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Emma Gómez Nicolau XI Congreso Español de Sociología. Madrid, 10, 11 y 12 de Julio de 2013 La producción de las noticias sobre violencia de género: análisis de los discursos de las y los periodistas de las televisiones generalistas. Emma Gómez Nicolau Universitat de València [email protected] El objetivo de la presente comunicación es explorar el proceso de producción de las noticias sobre violencia contra las mujeres en las televisiones generalistas del estado español. Se han realizado once entrevistas en profundidad a once periodistas de las principales televisiones generalistas del Estado español —Televisión Española, Telecinco, Antena3, Cuatro y la Sexta— que habitualmente seleccionan las piezas, deciden su encuadre y las redactan. Las principales conclusiones apuntan a un cambio en el criterio periodístico en la selección de los temas que dificulta la consolidación de la violencia de género como un tema noticiable, reduciéndolo a sus expresiones más espectaculares. Así también, su representación en los medios se resentirá de la posición del tema en las agendas políticas actuales, en las que ha dejado de ser un tema prioritario. Por último, la complejidad de la violencia contra las mujeres como concepto genera discursos ambivalentes por parte de los y las periodistas, la delimitación conceptual de los cuales abarca posiciones ideológicas enfrentadas, también en el campo periodístico. Violencia contra las mujeres, campo periodístico, representación mediática, ideología, televisión

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Emma Gómez Nicolau XI Congreso Español de Sociología. Madrid, 10, 11 y 12 de Julio de 2013

La producción de las noticias sobre violencia de género: análisis de los discursos de las y los periodistas de las televisiones generalistas.

Emma Gómez Nicolau Universitat de València [email protected]

El objetivo de la presente comunicación es explorar el proceso de producción de las noticias

sobre violencia contra las mujeres en las televisiones generalistas del estado español. Se han

realizado once entrevistas en profundidad a once periodistas de las principales televisiones

generalistas del Estado español —Televisión Española, Telecinco, Antena3, Cuatro y la

Sexta— que habitualmente seleccionan las piezas, deciden su encuadre y las redactan.

Las principales conclusiones apuntan a un cambio en el criterio periodístico en la selección

de los temas que dificulta la consolidación de la violencia de género como un tema

noticiable, reduciéndolo a sus expresiones más espectaculares. Así también, su

representación en los medios se resentirá de la posición del tema en las agendas políticas

actuales, en las que ha dejado de ser un tema prioritario. Por último, la complejidad de la

violencia contra las mujeres como concepto genera discursos ambivalentes por parte de los

y las periodistas, la delimitación conceptual de los cuales abarca posiciones ideológicas

enfrentadas, también en el campo periodístico.

Violencia contra las mujeres, campo periodístico, representación mediática, ideología,

televisión

Emma Gómez Nicolau XI Congreso Español de Sociología. Madrid, 10, 11 y 12 de Julio de 2013

1. Introducción

Los medios de comunicación de masas han recibido una atención creciente por parte de los

estudios feministas sobre comunicación y estudios culturales. Una de las preocupaciones

principales radica en desenmascarar la función de los medios como transmisores de

ideología (Van Dijk, 1997), como perpetradores de violencia simbólica (Boudieu, 1985, 1997,

2000) y al servicio de la clase dominante representada en el varón blanco de clase media-

alta (Meyers, 1997), reforzando así la estructura androcéntrica de poder existente. Cabe

recordar algo de etimología de la mano de Amparo Moreno (1987): la palabra griega aner,

andros y la latina vir, viri se referían precisamente no a cualquier hombre de cualquier edad

y condición sexual sino al hombre hecho, es decir, a aquel que ha asimilado los valores

propios de la virilidad y, en consecuencia, se cree con derecho a imponerse sobre los otros:

mujeres y hombres (Moreno, 1987).

El interés de los estudios feministas por los medios no es banal: los medios, elementos

centrales de la cultura popular y herramientas básicas de socialización, transmiten modelos

de masculinidad y feminidad hegemónicos, instruyen sobre cómo deber ser las relaciones

entre los géneros o, entre otras, dibujan las formas de sexualidad permitidas configurando

un imaginario social compartido androcéntrico y heterocentrado. En este aspecto, el análisis

de la representación mediático de la(s) violencia(s) contra las mujeres ha recibido una

atención destacada en los estudios sobre medios. En el caso del Estado español, es a partir

de los 90 cuando se empieza a cuestionar cómo los medios se hacen eco de la violencia

contra las mujeres (Fagoaga, 999; Fernández, 2003; Vives, 2005; Ariznabarreta et al., 2006;

Menéndez, 2011) a la vez que ésta se situaba como un problema social y dejaba de

esconderse entre visillos.

A pesar de los múltiples estudios, protocolos, manuales de estilo y recomendaciones,

todavía no hay un consenso sobre cómo debe representarse la violencia contra las mujeres

y ésta se inserta en las escaletas de los noticiarios, páginas de prensa escrita y boletines

informativos con una arbitrariedad que los propios periodistas atribuyen a los criterios de

noticiabilidad. Por esto mismo, el objetivo de esta comunicación es entender el proceso de

producción de las noticias a través del análisis de discursos de los periodistas de televisión

que se encargan de decidir, escribir y montar las noticias sobre violencia contra las mujeres.

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La pregunta de investigación que sustenta este trabajo1 es por qué las cosas se hacen como

se hacen en una redacción. Cómo se eligen los temas, por qué se decide una orientación u

otra, qué imágenes entran, quien se hace cargo de los temas y por qué. El estudio del

campo periodístico se ha focalizado en la televisión por su capacidad de penetración en los

hogares (89.1%), homogénea por clases sociales y con 242 minutos de consumo por persona

y día (EGM, 2012). Una segunda motivación para explorar el campo televisivo es la falta de

estudios sobre el medio —con la salvedad de los estudios realizados por el CAC (2008, 2011)

y los trabajos de Pilar López Díez (2001, 2005, 2006). La tercera y última, la posibilidad de

ofrecer imágenes enriquece los análisis e incorpora nuevos retos tanto para su análisis como

para su producción.

Para responder a la pregunta de investigación, se han realizado 11 entrevistas en

profundidad a periodistas que actualmente trabajan en las principales televisiones

generalistas del Estado español: TVE, Telecinco, Antena3, Cuatro y La Sexta. Dado que las

noticias sobre violencia contra las mujeres se elaboraran principalmente en la sección de

sociedad, las personas entrevistadas trabajan actualmente en dicha área aunque

desempeñando diversos puestos. Por una parte, se ha entrevistado a las persona

encargadas habitualmente de cubrir estas informaciones —el grado de especialización, sin

embargo, varía en cada cadena dependiendo, principalmente, del volumen de las

redacciones. Por otra, se ha entrevistado a las personas responsables de la sección —jefa,

adjunta de dirección o coordinadora de área. De esta manera se ha podido indagar tanto en

las rutinas desplegadas en la cobertura habitual como en las rutinas relativas a los procesos

de selección de lo noticiable, su posicionamiento en la escaleta, duración, enfoque,

etcétera.

Con una duración que oscila entre 45 minutos la más breve y 1 horas y 40 minutos la más

extensa, las entrevistas en profundidad responden al formato de entrevistas

semiestructuradas en base a un guion que contemplaba ocho ámbitos — (1) Periodismo

televisivo (de sociedad y sucesos) y su función social; (2) Selección de temas y confección de

la escaleta; (3) Dependencia y control de los medios: jerarquía organizativa, control interno,

1 Trabajo que se enmarca en un proyecto de tesis doctoral centrada en el análisis tanto de los mensajes como

de los procesos de producción de las noticias sobre violencia contra las mujeres en las televisiones generalistas del Estado español.

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externo (político) y de la audiencia; (4) Posicionamiento del medio ante la violencia de

género: criterios generales, protocolos, ambiente, formación y especialización; (5)

Percepción y opinión personal sobre la violencia de género, concepto y delimitación; (6)

Percepción sobre el tratamiento de la violencia contra las mujeres en la(s) televisión(es).

Informativos e infoentretenimiento; (7) Efectos del tratamiento: audiencia, ámbito público,

agresores y víctimas; (8) Transformaciones sociales y cambios en el tratamiento informativo.

Dada la limitación de espacio y las características de la comunicación, nos centramos

únicamente en las algunas cuestiones transversales que permiten dibujar la evolución del

tratamiento informativo de la violencia de género vinculada a las características del campo

periodístico.

2. El campo periodístico

Explorar el campo periodístico implica entender sus propias reglas tanto de entrada al

mismo, como de funcionamiento, mantenimiento y, por supuesto, de transformación. Son

las propias normas del campo las que determinaran lo que es y lo que no es noticiable.

Aunque el trabajo principal de Bourdieu sobre los medios de comunicación (Sobre la

televisión, 1997) ha sido debatido y cuestionado por considerarlo heredero de una visión

fankfurtiana de los medios de comunicación, el trabajo de Benson y Neveu, (2005) permite

situar Sobre la televisión en el conjunto de la obra de Bourdieu. Los mismos autores

recuerdan la afirmación de Bourdieu sobre la importancia del campo periodístico dada su

posición central en el largo campo del poder, como parte de un conjunto de campos

ubicados en el centro que compiten para imponer ‘la visión legitima del mundo social’.

Haciendo uso de Foucault, podemos entender los medios como el escenario de lucha por la

delimitación conceptual de la violencia contra las mujeres. Los medios serán el espacio

principal en que se plasma la discusión ideológica que, por supuesto, tiene lugar en el

campo político y el campo científico.

En el estudio de Benson y Neveu se destacan algunas de las aportaciones teórico-prácticas

de Bourdieu para el análisis de campo que se han tenido en cuenta al realizar este estudio.

Por una parte, los discursos que emiten los medios, aunque influidos por otros campos

(poder económico y poder político) no son únicamente un reflejo de éstos. En segundo

lugar, la lucha por conseguir la hegemonía del sentido social, procede de las luchas

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enraizadas en las posiciones antagónicas existentes. En tercer lugar, la teoría del campo, si

bien contempla el estudio de las constricciones burocráticas impuestas sobre los

periodistas, también incorpora el estudio de los periodistas individualmente, que, de

manera relacional, también impactan en el funcionamiento del campo y lo transforman.

Explorar a las personas que forman parte del campo de manera individual permite

conceptualizar los márgenes disponibles para intervenir, resistir, y renovar las prácticas

periodísticas.

Siguiendo ésta última idea, los estudios feministas de la comunicación han destacado cómo

el peso creciente de mujeres en las redacciones en las últimas décadas, debería haber

impactado en la configuración de campo. Sin embargo, Carter et al. (1998) explican por qué

la feminización del periodismo no ha transformado el campo, que conserva una identidad

profundamente masculinizada. Por una parte, la tendencia a la concentración de los medios

y la constante mercantilización del periodismo, dificulta la disidencia. También lo hace el

cambio en las pautas laborales, la mercantilización de las cuales coincide con la

popularización del acceso de las mujeres a la profesión. Por otra parte, el proceso de

socialización periodística jerarquiza, siguiendo la lógica de premio-castigo- Premia

encargando noticias “serias” y castiga enviando a sociedad y otros asuntos considerados “de

mujeres”. Los departamentos de sociedad en los que se ha hecho el trabajo empírico

estaban formados mayoritariamente por mujeres, aparte de ser los más amplios

(concentración de agentes). Sin embargo, en cuatro de los cinco medios, eran hombres los

que ocupaban el cargo de jefe de sección. Las mismas autoras afirmaran que “por cuestión

de puro ‘sentido común’, las actitudes, valores y creencias sobre el género dan forma a los

criterios que sustentan lo que se considera un ‘profesional’ y cómo, a su vez, dan forma a las

formas de sexismo que tienen lugar por las mujeres periodistas, en la redacción y en el

campo” (Carter et al., 1998). Joana Gallego (2003), es su estudio sobre la transmisión de

estereotipos de género en la prensa, remarcaba como la diferenciación entre “noticias

duras” y “noticias blandas” contribuye a su jerarquización. El criterio periodístico,

considerándose asexuado, se convierte en un mecanismo de negación de las desigualdades

derivadas del género.

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3. El proceso de producción: agentes y discursos

Como se ha indicado al presentar la metodología, las personas entrevistadas ocupan

posiciones diversas según su puesto de trabajo (jefatura de sección o coordinación de área

vs. redacción), pero también dependiendo de la especialización en el tema (redactoras

especializadas vs. no especializadas) y, por último, de la potencia del medio en el que

trabajan (televisión pública vs. televisión privada y privada principal vs privada

subordinada).

Por especialización entendemos tanto la dedicación de los y las profesionales a la discusión

y elaboración de piezas informativas sobre violencia de género como a la formación y

dedicación en la materia. Por poder de decisión, entendemos en lugar que ocupan en el

proceso de producción: redacción, coordinación de área (o subjefatura), jefatura de sección

y edición. Las posiciones (identificadas por el número de entrevista y color dependiendo del

sexo) que ocupan quedarían representadas gráficamente de la siguiente manera:

Cuadro1. Especialización y poder de decisión según sexo:

Como se observa, son mujeres las que se han especializado en elaborar las informaciones de

violencia contra las mujeres, constatándose la persistencia de una segregación temática

según la cual las mujeres continúan haciendo información “para mujeres”. Las fracciones

discursivas, sin embargo, no siempre se corresponden con las posiciones en el campo por lo

que el gráfico sirve, sobre todo, como una guía de lectura de las citas de las entrevistas.

Edición

E11

Jefatura E6

E8

Coord. E7 E5 E3

Redacción E1 E10 E2

E9 E4

Especializ.Cuasi-

especializ.

OcasionalNunca

MUJERESHOMBRES

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3.1 Evolución del tratamiento informativo de la violencia contra las mujeres

Desde que a finales de los 90 la violencia contra las mujeres saltara a la arena pública como

un problema social, los medios de comunicación la tematizaron —primero como maltrato y

violencia doméstica, después como violencia de género— e incluyeron en la información

cotidiana. Poco antes se había incorporado como tema en reportajes y programas. Estos

últimos, bajo la forma de infoentretenimiento, empezaron a destacar la existencia de la

violencia contra las mujeres —en el ámbito de la pareja, el acoso sexual y el riesgo de

violación—, sobre todo en los magazines matutinos, orientados principalmente a público

femenino. El salto a la información “seria”, así pues, no se dio hasta la muerte de Ana

Orantes, en 1997, a manos de su ex marido, tras aparecer en un talk-show explicando su

vívida experiencia de malos tratos. A partir de entonces, los informativos empezaron a

hablar de un fenómeno social que, hasta entonces les había pasado desapercibido. Tuvo

como consecuencia la modificación de los sistemas de selección de las informaciones sobre

violencia contra las mujeres por parte de los y las periodistas pasando de un modelo que

primaba el valor noticioso de los acontecimientos a otro en el que la selección es producto

de una decisión consciente de dar difusión a la violencia contra las mujeres. Un modelo

llamado por Kepplinger de actualización instrumental según el cual los acontecimientos se

seleccionan porque se pretende conseguir ciertos objetivos (Berganza, 2003). La atención

mediática alcanza el clímax en 2003-2004 cuando, a través del debate sobre la Ley 1/2004

de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, los medios se hacen eco,

no sólo de los casos de crímenes contra mujeres (siempre en el marco de las relaciones de

pareja heterosexuales) sino del mismo debate conceptual sobre el fenómeno.

Prácticamente hasta 2010, en los informativos de televisión aparecía cada caso de muerte

por violencia de género. A partir de entonces, el clima de las redacciones frente a la

violencia contra las mujeres es “más relajado”, menos insistente, con lo que podemos

afirmar que el modelo de selección de los temas ha variado, dando lugar a un nuevo ciclo.

Todos los y las profesionales entrevistada entraron a la redacción de sociedad cuando la

violencia contra las mujeres se había tematizado y su atención era constante. Sólo un

periodista recuerda que el modelo comunicativo predecesor:

“Eh, yo cuando empecé a hacer tribunales, yo recuerdo perfectamente hablar de

“crímenes pasionales”. O sea, el concepto violencia de género, eso no existía. Y todo, yo

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he hecho juicios de persona que había matado a su mujer y yo recuerdo perfectamente

el concepto “crimen pasional” en todos los medios. Si tú ahora utilizas “crimen

pasional”, el concepto “crimen pasional” para esto, lo mínimo que te cae es una bronca

y lo segundo es que la gente te empiece a llamar para decir: “Oiga, que…”, porque tú

sabes que no es un crimen pasional. Entonces, ha cambiado esa perspectiva. Hemos

pasado del crimen pasional a un problema social que es la violencia de género.” (E 9:

E9-J5.rtf - 9:9)

En este fragmento de texto se observa que, aparte de entrar en una nueva dinámica

informativa, esta es irreversible. Opinión generalizada entre el conjunto de los discursos que

mantienen que el aprendizaje de los medios no tiene marcha atrás, entendiéndolo como un

proceso sin fisuras, ascendente y continuado:

“Yo aprendí a no hablar de tropecientas puñaladas o le salió por la yugular y le entró

por el maxilofacial. O sea, aprendimos, yo creo, a no dar detalles, a no ser truculentos, a

hablar de penas, a hablar de los agresores como alguien que comete la agresión no bajo

influencia de la droga, no bajo influencia de que está en paro, no, o sea, yo al menos

eso lo he tenido claro. Y eso lo he aprendido con el tiempo y porque he entrado en

contacto con personas, víctimas y profesionales, que te, te explican “Mira, esto no es

así” y que yo creo que se ha hecho una labor muy intensa con los medios en, pues eso,

procurando que aprendiéramos, que esto era un tipo de información diferente a lo que

es un suceso. A decir, bueno, que de alguna manera había que dar un poco mensajes,

pues eso, el que la hace, la paga. O sea, este señor podía estar muy deprimido, pero eso

no justifica que vaya y mate a su señora o lo intente…” (P 4: E4-J3.rtf - 4:10).

El proceso de tematización va acompañado de una preocupación por la manera de informar,

con lo que los cambios, más que cuantitativos, son también cualitativos. No obstante,

aunque el “alma común” de los periodistas indica que la mejora en el tratamiento es

continua y no cejan en exponer los protocolos que siguen para componer las piezas

informativas: sobre la selección de imágenes, totales (fragmentos enunciados por fuentes

formales o informales), sobre el uso del lenguaje o la contextualización. En general, el tema

se considera tratado con mimo en el conjunto de los medios de comunicación:

“Creo que es un tema muy así en todas partes, muy igual. O sea, creo que es de esos

temas privilegiados, en el sentido de en cuanto a información y creo que se, se trata

bastante correcto y con bastante mimo en casi todas partes. O por lo menos, yo es una

percepción que tengo.” (P 5: E5-J4.rtf - 5:47)

Esta cita pone en evidencia dos cuestiones: por una parte la percepción de un tratamiento

especial en cuanto al cuidado pero al mismo tiempo, al indicar que se trata de una

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información privilegiada se señala, emotivamente, un entidad diferenciada para estas

noticia que no siempre coincide con el criterio periodístico.

Como se ha apuntado, a partir de 2010, hay un cambio de tendencia: los casos agresiones a

mujeres con resultado mortal por parte de sus parejas o exparejas deja de cubrirse como se

venía haciendo hasta el momento. Por lo general, las piezas informativas dejan de ser videos

completos y se reducen a colas. El cambio lo motiva la visita del entonces delegado del

Gobierno para la Violencia de Género, Miguel Lorente, a las principales televisiones para

plantear los resultados de un estudio realizado por la Universidad de Granada que advierte

de la existencia de un efecto imitación al observar, estadísticamente, que en los tres días

posteriores a un crimen por violencia de género, hay más posibilidad de que se cometa otro

crimen. Como medida preventiva, sugiere que los medios dejen de informar de cada muerte

o que, en caso de hacerlo, lo hagan en formato de colas (piezas breves que se lees desde

plató con el soporte de algunas imágenes) y extremando las precauciones. La respuesta a

estas demandas en las redacciones ha sido diversa y se presentan diversos grados de

acatamiento de la sugerencia. Sin embargo, el resultado se vive de diferentes maneras. Para

las redactoras especializadas, la nueva dinámica comunicativa supone un descenso sensible

en el grueso de espacio de dedicado:

“Yo creo, de repente, creo que es como el principio de que la moda de la violencia de

género interesaba, y o sea, viví una época muy buena, empezó hace 7 años, hace 4, 5,

3… hasta el año pasado que te digo que pasó eso, pues era muy bien aceptado, les

gustaba mucho que se trata el tema, les gustaba… vendía mucho. A partir de ahora no

los sabemos. Ya te digo que a partir del año pasado hubo un cambio, y se notó mucho,

yo lo noté. Que de repente me costaba muuucho… o sea, yo ofrecía, porque además los

reportajes los tienes que vender, entre comillas. Es decir, yo se los propongo a mi jefa:

oye, mira, se me ha ocurrido hacer tal cosa. Tengo un testimonio buenísimo de tal… y

ella lo comenta a los editores y le tienen que dar el ok. Si ellos dicen, no, no nos

interesa, pues no puedo seguir adelante. (P 2: E2-J2.rtf - 2:52)

La evolución en el tratamiento deja, así pues, a las personas especializadas en el tema en un

lugar más vulnerable dentro del proceso productivo: menos capacidad de proponer temas y

menos aceptación de su trabajo. Este sentimiento, sin embargo, sólo es vivido con angustia

por parte de aquellas que apostaban decididamente por el tema, lo que sólo es posible en

las redacciones más grandes en las que la especialización es posible.

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Para los profesionales con puestos de decisión, sin embargo, aunque reconozcan el

descenso en la intensidad, no lo advierten como un cambio de modelo comunicativo sino

como una evolución natural del mismo:

“Eh, no, grandes cambios, no. Yo creo que, hombre, se ha ido, eh, al principio era como

el fenómeno que nacía, y al principio era “hay que denunciar y hay que tomar

conciencia”. Al principio, muchas veces lo que hacías era, contabas los casos, sin

profundizar mucho más. También porque no había quien, quien hiciera esa labor. Claro,

tú, periodista, pues profundizas un poco en eso, pero no tienes ni las estadísticas ni el,

ni el análisis ni la relación de casos y tal”. (P 6: E6-C2.rtf - 6:34)

Esta perspectiva se apoya en la percepción de haber conseguido ya la visibilidad social de la

violencia de género, con lo cal, los medios ya habrían hecho su trabajo de sensibilización y

quedarían así exentos de cualquier responsabilidad.

Sólo en los raros casos donde la especialización coincide con un alto poder de decisión

(E11), el punto de inflexión se aprovecha para reforzar el tratamiento siguiendo una

tendencia a contracorriente y con un posicionamiento político-ideológico firme:

“Aquí se sentaron unas bases para informar sobre violencia de género y digamos que

esas pautas las vigilo yo, que se cumplan […] Unas pautas que nos fijamos nosotros

mismos hace un año, dos años ya, a raíz de una entrevista con el ex delegado… de… del

Gobierno para la violencia de género, con Miguel Lorente, tuvimos una entrevista con

él, los editores de informativos y bueno, decidimos establecer unas pautas que nos

parecían justas, a raíz de un estudio que ellos habían hecho junto con la Universidad de

Granada, pues bueno, decidimos… no seguir lo que el planteaba, porque el planteaba

un experimento de silenciar los casos de violencia de género durante unos x meses en

los informativos para comprobar si creaba un efecto simpático o no, a eso no llegamos,

porque creemos que nuestra labor por encima de todo es informar de estos casos, pero

si decidimos ciertas cosas… o corregir ciertas cosas que veníamos haciendo mal.” (P11:

E11-C5.rtf – 11:1)

La posición de poder en el campo permite tomar decisiones en contra de un “criterio

periodístico” dominante, a pesar de contrariar una de los primeros principios del campo que

radica en la imitación de unos medios a otros.

Así pues, las indicaciones provenientes del poder político —cabe recordar que hablamos de

un poder político extinto, ya que en el momento de realizar las entrevistas Lorente ya no

ostentaba el cargo— impactan en el modelo comunicativo sobre las piezas informativas de

los casos de violencia de género. Sin embargo, ¿por qué dejan de hacerse piezas de

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sensibilización y reportajes de fondo, etc.? El descenso de la importancia informativa se

plasma es la ausencia de espacios para hablar de la violencia contra las mujeres. Hay dos

elementos que impactan en ese descenso y que provienen de otros campos. El primero, la

“muerte política” violencia de género. Con el cambio de gobierno, la violencia contra las

mujeres deja de ser un tema políticamente relevante y, por lo tanto, desaparece toda

actividad política relacionada con ello:

“Una vez que Miguel Lorente desaparece y, y se dejan de hacer campañas, es un… para

mí es un señor que trabajó mucho. Ha sido prácticamente cero. Ha sido de cien a cero…

Pero así, radical. No, eso no significa que el Ministerio, quizás, no esté trabajando, ¿eh?,

pero lo que yo estoy haciendo, el trabajo que yo estoy elaborando ahora mismo de

violencia de género, prácticamente es cero. Y si hay algo lo damos en colas y bueno… no

sé.” (P10: E10-J6.rtf - 10:9)

“Pero sí es cierto que cuando ha habido llamamientos o, siempre hemos estado ahí. Yo

recuerdo haber ido montones de veces porque se presentaba balance, porque se daban

pulseras, porque daban datos de, siempre hemos estado. Ahora es que no hay. […]

Ahora no hay nada, ahora no hay nada. O sea, en un año, no hay nada. Cero. Entonces,

bueno, declaraciones oficiales ahora mismo estamos exentos de tener ni que

interesarnos por ellas.” (P5: E5-J4.rtf – 4:28)

La retroalimentación de la agenda política y la agenda mediática ha sido clave en el proceso

de tematización y, a su vez, ha impactado directamente en la opinión pública. Los datos del

barómetro de opinión del CIS, de hecho, nunca han vuelto a registrar la cifra de 2004,

momento en que se debatía la ley y su presencia era muy destacada en los medios. De aquel

12%, la violencia contra las mujeres ha vuelto a situarse entre el 2 y el 3, en los niveles

anteriores al debate de la ley. Ahora bien, con el impacto de la crisis, la violencia ha dejado

de ser considerada un problema para el Estado. Si el enero de 2011 sólo un 1,4% destacaba

la violencia contra la mujer como uno de los principales problemas de España, en enero de

2013 lo hacía un 0,4%. La crisis económica y social ha trastocado la configuración de los

informativos con un peso creciente de la política y la economía. Y las secciones de sociedad,

por su parte, se han volcado en narrar las historias de la crisis por lo que las posibles noticias

relacionadas con la violencia contra las mujeres tienen, ahora mismo, mucha competencia:

“En este momento, por ejemplo, eh… yo creo que sí, sí que es proporcional a lo que

sucede. Es verdad que es un drama, pero también hay que tener en cuenta que España

está viviendo otro drama por la situación económica, por la cantidad de despidos que

hay, por las empresas que están cerrando, porqué la bolsa se cae, eh… porque estamos

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con el euro como estamos… entonces, teniendo en cuenta globalmente lo que está

pasando en la economía de este país, que el tema de la violencia de género entre en la

parte mediana de los telediarios creo que está bien valorado.” (P1: E1-J1.rtf. – 1:17)

A parte de las atribuciones del descenso informativo a la falta de empuje por parte del

campo político y a la crisis que “barre con todo”, hay un conjunto de discursos que lo

atribuyen al final de un ciclo, no informativo, sino como reflejo del fin del interés social en la

violencia contra las mujeres:

“Ha perdido como, en un momento tuvo mucho interés social esto, porque como

que había habido un repunte y tal y ahora ya el interés social de esto ha

disminuido bastante. Ojo, o sea, es la valoración que hacemos nosotros, que

puede ser que interese todavía a la sociedad, pero pensamos que no interesa

tanto ya estos casos, pues igual que no interesa los casos de cuando detienen ya

a terroristas de ETA. Porque ya no hay ETA, ya no hay tal, aunque hay violencia

de género, pero quiero decir, pasó, su momento pasó, ¿sabes?” (P 7: E7-C3.rtf -

7:11)

Esta posición discursiva identificará la tarea periodística con el reflejo de la sociedad y

vinculada directamente a los intereses de la audiencia, identificando a la misma como la

ciudadanía.

3.2 Criterios de noticiabilidad: cuando lo habitual se torna extraordinario

El peso informativo de la violencia contra las mujeres ha decrecido considerablemente, pero

no ha desaparecido. Las noticias sobre muertes gotean, con mayor o menor cobertura, al

ritmo que ocurren. Ahora bien, para que un caso sea informado con amplitud debe tener

algo que le dé un “giro”. Recogiendo la última idea del anterior punto, los periodistas

seleccionarán los casos en función de lo que crean que le llamará la atención a la audiencia,

lo que su instinto periodístico les diga que esconde una buena historia. Siguendo a Meyers

(1997), los periodistas forman una comunidad interpretativa; crean significados a través de

una “comprensión colectiva de la práctica profesional, sus normas y sus criterios de

noticiabilidad” que usan como guía para la selección de los temas. Según Meyers, el

concepto de “noticiabilidad” protege a los periodistas de la acusación de sesgar la

información en función del género, la clase social o la etnia al mismo tiempo que oscurece el

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tratamiento que es, de hecho, sesgado en contra de las mujeres, los inmigrantes o la clase

trabajadora.

No hay unanimidad a la hora de decidir qué hace noticiable a un caso pero, en todos los

casos el resultado es generar una jerarquía según la cual no toda la violencia contra las

mujeres es igual de importante:

“Ya, llega un momento en que las historias tienen que ser ya como muy especiales para

que entren. ¿Cuántas veces hemos oído a una mujer decir que la maltratan?” (P 9: E9-

J5.rtf - 9:29)

“Sí, dependiendo un poco de las circunstancias que él decía, que puede ser la edad de la

víctima, por ejemplo. Eso es un elemento. Cuanto más joven, más impacto crea y más

sensación de que algo hay que contar de esa historia, ¿no? Cuando es una chica muy

joven y no te cabe en la cabeza y han querido recordar que esto se da en todas las

edades, o, o sí, o se producen circunstancias que hacen el tema especialmente

novedoso, llamativo, distinto. Si entra dentro del, de la rutina (!) de la violencia de

género, ahora mismo yo creo que, en muchos casos, se da la información a la edición, y

en muchos casos, o entra en la escaleta y se cae, o no llega a entrar en la escaleta, si hay

algún tipo de dificultad en la cobertura o vemos que no va más allá.” (P 8: E8-C4.rtf -

8:11)

Se impone de nuevo el criterio de novedad y espectacularidad donde cobran sentido los

detalles que, sin embargo, pueden destacar cualquier hecho como distintivo: la corta edad,

la avanzada edad, el bienestar social y la pertinencia a clases sociales altas o la absoluta

miseria. El interés creciente por las circunstancias, por la casuística, devuelve

inmediatamente la violencia contra las mujeres al carril de los sucesos e impone una nueva

jerarquización de la violencia según la cual una violencia tiene categoría de noticia mientras

la otra no. Esta jerarquización se suma a la que existía anteriormente según la cual sólo la

violencia con resultado mortal era incluida en los informativos generando una

sobrerrepresentación de la misma, y una subrepresentación de la violencia psicológica y

física sin resultado de muerte (Gómez, 2012).

Las dos citas escogidas anteriormente redundan en la categorización de la violencia contra

las mujeres como rutinaria y ampliamente representada ya en los medios, aparte de

destacar los problemas técnicos y las constricciones específicas de la televisión para la

cobertura de las noticias que discriminarán cualquier información que no disponga de

imágenes. También viven como un impedimento a realizar su labor informativa la falta de

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fuentes oficiales que aporten contexto y profundidad a los casos. La policía, entendida como

principal fuente legítima, también subraya las características de las noticias como sucesos

que desembocan en procesos judiciales. La preponderancia de estas fuentes: policía, jueces,

abogados, etc. encuadra mediáticamente la violencia de género como un crimen o, en su

caso, como un problema derivado de la justicia cuando fallan las medidas: pulseras, órdenes

de alejamiento u otras medidas de protección.

3.3 Pero, ¿de qué violencia estamos hablando?

Para los y las periodistas entrevistadas, la violencia de la que estamos hablando es la que se

da en el marco de las relaciones de pareja cuando las mujeres son las víctimas. La legislación

actual delimita de esta manera la violencia de género en su desarrollo y así se enfrenta

desde las redacciones. Los y las periodistas entrevistadas identifican la violencia de género

con la violencia de pareja, lo que implica tomar la parte por el todo. Violencia de género,

término que apunta a la mediación social y cultural en la configuración de las

masculinidades y feminidades de manera desigual y relacional. Si bien acuñar este concepto

como el más extendido y aceptado fue considerado un éxito por parte de los movimientos

feministas, en las entrevistas parece que se constata el temor de “caer en el uso de violencia

de género como un eufemismo que bajo su supuesta neutralidad del género pierde por el

camino la connotación de poder” (Tubert, 2003, citado por Osborne, 2009:31):

A mí me gusta más machista, porque es fruto del machismo, todos los hombres, no es

producto de un género distinto, hombre/mujer, es producto del machismo. Incluso en

dos parejas de mujeres porque claro, también es fruto de la educación, la mujer es

inferior al hombre y eso es la base del machismo. (P 2: E2-J2.rtf - 2:34)

Yo es que creo que lo del tema de “género” es un nombre, digamos, correcto, es más

purista, a lo mejor, más delicado o más literario, una forma, lo que es, es toda la vida lo

que hemos dicho que es machismo y es en esa creencia y en ese concepto donde

aparece la violencia. (P 4: E4-J3.rtf - 4:19)

Aunque la violencia de género se reduzca a sólo una parte de la violencia que se ejerce

contra las mujeres, los medios también se hacen eco de otras expresiones de la misma que

se dan en el contexto social, no en el familiar, como puede ser el acoso sexual en el ámbito

laboral o la violencia sexual por parte de desconocidos. También cabe la trata de personas

con fines sexuales, u otras expresiones avaladas por los estados como la violencia contra las

mujeres como arma de guerra o la mutilación genital femenina. Por otra parte, en los

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informativos televisivos también se alude a otros tipos de violencia familiar o doméstica en

la que las víctimas no son mujeres: violencia hacia las personas mayores, hacia los hijos e

hijas, o de hijos e hijas a padres y madres. También la violencia se ejerce de mujeres hacia

sus maridos, y no podemos olvidar que existe violencia en las relaciones de gays, lesbianas,

bisexuales y transexuales. La violencia, en definitiva, no es monopolio de un género aunque

se tiende a destacar de manera dicotómica las continuidades en los comportamientos de

unos y otros, partiendo de posiciones prefijadas (hombre violento/mujer violentada) con la

consecuente pérdida de la multiplicidad y variabilidad que hay en la expresión de la

violencia de género, al tiempo que se desdibuja su carácter relacional (García y Casado,

2010:75).

Todas estas violencias de género y violencias en las relaciones afectivas salpican los

informativos aunque, efectivamente, desligadas del concepto de violencia de género o

violencia machista: tramas de prostitución forzada desarticuladas, crímenes de madres

contra sus hijos o robo de bebes a madres solteras con la connivencia del Estado. Todos

estos fenómenos se narran focalizando la atención en el proceso judicial o en el momento

de la detención sin hacer uso de ningún protocolo o recomendación:

“Todavía no ha habido un planteamiento sobre muchos de estos casos genéricos. Puede

haber una preocupación, porque la gente que está en la redacción y la gente que trata

este tipo de temas, tiene ese tipo de, de sensibilidad, pues porque habla con ONGs, que

habla con gente que está preocupada por el tema, pero es verdad que todavía no hay

un planteamiento en, desde las direcciones de las redacciones, me parece, en general,

cómo tratar esos temas aquí. De hecho, como al revés, hay veces que tienes que

superar incluso tabús para hablar de determinados temas, ¿no?” (P 8: E8-C4.rtf - 8:26)

Para los y las periodistas, el clima de preocupación por la violencia contra las mujeres

durante la pasada década supuso la posibilidad de debatir y polemizar sobre la misma,

profundizar y especializarse. La misma estructura de oportunidades mediáticas (Xambó et

al., 2012) permitió a sectores cercanos a las corrientes feministas a transformar las

propiedades del campo, no sin reticencias:

“Y luego yo, sí quería apuntar del, como también objeto de debate que puede servir

para algo, en el tema de la violencia de género, la dificultad que hay muchas veces de ir

a contracorriente. Es decir, está de moda la violencia de género, está de moda el

ponerse del lado de la mujer, si tú intentas hacer una información que no vaya en ese

sentido, es muy difícil colocarla. Y te explico. Me venía a la cabeza por lo que

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hablábamos de las tasas antes, ¿no? Cuando se reconoce a la víctima de la violencia de

género que no pague las tasas judiciales. Eso es muy peligroso. Eso es muy peligroso

porque puede llevar a muchas personas a denunciar violencia de género cuando no la

hay. Eso, que lo han denunciado los jueces en muchas ocasiones, los falsos casos de

violencia de género, y que ha tenido muy escaso eco siempre en los medios. (P 9: E9-

J5.rtf - 9:32)

Esta cita sintetiza los temores que algunos y algunas periodistas plantean en las entrevistas:

por una parte, que el posicionamiento personal de los y las profesionales influya

disminuyendo el grado de objetividad deseable para el periodismo (“acercarse a las dos

partes en búsqueda de la verdad”); por otra, que la profesión sea custodiada o vigilada

tanto por la propia cadena (ese tabú al que se aludía en la cita anterior), como por el campo

político o por agentes externos (plataformas feministas o la misma audiencia a través de

llamadas a las redacciones).

3.4 Explorando los efectos

Los efectos de los media ha sido una de las principales preocupaciones de los estudios sobre

comunicación, centrados, principalmente, en demostrar cómo los medios afectaban el

comportamiento de las personas. Dentro de esta tradición, los estudios feministas de la

comunicación buscaron proveer de material empírico para probar los efectos negativos de

los medios en las actitudes hacia las mujeres. La teoría del cultivo impulsada por Gerbner a

partir de los años 60, sirvió para estudiar el impacto acumulativo de la televisión en la

percepción social de la audiencia y sus valores culturales. Desde los 70, los estudios sobre

los efectos se centran en el impacto ideológico de los medios en el mantenimiento de las

desigualdades basadas en la clase, la etnia, el género y la sexualidad (Carter y Steiner, 2004).

Aunque a partir de los 80, a partir del modelo crítico de Hall, en foco de estudio reside en la

decodificación de los mensajes dada la complejidad de pero, aunque la creatividad de las

audiencias en la decodificación de los mensajes ha sido sustituido los estudios de los

efectos, las representaciones culturales tienen un impacto en la negociación de las

actitudes, las creencias, las experiencias y las identidades. Como afirma Kitzinger, “la

representación de los medios puede ser muy influyente en determinadas circunstancias. Así

pues, saber que las audiencias son activas, no desactiva la influencia” (Kitzinger, 1999).

La problematización del tratamiento mediático de la violencia de género continúa anclado

en los efectos, dadas múltiples decodificaciones posibles por parte de la audiencia. Los y las

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periodistas que elaboran las noticias tienen, habitualmente, un receptor-objetivo a lo largo

del proceso. Las redactoras que se enfrentan habitualmente a la redacción y montaje de las

piezas aseguran tener siempre en la cabeza a las víctimas: intentar que denuncie, que se

sienta identificada con los testimonios de las mujeres que han conseguido rehacer su vida o

que conozca las herramientas de protección. Sin embargo, sólo una pequeña parte de las

noticias sobre violencia de género apunta a esta dirección, mientras que en la mayoría

“estás dando un mensaje de muerte” (P10: E10-J6.rtf - 10:29). La preocupación, así pues,

parece haber saltado a los posibles efectos sobre los potenciales maltratadores aunque la

profesión advierte que puede hacer bien poco al respecto por la falta de elementos

necesarios para contextualizar al agresor y, sobre todo, para mostrar las consecuencias

punitivas, con lo que se conseguiría una “efecto ejemplificador” (P1: E1-J1.rtf – 1:3). Al

respecto en las entrevistas se reitera la necesidad de incluir los juicios y las sentencias

condenatorias como piezas informativas. Incluso, en algunos casos, se apunta la necesidad

de dar un paso más y criminalizar a los agresores como elemento que marcaría la diferencia

en exposición de los hechos:

“Una de las cosas que echamos de menos […] a mí me gustaría que tuviésemos

herramientas para criminalizar al agresor. Es decir, a los agresores nunca los vemos.

(P11: E11-C5.rtf - 11:8)

Se trata, así pues, de discursos que tienden a perpetuar las posiciones de

víctimas/agresores, entendidos como dos partes antagónicas de una historia que debe ser

contada. Las identidades se entienden como fijas e inmutables, sobretodo en el caso de los

agresores:

“O sea, que yo, los mensajes que doy, las noticias que doy, no es para los maltratadores,

porque con ellos no voy a poder hacer nada. Un maltratador es un maltratador y o

decide buscar ayuda, o siente el rechazo de la sociedad y eso hace que se frene, o no

hacemos nada. O sea, yo con mi noticia no voy a cambiar al maltratador”. (P 2: E2-J2.rtf

- 2:22)

A esas categorías fijas se le sumarán discursivamente otros elementos que tienden a

esencializar las categorías de “hombres” y “mujeres” atribuyéndoles características. Por

destacar un ejemplo, dos de las periodistas entrevistadas apuntan al interés social de hablar

de los efectos de los malos tratos sobre los hijos de las mujeres que viven violencia para así

poder empujar a las madres a denunciar y salir de la situación, destacando el rol maternal

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ligado inexorablemente a la figura de la mujer: “ Y luego sobretodo porque eso animaría

también a muchas mujeres, es decir, en definitiva, si tú estás sufriendo malos tratos y

alguien te cuenta que tus hijos también lo están sufriendo por su culpa, a lo mejor es más

fácil que tú des el paso y luches contra eso.” (P 1: E1-J1.rtf - 1:7)

Aunque los discursos varían sustancialmente, la atribución de características diferenciadas a

mujeres y hombres persiste, contribuyendo a la construcción mediática de una masculinidad

hegemónica y una feminidad hegemónica constringentes. La búsqueda periodística de la

historia que subyace al hecho promueve la construcción de modelos arquetípicos, sin

fisuras, cerrados, simplificando no sólo a los agentes que intervienen en las piezas

periodísticas, sino también homogeneizando a los receptores bien como (potenciales)

agresores y (potenciales) víctimas, siempre alejados de lo que constituiría la norma: parejas

de hombres y mujeres alejadas del conflicto y/o la violencia.

4. Conclusiones

A lo largo de estas páginas se ha intentado indagar cómo se producen las noticias televisivas

sobre violencia de género a través del análisis de los discursos de los propios profesionales

que seleccionan, encuadran y redactan las noticias. En primer lugar, cabe destacar el

sensible descenso de interés informativo por este problema social en los últimos años tras

una década de atención creciente durante la cual la violencia contra las mujeres en el marco

de las relaciones sexo-afectivas se visibilizó socialmente y alcanzó un lugar destacado en la

agenda política. La retroalimentación de las agendas política y mediática impulsó la

tematización de la violencia de género y la progresiva preocupación por su representación

mediática. En las redacciones se convirtió en un tema cotidiano y la noticiabilidad, la

facilidad con la que los asuntos relacionados con la violencia de género se imponían en la

escaleta, permitió la especialización.

El impacto de la crisis económica ha alterado las agendas (mediáticas y políticas) resituando

la violencia contra las mujeres como un problema residual y su presencia en los informativos

se ciñe, prácticamente, a los casos de agresión con resultado de muerte, jerarquizados

según los “criterios de noticiabilidad”. Estos criterios tienden a focalizar sobre hechos

extraordinarios, llamativos o sensacionales devolviendo la información sobre violencia

contra las mujeres a la categoría de sucesos, considerándolo informativamente agotado.

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Este proceso de trasformación del criterio periodístico es vivido como inevitable —con

mayor o menos preocupación dependiendo de la posición ideológica respecto a la misma

violencia de género— por parte de los y las profesionales, salvo los casos en los que la

especialización coincide con un alto grado de poder de decisión.

En las redacciones se plasma la existencia de un debate ideológico sobre la violencia de

género que, si bien en la superficie existe unanimidad en la preocupación sobre la misma,

en los discursos más profundos las posiciones discursivas oscilan desde el convencimiento

de las ramificaciones estructurales de la misma violencia, hasta la minimización de la misma

—insistiendo en la existencia de abusos por parte de las mujeres de los sistemas de

protección, por ejemplo— en forma de resistencia.

Las dificultades para desarrollar un periodismo generalista con perspectiva de género se

evidencian en la escasa conexión que se establece entre la función de sensibilización social

de los medios —muy celebrada en el campo periodístico— y la función de reproducción

social e imposición de modelos de masculinidad y feminidad hegemónicos, de reproducción

de estereotipos de género.

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