La alegoría del mito como narrativa de la nación en Memorias de Bernardo Vega

39
La alegoría del mito como narrativa de la nación en Memorias de Bernardo Vega En la introducción a las Memorias de Bernardo Vega 1 , el editor de dicho libro, César Andreu Iglesias comienza hablándonos de una “Advertencia a los lectores”, que, a manera de prólogo, Vega escribiera en el invierno de 1955 para expresar la finalidad de su obra, que era redactar “una memoria honrada de cómo han vivido y qué han hecho los puertorriqueños en Nueva York”(9). La ausencia de dicho prólogo en la versión editada por Andreu Iglesias y, la cual, ante su muerte, fue terminada por el también escritor José Luis González, nos cierra y a la vez nos abre el horizonte narrativo de la obra que sucederá en las páginas subsiguientes a la “Introducción: Donde el editor da cuenta de algunas opiniones de Bernardo del origen de estas Memorias y de cómo realizó el trabajo para publicarlas”. Las Memorias , cuya publicación ni Vega ni Andreu Iglesias vieron, progresarán como una narrativa homodiegética en primera persona. Sin embargo, de 1 Andreu Iglesias, César, Memorias de Bernardo Vega. Contribución a la historia de la comunidad puertorriqueña en Nueva York , (San juan: Ediciones Huracán,1977) Sexta edición, 2002.

Transcript of La alegoría del mito como narrativa de la nación en Memorias de Bernardo Vega

La alegoría del mito como narrativa de la nación en Memorias

de Bernardo Vega

En la introducción a las Memorias de Bernardo Vega1, el editor de

dicho libro, César Andreu Iglesias comienza hablándonos de una

“Advertencia a los lectores”, que, a manera de prólogo, Vega

escribiera en el invierno de 1955 para expresar la finalidad de

su obra, que era redactar “una memoria honrada de cómo han vivido

y qué han hecho los puertorriqueños en Nueva York”(9). La

ausencia de dicho prólogo en la versión editada por Andreu

Iglesias y, la cual, ante su muerte, fue terminada por el también

escritor José Luis González, nos cierra y a la vez nos abre el

horizonte narrativo de la obra que sucederá en las páginas

subsiguientes a la “Introducción: Donde el editor da cuenta de

algunas opiniones de Bernardo del origen de estas Memorias y de

cómo realizó el trabajo para publicarlas”. Las Memorias, cuya

publicación ni Vega ni Andreu Iglesias vieron, progresarán como

una narrativa homodiegética en primera persona. Sin embargo, de

1 Andreu Iglesias, César, Memorias de Bernardo Vega. Contribución a lahistoria de la comunidad puertorriqueña en Nueva York, (San juan: EdicionesHuracán,1977) Sexta edición, 2002.

La Torre-Lagares

acuerdo con la “Introducción” de Andreu Igesias, las misma

llegaron a las manos del editor como relato “sincero y franco...

su mayor fuente de interés” en tercera persona, y por tanto, el

editor opinaba que “nada le añadían los retazos novelescos”(13).

Andreu Iglesias opina entonces que el libro debe transcurrir en

primera persona, a lo que Vega se niega.

Diez años luego de la muerte de Vega, Andreu Iglesias decide

completar el trabajo que le solicitara Vega y se dispone a

preparar su publicación bajos sus propios criterios editoriales.

Nos dice José Luis González en El país de cuatro pisos:

“Lo que César también comprendió con toda

seguridad, sin que su proverbial modestia le

permitiera confiárselo ni siquiera a sus

colaboradores más íntimos, es lo que yo debo

afirmar ahora para cumplir un deber de justicia

elemental: ningún otro puertorriqueño viviente

estaba capacitado como él (Andreu Iglesias) para

dar forma final al texto de Bernardo. Nadie

podía, como él, asumir el texto e identificarse

2

La Torre-Lagares

sin reservas con su rico contenido humano,

político y moral”2.

El editor, de paso, admite en la “Introducción” que, al

decidir editar finalmente las Memorias:

“He utilizado mi juicio exclusivamente... he

dejado fuera los personajes que en la

'Advertencia a los lectores' él mismo [Vega]

admite que son 'imaginarios'...Pero vaya como

confesión adicional: no eliminé lo novelesco por

completo”(13).

Procede Andreu a declarar que el manuscrito fue trabajado

con el mayor rigor editorial, mas que conservó en todo lo posible

el estilo original del autor. No obstante, vemos, en el producto

final, más de crónica histórica que de memoria autobiográfica.

Encontramos cambios de perspectiva del narrador hablante y de la

focalización. Evidenciamos, incluso, giros abruptos en el

2 González, José Luis, “Bernardo Vega: el luchador y su pueblo”, El país decuatro pisos y otros ensayos, (San Juan, Ediciones Huracán, 1980) p. 107-108.

3

La Torre-Lagares

desarrollo de la narrativa donde se atraen y se repelen los

diversos discursos que atraviesan la narrativa. En base de las

admisiones del editor, el narrador es desposeído de su

confiabilidad, puesto que al eliminar personajes, la ilación de

los argumentos originales se afecta, y esto incurre, por

necesidad, en la alteración o modificación de la historia. Los

personajes, ficticios o reales, son los agentes que determinan la

trama. Las Memorias de Bernardo Vega, por tanto, pese a los

recuentos históricos factuales que dan marco referencial a la

obra, no pueden ser consideradas como documentos fidedignos de

una experiencia de vida específica como memoria autobiográfica.

La pregunta es entonces, ¿es novela? ¿Crónica? ¿Mito?

A nuestro juicio, las Memorias de Bernardo Vega son las

tres, sobrepuestas en el hecho de que Bernardo Vega ha pasado a

ser un personaje histórico -que la obra parte de su recolección

inicial de su vida y que su figura se convierte en arquetipo de

la lucha de los trabajadores, más específicamente, de los

tabaqueros puertorriqueños. Su necesidad histórica para la

ordenación de una conciencia nacional nos conduce a inferir que

las Memorias de Bernardo Vega se incorporan como mito en la

4

La Torre-Lagares

formación de una cultura y sentido de colectividad que busca

darle coherencia ideológica, imaginaria y textual a la

experiencia de la dispersión y la fragmentación de la comunidad

puertorriqueña en Nueva York.

Es preciso, en este momento, considerar a fondo las

implicaciones teóricas del poscolonialismo de Homi K. Bhaba y

Edward Said. La teoría y crítica poscolonial asume y enfatiza las

tensiones entre la metrópolis y las (antiguas) colonias, entre lo

que en la infraestructura de ideología colonial se constituía

como el centro de poder imperial y sus satélites coloniales3.

Concurre, así, cierto grado de enfrentamiento a los efectos de

los desplazamientos culturales y sus consecuencias en las

formaciones identatarias del individuo y/o la comunidad. El

énfasis primordial, como en la teoría deconstruccionista, yace en

los resquebrajamientos de la mencionada tensión, cómo de la

interpolación de fuerzas opuestas surgen variantes sintetizadas,

muchas veces de carácter ambivalente, que se levantan como

productos híbridos de una relación que concurre bilateralmente.

3 Bertens, Hans. Literary Theory. (London: Routledge, 2001).

5

La Torre-Lagares

Para efectos de esta monografía, la tensión concurrirá entre

Estados Unidos, el colonizador, y Puerto Rico, el colonizado.

Es Bhabha quien determina que la perspectiva poscolonial

provee un indeterminado margen de subversión: la posibilidad de

la disidencia. Siendo la relación colonizador-colonizado una

lucha de poder, es preciso analizar las construcciones textuales

que se dan a través del dominio y control del discurso hegemónico

y sus formas de conocimiento, y ante las cuales surge, como

contra-texto, las Memorias de Vega. Contextualmente, las

representaciones que la cultura estadounidense produce sobre los

puertorriqueños son un esfuerzo determinado y conciente de

subordinación. Similar problemática con respecto a las relaciones

entre Occidente y el Oriente es abordada por Edward Said en

“Orientalism”4. Las construcciones y formas de conocimiento, en

términos Foucoultianos, son manifestaciones de poder, pues:

“Knowledge means rising above immediacy, beyond

self, into the foreign and distant. The object of

such knowledge is inherently vulnerable to

4 Said, Edward, Orientalism (New York: Vintage, 1977).

6

La Torre-Lagares

scrutiny… to have such knowledge of such a thing

is to dominate it, to have authority over it. And

authority means for “us” to deny autonomy to “it”

–the “Oriental” country- since we know it and it

exists, in a sense, as we know it”(32).

Las Memorias de Bernardo Vega son, en este sentido,

reversión del conocimiento, disidencia. Comenta Efraín Barradas

en su ensayo “How to Read Bernardo Vega”5 que:

“Against the lack of knowledge about migration

or the intention to discard it as something

outside the boundaries of our history…, Vega with

his book offers an anti-dote…Vega affirms that

something new will come from Puerto Rican culture

transplanted to El Barrio” (88).

El libro producirá una imagen del puertorriqueño emigrante

fundamentada en base de la lucha de clases. Reconstruye la noción

5 Barradas Efraín, “How to Read Bernardo Vega”, Las partes del todo, (SanJuan: EDUPR, 1998).

7

La Torre-Lagares

de historia y la funde con la biografía ficcionalizada que, a la

manera de un recuerdo evocado por una imagen fotográfica, el

tiempo no tiene derecho a destruir. Muy a propósito, nos dice

Said en su ensayo “Movements and Migrations”6:

“Those people compelled by the system to play

subordinate or imprisioning roles within it

emerge as conscious antagonists, disrupting it,

proposing claims, advancing arguments that

dispute the totalitarian compulsions…”(335).

Ante el hecho de que los puertorriqueños, como caribeños, y

en palabras de Glissant, hemos sido desposeídos de una

prehistoria, el texto de Vega surge como un esfuerzo de rescatar

ese pasado usurpado. En este sentido, la escritura histórica (la

intención de Vega) es, esencialmente, alegórica, porque la

narratividad reproduce, metonímicamente, la progresión

teleológica de la historia que se registra7. La significación de

esa alegoría en las Memorias será la de encontrar lo que Glissant

6 Said. Orientalism.7 Ashcroft, Bill, Postcolonial Transformation, London: Routledge, 2001).

8

La Torre-Lagares

llamaba una “visión profética del pasado”8. La alegoría se

fundamentará en la reconstrucción de la figura del propio Vega

como alegoría del mito.

Los fundamentos para esta suposición han sido presentados

parcamente por el propio Barradas, sin llegar a la conclusión de

que las Memorias tienen más función de mito que de (auto)

biografía. Dice Barradas:

“We need to consider various important points in

order to appreciate more fully this apparent

anomaly of memoirs masquerading as a novel, and

of a book which, as memoir or novel, tell us

little about its author-protagonist. First,

throughout Vega’s book a sense of excessive

humility and privacy prevails; it tells us little

in fact about Vega himself. Nevertheless, these

sentiments can help us to understand why Vega

preferred to hide his memoirs under the cloak of

the novel: fiction would serve him a shield for

hiding and protecting himself. Second, Vega was

8 Glissant, Edouard, Caribbean Discourse: Selected Essays, (Charlottsville:University of Virginia Press, 1989), 64.

9

La Torre-Lagares

probably reacting to the cult of personality

which was a problematic interest among the

leftist workers during the years Vega wrote his

text, the post-Stalinist period. And third, one

must recall that Vega developed intellectually in

the tradition of the socialist tabacaleros who

understood art as something at the service of the

collective good” (82-83).

No obstante, Barradas procede a declarar que, confrontamos

un “texto contradictorio”.

Los problemas narrativos en Memorias

Como pieza literaria, las Memorias de Bernardo Vega merecen ser

vistas como tal. Biografía novelada o ficción biográfica, el

lenguaje tiene que verse dentro de su función como relato, puesto

que el lenguaje media la realidad. Estimamos pertinente

considerar la construcción narrativa de las Memorias a la luz de

la narratología, ciencia general del relato que aísla las

características generales del relato para revelarlos como

10

La Torre-Lagares

fenómeno universal y multigenérico, y cuyo objeto como ciencia es

la realidad que atraviesa la mayor parte de las realizaciones de

la cultura9. La narratología se convierte así en una gramática o

mecanismo general que da cuenta de las articulaciones del signo u

objeto y nos da una mejor perspectiva del ejercicio escritural

que construye la obra de Bernardo Vega.

Las Memorias, nos parece, plantean una problemática que, si

bien es particular, es también interesante. Se trata de un texto

que iniciado por el propio Vega pero que fue editado por César

Andreu Iglesias. Sabemos que el editor admite haber interferido

en el escrito original, pero la pregunta es, ¿hasta qué punto?

¿Con cuánta intensidad? ¿Qué criterios utilizó y en base de qué?

¿Medió más la fidelidad al acontecimiento histórico sobre la

libertad creadora? Y, contrario a lo que nos dice Andreu Iglesias

en la introducción, ¿realmente hubiese estado el autor de

acuerdo? Mas aun, Barradas en su ensayo asevera:

9 Pozuleo Yvancos, José María, Teoría del lenguaje literario (Madrid: Cátedra,1994), 226.

11

La Torre-Lagares

“...here we stumble up against the first major

problem of this text: we do not have the

original”(83).

Las contestaciones a estas preguntas serían solamente otra

dimensión de ficción. De hecho, uno de los problemas que

establece la ambivalencia que se posa sobre las Memorias es la de

la voz narradora o del hablante. Quien habla en el texto no puede

ser puramente Vega, dadas las confesiones que hace Andreu. El

punto de vista es trasladado de la aludida tercera persona

singular (no sabemos si homodiegética o heterodiegética) del

manuscrito original a la primera persona singular (voz

intradiegética que se desplaza abruptamente a extradiegética). En

dicha conversión sería difícil separar a Vega del hablante y, más

difícilmente, al hablante de Vega y de, sobre todo, a Andreu

Iglesias.

Nos dice el mismo Andreu Iglesias al final de su citada

“Introducción” que este libro “no se trata del simple relato de

la vida de Bernardo Vega” y que en cambio, el mismo intenta ser

“una verdadera contribución a la historia de la comunidad

12

La Torre-Lagares

puertorriqueña en Nueva York”(15). En otras palabras, la vida de

Bernardo Vega, el actante principal, no es lo que importa; no es

un asunto de subjetividad, pese a estar narrado en primera

persona, sino que se trata de los elementos causales externos a

la vida de Vega lo que en realidad matiza la focalización de la

narrativa. El énfasis está en la objetividad. El problema

entonces es del sintagma que funciona como adjetivo posesivo en

el título: las “memorias” son “de Bernardo Vega”.

La pretensión de Andreu, entonces, debió ser la de equiparar

la figura de Vega a la de personaje mítico: un Yo que se

desplaza, con universalidad modernista, en un todo. Bernardo Vega

es convertido en representación general al ser desposeído de su

particularidad. Esto, a su vez, funciona como caracterización

metonímica de la ideología socialista a la que se suscribían

tanto Vega como Andreu. Así, Vega se nos va diluyendo a través de

todo el texto. Los primeros tres capítulos se destacan por la

agilidad narrativa y por la presencia de un narrador en contacto

con su realidad inmediata. Sin embargo, ya en el capítulo IV

comenzamos a percibir indicios de desgaste en la caracterización

y ya en el capítulo VI la historia de Vega se pierde en recuentos

13

La Torre-Lagares

infundidos por la crónica histórica. Incluso, el capítulo V,

donde trata, como dicta el título, de “una experiencia amorosa”,

nos parece hasta fuera de lugar. La segunda, tercera y cuarta

parte completas se caracterizarán por su tono expositor

entrelazado con algunos pasajes descriptivos. Media muy poco el

sentido lírico vivencial del relato por favorecer la exposición

de recolecciones, datos y hechos de carácter general que no

necesariamente tienen un efecto particular en el narrador. Esto

desemboca, irremediablemente, en que el narrador no sea

confiable, lo que contraviene el concepto de autobiografía o

memorias.

Contrario a los planteamientos de Barrada, y en base de la

caracterización, la “humildad excesiva” de Vega es, en ocasiones,

cuestionable. La comentada escena del capítulo inicial donde Vega

se desposee de su reloj de pulsera, ha sido entendida por Juan

Flores como símbolo de subyugación a los prejuicios culturales10.

Añade que:

10 Flores, Juan, “National Culture and Migration: Perspectives from the PuertoRican Working Class”, Divided Borders. Essays on Puerto Rican Identity,(Houston: Arte Público, 1993).

14

La Torre-Lagares

“[Bernardo’s] arrival in New York without a watch

represents a loss or rejection of temporal bonds,

of familiarity, of personal and social

bearings”(127).

Pero Bernardo tendrá una razón particular para descartar la

prenda:

“Debí haber llegado con un flamante reloj

pulsera, pero un compañero de viaje me aseguró

que esa prenda la usaban sólo los afeminados en Nueva

York, Ya a la vista de la ciudad, cuando el barco

penetraba en la bahía, arrojé el reloj al

mar”(25, énfasis mío).

Su orgullo de hombre, para bien o para mal, se impone sobre

lo material. Y con el mismo orgullo con que nos describe sus

vestimentas de “cheviot azul marino” y sombrero “borsalino de

pajilla italiana” es que Bernardo, a través de la narrativa,

15

La Torre-Lagares

mostrará un desmedido orgullo en ser tabacalero, a quienes exalta

constantemente, como en el siguiente pasaje:

“Se dieron otras situaciones poco edificantes. En

los apartamentos más espaciosos de Harlem se

estableció la costumbre de celebrar fiestas los

sábados y domingos. En este caso no se trataba de

simples fiestas familiares, sino que se les

cobraba la entrada. Una vez dentro, se explotaba

a los asistentes vendiéndoles golosinas. Y

también ocurrían otras cosas igualmente

reprobables./ Nada de eso se daba en los hogares

de los tabacaleros”(123).

Los tabacaleros, dentro de la narrativa de Vega,

constituyen una especie de elite dentro del espectro de la

emigración puertorriqueña.

El segundo punto de Barradas también es cuestionable si

tomamos en consideración varios eventos al azar contenidos en la

fábula. Por mencionar algunos ejemplos, Bernardo Vega salva una

16

La Torre-Lagares

fábrica completa al extinguir un incendio, descubre y resuelve

el misterio de un robo –se sentía “émulo de Sherlock Holmes”,

nos dice el narrador-, fue pieza clave para la captura de

agentes Nazis con la preparación de investigaciones para la

Censura Postal, donde también trabaja directamente con una

“jíbara maliciosa” que desarrolla un plan de estrategia militar

para evitar los atentados contra los barcos estadounidenses. La

figura y la experiencia de Vega no son prototípicas.

Ciertamente, el tercer punto que trae Barradas acierta en el

esquema de construcción de la obra de Vega. Existe, como en toda

pieza literaria, un plan estructural que sí podría a la intención

de ver el arte al servicio del bien colectivo. La

caracterización que Andreu hace de Vega se sacrifica en el acto

narrativo por el bien de la totalidad del relato. La magnitud del

tiempo de la fábula oprime a la de la historia. Así, la finalidad

de este texto nos la facilita José Luis González:

“¿Quién, antes de Bernardo, ha contado que la

creación de la Sección Puerto Rico del Partido

Revolucionario Cubano fundado por Martí fue

17

La Torre-Lagares

acogida fríamente en un principio por los

tabaqueros puertorriqueños de Nueva York? ¿Quién

lo ha contado y quién ha explicado a qué se debía

esa frialdad? No podían ni pueden hacerlo, desde

luego, los historiadores de la burguesía criolla

que representaban y representan los mismos

intereses de clase de quienes ocupaban, en su

mayor parte, los puestos de mando en la Sección”

(112).

¿Adónde nos dirigen estos señalamientos?

El texto y la figura de Vega, así, adquieren importancia

genesíaca. Las Memorias serán el texto seminal que fundamente,

como contra-discurso, el consciente colectivo del socialismo

puertorriqueño. De ahí su necesidad como alegoría del mito.

El mito fundador

El pensador francés Jean Claude Carriere es quien nos da una

pista sobre la necesidad de que las Memorias hayan tenido que

existir como alegoría de un mito, al tratar, en su ensayo

18

La Torre-Lagares

“Juventud de los mitos”11, la obligación casi antropológica de que

las sociedades se sostengan sobre las bases de un texto que

cohesione la conciencia nacional de cierto grupo o nación.

“...los mitos antiguos adoptan múltiples caminos

para perpetuarse. Uno de ellos es la tradición

religiosa, la creencia, que salmodia a los fieles

el resalto de los orígenes y las supuestas

palabras del fundador legendario, pero sin

admitir ni por un momento que se trate de mitos.

Al mito no se le reconoce como tal. Está presente

como realidad histórica, por siempre inmutable,

fijada de una vez portadas, a pesar de que, como

afirma con gran acierto el historiados Jean

Delumeau, vivimos en una época de 'credos

recortados'. Se trata de un mito no confesado,

disfrazado, travestido...”(26)

11 Carriere, Jean Claude, “Juventud de los mitos”, La Mirada de Orfeo.Broicout, B., editora, (Barcelona: Paidós, 2004), 25-45.

19

La Torre-Lagares

Este es el caso de las historias de, digamos, la Biblia

cristiana. Dice Hans Blumemberg que la disyunción entre una

concepción mítica y una concepción dogmática no es completa12. Al

respecto, Eric Auerbach13, opina que:

“[The aim of the biblical stories] is not to

bewitch he senses, and if nevertheless they

produce lively sensory effects, it is only

because the moral, religious and psychological

phenomena which are their sole concern are made

concrete in the sensible matter of life. But

their religious intent involves an absolute claim

to historical truth.” (11).

Lo religioso es un equivalente conceptual de lo político y

esto no es nuevo.

Existe el caso del libro Mythologies, de W.B. Yeats, donde

la intención religiosa y política convergieron en el asentamiento

12 Blumberg, Hans. Trabajo sobre el mito. (Barcelona: Paidós, 2003), 203.13 Aurbach, Erich, Mimesis. The Representation of Reality in WesternLiterature, (New York, Doubleday, 1957).

20

La Torre-Lagares

de la conciencia nacional irlandesa. En todo caso, las Memorias

absorben el papel del mito fundador, aunque Carriere asevera que

existen textos que se pretendían fundadores, desde la Franciade

de Ronsard, hasta el Kalevala finlandés, de Lönrot, y que se

constituían, asumidamente, como adaptaciones de textos

precedentemente escritos. La intención respondía a la exaltación

de valores nacionalistas que dieran identidad a sus respectivas

comunidades. “Cada nuevo pueblo quiere asentar un supuesto pasado

nacional en algún texto legendario, necesariamente glorioso,

aunque alguna vez se trate de una derrota... En ocasiones, estos

textos se inventan por completo, como sucedió con los de

Ossian...”14.

Bernardo Vega, el personaje, no deja de alejarse de la

concepción mítica del héroe. “Lo excepcional de Bernardo Vega es

que parecía un hombre sin edad”, dice Andreu Iglesias en su

“Introducción”(15). Vega es, en estos términos, un arquetipo.

Viaja en el tiempo estático, inmortal, inamovible. Su

característica, nos dice el editor, es que Bernardo Vega estaba

creado a imagen y semejanza. “Cualquier joven se sentía en pie de

14 Carriere. 35.

21

La Torre-Lagares

igualdad con él”(15). Incluso, la concepción que tiene Barradas

sobre la experiencia de la emigración puertorriqueña es expresada

en términos del final de un tiempo y el comienzo de otro: BV y

AV. Esto es, Before Vega and After Vega (84). Vega será una

especie de redentor. El texto, aunque no pretendía ser profético,

augura el futuro de los puertorriqueños en Nueva York15.

No obstante, no era un hombre común: era autodidacta, culto,

y sobre todo, “un maestro de vida”. Su figura se proyecta con

mayor dimensión cuando incorporamos su trasfondo social: un

trabajador de Cayey, producto de las “universidades obreras”

donde se forjaban “legiones de hombres de alta conciencia social,

artesanos finos, orgullosos de su oficio y revolucionarios en

pensamiento y acción”: el último vástago de la tradición de

tabaqueros criollos (14).

Esta concepción de la figura de Vega es necesaria para el

proyecto político no del autor, sino del editor. Su valor

“mítico” nos lo provee, nuevamente, González:

15 Barradas. 86.

22

La Torre-Lagares

“Es un hecho lamentable, pero no por lamentable,

menos explicable, que muchos de los jóvenes

puertorriqueños con vocación revolucionaria en

nuestros días desconocen esa tradición de

ilustración proletaria que tan espléndidamente

encarnó en el pensamiento y la acción de Bernardo

Vega”(114).

Como mito fundador o fundamental, se encuentra, justamente,

“en el eje de simetría entre el origen y el futuro, el devenir y

el deber, la caída y la ascensión”16. Vega deber ser inmortalizado

por el bien de la causa trabajadora y revolucionaria del país.

Tiempo, espacio, historia y geografía se entremezclan en la

narrativa con el propósito de dar una presencia a la emigración

puertorriqueña que, por años, había sido obviada. En ese sentido,

el libro de Vega cumple su cometido. Dice Barradas:

“Vega’s book was widely read by Puerto Ricans in

the United States who naturally identified with

16 Blumenberg. 207

23

La Torre-Lagares

the text and felt themselves vindicated once

again in the face of national history which

seemed to ignore or deny them”(86).

La alegoría del mito de Vega será el espejo donde

generaciones de puertorriqueños se reflejaran. Como el mito-

raíz, será el texto que arraigue la conciencia nacional de la

resistencia.

Visiones poscoloniales en Memorias

No sólo la vida real o fictiva de Vega corresponderá al segundo

piso erigido por José Luis González en “El país de cuatro pisos”,

el cual, según el arquitecto del concepto, está constituido por

los emigrantes que salieron del país a finales del siglo XIX e

inicios del XX, sino que constituirá un paradigma del pensamiento

socialista que imperaba entre la clase trabajadora del país, la

cual, a su vez, estaba dividida. Vega se construye como prototipo

del tipo de emigrante boricua que se enfrenta a una realidad

distinta a la de los demás emigrantes que tomaron la ciudad de

Nueva York alrededor de la misma época, como los irlandeses y los

24

La Torre-Lagares

italianos, porque “procedíamos de una colonia y carecíamos de una

ciudadanía propia” (9). Debemos añadir que la situación se

tornaría más confusa, al sernos conferida la ciudadanía

estadounidense en 1917. Es harto conocido que la mayoría de las

historias de emigrantes boricuas a Nueva York tienen un final

trágico, como se representa en los cuentos neo-realistas del

mismo González así como en el Spiks de Pedro Juan Soto. Dice

Juan Flores al respecto:

“Within the framework set by Milton Gordon... and

in subsequent discussions, North American

sociologists and anthropologists have generally

considered Puerto Ricans in the United States as

problematic 'newcomers', the most recent in the

long line of ethnic immigrants, including blacks

from the South, to occupy the lowest rung on the

ladder of social mobility. Puerto Rican

observers, on the other hand, emphasize the

distinctiveness of Puerto Rican migrants; unlike

their European predecessors, Puerto Ricans come

25

La Torre-Lagares

from a nearby colonial nation, and their national

ties remain more active” 17.

Para Vega como para otros emigrantes puertorriqueños, la

decisión de dejar la Isla responde a razones económicas. Como

apunta González, esto no tiene por qué sorprendernos, pues “es

bien sabido que las emigraciones en masa responden

invariablemente a una necesidad económica”(109). La preparación

política y la conciencia social de Bernardo lo capacitarán no

sólo con la habilidad de documentar, sino de analizar

críticamente la experiencia del obrero puertorriqueño en Nueva

York18. Vega trata de dar unidad a lo que de por sí se encuentra

disperso. Escribe sus Memorias desde la madurez y sabiduría de

los últimos años de su vida. Diez años después de la muerte de

Vega, Andreu Iglesias debió haber sentido que era tiempo de

reunión y reivindicación. Esto es lo que Homi Bhabha19 estima que

sucede con Eric Hobsbawn al escribir una historia occidental

moderna desde la perspectiva de los emigrantes en exilio:

17 Flores, Juan, “La Carreta Made a U-Turn”, Divided Borders. 158.18 Flores, Juan. “National Culture and Migration”, Divided Borders. 12719 Bhabha, Homi K. “Dissemination”, The Location of Culture, (London:Routledge, 1994)

26

La Torre-Lagares

“In the midst of these lonely gatherings of the

scattered people, their myths and fantasies and

experiences, there emerges a historical fact....

the emergence of the later phase of the modern

nation, from the mid-nineteenth century, is also

one of the most sustained periods in mass

migration within the West, and colonial expansion

in the East. The nation fills the void left in

the uprooting of communities and kin, and turns

that loss into the language of metaphor.

Metaphor, as the etymology of the word suggests,

transfers the meaning of home and belonging

across... distances, and cultural differences,

that span the imagined community of the nation-

people”(139-140).

El concepto de nación que desarrolla Bhabha gira en torno a

la temporalidad en lugar de la historicidad. Se aparta de la

concepción lineal que propone el historicismo, dado el caso que

27

La Torre-Lagares

la formación de los pueblos es una narrativa en constante

expansión. En el caso de las Memorias, hablamos de

puertorriqueños fuera de su referente geográfico. No por esto

pierden su afiliación a su identidad caribeña, por supuesto, que

en todo caso deja de ser una categoría de empirismo sociológico o

una entidad cultural holística. Bhabha se interesa entonces por

la “localidad” de la cultura en su contexto temporal. Como vemos

en el texto de Vega, la emigración puertorriqueña no fue un

evento repentino insertado en un momento específico en la

historia, sino que, por el contrario, es un hecho evolutivo que

data desde el siglo XIX y que aún continúa. Así, la visión de

Bhabha permite que el concepto de “localidad” es más simbólico

que el de comunidad; más connotativo que “país”; menos patriótico

que “patria”; menos retórico que la razón del Estado; más

mitológico que ideológico; menos homogéneo que la hegemonía;

menos centrado que el ciudadano; más colectivo que el “sujeto”;

más síquico que la civilidad; más híbrido en su articulación de

diferencias culturales e identificaciones que puedan ser

28

La Torre-Lagares

representadas por cualquier estructuración jerárquica o binaria

de antagonismo social20.

Bhaba propone la construcción de la identidad nacional como

una forma de afiliación textual y social. Dice Bhabha:

“The people are not simply historical events or

parts of a patriotic body politic. They are also

a complex rhetorical category of social

reference: their claim to be representative

provokes a crisis within the process of

signification and discursive address. We then

have a contested conceptual territory where the

nation’s people must be thought in double time;

the people are the historical objects of a

nationalist pedagogy, giving the discourse of an

authority that is based on the pre-given or

constituted origin in the past; the people are

also the subjects of a process of signification

that must erase any prior or originary presence

20 Bhabha. 140. Traducción mía.

29

La Torre-Lagares

of the nation people to demonstrate the

prodigious, living principles of the people as

contemporaneity: as that sign of the present

through which national life is redeemed and

iterated as a reproductive process”(145).

Dicha ambivalencia que Bhabha apunta en su ensayo está

explícita incluso en las Memorias. En efecto, la noción de

“patria” o “nación” no es de consenso común. Dice José Luis

González:

“Hay un pasaje en estas Memorias donde esa

división entre unos y otros puertorriqueños –

entre las dos patrias que todo verdadero socialista

está obligado a reconocer- se manifiesta con

dramatismo singular. Es la ocasión en que más de

un millar de trabajadores puertorriqueños

protestaban frente al edificio de un periódico

niuyorquino que los había calumniado. Desde la

acera de enfrente, el millonario Pedro Juan

30

La Torre-Lagares

Serrallos observaba la protesta” (111-112,

énfasis mío).

El discurso de la nación es interrumpido por lapsos de

discontinuidad en su narrativa. Hay dos visiones yuxtapuestas en

torno a una misma realidad. A la misma vez, la antitesis sufre

otra fragmentación, cuando en el sector proletariado concurre

otra disyunción. Observa, precisamente, José Luis González que

merece, ante todo, diferenciar que el independentismo socialista

de Vega, el hombre, se diferenciaba del independentismo burgués

que se daba en sincronía histórica para la época. Es

indispensable, dice González, que la nueva clase de jóvenes

socialistas “se despojen de la otra tradición de clase formada

en lo que va del siglo XX: la tradición del independentismo

burgués y pequeñoburgués que todavía pesa sobre muchos de ellos.

De lo que se trata es de una verdadera catarsis

ideológica”(115). Su visión es modernista y totalizadora al

presumir la disolución de las diferencias internas entre el

sector independentista con el que se afilian Vega, Andreu

Iglesias y González a favor de un independentismo socialista de

31

La Torre-Lagares

base obrera. Sin embargo, pese a que Vega defendía el proyecto

expuesto por González, Barradas nos dice que las Memorias atinan

a la transformación del sujeto, o, en todo caso, a su

disolución:

“Already in 1930, Vega observed that something

new was being formed in the culture transplanted

from the island. He does not search for evidence

of what has been retained from the island… but

rather he tries ti define a new and unique

contribution among the migrants. Culture, for

Vega, is the product of confrontation between a

people and their circumstances and not the result

of an unchangeable tradition. For this reason he

assures us that there arouse a culture typical of

that common experience of people fighting for

survival in the face of hostile

surroundings”(88).

32

La Torre-Lagares

La nación, en palabras de Bhabha, pasa de ser un símbolo de

la modernidad a ser un síntoma de una etnografía de la

contemporaneidad entre la cultura moderna (147). La nación deja

de ser un signo de modernidad en el cual las diferencias

culturales son homogeneizadas en una visión horizontal de la

sociedad. Se trata, de acuerdo a la interpretación de Bhabha

sobre el poema “La Cama”, de Pepón Osorio, de supervivencia.

“Survival, for Osorio, is working in the

interstices of a range of practices: the space of

installation, the spectacle of the social

statistic, the transitive time of the body in the

performance” (8)

Es en este contexto que la alegoría mítica de Bernardo se

convierte es resistencia para la supervivencia. Bernardo es la

metonimia de la experiencia migratoria de los puertorriqueños en

la Babel de Hierro. Su finalidad es la perseverancia sobre un

espacio y un tiempo. La reversión de la historia –contada desde

33

La Torre-Lagares

la perspectiva de los oprimidos- constituye ese acto de

resistencia política.

Conclusiones: la nación en expansión

Llama la atención el hecho de que por su visión de vida y por su

concepto de cultura, los tabacaleros, según Barradas, no

admitían el orden impuesto por las clases dominantes.

Descartando tanto los discursos de Albizu y Pedreira en torno a

la definición de patria, la nueva clase emigrante entenderá el

concepto de patria como un proyecto, no como una realidad

geográfica (). Así es como entendemos que Bernardo haya ofrecido

sus servicios al poder del opresor durante la Segunda Guerra

Mundial para “contribuir... con mi granito de arena la derrota

del nazifacismo”(245). Su resolución es tal que, incluso, la

decisión conlleva cerrar su “fabriquita de cigarros”.

Con los recuentos que se vierten en la narrativa en torno a

la actividad política en los Estados Unidos, comenzamos a

apreciar una integración paulatina, resistida y de resistencia,

a la vida cultural y social por parte de la comunidad emigrante.

Vega, en lo personal, comienza a ver el potencial de utilidad

34

La Torre-Lagares

que se alberga en la experiencia de ser emigrante trabajador.

Dice Bernardo, en el párrafo final de las Memorias, que le

asalta el deseo de regresar a Puerto Rico, siente que:

“...una nueva perspectiva me tira aquí de la

mano. Se ha iniciado un movimiento hacia un

“tercer Partido’ que encabezaría la candidatura

presidencial de Henry A. Wallace. Este hombre que

goza de la simpatía de los puertorriqueños,

chicanos y de todos los sectores hispanos o

latinoamericanos de la población. Sería una buena

contribución organizar ese apoyo. Sería una gran

oportunidad para ayudar a nuestra gente...”(274,

énfasis mío).

Al hablar de “gente”, Vega ya no alude a los

puertorriqueños solamente; él también habla de “todos los

sectores hispanos o latinoamericanos de la población”. Las

fronteras han sido derrocadas. El desplazamiento ha dejado de

ser exclusivo; en palabras de Bhabha, no hay sincronía, sino un

35

La Torre-Lagares

rompimiento temporal; no hay simultaneidad, sino una disyunción

espacial. Al citar el trabajo de Renan, Bhabha añade que:

“the non-naturalist principle of the modern

nation is represented in the will to nationhood –

not in the prior identities of race, language or

territory. It is the will that unifies the

historical memory and secures present-day

consent. This will is, indeed, the articulation

of the nation-people”(160).

Para Bhabha, la voluntad es retada por los discursos

hegemónicos que nos enseñan a olvidar. La voluntad de recordar

es contrapuesta con la obligación de olvidar. Obligarnos a

olvidar es la base para recordar la nación, poblándola de nuevas

maneras, imaginando la posibilidad de otras formas de

identificación cultural que sean contendoras y liberadoras(161).

La alegoría del mito de Bernardo Vega resiste a la sintaxis

del olvido. Se revela. La transgrede. La reta. La falsifica. La

digiere. La devuelve. Y en fin, la cultura se convierte en una

36

La Torre-Lagares

práctica de supervivencia y suplementaridad. Es desde esta nueva

perspectiva que la nación puertorriqueña articula las maneras en

que se reinventa diariamente.

37

La Torre-Lagares

Bibliografía

1. Andreu-Iglesias, Cesar. Memorias de Bernardo Vega. (Río

Piedras: Huracán, 1977).

2. Ashcroft, Bill. Post-Colonial Transformation. (New york:

Routledge, 2001).

3. Baba, Homi K, The location of Culture. (New York: Routledge,

1994).

4. Bal, Mieke. Narratology. 2nd. Ed. (Tornoto: University of

Toronto Press, 2004).

5. Barradas, Efraín, “How to Read Bernardo Vega”, Partes del

todo. (Río Piedras: EDUPR, 1998).

6. _____________, “Jesús Colón, el otro Bernardo Vega”.

7. Blumberg, Hans. Trabajo sobre el mito. (Barcelona: Paidós,

2003).

8. Carriere, Jean Claude, “Juventud de los mitos”, La Mirada de

Orfeo. Broicout, B., editora, (Barcelona: Paidós, 2004).

9. Flores, Juan, “National Culture and Migration: Perspectives

from the Puerto Rican Working Class”, Divided Borders:

Essays on Puerto Rican Identity, (Houston: Arte Público,

1993).

10. Glissant, Edouard, Caribbean Discourse: Selected

Essays, (Charlottsville: University of Virginia Press,

1989).

11. González, José Luis, El país de cuatro pisos y otros

ensayos, (San Juan, Ediciones Huracán, 1980)

38

La Torre-Lagares

12. Gusdorf, Georges. “Condiciones y límites de la

autobiografía”. Anthropos. 17-18.

13. Klein, Naomi, “Vallas más altas en la frontera”, Vallas

y ventanas. (Barcelona: Paidós, 2004).

14. Pozuleo Yvancos, José María, Teoría del lenguaje

literario (Madrid: Cátedra, 1994)

15. Richard, Nelly. “Postmodernism and Periphery”.

Postmodernism: A Reader. Thomas Docherty, ed. (New York:

Colombia, 1993).

16. Said, Edward, Orientalism, (New York: Vintage, 1979).

39