La cuestión ucraniana: lo que Europa se niega a saber

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4 Nº 45 EL CRONISTA DEL ESTADO SOCIAL Y DEMOCRÁTICO DE DERECHO LA CUESTIÓN UCRANIANA: LO QUE EUROPA SE NIEGA A SABER El modo en que los medios de comunicación occidentales han venido abordando la crisis política ucraniana iniciada el 21 de noviembre de 2013 supuso de entrada una trivial simplifica- ción (nada extraña en el universo del relámpago informativo, donde el destello prima sobre la profundidad) en manifestantes buenos frente a gobierno malo. Conforme se identificaba a los líderes (sobrevenidos) del movimiento opositor, se conocían las reacciones de otros sectores sociales y, sobre todo, la situación se complicaba, pasando a ser el titular casi unánime “Ucrania al borde de la guerra civil”, pareció afinarse el análisis, señalando la existencia de una fractura interna que dividiría a Ucrania en dos mitades, la occidental, campesina y europeísta, y la orien- tal, industrial y rusófila. El movimiento del Maĭdán y el gobier- no surgido del mismo representarían a la primera, mientras que el gobierno de Ĭanukóvich (de manera más o menos mediata) y los activistas prorrusos de Crimea o el Donbás lo harían a la segunda. Si bien esta simplificación es menos grosera que la an- terior, no deja de ofrecer una imagen reduccionista de una rea- lidad bastante más compleja, en la que hay que tener en cuenta otros elementos y, sobre todo, otros vectores ideológicos 1 . A este respecto, ofrece también una notable deformación de la crisis ucraniana el empleo, nada inocente, de los términos revolución y régimen de Ĭanukóvich. El primero, elegido por los propios opositores y sus medios de comunicación afines, otor- gaba a la manifestación política del Maĭdán un alcance que, salvo que privemos al término de toda sustancia, no posee. Una revolución, para serlo, ha de tener como objetivo un cambio estructural en la organización sociopolítica, cosa que aquí en absoluto se ha pretendido, puesto que el reclamado regreso a la constitución de 2004, frente a la más presidencialista de 2010 (coincidente en esto con la de 1996), no puede considerarse en absoluto revolucionario, sino, como mucho, reformista. Por supuesto, frente a esa supuesta revolución pasó a alzarse el co- rrespondiente régimen, implícitamente connotado de dictatorial por su actitud represiva 2 . Sin embargo, no hay tal, en términos de análisis político. Al margen de cómo se enjuicie su labor * Ganna Goncharova es economista y empresaria; Alberto Montaner, filólo- go e historiador, es catedrático de la Universidad de Zaragoza, y Vĭacheslav Ryzhykov es jefe del Departamento de Economía Industrial de la Academia Estatal de Ingeniería del Donbás. 1 Una sintética, pero muy acertada visión de conjunto, que incide sobre va- rios de los aspectos que desarrollaremos aquí, la ofreció ya SEUMAS MILNE, GANNA GONCHAROVA, ALBERTO MONTANER Y VIACHESLAV RYZHYKOV * ˘ “In Ukraine, fascists, oligarchs and western expansion are at the heart of the crisis”, The Guardian, 29/01/2014 (http://tinyurl.com/lha95nn). 2 No siempre de modo tácito. Obsérvese el siguiente titular, aparecido el 20 de febrero de 2014 en Bild, el diario de mayor tirada de Europa: “Die Welt darf nicht zuschauen, wie ein Diktator sein Volk abschlachet” (= “El mundo no puede consentir que un dictador masacre a su pueblo”), el cual encabeza una de las K.O.Lumnen, las columnas brindadas por el periódico al exboxeador Klichkó, que viene actuando simultáneamente como uno de los líderes de la oposición ucraniana y como corresponsal (disfrazado de “firma”) del citado diario alemán, habitualmente reputado de sensacionalista, pero con gran im- pacto en la opinión pública centroeuropea.

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4 Nº 45 – EL CRONISTA DEL ESTADO SOCIAL Y DEMOCRÁTICO DE DERECHO

LA CUESTIÓN UCRANIANA:

LO QUE EUROPA SE NIEGA A SABER

El modo en que los medios de comunicación occidentales han venido abordando la crisis política ucraniana iniciada el 21 de noviembre de 2013 supuso de entrada una trivial simplifica-ción (nada extraña en el universo del relámpago informativo, donde el destello prima sobre la profundidad) en manifestantes buenos frente a gobierno malo. Conforme se identificaba a los líderes (sobrevenidos) del movimiento opositor, se conocían las reacciones de otros sectores sociales y, sobre todo, la situación se complicaba, pasando a ser el titular casi unánime “Ucrania al borde de la guerra civil”, pareció afinarse el análisis, señalando la existencia de una fractura interna que dividiría a Ucrania en dos mitades, la occidental, campesina y europeísta, y la orien-tal, industrial y rusófila. El movimiento del Maĭdán y el gobier-no surgido del mismo representarían a la primera, mientras que el gobierno de Ĭanukóvich (de manera más o menos mediata) y los activistas prorrusos de Crimea o el Donbás lo harían a la segunda. Si bien esta simplificación es menos grosera que la an-terior, no deja de ofrecer una imagen reduccionista de una rea-lidad bastante más compleja, en la que hay que tener en cuenta otros elementos y, sobre todo, otros vectores ideológicos1.

A este respecto, ofrece también una notable deformación de la crisis ucraniana el empleo, nada inocente, de los términos revolución y régimen de Ĭanukóvich. El primero, elegido por los propios opositores y sus medios de comunicación afines, otor-gaba a la manifestación política del Maĭdán un alcance que, salvo que privemos al término de toda sustancia, no posee. Una revolución, para serlo, ha de tener como objetivo un cambio estructural en la organización sociopolítica, cosa que aquí en absoluto se ha pretendido, puesto que el reclamado regreso a la constitución de 2004, frente a la más presidencialista de 2010 (coincidente en esto con la de 1996), no puede considerarse en absoluto revolucionario, sino, como mucho, reformista. Por supuesto, frente a esa supuesta revolución pasó a alzarse el co-rrespondiente régimen, implícitamente connotado de dictatorial por su actitud represiva2. Sin embargo, no hay tal, en términos de análisis político. Al margen de cómo se enjuicie su labor

* Ganna Goncharova es economista y empresaria; Alberto Montaner, filólo-go e historiador, es catedrático de la Universidad de Zaragoza, y Vĭacheslav Ryzhykov es jefe del Departamento de Economía Industrial de la Academia Estatal de Ingeniería del Donbás.1 Una sintética, pero muy acertada visión de conjunto, que incide sobre va-rios de los aspectos que desarrollaremos aquí, la ofreció ya Seumas Milne,

Ganna Goncharova, alberto Montaner

y vIacheslav ryzhykov *˘

“In Ukraine, fascists, oligarchs and western expansion are at the heart of the crisis”, The Guardian, 29/01/2014 (http://tinyurl.com/lha95nn).2 No siempre de modo tácito. Obsérvese el siguiente titular, aparecido el 20 de febrero de 2014 en Bild, el diario de mayor tirada de Europa: “Die Welt darf nicht zuschauen, wie ein Diktator sein Volk abschlachet” (= “El mundo no puede consentir que un dictador masacre a su pueblo”), el cual encabeza una de las K.O.Lumnen, las columnas brindadas por el periódico al exboxeador Klichkó, que viene actuando simultáneamente como uno de los líderes de la oposición ucraniana y como corresponsal (disfrazado de “firma”) del citado diario alemán, habitualmente reputado de sensacionalista, pero con gran im-pacto en la opinión pública centroeuropea.

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del parlamento nacional) y expresaba públicamente sus ideas en los medios de comunicación, sin que se ejerciera represión policial ni persecución judicial sobre sus integrantes (dejando al margen el discutible caso de Ĭuliĭa Timoshenko, al que aludi-remos luego brevemente). Sin duda, en Ucrania existía y existe un déficit democrático (en el sentido del grado de representati-vidad real de los políticos elegidos para unas u otras institucio-nes), agravado por una elevada tasa de corrupción, pero si esos parámetros fuesen los definitorios de una dictadura, entonces varios países de la misma Unión Europea (de los que, por des-gracia, España no quedaría exenta) habrían de recibir la misma calificación. Esta reductio ad absurdum revela que, al margen de la opinión que mereciese el derrocado gobierno de Ĭanukóvich, no puede hablarse de él como de un régimen específico. Lo que había y sigue habiendo en Ucrania, como en no pocos países occidentales (según han puesto de relieve los movimientos de “indignados”), es, ni más ni menos, una democracia manifies-tamente mejorable.

Desde esta perspectiva, parecería más ajustado un planteamien-to como el de Areilza cuando aludía a “los millones de ucranios que arriesgan su vida por aspirar a vivir en una sociedad con valores occidentales”4. Sin embargo, esta apreciación tampoco

de gobierno, Ĭanukóvich (que ya había ejercido como primer ministro bajo la presidencia de Kuchma, de 2002 a 2004) fue elegido en unos comicios democráticos que la OSCE/ODIHR (Organization for Security and Co-operation in Europe / Office for Democratic Institutions and Human Rights) calificó de la siguiente forma:

The first round of the 17 January presidential election in Ukra-ine was of high quality and showed significant progress over previous elections. This election met most OSCE and Council of Europe commitments. Civil and political rights were respected, including freedom of assembly, association and expression. Elec-tion day was conducted in an efficient and orderly manner3.

En cuanto a la situación política en el momento de estallar las protestas del Maĭdán, no puede calificarse en absoluto de dic-tadura. La oposición ejercía libremente su papel en la Verjovna Rada Ukraĭiny o Consejo Supremo de Ucrania (nombre oficial

Monumento, inaugurado en 1888 en la Plaza de Santa Sofía de Kíev, a Bohdán Jmel'nytskyĭ, el hetmán que firmó el tratado de Pereĭáslav con el zar Alejo I de Rusia, en 1654.

Al fondo, el monasterio de San Miguel. (Foto de los autores).

3 International Election Observation Mission, Ukraine, Presidential Election, 17 January 2010: Statement of Preliminary Findings and Conclusions, Kyiv: OSCE/ODIHR Election Observation Mission, 18/01/2010, p. 1 (http://tinyurl.com/osmvjmg). El mismo organismo emitió un informe algo más crítico en el caso de las elecciones parlamentarias parciales de diciembre de 2013: OSCE/ODIHR election expert team, Ukraine Partial Repeat Parliamentary Elections 15 December 2013: Final Report, Warsaw: OSCE, 30.01.2014(http://tinyurl.com/nlc8ent).

4 José María de Areilza, “Kiev: pronóstico reservado”, ABC, 21/02/2014 (http://tinyurl.com/nl5to6x).

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es correcta, porque, para empezar, los insurgentes de Kíev no eran sino una mínima fracción de la población ucraniana, que en su mayoría se mantenía en calma, aunque, desde luego, no indiferente ante la situación. Además, la motivación primaria de una buena parte de esos manifestantes no era ni proeuro-pea ni mucho menos antioligárquica5, sino antirrusa, actitud que coyunturalmente puede coincidir con aquella, pero cuyos fundamentos y alcance no tienen casi nada en común. Se trata, pues, por retomar la ajustada expresión de Lenin, de “compa-ñeros de viaje”, coincidentes durante una parte del trayecto, pero con destinos finales muy distintos6.

Como puede apreciarse, las noticias y, lo que es peor, los aná-lisis políticos realizados en Occidente están lastrados por ideas preconcebidas, cuando no directamente por prejuicios sobre la situación en Ucrania. Lo dicho hasta aquí habrá hecho ad-vertir ya que, si se quiere comprender la crisis ucraniana y, de paso, las repercusiones que puede tener en el resto de Europa y, eventualmente, del mundo, es preciso realizar un análisis más afinado, tanto por la precisión de los datos como por la justeza de los conceptos. Se trata de una tarea delicada, en la que ade-más es fácil granjearse la enemiga de quienes tienen ya adop-tada una opinión al respecto, bien por afinidades políticas pre-existentes, bien por un posicionamiento más visceral respecto del enfrentamiento geopolítico entre la Europa occidental (así como los Estados Unidos) y Rusia, del que el tratamiento de la crisis ucraniana (y ahora también la propia Ucrania) está siendo víctima. Sin embargo, por ello mismo, merece la pena intentar-lo. Vaya por delante que nuestro análisis se basa en los datos de que disponemos, que (como se verá) hemos intentado que sean lo más completo y variado que nos ha sido hacedero, pero somos conscientes de que en el futuro el acceso a documenta-ción hoy inalcanzable sería capaz de desvelar aspectos que hoy pueden incluso escapársenos por completo.

UN POCO DE HISTORIA

Como muy a menudo sucede, para entender el actual estado de cosas es preciso dar razón de cómo se ha llegado a él, porque son los antecedentes los que nos ayudan a definir las posicio-nes del presente y su configuración. Así pues, a continuación adoptamos un enfoque histórico para obtener una compren-sión crítica7. En este caso, la tarea no es nada sencilla, porque el territorio que hoy en día corresponde a Ucrania no formó una completa unidad político-administrativa hasta la integración de

la Región de Crimea (Krímskaĭa Óblast') en la entonces Repúbli-ca Socialista Soviética de Ucrania (RSSU), por decreto de 19 de febrero de 1954 del Presidium del Sóviet Supremo de la URSS, a instancias del entonces Secretario General del PCUS, Nikita Jrushchov8, para conmemorar el tercer centenario del tratado de Pereĭáslav, por el cual el hetmanato (hetmánshchyna) de los cosacos zaporogos se incorporaba al Imperio Ruso. El propio nombre de Ucrania (Ukraĭína, etimológicamente “el lindero” o “la frontera”), aunque empleado de manera informal y más o menos imprecisa desde el siglo XII para referirse a los territorios fronterizos de la cuenca del Dniepr y otros9, solo se convirtió en designación oficial con la creación de la República Popular de Ucrania (Ukraĭins'ka Narodna Respúblika), tras la revolución de 1917, la cual se transformaría, a su vez, en la mencionada RSSU en 1920, como consecuencia de la guerra civil.

Resulta imposible, aquí y ahora, hacer siquiera un resumen bá-sico de la historia ucraniana desde la conformación de la Rus' de Kíev en el siglo IX hasta la actualidad10. Por ello, nos limi-taremos a señalar los hitos principales de su configuración te-rritorial y demográfica a partir del citado tratado de Pereĭáslav (1654). El hetmanato se extendía por las regiones centrales de Ucrania, a lo largo del Dniepr, excepto su desembocadura, y su población se componía de cosacos zaporogos, campesi-nos y siervos, más los habitantes de Kíev, Pereĭáslav, Poltava, Nóvgorod-Síverskiĭ, Chígirin y otras ciudades. El hetmanato fue reformado por Catalina II como gobierno de la Pequeña Rusia (Malorossía Gubérniĭa) en 1764, lo que supuso la pérdida de su autonomía política y económica. Además, tras la revuelta de Pugachov en 1775, la emperatriz disolvió el ejército zapo-rogo. De resultas, a los jefes cosacos se les concedió la nobleza rusa y a los soldados se les permitió ingresar en las unidades de húsares y dragones. Sin embargo, algunos cosacos prefirieron no unirse a las tropas rusas. Una parte se desplazó a Crimea y luego a los territorios otomanos en la desembocadura del Da-nubio, donde el sultanato les permitió fundar la Zadunaĭs'ka Sich o Asentamiento Transdanubiano. Otra parte se desplazó hacia los establecimientos cosacos del Don, más tarde amplia-dos hacia Kubán y el Cáucaso.

La antaño llamado Campiña Salvaje (Díkoĭe Pole), que abarca los territorios del sudeste ucraniano actualmente correspon-dientes a las regiones del Donbás, Járkov y la orilla del Mar de Azov, se intentó repoblar en numerosas ocasiones, pero de forma infructuosa mientras estuvo expuesta a los ataques de los kanatos tártaros de Crimea y Kubán. Durante mucho tiempo, allí solo hubo destacamentos militares para la protección del territorio y algunos asentamientos inestables de campesinos ru-sos y ucranianos que huían de la imparable generalización de la servidumbre. Solo después de la guerra ruso-turca de 1735-1739 se empezaron a integrar dichos territorios en el Imperio Ruso, lo que culminó con el tratado de paz de 1774. A partir

5 No solo no se ha elevado ninguna queja concreta contra Ajmétov, Pinchuk, Franchuk o sus infiltraciones institucionales, sino que, como reconoció Ĭatsenĭuk en el propio Maĭdán, los insurgentes habían recibido apoyo eco-nómico de varios empresarios que no nombró; entre ellos, como él mismo ha declarado, el magnate Petró Poroshenko, hoy uno de los candidatos a las elecciones presidenciales previstas para el 25 de mayo.6 El término (en ruso popútchiki) lo consagró Lenin en su artículo «Na daro-gu», aparecido en Sotsial-Demokrat, 2 (28 de enero [= 10 febrero] de 1909), y reeditado en sus Pólnoĭe sobraniĭe sochineniĭ, Moskvá: Izd. Politícheskoĭ Li-teratury, 1967, vol. XVII, pp. 354-365; vers.esp.: «En ruta», en sus Obras, III (1905-1912), Moscú: Progreso, 1973, pp. 159-162. Ni que decir tiene que para admitir la justeza de ciertos conceptos leninistas no es preciso compartir el conjunto de su doctrina.7 Le tomamos prestada la frase a Richard Peet, Unholy Trinity: The IMF, Wordl Bank and WTO, col. Beate Born et al., London, New York: Zed Books, 2003, p. 23; vers esp.: La Maldita Trinidad: El Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio, trad. M.ª L. Mazza, rev. H. Galarza, Pamplona: Laetoli, 2004, p. 38.

8 A menudo mal transcrito como Kruschev, a quien, por cierto, se suele consi-derar ucraniano, cuando en realidad había nacido en Rusia.9 O. S. Mel'nychuk et alii, Etymolohichnyĭ slóvnyk ukraĭins'koĭi movy, Kýĭiv: Naúkova dumka, 1982-2012, vol. VI, p. 28a-b; Max Vasmer, Ètimologicheskiĭ slovar' rússkogo ĭazyká, ed. O. N. Trubachov, rev. B. A. Larin. Moskvá: Pro-gress, 1964-1973, vol. IV, pp. 156-157.10 Por desgracia, no podemos remitir al lector a ninguna historia general de Ucrania que no adolezca de planteamientos claramente sesgados, en un sen-tido o en otro.

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de entonces se intensificó el esfuerzo de repoblamiento, habida cuenta de la gran calidad agrícola de la tierra, enviando colonos rusos, ucranianos y judíos procedentes de las regiones occiden-tales, así como grupos extranjeros, de serbios, griegos o ale-manes. No obstante, el definitivo impulso repoblador llegaría a mediados del siglo XIX, con la industrialización promovida por el descubrimiento de las minas de carbón. Esto atrajo a gente de procedencia muy dispar, empezando por especialistas ingleses y alemanes, y en general a la población de zonas de-primidas de todo el Imperio Ruso y, más tarde, de la URSS, de modo que, después de la Segunda Guerra Mundial, aún acogió a una notable cantidad de bielorrusos, moldavos y tártaros. En conjunto, las regiones de Donetsk y Lugansk se consideran las más internacionales de Ucrania, por la diversidad de origen de su población.

La problemática península de Crimea había constituido, jun-to con el territorio de Kubán, un kanato tártaro independien-te desde 1444, hasta su anexión por Rusia en 178311. A fines

del siglo XIX vivían allí tártaros, ucranianos, rusos, alemanes, búlgaros, checos, estonios, griegos, judíos, caraítas de Crimea (etnia turca de religión judía), crimchacos (krymchakí, otro grupo judío étnicamente mixto y de lengua turca), armenios y gitanos. El reparto demográfico se alteraría drásticamente du-rante la Segunda Guerra Mundial. En 1941, ante el avance de las tropas del III Reich, las autoridades soviéticas deportaron a 60.000 alemanes. Durante la ocupación nazi, las poblaciones judía y gitana fueron diezmadas. Después de la expulsión de los invasores, se procedió a deportar a supuestos grupos colabora-cionistas, pese a que, según las investigaciones del NKVD (el predecesor del KGB), en Crimea solo quedaban unos 5.000, de todas las nacionalidades. La deportación indiscriminada afectó a húngaros, rumanos, italianos, gitanos, armenios, búlgaros y griegos, pero sobre todo a los tártaros. Entre el 18 y el 20 de mayo de 1944, el Comisariado del Pueblo para los Asuntos In-teriores de la URSS, ejecutando órdenes del Comité Nacional de Defensa, deportó en masa (mayoritariamente a Uzbekistán) a los tártaros de Crimea, unas 160.000 personas, mientras que, según datos del Instituto de Historia de Rusia, solo unos 20.000 tártaros habían vestido el uniforme alemán (un tercio de la población en edad de movilización), de los cuales una mitad formó parte de la Wehrmacht y la otra de la policía. Sin embargo, esas tropas habían sido mayoritariamente evacuadas de Crimea por el gobierno alemán de ocupación antes de la llegada del ejército soviético y pasaron a formar un regimiento de cazadores integrado en las Waffen-SS. En cambio, entre los

Mapa general de Ucrania y sus países limítrofes (adaptado de Google Maps bajo licencia Creative Commons).

11 Según el tratado ruso-turco de Küçük Kaynarca, de 10 de julio de 1774, los tártaros de Crimea y Kubán pasaban a ser independientes del Imperio Otomano, pero sin integrarse tampoco en Rusia, sino que formaron un es-tado independiente, el cual fue unilateralmente anexionado por un edicto (manifest) de Catalina II de 8 de abril de 1783, según el cual, «siguiendo la obligación que nos corresponde, de velar por el bienestar y la grandeza de la patria; procurando reforzar su beneficio y su seguridad, al igual que consi-derando como remedio que para siempre nos evite las desagradables causas que impiden la paz eterna pactada entre el Imperio de Todas las Rusias y el Otomano, la cual decididamente queremos conservar para siempre, no menos que como compensación y para satisfacción de nuestras pérdidas [materiales], hemos decidido acoger bajo nuestra mano la península de Crimea, la [pen]ínsula de Tamán y toda el área de Kubán» (Pólnoĭe sobraniĭe zakónov Rossiĭskoĭ Imperii, vol. XXI: C 1781 po 1783, Sankt Peterburg: v Tipografii II Otdeléniĭa

Sobstvennoĭ ego Imperátorskago Velíchestva Kantselĭarii, 1830, n.º 15.708, pp. 897a-898b, la cita en p. 898a-b; la traducción es nuestra). Dejamos al lector el ejercicio de establecer posibles paralelismos históricos.

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tártaros deportados había 8.995 soldados del propio Ejército Rojo, de los cuales 524 eran oficiales, mientras que otros ni siquiera habían pasado la guerra en la península, en especial los propios funcionarios soviéticos, puesto que se los había eva-cuado a retaguardia al inicio de la misma. De este modo, entre los efectos de la guerra y de la inmediata posguerra, si en 1939 Crimea tenía 1.126.426 habitantes, en octubre de 1944 poseía únicamente 379.000, y el nivel de población previo al conflicto solo se recuperó a finales de los años cincuenta.

En consecuencia, muchas comarcas crimeas se quedaron desier-tas. Su repoblación se hizo mayoritariamente con campesinos rusos y ucranianos, a los que se concedieron numerosos incen-tivos. Sin embargo, de resultas de la perestroĭka, los tártaros em-pezaron a regresar a Crimea a partir de 1989, de modo que, si el año anterior constituían el 1% de su población, en el censo de 2001 llegaban al 12,1% (de un total de 2.024.074 habitantes), en tercer lugar tras los rusos (58,3%) y los ucranianos (24,3%), y por delante de los bielorrusos (1,4%) y un conjunto de na-cionalidades que, tomadas individualmente no llegan al 1%, pero que en total suman el 3,9%, en el que se integran tártaros (de Kazán), armenios, judíos, polacos, moldavos, azerbaiyanos, uzbekos, coreanos, griegos, alemanes, mordovinos, chuvasios, gitanos, búlgaros, cheremises, caraítas de Crimea, crimchacos y otros. Además, en Sebastópol (que gozaba del estatuto de ciudad autónoma) había 379.200 habitantes, de los cuales el 71,6% eran rusos; el 22,4% ucranianos; el 1,6% bielorrusos, el 0,5% tártaros, más un 3,9% de otras nacionalidades o etnias.

Por las mismas fechas en que se anexionaba Crimea, el Impe-rio Ruso arrebataba al Otomano la costa noroccidental del Mar

Negro comprendida entre Perekop (el ístmo crimeo) y la desem-bocadura del Danubio. Estos territorios formaban parte de la ya citada Campiña Salvaje y, aunque tradicionalmente poblados (al menos desde la época de las colonias griegas del Ponto Euxino), habían quedado desiertos tras la invasión mongolo-tártara del si-glo XII. Después de la disolución de la Horda de Oro y tras ha-ber pertenecido al Principado de Lituania, la costa al oriente del Dniestr quedó controlada por el kanato de Crimea y la que que-daba al occidente, por el principado de Moldavia, en ambos casos finalmente bajo la égida turca. A lo largo del siglo XVIII, conforme la situación del campesinado ruso y polaco empeoraba bajo el ré-gimen de servidumbre, algunos buscaron refugio en estos territo-rios. No obstante, el poblamiento de los mismos no se intensificó hasta la dominación rusa. A partir de 1774, el gobierno ruso co-menzó a colonizarlos de manera planificada, trasladando campe-sinos de las provincias del norte y atrayendo a los extranjeros, con múltiples estímulos, como la exención de impuestos y del servicio militar. A principios del siglo XIX todavía había campesinos que, huyendo de la extrema servidumbre, se refugiaban entre los co-sacos transdanubianos, pero el definitivo aumento de población solo se produjo a partir de las reformas de 1861, que, con la libe-ración de los campesinos e importantes cambios administrativos, favorecieron el desarrollo del capitalismo. Esto permitió un gran incremento de la mano de obra industrial, lo que, añadido a la construcción del ferrocarril Kíev-Odessa en 1874, supuso que la población de estas regiones creciese a una velocidad tres veces superior a la de otras regiones del Imperio Ruso. A consecuencia de las diferentes oleadas migratorias, la población se compone de ucranianos, rusos, búlgaros, moldavos, judíos, bielorrusos, gita-nos, polacos, alemanes, georgianos, azerbaiyanos, tártaros, arme-nios, griegos, albaneses y otras etnias.

Regiones históricas de Ucrania. La zona marcada en la leyenda como “Moldavia” corresponde a los territorios del principado de Moldavia anexionados durante el siglo XVIII por el Imperio Ruso en el sur (Besarabia y Budzhak) y por el Austrohúngaro en el norte (Bucovina),

provincia esta actualmente dividida entre Rumanía y Ucrania. Por otro lado, Crimea, en rigor, formaba parte de la Táuride. (Adaptación del mapa elaborado por Spiridon Ion Cepleanu, 22/12/2011,

para Wikimedia Commons, reproducido bajo licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0).

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Al norte y noroeste de la región de Odessa se sitúan las de Ri-vno, Ternópil', Volýn y Jmel'nitskyĭ, las cuales pertenecieron al Principado de Lituania y después a Polonia, integrándose en el Imperio Ruso tras la división de esta (1793), a la que volvieron en el período comprendido entre la Guerra Civil rusa y la se-gunda división de Polonia, por el pacto Ribbentrop-Mólotov, lo que supuso su anexión a la Unión Soviética como parte de Ucrania en 1939. Aquí la mayoría de la población es ucraniana (>95%), habiendo también rusos, bielorrusos, polacos, judíos y checos. Al mismo tiempo se incorporó Gallitsia, que ante-riormente había pertenecido al Imperio Austro-Húngaro, pero que, junto con la Rutenia Transcarpática y Bukovina del Norte, había formado durante 1919 un efímero estado independiente, la República Popular Ucraniana Occidental (Zajidnoukraĭins'ka Narodna Respúblika), la cual fue a continuación anexionada por Polonia. Finalmente, la región Transcarpatiana (Zakarpatska Óblast') se incorporó en 1945 y en 1954, como queda dicho, Crimea pasó oficialmente de formar parte de Rusia a hacerlo de Ucrania.

Con tan dispares ingredientes se había constituido la República Socialista Soviética de Ucrania, la cual, en aplicación del artí-culo 26 del Tratado de Creación de la URSS (1922)12, decidió disgregarse de la misma mediante Acta del Parlamento de la RSSU de 24 de agosto de 1991, sometida a referéndum el 1 de

diciembre de dicho año. Su resultado, ampliamente favorable a la propuesta13, corroboró formalmente la existencia del estado independiente de Ucrania.

LA EVOLUCIÓN RECIENTE

Si bien los datos ofrecidos en el apartado anterior dan cuenta de la compleja integración y difícil cohesión de los pueblos y regiones de la actual Ucrania, carentes de un recorrido históri-co, social y cultural común, para entender la crisis que vive hoy en día es necesario además echar una mirada retrospectiva al establecimiento del estado ucraniano y de su economía a partir de la disolución de la Unión Soviética.

El período de 1989 a 1992 constituyó la etapa del nacionalismo romántico, cuando saltaron a primer plano líderes de orienta-ción nacionalista procedentes del ámbito de la humanidades, que insistían en que Ucrania disponía de suficiente potencial económico, espiritual, laboral y de recursos para asegurar un rápido crecimiento del bienestar de los ciudadanos y para inte-grarse en Europa. Durante este período, en los órganos electivos estatales y locales se desarrollaba una lucha por el poder entre

Mapa étnico-lingüístico de Ucrania, por regiones. Los nombres entre paréntesis corresponden a las versiones rusas de los nombres ucranianos oficiales en las regiones de mayoría rusófona.

El mapa (elaborado a partir de los datos del censo de 2001) no incluye la distribución de etnias no titulares, es decir, sin una nacionalidad independiente asociada (judíos, tártaros y otros).

12 Más tarde incluido en la primera Constitución de la URSS (1925) como art. 4 del cap. II. En la Constitución de 1977, que era el vigente en el momento de la disolución de la URSS, el concepto de la libre salida de sus integrantes se recogía en la III parte, cap. VIII, art. 72: “Cada república de la Unión conserva el derecho de salir libremente de la Unión Soviética”.

13 Los votos favorables a la independencia alcanzaron, en promedio, el 90,32%. Incluso en las regiones de menor presencia ucraniana, como Do-netsk, Lugansk, Járkov y Odessa, predominó el sí (83,90%, 83,86% 86,33% y 85,38%, respectivamente). Tan solo Crimea y Sebastópol se situaron cla-ramente por debajo de la media, pero aun con todo ganó, si bien por escaso margen, la propuesta independentista, con el 54,19% y el 57,08%, respecti-vamente. Datos del Archivo Central Estatal de los Altos Organismos del Go-bierno de Ucrania (TsDAVO Ukraĭiny), F. 1, Op. 28, Spr. 144, Ark. 6 (http://tinyurl.com/nhxzwpf).

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la élite intelectual nacionalista, que se consideraba progresista y de vanguardia, y los representantes del antiguo aparato estatal-burocrático del Partido Comunista. Por desgracia, tanto unos como otros carecían objetivamente de las nociones teóricas y de la experiencia necesarias para dirigir un país en las condiciones de una economía de transición y luego ya una de mercado.

Este período estuvo marcado por el traspaso de la propiedad estatal, primero a la propiedad colectiva y luego a la propiedad privada. Durante este proceso se cometió una multitud de erro-res que permitió a algunos particulares adquirir la mayoría de las empresas industriales estatales por precios muy inferiores a su valor real. Habitualmente se trataba de personas que dispo-nían de algún poder político o administrativo regional o esta-tal. Este proceso ocupó se prolongó, aproximadamente, desde 1991 hasta 1996 y produjo una fuerte corrupción en la socie-dad. La privatización se ejecutaba mediante la adquisición de las empresas en parte por dinero, en parte por los “certificados de propiedad” (imushchestvénnyĭe tsertifikaty) o participaciones en la propiedad colectiva (correspondiendo una participación a cada ciudadano de Ucrania), cuyo valor nominal era de 10.000 rublos. Esto equivalía al precio de un automóvil o de una má-quina herramienta. Sin embargo, solo podían usar estas partici-paciones de manera efectiva quienes ya estaban metidos en los negocios o tenían relaciones de ayuda mutua con los represen-tantes de los gobiernos local o estatal.

Hasta 1995 no se revisó el valor de los inmuebles y bienes de las empresas estatales. Al mismo tiempo, la inflación alcanzaba tasas porcentuales de decenas de miles. Así que, si los trabaja-dores de una empresa la compraban, en parte con sus partici-paciones y en parte con los beneficios de su trabajo, pagaban

decenas de veces menos de su valor, y esto en el mejor de los casos. Sin embargo, más a menudo ocurrió que las empresas las compraban algunas personas o grupos que habían acumulado capitales suficientes durante sus “actividades económicas”, con unos elevados beneficios, y además le compraron sus participa-ciones a la población por precios muy inferiores al nominal. La “actividad económica” de algunos empresarios se reducía a la especulación con los bienes materiales, cuyo precio en la anti-gua Unión Soviética, expresados en divisas de libre conversión, fue muy inferior al que tenían en el resto del mundo. Por ejem-plo, una tonelada de cobre en bruto en la URSS, en el verano de 1991, costaba de cinco a siete mil rublos; por un dólar daban al cambio de 50 a 60 rublos. De esa manera, el empresario podía comprar una tonelada de cobre por unos cien dólares y vender-lo en el extranjero por unos tres mil, de modo que su beneficio ascendía al 3000%.

Otra manera de una acumulación efectiva del capital fueron los créditos de los bancos pasados a la propiedad colectiva. El “ne-gociante” solicitaba en 1991varios millones de rublos en este banco, a devolver en dos o tres años; una mitad se la entregaba al director de la sucursal como comisión ilegal; la otra mitad la empleaba en las especulaciones previamente descritas y al cabo de dos o tres años, devolvía el capital nominal en dinero deva-luado en cientos o miles de veces, dado que no se practicaba la revisión de capitales mediante el flujo de fondos descontados. La inflación y devaluación del dinero en el país, así como la ausencia en un primer momento de juzgados de lo mercantil, produjo actuaciones de mala fe entre las partes contratantes. Así, por ejemplo, muchos pequeños y medianos empresarios inexpertos firmaban contratos en la moneda nacional, sin re-lacionar las cantidades con las divisas internacionales más es-

Evolución territorial de Ucrania en el siglo XX. Los países de procedencia de los territorios eran sus titulares nominales en el momento de la anexión,

pero, salvo en el caso de Crimea, se trataba de adscripciones disputadas. (Adaptación del mapa elaborado por Spiridon Ion Cepleanu, 28/12/2011,

para Wikimedia Commons, reproducido bajo licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0).

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tables. De este modo, un negociante recibía la mercancía de otro, pero pagaba, al pasar un período prolongado, con dinero devaluado.

Estas “actividades económicas” produjeron en el país no solo corrupción, sino racket o chantaje de protección y, finalmente, gangsterismo o bandidismo organizado. Los racketeers, a cambio de un determinado porcentaje, “protegían” a los pequeños em-presarios, ayudándoles a resolver los problemas con sus deudo-res y luego, simplemente, recaudando un tributo de protección. Las estructuras estatales, como policía, fiscalía y hacienda, una vez que expulsaron a los racketeers y gangsters, empezaron a actuar del mismo modo. De facto, la mayoría de los empresarios pagaba un “tributo” a las bandas criminales o a los funciona-rios de la hacienda, la fiscalía o la policía. Los establecimientos estatales como hospitales, escuelas y otros, que recibían el di-nero de los gobiernos locales, tenían que “devolverles” del 10% al 15% del dinero recibido. La mismas “devoluciones” (otkaty) o comisiones ilegales pagaban los empresarios que participa-ban en los concursos públicos de proyectos financiados por los presupuestos regionales o estatales. Los pagos ilegales estaban generalizados: los empresarios, aunque cumpliesen todos los requisitos, pagaban por recibir las correspondientes licencias y permisos; a los aduaneros había que pagarles para que despa-chasen las mercancías, incluso sin tener ninguna intención de esquivar el abono de los aranceles correspondientes.

Entre 1996 y 2000, la legislación mercantil se fue perfeccio-nando y se logró eliminar algunas de estas irregularidades, pero tales “actividades económicas” (que, insistimos, se daban en todo el país, no solo en las regiones orientales) provocaron que apareciesen no solo empresarios que disponían de un gran capital, sino también otros que eran funcionarios del estado en excedencia o, lo que es peor, en ejercicio y cuyas fortunas ascendían a cientos de millones de dólares. Por desgracia, tanto en las regiones occidentales como en las orientales, esto se vio favorecido por el bajo nivel de conciencia sociopolítica y de activismo ciudadano de la población, demasiado preocupada por su supervivencia en las duras condiciones económicas del momento. No había suficientes partidos políticos formados por asociaciones ciudadanas o personas concienciadas, sino que aquellos se formaron desde arriba, convirtiéndose en grupos de clanes de funcionarios o empresarios, a menudo solo para apoyar a determinados líderes estatales o regionales que servían a sus intereses. Los únicos que realmente gozaban del apoyo de determinadas capas sociales eran algunos partidos naciona-listas, el partido socialista y el comunista, aunque, a la larga, ninguno de ellos ha resultado totalmente inmune al influjo de determinados lobbies o grupos de intereses oligárquicos y plu-tocráticos.

En las elecciones presidenciales y parlamentarias, podemos de-cir, simplificando, que se daba constantemente la lucha de dos agrupaciones que, con regularidad, cambiaban de formato y, con él, de líderes. Podemos llamarlas informalmente la oriental y sudoriental, por un lado, y la central y occidental, por otro. En ellas entraron representantes de grandes, medianos y pequeños negocios, con distintos intereses. El grupo centro-occidental te-nía fuerte tendencia nacionalista, mientras que el grupo del este y sudeste se presentaba como portavoz de la población social-mente indefensa y también (aunque pueda resultar paradójico)

de los tecnócratas y del gran capital industrial. En los últimos tiempos, Ĭanukóvich y Timoshenko se convirtieron en los res-pectivos líderes de cada facción. Ĭanukóvich había salido del ámbito de los funcionarios locales apoyados por los cabecillas del crimen organizado, mientras que Timoshenko surgió direc-tamente de este último y, tanto en los negocios como en la po-lítica, fue la mano derecha de Pável Lazarenko, rico empresario y corrupto exprimer ministro de Ucrania14. En cada campaña electoral se culpaban mutuamente de corrupción, soborno y otros delitos, aunque se distinguían escasamente uno de otro. Como dijo en vísperas de las elecciones presidenciales de 2010 el hoy nombrado primer ministro, Ĭatsenĭuk, Timoshenko se diferencia de Ĭanukóvich solo por el sexo15.

En 2004, Ĭanukóvich era primer ministro y el presidente Ku-chma (representante del clan de Donetsk y Dnepropetrovsk, que gobernaba desde 1994) lo apoyaba para la presidencia, pero aquel perdió las elecciones frente a los representantes del clan centro-occidental, Ĭúshchenko (que se convirtió en presi-dente) y Timoshenko (que pasaría a ser primer ministro). Es importante recordar que esta victoria, basada en unos resul-tados electorales contestados, no fue indiscutible. La lograron de facto mediante el apoyo de una parte activa de la población de Kíev y sus alrededores, y de las regiones occidentales de Ucrania, que se reunió en el Maĭdán de Kíev en el movimiento conocido como “revolución naranja” (oranzhévaĭa revolĭútsiĭa), y ejerció una presión política pacífica sobre los adversarios de Ĭúshchenko y Timoshenko, quienes denunciaron ante la justicia como fraudulentos los resultados de las elecciones favorables a Ĭanukóvich. Los juzgados competentes, en parte influidos por la presión popular y en parte intentando no comprometerse, fallaron a favor de los denunciantes. Esta fue la primera vez que los políticos ucranianos usaron a las masas populares para llegar al poder.

La mayoría de la población estaba en un estado de euforia, pensando que el nuevo gobierno se ocuparía de descentralizar una estructura estatal demasiado centralizada y de combatir la corrupción, organizaría el control social sobre las estructuras gubernamentales, mejoraría el clima económico y lograría un uso más eficaz de los recursos. Por desgracia, tales expectati-vas se desvanecieron rápidamente. La aprobación del proyecto de ley de reforma del gobierno presidencial-parlamentario en uno parlamentario-presidencial hizo saltar la primera chispa del conflicto entre los líderes de la revolución naranja, ya que Timoshenko quería reducir los poderes del presidente, conver-tido en figura representativa, y concentrarlos en el parlamento y en el gabinete de ministros, que ella encabezaba. Por su parte, Ĭúshchenko se dedicó a “perfeccionar” la conciencia nacional de los ucranianos, perjudicando con ello las relaciones con Ru-

14 Lazarenko es un caso prototípico de la clase de político que estamos des-cribiendo: según datos de la ONU, malversó 200 millones de dólares, y se-gún la Fiscalía de Ucrania, 320; en cualquier caso, en torno al 0,4% del PIB ucraniano. Habiendo emigrado a Estados Unidos, fue juzgado y condenado en San Francisco por estafa y blanqueo de dinero. Su condena terminó el 1 de noviembre de 2012 y después solicitó la residencia estadounidense como refugiado político, pero se ignora su actual paradero.15 El tenor literal de sus declaraciones (hechas en Járkov en una rueda de prensa como candidato del Frente por los Cambios) fue el siguiente: “Yo no entiendo qué es un candidato democrático. Por ejemplo, de Timoshenko y Ĭanukóvich dicen que una es democrática y el otro antidemocrático. Sin em-bargo, no se diferencian uno de otro en absoluto, a parte –por supuesto– del sexo” (recogidas por el periódica digital Focus, m.focus.ua/politics/90768/).

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sia y permitiendo que se formasen y desarrollasen formaciones paramilitares de carácter nacionalista como Trizub o “el Triden-te” (en alusión al emblema nacional ucraniano), uno de cuyos fundadores fue el actual líder del grupo neonazi Pravyĭ Séktor o “Sector Derecho”, Dmitro A. Ĭárosh, al que volveremos a en-contrar en las revueltas del Maĭdán. En cuanto a Timoshenko, en lugar de reformar la economía del país, se dedicó a tomar medidas populistas, a fin de aumentar su predicamento, pero, por el contrario, con ello fue perdiendo, poco a poco, el respal-do de la mayoría de su electorado.

La confianza pasó entonces al grupo tecnocrático, aunque bas-tante corrompido, de Ĭanukóvich, quien ganó limpiamente las elecciones de 2010, como hemos explicado arriba. Después, presionando al Tribunal Constitucional, revirtió la reforma de Timoshenko, volviendo a un modelo presidencialista y, como antes Kuchma, concentró en sus manos todo el poder. A par-tir de entonces, el gobierno de Ĭanukóvich, encabezado por el primer ministro Azárov, en lugar de acometer las necesarias re-formas sistemáticas y la prometida descentralización (que era la propuesta básica del Partido de las Regiones), aumentó la presión fiscal sobre el conjunto de la población y sobre los em-presarios. Apoyando los intereses del gran capital, el gobierno dejó a las pequeñas y medianas empresas en tales condiciones que su actividad dejó de producir beneficios y, con ello, de de-vengar impuestos, lo que obligó a este gobierno, al igual que a los anteriores, a cubrir el consiguiente déficit presupuestario del Estado mediante nuevos créditos, con lo cual se acumu-ló una enorme deuda estatal, superior a 65.000 millones de dólares. Esto agravó aún más la situación económica ucrania-

na, junto a la inflexible posición de Rusia, que vendía el gas a Ucrania a un precio mayor que a otros países europeos, pese a que para ello necesitaba emplear los gasoductos ucranianos16. El tratado que determinaba el sistema de precios de gas para Ucrania fue firmado por Ĭuliĭa Timoshenko en su calidad de primera ministra, sin haber sido previamente ratificado por su propio gabinete, como era preceptivo, acción por la que fue inculpada, lo que acabó con su encarcelamiento. Sin embargo, el proceso de Timoshenko también adoleció de irregularidades jurídicas, lo que demostró que la justicia ucraniana prefirió una vez más guiarse por el instinto de supervivencia antes que por la sujeción a derecho.

LAS NEGOCIACIONES CON LA UNIÓN EUROPEA

En este contexto, se desarrollaban las negociaciones para la asociación entre la Unión Europea y Ucrania. El gobier-no de Ĭanukóvich y Azárov intentaba con ello presionar a

Distribución de partidos ganadores por regiones en las elecciones parlamentarias de 2012 (Partiĭa Rehioniv = Partido de las Regiones: 45,3%, Bat'kivshchyna = Patria: 20%, Svoboda = Libertad: 8%),

con indicación de las cifras de población regional y su composición étnica. Fuentes: Servicio Estatal de Estadísticas de Ucrania y Comisión Electoral Central de Ucrania (adaptado de The Economist, 1/03/2014).

16 En efecto, Rusia ha estado subiendo artificialmente los precios del gas para Ucrania, aunque no hemos podido lograr datos oficiales. Según las infor-maciones que hemos recopilado, Ucrania pagaba casi 500 dólares por 1000 m3, hasta que en diciembre de 2013 Gazprom (la compañía rusa) y Naftogaz Ukraíny (la ucraniana) firmaron la prórroga del contrato de compraventa de gas para 2009-2019, en que Rusia accedió a bajar el precio hasta 268,5 dóla-res por 1000 m3. Sin embargo, para Armenia, el mismo gas cuesta 189 dólares por 1000 m3; para Bielorrusia, 163 dólares; para Corea del Sur, 150 dólares. Cuando Ucrania adquiría el gas ruso a 420 dólares, Alemania se ofreció a revenderle el mismo gas ruso a 360. En el marco de la actual crisis, se prevé un regreso del precio a los 500 dólares por 1000 m3; véase Alekséĭ Topálov, “Ukraína ishchet gaz [= Ucrania busca gas]”, Gazeta.ru, 24/03/2014 (http://tinyurl.com/k8zssq2).

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Rusia, porque además querían que Ucrania entrase como observador en la unión aduanera de Rusia, Bielorrusia y Ka-zajistán, a fin de obtener algún provecho económico. A los círculos nacionalistas ucranianos, concentrados (como que-da dicho) en las regiones occidentales, les entra pánico cada vez que se atisba un acercamiento económico a Rusia, pues consideran que, a la larga, esto puede suponer una seria dependencia económica y política, provocando incluso la pérdida de la independencia. El gobierno ucraniano, que se encontraba en una difícil situación económica, para salir de la cual necesitaba una seria inyección de 20.000 a 25.000 millones de dólares, intentaba coquetear a la vez con Rusia y la Unión Europea, a la espera de cuál de ellas le prestaría primero la ayuda económica. A tal comportamiento le em-pujaban los propietarios de las grandes compañías quími-cas, siderúrgicas, energéticas y de construcción de maqui-naria, las cuales venden a Rusa entre el 40% y el 60% de su producción. Así que el gobierno ruso podía perjudicar muy seriamente al este y sudeste de Ucrania si entorpecía estos contactos económicos, poniendo pegas a la importación de artículos de estas empresas, como ya había sucedido con los productos agropecuarios de las regiones centrales y oc-cidentales de Ucrania. En efecto, desde finales de 2005 la Federación Rusa había ido poniendo severas trabas a la im-portación de alimentos y otras mercancías de origen ucra-niano, situación, por cierto, aprovechada de inmediato por Polonia y Alemania, que, mientras animaban al gobierno de Ĭúshchenko frente a las restricciones rusas, se apresuraron a hacerse con la cuota de mercado ucraniana en Rusia17.

En consecuencia, la entrada en la unión aduanera de Rusia, Bielorrusia y Kazajistán podría avivar la economía de las re-giones orientales y sudorientales; por el contrario, la asocia-ción con la Unión Europea abriría el camino a las mercancías de dicho origen, perjudicando a la producción ucraniana. Para sobrevivir en estas condiciones, los productores ucra-nianos estarían obligados a invertir importantes cantidades en la modernización de los medios de producción, para ase-gurar su competitividad y su adecuación a los estándares eu-ropeos. Por el contrario, los productores agropecuarios del

centro y el oeste de Ucrania, que ya habían perdido su parti-cipación en el mercado ruso, no tenían nada claro (a la vista de lo que viene sucediendo con la vecina Bielorrusia) que su incorporación a la unión aduanera les fuese a resultar bene-ficiosa. En cambio, veían una oportunidad en la vinculación a la Unión Europea, ya que sus precios resultan competitivos y consideraban que la inversión necesaria para acomodarse a las pautas europeas era, en su caso, incomparablemente menor que la exigida por la modernización de, por ejem-plo, la siderurgia. Se ha de señalar, no obstante, que en tales cálculos no entraban las estrictas cuotas de producción que impone la contestada política agraria de la Unión Europea. A este respecto, hay que tener en cuenta que el texto del borra-dor de acuerdo de asociación de Ucrania a la UE, redactado únicamente en inglés y sin versiones, ni siquiera resumidas, al ucraniano o al ruso, resultaba inaccesible para la mayoría de la población18.

En esta coyuntura, el gobierno de Ĭanukóvich pensaba po-der salir del paso, transitoriamente, mediante algunas ayudas del FMI, pero las condiciones impuestas para su concesión implicaban un claro descenso del nivel de vida del conjunto de la población. Así, por ejemplo, la inmensa mayoría de los jubilados ucranianos reciben considerables ayudas estatales para pagar los gastos de comunidad, de gas y electricidad, dado que el monto de las pensiones no se corresponde con el coste real de la vida en Ucrania. Una de las condiciones impuestas por el FMI era suprimir tales ayudas y además re-ducir las pensiones desde un promedio de 168 euros a uno de 80, lo que dejaba de hecho a buena parte de los pensionistas no solo por debajo del umbral de pobreza, sino directamente condenados a la hambruna, habida cuenta de que el precio de los alimentos en Ucrania se sitúa en la media europea. Tam-bién pretendían eliminar las ayudas por maternidad en un país cuya población ha caído, desde la independencia, de casi 52 a 45 millones de habitantes. Hallándose en la antesala de las elecciones presidenciales de 2015, Ĭanukóvich no estaba dispuesto a aceptar medidas tan claramente antisociales19. Al hacerse cargo de que las negociaciones con la UE sobre una posible ayuda económica habían llegado a un punto muerto, el presidente ucraniano se volvió hacia Rusia. Al lograr enton-ces una reducción del precio del gas y un préstamo de 15.000 millones de dólares, el gobierno ucraniano rechazó, para un futuro inmediato, la firma del acuerdo de asociación a la UE. Sin embargo, de hecho, tampoco se suscribió la unión adua-nera con Rusia, Bielorrusia y Kazajistán.

Aproximadamente un tercio de la población, los estudiantes y los políticos de los partidos nacionalistas recibieron esta medida, acertada desde el punto de vista económico, pero bastante inapropiada desde el político, como una traición

17 Esta ofensiva comercial se disimuló bajo las conocidas como TBT (Tech-nical Barriers to Trade) y SPS (Sanitary and Phytosanitary Measures), que, de acuerdo con los tratados internacionales al respecto, auspiciados por la OMC y supervisados por la OMS y la FAO, se permiten a los estados miembros, siempre que se basen en informes científicos y no supongan “crear obstáculos innecesarios al comercio ni discriminar de manera arbitraria o injustificada entre miembros con condiciones similares” (Peet, Unholy Trinity, p. 171 = La Maldita Trinidad, pp. 215-216). La cronología es la siguiente: el 20 de di-ciembre de 2005 se prohibió la entrada de cualquier producto ganadero en tránsito por Ucrania. El primero de enero de 2006 esta prohibición alcanzó a la importación de productos semiacabados (polufrabrikaty) y el 20 del mismo mes se hizo extensiva a la de cualquier producto cárnico ucraniano. A finales de 2010, se prohibió la importación de carne y leche; prohibición reiterada el verano de 2011 para la mayoría de las empresas ucranianas. Por otro lado, en el verano de 2013 se negó a Ucrania la cuota para la entrada preferente (sin aranceles) de la producción siderúrgica (en concreto, de tuberías metálicas). A finales de julio, se prohibió también la entrada de los bombones y chocolates de la compañía Roshén, lo que se considera una respuesta a la imposición de aranceles especiales a la importación a Ucrania de automóviles, aunque no solo rusos. La situación se ha extremado como fruto de la actual crisis, puesto que el pasado 19 de marzo Rusia decretó el completo cierre de fron-teras para cualquier mercancía ucraniana, según recoge APK-Inform, citando fuentes empresariales ucraniana, aunque las autoridades rusas declaran que simplemente se ha “intensificado el control” fronterizo (http://tinyurl.com/mmtmy4u).

18 EU-Ukraine Association Agreement – the complete texts, European Union Ex-ternal Action, 2013 (http://tinyurl.com/mdxd9ho). En la página web del Mi-nisterio de Asuntos Exteriores de Ucrania hay una brevísima síntesis del mis-mo, Uhoda pro asotsiatsiĭu mizh Ukraĭinoĭu ta ÈS (http://tinyurl.com/og8qzsa), sin cifras ni datos concretos, en el que se señala que, en caso de ratificarse, se traducirá oficialmente al ucraniano. Tampoco nos consta la existencia de una versión oficiosa en ruso.19 Se trata del controvertido paquete estándar de medidas neoliberales a cuya aceptación subordina la concesión de ayudas el FMI (y ahora, a su zaga, la UE); vid. Peet, Unholy Trinity, pp. 56-110 y 204-205 = La Maldita Trinidad, pp. 77-142 y 257-258.

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a sus intereses20. Una parte de la población de las regiones centrales y occidentales de Ucrania salía de vez en cuando a Europa para desempeñar trabajos temporales no cualificados y contaba con que la asociación iba a abrirles las puertas ha-cia el mercado laboral europeo sin necesidad de visados ni otras restricciones, lo que, obviamente, constituía una mera ilusión, pues el borrador de acuerdo no recogía en absoluto tal posibilidad21. En general, la falta de destreza al plantear el rechazo del acuerdo fue interpretada como una deslealtad por parte de la población ucraniana en su conjunto, que tenía ideas completamente irreales sobre los potenciales beneficios que les traería esa asociación. Como resultado, surgió el se-gundo Maĭdán, que produjo el cruel enfrentamiento entre los manifestantes y activistas, el poder estatal y las fuerzas de se-guridad, durante varios meses.

EL EVROMAĬDÁN Y EL (ULTRA)NACIONALISMO UCRANIANO

El día 21 de noviembre de 2013 Víktor Ĭanukóvich cometió el mayor error de toda su carrera política, al anunciar, sin ma-yores explicaciones, que interrumpía las negociaciones para la firma de un acuerdo de asociación con la UE. En estas cir-cunstancias, lo más adecuado hubiese sido salir directamen-te a la palestra para exponer que se habían entablado esas negociaciones y explicar las razones por las que se habían suspendido. Con ello se corría el riesgo de exasperar a ciertos sectores sociales, como acabamos de explicar, pero tenía la clara ventaja de hacer comprender a la mayoría de la pobla-ción que las condiciones propuestas eran inaceptables, según se ha visto. Sin embargo, Ĭanukóvich optó por un simple co-municado que no venía acompañado de ninguna explicación que justificase la decisión tomada. Esta actitud (que contrasta vivamente con la que, en circunstancias parejas, adoptaron poco después las autoridades moldavas)22, refleja tanto su fal-ta de coraje personal como de reflejos políticos (lo que su posterior huída no hizo sino corroborar).

El anuncio de esta ruptura fue seguido por el de la prevista recepción de un préstamo de la Federación Rusa, combinación enormemente inoportuna que de inmediato soliviantó a las ma-sas. El resultado fue el inicio de concentraciones de protesta en el Maĭdán Nezalézhnosti o Plaza de la Independencia, iniciadas por estudiantes universitarios y que fueron engrosándose rápi-damente. Resulta imposible, a día de hoy, establecer con preci-sión la procedencia social e ideológica de los integrantes de ese creciente grupo de protesta, en el que incluso era posible loca-lizar a judíos ucranianos regresados de la emigración a Israel no lejos de los neonazis extremos del Pravyĭ Séktor. En términos generales, el inicio del que pronto empezó a conocerse como Evromaĭdán o Europlaza (en una metonimia del continente por el contenido) puede equipararse al de los movimientos de in-dignados como el 15-M español, caracterizados por la agrupa-ción de elementos heterogéneos cuyo denominador común era el profundo descontento generado por el statu quo y la sensa-ción de que había que proceder a una revisión en profundidad de las reglas de juego, comenzando por un serio decapado de la clase política y por una reconsideración de las políticas eco-nómicas centradas únicamente en el ajuste macroeconómico. Sin embargo, en el caso ucraniano, el componente nacionalista fue fundamental desde el principio, por las razones explicadas arriba, y no hizo sino ir en aumento.

De este modo, aunque en el seno del movimiento del Maĭdán coexistiesen planteamientos dispares e incluso claramente di-vergentes, una buena parte de sus integrantes (en proporción cada vez mayor) no actuaba −contra lo que se cree en Occiden-te habitualmente− tanto por el deseo de sumarse a la Unión Europea, como por reacción al acercamiento de su gobierno a Rusia, a la que consideran su enemigo natural los ucranianos occidentales (en su opinión, los únicos verdaderos, siendo los demás −rusos, judíos, tártaros o griegos− ocupantes no bienve-nidos, aunque muchos de ellos lleven asentados en Crimea o en la cuenca del Don desde el siglo XVIII, como mínimo). Quien tuviese ocasión de seguir las tertulias favorables a los mani-festantes en las televisiones ucranianas durante la primera fase de las concentraciones en el Maĭdán, advertiría que allí solo se hablaba de la necesaria “asimilación” de los no ucranianos que quisiesen “integrarse” en Ucrania (dando a entender que los demás deberían autoexiliarse) y de otras cuestiones identitarias típicas de la ideología nacionalista y, en el caso concreto de algunos grupos, como veremos, directamente racistas y xenó-fobas. Tan solo conforme la situación se complicó, iniciándose la espiral de violencia, y la UE empezó a formular exigencias políticas y a formular amenazas (con bien dudosa autoridad moral, dicho sea de paso), pasaron a primer plano en el discur-so opositor cuestiones como la corrupción o la reforma consti-tucional, que a oídos europeos sonaban convincentes, aunque la punta de lanza del movimiento fuesen activistas cada vez más vinculados a la extrema derecha23.

20 Véase Pilar Bonet, “Las dos Ucranias frente a Europa”, El País, 29/11/2013 (http://tinyurl.com/lgqxzkt), quien resaltaba como, “En el conjunto de Ucra-nia el apoyo social a la Unión Aduanera con Rusia es ligeramente superior (38% de la población) al obtenido por el acuerdo de Asociación con la UE (37,8%), pero la ventaja de la opción prorrusa es aplastante en las regiones del sur y del este, que produce cerca de la mitad del PIB del país, según encuestas del Instituto Internacional de Sociología de Kiev”. Véase también MILNE, “In Ukraine…”, art. cit.21 Véanse los arts. 16: “Cooperation on migration, asylum and border mana-gement”, 17: “Treatment of workers”, 18: “Mobility of workers” y 19: “Move-ment of persons”. Lo más que se plantea es que “The Association Council shall examine the granting of other more favourable provisions in additional areas, including facilities for access to professional training, in accordance with laws, conditions and procedures in force in the Member States and in the EU, and taking into account the labour market situation in the Member States and in the EU” (art. 18.2) y que “The Parties shall take gradual steps towards a visa-free regime in due course, provided that the conditions for well-managed and secure mobility, set out in the two-phase Action Plan on Visa Liberalization presented at the EU-Ukraine Summit of 22 November 2010, are in place” (art. 19.3).22 En la Mesa Redonda Internacional sobre Moldavia y la Cooperación Oriental, celebrada el 5 de febrero de 2014 y organizada por la Jél'sinskoĭ-Grazhdanskoĭ Assambleĭeĭ Moldovy y la International Foundation for Better Governance (accesible en línea en http://www.grenada.md/post/oleg_nogin-skii), como secuela del encuentro de Vilnius de 29 de noviembre de 2013 en el que se suponía que dicho país y Ucrania iban a firmar sus respectivos acuerdos de asociación con la UE.

23 Para evitar malentendidos, no podemos dejar de señalar que este análisis no guarda la menor relación con el intento de Ignacio González de desacreditar de antemano la Marcha de la Dignidad celebrada en Madrid el pasado 22 de marzo, al señalar que en su manifiesto “se recogen propuestas que están en el programa político del partido neonazi griego Amanecer Dorado”, con el inane argumento de que “los extremos se tocan”, en su intervención durante la sesión de control al Gobierno en la Asamblea de Madrid, recogida por El País de 20 de marzo de 2014 (http://tinyurl.com/nmh49hw). Lo que hizo el presidente de la Comunidad de Madrid fue simplemente aplicar la falacia del hombre de paja, puesto que los planteamientos de dicha Marcha (gusten o

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Esta escora hacia posiciones ultranacionalistas queda bien de manifiesto repasando someramente las figuras de los líderes de la oposición (todos ellos, por cierto, autoerigidos a posteriori). El más representativo de esta orientación es el ya citado Dmitro Ĭárosh, nacido en 1971, licenciado en 2001 en filología ucra-niana por una pequeña universidad de provincias y a quien no se le conoce ningún empleo. Iniciado en las actividades polí-ticas en 1981, se integró en 1989 en el partido Narodnyĭ Ruj Ukraĭiny (Movimiento Nacional de Ucrania) y, tras realizar el servicio militar en el aún ejército soviético, fue en 1994 uno de los fundadores de la ya mencionada organización ultranaciona-lista Trizub o “el Tridente”24. Aunque vinculado políticamente a título personal a uno de los diputados del UDAR, el partido liderado por Klichkó, en noviembre de 2013, tomando como base el Trizub, Ĭárosh organizó el grupo paramilitar neonazi denominado, según queda dicho, Pravyĭ Séktor, en el que se unieron los activistas de la extrema derecha nacionalista que estaban participando en las protestas del Maĭdán. Su intención expresa es sustituir como meta política la asociación con la UE

por la “revolución nacionalista”25, cuyo fin es apartar del poder, por la fuerza, a lo que ellos consideran “la invasión interna”, es decir, a la población rusófona y, en general, de cualquier etnia no ucraniana26.

En posiciones bastante cercanas se encuentra Óleh Tĭahnybok (nacido en 1968), procedente de una familia de sacerdotes gre-co-católicos y cuyo tío bisabuelo materno fue un conocido po-lítico nacionalista ucraniano Lonhýn Tsehél's'kyĭ (1875-1950), diputado del Reichsrat austrohúngaro y ministro del interior de la efímera República Popular Ucraniana Occidental, más tarde exiliado a Estados Unidos. Su padre, sin embargo, fue un de-portista laureado de la URSS y un destacado médico deportivo, galardonado con el Título de Emérito en Medicina de la RSSU, lo que le permitió a Tĭahnybok estudiar en el elitista colegio alemán de Lviv (en ruso, Lvov y a veces, en español, Leópo-lis). Siguiendo los pasos de su padre, Tĭahnybok se licenció con honores en Cirugía en el Instituto Estatal de Medicina de Lviv en 1993 y en 1999 lo hizo en Derecho en la Universidad Estatal “Iván Frankó” de la misma ciudad. Inició sus activida-des políticas como miembro de las juventudes comunistas, el Komsomol (1982-1989), pero en 1991, siendo presidente de la Hermandad Estudiantil de Lviv, fue uno de los fundadores

Salario medio mensual (en grivnas ucranianas) por regiones en 2008, según datos del Derzhstat Ukraĭiny (Servicio Estatal de Estadísticas de Ucrania), 27/01/2009.

(Mapa elaborado por Bogdan, 24/09/2009, para Wikimedia Commons, reproducido bajo licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Generic).

no, eso ya es otra cuestión), además de ser propios de la izquierda, responden a una modalidad bien conocida, la de las “protestas de austeridad” (auste-rity protests), surgidas precisamente como reacción al tipo de políticas neo-liberales que se están aplicando actualmente en Europa bajo la supervisión de la “troika” (vid. Peet, Unholy Trinity, pp. 90-93 = La Maldita Trinidad, pp. 119-121). En cambio, los movimientos nacionalistas a los que nos estamos refiriendo son, tanto por sus raíces históricas como por su ideario político, estrictamente neonazis.24 La cual esta puesta bajo la advocación, por así decir, de Stepan Bande-ra (1940-1959), ideólogo del movimiento nacionalista ucraniano y primer presidente de la antisemita, antipolaca y anticomunista Organización de los Nacionalistas Ucranianos (OUN), cuya fracción revolucionaria se reconvertió en la temible UPA, de la que nos ocuparemos luego.

25 Vid. Milne, “In Ukraine…”, art. cit.26 Traducimos así, a falta de un equivalente mejor, el término natsĭonálnist' (= ruso natsĭonálnost'), mientras que la idea de “nacionalidad” se expresa mediante gromadĭantsvo (= ruso grazhdanstvo), literalmente “ciudadanía”. La natsĭonálnost' sustituyó en la administración soviética a la adscripción zarista por veroispovedaniĭe = “confesión religiosa” y reflejaba la pertenencia a alguno de los pueblos de la URSS, al margen de su localización territorial, concepto que ha seguido vigente, aunque sin efectos oficiales, en los países postsovié-ticos,

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LA CUESTIÓN UCRANIANA: LO QUE EUROPA SE NIEGA A SABER

del Partido Social-Nacionalista Ucraniano (Sotsial-Natsional'na Partiĭa Ukraĭiny). Tras acabar sus estudios y mientras trabajaba como médico de urgencias en Lviv, presidió la sección regional del SNPU entre 1995 y 1998 y desde 1998 a 2003 lo hizo en Kíev. En 1994 fue elegido como diputado del parlamento regio-nal y en 1998 alcanzó un escaño de la Rada, que ocupó durante dos legislaturas. Mientras tanto, el partido cambió su nombre por el actual y más disimulado de Vseukraĭins'ke Obĭédnannĭa “Svoboda” (Unión Panucraniana “Libertad”). En 2006 regresó a Lviv como diputado regional, pero en 2008 se presentó a las elecciones para la alcaldía de Kíev y en 2010 a las presiden-ciales de Ucrania, en ambos casos sin éxito. En las elecciones parlamentarias de 2012 recobró su acta de diputado.

El ideario de Tĭahnybok es el “social-nacionalismo ucraniano”, según lo plasmó Ĭaroslav Stets'kó en Dvi revolutsiĭi = Dos revo-luciones (1951), según el cual el mayor valor para un naciona-lista ucraniano es la idea de la nación y su deber es el trabajo sacrificado en pro del bien y la grandeza de su propio pueblo, siendo un estado ucraniano independiente que integre sus “te-rritorios étnicos” la condición necesaria para la conservación y desarrollo de “todas las fuerzas físicas y espirituales de la nación ucraniana”. Sus objetivos políticos quedan plasmados en el Pro-grama para la defensa de los ucranianos, propuesto por Svoboda en 200727, el cual es una abigarrada amalgama de lugares co-munes xenófobos (con alegatos demagógicos contra la inmigra-ción), de victimismo nacionalista (en su caso, antisoviético y antirruso), de medidas de control dictatoriales (como la pinto-resca propuesta de someter al polígrafo a todos los candidatos electorales) y de racismo interno, cuya aplicación abocaría casi a un régimen de apartheid entre la “etnia titular” ucraniana y las “etnias minoritarias”28. Es muy revelador de sus actitudes que el Centro Simon Wiesenthal incluyese en 2012 a Tĭahnybok en el quinto puesto del Top Ten mundial de personalidades antisemi-tas29. Además, ha sido declarado persona non grata por los Esta-dos Unidos, debido a sus ideas fascistoides y antisemitas30.

En cuanto al exboxeador Víktor Klichkó (nacido en 1971), es una muestra patente de las contradicciones internas de Ucra-nia, que no se reducen, ni mucho menos, a la elemental dico-tomía de occidentales ucranianófonos y proeuropeos frente a orientales rusófonos y rusófilos. Para empezar, Klichkó, pese a llevar un apellido netamente ucraniano, nació en la familia de un oficial soviético en Kirguisia y no habla esa lengua, sino ruso, lo que ya le ha valido algún que otro abucheo por parte de los nacionalistas del sector duro. En segundo lugar, se pro-clama patriota, pero reside y tributa en Alemania31 (justamente cuando su país está al borde de la bancarrota). Finalmente, ha sido uno de los que más ha insistido, desde su mencionada tri-

buna en Bild, en llamar revolución a la insurgencia del Maĭdán, cuando su partido, UDAR (literalmente “Golpe”, acrónimo de Ukraĭinskyĭ Demokratychnyĭ Al'ĭans za Reformy = Alianza Demo-crática Ucraniana para las Reformas), representa los intereses de “los oligarcas de segunda fila”32. En términos generales, Kli-chkó, como casi todas las celebrities metidas en política, ejerce eminentemente de “tonto útil”, según la expresión consagra-da33, puesto que su fama se pone al servicio de un mensaje que no es realmente suyo propio y al que, en rigor, se limita a poner voz, muy probablemente (lo mismo que se advierte en otros personajes similares) sin calibrar sus verdaderas conse-cuencias. En su caso, la utilidad de su estulticia política ha sido doble: a los ultranacionalistas ucranianos, verdaderos dueños del Maĭdán, les ha servido para proyectar en Occidente su men-saje en una versión edulcorada en lo ideológico y dramatizada en lo emocional y, por lo tanto, más aceptable, mientras que al periódico sensacionalista para el que trabaja, además de favo-recer su venta, le ha permitido, difundir, con el valor añadido de un testigo presencial, la versión del conflicto que favorecía a los intereses alemanes, los cuales, como veremos, han tenido su papel en esta crisis34.

Frente a los anteriores, Arseniĭ Ĭatsenĭuk (nacido en 1974) es un típico vástago de la intelligentsiĭa soviética, hijo de un profesor de historia de Rusia, Alemania y América Latina y una profesora de francés, ambos en la Universidad Nacional de Chernivtsí. Tras cursar el bachillerato en un centro bilingüe en inglés, se licenció en Derecho por la citada universidad y en 2001 en Contabilidad por la filial de Chernivtsí de la Universidad Kievita de Comercio y Economía. En 2004 alcanzó el grado de Candidato a Doctor en la Academia Ucraniana de la Banca (dependiente del Banco Nacional de Ucrania). En 1998 se trasladó a Kíev, donde trabajó como consultor y adjunto al presidente del Raiffeisen Bank Aval (la rama ucraniana del austriaco Raiffeisen Bank International). En 2001, el parlamento de la República Autonómica de Crimea lo nombró ministro interino de economía y en 2003 pasó a ser primer adjunto al presidente del Banco Nacional. En 2005 fue nombrado primer adjunto al gobernador de la región de Odesa, pero a los pocos meses fue nombrado ministro de Economía de Ucrania y al año siguiente primer adjunto al jefe del Secre-tariado del Presidente, que entonces era Ĭúshchenko, pasando en 2007 a ser ministro de Asuntos Exteriores. En noviembre del mismo año, Ĭatsenĭuk entró en la Rada como diputado y en 2010 se presentó a las elecciones presidenciales por el Frente por los Cambios (véase la nota 15), en las que obtuvo el cuarto puesto, pero con solo el 7% de los sufragios. En 2012 abandonó el Frente, junto con Turchýnov (el actual presidente interino), para integrarse como independientes en la lista del partido de Timoshenko, Bat'kivshchyna = “la Patria”, en las elecciones al parlamento, en las cuales lograron 101 escaños. En diciembre de ese mismo año, Ĭatsenĭuk fue elegido portavoz parlamenta-rio de Bat'kivshchyna y Turchýnov lo sustituyó como cabeza del consejo de la Oposición Unida, la coalición parlamentaria que ha acabado por integrar, junto a dicho partido, la Svoboda de

27 Prohrama zajystu ukraĭintsiv (prohrama VO “Svoboda” na parlaments'kyj vybo-raj 2007 roku) (http://tinyurl.com/ld5sqjz)28 Paradójicamente, el concepto de “etnia titular” (týtul'na natsiĭa = ruso títul'naĭa natsiĭa) es soviético: se trata de la que daba nombre a cada uno de los territorios de la antigua URSS (véase lo dicho en la nota 26).29 2012 Top Ten Anti-Semitic/Anti-Israel Slurs, Los Angeles: Simon Wiesenthal Center, 2012 (http://tinyurl.com/cr7ffrs).30 Incluso una fuente tan permeable a los planteamientos nacionalistas ucra-nianos como la Wikipedia en inglés (sirva de ejemplo su entrada “Ukraininan revolution”, en http://tinyurl.com/wiki-UR) al tratar de Tĭahnybok no puede ocultar, aunque intente paliarlas, sus posturas racistas y xenófobas (http://tinyurl.com/wiki-Tyahnybok).31 De ahí que, con frecuencia, su apellido se vea transcrito a la alemana como Klitschko.

32 La frase es de Tĭahnybok, en una conversación grabada con cámara oculta en octubre de 2012 y accesible en línea en http://tinyurl.com/lb5x6qt.33 Sobre todo en el argot político inglés, useful idiot. Supuestamente, la frase procede de Lenin, quien habría calificado de poleznyĭ idiot al típico intelec-tual occidental favorable a la Unión Soviética, pero la atribución carece de fundamento.34 Lo avanzó ya Milne, “In Ukraine…”, art. cit.

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Ganna Goncharova, alberto Montaner y vIacheslav ryzhykov

Tĭahnybok y la UDAR de Klichkó, cuyo acuerdo de coordina-ción se firmó en abril de 2013, en el marco del movimiento de protesta contra el gobierno de Ĭanukóvich Vstavaĭ, Ukraĭno! = “¡Arriba, Ucrania!”.

Como puede apreciarse, Ĭatsenĭuk es un miembro nato del es-tablishment, con claro perfil de tecnócrata y una línea política de nacionalismo moderado de centro-derecha. Sin embargo, en su afán por mantenerse en la cresta de la ola insurgente ha de-bido acomodar su discurso al de su entorno, en una muestra palpable de cómo el ultranacionalismo se ha convertido en el motor último de las agitaciones del Maĭdán y de las actuacio-nes del actual gobierno interino. Una incontrovertible prueba de esta situación fue el alegato pronunciado durante el mitin realizado en el Maĭdán mismo tras la llegada de Timoshenko, recién salida del Hospital Clínico del Ferrocarril en Járkov35. En su discurso, Ĭatsenĭuk, tras el cruce de saludos rituales Slava Ukraĭini! = “¡Gloria a Ucrania!” y Heroĭam slava! = “¡Gloria a los héroes!”, Ĭatsenĭuk realizó una entonada apología de los héroes en cuestión, es decir, los combatientes de la UPA.

Para entender el alcance de este discurso y, en general, del so-porte ideológico de la insurgencia del Maĭdán, hay que tener en cuenta que los omnipresentes Slava Ukraĭini! y Heroĭam slava!, que a un occidental pueden sonarle a mera retórica patriótica decimonónica, son en realidad dos saludos fascistoides, cuyas connotaciones son parejas a las que a oídos españoles tendrían los gritos de “¡Arriba España!” y “Caídos por Dios y por Espa-ña, ¡presentes!”. Las citadas exclamaciones ucranianas surgie-

ron a imitación, en clave ultranacionalista, del Heil Hitler! de las tropas alemanas que ocuparon Ucrania en 1941, en boca de las milicias radicales de la UPA (Ukraĭins'ka Povstans'ka Armiĭa = Ejército Insurgente Ucraniano), la rama armada de la citada OUN, creada bajo el mando de Stepan Bandera (de ahí que sus integrantes sean conocidos también en los medios no na-cionalistas como banderovtsy). Se trataba de un grupo filona-zi, profundamente racista y xenófobo, creado inicialmente en 1942 para combatir a los partisanos prosoviéticos durante la ocupación alemana (a la cual, todo hay que decirlo, también se opusieron al principio), pero que además llevó a cabo una bru-tal limpieza étnica de la Gallitsiĭa, en la que fueron atrozmente masacrados en torno a 200.000 polacos (según las fuentes la horquilla varía entre 80.000 y 500.000), un número indeter-minado de judíos (de cuya aniquilación es representativo el tristemente célebre pogromo de Lviv de 2 de julio de 1941, jornada en la que fallecieron 4000 personas) y de integrantes de otras etnias36.

La Campiña Salvaje (Díkoĭe Pole) en su estado natural: estepa virgen en la reserva de la biosfera de Askaniĭa-Nova, región de Jersón, Ucrania.

(Fuente: http://askania-nova-zapovidnik.gov.ua/).

35 Donde se hallaba retenida en virtud de su condena. La red hospitalaria del servicio ucraniano de ferrocarriles es la mejor de las estatales en la actualidad.

36 Véase una síntesis de sus actuaciones en Norman Davies, Europe: A History, Oxford: Oxford University Press, 1996, p. 1035 (otros detalles en pp. 1032 y 1177). Sobre el pogromo de Lviv, vid. Richard J. Evans, The Third Reich at War, New York: Penguin Group, 2008, p. 223. No es preciso saber polaco, ucrania-no o ruso para entender los materiales presentados en el impresionante libro de Aleksander Korman, Ludobójstwo UPA na ludnoĭci polskiej: Dokumentacja fo-tograficzna [= El genocidio de la UPA contra la población polaca: Documentación fotográfica], Wrocław: Wydawn. “Nortom”, 2003, del que puede verse una selección en http://tinyurl.com/nyucf6b, y esto representa solo una pequeña parte de los crímenes cometidos con el pretexto de la defensa del pueblo y del auténtico territorio ucraniano, el epicentro (aunque histórica y geográfica-mente excéntrico respecto de la Rus' de Kíev propiamente dicha, como se ha visto arriba) del ultranacionalismo ucraniano. No ocultaremos, sin embargo, que la impactante fotografía de la cubierta, atribuida a menudo por error a los crímenes de la UPA, resulta ser de un infanticidio realizado por una madre trastornada y se publicó por primera vez en una revista polaca de psiquiatría en 1928; vid. Piotr Zr [sic], “Fałszywe zdjĭcie, falszywe ofiary”, Gazeta Podróĭe, 23/05/2007 (http://tinyurl.com/kdraqnb).

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LA CUESTIÓN UCRANIANA: LO QUE EUROPA SE NIEGA A SABER

Además, centenares de especialistas técnicos, médicos o profe-sores, incluso de etnia ucraniana, enviados por las autoridades soviéticas a aquellos territorios fueron torturados y asesinados por miembros de la UPA, esto sin contar con los probablemen-te miles de funcionarios, militares, policías o miembros de los servicios secretos soviéticos caídos en la lucha contra los ultra-nacionalistas ucranianos, que comenzó con la anexión de 1939 y seguía una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, prácti-camente hasta los años sesenta. Todos estos horrores el nacio-nalismos ucranianos los justifica, hasta el día de hoy, como la respuesta a las represalias por parte de los comunistas después de la anexión de la Gallitsiĭa. En tal caso, uno no puede dejar de preguntarse qué tenían que ver con esas represalias los polacos y los judíos, las maestras de escuela o los médicos (o sus hijos, incluidos niños de dos, cuatro o cinco años)37. El problema es que el mundo, horrorizado por los crímenes del nazismo, pasó por alto los que quedaron casi ocultos a la sombra de los Cár-patos.

La situación que se haya en la raíz de los conflictos actuales (sin contar con sus antecedentes remotos) surgió con la posibilidad de crear un estado ucraniano independiente, la República Po-pular Ucraniana Occidental. En esa coyuntura actuaban varias partes: los nacionalistas ucranianos, el gobierno polaco (y más tarde las unidades polacas de tendencias opuestas, o colabora-cionistas o partisanos de la resistencia), el gobierno soviético y

la Alemania nazi, muchos de los cuales cometieron crímenes de guerra o brutales represalias contra sus oponentes. Sin embar-go, solo han sido sometidos al juicio de la opinión pública los nazis y los soviéticos, lo que permitió al pueblo alemán y a los exsoviéticos (no solo rusos) asumir la magnitud de los críme-nes cometidos. Esto concienció a la población a la hora de bus-car la verdad bajo las proclamas propagandísticas de uno u otro signo y de estar más atenta a toda clase de manifestaciones de ultraizquierda o ultraderecha. El juicio penal o, por lo menos histórico, al que fueron sometidos (siquiera póstumamente) los protagonistas de tales crímenes ha servido para que la humani-dad adquiera clara conciencia de que, en materia de genocidio, la valoración moral no admite subterfugios ni ambigüedades. En lo tocante a la UPA, aunque se ocupó de sus actuaciones una Comisión para la Investigación de los Crímenes contra la Nación Polaca38, estas fundamentalmente fueron investigadas y juzgadas solo ante tribunales soviéticos, sin tener repercusión alguna en la opinión pública mundial. Casi nadie en Occidente conoce tales acciones y si sabe algo, es en la versión propagada por los exmiembros de la UPA y sus familiares, quienes, tras la guerra, se refugiaron, por lo común, en Alemania, Estados Uni-dos y Canadá. Por desgracia, primero el estalinismo y después la corrupción del aparato del Partido Comunista de la Unión Soviética comprometieron, no solo la ideología comunista y so-cialista en sí, sino también cualquier denuncia hecha por las autoridades soviéticas, mientras que la UPA podía dotarse del aura anticomunista tan provechosa durante la Guerra Fría. Por la misma razón, el interés de Occidente en desacreditar el régi-

El Dniéster desde su margen derecha, por la que se extiende la ciudad de Kíev. (Foto de los autores).

37 De la lamentable vigencia de estos planteamientos entre los ultranacionalis-tas ucranianos da cuenta el videoclip (accesible en línea en http://tinyurl.com/o9ktmtt) en el que el himno de la OUN-UPA sirve de música de fondo a una escenificación del asesinato en 1944, por parte de un “heroico” francotirador de la UPA, del general soviético Vatutin, comandante en jefe del Primer Frente Ucraniano, al que el resto de los ucranianos consideran su libertador de las tropas hitlerianas.

38 Davies, Europe: A History, p. 1177. Sobre la OUN-UPA hay una amplia bi-bliografía en polaco; véase el artículo de síntesis, bastante ponderado, de Gr-zegorz Motyka, “The Polish and Ukrainian View on the UPA”, Pusskiĭ Vopros, 2 (2009), (http://tinyurl.com/pd3t85f).

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Ganna Goncharova, alberto Montaner y vIacheslav ryzhykov

men soviético llevó a ignorar las responsabilidades de aquellos por crimines laesae humanitatis.

Como consecuencia de esta actitud, la mayoría de la población de las regiones occidentales de Ucrania sacó la conclusión de que la UPA y su brazo político, la OUN, eran unos auténti-cos “caballeros” de la revolución nacionalista ucraniana (con el correspondiente halo romántico y, por así decir, quijotesco) y que el estado cruzado ucraniano monoétnico es la meta de cualquier ucraniano concienciado, la cual, por añadidura, goza del respaldo de la comunidad internacional. Viviendo con tales ideas, han criado a sus hijos durante varias generaciones, en un clima de xenofobia y antisemitismo, sin darse cuenta de que se han quedado anclados en un ideario decimonónico, obsoleto y, en definitiva, inverosímil en el mundo actual. Así, ninguna de las propuestas del programa de Svoboda se refiere a la resolución de, por ejemplo, los graves problemas económicos que sufren hoy en día las regiones occidentales de Ucrania ni, en general, tratan del presente o del futuro. Cada uno de sus párrafos alude al pasado o, si lo hace a la actualidad, es solo por la necesidad de ajustar cuentas. Debido a ello, cualquier discurso pronun-ciado por los políticos occidentales a favor de estos “luchadores por la libertad” o cualquier acción en su apoyo constituye, a los ojos de las llamadas “minorías étnicas” ucranianas, un aval para el genocidio por parte de la “etnia titular” y el establecimiento de un régimen de apartheid en Ucrania.

REFLEXIÓN SOBRE EL NACIONALISMO

En este punto resulta imprescindible constatar que el problema del (ultra)nacionalismo ucraniano ni es exclusivo del mismo ni es circunstancial, sino que responde al meollo mismo de tal orien-tación política. En efecto, los nacionalismos, en cualquiera de sus versiones (centralistas o periféricos, unionistas o secesionistas), adolecen de una absoluta inanidad ideológica, lo que les aboca a hacer bandera exclusiva y excluyente de la “identidad nacional”. Surgidos al calor del romanticismo, en sus inicios tales movimien-tos podían apoyarse en la noción idealista de un Volksgeist o “alma del pueblo” en cuya realización histórica se cifraría el destino co-lectivo. Obviamente, tal realización solo era posible mantenién-dose fiel a las esencias patrias, identificadas, a su vez, con la tradi-ción autóctona (a menudo, por cierto, inventada ad hoc)39. Ahora bien, si a principios del siglo XIX, en los albores de la revolución industrial, todavía era posible soñar con la perpetuación de un supuesto pasado idílico de raigambre campesina, esto resultaba ya enteramente inviable después de la Primera Guerra Mundial (cuya nefasta efeméride recordamos este año) y de ahí que la ver-sión triunfante del nacionalismo en la postguerra europea fuese la que evolucionó hacia nuevas formas, las del nacionalsocialismo. Sin una deriva de este tipo, el nacionalismo se queda huérfano de toda propuesta política en sentido estricto, ya que en sus funda-mentos no hay nada que justifique una determinada orientación social y económica, lo que obliga a los grupos o partidos nacio-nalistas a poner todo el peso de la balanza política en el platillo identitario, ya que es su único elemento distintivo.

Se nos objetará, quizá, que existen sedicentes movimientos na-cionalistas de izquierda, pero, al margen de que unir naciona-lismo e izquierda constituya una contradictio in terminis, en la práctica la base de su actuación radica en el mismo axioma, es decir, la defensa a ultranza de una determinada identidad co-lectiva. El problema es que a esta, o se le atribuye un sustento ontológico como el que le otorgaba el idealismo romántico, o se la concibe de modo realista (según los análisis de la antropolo-gía y la historia culturales) como una contingente construcción social destinada a mantener la cohesión de grupo, lo que difí-cilmente justifica su centralidad ideológica. Tal cohesión iden-titaria se logra mediante la pervivencia de determinados usos y costumbres que se consideran privativos (y entre los que una lengua propia poseerá, por razones obvias, una función pri-mordial) o gracias a determinada imagen colectiva que el grupo tiene de sí mismo, lo que constituye un etnotipo40. Se suscitan, entonces, las siguientes cuestiones: ¿qué programa político ac-tual puede ceñirse a defender la pervivencia de determinados elementos identitarios? ¿cuál es la utilidad social de semejante proyecto? ¿en qué beneficia a cada individuo en concreto?.

Entiéndasenos bien; es de justicia reconocer el derecho de una comunidad dada a conservar su herencia cultural, siempre y cuando no limite los inalienables derechos de la persona41, y a cultivar en paz sus posibles rasgos patrimoniales (sean diferen-ciales o no). Más en general, se ha de reconocer el notable papel que las señas de identidad desempeñan en la cohesión grupal, la cual, a su vez, suele resultar beneficiosa para la acción común de sus integrantes; pero esto significa considerar la identidad como una herramienta (entre otras) de la constitución social y no como un fin en sí mismo42. Se convendrá, por tanto, en que la mera defensa identitaria no deja de ser un objetivo político extremadamente limitado, cuando no, de hecho, reduccionista. La cosa se complica, porque, al creerse el mito etnotípico, el na-cionalismo se dota de un nuevo sustento ontológico, en el que la (presunta) diferencia ya no deriva de un patrimonio cultu-ral que, al menos potencialmente, resulte de interés conservar, sino que se convierte en una esencia inalienable y, con ello, en una irreductible barrera distintiva entre nosotros y ellos. De ahí que el nacionalismo sea ideológicamente compatible con la (ex-trema) derecha, pero no con el pensamiento de izquierdas, que desde sus orígenes y por razones intrínsecas al concepto fun-dante de lucha de clases, ha sido internacionalista. Finalmente, la justificación de tal esencia identitaria se echa a cuenta de la historia, olvidando que esta (en el mejor de los casos) ofrece hechos, pero de suyo no otorga derechos43.

39 Véase al respecto el iluminador volumen colectivo de Eric Hobsbawm y Terence Ranger (eds.), The invention of the tradition, Cambridge: Cambridge University Press, 1983; vers. esp.: La invención de la tradición, trad. Omar Ro-dríguez, Barcelona: Crítica, 2002.

40 Cf. Abel Miroglio, La psychologie des peuples, Paris: Presses Universitaires de France, 1976.41 Sobre este punto, véase María Teresa G. Cortés, Distopías de la utopía: El mito del multiculturalismo, Vigo: Academia del Hispanismo, 2010.42 Por idéntica razón compartimos la crítica, particularmente aplicable al caso ucraniano, de que “Al promover estas medidas económicas neoliberales, las instituciones mundiales no tienen en cuenta las circunstancias nacionales, como el legado cultural o la estructura social, ni la tradición anterior en mate-ria de política económica de desarrollo” (Peet, Unholy Trinity, p. 14 = La Maldi-ta Trinidad, p. 26). Obsérvese cómo el elemento identitario (cultural tradition) solo se considera aquí, acertadamente, como uno entre varios.43 Cf., a este respecto, por citar solo un par de contribuciones recientes, Ri-cardo García Cárcel, “La dialéctica Cataluña-España: Algunas reflexiones”, El Cronista del Estado Social y Democrático de Derecho, 42 (febrero de 2014), pp. 8-15 (en el mismo monográfico de El Cronista hay otras valiosas aportaciones al respecto). También contiene apuntes interesantes sobre esta cuestión, den-tro de una reflexión de mayor alcance, Julio Aramberri, “¿A regenerar?”, Revista de Libros, 2.ª época (marzo 2014), (http://tinyurl.com/of965kj).

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LA CUESTIÓN UCRANIANA: LO QUE EUROPA SE NIEGA A SABER

La situación se ha complicado porque criticar hoy in toto el nacionalismo se ha vuelto políticamente incorrecto. A esca-la internacional, ello responde en buena parte al relativismo postmoderno, que, claudicando de acceder a algún tipo de verdad intersubjetiva (no digamos ya objetiva), se ha refu-giado en la cuestión identitaria, basada en la orientación so-ciosexual (es decir, el género), en la condición de minoría étnica o en otros parámetros, en especial si no corresponden a los del considerado grupo dominante (en el caso del ám-bito anglosajón, de donde nos han llegado mayoritariamente estas categorías, el WASP)44. En España, esto mismo se debe a que, desde la Guerra Civil, los movimientos izquierdistas y los nacionalismos periféricos realizaron un acuerdo táctico que ha hecho que, pese a ser meros compañeros de viaje con fines estratégicos diametralmente opuestos, ambos quedasen finalmente bajo el ambiguo paraguas común del “progresis-mo”, el cual, a nuestro juicio, no es, en el presente, sino la licuefacción última del pensamiento político de izquierdas, pasado por el filtro sesentayochista, en forma de “buenismo” voluntarista. La consecuencia es que, por lo común, se critica a los nacionalismos mayoritarios o centralistas (habitualmen-te de derechas) y se alienta a los minoritarios o marginales (considerados progresistas), cuando todos se rigen por los mismos patrones y responden al mismo principio de fondo: mantener a todo trance una determinada identidad colectiva, al margen de lo que opinen los sujetos afectados respecto de la necesidad de adoptarla o defenderla. Así, como señala Ruiz Soroa,

Lo que para el grupo más grande es un mal [i. e. la homogenei-dad], se transforma en el sumo bien para el grupo pequeño. El problema de la paradoja, claro está, es que las unidades morales que cuentan no son los grupos, sino las personas que los com-ponen. Y para esas unidades morales es igual de agresiva la im-posición de una u otra homogeneidad social, pues en todo caso se agrede su libertad de identidad45.

Un efecto secundario de esta apreciación disimétrica es el “síndrome de David frente a Goliat” (aplicable no solo al caso del nacionalismo), en virtud del cual, en todo enfrentamien-to entre una minoría y su gobierno, sobre todo si este corres-ponde a uno de los que el inevitable paternalismo occidental considera (aunque sea in pectore) como países de segunda, la opinión pública de Occidente, con sus medios de comunica-ción de masas a la cabeza, se pondrá de parte de la primera. No así cuando el enfrentamiento se produzca en el interior de uno de los propios países occidentales, en cuyo caso y dependiendo de las circunstancias, los medios de comuni-cación externos normalmente responderán al mismo acto

reflejo, mientras que los internos se dividirán en virtud de su afinidad política con el gobierno de turno46. Este tipo de aproximación ha condicionado por completo la forma en la que los medios de comunicación occidentales han cubierto la crisis ucraniana (aunque a ello se han sumado específicos elementos de desinformación sobre los que volveremos lue-go), lo que incide sobre un aspecto de fondo que exige un nuevo apartado.

¿IMPEACHMENT O PUTSCH?

Los medios de comunicación occidentales se han mostrado unánimes en calificar de pacífica la actuación de los mani-festantes del Maĭdán y en atribuir las víctimas únicamen-te a la injustificada represión ordenada por el “régimen de Ĭanukóvich”47. Ahora bien, por más que las protestas se ini-ciasen pacíficamente, la creciente incorporación y aumento de protagonismo de elementos extremistas implicó un rápido cambio de táctica, que se tradujo en la ocupación por la fuer-za de edificios oficiales y en la sustitución de las pedradas por los cócteles Molotov en los enfrentamientos con el Bérkut o fuerza especial de policía (literalmente “Águila Dorada”, por su emblema). Desde luego, si se emplean los criterios recien-temente expuestos por el exvicepresidente de nuestro Tribu-nal Constitucional (en su caso, no por casualidad, con el tras-fondo de las Marchas de la Dignidad), solo puede concluirse que, a partir de un momento dado (pero antes de que las ar-

44 Según se desprende de lo antedicho, pese a estar en contra de dicho re-lativismo (cuya crítica puede verse en Ian Hacking, The Social Construction of What?, Cambdrige MA: Harvard University Press, 1999 y, de modo más contundente, en Paul Boghossian, Fear of Knowledge: Against Relativism and Constructivism, ed. rev., Oxford: Oxford University Press, 2006; vers. esp.: El miedo al conocimiento: Contra el relativismo y el constructivismo, trad. Fabio Morales, Madrid: Alianza, 2009), reconocemos el gran interés de los estudios culturales relativos a los problemas identitarios. Ahora bien, una cosa es ana-lizar sus mecanismos y llegar a extraer de ellos lecciones sociopolíticas, y otra es convertir la identidad en un valor en sí mismo, aunque paradójicamente su aprecio varíe en virtud de cuál sea el grupo sociocultural que la mantiene.45 José María Ruiz Soroa, “Una, grande, libre”, El País, 24/04/2014 (http://tinyurl.com/p4vsqxg).

46 Tenemos el ejemplo a la vista; no hay más que comparar el tratamiento dado en los medios de comunicación españoles a los sucesos del Maĭdán frente al alzamiento vecinal del Gamonal de Burgos o, más recientemente, las Marchas de la Dignidad, en particular a los disturbios ocurridos al final de la celebrada en Madrid el pasado 22 de marzo. Adviértase, a este respecto, que aquello con lo que Ignacio González pretendía descalificar de antemano a los integrantes de la marcha, al acusarlos de “un llamamiento a la revolución, a la subversión del orden constitucional, al incumplimiento de la ley y de los compromisos internacionales y a tomar la calle”, de apoyar “la subversión y el no recono-cimiento de la Constitución” y sostener “que el régimen democrático está ‘superado y corroído’ por la corrupción y que no tiene ‘ninguna legitimidad’” (El País, 20/03/2014), es básicamente lo mismo que la mayoría de los líderes políticos y de los medios de comunicación occidentales ha elogiado en los insurgentes del Maĭdán.47 Esta situación ha sido consagrada por las actuales autoridades ucranianas, que han convertido oficialmente en una martirial nebesna sotnĭa o “centu-ria celestial” a las 82 víctimas habidas entre los insurgentes (según las cifras dadas a finales de los enfrentamientos, vid. http://tinyurl.com/mouh5t3) y olvidando por completo que de ellas hubo al menos 16 caídos (la mayoría por disparos de arma de fuego) entre la policía antidisturbios (lo que suma casi el 20% de las víctimas). En absoluto pretendemos con esto exonerar al gobierno de Ĭanukóvich ni al Bérkut de sus responsabilidades en los acontecimientos, pero resulta inadmisible ver a la extrema derecha ultranacionalista instrumen-talizar en su provecho a las víctimas y mucho menos erigirse en juez y parte, denunciando una supuesta intervención rusa que solo puede justificarse post factum. Para esclarecer esta confusa parte de los sucesos del Maĭdán, carac-terizada por la actuación de francotiradores no identificados, sería necesaria una investigación hecha de forma neutral e independiente, lo que las actuales autoridades ucranianas ni pueden garantizar ni les interesa permitir. A este respecto, recuérdese que el pasado 5 de marzo se divulgó una conversación entre la alta representante para la Política Exterior europea, Catherine Ashton, y el ministro de exteriores estonio, Urmas Paet (que ha autentificado su con-tenido), quien, tras una visita oficial a Ucrania en representación de la UE a finales de febrero, afirmaba que “Es preocupante el hecho de que la nueva coalición no quiera investigar el asunto y ahora se hace más evidente que de-trás de los francotiradores no estaba Ĭanukóvich, sino que había alguien de la nueva coalición”, mientras que testigos presenciales han confirmado que los francotiradores disparaban tanto a manifestantes opositores como a policías; vid. El Mundo, 5/13/2014 (http://tinyurl.com/m7kpmyy); la grabación de la conversación completa de Ashton y Paet puede oírse en: (http://tinyurl.com/nmpwkyy).

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mas de fuego hiciesen su aparición), las protestas del Maĭdán se convirtieron en ilegales y violentas48.

El caso es que el déficit representativo de las actuales democra-cias “partitocráticas” otorga una relevancia a las manifestacio-nes callejeras que no poseerían en caso de que las relaciones entre el cuerpo social y la clase política no sufriesen el hiato del que adolecen en la actualidad, lo cual vale para Ucrania como para casi todo el resto del mundo. Su descalificación en bloque, por tanto, incluso con la excusa de la violencia, no resulta de recibo. Pero no es menos cierto que la presión de la calle, si no puede ignorarse, tampoco puede reemplazar a los verdaderos procedimientos democráticos. El truco, en el caso de Ucrania (como en otros), consistió en proyectar hacia el ex-terior un “régimen” dictatorial fantasma contra el que resultaría legítimo actuar únicamente desde la insurgencia, según la vieja teoría del tiranicidio. Sin embargo, como acabamos de ver, to-dos los líderes de la oposición (incluso, indirectamente, Ĭárosh) estaban presentes en la Rada y nada les impedía trasladar a sede parlamentaria la discusión suscitada en la calle.

Resulta, pues, enormemente revelador que en ningún momen-to los caudillos del Maĭdán intentasen plantear una moción de censura o, al menos, promover una sesión de control al gobier-no. Esto no era en absoluto inviable, ya que, según la distri-bución de fuerzas parlamentarias a 31 de diciembre de 2013, solo los integrantes de la Oposición Unida (cuyos líderes, como queda dicho, son los mismos que los del Maĭdán) sumaban casi el 40% de los escaños49. A cambio, confiaron en que la espiral

de violencia los alzase al poder, como así habría sido, al menos de manera formalmente legal, de haber respetado el acuerdo alcanzado con Ĭanukóvich el 21 de febrero para reinstaurar la Constitución de 2004, formar un gobierno de transición y convocar elecciones anticipadas. Sin embargo, aprovechando que a la mañana siguiente el presidente salió en viaje oficial a Járkov50, los insurgentes denunciaron su supuesta huida, que presentaron como una renuncia de facto al cargo, y convocaron una sesión de la Rada en la que se votó su destitución por aban-dono de sus funciones, por 328 sobre 450 votos (72,8%)51. Sin embargo, en un sistema semipresidencialista como el ucrania-no, en el que el presidente es elegido por votación popular di-recta, los requisitos del impeachment son bastante estrictos, de modo que lo realizado en la Rada fue una mera escenificación de cara a la galería.

En efecto, según el art. 108 de la Constitución de Ucrania (en adelante CU)52, las causas de cese del presidente son única-mente cuatro: la renuncia, la incapacidad para ejercer sus fun-ciones por motivos de salud, la separación del cargo por juicio político (impichment, del inglés impeachment) y el fallecimiento. Para el primer caso, el art. 109 CU exige que la renuncia se haga efectiva mediante una comparecencia del presidente ante

Vista panorámica del casco antiguo de L'viv (ruso L'vov, polaco Lwów, alemán Lemberg, latinizado Leópolis). (Fuente: http://tinyurl.com/ld25pr5).

48 Ramón Rodríguez Arribas, “Derecho de manifestación”, ABC, 26/03/2014 (http://tinyurl.com/lstrzqd). Entresacamos un par de párrafos que permiti-rían describir perfectamente la actitud de, cuando menos, el núcleo duro de los insurgentes del Maĭdán a partir del 1 de diciembre de 2013: “cuando se habla de que la reunión o manifestación ha de ser ‘sin armas’, casi siempre se piensa en las de fuego, pero la verdad es que también lo son y convierten el acontecimiento en ilegal si algunos de los participantes llevan navajas, puños americanos, cadenas, palos, piedras, tiradores con bolas de acero, bates de béisbol, botellas de gasolina o cualquier otro instrumento”; “cuando los fines anunciados por los propios convocantes son claramente ilegales, como, tam-bién por ejemplo, asaltar o impedir el acceso a un edificio oficial o privado, ocupar de manera permanente e indefinida el espacio público, derribar un gobierno legítimamente elegido, subvertir las instituciones constitucionales, impedir el cumplimiento de las leyes o la ejecución de las sentencias judiciales y acabar con el sistema político democrático”.49 En ese momento, la composición de la Rada (derivada de las elecciones de 2012, pero con reajustes posteriores por elecciones parciales y cambios de

grupo parlamentario) era la siguiente, en escaños (en total, 450) y en porcen-taje: Partido de las Regiones: 204 (45,3%), Bat'kivshchyna: 90 (20%), UDAR: 42 (9,3%), Svoboda: 36 (8%), PCU 32 (7,1%), Centro Unido 3 (0,7%), Partido Popular: 2 (0,4%), Partido radical de Oleh Liashko: 1 (= 0,2%), La Unión 1 (= 0,2%), independientes: 31 (6,8%), vacantes: 8 (2%). Los datos pueden consultarse en la página oficial de la Verjovna Rada (http://tinyurl.com/lo-8e55l) y una útil tabla en inglés está accesible en http://en.wikipedia.org/wiki/Verkhovna_Rada.50 Sobre el acuerdo del 21 de febrero y el (inoportuno, todo hay que decirlo) viaje de Ĭanukóvich, véanse las declaraciones hechas el día 22, antes de que se anunciase el impeachment, por la asesora del presidente ucraniano, Anna Herman a la agencia de noticias RIA-Novosti en http://tinyurl.com/m54eesb. 51 Para ese momento se había producido la notable defección de 77 diputados del Partido de las Regiones a los independientes (que habían pasado de 31 a 108). Por otro lado, no pude considerarse ajeno al resultado de la votación el hecho de que “El servicio de autodefensa del Maidán se apoderó también de los edificios oficiales, Gobierno y Administración presidencial incluidos, y montó guardia alrededor y frente al parlamento, formando un corredor para abuchear o vitorear a los diputados”, según señala Pilar Bonet, “La calle derri-ba al régimen ucranio”, El País, 23/02/2014 (http://tinyurl.com/mfwaads).52 El texto oficial, con las sucesivas enmiendas y contraenmiendas, está acce-sible en http://tinyurl.com/lry5cvy; pueden verse traducciones inglesas de la constitución de 2004 y de 2010 respectivamente en http://tinyurl.com/wiki-CU-2004 y http://tinyurl.com/wiki-CU-2010. Salvo indicación en contrario, los textos de las dos versiones coinciden.

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LA CUESTIÓN UCRANIANA: LO QUE EUROPA SE NIEGA A SABER

la Rada, de modo que ni siquiera de haber sido cierta la huida de Ĭanukóvich, esta autorizaba a la oposición a actuar por la vía de hecho y no de derecho. En cuanto al impeachment, lo que establece el art. 111 CU es que solo puede suscitarse si el presidente comete traición u otros crímenes. Como, lógica-mente, la Rada no puede erigirse en juez y parte (según ha hecho en este caso), el proceso consta de cuatro fases. Una vez solicitado el impeachment, el procedimiento se inicia si obtiene la mayoría simple (226 votos) de la Rada. Entonces, esta crea una comisión de investigación formada por un fiscal e investi-gadores especiales (no parlamentarios), cuyas conclusiones y propuestas tienen que exponerse en un pleno de la Rada. Si esta comisión dictamina que hay razones para proseguir el pro-cedimiento, al menos dos tercios de la cámara (300 diputados) tiene que apoyar la presentación de cargos contra el presidente ante el Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo. El pri-mero deberá determinar la constitucionalidad de la causa del impeachment y del proceso de investigación, mientras que el segundo tiene que confirmar que en las acciones del acusado hubo indicios sólidos de traición al Estado o algún otro crimen. Solo entonces se procederá a votar la destitución, para cuya ratificación se exige la conformidad de no menos de las tres cuartas partes de la Rada (338 diputados, diez más de los que votaron a favor el día 22). Queda, pues, claro que la destitución de Ĭanukóvich in absentia fue absolutamente inconstitucional y que con ello los insurgentes dinamitaron conscientemente el proceso de paz que abría el acuerdo del día anterior y del que el depuesto presidente había cumplido ya (pese al consejo en contrario de Putin) el primer requisito, esto es, la retirada del Bérkut de la capital. La Unión Europea ha invocado, con toda razón, la Constitución Ucraniana respecto del referéndum se-cesionista de Crimea, pero no es lícito apelar a ella solo cuando a uno le interesa (independencia crimea) y no en caso contrario (impeachment contra Ĭanukóvich)53.

Se dan, además, otras circunstancias poco claras. En el acuerdo del día 21 de febrero se había determinado la reinstauración de la CU/2004; sin embargo, para ello hacía falta una resolución de la Rada que, a su vez, debía ratificar el presidente, pero este proceso no llegó a efectuarse, porque este fue destituido en el ínterin. Por lo tanto, a todos los efectos la constitución vigente seguía siendo la de 2010. Su art. 112 prevé que al presidente depuesto lo sustituya el primer ministro, pero el puesto estaba vacante porque, igualmente, los acuerdos del día anterior para formar un gobierno de transición no se habían materializado y seguía sin haber gabinete. En consecuencia, pero con dudosa constitucionalidad, se recurrió a la redacción de 2004 (reim-

plantada ad hoc para este y otros artículos relativos a la presi-dencia de Ucrania en la sesión del día 21)54, según la cual el presidente interino pasa a serlo el de la Rada. El día de la fecha, ocupaba ese cargo Vladímir Rybak (del Partido de las Regiones), siendo el vicepresidente primero Ígor Kalétnik (del Partido Co-munista). El primero se había ausentado del país “por razones de salud”, pero, muy oportunamente, el segundo dimitió el día 22, lo que permitió la elección de Turchýnov como presidente de la Rada y su promoción a la presidencia interina.

Para acabar de viciar el proceso, el ejecutivo resultante no fue el gobierno técnico de transición y con representación de to-das las regiones que se había pactado con Ĭanukóvich, sino un gobierno formado únicamente por los activistas del Maĭdán, con exclusión, obviamente, de los comunistas, así como de

El Monumento a la Independencia de Ucrania en el Maĭdán Nezalézhnosti o Plaza de la Independencia de Kíev,

en marzo de 2008. (Foto de los autores).

53 Como ya señaló ante el Bundestag alemán el parlamentario Dr. Gregor Gysi: “Interessant ist, dass Sie, Frau Bundeskanzlerin, sagen, ein solcher Volksents-cheid sei nach der ukrainischen Verfassung verboten. Wann gilt sie denn nun und wann nicht? Bei der Abwahl des Präsidenten gilt sie nicht, und bei der Abstimmung auf der Krim soll sie plötzlich gelten. Sie müssen schon wis-sen: Akzeptieren Sie die ukrainische Verfassung ganz oder nur in bestimmten Teilen, wenn es Ihnen genehm ist? Das ist die Art, die ich kenne und die ich nicht mag” = “Es interesante que usted, señora Canciller [= Angela Merkel], diga que tal referéndum [sc. el de Crimea] está prohibida por la Constitución de Ucrania. ¿Cuándo se aplica y cuándo no? Al destituir al Presidente no sería de aplicación, y para la votación en Crimea de repente sí se aplica. Usted ya tiene que habérselo planteado: ¿acepta usted la constitución de Ucrania en su integridad o solo ciertas partes, cuando le conviene? Esta manera ya me la conozco, y no me gusta” (Ukraine - Es gibt nur den Weg der Diplomatie, trans-cripción de la sesión de 13/03/2014, accesible en línea en http://tinyurl.com/nup8jcd; la grabación audiovisual puede verse en http://tinyurl.com/ls2u92x y, doblada al ruso, en http://tinyurl.com/q4laveo).

54 Al menos, esa es la fecha que lleva la resolución en el Vídomosti Verjovnoĭi Rady (VVR) [= Boletín del Consejo Supremo], 2014, N0 11, st. 143, pero aquella está firmada por Turchýnov, que no asumió la presidencia de la cámara hasta el día 22 de febrero.

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cualquier miembro ajeno al nacionalismo ucraniano. Incluso se estuvo barajando la posibilidad de ilegalizar el Partido de las Regiones y, de paso, el Partido Comunista de Ucrania, como de hecho, ha sucedido, de forma completamente inconstitucional y con la connivencia del gobierno central, en las regiones de Ternopil' e Ivano-Frankivsk55. En todo caso, si no se ha llegado a prohibir al PCU, sí se ha comenzado una represión oficiosa, acorde con el programa de Trizub y Svoboda. Así se explican las vejaciones y torturas infligidas al primer secretario del partido en la ciudad de Lviv, Rostislav Vasilko56, y la pública agresión en la tribuna de la propia Rada al líder comunista Petró Symo-nenko, cuya casa además fue incendiada57.

Así pues, las actuales autoridades ucranianas unen a su in-contestable ilegalidad ab origo una ilegitimidad a regimine. Es más, en tanto que gobierno de transición, cuyo único fin legal y deontológicamente admisible es gestionar el país hasta la ce-lebración de nuevas elecciones, tenían que haberse abstenido de cualquier iniciativa que implicase cambios en el statu quo de la organización nacional, según los limitados poderes del presidente interino previstos en el art. 112 CU (más restrin-gidos, por cierto, en la versión de 2004 que en la de 2010). Sin embargo, desde el primer momento, incluso antes de la deposición de Ĭanukóvich, el autoproclamado nuevo gobier-no empezó a tomar decisiones ejecutivas, como suscribir, el 21 de febrero, la parte política (títulos I y II) del acuerdo de asociación a la UE, a fin de garantizarse su apoyo. También se adoptaron de inmediato medidas inspiradas por el programa ultranacionalista descrito arriba, empezando por abolir, el 23 de febrero, la ley de lenguas, que permitía la cooficialidad del ruso, el rumano-moldavo y el húngaro en determinadas regio-nes, a fin de imponer en exclusiva el uso del ucraniano (lo que constituyó uno de los detonantes de la subsiguiente crisis de Crimea) o disolver el Bérkut para sustituirlo por la Guardia Na-cional (Natsional'na hvardiĭa Ukraĭiny)58, en la que, además de las tropas del Ministerio del Interior, se han integrado parte de los grupos de autodefensa del Maĭdán y de las milicias neonazis del Pravyĭ Séktor, aunque estas se han resistido a quedar bajo control oficial59. Últimamente, ante la contrainsurgencia de las regiones sudoccidentales (cuya calificación de “terrorista” por parte de unas autoridades ilegales cuyos partidarios han actua-do previamente casi del mismo modo es puro cinismo), las au-toridades de facto han movilizado el ejército contra los “separa-

tistas”, lo que no solamente resulta dudosamente constitucional a la vista del art. 17 UC, sino que contraviene directamente una disposición promulgada a instancias de los insurgentes, antes de pensar que se podía volver en su contra, la Ley VR Ŋ₀. 740-VII, de 20 de febrero de 2014, que prohíbe la utilización de los servicios especiales, los órganos de seguridad y el ejército para la supresión de las protestas populares.

Mientras tanto, en la Unión Europea las referencias a un golpe de estado por parte de los habitantes de las regiones sudorientales y también de Rusia se han considerado una especie de pataleta de mal perdedor, en el primer caso, y una excusa para inmiscuirse, en el segundo. Sin embargo, mal que les pese a las autoridades europeas y a sus voceros, un cambio de gobierno promovido por la fuerza, gestado fuera de sede parlamentaria y efectuado anti-democráticamente con la participación determinante de grupos armados de extrema derecha, sin atenerse a los procedimientos constitucionales, no puede calificarse de otro modo60.

CVI PRODEST? SOBRE LA ACTUACIÓN DE LA UNIÓN EUROPEA

Así las cosas, cabe preguntarse cuál habría sido la reacción de la opinión pública de la UE si, en lugar de contarle la crisis ucraniana tal y como se ha hecho, se hubiese comenzado por explicarle las connotaciones del grito Slava Ukraĭini!, por mos-trarle el Maĭdán lleno de símbolos nazis o por presentarle la marcha nocturna de antorchas celebrada el primero de enero por los ultranacionalistas radicales para celebrar el aniversario del nacimiento de Bandera, que concluyó en busca de nidos de “rusos”, es decir, de los diputados del Partido de las Regiones61. La respuesta es obvia: el sentimiento de rechazo por parte del público europeo habría sido generalizado.

Desde luego, a los corresponsales de los medios de comuni-cación occidentales no les cabe alegar ignorancia, porque esto equivaldría a reconocer su más absoluta incompetencia o una negligencia criminal. Tampoco pueden alegarla las autoridades europeas, que desde el principio han respaldado a los activistas del Maĭdán y después al gobierno golpista surgido del mismo. Para empezar, cuando el partido Svoboda llegó a la Rada en las elecciones de 2012, el Parlamento Europeo aprobó, el 13 de diciembre de dicho año, una enmienda al informe de la OSCE/ODIHR sobre dichas elecciones en la que mostraba su preocu-pación por el ingreso en la cámara ucraniana de un partido de extrema derecha e instaba al resto de los partidos a no cola-

55 Por sendos decretos de sus parlamentos regionales de 25 de enero de 2014, prohibiendo las actividades e incluso la exhibición de símbolos del Partido de las Regiones y de “su aliados” (sic!) del Partido Comunista de Ucrania (vid. http://tinyurl.com/l2qyt2h). Para los ultranacionalista el Partido de las Re-giones es el heredero del Partido Comunista, por lo que suelen tildarlo de su aliado (soĭuznyk), lo que, aunque pueda apoyarse en casos de concreta colabo-ración parlamentaria, histórica e ideológicamente es un completo desatino.56 Vid., por ejemplo, [s. n.], “Political Repression in Ukraine: Crackdown on Uprisings Against the Neo-Nazi Regime”, Global Research, 11/04/2014 (http://tinyurl.com/kmvhhnx). Significativamente, no hemos encontrado ni una sola referencia a este suceso en las ediciones digitales de los medios de comunica-ción considerados “serios” de Europa o Estados Unidos.57 La grabación del incidente puede verse, por ejemplo, en http://tinyurl.com/kukdg9m; sobre el incendio, vid. [s. n.] “Neizvestnyĭe podozhgli dom Simo-nenko” [= “Desconocidos queman la casa de Symonenko”], noticia de la agen-cia nacional de información ucraniana Unian de 24/02/2014 (http://tinyurl.com/maak5bk).58 Orden del Ministerio del Interior de Ucrania N0. 144, de 25 de febrero de 2014, de disolución del Bérkut; Ley VR N0. 876-VII, de 13 de marzo de 2014, sobre la Guardia Nacional de Ucrania.59 Vid. Roman Goncharenko, “Can the National Guard save Ukraine?”, Deuts-che Welle, 20/03/2014 (http://dw.de/p/1BTUZ).

60 Aunque infrecuentes, ya se han dejado oír en Occidente voces en este senti-do, como la del Dr. Gregor Gysi en el Bundestag (véase la nota 53) y la de un político de signo contrario, el europarlamentario austriaco Ewald Stadler en sus declaraciones de 17/4/2014 Über den Bundesstaat EU und die Ukraine-Krise (http://tinyurl.com/mq3ru3j) o, en la propia Alemania, las del analista econó-mico Dirk Müller, Die Krim-Krise 2014 einfach erklärt, 12/03/2104, accesibles en http://tinyurl.com/n2zhxy5. En España lo ha señalado, por ejemplo, la catedrática de Derecho Internacional de la Universidad Complutense, Araceli mangas, “Ni aquí ni en Crimea”, El Mundo, 07/03/2014 (http://tinyurl.com/kvkbczz). 61 Véase, por ejemplo, el momento en el que intentan incendiar el hotel Pre-mier Palace de Kíev, al considerarlo un “burdel de los rusos”, en http://tin-yurl.com/kr5zqhh. Sobre el papel de la extrema derecha en la insurgencia del Maĭdán puede verse también el reportaje de Nils Casjens, Polina Davidenko, Johannes Edelhoff, John Goetz y Johannes Jolmes, “Putsch in Kiew: Welche Rolle spielen die Faschisten?” (6/03/14) del programa Panorama del canal de la televisión alemán Das Erste (http://tinyurl.com/o6wjwdu).

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LA CUESTIÓN UCRANIANA: LO QUE EUROPA SE NIEGA A SABER

borar ni formar coaliciones con el mismo. Así que la UE sabía perfectamente qué representaban políticamente Tĭahnybok y los suyos, pero prefirió ignorarlo. El día 25 de febrero de 2014 se produjo la conversación entre Ashton y Paet citada en la nota 47, donde ambos se muestran bien conscientes del “dirty past” de la mayoría del nuevo gobierno y de las vehementes sospe-chas de guerra sucia realizada por “the new coalition” durante las protestas del Maĭdán, sin que ello haya tenido ninguna re-percusión en la postura oficial de la UE.

Además, el 26 de febrero de 2014, la líder del Partido Progre-sista Socialista Ucraniano, Nataliĭa Vitrenko, realizó una com-parecencia ante el mismo Parlamento en la que se quejaba jus-tamente del tratamiento político e informativo dado en la UE a la crisis ucraniana, aportando pruebas del carácter neonazi del núcleo duro del Maĭdán y denunciando las agresiones sufridas por ella y otros miembros de su partido a manos del Pravyĭ Séktor62. Pues bien, la Eurocámara hizo caso omiso de dicha intervención y los medios de comunicación occidentales guar-daron al respecto el más absoluto silencio. Más recientemente, el pasado 13 de marzo, el ya citado Dr. Gregor Gysi realizó en el Bundestag y en presencia de Angela Merkel un alegato pa-recido en contra de la política alemana y, en general, europea respecto de las ilegítimas autoridades de Kíev, con el mismo nulo resultado, habida cuenta de que su partido, Die Linke (= “La Izquierda”), aunque abarca posiciones que van de la so-cialdemocracia al comunismo, suele ser descalificado como “de extrema izquierda”63.

La pregunta que se impone es, pues, ¿qué sentido tiene ocultar-le estas circunstancias a la opinión pública europea? La única respuesta posible es que con ello se pretende que esta respalde la postura oficial de la UE, pero esta, a su vez, ¿a qué se debe? En suma, la cuestión es por qué la UE se ha mostrado inequívo-camente favorable a los insurgentes de Kíev y ahora al gobierno ilegal al que ha dado lugar. No parece creíble que la UE tuviese como finalidad inmediata promover el acceso al poder de la extrema derecha ucraniana. Su actitud tenía que responder a otros intereses. Areilza ha señalado a este respecto que “parece como que a algunos líderes de la UE les puede la ilusión de tener un socio más al Este con kit de país comunitario”64, pero aquí no se trataba simplemente de alzarse con el trofeo por parte de algún político en concreto. Cuando se favorece una operación política tan sumamente arriesgada es porque algo

más está en juego. En verdad, no tenemos las claves últimas de la militante actitud de las autoridades europeas, pero algo se puede atisbar al respecto.

Desde luego, el interés por favorecer a los insurgentes del Maĭdán y, por su intermedio, la asociación de Ucrania a la UE no podía venir de los países agrícolas de la misma, es decir, todos los mediterráneos, incluida Francia, puesto que, incluso con el férreo marco de las cuotas agrícolas europeas, el tantas veces llamado “granero de Europa”, por la proverbial fertilidad de sus tierras negras, es un competidor formidable que produ-ciría graves tensiones a la hora de establecer la política agro-pecuaria común. La tibieza durante toda esta crisis del Reino Unido, cuyo gobierno antepuso expresamente los intereses de la City a la adopción de medidas contra Rusia tras la ocupación de Crimea, revela que tampoco es su política la beneficiada por la actitud de la UE, sin contar con que siempre ha sido bastante reacia a las ampliaciones de la misma.

Del resto de los países de la Unión, Polonia ha sido uno de los pocos cuyas instituciones se han comprometido plenamente en apoyo de los insurgentes ucranianos y de su posterior gobierno de facto, con su primer ministro Donald Tusk al frente. Así, el Sejm o asamblea legislativa polaca aprobó el 3 de diciembre de 2013 una resolución expresando su “total solidaridad con los ciudadanos ucranianos, quienes con gran determinación están mostrando hoy a la opinión pública internacional que desean que país un miembro de pleno derecho de la Unión Europea”65

y el 5 de marzo del presente año ha aprobado otra en la que aplaude “los cambios democráticos en Ucrania” (sic), confía en “que el nuevo gobierno de Kíev, que es la autoridad legal en Ucrania, continuará los esfuerzos” en dicha línea y denuncia “las acciones político-militares de Rusia contra Ucrania”66. Se-gún el periódico polaco contestatario Nie, su gobierno habría llegado incluso a entrenar a miembros del Pravyĭ Séktor en los dos meses anteriores al inicio de la insurgencia del Maĭdán67, lo

62 Véase en http://tinyurl.com/pwdrrkc o en http://tinyurl.com/ltcnshw. La misma Vitrenko comenta la situación en unas declaraciones a Rassvet.TV el 11 de marzo pasado, accesibles en http://tinyurl.com/l6zd2y5.63 Dejando al margen su excesiva indulgencia con la política rusa (aunque no desprovista de realismo), su alegato (del que ya hemos transcrito un párrafo en la nota 53) resulta de lo más juicioso. Es, por cierto, bastante significati-vo de lo que decíamos arriba sobre el “progresismo” que quienes más veces apostrofaron a Gysi durante su intervención fuesen los integrantes de Bündnis 90/Die Grünen (= “Alianza 90/Los Verdes”), teóricamente de centro-izquier-da. Así, por ejemplo, al señalar aquel, muy ponderadamente, que “Auf dem Maidan gab es viele demokratische Kräfte, aber auch Faschisten. Der Westen machte direkt und indirekt mit.” = “En el Maĭdán había muchas fuerzas de-mocráticas, pero también fascistas. Occidente se ha unido directa e indirec-tamente con ellos”, algunos de ellos empezaron a exclamar con despectiva incredulidad “Was? Bei den Faschisten?” = “¿Qué? ¿Con los fascistas?”, lo que revela su absoluto desconocimiento de la situación política ucraniana y su acrítica aceptación de los sesgados planteamientos divulgados en Occidente, movidos por el ya referido “síndrome de David y Goliat”, especialmente típico de la actitud “progre”. Estos verdes resultan ser más bien cándidos.64 Areilza, “Kiev: pronóstico reservado”, art. cit.

65 “Sejm Rzeczypospolitej Polskiej wyraĭa pełnĭ solidarność z obywatelami Ukrainy, którzy z wielką determinacją pokazują dziś międzynarodowej opi-nii publicznej, że chcą, aby ich kraj stał się pełnoprawnym członkiem Unii Europejskiej”, extracto de la Uchwała w sprawie sytuacji na Ukrainie, publicada en el vuelto de la portada de su boletín informativo Kronika Sejmowa, VII/51 (15/12/2013). El Sejm reiteró su postura en la sesión de 19-21 de febrero de 2014, reseñada en Kronika Sejmowa, VII/56 (28/02/2014), pp. 2-6. Adviér-tase que, como ya hemos visto, en las negociaciones con la UE en absoluto se había planteado la plena integración a la que alude el Sejm, sino un mero acuerdo de asociación.66 “Demokratyczne przemiany na Ukrainie”, “że nowy rząd w Kijowie, który jest legalną władzą na Ukrainie, będzie takie wysiłki podejmował” y “Poli-tyczno-wojskowe działania Rosji wobec Ukrainy”, extractos de la resolución W sprawie solidarności z Ukrainą, Druk Sejmowa Nr 2187, recogido, junto con el texto del debate previo a su aprobación, en Kronika Sejmowa, VII/57 (15/03/2014), pp. 2-5.67 [S. n.], “Tajemnica stanu, tajemnica Majdanu” [= “Secreto de estado, secreto del Maĭdán”], Nie, n.°13/2014 (18/04/2014) (http://tinyurl.com/lzz29n7). De estas afirmaciones, que han sido desmentidas por el portavoz del ministe-rio polaco de Asuntos Exteriores, Marcin Wojciechowski, se hizo eco Thie-rry Meissan en “Ukraine: la Pologne avait formé les putschistes deux mois à l’avance”, Réseau Voltaire, 17/94/2014 (http://tinyurl.com/jw3nk3u), quien, sin embargo, añadió el pasado 22 de abril esta aclaración: “Cet article repose sur des informations obtenues par l’opposition polonaise. C’est à tort que j’ai cité comme source l’hebdomadaire satirique Nie qui a publié un pastiche mêlant le vrai et le faux. Les détails qu’il donne devront être vérifiés. Quoi qu’il en soit, le Procureur général de Pologne a été saisi de l’affaire du stage de formation de Pravy Sector”. En todo caso, la sátira de Nie es más conte-nida que el comentario de Meissan, quien concluye de esas y otras pruebas circunstanciales que la OTAN y la CIA están directamente detrás de la insur-gencia del Maĭdán, lo que los datos disponibles no respaldan.

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que, de ser cierto, no sería con miras a preparar esta en concre-to (pues ya hemos dicho que su inicio fue espontáneo y apo-lítico, en términos partidistas), sino en el marco de las accio-nes del citado movimiento Vstavaĭ, Ukraĭno!68. En todo caso, al margen de razones históricas hoy en día irrelevantes, no se aprecian intereses polacos para esta actitud hacia Ucrania, salvo los geopolíticos, que se traslucen en la declaración del Sejm: su objetivo sería la conversión de Ucrania en un estado tapón entre la esfera de influencia rusa y la propia Polonia.

Al parecer, las autoridades polacas siguen afectadas aún por el síndrome de las fosas de Katýn, bajo cuyos efectos están dis-puestas, en su rusofobia, a pactar con el diablo, pasando por alto que solo en la conocida como “masacre de Valýn” (ocurri-da en el verano de 1943), la UPA mató a casi al cuádruple de personas de adscripción étnica polaca que el total de los ofi-ciales asesinados por las tropas soviéticas. Y, por desgracia, no se trata de un sentimiento periclitado. En el memorial elevado en 1991 a los veinticinco profesores polacos de la universidad de Lviv junto con sus familiares asesinados entre el 4 y el 26 de julio de 1942 por Einsatzgruppen o “unidades especiales” de las SS (con la participación, al menos parcial, del Battalion Ukrainische Gruppe Nachtigall, formado por voluntarios de la UPA) apareció el 9 de mayo de 2009 una pintada en ucraniano exigiendo Smert' lĭajam = “Muerte a los lĭaji”, forma despectiva

de polĭaki = “polacos”, acompañada de una esvástica69. Es más, cuando 148 diputados de la Rada ucraniana se dirigieron en junio 2013 al Sejm, pidiendo que se reconociese la masacre de Valýn como genocidio del pueblo polaco, la también miembro de la Rada por Svoboda, Irina Farión, solicitó al Servicio de Se-guridad Estatal de Ucrania que los investigase por indicios de alta traición70.

En cualquier caso, está claro que, por sí sola, la postura polaca no habría logrado atraer al resto de la UE, de no mediar inte-reses más fuertes. Y esto solo puede apuntar en una dirección: Alemania, cuya canciller ha sido también uno de los más firmes apoyos de la insurgencia del Maĭdán y de su gobierno golpista. El germen de la participación alemana en estos sucesos han sido probablemente las sucesivas crisis del gas de los últimos quince años, culminadas con la tan sonada del invierno de 2008-2009. En ese momento, si no antes, la élite político-económica alema-na se percató de que la estabilidad energética de Centroeuropa depende de unos cuantos miles de kilómetros de gasoducto que pasa por los territorios ucranianos y son propiedad de un pueblo sobre el cual no ejercían especial influencia. Por otro lado, una vez puestos a pensar en el asunto, seguramente se dieron cuenta de que, hipotecando al gobierno ucraniano me-diante préstamos de la UE o del FMI, se podía conseguir el

Párkovoĭe, balneario junto al mar cerca de Yalta, en la costa de Crimea. (Foto de los autores).

68 De hecho, en Ucrania corren insistentes rumores de que el alzamiento es-taba previsto para el caso de que las elecciones presidenciales de 2015 no las ganase un candidato nacionalista, como reedición de la “revolución naranja” de 2004, y que fue el imprevisto movimiento del Maĭdán el que llevó a un re-ajuste táctico, movilizando al Pravyĭ Séktor y proyectando a primer plano a los líderes (previamente ausentes) de Vstavaĭ, Ukraĭno!. No podemos garantizar la veracidad de este planteamiento, pero de confirmarse la información de Nie, resultaría bastante probable.

69 Puede verse una foto en un álbum de imágenes de monumentos conmemo-rativos de las víctimas de la limpieza étnica antipolaca, accesible en línea en http://tinyurl.com/ll5gf6e. Sobre el suceso conmemorado, puede verse Zyg-munt Albert, Kaźń profesorów lwowskich, lipiec 1941: Studia oraz relacje i doku-menty [= La ejecución de los profesores de Lviv, en julio de 1941: Estudios, informes y documentos], Wrocław: Wydawn Uniwersytetu Wrocławskiego, 1989 (hay una síntesis en inglés por Jan Rudzki y Waclaw Szybalski accesible en http://www.lwow.com.pl/lwow_profs.html). 70 La noticia la divulgó el 15/07/2013 la agencia ucraniana Unian (http://tin-yurl.com/m3o6way).

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LA CUESTIÓN UCRANIANA: LO QUE EUROPA SE NIEGA A SABER

control e incluso la propiedad de la empresa estatal a la que está adscrito el gasoducto71. Y no solo esto: los casi 600.000 km2 del territorio ucraniano (el 58% de los cuales se emplea para labores agrícolas y, como hemos dicho, está entre las mejores tierras de cultivo del mundo) son también de propiedad estatal. Obviamente, la férrea disciplina neoliberal europea encabezada hoy por el gobierno de Merkel obligaría, en caso de vincula-ción a la UE, a privatizar este inmenso tesoro. Los agricultores ucranianos no disponen de dinero suficiente para adquirir, en caso de privatización, la tierra que hoy están usufructuando. Mientras tanto, los oligarcas industriales estarían tan absorbi-dos por la adaptación de sus plantas y fábricas a la normativa europea que tampoco podrían inmovilizar suficiente capital en la adquisición de esas tierras. En consecuencia, su propiedad pasaría directamente a manos extranjeras. Tiene, además, sen-tido, que una vez consumado el expolio del sur de Europa72, Alemania, que ya es la principal inversora en Ucrania después de sus propios oligarcas, busque ampliar hacia el Este, como en parte ya ha hecho, su largo tiempo anhelado Lebensraum o “es-pacio vital”, consiguiendo por vía indirecta lo que no logró por la fuerza en anteriores ocasiones. Así las cosas, nos sentimos tentados de parafrasear la célebre máxima de Von Clausewitz, diciendo que la política es la continuación de la guerra por otros medios.

“¡UNIÓN EUROPEA!, ¡¿POR QUÉ NO NOS ESCUCHÁIS?!”

La instauración de un gobierno ilegítimo en Kíev y la recon-versión de sus milicias neonazis en un cuerpo de seguridad del Estado, con el beneplácito de la Unión Europea y de los Esta-dos Unidos, hicieron saltar las alarmas en todas las regiones de Ucrania expuestas a sufrir bien directamente una limpieza étnica (de la que Occidente, como ya hizo en la guerra tras la desintegración de Yugoslavia, sin duda se desentendería), bien, en el mejor de los casos, el régimen de apartheid diseñado en el programa electoral de Svoboda. No estamos hablando de temo-res basados solo en la viva memoria histórica de las atrocidades de la UPA, sino de amenazas actuales y muy concretas. Así, la ya citada Irina Farión, una de las líderes de Svoboda y mano derecha de Tĭahnybok, declaraba este mismo mes de abril de 2014, en referencia a la intervención en ruso de un miembro de la Rada, que “solo habla en esta lengua o un canalla o un ocupante; a los canallas se los manda a paseo, a los ocupantes se los fusila” y también ha declarado que “por el Partido de las Regiones solo votan criminales”73. Sobre los contrainsurgentes en las regiones orientales, que considera “invasores”, animó a disparar contra ellos, concluyendo que “estas bestias que van

allí merecen una sola cosa, la muerte”74. Estas propuestas carga-das de odio racial pueden materializarse en cualquier momen-to. Ya hemos visto cómo el nuevo ejecutivo, contraviniendo la constitución y sus propias leyes, ha enviado (aunque hasta aho-ra sin éxito) al ejército contra la contrainsurgencia del Donbás, mientras refuerza en la retaguardia su nueva Guardia Nacional. Pero además, en una medida igualmente anticonstitucional que en Occidente no se ha divulgado, los bancos con sede en Kíev han congelado las cuentas de, al menos, todos los habitantes del Donbás, lo que constituye un asedio en toda regla en que la tradicional rendición por hambre se pretende sustituir por la asfixia económica.

Así las cosas, no cabe sorprenderse de que, conforme se con-solidaban los avances de los activistas del Maĭdán, la contrain-surgencia hiciese su aparición en las regiones meridionales y, sobre todo, occidentales. No vamos a abordar la secesión de Crimea, sin duda inconstitucional y donde la acción rusa se manifestó desde el principio. Señalaremos, no obstante, que algunos especialistas en Derecho Internacional, pero no en el intrincado laberinto constituido (según hemos procurado dejar claro) por Ucrania, han descartado con demasiada rapidez, a nuestro juicio, que en este caso fuese de aplicación el llamado “cuarto supuesto” de la Resolución 2625 de la ONU, que es el que admite, aunque solo implícitamente, el derecho a la libre determinación de los pueblos en el seno de Estados consoli-dados (en los que no se dé una dominación colonial, racista o extranjera) cuando aquellos no “se conduzcan de conformi-dad con el principio de la igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos antes descrito” y no “estén, por tanto, dotados de un gobierno que represente a la totalidad

El palacete neogótico de Lastóchkino Gnezdó o El Nido de la Golondrina, en la cúspide del cabo de Aĭ-Todor, en la costa meridional de Crimea.

(Foto de los autores).

71 De hecho, ya se están tomando las primeras medidas en este sentido, vid. [s. n.], “Ĭatsenĭuk: Ukraína gotova otdat' ĬES i SSHA svoĭú GTS” = “Ĭatsenĭuk: Ucrania está dispuesta a entregar a la UE y a EE. UU. su Sistema de Transporte de Gas”, Vesti Èkonómika, 22/04/2014 (http://tinyurl.com/k93obvw).72 Vid. Manuel Ballbé y Yaiza Cabedo, “El ataque alemán desahucia a España”, El País, 29/12/2012 (http://tinyurl.com/ca23d4h).73 Véanse [s. n.], “Farión predlozhila rasstrelivat' za rísskuĭu rech'” [= “Farion invitó a disparar contra el idioma ruso”], Bagnet, 11/04/2014 (http://tinyurl.com/m5f7wyg). Sobre provocaciones anteriores, vid. [s. n.], “Regionaly obra-tilis' v Genprokuraturu dlĭa otsenki vyskazyvaniĭ oppozítsii po povodu rús-skogo ĭazyká” [= “El Partido de las Regiones apeló a la Fiscalía General para valorar las declaraciones de la oposición en relación con el idioma ruso”], Korrespondent.net, 19/05/2012 (http://tinyurl.com/mzle3d7).

74 Declaraciones hechas el pasado 8 de abril a Navigator, accesibles en línea en http://tinyurl.com/ogmkutl y, con subtítulos en inglés, en http://tinyurl.com/qdpthkx. Véase además [s. n.], “Farión: Sushchestva, kotoryĭe ĭedut v Ukraínu, zasluzhivaĭut smerti”[= “Farión: Las bestias que se desplazan a Ucra-nia merecen la muerte”, Korrespondent.net, 8/04/2014 (http://tinyurl.com/pfw2kv5).

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del pueblo perteneciente al territorio, sin distinción por mo-tivos de raza, credo o color”75. Esto no impide, en todo caso, reconocer que el referéndum independentista se llevó a cabo en circunstancias que, de entrada, lo hacen “democráticamente impresentable”76.

En cuanto al resto de las regiones ucranianas sin clara mayoría de la “etnia titular”, al margen de algunas acciones llevadas a cabo en Odessa (cuyo entorno agrícola es, por otra parte, neta-mente ucraniano), la contrainsurgencia se ha concentrado, por razones de reparto poblacional y de orientación ideológica, en las del este y, especialmente en el Donbás, donde, como es bien sabido, algunos activistas han llegado a proclamar la Donétskaĭa Naródnaĭa Respúblika o República Popular de Donetsk. Pese a lo que estas declaraciones puedan sugerir, aquí, al igual que suce-dió en los inicios del Maĭdán, se ha tratado de actuaciones es-pontáneas y bastante desorganizadas, ya que, a diferencia de los nacionalistas ucranianos, la población de estas regiones estaba claramente desmovilizada, en una dilatada dejadez política que, por desgracia, ha tenido su parte de responsabilidad en crear la situación reinante. Ahora bien, para dar la impresión de un movimiento orquestado, en Occidente se ha apelado a menudo a la actuación de militares rusos infiltrados, como sucedió en Crimea. Sin embargo, cualquiera que tenga contactos sobre el terreno o la capacidad de distinguir los dialectos del ruso en los cientos de grabaciones sobre estos sucesos accesibles a través de internet podrá apreciar que los contrainsurgentes son (salvo contadas excepciones) rusófonos ucranianos locales. Solo tene-mos noticia de unos pocos cosacos de Kubán que han acudido muy recientemente como voluntarios, a título particular, a los puestos de control a la entrada de Kramatorsk, lo que es bas-tante propio de la tradición cosaca77. También en la sublevación de Slavĭansk hay sospechas fundadas de presencia rusa, pero no se tienen pruebas irrefutables de la misma ni de que, en su caso, sus integrantes actúen por delegación del gobierno ruso78. Por lo demás, las acciones de los contrainsurgentes han sido bastante limitadas, pues, aunque han procedido a la ocupación (en algunos casos fugaz) de edificios oficiales en diversas loca-lidades, solo el caso de Slavĭansk puede compararse en dimen-siones a la insurgencia del Maĭdán. Lo que sí se han organizado han sido grupos de autodefensa que, por lo común, se han li-mitado a establecer controles de carretera (casi todos desarma-dos y a cara descubierta) para evitar la llegada de comandos

paramilitares del Pravyĭ Séktor, como el que fue localizado en las cercanías de Slavĭansk la noche del 19 al 20, al inicio de la Pascua, con el resultado de cinco fallecidos79. Sin embargo, esto ha sido una excepción, hasta ahora al menos, pues la mayoría de las intervenciones, no violentas, han consistido en desarmar a las tropas enviadas y hacerlas regresar, salvo cuando estas han decidido sumarse a los contrainsurgentes80.

Insistimos, por cierto, en hablar de “contrainsurgencia” y de “regiones del sur y el este” de Ucrania, y no de “separatistas” o de regiones “prorrusas”, porque, pese a lo que en Occidente se repite hasta la saciedad, en rigor no lo son, aunque se tra-te de zonas rusohablantes (pero no étnicamente rusas), una parte de cuya población está, lógicamente, dispuesta, en las actuales circunstancias, a buscar el apoyo del país vecino. No obstante, incluso en ñas actuales circunstancias, cuando el enfrentamiento ya no se da entre los insurgentes y el gobierno de Ĭanukóvich, sino entre los nacionalistas y el resto del país, las encuestas indican que solo el 18% de la población ucra-niana oriental está realmente dispuesta a considerar la posible unión del Donbás a la Federación Rusa81. Esto se debe en muy buena parte al rechazo al actual régimen político de Putin por parte de la mayoría de la población ucraniana, ya que las ten-dencias monárquicas en cualquiera de sus manifestaciones, incluida la variante de dictadura unipersonal, jamás han sido propias de los pueblos de Ucrania. Ello deriva de la forma de vida de su población en los momentos en que se gestaba la conciencia nacional, ya que cualquier intento de imponer un régimen de tipo feudal por parte de los polacos o los rusos encontró siempre la mayor resistencia en la Frontera por an-tonomasia. A esta lucha se debe la institución del kozatstvo = ruso kazáchestvo, que podría traducirse por “cosaquería”, es decir, la agrupación de la gente libre (que es el sentido etimo-lógico de kozák = ruso kazák “cosaco”)82, cuyos valores están en la base de la conciencia nacional ucraniana, la cual, por cierto, poco tiene que ver con el nacionalismo, dado que los cosacos aceptaban como uno de los suyos a cualquier persona que estuviese dispuesta a seguir las reglas de la hermandad. Este planteamiento, típico del conocido por “espíritu de fron-tera”83, pervivió en la colonización de la Campiña Salvaje y, en

75 Resolución 2625 (XXV), de 24 de octubre de 1970, de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Declaración sobre los principios de Derecho Inter-nacional referentes a las relaciones de amistad y a la cooperación entre los Estados de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas.76 Carlos Taiba, “Rusia y el derecho de autodeterminación”, Nuevo Desorden, 24/03/2014 (www.carlostaibo.com); cf. además Mangas, “Ni aquí ni en Cri-mea”, art. cit., técnicamente impecable, aunque en este caso nos parece más adecuado el análisis de conjunto de Taiba.77 Véase el reportaje de Simon Ostrovsky para Vice News, de 21/04/2014, en el que se señala que “[it] was the first confirmation VICE News has seen of Rus-sians working with the separatists in eastern Ukraine” (http://tinyurl.com/kb-chugo). La precisión tiene su importancia, dado que la postura del periodista y de su canal es claramente antirrusa y favorable a las autoridades de Kíev, como revela que, pese a dicha indicación, titulen esta serie de reportajes (del que el citado es la trigésima entrega) Russian Rulet: the Invassion of Ukraine.78 Esto puede parecer inverosímil, pero recuérdese que las unidades parami-litares de Svoboda (luego integradas en Pravyĭ Séktor), uno de cuyos caudi-llos era el recientemente asesinado Olkesandr Múzychko (según se rumorea, por agentes del propio Ministerio del Interior ucraniano), participaron por iniciativa propia y sin conocimiento del gobierno ucraniano en la guerra de Chechenia.

79 Véase una equilibrada síntesis reciente de la situación en OSCE Special Mo-nitoring Mission to Ukraine, Latest from the Special Monitoring Mission in Ukrai-ne – based on information received up until 20 April 2014, 20:00 (Kyiv time), Kyiv: OSCE, 21/04/2014 (http://www.osce.org/ukraine-smm/117881). Respecto del comando aludido, que los portavoces del Pravyĭ Séktor (según recoge el in-forme precitado) han denunciado como un grupo de rusos desestabilizadores disfrazados, no cabe duda de su pertenencia a las milicias ultranacionalistas, toda vez que el cadáver de uno de sus integrantes ha sido reclamado oficial-mente por su madre desde Kíev, vid. [s. n.], “Ustanóvlena líchnost' ĭeshchó odnogó pogíbshego pod Slavĭanskom” [= “Establecida la identidad de otro de los fallecidos cerca de Slavĭansk”], Vesti, 24/04/2014 (http://tinyurl.com/lenbnx6).80 Como puede apreciarse incluso en otro de los reportajes de Ostrovsky, “Russian Roulette: The Invasion of Ukraine (Dispatch Twenty-Eight)” (http://tinyurl.com/pv9zwql).81 Según datos de una encuesta realizada entre el 16 y el 30 de marzo por el Ukrainian Sociology Service y presentadas el pasado 11 de abril en una rueda de prensa accesible en http://tinyurl.com/n54eumx. No podemos descartar que los sucesos de las últimas semanas hayan hecho variar esta proporción, pero el dato no deja de ser significativo.82 Mel'nychuk et alii, Etymolohichnyĭ slóvnyk, vol. II, p. 495b-496b; Vasmer, Ètimologicheskiĭ slovar', vol. II, p. 158.83 Cf. Alberto Montaner, “Introducción a la épica de frontera (tradiciones románica, bizantino-eslava e islámica)”, en Ressons èpics en les literatures i el folklore hispànic, eds. P. Bádenas y E. Ayensa, Barcelona: Reial Acadèmia de Bones Lletres, 2004, pp. 9-39.

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LA CUESTIÓN UCRANIANA: LO QUE EUROPA SE NIEGA A SABER

particular, en el Donbás, constituido como un foco de inmi-gración multiétnica, según hemos explicado arriba.

Hay que destacar, a este propósito, que Crimea fue siempre una región aparte, incluso administrativamente, dentro de la Ucrania postsoviética. Psicológicamente, los crimeos nunca asumieron su anexión a Ucrania y sus relaciones con el pueblo ruso se sitúan en otra dimensión. No se ha de olvidar que el fervor nacionalista no es patrimonio exclusivo de los naciona-listas ucranianos, también se da entre los rusos. Las ideas na-cionalistas rusas, alimentadas por los conflictos del Cáucaso y el distanciamiento por parte de Occidente, se han desarrollado últimamente, apoyadas por el gobierno de Putin, hasta cotas impensables. No toda la población rusa responde a esta ideolo-gía, claro está, pero sí repercute mucho entre la juventud, espe-cialmente sensible a tal clase de exaltaciones, y entre las capas de población semianalfabeta, que han aumentado drásticamen-te en los últimos veinte años en todas las repúblicas exsoviéti-cas. A los ojos de los nacionalistas rusos, la población rusófona de Crimea todavía sigue siendo aceptada como auténticamente rusa; sin embargo, los habitantes de las regiones orientales de Ucrania para ellos siguen siendo malorossy o “pequeño-rusos” (según la terminología zarista) y, por lo tanto, rusos de segun-da, sobre los cuales se permite un amplio abanico de aforismos denigratorios, prejuicios y chistes.

Tampoco ayuda que en los últimos veinte años los ciudadanos rusófonos ucranianos se hayan acostumbrado a más libertad personal que los rusos. Además, es cierto que la población de las regiones del levante ucraniano es muy mestiza y práctica-mente cualquiera que haya nacido allí será incapaz de determi-nar con certeza su etnia, dado que nominalmente puede constar como ruso, tártaro, ucraniano o judío, pero en realidad contar casi con decenas de componentes étnicos en su familia. Esto es inaceptable para el concepto de un verdadero nacionalista ruso, dado que es igual de antisemita y xenófobo que uno ucra-niano. La población rusófona de Ucrania tiene la percepción consciente o inconsciente de todo esto. Así que, a diferencia de los crimeos, la mayoría de los ucranianos orientales, como queda dicho, no está dispuesta a pasar a control ruso y no exige la secesión de sus regiones, aunque las autoridades de Kíev los llamen en conjunto separatistas (que los hay), para justificar su represión. Lo que por lo común exigen es la federalización de Ucrania, un formato en el que, para ellos, sería más fácil resistir la opresión de los nacionalistas ucranianos84. Claro está que ahora mismo no dudarán en acudir a Rusia para mantener a raya a estos últimos, a fin de que no los aplasten sin más, pero se trata de un movimiento más táctico que estratégico.

Las mismas razones explican la reticente actitud de la contrain-surgencia ucraniana oriental respecto del principio de acuerdo adoptado en Ginebra el pasado 17 de abril. Es bastante com-prensible que, en ausencia de reciprocidad por parte de las autoproclamadas autoridades de Kíev y de los insurgentes del Maĭdán, que siguen ocupando la plaza y parte del edificio de la alcaldía kievita, así como del reforzamiento delk Pravyĭ Séktor, los activistas de las regiones orientales se nieguen a replegarse,

lo que equivaldría a reconocer la legitimidad de la inacepta-ble situación de facto y a claudicar ante un estado racista cu-yas consecuencias para su población de etnia no ucraniana o de ucranianos étnicos rusófonos son, por desgracia, bastante predecibles85. A este respecto, resulta muy representativa de la actitud de la población del Donbás, atrapada entre los naciona-lismos ucraniano y ruso, la queja expresada en una de las pan-cartas sitas ante la ocupada alcaldía de Kramatorsk: Ĭevrosoĭuz! Pochemú vy nas ne slyshite?! = “¡Unión Europea!, ¡¿por qué no nos escucháis?!”86.

LA CRISIS UCRANIANA EN SU DIMENSIÓN INTERNACIONAL

La descomposición interna de Ucrania, propiciada (en propor-ciones diversas, claro está) por la estrechez de miras y avidez de sus oligarcas, la corrupción de sus políticos y funcionarios, el fanatismo de los sectores ultranacionalistas de su población, la candidez desinformada del activismo europeísta y la indi-ferencia política de casi todo el resto del país ha culminado en el derrocamiento de un presidente nefasto, pero democrá-ticamente elegido, por medio de un golpe de mano organiza-do desde la extrema derecha. Esta situación, aunque debida a causas internas, se ha visto agravada desde el exterior, primero por la injerencia de la Unión Europea, dando alas y excusando irresponsablemente a los insurgentes, y luego apoyando a las autoridades ilegalmente surgidas de aquellos, y después, cuan-do la situación había cruzado la línea de no retorno, por la intervención directa de Rusia, con la anexión de Crimea y su ambiguo apoyo a la contrainsurgencia de las regiones orien-tales. Sin duda, la actuación del régimen de Putin resulta in-admisible, pero no inexplicable. La posibilidad de perder una base de la importancia geoestratégica de Sebastópol llevó a una actuación rápida que, por otro lado y como hemos dicho, contó con un importante apoyo de la población crimea. Ahora bien, cuando se ha tenido una responsabilidad en la andadura de los acontecimientos, no basta con denunciar el ilícito y rasgarse las vestiduras. La política no se basa, precisamente, en las buenas intenciones, sino en la capacidad de gestión de situaciones rea-les, lo que incluye ser conscientes de que, cuando se pone en marcha un factor de desestabilización, esta puede traer conse-cuencias. Si la Unión Europea se arroga el derecho de dar por bueno un golpe de estado visceralmente antirruso en Kíev, no puede pretender que la Federación Rusa se quede cruzada de brazos, con la excusa de un Derecho que ya se ha vulnerado. En absoluto justificamos la actuación del gobierno de Putin, sino todo lo contrario; lo que queremos decir es que en política internacional, cuando alguien parece ingenuo, más bien hay que pensar que es un hipócrita.

Por lo que hace a las autoridades rusas, su actual retórica de hermandad no puede ocultar el hecho de que, desde hace ya bastantes años, se han dedicado a perjudicar seriamente los in-tereses ucranianos, incluidos los de las regiones supuestamen-

84 Así lo recoge el citado informe de la OSCE, Latest from the Special Monitoring Mission in Ukraine. Véase también Escobar, “NATO’s soft war on Russia”, art. cit.

85 No son los únicos: también desde la región de Zakarpattĭa (Transcarpatia), entre cuyos habitantes hay una importante proporción de rusinos y húngaros, se ha exigido que el gobierno de facto cumpla su parte del acuerdo de Ginebra, ante el hostigamiento del que aquellos empiezan a ser objeto.86 Puede verse una fotografía en http://tinyurl.com/pqw8zps.

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te “prorrusas”. De hecho, su política ha influido notablemente en el deterioro de la situación que ha desembocado en la ac-tual coyuntura y únicamente in extremis, cuando parecía que Ĭanukóvich iba a plegarse a las exigencias de la Unión Europea, le hizo una contraoferta tentadora, que, como hemos visto, fue uno de los catalizadores de la crisis. Ahora mismo, con el pre-texto de presionar al gobierno ilegítimo de Kíev, ha cerrado el paso a la producción industrial de las regiones orientales, lo que, unido a la indiscriminada congelación de cuentas de empresas y particulares por parte de las autoridades kievitas, deja a aquellas en una situación desesperada cuya salida puede ser dramática. Por lo demás, los planes de Putin sobre Ucrania, como tantos aspectos de su política, no dejan de ser un enigma. Sin duda, está claro que, frente a lo que pasó en Crimea, en las regiones orientales no se ha confirmado la presencia mi-litar rusa y, de haberla, se restringiría, como queda dicho, a Slavĭansk. Esto parece confirmar las declaraciones de su go-bierno respecto a su deseo de no intervenir en Ucrania oriental, salvo si hay un ataque frontal por parte de las tropas fieles al gobierno de Kíev, pero tampoco se puede tener plena seguridad al respecto. Por otro lado, tampoco parece que las autoridades rusas estén mediando, al menos de forma eficaz, ante los con-trainsurgentes ucranianos para llegar a un acuerdo, si bien en esto no hacen sino actuar simétricamente respecto de la Unión Europea en relación con las ilegítimas autoridades centrales, lo que aboca a un callejón sin salida.

En cuanto al gobierno de los Estados Unidos, diversos analistas consideran que han estado también detrás de la crisis ucraniana (véase la nota 67). No podemos ser taxativos, pero nuestra opi-nión difiere sobre este punto. Es muy revelador que los grandes medios de comunicación estadounidenses, como la CNN o el New York Times, no hayan prestado demasiada atención a los sucesos de Ucrania antes de la secesión de Crimea, lo que reve-la que, desde su perspectiva, se trataba de un problema “local”, hasta que Rusia se interpuso y entonces lo que pasó a estar en juego fue ya la cuestión de la supremacía mundial que se ha vuelto a suscitar a raíz del conflicto de Siria y que está llevando a una reedición de la guerra fría87. Desde entonces, el compor-

tamiento del gobierno de Obama no ha podido resistirse a los habituales “tics” de la política exterior estadounidense, en lo militar y en lo diplomático, caracterizados por un planteamien-to de bipolaridad geoestratégica en el que los intereses de los europeos cuentan relativamente poco88 y el de los ucranianos en concreto, simplemente nada. Resulta paradigmática a este respecto la nota de prensa del Departamento de Estado esta-dounidense en la que, coincidiendo con la visita del vicepresi-dente Joe Biden a Ucrania el pasado 21 de abril, “said photos available from social media and other sites show Russia has sent forces into eastern Ukraine”, sin dar ninguna prueba de su autenticidad, como subrayó, al dar la noticia, la periodista de Asociated Press Nedra Pickler89. Está claro que esta desinfor-mación por parte de las autoridades estadounidenses hace un flaco favor a la causa de la paz en Ucrania y tiene como único fin exacerbar el clima de tensión con la Federación Rusa.

Enfrentar a Ucrania y a Rusia no es una idea original, ya Eduard Hartmann era consciente en 1888 de que había que segregar “el reino de Kíev” para que el Imperio Ruso se viese comprometi-do90. Dado que, en cualquier época el territorio al que hoy en día llamamos Ucrania fue una plataforma ideal para una gue-rra contra Rusia, ya fuese económica o bélica, está claro que el gobierno estadounidense, tras enfrentarse de nuevo a Ru-sia por los asuntos del Oriente Medio, ha decidido poner en marcha sus proyectos políticos en Ucrania, aunque dudamos seriamente de que conozca la doctrina del filósofo y politólo-go alemán. El objetivo inmediato es reforzar el ala oriental de la OTAN y promover unas sanciones económicas contra Ru-sia que, en principio, solo tendrían efectos secundarios en los países de Centroeuropa, para los que resulta vital el gas ruso.

Panorámica de la bocana del puerto de la ciudad autónoma de Sebastópol (en ruso y ucraniano Sevastópol'). (Fotografía de Petar Miloševiċ, 1/08/2011, reproducida bajo licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0,

accesible en http://tinyurl.com/kopbmyr)

87 Sobre “that Cold War 2.0” tiene agudas reflexiones Pepe Escobar, “NATO’s soft war on Russia”, Asia Times, 2/05/2014 (http://tinyurl.com/mtowsk7).

88 De ahí las discrepancias entre Washington y sus aliados europeos que dec-tecta Areliza, “Kiev: pronóstico reservado”, art. cit., y en “Divergencias occi-dentales”, ABC, 18/04/2014, único aspecto de su análisis con el que estamos de acuerdo, ya que su tratamiento de la situación ucraniana queda compro-metido por la limitación y sesgo de sus informaciones.89 Nedra Pickler, “Biden in Ukraine to Show Support as Tensions Rise”, Abc News, 21/04/2014 (http://tinyurl.com/pc6zv6w). 90 Eduard Hartmann, “Rußland in Europa”, Die Gegenwart, 1 (1888). A menu-do este planteamiento se ha atribuido erróneamente a Bismarck, del cual corre en ruso una cita ciertamente apócrifa; vid. Ígor Petrov, “Bismark ne govoril o podryve mogushchestva Rossii”, Polit On Line, 25/12/2013 (http://tinyurl.com/n95s64n), cf. Lothar Gall, “Bismarck und Russland”, Bulletin des Deuts-chen Historischen Instituts Moskau, 1 (2005), pp. 75-79.

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LA CUESTIÓN UCRANIANA: LO QUE EUROPA SE NIEGA A SABER

Este, sin embargo, podría sustituirse por el gas estadounidense procedente del fracking, lo que, en los cálculos de los poderes políticos y fácticos de Estados Unidos seguramente se percibe como una forma de sacar provecho propio y, al mismo tiempo, debilitar a Rusia, sin riesgo, en todo caso, para ellos mismos91. Sin embargo, tales medidas podrían volverse finalmente en su contra, pues, como ha señalado el influyente analista econó-mico Jim Sinclair, la Federación Rusa posee una “arma nuclear económica” que podría desequilibrar por completo la econo-mía estadounidense, si Gazprom se decide a aceptar cualquier divisa circulante en pago de su petróleo y su gas, en lugar de los petrodólares92. Es lo malo de jugar con fuego, que a menudo uno mismo se quema.

COLOFÓN

Solo la más completa ignorancia de la situación o el más des-carnado cinismo permiten entender los farisaicos lamentos con que la Unión Europea y Estados Unidos han acogido las accio-nes de los “separatistas” o “terroristas” “prorrusos”, llegando a recomendar el “uso moderado de la fuerza” en la represión de unas acciones que, de momento, no han alcanzado siquiera en violencia a las de los activistas radicales del Maĭdán. La aplica-ción de un doble rasero se ha convertido, como de costumbre, en la forma de abordar “cómodamente” el problema, desenten-diéndose, por descontado, de lo que vaya a sufrir la población involucrada. Esto no hace sino confirmar lo que ya señaló Pilar Bonet al inicio de las concentraciones del Maĭdán:

Ucrania no es una mercancía a precio de saldo que Occidente pueda comprar aprovechando una oportunidad, percibida como única y fugaz por algunos países de la UE, sobre todo por los que fueron parte de la URSS o aliados de aquel imperio y arrastran aún un cierto síndrome de ansiedad. Ucrania es el destino de más de 45 millones de personas, de las cuales cerca de la mitad residen en las grandes zonas industriales que dependen del mer-cado ruso, y de la cooperación con Rusia para sobrevivir. […] La vida en el este y el sur es dura y lo puede ser aún más si se des-precian los intereses de los ciudadanos que han sido hasta ahora la base de su economía como país industrializado93.

En Ucrania viven personas adscritas a más de 150 etnias. Sin embargo, el principal conflicto se da entre los nacionalistas ucranianos (que ni siquiera son todos los ucranianos étnicos) y todos los demás. Ahora bien, según el censo de 2001, de los casi 46 millones de ciudadanos ucranianos, los de la etnia titu-lar constituyen el 77,8%94. ¿Alguien es capaz de creerse que tal cantidad de población puede sentirse amenazada por el 22,2% restante? Estos tendrían que ser unos auténticos monstruos para suponer realmente una amenaza. Sin embargo, este otro

22,2% tras el putsch ultranacionalista se ve realmente amenaza-do, dados los bien conocidos métodos con que los nacionalis-tas ucranianos radicales “asimilan” a las minorías étnicas. Pero estas, ¿realmente pueden hacer algo al respecto, dado su relati-vamente escaso número y su ausencia de fanática beligerancia? Por desgracia, el escenario más probable en caso de enconar-se definitivamente la presente situación no es una guerra civil, como se viene diciendo desde hace unos meses, sino o bien un genocidio perpetrado contra las minorías étnicas, con las potencias extranjeras (inclusive Rusia) silbando mientras miran para otro lado, o bien Ucrania como escenario de un enfrenta-miento, más o menos camuflado, entre esas potencias extranje-ras, según el modelo de guerra localizada instaurada por la de Corea al inicio de la Guerra Fría. Claro que un conflicto de es-tas características en el mismo corazón de Europa podría llegar fácilmente a desencadenar una tercera guerra mundial95

.Por ello mismo, si la comunidad internacional y en particular la europea quieren contribuir a pacificar Ucrania no pueden ni enredarse en una estéril polémica sobre quién debe arrojar las armas primero ni enrocarse en la defensa de las autoridades de facto de Kíev, sino buscar auténticas vías de diálogo en verda-dera igualdad de condiciones, lo que pasa por la implantación de un régimen realmente democrático y el desarme simultáneo de todos los grupos ilegales96, conforme al artículo 17 CU: “En el territorio de Ucrania se prohíbe la creación y funcionamiento de cualquier formación armada no prevista por la ley”. Todavía se está a tiempo de evitar una catástrofe irreparable, pero, por desgracia, las potencias internacionales parecen más interesa-das por seguir su letal partida de ajedrez sobre la faz del planeta que por la suerte de sus infelices e involuntarios peones.

La solución, por lo demás, aunque con obvias complicaciones prácticas ante el enquistamiento de posiciones, no es tan difícil. Aquí podría perfectamente aplicarse lo que para nuestro país ha escrito recientemente Ruiz Soroa:

Y si abandonamos un rato la asfixiante lógica nacionalista, la for-mulación final sería la de que España [léase, a nuestros efectos, Ucrania] es una república de ciudadanos plurales y mezclados que puede convivir razonablemente cómoda mientras no pon-ga como ideal para el futuro aquello que en la historia pudo ser pero no fue: ser una sociedad cultural y étnicamente homo-génea, o ser un conjunto de sociedades cultural y étnicamente homogéneas. Ni una ni otras. Variopintos y mezclados. Juntos y revueltos. ¿Es tan insoportable?97.

La posibilidad de alcanzar una situación pareja pasa necesaria-mente por una Ucrania democrática, no un estado ucraniano nacionalista ni un estado ucraniano prorruso. Si se obliterase esta dicotomía, saldrían a la luz los verdaderos problemas del país que la discusión identitaria solamente enmascara, pero eso mismo permitiría, al menos, abordar su resolución. En esta

91 Cf. Müller, Die Krim-Krise, decl. cit.92 La grabación de las extensas declaraciones de Sinclair puede verse en Was-hingtonsblog (http://tinyurl.com/nlessrf). Un extracto de las mismas con co-mentarios ofrece Greg Hunter, “Putin Has Nuclear Economic Bomb-Jim Sin-clair”, USAWatchdog, 16/03/2014 (http://tinyurl.com/oh3xlde). También otros analistas consideran inminente “the collapse of the US dollar”, aunque sin vin-cularlo a la crisis ucraniana, como Jim Rickards en la entrevista realizada por Nick Giambruno en International Man, [s. f.] (http://tinyurl.com/k3d7vyn). Particularmente, no nos pronunciamos al respecto.93 Bonet, “Las dos Ucranias frente a Europa”, art. cit.94 Vseukraĭins'kyĭ perepys naselennĭa 2001 (http://2001.ukrcensus.gov.ua/).

95 Compárense las advertencias de Milne, “In Ukraine…” (art. cit.), a fines del pasado mes de enero: “the Ukrainian faultine has the potential to draw in out-side powers and lead to a strategic clash. Only Ukrainians can overcome this crisis. Continuing outside interference is both provocative and dangerous”.96 Incluida, a estos efectos, la Guardia Nacional o, como mínimo, aquellos de sus integrantes que no han satisfecho para su integración las pruebas y requisitos legalmente establecidos para el ingreso en los institutos armados de la nación.97 Ruiz Soroa, “Una, grande, libre”, art. cit.

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coyuntura, la federalización sería un primer paso para desblo-quear la situación y avanzar hacia una fórmula aceptable de convivencia para todas las etnias y, sobre todo, para todas las personas que integran el hoy maltrecho pueblo ucraniano.

EPÍLOGO DEL DOS DE MAYO

Las líneas anteriores se concluyeron el sábado 26 de abril, cuando los temores expresados más arriba todavía parecían po-der conjurarse. Por desgracia, no podemos cerrar estas páginas con el mismo mensaje vagamente esperanzado que concluye el precedente colofón, después de que las ilegales autoridades de Kíev hayan lanzado hoy, dos de mayo, una ofensiva militar en toda regla, protagonizada por la Guardia Nacional y el Pravyĭ Séktor, contra las regiones del Donbás y de Odesa, sin que pre-viamente se haya intentado ninguna negociación seria y pese a que la mayoría de la población ofrece solo una resistencia pasiva. Adviértase, a este respecto, que, según la información difundida en Occidente, los sucesos de Odesa, que se han sal-dado con al menos treinta y ocho muertos, se produjeron cuan-do una manifestación proucraniana fue atacada por prorrusos armados con palos de madera y otros objetos contundentes, pero al final fueron los presuntos agresores quienes quedaron acorralados en el edificio de los sindicatos que, misteriosamen-te, se incendió, haciendo que los ocupantes muriesen asfixia-dos, abrasados o al saltar de las ventanas para huir de las lla-mas. No hace falta ser un lince para advertir que esta versión no se sostiene y reconocer en el incendio de un edificio con el “enemigo” dentro una vieja táctica de la UPA, lo que apunta directamente al Pravyĭ Séktor (véase la nota 61), lo que en Ucra-nia es vox populi.

Todo esto se está haciendo con la incalificable complicidad de Occidente, cuya denunciada aplicación de un doble rasero respecto de estos sucesos y los del Maĭdán alcanza aquí el pa-roxismo, según se ha podido apreciar en las bochornosas inter-venciones escuchadas durante la sesión del dos de mayo de la

asamblea de la ONU en la que las potencias occidentales han acusado de nuevo a Rusia, esta vez infundadamente, del incre-mento de la tensión prebélica (al igual que la canciller Merkel y el presidente Obama en su comparecencia conjunta del mismo día)98 y han “comprendido” que se la acabe la “paciencia” al gobierno golpista ucraniano al reaccionar frente a la contrain-surgencia. En particular, consideramos nuestro deber denun-ciar como falsedad sin paliativos las palabras del representan-te francés ante la ONU, quien expresaba que los activistas del Donbás no son sino tropas rusas infiltradas apoyadas por “unos pocos manifestantes”. Para quienes sabemos lo que significa el ultranacionalismo neonazi ucraniano y no solo tenemos infor-mación de primera mano sobre la situación en el país, sino que incluso conocemos por su nombre y apellidos a algunas de las personas que están saliendo a la calle para intentar frenar, en su inmensa mayoría pacíficamente99, el avance de las fuerzas de un gobierno ilegal e ilegítimo, dicho discurso constituye una auténtica provocación al genocidio de la que algún día se habrá de responder. Entretanto, lo único que podemos desear, aun-que sea a la desesperada, es que, cuando estas páginas lleguen al lector, no se haya producido un irreparable y brutal baño de sangre. v

98 En las declaraciones de ambos mandatarios se trasluce, no obstante, cier-ta asunción de que el gobierno al que apoyan es parte del problema y no de la solución, como se desprende de un énfasis inédito en el resultado de las elecciones previstas para el 25 de mayo. Ahora bien, ¿qué cabe esperar de unos comicios realizados bajo un estado de sitio no declarado (en nueva contravención de la CU, art. 64, desarrollado por la Ley VR № 1550/III, de 16/03/2000, sobre el régimen jurídico del estado de emergencia) en tres de las veinticuatro regiones del país (sin contar Crimea), que reúnen a la cuarta parte de su población?99 Véase a los ciudadanos ucranianos orientales, a quienes la información ofi-cial califica de “enemigos” y “terroristas”, intentando convencer, a cara descu-bierta y desarmados, cerca de Kramatorsk a soldados de la Guardia Nacional para que se retiren a sus bases, en la grabación de Ígor Matvéĭev, Slavĭansk, Kramatorsk: Narod protiv armii Junty! [= Slavĭansk, Kramatorsk: El pueblo contra el ejército de la Junta, esto es, del gobierno golpista], 02/05/2014 (http://tin-yurl.com/mg5ommj). Quede constancia, en todo caso, de que no apoyamos todas las acciones de la contrainsurgencia, entre las que también se han pro-ducido algunos excesos, pero estos no justifican las acciones indiscriminadas que se están llevando a cabo.