La alegoría del mito como narrativa de la nación en Memorias de Bernardo Vega
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La alegoría del mito como narrativa de la nación en Memorias
de Bernardo Vega
En la introducción a las Memorias de Bernardo Vega1, el editor de
dicho libro, César Andreu Iglesias comienza hablándonos de una
“Advertencia a los lectores”, que, a manera de prólogo, Vega
escribiera en el invierno de 1955 para expresar la finalidad de
su obra, que era redactar “una memoria honrada de cómo han vivido
y qué han hecho los puertorriqueños en Nueva York”(9). La
ausencia de dicho prólogo en la versión editada por Andreu
Iglesias y, la cual, ante su muerte, fue terminada por el también
escritor José Luis González, nos cierra y a la vez nos abre el
horizonte narrativo de la obra que sucederá en las páginas
subsiguientes a la “Introducción: Donde el editor da cuenta de
algunas opiniones de Bernardo del origen de estas Memorias y de
cómo realizó el trabajo para publicarlas”. Las Memorias, cuya
publicación ni Vega ni Andreu Iglesias vieron, progresarán como
una narrativa homodiegética en primera persona. Sin embargo, de
1 Andreu Iglesias, César, Memorias de Bernardo Vega. Contribución a lahistoria de la comunidad puertorriqueña en Nueva York, (San juan: EdicionesHuracán,1977) Sexta edición, 2002.
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acuerdo con la “Introducción” de Andreu Igesias, las misma
llegaron a las manos del editor como relato “sincero y franco...
su mayor fuente de interés” en tercera persona, y por tanto, el
editor opinaba que “nada le añadían los retazos novelescos”(13).
Andreu Iglesias opina entonces que el libro debe transcurrir en
primera persona, a lo que Vega se niega.
Diez años luego de la muerte de Vega, Andreu Iglesias decide
completar el trabajo que le solicitara Vega y se dispone a
preparar su publicación bajos sus propios criterios editoriales.
Nos dice José Luis González en El país de cuatro pisos:
“Lo que César también comprendió con toda
seguridad, sin que su proverbial modestia le
permitiera confiárselo ni siquiera a sus
colaboradores más íntimos, es lo que yo debo
afirmar ahora para cumplir un deber de justicia
elemental: ningún otro puertorriqueño viviente
estaba capacitado como él (Andreu Iglesias) para
dar forma final al texto de Bernardo. Nadie
podía, como él, asumir el texto e identificarse
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sin reservas con su rico contenido humano,
político y moral”2.
El editor, de paso, admite en la “Introducción” que, al
decidir editar finalmente las Memorias:
“He utilizado mi juicio exclusivamente... he
dejado fuera los personajes que en la
'Advertencia a los lectores' él mismo [Vega]
admite que son 'imaginarios'...Pero vaya como
confesión adicional: no eliminé lo novelesco por
completo”(13).
Procede Andreu a declarar que el manuscrito fue trabajado
con el mayor rigor editorial, mas que conservó en todo lo posible
el estilo original del autor. No obstante, vemos, en el producto
final, más de crónica histórica que de memoria autobiográfica.
Encontramos cambios de perspectiva del narrador hablante y de la
focalización. Evidenciamos, incluso, giros abruptos en el
2 González, José Luis, “Bernardo Vega: el luchador y su pueblo”, El país decuatro pisos y otros ensayos, (San Juan, Ediciones Huracán, 1980) p. 107-108.
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desarrollo de la narrativa donde se atraen y se repelen los
diversos discursos que atraviesan la narrativa. En base de las
admisiones del editor, el narrador es desposeído de su
confiabilidad, puesto que al eliminar personajes, la ilación de
los argumentos originales se afecta, y esto incurre, por
necesidad, en la alteración o modificación de la historia. Los
personajes, ficticios o reales, son los agentes que determinan la
trama. Las Memorias de Bernardo Vega, por tanto, pese a los
recuentos históricos factuales que dan marco referencial a la
obra, no pueden ser consideradas como documentos fidedignos de
una experiencia de vida específica como memoria autobiográfica.
La pregunta es entonces, ¿es novela? ¿Crónica? ¿Mito?
A nuestro juicio, las Memorias de Bernardo Vega son las
tres, sobrepuestas en el hecho de que Bernardo Vega ha pasado a
ser un personaje histórico -que la obra parte de su recolección
inicial de su vida y que su figura se convierte en arquetipo de
la lucha de los trabajadores, más específicamente, de los
tabaqueros puertorriqueños. Su necesidad histórica para la
ordenación de una conciencia nacional nos conduce a inferir que
las Memorias de Bernardo Vega se incorporan como mito en la
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formación de una cultura y sentido de colectividad que busca
darle coherencia ideológica, imaginaria y textual a la
experiencia de la dispersión y la fragmentación de la comunidad
puertorriqueña en Nueva York.
Es preciso, en este momento, considerar a fondo las
implicaciones teóricas del poscolonialismo de Homi K. Bhaba y
Edward Said. La teoría y crítica poscolonial asume y enfatiza las
tensiones entre la metrópolis y las (antiguas) colonias, entre lo
que en la infraestructura de ideología colonial se constituía
como el centro de poder imperial y sus satélites coloniales3.
Concurre, así, cierto grado de enfrentamiento a los efectos de
los desplazamientos culturales y sus consecuencias en las
formaciones identatarias del individuo y/o la comunidad. El
énfasis primordial, como en la teoría deconstruccionista, yace en
los resquebrajamientos de la mencionada tensión, cómo de la
interpolación de fuerzas opuestas surgen variantes sintetizadas,
muchas veces de carácter ambivalente, que se levantan como
productos híbridos de una relación que concurre bilateralmente.
3 Bertens, Hans. Literary Theory. (London: Routledge, 2001).
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Para efectos de esta monografía, la tensión concurrirá entre
Estados Unidos, el colonizador, y Puerto Rico, el colonizado.
Es Bhabha quien determina que la perspectiva poscolonial
provee un indeterminado margen de subversión: la posibilidad de
la disidencia. Siendo la relación colonizador-colonizado una
lucha de poder, es preciso analizar las construcciones textuales
que se dan a través del dominio y control del discurso hegemónico
y sus formas de conocimiento, y ante las cuales surge, como
contra-texto, las Memorias de Vega. Contextualmente, las
representaciones que la cultura estadounidense produce sobre los
puertorriqueños son un esfuerzo determinado y conciente de
subordinación. Similar problemática con respecto a las relaciones
entre Occidente y el Oriente es abordada por Edward Said en
“Orientalism”4. Las construcciones y formas de conocimiento, en
términos Foucoultianos, son manifestaciones de poder, pues:
“Knowledge means rising above immediacy, beyond
self, into the foreign and distant. The object of
such knowledge is inherently vulnerable to
4 Said, Edward, Orientalism (New York: Vintage, 1977).
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scrutiny… to have such knowledge of such a thing
is to dominate it, to have authority over it. And
authority means for “us” to deny autonomy to “it”
–the “Oriental” country- since we know it and it
exists, in a sense, as we know it”(32).
Las Memorias de Bernardo Vega son, en este sentido,
reversión del conocimiento, disidencia. Comenta Efraín Barradas
en su ensayo “How to Read Bernardo Vega”5 que:
“Against the lack of knowledge about migration
or the intention to discard it as something
outside the boundaries of our history…, Vega with
his book offers an anti-dote…Vega affirms that
something new will come from Puerto Rican culture
transplanted to El Barrio” (88).
El libro producirá una imagen del puertorriqueño emigrante
fundamentada en base de la lucha de clases. Reconstruye la noción
5 Barradas Efraín, “How to Read Bernardo Vega”, Las partes del todo, (SanJuan: EDUPR, 1998).
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de historia y la funde con la biografía ficcionalizada que, a la
manera de un recuerdo evocado por una imagen fotográfica, el
tiempo no tiene derecho a destruir. Muy a propósito, nos dice
Said en su ensayo “Movements and Migrations”6:
“Those people compelled by the system to play
subordinate or imprisioning roles within it
emerge as conscious antagonists, disrupting it,
proposing claims, advancing arguments that
dispute the totalitarian compulsions…”(335).
Ante el hecho de que los puertorriqueños, como caribeños, y
en palabras de Glissant, hemos sido desposeídos de una
prehistoria, el texto de Vega surge como un esfuerzo de rescatar
ese pasado usurpado. En este sentido, la escritura histórica (la
intención de Vega) es, esencialmente, alegórica, porque la
narratividad reproduce, metonímicamente, la progresión
teleológica de la historia que se registra7. La significación de
esa alegoría en las Memorias será la de encontrar lo que Glissant
6 Said. Orientalism.7 Ashcroft, Bill, Postcolonial Transformation, London: Routledge, 2001).
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llamaba una “visión profética del pasado”8. La alegoría se
fundamentará en la reconstrucción de la figura del propio Vega
como alegoría del mito.
Los fundamentos para esta suposición han sido presentados
parcamente por el propio Barradas, sin llegar a la conclusión de
que las Memorias tienen más función de mito que de (auto)
biografía. Dice Barradas:
“We need to consider various important points in
order to appreciate more fully this apparent
anomaly of memoirs masquerading as a novel, and
of a book which, as memoir or novel, tell us
little about its author-protagonist. First,
throughout Vega’s book a sense of excessive
humility and privacy prevails; it tells us little
in fact about Vega himself. Nevertheless, these
sentiments can help us to understand why Vega
preferred to hide his memoirs under the cloak of
the novel: fiction would serve him a shield for
hiding and protecting himself. Second, Vega was
8 Glissant, Edouard, Caribbean Discourse: Selected Essays, (Charlottsville:University of Virginia Press, 1989), 64.
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probably reacting to the cult of personality
which was a problematic interest among the
leftist workers during the years Vega wrote his
text, the post-Stalinist period. And third, one
must recall that Vega developed intellectually in
the tradition of the socialist tabacaleros who
understood art as something at the service of the
collective good” (82-83).
No obstante, Barradas procede a declarar que, confrontamos
un “texto contradictorio”.
Los problemas narrativos en Memorias
Como pieza literaria, las Memorias de Bernardo Vega merecen ser
vistas como tal. Biografía novelada o ficción biográfica, el
lenguaje tiene que verse dentro de su función como relato, puesto
que el lenguaje media la realidad. Estimamos pertinente
considerar la construcción narrativa de las Memorias a la luz de
la narratología, ciencia general del relato que aísla las
características generales del relato para revelarlos como
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fenómeno universal y multigenérico, y cuyo objeto como ciencia es
la realidad que atraviesa la mayor parte de las realizaciones de
la cultura9. La narratología se convierte así en una gramática o
mecanismo general que da cuenta de las articulaciones del signo u
objeto y nos da una mejor perspectiva del ejercicio escritural
que construye la obra de Bernardo Vega.
Las Memorias, nos parece, plantean una problemática que, si
bien es particular, es también interesante. Se trata de un texto
que iniciado por el propio Vega pero que fue editado por César
Andreu Iglesias. Sabemos que el editor admite haber interferido
en el escrito original, pero la pregunta es, ¿hasta qué punto?
¿Con cuánta intensidad? ¿Qué criterios utilizó y en base de qué?
¿Medió más la fidelidad al acontecimiento histórico sobre la
libertad creadora? Y, contrario a lo que nos dice Andreu Iglesias
en la introducción, ¿realmente hubiese estado el autor de
acuerdo? Mas aun, Barradas en su ensayo asevera:
9 Pozuleo Yvancos, José María, Teoría del lenguaje literario (Madrid: Cátedra,1994), 226.
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“...here we stumble up against the first major
problem of this text: we do not have the
original”(83).
Las contestaciones a estas preguntas serían solamente otra
dimensión de ficción. De hecho, uno de los problemas que
establece la ambivalencia que se posa sobre las Memorias es la de
la voz narradora o del hablante. Quien habla en el texto no puede
ser puramente Vega, dadas las confesiones que hace Andreu. El
punto de vista es trasladado de la aludida tercera persona
singular (no sabemos si homodiegética o heterodiegética) del
manuscrito original a la primera persona singular (voz
intradiegética que se desplaza abruptamente a extradiegética). En
dicha conversión sería difícil separar a Vega del hablante y, más
difícilmente, al hablante de Vega y de, sobre todo, a Andreu
Iglesias.
Nos dice el mismo Andreu Iglesias al final de su citada
“Introducción” que este libro “no se trata del simple relato de
la vida de Bernardo Vega” y que en cambio, el mismo intenta ser
“una verdadera contribución a la historia de la comunidad
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puertorriqueña en Nueva York”(15). En otras palabras, la vida de
Bernardo Vega, el actante principal, no es lo que importa; no es
un asunto de subjetividad, pese a estar narrado en primera
persona, sino que se trata de los elementos causales externos a
la vida de Vega lo que en realidad matiza la focalización de la
narrativa. El énfasis está en la objetividad. El problema
entonces es del sintagma que funciona como adjetivo posesivo en
el título: las “memorias” son “de Bernardo Vega”.
La pretensión de Andreu, entonces, debió ser la de equiparar
la figura de Vega a la de personaje mítico: un Yo que se
desplaza, con universalidad modernista, en un todo. Bernardo Vega
es convertido en representación general al ser desposeído de su
particularidad. Esto, a su vez, funciona como caracterización
metonímica de la ideología socialista a la que se suscribían
tanto Vega como Andreu. Así, Vega se nos va diluyendo a través de
todo el texto. Los primeros tres capítulos se destacan por la
agilidad narrativa y por la presencia de un narrador en contacto
con su realidad inmediata. Sin embargo, ya en el capítulo IV
comenzamos a percibir indicios de desgaste en la caracterización
y ya en el capítulo VI la historia de Vega se pierde en recuentos
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infundidos por la crónica histórica. Incluso, el capítulo V,
donde trata, como dicta el título, de “una experiencia amorosa”,
nos parece hasta fuera de lugar. La segunda, tercera y cuarta
parte completas se caracterizarán por su tono expositor
entrelazado con algunos pasajes descriptivos. Media muy poco el
sentido lírico vivencial del relato por favorecer la exposición
de recolecciones, datos y hechos de carácter general que no
necesariamente tienen un efecto particular en el narrador. Esto
desemboca, irremediablemente, en que el narrador no sea
confiable, lo que contraviene el concepto de autobiografía o
memorias.
Contrario a los planteamientos de Barrada, y en base de la
caracterización, la “humildad excesiva” de Vega es, en ocasiones,
cuestionable. La comentada escena del capítulo inicial donde Vega
se desposee de su reloj de pulsera, ha sido entendida por Juan
Flores como símbolo de subyugación a los prejuicios culturales10.
Añade que:
10 Flores, Juan, “National Culture and Migration: Perspectives from the PuertoRican Working Class”, Divided Borders. Essays on Puerto Rican Identity,(Houston: Arte Público, 1993).
14
La Torre-Lagares
“[Bernardo’s] arrival in New York without a watch
represents a loss or rejection of temporal bonds,
of familiarity, of personal and social
bearings”(127).
Pero Bernardo tendrá una razón particular para descartar la
prenda:
“Debí haber llegado con un flamante reloj
pulsera, pero un compañero de viaje me aseguró
que esa prenda la usaban sólo los afeminados en Nueva
York, Ya a la vista de la ciudad, cuando el barco
penetraba en la bahía, arrojé el reloj al
mar”(25, énfasis mío).
Su orgullo de hombre, para bien o para mal, se impone sobre
lo material. Y con el mismo orgullo con que nos describe sus
vestimentas de “cheviot azul marino” y sombrero “borsalino de
pajilla italiana” es que Bernardo, a través de la narrativa,
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mostrará un desmedido orgullo en ser tabacalero, a quienes exalta
constantemente, como en el siguiente pasaje:
“Se dieron otras situaciones poco edificantes. En
los apartamentos más espaciosos de Harlem se
estableció la costumbre de celebrar fiestas los
sábados y domingos. En este caso no se trataba de
simples fiestas familiares, sino que se les
cobraba la entrada. Una vez dentro, se explotaba
a los asistentes vendiéndoles golosinas. Y
también ocurrían otras cosas igualmente
reprobables./ Nada de eso se daba en los hogares
de los tabacaleros”(123).
Los tabacaleros, dentro de la narrativa de Vega,
constituyen una especie de elite dentro del espectro de la
emigración puertorriqueña.
El segundo punto de Barradas también es cuestionable si
tomamos en consideración varios eventos al azar contenidos en la
fábula. Por mencionar algunos ejemplos, Bernardo Vega salva una
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La Torre-Lagares
fábrica completa al extinguir un incendio, descubre y resuelve
el misterio de un robo –se sentía “émulo de Sherlock Holmes”,
nos dice el narrador-, fue pieza clave para la captura de
agentes Nazis con la preparación de investigaciones para la
Censura Postal, donde también trabaja directamente con una
“jíbara maliciosa” que desarrolla un plan de estrategia militar
para evitar los atentados contra los barcos estadounidenses. La
figura y la experiencia de Vega no son prototípicas.
Ciertamente, el tercer punto que trae Barradas acierta en el
esquema de construcción de la obra de Vega. Existe, como en toda
pieza literaria, un plan estructural que sí podría a la intención
de ver el arte al servicio del bien colectivo. La
caracterización que Andreu hace de Vega se sacrifica en el acto
narrativo por el bien de la totalidad del relato. La magnitud del
tiempo de la fábula oprime a la de la historia. Así, la finalidad
de este texto nos la facilita José Luis González:
“¿Quién, antes de Bernardo, ha contado que la
creación de la Sección Puerto Rico del Partido
Revolucionario Cubano fundado por Martí fue
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La Torre-Lagares
acogida fríamente en un principio por los
tabaqueros puertorriqueños de Nueva York? ¿Quién
lo ha contado y quién ha explicado a qué se debía
esa frialdad? No podían ni pueden hacerlo, desde
luego, los historiadores de la burguesía criolla
que representaban y representan los mismos
intereses de clase de quienes ocupaban, en su
mayor parte, los puestos de mando en la Sección”
(112).
¿Adónde nos dirigen estos señalamientos?
El texto y la figura de Vega, así, adquieren importancia
genesíaca. Las Memorias serán el texto seminal que fundamente,
como contra-discurso, el consciente colectivo del socialismo
puertorriqueño. De ahí su necesidad como alegoría del mito.
El mito fundador
El pensador francés Jean Claude Carriere es quien nos da una
pista sobre la necesidad de que las Memorias hayan tenido que
existir como alegoría de un mito, al tratar, en su ensayo
18
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“Juventud de los mitos”11, la obligación casi antropológica de que
las sociedades se sostengan sobre las bases de un texto que
cohesione la conciencia nacional de cierto grupo o nación.
“...los mitos antiguos adoptan múltiples caminos
para perpetuarse. Uno de ellos es la tradición
religiosa, la creencia, que salmodia a los fieles
el resalto de los orígenes y las supuestas
palabras del fundador legendario, pero sin
admitir ni por un momento que se trate de mitos.
Al mito no se le reconoce como tal. Está presente
como realidad histórica, por siempre inmutable,
fijada de una vez portadas, a pesar de que, como
afirma con gran acierto el historiados Jean
Delumeau, vivimos en una época de 'credos
recortados'. Se trata de un mito no confesado,
disfrazado, travestido...”(26)
11 Carriere, Jean Claude, “Juventud de los mitos”, La Mirada de Orfeo.Broicout, B., editora, (Barcelona: Paidós, 2004), 25-45.
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Este es el caso de las historias de, digamos, la Biblia
cristiana. Dice Hans Blumemberg que la disyunción entre una
concepción mítica y una concepción dogmática no es completa12. Al
respecto, Eric Auerbach13, opina que:
“[The aim of the biblical stories] is not to
bewitch he senses, and if nevertheless they
produce lively sensory effects, it is only
because the moral, religious and psychological
phenomena which are their sole concern are made
concrete in the sensible matter of life. But
their religious intent involves an absolute claim
to historical truth.” (11).
Lo religioso es un equivalente conceptual de lo político y
esto no es nuevo.
Existe el caso del libro Mythologies, de W.B. Yeats, donde
la intención religiosa y política convergieron en el asentamiento
12 Blumberg, Hans. Trabajo sobre el mito. (Barcelona: Paidós, 2003), 203.13 Aurbach, Erich, Mimesis. The Representation of Reality in WesternLiterature, (New York, Doubleday, 1957).
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de la conciencia nacional irlandesa. En todo caso, las Memorias
absorben el papel del mito fundador, aunque Carriere asevera que
existen textos que se pretendían fundadores, desde la Franciade
de Ronsard, hasta el Kalevala finlandés, de Lönrot, y que se
constituían, asumidamente, como adaptaciones de textos
precedentemente escritos. La intención respondía a la exaltación
de valores nacionalistas que dieran identidad a sus respectivas
comunidades. “Cada nuevo pueblo quiere asentar un supuesto pasado
nacional en algún texto legendario, necesariamente glorioso,
aunque alguna vez se trate de una derrota... En ocasiones, estos
textos se inventan por completo, como sucedió con los de
Ossian...”14.
Bernardo Vega, el personaje, no deja de alejarse de la
concepción mítica del héroe. “Lo excepcional de Bernardo Vega es
que parecía un hombre sin edad”, dice Andreu Iglesias en su
“Introducción”(15). Vega es, en estos términos, un arquetipo.
Viaja en el tiempo estático, inmortal, inamovible. Su
característica, nos dice el editor, es que Bernardo Vega estaba
creado a imagen y semejanza. “Cualquier joven se sentía en pie de
14 Carriere. 35.
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La Torre-Lagares
igualdad con él”(15). Incluso, la concepción que tiene Barradas
sobre la experiencia de la emigración puertorriqueña es expresada
en términos del final de un tiempo y el comienzo de otro: BV y
AV. Esto es, Before Vega and After Vega (84). Vega será una
especie de redentor. El texto, aunque no pretendía ser profético,
augura el futuro de los puertorriqueños en Nueva York15.
No obstante, no era un hombre común: era autodidacta, culto,
y sobre todo, “un maestro de vida”. Su figura se proyecta con
mayor dimensión cuando incorporamos su trasfondo social: un
trabajador de Cayey, producto de las “universidades obreras”
donde se forjaban “legiones de hombres de alta conciencia social,
artesanos finos, orgullosos de su oficio y revolucionarios en
pensamiento y acción”: el último vástago de la tradición de
tabaqueros criollos (14).
Esta concepción de la figura de Vega es necesaria para el
proyecto político no del autor, sino del editor. Su valor
“mítico” nos lo provee, nuevamente, González:
15 Barradas. 86.
22
La Torre-Lagares
“Es un hecho lamentable, pero no por lamentable,
menos explicable, que muchos de los jóvenes
puertorriqueños con vocación revolucionaria en
nuestros días desconocen esa tradición de
ilustración proletaria que tan espléndidamente
encarnó en el pensamiento y la acción de Bernardo
Vega”(114).
Como mito fundador o fundamental, se encuentra, justamente,
“en el eje de simetría entre el origen y el futuro, el devenir y
el deber, la caída y la ascensión”16. Vega deber ser inmortalizado
por el bien de la causa trabajadora y revolucionaria del país.
Tiempo, espacio, historia y geografía se entremezclan en la
narrativa con el propósito de dar una presencia a la emigración
puertorriqueña que, por años, había sido obviada. En ese sentido,
el libro de Vega cumple su cometido. Dice Barradas:
“Vega’s book was widely read by Puerto Ricans in
the United States who naturally identified with
16 Blumenberg. 207
23
La Torre-Lagares
the text and felt themselves vindicated once
again in the face of national history which
seemed to ignore or deny them”(86).
La alegoría del mito de Vega será el espejo donde
generaciones de puertorriqueños se reflejaran. Como el mito-
raíz, será el texto que arraigue la conciencia nacional de la
resistencia.
Visiones poscoloniales en Memorias
No sólo la vida real o fictiva de Vega corresponderá al segundo
piso erigido por José Luis González en “El país de cuatro pisos”,
el cual, según el arquitecto del concepto, está constituido por
los emigrantes que salieron del país a finales del siglo XIX e
inicios del XX, sino que constituirá un paradigma del pensamiento
socialista que imperaba entre la clase trabajadora del país, la
cual, a su vez, estaba dividida. Vega se construye como prototipo
del tipo de emigrante boricua que se enfrenta a una realidad
distinta a la de los demás emigrantes que tomaron la ciudad de
Nueva York alrededor de la misma época, como los irlandeses y los
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La Torre-Lagares
italianos, porque “procedíamos de una colonia y carecíamos de una
ciudadanía propia” (9). Debemos añadir que la situación se
tornaría más confusa, al sernos conferida la ciudadanía
estadounidense en 1917. Es harto conocido que la mayoría de las
historias de emigrantes boricuas a Nueva York tienen un final
trágico, como se representa en los cuentos neo-realistas del
mismo González así como en el Spiks de Pedro Juan Soto. Dice
Juan Flores al respecto:
“Within the framework set by Milton Gordon... and
in subsequent discussions, North American
sociologists and anthropologists have generally
considered Puerto Ricans in the United States as
problematic 'newcomers', the most recent in the
long line of ethnic immigrants, including blacks
from the South, to occupy the lowest rung on the
ladder of social mobility. Puerto Rican
observers, on the other hand, emphasize the
distinctiveness of Puerto Rican migrants; unlike
their European predecessors, Puerto Ricans come
25
La Torre-Lagares
from a nearby colonial nation, and their national
ties remain more active” 17.
Para Vega como para otros emigrantes puertorriqueños, la
decisión de dejar la Isla responde a razones económicas. Como
apunta González, esto no tiene por qué sorprendernos, pues “es
bien sabido que las emigraciones en masa responden
invariablemente a una necesidad económica”(109). La preparación
política y la conciencia social de Bernardo lo capacitarán no
sólo con la habilidad de documentar, sino de analizar
críticamente la experiencia del obrero puertorriqueño en Nueva
York18. Vega trata de dar unidad a lo que de por sí se encuentra
disperso. Escribe sus Memorias desde la madurez y sabiduría de
los últimos años de su vida. Diez años después de la muerte de
Vega, Andreu Iglesias debió haber sentido que era tiempo de
reunión y reivindicación. Esto es lo que Homi Bhabha19 estima que
sucede con Eric Hobsbawn al escribir una historia occidental
moderna desde la perspectiva de los emigrantes en exilio:
17 Flores, Juan, “La Carreta Made a U-Turn”, Divided Borders. 158.18 Flores, Juan. “National Culture and Migration”, Divided Borders. 12719 Bhabha, Homi K. “Dissemination”, The Location of Culture, (London:Routledge, 1994)
26
La Torre-Lagares
“In the midst of these lonely gatherings of the
scattered people, their myths and fantasies and
experiences, there emerges a historical fact....
the emergence of the later phase of the modern
nation, from the mid-nineteenth century, is also
one of the most sustained periods in mass
migration within the West, and colonial expansion
in the East. The nation fills the void left in
the uprooting of communities and kin, and turns
that loss into the language of metaphor.
Metaphor, as the etymology of the word suggests,
transfers the meaning of home and belonging
across... distances, and cultural differences,
that span the imagined community of the nation-
people”(139-140).
El concepto de nación que desarrolla Bhabha gira en torno a
la temporalidad en lugar de la historicidad. Se aparta de la
concepción lineal que propone el historicismo, dado el caso que
27
La Torre-Lagares
la formación de los pueblos es una narrativa en constante
expansión. En el caso de las Memorias, hablamos de
puertorriqueños fuera de su referente geográfico. No por esto
pierden su afiliación a su identidad caribeña, por supuesto, que
en todo caso deja de ser una categoría de empirismo sociológico o
una entidad cultural holística. Bhabha se interesa entonces por
la “localidad” de la cultura en su contexto temporal. Como vemos
en el texto de Vega, la emigración puertorriqueña no fue un
evento repentino insertado en un momento específico en la
historia, sino que, por el contrario, es un hecho evolutivo que
data desde el siglo XIX y que aún continúa. Así, la visión de
Bhabha permite que el concepto de “localidad” es más simbólico
que el de comunidad; más connotativo que “país”; menos patriótico
que “patria”; menos retórico que la razón del Estado; más
mitológico que ideológico; menos homogéneo que la hegemonía;
menos centrado que el ciudadano; más colectivo que el “sujeto”;
más síquico que la civilidad; más híbrido en su articulación de
diferencias culturales e identificaciones que puedan ser
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La Torre-Lagares
representadas por cualquier estructuración jerárquica o binaria
de antagonismo social20.
Bhaba propone la construcción de la identidad nacional como
una forma de afiliación textual y social. Dice Bhabha:
“The people are not simply historical events or
parts of a patriotic body politic. They are also
a complex rhetorical category of social
reference: their claim to be representative
provokes a crisis within the process of
signification and discursive address. We then
have a contested conceptual territory where the
nation’s people must be thought in double time;
the people are the historical objects of a
nationalist pedagogy, giving the discourse of an
authority that is based on the pre-given or
constituted origin in the past; the people are
also the subjects of a process of signification
that must erase any prior or originary presence
20 Bhabha. 140. Traducción mía.
29
La Torre-Lagares
of the nation people to demonstrate the
prodigious, living principles of the people as
contemporaneity: as that sign of the present
through which national life is redeemed and
iterated as a reproductive process”(145).
Dicha ambivalencia que Bhabha apunta en su ensayo está
explícita incluso en las Memorias. En efecto, la noción de
“patria” o “nación” no es de consenso común. Dice José Luis
González:
“Hay un pasaje en estas Memorias donde esa
división entre unos y otros puertorriqueños –
entre las dos patrias que todo verdadero socialista
está obligado a reconocer- se manifiesta con
dramatismo singular. Es la ocasión en que más de
un millar de trabajadores puertorriqueños
protestaban frente al edificio de un periódico
niuyorquino que los había calumniado. Desde la
acera de enfrente, el millonario Pedro Juan
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La Torre-Lagares
Serrallos observaba la protesta” (111-112,
énfasis mío).
El discurso de la nación es interrumpido por lapsos de
discontinuidad en su narrativa. Hay dos visiones yuxtapuestas en
torno a una misma realidad. A la misma vez, la antitesis sufre
otra fragmentación, cuando en el sector proletariado concurre
otra disyunción. Observa, precisamente, José Luis González que
merece, ante todo, diferenciar que el independentismo socialista
de Vega, el hombre, se diferenciaba del independentismo burgués
que se daba en sincronía histórica para la época. Es
indispensable, dice González, que la nueva clase de jóvenes
socialistas “se despojen de la otra tradición de clase formada
en lo que va del siglo XX: la tradición del independentismo
burgués y pequeñoburgués que todavía pesa sobre muchos de ellos.
De lo que se trata es de una verdadera catarsis
ideológica”(115). Su visión es modernista y totalizadora al
presumir la disolución de las diferencias internas entre el
sector independentista con el que se afilian Vega, Andreu
Iglesias y González a favor de un independentismo socialista de
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La Torre-Lagares
base obrera. Sin embargo, pese a que Vega defendía el proyecto
expuesto por González, Barradas nos dice que las Memorias atinan
a la transformación del sujeto, o, en todo caso, a su
disolución:
“Already in 1930, Vega observed that something
new was being formed in the culture transplanted
from the island. He does not search for evidence
of what has been retained from the island… but
rather he tries ti define a new and unique
contribution among the migrants. Culture, for
Vega, is the product of confrontation between a
people and their circumstances and not the result
of an unchangeable tradition. For this reason he
assures us that there arouse a culture typical of
that common experience of people fighting for
survival in the face of hostile
surroundings”(88).
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La Torre-Lagares
La nación, en palabras de Bhabha, pasa de ser un símbolo de
la modernidad a ser un síntoma de una etnografía de la
contemporaneidad entre la cultura moderna (147). La nación deja
de ser un signo de modernidad en el cual las diferencias
culturales son homogeneizadas en una visión horizontal de la
sociedad. Se trata, de acuerdo a la interpretación de Bhabha
sobre el poema “La Cama”, de Pepón Osorio, de supervivencia.
“Survival, for Osorio, is working in the
interstices of a range of practices: the space of
installation, the spectacle of the social
statistic, the transitive time of the body in the
performance” (8)
Es en este contexto que la alegoría mítica de Bernardo se
convierte es resistencia para la supervivencia. Bernardo es la
metonimia de la experiencia migratoria de los puertorriqueños en
la Babel de Hierro. Su finalidad es la perseverancia sobre un
espacio y un tiempo. La reversión de la historia –contada desde
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La Torre-Lagares
la perspectiva de los oprimidos- constituye ese acto de
resistencia política.
Conclusiones: la nación en expansión
Llama la atención el hecho de que por su visión de vida y por su
concepto de cultura, los tabacaleros, según Barradas, no
admitían el orden impuesto por las clases dominantes.
Descartando tanto los discursos de Albizu y Pedreira en torno a
la definición de patria, la nueva clase emigrante entenderá el
concepto de patria como un proyecto, no como una realidad
geográfica (). Así es como entendemos que Bernardo haya ofrecido
sus servicios al poder del opresor durante la Segunda Guerra
Mundial para “contribuir... con mi granito de arena la derrota
del nazifacismo”(245). Su resolución es tal que, incluso, la
decisión conlleva cerrar su “fabriquita de cigarros”.
Con los recuentos que se vierten en la narrativa en torno a
la actividad política en los Estados Unidos, comenzamos a
apreciar una integración paulatina, resistida y de resistencia,
a la vida cultural y social por parte de la comunidad emigrante.
Vega, en lo personal, comienza a ver el potencial de utilidad
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La Torre-Lagares
que se alberga en la experiencia de ser emigrante trabajador.
Dice Bernardo, en el párrafo final de las Memorias, que le
asalta el deseo de regresar a Puerto Rico, siente que:
“...una nueva perspectiva me tira aquí de la
mano. Se ha iniciado un movimiento hacia un
“tercer Partido’ que encabezaría la candidatura
presidencial de Henry A. Wallace. Este hombre que
goza de la simpatía de los puertorriqueños,
chicanos y de todos los sectores hispanos o
latinoamericanos de la población. Sería una buena
contribución organizar ese apoyo. Sería una gran
oportunidad para ayudar a nuestra gente...”(274,
énfasis mío).
Al hablar de “gente”, Vega ya no alude a los
puertorriqueños solamente; él también habla de “todos los
sectores hispanos o latinoamericanos de la población”. Las
fronteras han sido derrocadas. El desplazamiento ha dejado de
ser exclusivo; en palabras de Bhabha, no hay sincronía, sino un
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La Torre-Lagares
rompimiento temporal; no hay simultaneidad, sino una disyunción
espacial. Al citar el trabajo de Renan, Bhabha añade que:
“the non-naturalist principle of the modern
nation is represented in the will to nationhood –
not in the prior identities of race, language or
territory. It is the will that unifies the
historical memory and secures present-day
consent. This will is, indeed, the articulation
of the nation-people”(160).
Para Bhabha, la voluntad es retada por los discursos
hegemónicos que nos enseñan a olvidar. La voluntad de recordar
es contrapuesta con la obligación de olvidar. Obligarnos a
olvidar es la base para recordar la nación, poblándola de nuevas
maneras, imaginando la posibilidad de otras formas de
identificación cultural que sean contendoras y liberadoras(161).
La alegoría del mito de Bernardo Vega resiste a la sintaxis
del olvido. Se revela. La transgrede. La reta. La falsifica. La
digiere. La devuelve. Y en fin, la cultura se convierte en una
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La Torre-Lagares
práctica de supervivencia y suplementaridad. Es desde esta nueva
perspectiva que la nación puertorriqueña articula las maneras en
que se reinventa diariamente.
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La Torre-Lagares
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