J. SAN BERNARDINO CORONIL, A.J. de MIGUEL ZABALA y F.J. LÓPEZ DE AHUMADA DEL PINO (eds.), Un...

156
KOLAIOS PUBLICACIONES OCASIONALES 3 Jesús SAN BERNARDINO CORONIL Amado jesús de MIGUEL ZABALA Francisco José LÓPEZ DE AHUMADA DEL PINO (Eds.) UN PERIPLO DE CINCO AÑOS. MISCELÁNEA DE ESTUDIOS SOBRE LA ANTIGÜEDAD SEVILlA-1994

Transcript of J. SAN BERNARDINO CORONIL, A.J. de MIGUEL ZABALA y F.J. LÓPEZ DE AHUMADA DEL PINO (eds.), Un...

KOLAIOS PUBLICACIONES OCASIONALES 3

Jesús SAN BERNARDINO CORONIL Amado jesús de MIGUEL ZABALA

Francisco José LÓPEZ DE AHUMADA DEL PINO (Eds.)

UN PERIPLO DE CINCO AÑOS. MISCELÁNEA DE ESTUDIOS SOBRE

LA ANTIGÜEDAD

SEVILlA-1994

KOLAIOS, ASOCIACIÓN CULTURAL PARA EL ESTUDIO DE LA ANTIGÜEDAD Apartado de correos 868 41080 SEVILLA

CONSEJO DE REDACCIÓN:

Director Amado Jesús de Miguel Zabala

Secretario José Antonio Alfonso García

Vocales Víctor Manuel López Lago Javier Pluma Rodríguez de Almansa Francisco José López de Ahumada del Pino Jesús San Bemardino Coronil

© A.C. KOLAIOS

Depósito Legal: SE-2041-95 I.S.B.N.: 84-605-434-8 Imprime

Pedidos a:

Tecnographic, S.L. Polígono Calonge e/ A 41007 SEVILLA

Librería Scriptorium Apartado de correos (P.O. Box) 404 E-41080 SEVILLA (ESPAÑA)

ÍNDICE

PRÓLOGO

Jesús SAN BERNARDINO Del debate teológico al debate histórico: avatares de una tradición historiográfica sobre el culto de los santos

Amado Jesús de MIGUEL ZABALA Los papiros y la información que nos ofrecen

Michel CASEVITZ La cité et le citoyen d' apres et selon Pausanias

José BELTRÁN FORTES Análisis arqueológico de modelos urbanos en ciudades hispanorromanas durante el Alto Imperio

Yann LE BOHEC Le plan de la Timgad primitive

Francisco José LÓPEZ DE AHUMADA DEL PINO Taciano y el mundo griego urbano

Pilar LEAL LINARES Los incolae y el estudio de la romanización

Juan Manuel CORTÉS COPETE Tópicos literarios y realidad histórica: la constitución mixta según E. Aristides

Ana María JIMÉNEZ FLORES Ritual funerario y sociedad: el banquete funerario

7

9

31

53

59

81

95

107

115

en las necrópolis fenicias de la Península Ibérica 127

Jesús de la Ascensión SALAS ÁL V AREZ y Manuel MESA ROMERO Aproximación al poblamiento romano en la zona sur de la comarca sevillana del Aljarafe 145

5

1

1

1

1

1

1

1

1

PRÓLOGO

Han pasado cinco años desde que Kolaios surgiera como un proyecto en la mente de un grupo de estudiantes, próximos a la licenciatura, interesados en encon­trar un cauce que les permitiera mantener el contacto con la Antigüedad, más allá de los límites universitarios. A pesar de estos humildes orígenes, pensamos que Kolaios se ha ido consolidando como una verdadera asociación cultural para el estudio de la Antigüedad. Muy pronto, tras la redacción de los estatutos por parte de los diez pri­meros socios, se inició un rápido proceso de crecimiento, gracias a la incorporación de nuevos miembros seducidos por aquella idea.

Desde entonces, Kolaios viene realizando diversas actividades como parte del desarrollo de su curriculum. En términos generales, pueden distinguirse dentro de su labor dos orientaciones fundamentales: una con pretensiones divulgativas que no requiera de los interesados un nivel de especialización previo, y otra de mayor carácter científico, centrada propiamente en la investigación de la Historia Antigua.

En relación con el primer grupo, mencionaremos la organización de varios ciclos de cine histórico (proyección de una película y posterior comentario a cargo de un profesor invitado), visitas guiadas a centros de interés histórico y arqueológi­co (Mérida, Cádiz, Carmona, Mulva, Baeza ... ). En cuanto al segundo, destacaríamos la celebración de ciclos de conferencias anuales y la puesta en marcha de un pro­grama de publicaciones. De hecho, el presente volumen es continuación de la serie titulada Kolaios. Publicaciones ocasionales y agrupa, en buena medida, gran parte de las conferencias pronunciadas en su momento.

No podemos olvidar la participación de un grupo de profesores (Rosa Cid, Rosa Sanz, Ma Cruz Marín, Pedro Sáez y Fernando Gaseó) en apoyo de nuestro pri­mer trabajo: el ciclo de conferencias titulado La religión romana en época imperial ( 1990), que nunca llegó a publicarse, dada la penuria económica de aquellos comienzos. De hecho, sólo tras las 1 Jornadas de Aproximación interdisciplinar al estudio de la Antigüedad (1991 ), se iniciaría el proyecto de publicaciones con un número que reproducía las contribuciones de los conferenciantes en este evento: Carlos González Wagner, Juan Antonio Estévez Sola, Juan Matías Ojeda Torres y Jesús de Garay Suárez LLano.

De acuerdo con una de nuestras líneas editoriales -publicar los trabajos de investigación realizados por nuestros asociados- el segundo título de la colección recogía los primeros frutos de la labor indagadora de nuestro amigo Juan Matías Ojeda Torres: El servicio administrativo imperial ecuestre en la Hispania romana durante el Alto Imperio. l. Prosopografía.

7

El presente volumen reune artículos procedentes de las dos líneas editoria­les ya apuntadas. Por un lado, se incluyen los textos, no de todos pero sí de la mayo­ría de los participantes en las JI Jornadas de Aproximación interdisciplinar al estu­dio de la Antigüedad (1992) y en el ciclo de conferencias La ciudad romana en época altoimperial (1993): Jesús San Bemardino, Amado de Miguel Zabala, Michel Casevitz, José Beltrán y Yann Le Bohec. Por otro lado, se adjuntan las colaboracio­nes rubricadas por los socios que han venido desarrollando una labor investigadora durante los últimos años: Francisco José López de Ahumada del Pino, Pilar Leal Linares, Juan Manuel Cortés Copete, Ana María Jiménez Flores, Jesús de la Ascensión Salas Álvarez y Manuel Mesa Romero. Con esta miscelánea, creemos estar cumpliendo con los objetivos que nos habíamos marcado como directrices de nuestro proyecto editorial.

Entre la celebración de los eventos ya mencionados y la confección del pre­sente volumen, se procedió a la organización de otros dos ciclos de conferencias, no incluidos en esta publicación: Ciudades del Oriente Romano (1994) con la colabo­ración de Francisco Presedo, Arminda Lozano, Patricio Guinea, Rafael Urías, Domingo Plácido, Juan Manuel Cortés y Amado de Miguel; y Excavaciones espa­ñolas en el extranjero (1995) en el que participaron Pilar Pavón Torrejón y Manuel Martín Bueno. Estos actos son buena muestra de la consolidada periodicidad de estos ciclos.

Por último, queremos dejar constancia del apoyo, en recursos humanos y económicos, prestado en todo momento por diversos organismos de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla: Aula de Cultura de la Delegación de Alumnos, Comisión de Actividades Culturales, Departamento de Historia Antigua y Departamento de Prehistoria y Arqueología. Igualmente, expresamos nuestro agradecimiento al Vicerrectorado de Extensión Universitaria de la Universidad de Sevilla por las subvenciones que nos otorgaron. Asimismo, en el ciclo de 1993, contamos con la amable colaboración del Institut Fran~ais en Sevilla.

No podemos concluir este capítulo de agradecimiento, sin una mención expresa a todas aquellas personas que desinteresadamente han contribuido, a lo largo de este periplo de cinco años, con su esfuerzo y tenacidad a la materialización de una idea llamada Kolaios, en homenaje al navegante de Samos que ampliara los horizontes del mundo conocido, tras arribar a Tartessos.

* * *

Estando el volumen en avanzado estado de preparacwn, tuvimos que lamentar el fallecimiento del profesor Fernando Gaseó, quien formaba parte de la Asociación casi desde sus principios. Los socios de Kolaios, reunidos en Asamblea General Extraordinaria, han decidido por unanimidad dedicarle en homenaje el pró­ximo número de Kolaios. Publicaciones ocasionales, quedando invitados a partici­par en él todos sus amigos y discípulos.

LOS EDITORES

8

DEL DEBATE TEOLÓGICO AL DEBATE HISTÓRICO:

AVATARES DE UNA TRADICIÓN HISTORIOGRÁFICA SOBRE EL CULTO DE LOS SANTOS

Jesús SAN BERNARDINO (Universidad de Sevilla)

l. EL CULTO DE LOS SANTOS Y SU VALORACIÓN EN EL MUNDO ANTIGUO Y MEDIEVAL. EL DEBATE TEOLÓGICO

Resulta sorprendente observar que actualmente las polémicas que centran el debate sobre el culto de los santos reproducen los acentos de una controversia ya lejana. No pocas de las matizaciones, aclaraciones, puntualizaciones y descali­ficaciones efectuadas por los investigadores se producen desde una inconsciente o declarada confesionalidad. A veces, se traducen directamente en el desconocimien­to de la obra ajena. Así, el articulista encargado de la voz Hagiographie en el tomo 23 (publicado en 1990) del magno Dictionnaire de géographie et d'histoire éccle­siastique, ni siquiera menciona en el apartado dedicado a «la Hagiografía y las con­cepciones modernas de la Historia» la conocida obra de P. Brown, The cult of the saints 1• Prescindiendo de otras notables ausencias2

, ésta en particular sólo puede responder a dos hechos: un notable descuido del redactor o la firme voluntad de ignorar una obra de tan amplia repercusión en el ámbito de los estudios hagiográfi­cos. El sesgo confesional estalla irrefrenable cuando finalmente se afirma que la obra de los bolandistas ha presentado «ante los cristianos a los santos, honra de la

l. J. Dubois, s. v. <<Hagiographie», Dictionnaire de géographie et d'histoire écclesiastique 23 (París 1990) 52-56.

2. Falta por ejemplo toda la bibliografía italiana. En cuanto a las publicaciones alemanas, el título más reciente corresponde al año 1949, en una traducción francesa del año 1954. Sin embargo, curiosamente sí

aparecen algunos de los títulos más sobresalientes de la producción francesa de los años ochenta.

9

Del debate teológico al debate histórico: avatares de una tradición ...

Iglesia, tales y como fueron en la realidad concreta»3• Por todo ello, no parece

improcedente detenernos en los estudios historiográficos sobre el culto de los san­tos, con el objeto de situar en sus justos términos el actual debate y superar, en la medida de lo posible, ciertas discusiones caducas y ancestrales.

Por razones de espacio, se ha procedido, en esta ocasión, al acotamiento temporal del problema. Nuestra contribución plantea las líneas maestras que han presidido el tratamiento del culto de los santos por parte de los estudiosos, a lo largo del tiempo, desde los albores de la era cristiana hasta los inicios del siglo XX. Nuestra aproximación se detiene precisamente en la puerta de los derroteros que toma actualmente la investigación, conscientes de que éste sería un tema merecedor de una atención específica. Por ello, el presente trabajo se conforma con presentar, en esta ocasión, el inmenso y trascendente legado de los estudios pretéritos: el pro­ceso constitutivo de toda una tradición, punto de partida inexcusable sobre el que se perfilan las directrices de la investigación contemporánea.

Las primeras reflexiones críticas sobre el culto de los santos no proceden del campo de la historia, ni siquiera de la disciplina hagiográfica sino directamente de la discusión religiosa en la propia Antigüedad. Ello nos remite al siglo IV d.C. y a las críticas efectuadas desde el paganismo restaurado por Juliano. Para el empera­dor apóstata, el culto a los santos no era sino una idolatría de baja estofa. El propio Cirilo de Alejandría hubo de replicar, aclarando que los cristianos no llamaban dio­ses a los santos mártires ni los adoraban como tales sino que simplemente los vene­raban mediante un culto de amor y honor.

Pero la contestación del culto de los santos no procedería sólo del campo pagano sino también de las propias filas cristianas. Jerónimo y Gennadio nos trans­miten una impugnación "herética" que tiene como piedra de toque el supuesto poder de intercesión de los santos. A juicio de los seguidores de Arrio, la potestad atribuí­da a los mártires venía a conculcar el poder redentor de Cristo. Ello era particular­mente acorde con una teología erística que en sus formas más extremas (el anome­ísmo de Eunomio, obipo de Cízico en el 360) dinamitaba la Trinidad divina. Desde esta teología, se consideraba al Hijo como desemejante (anómoios) en hipóstasis y en sustancia al Padre y, por lo tanto, inferior a él, no existente ab eterno y único ser creado directamente por el Padre ingénito para ser su ministro. De este modo, Cristo

3. No tienen tampoco desperdicio las aseveraciones sobre la inexistencia de una frontera precisa entre los trabajos críticos y las publicaciones piadosas, dado que los investigadores pueden encontrar preciados

detalles en folletos, a veces sólidamente construidos. 4. Cirilo de Alejandría, Contra Julianum Imp. 6 (P.G. 76, 808).

10

Jesús San Bernardino

se veía expulsado de la unicidad divina y empujado a ocupar todo el espacio mediá­tico entre Dios y el Hombre5•

A principios del siglo V d.C., la crítica también se levantó desde el otro extremo mediterráneo. En el año 406, el infatigable polemista Eusebio Jerónimo, ya en su vejez, redactaba en una noche un violento libelo contra su otrora huésped, el sacerdote Vigilancio6

. No le faltaban razones personales puesto que Vigilancia, en su regreso de Palestina a Nola y la Galia, lo había tachado de origenista.

El hispanogallus Vigilancia, conocedor de los escritos del anomeo Eunomio de Cízico, vertió en múltiples escritos una descalificación global contra la veneración de los mártires. En ellos, no sólo arremetía contra los aspectos teológi­cos de la intercesión sino también contra las mismas prácticas cultuales. Rechazaba la dedicación de basílicas a unos muertos. Despreciaba el respeto prestado a las reli­quias de los mártires por unos hombres "cinerarios" e idólatras. Condenaba como superstición pagana la costumbre de encender, en pleno día, velas y cirios en su honor. Reprobaba las vigilias litúrgicas -con la única excepción de la noche de Pascuas- y, por tanto, abogaba por la supresión de las celebradas en el aniversario de los santos. El beso que los fieles posaban sobre las reliquias constituía un autén­tico acto de adoración idolátrica. Consideraba los milagros que se realizaban en las tumbas martiriales propios de infieles. Apoyándose en el libro apócrifo IV Esdras VII.45 denunciaba la creencia en la comunión, invocación e intercesión de los san­tos: las almas no pueden revolotear alrededor de las cenizas; los apóstoles y márti­res se hallan en el seno de Abraham; no pueden escapar de sus tumbas para asistir a aquellos que les ruegan.

Curiosamente, la respuesta de Jerónimo vendría a consolidar explícitamen­te la acusación de Vigilancia. En efecto, el asceta de Belén admitía que los cristia­nos (veneradores de los santos) hacían lo mismo que los paganos. La diferencia radi­caba no en lo que hicieran sino en el espíritu con que lo hacían porque «lo que es detestable cuando se trata de ídolos, es cosa excelente cuando se trata de mártires»7

.

Ahí está la verdadera justificación cristiana. Jerónimo no niega la semejanza, al con­trario la reconoce y la justifica en nombre de la verdad cristiana.

Por su parte, Agustín de Hipona emprendería la refutación de las acusacio­nes vertidas por el obispo y erudito maniqueo Fausto. Éste había afirmado que los mártires eran ídolos cristianos a los que se dirigían votos del mismo tipo que los

5. Jerónimo, Contra Vigil. 6 y 8 (PL 23, 349-355); Gennadio. De Eccl. dogm. 73 (PL 58, 997). El tema ha sido estudiado expresamente por Ch. Pietri, <<L'évolution du culte des saints aux premiers siecles chré­tiens: du témoin a l'intercesseur>> en Les fonctions des saints dans le monde occidental (/Il'-X//le siecle).

Actes du colloque organisé par l 'École frant;aise de Ro me, 27-29 octobre 1988 (Roma 1991) 15-36.

6. Jerónimo, Contra Vigil. (PL 23, 339-352).

7. Contra Vigilantium 7; (P.L. 23, 345.)

11

Del debate teológico al debate histórico: avatares de una tradición ...

paganos. Aludía a los banquetes funerarios como auténticos sacrificios que apaci­guaban con pan y carnes las sombras de los muertos, como en el paganismo8

En general, la acusación de "neopaganismo" utilizada como arma arrojadi­za contra el culto de los santos estaría destinada a conocer un gran éxito. Las pro­pias jerarquías de la ortodoxia episcopal acabaron por reaccionar contra ciertas prác­ticas "sospechosas", como en los casos de Ambrosio y Agustín precisamente contra los mismos banquetes funerarios. Y en Hispania, desde el siglo IV d.C., se produjo un vasto movimiento antidolátrico que tendría no sólo como objetivo las estatuas paganas sino también las propias formas de la piedad cristiana9. Ello se aprecia tanto en algunas de las pasiones martiriales 10 como en los escritos de autores como Gregorio de Elvira11 • Como reacción frente a este peligro de la tentación idolátrica, los padres de la colección de Elvira decidirían prohibir las representaciones pictóri­cas en las iglesias «para que aquello que se adora y reverencia no se vea retratado en las paredes» 12

Resulta particularmente interesante, en todos estos ataques y reacciones procedentes tanto del paganismo como del cristianismo heterodoxo y ortodoxo, la referencia expresa a las «supervivencias paganas» en el seno del culto de los san-

_tos. Pasado mucho tiempo, este mismo tema volvería a centrar el polémico debate historiográfico sobre los orígenes del culto a los mártires, a finales del XIX y prin­cipios del siglo XX 13

. De hecho, aún permanece en el proscenio de la palestra cien­tífica sin que muchos autores sean capaces de evitar la referencia, por mínima que sea.

En los albores del siglo VIII, el culto de los santos volvería a encontrarse en el punto de mira como consecuencia de la controversia iconoclasta que sacudía el Oriente bizantino. En este caso, la ruptura no afectaba directamente al culto de los santos sino a la veneración dirigida hacia las imágenes que los representaban. La apología iconódula hubo de refutar la inculpación que criminalizaba dicha venera-

8. Aug., Contra Faustum 20.21 (PL 42, 384); igualmente en Máximo de Madaura Ep. 26.2 (PL 32, 82).

9. Sobre la iconoclastia antipagana, véase T.C.G. Thomton, <<The destruction of idols. Sinful or meri­

torious?>>, JThS 37 (1986) 121-129. 10. Me refiero a las pasiones que hacen expresa apología de la destrucción de ídolos paganos como la

Passio de Santa Justa y Rufina o la de San Servando y Germán; véase la edición de P. Riesco, Pasionario

Hispánico. Tesis doctorales en Microficha, no 12 (Sevilla 1989). 11. En este sentido, recojo la apreciación realizada por J. Femández Alonso, La cura pastoral en la

España romano-visigoda (Roma 1955) 372-373: <<por los años del citado obispo iliberritano pululaban en la Bética ciertos movimientos de antropomorfismo, que combate duramente en su comentario a las palabras

del Génesis: Faciamus hominem ad imaginem et similitudinem nostram>>.

12. Concilio de Elvira, can. 36: N e picturae in ecclesiafiant. Placuit picturas in ecclesia esse non debe­re, ne quod colitur et adoratur in parietibus depingatur; J. Vives, Concilios visigóticos e hispano-romanos

(Barcelona-Madrid 1963) 8.

13. Véase infra.

12

Jesús San Bernardino

ción como un renacimiento de la idolatría pagana14. Contemporáneamente, la propia Europa carolingia acabó afectada y la querelle des images terminó enfrentando entre sí a los teólogos del reino franco durante los años 770-825. Tanto Agobardo de Lyon como Claudio de Turín se significaron como los más resueltos críticos del culto a las imágenes 15 •

En los siglos de la Plena Edad Media, algunas voces dispararon nuevamen­te contra el culto de los santos en la línea de su flotación teológica, tal y como lo demuestra la epístola de Hildeberto, obispo de Mans ( + 1134) a «un herético que retoma los errores de Vigilancio». Se ha propuesto la identificación de este hereje con un tal Enrique de Cluny que llegó a alcanzar cierta resonancia en el Mediodía francés y pontificaba sobre la ineficacia del sufragio de los santos. Ello resulta bas­tante acorde con algunas de las declaraciones imputadas al destinatario de la epísto­la de Hildeberto: las letanías a unos santos «a los que rezamos para que recen por nosotros» son inútiles, dado que éstos no nos escuchan ni saben qué ocurre entre nosotros 16

• Un siglo más tarde, los "errores" de otro predicador -Amaury de Chartres- serían condenados por el IV concilio de Letrán (1215), no por su herejía sino por su demencia, al sostener «que no deben incenciarse los altares dedicados a los santos y a sus imágenes y que las invocaciones a los santos constituyen una ido­latría» 17

2. REFORMA Y CONTRARREFORMA. EL DEBATE FILOLÓGICO

Entre los predecesores de la Reforma, el culto de los santos fue objeto de los más diversos ataques por parte de diferentes movimientos. La herejía cátara rechazaba nuevamente las imágenes de los santos como una invención demoníaca. Por su parte, la herejía valdense suprimiría de su credo las fiestas y estatuas de los santos, negando toda visita a los loca sancta: los santos no nos escuchan ni rezan por nosotros y sus méritos no pueden salvarnos 18 •

En el año 1530, el humanista Felipe Melanchton (1497-1590) redactaba la confesión de Augsburgo, sancionada por Lutero y que habría de ser el modelo de

14. Sobre este tema, P. Brown <<A Dark Age Crisis: Aspccts of the Iconoclastic Controversy>> en su obra

Society and the Holy in Late Antiquity (Nueva York 1982) 251-301. 15. P. Séjourné s.v., <<Saints (culte des). Au Moyen Age en ÜCCldcnt. La doctrine>>, DTC 14.1 (París

1939) 950-952.

16. Se conocen estos personajes gracias a la obra del obispo Hildeberto de Mans y del abad de Cluny

Pedro el venerable; PL 161,237-242 y PL 181, 1721. Véase P. Séjourné, ibid955-956.

17. Las referencias a la edición del concilio por J.D. Mansi en Séjourné, ibid 949-950. 18. P. Séjourné, s. v. <<Saints (culte des). VI. Attaque et défense de la doctrine au XVIe siécle. Les adver­

saires. Les prédécesseurs de la Réforme», DTC 14.1 (París 1939) 962-923. Con posterioridad, véase S. Ozment (ed.), The Reformation in Medieval Perspective (Chicago 1971). Más concretamente dedicado a la

santidad bajomedieval, D. Weinstein & R. M. Bell, Saints and Society (Chicago 1982).

13

Del debate teológico al debate histórico: avatares de una tradición ...

profesión de la fe reformada19• Lejos de la furia iconófoba de un Andreas Carlstadt

(1480-1541 ), la confesión declaraba, sin embargo, en su artículo XXI:

<< ••• la memoria de los santos puede ser propuesta, para que se imite su fe y, según su vocación, sus buenas obras ... Pero la Escritura no enseña a invocar a los santos ni a pedir su soco­rro, porque sólo nos propone a Cristo como mediador, propiciador, pontífice e intercesor»"1

Dos años antes, el predicador de Zurich, Ulrico Zwinglio (1484-1531) había conseguido introducir en la disputa de Berna su artículo 6°: «Siendo sólo Cristo quien murió por nosotros, es también el único mediador que deba invocar­se»21. Para el reformador de Ginebra, Calvino, el culto de los santos era <<doblemente execrable». Por una parte, toda la doctrina inventada por los hombres sobre la intercesión de santos muertos no era sino un engaño de Satán para desviar a los hom­bres de la verdadera forma de rezo. Por otra parte, la prohibición veterotestamenta­ria en los mandamientos mosaicos ponía al descubierto que cualquier imagen es «una profanación, una consecuencia de aberraciones del hombre y una expresión de paganismo»22 •

En cuanto a Inglaterra, en 1563 los obispos anglicanos se pronunciaban contra la doctrina romana del purgatorio, las indulgencias, y la invocación de los santos, en sus 39 artículos, posteriormente ratificados por Isabel J23.

19. Sobre la Reforma en Alemania, véase un buen estado de la cuestión en R. Scribner, The German Reformation (Londres 1986). Más específicamente sobre la reacción protestante frente a los abusos del cato­licismo medieval en el tema del culto de los santos, véase M. Lackmann, Verehrung der Hei/igen. Versuch einer lutherischen Lehre von den Heiligen (Stuttgart 1958) y sobre todo, por su precisión, G. L. Müller, Gemeinschaft und Verehrung der Heiligen. Geschichtlich-systematische Grundlegung der Hagiologie

(Friburgo-Basilea-Viena 1986) 28-85.

20. Véase el estudio específico de P. Manns, «Die Heiligenverehrung nach Confessio Augustana 21 »

en E. Iserloh (ed.), Confessio Augustana und Confutatio. Der Augsburger Reichstag 1530 und die Einheit der Kirche (Münster 1980) 596-640; también G. Kretschmar y R. Laurentin. «Der Artikel vom Dienst der Hei1igen in der Condessio Augustana>> en H. Meyer-H. Schütte (eds.). Gemeinsame Untersuchung luthe­

rischer und katholischer Theologen (Paderborn-Frankfurt 1980) 278-291. 21. Véase P. Séjourné, art. cit. 964. Monográficamente dedicado a la figura de este reformador suizo

G. R. Potter, Zwingli (Cambridge 1976).

22. J. Calvin, Jnstitution de la Religion Chrétienne. Texte de la premiere édition franraise ( 1541) réim­primé sous la direction de Abe/ Lefranc ... 1 (París 1911) 129-13, citado por J. Caro Baraja, Las formas com­plejas de la vida religiosa (siglos XVI y XVII) (Madrid 1985) 140-141, n. 79. Estudios clásicos sobre el fun­dador del calvinismo y su doctrina en W. Monter, Calvin 's Ce neva (Nueva York 1967); T.H.L. Parker, John Calvin (Londres 1975); P. M. Crew, Calvinist preaching and iconoclasm in the Netherlands (Cambridge

1978) y M. Prestwich, Jnternational Calvinism (Oxford 1986). 23. P. Bernard, s. v. «Communion des saints (aspect dogmatique et historique). Église anglicane», DTC

3.1 (París 1923) 449-450. Obra clásica sobre el tema en A. G. Dickens, The English Reformation (Londres

1964).

14

Jesús San Bernardino

En el fondo, toda la reacción protestante contra el culto de los santos se fun­damentaba teológicamente en el terrible debate que tanto angustiara a Lutero: el pro­blema de la gracia, la fe y las obras en la salvación. Según su concepción de la jus­ticia divina, Dios no dictaba su sentencia en virtud de un supuesto catálogo de nues­tras obras, buenas y malas, sino sólo por nuestra fe (sola fide ), a causa de los méri­tos del Hijo. La fe constituía una justificación total y completa, sin necesidad de obras y su única fuente radicaba en las Escrituras, sin referencia a las autoridades humanas que dispensaban indulgencias o pontificaban sobre la comunión de los san­tos. La suficiencia integral de la fe, el cristocentrismo escatológico, el retorno exclu­sivista a las Escrituras y el subsiguiente rechazo de la tradición y el magisterio de la Iglesia había determinado la suerte del culto de los santos para toda la Cristiandad protestante24

Incluso en la católica España llegaron a surgir voces que consideraban el culto a las imágenes una pura idolatría. Es el caso de Cipriano de Valera en el año 1588 o del autor protestante del Carrascón que, aun en el año 1633, se atrevía a repudiar las imágenes como leños o muñecos de niños. Aún más, los procesos inqui­sitoriales nos permiten comprobar las reacciones de los más iletrados como Juan Capacho, un cardador de Huete penitenciado en Cuenca en el año 1526, al haber manifestado que «las imágenes de los santos son ídolos>>25

.

En su vigesimoquinta sesión (celebrada los días tres y cuatro de diciembre de 1565), el concilio de Trento emitió finalmente su doctrina sobre la cuestión del culto de los santos26

• Amparándose en el «uso de la Iglesia católica y apostólica, recibido desde los primeros tiempos de la religión cristiana, según el consentimien­to de los santos Padres y los decretos de los sagrados concilios>>, se ratificaban los cuatro puntos de la doctrina referentes a la intercesión, a la invocación de los san­tos, a la veneración de las reliquias y al legítimo uso de las imágenes. Asimismo, el concilio rechazaba los cuatro principales argumentos esgrimidos por la Reforma, al declarar impíos a quienes sostenían (1) que la invocación de los santos era una ido­latría; (2) que era contraria a la Palabra de Dios; (3) que se oponía a la veneración del único mediador entre Dios y los hombres; (4) que el ruego vocal o mental a Jos santos que reinan en el cielo constituía una insensatez. En suma, el culto de los san­tos era declarado bonum atque utile.

24. Bibliografía actualizada (hasta 1986) sobre el pensamiento de Lutero en el ya citado L. Müller,

Gemeinschat und Verehrung ... 28-85. 25. Véase J. Caro Baroja, Las formas complejas ... 126-129, 132-134,226 y 235. Sobre el desarrollo de

la veneración de los santos en España, véase William A. Christian, <<De los santos a María: panorama de las devocíones a santuarios españoles desde el principio de la Edad Media hasta nuestros días>> en C. Lisón Tolosana (ed.), Temas de antropología española (Madrid 1976) 49-104.

26. Se trata del Decretum de invocatione, veneratione et reliquis sanctorum et sacris imaginibus, redac­tado a toda prisa, a petición de los obispos franceses para resolver sus problemas con la iconoclastia calvi­nista. Este decreto ordenaría toda la futura normativa de la Iglesia sobre este punto.

15

Del debate teológico al debate histórico: avatares de una tradición ...

En este mismo decreto aparecía, no obstante, una declaración disciplinar de sumo interés por sus consecuencias. En ella, el santo concilio expresaba el vivo deseo de que, en el caso de que ciertos abusos se hubiesen deslizado en el culto, éstos fueran extirpados para que no tuviesen un alcance dogmático falso ni fuesen capaces de engañar peligrosamente a las mentes más simples27

El siglo XVI conoció, efectivamente, un movimiento de reacción dentro de la propia Iglesia católica contra los excesos, tanto cultuales como literarios. Referido a este último aspecto, Fray Melchor Cano lamentaba tener que reconocer con dolor, asco y vergüenza que había mucha más exactitud e integridad en Suetonio que entre los historiadores de los mártires, confesores y vírgenes, tan aficionados al prejuicio, la ficción y la mentira28

• Esta inquietud crítica de la Contrarreforma pudo confluir con el creciente interés filológico del Humanismo renacentista por la reedición de los textos clásicos. De aquí arranca la tendencia erudita por "depurar" los martiro­logios y el santoral, así como por aislar las actas apócrifas, las pasiones espúreas y demás relatos legendarios. Ello supuso también la consolidación de una nueva vía de aproximación al tema de los santos. Al debate teológico se sumaba ahora el deba­te filológico y literario.

Tras los limitados proyectos de Lipomanio, Surio y del cardenal Baronio, los padres jesuitas Herbert Rosweyde (1564-1628) y su discípulo Jan Van Bolland (1596-1665) concibieron un magno programa de búsqueda y examen de toda la vasta literatura hagiográfica existente. La sociedad de los bolandistas inició, desde enton­ces, la más amplia colección de fuentes relativas a los santos, las Acta Sanctorum cuya primera entrega se realizó en Amberes en el año 1643. Se inauguraba así una línea de estudio dedicada a discernir entre lo legendario y los datos históricamente comprobados, con el objeto de poder reconstruir la verdadera historia y espirituali­dad de los santos. Iniciativas similares fueron seguidas en Francia en el siglo XVII, entre otros por el benedictino maurino Mabillon (1632-1707) con el mismo objetivo de sanear el campo hagiográfico29

27. Véanse las referencias textuales en P. Séjourné, s.v. <<Saints (culte des). Attaque et défense de la doctrine au XVIe siecle. La défense. Les conciles>>, DTC 14.1 (París 1939) 965-966. Sobre los avatares del concilio, estas decisiones finales y su clausura, véase H. Jedin, Historia del Concilio de Trento V. Tercer Período de sesiones y conclusión (Pamplona 1981) 11-147. Según algunos autores, el decretum relativo al culto de los santos adolecería de la reflexión y discusión precisa por parte de obispos y teólogos, precisa­mente debido a la premura con que se redactó: W. Beinert, <<Die Heiligen in der Reflexion der Kirche. Systematisch-theologische Grundlegung>> en W. Beinert (ed.), Die Heiligen heute ehren. Eine theologisch­

pastorale Handreichung (Friburgo-Basilea-Viena 1983) 13. 28. Melchor Cano, De locis theologicis 11.6. Véase la cita en P. Séjourné, art. cit. 973 y en J. Caro

Baroja, op. cit. 98, n. 8. 29. Cf. P. Molinari, s.v. <<Hagiografía>> en Ermanno Ancilli (dir.), Diccionario de espiritualidad

(Barcelona 1983 = Roma 1975) 217; J. Dubois, s.v. <<Hagiographie. L'hagiographie et les conceptions modernes>> en Dictionnaire de géographie et d'histoire écclesiastique 23 (París 1990) 52-53.

16

Jesús San Bernardino

Este saneamiento produjo algunos efectos paradójicos. Por cemmos a España deben mencionarse, por ejemplo, los quebraderos que produjeron durante los siglos XVI y XVII la publicación y comentario del Concilio de Elvira, dado que el ya citado canon 36 parecía dar la razón a las tesis más iconófobas del calvinismo, precisamente en las centurias de Murillo, Zurbarán y otras figuras del arte sacro y religioso hispano. Por otra parte, este mismo afán depurador en busca del núcleo de verdad histórica encerrado bajo una corteza de mitos y fábulas, terminaría por afec­tar duramente a la propia tradición jacobea, así como a la Virgen del Pilar30 •

3. LA ILUSTRACIÓN. LOS INICIOS DEL DEBATE HISTÓRICO

Mientras en los países del ámbito católico proseguía esta labor de la erudi­cwn crítica31

, en el mundo anglicano tomaba cuerpo ese movimiento filosófico conocido como empirismo, que tendría sus figuras más señeras, a lo largo del XVII, en Francis Bacon, Thomas Hobbes y John Locke. Como epígono de este movimien­to, habría de consolidarse en el XVIII la escuela histórica escocesa. A partir de aquí, se produciría la paulatina incorporación de otra voz disciplinar al estudio del culto de los santos: el debate propiamente histórico. Aún muy imbuido por la confesiona­lidad protestante, en 1651, Thomas Hobbes publicaba en su Leviathan un capítulo expresamente titulado Of Daemonology, and other Reliques of the Religion of the Gentiles. En él sostenía expresamente la idea poco original de que el culto a las imá­genes no era sino otra reliquia del Gentilismo, puesto que no había sido jamás insti­tuido ni por Moisés en el Antiguo Testamento, ni por Cristo en el Nuevo32

En ese mismo siglo, sin embargo, un grupo de pensadores y precursores del Enlightenment británico sentaba las bases para consideraciones menos confesiona­les, mediante la fundación de varias corrientes tea-filosóficas de gran alcance para toda la Ilustración. En su vertiente más extrema, autores como Herbet de Cherbury, John Toland o Matthews Tindal concibieron una «religión de la razón natural» o «religión natural», carente de revelación, de misterios y milagros, y absolutamente presidida por la Razón. Para el deísmo (corriente aún más radical que el teísmo), la eliminación de todo elemento irracional dentro del Cristianismo conducía a la nega­ción de toda intrusión de lo sobrenatural en este mundo y, por tanto, a la negación

30. J. Caro Baroja, op. cit. 98 y 140. 31. Sólo señalaré, en el caso de la Ilustración española, la gran obra enciclopédica inaugurada en Madrid,

en el año 1747, por el agustino Fr. Enrique Flórez con el título España Sagrada. Theatro geographico-histo­rico de la Iglesia de España. Origen, divisiones y limites de todas sus Provincias. Antigüedad, Traslaciones,

y estado antiguo y presente de sus Sillas, con varias Dissertaciones criticas.

32. Th. Hobbes, Leviathan, ed. C. B. Macpherson (Harmondsworth 1974) 665-666. Cf. Julio Caro

Baroja, op. cit. 140, n.78.

17

Del debate teológico al debate histórico: avatares de una tradición ...

de la Providencia y del Gobierno divinos: Dios sólo era el Supremo Hacedor y Creador del Universo, pero no intervenía en la Historia33

Todo ello desembocaría en el agnosticismo existencial de un autor tan inte­resado por la sociedad británica como Voltaire (exiliado en Londres entre 1726 y 1729?4 o en el escepticismo de un Hume35

• Por otra parte, esta religión natural se concebía a sí misma como culmen del progreso del Espíritu humano en su ascenso hacia la Razón, la Verdad y la Luz, merced a un contínuo (aunque no siempre recti­líneo) proceso de "ilustración" que lograría sacar al Hombre de las atávicas tinieblas en que se hallaba sumido36.

De este modo, se creó el clima en el que se fraguaron obras como The Natural History of Religion de Hume o The History of the Decline and Fall of the Roman Empire de Gibbon. En la primera de estas obras, el empirista de Edimburgo insistía en los flujos y reflujos de una natural tendencia humana «to rise from idolatry to theism, and to sink again from theism to idolatry»37

• En la segunda, Gibbon des­cubría uno de esos terribles reflujos en el advenimiento del culto de los santos. En su

33. Los mayores estudios de conjunto sobre el tema están constituíidos por las obras de G. Cragg, The Church and the Age of Reason 1648-1789 en The Pelican History of the Church. Vol. 4 (Harmondsworth 1960); P. Gay, The Enlightnment: an interpretation, 2 vals. (Londres 1967); N. Hampson, The Enlightenment en The Pelican History of European Thought. Vol. 4 (Harmondsworth 1968) y W. J. Callaban-D. Higgs (eds.), Church and society in Catholic Europe of the Eighteenth Century (Cambridge

1979).

34. En Francia, le Grand Siecle había conocido previamente las agrupaciones de librepensadores como Pierre Bayle (1647-1706), avezados en la crítica de la teología católica, de los milagros y la Biblia, en nom­bre del Racionalismo; un buen estudio de este movimiento en P. Hazard, La pensée européenne au XVIII' siécle. De Montesquieu a Lessing (París 1963). En cuanto a Voltaire, como muestra de su posicionamiento, véase la acepción <<Prejuicios religiosos>> en la edición de su Diccionario filosófico, vol. III (Barcelona

1976) 250-251.

35. Al respecto, destaca la publicación en 1756 de su Historia natural de la religión y las ediciones pós­tumas (1779) de sus Diálogos sobre la religión natural y de su Ensayo sobre los milagros. Refiriéndose al problema de la religión y de Dios, la siguiente sentencia resume su pensamiento: <<El todo constituye un intrincado problema, un enigma, un misterio inexplicable. Duda, incertidumbre y suspensión del juicio apa­recen como único resultado de nuestra más esmerada investigación sobre este tema.>> Historia de la religión natural (Buenos Aires 1966) cap. XV. Un estudio específico sobre la posición de Hume frente al problema

religioso en R. Wolheim (ed.), Hume on Religion (Londres 1963). 36. Este principio halla su más clara expresión, dentro de la Aujkliirung alemana, en el pensamiento de

G. E. Lessing (1729-1781). Para el autor germano, una lenta transición desde las religiones de formas tra­dicionales conducía hacia una religio naturalis, una religión de la razón situada al final de la historia edu­cativa del género humano. Véase la referencia a su obra La educación divina de la Humanidad (1780) en

M. Meslin, Aproximación a una ciencia de las religiones (Madrid 1978) 40-41. 37. D. Hume, <<The Natural History of Religion» en Essays Moral, Political and Literary (Londres

1875) 334; cf. P. Brown, The cult ofthe saints (Chicago 1981) 14 n. 53.

18

Jesús San Bemardino

capítulo XXVIII, esta forma de veneración era conceptuada como fruto de una ten­dencia a la restauración del "reino del politeísmo"38 .

He aquí una idea en absoluto original que, tras una larga prehistoria teoló­gica y filológica, lograba finalmente su plasmación historiográfica. De este modo, tras la tradicional acusación heterodoxa (según la cual bajo el culto de los santos se hallaban las pulsiones demoníacas de un paganismo latente) y la equivalente sospe­cha católica apoyada por la filología contrarreformista (de que ciertos abusos y exce­sos podían rozar o caer directamente en la idolatría), el culto de los santos fue rede­finido en los términos filosóficos de un reflujo histórico hacia el politeísmo, dentro del más amplio conjunto de una marea ascendente hacia la religión natural y el pro­greso humano.

4. EL SIGLO XIX. ESTADO DE LOS TRES DEBATES

En la siguiente centuria, la mente de un acaudalado cuáquero dedicado al estudio de los "salvajes", E. B. Tylor (1832-1917), alumbraría el famoso esquema tripartito animismo-politeísmo-monoteísmo, anclado en el evolucionismo antropológico39

• A lo largo del XIX, la antropología científica se fue definiendo, cada vez más, como una "ciencia de la alteridad", es decir, una disciplina dedicada al estudio del otro (el salvaje, el primitivo, el exótico) frente al nosotros del Hombre occidental y cristiano40

38. E. Gibbon, The Decline and Fall ofthe Roman Empire ed. J. B. Bury (Londres 1909) 3. 225; cf. P. Brown. The cult of .. 15, n. 55. Contribuciones al estudio monográfico del legado gibboniano en G.W. Bowersock, J. Clive & S.R. Graubard (eds.), Edward Gibbon and the Decline and Fa/l ofthe Roman Empire (Cambridge 1977); cf. P. Brown, <<Gibbon's Views on Culture and Society in the Fifth and Sixth Centuries>> & <<In Gibbon's Shade», Society and the Holy in Late Antiquity (Nueva York 1982) 22-62; F.J. Lomas Sal monte, <<Observaciones de E. Gibbon sobre los Antoninos desde la atalaya de la Ilustración» en F. Gaseó y E. Falqué (eds.), El pasado renacido. Uso y abuso de la tradición clásica (Sevilla 1992) 141-172; un estu­dio digno del mejor "Gibbon" sobre las "pulsiones" monoteístas y politeístas de las poblaciones mediterrá­neas en J.P. Kenney, «Monotheistic and polytheistic elements in classical Mediterranean spirituality» en A.H. Armstrong (ed.), Classical Mediterranean spirituality: Egyptian, Greek, Roman (Londres 1986) 269-

292. 39. E.B. Tylor, Cultura primitiva (Madrid 1977 =Londres 1871); véase M. Meslin, <<Psicología y ani­

mismo» en su obra Aproximación a una ciencia de las religiones (Madrid 1978) 55-59 y E. Evans-Pritchard, «Tylor (1832-1917)» en su obra Historia del pensamiento antropológico (Madrid 1987 = Oxford 1973) 134-

137. 40. Una interesante monografía sobre el tema en Joan Bestard y Jesús Contreras, Bárbaros, paganos,

salvajes y primitivos. Una introducción a la Antropología (Barcelona 1987); contiene un capítulo titulado «"Los otros" son "bárbaros": la herencia grecolatina» en las páginas 53-70. Los autores afirman explícita­mente en la solapa: «En esta obra se parte de que el objeto por antonomasia de la Antropología es el conoci­miento del otro.» También puede verse Marvin Harris, El desarrollo de la teoría antropológica. Una his­toria de las teorías de la cultura (Madrid 19876 =Nueva York 1968) 7 -155; l. Moreno, «El proceso de cons­titución histórica de la Antropología» y «La Antropología, estudio de los pueblos "primitivos"» en su obra

19

Del debate teológico al debate histórico: avatares de una tradición ...

De este modo, los estudios sobre las realidades religiosas de sociedades pri­mitivas fueron generando paulatinamente todo un utillaje teórico-metodológico (animismo, totemismo, tabú ... ) circunscrito siempre al estudio del otro o a lo sumo al pasado precristiano del nosotros. La no aplicación de estas herramientas concep­tuales al estudio del nosotros religioso y de su pasado cristiano (incluido, verbigra­cia, el culto de los santos) se explicaba en el marco etnocentrista del colonialismo europeo. Se trataba de una rotunda negativa a esa "autocosificación" que suponía el dejar de ser «el sujeto (superior) que estudia al otro (inferior)>> para pasar a ser «el propio objeto de la investigación», o sea la renuncia a ser Dios en el laboratorio antropológico.

Como consecuencia de ello, el estudio del culto de los santos (esa parte his­tórica del nosotros religioso occidental) siguió discurriendo más o menos plácida­mente por los afanosos caminos del positivismo decimonónico y del eterno binomio "politeísmo-monoteísmo". El esfuerzo de compilación y recopilación sistemática dio como resultado algunas de las colecciones, catálogos y corpora de fuentes más útiles, aún hoy en día, para el investigador de la religiosidad tardoantigua. Cabe mencionar en primer lugar, la obra de la sociedad de los bolandistas, desde 1882, con sus Analecta Bolandiana y posteriormente con sus repertorios en la Bibliotheca hagiographica latina (1898), graeca (1909) y orientalis (1910)41

No pueden omitirse tampoco la publicación a cargo de Th. Ruinart de las Acta martyrum sincera en Ratisbona (1859), ni las ediciones de J.P. Migne, Patrologiae cursus completus en París desde 1844, ni las del Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum en Viena desde 1890, ni los Monumenta Germaniae Historica en Berlín desde 1877, ni los Analecta hymnica medii aevi en Leipzig desde 1886 ni ... entre muchas otras.

A la ingente labor de edición de textos históricos, literarios, litúrgicos y eclesiásticos deben añadirse los considerables aportes de la Arqueología positivista. Así por ejemplo, el progresivo interés por el mundo paleocristiano tuvo tres hitos fundamentales, protagonizados por G. B. De Rossi: la publicación del primer tomo de las Inscriptiones Romae christianae (1861), la fundación del Bulletino di archeologia cristiana en Roma (1863) y la edición de su obra La Roma soterranea

Cultura y modos de produción. Una visión desde el materialismo histórico (Madrid 19792) 39-49 y 115-129.

Por último, un flamante estudio histórico en J. Fontana, Europa ante el espejo (Barcelona 1994) con capí­tulos tales como <<El espejo bárbaro>>, <<El espejo cristiano>>, <<El espejo salvaje>> o <<El espejo del vulgo>>. En ellos, el autor ilumina la visión que arrojan una serie de "espejos deformantes" donde hemos definido la Historia de Europa en contraste con imágenes falaces del "otro": <<Primero fue el bárbaro. Más tarde, los rostros diabólicos del inf1el y del hereje .... El gran sobresalto social de fines de la Edad Media dibujó el ros­tro amenazador del rústico inculto -que sobrevive en el de las temidas masas-, y el "descubrimiento" de los pueblos de otros continentes obligó a una nueva definición a partir de los del salvaje, el oriental y el primi­

tivo>> (véase contraportada).

41. Balance general de la obra bolandista en H. Delehaye, A travers trois siecles, l'oeuvre des bollan­distes, 1615-1917 (Bruselas 1920).

20

Jesús San Bernardino

cristiana (Roma 1864 ). Por aquellas mismas fechas ( 1856-1865) saldrían a la luz, en París, los dos volúmenes de las Inscriptions chrétiennes de la Gaule anterieures au VII/e siecle editados por E. Le Blant42

. En cuanto a la Península ibérica, se publica­ron en estos momentos uno de sus primeros corpora epigráficos: las Inscriptiones Hispanrae Christianae por Ae. Hübner (Berlín 1871) y su posterior suplemento (Berlín 1900).

Todo este enorme caudal de datos arrojados por la evidencia arqueológica y epigráfica sería canalizado finalmente en los treinta volúmenes del titánico Dictionnaire d'Archéologie chrétienne et de Liturgie, dirigido en París por F. Cabril, H. Leclercq y H. Marrou, durante los años 1903-1953. De este modo, el debate his­toriográfico sobre el culto de los santos pudo verse enriquecido y remozado por las noticias procedentes de las nuevas fuentes materiales.

Con este estado de cosas, en los años del último cambio de siglo podían percibirse las voces, a menudo entrelazadas, procedentes de tres discursos de raíces genéticas diferentes. En primer lugar, persistían los gastados timbres de una ances­tral discusión doctrinaria. Frente a los defensores del católico dogma de la comunión de los santos, sus detractores (fundalmentalmente en la órbita de la teología protes­tante y del racionalismo) seguían denunciando esta fórmula como un retorno a las supersticiones paganas (M. Nicolas) o una suerte de politeísmo mal disfrazado, fruto del triunfo de una religión de segundo orden sobre la auténtica religión del espíritu (A. Harnack)43

En segundo lugar, se alzaban los estudios enraizados en la tradición hagio­gráfica del debate filológico y literario, apegados al escudriño de las fuentes escri­tas, en pos del discernimiento entre verdad histórica y falsedad legendaria44

. De estos momentos arrancan, por ejemplo, los ataques de la escuela alemana contra la fiabilidad de Prudencia, una de las principales fuentes para el estudio del culto de los santos en la Antigüedad45

• En esta misma línea, se desarrolló la producción arti-

42. Una nueva edición aparecería a finales de siglo, habida cuenta de la rapidez con que se sucedían !m hallazgos epigráficos: E. Le Blant, Nouveau recueil des inscriptions chrétiennes de la Gaule antérieures au

VII/e siixle (París 1892).

43. Véase P. Bernard, s.v. <<Communion des saints, son aspest dogmatique et historique», DTC 3.1

(París 1923) 429-454.

44. Ya me he referido más arriba a las Acta martyrum sincera de Th. Ruinart.

45. Destacan, en este sentido, los trabajos pioneros de H. Breidt, De Aurelio Prudentio Clemente Horatii lmitatore (diss. Heidelberg 1887); G. Sixt, «Des Prudentius' Abhangigkeit von Seneca und Lucan>>. Philologus 51 (1892) 501-506; F. Dexel, Des Prudentius Verhiiltnis zu Vergil (diss. Erlangen 1907). Para el resto de estudios sobre la imitatio en Prudencio remito a A.M. Palmer, Prudentius on the martyrs (Oxford 1989) 98 n. 1 y 180-204. He dedicado algunas líneas a este asunto en un trabajo de investigación inédito (presentado dentro de mi programa de doctorado): J. San Bemardino, «El problema de la fiabilidad en Prudencio» en Mérida tardorromana. Una aproximación desde el patrocinio cívico de los santos (siglos. IV-V) (Sevilla 1992) 67-78. He vuelto sobre el tema con la comunicación, <<Aurelius Prudentius Clemens. Transparencia y opacidad en la mirada de un tardorromano>> presentada recientemente en el III Congreso

andaluz de estudios clásicos, siglos III-VII d.C. (12-15 Abril 1994, Sevilla).

21

Del debate teológico al debate histórico: avatares de una tradición ..

culista bolandiana con la fundamental novedad de que su paciente examen con «sonda, lima y lupa>> de los textos pudo verse aquilatado por las flamantes campa­ñas arqueológicas46

• Todo ello posibilitó secundariamente la aparición de una litera­tura más provinciana, en la que múltiples sabios y eruditos emprendían el estudio de la vida, obra, milagros y culto de determinado santo <<a través de la moderna crítica histórica y de los recientes descubrimientos arqueológicos>>47

. Así, por ejemplo, entre estas cientifistas versiones con "sabor local" del tradicional género de la bio­grafía hagiográfica, vio la luz una anecdótica publicación salesiana. en la Sevilla de fines del XIX, sobre las vidas de las santas Justa y Rufina, con el confeso objetivo de frenar el obrerismo contemporáneo48 .

En tercer y último lugar, el debate de raíz propiamente historiográfica llegó a alcanzar uno de sus puntos de máxima virulencia, toda vez que las ascuas de la confesionalidad teológica se vieron avivadas por la avalancha de datos procedentes del material literario, arqueológico y epigráfico inventariado en pleno furor positi­vista. Una serie de estudios filológicos comparatistas (entre teónimos paganos y hagiónimos) o las estratigrafías arrojadas por las excavaciones que documentaban continuidad entre lugares de culto cristianos y precristianos permitirían a ciertos autores relanzar, con nuevos bríos y mejor argumentada que nunca. la teoría del "retorno inconsciente" hacia el paganismo, subyacente bajo el culto de Jos santos.

S. INICIOS DEL SIGLO XX. LA POLÉMICA «SANTOS VERSUS DIOSES Y HÉROES»

Desde las postrimerías del siglo XIX, un cierto número de filólogos venían coincidiendo en demostrar, a través de una serie de trabajos pormenorizados, que detrás de determinados santos famosos se ocultaban personajes del mundo mitoló-

46. Véanse. por ejemplo. las obras de H. Delehaye, Les passions des mart\TS et les genres littéraires (Bruselas 1921): id., Les légendes hagiographiques (Bruselas 1927): id.. Sanctus, essai sur le culte des saints dans 1 'Antiquité (Bruselas 1927): id .. Les origines du cu/te des martws (Bruselas 1933): id .. Cinq lermzs sur la méthode lwgiographique (Bruselas 1934): B. de Gaiffier. Recherches d'hagiographie latine

(Bruselas 1971 ): id .. Recueil d'hagiugraphie (Bruselas 1977).

47. He tomado la expresión del título de un trabajo de V. Navarro del Castillo, <<Santa Eulalia de Mérida. Su vida, martirio y culto, a través de la moderna crítica histórica y de los recientes descubrimien­

tos arqueológicos>>, REE 27 (1971) 397-459. 48. En una "Carta-prólogo" dirigida al presbítero salesiano Pedro Ricaldone. José Roca y Ponsa escri­

be: <<Lo grave está en que esta democracia, como los bárbaros al invadir el Imperio romano. no es cristiana. El Comunismo, el Socialismo. el Anarquismo con la cuestión obrera en toda su extensión y profundidad prueban estos dos hechos por mí anotados. Hay, pues. una necesidad urgentísima y es la de cristianizar esa democracia, la de catequizar estas masas, la de formar a los obreros. Tal es la Obra de los Talleres Salesianos>>: P. Ricaldone, Vida de las santas Justa y Rujina patronas de Sevilla (Sevilla 1896) XII. La ilus­

tración situada más abajo procede precisamente de esta publicación local.

22

Jesús San Bernardino

gico grecorromano. De este modo, era posible reconocer a Afrodita bajo Santa Pelagia, a los Dióscuros bajo los santos Gervasio y Protasio (también bajo los san­tos Cosme y Damián o bajo los apóstoles Pedro y Pablo) a Mitra bajo San Jorge, etc.49 Por otra parte, algunos arqueólogos apuntalaron con su labor esta línea de investigación. Baste citar el caso de Albert Gayet cuando reconoció -para gran escándalo del catolicismo más mojigato- a la Virgen María con el niño Jesús, en una estela egipcia que representaba a Isis amamantando a Horus50 .

Todos estos estudios fueron sistemáticamente recogidos y organizados en la primera gran obra de síntesis sobre el culto de los santos, realizada por E. Lucius, catedrático de Historia eclesiástica en la Facultad de teología protestante de la Universidad de Estrasburgo. Su Die Anfange des Heiligenkults in der christlichen Kirche fue editada póstumamente en Tübingen (1904) por su sucesor en la cátedra, M.G. Anrich. Para el difunto Lucius, el culto cristiano de los santos entroncaba directamente con el pagano culto de los héroes51 .

Tres años más tarde, E. Nourry publicaría en París -bajo el seudónimo de P. Saintyves- otra gran obra bajo un título muy revelador: Essais de mythologie chrétienne. Les Saints sucesseurs des dieux. Según él, no eran los héroes sino más bien los dioses quienes se hallaban directamente detrás de los santos. De este modo, se abría un debate dentro de "la teoría paganizante" entre los respectivos partidarios de unos y otros personajes mitológicos (dioses o héroes) como predecesores de los santos. Lucius apostaba claramente por los héroes en virtud del principio de media­ción: santos y héroes ocupaban respectivamente el mismo espacio mediero en la gra­dación jerárquica del orden sobrenatural, así como en la escala mística que unía al cielo con la tierra. En cambio, Saintyves apuntaba hacia el conjunto más amplio de todos los dioses a partir del principio de sincretización. Partía de los estudios que habían demostrado el proceso de asimilación de los dioses célticos del mundo galo por parte de las divinidades latinas, a través de los cambios en el vocabulario y sim­ples reajustes funcionales. Para triunfar, el cristianismo tuvo que repetir una opera­ción de similares características a través de la integración de los cultos locales. De

49 Un buen elenco de todos estos trabajos aparecen recogidos en H. Delehaye, Les origines du culte des

martyrs (Bruselas 1933') 404-406 (en las notas a pie de página). 50. Véase la cita en H. Leclercq. s.v. «Saint. Les survivances paiennes>>, DACL 15.1. 460, n. 7: <<A.

Gayet, Les monuments captes du museé de Boulaq, dans Mémoires de la mission archéologique du Caire, t.lll, pi. XC et p. 24; cf. C. Schmidt, Ueber eine angebliche alkoptische Madonna Darstellung. dans Zeitschrift jiir Aeg)ptische Sprache. t. XXXIII, 1875, p. 58-62>>. Más recientemente V. Tran Tam Tinh, Isis

lactans. Corpus des monuments greco-romains d'Isis allaitant Harpocrate (Leiden 1973). 51. De hecho. la tesis de E. Lucius sería tomada por Eitrem en su artículo <<Heros>> de la

Realencyclopddie der classischen A/tertumswissenchaften 8.1 (Stuttgart 1912) 1122.

23

Del debate teológico al debate histórico: avatares de una tradición ..

este modo, los tradicionales dioses galorromanos, una vez acomodados en el nuevo Olimpo cristiélno, se perpetuaron a través del culto de los santos52 .

A pesar de estas diferencias, ambos recurrieron a los mismos argumentos en defensa de sus respectivas tesis:

a) La identidad homonímica entre determinados santos y el dios/héroe correspondiente. Según ésta, uno de los métodos empleados por los misioneros y evangelizadores habría consistido en la substitución del ídolo local por un santo cuyo nombre recordase el de aquél, como en los casos de San Dionisio y Baco-Dionisio, Santa Pelagia y la Venus marítima (Afrodita Pelagia), Santa Victoria y la diosa alegórica Victoria, San Onofre y Osiris Ounofer, San Menas y el dios Min, etc.

b) La identidad mítica: aquí, la captación se efectúa mediante el trasvase de algunos de los atributos personales o sucesos míticos del perso­naje pagano al santo cristiano, como en el caso de los marciales Mitra y San Jorge, o en el caso del mártir Luciano que recoge la leyenda del delfín de Arión. A veces, la homonimia vendría a reforzar la asimilación mítica, como en el caso de San Hipólito que comparte el tormento de descuartiza­miento equino con Hipólito, hijo de Teseo o el caso de Helios subido en su carro celeste como Elías.

e) La identidad topográfica: se basa en la continuidad arqueológi­ca de los lugares del culto cristiano y los precedentes paganos, como el caso de la Iglesia de San Cesario, construida directamente en el Palatino sobre el palacio de los césares.

d) La identidad cronológica: se fundamenta en los casos de conti­nuidad entre fiestas de los respectivos calendarios paganos y cristianos.

e) La identidad iconográfica: ésta se apoya en la similitud entre las representaciones, figurativas o simbólicas, de unos y otros objetos de culto, como en el caso ya citado de la Isis lactans y la Madonna.

f) La identidad ritual: consiste en subrayar la semejanza general entre culto pagano y culto de los santos, a efectos de ofrendas de exvotos, veneración de reliquias, traslaciones, invenciones milagrosas y apariciones. En este sentido, destaca el magno trabajo que Pfister publicó entre los años 1909 y 1912 sobre el culto a las reliquias en la Antigüedad. En él, reflexio­naba sobre el papel de los héroes y mártires como únicos destinatarios de este tipo de culto53 .

52. Recientemente ha vuelto sobre este tema R. Chevallier, «Des dieux gaulois et gallo-romains aux saints du christianisme: Recherche sur la christianisation des cultes de la Gaule: Réflexions sur les sources et les méthodes, schéma d'enquete collective>> en La patrie gauloise d'Agrippa au V/e siecle. Actes du

Colloque de Lyon 1981 (Lyon 1983) 283-326.

53. F. Pfister, Der Reliquienkult im Altertum 2. vol. (reed. Berlín 1974 = Guiessen 1909).

24

Jesús San Bernardino

Como puede comprobarse, toda esta demostración reposaba sobre la minu­ciosa aportación de positivos datos filológicos y arqueológicos. Sin embargo, Jos círculos de la investigación católica no tardaron en contratacar. De este modo, las diferencias entre Lucius y Saintyves quedaron subsumidas dentro de una polémica de mayor alcance frente a sus respectivos "verdugos" católicos. La obra del prime­ro fue refutada por el bolandista H. Delehaye; la del segundo por el clérigo E. Vacandard54

. Merece la pena detenerse sobre esta réplica. En primer lugar, ambos polemistas reconocían que la conversión de enor­

mes masas pudo haber provocado algunos excesos en la Antigüedad. De hecho, la Iglesia pudo incluso haber utilizado las posibles analogías entre el culto cristiano y el pagano en su misión evangelizadora pero nunca mediante la asimilación (ataque a la tesis de Saintyves). Al contrario, allí donde aparecía un misionero, su primer cuidado consistía en abatir los ídolos y proscribir el politeísmo. Se combatía contra la idolatría, oponiéndole el culto de los santos. Se levantaba altar contra altar, basí­lica contra templo, en una lucha abierta y sin subterfugios contemporizadores. Para los antiguos padres y obispos no había duda posible: el santo no era ni un héroe ni un dios, era un mártir, un confesor de Cristo, un soldado de Dios. Los santos siem­pre fueron individualidades bien conocidas por el medio en que rindieron testimo­nio de su coraje y devoción y, por lo tanto, nada tenían que ver con las lejanas divi­nidades y héroes del Olimpo grecorromano. Los mártires de Cristo no tenían sacri­ficios ni altares ni sacerdotes; sólo Dios gozaba de estos privilegios.

Aún en el caso de que se hubiesen podido tomar excepcionalmente datos procedentes de ciertos nombres o leyendas míticas (identidad homonímica y mítica), ello no demostraría dependencia cultual sino literaria. Toda la pretendida mitología del culto católico se reduciría a algunas vagas semejanzas de nombres o de gestas entre los santos y los dioses. Todas las supuestas similitudes figurativas (identidad iconográfica) resultarían ser simples coincidencias sin valor probatorio. ¿Qué nece­sidad tenían los cristianos de buscar una diosa egipcia para representar a María? ¿Acaso su maternidad no había sido anunciada por Isaías e indicada por el evange­lista Mateo? Sería aquí y no en Isis donde se inspiró la más antigua representación de la Madonna (la Virgen madre de la catacumba de Priscilla).

En cuanto al pueblo, ningún cristiano medianamente instruido habría duda­do en poner una distancia infinita entre Dios y los amigos de Dios (sic, en H. Delehaye). Jamás en los ejemplos aportados por Lucius o Saintyves se demuestra que los fieles hayan, consciente o inconscientemente, destinado a una divinidad pagana el culto que suponían rendir a un mártir cristiano; jamás la filiación directa entre el culto de un dios o héroe y el culto de un santo es establecida. Aun en los casos en que se produce continuidad entre los días de fiesta y los lugares sagrados

54. H. Delehaye, Les origines du culte des martyrs (Bruselas 19332); E. Vacandard, «Origines du culte

des saints. Les saints sont-ils les successeurs des dieux 0 >>, Revue du clergéfraw;ais 68 (1911) 31-70.

25

Del debate teológico al debate histórico: avatares de una tradición ...

(identidad topográfica y cronológica), el dios o héroe pagano ha sido realmente abo­lido para rendir tributo a un santo de Dios.

Por otra parte, según estos autores, debería rechazarse la acusación protes­tante de que el culto de los santos desviara a los fieles del gran precepto de la ado­ración en espíritu y en verdad, de que impidiera al alma de los devotos elevarse por encima de la criatura y subir hacia el Autor de todo bien. Al contrario, el comercio familiar con los santos fue y es, para un gran número, el medio más cómodo de ele­varse por encima de las cosas de este mundo, y alcanzar la idea trascendente del ser divino.

En cuanto al ritual, quizá pueda constatarse similitud pero no necesaria­mente dependencia. En primer lugar, el espíritu que animaba el culto de los santos nada tenía que ver con ninguna teoría de la mediación en la escala óntica que une al cielo con la tierra (ataque a la tesis de Lucius). El culto de los santos no procedía del culto de los héroes ni de los dioses sino del culto de los mártires (vinculado en sus orígenes con el culto a los difuntos): los honores que les fueron rendidos desde las primeras generaciones cristianas eran una consecuencia directa de su eminente dig­nidad como testigos de Cristo. En segundo lugar, las prácticas rituales del culto a las reliquias nacieron del respeto con que se rodeaba sus despojos mortales y de la confianza en su intercesión.

Evidentemente no habría un acto, ni un rito para el que no pudiera encon­trarse el equivalente en la religión antigua pero no se trataría de dependencia sino de «productos naturales de un mismo estado de alma producido en circunstancias simi­lares». No habría porqué considerarlos tomados de la religión grecorromana sino simplemente constatar que «necesidades espirituales idénticas, la necesidad de creer en las comunicaciones con el más allá han producido efectos análogos». En defini­tiva, el culto de los santos no fue sino «une belle part de l'héritage des siecles chré­tiens»55.

Así, frente a quienes habían intentado entender lo cristiano a través de lo precristiano, los sabios de la ortodoxia católica se negaron a todo enfoque del culto de los santos que no se realizara desde el propio culto de los santos. De esta mane­ra, sólo cabía una aproximación, la efectuada desde las categorías de la propia tra­dición patrística. Ello conducía a una afirmación tautológica: ¡los santos no son dio­ses ni héroes, son santos' Situado en este extremo, el debate historiográfico acaba­ba confundiéndose con un debate teológico, convenientemente adobado de positivos datos filológicos y arqueológicos.

55. Toda esta argumentación se encuentra detalladamente expuesta en Delehaye, «De quelques syste­mes>> en su obra Les origines du culte ... 404-417; y el artículo ya citado de E. Vacandard, <<Origines du culte

des saints. Les saints sont-ils les successeurs des dieux·>,, Revue du clergé fran,·ais 68 (1911) 31-70.

26

Jesús San Bernardino

Una marcada confesionalidad recorre algunas de las más profundas refle­xiones del bolandista Hippolyte Delehaye. No me refiero ya a su apologética defen­sa del culto de los santos como medio de alcanzar la suprema esencia de Dios sino a su explícita creencia en el origen divino de la santidad56 . Tras afirmar que «la saín­teté est 1' oeuvre de la gráce», el autor se entretiene en distinguir entre las gracias gratuitas o dadas, las gracias de santificación y las gracias místicas como el objeto de discenir cuál se halla realmente en la raíz de la santidad57

. Un catolicocentrismo caritativo subyace en la consideración de que las iglesias ortodoxas orientales (armenias, coptas, griegas, rusas ... ) no están totalmente desprovistas de los medios de santificación de que dispone la Iglesia católica. Incluso los protestantes no esta­rían completamente faltos de ciertos auxilios espirituales58 . En cuanto a los "pueblos infieles" (peuples infide!es. sic), el problema no radicaría en el hecho de que tengan o no "sus" santos, sino en la espinosa cuestión de si la santidad -tal y como es entendida por nuestros teólogos- es o no posible entre ellos59 • He aquí una clara muestra de la valoración del "otro" a través de los criterios del "nosotros".

Sin embargo y a pesar de sus notables diferencias, Lucius, Saintyves, Vacandard y Delchaye compartían el mismo enfoque teórico, horizontal y positivis­ta: el "nosotros religioso" sólo puede explicarse desde los datos del "nosotros" y de "lo religioso··. Ninguna referencia al "otro" ni tampoco a «lo social, político o económico>>.

No obstante, en la investigación historiográfica contemporánea, algunas metodologías funcionaban desde otros parámetros. En la propia Universidad de Estrasburgo donde enseñaba Lucius, un profesor de Historia vinculado a los princi­pios del evolucionismo antropc>lógico proseguía sus investigaciones de derecho comparado cnlre Gre-:ia, Roma v la India. En 1864, el profesor Fuste! de Coulanges publicaba Lu Citt' mz:ique. Étwle .>ur le culte, le droit, les institutions de la Crece et de Rome y. e11 ,:1:;\ abordaba :v religioso en función de lo social, a través de una connión claramenlc vertical'1'. Fste autor no católico, libre-penseur según algunos,

~(·. H. Dé',·haye. ,.¡_¡¡ 'ainteté·· ,-, ·.u obra Sanctus. Essai sur le culte des saints dans l'Antiquité

(Brvq).t:-. 19~7\ 2fJ0-2hi.

57. H. Ut•ic:wve. <•La ;aintcté» en S.tnctus. Essai ... 247-249.

58. H. Delehaye. ibid 256-259. El autor cita expresamente (p. 256. n. 1) el artículo de L. de Grandmaison, «Le Sadhu Sundar Singh et le probleme de la sainteté hors de l'Église catholique>>,

Recherches de science religieuse 13 (1922) 1-29.

59. H. Delehaye. ibid. 254-255. El autor cita varios estudios referidos a la "'santidad" entre budistas, hin­

dúes, sintoístas, mahometanos, habitantes de Java, etc.

60. He manejado una reciente edición francesa con prefacio de Fran~ois Hartog: Fuste\ de Coulanges. La cité antique (París 1984). El gran estudio sobre el maestro y su obra se remonta a finales del siglo pasa­do: P. Guiraud, Fuste/ de Coulanges (París 1896). En la década de los ochenta de la presente centuria han surgido nuevas aproximaciones a la obra de Fuste!. Además de la celebración del Colloque Fuste/ de Coulanges en la École norma/e supérieure (enero 1984), cabe mencionar: A. Momigliano & S.C. Humphreys. «The social structure of the ancient city>>, ASNP 4 (1974 )331-367; M. l. Finley, <<The ancient city. From Fuste! de Coulanges to Max Weber and beyond>>, CSSH 19 (1977) 305-327 =«La ciudad anti-

27

Del debate teológico al debate histórico: avatares de una tradición ...

afirmaba cosas tales como que las creencias eran una creación humana aunque las creyesemos dios61

• Partiendo del papel del culto como base del lazo social en la Antigüedad, conceptuó la cité como «la reunión de aquellos que tenían los mismos dioses protectores y que cumplían el acto religioso en el mismo altar>>62

. Cada ciu­dad tenía sus dioses que la habitaban y protegían sólo a ella. De ahí, la ingente masa de divinités poliades que poblaban Grecia e Italia. Estas creencias podrían parecer­nos ridículas, falsas o grotescas pero hallaban su perfecta explicación en el marco del cuerpo social que fundamentaban63

. Estas afirmaciones serían posteriormente desarrolladas con mayor consistencia teórica por uno de sus pupilos a l'École nor­ma/e, Emile Durkheim (1858-1917)64 .

El autor de Las formas elementales de la vida religiosa (París 1912), a tra­vés de sus estudios sobre el totemismo australiano, consagró la dimensión social como elemento esencial de toda religión65

. Para Durkheim, los dioses vienen a ser "los pueblos pensados simbólicamente"; es decir, la sociedad crea lo sagrado mediante una transferencia de poder sobre el cuerpo visible del dios, por lo que el dios es mera hipóstasis de la comunidad que lo creó y le comunicó su fuerza. Todas

gua: de Fuste! de Coulanges a Max Weber y más allá>> en La Grecia antigua. Economía y sociedad (Barcelona 1984) 35-59: A. Momigliano, «La Cité antique de Fuste! de Coulanges>> en ProhU:mes d'histo­riographie ancienne et moderne (París 1983) 402-423; R. di Donato, <<La cité de Fuste! a Glotz. Méthode historique el science sociale>> en Poikilia. Études offertes a Jean-Pierre Vemant (París 1987) 451-461; M.A. Levi, <<Rileggendo Fuste] de Coulanges>>, SStor 9 ( 1986) 129-145. En este último trabajo, el autor reivindi­ca el legado fusteliano, que no merecería de ningún modo el "quasi-olvido" al que se le ha relegado; su apro­ximación a la ciudad como "un todo" ya anunciaba la posterior école sociologique franraise y las investi­

gaciones sobre las instituciones políticas y religiosas llevadas a cabo por Gustave Glotz y sus alumnos. 61. Fuste! de Coulanges, La cité antique (París 1984) 149: <<Une croyance est l'ocuvre de notre esprit. ..

Elle est notre création, mais nous ne le savons pas. Elle est humaine. d nous la croyons dieu.>> 62. Fuste! de Coulanges, ihid 166: «<a cité était la réunion de ceux qui avaient les memes dieux protec­

teurs et qui accomplissaient 1' acte religieux au méme autel.>> 63. Fuste! de Coulanges, ihid 168-178. Destacan específicamente los capítulos V, VI y VII del Libro

III: <<Le culte du fondateur>>, <<Les dieux de la cité>> y <<La religion de la cité>> en las pp. 161-194. 64. Estudios sobre la vida y obra de E. Durkheim a partir de los años setenta: D. La Capra, Emile

Durkheim (Nueva York 1972); S. Lukes, Émile Durkheim, his life and work, a historical and critica! study (Londres 1973); V. Karady, Émile Durkheim. Textes 3 vol. (París 1975); Rodríguez Zuñiga, Para una lec­tura crítica de Durkheim (Madrid 1978); E. Evans-Pritchard, <<Durkheim (1858-1917)>> en su obra Historia del pensamiento antropológico (Madrid 1987) 200-217. Consideraciones útiles en M. Harris, El desarrollo

de la teoría antropológica (Madrid 1979 =Nueva York 1968) 415-417 y 445-446. 65. He manejado la publicación de la editorial Akal (traducción y estudio preliminar de R. Ramos): E.

Durkheim, Las formas elementales de la vida religiosa. El sistema totémico en Australia (Madrid 1982). Sobre el problema religioso, véase el apartado <<La société aux origines du sacré. Emile Durheim (1858-1917)>> de J. Ries, <<Le sacré et l'histoire des religions>> en J. Ries, H. Sauren el al., L'expression du sacré dans les grandes religions I (Lovaina La Nueva 1978) 36-39; con anterioridad G. Poggi, <<The place

of Religion in Durkheim' s Theory of Institutions>>, Archives Européennes de Sociologie 12 ( 1971) 229-260.

28

Jesús San Bemardino

las formas elementales de la vida religiosa (Dios, alma, espíritu y tótem) se originan en la experiencia recurrente por la que los seres humanos sienten la omnipotencia del grupo social. Los hombres inventan colectivamente estas categorías básicas de la religión. Todo fenómeno religioso es, por lo tanto, respuesta a unas necesidades colectivas concretas y sólo puede originarse a partir de experiencias y reflexiones colectivas anteriores66

.

Sin embargo, ni el maestro ni su aventajado discípulo aplicarían esta teori­zación al culto de los santos. De hecho, Fuste] de Coulanges, desde la óptica defor­mante de una investigación centrada en la Grecia y Roma arcaica percibía el Cristianismo como una religión ajena a lo Antiguo, un monoteísmo que terminó con todos los cultos locales y que pertenecía ya a otro mundo, el Medieval67

.

Por eso, hubo que esperar hasta la llegada de un especialista volcado sobre las luchas religiosas del siglo IV d.C. y a la publicación de sus trabajos en 1891. En su obra, Gaston Boissier llegaba a la significativa conclusión de que los santos loca­les venían a desempeñar «el papel de las antiguas divinidades tópicas que eran el alma de la ciudad» y, por lo tanto, no suponían un corte con el tradicional mundo cívico y sus expresiones sacrales. Cabe consignar el siguiente fragmento:

<<Sus fiestas. que reunían a los habitantes de un mismo país, daban a todos un sen­timiento más vivo de su confraternidad. Desde el momento en que amenaza un peligro, vemos a las ciudades agruparse alrededor de su santo; se cuenta con que preserven a sus compatrio­tas de los estragos y de la invasión, sobre todo no se duda de que intercedan por ellos en el día del juicio final, y les consigan entonces la benevolencia de Crist0>>68 •

Sus consideraciones no reposan sobre un enfoque unidimensional horizon­tal o vertical sino sobre un eje tetragonal que conecta el culto de los santos con su precedente pagano (lo religioso) y a éstos, a su vez, con sus respectivos asientos comunitarios (lo social). Desde esta perspectiva, el culto de los santos venía a ser heredero del culto de los dioses y los héroes, en un sentido muy diferente al postu­lado contemporáneamente por E. Lucius y P. Saintyves desde unas bases mucho más pobres y unilineales.

Sin embargo, fueron las afirmaciones de estos últimos y no las de G. Boissier las que centraron y orientaron el debate historiográfico, en los términos ya considerados. Hippolyte Delehaye procuraría dejarlo zanjado en 1933, sin tomar en

66. Estas ideas recorren todo su estudio pero se hallan más específicamente en el <<Libro II. Las creen­cias elementales>> y sobre todo en los apartados V, VI y VII titulados <<Orígenes de estas creencias>> en Las

formas elementales de la vida religiosa (Madrid 1982) 91-275.

67. Fuste! de Coulanges, La cité antique ... 456: <<La victoire du christianisme marque la fin de la sacié­té antique.>> De hecho, ahí termina sus estudio ya que el cristianismo supone el fin del tiempo de los dioses

domésticos y las divinidades políadas.

68. G. Boissier, La fin du paganisme: etude sur les dernieres luttes religieuses en Occident au quatrie­

me siec/e (París 1891 = Madrid 1908) t. 2, 131.

29

Del debate teológico al debate histórico: avatares de una tradición ...

consideración las indicaciones de G. Boissier. Una vez cerrado aquel debate histo­riográfico ( epifenómeno del teológico), la única investigación posible era la alenta­da por el bolandismo y su orientación eminentemente filológico-literaria (aunque, cada vez, más arropada de arqueologismos, epigrafismos, etc.) Tal era la propuesta que se desprendía del detallado estudio Les origines du culte des martyrs de H. Delehaye, una reconstrucción positivista por temas y regiones encaminada a restau­rar la verdad histórica sobre los primitivos cultos y a despojarlos de toda fabulación legendaria sobre falsos mártires y episodios no históricos. La labor científica subse­cuente fue, en buena parte, heredera de este planteamiento.

30

l. Introducción.

LOS PAPIROS Y LA INFORMACIÓN QUE NOS OFRECEN

Amado Jesús de MIGUEL ZABALA (Universidad de Sevilla)

El presente artículo no tiene otro objetivo más que el de efectuar una lla­mada de atención hacia unos documentos históricos que han sido escasamente teni­dos en cuenta por los historiadores de nuestro país, quizás debido a la creencia de que los papiros sólo pueden interesar a los estudiosos del Egipto griego y romano y, por otra parte, a que la propia palabra "papiro" arrastra una idea, heredada de la lite­ratura romántica, de misterio, de escritura cuya interpretación y estudio sólo está permitida a determinados iniciados en sus secretos. Ninguna de las dos razones es totalmente cierta y, aunque la información que nos ofrecen los papiros atañe princi­palmente a Egipto, el que se aproxima a la papirología se encuentra con unos docu­mentos que por sus características nos exponen de la manera más directa diversos aspectos de la vida cotidiana de la Antigüedad, y que en gran medida son extrapo­lables a otras zonas en las que predominaba la cultura griega y romana; además, como ya dijo E.G. Turner, no hace falta disponer de poderes místicos para acercar­se a la papirología 1, aunque sí es necesario familiarizarse con ella y tener un cierto grado de escepticismo crítico, aparte de los preceptivos conocimientos de las len­guas y la historia del mundo clásico.

No he pretendido en ningún momento sustituir la lectura de los grandes manuales o introducciones a la papirología que existen en otras lenguas2

• Tan sólo la ausencia de obras equivalentes redactadas recientemente en español o traducidos

l. E.G. Turner, Greek Papyri. An Introduction (Oxford 19682) p. VI.

2. Cf. el apartado 6. Instrumentos de trabajo. A.- Manuales.

31

Los papiros y la información que nos ofrecen

a nuestro idioma me han decidido a ensayar esta pequeña introducción3, que no deja

de tener la modesta finalidad de acercar al lector interesado a un mundo tremenda­mente interesante, pero que no deja de presentar problemas para su abordaje. Quizás el primer problema aparezca a la hora de definir qué es y qué estudia la papirología.

2. Definición y límites de la papirología.

Aparentemente, definir la papirología es tarea fácil; bastaría sólo con decir que es la técnica que estudia los papiros y la información que nos ofrecen. Sin embar­go nada está más lejos de la realidad, pues, en este caso, el sentido que dan los papi­rólogos a la palabra "papirología" no queda completamente concretado ni delimitado por el significado estricto del vocablo, y han sido numerosas las tentativas de reali­zar una definición sencilla sin que se haya conseguido hasta el momento4

• De hecho, uno de los libros más recientes especialmente redactado para uso de estudiantes lo intenta explicar en dos líneas: "Papyrology is the study of ancient texts from Egypt written in ink on papyrus as well as on pot-sherds, wooden tablets, leather, linen, etc ... ", pero tiene que introducir tres notas a pie de página para precisar con más detenimiento lo dicho en el texto5

. Quizás una de las definiciones cortas que más se acercan a la realidad haya sido formulada por A. D'Ors -aunque aborde el término por la vía de la negación- cuando describió la papirología como "la ciencia que estu­dia todos los textos no epigráficos hallados en la órbita del mundo helenístico, desde la época de Alejandro a la de Justiniano"6

• La definición de D'Ors, a pesar de apro­ximarse bastante al verdadero significado de la palabra, no expresa por completo la riqueza que encierra el vocablo, y que sólo se puede alcanzar mediante una explica­ción más detallada.

En primer lugar nos ocuparemos del tipo de documentos que estudia la papirología. Aunque etimológicamente se deduzca que su campo de acción es úni­camente el de los papiros, las colecciones y las publicaciones consagradas a la papi­rología, así como los propios papirólogos, suelen dedicarse además al estudio de tex­tos escritos con tinta sobre cerámica (ostraca), tela (vendajes de momias), piel (per­gaminos) o tablillas de madera (etiquetas de momias), sin dejar de lado los textos incisos sobre tablillas enceradas; es decir, que en general estudian aquellos docu-

3. A. D'Ors publicó hace bastantes años una Introducción al estudio de los documentos del Egipto romano (Madrid 1948), obra que se ha quedado un tanto desfasada debido al paso del tiempo. También exis­te una traducción del libro de A. Calderini, Papyri; publicado en español con el nombre de Tratado de papi­

rología (Barcelona 1962). Ambas obras están agotadas hace años.

4. Para una historia de las diferentes definiciones que se han hecho de la papirología puede consultarse

O. Montevecchi, La papirologia (Milán 19882) 3-6.

S. P.W. Pestman, The New Papirological Primer (Leiden 1990) l. 6. A. D'Ors, Introducción al estudio de los documentos del Egipto romano (Madrid 1948) 15.

32

Amado Jesús de Miguel Zabala

mentos escritos sobre materiales que en un principio no fueron pensados para durar a lo largo de los siglos. Pero incluso las inscripciones en piedra y las monedas, campo de estudio de disciplinas propias, no dejan de estar en estrecha relación con el trabajo de los papirólogos y no es raro que éstos hagan incursiones en la epigra­fía y la numismática.

Al igual que al hablar de la papirología se nos viene a la mente un único tipo de soporte de escritura aunque no sea cierto, también la identificarnos con una ciencia que estudia unos documentos que aparecen en una zona geográfica determi­nada: Egipto. En efecto, el papiro (cyperus papyrus) es una planta de tallo largo y sección triangular que se daba con profusión en el Nilo y que los egipcios, ya desde el tercer milenio a.C., trabajaban cortándola en finas y largas láminas7, ordenándo­las en dos series superpuestas en ángulo recto que eran prensadas hasta formar una plancha -las láminas se adherían por los jugos propios del vegetal- sobre la que se podía escribir y que fue llamada a su vez papiro, como la planta8. Si bien la produc­ción de papiros era casi exclusiva de Egipto, su uso se generalizó durante la Antigüedad por todo el Mediterráneo, sobre todo en la época en que los Ptolomeos reinaban en Egipto, llegando a ser utilizado en zonas distantes de Asia durante el Imperio Romano. Aunque la inmensa mayoría de los papiros que han llegado hasta nuestros días han sido encontrados en Egipto, concretamente en el Alto Egipto debi­do a la sequedad del clima y del terreno, la difusión que experimentaron hace que los hallazgos de estos documentos se hayan producido en diversos lugares, como en Herculano, donde apareció una biblioteca calcinada por la erupción del Vesubio en el 79 d.C., Dura Europos en Siria, Nessana en Palestina y recientemente en una población no localizada del medio Eúfrates9

, conservados también por la sequedad del terreno.

Una situación parecida encontramos con los otros materiales que estudia la papirología. Así, los ostraca, trozos de ánforas y vasijas de barro que eran utiliza­das en la parte convexa para escribir recibos, pequeñas cartas y hasta textos litera­rios, han sido conservados en gran medida en Egipto, aunque también aparecen en otras zonas del Mediterráneo, como en Atenas -es conocida la práctica del ostracis­mo por los atenienses- y en el monte Testaccio en Roma, donde se encuentran milla­res de fragmentos de ánforas procedentes en su gran mayoría de la Bética. Igualmente, gran cantidad de tablillas de madera y enceradas han aparecido en Egipto, aunque también se han encontrado en otras partes como en Pompeya o en

7. I.H.M. Hendriks, <<Pliny, Historia Naturalis XIII, 74-82 and the manufacture of papyrus», ZPE 37 (1980) 121-136, opina que el tallo no era cortado en tiras sino pelado.

8. La única fuente clásica que nos describe el proceso de elaboración de papiros es Plinio, NH XIII 74-82. Para un estudio pormenorizado de la fabricación y uso de los papiros cf. N. Lewis, L'industrie du papy­rus dans l'Égypte gréco-romaine (París 1934), retomado y puesto al día por el mismo autor en Papyrus in Classical Antiquity (Londres 1974).

9. D. Feissel y J. Gascou, <<Documents d'archives romains inédits du Moyen Euphrate (III' siecle apres J.-C.)>>, CRAI (1989) 535-561.

33

Los papiros y la información que nos ofrecen

zonas tan alejadas del Mediterráneo como en un edificio militar romano en Vindolanda, cerca del muro de Adriano en Gran Bretaña10•

Una vez aclarado que la papirología estudia escritos sobre diferentes tipos de soportes y que éstos se encuentran principalmente en Egipto, pero también se hallan en diversas zonas de lo que fue el Imperio Romano, es interesante advertir que a lo largo de la historia de los papiros se han empleado diversas lenguas y gra­fías en ellos, desde el egipcio de época faraónica pasando por el hierático, demóti­co, capto, griego, latín y arameo, hasta llegar al árabe. Todas ellas son lenguas que se utilizaron en Egipto en diversos momentos de su historia. En menor cantidad se encuentran los papiros nubio-meroíticos, los papiros y pergaminos en lengua y escri­tura hebrea, aramea o siríaca hallados en Palestina, entre los que destacan los céle­bres textos de Qumran, o los escasos papiros y pergaminos en lengua pahlavi pro­cedentes de Persia durante la dominación de los Sasánidas. Sin embargo, al hablar de papirología ha de entenderse papirología griega, a lo sumo griega y latina. Los documentos escritos en las antiguas lenguas empleadas en el Egipto prehelenístico son asunto de estudio de la egiptología y los que emplean otras lenguas son tan poco numerosos que no justifican la creación de ramas dentro de la papirología y son estudiados por los investigadores de la antigua Palestina, Persia o Nubia. Por lo tanto, son los papiros escritos en griego tras la muerte de Alejandro Magno hasta la caída del Imperio Romano los que interesan a los papirólogos, y es la papirología griega la que se denomina papirología por antonomaxia 11

• Si bien durante este perí­odo de la historia se utilizaron otras lenguas en los reinos helenísticos y en el Imperio Romano, éstas no figuran en los curricula habituales de los estudiosos de la Antigüedad Clásica y quedan excluidas del ámbito de la papirología, con el perjui­cio que ello entraña para el verdadero conocimiento del llamado Mundo Clásico.

Como se ha podido ver, definir los límites de la papirología no es tarea fácil, dada la enorme cantidad de material diverso y la cronología tan amplia que nos ofrece. Si a ello le añadimos que esta disciplina es relativamente joven si la compa­ramos con otras ciencias que se dedican al estudio de la Antigüedad y el enorme pero desorganizado desarrollo que ha experimentado desde su aparición, podremos constatar que la iniciación en su mundo tampoco es sencilla para los neófitos. Será necesario realizar un repaso a la historia del desarrollo de la papirología desde sus comienzos para comprender algunos de los problemas de desorganización que afec­tan a esta ciencia.

10. A.K. Bowman, J.D. Thomas, Vindolanda: the Latin writing tablets (Londres 1983).

11. Los papiros escritos en latín son sólo unos cuantos cientos frente a los cerca de 50.000 papiros (y otros materiales) griegos publicados y los muchos miles que quedan por publicar. Por lo tanto, se habla habi­

tualmente de papirología griega. aunque también se incluyan los latinos.

34

Amado Jesús de Miguel Zabala

3. Historia de la papirología.

Antes de comenzar esta breve historia de los descubrimientos y estudios papirológicos habría que precisar que la utilización de los papiros no era del todo desconocida en la Europa que siguió a la caída del Imperio Romano. Así, este sopor­te de escritura había continuado usándose por los reyes merovingios, la corte ostro­goda en Rávena y la Curia pontificia hasta el siglo XL Por otra parte, el hallazgo de un par de fragmentos de papiros documentales greco-egipcios durante el Renacimiento no tuvo relevancia alguna en el campo de los estudios clásicos y no serían publicados hasta este siglo.

Los primeros descubrimientos de papiros greco-latinos y el estudio de los mismos se fechan en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando salieron a la luz papi­ros carbonizados en Herculano durante la erupción del Vesubio en el 79 d.C. Entre 1752 y 1754, las excavaciones de la villa de Lucio Calpurnio Pisón Cesonino, sue­gro de Julio César y amigo del filósofo epicúreo Filodemo de Gadara proporciona­ron cerca de 2.000 fragmentos de papiros pertenecientes a una biblioteca. Tras diver­sos intentos fallidos, en 1753 el padre Antonio Piaggio ideó una máquina que mediante una lentísima tracción conseguía desenrollar los papiros y fijarlos sin demasiados daños sobre una superficie gelatinosa. De la lectura de los papiros se dedujo que el conjunto constituía una biblioteca formada sobre todo por obras del propio Filodemo y de otros filósofos epicúreos. La importancia del descubrimiento hizo que se creara una Officina dei papiri ercolanesi que sufrió los diversos avata­res propios de la agitada historia reciente de Italia y que tenía como fin descifrar y publicar los papiros desenrollados en la igualmente accidentada serie Herculanesia volumina, trabajo que continua en nuestros días debido a la lentitud en el proceso de desenrollar los papiros.

El primer papiro procedente de Egipto es la llamada Charta Borgiana. Fue traído a Europa por un mercader italiano que se encontraba cerca de Gizeh en 1778 y que lo había comprado a unos árabes que estaban quemando un buen número de ellos para aspirar su buen olor. El mercader se lo regaló al cardenal Stefano Borgia. que lo depositó en su Museo de Velletri. Por allí pasó casualmente el profesor danés Niels !versen Schow, quien fue invitado a estudiar y publicar el documento, siendo editado en Roma en 1788. El papiro, fechado en el 192-193 d.C., contiene en doce columnas y media, de entre 30 y 40 líneas cada una, una lista de habitantes del pue­blo de Ptolemais Hormu, en el nomo Arsinoíta, que debían prestar trabajo en los canales y diques. Actualmente se conserva en el Museo de Nápoles.

Sin embargo, no sería hasta la expedición de Napoleón a Egipto en 1798 cuando empezaron a llegar en cierta cantidad los papiros a Europa. Como es sabido, el emperador se hizo acompañar de científicos que publicaron sus observaciones en la Description de l 'Égypte (1809-1812) en la que, entre otros asuntos, se ofrecían papiros escritos en lengua egipcia y griega. Este hecho despertó el interés en Europa por la cultura egipcia en general y por los papiros en particular y paralelamente entre

35

Los papiros y la información que nos ofrecen

los egipcios por buscar y vender a los europeos el material que requerían. Así comienzan a formarse las primeras colecciones en las que se mezclaban papiros escritos en diversas lenguas y de origen casi siempre desconocido.

Durante la primera mitad del siglo XIX no son tan importantes los descubri­mientos de nuevos papiros como el hecho de que comiencen de forma más o menos continuada las primeras ediciones de documentos y colecciones. Algunos de los momentos principales en este proceso fueron: la publicación de 14 papiros de la colección Drovetti del Museo de Turín en 1826-7 por Amedeo Peyron; en l 831, Angelo Mai publicaba los papiros del Serapeo de Menfis que se hallaban en el Vaticano; en 1843 aparece el primer volumen de los papiros de Leiden, a cargo de Conrado Leemans; al mismo tiempo, Letrone preparaba la edición de los papiros del Museo del Louvre, aunque no pudo finalizar su trabajo por fallecer en 1858, por lo que fue terminado por W. Brunet de Presle y E. Edger en 1865.

Este período escaso en descubrimientos llega a su fin hacia el año 1877, cuando grandes cantidades de papiros prodecentes del Fayum. antiguo Arsinoíta, comienzan a aparecer en los mercados de El Cairo y a ser adquiridos por europeos. Estos papiros se encontraban mezclados con acumulaciones de desechos que se habían apilado durante siglos hasta alcanzar pequeñas alturas y que eran utilizados por los campesinos egipcios como abono por la cantidad de sustancias orgánicas que contenían. Estos mismos campesinos, al darse cuenta del valor comercial que tení­an los papiros, habían terminado por llevarlos a la capital para venderlos.

La búsqueda, a finales del siglo pasado. de papiros por los indígenas en el Fayum y otras zonas de Egipto propició la formación de grandes colecciones en Europa y, posteriormente, en Estados Unidos. De entre todas ellas sobresale por su volumen la que se encuentra en la Biblioteca Nacional de Viena, donada en 1899 por el Archiduque Rainiero, formada por entre 50.000 y 70.000 (según diferentes auto­res) papiros griegos, 30.000 árabes. 5.000 coptos y 200 persas. que se mantienen en gran medida inéditos a pesar de las varias colecciones de publicaciones a la que ha dado lugar12

La llegada de estas grandes cantidades de papiros a Occidente despertó el interés de los estudiosos por iniciar expediciones más científicas y sistemáticas para su búsqueda. Llegamos así al último capítulo de la historia de los descubrimientos papiro1ógicos, cuando investigadores de Alemania, Francia, Inglaterra, Italia, Estados Unidos y, en menor medida, de otros países emprenden campañas de exca­vaciones y de adquisiciones en Egipto que darían lugar a la ampliación o creación de nuevas colecciones y, como consecuencia lógica, a la formación de institutos y escuelas dedicadas al estudio de la papirología. Repasar aquí la actividad de cada

12. Mitteilungen aus der Sammlung der Papyrus Erzherzog Rainer (6 vols.) desde 1886 a 1897. Corpus papyrorum Raineri, única colección que continúa lentamente la publicación desde 1895, Studien zur Paldographie und Papyruskunde (23 vols.) desde 1902 a 1924.

36

Amado Jesú:, de Miguel Zabala

uno de los países, sus escuelas y los nombres de sus grandes investigadores sería demasiado largo; compendiado en un par de pánafos haría que el resumen fuera por fuerza incompleto e injusto con alguno de los elementos mencionados anibau. Baste decir que cualquier colección de las menos importantes en cuanto a la cantidad puede componerse de varios cientos de papiros y que casi todos los países occidenta­les y el propio Egipto poseen escuelas de papirología que. aunque no posean un ele­vado número de papirólogos -cosa que nunca ha ocurrido ni en la~ mejores ni en las mayores escuelas- desarrollan una actividad nada despreciable.

4. La infimnación que nos r~fiwxn.

Desde los primeros momentos de la papirología se hizo evidente que la for­tuna había hecho que llegaran hasta nosotros dos tipos de papiros bien diferencia­dos: literarios y documentales. Los primeros son los que contienen textos de carác­ter docto de cualquier género, ya sean de literatura, historia. geografía, geometría, medicina. etc. Los segundos están constituidos, como su propio nombre indica, por documento~ de la vida cotidiana. tanto oficiales como privauos. quedando incluidas entre ellos las cartas. aunque éstas e~tén redactadas con buen estilo. Desde el punto de vista de la escritura. los papiros literarios son fácilmente distinguibles por estar escritos en mayúscula libraría, mientras que los documentos oí :::Jales utilizan la can­cillere~ca y los privados la cursiva. Si bien esta distinción entre papirología literaria y documental parece clara, existe un grupo de textos que se encuentran a mitad de camino entre un tipo y otro. Son los textos escntos por autores ad usum scholarum o el numeroso e interesante grupo de papiros que contienen textos con fórmulas mtígicas 14 e incluso las llamadas Actas de los Mártires Paganos de Alejandría 15

E-,tos papiro~ pueden ser denominados como subliterarios.

J 3. Para obtener una idea de la actividad papiro lógica en los diferentes países pueden consultarse Ja, páginas que le dedican los principales manuales: O. Montevecchi. La papirologia (Milán 1988') 33-40, I.

Gallo A \TÍamenlo al/a papirologia greco-latina (Nápolcs 1983) 41-56.

14. Los papiros mágicos ofrecen una interesante muestra de la vida mágico-religiosa en el Egipto roma­no. principalmente de los siglos lil y IV. Estos documentos fueron recopilados y editados por K. Preisendanz, Papyri graecae magicae (Stuttgart 19742• edición revisada y aumentada por A. Henrichs); tra­ducción cspafiola por J.L. Calvo Martínez y M.O. Sánchez Romero. Textos de magia en papiros griegos

(Madrid 1987).

15. En este conjunto de papiros se recogen diferentes embajadas de aristócratas alejandrinos a diversos emperadores para quejarse de problemas con la población judía o con el gobierno romano en Egipto, por lo que las embajadas eran ajusticiadas. A pesar de su redacción literaria. la forma y el hecho de que se refie­ran a personajes y épocas reales han hecho pensar que procedan de protocolos oficiales de la cancillería romana. Para estos documentos consúltese la edición clásica de H.A. Musurillo, The Acts of the pagan

martyrs, Acta Alexandrinorum (Oxford 1954).

37

Los papiros y la información que nos ofrecen

Dejando aparte estos textos intermedios, la división entre papiros literarios y documentales está plenamente aceptada, y dado que obviamente cada uno de ellos ofrece un tipo de información diferente, será mejor tratarlos por separado.

4.1. Papiros literarios.

No se puede afirmar con seguridad cuál es la cifra exacta de papiros litera­rios, pero su número se encuentra en torno a Jos 5.000 publicados y una cantidad indeterminada de inéditos, constituyendo, como se puede ver comparando con el apartado 4.2., un conjunto mucho menor que el de los documentales.

El interés de la papirología literaria reside en dos facetas bien diferencia­das; de un lado el hallazgo de textos literarios que no habían lJegado hasta nosotros a través de la tradición medieval y que por lo tanto son denominados como nuevos, del otro lado, la contribución a la crítica textual de obras conocidas como conse­cuencia de la aparición de textos de mucha mayor antigüedad que los conservados.

Sin duda alguna, el primer aspecto es el que más llama la atención de cual­quier interesado en el mundo clásico. Es sabido que gran parte de la riquísima lite­ratura griega se ha perdido por diversos avatares a Jo largo de la historia de la huma­nidad, por lo cual no son de extrañar las grandes expectativas de reconstruir la lite­ratura griega que suscitaron los descubrimientos de los primeros papiros literarios. Sin embargo, a pesar de que los descubrimientos de nuevos textos no han sido pocos y entre las obras encontradas hay algunas de enorme valor, aquella esperanza está lejos de cumplirse.

Entre las obras rescatadas de los autores más antiguos destaca un nutrido grupo de papiros de Hesíodo (s. VII a.C.) que ofrecen fragmentos de obras de las que sólo teníamos conocimiento por tradición indirecta, destacando el Catálogo de las mujeres. Otros poetas de los siglos VII y VI de los que apenas si se conocía poco más que el nombre y que han visto salir a la luz sus obras son Arquíloco de Paros, Alemán de Esparta, Safo y Alceo de Mitilene o Estesícoro de Himera.

Por lo que respecta a la época clásica, los papiros nos han ofrecido frag­mentos de obras desconocidas de los escritores de tragedias Esquilo, Sófocles y, sobre todo, Eurípides. Pero quizás uno de Jos papiros literarios más importantes para el estudio de la principal polis de la Grecia clásica sea el que contiene la Constitución de los Atenienses de Aristóteles, conocido únicamente a partir de un papiro de Londres y otro de Berlín.

No podemos decir que la papirología haya aportado grandes novedades a la comedia de época clásica, aunque sí a la helenística, especialmente en lo que a Menandro se refiere, que ha pasado de ser casi desconocido a ser uno de los autores griegos más estudiados en los últimos tiempos. Otro autor helenístico favorecido por Jos hallazgos es Calímaco, del cual se conoce ahora bastante bien su faceta como

38

Amado Jesús de Miguel Zabala

poeta. Por lo que respecta a la filosofía, ya se hablado antes de lo que significó el descubrimiento de los papiros de Herculano para el conocimiento del epicureísmo.

En cuanto a los papiros latinos, debido sobre todo a su escaso número, son pocas las novedades que nos han ofrecido. Destaca entre ellas un fragmento elegía­co o epigramático hallado en Qasr lbrim, población fronteriza del Imperio Romano con Nubia, atribuido a Comelio Galo, poeta amigo de Virgilio del cual sólo nos había llegado un único verso por tradición indirecta, y que ha dado lugar a un buen número de estudios tras su primera edición16 .

El segundo aspecto de la papirología literaria es la aportación que realiza a la crítica textual cuando las obras son conocidas, al haberse transmitido hasta la actualidad a través de la Edad Media. En este caso, los fragmentos que nos lleguen en papiros no tienen por qué ser necesariamente más fieles al original que los que nos han llegado gracias a manuscritos medievales, y no son escasos los papiros que nos han conservado ediciones chapuceras o que presentan corrupciones en el texto poco después de que la obra fuese escrita por el autor. Por otra parte, numerosos papiros ofrecen ediciones de gran calidad, pudiendo observarse en no pocos de ellos el trabajo crítico de los gramáticos alejandrinos. Muchos incluso presentan textos más correctos que los que nos han llegado por transmisión medieval y han contri­buido de forma importante a solucionar problemas filológicos e incluso históricos 17

Como quiera que sea, la comparación entre papiros y textos resultantes de la trans­misión medieval, con sus variantes y coincidencias hasta en pasajes corruptos, debe ser realizada siempre con cautela18

Aparte del interés que tienen tanto la aparición de nuevos textos literarios como el hallazgo de obras ya conocidas para la historia de la literatura y de la filo­logía en general, los papiros literarios constituyen un conjunto de documentos importantísimos para el conocimiento de la cultura griega en Egipto. Sin embargo, antes de proceder a examinar esta contribución de la papirología literaria habría que tener en cuenta varias características de esos documentos. En primer lugar, las con­diciones climáticas del país del Nilo han hecho que no se haya conservado práctica­mente ningún papiro en la zona del Delta, la más helenizada y en la que se situaban las grandes ciudades que desarrollaban una importante actividad cultural, como

16. R.O. Anderson, P.J. Parson y R.G. Nisbet, <<Elegiacs by Gallus from Qasr Ibrim>>, JRS 69 (1979) 125-155.

17. Como ejemplo aplicable a la historiografía española podemos recordar que, durante muchos años, para basar la supuesta presencia ligur en la Península Ibérica numerosos autores acudieron al texto de Hesíodo recogido en las Fontes Hispaniae Antiquae que menciona la presencia de ligures en la Península. Sin embargo en el POxy 1358, Fr. 2, Col. 1, aparece el pasaje de Hesíodo y en lugar de Alyuc; dice AlBuc;. El papiro se publicó siete años antes de la primera edición de las FHA y cuarenta años antes de la segunda.

Cf. J. de Hoz, «Notas sobre las fuentes para la Historia Antigua de Hispania», Habis 2 (1971) 137-141.

18. Cf. G. Pasquali, Storia delta tradizione e critica del testo (Florencia 19682) 190 y E.G. Tumer,

Greek Papyri (Oxford 19682) 125 s.

39

Los papiros y la información que nos ofrecen

Alejandría o Naucratis. Por contra, la inmensa mayoría de los papiros se han encon­trado en el Alto Egipto, dándose además la circunstancia de que no ha sido precisa­mente en las ciudades más importantes y helenizadas como Hermópolis Magna o Antinópolis donde se han hallado los grandes depósitos de papiros literarios. En segundo lugar, los papiros conservados no se reparten por igual entre los diez siglos que van desde el III a.C. al VIII d.C. en que el griego se escribió en Egipto. Así la época más rica en número de fragmentos es la formada por los siglos II y Ili d.C., lo que puede ser debido a una casualildad en los descubrimientos, a una sobreabun­dancia de papiros en estos siglos o al llamado renacimiento literario de los Antoninos. En tercer lugar, como ya hemos dicho, no todos los papiros literarios son iguales y junto a las excelentes ediciones alejandrinas nos encontramos con edicio­nes más populares e incluso preparadas para uso escolar. Todas estas características, sin olvidarnos del papel que ha desempeñado el azar al hacer que determinados papi­ros y no otros se hayan conservado hasta nuestros días, son fundamentales a la hora de valorar los papiros literarios como fuente para conocer la cultura literaria griega en Egipto 19

.

A pesar de estos problemas, si consultáramos un cuadro en el que apare­ciesen los papiros de cada autor y el siglo en que se escribieron 20

, podríamos aven­turarnos a reconocer que determinados autores contaron con las preferencias de los lectores grecoegipcios; entre ellos destaca con mucho Homero, al que le siguen otros autores clásicos como Eurípides, Platón o Tucídides. Muy probablemente esta situa­ción sería el fruto de la actividad desarrollada por las escuelas griegas en Egipto, que condicionaron en gran medida las lecturas de los griegos de aquel país21

. 1 unto a los clásicos se encuentra un número nada desdeñable de fragmentos de autores helenís­ticos, como Calímaco o Menandro. Es significativo en época helenística la casi ausencia de fragmentos de obras referidas a la historia, las costumbres o la literatu­ra del antiguo Egipto, lo que presumiblemente denotaría una falta de interés por estos temas, que únicamente en el período de dominación romana se mostrará tími­damente en la novela y en las obras de carácter religioso. De este sondeo podemos deducir con las oportunas reservas el hecho de que los griegos que habitaban Egipto no tenían unos gustos literarios diferenciados con respecto a los demás griegos del Mediterráneo. Ni siquiera el escaso interés por Egipto que se aprecia en época roma-

19. M. Manfredi, <<Cultura letteraria nell'Egitto greco e romano», Egitto e societa antica (Milán 1985) 271-285.

20. Aunque un poco anticuado puede utilizarse el de O. Montevecchi, La papirologia (Milán 19882)

360-363. No he tenido en cuenta los papiros literarios de Herculano, que pertenecen a una única biblioteca

especializada y que desequilibraría enormemente el resultado de las estadísticas. 21. Sobre el papel desempeñado por las escuelas griegas como encargadas de la conservación y trans­

núsión de la cultura griega, cf. J.M. Galé, Las escuelas del antiguo Egipto a través de los papiros griegos (Madrid 1961) y H. Maehler, «Die griechische Schule im ptolemaischen Aegypten>>, en Egypt and the Hellenistic World (Lovaina !983) 191-203.

40

Amado Jesús de Miguel Zabala

na es digno de tenerse en cuenta como un rasgo diferenciador. pues por todo el Imperio se va a extender una cierta '"egiptomanía'' en todos los ámbitos de la vida .. y las artes literarias no iban a ser menos. Por tanto sería lícito preguntarnos sí los resultados de unas tablas estadísticas de los papiros literarios aparecidos en Egipto, teniendo en cuenta las características enunciadas en el párrafo anterio. serían extra­polables a otras zonas del la parte oriental del Imperio Romano, excluyendo lao. grandes ciudades, igual que ocurre en el caso de Egipto.

4.2. Papiros documentales.

La gran mayoría de los papiros conservados hasta nuestros días se puede incluir en el apartado de papiros documentales (incluidos ostraca. pergaminos, eti­quetas de momias. etc.). aproximándose el número de los editados a los 50.000 y quedando varias decenas de miles por publicar. La enorme cantidad de e<;to,; docu­mentos. unida a la variedad de asuntos que tratan y a que, como en el caso ele los literarios, no se distribuyan por igual tanto en la superficie del país como en los siglos en que fueron escritos, obligan a realizar una clasificación de estos papiros para poder orientarse entre ellos con facilidad y Úl\ orecer su estudio. Para ello he preferido seguir fielmente la división que realiza O. Montevecchi en trece apartados atendiendo tan sólo al tema que tratan2 ~.

1.- Legislación: que incluye documentos de gran valor histórico: leyes, ordenanzas, decretos, edictos, rescriptos, cartas del rey, emperadores o prefectos. reglamentos y disposiciones ele altos funcionarios 23

2.- Administración: en el que están contenidos los documentos internos ele la administración como diarios y correspondencia entre funcionarios, notificaciones, circulares, órdenes de pago. archivos públicos, documentos de bancos, certificados para funcionarios y todo tipo de documentos referidos a liturgias, munera, medidas y administración de los terrenos, recogida de granos, etc.

3.- Organización fiscal: apartado muy relaciOnados con el anterior y que recoge aquellos documentos relativos a los tributo~ y en el que se aprecia la impor­tancia que tenía el fisco en un país que fue sistemáticamente exprimido tanto por la administración ptolemaica como, posteriormente. y con más ahínco, por la romana.

22. O. Montevecchi, La papirologia (Milán 1988') 86-89. 23. Quizás ésta sea la división menos numerosa. pero es la que nos ha conservado los documentos de

mayor importancia histórica. Entre ellos destaca el Gnomon del idios lagos (BGU V, 1210¡ un conjunto de disposiciones redactadas en tiempos de Antonino Pío, aunque contenga nonnas de al menos un siglo antes. concernientes a la actividad del idios lagos, o procurador de cuentas especiales, encargado de controlar la; fuentes de ingreso irregulares, como multas, confiscaciones o los bienes de los que morían sin haber dis­puesto testamento. Igualmente importante es el PGiss 40, que reproduce la Constitutio Antoniniana, el edic­

to de Caraca! a que extendía la ciudadanía romana a todos los habitantes de Imperio.

41

Los papiros y la información que nos ofrecen

4.- Jurisdicción: con todos los tipos de documentos que emitía la administración de justicia, como órdenes de comparecencia, de arresto, citaciones, sentencias, actas de procesos, etc., y que son estudiados por la llamada papirología jurídica.

5.- Documentos del ejército y de la flota en época romana: este apartado es en el que se encuentra la mayoría de los papiros documentales en latín, comprendiendo aquellos papiros referidos a la organización militar, listas de solda­dos, correspondencia oficial, diplomas, transportes de grano, etc.

6.- Documentos enviados por privados a funcionarios: uno de los grupos más numerosos. Contiene documentos relativos a la composición de la familia, como declaraciones de nacimiento, de muerte, de propiedad, para la epicrisis (exa­men de la posición social y fiscal de un joven para que pudiese pertenecer a una categoría privilegiada), para la efebía, requerimientos del tutor mulieris y del tutor minorum o requerimientos para la apertura de testamentos.

7.- Actas entre privados: sin duda el grupo que contiene mayor número de papiros y de tipos diferentes de documentos como manumisiones, adopciones, con­tratos de matrimonio y de divorcio, testamentos, donaciones mortis causa, divisio­nes de propiedad, contratos de compra-venta y de alquiler con todas sus posibilida­des, contratos de trabajo, de sociedad o de transporte, recibos de pagos, depósitos y recibos de restitución de los mismos, garantías, etc.

8.- Documentos referidos a negocios, transportes y comercio: en el que se pueden encontrar libros de administración y contabilidad de comerciantes, listas de mercancías, órdenes de pago, recibos, inventarios, etc.

9.- Organización sacerdotal y culto pagano: los relativos a las actividades de los sacerdotes y las desarrolladas en los templos, como decretos de sacerdotes y de acm\[a, listas, inventarios y cuentas de los templos, documentos relativos al culto fúnebre, a las momias, a las fiestas, peticiones de oráculos, horóscopos, amu­letos y textos mágicos entre otros.

10.- Organización, culto y vida cristiana: que nos sirven para clarificar los inicios del cristianismo y los problemas de su difusión, algunos de ellos de gran inte­rés, como libelos de la persecución de los tiempos de Decio, calendarios, documen­tos de monasterios y de iglesias, cartas, oraciones, amuletos, etc.

11.- Vida privada: también uno de los apartados en los que se encuentran mayor número de papiros y en el que podemos leer gran cantidad de cartas privadas que nos ilustran sobre la forma de vida y la mentalidad de los habitantes de un país, cuando no, en general, de las personas que habitaban la cuenca del Mediterráneo en aquella época. Sin embargo, rara vez hallamos documentos de relevancia histórica, sino que la mayoría son cartas entre familiares, invitaciones a bodas, comidas o fes­tejos. Un carácter diferente tienen los numerosos archivos que se han conservado, que contienen series de documentos de una misma familia, por lo que éstas se puede estudiar con profundidad incluso durante varias generaciones.

42

Amado Jesús de Miguel Zabala

12.- Asociaciones: que nos muestran la vida de los CJÚvo8ot en sus diver­sos aspectos, como estatutos, listas de miembros, actas o cartas.

13.- Varios: en el que O. Montevecchi incluye documentos relativos a médicos públicos y recetas de médicos.

Por supuesto, la clasificación de O. Montevecchi no excluye otras que se quieran hacer atendiendo a criterios diferentes, pero ésta es bastante cómoda y prác­tica, pudiendo aplicarse sin muchos problemas a los más de 1.000 años que cubre la documentación papirológica.

Mención aparte merece un grupo de documentos que nos ofrece una de las informaciones más ricas para el estudio del Egipto griego y romano. Me refiero a los archivos (de los que ya se dijo algo en el apartado 11) tanto públicos como privados que, aunque no se puedan reconstruir nunca por completo, sí que podemos consul­tar en una medida considerable, una vez que diferentes grupos de papiros, dispersos en diversas colecciones por efecto de los avatares de los hallazgos casuales y las dis­tintas excavaciones, son identificados como pertenecientes a un mismo archivo. Habría que matizar que, a menudo, el término "archivo" es usado en papirología con un sentido demasiado amplio, incluyéndose numeroso material que aun pertene­ciendo al mismo propietario u oficina del archivo, tienen un carácter más privado. De hecho, y teniendo en cuenta esta amplitud del término, no pocos de los papiros documentales que nos han llegado podrían considerarse como pertenecientes a archivos, ya que, debido a su interés, fueron conservados por sus propietarios.

Más de un centenar de archivos han sido identificados hasta el momento, de diferentes épocas y dimensiones, desde los que agrupan unos pocos documentos a los que están constituidos por varios miles. De entre los mayores merece la pena resaltar dos, pertenecientes a épocas muy distantes. Sin duda, el mayor de todos, for­mado por más de 3.000 papiros, es el de Zenón de Caunos, hombre de negocios de Apolonio, el 8wtKr¡T~t; de Ptolomeo II Filadelfo. Este conjunto de documentos nos ofrece una información preciosa sobre el patrimonio y los negocios de Apolonio, a la vez que de la corte y la política ptolemaica del momento. El segundo archivo digno de mención especial es el de Heronino, </JpovTw~c; o agente encargado de la administración de los terrenos propiedad del fisco romano en la población de Teadelfia en el siglo III d.C. Este archivo nos ofrece la posibilidad de conocer la correspondencia de negocios, las cuentas y los documentos administrativos de una zona rural en un período de crisis del Imperio Romano, la época en la que comien­zan a formarse los grandes latifundios24

24. La dispersión del Archivo de Zenón en varias colecciones de Europa, América y Egipto, junto con la abundancia de documentos, ha dado lugar a una abundantísima bibliografía. Para orientarse entre tanto material y los problemas que presenta este archivo cf. P.W. Pestman, A Guide to the Zenon Archive (Leiden 1981); con un carácter de alta divulgación puede consultarse el libro de Cl. Orrieux. Les papyrus de Zenon. L'horizon d'un grec en Égypte au /JI' siecle avant J.C. (Paris 1983). En cuanto al Archivo de Heronino, aun­que no tan grande, también se encuentra disperso en diversas colecciones, quedando todavía cierta cantidad

43

Los papiros y la información que nos ofrecen

La papirología documental. como se puede ver en la cantidad distinta de temas que trata. así como en el número de documentos que pone a nuestra disposi­ción. es de gran interés para la investigación de la historia, las instituciones y la vida cotidiana de Egipto en épocas griega y ronnna. Pero igualmente. mucha de la infor­mación que nos ofrece es utilizable para el estudio de otras zonas de la civilización griega durante el período helenístico y. especialmente. durante el Imperio Romano. en el que todos los países ribereños del Mediterráneo quedaron integrados bajo un mismo poder y una misma cultura que se ha dado en llamar greco-romana25 El país del Nilo no fue una excepción en este último caso, y las tradicionalmente denomi­nadas peculiaridade' de Egipto con respecto al resto de las proYincio.s romanas (la continuidad entre e! Egipto ptolemaico y el romano. además de l<t originalidad de Egipto dentro del Imperio Romano )26 , que servían de excusa para dejar de lado las fuentes papirológicas, se han revisado en los últimos año~. llegándose a la conclu­,ción de que han sido enormemente exageradas.

Así, si se quiere \'er alguna continuidad entre el Egipto ptolemaico y el romano habrá que indagar principalmente en aqucllc)S elementos dependiente~ de la geografía y el clima del país -principalmente en la agricultura, determinada por el i"itTno de crecidas y decrecidas dd Nilo- y en aquellas áreas incru,tadas en las tra­thcinnes religiosas o sonaics. Pero no se pueden buscar conunuidade~ importante~ en la estructura político--administrativa de la provincia. donde lns I\1IKll10S Intervi­nieron de manera profunda. de tal manera que en poco:; años se apreció un cambio sustancial con respecto a la época ptolemaica. Las instituciones que per,,i,;tieron durante algún tiempo Jo hicieron porque fueron utile~ a los romano-; y no contrade-

de material inédito. El achilll no ha generado una bibliografía 'lmilar al de Zenón. y haqa fecha mu~ recien­te no se ha contado con un e'tudio de conjunto de unJ parte importante de los papiros en la obra de D. Rathbone, Economic Rationalism and Rural Socicty in Third-Ccnturv A.JJ. Eg>pl. l!ze Heronino.\-Archin·

and the Appianu.1 Estate (Cambridge 1991 ). 25. En general sobre los papiros y la historia antigua cf. P. Jouguet, •<L"histoire politique et la papyro·

logie», Miinch.Beitr. 19 (1934) 62-101 y W. Peremans. «Papyro1ogie ct problemes d'histoire ancienne>>, Arma/es Universitatis Saraviensis. Philosophie-lettres, 8 (1959) 65-80. Como fuente para la historia hele· nística y ptolemaica cf. CL Préaux, «La place des papyrus dans les sources de l"histoire Hellénistique». Miinch.Beitr. 66 (1974) 1-26 v R.S. Bagnall, «Papyrology and Ptolemaic Hio.tory» CW 75 (1982) 13-21. Para época romana cf. J. Schwartz, «Papyrologic et histoire culturelle (Époque romaine)». Anna!es Universitatis Saraviensis. Philosophie-lettre.\. 8 (1959) 81-86. E. Van "t Dack. «Les papyrus et la chrono­logie officielle de l"histoire romaine», A.ncSoc 6 (1975) 129-141, A.K. Bowman. «Papyii and Roman Imperial History, 1960-75», JRS 66 (1976) 153-173 y J.G. Keenan. «Papyro1ogy and Roman History: 1956-

1980>>, cw 75 (1982) 23-31. 26. La celebración, hace ya algunos años, de dos Congresos Internacionales de Papirología que toma­

ron como tema común L'originalité de /'Égypte dans le monde gréco-romain (Séptimo Congreso celebra­do en Ginebra en 1952) y Les continuités dans l'Ég;pte xréco-romain (Décimo Congreso celebrado en Varsovia en 1961) no ayudaron precisamente a terminar con estas ideas.

44

Amado Jesús de Miguel Zabala

cían su nueva gestión. Se siguió así en Egipto una práctica utilizada constantemente en todo el orbe romano:'.

Por lo que respecta a la originalidad de Egipto dentro del Imperio Romano. los estudios realizados demuestran que no son tantas sus particularidades y que las que existen derivan más de la situación política romana en el momento de la anexión que de unas características propias de Egipto28 . Por lo que respecta a las dudas sobre si se puede considerar Egipto como una provincia. podemos decir que las fuentes clásicas nunca dudan que Egipto fuera institucionalmente una provincia; así Estrabón XVII 1, i2, en fecha muy cercana a la conquista, dice: hmpxia 5E L'Úc'

tan ([Egipto] es ahora una provincia)29 .

Con lo dicho anteriormente no pretendo sino hacer alusión a las nuevas tesis desarrolladas en los últimos años para evitar que se siga explicando "Egipto con Egipto'' y, consecuentemente, el Egipto romano con el ptolemaico. La verdade­ra característica que hace peculiar a este país no se encuentra ni en los diversos fac­tores que se continúan del Egipto ptolemaico al romano ni en las particularidades que posee esta provincia dentro del conjunto del Imperio. Donde el Egipto romano se nos muestra diferente a todos los demás estados helenísticos y provincias roma­nas es en la abundancia de fuentes sobre los asuntos más diversos, Jos cuales se nos han conservado escritos sobre papiros y ostraca gracias al clima del valle del Nilo. Esa es la gran suerte de Egipto en épocas griega y romana, que hace que se puedan estudiar en él aspectos que en otras zonas no se pueden más que intuir. Pero también es su desgracia ya que ha contribuido, especialmente en el período romano, a aislar los estudiosos del Egipto romano de los del rest0 del Imperio, ya sea por causa de los primeros o de los segundos. bajo diferentes excusas hoy en día insostenibles30

27. La polémica sobre las continuidades en el Egipto ptolemaico y romano fue abierta en una comuni­cación presentada por el eminente historiador y papirólogo N. Lewis en «Greco-Roman Egypt: Fact or Fiction?>>, Proceedings of the Twelfth lntemational congress of Papyrologv (Toromo 1970) 3-14. Posteriormente el mismo autor insistió sobre el tema en su artículo «The romanity of Roman Egypt: A Growing Consensus», Atti del XVII congresso lnternaúunale di Papirologia, vol. 1II (Nápoles 1984) 1077-

1084. 28. El tema de la anexión de Egipto y los problemas del status de la provincia romana de Egipto han

sido estudiados repetidamente por G. Geraci en Genesi de/la provincia romana d'Egitto (Bolonia 1983), «La formazione della provincia romana d'Egitto>> en Egitto e societiJ antica (Milán 1985) 163-180 y

«' Errapxia M vvv iun, La concezione augustea del governo d'Egitto» ANRW JI,l 0,1 (1988) 383-411.

29. N. Lewis, en el ar1ículo citado anteriomente en n. 25 (1984) 1084. llega a afirmar que ·'In much of the ink that used to be spilled in insisting that Egypt was asigned a unique status that set it apart from all other Roman provinces, moderns have been not too diferent from ancients in regarding Egypt as an exotic land of mystery and idiosyncracy. But such impresions are essentially touristic and folkloristic (when not

outrightly romantic)".

30. Sobre la tendencia de los especialistas en el Egipto romano a no confrontar su documentación con

la de las otras provincias, cf. A.K. Bowman, art. cit. en n. 25 (1976) 160.

45

Los papiros y la información que nos ofrecen

5. Problemas para el estudio

Después de haber repasado tanto la historia de la papirología desde sus no muy lejanos comienzos como la variada y rica información que nos ofrece, es el momento de ver algunas de las dificultades con los que se enfrentan los papirólogos y aquellos que se quieren iniciar en esta disciplina. El primer problema viene dado por la dispersión del material y, por tanto, la imposibilidad para consultarlo en muchos casos, teniendo que contentarse el investigador con utilizar ediciones o reproducciones fotográficas. Este hecho fue propiciado por el propio desarrollo de la papirología durante el siglo pasado y los principios del presente, cuando políticos, científicos, antiquarios y turistas de las potencias coloniales adquirieron por diver­sos métodos grandes cantidades de papiros egipcios que fueron a parar Europa y América. A la diseminación del material viene añadido el hecho de que muchos papiros que tienen una misma procedencia o pertenecen a un mismo grupo o archi­vo se encuentran disperdigados en diferentes colecciones; incluso podemos encon­trar fragmentos de un mismo papiro conservados en distintos países.

Estas dificultades se ven agravadas por la falta de compilaciones, sobre todo en el caso de los papiros documentales, donde no contamos hoy en día con repertorios similarares al de Pack para los papiros literarios griegos y latinos o el de Gigante para los de Herculano31

• En efecto, el menor número de papiros literarios ha propiciado desde muy temprano intentos de reunir y clasificar el material existente, a pesar de que el descubrimiento de nuevos papiros da lugar a que estos corpora se queden anticuados en períodos de tiempo no muy largos. Sin embargo, sin que exis­ta razón lógica alguna, los papiros de Herculano y los de procedencia egipcia se han estudiado y agrupado tradicionalmente por separado32

, lo que dificulta la consulta e investigación de los papiros literarios. De todas maneras, el panorama es mucho más desolador entre los papiros documentales, donde se ha optado por realizar corpora parciales ante la práctica imposibilidad de reunir todo el material existente. La prin­cipal razón para que no se haya intentado realizar un corpus de los papiros docu­mentales es la rápida y desordenada sucesión de ediciones de papiros nuevos en revistas libros y actas de congresos, así como de revisiones y nuevas lecturas de edi­ciones viejas, que aparecen en el mismo tipo de publicaciones.

Si a todos estos problemas sumamos la falta de comentarios en profundidad sobre el valor histórico de los papiros que se editan -comparables, al menos, a los que aparecen en las publicaciones de nuevos epígrafes-, no es de extrañar el desá-

31. Cf. el apartado 6. Instrumentos de trabajo. H.- Corpora. 32. Sobre este tema cf. el artículo de M. Gigante. <<Per l'unita della scienza papirologica>> Atti del XVll

Congresso lnternazionale di Papirologia, I (Nápoles 1084) 5-28.

46

Los papiros y la información que nos ofrecen

nimo que invade a muchos de los que intentan acercarse a una documentación tan importante para la historia de la Antigüedad como es la papirológica33

6. Instrumentos de trabajo.

Para no perderse en el complejo mundo de la papirología es necesario el conocimiento de una serie mínima de publicaciones con las que poder comenzar a trabajar así como de otras que nos mantengan informados de los avances que se pro­duzcan. El presente apartado pretende servir como orientación a esa bibliografía, aunque soy consciente de que se podrían haber añadido no pocos títulos más.

A.- Actualización científica: desde 1990, J. Modrzejewski ofrece unos amplios informes -bajo el título de «Papyrologie documentaire» en el JJP con comentario de las novedades aparecidas en el mundo de la papirología documental. Estos informes son en cierta medida continuación de los que el mismo autor publi­caba en la SDHI entre 1975 y 1983 con el nombre de «Papyrologie juridique>> y en la RHD entre 1983 y 1984 con el nombre de «Égypte gréco-romaine et monde hellé­nistique>>. La revista Aegyptus mantiene desde 1921 una sección denominada <<Testi recentemente pubblicati» donde se recogen los papiros que se van publicando con la fecha, lugar de procedencia y naturaleza del documento.

B.- Manuales: A riesgo de ser injusto dejaré de lado los libros más antiguos y difíciles de encontrar en el mercado hoy en día. Sin duda alguna, y a pesar del tiempo transcurrido desde su primera edición, el manual indispensable no sólo para el estudiante sino para el especialista es el libro de O. Montevecchi, La papirologia (Turín 1973), reimpreso con un apéndice de S. Daris que pone al día la bibliografía hasta el final de 1987 (Milán 19882). La obra es especialmente interesante en lo que se refiere a la papirología documental, pero presta poca atención a los papiros lite­rarios, que sólo son tenidos en cuenta como documentos de la cultura helenística en Egipto y de la escuela. Otro manual italiano digno de tenerse en cuenta es el de l. Gallo, Avviamento alfa papirologia greco-latina (Nápoles 1983), que ofrece una visión más unitaria de la ciencia papirológica, poniendo al mismo nivel la papirolo­gía documental y la literaria, a la vez que reivindica mayor atención a los papiros de Herculano. Por último no podemos dejar de mencionar la obra de E.G. Turner,

33. Sobre algunos de los problemas que afectan a la investigación papirológica y su importancia como fuente para el estudio de la antigüedad, cf. W. Peremans 1 E. Van 't Dack, <<La papyrologie et l'histoire ancienne. L'heuristique et la critique des texts sur papyrus>>, Actes du XV' Congres International de

Papyrologie en Papyrologica Bruxellensia 19 (1979) 7-25.

47

Los papiros y la información que nos ofrecen

Greek Papyri. An lntroduction (Oxford 19682), con múltiples reimpresiones y muy difundida entre los estudiantes.

C.- Lengua de los papiros: Existen multitud de artículos diseminados en revistas y actas de congresos sobre problemas particulares de la lengua de los papi­ros. como fonología, léxico, dialectos, empleo de los modos, etc. Entre las gramáti­cas más modernas para el griego del Egipto ptolemaico figura la de E. Mayser, Grammatik der griechischen Papyri aus der Ptolemaerzeit, Band I, 1 (Berlín 1970). Para el período romano consúltese la obra inacabada de F. T. Gignac, A Grammar of Greek papyri of Roman and By-;antine periods, I. Phonology (Milán 1976), II. Morphology (Milán 1981).

Por lo que respecta a los diccionarios, el único reaimente especializado en el vocabulario papirológico es el de F. Preisigke y E. Kiessling, Worterbuc/1 Jer griechischen Papyruskunden, 4 volúmenes (Berlín-Marburgo 1924-1971), a los que hay que añadir los volúmenes de E. Kiessling y W. Rübsam, Supplement 1 (Amster­dam 1971) y H.-A. Rupprecht y A. Jordens, Supplement 2 (Wiesbaden 1991). Por sus referencias a los papiros, también es interesante el diccionario de H.G. Liddell y R. Scott, A Greek-English Lexicon (Oxford 19409) y E.A. Barker, A Supplement (Oxford 1968). Aunque aún está en proceso de edición (cuatro volúmenes apareci­dos hasta el momento que llegan hasta la d) la monumental obra dirigida por F. Rodríguez Adrados, Diccionario griego-español (Madrid 1980-... ) va camino de convertirse en un diccionario de gran utilidad en el mundo de la papirología.

Debido a la escasez de papiros escritos en latín, no existe ningún dicciona­rio especializado en el vocabulario latino usado en los papiros. Sin embargo sí que se puede utilizar una obra sobre los préstamos del latín al griego de los papiros, S. Daris, lllessico latino nel greco d'Egitto (Barcelona 199J2).

F.- Publicaciones de papiros: Son centenares los volúmenes que recogen las publicaciones de las diferentes colecciones de papiros y sería casi imposible mover­se por el mar de siglas y abreviaturas a que han dado lugar estas publicaciones sin la obra de J.F. Oates, R.S. Bagnall, W.H. Willis y K.A. Worp, Checklist of Editions of Greek and Latín Papyri, Ostraca and Tablets (Atlanta, Georgia 19924

), que nos ofrece la lista de estas colecciones con información de los editores, reimpresores o el número de las ediciones en microfichas que realiza la American Society of Papyrologist. Otros muchos papiros no aparecen editados en los volúmenes de colecciones, sino en revistas o congresos, formando un material desperdigado que puede ser localizado y consultado gracias a la serie iniciada por F. Preisigke y con­tinuada por otros Sammelbuch Griechischer Urkunden aus ii..gypten, abreviada S.B. (1915- ... ). Igualmente, el mismo autor comenzó a editar una lista con las correccio­nes que se han ido haciendo a las ediciones de cada papiro indicando el lugar donde fue editada esa corrección: F. Preisigke y otros, Berichtigungsliste der Griechischen Papyruskunden aus A.gypten (1915- ... ).

48

Amado Jesús de Miguel Zabala

G.- Recopilaciones: Ante la práctica imposiblidad para las bibliotecas no especializadas y personas no iniciadas de abarcar la enorme cantidad de papiros publicados, algunos estudiosos decidieron, desde muy temprano, realizar recopilaciones de los documentos más importantes con fines de enseñanza o de sim­ple comodidad para el investigador. Algunas antologías clásicas son las de U. Wilcken y L. Mitteis, Grundzüge und Chrestomathie der Papyruskunde (Berlín 1910-1912) o la de A.S. Hunt y C.C. Edgar, Select Papyri, 1 y // (Cambridge, Massachusetts-Londres 1934, con múltiples reimpresiones). De uso más escolar son las obras de M. David y B.A. Van Groningen, Papyrological Primer (Leiden 1946) y la versión actualizada de P.W. Pestman, The New Papyrological Primer (Leiden 1990). Otros autores han preferido realizar recopilaciones de textos atendiendo a los temas que tratan; así por solo citar algunos mencionaremos las obras de P.M. Meyer, Juristische Papyri. Erkliirung von Urkunden zur Einführung in die juristische Papyruskunde (Berlín 1920), M. Vandoni, Feste pubbliche e private nei documenti greci (Milán 1964) o L. Migliardi Zingale, V ita privata e vita pubblica nei papiri d'Egitto. Silloge di documenti greci e latini dal 1 al IV seco/o d.C. (Turín 1992).

H.- Corpora: Los papiros literarios se encuentran recogidos en dos obras principales: R.A. Pack, The Greek and Latin Literary Texts from Greco-Roman Egypt (Ann Arbor 19652

), con una tercera edición en preparación, y M. Gigante (ed.), Catalogo dei papiri ercolanesi (Nápoles 1979).

No existe en la papirología documental un equivalante al CIL para la epi­grafía latina y parece ser que no lo habrá en algún tiempo. Sin embargo desde muy temprano aparecieron corpora parciales de diverso tipo. Así, siguiendo el ordenamiento hecho por Montevecchi en su manual, en primer lugar están los que reúnen documentos del mismo tipo: K. Preisendanz, Papyri graecae magicae (Stuttgart 19742), M.T. Lenger, Corpus des ordonnances des Ptolémées (Bruselas 1964), con un volumen de adiciones, correcciones y complementos a la bibliografía (Bruselas 1990), el Corpus dei papiri filosofici greci e latini, Vol. 1 * (Florencia 1988) vol. 1 ** (Florencia 1992) En segundo lugar, los que se refieren a un mismo argumento, hecho histórico o institución: H.A. Musurillo, Acts ofthe pagan Martyrs (Oxford 1954), V. Tcherikover, A. Fuks y M. Stern, Corpus Papyrorum Judaicarum, 3 vols. (Jerusalén y Cambridge, Mass. 1957-1964), S. Daris, Documenti perla storia dell'esercito romano in Egitto (Milán 1964). El tercer tipo es el que recoge documentos pertenecientes al mismo archivo: el mayor, compuesto por más de 3000 papiros,es el de Zenón, publicado en varias colecciones, cf. P.W. Pestman, A Guide to the Zenon Archive (Leiden 1981); otros archivos, J. Schwartz, Les archives de Sarapion et ses fils. Une exploitation agricole aux environs d'Hermoupolis Magna (de 90 a 133 p.C.) (El Cairo 1961), D. Foravoschi, L'archivio di Kronion (Milán 1971). Por último, están las recopilaciones de documentaciones pertenecientes a un mismo lugar de origen, que normalmente se encuentran depositados en sitios distantes y publicados de forma independiente, por

49

Los papiros y la información que nos ofrecen

lo cual suelen constituir corpora parciales que se enuncian por el nombre de la loca­lidad (Oxirrinco, Teadelfia, Tebtunis, Hermópolis Magna ... ).

Un Corpus Papyrorum Graecarum fue anunciado en Aegyptus 57 (1977) 276-277, del cual han aparecido algunos volúmenes publicados en Italia.

Los papiros latinos, al no constituir un grupo muy numeroso, han sido reco­gidos en R. Cavenaile, Corpus Papyrorum Latinarum (Wiesbaden 1958).

1.- Revistas: Ediciones de papiros y artículos relacionados con la papirolo­gía o el Egipto griego y romano se pueden encontrar en cualquier revista dedicada al mundo clásico. Sin embargo existen publicaciones periódicas y colecciones en las que es habitual hallar este tipo de artículos, como las que se citan a continuación con sus abreviaturas más usuales, aunque algunas de ellas ya hayan dejado de aparecer: Aegyptus Rivista italiana di egittologia e di papirologia 1 (1920)- ... Am.Stud.Pap. American Studies in Papyrology, 1 (1966)- ... Anagennesis A Papyrological Journal, 1 (1981)-4 (1986). AncSoc Ancient Society, 1 (1970)- ... Anal.Pap. Analecta Papyrologica, 1 (1989)- ... Archiv.fPap. Archiv für Papyrusforschung und verwandte Gebiete, 1 (1901)- ... BASP Bulletin ofthe American Society of Papyrologists, 1 (1963/1964)-

BIFAO CD CRIPEL

Ét.Pap. GRES JEA JJP Mizraim

Münch.Beitr.

Pap.Brux. Pap.Castr. Pap.Flor. Pap.Lugd.Bat. Rech.Pap. Stud.Amst.

Stud,Hell.

Bulletin de l'institut franr;ais d' archéologie orienta/e, 1 (1901 )- ... Chronique d'Égypte, 1 (1925)- ... Cahiers de recherches de l'Institut de Papyrologie et d'Égyptologie de Lille, 1 (1973)- ... Études de Papyrologie, 1 (1932)-9 (1971). Greek, Roman and Byzantine Studies 1 (1959) -... Journal of Egyptian Archaeology, 1 (1914)- ... Journal of Juristic Papyrology, 1 (1946)- ... Journal of Papyrology, Egyptology, History of Ancient Laws, and their Relations to the Civilization of Bible Lands, 1 (1933)-9 (1938). Münchener Beitriige zur Papyrusforschung und antiken Rechtsge­schichte, 1 (1915)- ... Papyrologica Bruxellensia, 1 (1962)- ... Papyrologica Castroctaviana, 1 (1967)- ... Papyrologica Florentina, 1 (1976)- ... Papyrologica Lugduno-Batava, 1 (1941)- ... Recherches de Papyrologie, 1 (1961)-4 (1967). Studia amstelodamensia ad epigraphicam, ius antiquum et papy­rologicam pertinentia, 1 (1972)- ... Studia Hellenistica, 1 (1942)- ...

50

Stud.Pap.

Stud.Pal.

TAPA

Tyche

ZPE

Amado Jesús de Miguel Zabala

Studia Papyrologica. Revista Española de Papirología, 1 (1962) -22(1983). Studien zur Palaeographie und Papyruskunde, 1 (1901) -23 (1924 ). Transactions and Proceedings of the American Philological Association, 1 (1869/1870)- ... Beitriige zur Alten Geschichte, Papyrologie und Epigraphik, 1 (1986)- ... Zeitschrift für Papyrologie und Epigraphik, 1 (1967)- ...

J.- Historia: Entre las diferentes historias de Egipto en época griega y roma­na se ha convertido en un clásico la obra de H.I. Bell, Egypt: from Alexander to the Arab Conquest (Oxford 1948, con múltiples reimpresiones y una traducción incom­pleta al español). Después del artículo de N. Lewis, «Greco-Roman Egypt: Fact or Fiction?», Proceedings of the Twelfth International Congress of Papyrology (Toronto 1970) 3-14 y tras su reafirmación en «The romanity of Roman Egypt: A Growing Consensus», Atti del XVII congresso Internazionale di Papirologia, vol. III (N ápoles 1984) 1077-1084, se tiende a separar el estudio del Egipto ptolemaico del romano. Así lo hace el propio N. Lewis en Lije in Egypt under the Roman Rule (Oxford 1983) y en Greeks in Ptolemaic Egypt (Oxford 1986). Una obra interesan­te que sigue la perspectiva anterior a los artículos de Lewis, aunque reconociendo las diferencias entre las dos épocas, es la de A.K. Bowman, Egypt after the Pharaohs (Londres 1986). La nueva tendencia hace que la historia de Egipto apa­rezca cada vez más integrada en las síntesis generales sobre el mundo helenístico o el romano; así ocurre en manuales como los de M.M. Austin, The Hellenistic World from Alexander to the Roman Conquest (Oxford 1981) y en M. Sartre, L'Orient romain (París 1991). En los últimos años han aparecdo varias obras fruto de la coo­peración de diferentes especialistas, entre ellas merecen citarse un volumen de la A.N.R. W. dedicado en gran medida al Egipto romano (II, 1 O, 1 publicado en 1988, aunque en muchas de sus contribuciones se aprecie claramente que el libro comen­zó a gestarse bastantes años antes) o los volúmenes editados por los italianos L. Criscuolo y G. Geraci, Egitto e storia antica dall'ellenismo all'eta araba: bilancio di un confronto (Bolonia 1989) y G. Pugliese Carratelli, G. del Re, N. Bonacasa y A. Etman, Roma e l'Egitto nell'antichita classica (Roma 1992). Para obtener una visión de Egipto en el período precedente a la época bizantina véase el libro de R.S. Bagnall, Egypt in Late Antiquity (Princeton 1993).

51

LA CITÉ ET LE CITOYEN D' APRES ET SELON PAUSANIAS

M. CASEVITZ (Université Lumiere-Lyon 2)

Puisque Séville n'est guere éloignée de l'ancienne Tartessos 1 et qu'elle honore le Kolaios dont Hérodote conte l'histoire édifiante2

, puisqu'a Séville on s'in­téresse aussi a la Cité romaine sous le Haut Empire, il n'est point douteux que le nom de Pausanias y rencontre une écoute bienveillante3• Si le Périégete n'a pas été traduit récemment en langue espagnole, le lecteur lettré dispose pourtant des pre­miers volumes issus du travail en cours d'équipes voisines: on dispose des quatre premiers livres publiés a Milan chez Mondadori sous les auspices de la Fondation Valla et la direction d'ensemble de D. Musti et, en 1992, a paru le premier tome de 1' édition francraise aux éditions Les Belles Lettres~ (CUF). Quant al 'helléniste assez compétent pour n'avoir cure d'une traduction, il utilise l'édition procurée par M.H. da Rocha-Pereira dans la collection Teubner5, premier éditeur a tenir compte des importants travaux sur les manuscrits de Pausanias menés par A. Diller6

Comme chacun sait, Pausanias reste a peu pres inconnu. Certains reperes disséminés dans son reuvre permettent de dater la rédaction de son ouvrage dans la

l. Sans doute l'actuelle Huelva, a l'embouchure du Tinto et de !'Odie!. Sur l'épineuse question de >.a localisation, voir la mise au point récente dans le livre de M. Gras, P. Rouillard, J. Teixidor, L'univers phé­

nicien (Paris 1989) 19 et 121-122.

2. Hérodote 4, 152. 3. Yoir Pausanias VI, 18, 2: <<Ün dit que le Tartessos est un tleuve du pays des Iberes quise jette dans

la mer par deux embouchures, et la ville, qui esl établie au milieu, entre les deux embouchures, porte le meme nom que le tleuve, -tleuve qui est le plus importan! des tleuves d'Espagne et qui présente une barre-; il a re.,:u des générations postérieures le nom de Ba!tis; il y a des gens qui pensent que Carpéia, cité d'Ibérie, était appelée plus anciennement Tartessos.>> (traduction personnelle). On voit par la, entre autres

témoignages, que la localisation de Tartessos posait déja probleme. 4. Le texte a été établi par moi-méme, traduit par J. Pouilloux, qui supervise ]'ensemble de l'entrepri­

se, et commenté par F. Cbamoux.

5. Trois volumes, 2e. édition (Leipzig 1989).

6. Sur les problemes d'établissement du texte, voir notre introduction dans la CUF, p. XXXI-XLVI.

53

La cité et le citoyen d' aprés et selon Pausanias

troisieme quart du deuxieme siecle de notre ere: par exemple, en VII, 20, 6, il men­tionne, a propos de l'Odéon de Patras, l'Odéon d'Hérode Atticus qu'il n'a pas décrit au livre I, ce qu'il n'eut pas manqué de faire si ce monument avait été construit au moment ou il décrivait 1' Attique. Autre détail révélateur: on peut dater le livre V de 173, car, en 1, 2, Pausanias y écrit: «Les Corinthiens sont les plus récemment ins­tallés dans le Péloponnese; il y ajusqu'a moi deux cent dix-sept ans qu'ils habitent ce territoire que l'empereur leur a donné>> 7; la fondation de la colonie de Corinthe date de 44 avant J.-C Le dernier événement mentionné par Pausanias est en X, 34, 5; e' est le raid effectué par les Costoboces qui les conduisit jusqu' a Élatée en Phocide et qui eut lieu entre 170 et 175 8

• Ainsi notre auteur a vécu sous Trajan, Hadrien, Antonio et Marc Aurele. C'est done un citoyen de l'Empire romain, certai­nement un "notable", originaire saos do u te de 1' Asie Mineure, plus précisément de Magnésie du Sipyle (aujourd'hui Manisa), ce Sipyle qu'il affirme avoir gravi (I, 21, 3). 11 appartient a 1' «élite privUégiée a qui les empereurs de Rome avaient fait con­fiance pour maintenir en Orient la culture classique»9 : Pausanias s'inscrit ainsi dans une longue tradition a laquelle font exception quelques rares mais importants auteurs (Thucydide, Xénophon, etc.), tradition qui a fait naitre les historiens-géo­graphes aux marges du monde grec; l'originalité de Pausanias, c'est qu'il va, depuis les marges, visiter et faire voir la Grece continentale.

Tel que!, on ne s'étonnera point qu'il soit un fervent admirateur des empe­reurs romains. Des le premier livre, en 5, 5, apres avoir mentionné les héros épony­mes des tribus, dont les statues se dressent non loin de la tholos et du bouleuterion, il ajoute: «Ces héros appartiennent aux éponymes athéniens du début; par la suite, il y en eut d'autres qui donnent aussi leur noma des tribus: Attale de Mysie, Ptolémée d'Égypte, et, de mon temps encore, l'empereur Hadrien, qui se distingua au plus haut point par sa piété envers les dieux et qui combla de bienfaits tous ses sujets. Il n'engagea de son plein gré aucune guerre, mais les Hébreux qui habitent au-dela des Syriens se souleverent et il les réduisit. Tous les sanctuaires des dieux qu'il cons­truisit entierement, tous ceux qu'il orna d'offrandes et de constructions, les présents qu' il fit aux cités grecques, tous ceux qu' il fit méme aux Barbares qui lui en avaient fait la demande, tout cela se trouve inscrit a Athenes dans le sanctuaire commun des dieux» 10

• Des ce passage, on voit de quoi se nourrit l'admiration du Périégete pour Hadrien: ce dont illui sait gré, e' est de la pié té, dont les manifestations sont visibles.

7. Traduction J. Pouilloux (inédite, a paraitre dans la CUF). 8. Sur ces reperes chronologiques, voir l'introduction du premier volume de l'édition fran~aise, p. XI

(J. Pouilloux) et les travaux de C. Habicht, en particulier Pausanias' guide to ancient Greece, Sather clas­sical lectures, 50 (Berkeley-Los Angeles 1985) (version allemande: Pausanias und seine "Beschreibung

Griechenlands", Munich 1985).

9. J. Pouilloux, Introduction (CUF), p. XXVIII.

10. Les passages du livre 1 que nous citons ici sont traduits par J. Pouilloux (CUF, Les Belles Lettres).

54

M. Casevitz

traduites en offrandes et constructions, c'est cet évergétisme qui s'exer9a au bénéfi­ce tant des Romains et des Grecs que des peuples barbares, grace a la paix qu 'il assu­ra a tout l'Empire, puisqu'il n'aima point la guerre. C'est en Grec que Pausanias admire 1' empereur qui a choyé tout particulierement la Grece, Athenes spéciale­ment. Ainsi, dans le meme livre I, il signale en 18, 6, mentionnant le sanctuaire de Zeus olympien, que e' est Hadrien qui «a consacré le temple et la statue, qui est a voir», -mentionnant aussi évidemment les autres statues de l'empereur en plus de celle que les Athéniens 1ui ont consacrée et qui, colossale, les surpasse; un peu plus loin, au paragraphe 9, il rappelle les autres édifices dont Hadrien a omé Athenes, un temple d'Héra et de Zeus Panhellénios, un ensemble de cent colonnes en marbre de Phrygie, avec une bibliotheque, et aussi le gymnase qui porte le nom d'Hadrien, avec cent colonnes en marbre libyen. C' est encore Hadrien qui restaura la splendeur passée d' Athenes, ravagée par Sylla lors la guerre menée par Mithridate contre Rome, contre laquelle «le parti du peuple et seulement meme la faction turbulente» avait pris partí (I, 20, 5).

Admirateur d'Hadrien (cité vingt-deux fois, contre quarante-six pour Alexandre), Pausanias n'oublie pas d'autres bienfaiteurs de la Grece ni de louer l'in­tervention de Ro me dans les affaires de la Grece. César11

, qui «le premier a établi le régime actuel» (II, 1, 2; cf. aussi III, 11, 4: «le premier a avoir aspiré au povoir per­sonnel et le premier a avoir acquis J'empire actuel», ¡10vapxí.ac; rrpwToc; iv

'PwJlaÍ.oLc; ETTé8ÚflT]OEV mL dpxT¡v TT¡v Ka8nnr¡Kvfav rrpwTOc; hT~aaTo), a refondé ( civmKLam) Corinthe. Néron (cité neuf fois dans la Périégese) est men­tionné pour les offrandes qu'il a consacrées a l'Héraion proche de Mycenes (II, 17, 6), dans le temple de Zeus a Olympie (V, 12, 8), mais aussi pour avoir emporté d'Olympie aRome une statue (portrait, EiKwv) d'Ulysse, entre autres (V, 26, 3), et aussi la statue d'Éros a Thespies, a:uvre de Praxitele, qu'avait envoyée a Rome Caligula et que Claude avait restituée (IX, 26, 3-4); et le meme a arraché a 1' Apollon de Delphes cinquante statues de dieux et d'hommes (X, 7, 1; cf. X, 19, 2). Mais, en VII, 17,3-4, Pausanias rappelle que «Néron rend la liberté a tous (les Grecs), ayant fait un échange avec le peuple de Rome: il leur donna, a la place de la Grece, l'íle de Sardaigne qui était particulierement fertile. En tout cas, en considérant cette action de Néron, j'avais l'impression que ce qu'a dit Platon, fils d' Ariston, était tout a fait juste: les crimes les plus grands et les plus audacieux ne sont pas le fait de gens ordinaires, mais plut6t celui d'une ame noble corrompue par une éducation extrava­gante. Les Grecs cependant n' eurent pas la posibilité de tirer profit de ce présent. Apres Néron en effect, sous le regne de Vespasien, ils furent entraínés dans une gue­rre civile, et Vespasien leur imposa de payer a nouveau un tribut et d'obéir a un gou-

11. Dont le nom n'apparait que trois fois dans la Périégese (II, 1, 2; 3, 1; III, 11, 4).

55

La cité et le citoyen d'aprés et selon Pausanias

vemeur paree que, affirmait-il, le peuple grec avait désappris la liberté»12. Si Trajan

n'apparait que deux fois (IV, 35, 3; V, 12, 6), autant qu'Antonin (II, 27, 6-7; VIII, 43, 1-6), plus que Marc Aurele (VIII, 43, 6), Auguste apparait en dix-neuf endroits. Un Romain est stigmatisé: Sylla13

, paree que le dictateur a infligé de grandes destructions a la Grece, en particulier a Athenes.

Mais Pausanias, s'il admire l'reuvre de certains Romains et admet l'inter­vention de Rome dans les affaires grecques, est surtout soucieux de l'histoire grec­que telle que 1' évoquent les monuments ou il conduit son lecteur. Le Périégete est 1' admirateur des grandes cités grecques, des sanctuaires qui ont, de toute antiquité, renom et affluence, des légendes qui sont la seve des patriotismes locaux autant que les exploits par lesquels les citoyens ont fait briller leur cité.

Ainsi la Périégese est d'abord un témoignage d'admiration et de gratitude adressé aux plus importantes cités de la Grece historique. En premier lieu Athenes (livre 1), paree que ce lieu chargé de monuments (de f1~'1f1aTO, objets de mémoire) évoque toute l'histoire de la Grece elle-méme, des temps les plus reculés jusqu' al' é­poque contemporaine, en passant par les étapes décisives, guerres médiques, guerres du Péloponnese, guerres contre les Macédoniens, guerres des Romains, guerres entre lesquelles sont évoquées des périodes fastes et riches en constructions: comme le reste de la Grece, la cité que décrit Pausanias est une cité historique, une cité que le passé rend attachante et «digne d'étre contemplée» (8Éac: dfía, pour reprendre une expression fréquente, comme il est naturel dans la langue d'un guide), une cité qui vit dans le récit et la description paree qu'elle a vécu jadis et naguere. D'autres grandes cités, grandes paree qu 'elles le furent, méme si certaines ne sont plus que l'ombre d'elles-mémes, sont évoquées dans chaque livre; ainsi Sparte (décrite au livre III) occupe plus de place dans 1' reuvre entiere par son histoire que par son importan ce réelle a u temps de 1 'auteur: dans les Lakonika, des le début du livre, e' est une longue histoire légendaire des rois de Sparte qui prend la place de la description. Habicht a bien montré 14 comme Pausanias s'inscrit dans la tradition anti-spartiate qui accuse les Lacédémoniens de n'avoir pas accompli leurs devoirs de Orees con­tre les Perses et contre les Macédoniens. Dans les Messeniaka (livre IV), les guerres qui opposerent les Messéniens aux Spartiates sont 1' occasion pour 1' auteur de lais­ser libre cours a son "misolaconisme" -qui se donne libre cours aussi dans le reste de l' reuvre, par exemple en IX, 13, 11: «Épaminondas... savait que les Lacédémoniens cherchent naturellement et en toute occasion a cacher leurs échecs»-, car dans le Péloponnese Messene occupe le péíle positif que tient Athenes dans la Grece face, dans les deux plans, a Sparte, cité de la morgue et de la

12. Traduction Y. Lafond (L'AchaYe de Pausanias, Étude critique du livre VII de la Périégese, these de

l'Unlversité de Paris IV-Sorbonne, 1990). C'est ici la seule mention du nom de Vespasien.

13. Mentionné dans sept passages: I, 20,4-7, IX, 6, 6; 7, 4-5; 30, 1; 33, 6; 40, 7; X, 21, 6.

14. Op. cit. 113-114.

56

M. Casevitz

prétention 15• Le role de S parte avec Ménalcidas contre les Achéens et Diaios en 154-

146 est conté avec plus d'objectivité (si tant est que ce mot ait un sens pour un auteur ancien) au livre VII, Achaika (chap. 11-16); e' estRo me qui juge alors injuste le rat­tachement de Sparte -et de Corinthe- a la Confédération achéenne et, quelques années apres la prise de Corinthe, les Achéens furent relevés de l'amende a payer aux Lacédémoniens et Sparte fut reconnue libre et amie de Rome, exemptée de tri­but, soumise aux seules "obligations d'amitié": Pausanias n'omet point de souligner !'estime pour la cité qui fut glorieuse et en quelque sorte exemplaire en valeur mili­taire. D'autres villes sont aussi des phares pour la Grece, soit qu'elles soient le siege des grands sanctuaires, soit qu' elles se soient distinguées par leur bonne conduite a l'égard de !'ensemble des Grecs a une certaine époque ou constamment (l'épaisseur de la durée foumit al'auteur une ample matiere pour y puiser les bons et le mauvais exemples): ainsi, par exemple, dans le livre IX, apres la bataille de Leuctres (371) et apres Mantinée ou périt le héros thébain, ce n'est pas seulement Épaminondas mais la cité de Thebes aussi qui sont célébrés, comme en témoignent les vers gravés sur sa statue:

... 8f¡f3r¡c; S 'oTTAowLv MeydA.r¡ TTÓALc; hnupavwTm, at)TÓVO!lOc; S ' 'EMrk TTdu ' iv I!.\Ev6Epir¡

Mégalepolis s'est trouvée couronnée par les armes de Thebes. et toute la Grece autonome dans la liberté. (9, 15, 6)

S' attachant aux grandes cités, Pausanias ne néglige cependant point les petites cités qui se sont distinguées au cours des temps, par des exploits particuliers ou une pratique constante. Ainsi, pour rester dans le livre sur la Béotie, il remarque que «les Tanagréens sont, a [son] avis, ceux des Grecs qui ont observé la meilleure attitude envers la religion: leurs habitations sont a part, les sanctuaires au-dessus d'elles, dans un domaine pur et a l'écart des hommes» (IX, 13, 11).

Mais Pausanias n'est pas seulement le témoin des splendeurs grecques pas­sées et parfois présentes. Ce ne sont pas les pierres qui parlent, ce sont les souve­nirs qu' elles révelent, souvenirs des hommes qui les ont disposées, frequentées, ani­mées, souvenirs qui subsistent paree que les grands hommes sont tels par les exem­ples qu'ils proposent. Comme tout historien, Pausanias compose en meme temps que ses descriptions une histoire morale, les murs évoquent les grands hommes qui témoignent des grandes vertus (plus nombreuses que les grands vices). Ces grands hommes sont principalement les citoyens qui se sont distingués pour la plus grande gloire de leur cité et de la Grece tout entiere, sans exclure les grands hommes qui

15. Ce theme se trouve bien développé dans la these soutenue a l'Université Lyon 2 par J. Auberger, <<Le vocabulaire de psychologie chez Pausanias» (publiée a Lille, 1988) et dans plusieurs articles du merne

auteur, en particulier «Pausanias romancier? Le témoignage du livre IV>>, DHA, 18, 1 (1992) 257-280.

57

La cité et le citoyen d' aprés et selon Pausanias

ont eu la sagesse de ne pas se méler des affaires publiques, tel Isocrate, «cet homme qui est passé a la postérité pour trois raisons: avoir été tres travailleur, puisque en vivant jusqu' a quatre-vingt-dix-huit ans il n' a jamais ces sé d' avoir des éleves; avoir été tres sage, puisqu'il s'est tenu constamment écarté de la vie politique et ne s'est jamais melé aux affaires publiques; avoir été tres épris de liberté, puisque a l'an­nonce de la bataille de Chéronée il eut tant de chagrín qu'il s'est laissé mourir» (1, 18, 8). Ce qui domine, semble-t-il, dans !'estime que manifeste notre auteur pour "ses" personnages, c'est le sens civique allié au soin de la gloire (8ófa): ainsi Homere lui-méme préféra voyager tres loin plut6t que d'étre entretenu par les puis­sants et recueillir la gloire aupres du grand public (l, 2, 4). Dans la galerie des grands hommes 16

, se distinguent ceux qui donnent des lec;:ons de démocratie et patriotisme grec: Thésée apparaít comme l' ancétre des démocrates, lui dont le por­trait se trouve sur un Portique du Céramique en compagnie de Démocratie et de Démos, lui dont une large tradition affirme qu' «il a remis le gouvernement au peu­ple et qu'a partir de la les Athéniens ont conservé le régime démocratique, jusqu'a la révolution de Pisistrate qui établit la tyrannie» (I, 3, 3). Mais Pisistrate et Hippias «montrerent, des qualités d'humanité et de sagesse supérieures a celles de Périandre [tyran mis par les Grecs au nombre des Sept Sages], tanta la guerre que dans l'or­ganisation de la vie civique, jusqu'a ce que la mort d'Hipparque entraíniit Hippias a s'abandonner a la colere ... >> (1, 23, 1). Grands hommes vraiment, les grands chefs de guerre, ceux qui défendent la terre de la cité: comme dit Euphaes aux Messéniens qui se battent contre S parte, cité qui ne songe qu' a dominer: «la faveur des dieux va a qui défend sa terre et n'est pas l'initiateur de l'injustice>> (IV, 6, 6). Miltiade et Cimon, Léonidas, Thémistocle, Épaminondas, enfin Aratos et surtout Philopremen sont les héros principaux de l'histoire d'un combat toujours recommencé pour la liberté, face aux Barbares, face a d' autres cités qui veulent asservir -S parte au pre­mier rang-, face aux Romains enfin.

Finalement, le récit de Pausanias manifeste, quelle que soit au fil des pages la matiere traitée, qu'elle concerne l'histoire des temps les plus reculés ou l'histoire des temps classiques, hellénistiques ou romains, un constant amour de la virtu au service de la liberté dans la dignité. Pausanias est un patriote, philoathénien tant que la démocratie athénienne a représenté l'honneur de la Grece, mais prét a louer les grands hommes qui ont défendu la cause de la liberté de toute la Grece, qu' ils soient Grecs ou Romains. Par contraste, parmi ces derniers, le chiitiment que les dieux infligerent a Sylla apparaít exemplaire: ce n'est pas pour sa cruauté «indigne d'un Romain» qu'un affreuse maladie le consuma, mais pour avoir transgressé la piété en arrachant Ariston au sanctuaire d' Athéna (I, 20, 6-7).

16. Cf. C. Habicht, op. cit. 113-114.

58

ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DE MODELOS URBANOS EN

CIUDADES HISPANORROMANAS DURANTE EL ALTO IMPERIO'

José BELTRÁN FORTES (Universidad de Sevilla)

El interés actual que despierta la ciudad para los diferentes campos de estu­dio de la AntigJedud. tan de moda en estos últimos tiempos, ha sido realmente una constante dentro de esa investigación; el fenómeno urbano siempre ha constituído el marco ideal para el análisis de variadas realidades de las sociedades antiguas. En el caso de la Arqueología es asimismo destacable esa línea de trabajo, que se ha con­cretado bien en la proliferación de Reuniones o Coloquios sobre el tema -como demuestn:. la celebración en nuestro país de un Congreso Internacional de Arqueologín Clásica sobre el tema «La ciudad en el mundo romano»-, bien en la creación. va en la década de los sesenta del presente siglo, de un «Comité Internacional para el Estudio de las Ciudades Antiguas», o bien, especialmente, en la abundancia de nublícacione,: '.1e monografías o series donde se abordan Jos resul­tados de las mvestigaciones arrr ;eológicas referidas a ciudades antiguas.

i\jn.~tándo;;cs al mar · histórico y cronológico dado para el presente ciclo de comeren.:ias (o sea, la épo, ·'romana altoimperial), para el caso hispano los ejem­plos má~ evidentes los supone, dos Coloquios celebrados en un lapso de algo más de un decenio. pero que tratan ei mismo período histórico, crucial para el análisis del desarrollo del fenómeno urbano en época antigua en nuestra Península: nos referi­mos al Simposion de ciudades augusteas, y al Coloquio sobre «La monumentaliza­ción de las ciudades hispanas entre la República y el Imperio>>, editado con el signi­ficativo título Stadtbild und Ideologie, precisamente para resaltar los factores ideo­lógicos que subyacen tras los modelos urbanos que se constituyen en esa determi-

* Esta conferencia fue impartida en la Universidad de Sevilla en mayo de 1993 dentro de un ciclo que sobre el tema "La ciudad hispanorromana en época altoimperial" había organizado la Asociación Kolaios, a la que reitero mi agradecimiento. Ante el ofrecimiento de su publicación he optado por incorporar los cam­bios mínimamente imprescindibles, así como un breve apéndice bibliográfico. que incluye obras generales

y otras más específicas referidas en el texto.

59

Análisis arqueológico de modelos urbanos en ciudades hispanoromanas ...

nada época histórica. Es precisamente el estudio de tales contenidos ideológicos uno de los más atractivos que puede realizarse desde un enfoque de tipo histórico, pues­to que enriquece enormemente el análisis arqueológico; aunque se aplica a todos los ámbitos de la sociedad, sobresalen los análisis de ambientes públicos. que ~e desa­rrollan de forma especial en un contexto urbano. Ello es evidente, ya que el mundo clásico -y más en concreto el mundo romano- tuvo en el carácter urbano uno de sus rasgos definitorios más sobresalientes.

De forma sugerente ha escrito J. Caro Baroja en el prólogo de un estudio sobre la ciudad hispanorromana (Abascal, Espinosa 1 989):

«Quien dice la ciudad dice todo. Como todo lo importante de la vida del hombre.

está en contradicción perpetua. Es lo mejor y lo peor. lo más bello y lo má& feo, lo más sano

y lo más malsano. Según quién la observe y qué s.e observe. la imagen cambia».

Tengamos presente, pues. esta consideración de subjetivismo -del espec­tador que observó y vivió la ciudad. a la vez que del investigador que intenta su entendimiento actual- a la hora de plantearnos un acercamiento a diversas estam­pas de la ciudad hispanorromana de época altoimperial y sus diferentes contenidos ideológicos.

La cuestión llevaría a plantear -entre otros- dos problemas previos de interés, en especial para el caso hispano. pero que simplemente esbozaremos, ya que no es el tema que nos ocupa. En primer lugar el propio concepto de ciudad, definido con base en variables diferentes, sociológicas, tipológicas, funcionales, mitológicas, etc. Para nuestro caso es de bastante interés el Coloquio sobre Los asentamientos ibéricos ante la romanización, en el que se incide precisamente sobre los fenómenos de transición que tienen lugar en época romana tardorrepu­blicana en la Península Ibérica. No cabe duda que es ésta una línea de investiga­ción que reclama una especial atención de la Arqueología española a todos los niveles.

En segundo lugar, el hecho de que ese especial énfasis en la temática urbana no puede hacemos olvidar el estudio del territorio. en especial porque éste se articulaba de forma efectiva en torno a la ciudad. Dentro de una jerarquización administrativa, la ciudad romana cumple unas amplias funciones de tipo político, religioso, económico o cultural, que afectaban de forma directa no sólo al área urbana, sino también a los territorios cir­cundantes, que conformaban los correspondientes agri.

Dentro ya del propio ámbito de análisis de la ciudad, se convierte en una dificultad insalvable en el marco limitado de esta conferencia el intentar abordar su estudio en todas las diferentes esferas y a partir de enfoques interdisciplinares. Incluso para un tratamiento más estrictamente arqueológico habría que hacer refe­rencia tanto a planteamientos teóricos y metodológicos, cuanto a la particular espe­cialización para su análisis en el marco concreto de los contextos urbanos actuales, en lo que se da en llamar "arqueología urbana".

60

José Beltrán Fortes

Factores determinantes para la arqueología urbana los suponen, pues, en primer lugar, la planificación de las actividades arqueológicas en un medio urbano actual, ya que la ciudad ha mantenido en muchos casos una continuidad de pobla­miento hasta nuestros días, por lo que en la investigación sobre ella predominan los datos de estratificación vertical, en ocasiones desconectados entre sí, con el aumen­to de las dificultades de interpretación de una realidad ya de por sí bastante com­pleja. A ello debemos añadir la asimismo complicada problemática que supone la protección, restauración, conservación y exposición de los restos arqueológicos en áreas urbanas actuales, cuestiones que sin embargo deben preocupar al arqueólogo además de la pura investigación histórica.

Por otro lado, nuestro conocimiento arqueológico sobre la ciudad antigua es siempre limitado -en función de los restos materiales conservados- y parcial -por las especiales circunstancias de la investigación arqueológica, que precisa cada vez más de planteamientos interdisciplinares con costosas aplicaciones técni­cas desde otras ciencias muy diversas-; la calidad de los datos con los que conta­mos hoy día supone un detrimento lógico de la cantidad de ellos, lo que es más evi­dente cuando analizamos un yacimiento arqueológico urbano.

Expuestas todas estas dificultades que supone el estudio de la ciudad anti­gua, desarrollaré un determinado análisis arqueológico de la ciudad de época roma­na, con incidencia en la formación de diferentes modelos urbanos y en el desarrollo de sus contenidos ideológicos, a partir de determinados ejemplos ilustrativos, elegi­dos lógicamente de forma subjetiva. La ciudad antigua, y más en concreto la de época romana, además de las funciones político-administrativa, religiosa o econó­mica que desarrollaba en un territorio concreto, constituía un ámbito espacial de enorme contenido ideológico, en el que se conforma una serie de "imágenes urba­nas", que no eran otra cosa que el reflejo de diferentes formas de vivir y de ideolo­gías políticas y religiosas, expresiones dependientes de los grupos sociales domi­nantes en cada momento. Es esa la idea que alumbró el magnífico estudio de P. Zanker (1990), en el que se aborda con un completo y rico enfoque la época tras­cendental del principado augústeo y el período de formación. En ese momento se formaría una ideología de poder mantenida al menos durante época altoimperial, y que se difunde por todos los territorios dominados por Roma gracias a la identifica­ción con tales ideales de las élites dominantes a nivel provincial. Ese momento que fue considerado por R. Syme (1939), quizá impropia pero ilustrativamente, como '"ia revolución romana".

Es sin duda éste uno de los períodos más sobresalientes en la historia roma­na para documentar lo que venimos hablando, ya que entonces se configura de forma efectiva -o al menos se ponen las bases para ello- un nuevo "paisaje urbano" que incluye no sólo los elementos puramente topográficos o arquitectónicos (la forma urbis), sino también los programas ornamentales anexos, en los que se incluirían­entre otros- aspectos tales como los de la decoración arquitectónica, la escultura, los monumentos epigráficos, o el propio material utilizado -especialmente el már­mol-, y un nuevo modo de relación entre todos ellos bajo una concreta orientación

61

Análisis arqueológico de modelos urbanos en ciudades hispanoromanas ...

ideológica, que tuvo su máxima expresión en la misma Roma, pero que afectó tam­bién de forma decisiva a las ciudades de las provincias orientales y occidentales. En el caso de las ciudades de las provincias occidentales, como indicara P. Gros (AA. VV. 1991 a), es durante la época de Augusto y los comienzos de época julio­claudia cuando por vez primera se impone una voluntad centralizadora que dispone de adecuados medios para la difusión de los nuevos esquemas monumentales, den­tro de circuitos jerarquizados que debían tener en las capitales provinciales sus prin­cipales centros de redistribución en los diferentes territorios de dominio romano.

El ejemplo del modelo de distribución de los retratos imperiales en ámbitos provinciales puede ser en cierto modo ilustrativo, ya que a partir de tipos iconográfi­cos oficiales, creados en el mismo círculo del poder central, los modelos se expan­den por ámbitos provinciales a partir sobre todo de talleres escultóricos situados en las principales ciudades -entre las que destacaban las capitales provinciales-, cuyos escultores locales o artistas itinerantes copiaban aquellos prototipos fundamentalmente en mármol, el nuevo material de la escultura augústea. En las regiones en donde el trabajo del mármol no tenía una importante tradición prerro­mana, como era el caso de la Península Ibérica, se documenta una primera genera­ción de escultores foráneos -como, por ejemplo, se ha constatado perfectamente para la retratística de Emerita-, a partir de los que se pueden advertir ya manos indígenas en el estilo de los retratos provinciales hispanos.

La ciudad se convierte en una especie de escaparate de los nuevos aires de romanidad, ya que fue el más adecuado ámbito para el desarrollo de los diferentes modelos ideológicos que la sociedad romana fue construyendo a lo largo de su his­toria. Pero no cabe duda que todo arquetipo responde a los intereses particulares del grupo social que lo configura, y que seguramente -como se ha dicho más arriba citando a Caro Baroja- la imagen de aquél era percibida de forma diferente según quien la observara, como ocurre hoy día en función de la posición del espectador o del investigador cuando visitamos o analizamos sus restos arqueológicos.

La manipulación y el uso político-ideológico del arte no es algo exclusivo del mundo romano; en toda época elementos tales como la arquitectura, la escultu­ra, la pintura o cualquiera de las manifestaciones artísticas se han convertido en ade­cuados medios de propaganda ideológica, política o religiosa. De hecho esa cir­cunstancia condiciona de forma clara sus componentes, desarrollo y expansión artís­ticos, y ello de forma especial en un arte como el romano, en el que el esquematis­mo y la representación simbólica estaban firmemente asentados, con una tradición que arranca de las culturas itálicas, que se enriquece durante la época helenística en la Península Itálica y que se manifiesta con mayor o menor intensidad en los deno­minados arte aúlico u oficial y arte popular o plebeyo, con importantes particularis­mos provinciales.

No cabe duda que fue en época del principado augústeo cuando se plasmó en Roma definitivamente un arte aúlico, de talante ecléctico, que tuvo en el reperto­rio formal y artístico griego su motivo de inspiración a partir de la corriente hele­nística clasicista. Roma se ha convertido ya en el principal mercado de arte helenís-

62

José Beltrán Fortes

tico del Mediterráneo durante el siglo I a.C., y a lo largo del principado de Augusto se configura una serie de modelos urbanos, que incluían tipos específicos de edifi­cios, relacionados jerarquizadamente, y programas ornamentales de enorme conte­nido ideológico, en principio caracterizados por ideas de venganza y de exaltación de la victoria (sobre los asesinos de César y sobre Marco Antonio y Egipto), y que luego -de forma más programática- respondían a una renovación cultural (con base en la pietas, las mores maiorum y la publica magnificentia) y a la exaltación mítica del nuevo estado y gobernante, como indica de forma certera Zanker (1990).

Ello conlleva unas profundas reestructuraciones urbanísticas, que de forma especial afectan a los espacios públicos, donde el desarrollo del nuevo culto impe­rial tendrá una participación crítica y trascendental. Lógicamente es en Roma donde se constata de forma más clara cuanto venimos diciendo, en múltiples e importantes ejemplos, dentro de un organizado programa de restauraciones y nuevas construc­ciones, que afectan a espacios concretos, como las llevadas a cabo en el propio Foro Romano o la construcción del Foro de Augusto, o las relaciones entre varios monu­mentos de diferentes épocas, como ocurre en la zona del Palatino, en tomo al tem­plo de A polo, o, en la zona del Campo de Marte, las relaciones existentes en el com­plejo formado por el Mausoleo, el Horologium Augusti y el Ara Pacis -en especial tras las interesantes apreciaciones llevadas a cabo por E. Büchner (1982)-, o -in circo Flaminio- las del conjunto que forman el teatro de Marcelo, el templo de Apolo Sosiano y el pórtico de Octavia. Junto a la renovación y reestructuración de determinados cultos, todo el proceso de restauraciones de templos y santuarios res­pondería, más que a imperativos estrictamente religiosos, a cuestiones morales y en todo caso dinásticas, siguiendo en lo arquitectónico modelos helenísticos que coe­xisten con las tradiciones itálicas.

Aunque, como afirma Gros, la Roma augústea « ... con la sua organizzazio­ne urbanistica e monumentale, e interamente votata all 'esaltazione del pote re» (Gros, Torelli 1988), en aquélla sobresale por su contenido ideológico precisamen­te el nuevo Foro construido por Augusto, que aunque dedicado a Mars Vltor era real­mente un espacio de culto personal y dinástico, que servirá de arquetipo durante bas­tante tiempo y en diferentes lugares. Los propios materiales marmóreos utilizados en su construcción y el programa ornamental escultórico, que Zanker (1968) analizó perfectamente, conforman un rico y complejo sistema de símbolos que desemboca en la exaltación personal del princeps. El modelo creado supera cualquier mensaje a corto plazo, convirtiéndose en un prototipo del nuevo culto imperial que se desarrollará ya plenamente a partir de Tiberio, y que en las provincias hispanas -como asimismo en otros territorios del Imperio- será utilizado precisamente con posterioridad, en concreto en momentos más avanzados de la dinastía julio-claudia y ya bajo la dinastía de los flavios.

Así lo corrobora, por ejemplo, la edificación de un nuevo espacio forense en Emerita (el denominado "foro de mármol"), que se ha datado bajo el reinado de Claudio -dentro de un nuevo impulso del proceso monumentalizador de la colonia

63

Análisis arqueológico de modelos urbanos en ciudades hispanoromanas ...

que tiene lugar en aquellos momentos-, al que corresponden elementos de orna­mentación arquitectónica (fragmentos de frisos con clípeos de Júpiter Ammón enmarcados por cariátides) y escultórica (representaciones togadas de reyes míticos de Roma, o de miembros de la Domus Augusta, como Agrippa, o incluso la documentación de un grupo monumental de Eneas con Anquises y Ascanio, identi­ficado por W. Trillmich [1992]), que apuntan de forma clara a elementos del Foro de Augusto en Roma.

Similares frisos de clípeos de Júpiter Ammón han sido descubiertos asi­mismo en otro de los espacios forenses de Tarraco, que se identifica con el forum provinciae, aunque en este caso los resultados estratigráficos de los sondeos arque­ológicos que fueron efectuados por el TED' A (1989) ratificaron que la edificación del conjunto pertenece al menos a comienzos de época flavia, lo que reafirma el enorme valor ideológico que habían adquirido y mantenido determinados elementos del Foro de Augusto, como arquetipos visuales dentro del desarrollo del culto impe­rial, al menos a nivel provincial. Sería el sector meridional de la ciudad el que se habría desarrollado urbanísticamente en época de Augusto, como documentan los restos arqueológicos tradicionalmente denominados como "foro bajo", aunque hoy día se identifican de forma estricta sólo con la basílica forense, a la que se adosa una aedes Augusti, dentro de una transformación típica de esos momentos, como desta­can R. Mar y J. Ruiz de Arbulo (AA.VV. 1987 b), que significaba una forma de introducción de culto imperial en aquel espacio público, como asimismo ocurre, por ejemplo, en Ruscino, Alesia, Sabratha o -para Hispania- en Ampurias o Clunia. Precisamente el análisis de los hallazgos epigráficos y de los programas escultóricos que conocemos como procedentes de esa zona, que habían sido llevados a cabo por G. Alf6ldy (1975) y E. Koppel (1985) respectivamente, incidían asimismo en la importancia de la reestructuración llevada a cabo en aquel sector durante el momen­to augústeo.

Aunque no se han documentado para la tercera capital provincial hispana, Colonia Patricia, elementos materiales tan claramente relacionables con los mode­los augústeos de Roma, algunos indicios apuntan en ese sentido. Tras la destrucción que las fuentes asocian al asalto de la ciudad por parte del ejército cesariano es lógi­co pensar en una profunda reestructuración durante época augústea, que arqueológi­camente se asocia con la construcción entonces del acueducto de Valdepuentes -A qua Augusta según el estudio de A. Ventura (1993 )- y que dentro del área urba­na se circunscribe de forma especial, por lo que sabemos hasta ahora, a la parte septentrional, en tomo al identificado por A. Stylow (AA.VV. 1990 a) como foro colonial en función de la procedencia de determinadas dedicaciones epigráficas. También de ese entorno procede una magnífica escultura thoracata en mármol en la que se ha querido ver una versión de época de Claudio del grupo de Rómulo con los spolia o incluso del de Eneas con Anquises y Ascanio -similar, pues, al citado para Mérida-, y que en ambos casos como es lógico tendrían sus modelos estilísticos e ideológicos en el Foro de Augusto en Roma. Lo mismo sucede en el campo de la decoración arquitectónica, ya que capiteles cordobeses (como, por ejemplo, los del

64

José Beltrán Fortes

templo de la calle Claudia Marcelo) siguen los modelos oficiales consagrados en los del templo de Mars Vltor del Foro de Augusto, como ocurre en otros muchos luga­res de las provincias occidentales durante el siglo I d.C.

Éstos no eran casos aislados o exclusivos de las capitales provinciales, sino que también se documentan en otras ciudades de menor importancia. Sobre ese reflejo provincial de determinados episodios mitológicos que se potencian en época del principado dentro de las representaciones artísticas como referencia de los orí­genes míticos del nuevo estado o del nuevo gobernante, ha tratado P. Rodríguez Oliva (e.p.) al analizar ejemplos hispanos, de los que podemos destacar, para la Baetica, por ejemplo, las esculturas de la lupa romana -como la documentada por un epígrafe de Singilia Barba (CIL Il 5063) o el magnífico frontal de fuente de ltalica elaborado en "rosso antico" de época adrianea-, o el grupo escultórico de una cerda en Obulco, conocido sólo por la incripción (CIL Il2126) del pedestal que lo sustentaba, en alusión al propio Eneas y el sacrificio de la cerda de Lanuvium. como se reflejó en uno de los relieves del Ara Pacis.

En ese sentido no cabe duda que ciudades como Emerita, Tarraco o Corduba suponían en sus respectivos territorios verdaderos espejos donde se refle­jaban los arquetipos artísticos oficiales creados en Roma por la nueva dinastía, para los que la ideología del estado, basada en el naciente culto imperial, se constituye como el factor principal y cohesionante.

En realidad, como se ha visto, la urbanística y la arquitectura son un ele­mento más de ese proceso, que se advierte en todos los campos artísticos, y donde el mármol se configura como el nuevo material por excelencia para algunos de ellos, como se demuestra sobre todo en la ornamentación arquitectónica y en los progra­mas escultóricos asociados -aunque habría que contar asimismo con los programas pictóricos-. La nueva ideología inunda también otros ámbitos artísticos, como el de las gemas o, especialmente por su amplia difusión, el la iconografía monetal; recuérdese, por ejemplo, aquellas emisiones -que también lo fueron en la ceca de Italica- en las que se grabó el capricornio, como signo zodiacal de Augusto, sos­teniendo el timón y situado sobre la esfera: era un rico tesoro iconográfico que sim­bolizaba el dominio absoluto del princeps sobre el orbe a la vez que apuntaba a su dominio sobre el espacio celeste.

Otro ámbito perfectamente imbricado con la nueva era imperial lo supone el epigráfico, que se sitúa a partir de ahora en una nueva dimensión dentro de la sociedad romana, como ha recalcado perfectamente G. Alféildy (1991).

Como es lógico, todo el proceso repercutió mediante un nuevo lenguaje for­mal no sólo en la vida pública, sino también en la esfera privada, tanto en domus como villae, donde los nuevos esquemas arquitectónicos que se desarrollan ya desde época tardorrepublicana según modelos fundamentalmente helenísticos se dotan con programas ornamentales adecuados -en los que sobresalen los elementos pictóri­cos, escultóricos y musivos-. No obstante, aunque algunos elementos enlazan con la nueva ideología pública, en general tienen una significación ideológica diferente,

65

Análisis arqueológico de modelos urbanos en ciudades hispanoromanas ...

con la cultura y el arte griegos como referentes absolutos, al menos para las clases aristocráticas (J. Beltrán e.p.).

La nueva ideología pública instaurada bajo el principado augústeo no sólo se documenta en Roma, sino también en los territorios provinciales, de la mano de nue­vas oligarquías urbanas que se desarrollan sobre todo durante los siglos 1 a.C.-1 d.C., y que con un carácter evergético sufragan muchas veces las necesidades ciudadanas de carácter público a cambio del disfrute del poder político y del desempeño de las magis­traturas locales. Como queda demostrado, por ejemplo, del análisis de los tituli picti de las ánforas béticas, esas familias oligárquicas, que alcanzarán progresivamente con algunos de sus miembros los ordines equester y senatorius, controlaban en muchos casos los fundi y los recursos económicos de determinados territorios, lográndose por tanto una efectiva interrelación ciudad/campo.

En ámbitos provinciales el fenómeno de la monumentalización urbana, en especial mediante la edificación de las necesarias y prestigiosas construcciones públicas (foros, templos, edificios de espectáculos, infraestructura hidráulica, etc), servía además de como instrumento de afirmación de personalismos dentro de la ciudad mediante el evergetismo, también para plantear a nivel general compromisos o incluso aspiraciones políticas, por ejemplo, bien como municipios que la llevaban a cabo a raíz de esa promoción jurídica, o bien -como parece ocurrir en muchos ejemplos hispanos- como un proceso previo al disfrute de iure de esa "etiqueta" de ciudad romana, quizá precisamente en un intento de expresar el interés de las respectivas olirgaquías urbanas en ese proceso de integración plena en el modelo jurídico-administrativo de Roma. Como es bien sabido, en el caso de Hispania, tales intereses serán satisfechos en su mayor parte bajo la dinastía flavia, pero parece que el proceso de monumentalización urbana se había llevado ya a cabo -en un gran número de ciudades y en un grado bastante definitivo, al menos para el Alto Imperio- durante fines de la República y la dinastía julio-claudia.

Aunque con diferencias cronológicas, un proceso similar puede documentarse, por ejemplo, en la Galia -especialmente en la Narbonense-, o en el norte de África, como también había ocurrido en la Península Itálica. En este caso destacan sobre todo las ciudades del valle del Po, pero también en ciudades de otras regiones, como, por ejemplo, en Pompeya, donde, sin alterar drásticamente el esque­ma general del conjunto urbanístico de la ciudad, se constatan en época de Augusto nuevas edificaciones o reestructuraciones, sobre todo relacionadas con el germen del culto imperial y propiciadas por un reducido número de familias que conforman la nueva oligarquía.

Así lo ha puesto de manifiesto Zanker (1987 y 1993) en otro brillante aná­lisis, que establece tres fases principales en la monumentalización de la ciudad cam­pana: la primera corresponde a un proceso de helenización que se plasma a fines del siglo 11 a.C., y que se concentra sobre todo en el ámbito doméstico y en edificacio­nes públicas como el teatro, la denominada palestra (seguramente un gimnasio) o las termas, y dejando de lado el espacio del foro, en el que sobresalen determinadas

66

José Beltrán Fortes

construcciones de carácter civil (como la basílica o el comítíum) o religioso (templo de Júpiter y santuario de Apolo). La constitución de la colonia silana tampoco supo­ne una actuación manifiesta en el área forense, donde sólo se transforma el templo central en capitolio y se erigen estatuas honorarias, dentro de un proceso de autore­presentación ciudadana que los nuevos colonos incorporan asimismo en otros aspec­tos de la vida urbana, tanto en la esfera pública, bien en el ámbito religioso (edifi­cación del santuario de Venus, divinidad relacionada con Sila) o bien en ámbito civil (construcción de las termas del foro, del denominado odeón, que posiblemente sería un centro de reunión para los colonos, y del anfiteatro), cuanto en la esfera privada, bien en el ámbito doméstico o bien en el ámbito funerario, con enormes mausoleos en forma de altar y de edícula que se construyen en las entradas de la ciudad ( Griiberstrassen).

Finalmente en época augústea será cuando se produzca una trascendental transformación de la ciudad, en concreto en el área del foro, con nuevas construc­ciones que ocupan todo el sector oriental (hasta ahora destinado a tabernae) y que manifiestan de forma evidente el compromiso de las familias importantes con las máximas ideológicas del nuevo Estado constituido por Augusto, que tenía en el ger­men del culto personal y dinástico uno de sus elementos más importantes; así, junto a mínimas reformas en el santuario de Apolo -a pesar de coincidir en esta ocasión la circunstancia de que al mismo tiempo fuera la divinidad protectora de la ciudad y del prínceps-, se edifican nuevos recintos en el sector oriental del foro: el nuevo mercado, con un sacellum de culto imperial en su interior; asimismo como recintos de culto imperial, los denominados santuario de los Lares y templo de Vespasiano -posiblemente en relación entonces con un centro de culto del genius Augusti-, y finalmente el edificio de Eumachía, dedicado a la Concordia Augusti. A ello hay que unir la reordenación de la plaza, con dos arcos en los accesos septentrionales, flan­queando al templo capitolino, y con la erección de nuevas estatuas dedicadas a Augusto y a miembros de su domus, que ocupan los lugares privilegiados de la plaza. Próximo al foro se había construido anteriormente un templo dedicado a la Fortuna Augusta.

Como se advierte, Pompeya sufre ahora un amplio proceso de monumentalización, que tiene su plasmación además en la marmolización de los edificios, en el mejoramiento de las infraestructuras y en el embellecimiento gene­ral de sus calles y casas, dentro de un constatable mejoramiento del nivel de vida, que se vinculaba aquí como en otros muchos lugares del Imperio al advenimiento del nuevo orden político y a la regeneración de la vida religiosa y ciudadana tras el período caótico de las guerras civiles, lo que explica la referencia constante al prin­ceps y el carácter modélico que adquieren los programas elaborados en Roma bajo su personal atención o la de personas allegadas. Un buen ejemplo lo tenemos en el citado edificio de Eumachía, en el foro, que se construye siguiendo el modelo del porticus que en la Subura había dedicado Livia en el 7 a.C. y consagrado asimismo a la Concordia Augusta. En el caso pompeyano seguramente la estatua de Fortuna Augusta que presidía el pórtico tendría los rasgos de Livia y se organizó arquitectó-

67

Análisis arqueológico de modelos urbanos en ciudades hispanoromanas ...

nicamente -una vez traspasado el chalchidium, donde se presentaba una galería de summi viri a la manera del Foro de Augusto- mediante un pórtico y una crypta que rodeaban el espacio central ajardinado; como recuerda Zanker (1987), «f'unione di porticus e crypta con i giardini era naturalmente di maggior effetto di una sempli­ce aula porticata».

A ese propósito debemos recordar, por ejemplo, un epígrafe procedente de la ciudad bética de Cartima, dedicado al culto imperial, y donde se recuerda la cons­trucción de cryptam ( et) hypaetrum, elementos arquitectónicos característicos por tanto de un espacio dedicado al culto imperial, según modelos que funcionaban igualmente en Pompeya o en una mediana ciudad de la Bética como la cartimitana, que sólo recibe el estatuto municipal en época flavia.

Para la Península Ibérica los dos Coloquios citados al principio de la expo­sición resumen de forma general el panorama actual de la investigación sobre las ciudades romanas de Hispania de época altoimperial -más en concreto teniendo como límite final el siglo 1 d.C.-, a lo que habría que unir ahora los resultados del Congreso Internacional de Arqueología Clásica (Tarragona 1993 ), así como el Catálogo de la Exposición La ciudad hispanorromana.

Según se ha puesto en evidencia en los dos Coloquios citados, el proce­so de monumentalización de la ciudad hispanorromana, su "imagen de ciudad romana", se constituye de forma generalizada durante el principado augústeo, en relación con la importante política colonial y municipalizadora que llevan a cabo en nuestra Península César y, sobre todo, Augusto, y a la propia reestructuración administrativa de las provincias; sin embargo, no sólo en aquellas colonias y municipios, sino también en otras ciudades que no tenían aún estatuto jurídico pri­vilegiado, incluso como medio de lograr prestigio y expresar aspiraciones políti­cas, según expresaba M. Pfanner (AA.VV. 1990 a). Entonces se construyen en muchas ciudades hispanas -destacando de forma clara las béticas- nuevos edi­ficios y monumentos públicos, dentro de un trazado urbanístico más o menos defi­nido, siguiendo de una manera jerarquizada los modelos planteados en la propia Roma; destacan en primer lugar los nuevos foros, con elementos indispensables como el templo de culto imperial o la basílica, o determinados edificios de espectáculos, entre los que sobresalen los teatros.

Precisamente en estos últimos años bajo este enfoque se ha prestado una mayor atención -además de a los espacios forenses y edificaciones anexas o a las construcciones religiosas- a otros monumentos públicos, en especial a los edificios de espectáculos, entre los que destacan los teatros -en de las planificaciones de época augústea, en general dentro del entramado urbano-, tanto desde el punto de vista urbanístico, como desde el de su significación ideológica. Como indicara P. Gros (AA.VV. 1987 a), « ... les édifices théátraux tardo-républicains .. a Rome et dans les provinces occidentales, comptent certainement parmi les objets urbains qui, si nous les connaissions mieux, se révéleraient les plus riches du point de vue de l 'herméneutique». Algunos autores han vinculado el interés de las comunidades

68

José Beltrán Fortes

itálicas en la presencia de teatros a fines de la República al hecho de que podían ser­vir como grandes edificios de reuniones cívicas de carácter público -como ocu­rriera en el mundo griego-, y ello explicaría el interés evergético en sus construc­ciones. No obstante, desde época de Augusto más bien aparecen como lugares idó­neos donde se plasmaba la nueva jerarquización social en cada ciudad, destacando los elementos oligárquicos que mantenían los nuevos presupuestos ideológicos; así, el teatro rápidamente se vincula al naciente culto al gobernante y su familia, con la presencia tanto de complejos programas ornamentales que se sitúan sobre todo en la frons scaenae -dentro de procesos de marmolización constatados en muchos luga­res-, como de sacella de culto imperial, siguiendo la tradición de asociar el teatro a elementos religiosos, cuyos más claros exponentes los suponen los templos cons­truidos in summa cavea. Los precedentes hay que buscarlos en el siglo JI a.C.. en santuarios como los de Fregellae, Pietrabbondante o Gabii -antecedentes de otros santuarios laciales como los de Praeneste o Tívoli para la centuria siguiente-, en los que al conjunto de templo y terraza porticada en tres de sus lados se suma en el eje longitudinal una cavea semicircular. Asimismo una exedra semicircular se dis­puso en el frente del templo del Divus Iulius en el Foro Romano. y, por citar un ejemplo hispano, parece que también un elemento similar se documenta en la entra­da del denominado "templo de Diana" en Emerita, posiblemente dedicado al culto imperial en el foro de la colonia.

Los elementos principales documentados en lo~ santuarios laciales tardorrepublicanos (templo, cavea/teatro y pórtico) reaparecen en el primer gran teatro en piedra de Roma, el de Pompeyo del Campo de Marte, aunque con una diferente ordenación, con un templo dedicado a Venus Victrix in summa cavea y un pórtico rectangular colocado detrás de la scaena, con exedras en sus muros y decorado con jardines, fuentes y esculturas, según el modelo del gymnasion grie­go. No debemos olvidar, sin embargo, que para algunos autores (Zanker 1987 y 1993) la denominada palestra de Pompeya era realmente un gimnasio, por Jo que tendríamos ya constatada la coloca-ción de ese espacio tras la escena del teatro, aunque verdaderamente sin constituir una unidad tan evidente como en el teatro de Pompeyo en Roma. G. Sauron (AA.YV. 1987 a) ha interpretado la secuencia arquitectónica de éste último (templo-teatro-pórtico) mediante complejas claves hermenéuticas, en las que el templo simbolizaría el mundo de los dioses, el teatro el mundo terrenal, representando la ca vea el oikoumene bajo el poder de Roma­limitado por el Océano (símbolo del sistema de fontanas del pulpitum)-, y a par­tir de aquí la valva regia daría paso al mundo infernal, especificado en el pórtico mediante el programa decorativo. En la exedra situada en el punto más alejado del eje longitudinal del pórtico, la curia Pompeia, se dispuso una representación heroizada del propio Pompeyo -que se identifica con la estatua del Palazzo Spada, aunque el retrato es moderno-, desnudo, con la esfera sostenida en la mano izquierda, representado, pues, como kosmokrator, en el tema mítico de la visita del héroe a los Infiernos.

69

Análisis arqueológico de modelos urbanos en ciudades hispanoromanas ...

Como recuerda Suetonio (Div. Jul. 44, 2). César proyectó la construcción de una mayor mole teatral en un lugar cercano al del teatro de Pompeyo, en el área del circo Flaminio, dentro de una política evergética que aprovechaba los evidentes efectos propagandísticos. El proyecto no llegó a realizarse, sin duda porque los inte­reses de Augusto en Roma incluían entonces planeamientos urbanísticos diferentes, pero las obras de remodelación iniciadas sirvieron para la construcción de un teatro de menores dimensiones, encomendado a su sobrino Marcelo, que posteriormente se incluirá dentro de un conjunto arquitectónico e ideológico más amplio -al que ya hemos aludido someramente- y que afectaba al cercano templo de Apolo in circo y al porticus Octaviae, con los templos de Júpiter Stator y Juno Regina, confor­mando así -como otros documentados en Roma- un gran espacio urbano vincu­lado al culto dinástico. Para P. Gros (1976) el carácter unitario y dinástico del con­junto lo evidencia el hecho de que los tres templos citados adoptan el nuevo dies natalis del 23 de septiembre -que era el del princeps- y el que todos son inaugu­rados en los ludi saec·ulares del 17 a.C., precisamente el año en que el oráculo había predicho el inicio del saeculum aureum. Un nuevo elemento a favor de lo expuesto lo tendríamos en la continuación de ese carácter dinástico, ya que seguramente en el año 15 d.C., en que fue cónsul Cayo Norbano Flacco junto a Druso el menor, se dedicaron allí estatuas de Augusto y la Domus Augusta y, cuatro o cinco años des­pués, un "ianus marmoreus in circo Flaminio" para conmemorar las honras fúnebres de Germánico, según se deduce de una copia bética del senado-consulto del año 19 d.C., la denominada tabula Siarensis (AA.VV. 1988 a).

Todo ello sirve para explicar más correctamente el fenómeno de la presen­cia casi constante de teatros en ciudades romanas, constatable perfectamente en Hispania si nos circunscribimos a nuestro ámbito, que son construidos o al menos proyectados en época augústea. Como manifestara M. Martín-Bueno (AA. VV. 1982 a) « ... no se necesita un teatro en muchos lugares, pero sirve para mucho».

Desde el punto de vista urbanístico Th. Hauschild (AA. VV. 1982 a) indicó que es más usual una relación foro/teatro que foro/circo en Jos ejemplos de ciudades hispanas. La relación foro/teatro es lógica si tenemos en cuenta que en ese momen­to crítico en que se constituye una imagen generalizada de ciudad romana en nues­tra Península -o sea en época de Augusto-, reestructurándose en muchas ocasio­nes los espacios públicos, y principalmente los forenses, el teatro es el principal edi­ficio de espectáculos del ámbito urbano. Así ocurre en Segobriga donde el teatro y el anfiteatro son interpretados urbanísticamente como dos grandes pórticos de acce­so al foro. Por el contrario en Tarraco esa función, aparte de aprovechar el aterraza­miento del terreno, la constituye el circo con respecto al foro provincial, pero no debemos olvidar que este conjunto se data en época flavia, y que precisamente el teatro había sido construído en el entorno del "foro bajo", en cuyo ámbito debió alzarse el altar de Augusto representado en las monedas de Tarraco.

A veces se constata una relación urbanística clara del teatro con otros espa­cios públicos, como ocurre entre otros casos, en Emerita, en ltalica, en Baelo

70

José Beltrán Fortes

Claudia, en Malaca, en Acinipo, en Singilia Barba, etc. Siempre hay que contar con el trazado urbano preexistente, con las peculiaridades del terreno que a veces se aprovecha para la construcción de tales edificios, y además con la existencia de un proyecto unitario y de las posibilidades económicas para llevarlo a cabo, que gene­ralmente recaía en el evergetismo de miembros de los grupos oligárquicos de la ciu­dad. Al analizar ciudades de nueva fundación o donde la urbanística anterior no está muy desarrollada, o se altera profundamente, se puede apreciar mejor la existencia de claros modelos, como ocurre en Bilbilis, donde mediante un típico sistema de terrazas y rampas, adecuadas al terreno, se dispone el espacio del foro y el templo de culto imperial, que se conecta con el edificio del teatro -asimismo presidido in summa cavea por un templo-, en un conjunto datable en los comienzos del Imperio.

Como resumen puede afirmarse, pues, que esas reestructuraciones urbanas en las ciudades hispanorromanas, que afectan sobre todo a ámbitos forenses y cen­tros de culto, asociados a amplios espacios porticados, así como a determinados edi­ficios de espectáculos (como anfiteatros y, sobre todo, teatros), tuvieron en la época augústea un momento crucial, ya que entonces se llevan a cabo en la mayoría de las ciudades la planificación y desarrollo de tales obras públicas y de infraestructura. Es evidente que esas planificaciones en la mayoría de los casos no se finalizaron en un plazo breve, y en muchas ocasiones se observa que serán finalizadas -a veces con reestructuraciones- en época de Claudio/Nerón, con un entonces acentuado impul­so monumentalizador, que asimismo se observa, por ejemplo, en deterinin¡¡tdas zonas de Francia.

En esa línea pueden aducirse las conclusiones expuestas por G. Alfüldy (AA. VV. 1990 a) en el Coloquio Stadtbild und Ideologie:

<< ••• parece claro que la monumentalización de las ciudades de la Hispania romana, como fenómeno generalizado, se manifestó sobre todo desde mediados del siglo 1 a.C., es decir, desde Julio César, continuando en la época triunviral y en los primeros decenios del dominio de Augusto. Este desarrollo, naturalmente, alcanzó su punto álgido en Jos últimos decenios del principado de Augusto, con el cambio radical de la imagen general y de la estruc­tura interna de las ciudades, resultado de la renovación artística de Roma que sirvió de mode­lo (con cierta continuidad en la época julio-claudia sobre todo en el sentido de una ejecución de las planificaciones augústeas)>>.

El interés que ha despertado en la investigación la época augústea (inclu­yendo también el período de la dinastía julio-claudia), así como las transformacio­nes casi generalizadas que entonces se llevan a cabo, quizá desvirtúa los datos de que disponemos, ya que podría parecer evidente que al menos la mayor intensidad del fenómeno de la municipalización hispana bajo la dinastía flavia debió de cons­tituir un importante revulsivo de monumentalización urbana. Determinados datos arqueológicos apuntan en este sentido, y la época flavia se constituye como otro gran momento de monumentalización de ciudades hispanorromanas en el Alto Imperio.

71

Análisis arqueológico de modelos urbanos en ciudade' hispanoromana5. ...

Incluso podríamos citar también ejemplos de monumentalización urbana aducidos para momentos previos a la época de César/Augusto. Por sólo hacer refe­rencia a un ejemplo próximo y excepcional para el panorama de la Bética, en la misma Hispalis J. Campos (1990) dató un edificio de sillares asociado a un suelo de opus signinum a mediados del siglo II a.C. en un área que identifica con el foro repu­blicano -en la actual calle Argote de Molina-, que según esta hipótesis sería sus­tituido a fines del siglo 1 a.C. por el foro augústeo de la plaza de la Alfalfa.

Quizá la ausencia casi generalizada de documentación para la mayoría de ciudades hispanas la expliquen también coyunturalmente lagunas de la investiga­ción, y el análisis de las transformaciones urbanas en época tardorrepublicana, en relación con el fenómeno de la romanización, debe ser una línea prioritaria dentro del análisis arqueológico de la ciudad hispanorromana. No obstante, en el estado actual de la investigación, hay realmente que concluir que las transformaciones urbanas en Hispania no se producen de forma clara hasta la segunda mitad del siglo 1 a.C. y el cambio de Era, unido a una renovada política colonial y municipalizado­ra y a nuevos intereses administrativos, coincidentes con un intento de establecer nuevos y más efectivos modelos de explotación económica, que afectan a amplias zonas del territorio, como parece constatarse en el sur peninsular, en especial en el sector occidental. Dejando aparte la explotación de los minerales (como los de la zona de Linares o de Huelva), que es objetivo prioritario desde un primer momento, podría afirmarse que sólo a fines del siglo I a.C. se produce en zonas de riqueza agrí­cola un control más efectivo mediante el sistema de villae rústicas. como ocurre en el valle bajo y medio del Guadalquivir, aunque este mismo esquema se data para el alto Guadalquivir -en la campiña jiennense- durante época flavia.

Asimismo el caso de la producción y comercialización de las salazones de pescado (con el famoso garum) puede ser significativo, ya que parece que hasta la segunda mitad del siglo I a.C. perduran en las costas de la Ulterior los circuitos pro­ductivos prerromanos, comercializándose la producción todavía en ánforas de tipo­logía neopúnica, pero a partir de entonces surgen nuevas factorías y los alfares pro­ducen nuevos envases, ya típicamente romanos.

De forma ilustrativa ha afirmado M. Martín-Bueno (AA.VV. 1993 b): «La nutrida información de que disponemos para conocer el dinámico y activo creci­miento de las ciudades del valle del Ebro durante la conquista y la época augústea y julio-claudia, se desvanece cuando pasamos a tiempos posteriores». Fenómeno extensible de forma más o menos generalizada a otras zonas peninsulares. No obs­tante, como se dijo, contamos con más datos arqueológicos para valorar el proceso de monumentalización urbana en Hispania durante época flavia, que enriquecen, por ejemplo, la estricta consideración de M. Pfanner (AA. VV. 1990 a) de que en el Alto Imperio a partir de época julio-claudia las actividades edilicias se restringen a extraordinarios complejos de culto imperial, como el constatado en Tarraco en época flavia o -para el siglo 11 d.C.- el de Italica (Traianeum), dentro del proce­so de ampliación urbanística de la denominada nova urbs. A pesar de que no cabe

72

José Beltrán Fortes

duda que la organización definitiva del culto imperial a nivel provincial durante época flavia ocasionó la construcción de grandes conjuntos arquitectónicos, como los foros provinciales de Tarraco y, posiblemente, C01·duba, ese impulso monumentalizador no fue tan exclusivo, aunque no contamos en general con una abundancia de datos comparable a los de la época anterior.

Abortada la magnífica labor llevada a cabo por el TED' A en las intervenciones del patrimonio arqueológico urbano de Tarragona, las mayores novedades de los últimos años las está proporcionando la investigación cordobesa, en relación con el desarrollo relativamente reciente del proyecto sistemático de investigación arqueológica dirigido por P. León (AA.VV. e. p.), cuyos resultados van viendo la luz de forma paulatina, y que harán variar de forma importante nues­tro conocimiento actual de la realidad arqueológica de la Córdoba romana, situando en su estricta perspectiva la función que la ciudad debió cumplir al menos a nivel provincial. Para el momento que nos ocupa destacan los resultados de las recientes excavaciones llevadas a cabo en los <.;olares de la Casa Carbonell y en el solar con­tiguo al Museo Arqueológico, donde se establece la existencia de un nuevo y com­plejo conjunto urbano de carácter público, con un impresionante desarrollo esceno­gráfico y arquitectónico, organizado en varias terrazas, que se data en época tem­prana julio-claudia. Precisamente de un lugar próximo a éste (sector de la calle Angel de Saavedra) se recuperaron hace algún tiempo varios retratos marmóreos de miembros de la dinastía julio-claudia, que llevó a Stylow ( 1990 a) a proponer que la plaza que con posterioridad formaría parte del foro provincial de época flavia esta­ba ya en funcionamiento en época julio-claudia en relación con el culto imperial dentro de un ámbito colonial. La distancia que separa ambos espacios abiertos y la orientación de las estructuras exhumadas parecen, no obstante, invalidar una hipo­tética propuesta de identidad urbanística.

Con posterioridad a los momentos indicados, pero aún a lo largo del siglo l d.C., caben destacar otras dos zonas importantes de monumentalización urbana en la Córdoba romana. El primer sector de renovación urbanística lo constitune un área verdaderamente situada en los límites de las murallas, que coincide con la entrada oriental a la ciudad (el acceso de la via Augusta desde Casado): se centra en el deno­minado templo de la calle Claudio Marcelo. Las últimas investigaciones llevadas a cabo por J. L. Jiménez (AA.VV. 1992 d; AA.VV. e.p.) demuestran que el templo ocupaba el centro de una elevada terraza, con pórticos en tres de sus lados, para lo que hubo que demoler parte de la muralla, reforzándose la cimentación del aterra­zamiento con contrafuertes en diagonal en la cara interna -las structurae diagoniae asociadas a las anterides que preconiza Vitrubio (De Re Arch. VI, 8, 6-7)-. En el lado oriental parece que debió situarse una monumental escalinata de acceso al pór­tico, quizá también de tendencia curva como en el conjunto citado de época julio­claudia temprana, si prestamos atención a los datos conocidos desde el siglo XVIII que indican que en la zona aparecieron unas gradas en semicírculo, que alguna vez han sido identificadas como el graderío del anfiteatro de la ciudad. Aunque en ese

73

Análisis arqueológico de modelos urbanos en ciudades hispanoromanas ...

caso tendríamos una asociación similar a la que en época flavia se lleva a cabo en el foro provincial de Tarraco (foro/anfiteatro), parece más lógico la existencia de un monumental acceso tanto para salvar el enorme desnivel del terreno que la propia terraza resaltaba, como para proporcionar una típica escenografía arquitectónica, a la que se unirían algún tiempo después las arcuaciones del nuevo acueducto inaugu­rado bajo Domiciano, que debió ingresar en la ciudad por esta zona -Aqua Nova Domitiana Augusta-. Aunque desconocemos los programas ornamentales de pórti­co y templo, también el conjunto por sus características arquitectónicas ha sido iden­tificado como de culto imperial. La datación propuesta para el templo ha oscilado bastante, desde época de Augusto hasta época trajano-adrianea -por los paralelos estilísticos de la ornamentación arquitectónica- o en época flavia -con base en los resultados de los sondeos arqueológicos efectuados-. Hoy día parecen adecuarse ambos argumentos a los momentos tardíos de la época julio-claudia (reinados de Claudia/Nerón), por lo que el conjunto sería cronológicamente afín por tanto a las edificaciones emeritenses del nuevo foro de culto imperial que ya hemos citado. No obstante, si tenemos en cuenta los diferentes espacios de culto imperial menciona­dos hasta ahora en Córdoba (el posible templo del foro colonial, el conjunto del patio del Museo Arqueológico, el de la plaza forense de la calle Ángel de Saavedra y el conjunto religioso de la calle Claudio Marcelo) se advierte un impresionante desarrollo desde Augusto hasta fines de la dinastía julio-claudia, que se concentra en variados sectores urbanos a lo largo del período, demostrando fehacientemente el valor trascendental que el culto dinástico tuvo en la formulación de las "imágenes urbanas" desde el momento de su surgimiento.

En segundo lugar, se produce en Córdoba en época flavia otra importante reestructuración urbanística que afecta a la zona central de la ciudad, con la trans­formación entonces -al menos por las hipótesis que estableció A. Stylow (1990 a)- de una plaza preexistente en un segundo espacio forense para satisfacer las necesidades del culto imperial a nivel provincial, precisamente elforum provinciae. No obstante, poco conocemos arqueológicamente de ese ámbito, a no ser las dedi­caciones epigráficas de los flamines provinciales, que se constatan en este sector al menos hasta el siglo IV d.C., y algunos otros materiales arqueológicos descontex­tualizados.

Como habíamos indicado en relación al fenómeno urbano en Hispania, los ejemplos que documentan la importancia del período flavio no se reducen sin embargo a éstos, documentándose algunas ciudades en que se transforma la fisono­mía de determinados sectores públicos de época augústea. Excepcional es el caso de la bética Sabara, de la que sabemos sólo por un documento epigráfico (CIL 11 1423) que fue trasladada desde su antiguo emplazamiento elevado hasta un terreno llano, constituyendo por tanto una ciudad flavia de nueva planta, aunque no ha sido loca­lizada arqueológicamente. Un caso no tan extremo lo supone la cercana Cartima donde la documentación epigráfica conocida constata una determinada monumentalización urbana durante la época flavia, seguramente en relación con el

74

José Beltrán Fortes

desarrollo de la explotación de las cercanas canteras de mármol blanco de la sierra de Mijas-Coín, y a partir de la obtención de un rango jurídico privilegiado en aque­llos momentos, ya que los evérgetas son los primeros magistrados del municipio. Sí se constatan arqueológicamente tales reestructuraciones, por ejemplo, en Conimbriga, en el que se reconstruye íntegramente el foro de época flavia, super­puesto al de época augústea, y dotándosele además de unas termas públicas, que se terminan ya en época de Trajano. En Celti, según las investigaciones de S. Keay (AA. VV. 1993 a), el nuevo foro construido a fines del siglo I d.C. se dispone en otro sector urbano diferente al que ocupaba el foro de época augústea, que es abandona­do. Asimismo para Onuba se han datado en excavaciones recientes importantes edi­ficios públicos en época flavia, aunque se cuenta aún con escasos datos para poder establecer las líneas generales de monumentalización urbana.

No obstante, el ejemplo más ilustrativo de una ciudad bética de mediana importancia durante fines del s. I d.C.-comienzos del s. II d.C. lo supone lógica­mente el de Munigua, a raíz de los trabajos llevados a cabo por el Instituto Arqueológico Alemán de Madrid: se trata de un municipio flavio al que se dota de un foro, con templos y termas públicas, y sobre todo de un impresionante santuario aterrazado, posiblemente dedicado al culto imperial, cuyos modelos arquitectónicos hay que buscarlos en los santuarios laciales de fines de la República.

Por el contrario, en otras zonas geográficas la investigación arqueológica establece conclusiones diferentes, como ha indicado J. Guitart (AA.VV. 1993 b) para los territorios catalanes y levantinos, con una redistribución de usos entre el campo, que a partir del crecimiento de las villae desarrollaría su capacidad residen­cial, y la ciudad, que queda como centro administrativo/religioso e industrial/co­mercial, con base especialmente en el caso de Baetulo, donde desde fines del siglo I d.C. y la centuria siguiente existe una amortización de sectores residenciales, den­tro de una reestructuración urbana más o menos constatada en otras ciudades de la región indicada.

No conocemos bien en qué sentido el amplio período de prosperidad eco­nómica y promoción social que supuso para los territorios de la Península Ibérica la llegada al trono de los emperadores hispanos y el transcurso de la dinastía antoni­niana influyó en la fisonomía urbana. Para las ciudades itálicas y de las provincias occidentales se ha dicho de forma general que en el siglo II d.C. se producirá una segmentación de los espacios públicos, en función de las diversas zonas urbanas, por lo que la actividad edilicia no se concentra ahora en los espacios forenses -monopolizados por el culto imperial, que se traduciría sobre todo en la conforma­ción de programas-, sino que se articula en función de la construcción de otras edi­ficaciones concretas, que a la vez que restan importancia a los anteriores lugares públicos como centros de reuniones ciudadanas, "descentralizan" los afanes edili­cios: «Le nuove forme della dimensione pubblica segmentata si svilupparono inve­ce nelle terme, negli edifici collegiali, nei santuari di comunita cultuali esclusive, e non da ultimo in determinati tratti viari particolarmente frequentati» (Zanker 1993).

75

Análi,is arqueológico de modelos urbanos en ciudades hispanoromanas ..

Quizá ello explique para el caso hispano la abundancia y calidad de deter­minados materiales arqueológicos, como los escultóricos y epigráficos, datados en el siglo II d.C, que documentan una vida urbana desarrollada, sin constatarse impor­tantes conjuntos edilicios, debiendo considerarse como caso excepcional el de ltalica durante época trajano-adrianea, tanto en las transformaciones de la vetus urbs, escasamente conocidas hoy en día pero que parecen importantes (entre las que destaca por ahora la construcción de las termas de los Palacios, significativamente erigidas en una zona alejada del foro de la ciudad), como especialmente en la ampliación de la nova urbs, donde se plantea una urbanística derivada claramente de modelos griegos, y en la que sobresale el Traianeum, cuyo paralelo más evidente es el de la biblioteca de Adriano en Atenas, pero que presenta además un enorme con­tenido ideológico, como ha demostrado P. León ( 1988).

A lo sumo, y aparte de casos como el de Bilbilis, en que se reforma el foro en época trajanea. o el de Hispalis, donde se ha indicado la monumentalización durante el siglo ll d.C. del sector meridional de la ciudad, en torno a! denominado "foro de las corporaciones", con el conjunto arquitectónico de calle Mármoles o las termas de calle Abades, no constatamos en general cambios significativos con res­pecto a las profundas ordenaciones de los sectores principales de las ciudades. que se han llevado a cabo durante la centuria anterior: las transformaciones de las ''imá­genes urbanas" en aquel largo período de prosperidad y paz debieron llevarse a cabo mediante remodelaciones de poca importancia y sobre todo mediante la alteración y acumulación de los correspondientes programas decorativos.

Tradicionalmente se había considerado que la ciudad hispanorromana entraba en plena decadencia a raíz de la crisis del siglo III d.C., propiciada sobre todo por las invasiones de la segunda mitad de la centuria. no volviendo ya a adqui­rir nunca la vitalidad que había disfrutado durante el Alto Imperio. No obstante, hoy día debemos reconsiderar el hecho de la decadencia de las ciudades del Bajo Imperio: en todo caso existe una importante redefinición de la ciudad, que se plas­ma sobre todo durante el siglo IV d.C. El caso de Córdoba vuelve a ser ilustrativo: como ocurre en Barcino, Hispalis o Emerita, dentro de ese llamado "renacimiento urbano" del siglo IV d.C., comienza a construirse a fines del siglo Ili d.C. -posi­blemente en relación con las campañas norteafricanas del Augusto Maximiano Hercúleo y su presencia en la Bética-. extramuros del recinto urbano de Cm·duba (en Cercadillas), un impresionante palatium, en torno a un espacio central semicir­cular, sustentado en un criptopórtico, a partir del que se disponen aulas basilicales y el resto de los ambientes; a pesar de su situación extramuros debió convertirse en un importante centro de actividad urbana, al menos en su función política e ideológica y quizá también religiosa. Por el contrario, a lo largo del siglo IV d.C. el foro pro­vincial cordubense pierde sus funciones, ya que se concentra la actividad propia de aquel espacio en el foro colonial -según las conclusiones que se han sacado del análisis de la documentación epigráfica existente-, a la vez que el complejo de Cercadillas se abandonaría en su mayor parte en los comienzos del siglo V d.C.,

76

José Beltrán Fortes

pasando a tener varios de sus edificios un carácter religioso cristiano, lo que indica una profunda reestructuración de los sectores funcionales de la ciudad durante los siglos IV-V d.C.

Esas transformaciones del espacio urbano, más o menos generalizadas para las ciudades hispanas durante el Bajo Imperio, están en relación con las nuevas necesidades e intereses del hombre tardorromano, ya que como indicara J. Gil (AA.VV. 1983 a), « ... para la mentalidad antigua, la ciudad es un organismo cuya vida corre pareja con la del ser humano». Así, unas ciudades se comprimen sobre sus recintos murarios, pero otras se expanden, y en todo caso todas ellas alteran aquella imagen que habían adquirido para los principales espacios públicos -al menos en el caso hispano- durante el siglo I d.C., conformando unos nuevos mode­los urbanos en Jos que el cristianismo aparece asimismo como un importante fenómeno perturbador de la tradicional fisonomía urbana, en el germen de lo que constituirá la ciudad de época medievaL pero tales límites superan ya ampliamente los planteados al iniciar estas consideraciones.

77

Análisis arqueológico de modelos urbanos en ciudades hispanoromanas ...

BIBLIOGRAFIA:

-AA.VV. (1976 a) Simposion de ciudades augusteas, Zaragoza. -AA.VV. (1976 b) Hellenismus in Mittelitalien, Tubinga. -AA.VV. (1978 a) Themes de recherches sur les villes antiques d'Occident, París. -AA.VV. (1980) L'archéologie du paysage urbain (= Caesarodunum XV), Orleans-Tours. -AA.VV. (1982 a) El Teatro en la Hispania Romana, Badajoz. -AA.VV. (1982 b) Les villes dans le monde ibérique, París. -AA. VV. (1983 a) La citta antica como fatto di cultura, Como. -AA.VV. (1983 b) Les bourgeoisies municipales italiennes aux !le et Ier siecles av. J-C., París. -AA.VV. (1983 e) Architecture et Société de l'archai·sme grec a la fin de la République romaine, París. -AA.VV. (1983 d) Theatre et spectacles dans l'antiquité, Lattes. -AA.VV. (1984) Primeras Jornadas de Arqueología en las ciudades actuales, Zaragoza. -AA.VV. (1985 a) Arqueología de las ciudades modernas superpuestas a las anti­guas, Madrid. -AA.VV. (1985 b) Archéologie et project urbain, París. -AA.VV. (1985 e) Les débuts de l'urbanisme en Gaule et dans les provinces voisi-nes, París. -AA.VV. (1986), Los asentamientos ibéricos ante la romanización, Madrid. -AA.VV. (1987 a) L'Urbs. Espace urbain et histoire. /er siecle avant J.C.-lile sic-ele apres J.C., Roma. -AA.VV. (1987 b) Los Foros Romanos en las provincias occidentales, Madrid. -AA.VV. (1987 e) Les enceintes augustéennes dans l'Occident romain, Nimes. -AA. VV. (1988 a) Estudios sobre la Tabula Siarensis, Madrid. -AA. VV. (1988 b) Kaiser Augustus und die verlorene Republik, Berlín. -AA.VV. (1990 a) Stadtbild und Ideologie. Die Monumentalisierung hispanischer Stiidte zwischen Republik und Kaiserzeit, Munich. -AA.VV. (1990 b) Les vil/es de Lusitanie romaine, París. -AA.VV. (1990 e) La citta nell'Italia settentrionale in eta romana, Trieste-Roma. -AA.VV. (1991 a) Les villes augustéennes de Gaule, Autun. -AA.VV. (1991 b) City and Country in the Ancient World, Londres. -AA.VV. (1992 b) Die romische Stadt im 2. Jahrhundert n.Chr., Co1onia-Bonn. -AA.VV. (1992 e) Conquista romana y modos de intervención en la organización urbana y territorial(= DdA 1-2, 1992), Roma. -AA.VV. (1992 d) Templos romanos de Hispania (= Cuadernos de Arquitectura Romana 1 ), Murcia. -AA. VV. (1992 e) Spectacula //. Le théatre antique et ses spectacles, Lattes.

78

José Beltrán Fortes

-AA.VV. (1993 a) Investigaciones arqueológicas en Andalucía. 1985-1992. Proyectos, Hue1va. -AA.VV. (1993 b) La ciudad hispanorromana, Madrid. -AA.VV. (1993 e) Ciudad y comunidad cívica en hispania. Siglos 11 y 111 d.C., Madrid. -AA.VV. (1993 d) Colonia Patricia Corduba. Una reflexión arqueológica, Córdoba. -J. M. Abascal, U. Espinosa, La ciudad hispano-romana. Privilegio y poder, Logroño. -G. Alfüldy (1975) Die romischen Inschriften von Tarraco, Berlín. -G. AlfO!dy (1991) «Augustus und die Inschriften, Tradition und Innovation. Die Geburt der imperialen Epigraphik», Gymnasium 98, 297 y ss. -E. Buchner (1982) Die Sonnenuhr des Augustus, Maguncia. -J. Beltrán (e.p.) «La incorporación de los modelos griegos por las élites romanas en ámbitos privados. Una aproximación arqueológica», Graecia capta (Sevilla 1993) (en prensa). -J. Campos (1990) «La estructura urbana de la Colonia Iulia RamuJa Hispalis en época republicana», Habis 20, 245 y ss. -F. Coarelli (1984) Roma sepolta, Roma. -M. Fuchs, Untersuchungen zur Austattung romischer Theater, Maguncia. -P. Gros (1976) Aurea Templa. Recherches sur l'architecture religieuse de Romea l'époque d'Auguste, Roma. -P. Gros (1987) Architettura e societá nell'ltalia romana, Roma. -P. Gros, M. Torelli (1988) Storia dell'urbanistica. Il mondo romano, Roma. -J. L. Jiménez ( 1987) Arquitectura forense en la Hispania Romana, Zaragoza. -H. Jouffroy (1986) La construction publique en Italie et dans l'Afrique romaine, Estrasburgo. -S. Keay (1992) «The Romanisation ofTurdetania», Oxford Journal of Archaeology 11-3,275 y SS.

-E. Koppel (1985) Die romischen Skulpturen van Tarraco, Berlín. -P. León (1988) Traianeum de Itálica, Sevilla. -C. Márquez (1993) Capiteles romanos de Colonia Patricia Corduba, Córdoba. -P. Rodríguez Oliva (e.p.) «El reflejo de los mitos sobre el nacimiento de Roma en Hispania», Curso U.I.M.P. (Barcelona 1994) (en prensa). -R. Syme (1939) The Roman Revolution, Oxford. -TED' A (1989) «El Foro Provincial de Tarraco. Un complejo de ceremonias de época flavia», AEspA 62, 141 y ss. -W. Trillmich (1992) «El niño Ascanio («Diana cazadora») de Mérida en el Museo Arqueológico Nacional», Boletín del Museo Arqueológico Nacional X, 25 y ss. -A. Ventura (1993) El abastecimiento de agua a la Córdoba romana. l. El acue­ducto de Valdepuentes, Córdoba. -P. Zanker (1968) Forum Augustum. Das Bildprogramm, Tubinga.

79

Análisis arqueológico de modelos urbanos en ciudades hispanoromanas ...

-P. Zanker (1987) Pompeji. Stadtbilder als Spiegel von Gesellschaft und Herrschaftsform, Maguncia. -P. Zanker ( 1990) Augustus und die Match der Bilder, Munich (trad. española Augusto y el poder de las imágenes [ 1992] Madrid). -P. Zanker (1993) Pompei. Societa, immagini urbane e forme dell'abitare, Turín.

80

LE PLAN DE LA TIMGAD PRIMITIVE*

Yann LE BOHEC (Université Jean Moulin-Lyon III)

Tout historien connaít Timgad, ville de l' actuelle Algérie, établie a u sud des Hautes Plaines, pres du versant nord de l' Aures. Cette colonie de Trajan, on le sait, fut fondée en 100 de notre ere, et connut un developpement ultérieur considé­rable. C' est seulement le noyau central, la partie la plus ancienne, celle qui a été conc,:ue en 100, qui reticndra notre attention 1•

* * *

Malgré tout ce que l' on sait o u croit savoir a pro pos de cette ville2, il con­

vient de se montrer prudent quand on en parle. Ainsi. on attribue sa construction ini­tiale a la III" Légion Auguste, sur la foi d'inscriptions3

; on ne sait pourtant pas avec

*.Les abréviations des titres de revues sont empruntées a l'Année Philologique.

1 Cet article reprend, en le modifiant, le texte d'une conference prononcée devant 1' Association Guillaume Budé de Lyon le 9 avrill992 (BAGB (1993) 1, mars, 16-17), et a l'Université de Séville le 25

mars 1993, a l'invitation du Professeur A. Caballos Rufino.

2. F. Boeswillwald, R. Cagnat et A. Ballu. Timgad. Une cité africaine sous /'Empire romain (Paris 1891-1905) 362 p., 43 pl.; J. Lassus, Visite a Timgad (Alger 1969) 142 p.; Y. Le Bohec, <<Timgad, la Numidie et l'armée romaine» BCTH (1984) 105-120. En dernier lieu, sur cette cité bien connue: M. Le Glay,

<<Un centre de syncrétisme en Afrique>> L'Africa romana 8, 1 (Sassari 1991) 67-78, 6 pi. 3. CIL VIII, 2355 = 17842 et p. 951 = ILS 6841 (porte ouest de Timgad): lm(perator) Caesar, diui 1

Neruae f(ilius), Nerua Traianus. 1 [Aug(ustus)], Germani[c]us, pontif(ex) 1 [max(imus)], tr[i]b(unicia) pot( estate) [III], co(n)s(u/) III, p( ater) p( atriae), col( oniam) 1 [ Mar]c{i]anam Tr[ ai]anam Tha[ muga]di per [[/eg(ionem) Ill]] Au[g(ustam)] 1 [fec(it), L. M]unatio Gallo, leg(ato) 1 Aug(usti) propr(aetore). CIL VIII 17843 (porte nord de Timagad¡: [lm(perator)] Ca[esa]r, d[iui] 1 [Neru]ae [f(ilius), Neruaj Traial[nus, A]ug(ustus), [Ger]ma[ni]cus, pontif(ex) 1 m[ax(imus), trib(unicia) po]t(estate) III. co(n)s(ul) JI!, p(ater) p(atriae), 1 [col(oniam) Marcijanam Traial[nam Tha]mugadi per [[leg,(ionem)]] 1 [[IIIJ] Aug(ustam) fec(it),/ [L. Munatio] Gal[ljo, le[g(ato)j Aug(usti) propr(aetore). CIL VIII, 17892 (forum de Timgad): [. .. !

81

Le plan de la Timgad primitive

certitude cequia été effectivement mis en place par l'armée: seulement le plan, seu­lement le rempart, seulement les portes, o u au contraire l' ensemble de la ville. De méme, il faut sans doute admettre que cette partie centrale n' a pas été réalisée inté­gralement dans la seule année 1 OO. Relevons en fin un fait troublant: les commenta­teurs partent du príncipe que le plan de cette agglomération est bien connu. lis ne s'interrogent cependant pas sur la valeur de fouilles, qui sont anciennes, qui com­prennent sans doute une bonne part d'interprétation, et qu'il faudrait pouvoir contró­ler avec les exigences qui sont celles de notre siecle. 11 parait malheureusement peu probable que de tels travaux puissent étre entrepris dans un avenir proche.

* * *

A vrai dire, a propos de cette partie centrale, le chemin parait facile a suivre, tant il a été patrouillé. Et ce seul plan a suffi a faire naitre deux theses qu'admettent tous les manuels, méme les bons manuels.

D'une part, les auteurs pensent que le plan de la Timgad primitive repro­duisait le plan d'un camp (document n° 1). Ils y retrouvent un rempart aux angles arrondis, percé de quatre portes, une place centrale et un habitat qui évoque dans leurs esprits des baraquements. On trouve cette théorie dans le tres utile manuel édité par P. Lavedan, avec une nuance il est vrai, nuance que beaucoup ont negligée: «L'analogie entre ville et camp est grande»4

• Done elle n'est pas totale. Un savant renommé comme P. Grimal, dans un petit ouvrage commode mis a la disposition de tous les étudiants, résume cette these: «La colonie peut apparaitre comme le simple développement du systeme du camp ... Nous en rencontrons les exemples les plus caractéristiques en Afrique, a Timgad notamment»5. L'enceinte de cette méme Timgad, notent M. Clavel et P. Lévéque dans un autre manuel tres diffusé, «est per­cée de quatre portes, comme les camps militaires dont elle reproduit le plan»6

. Et, pour illustrer leur propos, pour montrer ce qu' était une colonie, e' est naturellement le plan de cette Timgad primitive qu'ils proposent a !'examen du lecteur7

• Prévoyant l'avenir, J. Lassus affirmait que la ville <<Sera carrée, comme un camp, quadrillée»8

1 L. Mu[natius} 1 Gal[lus. leg(atus)} 1 Aug(usti) [propr(aetore)].l EDV.

4. P. Lavedan et J. Huguenay, Histoire de l'urbanisme, !, Antiquité 2' édit. (París 1966) 362.

5. P. Grima!, Les vil/es romaines Col!. Que sais-je? no 657, 3' édit. (París 1966) 15.

6. M. Clavel et P. Léveque, Vil/es et structures urbaines dans l'Occident romain Col!. U2 (París 1971)

152.

7. M. Clavel et P. Léveque, ouvrage cité, 151-152.

8. J. Lassus, ouvrage cité, 9.

82

Y ann Le Bohec

O 200 M 1-----------t

Document no 1: Plan de la Timgad primitive

11 serait possible d' allonger encore cette liste, pour laquelle ne sont proposés que quelques exemples jugés significatifs. Bomons-nous a ces références9

.

Deuxieme point, qui est lié au premier et qui transparait done logiquement dans eertaines des eitations préeédentes, le plan primitif de Timgad eorrespondait a un type tres répandu dans l'empire. C'est un bel exemple de eolonie. Le livre de P. Lavedan explique que Timgad propose «un modele d'urbanisme orthogonal» paree que «la ville romaine est en prineipe eonstruite sur un plan orthogonal» 10

• On y voit méme esquissée «une loi de persistanee du plan», qu'ont ensuite systématisée R. Bedon, R. Chevallier et P. Pineau. Ces trois auteurs ont cherehé des traces prouvant l' applieation de eette regle dans une autre partie de l' empire; ils eroient en «l' exis-

9. Sur l'urbanisme, voir en demier lieu le livre de P. Gros et M. Torelli, Storia dell'urbanistica. Il

mondo romano (Rome-Bari 1988) en particulier 331-338 sur les colonies de Trajan en Afrique.

10. P. Lavedan et J. Huguenay, ouvrage cité, 433 et 356 respectivement sur ces deux points.

83

Le plan de la Timgad primitive

tence de plans "programmatiques" ... en Gaule» 11. Moins caricatura!, P. Grima! n'en

utilise pas moins symboliquement le plan de Timgad comme premiere figure de son ouvrage 12

. On retrouve une meme idée chez M. Clavel et P. Léveque; ils déclarent que «Timgad est l'exemple type des créations coloniales romaines>>, que «le prínci­pe organisateur (des villes romaines) est un quadrillage régulier>> 13 . A cette loi d'ai­rain de l'urbanisme romain, ils apportent toutefois deux nuances, négligées atort par certains de leurs successeurs: un tel souci de géometrie pouvait etre contrarié par la topographie et (ou) par la présence de monuments préromains.

Ces deux théories sont si géneralement admises que, loin de chercher a les critiquer, divers savants ont au contraire voulu les justifier, dans d'autres theses qui se completent parfois, et aussi a 1' occasion se contredisent, o u ne correspondent pas a ce qu'était devenue une colonie sous le Haut-Empire. Quatre explications diffé­rentes ont été fournies. Bien entendu, des considérations d'ordre militaire les ont lar­gement inspirées.

Allant au plus court, A. Ballu expliquait ainsi que la ville de Timgad avait été construite par des soldats, que ces derniers ne savaient construire que des camps, et qu'ils ont done construit cette ville sur le modele d'un camp 14

• Comme c'est lui qui a dégagé et relevé ce site, on peut se demander si la conception qu'il se faisait du camp romain n'a pas influencé ses travaux. Mais cela, on ne le saura que lorsque de nouvelles fouilles auront été faites sur ce site.

Luí aussi préoccupé par l'histoire militaire, et meme plus encore qu' A. Ballu, R. Cagnat. suivi sur ce point par P. Grima!, expliquait le choix de ce plan par l'insécurité qui aurait régné dans cette région en l'année 10015 • Ainsi construite, l'agglomération aurait été mieux défendable.

Une autre explícation a cependant été préférée par Ch. Saumagne 16, approu­

vé avec des nuances, de la prudence, par le manuel de P. Lavedan; il croyait pouvoir affirmer que la ville avait été construite sur un camp préexistant, auquel elle aurait emprunté son tracé.

11. R. Bedon, R. Chevallier et P. Pineau. Architecture et urbanisme en Gaule romaine 11 (Paris 19S8) 9.

12. P. Grima!, ouvrage cité, 16-17.

13. M. Clavel et P. Léveque, ouvragc cité, 105 et 152.

14. A. Ballu, Joumal officiel. Annexe, 25 février 1908, 116, n. 2. 15. R. Cagnat, <<Le tracé primitif de Thamugadi>> CRA! ( 1904) 460-469. ct L 'armée roma in e d'Afrique

2' édit. (Paris 1913) 590-591. Sur l'insécurité en Afrique, on renvoie a la these. que nous jugeons excessi­ve, de M. Benabou, La résistance africaine á la romanisation (París 1976), 653 p. Notre point de vue sur

le sujet: B.! 186 ( 1986) 847-848, et La Troisihne Légion Auguste (París 1989). notamment 573-576. 16. Ch. Saumagne. «Note sur la cadastration de la colonia Traiana Thamugadi>> RT ( 1931) 98-l 04, et

«Le plan de Timgad>> RT (1933) 35-36 = CT JO (1962) 490 sv, et 509 sv. Cette hypothese a été reprise par

B. Strzelecka. Africana Bulletin 1 O ( 1971) 21.

84

Y ann Le Bohec

Enfin, E. Fentress, reprenant P. Grima!, mais sans le citer, et en accentuant son propos, estimait que la ville avait été batie pour des vétérans 17 ; sans doute, dans son esprit, convenait-il de ne pas les dépayser.

A vant de voir ce que valent ces théories, il nous semble préférable de défi­nir les caractéristiques de ce plan, sans entrer dans le détail d' une description par ailleurs trop souvent faite 18 .

Le plan primitif de Timgad se caractérisait par quatre éléments principaux, auxquels il faut ajouter deux autres éléments qui se trouvent ... a l' extérieur du rem­part.

C'est précisément par l'enceinte qu'il convient de commencer, car elle fait en partie l' originalité de Timgad. De plan carré, mesurant 300 me tres de coté, elle avait été dotée d'angles arrondis, et elle avait été tres vite détruite (des l' Antiquité). Seules ont subsisté les quatre portes, dans un état de conservation plus ou moins bon 19

; elles ont d'ailleurs subi des transformations a partir du ne siecle de notre ere, ce qui ne permet pas de bien savoir a quoi elles ressemblaient a la naissance de la ville. Elles sont constituées par trois arches et placées dans le prolongement du mur. On rappellera, a ce propos, que les murs des colonies ont récemment fourni matiere a un débat. P.-A. Février20

, approuvé par R. Rebuffat21, avait souligné que ce genre

de construction pouvait représenter un honneur, manifester la grandeur du statut colonial. Assurément, on ne peut pas lui nier aussi une réelle valeur défensive; ce point a été établi, encore récemment, a propos des enceintes des villes de Maurétanie Tingitane22

Ce qui frappe l'observateur, ensuite, c'est le centre civique. Non seulement il présentait un intérét fondamental pour les habitants de Timgad, mais en outre il es; bien connu grace a un état de conservation assez exceptionnel. 11 comprenait trois

17. E. Fentress, Numidia and the Roman Anny, BritishArch. Reports in t. s., 53 (Oxford 1979) 126 (voir

126-132). Cet ouvrage comporte de nombreuses erreurs; voir notre article cité BCTH (1984) 105-120. 18. Pour toute la description qui suit, nous renvoyons aux deux ouvrages cités plus haut de F.

Boeswillwald, R. Cagnat et A. Ballu d'une part, et de J. Lassus d'autre part.

19. P. Romanelli, <<L'arco di Traiano a Timgad, una ipotesi>> lnAfrica e a Roma (Rome 1981) 549-553.

20. P.-A. Février, <<Enceinte et colonie» Mél. F. Benoft = Rev. des Ét. Ligares 35 (1969) 277-286.

21. R. Rebuffat, «Enceintes urbaines et insécurité en Maurétanie Tingitane>> MEFR 86 (1974) 501-522.

22. G. Hallier, <<La fortification des villes de Tingitane au second siecle» Studien zu den Militiirgrenzen Roms, 13. interna!. Limeskon¡vess édit. D. Planck, 3. Forsch. und Ber. über Vor- und Frühgeschichte in

Baden-Wurttemberg 20 ( 1986) 605-624.

85

Le plan de la Timgad primitive

éléments encore tres visibles. La partie principale, c'était le forum, une place rectangulaire de 75 metres sur 55, dallée; la se rassemblaient les citoyens de Timgad pour parler des affaires qui les intéressaient. Meme si cet espace remplissait de nom­breuses fonctions, c'était la fonction civique, municipale, qui l'emportait, quien fai­sait l'originalité, les autres fonctions étant remplies par d'autres monuments; pour l'économie, par exemple, on renvoie aux marchés, ateliers, etc. Jouxtant le forum, on peut voir la basilique, de 28,50 metres sur 15, bátiment dans lequel nous préfé­rons voir un "forum couvert" qu'un local judiciaire, ou financier, ou autre. Les cito­yens se rassemblaient sous son toit quand il faisait trop chaud pour vivre a l' exté­rieur, ou trop froid, car la région, en hiver, peut connaítre de tres basses températu­res, avec des chutes de neige. Elle présente une particularité: son ex edre n' est pas en demi-cercle comme le veut la coutume. Enfin, troisieme élément de ce centre civi­que, la curie mesurait 14,40 metres sur 9,80; lieu de réunion de sénat local, l'ordre des décurions, elle offrait l'aspect d'un temple, et était bátie sur un podium, comme il est normaJ23

Personne n' a songé a faire remarquer que ce centre civique présentait quel­ques différences par rapport a ce qui se trouve dans les camps. Nous y reviendrons. En revanche, la critique unanime a affirmé que c'étaient de vrais baraquements de légionnaires qui constituaient l'habitat des civils. Les logements, tous de petites dimensions, ont été construits sur un plan assez uniforme, a peu pres carré; reste a savoir si les murs ainsi redressés correspondent bien a ce qui existait dans l' Antiquité; les fouilles devraient, surtout sur ce point, reprendre et nous dire si A. Ballu, le vrai découvreur du site, a convenablement redressé ce qu'il devait relever. On s' est extasié sur cet égalitarisme initial qui a concerné au moins les premiers colons, car tres vi te un habitat de riches s' est mis en place. Des demeures aisées, confortables et vastes, ont été construites des le ne siecle, et J. Lassus a meme pu étudier une «opération immobiliere»24 : le rempart, si cher aux archéologues parti­sans de la these militariste, a été tres vite détruit, son emplacement vendu, et des domus aisées ont occupé au moins une partie de l'espace ainsi dégagé. Il n'en reste pas moins, et nous le concédons sans peine, qu'un certain égalitarisme semble avoir régné aux origines.

Entre les demeures, on peut apercevoir des monuments de loisirs. Timgad posséda une quinzaine d' établissements publics de bains, des thermes, qui ne datent pas tous de l' année l 00, évidemment, et ne sont pas tous situés dans le cadre de 1' en­ceinte initiale. En 168, le théátre fut inauguré; mais luí se trouvait a l'intérieur de la ville primitive, en sorte que son emplacement semble avoir été prévu des l' époque de Trajan, meme si la construction n'a été achevée que plusieurs décennies plus tard.

23. Sur ce type de monuments. ouvrage importan! et récent: J.-Ch. Balty, Curia ordinis. Acad. Royale

de Belgique, Mém. de la Classe des Beaux-Arts 2' s., 15. 2 (Bruxelles 1991) 656 p.

24. J. Lassus, «Une opération immobiliere a Timgad>> Mélanges A. Piganio/3 (1966) 1221-1231.

86

Yann Le Bohec

Enfin, les habitants eurent le bonheur de recevoir d'un riche évergete une bibliothe­que couverte de marbre; mais le monument que nous pouvons encare voir, comme on le sait, ne date que du ¡ye siecle25 •

Assez curieusement, deux fonctions essentielles d'une ville romaine, la fonc­tion économique et la fonction religieuse, sont représentées par des monuments assu­rément importants, mais qui se trouvent tous a l' extérieur du rempart de l' année 100, un peu comme si l' architecte qui a cont;:u la ville les avait oubliés. La fonction éco­nomique est done représentée par le "quartier industrie!", ou on a retrouvé des briques et des tuiles, et également des traces de métallurgie, du travail du bronze et du fer, ainsi que par le marché de Sertius, construir au début du me siecle. Or l'un et l'autre ont été construits a proximité du rempart mais a l' extérieur, le premier au sud et le second a l'ouest. Par ailleurs, et s'il est hors de propos de refaire ici toute la riche his­toire religieuse de Timgad, remarquons seulement que les deux temples les plus importants pour la vie municipale, le temple du Génie de la colonie, achevé en 169, et le capitole, que l' on date de la deuxieme moitié du deuxieme siecle, sont de m eme situés 1' un et l' autre pres de 1' enceinte urbaine, mais également a l' extérieur.

Et maintenant une question: est-ce que le plan de la Timgad primitive res­semble a celui d'un camp?

* * *

Pour répondre a cette interrogation, il suffit de comparer. On sait tres bien, maintenant, a quoi ressemblait un camp légionnaire, en particulier gnke a l'ouvra­ge magistral d'H. von Petrikovits26

. On pourrait y trouver de nombreux exemples. Le plus significatif et le plus intéressant reste cependant, a nos yeux, le camp de Lambese27

, et cela pour deux raisons: il a été construir par la meme main d'ceuvre que Timgad, a savoir la lile Légion Auguste, et vers la meme époque (nous avons expliqué ailleurs que cette construction a dú se placer vers la fin du regne de Trajan ou les déebuts de celui d'Hadrien, dans les années 115-120). Lambese, qui se trou­ve a peu pres a la meme latitude que Timgad, mais a une trentaine de kilometres a 1' ouest, a ret;:u trois enceintes. En 81, y a été construit un premier camp destiné a abriter une cohorte, enviran 500 hommes, comme nous le prouvent ses dimensions. De plus, un terrain d'exercices, un champ de manoeuvres, appelé campus et non cas-

25. M. Le Glay, <<La vi e intellectuelle d'une cité africaine des confins de 1' Aures» Homm. a L.

Herrmann. Col!. Latomus 44 (1960) 485-491. 26. H. von Petrikovits, Die lnnenbauten romischer Legionslager wiihrend der Prinzipatszeit,

Abhandlungen der Rheinisch-Westfiilischen Akademie der Wissenschaften 56 (Opladen 1975) 224 p., 12 pl. 27. Y. Le Bohec, Le Troisieme Légion Auguste (Paris 1989) 407-416, pour le Grand Camp, 363-364 et

407, pour le camp de 81. et 407 pour le terrain d' exercices.

87

Le plan de la Timgad primitive

tra, avait été mis en place a une date inconnue (on sait seulement qu'il existait en 128, lors de la visite qu'y effectua Hadrien). Enfin le Grand Camp (document n° 2), ainsi dénommé suivant la terminologie habituelle, avait été construit pour une légion, quelque 5000 hommes, et couvrait un espace d'environ 20 hectares, de 540 me tres sur 440. 11 est resté en fonction jusqu' a u début du ¡y e siecle, et les ruines que nous pouvons encore voir représentent done cet état ultime. Un bon quart des cons­tructions a été détruit au milieu du XIXe siecle pour donner place a un pénitencier destiné a abriter les révolutionnaires faits prisonniers en 1848. L' utilisation de la

t,-_fQOJ:J ;-~!l.';'T' .. ~-rt·,.,.~-...--.-·7'­

¡-,_: __ ---·

1 ':'' ..•. -- . '- ~ :·:·.~ .- .. ·.::i -~-: . . ..

.:•

·~ '

. "·

;t,

Document no 2: Plan du Grand Camp de Lambese

88

Yann Le Bohec

photographie aérienne, de documents négligés, et des comparaisons avec ce qui est connu par ailleurs ont permis de proposer des restitutions pour la quasi-totalité des batiments de ce Grand Camp. Relevons que, a !'instar de ce qui a pu étre observé partout dans l'empire, la création de cette forteresse a entrainé la naissance d'une agglomération qui, au demeurant, ne ressemble en rien a la Timgad primitive.

Sans vouloir proposer une description détaillée du Grand Camp de Lambese28

, nous souhaitons mettre en valeur ses principales caractéristiques archi­tecturales, comme pour Timgad, afin de faciliter une comparaison. Ce monument, comme tout camp légionnaire du Haut-Empire, comprenait sept types de construc­tions. Deux de ces batiments ont disparu, sans doute paree qu'ils ont été détruits dans les travaux d'aménagement du pénitencier, au milieu du XIXe siecle. 11 s'agit de l'hopital et de la basilique d'exercice, une salle d'armes destinée a abriter l'exer­cice des soldats par mauvais temps.

En revanche, on peut encore voir de longues portions du rempart, qui est curieusement mal connu. Ce mur de 540 metres sur 440, de plan rectangulaire, large et haut, dégageait une impression de puissance; la fonction défensive ne fait aucun doute. Elle est particulierement nette aux portes, des portes a talon, comprenant des demi-tours a 1' extérieur, et dont le passage n' est constitué que par un étroit couloir. Des bastions, destinés a despieces d'artillerie et a des soldats, avaient été placés le long de cette enceinte.

La partie centrale (document n° 3), qui ne remplissait aucune fonction municipale ou civique, était appelée principia, et non forum ou praetorium, mots qu' on peut trouver dans certains ouvrages, et dont 1' emploi constitue une fa u te dans ce cas. Elle était tres complexe. Deux cours étaient destinées a recevoir des rassem-

~~-, - .. ('¡ 0..-~~-

,.,. ftJ"

Document no 3: La partie centrale de Timgad et du Grand Camp de Lambese

28. Pour toute la description qui suit, nous renvoyons a notre ouvrage cité a la note précédente.

89

Le plan de la Timgad primitive

blements de soldats; la deuxieme a été transformée en basilique, sans doute au début du lile siecle. Sur les cótés, de nombreuses salles: au fond et au centre, se trouvait le coeur de ce coeur, la chapelle aux enseignes; sur les cótés de ce petit temple, des pie­ces avaient été attribuées aux colleges de soldats constitués au début du me siecle. Pour le reste, on y trouvait des dépóts d'armes et les locaux ou travaillait l'adminis­tration de la légion. L'acces aux principia se faisait par un monument tres connu, mais qui se rencontre tres rarement, un are a quatre fac;ades29

; récemment, des ar­chéologues ont lu une inscription gravée sur ce monument, et ou figurait le mot de grama, qui désigne un instrument utilisé par les arpenteurs, les géometres et les architectes; ils ont proposé d' appeler grama cet are a quatre fac;ades30

• Immé­diatement au nord, se trouve le carrefour de la voie prétorienne, qui mene a la porte du meme nom, au nord, et de la voie principale, celle-ci de direction est-ouest.

On connaít également bien les logements (document no 4), sauf celui du commandant de la légion, le légat; sa demeure, appelée proprement praetarium, a été détruite, elle aussi sans doute au milieu du XIXe siecle. Les autres officiers, des les débuts, vivaient dans des villas classiques, a cour, des damus semblables a celles des civils aisés. Un habitat collectif avait été prévu pour les soldats. Leurs chambres,

Document n" 4: Les logements dans la Timgad primitive et dans la Grand Camp de Lambese

29. P. Romanelli, «<ntomo al cosiddetto "pretorio" di Lambesi» In Africa e a Roma (Roma 1981) 507-

515.

30. H.G. Kolbe. <<Die Inschrift am Torbau der Principia im Legionslager von Lambaesis>> MDA/(R) 8! (1974) 281-300 (d'ou AE (1974) 723a); F. Rakob, <<Das groma-nymphaeum im Legionslager von

Lambaesis>> MDAI(R) 86 (1979) 375-389.

90

Y ann Le Bobee

qui n' avaient pas été destinées a recevoir femmes et enfants, étaient formées par deux salles allongées de part et d' autre d'une cour centrale; aux extrémités, des pie­ces de plan plus carré avaient été réservées pour les centurions.

Pas de lieux de loisirs, sauf un unique établissement de bains. Ces thermes remplissaient une fonction hygiénique; ils permettaient aux hommes de se laver apres l' exercice. Il existait bien un amphithéátre; il avait certes été installé non loin de l' enceinte, mais a l' extérieur.

Un dernier point retiendra notre attention. Il est évident qu'un camp n'est pas un établissement chargé d'assurer une quelconque production, qu'il ne peut étre assimilé a un atelier ou a une ferme. Cependant, la communauté qu'il abritait avait des besoins, notamment alimentaires, et les mentalités collectives del' Antiquité, qui faisaient un idéal de 1' autarcie, poussaient a l' aménagement de locaux a fonction économique. De plus, les soldats devaient pouvoir au besoin soutenir un siege. On trouvait done a 1' intérieur m eme de 1' enceinte un emplacement pour les chariots chargés d'assurer le transport de marchandises diverses, des entrepóts (harrea) et un cellier, enfin un atelieL la fabrica, dans lequel les soldats produisaient soit des tui­les et des briques. soit des armes, soit ces deux types de produits.

* * *

De ces deux rapides survols, de la ville de Timgad et du Grand Camp de Lambese. ¡1 rc·ssort a l'évidence que le plan de la Timgad primitive n'est pas le plan d'un camp. Le tempart de Timg:td, carré, éphémere et percé de portes ornementales destinée~ :\ facilLer le passage. :¡e ressemble pasa celui de Lambese, rectangulaire, durable et méme udispensabk. ,;creé de portes soigneusement aménagées pour étre diffi;:iicment fran,_hié:qbles. l·· centre de Timgad, a fonction civique, ne ressemble pas t:t'li p1m: au centre du ( '· .ad Camp de Lambese, a fonction militaire, et la trip~trlirion Ju premicr (forun. basilique-curie) n'a rien de commun avec la triparti­tion da SC<:ond (ucux places-dc', salles). L'habitat des humbles a Timgad était indi­vidue]. prévu pour des familles. 1lors qu'il était collectif et con~u pour des céliba­taires dans le Grand Camp de Lambese, ou les domus des officiers avaient été pré­vues des le début, alors que celles des riches n' ont été construí tes que dans un deuxieme temps a Timgad. Les loisirs jouaient un grand role a Timgad, n'en jouaient pratiquement aucun dans le Grand Camp de Lambese. On n'avait pas prévu d'hópital a Timgad, alors qu'il en existait un dans le Grand Camp de Lambese.

Il apparaít alors que les theses traditionnelles élaborées a propos du plan de la Timgad primitive reposent sur une approximation, sur une confusion et sur une erreur. L' erreur, e' est de voir dans ce carré une forteresse. Du coup, les explications qui ont été fournies a ce propos demandent un nouvel examen, qui révele la fragili­té de chacune d' entre elles. Il est faux de di re que les soldats ne savaient construire

91

Le plan de la Timgad primitive

que des camps et, sur ce point, A. Ballu a eu manifestement tort. L'armée possédait de nombreux spécialistes capables de batir toutes sortes de monuments, aussi bien et meme mieux que les civils. Pour s'en convaincre, il suffit de citer un seul exemple, bien connu par ailleurs, le fameux aqueduc de Bougie (aujourd'hui Béja'ia, antique Saldae) 31

• Un gradé en avait établi un plan, que les ouvriers de la vil! e n' ont pas su utiliser; il fallut rap­peler 1, ingénieur militaire qui 1, avait con<;u pour que le travail pút etre mené a son terme de fa<;on satisfaisante. On entre ensuite dans le domaine des hypotheses avec la these de R. Cagnat. Ce savant a été influencé par le role qu'avaientjoué les colonies a l'époque républicaine, ou elles servaient de "boulevards de l'empire", de propugnacula imperii32 ;

il a alors transposé dans le Maghreb du IF siecle une situation qui avait été celle du milíeu du XIX e siecle, une période de conquéte par les Fran<;ais fort difficile33

( et d' au­tres savants, plus récemment, ont été de méme marqués par les événements qui se sont déroulés en Algérie de 1954 a 1962). Car ríen ne pro uve que la région de Timgad ait connu l'insécurité en 100. Il semble au contraire qu'clle ait été peu densément peuplée: quelques semi-nomades devaient parcourir les Hautes Plaínes, que Rome recouvrit par la suíte de champs de blé, et 1' Aures paraít avoir été plutót vide d'habítants34 De meme rien ne prouve qu'un camp ait précédé la ville civil e a Timgad: l'histoire de la me Légion Auguste ne va pas dans le sens de cette hypothese, et le plan de Timgad l'infinnerait meme, puisqu'il ne ressemble en ríen a celuí d'une forteresse. L'hypothese de Ch. Saumagne paraít done bien fragile, tout comme celle d'E. Fentress. Car on sait bien que. s' íl y a e u des vétérans a Timgad, íls n' ont constitué qu'une partie de la population. Et, de toute fa<;on, ils pouvaient fort bien vivre ailleurs que dans un camp. On peut meme penser qu'ils ne devaient pas etre hostiles aux charmes d'une ville civile.

L' existence d'une confusion a été mentionnée plus ha u t. De fait, elle exis­te bien; il s' agit de la notion de "ville milítaire", qui traí'ne dans beaucoup de manuels et qui est plus qu'ambígüe car on luí a donné au moins quatre sens diffé­rents ! Une "ville militaire" peut etre une ville construite par des militaires. C' est précisément le cas de Timgad, encore qu' on ne sache pas tres bien dans quelle mesu­re la légion est intervenue, comme nous l'avons déja dit. Mais il s'agit d'une excep­tion; comme J'a bien vu B. Isaac, construire des villes n'est pas le métier des sol­dats35. Une "ville militaire" peut etre aussi une ville construite pour des militaires,

31. Cette affaire est résumée dans notre these, La Troisieme Légion Auguste (1989) 378-379 (voir aussi

212 et 533).

32. Cicéron. Pro F onteio. 12. 33. C. Courtois, Les Vandales et l'Afrique (Paris 1955) 91 et 124-130. avait décrit un Aures lieu de tous

les dangers. 34. Nombreux travaux de P. Morizot, notamment <<Les ruines de la vallée de l'oued Guechtane (Aures)>>

RA/(1948) 120-142 (en col!. avec J. Morizot). «lnscriptions inéditcs de l'Aures» ZPE 22 (1976) 137-167,

et <<Yues nouvclles sur 1' Aures antique>> CRAI (1979) 309-337. 35. B. Isaac, The Limits of Empire, The Roman Army in the East (Oxford 1990) 333 sv, en particulier

369.

92

Yann Le Bohec

plus exactement pour d' anciens militaires, des vétérans. On en connait, bien sur, mais ces vétérans ne sont jamais seuls; divers civils se joignaient a eux, ne seraient­ce que les femmes et les enfants qui partageaient leur vie. Une "ville militaire" peut étre également une ville a fonction stratégique, du moins si 1' on en croit certains manuels. Mais cette notion méme nous paraít tres contestable. surtout pour le Haut­Empire, période qui avait connu une armée de métier (il n'en allait pas de méme a 1' époque républicaine, quand existait une armée de citoyens, quand tout civil pou­vait devenir soldat); c'est encore B. Isaac, déja cité, qui a tres justement fait remar­quer que ce sont les militaires qui protegent les civils, et pas 1' inverse36 . Enfin, tou­jours dans les mémes manuels, on lit qu'une "ville militaire" peut étre une ville éla­borée sur le plan d'un camp. Nous estimons que ce type d'agglomération n'a pas existé, et n'a pas pu exister, tout simplement paree qu'une ville et un camp remplis­saient des fonctions différentes.

Il existe une autre notion confuse, autour de laquelle regne 1' approximation, celle de "ville romaine". Contre les partisans de la deuxieme théorie qui a été citée plus haut, celle des tenants du carré et de l'angle droit généralisés et systématiques, il convient d'affirmer haut et fort qu'une ville construite sur un plan carré, dotée d'un habitat carré, avec des rues perpendiculaires, loin de représenter la regle, cons­titue un cas rarissime. On le trouve bien sur a Timgad. Mais e' est une exception: qu'on en cite d"autres exemples. Si on trouve un réseau de voies orthogonal a Carthage37

• Sarmizegethusa, etc, le rempart de ces villes n'est pas carré, pas plus que leur plan, que leur habitat, et elles ne se rencontrent qu' en petit nombre. La réalité, la régle, c"était la divetsité. Les urbanistes, quand on faisait appel a eux, tenaient compte des contraintes de la topographie, respectaient les constructions anciennes, préromaines et, comme !'a bien montré J. Le Gall, n'avaient méme pas la volonté de s'astreindre a suivre un te! plan dans la plupart des cas38 . Ils recherchaient l'ordre, la géométrie, oui, mais pas forcément la ligne droite, et surtout pas la ligne droite a tout prix, systématique et généralisée. De la sorte, il faut parler non de ''ville romai­ne'' mais de "villes sous le Haut-Empire dans le monde romain". La diversité rég­nait, entre Rome et l'Italie, entre l'Italie et les provinces, entre l'Occident et I'Orient; on peut méme relever des différences régionales, et voir que chaque agglo­mération était un cas particulier. On est ainsi amené a distinguer au moins trois types de villes. Les unes ne présentent aucun ordre apparent, et ne comportent qu'un mini­mun de lignes droites, comme par exemple Dougga (Thugga), ou la topographie et 1' existence de constructions préromaines ont imposé une trame relativement dé sor-

36. B. Isaac. ouvrage cité, 311 sv, en particulier 325.

3 7. Ce réseau a jadis été découvert par Ch. Saumagne, << Yestiges de la colonie de C. Gracchus a Carthage>> BCTH (1928-1929\ 648-664, et «Plan de la colonie julicnne de Carthage>> BCTH (1924) 177-193

= CT 1 O ( 1962) 279-293.

38. J. Le Gall, <<Les Romains et l'orientation solaire» MEFR 87, 1 (1975) 287-320.

93

Le plan de la Timgad primitive

donnée. Pour d' autres, les architectes se sont efforcés de privilégier les lignes droi­tes, et les mes dessinent des rectangles, comme a Carthage, sans que la totalité de l' agglomération dessine un carré. D' autres, enfin, sont baties suivant ce fameux plan carré, comme Timgad, mais ce dernier e as représente l' exception et pas la regle. Nous avons propasé une hypothese (mais il ne s'agit que d'une hypothese) pour expliquer ce tracé. Il aurait été imposé par l'idéologie de Trajan, qui aurait voulu exprimer un projet relativement égalitaire entre les premiers colons («Vous avez tous les me mes chances» ), et qui aurait souhaité rappeler le premier moment colo­nial de Rome (ce plan évoque, de loin il est vrai, celui de la partie la plus ancienne d' Os ti e )39 •

* * *

Les différences de plans entre camp et ville s' expliquent done par des dif­férences de fonctions. Une ville devait exercer des fonctions civiles, municipales (d'ou le forum et la curie), d'habitat (pour des hommes, mais aussi pour des fem­mes, des enfants et des vieillards), de romanisation et de bien-etre (ce qui explique l'importance des loisirs), et enfin des fonctions religieuses. Un camp devait exercer des fonctions militaires: il assurait la sécurité des soldats, meme en cas de siege, il les logeait, mais il ne s'agissait que de combattants adultes et de sexe masculin, ce qui excluait la recherche du bien-etre, le souci de la romanisation et les préoccupa­tions religieuses, sauf si elles étaient liées a l' exercice du métier militaire.

Timgad n'est pas Lambese. Une ville n'est pas un camp. Et réciproque-ment.

39. Notre article <<Timgad, la Numidie et l'armée romaine» cité plus haut, 112-113.

94

TACIANO Y EL MUNDO GRIEGO URBANO

Francisco José LÓPEZ DE AHUMADA DEL PINO (Universidad de Sevilla)

La principal obra del padre apologeta sirio Taciano, Aóyos- TTp(k"EUr¡vas-, Discurso a los griegos 1

, tratada con el debido rigor crítico y con una perspectiva laica, desgraciadamente poco habitual cuando se estudia el cristianismo primitivo, puede aportar, entre otros temas de interés, una importante información sobre la ciu­dad griega en época altoimperial. Y ésta puede ser captada desde dos puntos de vista: la visión cristiano-tacianea del mundo ciudadano griego, por un lado, y la situación real que el relato del apologista deja intuir sobre las ciudades del oriente del Mediterráneo en el siglo 11 d.C, por otro.

El mundo grecopagano, el de esos av8pés"EUr¡vE<: a los que Taciano alude directamente en once ocasiones2 más la del mismo título de la obra, Discurso a los griegos, y las innumerables en que lo hace indirectamente mediante pronombres, se manifiesta, lógicamente, a lo largo de toda la obra, aludiendo especialmente a la vida ciudadana.

En un lugar destacado se encuentra la visión tacianea de la religiosidad del mundo griego. Las cuestiones cultuales asociadas, no exclusiva pero sí predominantemente al mundo urbano, son tratadas por Taciano de diversas maneras.

l. Abreviado Or. (de Oratio ad graecos). Algunas ediciones y traducciones a diversas lenguas: R.C. Kukula, Tatians Rede an die Bekenner des Griechentums, en Bardenhewer, Zellinger y Martin, Bibliotek der Kirchenvdter 12 (Kempten 1913); J.P. Migne (ed.), Patrologiae Cursus Completus Series Graeca, 6, 803-888; A. Puech, Recherches sur le discours aux grecs de Tatien, suivies d'une traductionfram;aise du dis­cours avec notes (París 1903); D. Ruiz Bueno, Padres apologetas griegos (Madrid 1979) 549-628; E. Sd¡wartz, Tatiani. Orario ad Graecos en Texte und Untersuchungen zur Geschichte der Altchristlichen Literatur IV, 1 (Leipzig 1888); M. Whittaker (ed.), Tatían. Oratio ad Graecos and fragments (Oxford

1982).

2. Ocho como av8pét:; ''EJ..Ar¡véc; (Oratio, 1, 4, 12, 13, 21 -dos veces-, 25 y 42), dos como w "EAAr¡véc; (14 y 17) y una simplemente como" t'AAr¡vac; (30).

95

Taciano y el mundo griego urbano

Comenzando por el culto imperial\ Taciano está en la línea más agresiva posible hacia él, aunque a este respecto no existen fuertes divergencias en el cristianismo ortodoxo:

<•El emperador ordena pagar tributos; estoy decidido a hacerlo. El dueño, me manda ser esclavo y obedecer: yo reconozco la esclavitud. Pues al hombre hay que honrarlo huma­namente, sólo se ha de temer a Dios, que no es visible por ojos humanos ni comprensible por la técnica. Sólo si se me exige negar no me someteré, sino que moriré para no mostrarme embustero e ingrato» (Or .. 4).

Resulta curioso que lo único que se encuentra en su obra claramente dirigi­do contra el culto imperial sea tan sólo este breve pasaje y que, además, se trate de algo tan poco explícito y elaborado: sólo niega la posibilidad de tributar honores divinos a un hombre, siendo pues el que los tributa un loco o un embustero. Eso son los griegos, locos embusteros. Loco el que cree en la divinidad del emperador. Embustero el que, como es lógico, no cree en ella, pero le rinde culto. El cristiano no lo es, pero tampoco ha de ser visto como un ciudadano desleal, puesto que esta dispuesto a pagar impuestos y sólo desobedece a la orden de negar a Dios. No obs­tante, no es Taciano un autor que incida en la lealtad cristiana con excesivo interés, como es el caso de Tertuliano.¡. Más bien pasa sobre ella con cierto desagrado, limi­tándose a pagar los impuestos pero sin hacer ningún tipo de declaración clara de fidelidad.

También pasa revista el sirio a otro aspecto de las «manifestaciones» cívi­co-cultuales paganas, la idolatría. Para él posee dos características fundamentales, una absoluta incoherencia y una perversa hipocresía:

«No estoy dispuesto a adorar la creación emanada de Él en nuestro beneficio. El Sol y la Luna nacieron por nuestra causa. En consecuencia, ¿cómo voy a adorar a los puestos a mi servicio'' ¿Cómo voy a declarar dioses a los palos y a las piedras? f ... ] Pero tampoco hay que corromper con regalos al Dios sin nombre, pues el que no necesita nada, no debe ser con­siderado por vosotrm como un necesitado>> ( Or .. 4 ).

En vista de esto, la religiosidad griega se basa en una total inconsciencia y

un más que notable egoísmo. En esto, Taciano es deudor de la anti-idolatría de la religión judía.

Pero resulta a todas luces excesivo reducir el universo creencia! y cul­tual griego a la adoración de piedras y palos con objetivos lucrativos o egoístas

3. No es éste el lugar para insistir en el asunto, pues se trata tan sólo de dar la versión tacianea. Aún así, existe una amplia bibliografía al respecto de la que he usado tan sólo el artículo de J. Beaujeu, <<Les apo­logetes et le culte du souverain>>, en Entretiens Hardt XIX (1972) 103-136 y el libro de R.F.S. Price, RituaL'

and power. The Roman imperial cult in Asia Minar (Cambridge 1984 ). 4. Cf. F.J. López de Ahumada, «El civismo griego visto por la apologética cristiana: el caso de

Tertuliano y Taciano>> en IV Encuentro-coloquio de ARYS (Jarandilla de la Vera (Cáceres) diciembre 1992)

(actas en prensa).

96

Francisco José López de Ahumada del Pino

e implicaciones mágicas. Incluso para Taciano, que no se queda ahí y critica más formas cultuales:

«Pues, ¿de qué clase son vuestras enseñanzas' ¿Quién no se burlaría de vuestros espectáculos públicos que, celebrados bajo pretexto de los perversos démones. llevan a los hombres al deshonor7 [ ... ] ¿Qué asombroso descubrimiento no es llevado a cabo entre voso­tros? Bufan y cantan cosas vergonzosas, se mueven con movimientos que no son honestos. y vuestras hijas e hijos ven a los que enseñan en la escena cómo hay que cometer un adulterio» (Gr., 22).

<<Estas cosas no provechosas os las cedemos: vosotros o creed en vuestras doctri­nas o, al igual que nosostros, salid de ellas>> (24 ).

El teatro tiene en la apreciaciación tacianea, tanto en su vertiente religiosa como en la lúdica> una dosis bien alta de inmoralidad. En cuanto que se dedica a los dioses paganos y estos son démones malvados e impostores y porque se relatan sus inmoralidades> se hace incluso mofa de ellos, y, sobre todo, porque muestra a la juventud cuál es el comportamiento de la divinidad y le enseña a repetirlo, el teatro es un lugar de idolatría e iniquidad. Los griegos son unos desgraciados que se dejan llevar por este vano ritual para terminar convencidos de su utilidad y necesidad y lanzar contra los bárbaros la acusación de impiedad e incivismo consecuente a su desprecio por el teatro. Y es que el teatro para Taciano y sus bárbaros es una inuti­lidad que amablemente está dispuesto a dejar que los griegos sigan realizando> por lo que resulta lógico reclamar algo de esta tolerancia y que los griegos dejen a los cristianos tranquilamente seguir con sus ritos y no asistir a semejantes espectáculos.

Más dura ha de ser, inevitablemente, la crítica al ritual del anfiteatro:

<<Vi hombres entorpecidos por la gimnasia y que sostenían sobre sí la carga de sus carnes, a los que se les propone como recompensa premios y coronas por los llamados agono­tetas, no por valor, sino en competencia de orgullo y lucha, siendo coronado el más penden­ciero. Y estas cosas son, de lo malo, las más insignificantes; las más importantes, ¿quién no temería revelarlas? Algunos, abandonados a la pereza, se venden a sí mismos por su desen­freno para ser matados; el hambriento, por un lado, se vende a sí mismo, el rico, por el otro, compra a los que van a matar. Y con ellos se sientan los espectadores, los gladiadores luchan solos sin ningún objeto y ellos no bajan a ayudar. ¿Acaso tales actos realizados por vosotros son buenos? Pues el ciudadano principal entre vosotros reúne un ejército de asesinos, anun­ciando que los va a mantener, por lo que son saqueadores lo que sale de su acto, y todos os lanzáis al espectáculo, haciéndoos jueces unas veces de la malicia del agonoteta, otras de la de los que luchan solos. Y el que no llega a ver la carnicería se aflije porque no ha sido conde­nado a ser espectador de hechos malvados e infames. Sacrificáis animales para comer carne y compráis hombres para suministrar al alma un festín de carne humana, alimentándola con los más impíos derramamientos de sangre. El saqueador mata para robar, pero el rico compra gla­diadores para matar>> (Or., 23).

La referencia al culto es muy leve aquí. Tan sólo una pequeña alusión al sacrificio animal y a la ofrenda al alma que significa para él el juego gladiatorio. Aun así, el carácter ritual y cívico del ludus me permite tratar este asunto al hablar

97

Taciano y el mundo griego urbano

de religión para realizar un más completo análisis del complejo ritual-cívico griego y, en este caso también, romano. El resto es crítica al carácter sangriento y público del combate de gladiadores, lo cual no tiene nada de original, no sólo en el cristia­nismo sino tampoco en la cultura pagana5. Lo que sí resulta algo más novedoso es la crítica social que el apologeta introduce en este asunto, considerando como colo­fón al rico como más criminal que a un ladrón.

Nada dice el apologeta de los cultos mistéricos. Tal vez para él sean mani­festaciones periféricas no criticables en cuanto que griegas sino utilizables6 para mostrar la ausencia de originalidad entre los griegos, pues usan dichos cultos sin ser los propios. De todos modos choca que no los critique, pues podría muy bien ser cierta la afirmación de Hanson7 de que hubo de conocerlos directamente8.

Así pues, desde el punto de vista ritual, el griego y también el romano, especialmente para el caso de los espectáculos sangrientos, pues ésta es la referen­cia crítica que más claramente se dirige también a ellos, es la antítesis del bárbaro, especialmente el cristiano. Pero no la antítesis como querían los paganos sino exactamente al revés: acusados éstos de ateísmo, adulterio, asesinato ritual, idola­tría, incivismo y traición política, no es difícil para el autor defenderse con un buen ataque, siendo ateo o, en su defecto, simplemente torpe, el que repite gestos vacíos hacia dioses que no existen o no son lo que ellos creen para obtener beneficios mate­riales y terrenales; adúltero el que aprende el adulterio de los falsos dioses en el tea­tro; asesino ritual el que pelea en el anfiteatro, va allí a disfrutar viéndolo o, peor, paga semejante acto salvaje; idólatra el que reconoce como divino a lo natural pues­to al servicio del hombre; incívico y traidor el que hace votos en los que no cree por la salud de un emperador al que trata de no pagar impuestos mientras gasta sus mal adquiridos ingresos en verter sangre inocente. El bárbaro es todo lo contario, así que, al menos, ya que los griegos no están dispuestos a cambiar su manera de ser, dejen al menos a los cristianos ser como son, piadosos, castos, mansos y, con algo menos de decisión en el caso de Taciano, cívicos y fieles.

Por la lectura del resto de la obra en sus aspectos religiosos se deduce que el griego es, en definitiva, un ser religiosamente malvado. No alcanza la más míni­ma idea de Dios en ninguna de sus manifestaciones. Bien al contrario, sólo se hunde aún más en el fango de la iniquidad: engañado por los démones, adora a éstos como a Dios o a objetos y fuerzas naturales y astros que están al servicio del hombre e incluso diviniza a sus gobernantes de un modo vano y adulador, perdiendo para

5. También el cínico Demonacte abominaba de la sanguinaria muerte en la arena. Cf. Luciano, Vida de

Demonacte, 58.

6. Cf. Or., l.

7. R.P.C. Hanson, <<The christian attitude to Pagan religions up to the time of Constantine the Great>>

ANRW2, 23.2 910-973.

8. Cf. Or., 29.

98

Francisco José López de Ahumada del Pino

siempre su alma por no comprender su origen y naturaleza, y siguiendo una serie de ritos que son el summum de la inmoralidad y la maldad. Y aunque en sus manifesta­ciones el griego no es original, aún menos lo es el romano, que hace lo mismo copiando a los griegos. Frente a estos se encuentra la religión bárbara. Evidente­mente se refiere a la cristiana. Las otras religiones no entran en la crítica a no ser que hayan sido adoptadas por los griegos.

Respecto a la cultura ciudadana griega resulta difícil desvincularla del aspecto religioso. De hecho el teatro y los juegos podrían haber sido estudiado desde ese punto de vista, pero he preferido hacerlo desde el del ritual. Sin embargo, sin despreciar las posibles implicaciones religiosas de los siguientes aspectos del grecopaganismo, he optado por estudiarlos culturalmente porque dicho elemento aparece como preponderante en la visión tacianea.

Empezando por la Paideia, aunque hay autores cristianos, al estilo de Clemente de Alejandría, que contemplan la paideia griega como propaideia y acep­table camino hacia el cristianismo, Taciano se sitúa en una línea mucho más dura. No acepta ni el más leve compromiso. Tras criticar la religión y los espectáculos, pone en duda la validez del arte, de la filosofía y de los fundamentos de sus propios escritos, la misma lengua griega, la literatura, la gramática y la retórica. Así pues, Taciano pone en duda toda su experiencia educacional salvo la que le llevó al cris­tianismo. El no cree que la paideia lleve a él, como Clemente de Alejandría. Los escritos cristianos son la antítesis de las manifestaciones escritas griegas en las que se basa la paideia, y como tal, ésta no lleva nunca a aquél, pese a que, paradójica­mente, Taciano insista en su propia inteligencia, conocimientos y capacidad perso­nal (en un sentido griego) para mostrar la modalidad intelectual de la conversión y negar así las críticas sobre la irreflexión que significa ser cristiano.

El estudio del enfoque tacianeo de la cultura de los griegos nos da una ima­gen totalmente ajena a la tradicional9• Lo que no ocurría con la religión griega 10

-muy mal vista por haber sido distorsionado su estudio por siglos de malévola manipulación eclesiástica- aparece con claridad en el análisis que el apologeta hace de la cultura, totalmente opuesto al habitual. En una primera y superficial aproxi­mación al cristianismo primitivo extrañaría encontrar que para no pocos cristianos de los tres primeros siglos de nuestra era, la cultura formaba parte indisoluble del conjunto que incluye los sangrientos espectáculos y los vanos ritos y que trataba de imponer la cordura, tal como ella misma la entendía, incluso por la fuerza, la repre­sión, la tortura y la matanza. Sin embargo, es difícil no entender que un espíritu tan vehemente y poco manso como el de Taciano tenga esta visión de la cultura griega.

9. Ésta ha sido admirada por la Europa cristiana durante los últimos cinco o seis siglos e incluso salva­da en parte de la quema del tiempo por los mismos cristianos de la Antigüedad y la Edad Media, y fue elo­

giada por autores de mayor prestigio Justino o Clemente de Alejandría.

1 O. El hecho de ser llamada <<paganismo>>, con la carga peyorativa que conlleva, es ya significativo.

99

Taciano y el mundo griego urbano

Otro aspecto a analizar es el de la Historia y antigüedad cultural, pues todo lo anteriormente expuesto carecería de prueba definitiva para Taciano si no mostra­se además que, aun pasando por alto los detalles manipulables o discutibles, la cul­tura bárbara, es decir, el judaísmo, es más antigua, no ya que la polis, sino que toda la cultura griega. El argumento puede parecer carente de interés, pero destrozar la originalidad, independencia y superioridad de los griegos con la prueba de antigüe­dad es para Taciano un golpe final y mortal. El hecho de que su estudio cronológi­co ocupe siete capítulos (31 y 36-41) del total de cuarenta y dos que tiene el Discurso es suficientemente significativo del valor que el apologeta daba a este argumento. Lo que resulta más curioso es que la historia del pueblo judío es para él simple argumento cronológico de su superioridad y nunca en su obra aparece como prueba de la veracidad de la religión, prueba de la historia de salvación que lleva implícita11 y que al apologista en su visceral odio y su vanidad de erudito no impor­ta, al parecer, en absoluto. Su larga exposición. destinada a no dejar ningún cabo suelto y a demostrar su erudición de antología, llega a una conclusión que, basada principalmente en las fuentes griegas 1

", le resulta definitiva: si Moisés es más anti­guo, no ya que Homero, sino que todos los autores prehoméricos, esto ha de condu­cir a algo que en la mentalidad de Taciano es más claro de lo que podría o debería pensarse:

«Por consiguiente, de las cosas que han sido dichas, ha quedado demostrado que Moisés es más antiguo que los héroes, las guerras, los démones. Y es preciso creer al que es más venerable por su edad que a los griegos, que sacan para sí de esta fuente sus doctrinas. no por el conocimiento» (Gr., 40).

El motivo de esta prueba puede simplemente ser el de, conectando al cris­tianismo con el judaísmo, destruir la calificación de religio ilicita que el cristianis­mo soportaba por su novedad, mientras que el judaísmo no lo hacía por ser religión nacional y tradicional. Pero le hubiera bastado con conectar uno y otro, por lo que la visión tacianea de los griegos como pueblo de falsa y autoproclamada antigüedad no admite dudas.

Su argumento cronológico lo aleja definitivamente de su maestro, Justino. Para el mártir la razón de la coincidencia de pensamientos o del gran valor de algu­nos escritos filosóficos se explica por el Verbo seminal, por la irradiación del espí­ritu divino a personajes de la antigüedad pagana, una suerte de revelación de segun­da clase. Taciano pretende que queda demostrado con su prueba cronológica que todo es vulgar e incomprendida copia.

11. Cf. H. Conzelmann. Gentiles, Jews, Christians. Polemics and Apolo¡;etics in the Greco-Roman Era

(Minneapolis 1992) 303-310.

12. El asunto de las fuentes del argumento cronológico de Taciano es complicado. En general se acep­ta que utilizó obras de erudicción de la época, así como muy probablemente obras de la apologética judea­

alejandrina, especialmente el Contra Apión de Josefa. Cf. A. Puech, O p. cit. cap. VIII.

100

Francisco José López de Ahumada del Pino

En cuanto a la política tal vez sea el aspecto menos polémico para Taciano, lo cual no deja de ser original. No obstante, hay que tener en cuenta que en lo polí­tico el supuesto enemigo es Roma y no los griegos, por lo que quizá el asunto queda un poco en el aire en su obra. Entre los autores cristianos de la época los hay que no tienen el más mínimo inconveniente en señalar el origen satánico del poder romano, mientras otros afirman claramente su adhesión al régimen imperial (siempre y cuan­do no lleve a los cristianos al martirio) como regalo divino para poder predicar el evangelio en paz. Ambas visiones tienen base neotestamentaria13 y literaria14

• Pero Taciano se limita escuetamente a decir que él paga sus impuestos. Y es que es algo que le es totalmente indiferente, aunque sea más fácil situarlo en la línea negativa, lo que no le impide criticar, con el mismo esquema que cuando trata de la variedad dialectal del griego o la doctrinal de la filosofía, la variedad de las leyes de los pue­blos, en un difícil pasaje 15 en que aparecen griegos, romanos y bárbaros por su nom­bre sin que Taciano meta a los cristianos en la definición, sino que se opone a todos ellos.

Lo que no le resulta tan indiferente es la indefinición legal respecto a la situación de los cristianos, lo que muestra en cierto sentido la indisposición de Taciano respecto al régimen político que no los defiende jurídicamente. siendo posi­ble por lo tanto situar a Taciano en la órbita del cristianismo antirromano.

Por otro lado, también pasa revista a la moral y las actitudes griegas. Todo este cuadro de las generalidades del mundo griego hace que la descripción moral y actitudinal del griego como persona posea una serie de características que Taciano, sin tener en absoluto en cuenta todo lo escrito, estudiado y realizado por los griegos en cuanto a moralidad, salvo para aprovechar las críticas, retrata a lo largo de su obra. Se trata de su desmedido orgullo nacional (el griego es un individuo orgullo­so de serlo, de su raza, de ser heredero de aquellos hombres que cantaron a los dio­ses inspirados por las musas, que pusieron las bases de su grandeza con el prefeccionamiento de su lengua hablada y escrita e hicieron de ella la lengua del Mediterráneo, que ejecutaron bellas obras de arte, crearon las formas políticas ciu­dadanas perfectas y la libertad y a través de la filosofía llevaron al hombre a la cima

13. La negativa en Apocalipsis, 14. 8 («Cayó, cayó aquella gran Babilonia que hizo beber a todas las naciones del vino de su furiosa prostitución») y passim, siempre con Roma como Babilonia. La positiva, entre otras referencias, en Rom., 13, 1 (<<Todos estén sometidos a las autoridades superiores. Porque no hay

autoridad que no provenga de Dios, y cuantas existen han sido establecidas por Dios>>). 14. Cf. C. González Román, <<Teoría política y aculturación en los apologetas griegos de fines del rei­

nado de Marco Aurelio>>, en A. González y J.M. Blázquez (eds), Cristianismo y aculturación en tiempos del Imperio romano Antigüedades cristianas VII (Murcia 1990) 105-114: la negativa en la tradición tradición judía de los libros proféticos en los que se apoya el Apocalipsis de Juan (Isaias, 21, 9) y la positiva en el

estoicismo.

15. Or., 28.

101

Taciano y el mundo griego urbano

del saber) que de por sí es un vano orgullo, más cuando Taciano es capaz de demos­trar que la mitad de su base es irreal y la otra mitad basura.

Por si fuera poco, muestran una absoluta falta de originalidad. Esto es lo que más interesa a Taciano demostrar. Lo hace desde el mismo comienzo, al relatar a través de fuentes griegas, entre las que sólo cita a Helánico, todas las invenciones de los bárbaros que los griegos han copiado y se han atribuido, y lo concluye en los últimos capítulos con la prueba de antigüedad. El apologeta no está dispuesto a con­ceder nada. Lo poco bueno que tenga lo griego no es griego y además ya no es bueno porque lo han copiado sin entenderlo y lo han desvirtuado. Y para rematar su iniqui­dad, los griegos se caracterizan por una más que evidente decadencia moral. Es difí­cil decir, tras estas páginas, algo nuevo al respecto. Simplemente merece la pena comentar la contraposición griego/bárbaro-inmoral/moral. El griego pervierte lo que toca, porque no lo entiende y lo retuerce, se lo adjudica y encima trata de imponer­lo tras hacer de ello algo ridículo o, peor, inmoral: es adúltero, sanguinario, pede­rasta, ateo, falso y adulador, como sus dioses nacionales. El bárbaro (léase cristiano cuando sea necesario) es casto, manso, natural, piadoso, recto y sincero, como Dios quiere que sea y para honrar a éste.

Este es el diálogo de Taciano con el paganismo. Utilizar el término «diálo­go» para analizar el modo y los objetivos con que Taciano se dirige a los griegos puede parecer un absoluto absurdo tras el análisis de esa sarta de insultos y descali­ficaciones que es el Discurso a los griegos, pero no es tal en el sentido que E. R. Dodds da, con el mismo título, al último capítulo de su obra16. El odio total de Taciano por todo lo griego es algo ya visto, pero no lo había enfocado como modo de relación de Taciano con lo griego:

«No quiero reinar, no deseo ser rico, rechazo el mando del ejército, odio la prosti­tución, no me dedico a navegar por la insaciabilidad, no lucho para obtener coronas, me alejo de la loca búsqueda de la gloria, desdeño la muerte, me hallo por encima de todo tipo de enfermedad, el dolor no consume mi alma>> (Or., 11).

Como tal significa, lógicamente, una absoluta independencia del mundo griego y de sus ciudades. Y en ésta muestra los elementos claves de la polémica, del diálogo: la lucha entre el «elistismo» y el «populismo», entre logismos y pistis, entre pluralidad y unidad, entre el mundo de la polis y el territorio de la barbarie. Pero en Taciano esa independencia toma un cariz distinto al del resto de cristianos, le lleva a apartarse realmente de ellos, a rehuir ese «diálogo» que dejará en su futuro de tra­tarse de este monólogo que es el Discurso a los griegos, para optar por la más abso­luta ausencia, huir de la ciudad griega, de su lógica del mundo, de su elitismo reli­gioso y cultural, de su pluralidad de cultos, escuelas, tendencias, dioses y gobernan­tes, y refugiarse en su tierra, su lengua y sus gentes, su fe ciega pero divina, su con-

16. Paganos y cristianos en una época de angustia (Madrid 1975) 137-179.

102

Francisco José López de Ahumada del Pino

tacto con todos los hombres por igual y su unidad de doctrina y monarquía divina, lo que ocurrirá cuando abra su didaskaleion (escuela) en Siria.

Esto no le impide efectuar más de una arenga proselitista. Es su obligación de cristiano, mostrar la vanidad de la sabiduría griega, que es mundana y por lo tanto no alcanza lo divino, centrada en el triunfo, en el culto del poderoso y la anulación del débil:

<<¿Por qué velas, siguiendo el destino, por la avaricia' ¿Por qué, siguiendo el desti­no, muchas veces lleno de deseo, muchas veces mueres? "Muere" para el mundo rechazando su locura. "Vive para Dios", mediante su comprensión, rechazando tu antigua vida>> (Or., 11).

Su acción proselitista es la que le obliga a comentar su conversión, para, apoyándose en su naturaleza intelectual, tratar de ganar a la gente cultivada para el cristianismo. Pero este relato de su conversión es a la vez defensa del cristianismo, defensa, en este caso de la acusación de irracionalidad. En este sentido su obra es indudablemente una apología del cristianismo, una fiera negación de los rumores malintencionados y de los cargos que llevan a los cristianos a la muerte 17 y una abierta denuncia de la iniquidad de un pueblo pretendidamente tolerante que conde­na a los hombres no ya por su forma de pensar y de creer, sino por tán sólo su nom­bre18, y cierra las puertas del conocimiento con sus prejuicios aristocráticos y pluto­cráticos a los más necesitados de ello19.

Su relación, en el momento de la redacción de la obra, con el mundo grie­go la resume Taciano en las últimas palabras del Discurso:

«Por lo demás, conociendo quién es Dios y cuál es su creación, me presento ante vosotros dispuesto para el examen de mis doctrinas, manteniéndome firme en no negar mi forma de vida según Dios>> (Or., 42).

Irónico final de su obra, desde mi punto de vista. En cuarenta y un capítu­los intenta destrozar, triturar y ridiculizar en la medida de sus posibilidades todos los aspectos de la civilización griega para hacer al acabar un ofrecimiento más que retó­rico de revisión dialogada de sus argumentos. Con total seguridad, poco sería lo que un griego podría discutir con él. Taciano es por ello, a mi entender, uno de los cris­tianos más independientes del paganismo griego. Pero su independencia es intelec­tual y social. Por mucho que él lo quiera, culturalmente es muy dependiente de la cultura grecorromana imperante.

Las causas que provocan esta visión tacianea del mundo grecopagano son varias. Me interesa destacar aquí su trayectoria personal, es decir, situar a Taciano

17. Or., 25.

18. /bid., 27.

19. !bid., 32.

103

Taciano y el mundo griego urbano

en el mundo que critica. He de remitir en parte a su biografía o lo poco que de ella se pueda saber. Pero hay que analizarla con sumo cuidado, pues en teoría es difícil, como expresa Contreras20

, hallar el origen del visceral odio tacianeo hacia lo griego. Resulta indispensable dilucidar, en la medida de nuestras posibilidades, cuáles son los aspectos de su vida, educación y trayectoria personal en que Taciano entró en contacto con el grecopaganismo del siglo JI, cómo lo hizo y cómo esto influye en su forma de verlo.

Del comentario de su obra, por su estilo (asianista), su técnica (sofística) y sus referencias directas21 sabemos que Taciano es un sirio o asirio helenizado22

. M. Whittaker23 realizó una hipótesis de trayectoria que puede ser útil: tal vez guiados por un espíritu semejante al que Luciano expresa en El sueño. sus padres decidieron darle una amplia educación sofística y retórica que le permitiera acceder a una más ventajosa posición social. Así, hubo de seguir los pasos habituales de la paideia, comenzando por aprender el griego, aprendizaje cuyas complicaciones pudieron tener que ver en el odio visceral que Taciano muestra hacia las variantes polémicas que los gramáticos desarrollaban. Sus citas de la literatura muestran la ampliación de sus estudios a la tragedia y la comedia clásicas (Eurípides y Aristófanes), la líri­ca (Solón), la geografía, astronomía y la música, tras pasar por el inevitable uso de Homero. Tras esto debió seguir con estudios de retórica y filosofía, con probables visitas a los centros culturales asiáticos aunque el apologeta sólo nombre sus viajes a Atenas y Roma. De todos modos muestra amplias carencias en filosofía a la que ataca casi exclusivamente con el recurso al chismorreo fácil.

En cualquier caso, Taciano, o así quiere hacérnoslo creer, entra en polémi­ca con el paganismo desde su propio campo, mostrando su capacidad para discutir como cualquier sofista y sus conocimientos sobre la cultura clásica, lo que le daría mayor fundamento a su crítica y gran valor a su conversión, que él pretende siem­pre intelectual y por ello se sitúa asimismo en un nivel más alto y superior que el de cualquier pagano.

Por todo esto, ese mundo griego urbano del siglo JI que nuestro conoci­miento histórico estudia generalmente desde dentro, puede y debe ser abordado tam­bién desde la contraposición. Así el interés estriba en que la Oratio ad graecos puede ser comprendida mejor mediante el conocimiento de la visión cristiano-encra­tita del paganismo, a la vez que el comentario de la obra nos permite hacer otro tipo de acercamiento que puede aportar algo, aunque se obtenga un resultado ínfimo, a la sociedad griega del siglo II d.C. Es decir, ¿sirve este comentario textual para

20. C. A. Contreras, <<Christians Views of Paganism>> ANRW 2, 23.2, 974-1022, especialmente 988-992.

21. Or., 35.

22. !bid., 42.

23. <<Tatian's educational background» StudPatr XIII, 57-59.

104

Francisco José López de Ahumada del Pino

conocer mejor a los griegos del siglo II d. C.? ¿Para aumentar o matizar nuestros concocimientos del cristianismo primitivo? ¿0, simplemente, para entender mejor la obra de este oscuro autor?

La última de estas preguntas tiene una respuesta evidentemente positiva. Discutido el carácter de su obra, queda confirmado en el comentario. como el de un escrito cargado de desprecio y vehemencia y no de simple retórica, como afirma Botti2

\ factor a tener muy en cuenta para otro tipo de conclusiones, pues todas ellas han de ir matizadas por las más que posibles interferencias de los prejuicios, tal vez no gratuitos, pero prejuicios a la postre, de Taciano. Tampoco hay que olvidar que en la obra hay dos tipos de juicios (tal vez prejuicios sea un término injusto): los que tiene todo cristiano de la época y los propios de Taciano.

A su vez estos prejuicios o simplemente juicios nos hacen ver las diferen­tes porturas que puede tomar la defensa del cristianismo. La de Taciano es una más, de las de mayor oposición. pero una más. intluída por el doble ambiente a que está sometido, el que viven todos los cristianos (persecución, rechazo, crítica, desprecio, pero también interés y búsqueda) y que da nacimiento al género que conocemos como apologético, y el personal de Taciano, su manera de ver esta situación gene­ral, su personalidad, su trayectoria y los casos particulares que observó en la deno­minada polémica anticristiana, especialmente el duelo Crescente-Justino. que llevó a la muerte a su maestro. Todo esto conforma una posible respuesta a la segunda pre­gunta, ya que la reacción de Taciano, aunque es personal, puede también ser arquetí­pica, ejemplo de la visión del mundo que les rodea de un cierto número de cristia­nos no bien situados respecto a la jerarquía, filocínicos y filobárbaros 25

• Ello nos permite conocer mejor la situación del cristianismo primitivo a través de uno de sus sectores.

La primera pregunta es la más compleja. Si no tuvieramos más información de un pueblo histórico determinado, los griegos, que ésta, no quedaría más remedio que usarla como fuente. Pero siendo tan bien conocido ¿nos sirve esta obra de algo? El hecho de tratarse de una posible fuente ha de llevarnos a no responder negativa­mente a dicha pregunta. Todo es utilizable, como muestra el catálogo de estatuas, que aportó en su momento, tras haber sido constantemente despreciada la obra, información a investigadores de la poesía o de la escultura griega26

; o la lista de argumentos cronológicos que, junto a otros datos de la obra y a otras obras de otros autores, nos advierte del uso de antologías y otros escritos de tipo resumen erudito y de los modos de investigación o argumentación ensayística en la Antigüedad. Pero

24. G. Botti, <<Il fattore personaJe nel Aóyoc, rrpoc, "E:\A11vac, di Taziano>> en Studi dedicati a/la memo­ria di P. Ubaldi (Milán 1937) 87-98. Cf. asimismo L. Leone, •<Artificio e spontaneitá nello stile tazianeo» RAAN XXXVII (1962) 5-28.

25. Estos son los que me permito incluir en la categoria de <<itinerantes» dada por G. Theissen, Estudios de socilogía del Cristianismo primitivo (Salamanca 1985).

26. Cf. P. Bemard, «Les rhytons de Nisa. I: Poétesses grecques» JS (1985) 25-118 y el controvertido tema del catálogo de las estatuas en Or. 33-34.

105

Taciano y el mundo griego urbano

también aporta una esquemática visión del hombre griego que, una vez limpia de las interferencias de la visceralidad del autor y muchas veces confirmando con fuentes del grecopaganismo, nos permite en gran medida acercarnos al ambiente del paga­nismo del siglo 11 y 111 d.C., el de la «época de angustia», «asalto a la razón», la Segunda sofística y la vuelta a esquemas de autorreconocimiento clasicistas. Hay retórica y hay realidad en las páginas del Discurso a los griegos de Taciano. Tan sólo eso nos dice, sin un trabajo exhaustivo del texto, bastante sobre el momento histórico. Aun así, respecto a los griegos, es difícil saber exactamente dónde termi­na el retrato costumbrista de la sociedad griega del siglo 11 y dónde comienza el repertorio de citas insultantes indiscriminedamente tomadas de aquí y allí, aunque sí queda claro que el retrato de la ciudad griega, si bien es exagerado, está fundamenta­do en la realidad. Todas estas características nos las confirman autores paganos: Luciano en no pocos de sus opúsculos27

, Dion de Prusa en algunos de sus Discur­sos28, Elio Aristides29 y Celso30, etc. La ciudad griega cuenta con un complejo ritual cívico-religioso, una vida cultural y un ambiente político que concuerdan con la visión tacianea, una vez libre de sus prejuicios religiosos y, otras veces, no tan reli­giosos. Además, Taciano vivió en las ciudades griegas, las conoce, y el ambiente real hubo de influir en él, aunque luego el apologista retuerza lo visto y oído y lo convierta en el retrato de una sociedad inmoral y decadente. Pero tiene razón. Lo que ocurre es que sus límites de lo inmoral y de lo decadente son, en términos relativos, demasiado estrictos.

27. Nos presenta un mundo de superstición. ingenua credulidad, ansiosa búsqueda de lo milagroso, mágico y verdadero y nos aporta una crítica «racionalista>> de todo esto y de los espectáculos sangrientos, de la filosofía barata de su época, de la desmedida hipocresía materialista, etc., en Philopseudés, Sobre la muerte de Peregrino, Alejandro o el falso profeta, Vida de Demonacte, El banquete, etc. Cf. F. Gaseó, <<Estampas del paganismo en época altoimperial. Tradición y cambio», conferencia en la UIMP (Sevilla

1994) (en prensa).

28. Especial mención merece el retrato de la populosa ciudad de Alejandría en Discursos, XXXII (Al

pueblo de Alejandría), con su exagerado gusto por los espectáculos circenses. 29. Exagerada búsqueda de relaciones personales y directas con la divinidad, concretamente en los cul­

tos terapéuticos, como el de Asclepios, en sus Discursos sagrados. 30. Retrato del <<trapicheo>> de los «malos» filósofos y de los cristianos en los mercados y lugares públi­

cos concurridos en Orígenes, Contra Ce/so, III, 50 y 55.

106

LOS INCOLAE Y EL ESTUDIO DE LA ROMANIZACIÓN

Pilar LEAL LINARES (Universidad de Sevilla)

Por romanización de un territorio entendemos las transformaciones que se producen en esa zona tendentes a integrarla en unas formas de vida semejantes a las de la propia Roma. Esas transformaciones son progresivas, más rápidas o más len­tas según el aspecto que estemos estudiando. Al considerar la romanización como un proceso de transformación nos interesan por tanto no sólo las nuevas formas que aparecen en un territorio, sino también las pervivencias y cómo éstas se manifiestan. El caso que vamos a analizar es el de los incolae de Obulco como probable testi­monio de una realidad previa de ese municipio.

La ciudad, controladora de un territorio, es el principal instrumento utiliza­do por Roma como núcleo administrativo que facilite la gobernabilidad de un lugar. En el caso de la Bética, la labor de municipalización fue facilitada por la existencia previa de numerosas formas de asentamientos 1, las cuales, mediante el control de sus élites, se convirtieron en centros administrativos romanos. La labor de municipali­zación en el sur de la Península se llevó a cabo sobre todo desde época de César y Augusto mediante la creación de colonias y municipios. En el caso de Obulco nos encontramos ante un municipio de derecho latino2• Ahora bien, sabemos que esta ciudad tiene un desarrollo enorme desde el siglo VI a.C. debido al control de parte de las vías que conducían a Castulo junto con el estímulo que supone el cultivo del cereal. Esta situación el desarrollo de un núcleo urbano principal en torno al cual se dispusieron una serie de recintos fortificados que servirían tanto para el control de

l. Recordemos que la existencia de una civitas no exige la presencia de un núcleo urbano (G. Chic García. <<La transformación de Jos sistemas de convivencia: hacia la formación de las urbes en el sur de Hispania» III Congreso Hispano-Italiano: Italia e Hispania en la crisis de la República (Toledo 1993) en

prensa).

2. Sobre la concesión del estatuto municipal a Obulco ver P. Leal Linares, Obulco (Écija 1995).

107

Los incoale y el estudio de la romanización

las rutas como para el dominio de la zona cerealística3. En esa zona se situarían

comunidades con un estatuto dependiente.¡. Al acceder nuestra ciudad a la condición municipal, la situación jurídico-administrativa de los indígenas de Obulcn y de esas comunidades pudo manifestar características peculiares. No conocemos qué porcen­taje de la población fue integrado dentro del municipio con plenos derechos. En este sentido creemos que los testimonios ofrecidos por tres inscripciones de Obulco5 pue­den aclarar esta cuestión al hacer referencia a la presencia de incolae en el munici­pio6.

Formalmente un incola es un individuo que, sin pertenecer por origen o filiación a una comunidad. forma parte de la misma por fijación del domicilio7

• En el Digesto' se define que incnla est qui aliqua regione domicilium suum cmztulit, quem Graeci rrápoLKcw appellant. Nec tantum qui in oppido morantur incolae sunt, sed etiam qui alicuius nppidifinibus ita agrwn habent. ut in ewn se quasi in aliquam sedem recipiant. Ahora bien, hay textos literarios no jurídicos que utilizan este tér­mino para referirse a indígena~ en general9

. Sobre los derechos y deberes de este grupo, se sabe que eran considerados miembros de la comunidad, aunque en una posición inferior a los cives o munícipes; a la hora de votar se les inscribía en una sola curia 10

• En época bajoimperial, cuando las funciones municipales se convierten en una carga onerosa, éstas se les impondrán también a los incolae 1 1

3. J. Fortea y J. Bernier. Recintos -''fortificaciones ibéricas en/a Bética (Salamanca 1970) 159-165; P.

Leal Linares op. cit.

4. O "servidumbre comunitaria" según J. Mangas. «Servidumbre comunitaria en la Bética prerromana»

MHA 1 (1977) 159-161.

5. Estas inscripciones son C/L 11 2132: M( arco) Va/erío, M!arci) f(ilio). M(arci¡ n(epoti),/ Q(uinti) pro(nepoti), Ga/( eria), Pul!ino,/Iluiro, leg( ato) perpetuo/ munic(ipii) pontif(iciensis),/ praef( ecto).fábr(um). flam(ini), pontifi(ex}, aug(ur). mulnicipes el incolae; CIL 2135: P(ublius) Rutilius, P(uh/ii) /(ihertus). Menelauo[ s ].1 incola, ex d( ecreto) d( ecurionum) municip( ium)l Municip( i) Pontif( iciensis) d( e) s( ua) p( ecu­nia). La tercera inscripción que vamos a tratar es más problemática al no hacer una referencia explicita al

incolado, C/L II 2128: Ara M. Veteribus. M. Marchetti (1962) 899 propone que M. se lea m( atribus).

6. La bibliografía sobre los incolae no es escasa y en general evidencia la variedad de situaciones que pueden encubrirse bajo ese nombre: Berger. «lncola>> RE IX (1916), col. 1249 y ss.; W. Langhammer, Die rechtliche und soziale Stel!ung der "Magistratus municipales" und der "Decuriones" (Wiesbaden 19731 29-33; G. Humbert, <<Incola>> Dictionaire des Antiquites Grecques et Romaines, dirigido por Daremberg­Saglio (París 1900=1969) 456-458; J .F. Rodríguez Neila, «La situación socio-política de los in cola e en el mundo romano>> MHA 1 (1978) 147-169; R. Pottillo Martín, Incolae (Córdoba 1983) passim; F.J. Lomas Sal monte, «De la condición social de los incolae con especial referencia a Hispania>> Ha bis 18-19 ( 1987-

88) 383-396.

7. G. Humbert, op. cit., 457.

8. Dig. 50, 16, 239, 2, en A. D'Ors, Epigrafía jurídica de la España romana (Madrid 1953) 152.

9. F.J. Lomas, op. cit. 384-387; R. Portillo, op. cit. 15-16.

10. Lex. Mal. cap. LIII, en Rodríguez Neila, op. cit. 158 y n 64.

11. G. Humbert, op. cit. 458.

108

Pilar Leal Linares

Por tanto un incola puede ser una persona relacionada con el mundo de los negocios, que, debido a éstos, ha tenido que trasladar su domicilio y que segura­mente se ha enriquecido, ya que, como indica Portillo 12 , un incola debía hacerse cargo de los munera de su ciudad de origen y de la que era residente. De hecho, la coincidencia del desempeño del sevirato por los incolae en muchas ocasiones. hacía suponer que eran gentes que disponían de una importante fortuna 13

, probablemente fruto de los negocios. En este caso, Obulco presenta tanto a incolae como a un sevir14

, aunque no reune los dos requisitos en un mismo indivíduo, al menos en los testimonios epigráficos de los que disponemos. Continuando la conexión entre los incolae y actividades comerciales, también este autor15 establece una conexión entre la epigrafía de los incolae y las localidades en las que existía una importante vía de comunicación; a este respecto Obulco reuniría los dos requisitos 16

Pero también puede darse el caso de individuos que en el momento de con­cederse el estatuto de municipio (para el caso de Obulco) se viesen excluidos 17

,

pasando a ser incolae en el sentido de indígenas peregrini 18 • Mackie 19 considera que estos grupos, que se constatan en comunidades del este del Imperio. no existían en Occidente. En concreto para el caso de Hispania cree que los indígenas sin derechos de ciudadanía no eran resultado de la sistemática discriminación de grupos de pobla­ción, sino de casos particulares individualizados20

. El hecho de que en las ins­cripciones hispanas el término incola sirva tanto para designar al individuo residen­te pero con origo en otra ciudad, como para los indígenas libres, lleva a esta autora a considerar que no había una razón única y concreta para la exclusión de la ciuda­danía a algunos individuos, ya que si esto fuera de otra manera se habría empleado un término distinto21

• Termina esta autora por considerar que esos casos de exclu­sión no se producirían más allá del siglo I d.C.; después de esa fecha sólo habría

12. «Algunas notas en tomo al desempeño del sevirato por los incolae» Actas del 1 Congreso Andaluz

de Estudios Clásicos (Jaén 1981) 366.

13. Jbidem.

14. M. Valerius Tertullus CJL JI 2136.

15. Jncolae (Córdoba 1983) 48-49. 16. E. Melchor Gil, La red de comunicaciones romanas en la provincia de Córdoba Memoria de

Licenciatura, (Córdoba 1987) 244-367 y 384-392.

17. N. Mackie, Laca! administra/ion in Roman Spain a.d. 14-212 (Oxford 1983) 228.

18. W. Langhammer op. cit. 30.

19. Op. cit. 228. 20. Estos casos podían ser: por creación de una colonia, junto a la que continuaría existiendo la comu­

nidad indígena previa (como en los casos de Astigi Vetus o Tucci Vetus) o los casos atestiguados en los municipios de Ampurias, Dertosa y Turiaso. considerados por Mackie como extraordinarios. Junto a estos casos podía haber otros debidos a las mismas comunidades promovidas que tendían a relegar a ciertos gru­

pos (N. Mackie, op. cit. 229-232).

21. N. Mackie, op. cit. 228-229.

109

Los incoale y el estudio de la romanización

casos esporádicos22• Sin embargo, frente a esta teoría Lomas23 considera que el tér­

mino incolae podría perfectamente encubrir a otros tales como pagani y vicani, caracterizándose por su lugar de habitación. En este sentido, y como este mismo autor indica, supondría una condición de sometido de la que, sin embargo. podría haber casos particulares en los que indivíduos económicamente bien situados acce­derían a una participación ciudadana más importante, intentando iniciar una <<carre­ra a la romana»24

. E incluso en este mismo sentido, para la época de los Flavios y Antoninos, Rostovtzeff25 señala que las menciones sobre incolae y contributi, algu­nos de ellos intramurani, «prueba que los individuos que poseían los derechos lati­nos y se hallaban más o menos romanizados sólo eran una pequeña minoría en la población de España. mientras que el núcleo restante permanecía en el mismo esta­do que antes de la romanización total del pais»26

• En contra de esta última opinión se manifiesta U. Laffi27

• Aunque no compartimos la crítica, este autor aporta algu­nas ideas interesantes sobre los incolae. En su estudio sobre casos de adtributio expone un caso interesante, el de los incolae de Volubilis. Laffi se decanta por con­siderar a esos incolae como habitantes del territorio comunal en el cual han fijado su domicilio, no considerándolos adtributi ya que éstos últimos se caracterizarían por disponer de un territorio propio, adyacente como un apéndice del territorio comunal; sin embargo deja abierta la posibilidad, que a él no le convence, de que, en el momento de la elevación de Volubilis al rango de municipio i confini del terri­torio siano stati ampliati sino ad inglobare alcune tribú indigene circostanti, i mem­bri delle quali potrebbero poi aver ricevuto fittiziamente il "ius incolatus"28

• La razón que lleva a Laffi a este escepticismo se relaciona con el hecho de que consi­dera al incola en un sentido jurídico-administrativo restringido, según el cual no cree, por tanto, que la concesión del ius incolatus rapresentasse il trattamento nor­male nei confronti degli indigeni quando un centro di diritto romano veniva fonda­to su una comunita preesistente29 . Considera que la figura jurídico-administrativa empleada por los romanos para incorporar a una comunidad indígena a una colonia o municipio romano es la adtributio. Sin embargo este mismo autor no tiene incon­veniente en indicar una excepción a la norma en la caso de la inscripción ILS 6753

22. lbidem 232. 23. Op. cit. 391, tomado de M.I. Rostovtzeff. Historia social y económica del Imperio Romano (Madrid

1962) 420.

24. Ibidem.

25. Op. cit. 474 n. 31.

26. Op. cit. 420. 27. Adtributio e Contributio. Problemi del sistema politico-administrativo del/o stato romano (Pisa

1966) 205-207.

28 Ibidem.

29 Op. cit. 204.

110

Pilar Leal Linares

( incol(ae) qui initio se in colon(iam) con[t(ulerunt)] ). Pensamos que esta posibili­dad se podría ampliar y aplicar para el caso de Obulco, como más adelante veremos.

Abundando en este sentido se pueden citar otras opiniones: para Portillo esta situación podía ser un paso previo a la recepción de la civitas local de ciertos sectores de la población indígena30. Rodríguez Neila considera que podían ser indí­genas refractarios a la romanización, respecto a los que se planteaba el problema de darles un lugar legal dentro de la comunidad31

• Para el norte de Africa, Gascou32 ha estudiado el caso de establecimientos coloniales en territorios donde se engloba a numerosos incolae que, en contacto con los ciudadanos romanos del pagus, esos peregrinos de la civitas se iniciarían poco a poco en el conocimiento de las instituciones municipales romanas.

Tras este largo estado de la cuestión, debemos intentar estudiar en qué grupo incluimos las inscripciones aludidas. El hecho de que Obulco, como hemos visto, fuese un importante centro prerromano deja abierta la posibilidad de que, en el momento de obtener su estatuto de municipio, pudiese haber grupos que queda­sen fuera y que fuesen los que, en la inscripción C/L li 2132 hacen una dedicación, junto con los munícipes, a M. Valerio Pullino. Estaríamos por tanto en un caso como los señalados por Lomas33 o Rostovtzeff34 • Estos incolae podían ser grupos que habi­taban el territorio de la ciudad de Obulco pero sin disfrutar de los derechos de ciu­dadanía. Podríamos estar ante uno de esos grupos de incolae que bajo ese término estuviesen encubriendo a unos vicani del tipo de los que señala F.J. Lomas35 y a los que se les denomina incolae por parte de las autoridades romanas en el sentido jurí­dico, es decir, sin derechos de ciudadanía. Serían por tanto los habitantes de un vicus en el sentido de «aldeas que se diseminan por el territorio de una civitas (entendida ésta como una organización estatal con vida propia), de la que con frecuencia una urbs o urbe es su cabeza»36. Y una de estas aldeas pudo ser la que, en los primeros tiempos de la ocupación romana emitiese unas monedas que, como señala A. Aréva­lo37, imitan los tipos obulconenses, sin indicar el topónimo, pudiendo estar ampara-

30. Incolae (Córdoba 1983) 57-62.

31. <<La terminología aplicada a los sectores de población en la vida municipal de la Hispania romana>>

MHA I (1977) 209.

32. La politique municipale de l' Empire romain en Afrique proconsulaire de Trajan a Septime Severe

(Roma 1972) 48.

33. Op. cit. 391.

34. Op. cit. 474 n. 31.

35. Op. cit. 390. 36. G. Chic García, <<Convecinos en las tierras de Lora del Río. Reflexiones en tomo a una nueva ins­

cripción axatitana de época romana», Revista de Estudios Locales no 4 (Lora del Río 1993) 8.

37. «Consideraciones sobre unas monedas de taller inciertO>> Gaceta numismática 96 (1990) 7-10.

111

Los incoale y el estudio de la romanización

das por la ciudad de Obulco3 ~. Estas acuñaciones pertenecen a un taller incierto y parecen coincidir con las series más abundantes de Obulco, aunque no usarían los cuños de ésta, sino que tendrían los suyos propios39

. La existencia de este tipo de comunidades no significa que no estuviesen integrados en la estructura administra­tiva romana, sino que sus obligaciones eran distintas a la de los munícipes40

En la inscripción CIL II 2128 aparece el texto siguiente: ara. m. veteribus. Lomas41 ha destacado el adjetivo veteres aparecido en Livio (4, 37, 6) como referi­do a los incolae, en contraposición con los novi coloni. Si aceptamos esa posibilidad estos veteribus podrían ser nuestros incolae realizando algún tipo de ofrenda. Otra interpretación más arriesgada es interpretar veteribus _como ancianos, y por tanto intentar ver en ellos un vestigio, en estos ancianos como grupo, del primitivo Senado local, al margen de su consideración jurídica, que derivaría de las primitivas asam­bleas de ancianos de la comunidad indígena previa. No faltan testimonios clásicos sobre la existencia de estos consejos de ancianos en la Península Ibérica42

, estando presentes en cualquier comunidad primitiva y siendo el germen de los senados o consejos del mundo greco-romano43

• Por otra parte, la existencia de pervivencias de figuras administrativas prerromanas es una realidad bastante extendida, que, para el área itálica ha sido estudiada por E. Campanile y C. Letta44

La tercera inscripción plantea ciertos problemas al haber sido interpretada de diversas maneras. Su texto reza así: P. Rutilios P.l. Menelauos incola ex d. d. municip. municipi. pontific. d.s.p .. Hübner45 , Rodríguez Neila46 y Serrano47 conside­ran que el decreto de los decuriones consiste en autorizar a P. Rutilio, que es un incola, la realización de un acto evergético del cual no se tiene información. Sin

38.ldem 9.

39. lbidem.

40. Sobre esto ver F.J. Lomas, op. cit. 393-395.

41. Op. cit. 385.

42. M.P. García-Gelabert, <<Marco socio-político de la Celtiberia>> Lucentum IX-X (1990-1991) 105-

106.

43. L.H. Margan, La sociedad primitiva (Barcelona 1971) 289.

44. Studi sulle magistrature indigene e municipali in area italica (Pisa 1979). Creemos que algunos casos tratados en este libro pueden ser parangonables con las comunidades de la Bética a las que se les podría atribuir igualmente esta afirmación: sembra difficile ammettere che un centro come Atina, capace di battere maneta prima dell'incorporazione. non avesse gia proprie strutture magistratuali e non le mante­nesse dopo la romanizzazione giuridica, come si e consta tato in tutti gli al tri centri annessi gia prima della

Guerra Socia/e (p. 43).

45. Recogido por H. Pavis D'Escurac en «rigo et residence dans le monde du commerce sous le Haut­

Empire>> Ktema 13 (1988) 64.

46. «La situación socio-política ... >> 155.

47. J.M. Serrano Delgado, Status y promoción social de los libertos en la España romana (Sevilla 1988)

149.

112

Pilar Leal Linares

embargo para Langhammer48, y siguiendo a este autor Pavis D'Escurac49, el decreto

de los decuriones consiste en conceder el estatuto de incola en la acepción de per­miso de residencia que vimos antes. Estos autores manejan la posibilidad de que nos encontremos ante un comerciante que ha establecido su domicilium en Obulco, sien­do ciudadano en otra comunidad. Sin embargo, en este sentido, esta sería la única inscripción de este tipo50 • Además podría extrañar la expresión de suo posuit que parece referida a la financiación de algo que no creemos sea su nombramiento como incola. Por otra parte, si este personaje va a ser admitido en el municipio, y por su acto evergético parece que desea esa integración, ¿por qué se integra entre los inco­lae y no entre los ciudadanos?. La única razón sería el hecho de que ya fuese ciuda­dano en otra comunidad y no quisiera perder ese privilegio; sin embargo no hace referencia en la inscripción a su comunidad de origen, como sí sucede en otros casos51

• Ante esta inscripción tenemos por tanto dos posibilidades, o bien nos encontramos ante un único vestigio de una realidad más común en la que los decu­riones conceden el estatuto de incola a un individuo,o bien es un incola pertene­ciente al grupo más amplio como el que tenemos recogido en CIL II 2132 que inten­ta, gracias a una desahogada posición económica, despuntar e iniciar una carrera municipal. Una tercera posibilidad, que vendría de su condición de liberto, es la que plantea Portillo52 en el sentido de que un liberto munícipe de un lugar pudiera, mediante fijación de domicilio, alcanzar el estatuto de incola en otro.

En general la discusión se plantea entre una consideración jurídica del inca­lado, no siendo incompatible con la ciudadanía romana53 , y otra consideración más amplia que incluiría a indígenas no ciudadanos. Por supuesto no queremos rechazar la existencia de incolae en el sentido de comerciantes que, por motivos de trabajo, fijan su domicilio fuera de su lugar de origen, pero sí queremos matizar la posibili­dad de que, en el caso de Obulco, nos encontremos con una comunidad de indíge­nas que no han alcanzado plenos derechos de ciudadanía. En este sentido creemos que las relaciones que se producen dentro de una comunidad romana fundada sobre un núcleo preexistente no tiene por qué responder a esquemas rígidos, pudiendo darse diversas circunstancias según las vicisitudes propias de cada lugar54

.

48. Op. cit. 30 y n. 19.

49. Op. cit. 64-65 y en este mismo sentido E.W. Haley, Migration and economy in Roman Imperial

Spain (Barcelona 1991) 65-66.

50. ILS no 6917.

51. J.F. Rodriguez Neila, <<La situación socio-política ... >> 151.

52. Incolae (Córdoba 1983) 65 y ss.

53. W. Langhammer, op. cit. 30.

54. U. Laffi, op. cit. 205.

113

1

1

1

1

1

1

1

1

TÓPICOS LITERARIOS Y REALIDAD HISTÓRICA:

LA CONSTITUCIÓN MIXTA SEGÚN E. ARISTIDES

Juan Manuel CORTÉS COPETE (Universidad de Sevilla)

Uno de los grandes tópicos de la literatura política en la Antigüedad lo constituye la teoría sobre las constituciones y su influencia en el devenir histórico1

La clasificación de éstas en las tres simples, a las que se podría, o no, añadir sus for­mas derivadas o corruptas, rrapEK(3áaELc;, y la convicción de que la forma mixta es la mejor de todas son elementos que reaparecen en todas la épocas con mayor o menor fortuna. La razón básica de la perennidad del modelo, a más de la calidad intelectual de muchos de los que se interesaron por él, radica en su versatilidad. Apoyándose en las similitudes formales de las instituciones ciudadanas en la Antigüedad clásica (la existencia de una asamblea, un consejo y unas magistraturas, independientemente de la importancia real que en cada ciudad y en cada momento histórico tengan), con suma facilidad cualquier régimen político podía ser conside­rado como una Constitución Mixta (aunque esta consideración no estuviera exenta de discusión?. La caracterización como Constitución Mixta se reveló como un pro­cedimiento especialmente útil para ofrecer una cobertura equilibrada a los regíme­nes oligárquicos que los antiguos llamaban aristocráticos.

Pero la flexibilidad del modelo, si bien explica su pervivencia, puede encontrarse también entre las causas de su caída en desuso. Los abusos a los que fue sometido, justificando lo injustificable, hicieron de él, en lugar de una teoría expli­cativa de la realidad, un simple topos literario, o mejor sofístico, huero de todo con­tenido e intencionalidad. Y de ahí a su abandono sólo había un paso. Un claro ejem-

l. K. von Fritz, The Theory ofthe Mixed Constitution in Antiquity (Nueva York 1975). G. J. D. Aalders,

Die Theorie der gemischten Verfassung im Altertum (Amsterdam 1968). 2. Así Polibio 6. 43, 1-2 cita las constituciones de Esparta, Creta, Mantinea, Cartago, Atenas y Tebas

como ejemplos de Constituciones Mixtas según la opinión de la mayoría de los autores. No obstante él se

niega a incluir en esta categoría a las dos últimas.

115

Tópicos literarios y realidad histórica: la constitución mixta ...

plo de lo que decimos es ofrecido por Menandro el Retórico, para quien la doctrina sólo constituye ya un estadio pertinente en la composición del elogio ciudadano carente de todo valor explicativo:

<<Existen tres tipos de constituciones, la realeza, la aristocracia y la democracia. y. en paralelo a éstas, existen tres formas corruptas: de la realeza la tiranía, de la aristocracia

aquella que se llama oligarquía o plutocracia, de la democracia la laocracia. Junto a todas éstas también existe una que es la mixtura de todas ellas, como la romana o la lacedemonia en el pasado. Así pues, si estuvieses elogiando una ciudad y ésta estuviese sometida a una tiranía.

sería necesario que la elogiases como si fuera una realeza, de la misma manera que lo hizo lsócrates en Nicocles; si su régimen fuese una laocracia. la elogiarías como si fuese una

democracia, de la misma manera que lo hizo lsócrates en el Panatenaico y Platón en el Epitafio: si su constitución fuese plutocrática, la elogiarías como si fuese una aristocracia. Si

fuese mixta podrías decir que posee los mejores rasgos de todas y cada una de ellas (esto es lo que dice Platón en las Leyes de la constitución espartana y lo que Aristides dice en el discur­so a Roma). Además de todo esto otro motivo de elogio podría ser mostrar que la ciudad no

hizo uso de todos estos regímenes al mismo tiempo, sino uno detrás de otros, tal y como hizo Isócrates con respecto a la ciudad de Atenas y también Aristides en el Panatenaico» (359.22-360.10)3.

La dependencia de Elio Aristides que Menandro evidencia nos lleva a acer­carnos al sofista del siglo li y a analizar con detalle los usos y abusos a los que some­te, en dos ocasiones, la vieja argumentación constitucional.

La primera vez que Aristides recurre al tópico es en el elogio que compo­ne para honrar la capital del Imperio. Esta obra hay que entenderla como compo­sición de juventud. Sin duda alguna, fue escrita para ser presentada en público durante su viaje a Roma, que se debe fechar en el año 143, cuando apenas tenía veintiséis años4

• El joven sofista, concluido su periodo formativo, se había lanza­do al mundo para dar a conocer su persona y su arte. Había estado en Rodas y Egipto; ahora le tocaba el turno a la capital. El que efectivamente se pronunciase o no (argumentos en contra hay, como la enfermedad que allí se agravó y la exce­siva longitud del discurso) no deben estorbar esta consideración. En este panegíri­co de la dueña del mundo, y tras haber pasado revista a los anteriores intentos falli­dos de dominación, procede a exponer las ventajas del sistema constitucional romano, lo que hace siguiendo muy de cerca a Polibio. Al igual que el historiador de Megalópolis, en el Discurso a Roma se hace referencia a las constituciones sim­ples y a sus derivados, que sólo se diferencian en las maneras de aquellos que las

3. Menander Rhetor, Edited with Translation and Commentary by D. A. Russell and N. G. Wilson

(Oxford 1981) 259-261.

4. J. H. Oliver, <<The Ruling Power. A Study of the Roman E m pire in the Second Century after Christ Through the Roman Oration of Aelius Aristides», TAPhA 43 (1953) 886-7. R. Klein, <<Zur Datierung der Rornrede des Aelius Aristides>>, Historia 30 (1981) 337-350, y Die Romrede des Aelius Aristides (Darmstadt

1981) 76-78.

116

Juan M. Cortés Copete

manejan, virtuosos unos. depravados otros5, y se considera que la constitución romana corresponde al tipo mixto.

<<Pero vuestro gobierno en absoluto es semejante a éstos, sino que es como una mezcla de todas las constituciones sin lo malo que hay en ellas. Tal es este tipo de constitu­ción que ha prevalecido que cuando se mira a la fuerza del pueblo y cómo fácilmente alcanza todo lo que hubiese querido y pedido. se la creerá una democracia y que nada falta; pero cuan­do se contempla el Senado, que es quien actúa de consejo y posee las magistraturas, se creerá que no hay magistratura más perfecta que ésta; pero mirando al supervisor y prítano de todos los asuntos, de cuyas manos le es posible al pueblo alcanzar lo que desea y a los aristócratas mandar y tener poder, se ve en aquel hombre el poseedor de la más perfecta monarquía, libre de los males de la tiranía y más grande que el rey más respetable>> (26.90).

Como se puede observar las variaciones con respecto a la descripción poli­biana son mínimas y se reducen a la sustitución de los cónsules como representan­tes del poder monárquico6 por el emperador, cuyo poder se disfraza con una cober­tura cívica al llamarlo éforo y prítano7• Pero también resulta muy evidente la dis­tancia enorme que separa la realidad política del Imperio Romano en el siglo II y la descripción aristidea. Si los Antoninos se esforzaron por mantener buenas relacio­nes con el Senado, lo que resulta más difícil de mantener es que el pueblo consti­tuyera una de los pilares del orden político. Para Estrabón, algo más de un siglo antes, ya estaba claro que el pueblo había dejado de ocupar cualquier posición en el orden constitucional; para el geógrafo de Amasia la constitución romana era una mezcla de monarquía y aristocracia (Str. 6.4.2).

La perspectiva de Aristides sólo se puede entender si se tienen en cuenta dos elementos claves: por un lado que, como en toda obra de juventud, la doctrina expuesta en el Discurso a Roma todavía depende, y mucho, de los autores en los que se ha formado, y por otro, el nuevo sentido que el término democracia estaba adqui­riendo, devaluando su significado originalx. Si a partir de los ss. Ili o II a. C. demo­cracia puede designar cualquier gobierno constitucional o, sencillamente, no

5. Arist. 26.90. Pol. 6.4. J. H. Oliver, «The Ruling Power>>, 942-3, considera que la argumentación Aristidea se remonta directamente a Platón (Pol. 29ld-292a y Leg. 693). Aunque el filósofo griego se encuentre en la base de la interpretación de las constituciones, la cercanía formal entre Po libio y Aristides

es evidente. Véase más adelanten. 12.

6. Pol. 6.11.12. 7. Bajo el nombre de Eforo quizás Aristides se refiera a la Potestad tribunicia y bajo el de Prítano a la

autoritas del príncipe. J. H. Oliver, <<The Ruling Power>>, 942-3. 8. Ch. G. Starr, <<The Perfect Democracy of the Roman Empire>>, AHR 58. 1 (1952) 1-16. G. E. M. de

Ste. Croix, La lucha de clases en el mundo griego antiguo (Barcelona 1988) 377-381.

117

Tópicos literarios y realidad histórica: la constitución mixta ...

descaradamente monárquico9, durante el principado se llega a utilizar para designar

el gobierno del emperador. La razón de esta transformación no estriba en que quie­nes así piensan consideren que la democracia ateniense de los ss. V y IV a. C. sea el mejor régimen político, como recientemente ha escrito S. Sterz 10

• Eso hacía mucho tiempo que no lo pensaba nadie aunque se hubiesen formado en los oradores de la democracia griega, y especialmente en Demóstenes, su último gran defensor. A pesar de que el régimen auténticamente democrático era despreciado puesto que sig­nificaba verse prisioneros de una igualdad injusta o sometidos por la tiranía del número, es decir, en manos de un pueblo dominado por la hybris, la palabra había mantenido cierto prestigio. Este estaba basado en que fue un régimen indisoluble­mente unido a la libertad y al imperio de la ley, y donde mayor atención se prestó a las clases inferiores. Por tanto, el gobierno de los Antoninos, que había hecho de la «libertad» uno de sus lemas y del humanitarismo una de sus prácticas, podía recla­mar para sí esta prestigiosa denominación. No otro es el sentido del análisis que Aristides hace de la constitución romana donde no falta nada para la democracia «salvo aquello en lo que el pueblo se equivoca», es decir, el derecho a dirigir su pro­pio destino:

<<Y ni el mar ni toda la tierra que se interponga impiden obtener la ciudadanía, y aquí no hay distinción entre Asia y Europa. Todo está abierto para todos. Nadie que sea digno de una magistratura o de confianza es extranjero, sino que ha sido instaurada una democracia común a la tierra bajo el dominio de un solo hombre, el mejor gobernante y regidor» (26.60).

En una segunda ocasión Aristides vuelve a utilizar el tópico de los regíme­nes constitucionales; ahora para elogiar el régimen político (¿municipal?) de Atenas. El Panatenaico presenta mayores dificultades para poder fijar una fecha precisa de composición, pero al menos sí se puede afirmar sin temor a equivocarse que es una obra de madurez, de finales de la década de 150 o principios de la siguiente 11

• Y la madurez del sofista se deja notar en la autonomía de un pensamiento que se despe-

9. J. A. O. Larsen, <<Representation and Democracy in Hellenistic Federalism>> CPh 40 (1945) 65-97. Ch. Wirzubski, Libertas.!/ concetto di liberta a Roma tra Republica e Impero (Bari 1957) -.D. Magie, Roman Rule in Asia Minor (Nueva York 1975) 57-65. J.-L. Ferrary, Philhellénisme et impérialisme (Roma

1988) 163, n.122. 1 O. S. Stertz, <<Ae1ius Aristides' Politica1 Ideas>>, ANRW II 34. 2 ( 1994) 1250-1254. Contra esta opinión

véase, por ejemplo, el elogio del autoritarismo del emperador, Arist. 26.30-33.

11. A. Boulanger, Aelius Aristide et la Sophistique dans la Province d'Asie au Il' siecle de notre ere (París 1923) 148-9, no fija la fecha exacta pero sugiere la posibilidad que lo pronunciase tras la peste de 165. J. H. Oliver, <<The Civilizing Power>>, TAPhA 58, 1968, 33-34, lo vincula con la Guerra Pártica y antes de la destrucción de Eleusis en 170, quizás en 167. C. Behr, Aelius Aristides and The Sacred Tales (Amsterdam 1968) 86-88, lo sitúa en el año 155. J. M. Cortés, Aristides y la ciudad. Retórica y política en el reinado de

Marco Aurelio (Tesis Doctoral inédita) (Sevilla 1993) 160-191, lo sitúa durante el reinado de Lucio Yero.

118

Juan M. Cortés Copete

ga ya, especialmente en los pasajes más comprometidos como el que nos va a inte­resar, de sus lecturas y estudios.

Aristides, cuando inicia el análisis y exposición de la constitución atenien­se, pretende romper con toda la tradición anterior y ofrecer una visión novedosa; pero, sorprendentemente, para ello vuelve a recurrir a la teoría de la Constitución Mixta. Al igual que en el Discurso a Roma y, por tanto, al igual que Polibio, el ele­mento esencial de las instituciones atenieneses lo constituye el equilibrio establecido entre las tres formas de poder, de manera que cada uno de ellos sabe someterse a los otros dos cuando es necesario12

• Pero aquí acaban las similitudes y empieza a apa­recer la originalidad del pensamiento aristideo. Este va a utilizar los resortes sofís­ticos para deformar el modelo teórico al servicio de una opción política oligárquica.

Cumple su propósito por medio de la confusión de los parámetros tempo­rales13. El elogio pronunciado de la monarquía y de la democracia no hace referen­cia a su presencia dentro de la Constitución Mixta actual, sino a los momentos his­tóricos en que prevalecieron. De esta forma, la realeza, que fue el primer sistema político en tiempos de la fundación de la ciudad con los Erecteidas y aquellos que le sucedieron, aparece como excelente sólo en comparación con otras realezas, ya sean griegas o bárbaras, de la misma época, hri nJv a1m1Jv xpóvwv. Lo mismo podría decirse de la democracia, por la que, como régimen político puro, Aristides no sen­tía ninguna simpatía:

<<Se comprendería esto si se comparara la monarquía de la ciudad con la monarquía de otros lugares en la misma época, ya sea de Grecia o de tierras bárbaras, o si se comparara la democracia que hubo en Atenas con las otras democracias, o el consejo de la bulé con Jos de otros Jugares en Jos que éste es el órgano soberano y dirigente. Pues si, dejando a un lado todo lo demás, es necesario hablar sólo de la democracia, todos aquellos que participaron de esta forma de gobierno parecerán que fueron mucho más imprudentes y desmesurados en sus decisiones y deseos, sin haber conseguido nunca estar cerca de la dignidad y brillo de Jos ate­nienses que participaron de ella>> (1.389).

Frente a la monarquía y la democracia, excelentes durante los tiempos pasa­dos en su imperfección, la bulé del Areópago, exponente del gobierno aristocrático, ofrece, en la actualidad, su forma más acabada y destinada a perdurar por siempre. Constituye la más bella imagen de la aristocracia, KaU[w ápwToKpaT{ac; ELKÓva ( 1.385), y ejemplo de justicia, rrapá5n wa DLKawaúvr¡c; ( 1.4 7).

12 Arist. 1.387-8. La inclusión de este elemento de equilibrio remonta necesariamente a Polibio; G. J. D. Aalders, Die Theorie der gesmischten Vesfassung in Altertum (Amsterdam 1968) 94-5, y Political

Thought in Hellenistic Times (Amsterdam 1975) 109.

13. Esta es la única interpretación válida, tal y como lo refrenda Menandro el Retórico, 360.6-10.

119

Tópicos literarios y realidad histórica: la constitución mixta ...

Evidentemente existe una profunda contradicción en la argumentación: la existencia de una constitución mixta a la vez que prevalece un régimen aristocráti­co14. Pero esta paradoja ya nos fue advertida al inicio de la sección dedicada al régi­men político ateniense que definía como simple y no simple, árrAoOv TE Kai ovx árrAoO(v, a un mismo tiempo (1.383). Esta profunda incongruencia tiene dos explia­ciones. Una de ellas es sofística: el orador ha colocado el consejo del Areópago fuera del esquema evolutivo de las constituciones y a la vez por encima de él. Su presencia no es necesaria para mantener la organización tripartita de magistraturas, consejo y asamblea, pero todos éstos le están sometidos:

<<Todas las magistraturas, los consejos 15 y. lo que es más importante, el pueblo, todos ceden como ciudadanos privados ante la justicia que de este lugar (el Areópago) emana» (1.47).

La razón última, según Aristides, de esta peculiaridad del orden político ateniense se encuentra en el origen mismo del consejo de Areópago. Mientras que las restantes instituciones son de origen humano, ni dv8pwmva (1.47), y por tanto están sometidas a las inapelables leyes de la historia, este consejo existe desde el mismo nacimiento de la ciudad, como su primera institución, establecida por los propios dioses (1.46). El derecho divino se convierte así en justificación del orden terrestre y en freno de la evolución y el cambio. Tan inamovible es el Consejo de Areópago que ni siquiera su sede ha cambiado de aspecto, evidente amplificación retórica muy alejada de la realidad 16.

La otra explicación es histórica: lo que se ocultaba bajo la fachada de la equilibrada Constitución Mixta solía ser un régimen oligárquico, y Atenas no era una excepción. Desde finales del siglo IV a.C. la decadencia del régimen democrá­tico se convirtió en una realidad inevitable 17

• En ese largo proceso la toma de la ciu­dad por las tropas de Sila supuso el paso decisivo tanto para la integración de Atenas en el dominio romano como para la potenciación del régimen oligárquico en la ciu­dad. Y aunque las reformas introducidas por el general son difíciles de definir y a pesar de que durante las guerras civiles la constitución ateniense cambió nominal-

14. Po libio, aunque de manera menos explícita, también expone esta idea para la constitución esparta­na (6.10.9) y para la romana (6.15-18). G. J. D. Aalders, Political Thought in Hellenistic Times (Amsterdam

1975) 109, n.41.

15. L:vvi8pw. Este era un término técnico en la Constitución ateniense que designaba distintas corpo­raciones de la vida pública: el colegio de los tesmotetas, el Consejo de los 500, el Consejo del Panhelenion. P. Graindor, Athenes sous Hadrien (El Cairo 1934) 85-6. D. J. Geagan, The Athenian Constitution after

Su/la (Princeton 1967) 81-90. 16. Arist. 1.47. Aunque el Areópago se seguía reuniendo en la Colina de Ares también se utilizaba la

Estoa Real. Durante la celebración de los Misterios se reunía en Eleusis. D. J. Geagan, op. cit., 53.

17. W. S. Ferguson, Hellenistic Athens (Oxford 1911). G. E. M. de Ste. Croix, op. cit., 352-382.

120

Juan M. Cortés Copete

mente de régimen 18, el Consejo del Areópago, desde finales del s. 1 a.C., inició una

ascensión imparable hasta convertirse en la primera institución ateniense. Sobre él recayeron los asuntos más importantes de la ciudad: aprobaba sus propios decretos y ratificaba los de las otras instituciones, era el más alto tribunal de justicia, ejercía la vigilancia sobre la religión cívica, controlaba la acuñación de moneda, la educa­ción de los jóvenes, sus miembros servían de embajadores, etc 19. Un escoliasta del Panatenaico, posiblemente del s. IV, ya cuando el Areópago había vuelto a perder algunas de sus competencias, explicaba:

<<[Aristides] llama Bulé al Consejo de Areópago, el que ahora es tribunal, y que entonces era la sede del Consejo ciudadano, f3ovl<fvT(¡pwv. Por eso también lo llama Senado, avvN5pwv, porque gobernaba toda la constitución>>"'.

J. H. Oliver ha intentado explicar las tranformaciones políticas que están en la base de la descripción de Aristides 21

• Para él, la causa reside en una impor­tante reforma constitucional que afectó a la ordenación misma del cuerpo cívico. En esencia, ésta habría consistido en la relegación de los demoi clisténicos como organización básica de la ciudadanía en favor de los gene, anteriores a la reforma del legislador y de marcada orientación aristocrática. Sólo a través de la pertenen­cia a uno de estos linajes se conseguiría, según este autor, la plenitud de derechos cívico-políticos. Se habrían creado así dos clases de ciudadanos: aquellos que participaban de lleno en la vida política de la ciudad y aquellos otros a los que úni­camente les estaba permitido asistir a la asamblea pero no tomar la palabra en ella22

.

Por tanto todas las instituciones volvieron a caer en las exclusivas manos de la oli­garquía ateniense.

La evidencia para esta argumentación proviene del propio Panatenaico:

«Una cosa divina se dice de la constitución de los lacedemonios, que para ellos dios ordenó sus leyes al principio23 • Pero este mismo dios se ha manifestado organizando las tribus

18. J. Da y, An Economic History ofAthens under Roman Domina/ion (Nueva York 1973) 120-176. Sila reordenó en 84 a. C. la constitución en sentido oligárquico. Julio César en el año 48 a.C. emprendió la restauración de la constitución democrática, W. S. Ferguson, «Researches in Athenian and Delian

Documents, III>>, Klio 9 (1909) 340.

19. D. J. Geagan, op. cit., 32-61. 20 Schol. a Panatenaicus 389 (194. 8). Sobre la antigüedad de la fuente, F. W. Lenz, «Scholien zu

Aristeides' Panathenaikos 1306, III Dindorf>> Philologus 107 (1963) 278-87. 21. J. H. Oliver, «The Civilizing Power>>, TPhA 58 (1968), 21-24, y Marcus Aurelius. Aspects of Civic

and Cultural Policy in the East (Princeton 1970) 47.

22. La existencia de unos ÉKKAT)atá(ovnc; KaTa Ta vo¡n(ÓJlfVa (J. H. Oliver, Marcus Aure/ius, no 4, l. 18) parece hacer referencia a aquellos que además de reunirse en asamblea tenían el derecho a tomar la

palabra. J. D. Geagan, op. cit., 86-7.

23 Herod. 1.65-7. Plat. Leg. 624a. Plut. Lic. 6.

121

Tópicos literarios y realidad histórica: la constitución mixta ...

de la ciudad y sus linajes, y estableciendo los sacrificios convenientes para cada uno de ellos, como también constituyendo sus reyes, sus magistrados y toda la restante organización políti­ca. Así pues el dios no podría ser considerado menos el legislador de la ciudad que el de aque­llos otros» (1.382).

Una de las dificultades que ofrece el pasaje es que, si bien se conoce la exis­tencia de un oráculo pítico para la organización de las tribus clisténicas24

, no se sabe de ninguno para la constitución de los gene, con lo que es imposible intentar fijar la fecha de esta presunta transfomación. Por otra parte, y como es bien sabido, la redistribución de la población ateniense por Clístenes no disolvió el orden anterior sino que lo alejó del ámbito político relegándolo al religioso25

. Pero éste es sin duda el ámbito al que también Aristides se refiere puesto que habla a continuación de la institución de los sacerdocios en la ciudad. En la misma esfera se movía Herodes Atico cuando daba muestras de su generosidad obsequiando al pueblo ateniense «por tribus y linajes, Kani cpv)..ac; Kai yÉVT)» durante la celebración de sacrificios26

Por último, hay que añadir que Aristides en el Panatenaico también conoce de la pervivencia de los demoi como organización territorial de la ciudad (1.351 ).

Como con razón señaló A. H. M. Jones, la transformación de las ciudades democráticas en oligarquías durante el periodo helenístico no se basó prácticamen­te nunca en cambios constitucionales27

, sino en la imposición, como señala G. E. M. de Ste. Croix, de mecanismos sociales que frustraron la vida institucional. Estos fue­ron en esencia tres: el aumento del control real de los magistrados o del consejo, la asociación de las magistraturas a las liturgias y la destrucción gradual de los tribu­nales populares de justicia28 . Estos tres procesos los encontramos culminados en la Atenas del s. 11 d. C. en la preeminencia del Areópago. Y todo ello, posiblemente, con una única transfomación legal, bien documentada y suficiente para explicar los cambios: la reforma de la efebía29

. Su conversión en un periodo voluntario de servi­cio durante el s. III a. C. y el mantenimiento de las mismas condiciones que habían estado vigentes en el s. IV a. C. para obtener la plena ciudadanía (tener 18 años, ser hijo de padre y madre ateniense, y nieto de abuelos atenienses, inscribirse en el censo del demos y cumplir el servicio entre los efebos30

) acabaron generando por sí

24. Ar. Ath. Po!. 21.6.

25. Ar. Ath. Poi. 21. 6. 26. Philost. VS 549. P. Graindor, Un Milliardaire antique. Hérode Atticus et safamille (El Cairo 1930)

30.

27. A. H. M. Jones, The Greek City from Aiexander to Justinian (Oxford 1940) 157-60.

28. G. E. M. de Ste. Croix, op. cit., 352-382. 29. Chr. Pelekidis, Histoire de l'éphébie attique (París 1962) 165-170. D. J. Geagan, op. cit., 75-6, 86-

7. 30. Ar. Ath. Poi. 42. Es posible que se hubiese producido un cambio, o fuese a producirse, en lo que al

nacimiento se refiere, orientándolo en un sentido más romano; J. H. Oliver, Marcus Aurelius 54-7.

122

Juan M. Cortés Copete

solas la diferencia entre quienes tenían plenitud de derechos (los oligarcas, que cum­plían con la efebía y fueron !os más interesados en mantener la vinculación gentili­cia) y el resto del pueblo. Y todo ello coincidió con un aumento del peso social de los gene, llegándose incluso a confundir, por absorción, con algunos demoi 31

Pero una cuestión sigue pendiente, la razón del interés por el sistema polí­tico ateniense en una época en la que el debate había perdido mucho de su sentido, superado por la realidad del Imperio. Visto desde una óptica sofística sólo se puede considerar un ejemplo más del anticuarismo reinante y una muestra de la veneración que siente Aristides por los autores antiguos que trataron estos temas en discursos similares32 . Sería en definitiva un paso obligado por la tradición. Pero esta interpre­tación ha sido rebasada por el peso de la realidad. Desde que J. H. Oliver publicara esa importante inscripción encontrada en el ágora romana de Atenas nuevas pers­pectivas se han abierto sobre la comprensión de la vida municipal y el interven­cionismo imperial33

• Aunque todavía no se ha conseguido dar una explicación total y unitaria a lo que allí se dice, y la primera interpretación de J. H. Oliver ha queda­do superada, al menos parcialmente, por nuevas lecturas más precisas de la inscrip­ción y nuevos entendimientos de la realidad a la que se refiere34

, los hechos básicos parecen estar bien fijados. Durante la década de 160, aunque quizás todo tenga su origen antes y sus consecuencias se alarguen durante la década siguiente, en la ciu­dad de Atenas se está produciendo una importante alteración del orden social y polí­tico motivado por la integración de un grupo de libertos ricos en el Consejo de Areópago. Los disturbios que este proceso generó forzaron la intervención imperial. En un primer momento Lucio V ero y Marco Aurelio se vieron obligados a expulsar del máximo consejo a todos los miembros de origen servil, y años más tarde Marco Aurelio, ya único emperador, tuvo que atender las demandas de los atenienses para que atenuara su pcimera decisión.

En ese clima de debav disensión, reformas y contrarreformas es en el que Aristidcs compone ,.;u análisi5 .. \el régimen constitucional ateniense. Evidentemente ni és:e esLi desconeuado de]¡, ... :alidad política que en la ciudad se vive, ni Aristides puede mantenerse neutral en ,. i debate. Por ello prosigue diciendo:

31. Esta es la interpretación de Paus. 1.25.5. que hace D. Plácido, <<Los rituales áticos, entre genos, demos y polis>>, Quinto Encuentro-Coloquio de ARYS, Jarandilla de la Vera, Diciembre de 1994, (en pren­

sa).

32 N. Loraux, L'invention d'Athlmes (París 1981) 133-173.

33. J. H. Oliver, Marcus Aurelius, 1-42.

34. C. P. Jones, <<A new Letter of Marcus Aurelius to the Athenians>>, ZPE 8.2 (1971) 161-183. W. Williams, «Formal and Historical Aspects of two new Documents of Marcus Aurelius>>, ZPE 17 (1975) 37-

56. S. Follet, «Lettre de Marc-Aurele aux athéniens (EM 13366)>>, RPh 53 (1979) 29-43.

123

Tópicos literarios y realidad histórica: la constitución mixta ...

«Y aquello la ciudad primera lo mostró: no votar por la riqueza ni admirarla. Pues a los que sobresalían en riqueza nunca los exaltó. sino que creyó conveniente disfrutar de ésta tanto cuanto fuese posible y no se sufriera injusticia por ello. y de ninguna manera consideró inferiores a quienes aventajaban en virtud pero sus riquezas eran escasas ... Pues también ésta es la única ciudad que no cambió la ley natural. ni convirtió lo que por naturaleza es lo terce­ro en lo primero por una simple ley humana, ni se comportó como algunos de los que se lla­man filósofos, a los que es posible ver hablando de esta misma manera sobre estos asuntos pero después ceden de hecho y se acercan siempre a los que perciben como los más podero­sos. En cambio a esta ciudad siempre se la ha visto llevando a las magistraturas, confiando y considerando dignos de todos los honores no a los dueños de grandísimas fortunas sino a los más convenientes por sus naturalezas, puesto que quien prevalece en la razón de la virtud igualmente prevalece en todo>> ( 1.390-1 ).

Ahora bien, ¿cuál es la auténtica posición de Aristides en todo este con­flicto? A simple vista podría parecer que el sofista se está alineando con las posi­ciones más conservadoras: defensor de la preeminencia del Areópago no quiere que se ensucie con la entrada de nuevos elementos de origen liberto y poseedores de for­tunas importantes. Esto es cierto sólo a simple vista.

Aristides, en la línea del más puro pensamiento aristocrático, considera que la virtud es la condición necesaria y única para la dedicación a la vida pública; y ésta sólo se puede heredar en el marco de las grandes familias. Pero por otra parte no se opone taxativamente a que los libertos ricos desempeñen alguna función y ocupen alguna dignidad en el orden político ateniense. Lo que falta es definir cuál va a ser esa posición. Cuando afirma que «ésta es la única ciudad que no cambió la ley natu­ral, ni convirtió lo que por naturaleza es lo tercero en lo primero por una simple ley humana» está dando la clave para comprender su postura. Platón había definido la jerarquía de elementos por los que era justo que un individuo fuese honrado35 • Estos eran el alma, el cuerpo y la riqueza, y siempre en este orden. Para Aristides este orden está fijado por una ley divina, n)v 8ECJf.1ÓV, y no se puede alterar por una sim­ple convención humana, Tc¡J VÓf.li¡J. Pero, por ello mismo, la fortuna debe ocupar su lugar aunque siempre como tercer elemento.

Esta nueva vía intermedia tuvo que esperar algún tiempo, al menos hasta el año 175-6. En su gira para contrarrestar los efectos de la revuelta de Avido Casio, Marco Aurelio y su hijo Cómodo hicieron estación en Esmirna, donde se encontra­ron y escucharon a Aristides, en Efeso y más tarde en Atenas36 . Esta última estancia era esencial para el emperador porque de ella dependía mucho de su prestigio en Oriente. Durante su visita puso las bases para solucionar definitivamente el proble-

35. Plat. Epist. 8.355a-b; Resp. 366c. J. H. 01iver, «The Civilizing Power>>, 148. 36. M. L. Astarita, Avidio Cassio (Roma 1983) 155-162. F. Gaseó, <<The Meeting between Aelius

Aristides and Marcus Aure1ius in Smyma>>, AJPh 110 (1989) 471-8.

124

Juan M. Cortés Copete

ma de integración de los libertos: la Gerusía Sagrada37 • Es evidente que no se podía mantener separada de la vida cívica a toda una clase de ricos hombres sólamente por razón de su nacimiento. Y más cuando la permanente guerra estaba causando estra­gos en las debilitadas economías ciudadanas. Era necesaria la creación de cauces reglados para la integración de estas personas carentes de dignidad de manera que sus fortunas pudieran ser aprovechadas en beneficio de toda la comunidad. Pero también era evidente que no se le podía dar entrada libre en las instituciones tradicionales de la ciudad. Esta función de intermediaria, tal y como había sugerido Aristides, la desempeñó con éxito esta nueva institución fundada bajo el patrocinio imperial. La Gerusía Sagrada, al dar cabida en su seno a los libertos ricos que no podían ser integrados en el orden tradicional de la ciudad, se convertía así en la materialización de la opinión vertida por Aristides.

37. J. H. Oliver, The Sacred Gerusia (Princeton 1941); <<Gerusiae and Augusta!eS>>. Historia 7 (1958)

472-96.

125

RITUAL FUNERARIO Y SOCIEDAD: EL BANQUETE FUNERARIO EN LAS

NECRÓPOLIS FENICIAS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

Ana María JIMÉNEZ FLORES (Universidad de Sevilla)

El fenómeno de la colonización fenicia, detectado en las costas peninsula­res desde el s. VIII a.C., tendrá como consecuencia más inmediata la importación de manufacturas, técnicas, expresiones artísticas y, lo que resulta del mayor interés de cara a un análisis social, de manifestaciones culturales 1• Dentro de este ámbito, el mundo funerario constituye uno de los índices más significativos por varias razones. Las necrópolis, y concretamente la unidad básica de estudio, la sepultura, represen­tan una de las fuentes documentales arqueológicas más completas, al proporcionar conjuntos cerrados de elevada carga semántica y fácilmente datables gracias a los fósiles guías; el establecimiento de estratigrafías horizontales o verticales permite además determinar la evolución cronológica en los comportamientos funerarios. Esta alta rentabilidad ha facilitado el desarrollo de los estudios dedicados a la documentación funeraria, tanto desde una perspectiva puramente científica, con la perfección de técnicas cada vez más sofisticadas para la extracción del mayor núme­ro posible de datos de los restos, como desde una perspectiva social e ideológica, según las propuestas de la Nueva Arqueología o la Arqueología ContextuaF.

l. Queremos agradecer desde aquí la colaboración y asesoramiento de la Dra. M.C. Marín Ceballos en

la elaboración y redacción de este trabajo. 2. Respecto a la primera se pueden analizar las propuestas que han configurado la denominada

Arqueología de la Muerte a partir de los artículos recopilados en R. Chapman, l. Kinnes y K. Rendsborg (eds.), The Archaeology ofthe Death (Cambridge 1981). El eco de estas teorías en la arqueología española queda de manifiesto en la bibliografía más reciente: T. Chapa Brunet, <<La Arqueología de la Muerte: plan­teamientos, problemas y resultados» en Fans Mellaria. Cursos de verano 1990. Seminario: "Arqueología de la Muerte: metodología y perspectivas actuales". Montilla, Córdoba 1990 (Córdoba 1991) 13-38; V. Lull y M. Picaza, <<Arqueología de la Muerte y Estructura Social», AEArq 62 (1989) 5-20; G. Ruiz Zapatero y T. Chapa, <<La Arqueología de la Muerte: perspectivas teórico-metodológicas>> JI Symposium sobre los Celtíberos. Necrópolis celtibéricas (Zaragoza 1990) 357-373. Por lo que respecta a la Arqueología

127

Ritual funerario y sociedad: el banquete funerario en las necrópolis ...

En segundo lugar, los datos de la documentación arqueológica se pueden complementar con las fuentes escritas: una gran proporción de la epigrafía documentada corresponde al ámbito funerario y, por otro lado, las connotaciones religiosas de la expresión funeraria permiten identificar elementos ideológicos rela­cionados con estas prácticas en los textos religiosos. El tratamiento de la Muerte y las expresiones desarrolladas en torno a ella son también punto de interés de etnó­grafos e historiadores clásicos, por cuanto caracterizan e identifican a un grupo cul­tural'; ello nos permitirá además contar con los testimonios de estos autores. Todas estas premisas alientan el estudio del fenómeno funerario desde diversas perspecti­vas, que confluirán en un mismo geometral, esto es, la expresión funeraria como fenómeno social, ideológico, religioso y, en consecuencia, también como rasgo cul­tural susceptible de ser imitado y adoptado por grupos sociales distintos.

Centraremos nuestra atención en una de las expresiones o prácticas mejor documentadas en la literatura religiosa oriental y que encuentra parangón en las necrópolis peninsulares; nos referimos al banquete funerario, en el que encontrare­mos todos los rasgos apuntados anteriormente.

LA DOCUMENTACIÓN ESCRITA: LOS TEXTOS ORIENTALES

Los textos religiosos nos van a proporcionar el marco ideológico en el que se ampara esta práctica. En tal sentido, contamos con las fuentes bíblicas y los tex­tos litúrgicos y mitológicos ugaríticos, a los que podríamos añadir algunas inscrip­ciones propiamente fenicias. En la Biblia se mencionan como marzeah los banque­tes profanos, indicándose con este término la asociación que celebra banquetes cul­tuales, fuera del ámbito templario. Encontramos diversas menciones en el libro de Amós (6, 3 ss.) y en Jeremías (16, 5); en este último aparece en un contexto funera­rio con la fórmula bét marzeah. Sin embargo, en unos versículos posteriores (16, 8), se habla de una "casa del banquete", bet misteh, de connotaciones muy diferentes. Según M.G. Amadasi-Guzzo, es probable que el primer término aluda a una cos­tumbre extranjera relacionada con el culto a los difuntos, y de ahí que sea objeto de

Contextua! su principal teórico es I. Hodder (<<La Arqueología en la era post-moderna», TP 44 (1987) 11-26; idem, Interpretación en Arqueología (Barcelona 1988). Para analizar los puntos de divergencia de ambas posturas teóricas se puede consultar la obra de B.G. Trigger, Historia del Pensamiento Arqueológi­

co (Barcelona 1992).

3. F. Hartog ha hecho hincapié en la consideración de los ritos funerarios como un signo de diferencia­ción entre el grupo propio y el «otro>>, en un axioma que se resume en <<dime cómo mueres y te diré quién eres>> (<<La mort de 1' Autre: les funerailles des rois scythes>>, La Mort, les morts dans les sociétes anciennes

(París 1982) 143 ).

128

Ana M' Jiménez Flores

condena por el profeta, mientras el segundo hace referencia a la designación habi­tual de la fiesta celebrada en ámbito familiar, en el curso de la cual se comía y bebía en común4

P. Xella ha identificado otros pasajes bíblicos donde se realiza una conde­na de estas prácticas, concretamente en conexión con el culto de Baal Peor (Salmos 106, 28 ss.). Los ritos de Peor consistían esencialmente en ofrendas sacrificiales rea­lizadas a los muertos, en el marco de un complejo ceremonial que se insertaría en el contexto de la institución funeraria conocida como marzeah. Esta institución está presente en la más antigua tradición siro-palestina, pero fue duramente censurada por la ortodoxia yahvista5. La connotación funeraria y ctónica de estos ritos fueron la causa de tal rechazo, por cuanto se concibe a Yahveh como "único dios vivo", de cuya tutela y protección quedan excluidos los difuntos. El abandono absoluto y el olvido6 al que quedan abocados los muertos está en fuerte contradicción con el culto y las prácticas suscitadas en la institución del marzeah en tanto prolongan la actua­ción y participación de los difuntos en la vida social; se les ofrece sacrificios y se les otorga funciones de guardianes y propiciadores de fertilidad, en calidad de rephaiin7

,

recogiendo prerrogativas casi divinas, sólo atribuibles a Yahveh. El arraigo de este culto y esta institución en la cultura siro-palestina fue

confirmado con el desciframiento de los textos ugaríticos. Contamos con varias narraciones míticas ilustrativas. La primera de éstas corresponde a la leyenda de Daniel y Aqhat, en uno de cuyos fragmentos (KTU l. 21+22 "V" 1-36), se nos narra la invitación que Daniel ofrece a los rephaiin para participar en un banquete, poco después de la muerte de su hijo Aqhat. Tras efectuar la invitación en siete ocasiones, tantas veces como es desoída por los rephaiin, éstos acceden; se celebra un banque­te en el que se consumirá especialmente abundante vino, así como otros productos escogidos. La celebración se prolonga durante siete días, al cabo de los cuales tiene lugar la epifanía de Baal, en su calidad de intercesor por su amigo Daniel. Éste se beneficiará con la concesión de un heredero que ha de prolongar la dinastía de Amurru, mutilada con la desaparición de Aqhat8• La presencia de Baal quedaría jus­tificada en virtud de su función de epónimo y jefe de los antepasados: como dios que ha sufrido la muerte y ha conocido el descenso al otro mundo, en algunos momen­tos es designado como Baal-rpu, ejerciendo la función de salvador y protector de los

4. M.G. Amadasi-Guzzo, <<Sacrifici e banchetti: Bibbia Ebraica e iscrizione puniche>> en C. Grotaneli

(ed.), Sacrificio e Societa nel Mondo Antico (Bari 1988) 106 ss. 5. P. Xella, <<Ii culto dei morti nell'Antico Testamento: tra teologia e storia delle religioni>>, Religione

e civilta (Bari 1982) 664 ss. 6. T. Podella, <<L' Aldila nelle concezione vetero-testamentarie: Sheoi», L'Archeologia dell'lnferno

(Roma 1987) 163-190.

7. A. Caquot, <<Rephai'm>>, Supplément au Dictionnaire de la Bible fascículo 55 (1981) 344-357.

8. M. Dijkstra, <<The Legend of Danel and the Rephai'm>>, UF 20 (1988) 44.

129

Ritual funerario y sociedad: el banquete funerario en las necrópolis ...

grandes hombres muertos9• Pero el dato de mayor interés para nuestro estudio es la

insistencia en el carácter funerario de la institución, en la que los participantes y beneficiados más directos son los espíritus de los antepasados, y cuya finalidad esencial es la consolidación de un culto a los rephai'm, culto de fertilidad en buena medida10

Una descripción más detenida del banquete se encuentra en uno de los denominados fragmentos de los Rephai'm, recopilados por Ch. Virolleaud, concretamente en el texto RS 24.252ll. Se describe en éste el banquete de un per­sonaje mítico llamado Rpu mlk'lm, en el que participan otras divinidades; según A. Caquot se puede reconocer en esta figura mitológica una entidad particular, no necesariamente identificable con alguna divinidad del panteón ugarítico, tratándo­se posiblemente del epónimo de los rephai'm 12 • Esta opinión contrasta con la de P. Xella y S. Ribichini, quienes han analizado este texto haciendo hincapié en la rela­ción que parece inferirse entre los rephai'm y MLK(M), divinidad que la reflexión teológica ha vinculado con las dinastías reales 13

• En la tablilla 24.258 encontramos una escena similar, aunque en este caso el banquete está presidido por una divini­dad de gran tradición en el panteón oriental, El, el padre de los dioses 14

• En el texto aparece el término marzeah aludiendo tanto a la institución ritual del banquete como al lugar donde se desarrolla dicha celebración; vemos, pues, cómo el campo semántico del término se ha ampliado con la extensión al lugar de desarrollo, indi­cio de la periodicidad de estas celebraciones. Es más, en el relato de Daniel, el monarca invita a los dioses a "su marzeah", mri. y; ello sería indicio de la celebra­ción de estas ceremonias en la propia residencia de los anfitriones, en estancias acondicionadas probablemente para tal fin, y que terminaron por adoptar la misma denominación. Por otro lado, la tradición ugarítica de efectuar los enterramientos en estancias dispuestas bajo el suelo de la vivienda, confirmaría el estrecho víncu­lo de esta práctica con el mundo funerario 15 : celebrar el banquete en el hogar de los vivos supone, también, hacer participar en el mismo a los difuntos que residen en el subsuelo de la habitación.

Una última mención de esta institución ha aparecido en un texto de recien­te hallazgo (KTU l. 161). Se trata de un poema completo destinado a acompañar un

9. P. Xella, <<Baal et la Mor!» en C. Kappler (ed.), Apocalypses et voyages dans /'au-Dela (París 1985) 97 ss.

10. Caquot (1981) 355-356.

11. Ch. Virolleaud, <<Les nouveaux textes mythologiques et liturgiques de Ras Shamra>>, Ugaritica V

(París 1968) 551-557.

12. Caquot (1981) 354.

13. S. Ribichini y P. Xella, <<Milk' Astart, Mlk(m) e la tradizione siropalestinese sui refaim>>, RSF VII,

2 (1979) 154 SS.

14. Ch. Virolleaud, <<Le Festin du Pere des dieux (RS 24.258)>>, Ugaritica V (París 1968) 545-551.

15. P. Xella, <<lmago Mortis nella Siria Antica>>, Archeologia dell'Inferno. L'Aldila nel mondo antico

vicino-orientale e classico (Roma 1987) 121-122.

130

Ana M' Jiménez Flores

sacrificio a los dioses; el relato comienza con la invocación a una comunidad que es denominada los "Rephai·m de la tierra''. Los párrafos centrales del poema describen la preparación de un banquete para estos rephai"m y comporta una rogativa a la diosa solar Shapash, ligada en cierta manera al mundo de ultratumba; se indica, además, que el banquete se prolonga durante siete días. El poema concluye con una plegaria por el rey Ammurapi, por su casa y por la ciudad de U garit, lo que indicaría que la finalidad de la ofrenda y el banquete, en última instancia, era asegurar la prosperi­dad pública y especialmente la del jefe de la casa real.

Por su parte, los textos no mitológicos de U garit presentan el marzeah como una institución organizada y articulada16

, reconocida oficialmente por el Estado, con sede propia (bét marzeah) 17 , personal asociado y un esbozo de jerarquía interna18

; está también documentada la relación con varias divinidades como Anat y Shatran en Ugarit, e Ishtar de Khurri en Ari y Siyannu 19

, que actuarían como patrones de esta ceremonia. La actividad institucional parece estar destinada esen­cialmente a la celebración de banquetes comunitarios de carácter funerario, si aten­demos a la documentación en su conjunto, carácter que encuentra confirmación en los prohibiciones de las leyes mosaicas ya mencionadas. Según P. Xella, se pueden distinguir dos fases o momentos en la documentación sobre esta institución o, más exactamente, sobre este tipo de práctica comunitaria de trasfondo funerario: una fase de existencia oficial, reconocida y protegida por el Estado en un ámbito poli­teísta; y otra fase en la que se configura como elemento de "contracultura", opues­ta a la visión monoteísta hebrea, pero profundamente enraizada en la religiosidad popular20

Se extrae de estos datos que en la Siria de la Edad del Bronce existía la cos­tumbre de reunirse en banquetes y simposios oficiales, probablemente en un ámbito templar o, al menos, en una atmósfera de sacralidad muy relacionada con aspectos funerarios; en el curso de estas celebraciones estaba admitido y permitido el consu­mo sin límite de vino, abuso que propiciaría los estados de trance, las visiones y las alucinaciones, que contribuían a superar momentaneamente la realidad de este mundo y comunicarse con el "otro", con el mundo de los muertos. No olvidemos que los difuntos desempeñan también una función mántica con respecto a sus

16. Una breve recopilación de estos textos no religiosos ha sido confeccionada por J.L. McLaughlin,

<<The marzeah at Ugarit. A Textual and Contextua! Study>>. UF 23 (1991) 265-281.

17. KTU 3.9.

18. RS 14.16; RS 15.88; KTU 3.9.

19. RS 15.70; RS 18.01; KTU 4.399 y 4.642. 20. P. Xella, <<Studi sulla religione della Siria Antica l. El e il vino (RS 24.258)>>. Studi Storico Religiosi

(1977) V2: 250-259.

131

Ritual funerario y sociedad: el banquete funerario en las necrópolis ...

descendientes21, por lo que ésta sería una de las formas o procedimientos que facili­

taban tal función. El estado de embriaguez y las visiones ultraterrenas liberaban al participante de su "gravedad humana" y le acercaban a las divinidades, el banquete humano pasaba a ser también un banquete divino en el que se compartía mesa con los difuntos; no nos ha de sorprender, por tanto, la difusión de representaciones de banquetes en estelas y sepulturas con la descripción del difunto y algunas divini­dades en comunidad22

.

La continuidad de estas prácticas en el mundo fenicio, que se puede inferir a partir de los textos ugaríticos y hebreos, está confirmada con los datos proporcionados por la denominada tarifa de Marsella. Es ésta una inscripción procedente de la ciudad francesa (C/S 1, 165 =KA/ 69 = ICO Marsella), aunque su origen hay que situarlo en la metrópolis cartaginesa; en ella se recoge una tarifa sacrificial23 , donde aparecen mencio­nados varios grupos o colectividades que realizan ceremonias cultuales, incluyendo algún tipo de ofrenda o sacrificio. La inscripción menciona tres grupos, a los que deno­mina respectivamente, mzrh, sph y mrzh. El primero de éstos corresponde a una colec­tividad no muy bien identificada; contamos, sin embargo, con más información acerca del segundo grupo, el denominado sph, expresión que en contexto bíblico designaba al grupo familiar que celebraba sacrificios anuales (1 Sam. 20, 6-29). Pero el grupo mejor conocido es el último, el mrzh, lo que hace suponer que en Occidente pervive este tipo de asociaciones religiosas, de cuya existencia en Siria y Palestina ya hemos visto algu­nas pruebas24

. Una noticia muy posterior, transmitida por Cicerón (Pro Scauro VI, 11), menciona la práctica de ceremonias anuales en la ciudad de Nora (Cerdeña), en el curso de las cuales se realizaba una procesión hacia la necrópolis, donde se celebraba un ban­quete y sacrificios; esta noticia coincide con las menciones de Apiano a un culto debido a los difuntos, que ha de realizarse en las propias tumbas25

. Estos datos confirmarían la continuidad de estos ritos en ulteriores momentos y el arraigo de esta práctiCa oriental.

La tarifa ha sido datada en el s. IV a.C. y la referencia de Cicerón ha de situarse posteriormente, lo que deja un vacío documental de varios siglos, desde el

21. Podella ( 1987) 108 ss. La Biblia recoge la condena de las prácticas necrománticas por parte de las leyes hebreas (Dt. 18, 11-12; Lev. 20, 27), de cuya existencia tenemos también constancia por la narración recogida en I Sam. 28, donde se describe una ceremonia de este tipo (C. Grotanelli, <<Messaggi dagl'Infemi

nella Bibbia Ebraica: La necromante di En-Don>, L 'Archeologia dell'lnfemo (Roma 1987) 191-207). 22. G. Garbini, «La religiosita e il culto» en S. Moscati (ed.), L'Alba della Civilta (Turín 1976) vol. III,

422.

23. Sobre la traducción del ténnino b' t como «tarifa>> se pueden analizar las propuestas de P. Xella sobre su interpretación, «Quelques aspects du rapport économie-religion d'apres les tarifs sacrificiels puni­

ques», Bulletin archéologique du C.T.H.S., nouv. sér., fase. 19B (1985) 40-41.

24. Amadasi-Guzzo ( 1988) 118.

25. Historia Romana VIII, 84 y 89.

132

Ana M' Jiménez Flores

s. IX al VII a.C., fechas en las que se datarían las noticias transmitidas por los tex­tos bíblicos, hasta el s. IV a.C., momento en el que está documentada la institución en Cartago. Para cubrir este período deberemos remitirnos, a falta de textos, a los únicos documentos con los que contamos, los arqueológicos. El refrendo más evi­dente de la continuidad de esta institución en Occidente lo hemos de rastrear en las propias necrópolis fenicias. Las ceremonias debidas a los difuntos se realizan en torno a la residencia de éstos, que ya ha dejado de ser el hogar familiar, para cons­tituir una auténtica "ciudad de los muertos" paralela a la de los vivos; tal cambio facilitará, además, la investigación de estos rituales, al quedar circunscritos a un área ajena a las interferencias de otras actividades sociales. Es, por esta razón, que nos dirigimos a continuación a analizar las evidencias proporcionadas por las necrópo­lis peninsulares, en cuanto confirman y completan la información extraída de los textos, contribuyendo asimismo a definir algunos rasgos de la sociedad colonial que se instala en estas costas.

LOS RESTOS ARQUEOLÓGICOS: LAS NECRÓPOLIS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

Cronológicamente, la primera necrópolis donde podemos documentar la práctica de un banquete funerario es la de Trayamar, en la provincia de Málaga. La citada necrópolis se sitúa en una de las áreas más prolíficas en hallazgos fenicios de la Península, en la desembocadura del río Algarrobo. En sus alrededores se han loca­lizado los asentamientos de Morro de Mezquitilla y Chorreras, correspondiendo al primero de estos establecimientos la población enterrada en Trayamar26

. La necró­polis está compuesta por cinco cámaras con dromos, dispersas por una loma que sube desde el litoral y el lecho del rio. Las sepulturas presentaban una única cáma­ra de forma rectangular, más o menos amplia, enterrada a una profundidad de hasta 4,50 m y construida con aparejo de sillares y arquitectura de madera. La entrada se encontraba en todos los casos en uno de los costados o lados estrechos, a donde con­ducía el dromos. Las tumbas contaban, además, con un monumento funerario exte­rior o nephesh, según pudo saberse a partir de las descripciones de los obreros que intervinieron en el primer descubrimiento. En el emplazamiento de la tumba de cámara 1 había «una cima en forma de cono achatado, que después fue aplanado», aunque no fue posible hallar restos arqueológicos de éstos27

. La existencia de este

26. H. Schubart, <<El asentamiento fenicio del s. Vlll a.C. en el Morro de Mezquitilla (Algarrobo, Málaga)>> en M.E. Aubet y G. del Olmo (eds.), Los Fenicios en la Península Ibérica (Sabadell 1986) vol. I,

59-83.

27. Niemeyer-Schubart (1976) 191-200.

133

Ritual funerario y sociedad: el banquete funerario en las necrópolis ...

tipo de estructuras exteriores facilitaría la localización de las sepulturas, con vistas a la realización de ceremonias posteriores.

Estas sepulturas acogen enterramientos colectivos, practicados tanto por el rito de la incineración como por el de la inhumación, en las fases más avanzadas de utilización; esta característica permite interpretarlas como panteones familiares, en uso durante un período que abarca todo el s. VII a.C. En el espacio circundante de las cámaras, se practicaron enterramientos en pozos, similares a los documentados en Laurita (Almuñécar, Granada) y en Lagos (Málaga), a sólo 3 km de Trayamar28 .

Estas sepulturas, de menor envergadura espacial, debieron albergar uno o dos indi­viduos a lo sumo, y corresponderían a grupos sociales más modestos.

Sin embargo, los datos de mayor interés para este estudio no provienen pro­piamente de las sepulturas, sino de su exterior, siendo fundamental la documenta­ción aportada por la cámara 1 y, especialmente, la cámara 4. La sepultura 1, descu­bierta durante la construcción de un pilón en el año 1930 y parcialmente exhumada en ese momento, fue excavada posteriormente por el Instituto Arqueológico Alemán, sacando a la luz parte de la construcción, los elementos de ajuar que aún subsistían en el suelo de la cámara y el dromos de entrada. En este último se halla­ron unos pocos fragmentos de cerámica y un plato completo in situ29

; los fragmen­tos correspondían a varios vasos cerrados, un plato hondo, un ánfora y cerámica a mano (n° 568-576 del catálogo).

Al igual que las restantes cámaras, la sepultura 4 contaba con una cámara sepulcral de paredes construidas en sillares, cubierta de madera y la puerta en el lado Este, cerrada tras la última fase de enterramientos con un muro exterior. En el inte­rior se encontraron tres incineraciones (4a, 4b y 4c), de una fase de utilización más antigua, y dos inhumaciones (4d y 4e), más recientes, con hallazgos que no pudie­ron ser atribuidos con seguridad a una sepultura determinada. Al término de las dos fases de enterramientos, se procedió al cierre de la sepultura con un muro, pero el registro arqueológico nos ofrecerá, además, un elevado número de hallazgos corres­pondientes a capas de relleno, depositadas en el interior, tras el derrumbe del techo. Los restos corresponden a depósitos realizados en el exterior de la sepultura, en el entorno del monumento exterior que la identificaría, y cayeron dentro de la cámara formando complejos por estratos relativamente abundantes en hallazgos. De los 8 estratos identificados, destacan por su abundancia de restos los clasificados como 2 y 3, 6 y 7, y especialmente el estrato 8, que correspondería al último momento de estas prácticas.

28. M. Pellicer, Excavaciones en la necrópolis púnica "Laurita" del Cerro de San Cristóbal (Almuñécar, Granada), EAE 17 (Madrid 1963) 11 ss.; M.E. Aubet, A. Czarnetzki, C. Dominguez e I. Gamer Waller, Sepulturas fenicias en Lagos (Vé/ez, Málaga), Intervenciones arqueológicas en Anda/ucia 1 (Sevilla

1991) 40 ss.; Niemeyer-Schubart (1976) 130.

29. Niemeyer-Schubart (1976) 121.

134

Ana Ma Jiménez Flores

Si nos detenemos en la composición vascular de estos estratos, los resultados son muy indicativos. Contando sólo con fragmentos de las piezas, ya que ninguna ha aparecido completa, el estrato 1 ofreció 14 platos, y un ánfora, un vaso cerrado y una olla; al encontrarse en la misma superficie de la cámara, a escasos centímetros sobre el nivel del suelo, se puede pensar en la celebración de un banquete funerario en el mismo interior de la cámara, en los momentos inmediatos al sepelio30

. Un menor número de platos, sólo ocho, a los que se une una lucerna, componen el material del estrato 2. Proporción vascular que irá disminuyendo a medida que nos distanciamos del suelo de la cámara: en el estrato 3 aparecen 7 platos, 2 ollas, 3 enócoes y 2 lucer­nas; en el estrato 4 sólo un plato y un ánfora y en el estrato 5 dos platos.

Sin embargo, a partir de l ,20 m de la superficie de la cámara, con el estra­to 6, vuelve a aumentar el número de piezas, con un total de seis platos, 3 vasos cerrados, una olla y una posible fuente; y en el estrato 7 el catálogo recoge ya 8 pla­tos, dos ánforas, una olla y dos enócoes. Pero, el mayor número de piezas cerámicas corresponde al estrato 8. En este último estrato se ha recuperado un total de 347 pla­tos enteros y en fragmentos, realizados en engobe rojo, con borde bastante ancho, así como platos hondos, dos pebeteros y 14 vasos cerrados, también en engobe rojo, depositados allí después del cierre de la sepultura y antes del derrumbe del techo de la cámara sepulcraP 1• La relativa abundancia de este estrato y el contraste con res­pecto a los anteriores llaman la atención por el alto grado de convocatoria social que sugiere, y la continuidad de la práctica en esta última fase. Éste será un dato a ana­lizar desde perspectivas sociales sobre el que volveremos más adelante.

H. Schubart y H.G. Niemeyer interpretaron estos restos como producto de ofrendas depositadas sobre la sepultura con posterioridad al cierre. Sin embargo, M.L. Ramos ha considerado estos datos como resultado de la práctica de banquetes funerarios en el exterior de las sepulturas32

, opinión que suscribimos. La tipología de las piezas catalogadas apoyaría esta hipótesis. Una de las piezas más significativas, aunque no la más abundante, es el ánfora de tipo "torpedo" o Cintas 282/283, con­tenedor vinario de gran tradición en Oriente, hasta el punto de haberse fabricado en alabastro, destinado a producciones de muy alta calidad33

• La presencia de esta pieza en la cámara 4 (n° 632 del catálogo) hablaría en favor del consumo de vino de alta calidad, al que se uniría otra producción autóctona, proveniente del Mediterráneo

30. Resulta difícilmente admisible que en un recinto tan limitado se llevara a cabo una ceremonia de este tipo, de ahí que consideremos más acertado pensar en una celebración simbólica. Nos inclinamos a creer que el banquete familiar pudo tener lugar en el exterior y que, a fín de hacer partícipe al difunto, se

depositaron como ofrenda o prueba de esta solidaridad un elevado número de víveres.

31. Niemeyer-Schubart (1976) 142-143. 32. M.L. Ramos, Estudio sobre el ritual funerario en las necrópolis fenicias y púnicas de la Península

Ibérica (Madrid 1990) 115 ss. 33. J. Padro, <<Las importaciones egipcias en Almuñécar y los orígenes de la colonización fenicia en la

Península Ibérica», Homenaje a L. Siret (Sevilla 1986) 526-529.

135

Ritual funerario y sociedad: el banquete funerario en las necrópolis ...

Occidental, y que utilizaría como contenedor el ánfora Rachgoun 134, también pre­

sente en Trayamar. El enócoe y la pátera actuaban como escanciadores dentro del ceremonial del banquete, mientras los platos completaban el servicio para el consu­mo de víveres. El pebetero, única pieza que parece no guardar relación con la vaji­lla habitual, encuentra justificada su presencia si nos remitimos a su función ritual en las ceremonias religiosas, y no debemos olvidar que estamos ante una celebración de carácter funerario.

Muestras de esta práctica se pueden rastrear también en la necrópolis de Puente de Noy (Almuñécar, Granada), en la sepultura 1 E, en cuyo pozo de acceso se hallaron fragmentos de varios platos, una pátera y un enócoe35 • Del interior de la cámara proviene otro ejemplar de ánfora tipo "torpedo"36, constituyendo junto al de Trayamar, las únicas piezas completas de este tipo halladas en la Península37

• Al igual que las cámaras de Trayamar, esta tumba albergaba enterramientos colectivos de inhumación e incineración, con una cronología del s. VII a.C., sirviendo como panteón de un grupo familiar de la élite sexitana. Este tipo de ceremonias se pro­longan hasta los inicios del s. VI a.C., según señala la cronología proporcionada por los platos38

, momento en el que también se abandonan estas estructuras funerarias. En un momento algo posterior se data la necrópolis malagueña de Jardín.

Tenemos aquí documentado el paso de las estructuras hipogeicas colectivas a los tipos de sepulturas individuales, en cista o en fosa, a través de las tumbas 21 y 66. Son éstas grandes fosas sepulcrales de una profundidad de 4 y 6 m respectivamen­te, que contienen en ambos casos cistas de sillares que soportan una cubierta de madera y barro39

. Las tumbas habían sido saqueadas de antiguo y no se pudo resca­tar el ajuar completo, aunque, procedentes del dramas, se documentaron una jarra (Lám. IX, b) y una lucerna de dos picos (Lám. X, e), datables en el s. VI a.C.

Las restantes tumbas de fosa y cista presentaban un ajuar típico que incluía muchos fragmentos de platos, una o dos lucernas, un ánfora, una jarra procedente

34. V.M. Guerrero, <<Las ánforas Cintas 282/283 y el comercio de vino fenicio en Occidente»,

Saguntum 22 (1989) !57 ss. 35. F. Malina y C. Huertas, «La tumba fenicia lE de Puente de Noy>>, Almuñécar. Arqueología e

Historia (Granada 1983) 57-88. Para la denominación de las piezas cerámicas seguimos la nomenclatura ofrecida por P. Badenas y R. Olmos, «La nomenclatura de los vasos griegos en castellano. Propuestas de

uso y normalización», AEArq 6! (1988) 61-81.

36. Malina-Huertas (1983) fig. 3, l.

37. Ejemplares de este tipo han sido localizados en Mozia, en la zona de la muralla, en Utica y en Cartago; en este último caso, parte del material procede de niveles funerarios de la Colina de Byrsa. Cf.

Guerrero (1989) 154-155.

38. Niemeyer-Schubart (1976) 143. 39. H. Schubart y G. Maas-Lindemann, <<Jardín. Informe sobre las excavaciones de 1974», NArqH 6

(1979) 144-146.

136

Ana M• Jiménez Flores

del interior o de junto a la tumba. un vaso esférico y una fuente. De acuerdo con la descripción de los arqueólogos, los inventarios no proceden sólo de las primitivas ofrendas funerarias, sino que también incluyen otras posteriores~0 • De estas sepultu­ras habremos de destacar la sepultura 87. que presentaba una fosa excepcionalmente grande, y donde la sepultura propiamente dicha estaba delimitada en ambos costa­dos por muros de adobes; en el relleno de esta tumba se localizaron fragmentos de un plato41

, procedentes de un rito posterior a la clausura de la sepultura. En la tumba 101 se halló, a la altura de la losa de cubierta y en el ángulo N-0, una jarra com­pleta42, cuya presencia se explicaría de igual forma.

En la necrópolis de Puig des Molins, en Ibiza, sus excavadores han podido comprobar que, al menos en tres ocasiones, tuvieron lugar, antes del cierre definiti­vo de la sepultura, ceremonias en las que se arrojaron posiblemente restos de comi­da en el interior. Concretamente en el caso de las incineraciones 1985/111 y IX, en la primera se arrojaron platos de engobe rojo y huesos de cabritilla cuando aún ardía el bustum; mientras en la segunda sepultura se hallaron vasijas incompletas, un plato y una olla a mano, sobre el empedrado que cubría los huesos. La existencia de tres cipos, en sendas fosas, pone de relieve la intención de marcar el lugar de la tumba con vistas a facilitar su localización para evitar su destrucción o permitir posteriores ceremonias. Otro dato proviene de la sepultura 1985/II; la fosa contenía en el fondo el bustum donde fue cremada una mujer joven, sin que poseamos su ajuar, pero sobre la que se dispuso un cierre de piedras y tierra, con un cipo en posición vertical; poco tiempo después se reabrió la tumba para depositar los huesos quemados de un niño de 2 a 5 años, realizándose a continuación una ceremonia de libación, como atesti­gua la presencia de khantaros de bucchero43

.

Establecer una ecuación directa entre marzeah y práctica del banquete fune­rario en la Península Ibérica es muy arriesgado, pero, evidentemente, estamos ante una realidad a la que sus coetáneos denominarían con el mismo término genérico y que participaría de los mismos valores y creencias que inspiraban la institución oriental. Cabría, entonces, plantearse la cuestión de establecer el significado de esta institución en el contexto social de las colonias occidentales, el orden social al que corresponde y las razones que justificaron su difusión y desarrollo.

40. Schubart-Maas-Lindemann (1979) 148. 41 H. Schubart, <<Jardín. Informe preliminar de 1976 en la necrópolis de los ss. VI-V a.C.>>, NArqH 6

(1979) 156.

42. Schubart (1979) 157. 43. C. Gómez Bellard, B. Costa Ribas, F. Gómez Bellard, R. Gurrea Barricarte, E. Grau Almero y R.

Martínez Valle, La colonización fenicia de la isla de Ibiza, EAE 157 (Madrid 1990) 160-162.

137

Ritual funerario y sociedad: el banquete funerario en las necrópolis ..

SIGNIFICACIÓN SOCIAL DEL BANQUETE FUNERARIO

Los antecedentes de esta práctica son fácilmente identificables en Mesopota­mia, donde las ceremonias funerarias recogían como uno de sus elementos esenciales la ofrenda de carne (kispa[m kasiipu), el tradicional kispum, y la libación de agua o me naqu. La finalidad de estas ofrendas sería proporcionar alimento al difunto y hacerle partícipe de los lazos solidarios que unen al grupo familiar. Cuando un hom­bre muere no pierde su existencia, sino que cambia su "modo de existir"; se transfor­ma en una nps, un "alma" o un "ser", que sigue perteneciendo al grupo familiar, cons­tituido como todo orgánico. El difunto está presente en la tumba, donde también resi­den los antepasados44

; y será aquí donde se realicen las ceremonias y cultos debidos a éstos. El banquete sería la forma más elemental y amplia de solidaridad del grupo familiar. Según H. Lévy-Bruhl, los descendientes proporcionan ofrendas líquidas y los víveres consumidos en el banquete, mientras el antepasado consume la semejanza de estos alimentos, de la carne y la bebida, al apropiarse de su realidad esencial, comulgando con el sacrificante que participa en el rito45

Podemos localizar en esta creencia elemental el origen del marzeah, institución que, con el paso del tiempo, adquirirá entidad social y económica propia, a juzgar por los documentos administrativos ugaríticos. De acuerdo con éstos, se desarrollaron, a par­tir de estas prácticas, asociaciones estables, con una sede propia que podía ser propor­cionada por el miembro más destacado de la entidad, o habilitada a tal efecto; aunque parece más admisible considerar que las ceremonias tenían lugar en el hogar, cerca de los antepasados. En estas agrupaciones se contemplaba, además, la explotación de viñe­dos, con vistas al abastecimiento del principal producto de consumo de los banquetes, lo que otorga relevancia económica a la institución. La impronta religiosa viene marcada por el patronato ejercido por determinadas divinidades, elemento que confiere a la insti­tución reconocimiento oficial y la protección estatal46

. Sin embargo, intentar hacer exten­sivo este modelo al mundo colonial es inviable, a la luz de los documentos a nuestra dis­posición; sólo cabría situar el material arqueológico en las coordenadas proporcionadas por la epigrafía púnica, para intentar establecer en qué medida se manifiesta esta institu­ción en Occidente y de qué modo afecta a la vida social y económica de las colonias, centrándonos especialmente en el caso peninsular.

La epigrafía denota la existencia de asociaciones paralelizables en el mundo púnico, aunque en un momento muy posterior. El objetivo primordial de éstas se centraría en la celebración periódica de sacrificios, bajo la advocación de alguna divinidad protectora, lo que justificaría su inclusión en la tarifa de Marsella; su relación con el mundo funerario, que se infiere a partir de las tradiciones orienta-

44. Podella (1987) 179-180.

45. H. Lévy-Bruhl, Alma primitiva (Barcelona 1985) 240.

46. McLaughlin (1991) 276-281.

138

Ana M' Jiménez Flores

les, está confirmado por los hallazgos de las necrópolis, que nos ayudan a comple­tar el hilo documental de esta práctica a través del mundo fenicio-púnico. En este caso, aunque no podamos valernos de menciones escritas para asegurarlo, se puede aventurar la hipótesis de la práctica de estas ceremonias en un contexto social y eco­nómico que intentaremos definir y en el que encuentra pleno significado.

Si nos detenemos en la información social que se desprende de las tumbas de Trayamar, obtenemos la imagen de una comunidad en la que se ha ido marcando progresivamente una evolución hacia la diversificación. La distancia de la madre patria y la necesidad de crear nuevos vínculos sociales en las colonias conduciría a la potenciación de los núcleos familiares, primer punto de referencia de la comuni­dad y ejes de las actividades artesanales y las empresas mercantiles, según se des­prende de la situación documentada en otros centros del Mediterráneo47

• El acerca­miento progresivo de unos y otros grupos familiares a través de vínculos matrimo­niales, permitiría la definición de distintos estamentos sociales, caracterizados social y económicamente. La manifestación de esta división y la unidad de cada grupo sólo se hará necesaria cuando la llegada de nuevos contingentes humanos exija una defi­nición clara de la estructura social.

Con las transformaciones demográficas del s. VII a.C., las colonias de la costa malagueña conocerán la incorporación de nuevos elementos poblacionales: por un lado, las comunidades indígenas del entorno irán incluyéndose, cada vez más activamente, en el marco socio-económico colonial, ya sea a través del mestizaje o de la convivencia; y, por otra parte, se ha señalado la llegada de nuevos contingen­tes poblacionales de Oriente, coincidiendo con la grave situación política atravesa­da por la metrópolis.

Respecto a este último aspecto, nos inclinamos a creer que la presión ejer­cida por el imperialismo asirio, lejos de afectar negativamente a la economía feni­cia, redundó en su beneficio, como ha expuesto S. Frankestein48

; la elevada deman­da de metales repercutió en la activación de la producción artesanal, motor econó­mico de esta región, junto con la actividad mercantil. Consecuencia de ello será la dispersión de los talleres artesanales fenicios a todos los mercados potencialmente rentables: encontraremos artesanos trabajando desde el Eúfrates hasta el Egeo, desde Anatolia hasta Egipto49

• A esta diáspora no fue ajeno el mercado occidental, donde

47. M.F. Baslez. «Le rOle et la place des Phéniciens dans la vie économique des ports de l'Egée>>, Studia Phoenicia V. Phoenicia and the East Mediterranean in the First Millenium B. C. (Lovaina 1987) 267-285; M. Heltzer, <<A Recently Discovered Phoenician lnscription and the Problem of the Guilds of Metal­

Casters», I ACFP (Roma 1987) vol. 1, 119-123. 48. S. Frankestein, <<The Phoenician in the Far West: a Function of Neo-assyrian Imperia1ism»,

Mesopotamia 7: Power and Propaganda. A Symposium of Ancient Empires (Copenhague 1979) 263-294.

49. G. Chiera, <<Fenici e cartaginese a Memfi», RSF XV, 2 (1987) 127-131; E. Bresciani, <<Presenza fenicie in Egitto», Momenti Precoloniali nel Mediterraneo Antico (Roma 1988) 257-265; G. Kestemont, <<Les Phéniciens en Syrie du Nord», Studia Phoenicia III (Lovaina 1985) 135-161; R. Lebrun, <<L' Anatolie et la monde phénicien du X' au IV' siecle av. J.C.», Studia Phoenicia V (Lovaina 1987) 23-33; A.M. Bisi,

139

Ritual funerario y sociedad: el banquete funerario en las necrópolis ...

la elevada producción de metales se complementaba con una fuerte demanda de pro­ductos artesanales especializados. Es. a partir de estas fechas. comienzos del s. VII a.C., cuando la producción orientalizante de Etruria y la Península Ibérica nos habla de la presencia de artesanos orientales. Su distribución por el hinterland colonial res­ponderá a las exigencias del mercado y a su oferta productiva: orfebres, eboristas y alfareros se dirigirán especialmente a los asentamientos indígenas, mientras arqui­tectos y canteros se establecen en las colonias, contribuyendo a la definición urbana de las mismas.

Socialmente. la incorporación de estos nuevos elementos humanos conducirá a una reordenación del marco social o, más bien, a una estructuración definida. En este sentido, los comerciantes que. durante la generación precedente, dedicaron sus esfuerzos a la fundación y consolidación de estos emplazamientos, precisarán en estos momentos de formas y comportamientos que aseguren su preeminencia social. En el campo de las expresiones funerarias, la manifestación de su estatus socio-económico se traducirá en la construcción de grandes sepulturas. en las que se requiere la intervención de un elevado número de técnicos. Pero, la función de estas tumbas va más allá de una mera ostenta­ción. La práctica de enterramientos colectivos en su interior a lo largo de las dos o tres generaciones siguientes hará hincapié en su carácter de panteón familiar.

Este grupo de comerciantes comienza a definirse como una burguesía mer­cantil que estrecha sus lazos tanto en su relación con la comunidad como con res­pecto al territorio, al que ha configurado en parte con su actuación y al que se sien­te unido. Con las facultades que atribuye la condición de fundador y la posibilidad de esgrimir el argumento genealógico para sostenerlo, los grupos mercantiles irán creando una ideología social propia, donde tales condiciones serán pilares de la posi­ción jerárquica. Esta "reivindicación" de preeminencia exigirá la práctica de mani­festaciones que reafirmen la solidaridad de grupo de la naciente burguesía colonial. Podemos entender como una de estas manifestaciones la práctica de los banquetes funerarios, y la intensificación de las ceremonias durante algunos periodos consti­tuiría la confirmación del interés social de tales manifestaciones. En este sentido, se puede señalar que, sólo a partir de la segunda o tercera generación de colonos (con­siderando como fecha inicial de la instalación colonial el último cuarto del s. VIII a.C. de acuerdo con los datos de los asentamientos), en torno al segundo cuarto del s. VII a.C., se documentan los grandes panteones familiares.

El banquete suscitado por las ceremonias fúnebres, en el marco del sacrifi­cio alimentario ofrecido a los difuntos, constituye un rasgo solidario que no escapa al grupo social más amplio, siendo germen de la sociabilidad50 . C. Bérard ha seña-

<<Ateliers phéniciens dans le monde égéen>>, Studia Phoenicia V (Lovaina 1987) 225-237. 50. P. Schmitt Pantel ha analizado en un reciente trabajo este aspecto de la comensalidad en el marco

de la polis griega arcaica (La cité au banquet. Histoire des repas publics dans les cités grecques (Roma

1992) 448 ss.).

140

Ana M' Jiménez Flores

lado, aludiendo al fenómeno de la heroización, coincidente con la consolidación de la polis arcaica griega, que las prácticas ideológicas tienden a extraer el mejor par­tido (político) de circunstancias habituales y corrientes, en un proceso en el que se actúa sobre el significado sin modificar ni transformar el significante51

• La intensi­ficación de los banquetes y su consolidación en las últimas fases de la tumba 4 indi­caría un interés marcado por atraer la atención sobre unos antepasados que han adquirido nuevo significado para el grupo social, y sirven a formas ideológicas que hacen uso de su presencia como argumento social.

La periodicidad de las ceremonias marcará con la impronta del argumento tradicionalista la posición social de los grupos que practican tales ceremonias y que, posiblemente, recurren a la asociación del marzeah para señalar su solidaridad. A ello se suma el hecho de que sólo aquellos grupos de mayor poder adquisitivo están en condiciones de mantener estas ceremonias con la periodicidad exigida por la tra­dición de esta institución; debemos tener presente los enormes gastos precisados para los sacrificios, donde la calidad de los restos cerámicos, de rasgos muy característicos, y el tradicional consumo de vino elevan la cuantía de su coste. Por otra parte, la enorme capacidad de convocatoria social de esta ceremonia, según muestra el estrato 8 de la tumba 4, habla en favor de los miembros destacados de la comunidad, máximos interesados en esta práctica, para quienes la ceremonia fami­liar se ha transformado en un acto casi ·'político". Proceso que sería aplicable al caso de Puente de No y y las tumbas 21 y 66 de Jardín, donde nos encontramos también con tumbas colectivas. Para el resto de la población los datos son más escasos; los grupos sociales más modestos realizarán ceremonias similares en el curso de las exe­quias o con posterioridad, pero, evidentemente, en una proporción mucho más modesta e íntima, que no dejaría huellas en el registro arqueológico. Indicio de estas prácticas se pueden rastrear en la necrópolis arcaica de Ibiza, donde las sepulturas presentan ajuares muy pobres y no se han documentado enterramientos colectivos, a excepción de las sepulturas dobles, donde suelen ser depositados el cadáver de un adulto y un niño (¿madre e hijo?).

El consumo de vino añadiría además otro dato económico al complejo mosaico que intentamos describir en torno al banquete. Podemos indicar, en este sentido, una doble procedencia de esta producción vinícola, ya sea de importación, o bien sea de procedencia autóctona, dada la introducción de nuevos cultivos y téc­nicas agrícolas en el Sur peninsular, a través de las colonias. Es fácilmente admisi­ble que, entre estos cultivos, se incluyera la vid, teniendo en cuenta que las zonas agrícolas controladas por los colonos eran favorables a este cultivo y que, por otra

51. C. Bérard, <<Récupérer la mort du prince: Héroisation et formation de la cité>> en G. Gnoli y J.P.

Vemant (eds.), La Mort, les morts dans les sociétés anciennes (París 1982) 89-106.

141

Ritual funerario y sociedad: el banquete funerario en las necrópolis ...

parte, el vino era uno de los productos utilizados en los intercambios con los núcle­os indígenas52

El abastecimiento de vino nos conduce de nuevo a la burguesía colonial. Su instalación en los nuevos territorios debió verse favorecida también por la incorporación de tierras y áreas de explotación agrícola, según parece mostrar el análisis geomorfológico del hinterland coloniaP3

. La dedicación a la producción viticultora sería especialmente fructífera para esta burguesía, para la que constituía además una moneda de cambio con los indígenas. Aun considerando la posibilidad de una importación del vino, hecho constatado por la presencia de ánforas de origen oriental destinadas a este fín y a través de la epigrafía en otras regiones del Mediterráneo54

, volvemos al mismo referente, ya que sería esta burguesía mercantil la primera implicada en el comercio y distribución de la producción. Parece, por tanto, admisible que, al igual que en Oriente, fueran los mismos participantes en la ceremonia, o más probablemente el anfitrión, quién proporcionara los víveres y ali­mentos a consumir. Un paralelismo similar con Oriente podemos mantener acerca del emplazamiento para el banquete, pero, a diferencia de lo que indican los textos en Oriente, en las colonias su práctica estaba estrechamente ligada a los panteones y tumbas familiares, no a las casas, de donde ya han salido los antepasados para alo­jarse fuera de la ciudad.

Las conexiones de la intensificación de esta práctica con la burguesía mer­cantil vendrá también marcada por la coincidencia de la desaparición de las huellas de esta institución en el registro arqueológico y la crisis del s. VI a.C., que puso fin al modelo económico que sustentaba este marco social. Con el colapso del mercado tartésico, las bases económicas coloniales sufren una reconversión; sólo las colonias de las regiones orientales, mejor situadas de cara a la explotación metalífera del Alto Guadalquivir, conocen un periodo de prosperidad. En la costa malagueña, se asiste, en cambio, a la concentración urbana en la ciudad de Málaga, en detrimento de las anteriores colonias, que son abandonadas55

Estos cambios repercutieron en las mismas manifestaciones funerarias, donde las grandes tumbas colectivas van dejando paso a las tumbas de fosa o cistas individuales, ejemplificadas en la necrópolis de Jardín. La diversidad social deja de estar tan marcada en la necrópolis, donde los monumentos exteriores, de gran mag-

52. Guerrero (1989) !57 ss. 53. M.E. Aubet, <<Notas sobre la economía de los asentamientos fenicios del Sur de España>>, DArch 3'

serie, año 5, no 2 ( 1987) 51-62; idem, <<Notas sobre las colonias del Sur de España y su función en el marco

territorial: el ejemplo del Cerro del Villar (Málaga)>>, II ACFP (Roma 1991) vol. Il, 624 ss. 54. Podemos mencionar en este punto la inscripción identificada sobre un fragmento de vaso cerrado,

procedente de Grotta Regina, en Palermo; y de la que G. Garbini ofrece la lectura <<vino] espeso de Sidón>>, aludiendo a la procedencia oriental de este producto, destinado a funciones cultual es ( <<Nuovi documenti di

Epigrafía punica», Epigraphica XLV (1983) 99-102). 55. J.M.J. Gran Aymerich, <<Málaga, fenicia y púnica>> en M.E. Aubet y G. del Olmo (eds.), Los

Fenicios en la Península Ibérica (Sabadelll986) vol. I, 127-147.

142

Ana M' Jiménez Flores

nificencia en el siglo precedente si nos detenemos a examinar los datos de Puente de Noy (Almuñécar, Granada)56, se van reduciendo a las estelas o cipos simples; y donde ya no encontramos muestras tan concluyentes de los banquetes funerarios. Resulta indicativo que sean muy escasos los datos documentados en la necrópolis Jardín57, aunque no debemos olvidar que las sepulturas fueron objeto de saqueo en la antigüedad. La práctica debió mantenerse, aunque a un nivel más íntimo, sin miras a una muestra de ostentación social, como en el periodo precedente, de lo que pueden ser indicio los restos de la tumba 87, de la ya citada necrópolis de Jardín58 .

A los datos de la tarifa de Marsella que documentan la continuidad de la institución en periodo púnico se pueden sumar algunos rasgos detectados en la necrópolis "neopúnica" de Carmona, donde las urnas cinerarias suelen estar acompañadas por vasos de vidrio y cerámicas, cuyas formas no corresponden a la típica producción romana de terra sigillata. M. Bendala interpretó el anacronismo de estas formas cerámicas como consecuencia del sentido ritual de los banquetes, que exigía la uti­lización de determinados recipientes de alta significación cultuaP9

. Con ello, pode­mos admitir la existencia de la institución del banquete funerario en las colonias fenicias, tradición que se mantendría arraigada en periodos posteriores; así como el uso "político" que hicieron de ésta las clases dirigentes de estos centros durante el s. VII a.C., periodo de florecimiento de este grupo mercantil.

Vemos, pues, como el análisis de una manifestación funeraria documenta­da en Oriente a través de textos y conocida en Occidente gracias a la Arqueología, facilita el establecimiento de coordenadas sociales en un momento de la Protohistoria de la Península Ibérica donde escasean los datos escritos y los restos resultan de difícil interpretación. Aunque sólo constituyan breves apuntes y notas, facilitan la definición progresiva de un tejido social bastante complejo, al que espe­remos se puedan ir añadiendo nuevas informaciones.

56. M. Almagro Gorbea, <<Los leones de Puente de Noy. Un monumento turriforme funerario en la

Península Ibérica>>, Almuñécar. Arqueología e Historia (Granada 1983) 89-106.

57. Schubart (1979) 142 ss.

58. Schubart (1979) !52.

59. M. Bendala Galán, <<El banquete funerario en el mediodía hispano: una observación», Anejos de

Gerión III. Alimenta. Estudios en homenaje al Dr. M. Ponsich (Madrid !991) 184.

143

APROXIMACIÓN AL POBLAMIENTO ROMANO EN LA

ZONA SUR DE LA COMARCA SEVILLANA DEL ALJARAFE

Jesús de la Ascensión SALAS ÁL V AREZ Manuel MESA ROMERO (Universidad de Sevilla)

1.- INTRODUCCIÓN

Con el presente trabajo queremos dar a conocer parte de los resultados obtenidos en la prospección arqueológica superficial del término municipal de La Puebla del Río (provincia de Sevilla), hasta el momento inédita, encargada por la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura y Medio Ambiente de la Junta de Andalucía1•

El hecho de que nuestro trabajo inicial de investigación se viese acotado por recientes límites administrativos, hacía que nos enfrentásemos a conclusiones segmentadas y limitadas por dicha circunstancia, cosa que solventamos al confron­tar nuestros datos con los de otras zonas mejor estudiadas y conocidas por la investigación histórica.

El término municipal de La Puebla del Río se encuentra situado en la parte suroccidental de la provincia de Sevilla, a unos 15 kilómetros de la capital, y su territorio participa de tres comarcas geográficas muy concretas:

a) El Aljarafe: es una meseta elevada con pequeñas ondulaciones.

l. J.A. Salas Álvarez y M. Mesa Romero, Prospección arqueológica superficial del ténnino municipal de La Puebla del Río (provincia de Sevilla), Delegación Provincial de Cultura y Medio Ambiente, Junta de Andalucía, Sevilla, 3 de mayo de 1994 (trabajo inédito), 4 tomos. En las labores de campo, aparte de los arqueólogos arriba firmantes, también participó José María Rodrigo Cámara. Agradecer la colaboración prestada al profesor de la Universidad de Sevilla José Luis Escacena Carrasco y a los entonces estudiantes de Arqueología Manuela Egea García, Mercedes García Feito, Auxiliadora Lobo Torres, Gabriela Moreno Romero, Ana Pajuelo Pando y Jacinto Sánchez Gil de Montes, así como a Emilio SaJas Álvarez, operador

de informática.

145

Aproximación al poblamiento romano en la zona sur de la comarca

b) La Ribera: constituida por terrazas fluviales, en contacto con el Guadalquivir y el Aljarafe.

e) Las Marismas: son terrenos bajos y llanos, con mínimas incli­naciones, siempre inundados.

2.- RECONSTRUCCIÓN PALEOGEOGRÁFICA

La aparición en las acuñaciones monetales turdetano-romanas de Olont (Aznalcázar) de la representación de una piña2, nos hace pensar, como al profesor J.L. Escacena Carrasco, que los bosques de esta zona eran todavía bastante impor­tantes al final de los tiempos protohistóricos, situación que fue, sin duda, herencia de períodos anteriores3

• De ahí que los cerros del Sur del Aljarafe, con alturas en tomo a los 30-40 m. sobre el nivel del mar, se vieran poblados en su mayor parte de formaciones boscosas mediterráneas parecidas a las detectadas en Huelva, en las que dominaba la encina (Quercus Ilex), el alcornoque (Quercus Suber) y el acebuche (Olea Europea) principalmente, además de plantas arbustivas como el lentisco (Pistacea Lentiscus) y el romero (Rosmarinus Officinalis)\ y que aún perduraban a finales del s. XVIII, según nos relata Tomás López5•

Junto a ello, la jerarquización del sistema fluvial en épocas precuatemarias dio paso a un Guadalquivir, que en la margen izquierda de su tramo inferior confor­mó un sistema de terrazas aluviales, así como a la aparición de numerosos estuarios, acantilados, golfos, cabos y pequeñas ensenadas en su curso final, que se abrían a una amplia bahía o golfo, de escaso fondo, sobre el que se fueron depositando los materiales aportados por el río6 , conformando el Lacus Ligustinus, cuya progresiva colmatación podemos rastrear a través de las fuentes clásicas. Así en la Ora Maritima de Rufo Pesto A vi en o, el citado lago aparece nombrado de distinto modo: en los textos más antiguos, seguramente púnicos del s. VI a.C., que dicho autor reco­ge, aparece denominado como Sinus Tartessius (Ora, 263), mientras que en los tiempos en que dicho autor escribe, el s. IV a.C., era llamado Lacus Ligustinus (Ora, 284).

2. L. Villaronga, Numismática antigua de España (Barcelona 1979) 162.

3. J.L. Escacena Carrasco, M. Rodríguez y M.C. Alonso, <<La Marismilla. Una salina prehistórica en el

Sur de España>>,//" Congreso del Estrecho de Gibraltar, Ceuta, noviembre de 1990 (en prensa).

4. A. Horowitz, «Geología y paleoambiente», Exploración arqueometalúrgica en Huelva, Editorial

Labor (Barcelona 1981) 183.

5. T. López, Diccionario Geográfico de Andalucía: Sevilla (Madrid 1786). Reeditado por Editorial Don

Quijote (Granada 1989) 140.

6. F. Díaz del Olmo, <<Paleogeografía tartésica>>, Tartessos. Arqueología protohistórica del Bajo

Guadalquivir, Editorial Ausa (Sabadell 1990) 15 y ss.

146

Jesús de la Ascensión Salas Romero y Manuel Mesa Romero

3.- VÍAS DE COMUNICACIÓN

El estudio del poblamiento humano de un territorio debe ser abordado desde varios puntos de vista, y nunca desde una perspectiva parcial de la documen­tación conocida. Por ello, y debido a la existencia de una red de vías, caminos y cañadas de transhumancia en la zona objeto de nuestro estudio, incluimos este apar­tado. Así, podemos diferenciar dos grandes grupos:

a) Vías fluviales: el Guadalquivir se constituye en la principal vía de comunicaciones de toda la zona7, y ello debido a su fácil navegabilidad hasta Sevilla desde época protohistórica hasta época medieval, tal y como nos ponen de manifiesto las distintas fuentes escritas romanas8 y musulma­nas y los restos del Pecio/-s de la Isleta (yacimiento n° 3)9

b) Vías terrestres: en función del río Guadalquivir, se van a desa­rrollar una serie de caminos, que se pueden detectar por la presencia de asentamientos y localizaciones, todas ellas de carácter rural, que se alinean siguiendo cañadas, riachuelos, veredas o senderos de ganado. Tales vías, saliendo del Guadalquivir, se adentraban en el Aljarafe por las zonas más fáciles de transitar, es decir, por los terrenos bajos de la meseta, y cuya misión era poner en contacto el río con el interior del Aljarafe.

Las principales vías terrestres son las siguientes: * De Sur a Norte, la Cañada de Rianzuela, regada por el

Arroyo Majalberraque, la Cañada del Toro, la Cañada de la Barca, la Cañada Fría y la Cañada del Repudio, regada por el Arroyo del Repudio, que ponen en contacto los ricos pastos de las Marismas con el interior agrícola del Aljarafe, constituyendo auténticas vere­das, tal y como se observa en la actualidad y como queda refleja­do en la toponimia de las mismas. Además, es de destacar la pre­sencia de yacimientos en aquellos lugares, donde las cañadas desembocan en las Marismas, como si quisieran controlarlas, sien-

7. L. Abad Casal, El Guadalquivir. Vía fluvial romana, Diputación Provincial (Sevilla 1975) 82 y 83; G. Chic García, <<Consideraciones sobre la navegabilidad del Guadalquivir en época romana>> Gades, vol. I, Universidad de Cádiz (Cádiz 1978) 7-20; J.L Escacena Carrasco, <<Antiguas vías de comunicación en el Bajo Guadalquivir>> Gades, vol. IX, Universidad de Cádiz (Cádiz 1982) 134; J.L. Escacena Carrasco y A. Padilla Monge, El poblamiento romano en las márgenes del antiguo estuario del Guadalquivir, Gráficas Sol

(Écija 1992) 24 y ss. 8. Avieno, Ora Maritima, VV. 261-265, pp. 304-306; Plinio, Naturalis Historia, III, 10; Estrabón,

Geographia, III, 1, 9; Pomponio Mela, Chorografia, II, 96.

9. L. Abad Casal, op. cit. 135; ABC de Sevilla, 20 de noviembre de 1970, 49; J.L. Escacena Carrasco, Contribución a la Carta Arqueológica del Guadalquivir. Los rebordes ribereños del Aljarafe y los Aleares, tesis de licenciatura inédita, Universidad de Sevilla (Sevilla 1980) 68-70; J.L. Escacena Carrasco, art. cit.

136; J.L. Escacena Carrasco y A. Padilla Monge, op. cit. 24.

147

Aproximación al poblamiento romano en la zona sur de la comarca

do el mejor y más significativo ejemplo el yacimiento de Puebla del Río 1 (yacimiento no l )10•

* A través del llamado Camino de la Cala, y cruzando el río por la barcaza de La Puebla del Río, se conectaba el distrito Aljarafe-Ribera con la Campiña de Los Palacios, por un camino calificado como de <<muy antiguo» 11 .

* Desde La Puebla del Río, o quizás desde más al Sur, y con dirección Norte no es difícil comprobar la existencia de una vía o camino casi paralelo al Guadalquivir que seguía al pie del Aljarafe, que une La Puebla del Río, Coria del Río, Gelves y San Juan de Aznalfarache con Sevilla, y, más hacia el Norte, con Itálica, continuando hacia las Sierras Norte y de Aroche 12•

Conectados con estas vías principales, aparecen una multitud de caminos, como la Cañada Real de la Isla Mayor, Camino de Villamanrique, Camino de Aznalcázar, Camino de la Isla Mayor o Camino de Sanlúcar la Mayor, que unen entre sí los numerosos núcleos de población de la zona, formando un entramado de vías de comunicación, sobre los que se superpo­ne otro entramado de veredas, padrones e hijuelas, que surcan el campo, ya sea para conectar las propiedades y núcleos de población con los caminos principales, o bien para facilitar el paso de los ganados hacia las zonas de pasto de las Marismas o a las riberas de los ríos y arroyos para abrevar.

4.- YACIMIENTOS ARQUEOLÓGICOS

Los yacimientos detectados en nuestra labor de investigación, pertenecien­tes a la época romana, son los que a continuación pasamos a exponer (figura 1):

1 O. J .L. Escacena Carrasco, art. cit. 144.

11. M. Borrero Femández, El mundo rural sevillano en el s. XV: Aljarafe y Ribera, Diputación

Provincial de Sevilla (Sevilla 1983) 69.

12. M. Borrero Femández, op. cit. 67; J.L. Escacena Carrasco, art. cit. 145; J.L. Escacena Carrasco y

A. Padilla Monge, op. cit.

148

Jesús de la Ascensión Salas Romero y Manuel Mesa Romero

N° y Nombre del yacimiento

1.- Puebla del Río I 2.- Estacada de Alfaro 3.- Pecio de La Isleta 4.- El Poste 5.- Cerro de la Atalaya 6.- Dehesa de Puñana III 7.- Casilla Antonio Díaz 8.- Necrópolis Cortada 9.- Cerro de los Locos 10.- Venta de la Negra I 11.- Urbanización «Al Galope» 12.- Cañada de la Barca 13.- Casa de Fantasía 14.- Estacada de San José 15.- Villa del Rosario 16.- Cortijo Cartujilla 17.- Puebla del Río lii 18.- Venta de la Negra III

Figura l.

149

Tipología del yacimiento

Villa y necrópolis romana Asentamiento romano Pecio/s romano/s Villa romana Estructura romana Localización romana Necrópolis romana Necrópolis romana Asentamiento romano Villa romana con horno Villa romana Villa romana Necrópolis romana Asentamiento romano Asentamiento romano Asentamiento romano Asentamiento romano Tumba infantil romana

Aproximación al poblamiento romano en la zona sur de la comarca

5.- CONCLUSIONES

Con la llegada de los romanos a la zona se inaugura una fase depresiva en las Marismas, que arranca de la Segunda Guerra Púnica y que durará casi hasta el cambio de era, coincidiendo con un nuevo descenso del nivel de las aguas, ahora más aluvionadas y colmatadas, y con una menor apertura al Atlántico por la exis­tencia de una isla arenosa (Coto de Doñana) que separaba ambos conjuntos, tal y como se constata en las fuentes escritas.

Los romanos traerán consigo un cambio fundamental en la ordenación del territorio, como resultado de la conquista y la romanización del territorio, con la consiguiente imposición de un nuevo modo de vida, caracterizado por el nacimiento de multitud de centros de explotación agrícola de tipo familiar, conocidos como villae 13

La conquista romana ha quedado reflejada en la presencia de niveles de incendio y abandono repentino de hábitats, fenómeno que podría fecharse entre fines del s. III a.C. y comienzos del s. 11 a.C., tal y como se detecta en los yacimientos de Cerro Macareno (San José de la Rinconada) y Cuesta del Rosario (Sevilla) 14

, y, más recientemente, por el hallazgo del casco romano en el río Guadalquivir a la altura de San Juan de Aznalfarache, que el profesor A. Caballos Rufino 15 cataloga dentro del tipo Montefortino A Reciente, en una etapa avanzada del modelo, con una cronolo­gía de fines del s. III a.C. o comienzos del s. II a.C., y que dicho autor considera como un vestigio del armamento de las primeras tropas romanas llegadas a Iberia para intervenir en la Segunda Guerra Púnica.

El poblamiento prerromano está constatado en los cercanos yacimientos de Caura (Coria del Río), Osset (San Juan de Aznalfarache) y Orippo (Torre de los Herberos, Dos Hermanas), lugares que parecen haber alcanzado el nivel de comuni­dades plenamente urbanas durante el período protohistórico, y que continuaron exis­tiendo durante época romana16•

Por todo ello, podemos pensar que la presencia romana en la zona no apor­tó ningún cambio esencial en cuanto a la implantación poblacional, la ordenación y la explotación del territorio durante, al menos, siglo y medio, puesto que Roma man­tuvo las estructuras económicas y sociales ya existentes, mientras que éstas no

13. J.L. Escacena Carrasco y A. Padilla Monge, op. cit. 10. 14. J.L. Escacena Carrasco y A. Padilla Monge, op. cit. 86; C. Femández Chicarro, <<El tesoro de la

Cuesta del Rosario de Sevilla>>, Numario Hispánico, vol. 1, fase. 1-2 (1950) 63 y ss.; M. Pellicer Catalán et al., <<El Cerro Macareno>>. Excat'Gciones Arqueolóf?icas en España, 124, Ministerio de Cultura (Madrid

1983) 24 y 58.

15. A. Caballos Rufino, <<Un casco montefortino hallado en el Guadalquivir>>, Homenaje al profesor

Blázquez, vol. 11 (Madrid 1994) 77-92. 16. J.L. Escacena Carrasco, <<Problemas en torno a los orígenes del urbanismo a orillas del

Guadalquivir>> Gades 11 (1983) 40; J.L Escacena Carrasco y A. Padilla Monge. op. cit. 87.

150

Jesús de la Ascensión Salas Romero y Manuel Mesa Romero

representaran un inconveniente a la explotación del territorio y/o se adecuaran a las necesidades del momento.

Durante este período, la política romana tendió a someter y asegurar su autoridad sobre estos territorios, de un modo indirecto, mediante relaciones ligadas con los indígenas, que se materializaron en un doble plano:

* Respeto a los pactos suscritos con las ciudades y tribus aliadas o amigas, y

* El cumplimiento de las obligaciones fiscales en los territorios sometidos 17 •

De esta forma, podemos asegurar que durante los primeros 150 años, Roma no alteró básicamente la geografía urbana preexistente reflejada en las obras de Es­trabón, manteniéndose hasta época de César las líneas esenciales del poblamiento urbano anterior, ni las estructuras socio-económicas derivadas de aquel modelo 18,

fenómeno que también se observa en la zona Noroeste de la provincia de Sevilla19,

en la Campiña Sevillana20, en los Alcores21 y en el término municipal de Écija22

,

habiéndolo propuesto J.P. Gorges para todo el Valle del Guadalquivir23•

Buena prueba de toda política es la aparición de una serie de acuñaciones monetarias en toda la zona, con unas características comunes a todas ellas24

:

1 °) Toda la amonedación es en bronce. 2°) Se utiliza el alfabeto latino en sus monedas, a excepción de

Olont u Olontigi (Aznalcázar), desde el inicio de las acuñaciones, que acon­tece a principios del s. Il a.C., lo que es una prueba de la temprana latini­zación de toda la región, apenas conquistada por los romanos.

17. J.M. Abascal y U. Espinosa, La ciudad hispano-romana. Privilegio y poder, Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de La Rioja (Logroño 1989) 20 y ss; J.M. Roldán Hervás, <<Colonización y municipalización durante la República (de la ¡¡• Guerra Púnica hasta César)>> Aspectos de

la Colonización y Municipalización de Hispania, Museo Nacional de Arte Romano (Mérida 1989) 19.

18. J.L. Escacena Carrasco y A. Padilla Monge, op. cit. 87-88. 19. F. Didierjan, <<Le paysage rural antique au Nord-Ouest de Seville (Campo et Aljarafe)>> Mélanges

de la Casa de Velázquez, 14 (1978) 7 y ss. 20. M.M. Ruiz Delgado, "Núcleos urbanos y aglomeraciones rurales de época romana en la Campiña

de Sevilla", Habis, 12, 1981, pp. 407-408; M.M. Ruiz Delgado, (1985): Carta Arqueológica de la Campiña

Sevillana. Zona Sureste l, Universidad de Sevilla (Sevilla 1985) 249. 21. F. Amores Carredano, Carta Arqueológica de Los Aleares (Sevilla), Diputación Provincial de

Sevilla (Sevilla 1982) 249.

22. V.Durán y A. Padilla Monge, Evolución del poblamiento antiguo en el término municipal de Écija,

Gráficas Sol (Écija [Sevilla] 1990) 122 y ss.

23. J.G. Gorges, Les villes Hispano-romaines, (París 1979) 30-31.

24. J.A. Rodríguez Mérida, <<Cecas del Bajo Guadalquivir en época republicana>> Revista de

Arqueología 67 (noviembre de 1986) 21.

151

Aproximación al poblamiento romano en la zona sur de la comarca

3°) Todas las monedas se pueden integrar en varios grupos carac­terizados por un tipo común dominante, como son un pez, una o varias espigas de trigo, un jinete o un jabalí.

4°) Se trata de una amonedación romana, cosa observable tanto en algunos tipos romanos como, especialmente, en su metrología, que sigue a la romana de bronce en sus sucesivas devaluaciones.

Así, tenemos como mejor ejemplo, y el de mayor proximidad geográfica a nuestra zona, las monedas procedentes de Caura (Coria del Río), cuyas primeras acuñaciones datan del s. 11 a. C., y que presentan las siguientes características:

- Representación de un sábalo en el reverso: nos encontramos con un tipo propiamente indígena que hace referencia a la riqueza piscícola de la zona, como una de las actividades más importantes de esta ciudad asen­tada a las orillas del Guadalquivir25

• Junto a ello, aparecen unas representa­ciones de la Luna, en forma de cuarto creciente, que probablemente aludan a alguna divinidad, y, siempre asociadas a ellas, una contramarca: A, que podría ser una marca del valor del «as»26 .

- Anverso con una representación humana con un casco, que repre­sentarían a la divinidad objeto de culto por la ciudad emisora27 • Asociado a ella, y tras la cabeza, aparece una contramarca: X28.

La ausencia de monedas de plata, en la pronta romanización del Sur penin­sular a lo largo del Valle del Guadalquivir, y la presencia de monedas de bronce podría tener una doble lectura:

-La profesora F. Chaves Tristán piensa que estas emisiones serían un reconocimiento por parte de Roma a aquellas ciudades fieles, que se verían recompensadas, como símbolo de soberanía, con el prestigio que significaba el emitir moneda propia29

.

- La necesidad de emitir un numerario de bronce para las pequeñas transacciones de carácter locaP0

La riqueza piscícola de la zona y la importancia como vía de comunica­ciones del Guadalquivir, que ya habían comenzado en época prerromana, continua-

25. J.A. Rodríguez Mérida, art. cit. 24.

26. J.A. Rodríguez Mérida. art. cit. 29.

27. J.A, Rodríguez Mérida, art. cit. 23-24.

28. J.A. Rodríguez Mérida, art. cit. 29.

29. F. Chaves Tristán. «Numismática antigua de la Ulterior>> Numisma 162-164 (enero-junio 1980) 99

y ss.; J.A. Rodríguez Mérida, art. cit. 30.

30. J.A. Rodríguez Mérida, art. cit. 30.

152

Jesús de la Ascensión Salas Romero y Manuel Mesa Romero

rán durante toda esta etapa, hecho que vendrá motivado por la existencia, en los límites del estuario del Guadalquivir, de un eje de ciudades portuarias ( Caura­Orippo ), fundamental para la organización comercial de toda la región31

A pesar de lo expuesto anteriormente, no disponemos de datos para estos primeros momentos, y para sacar conclusiones tenemos que acercarnos a zonas cir­cundantes. Así, en las áreas cercanas al estuario del Guadalquivir, las villae cons­truidas en el s. 1 a.C. aparecen de forma muy dispersa, predominando las estableci­das en el Aljarafe32 .

Materiales del s. I a.C. aparecen en los siguientes yacimientos: * Yacimiento de Puebla del Río 1 (yacimiento no 1 ): los materiales

encontrados se reducen a una inscripción M.FABIUSI MYRO.H.S.E., tegu­lae, un fragmento de ánfora Dressel 20, fragmento de borde de mortero tipo Vegas 7e, ladrillos y vidrios romanos. Todos ellos parecen indicar que nos encontramos ante una villa romana y su instalación alfarera aneja, según las noticias de Ceán Bermúdez, que afirmaba que «Massia era el nombre de la antigua población y que en sus alrededores se conservaban las ruinas y cimientos de los hornos de ladrillos que fabricaban los romanos, y llama­ban massaríes, nombre con que todavía se distinguen y aprecian en Sevilla los que son de mayor tamaño y mejor cochura» 33

* Estacada de Alfaro (yacimiento no 2): los materiales pertenecien­tes a este período son los siguientes: fragmento de fondo de cerámica campaniense, fragmento de terra sigillata clara con el arca Pisani y ponde­ra. Asimismo, en las excavaciones llevadas a cabo por el profesor Juan de Mata Carriazo encontró objetos metálicos: «tijeras, agujas, punzones de cobre y bronce, una botonadura, ... » 34

* Pecio/-s de La Isleta (yacimiento n° 3): los materiales aparecidos son fragmentos amorfos de cerámica campaniense B, varios fragmentos amorfos de terra sigillata sudgálica sin decoración, una lucerna de época republicana muy erosionada y un fragmento de hierro. Las diversas crono­logías de los materiales cerámicos localizados es la principal razón que

31. M. Ponsich, /mplantation rurale antique sur le Bas-Guadalquivir, tomo IV, Casa de Velázquez

(Madrid 1991) 120 y SS,

32. J.L. Escacena Carrasco y A. Padilla Monge, op. cit. 93. 33. A. Ceán Berrnúdez, Sumario de las antigüedades romanas que hay en España (Madrid 1832) 278;

R. Caro, Antigüedades y Principado de la Ciudad de Sevilla y Chorographia de su Convento Jurídico o Antigua Chancillería (Sevilla 1632) folio 12; J.L. Escacena Carrasco, op. cit. 116-119; J.L. Escacena

Carrasco, art. cit. 148; J.L. Escacena Carrasco y A. Padilla Monge, op. cit. 33-34.

34. J.L. Escacena Carrasco, op. cit. 108-115; J.L Escacena Carrasco y A. Padilla Monge, op. cit. 32-33.

153

Aproximación al poblamiento romano en la zona sur de la comarca

induce a pensar al profesor J.L. Escacena Carrasco que pueden pertenecer a dos o más pecios, fechables entre los ss. I a.C. y I d.C. 35

Con el s. I d.C. se inicia el auge poblacional y económico de toda la zona, motivado por las políticas coloniales de César y Augusto, con el establecimiento de veteranos y la asignación de parcelas36 , así como una concentración de la propiedad fundiaria37. Con ello se inició la explotación agrícola, sobre todo del olivo y la vid, como lo demuestran la difusión de marcas de ánforas por todo el Occidente euro­peo3s.

Esta circunstancia prosiguió durante el s. II d.C., e incluso se incrementó, pues la producción oleícola aumentó al convertirse el aceite en un género annonario desde Adriano, a través de un sistema que probablemente respondía a la venta obli­gatoria al Estado de un tercio de la cosecha de aceite39. Esto propició una continui­dad en el poblamiento, si bien algunas villae no llegarían hasta el s. III d.C., como al parecer ocurre con el yacimiento de Estacada de Alfaro (yacimiento n° 2)40 , sien­do sustituidas por otras de nueva planta. Esta potenciación del olivar, constatable por las citas medievales que hacen referencia a la existencia de grandes superficies de olivar ya en época medieval, debió propiciar el aumento de friglinae productoras de ánforas olearias, pese a que no se conoce la existencia en la zona de ningún alfar dedicado a la producción de ánforas tipo Dressel 20, aunque Ceán Bermúdez habla de la existencia de hornos de alfarero en el yacimiento de Puebla del Río I (yaci­miento n° 1 )41 , y que el profesor J .L. Escacena Carrasco mantiene que no se puede asegurar que se dedicaran a la fabricación de este tipo anfórico por el solo hallazgo de unos fragmentos, y en parte también, pensamos, por las propias palabras de Ceán Bermúdez: « ... en sus alrededores se conservaban las ruinas y cimientos de los hor­nos de ladrillos que fabricaban los romanos, y llamaban massaríes ... »42

, que pare­cen remitirnos a hornos de ladrillos y tejas situados junto al Guadalquivir.

35. J.L. Escacena Carrasco, op. cit. 68-70; J.L. Escacena Carrasco, art. cit. 135 y ss.; J.L. Escacena

Carrasco y A. Padilla Monge, op. cit. 24. 36. J.M. Abascal y U. Espinosa, op. cit. 62-67; V. Durán y A. Padilla Monge, op. cit. 122; J.J. Sayas

Abengoechea, <<Colonización y municipalización bajo César y Augusto: Hispania Citerior» en Aspectos de

la colonización y municipa/iz.ación de Hispania Museo Nacional de Arte Romano (Mérida 1989) 33 y ss.

37. J.L. Escacena Carrasco y A. Padilla Monge. op. cit. 94-95.

38. J.L. Escacena y A. Padilla, op. cit. 94-95. 39. G. Chic García, <<El comercio del aceite de la Astigi romana» Habis 17 ( 1986) 253; J.L. Escacena

Carrasco y A. Padilla Monge, op. cit. 98.

40. J .L. Escacena Carrasco y A. Padilla Monge, o p. cit. 97. 41. J.A. Ceán Berrnúdez, op. cit. 278; J.L. Escacena Carrasco, op. cit. 116 y ss.; J.L. Escacena Carrasco,

art. cit. 148; J.L. Escacena Carrasco y A. Padilla Monge, op. cit. 33, 34 y 98. 42. J.A. Ceán Berrnúdez, op. cit. 278; J.L. Escacena Carrasco, art. cit. 148; J.L. Escacena Carrasco y

A. Padilla Monge, op. cit. 98.

154

Jesús de la Ascensión Salas Romero y Manuel Mesa Romero

En el yacimiento de Venta de la Negra 1 (yacimiento no 10), hemos podido detectar en superficie una villa romana con su horno, pero no podemos determinar en esta fase de estudio si se trata de un alfar de ladrillos o ánforas sin antes realizar una excavación en el lugar.

No obstante, y en ello coincidimos con los planteamientos defendidos por los profesores J.L. Escacena Carrasco y A. Padilla Monge, es probable que, partien­do del hecho de que las citas medievales antes mencionadas sólo nombran como región oleícola la comarca del Aljarafe, el único aceite exportado en época árabe fuera el producido en dicha comarca, lo cual no impide que se produjera en otras zonas del Valle del Guadalquivir. Ello se debería a que la navegabilidad del Guadal­quivir permitió una fácil exportación de la producción oleícola de la zona, presumi­blemente potenciada por los gobernantes, a través de una política de expansión del olivar en toda la comarca43

Desde época de Trajano se produce el final de la expansión territorial y, con ella, de la producción de excedentes, a lo cual habría que unir el aumento progresi­vo de la presión impositiva, que disminuiría la cantidad de excedentes comercializa­bies, causas todas ellas que desembocaron en una regresión definitiva del comercio interprovincial. Todo ello propició el reforzamiento de los grupos económicos más poderosos frente a los grupos de medianos y pequeños propietarios, de tal forma que los poderosos hicieron sentir su predominio sobre el campo44

Esta dinámica se acentuó durante el s. 111 d.C., produciéndose una dismi­nución del volumen del comercio exterior, que se dejó ver en la interrupción de las exportaciones del aceite bético a Roma, así como un decaimiento de la vida urbana y una proliferación de las villae rurales, sedes de una aristocracia adinerada afinca­da en estas propiedades latifundistas, donde no sienten las cada vez más gravosas cargas municipales.

Esta <<huida hacia el campo» o «repliegue hacia el interior», se manifiesta en esta zona por la aparición de villae y necrópolis del s. 111 d. C., a juzgar por los materiale~ recogidos en superf1cie, en zonas malas para el cultivo, debido a la abun­dancia de grandes paquetes ce gravas rubefactadas, como lo demuestran los yaci­mientr:s de Venta de la Negra r (yacimiento no 10), Necrópolis Cortada (yacimiento n° 8;, Casilla de Antonio Díaz (yacimiento n° 7), villa romana de la Cañada de la Barca (yacimiento no 12), Urnanización «Al Galope» (yacimiento no 11), y algunos materiales aparecidos en Estacada de Alfara (yacimiento no 2).

Asimismo, aparecen también materiales romanos de este período en el Cerro de la Atalaya (yacimiento no 5), Dehesa de Puñana lli (yacimiento no 6), Cerro de los Locos (yacimiento no 8), Casa de Fantasía (yacimiento no 13), Cortijo Cartujilla (yacimiento no 16) y Venta de la Negra III (yacimiento no 18).

43. J.L. Escacena Carrasco y A. Padilla Monge, op. cit. 99.

44. J.L. Escacena Carrasco y A. Padilla Monge, op. cit. 100-101.

155

Aproximación al poblamiento romano en la zona sur de la comarca

Todos estos yacimientos son indicativos de una mayor presencia de villae en la zona, que en el estado actual de nuestra investigación podría deberse a diver­sos fenómenos:

* Aumento demográfico, manifestado en una ocupación de lugares hasta entonces poco explotados, por tratarse de suelos muy pobres para el cultivo.

* Intento de aumentar la producción, motivado por una mayor demanda de productos agrícolas por los centros urbanos circundantes, que se manifiesta en un aumento de la superficie explotada y nunca en un mayor rendimiento de las tierras hasta entonces explotadas.

Este fenómeno también es constatable en áreas circundantes a la nuestra, y así se desprende del estudio realizado por los profesores J.L. Escacena Carrasco y A. Padilla Monge en el estuario del Guadalquivir, donde el poblamiento del s. III d.C. parece ser bastante estable, con una serie de villae coetáneas, a pesar de que durante la dinastía de los Severos se producen cambios sustanciales en la propiedad de la tierra, por cuanto tras el ascenso al poder de Septimio Severo se produjo una represión sobre los posessores béticos, partidarios de Clodio Albino, lo cual conlle­vó que gentes salidas de las filas del ejército y de la administración sustituyeran a la antigua aristocracia senatorial y provincial en la posesión de las tierras, sin que se produjeran cambios en la estructura económica45

.

Coincidimos con los profesores J.L. Escacena Carrasco y A. Padilla Mo­nge, al considerar que a partir de estos momentos continuará el proceso de concen­tración de la riqueza fundiaria por la acumulación de los predios en unas pocas ma­nos, y que desembocará en el s. V d.C. en el predominio de una poderosa aristocra­cia terrateniente, que controla grandes extensiones de tierras desde las villae, explotando la tierra con el concurso de trabajadores dependientes en distintos gra­dos del régimen del colonato46 .

Por último, hemos observado la distribución espacial del poblamiento romano de esta zona a través del mapa presentado en la figura 1, en el cual hemos destacado la curva de nivel de los 10 m. por encima del nivel del mar47 sobre el Mapa Topográfico Nacional con escala l :50.00048

, como la mejor línea diferencia­dora en el paisaje existente de la zona entre la formación aljarafeña y las Marismas, lo cual nos ha llevado tras la observación a las siguientes conclusiones:

45. J.L. Escacena Carrasco y A. Padilla Monge, op. cit. 102-103. 46. J.L. Escacena Carrasco y A. Padilla Monge, op. cit. 103; A. Padilla Monge, La provincia romana

de la Bética (253-442) Gráficas Sol (Écija 1989) 117-119.

47. Mapa Topográfico Nacional, Servicio Geográfico del Ejército (Madrid 1948) hojas 1001 y 1002. 48. Mapa Topográfico Nacional, Servicio Cartográfico del Ejército (Madrid 1975 y 1979) hojas 1001

y 1002.

156

Jesús de la Ascensión Salas Romero y Manuel Mesa Romero

-Todos los asentamientos se ubican por encima o en la misma cur­va de nivel de los lO m., normalmente en lugares algo elevados, dominan­tes y a salvo de inundaciones, ocurriendo en la gran mayoría de los casos (yacimientos no 1, 4, 5, 6, 10, 11, 12, 14, 15, 16 y 17), con excepción de dos yacimientos:

* Estacada de Alfaro (yacimiento n° 2): es un asentamien­to situado por debajo de la cota de 10 m., pero muy cercano en altura a ésta, lo cual nos ha dado a entender que este yacimiento se encontraba libre de posibles inundaciones en este período.

* Cerro de los Locos (yacimiento n° 9): es otro asenta­miento a salvo de inundaciones, localizado por debajo de la cota de 1 O m., que se encuentra situado en una pequeña elevación por encima del nivel de las aguas de las Marismas. - Algunos de estos asentamientos (yacimientos no 1, 4, 5, 1 O, 11,

12, 15, 16 y 17) aparecen situados en la zonas de contacto entre la antigua línea costera y las desembocaduras en las Marismas del Guadalquivir de los arroyos procedentes del Aljarafe, intentando dominar, de alguna manera, estas vías de comunicación con el interior de la meseta aljarafeña.

-Todos los yacimientos de carácter funerario (yacimientos n° 7, 8, 13 y 18), separados de los asentamientos, se localizan, por lo general, en zonas de posibles inundaciones en aquellos momentos de subidas del nivel de las aguas de las Marismas, lo cual nos ha hecho pensar que se deba al aprovechamiento agrícola extensivo de las tierras no inundables.

- Toda la zona parece estar subordinada por la importancia de los cercanos núcleos de Caura, Hispalis y Orippo, que conforman un triángu­lo de ciudades portuarias en la desembocadura del Guadalquivir.

157