La vida religiosa
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INTRODUCCIÓN
Intentaremos abordar en este trabajo un tema que no deja de
ser, en el mundo contemporáneo, todo un misterio, un enigma y,
en muchos casos, un escándalo.
Trataremos acerca de la vida religiosa, que lleva consigo la
donación o consagración total que una persona libremente realiza
a fin de entregarse plenamente a Dios, comprometiéndose a vivir
de una manera determinada, lo que constituye un verdadero estado
de vida, un nuevo modo de vivir.
Decimos “vida” (aunque después precisaremos mejor el
concepto) porque abarca la totalidad de la existencia del
consagrado; en este sentido sería un gravísimo error reducirla a
un simple oficio o profesión temporal, así como decimos que una
persona es médico, arquitecto, ingeniero, etc.
Pero la nota principal previene del segundo término
“religiosa”, pues es este quien determina y distingue el modo de
vivir, es así esencialísimo en la cuestión que nos ocupa.
Santo Tomás, en la Suma Teológica, hablando acerca de la
virtud de la religión, haciendo suya la expresión de San
Agustín, afirma que la religión es la virtud que nos liga a un
Dios único y omnipotente , por lo que implica propiamente un
orden a Dios1 . Este ordenamiento a Dios por medio de la virtud
de la religión no ha de ser meramente accidental, sino más bien
esencial para la vida religiosa pues determina y configura toda
la persona del consagrado, en su mismo ser y en su hacer.
De este modo, la vida religiosa se nos presenta como un modo
de vivir exclusivo ordenado a Dios.
En este sentido, en cuanto que la vida religiosa se
encuentra inmersa en el misterio de Dios, Uno y Trino, no deja
de ser, en muchos casos, para la cultura contemporánea motivo de
incomprensión, de hostilidades y hasta de escándalo. El Santo
Padre Juan Pablo II, en el año ochenta, denunciaba el
secularismo del hombre moderno que, rechazando a Dios, ha
impregnando la cultura contemporánea con el fenómeno del
ateísmo de masas, que fácilmente manifiesta su incomprensión
ante lo religioso .
Por eso, en nuestros días, la categoría de lo “sagrado”,
íntimamente unida con el tema que nos ocupa, parece haber sido
erradicada de la cultura, sea por incomprensión, sea por
desprecio, sea por su supuesta inutilidad, sea ya por la acedía
del hombre moderno para con lo sagrado.
Sin embargo, nos parece muy actual y necesario abordar este1 SANTO TOMÁS DE AQUINO. “Suma Teológica”. II-II., q. 81, a.1., corpus. Ed.
B.A.C, Madrid, 1955, (Edición bilingüe), tomo IX, pg. 18. “Religet nosreligio uni omnipotenti Deo (...) religio propie importat ordinem adDeum”. En adelante se citará: Sth.
2
tema a fin de contribuir a la revalorización de la vida
consagrada tan olvidado en nuestros días.
El fin al que aspiramos en este pequeño estudio es revelar,
del modo más claro posible, concientes de nuestra limitación, la
esencia de la consagración religiosa, las exigencias que trae
consigo y algunos aspectos inherentes a esta.
Para ello, nos basaremos de dos fuentes principales, aunque
no únicas. Una de ellas será el pensamiento de santo Tomás de
Aquino, actualísimo para nuestros; la otra, los tesoros del
magisterio de la Iglesia, que tan acabadamente han abordado en
esta materia.
3
I- La vida religiosa como una verdadera consagración.
Antes que nada debemos precisar los términos.
En este sentido, cuando hablamos de la vida religiosa nos
referimos a aquella persona que ha profesado su consagración a
Dios, es decir al religioso profeso. Creemos necesaria esta
aclaración ya que, antes de la profesión religiosa, el candidato
o novicio normalmente vive ya como religioso aunque ciertamente
no de modo definitivo, pues se encuentra a prueba, lo que
estrictamente no lo constituye como religioso. Mas terminado el
tiempo de prueba el novicio ha de realizar la profesión
religiosa por la que se incorpora libre y definitivamente a la
religión mediante la emisión de los tres votos públicos de
religión aceptados por la Iglesia, convirtiéndose así en
religioso en sentido estricto.
La profesión religiosa es un acto de soberana transcendencia
para el religioso, en efecto no ha de ser un episodio más de su
vida. A partir del momento de su profesión da comienzo a una
nueva era en su vida, porque le da un sentido nuevo a toda su
existencia, encauzándola dentro de una regla, de un modo de vida
diferente. Toda su vida, día a día, no será más que un
despliegue de lo que fue, en semilla, la profesión religiosa.
4
En este sentido, vale decir que la profesión religiosa
constituye una verdadera consagración, es decir, a partir de la
profesión religiosa, el hombre o la mujer, se constituye como
un verdadero ser consagrado, vale decir, sagrado.
En el mundo griego lo santo, lo sagrado era designado con la
palabra hagios. La distinción se hacía respecto a lo que no era
santo o sagrado, es decir; se distinguía con el calificativo de
sagrado o santo aquello que no pertenecía a lo común y
corriente. En este sentido se podía hablar de lugares santos,
tiempos santos, cosas santas. Ahora bien, aquello que era tenido
por sagrado lo era en razón de su dependencia directa con la
divinidad o con el culto debido a ella. Por eso había templos
sagrados, tiempos sagrados, instrumentos sagrados, elementos
sagrados, etc.
En el mundo romano el adjetivo sanctus, íntimamente
relacionado con lo sagrado, proviene del término sencire que
significa deslindar, hacer inviolable mediante un acto
religioso, consagrar.
La Iglesia Católica ha asumido posteriormente este concepto
de lo sagrado.
Pero debemos advertir que ante todo la consagración supone
un anterior dedicación, esto es, se separa del uso común aquello
5
que se quiere consagrar para dedicarlo a Dios. Este acto puede
aplicarse a personas o a cosas. Así, podemos hablar de Iglesias
dedicadas, cálices dedicados, etc. La dedicación supone una que
lo que se ofrece queda sustraído para siempre de su empleo u
ocupaciones habituales.
Pero hemos de advertir que no basta la dedicación para que
algo se constituya en una cosa sagrada, sino que hace falta el
mismo acto de consagración, por el cual lo dedicado es aceptado
por Dios para ser consagrado, es decir sagrado; de modo que , la
consagración no depende sólo de una decisión personal, sino que
se funda en un autoridad más alta que consagra, y esto sólo
compete a Dios o a quien representa la autoridad divina.
Volviendo al tema que nos ocupo, luego de esta breve
introducción, debemos afirmar que la profesión religiosa es una
verdadera consagración.
Siguiendo la exposición del R.P Royo Marín2 no se trata de
una consagración física, tal es el caso de los templos, de los
cálices consagrados, etc, sino que se trata de una consagración
moral.
Propiamente hablando, la consagración es el acto por el cual
se hace sagrada una cosa o una persona, confiriéndole un valor
2 ?ROYO MARIN ANTONIO, O.P. “ La Vida Religiosa”. Ed. B.A.C., Madrid, 1967,pg. 187. (en adelante se citará tan sólo: V.R)
6
religioso incomparablemente superior a todos los demás.
La consagración sólo puede realizarla aquel que tiene poder
o dominio sobre las cosas sagradas. Solamente él, en cuanto
representante de Dios, está cualificado para aceptar en su
nombre lo ofrecido “imprimiéndole con ello el carácter de
pertenencia exclusiva de Dios, que es lo que constituye o hace a
la cosa sagrada.”3
Ahora bien, si lo consagrado dice pertenencia exclusiva de
Dios de lo ofrecido o dedicado, podemos decir que según sea la
pertenencia habrá distintos grados de consagración, pues la
exclusividad puede ser más o menos radical, y el carácter
sagrado más o menos estable.
Así, podemos distinguir consagraciones físicas, por ejemplo
de una iglesia, de una vestimenta, de un libro, etc, pero en
estos casos aquellos elementos conservan su consagración
mientras no se destruyen o destinan para usos profanos.
También existe una consagración “ontológica” como es el caso
de los sacramentos del Bautismo, confirmación y orden sagrado,
“que imprimen el carácter sacramental de manera perfectísima e
indeleble”4.
Además de los modos antedichos de consagración, y de otras
3Idem. pg. 188.4Idem.
7
de otras parecidas, se encuentra otro género de consagración
verdaderamente constitutivas que “añaden a la relación sagrada
inscrita ya en una determinada persona (v.gr., por el bautismo o
el orden sacerdotal) una nueva relación mora, nacida de una libre
determinación por parte del que la contrae y por parte de la
Iglesia que la acepta, en virtud de la cual la persona queda
nuevamente consagrada a Dios por un vínculo especial que antes
no poseía y que la constituye persona sagrada por este nuevo
título.”5 Tal es la consagración que se realiza por medio de la
profesión religiosa, de modo que el religioso es un consagrado,
ha de ser propiedad de Dios llevando al extremo el vínculo
nacido de la misma creación y elevado por el bautismo.
Mas debemos ahora profundizar un poca más este modo especial
de consagración que constituye el mismo ser de la vida
religiosa.
Para comprender mejor la consagración a la vida religiosa
podemos abordarla desde su estrecha relación con la consagración
bautismal.
Dos aspectos resaltaremos del sacramento del bautismo que
tienen estrecha relación con la consagración religiosa: la
participación del sacerdocio de Cristo y la inserción en el
misterio pascual de Cristo, muerto y resucitado.
5Idem.8
Dice Santo Tomás, que el hombre, por medio de la virtud de
la religión, se ordena a Dios, ordenamiento que se lleva a cabo
por medio de actos propios e inmediatos a la virtud de la
religión como son el sacrificar, ofrecer, adorar, y otros de
este género6. De donde se sigue que todo hombre que practique
dicha virtud debe ofrecer algo al culto de Dios.
En virtud del sacramento del bautismo el cristiano
participa, aunque de un modo propio, en la triple misión
mesiánica de Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey7. Destacaremos
ahora la participación del sacerdocio de Jesucristo que recibe
quien forma parte del Pueblo de Dios en virtud del sacramento
del bautismo.
Por medio de esta especial consagración a Dios y
participación del sacerdocio de Cristo, quien lo recibe está
cualificado para ofrecer (en cuanto sacerdote) culto a Dios
según el rito de la religión cristiana8.
Así, todo cristiano, en virtud del carácter impreso por el
6Sth. II-II, q. 81, a. 1, ad. 1. Tomo IX, pg. 19. “Religio habet duplicesactus. Quosdam quidem proprios et immediatos, quos elicit, per quoshomo ordinatur ad solum Deum: sicut sacrificare, adorare et aliahuiusmodi.”
7JUAN PABLO II. Exhortación apostólica “Redemptionis Donum” .(25 de marzode 1984). Ed. Paulinas, Bs.As. 1984. pg. 18 y 19. “La misión universal delPueblo de Dios se basa en la misión mesiánica de Cristo- Profeta, Sacerdote yRey- de la que todos participan de diversos modos”. (En adelante se citará:R.D )
8Sth. III, q. 63, a. 1, corpus. Tomo XIII. pg. 95. “Sacramenta novae legischaracterem imprimunt inquantum per ea deputamur ad cultum Dei secundum ritumChristianae religionis”.
9
bautismo, está consagrado a Dios, pudiendo ofrecer algo para el
culto debido. De manera que el cristiano puede levantar el alma
a su Creador y ofrecerle, con su corazón, sus trabajos, sus
sufrimientos, su vida toda; pero hemos de notar, que esta
oblación o dedicación, aunque elevada al nivel sobrenatural, no
tiene el mismo alcance que la profesión religiosa. En efecto, en
la profesión religiosa todo queda ofrecido y consagrado, y en
esta entrega de sí mismo hay algo de sagrado y de divino que no
se encuentra, cuando menos en el mismo grado, en otras
oblaciones. En virtud de la profesión religiosa “la virtud de la
religión se convierte en el religioso en una especie de virtud
profesional, por la que toda su vida está dedicada al culto
divino”9.
La clave para distinguir la consagración común de los
cristianos y la propia de los religiosos está en la palabra
“todo”. En efecto, los cristianos que viven en el mundo pueden
ofrecer, como dijimos, sacrificios a Dios. Es necesaria a todos
la abnegación, la inmolación de sí mismos, para obedecer
constantemente a los mandamientos de Dios. Pero para ellos la
inmolación tiene ciertos límites. El simple cristiano puede
ofrecer a Dios sus bienes, pero conserva el libre uso de su
persona; debe amar a Dios, pero puede dedicar a las criaturas
9 V.R. Idem. pg. 189.10
una parte legítima de su amor. En cambio, el que se entrega a
Dios por la profesión religiosa, renuncia a todo: se dirige a
Dios con todo cuanto posee y es; se lo ofrece todo sin
reservas, se hace víctima. En este sentido, la profesión
religiosa constituye un verdadero holocausto de sí mismo.
En la Antigua Ley recibía el nombre de holocausto el
sacrificio en el que se ofrecía a Dios una víctima que se
inmolaba o destruía totalmente. No otra cosa es la profesión
religiosa. Expondremos a este respecto un texto del célebre
teólogo Royo Marin: “La entrega es, como se ve, es total, y el
holocausto completo. Esto comienza a realizarse en la profesión
simple temporal pero de una manera más plena y radical se
realiza en la profesión perpetua y solemne. Con la profesión
religiosa rompe el religioso con todo su pasado: caen todos los
compromisos contraído, todos los afectos mundanos, todos los
planes trazados, todos los bienes poseídos, su misma
independencia y libertad. Con ella sacrifica e inmola a Dios
absolutamente todo cuanto es y tiene actualmente y todo cuanto
podrá ser y tener en el futuro. La entrega es absoluta, y el
sacrificio total: un verdadero y auténtico holocausto.”10 Ya
volveremos más detenidamente sobre este aspecto esencial de la
vida religiosa.
10 Idem. pg 187.11
El segundo aspecto a resaltar de la profesión religiosa en
relación al sacramento del bautismo es el de la inserción en el
misterio pascual de Cristo.
El apóstol San Pablo en su célebre carta a los romanos
afirma las siguientes palabras: “Los que hemos muerto al pecado,
¿cómo viviremos todavía en él? ¿Ignoráis acaso que cuantos
fuimos bautizados en Cristo Jesús, en su muerte fuimos
bautizados? Por eso fuimos, mediante el bautismo, sepultados
junto con Él en la muerte, a fin de que como Cristo fue
resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así
también nosotros caminemos en nueva vida. Pues si hemos sido
injertados (en Él) en la semejanza de su muerte , lo seremos
también en la de su resurrección, sabiendo que nuestro hombre
viejo fue crucificado (con Él) para que el cuerpo del pecado sea
destruido”11. En efecto, quien recibe el bautismo es injertado en
el mismo misterio de la vida de Cristo, es insertado en su
muerte para resucitar con Él. A partir del bautismo el cristiano
está llamado a morir al mundo, al pecado, para vivir la nueva
vida de los hijos de Dios. La profesión religiosa guarda una
estrechísima relación con el sacramento del bautismo, tanto, que
la tradición cristiana está totalmente de acuerdo en considerar
11 SAN PABLO, “Carta a los romanos”, cap. VI, 2-6. (En adelante se citaráRm.)
12
a la profesión religiosa como un segundo bautismo. En efecto,
“lo propio de la profesión religiosa, como segundo bautismo,
consiste en que por ella se llevan las exigencias del bautismo
hasta su máxima plenitud y perfección.”12
En ambos casos, estamos hablando de una consagración a Dios.
Ciertamente, por el bautismo el cristiano está llamado a ofrecer
sacrificios a Dios, lo que como dijimos anteriormente, se debe
verificar primeramente en la abnegación que de sí mismo hace a
fin de cumplir los preceptos de Dios. Aquí vemos los dos
aspectos antedichos del bautismo: participación del sacerdocio
de Cristo (en el ofrecimiento) y inserción en el misterio
pascual (muerte al pecado para llevar una nueva vida). Pero a
pesar de las similitudes hay una diferencia notable entre el
carácter sagrado impreso por el bautismo y el impreso por la
profesión religiosa, en efecto, “el bautismo significa la
participación del cristiano en la muerte y en la resurrección de
Cristo en toda su plenitud, y tiene poder para producirla; pero
no significa expresamente que realice ese efecto en aquel
momento según toda su extensión y perfección. En la Iglesia, que lo
realiza y administra como signo y como instrumento de la
actividad salvífica de Cristo, existe más bien la intensión de
significar algo que comienza en aquel momento y que tendrá que
12 V.R Idem. pg 182.13
desarrollarse durante toda la vida del cristiano. En cambio, la
profesión religiosa significa que se confiere y se recibe en
aquel momento, el efecto significado por el bautismo, según toda la
extensión de su significación y de su eficacia; que el cristiano acepta
íntegramente su estado de muerte a este mundo con Cristo, a fin de vivir enteramente
con El la vida celeste de la caridad.”13 Vale decir, que el cristiano que se
consagra a Dios mediante la profesión religiosa, expresa su
voluntad de recibir el bautismo en toda la extensión de su
significación y de su eficacia, de aceptar en toda su extensión
la muerte a este mundo con Cristo, para vivir en adelante
enteramente dedicado a los bienes celestes como si hubiera ya
muerto efectivamente a todas las cosas de este mundo. La
Iglesia, por su parte, admitiéndolo, le da plena participación
de su vida interior, como miembro desligado totalmente del mundo
y perteneciente a ella, según toda la extensión de su vida. Es
pues, en este sentido, que se puede considerar la profesión
religiosa como un segunda bautismo, mas no como si fuere una
simple renovación de este, sino como una recepción del
sacramento en toda su integridad.
Ahora bien cabe ahora resaltar otro aspecto de la
consagración religiosa relacionado con el antedicho. Hemos dicho
13 AGUILAR, SEBASTIÁN, C.M.F. “La vida de perfección en la Iglesia”. Citadoen Royo Marin, A. Idem. pg. 183.
14
que la profesión religiosa constituye como un segundo bautismo,
de modo que, en cuanto tal, se relaciona también íntimamente con
el martirio. En efecto, el mártir es el cristiano que lleva
hasta las últimas consecuencias la plena configuración con
Cristo, uniéndose a El hasta la muerte, hasta inmolar su propia
vida para conservarse en la fe y en la obediencia a su divino
Señor.
La tradición de la Iglesia considera el martirio como la
perfección del bautismo, y al mártir como el cristiano perfecto.
Ahora bien, si la profesión religiosa es la aceptación perfecta
y total del bautismo, la relación entre ambos (esto es,
profesión religiosa y martirio) salta a la vista, pues ambos
casos constituyen la perfección de un mismo sacramento.
Mártir es quien acepta la muerte como profesión y
consumación de su fe en Cristo, el que pierde la vida en la
confesión de su fe cristiana. El mártir es considerado como el
cristiano perfecto, ya que más perfectamente que ninguno, se
identifica con Cristo. De manera perfecta, el mártir reproduce y
recibe la obediencia de Cristo hasta la muerte en su propia
renuncia a la vida para conservarse en la fe y en la obediencia
al Evangelio. “Nadie puede tener amor más grande que dar la vida
por sus amigos”14 -dice Jesús, en efecto, la mayor prueba de
14 SAN JUAN, cap. XV, 13. (En a delante: Jn) 15
amor que un hombre puede dar es el de entregar la vida por el
amado. Así, no hay renuncia mayor que el que muere físicamente a
las cosas de este mundo. El martirio, en este sentido, consuma y
termina la vida cristiana como renuncia a las cosas de este
mundo para poseer la vida eterna; el mártir se decide totalmente
y perfectamente por las cosas divinas y abandona por completo
todo otro bien, consuma en la aceptación de su muerte la
totalidad de su ser cristiano, su fe, su esperanza, su caridad.
Hay, pues, en el martirio una opción completa, definitiva
por Cristo; ciertamente acompañada de las exigencias que esta
lleva consigo: la renuncia total de todas las cosas de este
mundo. Es justamente en esta renuncia voluntaria donde el
bautismo alcanza su perfecta eficacia, pues el mártir es el
perfectamente redimido, el que vence enteramente al demonio y
alcanza perfectamente los dones celestiales.
La profesión religiosa, acto perfecto de consagración, al
igual que el martirio, ha de ser como un segundo bautismo que
nos saca de este mundo y nos une a Dios inmediatamente.
Se da en la profesión religiosa una aceptación de la muerte
tan íntegra como en el martirio. Ciertamente en la profesión
religiosa no interviene el factor externo involuntario que sea
causa de la muerte física como en el martirio, pero ello no se
16
debe a que falte alguno de los elementos interiores del
martirio, sino porque la destrucción de la propia vida ha de ser
siempre causada por un elemento exterior, ajeno a la voluntad
del mártir.
Sin embargo, hemos de notar, que en la profesión religiosa,
el religioso busca voluntariamente su propia muerte
(refiriéndonos a la muerte afectiva) a este mundo sin que nadie
le fuerce a ello. El religioso, en virtud de su total entrega,
renuncia voluntariamente a todos los afectos de este mundo y a
todos los elementos naturales de su vida en este mundo a fin de
poder dedicarse enteramente a la vida de unión con Cristo; así,
del mismo modo el mártir, aceptando su muerte, renuncia a todos
las cosas de este mundo, para permanecer unido con Cristo. En
ambos casos se da la consumación de la consagración bautismal,
aunque por diversos caminos.
Recapitulando la dicho, podemos afirmar, que la vida
religiosa constituye una verdadera consagración que lleva a las
máximas exigencias los efectos del bautismo, lo que implica, en
cierta manera, un martirio, es decir, la renuncia íntegra,
perfecta de sí mismo, un verdadero holocausto.
Puede decirse sin ninguna duda, que la consagración especial
que se lleva a cabo en la profesión religiosa ha de ser, como
17
dijimos, el fundamento de la vida religiosa. No por eso en vano
Pablo VI15 definía la vida religiosa como una consagración total e
irrevocable. Este consagrarse irrevocablemente implica que la
consagración es total, o sea, que abarca la totalidad de la
vida. Desde aquel momento Dios ha de ser todo para el religioso
y el religioso todo para Dios, es, en palabras de Juan Pablo II
“un perderse en Dios”16.
Hemos de notar, que Dios es quien toma la iniciativa en este
acto de consagración. Dios, en su infinita misericordia quiere
hacerse el todo de un cristiano. La consagración a la vida
religiosa es, en este sentido, una respuesta a este amor
especial y gratuito de Dios.
En efecto, Dios, en cuanto creador y dados de todo bien,
“atrae a sí una criatura suya con un amor especial para una
misión especial”17. Este llamado es iniciativa de Dios sujeto a
su libertad, y por ello inescrutable. San Juan, en su Evangelio,
15 PABLO VI, Mensaje del 15-3-1970 para la jornada Mundial de lasVocaciones. “acojan con entusiasmo el don de la vocación divina es necesarioque este ideal se les proponga en su auténtica realidad y con todas susseveras exigencias, como donación total de sí al amor de Cristo y comoconsagración irrevocable.” También, entre otros puede verse el mensaje del 1-3-1969 para la Jornada Mundial de las Vocaciones. “ La plena medida de lavida cristiana , a vosotros confiadas, está en el número y en la calidad deaquellos que se consagran a Dios irrevocablemente”. Ambos citados en Bandera,Armando. O.P, “Teología de la vida religiosa”. Ed. Sociedad de EducaciónAtenas, Madrid, 1985, pg. 29.
16 JUAN PABLO II, Alocución 13-05-1982 al clero y religiosos en Fátima, n.4. Citado en Bandera A. Idem. pg. 28.
17 Idem. Exhotación Apostólica “La vida consagrada”, (25-03-1996). n. 17,Ed. Claretiana, Bs.As., 1996, pg. 26. (En adelante se citará tan sólo: VC)
18
nos trae las siguientes palabras para confirmar lo dicho:
“Ninguno puede venir a Mí, si el Padre que me envió, no lo atrae
”18.
La consagración a la vida religiosa se nos presenta así,
como una respuesta a esta invitación de Dios atraída de una
atracción interior, “la persona llamada se confía al amor de
Dios que la quiere a su exclusivo servicio, y se consagra
totalmente a El y a su designio de salvación”19. Es en este
especial llamado de Dios donde se funda principalmente el
carácter total e irrevocable de la consagración religiosa, pues
el amor de Dios lo exige todo. Su Santidad Juan Pablo II,
haciendo eco de toda la tradición de la Iglesia, así lo expone:
“Este es el sentido de la vocación a la vida consagrada: una
iniciativa del Padre (cf. Jn 15,16), que exige de aquellos que ha
elegido la respuesta de una entrega total y exclusiva. La experiencia de
este amor gratuito de Dios es hasta tal punto íntima y fuerte
que la persona experimenta que debe responder con la entrega
incondicional de su vida, consagrando todo, presente y futuro, en sus
manos”20, este verdadero holocausto ha de ser la identidad de la
persona consagrada.
18 Jn. Cap. VI, 44.19 VC, n. 17, pg. 27. 20 Idem. (Lo marcado es propio)
19
II- La consagración religiosa como un verdadero estado
religioso.
La vida religiosa, comenzada formalmente, en la profesión
religiosa, es un verdadero estado religioso en el sentido
teológico de la palabra.
Será conveniente analizar ambos términos.
Primero comenzaremos por distinguir la palabra “vida”
religiosa de “estado” religioso. En realidad, en el uso común,
ambos términos son usados indistintamente , mas no por ello
expresan exactamente lo mismo, “si de la consagración religiosa
se piensa sólo en términos de vida, no es posible formarse de
ella un concepto adecuado, porque la noción de estado le pertenece
esencialmente. La consagración religiosa es un verdadero estado,
teológicamente hablando, o un género de vida estable con
20
estabilidad perpetua”21. En efecto, al hablar de estado, se hace
referencia a la perpetuidad del género de vida abrasado;
perpetuidad que es el resultado maduro y definitivo de una total
entrega a Dios como respuesta a la iniciativa de su amor. Es
entonces, la consagración religiosa una forma de vida, pero
también un estado, una vocación que implica perpetuidad, que
perdura por toda la vida de quien la hace, por su propia
naturaleza entraña una donación total, absoluta, irrevocable; en
pocas palabras, constituye el mismo ser de la vida religiosa.
Como ejemplo, para comprender mejor el alcance de la noción
de estado y lo que añade a lo que simplemente se puede llamar
vida religiosa, podemos recordar el caso de otros valores
cristianos. En efecto, el matrimonio, por ejemplo, no es
solamente convivencia entre los cónyuges (vida), sino también
un estado que da perpetuidad a la convivencia o que manifiesta
la indisolubilidad del matrimonio. Este estado de perpetuidad
brota del amor conyugal, que por su misma naturaleza reclama la
mutua donación total y perpetua, pues se funda en un libre y
personal consentimiento. Así, de modo similar, la consagración
religiosa da comienzo a algo más que un nuevo género de vida,
lo hace perpetuo, estable, indisoluble, no sólo por la misma
21 BANDERA, ARMANDO, O.P. “La vida religiosa en el misterio de la Iglesia”,Ed. B.A.C, Madrid, 1984, pg. 47.
21
profesión solemne de los votos perpetuos, sino porque brota de
un amor que libremente da consentimiento a esta donación total e
irrevocable a Dios; la respuesta a la vocación religiosa “da
origen a un compromiso de suyo irrevocable (...) la exigencia de
una fidelidad que se mantenga durante toda la vida no brota de
una ley canónica, sino que proviene de la entraña misma del don
otorgado por Cristo”22.
La noción de estado en general puede tomarse en un sentido
amplio y en un sentido más estricto.
En sentido amplio se entiende por estado “cualquier
condición o forma de vida constante y estable”23. Así, a modo de
ejemplo, puede hablarse del estado de naturaleza pura (sería el
del hombre sin la elevación al orden sobrenatural), estado de
inocencia (el de Adán y Eva en el paraíso antes del pecado), de
naturaleza caída (el de la humanidad después del pecado de
nuestros primeros padres), de naturaleza reparada, beatífico,
etc.
Como hemos dicho anteriormente, para que la vida religiosa
sea un verdadero estado se requiere esencialmente una
estabilidad absoluta, ya que el mismo estado de suyo la
22 Idem. pg. 54.23 V.R Idem, pg. 113. Además puede verse Sth. II-II, q. 183, a.1, corpus.
Tomo X, pg. 676 y 677. “Respondeo dicendum quod `status´, proprie loquendo,significat quandam positionis differentiam secundum quam aliquis disponitursecundum modum suae naturae, cum quadam immobilitate.”
22
requiere.
En sentido más estricto, se “entiende por estado una
condición de vida estable que proviene de una obligación o de
una ausencia de obligación”24. Lo que caracteriza al estado de
vida, en este sentido estricto, es que la causa de este estado
debe ser no sólo una causa permanente, una obligación o ausencia
de obligación. Así, por ejemplo, el estado matrimonial trae
consigo ciertas obligaciones esenciales a este estado que no
obligan a quien se ve libre de este estado.
A partir de estas dos condiciones esenciales requeridas para
que haya estado de vida en sentido estricto -estabilidad y
vínculo u obligación que induzca la inmovilidad en el ánimo del
hombre y en su modo de vivir- aparece claro lo que ya hemos
dicho, aunque al pasar, en la introducción, a saber, que no es
lo mismo estado de vida que profesión u oficio. En efecto, la
profesión; por ejemplo de médico, abogado, profesor, etc, no
proviene de una obligación habitual que afecta a la persona que
la ejerce, sino más bien a las ocupaciones o actividades que
realiza. La profesión puede cambiarse repetidas veces
permaneciendo intacto el mismo estado de vida.
24V.R Idem. pg. 114. Puede verse además, como fuente, Sth. II-II, q. 183,a.1, corpus, tomo X, pg 677, “ Et inde est quod etiam in ipsis humanisactianibus dicitur negotium aliquem statum habere secundum ordinem propriaedisposicionis , cum quandam inmobilitate seu quiete. (...) Sed solum illudvidetur ad statum hominis pertinere quod respicit obligationem personaehuminis.”
23
El segundo término que debemos analizar es el de
“religioso”, aunque ya algo hemos dicho en las páginas
anteriores, este es fundamental.
Hemos visto, según Santo Tomás, que la virtud de la
religión, en cuanto implica propiamente un orden a Dios, supone
una religación, un volver a ligar aquello que estaba ligado25.
En el plano meramente natural, el hombre depende enteramente
de Dios, tanto en su origen, como en su conservación, en su
obrar, como en tu tendencia al fin último. Todas las criaturas
comparten estas exigencias metafísicas, mas sólo las criaturas
racionales, hombre y los ángeles, pueden religarse
conscientemente con su Creador y Señor26.
De donde puede hablarse de una religión natural que
encuentra su fundamento en nuestra condición de criatura.
Ciertamente que el sólo conocimiento de ser criatura no basta,
hace falta la aceptación libre y voluntaria de esta religación.
25 Sth. II-II, q . 81, a. 1, corpus, tomo IX, pg. 18. “Sive auten religiodicatur a frecuente lectione, sive ex iterata election e eius quodnegligenter amissum est (...) Ipse enim est cui principaliter alligaridebemus , tanquam indeficienti principio; ad quem etiam nostra electioassidue dirigi debet, sicut in ultimun finem, quem etiam negligenter peccandoamittimus, et credendo et fidem protestando recuperare debemus.”
26 SANTO TOMÁS DE AQUINO, “Contra impugnantes Dei cultum et religionem”,Pars Prima, Cap. I, n. 5. Incluído en “Opuscula Theologica”, Vol. II. Ed.Marietti, Roma, 1954, pg. 7. “Sed religatio iteratam ligationem importans,ostendit ad illud aliquem ligari cui primo coniunctus fuerat, et ab eodistare incepit. Et quia omnis creatura prius in Deo extitit quam in se ipsa,et a Deo processit, quodammodo ab eo distare incipiens secundum essentiam percrationem ; ideo rationalis creatura ad ipsum Deum debet religari, cui primoconiuncta fuerat etiam antequam esset.” ( En adelante se citará: Cont. impg.)
24
En virtud de la religión natural queda el hombre en actitud de
perfecta disponibilidad frente a su Dios y Creador.
Además de este ordenamiento natural a Dios por medio de la
virtud de la religión, plugo a Dios la elevación del hombre al
orden sobrenatural, dando así origen a una “nueva criatura”27,
llevándose a cabo por medio de la gracia. Así, por la primera
creación Dios comunicó a las cosas el ser natural, mas por esta
segunda creación le es dado al hombre el ser sobrenatural,
participando de la misma intimidad divina. Esta nueva creación,
mucho más perfecta que la primera, brota del amor infinito del
Creador, que ha querido fortalecer, hasta límites
insospechables, su relación con las criaturas; Santo Tomás lo ha
expuesto con una claridad contundente: “se distinguen dos clases
de amor de Dios a las criaturas: uno común, con el que `ama a
todas las cosas que existen´(...) en cuanto que da el ser
natural a las cosas creadas; otro especial, con el cual eleva a
la criatura racional sobre su condición natural a participar del
bien divino”28.
En consecuencia, afirma el célebre teólogo, Royo Marin, “la
sumisión total que la criatura debería ya a su Dios en el plano
27 SAN PABLO, Carta a los Gálatas, cap. VI, 15.28 Sth. I-II, q. 110, a. 1, corpus, tomo VI, pg. 737. “differens
consideratur dilectio Dei ad creaturam. Una quidem communis, secundum quam`diligit omnia quea sunt´ (...)secundum quam esse naturale rebus creatislargitur. Alia autem est dilectio specialis, secundum quam trahit creaturamrationalem supra conditionem naturae, ad participationem divini boni.”
25
meramente natural, al recibir la gracia -nueva criatura- se colorea
de amor filial, porque la gracia -le crea verdaderamente- hijo de
Dios”29. Puede hablarse en este sentido de una verdadera sumisión
filial, que enriquece la mera religación natural.
Sabemos, por la divina revelación, que por el pecado de
nuestros primeros padres, la creación, y con ella el sublime
plan de Dios sobre el hombre, sufrió un serio desorden. Incapaz
el hombre, por sus propios medios, de reparar el mal hecho,
quiso Dios, en su infinita misericordia, por el extremado amor
con que amó al hombre, reparar el desorden causado por el pecado
del hombre por medio de la encarnación de su Hijo para recibir
de El una reparación de justicia en nombre de todo el género
humano.
La reparación llevada a cabo en Cristo Redentor, por la
locura de la cruz, “reajustó sobreabundantemente la sumisión filial -
esencia misma de la religión- desbaratada por el pecado de Adán,
hasta el punto que el esquema reparado es inmensamente superior
al primitivo”30.
De este modo, a partir de la obra redentora de Cristo, la
sumisión filial antigua, recibe una nueva determinación:
cristiana; ya que el mismo Hijo de Dios, fue quien, en nombre de
29 V.R. pg. 134.30 Idem. pg. 135.
26
toda la humanidad, reparó la ofensa hecha a Dios por el hombre.
A partir de Cristo comienza una nueva religación con Dios en Su
nombre (el de Cristo) que obliga a todos los cristianos sin
excepción, y aun a todos los hombres, pues todos ellos han sido
redimidos en su nombre.
Ahora bien, esta nueva religación “per Christum, cum Christo
et in Christo”, esto es, esta nueva sumisión filial, es
suceptible aún de recibir una nueva determinación: religiosa,
que es la que intentamos profundizar. Esta sumisión filial y
religiosa se encuentra absolutamente en el ámbito de la virtud de
la religión. Dicimos absolutamente ya que lleva hasta sus
últimas consecuencias el objeto de la virtud de la religión. En
efecto, ya no se trata de ofrecer algo de sí al culto y al
servicio de Dios; la sumisión filial cristiana y religiosa
“indica una intensidad, un esfuerzo, una superación continua.
(...) Toda su ambición se cifra, o debe cifrarse, en potenciar
hasta el máximo, inspìrándose en el extremado amor del
Redentor, la respuesta que El espera de los hombres redimidos.
(...) de suyo, la vida religiosa tiene ambición de religiosidad
total”31. La virtud de la religión es, en esta nueva religación, la
esencia misma de la consagración. Todos sus actos, todo sus
afectos, en una palabra, la totalidad de su ser queda ofrecido y
31 Idem.27
sacrificado al culto y al servicio de Dios, por medio de la
religión. De aquí que, según el doctor angélico, estos reciben
el nombre de religiosos por antonomasia32.
La diferencia entonces con los cristianos no consagrados a
la vida religiosa, no radica en la práctica de la virtud de la
religión, sino más bien en el modo de hacerlo. En efecto, en los
consagrados a la vida religiosa el objeto de esta virtud -
ofrecer algo al culto y al servicio de Dios- es llevado hasta
sus últimas consecuencia por medio de una consagración total, no
así en los demás cristianos, sujetos a los límites de su propia
vocación.
III- El estado religioso como un estado de perfección.
Hemos visto en las páginas anteriores que la consagración a
la vida religiosa introduce a quien la realiza en un verdadero
estado religioso. A continuación expusimos las dos sentidos de
la palabra estado, una general y otro más estricto. Será
32 Sth. II-II, q. 186, a. 1, corpus. tomo X, pg. 759. “sicut ut supradictis patet, id quod communiter multis convenit, antonomastice attribuiturei cui per excellentiam convenit (...) Religio autem (...) est quaedam virtusper quam aliquis ad Dei servitium et cultum aliquid exhibet. Et ideoantonomastice `religiosi´ dicuntur illi qui se totaliter mancipant divinoservitio, quasi holocaustum Deo offerentes”.
28
menester tener en cuenta estas verdades para comprender
cabalmente la noción de estado de perfección.
Santo Tomás, en la Suma Teológica33, expone, con elocuente
claridad y presición, la necesidad de que haya en la Iglesia
diversidad de estados y oficios; las razones de ello pueden
resumirse en tres: para la misma perfección de la Iglesia, para
atender mejor a sus diferentes necesidades y para su mayor
dignidad y belleza.
Teniendo en cuenta todo lo dicho podremos entonces
adentrarnos en la definición de los estados de perfección, al
menos de modo general.
Los estados de perfección “son aquellos estados de vida
cristiana cuyos miembros se obligan de una manera permanente y
estable, mediante determinados medios, a adquirir la perfección
cristiana o a ejercitarla en bien de los demás”34.
Según lo dicho vemos cómo se dan las dos condiciones para
que haya propiamente un estado: por una la la necesidad de que
sea estable, perpetuo (según Santo Tomás) y, por el otro lado,
un cierto vínculo u obligación, a saber, tender a la perfección.
33 Sth. II-II, q. 183, a. 2, corpus. Remitimos tan sólo al texto del SantoDoctor para no alargarnos innecesariamente en materia que no esimprescindible para el tema que nos ocupa.
34 V.R. pg. 116. Puede verse a demás Sth. II-II, q. 184, a. 4, corpus. TomoX, pg. 704. “Sic igitur et in statu perfectionis proprie dicitur essealiquis, no ex hoc quod habet actum dilectionis perfectae, sed ex hoc quodabligat se perpetuo, cum aliqua solemnitate, ad ea quae sunt perfectionis”.
29
Profundicemos ahora un poco más lo dicho.
La estabilidad debe ser, al menos, intensional; es decir,
debe existir en la voluntad el propósito de permanecer por toda
la vida en el estado de perfección. Por eso, para que el efecto
sea permanente, debe nacer de una causa de suyo permanente o muy
difícilmente mudable, como es una promesa o juramento emitido
con total libertad, tal es el voto. Este es, según Santo Tomás,
el elemento formal del estado de perfección, aquello que lo
distingue de los demás estados de vida. En el opúsculo teológico
acerca de la perfección de la vida espiritual expone el angélico
doctor: “la perfección que viene dada por el voto muda la
condición y el estado al igual que la libertad y la servidumbre
se dicen ser diversos estados o condiciones.(...) Mas cuando
alguien quiere guardar la continencia, pierde la libertad de
tomar para sí mujer; pero quien sin voto guarda la continencia,
no pierde aquella libertad. En estos no muda su condición ( o
estado) como lo hace quien lo hace por un voto.(...) Pero se
debe considerar que puede alguien perder su libertad de manera
total o relativa. Si alguno se compromete por Dios o por los
hombres a realizar algo especial, y por algún tiempo, no pierde
su libertad totalmente, tan sólo en aquello que se obligó. Si
se somete totalmente a la potestad de alguien , de modo que no
30
retenga para sí nada de su propia libertad, ha mudado su
condición (o estado), haciéndose esclavo totalmente. Así, si
alguien ofrece a Dios una obra particular, ya sea una
peregrinación, un ayuno, o cosas de este tipo, no muda
absolutamente su estado o condición, sino tan sólo en aquello.
Mas, si por un voto a Dios, se obliga para toda la vida a
adquirir la perfección, ha asumido ya totalmente la condición o
estado de perfección”35.
De este modo queda claro, que para que haya estado de
perfección es necesario abrazar con cierta solemnidad (el voto)
un modo estable de vida tendente a la perfección cristiana, con
la obligación de permanecer en él hasta la muerte. Hemos de
notar, para que no haya confusión alguna, que no es lo mismo el
estado de perfección que la perfección cristiana. Esta última
35 SANTO TOMÁS DE AQUINO. “De perfectione vitae spiritualis”, cap. 15, n.650 y 651. Incluído en “Opuscula Theologica”, idem. pg. 134. “Perfectio autemquae est ex voto, conditionem mutat et statum, secundum quod libertas etservitus deversae conditiones vel status esse dicuntur.(...) Nam dum aliquisvovet continentiam servare, adimit sibi libertatem ducendi uxorem; qui autemsimpliciter continet absque voto, praedicta libertate non privatur. Non ergoin aliquo mutatur eius conditio, sicut mutatur conditio eius qui vovet. (...)Sed considerandum est, quod potest aliquis sibi libertatem adimere velsimpliciter, vel secundum quid. Si enim aliquis a deo vel homini obliget adaliquid faciendum speciale, et pro aliquo tempore; no simpliciter libertatemamisit, ser solum secundum illus ad quod se obligavit. Si autem se totaliterin potestate alicuius ponat, ita quod nihil sibi libertatis retineat;simpliciter cinditionem mutavit factus simpliciter servus. (...) Sic ergo dumaliquis Deo vovet aliquod particulare opus, puta peregrinationem, autieiunium, aut aliquod huiusmodi, non simpliciter conditionem vel statummutavit, sed secundum aliquis tantum. Si vero totam vitam suam voto Deoobligavit, ut in operibus perfectionis ei deserviat, iam simpliciterconditionem vel statum perfectionis assumsit.” (En adelante se citará: Deperf. v. sp.)
31
consiste en la perfección de la caridad, que ciertamente, puede
alguien alcanzarla sin estar en un estado de perfección. El
estado de perfección requiere, como ya dijimos, tan sólo tender
a la perfección perpetuamente.
La otra condición para que se pueda hablar de un verdadero
estado es cierta vinculación u obligación que proviene de este
modo estable de vida. En el caso del estado de perfección, el
religioso tiene la obligación de tender a la perfección. Esta
obligación la contrae ante Dios con entera libertad; mas una vez
contraída, aquel que la contrae queda vinculado a ella para
siempre.
El estado religioso abarca un conjunto de obligaciones
morales de desigual importancia: obligaciones fundamentales,
esenciales, secundarias y características.
La primera de ellas -que ha de ser como el cimiento de ella-
es la tendencia a la perfección, es esfuerzo continuo, generoso,
perseverante para escalar las altas cumbres de la caridad.
En la definición que dimos de los estados de perfección
hablamos de dos tipos de obligaciones: de aquellos que están
obligados a adquirir la perfección y aquellos que están
obligados a ejercitarla con los demás.
Al estado religioso corresponde propiamente el adquirir la
32
perfección. El elemento fundamental está constituido por la
total consagración a Dios, es decir, por la aceptación libre de
una obligación estable de tender a la perfección cristiana
mediante la práctica de los tres consejos evangélicos de
pobreza, castidad y obediencia (de los que más adelante
hablaremos). El estado de perfección a ejercitar corresponde a
los obispos, pero no nos detendremos en él por no entrar dentro
del objeto de este trabajo.
Santo Tomás, en la Suma Teológica, trata acabadamente el
tema de los estados de perfección. Veamos ahora la relación que
tiene con el estado religioso.
El estado religioso constituye un verdadero y propio estado
de perfección, por el cual los religiosos se entregan totalmente
al divino servicio y se ofrecen a Dios por una especie de
holocausto. Por eso les corresponde a ellos el nombre de
religiosos por antonomasia. Por medio de la virtud de la
religión todo su ser queda orientado a Dios, y puesto que la
perfección del hombre consiste en la unión total con Dios, queda
claro que el estado religioso contituye un estado de perfección
36.
36 Sth. II-II, q. 186, a. 1, corpus. Tomo X, pg. 759. “cuando una cosa escomún a muchos, se atribuye por antonomasia a quien la posee en mayor grado.(....)Ahora bien, hemos dicho que la religión es la virtud por la cualrendimos culto y servicio a Dios. Por lo tanto se llamarán por antonomasia`religiosos´ los que se consagran totalmente al servicio de Dios,ofrteciendose a El en holocausto.(...) Y, como la perfección del hombre
33
Claro que como dijimos el religioso está obligado a tender a
la perfección, mas esto no significa que la posea en el momento
de su consagración. El mismo estado de perfección le obliga a
tender a ella seriamente, se encuentra moralmente obligado hasta
su muerte en virtud de su libre consagración a Dios.
Será preciso analizar un poco más qué sea esta tendencia a
la perfección.
Hemos dicho arriba que la tendencia a la perfección ees algo
así como el cimiento de la vida religiosa, sin ella, carece
absolutamnete de sentido. El Padre Colin, sobre las obligaciones
del estado religioso, escribía: “Estas múltiples y diversas
obligaciones (del estado religioso) no tienen, lo repetimos, ni
la misma gravedad ni la misma influencia. La primera que se
impone es la `tendencia a la perfección´. Su primacía se afianza
tanto en el orden de origen como de valores. Ante todo y por
encima de todo se trata de lanzarse a la conquista de la
santidad. Santificarse: esta palabra lo dice todo, lo encierra
todo (...) ya que le recuerda al religioso lo que es su vida y
lo que debe hacer de su vida .(...) Lo que es la fe para la vida
cristiana -radix et fundamentum- eso es la tendencia a la
perfección para la vida religiosa. Todo descansa sobre este
consiste en la total unión Dios, según homos dicho, el estado religioso es unestado de perfección”.
34
cimiento granítico e inconmovible y si llega a ceder, sobreviene
el derrumbamiento. Todo está concebido, organizado y orientado
en el estado religioso en función de la santidad que se ha de
adquirir”.37 De aquí que sin dificultad alguna podemos decir que
la vida del religioso no es más que la búsqueda de la
perfección.
Restarle importancia al tema de la perfección en el estado
religioso es vaciar todo su significado, es quitarle su alma, su
principio, su fin, su razón de ser. En efecto, continua el Padre
Colin diciendo: “la santidad es esa idea nueva, la idea madre,
la idea inmensamente poderosa y fecunda que hay que colocar en
el origen y en el centro mismo de la vida religiosa. Para
santificarse ha entrado uno en religión y para hacer obra de
santidad en ella permanecerá hasta la muerte. Alrededor de esta
obligación universal y fundamental se cristalizan todas las
demás, enjambre de abejas, que rodean y estrechan a su reina.
(...) Como quiera que la santidad es el fin último del estado
religioso, todo está concebido y vivido en función de esta
suprema finalidad. Omnia propter sanctitatem. No hay nada que no esté
en relación con la santidad y que, de una manera o de otra, no
se encuentre bajo su inspección y su dependencia”38. De este modo
37 COLIN, L. C.SS.R. “Tendencia a la perfección”, Ed. Luz, Madrid, 1962,pg. 7. Lo resaltado en negritos es propio.
38 Idem. pg. 19. 35
se nos presenta el estado religioso como un estado de perfección
que hay que adquirir.
Pero hemos de notar que la tendencia a la perfección no
atañe tan sólo a quienes est´n constituidos en estado religioso.
Ciertamente, el religioso está obligado a tender a la
perfección primero y ante todo, como cristiano.
El Concilio Vaticano II claramente afirma que todo
cristiano, por el hecho de ser injertado en la nueva vida de la
gracia por Jesucristo, mediante el bautismo, está llamado a la
santidad a imitación del Padre 39. Esta afirmación, no podía ser
de otro modo, encuentra sus bases en la Sagrada Escritura, la
tradición recibida de los Santos Padres y en el Magisterio de la
Iglesia, mas no creemos necesario exponerlo.
Ahora bien, además de esta obligación, podriamos decir,
general de tender a la perfección que el religioso tiene por el
hecho de ser cristiano, debemos añadir un a obligación especial,
que como es evidente, proviene de su profesión religiosa. En
efecto, “en virtud de su profesión, el religioso se compromete
oficialmente ante Dios a dedicar su vida entera al servicio
39 CONCILIO VATICANO II. Constitución Dogmática “Lumen Gentium”, cap. II,n. 11. Ed. Paulinas, Bs. As, 1975. pg. 22 y 23. “Los fieles todos, decualquier condición y estado que sean, fortalecidos por tantos y tanpoderosos medios, son llamados por Dios, cada uno por su camino, a laperfección de la santidad por la que el mismo Padre es perfecto”. Tambiénpuede verse cap. 5, n. 40, pg. 74. “Todos los fieles , de cualquier estado orégimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a laperfección de la caridad ...” (en adelante se citará tan sólo: L.G)
36
divino, tendiendo sin cesar a la perfección de la caridad. (...)
La tendencia hacia la perfección cristiana constituye, por así
decirlo, su principal deber profesional”40 .
Sobre este punto, no deja de expresarlo, con su acostumbrada
claridad, Santo Tomás: “Hemos dicho que el estado de perfección
exige la obligación perpetua a las cosas que atañen a la
perfección, acompañada con cierta solemnidad. Ahora bien, ambas
condiciones se realizan en los religiosos y en los obispos”41 ;
“Es propio de los religiosos estar en estado de perfección. Y
para que haya estado de perfección se requiere la obligación a
las cosas que dicen relación con la perfección”42.
El hecho de que el religioso esté obligado a tender a la
perfección no implica esto que debe ser perfecto en acto. En
efecto “el que entra en religión no hace profesión de ser
perfecto, sino de trabajar por serlo, como tampoco hace
profesión de sabio el que ingresa a una escuela”43. Esta
infatigable tendencia ha de ser el alma del estado religioso y
40 V.R. pg. 194.41 Sth. II-II, q. 184, a. 5, corpus. Tomo X, pg. 706. “Sic ut supra dictum
est, ad statum perfectionis requiritur obligatio perpetua ad ea quae suntperfectionis, cum aliqua solemnitate. Utrumque autem horum competit etreligiosis et episcopis”
42 Sth. II-II, q. 186. a. 6, corpus. Idem., pg. 778. “ad religiosispertinet quod sint in statu perfectionis, (...) Ad statum autem perfectionisrequeritur obligatio ad ea quae sunt perfectionis”.
43 Sth. II-II, q. 186, a. 2, ad. 1. tomo X. pg. 762. “ille qui transit adreligionem, nom profitetur se esse perfectum, sed profitetur se adhiberestuduim ad perfectionem consequendam: sicut etiam ille qui intrat scholas,non profitetur se scientem, sed profitetur se studentem ad scientiamacquirendam.”
37
la más grave obligación. Por eso, si bien no es necesario que
sea perfecto en acto, sí tiene la grave obligación de procurarlo
a cada instante de su vida, pues de esta obligación deriva el
sentido de su vida. El religioso que desiste de perfeccionarse
desiste moralmente de ser religioso, se convierte el mismo en
una mentira viviente, pues no vive lo que profesa.
IV- La perfección cristiana y el estado religioso.
Hemos visto cómo el eje sobre el cual gira toda la vida
religiosa es la tendencia a la perfección, que, como hemos
dicho, se encuentra en el mismo origen del estado religioso y se
presenta como su último fin. En efecto, la perfección cristiana
ha de ser el por así decirlo la causa causarum de la vida
religiosa.
Por eso, en este punto intentaremos, aunque en general,
abordar el tema de la perfección cristiana, para ello nos
basaremos fundamentalmente en la doctrina de Santo Tomás.
Algo puede decirse que es perfecto de dos modos:
“absolutamente perfecto es lo que se refiere al fin de este al
que le conpete según su propia razón (naturaleza)”44. De este
44 De perf. v. sp. Idem. cap. 1, n. 559. pg. 115. “Simpliciter quidem38
modo puede decirse que un animal es perfecto cuando nada le
falta en la disposición de los miembros y de aquellas otras
cosas que son necesarias para su vida. Pero también algo puede
decirse que es perfecto relativamente, y esto ocurre cuando la
perfección se refiere a algo exterior sobreañadido45, así, puede
decirse que un animal es perfecto en lo blanco, en el olor, etc.
Aclarado, al menos brevemente, los modos de perfección que
pueden darse en algo, diremos que en la vida cristiana acontece
lo mismo, esto es, una perfección absoluta y una relativa.
De modo absoluto, la perfección de la vida cristiana
consiste en la perfecta unión con Dios. Ahora bien, aquello que
nos une con Dios es el amor, según aquello de San Juan “Dios es
amor; y el que permanece en el amor, en Dios permanece y Dios
permanece en él”46, en efecto, el amor de suyo busca ante todo la
unión con el objeto amado, de donde se sigue que, si se dice
perfecto a aquello que ha alcanzado su propio fin y, el fin
último del alma humana es la unión con su Creador, se sigue que
la perfección de la vida cristiana consiste en la caridad,
virtud por la cual el alma se une con Dios, no en vano exhortaba
el apóstol san Pablo a los Colosenses: “Pero sobre todas las
perfectum est quod attingit ad finem eius quod ei competit secundum propriamrationem.”
45 Sth. II-II, q. 184, a. 1, ad. 2. Tomo X, pg. 694 y 695. “Diciturperfectum secundum quid: quae quidem perfectio attenditur secundum aliquidexterius adiacens.”
46 I Jn. cap. IV, 16.39
cosas , (vestíos) del amor, que es el vinculo de perfección”47.
Hemos dicho que todo cristiano está llamado a la santidad.
La caridad y la santidad están íntimamente unidas, en efecto,
“la caridad es al mismo tiempo la esencia y la medida de la
santidad, así como la de sus acrecentamientos sucesivos e
indefinidos (...) La caridad por sí sola hace la santidad en lo
que ésta tiene de más esencial. Es el corazón y el alma de ella.
(...) el que carece de ella no es más que un cadáver: `quien no
ama, permanece en la muerte´ (I Jn. III, 14)”48. Así, podemos
afirmar que toda la santidad del alma no consiste más que en
amar a Dios, Soberano Bien, Amor infinito, es la unión perfecta
del alma con Dios, unión que no se realiza y no se consuma más
que por la caridad y en la caridad.
Relativamente, la perfección cristiana consiste en las demás
virtudes que están referidas a la caridad.
Volviendo al tema de la perfección, en sentido absoluto,
que, como ya dijimos, consiste en la caridad, hemos de notar que
“dos son los preceptos de la caridad: de los cuales uno
pertenece al amor a Dios y el otro al amor al prójimo”49.
El siguiente tema del que se ocupa el doctor angélico es, a
47 SAN PABLO. Carta a los Colosenses . Cap. III, 14.48 COLIN L. C.SS.R. Idem. pg. 207.49 De perf. v. sp. Cap. II, n. 562. pg. 116. “Sunt enim duo praeceptis
caritatis: quorum unum pertinet ad dilectionem Dei, aliud autem addilectionem proximi”.
40
saber, si es posible la perfección en la caridad en esta vida.
Esta cuestión no deja de ser de suma importancia, pues, en el
caso de que la respuesta sea negativa, ¿acaso tendría algún
sentido la vida religiosa o de estado de perfección?. Sin
embargo, muchos son los argumentos que parecen manifestarque la
perfección en el amor es imposible en el estado del hombre
actual, como peregrino hacia la patria celestial.
Una de las objeciones que quizá encuentra mayor peso a favor
de la tesis de la imposibilidad de la perfección en esta vida es
aquello que el mismo santo doctor afirma: “Al aumento de la
caridad no se puede prefijar en esta vida término alguno”50. En
favor de esta sentencia afirma el aquinate que de tres maneras
puede tener término el aumento de una forma, a saber, 1- por
parte de la misma forma, que tiene limitada la medida, a la cual
cuando hubiere llegado, no puede pasar más alla en la forma,
pues implicaría la destrucción de la misma (ej. si modificamos
la intensidad del color gris, se llegaría necesariamente al
blanco o al negro); 2- por parte del agente, si no tiene fuerza
suficiente para seguir aumentando la forma en un sujeto; 3- por
parte del sujeto, cuando no es capaz de recibir mayor
perfección.
50 SANTO TOMÁS DE AQUINO. “Suma Teológica”. II-II, q. 24, a. 7, corpus. Ed.Moya y Plaza, Madrid, 1882. Tomo III, pg. 154.
41
Ahora bien, en el caso de la caridad, ninguno de estos modos
impone término al aumento de la caridad en esta vida. Por parte
de la misma forma, es decir la caridad, no encuentra límite
alguno, ya que es participación de la caridad infinita de Dios
que, de suyo, es inagotable. Tampoco puede ser por parte del
agente que la aumenta, puesto que es el mismo Dios quien la
aumenta, cuyo poder es ilimitado. Del mismo modo, tampoco puede
ser por parte del sujeto receptor, el alma, cuya capacidad
ensanchable es ilimitada ante la potencia de Dios.
Esta doctrina del crecimiento indefinido de la caridad en
esta vida parece, como se dijo, traer consigo la imposibilidad
de la perfección cristiana. La razón de ello, es que si se dice
perfecto a aquello que nada le falta, jamás se podrá llegar en
esta vida a un estado de caridad tan perfecto que no pueda serlo
más, que nada le falte, pues, sería prefijarle un límite, lo
cual se demostró lo contrario.
Frente a esta argumentación expone Santo Tomás la autoridad
de las escrituras: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial
es perfecto” (Mt. 5, 48), además, “lex divina non inducit ad
impossibile”51 .
Antes de resolver esta cuestión, hemos de notar que, si bien
51 Sth. II-II, q. 184, a. 2. Sed Contra. tomo X, pg. 696. “la ley divina noexige imposibles”.
42
la caridad consiste principalmente en estos dos preceptos, el
amor a Dios y el amor al prójimo, sin embargo, existe un orden
entre ellos. Aquello que principalmente debe ser amado por
caridad es el sumo bien, aquello que nos hace perfectos, esto es
Dios. Secundariamente debemos amar al prójimo52. De hecho, hemos
de notar que así Dios lo dispuso pues, ante la pregunta acerca
del mayor de los mandamientos, Cristo respondío claramente:
“Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, con toda tu alma, y
con todo tu espíritu. Este es el mayor y primer mandamiento. El
segundo le es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”53.
De modo que podemos inferir que la perfección de la caridad
consiste principalmente en el amor a Dios.
Acerca del amor, podemos decir que se encuentran multiples
grados de perfección. En efecto, estos grados de amor se toman
de parte del objeto que se ama y de parte del sujeto que ama.
Respecto al objeto que se ama, se da la perfección cuando
aquel objeto se ama tanto como puede ser amado y por parte del
sujeto, cuando este ama con toda su fuerza o virtud 54.52 De perf. v. sp. cap. 2, n. 562. pg. 116. “Quae quidem duo praecepta
ordinem quendam ad invicem habent secundum ordinem caritatis. Nam id quodprincipaliter caritate diligendum est, est summun bonum, quod nos beatosefficit, scilicet Deus. Secundario vero diligendus ex caritate est proximus.”
53 SAN MATEO, cap. XXII, 37. (En adelante: Mt)54De perf. v. sp. cap. 3, n. 564, pg. 116. “In utraque autem dilectione
multiplex perfectionis gradus reperitur. (...) Qui quidem modus consideratur ex parte dilecti, et ex parte diligentis. Dico autem ex parte dilecti, ut scilicet aliquid tantum diligatur quantum diligibile est. Et ex parte vero diligentis , ut aliquid diligatur secundum totam facultatem diligentis”.
43
Ahora bien, una vez establecido estos principios, debemos
aplicarlos a la perfección de la vida cristiana, a saber, la
caridad, que como dijimos consiste, primeramente y
principalmente en el amor a Dios.
Nótese que, según lo establecido, la perfección absoluta que
supone la totalidad absoluta del amor no sólo por parte del que
ama, sino también por relación al objeto amado, es propia y
exclusiva de Dios, pues solamente El se ama tanto como es digno
de ser amado, es decir, infinitamente. La razón que da Santo
Tomás para fundamentar esta afirmación es clarísima: “algo es
digno de ser amado (amable) según sea bueno, ahora bien, Dios es
la bondad infinita, luego se sigue que es infinitamente digno de
amor. Ahora bien, ninguna criatura puede amar infinitamente,
porque de ninguna virtud finita puede darse un acto infinito. De
modo que sólo Dios, cuya virtud de amor es tanta como su bondad,
puede amarse perfectamente a sí mismo según este primer modo de
perfección”55.
Puede, sin embargo, darse una perfección relativa en la
caridad, que no consiste en la perfección en relación al objeto,
sino es relación al sujeto, esto es, según toda su virtud. Este
55Idem. “Cun autem unumquodque sit diligibile, secundum quod est bonum:bonitas Dei cum sit infinita, infinite diligibile est. Infinite autemdiligire nulla creatura potest, quia nulluis virtutis finitae potest esseactus infinitus. Solus ergo Deus, cuius est tanta virtus in diligendo quantaest binitas euis, se ipsum perfecte diligere potest secundum primunperfectionis modum.”
44
modo de perfección relativa es el que se da en las creaturas
racionales. Esta perfección es a la que está llamada por
precepto: “Amarás a Señor tu Dios de todo corazón, con toda tu
alma y con todo tu espíritu”.
Este modo de perfección, que atañe tan sólo a la criatura
racional, se da de dos maneras según sea la capacidad del
sujeto.
El primer modo supone amar con todo y perfectamente, que
nada falta, y por tanto, que todo el amor de la criatura esté en
Dios actualmente 56.
Este modo de perfección de perfección se da tan sólo en los
bienaventurados que siempre tienen toda su inteligencia y toda
su voluntad en la contemplación y en la fruición actual de Dios.
Debido a la debilidad de la vida humana, es imposible pensar
siempre en acto en Dios y ser movidos por el amor a él, de modo
que este tipo de perfección, que se da en los bienaventurados,
no puede darse en esta vida.
Pero hay segundo modo de perfección relativa “que no es
total ni por parte del ser que amado ni del que ama, en el
sentido de que esté siempre amado actualmente, a Dios, aunque sí
lo es en el de excluir todo lo que es contrario al movimiento de
56Idem. “Cum enim totum et perfectum sit cui nihil deest; ex toto corde etanima et fortitudine et mente Deus diligetur, si nihil in historia omnibusnobis desit quin totum actualiter convertatur in Deum”.
45
amor a Dios. (...) Esta tal perfección es posible en esta
vida”57.
El estado religioso, como dijimos, se encuentra íntimamente
relacionado con la perfección cristiana. Según todo lo expuesto,
vemos fácilmente cómo el fin del estado religioso es remover
aquellos impedimentos que obstaculizan el amor a Dios, de modo
que el religioso pueda dedicarse a Dios comprometiendo toda su
existencia, según así lo exige la libre consagración que realizó
el día de su profesión.
V- Los consejos evangélicos y la perfección cristiana en el
estado religioso.
Claramente vimos cómo todo cristiano está llamado a la
santidad, esto es, a la perfección en la caridad. Tanto el
cristiano común como el consagrado en una religión deben,
siguiendo llos mandatos de Dios, amar a Dios “de todo corazón,
con toda el alma, y con todo el espíritu”, en esto radica la
57Sth. II-II. q. 184, a. 2, corpus. Tomo X,. pg. 697. “perfectio est quaneque attenditur secundum totalitatem ex parte diligibilis, neque secundumtotalitatem ex parte diligentis quantum ad hoc quod semper actu feratur inDeum: sed quantum ad hoc quod excludantur ea quae repugnant motui dilectionisin Deum. (...) Et talis perfectio potest in hac vita haberi”.
46
perfección. Sin embargo, Santo Tomás aclara que en esta vida la
perfección de la caridad radica en quitar aquello que es
abstáculo para amar a Dios con toda nuestra fuerza.,
ciertamente, no debemos olvidar que se refiere a una perfección
relativa.
Pero siguiendo la doctrina del santo doctor debemos
distinguir, en este último modo de perfección posible, dos
grados fundamentales, a saber, el de los que se limitan a quitar
los abstáculos que son contrarios a la misma caridad (tal es el
caso del pecado mortal en todas sus formas, que supone la
ruptura de todo amor a Dios) y el de aquellos que, además de
remover aquellos abstáculos contrarios a la caridad, quitan
todos los obstáculos secundarios que impiden a la voluntad
dirigirse a Dios con todas sus fuerzas. El primer grado procura
alcanzar la caridad mínima necesaria para alcanzar la salvación,
en cambio, el segundo grado, no sólo procura alcanzar lo mínimo
para la salvación, sino que se eleva a mayor perfección 58.
Dentro de las perfecciones posibles en esta vida, la más
sublime se da en el segundo grado, que supone la exclusión de
58 Sth. II-II, q. 184, a. 2, corpus. tomo X, pg. 697. “Et talis perfectiopotest in hac vita haberi. Et hoc dupliciter. Uno modo, inquantum ad affectuhominis excluditur omne illud quod caritati contrariatur. Et sine taliperfectione caritas esse non potest. Unde est de necessitate salutis.- Aliomodo, inquantum ad affectu hominis excluditur non solum illud quod estcaritati contrarium, sed etiam omne illud quod impedit en affectus mentistotaliter dirigatur ad Deum.”
47
todo aquello que impida la totalidad de la tendencia afectiva
hacia Dios, esto es, no se limita a evitar el pecado mortal,
sino también cualquier tipo de imperfección deliberada y el modo
remiso voluntario de obrar. Este modo de perfección exige obrar
con el alma en su máxima tensión, ciertamente no de una manera
siempre actual, lo cual es imposible en esta vida, pero sí con
una tendencia habitual a la práctica de lo más perfecto,
excluyendo -en cuanto la humana flaqueza lo permita- las
imperfecciones voluntarias y el modo flojo de obrar.
Teniendo en cuenta lo dicho, vemos cómo para la salvación,
basta tan sólo el cumplimiento de los preceptos del decálogo que
remueven aquellos obstáculos contrarios a la caridad, de lo que
se ve cúan necesarios son para la salvación del alma.
Sin embargo, para alcanzar el segundo grado de perfección,
más sublime que el primero, se exige, a quien quiera alcanzarlo,
la remoción de todos los abstáculos, no sólo de aquellos que son
contrarios a la caridad, sino también de aquellos que, si bien
no son de suyo contrarios a la caridad, sin embargo obstaculizan
al alma para darse por entero al amor de Dios. Esta perfección
se basa además del cumplimiento de los preceptos, en el
cumplimiento de los consejos evangélicos.
La diferencia entre el precepto y el consejo radica en que
48
el precepto implica necesidad, en cambio, el consejo se deja a
elección de aquel a quien se da 59. Esta es la razón, dirá Santo
Tomás, por la que en la nueva ley, que es ley de libertad,
además de los preceptos se añaden ciertos consejos para quien
quiera aceptarlos, no así en cambio en la antigua ley, que era
ley de servidumbre. De lo dicho podemos deducir, “que los
preceptos versan acerca de las cosas necesarias para alcanzar el
fin de la bienaventuranza (...), mientras que los consejos
versan acerca de aquellas cosas mediante las cuales el hombre
puede mejor y más fácilmente conseguir ese fin”60.
Sería un error pensar que la perfección consiste
principalmente en los consejos y que habría una segunda
perfección que pertenece al cumplimiento de los preceptos. Nada
de eso, como ya dijimos, la perfección consiste en la caridad
que consiste en el amor a Dios primeramente y secundariamente al
prójimo.
Santo Tomás dedica un artículo a este tema cuando se
pregunta si la perfección de esta vida consiste en el
cumplimiento de los consejos o de los preceptos. Para dar
59Sth. I-II, q. 108, a. 4, corpus. Tomo VI, pg. 574. “quod haec estdifferentia inter consilium et praeceptum, quod praeceptum importatnecessitatem, consilium autem in optione ponitur euis cui datur.”
60Idem. “Oportet igitur quod praecepta navae legis intelligantur esse datade historia quae sunt necessaria ad consequendum finem aeternae beatitudinis,(...). Consilia vero oportet esse de illis per quae melius et expedituspotest homo consequi finem praedictum.”
49
solución a este problema recurre a una importante distinción:
“En dos sentidos se puede decir que la perfección consiste en
algo: primero, por sí misma y esencialmente; segundo,
secundariamente y accidentalmente. Por sí misma y esencialmente,
la perfección de la vida cristiana consiste en la caridad; en el
amor a Dios primordialmente, y en segundo lugar, en el amor del
prójimo, que son el objeto de los principales preceptos de la
ley divina. Pero el amor de Dios y del prójimo no caen bajo un
precepto según alguna limitación, de modo que lo que es más quede bajo
consejo”61. La razón de ello se encuentra en la misma formulación
del primer precepto en el cual consiste la perfección de la
caridad: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón” . Este todo
dice perfección, no implica medida alguna. Así pues, es evidente
que la perfección cristiana en esta vida se toma esencialmente
de la observancia de los mandamientos.
Pero también podemos hablar de una perfección en sentido
secundario y accidental. Esta consiste en el cumplimiento de los
consejos que, al igual que los preceptos, se ordenan a la
caridad 62. Ciertamente ambos conducen al hombre a Dios por el61 Sth. II-II, q. 184, a. 3, corpus. tomo X, pg. 700. “respondeo dicendum
quod perfectio dicitur in aliquo consistere dupliciter: uno modo, per se et essentialiter; alio modo, secundario et accidentaliter. Per se quidem et essentialiter consistit perfectio christianae vitae in caritate: pricipaliterquidem secundum dilectionem Dei, secundario autem secundum dilectionem proximi, de quibus dantur praecepta principalia divinae legis. Nom autem dilectio Dei et proximi cadit sub praecepto secundum aliquam mensuram, ita quod id quod est plus sub consilio remaneat.”
62 Idem. “Secundario autem et instrumentaliter perfectio consistit in50
camino del amor, sin embargo se ordenan a la caridad de diverso
modo, pues como ya dijimos, los preceptos se ordenan a la
caridad quitando aquello que es contraria a ella, mientras que
los consejos se ordenan a la caridad quitando aquello que impide
el ejercicio pleno de ella. En otro texto confirma nuevamente lo
dicho. En efecto, afirma que la perfección en esta vida consiste
en el cumplimiento de los consejos, mas no como fin en sí mismo,
sino tan sólo como medios o caminos por el cual se llega más
fácilmente a la caridad total 63. No deja ser evidente, por lo
tanto, que la razón del consejo es la mayor utilidad para
alcanzar la perfección in esta vida 64.
El tema de los consejos evangélicos es de capital
importancia para el estado religioso, ya que este se funda en
aquellos. Sin la práctica de los consejos evangélicos no puede
haber estado religioso y menos aún estado de perfección, en
efecto, el religioso es aquel que ha profesado tender a la
perfección como el motor de su vida y de toda su existencia, de
modo que los tres consejos evanglélicos de pobreza, castidad y
consiliis. Quae omnia, sicut et praecepta, ordinatur ad caritatem”.63 De perf. v. sp., cap. 6, n. 569, pg. 118 “in hoc perfectio huius vitae
consistit, ad quam per consilia invitamur”. Más adelante (cap. 7, n.573),hablando sobre el consejo de pobreza evangélica dice: “dimissio verodivitiarum sit perfectionis via”. También puede verse: Sth. II-II, q. 184, a.3, ad. 1: “Et ideo ex ipso modo loquendi apparet quod consilia sunt quaedaminstrumenta perveniendi ad perfectionem.”
64 Idem. cap. 7, n. 571.. “ex his ergo manifieste apparet ratio diviniconsilii: consiliun enim datur de eo quod utilius est (...) Utilius autem estad vitam aeternam consequendam.”
51
obediencia se le presentan como los medios utilísimos y
eficasísimos para alcanzarla.
La utilidad de los consejos evangélicos para alcanzar la
perfección en el amor radica en un hecho que puede verse
evidente.
El hombre se encuentra en este mundo ubicado entre una
variedad de bienes, unos espirituales y otros temporales. La
eterna bienaventuranza consiste evidentemente en los bienes
espirituales. El hombre tiende a unirse a ellos por medio del
amor, virtud unitiva que tiende a unir al que ama con el ser
amado, de modo que el corazón humano cuanto más se une a los
bienes espirituales más se aleja de los temporales y a la
inversa, cuanto más se apega a los bienes temporales más se
aleja de los espirituales. De modo que podemos concluir que el
corazón del hombre tanto más intensamente se dirige a un objeto
amado, cuanto más deje de lado todo aquello que no sea el objeto
de su amor. Así, tanto más perfectamente el alma del hombre se
dirigirá a Dios para amarle, cuanto más desapegue su afecto de
las cosas temporales 65. Esta es pues la utilidad y la finalidad
de los consejos evangélicos: desapegar el afecto del alma de las
cosas temporales, para que más libremente pueda tender a Dios,65 Idem. cap. 6, n.569, pg. 118. “Manifestum namque est quod humanum cor
tanto intensius in aliquid unum fertur, quanto magis a multis revocatur. Sicigitur tanto perfectius animus hominis ad Deum diligendum fetur, quanto magisad affectu temporalium revocatur.”
52
contemplando, amando y cumpliendo su voluntad 66.
El contenido de los tres consejos evangélicos practicados en
la vida religiosa versa sobre aquellos bienes temporales que
pueden dificultar al alma en el camino de la perfección. Estos
bienes son de tres clases, según aquello del apóstol San Juan:
“Porque todo lo que hay en el mundo, la concuspicencia de la
carne, la concuspicencia de los ojos y la soberbia de vida, no
es del Padre sino del mundo”67.
La primera clase de bienes temporales a cuales el alma puede
apegarse desordenadamente es el perteneciente a `la
concuspicencia de los ojos´, que son las riquezas posibles en
este mundo. Sin embargo, notemos que este desorden se rectifica
mediante los mandamientos, de modo que para llegar a la
perfección del amor no es absolutamente necesario desechar las
riquezas de este mundo, pues usando de ellas rectamente, puede
llegar uno a la perfección de la caridad. Los mandamientos deben
llevarnos a la perfección, mas no hay mandamiento alguno que
obligue a practicar la pobreza de hecho. Sin embargo, tanto más
facilmente alcanzará uno la perfección abandonando totalmente
los bienes de este mundo, para ellos, el Señor aconsejó la
66 Idem. “Omnia igitur consilia, quibus ad perfectionem invitamur, ad hocpertinent ut animus hominis ab affectu rerum temporalium avertatur, ut sicliberius mens tendat in Deum, contemplando, amando, et eius voluntatemimplendo.”
67 I Jn. cap. II, 16.53
pobreza voluntaria, mas como consejo no como precepto.
Ahora bien, el estado religioso se nos presenta como una
escuela de aprendizaje y ejercicio para alcanzar la perfección,
de modo que es necesario destruir totalmente el apego a los
bienes de este mundo. Por eso, ante la posibilidad de apego a
las riquezas de este mundo, el religioso, como primer fundamento
para alcanzar la perfección se obliga libremente a practicar la
pobreza voluntaria, sin poseer nada, pues dice el Señor: “si
quieres ser perfecto, ve, vende lo que tienes y dalo a los
pobres, y ven y sígueme”68.
La segunda clase de bienes temporales que pueden impedir el
alcance total de la caridad son los que pertenecen a `la
concupiscencia de la carne´, en los cuales se encuentran los
deleites carnales. Esta es la razón por la cual quienes se
encuentran en estado religioso practican el consejo de castidad
perfecta, privándose por ello de todo deleite carnal. No quiere
decir con esto que el matrimonio sea obstáculo para la santidad,
nada de eso. Pero hay quienes Dios a llamado al estado religioso
para alcanzar mediante la práctica de los consejos evangélicos
más fácilmente la perfección. Ante este llamado, el uso del
matrimonio se presenta como un impedimento para entregarse del
todo a Dios, y esto por dos razones: “uno, por la vehemencia del
68 Mt. cap. XIX, 2154
placer, cuya frecuencia, aumenta la concupiscencia. (...) De
donde se sigue que el uso de estos placeres destruye en el alma
la intensión perfecta de tender a Dios. (...) Otro modo de
impedir esa entrega del alma es por las preocupaciones que le
vienen al hombre del gobierno de la familia y de los bienes
temporales para su sustento. Por eso, dice el apóstol (1 Cor. 7,
32): `El célibe se cuida de las cosas del Señor, de cómo agradar
al Señor. El casado ha de cuidarse de las cosas del mundo, de
cómo agradar a su mujer´”69.
La tercera clase de bienes temporales, son los honores de
este mundo, entendidos como `soberbia de vida´. En efecto,
además de los bienes exteriores, como pueden ser los riquezas de
este mundo y de aquellos placeres connaturales la naturaleza
humana, como es el caso del matrimonio, “es necesario para la
salvación que el hombre ame a Dios de manera que ponga en El el
fin de su intensión , y no admita nada que sea contrario al amor
a Dios: y por eso, consecuentemente, es necesario para la
salvación el odio y la abnegación de sí mismo”70. Esto se da69 Sth. II-II, q. 186, a. 4, corpus. Tomo X, pg. 771. “Usus autem carnalis
copulae retrahit animum en totaliter feratur in Dei servitium, dupliciter.Uno modo, propter vehementiam delectationis: ex cuius frequenti experimentiaaugetur concupiscentia. (...)Et inde est quod usus venereorum retrahitanimamad illa perfecta intentione tendendi in Deum. (...) Alio modo, proptersollicitudinem quam ingerit homini de gubernatione uxoris et filiorum, etrerum temporalium quae ad eorum sustentationem sufficiant. Unde apostulusdicit (1 Cor. 7, 32) quod “qui sine uxore est, sollicitus est quae suntDomini, quomodo placeat Deo: qui autem cum uxore est, sollicitus est quaesunt mundi, quomodo placeat uxori.”
70 De perf. v. sp. cap. 10, n. 598, pg. 124. “Est autem necessarium ad55
mediante lo renuncia de aquello que más propiamente nos
pertenece, a saber, la propia voluntad. A este fin se ordena el
consejo de la obediencia: a renunciar a nuestra propia voluntad,
quitando toda posible soberbia. Ejemplo de ello nos dejó Cristo,
quien decendió del cielo, no para hacer su voluntad, sino para
hacer la voluntad de aquel que le envió (cfr. Jn. VI,38). Así,
practicando el consejo de obediencia, el hombre renuncia a su
voluntad para dejárcela a Dios, o a aquellos hombres que son
puestos por El como sus ministros 71.
Estas tres renuncias, perfectamente observadas, pertenecen a
los consejos de pobreza, castidad y obediencia, en los cuales se
funda el estado religioso.
El cumplimiento de los consejos debe llevar al hombre a
buscar y a amar ante todo a Dios, que nos amó primero 72,
entregándose totalmente a su servicio en una entrega que crea en
él una especial relación con el servicio y la gloria de Dios 73,salutem ut homo sic Deum diligat ut in eo finem suae intentionis ponat,nihilque admittat quod contrarium divinae dilectioni existimat: et ideoconsequenter et odium et abnegatio sui ipsius est de necessitate salutis.”
71 Idem. n. 603. “In quo nobis dedit exemplum, ut sicut ipse suamvoluntatem humanam abnegat supponendo eam divinae, ita et nos nostramvoluntatem Deo totaliter supponamus, et hominibus qui nobis praeponunturtanquam Dei ministri”.
72CONCILIO VATICANO II. Decreto sobre la adecuada renovación de la vidareligiosa, “Perfectae caritatis” (28-X-1965) , n. 6. Incluido en V.R. pg.625. “Los que profesan los consejos evangélicos busquen y amen ante todo aDios, que nos amó primero (cr. I Jn. 4, 10)”. (en adelante se citará sólo:P.C)
73 L.G. n. 44. “se obliga el cristiano a la práctica de los consejosevangélicos antes citados, entregándose totalmente al servicio de Diossumamente amado, en una entrega que cra en él una especial relación con elservicio y la gloria de Dios. Ya por el bautismo había muerto al pecadon y se
56
esta es la consagración a la vida religiosa, para servir a Dios
con mayor libertad.
Ahora bien, una vez vista la estrechísima relación entre la
perfección cristiana y la práctica de los consejos evangélicos,
se nos puede plantear una duda que no deja de ser sumamente
importante: ¿Acaso estos consejos se ordenan a una perfección
más alta que la del común de los cristianos?. Parecería que, al
admitir la existencia de los consejos evangélicos se
introduciría algo así como dos categorias de santidad para
diferentes cristianos, una más alta, como una aristocracia de
santidad y otra más mediocre para la plebe.
Responder afirmativamente a este interrogante implicaría
alejarse totalmente de la verdad. Por eso, como hemos citado, la
Iglesia afirma el universal llamamiento del hombre a la
santidad, es decir, todos los hombres, incluso los no
cristianos, están llamados a ser santos.
Santo Tomás, acerca de la perfección cristiana, no hace
alguna distinción de categorias de santidad, sino que afirma que
la perfección consiste en el cumplimiento del primer mandamiento
dado por Dios a todos los hombres por igual.
había consagrado a Dios; ahora, para conseguir un fruto más abundante de lagracia bautismal, trata de liberarse, por la profesión de los consejosevangélicos en la Iglesia, de los impedimentos que podrían apartarle delfervor de la caridad y de la perfección del culto divino, y se consagra másíntimamente al servicio divino.”
57
Jesús, después de haber señalado algunos puntos en los que
manifiesta una superación de la ley antigua, concluye con este
mandato: “Vosotros, pues, sed perfectos, como perfecto es
vuestro Padre celestial” 74. Este pues ha de ser el idealde
perfección al que todo hombre está llamado a realizar. En
efecto, “el `vosotros´ son todos los cristianos, o más
exactamente, todos los hombres, porque todos quedan incluidos en
la intensión salvífica de Jesús y a todos se dirigen las normas
de comportamiento que El dicta. Todos son confrontados
directamente con el único Dios y Padre de todos”75.
Sin embargo, ¿puede el hombre alcanzar tal ideal? En efecto,
la infinita perfección de Dios lo hace inabarcable, pero nada de
lo que Cristo ha dicho ha sido en vano. Frente a estas palabras
que parecen desconcertarnos, la pobre inteligencia humana puede
entrever algo de este misterio. San Pablo en su célebre carta a
los efesios parace aclarar un poco este misterio, en ella exhota
a los cristianos: “Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos
queridos, y vivid en el amor, como Cristo nos amó y se entregó
por nosotros como oblación y víctima de suave aroma”76, a lo cual
nota el célebre teólogo Bandera que “aparece muy claramente que
el término de la vocación cristiana consiste en destinarnos a74 Mt. cap V, 48. 75 BANDERA, ARMANDO. O.P. “La vida religiosa en el magisterio de la
Iglesia”. Idem. pg. 213.76 SAN PABLO. Carta a los efesios, cap. V, 1-2.
58
ser hijos adoptivos de Dios, lo cual presupone que que Dios
mismo, por una voluntad enteramente gratuita, ha querido
`condescender´ con nosotros y hacerse Padre nuestro. Ahora bien,
el hecho mismo de que Dios adopte a los hombres como hijos, lo
convierte a El en modelo supremo de la vida moral de los hijos
adoptados”77 . Esta imitación de Dios en su absoluta perfección
es no sólo propuesta, sino preceptuada para todos, es una
imitación que obliga en fuerza de la paternidad misma de Dios y
de nuestra consiguiente filiación adoptiva, es una imitación que
supone reflejar la imagen de Dios en nosotros, es más un ser que
un hacer. En este camino ciertamente que no hay límite, ya que
el modelo ejemplar propuesto es infinito, de manera que será
siempre mucho más lo que quede por ser que de los que se es.
Ahora bien, si el término en función del cual Cristo define
la perfección es único e igual para todos, y por otra parte,
constituye un verdadero absoluto que va siempre más allá de lo
que en nuestras diversas realizaciones concretas se puede
alcanzar, resulta claramente que no se puede reservar para el
religioso ni para ningún otro cristiano un nivel de perfección
al que no tengan acceso los demás.
El modo concreto de caminar hacia la infinita perfección del
77 BANDERA ARMANDO. O.P. “La vida religiosa en el misterio de la Iglesia”.Idem.
59
Padre es también común para todo cristiano y lo encuentra en su
modelo y maestro que es el mismo Jesús. en efecto, El mismo se
reveló así: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al
Padre si no es por mí”78. De este modo, el tema de aspirar a la
perfección y de tender efectivamente hacia ella se concreta, se
identifica, con el seguimiento de Cristo. Santo Tomás así lo
expresa refiriéndose al pasaje del jóven rico cuando Cristo
dice: “Si quieres ser perfecto, ve, vende todo lo que tienes,
dáselo a los pobres y sígueme” (Mt. XIX, 21); la pobreza
voluntaria ha de ser tan sólo un medio, mientras que en el
seguimiento de Cristo está la perfección 79.
Cristo se nos presenta como modelo de perfección, al cual
estamos llamados a seguir, de modo que la vida del cristiano
claramente debe centrarse en el seguimiento de Cristo,
prefiriéndolo a El de modo absoluto, es decir, por encima de
todo. Este seguimiento radical se impone a todos por igual, de
manera que no existen diversos grados pues a todos se les pide
el máximo. Decimos ciertamente seguimiento radical, pues así
mismo nos lo enseñó el mismo Jesús: “El que ama a su padre o a
78 Jn. cap XIV, 6.79 De perf. v. sp. cap. 7, n. 573. “Quasi in sequela Christi consistat
perfectio, dimissio vero divitiarum sit perfectionis via”. También Sth. II-II, q. 184, a. 3, ad. 1. Tomo X, pg. 701. “In illis verbis Domini aliquidponitur quasi via ad perfetionem, hoc scilicet quod dicitur: `vade et vendeomnia quae habes et da pauperibus´: aliud autem subditur in quo perfectioconsistit, scilicet quod dicit, `et sequere me´ ”.
60
su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o
a su hija más que a mí, no es digno de mí ” (Mt X, 37). La
radicalidad del este seguimiento implica amarlo a El sobre todo,
estando dispuesto a perderlo todo, incluso la misma vida, por
El. San Marcos en su Evangélio claramente muestra este modo
radical de seguimiento: “Y convocando a la muchedumbre con sus
discípulos les dijo: `Si alguno quiere venir en pos de Mí,
renúnciese a sí mismo, tome su cruz, y sígame. Quien quiere
salvar su vida, la perderá, y quien pierde su vida a causa de Mí
y del Evangélio, la salvará. En efecto. ¿ de qué servirá al
hombre ganar el mundo entero, y perder su vida?. Pues, ¿qué cosa
puede dar el hombre a cambio de su vida?. Porque quien se
avergonzare de Mí y de mis palabras delante de esta raza
adúltera y pecadora, el Hijo del hombre también se avergonzará
de él cuando vuelva en la gloria de su Padre, escoltado por los
santos ángeles” 80.
De lo dicho vemos claramente la relación íntima entre la
última perfección de la vida cristiana, el seguimiento de Cristo
y la caridad, en efecto, la vida cristiana consiste en la
imitación del Padre siguiendo a Jesús con el máximo radicalismo
posible, y esto, a su vez, se logra mediante una caridad que no
retrocede ante nada ni se deja vencer por obstáculo alguno,
80 SAN MARCOS. cap. VIII, 34-38. ( en adelante: Mc.)61
aunque la fidelidad al Maestro deba ser pagada, si así El lo
quiere, con la propia vida; entonces es cuando se entrega la
propia vida por El, cuando se prueba de manera inequívoca que ya
no hay amor más grande.
El religioso, así como todo hombre, está llamado a seguir a
Cristo, he aquí la perfección de su vida y la razón de ser de su
estado. En efecto, imitar al Padre, seguir a Cristo radicalmente
y la caridad no se oponen, al contrario son equivalentes entre
sí al menos en su última intensión: la perfección en el amor 81.
Hemos dicho que la perfección de la vida cristiana consiste
esencialmente en la caridad, y secundaria e instrumentalmente,
en la práctica de los consejos evangélicos. Preceptos y consejos
se ordenan a la caridad. De manera que la “vida religiosa se
ordena a la perfección de la caridad, que se logra por el amor a
Dios hasta el desprecio de sí mismo ”82.
Cristo se nos manifiesta como modelo perfecto de filial amor
a Dios hasta el desprecio de sí mismo y de todo lo temporal. Se
nos presenta como varón perfecto, paradigma de perfección, El
81 BANDERA, ARMANDO. O.P. “La vida religiosa en el misterio de la Iglesia”Idem. pg. 216. “Miradas las cosas teológicamente, creo que los datos bíblicossabre la búsqueda de una perfección semejante a la del Padre, sobre elseguimiento radical de Jesús y sobre la caridad como compendio de la vidacristiana son equivalentes entre sí, al menos en cuanto a su intensiónúltima: se imita al Padre siguiendo a Jesús con el máximo radicalismoposible, y esto, a su vez, se logra mediante la caridad”.
82 Sth. II-II, q. 188, a. 7, corpus. Tomo X, pg. 843. “religio adperfectionem caritatis ordinatur, quam perficit `amor Dei usque ad contemptumsui”.
62
“que todo lo hizo bien”83.
Una vez comprendido estos temas más claramente veremos la
relación fundamental entre la vida religiosa, la práctica de los
consejos y la perfección.
Juan Pablo II profundizó admirablemente este tema en su
exhortación apostólica sobre la vida consagrada.
Lo primero que nos enseña el santo Padre es que la vida
religiosa está “enraizada profundamente en los ejemplos y
enseñanzas de Cristo el Señor ”84. Toda consagración hunde sus
raíces en el Evangélio, y el ejemplo ha de ser Cristo mismo
“supremo consagrado del Padre”85, quien se entregó totalmente a
su servicio practicando en su vida la perfecta pobreza, castidad
y obediencia.
En efecto, en el plan salvífico, Dios ha ido revelando poco
a poco el camino para alcanzar la salvación en esta vida. Esta
revelación culmina en la persona de Cristo, en sus palabras,
obras, misterios y ejemplos.
Los ejemplos dados por el Señor abarcan su vida entera, el
modo en que se llevó a cabo su existencia concreta en esta vida.
He aquí el origen de los consejos evangélicos en la vida
religiosa. En efecto, si la vida religiosa se nos presenta como
83 Mc. VII, 37.84 V.C. n. 1. pg. 3.85 Idem. n. 22. pg. 35.
63
un estado de perfección, con las obligaciones que este implica,
los consejos evangélicos son esenciales a ella, pues si, en
imitar a Cristo para llegar al Padre, consiste la perfección
cristiana y Cristo asumió en su vida concreta la perpetua
pobreza, castidad y obediencia, se sigue que quienes ingresan a
la vida religiosa han de asumirlos también a imitación de
Cristo.
De este modo el Papa, haciéndo eco de toda la tradición de
la Iglesia, dice que “la vida consagrada imita más de cerca la
forma de vida que Jesús, supremo consagrado y misionero del
Padre para su reino, abrazó y propuso a los discípulos que lo
seguían”86. Aquí debe buscarse el fundamento evangélico de la
vida religiosa, “en la especial relación que Jesús, en su vida
terrena, estableció con algunos de sus discípulos, invitándolos
no sólo a acoger el Reino de Dios en la propia vida, sino a
poner la propia existencia al servicio de esta causa, dejando
todo e imitando de cerca su forma de vida”87.
Notemos al paso, que el origen de este llamamiento especial,
como hemos dicho, es el amor predilecto del Padre, absolutamente
gratuito, sin mérito de quien lo recibe, un verdadero don. Al
mismo tiempo, el fin es también el amor, es decir la perfección
86 Idem.87 Idem. n. 14. pg. 20.
64
en la caridad. El medio que se ha de seguir es también el amor,
pues esta “entrega total a Dios en Cristo”88 “se manifiesta en el
radicalismo del don de sí mismo por amor al Señor Jesús”89 como
un estado de vida perpetuo.
La iniciativa del llamado a la vida religiosa, como hemos ya
dicho, siempre viene del Padre, de modo que la respuesta radical
en el seguimiento, de Cristo mediante la adopción de los
consejos evangélicos sólo “es posible desde una especial
vocación y gracias a un don peculiar del Espíritu”90.
Ahora bien, ante lo dicho surge la siguiente pregunta, que
no carece de importancia. Hemos hablado ya acerca del universal
llamado a la santidad, dejando de lado cualquier doctrina que
quiera manopolizar la santidad para unos pocos. A continuación
dijimos algunas palabras acerca de la vida religiosa y la
importancia que en ella tiene la práctica de los consejos
evangélicos; he aquí la pregunta: ¿Por qué, si existe un estado
de perfección, puede lograrse una igual perfección fuera de él?,
es decir, ¿puede acaso el religioso aspirar, en virtud de su
profesión de los consejos evangélicos, a un grado de caridad, y
de consiguiente perfección, superior al implicado en el precepto
de caridad que deben cumplir todos los cristianos? Gran parte de88 Idem. n. 2. pg. 5.
89 Idem. n. 3. pg. 6.90Idem. n. 14,.pg. 20.
65
este interrogante lo hemos respondido. En efecto, el precepto de
la caridad, el que todo cristiano debe cumplir, tiene tal
riqueza de contenido, que jamás el hombre puede rebasarlo. El
crecimiento y el desarrollo de la caridad nunca puede ser tal
que supere las exigencias de la misma caridad, de manera que “la
caridad está preceptuada no sólo en un cierto nivel, sino en
todas sus posibilidades; se manda, efectivamente, a amar a Dios
con todas las fuerzas, y nunca puede hombre alguno tener tanta
capacidad de amar a Dios como para que algunas de sus fuerzas
excedan lo preceptuado y se reserven para ejercitarse por vía de
simple consejo”91. Hasta aquí hemos tan sólo repetido lo dicho
anteriormente, mas siendo esta así ¿para qué la vida religiosa?
Ciertamente que los consejos no pueden acrecentar la perfección
propia de la caridad, ni hacen que quien los practica esté
destinado a una caridad más alta; lo único que pueden hacer es
facilitar el ejercicio de la caridad, “pero siempre en función
de una caridad y de una perfección que es obligatoria para
todos”92 . Estas facilidades, en último término, proceden de la
vocación que Dios otorga a un hombre para consagrarse mediante
la profesión de los consejos evangélicos. del mismo modo otros
cristianos encuentran las facilidades análogas para cumplir las
91BANDERA, ARMANDO. O.P. “La vida religiosa en el misterio de la Igleisa”.Idem. pg. 220.
92 Idem. pg. 221.66
exigencias de la caridad en su vocación particular que Dios les
ha concedido, de modo que para ellos, la práctica efectiva de
los consejos sería un inconveniente. Pregurtarnos el por qué de
la vida consagrada es preguntarse el por qué de las vocaciones.
En la Iglesia existen diversidad de vocaciones, y para cada uno
lo mejor es seguir la suya. Todas las vocaciones pertenecen a la
Iglesia y son para ella, todas hacen a su perfección, dignidad y
belleza; todas son complementarias unas con otras, sin embargo,
la variedad en la distribución y contenido de los dones y
carismas en la Iglesia responden responden “a la libre voluntad
del mismo Espiritu Santo”93.
Por último, para terminar este apartado, intentaremos
abordar unpoco más el tema de los consejos.
Hemos visto, con demasiada claridad la relación entre los
consejos evangélicos, el seguimiento de Cristo y la perfección.
Estos tres términos son inseparables, podriamos decir que se
implican mutuamente, ya que el seguimiento de Cristo supone la
práctica de lso consejos, a su vez, el camino para la perfección
radica en seguimiento de Cristo pobre, casto y obediente. De
cualquier modo que se quiera ver, vemos que son inseparables.
Sin embargo, no debe pensarse que se opone con la llamada
universal a la santidad, ya que no se puede exigir, por ejemplo
93 Idem. pg. 16.67
a un padre de familia que viva efectivamante la pobreza, aunque
está llamado al seguimiento radical de Cristo para alcanzar la
perfección de la caridad.
Parecería que, si para alcanzar la perfección de la caridad,
que consiste en poner todo nuestro afecto en Dios, debemos
destruir todo aquello que nos distrae de este fin, esto es las
ocupaciones temporales, y por otro lado, esto se lleva a cabo
mediante el seguimiento radical de Cristo que implica amarlo a
El por sobre todas las cosas, la práctica de los consejos
evangélicos se nos presenta como medio indispensable para ello,
de lo contrario parecería imposible. Mas si esto fuera así, ¿que
pasaría con aquellos que por designio divino no fueron llamados
a la vida religiosa?. Santo Tomás ha sido uno de los más grandes
defensores de los consejos evangélicos, sin embargo, como hemos
visto, enseña, con rigor doctrinal , que todos los cristianos
están llamados a la santidad perfecta. En el fondo, no deja de
ver el santo doctor el estrechísimo vínculo entre los consejos y
el seguimiento radical de Cristo, en el cual consiste la
perfección, y al cual todos los cristianos están llamados. Esta
doctrina manifiesta “la existencia de alguna forma de compromiso
de todos los cristianos para con los consejos evangélicos”94 .
Un caso expuesto por el mismo Santo Tomás, que se nos
94 Idem. pg. 240.68
presenta como revelador para solucionar esta cuestión, es el
caso del patriarca Abrahan, quien a pesar de conservar sus
riquezas alcanzó un grado perfecto de caridad. Similar al caso
de Abraham, encontramos en las Sagradas Escrituras otros casos
de hombres que, ya conservando sus riquezas, ya vivendo en
matrimonio, alcanzaron la perfección.
La solución está en comprender en qué consiste el acto de
caridad. Ante todo, la caridad consiste en un “afecto interior
del espíritu que vive de amor a Dios y al prójimo”95, y para
ello, seguir a Cristo con todo nuestro afecto; de modo que la
perfección consiste en este afecto interior no precisamente en
la práctica efectiva de los consejos evangélicos. Santo Tomás es
muy claro en este punto, refiriéndose al caso de Abraham: “no
está la perfección en el abandono de las riquezas”96, y en la
Suma Teológica lo expone con mayor exactitud: “La renuncia a los
propios bienes puede tener dos formas: primera, la renuncia en
acto. Así considerada, no consiste en ella esencialmente la
perfección, sino que es cierta perfección instrumental. (...)
Una segunda forma de la renuncia es la preparación del ánimo:
como si el hombre estuviera dispuesto a abandonarlo o
distribuirlo todo, si fuera preciso. Y esto pertenece
95 Idem. pg. 227.96 De perf. v. sp. cap. 7, n. 573. pg. 119. “non in ipsa divitiarum
dimissione perfectionem posuit”.69
directamente a la perfección”97.
De manera que la perfección no consiste en la práctica
efectiva de los consejos, sino más bien en una dispocisión del
ánimo98, es decir en la práctica afectiva. Este modo de cumplir
los consejos evangélicos es universal, es decir, es para todos
los cristianos por igual, pues, el mismo seguimiento de Cristo,
al cual todos los cristianos están llamados, lo exige. En
efecto, sólo con la dispocisión del ánimo en el cumplimiento de
los consejos verdaderamente el corazón del hombre estará sólo en
Cristo, por encima de todo.
El cumplimiento efectivo de los votos, es tan sólo, un
instrumento para alcanzar esta disposición del ánimo, en que
consiste la perfección posible en esta vida.
VI- Los votos religiosos, la vida común, el estado religioso y
el estado de perfección.
97 Sth. II-II, q. 184, a. 7, ad. 1. Tomo X, pg. 713 y 714. “abrenuntiatiopropriarum facultatum dupliciter considerari potest. Uno modo, secundum quodest in actu. Etg sic in ea non consistit essentialiter perfectio, sed estquoddam perfectionis instrumentum. (...) Alio modo potest considerarisecundum praeparationem animi: ut scilicet homo sit paratus, si opus fuerit,omnia dimittere vel distribuere. Et hoc pertinet directe ad perfectionem.”
98 De perf. v. sp. cap. 23, n. 698, pg. 147. “de perfectione caritatisagitur, quae in animi praeparatione plurimun consistit ...”
70
Antes que nada debemos analizar, al menos de modo general,
qué son los votos.
El Código de Derecho canónico lo enuncia con gran claridad:
“El voto, es decir, la promesa deliberada y libre hecha a Dios
acerca de un bien posible y mejor (...)”99.
Vamos por partes. Decimos que el voto es una promesa deliberada
y libre, es decir, hecha con conocimiento exacto de lo que se
promete, con pleno consentimiento y libertad; hecha a Dios, pues a
El sólo se dirigen los votos, que son actos del culto de latría,
así, su cumplimiento es acto de la virtud de la religión; de un
bien posible, ya que nadie puede obligarse a lo imposible; y mejor
(que su contrario), es decir, no puede ser objeto del voto
cuanto se oponga a un bien mayor.
Notemos que los votos pueden ser temporales o perpetuos.
En el caso del estado religioso los votos han de ser
perpetuos, es decir quien se obliga a ellos lo hace con la
intensión de cumplirlos hasta su muerte. La perpetuidad de los
votos en el estado religioso salta a la vista. El objeto de los
votos es el cumplimiento de los tres consejos evangélicos de
pobreza, castidad y obediencia, por el cual el religioso elimina
todo aquello que pueda ser obstáculo para alcanzar la perfección99 CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO, Libro IV, parte II, Título V, cap. I, canon
n. 1191. Ed. B.a.c, Madrid, 1983, (edición bilingue) pg. 523. “Votum, idestpromissio deliberata ac libera Deo facta de bono possibili et meliore...” (Enadelante: C.D.C )
71
de la caridad, de modo que se obliga a tender a la perfección.
Mas para que haya estado de perfección no basta tender a la
perfección, como hemos dicho, sino que justamente por ser un
estado implica perpetuidad, estabilidad, de modo que por medio
de los tres votos religiosos (pobreza,. castidad y obediencia)
el religioso profesa tender a la perfección de manera perpetua y
estable, y para ello, los medios (los consejos) han de ser
también perpetuos y estables.
El obligarse con voto a la práctica de los consejops
evangélicos es esencial a todo estado de perfección, de manera
que sin ellos no puede darse. Sin embargo, los votos no son el
fin del estado de perfección, sino únicamente medios para
alcanzar con mayor facilidad y rapidez el fin propio de este
estado de vida. Todo se ordena a esta finalidad, de manera que
el religioso procura alcanzarla mediante los tres votos de
pobreza, castidad y obediencia, a imitación de Cristo.
Santo Tomás demuestra con suma lucidez y claridad que la
perfección del estado religioso consiste en el cumplimiento de
estos tres votos, pues 1- apartan los tres mayores obstáculos
que impiden que el corazón se entregue totalmente a Dios, en lo
cual consiste la perfección. Estos obstáculos son: la codicia de
los bienes terrenos, el amor a los placeres sencibles y el apego
72
desordenado a la propia voluntad. El primero se destruye por el
voto de pobreza, el segundo por el voto de castidad y el tercero
por el voto de la obediencia; 2- liberan al religioso de las
tres solicitudes que más inquietan a los que viven en el siglo y
los distraen del servicio de Dios, a saber, la inquietud causada
por el cuidado de los bienes temporales, la inquietud causada
por el cuidado, sustento y gobierno de la familia, la causada
por la disposición de los propios actos. Estas son evitadas, la
primera por el voto de pobreza, la segunda por el voto de
castidad, la tercera por el voto de la obediencia; 3-
constituyen un perfectísimo holocausto ofrecido a Dios,
ejercicio de la caridad perfecta, pues tres clases de bienes
pueden ofrecerse a Dios en sacrificio: los bienes exteriores
( es decir, terrenos, con cuantos goces puedan procurar), lo
cual se ofrece por el voto de pobreza, los bienes del cuerpo (es
decir, los placeres de la carne y goces de la vida de familia),
ofrecidos por el voto de castidad y los bienes del alma (la
independencia y libertad), ofrecidos por el voto de obediencia100.100 Sth. II-II, q. 186, a. 7, corpus. Tomo X, pg. 781. “religionis status
potest considerari tripliciter: uno modo, secundum quod est quoddamexercitium tendendi in perfectionem caritatis; alio modo, secundum quodquietat humanum animum ab exterioribus sollicitudinibus (...), tertio modo,secundum quod est quoddam holocaustum, per quod aliquis totaliter se et suaoffert Deo. Et secundum hoc, ex his tribus votis integratur religionisstatus.
Primo enim, quantum ad exercitium perfectionis, requiritur quod aliquisa se removeat illa per quae posset impediri en totaliter eius affectus tendatin Deum, in quo consistit perfectio caritatis. Huiusmodi autem sunt trai.Primo quidem, cupiditas exteriorum bonorum. Quae tollitur per votum
73
De esta manera, concluye es santo doctor, que el estado
religioso consiste en los tres votos101.
Acerca de los votos, dada ya una noción general, daremos una
breve reseña de cada uno en particular.
Acerca del voto de pobreza, cabe decir que se funda en el
ejemplo de Jesucristo, que “siendo rico, se hizo pobre por
amor nuestro, para que fuésemos ricos por su pobreza”102; en sus
divinas enseñanzas: “Bienaventurados los pobres de espíritu,
porque de eelos es el reino de los cielos”103 y en su expresa
invitación para el que quiera alcanzar la perfección cristiana:
“Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes, dalo a los
pobres y tendrás un tesoro en el cielo, y ven y sígueme”104.
El objeto de este voto consiste propiamente en el abandono
pauperitatis.- Secundum autem est concupiscentia sensibilium delectationesvenereae. Quae excluduntur per votum continentiae.- tertium autem estinordinatio voluntatis humanae. Quae excluditur per votum obedientiae.
Similiter autem sollicitudinis saecularis inquietudo praecipue ingeriturhomini circa tria. Primo quidem, circa dispensationem exteriorum rerum. Ethaec sillicitudo per votum pauperitatis homini aufertur.- Secundum, circaguberbationem uxoris et filiorum. Quae amputatur per votum continentiae.-Tertio, circa dispositionem propriumrum actuum. Quae amputatur per votumobedientiae (...).
Similiter etiam `holocaustum est cum aliquis totum quod habet, offertDeo´ (...). Habet autem homo triplex bonum (...) Primo quidem, exteriorumrerum. Quas quidem totaliter aliquis Deo offert per votum voluntariaepauperitatis.- Secundo autem, bonum proprii corporis. Quod aliquis praecipueoffert Deo per votum continentiae, quo abrenuntiat maximis delectationibuscorporis.- Tertio autem bonum animae. Quod aliquis totaliter Deo offert perobedientiam, qua aliquis offert Deo propriam voluntatem, per quam homo utituromnibus potentiis et habitibus animae.”
101Idem. “Et ideo convenienter ex tribus votis status religionisintegratur”
102SAN PABLO. II Carta a los Corintios. Cap. VIII, 9.103Mt. Cap. V, 3104Mt. XIX, 21.
74
voluntario de las riquezas y de los bienes exteriores de este
mundo con el fin de buscar únicamente a Dios, “los religiosos,
fieles a su profesión, dejándolo todo por Cristo (Mc. 10,28),
deben seguirle a El (Mt 19,21) como a lo único necesario (Lc.
10, 42)”105. Nótese no consiste este voto en la carencia de
requizas o de bienes materiales, sino en el desprendimiento o
desapego voluntario de los mismos.
El segundo voto esencial al estado religioso es el voto de
castidad, por el cual se ofrece a Dios el holocausto del cuerpo
y de todos los afectos naturales que podría legítimamente
fomentar en otro género de vida cristiana.
Por el voto de castidad el religioso renuncia
voluntariamente a los placeres carnales, al amor humano y a la
paternidad natural. En palabras del Santo Padre, Juan Pablo II,
esta renuncia es “manifestación de la entrega a Dios con corazón
indiviso (I Corintios 7, 32-34)”106, “pues libera de modo singular
el corazón del hombre para que se encienda más de amor de Dios y
de todos los hombres, y, por ello, es signo especial de los
bienes celestes y medio aptísimo para que los religiosos se
consagren fervorosamente al servicio divino y a las obras de
apostolado”107.
105P.C. n. 5. Idem . pg. 625.106V.C. n. 21, pg. 33.107 P.C. n. 12. Idem. pg. 627.
75
Por último, el voto de obediencia. Santo Tomás nos dice que
la obediencia es la virtud por la que se hace pronta la voluntad
para ejecutar los preceptos del superior”108 . El religioso, por
medio del voto de obediencia se obliga voluntariamente a
obedecer a sus superiores.
Por medio de este voto, “los religiosos ofrecen a Dios, como
sacrificio de sí mismo, la plena entrega de su voluntad, y por
ello se unem más constante y plenamente a la voluntad salvífica
de Dios. Por eso, a ejemplo de Jesucristo, que vino a cumplir la
voluntad de su Padre (Jn. 1, 34; 5, 30;) y, tomando forma de
esclavo (Filipenses. 2, 7), aprendió por sus padecimientos,
obediencia (Hebreos 5, 8), los religiosos, por moción del
Espíritu Santo, se someten con fe a sus superiores, que hacen
las veces de Dios, y por ellos son dirigidos al ministerio de
todos los hermanos en Cristo, a la manera que Cristo mismo, por
sumisión al Padre, sirvió a sus hermanos y dio su vida por la
redención de muchos.”109
Ciertamente no debe darse por terminado el contenido de cada
voto en particular, mas creemos que con lo dicho bastará para
satisfacer las espectativas de este trabajo.
Otro elemento fundamental para la vida religiosa es la vida108 Sth. II-II, q. 104, a. 2, ad. 3. Tomo IX, pg. 433. “Unde obedientia
reddit promptam hominis volumtatem ad implendam voluntatem alterius, scilicetpraecipitur”
109 P.C. n. 14. Idem. pg. 628.76
común. Este es un elemento positivo que depende de la voluntad
de la Iglesia. No siempre la vida común costituyó un elemento
esencial en la vida religiosa, en efecto, ocurrió por ejemplo
con los anacoretas egipcios del siglo IV, que siendo verdaderos
religiosos, sin embargo no tenian vida común. Hoy en día, los
anacoretas ya no se consideran como religiosos, de donde por
designio de la Iglesia, la vida común se ha convertido en un
elemento esencial.
Notemos que la vida común puede tomarse en dos sentidos:
primero, “en cuanto significa vida social y se opone a vida
individual. En este sentido, la vida común es absolutamente
esencial al estado religioso, que sólo puede existir en una
sociedad aprobada”110; segundo, en cuanto significa “cohabitación
y se opone a vida singular. Supone que todo el conjunto de la
vida se practica en común con los hermanos de religión, viviendo
bajo un mismo techo, participando de la misma mesa, vestido,
etc, y sujetos al yugo de una común disciplina religiosa. En
este sentido, la vida común no es absolutamente esencial para
cada uno de los religiosos.”111
En el primer sentido, el religioso deja de serlo en el
momento en que rompe el vínculo que lo unía a su religión. En
110 V.R. pg. 4.111 Idem.
77
cambio, en el segundo sentido, el religioso sigue siendo tal,
aunque, por algún motivo, sea que haya sido promovido a una
dignidad, etc, pero notemos que sí es esencial para la religión,
ya que esta sin vida común en este sentido de cohabitación, no
puede desarrollarse como estado religioso en cuanto tal.
Santo Tomás en la Suma Teológica aborda, aunque no
especificamente, el tema de la vida común en el estado
religioso. Concluye diciendo que, “para quienes se ejercitan en
la perfección es necesaria la vida común”112.
El argumento que lleva a esta conclusión no es de mayor
dificultad. Se pregunta el santo doctor si para la vida
religiosa es mejor la vida en común o la vida solitaria. Antes
que nada, afirma que tanto la soledad como la vida común son tan
sólo medios para alcanzar la perfección, no son la perfección
misma 113.
Sin embargo nota que es de mayor perfección la vida
solitaria, pues supone que el solitario debe bastarse a sí
mismo, lo cual implica que nada le falta, es decir, que es
perfecto114. Ahora bien, a la perfección se puede llegar de dos
maneras: una, por sólo don de Dios; y la otra por la práctica de
112 Sth. II-II, q. 188, a. 8, corpus. Tomo X, pg. 851. “ vita socialisnecessaria est ad exercitium perfectionis”
113 Idem. pg. 850. “solitudo non est ipsa essentia perfectionis, sedperfectionis instrumentum.”
114 Idem. “id quod est solitarium, debet esse sibi per se sufficiens. Hocautem est `cui nihil deest´: quod pertinet ad rationem perfecti.”
78
la virtud.
El primer caso, podriamos decir, son aquellos en los cuales
Dios da una gracia especial para ello, tal es el caso de San
Juan Bautista. En cambio, para llegar de la segunda manera,
puede el hombre encontrar ayuda en compañía de los demás: una,
para su entendimiento y otra para su voluntad. En el primer
caso, la vida común puede ayudar para orientar la inteligencia
en aquello que se debe contemplar, en el segundo, asegura la
reprensión de los malos afectos mediante el ejemplo y la
corrección115. Estas razones muestran el beneficio de la vida
común para la vida religiosa, que como muchas veces repite el
santo doctor, es escuela de perfección.
Pero también la vida común en el estado religioso es
necesaria por el mismo ejemplo que nos dejó el Salvador. En
efecto , la imitación de Cristo por parte del religioso debe
reflejar la totalidad de la existencia concreta que Cristo quiso
llevar en su vida terrena. Durante su vida terrena, Jesús llamó
a quienes El quiso, para tenerlos junto a sí y para enseñarles a
vivir según su ejemplo, para el Padre y para la misión que el
Padre le había encomendado. Este hecho concreto, este modo
singular, “inauguraba una familia de la cual habrían de formar115 Idem. “Ad exercitium autem huiusmodi iuvatur homo ex aliorum societate,
dupliciter: Uno modo, quantum ad intelectum, ut instruatur in historia quaesunt contemplanda (...) Secundum, quam ad affectum, ut scilicet noxiaeaffectiones hominis reprimantur exemplo et correctione aliorum.”
79
parte a través de los siglos todos aquellos que estuvieran
dispuestos a `cumplir la voluntad del Padre´ (Mc. 3, 32-35)”116,
“la vida de esta comunidad y, sobre todo, la experiencia de la
participación en el misterio de Cristo vivida por los Doce, ha
sido el modelo en el que la Iglesia se ha inspirado siempre que
ha querido revivir el fervor de los orígenes y reanudar su
camino en la historia con un renovado vigor evangélico”117.
En el Código de derecho canónico, se encuentran estas dos
razones de manera sintética y clara: “la vida fraterna, propia
de cada instituto, por la que todos los miembros se unen en
Cristo como en una familia peculiar, debe determinarse de manera
que sea para todos una ayuda mutua en el cumplimiento de la
propia vocación personal”118.
VII- Algunos aspectos del estado religioso.
116 V.C. n. 41, pg. 69.117 Idem. También puede verse en P.C. n. 15, pg. 629. “ La vida común a
ejemplo de la Iglesia primitiva, en que la muchedumbre de los creyentes teníaun solo corazón y una sola alma, nutrida por la doctrina evangélica, lasagrada liturgia y, señaladamente, por la Eucaristía, debe perseverar en laoración y en la comunión del mismo espíritu”.
118 C.D.C. Idem. canon n. 602, pg. 275. “Vita fraterna, unicuique institutopropria, qua sodales omnes in peculiarem familiam veluti in Christocoadunantur, ita definiatur uyt cunctis mutuo adiutorio evadat ad suamcuisque vocationem adimplendam”. Además puede verse P.C. n. 15, pg. 629. “Losreligiosos, como miembros de Cristo, han de adelantarse unos a otros en eltrato fraterno con muestras de deferencia, llevando unos las cargas de otros”
80
La intensión de este último apartado es destacar tres
aspectos, entre muchos otros, que en cierta manera se encuentran
implícitos en lo que ya hemos expuesto. Creemos que ya lo
esencial acerca de la vida religiosa fue expuesto, de modo que
estos tres aspectos que queremos destacar, aunque brevemente,
servirán para enriquecer, al menos un poco y dentro de nuestras
posibilidades, la exposición de este estudio.
El primer aspecto, es la consideración de la vida religiosa
como manifestación, como reflejo de la Santísima Trinidad, en
palabras del Papa Juan Pablo II, la vida religiosa como una
“confessio Trinitatis”.
La vida religiosa trae consigo la manifestación de las tres
Personas trinitarias, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Primeramente revela ante todo la figura del Padre “creador y
dador de todo bien, que atrae a sí (Jn. 6, 44) una criatura suya
con un amor especial para una misión especial”119. Como hemos
visto, la respuesta a este amor es la total e incondicional
entrega de quien ha sido llamado, que se “confía al amor de Dios
que le quiere a su exclusivo servicio, y se consagra totalmente
a El y a su designio de salvación”120.
119 V.C. n. 17, pg. 26.120 Idem. pg. 27.
81
En este sentido, vemos que la iniciativa vocacional es
puramente del Padre, que exige de aquellos que ha elegido la
respuesta de una entrega total y exclusiva.
También revela al Hijo, camino que conduce al Padre, que
“llama a todos los que el Padre le ha dado (Jn. 17, 9) a un
seguimiento que orienta su existencia”121. Exige un seguimiento
tal que implica el abandono de todas las cosas para vivir en
intimidad con El.
Este modo radical de seguimiento, mediante los consejos
evangélicos, exige y manifiesta en quien responde a este llamado
“el deseo explícito de una total conformación con El. Viviendo
en obediencia, sin nada propio y en castidad, los consagrados
confiesan que Jesús es el Modelo en el que cada virtud alcanza
la perfección”122.
Por último, manifiesta al Espíritu Santo, que se íntimamente
relacionado con la vida consagrada, ya que “ es El quien, a lo
largo de los milenios, acerca siempre nuevas personas a percibir
el atractivo de una opción tan comprometida”123. Ciertamente, El
es quien suscita el deseo de una respuesta plena; quien guía el
crecimiento de tal deseo, llevándo a su madurez la respuesta
positiva y sosteniendo después su fiel realización; “es El quien
121 Idem. n. 18. pg. 27.122 Idem. pg. 28.123 Idem. n. 19, pg. 29 y 30.
82
forma y plasma el ánimo de los llamdos, configurándolos a Cristo
casto, pobre y obediente, y moviéndolos a acoger como propia su
misión”124.
Pero si dijimos que la vida religiosa consiste en la
práctica de los consejos evangélicos, también en ellos
resplandecerá la figura de la Trinidad.
En Cristo, los consejos son reflejo de su consagración
total, son “expresión del amor del Hijo al Padre en la unidad
del Espíritu Santo”125. De manera que, al practicarlos, la persona
consagrada manifiesta este carácter trinitario.
Con respecto al voto de castidad, en cuanto manifiesta una
entrega total a Dios con “corazón indiviso”126, “es el reflejo del
amor infinito que une a las tres Personas divinas en la
profundidad misteriosa de la vida trinitaria; amor testimoniado
por el Verbo encarnado hasta la entrega de su vida; amor
`derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo´ (Rm.
5,5), que anima auna respuesta de amor total hacia Dios y hacia
los hermanos”127.
Por su lado, el voto de pobreza manifiesta que Dios es la
única riqueza verdadera del hombre. Vivida, ciertamente a
ejemplo de Cristo, “es expresión de la entrega total de sí que124 Idem. pg. 30.125 Idem. n. 21, pg. 32 y 33.126 SAN PABLO . I Carta a los Corintios, capVII, 32-34.127 Idem. 21. pg. 33.
83
las tres Personas divinas se hacen reciprocamente”128.
Por último, la obediencia, practicada a imitación de Cristo
“cuyo alimento era hacer la voluntad del Padre (Jn. 4, 34),
manifiesta la belleza liberadora de una dependencia filial no
servil, rica de sentido responsabilidad y animada por la
confianza recíproca, que es rflejo en la historia de la amorosa
correspondencia propia de las tres Personas divinas”129.
De este modo vemos cómo la vida religiosa se convierte en
manifestación y signo de la Trinidad, cuyo fundamento es el amor
a Cristo, que llama a su intimidad; al Espíritu Santo, que
dispone el ánimo a acoger sus inspiraciones y al Padre, origen
primero y fin supremo de la vida religiosa.
Lo segundo que quisiéramos destacar es el aspecto
cristocéntrico de la vida religiosa y en ella, de los consejos
evangélicos.
El obligado punto de referencia para pensar acertadamente
sobre la vida religiosa y los consejos evangélicos y sobre el
fundamento en que se apoyan es la vida de Cristo en este mundo.
Cristo manifestó, o mejor dicho, reveló este modo de vida,
con el ejemplo de su vida, paradigma de santidad 130. De esta
128 Idem.129 Idem.130 L.G. n. 5, pg. 7. “”este Reino (la santidad) comienza a manifestarse
como una luz delante de los hombres, por la palabra, por las obras y por lapresencia de Cristo”.
84
manera vemos cómo los consejos evangélicos, esencia de la vida
religiosa, tienen su origen en Cristo, de modo que su
cumplimiento tiene como fin la imitación más perfecta de Cristo
y un seguimiento de mayor intimidad. Juan Pablo II lo expresa
claramente: “todo lo que en el Evangelio es consejo entra
indirectamente en el programa de aquel camino, al que Cristo
llama cuando dice: `Sígueme´. Por la castidad, la pobreza y la
obediencia dan a este camino una particular característica
cristocéntrica”131.
A partir de la profesión religiosa la vida del religioso o
de la religiosa queda, por así decirlo, cristificada; en efecto,
dirá el Papa que “seguir a Cristo es algo muy distinto de
admirar un modelo (...) Seguir a Cristo es algo existencial. Es
querer imitarlo hasta el extremo de dejarse configurar con él,
asimilarse con él”132, de modo que el religioso o la religiosa
pueda decir como el apóstol San Pablo “ya no vivo yo, sino que
en mí vive Cristo”133. Esto se lleva a cabo por medio de los votos
que no sólo hacen de Cristo el centro de la vida, sino que
además reproducen en el consagrado, en cuanto es posible,
131 R.D. n. 9, pg. 29.132 JUAN PABLO II. Alocución del 31-V-1980 en París a las religiosas.
Citado en Bandera, Armando O.P. “Teología de la vida religiosa”. Idem. pg.53. Puede verse también a este respecto: V.C. n. 16, pg. 25. “Por tanto, enla vida consagrada no se trata sólo de seguir a Cristo con todo el corazón,amándolo (...) sino de vivirlo y expresarlo con la adhesión conformadora conCristo en toda la existencia.”
133 SAN PABLO. Carta a los Gálatas. cap. II, 20.85
aquella forma de vida que El escogió al venir al mundo.
Este seguimiento, esta imitación, sin embargo, no es de
cualquier manera. La profesión religiosa determina un modo
particular de adhesión o de seguimiento de Cristo, lleva consigo
las exigencias de un seguimiento radical y sumerge al consagrado en
el misterio pascual propio de la vida de Cristo.
Toda la vida cristiana debe estar marcada por el sello de lo
radical. Sin embargo, podemos hablar de una forma de radicalismo
particular que no es dado para todos, a saber, el radicalismo de
los consejos evangélicos. Nadie encarnó una “ruptura con el
mundo tan radical como la de Cristo mismo, al encuadrar toda su
vida en la obediencia, virginidad y pobreza para mostrar
existencialmente que su misión estaba centrada por entero en
servir al establecimiento del reino de Dios. Pues bien: los
religiosos imitan, prolongan y perpetúan, simepre con muchas
limitaciones, esa concreta forma de radicalismo, la cual no puede ser
asumida por quienes son llamados a la vida conyugal-familiar.”134
Como hemos dicho, este seguimiento radical e íntimo de
Cristo, injerta al consagrado en una dimensión pascual, propia
de la vida de Cristo. En Cristo, el misterio pascual primero,
supone el anonadamiento de Cristo mediante su encarnación,
134 BANDERA, ARMANDO. O.P. “Teología de la vida religiosa”. Idem. pg. 57.(Lo que está en cursiva es propio del autor)
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abarcando toda su vida terrena culminando con su muerte en cruz;
para luego, en segundo lugar, dar comienzo a una nueva vida
mediante su resurrección.
Todo cristiano, por el hecho de seguir a Cristo, está
llamado a vivir en su propia carne esta dimensión pascual de la
vida de cristo. San Pablo, en su carta a los filipenses (Flp) lo
expone claramente: “Tened en vuestros corazones los mismos
sentimientos que tuvo Cristo Jesús; el cual, siendo su
naturaleza la de Dios, no miró como botín ser igual a Dios, sino
que se despojó a sí mismo, tomando la forma de siervo, hecho
semejante a los hombres. Y hallándose en la condición de hombre
se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y
muerte de cruz. Por eso Dios le sobresaltó y le dio el nombre
sobre todo nombre, para que toda rodilla en el cielo, en la
tierra y debajo de la tierra se doble en el nombre de
Jesucristo...”135.
El consagrado a la vida religiosa, ciertamente, participa de
un modo especial de este misterio pascual. Los consagrados están
llamados a seguir más de cerca a Cristo en su condición terrena
de anonadamiento, para lo cual, por medio de los votos, se
obligan a practicar los consejos evangélicos, llevando en su
propia vida el reflejo profundo de la dualidad pascual de
135 SAN PABLO. Flp. cap. II, 5-10.87
Cristo: “la destrucción inevitable de todo lo que es pecado en
cada uno de nosotros y su herencia, y la posibilidad de renacer
cada día un bien más profundo...”136. El anonadamiento del
consagrado se realiza mediante los consejos evangélicos, a
imitación del Maestro 137.
Pero no basta al religioso, para que haya una verdadera
configuración con Cristo, practicar los consejos evangélicos
sólo como realidades que configuran exteriormente su
comportamiento, sino que además, y fundamentalmente, debe
penetrar en el dinamismo interno con que Cristo los vivió, pues
sólo así el seguimiento de Cristo será perfecto y radical 138.
Ahora bien, ¿cómo practicó Cristo los consejos? Ciertamente
con el mismo espíritu o sentido con que realizó todos los actos
de su vida terrena, es decir, ordenándolos a la resurrección
futura, en la cual se había de manifestar con toda plenitud el
contenido de la salvación que él venía a traer al mundo. Todo la136 R.D. n. 10. pg. 32.137 L.G. n. 42. pg. 80 y 81. “La Iglesia considera también la amonestación
del apóstol, quien animando a los fieles a la práctica de la caridad losexhorta a que `sientan en sí lo que se debe sentir en Cristo Jesús´, que `seanonadó a sí mismo tomando la forma de esclavo....hecho obediente hasta lamuerte´y por nosotros se hizo pobre, siendo rico´. Y puesto que es necesarioque los discípulos den testimonio de la imitación de esta humildad y caridadde Cristo, se alegra la Madre Iglesia de encontrar en su seno a muchos,hombres y mujeres , que sigan más de cerca el anonadamiento del Salvador y laponem en más clara evidencia, aceptando la pobreza (...) y renunciando a supropia voluntad ...”
138P.C. n. 5, pg. 625. “Este servicio de Dios debe urgir y fomentar enellos el ejercicio de las virtudes, señaladamente de la humildad yobediencia, de la fortaleza y castidad, por las que participan delanonadamiento de Cristo (Flp. 2, 7-8) a la vez que de su vida en el espíritu(Rom. 8, 1-13).” (Lo que está en negritas es propio).
88
vida de Cristo se ve perfectamente unida por la unidad del fin
al que él mismo había de llegar y del que nos hace partícipes a
nosotros, es decir, de la resurrección gloriosa. De esta manera,
“el religioso debe insertarse en esta intensión de Cristo,
asumiendo los consejos no en su mera exterioridad, sino con el
movimiento que Cristo mismo les imprimió o en cuanto camino para
participar de la resurrección”139.
Todo esto, manifiesta claramente que Cristo imprimió en los
consejos evangélicos una intensión escatológica, la cual le es
inherente e inseparable. Cierto que esta intensión escatológica
es inherente a la misma Iglesia, participan de ella todos los
cristianos, en cuanto que por el bautismo, muertos al pecado,
están llamados a una nueva vida, glorioso y eterna; pero cierto
es también que los consagrados a la vida religiosa están
llamados a una participación especial, de hecho, ya aquí, en
esta vida, toman parte de la gloria de la resurrección en cuanto
que por su vocación, particularmente por la práctica de la
virginidad-celibato, se asemejan más a la vida de los
resucitados, “pues en la resurrección , ni se casan (los
hombres) ni se dan (las mujeres) en matrimonio, sino que son
como ángeles de Dios en el cielo”140 , y, en cierto modo, la
139BANDERA, ARMANDO, .O.P. “Teología de la vida religiosa”. Idem. pg. 60.140 Mt. cap, XXII, 30.
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anticipan.
Así, pues, para concluir con este aspecto cristocentrico,
diremos que “la vida cristiana, genéricamente hablando, y la
vida religiosa en particular, dicen orden a Cristo en la
humillación de su vida terrena y simultáneamente se orienta
hacia el futuro, hacía el día de la manifestación gloriosa del
Señor, cuando los que son de Cristo `serán arrebatados en las
nubes al encuentro del Señor en los aires, y así estarán siempre
con el Señor ´ (I Tes. 4, 17-18) ”141 .
El tercer aspecto que queremos destacar se encuentra
íntimamento ligado con el aspecto cristocéntrico de la vida
religiosa. En cierta manera ya está dicho, aunque de manera
implícita.
Se trata de considerar la vida religiosa como un signo de
Cristo y de los bienes escatológicos, lo cual nos permite
considerarla a la luz del simbolismo sacramental, y por ello,
introducirnos en la teología sacramental.
La entera tradición de la Iglesia está de acuerdo en enseñar
que el sacramento es un sigono de cosas sagradas que santifican
al hombre, esto es, de los misterios de Cristo, de los cuales
brota la gracia que santifica ya aquí e n este mundo e impulsa
141 BANDERA, ARMANDO. O.P. “La vida religiosa en el misterio de laIglesia”. Idem. pg. 77.
90
hacia la plenitud consumada en la vida futura. De modo que de la
significación sacramental podemos distinguir tres términos de
referencia: los misterios de Cristo como causa, que tivieron
lugar en un tiempo históricamente pasado; su forma, es decir la
gracia, que se comunica al hombre cuando recibe el sacramento y
su último fin, es decir, la gloria futura, a la que este mismo
hombre queda destinado por virtud de la gracia recibida y del
misterio de Cristo de donde tiene origen . De manera que podemos
decir que el sacramento es rememorativo del misterio que
precedió, demostrativo de la gracia que se comunica en su
recepción y prefigurativo del futuro glorioso142.
Aplicando lo dicho a la vida religiosa, podemos decir que la
vida religiosa es signo concreto, análogo a los sacramentos,
“que dice refencia al pasado, esto es, al género o modo
existencial de vida que Cristo adoptó mientras estuvo en este
mundo; a la santificación presente o actual, que se produce
mediante la asunción o vivencia , por parte del cristiano, de
aquel modo de vida que tomó Cristo; y, finalmente, a la gloria
futura que Cristo nos ganó con su género de vida.”143 142 Sth. III, q. 60, a. 3, corpus. Tomo XIII, pg. 27. “In qua tria possunt
considerari: videlicet ipsa causa sanctificationis, quae est passio Christi,et forma nostrae sanctificationis, quae consistit in gratia et cirtutibis; etultimus finis nostrae sanctificationis, qui est vita aeterna. Et haec omniaper sacramenta significantur. Unde sacramentum est et signum rememorativumeius quod praecessit, scilicet passionis Christi; et demostrativum eius quodin nobis efficitur per Christi passionem, scilicet gratiae, et prognosticum,idest praenuntiativum futurae gloriae”.
143 BANDERA, ARMANDO. O.P. “La vida religiosa en el misterio de la91
De manera que la vida religiosa es signo del misterio de
Jesús, que, como hemos dicho anteriormente, se articula dentro
del dinamismo pascual, esto es, del anonadamiento y de la
posterior resurrección.
Su Santidad Juan Pablo II habla de la consagración religiosa
como una “epifanía”, es decir, como una manifestación de Cristo
144. Por medio de la práctica de los tres consejos evangélicos la
vida religiosa imita más de cerca la vida de Cristo en esta
tierra, vida determinada por su anonadamiento, de manera que,
según las palabras del santo Padre, “verdaderamente la vida
consagrada es memoria viviente del modo de existir y de actuar de Jesús como
Verbo encarnado ante el Padre y ante los hermanos”145, es un
verdadero signo, que como hemos dicho, es rememorativo de un
hecho histórico.
Pero de este aspecto rememorativo, podemos hablar también de
la misión profética de la vida religiosa. En efecto, participa
de forma especial de la función profética de Cristo. Este
profetismo inherente a la vida religiosa en cuanto tal, tiene su
fundamento en el seguimiento radical de Cristo y la consiguiente
entrega a su misión.
Iglesia”, Idem pg. 78.144 JUAN PABLO II. Alocución del 2-VI-1980 a la presidencia de superiores
mayores y al comité permanente de los religiosos en Lisieux. “Cuidad que lavida religiosa sea una epifanía de Cristo”. Citado en Bandera, A. “ Teologíade la vida religiosa” pg. 54.
145V.C. n. 22, pg.36.92
Este profetismo de la vida religiosa, en cuanto signo, se
“manifiesta en el testimonio profético de la primacía de Dios y
de los valores evangélicos en la vida cristiana. En virtud de
esta primacía no se puede anteponer nada al amor personal por
Cristo y por los pobres en que El vive ”146.
Por último, hemos hablado del carácter prefigurativo de los
signos sacramentales. Así, análogamente, podemos decir que la
vida religiosa es signo de la gloria futura y de los bienes
escatológicos.
En efecto, si hemos dicho que, a imitación de Jesucristo, la
vida religiosa participa de su anonadamiento y además, es signo
de este, ciertamente, también participará de la intensión que
tuvo Cristo durante su vida terrena, la cual, ya hemos dicho, se
ordenaba a la resurrección. De manera que la vida religiosa
también participa de ese orden a la resurrección, siendo ya en
esta vida, signo de la vida futura.
El santo Padre nos llama la atención acerca de la naturaleza
escatológica de la vida consagrada. La persona consagrada a la
vida religiosa, ha de vivir primeramente de la fe, poniendo toda
su existencia en juego, dándolo y dándose todo por Dios, que ha
de ser el objeto supremo de su amor, su único tesoro. Esta
primacía de Dios y del su reino debe suscitar en el religioso el
146Idem. n. 84, pg. 155 y 156.93
deseo, la espera, el compromiso y el testimonio. Ciertamente, es
desde este punto donde se encuentra la dimensión escatológica de
la vida religiosa. El Concilio Vaticano II ha simplificado esta
dimensión de modo admirable: “la profesión de los consejos
evangélicos aparece como un distintivo que puede y debe atraer
eficazmente a todos los mienbros de la Iglesia a cumplir sin
desfallecimiento los deberes de la vocación cristiana. Porque,
al no tener el pueblo de Dios una ciudadanía permanente en este
mundo, sino que busca la futura, el estado religioso, que deja
mñas libres a sus seguidires frente a los cuidador terrenos,
manifiesta mejor a todos los creyentes los bienes celestiales -
presentes incluso en esta vida- y sobre todo da testimonio de la
vida nueva y eterna conseguida por la redención de Cristo y
preanuncia la resurrección futura y la gloria del Reino
celestial”147. Esto se realiza sobre todo por la opción por la
virginidad, antendida siempre por la tradición como una
anticipación del mundo definitivo, que ya desde ahora actúa y
transforma al hombre en su totalidad.
Así, concluye el Papa, Juan Pablo II, que “las personas que
han dedicado su vida a Cristo viven necesariamente con el deseo
de encontrarlo para estar finalmente y para siempre con El. De
aquí la ardiente espera, el deseo de `sumergirse en el Fuego de
147 L.G. n. 44. pg. 84.94
amor que arde en ellas y que no es otro que el Espíritu Santo´,
espera y deseo sostenidos por los dones que el Señor concede
libremente a quienes aspiran a las cosas de arriba (Col. 3, 1).
Fijos los ojos en el Señor, la persona consagrada recuerda que
`no tenemos aquí ciudad permanente´ (Hb. 13, 14), porque `somos
ciudadanos del cielo´ (Flp. 3,20). Lo único necesario es buscar
el Reino de Dios y su justicia (Mt. 6, 33)”148.
CONCLUSIÓN
Dados todos los elementos precedentes, fácilmente creemos se
podrá comprender la definición de la vida religiosa que la
Iglesia nos manifiesta en el Código de Derecho Canónico, a
saber, “La vida religiosa consagrada por la profesión de los
consejos evangélicos es una forma estable de vida en la cual los
fieles, siguiendo más de cercaa Cristo bajo la acción del
148 V.C. n. 26. pg. 42 y 43.95
Espíritu Santo, se dedican totalmente a Dios como a su amor
supremo, para que, entregados ppor un nuevo y peculiar título de
gloria, a la edificación de la Iglesia y a la salvación del
undo, consigan la perfección de la caridad en el servicio del
reino de Dios y, convertidos en signo preclaro en la Iglesia,
prenuncien la gloria celestial”149. Cada parte de esta definición
se encuentra expuesta en las líneas precedentes.
No es nuestra intensión dar por terminado el tema de la vida
religiosa, que lleva consigo una riqueza inagotable, pues
encuentra su origen en el mismo Dios, pero con todo lo dicho, al
menos, creemos que es suficiente para adentrar a quien asi lo
quisiere a este sublime misterio.
Sin embargo, a modo de conclusión, quisiéramos destacar dos
cosas de la vida religiosa: la primera es acerca del último fin
de la vida religiosa.
Ya repetidas veces hemos dicho que consiste en la perfección
de la caridad. Mas puede decirse que se da una manera especial.
No sólo la autoridad de muchímos Papas, expertos en la vida
espiritual, sino además, los más grandes místicos que han nacido
149 C.D.C. Libro II, Parte III, sección I, título I, canon 573. Idem. pg.265. “Vita consecrata per cosiliorum evangelicorum professionem est stabilisvivendi forma qua fideles, Christum sub actione Spiritus Sancti pressiussequentes, Deo summe dilecto totaliter dedicantur, ut, in Eius honorem atqueEcclesiae aedificationem mundique, salutem novo et peculiari titulo dediti,caritatis perfectionen in servitio regni Dei consequantur et, praeclarum inEcclesia signum effecti, caelestem gloriam praenuntient.”
96
del seno maternal de la Iglesia, han descripto esta unión de
amor con Dios, como un verdadero matrimonio espiritual.
El seguimiento de Cristo, con sus características de radical
y pascual se desarrolla ciertamente dentro de una atmósfera
esponsal, es decir, de la máxima intimidad con Cristo. Juan
Pablo II lo expresa bellísimamente: “La llamada al camino de los
consejos evangélicos nace del encuentro interior con el amor de
Cristo, que es amor redentor. Cristo llama precisamente mediante
este amor suyo. En la estructura de la vocación, el encuentro
con este amor resulta algo específcamente personal. Cuando
Cristo después de haber puesto los ojos en vosotros os amó,
llamando a cada uno y a cada una de vosotros, (...) aquel amor
suyo redentor se dirigió a una determinada persona, tomando al
mismo tiempo características esponsales: se hizo amor de
elección. Tal amor abarca a toda la persona, espíritu y cuerpo,
sea hombre o mujer, en su único e irrepetible `yo´ personal ”150;
y más adelante afirmará que “la vocación se realiza en el ámbito
de las bodas espirituales con Cristo mediante la práctica de los
consejos evangélicos”151.
Esta unión íntima de carácter esponsal, que hace de dos uno,
tiene su fundamento en la caridad.
150 R.D. n. 3. pg. 8 y 9.151 Idem, n. 5. pg. 15.
97
En segundo lugar, y en último lugar nos parece muy
provechoso dedicar algunas líneas acerca de la importancia de la
vida religiosa para el mundo contemporáneo.
En nuestro mundo, en el que parece haberse perdido el rastro
de Dios, es urgente un testimonio profético por parte de las
personas consagradas. Este testimonio debe ser, ante todo, de la
primacía de Dios y de los bienes futuros, que se desprende del
mismo seguimiento de Cristo y de la imitación de su castidad,
pobreza y obediencia, totalmente entregado a la voluntad del
Padre para su mayor gloria.
Su Santidad Juan Pablo II, manifiesta claramente los retos
que el mundo contemporáneo ofrece a la vida religiosa, sobre
todo, lo que atañe al cumplimiento de los consejos evangélicos.
Es un grave error considerar, como no pocos manifiestan hoy
en día, a los consejos evangélicos como una negación de los
valores inherentes a la sexualidad, al legítimo deseo de
disponer de los bienes materiales y de decidir autonomamente de
sí mismo.
Todas estas inclinaciones están fundadas en la misma
naturaleza humana, creada por Dios, de manera que en sí mismas
han de ser buenas. Sin embargo, la criatura humana, al estar
debilitada por el pecado original, corre el peligro de
98
secundarlas de manera desordenada. De esta manera, “la
profesión de castidad, pobreza y obediencia supone una voz de
alerta para no infravalorar las heridad producidas por el pecado
original, al mismo tiempo que, aun afirmando el valor de los
bienes creados, los relativiza, presentando a Dios como el bien
absoluto”152.
De esta manera, aquellos que siguen los consejos evangélicos
proponen un cambio espiritual para la humanidad, puesto que
rechazan la idolatría de las criaturas y hacen visible de algún
modo la presencia de Dios en el mundo.
Así, frente a una “cultura edonística que deslinda la sexualidad
de cualquier norma moral objetiva, reduciéndola frecuentemente a
mero juego y objeto de consumo, transigiendo, con la complicidad
de los medios de comunicación social, con una especie de
idolatría del instinto”153; la vida consagrada practica con gozo
la castidad perfecta “como testimonio de la fuerza del amor de
Dios en la fragilidad de la condición humana. (...) Es un
testimonio que se ofrece a cada persona -a jóvenes, a los
novios, a los esposos y a las familias cristianas- para
manifestar que la fuerza del amor de Dios puede lograr grandes cosas
precisamente en las vicitudes del amor humano. (...) Es
152 V.C. n. 87. pg. 160.153 Idem. n. 88, pg. 160.
99
necesario que la vida consagrada presente al mundo de hoy
ejemplos de una castidad vivida por hombres y mujeres que
demuestres equilibrio, dominio de sí mismos, iniciativa, madurez
psicológica y afectiva”154 .
Del mismo modo, ante un “materialismo ávido de poseer,
desinteresado de las exigencias y los sufrimientos de los más
débiles y carente de cualquier consideración por el mismo
equilibrio de los recursos de la naturaleza”155, la vida religiosa
responde con la práctica de la pobreza evangélica, dando
testimonio de Dios como la verdadera riqueza del corazón humano,
y levantando enérgicamente su testimonio contra la idolatría del
dinero.
Finalmente, contra aquellas concepciones de libertad, que
“prescinden de su relación constitutiva con la verdad y con la
moral”156, una respuesta eficaz de la vida consagrada es la
obediencia que la caracteriza. “Esta hace presente de modo
particularmente vivo la obediencia de Cristo al Padre y,
precisamente basándose en este misterio, testimonia que no hay
contradicción entre obediencia y libertad ”157.
154 Idem. pg. 161.155 Idem. n. 89, pg. 162.156 Idem n. 91. pg. 165.157 Idem.
100
BIBLIOGRAFÍA
Bandera, Armando. O.P. - “La vida religiosa en el misterio de
la Iglesia”. Ed. B.A.C, Madrid, 1984.
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Atenas, Madrid, 1985.
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bilingue)
101
Colin, P.L C.SS.R. - “Tendencia a la perfección”. Ed. Luz,
Madrid, 1962.
Concilio Vaticano II. - Constitución dogmática “Lumen
Gentium”. Ed. Paulinas, Bs.As, 1975.
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vida religiosa “Perfectae caritatis” en
Royo Marin, A. “Vida religiosa” pg.623 a
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Juan Pablo II. - Exhotación apostólica “Redemptionis donum”.
Ed. Paulinas, Bs.As, 1984
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Claretiana, Bs.As, 1996.
Royo Marin, Antonio. O.P. “Vida religiosa”. Ed. B.A.C, Madrid,
1964.
Santo Tomás de Aquino. - “Contra impugnantes Dei cultum et
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Ed. Marietti, Roma, 1954.
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“opuscula thelogica”. Ed. Marietti, Roma,
1954.
- “Suma Teológica”. Ed. B.A.C, Madrid, 1955.
(edición bilingue)
102
- “Suma teológica”.Ed. Moya y Plaza, Madrid,
1882.
* Todas las referencias al pie de página de la Sagrada
Escritura fueron tomadas de la traducción de Mons. Dr. Juan
Straubinger. Ed. Club de lectores, Bs.As, 1979.
ÍNDICE
Introducción..................................................
............................................................1
I- La vida religiosa como una verdadera
consagración..................................................3
II- La consagración religiosa como un verdadero estado
religioso................................13
III- El estado religioso como un estado de
perfección.................................................18
IV- La perfección cristiana y el estado
religioso.......................................................
...24
103
V- Los consejos evangélicos y la perfección cristiana en el
estado religioso..................29
VI- Los votos religiosos, la vida común, el estado religioso y
el estado de perfección... 44
VII- algunos aspectos del estado
religioso.......................................................
...........50
Conclusión....................................................
...........................................................60
Bibliografía..................................................
............................................................64
Índice........................................................
..............................................................65
104