Estadísticas de exportaciones de material de defensa y de ...
Las tutorías de tesis como instancia dialógica y disciplinaria de coconstrucción de realidad
Transcript of Las tutorías de tesis como instancia dialógica y disciplinaria de coconstrucción de realidad
1
Título: Las tutorías de tesis como instancia dialógica y disciplinaria de coconstrucción de
realidad
Autores: José de la Cruz Torres Frías (Universidad Autónoma de Nayarit, México, dirección
de contacto: [email protected]) y Javier E. Bassi (Universidad de Chile, Chile, dirección
de contacto: [email protected])
Resumen: La literatura metodológica expresa el escaso interés —al menos en comparación
con los aspectos procedimentales vinculados a investigación científica— por las tutorías de
tesis, aparentemente porque los/as autores/as las consideran una instancia irrelevante del
proceso de investigación y de la práctica científica en un sentido general. Desde una
perspectiva antirrepresentacionista (Rorty, 1979) y una noción de la ciencia, no ya como
«actividad extramundana» (Cottet, 2006), sino como práctica social (Berger y Luckmann,
1967; Bloor, 1976), las tutorías pueden entenderse de una forma radicalmente diferente: como
un momento más de la práctica científica en tanto productora de aquellos objetos de los que
los/as científicos/as dicen que hablan (Íñiguez-Rueda, 2013). Desde este marco de referencia,
analizamos la relación que une a tutores/as y tesistas y las dinámicas que la caracterizan.
Proponemos que las tutorías son instancias dialógicas, aunque desiguales y disciplinarias, de
coconstrucción de conocimiento. En ellas, el/la tutor/a, en tanto poseedor/a socialmente
legitimado/a de un saber disciplinar con pretensión de verdad, por un lado, contribuye a la
coconstrucción de un tipo particular de mundo mientras que, por otro, opera regularmente
como garante de la cientificidad del proceso y de los resultados, es decir, como agente del
criterio de demarcación. Finalmente, analizamos el carácter afectivo de la relación tutor/a-
tesista, ya no como un añadido indeseable que amenaza la pretendida racionalidad de un
proceso supuestamente avalórico, acontextual y racional, sino como instancia constitutiva de
2
lo que habitualmente se presentará como un «hallazgo». De este modo, las tutorías de tesis
aparecen bajo una luz por completo diferente, lo cual exige que se las estudie con el mismo
énfasis que a los métodos y técnicas de investigación.
Palabras clave: tesis, tutorías de tesis, guía de tesis, dialogicidad, disciplinamiento
1. Introducción
La literatura metodológica revela una escasa atención prestada a los procesos de guía de tesis.
El foco de dicha literatura ha estado tradicionalmente puesto en cuestiones epistemológicas,
ético-políticas, metodológicas y técnicas, existiendo profusión de manuales, revistas, artículos
y congresos dedicados a tales asuntos. El supuesto que subyace a esa escasa atención es que
las tutorías que caracterizan dicho proceso —reuniones más o menos formales entre un/a
tesista y tutor/a de tesis a fin de discutir la marcha del trabajo de investigación del/de la
primero/a— son una instancia trivial y sin consecuencias de los procesos de investigación en
la medida que no serían más que el medio por el que el «discurso metodológico» (Cottet,
2006, p. ) se canaliza o la forma en que se materializa. Esto revela, a su vez, la existencia a la
base de una concepción representacionista de la práctica científica, en la medida que todo
aquello que no sea propiamente metodológico (es decir, técnico: cómo ha de hacerse tal o cual
cosa) queda fuera de dicho discurso metodológico en tanto añadido, epifenómeno o
contaminación.
Aquí tomamos, a partir de los desarrollos del Programa fuerte de sociología de la
ciencia de Barry Barnes (1974 y 1985) y David Bloor (1976) y más específicamente del
trabajo de Steve Woolgar (1988) y Bruno Latour (1979 —junto a Woolgar— y 1987), un
sendero diferente: considerar la ciencia como una práctica social que construye aquellos
objetos de los que dice que habla y, por tanto, constituye la realidad. Desde este punto de
3
vista, cualquier elemento de dicha práctica es relevante en tanto contribuye a crear aquello
que después se tendrá por «hallazgo», conocimiento y, en definitiva, mundo.
Por ello, en este trabajo abordamos las tutorías de tesis como un proceso clave en la
construcción de conocimiento (mundo) y tomamos distancia de aquellas concepciones que las
consideran como un proceso trivial, añadido o secundario en la formación para la
investigación y en la investigación misma. En este sentido, si bien predomina una visión de
las tutorías de tesis como una relación de ayuda, de enseñanza-aprendizaje para «descubrir»
cosas, aquí se propone su abordaje y comprensión como una relación dialógica,
coconstructiva, cruzada por dinámicas de poder (y, por tanto, desigual), disciplinaria y
afectiva —no sólo racional— que contribuye a construir conocimiento. Conocimiento que
resulta así una obra colectiva a la que solemos denominar «tesis» y que es incomprensible al
margen de la práctica concreta que le dio origen, relación tutor/a-tesista incluida.
2. Tutoría de tesis, currículum y actores/actrices
La tutoría de tesis en tanto práctica/mediación formativa, cobra sentido en un escenario
curricular donde se deja asentado un interés por propiciar un tipo una formación para la
investigación. Con la expresión «formación para la investigación» se hace alusión a
un espectro de grandes dimensiones que implica prácticas y actores diversos, en el que
la intervención de los formadores como mediadores humanos, se concreta en un
quehacer académico consistente en promover y facilitar, preferentemente de manera
sistematizada (no necesariamente escolarizada), el acceso a los conocimientos y el
desarrollo de habilidades, hábitos y actitudes, e internalización de valores que demanda
la realización de la práctica denominada investigación (Moreno, 2002, pp. 36-37).
El/la tutor/a de tesis suele ser un/a investigador/a activo/a, formado/a en el campo de
conocimiento de que se trate y experto/a en la generación de conocimientos por vía de la
4
investigación. De manera formal se le asigna un/a estudiante —el/la tesista— y se le
responsabiliza de su guía y formación. El/la tutor/a es el primer/a y principal examinador/a y
crítico/a del progreso del/de la tesista, provee apoyo y guía en las dimensiones académica y
personal, promueve en el/la tesista el nivel de esfuerzo intelectual requerido para la
generación de conocimiento académicamente válido.
El/la tutor/a de tesis, al simbolizar, de cierta manera, la forma socialmente legitimada de
investigador/a, es considerado/a como conocedor/a de la tradición científica del campo, del
«sentido del juego», maestro/a en el arte de generar conocimiento por la vía de la
investigación, poseedor/a de cierto grado de reconocimiento y legitimación académica y
científica. Como tal, se encuentra en posibilidad de jugar el papel de «director de conciencia»,
para estimular al/a la tesista al «consumo culto» de conocimiento y al desarrollo e
interiorización de cierto habitus científico (Bourdieu, 1976) que permita generar
conocimiento. El/la tutor/a se encuentra, así, en condiciones intelectuales de juzgar el
contenido de la producción escrita (en la forma de avances) y verbal (en la forma de
exposiciones o disertaciones) del/de la tesista y hacer ciertas indicaciones y correcciones en la
forma de un llamado al orden, de reflexión o replanteamiento de lo formulado, para ajustar el
modus operandi, que bien puede ser díscolo, a las prácticas científicas consideradas como
aceptables o exigibles en un campo de conocimiento dado.
En el marco de una relación tal, se espera que los/as tutores/as, reconozcan y consideren
las potencialidades y necesidades académico-formativas particulares de sus tesistas y el
carácter dinámico y cambiante del propio trabajo de investigación. También se espera que la
participación, las actitudes y las acciones por parte del/de la tutor/a se muevan en un continuo
que va de cierto grado de dependencia hasta el logro de la independencia y autonomía
intelectual del/de la tesista. Así, los/as tutores/as se transforman, de cierta manera, en
5
tutores/as «a la carta» (Torres, 2011), es decir, en tutores/as que dan atención a las
necesidades y especificidades formativas de cada estudiante en un sentido progresivo.
El/la tesista suele ser un/a estudiante con intenciones de formarse para la investigación.
Aunque, a menudo, será alguien que sólo pretende cumplir con los requisitos formales
exigibles para la obtención de un título o postítulo universitarios. En el mejor de los casos,
el/la tesista incursiona en un tópico de investigación que sirve de pretexto para iniciar el
proceso de formación para este oficio en el encuentro con un/a investigador/a que asume el
papel de tutor/a de tesis. En general, el/la tesista suele ser considerado/a como novato/a,
aprendiz o subalterno, y en algunas ocasiones es visto/a como «compañero/a» o «integrante»
de un equipo de investigación. De él/ella se espera que, aun estando en contra de la exigencia
de la regla, la aplique, es decir, construya y reconstruya, viva «en carne propia» un proceso
riguroso de investigación y se enfrente a sus complejidades, incertidumbres y desconciertos,
así como a la toma de decisiones prácticas claves de orden teórico-metodológico y técnico-
instrumental.
A la relación que une a un tutor/a de tesis y a un/a tesista a propósito de un tópico de
investigación se la conoce como «dirección tesis» o «relación de tutoría» y tiene como objeto
la formación de habilidades de investigación. Dicha relación, como ha señalado Torres
(2011), se caracteriza por ser un modo humano de desarrollar las capacidades cognoscitivas y
potencialidades del ser humano (Barbier, 1999), de manera asociada a procesos sociales e
individuales de construcción de conocimiento. Dicha forma de concebir la relación reconoce
que el/la tesista tiene la capacidad de formarse a sí mismo/a contribuyendo a su configuración
interna (Luhman y Schorr, 1993), pero también se forma apoyándose en la mediación humana
(Ferry, 1997) provista por el/la tutor/a, quien lo/la acompaña y guía en su inmersión —
socialización— en la cultura científica según sea concebida en el contexto en que la relación
se produzca.
6
Aunque este proceso de inmersión se inicia con la guía-formación de un/a tutor/a
principal, de forma gradual se mueve hacia un equipo o «semicolegio de formación», en el
que, además del/de la tutor/a de tesis intervienen, habitualmente, dos investigadores/as-
lectores/as. De éstos/as, se espera la promoción de una visión-evaluación multi o
pluridisciplinaria del trabajo del/de la tesista, de manera asociada a un proceso cooperativo y
artesanal de formación, que se despliega en reuniones privadas, concertadas a petición del/de
la tutor/a y del/de la tesista, en seminarios o coloquios de investigación, en la instancia formal
de lectura y redacción de informes acerca de los escritos generados por el/la tesista y,
finalmente, en la evaluación de su defensa de tesis. Finalmente, el proceso, de ser exitoso,
acaba formalmente con la concesión de ciertos títulos académicos que operan como
certificación del tránsito exitoso por el rito de pasaje y, presumiblemente, como potenciadores
de la empleabilidad del/de la tesista.
Hasta aquí, hemos presentado la forma más o menos convencional de concebir el
proceso de tutoría y sus actores/actrices. Entendemos que esta visión resulta útil como punto
de partida aunque es insuficiente a la luz de los desarrollos epistemológicos y teóricos
contemporáneos que podrían aportar en una reconfiguración de la forma en que entendemos
el proceso y su puesta en acción.
3. La tutoría de tesis como relación de ayuda para descubrir cosas: un lugar común
Las tutorías de tesis en tanto acción formativa pueden concebirse de diverso modo. La
concepción más simple supone entender dicho proceso como ayuda: alguien «que sabe» —
el/la tutor/a de tesis— orienta a quien «no sabe» y se está formando —el/la tesista—. Desde
esta perspectiva, las tutorías de tesis no escaparían de la lógica tradicional (pedagógica,
verticalista, «iluminadora») que permea toda la educación formal, incluida la universitaria.
7
Desde perspectivas más contemporáneas de la educación, como las constructivistas, tal
modo de proceder en lo educativo/formativo ha sido seriamente cuestionado, no sólo en sus
resultados, sino también en sus principios. A pesar de ello, la praxis educativa no parece
haber sufrido grandes alteraciones, al menos a nivel universitario. Tenemos la impresión de
que, a pesar de cierta retórica encendida, buena parte de tal praxis sigue firmemente asentada
en valores y prácticas propias de la Modernidad y, en muchos casos, la formación se sigue
limitando a una sala, una pizarra y muchas palabras que fluyen unilateralmente.
A pesar de estas limitaciones, reconocemos que las perspectivas constructivistas
posibilitan introducir un giro en la concepción de las tutorías de tesis: más que un/a sabio/a
que «ilumina» a un/a ignorante pasivo/a y dispuesto/a a absorber, puede pensarse en una
relación más igualitaria, en la que el/la tesista no sólo es activo/a en su proceso de aprendizaje
y de construcción de su tesis, sino que está en sus manos la mayor parte de ese trabajo
constructivo. Esta forma de entender el proceso, diremos, se acerca a una concepción
«dialógica» (Bajtín, 1979; Sisto, 2008) de las relaciones sostenidas durante un proceso de
investigación dado.
En paralelo a esa visión de lo educativo, prevalece la concepción positivista y
pospositivista del conocimiento que, aplicada al proceso de tutoría de tesis, implicaría que el
objeto básico de la relación tutor/a-tesista es la generación de conocimiento científico bajo
una lógica de «descubrimiento» de un mundo que «está allí afuera», que hay que «develar» y
modelar. Esta concepción también ha sido seriamente cuestionada en sus principios más
básicos: a partir del giro lingüístico (Rorty, 1967; Ibáñez, 2006) resulta complejo negar algún
tipo de rol del sujeto cognoscente en la construcción de aquello que luego habrá de llamarse
«hallazgo».
De este modo, el constructivismo y muy particularmente el construccionismo fuerzan
un cambio no menor: no hay nada que estuviera ahí antes y que la ciencia —en este caso, el/la
8
tesista y el/la tutor/a— hubiere de descubrir, sino que la ciencia en tanto práctica construye
aquello de lo que dice que habla. Más específicamente, y visto así, el proceso de tutoría podrá
entenderse como un elemento más de la práctica científica y, por tanto, constructor del
conocimiento resultante.
Estos dos desplazamientos —de una lógica «iluminadora» unidireccional a una
colaborativa y más horizontal y de una lógica de descubrimiento a una de construcción—
implican cambios muy profundos en la teoría y, presumiblemente, en la práctica de las
tutorías de tesis. Dicho con mayor precisión aporta cambios relevantes tanto en la concepción
de esa cosa que llamamos «ciencia» como en las formas de formar para el oficio de
científico/a vía tutorías de tesis: la primera —la ciencia— como una práctica social
contingente y situada que crea aquello de lo que dice que habla y la segunda —la tutoría de
tesis— como relación dialógica y coconstructiva.
3. La tutoría de tesis como relación dialógica, disciplinaria y afectiva
En este apartado nos proponemos detallar la mirada que proponemos para las tutorías de tesis.
Dicha mirada se sintetiza en tres puntos: comprenderlas como un proceso dialógico, como una
relación disciplinaria y desigual con funciones socializadoras y, finalmente, modulada por
procesos afectivos. Sostenemos que los tres puntos tienen una incidencia directa en los
«hallazgos» de una investigación de modo que no deberían tratarse livianamente y menos aun
ignorarse.
3.1. Tutoría de tesis como relación dialógica
La tutoría de tesis es, en última instancia, una relación humana, aunque de un tipo específico
debido a su configuración, fines y contexto. Es, como hemos dicho, una relación entre,
mayormente, dos personas: tutor/a y tesista. Tiene como objetivo básico la socialización
9
del/de la tesista en un modo de vida y en un juego de lenguaje (Wittgenstein, 1952) y su
legitimación social en tanto poseedor/a de un saber experto (particularmente cuando las tesis
conducen a la obtención de grados académicos). Finalmente, la relación se produce en un
contexto institucional concreto —la Universidad— que tiene, como es de esperar,
consecuencias sobre dicha configuración y su dinámica.
La relación tutor/a-tesista es de carácter dialógico (Bajtín, op. cit.), es decir, que cada
integrante contribuye a la forma que dicha relación toma, siendo esta incomprensible al
margen de los aportes que cada integrante hace y los efectos que éstos tienen sobre el otro/a.
Concretamente, tutor/a y tesista, comparten y coconstruyen versiones del mundo en general y
de cierto asunto en particular y generan conjuntamente conocimiento por vía de la
investigación en curso. En esa relación dialógica se despliegan interlocuciones múltiples que
promueven una fusión de horizontes de intelección (mundos), de la cual emergen
comprensiones coconstruidas y contextualmente dependientes. En definitiva, lo que se
produce es un ajuste o reconfiguración constante de las concepciones iniciales de cada uno/a,
con apoyo en la interlocución con ese/a otro/a.
En ese sentido, la relación tutor/a-tesista es fuente de construcciones y reconstrucciones
permanentes y bidireccionales. Como recurso mediacional es una forma de acompañamiento
mutuo de naturaleza discursivo-cognoscitivo que obliga a pasar del monólogo al diálogo, de
la reflexividad individual a la reflexividad socializada. Como fuente de construcciones, el
diálogo obliga a un desplazamiento cognoscitivo en común con el/la otro/a para inteligir y
desplegar coconstrucciones socializadas.
En esta relación dialógica, tutor/a y tesista son asumidos como sujetos productores de
conocimiento, de visiones del mundo, de sentidos y significados, capaces de realizar
reinterpretaciones y reconfiguraciones con apoyo en tales mediaciones discursivas con los
otros y de influirse mutuamente.
10
Desde este punto de vista, la relación de tutoría de tesis en tanto relación dialógica
coconstructiva se ve fuertemente apoyada por el despliegue de lo que Vasilachis (2007)
denomina «epistemología del sujeto conocido»: una coconstrucción de mundo por seres que
comparten una mismidad (identidad) denominada humanidad; es decir, son sujetos humanos
sentientes y producentes, con cuerpo, con historia y subjetividad. Por tanto, tutor/a y tesista
son, en el plano de lo esencial-identitario, idénticos/as, aunque con visiones de mundo —y,
como veremos, jerarquía— distintas. Visiones que, al ser puestas en relación, son ajustadas,
modificadas, complementadas o enriquecidas por un proceso de coconstrucción dialógica,
emergiendo así una comprensión participativa del mundo. En esta relación dialógica se genera
una coparticipación y una interpenetración cognoscitiva, producto de lo que Wertsch (1988)
denomina «intercambios mutuos a nivel inter e intrapsicológico».
En resumen, la tutoría de tesis es un encuentro dialógico situado entre sujetos
producentes de visiones de mundo. Más concretamente, es una relación en la que tutor/a y
tesista interactúan respeto del proceso de investigación (y de otros asuntos), despliegan
cuestionamientos, evalúan opciones, discuten dudas y avances, disienten, afirman, niegan,
imponen, realizan fintas y salidas emergentes o «salvavidas», reconocen ignorancias o
desconocimientos, procuran comprenderse, etc. En ese contexto, tutor/a y tesista, en
interacción con otras voces (las de los/as autores/as consultados/as, las de los/as profesores
lectores/as y la de los/as pares de formación), contribuyen de manera activa y en diverso
grado a la producción de conocimiento social. De este modo, la tesis resultante puede
entenderse como una obra colectiva (Becker, 1986), producto de tales relaciones en un
periodo de tiempo y contextos dados, por lo que se puede, como veremos, colegir que la tesis
será un emergente —y hasta un síntoma— de dichas relaciones.
Resumiendo, en los planteamientos anteriores vemos un aspecto emergente: la tutoría
existe en y por una relación y no existe al margen de ella. Por tanto, la marcha del proceso de
11
tutoría y el conocimiento generado (la realidad construida) depende de dicha relación.
Específicamente, tanto de factores «específicos» —como la formación del/de la tutor/a, sus
aportes, etc.— como de factores «inespecíficos», es decir, de la relación —como la sinergia,
la empatía, el estar «en sintonía»—. Unos y otros raramente se consideran parte importante
del ejercicio científico —de allí que no formen parte del «discurso metodológico»—, a pesar
de que contribuyen a crear (literalmente) lo que en la tesis en tanto escrito se presentará como
un «hallazgo» independiente de sus condiciones de producción.
3.2. Tutoría de tesis como relación disciplinaria
Con base en los planteamientos anteriores, es posible sostener que la tutoría de tesis en tanto
relación dialógica, asume la forma de un espacio de interlocución crítica y de formación
práctica para la investigación. En ella el/la tutor vigila de cerca la realización de cada una de
las diversas tareas y acciones que comprende la práctica de la investigación. En el mejor de
los casos, se revisan y retroalimentan de forma permanente y con sentido crítico los avances
generados por el/la tesista, se promueve la evolución del pensamiento crítico, reflexivo y
creativo y se deja margen de libertad y de distancia para fortalecer en el/la tesista la
independencia y la autonomía intelectual.
En la dinámica de dicha relación convergen aspectos biográficos (como trayectos de
formación, experiencias académicas, etc.), emocionales (estados de ánimo, rapport, etc.), más
o menos racionales (expectativas, intereses, etc.), tanto por parte del/de la tutor/a de tesis
como del/ de la tesista. Esos elementos modulan la relación y producen tensiones, encuentros
y desencuentros, sinergias, bloqueos, epifanías, revelaciones, etc. En cuanto a su carácter
dialógico, entonces, la relación tutor/a-tesista no se diferencia de cualquier otra relación
humana: ambos/as integrantes aportan a ella y son constantemente reconstruidos en el
proceso. Pero hay que hacer una salvedad importante: se trata de una relación dialógica pero
12
asimétrica, desigual, entre un/a (supuesto/a) «lego/a» y un/a «experto/a» o, si se si quiere,
entre un/a «experto/a» y un/a aprendiz del oficio de investigar. La particularidad está en que
el/la «experto/a», representado/a por el/la tutor/a, tiene la potestad socialmente legitimada de
juzgar y hasta invalidar el trabajo del/de la «lego/a». Es decir, el/la tutor/a cumple un rol
disciplinario: controla que el/la tesista realice, en cada punto del proceso, un trabajo acorde al
canon científico vigente en el contexto de que se trate. Así, podría concebirse al/a la tutor/a
como un/a gendarme: alguien responsable por el cumplimiento de la norma vía el castigo del
proceder díscolo. Proceso permanente y microfísico que Foucault denominó como
«micropenalidad» (1975, p. 183).
Así, dicha relación no es una relación entre pares: hay una importante desigualdad
entre tutor/a y tutorado/a. Uno/a es el «portador/a del saber», el/la otro/a, por así decirlo, el
lugar de un vacío: el/la que no sabe y ha de aprender. Por otra parte, uno puede desaprobar el
proceso (y hasta al/a la estudiante mismo/a), mientras que el/la otro/a puede juzgarlo/a
inadecuado/a pero tiene un margen muy limitado para, por ejemplo, perjudicar seriamente la
posición académica del/la tutor/a.
Estas diferencias estructurales señaladas en párrafos anteriores, las entendemos desde la
concepción «reticular» del poder propuesta por Foucault: el poder como dimensión inherente
a lo humano, como una lógica que impregna todas las relaciones y les da forma. Pero que
también produce: de hecho, como dijimos, es de una relación tal que sale un producto —una
tesis— que, habiendo pasado por todos los procesos institucionalizados, habrá de considerarse
legitimada para contarnos cómo es una parcela del mundo. He ahí el poder no sólo represivo
sino también productivo del poder.
En otros términos, la tutoría de tesis puede pensarse como una modalidad de relación
pedagógica intersubjetiva de coformación que se manifiesta como asimétrica, arbitraria e
incluso simbólicamente violenta (Bourdieu y Passeron, 1970). En ella tutor/a y tesista ocupan
13
posiciones distintas y diferenciantes: uno/a como investigador/a-tutor/a (native), reconocido/a
por su currículum (sus «galones»), sus aportes al conocimiento y/o su grado de notoriedad
académica y científica; el/la otro/a, el/la tesista, concebido como aprendiz (stranger),
relativamente ajeno/a a un campo de conocimiento y en trance de pasar por el último de los
ritos de pasaje de una carrera académica.
Los/as tutores/as realizan un acompañamiento en aras de socializar al/a la tesista en la
tradición científica de conocimientos circulante en el campo, imprimen una especie de sello o
tatouage en el/la tesista y también ejercen un control sobre los/as tesistas manteniéndolos/as
en estado de dependencia en el caso de actos de insubordinación severa a la autoridad
científica de su tutor/a. En casos extremos, cuando el/la tesista percibe esas actitudes de
imposición, arbitrariedad o violencia simbólica provenientes de su tutor/a de tesis, tiende a
cerrar cualquier posibilidad de escucha, el crecimiento intelectual, la movilización del
pensamiento y la interiorización-reforzamiento de aquellos modos de proceder pertinentes en
la generación de conocimiento. Realidades de esta naturaleza conllevan a reconocer, en
coincidencia con Ives y Rowley (2005) y Bradbury-Jones, Irvine y Sambrook (2007), la
presencia de cuestiones relativas a la distribución de la autoridad en la ciencia y el
establecimiento de jerarquías de poder entre tutor/a y tesista.
Con la expresión «relación de poder productiva», queremos enfatizar que en la
formación para la investigación pervive de manera difusa, intangible o disimulada, una
jerarquía de poder y de autoridad científica entre tutor/a de tesis y tesista, entre
investigadores-lectores y tesista (nuevo partenaire) y entre tutor/a de tesis y comunidad
académica (pares e investigadores/as-lectores/as), la cual transita de manera progresiva hacia
una relación de poder productiva.
Como precisa Bourdieu (2003, p. 116), la disciplina se define mediante la posesión de
un capital colectivo de métodos y de conceptos especializados cuyo dominio constituye la
14
frontera de la disciplina y el derecho de entrada a ella (implícito o tácito). La disciplina, así, se
caracteriza por un conjunto de condiciones socio-trascendentales constitutivas de un habitus
disciplinario, un modo de proceder o un estilo de pensamiento.
El planteamiento anterior sienta las bases para reconocer que cada disciplina tiene su
manera de problematizar, de construir observables, de construir teoría y marcos de
fundamentación conceptual, de comprobar sus hipótesis o supuestos; que existe especificidad
en el conocimiento, la tradición, la costumbre y la práctica enseñada, en las creencias,
principios morales y normas de conducta (ethos), y en las formas lingüísticas y simbólicas de
comunicación, lo cual sugiere que de manera asociada a la relación de tutoría de tesis se
despliega un proceso de socialización. Una socialización que representa una forma de
«ingreso» a la disciplina y que consiste en la promoción de la adquisición de un juego de
lenguaje y de la forma de vida asociada (Wittgenstein, 1952): ser investigador/a no consiste
sólo en usar un cierto repertorio lingüístico sino también en comportarse de un cierto modo.
Con base en estas comprensiones, se asume que en la tutoría de tesis los/las tutores/as
requieren asumir una actitud de apertura y flexibilidad para desarrollar procesos formativos
intencionados que promuevan la familiarización del/de la tesista con la convención retórica,
las posturas epistemológicas y la visión del mundo de la propia disciplina para la cual se
forma, para que comprenda de mejor manera el proceso de investigación y transite de un
estado de consumidor de información a uno de generador de conocimiento, hasta lograr
plantear ideas con voz propia. De ese modo, el/la tesista aprende las diferentes lógicas de
descubrimiento y construcción (Owler en Green, 2005), se apropia de una tradición científica
de conocimiento (Sánchez, 2000) y de ciertos marcos teóricos-metodológicos-lingüísticos
para poder mirar la realidad con elementos particulares de comprensión, tomar decisiones
metodológicas con fundamento teórico y realizar operaciones analíticas y de interpretación
con base en argumentos.
15
Dicho de otra manera, la tutoría de tesis es una práctica que introduce al/a la tesista al
dominio de un campo particular de conocimiento o disciplina y la tradición científica que
pervive y se recrea en ella, al reconocimiento de sus complejidades y «fronteras», al dominio
de las normas académicas oficiales propias de esa disciplina, aquellas formas particular de ser
y hacer. La tutoría, entonces, se orienta al desarrollo de una mentalidad de científico/a que
promueva la generación de conocimiento por vía de la investigación, la incorporación del
ethos y los valores propios de una institución de formación.
En la tutoría de tesis también se socializa en ciertos códigos de comportamiento en la
práctica rigurosa de la investigación, se promueve la familiarización de los/as tesistas con
aquellos sistemas lógicos y estilos comunitarios de producción de conocimiento asociados a
la cultura disciplinar, la cultura académica institucional, la cultura del programa y la cultura
de investigación existente en él, pero también se socializa cierto estilo de escritura académica.
Al respecto, Englert, Mariage y Dunsmore (en Casteló, González e Iñesta, 2010),
sostienen que cada sujeto en formación, regula su escritura en el marco de una comunidad de
práctica de investigación caracterizada por mecanismos de corregulación colaborativa vía
avances de investigación por parte de los/as tesistas. Los/las tutores/as, por su parte,
despliegan una especie de «llamado al orden» del/de la tesista para que se ajuste a las
prácticas académicas reconocidas por la comunidad científica como legítimas. Por ejemplo,
en algunos contextos se espera del/de la tesista que asuma un posicionamiento enunciativo
que genere una especie de «efecto de objetividad», recurriendo, entre otros «trucos» (Becker,
1998), al uso de la voz pasiva como el grado cero o negativo de la persona (Barthes, 1987, p.
34), a fin de producir un efecto de asepsia de la subjetividad en el documento escrito o bien lo
que Potter (2006) ha denominado como «discurso factual».
De los planteamientos anteriores se deriva que aprender a investigar es una actividad
que tiene que ver con la manera en que se socializa ese conocimiento en un marco disciplinar,
16
y en este caso, de manera asociada a la tutoría de tesis, donde la cultura académica que priva
en su interior impone ciertas prácticas comunicativas o de escritura académica en maneras
significativas (Hylan en Strake y Kumar, 2010), lo cual conlleva un proceso de socialización
científico-disciplinar. De este modo, y para terminar este apartado, podríamos sostener que la
tutoría de tesis es un proceso en el que conviven dos aspectos íntimamente relacionados: uno
formativo, el otro disciplinario.
3.3. La tutoría de tesis como relación afectiva
Lo hasta aquí argumentado sobre la tutoría de tesis, ha puesto en relieve su dimensión,
digamos, «racional» o plausible de ser más o menos formalizada. Sin embargo, como
señalamos al inicio de este documento, la relación entre tutor/a de tesis y tesista es, a su vez,
una relación intersubjetiva más o menos convencional. Es decir, «sólo una relación». De este
modo, aplica a ella todo lo que sabemos de las relaciones intersubjetivas.
Así, cuando tutor/a y tesista tienen un conocimiento limitado del/de la otro/a y/o no han
logrado establecer una relación de confianza, se reducen las posibilidades de comprensión
mutua y de socialización académica efectiva. Lo más probable es que se susciten encuentros
físicos —reuniones— pero sin un punto de encuentro académico o una «comunión» de puntos
de vista, se hable sin dialogar, se abran espacios para la simulación en la formación y, en
ocasiones, se propicie el cambio de tutor/a de tesis o se promueva la salida obligada del/de la
tesista del programa de estudio.
Al contrario, cuando la tutoría de tesis se cimenta sobre un reconocimiento mutuo de la
condición humana de los involucrados, sobre el respeto por y la apertura hacia el/la otro/a y se
reconocen las capacidades y potencialidades de ambos/as, no sólo se abren posibilidades para
el despliegue de lo que Vasilachis (2007) refiere como «epistemología del sujeto conocido»,
también se favorece el despliegue y el enriquecimiento mutuo de la intersubjetividad, en la
17
medida que, en última instancia, formar para el oficio de investigador/a es, sobre todo, formar
personas en un sentido global, dimensión afectiva incluida. Así, han de reconocerse los
elementos afectivos de la relación tutor/a-tesista toda vez que contribuyen al proceso y a los
productos de la investigación de que se trate.
Dicho con mayor precisión, formar para el oficio de investigador/a de manera asociada
a la relación de tutoría de tesis no es una empresa (sólo) racional (socializar en un orden
disciplinar), sino que también es una tarea cruzada, en tanto relación, por una dimensión
afectiva. No asignar importancia a esa dimensión en lo que respecta a la tutoría de tesis no
supone eliminarla, sino simplemente negarla y no permitir hacer explícito un nivel que, de
todas maneras, operará. En todo caso, eliminar dicha dimensión es aniquilar parte importante
de la condición humana de todo hombre y toda mujer dedicado/a a la tarea de investigar. A fin
de cuentas, ¿por qué habríamos de suponerle a los/as tutores/as y tesistas un carácter
excepcional en términos del operar de sus afectos? Si así lo hiciéramos, buena parte de lo que
sucede en un proceso de tesis sería inexplicable: alegrías/enojos, avances/estancamientos,
desmotivación/motivación, rechazos/empatías.
En definitiva, «hacer lugar» a la dimensión afectiva en la concepción de la relación
tutor/a-tesista supone admitir que la ciencia que ella vehiculiza y el mundo que contribuye a
producir tienen a la base un elemento (afectivo) por completo irracional. Así, deberemos
suponer a esa gran empresa Moderna que es la ciencia una irracionalidad esencial.
4. La tesis como emergente: un cierre parcial
Partimos de la idea de que hay una forma tradicional de entender la relación guía-tutorado/a:
una relación «de ayuda», de enseñanza/aprendizaje orientada a «descubrir» cosas. Nosotros
hemos propuesto que las tutorías de tesis:
18
i) se dan en el marco de una relación dialógica, es decir, una relación a la que cada integrante
aporta desde su particular biografía y estado actual y es constantemente reconstruido/a en el
proceso,
ii) son desiguales en tanto están configuradas —puestas en forma— por dinámicas de poder
entre dos personas de diverso estatus en términos de sus roles socialmente asignados (un/a
«experto» que induce —socializa— a un/a lego/a en una disciplina académica,
iii) son moduladas por elementos afectivos, que se despliegan a la par de los aspectos más
racionales (disciplinares) y
iv) contribuyen a crear un producto concreto —una tesis— que será tenido por una
descripción fiel de la realidad, aportando —en una medida imprecisable— a la configuración
de lo que entendemos por mundo.
Así, la tesis como producto escrito, es una coconstrucción entre tutor/a de tesis y tesista,
en el sentido de que allí convergen el conocimiento y la experiencia de ambos/as, pero,
además, el/la tesista no genera conocimiento en el vacío, sino, sobre la base de producciones
previas que tienen relación estrecha con su interés de conocimiento; es decir, la tesis es una
cocreación entre tesista-tutor/a de tesis y las voces de los/as autores/as presentes en las fuentes
consultadas. Además, claro, de los/as investigadores/as-lectores/as, pares de formación y una
serie más o menos indefinible de «personajes secundarios» como colegas, vecinos/as
interesados/as, sueños y epifanías, entre otros. En definitiva, la tesis como obra polifónica.
Becker, en particular, concibe el conocimiento como una «obra» (Becker, 1986, p. 34):
«La forma de cualquier obra es resultado de todas las decisiones que han tomado todas las
personas involucradas en su producción.» En este sentido, la noción de que hay un/a autor/a
de la tesis queda seriamente dañada y resulta más coherente concebirla como la manifestación
19
—el emergente— de un sistema de relaciones, lo que llevaría a entender una tesis como un
síntoma en el sentido propuesto por la Escuela sistémica.
En definitiva y para terminar, proponemos que las tutorías de tesis sean consideradas,
no como aspectos secundarios o anexos del discurso metodológico, sino como procesos
complejos y medulares en la formación para la investigación y en la investigación misma, que
inciden de manera directa en la construcción de conocimiento, es decir, de mundo.
Referencias
Bajtín, M. (1979). Estética de la creación verbal. Buenos Aires: Siglo XXI.
Barbier, J. M. (1999). Tutoría y función tutorial. Algunas vías de análisis. En Souto, Marta,
Barbier, Jean Marie y Cattaneo, Mabel (Eds.), Grupos y dispositivos de formación (pp. 129-
143). Buenos Aires: UBA
Barnes, B. (1974). Scientific knowledge and sociological theory. Londres: Routledge y Kegan
Paul.
Barnes, B. (1985). Sobre ciencia. Barcelona: Labor.
Barthes, R. (1987). El grado cero de la escritura. Seguido de nuevos ensayos críticos.
Madrid: Siglo XXI.
Becker, H. (1986). Manual de escritura para científicos sociales. Cómo empezar y terminar
una tesis, un libro o un artículo. Buenos Aires. Siglo XXI.
Becker, H. (1998). Trucos del oficio. Cómo conducir su investigación en ciencias sociales.
Buenos Aires: Siglo XXI.
Berger, P. y Luckmann, Th. (1967). La construcción social de la realidad. Buenos Aires:
Amorrortu.
Bloor, D. (1976). Conocimiento e imaginario social. Barcelona: Gedisa.
20
Bourdieu, P. (1976). El campo científico. Actes de la Recherche en Sciences Sociales, 2(2),
88-104.
Bourdieu, P. (2003). Los usos sociales de la ciencia. Buenos Aires: Nueva Visión.
Bourdieu, P. y Passeron, J. C. (1970). La reproduction. Éléments pour une théorie du système
d’enseignement. Paris: Minuit.
Bradbury-Jones, C., Irvine, F., y Sambrook, S. (2007). Unity and Detachment: A Discourse
Analysis of Doctoral Supervision. International Journal of Qualitative Methods, 6(4), 81-96.
Casteló, M., González, D. y Iñesta, A. (2010). Regulación de la escritura académica en el
doctorado: el impacto de la revisión colaborativa en los textos. Revista Española de
Pedagogía, 247, 521-537.
Cottet, P. (2006). Diseños y estrategias de investigación social. El caso de la ISCUAL. En
Canales, M. (Coord.), Metodologías de investigación social. Introducción a los oficios (pp.
185-217). Santiago de Chile: LOM.
Dietz, A. J., Jansen J. D. y Wadee, A. A. (2006). Effective PhD Supervision and Mentorship.
A workbook based on experiences from South Africa and Netherlands. Amsterdam:
Rozemberg-UNISA.
Ducoing, P. (2011). Tutoría y acompañamiento. En Patricia Ducoing (Coord.), Tutoría y
mediación I. México DF: IISUE-UNAM.
Ferry, G. (1997). Pedagogía de la formación. Formación de formadores. Buenos Aires:
UBA.
Foucault, M. (1975) Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Madrid: Siglo XXI.
Green, B. (2005). Unfinished business: subjectivity and supervision. Higher Education
Research & Development, 24(2), 151-163.
Ibáñez, T. (2006) El giro lingüístico. En Íñiguez-Rueda, Lupicinio (Ed.), Análisis de discurso.
Manual para las ciencias sociales (pp. 23-46). Barcelona: UOC.
21
Íñiguez-Rueda, L. (2013, 7 al 11 enero). Usos, abusos y malos usos de la investigación
cualitativa: reflexiones sobre los criterios de calidad y la artesanía de la investigación a
partir del análisis del discurso y la etnografía. Curso de extensión dictado en la Universidad
Diego Portales, Santiago de Chile, Chile.
Ives, G., y Rowley, G. (2005). Supervisor selection or allocation and continuity of
supervision: Ph.D. students’ progress and outcomes. Studies in Higher Education, 30(5), 535-
555.
Latour, B. (1987). Ciencia en acción. Cómo seguir a los científicos e ingenieros a través de la
sociedad. Barcelona: Labor.
Latour, B. y Woolgar, S. (1979). Laboratory life. The construction of scientific facts.
Princeton, New Jersey: Princeton University Press.
Luhman, N., y Schorr, K. E. (1993). El sistema educativo (problemas de reflexión).
Guadalajara: Universidad de Guadalajara/Universidad Iberoamericana /ITESO.
McAlpine, L., Jazvac-Martek, M., y Hopwood, N. (2009). Doctoral student experience in
Education: Activities and difficulties influencing their identity development. International
Journal for Researcher Development, 1(1), 97-109.
Morales O. A, Rincón, A. G. y Romero, J. T. (2005). Cómo enseñar a investigar en la
universidad. EDUCERE-Foro Universitario, 29, 217-224.
Moreno, M. G. (2002). Formación para la investigación centrada en el desarrollo de
habilidades. Guadalajara: Universidad de Guadalajara
Moreno, M. G., Jiménez, J. M. y Ortiz, V. (2011). Culturas académicas, prácticas y procesos
de formación para la investigación en doctorados en Educación. Guadalajara: Universidad de
Guadalajara.
Potter, J. (1996). La representación de la realidad. Discurso, retórica y construcción social.
Barcelona: Paidós.
22
Rorty, R. (1967). El giro lingüístico. Barcelona: Paidós.
Rorty, R. (1979). La filosofía y el espejo de la naturaleza. Madrid: Cátedra.
Sánchez, R. (2000). Enseñar a investigar. Una didáctica nueva de la investigación en
ciencias sociales y humanas. México: CESU-UNAM-Plaza y Valdez.
Sisto, V. (2008). La investigación como una aventura de producción dialógica: La relación
con el otro y los criterios de validación en la metodología cualitativa contemporánea.
Psicoperspectivas, VII, 114-136. Recuperado el 30 de agosto de 2014 desde
http://www.psicoperspectivas.cl
Stracke, E. y Kumar, V. (2010). Feedback and self-regulated learning: insights from
supervisors’ and PhD examiners’ reports. Reflective Practice, 11(1), 19-32.
Torres, J. (2011). El papel de la tutoría en la formación de habitus científicos en estudiantes
de doctorado en educación. (Tesis de doctorado no publicada). Universidad de Guadalajara,
México.
Torres, J. (2013). Relación de tutoría y promoción del desarrollo de habitus científicos en
estudiantes de doctorado en educación: acercamiento a un caso. Perfiles Educativos,
XXXV(140), 8-27.
Vasilachis, I. (2007). La investigación cualitativa. En Vasilachis, I. (coord.), Estrategias de
investigación cualitativa (pp. 23-64). Barcelona: Gedisa.
Werstch, J. (1988). Vigotsky y la construcción social de la mente. Barcelona. Paidós.
Winter, R., Griffiths, M., y Green, K. (2000). The “Academic” Qualities of Practice: what are
the criteria for a practice-based PhD? Studies In Higher Education, 25(1), 25-37.
Wittgenstein, L. (1952). Investigaciones filosóficas. Barcelona: Altaya.
Zanoto, M. (2007). Estrategias de lecturas en lectores expertos para la producción de textos
académicos. (Tesis doctorado no publicada). Universidad Autónoma de Barcelona, España.