Necessary Seduction

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N N e e c c e e s s s s a a r r y y S S e e d d u u c c t t i i o o n n SERIE NECESSARY, 2 A A . . D D . . C C H H R R I I S S T T O O P P H H E E R R

Transcript of Necessary Seduction

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SSEERRIIEE NNEECCEESSSSAARRYY,, 22

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Argumento

Mercy Howe sabe lo que quiere. Caleb. En su cama, en su vida. Ella amaba al guerrero were desde que la rescató del incendio que mató a su familia. El hecho que Caleb fuera un guerrero-acoplado a Kerrick, un antiguo esclavo, no importa. Mercy desea a Kerrick también, y quiere seguir la tradición de su manada, donde las mujeres pueden tener varios compañeros.

Sin embargo, la manada Orión es diferente. A las mujeres se les permite un compañero y debe permanecer célibe hasta su 22 cumpleaños. Mercy está decidida a cambiar eso, y un fin de semana en la ciudad le da la oportunidad que necesita. Ahora todo lo que tiene que hacer es convencer a Caleb y Kerrick que la dejaran entrar en sus corazones y a su unión feliz. Ella considera sus acciones como una seducción muy necesaria.

Pero alguien más está observando a Mercy... decidido a matarla antes que contamine la manada de Orión.

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Agradecimientos

Agradecemos Cereza Salvaje por la traducción y a Oveja Negra por la corrección y la edición.

Traducción a cargo de “Cereza Salvaje”

Loli

Corrección y Edición a cargo de “Oveja Negra”

Mayuli

Silvia

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Prólogo

La chica estaba enferma, una abominación.

La figura de negro se acercó más a la orilla del río, observando a la chica espiar a los hombres que había seguido durante la noche. Los hombres estaban haciendo exactamente lo que deberían hacer. Era la noche de reclamar su pareja y estaban celebrando su compromiso, consolidando las promesas que se habían hecho con pasión. Ellos eran naturales y puros. Era la chica mirando la que pecaba, ensuciando un momento sagrado con sus miradas indiscretas.

La sombra no podía negar que los hombres eran hermosos. El hombre más alto, rubio, con su pelo corto, se arrodilló entre los muslos de su amante, deslizando amorosamente sus labios alrededor de la polla gruesa del otro hombre. El guerrero fornido hundió los dedos en los hombros de su nueva pareja, instándolo a tomar su polla cada vez más profundamente. Sus gemidos y gritos, los ruidos de dos weremen en celo, era increíblemente excitante. Pero este momento no era un espectáculo puesto para la diversión de una pervertida espiando. Era sagrado, inviolable. Era...

Cuando la chica se deslizó las manos entre los muslos, la figura hizo todo lo que pudo para no lanzarse desde las sombras y estrangularla.

¿Cómo se atreve? ¿Cómo se atreve a manchar a ella misma y a las mujeres de la manada con su miserable lujuria? Las mujeres de la manada se mantenían puras hasta que su pareja las reclamara. Ellas no debían interactuar con los miembros del sexo opuesto, no podían saciar su lujuria entre ellas y nunca arriesgaban la fertilidad de sus vientres con sus pequeños y atareados dedos entre sus piernas. Los médicos de la manada las instaban a evitar por completo el deseo sexual hasta el cumpleaños 22 de una mujer. No era fácil, pero las mujeres autenticas, las mujeres que se preocupaban por la baja tasa de natalidad de la manada de Orión, estaban dispuestas a hacer todo lo necesario para asegurarse que la manada sobrevivía.

Algunos tenían la teoría que si los hombres de Orión redujeran la intensidad de su entrenamiento guerrero, los embarazos y nacimientos aumentarían. Esa no era una opción viable, sin embargo, en un mundo donde sólo las manadas más fuertes sobrevivían a las guerras. A la mayoría de las mujeres no les importaba el sacrificio. Pero la mayoría de las mujeres no eran extrañas criadas en el pecado, rameras que claramente pensaban que se merecían dos o más esposos en su cama.

La poligamia en la manada estaba casi extinta. Las dos manadas que habían defendido el estilo de vida antinatural estaban casi destruidas. La manada Galicia no tenía descendientes vivos conocidos y en la manada Artemis lo había, pero una niña solamente. Esta chica, estaba ahora moviendo su mano cada vez más rápido, con la boca entreabierta mientras miraba a los hombres.

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Capitulo 1

UN ANO DESPUÉS

Las manos de Mercy se sacudían mientras alisaban su pelo largo por la cara, metió la última de sus cosas en su maleta pequeña, con ruedas, y cerró la cremallera. Pequeño vestido negro, listo. Ropa interior roja de encaje, lista. Tres pequeños tubos de lubricante metidos en los calcetines por si su madre adoptiva decidía meter la nariz en sus cosas, listos.

Mierda. Ella tenía lubricante en sus calcetines.

La idea hizo reír a Mercy... y estremecerse.

Resultaba imposible creer que finalmente iba a hacer este viaje. Que por fin iba a tener la oportunidad de hacer lo que había estado soñando durante casi un año. Desde aquella noche en el bosque, cuando ella había visto a los hombres que había conocido uniéndose en la oscuridad. Aún podía recordar cómo la piel pálida de Kerrick había resplandecido con la luz de la luna, cada perfecto músculo ondulándose mientras dirigía su polla dentro de Caleb. Podía oír los gruñidos de Caleb mientras tomaba cada embestida feroz, prácticamente sentía el éxtasis que llenó al hombre mientras Kerrick lo rodeaba para agarrar su polla, masturbando, masturbando, masturbando, hasta que ambos se corrieron con gritos gemelos.

Ellos cambiaron pocos segundos después de su orgasmo. Kerrick, el guerrero más bajo con el pelo en punta negro, tomó la forma de una pantera gris. Caleb, el alto, el dios rubio que Mercy había deseado desde el momento en que la sacó del fuego que había matado a su madre, tres padres de la manada y ocho hermanos y hermanas, se convirtió en un felino rubio arenoso. Y ambos habían tomado conciencia de su aroma. Las bragas y los dedos de Mercy se habían empapado, su cuerpo le traicionó después que había tratado tanto estar en silencio mientras los había observado tocarse, saborearse y divertirse.

Ella se transformó y corrió tan rápido como pudo, tan rápido como sólo un miembro de la manada Artemis podría correr. Ella no había sido capturada por Kerrick o Caleb esa noche, o ninguna de las noches después. No habían sido muchas, por desgracia, pero habían sido suficientes para mantener a Mercy en un constante estado de excitación frustrada.

Incluso observar a Kerrick y Caleb cocinar la cena, en la cocina amplia de Caleb, podría ponerla húmeda. Se daba la vuelta de la ventana y corría a lo profundo del bosque, desesperada por llevar su mano debajo de la falda, para deslizar los dedos ansiosos en los pliegues lisos. La manada Orión ni siquiera permitía a sus mujeres jóvenes masturbarse. Si una familia descubría que una de sus hijas de la manada estaba haciendo cualquier cosa que ellos creyeran que pondría en peligro su capacidad de reproducir, tomaban medidas drásticas para evitar el comportamiento destructivo.

A una chica supuestamente le habían prescrito un cinturón de castidad que llevaba debajo de su ropa. Su padre tenía la llave y sólo le permitía quitárselo para bañarse. Por supuesto, ese rumor no pudo ser confirmado... ya que ver a otras mujeres que no estaban emparejadas desnudas estaba prohibido.

Las viudas y las mujeres que no estaban en edad de procrear se desnudaban y hacían todo lo posible para tentar a los hombres jóvenes durante las pruebas de la tentación de la edad adulta. Hacían todo lo posible para comprometer a los hombres en las relaciones sexuales, demostrando con ello que los hombres eran indignos para reclamar una pareja femenina, ya que carecían de la disciplina para controlar su lujuria. Sin embargo, las demás mujeres debían mantenerse puras.

- Y ¿quién no carecía de la disciplina para controlar su lujuria? - preguntó en voz alta Mercy. Revisó su maquillaje en el espejo sobre su tocador por última vez. Su sombra de ojos era sutil, pero ponía de manifiesto

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el azul brillante de sus ojos, lo que contrastaba muy bien con su cabello negro. Por debajo de su nariz fina, su lápiz labial rojo destacaba sus labios carnosos. Parecía tentadora, se decía a sí misma. Esperemos que los muchachos piensen lo mismo.

Ella respiró hondo y sacudió los brazos y las piernas, tratando de liberarse de algunas tensiones que su propia lujuria descontrolada había causado. No sirvió de mucho.

Ningún ejercicio, dieta, trabajo voluntario, tejer o exfoliación compulsiva. Mercy había intentado todo para frenar sus deseos e integrarse a su familia y a su manada adoptiva. Pero no estaba funcionando y no iba a esperar más. Tenía veinte años. Si tenía que esperar dos años más para aparearse con un hombre, un hombre que su padre adoptivo eligiese, perdería su cabeza Era el momento de hacer lo que debería haber hecho hace un año. Iba a decirle a Kerrick y a Caleb lo que sentía por ellos, por ambos, y a la maldición las consecuencias.

Por lo menos, rogó que pudiera convencerlos para llevarla a su cama. Tenía demasiados recuerdos de las mujeres de su manada tirando de sus maridos hacia sus habitaciones particulares con sonrisas secretas sobre sus rostros por nada más que por ese tipo de placer, ese tipo de cercanía. Estaba hambrienta de eso, cada terminación nerviosa de su cuerpo estaba ansiosa por ser tocada.

Y no sólo por ella misma. Ahora ya no. Ella quería un hombre. Quería dos hombres, aquellos hombres, del modo en que había sido cuando era una niña y se había quedado dormida segura y protegida sabiendo que sus padres de la manada estaban en la habitación de al lado. Quería hacer lo que su madre había hecho, y dormir entre dos cuerpos fuertes y duros, cálida y segura y satisfecha, con su olor por toda la piel, dentro de ella.

En la manada Orión no se hacían ese tipo de cosas. Mercy pensó que era hora que comenzaran. ¿Por qué las tontería de las tentaciones y las reglas? ¿Por qué en el mundo debería a las fuertes y saludables mujeres jóvenes en la flor de sus vidas, sus hormonas corriendo a través de sus cuerpos ansiosos, negársele el placer mientras que a los hombres se les permitía jugar todo lo que querían antes del apareamiento?

No había ninguna razón. La manada Orión podía seguir sus reglas y sus mujeres podían obedecerlas. Mercy no era de la manada Orión. Era una hija de Artemis, la última hija de Artemis. Dependía de ella mantener la cultura y la sólida tradición de su manada, enseñar a la próxima generación lo hermosas que esas tradiciones habían sido. No les permitiría ahogarlas bajo las leyes sofocantes y la mojigatería de Orión.

Agarró el asa de su pequeña maleta con ruedas y abrió la puerta de su dormitorio, sus entrañas temblando con una combinación de miedo y excitación. Cinco noches. Tenía cinco noches para triunfar, cinco noches en las que hacer su juego para conseguir todo lo que siempre había querido.

No podía fallar.

Caleb inclinó la cabeza hacia atrás, dejando que el agua caliente golpeara su pecho y estómago. Esta era la última ducha en su casa durante seis días y tenía la intención de disfrutar de cada minuto de ella. No era que no le gustara viajar. Le gustaba. Pero echaría de menos la casa que él y Kerrick habían construido por sí mismos, la cama grande donde se amaban hasta el agotamiento.

Amaba a su casa. No le gustaba dejarla por mucho tiempo. ¿Y qué? ¿No es posible que un guerrero también fuera una persona hogareña?

- Son sólo cinco días, - dijo Kerrick mientras salía de la ducha.

Caleb se volvió y cogió la toalla que le lanzó Kerrick, sorprendido por no sorprenderse al saber que su compañero guerrero no sólo le prestara atención, sino que había adivinado sus pensamientos. - Cinco noches.

- Cinco noches en una habitación de hotel. - Los ojos azules de Kerrick se iluminaron. - Servicio de limpieza. Un restaurante. Una habitación anónima en el centro de la ciudad...

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Caleb se echó a reír mientras secaba el agua de su piel. - La ruidosa y sucia ciudad. Con gente por todas partes y una habitación con muy poca privacidad. Llevamos cinco mujeres con nosotros, Kerrick. En realidad no son unas vacaciones sibaritas.

- No me obligues a buscar en la Web, Caleb. Kerrick era tan listo como él, pero prefería pasar su tiempo ampliando su repertorio de técnicas de combate en lugar de su vocabulario. Sin embargo, no dudaba en preguntar las definiciones cuando las necesitaba. Era una de las muchas cosas que Caleb encontraba adorable de su compañero.

Tenías que amar a un hombre que no pretendía saberlo todo.

- Sibarita. Dedicado al lujo y al placer, - dijo Caleb, sin perderse el modo en que la respiración de Kerrick se había acelerado. La sola mención del placer que se daban el uno al otro era suficiente para ponerlos a los dos duros.

- Podría ser. - Kerrick se acercó más, de tal modo que sus palmas calientes presionaron contra el desnudo y todavía húmedo estómago de Caleb. - Las chicas no serán ningún problema. Van a ir de compras todo el día, acabarán con una cena a las ocho y exhaustas en la cama a las diez. Vamos a tener toda la noche, todas las noches.

Caleb cerró los ojos cuando los labios de su compañero guerrero tocaron su hombro. Su polla reaccionó, endureciéndose ligeramente.

No se trataba solamente que los labios de su compañero le afectaran. Estaba pensando en esas chicas. Las jóvenes que estarían escoltando y protegiendo. Una en particular.

Mercy Howe había sido siempre un volcán y una de las personas favoritas de Caleb. Desde el día en que la había sacado de los escombros de su casa familiar durante los últimos días de la guerra, que casi había destruido su manada, tenía un punto débil en su corazón por la niña. Pero en lo últimos tiempos, cuando el cuerpo delgado de la muchacha se había convertido en toda una mujer, había empezado a pensar... cosas que no debería haber estado pensando. Él era guerrero, apareado y ese era el final de la historia.

En la manada Orión un hombre tenía que elegir, un compañero guerrero o una compañera femenina.

Amaba a Kerrick. Lo amaba con todo su corazón. Por lo que había elegido la única opción que podía. ¿Cómo podía haber elegido una pareja mujer y dejar atrás su amor? No podía imaginar una vida sin su filete de la noche de fin de semana, o sus viajes de verano a Washington con el vino del país. Le dolía pensar en un mañana sin la sonrisa torcida de Kerrick, o una noche sin las grandes manos del otro hombre rozando su piel.

No se arrepentía de su decisión, y nunca lo haría. Pero estaría mintiendo si no admitiera que el pensamiento de esa mujer, esos pechos suaves, su cálido cuerpo, todavía tenía el poder para excitarlo.

Pero no tanto como Kerrick lo hacía. Metió la mano detrás de él, pasando la mano por el culo vestido con vaqueros de Kerrick, tirando de él más de cerca.

- Quiero durante el día también.

- Eres un hombre demasiado hogareño. - Kerrick deslizó la mano más abajo, parando justo encima de donde la mancha oscura del vello púbico de Caleb empezaba. ¿Caleb había estado medio tieso antes? Ahora ya no. Su polla se extendía ante él, cada vez más dura. Dispuesta. Teniendo la mano de su compañero tan cerca, el cuerpo de su compañero tan cerca, nunca dejaba de funcionar su magia.

- Tengo una buena razón para querer quedarme en casa, - respondió con voz ronca. - Hemos pasado suficiente tiempo separados.

Poco después de su unión, Kerrick y Caleb habían sido desplegados para vigilar en extremos opuestos del territorio de su manada. Luego, dos meses después, habían sido desplegados de nuevo para ayudar a resolver un enfrentamiento en el norte de California. Sus aliados los habían necesitado, y Kerrick y Caleb se habían ido por voluntad propia. No habían luchado de manera voluntaria por separado, pero sabían que no

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debían luchar contra la ley de Orión, que insistía en que los compañeros guerreros no sirven juntos en la batalla. Luchar contra la ley de Orión no era nada más que una pérdida de tiempo y energía. Sus leyes eran de piedra.

Ningún despliegue había durado mucho, pero cualquier momento que estaban separados era demasiado para Caleb. Cuando la oportunidad de retirarse de la fuerza de la batalla y el trabajo como guardaespaldas de la manada había surgido, se lanzó a la oportunidad de servir a su gente en una competencia que le permitiera que él y Kerrick estuvieran juntos todos los días. Sabía que su compañero perdió la emoción de la batalla, pero a Caleb le gustaba pensar que le daba una clase diferente de emociones.

Del tipo que encontraron en el dormitorio y la cocina, y la bañera caliente en su porche. Y aquí... en el baño.

- Mmm., Sí. Pero a veces... - La mano de Kerrick acabó su viaje, envolviendo con su calor la base de la erección de Caleb. Caleb contuvo el aliento en su pecho. - A veces es bueno tener un cambio de escenario.

Sus dientes rasparon la espalda de Caleb. Su otra mano se extendió más abajo, ahuecando la bolsa de Caleb, moviendo sus huevos suavemente. La cabeza de Caleb cayó hacia atrás y los labios de Kerrick presionaron contra su garganta. Caleb hundió los dedos en los músculos gruesos de las nalgas de su compañero, deseando poder hacer desaparecer los jeans que Kerrick llevaba con un pensamiento.

El botón de los jeans de Kerrick se abrió con un pop audible. Parecía que su compañero estaba leyéndole la mente. Caleb ayudó a Kerrick a empujar el vaquero grueso y su bóxer de algodón hacia abajo alrededor de sus muslos.

- Supongo que una habitación de hotel podría ser agradable. - La voz de Caleb sonaba muy lejana en su propia cabeza. La conciencia de todo excepto Kerrick se desvaneció en la distancia. La desnuda erección de Kerrick presionó contra su culo, caliente y dura. Movió su mano alrededor para frotarla.

Kerrick le mordió el hombro. - Va a estar mejor que bien. Su mano se movió, deslizándose hacia arriba a la punta de la polla de Caleb apretándola suavemente, y luego hacia abajo. - Va a ser divertido.

Caleb gimió. Sus caderas se desplazaron hacia adelante, sintiendo la piel de su polla deslizándose en la mano de Kerrick. La palma de la mano de su amante seguía ahuecando los huevos, levantándolos, tirando de ellos suavemente. - ¿Me lo prometes?

Kerrick le dio la vuelta, girándolo de modo que quedó frente a Caleb. Se dejó caer de rodillas. - Te lo prometo.

Caleb gimió de nuevo mientras su caliente amante, envolvía con su boca húmeda su polla. Oh, eso era bueno, era tan bueno, siempre lo era. La lengua de Kerrick se burlaba de él, deslizándose alrededor de la longitud gruesa de Caleb. Sus grandes ojos marrones miraron hacia arriba, encontrándose con los de Caleb. Su mano aún trabajaba la bolsa, empuñando la base de su pene.

Caleb puso la mano sobre la cabeza de Kerrick, sintiendo el pelo oscuro de su amante suave y fresco entre sus dedos. No se había puesto gel esta mañana a petición de Caleb. Eso le daba un aspecto aún más joven que sus veintinueve años.

- Promete... promete que no pararás de hacer esto.

Kerrick sacó su boca y dio a Caleb una sonrisa maliciosa. - Te lo prometo.

Volvió a su trabajo. Su lengua bailaba arriba y abajo de la longitud gruesa de Caleb, caliente y húmeda, antes de ponerlo en su boca de nuevo, todo el camino, chupando. Chupando fuerte. Caleb sintió la parte posterior de la garganta de Kerrick presionando contra su sensible cabeza, luego retirarse. Arriba y abajo, arriba y abajo, hasta que el mundo giró y Caleb tuvo que agarrarse a los hombros de su amante.

Honestamente sintió que sus rodillas se debilitaron cuando la mano izquierda de Kerrick recorrió su culo y apretó entre sus nalgas, encontrando el apretado anillo de músculo allí y acariciándolo. Pulido de

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saliva, empujó el dedo, deslizándose dentro. Caleb se quedó sin aliento cuando el dedo de su amante se movió, entrando y saliendo. Se inclinó aún más hacia Kerrick. Pronto no podría sostenerse en pie.

Por supuesto, estar de pie estaba sobrevalorado.

Le tomó casi toda su voluntad, pero Caleb se apartó. Los dedos y la boca de Kerrick en su polla eran increíbles, pero quería su boca contra la suya. Cayó de rodillas delante de su compañero, agarrando la mandíbula de Kerrick entre sus manos y tirando de él cerca. Sus bocas se encontraron en una maraña caliente de labios y lenguas, los dedos de Kerrick se clavaron en los músculos del culo de Caleb, apretando y soltando, apretando y soltando, haciendo que el agujero de Caleb se contrajera y doliera.

No había planeado esto de nuevo tan pronto, había tomado la polla de Kerrick en su culo la noche anterior y todavía estaba un poco dolorido, pero no podía negar que él deseaba a su compañero. Además, sabía que Kerrick ahora prefería ser el penetrador en lugar del penetrado. Fue una de las cosas que hizo que Caleb se preguntase si Kerrick tenía el mismo sentimiento que él tenía... si su compañero se había preguntado alguna vez ¿cómo sería estar apareado con una mujer, y nunca tener la cuestión de dónde va cada cosa entrando en escena?

- Te quiero a ti. Quiero tu culo, - dijo Kerrick, murmurando las palabras contra los labios de Caleb mientras tiraba de las caderas de Caleb imposiblemente cerca. Sus pollas se rozaban, insertándose entre los planos duros de sus abdominales.

Duro. Todo duro. Nada suave. No era algo de lo que quejarse, no del todo. ¿Pero era lo que ambos querían para siempre? ¿Serían los dos tentados por la visión y los olores de las mujeres de la manada que estarían protegiendo esta semana?

¿Se puso la polla de Kerrick un poco más gruesa cuando Mercy Howe atravesó el claro en las noches de las ceremonias de la tentación? ¿Miró sus piernas fuertes, bronceadas mientras ella corrió a su lugar en la manta de su familia adoptiva? ¿Pensó en lo que se sentiría con esas piernas alrededor de su cintura, lo que sería ver esos brillantes ojos azules apretados cerrados en éxtasis mientras ella...?

- Caleb...

- Hazlo. Folla mi culo, - dijo Caleb, dándose la vuelta en sus manos y rodillas, presentando su agujero para su amante. Es hora de dejar de pensar en cosas que nunca tendría y comenzar a sentir. Esta podría ser la última oportunidad para estar tan completamente solo con Kerrick durante cinco largas noches. Agarró la botella de lubricante de la caja y la sostuvo hacia arriba. Los dedos de Kerrick lo rozaron mientras la cogía.

- Dios, Caleb. Eres... todo.

Caleb se volvió para mirar por encima de su hombro. La expresión de adoración extasiada en la cara de Kerrick cuando extendía las nalgas de Caleb y empujaba suavemente hacia dentro fue suficiente para desterrar todos los pensamientos de las hembras de la especie. ¿Qué clase de loco podría insistir en lo que no podía tener cuando era amado así? ¿Qué clase de hombre pensaba en una mujer cuando su compañero estaba dentro de su culo hasta los huevos y su fuerte mano estaba alcanzándolo todo en un puño, y masturbaba y tiraba, hasta que el mundo desaparecía y no había nada más que el puro placer del hombre amando al hombre?

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Capitulo 2

Raney, Penny, Waverly, Katy y Mercy.

Las cinco cargas menores de edad tenían los nombres que rimaban. Las cinco tenían un elegante, fuerte y flexible cuerpo de mujer werepantera entrando en su mejor momento sexual. Las cinco olían como el cielo y se veía incluso mejor. Las mujeres de la manada Orión tan bellas como ellas eran poco frecuentes. Fue lo que hizo que los hombres se mataran entre ellos en medio de las pruebas de la tentación para ganar una propia.

Kerrick había pasado años trabajando como un hombre tentador antes de Caleb y de decidir que su relación era más que sexual y tomar la decisión de ser su compañero guerrero. Caleb había amado a las mujeres, pero amó más Kerrick. Fin de la historia. Kerrick había sentido lo mismo. Nunca se había preguntado cómo habría sido su vida si hubiera nacido en la manada Orión y hubiera tenido la oportunidad de ganar una pareja mujer. Amaba a Caleb, quería a Caleb. Había sido una decisión fácil.

Kerrick siempre había visto las cosas en blanco y negro. Era lo que lo convirtió en un buen guerrero.

Así que, incluso estando rodeado de hermosas y sensuales mujeres, generalmente era fácil resistir el impulso instintivo de responder a la hembras de la especie. Incluso las cinco magníficas mujeres jóvenes saliendo de la furgoneta de la manada Orión, riendo mientras corrían para entrar a uno de los mejores hoteles de Seattle, no le habría afectado. Era lo que lo convirtió en una buena elección de un guardaespaldas para las hembras vírgenes de la manada. Kerrick estaba por encima de la tentación.

O al menos eso pensaba. Pero una de estas chicas aparentemente idénticas no era como las otras.

Mercy Howe se quedó un poco atrás de sus amigas. Sacó una pequeña maleta de la mitad del tamaño de las bolsas gigantescas de las otras chicas. No se reía, no hablaba sin cesar de qué tienda quería visitar primero, uno de los dos viajes de compras que se les permitiría durante todo el año. Las jóvenes de la manada sólo venían a Seattle dos veces al año. Una vez en invierno y una vez en primavera y siempre estaban fuertemente custodiadas. No era seguro para ellas viajar solas. Había muy pocas mujeres werepantera en el mundo y los compañeros eran escasos. Los enemigos de la manada Orión en el norte y en el sur eran conocidos por secuestrar a las mujeres de otras manadas.

La mandíbula de Kerrick se apretó e hizo otra exploración de la zona. Todavía era muy temprano un lunes por la mañana y sólo unas pocas personas estaban en las calles disfrutando del aire de la primavera. Flores rosadas ondeaban al viento ligero y los pétalos caían sobre las muchachas, a medida que se abrían paso en el vestíbulo del hotel. No había nada que temer, nada de qué preocuparse.

¿Por qué entonces sus entrañas estaban tan retorcidas en su interior? ¿Había allí peligros acechando a las mujeres que él y Caleb habían venido a proteger? ¿O era Mercy Howe, preciosa en un sencillo vestido azul marino y chaqueta blanca que acentuaba su piel de marfil, lo que le hacía tener miedo?

Porque él no era el único mirando a la chica. Había visto charlando a Caleb con Mercy durante el viaje, riéndose de una broma que ella hizo, sonriéndole cuando su pequeña mano alcanzó a apretar su brazo. Kerrick había estado en la parte trasera de la furgoneta y no había podido escuchar, pero los había visto bien.

Podía ver que su compañero estaba tan tentado por Mercy como él. Quizás aún más tentado.

Como si leyera su pensamiento, Mercy se volvió justo antes de entrar en el hotel, lanzando una anhelante mirada de nuevo a donde Caleb supervisaba la descarga de las maletas. La necesidad de esos ojos azules lo dejó claro. Ella quería a Caleb en la forma en que una mujer quiere a un hombre.

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-Mierda, - murmuró entre dientes Kerrick.

Iba a estar atrapado en el hotel durante cinco noches con una bella muchacha que estaba deseando a su compañero guerrero, un compañero guerrero que también podría estar deseándola y él estaba definitivamente deseando a los dos.

Nunca debería haber dejado que Caleb lo convenciera de aceptar este trabajo de guardaespaldas. Sabía en sus entrañas que la batalla era infinitamente más fácil que lidiar con las mujeres.

Esta era su primera oportunidad para dar forma al resto de su vida. Mercy dudó en la puerta de su habitación, escuchando atentamente para asegurarse que las otras chicas no estaban en el pasillo o seguían riendo en su suite. Gracias a Dios que le dieron una habitación para ella sola... las otras cuatro chicas eran amigas desde su nacimiento y nunca tuvieron la intención de excluirla, pero lo hicieron.

A Mercy no le importaba. Darse pedicura y tratamientos faciales sonaba muy bien, pero había un tipo diferente de fiesta de pijamas en mente.

Su aliento salió al abrir la puerta y se asomó por el pasillo. Todo estaba tranquilo. La manada Orión tenía el octavo piso entero para sí mismos. Kerrick y Caleb estaban en una pequeña suite cercana a las escaleras. El ascensor sólo pararía en la planta superior, si se tenía una clave de acceso especial, por lo que la escalera sería la mejor esperanza de un secuestrador para colarse dentro y agarrar a una de las hembras de la manada de Orión.

Mercy podría haber estado preocupada porque una cosa así sucediera en otro momento, en otro lugar. Pero incluso si no estuviera tan centrada en las mariposas en su estómago y en la sensación de hormigueo debajo de ella, Caleb y Kerrick nunca permitirían que tal cosa ocurriera. Nunca. Su fe en ellos era absoluta, no era una cosa fácil para ella. Las guerras se habían llevado a su familia, su manada entera. Era difícil imaginar que alguna vez se sintiera segura de nuevo, sobre todo en esas noches en la cama que era de ella pero no la suya, cuando se despertaba sudando y temblando, recordando la noche en que su casa fue invadida y quemada. Recordando los gritos de su madre y los gritos de sus padres.

En esas noches, a lo único que podía aferrarse era al recuerdo de la cara amable de Caleb. Sus ojos azules tan atentos. Sus anchos hombros y fuertes brazos levantándola, llevándola lejos de los restos, y su voz baja, hablando tan suavemente. -Estás segura, - le dijo, palabras que todavía la hacían estremecer. - Te tengo, estás a salvo.

No había mentido. En aquel momento la había tenido. Su corazón y su alma. Ahora era el momento para convencerlo para que reclamara su cuerpo.

La mano le temblaba mientras se ajustaba el dobladillo del pequeño camisón rojo. Apenas cubría su trasero, era bajo en la parte frontal para exponer la mayor cantidad de sus pechos mientras ella se atrevía.

Por debajo del camisón no llevaba nada. El ambiente del hotel con el aire acondicionado enfriaba su piel desnuda y la sensible piel entre sus piernas de tal forma, que la hizo retorcerse.

Bueno, el aire y su excitación. Sólo la idea de lo que estaba a punto de hacer la hizo humedecerse. Esa sensación, combinada con sus nervios, significaba que ella estaba tan cerca de un desastre total como era posible estar y aún no funcionar, pero ella haría que funcionara. Ella iba a hacer esto, sin dar marcha atrás.

Sabía que podrían rechazarla al principio. Estaba preparada para esto. Pero estaba determinada a que no la rechazaran por mucho tiempo y convencerlos que realmente la querían. Sí, era menor de edad, una virgen y por lo tanto prohibida. Pero no era tonta. Sabía cómo un hombre miraba a una mujer que quería. Ella había observado a los dos hombres lo bastante para saber cómo se miraban el uno al otro, cómo su mirada se oscurecía y sus ojos se ampliaban cuando estaban emocionados.

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Caleb la había mirado así. Su mano había tocado su brazo en la furgoneta y le había sonreído. Había visto esa mirada, ese deseo. Él la quería. Así como Kerrick. Había sentido sus ojos en ella al entrar en el hotel. Su atención era más que la de un guardaespaldas de vigilancia. Lo sabía.

Así que respiró hondo, sintiendo sus pezones duros moviéndose contra la seda roja que los cubría. Un escalofrío le atravesó el cuerpo entero por la sensación. La seda estaba caliente por el calor de su cuerpo, pero sus manos estaban más calientes. Su boca estaba más caliente aún.

Sus nudillos golpearon la puerta, tres veces. No muy fuerte, ni demasiado suave. Lo suficientemente fuerte para que lo escucharan pero con suavidad suficiente como para que nadie más lo hiciera. Había practicado la cantidad de presión correcta durante semanas.

Su corazón martilleaba en su pecho. ¿Quién abriría la puerta? ¿Le dejarían entrar? Mierda, ¿qué pasaba si ni siquiera la dejaban entrar? No podría quedarse allí y desde luego no podría intentar una seducción en el pasillo. No con las otras chicas tan cerca. Cualquiera de ellas podría decidir asomar la cabeza en cualquier momento.

El pomo de la puerta giró. Apenas se atrevía a respirar.

Era Caleb.

Gracias, Dios. Ella lo conocía mejor. Se sentía más próximo a él que a cualquier otra persona en su nueva manada, que a nadie más en el mundo. Sabía que le permitiría entrar, porque la sentía como una responsabilidad y Kerrick no, nadie más lo hacía.

Sus ojos se abrieron muy levemente, y la exploraron de arriba a abajo, deteniéndose en sus pechos. - ¿Estás bien, Mercy?

Su nerviosismo se alivió un poco. Eso era lo que le gustaba de él. No le preguntó lo que estaba haciendo allí, o por qué lo estaba molestando. No le preguntó por qué había aparecido en su puerta cerca de la medianoche llevando prácticamente nada. Le preguntó si estaba bien. Y parecía que realmente le importaba.

Dios, ella lo quería. Cuando habló, su voz era ronca. - Caleb, ¿puedo entrar un minuto?

Él tragó saliva. - No creo que sea una buena idea, Mercy, lo siento. Pero en realidad es tarde, y no hay ninguna acompañante.

Bueno, había una acompañante, la madre de Raney, Cassia, había llegado poco antes de la cena. Estaba en la habitación al lado de la suite de las chicas y las acompañaría mientras hacían sus compras, asistían al teatro y comían en los mejores restaurantes de Seattle. Las madres rara vez iban en los viajes de compras, prefiriendo confiar en el guerrero apareado guardaespaldas, pero Cassia era sumamente dominante. Nadie se sorprendió al ver su programa y anunciar que estaría cuidando la honra de las chicas mientras se encontraban en de la ciudad.

Por supuesto, Mercy no tenía ninguna intención de despertar a la mamá de Raney y pedirle que se sentara en esta charla en particular.

- Sólo un minuto - dijo, echando una mirada furtiva por el pasillo.

- No. Creo que no, Mercy. Kerrick está fuera de rondas, así que no hay realmente nadie más aquí.

Oh, no. Esto no era lo que había imaginado. Tenía que dejarla entrar, simplemente tenía que hacerlo. Sacó el pecho un poco, sabiendo que probablemente parecía desesperada, pero la decisión no le importó. Tenía que entrar a esa habitación. Especialmente si Kerrick no había regresado todavía. - Por favor.

El se dio cuenta que sacaba pecho. Lo vio tragar saliva otra vez, y el triunfo floreció en su vientre y casi, pero no del todo, expulsó sus nervios. - De acuerdo.

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Abrió la puerta del todo. Oh Dios. Estaba sin camisa, su pecho desnudo tan fuerte y hermoso, tuvo que apretar los puños para evitar alcanzarlo para tocarlo. Su estrecha cintura desaparecía dentro de los jeans ajustados y descoloridos, deteriorado en las rodillas y en el ligero abultamiento en la parte delantera.

Pasó junto a él. ¿Su perfume aún persistía? Pensó que debería, ya que lo había puesto, simplemente con un pequeño toque, antes de salir de su habitación. No es que importara. Caleb sería capaz de oler lo que le hacía, el modo en que lo necesitaba. Era parte animal y tenía los sentidos aumentados, eso iba junto con ser un hombre pantera.

La habitación era más grande que la suya, con una amplia cama de matrimonio, todavía perfectamente hecha, y una pequeña sala de estar frente a un ventanal. Las sillas parecían bastante cómodas, frente a la televisión, sintonizada en la estación de noticias veinticuatro horas, pero ella no les hizo caso y se inclinó sobre la cama en su lugar, estirando las piernas delante de ella. La mirada de él recorrió de arriba a abajo su piel desnuda, y la esperanza surgió en ella.

- Yo...Yo tuve un mal sueño, - dijo. - Sobre aquella noche.

- Dios... lo siento. Debe ser difícil.

- Así es. - ¡Él era tan bueno! Tan buen hombre. Sus cejas se juntaron y dio un paso más cerca de ella con la mano extendida. Todo su cuerpo se estremeció anticipándose a su toque, y cuando llegó tembló.

- Mercy... No sé qué decir.

Debería decir algo, lo sabía. Debería hablar más. Pero no podía. La sensación de su piel contra la de ella le hizo girarse y prácticamente se arrojó en su pecho. Rodeó su cintura, su mejilla presionó contra su piel caliente. Tan suave sobre cómo sus músculos duros. - Caleb... ¿tú simplemente me sostendrías?

Y de repente ella no actuó más. Quería simplemente que él la sostuviera. Simplemente quería sentirse cerca de él, sentir sus brazos alrededor de ella. Su pecho era tan fuerte contra su mejilla, tan cálida.

Y se sentía tan bien, estar presionada contra su cuerpo masculino. Tan perfecto para sentir esos bíceps duros, los fuertes brazos de hombre envolviéndola a su alrededor.

Le dio un salto el corazón y tocarlo hizo que surgiera crema caliente de la parte superior del interior de sus muslos. Tenerlo tan cerca, limpio, el aroma dulce y almizclado de él... Era un afrodisíaco como ninguna otra cosa. Sin pensarlo o realmente querer hacerlo, abrió la boca y arañó con sus dientes su pecho.

El contuvo la respiración. Sabía lo que estaba pensando. Estaba preguntándose si era un error, si debería retirarse. Podía sentir su indecisión.

Eso no era todo lo que podía sentir, tampoco. Contra su estómago su polla estaba endurecida, caliente a través de sus jeans y ella apenas tenía tela en el camisón. El conocimiento que respondiera a ella, atraído por ella, le hizo difícil respirar.

Bueno. Este era, el momento de hacerle realmente saber sus intenciones. Ella abrió la boca de nuevo, y lentamente, deliberadamente, tiró de su pequeño pezón con la lengua.

Él jadeó. Comenzó a alejarse. - Mercy...

- Caleb. - Lo dejó ir, pero no hasta el final. Le miró a los ojos que él le sostenía, mantuvo sus manos en su cintura. - Caleb, hazme el amor. Por favor.

- No puedes hablar en serio.

- Lo estoy - Bueno, no la estaba lanzando a la cama y rasgándole la ropa. Pero aún estaba allí. Y tampoco había imaginado la llamarada de puro calor en sus ojos.

Más importante aún, su propio cuerpo zumbó y la determinación se unía a la excitación corriendo por sus venas. No iba a darse por vencida. Había sido criada para ser una mujer fuerte, ser decidida y ambiciosa.

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Perder a su familia y terminar adoptada por la manada de Orión había fortalecido eso. Ella era una mujer poderosa de la manada de Artemis y no dejaría que el miedo le impidiera la caza.

Deslizó su mano sobre por su parte delantera, frotó su mano suavemente sobre el bulto en sus jeans. Oh Dios, eso... fue increíble. Realmente, realmente increíble. Podía imaginarlo en su cabeza, el aspecto que tenía con Kerrick, su cuerpo desnudo...

Sus pestañas se agitaron, pero él se apartó. - No puedo.

- Sí puedes. - Dio un paso más cerca. Él no retrocedió de nuevo. - Sé que tú y Kerrick llevan a otros hombres a la cama de vez en cuando. ¿Por qué no yo?

- Tú no eres un... espera, ¿qué?

- Yo dije, que se que tu...

- ¿Cómo lo sabes? ¿Cómo puedes saber lo que ocurre en la privacidad de mi habitación entre mi compañero guerrero y yo?

Oh. Mierda. Esto no iba como lo había planeado. ¡Nada! Lo miró a los ojos azules, aterrorizada que se enojara. Pero, por suerte parecía más curioso que molesto. Estaba aun interesado. Otra oleada de amor barrió algunas de sus preocupaciones. Este era Caleb. Él no la castigaría por lo que había hecho de la forma en que su padre adoptivo lo haría.

Sin embargo. Se trataba de una confesión embarazosa de hacer. - Te he observado.

Se quedó boquiabierto. Y... ¿era su imaginación o sus ojos se oscurecieron de nuevo? Casi como si... como si le gustara la idea que ella los mirara.

No era lo que había planeado, pero podría funcionar.

- Te he observado, - dijo de nuevo, suavemente, la espalda apoyada en la cama y abriendo las piernas un poco. - Muchas veces. Me escapaba de mi habitación por la noche y os observaba a ti y a Kerrick desde el árbol fuera de tu ventana del dormitorio. Y cuando lo hago, yo... yo me toco. Aquí.

Pasó una mano sobre la curva de su pecho, sobre el pezón duro. Se lo pellizcó suavemente entre el pulgar y el dedo índice y suspiró cuando la sensación pasó a través de todo su cuerpo, una flecha disparando directamente a su coño.

- Mercy, - dijo él. Su voz era áspera y seca, sonaba como si estuviera forzando las palabras fuera. - No deberías...

Lo ignoró, siguió como si él no hubiera hablado. - No sólo aquí, sin embargo. Esto es bueno, - se pellizcó los pezones una vez más, permitiéndose un estremecimiento pequeño, - pero no es suficiente. Así que muevo mi mano hacia abajo, de esta manera.

Mercy tenía la esperanza que su pequeño show pudiera excitarlo. No contó con lo mucho que iba a excitarla a ella. Cuando puso su dedo entre sus piernas y le dio a su clítoris el más mínimo toque, su cuerpo entero se sacudió y un jadeo que no podía parar escapó de sus labios. - Me toco aquí, Caleb. Finjo que me tocas. Quiero tanto que me toques. Mira. Te voy a enseñar donde quiero tus caricias.

Pensó en subir a la cama y acostarse, pero no. Ella quería ser capaz de ver su rostro. La mirada de él estaba fija en su mano, lanzando su lengua fuera para mojar sus labios, sus puños a los costados.

Y debajo de sus jeans la polla con la que fantaseaba cada noche estaba desesperada por escapar. Lo sabía. La podía ver, dura y gruesa contra la, de repente demasiado apretada, tela.

No, ella quería verlo. Así que cambió su peso un poco, usando la otomana para apoyar su pie izquierdo de manera que sus piernas quedaron abiertas. Echó un vistazo, levantando el rojo borde de su camisón fuera del camino para que su coño quedase totalmente expuesto.

Caleb tragó. Dios, ¿por qué no venía hacia ella?

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Lo haría. Sabía que lo haría. No se podía permitir dudar y arruinar lo que había empezado. Tenía que seguir adelante, haciendo caso omiso de la voz que poco a poco en la parte de atrás de su cabeza le gritaba que estaba haciendo el ridículo.

Dejó que su dedo deslizara sobre su clítoris duro, enviando escalofríos de placer a través de todo su cuerpo. Dios, estaba tan caliente. Tan caliente que podría correrse justo allí, ya, con un poquito de estimulación. Viendo que la miraba, representándolo para él, era increíblemente excitante.

Y estaba increíblemente húmeda. Él tenía que haber olido su aroma en este momento, tenía que estar atormentándolo tanto como a ella su pequeño show. - Se siente tan bien, - susurró. - Estoy muy mojada ahí, Caleb. Así es como yo estoy siempre cuando yo...cuando pienso en ti. Cuando hago esto. Mira.

Su dedo estaba cubierto con una brillo fino de sus jugos. Por mucho que le dolió alejarse de su palpitante y necesitado coño, lo hizo y se lo mostró. - ¿Por qué no me tocas, Caleb? Sólo tienes que tocarme. Eso es todo. Por favor.

- Mercy... - Era una advertencia, una oración, una maldición, todos en esa sola palabra. Una parte de ella le dijo que dejara lo que estaba haciendo, pero no podía. Lo necesitaba demasiado gravemente.

- Por favor, - repitió, concentrando cada pedacito de su deseo en la última súplica.

No lo vio moverse. Lo único que supo era que de repente ahí estaba él delante de ella, sus intensos ojos azules mirándola mientras su mano derecha se metía entre sus muslos.

Oh Dios... ¡sí! No pensaba que realmente lo había dicho en voz alta, pero había gritado justo eso. Y lo hizo de nuevo cuando él le frotó con el dedo alrededor de su entrada, extendiendo su humedad arriba y abajo los labios de su sexo, explorándola. Por un segundo, ella pensó que él podría deslizarse dentro de ella y todo su cuerpo se apretó con anticipación, pero no lo hizo. En su lugar movió sus dedos hacia arriba, encontrando que su clítoris prácticamente vibraba desesperado porque lo tocaran.

Su corazón latía y su respiración era pequeños jadeos mientras él frotaba donde le dolía. Ella podía oír su respiración más rápida también, áspera y trabajosa.

- Sí, - logró decir ella. - Sí, por favor ...

Su mano se movía más rápida, más ligera. Nunca supo si él había estado con mujeres antes pero debió haber estado. Tenía que haber estado porque no había manera que supiera como tocarla así si no lo había hecho. La yema de su dedo índice apenas rozaba la extra sensible cabeza de su clítoris, con la cantidad justa de presión para hacer que todo su cuerpo se sintiera atravesado por un rayo.

No la estaba tocando en otro sitio, pero se mantenía lo suficientemente cerca como para sentir el calor de su cuerpo. Podía su olor, ese hermoso olor picante, esa excitación salada, hombre mezclado con necesidad.

Ella miró hacia abajo. Vio su mano allí, entre sus piernas. Vio su crema en sus dedos. Sentía su piel demasiado pequeña, demasiado apretada. Era realmente Caleb. Caleb tocándola, acariciándola. Ella podía ver la carne más oscura de su mano contra sus muslos pálidos.

El miró hacia abajo también. - Dios, Mercy, eres tan... Mierda, estás tan caliente. Tan húmeda. Jesús,...no debería...

- No pares. - No quería dejarlo terminar la frase. - Caleb, no te detengas, yo estoy casi , por favor ...

Casi no estaba allí. Estaba allí. Algo como decirle por favor, algo como oírlo decir su nombre añadido a la increíble habilidad de esos ágiles dedos y lo sintió otra vez. Ella lo escuchó gemir. Su cabeza cayó hacia atrás. - Sí, Dios, ¡sí!

Y se corrió, tan fuerte que estrellas explotaron detrás de sus ojos. Tenía las manos en puños en la colcha detrás de ella, tratando de afianzarse mientras inundó la mano de él y casi gritó lo bueno que era. El orgasmo le pasó por encima como un tren de mercancías, teniendo cada pensamiento consciente con ella,

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todo, pero la sensación de su mano que seguía moviéndose, le envió otro antes que el primero hubiera terminado.

El segundo apenas había muerto cuando lo alcanzó, sus dedos ansiosos por rasgar los jeans y liberar su hermosa polla. Ella estaba lista. Ninguna duda sobre qué perdiendo su virginidad se sentiría como ahogarse en un maremoto de necesidad era lo que Caleb había despertado en su interior.

Casi había liberado el botón de su agujero, cuando él dio un paso atrás y la empujó con la mano con una maldición.

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Capitulo 3

Caleb rebuscó el botón de sus pantalones y rompió la cremallera, con las manos temblando como un niño durante su prueba de la primera tentación. No, peor que eso. Nunca había sufrido durante una prueba de la forma en que sufría hoy. Nunca había querido a ninguna de las mujeres que lo tentaron de la forma en que quería a Mercy. Fue un infierno alejarse de ella, pero tenía que hacerlo. Si la dejaba tomar su polla en su pequeña mano suave se habría acabado. Nunca sería capaz de controlarse a sí mismo.

La empujó de espaldas a la cama, abrió sus cremosos muslos y apretó su interior. No importaba que fuera virgen, no importaba que la arruinara y cometer un delito contra la manada, no importaba que estuviera violando las promesas que le había hecho a su compañero guerrero.

Él y Kerrick habían acordado no tomar nunca a otro hombre en su cama sin antes discutirlo y no participar nunca en actos sexuales con un hombre de la manada por su propia cuenta.

Pero nunca se dijo nada acerca de participar en actos sexuales con una mujer.

Caleb gimió. Se bajó los jeans y los bóxers lo suficiente para liberar su dolorida polla y tomarla en la mano. Él no iba a escuchar la voz de su cabeza, no iba a ceder a la tentación de tener este encuentro con Mercy nunca más. Había ido ya demasiado lejos. Ni siquiera debía hacer lo que estaba a punto de hacer pero no podía ayudarse a sí mismo. Necesitaba un poco de alivio o dudaba que fuera capaz de dejar que la chica saliera por la puerta sin tocarla otra vez, sin arrancarle el camisón rojo y aparearse con ella en la forma en que todo su cuerpo pedía a gritos que él hiciera.

Maldita sea, pero él la deseaba. Más de lo que había imaginado.

Empezó tirando, áspero y duro, trabajándose con rapidez hacia el borde. La visión de Mercy se extendía ante él, su coño enrojecido e hinchado, lo mareó en segundos. Él se iba a correr, justo con unas cuantas sacudidas más.

- Caleb, por favor, déjame...

- No, - le advirtió cuando ella lo alcanzó. Él mismo se sacudió un poco más rápido, seguía sin poder apartar la mirada. Era tan hermosa, tan pequeña y suave y femenina. Era lo contrario de su compañero guerrero en todos los sentidos. Parecía imposible que él la deseara tanto como lo hacía, pero la deseaba. Quería follar a Mercy tanto como alguna vez había deseado follar a Kerrick.

Le hacía sentir miserable y malo, pero eso no le impedirá correrse.

- ¿Qué demonios está pasando? - Resonó la voz de Kerrick a través de la sala justo cuando Caleb explotó. La polla en su mano tembló y se corrió desde la profundidad de sus huevos, brotando chorros espesos en el muslo de Mercy.

Ella ahogó un grito mientras los jugos calientes salpicaban su piel, pero no miró hacia abajo. Solo tenía ojos para Kerrick.

- ¿Por eso me has enviado a revisar el perímetro?, - preguntó Kerrick, con enojo en su voz.

- Lo siento. Por favor, no te enfades, - dijo Mercy, su respiración todavía acelerada. Sus pezones asomaban a través de la delgada tela de seda y Caleb no podía dejar de notar que ella no juntó sus muslos mientras Kerrick entraba en la habitación. De hecho, en realidad las abrió un poco más, una sutil invitación que Caleb se preguntó si su compañero guerrero notaría.

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Por supuesto, debería estar pensando en otras cosas, como si Kerrick pediría la disolución de su unión o no. Era una cosa rara, pero sucedía. Por lo general, cuando un compañero le había sido infiel al otro. Una pareja era una cosa seria en su manada. La infidelidad no era tomada a la ligera o perdonada fácilmente.

La sabía antes de haber tocado a Mercy, pero aun así no había sido capaz de detenerse. Era un hombre débil, más débil de lo que jamás había imaginado. No importa cuánto había fantaseado con esta chica, nunca debería haber dejado que la fantasía se entrometiese en su muy preciada realidad.

Ese pensamiento serio le hizo metérsela deprisa de vuelta dentro de sus jeans.

- No estoy enojado contigo. Tienes veinte años y no naciste en la manada de Orión, - dijo Kerrick, parándose a unos metros de distancia, apenas dándole un vistazo a la chica con la que hablaba. Sus ojos eran todos para su compañero insensato que lo había engañado.

Caleb tragó. Fuerte. - Kerrick, yo...

- Soy lo suficientemente mayor para saber lo que quiero y ser responsable de mis acciones, - dijo Mercy, poniéndose de pie y caminando un poco más hacia Kerrick. - Y no haber nacido en la manada de Orión es la cuestión. Es por eso que vine aquí esta noche.

Caleb se volvió para mirarla. ¿Cuándo había llegado a ser tan segura de sí misma? ¿Cuándo la niña asustada que había sacado del fuego se había convertido en una mujer de tal convicción? Un vistazo a Kerrick reveló que él se había vuelto hacia Mercy, a pesar que no parecía estaba sorprendido.

Él siempre había dicho que Mercy era un problema. El cariño en su voz cuando él había dicho las palabras de lo que Caleb había hecho, Kerrick asumió que significaba problemas del tipo color rojo sangre de las jóvenes mujeres , pero tal vez había querido decir algo más. ¿Había imaginado que Caleb codiciaba a la chica?

- ¿Así que crees que mereces el castigo por follar con mi compañero guerrero? ¿Una acción que va contra la ley de la manada y nuestro pacto de unión?

Mercy se estremeció y un poco de miedo se introdujo en sus ojos. Kerrick podría ser un hombre que asustaba cuando quería hacerlo y estaba claro que quería hacerlo en este momento. Sin embargo, cuando Mercy habló, su voz era estable y firme. - No hemos hecho otra cosa que tocarnos. Sigo siendo virgen.

- Bien, - gruñó Kerrick.

- Pero yo no quiero serlo y no me importaría si me castigas, Kerrick. - Dio un pequeño paso hacia el otro hombre. - No he venido aquí para intentar alejar a Caleb de ti. Yo vine aquí para entregarme a los dos.

Hubo un golpe de sorprendido silencio, sólo roto por el sonido de la presentadora de noticias anunciando un accidente de tren. Qué apropiado. Tren con restos por todas partes.

¿Qué demonios había estado pensando Mercy? Realmente no podía decir que quería dos hombres en su cama. A pesar de su educación, tenía que darse cuenta que tal cosa era imposible. Varios maridos iban en contra de la ley y la práctica cultural. Nunca ocurriría.

Incluso si hubiera hombres como Caleb que estaban intrigados por la idea de compartir una mujer con su guerrero. Dios, ¿por qué no lo había pensado antes? ¿Él y Kerrick, piel con piel con Mercy y entre sí, los tres disfrutando de los innumerables placeres que podían darse los unos a los otros? Era la solución perfecta para sus errantes pensamientos y deseos en conflicto.

- ¿Quieres a dos hombres en tu cama? - El tono de Kerrick no dejaba dudas que encontraba ese pensamiento absurdo y extraño. Pero claro, su compañero guerrero veía la vida en términos absolutos. No había matices de gris en el mundo de Kerrick.

- Es la manera de mi gente, - dijo Mercy, llegando hasta agarrar la parte inferior de su camisón y tirando hacia arriba sobre su cabeza. Caleb oyó la respiración rápida de Kerrick cuando ella se quedó desnuda ante ellos. - Quiero caminar el mismo camino... y quiero que ambos lo caminen conmigo.

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Los ojos oscuros de Kerrick se deslizaron arriba y abajo de Mercy de pies a cabeza, y luego hacia Caleb. - Está loca.

- Yo no lo creo. Sólo... diferente, - dijo Caleb, agradecido que la ira en los ojos de Kerrick se hubiera enfriado un poco.

Sin embargo, no podría decir exactamente lo que su compañero estaba pensando. No sólo era un estado preocupante de las cosas sino también el gran despertar de algo. ¿Qué era lo que corría a través de la mente ágil de su pareja? ¿Qué diría Kerrick? ¿Lo haría? La incertidumbre hizo correr la sangre de Caleb más caliente y su polla comenzó a hincharse entre sus piernas una vez más.

- No, ella está loca.

- ¡No estoy loca! - Mercy cruzó sus brazos, empujando hacia arriba sus pechos impertinentemente incluso más altos.

- Y una delincuente, - añadió Kerrick, acercándose hacia Mercy, aunque su mirada permaneció en Caleb.

- Yo no soy una delincuente. Yo soy...

- Y, sin embargo, la tocaste. - Kerrick la alcanzó para envolver un brazo fuerte alrededor de la cintura de Mercy, provocando un suave suspiro en la chica. - Puedo oler su aroma sobre ti.

- Lo hice. Lo siento, - dijo Caleb sorprendido por cómo lo excitaba la visión de su compañero guerrero tocando a Mercy. Si hubiera tenido tiempo para pensar en ello, habría supuesto que estaría celoso pero no lo estaba. En su lugar, se encontró deseando que Kerrick tocara el pecho de Mercy, para rodar su pezón entre los dedos hasta que estuviera más mojada y con calor entre sus muslos.

- Pero no la besaste, ¿verdad?, - preguntó Kerrick, tirando de Mercy aún más cerca, su cuerpo desnudo se apretaba contra él. El aliento de Mercy, se aceleró y sus manos fueron tentativamente a la cintura de Kerrick.

Caleb negó con la cabeza.

- Siempre descuidando los preliminares. - Se volvió para mirar hacia abajo a Mercy. - Mis disculpas. Él comería el postre primero todas las noches si se lo permitiera.

Y entonces Kerrick bajó los labios y besó a Mercy a fuego lento, tan sensualmente, que hizo girar la cabeza de Caleb, como si fueran sus propios labios los que besaban a Kerrick.

Era sólo un beso, simplemente un beso para enseñar una lección a Caleb. No debería haber dado picor a la piel de Kerrick o dolor en sus huevos. No debería haberle hecho gemir en Mercy, dentro de su dulce boca y tirar de ella aún más. No debería haber querido mucho más que un beso. Pero lo hizo.

En cuestión de momentos, la dulce lengua de Mercy se deslizó en su boca, la sensación de sus dedos excavando en su culo a través de sus jeans, destrozó su intención original. Eso no significaba que ya no fuera consciente de Caleb, porque lo era, muy consciente del deseo en los ojos de su amante, del sonido de su respiración y el olor de su sudor apasionado. De hecho, eso lo hizo peor. Besar a Mercy fue suficiente para que sus rodillas se pusieran débiles. Besarla y saber que Caleb estaba observando ¿Caleb estaba excitándose por eso? Eso hizo que su polla se sacudiera en su pantalón. Lo que hizo, que sin darse cuenta llegara más lejos alrededor del caliente y delgado cuerpo de Mercy, pasando su mano por la madura curva detrás de ella y la sumergiera entre sus piernas.

Ella irradiaba calor, más caliente que nada que jamás el hubiera sentido tan mojada y él volvió a gemir. Había pasado tanto tiempo desde que había tocado a una mujer, olía a una mujer excitándose. Quería perderse en eso, hacer estallar sus botones y hundirse en ella, tocarla hasta hacerla estremecer y gritar y apretar su polla con su coño hasta que sus ojos se salieran.

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Quería hacerlo todo mientras Caleb observaba.

Ella ahogó un grito en su boca. Sus manos ya no eran tentativas, recorriéndolo de arriba y abajo desde la espalda hasta su culo, apretando. Ella comenzó a dar pasadas lentas por la entrepierna más y más cerca. Sus caderas se movían bajo su mano, haciendo que la tocara deliberadamente donde él sabía que ella más deseaba. Tuvo el efecto adicional de hacer que pelvis se meciera contra su erección dolorida. Mierda, su cuerpo era tan pequeño y delicado contra el suyo. Estaría tan apretada y quería sentir eso tanto, tanto que apenas podía pensar. Y ahora ella estaba haciendo pequeños sonidos en su boca con cada movimiento de sus caderas. Quería follarla. Tenía que hacerlo. Tenía que follarla, no podía... Oh Dios, ¿qué estaba haciendo?

Él se apartó lejos de ella con una violencia que lo hizo tropezar contra la pared. Su respiración raspó su pecho. Cada célula de su cuerpo le gritaba que la agarrara otra vez, aplastarla contra él, tomarla. Fuerte. Brutalmente.

Caleb tenía los ojos muy abiertos. Kerrick lo miró, al hombre que amaba más que a nada y sintió una presión en el pecho. Oh, mierda. Estaban en un gran problema ¿no?

Él la deseaba. Deseaba a Mercy. Malo.

Al igual que Caleb.

Y deseaba a Caleb tan gravemente como deseaba a Mercy. Incluso ahora, su deseo era desabrocharse los pantalones y dejar que su polla dura brotara libre, meterla en el coño de Mercy o en la boca de Caleb, no importaba. Tenía una imagen de los tres entrelazados juntos, cuerpos calientes, lenguas y lugares calientes frotándose entre sí. Tocando. Besando.

Pero seguir adelante con eso, agarrar de nuevo a Mercy, que estaba parada frente a él, sus hermosos pechos agitados, su rostro sonrojado, magnífico con la suave luz, agarrar a Caleb también, los condenaría a todos. La manada Orión no acepta estos apareamientos.

Y Kerrick había nacido esclavo. Su posición en la manada fue duramente ganada tras años de lucha, tanto convertirse en un hombre que unos temían y otros querían de su lado en la batalla como estar con el hombre que amaba. Ser un respetado miembro y de pleno derecho de la manada le importaba casi tanto como a Caleb.

¿Cómo iba a renunciar a eso? ¿Cómo iba a destruirlo todo, simplemente dando a Mercy lo que obviamente quería, lo que él quería, lo que quería Caleb?

No podía. Con un dolor en el pecho, meneó la cabeza. - Mercy, tienes que irte.

Su rostro, su hermoso rostro, se puso pálido. ¿Eran lágrimas? Oh, no, él no podía controlar eso. No quería hacerle daño. A él... a él le gustaba. Siempre lo había hecho.

Esa pasión podría ir a más, si él lo permitiese. Pero no podía.

- Lo siento, - añadió. - Pero es muy tarde y estoy cansado. Necesito estar a solas con mi pareja.

Ella se envolvía con sus propios brazos. Abrazándose a sí misma. Sus pezones todavía estaban duros, él lo notó. ¡Qué perfecta era, allí en medio de la habitación con la luz de la lámpara acariciando esas hermosas curvas maduras! Todavía podía olerla. No sólo el intoxicante aroma de su excitación, tan dulce y almizclado en el aire, sino su piel. Su cabello. El perfume que se había puesto, era magnifico y evocador. Sabía que nunca iba a poder olerlo de nuevo sin pensar en ella y en su increíble belleza.

No sólo su belleza tampoco. Su dignidad. Su mirada estaba en lo que él sabía que era su muy evidente erección y la excitación de Caleb era igualmente obvia. Ella vio la desesperada necesidad en sus ojos.

Pero ella se limitó a asentir. Se agachó para recoger el camisón de seda roja que había usado, dando a ambos una visión de lo que era sin duda el coño más bello jamás creado, su gemido y el de Caleb pareció erupcionar al unísono, y lo deslizó de nuevo sobre su cabeza.

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- Nos veremos por la mañana, - dijo, con una dignidad que fue directamente a su corazón. - Buenas noches.

Ambos la vieron salir de la habitación, con sus hombros cuadrados y su espalda recta, su culo delicioso oscilando bajo la seda de color rojo. Dios, era preciosa. Sin embargo tenerla significaría perder todo por lo que había estado trabajando toda su vida.

Al segundo de cerrarse la puerta se volvió hacia Caleb. Los ojos de su amante muy abiertos. Un poco asustado. - No sabía que iba a venir aquí, - dijo. - Yo no lo planeé, lo siento...

Eso no era lo que quería escuchar Kerrick, y no creía que pudiera centrarse en una gran discusión de todos modos. Así que se lanzó hacia delante, una mano extendida para agarrar a Caleb por el pelo, abriendo su cinturón y los pantalones.

Caleb parecía saber lo que quería. Siempre lo sabía. Su voz se detuvo, pero su boca permanecía abierta, moviendo su cabeza, hasta que encontró la cabeza de la recién expuesta polla de Kerrick y chupó profundamente dentro de la caverna caliente y húmeda de su boca.

Kerrick empujó sus caderas hacia delante, de forma rápida para encontrar un ritmo duro, rápido, follando la boca de Caleb de la forma en que hubiera querido follar el coño de Mercy. - Chúpame. Mierda, chúpame fuerte.

La mano izquierda de Caleb pasó alrededor de su culo, agarrándolo con fuerza. Metió su mano derecha en su aún abierta bragueta.

- Sí, - murmuró Kerrick con los dientes apretados. - Déjame ver. Acaríciate. Más rápido. Quiero verte llegar.

Caleb obedeció, su puño una imagen borrosa en torno a su polla hinchada. Sus ojos azules muy abiertos, encontrándose con los de Kerrick. En ellos Kerrick vio el mismo conocimiento terrible de los problemas en su propia mente.

Él, Kerrick, estaba imaginando los labios de Mercy alrededor de su polla. Caleb estaba imaginando lo mismo.

Y justo antes que esa imagen le hiciera estallar en la boca del hombre que amaba, se preguntó qué era exactamente lo que eso significaba para los dos.

No tenía idea de si estaba horriblemente avergonzada o había aprovechado al máximo un descubrimiento inesperado. Si había fracasado por completo o había empezado a tener éxito.

Su cuerpo aún se estremecía. Todos esos años de imaginar, de fantasear. Nunca había pensado que sería tan bueno como realmente había sido. El cuerpo de Caleb cerca del suyo, su mano... oh Dios, esos dedos talentosos. No sabía cómo había logrado aguantar el orgasmo tanto como lo había hecho.

Había sido todo lo que había soñado, su hermoso rostro cerniéndose sobre el de ella, el deseo desnudo en sus ojos.

¡Pero Kerrick! Ella había esperado que fuera igual de bueno, pero ni imaginaba en sus sueños que haría temblar la tierra, que un solo beso haría que todo su cuerpo fuera como gelatina. Incluso ahora, casi una hora después, todavía se estremecía. Su piel se sentía demasiado tirante y muy caliente, demasiado delicada de alguna manera. Como quería escapar y correr hacia atrás por el pasillo y lanzarse en la cama con el hombre.

Y él también lo sintió. Ella lo sabía. Igual que Caleb. Había sentido sus ojos.

Mirando como él se tocaba, ver su cara cuando finalmente se corrió había sido... indescriptible.

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Su cadera se sacudió debajo de la sábana, su cuerpo respondiendo a la imagen mental del semen de Caleb caliente contra su muslo. Nunca había estado tan excitada como lo había estado en ese momento.

Pero después, cuando Kerrick la empujó lejos, el frío repentino en el aire le hizo sentirse muy mal. Peor de lo que se había sentido en años.

Se lo había esperado, por supuesto. No era una niña. No era tonta. Aun en sus fantasías más salvajes no había pensado que al entrar en su habitación y ofrecerse la aceptarían. Incluso si eso era lo que querían hacer, iría contra la tradición de la manada. Ni Caleb ni Kerrick era imprudentes o tontos. No le darían la bienvenida con los brazos abiertos, no de inmediato.

Es posible que no le dieran la bienvenida en absoluto...

Pero se negó a considerar eso. Ellos la aceptarían. Tenían que hacerlo. Ella no podría soportarlo de otro modo. ¿Ser apareada a algún guerrero al azar? No. Ella los conocía a todos, por supuesto. Incluso le gustaron algunos de ellos. Pero ella no los podía amar. No los podía querer como quería a Caleb y Kerrick.

Les había entregado su corazón a ellos. Era así de simple.

El optimismo era bueno, pero un escalofrío que no tenía nada que ver con el modo en que su coño todavía latía la recorrió. ¿Que estarían haciendo los hombres que amaba en este momento? ¿Estarían discutiendo? Si hubiera dañado su amor mutuo, destrozado su unión, nunca se lo perdonaría. Ella no podría soportar la idea de luchar contra ellos.

Pero no estaba segura de poder soportar la idea que no estuvieran pensando Pero no estaba segura de poder soportar la idea que no estuvieran pensando. Que no significaba nada para ellos, que lo que había pasado en su habitación era tan insignificante que acabaran acurrucados y dormidos.

Entonces, ¿qué estaban haciendo? ¿Gritándose? ¿Hablando? ¿Durmiendo? ¿Se habían vuelto el uno hacia el otro después que ella se había ido y comenzado a tocarse mutuamente, haciendo el amor?

Ese pensamiento era demasiado para su cuerpo sobrecalentado. Sus caderas se movieron bajo la sábana otra vez y esta vez no luchó.

No se había molestado en ponerse las bragas antes de subir a la cama y apagar la luz, por lo que no existía barrera entre sus dedos y la piel caliente, resbaladiza de su coño. En su cabeza vio la cara de Caleb otra vez, sintió que su mano entre sus piernas en vez de la suya. En su mente, sintió los labios de Kerrick en ella, su mano en su trasero.

Se acarició el clítoris ligeramente, tratando de mantener a raya su placer para que la fantasía pudiera crecer y profundizar en su mente. Kerrick no la apartaría de esta nueva fantasía, una vieja fantasía, en realidad, pero con una nueva dimensión ya que había sentido su piel contra la de ella.

En vez de eso él la levantaba y la ponía en la cama. Y Caleb, en vez de simplemente observar, se acercaba a ellos. Los dos hombres se besaban, entrelazando sus lenguas, mientras que ella se inclinaba lo suficiente como para desatar los vaqueros de Kerrick y tomar su dura polla en su boca.

Lo probaba, sorprendida por la sensación de sostenerlo entre sus labios, mientras que Caleb se agachaba para acariciarla. Sus dedos, los dedos que ella fingía jugaban entre sus piernas, apretando su clítoris suavemente, tirando de sus labios resbaladizos, deslizándose alrededor de su entrada. En su fantasía, Kerrick se inclinaba para acariciar su pezón y eso fue demasiado.

Quería retrasarlo, quería que la fantasía fuera más allá. Pero no podía. Estaba demasiado abrumada, demasiado caliente, demasiado necesitada. Sus piernas se extendían tan abiertas que creyó que su pelvis podía romperse, sus caderas se levantaron imposiblemente altas desde la cama y se corrió. Fuerte, con su boca abierta en un grito que no podía expresar y sus tacones hundiéndose en el suave colchón.

Una vez más, una y otra vez, y otra vez. Su mano y su fantasía la mantuvieron corriéndose hasta que se agotó y su coño estaba tan sensible que comenzó a doler y se quedó finalmente dormida con su optimismo restaurado.

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Había hecho una incursión esta noche. Lo haría mejor la noche siguiente. Tenía que hacerlo. Les había tentado. Ya era hora de hacer más que eso.

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Capitulo 4

Las mujeres jóvenes eran horribles para guardar secretos. Incluso cuando podían mantener su boca cerrada, sus cuerpos las delataban. Cada movimiento realizado por Mercy, cada paso, incluso la forma en que sus dedos permanecían en la manga de seda de una blusa nueva mientras revoloteaba nerviosamente en torno a la planta baja del centro comercial, la llevaba lejos. Las furtivas miradas que lanzaba hacia el guardaespaldas de la manada Orión confirmaban su lujuria culpable.

Pero era el aspecto caliente de los dos hombres, Kerrick y Caleb, lo que hizo que cierta figura determinara que había llegado la hora de tomar medidas contra la puta de Artemis. No podía permitir que atrajera a dos hombres buenos a una tríada de pecado.

¿Quién podría decir si terminarían en una tríada? Las mujeres de la manada Artemis habían sido conocidas por tomar hasta cuatro y cinco maridos. Eran una raza de prostitutas y putas esclavas y merecían el genocidio que había caído sobre ellos. Merecían ser borrados de la tierra por completo.

Sin embargo, el resto de la manada Orión parecían conformarse con que este tipo de cáncer creciera y se enconara en medio de ellos. Incluso les gustaba la chica. La figura observaba desde la distancia como Mercy se echó a reír con las otras mujeres jóvenes de la manada y contestó una llamada de su madre adoptiva llamada de su madre adoptiva a sus preciosos hijos.

Pero Mercy no era una hija de Orión. Era una hija de la maldad. Una maldad que pronto sería castigada.

Caleb asumió que nada podría ser peor que observar las compras de Mercy. El modo en que alisaba con dedos curiosos la tela le provocaba un picor en la piel, celoso del afortunado artículo de ropa que estaba bajo su mano. Viéndola surgir de un vestidor en un apretado vestido negro o incluso en un par de perfectos y ajustados vaqueros y una camiseta sin mangas, lo que mostraba su saludable y estilizado cuerpo, era suficiente para ponerlo duro. E imaginarla desnuda en el vestuario a unos pocos metros, desnudándose entre los trajes, fue casi suficiente como para hacerle abandonar su puesto e ir a ella.

Había fantaseado con derribar la puerta y tomarla contra la pared del vestuario tantas veces que había tenido que poner su cuerpo detrás de un mostrador de ropa con el fin de ocultar su evidente excitación. En cada versión del apareamiento, el sexo había sido más y más caliente. Y en cada versión, Kerrick había llegado a la escena tal como lo había hecho la noche anterior. Excepto que esta vez, Kerrick no los detuvo, se unía, empujando su polla en el culo de Caleb al igual que Caleb penetraba a Mercy por primera vez.

Las imágenes mentales habían sido suficientes para que Caleb estuviera fuera de sí.

Y dudaba que Kerrick estuviera mucho mejor. Especialmente ahora, sentado justo en la mesa donde Mercy estaba tomando un filete pequeño, espárragos y patatas alevines.

Su compañero siempre había tenido un poco de fetiche con la comida. Él había confesado desde el principio de su relación que le encantaba ver a Caleb comer, que la forma en que Caleb deslizaba un tenedor en su boca o lamía un poco de azúcar que estaba fuera de sus labios lo ponía duro.

Eso hizo que Caleb se preguntara...

Kerrick únicamente saltó un poco cuando Caleb se inclinó y rozó casualmente su mano contra la erección de Kerrick bajo el mantel. Sí, lo suficientemente duro como para hacer añicos el cristal.

- ¿Qué estás haciendo? - Kerrick apretó su mandíbula.

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- Viendo si estas tan encendido como pensé que estabas. - Caleb se permitió una pequeña sonrisa mientras retiraba su mano y regresó a cortar su propia carne. - Me pregunto ¿en qué estado estarías si estuviera comiendo un cono de helado?

- No hay nada gracioso en todo esto, Caleb. - Kerrick frunció el ceño, pero no quitó sus ojos de Mercy. Que estaba deslizando un delicado tallo verde en su boca. Espárragos, no era el más erótico de los alimentos, pero Caleb sabía que eso no le importaría a su compañero. Era la forma en que Mercy lo deslizaba sensualmente en su boca, disfrutando de uno de los placeres de la carne lo que volvía loco a Kerrick. -Tenemos que poner fin a esto.

- ¿Y cómo vamos a hacerlo?, - preguntó Caleb, su sonrisa desvaneciéndose.

Él y Kerrick no habían hablado de lo que había sucedido con Mercy. Habían evitado el tema deliberadamente durante todo el día. Eso hizo que Caleb estuviera dudoso. ¿Estaba Kerrick hablando de poner fin a sus fantasías mutuas? ¿O bien de poner fin a su unión como compañero guerrero? Incluso después del paréntesis abrasadoramente caliente que habían compartido antes de acostarse la noche anterior, Caleb no estaba completamente seguro.

- Vamos a llamar a los ancianos de la manada y decirles que te has puesto enfermo y pedir que envíen dos guardias de reemplazo. Podemos estar de regreso en nuestra cabaña mañana por la tarde. Vamos a poner todo esto detrás de nosotros, pretender que nunca pasó.

Caleb respiró un poco más fácilmente. Kerrick parecía haberle perdonado su debilidad. Pero entonces, eso no sería difícil cuando su compañero compartía la misma. - Eso no va a resolver el problema. Ella estará en casa al final de la semana. ¿Qué haremos entonces?

- Ignórala. - La voz de Kerrick tenía una nota de tristeza.

- Nos ha estado observando, - susurró Caleb en voz baja, - subiendo al árbol que está fuera de nuestra ventana del dormitorio para ver.

Kerrick maldijo. - Está loca.

- Sabes que no, - dijo Caleb.

- Ella es salvaje.

- Absolutamente. - Caleb atrapó los ojos de Kerrick, no se sorprendió al ver la admiración en la mirada de su compañero. Kerrick era salvaje, de corazón, a pesar que años de jugar según las reglas le habían hecho un poco rígido. - Y determinada.

- Y hermosa.

Caleb no sabía si estar emocionado o aterrado que pareciera que la resolución de su compañero se estuviera debilitando. Kerrick era el lógico de su relación. ¿Qué pasaría con ellos si perdían la cabeza?

- Y ella quiere ser nuestra, - dijo Caleb.

- Eso no es posible. Sabes que no lo es.

- Lo sé. - Lo sabía, pero aún así... todavía. - Pero tal vez podríamos... sólo por una noche.

- Una noche que la arruinaría para su verdadero esposo.

Ahora era el turno de Caleb para fruncir el ceño. No quería pensar en el verdadero marido de Mercy, no quería pensar en las manos de otro hombre en la muchacha que estaba empezando a considerar como suya. A menos que fueran las manos de Kerrick, por supuesto.

- A menos que... - La voz de Kerrick se fue apagando mientras negaba con la cabeza. - Pero yo no creo que pudiera hacerlo.

- ¿Qué quieres decir? La deseas, puedo decirte que la deseo.

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- Por supuesto que la deseo. - Suspiró Kerrick, un sonido torturado que hablaba de lo duro que este día había sido para él también. - La deseo demasiado para controlarme, yo necesitaría controlarme a mí mismo si...

Ah, Caleb podía ver hacia dónde iba.

- Si la llevamos a nuestra cama, no tomaremos su virginidad.

Kerrick asintió con la cabeza sutilmente. - No estoy seguro de poder hacerlo. O bien de impedirte hacerlo.

- Debido a que disfrutaste viendo, ¿no?, - preguntó Caleb, casualmente deslizando su mano debajo del mantel de nuevo y acariciando a su compañero a través de sus pantalones de color caqui. - Yo disfruté viéndote tocarla. Me encantó verte tocándola. Quiero verte con ella de nuevo.

- Quiero verte meter la cabeza entre sus piernas. Quiero verte comiendo su coño, mientras yo lubrico tu culo, - dijo Kerrick. Su mano se unió a la de Caleb debajo de la mesa, encontrando la erección de Caleb y apretando los dedos suavemente en la carne dolorida.

Los ojos de Caleb se agitaron cerrados por un segundo en contra de su voluntad. Aun a sabiendas que una de las otras chicas o Cassia, la chaperona, podría ver la fracción de segundo de evidente excitación en su cara no fue suficiente para ayudarle a mantener su control. La escena que Kerrick había descrito era demasiado insoportablemente caliente. - Ni siquiera puedo... la idea de sentirte dentro de mí mientras la saboreo. Pensando en ella mirándonos... mierda.

Kerrick retiró su mano de Caleb con una respiración profunda. Apartó la mano de Caleb un segundo después. - Tenemos que levantarnos de la mesa en pocos minutos. Es casi la hora del postre.

- Correcto. - Caleb hizo su mejor esfuerzo para recuperarse. No había forma de ocultar una erección en el restaurante pequeño del hotel y, a pesar del fuerte aroma de la carne las chicas comenzarían a oler su excitación y la de Kerrick si no se calmaban.

- A menos que quieras saltarte el postre, - dijo Kerrick. - Podríamos ponerlo en cajas para más adelante. ¿Quizás alrededor de las doce?

El corazón de Caleb hizo cosas extrañas en el pecho al darse cuenta de lo que su compañero estaba diciendo. - Las doce en punto estarían bien. ¿Debemos buscar una tercera caja de postre, también?

Kerrick le dio una sonrisa tensa. - No, creo que dos serán suficientes. Podemos compartir.

- Sí, - dijo Caleb, - podemos. - La idea de lo que estarían compartiendo en unas pocas horas le provocó que su rebelde mango se hinchase aún más.

- ¿Le darás el mensaje y encaminarás a las chicas con seguridad arriba?

Caleb asintió con la cabeza.

- Yo voy a hacer una última revisión del perímetro. - Kerrick se levantó de la mesa.

Sorprendentemente, había conseguido que su cuerpo estuviese bajo control. Sin embargo, Kerrick tenía práctica en el control de su excitación. Había aprendido a controlarla de la manera más difícil durante sus primeros años en el cuartel de esclavos, cuando había estado a merced de los más grandes, los más dominantes esclavos y los hombres nacidos libres, cuando estaba entre los más jóvenes de los dieciocho a veinticuatro años de en los cuartos de los mayores.

Sabía lo que era ser un miembro menor de la manada. Sabía mucho mejor que Caleb lo que significaba estar afuera mirando hacia adentro, ser excluido del calor y el amor de su pueblo. Que él estuviera dispuesto a arriesgar esa seguridad si trataban de follar con Mercy debería hacerle temer por Caleb, pero no lo hacía.

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Tener a Mercy en su cama merecía la pena el riesgo.

Lo que decía eso acerca de su propio estado de ánimo, no quería pensarlo.

Mercy esperó hasta que todos estaban en el ascensor antes de entrar. Caleb estaba a sólo unos metros de distancia, insertando la tarjeta que permitiría al ascensor detenerse en su piso privado, por lo que esto no iba a ser fácil. Sólo tenía una oportunidad. Tenía que esperar hasta el último momento.

Tres, dos, uno...

- Me olvidé de mi cartera, estaré arriba en unos segundos. - Las palabras volaban de su boca en un revoltijo frenético, dudaba que nadie excepto un hombre pantera hubiera sido capaz de descifrarlas. Ciertamente, nadie que no fuera un cambiante hubiera podido moverse tan rápidamente como lo hizo, tan rápidamente que incluso los sensores en las puertas del ascensor no parecieron notar su paso.

Simplemente estaba dentro del ascensor y al segundo siguiente fuera. Caleb la alcanzó, pero ya era demasiado tarde. Las puertas estaban ya cerrándose detrás de ella.

Bueno. Respiró hondo. Las habitaciones estaban en el octavo piso. Eso le daba unos cinco o diez minutos para encontrar a Kerrick. Los teléfonos móviles no funcionaban en el ascensor, por lo que Caleb tenía que esperar hasta que llegara a su piso para llamar a su compañero y decirle que había perdido una de sus custodiadas. Caleb no abandonaría a las otras chicas yendo en su busca, de todos modos. No dejaría a cuatro mujeres jóvenes de la manada sin vigilancia para ir en busca de una mujer, incluso si tenía sentimientos por ella.

Cosa que tenía. Sabía que él los tenía y que actuaría según esos sentimientos si le daba luz verde su compañero. Mercy tenía que asegurarse de obtener esa luz verde.

Tenía que hablar a solas con Kerrick y convencerlo que estar juntos no estaba mal. Si todos querían lo mismo, si todos se preocupaban por los demás, entonces ¿qué era tan horrible sobre la elección de ser tres personas en lugar de dos?

Después de todo, dos hombres significan el doble de posibilidades de conseguir un embarazo, ¿no? Y ¿no era que todos los ancianos de la manada se preocupaban por eso?

- Estúpido, - murmuró entre dientes Mercy mientras se apresuraba afuera en la noche. Estaba oscuro y no había un alma a la vista en la tranquila noche del martes, pero eso estaba bien para ella. No tenía miedo y la falta de gente hacía que fuera fácil encontrar el aroma de Kerrick y siguió por la calle y rodeo una esquina.

Ella estaba tan emocionada por tener hijos como cualquier mujer, pero no por muchos años. Y no con un solo marido, que muy probablemente sería desplegado durante la mayor parte de su matrimonio si la manada en el norte de California no podía resolver sus problemas de territorio.

- Dejar el grupo para correr fuera por tu propia cuenta es bastante estúpido, -dijo Kerrick, que de repente se materializó detrás de ella, haciéndola saltar.

Se volvió hacia él, notando la forma en que su corazón se aceleró sólo de escuchar su voz. Había algo en Kerrick que la asustaba, pero de la forma más sexy posible. - Estaba pensando en las guerras de la manada.

- ¿Y ese pensamiento te hizo vagar a solas? ¿Pensar en tormentas eléctricas te dan ganas de clavar un tenedor en el tostador también?

Pero él sonreía. Más que una sonrisa. Su mirada escaneaba su figura, demorándose en los labios y en la parte superior de sus pechos expuestos por su escotada camisa. Estaba coqueteando con ella, y su corazón dio un vuelco violento, entonces se aceleró. El calor corría por sus venas para reunirse entre sus piernas. Si la

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invitaba a levantarse la falda de allí mismo en la calle, lo hubiera hecho, la mirada de sus ojos era tan caliente.

- No me gusta ser alejada de las cosas, - logró decir ella, manteniendo deliberadamente su voz baja y, esperaba, sexy. - Cuando sé lo que quiero, voy a por ello. Es lo que las mujeres de mi manada siempre han hecho.

- No es así en la manada de Orión.

- A la mierda la manada Orión, - dijo, y lo oyó coger aliento. Tal vez debería disculparse. Al menos probablemente debería dejarlo allí. Pero no podía. Había demasiadas cosas que había estado pensando en decir en los últimos años, especialmente a Kerrick. - ¿Realmente sus tradiciones merecen nuestro respeto? No puedes pensar eso, Kerrick. En otras manadas los hijos de los guerreros capturados son aceptados. En Orión tú eras un esclavo, un hombre no libre. ¿Eso es digno de respeto?

- Es como están las cosas, - dijo con brusquedad. Se pararon a la vuelta de la esquina del hotel y se apoyó contra la pared de piedra que rodeaba la propiedad. Mercy creyó oír un zumbido que venía de su bolsillo, pero lo ignoró. Imaginó que no estaba de humor para responder a la llamada de Caleb. No sabía si eso era un buen signo o uno malo.

- ¡Pero no podemos estar satisfechos con eso, Kerrick! Eras un esclavo y te trataban como basura. Ellos tratan a cualquiera que no sea de su preciosa línea de sangre de esa manera, mira el problema de Dawson Gray cuando eligió un esclavo como guerrero compañero. Son tan de mentalidad cerrada, son tan críticos. Debías haber sido un miembro de la manada por ti mismo. ¡No deberías haber necesitado a Caleb para hacerte legítimo!

El rostro de él enrojeció. Se arrepintió de sus palabras. Eso podía haber sonado como si estuviera juzgándolo a él y a las decisiones que había tomado, pero ese no era el caso en absoluto.

- Eres uno de los mejores guerreros que Orión tiene, - dijo en voz baja. - Siempre lo has sido. No mereces ser tratado como un ciudadano de segunda clase y no es justo que a ti y a Caleb se les niegue algo que los dos quieren a causa de algún sentido estúpido, de la tradición.

Él miraba a la calle delante de ellos, no a ella, pero sabía que era consciente de ella. Sabía que sentía cada movimiento que hacía, porque podía sentirlo. Ella era igual de consciente de cada movimiento que él hacía, de su cuerpo grande a su lado. - ¿Y qué es lo que nos está siendo negado, Mercy?

Su sangre se heló. ¿Estaba equivocada?

Pero no creía que lo estaba. Así que respiró hondo y dijo, - A mí. Ambos me están siendo negados.

El contuvo la respiración, pero no dijo nada.

- Sé lo que se siente, - prosiguió en voz baja. - Siempre me he sentido como una extraña en la manada. Mi familia adoptiva es bastante agradable, pero ellos no entienden. Ellos no saben lo que es no tener nada, ser considerado como una persona inferior sólo por algo tan tonto e insignificante como qué sangre corre por tus venas. ¿Por qué debemos obedecer sus leyes, seguir sus tradiciones, cuando tratan de robar las nuestras? ¿Al menos sabes quienes son tu familia, Kerrick? ¿Tu familia real?

Él vaciló. Esos hermosos ojos suyos estaban húmedos. El zumbido que provenía del bolsillo sonó de nuevo, pero una vez más no le hizo caso, concentrándose en recuperar el aliento. - Tiberius, - dijo finalmente. - Nací en la manada de Tiberius.

- ¿Y cuáles eran sus...?

- No importa cuáles eran sus tradiciones. - La agarró por los brazos. Ese leve contacto, realizado por el enfado con lujuria era una pequeña parte de él, todavía hacía que todo su cuerpo convulsionase. - No importa. Mercy. Vivimos en la manada de Orión. Tenemos que cumplir con sus leyes.

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- No. Podemos crear nuestras propias leyes. Podemos estar juntos, nosotros tres. ¿No crees que podríamos ser felices, Kerrick? Sé que me quieres. Puedo verlo en tus ojos. Lo sentí la noche anterior. ¡Podemos hacer esto, podemos tener esto, nosotros tres!

- No es posible, - comenzó él, pero ella lo interrumpió.

- Es posible. La única cosa que nos obliga a obedecer las reglas de la manada de Orión son nuestros temores. Te quiero a ti. Los quiero a los dos. Yo... los amo a las dos. - Allí, lo había dicho. Y sentía cada palabra. Kerrick no sentía lo mismo, pero él amaba a Caleb y tenía que ver que Caleb tenía sentimientos por Mercy. - Y los dos me quieren, desean esto. Todo lo que tenemos que hacer es decir sí, nosotros tres, y podemos estar juntos.

- No podemos quebrantar la ley de la manada.

Las palabras rebanaron su corazón, pero se obligó a pasarlas por alto. Había imaginado que de los dos hombres, Kerrick sería el más difícil de convencer. Su posición como antiguo esclavo significaba que tenía más miedo de romper las leyes y las tradiciones.

- Podemos hacer lo que queramos. - Su voz era apenas más fuerte que un susurro cuando ella tomó su mano y la sostuvo contra su pecho, asegurándose que sentía su duro pezón por debajo de su camiseta. Dejándolo reposar por un momento antes de levantarla más alto para que sus dedos estuvieran justo en frente de su cara.

Sacó su lengua, dejándola resbalar a lo largo del grosor de su dedo medio, y luego succionando el dedo profundamente dentro de su boca antes de parar, retrocediendo y girando la punta del dedo de la forma en que se había imaginado que podría lamer algo más grande, más fuerte. - ¿Qué deseas, Kerrick?

Él no habló. Ella abrió los ojos y lo encontró mirándola, sus ojos llenos de puro deseo masculino, ardiendo. Una mirada hacia abajo le mostró la punta de su polla contra sus jeans.

- Dime que me quieres. - Dejó que su lengua pasara de su mano, a su muñeca, donde lo mordió suavemente. - Te quiero, Kerrick, a ti y a Caleb a ambos. Quiero unirme a ustedes. Muchas noches os he visto... no puedo finalmente...

- Una noche. Una. - Tragó y se alejó de su contacto. - Eso es todo lo que puedo prometerte.

Mercy asintió con la cabeza. No era por lo que había orado, pero era un comienzo. Además, incluso una noche con los hombres que amaba sería maravilloso, especial y sagrada. Lástima que sabía que una noche nunca, nunca será suficiente.

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Capitulo 5

Sus ojos estaban medio cerrado, sus labios carnosos entreabiertos y su aliento caliente en su piel. Ahora su boca se abrió más, sus ojos estaban muy abiertos. - ¿Esta noche?

Kerrick tragó saliva. Esa boca abierta lo mareó. Él sólo podía imaginar esos labios envueltos alrededor de su pene, alrededor de la polla de Caleb. Apenas podía soportarlo. Repentinamente las reglas del juego no parecieron tan importantes. Él y Caleb sabían lo que harían o no harían, no tenía que decírselo a Mercy.

No. No lo haría. Ella merecía la misma honestidad que le había dado.

Se obligó a seguir hablando. - Sí, esta noche. Pero nosotros no... No vamos a tomar tu virginidad. Es para tu compañero de manada en el futuro. - Ella frunció el ceño un poco, pero no lo interrumpió. - Pero... sí, Mercy. Esta noche. Te queremos esta noche.

- ¿Ambos? ¿Has hablado de ello con Caleb?

La felicidad en su rostro era casi más de lo que podía soportar. Tomó cada pedacito de la fuerza que tenía para no agarrarla y besarla, no dejar que sus manos corrieran por su cuerpo otra vez como lo habían hecho la noche anterior.

Todavía podía olerla muy ligeramente en sus dedos. Lo hacía sentirse borracho, casi tan borracho como todo lo que había dicho sobre la manada. Sabía cómo se sentía, ella realmente lo hacía. Era algo que incluso Caleb no podía entender, aunque trataba muy duramente de sentir empatía.

Pero Mercy lo entendía. Era una forastera también. Sabía lo que era no ser aceptada, que murmuraran y te miraran con recelo.

Estuvo a punto de reírse. De soslayo. Uno de las palabras del vocabulario de Caleb. Dios, cómo amaba a ese hombre.

Y cómo se estaba enamorando de esta mujer.

- Una noche, - repitió él, recordándoselo a sí mismo tanto como a Mercy. - No podemos aparearnos contigo. Pero por una noche te queremos en nuestra cama.

Por un segundo esperó que ella dijera que no. Se merecía oír no. No era como si ellos le estuvieran ofreciendo mucho. Diablos, no le podía ofrecer mucho, no podía darle el amor y la protección que se merecía. Simplemente no era legal.

Pero si eso la molestó no lo indicó. En lugar de eso lo atrajo hacia sí y lo rodeó con sus brazos. Él se levantó de la pared baja y cambiaron sus posiciones. La alzó sobre el borde y puso sus rodillas entre sus piernas abiertas, necesitando acercarse a ella.

Sabía lo que venía después y estaba tan ansioso como la primera vez que había visto a Caleb a través de la habitación en el cuartel de los esclavos una noche.

- Me deseas, - susurró ella. Sus piernas lo rodearon por la cintura para ponerlo cerca. - Dilo de nuevo, que me deseas.

- Nosotros te deseamos.

- No nosotros. - Jugó con los dedos en su pelo. Su centro presionando contra su polla, poniéndolo aún más incómodamente duro de lo que había estado momentos antes. Incluso a través de las bragas podía sentir lo caliente que estaba, lo mucho que la deseaba. El zumbido de su teléfono móvil, hizo que su nalga

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izquierda vibrara una vez más, pero de nuevo ignoró la llamada. Por una vez en su vida él quería estar fuera del horario. Sólo por unos minutos. , - Tú, Kerrick. ¿Me deseas?

Él no quería responder. La había invitado a su habitación. ¿No decirle cómo se sentía, la forma en que ambos se sentían? ¿No era lo suficientemente malo que incluso hacer la invitación, los pusiera a todos en peligro?

Sin embargo sus labios se movieron sin que él pudiera pararlos. - Sí. Dios, sí, Mercy. Yo te deseo.

- Entonces bésame. - Ella estaba tan cerca, toda grandes ojos y cuerpo caliente. Inclinó la pelvis ligeramente, lo suficiente como para rozarla con lo que parecía ser una de las mayores erecciones que él había tenido. Cuando ella desplazó su agarre y llevó su mano para frotarla contra ella él gimió en voz alta.

- Sé que lo haces. Sé que me deseas. Y yo te quiero, Kerrick. Os quiero a los dos. Ustedes son los mejores hombres que he conocido.

Su voz era como música en sus oídos, baja y suave e insoportablemente bonita. El borde de su mano se frotó contra su polla, cada vez más fuerte, enviando escalofríos a su espalda con cada movimiento. Su columna vertebral estaba ya demasiado apretada, reuniendo tensión en su base. Ya estaba secretamente mirando a su alrededor, preguntándose si la calle estaba vacía para que pudiera desnudarla y hundirse en el calor suave y húmedo de ella.

Mierda. Esto iba a ser imposible. ¿Cómo iba a resistir reclamarla en todas las maneras que un hombre puede reclamar a una mujer?

- Así que... si tú y Caleb cambian de opinión, - dijo, tocando suavemente con sus labios su mandíbula, - Sería un honor teneros a los dos para ser mis primeros. Y los últimos.

En vez de protestar que lo que sugería era imposible, la besó. Y maldita sea, que beso era ese. Descargas eléctricas recorrieron todo su cuerpo. Ella sabía tan dulce como había sabido la noche anterior. Oh, mierda, estaban condenados. La atracción no había desaparecido. En todo caso, sólo se había vuelto más intensa. Sus pechos aplastados contra su pecho y su mano todavía lo frotaba y lo acariciaba y la parte superior de su cabeza estaba a punto de volar.

Ella se alejo de su boca. - Quiero vuestras pollas en mi boca. ¿No quieres verme chupar la polla de Caleb, Kerrick? ¿No quieres verlo mientras yo te la chupo?

Él gimió y a duras penas no estalló. Era tan buena en esto, así sin avergonzarse de sus deseos, a pesar que nunca se había acostado con un hombre. Eso lo trastornó más de lo que jamás hubiera creído posible.

Pero dos podrían jugar a este juego. - Quiero ver eso. Y quiero verlo lamer tu coño. Quiero ver chupándote, exprimiéndolo y ver su cara cuando te haga correrte.

El triunfo lo elevó cuando ella se quejó. Su mano encontró su pecho y apretó. No era suficiente saber que iba a verla correrse después, hacerla correrse más tarde. Quería verlo ahora, necesitaba verlo ahora. Metió la mano entre sus piernas, tirando de sus bragas con un movimiento brusco lo que hizo que se desgarrara en un lado. El calor irradiaba de su coño, pero no cedió a la tentación de meter sus dedos dentro de su humedad tentadora. En su lugar, encontró su nudo y comenzó a hacer círculos, lentamente al principio y luego más rápido, cogiendo parte de su crema y utilizándola en su propia tersura para facilitar su camino.

- Sin penetración, pero vamos a hacerte correr tanto, Mercy. Una y otra vez. ¿No deseas eso? ¿Mi lengua puesta donde mis dedos están ahora? - Aspiró una bocanada de aire, gimiendo mientras su olor invadía su nariz. Olía como el cielo y su sabor era aún mejor. El maldito celular volvió a sonar, pero apenas se dio cuenta en esta ocasión. - Sabes tan jodidamente bien. Te probé en los dedos de Caleb ayer por la noche. Después de salir, lo lamí para limpiarlo mientras chupaba mi polla.

- Dios, Kerrick.

- Y ambos estábamos pensando en ti.

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- ¡Kerrick! - Sacudió sus caderas sin poder hacer nada, sus labios lamiéndolo mientras se quedaba sin aliento. Sus ojos cerrados, sus caderas se movieron. Ella montaba su mano. Sin vergüenza, abiertamente, sin prestar atención a los transeúntes. Por supuesto que no eran muchos en este momento de la noche y su propio cuerpo colocado entre las piernas ocultaban el hecho que su falda estaba alrededor de sus caderas, pero aún así.

Ella abrió las piernas más ampliamente, frotándolo fuerte y más rápido. Kerrick finalmente cedió al impulso de introducir dos dedos profundamente en su calor, moviendo la palma de la mano para frotarla contra su clítoris.

- Córrete para mí Mercy. Ahora. Déjeme verte, oh mierda...

Su propio orgasmo se coló sobre él antes de darse cuenta de lo que estaba sucediendo. Sus huevos se apretaban como pequeñas pesas de plomo en sus pantalones. No se había corrido de este modo en años, demasiados años para recordar cuando había sido la última vez.

- Sí, - gimió. - Kerrick, sí. Estoy... estoy lista, Kerrick, yo...

Su siguiente palabra desapareció en un gemido que parecía arrancado de su alma. Su cuerpo se puso rígido. El embriagador y magnífico olor de ella llenó su nariz. Ella esta corriéndose, realmente lo estaba haciendo. Él le había provocado un orgasmo y se sentía inexplicablemente orgulloso de eso incluso cuando la base de su columna estuviera apretada y se corriera con ella, cada una de sus células explotaron con un placer que equivalía a lo que sentía cuando estaba con Caleb.

Oh, mierda. Caleb. El zumbido en su bolsillo que él había ignorado.

Había sido sin duda Caleb llamando, preocupado por él y preocupado por Mercy. En cierto grado lo había sabido, pero optó por ignorar ese conocimiento. Porque él había querido esto, quiso tener a Mercy para él solo por unos momentos.

No era que no quisiera compartir a Mercy con su compañero, sólo quería una oportunidad de estar a solas con ella. Querría la oportunidad de estar a solas con Caleb también. Si iban a formar una unión de tres, tendrían que tener tiempo para uno a un tiempo con...

- No, - murmuró en voz alta Kerrick. No podía permitirse empezar a pensar en la dinámica de un futuro con Caleb y Mercy. No podría suceder. Una noche. Una noche era todo lo que tenían, todo lo que podrían tener si esperaban que la pasión que estallaba entre ellos no los consumiera consumirlos juntos, haciendo de ellos delincuentes denostados por la mayor manada en el territorio del noroeste.

- Sí. - Mercy bajó su falda y se deslizó hasta el suelo antes de tomar su mano con la suya.

- No, - repitió Kerrick.

- Si.

Él se rió, a pesar de sí mismo. - ¿Qué es exactamente por lo que estamos discutiendo?

- No sé, pero sé que tengo razón. - Sonrió ella, un toque dulce de sus labios que la hacía parecer más vieja o más joven, todo al mismo tiempo.

Una parte de él podía imaginar el aspecto qué había tenido cuando niña y como se vería cuando fuera una mujer mayor y elegante y aún así la belleza que era hoy. ¿Tendría la oportunidad de conocer a esa mujer? ¿Se vería obligado a verla crecer para ser esa mujer con otro hombre a su lado, en su cama, teniendo a sus hijos y una familia donde Kerrick y Caleb no serían bienvenidos?

- Además, ¿no es el sí siempre más divertido que el no?, - preguntó ella.

El zumbido empezó de nuevo en su bolsillo. Kerrick cogió el teléfono, agradecido por la oportunidad de evitar responder a su pregunta. Porque, por supuesto "sí" era siempre más divertido que "no". Pero a veces "sí" podría ser una peligrosa, peligrosa palabra.

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Caleb rompió el teléfono cuando lo cerró y trató de ocultar su ira mientras hacía una última revisión de las habitaciones, asegurándose que todas las chicas estuvieran instaladas por la noche. ¿Qué demonios había estado pensando Kerrick haciendo caso omiso de sus llamadas? ¿No sabía que Caleb estaría preocupado, incluso desesperado?

En esos diez o quince minutos que había tardado en responder Kerrick, había imaginado todo tipo de cosas horribles que le habían pasado a él y a Mercy. ¿Y si habían sido asaltados? ¿O atacados por miembros de una manada beligerante? ¿Qué pasa si Mercy había sido secuestrada y Kerrick tiroteado con una bala de plata y dejado por muerto?

Incluso si estaba enterrado hasta las pelotas dentro del coño de Mercy, debería haber respondido a la maldita llamada, pensó Caleb, sorprendido por la idea que imaginar a Kerrick follando con Mercy no le molestara tanto como imaginar a cualquiera de ellos heridos o en problemas.

Amor. Era porque los amaba. No era una sorpresa en el caso de Kerrick, por supuesto, pero no había imaginado que lo sentía tan profundamente por Mercy hasta ese momento. Él los amaba a ambos tanto que no había lugar para los celos en su corazón. Él quería que ellos encontraran placer entre sí, tanto con él como sin él. Pero no quería que ignoraran sus sentimientos, para hacer lo que les diera la real gana, mientras él se quedaba preocupado.

- ¿Caleb? - Cassia sacó la cabeza de su habitación mientras Caleb estaba haciendo su caminata por el pasillo. - ¿Podrías hacerme un favor?

- Por supuesto, ¿qué puedo hacer por ti?, - Trató de arreglar su cara en una expresión menor de rabia antes de volverse para mirar a la mujer.

Cassia era la madre de Raney y la chaperona de la semana. Caleb la miró, pensando en lo que siempre hacía, era una mujer fuerte, orgullosa, siempre dispuesta a ayudar a cualquier miembro de la manada Orión, siempre dispuesta a hacer un esfuerzo adicional. Su pelo color café estaba tan ordenado como siempre, su maquillaje perfecto. Ella era una excelente representante de la manada. Tal vez un poco chismosa, pero la más dulce entrometida que alguna vez hubiera conocido. Le recordaba a Caleb a su propia madre antes que hubiera sido debilitada por el cáncer que finalmente le quitó la vida.

Cómo había anhelado una mujer en su vida desde la pérdida de su madre. Mercy ciertamente no era del tipo maternal, pero era una mujer de crianza y podía imaginarla amando a sus bebés tan ferozmente como Cassia y los demás miembros de la manada de Orión.

Bebés. Con Mercy. Con Mercy y Kerrick.

Si no hubiera estado mirando a Cassia a los ojos, Caleb sabía que el pensamiento por sí solo habría sido suficiente para hacerle llorar.

-Necesitaba un poco de hielo, pero no quería ir todo el camino hasta el sexto piso por mí misma. - Ella le entregó la cubeta a través de un pequeño espacio en la puerta, como si estuviera teniendo cuidado de ocultar su pijama de color rosa pálido de su mirada lasciva.

Oh sí, junto con su perfección venía su pudor. Pero estaba bien. Nunca le había dado ningún problema, siempre había sido amable con Kerrick. Así que era un poco nerviosa en los hombres, ¿y qué? Era una mujer de Orión, después de todo. Rara vez tenían alguna experiencia con los hombres, incluso experiencias no sexuales, hasta que se casaban.

Sonrió, tratando de tranquilizarla. - No hay problema. - Mantuvo la sonrisa en su rostro hasta que le dio la espalda y se dirigió a las escaleras que conducían hasta el sexto piso.

No serviría de nada que ella viera que estaba de mal humor. Desde luego, no necesitaba ningún rumor acerca de cómo empezó la discordia entre él y su compañero. Teniendo en cuenta lo que Kerrick y el

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estaban planeando hacer con Mercy, lo mejor sería si nadie les hacía caso en absoluto. Cuanto menos atención atrajesen, menos probabilidades habría que alguien adivinase la verdad.

La verdad. No podía creer que en realidad iba a suceder. Según le había puesto al día Kerrick por teléfono, en unas pocas horas Mercy estaría en su habitación, tumbada en su gran cama. Y él y Kerrick podrían hacer cualquier cosa que quisieran con ella.

Bueno. Casi cualquier cosa. Ninguna penetración. Nada de sexo real. Podrían tocarla y saborearla, mirar cualquier juego que hicieran con ella y dejar que los viera jugar, pero no podían follar con ella. Estaba mal que incluso la invitaran a su habitación. Lo menos que podían hacer era estar seguro que ella permanecía entera para su futuro compañero.

La idea de Mercy con otro hombre seguía enviándole una punzada de dolor en el corazón. Era aún peor, ahora que se había dado cuenta de cómo se sentía acerca de ella. Maldita la manada de Orión y sus tradiciones.

Era algo que nunca había pensado antes. Siempre había aceptado el modo de Orión como el único camino. Era nacido y criado en Orión. Creciendo siempre había sabido que tendría que tomar una decisión. Podría ser uno de los que pasaran todas las agotadoras pruebas y se mostrara digno de tener una pareja femenina, de dejarla embarazada y garantizar una generación, o podría, sin vergüenza o juicio, elegir un guerrero compañero y vivir su vida en brazos de otro hombre.

Ambas le llamaban la atención hasta que conoció a Kerrick esa noche en una fiesta en el cuartel de los esclavos. Una fiesta de hombres. La mayoría de los hombres solteros de la manada habían estado allí, y otra vez, no existía vergüenza en ello. Cualquier cosa menos la penetración sexual era perfectamente aceptable con los hombre pantera de la manada.

Pero él no había querido participar en el montón de caliente pollas duras y bocas suaves, no después que sus ojos se encontraran con Kerrick. Habían pasado toda la noche hablando, hasta que hablar se convirtió en besos, y los besos se convirtieron en tocar y, al salir el sol sobre el horizonte, tocar se convirtió en penetración, hundiéndose en el cuerpo del otro una y otra vez hasta que los dos estuvieron doloridos.

Después de esa noche hermosa la idea de tomar una pareja mujer se volvió impensable. Nunca se arrepintió de penetrar a Kerrick y selló su destino como la mitad de la pareja de un guerrero. Había querido a Kerrick, y punto.

¿Pero ahora?

Todavía quería a Kerrick. Kerrick era el hombre al que amaba.

Sin embargo, Mercy era la mujer que amaba. ¿Por qué debería tener que elegir entre ellos si ambos sentían lo mismo por él?

Llegó a la máquina de hielo y sostuvo la cubeta debajo de la palanca. En su mente se imaginó nuevamente a Mercy como había estado la noche anterior, con sus piernas abiertas para que su coño estuviera expuesto para él. Vio de nuevo sus dedos, acariciándose. Olía su excitación en el aire. Vio su cara, su cabeza baja de nuevo cuando se corrió con su mano. Oh Dios. Sólo de pensarlo hizo que su polla diera una sacudida.

Todavía no podía creer que Kerrick hubiera aceptado que la invitara a su habitación. En sólo unas pocas horas ella estaría allí, para que ambos la tocasen y divirtiesen y probasen lo que había contenido en sus corazones.

¿Pero eso sería suficiente? ¿Podrían abstenerse de follarla realmente cualquiera de ellos? La idea de compartirla con Kerrick lo emocionaba más de lo que jamás hubiera imaginado. Pero la idea de todo lo que podían perder si fueran capturados le aterrorizaba. Como un hombre nacido libre siempre había tenido privilegios, siempre tenía su estatus en la manada como algo permanente y sólido. Elegir estar con Kerrick no había cambiado eso.

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Optar por añadir a Mercy a su familia. Para siempre.

Llevó la cubitera del hielo de vuelta con su cabeza flotando, para encontrar de pie a Cassia fuera de la puerta con los brazos cruzados. - Estuviste fuera tanto tiempo que estaba empezando a preocuparme.

- Lo siento. - Caleb se maldijo por perderse en sus propios pensamientos. Tenía un trabajo que hacer aquí y una parte importante de eso significaba asegurar que las hembras se sentían totalmente protegidas y seguras. - La máquina estaba un poco más lejos de lo que pensaba.

- Simplemente me pone nerviosa estar fuera de nuestras tierras, - continuó, como si él no hubiera hablado. - Cualquier cosa podría pasarnos. Estamos tan vulnerables aquí. Me preocupo por estas niñas. Ellas son el tesoro más grande que tiene nuestra manada.

- Lo son, - coincidió Caleb, pensando en el tesoro que pronto tendría en su cama, el tesoro que temía que jamás quisiera ceder al cuidado de otro hombre.

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Capitulo 6

Kerrick dejó a Mercy en su habitación, asegurándose de revisar todo el espacio incluyendo el área de debajo de la cama y el pequeño armario, antes de dejarla sola. Sabía que no podía llevarla a la habitación suya y de Caleb, hasta más tarde, después que el resto de las mujeres estuvieran dormidas, pero estaba muy tentado a arriesgarse a ser descubierto por estar absolutamente seguro que ella estaba a salvo.

Lo que ambos habían olido en su camino de regreso al hotel lo había puesto nervioso.

- Kerrick, voy a estar bien, - dijo Mercy, poniéndole una mano fría en la muñeca mientras él alcanzaba la puerta de la habitación. - El olor no era fresco. Pasaron varias horas del mismo al menos.

- No me importa. Kerrick sabía que debía abrir la puerta y salir de su habitación antes que nadie lo viera quedándose en el interior, pero la mantenía cerrada. - El hecho que un hombre que no es de nuestra manada estuviera a menos de cien metros del hotel en las últimas veinticuatro horas es suficiente para hacerme cancelar el viaje y enviar a todos a casa.

- Eso es ridículo, - dijo con una sonrisa.

- Las mujeres son secuestradas en otras manadas cada año. No dejaré que te pase a ti, - dijo. - O cualquiera de las otras chicas.

- No somos niñas. Y no estamos indefensas. Penny, Waverly y Raney tienen cinturón negro y yo sé cómo luchar cuando lo necesito. - Se puso un poco más erguida. - Ningún hombre va a secuestrarnos sin una lucha. Además, tú y Caleb están aquí. Nos mantendréis a salvo.

- Vamos a hacer todo lo posible, - dijo, aunque una pequeña voz en su cabeza insistió en que él y Caleb ponían en peligro a todos con su coqueteo con Mercy. Pero esa voz no podía competir con la necesidad irresistible de estar con Mercy, pasar incluso un par de horas enredado en las sábanas con ella y el hombre que amaba. - Voy a hablar con Caleb. Tendremos que decidir lo que debemos hacer y se lo haremos saber a ustedes mañana por la mañana.

- ¿Mañana por la mañana? ¿Así que no quieres que vaya a tu habitación esta noche? - preguntó ella, con tal decepción en sus ojos que Kerrick no pudo evitar tender la mano y tirar de ella para acercarla. Le dio un beso suave en la sien y otro en la mejilla, abrumado por el dolor que se apoderó de él cuando ella puso sus manos en su camisa y lo arrastró un poco más cerca. Estaba cayendo por ella tan rápido. Tan fuerte y tan rápido que lo mareó.

- Por supuesto que sí, - le susurró contra su piel suave. - Yo...

Saltaron culpables apartándose cuando la puerta de la habitación se abrió de repente, pero respiraron con alivio al ver los brillantes ojos azules de Caleb mirándolos fijamente.

- ¿Crees que esto es prudente?, - preguntó él, la ira clara en su voz.

- No, no lo es. - Kerrick se alejó un paso de Mercy.

- Puedo oler el sexo en los dos, - dijo Caleb, sacudiendo la cabeza. - ¿Qué pasa si yo hubiera estado con alguien más? ¿Qué pasa si yo hubiera estado con Cassia comprobando como esta Mercy?

- Lo siento. Tienes razón, Caleb. - Mercy llegó a al lado de Caleb, pero él evitó tocarla. - Fue estúpido que nosotros...

- Ambos me tenían preocupados.

- Fue mi culpa. Debería haber respondido a mi teléfono, - dijo Kerrick.

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- Sé muy bien que deberías. No me importa que quisieran estar juntos sin mí...

- No, Caleb, eso no es en absoluto, - protestó Mercy.

- Honestamente, no me importa, - añadió Caleb. - Pero será mejor que me permitáis estar completamente seguro de saber dónde estás, para saber que estás a salvo. No sé qué haría si algo les pasara... a cualquiera de ustedes.

Kerrick no perdió la sonrisa dulce por esas palabras halagadoras a Mercy. Ella estaba prácticamente radiante mirando a Caleb. Ella lo amaba con todo su corazón. Los amaba a ambos. Él la quería, no importa que su mente lógica jurara que no era más que las garras de una joven para aplastarlos.

- Nos equivocamos. Perdónanos, - dijo Kerrick, llegando hasta su compañero. Esta vez Caleb le tomó la mano tendida, y luego extendió la mano para tomar la de Mercy. - Y parece que tenías razón para estar preocupado. Cogimos el aroma de un extraño cerca de la pared sur del hotel.

- ¿Hombre?

Kerrick asintió. - No uno sin embargo que haya olido antes. No era un miembro de nuestra manada o de las manadas del sur.

- Canadá entonces. - Caleb aumentó el agarre en su mano y en la de Mercy un poco más fuerte. - Ellos son viles con las mujeres. Algunos piensan que sus manadas se extinguirán en los próximos cien años si la tasa de baja natalidad femenina continúa.

- ¿Debemos despertar a las mujeres y enviarlas a casa esta noche? - preguntó Kerrick, conteniendo el aliento mientras esperaba la decisión de Caleb, un poco asustado por lo devastado que estaría si su noche con Mercy se cancelaba.

Caleb lo pensó un momento, pero luego negó con la cabeza. - No, pero vamos a instalar alarmas adicionales en las escaleras y en el ascensor, sólo para estar seguros. Sólo pueden estar desarmados desde nuestro lado de las puertas. Y vamos a tener más cuidado mañana.

- Yo ayudaré, - dijo Mercy. - No estoy realmente interesada en la compra, de todos modos.

- ¿En serio? ¿Y en que estás interesada? , - preguntó Caleb, acercándola hasta que las suaves curvas de su cuerpo rozaron contra él. La visión de ellos apretados hizo que la polla de Kerrick se engrosara.

- Creo que sabes en lo que estoy interesada. - Mercy sonrió y se puso de puntillas para presionar los labios de Caleb con un beso suave. Kerrick se encontró suspirando junto con la pareja, jurando que casi podía sentir sus dos labios con los suyos propios.

- Te veremos en unas horas. - Caleb extendió la mano y tomó la de Kerrick y lo sacó de la habitación.

- En unas pocas horas, - repitió ella, viéndolos irse con una chispa de emoción en sus ojos. No había duda que estaba tan ansiosa como Kerrick para que tiempo pasara.

El vestíbulo estaba vacío cuando Kerrick siguió a Caleb hacia su habitación. Gracias a Dios que no habían sido observados.

- Después que establezcamos las alarmas adicionales, voy a necesitar algo de ti, - susurró Caleb entre dientes.

- Cualquier cosa, - dijo Kerrick, agradecido que la brecha entre él y su compañero hubiera sido arreglada con tanta facilidad, sorprendido de haber sido bendecido con un hombre confiado y sexy como su otra mitad.

- Te quiero a cuatro patas delante de mí, - dijo Caleb, moviéndose Kerrick delante de él cuando llegaron a su habitación, poniéndolo contra la puerta con su cadera. La longitud dura de su excitación apretada a las nalgas de Kerrick, haciendo que su propia polla se hinchara y su culo se contrajera. - Voy a follar tu culo. Al menos una vez, quizá dos veces.

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Kerrick gimió suavemente en su garganta. - ¿Está seguro? ¿No quieres ahorrar un poco de esa energía para nuestra invitada?

- Si no consigo entrar en ti, no habrá manera que pueda resistirme a entrar en ella. - Caleb encajó sus caderas hacia delante. Kerrick se arqueó hacia atrás, masajeando la erección de su compañero con sus nalgas flexionadas. - No la follaste, ¿verdad? ¿Todavía tenemos previsto dejarla intacta?

Kerrick no dejó pasar la esperanza en las palabras de Caleb. Por extraño que parezca, su compañero parecía estar esperando que Kerrick hubiera tomado la virginidad de la mujer que amaban, que hubiera dado un paso hacia ese futuro imposible que ambos estaban soñando.

- No la follé. La toqué. Eso es todo.

Caleb suspiró cuando alcanzó a frotar alrededor de la erección de Kerrick a través de sus pantalones. - Eso es probablemente lo mejor.

- Sabes que lo es.

- Yo no sé nada. Excepto que te quiero. - Presiono con un beso el cuello de Kerrick, seguido por un mordisco de amor que hizo que Kerrick gruñera, le hizo imaginar lo que sería follar a Caleb y Mercy, mientras estaban en sus formas de pantera. Eso le dio un dolor en el pecho al pensar que nunca correrían bajo la luna llena juntos, que nunca sabrían lo que se sentía morder y arañar y follar como los animales que eran. - Y yo la quiero.

- No podemos tenerla, Caleb. -Kerrick se obligó a sí mismo a decir esas palabras, no importaba cómo su corazón y su mente gritaban en protesta.

- Sí podemos. Esta noche. Podemos tenerla esta noche.

- Pero sólo esta noche, - dijo Kerrick, gimiendo cuando Caleb tiró de la cremallera abajo y tomó su polla con la mano. De pronto fue muy consciente que estaban en el pasillo. - ¿No crees que deberíamos entrar?

- Oh, yo sé que tú querrías esto dentro. - Empujó contra el culo de Kerrick una vez más antes de llegar a su llave. - Pero primero, las alarmas. Tenemos que asegurarnos que nuestra mujer está segura.

- Asegurarnos que nuestras mujeres están seguras, querrás decir, - dijo Kerrick.

- Claro. Por supuesto.

Pero Kerrick sabía lo que quería decir Caleb. Moriría para mantener a cualquiera de estas chicas segura, pero sólo había una mujer aquí por quien desearan arriesgar la vida. Hay cosas que un hombre podría perder, aún más terrible que perder su vida. Podía perder su posición, el respeto de su gente, el amor de su manada. Por su cuenta, ellos serían vulnerables y débiles. Nunca podrían proteger a Mercy sin la manada de Orión detrás de ellos.

Era imposible para ellos tener lo que querían, pero al menos podrían tener lo que ellos deseaban. Al menos por una noche.

Exactamente a la medianoche, Mercy se asomó al pasillo. Estaba desierto y absolutamente silencioso, excepto por el zumbido de la calefacción. Seguía haciendo frío en la noche tan al norte, pero ella no estaría esta noche fría. Pronto, ella estaría más caliente de lo que jamás hubiera estado antes.

Su corazón se aceleró mientras la puerta se cerró silenciosamente detrás de ella y caminó con rapidez por el pasillo. Ella estaba vestida con su pijama de franela azul con un patrón de panqueques esta noche. Si fuera cogida, por lo menos estaría vestida de manera respetable. Lo que la mayoría de la gente vería de todos modos. Nadie sabría que llevaba un sujetador negro de seda y un tanga por debajo de su pijama dulce e inocente.

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Nadie excepto Kerrick y Caleb.

Dios, Kerrick y Caleb. No podía esperar a verlos, tocarlos, para tratar de convencerlos de ponerle el lubricante que se había deslizado en el bolsillo de su pantalón del pijama. Seguramente se darían cuenta que era absurdo seguir con su regla de no penetración. El sexo era sexo. Todos iban a tener sexo esta noche, ¿qué importa si su maldito himen quedaba intacto o no? Estaba medio tentada de romperlo y poner fin a la cuestión de forma permanente.

Pero ese sería un último recurso. Si era sincera consigo misma, ella no quería perder su virginidad con un consolador. Ella quería perderlo con Caleb. O con Kerrick. O con Caleb y con Kerrick si tal cosa fuera posible.

Ella había oído hablar de hombres que compartían una mujer al mismo tiempo, uno deslizándose en su culo mientras que el otro reclamaba su coño. La idea de Kerrick y Caleb dentro de su cuerpo, amándola, marcándola, haciéndola suya, era suficiente para desterrar cualquier temor sobre ningún tipo de dolor que tal cosa pudiera causar.

Era una mujer pantera, no tan frágil como una mujer humana, y ellos parecían arreglarse. Además, eso es para lo que estaba el lubricante.

Mercy llamó suavemente a la puerta. Casi inmediatamente Caleb abrió la puerta y tiró de ella hacia el interior.

Instintivamente levantó la cara para un beso. Ella no quedó decepcionada. Caleb le dio un beso largo y lento, con la lengua sondeando de manera seductora en su boca. Ella se unió con la suya, igualando su pasión, el calor aumentando en su cuerpo como un incendio de cuatro alarmas. Sí... esto era lo que quería. A lo que había venido. Bueno, no sólo a esto, había venido a reclamarlos, para conseguir que admitieran los sentimientos que sabían que tenían por ella, pero parecía que todo era muy sencillo, cuando tenía su cuerpo apretado contra el suyo y sentía su pene aumentando contra su vientre, cuando él daba un suave gemido desde la parte posterior de su garganta y sus manos exploraban su culo y su espalda.

Otra mano se unió a ellos y sus ojos se abrieron una fracción de segundo antes de cerrarse de nuevo. Kerrick también estaba allí, justo allí con ellos. Sacó su boca lejos de Caleb y volvió la cabeza a ciegas, como un pajarito en busca de comida, hasta que sus labios se unieron a los de Kerrick.

Si el beso de Caleb fue a fuego lento, construyéndose desde el lugar más dulce de su interior, Kerrick era un infierno compitiendo a través de su cuerpo. Ella sabía por la observación y sus propios tratos con la pareja que Caleb era el dominante. Era un nacido libre, era uno de los chicos de oro de la manada de Orión, y con eso venía la facilidad de mando. Kerrick era diferente. Era un esclavo que había tenido que luchar por todo lo que tenía y ese espíritu de lucha se escuchó alto y claro en su apasionado beso y la forma en que sus manos se deslizaban sobre su cuerpo como si acabara de encontrar un tesoro maravilloso.

Ella sintió los movimientos en contra de su piel que le decía que Kerrick estaba frotando la polla de Caleb, y Caleb estaba haciendo lo mismo. Le encantó. Era todo lo que había soñado. No sólo estaban compartiéndola, estaban compartiéndose entre sí con ella, manteniendo su vínculo, mientras estaban abriéndose para dejarla entrar.

Por un segundo el temor aumentó en su pecho. ¿Y si nunca ampliaban su vínculo hasta el final y ella era simplemente su... su mascota? ¿La mujer juguete para hacer más fuerte su unión como compañeros guerreros?

Ella no podría soportarlo si eso pasaba. Tanto como ella los amaba a ambos, no podría soportar estar con ellos si no era una compañera igual.

Era algo de qué preocuparse. Pero no ahora. No cuando la mano de Caleb se deslizaba entre sus piernas y Kerrick encontraba sus pechos y tiraba de sus duros pezones con sus pulgares. En ese momento ella sólo los quería. Podía entregarse a esa necesidad porque ella confiaba en ellos. Si la dejaban entrar o la pegaban a sus armas y se trataba de una sola noche, ella estaba determinada a disfrutarlo al máximo.

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Ella sacó las manos de sus hombros y las bajó, llenando cada una de sus palmas con una polla. Caleb en la izquierda, Kerrick en su derecha. Ambas sólidas, fuertes, calientes y lo suficientemente grandes para satisfacerla.

La mano de Kerrick se deslizó bajo su pijama, a lo largo de su vientre desnudo, hasta que encontró su pecho cubierto de seda negra. El calor de su piel tocándola a través de la tela, ¡era tan delicioso! Ella arqueó la espalda, emocionada no sólo por el tacto de su mano, sino por el hecho que su movimiento empujaba su pelvis más estrechamente contra Caleb. Los tres se acercaron aún más mientras ella movía las manos y los acariciaba a los dos.

Caleb se apartó. Su piel sintió frío donde la había tocado, ni siquiera con su pijama de franela.

- Adelante, - dijo. - Vamos a tomar una copa.

Ella miró por encima de él entonces, y su corazón al mismo tiempo dio un vuelco y se volvió un charco de baba.

Se habían preparado para su llegada. En la pequeña mesa entre las sillas de la ventana había dos botellas de champagne en cubetas de refrigeración, un plato de galletas y queso estaban delante de ellas, junto con un plato de fruta y otro de... ¿palomitas de maíz?

Kerrick debía haber leído su expresión de desconcierto. - No estábamos seguros de lo que querrías. No a todos les gusta la fruta.

Dios. Ellos realmente habían reflexionado en esto. - Realmente tratamos de hacerte feliz. - Ella parpadeó por las lágrimas. - Todo se ve maravilloso.

Su alivio era como algo real en el aire. ¿Cómo era posible que dos hombres fueran tan increíbles, generosos y cuidadosos? Había elegido bien. Aunque fuera sólo una noche, rezaba para que fueran más, estaría contenta. Todos sus instintos, cada sentimiento que había tenido acerca de ellos, era justo. Ellos eran fantásticos.

Le tomaron cada uno una mano y la acompañaron, sentándola en una de las profundas y blandas sillas. El cuero estaba fresco a través de su pijama, pero se calentó rápidamente. Se sentaron frente a ella.

Kerrick levantó una de las botellas de su lecho de hielo. Su mirada recorrió de arriba abajo su cuerpo. - ¿Tienes sed?

Ella asintió con la cabeza a pesar que en realidad no tenía. Al menos no de champaña. Había bebido vino con la cena desde que tenía dieciséis años y champaña en ocasiones especiales, pero nunca desarrolló un gusto por eso. Ella estaba sedienta por la sensación de sus pieles contra la de ella, por la sensación de sus bocas sobre la de ella.

Pero fue un gesto tan dulce que no podía dejar que se desperdiciase.

Así que lo miró descorchar la botella y sacar tres vasos de atrás la cubeta y ella se movió ligeramente en su silla. Estaba caliente sólo por estar en la misma habitación con Caleb y Kerrick.

La forma de moverse juntos. Eran tan conscientes el uno del otro y tan conscientes de ella. Se miraban el uno al otro, pero no dejaban de mirar hacia ella, su atención atraída por ella también.

Chocaron las copas, pero ninguno de ellos habló. Ella pensaba que el brindis realmente no era apropiado cuando no sabía si estaban dispuestos a dejar que se uniese a ellos de forma permanente. No cuando era consciente de la lucha que todos tendrían delante si decidían estar juntos.

El champaña estaba frío y delicioso en su lengua. Otra capa de calor se filtró a través de su cuerpo. Hmm... Esto era mucho mejor que el vino espumoso que su padre adoptivo trajo a casa para celebrar el solsticio de verano e invierno. Pero no debería sorprenderse. Caleb y Kerrick tenían fama de disfrutar de las cosas buenas de la vida.

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- Hace calor aquí, - dijo, respirando hondo. Quería hablar con ellos, sí. Quería horas de conversación, quería saber cómo consiguió Kerrick la pequeña cicatriz en su frente, justo por debajo de su cuero cabelludo y cuál había sido la asignatura favorita de Caleb en la escuela. Sin embargo, su sangre aún corría por ese beso y era plenamente consciente de las horas que ellos tenían por delante. Horas limitadas. Sólo tres, quizá cuatro, antes que tuviera que estar de vuelta en su habitación.

Quería llenar esas horas de placer.

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Capitulo 7

Sin la menor incomodidad, se llevó las manos a los botones de su camisa del pijama. - ¿Os importa si me lo quito?

Sus expresiones ansiosas podrían haberla hecho reír en cualquier otro momento. Entonces no, sin embargo. Simplemente, la emocionaba.

El calor corrió a su coño mientras llevaba las manos a los botones. Sus ojos eran tan intensos, centrados por completo en ella. ¿Podría siquiera ser capaz de quitarse el pijama antes de correrse? No estaba segura. Sentía sus miradas, como toques físicos deslizándose por su cuerpo.

Los botones se separaron bajo sus dedos, la tela se abrió, revelándola para sus amantes. No podía esperar para estar desnuda delante de ellos. Desnuda con ellos.

Se encogió de hombros para quitarse la parte superior.

El aliento de Kerrick siseó desde su garganta. - ¡Eres tan hermosa!

Las palabras la volvieron audaz. Quería que la vieran con el sujetador y las bragas juntos, pero ¿qué diferencia habría? Se inclinó hacia delante para desabrochar su sostén, dejando caer los hombros.

Sus miradas la pusieron incluso más caliente, más audaz. Su corazón latía tan fuerte en el pecho que estaba segura que lo oirían, pero se recostó como si no tuviera ninguna preocupación en el mundo y los dejó que la miraran, sus pechos pálidos, sus pezones duros.

No se le había ocurrido antes, pero tenía control total. No de manera permanente, ella lo sabía, porque cualquiera de ellos podía dominarla en un segundo y esperaba que lo hicieran, sabía que lo harían, pero por el momento estaban dejándola tomar toda la responsabilidad. Estaba decidida a mostrarles lo divertido que podría ser.

- Así que, ¿qué os parece? - Permitió que cayera la seda negra de sus dedos al suelo, alcanzó la taza de uno de sus pechos con la mano. - ¿Os gusta lo que veis?

- Dios, sí, - resopló Caleb mientras Kerrick asentía y se humedecía los labios, como si estuviera ya imaginando cómo sería el gusto de sus pezones. Miró hacia abajo para ver el perfil de sus erecciones contra sus pantalones.

- A mí me gusta lo que veo también. Pero me gustaría ver más. ¿Por qué no se besan?, - sugirió ella.

Los había visto besarse una docena de veces antes, pero nunca de esta manera. No había esperado la pasión, incluso más fuerte que lo que había visto estando posada fuera de su ventana o en los arbustos en el claro. Sus labios se estrujaban entre sí, sus lenguas danzaban frenéticamente.

Poco tiempo después, se pusieron de pie con el fin de acercarse el uno al otro. Empujaron sus sillas atrás mientras se unían, sus caderas presionando hacia adelante, frotando sus pollas juntas a través de su ropa. Antes que Mercy siquiera tuviera tiempo para pensar en ello, se había metido la mano en el fondo de su pijama, bajo sus bragas. Su coño estaba empapado y húmedo. Su clítoris estaba tan duro contra las yemas de sus dedos, tan increíblemente sensible. El más leve toque la llevaba al abismo.

Demonios, se sentía como si pudiera correrse sin sus dedos, sólo de ver a los dos hombres, de saber que esta vez sabían que ella estaba mirando. Y ellos estaban tan encendidos por eso como ella. Era casi imposible creer que esto estuviera sucediendo. Ella no lo veía desde afuera, deseando poder ser parte de todo. Realmente estaba allí.

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Kerrick de repente se separó de Caleb y se arrodilló ante ella, cogiéndola con su mano por las bragas. Había esperado sentir un poco de vergüenza al tocarse delante de él. Ella no la sentía. El deseo de su mirada y la aprobación en sus ojos la pusieron aún más caliente.

- Estoy tan mojada, - confesó, inclinándose hacia adelante para dar un suave beso en los labios de Kerrick. - Verlos... es increíble.

- Déjame ver, - murmuró él, y tiró de de su pantalones del pijama hasta que levantó la parte inferior. - Vamos a ver cómo estás de húmeda.

- Oh Dios, - se quejó Caleb. - Un tanga.

- ¿Le damos un vistazo mejor? - Kerrick levantó las manos de ella, la ayudó a levantarse, a continuación, la instó a darse la vuelta y ponerse de rodillas e inclinarse sobre la silla. Su culo estaba expuesto totalmente a ellos, su coño sólo cubierto por una pequeña franja de seda. - Maravilloso, - dijo Kerrick, deslizando su mano reverentemente sobre su carne temblorosa. La piel de él era tan cálida, tan áspera, tan perfectamente masculina.

- Tengo que saber si eres tan suave como parece. - Caleb estaba delante de ella, inclinado sobre el respaldo de la silla, ahuecando sus pechos desnudos en sus manos. Atormentó sus pezones mientras que capturó su boca. Su lengua empujando en su boca, explorándola tan a fondo como sus dedos exploraban sus pechos doloridos. Un calor líquido se precipitó fuera de su cuerpo, humedeciendo su tanga, haciendo gemir a Kerrick y presionar su cara entre sus piernas, inhalando su aroma través de sus bragas.

Mercy arqueó su espalda, presionando contra la boca de Kerrick, respirando más rápido mientras el beso de Caleb se volvía aún más intenso. Quería que Kerrick la desnudase y le comiese su coño de la forma en que ella había soñado que él o Caleb lo harían un centenar de veces, pero también quería aferrarse a este momento. Era la primera vez que los tenía a los dos. Un hermoso hombre besando sus labios y el otro explorando con sus fuertes manos su culo desnudo, sus dedos abriendo su carne mientras abría la boca y sus dientes pasaban por encima de su sexo hinchado.

- Kerrick, - se quejó ella dentro de la boca de Caleb. Nunca había sentido algo tan sorprendente como sus dientes deslizándose sobre su clítoris, nunca imaginó que un hombre utilizaría los dientes. Eso hizo que estuviera loca por saber qué otras sorpresas habían reservado para ella.

- ¿Quieres que Kerrick coma tu coño?, - preguntó Caleb, intensificando sus esfuerzos en sus pechos, presionando y pellizcando sus pezones hasta que Mercy supo que podría correrse solo con el tacto. Pero ella no se permitió encontrar su placer. Quería esperar, quería correrse en la boca de Kerrick o los dedos de Caleb. O, mejor aún, en una de sus pollas mientras estaba hundida profundamente en su interior.

Dios, el pensamiento de uno de estos hombres empujando dentro de ella hizo que le temblara todo el cuerpo. Quería eso tan desesperadamente. Ella quería estar íntimamente conectada con ellos, ligada a ellos. Quería que la tomaran de todas las maneras en que un hombre puede tomar a una mujer. Quería complacerlos en todos los sentidos que una mujer puede complacer a un hombre.

- Sí, oh sí, - murmuró ella, dudando que hubiera algo que ellos pudieran pedir le a lo que no respondiera de manera afirmativa.

- Ya oíste a nuestra chica, Kerrick.

Su chica. ¡Cómo quería ser su chica! El sonido de las palabras en la boca de Caleb le bastó para sollozar.

- Relájate. No estés nerviosa, - dijo Caleb, confundiendo su emoción con miedo. Sería lógico que estuviera un poco insegura, estar nerviosa la primera vez que un hombre ponía su boca entre sus piernas, pero ella no lo estaba. Su amor por estos hombres no era lógico y no había espacio para el miedo.

Caleb ahuecó la cara de Mercy en sus manos y la obligó a mirarlo a los ojos mientras Kerrick deslizaba sus bragas lentamente por sus caderas hasta las rodillas, y luego la instó a levantar las rodillas una a una

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para que él pudiera sacarlas fuera por completo. La intimidad de mirar fijamente los brillantes ojos azules de Caleb mientras la mirada de él recorría su cara y su pareja la desnudaba tras ella hizo que temblara aún más fuerte.

Sin embargo, cuando los labios de Kerrick tocaron su zona dolorida, su carne húmeda, se quedó completamente inmóvil. Se quedó paralizada, aturdida por un momento, por la desgarradora, alucinante sensación circulando por su cuerpo. El besaba su sexo, como había besado su boca en la calle antes, reclamándola con golpes audaces de su lengua, profundizando en su interior, donde estaba caliente, resbaladiza y lista. Cuando él se echó hacia atrás, mojando con su lengua hacia abajo, para golpear contra su clítoris, ella se estremeció repentinamente y se puso de nuevo en movimiento.

- Sí, - dijo, aferrándose a los hombros fuertes de Caleb mientras descaradamente se arqueaba de nuevo, oprimiendo su sexo dentro de la boca ansiosa detrás de ella.

Kerrick aferró su cadera más fuerte, sujetándola en su lugar contra la silla, inmovilizándola una vez más mientras su lengua se deslizaba hacia atrás y adelante en su clítoris, una vez y otra vez, con la presión suficiente para llevarla más y más alto, pero no lo suficiente para hacerla correrse. Su cabeza le daba vueltas y su respiración era rápida y superficial. Era vagamente consciente de los labios de Caleb en su cuello, las manos de Caleb regresando a sus pechos, pero era imposible concentrarse en nada, excepto en la boca caliente entre sus piernas.

La lengua de Kerrick, los labios de Kerrick, los dientes de Kerrick, ellos se habían convertido en su mundo. La había llevado a lo máximo, un lugar cargado de maravillas y de una horrible anticipación y ahora el decidía. Estaría perdida si él la dejara ahora, si la abandonara en este reino de necesidad tan feroz que nunca había imaginado que tal cosa fuera posible.

Pero él no la dejó. En su lugar, cerró la boca alrededor de su clítoris y se amamantó hasta que las paredes se derrumbaron a su alrededor.

La boca de Caleb presionó firmemente la suya, tragándose el grito que dio mientras se corría y se corría y se corría en un orgasmo largo e interminable que se sintió como si fuera a arrancarle el alma de su cuerpo. No estaba segura que su cuerpo pudiera soportar el placer, pero lo hizo. Estaba segura que se agotaría y se consumiría al final del mismo, pero no lo estaba.

En su lugar, se llenó de energía, de ganas, más hambrienta de sus dos hombres de lo que había estado antes.

Giró sobre sus rodillas para besar a Kerrick, reclamando sus labios, saboreando su propio cuerpo en su boca mientras su lengua empujaba dentro. Quería darle las gracias con palabras, pero sabía que las palabras nunca serían capaces de transmitir cuánto placer le había dado, la forma en que había tocado su corazón con su suave destreza, su habilidad desinteresada. Había mejores maneras de demostrarle lo mucho que le apreciaba, lo que se preocupaba por él.

Por él y por Caleb.

- Es vuestro turno ahora, - dijo ella. Buscó la mano de Caleb, y lo condujo hasta arrodillarse al lado de Kerrick. En cuestión de segundos estaba ocupada en sus cinturas, abriendo cinturones y agarrando los botones abiertos mientras Kerrick y Caleb se zafaban de sus camisetas, evidentemente, tan ansiosos de estar desnudos como ella lo estaba antes.

Cuando terminó con los cierres, los hombres empujaron sus pantalones y calzoncillos hasta las rodillas, pero no se molestaron en desvestirse completamente. Parecían demasiado fascinados con las manos de Mercy alcanzando sus pollas para molestarse. Mercy estaba fascinada sin duda. Había soñado con hacer exactamente esto durante tanto tiempo, era difícil creer que estuviera realmente agarrando tanto a Kerrick como a Caleb con sus manos.

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Eran tan hermosos, tan fuertes y calientes, pero aún así tan suaves. La piel se estiraba a través de su carne dolorida era una de las cosas más suaves que jamás había sentido. Lo que hacía que quisiera saber cómo se sentiría en sus labios.

Gemidos gemelos surgieron de los hombres mientras se inclinaba para dar suaves besos a la cabeza de cada una de sus pollas. En primer lugar a Kerrick y después a Caleb, a continuación, repitió y repitió una vez más, hasta que los dos hombres estaban perdiendo un líquido desde la punta de la polla que simplemente suplicaba que lo lamieran. La lengua de Mercy golpeó toda la polla de Caleb primero, degustando el calor salado de su cuerpo. Luego se trasladó a Kerrick, maravillándose que pudieran saber tan similares y tan diferentes al mismo tiempo. Ambos sabían a verano, pero Caleb era vino de durazno y Kerrick era pasto recién cortado. Ambos eran los sabores de los que sabía que nunca tendría suficiente.

Sus manos vagaban por su piel, sus cuerpos fuertes inclinándose hacia ella para tocar su cintura, su espalda, movimientos lentos y suaves que la hacían hormiguear todo el cuerpo. Esto no era algo que ella les estuviera haciendo a ellos, era algo que hacían juntos. Algo que compartían con los demás.

Lentamente chupó la polla de Caleb con su boca, dentro y fuera, dentro y fuera, hasta que aumentó increíblemente gruesa y larga. Luego se volvió hacia Kerrick, haciendo lo mismo con su eje, chupando y lamiendo, siguiendo sus instintos en cuanto a qué les daría placer. En el momento en que había terminado de repetir el ciclo los hombres estaban respirando profundamente y sus manos estaban vagando sin descanso. Un momento estaban acariciando su cabello, y luego sus pechos, y luego dirigiéndose el uno al otro para apretar el culo de su pareja o empuñando la otra polla mientras que la boca de Mercy estaba ocupada en la otra. Alzó la vista y los vio besándose, sus miradas vagando de regreso a ella mientras lo hacían. Incluyéndola.

En poco tiempo, Mercy temblaba de necesidad una vez más, ansiosa de tomar una de las gruesas pollas delante de ella en el doloroso vacío entre sus piernas. ¿Cuánto mejor sería esto si Caleb pudiera follarla mientras ella chupaba la polla de Kerrick? ¿Cuánto más completa se sentiría si supiera que podía darles placer a ambos al mismo tiempo?

- Os quiero a los dos. Tan desesperadamente, - susurró ella contra la polla de Kerrick mientras empuñaba el eje de Caleb en su mano y tironeaba de él. - Os quiero dentro de mí.

Caleb gimió y se inclinó sobre ella, alcanzando a jugar entre sus piernas, dirigiendo los gruesos dedos hacia donde ella anhelaba algo aún más grueso, más duro, más caliente.

- Queremos darte todo lo que quieras.

Otro grupo de manos se encargaron de acariciar su culo, buscando su clítoris y frotándolo mientras que Caleb se inclinaba para besarla. Dios, podía besarlo siempre. Sus labios talentosos, la forma en que sabía especiado, varonil y fuerte. Él era fuerte, esos brazos gruesos, ese pecho duro. Sólo sentirlos la hizo agitar el cuerpo. Ella lo amaba tanto. Su lengua jugaba con ella, burlándose, acariciando, chupando, y al mismo tiempo oyó el aliento de Kerrick detrás de ella y sintió sus dedos contra su delicada piel.

Las manos de Caleb agarraron sus brazos, levantándola al mismo tiempo que se deslizaba hacia abajo. - Es mi turno.

- ¿Tu turno? ¿Qué...? Oh. Oh.

Él se tumbó en el suelo, aún sosteniéndola en su lugar mientras deslizaba su cuerpo entre sus piernas. Instintivamente, trató de bajar, pero las manos en las caderas de Kerrick la obligaron a quedarse a cuatro patas, para su frustración. Ella habría dicho algo, habría al menos gritado su frustración, pero Caleb empezó corretear abajo.

Su boca se cerró sobre su pezón derecho, chupando suavemente. Ella gimió. Su lengua estaba tan caliente, tan húmeda. Ella se agachó sobre él sobre sus manos y las rodillas con los ojos cerrados, y sólo sintió. Sintió su mano levantar el otro pecho, su pulgar golpeando sobre la cumbre dura, mientras que él la chupaba y la hacía querer gritar. Fue mejor de lo que jamás había imaginado que sería, su boca en el pecho y

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los dedos de Kerrick todavía perezosamente jugando con su coño. No rápidamente, no lo suficiente para que ella se corriera, sólo tocando. Y sabía que él estaba disfrutando tocándola, que él estaba jugando, y eso hizo que su corazón cantara.

Caleb sacó la boca de su pezón y se deslizó más y más hasta que su lengua atormentó bajo su ombligo. El aire siseó entre sus dientes por la sensación. Oh, sí...

Las palmas de Kerrick tomaron sus pechos y la instó a erguirse, tirando suavemente de sus pezones. Su boca se encontró con su garganta, besándola, mordisqueándola. Su cabeza cayó hacia atrás contra su hombro duro, su espalda apoyada contra su pecho caliente y musculoso. Esto era el paraíso. Esto era la perfección. Esto era amor.

Los dedos de Caleb se extendieron por su coño abierto. Ella abrió la boca mucho. Estaba teniendo dificultad para respirar. Estaba tan segura, tan amada, con un guerrero fuerte detrás de ella y otro debajo.

Él no vaciló de la manera en que Kerrick lo había hecho. Se zambulló en ella, su lengua atacándola, encontrando su clítoris y golpeándolo tan fuerte y rápido que vio estrellas. Su cuerpo se tensó.

Y se detuvo. Ella emitió un sonido con su garganta, una especie de alta y chillona protesta, y sintió su aliento caliente contra su cara interna del muslo mientras él reía. -Paciencia.

- ¡No quiero ser paciente!

La dura polla de Kerrick presionó entre sus nalgas. Si ella cambiaba de posición podría ser capaz de hacer que se deslizara dentro de ella. Si se inclinaba hacia delante podría follarla, mientras que Caleb la lamía. La mera idea bastó para que jadeara. Esa tenía que ser una de sus fantasías más fuertes, uno de sus sueños eróticos más salvajes, la idea de tener su coño lleno de un hombre, mientras que otro chupaba y atormentaba su clítoris con la boca. El pensamiento de estar tan cerca de ambos era casi demasiado para que lo asumiera.

Kerrick comenzó a apartarse. Ella se giró detrás para agarrar su polla dura, pero era demasiado tarde. Su espalda se sentía fría sin él, pero cuando él se quedó delante de ella y se apoyó contra la cama, entendió y su corazón brincó.

La lengua de Caleb se deslizó dentro de ella. Ella se inclinó y tomó profundamente la polla de Kerrick con su boca otra vez. Sí... él sabía tan bien, se sentía tan bien. Ella chupó con fuerza, llevó sus manos para unirse a la diversión. Su derecha acariciaba el saco pesado y potente. Su izquierda tomaba la base de él, girando ligeramente, tirando suavemente, sacudiéndolo mientras chupaba tan fuerte como podía y saboreaba cada segundo glorioso.

Su cuerpo se apretó. Tanto calor en su pelvis, se sentía tan llena y dolorida. Estaba a punto de correrse, no podía evitarlo, no cuando Caleb movía su lengua más rápido y más rápido contra su clítoris.

La mano de Kerrick se enredó en su cabello. - Eres tan hermosa, - dijo. - Dios, tu cara. Ver a Caleb dónde está, es tan hermoso.

El sonido de su voz la completó. Ella no quería perder el ritmo. Quería que se corriera en su boca, quería tragarse hasta la última gota y tenerlo en su interior, pero no podía evitarlo. El placer irradiando de su coño era demasiado fuerte, más fuerte incluso que lo había sido antes. Permaneció inmóvil, sus ojos cerrados, mientras que explotaba.

Vagamente oyó gemir a ambos hombres, sintió la boca de Caleb acelerarse mientras se tragaba cada gota de su crema.

- Eso es, - exclamó Kerrick. Su mano la agarró por el pelo más fuerte, movió su cabeza más rápido. - Déjame verte correrte, Dios, eres hermosa, no pares...

No pararía. No se podía detener, porque Caleb no se había detenido. Él acercó sus labios a su apertura y chupó hasta la última gota y su cuerpo se calentó de nuevo y chupó a Kerrick más duro y sintió que él se hinchaba en su boca.

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- ¡Mercy!, - gritó. Sus dedos se convulsionaron. Su polla se sacudió y se corrió. Chorros calientes de líquido salado brotaron en su boca. Ella tragó rápidamente, todavía moviendo su mandíbula. Quería chuparlo hasta secarla de la manera en que Caleb la había chupado. El sabor de los prados en su boca se intensificó.

Ella abrió los ojos y los rodó hacia arriba, viendo su rostro contraído por el éxtasis. El saber que ella había causado eso, que le había dado tanto placer, hizo que una calidez que no tenía nada que ver con el sexo se propagara a través de su pecho. Era amor. Lo amaba y ella había hecho que se sintiera bien y nada podría ser más perfecto.

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Capitulo 8

Caleb cambió de posición, deslizándose fuera de entre sus piernas. - Su sabor es fantástico, - dijo. Kerrick, con los ojos todavía vidriosos, asintió con la cabeza.

Caleb se relamió los labios, queriendo coger la última gota de ella allí. No había querido parar. Él podría haber pasado horas, días, alimentándose de su hermoso coño, explorando los pliegues secretos, dejando que su aroma glorioso llenara su nariz y su deliciosa crema llenara su boca. Cada célula de su cuerpo quería ser cubierta con esa crema, quería hundirse en ella.

Y no se trataba sólo de su coño lo que se la ponía dura como el hierro, más dura de lo que nunca había estado en su vida. Era estar mirando hacia arriba desde su lugar en el suelo y ver, entre sus perfectos pechos, sus labios envueltos alrededor de la polla de Kerrick. Saber lo que su amante estaba sintiendo, lo que sus amantes estaban sintiendo. Viéndola agarrando y apretando y escuchar el gemido de Kerrick, ese gemido especial que sólo daba cuando se corría, y Mercy sabiendo que había hecho eso.

Era hermoso. Esta noche era hermosa.

Juntos la alzaron sobre la cama. Era demasiado valiosa como para permanecer en el suelo, ardiente como para tenerla allí. Era delicada y femenina, necesitaba un colchón blando, una almohada sobre la que apoyar su cabeza hermosa. Tenían que cuidar de ella, asegurarse que sólo experimentase suavidad, placer y amor. Juntos, él y Kerrick podían asegurarse que sucediera. Ellos podían hacerse cargo de su mujer, apoyarla... incluso cuando ella hacía lo mismo por ellos.

Su polla se sintió herida, quería estar dentro de ella tan desesperadamente.

Ella estaba de espaldas sobre las sábanas blancas frescas. - Que alguien me bese. Por favor.

Él estaba demasiado feliz de hacerlo. Todo el calor y el fuego dentro de ella, el podía saborearlo, del mismo modo que la podría saborear en sus labios. La boca de Kerrick encontró la de ellos, de alguna manera dirigiendo la presión contra ambos al mismo tiempo.

Esto era el paraíso. Compartiendo a Kerrick con Mercy. Compartiendo a Mercy con Kerrick. Compartiéndose a sí mismo con ambos.

Él captó la mirada de Kerrick con la suya. Su conexión chisporroteaba. Él sabía lo que su amante, su primer amante, estaba pensando.

Juntos se desplazaron hacia abajo a la cama tumbándose junto a Mercy. Su piel desnuda contra la suya se sentía increíble, tan suave, tan lisa. Él pasó su mano por sus muslos, hasta el estómago y las costillas, y ahuecó su seno derecho en su mano. Kerrick hizo lo mismo en su otro lado. Los ojos de Mercy seguían cerrados entonces los abrió nuevamente. Era evidente que quería verlos, pero era igual de claro que le era difícil mantener su cabeza sobre la almohada debajo de ella.

- Relájate, - le dijo. Dejó que su lengua jugara sobre su pezón duro, como una joya en su boca. - Simplemente disfruta.

Era increíble abrir los ojos y ver la cara de Kerrick tan cerca de él, sentir a Mercy ondulándose debajo de ellos, mientras se amamantaban. Sus muslos abiertos, dándole una gloriosa vista de su elegante pubis.

Kerrick debió verlo también. Se inclinó. El cuerpo de Mercy dio un salto cuando Kerrick la tocó. Caleb vio a su amante pasar la mano con suavidad, lentamente, arriba y abajo mientras frotaba el clítoris de Mercy.

Mercy dio unos pequeños sonidos, eróticos desde la parte posterior de su garganta y Caleb fue preso de la necesidad de ver como se corría de nuevo. Hacer que se corriera otra vez. Se inclinó también. Su mano

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se deslizó sobre la de Kerrick, un segundo de conexión que hizo que su corazón se calentara, y se encontró abriendo a Mercy.

Cuando él deslizó su dedo dentro ella gimió. Sacudió sus caderas, sus muslos se abrieron, incluso más. Él y Kerrick mantuvieron sus bocas en sus pezones. Los músculos de su interior se apretaron alrededor de su dedo, bañándolo en el calor y el líquido suave de su excitación. Hacerla correrse sería increíble, pero no estaba seguro si podía dejar de hacerlo él mismo.

Él no estaba seguro de poder evitar ponerse encima de ella y deslizarse en el interior, en ese calor adictivo. Caleb podía imaginar exactamente como se sentiría guiando su pene lentamente dentro de su vaina apretada, podía imaginar cómo se sentiría si Kerrick lubricara su culo y lo penetrara, al mismo tiempo. La imagen de los tres retorciéndose juntos, agitándose para darse un placer que ninguno de ellos había conocido antes, parpadeó detrás de sus ojos cerrados, lo que lo hizo gemir.

¿Qué diferencia habría si tomaban su virginidad? No todos los hímenes de las mujeres estaban intactos en su noche de apareamiento. A veces la membrana se rompía durante una actividad física perfectamente inocente. ¿Que podría ocurrirle a Mercy, quien lo iba a decir? Y ellos podían asegurarse que no quedase embarazada. Uno de los beneficios de ser un hombre pantera era que un hombre siempre podía oler cuando su mujer estaba en celo, cuando era el mejor momento para crear una nueva vida con la mujer que amaba.

Una nueva vida con su esposa. Con su esposa. ¿Por qué no podía suceder? ¿Por qué él y Kerrick no podían amarla, follarla, tomarla por su cuenta?

Dios, solamente quería estar dentro de ella, sentir ese resbaladizo paraíso apretando su...

- ¿Necesitas que me encargue de esto?, - preguntó Kerrick, agarrando la polla de Caleb en su mano y tirando. Su compañero, obviamente, sintió el debilitamiento de su resolución.

- No. No quiero correrme. Todavía no. - Ya se había perdido a sí mismo en el interior del culo de Kerrick sólo hace unas horas. No debería estar tan desesperadamente necesitado de la liberación como lo estaba.

- Yo puedo hacerlo, puedo...

Caleb empujó la mano de Mercy suavemente. Él no podría manejar su piel suave y cálida contra su polla dolorida en estos momentos. Si lo tocaba, él iba a perder su última voluntad y la montaría. - No, no hemos terminado contigo todavía.

El enrosco su dedo hacia arriba dentro de su coño dulce, jugando, amando. Él masajeaba cada pequeño pliegue y fisura, instándolo a seguir haciendo lo que estaba haciendo, mientras que los movimientos de Kerrick a su clítoris se aceleraron.

Caleb esperó hasta que su coño estaba goteando en su mano antes de allanar con un poco de humedad entre sus nalgas y usarla para mojar su segundo hoyo. Ella se tensó por un momento mientras sus dedos empujaban dentro, pero pronto se relajó con el ritmo de sus dos dedos empujando dentro y fuera de su cuerpo. Uno reclamando su coño y otro reclamando su culo.

Cómo deseaba que sus dedos fueran sus pollas, la suya y la de Kerrick, deslizándose dentro y fuera del cuerpo de Mercy, separados sólo por la delgada pared de carne entre su culo y su coño. Prácticamente podía sentir la forma en que la llenaban, la forma en que sus pesados sacos presionaban juntos mientras empujaban.

- Kerrick, Caleb. - Gritó sus nombres, pero su tono decía mucho más. Quería todo lo que Caleb quería, quería estar con ellos en todos los sentidos, sin pedir nada más. Quería sus cuerpos, sus mentes y sus corazones, quería ser libre para experimentar el placer y el amor en todas las formas que los tres pudieran imaginar juntos.

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- Te queremos, Mercy. Sabes que lo hacemos, - dijo Caleb, acongojado por un sollozo suave de la garganta de Mercy y un suspiro de acuerdo de Kerrick.

- Ahora córrete, baby. Córrete para nosotros otra vez. - Kerrick pellizcó su clítoris, rodando el duro nudo entre sus dedos ásperos.

En cuestión de segundos se estaba retorciendo debajo de ellos otra vez, llegando rápidamente al límite. Se iba a correr, iba a llenar el aire con el olor de su crema dulce. Simplemente otro momento, simplemente otro...

- ¡Os amo!, - gritó mientras se corría, con las manos agarrando sus hombros y apretando lo suficiente para hacer gruñir a Kerrick.

A Kerrick le gustaba un poco de dolor con el placer. Caleb podía imaginar las uñas cortas de Mercy excavando en su carne, casi desgarrándolo, estaban volviéndolo loco, haciendo que quisiera todo lo que Caleb quería, haciéndolo sentirse débil, incierto, listo para violar el acuerdo que habían hecho con Mercy y entre ellos. Él sabía que su compañero lo quería tanto como él porque lo conocía.

Ahora Caleb tenía que decidir, usar esa debilidad en su beneficio u ofrecer el apoyo que Kerrick le había ofrecido. La decisión no era tan fácil como debería haber sido.

- Quieres estar dentro de ella, ¿no?, - preguntó Caleb.

Kerrick gimió. - Caleb. - Su nombre era una advertencia y una oración.

- Entonces entra dentro de mí. Folla mi culo.

- Sí, - gimió Mercy. Sus manos temblaron sobre sus hombros. - Quiero que lo hagas, Kerrick. Quiero verlo. - Dio una inspiración profunda. - Tengo un poco de lubricante en el bolsillo de mi pijama.

- ¿Has traído lubricante? - le preguntó Caleb, con una risa suave aumentando en su garganta, hasta el hecho que fuera tan descarada hizo que su polla doliera incluso más.

Mercy se inclinó hasta dar un beso en su mejilla. - Sí, porque tenía la esperanza que podría ser mi culo el que uno de vosotros...

Kerrick extendió la mano y retiró a Caleb lejos antes que Mercy pudiera terminar su sentencia. Conocía a su pareja, sabía que acababa de llegar al final de su resistencia. Las palabras de Mercy lo remataron. Si Kerrick no actuaba con rapidez, iba a ver a Caleb tomar la virginidad de Mercy en lugar que Mercy lo viera reclamando el culo de Caleb. Por emocionante que esa imagen fuera, no podía dejar que eso sucediera. Se habían hecho una promesa entre ellos y con la mujer que amaban. Las promesas no estaban hechas para romperse.

Empujó a Caleb sobre su espalda en la cama y bajó su boca a la polla del otro hombre.

- No, - dijo Caleb, sus manos empujando la cabeza de Kerrick a pesar que sus caderas corcovearan hacia arriba por instinto, empujando su congestionada longitud más profundamente en el calor húmedo de la boca de Kerrick. - Yo no...

- Si, tu si, - dijo Mercy antes de reclamar su boca para un beso. - Necesitas esto. Y yo necesito ver a alguien que realmente sabe cómo chupar la polla de un hombre que ama.

Ella se volvió para atrapar los ojos de Kerrick, la comprensión allí era suficiente para hacer que el corazón de Kerrick doliera. Ella era tan perceptiva y dulce, tan apasionada y buena. La amaba tanto. Cada segundo que pasaban juntos le hacía estar más seguro de su amor y mucho más lleno de pesar ya que nunca podrían estar juntos así de nuevo. Los tres estaban hechos el uno para el otro.

Pero los tres nacieron en un mundo que nunca los aceptaría. Eso no podría pasar, no importa lo mucho que desease que fuera lo contrario. Tenían que tomar una noche. Una larga noche llena de pasión.

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Kerrick hizo lo posible por no pensar en cuando Mercy podría usar su educación en dar mamadas en el futuro mientras chupaba la polla de Caleb más profundamente con su boca.

Era tal como siempre había sido. La piel de su amante, salada y dulce, suave y dura en su boca. Tal como lo había sido durante cientos de noches a solas o con compañeros de juegos ocasionales.

Pero no había nada como esa noche. No importa qué tan completa había pensado que era su vida juntos antes, no habían estado nunca cerca de completarse. Era como si Mercy siempre hubiera estado fuera de la habitación, esperando entre bastidores, y que no había sido hasta este momento que eran verdaderamente un todo.

La mano de Caleb se enredó en su pelo, tirando suavemente. Kerrick dio un pequeño suspiro y chupó más, saboreando la sensación de la piel de Caleb, mientras que al mismo tiempo quería ir rápido, con ganas de sentir el cuerpo de Caleb apretarse y sacudirse debajo de él. Quería hacer que la parte superior de la cabeza de su amante explotara mientras Mercy observaba.

Casi explotó cuando Mercy movió su muslo derecho, dándole una perfecta visión de su coño increíblemente perfecto. El punto de vista mejoró aún más cuando la mano de Caleb se movió para acariciarla, sus dedos jugando dentro y fuera de su suavidad. El contraste de la piel bronceada de Caleb contra el suave, rosa pálido mojado hizo que Kerrick impulsara sus caderas contra la cama, frotando su erección contra las suaves sábanas.

Mercy suspiró, pero su mirada no lo abandonó. - Sí...

Los dedos de Caleb se movieron más rápido. La pelvis de Mercy comenzó a moverse al mismo tiempo hasta que Caleb se detuvo, oh Dios, dejó de moverse, y simplemente Mercy siguió frotándose contra él, moviéndose en círculos pequeños, sus talones plantados en el colchón, su trasero dejándolo por completo.

Kerrick no podía contenerse. Se hundió más rápido contra las sábanas, bombeando su cabeza arriba y abajo en la polla de su amante, chupando más rápido, más fuerte. Caleb gimió y comenzó a temblar.

Todos podrían correrse juntos. No parecía posible, pero lo era. Podrían compartir ese momento, la intensidad de eso, y dejar que pasara a todos a la vez.

Él quería eso. Pero no quería correrse en las sabanas. Quería conectar más profundamente con eso. Con Caleb. Con Mercy. Si podía montar a Caleb mientras que Caleb se enterraba en Mercy...

¡No! No, ellos no podían. No podía. Se habían prometido que no lo harían.

En su desesperación, se arrastró para arriba, presionando los muslos de Caleb más lejos con su la mano. Mercy había llevado lubricante con ella, pero ellos tenían alguno ya, en el cajón superior de la pequeña mesita de noche. No habían querido dejarlo fuera donde la chaperona pudiera verlo si se detenía en su habitación.

La cabeza de Mercy cayó. Sus pezones sobresalían hacia el cielo mientras arqueaba su espalda. Parecía una diosa. Salvaje. Hermosa. Situada en el borde del orgasmo, sus caderas rodando.

Kerrick agarró el lubricante y exprimió algo en la cabeza de su polla, apenas prestando atención a dónde exactamente lo estaba poniendo. Es probable que goteara por el estómago, los muslos y la polla de Caleb. No le importaba. No podía apartar la mirada del precioso coño y el hermoso cuerpo de Mercy. Pequeños agudos jadeos y gemidos provenían de la boca de ella, música para sus oídos.

Rápidamente deslizó el lubricante hacia arriba y abajo por su polla, después lo aplicó con los dedos manchados en el culo de Caleb. No podía esperar. En lugar de sostener a su amante de nuevo, ahora era él quien debía ser retenido. Si no penetraba en Caleb en los próximos cinco segundos iba a lanzarse sobre ella, penetrándola mientras que se corría y la sentía palpitar en torno a él.

Sólo la idea de eso era casi demasiado. Empujó los muslos de Caleb más al lado y se metió en ese agujero estrecho, caliente.

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Caleb jadeó. La mano libre excavó en el culo de Kerrick, instándolo a que se moviera más rápido, a que empujara más fuerte. Kerrick lo hizo. No podía contenerse. Su mirada estaba pegada al coño de Mercy. Su polla estaba en llamas, moviéndose tan rápido que pensó que podría explotar.

- Dios... ¡Os amo!, - gritó Mercy de nuevo y fue demasiado. Escucharla decir eso, sabiendo lo que eso significaba, fue suficiente para enviar una descarga de puro fuego de su polla directamente a su corazón y salir por todo su cuerpo.

Debajo de él, podría decir que Caleb se sentía de la misma manera. Sus ojos también estaban pegados sobre Mercy. Su mano izquierda se movió del culo de Kerrick a su propia verga, frotándose a sí mismo, deslizándose hacia arriba y hacia abajo tan rápido que parecía un borrón.

Pero eso no era solamente placer físico. Ni siquiera era simplemente escuchar a Mercy diciendo que los amaba lo que lo hizo volar sobre el borde. Era saber lo desesperadamente que él quería decirlo también. Saber lo desesperadamente que ambos querían decirlo también. Podía sentir las palabras pinchando en su lengua, exigiendo ser habladas.

En su lugar, sólo gimió, un sonido áspero, profundo, mientras explotaba. Chorros calientes de líquido golpearon su estómago y su pecho mientras Caleb se corría y la espalda arqueada de Mercy parecía tan alta que parecía que no vería su rostro nunca más.

Todos se habían corrido juntos. Era un momento perfecto.

Excepto que se había acabado. Ahora Mercy tenía que irse, antes que todos bailaran más cerca de las llamas prohibidas que ardían entre ellos.

- No, todavía no. No puedo irme todavía, - susurró Mercy mientras se inclinaba hacia delante y reclamaba los labios de Kerrick durante un beso profundo y lento. Era como si le hubiera leído la mente. O quizás había hablado en voz alta. No podía decirlo con certeza más. No sabía nada con certeza, salvo que amaba a esta mujer y a este hombre y que quería pasar unos cientos de miles más de noches en sus brazos.

- Tenemos por lo menos treinta minutos más, - coincidió Caleb, sentándose, obligando a moverse a la polla blanda de Kerrick, que se había deslizado de su culo. -Yo digo que los vamos a aprovechar al máximo.

Y luego besó a Kerrick también. Él y Mercy lo besaron juntos. Entonces se besaron a continuación. Caleb movió sus labios, la lengua y los dientes de nuevo a la boca de Kerrick. Y entonces Kerrick perdió la pista de a quien estaba besando y tocando y sosteniendo, perdió la pista de todo excepto del placer que encontraba con estas dos personas increíbles.

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Capitulo 9

La figura descargó el archivo, tratando de no ponerse enferma al pensar en lo que la cámara de vigilancia secreta había grabado en el baño de los hombres. Las últimas tres horas habían sido una enseñanza de perversión que la figura podría haber vivido el resto de su vida sin conocer. La pequeña puta había hecho todo excepto permitir que uno de los dos hombres que había seducido entrara en ella. Y lo había hecho todo con tal desvergüenza, con total abandono. Era imposible creer que seguía siendo una virgen. Ninguna virgen se comportaba como Mercy se había comportado.

Ninguna mujer de la manada Orión jamás se comportaría de la manera en que la puta se había comportado.

Permitir a Mercy seguir viviendo entre los Orión sería un pecado contra su gente. Permitir que viviera en definitiva era una tontería, pero el corazón de la figura parecía más blando de lo que hasta ella había supuesto. Ella no era capaz de asesinar. Ella era mejor que eso. Las manadas de Canadá eran a menudo gente salvaje, pero cuidaban de sus mujeres. Mercy tendría la oportunidad de vivir, aparearse y tener hijos. Y quizás una vida más dura que la que había conocido como hija adoptada de Orión le enseñara el error de sus costumbres. Tal vez se arrepintiera y se volviera más de corazón puro de lo que había nacido.

Cassia dejó que ese pensamiento la guiara mientras cogía el teléfono e hizo la llamada que sellaría el destino de Mercy.

- Nos vemos por la mañana, - dijo Caleb, dándole un beso en la frente antes que rápidamente abriera la puerta y la dejara en el interior.

- Te amo, - susurró Mercy.

- Yo también te amo. Caleb sonrió y se inclinó para un último beso antes de volverse y apresurarse de regreso a su habitación y la de Kerrick. Habían estado menos de tres horas. Él y Kerrick dijeron que necesitaban dormir. Tenían que hacer de guardaespaldas e incluso los guerreros acostumbrados a trabajar con muy poco descanso tenían que tener un par de horas para recargarse.

Mercy sabía que debía apresurarse en irse a la cama. Tendría que haber estado agotada... pero ella no lo estaba. En lugar de hundirse en su edredón, giró por la habitación con una sonrisa.

Se sentía como si su cabeza flotara fuera de su cuerpo. Nunca se había sentido tan relajada, pero tan excitada al mismo tiempo. Su piel hormigueaba y picaba, sus labios estaban hinchados y doloridos de demasiados besos y su coño...

Dios, su coño.

Nunca había pensado que se podría correr de esa manera. Una y otra vez, Kerrick y Caleb la habían llevado a niveles que no había imaginado. Ella estaba borracha de satisfacción. Pero al mismo tiempo, todavía se sentía extrañamente incompleta. Solo una cosa que ella había querido no le fue concedida. No había sido capaz de convencer a Kerrick o a Caleb que la tomaran, empujar entre sus piernas y hacerla su mujer de una manera que ni siquiera toda la intimidad que habían compartido hasta ahora había sido capaz de lograr. Tenía que sentirlos dentro de ella, necesitaba saber qué se sentía al estar con los hombres que amaba de esa manera.

- Pronto. Pronto, - cantaba para sí misma mientras entraba en el baño para agarrar el cepillo de dientes. No importa lo que Kerrick y Caleb habían dicho, no importa con cuánta tristeza Kerrick la había mirado al verla salir de su suite, Mercy sabía que no había una sola noche para ellos.

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Había sentido el amor en la habitación, había visto la verdadera pasión y el cariño en los ojos de los hombres. Iban a ser de ella, no por una noche, sino para siempre. Ella sólo tenía que encontrar alguna manera de convencer a los dos de abandonar sus nociones preconcebidas de lo que era "correcto" e "incorrecto" cuando se trataba de matrimonio.

- Y convencer a los jefes de la manada Orión que no nos arroje a todos al desierto, - dijo Mercy en voz alta a su reflejo. La idea era preocupante, pero no pudo evitar sonreír cuando se encontró con sus propios ojos en el espejo. Tenía el aspecto de una mujer muy complacida. Le brillaban los ojos y su piel era prácticamente brillante.

- ¿Quién iba a saber que el sexo te daba un aspecto mucho mejor? – se preguntó.

- Dudo que te pudieras ver de ninguna manera que no fuera hermosa. - Una grave voz masculina sonó desde detrás de la cortina de la ducha cerrada.

Mercy habría gritado, pero la mano del desconocido estaba encima de su boca antes que lo pudiera hacer, casi a la vez que escuchara el sonido de su voz. La mano olía a sudor y frío, aire de la noche y a algo más, algo tanto extraño como conocido todo al mismo tiempo. El hombre era un hombre pantera, pero no uno de la manada de Orión.

¡El aroma que ella y Kerrick habían captado fuera! ¡Tenía que ser este hombre! Y de alguna manera, había encontrado el camino a su habitación. Había estado esperando aquí. ¿Por qué? ¿Para secuestrarla? Para... ¿violarla? ¿Golpearla? ¡Oh Dios!

Su mano chocó contra sus dientes, impidiéndole morder. Su pecho se presionó fuerte contra su espalda, su brazo rodeando su cintura tan fuerte que era difícil respirar, fijándole los brazos a los lados.

Ella se retorció en su abrazo. Escapar, tenía que escapar. Ella levantó su pie derecho, listo para pisotear los dedos de sus pies, cualquier cosa para hacerle aflojar su control sobre ella por un segundo, pero otro hombre salió de detrás de la cortina de la ducha y la agarró por las piernas.

Mercy era fuerte. Una hembra pantera en la plenitud de sus poderes. Si los atacantes hubieran sido humanos podría haberlos superado con facilidad. Si hubiera sido sólo uno habría tenido una buena oportunidad.

Pero ellos no eran humanos y había dos de ellos. Y eran guerreros. No había manera que pudiera derrotarlos. Trató de ponerse flácida, con la esperanza que relajase su brutal abrazo en ella, pero tampoco funcionó.

Esto no podía estar sucediendo. Estaban secuestrándola. Aquí, en el hotel. Oh Dios, y era su culpa. Había distraído a Kerrick y a Caleb. Ellos no habían hecho sus rondas, no habían vigilado el perímetro del hotel, por culpa de ella. Ella los había mantenido ocupados durante horas, había permitido que estos hombres malvados entraran en el hotel. ¿Qué pasaba con las otras chicas? ¿Estaban seguras?

¿O era la última en ser atacada? ¿Habían sido tomadas ya las otras? El pensamiento de las otras chicas, quizás no sus amigas, pero aún así hermanas adoptivas de la manada, siendo vendidas como esclavas trajo lágrimas ardientes a sus ojos. Su culpa, ella les había hecho esto a ellas...

Ella le había hecho esto a Caleb y a Kerrick. Si las chicas desaparecían en su vigilancia serían avergonzados sobremanera. Vencidos. Censurados por los sabios de la manada. Perderían todo.

Ella no tenía que fingir aflojarse más. Apenas se podía mover. La miseria y la pena la inundaron en grandes oleadas, asfixiándola y cuando uno de sus captores alzó un paño blanco empapado con fuerte olor a cloroformo a su cara no trató de luchar contra eso.

Se merecía lo que le hicieran.

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Caleb volvió a la habitación y cerró la puerta detrás de él. Estaba solo. El corazón de Kerrick se hundió.

Ahora que Mercy había regresado a su habitación ambos podrían dejar sus valientes y falsas sonrisas caer. No había necesidad de fingir por ella que eran felices, que todo estaba bien, que sus corazones no se estaban rompiendo.

Mercy no había vivido en la manada tanto como ellos. Como mujer, no estaba al tanto de algunas de las discusiones que los Ancianos de la manada habían tenido, algunos de los argumentos en las reuniones del Consejo. Era fácil para ella creer que todos pudieran estar juntos. Ambos hombres sabían que es lo que ella estaba pensando.

Pero ellos los conocían mejor. Ellos nunca aceptarían un trío. Nunca. Hacer eso significaría cambiar toda la estructura social del grupo, perdiendo tradiciones de cientos de años. Las tradiciones que los ancianos estaban convencidos que mantenían a la manada Orión fuerte.

Caleb y Kerrick conocían a varias parejas de guerreros acoplados, felices y cariñosos, a los que sin embargo les gustaría añadir una mujer a su familia. Diversos hombres habían elegido a sus compañeros varones por amor y deseo pero también deseaban compañía femenina. Y amor. ¿Qué harían ellos, si a Caleb y a Kerrick se les permitía tener a Mercy?

Probablemente tendrían que abandonar la manada.

Dejar la manada no era una opción. Sí, eran ambos guerreros fuertes y capaces. Pero los hombres panteras sin la manada eran vulnerables. Podrían ser capaces de protegerse a sí mismos y a los demás. Pero Kerrick sabía sin tener que preguntar que Caleb estaría de acuerdo que no había forma en el infierno que ninguno de los dos pusiera nunca a Mercy en ese tipo de riesgo. Las mujeres panteras eran cazadas todavía por extranjeros, incluso cuando tenían la fuerza de toda una comunidad detrás de ellas. Si alguno de los sitiadores de la manada descubría a Caleb, a Kerrick y a Mercy por su cuenta...

Si la tomaban y abandonaban la manada con ella y algo sucedía... Si a ella le pasara tan solo un rasguño en la parte posterior de una de sus hermosas y suaves manos, nunca se lo perdonaría.

Sus ojos picaron mientras Caleb cruzaba la habitación y se colocaba a su lado en la cama. Las sábanas blancas y una manta marrón, estaban agrupadas en la parte inferior de la cama, emborronadas mientras Caleb ponía su brazo alrededor de él.

- Sabíamos que sería sólo una noche.

- No es justo, - dijo Kerrick. Sabía que era una cosa infantil de decir, pero no podía ayudarse a sí mismo. No era justo y no había nada que pudiera hacer al respecto. Debajo de su tristeza había una capa de rabia furiosa. No era justo. Nunca sería justo.

Había sido un no libre, un esclavo. Eso no era justo. Había tenido la suerte de caer enamorado de un hombre maravilloso y ser correspondido en ese amor. Eso era una bendición, pero no era justo que muchos de sus amigos no libres siguieran siendo no libres, porque no habían tenido la suerte de hacer lo mismo.

- Lo sé, - dijo Caleb. - Pero así son las cosas.

- Lo odio.

- Si pensara que existe alguna manera, pero seríamos expulsados de la manada. Exiliados. Para ti y para mí podría estar bien, pero para Mercy... No puedo alejarla de la única familia que le queda a ella. No puedo ser responsable de hacerla tan vulnerable.

Kerrick extendió la mano y apretó la mano de su amante. - Lo sé. Yo tampoco.

Se sentaron en silencio durante un minuto, sus cuerpos calientes apretados proporcionando el consuelo que no podían darse con las palabras. Kerrick disfrutaría del apoyo, pero no podía dejar de pensar en Mercy. ¿Quién la apoyaría y la amaría? Él y Caleb se tenían entre ellos. Pero a partir de mañana por la

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mañana Mercy ya no sería una parte de su círculo. Ni siquiera podrían enviarle flores o una nota o... algo para que supiera lo que esta noche había significado para los dos.

La comprensión de eso puso a Kerrick aún más triste.

- Las sábanas huelen a ella, - dijo Caleb. Kerrick suspiró. - Lo sé. Me está volviendo loco.

- ¿Crees que el hotel se daría cuenta si las robamos y las llevamos a casa?

- Probablemente.

Por acuerdo tácito se tendieron juntos, abrazados, sus cabezas presionadas juntas y sus piernas entrelazadas.

- Te amo, - dijo Kerrick. Se inclinó y le dio un beso a Caleb.

- Yo te amo también.

Esas palabras los habían completado una vez. Todavía proporcionaban consuelo. Pero por primera vez, no se sentía como suficiente. Una voz faltaba. Mercy debería haber estado allí y la ausencia de su cálido cuerpo, su piel suave, el delicado olor de su feminidad y su voz melodiosa se sentía como un agujero en el corazón de Kerrick.

Un agujero que nunca podrá ser curado. Se sentía tan horrible, tan equivocado, que prácticamente podría probarlo, olerlo en el aire. Ella pertenecía a ellos. Ella pertenecía a ellos. Ella...Espera un minuto.

Esa sensación de maldad no sólo provenía del interior. Estaba fuera también, un olor que no pertenecía al hotel, o a las mujeres de la manada.

Caleb debió darse cuenta al mismo tiempo. Se sentó tan repentinamente como Kerrick. - ¿Qué es eso?

- Oh Dios. - Kerrick sintió la boca tan seca que apenas podía hablar en absoluto. -Eso es lo que olí antes, con Mercy.

- Otro were. No uno de nosotros. Aquí en el hotel.

La implicación de eso les llegó a ambos al mismo tiempo. Los ojos azules de Caleb se abrieron. En los de Kerrick vio el mismo terror que estaba sintiendo. - Mercy.

Caleb la había dejado en la puerta apenas diez o quince minutos antes. Ella había estado sola en su habitación, vulnerable.

Los minutos siguientes fueron un borrón. Kerrick se arrojó en su ropa, apenas molestándose en el botón de sus pantalones, tiró de sus calcetines, metió sus pies en sus botas tan rápido como podía. Caleb estaba haciendo lo mismo. La única vez que Kerrick miró a su compañero vio la cara de Caleb marcada por un gesto desconsolado.

Corrieron hacia la puerta, haciendo caso omiso de la cantidad de ruido que estaban haciendo. Nada importaba excepto llegar hasta Mercy y asegurarse que estaba bien. Una vez que la hubieran visto buscarían a las otras chicas y a la chaperona.

Caleb corrió hacia la puerta de la habitación de Mercy. Kerrick supo el instante en que Caleb vio que la puerta estaba abierta. Los hombros de su compañero se encorvaron, luego los dejó caer, luego los inclinó una vez más antes de correr aún más rápido, entrando en la habitación con un gruñido. Caleb no quería creer que ya era demasiado tarde, pero Kerrick sabía la verdad. Se podía oler en el aire. Mercy se había ido y un hombre, u hombres, de otra manada se la habían llevado.

Mercy tenía un horrible dolor de cabeza, pero aún así, algo al fondo de su mente le advirtió que no se diera la vuelta y buscara en su mesita de noche sus pastillas de cafeína. La cafeína ayudaba a acelerar el

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proceso natural de curación de un hombre pantera ya de por si rápido. Pero iba a necesitar mucho más que cafeína esta noche.

¿O era por la mañana? Ella no tenía idea de cuánto tiempo había estado inconsciente, por cuánto tiempo estos hombres desconocidos la habían tenido en su poder. Tampoco tenía ni idea de dónde estaban llevándola. Sin embargo donde quiera que fueran, se dirigían allí rápidamente.

El camino tarareó por debajo de ella con un gemido agudo mientras el cuerpo de Mercy se sacudía rápidamente de un lado a otro al compás del balanceo del vehículo. Estaba adivinando que estaba en un gran camión o una furgoneta. Tenía un montón de espacio para estirarse y no se sentía completamente apretada o encerrada. Había bastante aire fluyendo a través de su nariz. No era particularmente aire perfumado, más bien el olor acre de hombres pantera viviendo en lugares cerrados sin acceso a una ducha desde hace demasiado tiempo, pero era aire. No la habían encerrado en un baúl por lo menos. Gracias a Dios.

Le aterrorizaba quedar atrapada en espacios pequeños. Le recordaba la caja de madera en la que su madre la había colocado en la noche del incendio. Había esperado que la caja mantuviera a Mercy a salvo hasta que alguien pudiera ir a su rescate. Afortunadamente, lo hizo. Ahora si Mercy pudiera estar segura que su dulce Caleb viniera a rescatarla de nuevo. Kerrick y Caleb se darían cuenta que había desaparecido en el desayuno cuando no se presentara en el pasillo para ser escoltada hasta el restaurante del hotel.

Por lo que sabía podría ser la hora del desayuno ahora. Abrió los párpados. No había ventanas en el vehículo, pero había bastante luz para sus ojos sensibles, para ver el suelo sucio y el saco de dormir, al lado de donde ella yacía encima, estaba vacío. Esperaba que eso significara que estaba sola aquí, que era la única mujer de la manada Orión que cogieron.

Lentamente se cambió de posición, agradecida de no sentir ninguna restricción en sus manos o pies. Los hombres que la habían secuestrado debían haber pensado que el cloroformo la mantendría inconsciente durante el viaje. O tal vez simplemente asumieron que una mujer sola no les causaría ningún problema y no había necesidad de atarla. Si ese era el caso, les esperaba una gran sorpresa.

Los ojos de Mercy se deslizaron a la parte delantera de la camioneta. Pudo ver la silueta de un conductor y un pasajero contra las farolas exteriores. Por lo que todavía era de noche. No podía haber estado inconsciente tanto tiempo o el sol habría comenzado a elevarse.

Los hombres hablaban en voz baja, pero lo suficientemente fuerte como para que Mercy atrapara la palabra "frontera" en varias ocasiones. Sólo podía suponer que pretendían llevarla a la frontera con Canadá. Cómo pretendían introducir de contrabando a una mujer inconsciente a través de las aduanas humanas, Mercy no tenía ni idea, pero por todo lo que sabía podían tener una conexión en la patrulla fronteriza o estar planificando pasar a través del bosque y hacer la travesía en sus formas de pantera. Decidió no quedarse para ver lo que ellos tenían en mente.

Las puertas dobles al fondo de la camioneta parecían bastante fáciles de trabajar. Podría lanzarse para abrirlas y saltar por ellas, pero el vehículo se estaba moviendo muy rápido. Existía la posibilidad que no sobreviviera el salto, a pesar que era mucho más dura que un ser humano incluso en su forma humana. No podía permitirse el lujo de correr ese riesgo. No sólo quería vivir, sino que sabía que Kerrick y Caleb serían devastados si encontraban su cuerpo roto al lado de la carretera.

No, tenía que pensar en otra cosa... o al menos pensar en alguna manera de conseguir que redujeran la velocidad... a que la dejaran salir donde había suficiente espacio para transformarse y correr. Era rápida en forma de pantera. Muy rápida. Infierno, había dejado atrás a Kerrick y a Caleb la vez que casi la agarran espiando. Si podía correr más rápido que lo mejor de la manada Orión, podía fácilmente dejar atrás a estos dos hombres.

Sólo tenía que engañarlos para tener una oportunidad.

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- Oh no... Oh... - Se retorcía en su bolsa de dormir, sosteniendo su estómago, usando el hedor de los dos hombres para inspirarse fingiendo la forma de una náusea. - Voy a vomitar. Por favor... voy a vomitar.

El hombre que conducía le dijo algo al otro hombre y, por suerte, la camioneta comenzó a desacelerar. Mercy gimió más fuerte y apretó el puño en sus labios mientras que el segundo hombre se levantaba de su asiento y se dirigía hacia ella.

- Voy a vomitar. Por favor, ¿podemos detenernos?

- Es sólo el cloroformo. Vas a estar bien. - Era el hombre que había aplastado su mano en su cara, el que tenía el pelo largo castaño fibroso. Cuando se agachó junto a ella, quiso darle un puñetazo en los testículos, pero en su lugar fingió un escalofrío y realmente sintió una ola de verdadera enfermedad sobre ella.

- Por favor, - dijo Mercy, orgullosa que su voz sonara tan fina y débil. Se estremeció de nuevo y miró al hombre con los ojos muy abiertos, inocente. - No quiero vomitar sobre mí. Por favor, ¿podrías ayudarme al lado de la carretera y sostener mí... el pelo de mi cara?

El hombre suspiró y se volvió hacia el hombre del frente. - Adelante, detente. No quiero que ella apeste cuando lleguemos al jefe.

- Vamos a tener que limpiarla antes de llegar a las tierras de la manada, de todos modos, - dijo el conductor. - Apesta a otros hombres. Al jefe no le va a gustar eso.

Mercy se atragantó nuevamente y esta vez no estaba fingiendo. Esperando que se detuvieran en breve o realmente vomitaría. Escuchando a esos hombres hablar sobre Caleb y Kerrick y su tiempo juntos de esa manera...

- A mí no me gusta limpiar vómito, por lo que detente. - El hombre de pelo fibroso la agarró del hombro y la ayudó a sentarse mientras la camioneta frenaba y luego giraba a la derecha. A través de la ventana del frente, Mercy vio luces brillantes en el desierto del estacionamiento de lo que parecía una tienda de licores.

No era el mejor lugar para cambiar la forma, pero lo haría si no tenía otra opción. Todo lo que necesitaba era conseguir unos metros de distancia del hombre que la sujetaba. Eso le daría tiempo para transformarse y correr antes que él pudiera transformarse y cogerla.

Pero, ¿cómo convencerlo que necesitaba espacio? ¿Cuando parecía decidido a pegarse cerca? Sus manos no se apartaban de su brazo mientras la ayudaba a ponerse en pie, abría las puertas traseras y la ayudaba a bajar a la acera.

- Venga, se rápida, - dijo él, su voz dura aunque la alcanzó y quitó su largo pelo de su cara. No era del todo malo, este tipo. En cuanto a apestosos secuestradores, probablemente este era bastante empático.

No era mucho, pero era la única arma que tenía.

- Um, yo... yo... - Mercy fingió un sollozo entonces gimió y se aferró a su estómago otra vez. Cuando continuó hablando fue en un susurro avergonzado. - No es solo mi estómago. Yo... yo creo que tengo una intoxicación alimentaria. Tengo que ir al baño. Ahora. Movió la mano que agarrarse a sus intestinos.

- Mierda, - dijo el hombre, no pareciendo notar la ironía de la declaración en absoluto. Echó un vistazo hacia la tienda de licores. - La tienda está cerrada, no hay ningún cuarto de baño aquí.

- Oh Dios. Oh no. - Mercy tropezó y cayó de rodillas.

- Un momento, creo que tengo algo en el equipo de camping, - dijo él. En el instante en que la soltó y volvió a subir a la camioneta, Mercy se transformó, destrozando la ropa mientras se convertía en una pantera negra como la noche misma. Una vez que se escapara de las luces brillantes, su color natural le ayudaría a esconderse en la oscuridad y esperaba volver al hotel antes de ser vista por ojos humanos.

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Ser observada por los seres humanos, mientras estaba en forma de pantera era un delito penado por la muerte en la manada de Orión. Pero teniendo en cuenta sus opciones en este momento, Mercy estaba dispuesta a arriesgar cualquier cosa, incluso la muerte, por volver a los hombres que amaba.

Oyó al hombre detrás de ella soltar un grito que se convirtió en un aullido de gato mientras él también se transformaba, pero no se detuvo para ver cuánto tiempo le llevaba a un canadiense cambiar la forma. Estaba ya hacia el sur, tan rápido como sus piernas fuertes podían llevarla, dirigiéndose instintivamente en la dirección que suponía que habían llegado.

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Capitulo 10

El corazón de Caleb se aceleró y sus pulmones se quemaron por el aire fresco de la noche. Agachó la cabeza más por la ventana, inhalando, luchando por encontrar cualquier rastro de Mercy o de los hombres que se la habían llevado.

Él y Kerrick habían captado la esencia de dos hombres en un callejón detrás del hotel y lo habían seguido unas pocas cuadras antes de perderla en una de las carreteras que partían hacia el norte. No era mucho para seguir adelante, pero era todo lo que tenían. Por lo que habían vuelto al aparcamiento para buscar su furgoneta y corrían en esa dirección, mientras Cassia mantenía a las chicas encerradas en el octavo piso.

El resto de sus encargos estaban todas en la habitación de Cassia y las dos chicas versadas en las armas estaban armadas. Estarían bien hasta que llegaran los refuerzos en una hora o dos. Caleb tenía que creer eso. Verdaderamente no quería que ninguna de las otras chicas fuera dañada, pero sabía que Mercy necesitaba a los hombres que amaba. Kerrick tenía más instintos de cazador que nadie que Caleb hubiera visto nunca y Caleb era uno de los mejores rastreadores en la manada. En conjunto, la encontrarían. Tenían que encontrarla. Si no...

- Vamos a recuperarla, - dijo Kerrick, como si hubiera leído la mente de Caleb.

- Lo haremos. Caleb inhaló una vez más, orando por el menor atisbo de pantera en el aire.

- Y no vamos a dejarla ir. Nunca.

Caleb sintió que su corazón saltaba. La decisión había sido tomada. Iban a reclamar a Mercy como suya, todos iban a estar juntos, sin importar los peligros que pudieran afrontar. Perder esta noche a Mercy había convencido a Caleb que nunca podría dejarla sola otra vez. Tenía que ser uno de los hombres encargados de mantenerla a salvo, de amarla, de permanecer a su lado por el resto de sus vidas. El hecho que Kerrick sintiera lo mismo sólo demostraba que había tomado la decisión correcta con su primera pareja. El corazón de Kerrick era su corazón, de una forma que sólo los compañeros de verdad podrían ser.

Ambos corazones se romperían, sin embargo, si no encontraban a su chica, su Mercy. Era una parte de ellos ahora, era...

- Espera, gira a la derecha, pienso...

- No está bien, tengo que dar la vuelta. - Kerrick giró el volante a la izquierda mientras pisaba el freno. - Creo que la vi.

La camioneta giró en un círculo con un chirrido de neumáticos. Afortunadamente, había solo unos pocos automóviles en las calles de la ciudad tan temprano por la mañana. No había tráfico en dirección contraria cuando se deslizaron al otro carril.

- ¿Dónde está? Yo no la...

- Allí, en las sombras. ¡Allá arriba! - Kerrick encendió las luces, iluminando en el oscuro y desierto edificio de lo que había sido un buffet con descuento chino.

Esta parte de la ciudad estaba en estado de decadencia, un hecho que había entristecido a Caleb cuando había conducido por ella antes. Ahora, sin embargo, estaba agradecido que pocas empresas estuvieran prosperando. Significaba menos gente y acerca de la apertura de sus tiendas, menos personas que podrían ver a Mercy en su forma de pantera.

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Ella debió transformarse con el fin de escapar porque no había ninguna duda que ese era su elegante pelo negro. Caleb la había visto brillar a la luz de la luna desde hace años, deseando en secreto poder deslizar su lengua de gato rugosa por ese abrigo perfecto, deseando poder montarla por detrás y amarla en su forma animal de la forma en que se moría por amarla en su forma humana.

- ¡Mercy! - Caleb la llamó mientras Kerrick frenó de golpe y metió la furgoneta en el parque. Su compañero saltó del vehículo sin ni siquiera molestarse en apagar el motor. Estaba tan desesperado por llegar a su amor, para decirle que no había necesidad de correr, que estaba a salvo.

Caleb se arrojó desde la puerta del pasajero y echó a correr, llegando al lado de Kerrick justo cuando pronunció el nombre de Mercy de nuevo.

Mercy se giró para hacerles frente con un gruñido. Por un momento Caleb pensó que no lo reconocía y Kerrick, que creía que eran sus atacantes que venían a recuperarla. Un segundo después, Caleb se dio cuenta de la verdad. El gruñido no había sido una amenaza, sino que había sido una advertencia.

Caleb golpeó el suelo con un grito de dolor. Su cara se estrelló contra el pavimento roto mientras unas garras afiladas se clavaban en su hombro, triturando su ropa, rompiendo su carne y haciéndole sangrar. El peso de un felino macho adulto se abalanzó sobre él, quitándole la respiración, dándole al bastardo que había raptado a Mercy el tiempo suficiente para llegar de dos largas zancadas con las patas antes que Caleb se recuperara lo suficiente para ir contra la pantera, volverse y comenzar su propia transformación.

El cambio no era fácil. Las heridas hacían el proceso más difícil y podría haberle costado unos segundos preciosos que le habrían llevado a la muerte si hubiera estado solo. Afortunadamente, no lo estaba. Kerrick ya había cambiado y se abalanzó sobre la pantera atacándola, una fiera peluda de color marrón con dientes crueles.

Entretanto, Mercy esquivó la lucha de las panteras lanzando su cuerpo elegante, felino hacia el segundo atacante. Era mucho más pequeña que el gran felino gris, pero no mostró ni un segundo de vacilación o miedo. Simplemente saltó a la cara de la bestia y la golpeó con sus garras afiladas, chillando y gritando la advertencia que se fueran ahora, mientras que el felino gris y su compañero todavía estuvieran vivos para contar la historia de su secuestro fallido.

No hizo uso de la comunicación telepática que disponían los weres en su forma animal, pero su mensaje se escuchó fuerte y claro. Por desgracia, el felino no tomó su advertencia en serio. Se dio la vuelta con una gran pata y la estrelló en su cara, enviándola volando a la tierra en el pavimento a unos pocos metros.

Caleb se movió antes que ella cayera al suelo.

Saltó sobre el felino gris con las garras al descubierto, los poderosos músculos alimentando cada una de sus zancadas mientras destrozaba la carne de la criatura. Su oponente, que claramente no estaba entrenado en la manera de lucha de un cambia forma, no tuvo una oportunidad. Estaba ensangrentado y en carne viva en menos de un minuto. Caleb lo dejó aullando de dolor, demasiado dañado para siquiera pensar en levantar sus piernas golpeadas o cambiar a su forma humana, y fue a unirse a la lucha de Kerrick.

La pantera con la que su compañero luchaba era más joven y más fuerte y un combatiente experto, pero no era rival para la fuerza muscular de Kerrick. En su forma humana, el amante de Caleb era un robusto y musculoso hombre. En su forma felina, era terriblemente fuerte, con un grueso y agrupado grupo de músculos que sacudían su cuerpo mientras saltaba y birlaba con sus garras. La otra pantera se las había arreglado para permanecer con vida tanto tiempo sólo porque sabiamente había elegido movimientos evasivos en lugar de combate directo.

Ahora que Caleb se había unido a la batalla, sin embargo, su vida había terminado.

¡No, no lo matéis! Dejarlo vivir, gritó Mercy dentro de su mente, y en la de Kerrick también, supuso, ya que su compañero se detuvo con una gran garra en el aire. Dándole la oportunidad de irse y que nunca regresase.

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Kerrick dio un gruñido bajo en su garganta, expresando su descontento con la misericordia de Mercy. A Caleb, sin embargo, se le fundió su dolorido corazón con amor mientras comprendía que su chica era tan bella por dentro como lo era por fuera. Incluso después que estos hombres la habían aterrorizado y robado fuera de su manada, estaba dispuesta a perdonar.

Nosotros nos vamos, le dijo a la pantera peluda color marrón, su voz traicionaba su debilidad. Tenía muchas heridas y todas ellas sangraban libremente. Pero las vería en su casa para asegurarse que su mujer estaba a salvo.

No volvieron a hablar. Había demasiadas cosas que decir. Además, tendrían horas para hablar más tarde. Horas y días y años. Tenían que hacerlo. Ella podía ver en la expresión de sus caras, lo que ambos sentían, la forma en que le sostenían las manos mientras el ascensor los llevaba hasta su piso.

Los recepcionistas les habían dado algunas miradas extrañas. Los tres estaban raspados y sangrientos y Caleb estaba sin camisa. Los dos hombres se habían cambiado de ropa en la camioneta, pero al ser el más alto de los dos hombres Caleb le había dado a Mercy su camisa adicional ya que no tenía ropa propia. El dobladillo de la misma le caía a la mitad del muslo, pero no le importaba cuánto de sus piernas estaban expuestas o lo tonta que se veía. La camiseta pertenecía a Caleb, olía a él, y así se sentía cálida y segura en su interior.

Y los recepcionistas no importaban. Había un traidor en su manada. Tenían que llegar a Cassia inmediatamente y decirle que hiciera las maletas de las chicas. Esta excursión se había terminado. Incluso con los guardias adicionales en camino era demasiado peligroso estar lejos de las tierras de la manada Orión, si alguien estaba tratando de venderlos. Los Jefes de la manada podían tratar con eso.

Y mientras se reunirían con los jefes de la manada...

Cambió de postura para apoyarse contra Kerrick. El calor de su piel se filtró a través de la camisa de Caleb, otro nivel de calor que hacía que se sintiera segura. Ella se acurrucó un poco más cerca de Kerrick, pero su mirada estaba pegada a la cara de Caleb.

Él no la estaba mirando. Estaba mirando los números iluminándose lentamente por encima de la puerta del ascensor. Pero sabía que era consciente de ella.

- Viniste a por mí, - dijo en voz baja. - Como antes.

- Siempre iré por ti, - respondió. De alguna manera, el modo en que lo dijo, la forma en que ni siquiera apartó la mirada de la tira de números, hizo que su corazón desbordara como nada antes. Así que esa era la cuestión. Ni siquiera necesitaba ser discutido, ni siquiera debía ser señalado. Siempre iría a por ella. Punto.

- Los dos iremos, - dijo Kerrick detrás de ella. Sus labios rozaron su pelo.

De repente se abrieron las compuertas. No sabía por qué. No quería que pasara. Pero antes que se diera cuenta de lo que estaba ocurriendo su cuerpo estaba temblando y las lágrimas rodando por sus mejillas.

Y con la misma rapidez, el ascensor se detuvo y cuatro brazos duros y fuertes la envolvieron a su alrededor. - Está bien, Mercy, - dijo Kerrick. Su voz estaba ahogada por sus cabellos. - Está bien, cariño.

- Estamos aquí, - añadió Caleb. - Te hemos encontrado.

- Estaba tan asustada. - Comenzó a sentirse estúpida por llorar, pero luego se dio cuenta que no había razón para avergonzarse. Ellos no la juzgarían por sus lágrimas, nunca lo harían.

Además, todas las gotas de agua sobre su hombro, no eran de lluvia y no eran suyas.

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- Ellos estaban escondidos en la ducha y estaba muy asustada. Pensé que jamás nos veríamos de nuevo y todo era mi culpa, yo os distraje. Entonces os vi y ellos estaban allí mismo, y no sabía cómo avisarles. Estaba tan asustada.

Sus brazos se apretaron a su alrededor.

La respiración de Caleb era cálida en su pelo. - Fuiste muy valiente. Mantuviste tu cabeza y conseguiste escapar. Yo te conozco muy bien. Sé que eres muy fuerte.

- Estamos muy orgullosos de ti. - Caleb la apretó con más fuerza. Apretándolos a ambos más fuerte, en realidad, porque su mano derecha estaba envuelto alrededor de los hombros de Kerrick. - Te queremos tanto.

Después de eso dejó de retenerse. - Yo os amo también, - logró dejar que sus lágrimas cayeran, su cuerpo tembló. Felicidad y tristeza y alegría y miedo se mezclaban, pero no importaba exactamente lo que estaba sintiendo. Ellos la comprendían, aunque no se comprendiera a sí misma y ellos la querían de todos modos. Ningún rechazo, ninguna amonestación, como su familia adoptiva le habría dado. Sólo cariño y apoyo.

Por primera vez desde que era niña, ella pertenecía a alguien.

Podría haberse quedado así eternamente, atrapada entre sus grandes cuerpos sólidos, pero después de uno o dos minutos la responsabilidad ganó. Tenían que llegar a Cassia, tenían que irse a casa inmediatamente. Sabía que Kerrick y Caleb también lo sentían. Así que cambió ligeramente su posición, soltándose por su cuenta y suavemente poniéndolos a distancia. No demasiado lejos, ciertamente no dejando de tocarse, pero lo suficiente como para hacerles saber que tenían que empezar a moverse.

Caleb accionó el interruptor del ascensor y comenzó a subir otra vez mientras Mercy se secaba los ojos con las mangas largas de la camisa de Caleb. Ellas colgaban de sus manos. Kerrick la ayudó a secarlas, besando cada uno de sus palmas.

Ella le besó a cambio, dejando que el delicioso aroma de su piel, la lavara y expulsara los últimos malos olores, los malos recuerdos. Al menos por el momento.

En poco tiempo el ascensor había llegado a su piso. Las puertas se abrieron y vagaron por el pasillo hasta estar delante de la habitación de Cassia. Caleb golpeó tres veces, luego una vez, luego cuatro veces. Ella supuso que era una señal de algún tipo.

¿Qué debía hacer? Los hombres estaban todavía sosteniendo sus manos, ¿pero eso estaba bien? Seguramente ellos no querían que Cassia supiera lo que estaba sucediendo antes que hubieran tenido la oportunidad de hablar con los ancianos de la manada, ¿verdad?

- Chicos, - comenzó ella, tirando de sus manos para alejarlas, - tal vez no deberíamos...

La puerta se abrió. La expresión seria de Cassia no cambió cuando vio a Mercy, pero algo brilló detrás de sus ojos y Mercy se dio cuenta de algo. Algo que ella siempre había sabido, pero nunca se había permitido reconocer. A Cassia ella no le gustaba.

Cassia dio un paso atrás de la puerta, indicándole que debían entrar. - Veo que la encontrasteis.

- Se escapó, - dijo Kerrick. El toque de orgullo en su voz dio fuerzas a Mercy.

- Parece que tuvisteis una pelea, sin embargo.

Caleb se encogió de hombros mientras entraba en la habitación. - La siguieron. Hemos tenido que defendernos para que se retiraran. Sin embargo, Cassia, uno de ellos nos dijo algo. Información que necesitamos que llegue a los Ancianos de la manada de inmediato. Tenemos que conseguir que las muchachas empaquen de inmediato y dirigirnos a casa.

- Justamente las envié a recoger sus cosas, y luego las encerré en la habitación más grande por su propia seguridad. Los refuerzos de la manada llamaron y dijeron que estaban a sólo veinte minutos de

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distancia. - Cassia olfateó. - Espero que no os importe, pero decidí tomarme la libertad de decirle a los nuevos guardias que nos iríamos tan pronto como fuera posible.

La puerta se cerró. Mercy vio que Caleb y Kerrick intercambiaban una mirada. No les gustaba esto, se dio cuenta. Ella se sintió incómoda desde el momento que Cassia abrió la puerta. Escuchar que cerraba detrás de ellos no calmaba ese sentimiento.

- Así que los dos resultaron heridos rescatándote, - dijo Cassia. - Dos de nuestros más fuertes guerreros, derribados a causa de una chica. Siéntense. Quiero mostraros algo.

Más miradas. Esto no estaba bien del todo. Pero ¿qué podían hacer? Mercy podía prácticamente oír a los hombres pensando lo mismo que ella. Tenían que sacar a las chicas del edificio. Necesitaban la ayuda de Cassia para eso, ya que las chicas estaban bajo llave y sólo Cassia tenía la llave.

Así que se sentaron. La habitación de Cassia era parecida a la de los hombres, con dos sillas y un taburete. Mercy se sentó en el taburete, ya que ella era la más pequeña, y vio como Cassia tomaba un reproductor de DVD portátil de su bolso. Ella lo enchufó y lo puso en el aparador en frente a la televisión, donde todos pudieran verlo.

La pequeña pantalla parpadeó con vida. Una habitación de hotel. Dos hombres, oh Dios.

Era la habitación de Kerrick y de Caleb.

Por un segundo la imagen se desenfoco mientras estaba adelantándola. Cuando la enfocó de nuevo una tercera figura se había unido a los hombres. Ella.

Los tres besándose. Su ropa fuera. Ella inclinándose sobre la silla, besando a Caleb mientras Kerrick se arrodillaba detrás de ella y hundía el rostro en su coño. Dios, ¿era ese el aspecto que tenía cuando se corría?

Y Dios, ¿debería estar calentándose? No debería, lo sabía. Ese DVD era nada menos que su mundo destrozado. Pero verse a sí misma con sus hombres... no podía evitar que su cuerpo tuviese una reacción totalmente inadecuada, sobre todo cuando Cassia rápidamente adelantó más y vio a los tres en la cama, sus cuerpos entrelazados, escuchando sus gemidos y jadeos.

- ¿Qué significa esto?, - dijo Caleb, finalmente. La ira hacía su voz tan áspera que Mercy realmente sentía que raspaba contra ella.

- Dímelo tú, - espetó Cassia. - Dime que está haciendo una pareja guerrera apareada con una mujer en su habitación. En su cama. Una mujer soltera. ¿Acaso este comportamiento es apropiado para ti?

- Eso no es asunto suyo, - comenzó Mercy, pero Cassia se volvió con una mirada de acero helada, en su dirección.

- ¿Qué no es asunto mío? Yo soy la acompañante de este viaje. Esto es contrario a nuestras leyes, está en contra de nuestra tradición. Y tú, pequeña zorra...

- No te atrevas a hablarle de esa manera, - la cortó Kerrick.

Cassia no le hizo caso. - ¿Quién diablos te crees que eres? ¿Quiénes se creéis que sois alguno de ustedes? Habéis cometido un delito contra la manada de Orión. Un delito muy grave. Ustedes dos han roto sus votos el uno al otro y para nuestra manada y han robado la virtud de esta chica y la habéis degradado. La tratasteis como un juguete sexual.

- Ellos no...

Los labios de Cassia se curvaron con una mueca de desprecio. - Y tú, puta, te has profanado. Degradado a ti misma. Debería haberte parado hace un año cuando te vi espiándolos e interferir yo misma. Debería haber ido a tus padres, pero no lo hice. Esto es en parte culpa mía. Es por eso que estoy dispuesta a ofrecerte un trato.

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Mercy no quería llorar de nuevo. Por supuesto que no quería llorar delante de esta mujer, repugnante y asquerosa. Pero no podía evitarlo. ¿Cassia la había visto? No sólo el DVD, sino todas esas noches... viéndolos... tocándose, corriéndose una y otra vez en los arbustos o en el árbol con los ojos clavados en los cuerpos magníficos, duros, fuertes, de sus hombres? La humillación hacía que sus ojos ardieran y su cuerpo doliera.

- No estamos interesados en tus tratos. - Caleb se levantó. Cada línea de su cuerpo, la elevación de su orgullosa mandíbula, hablaba de sus años como hijo nacido en la manada, su condición de guerrero y su integridad. El corazón de Mercy dio un vuelco. - Por si no te acuerdas hay un traidor en nuestra manada. ¿No es eso un poco más importante que esto?

- Ambos se refieren a nuestras tradiciones, - espetó Cassia. - Así que no. Quiero tu palabra, la de todos ustedes, que jamás tendrán estos comportamientos de nuevo. No estaréis solos juntos, no se comunicareis entre ustedes. Yo no quiero verte mirándolos otra vez. A cambio voy a mantener este vídeo para mí. Pero si se negáis... me veré obligada a mostrarlo a todo el mundo en la reunión de la manada que viene. Ya he grabado varios DVD y subido el archivo a mi cuenta privada de All Tube.

Ahora Kerrick se puso de pie. - ¿Chantaje? ¿Crees que puedes...?

- No es chantaje. Estoy preservando las tradiciones de nuestra manada. Estoy salvándonos a todos. Estoy salvándolos a todos del exilio, porque no nos engañemos, seriáis exiliados si os encuentran haciendo esto.

Mercy casi no podía respirar. Chantaje. Exilio. Puta. Zorra.

Había parecido tan correcto. Había estado tan segura que podría vivir de la manera que quería, continuar las tradiciones de su propia manada. Hacer algunos cambios reales en la manada de Orión, sentir que realmente pertenecía aquí.

Pero ahora... nada iba a cambiar. Nada podría cambiar. Los hombres la querían, sí, pero también se amaban y se tenían entre sí. Pensó en su casa, su cocina personalizada y muebles preciosos, el respeto que ambos habían ganado de todos los miembros de la manada.

¿Por qué lo dejarían todo por ella? ¿Convertirse en exiliados por ella? ¿Cuándo no había verdadera razón para el cambio? Tenían tanto, ella no podía esperar sustituir todo eso, compensar todo lo que habían construido juntos, todo lo que perderían. Les haría daño si seguía intentándolo.

Ya los había lastimado. Cómo se debían sentir, tener sus momentos íntimos grabados y vigilados por esta mujer horrible, siendo espiados... todo era culpa de ella.

Lo había arruinado todo.

Estaba tan segura que estarían de acuerdo con el trato de Cassia que ni siquiera entendió lo que Kerrick, dijo en un primer momento. - No hay trato.

- ¿Qué? - Cassia y Mercy lo dijeron al mismo tiempo.

- No hay trato, - dijo Caleb. - Amamos a Mercy. Tenemos la intención de aparearnos con ella. Ella es nuestra.

La cara de Cassia se puso roja. - Voy a mostrar a todos...

- Hazlo, - dijo Kerrick. - Hazlo y le diremos a todos de que manera los traicionaste. La forma en la que arreglaste que secuestraran a Mercy para tratar de deshacerte de ella y pusiste a las otras chicas en peligro.

Mercy ni siquiera había considerado esto. No sabía cómo había llegado Kerrick a esa conclusión. Pero era evidente que era correcta. Cassia parecía tan culpable como un gato sentado al lado de una jaula vacía con plumas todavía saliendo de su boca.

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- Yo no puse a ninguna chica en peligro, - dijo. - Ellos estaban aquí por Mercy. Sólo para asustarla a ella. No tocaron a las otras chicas.

- ¿Y cómo supiste que ellos no lo harían? - Exigió Caleb. - Ellos estaban en este hotel, en nuestra planta. Podrían haber cogido a todas las chicas y habría sido tu culpa.

- ¡Hubiera sido vuestra! ¡Estaban tan ocupados jugando con la puta que ni siquiera lo notaron!

- No hables de nuestra pareja así. - Caleb alcanzó con su gran mano la de Mercy, congelada en el taburete. Como si fuera un sueño que tuvo, recordando la noche que la había encontrado en ese baúl. Él la había rescatado entonces, al igual que la estaba rescatando ahora.

- Vamos a hablar con los ancianos de la manada tan pronto como regresemos, - dijo Kerrick, agarrando la otra mano de Mercy. - Así que el DVD será inútil de todos modos. Pero no importa. Mercy es nuestra. No hay nada que tú o cualquier otra persona diga o haga que cambie eso.

Y con esos dos hombres... sus dos hombres, sus dos amantes... salieron hacia la puerta, dejando a Cassia allí con la boca abierta. Los tres salieron de la habitación y fueron hacia su futuro juntos.

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Capitulo 11

Mercy agarró la maleta con ruedas, tratando de respirar normalmente mientras caminaba entre sus hombres por la calle de la ciudad. Pero no era fácil. Había sido una noche abrumadora, que pareció que nunca fuera a terminar.

Ahora el sol apenas había salido, pero ya la gente era bulliciosa, aquí y allá, tomando cafés matutinos y panecillos, gritando a los taxis y corriendo a subirse a un autobús saliendo. El bullicio coincidía con la carrera frenética de los pensamientos de Mercy exactamente. No podía creer lo que estaba sucediendo. Incluso los veinte minutos que había tardado en tomar una ducha rápida, tirar sus cosas en su maleta y reunirse con sus amantes en el ascensor no habían sido suficientes para asimilar la realidad de su nueva vida.

Caminando por el pasillo, mientras que las otras chicas se asomaban a las puertas con expresiones que iban desde la curiosidad a los celos absolutos, se había sentido como un sueño. Sólo Caleb y las manos calientes de Kerrick en la parte baja de su espalda le habían dado la fuerza para seguir adelante. Se había sentido a punto de entrar en shock de pura felicidad. Iba a vivir su sueño. Iba a ser la compañera de Caleb y de Kerrick. Para siempre.

- Vamos a registrarnos en el hotel de la cuadra siguiente, - dijo Caleb. - Yo estuve allí una vez, cuando era un niño. Es bonito. Muy tranquilo.

- ¿No vamos a volver a las tierras de la manada?, - preguntó Mercy.

- Todavía no. Vamos a tomarnos un día o dos para nosotros para descansar y recuperarnos.

- ¿Pero eso es prudente? Cassia no...

Kerrick apretó su mano. - Dejemos que Cassia hable. Dudo que tenga el valor, pero incluso si lo hace, vamos a estar bien. Caleb tiene razón. Lo mejor es descansar y planificar nuestro regreso. La estrategia es una parte muy importante de la batalla.

Mercy suspiró. - Será una batalla. No hay duda sobre eso.

- Pero es una batalla que ganaremos, - dijo Caleb, girando a la derecha en las intrincadas puertas decoradas de un hotel con encanto, que Mercy difícilmente habría notado si hubiera estado caminando sola.

El vestíbulo estaba envuelto en terciopelo de color marrón oscuro. La recepción estaba ocupada por una fuente de piedra y atendida por un hombre sonriente en un traje gris que los registró sin pestañear por el hecho que todos iban a compartir una habitación. De hecho, fue por su manera de insistir por lo que no dudarían en pedir algo más si lo necesitaban durante las siguientes dos noches y les dijo que les enviaría una cesta de bienvenida tan pronto como el personal de servicio de día llegara. Habían sido bastante afortunados que la habitación del Reino se vaciara la noche anterior.

Y no solamente una habitación, sino una suite ejecutiva con un gran salón, una cama tamaño king-size y una bañera lo suficientemente grande para tres.

Era perfecto. Muy privado, muy íntimo y ubicado en el extremo de un pasillo tranquilo. Era, en definitiva, el lugar perfecto para pasar el primer día de su nueva vida. No podía esperar para estar a solas con Kerrick y Caleb de nuevo, para arrojar el jersey blanco y los jeans que ella se había puesto después de la ducha y estar piel con piel con ellos una vez más.

Puso su maleta en el armario y se volvió hacia sus hombres, sonriendo mientras Caleb tomaba la maleta de Kerrick con la de él y las ponía ambas en el armario, junto a la suya. Los dos eran tan hermosos, tan fuertes y valientes. Deseó tener las palabras perfectas para decirles lo mucho que su sacrificio significaba

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para ella. Deseó poder comunicarles las carreras que sentía en su corazón, la sensación que era mucho más que excitación o incluso amor. Era una esperanza de futuro que nunca había tenido. Por primera vez desde que era una niña se sentía verdaderamente bendecida. El mundo entero era soleado, brillante, y Kerrick y Caleb eran completamente responsables de eso.

Pero nunca había sido tan buena con las palabras como le gustaría. Pensó que era mejor mostrarles a sus hombres lo mucho que los apreciaba, los atesoraba, los amaba.

Se quitó los mocasines, y luego se agachó y agarró la parte inferior de su suéter primaveral y lo sacó por encima de su cabeza, dejando al descubierto su sujetador simple, de algodón blanco. Sin ropa interior sexy hoy, pero no sentía que la necesitara en estos momentos. Quería ir a Kerrick y Caleb de la forma más sencilla y más simple. Algo como bragas blancas y un sujetador blanco se había sentido bien.

- No estás cansada. - No era una pregunta y Caleb parecía tan feliz como jamás lo había oído mientras alcanzaba el botón de sus jeans y los abría.

Mercy negó con la cabeza, y luego puso sus pantalones en el suelo y salió libre de ellos. El aliento de Caleb salió en un suspiro suave. Junto a él, Kerrick no dijo ni una palabra, sólo movió los dedos a sus pantalones y se los desabrochó. Los empujó al suelo y alcanzó la parte inferior de su camiseta de manga larga. En unos momentos estaba desnudo, excepto por unos calzoncillos bóxer de color rojo y gris a rayas que se aferraba a él en todos los lugares correctos.

La cresta gruesa de su erección sobresalía a través del fino algodón, llamando a Mercy hacia él, haciéndola sufrir por todas partes. Ella quería acariciarlo con las manos, tomarlo en su boca y degustar el sabor único de él. Pero sobre todo quería sentirlo entre sus piernas, empujando dentro de ella, haciéndola suya. Quería a Caleb allí también, deseaba poder tener a ambos en su interior, al mismo tiempo.

- Para. No te muevas, - dijo Caleb mientras trabajaba en los botones de su camisa con sus dedos agitados. - Sólo quiero mirarte un minuto más. Eres tan...

- Hermosa, - murmuró Kerrick.

- Yo iba a decir perfecta. - La camisa de Caleb cayó al suelo, seguida por su camiseta interior y sus pantalones de color caqui. Pronto se puso al lado de Kerrick con nada más que unos bóxers azul marino. Su erección tentándola dentro de su ropa interior, llamando a Mercy tan fuertemente como la de su compañero.

- Eso también, - dijo Kerrick. - Hermosa y perfecta.

- Y nuestra. - Caleb sonrió y extendió la mano para tomar la mano de su compañero. Kerrick dio un agitado suspiro y se volvió para besar a Caleb una vez, suavemente en los labios.

- No es nuestra todavía, - dijo él, extendiendo la mano para acariciar a Caleb a través de sus bóxers, provocando un gemido de su amante. - Pero creo que puedes hacerte cargo de eso.

- No, nosotros nos encargaremos de eso, - corrigió Caleb, moviendo su mano a la polla de Kerrick y apretando el borde grueso.

- Lo haremos, - dijo Kerrick, disparando una sola mirada, caliente en la dirección de Mercy. - Pero pienso que Mercy preferiría que tú tomaras su virginidad. ¿No es así, Mercy? Era Caleb tu primer amor, era...

- Os amo a ambos. Por igual. Completamente, - dijo Mercy, dándose cuenta que las palabras eran ciertas. No lo habrían sido hace unos días, pero ahora lo eran. Los amaba a ambos como las partes de un todo, cada uno incompleto sin el otro. - No me importa quién me tome primero. - Llevó sus manos al cierre frontal de su sujetador y lo abrió lentamente, descubriéndose para sus hombres. Dejó que sus dedos tocaran con suavidad sus pezones apretados, enviándole impactos de excitación hasta su clítoris, poniendo su cuerpo aún más caliente y húmedo. - Mientras el otro me tome poco tiempo después.

Ambos cruzaron la habitación en cuestión de segundos. Bocas calientes y ansiosas manos estaban en todas partes a la vez. Los labios de ella besaron sus magulladuras, mientras que una lengua húmeda

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encendía sus pezones y manos calientes se adentraban en la parte delantera de su ropa interior, encontrándola mojada y lista. Suspiros y gemidos llenaban la habitación cuando sus manos encontraron a ambos, sus dos hombres, duros y calientes y preparados para mostrarle lo mucho que los quería, lo mucho que los necesitaba.

Ella los necesitaba demasiado. Tan gravemente que no podía esperar una hora de juego previo. Los quería en su interior. Ahora.

- Por favor, estoy lista. - Ella pasó sus manos por los lados de sus bragas y las tiró al suelo. Al inclinarse podía sentir la plenitud pesada y dolorosa de su sexo, era muy consciente de lo mojado y dispuesto que su cuerpo se había vuelto. Era como si los años de querer a estos hombres finalmente la abrumaran. Si no se unía con ellos pronto, sabía que iba a perder la cabeza.

- Espera. Vamos a tomarnos nuestro tiempo, - dijo Caleb, aunque la tomó de la mano para arrastrarla hacia la cama. - Esto sólo ocurre una vez.

- Y hay que decir las palabras, - agregó Kerrick, aunque con entusiasmo se subió a la cama con ella y Caleb y únicamente gimió de placer cuando Mercy se acercó y tiró de su bóxers, bajándolos por sus fuertes muslos.

- Tenemos que decir las palabras. Tú eres nuestra pareja. Debemos escenificar nuestra propia ceremonia para que sea oficial, deberíamos...

- Yo no necesito una ceremonia. - Mercy hizo callar a Caleb con un dedo en sus labios. - No necesito palabras. - Se inclinó para besarlos a ambos en los labios, primero a un bello hombre y luego al otro, su corazón se desgarró al darse cuenta que era realmente suya en todo los sentidos. - Yo sólo os necesito.

Caleb estaba fuera de sus bóxers en cuestión de segundos y entonces él y Kerrick posaron su espalda sobre la suave colcha. El tacto de ellos, ambos tan fuertes y masculinos y perfectos, frotándose contra su piel sensibilizada la hizo gemir y retorcerse debajo de ellos. Ella separó sus piernas y se arqueó hacia los muslos del hombre que estaba entre sus piernas, esperando que él pudiera sentir el grado de preparación que ella tenía para él. Para los dos.

Kerrick, ese era Kerrick. Él exclamó contra su hombro y mordisqueó la piel antes de alejarse. - Ahora, Caleb. Hazlo ahora.

Caleb no cuestionó a su amante, sólo se acomodó sobre ella y se colocó entre las piernas de Mercy. La besó, su lengua indagando dulcemente en su boca mientras su polla encontraba el lugar donde estaba tan mojada y empezó a empujar adentro. Fue lento, pero firme, empujando y empujando, forzando a través de la delgada barrera que le cerraba el paso al principio.

La respiración de Mercy salió con un susurro leve de dolor, pero ese momento de agudo escozor se desvaneció cuando Caleb continuó su movimiento, finalmente amortiguándolo cuando se enterró en su interior.

- Sí, amor. Relájate, simplemente relájate y el dolor se terminará, - le susurró al oído Kerrick mientras sus manos cálidas vagaban ligeramente sobre sus pechos. Al principio, simplemente acariciando su piel desnuda, pero luego sus dedos encontraron sus pezones. Hizo rodar primero uno y luego el otro, convocando más calor a su sexo, ayudando a desterrar el último indicio de dolor.

Ahora sólo había plenitud, la plenitud increíble de ser llenada por el hombre que amaba. Y era aún más perfecto e íntimo de lo que había soñado. Tenía ganas de llorar y reír al mismo tiempo. Ella quería gritar su amor a los cuatro vientos y susurrar su secreto en cada rincón tranquilo y oscuro del mundo. Esto era lo que había estado esperando y por fin triunfaban todas las fantasías que había tenido.

Levantó la vista hacia donde Caleb se cernía sobre ella, la apretada expresión en su rostro revelaba lo difícil que era para él permanecer inmóvil y permitir que ella se adaptase a su tamaño. El quería impulsarse dentro y fuera de ella, para tomarla con toda la pasión hirviendo bajo su cálida carne, pero se contenía. Por ella, porque no quería hacerle daño.

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Mercy estaba segura que era la mujer más afortunada del mundo. Y quería que él se sintiera el hombre más afortunado del mundo también. Así que movió sus caderas, simplemente girando de lado un poco. Un impacto corrió a través de ella mientras la piel de Caleb y de ella se rozaba en su interior. Eso era... era increíble.

Caleb dio un jadeo pequeño. Sus ojos le preguntaron lo que ella sospechaba que no podía decirle en voz alta.

- Sí, - susurró ella. - Está bien. Por favor.

Los ojos de él revolotearon cerrados. Sacó las caderas hacia atrás, muy lentamente, por lo que ella sintió cada centímetro de él dejarla. Entonces igual de despacio se deslizó de nuevo dentro. Sus ojos se abrieron de nuevo, la mirada fija en ella, tan profundamente llena de amor que apenas podía soportarlo. La mano de Kerrick todavía se deslizaba sobre sus pechos, jugando con ellos, enviando chispas de placer por todo su cuerpo. Podía sentirlo mirándola, mirando a Caleb. Era como si la cama fuera una isla de amor, un oasis, y fuera todo lo que necesitaban.

Entonces la boca de Caleb se dirigió a la de ella, atrapándola, besándola con tanta pasión que se sintió mareada y su cuerpo se puso rígido cuando la penetró fuerte y rápido. Sus puños apretaron la colcha. El aliento de ella abandonó sus pulmones en un jadeo, atrapado por los labios de él. Quería seguir besándolo, besarlo para siempre.

Pero había algo más que ella quería. Kerrick seguía a su lado, junto a los dos, hablándole en voz baja, haciendo pequeños sonidos mientras la acariciaba. Volvió la cara hacia él a ciegas y fue recompensada con su boca cerrándose sobre la de ella.

Su beso fue tan apasionado, tan maravilloso. Se sintió bien, completa, estar besándolo mientras Caleb gemía encima de ella y seguía penetrándola. Con cada movimiento de sus caderas, el calor se acumulaba en su pelvis, el delicioso calor que sentía antes de un orgasmo.

Sin pensarlo llevó su mano para acariciarse el clítoris, pero los dedos de Kerrick llegaron primero. - Déjame cuidar de ti, - le susurró. - Déjanos hacer esto perfecto para ti.

- Ya lo hacen. - Las palabras terminaron con un grito ahogado cuando él encontró su clítoris. Lo apretó suavemente, deslizando sus dedos sobre la piel suave y húmeda. Lo frotó en círculos hasta que su espalda se arqueó.

Estaba preparada. No podía creer que estuviera lista para correrse, ¿se suponía que las mujeres se corrían la primera vez?

Entonces Kerrick se levantó para poder besar a Caleb, y vio a los hombres a los que pertenecía besarse con tanta pasión y amor, que a ella no le importó lo que fuese normal. Ella no podía contenerse más. Su cuerpo estalló, oleadas de intenso placer rompiendo sobre ella. Sus ojos se cerraron, pero todavía podía verlos besándose, su imagen estaba grabada en la parte de atrás de sus párpados. Eso la sostenía mientras vibraba y apretaba. Ambos tenían las manos sobre ella, haciéndole saber que estaba a salvo. Ambos diciéndole cosas, palabras de amor como música en sus oídos.

Cuando regresó a la tierra Caleb se retiraba de ella, su polla dura manchada con su pasión. Él la miró inquisitivamente y ella comprendió que no había tenido un orgasmo. Luego miró a Kerrick y se dio cuenta de por qué. Oh... Dios.

Asintió con la cabeza. - Estoy lista, - dijo. Y lo estaba. Lista para tener en su interior a Kerrick para sellar su amor. Lista para tener a Caleb encima, tomando a Kerrick mientras Kerrick la tomaba. Dispuesta a sentir todo ese peso glorioso masculino encima de ella... dispuesta a sentir a los dos. Los amaba a ambos tanto. A medida que Kerrick se acomodó entre sus piernas y la contundente cabeza gruesa de su polla presionó contra su apertura sensible, supo que la amaban también. Juntos, los tres realmente podrían cambiar el mundo.

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Kerrick se detuvo a pocos centímetros del glorioso calor húmedo de la mujer que amaba. Estaba lista para él. La mirada de sus hermosos ojos era de claro y puro amor y deseo. Las manos de Caleb estaban en él, acariciando su saco, llegando con los dedos al resbaladizo coño de Mercy sondeando el agujero trasero fruncido de él. Un solo toque lo envió volando hacia las estrellas. Estaba rodeado de las dos personas que lo amaban, las dos personas que amaba más que nada en el mundo.

No se detuvo porque tuviera miedo o porque no estuviera seguro del futuro. Vio su futuro, extendido ante ellos como un camino glorioso y feliz. Privados momentos con Caleb. Momentos de intimidad con Mercy. Se imaginó llegar a casa y encontrarlos a ambos entrelazados en la cama, quitarse la ropa y unirse a ellos, seguro de su bienvenida. No, él no tenía miedo en absoluto.

Sólo quería recordar este momento. Quería que el recuerdo se quedase para siempre tan claro y nítido como sus recuerdos de la noche que conoció a Caleb, la primera vez que hicieron el amor, la noche de su apareamiento. Esto era igual de importante.

Así que se detuvo y respiró profundamente y los miró a los dos. Vio a Caleb besando a Mercy suavemente, dulcemente. Todo pareció ralentizarse en su cabeza.

Y entonces él la penetró.

Oh Dios... ella estaba tan caliente. Tan húmeda. Las paredes de su interior lo apretaron, lo exprimieron apretándolo, instándolo a profundizar. Ella arqueó la espalda, esos hermosos rosados pezones apuntando hacia el techo. Sus manos encontraron sus caderas, sus uñas se clavaban en él. No fuerte, pero lo suficiente como para permitirle reconocer que estaban allí.

Caleb lo miró. -Te amo, - dijo con su boca.

- Yo también te quiero, - dijo Kerrick con su boca de vuelta, antes de sacar sus caderas hacia atrás y empujar otra vez. Lentamente, tomándose su tiempo. Se inclinó y se dio un festín con los labios de Mercy, besándola tanto tiempo y fuerte como pudo, poniendo todas sus emociones en ese beso. Ella abrió la boca debajo de él, su bello cuerpo retorciéndose y moviéndose, sus pezones frotando su pecho.

Luego fue su turno de jadear mientras los dedos de Caleb lo encontraron de nuevo, pulidos y frío con lubricante, calentándose casi al instante. Su amante lo sondeó, extendiendo el anillo apretado, abriéndolo. Era casi demasiado. Nunca sería suficiente. Él comenzó a moverse en pequeños círculos, instando a Caleb a profundizar, incluso mientras su polla se movía dentro del coño increíblemente apretado de Mercy. Esto era el paraíso. Esto era nada menos que el cielo.

La mano libre de Caleb instó a Mercy hacia arriba, poniéndola semi sentada. Su boca aún se movía contra la de Kerrick, jadeos pequeños salían de su garganta. Kerrick se retiró. Ella pareció saber lo que eso significaba, lo que querían, porque ella levantó sus caderas de modo que Kerrick pudiera deslizar una almohada debajo de ellos.

Y entonces llegó el momento. Caleb se inclinó para besar a Mercy, un beso largo y profundo que dejó a la mente de Kerrick tambaleándose. Apretó los dientes. Tenía que aguantar. Quería hacer esto para siempre.

- Te amo, - dijo Caleb a Mercy.

Ella le sonrió. Sonrió a los dos. - Yo te amo también.

Era tan hermosa que Kerrick quiso llorar. Podría haberlo hecho si Caleb no se hubiera desplazado detrás de él, separó las piernas un poco para que su pene lubricado pudiera presionar la apertura de Kerrick.

Sin darse cuenta, sus manos se habían entrelazado con las de Mercy. Ahora apretó, preparándose para la gloriosa invasión gruesa y dura de Caleb.

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Llegó, presionando hacia delante lentamente, extendiéndolo. Empujó sus caderas nuevamente dentro de ella, obligando a Caleb a profundizar mientras el salía de Mercy. Cuando se impulsó hacia delante, mayor fricción deliciosa le llegó mientras su polla era bañada en calor húmedo y la polla resbaladiza de Caleb se frotaba dentro de él.

Las manos de Caleb presionando contra sus hombros, su cuello. Kerrick cambió la posición un poco, inclinándose hacia el lado para poder volver la cabeza y besar los labios de Caleb, así que Mercy podría darle un beso. Los tres se mecieron en conjunto, con Kerrick en el medio. Un día, supo que ambos estarían dentro de Mercy, al mismo tiempo, pero todavía no. Había manejado el dolor de perder su virginidad bien, pero él no quería presionarla, ahora no, y sabía que Caleb tampoco. Habría tiempo de sobra para eso. Años para ello.

Años de amor.

Caleb gimió. Por la sensación de calor de Kerrick, su apretado agujero alrededor de él, sintiendo las caderas de Kerrick moviéndose, ver el rostro hermoso de Mercy sobre el hombro de Kerrick, sus ojos, su voz suave convirtiéndose nuevamente en desesperada como lo hacía cuando estaba a punto de alcanzar el orgasmo, hizo que su interior se volviera líquido. No duraría mucho tiempo. No cuando Kerrick establecía un ritmo vertiginoso debajo de él. Él golpeaba dentro de Mercy, dirigiéndola con fuerza, dirigiéndolos a ambos. La polla de Caleb se deslizaba tan rápido que podía sentir la presión reuniéndose en su pelvis y supo por la respiración de Kerrick que él no iba a durar mucho más tiempo.

Los tres encajaban a la perfección. Las manos de Mercy acariciaban a los dos, tocaba sus caderas y muslos y traseros. Los dos estaban cuidando no aplastarla, asegurándose ellos mismos en sus brazos. Ella era tan frágil. Tan delicada.

Pero no era frágil y delicada. Era dura y fuerte y valiente. Era independiente y decidida. Era el complemento perfecto para él y para Kerrick, todo lo que siempre habían querido. Los completaba.

Él nunca dejaría de amar a Kerrick. Nunca lo dejaría de querer. Eran almas gemelas y nada podría cambiar eso. Pero lo asombroso fue darse cuenta que había otra alma ahí fuera que ellos necesitaban, que ellos deseaban, que los había cautivado a los dos. Los tres podrían estar juntos para el resto de sus vidas. No importaba lo que los Ancianos de la manada pensaran o hicieran. Esto era amor y Caleb aprendió un año antes, esa noche maravillosa cuando había conocido a Kerrick, no darle la espalda al amor.

Las caderas de Kerrick se movieron más rápido debajo de él. Mercy gritó, sus ojos apretados, mientras se corría debajo de los dos. Segundos más tarde Kerrick jadeó, se volvió para capturar la boca de Caleb en un último beso y Caleb supo que era el momento.

Él se dejó ir. El culo de Kerrick se convulsionó alrededor de su polla mientras Kerrick se corría. Su polla se sacudió. Se sintió como si fuera a correrse dentro de ambos, marcando a los dos con su esencia, marcando a los dos como suyos.

Porque lo eran. Eran suyos. Nada iba a cambiar eso. Ellos estarían bien, estaría más que bien. Serían felices, porque se tenían los unos a los otros. Estaban finalmente completos y eso era lo que importaba.