias de documentos contenidos en ellos; el derecho a obtener copia sellada de los documentos que presenten, aportándola junto con los originales, así como a la devolución de éstos, salvo cuando los originales deban obrar en el procedimiento

Se denomina de forma simplificada a estos derechos como el acceso al expediente administrativo o derecho de acceso, entendiendo por expediente el cuerpo de escritos para dejar constancia de los actos y actividades que han tenido lugar en el procedimiento. Conviene apuntar en todo caso que el hecho de que toda persona tenga derecho a ser informada de los expedientes que se le instruyan, así como a intervenir en ellos, aportar

pruebas y ser oída es un derecho que se ha de ejercitar en la forma y plazos establecidos en las normas, no cuando quiera y como quiera la parte.

En el ámbito local este derecho de acceso tiene su reflejo en el art. 70.3 de la LRBRL que reconoce que «Todos los ciudadanos tienen derecho a obtener copias y certificaciones acreditativas de los acuerdos de las corporaciones locales y sus antecedentes, así como a consultar los archivos y registros en los términos que disponga la legislación de desarrollo del art. 105, párrafo b) de la Constitución. La denegación o limitación de este derecho, en todo cuanto afecte a la seguridad y defensa del Estado, la averiguación de los delitos o la intimidad de las personas, deberá verificarse mediante resolución motivada».

Por su parte el art. 134 del ROF define el expediente como el conjunto ordenado de documentos y actuaciones que sirven de antecedente y fundamento a la resolución administrativa así como las diligencias encaminadas a ejecutarlas formándose mediante la agregación sucesiva de cuantos documentos, pruebas, dictámenes, decretos, acuerdos, notificaciones y demás diligencias deban integrarlos y sus hojas útiles serán rubricadas y foliadas por los funcionarios encargados de su tramitación.

Se distinguen en el art. 35 varios medios de acceso al expediente: 1) su exhibición en el trámite denominado de audiencia, 2) mediante solicitud del propio interesado conforme recoge el precepto comentado, 3) mediante la petición de copia o certificación y, finalmente, 4) mediante desglose.

En todo caso el acceso a la información particular, que de acuerdo con la terminología que emplea el art. 3 del Real Decreto 208/1996, de 9 de febrero, por el que se regulan los servicios de información administrativa y atención al ciudadano que de alguna forma desarrolla los párrafos a), b) y g) del art. 35, al ser los tres que se hallan directamente relacionados con la función general de la información, sólo podrá ser facilitada a las personas que tengan la condición de interesados en cada procedimiento o a sus representantes legales de acuerdo con lo dispuesto en los arts. 31 y 32 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre.

El derecho a obtener una copia sellada de los documentos que presenten ante la Administración así como a la devolución de estos salvo cuando los originales deban obrar en el procedimiento, se ha desarrollado en el ámbito de la Administración General del Estado mediante el Real Decreto 772/1999, de 7 mayo por el que regula la presentación de solicitudes, escritos y comunicaciones ante la Administración General del Estado, la expedición de copias de documentos y devolución de originales y el régimen de las oficinas de registro. Esta disposición debería ser modelo de regulación para las Entidades locales ya que a través de ella se ordenan otros aspectos relativos al procedimiento ordinario de las entidades locales como es el relativo a la validez y eficacia de documentos y copias de los que la LRJPA que se ocupa en el art. 46. En todo caso esta regulación debe tener en cuenta lo dispuesto en el Real Decreto 1671/2009, de 6 de noviembre, por el que se desarrolla parcialmente la Ley 11/2007, de 22 de junio, de acceso electrónico de los ciudadanos a los servicios públicos.

3.1.2. El derecho a identificar a las autoridades y al personal al servicio de las Administraciones Públicas bajo cuya responsabilidad se tramiten los procedimientos

En el ámbito de la Administración del Estado se dictó, en desarrollo de este derecho, una curiosa Resolución, el 3 de febrero de 1993, por la que se implantaba bajo el acrónimo SEAP un Sistema de identificación común del personal al servicio de la Administración General del Estado que tiene por objeto definir los criterios para la identificación de las autoridades y el personal al servicio de la Administración General del Estado y de los Organismos autónomos y las Entidades de Derecho Público con personalidad jurídica propia vinculados o dependientes de aquélla, por el que los titulares de los Órganos

administrativos propondrán, para las relaciones entre los ciudadanos y los empleados públicos, los formatos de identificación concretos, teniendo en cuenta lo establecido en el anexo de esa Resolución, entre lo que se incluye unas normas de «identificación telefónica».

3.1.3. El derecho a utilizar las lenguas oficiales en el territorio de su Comunidad Autónoma, de acuerdo con lo previsto en esta Ley y en el resto del Ordenamiento Jurídico

El art. 3 de la Constitución española reconoce que el castellano es la lengua oficial del Estado siendo un deber de todos los españoles el conocerla y contando con el derecho de usarla recogiendo el apartado 2 de este artículo que «Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades autónomas de acuerdo con sus Estatutos, consagrándose así el principio de la cooficialidad». El marco general de utilización de la lengua en los procedimientos viene completado en el art. 36 de la LRJPA.

3.1.4. El derecho a formular alegaciones y a aportar documentos en cualquier fase del procedimiento anterior al trámite de audiencia, que deberán ser tenidos en cuenta por el órgano competente al redactar la propuesta de resolución

Aunque se plantea como una innovación significativa de la LRJPA este derecho está reconocido desde la primera Ley de Procedimiento Administrativo de 17 de julio de 1958, revisada por la Ley 164/1963, de 2 de diciembre en su art. 83.

El momento procedimental para formular las alegaciones es el trámite esencial de audiencia de los interesados al que se refiere el art. 84 del que sólo se podrá prescindir cuando no figuren en el procedimiento ni sean tenidos en cuenta en la resolución otros hechos ni otras alegaciones y pruebas que las aducidas por el interesado.

El órgano administrativo a la hora de resolver se ha de pronunciar sobre las cuestiones planteadas por los interesados en el escrito de alegaciones, ya sea en el trámite de audiencia, o en el que se haya presentado en cualquier fase anterior al referido trámite, de forma que si así no lo hace, la resolución será incongruente conforme al art. 89 de la LRJPA

El art. 41 de la Carta Europea de Derechos fundamentales recoge este derecho al que nos referiremos al exponer el apartado relativo al derecho a una buena administración.

3.1.5. El derecho a no presentar documentos no exigidos por las normas aplicables al procedimiento de que se trate, o que ya se encuentren en poder de la Administración actuante

Este derecho ha sido parcialmente desarrollado en el ámbito de la Administración General del Estado y, en lo relativo a determinados procedimientos por dos disposiciones, una de ellas relacionada con el régimen local.

En primer lugar, el Real Decreto 523/2006, de 28 abril, que suprime la exigencia de aportar el certificado de empadronamiento, como documento probatorio del domicilio y residencia, en los procedimientos administrativos de la Administración General del Estado y de sus organismos públicos vinculados o dependientes. Conforme a su artículo único:

1. No se exigirá a quien tenga la condición de interesado en los procedimientos cuya tramitación y resolución corresponda a la Administración General del Estado o a los organismos públicos vinculados o dependientes de aquélla, la aportación del certificado de empadronamiento como documento acreditativo del domicilio y residencia.

2. El órgano instructor comprobará de oficio si los datos del domicilio y residencia del interesado constan en sus archivos, bases de datos u otros fondos documentales.

3. En los procedimientos para cuya tramitación sea imprescindible acreditar de modo fehaciente los datos del domicilio y residencia del interesado, el órgano instructor podrá comprobar tales datos mediante un Sistema de Verificación de Datos de Residencia. El

resultado de la comprobación mediante el citado Sistema de Verificación de Datos tendrá el mismo valor probatorio que la aportación del certificado de empadronamiento y no impedirá a la Administración que tramita el procedimiento requerir, en su caso, la aportación de otros medios acreditativos del domicilio, de conformidad con la normativa vigente.

En todo caso, será preciso el consentimiento del interesado para que los datos puedan ser consultados por este sistema por el órgano instructor, debiendo constar dicho consentimiento en la solicitud de iniciación del procedimiento o en cualquier otra comunicación posterior. A tal efecto, la prestación del consentimiento del interesado podrá hacerse constar expresamente en el recibo de presentación de su solicitud.

En cualquier caso, si el interesado no prestara su consentimiento deberá aportar el certificado de empadronamiento, siendo la no aportación de aquél causa para requerirle la subsanación de conformidad con lo dispuesto en el art. 71.1 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común.

4. Si el domicilio del interesado no consta en el Sistema de Verificación de Datos de Residencia o el que consta es diferente al facilitado por el interesado, el propio órgano instructor solicitará el certificado de empadronamiento al propio interesado o al Ayuntamiento del municipio correspondiente.

5. En caso de que el interesado haya modificado su empadronamiento en los dos últimos meses, el órgano instructor solicitará el certificado de empadronamiento al propio interesado o al Ayuntamiento del municipio correspondiente.

Por otro lado, y en cuanto al régimen de la Administración General del Estado, el Real Decreto 522/2006, de 28 abril establece en su artículo único relativo a la comprobación de datos de identidad en los procedimientos administrativos señala que:

1. En los procedimientos cuya tramitación y resolución corresponda a la Administración General del Estado o a los organismos públicos vinculados o dependientes de aquélla, no se exigirá a efectos de comprobación de los datos de identificación personal, a quien tenga la condición de interesado, la aportación de fotocopias del Documento Nacional de Identidad.

Lo dispuesto en el párrafo anterior será, asimismo, aplicable al documento acreditativo de la identidad o tarjeta equivalente de los extranjeros residentes en territorio español, expedido por las autoridades española de conformidad con lo establecido en la Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre Derechos y Libertades de los Extranjeros en España y su Integración Social.

2. La comprobación o constancia de los datos de identidad de quienes tengan la condición de interesado en dichos procedimientos administrativos a que se refiere el apartado anterior se realizará de oficio por el órgano instructor, de acuerdo con los datos de identificación que obren en sus archivos, bases de datos u otros fondos documentales.

3. Sin perjuicio de lo dispuesto en el apartado anterior, en los procedimientos para cuya tramitación sea imprescindible acreditar de modo fehaciente datos personales incorporados a los documentos de identidad de quienes tengan la condición de interesado, el órgano instructor podrá comprobar tales datos mediante un Sistema de Verificación de Datos de Identidad. En todo caso será preciso el consentimiento del interesado para que sus datos de identidad personal puedan ser consultados por este sistema por el órgano instructor, debiendo constar dicho consentimiento en la solicitud de iniciación del procedimiento o en cualquier otra comunicación posterior. A tal efecto, la prestación del consentimiento del interesado podrá hacerse constar expresamente en el recibo de presentación de la solicitud.

Si de la comprobación efectuada resultara alguna discordancia con los datos facilitados por el propio interesado, el órgano instructor estará facultado para realizar las actuaciones procedentes para aclararla.

En cualquier caso, si el interesado no prestara su consentimiento deberá aportar fotocopia del documento o tarjeta de identidad correspondiente, siendo la no aportación de aquélla causa para requerirle de conformidad con lo dispuesto en el art. 71.1 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común.

Finalmente hay que tener en cuenta la tendencia marcada por el Real Decreto 209/2003, de 21 febrero por el que se regula los registros y las notificaciones telemáticas, así como la utilización de medios telemáticos para la sustitución de la aportación de certificados por los ciudadanos cuyo sistema se basa sistema en la necesaria autorización del interesado para poder sustituir los certificados en soporte papel, salvo que una norma con rango legal así lo disponga.

3.1.6. El derecho a ser tratados con respeto y deferencia por las autoridades y los funcionarios, que habrán de facilitarles el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus obligaciones

El contenido del presente derecho se analiza desde la perspectiva de los deberes que ha dado el Estatuto del Empleado Público a los empleados con respecto a los ciudadanos.

La Ley 7/2007, de 12 abril, por la que se aprueba el Estatuto Básico del Empleado Público, incluye una tabla de deberes que supone una nueva perspectiva de las relaciones entre la Administración y el ciudadano y la propia Administración.

Como señala su Exposición de Motivos: «Por primera vez se establece en nuestra legislación una regulación general de los deberes básicos de los empleados públicos, fundada en principios éticos y reglas de comportamiento, que constituye un auténtico código de conducta. Estas reglas se incluyen en el Estatuto con finalidad pedagógica y orientadora, pero también como límite de las actividades lícitas, cuya infracción puede tener consecuencias disciplinarias, pues la condición de empleado público no sólo comporta derechos, sino también una especial responsabilidad y obligaciones específicas para con los ciudadanos, la propia Administración y las necesidades del servicio. Este, el servicio público, se asienta sobre un conjunto de valores propios, sobre una específica �“cultura�” de lo público que, lejos de ser incompatible con las demandas de mayor eficiencia y productividad, es preciso mantener y tutelar, hoy como ayer». Y para ello configura unos principios éticos y de conducta al que deben ajustarse en su actuación.

Estos principios éticos, descritos en el art. 53 se contraen a los siguientes: 1. Los empleados públicos respetarán la Constitución y el resto de normas que integran

el ordenamiento jurídico. 2. Su actuación perseguirá la satisfacción de los intereses generales de los ciudadanos y

se fundamentará en consideraciones objetivas orientadas hacia la imparcialidad y el interés común, al margen de cualquier otro factor que exprese posiciones personales, familiares, corporativas, clientelares o cualesquiera otras que puedan colisionar con este principio.

3. Ajustarán su actuación a los principios de lealtad y buena fe con la Administración en la que presten sus servicios, y con sus superiores, compañeros, subordinados y con los ciudadanos.

4. Su conducta se basará en el respeto de los derechos fundamentales y libertades públicas, evitando toda actuación que pueda producir discriminación alguna por razón de nacimiento, origen racial o étnico, género, sexo, orientación sexual, religión o convicciones, opinión, discapacidad, edad o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.

5. Se abstendrán en aquellos asuntos en los que tengan un interés personal, así como de toda actividad privada o interés que pueda suponer un riesgo de plantear conflictos de intereses con su puesto público.

6. No contraerán obligaciones económicas ni intervendrán en operaciones financieras, obligaciones patrimoniales o negocios jurídicos con personas o entidades cuando pueda suponer un conflicto de intereses con las obligaciones de su puesto público.

7. No aceptarán ningún trato de favor o situación que implique privilegio o ventaja injustificada, por parte de personas físicas o entidades privadas.

8. Actuarán de acuerdo con los principios de eficacia, economía y eficiencia, y vigilarán la consecución del interés general y el cumplimiento de los objetivos de la organización.

9. No influirán en la agilización o resolución de trámite o procedimiento administrativo sin justa causa y, en ningún caso, cuando ello comporte un privilegio en beneficio de los titulares de los cargos públicos o su entorno familiar y social inmediato o cuando suponga un menoscabo de los intereses de terceros.

10. Cumplirán con diligencia las tareas que les correspondan o se les encomienden y, en su caso, resolverán dentro de plazo los procedimientos o expedientes de su competencia.

11. Ejercerán sus atribuciones según el principio de dedicación al servicio público absteniéndose no sólo de conductas contrarias al mismo, sino también de cualesquiera otras que comprometan la neutralidad en el ejercicio de los servicios públicos.

12. Guardarán secreto de las materias clasificadas u otras cuya difusión esté prohibida legalmente, y mantendrán la debida discreción sobre aquellos asuntos que conozcan por razón de su cargo, sin que puedan hacer uso de la información obtenida para beneficio propio o de terceros, o en perjuicio del interés público.

En cuanto a los Principios de Conducta, el art. 54 recoge los siguientes: 1. Tratar con atención y respeto a los ciudadanos, a sus superiores y a los restantes

empleados públicos. 2. El desempeño de las tareas correspondientes a su puesto de trabajo se realizará de

forma diligente y cumpliendo la jornada y el horario establecidos. 3. Obedecerán las instrucciones y órdenes profesionales de los superiores, salvo que

constituyan una infracción manifiesta del ordenamiento jurídico, en cuyo caso las pondrán inmediatamente en conocimiento de los órganos de inspección procedentes.

4. Informarán a los ciudadanos sobre aquellas materias o asuntos que tengan derecho a conocer, y facilitarán el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus obligaciones.

5. Administrarán los recursos y bienes públicos con austeridad, y no utilizarán los mismos en provecho propio o de personas allegadas. Tendrán, asimismo, el deber de velar por su conservación.

6. Se rechazará cualquier regalo, favor o servicio en condiciones ventajosas que vaya más allá de los usos habituales, sociales y de cortesía, sin perjuicio de lo establecido en el Código Penal.

7. Garantizarán la constancia y permanencia de los documentos para su transmisión y entrega a sus posteriores responsables.

8. Mantendrán actualizada su formación y cualificación. 9. Observarán las normas sobre seguridad y salud laboral. 10. Pondrán en conocimiento de sus superiores o de los órganos competentes las

propuestas que consideren adecuadas para mejorar el desarrollo de las funciones de la unidad en la que estén destinados. A estos efectos se podrá prever la creación de la

instancia adecuada competente para centralizar la recepción de las propuestas de los empleados públicos o administrados que sirvan para mejorar la eficacia en el servicio.

11. Garantizarán la atención al ciudadano en la lengua que lo solicite, siempre que sea oficial en el territorio.

3.1.7. El derecho a exigir las responsabilidades de las Administraciones Públicas y del personal a su servicio, cuando así corresponda legalmente

Aunque no sea objeto directo de este Manual el análisis de la institución de la responsabilidad patrimonial sí conviene hacer mención que la responsabilidad se ha configurado en nuestro derecho, al amparo de los arts. 106 y 149 de la Constitución, de una forma unitaria, con un régimen de Derecho Administrativo aplicable a todas las Administraciones Públicas y que protege por igual a todos los ciudadanos enunciándose de la siguiente forma en el art. 40 de la LRJPA:

«1. Los particulares tendrán derecho a ser indemnizados por el Estado de toda lesión que sufran en cualquiera de sus bienes y derechos, salvo en los casos de fuerza mayor, siempre que aquella lesión sea consecuencia del funcionamiento normal o anormal de los servicios públicos o de la adopción de medidas no fiscalizables en vía contenciosa.

2. En todo caso, el daño alegado por los particulares habrá de ser efectivo, evaluable económicamente e individualizado con relación a una persona o grupo de personas».

Por su parte, el art. 41 establece: «Cuando el Estado actúe en relaciones de derecho privado, responderá directamente

en los daños y perjuicios causados por sus autoridades, funcionarios y agentes, considerándose la actuación de los mismos como actos propios de la Administración.

La responsabilidad, en este caso, habrá de exigirse ante los Tribunales ordinarios». Esta responsabilidad extracontractual cuyo rasgo fundamental es que tiene carácter

objetivo y directo frente a la administración tiene su punto de partida, en el ámbito de la Administración Local, en el art. 54 de la LRBRL.

En este sentido la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, Sala de lo Contencioso-Administrativo de Burgos, de 23 de junio de 2003 (LA LEY JURIS. 2763/2003), se refiere a la legislación sobre responsabilidad patrimonial aplicable a los entes locales de la siguiente forma:

«TERCERO. Entrando en el examen del fondo del litigio, hemos de partir de que el art. 54 de la Ley Reguladora de las Bases del Régimen Local, de 2 Abr. 1985 remite para enjuiciar las pretensiones de responsabilidad derivadas del funcionamiento de los servicios públicos de las Entidades locales a la legislación general sobre responsabilidad administrativa, constituida por los arts. 106.2 de la Constitución (LA LEY 2500/1978), 121 de la Ley de Expropiación Forzosa y 40 de la Ley de Régimen Jurídico de la Administración del Estado, de 26 Jul. 1957, este último precepto sustituido hoy por el art. 139 de la Ley 30/1992, de 26 Nov.». Para que los particulares tengan derecho a ser indemnizados por la Administración, la

Jurisprudencia ha venido exigiendo la concurrencia de los siguientes requisitos: a) La efectiva realidad de un daño o perjuicio evaluable económicamente e

individualizado con relación a una persona o grupo de personas. b) Que el daño o lesión patrimonial sufrido por el reclamante en sus bienes o derechos

sea consecuencia del funcionamiento normal o anormal de los servicios públicos, en una relación directa de causa a efecto, sin intervención extraña que pudiera influir en el nexo causal.

c) Que el daño o perjuicio no se haya producido por fuerza mayor.

Señala el Alto Tribunal que para acceder a una reclamación por responsabilidad patrimonial de la Administración Pública ha de mediar una relación directa, inmediata y exclusiva de causa a efectos entre el acto de la Administración y el daño que este acto ha producido, siendo necesario que exista un acto o una omisión de la Administración Pública y un daño derivado de ellas efectivo, real, evaluable económicamente e individualizado, siendo ésta una responsabilidad objetiva en la que ni siquiera se incluye la licitud o la ilicitud de la actuación de la Administración, lo que supone según la sentencia del mismo Tribunal de 11 Abr. 1987 (LA LEY JURIS 63-4/1987) la existencia (activa o pasiva) de una actuación administrativa, con resultado dañoso y relación de causa a efecto entre aquélla y ésta; incumbiendo su prueba a quien la reclame, a la vez que es imputable a la Administración la carga referente a la existencia de fuerza mayor, cuando se alegue como causa de exoneración.

Por su parte la imputación directa a la Administración de los daños causados por sus funcionarios y agentes no supone la exoneración total de responsabilidad de éstos. En el régimen jurídico anterior a la aprobación de la Ley 30/1992, el particular podía optar por dirigirse bien contra la Administración titular del servicio público, bien contra el propio funcionario, aunque técnicamente la responsabilidad de la Administración y del funcionario eran solidarias. Tras la aprobación de la Ley 30/1992, el ciudadano está obligado a exigir directamente a la Administración Pública correspondiente las indemnizaciones por los daños y perjuicios causados por sus agentes (art. 145.1 LRJPA).

En el caso de que la Administración estime la reclamación planteada de acuerdo con el art. 145.2 LRJPA exigirá de oficio, con carácter obligatorio, a sus autoridades y demás personal a su servicio la responsabilidad en que hubieran incurrido por dolo, culpa o negligencia grave. Esta acción de la Administración contra los funcionarios o agentes es la última pieza del sistema general de responsabilidad patrimonial de la Administración y se conoce como «acción de regreso» frente al agente gravemente culpable. Pudiendo utilizar los siguientes criterios de ponderación, que van a servir para medir el grado de responsabilidad del funcionario, agente o autoridad.

1.º El resultado dañoso producido. 2.º La intencionalidad. 3.º La responsabilidad profesional del personal al servicio de la Administración y su

relación con la producción del daño.

3.2. El derecho de la ciudadanía a una buena administración De forma paulatina se va produciendo el reconocimiento en el ordenamiento jurídico

español del derecho de los ciudadanos a una buena administración, lo que se viene conociendo como un derecho de «tercera generación», que aunque no está expresamente recogido en la Constitución de algunos de sus preceptos se infiere su contenido (Título IV, arts. 103, 105, 106) tal y como ha sido configurado en el art. 41 de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea de 7 de diciembre de 2000 en los siguientes términos:

1. Toda persona tiene derecho a que las instituciones y órganos de la Unión traten sus asuntos imparcial y equitativamente y dentro de un plazo razonable.

2. Este derecho incluye en particular: �— el derecho de toda persona a ser oída antes de que se tome en contra suya una

medida individual que le afecte desfavorablemente, �— el derecho de toda persona a acceder al expediente que le afecte, dentro del respeto

de los intereses legítimos de la confidencialidad y del secreto profesional y comercial, �— la obligación que incumbe a la administración de motivar sus decisiones.

3. Toda persona tiene derecho a la reparación por la Comunidad de los daños causados por sus instituciones o sus agentes en el ejercicio de sus funciones, de conformidad con los principios generales comunes a los Derechos de los Estados miembros.

4. Toda persona podrá dirigirse a las instituciones de la Unión en una de las lenguas de los Tratados y deberá recibir una contestación en esa misma lengua.

La definitiva incorporación nuestro ordenamiento jurídico del derecho a la buena administración se ha producido mediante la Ley Orgánica 1/2008, de 30 de julio por la que se ratifica el Tratado de Lisboa de diciembre de 2007 que modifica el Tratado de la Unión europea y el Tratado constitutivo de la Comunidad europea, firmado en la Capital portuguesa el 13 de diciembre de 2007, cuyo art. 2 incorpora la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea a cuyo tenor según lo dispuesto en el párrafo segundo del art. 10 de la Constitución española y en el apartado 8 del art. 1 del Tratado de Lisboa, las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán también de conformidad con lo dispuesto en la Carta de los Derechos Fundamentales publicada en el «Diario Oficial de la Unión Europea» de 14 de diciembre de 2007, cuyo texto íntegro se reproduce a continuación.

Paralelamente los nuevos Estatutos de Autonomía han venido a reconocer expresamente este derecho (Estatuto de Cataluña, art. 30; Estatuto de Castilla y León, art. 12; Estatuto de las Islas Baleares, art. 14; Estatuto de Andalucía, art. 31; recogiéndose en distintos términos en el resto).

Como vemos, el derecho a la buena administración se configura en un doble plano: los referidos a aspectos procedimentales de organización y funcionamiento y los vinculados a la actuación de los poderes públicos a través de sus representantes y empleados. Esta última actuación es la que se está llevando a cabo a través de los conocidos como «Códigos de Conducta o códigos éticos» que sistematizan las normas jurídicas que regulan un determinado servicio adaptándolas y a los comportamientos específicos del personal de la institución, órgano o unidad a que se refieren.

3.3. Los derechos del ciudadano en la sociedad del conocimiento La implantación de la Ley 11/2007, de 22 de junio, de acceso electrónico de los

ciudadanos a los Servicios Públicos, desarrollada parcialmente por el Real Decreto 1671/2009, de 6 de noviembre, supone en definitiva la incorporación de las tecnologías de la información (o del conocimiento) que permitan a los ciudadanos ejercer el derecho de relacionarse por medios electrónicos, supone la obligación de la Administración, al servicio del ciudadano, de transformarse en una administración electrónica utilizando para ello tecnologías de la Información y el conocimiento bajo los criterios de: disponibilidad, accesibilidad, integridad, autenticidad, confidencialidad y conservación de los datos, informaciones y servicios que gestiona y conlleva los siguientes derechos a favor de los ciudadanos.

1. A elegir, entre los medios electrónicos, que en cada momento se encuentren disponibles, el canal a través del cual relacionarse electrónicamente con las Administraciones Públicas (art. 6.2.a)

2. A no aportar los datos y documentos que obren en poder de las Administraciones Públicas, las cuales utilizarán medios electrónicos para recabar dicha información siempre que, en el caso de datos de carácter personal, se cuente con el consentimiento de los interesados en los términos establecidos por la LOPD, o una norma con rango de Ley así lo determine, salvo que existan restricciones conforme a la normativa de aplicación a los datos y documentos recabados. El citado consentimiento podrá emitirse y recabarse por medios electrónicos (art. 6.2.b).

3. A la igualdad en el acceso electrónico a los servicios de las Administraciones Públicas (art. 6.2.c).

4. A conocer por medios electrónicos el estado de tramitación de los procedimientos en los que sean interesados, salvo en los supuestos en que la normativa de aplicación establezca restricciones al acceso a la información sobre aquéllos (art. 6.2.d).

5. A obtener copias electrónicas de los documentos electrónicos que formen parte de procedimientos en los que tengan la condición de interesado (art. 6.2.e).

6. A la conservación en formato electrónico por las Administraciones Públicas de los documentos electrónicos que formen parte de un expediente (art. 6.2.f).

7. A obtener los medios de identificación electrónica necesarios, pudiendo las personas físicas utilizar en todo caso los sistemas de firma electrónica del Documento Nacional de Identidad para cualquier trámite electrónico con cualquier Administración Pública y a la utilización de otros sistemas de firma electrónica.

Conviene recordar que la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre, de Protección de Datos de carácter personal, en su título III detalla los principales derechos de «las personas» en relación con su privacidad, y el Título II, los principios de protección de datos de los que se deducen los siguientes:

�— Derecho a conocer los fines para los cuales se solicitan los datos de carácter personal que solo podrán recogerse para los fines que se declaren en el momento de su recogida.

�— Consentimiento del interesado para el tratamiento de los datos. �— No verse sometidos a una decisión con efectos jurídicos, sobre ellos o que les afecte

de manera significativa, que se base únicamente en un tratamiento de datos destinados a evaluar determinados aspectos de su personalidad.

�— Derecho de consulta al Registro General de Protección de Datos sobre la existencia de tratamientos de datos de carácter personal, sus finalidades y la identidad del responsable del tratamiento.

�— Derecho de acceso por el que el interesado tendrá derecho a solicitar y obtener gratuitamente información de sus datos de carácter personal sometidos a tratamiento, el origen de dichos datos, así como las comunicaciones realizadas o que se prevén hacer de los mismos.

�— Derecho de rectificación y cancelación a solicitud del interesado o cuando tales datos resulten inexactos o incompletos.

�— Conservación de los datos de carácter personal durante los plazos previstos en las disposiciones aplicables o, en su caso, en las relaciones contractuales entre la persona o entidad responsable del tratamiento y el interesado.

�— Derecho a indemnización a favor de los interesados que, como consecuencia del incumplimiento de lo dispuesto en la presente Ley por el responsable o el encargado del tratamiento, sufran daño o lesión en sus bienes o derechos tendrán derecho a ser indemnizados.

3.4. El derecho al libre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio Aunque no configurado propiamente como un derecho, la transposición de la Directiva

2006/123/CE del Parlamento Europeo y del Consejo de 12 de diciembre al ordenamiento jurídico español mediante la Ley 17/2009, de 23 de noviembre, establece, sobre la base de la libertad de establecimiento, una simplificación del régimen jurídico de acceso a las actividades de servicios reduciendo las trabas injustificadas o desproporcionadas al ejercicio de una actividad de servicios y proporcionando un entorno más favorable y transparente a los agentes económicos que incentive la generación de empresas y genere ganancias en

eficiencia, productividad y empleo además del incremento de la variedad y calidad de servicios disponibles para empresas y ciudadanos.

Junto al reforzamiento del sentido positivo del Silencio administrativo, como consecuencia de la nueva redacción del art. 43 de la LRJPA efectuada por la Ley 25/2009, de 22 de diciembre, de modificación de diversas leyes para su adaptación a la Ley sobre el libre acceso a las actividades de servicios, la nueva regulación para el ejercicio de estas actividades, excepto en los supuestos expresamente excluidos por los arts. 2.2 y 2.3 del ámbito de aplicación de la Ley sobre el libre acceso, se basan con carácter general en la declaración responsable por la persona titular de la actividad empresarial o profesional en el que declara, bajo su responsabilidad, que cumple con los requisitos establecidos en la normativa vigente, que dispone de documentación que así lo acredita y que se compromete a mantener su cumplimiento durante la vigencia de la actividad.

Sobre la forma de presentar esta declaración responsable en el ámbito del procedimiento administrativo se ha suscitado, al menos ante el Consejo Consultivo de Andalucía, una consulta por un Ayuntamiento que preguntaba a este órgano si las comunicaciones previas y declaraciones responsables a las que se refiere el artículo 71 bis de la Ley 30/1992 que no se efectúen a distancia y por vía electrónica deben ser presentadas directamente ante la Administración competente o se puede efectuar por cualquiera de las fórmulas establecidas en el artículo 38.4 de la Ley 30/1992, la cual ha sido objeto de análisis en el Dictamen 326/2010 de 26 de mayo de 2010 en el siguiente sentido:

«(�…/�…) Por todo lo expuesto, este Consejo Consultivo considera que las expresiones contenidas en el artículo 71 bis �“mediante el que los interesados ponen en conocimiento de la Administración Pública competente�”, �“o la no presentación ante la Administración competente de la declaración responsable�” (apdos. 2 y 4, respectivamente) no autorizan a deducir que el legislador pretenda establecer una excepción al régimen de presentación del artículo 38.4 de la Ley 30/1992. La presentación ante la Administración competente no excluye que lo sea a través de los registros de otras Administraciones Públicas.

Lo que se acaba de exponer se sostiene sin perjuicio de reconocer que, teóricamente, hubiera resultado posible el establecimiento de excepciones a dicho régimen de presentación para los supuestos de comunicaciones previas y declaraciones responsables que se proyecten sobre actividades acreedoras de un tratamiento singular. No es así de lege data, ya que si el legislador básico hubiera considerado esta posibilidad, la modificación de la Ley 30/1992 por la Ley 25/2009 habría llevado a dar nueva redacción al referido artículo 38.4.

A mayor abundamiento, cabe señalar que este entendimiento del artículo 71 bis de la Ley, en términos compatibles con el artículo 38.4 de la misma Ley es refrendado por disposiciones autonómicas, que utilizan la fórmula de presentación �“preferentemente�” de forma electrónica o en el registro del órgano competente para la tramitación, �“sin perjuicio de lo previsto en el artículo 38.4 de la Ley 30/1992�”. En este mismo sentido, cabe remitirse al Real Decreto 410/2010, de 31 de marzo, por el que se desarrollan los requisitos exigibles a las entidades de control de calidad de la edificación y a los laboratorios de ensayos para el control de calidad de la edificación, para el ejercicio de su actividad; disposición de carácter básico, cuyo artículo 4.4 establece que la declaración responsable se podrá presentar por los cauces previstos en el artículo 38.4 de la Ley 30/1992 y por vía telemática.

Lo anteriormente expuesto quiere decir, en definitiva, que los ciudadanos pueden optar también por los cauces del artículo 38.4 de la Ley 30/1992 cuando pretendan presentar las �“comunicaciones previas�” y las �“declaraciones responsables�” previstas en el artículo 71 bis de la Ley 30/1992».

4. LOS DERECHOS DE LOS VECINOS EN EL ÁMBITO DEL

RÉGIMEN LOCAL Los derechos de los vecinos, llamados también derechos municipales tienen su base

constitucional en los arts. 9, 23 y 105 de la Constitución y, en lo que respeta a la legislación básica de régimen local, fundamentalmente el art. 1.1 en cuanto caracteriza a los municipios como «cauce inmediato de la participación ciudadana en los asuntos públicos».

El art. 18 LRBRL constituye la base del estatuto vecinal al señalar los derechos y deberes de los vecinos, aunque puede parecer una catalogación desordenada de situaciones precedentes a la que se incorpora como novedad el ejercicio de la iniciativa popular recogido en el apartado h). En todo caso los derechos se recogen específicamente en el apartado 1 del precepto en cuanto se refiere específicamente a los que se enuncian a continuación.

4.1. Ser elector y elegible de acuerdo con lo dispuesto en la legislación electoral Por el que se vincula el concepto administrativo de vecindad con el político de sufragio

activo ya que el art. 177 de la LOREG no exige la vecindad para ser elegible establece únicamente los siguientes requisitos:

a) Tengan la condición de ciudadanos de la Unión Europea según lo previsto en el párrafo 2 del apartado 1 del art. 8 del Tratado Constitutivo de la Comunidad Europea, o bien, sean nacionales de países que otorguen a los ciudadanos españoles el derecho de sufragio pasivo en sus elecciones municipales en los términos de un Tratado.

b) Reúnan los requisitos para ser elegibles exigidos en esta Ley para los españoles. c) No hayan sido desposeídos del derecho de sufragio pasivo en su Estado de origen. Por su parte son inelegibles para el cargo de Alcalde o Concejal quienes incurran en

alguno de los supuestos previstos en el art. 6 de la LOREG y, además, los deudores directos o subsidiarios de la correspondiente Corporación Local contra quienes se hubiera expedido mandamiento de apremio por resolución judicial.

4.2. Participar en la gestión municipal de acuerdo con lo dispuesto en las leyes y, en su caso, cuando la colaboración con carácter voluntario de los vecinos sea interesada por los órganos de gobierno y administración municipal

En cuanto a la participación constituye un derecho fundamental reconocido por la Constitución a los ciudadanos (art. 23) que garantiza su ejercicio (art. 55). Entre la participación directa o representativa y la participativa la constitución opta por una combinación de ambas exigiendo a los poderes públicos en su art. 9.2 que faciliten la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social.

En cuanto a la colaboración se entiende que será exigida al conjunto de los vecinos y no de forma individualizara a alguno de ellos.

4.3. Utilizar, de acuerdo con su naturaleza, los servicios públicos municipales, y acceder a los aprovechamientos comunales, conforme a las normas aplicables

Conviene matizar este derecho, ya que la utilización de los servicios públicos municipales tiende a tener un carácter universal no restringiendo la utilización de los mismos en función de la cualidad de vecino o no.

En cuanto al aprovechamiento de los bienes comunales su compatibilidad constitucional ha sido examinada por los tribunales de justicia, entre otras por el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León de Burgos, en la Sentencia de 11 Nov. 2004, rec. 316/2003 (LA LEY 237065/2004) en cuyos fundamentos jurídicos señala:

«Esta exigencia de la residencia real y efectiva, no solamente a efectos de empadronamiento, en ningún caso vulnera la Constitución en ninguno de sus artículos y ha sido reconocida, como recoge la demandada, por el Tribunal Constitucional, Sala 2.ª, S 21-11-1994, n.º 308/1994 (LA LEY 13064/1994), rec. 2052/1991. Pte.: Rodríguez Bereijo, Álvaro, que recoge en su Fundamento de Derecho Segundo lo siguiente: �“Para un examen cabal de la cuestión planteada, es preciso recordar que el art. 79.3 de la Ley de Bases de Régimen Local de 1985 define los bienes comunales como aquellos cuyo aprovechamiento corresponde al común de los vecinos; y en art. 18.1 c) de la citada Ley se configura también el acceso a los aprovechamientos comunales como uno de los derechos de todo vecino. Para poder adquirir la condición de beneficiario de estos aprovechamientos se establecen varios requisitos, siendo condición necesaria la residencia habitual en el término municipal. Este requisito aparece expresamente por vez primera en la Ley municipal de 1870, que sustituye la tradicional exigencia de casa abierta o domicilio existente en las normas municipales anteriores, y se reitera prácticamente en casi todas las leyes locales posteriores. En el concepto de �‘residencia habitual�’, que se exige para poder ser beneficiario de tales aprovechamientos, no sólo se comprende la residencia efectiva y el animus manendi (o de permanencia en un lugar) esto es, no sólo la constatación fáctica de la integración en la comunidad local sino también el ánimo de integración en el pueblo. Por tanto, el concepto legal indeterminado de residencia habitual se refiere tanto a la permanencia en la localidad, desde el punto de vista temporal, como desde una perspectiva de realidad y efectividad. No basta, pues, para acceder al disfrute del aprovechamiento comunal con la simple condición formal de vecino, como puede ser la inscripción en el Padrón municipal, sino que es preciso, además, que exista una residencia o relación de vecindad efectiva, esto es un arraigo estable, real y verdadero en la localidad que, en determinadas ocasiones, puede aún restringirse con la imposición de otras exigencias. En efecto, en determinados y tasados supuestos se permite la introducción de condiciones especiales que deben cumplir los beneficiarios debido a las circunstancias excepcionales que pueden concurrir, entre las que se encuentran las previstas en el art. 75.4 del texto refundido de la legislación de Régimen Local de 1986. Este precepto dispone que �“los Ayuntamientos y Juntas vecinales que, de acuerdo con las normas consuetudinarias u órdenes tradicionalmente observadas, viniesen ordenando el disfrute y aprovechamiento de bienes comunales, mediante concesiones periódicas de suertes o cortes de madera a los vecinos podrán exigir a éstos, como condición previa para participar en los aprovechamientos forestales indicados, determinadas condiciones de vinculación y arraigo o de permanencia, según la costumbre local siempre que sean fijadas en la Ordenanza�”. Esta disposición autoriza a restringir el número de beneficiarios, excluyendo a una serie de personas de la participación de los aprovechamientos forestales. El establecimiento de las condiciones particulares obedece a la necesidad de preservar los aprovechamientos en algunas poblaciones a las personas que real y efectivamente residen en el término con voluntad de permanencia estable y arraigo, evitándose así situaciones de vecindades ficticias que no responden a una auténtica y verdadera integración en la comunidad. En definitiva estas restricciones complementarias o condiciones particulares tienen su razón de ser y justificación en la necesidad de conservación y subsistencia de los patrimonios comunales de las Entidades locales, su disfrute estricto y exclusivo entre los vecinos vinculados a estos Entes locales».

4.4. Contribuir mediante las prestaciones económicas y personales legalmente previstas a la realización de las competencias municipales

Se configura como deber en relación con la vinculación personal como vecino ya que las prestaciones económicas por la tenencia de bienes no tienen vinculación con la cualidad de vecino.

Una formulación de esta colaboración es la que se deriva de las regulaciones en materia de voluntariado �—tal y como contempla la Ley 6/1996, de 15 de enero�— que se desarrollen en el ámbito del régimen local según el desarrollo normativo que haya efectuado cada comunidad autónoma a través de la participación en diferentes programas de sensibilización y promoción, de investigación y de cooperación y coordinación.

Conforme a la legislación estatal de voluntariado cuyo objeto es «promover y facilitar la participación solidaria de los ciudadanos en actuaciones de voluntariado, en el seno de organizaciones sin ánimo de lucro públicas o privadas», el voluntariado es el conjunto de actividades de interés general, desarrolladas por personas físicas, siempre que las mismas no se realicen en virtud de una relación laboral, funcionarial, mercantil o cualquier otra retribuida, y reúna los siguientes requisitos: a) Que tengan carácter altruista y solidario, b) Que su realización sea libre, sin que tengan su causa en una obligación personal o deber jurídico, c) Que se lleven a cabo sin contraprestación económica, sin perjuicio del derecho al reembolso de los gastos que el desempeño de la actividad voluntaria ocasione, d) Que se desarrollen a través de organizaciones privadas o públicas y con arreglo a programas o proyectos concretos.

Se entiende por actividades de interés general las asistenciales, de servicios sociales, cívicas, educativas, culturales, científicas, deportivas, sanitarias, de cooperación al desarrollo, de defensa del medio ambiente, de defensa de la economía o de la investigación, de desarrollo de la vida asociativa, de promoción del voluntariado, o cualesquiera otras de naturaleza análoga.

En cuanto a formas específicas de prestación, la más tradicional de todas ellas es la prestación personal y de transportes a la que se refieren los arts. 118 a 120 de la LRHL.

4.5. Ser informado, previa petición razonada, y dirigir solicitudes a la Administración municipal en relación con todos los expedientes y documentación municipal, de acuerdo con lo previsto en el art. 105 de la Constitución

Con reflejo más reciente en el art. 41 de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión europea de 7 de diciembre de 2000 citada, el art. 105 de la Constitución, tiene su desarrollo legal en materia de régimen local en los arts. 69.1 de la LRBRL que señala que «Las Corporaciones locales facilitarán la más amplia información sobre su actividad y la participación de todos los ciudadanos en la vida local» y en el art. 70.3 que declara que: «Todos los ciudadanos tienen derecho a obtener copias y certificaciones acreditativas de los acuerdos de las corporaciones locales y sus antecedentes, así como a consultar los archivos y registros en los términos que disponga la legislación de desarrollo del art. 105, párrafo b, de la Constitución. La denegación o limitación de este derecho, en todo cuanto afecte a la seguridad y defensa del Estado, la averiguación de los delitos o la intimidad de las personas, deberá verificarse mediante resolución motivada».

En el ámbito de la Ley de Régimen Jurídico y Procedimiento administrativo Común en los arts. 34, 35 g) y h), 37 y 38 JRJPAC.

4.6. Pedir la consulta popular en los términos previstos en la Ley Aunque tiene características comunes con el referéndum está expresamente excluido del

ámbito de aplicación de la LO 2/1985, de 18 de enero, de acuerdo con su Disposición Adicional. Su marco normativo está expuesto en el art. 71 LRBRL conforme al cual: «De conformidad con la legislación del Estado y de la Comunidad Autónoma, cuando ésta tenga competencia estatutariamente atribuida para ello, los Alcaldes, previo acuerdo por mayoría absoluta del Pleno y autorización del Gobierno de la Nación, podrán someter a consulta popular aquellos asuntos de la competencia propia municipal y de carácter local

que sean de especial relevancia para los intereses de los vecinos, con excepción de los relativos a la Hacienda local».

Las condiciones que deben concurrir para la realización del referéndum son: a) Ha de tratarse de cuestiones de la competencia municipal, es decir las detalladas en el

art. 25 anterior, con lo que se excluyen todos los asuntos de competencia propia del Estado, o incluso de las Comunidades Autónomas, definidos y enumerados en la Constitución, sobre los que en tantas ocasiones y tan gratuita como inútilmente, se han permitido opinar y adoptar acuerdos muchas Corporaciones en los últimos años.

b) Han de ser temas de carácter local, con lo que también se excluyen de la posibilidad municipal de convocar referéndum vecinal, todos aquellos que excedan de su ámbito geográfico.

c) Habrán de tener especial relevancia para los intereses de los vecinos, ya que los asuntos habituales, normales o de trámite, aunque afecten a los intereses de los vecinos, no serán, según este precepto, susceptibles de ser sometidos a consulta.

d) Habrán de versar sobre materias ajenas a las Haciendas locales, a las que el legislador ha excluido expresamente.

e) Solo puede convocarse en los Municipios excluyéndose, por tanto, las demás entidades locales de esta posibilidad. Por consiguiente, también en aquellos con régimen especial de Concejo Abierto.

Sobre el Derecho de un Ayuntamiento a celebrar una consulta popular hay que destacar la Sentencia del Tribunal Supremo de 23 Sep. 2008, rec. 474/2006 (LA LEY 132313/2008) que declara la nulidad del Acuerdo del Consejo de Ministros de 1 de septiembre de 2006, por el que se deniega al Ayuntamiento de Almuñécar (Granada) la preceptiva autorización para la celebración de una consulta popular relativa a la aprobación inicial del Plan General de Ordenación Urbanística del municipio, por no ser conforme a Derecho, reconociéndose la pretensión de convocatoria y celebración de la referida consulta popular local entre cuyos fundamentos encontramos el siguiente:

«(�…/�…) Por ello, cabe sostener que el Acuerdo de aprobación inicial del Plan General de Ordenación Urbanística del municipio de Almuñécar, que se somete a consulta de los vecinos, se corresponde con el ejercicio de una competencia propia municipal determinada específicamente por la Ley sectorial urbanística de la Comunidad Autónoma, que se ejerce en régimen de autonomía y bajo la propia responsabilidad, atendiendo siempre a la debida coordinación con las competencias de otras Administraciones Públicas, que se contrapone a las competencias impropias o atribuidas por delegación a las que se refiere el art. 7 de la Ley Reguladora de las Bases del Régimen Local.

La lectura armonizadora de los arts. 1, 18.1 f) y 71 de la Ley Reguladora de las Bases del Régimen Local y de los arts. 3 y 4 de la Carta Europea de Autonomía Local, ratificada por España por Instrumento de 20 de enero de 1988, permite determinar que el concepto de competencias propias municipales, en cuyo ejercicio, los municipios, para preservar la garantía constitucional del principio de autonomía local, tienen la capacidad efectiva de ordenación y gestión y de promover las iniciativas que se consideren pertinentes dentro del marco legal, se corresponde con las atribuciones o el núcleo de competencias básicas encomendadas por la Ley a dichas Entidades locales, lo que no impide que, por la naturaleza de la materia o por su extensión, su titularidad o ejercicio sea concurrente con las competencias de planificación atribuidas a autoridades regionales o autonómicas, puesto que no necesariamente las competencias locales deben ser plenas o completas, de modo que quedan excluidos del objeto de las consultas populares municipales aquellos asuntos que, aún teniendo un carácter local y tratar de una materia

que sea de especial relevancia para los intereses de los vecinos, afecten a competencias exclusivas del Estado o de las Comunidades Autónomas o a aquellas competencias del Estado o de las Comunidades Autónomas atribuidas por delegación a los Entes locales».

4.7. Exigir la prestación y, en su caso, el establecimiento del correspondiente servicio público, en el supuesto de constituir una competencia municipal propia de carácter obligatorio

Desde el primer trabajo realizado sobre el art. 18.1 de la Ley de Bases de Régimen Local, el profesor Quintana López ha venido estudiando la evolución de los derechos de los vecinos a la prestación de servicios públicos tanto en cuanto al reconocimiento judicial del derecho a la prestación inherente a un servicio público como los que desde su posición dirimente han tenido que resolver judicialmente los conflictos planteados por la falta de prestación o incluso por la inexistencia del servicio en los municipios españoles.

Siguiendo el citado estudio conviene distinguir, por un lado, entre la exigencia de prestación de los servicios existentes del derecho al establecimiento de un determinado servicio local. El primer supuesto, el derecho al acceso en condiciones de igualdad con otros vecinos a los servicios públicos ya establecidos hasta el punto de poder exigirlas judicialmente con éxito, está reconocido en el precepto comentado y cuenta con diversos pronunciamientos favorables, reconociendo derechos subjetivos, tanto del Tribunal Supremo (STS 9 de mayo de 1986; STS 25 abril 1989; STS 3 de octubre de 1994, STS de 21 de noviembre de 1996, STS 22 de septiembre de 2004) como de diversos tribunales superiores de justicia, ya sea en su vertiente directa, por inactividad de la administración, como mediante reclamaciones de responsabilidad patrimonial de las Administraciones Municipales.

En cuanto al establecimiento de servicios municipales de prestación obligatoria que aún no hayan sido creados también está recogido en el art. 18.1 de la Ley de Bases de Régimen Local, legitimando al vecino para exigir judicialmente el establecimiento e implantación ex novo de aquellos servicios que se corresponden con las competencias municipales de ejercicio obligatorio mediante el reconocimiento de la acción vecinal ya sea un servicio de los considerados uti universi, en el que el destinatario es la propia colectividad, o uti singuli, que benefician a los vecinos que se encuentren específicamente en las circunstancias previstas en las normas reguladoras del servicio y quieran hacer uso de las prestaciones correspondientes.

Otras fórmulas previstas en la regulación de régimen local española para garantizar el derecho a la efectiva prestación de los servicios municipales existentes o en funcionamiento y el establecimiento de los que aún no hayan sido implantados es el contemplado en el art. 170 de la Ley Reguladora de las Haciendas locales que legitima a los vecinos para entablar reclamaciones, entre otros motivos porque el presupuesto aprobado inicialmente omita el crédito necesario para el cumplimiento de obligaciones exigibles a la entidad local y por el que el reclamante puede exigir la incorporación al presupuesto de las partidas necesarias para que puedan ser realizadas las prestaciones correspondientes a servicios de prestación obligatoria.

4.8. Ejercer la iniciativa popular La iniciativa popular está configurada como una forma de participación en la que tanto

el vecino a título individual o a través entidades realiza una proposición al Ayuntamiento para que lleve a cabo una determinada actividad municipal o una determinada actuación de interés público cuya articulación se debe efectuar a través del Reglamento orgánico municipal.

Analizamos en el epígrafe 5.2.1 los requisitos y procedimiento de la Iniciativa Popular.

5. LA ACTUACIÓN DEL CIUDADANO ANTE LA ADMINISTRACIÓN

5.1. La actuación individual. El derecho de petición Nos referiremos en este apartado al ejercicio genérico del Derecho de petición en el

ámbito local y no a otras figuras afines como las quejas ante el Defensor del pueblo o la petición de consulta vecinal ni tampoco la intervención vecinal directa ante los órganos municipales.

La regulación del Derecho de petición tiene su punto de partida en el art. 29 de la Constitución en los siguientes términos: «1. Todos los españoles tendrán el derecho de petición individual y colectiva, por escrito, en la forma y con los efectos que determine la ley. 2. Los miembros de las Fuerzas o Institutos armados o de los Cuerpos sometidos a disciplina militar podrán ejercer este derecho sólo individualmente y con arreglo a lo dispuesto en su legislación específica», ha sido desarrollada mediante la Ley Orgánica 4/2001.

Su ámbito subjetivo tiene carácter universal, extendiéndose a toda persona, aunque con las limitaciones señaladas puede ejercerse ante cualquier institución pública, administrativa o autoridad, así como ante los órganos de dirección y de administración de los organismos y entidades vinculadas o dependientes de las administraciones públicas respecto de las materias de su competencia, sea territorial o funcional.

En cuanto a su ámbito material, las peticiones podrán versar «sobre cualquier asunto o materia comprendido en el ámbito de competencias del destinatario, con independencia de que afecten exclusivamente al peticionario o sean de interés colectivo o general» aunque no son objeto de ese derecho aquellas solicitudes, quejas o sugerencias para cuya satisfacción el ordenamiento jurídico establezca un procedimiento específico distinto al regulado en la presente Ley.

La formulación y tramitación de este procedimiento es muy simplificado (admisión, inadmisión, subsanación, contestación), y el plazo máximo para resolver la petición, que deberá ser expresa, incluida la notificación de la contestación, es de tres meses a contar desde la fecha de su presentación.

El art. 12 de la Ley Orgánica extiende la tutela judicial mediante el procedimiento de protección jurisdiccional de los derechos fundamentales de la persona, establecido en los arts. 114 y siguientes de la Ley 29/1988, de 13 de julio, reguladora de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa a los siguientes supuestos:

a) La declaración de inadmisibilidad de la petición. b) La omisión de la obligación de contestar en el plazo establecido. c) La ausencia en la contestación de los requisitos mínimos establecidos en el art. 11. En este contexto el ejercicio del derecho constitucional de petición en el ámbito local

cuenta con la especificidad propia de que se ha de referir a las materias de la competencia local pudiendo dirigirse a cualesquiera de los órganos con que cuente la entidad, ya sea los de carácter necesario como los complementarios a los que se refiere el art. 20 de la LRBRL.

El Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, en Sentencia de 15 Feb. 2002 (LA LEY 35901/20) ha examinado un supuesto en el que a través de la aprobación de un Carta de Participación ciudadana se limitaba el derecho de petición únicamente a quienes fueren vecinos de la Corporación local manifestando que no resulta menoscabado el derecho de petición que ostenta cualquier ciudadano por el hecho de que la carta no lo mencione en los siguiente términos:

«El Tribunal Supremo ha dicho en su sentencia de 18 Mar. 1991 que �“El derecho de petición del art. 29.1 de la Constitución Española es algo más que una mera declaración programática, presentándose en su dimensión constitucional como un derecho de contenido prestacional y desarrollo legal, delimitado por la Ley 92/1960, de 22 Dic., reguladora del derecho de petición, en lo que no se oponga a la Constitución Española. Derecho que, según esa Ley, comprende la posibilidad de dirigirse a los órganos del Estado formulando reclamaciones de reconocimiento de derechos o de restauración de la legalidad objetiva, infringida por una actuación administrativa, o bien la de formular denuncias de infracciones jurídicas cometidas por funcionarios o particulares, o la de dirigir solicitudes relativas a la mejora del servicio, o bien referentes a la adopción de decisiones graciables, o en último lugar, concernientes a medidas que exigen la promulgación de una disposición de carácter general. Las últimas de las citadas manifestaciones del derecho fundamental de petición �—adopción de medidas graciables, de mejora del servicio, o dictado de disposiciones generales�— se denominan por la doctrina simples peticiones y no tienen otra regulación (�…) que la citada Ley 92/1960. Las demás habrán de ajustarse al procedimiento administrativo o judicial que sea procedente, y en último lugar a la Ley reguladora del derecho de petición a que se viene haciendo referencia, según se desprende de su art. 1.1. En relación con el art. 7.1. De la misma�…�”.

Pues bien, el derecho de petición que ostenta cualquier ciudadano, por el mero hecho de serlo, y aunque no tuviera la condición de vecino, no resulta menoscabado por el hecho de que la carta no lo mencione, de manera tal que, la administración municipal, no podría desconocerlo, alegando el contenido del acuerdo que aquí se examina. Un acto de tal naturaleza devendría naturalmente nulo.

La Carta en lo que a estos aspectos se refiere, derecho de petición y consulta popular, es perfectamente inútil, pues no podría regular estos aspectos del derecho de participación al margen de lo que dispone la ley. Esto es, no puede conceder al vecino sino aquello que ya está reconocido en la ley, y no puede negar al ciudadano aquello que la propia ley le concede». Un caso específico del ejercicio de este Derecho es el que recoge el art. 70 bis de la

LRBRL por el de la iniciativa popular que se tratará en el epígrafe siguiente.

5.2. La actuación conjunta. La participación ciudadana

5.2.1. La iniciativa popular El art. 70 bis de la LRBRL reconoce a los vecinos que gocen del derecho de sufragio

activo en las elecciones locales el ejercicio de la iniciativa popular en los siguientes términos:

El art. 70 bis recoge que «1. Los ayuntamientos deberán establecer y regular en normas de carácter orgánico procedimientos y órganos adecuados para la efectiva participación de los vecinos en los asuntos de la vida pública local, tanto en el ámbito del municipio en su conjunto como en el de los distritos, en el supuesto de que existan en el municipio dichas divisiones territoriales.

2. Los vecinos que gocen del derecho de sufragio activo en las elecciones municipales podrán ejercer la iniciativa popular, presentando propuestas de acuerdos o actuaciones o proyectos de reglamentos en materias de la competencia municipal.

Dichas iniciativas deberán ir suscritas al menos por el siguiente porcentaje de vecinos del municipio:

Hasta 5.000 habitantes, el 20%.

De 5.001 a 20.000 habitantes, el 15%. A partir de 20.001 habitantes, el 10%. Tales iniciativas deberán ser sometidas a debate y votación en el Pleno, sin perjuicio de

que sean resueltas por el órgano competente por razón de la materia. En todo caso se requerirá el previo informe de legalidad del secretario del ayuntamiento, así como el informe del interventor cuando la iniciativa afecte a derechos y obligaciones de contenido económico del ayuntamiento. En los municipios a que se refiere el art. 121 de esta Ley, el informe de legalidad será emitido por el secretario general del Pleno y cuando la iniciativa afecte a derechos y obligaciones de contenido económico, el informe será emitido por el Interventor general municipal.

Lo dispuesto en este apartado se entiende sin perjuicio de la legislación autonómica en esta materia.

Tales iniciativas pueden llevar incorporada una propuesta de consulta popular local, que será tramitada en tal caso por el procedimiento y con los requisitos previstos en el art. 71.

3. Asimismo, las entidades locales y, especialmente, los municipios, deberán impulsar la utilización interactiva de las tecnologías de la información y la comunicación para facilitar la participación y la comunicación con los vecinos, para la presentación de documentos y para la realización de trámites administrativos, de encuestas y, en su caso, de consultas ciudadanas.

Las Diputaciones provinciales, Cabildos y Consejos insulares colaborarán con los municipios que, por su insuficiente capacidad económica y de gestión, no puedan desarrollar en grado suficiente el deber establecido en este apartado».

Cuando se trate de una solicitud para que el Ayuntamiento realice una determinada actividad de interés público municipal, se formulará a través de un escrito dónde han de constar de manera clara los extremos siguientes:

a. contenido de la misma; b. qué medios económicos, bienes, derechos o trabajos personales se pretenden aportar

para colaborar en su realización. Si llevan incorporada una propuesta de consulta popular, nos remitimos al epígrafe 4.6

del presente capítulo. Según parte de la doctrina la iniciativa que no llegase a prosperar por no alcanzar el

número de vecinos necesarios para su suscripción, por analogía con la denominada Iniciativa legislativa popular, de acuerdo con lo establecido en el apartado 2.º de la disposición adicional primera de la Ley 4/2001, es susceptible de reconvertirse en un Derecho de Petición colectivo.

5.2.2. Comisión especial de Sugerencias y Reclamaciones Introducida por el apartado 4 del artículo primero de la Ley 57/2003, de 16 de

diciembre, de medidas para la modernización del gobierno local (BOE 17 diciembre) en la LRBRL, la Comisión especial de Sugerencias y Reclamaciones a la que se refiere el art. 132, cuya regulación se efectuará por el Pleno, evoca en su finalidad y funciones a las Comisiones de Peticiones de las Cámaras legislativas, tiene por finalidad la defensa de los derechos de los vecinos ante la Administración municipal y está integrada por representantes de todos los grupos presentes en el pleno en proporción al número de sus munícipes pudiendo «supervisar la actividad de la Administración municipal, y deberá dar cuenta al Pleno, mediante un informe anual, de las quejas presentadas y de las deficiencias observadas en el funcionamiento de los servicios municipales, con especificación de las sugerencias o recomendaciones no admitidas por la Administración municipal. No

obstante, también podrá realizar informes extraordinarios cuando la gravedad o la urgencia de los hechos lo aconsejen».

5.2.3. Otros mecanismos de participación vecinal previstos en la legislación estatal El Reglamento de Organización, funcionamiento y régimen Jurídico, siguiendo el sentir

del art. 69 de la LRBRL, ha sido la disposición de carácter general que con más detenimiento se ha fijado en promover los mecanismos de participación vecinal a la que dedica el último capítulo de su articulado (Título VII, Capítulo II).

Entre los preceptos que se refieren específicamente a la participación nos encontramos con los referidos a la organización complementaria que contiene los siguientes:

El art. 128 al tratar las Juntas Municipales de Distrito de los entes locales territoriales que señala que su finalidad será la mejor gestión de «los asuntos de la competencia municipal y facilitar la participación ciudadana en el respectivo ámbito territorial».

El art. 130 referido a los Consejos Sectoriales de los entes locales territoriales cuya finalidad será la de canalizar la participación de los ciudadanos y de sus asociaciones en los asuntos municipales.

Los arts. 227 a 230 que prevén el acceso de la ciudadanía a las sesiones de los órganos necesarios, las peticiones de información, la intervención en las sesiones plenarias y las solicitudes de la ciudadanía.

Los arts. 231 al 236 que se refieren al régimen de funcionamiento, usos de medios municipales, derecho de información y registro de las asociaciones para la defensa de los intereses generales o sectoriales de los vecinos.

RESUMEN

El concepto de ciudadano y el interesado El concepto de interesado ha venido a sustituir al más tradicional de administrado, y

aquel, paulatinamente, está siendo relevado por el de ciudadano. Todos tienen en común que se refieren a sujetos con los cuales se relaciona la Administración, y que, sin ser titulares de ningún órgano, actúan de acuerdo con los principios del Derecho administrativo. Las notas diferenciadoras, y lo que está implícito en la evolución del término, tiene caracteres formales y aluden a la intensidad de la relación. Capacidad, legitimación y representación

La condición de persona �—ya sea física o jurídica�— lleva implícita la capacidad jurídica, la aptitud para ser titular de derechos y obligaciones. La capacidad puede ser de dos tipos: jurídica y de obrar. Para determinar la capacidad jurídica hay que verificar simplemente si nos encontramos ante una persona, lo que entraña dificultades únicamente en el supuesto de las personas jurídicas. En cuanto a la capacidad de obrar, para determinar si esta existe se tendrá que estar a las reglas especiales derivadas del régimen civil.

Para que un órgano administrativo en definitiva pueda examinar la petición deducida por una persona es necesario que ésta tenga esa aptitud especial, la legitimación, pudiendo ésta ser diferente en función de la actuación a desarrollar: legitimación para incoar un procedimiento o legitimación para intervenir en el procedimiento.

En todo caso, dado el carácter abierto de los procedimientos administrativos en los que no se requiere la asistencia de técnicos en derecho, la posibilidad de actuar por medio de representante es muy amplia. Los derechos del ciudadano ante la administración

El art. 35 de la LRJPA establece un catálogo de derechos de los ciudadanos, entre los que, a modo de ejemplo se pueden señalar los siguientes: el derecho a conocer, en cualquier momento, el estado de la tramitación de los procedimientos en los que tengan la condición de interesados, y obtener copias de documentos contenidos en ellos; el derecho a obtener copia sellada de los documentos que presenten, así como a la devolución de éstos, salvo cuando los originales deban obrar en el procedimiento; el derecho a identificar a las autoridades y al personal al servicio de las Administraciones Públicas bajo cuya responsabilidad se tramiten los procedimientos; el derecho a utilizar las lenguas oficiales en el territorio de su Comunidad Autónoma; el derecho a formular alegaciones y a aportar documentos en cualquier fase del procedimiento anterior al trámite de audiencia, y que deberán ser tenidos en cuenta por el órgano competente al redactar la propuesta de resolución; o el derecho a exigir las responsabilidades de las Administraciones Públicas y del personal a su servicio, cuando así corresponda legalmente.

Junto a ellos, nos econtramos también con el derecho de la ciudadanía a una buena administración (que aunque no está expresamente recogido en la Constitución de algunos de sus preceptos se infiere su contenido); el derecho del ciudadano en la sociedad del conocimiento, que supone la obligación de la Administración, al servicio del ciudadano, de transformarse en una administración electrónica utilizando para ello tecnologías de la Información; y de forma más reciente, el derecho al libre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio, derivado de la transposición de la Directiva 2006/123/CE del Parlamento Europeo y del Consejo de 12 de diciembre al ordenamiento jurídico español mediante la Ley 17/2009, de 23 de noviembre. Los derechos de los vecinos en el ámbito del régimen local

Los derechos de los vecinos o derechos municipales son los siguientes: derecho a ser elector y elegible de acuerdo con lo dispuesto en la legislación electoral; derecho a participar en la gestión municipal de acuerdo con lo dispuesto en las leyes y, en su caso, cuando la colaboración con carácter voluntario de los vecinos sea interesada por los órganos de gobierno y administración municipal; derecho a utilizar, de acuerdo con su naturaleza, los servicios públicos municipales, y acceder a los aprovechamientos comunales, conforme a las normas aplicables; derecho a contribuir mediante las prestaciones económicas y personales legalmente previstas a la realización de las competencias municipales; derecho a ser informado, previa petición razonada, y dirigir solicitudes a la Administración municipal en relación con todos los expedientes y documentación municipal, de acuerdo con lo previsto en el art. 105 de la Constitución; derecho a pedir la consulta popular en los términos previstos en la Ley; derecho a exigir la prestación y, en su caso, el establecimiento del correspondiente servicio público, en el supuesto de constituir una competencia municipal propia de carácter obligatorio; y derecho a ejercer la iniciativa popular. La actuación del ciudadano ante la administración

La actuación del ciudadano ante la Administración puede ser, bien de carácter individual: por ejemplo el derecho de petición; o bien de carácter conjunto, por ejemplo, la participación ciudadana.