Más que Conquista: Un Cuento de Dos Fortalezas en la Región de Nejapa
La circulación entre dos mundos. La muerte y el Guardián del Umbral en el cuento de...
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La circulaci6n entre dos mundos. La muerle y el Guardian
del Umbral en el cuento de icai:cipaoeic; mfticas.
Alejandro Arturo Gonz8lez Terriza
She said "I know what is like to be dead; I know what it is to be sad~ ' And she's making me feel like I've never been born
(J. Lennon, She Said She Said)
Sohre Ka: i; ci Pa: ae 1 c;, sospecho, mucho deben ya de saber los asistentes a estas alturas,
o profundidades. Poco, pues, procuraremos repetir: y nada diremos, en principio, sobre los
moviles apasionantes que llevaron a algunos mortales a intentar forzar, en uil sentido o en otro,
las puertas giratorias del Infiemo. Solo vamos a hablar de la cerradura: o, para afinar mas el
simil, de la alarma o mecanismo de defensa, la cancela dentada que proteje tan impresionante
umbral.
En primera instancia, es probable que muchos no recordemos c6mo termina exactamente
la visita de Odiseo al Hades. Hagamos memoria: tras el sacrificio cruento, acuden al husmo de
la sangre varios y notables fantasmas, a los que el heroe va interrogando. Las investigaciones
del de itaca son varias. Pero, al fin, tras escuchar de Heracles c6mo antafio robO al Can Cerbero,
una silbita aprension le invade. El aire de la cripta, diriamos, comienza a afectarle; y, dando la
espalda, en una silueta acaso no del todo digna, abandona el lugar y vuelve a toda prisa a las
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naves1• Segim el relato de Homero, la subita aprensi6n se concreta en una imagen: el rostro
dentado del paruco mismo. En palabras del propio protagonista (Od 11: 627-40):
"Qi; El1t~V 6 µev IXU't\I; efh1 o6µov • Aiooi; eiow, IXU'tCcp ey~v IXU'tOU µevov eµneoov, ei ni; e.· H6o\ !Xvop&v fipwwv, oi oiJ 'tO 1tp6o6ev o1ovrn. Kilt VU 1e' en 1tpO'tepoui; ioov hvep11i;, OU!; e6e1ov 1tEp" 0110£11 Ile\pteo6v 'tE, 6e&v tp\1euoe11 'te1ev11· h11ec 1tplv t1tl Eeve' hyeipE'tO µupill VEKpWV Tixn eeoneotn· eµe oe x;A.wpov oeoi; npe\, µ11 µo\ ropyet11v 1eecj>111fiv OE\ VO lo 1teAWpou e~ "Aiooi; neµtlfE\EV hy11ufi Ilepoecj>ovE\IX.
Tras decir estas cosas marchOse [Heracles] hacia el fondo de/ Hades mientras yo sin moverme espere que viniera alg1'n otro de los grandes varones difuntos de tiempos pasados; viera aiin a otros heroes de ayer, los que hubiera querido, a Teseo ya Pirltoo, gloriosos retoilos de dioses, pero antes reunieronse en tomo por miles los muertos con chi/lido horroroso y Jui presa de livido miedo, no me fuese Persefona augusta a mandar desde el Hades la cabeza de/ monstruo que infunde el pavor, la Gorgona.
[trad. de J. M. Pab6n2].
Es, pues, la Gorgona, o mas exactamente su cabeza (el yo p y 6 v e \ o v ), lo que el heroe
teme ver llegar desde el fondo del Hades1. Como vemos, es potestad de Persefone el enviar esta
figura terrible para castigar la intromisi6n en su reino de un mortal cuya hora at1n no ha Degado.
Este papel de emisora de un Guardian terrible se corresponde, como ya not6 Eustacio en su
comentario al pasaje, a la identica relaci6n que Hecate mantiene con la Empusa:
1 The mighty Odysseus, who undaunted had confronted one anguished shade after another, turns tail and runs as if from a bogey of his childhood[ .. ] (He) bolts like a schoolboy alone in the cemetery at midnight (Feldman 1965: 490-1).
2 Homero. Odisea, tr. J.M. Pabcin, Madrid: BCG, 1986.
3 Sobre la cabeza de la Gorgona, cuya representaciro (y tal vez concepciro) antecede a la de la Gorgona de cuerpo entero, cf. Feldman 1965.
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Ileµ1tE\ oe IIEpaE<j>OVTJ 1tp0~ h:<j>6J}T]O\V yopyEilXV ICE<j>ixlt)v, ICIX6rt ICIXl "Eµ1tOUOIXV fJ 'EK<i'tT].
Envia Persefone para causar espanto a la cabeza de la Gorgona, de/ mismo modo que Hecate a la Empusa. (Eust. ad Od. 1704: 40-2)
Mas tarde veremos como en las Ranas de Aristofanes esta labor de vigilancia de
fronteras se atribuye en efecto a la Empusa, en vez de a la cabeza de Gorgo. Por ahora, baste
notar que el temor de Odiseo en modo alguno carece de motivos. Es cierto que, sin duda. su
hora no ha llegado todavia. Pero en Grecia, por lo que sabemos, no todo el mundo moria en
su hora: hay, de hecho, un termino especifico, ii w po\, para designar a los muertos prematuros,
aquellos que se van antes de tiempo, y cuyo destino post mortem es por tanto peculiar4 (asi, por
ejemplo, Gelo, de la que pronto hablaremos, es el fantasma de las doncel/as muertas
prematuramente, 'tWV ciwpwv, 'tWV 1t1Xp6evwv, segful Hsch. s.v. rEllw5).
Por lo que sabemos, estos muertos prematuros no pasaban al Hades: parece probable,
mas bien, que se uniesen a Hecate, la diosa lunar, en sus lugubres paseos nocturnos (Rohde
1894: 174, 346). Eran por tanto parte de ese cortejo de 8nimas en pena que, con distintas
alineaciones, de la Hueste Antigua o Estantigua a la Santa Compana o Estadea gallega, turba
la noche de los vivos, y Degado el caso se los lleva consigo. En las leyendas populares
modemas, la EslPdea es guiada por un vivo, que ha tenido la mala suerte de recibir un cirio de
manos de los espectros. En muchas ocasiones, el mismo es un & w po~: permanece en el umbral
de la vida y la muerte, ni del todo vivo ni muerto, en ese mismo status especial que ocupan, por
doquier, los vampiros (los no-muertos o undead).
Por la cerradura sacan a los dormidos para que se unan a ellos, y a su tan lugubre marcha;
4 Algunost.e5timooiosdela palabrapueden verse en Philostr. VA 6.4; PMag.Par I 342 y 2725. Cf. tb. GreelcEnglish Lexicon {LS.I) s.v. &wpoi;: oi a. those dying untimely[ .. ] esp. of those dying unmarried.
5 rE.U.w· Eillwl.ov 'Eµ1106oqi; i;o i;wv ciwpwv, i;wv 11ap6fvwv.
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mas pobre de aquel que no pase por muerto porque le entregan un cirio, y ese no vue/ve a SU /echo
(G. Coppiniff. Cardalda: A Santa Compaila6).
De hecho, es la figura de uno de estos ixwpo1 lo mas parecido a un vampiro que
las leyendas griegas antiguas nos pueden ofrecer. La tradicion en cuestion pertenece al ambito
de Lesbos: segim Safo sabia, vivio alli una doncella, de nombre Gelo, que amaba mucho a los
niilos7, y que mwio antes de plazo, sin haber dado a luz a ninguno. De ahl que su cuerpo, o su
imagen (en esto no hay mucha certidumbre), se alzara de la tumba por las noches, y acudiese
a las cunas a buscar a los niiios para ahogarlos, y tambien chuparles la sangre. De forma que,
tanto en epoca de Safo como en el imperio bizantino, las madres que perdian a sus hijos
victimas de enfennedades de consuncion repentina, como si algo les chupara la vida, le echaban
las culpas a Gelo: Y atln hoy, como cuenta Mirivilis, las madres de Lesbos asustan a los niiios
traviesos, diciendoles: Gylr'i te lleve (Mirivilis 1940: 724).
Zenobio, Cent. III, 3:
reH.w(c;) ncx\oo<f>\AW'tepcx: en\ 'tWV tiwpwc; 'tEAEU'tfl<JttV'tWV, ij'tO\ en\ 'tWV <f>1J..oi;£icvwv µev, 'tpu<f>fi oe 01cx<f>6e1p6V'tWV 111hci. reJ..J..w y&p nc; ~v ncxp6£voc;, Kcx\ ene1oti tiwpwc; heJ..eu'tfl<JE, <f>cxol.v oi Aeop101 cx1hfjc; 'tO 4>~hcxoµa; em<f>o\'tcXV en\ 'trx na;1oia;, IC!Xl rnuc; 'tWV liwpwv 6a;v&'touc; 111hn civcxn6£1io1. M£µvfli:111 i;a;ui;flc; l!a;n<f>w.
Mas amante de los niilos que GelO: [se dice] de los que han muerto prematuramente. Y de los que aman a los niflos, pero con su libertinaje los corromperf. Pues
6 En el disco Golpes Baj<is (1984): A Santa CompaFla, Madrid: Nuevos Medios.
7 De este amor proverbial de Gelo, en vida y despues, a los niiios, da fe precisamente el fr. de Safo, quien (segian sepiensa) acusaba a una rival amorosa de ser reUw<; cj>a1llocjnA6'tepa (fr. 168 Voigt). Te gustan mas los nillos que al Hombre de/ Saco.
8 Cf. el usoparalelo de la expresi6n 1toupo'tp6cl>o<;, con sentido erOtico. Asi, en Arquiloco 112, donde la ltopvopooKoiioa, portera de un burdel, que anuncia a los quepasan las excelencias del local, es Hamada de esta funna. Tambien es Koupo'tp6cj>o<; el anciano que buscajovencitas (Henderson 1987: 125 yn. 144).
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Ge/O era una doncel/a y, desde que murio prematuramente, dicen los de Lesbos que el fantasma de esta frecuenta a los niiios, y le achacan a el/a los que mueren prematuramente. La menciona Safo.
Todo esto, pues, podria haberle pasado a Odiseo: morir antes de cumplir su destino, y
verse forzado a vagar entre los dos mundos. Probablemente, haciendo daiio, como Gelo, a los
que mas amaba: Telemaco o Penelope. Pues, como dicen los griegos de hoy, el vampiro
comienza por su barba (o ppuK61..a.Ka.i; a.px;\Ce1 a.no i;a. yeve1ci i;ou), dicho prudente
donde i; a. y eve 1 a., la barba, es un eufemismo por n1 ye v e ci i; o u: su familia (Lawson 1910:
387). El vampiro, y en especial el vampiro eslavo, de pura cepa, comiCtlZ.IJ, $iempre por su
familia. En Grecia, una maldicion o reproche dirigido a los nifios discolos ilumina sobre el
mismo asunto: e\oa. 1 ppuK61..a.Ka.i; Ka.I. '4>ciyei; i;ov a.5ep4>6 oou, eres un vampiro y te
has comido a tu hermano (Lawson: ibidem).
Vistas las razones, no despreciables, que Odiseo tuvo acaso para temer quedar atrapado
entre ambos mundos, surge rapidamente la pregunta de que pas6, a este respecto, con
los demils exploradores del Mas Alla: Heracles, Eneas u Orfeo. Si tuvieron o no un encon
tronazo con alglin tipo de Guardian del Umbral, como Gorgo; y, en ese caso, como lo
solventaron.
De algunos exploradores, la verdad sea dicha, no sabemos nada fume al respecto:
asi, de Tesco o Piritoo. Si, en cambio, de Heracles. Observemos, pues, su caso paradigmiltico.
Conviene tener en cuenta como punto de partida que aunque, seglin la cronologia de los
mitos griegos, Heracles vivio antes que Odiseo, y por tanto bajo antes al Hades, el relato que
tenemos de su Ka. i; ci pa. o 1 i; es posterior con mucho al homerico sobre Odiseo. Cabe, pues,
esperar que quien redacto las aventuras de Heracles en el Hades tuviese en cuenta el relato de
Homero, y procurase que su heroe mejorara en este punto la conducta, no especialmente epica,
de Odiseo. Y asi parece, en efecto, haber sido.
El relato de la Ka. i; ci pa. o 1 i; de Heracles se nos conserva en la Bib/ioteca de Apolodoro.
Norden, a partir de ciertos paralelos con la Eneida (que veremos), postulo en su comentario a
Virgilio (Aenis Vl, p. 5) que la trama de este relato procedia de una obra epica perdida,
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compuesta en el siglo VI en la orbita de Eleusis, que contaba el descenso de Heracles al Hades.
Modemamente, Lloyd-Jones ha dado peso a esta hip6tesis, localizando varios fragmentos
papiriceos que podrian ser parte de esta icex i: ci P ex a\ c; (Lloyd-Jones 1967). Ello puede ser cierto
o no. A efectos de nueStra investigacion, no resulta imprescindible elucidarlo: nos basta saber
que el relato de Apolodoro condensa una infonnacion anterior sin duda a el mismo, pero muy
posterior a Homero. Ehelato propiamente, taI como lo tenemos, dice asi (Apolod. Bib. II, 5,
12):
(Heracles) se dirigi6 a Tenaro en Laconia, donde se ha//aba la boca de la bajada al Hades, y descendio por el/a. En cuanto le vieron las a/mas emprendieron la huida, excepto la de Meleagro y la de la Gorgona Medusa. Contra el/a saco la espada como si estuviera viva, pero luego supo por Hermes que era tan solo una forma vacia [trad. de J. Garcia Moreno9].
Vemos, pues, como la situacion temida por Odiseo (el encuentro con Gorgo) llega a
darse finalmente, al persistir un heme en proseguir por la senda prohibida. Aqui no se especifica
si Medusa es enviada por Persefone, pero sin duda su aparicion corresponde, como en la
Odisea, al prop6sito de evitar el paso prohibido de un hCroe vivo al Hades. A diferencia de
Odiseo, Heracles no siente temor alguno, y desenvaina la espada; superada esta prueba de valor,
la Gorgona, seg6n indica Hermes, resulta ser una mera apariencia.
Algunos ban tratado de ver en la indicaci6n de Apolodoro de que se trataba de unaforma
vacia un intento de hacer concordar esta tradicion de la Gorgona que guarda el Hades con la
m8s conocida seg6n la cual la cabez.a de Gorgo (la verdadera) figuraba en la egida, el escudo
de Atenea. Es una lectura posible, pero a nuestro juicio bastante superficial. Es probable que
la expresi6n apuntC a otra parte, a saber: que las apariciones o <J>ci a µex i: ex que pueblan el Hades
son (en expresion de Filostrato) no materia, sino apariencia de materia (VA 4.25). Raz6n por
la cual, precisamente, no hay motivos de verdad para temerlas.
9 Apolodoro. Biblioteca, tr. J. Garcia Moreno, Madrid: Alianza, 1993.
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Y este conocimiento (cierto o no) es, sin duda alguna, importante. Tipologicamente, un
rasgo comiin de las iniciaciones es que en ella el neofito se enfrenta a una encarnacion del
miedo, de todos sus temores. Muchas veces, la iniciacion es explicitamente un paso, como el
que dan los heroes miticos griegos, de la vida a la muerte, y de nuevo de vuelta. Y el punto
clave de la iniciacion es aquel en que se descubre que la muerte t;s reversible, y que en
consecuencia el miedo a la muerte lo es en realidad a una ilusion. En este sentido, es muy
posible que la doctrina filos6fica de Socrates (que equipara con espantajos, µopµoA.uice\cx,
los temores de los mas a la muerte10) o la de Epicuro (que pretende desterrar el miedo a la
muerte por ser el miedo a una situacion ilusoria11), tan disimiles por otra pal'te, recojan ambas
en lo sustancial la certidumbre que los µu a• ex\ sacaban de Eleusis.
La experiencia de la muerte en vida, y la ic&6cx pa\<; que sucede a la misma, son, en fin,
probablemente las mismas que, aun en nuestro tiempo, varias sociedades tradicionales (segiin
la expresion de Mircea Eliade) o pueblos primitivos siguen provocando a sus individuos,
generalmente mediante el uso ritual de farmacos visionarios ( como el peyote) en ceremonias
iniciaticas12• La misma, en fin, que buena parte de la intelectualidad europea, como Aldous
Huxley o Ernst Jilnger, busco llevar a cabo con ayuda de diversos enteogenos ( como la
mescalina o la LSD).
No es casual, en este sentido, que el recientemente difunto Timothy Leary, primero
subvencionado en Harvard, y despues encarcelado varios aiios por sus experiencias con este
tipo de sustancias, adaptase precisamente un libro de viajes post mortem (el Bardo Thodo/ o
10 Plato Phaedon 77e: id>.· iowi; £v1 tl.t; Kat tv t\µiv nait;, 11.ont; 'tiz •01aii'ta cj>opei•a1, •oii•ov ouv ne1pwµe6a nei6ew µt) 1iech£va1 •iiv 60.va•ov, ·i:ionep •a µopµo>.6Ke1a. Cf. Marco Aurelio 11.23: :EwKpii.'tTJt; Kal. 'ta 'tWV ltOAAWV 116yµa'ta Aaµiat; CKii.>.e1, na1lliwv lieiµa•a.
11 Una exposicioo clara sobre lo absurdo del miedo a la muerte, segWi Epicuro, se encuentra en la Carta a Meneceo, 124-7. Lucrecia reelabora la misma argumentacioo en su De rerum natura 3. 830-69. Cf. Garcia Gual 1981: 178-165.
12 SegUn la cmocida de teoria de Wassoo, Hofinann y Ruck 1978, la iniciacioo eleusina pertenecio al mismo tipo, y el secreto sobre la misma protegia, entre otras cosas, el elemento enteogenico presente en el KUKewv, que s6lo los hierofantes cooocian.
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Libro Tibetano de los Muertos) como guia de navegacion para la experiencia de muerte y
renacimiento en que, seglln el, consistia el viaje con LSD, con el titulo The Psychedelic
Experience (Leary y Alpert 1964)13• Tampoco lo es que Anais Nin definiera, en carta a Huxley,
sus experiencias de este tipo como esotericas, recomendandole respecto a ellas la misma
discrecion que operaba en los antiguos Misterios (Escohotado 1989: Ill 36-7). La carcel de
Leary, como la de Wilhelm Reich, no es poco argumento a posteriori en favor de tal sigilo.
Pero no faltani quien piense que la evocacion de la inanidad de este espectro, la
Gmgona, nos ha llevado demasiado lejos, y que, lo mismo que los heroes que glosamos, hemos
cruzado una puerta peligrosa con demasiada alegria. Exagerando un poco, se podria decir, al fee
modo barthesiano14, que La Droga, flagrante nombre propio en maytisculas y en singular15
,
ocupa hoy en los medios formativos de opinion el mismo Ingar mitologico, tan temible como
inane, que tuviese la antigua Gorgona; una Apologia de la Droga asi entendidll, inconcebible
por supuesto, ocuparla en un mundo politicamente correcto el Ingar de la ya ineficaz blasfemia
contra el Espiritu Santo16• Dejemos la cosa aqui. De momento, bltstenos evocar un pasaje de
Filostrato que, a nuestro juicio, muestra y demuestra la idea que los griegos, o al menos algunos
de ellos, se hacian de lafa/sa materia que puebla el Hades.
13 La lectura de este libro subyace a varias de las canciones acidas de J. Lennon, como Tomo"ow Never Knows, y She Said She Said, cuya cita abre estetrabajo, del Lp Revolver (Dowlding 1995: 135, 140-1). Sobre la muerte reciEnte de lAlaty y sus circunstancias (30-4-96), v. El Pals, 1-5-96: Fallece Timothy Leary, uno de /os ultimos gurr'ls de la contracultura y el LSD.
14 Del brillante estudio de Bartltes sob re el pensamiento mitico contempotineo (Bartltes 195 7) reconoce Garcia Gual que merece una relectura (Garcia Gual 1992: 13). Algo nos induce a dudar de que la haya tenido todavia.
15 El circulo de prosopopeyas, mitologizantes y misOginas, viene de lejos. Cf., entre otros muchos ejemplos, la personificacicin de Kaid a en PrOdico, o la mencicin socnitica de las pasiones destructoras (como eljuego de dados, o el tratocon malas mujeres) como llfono1va1 malignas (X. Oec. 1.20-2.1).
16 Fn ciertas cosas, es triste ser profiitico. Como otra cancicin proclamaba, Estos tiempos que vivimoslsuperan toe/a ficci0n. Quim encuaibe exagerada la anotacicin sabre blasfemias al dia, puede encontrar lectura instructiva 111 la noticia de El Pals, 2~1996: Orden de detenciOn en Argentina contra Escohotado por defender la droga. El suceso, acontecido con posterioridad a la redaccicin de este trabajo, muestra c6mo la lista de herejes o criminales de opinion (Leary, Reich) dista mucho atin hoy de estar cerrada.
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Se trata del relato ya citado de la VA IV 25. Alli, el fil6sofo y taumaturgo Apolonio de
Tiana se enfrenta a la Empusa, una aparici6n salida del Hades que, tomando la forma de una
bella hetera, ha seducido a un joven fil6sofo, y se dispone a casarse con el. El maestro se
presenta al banquete de bodas, el cual esta Ueno de manjares, asi como de rica servidumbre y
mobiliario, y pregunta a los presentes si han estado en el Hades. A la respuesta de que no, pues
ailn no han muerto, y s6lo en Homero han leido de esas cosas, Apolonio les aclara que todas
las riquezas de la boda son como los jardines que Tantalo ve en el Hades, y que huyen cuando
va a cogerlos: apariencia de materia, y no materia (ou ... UAfl ... , &A.A.& uA.T)t; 56~a:). Una
meraforma vacia, pues, como la Gorgona en Apolodoro. La misma novia no e~ µna mujer, sino
una Empusa, un espiritu del Hades que seduce a los hombres con placeres amorosos para luego
devorarlos y beber su sangre.
Vemos, pues, con que tipo de ectoplasma u ho/ografla estamos en ttatos: una imagen
capaz de engafiar los sentidos, pero que para quien sabe su verdadera naturaleza (Hermes,
Apolonio) resulta totalmente inofensiva. En el relato de Apolodoro, esta falsedad de
la imagen de la Gorgona es inequivoca: aunque sin duda es muy capaz de hilar el coraz6n (los
griegos no hablarian de paro cardiaco ), y provocar asi una muerte completamente real, parece
que la Gorgona no puede pasar de engafiar a la vista y el oido, }'. que, Degado el caso, la espada
de Heracles la atravesaria limpiamente, como sucede con los fantasmas, sin daiiarla en
absoluto17•
El relato de Fil6strato, en cambio, aunque asegure dogmaticamente que se trata de
apariencia de materia, inaugura perplejidades que en el Medievo se haran muy importantes.
La Empusa del cuento no es mera apariencia y sonido, sino que engai\a tambien al tacto, y
puede tener comercio carnal con un mortal. Vemos, pues, empezar a latir el embrion de la
misma matriz imaginaria que, en su dia, se abrira con estruendo, liberando a los exitosos
incubos y sucubos de la Demonologia cristiana: espiritus desencarnados, angeles, que son sin
17 Un ejemplo de fantasma inmune a las armas bumanas (en este caso, la lapidaci6n) lo tenemos en el paradox6grafo Fleg6n de Trales, fr. 2 Giannini.
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embargo capaces de interaccionar con los mortales, e intercambiar con ellos fluidos orglinicos,
como el semen o la sangre11•
No parece lo mas conveniente enredarse en las sutilezas escolasticas con las que los
infames autores del Malleus maleficarum, tras convencerse de que las brujas volaban
verdaderamente, se convencieron asimismo de que el demonio era capaz de animar cuerpos
muertos y de recoger y dar uso a fragmentos orglinicos para crear ilusiones de vida material
diabOlica. Mas util es retener que, en e1jondo de la cuestion, late seguramente la creencia
animista explorada ya por Tylor: los vivos creen que los muertos siguen de algtin modo activos
(tienen una x6ovia. <J>pijv, segtin feliz expresion de Pindaro: Pyth. V 101), y buscan los
liquidos vitales de los vivos para alimentarse de ellos y prolongar su estado liniiliar.
En la imaginacion del contacto entre vivos y muertos surgen las preguntas dificiles, las
ambigiiedades del pensamiento popular. En principio, como razonaba Lord Byron en su Don
Juan, un muerto es menos peligroso, por mas incompleto, que un vivo: bien considerado, un
alma y un cuerpo reunidos podrlan erifrentarse sin temor con un alma sin cuerpo (Don Juan,
canto XVI: L Vll). Es el razonamiento que, aproximadamente, indica Hermes a Heracles, y en
general parece haber sido la nocion griega sobre el Hades. Los muertos no son sino sombras
incotp6reas. Desde esta perspectiva, el temor de Odiseo a los miles de muertos resulta extraiia
mente infundado.
No obstante, el rito mismo de evocacion de los muertos presupone que algo en ellos
queda de tangible. z,Como; si no, podrian beber la sangre? Y, en este sentido, la puerta
fenomenologica al vampirismo queda abierta: si bien los muertos habituales estlin recluidos en
el Hades, hay un grupo especial de espiritus que puede entrar en contacto con los mortales y
chuparles la sangre. Este grupo estaria formado, de un lado, por los ii w pol, los muertos
prematuros, que vagan con Hecate por la tierra; de otro, por los espiritus como la Empusa, que
18 I.a cuestim de la oorporeidad de los angeles fue polemica en la teologia medieval. Los Padres de la Iglesia
hablaron siempre de los espiritus como liaooµatoi (asi, Thdt. ad ls. 13.21: · Aoooµatoi; µ£v 1' t~v &a iµ6v6lv cl>6oii;). Psello, en cambio, apoy.indose en Basilio (PG 32, 137), defendi6 en su Sobre la actividod de los demonlos que estaban fonnados de materia muy sutil.
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salen del Hades a la tierra, y que, sin ser espiritus de difuntos, aparecen, como indicaba Tylor,
concebidos en paralelo a ellos. De un lado, los muertos, que van a parar al Hades; de otro, las
sombras, que son parte constitutiva del Hades mismo.
Una vez establecido este principio de capacidad interactiva, que implica un punto de
materialidad en los difuntos o sombras, la concepcion popular vacila a la hora de explicarse los ~
fantasmas vampiricos. Una solucion es pensar que es el cuerpo material de un muerto el que
regresa, animado por el alma del difunto o por otro tipo de espiritu infemal19• Loque nos da la
figura familiar del vampiro, con su corporalidad tangible, pero tendente a la evanescencia: las
armas convencionales le atraviesan como si fuese un fantasma (en el peor"de los casos, sus
miembros amputados se regeneran velozmente, como ya sucedia a la Hidra de Lerna), y puede
transformar su cuerpo en neblina o cambiar de forma.
Una solucion mils inquietante es la que lleva a considerar que el espiritu puede crear, o
al menos manipular con enorme libertad, la materia, y darse tantos cuerpos materiales,
pretextua/es, como guste. Ambas soluciones, la del cuerpo difunto reanimado o la del espiritu
creando y moldeando a su gusto materia, echan por tierra el optimismo de Lord Byron: en este
caso, un cuerpo vivo, mortal, y una debil alma ligada a el, se enfrentan a un espiritu mucho mas
poderoso, dotado de distintos cuerpos, inmortales en definiti.va por estar, desde hace tiempo,
yamuertos.
Las soluciones del folklore griego a este problema no estan demasiado claras: parece,
desde luego, que el principio de que las almas o espiritus pueden beber sangre esta claramente
establecido, hasta el punto que Filostrato no siente ninguna contradiccion en establecer, al
mismo tiempo, que la Empusa es un <j>ci a µ11 de falsa materia, y que no obstante puede
acostarse con Menipo, devorarle y beber su sangre20•
19 Un ejemplo de espiritu (distinto de aquel del legitimo difwrto) que anima UD cadaver, y vive t'll el, lo
t'llcontramos en los mal llamados Cuentos del vampiro indios.
20 Un ejemplo analogo de aparicien coo capacidad de accien material aparece t'll uno de los relatos del paradoxbgrafo Fleg6n de Trales (fr. 2 Giannini), donde el fantasma de un muerto, tras devorar el cuerpo de un niiio, y recibir indemne una avalancha de pedradas, se vuelve invisible y desaparece.
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En cambio, el razonamiento byroniano (nada hay que temer de las sombras) parece
haberse impuesto sin dificultad en lo tocante a KIX i: & PIX cre i c;. Y asi, cuando Virgilio redacta
la Eneida, sabe ya que los Guardianes del Umbral ( que, en su caso, para superar en vistosidad
a Heracles, se multiplican escandalosamente: de la simple Gorgona de Apolodoro a todo un
trope) de figuras21) son s61o sombras inermes. La Sibila advierte, pues, a Eneas, como Hermes
' hizo antes con Heracles, que nada debe temer de ellos (Aen. VI 290-4). Y asi Eneas supera a
Heracles, como este a Odiseo. Odiseo huye. Heracles se apresta al combate. Eneas, que va
advertido, apenas desenvaina la espada.
Para terminar con ejemplos de ic1Xi:af31Xaeic; podemos examinar, a Ia,,luz de todo lo
dicho, dos casos mas: el descenso de Dioniso al Hades en las Ranas de Aristofanes, que es una
parodia del de Heracles; y el de Orfeo en la Georgica IV de Virgilio y en el Orfeo de Poliziano.
Comenzando por Aristofanes, vemos c6mo en su comedia Dioniso Visita antes de
descender a Heracles y se informa pormenorizadamente del camino y de lo que va a encontrarse
alli (Ra. 117-164): despues, disfrazado con las ropas del heroe, y, fmgiendo ser el, se prepara
a afrontar la aventura. Si Norden y Lloyd-Jones tiene raz6n, y parece muy probable que asi sea,
el espectador de las Ranas podia tener reciente el relato de la KIX i: « p IX a i c; de Heracles, y por
tanto comparar uno y otro descenso en sus distintos pormenores:
Despues de cruzar el rio infernal, en la zona donde, segfut Heracles le ha advertido, se
encuentran serpientes y fierm terribles (Ra. 143), Jantias, el esclavo de Dioniso, le anuncia que
ve llegar una fiera terrible (Ra. 288). El paralelo con el encuentro de Heracles con la Gorgona
es claro. Resulta que lo que ve Dioniso es una Empusa, la misma aparicion que, como hemos
visto en Filostrato, actila del mismo modo que un espectro en pena, y vive en el umbra) entre
los dos mundos. Es coherente que un ser liminar como la Empusa guarde el acceso al Hades:
y, al mismo tiempo, su ambivalencia entre el deseo y el rechazo (apariencia de mujer hermosa,
pero piema de estiercol descompuesto: Ra. 295; forma humana, pero tambien de animal
21 Por orden de entrada en escena: Centauros, Escilas, Briareo, la Hidra, la Quimera, las Gorgonas y las Harpias (A.en. VI 285).
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Alejandro Arturo Gonzalez Te"iza
ctonico: perro, o de sacrificio: buey -Ra. 290-) pennite a Arist6fanes bordar una escena comica.
Al decirle Jantias que la Empusa toma forma de mujer de lo mas en saz6n (wp1uot1i-tri),
Dioniso dice que va a por el/a (~a. 291); pero cuando toma forma terrible, con un rostro de
fuego, Dioniso, lejos de portarse como el heroe cuyo aspecto usurpa, sufre tal ataque de miedo
que sus ropas se tiiien de un rojo maloliente (Ra. 308). Como dicen los educados comentaristas
de Oxford, Dionisus cacavit. Y, a pesar de todo, Aristofanes mantiene el optimismo del
redactor de la 11:a:t&Pa:o\~ de Heracles (y de Byron): al final la Empusa desaparece, como una
ilusion (Ra. 305-6), y el dios prosigue viaje sin problemas, a pesar de su cobardia.
Mils serio, volviendo en cierto modo al tratamiento de la Odisea, es el relato de Orfeo: "'
segWi Virgilio, tras haber perdido por segunda vez a Euridice al darse la vuelta para mirarla,
el poeta intenta descender de nuevo al abismo. Pero se interpone Caronte, y se lo impide
(Georg. IV 500-6). En la recreacion de Poliziano, es una Furia (claramente reminiscente de la
Gorgona de Homero y Apolodoro) la que se le presenta y le impide el paso, con estas palabras:
Volendo Orfeo di nuovo tornare a Plutone, UNA FURIA se Ii oppone e dice cosi: 'Piu non venire avanti, anzi el pie ferma,
e di te stesso omai teco ti dole; vane son tue parole, vano ii pianto e'I dolor; tua legge e ferma
(Poliziano, Orfeo, vv. 318-21)
Vemos, pues, c6mo entre el mundo de los vivos y el de los muertos dista de haber libre
circulacion de bienes: la frontera entre vivos y muertos es tan fundamental como la que existe
entre mortales y dioses, aunque, lo mismo que esta, conozca algunas excepciones puntuales.
Unos pocos heroes pudieron descender a la orilla del Hades, enfrentarse con el Guardian del
Umbral, y bajar a las profundidades: Odiseo no pudo, pero si Heracles y Eneas. Los µ u o ta: l,
repitamoslo, repetian la accion de estos heroes, pues como ellos bajaban al pais de los muertos,
y regresaban a la vida con el conocimiento de lo que hay en el Hades.
Al mismo tiempo, hay una obligada zona de contacto entre lo material y lo espiritual,
la que permite que los sacrificios materiales lleguen a los muertos. Una vez concebido este
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La circulacion entre dos mundos.
punto de contacto del ser y el no-ser22 ( que repugna a la 16gica, y en extremo, como un agujero
negro, no puede sino pervertir sus )eyes), na~pide el que, en la imaginaci6n, la zona de
contacto se amplie, hasta visualizarse como una extensa tierra de nadie entre vivos y muertos
porlaque circulan varias especies: de un lado los muertos, encabezados por los /iwpol, que
por haber muerto antes de. tiempo no pueden entrar al Hades. Con ellos, otras almas que
tampoco pueden salir del Umbral porno haberse cumplido los ritos funerarios apropiados ( asi,
el espiritu de Patroclo, que se aparece a Aquiles en I/. 23.65-74 para exigirle que lo entierre y
le permita, asi, descansar; anatogos son los muertos de la Estadea, que deben cumplir en muerte
alguna promesa que hicieron). Por otro lado, en fin, las sombras: los espiritus .Que emanan de
Hecate o Persefone, y que vigilan las transgresiones, los intercambios de los dos mundos, y
conducen los rebaiios de espiritus condenados. Una vez establecida la naturaleza de este territo
rio de contacto, donde la sangre llega a los muertos, y ellos a la sangre, podemo~ entender bien
que la Empusa, seg(m el escolista, aparezca precisamente a mediodia, cuando se sacrifica a los
muertos (Sch. Ar. Ra 293); y que, en consecuencia, sea la guardiana de ese espacio interme-
di 23 0 .
Este puesto de guardian del umbral, las tradiciones parecen haberselo dado a diferentes
imagenes del terror (Gorgo, Empusa ... ), diferentes espantajos o µop µo}. u ice i a;: espantajos con
los que, reveladoramente, Socrates y otros fil6sofos comparan e igualan nuestro propio terror
a la muerte: miedo que la filosofia o el conocimiento iniciatico permiten superar, cada uno con
sus medios, mostrando en cualquier caso ambos que se trata del temor a una ilusi6n. Que es,
en fin, la idea de la muerte, la imaginaci6n que de ella nos hacemos, nuestra peor pesadilla: y
22 Fn el mito del origm del ~irisrno, de querencia materialista y pagana, pergeiiado recientemente por Ann Rice (Rice 1985), ese punto imposible de contacto se localiza en el momenta en que un espiritu incorporeo se introdujo en la sangre de un mortal por una herida, y se bizo soluble en ella. A partir de este primer ~iro, el espiritu se desplaza, segiin el modelo tradicional de la mordedura, a progresivos no-muertos: tras desangrar a su victima, el depredador tiene la opcicin de darle de beber de su propia sangre, introduciendo con ella este espiritu, que se timde con la psique del ditimto y lo reanima.
21 Sohre el caniaer liminar del mediodia, y del espiritu asociado a esta hora, cf. nuestro trabajo en la edicicin anterior de este coloquio (Gonzalez Terriza 1995).
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Alejandro Arturo Gonzalez Terriza
que cada enfrentamiento valeroso con ella eJpor tanto un nuevo nacimiento a la vida Solo que
este momento de renacimiento supone, para ser verdadero, el que sea tambien nuestra propia
persona, nuestra propia mascara o idea de nosotros mismos, la que perezca al mirarse en su
espejo. I know what is like to be dead (John Lennon: She Said She Said). Asi sucedia, en
un momento clave, en la iniciacion de Eleusis, y en otras muchas a lo largo del mundo y del
tiempo. Pero queremos terminar seiialando que asi sucede, cada noche, en los sueilos: en ellos
nuestra identidad se toma confusa, y cambia de forma, como lo hace la Empusa, guiada
por la ley del deseo ( del deseo de vida o de muerte ). En ellos aparecen los muertos, y nos
hablan, sin que veamos distincion con nosotros: en todos los sentidos nos dej~ su huella, con
impresion de verdad. Y en los sueilos se experimentan, con toda vivacidad, las sensaciones
extremas del placer y del terror, precisamente las dos que provoca la Empusa. Las dos
experiencias hacen que, como en los sacrificios, aparezca un punto de contacto entre dos
mundos, un puente: ambas vivencias imaginarias, el extasis amoroso y el paruco vividos en
sueiios, son capaces de provocar consecuencias fisicas: de un lado la descarga placentera
nocturna, de otro el excremento (de niiios) o el grito de angustia que nos despierta (por mas que
adultos).
En el sacrificio, es la sangre la que cruza los dos mundos; en el sueilo, son el excremento
o la secrecion genital los que pueden llegar a cruz.ar la barrera. Se puede recordar de nuevo, a
la oscura luz de esto, el pie de estiercol de la Empusa, el rojo maloliente que tiile las ropas de
Dioniso; el intercambio seminal con los silcubos, con ovoaKEH5cx o Lilith, que da a luz a sus
hijos espectrales con el germen de quienes le dan cuerpo en sueilos; y tambien como los efrits,
los genios de las Mil y una noches, entran al mundo por las letrinas. Las entidades psiquicas del
sueilo producen materia fisica que cruza el limite ( otro limite sagrado) del cuerpo. Quiz.a se
pueda ir mas lejos: la hipnosis, ese sueiio inducido, puede llegar a provocar, segim nos dicen,
ampollas en quien cree finnemente que se estli exponiendo al fuego. Tai vez la Realidad (como
a menudo nos recuerda Garcia Calvo) es, precisamente, ideal: i,quC es sino aquello que el sujeto
cree vivir? Y entonces se recuerda, sin saber si es licito concluir algo mas, lo que siempre los
griegos supieron: que la Muerte es hermano del Sueiio. Y que si soiiamos sombias, quien sabe
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La circulacion entre dos mundos.
si, a nuestra vez, seg6n advertencia pindiuica, no somos sino el sueiio de una sombra: a Kl ft c;
ov11p Civ6pc..rnoc; (Pyth. VIII: 95-6)! Y entonces las palabras nos pesan. 0 es algo mas
profundo lo que cae. Ytal vez fuera hora de callarse.
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24 ~las palabras de IDl posjmgiano: probablemente, la sombra crea el esfuerzo heroico del "ego dturno" como una especie de funcion expiatoria por su tormento psiquico debajo (Hillman 1994: 173).
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