PEREYRA, M. Violeta y Liliana, MANZI. Tell el-Ghaba: Interacción e intercambio en el extremo...

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ISSN: 1984 -3615 UNIVERSIDADE DO ESTADO DO RIO DE JANEIRO INSTITUTO DE FILOSOFIA E CIENCIAS HUMANAS DEPARTAMENTO DE HISTÓRIA NÚCLEO DE ESTUDOS DA ANTIGUIDADE I ENCONTRO INTERNACIONAL E II NACIONAL DE ESTUDOS SOBRE O MEDITERRÂNEO ANTIGO & IX JORNADA DE HISTÓRIA ANTIGA 2010 194 TELL EL-GHABA: INTERACCIÓN E INTERCAMBIO EN EL EXTREMO NOROCCIDENTAL DE SINAÍ María Violeta Pereyra Liliana M. Manzi INTRODUCCIÓN Tell el-Ghaba fue un asentamiento del estado egipcio emplazado en la frontera oriental. Nos proponemos mostrar aquí que en época saíta (siglos VII-VI a.C.) formó parte del sistema estatal que regulaba el flujo circulatorio terrestre entre Egipto y su periferia oriental, dando continuidad al diseño de organización territorial de la frontera establecido en el Reino Nuevo. Pero además, a partir del fragmentario registro arqueológico recuperado en el nivel VI BASÍLICO, S.; LUPO S. 2007. The final Stage and Abandonment of Tell el-Ghaba, Nort Sinai: a Site on the Egyptian Eastern Border. En: Goyon, J. y Cardin, Ch. (eds.) del Área 1 -que corresponde a la ocupación final del sitio (Locus 1001)-, Tell el-Ghaba da cuenta de las relaciones de intercambio que tuvieron lugar en la frontera sinaítica en ese período. La porción NO del delta tuvo un importante rol como frontera, consolidándose como un espacio estratégico de expulsión, control y defensa del territorio en períodos de expansión, al tiempo que la región adquiría un carácter multiétnico, por la circulación de personas y de bienes. En ese contexto, la localización geográfica de Tell el-Ghaba adquiere sentido respecto de otros sitios fortificados del área, la ruta a Palestina, la cercanía a la costa del Mediterráneo y al antiguo brazo Pelusíaco del Nilo, y la existencia de pozos de agua potable en su vecindad. EL SITIO ARQUEOLÓGICO Tell el-Ghaba estaba ubicado al S de la costa mediterránea y al N de la Laguna Oriental, sobre la lengua de tierra que corresponde a la línea de costa de esa época

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194

TELL EL-GHABA: INTERACCIÓN E INTERCAMBIO EN EL EXTREMO

NOROCCIDENTAL DE SINAÍ

María Violeta Pereyra

Liliana M. Manzi

INTRODUCCIÓN

Tell el-Ghaba fue un asentamiento del estado egipcio emplazado en la frontera

oriental. Nos proponemos mostrar aquí que en época saíta (siglos VII-VI a.C.) formó parte

del sistema estatal que regulaba el flujo circulatorio terrestre entre Egipto y su periferia

oriental, dando continuidad al diseño de organización territorial de la frontera establecido

en el Reino Nuevo. Pero además, a partir del fragmentario registro arqueológico

recuperado en el nivel VI BASÍLICO, S.; LUPO S. 2007. The final Stage and Abandonment

of Tell el-Ghaba, Nort Sinai: a Site on the Egyptian Eastern Border. En: Goyon, J. y

Cardin, Ch. (eds.) del Área 1 -que corresponde a la ocupación final del sitio (Locus 1001)-,

Tell el-Ghaba da cuenta de las relaciones de intercambio que tuvieron lugar en la frontera

sinaítica en ese período.

La porción NO del delta tuvo un importante rol como frontera, consolidándose

como un espacio estratégico de expulsión, control y defensa del territorio en períodos de

expansión, al tiempo que la región adquiría un carácter multiétnico, por la circulación de

personas y de bienes. En ese contexto, la localización geográfica de Tell el-Ghaba adquiere

sentido respecto de otros sitios fortificados del área, la ruta a Palestina, la cercanía a la

costa del Mediterráneo y al antiguo brazo Pelusíaco del Nilo, y la existencia de pozos de

agua potable en su vecindad.

EL SITIO ARQUEOLÓGICO

Tell el-Ghaba estaba ubicado al S de la costa mediterránea y al N de la Laguna

Oriental, sobre la lengua de tierra que corresponde a la línea de costa de esa época

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(Marcolongo 1992). El emplazamiento da cuenta de su posición estratégica en un espacio

geográfica y poblacionalmente marginal con respecto a los centros políticos y

administrativos de primer y segundo orden, lo que hizo posible que sirviera al control de la

frontera sinaítica junto con otros centros de características similares.

Las investigaciones arqueológicas realizadas en Tell el Ghaba por la Misión

Arqueológica Argentina revelaron la existencia de distintas clases de estructuras que

sustentan una cronología relativa obtenida en base a los conjuntos cerámicos recuperados1

(Fuscaldo et al. 2002). La definición de las áreas de excavación (Fig. 1) muestra que

algunas corresponden al dominio privado (Área 1), mientras que otras son de tipo público,

ocupadas con fines administrativos y militares (Área II y VI por ejemplo).

La secuencia estratigráfica del Área 1, en la que nos enfocamos, provee un

panorama ocupacional del sitio. Yendo de los niveles inferiores a los superiores, los

estratos sucesivos presentan en primer lugar un sedimento basal arcilloso

arqueológicamente estéril, cubierto por capas arcillo-arenosas en las que se detectaron

algunos fogones y se cavaron zanjas que se cortan entre sí. Este conjunto fue atribuido a

restos de chozas erigidas con materiales perecederos y representa el nivel I de ocupación

(Crivelli 2006), que se relaciona con poblaciones pescadoras que en su localización

privilegiaron la cercanía a brazos y canales del Nilo (Bietak 1975:116-131) y a la antigua

línea de costa marina (Marcolongo 1992).

Luego se registra una depositación de arenas, producto de aportes eólicos, sobre las

que se erigieron las estructuras A (planta rectangular, de al menos dos habitaciones, con

orientación NO-SE, 6x15 m) y G (planta circular, de 1,20 m de diámetro), que también

fueron construidas con materiales perecederos y corresponden al nivel II (Crivelli 2006;

Basílico y Lupo 2007).

1 La tipología de pastas y formas cerámicas corresponde a la Fase IV N de Egipto (Hierro III o Hierro IIC de

Levante). Las importadas del Hierro II consisten especialmente en finos ejemplares de cerámica chipriota,

fenicia y vasijas tipo „torpedo‟ características del siglo VII a.C.

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Después del abandono de las estructuras A y G se depositaron sedimentos

carbonosos con abundantes tiestos, posiblemente para sanear el anegamiento natural del

lugar. Sobre ese estrato se construyó el Edificio B (planta rectangular, orientación NO-SE,

13x9 m), perteneciente al nivel III (Basílico y Lupo 2007). Luego de su abandono, se

dispusieron en la parte S hornos cuyo uso pudo ser parcialmente industrial (Crivelli 2006).

Un conjunto de zanjas profundas que se entrecortan en ángulos rectos afectaron los

restos del Edificio B y es posible que fuesen cimientos de construcciones hechas también

con materiales perecederos, como las más antiguas. Estaban rellenadas y cubiertas, en

discordancia, por los sedimentos oscuros, muy carbonosos, que definen el locus 0001

cuyos hallazgos analizamos y que corresponde al mismo nivel de destrucción detectado en

otras áreas excavadas -L1001/ L1004. Podrían aludir a un incendio generalizado que

destruyó el Área I y habría afectado a la totalidad del sitio (Crivelli 2006).

EL LOCUS 0001 [L0001]

Fue definido a partir de la agrupación espacial de los conjuntos ergológicos

recuperados y de las diferencias encontradas entre los estratos expuestos en la excavación,

lo cual permitió distinguirlo en la estratigrafía cultural a partir de la discordancia que

manifiesta (Harris 1991).

Se caracteriza por un sedimento oscuro que rellena las zanjas identificadas en el

nivel III, cubre todo el Área I y presenta una distribución aleatoria de grandes tiestos que

puede hacer referencia a una escasa limpieza o a una circulación humana poco intensa,

puesto que los fragmentos cerámicos no sufrieron reordenamientos ulteriores. Sin

embargo, la presencia de fogones, abundantes restos de peces y el cavado de algunos pozos

muestran cierta intensidad de uso en el sector. Por encima de este nivel se depositó

sedimento actual (Crivelli 2006).

La ocupación continua de un espacio atenta contra la conservación del registro

arqueológico, puesto que en su transcurso los habitantes desplazan, destruyen y reutilizan

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elementos previamente depositados. Estos procesos de transformación son múltiples, pero

todos conducen a la mezcla de materiales y a la pérdida de definición funcional y

cronológica de los conjuntos artefactuales, a la vez que generan discontinuidades

estratigráficas. No obstante, los registros fragmentarios son representativos de los

comportamientos humanos del pasado y permiten acceder a información contextual

referida a la historia ocupacional de los sitios.

En el L0001 el registro está notablemente fragmentado tanto en lo que se refiere a

la cerámica como a los hallazgos especiales -figurinas zoomorfas y de fertilidad de

terracota; plaquetas, udyats, escarabajos y amuletos de faenza, esteatita y otras piedras y

metal; cuentas de collares de faenza y piedras semipreciosas; pesas de plomo para pesca y

de cerámica para telar.

La cerámica suntuaria egipcia consta casi exclusivamente de jarras manufacturadas

con arcillas del Nilo y margas. Para la cerámica doméstica se emplearon arcillas del Nilo B

y C integrando el repertorio de recipientes encontrados bandejas y moldes para pan,

cuencos, escudillas, jarras y grandes vasijas para almacenamiento. Sólo una escudilla fue

hecha en Marga F. Por su parte, la cerámica importada es abundante, pero está igualmente

muy fragmentada, estando la chipriota y egea representadas principalmente en ejemplares

de lujo (Basílico y Lupo 2007), en tanto que la levantina y fenicia también los contó en su

repertorio (Fuscaldo et al. 2007: 169-190).

EL MARCO GEOGRÁFICO-AMBIENTAL Y SUS CAMBIOS

Las diferentes condiciones paleoambientales en el N de la península de Sinaí se

debieron principalmente a dos procesos naturales que cambiaron la fisonomía de su

paisaje: la modificación de la línea de costa mediterránea y el desecamiento del brazo

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Pelusíaco del Nilo, activo al menos desde fines del Bronce tardío (siglo XIII a.C.)2 hasta el

siglo I d.C. (Fig. 2).

En época saíta, el brazo Pelusíaco fue uno de los principales cursos de agua que

recorrían el delta y confluía con el Nilo una vez abandonado ese sector. Se trataba de un

brazo del Nilo ubicado en el lado oriental de la formación deltaica, que adquirió

importancia tanto en función de su caudal como de la serie de drenajes naturales y de

canales artificiales que se abrían a partir del mismo.

Los procesos geomorfológicos observados en la zona se vinculan con el

desecamiento parcial de las lagunas Oriental y Occidental, y total del brazo Pelusíaco del

Nilo, a causa de la depositación de cordones litorales, casi continuos y parcialmente

cubiertos de dunas (Marcolongo 1992).

En la antigüedad ese brazo había funcionado como: a) fuente de agua dulce para las

poblaciones humanas; b) factor para la expansión de áreas irrigadas mediante la

construcción de canales artificiales; c) vía de comunicación fluvial que articulaba las

tierras interiores del NO del delta con el Mediterráneo y el Alto Egipto, además de ser

punto de confluencia con el tráfico terrestre (Oren 1984), y d) protección y defensa de

centros poblados, al cubrir el acceso directo a alguno de sus frentes.

El paisaje de la zona E del Nilo se caracteriza por su uniformidad, la cual se

manifiesta en una morfología relativamente plana con formaciones de diversas génesis:

eólica (dunas), fluvial (paleocauces) y marina (líneas de costas, terrazas, lagunas)

(Marcolongo 1992).

2 La referencia más temprana se encuentra en una lista de Abidos, de época ramésida, identificado como

“Aguas de Ra” y Herodoto lo menciona al describir el Delta y la lucha contra los persas en la vecindad de

Pelusium.

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EL MARCO POLÍTICO Y LOS ESPACIOS DE FRONTERA

Desde el Reino Medio el interés por la frontera sinaítica está documentado en las

fuentes literarias y arqueológicas. En Tell Ibrahim el-Awad se erigió un templo con la

misma localización del complejo ceremonial de la dinastía 13 (Belova 2003:120). Mientras

que, con fines defensivos se habría excavado un canal artificial, antes que el brazo

Pelusíaco hubiera alcanzado el NO de Sinaí (Zingarelli 2005).

La fragmentación política caracterizó el panorama administrativo del período saíta

y sólo al final se logró la unificación político-territorial del Bajo y el Alto Egipto.

En el primer milenio los dominios localizados al E del delta eran lugares de tránsito

e interacción que mantenían espasmódicas relaciones diplomáticas de inclusión y militares

de exclusión con las áreas marginales de los imperios asirio y persa.

Después del breve período de sometimiento a Asiria (FECHAS), el estado egipcio

unificado por los soberanos saítas extendió su base territorial desde Nubia hasta Palestina,

incluyendo las islas y costas del Mar Egeo. Asimismo, se conservaron los mercenarios -

jonios y carios- a quienes se les ofreció tierras como colonos, se reclutaron nubios,

fenicios, libios y hebreos y se permitió la instalación de mercaderes extranjeros en el Bajo

Egipto, dinamizando fluidas relaciones de intercambio con los estados griegos y del

mediterráneo oriental (Basílico y Lupo 2006).

Esa autonomía político-administrativa se mantuvo hasta el 525 a.C., cuando el rey

persa Cambises invadió Egipto, derrotó al rey saíta y convirtió a Egipto en parte de su

imperio.

3 Por razones ideológicas, el asentamiento cumplió la función de ciudad de frontera en la ruta de tráfico de

larga distancia hacia el E y un complejo patrón de interacciones tuvo lugar allí (Belova 2003:119).

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Las investigaciones arqueológicas realizadas en el N de Sinaí demostraron que la

franja costera del Mediterráneo no sólo actuó como un corredor entre Egipto y Levante,

con excepción de ciertos períodos de declinación y de hiato ocupacional, sino que, también

mostraron desarrollos poblacionales locales y relaciones entre poblaciones fronterizas en

ese espacio (Oren 1984). Estos cambios habrían dependido de variaciones en las

condiciones geográficas y en las estrategias políticas de Egipto en su frontera sinaítica,

pero también en la presencia en el Levante de estados expansionistas como el asirio o el

persa en el primer milenio a.C.

Durante el período saíta, a lo largo del brazo Pelusíaco y sobre las márgenes de las

lagunas Oriental y Occidental se erigieron asentamientos cuyo rol productivo,

administrativo y militar, con distintos grados de especialización, les otorgó una jerarquía

específica en la estructura ocupacional del espacio regional. Su localización respondió a un

plan estratégico estatal, pero también a la elección recurrente de un lugar favorable, como

el de los centros poblados en los que se constata que su emplazamiento estuvo precedido

por otros más antiguos, que muestran prácticas de subsistencia propias de colonos y de

pescadores (Crivelli 2006), que se continúan a través de los Reinos Medio4 y Nuevo

5, y del

imperio Persa (Oren 1984). Pero fue a partir del Reino Medio cuando la frontera sinaítica

se organizó con plazas fuertes del estado cuyo objetivo era la regulación del flujo de bienes

y personas desde y hacia el Levante.

La instalación de guarniciones militares para mantener una presencia efectiva en

esa zona de frontera se produjo en respuesta al proceso poblacional del Primer Período

Intermedio. Con el transcurso del tiempo y ante nuevas situaciones la estructura de control

se reorganizó de acuerdo a los requerimientos del poder político, ejercido a la distancia a

través del tributo y de las prácticas religiosas que le daban sustento ideológico (Belova

4 Cuando se organiza una frontera defensiva con un sistema de fortificado que incluyó un canal y puestos de

control el “muro del gobernante” (Zingarelli 2005).

5 Cuando se organiza la cadena de asentamientos fortificados que jalonaba la franja N del Sinaí, conocida

como “Camino de Horus” (Gardiner 1920).

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2003:119-120). Esto coincide con la aparición de la idea de defensa de la frontera asociada

a la realeza (Quirke 1989) y expuesta con frecuencia en las fuentes escritas como acciones

del soberano6.

La distribución en el espacio de los asentamientos fronterizos no mantuvo un

intervalo constante que muestre planificación territorial hasta el Reino Nuevo y la

evidencia recuperada en torno a la subsistencia y en el patrón de asentamiento en los

niveles más tempranos de ocupación de Tell el-Ghaba da cuenta de ello.

Los sitios del Reino Nuevo se establecieron en puntos de importancia estratégica,

localizados en proximidad espacial con vías tradicionales de circulación terrestre y fluvial

y de la costa mediterránea, estableciéndose el Camino de Horus, que jalonaba la ruta

terrestre hacia el Levante con puestos de avanzada estatal en esa zona de frontera7. Ese

sistema articulaba sitios en torno a una fortaleza o estación central que operaba como nodo,

rodeado de campamentos estacionales (Oren 1984) asociados a la red administrativa del

mencionado camino.

La evidencia arqueológica de actividad egipcia en el N de Sinaí procede de algunos

grandes sitios de la dinastía 18. En Haruba se excavaron estructuras de casamata y un área

industrial y en Tell el Borg se encontraron nombres reales (Hoffmeir y Abd el-Maksoud

2003) dando muestras del interés que tuvieron en ambos extremos esa franja costera,

aunque el principal objetivo del imperialismo egipcio fuera en ese momento asegurar la

circulación de bienes de prestigio desde Siria, que requería de rutas marítimas abiertas.

Esto cambió con la intervención hetea en Siria y su potencial amenaza al dominio egipcio

en el corredor sirio-palestinense. La ocupación efectiva de los territorios bajo su dominio

está atestiguada en los relieves militares de Seti I en Karnak y en los vestigios de

estructuras fortificadas del Reino Nuevo en el N de Sinaí: Hebua I y II (Abd el-Maksoud

6 El rey “hace”, “establece”, “impone”, “protege” y “extiende” la frontera.

7 La geografía local no permitía el sustento de una plaza fuerte que concentrara el control de la frontera.

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1989; Hoffmeier y Abd el Maksoud 2003: 195-196) y Tell el-Borg (Hoffmeier y Abd el-

Maksoud 2003).

La retirada egipcia de Palestina en el período del Hierro I (ca. 1200-1000 a.C.) se

corresponde con la falta de evidencia arqueológica cuando la actividad en el N de Sinaí

declinó. Entre la dinastía 21 y la 25 se produjo un hiato hasta que, en el siglo VII, la

dinastía 26 consolida su poder en dos ciudades del Delta: Buto al O y Tell el-Mashkuta al

E. Estos sitios habían sido abandonados hacía varios siglos, pero eran dos puntos

estratégicos para la salida de bienes y personas respectivamente hacia el Mediterráneo y el

Levante y Mar Rojo.

Con el renacimiento egipcio bajo los saítas, la cadena de establecimientos a lo largo

del Camino de Horus se hizo de nuevo activa, a la vez que el estado egipcio recuperaba sus

aspiraciones imperialistas. En su año 29 (635 a.C.), Psamético I conquistó Ashdod, puerto

del S de Palestina de salida al Mediterráneo y Chipre, y un compacto grupo de sitios

contemporáneos fueron identificados en el NO de Sinaí. En esos asentamientos se

descubrieron restos de almacenes, talleres y vestigios industriales, y un rico repertorio

cerámico que prueba las relaciones con diferentes regiones del Mediterráneo oriental.

Además, la frontera NE fue afectada por la presencia de nuevos grupos de población

extranjera asentados en guarniciones y colonias comerciales. Las fuentes egipcias y

clásicas mencionan mercenarios, artesanos y comerciantes griegos, y la arqueología

confirma esa información en Tell el-Defenneh, cuya fortificación se levantó probablemente

bajo Necao II, cuando se inició la construcción del canal proyectado por faraón (Oren

1984); almacenes y estructuras militares fueron construidos por Psamético I en Naukratis,

reconocida población de origen griego, y Tell el-Kedua, con evidencia de rituales

funerarios no egipcios que indicarían la presencia de griegos también allí.

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ASENTAMIENTOS EN LA FRONTERA SINAÍTICA Y CIRCULACIÓN DE

BIENES EN ÉPOCA SAÍTA

El cordón litoral fósil formado por la transgresión Flandriana, que se interponía

entre las áreas inundables del delta al N y de las lagunas Oriental y Occidental al S,

conformaba una plataforma de tierras elevadas adyacentes a fuentes de agua dulce que eran

fáciles de transitar; de ahí el valor estratégico que alcanzaron en el Reino Nuevo (Valbelle

et al. 1992).

El brazo Pelusíaco del Nilo articulaba en su recorrido de S a N los asentamientos

que se distribuían en la vecindad de las lagunas Oriental y Occidental (Fig. 2):

1. Tell el-Hebua, emplazado al comienzo de la antigua ruta de caravanas del N de Sinaí

que comunicaba Egipto con Palestina y desde allí con Mesopotamia y Asiria.

2. Tell el-Ghaba, al E de la anterior, que presenta estructuras fortificadas que datan de

comienzos del período saíta y no evidencian un desarrollo de gran envergadura.

3. Tell el-Kedua, construido durante el último tercio del siglo VII a.C., posee una gran

estructura fortificada ubicada en el centro del asentamiento, fechada en época Persa8.

4. Tell el-Borg, situado al S de la Laguna Oriental, presenta estructuras fortificadas

sucesivas de las dinastías 18 y 19.

5. Tell el-Herr, al SE de la laguna Oriental, cuya ocupación se remonta al primer milenio

a.C., conserva parte de los muros perimetrales de tres fortalezas sucesivas datadas en época

Persa (Louis y Valbelle 1988)9.

8 El muro de ladrillos de adobe perimetral tiene 200 m de lado (Oren 1984).

9 De 140 m de lado. El sitio presenta además ocupación de época helenística, romana y bizantina (Louis y

Valbelle 1988).

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Esta concentración de sitios contrasta con la ausencia de ocupaciones sobre la

banda N, dado que se trataba de un ambiente en evolución, desde el siglo VI hasta fin del

siglo I d.C. En esa zona pantanosa se registraron ocupaciones posteriores, de época romana

-Tell el-Fadda, Tell el-Luly, Tell el-Farama, Tell el-Makhzan, Tell el-Kanais y Tell el-

Mufariq- e islámica (Valbelle et al. 1992).

En cuanto a los bienes que circulaban, su diversidad es destacable. La cerámica

importada de Tell el-Ghaba proviene principalmente de la región sirio-palestinense y está

representada sobre todo por grandes contenedores, en particular por ánforas tipo torpedo

utilizadas para el transporte de vino y aceite de oliva. En menor proporción, se registraron

recipientes de procedencia chipriota y egea que, a la inversa, consisten en su mayoría en

piezas de factura fina usadas para el transporte de ungüentos y perfumes. La cerámica local

también muestra influencia extranjera en la reproducción de formas palestinenses

manufacturadas en Marga F y arcillas del Nilo.

Las combinaciones de elementos egipcios y no egipcios podrían explicarse en la

producción de cerámicas suntuarias dirigida a satisfacer las demandas de un consumo más

generalizado de grupos sociales que tenían escaso o nulo acceso a las vasijas importadas.

La presencia de hornos y de escorias de fundición también apoya la existencia de una

producción especializada de objetos de faenza. En tanto, la fabricación de piezas que

imitan formas foráneas puede explicarse por la presencia de grupos de extranjeros

instalados en Egipto. En el conjunto se destacan los grandes contenedores de granos y

vasijas de tipo torpedo de origen sirio-palestinense usadas para transportar aceite de oliva y

vino de las islas del Egeo -Lesbos, Quíos, Samos, Atica y Corinto- (Oren 1984), que se

asocian a recipientes que portaban sellos reales de faraones saítas (Basílico y Lupo 2006).

La concurrencia de formas recuperadas en otros sitios fortificados del área (Tell el-Kedua,

Tell el-Maskhuta, Tell Defenneh) y en el asentamiento de comerciantes griegos de

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Naukratis, localizado sobre el brazo Canópico del Nilo en el Delta occidental10

sugiere que

participaban de las mismas esferas de intercambio (Basílico y Lupo 2006).

Los productos de mayor significación en esos intercambios debieron ser la plata, el

aceite de oliva y el vino, recibidos a cambio de trigo, lino y papiro. La presencia de plata y

oro permiten pensar en la existencia de una industria de objetos de prestigio, avalado por el

hallazgo de pesas utilizadas para pesar piedras preciosas y metales de procedencias

egipcia, asiria, griega, fenicia y persa. Mientras que la fabricación de otros en hierro y

bronce, pueden atribuirse especialmente a equipamiento militar. A propósito de esto

último, Egipto podía obtener cobre del desierto oriental y de las áreas productoras del Sinaí

y Wadi Araba en Jordania, además del que le llegaba de Chipre a través del comercio o

envío de regalos diplomáticos (Hikade 1998).

Desde el punto de vista militar, Tell el-Ghaba parecería haber tenido una menor

importancia relativa en comparación con otros sitios de frontera cercanos, como Tell el-

Kedua con un patrón más complejo y Tell Defenneh, un emplazamiento militar (Basílico y

Lupo 2006). En el período saíta, las estructuras fortificadas en la región del Delta

constaban usualmente de grandes muros perimetrales de casamata (con compartimentos

huecos adosados y largos corredores, carentes de puertas y de cualquier otro medio de

comunicación entre ellos), como los que se encuentran en el Área II.

El hallazgo de un depósito fundacional en el Área I en donde la cerámica que lo

conforma es de procedencia no local, señala que los productos provenientes del exterior ya

estaban instalados en el cumplimiento de ritos locales.

La presencia de objetos de cobre, por tratarse de una materia prima alóctona,

también es representativa de la circulación de bienes.

Por último, los escarabajos con inscripciones, de manufactura local, son objetos

producidos y distribuidos por el poder estatal en el extremo noroccidental de Sinaí, y

10 Fundado en la dinastía 26 -reinado de Psamético I- y ampliado durante los sucesivos reinados saítas.

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afianzan la idea de que este espacio funcionó como una zona de frontera territorialmente

organizada durante el Reino Nuevo, donde presencia del estado se manifestó en forma

renovada bajo los soberanos de la dinastía 26.

DISCUSIÓN

La principal producción de Egipto fueron bienes consumibles -básicamente granos

y algunas carnes-, cerámica, papiro y velas para embarcaciones (Basílico y Lupo 2006).

Los importantes excedentes obtenidos permitieron un intercambio de bienes por objetos

importados y plata que indicaban además el bienestar alcanzado a partir de la unificación

saíta.

El corredor sirio-palestinense y el N de Mesopotamia producían aceite, miel, vino,

madera, cabras, ovejas, lana, caballos y mulas, además de objetos de bronce, hierro,

tejidos, telas bordadas y esclavos. También en la costa del mar Rojo se obtenían artículos

exóticos, madera de ébano, marfil, piedras preciosas, plata, oro y estaño. Egipto carecía de

algunos productos de lujo como la plata -requerida para la confección de artículos de

prestigio- o la mirra -usada en las ceremonias religiosas. Para paliar esas carencias, en

época saíta se estimuló la llegada de comerciantes extranjeros, mayormente fenicios y

griegos, y se realizaron expediciones comerciales a Fenicia para obtener productos como

madera de cedro (Basílico y Lupo 2006).

Los materiales arqueológicos descubiertos en el L0001 de Tell el-Ghaba muestran

que en ese período el sitio mantenía intensos intercambio con Palestina, Fenicia y Chipre,

quedando conectado con el Levante en razón de su ubicación en la ruta hacia el este.

La cerámica importada recuperada en las excavaciones de Tell el-Ghaba, junto con

la de manufactura local que imitaba diseños extranjeros, indica la existencia de relaciones

comerciales, materializadas en la circulación de bienes, y de interacción poblacional, a

través de la circulación de ideas, con otros sitios del N de Sinaí y del Mediterráneo

oriental.

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Hacia fines del siglo VII y comienzos del VI a.C., el crecimiento de las ciudades

mesopotámicas generó una mayor demanda de productos agrícolas y la conformación de

los imperios babilónico y persa condujo a una integración del Mediterráneo y del Egeo con

Asia Anterior a través de las rutas marítimas de larga distancia que empalmaban con las

terrestres.

El N de Sinaí muestra una activa circulación con el Bajo Egipto e interacciones

militares, comerciales y diplomáticas con el Levante, debido a que fue el único corredor

terrestre entre Asia y el valle del Nilo. En este sentido es pertinente indicar la inexistencia

de puertos en la costa mediterránea de Egipto, motivo por el cual las comunicaciones se

establecieron por vías fluviales y terrestres. Hasta su desecación, el brazo Pelusíaco del

Nilo desempeñó junto con el Camino de Horus un papel destacado en la conexión de las

áreas intermedias entre los puertos mencionados. Los sitios de esa franja del N de Sinaí,

enmarcada al S por el desierto, contaban además con provisión de agua.

Esto significa que las vías de comunicación utilizadas estaban pautadas por

trazados que se ajustaban a vías naturales y por otras que dependían estrechamente de

éstas, tales como la apertura de canales y el Camino de Horus, que de acuerdo a ese

principio se diseñaron para vincular el delta oriental y la región levantina.

A partir de época ramésida la principal vía de circulación fluvial al E del Delta era

el brazo Pelusíaco del Nilo y, al S de la anterior, la terrestre pasaba por el Wadi Tumilat

para acceder a las minas de cobre de Wadi Maghara y a las de malaquita y turquesa de

Serabit el-Khadim. Y un canal que conectaba el Nilo con el Mar Rojo fue restablecido por

Necao II (609-595 a.C.) para facilitar ese trayecto (Basílico y Lupo 2006).

Las fortificaciones identificadas tanto en Tell el-Ghaba como en Tell el-Kedua, Tell

el-Herr, Tell Defenneh y Tell el-Maskhuta indican que todos cumplieron funciones

militares con distinto grado de importancia en época saíta y persa, según los casos. Es

posible que se relacionaran con la instalación de guarniciones en esos sitios, más

fuertemente fortificados cuanto más próximos a la frontera se encontraban y por ende a las

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vías de tránsito fluvial y terrestre. En este sentido Tell el-Ghaba, parece haber sido a un

asentamiento de segundo orden en relación con la defensa de esa frontera.

En cuanto al brazo Pelusíaco, no constituyó en si mismo el límite de Egipto, puesto

que la frontera natural era la conformada por el cordón de dunas y terrenos altos que corría

desde la actual Qantara hacia el NE hasta alcanzar la bahía de Tineh en la vecindad de

Mahandiya11

. Detrás de esta línea comenzaba el desierto y el estado no se estableció en él

excepto para mantener puestos militares, explotar minas o proteger rutas.

Contrariamente a lo que proponen Hoffmeier y Abd el-Maksoud (2003), la ruta

terrestre hacia el Levante habría tenido durante el Reino Nuevo el mismo recorrido que a

fines del siglo VI, uniendo los sitios de Tell Hebua, Tell el-Ghaba y Tell Kedua. El registro

de la conflagración que afectó a Tell el-Ghaba (L0001 - L1001/1004) tiene su correlato en

Tell Kedua y puede atribuirse a un episodio que afectó al área como espacio fronterizo en

el que se intentó defender la integridad del territorio egipcio. Sea que la atribuyamos al

ataque de Nabucodonosor (c. 600 a.C.), sea que documente la resistencia egipcia al avance

persa (525 a.C.), es evidente que a mediados del primer milenio a.C. la ruta de avance

desde el E hacia el Nilo procedía desde Kedua hacia Tell el-Ghaba y no por el S de la

Laguna Oriental. No habría motivo para que la defensa de la frontera se preparara en una

zona marginal respecto de la ruta principal.

Por otra parte, aún cuando los niveles excavados en Tell el-Ghaba por la Misión

Argentina correspondan al período saíta no debe soslayarse que algunos tiestos del Reino

Nuevo fueron identificados por la expedición francesa durante su relevamiento del sitio

entre 1992 y 1994 y por David Aston cuando lo visitó en 1995. Esta circunstancia y el

11 El canal actualmente relleno es identificable a unos 10 km al E/NE de la actual Qantara, desaparece y se

vuelve visible al N de Tell el-Herr continuando desde allí en línea recta hasta alcanzar el brazo pelusíaco (1,5

km al O de Tell el-Farama). Es posible que su origen estuviera en ese brazo del Nilo, a la altura de Tell el-

Defenneh o más alejado. El canal actualmente relleno es identificable a unos 10 km al E/NE de la actual

Qantara, desaparece y se vuelve visible al N de Tell el Herr continuando desde allí en línea recta hasta

alcanzar el brazo pelusíaco (1, 5 km al O de Tell el-Farama).

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hecho que el sitio fuera omitido en la argumentación de Hoffmeier y Abd el-Maksoud

(2003) sin explicación sugieren que el Camino de Horus pasaba por la lengua de tierra

elevada al N de la Laguna Oriental, trazado que se habría mantenido al avanzar la línea de

costa mediterránea hacia el N en el primer milenio.

Si a comienzos de la época ramésida la ruta debió desviarse hacia el S para evitar,

como afirman Hoffmeier y Abd el-Maksoud, una zona pantanosa al E de Hebua I, no

hemos podido observarlo en las imágenes satelitales color artificial, LANDSAT 1990-

2000, http://zulu.ssc.nasa.gov.mrsid, que hemos analizado, en las que sin embargo los

paleocauces tienen buena visibilidad. Tampoco la inclusión de Tell el-Herr en el trazado

del Camino de Horus puede ser tenida en cuenta para los períodos en discusión, dado que

su nivel de ocupación más antiguo se remonta a la época persa, posterior a la conflagración

que marca la destrucción final de Tell el-Ghaba.

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