La Cartografía Náutica Bajomedieval y el Arte de su Realización [Late Medieval Cartography and...

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LA CARTOGRAFÍA NÁUTICA

BAJOMEDIEVAL Y EL ARTE

DE SU REALIZACIÓN

Colección Museo Cartográfico

“Juan de la Cosa”

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La cartografía náutica bajomedieval y el arte de su realización

Texto:© Sandra Sáenz-López Pérez

Diseño gráfico:© Sergio Martínez / Mayte de la Fuente

Imagen de portada:Carta de Juan de la Cosa (1500). Museo Naval, Madrid (n.º inv. 257)

Edición:© Frente de Afirmación Hispanista, A.C. México, 2015.Casa de Cultura de Potes, Calle del Sol, nº 2039570 Potes (Cantabria)-ESPAÑATel. 942 730 [email protected]

Impresión:Artes Gráficas J. Martínez (Guarnizo, Cantabria)

I.S.B.N.: 978-84-608-2188-5D.L.: SA 578-2015

Reservados todos los derechos. Permitida la reproducción parcial, sin la previa autorización escrita del editor.

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LA CARTOGRAFÍA NÁUTICA

BAJOMEDIEVAL Y EL ARTE DE

SU REALIZACIÓN

Sandra Sáenz-López Pérez

Casa de Cultura de Potes

Frente de Afirmación Hispanista, A.C.

Detalle de la Carta de Juan de la Cosa (1500).Museo Naval, Madrid (n.º inv. 257).

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Índice

PRÓLOGO DE LA AUTORA ................................................................................................ 9

LA CARTOGRAFÍA NÁUTICA BAJOMEDIEVAL Y EL ARTE DE SU REALIZACIÓN .................... 11

Características de las cartas náuticas ........................................................................ 16

Los centros medievales de producción de cartas náuticas y sus autores .................... 23

El proceso de realización de las cartas náuticas ........................................................ 27

La imagen del mundo entre el Medievo y la Modernidad. La Carta de Juan de la Cosa .. 35

NOTAS.......................................................................................................................... 47

BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................................ 53

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Prólogo de la autora

Las cartas náuticas son mapas que nacieron en la Baja Edad Media comoherramientas para la navegación de estima, aunque de ellas nos han llegadoesencialmente sus versiones lujosas, ricamente decoradas con ilustraciones.

Este libro se centra en el estudio de estos mapas, y especialmente en quiénes fueronsus autores y cómo realizaron estas obras. El análisis del proceso creativo prestaespecial atención al aspecto artístico inherente en muchos de los ejemplares conser-vados. Como colofón, como lo fue de la cartografía medieval, se analiza la Carta de1500 de Juan de la Cosa, actualmente conservada en el Museo Naval de Madrid(n.º inv. 257), y cuyo autor da nombre al Museo Cartográfico que edita la presentemonografía. Sin duda alguna, este mapa condensa el conocimiento y la imagen queel hombre del Medievo tenía del mundo, en el momento en que la historia de lahumanidad daba paso a la Modernidad.

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«Petrus Roselli composuit hanch cartam de arte Baptiste Becarii in civitate Maioricarum

anno Domini Mº CCCC XXXXVIIº»

Así reza la firma de la carta náutica realizada en Mallorca en 1447, actualmente conservada en laBiblioteca Guarnacci de Volterra (CN1). La relación entre Pere Rosell («Petrus Roselli»), cartó-grafo posiblemente mallorquín, y el genovés Baptista Beccari («Baptiste Becarii»), así como laexplicación de ese «de arte» han sido objeto de numerosos planteamientos, entre los cuales pode-mos mencionar un reconocimiento del primero al que fuera su maestro1, una muestra de aprecio2

o que Pere Rosell copiaba un modelo beccariano3. Sirva la complejidad de interpretar esta firmapara introducirnos en un mundo igualmente complejo, el de la cartografía náutica medieval, susautores y el proceso artístico de creación.

La cartografía medieval engloba una gran variedad de tipos de mapas, desde esquemáticasrepresentaciones como los llamados mapas de «T en O»4, que muestran un mundo tripartitodonde Asia ocupa la parte superior, y Europa y África la inferior (Fig. 1), a mappaemundi histo-

jLa cartografía náutica bajomedieval yel arte de su realizacióni

Sandra Sáenz-López Pérez

mira soventbúixola, vent,compàs e carta,d’esculls t’aparta,de naufragare d’encallar.

JAUME ROIG, Espill (ca. 1460)

Detalle del Mappamundi Catalán Estense (ca. 1450).Biblioteca Estense Universitaria, Módena (C.G.A.1).

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riados, es decir, representaciones geo-gráfica y artísticamente muy elabora-das, como el mapa contenido en elmanuscrito del Comentario alApocalipsis de Beato de Liébana de ElBurgo de Osma de 1086 (Fig. 2)5, elmappamundi de Hereford de hacia1300 (Fig. 3)6 o el que realizara FraMauro en 1448-1453 (Fig. 4)7. La dis-tancia existente en utilidad y aparien-cia entre la cartografía medieval y loque nosotros entendemos por «mapa»llevó a Paul D.A. Harvey a comenzarsu libro sobre Medieval Maps con unaprovocadora afirmación, en la quedecía que los «mapas eran práctica-mente desconocidos en la EdadMedia»8. De todos los mapas medie-vales –porque existir, existieron, y dehecho Harvey terminó escribiendo

sobre ellos–, los que nos resultan más familiares son aquellos llamados cartas náuticas, cartas demarear, de navegar o cartas portulanas (Fig. 5). Estos mapas serán ahora objeto de nuestra atención9.Su familiaridad radica en que en origen dichos mapas nacieron con la finalidad práctica de ser emple-ados en viajes por mar y, consecuentemente, el dibujo geográfico del área que cubren –eminentementeel entorno del mar Mediterráneo– esmuy fiel a la representación que a día dehoy nos ofrecen las imágenes satélites.No en vano, ese realismo geográficollevó a Charles Raymond Beazley areferirse a las cartas portulanas como«Los primeros mapas verdaderos»10.En realidad, si uno, incluso el más inex-perto en cartografía medieval, los miracon atención, reconocerá en ellos una«representación geográfica de la Tierrao parte de ella en una superficie plana»,que es, en definitiva, nuestra definiciónde «mapa»11.

La cartografía náutica nació en laBaja Edad Media como una herramien-ta para la navegación de estima llevadaa cabo esencialmente en el marMediterrá neo, si bien sobrevivió alfinal del Medievo, realizándose deforma profusa hasta el siglo XVII, aún

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Fig. 1. Mapa de «T en O» del manuscrito del Comentarioal Apocalipsis de Beato de Liébana de Saint-Sever

(tercer cuarto del siglo XI).Bibliothèque nationale de France, París (Ms. Lat. 8878, fol. 7r).

Fig.2. Mappamundi del manuscrito del Comentario alApocalipsis de Beato de Liébana de

El Burgo de Osma (1086).Catedral de El Burgo de Osma, Soria (Cod. 1, fols. 34v-35r).

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cuando los viajes por el Atlántico y el uso de latitudes había hecho a estos mapas casi inserviblespara navegar. Su utilización a bordo de las embarcaciones ya en la Edad Media está bastante pro-bada gracias a la información textual con la que contamos12. Al respecto, es bien conocida la anéc-dota que cuenta que en 1270, cuando el rey San Luis se dirigía hacia Túnez, una tormenta forzó ala embarcación a cambiar el rumbo hacia Cagliari (Cerdeña) y, entonces, el capitán mostró al reyfrancés un mapa –una carta náutica, debemos suponer– para enseñarle su cercanía a tierra firme13.No podemos sin embargo asegurar a día de hoy que los ejemplares que de estos mapas se han

Fig. 3. Mappamundi de Hereford (ca. 1300). Hereford Cathedral, Hereford (Reino Unido).

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conservado fueran empleados para navegar. Los que nos han llegado son esencialmente copias lujo-sas hechas con ricos materiales como oro y plata, y en las que se incorporaron numerosas ilustra-ciones. Así se puede apreciar, por ejemplo, en el Atlas Catalán (ca. 1375) de Cresques Abraham (Fig.6)14, en la carta de Mecia de Viladestes de 1413 (Fig. 7)15, y en el Mappamundi Catalán Estense(ca. 1450)16, atribuido a Pere Rosell17 (Fig. 8). Pero los hubo incluso de mayores dimensiones ymucho más decorados: uno de los mapas –desgraciadamente desaparecido– realizado en Barcelonaen 1399-1400 por el mallorquín Jaume Ribes (nombre cristiano de bautismo de Jafuda Cresques,hijo de Cresques Abraham y heredero de su taller cartográfico) y el genovés Francesco Beccari (pro-bablemente padre del ya mencionado Baptista Beccari), superaba en tamaño y en ilustraciones atodos los conservados, ya que, según se enumera en su documento contractual, estaba decorado con

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Fig. 4. Mappamundi de Fra Mauro (1448-1453). Biblioteca Nazionale Marciana, Venecia (n.º inv. 106173).

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«165 figuras y animales; 25 barcos y galeras; 100 peces grandes y pequeños; 340 banderas en ciu-dades y castillos; 140 árboles; lo que hace un total de 770 imágenes»18.

Fue así, gracias a la incorporación de una rica decoración, como las cartas náuticas pasaronde las embarcaciones y de desempeñar una finalidad eminentemente funcional, a convertirse enobras de colección, ansiadas incluso por los altos estamentos de la sociedad. Este es el caso delAtlas Catalán (ca. 1375) de Cresques Abraham, que, según conocemos también por informacióndocumental, fue regalado en 1381 por el infante don Juan de Aragón al nuevo monarca francésCarlos VI, quien deseaba tener uno de esos mappaemundi19. A través de estos mapas y de las ilus-traciones y textos que incorporan el hombre medieval podía tener ante sus ojos una muy comple-ta imagen del mundo, entendiendo el término «mundo» desde una acepción enciclopédica queatiende no solo a cuestiones geográficas, sino también políticas, económicas, sociales, culturales yreligiosas. No en vano, Cresques Abraham definió el término «mappamundi» en su Atlas Cataláncomo la «imagen del mundo, de sus diversas épocas, de las diversas regiones que hay sobre la tie-rra y las diferentes razas que viven en ella»20. Las ilustraciones que incorporaban estas cartas náu-ticas de lujo no eran meros ornamentos. Julio Rey Pastor y Ernesto García Camarero justificabansu presencia como una manera de informar del interés o no de navegar hacia un territorio deter-minado, según sus riquezas, atractivos y peligros21, y en esta misma línea, Agustín Hernando afir-maba que estos mapas permitirían «establecer nuevas rutas y abrir nuevos mercados para sus pro-ductos, o bien acceder a otros territorios para tomar provisiones»22. A día de hoy, las ilustracio-nes de las cartas náuticas son una fuente primordial para completar la imagen que tenemos delmundo medieval.

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Fig. 5. Carta náutica de Guillem Soler (ca. 1380). Bibliothèque nationale de France, París (Rés. Ge B 1131).

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CARACTERÍSTICAS DE LAS CARTAS NÁUTICASLas cartas náuticas están definidas por una serie de elementos que permiten integrarlas dentro deun coherente grupo cartográfico: la red de rumbos, la señalización de los vientos y los puntos car-dinales, el detallado perfil de las costas, la toponimia, la escala gráfica y la señalización de los peli-gros para la navegación. De todos ellos, el primero es sin duda alguna el que mayor personalidadles otorga. Como se puede apreciar en la carta náutica del mallorquín Guillem Soler de hacia 1380(Fig. 5)23, la red de rumbos está constituida por un entrecruzamiento de líneas que, pese a suimpresión inicial, no es arbitrario, sino que responde a un esquema preconcebido. Para su trazadose partía de dos líneas que se cruzaban ortogonalmente de norte a sur y de este a oeste, y desdecuyo centro se dibujaba una circunferencia, o dos yuxtapuestas si las dimensiones del mapa así lodeterminaban. Dicha circunferencia se dividía en dieciséis puntos equidistantes, y estos se uníanentre sí por líneas que cubrían todo el mapa. De esta forma, de cada uno de los dieciséis puntossalían un total de 32 líneas conocidas como las rosas de los vientos, que se correspondían con los32 rumbos en que se divide la vuelta del horizonte, y que generalmente estaban trazadas con dife-rentes colores para reconocerlas con facilidad: los puntos principales en negro, los medios en rojoy los cuartos en verde. La red de rumbos actuaba a modo de guía para la navegación, ya que laslíneas determinaban la orientación que debía tomar la embarcación para llegar de forma estimadadel punto de partida al de destino. La brújula, empleada junto a estos mapas, permitía cerciorarsede que se estaba siguiendo el rumbo que el mapa indicaba.

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Los vientos y los puntos cardinales a los que aludían las líneas de la red de rumbos fueron enmuchos mapas destacados de una forma gráfica más evidente. Desde el norte y en sentido de las agu-jas del reloj, encontramos referencias a Tramontana (Norte), Gregal, Levante (Este), Jaloque,Mediodía (Sur), Lebeche, Poniente (Oeste) y Mistral. El sistema clásico de los doce vientos, aún pre-sente en muchos mappaemundi medievales, por ejemplo, en el de Hereford de hacia 1300 (Fig. 3),fue sustituido dentro de la cartografía náutica por el de los ocho principales24. El poema de la Sferaatribuido a los hermanos Leonardo o Gregorio Dati (1362-1435) se hace eco de ese cambio:

«Céfiro è quel che noi diciam PonenteE coro Maestrale ed aquiloneTramontana si chiama, e poi seguenteBorea detto Greco. Euro su ponePer lo Levante e Noto incontanenteSciloco ha nome e seguita AffriconeCh’è mezzidì; e l’ultimo è del chiostroLibeccio ovver Garbin, che si dice Ostro»25.

Los símbolos gráficos de los vientos y los puntos cardinales están relegados a los extremos delos mapas y su ubicación se ajusta a las líneas de rumbo correspondientes, como puede verse nue-

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Fig. 6. Atlas Catalán de Cresques Abraham (ca. 1375). Bibliothèque nationale de France, París (Ms. espagnol 30).

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vamente en la carta de Guillem Soler (Fig. 5). Generalmente aparecen insertos en imagos o círcu-los. La imagen de los puntos cardinales, que normalmente coincide con los vientos respectivos, esmuy reiterativa. El norte aparece señalado mediante una estrella de ocho puntas, una alusión a laestrella Polar esencial en la navegación en el hemisferio septentrional, y para la cual son realizadosestos mapas. El este está simbolizado de dos maneras: mediante el símbolo solar, pues es por aquípor donde el astro nace, o con una cruz asociada a Cristo, ya que en los textos bíblicos se afirmaen boca de Cristo «Yo soy la luz del mundo» (Juan 8:12). El sur ha sido descrito como la repre-sentación de un creciente lunar26, sin embargo, se trata más bien de la tierra con la mitad de lasuperficie en sombra, y la otra mitad, donde se ilustra un rostro, iluminada27. El hecho de que eldibujo de la sombra y la luz sobre la tierra se haga en forma de creciente contribuye a recrear laesfericidad del mundo. Asimismo, esta interpretación del sur nos puede ayudar a entender el oeste:en algunas cartas aparece tan solo mediante un círculo dentro del cual se inscribe su nombre, yquizá debamos pensar que si al sur el círculo se divide por la mitad como símbolo del mediodía, aloeste se representa completamente en sombra, pues es aquí por donde se pone el sol.

Por lo que respecta a los vientos no cardinales, cuando figuran lo hacen de dos maneras:mediante su nombre o inicial, o a través de su representación antropomorfa, según encontramospor ejemplo en la carta mallorquina de Angelino Dulcert (1339)28. Generalmente, las cabezas de

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Fig. 7. Carta náutica de Mecia de Viladestes (1413). Bibliothèque nationale de France, París (Rés. Ge. AA 566).

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los vientos se disponen de perfil con la boca abierta de forma que esta coincida con la línea derumbo correspondiente, como si al soplar dieran lugar a esos vientos.

Para indicar tanto los vientos como los puntos cardinales, especialmente el norte, se incorpo-raron las rosas de compás: motivos estrellados de ocho o más puntas, insertos en círculos. La pri-mera rosa de compás dentro de la cartografía náutica es la que aparece en el Atlas Catalán (ca.1375) de Cresques Abraham29 (Fig. 9). El norte se resalta mediante una punta de flecha rematadapor una estrella dorada, de nuevo alusiva a la Polar; posteriormente, a partir de finales del sigloXV, se sistematizó la flor de lis en lugar de la estrella30. El este está también destacado en este mapapor un signo muy estilizado, lejos de la cruz que por lo general marca esta dirección; es lícito

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Fig. 8. Mappamundi Catalán Estense (ca. 1450). Biblioteca Estense Universitaria, Módena (C.G.A.1).

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pensar que Cresques Abraham prescindiera de la forma cru-cífera por ser judío. Aunque las rosas de compás se disponengeneralmente sobre una rosa de los vientos de la red de rum-bos, en el Atlas Catalán está desplazada, algo que ocurre deforma semejante en la carta del genovés Albino de Canepa(1480)31, donde este motivo figura en el centro del marMediterráneo. Además, curiosamente en este caso, este ele-mento fue realizado en una piel de pergamino más gruesaque la del mapa, recortada y pegada sobre la carta. Detallescomo los de estos mapas han dado pie a pensar que las rosasde compás pudieran hacerse de forma independiente parapoder ser trasladadas a cualquier punto de la carta32.

En comparación con muchos de los mappaemundimedievales, cuyos contornos geográficos acusan una clarasimplicidad y esquematismo, como decíamos anteriormente,la cartografía náutica sobresale por una enorme fidelidad enel dibujo del entorno navegado con estos mapas: el marMediterráneo y los mares Negro y de Azov, así como delocéano Atlántico por su parte africana hasta el caboBojador, y por la europea hasta las islas Británicas. A medi-da que Europa aumentó su conocimiento del mundo graciasa los viajes de exploración, el perfil detallado de las costas

se incrementó. Esto se puede apreciar, por ejemplo, en el Mappamundi Catalán Estense (ca. 1450),donde el dibujo preciso de la costa de África va más allá del cabo Bojador, finalmente sobrepasa-do por Gil Eanes en 1434, y alcanza hasta el cabo Rojo («Rosso»), descubierto en 1446 por Álva-ro Fernandes (Fig. 8). Tras el descubrimiento de América, las cartas náuticas pasaron a incorporarel Nuevo Mundo, como lo hizo Juan de la Cosa por primera vez en su mapa de 150033 (Fig. 22).

Frente al detallismo del dibujo geográfico de las costas conocidas, aquellas regiones más dis-tantes, tales como el mar Báltico o el mar Caspio, así como el océano en la parte que baña Asia yÁfrica, carecen de precisión alguna. Debido a su desconocimiento, su perfil responde a un trazadomás libre donde se aprecia una cierta concesión al decorativismo, especialmente mediante bahíascirculares que interrumpen el dibujo rectilíneo. Asimismo, sobre las costas es interesante mencio-nar que a partir del siglo XV algunas cartas náuticas colorearon la línea de dibujo, para, segúnexplica el cartógrafo y navegante español Alonso de Chaves (ca. 1492-ca. 1586) en su QuatriPartitu o Espejo de Navegantes (lib. I, trat. II, cap. 2), «distinguir lo que es tierra de lo que esagua»34. Muy posiblemente, con este mismo fin, desde los ejemplares más antiguos conservados,las islas se policroman y decoran con diversos motivos, que bien pueden ser meramente ornamen-tales –como el punteado de la isla de Brazil del Atlas Catalán (ca. 1375), junto a Irlanda–, aludira alguna característica física –como en este mapa el volcán del Teide en Tenerife, a modo de puntoblanco, evocador de la nieve en su cima, y con líneas radiales rojas para el fuego–, o meramentecubrirse con las señas de su estandarte –como las barras aragonesas de Mallorca.

Por lo que respecta a la toponimia, las ciudades y puertos del litoral aparecen escritos a modode lista, perpendiculares a la costa y hacia tierra adentro (Fig. 10); hacia fuera, por falta de espa-cio, en las islas y en casos como la carta atribuida al genovés Giovanni da Carignano (primeramitad del siglo XIV)35 o el continente americano de la Carta de Juan de la Cosa (1500), donde los

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Fig.9. Detalle de la rosa decompás del Atlas Catalán de

Cresques Abraham (ca. 1375).Bibliothèque nationale de France, París

(Ms. espagnol 30).

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Fig. 10. Carta náutica portuguesa más antigua conservada, anónima (ca. 1471-1482).Biblioteca Estense Universitaria, Módena (C.G.A.5.c).

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territorios están coloreados. Los topónimos se escriben con tinta negra o roja, reservando esta últi-ma para los lugares más importantes, como de nuevo nos informa Alonso de Chaves: «Se puedediferenciar la letra escribiendo las cosas principales y más notorias con letra más grande o de colo-rado, porque se hallan más presto las tales cosas, poniendo el principio de tal nombre junto al tallugar y en su derecho, porque la letra sea el índex de lo que habla»36.

Asimismo, en relación con las características de la cartografía náutica, hay que indicar la pre-sencia de escalas gráficas. Están formadas por dos largueros paralelos que albergan en su interiorgraduaciones espaciadas de forma regular. Curiosamente carecen de toda indicación escrita refe-rente a las unidades empleadas o al valor de sus divisiones, por lo que debemos de suponer queestos datos eran omitidos por ser sobradamente conocidos37. Algunos de los mapas incorporan,sin embargo, referencias textuales al valor asignado a las escalas, divisiones y subdivisiones: porejemplo, Vesconte Maggiolo afirma en su carta de 151238 que de un punto a otro son cincuentamillas: «saperay come da uno punto a larto sono milia cinquanta»39; y en la carta de Giovanni daCarignano se puede leer: «Nota que cualquier espacio indica diez millas, y los espacios mayorescincuenta millas, y esta medida es lícita por mar, pero no para todos los caminos en tierra a causade ser tortuosos»40. Aunque en esencia, en lo que respecta al sistema de medición, las escalas sonprácticamente idénticas, formalmente difieren mucho unas de otras, incluso en los ejemplares rea-lizados por el mismo cartógrafo o el mismo taller cartográfico41.

Además de su carácter práctico, las escalas llegaron a desempeñar un considerable papel orna-mental. Pasaron de estar simplemente trazadas sobre los mapas a aparecer enmarcadas en cartelasdecoradas, o incluso simular cintas42, lo que ha llevado a sugerir que, de forma similar a las rosasde compás, su utilización se hiciera trazándolas en una tira independiente del mapa para poder sertrasladadas a cualquier región43. Asimismo, en algunos atlas, las escalas figuran en los ángulos delos mapas formando un triángulo con las esquinas, donde paulatinamente se encerrará decora-ción44.

Indudablemente, los elementos hasta ahora comentados ponen de relieve la practicidad deestos mapas como instrumentos náuticos. A estos debemos añadir también el interés de los cartó-grafos por señalar los peligros para la navegación. En las aguas navegadas con las cartas náuticasencontramos representados signos convencionales que servían para advertir de las dificultades oriesgos de ciertas zonas. Estos aluden al fondo marino y hacen referencia a los bajos o bancos dearena y a la presencia de escollos o arrecifes. Para conocer su significado debemos recurrir nueva-mente al Quatri Partitu o Espejo de Navegantes (lib. I, trat. II, cap. 2) de Alonso de Chaves (ca.1492-ca. 1586), según el cual, los bajos de arena se indican mediante «puntos menudos y espesosque ocupen, por longitud y latitud, todo el lugar que ellos ocupan»45. Tony Campbell afirma quedicho punteado minúsculo aludiría a los granos de arena46. Los escollos se señalan mediante «cru-ces pequeñas, que, asimismo, ocupen tanto lugar de la carta como ellos en el lugar donde están»47.Tanto el punteado como las cruces se encuentran por lo general en idénticas posiciones en los dis-tintos mapas, lo que es indicativo de que, incluso en los ejemplares lujosos no concebidos para lanavegación, estos signos no estaban ilustrados de forma arbitraria, sino que eran fruto de la expe-riencia marítima. Además de representarse gráficamente, estos peligros se especifican en ocasionestextualmente. En la carta anónima genovesa (1457)48 los encontramos mencionados en el océanoÍndico junto a la ilustración de un barco: «El océano Índico está lleno de muchas islas, rocas y ban-cos de arena...»49. Y en la carta de Albino Canepa (1480), en la costa de Dalmacia, encontramosrepresentado un escollo, y junto a este el recuerdo de un naufragio50.

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LOS CENTROS MEDIEVALES DE PRODUCCIÓN DE CARTAS NÁUTICAS Y SUS AUTORESInicialmente destacaron Génova, Venecia y Mallorca como los principales centros de realizaciónde cartografía náutica. El genovés Francesco Beccari afirmaba en su carta de 140351 que «maes-tros cartógrafos catalanes, venecianos y genoveses hacían cartas de navegación desde tiempoatrás»52. A estos focos cartográficos pertenecen las cartas náuticas más antiguas que han llegadoa la actualidad, y los primeros autores conocidos. Muy probablemente el arte de realizar cartasnáuticas nació en Génova, y desde aquí fue importado a Venecia y Mallorca.

Tradicionalmente se ha considerado que la carta Pisana, probablemente realizada en Génovahacia 129053, y la carta Cortona, de finales del siglo XIII-primera mitad del XIV54, son las más anti-guas conservadas. En 2000 se descubrió la carta fragmentaria de Lucca, que Phillip Billion dató hacia1256-1327 y consideró como realizada en Gaeta o Pisa55. El genovés Angelino Dalorto es autor dela primera carta firmada, realizada en 133056 (Fig. 11). Otro genovés, Giovanni da Carignano, esautor atribuido de la desaparecida carta del Archivio di Stato de Florencia, realizada en la primeramitad del siglo XIV. En ese mismo momento, Pietro Vesconte, asimismo originario de Génova, tra-bajaba en Venecia realizando mapas, algunos para el Liber Secretorum Fidelium Crucis de MarinoSanudo, de los que nos han llegado varios ejemplares57. Algo más tarde, en 1367, los hermanosPizzigani realizaban una carta también en Venecia58. La primera carta náutica mallorquina conser-vada es la de 1339 de Angelino Dulcert59, también de origen genovés60. Después de él, trabajaron en

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Fig. 11. Carta náutica de Angelino Dalorto (1330). Archivio Corsini, Florencia.

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Mallorca otros cartógrafos, como el quizá cristiano61 Guillem Soler, quien realizó dos cartas, unahacia 138062 (Fig. 5) y otra en 138563, y otra de la que solo queda un fragmento64, y el judíoCresques Abraham, autor del Atlas Catalán de hacia 1375 (Fig. 6). Dentro de la Corona de Aragóndestacó Mallorca como centro cartográfico, debido a que su posición geográfica, en el centro delMediterráneo occidental, la convertía en la principal encrucijada de las rutas marítimas comerciales;no obstante, tenemos constancia documental y ejemplos cartográficos realizados también enBarcelona65. A partir del siglo XVI, con el traslado del interés cartográfico a Sevilla, concretamentea la Casa de la Contratación, numerosos cartógrafos mallorquines se vieron obligados a emigrar aotros centros extranjeros como Mesina, Palermo, Nápoles, Livorno, etc.

Estos y otros muchos cartógrafos nutrieron con sus obras el panorama cartográfico de la BajaEdad Media, según se recoge en el stemma que muestra la evolución de la cartografía náutica, entrelos inicios del siglo XIV y mediados del XV, a partir del cotejo de las obras conservadas y de la infor-mación documental con la que contamos (Fig. 12). Pocos datos biográficos tenemos de dichos cartó-grafos, y poco sabemos de cómo trabajaban. Aunque según Tony Campbell no podemos asumir queningún cartógrafo trabajó jamás de forma aislada66, comúnmente, y por la información documentalcon la que contamos, se asume que estaban organizados en talleres integrados por un maestro (quesería el firmante de los mapas, cuando estos presentan firma), bajo cuya dirección se encontrarían sir-vientes y aprendices. Dentro de dichos talleres existían lazos familiares, pues generalmente los hijosheredaban el oficio del padre, y así, de maestro a aprendiz o discípulo se transmitieron de unos car-tógrafos a otros el arte de hacer mapas. Entre los ejemplos medievales, el mejor documentado es elde Cresques Abraham, sin duda alguna el cartógrafo más conocido de la Mallorca bajomedieval, y aquien debemos la creación de uno de los talleres de cartografía más longevos de la isla67. CresquesAbraham enseñó a su hijo Jafuda Cresques (conocido como Jaume Ribes a partir de su conversión alcristianismo en 1391)68, y a su vez, con Jafuda Cresques se formó Samuel Corchos69, también judío,quien cristianizaría su nombre cambiándolo por el de Mecia de Viladestes, y con el que firmó dos car-tas, una en 1413 (Fig. 7) y otra en 142370. Posiblemente Mecia de Viladestes transmitió sus conoci-mientos a su hermano o hijo, Joan de Viladestes, quien realizó una carta en 142871.

De la Edad Moderna conocemos auténticas sagas de cartógrafos, como es el caso de los Russo,los Prunes, los Olive y los Cavallini. Aparte de poder rastrear estos apellidos en las cartas náuticas alo largo de los siglos XVI y XVII, la documentación confirma los vínculos cartográficos. Por ejem-plo, conservamos un recibo de 1625 de Pere Joan Prunes, quien recibe en herencia de su padre, VicençPrunes, la mitad de los modelos de hacer cartas náuticas («patrons de fer cartes de navegar»); la otramitad los heredarían posiblemente su hermana (Marie Prunes) y su hermano (Iohanni BaptistePrunes)72, y a su vez, Vicenç Prunes los habría heredado de su padre, Mateo Prunes73.

En su estudio de la cartografía náutica veneciana de los siglos XIV y XV, Piero Falchetta afirmaque muchos cartógrafos del Quattrocento desempeñaban oficios relacionados con el mar, como sonlos de mercader o marino. Concluye este investigador afirmando que «la experiencia directa de lavida en el mar era en muchos casos la condición necesaria para la práctica cartográfica»74.Indudablemente resulta lógico pensar que aquellos que realizaban una de las herramientas empleadasa bordo de las embarcaciones conocerían las técnicas de navegación, y habrían navegado75. Al res-pecto, es importante llamar la atención sobre la carta genovesa de Bartolomeo Pareto (1455)76, en laque junto a la isla de Alborán, próxima al Estrecho de Gibraltar, encontramos una leyenda que reza«Alborán, donde yo la vi»77. Es decir, posiblemente con la finalidad de prevenir a las embarcacionesde la presencia de esta isla en una zona entre el mar Mediterráneo y el océano Atlántico de difícilnavegabilidad y mucho tráfico marítimo, este cartógrafo se preocupó de dibujarla en su mapa en el

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Fig. 12. Stemma del origen y desarrollo de la cartografía náutica realizadopor Sandra Sáenz-López Pérez a partir de los trabajos de:

Campbell • Destombes • Falchetta • Hernando Rica • La Roncière, M. y Mollat

du Jourdin • Llompart i Moragues • Pujades i Bataller • Rey Pastor y García

Camarero • Riera i Sans • Roselló i Verger • Sandra Sáenz-López Pérez.

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lugar preciso en el que él, según dice, la vio; así pues, sabemosque Bartolomeo Pareto navegó por el Estrecho.

Dentro de la documentación bajomedieval mallorquina,los cartógrafos aparecen mencionados como «mestre de mapa-mundis i de brúixoles», es decir, «maestros de mappaemundi yde brújulas», lo que Jaume Riera i Sans interpretó como queademás de realizar estos mapas, se dedicaban a pintar las rosasde compás en las brújulas, que serían como aquellas ilumina-das en los mapas78. Ellos eran los encargados, pues, de estosdos instrumentos básicos e indisolubles en la navegación deestima. Entre las ocupaciones de los cartógrafos encontramos,sin embargo, otras que indudablemente resultan curiosas sipensamos que se compatibilizaban con la realización de cartasnáuticas. A la luz de las firmas de sus respectivas obras, cono-cemos que algunos fueron religiosos, como Giovanni daCarignano (primera mitad del siglo XIV)79 y BartolomeoPareto (1455)80. Por su parte, Pietro Vesconte pudo ser unmédico que aprendió a realizar cartas náuticas estando al ser-vicio de mercaderes y marinos81.

Al margen de la ocupación con la que podemos encontrardocumentados a estos cartógrafos, debemos reconocer que los autores de estos mapas eran asimismoartistas, pues su realización implicaba el conocimiento de muchas habilidades propias de la realiza-ción e iluminación de manuscritos: la preparación del pergamino; la escritura tanto de topónimoscomo de extensas leyendas; el dibujo cartográfico; el diseño, entre otros, de elementos geográficos,ciudades, animales y personajes; el policromado, dorado y plateado; etc. Aunque la destreza artísticavaríe de unos cartógrafos a otros, y por ello podamos distinguir artistas de primera o segunda fila,

las cartas náuticas deben ser incluidas dentro del terrenode la historia del arte.

Uno de los ejemplos más llamativos de cartógrafo eiluminador es el de Cresques Abraham. Además del AtlasCatalán, sabemos con seguridad que realizó otra obra.No se trata en este caso de un mapa, sino de una Biblia,la denominada Biblia Farhi82, considerada una de lasmás ricamente iluminadas de la producción hebrea83.Jaume Riera i Sans la atribuyó al cartógrafo mallorquínbasándose en la firma: como aparece en su colofón (p. 2),fue escrita e iluminada entre 1366-1382 por «Elisha benAbraham ben Benveniste ben Elisha Crescas»84, retahílade nombres que hace referencia al nombre judío litúrgicocompleto de Cresques Abraham85. En la comparación dela Biblia y el Atlas encontramos una serie de motivos ilus-trados de forma idéntica, por lo que se deduce que fueronrealizados por un mismo autor. Especialmente significati-vas son las tiendas de campaña con las que en la BibliaFarhi se ilustran las tiendas matriarcales y la de Jacob en

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Fig.13. Detalle de las tiendasmatriarcales de la Biblia Farhi

de Cresques Abraham(1366-1382).

Colección privada, anteriormente

perteneció a David Solomon

Sassoon, Jerusalén (Ms. 368, p. 23).

Fig. 14. Detalle de las tiendas de lostuaregs del Atlas Catalán de Cresques

Abraham (ca. 1375).Bibliothèque nationale de France, París

(Ms. espagnol 30).

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la página 23 (Fig. 13), y en el Atlas Catalán las viviendas de los Tuareg del Norte de África (Fig. 14).Asimismo, Cecil Roth considera de Cresques Abraham la iluminación de un Pentateuco (ca. 1380)86

y según Gabriel Llompart i Moragues, seguramente también lo fue la biblia que, según conocemosdocumentalmente, a principios del siglo XV vendió Safia Natjar, posiblemente tío de JafudaCresques87. Igualmente relacionado con la vocación artística de los cartógrafos, debemos recordar elcaso de Rafel Monells (siglo XV), quien a final de su vida cambió la producción de mapas por la pin-tura de retablos88.

EL PROCESO DE REALIZACIÓN DE LAS CARTAS NÁUTICASPara conocer cómo se elaboraban las cartas náuticas en la Baja Edad Media debemos recurrir a lasdescripciones teóricas más antiguas conservadas sobre su proceso de realización, que datan del sigloXVI89 (con la conveniente prudencia que determina la distancia cronológica), y a la información quenos transmiten los propios mapas, especialmente los que quedaron inconclusos90. En origen, la rea-lización de las cartas náuticas era esencialmente manuscrita, y estas se ejecutaban sobre pergami-no91. La piel del animal, frente a otros soportes (como pudiera ser el papel), ofrecía mayor resis-tencia a la humedad (a la que obviamente estaban sometidas en alta mar) y a la continua manipu-lación, que en muchos casos, como veremos, implicaba enrollar y desenrollar el mapa. El pergami-no se compraba ya preparado, y en ocasiones, para la realización de mapas lujosos como el deFrancesco Beccari y Jaume Ribes (Jafuda Cresques) de 1399 para Baldassare degli Ubriachi, tene-mos constancia documental de su importación desde centros manufactureros de pergaminos de grancalidad, como Perpiñán92. La cartografía náutica podía adoptar formatos variados, como el deatlas, a modo de códice donde los mapas se fragmentaban por regiones y donde, por ejemplo, el marMediterráneo occidental ocupaba dos folios contiguos y el oriental otros dos. Otro formato es elque podemos denominar propiamente de carta náutica, donde todo el mapa se representaba sobrela piel del animal. En este último caso, el mapa se guardaba dentro de una caja93, enrollado alrede-dor de un delgado cilindro de madera que se adhería por la parte exterior del mapa en el lado con-trario al cuello de la piel del animal, y se mantenía de esa forma gracias a una cinta que atravesabael pergamino en el estrechamiento, lo que en la mayoría de los casos ha dado lugar a la existenciade un orificio en esa parte. Para adaptar el pergamino al tamaño deseado del mapa podía recortar-se, o bien se encolaban varias piezas de piel. Las dimensiones finales de las cartas náuticas son muyvariables94. Una tercera forma es la del mapa en paneles, donde la piel del pergamino se adhería enpaneles de madera, como es el caso del Atlas Catalán (Fig. 6), si bien este mapa ha sufrido diversasvicisitudes en su materialidad95.

El dibujo del mapa se llevaba a cabo en el lado de la carne del pergamino, por ser menos bastay rugosa que el lado del pelo. Llegado a este punto, entramos en una de las cuestiones más discuti-das en los estudios de la realización de las cartas náuticas, a saber, si se realizaba en primer lugar lared de rumbos y después el dibujo geográfico, o viceversa. Ni los ejemplares inconclusos ni los aná-lisis realizados sobre las cartas náuticas han alcanzado un consenso al respecto, por lo que el debatesigue actualmente abierto96. Es posible que en cierta medida la red de rumbos, o alguna de las líne-as que la conforman, fueran empleadas como guía para el dibujo geográfico, pues como planteaRamon J. Pujades i Bataller, si no hubieran sido importantes para ello, cabe pensar que los mapas delujo no empleados para navegar podrían haber prescindido del entramado de líneas, lo que sin embar-go no ocurre. Asimismo, es interesante llamar la atención sobre una de las ilustraciones angulares delAtlas de 1318 de Pietro Vesconte97, en la que encontramos retratado a un cartógrafo sentado anteun atril, quizá trabajando en la realización de un mapa: sobre el pergamino se aprecian los trazos

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entrecruzados y de diferentes colores de la redde rumbos, pero una total ausencia del perfilde las costas (Fig. 15). Muy posiblemente setrate de un autorretrato del propio PietroVesconte, quien decidió inmortalizarse junto aSan Juan, San Pedro y San Pablo, que ocupanlas restantes esquinas, ensalzando con ello suoficio de cartógrafo.

Son muy pocas las cartas náuticas que sehan conservado, pues a lo largo de los siglosfueron destruidas por distintas razones. Entreellas, destaca el hecho de que ante los nuevosdescubrimientos geográficos su informaciónquedaba obsoleta y, con ello, estos mapasresultaban inútiles. Entonces las valiosas pielesde pergamino recibían un segundo uso, muydistinto de aquel con el que fueron concebidasen origen. En muchos casos sirvieron comorelleno de encuadernaciones y, tras ser recupe-rados, los orificios de la aguja realizados por la

costura perduran hoy como testimonio de ese destino (Fig. 16). Incluso una carta náutica fue corta-da en trozos para convertir el pergamino en separadores de libros98. Pese al escaso número de super-vivientes, sabemos que fueron muchas las cartas náuticas que se hicieron. Por ejemplo, aunque soloconservamos cuatro realizadas por Gabriel Valseca o atribuidas a su taller99, Pujades i Bataller cal-cula que este pudo ser responsable de unos dos mil100. No cabe duda de que exclusivamente la sis-tematización de un proceso de copia habría permitido realizar esa cantidad. Gracias a la informacióndocumental, como la anteriormente mencionada, conocemos que los cartógrafos contaban con mode-los a partir de los cuales copiaban sus mapas.

Una de las cuestiones más interesantes sobre la realización de las cartas náuticas radica en el pro-cedimiento empleado para pasar el dibujo geográfico del modelo al nuevo mapa. Para ello, el cos-mógrafo español Martín Cortés (1510-1582) sugiere en su Breve compendio de la esfera y del arte denavegar la utilización de dos tipos distintos de papeles, uno transparente (para copiar el dibujo) y otroahumado (para calcarlo). Dice así:

«Se ha de trasladar en unos papeles delgados y transparentes, que se hacen... untándoloscon óleo de linaza y luego enjuagándolos al sol. Y después toman el padrón o carta quese ha de trasladar y asiéntanla muy extendida sobre una mesa y luego asientan el papeltransparente sobre una parte del padrón, donde quieren comenzar y bien fijado el papelsobre el padrón con plomos o pegados con una poca de cera...»101.

Ese proceso de copiar el modelo es denominado «trasflor o trasflorar», y como sigue explicandoCortés, consiste en señalar «en el papel transparente con una pluma delgada un Leste-Oeste y unNorte-Sur... Y asimismo trasfloran toda la costa, puertos, islas, ciudades y cabos y ríos»102.

Una vez que el padrón ha sido copiado en estos trasflores (nótese el plural, porque para cubrirtoda la superficie eran necesarios varios papeles), el dibujo trasflorado debía ser calcado sobre lasuperficie del nuevo mapa. Para ello, se disponía entre este y el papel trasflorado:

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Fig. 15. Detalle del autorretrato (?) de PietroVesconte en el ángulo superior izquierdo de su

atlas de 1318, con un atlas cubierto porla red de rumbos.

Musei Civici Veneziani, Collezione Correr, Venecia

(Portolano 28, fol. 2v).

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«otro papel delgado ahumado por la parte baja que es la que cae sobre la carta arrum-bada [i.e. la superficie del nuevo mapa]. El cual se haya ahumado con tea o con mechasde pez. Esto así asentado y bien fijado uno sobre otro. Has de tomar un garfio o punte-ro que tenga la punta lisa porque no rasgue ni horade el papel y con él se irá apretandosobre todo el transflor y señalando cuanto en él está trasladado del padrón... y así quedatodo impreso del humo en la carta arrumbada, sobre lo cual con una pluma delgada setornará a señalar con tinta. Después... con una migaja de pan se limpiará todo lo delhumo, y quedará la costa asentada con tinta en la carta»103.

El hecho de que el papel del que se disponía en época de las primeras cartas náuticas no fuera dela consistencia y espesor necesarios para convertirlo en ese material transparente al que alude Cortés,y que la utilización de pergamino para estos trasflores sumara al grosor su elevado coste, llevaron a

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Fig. 16. Detalle de una carta náutica de Pere Rosell (ca. 1483) reutilizada como relleno de unaencuadernación, como testimonian las filas de orificios de la costura.

Bibliothèque nationale de France, París (Rés Ge C 15118).

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plantear a Pujades i Bataller que los cartógrafos medievales hubieran recurrido al damasco; aunquecaro, tenía como ventajas sus cualidades translúcidas y el poder recurrir a una sola pieza (y no avarios trasflores)104. La utilización de damasco en la realización de cartas náuticas está documenta-da por Bartolomeo Crescenzio Romano en su Nautica mediterranea (Roma, 1601, p. 189)105.Asimismo, este investigador describe otros procesos para copiar el modelo, de los que quizá los car-tógrafos medievales recurrieron al de puntear con una aguja el dibujo del modelo que era trasladadoal nuevo mapa mediante polvo de índigo que, aplicado con una muñequilla, traspasaba los orificios.De hecho, esta misma técnica, conocida como spolvero o estarcido, fue utilizada en otros procedi-mientos pictóricos en la Edad Media.

A pesar de recurrir a modelos previos, la realización de cartas náuticas no consistía en la copiaexacta de unas a otras. Por un lado, entre los existentes encontramos considerables variaciones en laescala, que muy posiblemente se conseguía gracias a una cuadrícula que servía de base para la reali-zación del dibujo106. Por otro lado, los cartógrafos actualizaron los mapas a la par que el conoci-miento geográfico se incrementaba; como revela Pujades i Bataller, dichos cambios son especialmen-

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Fig. 17. Detalle del Atlas Catalán de Cresques Abraham (ca. 1375) donde se aprecia el encierro de Gog yMagog y el Anticristo por Alejandro Magno tras los montes del Caspio, ilustrados estos últimos mediante

dos formas distintas de recrear la orografía, y posiblemente por dos artistas.Bibliothèque nationale de France, París (Ms. espagnol 30).

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te apreciables en los primeros mapas, ydisminuyeron con el tiempo, hasta llegar alas producciones de copias prácticamenteidénticas como las de los talleres de losBenincasa o Pere Rosell 107.

Una vez realizado el dibujo geográficose escribían los topónimos. Aunque Cortéssugiere que «primeramente se han de escri-bir de colorado los puertos y cabos princi-pales y famosas ciudades y otras cosasnotables y todo lo demás de negro»108, elestudio de la cartografía náutica revelaque el proceso era a la inversa, es decir,primero se copiaban los topónimos ennegro, más numerosos, mientras que sereservaba un espacio en blanco para losrojos, los cuales se incorporaban práctica-mente al final de todo el proceso, a la vezque se dibujaban las líneas rojas de la redde rumbos109. A partir de los mapas quehan quedado inconclusos sabemos ademásque en la escritura negra de la toponimiase realizaba en primer lugar la correspon-diente a los continentes y después la de lasislas, incluyendo aquellas de gran tamaño,como las Británicas110.

Cortés indica que las escalas gráficasdeben de realizarse al final del todo, inclu-so después de las ilustraciones, aunque algunos ejemplos de cartas náuticas inacabadas las presentanperfectamente terminadas111. Según afirmaba este cosmógrafo, deben disponerse «donde menos ocu-pen»112. Continúa afirmando Cortés que en los últimos estadios del proceso de realización de cartasse «dibujan ciudades, naos, banderas y aiales [i.e. animales], señalan regiones y otras notables cosas;y después, con colores y oro, hermosean las ciudades, agujas, naos y otras partes de la carta»113. Eslógico pensar que estos motivos eran exclusivos de los mapas de lujo, y no de los empleados en altamar. Aunque no aporta más datos este autor sobre la forma en la que se realizaban las ilustraciones,podemos imaginar que la iluminación de las cartas náuticas seguía las mismas vías que la ilumina-ción de manuscritos, en cuanto a técnicas pictóricas (pintura al temple), materiales empleados (entrelos que se encuentran ricos materiales, como oro y plata, esta última ahora ennegrecida por la oxi-dación), etc. No en vano, debemos recordar que, por ejemplo, en el caso de Cresques Abraham, sereconoce a este autor como responsable tanto de códices como de mapas iluminados.

Según Pujades i Bataller no siempre se realizarían las imágenes al final, tal como mantiene Cortés,sino que a la vez que se perfilaba el contorno geográfico, se podían dibujar con la misma tinta las ilus-traciones, y la toponimia podía escribirse al mismo tiempo que las extensas leyendas explicativas114.Más aún, el análisis detallado de las ilustraciones de estos mapas arroja luz sobre la complejidad a laque podían llegar los talleres de cartografía. Por ejemplo, en el caso del Atlas Catalán (ca. 1375) se

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Fig. 18. Detalle del Mappamundi Catalán Estense (ca. 1450)en el que se puede distinguir que inicialmente se dibujaron

las líneas onduladas del agua, respetando el espacio para lassirenas, las cuales fueron ilustradas en un segundo momen-

to, y posiblemente por un artista más diestro.Biblioteca Estense Universitaria, Módena (C.G.A.1).

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distingue hasta dos estilos muy distintos en la representación de la orografía –a modo de cúmulo depiedras, como en el Atlas africano, o mediante un dibujo suelto en zig-zag, en los montes del Caspio–,lo que significa que en la realización de este mapa intervinieron al menos dos manos, la de CresquesAbraham y muy posiblemente la de su hijo Jafuda Cresques, que por entonces tendría unos 15 años(Fig. 17). Es también interesante el caso del Mappamundi Catalán Estense (ca. 1450), donde descu-brimos claramente dos momentos en la realización de las embarcaciones y las sirenas del océano: pri-meramente debieron trazarse las líneas del agua, respetando las zonas donde estos motivos se iban ailustrar, dejando para ellos un rectángulo en blanco; después, se realizarían dichas imágenes, para acontinuación terminar el fondo de líneas. Aunque la unión de las rayas está realizada con gran peri-cia, se pueden apreciar los recuadros reservados para las ilustraciones (Fig. 18). Probablemente estedetalle no solo responda a dos momentos de la intervención, sino al trabajo de dos artistas distintos,el segundo de mayor destreza artística, pues a él le correspondieron los motivos figurados.

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Fig. 19. Detalle del Atlas Catalán de Cresques Abraham (ca. 1375) con la representación de los pescado-res de perlas en el océano Índico junto a un junco chino, según la narración de Marco Polo.

Bibliothèque nationale de France, París (Ms. espagnol 30).

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El repertorio de imágenesde algunas de las cartas náuti-cas alcanza una mayor comple-jidad que la descrita porCortés. Además de motivosaislados, estos mapas se con-virtieron en escenarios deauténticos programas icono-gráficos. Por ejemplo, la pro-funda dependencia del AtlasCatalán o del MappamundiCatalán Estense respecto de lanarración del viaje a Asia deMarco Polo (ca. 1254-1324)convierte prácticamente estosmapas en, podríamos decir,ejemplares de Il Milione ilumi-nados. Los buscadores de dia-mantes, el ritual indio de cre-mación del cadáver, el entierrodel Gran Khan, la ciudad deCambaluc, los pescadores deperlas (Fig. 19), entre otrasimágenes mostradas en ellos,son los que el mercader vene-ciano había descrito115.

Es importante indicar, porlo que respecta a la iluminaciónde las cartas náuticas, que, ajuzgar por los ejemplos que noshan llegado, inicialmente estahizo su aparición en las obras mallorquinas, mientras que las italianas acusaban una mayor sobrie-dad116. Para Pujades i Bataller, Angelino Dulcert es «el primer cartógrafo que, con su carta hecha enMallorca en el año 1339, presenta ante nuestros ojos el resultado maduro de ese proceso de enri-quecimiento decorativo e informativo de las cartas y mapaemundi de lujo», y según continúa esteinvestigador, estos motivos dulcetianos serían copiados posteriormente por Cresques Abraham en suAtlas Catalán117. Y aunque es obvio que existe una clara dependencia iconográfica, al menos en laspartes geográficas que estos mapas comparten (la carta de 1339 no incluye todo el continente asiáti-co), considero interesante poner de relieve una diferencia apreciable entre la obra de Angelino Dulcerty las del taller de Cresques Abraham. Al dibujar la red de rumbos, Dulcert apenas continúa el traza-do sobre el interior de los continentes y, por ello, las ilustraciones casi no están atravesadas por laslíneas, como puede verse, por ejemplo, en el norte de África) (Fig. 20). Sí se prolongan, sin embargo,en el oeste, sobre el océano Atlántico, muy posiblemente heredado de las cartas empleadas en la nave-gación, que requerían de la existencia de líneas de rumbo en esa zona para poder navegar. A partirdel Atlas Catalán (1375) encontramos una tendencia a que las líneas de rumbo se prolonguen más

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Fig. 20. Detalle del norte de África de la carta náutica de AngelinoDulcert (1339) en el que se aprecia la red de rumbos sobre las

superficies de agua, y no tierra adentro.Bibliothèque nationale de France, París (Rés Ge B 696).

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Fig. 21. Detalle del norte de África del Atlas Catalán de Cresques Abraham (ca. 1375) en el que se apre-cia la red de rumbos cubriendo toda la superficie, incluyendo sobre las ilustraciones tierra adentro.

Bibliothèque nationale de France, París (Ms. espagnol 30).

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allá de la circunferencia, indistintamente tanto sobre el agua como sobre los continentes (Fig. 21);penetran así las líneas tierra adentro, cubriendo Europa, Asia y África, y todos los motivos ilustradosen estos territorios. Esta diferencia en la forma de trazar las redes de rumbo parece responder a unaevolución artística de la cartografía náutica: Angelino Dulcert encarna un primer estadio en su ilu-minación, donde ilustración y elemento cartográfico son aún independientes; a partir de CresquesAbraham ambos se imbrican de forma que la red de rumbos tapiza todas las imágenes. No obstante,no pretendemos con esto subestimar las imágenes de Angelino Dulcert, que por otra parte muestranuna gran calidad técnica y artística, superior, incluso, a la de Cresques Abraham.

LA IMAGEN DEL MUNDO ENTRE EL MEDIEVO Y LA MODERNIDAD:LA CARTA DE JUAN DE LA COSA (1500)Juan de la Cosa (ca. 1460-1510), navegante y cartógrafo español, partícipe de las empresas castella-nas en el Nuevo Mundo, realizó en 1500, en el Puerto de Santa María (Cádiz), la carta ahora con-servada en el Museo Naval de Madrid (n.º inv. 257), tal como reza la leyenda a los pies de la figurade San Cristóbal: «Juan de la Cosa la fizo en el puerto de S. Mª. en anno de 1500»118 (Fig. 22).Posiblemente los destinatarios de esta obra fueron los Reyes Católicos, quizá concretamente la reinaIsabel I, con la cual mantuvo buenas relaciones119. La idea de que esta carta fuera realizada para larealeza está fundamentada en su gran tamaño (dos pieles de pergamino que alcanzan las dimensio-nes, irregulares, de 96 x 186 cm), en la riqueza de los materiales empleados y el valor artístico de lamisma, así como en el hecho de que, de no ser de este modo, habría sido muy difícil que un cartó-grafo hubiera tenido acceso a la exhaustiva información, y de gran actualidad, de la que se alimen-ta120. Este mapa recoge la circunnavegación portuguesa de África y su llegada a la India, así como lacasi totalidad de los hallazgos realizados en el Nuevo Mundo a fecha de 1500, no solo la extensióndel imperio ultramarino castellano, sino también las conquistas llevadas a cabo por otras potenciaseuropeas rivales. La carta se hace eco de los descubrimientos hechos por Cristóbal Colón en sus tresprimeros viajes (el propio Juan de la Cosa había participado de dos o tres viajes colombinos, en elprimero además como propietario de la nao Santa María), los de Alonso de Ojeda, Américo Vespucioy los Caboto. Su valor geopolítico y estratégico, sumado al silencio documental existente sobre estemapa hasta el siglo XIX, han hecho suponer que esta obra fuera considerada secreto de estado. Asíparece desprenderse del secretismo con el que se consultaban los documentos cartográficos como lascartas de Juan de la Cosa, y quizá esta entre ellas, según dejó constancia Pedro Mártir de Anglería(1457-1526) en sus Décadas del Nuevo Mundo (2:10) referente a su visita a Juan Rodríguez deFonseca (1451-1524), encargado de gestionar los asuntos indianos:

«Encerrándonos en una habitación tuvimos en las manos... una esfera sólida delmundo con estos descubrimientos, y muchos pergaminos que los marinos llaman car-tas de marear, una de las cuales la habían dibujado los portugueses, en la cual dicenque puso mano Américo Vespucio, florentino, hombre perito en este arte, que navegóhacia el Antártico muchos grados más allá de la línea equinoccial con los auspicios yestipendios de los portugueses... La otra [carta de marear] la comenzó Colón cuandovivía en iba recorriendo aquellos lugares, y en ella su hermano Bartolomé Colón,Adelantado de la Española, añadió lo que juzgaba, pues él también recorrió aquellascostas. Además, cada uno de los castellanos que, según su propia persuasión, sabíamedir tierras y costas, se trazó su pergamino de navegar. De entre todas se conservancomo más recomendables las que compuso aquel Juan de la Cosa»121.

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Fig. 22. Carta de Juan de la Cosa (1500). Museo Naval, Madrid (n.º inv. 257).

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Por último, sobre la materialidad yla recepción de este mapa, resulta inte-resante señalar que no fue realizado poruna sola mano –Juan de la Cosa puso lafirma, pero al menos intervinieron dosiluminadores en la ejecución de las figu-ras–, y que además está inacabado. Poruna parte, encontramos dos tipos defiguras con claras diferencias estilísticasen la imagen antropomorfa de los vien-tos: aquellos del océano Atlántico, amodo de clásicas cabezas regordetassoplando, tocadas con el gorro frigio delos navegantes del Mediterráneo; yotros dos vientos al norte, junto a laciudad de Tartaria setentrional, y en elnoreste, próximo al Rey Ganbaleque, amodo de rostros enmarcados de perfilen imagos (Fig. 23). Estas dos últimas,por otra parte, están inacabadas, comotambién ocurre en el caso de varias ban-deras y ciudades en esa región, clara-mente aún sin policromar, o los montes

del Caspio, a los que aludiremos más tarde, cuyo perfil orográfico en verde está terminado tan solocon un goteo de color. Asimismo, una cartela en el extremo meridional del mapa, semejante a laque enmarca la firma del mismo, permanece vacía. Muy posiblemente el texto destinado a lamisma nos habría dado información relevante (el resto de las leyendas no están enmarcadas de esaforma), y quién sabe si contendría datos sobre los destinatarios de la carta o las condiciones de surealización.

El mapa de 1500 de Juan de la Cosa es tipológicamente una carta náutica, pues en ella con-vergen todos los rasgos distintivos de este modelo cartográfico señalados arriba: la red de rumboscubriendo toda la superficie; la señalización de los vientos y los puntos cardinales, tanto medianteel entrelineado de los rumbos, como a través de rosas de compás o figuras antropomorfas; el deta-llado perfil de las costas; la toponimia del litoral en rojo y negro y perpendicular al dibujo geo-gráfico; la escala gráfica, duplicada en dos travesaños en los extremos más largos del mapa; asícomo la indicación de los peligros para la navegación. La principal diferencia con los ejemplaresmedievales antes analizados radica en que este mapa es el primero que incorpora a la imagen delViejo Mundo la totalidad de los territorios del Nuevo Mundo conocidos hasta la fecha. Es pues elprimer mappamundi que muestra América. Asimismo, a diferencia de la cartografía náutica medie-val, esta carta incorpora la representación de dos paralelos, trazados en rojo y correspondientes altrópico de Cáncer y al Ecuador, y un meridiano en verde, aunque no existen referencias a los gra-dos de longitud y latitud. Este último ha sido identificado con el meridiano mencionado porla bulaInter Caetera del papa Alejandro VI (1493), la línea de referencia del Tratado de Tordesillas de1494, el lugar en el que Colón halló que la declinación magnética se volvía nula, o las dos últimasideas al mismo tiempo122.

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Fig. 23. Detalle de la Carta de Juan de la Cosa (1500)donde se aprecia banderas, una ciudad y un viento ina-

cabados, así como la imagen en encierro de Gog yMagog por Alejandro Magno tras los montes del Caspio.

Museo Naval, Madrid (n.º inv. 257).

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América aparece representada en el extremo occidental de la carta como una gran mancha verde,articulada con arcos en el norte y rectas en el sur –quizá para diferenciar la región bajo dominio inglésde la castellana– que acogen líneas azules que convergen en círculos. Indudablemente, el desconoci-miento del interior de este continente llevó a optar por cubirlo de color123, pero en la elección delmismo se evocaba la frondosidad de las selvas tropicales y los grandes ríos que tanto sorprendierona los descubridores. No cabe duda, también, de que el protagonismo visual que este territorio adquie-re lleva a dirigir la mirada del espectador hacia él, hacia la zona de mayor interés del mapa124.

Las exploraciones inglesas en territorio Americano llevadas a cabo en el norte por Juan Caboten 1497 son indicadas a través de una inscripción que reza mar descubierto por ingleses y el topó-nimo cavo de Inglaterra, así como por las cinco banderas que ondean en estas costas, correspon-dientes a los estandartes de Enrique VII. En el archipiélago caribeño podemos reconocer las islas deCuba, Jamaica, La Española y Puerto Rico, rodeadas de islas menores de forma circular de carácterfantástico. La Española y Cuba, dibujadas de manera muy real, se sitúan erróneamente sobre el tró-pico de Cáncer, más al norte de su verdadera posición. Se trata de un error que encontramos conanterioridad, como ocurre en el globo de Martin Behaim (1492)125. Sobre estas islas caribeñas, asícomo por la costa sur de las tierras americanas, ondean banderas castellanas, como las que tambiénexhiben dos embarcaciones bajo el Ecuador. Asimismo, una leyenda –este cavo se descubrió en anode mil y CCCXCIX por castilla siendo descobridor vicentians– recoge el descubrimiento del cabobrasileño de Santa María de la Concepción por Vicente Yánez Pinzón en 1500, no en 1499 comomenciona erróneamente Juan de la Cosa. Respecto a Brasil, otra leyenda al este del supuesto meri-diano de Tordesillas reza Ysla descubierta por Portugal, en alusión al viaje de Álvarez Cabral, quienpor error llegó a tierras brasileñas en 1500 cuando se dirigía hacia las Indias orientales.

Los descubrimientos de Portugal en África y Asia también están plasmados en la carta.Aparecen gráficamente a través de la serie de carabelas que con el pendón portugués circunaveganlas costas de África hasta llegar al litoral hindú. Además, en el extremo sur del continente africa-no encontramos una leyenda en la que se afirma Hasta aquí descubrió el excelente Rey don JuanRey de Portugal, en recuerdo de que el cabo de Buena Esperanza fue rebasado por Bartolomé Díazen 1488, bajo el reinado de Juan II (1481-1495). Del mismo modo, en la India, otra leyenda quereza Tierra descubierta por el rey don Manuel de Portugal, conmemora la llegada aquí de Vascode Gama en 1498, reinando Manuel I (1495-1521), y con ello el culmen de la circunnavegaciónafricana. Por último, el control de Portugal en África se pone también de relieve a través de larepresentación del escudo portugués en el cono sur del continente. Perdido al desprenderse, ya queoriginalmente era un recorte posiblemente de un grabado adherido al mapa, ahora tan solo quedasu recuerdo a través del rectángulo de enmarcamiento y la corona que lo remataba, que se poli-cromaron directamente sobre la carta.

Para recalar en uno de los aspectos más interesantes del mapa debemos volver nuestra miradahacia América, concretamente al cuello del pergamino, a la zona correspondiente a Centroamérica,aún sin explorar en 1500, donde se enmarca en una cartela a san Cristóbal llevando sobre sus hom-bros a Cristo Niño, y bajo cuya representación, como decíamos, se encuentra la firma (Fig. 24). Escomún encontrar en esta parte de las cartas náuticas la imagen de la Virgen, Cristo o algún santo,como protectores de aquellos que se embarcaban en empresas en alta mar. También figura en elmapa de Juan de la Cosa, en el océano Atlántico, una imagen de la Virgen entronizada con CristoNiño y flanqueada por ángeles, recortada de un grabado y adherida en el centro de una rosa de com-pás. En esta línea, no sería de extrañar la presencia de san Cristóbal, como santo patrón de los via-jeros. No obstante, en este caso, la lectura de esta representación debe ir más allá.

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Cabe pensar que aquí se dispusiera esta imagen paraevocar el proyecto no solo de conquista, sino podríamosdecir también mesiánico, de Cristóbal Colón, por variasrazones: por el recuerdo de la llegada del cristianismo aesas tierras a través del océano y de manos del genovés;y porque era por aquí por donde el almirante, quien fir-maba como Christo ferens (portador de Cristo), espera-ba encontrar el acceso al Índico, tal como intentó haceren su cuarto viaje (1502-1504)126. Incluso se ha sugeri-do que Juan de la Cosa retratara a Colón en el rostro delsanto, aunque desgraciadamente está muy perdido. Eldestino último de la expedición colombina podría habersido la isla de Taprobana, que, triangular y atravesadapor el Ecuador –siguiendo los dictados de la Geografía dePtolomeo–, cobra gran protagonismo entre las islas delocéano Índico. De esta forma, a través de este mapa, Juande la Cosa ilustraría a los Reyes Católicos no solo laextensión de su imperio ultramarino y las conquistas lle-vadas a cabo por otras potencias europeas rivales, comoInglaterra y Portugal, sino que con carácter estratégico, elmapa permitiría adoptar las líneas de acción más ade-cuadas para seguir con las exploraciones hasta encontrar,a Poniente, un paso marítimo hacia la India127.

Si bien la incorporación del Nuevo Mundo nos permite ubicar la Carta de Juan de la Cosaa las puertas de la Modernidad, tanto el mapa, como también quien lo firma, son enormemen-te deudores de la imagen que el hombre tenía del mundo en la Edad Media. Dejando a un ladoel continente americano, el repertorio iconográfico que se exhibe en el Viejo Mundo en estacarta solo puede ser entendido si se tiene en cuenta la cartografía náutica bajomedieval, y muyespecialmente la realizada en la isla de Mallorca. Es por ello que Julio Rey Pastor y ErnestoGarcía Camarero se refirieron a ella como la «sucesora remota de la gloriosa cartografíamallorquina»128.

Entre las imágenes relativas a la geografía física, la ilustración del Atlas africano es sin dudaalguna uno de los elementos orográficos que mayor protagonismo adquieren en este mapa (Fig. 25).Esta cordillera del norte de África está constituída por una sucesión de triángulos que alternan encolor rojo y verde, y formalmente responde al tipo de «atlas en palmera» con el «espolón» o estri-bación de Argel y un corte a la altura del estrecho de Gibraltar, muy similar al Atlas que encon-tramos en las cartas mallorquinas129. Dicho corte, a modo de interrupción en la cadena de trián-gulos, es el que dentro de la cartografía mallorquina figura como valle de «Daracha» (o «Sus» o«Ara»), identificado con la vía de penetración de los mercaderes europeos hacia el oro africano.Recuperemos las palabras con las que se explicaba Cresques Abraham en su Atlas Catalán de hacia1375 (Fig. 6): «Por este lugar pasan los mercaderes que se adentran en la tierra de los negros deGuinea, este paso se llama Valle de Darcha»130.

No obstante, el Atlas de la Carta de Juan de la Cosa no aparece denominado como tal, sinocomo «Carena», nombre de origen musulmán que recibía esta cordillera, según nos informan nue-vamente las cartas mallorquinas. Así, por ejemplo, el Atlas Catalán recoge la siguiente leyenda:

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Fig. 24. Detalle de la Carta de Juan dela Cosa (1500) con la imagen de sanCristóbal llevando a Cristo Niño y,bajo la misma, la firma del mapa.Museo Naval, Madrid (n.º inv. 257).

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«Toda esta cordillera esllamada Carena por lossarracenos y MontesClaris por los cristia-nos. Sabed que en estamontaña existen ciuda-des muy bellas y casti-llos que guerrean unoscontra otros, y tambiénque en dicha montañaabunda el pan, el vino,el aceite y muchos fru-tos buenos»131.

Asimismo, por lo querespecta a la geografía físicaen la Carta de Juan de laCosa, es igualmente reseña-ble el trazado del río Nilo. Sucurso se divide en dos ramificaciones: una procedente del sur de África y otra de la costa atlánti-ca. Esta última se identifica a su vez con el río de Oro (posiblemente el actual Níger), que permi-tía el acceso en barco hacia las riquezas auríferas de la región de Guinea y además alcazar desde eloeste el extremo oriental africano, donde se encuentra el reino del mítico Preste Juan. En mitad desu curso encontramos un lago (lacus), alimentado por unos afluentes originarios en el MonteGibebel / Camar. De forma muy parecida figuraba en el Mappamundi Catalán Estense de hacia1450 (Fig. 8), donde se decía de este elemento orográfico:

«Los sarracenos llaman a esta montaña Gibelcamar, que en nuestra lengua significamontaña de la Luna; está sobre la línea equinoccial y es tan alta que desde la cima sepodrían ver los dos polos; de esta montaña bajan ríos que forman un lago en el cual seencuentra oro y por eso se le llama río de Oro»132.

Tal como se explica en el texto, el nombre dado a este monte en la Carta de Juan de la Cosa esla transcripción del árabe Gebel al-Qumr o Gebel al-Qamar, que significa «monte de la Luna», unamontaña que según la Geografía (lib. IV, cap. 8) de Claudio Ptolomeo (ca. 100-ca. 168) era el ori-gen del Nilo. La presencia en estos mapas de la transcripción del nombre árabe del monte da pie apensar que la fuente de este río debió de llegar a ellos a través de contactos orales con el mundo islá-mico, más que a través de la obra del sabio alejandrino. No en vano, su Geografía fue tan solo cono-cida en la Europa occidental a partir de su traducción del griego al latín hacia 1406-1409 y, añosantes, la carta veneciana de los hermanos Pizzigani de 1367 ya recogía esta alusión133.

Pasando ahora a la rama meridional del Nilo, es interesante señalar que según la cartografíanáutica mallorquina, este procede Paraíso Terrenal. Así por ejemplo se afirma ya en la carta deAngelino Dulcert (1339)134, y se representa en el Mappamundi Catalán Estense en la zona ecua-torial del continente africano (Fig. 8). El origen de esta idea deriva de la identificación del Nilo conel Geón, uno de los ríos paradisíacos mencionados en el Génesis (2:10-14). Sin embargo, la Cartade Juan de la Cosa se distancia en este caso de la cartografía náutica bajomedieval, y prescinde

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Fig. 25. Detalle de la Carta de Juan de la Cosa (1500) con el Atlasafricano y el río de Oro (rama occidental del Nilo) originario en elMonte Gibebel Camar, así como los soberanos Rey Melli (Mansà

Musà), el Rey Benicalep (cinocéfalo), y unas minas auríferas.Museo Naval, Madrid (n.º inv. 257).

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tanto textual como iconográficamente del Paraíso Terrenal en África. Quizá, la razón se deba a quecon el descubrimiento del Nuevo Mundo el Paraíso fue trasladado a las tierras americanas. Dehecho allí lo localizaba el propio Cristóbal Colón, quien en su Tercer Viaje (entre 1498 y 1500),ante la desembocadura del río Orinoco, creía estar ante uno de los ríos del Paraíso, pues de estedice:

«Y creo que pueda salir de alli [del Paraíso Terrenal] esa agua bien que sea lexos yvenga a parar alli donde yo vengo: y faga este lago. grandes yndiçios son estos delparayso terrenal: porquel sitio es conforme ala opinion destos sanctos e sanctos theo-logos. y asimismo las señales son muy conformes que yo jamas ley ni oy que tanta can-tidad de agua dulce fuese asi adentro e vezina con la salada. y enello ayuda asi mismoLa suauissima temperancia. y si dealli del parayso no sale: pareçe aun mayor maravi-lla: por que no creo que sepa enel mundo de rio tan grande y tan fondo»135.

Por ultimo, en relación con lageografía física, debemos mencionarel mar Rojo, policromado de estecolor, aunque el agua no es roja,sino que lo es su fondo (Fig. 26). Asíse explica en las cartas náuticasmallorquinas, donde por ejemplo enel Atlas Catalán (ca. 1375) deCresques Abraham se dice:

Además de mediante banderas yestandartes, que como hemos vistocobran gran importancia en lasrecientes conquistas geográficas, Juan de la Cosa muestra el reparto político del mundo mediantela ilustración de soberanos que exhiben sus insignias de soberanía –coronas, centros, armas, etc.–y están enmarcados en tiendas de campaña o incluso sentados a la turca sobre grandes cojines. Noobstante, por lo que a esto se refiere, se porducen numerosos anacronismos en el Viejo Mundo, yaque muchos de ellos son soberanos que ejercieron su poder mucho antes de que se hiciera el mapa.Incuestionablemente estos son recogidos en esta carta por influencia de las mallorquinas. Tal es elcaso por ejemplo del Rey Melli del norte de África. Se trata de Mansà Musà (1312-1337), bajocuyo gobierno el reino de Mali alcanzó un enorme esplendor, extendiendo sus dominios por granparte del Occidente africano, y accediendo a los depósitos auríferos del río de Oro. Por la abun-

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Fig. 26. Detalle de la Carta de Juan de la Cosa(1500) con el mar Rojo, la reina de Saba, el viaje delos Tres Reyes Magos hacia Belén y un junco chino.

Museo Naval, Madrid (n.º inv. 257).

«Este mar se llama Mar Rojo,y a través de sus aguas pasaronlas doce tribus de Israel. Sabedque el agua no es roja, sino queel fondo es de este color. A tra-vés de este mar pasa la mayorparte de las especias que llegana Alejandría procedentes de lasIndias»136.

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dancia de este metal es considerado el soberano másrico y más noble de la región, como por ejemplo lodescribe el Atlas Catalán: «Este rey negro se llamaMusse Melly y es soberano de los negros de Guinea.Es el más rico y noble soberano de toda esta regióndebido a la abundancia de oro que se extrae de supaís»137.

En Asia, en el extremo oriental del mundo, figu-ra el Rey Ganbaleque en la carta de Juan de la Cosa.Se trata de Kublai Khan (1260-1294), monarca encuya corte permaneció varios años Marco Polo. Deeste, copiando Il Milione del mercader veneciano, sedice en el Atlas Catalán:

«El príncipe más poderoso de todos los tárta-ros se llama Holubeim, que quiere decir GranKhan. Este emperador es mucho más rico quecualquier otro emperador del mundo. Protegena este emperador doce mil jinetes y éstos tienencuatro capitanes. Cada uno de los cuatro capi-tanes con su tropa sirve en la Corte tres mesesal año, relevándose unos a otros»138.

Entre los soberanos presentes en el mundo de laCarta de Juan de la Cosa, están también presentes losbíblicos, como la reina de Saba con sable en alto enla península Arábiga (Fig. 26), de la que nos informa así el mapa de Cresques Abraham:

«Arabia Sebba. Provincia que fue de la reina de Saba. Ahora es de los árabes sarrace-nos, y en ella hay muy buenos perfumes, así como mirra e incienso. Abunda en oro,pata y piedras preciosas y también, según se cuenta, se encuentra allí un ave llamadaFénix»139.

Igualmente tienen también cabida los soberanos fantásticos, como el Rey Benicalep en África,cerca del Monte Gibebel / Camar (Fig. 25). Se trata de un cynocéfalo, es decir, un ser monstruosocon cabeza de perro, que encontramos también ilustrado en el Mappamundi Catalán Estense dehacia 1450 (Fig. 8), y del que una leyenda en este mapa nos dice:

«Los sarracenos llaman a estas gentes Benicalep, que en nuestra lengua significa perro,hijo de perro, porque su cara se asemeja a la de un perro; entre ellos se entienden pormedio de ladridos y no tienen leyes ni razones, y guerrean contra otros sarracenossometidos al emperador Preste Juan»140.

En Etiopía se encuentra Preste Juan, soberano mitológico popularizado en la Edad Media apartir de la carta que supuestamente envió en 1165 al emperador Manuel I Comneno deConstantinopla, quien a su vez la remitió al emperador bizantino de Occidente, FrederickBarbarossa, el cual la mandó traducir del griego original al latín141 (Fig. 27). En este documentoepistolar, Preste Juan se presentaba como el soberano cristiano de las Indias, cuyo imperio, por lo

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Fig. 27. Detalle de Preste Juan de laCarta de Juan de la Cosa (1500).Museo Naval, Madrid (n.º inv. 257).

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enorme de su extensión, atesorabatodas las posibles maravillas142.Dada la identificación geográficaexistente en la Edad Media entre laIndia y Etiopía, a principios del sigloXIV, este soberano fue localizado enel continente africano. Aquí lo men-cionan las cartas náuticas mallorqui-nas, y entre ellas lo encontramosretratado por primera vez en la deMecia de Viladestes de 1413 (Fig.28). Según aparece en esta, y talcomo se repite en la Carta de Juan dela Cosa, Preste Juan está tocado conmitra por el poder espiritual queostenta en su imperio.

En Asia figuran también los TresReyes Magos que con sus presentessiguen la estrella (estela), y se dirigen acaballo hacia Belén, donde se repre-senta una esquemática Natividad (Fig.26). El viaje de los Magos está ilustra-do dentro de la cartografía mallorqui-na desde la carta de Angelino Dulcert(1339), y continúa en otros mapas

mallorquines como el Atlas Catalán de hacia 1375 (Fig. 6) o la carta de Gabriel de Valseca de 1439.Por otra parte, en la boca del golfo Pérsico y en el litoral hindú, mezcladas con las embarca-

ciones portuguesas que han llegado al continente asiático, aparecen en la Carta de Juan de la Cosaunas naves que difieren en gran medida de la ingeniería naval occidental (Fig. 26). Posiblemente setraten de los juncos chinos, embarcaciones que ya aparecían representadas en el Atlas Catalán (Fig.19) acompañadas de leyendas descriptivas derivadas de Marco Polo, tales como:

«Sabed que estas naves se llaman “nichi” (juncos). Tienen sesenta codos de quilla ytreinta y cuatro codos de eslora; pocas hay que tengan menos de cuatro mástiles, y lashay hasta de diez. Las velas son de caña y palma»143.

En el norte del continente asiático en la Carta de Juan de la Cosa, dentro de una hornacina amodo de tienda de campaña, aparece sobre pedestal la representación de una figura monstruosacon numerosos rostros en su cabeza y en sus manos, identificada con un Ydolo de ydolatras, segúnreza la leyenda a sus pies (Fig. 29). Se trata de la representación del ídolo adorado por los idóla-tras de la ciudad de Castrema, tal como conocemos gracias a la cartografía mallorquina. Así porejemplo figura en la carta de Mecia de Viladestes de 1413 (Fig. 30) o en el Mappamundi CatalánEstense de hacia 1450, donde junto a su representación encontramos la siguiente leyenda:

«Ciudad de Castrema. En esta provincia hay gente idólatra que adoran un ídolo demetal con nueve cabezas y nueve manos y le consideran su dios; por otra parte, hay hor-

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Fig. 28. Detalle de Preste Juan de la carta náutica deMecia de Viladestes (1413).

Bibliothèque nationale de France, París (Rés. Ge. AA 566).

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cas y hombres santos como ermitaños;cuando son viejos, se hacen colgar en lahorca por los cabellos y por la garganta, yson considerados santos por todos mientraslos cabellos se mantienen en la horca»144.

En el extremo noreste del mundo en la cartade Juan de la Cosa están representados Got yMagot, es decir, los apocalípticos Gog y Magog,quienes según cuenta la leyenda fueron encerra-dos tras los montes del Caspio por AlejandroMagno145 (Fig. 23). Aunque la ubicación geográ-fica de estos montes no es la correcta, fueron tras-ladados al Extremo Oriente pues allí había mayorcabida para la imaginación, ya que en el momen-to de la realización de este mapa la región delCaspio era demasiado conocida como para situarallí esa historia146. En esta carta, la muralla estáarticulada en dos espacios: uno reservado paraGog y otro para Magog. El primero está repre-sentado como un cynocéfalo e identificado en unaleyenda como Rostrican, o cabeza de perro.Magog aparece como un Blemmya, monstruo sincabeza con el rostro en el pecho, siguiendo unaleyenda que afirma Sin cabeça según algun. Desdeel punto de vista iconográfico, resulta de interés elhecho de que este personaje exhiba en sus manosunos tallos dorados, aspecto que Fernando SilióCervera vinculó al Anticristo147. No solo la inser-ción de este tema, sino incluso la forma en la queeste se ilustra en la Carta de Juan de la Cosapuede vincularse a la cartografía mallorquina: en el Atlas Catalán (ca. 1375) de Cresques Abrahamencontramos tras los montes del Caspio a un personaje identificado con el Anticristo, concretamentela representación de uno de los pasajes de su vida en la que se manifiesta como falso profeta reali-zando milagros: haciendo brotar frutos de unas ramas secas148 (Fig. 17); estas ramas pueden serrelacionadas con los brotes que muestra Magog en la Carta de Juan de la Cosa por lo que podemosafirmar que en el proceso de identificación de Magog con el Anticristo, el primero va a heredar loselementos característicos del segundo.

Por último, hay que destacar la ilustración de las explotaciones de minas auríferas en la Cartade Juan de la Cosa, una representación ajena a la cartografía mallorquina y propia de la realidadeconómica que se vivía en el momento de la realización de este mapa. Estas minas están represen-tadas en el continente africano en número de dos (Fig. 25), y una en el asiático. En ellas se ilustranpepitas de oro de formas irregulares y junto a las mismas pequeñas figuras esquemáticas, llevandosobre sus cabezas cestos en los que se porta el metal. Algunas de ellas están armadas: llevan flechasy arcos para la defensa en el transporte del cargamento.

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Fig. 29. Detalle del ídolo de laCarta de Juan de la Cosa (1500).

Museo Naval, Madrid (n.º inv. 257).

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Como conclusión, podemos señalar queaunque el descubrimiento del Nuevo Mundofue uno de los factores determinantes delnacimiento de la Edad Moderna y, en conse-cuencia, su representación en la Carta deJuan de la Cosa supondría el arranque de lacartografía moderna, el cotejo de esta obracon la cartografía náutica bajomedieval nospermite descubrir que este mapa hunde susraíces en la imagen medieval del mundo,especialmente de ese mundo que desde elsiglo XIV, con carácter enciclopedista, habí-an plasmado los cartógrafos mallorquines.Desde la desembocadura del Nilo en el occi-dente africano, hasta Gog y Magog en elextremo oriental, esta carta es reflejo delmundo del Medievo. Y sin duda, tal comofue anunciada en 1853 en la subasta de laspertenencias de su anterior propietario, elbarón Walckenaer (1771-1852), este mapaes «el documento geográfico más preciosoque nos ha legado la Baja Edad Media»149.

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Fig. 30. Detalle del ídolo de la carta náuticade Mecia de Viladestes (1413).

Bibliothèque nationale de France, París

(Rés. Ge. AA 566).

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jNotasi

1. REVELLI, 1937, 312.

2. WINTER, 1952, 4.

3. PUJADES I BATALLER, 2007, 260, nota 94.

4. Para este tipo de mapas, CHEKIN, 2006, 27-74.

5. Catedral de El Burgo de Osma, Soria (Cod. 1, fols. 34v-35r). Para este mapa, MORALEJO ÁLVAREZ, 1992,

151-179; reed. en 2004, vol. 2, 237-260; para una reproducción facsimilar de este manuscrito, BEATO DE

LIÉBANA, 1992, vol. 1.

6. Hereford Cathedral, Hereford (Reino Unido). Para este mapa, WESTREM, 2001; y HARVEY, 2010; para

una reproducción facsimilar, restaurada digitalmente, Mappa Mundi..., 2010.

7. Biblioteca Nazionale Marciana, Venecia (n.º inv. 106173). Para este mapa, FALCHETTA, 2006; y CATTA-

NEO, 2011.

8. «Maps were practically unknown in the middle ages», en HARVEY, 1991, 7.

9. El estudio de la cartografía náutica medieval ha dado lugar a una muy amplia bibliografía en constante cre-

cimiento; para una aproximación a este tema, REY PASTOR y GARCÍA CAMARERO, 1960; CAMPBELL,

1987; ROSSELLÓ I VERGER, 2000; PUJADES I BATALLER, 2007; y SÁENZ-LÓPEZ PÉREZ, 2007, 291-

713, 726-738.

10. BEAZLEY, (1904), pp. 159-161.

11. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, 2001, vol. 2, s.v. «mapa».

12. Véase PUJADES I BATALLER, 2007, 155-163.

13. NANGIS, 1840, 444.

14. Bibliothèque nationale de France (BnF), París (Ms. espagnol 30). Para una reproducción facsimilar de este

mapa, CRESQUES ABRAHAM, 1983; e Ibidem, 2005.

15. BnF, París (Rés. Ge. AA 566). Para una reproducción de este mapa, PUJADES I BATALLER, 2007, 202-203,

fig. C30.

16. Biblioteca Estense Universitaria, Módena (C.G.A.1). Para una reproducción facsimilar de este mapa, MILA-

NO y BATINI, 1996; y Antichi planisferi..., 2004.

17. DESTOMBES, 1955, 151-152.

18. «Figures e animals .clxv.; e naus e galeres .xxv.; e peys entre grans e pochs, cent; e banacres que son en ciu-

tats e castells, .cccxxxx.; e arbres per tot lo mapamundi, .cxxxx.; en axi que son en suma per tot .dcclxx»,

en SKELTON, 1968, 111.

19. Arxiu de la Corona d'Aragó, Barcelona (Reg. 1665, fol. 26); para este documento, RUBIÓ I LLUCH, 1908,

295; y para la identificación del Atlas Catalán con el mapa mencionado en la documentación, RIERA I

SANS, 1975, 14.

20. «Ymage del mon e de les diverses etats del mon e de les regions que son sus la terra de diverses maneras de

gens qui en ela habiten», en CRESQUES ABRAHAM, 1983, 15.

21. REY PASTOR y GARCÍA CAMARERO, 1960, 16.

22. «Establir noves rutes i obrir nous mercats per als seus productes, o bé accedir a altres territoris per tal de

proveir-se», en HERNANDO, 1995, 52.

23. BnF, París (Rés. Ge B 1131).

24. Para el sistema clásico de los vientos en la Edad Media, OBRIST, 1997.

25. GALLETTI, 1854, 8.

47

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26. MAGNAGHI, 1898, 7.

27. WINTER, 1954, 1; y BAGROW, 1985, 66.

28. BnF, París (Rés. Ge B 696). Para una reproducción de este mapa, PUJADES I BATALLER, 2007, 120-121,

fig. C8; para el detalle del viento, SÁENZ-LÓPEZ PÉREZ, 2009, 119.

29. Además del Atlas Catalán de Cresques Abraham solo conozco de esta cronología tan temprana otro caso de

una carta náutica con rosas de compás: un atlas anónimo veneciano (1384-1458) de la British Library (BL),

Londres (Add. Ms. 19510).

30. CAMPBELL, 1987, 396.

31. Società Geografica Italiana, Roma (Ms. A5). Para una reproducción facsimilar de este mapa, CANEPA,

1990.

32. Véase SÁENZ-LÓPEZ PÉREZ, 2009, 120-121.

33. Museo Naval, Madrid (MN 257). Para una reproducción facsimilar de este mapa, JUAN DE LA COSA,

1992.

34. CHAVES, 1983, 114.

35. Desaparecida en la II Guerra Mundial; el Archivio di Stato, Florencia, conserva una reproducción fotográfi-

ca en blanco y negro a tamaño original (Carte nautiche 2); para una reproducción de este mapa, KAMAL,

1936, vol. IV, fasc. I, fols. 1137v-1138.

36. CHAVES, 1983, 113.

37. LAGUARDA TRÍAS, 1964, 16.

38. Biblioteca Palatina, Parma (Ms. 1614). Esta carta está reproducida en CAVALLO, 1992, vol. 1, 337, fig.

II.20.

39. Ibidem, 336.

40. «Nota quod quodlibet spatium denotat miliaria decem, maius spatium denotat miliaria quinquaginta et haec

mensura (...) per mare licet non in omnibus per terram propter vias tortuosas», en LAGUARDA TRÍAS,

1964, 16, nota 8.

41. PUJADES I BATALLER, 2007, 219-224.

42. Así se puede apreciar por ejemplo en la carta náutica de Mateo Prunes, Museo Naval, Madrid (PM-1); para

este mapa y sus escalas gráficas, SÁENZ-LÓPEZ PÉREZ, 2006b, 179.

43. GARCÍA FRANCO, 1959, 165-166.

44. Así encontramos por ejemplo motivos florales en las esquinas del Cornaro Atlas (siglo XV), BL, Londres

(Egerton Ms. 73). Algunos mapas de este atlas están reproducidos en HARVEY, 1991, 66-67, figs. 51 y 52.

45. CHAVES, 1983, 114.

46. CAMPBELL, 1987, 378.

47. CHAVES, 1983, 114.

48. Biblioteca Nazionale Centrale di Firenze, Florencia (Portolano 1). Para una reproducción de este mapa,

CAVALLO, 1992, vol. 1, 492-493, fig. III.18.

49. «Indicus pelagus multis occupatur insulis, scopulis et scirtis...», en STEVENSON, 1912, 27-28.

50. «Jullianus bon tempo Jhenuencis hic fregit», en BARATTA, 1915, 741.

51. Beinecke Rare Book and Manuscript Library, Yale University, New Haven (Ms. 1980.158). Para una repro-

ducción de este mapa, PUJADES I BATALLER, 2007, 190-191, fig. C25.

52. «Magistri cartarum, tam Catalanj, Ueneti, Januese quam alii qui cartas nauigandi fecerunt temporibus retro-

actis».

53. BnF, París (Rés. Ge 1118). Para una reproducción de este mapa, CAVALLO, 1992, vol. 1, 298-299, fig. II.6.

54. Biblioteca del Comune e dell'Accademia Etrusca, Cortona (Italia). Para una reproducción de este mapa,

PUJADES I BATALLER, 2007, 66-67, fig. C2.

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55. Archivio di Stato, Lucca (sala 40, 194/I). BILLION, 2011, pp. 1-21. Tanto la fecha de realización de la carta

Pisana y como la de Lucca han sido retrasados por PUJADES I BATALLER, 2013, pp. 17-32, sin embargo,

sus conclusiones son rebatidas por CAMPBELL, <http://www.maphistory.info/CartePisaneTEXT.html> (últi-

ma consulta 10 de junio de 2015).

56. Archivio Corsini, Florencia. Para este mapa, MAGNAGHI, 1898; y ANGELINO DALORTO, 1929.

57. Carta de 1311, Archivio di Stato di Firenze, Florencia (Carte nautiche 1); atlas de 1313, BnF, París (Rés. Ge

DD 687); dos atlas de 1318, Musei Civici Veneziani, Collezione Correr, Venecia (Portolano 28) y Österrei-

chische Nationalbibliothek, Viena (Ms. 594); atlas hacia 1320, Biblioteca Apostolica Vaticana (BAV), Roma

(Pal. Lat. 1362A); y atlas hacia 1322, Bibliothèque de la Ville, Lyon (Ms. 175). Atribuidos a Pietro Vesconte

son 1321, BAV, Roma (Vat. Lat. 2972); y 1325, BL, Londres (Ms. 27376*).

58. Biblioteca Palatina, Parma (Ms. 1612). Para una reproducción de este mapa, CAVALLO, 1992, vol. 1, 432-

433.

59. BnF, París (Rés. Ge B 696). Para una reproducción de este mapa, PUJADES I BATALLER, 2007, 120-121,

fig. C8.

60. REPARAZ, 1930, 302-303; y LLOMPART I MORAGUES, 1997, 1122-1124.

61. LLOMPART I MORAGUES, 1975, 43.

62. BnF, París (Rés. Ge B 1131).

63. Archivio di Stato, Florencia (Carte nautiche 3). Para una reproducción de este mapa, PUJADES I BATA-

LLER, 2007, 158-159, fig. C17.

64. Esta carta fragmentaria fue comprada en 2014 por el Ayuntamiento de Barcelona, y actualmente se conser-

va en el Arxiu Històric de esta ciudad.

65. Por ejemplo, a Barcelona marchó en 1394 Jaume Ribes (Jafuda Cresques) y aquí trabajó en la realización de

unos mapas con Francesco Beccari en 1399-1400, tal como mencionamos anteriormente. Como muestra de

una carta ejecutada en la ciudad condal podemos mencionar la de Jacobo Bertrán y Berenguer Ripoll (1456),

National Maritime Museum, Greenwich (G230:1/7), en cuya firma leemos: «Jachobus Bertran et Berengarius

Ripol composuit hanch cartam in civitatis Barchioe anno a natiutate Dnj MCCCCL sexto». Para una repro-

ducción de este mapa, PUJADES I BATALLER, 2007, 318-319, fig. C58.

66. CAMPBELL, 1987, 429-430.

67. Para Cresques Abraham y su taller, RIERA I SANS, 1975; LLOMPART I MORAGUES, 1999-2000; PUJA-

DES I BATALLER, 2005; y SÁENZ-LÓPEZ PÉREZ, 2007, 303-318.

68. Marcel Destombes atribuyó a Jafuda Cresques la carta anónima (ca. 1380) de la BnF, París (Rés. Ge AA 751),

en DESTOMBES, 1952, 60-62; y FONCIN, DESTOMBES y RONCIÈRE, 1963, 19. Para una reproducción

de este mapa, PUJADES I BATALLER, 2007, 178-179, fig. C22.

69. El documento que así lo prueba es Arxiu del Regne de Mallorca, Palma de Mallorca (Prot. Not. Nicolau de

Cases, N-2421 (1387-1391), fols. 123r-v, recogido en LLOMPART I MORAGUES y RIERA I SANS, 1984,

349-350.

70. Biblioteca Medicea Laurenziana, Florencia (Ashb. nº. 1802). Para una reproducción de este mapa, PUJADES

I BATALLER, 2007, 238-239, fig. C34.

71. Topkapi Sarayi, Estambul (H. 1826). Para una reproducción de este mapa, KAMAL, 1939, vol. IV, fasc. IV,

fols. 1456v-1457.

72. Véase LLOMPART I MORAGUES, 1988, 49-50.

73. LLOMPART I MORAGUES, 1977, 1127 y doc. 31, donde se transcribe el testamento de Vicenç Prunes.

74. FALCHETTA, 1995, 69.

75. Obviamente esto no siempre fue cierto, como afirma Pujades i Bataller para el caso de los cartógrafos medie-

vales mallorquines, en PUJADES I BATALLER, 2007, 257 y nota 79.

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76. Biblioteca Nazionale Centrale Vittorio Emanuele II, Roma (Cart. Naut. 1). Para una reproducción de este

mapa, CAVALLO, 1992, vol. 1, 314-315, fig. II.12.

77. «Alborame unde ego sic vidi».

78. RIERA I SANS, 1975, 17-18.

79. «Presbyter Johannes rector Sancti Marci de Portu Janue me fecit».

80. «Presbiter Bartholomeus de Pareto Civis Janue Acolitus Sanctissimi Domini Nostri Pape Composuit Hanc

Cartam MCCCCLV in Janua».

81. FALCHETTA, 1995, 33-34.

82. Colección privada, anteriormente perteneció a David Solomon Sassoon, Jerusalén (Ms. 368); existe un

microfilm en blanco y negro en la BL, Londres (Or. Microfilm 2744). Para este manuscrito, SASSOON,

1932, 6-14.

83. Para la Biblia Farhi, MINTZ, 1988, 51-56; LEVEEN, 1944, 109-113; y KOGMAN-APPEL, 2004, 152-154.

84. El nombre del artista, igualmente «Elisha ben Abraham ben Benveniste ben Elisha Crescas», figura también

en la p. 89. En la p. 2, su autor afirma «yo completé».

85. RIERA I SANS, 1975, 15. Esta identificación de Cresques Abraham como autor de biblias y mapas ha sido

mantenida con posterioridad; véase SÁENZ-LÓPEZ PÉREZ, 2009, 129-130; y KOGMAN-APPEL, 2014,

27-36.

86. Biblioteca Pública Estatal Saltykov-Shchedrin, Leningrado (Firk. Hebr. II._.B.101); véase ROTH, 1952, 356.

No obstante, no todas las páginas tapiz de este Pentateuco parecen proceder del mismo manuscrito, según

GÜNZBURG, STASSOFF y NARKISS, 1990, 68.

87. LLOMPART I MORAGUES, 1989, 6.

88. PUJADES I BATALLER, 2007, 258.

89. CHAVES, 1983, 110-114; CORTÉS, 1990, 214-225; y GARCÍA DE PALACIO, 1993, 236-239.

90. Los mejores estudios sobre el proceso de realización de la cartografía náutica bajomedieval son los de

CAMPBELL, 1987, 390-392, 428-432; ASTENGO, 1994, 153-172; y PUJADES I BATALLER, 2007, 182-

235; asimismo, para las cartas náuticas posteriores, ASTENGO, 2007, 185-206.

91. Es importante poner de relieve que a partir del nacimiento de la imprenta, en algunas ocasiones se impri-

mieron cartas para incluirlas en compendios cosmográficos o náuticos. Así ocurrió por ejemplo en el Breue

compendio de la sphera y de la arte de nauegar, con nueuos instrumentos y reglas, exemplificado con muy

subtiles demonstraciones... de Martín Cortés (Sevilla: Antón Álvarez, 1551), donde en el fol. 67r se incor-

poró una carta, centrada en el océano Atlántico, que abarcaba del Nuevo Mundo al occidente del Viejo.

Asimismo, es importante señalar que con posterioridad a la Edad Media continuó empleándose el pergami-

no por su durabilidad, por ejemplo, en la realización del padrón real o mapa oficial que se hacía en la Casa

de la Contratación de Sevilla y que debía servir como modelo de todas las cartas españolas. No obstante, a

partir del siglo XVI se generalizó el uso del papel (material ya muy común), pues se suponía que las cartas

se empleaban durante tiempo limitado al ser continuamente actualizadas; para este tema, SANDMAN, 2007,

1096-1101.

92. Véase PUJADES I BATALLER, 2007, cap. 2, ref. 27.

93. Para la imagen de una de estas cajas, ASTENGO, 2007, 183, fig. 7.5.

94. Véase PUJADES I BATALLER, 2007, 187-188.

95. Véase POGNON, 1975, 7-9.

96. Véase CAMPBELL, 1987, 390; y PUJADES I BATALLER, 2007, 188-200.

97. Musei Civici Veneziani, Collezione Correr, Venecia (Portolano 28, fol. 2v).

98. BnF, París (Rés Ge D 3005). Véase HAMY, 1897; reimpresa en 1969.

99. 1439, Museu Marítim de Barcelona (inv. No. 3236); 1447, BnF, París (Rés Ge C 4607); 1449, Archivio di

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Stato, Florencia (Carte nautiche 22); siglo XV, atribuida, BnF, París (Rés Ge D 3005).

100. PUJADES I BATALLER, 2009, 241.

101. CORTÉS, 1990, 217.

102. Ibidem.

103. Ibidem, 218-219.

104. PUJADES I BATALLER, 2007, 214.

105. Este texto está transcrito en Ibidem, 213.

106. Véase CAMPBELL, 1987, 391-392.

107. PUJADES I BATALLER, 2007, 212.

108. CORTÉS, 1990, 219.

109. PUJADES I BATALLER, 2007, 218.

110. Ibidem.

111. Ibidem, 219.

112. CORTÉS, 1990, 219.

113. Ibidem.

114. PUJADES I BATALLER, 2007, 224.

115. Para una edición de esta obra, MARCO POLO, 1958. Para una aproximación a la influencia de Marco Polo

en el Atlas Catalán, MASSING, 2007, 376-390.

116. CAMPBELL, 1987, 392-393.

117. «El primer cartògraf que, amb la seva carta feta a Mallorca l’any 1339, presenta davant dels nostres ulls el

resultat madur d’aquest procés d'enriquiment decoratiu i informatiu de les cartes i mapamundis de luxe», en

PUJADES I BATALLER, 2007, 225 y 231.

118. Para la autoría y realización en 1500, CEREZO MARTINEZ, 1989, 149-162. Para una introducción a la

vida y obra de Juan de la Cosa, MARTÍNEZ MARTÍNEZ y DE LA FUENTE ROYANO, 2010.

119. La reina Isabel llegó a comentar en una ocasión: «Sería más servida quel dicho Juan de la Cosa ficiese este

viaje, poniéndose en lo justo, porque creo que lo sabría hacer mejor que otro alguno... en lo de navegar yo

mandaré que se rija por lo que pareciere al dicho Juan de la Cosa, porque sé que es hombre que sabrá bien

lo que se aconsejare», recogido en SILIÓ CERVERA, 2002, 64.

120. MARTÍN-MERÁS VERDEJO, 2000, 79.

121. PIETRO MARTIRE D’ANGHIERA, 2012, 189-190. La cursiva es mía para enfatizar.

122. Para estas distintas teorías, ROBLES MACIAS, 2010, 8.

123. O’DONNELL Y DUQUE DE ESTRADA, 1990, 87.

124. SILIÓ CERVERA, 2002, 82.

125. Germanisches National Museum, Núremberg. Para este globo, RAVENSTEIN, 1908.

126. Para el proyecto colombino, véase DELANEY, 2006, 260-292; y WEY GÓMEZ, 2008.

127. CEREZO MARTÍNEZ, 1992, 41.

128. REY PASTOR y GARCÍA CAMARERO, 1960, 49. El cotejo de la Carta de Juan de la Cosa con la carto-

grafía mallorquina fue desarrollado en SÁENZ-LÓPEZ PÉREZ, 2006a, 17-27.

129. REY PASTOR y GARCÍA CAMARERO, 1960, pp. 25-26.

130. «Per aquest loch pasen los merchaders que entren en la terra del[s] negres de Gineva, lo qual pas és appellat

Vall de Darcha», en CRESQUES ABRAHAM, 1983, 45.

131. «Tota aquesta muntanya de lonch és appellade Carena per serrayns, e per crestians és appellade Muntis

Claris. E sepiats que en aquesta dita muntanya ha moltes bones villes e castels los quals combaten los huns

ab lus altres; encara con la dita muntanya és abunda de pae de vi e d’oli e de totes bones fruytes», en

Ibidem, 45.

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132. «Aquesta montanya dien los sarayns mont Gibelcamar qui vol dir en no(st)ra lengua mons de la Luna, la

qual montaya es sobre la linia equinocsiall, e as tant alta que del pus alt loch vauriem hom ab dues les

tramu(n)tanes; de aquesta montaya vena(n) ri(us) p(er) los quals fa vlac en lo quall s’ajusta l’or, la qual es

apellat riu de l’or», en MILANO y BATINI, 1996, 202.

133. «Iste lacus exit de mons Lune et transit per deserta arnosa» y «Muns Lune gibet camal sive mons aurey hic

semper est perpetua nis propter altitudo mocium», en LONGHENA, 1953, 73.

134. «Flumen Gion que descendit de montibus paradisi».

135. VARELA MARCOS y LEÓN GUERRERO, 2002, 113.

136. «Aquesta mar és appellade la Mar Roga per on passaren los ·XII· trips d’Issraell. E sepias que l’aygua no és

roga, mas lo fons és d’achela color. Per esta mar passa la major pertida de l’espècies qui vénen [en]

Allexandria de les Índies», en CRESQUES ABRAHAM, 1983, 64.

137. «Aquest senyor negre és appellat Musse Melly, senyor dels negres de Guineva. Aquest rey és lo pus rich e·l

pus noble senyor de tota esta pertida per l’abondànçia de l’or lo qual se recull en la suua terra», en Ibidem,

45.

138. «La major príncep de tots los tartres ha nom Holubeim, que vol dir Gran Ca. Aquest emperador és molt pus

rich de tots los altres enperadors de tot lo món. Aquest emperador guarden ·XII· [millia] cavallés e han ·IIII·

capitans. Aquests ·XII· millia cavallés e cascú capità [és] en la cort ab sa copanya per ·III· [meses] de l’any, e

axí dels altres per [orde]», en Ibidem, 87.

139. «Arabia. Sebba. Provincia la qual és aquella que tania la ragina Sebba. Ara és de sarrayns alhàrabs e ay mol-

tes bones odós axi con de mirra e d ensens e és abundade en or, en argent e en péres preciosses e encara,

segons diu, hi és atrobat un auçell que ha nom ffenix», en Ibidem, 72.

140. «Aquesta genaracio de ge(n)s apellan los saraïns beni calep; uol dir en nostra lenga ca fill de cha; com lur

cara es semblant a qua qui glapexen entra els; s’entenen p(er) aquelles altres gens, e no an lig ne raho nan-

guna, ans guaragen ab altres saraïns, los quals son sotsmezos a l’anp(er)ador Presta Iohan», en MILANO y

BATINI, 1996, 202.

141. Para la edición crítica de la carta, véase el trabajo magistral de ZARNCKE, 1879, 873-934; reed. en BEC-

KINGHAM y HAMILTON, 1996, 40-102.

142. Véase LANGLOIS, 1927, 44-70.

143. «Sapiats que aquestes naus són appellades Nichi e han ·LX· coldes de carena e hobren ·XXX·IIII· coldes e

menys han encara de ·III· arbres fins en ·X· e les [lurs] veles són de canes e de palma», en CRESQUES ABRA-

HAM, 1983, 76.

144. «Ciutat de Castrema. En sta prouiincia a jens idolatrechs, los quals adoran vna idolla da matall ab nou caps

e nou mans e fan na lur deus e a·y d’altre part forques e homens sant a manera d’ermitans; com son uels fan-

sa panjar a la forca p(er) los cabels e degolan-los totom se tena(n) a la forca», en MILANO y BATINI, 1996,

153.

145. En relación con la leyenda del encierro de Gog y Magog tras los montes del Caspio por Alejandro Magno,

GRAF, 1883, vol. 2, 507-563; ANDERSON, 1932.

146. ANDERSON, 1932, 87.

147. SILIÓ CERVERA, 2002, 126.

148. SÁENZ-LÓPEZ PÉREZ, 2005, 263-276.

149. «Le plus précieux document géographique que nous ait légué la fin du moyen âge», en POTIER, 1853, 237,

lote 2904.

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