Guerrilla de la comunicación en el 15-M: La subversión del espectáculo en las mentes y en las...

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Guerrilla de la comunicación en el 15-M: La subversión del espectáculo en las mentes y en las calles Enrique Maestu Fonseca [email protected] De la sociedad de consumo al ataque de los sin rostro. La indignación es un sentimiento. En toda situación existe un orden establecido, un estado de las cosas, que le viene dado al individuo o a la sociedad y que por inercia tiende a aprehender y reproducir. La indignación surge como la constatación de que el sistema no está actuando como los cuerpos y las mentes de los ciudadanos habían aprendido que el sistema debería de actuar. Desde nuestra niñez, la imagen que construíamos del mundo se regía por una lógica. Cada acto público tenía una consecuencia y conocíamos a los otros actores por la función social de lo que esperábamos de ellos. Así nos convencimos de nuestra función social, de nuestros fines y de los medios posibles por los que podemos llevarlos a cabo. A cada actor le otorgamos en nuestro imaginario unos comportamientos que la sociedad normaliza y nosotros reproducimos en nuestra 1 vida cotidiana. Entonces, en el determinado momento en el que se toma conciencia de que existe una disonancia entre la función social atribuida a una institución y los actos reales que ésta realiza, surge un sentimiento que no es producto de un análisis racional y que tampoco tiene un cariz alegre y emancipador. El hecho de darse cuenta de que los bancos estafan, que los políticos engañan y roban y que los medios de comunicación mienten, es un hecho terrible. Tanto más si esta toma de conciencia se produce de forma colectiva. El hecho de que un ciudadano llegue a darse cuenta de los vacios y de las contradicciones que contiene la palabra „democracia‟ y de cómo bajo esta denominación se fortalece un régimen donde los más ricos mantienen sus privilegios a costa de los más pobres, con la conveniencia y promoción de las instituciones legitimadas por toda la población, este hecho no es un acto feliz, sino de terror. Un despertar en medio del desierto de lo real. 1 Este texto fue escrito inicalmente como un capitulo de El arte de la indignación. Una obra que pretendia lanzar cabos entre la estetica en el movimiento, las posses programatico-expresivas y las posibilidades de recombinación de la sociedad con el movimiento. Tras un par de meses buscando poder aportar algo a este libro entre tanto profesor universitario, decidí trabajar sobre los codigos del lenguaje desde la escuela de la guerrilla de lacomunicación. Los meses en los que el movimiento define tiranicamente la agenda personal alternando indistintamente entre losdias de movilizaciones masivas con los de asambleas de organización y las tareas propias de la militancia en movimiento, hicieron que la tarea de tomar altura para pensar el movimiento, fuera extremadamente dificil. No obstante, a pesar de haberlo escrito con 21 años,creo que en lineas generales el espiritu del texto sigue teniendo vigencia, a pesar de quesi ahora tuviera que volver a explicar lo mismo , lo haria desde coordenadas muy diferentes. La teoria dela guerrilla de la comunicación es fundamentalmente practica, y trabajar con los desplazamientos que operan en los significantes conceptuales a raiz de un determinado hecho, es una tarea lo suficientemente complicada como para permanecer en una somera descripción de un proceso que ni es tan intnecional como puede parecer, y que por otra parte tiene una capacidad de difusión mucho mas limitada. El editor desestimó mi capitulo sin dar explicaciones, y tres años despues lo encuentro en mi ordenador. En esta nueva edición tan solo he cambiado los titulos de los epigrafes y añadido un opusculo, amen de cambios de edición y correcion ortografica.

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Guerrilla de la comunicación en el 15-M:

La subversión del espectáculo en las mentes y en las calles

Enrique Maestu Fonseca

[email protected]

De la sociedad de consumo al ataque de los sin rostro.

La indignación es un sentimiento. En toda situación existe un orden establecido, un estado de las

cosas, que le viene dado al individuo o a la sociedad y que por inercia tiende a aprehender y

reproducir. La indignación surge como la constatación de que el sistema no está actuando como los

cuerpos y las mentes de los ciudadanos habían aprendido que el sistema debería de actuar. Desde

nuestra niñez, la imagen que construíamos del mundo se regía por una lógica. Cada acto público

tenía una consecuencia y conocíamos a los otros actores por la función social de lo que

esperábamos de ellos. Así nos convencimos de nuestra función social, de nuestros fines y de los

medios posibles por los que podemos llevarlos a cabo. A cada actor le otorgamos en nuestro

imaginario unos comportamientos que la sociedad normaliza y nosotros reproducimos en nuestra 1vida cotidiana. Entonces, en el determinado momento en el que se toma conciencia de que existe

una disonancia entre la función social atribuida a una institución y los actos reales que ésta realiza,

surge un sentimiento que no es producto de un análisis racional y que tampoco tiene un cariz alegre

y emancipador. El hecho de darse cuenta de que los bancos estafan, que los políticos engañan y

roban y que los medios de comunicación mienten, es un hecho terrible. Tanto más si esta toma de

conciencia se produce de forma colectiva. El hecho de que un ciudadano llegue a darse cuenta de

los vacios y de las contradicciones que contiene la palabra „democracia‟ y de cómo bajo esta

denominación se fortalece un régimen donde los más ricos mantienen sus privilegios a costa de los

más pobres, con la conveniencia y promoción de las instituciones legitimadas por toda la población,

este hecho no es un acto feliz, sino de terror. Un despertar en medio del desierto de lo real.

1 Este texto fue escrito inicalmente como un capitulo de “ El arte de la indignación”. Una obra que

pretendia lanzar cabos entre la estetica en el movimiento, las posses programatico-expresivas y las

posibilidades de recombinación de la sociedad con el movimiento. Tras un par de meses buscando poder

aportar algo a este libro entre tanto profesor universitario, decidí trabajar sobre los codigos del lenguaje

desde la escuela de la guerrilla de lacomunicación. Los meses en los que el movimiento define

tiranicamente la agenda personal alternando indistintamente entre losdias de movilizaciones masivas con

los de asambleas de organización y las tareas propias de la militancia en movimiento, hicieron que la tarea

de tomar altura para pensar el movimiento, fuera extremadamente dificil. No obstante, a pesar de haberlo

escrito con 21 años,creo que en lineas generales el espiritu del texto sigue teniendo vigencia, a pesar de

quesi ahora tuviera que volver a explicar lo mismo , lo haria desde coordenadas muy diferentes. La teoria

dela guerrilla de la comunicación es fundamentalmente practica, y trabajar con los desplazamientos que

operan en los significantes conceptuales a raiz de un determinado hecho, es una tarea lo suficientemente

complicada como para permanecer en una somera descripción de un proceso que ni es tan intnecional

como puede parecer, y que por otra parte tiene una capacidad de difusión mucho mas limitada. El editor

desestimó mi capitulo sin dar explicaciones, y tres años despues lo encuentro en mi ordenador. En esta

nueva edición tan solo he cambiado los titulos de los epigrafes y añadido un opusculo, amen de cambios

de edición y correcion ortografica.

Para los viejos revolucionarios este drama no existe. Desde su voluntad de construir un proyecto de

sociedad alternativa, se asumía como principio que el sistema se basaba sobre la explotación de las

clases capitalistas sobre las clases subalternas. Sin embargo, la idea de poder articular un proyecto

alternativo se diluye progresivamente a medida que la sociedad de consumo refina sus herramientas

de satisfacción de las cada vez más etéreas necesidades de los ciudadanos. ¿Por qué pensar en la

idea de justicia social cuando puedes ir a pasar una tarde de felicidad asegurada en el centro

comercial más cercano a tu

residencia? Si antes se podía

orientar la idea de felicidad

como estado de justicia y su

consecución, asociada a un

cambio en la estructura de

poder de una forma u otra,

ahora la idea de felicidad

parece que tiene mucho más

que ver con la idea de placer

en términos dicotómicos.

“Me gusta” o “no me gusta”.

Es mucho más fácil escuchar

en un autobús o en el trabajo

“no me gusta la política” que

“la política es injusta”. La teoría de los movimientos sociales sostiene que, para poder actuar

contra algo, primero hay que saber que eso está sucediendo, luego, querer actuar, después, poder, y

finalmente hacerlo. Parece que el hecho de tomar conciencia sobre cómo operan las estructuras

sociales que ordenan nuestra vida, y de las lógicas perversas de explotación y desigualdad que éstas

desarrollan, es un hecho que el consumidor desecha con mucha más facilidad de su percepción de

cuáles son sus necesidades. Quizá la medida más efectiva implementada por la civilización

occidental para controlar a sus poblaciones, no haya sido la policía, sino la capacidad de ligar a sus

ciudadanos al consumo de productos y orientar la producción hacia mercancías destinadas hacia la

satisfacción de un placer siempre ávido de novedades.

Si nuestra mirada hacia el futuro se basa en la prolongación del deseo en la misma circunstancia

pero con objetos diferentes; si orientamos de forma implícita nuestra felicidad y nuestra satisfacción

con el mantenimiento de una vivencia de los bienes materiales y de situación que hemos logrado

consumir, sean bienes tecnológicos o situaciones que sirvan para acumular un estatus superior; si

creemos en el sistema porque funciona y porque me protege de las amenazas y peligros de la

barbarie, entonces, cuando en un breve lapso de tiempo todas las verdades que regían la existencia

del ciudadano medio se diluyen, empieza el doloroso ejercicio de ver con los mismos ojos el nuevo

escenario que siempre estuvo allí pero que no quisimos ver. Las consecuencias locales percibidas

por el individuo de la crisis económica son de sobra conocidas. Para el 99% que no ha provocado la

crisis, pero que sin embargo sufre sus efectos en forma de privatizaciones, recortes y pérdida del

estado de bienestar, la crisis en última instancia se manifiesta como la notificación de una evidencia

que tiene que ver con que las palabras que regían sus vidas son antagónicas en su significado.

Quizá la palabra que más se ha empleado en los últimos meses ha sido „democracia‟ y no

„revolución‟ o „solidaridad‟. Es así porque los y las ciudadanas que tomaron las plazas desde mayo

percibieron la antinomia producida en este concepto y en otros tantos. El desamparo y el miedo

cundió paulatinamente a lo largo de los primeros meses. La política había sido relegada a un asunto

que tenían que arreglar los expertos. Las elecciones, un proceso en el que se debía de elegir al

menos malo. En cierta medida, los culpables de que esto se produjera son los propios ciudadanos

que decidieron olvidar que si la democracia no se construye entre todos, es una tecnocracia. El

terror de ver las fauces abiertas y amenazantes del capitalismo financiero, se transforma en

indignación al preguntar quién alimento a la bestia y al darse cuenta de que fueron nuestros

gobiernos, de que fuimos nosotros mismos.

No obstante, cuando en las plazas y en las calles se congregan miles de personas y cuando las redes

hierven no es debido a la presencia de múltiples personas en un espacio, sino a que estas personas

están interaccionando, están estableciendo relaciones colectivas sobre razones políticas. La

debilidad aparente del ciudadano individual contra el Estado y los bancos parece nimia. Pero

cuando el pensamiento colectivo trabaja virtual y realmente, se invierte el flujo de la producción de

miedo. Si antes los medios de comunicación y los gobiernos mentían y producían amenazas

destinadas a que la población atemorizada acatara eficientemente la cadena de mando del sistema y

la accion normativa tendente a restringir cada vez mas los derechos colectivos, ahora es la

inteligencia colectiva la que al volver a discutir sobre democracia y política y al ejercer un control

firme sobre la clase política profesional, ha revertido la dirección de la producción del miedo. Si el

gobierno estaba en guerra contra la inteligencia, los ciudadanos han empezado una guerra de

inteligencia.

Un conflicto que surge cuando tras varios años de crisis económica, el estado arremete contra los

derechos y servicios básicos de la población. Cuando los ciudadanos han abandonado la esperanza

en las instituciones y en los bancos para que les aseguraran su bienestar, es cuando nace la

necesidad de luchar y ésta solo puede expresarse como explosión creativa producida por el hecho de

que miles de personas establecieran nexos con otros miles de individuos y se influyeran

recíprocamente en muy poco tiempo. Quizá se puede decir que ha sido la creatividad el núcleo

central de este movimiento. La capacidad de desafiar a todas las amenazas de las autoridades para

conseguir sus objetivos, y hacerlo sin necesidad de reducir el conflicto a una disputa entre un grupo

y el Estado, necesita sin duda de un ejercicio continuo de pensamiento colectivo, esto es, no solo

pensar juntos, sino también pensar en que el “nosotros” no se construye como una suma de “yos”

parecidos, sino que está formado por una multitud de “yo” heterogéneos que coinciden en la

necesidad de reaccionar contra los políticos y los bancos. El hecho de que en el movimiento 15-M

sea difícil identificar líderes y mandamases que orienten el programa político y dirijan el calendario

de movilizaciones, supone su debilidad. La toma de decisiones se ralentiza por la voluntad de

maximizar la inclusión en la capacidad de decidir, pero también es su más fuerte potencialidad. La

revolución de los sin rostro empieza cuando el Estado no es capaz de identificar y categorizar la

parte por el todo del movimiento, es decir, la vanguardia, el órgano de decisión política, la élite.

Cuando el Estado es capaz de identificar de donde viene la anomalía, es capaz de definirla en sus

términos y de gobernar la contestación según sus repertorios de acción. La potencialidad surge de la

variedad social de sujetos que confluyen dentro del movimiento y de la orientación de la política del

movimiento hacia un programa de subversión de las relaciones entre los individuos y entre los

individuos y las instituciones, más que de la construcción de un referente político que pretenda

disputar un espacio electoral mainstream. Cuando cualquiera de tus vecinos puede ser un

“perroflauta indignado” la capacidad de identificar al movimiento se verá siempre reducida a los

cuatro consensos principales y a los conocimientos que tengamos de las personas más cercanas en

nuestro núcleo de socialización. Cuando los que okupan centros sociales no responden al perfil

joven y de estética punk, sino familias trabajadoras y con hijos, que se organizan para procurarse

una vivienda porque han

sido desahuciados, o

cuando varias decenas de

jubilados deciden

encerrarse en defensa de la

sanidad pública en

Cataluña, en estos

momentos el movimiento

está creando una disonancia

cognitiva altamente

subversiva. Está

contestando al espectáculo

social que atribuía al

manifestante una identidad

política antisistema, en sus

propios términos. La

subversión surge para

romper con el juego político tradicional donde las lealtades hacia los partidos políticos eran la única

forma para hacer política “real”. Revierte el discurso de los medios y de las autoridades en dos

sentidos. Primero, al romper con la noción de que las acciones antisistema son un producto de un

grupo social muy determinado, sus acciones tienden a ser violentas y que no tienen cabida dentro de

la democracia. Y en segundo lugar, reconfigura con su acción el léxico de los asuntos comunes.

Introduce nuevas palabras dentro del debate político (consenso) y reinterpreta viejas palabras,

dotándolas de nuevos significados (asamblea, democracia). Al difundirse inconscientemente estas

palabras entre los ciudadanos, se abren nuevas posibilidades de pensamiento y por tanto, otras

formas de actuar regidas por estas nuevas reinterpretaciones. Se transforma el espectáculo de la

política contra la inteligencia, dedicada decididamente a vaciar los conceptos colectivos de su

significado, en un espectáculo de reformulación del significado hecho en las calles y en asambleas y

no por analistas profesionales en vetustas academias. En los últimos meses se ha creado una

voluntad que atenta contra los circuitos de la reproducción de la legitimidad y comunicación de los

actores que desempeñan el poder. Los mensajes que produce el movimiento debilitan con cada

comunicación los pilares sobre los que se edifica la frágil arquitectura del sistema del Estado

español. La práctica comunicativa del movimiento la realiza una guerrilla de la comunicación no

uniformada. Tan subversiva puede resultar una conversación en la cola del supermercado como un

ataque de Anonymus. Pero ambas comparten el hecho de que atacan al sistema en sus propios

términos. Destruyendo el espectáculo.

¿Qué es guerrilla de la comunicación?

“¿Acaso la mejor subversión no es la

de alterar los códigos en vez de destruirlos?”

Roland Barthes

Imagínese el lector en tres situaciones. Imagine usted lo que hubiera sentido si se hubiera

encontrado en medio de ellas, no como un mero observador, sino como un participante que no ha

elegido participar.

Uno. Un grupo de jóvenes ataviados con camisetas de una conocida marca multinacional de ropa

reparten unos flyers en la salida del metro del centro de la capital española. En esta publicidad se

ofrece un 50% de descuento en todas las prendas mediante la presentación de ese bono en la tienda

más cercana. La oferta solo estará vigente durante ese día. En total se reparten doscientos bonos.

Mucha gente acude a comprar y en las cajas registradoras exige su descuento. Los empleados

sostienen que no existe tal descuento y llaman al encargado. Éste llama a la oficina central donde le

confirman que esa promoción es falsa. No obstante, durante toda la jornada hay un flujo constante

de clientes que exigen el descuento prometido y que presentan reclamaciones. Finalmente, un grupo

de clientes que coinciden en el establecimiento se juntan y presionan a los jefes, prometiendo no

volver a comprar más en el establecimiento y comunicando su voluntad de demandar a la marca y

hacer eco de la noticia en los medios de comunicación. En este punto, los responsables ceden y

otorgan el descuento durante el resto del día tratando de evitar pérdidas simbólicas. Nadie sabe

quién es el responsable de esa oferta pero los empresarios especulan con un ataque de una firma

análoga y los clientes vuelven satisfechos a sus casas encendidos por el furor de creer que han

hecho respetar sus derechos, su derecho a consumir. Nadie reivindica la acción.

Dos. Durante los días previos al 11 de septiembre de 2010 en la ciudad de Madrid aparecen

pegados de forma ordenada y realista en marquesinas, farolas y fachadas de edificios públicos un

cartel informativo firmado por la delegada de gobierno y por el ministerio de Interior donde se

anima a los ciudadanos a no transitar por las zonas más concurridas de la ciudad durante el 11-S

ante el peligro potencial de que se pudieran producir ataques terroristas. Muchos carteles son

retirados en poco tiempo, pero otros tantos sobreviven y son leídos por los viandantes. Algunos

afirman que más vale prevenir que curar, otros afirman que el gobierno ya no protege a sus

ciudadanos y algún exaltado habla de una nueva conspiración. Nadie sabe si aquellas personas que

leyeron el cartel se quedaron el 11 de septiembre en sus casas o si llamaron al ministerio del

interior para corroborar esa información. La cuestión estriba en si consideraron que el contenido de

ese cartel podía llegar a ser real. Nadie reivindica la acción.

Tres. Primavera del 2009, en un contexto en el que el movimiento estudiantil lleva varios meses

luchando contra la aplicación del plan Bolonia, realizando manifestaciones y ocupando facultades.

Se realiza en el Ifema de Madrid, una feria de universidades destinada para que los alumnos de

bachillerato obtuvieran información sobre las carreras y sobre lo maravilloso que era el plan

Bolonia para el futuro de la juventud y del país. En un determinado momento, surge una figura de

entre la multitud que se presenta como el Capitán Bolonia junto con sus ayudantes. Rápidamente

capta la atención del publico mientras realiza una actuación ambivalente que en un principio parece

ser favorable a la reforma, pero al poco tiempo el deleite se convierte en asombro cuando el capitán

y sus ayudantes escenifican en una performance lo que de verdad significa el plan Bolonia: subida

de tasas, recortes en financiación y privatización de la universidad. Además los activistas

escenifican como las autoridades académicas se burlan de los estudiantes y como la policía les

reprime en las calles. Los organizadores de la feria no saben qué hacer puesto que los estudiantes

parecen prestar atención a la actuación. Finalmente optan por llamar a seguridad y expulsar a los

activistas, generando una sensación de rechazo hacia la organización por parte de los estudiantes.

Nadie reivindica la acción.

¿Cómo hubiera actuado usted en estos casos?

Estas tres situaciones tienen en común la expresión de un disenso, una no conformidad con un

status quo. Pero también comparten el hecho de que el modo de protestar no es el que

tradicionalmente entendemos como normal o legítimo. Además, todas estas acciones suceden en

años anteriores al 15-M. La intención de esto es poder pensar esta práctica más allá del contexto

actual. Estas tres anomalías, pueden ser analizadas desde muchas perspectivas. Como una travesura,

como un engaño, como una expresión artística o como un acto subversivo. La potencialidad del acto

en sí reside en la combinación de las diferentes intencionalidades para lograr un resultado que no

tiene por qué estar completamente determinado. Solo a partir del proceso se da el resultado, nunca

antes. Se trata de acciones políticas que realizan activistas y que se dirigen contra instituciones,

empresas multinacionales o Estados. Pero también es una práctica de subversión individual, siendo

un desafío para los esquemas sociales de lo posible y lo imposible del propio sujeto que se ve

envuelto en la acción. Y no solo es una estafa y un engaño puntual que tiene como fin levantar el

velo que cubre una estafa y un engaño todavía mayor. Se trata de intentar revertir la lógica de la

felicidad de la sociedad de consumo introduciendo sucintamente elementos de contradicción y

sabotajes de los dispositivos de alarma que gobiernan nuestros cuerpos, y que rigen nuestra

moralidad de consumo. Esta moralidad asocia la felicidad con el conocimiento y el

desconocimiento, las amnesias voluntarias, y el constante consumo de mercancías materiales e

inmateriales. Estos sabotajes mentales tienen como fin el invadir de forma anómala los espacios

públicos en los que parece que no existe ninguna relación política y de dominación. La política de

lo normal atribuye una práctica a cada espacio y estas prácticas se respaldan mediante

comportamientos normales. Son las normas tácitas de convivencia pública las que actúan limitando

la capacidad de acción. Los espacios de la política son los parlamentos y las instituciones y su

difusión los medios de comunicación. Los ciudadanos solo deben hablar de política en espacios

triviales como los bares ayudados por el alcohol o en celebraciones familiares. De otra manera

podría considerarse como una conspiración. La guerrilla de la comunicación aparece en aquellos

lugares donde nunca fue llamada y donde no es esperada. Busca en su acción evidenciar aquellas

cosas que, aunque son percibidas de forma individual, nunca van más allá de la mera reflexión. El

hecho de actuar allí donde no es esperada tiene una doble intención. Busca evidenciar las

contradicciones y las antinomias de las vidas de las personas mediante la comedia exagerada de

situaciones comunes hasta hacerlas esperpénticas, o bien, introduce situaciones que nunca serían

relevantes para la política normal mainstream pero que sí que tienen una importancia relativa en la

vida de las personas normales, como, por ejemplo, la campaña desarrollada en el otoño de 2011

para no pagar el transporte público en caso de ser parado o precario. Pero, también la práctica de la

guerrilla ataca al espectáculo de la gobernabilidad, infiltrándose dentro de los propios medios del

régimen. Desafía al periodismo que no contrasta las fuentes y a las administraciones especialmente

celosas con la seguridad televigilada. Advierte con sus prácticas que el mercado de la información

sensacionalista produce opiniones que violan los propios consensos éticos de las sociedades

biempensantes occidentales a base de olvidar y vaciar la existencia de un conflicto primordial. Esto

es el conflicto entre explotadores y explotados, entre los bancos y las familias, entre el régimen y

sus súbditos. El sabotaje se efecita en las sociedades de la libertad de expresión, en donde todo lo

banal y codificante se puede decir, y en donde la acción subversiva lleva trata de ir más allá del

“todo se puede decir” utilizando la misma gramática de los medios.

A diferencia de los repertorios de movilización clásicos que ofrece la política clásica, la guerrilla de

la comunicación ataca en primer lugar de forma individual y subjetiva. Su éxito o su fracaso

dependen de la capacidad de cuestionar la propia realidad social, cuando sufra el receptor el ataque

de los “guerrilleros”. Si un activista vestido de superhéroe precario acude a un supermercado a

robar de forma pública alimentos de primera necesidad para repartirlos después, lo más importante

de la acción no es que tenga éxito en su empresa,

sino que su acción altere los códigos de

pensamiento de aquellos que presencian la acción

como espectadores, con la intención de cambiar la

mirada hacia el hecho; para dejar de verlo como un

hecho imposible y moralmente reprobable a poder

comprender las causas que llevan a que esa acción

se produzca. La guerrilla de la comunicación no

establece un camino a seguir, un programa político

o una sentencia sobre un acontecimiento colectivo.

Esta práctica entiende que debe ser el proprio

individuo el que tome noción de la existencia del conflicto, sea de lucha de clases, ecológico o de

género. Entiende que la capacidad de identificar y rechazar las contradicciones del sistema solo

puede realizarse como una reflexión consciente o inconsciente que debe realizar el proprio

individuo. Quizá éste ha sido uno de los aspectos más criticados por la izquierda tradicional, que

toma la guerrilla de comunicación como una travesura en el mejor de los casos y un ejercicio

nihilista de una vanguardia iluminada que cree estar en posesión de la verdad, en el peor de ellos2.

Los programas políticos de las organizaciones políticas tienden a crear, en sus formas de expresión,

2 Existe toda una polémica entre los críticos y los defensores de la guerrilla de la comunicación como

herramienta política que se remonta hasta los años setenta. No pretendo entrar en esta discusión por lo extenso y porque

creo que a día de hoy poco tiene que ver con la realidad política. Sin embargo para quien este interesado puede

consultar el Manual de guerrilla de la comunicación de Luther Blisset y Sonja Brunzels o los documentos de la

Internacional situacionista de la sección italiana.

una forma de ver el mundo propia, una cosmovisión particular. Cada fenómeno tiene una causa y

una consecuencia identificada desde un primer momento. Esta forma de pensar la política es

totalmente legítima e incluso necesaria para actuar sobre la realidad. Es necesario posicionarse,

tomar una opinión respecto a las cuestiones públicas. No obstante, en como las organizaciones

políticas se comunican con los ciudadanos no participantes en esas organizaciones, existe una

tendencia curiosa que quizá puede explicar en parte el por qué los partidos políticos cada vez tienen

menos afiliados. Los ciudadanos tienden a estar completamente de acuerdo con la manera de ver

las cosas de la organización y crear una lealtad hacia ella, o simplemente, a estar en desacuerdo

con lo que dice y olvidar su existencia. Cuando la política tradicional determina cada vez más las

formas de ver el mundo, se hacen cada vez más pequeños los espacios de disenso. La guerrilla de la

comunicación no es una organización, ni un partido, ni tiene un programa político escrito. No es

una práctica revolucionaria en sí, sino subversiva. No vale solo con tratar de subvertir los símbolos

del orden social para desencadenar una movilización o un cambio político, pero, para que pueda

darse una revolución, tiene que haber un movimiento subversivo. Los partidos de la política

tradicional crean la alternativa y la hacen pública para que la sociedad la acoja o la rechace. La

guerrilla de la comunicación actúa para que la alternativa sea creada por las propias personas,

irrumpiendo en los espacios públicos presuntamente no politizados para decir que existe otra forma

de política. Crea un programa de

subversión de los olvidos. La frase

“dormíamos, despertamos”, situada

junto al kilometro 0 de la Puerta del

Sol, bien podría ser “olvidamos,

recordamos”. El inicio de la

acampada fue un acto de guerrilla de

la comunicación. Al decidir pasar la

noche en la plaza estaban

destrozando el repertorio clásico de

las movilizaciones y las lógicas que

eso conlleva. Este fue mucho más

que el hecho de que doscientas

personas durmieran en la puerta del

sol. Fue un hecho subversivo que se

vio confirmado cuando tres días más tarde había una acampada en cada ciudad. La desobediencia

legítima había logrado que miles de personas cambiaran su forma de ver, oír y entender lo que era

una protesta, la política y la democracia. Este fue el inicio de la práctica de la guerrilla de la

comunicación en el 15-M y en pocos meses ha sido una práctica constantemente, utilizada,

reinterpretada y evolucionada.

Ideas que borbotean en las plazas; Ideas que contagian la ciudad

Desde el nacimiento de las asambleas, de las acampadas y de los cientos de comisiones, casi cada

acción masiva o individual que ha realizado el movimiento ciudadano de los “Indignados” ha sido

un desafío y superación de las barreras que la política tradicional entendía que establecían los

límites de lo posible y lo imposible. La comunicación y la interrelación de miles de personas

durante los últimos meses han creado una inteligencia colectiva que además de modificar

tremendamente los términos del debate político, ha sido tremendamente creativo e innovador en su

forma de actuar. Frente a los constantes intentos del gobierno y de los partidos políticos y sindicatos

de intentar reconducir el desafío que las acampadas habían generado a su hegemonía del uso de la

política, los ciudadanos crean formas de seguir desafiando a los poderes constituidos, creando una

política de conflicto constituyente en la medida en que con sus actuaciones amplían y reinterpretan

los conceptos de la vieja política, rompiendo

los esquemas de las autoridades sobre cómo

manejar el conflicto. Durante todo el verano

de 2011 los ciudadanos han podido ver cómo

el Estado trataba de reconducir el conflicto

por medio de una escalada de tensión que

tenía como fin debilitar tanto física como

anímicamente las lealtades al movimiento.

También hemos visto como los grandes

partidos y sindicatos reaccionaban frente al

movimiento, animando a que la única representatividad que podía obtener el movimiento solo

podía provenir a partir de entrar en el juego electoral (precisamente una de las cuestiones contra las

que el 15-m reaccionaba). Los intentos de vuelta a la normalidad han caído en un saco roto. La

capacidad creativa para poder volver posible lo imposible es en primer lugar una superación de una

represión mental que se supera tras constatar la fuerza que acumulan miles de personas actuando y

pensando juntas y que poco más tienen en común que el hecho de convocarse por unas máximas

abstractas. La creatividad política del 15-M se manifiesta en muchísimos niveles y espacios.

Anteriormente hemos nombrado algunos, pero aquí sobretodo son importantes dos aspectos por su

aspecto innovador a la par de como elemento subversivo del orden social. Un aspecto es sobre

cómo el comportamiento del movimiento en las manifestaciones y las convocatorias públicas

consigue situar como elemento central de sus protestas una cuestión política y consigue concentrar

el conflicto en términos políticos y no en un enfrentamiento policial. En cada una de sus

intervenciones masivas es capaz de transmitir una latencia inclusiva contra un enemigo concreto y

lograr sus objetivos frente a todo tipo de impedimentos, creando nuevas posibilidades de acción.

Uno de los cientos de ejemplos podría ser cuando la policía desaloja la Puerta del Sol en Agosto de

2011 y el movimiento convoca manifestaciones durante varios días seguidos que, ante la

imposibilidad de poder acceder a la plaza protegida por un vasto cordón policial, bloquean todo el

centro de la ciudad. “Si nos roban el futuro, ocupamos la ciudad” decían. El otro aspecto

esencialmente subversivo que aquí nos interesa es como la creatividad del movimiento ha sabido

construir y expandir su discurso haciendo uso de la guerrilla de la comunicación, quizá de forma

inconsciente. Me explico, en sus acciones, el movimiento ha sabido y ha podido reinterpretar con

éxito símbolos que pertenecen a la cultura popular, que formaban parte de la tradición cultural y en

donde era impensable la acción política. El movimiento crea la Otra política a través de la

introducción de elementos excepcionales en situaciones o espectáculos normales. Dos ejemplos

ilustran a la perfección esta forma de actuar: La invención de los villancicos contra la corrupción

que se cantaron en los ayuntamientos de varias ciudades en presencia de los concejales y alcaldes,

en donde se les recordaba la existencia de un movimiento que está dispuesto a ejercer un control

sobre la clase política tanto en el nivel estatal como en el local y, en segundo lugar, la celebración

de la cabalgata indignada, ocurrida en Madrid el 28 de diciembre, en donde se mezclaban la

reivindicación política con la creación de una nueva forma de apropiación de bienestar, entendido

como reapropiación del ocio por parte del ciudadano. Cada acto simbólico o no que el movimiento

realiza de forma creativa, desplaza nuevamente la barrera entre lo posible y lo posible en la medida

en que el movimiento se prolonga, no solo en el pulso político sino que también está generando un

espacio para casi todas aquellas necesidades personales o familiares que por culpa de las medidas

adoptadas o permitidas por el gobierno y los partidos políticos, han llevado a miles de individuos a

verse desprovistos de aquellas cosas que construían su dignidad. Me refiero aquí principalmente a

la labor que la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) realiza realojando desahuciados y al

nacimiento y promoción de sociedades cooperativas que buscan generar empleo a partir de que los

trabajadores sean los dueños de sus propias empresas.

Si bien todas estas acciones lanzan un mensaje al régimen en donde el flujo de producción del

miedo se ha invertido en cierta medida. Podría decirse que los ciudadanos han perdido el miedo a

mantener un conflicto político contra el Estado o los Bancos. La acción comunicativa más potente

que ha producido el movimiento ha sido ser lo suficientemente creativa como para crear y

denominar nuevos conceptos, espacios y fenómenos. Sobre la capacidad de ampliar los significados

y las prácticas de los conceptos políticos colectivos e individuales fue descrita anteriormente. No

obstante, el control de los espacios sobre los que el movimiento ha actuado ha hecho que el

significado de muchos lugares de la ciudad hayan cambiado. No solo la Puerta del Sol o Plaça

Catalunya en Barcelona sino también otros múltiples lugares en donde existe una latencia del

movimiento sin que necesariamente haya una manifestación. No solo se trata de ver edificios

okupados por familias desahuciadas por no poder pagar la hipoteca o de pasar por delante del

Parlamento del Congreso de los diputados. Aquí tiene que ver la capacidad creativa nacida en torno

al movimiento que es capaz de generar manifestaciones desobedientes muy diferentes entre sí que

pueblan la ciudad. La muestra va desde el renacimiento de un arte urbano de carácter político en sus

obras, la multiplicación de los carteles y las pegatinas llamando a la movilización, o el cambio de

los nombres de algunas calles por los eslóganes más coreados del 15-M, en el barrio de Malasaña de

Madrid o en la Plaza de España de Valencia cuando un joven la rebautizo como la plaza “15 de

Maig”. Estas intervenciones están generando una conciencia del “sí se puede” en las vidas de

millares de ciudadanos en el Estado. Se está produciendo una interiorización de lo excepcional en lo

cotidiano.

En el espacio de la red, las acciones del movimiento son diferentes. Se trata de una actuación de

guerrilla de control y de democratización de informaciones secretas. La creciente capacidad de

control que los ciudadanos están efectuando en casi cada uno de los movimientos de la clase

política profesional y de los banqueros, encuentra en la red la posibilidad de expansión y de

condena moral que el proprio régimen niega u obstaculiza por medio sus cauces legales o formales.

Aquí la guerrilla de la comunicación se da en dos etapas. En un primer lugar, la capacidad

subversiva de los activistas no reside en crear una situación esperpéntica sobre la sociedad de

consumo para llegar a la conciencia del individuo, sino que el terror de lo real empieza cuando los

activistas muestran evidencias que ponen en entredicho los valores morales públicos de las

autoridades gubernamentales, lo cual conduce a la segunda parte. El arte de la subversión se

convierte en una guerra por la información secreta. La actuación de grupos como Anonymus

juegan un papel crucial a la hora de construir una crisis de legitimidad del conjunto del sistema

político al evidenciar, con documentos secretos de los propios Estados, las propias contradicciones

entre el discurso público hacia los ciudadanos y las formas de actuación interna. Los activistas

juegan en este espacio la función imprescindible de generar las evidencias que sustentan los

argumentos que después construyó el movimiento.

Pensar que el movimiento se inicio con las acampadas, significa pensar el movimiento por sus

acciones, por sus manifestaciones visibles y por sus resultados. Significa primar la óptica de política

de la acción sobre la política de la gestación. Si en el inicio de este capítulo se hacia mención sobre

el proceso por el cual se llegaba a la indignación, ahora el énfasis se sitúa en cómo se condensa este

sentimiento en el tiempo y en el espacio. Pensar sobre cómo se gesta el movimiento antes de que se

haga público implica supone identificar cuáles son las redes de subversión que operaron en la

sombra y, que mediante su acción intencional o inconsciente, crearon un estado de opinión proclive

a la indignación. Identificar un motivo o causa general del descontento es imposible, quizá el lema

que condensa de forma más amplia a un mayor número de personas es “lo llaman democracia y no

lo es” pero lo cierto es que, al tratarse un movimiento que se construye en la práctica, cada

participante encuentra un motivo

diferente como base para su

indignación . En un lapso de tiempo de

seis meses, de enero a Mayo de 2011,

se concentran una serie de

acontecimientos que dislocan las

condiciones de posibilidad de crear

respuestas contra la crisis y los

organismos y empresas que lo

provocaron. La imagen de las

revolución tunecina y egipcia viene a

señalar el inicio del “sí se puede”. La

viralidad de los videos colgados en la

red sobre Túnez y Egipto es notable,

sin embargo en el Estado español el efecto replicante permanece latente. Asimismo en el nivel

internacional, la función de Anonymus o Wikileaks con la publicación de documentos clasificados o

el ataque a entidades bancarias, funciona en una dirección que avanza como un contraataque en

una guerra de información, en donde los gobiernos, los bancos y los mercados ocultan las

informaciones que de un modo u otro han conducido a la crisis. Los ataques de Anonymus son el

inicio de la reversión en los circuitos de difusión del miedo. Al difundir las verdaderas prácticas e

intenciones de los Estados y de algunas empresas, lo que realizan los hackers de Anonymus y

Wikileaks es sembrar la semilla de la indignación y alentar la replicación en Europa de las protestas

en Túnez y en Egipto. Si centramos la mirada en España, nos encontramos con una situación

particular. Cabría preguntarse, por ejemplo por qué la reforma de las pensiones que elevaba la edad

de jubilación a los 67 años, fue aprobada sin apenas casi contestación social en las calles y, sin

embargo, se convirtió en una reivindicación constante cuando inició el movimiento. En los

primeros meses de 2011, los casos de corrupción se sucedían casi a la par que las reformas y

recortes en el Estado de bienestar y sin embargo, la contestación social era prácticamente

inexistente. A mi juicio, es imposible identificar un solo detonante concreto del movimiento 15-M

ya que en el proceso intervienen multitud de ciudadanos con percepciones muy diferentes y con

reivindicaciones más dispares todavía. A pesar de esto, creo que hay dos hechos que son

fundamentales para que el movimiento pasara del letargo a la acción. Uno es la capacidad de las

redes de crear un estado de opinión favorable a la protesta mediante la revelación de información

ocultada de forma intencionada o velada a los ciudadanos. Y segundo, la acción de los primeros

acampados que, al alterar el repertorio clásico de protesta, amenazaban con replicar realmente la

plaza Tahrir en Madrid, creando así una profecía que se autocumplió.

Hasta aquí: Buscar los Medios por todos los medios.

La capacidad creativa del movimiento, la posibilidad de encontrar nuevas salidas a viejos

problemas, ha sido la potencialidad del movimiento. La capacidad de comunicar sus mensajes de

múltiples formas y maneras, de expresar contenidos políticos sin necesidad de tener que adoptar las

formas y la retórica de los políticos profesionales, y por tanto, de haber modificado las nociones de

los conceptos políticos colectivos, ha sido el mayor éxito de los guerrilleros de la comunicación. En

mayor o menor medida, cada persona que participo en la toma de las plazas y de las calles, estaba

subvirtiendo el orden social, ya fuera desobedeciendo a la junta electoral el 21 de mayo de 2011,

hablando sobre lo que significa democracia en una Asamblea o hackeando la pagina web de los

bancos. Las acciones creativas que se han desarrollado en y desde el movimiento han tomado vida

propia y en cuanto surge una acción en alguna parte del Estado, rápidamente es repetida en otros

muchos lugares. La guerrilla de la comunicación ha generado su proprio espectáculo de la

desobediencia, sigue creando situaciones y estados de opinión que están orientados a que la gente

tome conciencia de la indigencia de su estado y a que actúe en consecuencia. La guerrilla de la

comunicación no deja de ser una práctica y solo puede ser conocida como tal, no como un

programa político o como una idea de revolución exclusivamente. Es un modo de advertir y señalar

a los ciudadanos de los peligros y de las estafas que sufren en su vida cotidiana. Pero también es

una forma de sabotaje hacia los medios de comunicación de masas y de debilitamiento de la

legitimidad de las autoridades. El 15-M en pocos meses ha conseguido desplazar el eje de la política

mucho más que la izquierda tradicional en los últimos treinta años. El movimiento ha sido capaz de

desmontar las versiones oficiales y las teóricas que justificaban los recortes, ha podido crear sus

propios medios de comunicación con sus propios medios para difundir sus mensajes. Además de

crear toda una infraestructura de comunicación y difusión de informaciones a través de las redes.

A día de hoy, tanto las palabras como los actos han cambiado en la política, tanto para los políticos

profesionales, que ahora se sienten vigilados por los ciudadanos, como para todos los ciudadanos,

hayan participado o no en el movimiento. Los significados del lenguaje que hablamos han

cambiado en parte, para algunas personas más que para otras. Y estos cambios de significado en

nuestros conceptos políticos se han transformados en nuevas realidades políticas, pero también la

percepción de nuestras vidas individuales. Ya no basta con que el mensaje sea subversivo. El

lenguaje tiene que crear realidades o no tiene sentido entonces ser solamente subversivo en el

lenguaje. Es indudable que el movimiento 15-M ha producido nuevos contextos, pero de la misma

manera que la indignación aparece en el individuo, este debe de ser capaz de inventar haciendo uso

de la inteligencia colectiva nuevas realidades que le permitan defenderse de la consecuencias de la

crisis económica. Aunque el movimiento salga a la calle masivamente, también es necesario

cortocircuitar las consecuencias de los recortes en los derechos sociales que sufre cada persona

individualmente. Las formas de hacerlo son muchas, como muchos son los escenarios donde

llevarlos a cabo. Todo es cuestión de identificar los espacios en donde los recortes de nuestros

derechos sociales se hacen más latente e iniciar el cortocircuito. Si los políticos y los bancos roban

sus derechos a los ciudadanos estos tendrán que procurarselos por ellos mismos.

Tres años después.

La política del movimiento y la política del Estado han corrido en direcciones contrarias desde que

se iniciara el ciclo de acción colectiva. El régimen desde 2010 orienta sus políticas públicas bajo el

criterio de la austeridad y la ortodoxia presupuestaria. Esto que afectos prácticos se materializa

como la eliminación de partidas presupuestarias en capítulos de políticas sociales y de recortes de

derechos civiles , ha reorientado el movimiento. Las mismas gentes que coordinaban las acampadas

de la Puerta del Sol o plaza Catalunya, ahora desempeñan una labor en las instituciones del

movimiento, ya sea organizando la paralización de desahucios, la organización de alternativas

políticas o las querellas contra los responsables de la crisis. El movimiento 15-m se convirtió en un

espacio corporal irrepresentable, en donde aniversario tras aniversario, la misma adhesión

entusiasta de principios se desligaba de la asistencia a la agenda de movilización y protesta. Han

sido casi tres años en donde las movilizaciones en la calle han superado los días de la semana, en

algunas la afluencia ha sido histórica, en otras más discretas. Unas han sido más osadas o

proactivas, mientras que otras han respondido a un esquema más clásico. En todo caso puede

decirse que la calle se ha heterogenizado, prácticamente todos los actores de la sociedad civil en un

momento u otro han realizado manifestaciones en protesta contra el gobierno. Mientras que el

movimiento ha generado unas infraestructuras del común, jóvenes todavía, pero capaces de articular

con mayor o menor acierto las demandas de una ciudadanía desamparada por los poderes públicos;

El estado ha permanecido monolítico e impasible frente a las reivindicaciones de la sociedad. Con

una legitimidad tan erosionada que en cualquier democracia avanzada hubiera avanzado para

convocar comicios anticipados, el ala derecha del régimen ha combinado una política de austeridad

combinada con la promulgación de leyes conservadoras impulsadas por el ala mas recalcitrante de

la derecha española.

Los significantes se han movido, tanto el movimiento como el estado reclaman para así la palabra

democracia y libertad. Ni que decir tiene la contraposición evidente existente entre los significantes

que se desprenden de su enunciación para cada actor. Es posible incluso decir, que democracia,

libertad, autonomía o lucha son conceptos que serán cada vez mas contestables a medida que

crezca el número de actores que generan locus de enunciación diferenciados dentro de un espacio

determinado regido por un ordenamiento constitucional dado. No obstante, la legitimidad del

movimiento por las características que le son propias verá su legitimidad cuestionada a cada vez

que trate de afirmarse. El poder institucional, aunque denostado ampliamente por el cuerpo social

de diferentes grados y maneras, mantiene su capacidad de legitimidad autótrofa intacta. El Estado,

como la producción , ha logrado mantenerse incólume frente al periodo de huelgas generales

2010-2012. Si el objetivo del movimiento era la desestabilización del estado por medio de una

movilización prolongada y permanente, tan solo cabe una lectura de la política del movimiento. Si

por el contrario, leemos en el movimiento el establecimiento de una prognosis de nodulación e

imbricación en el sentido común de las mayorías sociales, advertiremos un resultado mucho más

positivo si repitiéramos con esta orientación el juicio expresado anteriormente. Esto es, aquel

proceso de rebautizar “a las cosas por su (nuevo) nombre” , resultó ser el primer paso que en su

aparecer, estaba ampliando los límites del pensamiento proactivo orientado a la acción colectiva.

La heurística del movimiento se ha revolucionado y reinterpretado a unos niveles mucho más altos

en los últimos tres a los que en los treinta años anteriores. Basta atender a la hemeroteca digital

para constatar este hecho. La imaginación del movimiento ha generado nuevas prácticas, discursos,

lealtades e identidades que sin duda todas las etapas incipientes de los movimientos desarrollan,

sin embargo, el movimiento ha sido capaz de alternar una doble agenda combinada de presión en

las calles junto a la generación de un sentido común afín a unos postulados que han generado una

identidad que aun no ha sido definida certeramente pero que ha sido protodenomianda como “ anti

austeridad”, “pueblo”, “multitud” “marea” “red” etc.. .

Los significados no han dejado de desplazarse, ni por su propia naturaleza dejaran nunca de

hacerlo. Lo que a día de hoy parece claro, es que su desplazamiento ha generado un alineamiento

entre palabras y reapropiación de prácticas análogo al que se produce en todo inicio de periodo

constituyente. La capacidad destituyente del movimiento parece haber alcanzado ya sus cotas más

altas, y sin embargo, los envites del movimiento se estrellan una y otra vez contra un muro de

hormigón estatutariamente armado. A pesar de la existencia de desbordes puntuales de los poderes

locales como en Gamonal, la experiencia viene a configurarse como la expresión que confirma la

tendencia. Lo cual nos hace venir a concluir que si el Estado tienen un componente autótrofo

irreductible e indisoluble por su propia naturaleza la tarea principal del movimiento en los

próximos años será el de devenir institución allí donde sea capaz de articular el descontento de las

mayorías sociales. Allí donde no, volverá a una situación de marginalidad política.

Y sin embargo, la cultura de lucha continúa en su sumando particular. Este último fin de semana,

las marchas por la dignidad, organizadas por el SAT, congregaron a una multitud histórica, un acto

final de lucha dentro de una agenda particular e hibrida de movilización que había tenido su origen

en las provincias del Estado desde el verano de 2013. Podría decirse que las marchas son un buen

indicador del estado del movimiento. Pero precisamente por su contenido hibrido, son tan

legitmimamente reclamables por todos los sectores del movimiento, desde el ala más radical, hasta

Izquierda Unida, pasando por el 15-M , la PAH o los afectados por las preferentes. En todo caso,

parece haberse conformado, un polo de afinidad entorno a un mínimo común denominador que une

a actores en la calle de la vieja y nueva izquierda que en cualquier otro caso serian poco proclives

a juntarse. Parece que el movimiento se amalgama al dictado de ninguno y se dispersa en los

momentos en que algún actor particular lanza una apuesta. El proceso sigue abierto, pero en todo

caso el proceso de movimiento de significantes no es, y aquí difiero con el yo de hace unos años, un

proceso suficiente para articular un cambio transversal del estado de las cosas. Y, sin embargo, a

modo de nota marginal, la gente todavía no deja de perder el miedo.