La presencia del Inca y la incorporación de Tarapacá al Tawantinsuyo (Norte Grande de Chile)

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ActAs del XVIII congreso nAcIonAl de ArqueologíA chIlenA Sociedad Chilena de Arqueología 2012

Transcript of La presencia del Inca y la incorporación de Tarapacá al Tawantinsuyo (Norte Grande de Chile)

ActAs del XVIII congreso nAcIonAl de

ArqueologíA chIlenA

Sociedad Chilena de Arqueología 2012

ACTAS DEL XVIII CONGRESO NACIONAL

DE ARQUEOLOGÍA CHILENA

Editor

Sociedad Chilena de Arqueología

ISBN 978–956–0000–00–0

Diseño, diagramación e impresión

Gráica LOM Ltda.

Concha y Toro 25

Fonos: (56–2) 672 2236 – (56–2) 671 5612

Actas del XVIII congreso nacional de Arqueología chilena

lA PresencIA del IncA y lA IncorPorAcIón de tArAPAcá Al tAwAntInsuyo (norte grAnde de chIle)

Mauricio Uribe1, Simón Urbina2 y Colleen Zori3

ResumenLa formación del imperio Inca sigue siendo materia de conocimiento y discusión en Tarapacá, por lo que presentamos un estudio

sintético de sus expresiones materiales a través de uno de sus asentamientos emblemáticos, Tarapacá Viejo, el cual desde la Pampa

del Tamarugal (Yunga) articuló las tierras altas y la costa de la región. Nos interesa analizar la arquitectura incaica, ofrecer infor-

mación artefactual y ecofactual depositada por la ocupación, así como datos históricos, estratigráicos y cronológicos precisos.

Todo esto con el propósito de contribuir con información novedosa e inédita a las discusiones sobre las lógicas y estrategias tanto

económicas como ideológicas implementadas por el Tawantinsuyo en la región y con las áreas vecinas. En suma, nuestra expec-

tativa es que el registro arqueológico de Tarapacá Viejo aporte al debate crítico de las clásicas dicotomías entre dominio directo o

indirecto, territorial o hegemónico, derivado de los modelos de verticalidad andina.

Palabras Clave: Tarapacá Viejo, imperio Inca, control vertical, verticalidad invertida, Contisuyo.

AbstractThe coniguration of the Inca Empire in Tarapacá, located in Northern Chile, is still a matter of investigation and discussion.

In this paper we present a synthetic study of the material expressions of the Inca at an emblematic settlement, Tarapacá Viejo,

in which populations of the Pampa del Tamarugal, or Yunga, articulated with peoples of the highlands and desert coast of this

region. We combine different architectural, artefactual and ecofactual information recovered from Inca deposits at Tarapacá

Viejo, as well as precise historic, stratigraphic and chronological data. The purpose of this investigation is to contribute new and

previously unpublished information to the debate regarding the economic logic and ideological strategies implemented by the

Inca in Northern Chile and neighboring areas. In sum, we expect that the archaeological record at Tarapacá Viejo will contribute

to a critical discussion of the classic dichotomies between direct or indirect and territorial or hegemonic domination, derived

from Andean models of verticality.

Key Words: Tarapacá Viejo, Inca Empire, Vertical control, Inverted verticality, Contisuyo.

Introducción sobre el Inca en Tarapacá

Hasta hace muy pocos años la continuidad entre

la historia prehispánica tardía y colonial de Tarapacá

se había mantenido subordinada a la investigación

efectuada previo a la década de 1980 (Núñez 1979).

Esto, a pesar de la riqueza arqueológica generada

por sus centenarias relaciones interétnicas macro-

regionales, la administración incaica y la invasión

hispana posterior (Núñez y Dillehay 1995 [1978],

Núñez 1984, Odone 1994, Uribe 1999-2000). En

años recientes, al reiniciar los estudios en la temática

se constataron: (1) deiciencias en la periodiicación

tardía de la región de Tarapacá, (2) la carencia ge-

neralizada de nuevos documentos publicados sobre

los Incas y el período Colonial Temprano, y (3) la

falta de datos contemporáneos sobre localidades

indígenas y el elenco de las principales autoridades

étnicas; todo lo cual hizo permanecer en un estado

difuso los procesos históricos locales y regionales,

de igual modo que las transformaciones geopolíticas

generadas por la expansión del Tawantinsuyo y la

ocupación hispana en Tarapacá (Parsinnen 2003,

Urbina 2009 y 2010, Odone 2009).

Efectivamente, a partir de la segunda mitad

del siglo XVI d.C. la documentación peninsular

sobre Tarapacá se percibe de forma desagregada,

especialmente las crónicas (Vivar 1979 [1556]),

ofreciendo informaciones fragmentarias o parciales

sobre la población local e informando sólo del paso

de los conquistadores por el territorio tarapaqueño

durante las primeras décadas de la Colonia. Es por

esta razón que hemos retomado una mirada histórica

e interdisciplinaria, denominándola operativamente

arqueología colonial de Tarapacá (Urbina 2010) con

1 Departamento de Antropología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile, Santiago. [email protected] Instituto de Ciencias Sociales, Universidad Austral de Chile, Valdivia. [email protected]. Becario CONICYT, Programa

de Doctorado en Etnohistoria, Universidad de Chile.3 Cotsen Institute of Archaeology, University of California, Los Angeles. [email protected].

218 Mauricio uribe r., simón urbina A. y colleen Zori d.

el in de reevaluar críticamente distintos aspectos de

la historia ocupacional de asentamientos indígenas

tardíos como Tarapacá Viejo, los cuales fueron

activamente utilizados durante el Horizonte Inca

y parte del régimen hispano (Trelles 1991). Es así

como el estudio de la fuentes documentales de la

encomienda temprana de Lucas Martínez Vegazo

(Larraín 1975, Trelles 1991), al igual que las carac-

terísticas arqueológicas y locacionales, envergadura

y diseño incaico de este sitio (Adán y Urbina 2005,

Uribe y Urbina 2010, Zori 2010), permiten sugerir

la posibilidad de un caso de “verticalidad invertida”

(Cfr. Murra 2002 [1972, 1975]) durante inicios del

período Colonial, lo cual habría tenido antecedentes

prehispánicos debido a que Tarapacá Viejo apare-

cería centralizando el tributo de una vasta región,

entre la costa del Pacíico y el altiplano adyacente

(Urbina 2010, Urbina y Uribe 2010). En segundo

lugar, y derivado de lo anterior, el hecho de que

la arquitectura del asentamiento, redeinida como

íntegramente de factura incaica y considerando su

gran escala (Cfr. Núñez 1984; Urbina 2010: 2005),

señalan que probablemente este sitio constituyó

un centro articulador de una territorialidad (sub)

provincial dentro del Tawantinsuyo, la cual sería

coherente con su importancia durante los inicios

de la encomienda española.

Instalaciones incaicas de las tierras altas de Tarapacá (ca. 3.800 m.s.n.m.)

Una primera consideración respecto de las

instalaciones incaicas conocidas en Tarapacá es

la distribución que éstas presentan desde el punto

de vista regional. Debido a que la investigación

arqueológica se ha concentrado en las tierras altas

orientada por los sesgos del modelo de verticalidad,

se cuenta con escasos registros en la costa, de los

valles y quebradas precordilleranas. Por su parte,

en los valles bajos se documenta principalmente el

caso de Tarapacá Viejo (L. Núñez 1979, P. Núñez

1984, Adán y Urbina 2005, Urbina 2010), mientras

que en el altiplano se han estudiado las localidades

de Incaguano, Collacagua, Huasco, Collahuasi y

Miño, ubicados entre Isluga y las nacientes del Loa

(Niemeyer 1962, Reinhard y Sanhueza 1982, Castro

1992, Lynch y Núñez 1994, Romero y Briones

1999, Berenguer 2007, Berenguer y Cáceres 2008,

Urbina 2009, Berenguer et al. 2010, Uribe 2010).

Comparativamente, se aprecia una verdadera escasez

de asentamientos en las tierras bajas respecto de

aquellos localizados en el altiplano; no obstante,

se debe recordar que en la Cordillera de la Costa,

frente a Iquique, se ubica la única Capacocha co-

nocida fuera de las tierras altas de todo el imperio

(Cfr. Checura 1977)4.

En este sentido, el altiplano ha sido objeto de

prospecciones arqueológicas más sistemáticas5

gracias a investigaciones cientíicas y estudios de

impacto ambiental relacionados con el desarrollo

de la gran minería. Pues bien, ciertamente estas

mismas actividades mineras coincidirían con un

interés expreso del imperio incaico por las tierras

cordilleranas durante los siglos XV y XVI, pues

fueron parte de los motivos declarados de su ex-

pansión al Collasuyo (Rafino 1995) y, durante la

conquista hispana, uno de los objetivos principales

de la economía colonial. Aquí los Incas habrían

instalado una de sus principales arterias longitudi-

nales con dirección a las nacientes del Loa en Miño

(Berenguer 2007), abriendo una ruta de conexión

entre Tarapacá, Lipez y Atacama, lugar donde se

ubicarían importantes asentamientos (p. ej., Inca-

guano, Collacagua 18 y 19, Collahuasi 37, Miño

1 y 2), (Urbina 2009, Berenguer et al. 2010, Uribe

2010). Dichas instalaciones incaicas ubicadas en

las tierras altas, poseen inversiones arquitectónicas

disímiles que oscilan entre 36 y 195 estructuras que

se traducen a su vez en tamaños que varían entre

0,09 há en Miño 2 y alrededor de 0,4 há ediicadas

en el caso Collahuasi 37 (Urbina 2009, Urbina y

Uribe 2010). En cuanto a las categorías de sitio,

Incaguano, Collahuasi 37 y Miño 1 corresponden

a instalaciones inca-mixtas; mientras que Miño 2 se

4 Esta Capacocha se ubica a 905 msnm. en la cumbre más

alta del cerro Esmeralda, en el sector norte de la quebrada

de Huantaca, al sur del cerro Huantajaya, mina prehispánica

de plata a la cual parece haber estado asociado el sacriicio

humano de una joven y una niña.“Las 104 piezas del ajuar y

ina terminación tanto de las cerámicas como de los textiles,

los depurados diseños, el símbolo esvástico de las fajas, los

brazaletes de oro y plata, así como las tres conchas de Spondylus

princeps princeps conirmarían para la momia de Esmeralda su

riqueza o privilegiada posición social” (Checura 1977: 140).5 No obstante, la reciente prospección sistemática de la costa

sur de Iquique ha identiicado un total de 1.307 yacimientos

arqueológicos, de los cuales el porcentaje de sitios incaicos o

del período Tardío es apenas un 1,15% (N=15) (Ajata y Méndez-

Quirós 2009).

la presencia del inca y la incorporación de tarapacá al tawantinsuyo... 219

considera como un sitio incaico puro o exclusivo.

Por su parte, Collacagua 18 y 19 representan asen-

tamientos locales arquitectónicamente intervenidos

y reutilizados durante el período Tardío (Berenguer

y Cáceres 2008, Urbina 2009, Uribe 2010).

Uno de los elementos signiicativos en este

conjunto de instalaciones, es la ocurrencia de los

complejos Callanca-Cancha6 en los sitios Miño 1

e Incaguano, localizados, respectivamente, uno en

el acceso Norte a Atacama, en las nacientes del

Loa, y el otro en la ruta de conexión entre Bolivia

(Carangas/Charcas) y las tierras bajas de Tarapacá

(Berenguer et al. 2010). En complementación

con Miño 1, Miño 2 también exhibe el complejo

Callanca-Callanca, lo cual implica una importante

inversión de estructuras techadas para la realización

de actividades administrativas, ceremoniales y de

albergue (Urbina 2009). Por su parte, en el altipla-

no norte de Tarapacá, Incaguano registró la única

instalación dotada del complejo Callanca-Cancha7

en el altiplano tarapaqueño (Urbina 2009, Beren-

guer et al. 2010). La Callanca posee dimensiones

moderadas (largo: 14,6 m, ancho: 5,4 m, supericie:

78,6 m2) y dos vanos trapezoidales que comunican

a una plaza rectangular de 31 por 21 m (654 m2).

En el altiplano sur, en cambio, Collahuasi 37 sólo

presenta grandes estructuras de forma irregular que

son funcionales a las actividades mineras, coherente

con su emplazamiento, a modo de patios de tareas-

talleres (Canchas) y grandes corrales para albergue

de camélidos (Lynch y Núñez 1994, Romero y

Briones 1999, Urbina 2009).

Como indica el estudio de Urbina y Uribe (2010),

observamos que la infraestructura provincial incaica

de las tierras altas de Tarapacá se caracteriza por una

notable diversidad funcional, cuya historia construc-

tiva se iniciaría con seguridad en un momento del

siglo XIII d.C. (con la excepción del sector B6 de

Collahuasi 37 [1040 d.C.]). Esto quiere decir que

las distintas poblaciones asentadas en las tierras

6 Hyslop (1990) señala que el binomio Callanca-Cancha es

característico del Chinchaysuyo.7 Siguiendo a Hyslop (1990: 17), usamos el término Cancha

para deinir la unidad básica de la arquitectura incaica. Se trata

de un recinto amplio de planta rectangular en cuyo interior se

emplazan tres o más ediicaciones en torno a un patio central

(Cfr. Rafino 1981). El acceso a la cancha suele ser por un

vano en el muro que deine a la estructura, y fueron usadas para

actividades domésticas como también para palacios o templos.

altas de la región, así como aquellas aledañas que

compartían este espacio producto de un sistema

económico de complementariedad o interdigitación,

son las que enfrentaron y negociaron la expansión

del Tawantinsuyo. Esto se hace visible luego, con la

ediicación de instalaciones de estilo incaico en Miño

2, instalaciones mixtas en Incaguano, Collahuasi

37 y Miño 1, asentamientos con remodelaciones

moderadas como ocurrió en Huasco 1 y, inalmente,

el uso sin modiicaciones de otros asentamientos

locales (Collacagua 18, Huasco 2 y 4) (Berenguer

y Cáceres 2008, Urbina 2009, Berenguer et al.

2010). Paralelamente, notamos que la ocupación

más intensa registrada en las instalaciones incaicas

de las tierras altas de Tarapacá se inicia en pleno

siglo XV, extendiéndose hasta la segunda mitad

del siglo XVII (Op. cit.), momento en el cual los

asentamientos fueron progresivamente abandonados.

Todo lo anterior, se desenvolvería dentro de un pa-

trón de instalaciones acotadas en lo arquitectónico

y con especializaciones funcionales dedicadas a la

movilidad y recursos puneños como la ganadería

y minería, los cuales debieron articularse con un

asentamiento central que, de acuerdo al presente

registro, no se ubicaría en el altiplano de Tarapa-

cá; de ahí que nuestra opción propone un núcleo

en las tierras bajas como el que caracterizamos a

continuación.

El asentamiento de Tarapacá Viejo: Un centro incaico de tierras bajas (ca.

1.450 m.s.n.m.)

En nuestro estudio de la arquitectura de Tarapacá

Viejo (Adán y Urbina 2005, Urbina 2010, Urbina y

Adán 2009) se identiicaron 108 estructuras entre

las que se incluyen grandes Canchas subdivididas

en mitades (recintos 30/31, 64/69, 18/20, y 43/45),

con diversas organizaciones internas (recintos

42, 11, 34 y 3) y estructuras interiores (igura 1).

Se determinó una densidad de 36 estructuras por

hectárea, un tamaño considerable respecto a los

asentamientos de tierras altas considerando que la

totalidad del asentamiento abarca cerca de 30.000

m2. La forma de los recintos reproduce un claro

planeamiento ortogonal irregular en la terminología

de Hyslop (1990), con estructuras de planta rectan-

gular y subrectangular en un 96%, mientras que las

plantas cuadrangulares y subcuadrangulares abarcan

220 Mauricio uribe r., simón urbina A. y colleen Zori d.

el 4% restante. Respecto al tamaño de los recintos

se distinguen dos rangos dominantes al modo de

una distribución bimodal, entre los 20 y 40 m2 y

aquellas de más de 60 m2, ambas con un 40% de

frecuencia. Los recintos pequeños son inexistentes

y sólo se observa un 12% para los tamaños com-

prendidos entre 10 y 20 m2. Las características de

los muros en supericie son igualmente elocuentes

en relevar rasgos arquitectónicos tardíos o incaicos

(Uribe y Urbina 2009, Adán y Urbina 2010), como

el muro doble con relleno con un 75% de frecuencia

y el claro uso de revoque de barro que se mantiene

en las estructuras 35, 36, 37 y 38, visibles por ex-

cavaciones practicadas con anterioridad.

La planta permite identiicar dos patrones de

estructuras compuestas. La primera de ellas al SW,

se encuentra deinida por las Canchas subdivididas

en mitades por muros dobles continuos. El acceso

a ellas se produce por vanos desde las diferentes

vías de circulación. Adosados a los muros NE y

SE, se ediicaron estructuras de 20 a 30 m2. El

segundo patrón de estructuras compuestas, en la

sección NE del yacimiento, lo coniguran Canchas

sin las subdivisiones en mitades de las unidades

previas pero con variadas divisiones internas,

muchas de ellas en bastante mal estado de conser-

vación. En el extremo SW, donde se encuentran

las unidades subdivididas, registramos para la

cancha S (recintos 30/31) medidas de 50 x 36 m,

mientras que para la cancha N (recintos 64/69),

observamos un largo mayor cercano a los 62 m,

aunque no es posible determinar si es la longitud

inal por la alteración que presenta la planta en

un extremo. Existen variaciones signiicativas

en el tamaño de las estructuras, lo cual coincide

con la deinición del trazado ortogonal en sitios

incaicos más septentrionales (Hyslop 1990). Las

vías de circulación son otro elemento notable del

asentamiento. Identiicamos un camino central

y otros longitudinales paralelos a éste; de éstos,

el de más al S está acotado por las canchas y

un muro de contención. Ambos presentan una

orientación clásicamente cusqueña de 60° NE (N

magnético), con un ancho entre los 4,0 m y los 4,2

m. Las calles transversales orientadas 335° NW,

presentan anchos variables de 4,2 m, 3,9 m, 2,7

m y 3,85 m. Así, podemos airmar que Tarapacá

Viejo reproduce con claridad el plan ortogonal

incaico y la orientación de sus calles principales

en 60º constituye un principio relevante de diseño

imperial en asentamientos provinciales de primer

orden (Hyslop 1990).

Figura 1: Levantamiento arquitectónico y topográico de Tarapacá Viejo, Quebrada de Tarapacá.

la presencia del inca y la incorporación de tarapacá al tawantinsuyo... 221

Excavaciones, cerámica y temporalidad

A partir de esta base, se revisaron las colec-

ciones de materiales cerámicos, arqueobotánicos,

zooarqueológicos y malacológicos obtenidos de

excavaciones realizadas previamente en el sitio.

Estas muestras provienen de ocho áreas de exca-

vación correspondientes a las estructuras 20 (área

1), 14 (área 2), 53 (área 3), 19 (área 4), 33 (área 5),

76 (área 6), 27 (área 7) y 6 (área 8). Al revisar la

documentación de estas excavaciones (Zori 2009,

2010) se puede concluir de manera preliminar que

Tarapacá Viejo habría sido inicialmente ocupado

por poblaciones del Formativo Tardío (antes

del 900 d.C.). Esta ocupación habría sido poco

intensa, vale decir no implicó un asentamiento

habitacional permanente a pesar de las relaciones

a larga distancia identiicadas, distinguiéndose

incluso contacto con poblaciones, posiblemente

de los Valles Occidentales, dada la presencia de

un par de fragmentos Tiwanaku. Sin embargo, las

primeras construcciones signiicativas del sitio

datarían del período Intermedio Tardío. Durante

este lapso se habría iniciado la ocupación de este

espacio preparando pisos sobre la capa estéril del

suelo. Los pisos ocupacionales más profundos

identiicados en los recintos 33, 27 y 53 datan de

esta época, según fechados de radiocarbono entre

1.274-1.395, 1.289-1.405 y 1.290-1.420 cal. d.C.

respectivamente. Lo anterior es coincidente con

la mezcla de cerámicas locales y altiplánicas que

ubican gran parte de la ocupación dentro de lo

que se denomina como fase Camiña para la región

(Uribe et al. 2007, Uribe y Sanhueza 2009), sin

desconocer la posibilidad de una etapa inmedia-

tamente anterior (fase Tarapacá).

En cuanto a la cerámica en concreto, se ca-

racterizó y comparó el material recuperado en

recolecciones supericiales con aquel de otros

sitios arqueológicos de la costa, la pampa, la

sierra y el altiplano contemporáneos a Tarapacá

Viejo (n=1.726 fragmentos). Al respecto, se pudo

concluir que éste se diferencia de los demás por

la menor frecuencia de la alfarería local (33%),

y la importancia que alcanza el tipo Inca Local

(IKL), que además se asocia a otros relacionados

con la presencia incaica (Inca Cusco y Saxamar),

conirmando la ubicación de este sitio en la época

más tardía de la secuencia regional. Al mismo

tiempo, destaca la mayor importancia de los tipos

altiplánicos preincaicos, generalmente asociados a

una esfera más ceremonial que doméstica y la total

ausencia de tipos foráneos procedentes de Atacama

(aunque continúa la presencia de tipos de Arica).

Por otra parte, la presencia de tipos asociados a

tiempos coloniales tempranos conirma la ocupa-

ción del sitio en momentos tardíos y de contacto

hispano-indígena. De esta manera, conirmamos

que la principal ocupación se desarrolló en pleno

período Tardío y con clara prolongación hacía el

período Colonial Temprano (Cfr. L. Núñez 1979,

P. Núñez 1984, Urbina 2010), lo cual es del todo

consistente con las últimas dataciones absolutas

obtenidas en un estrato profundo del recinto 14

(1413-1440 cal. d.C.) y de un estrato intermedio

y superior del recinto 53 (1450-1650 y 1460-1660

cal. d.C.) (Uribe y Urbina 2010).

Para estos momentos, entonces, se detectan

cambios signiicativos en cuanto a la arquitectura

y las actividades económicas en Tarapacá Viejo,

seguramente como efecto directo de la incorpora-

ción efectiva al imperio. De este modo, se conirma

que la mayoría del trazado observado actualmente

fue modiicado durante esta época, utilizando un

método constructivo distintivo al que se aprecia

en ciertas estructuras abandonadas o destruidas

durante la remodelación (Cfr. Núñez 1984, Zori

2009). Los muros de la nueva instalación incaica

fueron construidos utilizando trincheras o zanjas

donde se instalaron los bloques líticos fundacio-

nales de soporte de las estructuras, una técnica

que pareciera ser introducida por los albañiles

estatales. Varias de las paredes descubiertas por

las excavaciones fueron hechas con piedras de

tamaño mediano, mientras que las fundaciones

estaban formadas por bloques grandes dispuestos

dentro de las trincheras que fueron cavadas en el

estéril. Esta misma técnica pareciera haber sido

usada para la construcción de otras paredes que

datan de momentos coloniales posteriores. Además,

aquí se usa mortero, revoque y la regularidad de

las piedras demuestran que existió un alto grado

de selección de los materiales, puesto que éstas

fueron dispuestas cuidadosamente para dejar una

cara externa relativamente plana. Adicionalmente,

se detectaron cambios en el material cerámico, la

producción textil, la explotación de recursos cos-

teros y las cantidades de alimentos producidos en

el sitio, como se expone a continuación.

222 Mauricio uribe r., simón urbina A. y colleen Zori d.

Arqueobotánica, zooarqueología y malacología: recursos y economía

Se analizaron las muestras vegetales provenientes

de las excavaciones estratigráicas referidas (Zori

2009), constituidas por cinco ítems principales:

carporrestos, espinas, cañas o tallos, maderas (en

gran cantidad, producto de actividades de talla) y

artefactos (Vidal 2009). Los elementos cuantiicables

alcanzan una cantidad total de 4.639 ejemplares. Las

evidencias con mayor distribución corresponden a

los endocarpos de Prosopis sp. con 3.580 unidades,

pero también presente a través de sus vainas, espinas

y muy probablemente también por su madera. La

variedad de partes de esta especie responde a la

diversidad de usos e indica la importancia de este

recurso en las actividades cotidianas de los habi-

tantes del asentamiento. El maíz se conforma como

segundo vegetal de importancia en la dieta de estas

poblaciones con 199 marlos y 390 cariopses, además

de abundante presencia de sus tallos, hojas y espigas,

correspondiendo al principal cultivo practicado por

estos grupos. Por otra parte, planteamos a partir

del hallazgo de algunas semillas de Erithroxylum

(semilla de coca) que el cultivo de esta especie

pudo haberse realizado en forma local, ya que la

quebrada de Tarapacá cumpliría con los requisitos

ambientales necesarios para su cultivo, aunque es

probable que haya ocurrido principalmente bajo el

estímulo del Inca. También las crónicas aportan a

esta problemática y documentan el cultivo de coca

en tiempos coloniales en sectores aledaños como

el valle de Azapa (Hidalgo y Focacci 2004[1986]:

459-466). En esta dirección, la presencia de granos

de trigo amplía la utilización de la aldea durante

el período Colonial Temprano, conirmando su

incorporación al sistema hispano de encomiendas

(Trelles 1991).

Respecto al material zooarqueológico (Gonzá-

lez 2009), se analizaron muestras supericiales y

estratigráicas. En cuanto a la muestra de supericie

se concluye que en Tarapacá Viejo se encuentra un

predominio casi absoluto de restos de camélido.

En 12 recintos recolectados se registra un 83%

de restos de camélido (siempre con un NMI de

un individuo). Ocasionalmente, se detectan restos

de animal subactual (0,7%), ave (0,7%) o restos

indeterminados adscritos a la familia Artiodactyla

(15,3%). La presencia de animal subactual (burro

y ovicáprido), además de las huellas de corte con

sierra en un húmero de camélido avalan la ocupación

de este sitio hasta tiempos históricos. Sin duda, la

arqueofauna analizada conirma estas diferencias

como cronológicas y permite además detectar modos

diferentes de ocupación y uso del espacio donde el

aprovisionamiento de animales para carga y/o con-

sumo debió ser suplido por comunidades alteñas o

haber sido sustentado por un fuerte desarrollo agrícola

que proveyera el forraje necesario. Tarapacá Viejo,

en este sentido, conforma una situación distinta a

otros asentamientos contemporáneos debido a la

aparente adopción, sui generis, del modelo agro-

pastoril de tierras altas en un ambiente en el cual no

existe la posibilidad de acceder a caza de animales

menores tales como los roedores silvestres y donde

incluso el manejo de rebaños de camélidos resulta

un esfuerzo de gran magnitud. Por su parte, de las

excavaciones se analizaron 1.743 fragmentos óseos.

De éstos, 116 (6,6%) no pudieron identiicarse a

nivel taxonómico, no obstante el 64,6% corresponde

a restos de camélidos, conirmando que se trata de

la taxa predominante. Junto con esto, también se

volvieron a registrar restos de cánidos y mamíferos

indeterminados, roedores, aves, moluscos y peces.

La presencia de camélido es permanente en todas las

áreas excavadas y en todos sus estratos; en cambio,

la presencia de moluscos, de origen marino en su

mayoría (aun cuando hay restos todavía sin identi-

icar que podrían variar lo indicado), es alta en sólo

dos, muy acotada en una unidad y desaparece en

otra. Los restos ictiológicos, por su parte, se asocian

generalmente a la presencia de restos malacológicos.

En suma, los recintos analizados se presentan muy

diversos, lo que podría estar indicando la presencia

de funcionalidades diferentes para cada uno de ellos,

aunque la actividad generalizada referiría a épocas

prehispánicas, especialmente vinculada al manejo

de camélidos, pastoreo y/o caravanas, y relaciones

con la costa desértica de interluvio (Tana/Tiliviche-

Loa). Su presencia permite detectar la continuidad

del sistema de intercambio entre regiones y suponer

un probable recambio entre los centros poblacionales

y posiblemente de las formas administrativas que

participaron de este sistema estatal.

Más detalladamente se analizó el material

malacológico proveniente de las recolecciones

de supericie (Valenzuela 2009). Observaciones

iniciales indicaron una alta densidad de este mate-

rial, principalmente restos de Choromytilus chorus,

aunque también se observaron restos de Argopecten

la presencia del inca y la incorporación de tarapacá al tawantinsuyo... 223

purpuratus, Aulacomya ater, Tegula atra y venéri-

dos; además, a partir de una recolección selectiva

de material supericial se identiicó un fragmento

y cuenta de ostión. Las recolecciones conirmaron

las apreciaciones preliminares, pues de cinco re-

cintos, todos presentaron exclusivamente restos de

Choromytilus, entre los que hay nódulos, trozos y

desechos de talla, con medidas que van desde 1,5

a 4 cm. Interpretamos estos hallazgos como una

clara evidencia de que en este sitio se realizaron

actividades vinculadas con la talla malacológica

y que existió una especialización en la obtención

y el trabajo de Mytílidos, la que podría estar en

coincidencia con la ocupación prehispánica de

la costa y sobre todo con la presencia del Inca en

ambos ambientes (Adán y Urbina 2008, Urbina

et al. 2012). A su vez, lo anterior, explicaría la

importancia de restos malacológicos detectados en

excavaciones y su relación con el alto manejo de

camélidos que posiblemente apoyaban los traslados

entre costa e interior.

Grabados rupestres y expresiones simbólicas

Un aspecto notable del asentamiento es la pre-

sencia de imágenes grabadas tanto en su entorno

inmediato como en su interior (Vilches y Cabello

2006). De los 18 bloques grabados en Tarapacá

Viejo, 15 se localizan en muros de estructuras o al

interior de ellas, con un máximo de tres bloques

por estructura. En algunas ocasiones los bloques

poseen dos caras intervenidas, conformando un

universo total de 22 paneles. De los tres bloques

que no pertenecen a muros, uno se sitúa en una

vía de circulación, aunque bien puede haber sido

removido de una estructura; otro al interior de un

recinto y el restante se encuentra aislado, fuera del

asentamiento en la pendiente que baja a la quebrada

seca donde se emplaza el campo de petroglifos

de Tr-47 (Núñez y Briones 1967-68). La técnica

de ejecución de los grabados es íntegramente el

piqueteado poco profundo de líneas continuas que

sólo en cuatro casos se extiende a raspado de áreas

mayores.  En general, sea cual sea la combinación

de grupos o motivos, los paneles constan de pocas

iguras que sólo en una ocasión logran ocupar el

total de la supericie intervenida. Asimismo, las

iguras no geométricas son más bien estáticas y

esquemáticas. Aun en compañía de otros motivos

no logran evocar dinamismo ni sugieren escenas

de tipo alguno.

La orientación cardinal de los paneles revela

una marcada preferencia por el NE (52,4%). En

cuanto al tipo de representaciones se identiicaron

tres grandes grupos: geométrico, antropomorfo y

zoomorfo, entre los que el geométrico es sin duda

el más popular (85,7%), estando presente de ma-

nera exclusiva en 16 paneles. Este grupo consiste

principalmente en variaciones de un solo motivo

correspondiente al círculo (p.ej., círculo concéntri-

co). En todo caso, independiente del tipo, abundan

los paneles con una sola igura. Espacialmente, los

bloques se concentran en su mayoría en los cua-

drantes SW y NW que colindan con el campo de

petroglifos (Tr-47) y, funcionalmente, se asocian

a las canchas subdivididas de esta porción del

sitio, lo que podría corresponder a espacios de uso

familiar con la probable ocurrencia de actividades

domésticas como rituales. Por lo tanto, en la relación

entre arquitectura y arte rupestre, especial atención

merece el motivo de bloques grabados con círculos

concéntricos que más allá de su popularidad, son

el sustrato o matriz que luego se establece en el

exterior de los muros perimetrales que delimitan las

canchas de Tarapacá Viejo, evocando un escenario

particular para la práctica y el encuentro social

(Adán y Urbina 2005).

Textiles, sociedad y poder

En este caso también se revisaron colecciones

previas provenientes de supericie y excavaciones

(43 y 150 fragmentos de piezas respectivamente),

que desde el punto de vista de su funcionalidad

corresponden a vestimentas (túnicas, taparrabos y

mantas), complementadas con ornamentos (tocados

y fecladuras) y artefactos no relacionados con el

atuendo, sino con aspectos económicos (bolsas, so-

gas, Quipu) y rituales (Chuspas e Inkuñas) o ambos

(hondas) (Agüero 2009). De esta manera, la mayor

abundancia de tejidos de carácter económico fue

coherente con una ocupación bicomponente genera-

lizada del sitio. Al complementar los resultados del

análisis general de los textiles y su distribución, es

claro que las actividades económicas llevadas a cabo

en Tarapacá Viejo fueron de almacenamiento, carga

y transporte, junto a lo ya visto sobre la relevante

224 Mauricio uribe r., simón urbina A. y colleen Zori d.

presencia de camélidos y la capacidad habitacional

de la instalación, dotada igualmente de una notable

cantidad de patios y corrales de gran tamaño (Adán

y Urbina 2005, Urbina y Adán 2009). En efecto,

lo más notorio resultó ser la alta representación de

las bolsas domésticas o contenedoras de alimentos,

lo que sugiere una signiicativa producción (p. ej.,

agrícola y minero-metalúrgica) o actividad recolec-

tora (p. ej., frutos arbóreos) excedentaria asociada

a un tráico caravanero muy fortalecido para estos

momentos. En efecto, no sólo los tejidos sino también

la cordelería asociada, así como el emplazamiento

del poblado junto a una ruta, aluden a actividades

de transporte y carga de animales que en este sitio

se remontarían a la ya mencionada fase Tarapacá

(ca. 900-1.250 d.C.).

Más interesante aún, pareciera que el Inca

aprovechó esta organización y se asentó, integrando

desde aquí la región al imperio, como lo demuestra la

presencia de un Quipu y de tejidos estatales (Agüero

y Zori 2007). En sitios contemporáneos ocupados

por el Inca en el valle de Lluta se observaron prendas

vinculadas con la costa de Arica y Tarapacá, indi-

cando el amplio tráico interregional, a través de la

costa o valle a valle, que se puso en práctica en esos

momentos y conectó ambas regiones. También la

escasa cantidad de tejidos reparados avala el luido

acceso a la lana de camélido que debió tener este

asentamiento. Por otra parte, los tejidos de algodón

que se registran en las quebradas interiores hacia

inales del Intermedio Tardío y durante el Tardío,

a juzgar por su presencia en los niveles superiores

del sitio, sugieren que su cultivo local fue proba-

blemente intensiicado por el Inca conirmando un

efecto signiicativo a nivel de la economía regional.

De este modo, Tarapacá Viejo se habría consolidado

como un importante centro administrativo como

lo avala la presencia de fragmentos de Quipu, el

caso más meridional documentado en Chile y en

un contexto habitacional y no funerario.

Consideraciones inales

La documentación histórica que nos encontra-

mos sistematizando de los siglos XVI y XVII d.C.

(Odone 2009), a la par del material arqueológico

que informamos en este trabajo, permiten airmar

que durante el tiempo del Tawantinsuyo en los An-

des Centro Sur, Tarapacá Viejo fue el asentamiento

prehispánico más importante de la quebrada de

Tarapacá y posiblemente de la región homónima,

articulando los sitios de las tierras altas y su labor

ganadera, el intercambio y la minería (Uribe y Urbina

2010). A nivel intra sitio, creemos que éste no fue

destruido ni reemplazado por un nuevo asentamiento

español, al modo de un “pueblo de indios” como

señalaban estudios previos (Núñez 1984). El plan

urbanístico incaico apreciable hoy en supericie

se mantuvo inclusive durante el período Colonial

Temprano, siendo abandonado hipotéticamente en

el año 1717 debido a un aluvión o una epidemia que

habría obligado a los habitantes a desplazarse a la

ribera norte del río y fundar el actual pueblo de San

Lorenzo (Núñez 1979: 182). Más bien, tres de los

seis fechados absolutos conirman una ocupación

preincaica acorde con el mobiliario tarapaqueño del

período Intermedio Tardío presente en excavaciones,

el cual puede inclusive remontarse antes del siglo

IX d.C. como indica el registro cerámico y textil.

Esta situación plantea una ocupación incaica y un

ejercicio de su poder vinculado a la destrucción/

remoción/desmantelamiento de la arquitectura,

lo cual debió signiicar una negociación política-

mente activa y directa con las autoridades locales

(Cfr. Cornejo 1999), permitiendo la remodelación

de todo el perímetro del asentamiento y, a la vez,

el uso de ciertos elementos, como los grabados

rupestres, como parte de los muros de las nuevas

estructuras (Vilches y Cabello 2006, Adán y Urbina

2005, Urbina 2010).

En términos funcionales, es probable que la aldea

y sus ocupantes ostentaran previamente un alto rango

dentro de los asentamientos del valle, preeminencia

que durante la ocupación incaica alcanza una escala

regional según indica la documentación hispana a

partir del año 1540 d.C. (Trelles 1991). Los estudios

etnohistóricos informan especíicamente que su máxi-

ma autoridad, Tusca Sanga, controlaba parcialidades

costeras, valles bajos e inclusive mantenía grados

de ascendencia sobre autoridades de similar rango

asentadas en Pica y otras localidades ubicadas en el

valle alto de Tarapacá y en el altiplano colindante

(Larraín 1975, Sanhueza 2008). La continuidad

ocupacional de Tarapacá Viejo durante el período

Colonial, conirma la gravitante participación del

asentamiento dentro de la encomienda de Lucas

Martínez en el siglo XVI, tal como indicaba Núñez

(1984), conservando hasta el inicio del siglo XVIII

su carácter administrativo.

la presencia del inca y la incorporación de tarapacá al tawantinsuyo... 225

Pues bien, según lo señalado, planteamos una

evidente presencia incaica en las tierras bajas de

Tarapacá, relacionada con un amplio y diverso

espectro poblacional, en términos de iliación y

proveniencia; sobre todo vinculado al manejo,

negociación y tensión con la población local y de

la costa, asentada previamente allí. A diferencia

de los modelos que ven la política incaica como

expresión de la lógica centro-periferia, donde se

ubican enfoques como el dominio indirecto de

Llagostera (1976) o la estrategia hegemónica de

D’Altroy (2002), la evidencia de Tarapacá Viejo

plantea una intervención bastante peculiar del

imperio incaico; sin pretensiones de verticalidad o

dominio desde las tierras altas, como usualmente

se piensa para las poblaciones sometidas en los

Andes Centro Sur, se trataría –utilizando aquel

mismo lenguaje–, de una “verticalidad invertida”

debido a que no se registran a nivel regional otros

asentamientos en esta posición jerárquica (Urbina

y Uribe 2010). El vínculo poblacional y el lujo

de bienes que arqueológica y documentalmente se

aprecia con el resto de los Valles Occidentales y la

costa del Pacíico (p. ej., Az-15 en Arica [Piazza

1981]), avalan la riqueza de la sociedad Yunga

tarapaqueña antes y durante el Tawantinsuyo, así

como durante el período colonial, la cual no es ajena

a los procesos y relaciones con las sociedades de

tierras altas a lo largo de toda su historia y gestan la

posibilidad de acceder a la todavía poco conocida

porción imperial del Contisuyo.

Agradecimientos: Este trabajo se enmarca en

el Proyecto VID SOC08/16-2 de la Universidad

de Chile. Asimismo comprometen nuestra gratitud

los proyectos FONDECYT 1030923, 1010327,

1050276 y Tarapacá Valley Archaeological Project

(U. de Chile-UCLA). El segundo autor agradece

al Dr. Jorge Hidalgo Lehuedé. Finalmente, a to-

dos los colegas que cooperaron con los distintos

análisis citados en el texto y a la comunidad de

San Lorenzo de Tarapacá por su comprensión a

nuestra labor.

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