Pisa. L’evoluzione della città e del suburbio tra Antichita' e Altomedioevo, in VAQUERIZO D.,...

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monografías de arqueología cordobesa Vaquerizo, D.; Garriguet, J. A.; León, A. (Eds.) Ciudad y territorio: transformaciones materiales e ideológicas entre la época clásica y el Altomedioevo 20 [ 2014 ]

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monografíasde arqueologíacordobesa

Vaquerizo, D.;Garriguet, J. A.; León, A. (Eds.)

Ciudad y territorio: transformaciones materiales e ideológicas entre laépoca clásica y el Altomedioevo

20

[ 2014 ]

Monografías de Arqueología Cordobesa (MgAC), que

vio la luz por primera vez en 1994, es una serie de

carácter temático publicada por el Grupo de Investi-

gación Sísifo (P.A.I., HUM-236), de la Universidad de

Córdoba, con la colaboración, en este caso, del Minis-

terio de Ciencia e Innovación, y del Servicio de Publi-

caciones de la misma Universidad. La dirigen Desi-

derio Vaquerizo Gil y Juan Fco. Murillo Redondo, y

surge como instrumento para dar a conocer de forma

monográfi ca propuestas de interpretación arqueológi-

ca desarrolladas por Investigadores de dicho Grupo,

que someten así, de manera periódica, su trabajo al

juicio crítico de la comunidad científi ca internacional,

así como temas de especial relevancia para el avance

de la investigación arqueológica internacional, espa-

ñola y cordobesa.

20

2014

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Imagen de portada:

Plano de la Colonia Patricia de época imperial, sobre una imagen de la Campiña de Córdoba (montaje E. Cerrato).

Monografías de Arqueología CordobesaEdita: Grupo de Investigación Sísifo (P.A.I., HUM-236)

20. VAQUERIZO, D.; GARRIGUET, J. A.; LEÓN, A. (Eds.) 2014: Ciudad y territorio: transformaciones materiales e ideológi-cas entre la época clásica y el Altomedioevo, Monografías de Arqueología Cordobesa 20, Córdoba.

19. VAQUERIZO, D.; MURILLO, J. F. (Eds.) 2010: El Anfi teatro Romano de Córdoba y su entorno urbano. Análisis Arqueoló-gico (ss. I-XIII d.C.), Monografías de Arqueología Cordobesa 19 (2 vols.), Córdoba.

18. VAQUERIZO, D. (Ed.) 2010: Las Áreas Suburbanas en la ciudad histórica. Topografía, usos, función, Monografías de Arqueología Cordobesa 18, Córdoba.

17. RUIZ OSUNA, A. B. 2010: Colonia Patricia, centro difusor de modelos. Topografía y monumentalización funeraria en Baetica, Monografías de Arqueología Cordobesa 17, Córdoba.

16. RUIZ OSUNA, A. B. 2007: La monumentalización de los es-pacios funerarios en Colonia Patricia Corduba (ss. I a. C. - II d. C. ), Arqueología Cordobesa 16, Córdoba.

15. MORENO ROMERO, E. 2007: “Santa Rosa”. Un sector de la Necrópolis Septentrional de Colonia Patricia, Arqueología Cordobesa 15, Córdoba.

14. GUTIÉRREZ DEZA, M. I. 2007, Los opera sectilla cordobe-ses, Arqueología Cordobesa 14, Córdoba.

13. LEÓN PASTOR, E. 2007: La secuencia cultural de la Cordu-ba prerromana a través de sus complejos cerámicos, Arqueo-logía Cordobesa 13, Córdoba.

12. CASTRO DEL RÍO, E. 2005: El arrabal de época califal de la zona arqueológica de Cercadilla. La arquitectura doméstica, Arqueología Cordobesa 12, Córdoba.

11. VAQUERIZO, D.; GARRIGUET, J. A.; VARGAS, S. 2005: “La Constancia”. Una contribución al conocimiento de la topo-grafía y los usos funerarios en la Colonia Patricia de los siglos iniciales del Imperio, Arqueología Cordobesa 11, Córdoba.

10. MONTERROSO, A. 2005: Ex teatro cordubensi. La vida del monumento y la producción de cerámicas africanas en el Valle del Baetis, Arqueología Cordobesa 10, Córdoba.

9. CASAL, M. T. 2003: Los cementerios musulmanes de Qurtu-ba, Arqueología Cordobesa 9, Córdoba.

8. SALINAS, E. 2003: El vidrio romano de Córdoba, Arqueolo-gía Cordobesa 8, Córdoba.

7. SÁNCHEZ RAMOS, M. I. 2003: Un sector tardorromano de la necrópolis septentrional de Corduba, Arqueología Cordo-besa 7, Córdoba.

6. MARTÍN URDIROZ, I. 2002: Sarcófagos de plomo de Córdo-ba y provincia, Arqueología Cordobesa 6, Córdoba.

5. CÁNOVAS, A. 2002: La decoración pictórica de la villa de El Ruedo (Almedinilla, Córdoba), Arqueología Cordobesa 5, Córdoba.

4. SÁNCHEZ MADRID, S. 2002: Arqueología y Humanismo. Ambrosio de Morales, Arqueología Cordobesa 4, Córdoba.

3. VAQUERIZO, D.; MURILLO, J. F.; CARRILLO, J. R.; MORE-NO, M. F.; LEÓN, A.; LUNA, M. D.; ZAMORANO, A. M.ª 1994: El Valle Alto del Guadiato (Fuenteobejuna, Córdoba), Arqueología Cordobesa 3

2. VAQUERIZO, D.; MURILLO, J. F.; QUESADA, F. 1994: Fuen-te Tójar, Arqueología Cordobesa 2

1. QUESADA, F.; MURILLO, J. F.; CARRILLO, J. R.; CARMONA, S.; QUESADA, F. 1994: Almedinilla, Arqueología Cordobesa 1

MINISTERIODE CIENCIAE INNOVACIÓN

9788499271637

Córdoba, 2014

Ciudad y territorio: transformaciones materiales e ideológicas entre la época clásica y el Altomedioevo

Vaquerizo D.; Garriguet, J. A.; León, A. (Eds.)

N Ú M E R O 2 0 2 0 1 4

[ N U E V A É P O C A ]

DIRECTORES DE LA SERIE

Desiderio VAQUERIZO GILJuan Fco. MURILLO REDONDO

SECRETARIOS

José A. GARRIGUET MATAAlberto LEÓN MUÑOZ

© De los Autores.© Edita: Servicio de Publicaciones,

Universidad de Córdoba, 2014 Campus de Rabanales, Ctra. Nacional IV, Km. 396 14071 Córdoba www.uco.es/publicaciones [email protected]

Montaje portada: Eduardo CERRATO CASADO.

D. L. CO: 1.860/2014I.S.B.N.: 978-84-9927-163-7

CONFECCIÓN E IMPRESIÓN:

Imprenta Luque, S. L. - Córdobawww.imprentaluque.es

La dirección de MgAC no se hace responsable de las opiniones o contenidos recogidos en los textos, que competen en todo caso a sus autores

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Serie monográfica publicada por el Grupo de Investigación Sísifo (P.A.I., HUM-236), de la Universidad de Córdoba, en colaboración, en este caso, con su Servicio de Publicaciones.

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[ N U E V A É P O C A ]

[ 5 ]

Esta monografía recoge los resultados obtenidos en el marco del Proyecto

de Investigación "De la urbs a la civitas: transformaciones materiales e ideoló-

gicas en suelo urbano desde la etapa clásica al Altomedioevo. Córdoba como

laboratorio", financiado por la Dirección General de Investigación y Gestión del

Plan Nacional I+D+I. Ministerio de Ciencia e Innovación. Gobierno de España),

en su convocatoria de 2010 (Ref. HAR2010-16651; Subprograma HIST).

[ 7 ]

ÍNDICE

Córdoba, como laboratorio

Pág. 11 / 40 Vaquerizo Gil, D., “Ciudad y territorio en el Valle Medio del Betis: apuntes al hilo de una realidad dual, pero esquiva”

Pág. 41 / 54 Ruiz Bueno, M. D., “El entorno del decumanus maximus de Colonia Patricia Corduba: ¿evidencias de una remodelación urbanística hacia época severiana?”

Pág. 55 / 68 Ruiz Osuna, A., “Monumentalización funeraria en ámbito urba-no: vías de interpretación aplicadas a la Córdoba romana”

Pág. 69 / 84 Delgado Torres, M.; Jaén Cubero, D., “Territorio y ciudad. El yacimiento arqueológico de Fuente Álamo, Puente Genil (Cór-doba). Una reflexión”

Pág. 85 / 104 Garriguet Mata, J. A., “Imágenes sin poder. Destrucción, reuti-lización y abandono de estatuas romanas en la Corduba tar-doantigua. Algunos ejemplos”

Pág. 105 / 120 Cerrato Casado, E., “El epígrafe funerario de Cermatius: ¿un testimonio arqueológico del primer cristianismo cordobés?”

Pág. 121 / 136 Vázquez Navajas, B., “Algunas consideraciones acerca del abastecimiento y la evacuación de agua en la Corduba tar-doantigua”

Pág. 137 / 184 León Muñoz, A.; Murillo Redondo J. F.; Vargas, S., “Patrones de continuidad en la ocupación periurbana de Córdoba entre la Antigüedad y la Edad Media: 1. Los sistemas hidráulicos”

Pág. 185 / 200 Blanco Guzmán, R., “Una ciudad en transición: el inicio de la Córdoba Islámica”

Pág. 201 / 214 González Gutiérrez, C., “Hacia la ciudad islámica: de la per-cepción tradicional a la conceptualización arqueológica”

Varia

Pág. 217 / 234 Romero Vera, D., “Dinámicas urbanas en el siglo II d.C.: el caso de Colonia Augusta Firma Astigi (Écija, Sevilla)”

[ 8 ]

Pág. 235 / 250 Martín-Bueno, M.; Sáenz Preciado, J. C., “Valdeherrera, Bilbi-lis, Caesaraugusta: actualización de su conocimiento”

Pág. 251 / 264 Andreu Pintado, J., “Rationes rei publicae uexatae y oppida labentia. La crisis urbana de los siglos II y III d.C. a la luz del caso del municipio de Los Bañales de Uncastillo (Zaragoza, España)”

Pág. 265 / 282 Jiménez Salvador, J. L.; Ribera i Lacomba, A. V.; Rosselló Mes-quida, M., “Valentia y su territorium desde época romana im-perial a la antigüedad tardía: una síntesis”

Pág. 283 / 292 Bermejo Meléndez, J.; Campos Carrasco, J. M., “El mundo tardoantiguo al occidente del conventus Hispalensis. La tras-formación y ruptura del modelo clásico”

Pág. 293 / 308 Schattner, Th. G., “Breve descripción de la evolución urbanís-tica de Munigua desde sus comienzos hasta la época tardoan-tigua”

Pág. 309 / 324 Rascón Marqués, S.; Sánchez Montes, A. L., “Complutum: de la ciudad clásica a la deconstruida a través de 700 años de historia”

Pág. 325 / 338 Beltrán de Heredia Bercero, J., “Barcelona, colonia en la His-pania romana y sede regia en la Hispania visigoda”

Pág. 339 / 354 Costantini, A., “Pisa. L’evoluzione della citta' e del suburbio tra Antichita' e Altomedioevo”

Pág. 355 / 366 Bernardes, J. P., “Ossonoba e o seu território: as transforma-ções de uma cidade portuária do sul da Lusitânia”

Pág. 367 / 382 Lopes, V., “Mértola na Antiguidade Tardia”

Pág. 383 / 414 Alba, M., “Mérida visigoda: construcción y deconstrucción de una idea preconcebida”

[ 339 ]Ciudad y territorio: transformaciones materiales e ideológicas entre la época clásica y el Altomedioevo Córdoba, 2014

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63-7PISA. L’EVOLUZIONE DELLA CITTA’ E DEL SUBURBIO TRA

ANTICHITA’ E ALTOMEDIOEVO1

Alessandro COSTANTINI

Archeologo

[email protected]

R E S U M E NAbordamos en el presente trabajo un acercamiento a la ciudad de Pisa y de sus áreas suburbanas entre la etapa romana y el alto medioevo, proponiendo una síntesis al respecto sobre la base de los datos arqueológicos y las fuentes escritas. Después de describir las características del entorno natural en el que se ubica la ciudad, en el centro de una llanura surcada por numerosos cursos de agua, pasamos revista a los monumentos públicos y la edilicia privada del suburbio, en el que menudean los talleres y las oficinas cerámicas. Entre la tardoantigüedad y el alto medioevo, si bien Pisa se mantiene como una importante escala comercial del Tirreno, aparecen los primeros síntomas de despoblación y de disgregación de la ciudad (debidos también al empeoramiento de las condiciones ambientales), que dan paso a una radical reorganización urbana, presidida por la construcción del complejo episcopal. Poco después Pisa aparecerá ya como una ciudad manifiestamente diferente de la que había sido durante su etapa romana.

Palabras clave: Pisa, suburbio, época romana, tardoantigüedad.

R I A S S U N T OIl presente contributo prende in esame la città di Pisa e le sue aree suburbane tra l’età romana e l’altomedioevo, proponendo una sintesi dei dati disponibili grazie alla ricerca archeologica e alle fonti scritte. Dopo aver descritto le caratteristiche dell’ambiente naturale in cui si situa la città, al centro di una pianura solcata da numerosi corsi d’acqua, si passano in rassegna i monumenti pubblici, l’edilizia privata nonché le caratteristiche del suburbio, costellato di fattorie e officine ceramiche. Al passaggio tra tarda antichità e alto medioevo, nonostante Pisa resti un importante scalo commerciale del Tirreno, compaiono i primi segni di spopolamento e di disgregamento della città (dovuti anche al peggioramento delle condizioni ambientali), con una radicale riorganizzazione urbana e con la creazione del complesso episcopale. In conseguenza di questi mutamenti, Pisa altomedievale apparirà come una città nettamente diversa da quella romana.

Parole chiave: Pisa, suburbio, età romana, tarda antichità.

INTRODUZIONE. L’AMBIENTE NATURALE E LE INFRASTRUTTURE

Pisa ha rappresentato per tutta l’antichità un centro molto attivo e di grande importanza nel quadro dell’Italia tirrenica, profondamente legato al mare e alle principali rotte marittime mediterranee. Già in epoca etrusca la città, nata dallo sviluppo di più antichi insediamenti villanoviani databili tra VIII e VII secolo a.C., appare come un centro urbano di rilievo, al centro di un vastissimo territorio soggetto alla sua influenza (BRUNI, 1998; PARIBENI, 2011). Sorta in un’area segnata da paludi, acquitrini

1 Intendo ringraziare di cuore il Prof. Desiderio Vaquerizo per avermi dato l’opportunità di pubblicare questo contributo,

e per avermi ospitato nel 2010 presso il suo gruppo di ricerca dell’Università di Cordoba, nell’ambito del mio progetto di Dot-

torato sulle sepolture tardoantiche.

[ 340 ] Ciudad y territorio: transformaciones materiales e ideológicas entre la época clásica y el Altomedioevo Córdoba, 2014

Alessandro Costantini

e corsi d’acqua, al centro di una pianura fertile e allo sbocco del ricco entroterra rappresentato dalla valle del fiume Arno, Pisa etrusca era caratterizzata dal fatto di trovarsi tra due fiumi, l’Arno a sud e l’Auser a nord, elementi che, come ricordano le fonti antiche, segnavano profondamente il paesaggio pisano, rendendolo molto diverso da quello attuale (Strab. V, 2, 5; Rut. Nam., De Red., I, 566; PA-SQUINUCCI, MENCHELLI, 2008, 115).

Della topografia della Pisa romana si conosce purtroppo ben poco, nonostante l’ampiezza della zona urbana interessata dagli scavi archeologici. La lacuna è dovuta a due fattori diversi: la profondità delle stratigrafie di quest’epoca, difficilmente raggiungibili a causa della risalita dell’acqua di falda, e, ancor più importante, l’impetuoso sviluppo della città in epoca medievale, momento della sua mas-sima prosperità e potenza; gli interventi medievali infatti hanno determinato un drastico mutamento dell’organizzazione urbana di Pisa e hanno portato alla distruzione e all’obliterazione della maggior parte delle strutture di età romana. Così, come notato da Bruni, a causa dei drastici mutamenti suc-cedutisi nel corso dei secoli, ogni tentativo “di leggere il tessuto urbano della città etrusca e romana attraverso le maglie della pianta dell’insediamento medioevale e moderno risultano (oggi) destinati al fallimento” (BRUNI, 2000, 9)

Questa scarsità di informazioni per l’età romana può apparire paradossale data la grandissima quantità di elementi architettonici, epigrafi e sarcofagi antichi che decorano le chiese e i monumenti di Pisa; quasi tutti questi elementi sono stati però prelevati nel corso del Medioevo da Roma e da Ostia ed il loro studiato reimpiego nelle architetture cittadine di Pisa si deve alla precisa volontà di esaltare il prestigio della città ed elevarla al rango dell’Urbe (PARRA, 2003).

Al di là di queste considerazioni, possiamo comunque immaginare per la Pisa romana uno spazio urbano e suburbano ben diverso dall’attuale, dove un ruolo fondamentale era rivestito senza dubbio dalla presenza già ricordata dei fiumi Arno e Auser: il primo caratterizzato da un andamento piuttosto regolare, che doveva ricalcare grosso modo il suo corso attuale; il secondo invece –attual-mente scomparso dalla geografia pisana, dopo aver subito nei secoli molte variazioni di percorso, ma vero fulcro intorno a cui gravitava l’insediamento urbano nell’antichità– era contraddistinto all’epoca da un andamento irregolare e tortuoso, con vari rami minori. Al riguardo studi recenti, basati su im-magini termografiche, hanno rivelato nell’area settentrionale di Pisa l’esistenza di numerosi paleoal-vei, difficili da datare ma probabilmente connessi con il percorso cittadino dell’Auser in epoca antica e altomedievale. Essi permettono di ricostruire in parte l’antico andamento del fiume, che creava un’ansa profonda nella porzione nord-est della città e, più ad ovest, un curva che delineava il confi-ne meridionale dell’attuale Piazza Duomo, dividendo quest’ultima dal resto dell’abitato (GATTIGLIA, 2011, 38-39). Ancora più ad ovest un ramo dell’Auser si immetteva in Arno con una tale violenza, secondo il racconto di Strabone, da impedire a chi stava sulla riva dell’uno di vedere chi stava su quella dell’altro. Questo fatto rivela un’abbondanza di acqua nella zona, connessa probabilmente all’esistenza, intorno alla città, di acquitrini e piccoli laghi, che, nei secoli di abbandono delle opere di regimazione delle acque, durante l’altomedioevo, portarono, come indicano numerosi toponimi medievali, alla creazione di aree paludose all’interno della città stessa (GATTIGLIA, 2011, 39).

L’analisi del quadro urbano e suburbano di Pisa romana deve necessariamente tener conto del contesto ambientale fin qui descritto, molto diverso da quello attuale e capace di influenzare le scelte insediative nel corso dei secoli. Pisa si trovava al centro di una pianura fertile, rinomata per le produzioni di grano, di vino e per la qualità del legname, con una forte vocazione manifatturiera ed artigianale, delineatasi già in epoca etrusca con il fiorire di rinomate officine ceramiche. I prodotti del territorio venivano agevolmente smerciati attraverso l’articolato sistema di porti pisani ubicati lungo la costa, vera e propria porta di accesso al Mediterraneo. Tra questi i principali erano Portus Pisanus a sud, presso Livorno, San Piero a Grado, presso un ramo dell’Arno, e Isola di Migliarino a nord, colle-gati ad altri approdi minori tramite canali e vie terrestri (PASQUINUCCI, 2003; FABIANI et al., 2013, 162-163). Altri scali erano presenti nelle vicinanze della città. Le tracce di uno di questi sono state rinvenute in anni recenti presso il sito di San Rossore, a poche centinaia di metri ad ovest di Piazza del Duomo, dove è affiorata una straordinaria concentrazione di relitti di navi romane, con resti dei

PISA. L'EVOLUZIONE DELLA CITTA' E DEL SUBURBIO TRA ANTICHITA' E ALTOMEDIOEVO

[ 341 ]Monografías de Arqueología Cordobesa 20 Páginas 339-354 ISBN 978-84-9927-163-7

carichi e un’enorme mole di reperti di ogni tipo, che datano l’attività di questo approdo suburbano, dislocato lungo l’antico corso dell’Auser, tra il II secolo a.C. e il V secolo d.C. (CAMILLI, SETARI, 2005) (Lám. 1, 1)

In età romana Pisa era anche al centro di una fitta rete di strade: lungo il litorale correvano la via Aurelia vetus, il cui tracciato, lungo la costa, portava a Portus Pisanus e allo scalo di S. Piero a Grado (mentre l’Aurelia nova ne costitu-iva il prolungamento a nord fino a Luni) e la via Aemilia Scauri, che seguiva un tracciato più interno; verso est, si trovava la via Quinctia, aperta nel II secolo a.C. per collegare Pisa e Firenze, costeggiando la sponda sinistra dell’Arno (PASQUI-NUCCI, 2003, 84-85); verso nord-est correva infine la strada diretta a Lucca, iter a Luca Pisas m. p. XII, secondo la definizione dell’Itinerarium Antonini, che ne indica in questo modo anche la lunghezza (CECCARELLI LEMUT, PASQUI-NUCCI, 1991).

L’ETÀ ROMANA

Data la sua posizione favorevole lungo le vie d’acqua e di terra, Pisa entrò nell’or-bita di Roma intorno alla metà del III secolo a.C., come città alleata nel quadro dell’espansione romana nell’alto Tirreno. In questo periodo, le due città stabiliro-no reciproci rapporti di amicizia, che tuttavia non impedirono a Roma di fondare non lontano da Pisa le due colonie di Lucca, nel 180 a.C. e di Luni, nel 177

Lám. 1. Foto aerea di

Pisa con i principali

siti di età romana

e con i toponimi

medievali citati nel

testo: 1) Cantiere

delle Navi antiche di

Pisa San Rossore; 2)

Piazza Duomo; 3)

via Galluppi; 4) via

S. Stefano; 5) Stadio

Arena Garibaldi;

6) Porta a Lucca -

Terme “di Nerone”;

7) via Marche; 8)

Teatro/Anfiteatro;

9) area di San

Zeno; 10) Giardini

dell’Arcivescovado;

11) via

Sant’Apollonia;

12) Piazza Dante

(rielaborato da

GATTIGLIA, 2011).

[ 342 ] Ciudad y territorio: transformaciones materiales e ideológicas entre la época clásica y el Altomedioevo Córdoba, 2014

Alessandro Costantini

a.C., riducendo fortemente il territorio pisano ed insidiando in questo modo il suo primato sul Tirreno settentrionale, in particolare con la deduzione della colonia di Luni, nuovo centro produttivo ed importante scalo commerciale nella zona. Alla fine della Guerra Sociale del 90-88 a.C. la città divenne municipium, acqui-sendo la piena cittadinanza romana. Tra il 42 e il 27 a.C. fu dedotta la Colonia Opsequens Iulia Pisana, in concomitanza con una drastica riorganizzazione del tessuto urbanistico e del suburbio, nel quale venne promosso un vasto program-ma di centuriazione delle campagne, con l’insediamento di numerosi coloni e la creazione di vari impianti rurali (PARIBENI et al., 2011, 71; FABIANI et al., 2013, 162). Come conseguenza della centuriazione si avviò anche una capillare opera di bonifica e di regimazione delle acque nella pianura circostante (PASQUI-NUCCI, 1995, 311-312; FABIANI et al., 2013, 182).

Non si conoscono i reali limiti dell’abitato nella Pisa romana e non ci sono, per questi secoli, testimonianze archeologiche dell’esistenza di un circuito mu-rario, tanto da indurre a credere che l’esteso sistema di paludi e vie d’acqua che cingeva la città costituisse già di per sé un’ottima linea difensiva. È attualmente ignota l’ubicazione del Foro e quella della maggior parte dei principali monumen-ti cittadini, ma alcune informazioni al riguardo sono deducibili da due epigrafi, datate al 2 e al 4 d.C., note come decreta pisana (CIL XI, 1420-1421). Queste contengono le disposizioni riguardo agli onori funebri da attribuire a Lucio e Gaio Cesare, nipoti di Augusto, e menzionano alcuni degli edifici pubblici all’epoca esistenti in città. Il primo atto fu formulato nell’Augusteum, affacciato sul Foro,

Lám. 2. Le Terme “di

Nerone” presso Porta

a Lucca.

PISA. L'EVOLUZIONE DELLA CITTA' E DEL SUBURBIO TRA ANTICHITA' E ALTOMEDIOEVO

[ 343 ]Monografías de Arqueología Cordobesa 20 Páginas 339-354 ISBN 978-84-9927-163-7

mentre il secondo fa riferimento a templi, bagni pubblici, botteghe e edifici per spettacoli e prescrive l’erezione “nel luogo più frequentato della colonia” di un arco decorato con rilievi e statue equestri dei due defunti (SEGENNI, 2003). Purtroppo di questi monumenti di età augustea non è rimasta traccia a Pisa, mentre maggiori evidenze di edifici pubblici sono riferibili ad un altro momento di fervore edilizio, inquadrabile tra la fine del I secolo d.C. e gli inizi del II d.C., anni in cui la città raggiunge la massima espansione (PASQUINUCCI, 2003, 82; BRUNI,1995, 179-180). A questi anni risalgono le cosiddette “Terme di Nerone” (sulla base di una tradizione antiquaria che ne faceva risalire l’origine a questo imperatore), costruite nella seconda metà del I d.C. nell’area nord-orientale dell’abitato antico, vicino al corso dell’Auser e ad importanti quartieri residenziali, sebbene la loro posizione periferica ne lasci immaginare l’uso anche da parte degli abitanti del suburbio settentrionale (Lám. 1, 6; 2). Agli inizi del II d.C. queste terme furono ristrutturate per iniziativa di una potente famiglia pisana, i Venulei Aproniani, a cui si deve anche la costruzione dell’acquedotto che giungeva in città da nord-est e di cui rimangono ancora otto arcate visibili in località Caldaccoli (calidae aquae) (PASQUINUCCI, MENCHELLI, 1989; PASQUINUCCI, 2003).

Un edificio per spettacoli, forse un teatro o più probabilmente un anfiteatro, data la sua posi-zione, subito fuori dall’abitato e al di là dell’Auser, nei pressi di un quartiere a vocazione artigianale, è invece da riconoscere nelle strutture emerse più di un secolo fa nell’area di San Zeno, nel settore orientale della città, disposte a raggiera e realizzate in opera cementizia (PASQUINUCCI, 2003, 82; FABIANI et al., 2013, 178) (Lám. 1, 8; 3). L’identificazione come anfiteatro è corroborata dal toponimo con cui nel Medioevo era indicata questa zona della città: Parlascio, un termine di origine longobarda, usato per indicare i luoghi in cui si svolgevano i combattimenti tra orsi. La stessa zona era nota anche coi nomi di a le grotte e petricio, che indicherebbero l’esistenza di ambienti voltati non più in uso e l’utilizzo come cave di pietra (GARZELLA, 1990, 3-5; GATTIGLIA, 2011, 65).

Per quanto riguarda l’edilizia residenziale, un gran numero di informazioni proviene dal quartiere di domus indagato presso l’attuale Piazza Duomo (Lám. 1, 2). In questo settore cittadino, ubicato presso il limite nord-occidentale di Pisa romana, a ridosso dell’Auser, era infatti situata una serie di abitazioni di livello medio-alto, a giudicare dall’articolazione degli ambienti e dal tono degli apparati decorativi (pavimenti a mosaico, pareti affrescate, decorazioni in marmo) (Lám. 5). Le domus, risa-lenti in alcuni casi agli inizi del I secolo a.C., continuarono ad essere abitate e ripetutamente ristrut-turate fino al V secolo d.C. (BRUNI, 1995; PARIBENI et al., 2011, 79-86). La posizione periferica di questo ricco quartiere residenziale non stupisce se si pensa alla sua antica prossimità all’Auser e al probabile porto urbano ubicato presso il sito di San Rossore, distante poche centinaia di metri. In epoca romana queste domus occupavano piuttosto una posizione strategica, a cui dovevano essere particolarmente interessati gli imprenditori ed i mercanti (in gran parte di origine libertina) che aveva-no nei traffici transmarini la loro principale fonte di guadagno (PARIBENI et al., 2011, 86).

Tracce di antiche abitazioni sono venute in luce anche in altri tre punti della città: nel giardino dell’Arcivescovado (Lám. 1, 10), non lontano da Piazza Duomo, in via S. Apollonia (Lám. 1, 11), dove sono state individuate strutture datate dall’età augustea al II secolo d.C. e in Piazza Dante, (Lám. 1, 12) nelle vicinanze del corso dell’Arno, dove sono state riconosciute strutture riferibili ai primi anni dell’Impero (PASQUINUCCI, 2003, 82; FABIANI et al., 2013, 173).

IL SUBURBIO

Per quanto riguarda l’area suburbana di Pisa, essa, come accadeva in gran parte delle città romane, era verosimilmente disseminata di horti e fattorie che lambivano i confini della città. Tracce della maglia centuriale e di strutture rurali sono emerse in anni recenti, grazie alle ricognizioni effettuate soprattutto nell’area settentrionale e orientale del territorio pisano, zona maggiormente risparmiata dall’espansione urbanistica della città moderna (FABIANI et al., 2013, 182).

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Alessandro Costantini

Nell’area dello Stadio Arena Garibaldi (Lám. 1, 5), immediatamente a nord dell’antico corso dell’Auser, le indagini archeologiche hanno portato al rinveni-mento di strutture riferibili a due domus, con fasi che vanno dall’età tardo-repub-blicana al pieno Impero e ristrutturazioni riferibili al II-III secolo d.C. (MACCARI, 2007-2008, 73).

Altre evidenze di impianti agricoli sono emerse nell’area nord-orientale del suburbio, dove, attraverso le ricognizioni, sono state individuate alcune signifi-cative aree di dispersione di materiali ceramici, alcuni lacerti murari orientati secondo le divisioni centuriali e alcuni resti di pavimentazioni in cocciopesto e in battuto. In un caso, in località La Figuretta, tali resti sono stati collegati all’antica presenza di una fattoria e sono stati associati anche a probabili tracce di sepoltu-re ad incinerazione (FABIANI et al., 2013, 183-184).

In età romana, Pisa aveva uno dei suoi punti di forza nell’attività manifat-turiera e artigianale, in particolare nella produzione di ceramiche, avviata in area pisana già in epoca preromana, ma sviluppata in modo ancora più significativo a partire dall’età augustea, con la realizzazione di vasellame in terra sigillata italica, apprezzato ed esportato in grandi quantità in tutto il mondo romano. Il più cono-sciuto tra i vasai pisani, in base alla testimonianza dei bolli che caratterizzano le sue produzioni, è Cnaeus Ateius, che, dopo aver avviato la sua florida attività ad Arezzo, spostò la produzione a Pisa proprio per sfruttare la sua maggiore vicinan-za al mare e l’abbondanza di materie prime presenti nel suo territorio. In seguito, circa alla metà del I secolo d.C., il vasellame prodotto da Ateius venne sostituito da quello in sigillata tardo italica che usciva da altre importanti officine della

Lám. 3. Area di San

Zeno con evidenziate

in nero le strutture

emerse e la probabile

ricostruzione

dell'Anfiteatro

(rielaborato da

Fabiani et al., 2013)

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zona pisana di proprietà di produttori altrettanto famosi ed apprezzati all’epoca, come ad esempio L. Rasinius Pisanus, il cui nome, insieme a quello di altri suoi colleghi, è ancora una volta variamente attestato dai bolli sui vasi (MENCHELLI, 2003, 100-101).

Tracce delle officine impegnate in questa vasta produzione sono venute in luce nell’immediato suburbio settentrionale della città, a ridosso dell’antico corso dell’Auser, in via San Zeno (Lám. 1, 9) e, più ad ovest, in via Galluppi (Lám. 1, 3) e via Santo Stefano (Lám. 1, 4), vicino allo Stadio. In questa zona, caratterizzata probabilmente in epoca romana da una spiccata vocazione artigianale, scavi archeologici hanno portato alla scoperta di scarichi di fornace di sigillate italiche, che possiamo immaginare ragionevolmente vicine alle fornaci vere e proprie, poste in posizione strategica vicino al fiume, proprio per sfruttarne tutte le potenzialità, sia per l’approvvigionamento di materie prime - ac-qua, argilla, legname giunto tramite fluitazione – sia per lo smercio dei prodotti finiti verso i mercati mediterranei (PASQUINUCCI, 1995, 316; PASQUINUCCI, 2003, 82-83; MENCHELLI, 2003).

Nello stesso periodo, non sono solo le aree del suburbio cittadino ad essere coinvolte in questa fiorente attività produttiva e commerciale: anche il territorio circostante mostra infatti, in questa fase, una grande vitalità, confermata ancora oggi dalle tracce archeologiche di vari siti, disseminati nell’in-tero ager pisanus e chiaramente dediti, in epoca romana, alla produzione di vasellame fine, di laterizi e di anfore per l’esportazione del vino locale (PASQUINUCCI, 1995; MENCHELLI, 2003).

Tra le altre attività economiche che caratterizzavano Pisa romana, le fonti ricordano l’esporta-zione del legname, quella della pietra utilizzata nell’edilizia e la cantieristica navale2: i collegia dei fabri navales e dei fabri tignarii (carpentieri e legnaioli), sono ricordati anche dalle testimonianze epigrafiche (CIL XI, 1436; SEGENNI, 2003).

Riguardo alle aree sepolcrali pertinenti all’abitato pisano in età romana, ci troviamo ad avvalerci ancora una volta di una documentazione assai lacunosa. Tracce di un sepolcreto ad incinerazione, probabilmente databile al II-I secolo a.C., sono venute in luce ad ovest della città, nei pressi del tratto della via Aurelia immediatamente a sud dell’Arno, a S. Giovanni al Gatano; lungo la stessa via, più a nord, alcune iscrizioni testimoniano la presenza di altre sepolture (BANTI, 1943, 88-92; FABIANI et al., 2013, 180-181). Altre aree di necropoli sono attestate nell’area di San Rossore e presso Porta a Lucca, lungo l’antica strada diretta a questo centro, una zona a destinazione funeraria fino alla tarda antichità. Altre notizie di rinvenimenti sporadici provengono da varie zone del suburbio, senza che sia possibile definire in maniera compiuta una geografia delle necropoli pisane di età romana.

Un ritrovamento interessante al riguardo è costituito dall’epigrafe sepolcrale dei Septumii, reim-piegata in un edificio medievale, ma che in origine era collocata sul sepolcro familiare di questa gens pisana, un monumento oggi scomparso, eretto da L. Septumius, che ricoprì anche l’importante carica di duoviro della colonia. L’epigrafe è databile agli ultimi anni del I secolo a.C., dunque nel pe-riodo immediatamente successivo alla creazione della colonia, ed offre una significativa testimonianza dell’esistenza nel suburbio pisano di mausolei e tombe monumentali di un certo prestigio, che furono probabilmente saccheggiate e smantellate in epoca tardoantica e medievale per il recupero di mate-riali da costruzione (LETTA, 1985, 237).

L’ETÀ TARDOANTICA

L’organizzazione urbana di Pisa romana, così come era stata delineata nella prima età imperiale, sembra essersi conservata, pressoché immutata, almeno fino agli inizi del V secolo d.C.. I dati in nostro possesso mostrano infatti che le domus rinvenute in Piazza Duomo e quelle dei giardini dell’Ar-civescovado continuarono ad essere abitate sicuramente fino a questo periodo, con ristrutturazioni e mutamenti che non ne stravolsero mai la natura residenziale.

2 Strab. V, 2, 5, dove si ricorda l’abbondanza di legname delle foreste prossime a Pisa.

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Il Foro della città continuava verosimilmente a svolgere le sue funzioni civili e ad ospitare statue di personaggi famosi, dal momento che Rutilio Namaziano, in viaggio da Roma alla Gallia agli inizi del V secolo, racconta nel De reditu di aver fatto tappa a Pisa e di essersi recato nel Foro per rendere omaggio alla statua del padre Lacanio, consularis di Tuscia e Umbria (Rut. Nam. De Red. I, 560).

La qualità e la quantità delle importazioni attestate nei contesti archeologici non mostrano per quest’epoca alcuna traccia di declino e testimoniano anzi come la Pisa tardoantica fosse ancora pie-namente inserita nei circuiti economici e commerciali dell’Impero (COSTANTINI, 2011). Nel IV secolo d’altronde, tutta la Toscana settentrionale sembra essere stata interessata da un nuovo significativo momento di prosperità: in questo periodo infatti le città della zona dislocate, come Pisa stessa, lun-go itinerari strategici, sembrano ritrovare, proprio in virtù della loro posizione favorevole, un nuovo slancio vitale, mentre nelle campagne vengono fondate o ampliate numerose villae e residenze di prestigio, in conseguenza della riorganizzazione del territorio e dei rinnovati interessi dell’aristocrazia senatoria per queste terre, in grado di produrre ed esportare un elevato surplus agricolo (CANTINI, CITTER, 2010). Una di queste ville di lusso, prossima a Portus Pisanus e quindi afferente al suburbio di Pisa, può essere stata ad esempio la residenza di Protadio, che, secondo il racconto di Rutilio Na-maziano, avrebbe offerto ospitalità al poeta e gli avrebbe permesso di raggiungere da lì la città a bordo di un carpentum, seguendo probabilmente la via Aurelia (PASQUINUCCI, MENCHELLI, 2008, 120).

Ancora difficile risulta delineare un quadro preciso ed affidabile riguardo all’affermazione del Cristianesimo a Pisa, poiché le testimonianze archeologiche e documentali in proposito sono poche e lacunose. Numerose leggende, sorte nel corso dell’altomedioevo, sottolineano l’antichità dell’evange-lizzazione di Pisa, riconducendola addirittura al I secolo d.C., quando San Pietro sarebbe giunto sul litorale pisano e sarebbe avvenuto il martirio di Torpè; per quanto privi di fondamento storico, questi racconti evidenzierebbero lo stretto legame di Pisa con la chiesa di Roma e il ruolo dei traffici marit-timi nella diffusione della nuova religione, un ruolo che appare in effetti confermato – come vedremo - dall’ubicazione stessa della Cattedrale. La nascita della chiesa pisana è d’altronde sicuramente antecedente il 313 d.C., poiché il vescovo di Pisa, Gaudentius, compare tra i ventuno partecipanti al sinodo romano organizzato per risolvere la questione tra Ceciliano e lo scismatico Donato, notizia che presuppone la presenza in città di una chiesa già ben radicata e strutturata. Dopo Gaudentius, le fonti tacciono sui rappresentanti della chiesa locale per quasi due secoli, fino alla lettera che papa Gelasio I (492- 496) scrive al vescovo pisano Giovanni (CECCARELLI LEMUT, SODI, 1996, 26-35).

LE EVIDENZE ARCHEOLOGICHE

I rinvenimenti archeologici relativi alla tarda antichità sono per Pisa piuttosto scarsi. Oltre alle domus già menzionate, un’evidenza importante è quella rappresentata dal ritrovamento della necropoli di via Marche, nel suburbio settentrionale della città, nei pressi dell’antico corso dell’Auser e lungo la via che univa all’epoca Pisa a Lucca (Lám. 1, 7). Le numerose sepolture della necropoli, a cappuccina, in fossa semplice e in anfora, dotate solo di pochi elementi di corredo, si datano per lo più tra III e V secolo d.C., sebbene alcune tombe riferibili al VI-VII secolo d.C. dimostrino una qualche continuità d’uso della zona sepolcrale anche in epoca successiva (COSTANTINI, 2007-2008).

Un fatto di notevole interesse è rappresentato per la Pisa tardoantica dal drastico mutamento di destinazione subito in questo periodo dai quartieri artigianali che, in epoca romana, occupavano la zona a nord della città, presso l’attuale via Galluppi e via Santo Stefano: qui infatti, nel IV secolo, vengono realizzate alcune sepolture, che testimoniano evidentemente una precedente dismissione degli impianti produttivi (ANICHINI, BERTELLI, 2009; FABIANI et al., 2013, 180). Lo stesso avvie-ne immediatamente a nord, sulle ville scoperte presso lo Stadio: anch’esse vengono abbandonate e sulle loro macerie si impiantano alcune tombe a cappuccina (MACCARI, 2007-2008, 73). In base a quanto detto in precedenza riguardo alla situazione economica e commerciale di Pisa tra V e IV secolo, questi fatti non possono chiaramente essere imputati ad un momento di decadenza della città

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o delle sue campagne, ma testimoniano senza dubbio un primo cambiamento im-portante, connesso con l’avvicinarsi delle aree sepolcrali all’abitato e mostrano, per questo periodo, la perdita d’importanza del suburbio settentrionale, un tempo fulcro delle attività artigianali cittadine.

Un primo sostanziale mutamento nella struttura urbana di Pisa sembra av-venire, in base alle testimonianze archeologiche, nel corso del V secolo, quando la città e il territorio cominciano a mostrare i segni della progressiva destruttura-zione che porterà alla nascita della città altomedievale.

Proprio nel corso di questo secolo la città si dota probabilmente di un cir-cuito murario, non ancora individuato dalle indagini archeologiche, ma citato più volte nei documenti di epoca medievale che lasciano supporre l’esistenza di mura cittadine anteriori a quelle pienamente medievali tuttora visibili. Tali fonti non permettono di avanzare ipotesi certe sulla cronologia di questo primo, antico cir-cuito murario di Pisa, ma una sua datazione nel corso del V secolo sembrerebbe

Lám. 4. ipotetico

tracciato delle mura

tardoantiche (da

GATTIGLIA, 2011).

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giustificata da vari fattori: tra questi, la sua mancata menzione da parte di Rutilio Namaziano, gene-ralmente attento a descrivere o citare le mura dei centri che tocca durante il suo viaggio, e l’esclusione da questa cinta muraria della Piazza del Duomo e dell’intero centro episcopale cittadino, una scelta che risulterebbe incomprensibile in un momento storico successivo alla sua fondazione, quando l’area era già divenuta il fulcro religioso di Pisa, ma che si spiegherebbe invece in una fase storica in cui que-sta zona, posta ai margini dell’abitato, non aveva ancora assunto tale ruolo (GATTIGLIA, 2011, 66).

In base alle ricostruzioni proposte, la porzione di città racchiusa da queste mura sembra esse-re stata più piccola rispetto a quella che doveva essere l’estensione di Pisa in epoca romana. Esse avrebbero incluso la fascia che andava dall’Auser a nord all’Arno a sud, sul quale si apriva una delle principali porte cittadine (la Porta Aurea), in corrispondenza di un ponte che collegava la città con l’altra sponda e con le vie provenienti da sud, in particolare la via Aemilia Scauri (GATTIGLIA, 2011, 66-68) (Lám. 4). Le ridotte dimensioni della città in questo periodo potrebbero essere giustificate da un progressivo spopolamento del centro urbano e dalla conseguente riduzione dell’estensione dell’a-bitato, i cui primi indizi sono forse da riconoscere nelle già ricordate sepolture realizzate nei quartieri artigianali dell’immediato suburbio. L’esclusione di parte dell’abitato di età romana dalla cinta muraria tardoantica sembra d’altronde essere testimoniato anche da alcuni toponimi di epoca medievale, tra cui ad esempio civitas vetera (in civitate vetera), riferito ad una zona posta fuori dalle mura orientali della città, dove erano probabilmente ancora visibili strutture romane di cui non conosciamo la natura effettiva, ma che dovevano aver ormai perso la loro funzione originaria. Questa parte della città risul-terà quasi del tutto abbandonata nel corso dell’altomedioevo a causa dei fenomeni di impaludamento. Un altro termine associabile a resti di età romana è da riconoscere nel (supra) castello, ubicato nel settore sud-orientale di Pisa, che potrebbe far riferimento ad un castellum aquae, punto di arrivo dell’acquedotto proveniente da nord (GATTIGLIA, 2011, 64-65) (Lám. 1). In generale, gli studi con-dotti sulle altimetrie dell’area pisana nel corso dei secoli, mostrano che questo ipotetico circuito mu-rario tardoantico includeva probabilmente solo le zone più rilevate della città ed escludeva invece, sia ad est che ad ovest, ampie porzioni di terreni soggetti a periodiche inondazioni e trasformatisi infine in acquitrini; questa ipotesi sembra ancora una volta confermata dalla toponomastica medievale di Pisa, che indica ad ovest, la zona cosiddetta Paludozzeri, da palus Auseris e ad est una più generica zona in palude (GATTIGLIA, 2011, 41).

Il progressivo impaludamento della pianura pisana è causato dal venir meno, a partire dal V-VI secolo, delle opere di regimazione e drenaggio dei numerosi corsi d’acqua che la solcavano, dovuto all’abbandono dell’assetto agricolo di età romana. Questa situazione accomuna, in epoca tardoan-tica, numerosi centri della Toscana e dell’Italia tutta, evidenziando per questo periodo un generale degrado dell’assetto idrogeologico del territorio in concomitanza con un probabile peggioramento delle condizioni climatiche (GATTIGLIA, 2011a, 43-44; FABIANI et al., 2013, 164-165). Un tale peggioramento è in effetti documentato, in particolare nel VI secolo, sia dalle tracce geologiche, che indicano il verificarsi di alcune rovinose alluvioni dell’Arno nella zona di Firenze, sia dalle fonti storiche e da alcune leggende, che attribuiscono ad esempio a San Frediano, vescovo di Lucca proprio nel VI secolo, un intervento miracoloso per deviare il corso dell’Auser che minacciava il territorio con le sue esondazioni; ed un prodigio simile sarebbe attestato dalle fonti anche in riferimento alla figura di San Savino, che in questo modo, nel secolo precedente, avrebbe salvato la città di Piacenza (ARNOLDUS-HUIZENDVELD, 2007, 60; CIAMPOLTRINI, 2011, 9-10).

A Pisa, l’esistenza di vaste aree acquitrinose ai margini della città sembra perdurare per tut-to l’altomedioevo, condizionando la topografia dell’abitato: solo a partire dal X secolo, con l’inizio dell’espansione che porterà al boom economico di Pisa nell’XI e XII secolo, si hanno prove dell’av-vio della bonifica delle paludi limitrofe, in parallelo con l’incremento della popolazione (GATTIGLIA, 2011, 74).

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LA PIAZZA DEL DUOMO: DA QUARTIERE RESIDENZIALE A CENTRO RELIGIOSO

Di notevole interesse appaiono i mutamenti che, a partire dal V secolo, interes-sano il quartiere di abitazioni romane che occupava lo spazio dell’attuale Piazza Duomo, mutamenti che condurranno, nel volgere di alcuni secoli, alla creazione del centro religioso della città cristiana.

A partire dalla fine del V secolo le domus iniziano a crollare e ad essere parzialmente abbandonate. In alcuni casi persistono tracce di riutilizzo degli am-bienti a fini abitativi, ma con modalità del tutto differenti rispetto al passato: i pia-ni non sono più costituiti dalle antiche pavimentazioni romane, ma da semplici battuti di terra, mentre i muri superstiti servono da zoccolo per pareti di capanne in materiale deperibile, connesse probabilmente con coperture sorrette da pali, i cui alloggi sono stati individuati dagli archeologi sugli strati di riporto databili tra la fine del V e la metà del VI secolo (ALBERTI et al., 2011, 168-173) (Lám. 5).

È intorno alla metà del VI secolo che si verifica il definitivo stravolgimento di questo spazio cittadino: i resti delle domus e le strutture che sorgono su di esse vengono obliterate e livellate con uno spesso strato di terra giallastra limosa, ricca di materiali residuali, funzionale verosimilmente alla definitiva conversione da quartiere residenziale ad area cultuale. Quest’operazione può infatti essere messa in relazione con la probabile, seppur non ancora provata nascita, in quest’area, di un importante edificio di culto come ad esempio la primitiva Cattedrale, destinata a diventare successivamente il fulcro della vita religiosa di Pisa. Riguardo alla fondazione di un simile edificio ecclesiastico in quest’area nella seconda metà del VI secolo mancano tuttavia ancora sia le evidenze archeologiche, che le testimo-nianze storiche, giacché la prima menzione della Cattedrale di S. Maria nelle fonti

Lám. 5. Piazza

Duomo: pavimento

di una domus

romana con tracce di

buche di palo della

frequentazione di fine

V - VI secolo d.C.

(da ALBERTI et al.,

2011).

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scritte risale al 748 (ALBERTI et al., 2011, 205); l’unica struttura che potrebbe essere riferita al VI secolo è il battistero ottagonale rinvenuto all’interno del Camposanto Monumentale, sul lato nord di Piazza dei Miracoli, sebbene sulla sua datazione persistano ancora numerosi dubbi (ALBERTI et al., 2011, 195-203).

In questo modo il complesso episcopale pisano si sarebbe trovato, alla fine del VI secolo, in posi-zione defilata rispetto al centro cittadino, separata dal resto dell’abitato da un ramo dell’Auser e dalle ipotetiche mura tardoantiche. Tale posizione, che oggi potrebbe sorprendere, non appare d’altronde eccessivamente anomala nel quadro della struttura urbana della Pisa tardoantica, data la notevole variabilità della posizione delle cattedrali nelle città dell’Occidente romano in questo periodo storico, posizione che veniva scelta basandosi spesso su motivazioni contingenti di vario tipo (BROGIOLO, 2011, 110). Rimanendo in ambito regionale, ad esempio, sappiamo che a Firenze, la Cattedrale di S. Lorenzo venne consapevolmente costruita alla fine del IV secolo fuori dalla cinta muraria romana, e che a Luni il complesso episcopale fu eretto su una domus romana nel quartiere gravitante verso il porto. Ed anche a Pisa, in definitiva, tale posizione si potrebbe spiegare –come già accennato in pre-cedenza– sulla base della vicinanza della Cattedrale ad uno degli scali portuali urbani lungo l’Auser e dunque della sua prossimità al mare, attraverso cui la nuova religione cristiana era giunta a Pisa e si era irradiata in tutta la zona circostante (ALBERTI et al., 2011, 203-204; cfr. infra).

A partire da questo momento, nell’area sorse anche una necropoli di cospicue dimensioni, con tombe solitamente in fossa semplice o con bordi delimitati da pietrame, in alcuni casi coperte da tegoloni o lastre litiche, generalmente prive di corredo. L’area sepolcrale era delimitata su un lato da un temenos in terra, su cui erano stati collocati numerosi carapaci di tartaruga, animale dalle forti valenze funerarie (BRUNI, 1995, 172-173). Inoltre da questo momento in poi, nell’area si succedono vari livelli di frequentazione, con la realizzazione di numerose fosse di spoliazione utilizzate in seguito come discarica (ALBERTI et al., 2011, 175).

Nonostante la crisi della città ed il deterioramento delle sue strutture siano indicati da molti dei mutamenti sopra descritti, l’analisi dei contesti ceramici tardoantichi mostra che, nel corso del VI secolo, seppur con un volume di traffici minore rispetto al passato, a Pisa giungono ancora suppel-lettili e derrate dalle altre aree del Mediterraneo: la rete portuale pisana doveva dunque essere ben inserita negli scambi commerciali marittimi, rispetto ai quali mostrava ancora una notevole ricettività (COSTANTINI, 2011, 427). Inoltre le testimonianze epigrafiche indicano ancora in questo periodo la presenza a Pisa di personaggi di alto rango: ad esempio il Palladius vir clarissimus ricordato in un epitaffio del 531 (CIL XI, 1511). Per tutto il VI secolo dunque la città continua a rappresentare un importante caposaldo per il controllo militare sul Tirreno settentrionale e come tale viene sfruttata prima dai Goti e poi dai Bizantini (RENZI RIZZO, 2005, 495-496).

Successivamente Pisa passa dal dominio bizantino a quello longobardo, con modalità e dina-miche che restano tuttavia ancora in parte da svelare, a causa della scarsità delle fonti disponibili. Certamente la città è ancora bizantina nel 603, quando, secondo una lettera di Gregorio Magno, i suoi dromoni risultano pronti a partire per una spedizione militare, dunque costituiva ancora un porto al servizio dell’Impero (RENZI RIZZO, 2005, 495; ALBERTI et al., 2011a, 207). Per buona parte del VII secolo, a Pisa giungono ancora, sebbene in quantità esigua ed in forma sporadica, manufatti d’im-portazione circolanti nella rete commerciale dell’Impero, che ormai rifornisce regolarmente solo pochi mercati preferenziali (MURIALDO 2006, 10-11; COSTANTINI 2011, 427). La definitiva conquista longobarda deve essere avvenuta intorno al 643 ad opera di Rotari.

In età longobarda il lento ma inesorabile passaggio dalla città tardoantica a quella altomedievale sembra ormai compiuto: tra VII e VIII secolo Pisa è ormai una realtà policentrica, dove i nuclei abitati convivono con aree abbandonate e dove si confondono i concetti di centro e di suburbio, dato il sorge-re di attività metallurgiche nel cuore della città, presso il polo amministrativo pisano. L’insediamento si struttura adesso intorno alle chiese di nuova fondazione, veri poli aggregatori dell’abitato (RENZI RIZZO, 2005, 501; ALBERTI et al., 2011a, 207-208; GATTIGLIA, 2011, 69-72). La presenza di

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Longobardi di alto rango è testimoniata a Pisa dalle ricche sepolture scoperte in Piazza Duomo, che hanno restituito corredi di pregio (ALBERTI et al., 2011a).

CONCLUSIONI

Nonostante l’esiguità dei dati disponibili per Pisa romana e tardoantica, a partire da quanto ci è noto, è possibile delineare alcuni tratti caratteristici dell’evoluzione cittadina nel delicato momento di pas-saggio dall’epoca romana all’altomedioevo, tratti che accomunano il caso di Pisa a quelli di molte altre città dell’Occidente nello stesso periodo.

Il primo aspetto che risalta è l’abbandono delle aree produttive del suburbio settentrionale, sosti-tuite da sepolture che indicano per questi luoghi un drastico mutamento di destinazione. In filigrana, è forse possibile leggere in questo fenomeno, l’inizio della tendenza al restringimento dell’area abitata ed al suo progressivo spopolamento, che si manifesterà in pieno con l’abbandono del quartiere resi-denziale di Piazza Duomo e con la realizzazione dell’ipotetica cinta muraria di V secolo, che escludeva parte della città di età romana.

Il secondo tratto distintivo di questo periodo, da porsi in stretta connessione col primo, è rappre-sentato dal degrado del paesaggio suburbano, determinato dal venir meno delle opere di drenaggio e dalla manutenzione dei canali realizzati con la centuriazione; questo fatto porterà infatti all’impa-ludamento di ampie zone del suburbio e condizionerà in questo modo la topografia pisana per tutto l’altomedioevo.

Un altro elemento significativo dell’evoluzione cittadina nel corso del VI secolo è costituito dalla nascita e dalla strutturazione del centro episcopale pisano, la cui posizione periferica –comune, come si è detto, ad altri centri mediterranei– trova spiegazione nelle vicende legate alla cristianizzazione di Pisa, connesse strettamente ai traffici marittimi e alla vicinanza del nuovo complesso religioso all’anti-co corso dell’Auser. La sua fondazione comporta un radicale cambiamento di funzione per un’area fino ad allora residenziale e costituisce una prima tappa verso la creazione di un nuovo polo aggregativo per l’abitato pisano, che va a sostituirsi poco a poco ai vecchi centri focali.

Purtroppo non sembra possibile spingersi oltre nell’analisi delle caratteristiche salienti della città tardoantica: ad esempio non è possibile stabilire quando il teatro/anfiteatro abbia esaurito la sua funzione e se il toponimo Parlascio possa essere considerato indizio certo di un utilizzo della struttura ancora in età longobarda per le lotte tra gli orsi.

Nonostante tutto, accanto a questi elementi di rottura rispetto al periodo romano, emerge anche un tratto che mostra al contrario una certa continuità col passato: per tutta l’età tardoantica infatti ed in concomitanza con questi importanti stravolgimenti del tessuto urbano e suburbano, Pisa non sem-bra perdere la sua importanza come fondamentale scalo portuale del Tirreno settentrionale; anche in questi secoli turbolenti, la città si mantiene anzi al centro dei flussi commerciali tirrenici e seppur con volumi di traffico marcatamente ridotti, continua a mostrare con decisione tutta la forza della sua vocazione marittima.

A partire dal IX secolo, Pisa inizierà quel processo di espansione che ne farà uno dei maggiori centri del Mediterraneo medievale proprio grazie a questa vocazione, mai del tutto sopita, che già in epoca romana aveva costituito uno dei suoi principali punti di forza, segnandone le sorti e gettando le basi della sua fortuna.

[ 352 ] Ciudad y territorio: transformaciones materiales e ideológicas entre la época clásica y el Altomedioevo Córdoba, 2014

Alessandro Costantini

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PISA. L'EVOLUZIONE DELLA CITTA' E DEL SUBURBIO TRA ANTICHITA' E ALTOMEDIOEVO

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