Eugenesia y ética
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EUGENESIA Y ÉTICA
Publicado en Miranda, M. y Vallejo, G. (comp.) Políticas del cuerpo. Estrategias modernas
de normalización del individuo y la sociedad, Buenos Aires/Madrid, Siglo XXI Argentina-
España, marzo de 2008, pp. 521-542 (ISBN: 978-987-1013-63-0).
Héctor A. Palma1 Dante A. Palma2
La eugenesia es, probablemente, el campo de aplicación de la ciencia a la vida
humana más proclive a despertar sentimientos de desaprobación y evocar imágenes de
horror. Algo molesta a nuestra sensibilidad más profunda porque la eugenesia toca los
límites de lo humano al pretender manipular y controlar la descendencia, pero sobre todo
por las consecuencias de su aplicación concreta y real: se la asocia, con razón, a algunas
de las peores formulaciones del racismo, la discriminación y el establecimiento de jerarquías
humanas sobre bases pretendidamente biológicas; también estuvo presente en el uso brutal
de las tecnologías sociales y médicas y legitimó en buena medida el genocidio de la
Segunda Guerra Mundial. El panorama resultante nos puede hacer creer que la eugenesia
ha rebasado todo límite ético. Sin embargo, los eugenistas utilizan frecuentemente
fundamentos éticos como defensa y justificación aun de las tecnologías más brutales. Para
complicar algo más el panorama, en la actualidad no son pocos los que alertan sobre la
posibilidad de que se desarrolle una nueva eugenesia, ante lo cual reclaman por el
establecimiento de barreras éticas, pero tampoco faltan defensores de la nueva eugenesia
que echan mano, también, de la ética para apoyar sus decisiones. De modo tal que el
panorama está muy lejos de ser una simple oposición entre una serie de prácticas
aberrantes de un lado y una ética inequívoca que intenta poner freno del otro. Analizar la
compleja relación entre eugenesia y ética requiere, en primer lugar, relevar las diferencias y
semejanzas generales entre lo que denominaremos eugenesia clásica y la llamada
eugenesia liberal actual.
1. EUGENESIA CLÁSICA Y EUGENESIA LIBERAL ACTUAL La eugenesia clásica (en adelante EC), constituyó un entramado de ciencia,
tecnologías y políticas3, extendido y hegemónico en todo Occidente durante la primera mitad
1 Docente-investigador del Centro de estudios de Historia de la Ciencia y la Tecnología ‘J. Babini
(Universidad Nacional de San Martín) 2 Docente-investigador (Universidad de Buenos Aires, Universidad Nacional de San Martín) 3 La EC se basaba en cuatro axiomas, a saber:
a. las diferencias entre los individuos están determinadas hereditariamente y sólo en una pequeña medida dependen del medio;
del siglo XX4. Podríamos definirla como un conjunto de ideas y acciones de carácter
tecnocrático y autoritario, asociadas al conocimiento científico disponible, implementadas a
través de políticas públicas activas y destinadas a favorecer la reproducción de
determinados individuos o grupos humanos considerados mejores e inhibir la reproducción
de otros grupos o individuos considerados inferiores o indeseables, con el objetivo del
mejoramiento/progreso de la humanidad o de esos grupos humanos. La batería estándar de
tecnologías asociadas a la eugenesia incluía el certificado médico prenupcial obligatorio (en
algunos países fue optativo), el control diferencial de la natalidad, el aborto eugenésico, las
esterilizaciones y los controles de la inmigración “indeseable” (fundamentalmente negros,
gitanos, orientales -y otros grupos según el caso-, pero también incluía enfermos,
anarquistas, delincuentes, prostitutas).
Luego de la Segunda Guerra Mundial el movimiento eugenésico, en parte se fue
debilitando, pero fundamentalmente fue cambiando algunas de sus estrategias. Es bastante
difícil establecer una periodización unívoca: Kevles (1986), por ejemplo, llama “reformista” al
tipo de eugenesia que surge, ya en la década del ’20, como resultado de los excesos
(esterilizaciones, el racismo exacerbado de muchos de sus defensores), y que se afianza
luego de la experiencia de la guerra. Miranda (2003), por su parte, acuña un par de
conceptos que caracterizan dos etapas según el modo en que se manifestaba la esencia
imperativa o autoritaria de la eugenesia: “de coercitividad explícita” y “de coercitividad
disimulada”. Soutullo (1999), sostiene que pueden distinguirse en el desarrollo de la
eugenesia varias etapas que se solapan en parte: una etapa fundacional –desde 1865 a
1911-, que va desde la propuesta inicial de Galton hasta la fundación de la primera sociedad
eugenésica en Londres; una etapa de apogeo –que va desde 1910 hasta 1945- y que
coincide con la proliferación de instituciones y políticas eugenésicas en casi todo el mundo;
una tercera etapa de eugenesia reformista (siguiendo la denominación de Kevles) que se
habría iniciado ya en 1925 y se extendería hasta 1965, en la cual algunos eugenistas
comenzaron a defender una versión puramente médica, voluntaria y privada de la eugenesia
en oposición a las formas autoritarias de la etapa anterior, criterio que se habría
profundizado luego de la Segunda Guerra Mundial merced a las atrocidades cometidas; y,
finalmente, la etapa de eugenesia actual –a partir de 1970- en la cual el desarrollo de las
técnicas de diagnóstico genético estaría propiciando la puesta en práctica de una eugenesia
b. el progreso depende de la selección natural, mecanismo fundamental por el cual, según la teoría darwiniana, se produce la evolución de las especies;
c. las condiciones modernas (medicina, planes de asistencia, las condiciones “cómodas” de la vida moderna, etc.) tienden a impedir la influencia selectiva de la muerte de los menos aptos;
d. a partir de (c) se ha iniciado un deterioro, una degeneración en la especie humana que continuará a menos que se tomen medidas para contrarrestarla.
negativa. Estas periodizaciones, más allá de las diferencias, coinciden en marcar un cambio
muy notorio que se da en un segundo momento cuyo inicio se ubica más o menos con la
Segunda Guerra Mundial, y que deriva en propuestas eugenésicas más restringidas a
cuestiones médico/sanitarias (sobre todo profilaxis del embarazo y cuidados del bebé y del
niño pequeño, condiciones higiénicas de la vivienda, etc.).
En los últimos años aparece un fenómeno, nuevo a nuestro juicio, pero que algunos
llaman eugenesia liberal actual (en adelante ELA) (Habermas, 2001) a partir del creciente
desarrollo de tecnologías asociadas a la reproducción humana, lo cual ha impreso un nuevo
impulso al debate en torno a la legitimidad de modelar la configuración genética de los seres
humanos invocando muchos de los dramáticos hechos del siglo XX en torno al fantasma de
la eugenesia. En la actualidad están disponibles distintos tipos de diagnósticos que permiten
en alguna medida manipular la descendencia. En primer lugar, los diagnósticos posteriores
al nacimiento que se hacen en el nivel cromosómico o bien en el nivel de los genes para
detectar enfermedades hereditarias. Este tipo de estudios, tiene algunas ventajas pero
también fuertes limitaciones. En efecto, casi siempre llega tarde y se inicia a partir del
individuo que posee una patología y luego se continua por la familia. El objetivo en general
es aliviar, en lo posible, al paciente y proteger a la descendencia. Esto es así porque en las
enfermedades recesivas, el individuo heterocigoto para el gen responsable de la patología,
es sano. La gran limitación en términos eugenésicos, como se comprenderá, radica en la
imposibilidad de someter a toda la población y, a su vez a todos los genes conocidos
responsables de enfermedades, a este tipo de análisis5. De cualquier manera ha resultado
sumamente útil para los casos de genes específicos en poblaciones específicas, como el
caso de la Talasemia en Cerdeña. Un aspecto problemático para este tipo de análisis surge
de la posibilidad cierta (en alguna medida ya ocurre) de que empresas o particulares
soliciten exámenes a sus posibles clientes o empleados para otorgarles seguros o empleos.
El tipo de análisis requerido en estos casos no es tanto el de heterocigosis para
enfermedades recesivas sino, más bien para las dominantes en los genes que aparecen en
la edad adulta o para la predisposición de ciertas enfermedades. El segundo tipo de
intervención es el diagnóstico prenatal, que se realiza al comienzo del embarazo y que
permite detectar malformaciones congénitas (sobre todo a través de ecografías), anomalías
cromosómicas como por ejemplo el síndrome de Down y desórdenes genéticos estudiando
muestras fetales6. Como una de las consecuencias de este tipo de exámenes es la
4 No incluimos algunas formas conocidas a lo largo de la historia de eliminación de los individuos considerados defectuosos o inferiores, sino sólo aquella forma de eugenesia que surge de la incorporación del conocimiento científico al planteo general del perfeccionamiento o progreso. 5 Cf. Maynard Smith (1982) o Tejada (1999). 6 Obviamente resulta inútil para la detección de enfermedades de manifestación tardía. También resulta impracticable (por el nivel de recursos humanos y económicos necesarios) el análisis dirigido a detectar genes recesivos responsables de patologías. De hecho es muy probable que la mayoría de
posibilidad cierta de recurrir al aborto posterior, constituye un tópico particularmente
importante de la agenda bioética. Sin embargo, de todas las formas de intervención, la que
más suele asociarse a las intenciones eugenésicas clásicas es el diagnóstico
preimplantatorio (DPI)7 (Cf. Testart y Godin, 2001) que permite analizar las condiciones
cromosómicas y ciertas características genéticas en embriones obtenidos por fecundación in
vitro. Como este análisis se realiza antes de que el embrión sea transferido al útero ofrece la
posibilidad de seleccionar cuál de ellos será utilizado, descartando los otros. Las técnicas de
DPI ofrecen la posibilidad cierta de detectar y, a través de la selección embrionaria, eliminar
enfermedades graves, pero, al mismo tiempo permite pensar que se trataría de la antesala
de una nueva eugenesia selectiva (Cf. Habermas, 2001), reavivando el fantasma de los
horrores del régimen nazi, entre otros.
Antes de proseguir es necesario describir brevemente la distinción entre eugenesias
negativa y positiva, porque sobre ella los defensores de la ELA pretenden apartarse del
estigma de la EC. La eugenesia negativa estaría dirigida fundamentalmente por una lógica
terapéutica o de la curación y puede definirse como el intento de eliminar o disminuir la
frecuencia de alelos que se juzgan perjudiciales o deletéreos para el ser humano o al menos
para alguna población particular. La eugenesia positiva, por su lado, estará dirigida a
promover la reproducción de ciertos individuos portadores de caracteres reconocidos como
deseables. Ambas, negativa y positiva, han estado asociadas a la implementación de
prácticas y políticas que tenían como objetivo modificar la composición poblacional media,
es decir incidir en el proceso evolutivo. Se trata de una distinción que, en principio, resulta
clara: en el extremo de la eugenesia negativa aparece la posibilidad de reducir o eliminar la
existencia de enfermedades realmente graves que provocan gran sufrimiento y limitan
fuertemente el desarrollo de una vida mínimamente autónoma y, en el extremo de la
eugenesia positiva pueden ubicarse los delirios de la raza superior. Sin embargo, esta
distinción se disuelve en la ELA ya que se basa en la posibilidad de los padres de intervenir
(modificar-eliminar), mediante las tecnologías disponibles, en alguna/s característica/s de
sus hijos. Justamente el reclamo por establecer límites a la ELA, se apoya en que, si la
intervención finalmente descansa sobre la decisión de los individuos, no parece haber
impedimento alguno en los hechos, para que tal intervención se naturalice con el tiempo y
se desplace sin solución de continuidad desde la selección negativa de embriones que con
certeza portarán enfermedades hereditarias graves, hacia una selección de embriones
las personas sean heterozigotos para cuando menos algún gen nocivo o letal, lo cual, siguiendo la lógica eugenésica llevaría a impedir la reproducción de prácticamente la totalidad de la humanidad. Sobre las posibilidades reales de interferir eugenésicamente y sobre la inutilidad y la irrelevancia de algunas medidas, véase Haldane (1938). También Maynard Smith (1982). 7 Algunos también suelen invocar argumentos antieugenésicos para censurar la clonación reproductiva que, sin embargo, se trata de un forma más de reproducción asistida, que, en caso de poder realizarse técnicamente, no se parecerá en nada a ninguna de las dos eugenesias.
según características deseables no vinculadas a ninguna patología. Tampoco debe
olvidarse que el concepto de “enfermedad” ha resultado contextual y fuertemente variable;
de hecho los alegatos a favor de la EC se han basado casi siempre sobre la eliminación de
lo inferior y lo patológico.
Como quiera que sea, creemos que se comete un error (Cf. Palma, 2002) al
considerar que en la actualidad se estaría produciendo una reedición de la eugenesia a
partir de la posibilidad (cierta o fantástica) de interferir en la reproducción dirigiéndola. Es
inadecuado confundir la eugenesia con las terapias génicas actuales, sea aquellas que
apuntalan la fantasía de generar hijos con características preprogramadas, sea aquellas que
tratan de detectar (y eliminar) enfermedades hereditarias graves, porque la utilización de
dichas terapias, por lo menos en principio obedece a decisiones individuales de los padres,
tomadas libremente y al solo efecto de modificar las condiciones de ese hijo por venir. La
EC, por el contrario, responde a pautas de selección de grupos definidos considerados
superiores, se realiza a través de la implementación de políticas públicas es decir que no se
trata de acciones individuales voluntarias sino que se ejercen de manera coactiva y, además
pretenden tener incidencia evolutiva, es decir modificar la composición promedio de la
población/especie/grupo. Incluso las fundamentaciones éticas de uno y otro tipo de
eugenesia son sumamente dispares como veremos.
2. LA ETICA DE LA EUGENESIA CLÁSICA
Podemos calificar la ética de los eugenistas como utilitarista, naturalista, cientificista
y medicalista, defensora del bienestar del colectivo por sobre los individuos como valor
supremo. Para comprender esto vale la pena considerar las características del clima de
época:
• la gran confianza y optimismo en que la ciencia vendría a solucionar los principales
problemas de la humanidad;
• la colonización del discurso acerca de lo social por parte de conceptos, modelos y
metáforas provenientes de las ciencias biológicas y sobre todo de la medicina, con lo cual
se opera una biologización y una medicalización tanto de los problemas como de las
soluciones;
• la interpelación y reclamo para que el Estado asuma a través de distintos tipos de medidas
e instituciones un papel decisivo y activo en la solución de los problemas.
Los dos primeros aspectos corresponden a la influencia del positivismo proveniente
del siglo XIX8 y que marca las primeras décadas del siglo XX, en el contexto de una fuerte
8 Lo que suele llamarse genéricamente “positivismo” es un largo y complejo proceso que se inicia cuando menos a principios del siglo XIX y llega con herejías hasta hoy. Incluye ideas y autores
naturalización de la vida social:
“(...) la eugenética, (...) encara el problema de la selección humana desde un punto de vista
eminentemente racional y científico. (...) la civilización con su sentimentalismo era hasta
ayer la barrera infranqueable antepuesta al eugenismo, sin pensar, como dice Richet, que
en la vida salvaje la selección es el resultado fatal de la lucha de todos los seres, lucha en
donde triunfa siempre la ley del más fuerte.”9 (Stucchi, 1919, p. 369)
“El asunto [la eugenesia] como se ve tiene el mayor interés para el cuerpo social. No es
caso de sentimentalismo sino de cálculo, de reflexión y de justicia.” (Farré, 1919, p. 77)
Justamente por ello se rescata claramente el poder que tiene el especialista o el
científico en la toma de decisiones de todo tipo. Defendiendo la posibilidad del aborto
eugenésico la Dra. Luisi, una de las principales impulsoras de la eugenesia en el Uruguay,
sostiene que:
“Solamente el criterio amplio y sereno del médico estudioso y de conciencia, puede resolver
en cada caso la conducta a observar; pero hace falta una más amplia libertad para
determinar estos casos. Es necesario que la deontología médica no se encuentre cohibida
por legislaciones que pudieron responder a necesidades de su tiempo (resaltado nuestro),
pero que cuentan más de un siglo, y no satisfacen ya las necesidades creadas a la sociedad
por el progreso.” (Luisi, 1916, p. 450)
El Dr. B. Ferreira en el acto inaugural de la filial Mendoza de la AABEMS, sostiene,
reforzando el argumento clásico según el cual los especialistas dictaminan para que el
Estado disponga:
“Es el triunvirato constituido por el médico, el psicólogo y el educacionista (sic) quien debe
administrar los tesoros de una raza cuyo capital podrá ir saneado a manos del estadista o
del sociólogo a fin de que lo invierta en bien de la colectividad que no tendría tantos
desperdicios de deficientes, degenerados o delincuentes.” (Ferreira, 1934, p. 5-7)
El médico eugenista brasileño Olegario de Moura se expresaba en términos similares:
bastante diferentes; suele designar también áreas disciplinares diversas que van desde una teoría epistemológica —es decir metacientífica— a una teoría social —es decir científica—; también suele usarse para referirse a una suerte de clima cultural más o menos vago en el cual se exalta el valor de la ciencia por sobre otras formas de conocimiento. Además, la recepción en los distintos países ha estado sesgada por las idiosincrasias de los mismos (Kolakowsky, 1966). 9 Nótese cómo se encuentra instalada la idea de la ley del más fuerte que no aparece en la teoría darwiniana de la evolución. En el capítulo 3 de El origen de las Especies, Darwin se ocupa especialmente de aclarar esa mala interpretación de su teoría.
“(...) el interés del individuo, de la familia de la prole, de la raza y del mismo futuro de la
nacionalidad compete a la medicina, y por tanto, a la clase médica el deber de indicar el
verdadero y legítimo camino a seguir. Esto constituye una cruzada de incalculables
beneficios.” (Citado en La Semana Médica, 1918, p. 93)
En este marco, como se ve, es el médico quien lleva la voz cantante de la autoridad
que a su vez interpela y reclama la intervención del Estado. El médico se asume en este
contexto ya no sólo como un técnico que desarrolla su labor específica de curar, sino como
factor esencial de civilización y progreso, sobredimensionando su injerencia en la política,
mucho más cuando se considera el hecho de que muchísimos médicos han tenido actuación
directa en importantes cargos en el Estado. Este proceso de medicalización reúne dos
aspectos diversos y complementarios: la extensión casi ilimitada, pero siempre difusa, de los
ámbitos de incumbencia de la medicina y los médicos a través de considerar como
categorías de análisis básico lo normal y lo patológico10; y, además, la demandada y muchas
veces efectiva injerencia del Estado a través de Instituciones y políticas diversas. Esos
médicos que ya no sólo curan enfermos sino al organismo social y extienden su campo de
acción hacia esferas nuevas, ahora interpelan al Estado y le reclaman acciones tanto
preventivas como de control y represión, conforme a los diagnósticos que ellos mismos en
tanto especialistas elaboran.
El giro argumental que realizan los eugenistas –y todos los que postulan éticas de
tipo naturalista, es decir basadas en el conocimiento de la naturaleza- es ya un clásico en la
filosofía. En efecto, el procedimiento por el cual se pretende concluir lo que debe ser (el
mundo propiamente humano, ético y social) a partir de lo que es (el mundo natural) está
viciado de un error lógico, falacia ya señalada claramente por D. Hume en el siglo XVIII.
Sobre la misma base, y teniendo a la vista las atrocidades cometidas hacia la primera mitad
del siglo XX, se pronunció la UNESCO en 1952, contra los que confunden diversidad
biológica con desigualdad humana (véase Dobzhansky, 1973): “la igualdad de
oportunidades y la igualdad ante las leyes, al igual que los principios éticos, no reposan en
manera alguna sobre el supuesto de que los seres humanos están de hecho igualmente
dotados”. Se trata de ámbitos inconmensurables y caen en la falacia (no siempre
ingenuamente) tanto los que defienden la desigualdad sobre la base de la diversidad
biológica como así también los que intentan, forzando las cosas desconocer la diversidad
para fundar la igualdad. La diversidad (genética o fenotípica) es asunto biológico, mientras
que la desigualdad es asunto ético-político. Sin embargo, esta objeción, no sólo no ha
evitado que se cometiera tal error lógico - después de todo, la vida práctica pocas veces se
10
Para un análisis de la historia de las categorías normal/patológico, véase Canguilhem (1966).
rige por la lógica-, sino que por el contrario, la historia nos muestra una ubicua costumbre de
legitimación del orden social a través de la apelación a la naturaleza humana (desde Platón
y Aristóteles, pasando por Hobbes, Locke, Rousseau y Marx, por citar a los más
conspicuos).
El segundo aspecto definitorio de la ética eugenista es la defensa de una axiología en
la que prevalece la salvaguarda del colectivo por sobre los individuos, la sociedad por sobre
sus integrantes. El colectivo superior que es bueno cuidar y preservar puede variar desde su
expresión ecuménica máxima (la especie humana) hasta grupos como las razas (las
superiores en desmedro de las inferiores), los sanos (en oposición a los enfermos en los
cuales habitualmente se incluían alcohólicos, sifilíticos, tuberculosos, prostitutas,
anarquistas, delincuentes “natos” en general). Esta posición se expresa según distintos
modos y niveles de aplicación. El reclamo constante de los eugenistas en pro de acciones
que debe tomar el Estado acuña el concepto de la defensa social, imbricado con la
consideración del orden público como objetivo principal. La sociedad como cuerpo debía
defenderse de distintos tipos de flagelos y amenazas en todos los ámbitos: “la defensa
higiénica, la defensa industrial, comercial y económica; la defensa ética, política y jurídica”
(Stach, 1916). Preservar el orden público y la defensa social resultan aspectos primordiales
que se expresan en los ideales de pureza de la raza, en medidas sanitarias específicas
como así también en considerar nuevas fuentes de legitimación de las penas criminales —
orientadas no sólo a la responsabilidad del individuo criminal, sino a la defensa de la
sociedad—, restricciones a la inmigración considerada indeseable, pasando por la
eliminación o reclusión de los locos, criminales y enfermos e incluso la formulación de una
ética sexual.
“Hay deberes para con la familia y esas personas más próximas a nosotros; para con el
Estado, para con la humanidad existente y para con la posteridad. Este último deber es el
más alto de todos. (...) Hablando racionalmente, un sistema de moral debe subordinar la
felicidad del individuo a la de la comunidad en general.” (Forel, 1912, p. 661)
“La suprema ley que es la salud del pueblo, se antepone a todas las conveniencias
particulares, y en nombre de aquella, debe el legislador apoyar toda su autoridad para
darles vías de sanción, sin reparar en las consideraciones de los teorizantes de una
pretendida libertad, que fragua sigilosamente muchas cadenas.” (Farré, 1919, p. 94)
“(...) todo sentimentalismo y respeto por la personalidad humana, es un hecho que casi ha
pasado a la historia. En efecto, hoy sólo se acepta como principio incontrovertible, que el
interés general debe primar siempre sobre el interés individual.” (Stucchi, 1919, p. 375)
La íntima relación del repertorio de tecnologías sociales asociadas a la eugenesia
con la reproducción humana deriva en un reclamo constante por la instauración de la
educación sexual. Los eugenistas bregaban por lograr que a través de la toma de conciencia
por obra de la información —básicamente sobre sífilis, alcoholismo y tuberculosis— se
evitara la reproducción o se procurara cuidar que no fuera disgenésica. En este sentido la
educación sexual era uno de los pilares para la depuración y mejoramiento de la raza. La
educación sexual propuesta siempre está referida a la reproducción (o, en todo caso a la no
reproducción), la responsabilidad con respecto a la raza y a las enfermedades venéreas y el
alcoholismo, los cuidados de la embarazada y de la parturienta, vale decir con una
inclinación fuertemente biologicista o médica. Sin embargo, no hay referencias alguna a la
cuestión del placer sexual, como no sea para considerarlo como una suerte de residuo
natural (aunque “secundario” e insalvable) del objetivo “natural” que es la reproducción. Se
tematiza la relación sexo-reproducción y se brega por una buena reproducción, pero nunca
se rescata la relación sexo-placer. Se trata de regular, racionalizar y someter al control
científico la reproducción. La pelea por introducir la educación sexual ya desde los primeros
años de la escuela ha sido muy dura y extendida y a pesar de defender que el objetivo
primordial de la actividad sexual es la reproducción ha contado, en general, con la oposición
de los sectores religiosos con argumentos parecidos a los actuales (la educación sexual es
responsabilidad de los padres o la familia, la necesidad de promover abstinencia sexual,
etc.).
El instinto sexual era considerado por los eugenistas como el único que no ha podido
ser sometido a la tarea civilizatoria y allí radicaría, justamente, una de las causas de muchas
acciones disgenésicas. Por ello consideraban importante la prédica a favor de la ilustración
de la población sobre los riesgos de la concepción en determinados estados o condiciones.
En un trabajo publicado en La Semana Médica, el psiquiatra suizo Auguste Forel (1848-
1931), adelanta un argumento que después recogen los sociobiólogos modernos y que
consiste en naturalizar o biologizar a Kant. Sostiene Forel que la ley moral es
completamente accesible a las investigaciones de la “ciencia mental” y que “el sentido del
deber es una inclinación innata y de consiguiente hereditaria” (Forel, 1912, p. 658). Además,
sostiene que el deseo sexual no es ni moral ni inmoral, sino simplemente un instinto
adaptado a la reproducción y deduce una suerte de imperativo categórico sexual que dice:
“Tú debes prestar atención a tu deseo sexual en sus manifestaciones en tu conciencia y
principalmente en tus actos sexuales, no debes perjudicarte a ti mismo ni a otro ni, sobre
todo, a la raza humana, sino que debes empeñarte con energía para aumentar el bienestar
de cada uno y de todos.” (Forel, 1912, p. 662)
Sin embargo, la ética propuesta por Forel, se encuentra lejos de una ética de
principios al estilo de Kant, y se trata más bien de ética en la cual las consecuencias de los
actos serán decisivas:
“(...) la moralidad o la higiene de la raza llegan a ser una sola y misma cosa, e incluimos en
nuestra concepción de la higiene una saludable condición del derecho o del alma, y
subordinamos la higiene individual a la de la sociedad en general. Luego, todo lo
socialmente antihigiénico es inmoral y todo lo socialmente inmoral es antihigiénico. Si, por
ejemplo, miembro activo de la sociedad, yo arruino una salud, probablemente con el
propósito de realizar la salvación de un criminal incurablemente enfermo, no obstante los
motivos altruistas, estoy cometiendo un acto que es injurioso desde ambos puntos de vista,
de la ética y de la higiene social; y por eso, malo e inmoral (...) hablando racionalmente, un
sistema de moral debe subordinar la felicidad del individuo a la de la comunidad en general”.
(Forel, 1912, p. 661)
En esta línea, sostiene que los deseos sexuales serán positivos si, en orden de
jerarquía creciente, benefician a los individuos, a la sociedad y a la raza; y negativos si
perjudican a algunos de ellos o a todos y éticamente indiferente si no produce ni perjuicio ni
beneficio. Por ello Forel reclama un sistema de ética racional que proceda a la selección
racional en la fecundación y sostiene que higiene social y ética son la misma cosa. Por ello
lo que interesa fundamentalmente es ejercer el control sobre la reproducción y no cuenta
mayormente la cuestión de la sexualidad que, por tratarse de un instinto, es difícil de
someter. Incluso señala que las perversiones del instinto sexual como por ejemplo “el
sadismo (...), el masoquismo (...), sensibles invertidos sexuales (homosexualidad),
fetiquismo (sic), exhibicionismo” que no perjudicaran a nadie son éticamente indiferentes y
los que los poseen “generalmente hablando no se multiplican”. Forel critica a la moral
religiosa que muchas veces considera como grandes pecados y crímenes a acciones, como
por ejemplo la masturbación, que no serían más que el resultado de “un estado mental
desequilibrado”:
“La costumbre del abuso de sí propio, en extremo variable en sus orígenes, surge
comúnmente como un sustituto, pero es a menudo el resultado del mal ejemplo. Puede ser
también (aunque con menos frecuencia) hereditaria u originada por trastornos nerviosos,
mientras que en otros casos, es producida por causas mecánicas (fimosis, gusanos, o
ejercicios gimnásticos) (...) no es tan peligroso como comúnmente se sostiene.” (Forel,
1912, p. 667)
El punto máximo de la justificación ética del genocidio consistió en la redefinición de la
eugenesia como “eutanasia”, cometida por el nazismo a partir del concepto de vida indigna
de ser vivida o carente de valor (lebensunwertes Leben). Cuatro años antes de que Hitler
escribiera Mein Kampf, K. Binding y A. Hoche (jurista y psiquiatra prestigiosos
respectivamente) publican Die Freigabe der Vernichtung lebensunwerten Lebens (El alivio y
la destrucción de las vidas carentes de valor, en español). Defendían el asesinato de la
gente “sin valor” bajo la protección del Estado. Tanto aquellos a quienes se consideraba
“muertos mentalmente” como los que representaban “un cuerpo extraño a la sociedad
humana” pasarían a engrosar la lista de las personas “que no pueden ser recuperadas y
cuya muerte es urgentemente necesaria”. Sin embargo, la eutanasia sobre la cual se discute
en la actualidad está dirigida a aliviar las penurias de los enfermos terminales en
condiciones muy específicas y controladas jurídicamente, aplicable a casos individuales y
con voluntad expresa del interesado. Se piense lo que se pensare de ella, tiene poca
relación con la propuesta de Binding y Hoche.
Resumiendo, la ética básica de los eugenistas podría expresarse en la fórmula: es
bueno intervenir, a través de todos los recursos disponibles en la sociedad implementando
políticas públicas –aún a expensas de los intereses individuales-, para obtener una
selección científica artificial que permita la subsistencia y crecimiento de los mejores grupos
de individuos y la eliminación paulatina de los elementos decadentes e inferiores.
La escasa oposición ética a la eugenesia se basaba en argumentos prudenciales y
consecuencialistas. En efecto, los llamados de atención, sobre todo a no interferir en los
embarazos, mediante el aborto eugenésico por ejemplo, se apoyaban en la ignorancia con
relación a las leyes de la herencia y el argumento principal es que nadie sabe de qué
padres –incluso, quizá, de qué padres deficientes- nacerá un genio. Los que utilizaban este
argumento presentan ejemplos de dudosa credibilidad sobre personas eminentes que
provienen de padres deficientes y, sobre todo de hombres de reconocido genio que han
sufrido de enfermedades penosas.
3. CONSIDERACIONES EN TORNO A LA EUGENESIA LIBERAL ACTUAL
Ya hemos señalado más arriba las razones para afirmar que, en principio, la ELA es
un fenómeno cualitativamente diferentes de la EC. Retomando la cuestión, debemos señalar
que la ELA, apoyada en las crecientes posibilidades de intervenir en la descendencia
supone, principalmente tres tipos de cuestiones:
• El primero, en el cual se parece a la EC y aun exacerba sus puntos de vista, es la
defensa de un fuerte determinismo, en este caso, genético. Se trata de la última
versión del determinismo biológico, que ya tiene más de doscientos años, y que
sostiene que las cualidades, características y comportamientos de los humanos tienen
un origen genético y por tanto hereditario; como contraparte, la ubicación en la
estructura social sería un reflejo del orden biológico.
• El segundo puede considerarse el corolario tecnocrático del anterior. Se supone que
las tecnologías genéticas son las formas idóneas de intervención para mejorar la
descendencia (sea para eliminar enfermedades, sea para mejorar la dotación genética
universalmente o selectivamente para obtener ventajas comparativas con respecto a
los otros) y solucionar así una serie de problemas sociales. Se trata de una idea que
puede subsumirse en otra, más general e instalada con mucha fuerza, según la cual el
progreso social depende en lo fundamental del desarrollo tecnológico.
• El tercero, y en esto radica la diferencia muy fuerte con la EC, la exacerbada defensa
de las prerrogativas individuales en todos los campos y, en el caso que nos ocupa,
también a tomar decisiones biológicamente relevantes sobre la descendencia.
Consecuencia de ello es que la ELA, como decíamos más arriba, se resuelve en la
privacidad de los progenitores (y sus familias); es voluntaria (depende una decisión
libre de los progenitores involucrados); y justamente por ser individual no tiene, en
principio, aspiraciones evolutivas, es decir que no pretende seleccionar grupos sino
individuos y, por ello, también en principio no es discriminadora11. No obstante cabe
siempre la posibilidad cierta de que la selección en función de un imaginario y
condiciones sociales compartidas opere en el sentido de discriminar a grupos o
individuos.
Lo primero que cabe cuestionar es que el determinismo genético sea verdadero en
sus versiones más fuertes. Debe reconocerse que si bien en el estado actual de desarrollo
científico- tecnológico muy probablemente se puede hacer bastante menos de lo que
creemos o los medios publicitan con respecto a “programar” la descendencia, de todas
formas, parece accesible, y en el futuro seguramente lo será en mayor medida, la posibilidad
de interferir de manera significativa - con algún costo evolutivo difícil de ponderar- sobre
nuestra descendencia. Apoyados en esta posibilidad cierta que se vislumbra, los defensores
del determinismo genético levantan el argumento de la ignorancia y posibilidades
transitorias: sólo hay que esperar el desarrollo científico tecnológico adecuado. Ante este
reconocimiento de que aún no es posible intervenir de manera segura, no faltan quienes
llaman a evitar, por prudencia, la intervención hasta tanto no se conozca lo suficiente.
Sin embargo no se trata de alertar sobre la imperfección del conocimiento presente,
sino que el cuestionamiento es de otro orden. Si bien en general los científicos suelen ser
prudentes señalando que hay, ineludiblemente, un componente ambiental en la
11 Las restricciones implementadas en países como China, no constituirían entonces ni una EC, porque apunta a una reducción estadística y no selectiva de la tasa de natalidad y por tanto la
determinación de las características y conductas de las personas, no obstante, tanto el
imaginario circulante como las publicaciones de divulgación e incluso algunas campañas de
publicidad en pos de lograr fondos para investigación, resultan ingenua e hiperbólicamente
deterministas. Seguramente buena parte de la profusión de discusiones y la avanzada ética
contra la ELA sea la reacción a las promesas fantásticas de la biología molecular y la
genética. Pero todo el conocimiento disponible lleva a suponer que si bien hay rasgos que
dependen de un gen, en general todos los rasgos y características interesantes socialmente
resultan de la interrelación entre distintos genes y, además, entre ellos y el ambiente12. De
modo tal que se trata de sistemas de altísima complejidad, y sobre todo determinados, por
elementos no sólo desacoplados entre sí, sino también con un grado importante de
aleatoriedad como son las biografías individuales. No obstante parece haber una insistencia
no justificada, sea desde las posiciones tecnocráticamente optimistas, sea desde las
versiones más apocalípticas, en discutir en torno a la posibilidad cierta de generar hijos a
medida en cuanto a características conductuales y aptitudes sumamente complejas en las
cuales, muy probablemente, la genética tenga muy poco por decir y hacer. Esto significa que
las discusiones más interesantes -las que se siguen de casos extremos- se tornan
abstractas. Sería lo mismo que discutir, por ejemplo, si es correcto modificar a los humanos
para que tengan alas y puedan volar. Serían discusiones sobre una fantasía irrealizable, no
ya sobre algo que ocurrirá en un futuro posible y que se vislumbra. Preguntas como
¿aceptarías aumentar la inteligencia o la capacidad de liderazgo de tu hijo futuro mediante
ingeniería genética? carecerían de sentido relevante. Pero por otro lado, el debate sólo
tendría interés si el determinismo biológico fuera verdadero en un sentido relevante.
Bien, así y todo, creemos que no hay impedimento alguno para realizar el ejercicio
intelectual de imaginar un mundo hipotético y discutir sobre él -de hecho puede resultar
interesante, ingenioso y hasta útil para establecer cuestiones jurídicas-. Sin embargo, antes
de hacerlo debería hacerse el esfuerzo de entender y evaluar algunas cuestiones que hacen
a la existencia misma del debate más que a resolver su contenido controversial. Entonces,
antes de decir algo sobre las cuestiones éticas aplicables a la ELA, podría preguntarse ¿por
qué hay un debate tan fuerte sobre unas posibilidades inciertas y seguramente
inexistentes?. Al final de este trabajo esbozaremos algunas conjeturas
4. LA ETICA EN LA EUGENESIA LIBERAL ACTUAL
restricción no es discriminadora. Pero por otro lado tampoco sería un caso de ELA porque es coercitiva. 12 Perdura con mucha fuerza la creencia en una “genética de saco de judias” (Gould, 1996) según la cual a cada rasgo corresponde un gen y viceversa. Se trata de un error biológico que, no obstante parece estar a la base de las discusiones más fuertes.
La defensa de la legitimidad de la ELA se realiza, como ya se ha dicho, sobre la base
de los derechos individuales. En efecto, los que la defienden sostienen que no sería más
que el ejercicio del derecho que tienen los padres de velar por el bienestar de sus hijos y
que no difieren mayormente de otras decisiones como por ejemplo la elección de la
educación que consideran más adecuada. La regla utilizada sería, simplemente: es correcto
utilizar todos los recursos científicos y tecnológicos disponibles para modificar mi
descendencia en el sentido que yo considere mejor o ventajoso. La evaluación se hace
siempre sobre la posibilidad –cierta o fantástica, da lo mismo- de generar individuos exitosos
socialmente o cuando menos individuos cuyas condiciones biológicas los pongan en ventaja
con respecto al resto. Frente a esto, la ética se levanta como la búsqueda de límites a las
posibilidades de producir seres humanos a medida, es decir sobre una expectativa de
máxima, que, como ya hemos dicho no parece posible ni aun en el futuro13. Como quiera
que sea, es innegable que hay algo inquietante y molesto en la eugenesia.
El alerta planteado por Habermas es que la intervención genética de mejora
producirá una alteración en la autocomprensión de la propia especie de los sujetos
humanos. En el fondo de esta argumentación subyace el interés de Habermas por defender
una cultura liberal, que se vería amenazada por la irrupción de personas no autónomas,
instrumentalizadas genéticamente. Habermas comienza su argumentación contra la ELA (en
realidad principalmente al DPI) señalando la imposibilidad de realizar una distinción clara
entre eugenesias negativa y positiva. En efecto, cuando la decisión depende únicamente de
las prerrogativas individuales –a lo que se agrega el corrimiento histórico de la noción de
enfermedad- no hay diferencia cualitativa entre ambos tipos de eugenesia. Habermas
plantea, entonces, la existencia de una idea regulativa desde la ética del discurso que
permitiría distinguir entre las dos formas de eugenesia, y poner freno a la positiva: la idea de
un consenso, supuesto al menos contrafácticamente, con el posible afectado –el niño futuro-
. La diferencia entre las actitudes del terapeuta por un lado que actúa en virtud de un
consenso futuro –insistimos, asumido contrafácticamente- y la del “diseñador” por otro, que
adopta frente al embrión una actitud instrumentalizadora y optimizadora, trazaría la frontera
entre la permitido y lo prohibido moralmente, respectivamente (Habermas, 2001). En el
primer caso, se trataría al embrión como un futuro interlocutor real (potencial inicialmente) y
se encontrará en una relación de simetría con el terapeuta al cual supuestamente le
prestaría su consenso, mientras que en el segundo el “diseñador” trataría al embrión como
un objeto en el que quiere plasmar los rasgos que considera deseables según sus
preferencias (o como delegado de los padres) sin contar con la conformidad potencial ni real
del afectado. Se trata finalmente del mandato kantiano de no utilizar a los humanos como
13 También en el caso de la clonación la ética opera y argumenta sobre expectativas de máxima, en general, fantasiosas. (Cf. Palma, D., 2005)
instrumentos sino como fines en sí mismos.
A propósito de los argumentos de Habermas pueden señalarse cuando menos tres
tipos de cuestiones. El primero referido a la cuestión biológica en sí misma: ya hemos
señalado que el determinismo genético, si bien se halla presente en el imaginario popular y
en algunas intervenciones mediáticas de algunos científicos y divulgadores, resulta falso en
sus versiones más duras. En este sentido la discusión pierde buena parte de su relevancia.
Pero, aun dejando de lado esto, las consideraciones de Habermas (pero también las de los
que defienden la ELA), presuponen unos electores portadores de toda la información y, por
ende, exitosos. Sin embargo ni los padres ni los especialistas que los asesoran son buenos
electores no sólo porque desconozcan la totalidad de la información sino porque presuponen
una causalidad lineal equivocada, como señalamos más arriba. Pero además, porque en
evolución biológica no hay ningún rasgo o conjunto de ellos que sea beneficioso y
adaptativo por sí mismo.
En segundo lugar, debe cuando menos cuestionarse la existencia de una metafísica
naturaleza humana, pasible de ser desconocida o modificada y mucho menos que genere
una ética específica. En todo caso la autocomprensión de la especie que señala Habermas
no es más que un fenómeno histórico que puede asimilar sin mayores sobresaltos algún tipo
de interferencia genética. De hecho, seguramente son mucho más fuertes y acelerados los
cambios socio-históricos y culturales que podrían afectar la autocomprensión. Lo que parece
estar a la base de la argumentación de Habermas es una ilegítima universalización de la
cosmovisión occidental y liberal.
En tercer lugar, cuesta creer que la persona que haya sido “programada”
genéticamente se considere menos capaz que otras para llevar una vida autónoma e
independiente14. En todo caso reclamará a sus padres lo mismo que podrían reclamarle
millones de hijos (psicoanalizados o no) con respecto a la crianza y la educación que han
elegido para ellos. La misma ausencia de consenso contrafácticamente hablando puede
suponerse en la elección de la educación. Parece más factible que los hijos reclamen a sus
padres no haber intervenido genéticamente si han tenido oportunidad de hacerlo en un
hipotético mundo en el cual eso fuera habitual. Incluso es cuestionable que en el caso de la
eugenesia positiva no se trate al embrión como un fin en sí mismo.
5. ACERCA DEL ALCANCE DE LA DISCUSIÓN ÉTICA
En primer lugar, la ética que se alza contra la ELA, comete un error fundacional. Se
trata de la misma actitud individualista exacerbada que considera que la legitimación, pero
14
Argumentos similares se esgrimen contra la clonación.
también los límites, deben estar sometidos a la discusión ética. Hacemos nuestras las
palabras de Andoni Ibarra:
“Todo parece como si, al dirigir la discusión hacia el dominio de los aspectos éticos y
morales de la eugenesia actual, se tratara de inmunizarla frente a los viejos peligros de la
eugenesia original, enfatizando el interés en la irrebasabilidad de ciertos límites bien
conocidos y aceptados ya por la comunidad de científicos y biotecnológicos. (...) [sin
embargo] La orientación moralista encubre la radicalidad de los retos anticipados por las
posibilidades abiertas, redefiniéndolas meramente como cuestiones dirimibles desde una u
otra moral” (Ibarra, 1999, p. 24)
Consideramos que levantar barreras éticas es, en todo caso sumamente útil y
necesario, pero pensar que esos son los limites que van a frenar la proliferación de la
actividad eugenésica –este argumento podría generalizarse a otras intervenciones
biomédicas- no es más que la concesión y los dudosos límites que la avanzada neoliberal
está dispuesta a tolerar con tal de anular la intervención efectiva del estado15.
La matriz de pensamiento individualista aflora también en autores que han planteado
que los futuros tratamientos genéticos—a causa de que permitirían modificar rasgos que
terminen favoreciendo las oportunidades de los afectados, transformando los talentos
personales— lleguen a ser considerados recursos ordinarios y, por tanto, objeto de
redistribución (Nussbaum, 2002). A. Cortina (2004) sostiene que la eugenesia liberal, al
dejar al juego del mercado la posibilidad de mejorar la herencia genética de los individuos,
afecta “a la entraña de la justicia social” y señala un límite entre eugenesias negativa y
positiva basado no en la idea regulativa del consenso anticipado, sino:
“(...) en un desarrollo del enfoque de las capacidades de Sen, que podría constituir un "mínimo
antropológico" de empoderamiento, que no debería quedar al juego del mercado en una
sociedad justa. Para lograrlo se hace necesaria esa "gobernanza global" de que habla el Banco
Mundial, capaz de dispensar bienes públicos globales, tales como un bienestar global, que
incluye acceso a la salud, aire puro, agua, educación, empleo y trabajo, un sistema económico
mundial abierto e inclusivo, al servicio del desarrollo humano, un orden legal internacional
enraízado en valores compartidos, y también mecanismos capaces de garantizar estabilidad y
seguridad humanas. (Cortina, 2004)
Creemos que de esta manera tanto los críticos de la eugenesia como los que
pretenden arribar a una versión “políticamente correcta” de ella, caen en la misma trampa
que les tendieron los que confundieron a lo largo de los últimos doscientos años biología y
política, los que confundieron, en suma, diversidad genética con desigualdad humana (Cf.
Dobzhansky, 1973). Se trata de dos problemas que, si bien pueden solaparse en alguna
medida difícil de determinar, son diferentes y no es bueno caer en la dimensión práctica de
la trampa, consistente en creer que al pergeñar una respuesta ética para uno de los
problemas –el de la intervención en la reproducción- se está al mismo tiempo haciendo algo
para solucionar el otro problema, el de la desigualdad. Para bien o para mal, la justicia social
y la redistribución de la riqueza sigue siendo (y presumiblemente lo seguirá siendo en los
próximos siglos) un problema político y no biológico. El acceso a la salud no es un recurso a
distribuir sino un derecho inalienable. En todo caso, y si bien discutir sobre la eugenesia es
totalmente legítimo, sería bueno que quienes están preocupados por la desigualdad
empeñaran esfuerzos en la lucha contra la desigualdad en otros ámbitos.
Pero aun podemos imaginar el peor de los escenarios posibles y que el problema
fuera aun peor, es decir que el problema no fueran los pobres padres individuales queriendo
tener hijos lindos y exitosos (¿y felices?), sino algún otro tipo de exceso mayor. De hecho es
inevitable que ocurra- ya está ocurriendo-una creciente interferencia en la reproducción
humana, y si aceptáramos la proximidad de un apocalipsis antropológico como sostienen
algunos, la cuestión se invertiría con relación a la EC, y el debate aunque siempre
redefinible, debería ser saldado jurídicamente y sin sustituir el autoritarismo y la tecnocracia
del Estado de hace décadas por el autoritarismo y la tecnocracia, más brutal aun, del
mercado actual. En este sentido señala acertadamente Diane Paul:
“El problema no es el que la mayoría de nosotros tenemos: un programa de gobierno para
criar mejores bebés. El peligro más probable es prácticamente el opuesto; no que el
gobierno intervenga en decisiones reproductivas, sino que no lo haga. Cuando todo se deja
a la libertad del mercado es cuando más probabilidad hay de que se corrompan los frutos de
la investigación del genoma” (citado en Silver, 1998, p. 290).
Finalmente, podemos volver a hacernos la pregunta que más arriba dejamos sin
contestar: ¿por qué hay un debate tan fuerte sobre unas posibilidades inciertas y muy
probablemente inexistentes?.
Creemos que hay varias razones. En primer lugar, el debate sobre la ELA (que es
sólo parte de la posibilidad general de intervención en la reproducción humana) es útil a las
posiciones religiosas fundamentalistas como el cristianismo que objeta cualquier tipo de
interferencia en la lotería natural (o más bien habría que decir “providencial”), incluso las
15 La llamada “ética empresarial”, una verdadera contradiccion en los términos, además de una cantidad de Organizaciones no Gubernamentales de dudosa financiación, preocupadas por la
formas más elementales de anticoncepción (salvo, obviamente la abstinencia y la castidad).
Les es útil porque en una mescolanza de afirmaciones cientificamente falsas, alarmismos
injustificados, e intolerancias inquisitoriales, instalan un campo en el cual poder militar
constantemente16. Dar la batalla en el campo de la ética les resulta útil porque eso los
convierte en interlocutores de un monólogo fundamentalista que aparenta ser un diálogo
(baste para ello ver algún noticiario “políticamente correcto” en el cual siempre se consulta,
además de un médico, a algún religioso que da su opinión general sobre algún episodio
ocasional). No se trata de una genuina discusión racional y conducente, aunque, creemos
que debe dárseles batalla en la esfera política, siempre.
También hay razones muy fuertes para que el debate se encuentre a la orden del
día, relacionadas con el campo de intersección de cuestiones económicas, políticas e
ideológicas por un lado y científicas por otro. Por ejemplo la necesidad de generar y
defender nichos académicos de distinta índole (foros, publicaciones, subsidios, comités de
bioética, etc.), la necesidad de disputar fondos de las agencias de investigación por parte de
los científicos, lo cual hace que se exageren las posibilidades ciertas de las investigaciones,
por ejemplo en torno al genoma humano y la ingeniería genética. No es menor el papel que
las publicaciones de divulgación científica que, lejos de la lógica de la investigación científica
–generalmente lenta, aburrida y con poca espectacularidad- necesitan generar una lógica de
las publicaciones de espectáculos, con revoluciones diarias, o a lo sumo semanales
(dependerá de la periodicidad de la publicación) y se pasan el tiempo llamando a asumir
constantemente “nuevos desafíos”.
Por ahora, lo que muchos llaman ELA, no es más que un conjunto de posibilidades
tecnológicas para evitar o adelantarse a enfermedades graves de la descendencia y, en este
sentido no parece haber nada objetable. Incluso, aunque creemos que pensarlo en términos
de “hijos programados” es cuando menos un exceso y algo que no se vislumbra seriamente,
siempre vale la pena hacer el ejercicio intelectual de pensar el problema, aunque con las
precauciones que hemos señalado: si sobreviniera el apocalipsis antropológico la respuesta
debería ser jurídica y no ética. De todos modos, así como la EC fue un verdadero fracaso en
cuanto a sus aspiraciones y promesas, pero tuvo un relativo éxito ideológico, en cuanto a
estigmatizar a enormes porciones de la humanidad, hay que estar prevenidos para que no
ocurra lo mismo con la ELA. No hay que olvidar que los eugenistas de principios del siglo XX
instauración de la ética en distintos ámbitos, son otros ejemplos del mismo proceso. 16 Este año hubo en la Argentina un caso particularmente significativo de una chica deficiente mental embarazada en ocasión de haber sido violada. Si bien ese es un caso en que la ley argentina autoriza al médico a realizar un aborto sin intervención de la justicia, la iglesia católica comenzó una campaña para cuestionar y prohibir incluso el aborto en estos casos.
estaban convencidos de que el planeta estaba escasamente poblado y que el desafío era
poblar con calidad, mientras que en el futuro próximo el problema será la superpoblación.
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