Molinos de Galdakao: Urgoitia

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BELAUTEPIEN DOKUMENTAZIO ZENTROA

EL MATRIMONIO DE ELVIRA DE ALDAPE URGUITIA Y JUAN DE EGUÍA -HIJO DE MARTÍN DE BARROETA DE EGUÍA- SUSCITA UN PLEITO

CONTRA LA MADRE Y SUEGRA MARÍA IBÁÑEZ DE LABEAGA, LA DE URGUITIA, VIUDA DE SAN JUAN DE ALDAPE SOBRE LA DOTE PACTADA EN LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES DEL 24 DE FEBRERO DE 1561.

La señora María Ibáñez, se había obligado a pagar para el arreo de su hija unos 50 ducados, cuyo plazo de entrega hacía tiempo que había pasado. Este incumplimiento, más otros gastos que se fueron acumulando, dio origen a la intervención de la justicia mediante un embargo sobre los bienes de la donante.

De esta manera, en el año de 1586, en la relación de propiedades que dispone María Ibáñez de Labeaga, casada en segundas nupcias con el también ya desposado Martín de Urguitia, se menciona entre los distintos edificios en el enclave del mismo nombre de su apellido: “la mitad del sitio del molino”.

María Ibáñez Labeaga o Urguitia, –de ambas formas se la menciona–, era propietaria parzonera de su parte de molino por herencia de sus padres, lo que nos remontaría en la existencia del molino, hasta donde nos alcanza, al comienzo del siglo XVI. Esta primera y escueta fuente, sin embargo, no nos permite dilucidar si ya existía el molino como tal o se trataba tan solamente del sitio con derecho a levantarlo.

Antes, hacía el año 1571, los nuevos esposos María Ibáñez y Martín acordaron un reparto de los bienes entre sus hijos e hijas.

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Así, convinieron en dotar y donar a sendos hijo de sus primeros matrimonios, Sancho de Aldape y Teresa de Urguitia, la “meyntad de molino de Urguitia”, entre otras muchas propiedades.

Este matrimonio entre hermanastros, sin embargo, no tuvo descendencia. Teresa de Urgoitia enviudó y al cabo de unos se volvió a casar con el cirujano Pero de Ortiz de Arteta de Zamacona del cual engendró a su hijo Juan de Zamacona, futuro escribano de su majestad real que ejerció su oficio en la anteiglesia de Galdakao y su comarca.

De esa manera lo veremos, en el siglo siguiente, administrando por vía de mandamiento judicial el legado de los frutos de los pertenecidos de la “casería de Urgoitia y Labeaga”, como consecuencia de un concurso de acreedores promovido a causa de las grandes deudas que arrastraban las dichas haciendas.

Ya moraban los Urgoitia por lo menos desde el siglo XIV en la anteiglesia y el paraje de este nombre fue cuna de la gente de su linaje no más tarde que el siglo XV. Fue, sin embargo la ferrería el corazón y pulmón de aquel importante complejo señorial, en el cual el molino tuvo siempre un papel muy secundario y seguramente también tardío.

En documentación exhumada por el historiador Sabino Aguirre Gandarias sobre la subasta del solar y ferrería de Atutxola de Lemoa observamos a un tal Sancho Ortiz de Usúnsolo que vivía en “Urgoitia”, donde disponía de una ferrería allá por el año 1430. En 1488, por otra parte y según noticias del cronista Labayru,

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fue Urgoitia el lugar donde se reunieron para redactar el fuero de ferrerías.

Para el siglo siguiente, se diferencian en el enclave de Urgoitia las caserías de Urgoitia de Suso o Goikoa y la de Yuso o Bekoa, a la cual pertenecía y en la cual estaba ubicado nuestro molino, parece ser que junto a la antepara de la ferrería.

Todavía tendrían que pasar muchos años para ver al nominado molino en actividad. Ni en las visitas de molinos y tabernas de 1635 y 1639, primeras y casi únicas de las que tenemos noticias concisas, hay constancia del molino de Urgoitia. Pudo ser el terrible aguaducho de 1593 que paralizó por muchos años, entre otros muchos, el molino de Aperribai y quizás tuviera mucho que ver en la definitiva ruina de los de Gumuzio, Urreta y Torrezabal, el motivo de la falta de actividad también del de Urgoitia.

En 1602, Elvira Sáenz de Arespezueta, casada con el difunto Juan de Isasi, se dirigió al escribano Mateo de Gortazar, y usando un poder otorgado por su padre Vicente de Arespezueta realizó una escritura de venta e imposición de censo, con hipoteca expresa de “la mitad de la rrerría e del mollino de Urgoytia”.

El día 5 de octubre de 1606, Hordoño de Zugasti, escribano, alférez de su majestad y yerno de la señora Arespezueta, en unión con otros convecinos obtuvieron un censo ó préstamo de 300 ducados de a once reales cada uno que montaban 112.200 maravedís de vellón con el objeto de reedificar y hacer “la puente de Urgoytia” con el testimonio del escribano Juan de Moja. El señor Hordoño, con su

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mujer María Ibáñez de Isasi hipotecaron entre de sus bienes la “mitad del molino de Urgoytia”.

Volvieron a hipotecar el alférez y su señora “la mitad del molino que esta pegante a la mesma dicha herrería”, en la escritura de obligación del 26 de marzo 1609 a favor de María Ibáñez de Atucha, en esta ocasión en unión con su suegra y madre, doña Elvira Saénz.

El 24 de noviembre de 1625, en la entrega y ejecución de los muebles raíces por deudas de Hordoño de Zugasti y su difunta mujer doña María Ibáñez de Isasi, se trabó el embargo sobre “la mitad de la ferrería y molino de Urgotia” previa y repetidamente hipotecada.

Así pues, la enunciada Elvira Sáenz de Arespezueta, junto con su marido el escribano Prudencio de Isasi, será la dueña parzonera de una mitad del molino de Urgoitia y vía de transmisión de dicho bien, que de la otra mitad lo era la mentada María Ibáñez de Labeaga. A pesar del adeudamiento a que sometió su patrimonio la señora Arespezueta, parece que lo gobernó mejor que la señora de Labeaga y a la postre se haría la familia de los Arespezueta-Isasi con el total de la hacienda. xxxxxxxxxxxxxxxx Le sucedió en sus bienes, con sus grandes cargas y obligaciones, su hija María Ibáñez de Isasi casada, como se ha dicho con don Hordoño de Zugasti; a esta le sucedieron sus hijas Petronila y Agustina de Zugasti, huérfanas y menores de edad, y a estas, a su vez, el hijo de la primera, y biznieto de la señora Arespezueta, Martín de Zaballa Zugasti.

La situación de los bienes heredados por las pequeñas –entre ellos “la meytad desta ferrería y en la meytad del sitio del molino que está

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desecho”– era lamentable y caótica, como ya habíamos adelantado por lo que respectaba al molino. Por intervenciones de los familiares troncales y para evitar la perdida total de las distintas caserías, ferrerías, seles, jaros, montes y demás patrimonio se acordó que Petronilla de Zugasti, con el consentimiento de su hermana Agustina, fuese llevada a los altares de Nuestra Señora de Begoña un día 23 de agosto de año 1643 para unirse en matrimonio con Martín de Zavalla Olaburueta, conocido también por Martín Pérez de Zavala.

El nuevo matrimonio enseguida tuvo que hacer frente a los numerosos desembolsos por las deudas acumuladas; y al mismo tiempo tuvieron que efectuar pagos por viejas y nuevas maechuras ferreriales, además de los arreglos y reedificaciones de las caserías con sus accesorias en Urgoitia y otros lugares. A pesar de nuevas aportaciones dinerarias, los infortunios pudieron más y las consecuencias vendrían con el transcurrir de los años.

Fruto del dicho matrimonio fue su hijo, llamado con el mismo nombre que su padre, Martín de Zavalla que se casó en 1663 con la doncella en cabello Doña Mariana de Goytia, hija de Martín de Goytia y de María Ochoa de Lezama, ya difunta, todos ellos de la anteiglesia de Lezama. Llevó don Martín, menor de días, para su enlace con con Doña Mariana

“primeramemte la su casa y solar de Urguytia con la mitad de su ferería mayor con sus remientas y montes y çeles y castañalles y jarales y tieras de pan senbrar pertenecientes a la dicha casa y solar de Urgoytia y media ferería con más otras casa que están enfrente de

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la dicha casa, la una y la otra detrás de dicha casa con nuestra otra casería llamada Tore eçege. Que es en el barrio de Çauala de la dicha anteyglesia de Galdácano todas ellas con todos sus perteneçidos sepulturas y onores a ellas tocante en la dicha iglesia de Galdácano (…) a los quales y a los hijos que Dios nuestro señor les diere y sus sucesores donan y dotan los dichos Martín de Çaualla y su muguer todas las dichas casas y media ferería y todos los bienes rreferridos libres de deuda y obligación por que las que tienen ellos y sus bienes quedan de pagar a su riesgo y costa con que del dinero y dote que tiene y se le ayna [xxx] dire a la dicha doña Mariana se les ayan de dar 1.500 ducados en vellón sobrados los 1.000 dellos dentro de seys meçes de la fecha desta escriptura y los otros 500 ducados restantes dentro de año y medio de la fecha desta escriptura”.

Como se puede apreciar en este extracto documental no hay ninguna referencia al molino y según lo previsto en la escritura las deudas, un mínimo de 1.500 ducados, quedarían saldadas con la aportación de la dote de Mariana. Pero el fallecimiento de Petronilla sumado a otros hechos, dio al traste con la previsión de dejar libre de cargas, obligaciones y empeños las haciendas heredadas.

Las deudas debieron de pesar lo suficiente como para llegar a perder la hacienda, de tal manera que para 1677 las caserías e instalaciones fabriles en el paraje de Urgoitia, sin que sepamos a través de que procedimiento se efectuó la transmisión, estaban en su mitad

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en manos de Asensio de Jáuregui, mercader y vecino de Bilbao. Entre los bienes perdidos también se encontraba el paralizado molino de Urgoitia que empezaba a estar corriente y moliente para esas fechas, después de haber hecho las maechuras troncales y civiles necesarias en la ferrerías, así como el levantamiento del molino un año antes, aportando la mitad de los costes.

La otra parte correspondía a Antonio Zamacona y era su arrendatario Pedro de Urizar. Y estos tres personajes, los dos dueños más el arrendador ante los escribanos Antonio de Arechaga y Joan Bauptista de Heyzaga dijeron que

“desde el día que entro en posesión el dicho Asençio de Xáuregui en las haçiendas de Urgoitia pertenecientes a Martín de Zaualla Olaburueta menor y dona Mariana de Goitia su lexitima muger veçinos desta dicha Anteyglesia que son la mitad de la ferrería su presa, calçes y anteparas y las casas que están en el dicho barrio perteneçientes a los suso dichos”. XXXXXXXX NON DAGO ERROTEA?

La otra línea de propietarios, desde comienzo del siglo XVII, corresponde a Domingo de Oinquina Urgoitia. Su hijo San Juan de Oinquina Aldape, casado con doña Francisca Ojartu, no dejo descendencia, por lo que fue su sobrino, Antonio de Zamacona, quien heredaría los bienes.

Domingo de Oinquina Urgoitia y su esposa doña María de Aldape, en el palacio de Usunsolo el 20 de febrero de 1629 actuaron

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como unos de los fiadores de un censo de 1.000 ducados de principal en moneda de plata doble, que valían 374.000 maravedís, a favor de Martín de Gastelu, testamentario y patrón de las memorias y capellanías fundadas por su hermano Francisco. El prestatario principal de dicha cantidad, distribuida en 600 ducados en reales de a cuatro, 300 ducados en reales de a ocho y 100 ducados en reales de a dos, fue don Martín de Aldape Isasi y su consorte doña María de Gárate.

Domingo de Oinquina como fiador de dicho censo hipotecó

“la mitad de la herrería, molino, casa, y casería de Urgoitia con todas sus tierras, heredades, montes, y demás pertenecidos, y la casa y casería de Labeaga, y todos sus montes, heredades, castañales, y demás pertenecidos”.

Su hijo, San Juan de Oinquina, con los otros fiadores en el año 1654 se acordarían de sus ascendientes cuando, para no ser vejados ni molestados por la Justicia, tuvieron que hacer frente a los impagos de los réditos de los herederos del señor y señora Martín y María –don Pablo de Alzuela y Bertiz– para inmediatamente a continuación resolver lo adeudado por don Pablo en las instancias de los tribunales y evitar perdidas monetarias.

El primer día del mes de junio de 1670, San Juan de Oinquina enfermo en cama en la casería de Urgoitia, ante el escribano Santiago de La Toba, dictó carta de testamento y ultimas voluntades con el

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licenciado Juan de Heyzaga, cura y beneficiado de la anteiglesia de nuestra señora Santa María de Galdácano y vicario de Arratia, Antonio de Gochi y Martín de Zavalla Olaburueta, el mayor y el menor, como testigos.

En este testamento dio un poder amplio al capitán don Pablo de Alzueta y Bertiz, alcalde y juez ordinario de la villa de Bilbao y señor de los mayorazgos heredados de los Aldape Isasi, para que pudiera ordenar su testamento, nombrar albaceas y testamentarios e hiciera elección de un heredero o herederos dentro del cuarto grado de sus parientes porque no tenía hijos legítimos con su difunta mujer ni naturales ninguno.

Ese mismo año de 1670, se produjo el óbito del señor Oinquina. El tres de junio, el capitán llevó a término el cometido encomendado, encargando a la autoridad judicial un inventario de los bienes que quedaron del difunto. Entre ellos se encontraba

“la mitad de la ferrería maior de Urgoitia, con la mitad de los sitios de los molinos antiguos, que tubo en las anteparas de la dicha ferrería con todos los usos, servidumbres, mitad de presa, calçes, anteparas y arraguas, y carboneras a la dicha mitad de ferrería molinos y casa de Vrgoitia perteneciente en cualquiera manera asi por la dicha mitad de ferrería como por otra cualquiera raçon y asi bien la mitad de los barquines y demas remeintas de la dicha ferrería”.

A continuación don Pablo nombró al sobrino del difunto,

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Antonio de Zamacona, como heredero de sus bienes y hacienda –apartando a todos los demás tronqueros que pretendieran herencia– siempre que cumpliera con la fundación de un censo de 500 ducados de principal y de rédito anual de 24 ducados para que fueran aplicados en sufragios por las almas de San Juan de Oinquina, doña Francisca de Ohartu, su mujer, y de sus padres; se dijeran 25 misas rezadas en la iglesia de Galdácano en cada año perpetuamente, y que el sacerdote que se designase hubiera de dar también el responso sobre la sepultura de la casa de Urgoitia.

En el año 1677, el otro propietario parzonero, Asensio de Jáuregui, mercader y vecino de Bilbao, promovió una denuncia ante el Corregidor de Vizcaya contra Antonio de Zamacona sobre las instalaciones productivas de Urgoitia. Pretendía este que aquel contribuyera con la parte correspondiente de los gastos, en obras, reparaciones y edificaciones, que se precisaban hacer en aras de rehabilitar la ferrería y molino, tales eran: aderezar la presa y quitar el montón de tierra que está enfrente de dicha presa, reparos en la antepara de madera, mejoras en los calces, arreglos en paredes del estolde y barquines; horno nuevo en la fragua; ensanchar las carbonera y otros arreglos relacionados con la ferrería.

Antonio de Zamacona, cuyo oficio era macero de ferrería, remiso ante la envergadura de la reconstrucción que pretendía el señor Jáuregui, estaba conforme con pagar el coste del horno nuevo pero consideraba que del resto de las maechuras presentadas en el memorial se debía discernir entre las troncales y las civiles, ya que al arrendatario Pedro de Urizar le tocaba la mitad de la civiles. Además,

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opinaba que no eran necesarios reparos en las anteparas ni trabajos en el río. La sentencia fue desfavorable para Antonio de Zamacona en los arreglos de las infraestructuras, que estaban, como hemos podido ver, relacionadas fundamentalmente con la ferrería.

Así pués, después de muchísimos años de inactividad de nuestro molino de Urgoitia, y el citado pleito mediante, en la década de los setenta tenemos por fin visos de su puesta en marcha. El molino hacía uso de las instalaciones de la ferrería que eran comunes para obtener la energía hidráulica precisa para su funcionamiento, la cual impulsaría dos ruedas para moler trigo y maíz.

Sin que sepamos cuándo ni a resultas de qué, don Asensio dimitió en la propiedad de su parte de bienes. Por otra parte, Antonio de Zamacona, por lo que nos alcanza, seguía, no sin problemas, en posesión de su mitad de hacienda ya, aparentemente, sin el molino. De tal suerte, pocos años más adelante, en 1685, nos aparece don Ventura de San Juan, vecino de la ciudad de Vitoria y caballero de la Orden de Santiago como dueño del “todo el molino de Urgoitia”.

Entonces, dicho caballero, por medio de su poderhabiente y administrador, Gabriel del Barco, lleva ante el Señor Corregidor de Vizcaya a los esposos Antonio de Ugalde y María Asensia de Jáuregui Lasarte por incumplimiento del contrato de arrendamiento de la mitad de la ferrería y del molino entero de Urgoitia del 28 de noviembre de 1682.

El contrato en lo concerniente al molino fue de dos años, a empezar el día de San Juan de junio del año 1683 por 23 fanegas de

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trigo en cada año según el valor en el mercado de Bilbao. La forma de pago se efectuaría semanalmente con media fanega o su valor en la forma referida; y los inquilinos con prontitud se habían de hacer cargo de las maechuras civiles, mientras que las troncales serían a cuenta del dicho don Bentura.

En 1694, dentro del concurso de acreedores formado a los bienes que quedaron de Antonio de Zamacona y su mujer, Miguel de Landaeta, maestro carpintero, vecino de la villa de Miravalles, promovió autos contra don Ventura de San Joan y demás acreedores opuestos, en razón de las obras y reparos efectuados en la ferrería de Urgoitia.

El 19 de agosto, Juan de Açurio en nombre de Miguel de Landaeta expuso que tenía

“acabados en toda perfección y muchas mexoras que tienen suplidas en utilidad y provecho de dicha obra y para que se le satisfaga a mi parte = Aun Pido y suplico las mande al dicho Tomas [de Padura, administrador de Don Ventura], para que reconozca la dicha obra”.

La petición fue trasladada a don Ventura San Juan y a los hijos de Antonio de Zamacona para que estos nombrasen peritos.Después de las notificaciones correspondiente a las otras partes, el 26 de octubre el señor Landaeta, a la vez que reiteraba la petición para que nombrasen peritos, volvió a decir que a su cuenta habían corrido

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“las obras de las ferrerías y molinos de Urgoitia que conforme a sus condiçiones y tras las he ejecutado y echo muchas mexoras y quiero hacer entrego de ellos para lo qual y su reconocimiento nombra a Joseph de Arteaga, maestro carpintero garañón vezino de Luyaondo”.

Pedro de la Torre, vecino de la villa de Durango, por parte de don Ventura; y por parte de los herederos que quedaron por fin y muerte de Antonio de Zamacona y de los acreedores a sus bienes a Joseph de Arteaga, los cuales aceptaron dicho cargo e hicieron juramento en el barrio de Urgoitia, el 3 de noviembre de 1694 para que vieran y reconocieran las obras ejecutadas por Miguel “en las ferrería de Urgoytia, la presa y anteparas”. Y dos días después, los maestros garañones declararon que habían gastado en cuatro partidas diferentes 4.189 reales de vellón. Continuaron con otros asuntos relacionados con la ferrería, al igual que en todo el siglo venidero en el que la ferrería eclipsó totalmente al molino.

Al año siguiente, María de Hermuco de Landeta, viuda y vecina de la villa de Miravalles e hija legítima y heredera con beneficio de inventario de Miguel de Landeta y Francisca de Asteiza ya difuntos, volvió a reclamar ante el Corregidor los dineros de las

“obras de las ferrerías y molinos de Urgoitia y que conforme sus condiciones y trasa las huvo executado y hecho muchas mexoras”.

Además, Miguel de Landaeta en su testamento y últimas voluntadas de 30 de enero, hizo constar las deudas por 4.267 reales de

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vellón de don Ventura de San Juan por cuentas ajustadas de resultas de obras que en remate hizo, y mejoras de ellas hechas en las ferrerías y molino, todo ello pendiente de cobro.

La sentencia dictada por el señor Corregidor del Señorío de Vizcaya mandó

“que pague Don Bentura de San Juan, de la horden de Santiago o la persona que le representa la cantidad que contiene la declaración echa por los maestros nombrados por las partes que esta presentada en estos autos y la dicha paga la haga dentro del tercero día o en el mismo termino de raçón”.

La nueva centuria se nos muestra especialmente esquiva a nuestra suerte, la pérdida de los registros y papeles de los escribanos con los que trataban los administradores del molino resulta especialmente desoladora por lo que respecta a este molino.

La primera fogueración de este nuevo siglo, data del día 9 del mes de septiembre de 1704, cuando siendo fieles regidores San Juan de Velaostegui y Juan de Hordeñana Leque, se realiza la numeración de fogueras y el nombramiento de todas las casas con los nombres de sus dueños e inquilinos sin omitir las desmolidas. Para llevar este mandato los dichos fieles se había informado con algunas personas ancianas sobre las casas y molinos existentes en la anteiglesia de Galdácano. De esta forma quedó que don Ventura de San Juan seguía como propietario al frente del molino de Urgoitia cuyo edificio carecía de tierras. Al edificio se le asigna una foguera

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entera y estaba arrendado al inquilino Martín de Ibarra.

Nueve años después, en el mes de julio del año de 1713, tras casi cien años sin noticias de ellas, una nueva e inesperada visita de molinos y tabernas, de mano de los fieles de la anteiglesia y con testimonio del escribano Juan de Zamacona, tras haber visitado los molinos y tabernas de la Colación, pasaron desde Lekue a esta parte, donde

“los dichos señores fieles bisitaron los molinos de Urgoitya y Gutarribay y en ello hallaron cavales las pesas y balanzas y con ellas mandaron usar”.

Aun con todo, se les mandó a los molineros que acudieran en el plazo de cinco días“con la parte y porción que les corresponde” en el repartimiento que se estilaba para el pago del sueldo del teniente del corregidor.

Por esas fechas, aunque no lo podemos datar con exactitud, debió el señor Miguel Vélez de Larrea comprar la hacienda de Urgoitia, que se sumaría a las muchas que ya había adquirido y estaba adquiriendo en la misma anteiglesia. La ferrería -y no sabemos si también el molino- la compró de Juan de Zamacona, hijo de concursado difunto Antonio de Zamacona y el mismo escribano que le asistió en el amojonamiento de sus bienes en la anteiglesia en octubre de 1726.

El preclaro personaje era natural de Oñate, caballero de la orden de Santiago, y ocuparía altos cargos en la costa andaluza

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que miraba a América, donde fundó grandes negocios. Contrajo matrimonio con doña Josefa Jacinta de Adan de Yarza y Zaldivar y estuvieron asentados por largos años en Madrid. En Bizkaia, donde reedificó los palacios de Zubieta de Lekeitio y el nuestro de Urgoitia, tuvo también amplia e importante actividad, a destacar la que le encomendó el Señorío en defensa de la aduanas interiores que Felipe V se había empeñado en trasladar a la costa. El gobierno de la Provincia por esta labor, así como el de Lekeitio por su defensa contra las pretensiones de los Jesuitas, le felicitaron por su labor, muy al contrario que en Galdakao, donde fieles y vecinos le plantaron cara en 1721 cuando pretendía hacer arreglos en la ferrería de Urgoitia.

Falleció hacia el año 1725 y dejó a su viuda al cargo del gobierno de todos los bienes, quien nombró entonces por administrador a Pedro de Bildósola, que lo era a su vez del conde de Gondomar, poseedor de la torre de Urgoitia.

Transcurridos 20 años, se acometió el 4 de julio del año de 1746 una segunda numeración de fogueras, a petición del señor Diego de Alzada a los fieles regidores Joseph de Ugarte y Domingo de Arteabaro. Ambos señores fueron acompañados por el secretario del ayuntamiento, Juan Bauptista de Pujana, y de Martín de Zaballa, maestro cirujano, como personas que mejor tenían noticias de las casas y de sus vecinos, más la asistencia de Pedro de Urrengoechea. Esta comisión dio principio a su labor en el barrio de Jugo y al llegar al barrio de Urgoitia asignaron una única foguera al molino y ferrería que registraron así:

“Casa ferrería y molino de dicha viuda de don

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Miguel Vélez de Larrea, su arrendatario don Juan de Meabe vibe en ella”.

Sucedió a la viuda Josefa Jacinta Adán de Yarza, su hijo Fernando que adoptó por primer apellido el materno y heredó infinidad de bienes raíces en Galdakao, incluídos el molino y palacio de Urgoitia, y en la costa Este vizcaína sobre todo, incluída la torre de su apellido en Lekeitio. Fue don Fernando Adán de Yarza y Vélez de Larrea, según lo detalla el genealogista Juan Carlos Guerra, caballero de la orden de San Juan de Jerusalén y de la Orden de Malta y contrajó esponsales con la hija de los marqueses del Cerro de la Cabeza, doña Bernarda Tavira y Corón-Cuevas.

El hijo de don Fernando y doña Bernarda, don Antonio Adán de Yarza y Tavira, aun acumuló más cargos y prerrogativas y resultó ser un destacado miembro de la élite vizcaína de su época. Fue caballero maestrante de Granada, ciudadano de Palermo, obstentó los cargos más importantes en Lekeitio y anteiglesias de su entorno y fue alcalde de fuero de la Merindad de Busturia y Zornoza, además de tener una participación muy activa en la vida pública bilbaína. En los informes elaborados para Napoleón por Ignacio de Barbachano, a principios del siglo XIX, figura como una de las personas más influyentes del País. Se casó en Bilbao con doña Ramona María de Barbachano y Arbaiza el 19 de diciembre de 1789, con quien compartió la titularidad de nuestro molino durante todo el primer cuarto del siglo próximo, el XIX. Así consta, en los distintos recuentos fiscales de finales de la centuria, tanto en los Propios y Arbitrios de 1795 y 1799, como en las fogueraciones de 1796 y 1798, nombrado en esta última con una

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curiosa hibridación de sus apellidos: Antonio Vélez de Yarza.

Francisco Javier de Pujana escribano real de sala, vecino y secretario del Ayuntamiento acompañado con uno de los fieles regidores, el señor Don Juan Manuel de Basabe, el 28 de febrero de 1795, practicó la diligencia relativa a la averiguación de la razón de las casas, ferrerías, molinos y otros edificios de las rentas que producían para hacer efectivo el impuesto de un 6 % por lo que tocaba a esta Anteiglesia y en ese mismo acto el 10 de marzo se evacuó también los propios y arbitrios comunes; con respeto a Antonio se apuntó lo siguiente relativo al molino y demás edificios de Urgoitia:

“Don Agustín de Billayermo arrendatario de la ferrería, molino de dos piedras, sus casas accesorias, y palacio principal titulado Urgoitia, y heredades respectivas todas propias del sobre dicho don Antonio Adán, vezino de Bilbao, su admisitrador el mencionado don Joseph de Roxas y paga a este por renta anual de todas estas propiedades 400 ducados de vellón tiene ceduos varios montazgos tocantes a las casas de este mayorazgo y no se sabe si se sacarán, o no este año por que hasta ahora no parecen braceadores”.

Al año siguiente 1796, don Josef Antonio Gómez de la Torre comisionado de la Junta General de la M.N. y M.L. Señorío de Vizcaya procedió a hacer el foguerío y rol de casas del recinto de nuestra Anteiglesia, previo correspondiente oficio de Josef de Legorburu, fiel regidor de ella. Ambos mandatarios discreparon sobre el número de fogueras determinadas para don Antonio y medió recurso. Era a la

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sazón administrador de los bienes del señor Adán de Yarza, Joseph de Rojas, vecino de Bilbao. El molino estaba ubicado en “el varrio de Urgoiti Becoa” y se encontraba habitado.

Tres años más tarde, de nuevo ante Francisco Javier de Pujana, escribano y secretario del ayuntamiento, acompañado de los fieles Juan Ánjel de Aguirre y Joseph de Garai Ascoeta convocaron para el domingo 21 de Abril a cruz parada de su forma acostumbrada y estando reunidos sus mercedes: Todos los propietarios, y otros muchos entre vecinos, moradores, inquilinos, la mayor y más sana parte de los del pueblo; se dio principio a la toma de razón de las rentas de particulares, de los propios y arbitrios de los fondos comunes, diezmos y demás arbitrios últimamente discurridos y aprobados por las Juntas Generales y Diputación de Vizcaya para la exacción de los Impuestos sobre ellos para los gastos ocasionados de la Guerra de Francia o de la Convención. LITERALAXXXX

Antonio Adán Yarza y Tavira aportaría 316,4 ducados de vellón por el 3 y 1/4 % correspondiente a 9.727 ducados que producían anualmente “la ferrería de Urgoitia, con su molino, palacio y demás caserías” que poseía en la jurisdicción de Galdácano, según la relación presentada por don Agustín de Villayermo, encargado para este fin por el administrador Rojas.

En el gozne de los siglos XVIII y XIX, el Diccionario Geográfico-Histórico de España elaborado por la Real Academia de la Historia y el Estado General de la Población de Vizcaya solamente nos advierten de la existencia de tres molinos en la última década del siglo XVIII y como hemos podido comprobar, unos de ellos ha de ser

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el nuestro querido molino de Urgoitia, junto con el recién levantado de Arantzelai y el pronto a ser incendiado de Gutarribai.

En las estadísticas de los años 1811 y 1812, observamos en la razón de las rentas que cada colono labrador paga a los dueños de las casas que habitan en el barrio de Urgoitia que

“Juan Antonio de Garigorta paga de renta por el molino que está a cargo de don Josef de Amondo 100 ducados que hazen 1.100 reales”.

Dos años más tarde, en la Estadística Territorial de 1814, se señala la existencia de dos molinos, sin especificar cuales, uno de ellos propiedad de Antonio Adan de Yarza, cuyos producto de casas y tierras, en lo corresondiente al molino, es de 330 reales de vellón.

El molino se arruinó en los años venideros, como confirman el silencio de la Estadística Territorial de 1823 y el Censo de Policía de 1825, así como la afirmación de la viuda del señor Aréizaga que daba como motivación para reconstruir el molino de Gutarribai en 1827 la carencia de otro molino en la anteiglesia. En la misma línea, al año siguiente, en la lista de la Sociedad de Seguros Mutuos de Incendios que se conformó entonces, se menciona “la pegante a la ferrería de Urgoitia”, pero no se hace constar nadie que la habite ni que fuera el molino.

El molino tardó varias décadas en volver a ponerse corriente. Todas las estadísticas territoriales, censos de población y demás fuentes de los siguientes por lo menos 30 años hacen pensar efectivamente

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que tan sólo los molinos de Arantzelai y Gutarribai, a los que se les uniría a final de siglo el nuevo de Torrezabal, estuvieron entonces en marcha en la anteiglesia.

Entretanto, Carlos Adán de Yarza y Ciriza había redactado el 6 de mayo de 1862 testamento cerrado y fenecido el 8 de marzo de 1864, siendo efectuada su apertura el día 31 de mayo de ese mismo año en la notaria de don Fermín María de Ugarte. Se hacía constar en él que estaba casado con Doña Clotilde de Torre y Ullibarri; y tenía como hijos legítimos y únicos herederos a María de la Nieves, Mario, Ramón y María de las Mercedes de Adán y Torre.

Transcurridos 20 años, a 16 de agosto de 1886, mediante escritura otorgada ante el notario, a la sazón de la villa de Lekeitio Andrés Avelino de Algorta por doña Clotilde viuda de don Carlos y los nombrados hijos de estos

“practicaron el inventario y distribución de los bienes quedados al fallecimiento de dicho causante, adjudicando al don Mario, en parcial pagado de su haber, todos los caseríos radicantes en Galdácano descritos en otra escritura otorgada ante el notario de Lequeitio Don Gerardo Arriola Aguirre, el 21 de marzo último”.

Corrían nuevos tiempos, el de la industria y los sufragistas. La reconversión del molino de Gutarribai a otras actividades debió de dejar el terreno despejado para que el de Urgoitia renaciera a la molienda. En el censo electoral elaborado el 15 de julio de 1893 para las listas de 1894, en el distrito de Usánsolo y barrio de Urgoitia figuraban Felipe Ereño Jaureguisuría con 70 años, de oficio molinero

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que sabía escribir y leer, y podía ser eligible para desempeñar el cargo de concejal y Alejo Zamalloa Zamalloa de 50 años de edad, con las mismas circunstancias.

Dos años más tarde, el listado de 1896 recogió además an hijo del anterior, Felipe Zamalloa Ereño de 26 años, igualmente molinero, con conocimientos para escribir y leer, y poder presentarse al puesto de concejal. En el censo siguiente, el de 1898, se hace la observación que a Felipe Ereño se le había dado de baja por defunción y que Alejo Zamalloa y Felipe Zamalloa, padre e hijo, tenían 55 y 28 años respectivamente.

La molienda había dejado de ser rentable y la necesidad de energía para la emergente y creciente industria prometía mejores prespectivas de negocio. Mario Adán de Yarza elaboró un proyecto de manos del ingeniero industrial don Leopoldo Díaz, inscrito en Bilbao el día 19 de junio de 1906 con el objetivo básico de

“refundir en un solo salto sus dos molinos de Urgoiti, estableciendo también unas perlangas y aprovechar el total de la fuerza en la producción de energía eléctrica transportable como luz y como fuerza para usos industriales en el términos de Galdácano”.

El 26 de febrero del año 1907, el Gobernador Civil remitió el expediente al Negociado de Aguas de la Diputación Provincial de Vizcaya y un mes después vino la concesión gobernativa para la nueva “Electra del Gallo”. Se autorizaba al promotor Adán de Yarza a aprovechar el caudal de 100 litros de agua por segundo, “como caudal

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medio de aguas invernales del río Larrabezúa (...) pudiendo establecer perlangas de 0.12 metros de alturas sobre la presa de derivación de las aguas de dicho río”. Los trabajos empezarían en el plazo de un mes y concluirían en otros seis. Como en tales obras, las obras correrían bajo la inspección facultativa pública, del Ingeniero Jefe de Obras Públicas de Álava y Vizcaya en este caso y tendría que ser refrendada por el señor Gobernador Civil. La concesión se otorgaba a perpetuidad, lo que viene corroborado por el hecho de que, desaparecidos el molino, la presa y la electra, el derecho de esta concesión permanece

A pesar de la reconversión, el molino siguió en marcha; así, en 1910, eran inquilinos en el molino Alejo de Zamalloa, de 68 años, con su mujer Romualda Bilbao e hijos menores por una parte y su hijo Felipe con su muger Marta Arriaga e hijos por otra. El administrador, socio del señor Adán de Yarza en la Electra y futuro propietario de la finca, era Antonio Francisco de Abásolo.

Al año siguiente, en el completo y exacto anuario guía de toda la provincia “Vizcaya en la Mano” de Valentín Repáraz se confirma que Mario Adán de Yarza poseía dos molinos en Galdakao, este de Urgoitia y el de Arantzelai.

En 1918 declaró el señor Adán de Yarza un valor de venta de 3.693 pesetas para el caserío molino y una renta de 95 pesetas. En 1922, por otra parte, declaró un “líquido imponible” de 107 pesetas semestrales. En 1925, y durante los siguientes cuatro años, el valor declarado como “riqueza imponible” fue de 180 pesetas, que ascendió a 225 pesetas en 1929. Ese mismo año ya no figura el molino en una estadística de la Junta Provincial de Abastos de Vizcaya que daba

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detallada cuenta de todas las instalaciones harineras.

Entretanto, a 9 de agosto de 1922, había fallecido don Mario y cinco años más tarde, a 4 de marzo, su esposa doña Teresa de Mazarredo. Fue entonces declarada única y universal heredera su hija doña María Adán de Yarza y Mazarredo adquiriendo esta finca rústica por título de herencia intestada con todos sus derechos.

No vemos, sin embargo, hasta el 24 de abril de 1936, aguzada la propietaria por el miedo a lo que se avecinaba, su primera inscripción en el Registro de Propiedad, nada más y nada menos que con el número de finca rústica 1.438, y un valor estimado de 8.000 pesetas.

Efectivamente, la familia Adán de Yarza se había destacado en la defensa del estatuto y las libertades vascas y las consecuencias de la guerra civil no se hicieron esperar y, enseguida de perdida la contienda, vemos al “caserío molino frente al Palacio de Urgoiti” en el Juzgado de Incautación de Bienes de Vizcaya, con un valor de venta de 3.693 y una renta de unas 250 pesetas; además, de estar también en la relación de los bienes inmuebles o industria por la que satisfacen contribución a la Diputación Provincial.

La señora María Adán de Yarza poseyó el molino de Urgoiti con sus pertenecidos y derechos hasta su muerte en que se adjudicó la finca valorada en 2.503 pesetas a la representación de Carlos Solano y Adán de Yarza, integrada por sus 6 hijos, por sexta e iguales partes indivisas, que se inscribieron el 13 de julio de 1959.

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Aprovecharon esa circunstancia los nuevos titulares para vender el 17 de agosto de 1959 esta propiedad junto a otras a Julián y Luis Abásolo Garay, industriales, casados con doña Ascensión Vega Hurtado y Ramona Aguirre Bustinza. Francisco Antonio Abásolo.

A principios de los años 70, el asfalto consiguió lo que no había hecho ni el agua ni el fuego; el proyecto de construcción de la autopista Bilbao-Behobia trajo consigo la expropiación forzosa de gran parte de los terrenos propios del molino de Urgoitia, y el derribo de los propios edificios y de los pabellones de serrería de los hermanos Abásolo.

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