Eugenesia y ética

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EUGENESIA Y ÉTICA Publicado en Miranda, M. y Vallejo, G. (comp.) Políticas del cuerpo. Estrategias modernas de normalización del individuo y la sociedad, Buenos Aires/Madrid, Siglo XXI Argentina- España, marzo de 2008, pp. 521-542 (ISBN: 978-987-1013-63-0). Héctor A. Palma 1 Dante A. Palma 2 La eugenesia es, probablemente, el campo de aplicación de la ciencia a la vida humana más proclive a despertar sentimientos de desaprobación y evocar imágenes de horror. Algo molesta a nuestra sensibilidad más profunda porque la eugenesia toca los límites de lo humano al pretender manipular y controlar la descendencia, pero sobre todo por las consecuencias de su aplicación concreta y real: se la asocia, con razón, a algunas de las peores formulaciones del racismo, la discriminación y el establecimiento de jerarquías humanas sobre bases pretendidamente biológicas; también estuvo presente en el uso brutal de las tecnologías sociales y médicas y legitimó en buena medida el genocidio de la Segunda Guerra Mundial. El panorama resultante nos puede hacer creer que la eugenesia ha rebasado todo límite ético. Sin embargo, los eugenistas utilizan frecuentemente fundamentos éticos como defensa y justificación aun de las tecnologías más brutales. Para complicar algo más el panorama, en la actualidad no son pocos los que alertan sobre la posibilidad de que se desarrolle una nueva eugenesia, ante lo cual reclaman por el establecimiento de barreras éticas, pero tampoco faltan defensores de la nueva eugenesia que echan mano, también, de la ética para apoyar sus decisiones. De modo tal que el panorama está muy lejos de ser una simple oposición entre una serie de prácticas aberrantes de un lado y una ética inequívoca que intenta poner freno del otro. Analizar la compleja relación entre eugenesia y ética requiere, en primer lugar, relevar las diferencias y semejanzas generales entre lo que denominaremos eugenesia clásica y la llamada eugenesia liberal actual. 1. EUGENESIA CLÁSICA Y EUGENESIA LIBERAL ACTUAL La eugenesia clásica (en adelante EC), constituyó un entramado de ciencia, tecnologías y políticas 3 , extendido y hegemónico en todo Occidente durante la primera mitad 1 Docente-investigador del Centro de estudios de Historia de la Ciencia y la Tecnología ‘J. Babini (Universidad Nacional de San Martín) 2 Docente-investigador (Universidad de Buenos Aires, Universidad Nacional de San Martín) 3 La EC se basaba en cuatro axiomas, a saber: a. las diferencias entre los individuos están determinadas hereditariamente y sólo en una pequeña medida dependen del medio;

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EUGENESIA Y ÉTICA

Publicado en Miranda, M. y Vallejo, G. (comp.) Políticas del cuerpo. Estrategias modernas

de normalización del individuo y la sociedad, Buenos Aires/Madrid, Siglo XXI Argentina-

España, marzo de 2008, pp. 521-542 (ISBN: 978-987-1013-63-0).

Héctor A. Palma1 Dante A. Palma2

La eugenesia es, probablemente, el campo de aplicación de la ciencia a la vida

humana más proclive a despertar sentimientos de desaprobación y evocar imágenes de

horror. Algo molesta a nuestra sensibilidad más profunda porque la eugenesia toca los

límites de lo humano al pretender manipular y controlar la descendencia, pero sobre todo

por las consecuencias de su aplicación concreta y real: se la asocia, con razón, a algunas

de las peores formulaciones del racismo, la discriminación y el establecimiento de jerarquías

humanas sobre bases pretendidamente biológicas; también estuvo presente en el uso brutal

de las tecnologías sociales y médicas y legitimó en buena medida el genocidio de la

Segunda Guerra Mundial. El panorama resultante nos puede hacer creer que la eugenesia

ha rebasado todo límite ético. Sin embargo, los eugenistas utilizan frecuentemente

fundamentos éticos como defensa y justificación aun de las tecnologías más brutales. Para

complicar algo más el panorama, en la actualidad no son pocos los que alertan sobre la

posibilidad de que se desarrolle una nueva eugenesia, ante lo cual reclaman por el

establecimiento de barreras éticas, pero tampoco faltan defensores de la nueva eugenesia

que echan mano, también, de la ética para apoyar sus decisiones. De modo tal que el

panorama está muy lejos de ser una simple oposición entre una serie de prácticas

aberrantes de un lado y una ética inequívoca que intenta poner freno del otro. Analizar la

compleja relación entre eugenesia y ética requiere, en primer lugar, relevar las diferencias y

semejanzas generales entre lo que denominaremos eugenesia clásica y la llamada

eugenesia liberal actual.

1. EUGENESIA CLÁSICA Y EUGENESIA LIBERAL ACTUAL La eugenesia clásica (en adelante EC), constituyó un entramado de ciencia,

tecnologías y políticas3, extendido y hegemónico en todo Occidente durante la primera mitad

1 Docente-investigador del Centro de estudios de Historia de la Ciencia y la Tecnología ‘J. Babini

(Universidad Nacional de San Martín) 2 Docente-investigador (Universidad de Buenos Aires, Universidad Nacional de San Martín) 3 La EC se basaba en cuatro axiomas, a saber:

a. las diferencias entre los individuos están determinadas hereditariamente y sólo en una pequeña medida dependen del medio;

del siglo XX4. Podríamos definirla como un conjunto de ideas y acciones de carácter

tecnocrático y autoritario, asociadas al conocimiento científico disponible, implementadas a

través de políticas públicas activas y destinadas a favorecer la reproducción de

determinados individuos o grupos humanos considerados mejores e inhibir la reproducción

de otros grupos o individuos considerados inferiores o indeseables, con el objetivo del

mejoramiento/progreso de la humanidad o de esos grupos humanos. La batería estándar de

tecnologías asociadas a la eugenesia incluía el certificado médico prenupcial obligatorio (en

algunos países fue optativo), el control diferencial de la natalidad, el aborto eugenésico, las

esterilizaciones y los controles de la inmigración “indeseable” (fundamentalmente negros,

gitanos, orientales -y otros grupos según el caso-, pero también incluía enfermos,

anarquistas, delincuentes, prostitutas).

Luego de la Segunda Guerra Mundial el movimiento eugenésico, en parte se fue

debilitando, pero fundamentalmente fue cambiando algunas de sus estrategias. Es bastante

difícil establecer una periodización unívoca: Kevles (1986), por ejemplo, llama “reformista” al

tipo de eugenesia que surge, ya en la década del ’20, como resultado de los excesos

(esterilizaciones, el racismo exacerbado de muchos de sus defensores), y que se afianza

luego de la experiencia de la guerra. Miranda (2003), por su parte, acuña un par de

conceptos que caracterizan dos etapas según el modo en que se manifestaba la esencia

imperativa o autoritaria de la eugenesia: “de coercitividad explícita” y “de coercitividad

disimulada”. Soutullo (1999), sostiene que pueden distinguirse en el desarrollo de la

eugenesia varias etapas que se solapan en parte: una etapa fundacional –desde 1865 a

1911-, que va desde la propuesta inicial de Galton hasta la fundación de la primera sociedad

eugenésica en Londres; una etapa de apogeo –que va desde 1910 hasta 1945- y que

coincide con la proliferación de instituciones y políticas eugenésicas en casi todo el mundo;

una tercera etapa de eugenesia reformista (siguiendo la denominación de Kevles) que se

habría iniciado ya en 1925 y se extendería hasta 1965, en la cual algunos eugenistas

comenzaron a defender una versión puramente médica, voluntaria y privada de la eugenesia

en oposición a las formas autoritarias de la etapa anterior, criterio que se habría

profundizado luego de la Segunda Guerra Mundial merced a las atrocidades cometidas; y,

finalmente, la etapa de eugenesia actual –a partir de 1970- en la cual el desarrollo de las

técnicas de diagnóstico genético estaría propiciando la puesta en práctica de una eugenesia

b. el progreso depende de la selección natural, mecanismo fundamental por el cual, según la teoría darwiniana, se produce la evolución de las especies;

c. las condiciones modernas (medicina, planes de asistencia, las condiciones “cómodas” de la vida moderna, etc.) tienden a impedir la influencia selectiva de la muerte de los menos aptos;

d. a partir de (c) se ha iniciado un deterioro, una degeneración en la especie humana que continuará a menos que se tomen medidas para contrarrestarla.

negativa. Estas periodizaciones, más allá de las diferencias, coinciden en marcar un cambio

muy notorio que se da en un segundo momento cuyo inicio se ubica más o menos con la

Segunda Guerra Mundial, y que deriva en propuestas eugenésicas más restringidas a

cuestiones médico/sanitarias (sobre todo profilaxis del embarazo y cuidados del bebé y del

niño pequeño, condiciones higiénicas de la vivienda, etc.).

En los últimos años aparece un fenómeno, nuevo a nuestro juicio, pero que algunos

llaman eugenesia liberal actual (en adelante ELA) (Habermas, 2001) a partir del creciente

desarrollo de tecnologías asociadas a la reproducción humana, lo cual ha impreso un nuevo

impulso al debate en torno a la legitimidad de modelar la configuración genética de los seres

humanos invocando muchos de los dramáticos hechos del siglo XX en torno al fantasma de

la eugenesia. En la actualidad están disponibles distintos tipos de diagnósticos que permiten

en alguna medida manipular la descendencia. En primer lugar, los diagnósticos posteriores

al nacimiento que se hacen en el nivel cromosómico o bien en el nivel de los genes para

detectar enfermedades hereditarias. Este tipo de estudios, tiene algunas ventajas pero

también fuertes limitaciones. En efecto, casi siempre llega tarde y se inicia a partir del

individuo que posee una patología y luego se continua por la familia. El objetivo en general

es aliviar, en lo posible, al paciente y proteger a la descendencia. Esto es así porque en las

enfermedades recesivas, el individuo heterocigoto para el gen responsable de la patología,

es sano. La gran limitación en términos eugenésicos, como se comprenderá, radica en la

imposibilidad de someter a toda la población y, a su vez a todos los genes conocidos

responsables de enfermedades, a este tipo de análisis5. De cualquier manera ha resultado

sumamente útil para los casos de genes específicos en poblaciones específicas, como el

caso de la Talasemia en Cerdeña. Un aspecto problemático para este tipo de análisis surge

de la posibilidad cierta (en alguna medida ya ocurre) de que empresas o particulares

soliciten exámenes a sus posibles clientes o empleados para otorgarles seguros o empleos.

El tipo de análisis requerido en estos casos no es tanto el de heterocigosis para

enfermedades recesivas sino, más bien para las dominantes en los genes que aparecen en

la edad adulta o para la predisposición de ciertas enfermedades. El segundo tipo de

intervención es el diagnóstico prenatal, que se realiza al comienzo del embarazo y que

permite detectar malformaciones congénitas (sobre todo a través de ecografías), anomalías

cromosómicas como por ejemplo el síndrome de Down y desórdenes genéticos estudiando

muestras fetales6. Como una de las consecuencias de este tipo de exámenes es la

4 No incluimos algunas formas conocidas a lo largo de la historia de eliminación de los individuos considerados defectuosos o inferiores, sino sólo aquella forma de eugenesia que surge de la incorporación del conocimiento científico al planteo general del perfeccionamiento o progreso. 5 Cf. Maynard Smith (1982) o Tejada (1999). 6 Obviamente resulta inútil para la detección de enfermedades de manifestación tardía. También resulta impracticable (por el nivel de recursos humanos y económicos necesarios) el análisis dirigido a detectar genes recesivos responsables de patologías. De hecho es muy probable que la mayoría de

posibilidad cierta de recurrir al aborto posterior, constituye un tópico particularmente

importante de la agenda bioética. Sin embargo, de todas las formas de intervención, la que

más suele asociarse a las intenciones eugenésicas clásicas es el diagnóstico

preimplantatorio (DPI)7 (Cf. Testart y Godin, 2001) que permite analizar las condiciones

cromosómicas y ciertas características genéticas en embriones obtenidos por fecundación in

vitro. Como este análisis se realiza antes de que el embrión sea transferido al útero ofrece la

posibilidad de seleccionar cuál de ellos será utilizado, descartando los otros. Las técnicas de

DPI ofrecen la posibilidad cierta de detectar y, a través de la selección embrionaria, eliminar

enfermedades graves, pero, al mismo tiempo permite pensar que se trataría de la antesala

de una nueva eugenesia selectiva (Cf. Habermas, 2001), reavivando el fantasma de los

horrores del régimen nazi, entre otros.

Antes de proseguir es necesario describir brevemente la distinción entre eugenesias

negativa y positiva, porque sobre ella los defensores de la ELA pretenden apartarse del

estigma de la EC. La eugenesia negativa estaría dirigida fundamentalmente por una lógica

terapéutica o de la curación y puede definirse como el intento de eliminar o disminuir la

frecuencia de alelos que se juzgan perjudiciales o deletéreos para el ser humano o al menos

para alguna población particular. La eugenesia positiva, por su lado, estará dirigida a

promover la reproducción de ciertos individuos portadores de caracteres reconocidos como

deseables. Ambas, negativa y positiva, han estado asociadas a la implementación de

prácticas y políticas que tenían como objetivo modificar la composición poblacional media,

es decir incidir en el proceso evolutivo. Se trata de una distinción que, en principio, resulta

clara: en el extremo de la eugenesia negativa aparece la posibilidad de reducir o eliminar la

existencia de enfermedades realmente graves que provocan gran sufrimiento y limitan

fuertemente el desarrollo de una vida mínimamente autónoma y, en el extremo de la

eugenesia positiva pueden ubicarse los delirios de la raza superior. Sin embargo, esta

distinción se disuelve en la ELA ya que se basa en la posibilidad de los padres de intervenir

(modificar-eliminar), mediante las tecnologías disponibles, en alguna/s característica/s de

sus hijos. Justamente el reclamo por establecer límites a la ELA, se apoya en que, si la

intervención finalmente descansa sobre la decisión de los individuos, no parece haber

impedimento alguno en los hechos, para que tal intervención se naturalice con el tiempo y

se desplace sin solución de continuidad desde la selección negativa de embriones que con

certeza portarán enfermedades hereditarias graves, hacia una selección de embriones

las personas sean heterozigotos para cuando menos algún gen nocivo o letal, lo cual, siguiendo la lógica eugenésica llevaría a impedir la reproducción de prácticamente la totalidad de la humanidad. Sobre las posibilidades reales de interferir eugenésicamente y sobre la inutilidad y la irrelevancia de algunas medidas, véase Haldane (1938). También Maynard Smith (1982). 7 Algunos también suelen invocar argumentos antieugenésicos para censurar la clonación reproductiva que, sin embargo, se trata de un forma más de reproducción asistida, que, en caso de poder realizarse técnicamente, no se parecerá en nada a ninguna de las dos eugenesias.

según características deseables no vinculadas a ninguna patología. Tampoco debe

olvidarse que el concepto de “enfermedad” ha resultado contextual y fuertemente variable;

de hecho los alegatos a favor de la EC se han basado casi siempre sobre la eliminación de

lo inferior y lo patológico.

Como quiera que sea, creemos que se comete un error (Cf. Palma, 2002) al

considerar que en la actualidad se estaría produciendo una reedición de la eugenesia a

partir de la posibilidad (cierta o fantástica) de interferir en la reproducción dirigiéndola. Es

inadecuado confundir la eugenesia con las terapias génicas actuales, sea aquellas que

apuntalan la fantasía de generar hijos con características preprogramadas, sea aquellas que

tratan de detectar (y eliminar) enfermedades hereditarias graves, porque la utilización de

dichas terapias, por lo menos en principio obedece a decisiones individuales de los padres,

tomadas libremente y al solo efecto de modificar las condiciones de ese hijo por venir. La

EC, por el contrario, responde a pautas de selección de grupos definidos considerados

superiores, se realiza a través de la implementación de políticas públicas es decir que no se

trata de acciones individuales voluntarias sino que se ejercen de manera coactiva y, además

pretenden tener incidencia evolutiva, es decir modificar la composición promedio de la

población/especie/grupo. Incluso las fundamentaciones éticas de uno y otro tipo de

eugenesia son sumamente dispares como veremos.

2. LA ETICA DE LA EUGENESIA CLÁSICA

Podemos calificar la ética de los eugenistas como utilitarista, naturalista, cientificista

y medicalista, defensora del bienestar del colectivo por sobre los individuos como valor

supremo. Para comprender esto vale la pena considerar las características del clima de

época:

• la gran confianza y optimismo en que la ciencia vendría a solucionar los principales

problemas de la humanidad;

• la colonización del discurso acerca de lo social por parte de conceptos, modelos y

metáforas provenientes de las ciencias biológicas y sobre todo de la medicina, con lo cual

se opera una biologización y una medicalización tanto de los problemas como de las

soluciones;

• la interpelación y reclamo para que el Estado asuma a través de distintos tipos de medidas

e instituciones un papel decisivo y activo en la solución de los problemas.

Los dos primeros aspectos corresponden a la influencia del positivismo proveniente

del siglo XIX8 y que marca las primeras décadas del siglo XX, en el contexto de una fuerte

8 Lo que suele llamarse genéricamente “positivismo” es un largo y complejo proceso que se inicia cuando menos a principios del siglo XIX y llega con herejías hasta hoy. Incluye ideas y autores

naturalización de la vida social:

“(...) la eugenética, (...) encara el problema de la selección humana desde un punto de vista

eminentemente racional y científico. (...) la civilización con su sentimentalismo era hasta

ayer la barrera infranqueable antepuesta al eugenismo, sin pensar, como dice Richet, que

en la vida salvaje la selección es el resultado fatal de la lucha de todos los seres, lucha en

donde triunfa siempre la ley del más fuerte.”9 (Stucchi, 1919, p. 369)

“El asunto [la eugenesia] como se ve tiene el mayor interés para el cuerpo social. No es

caso de sentimentalismo sino de cálculo, de reflexión y de justicia.” (Farré, 1919, p. 77)

Justamente por ello se rescata claramente el poder que tiene el especialista o el

científico en la toma de decisiones de todo tipo. Defendiendo la posibilidad del aborto

eugenésico la Dra. Luisi, una de las principales impulsoras de la eugenesia en el Uruguay,

sostiene que:

“Solamente el criterio amplio y sereno del médico estudioso y de conciencia, puede resolver

en cada caso la conducta a observar; pero hace falta una más amplia libertad para

determinar estos casos. Es necesario que la deontología médica no se encuentre cohibida

por legislaciones que pudieron responder a necesidades de su tiempo (resaltado nuestro),

pero que cuentan más de un siglo, y no satisfacen ya las necesidades creadas a la sociedad

por el progreso.” (Luisi, 1916, p. 450)

El Dr. B. Ferreira en el acto inaugural de la filial Mendoza de la AABEMS, sostiene,

reforzando el argumento clásico según el cual los especialistas dictaminan para que el

Estado disponga:

“Es el triunvirato constituido por el médico, el psicólogo y el educacionista (sic) quien debe

administrar los tesoros de una raza cuyo capital podrá ir saneado a manos del estadista o

del sociólogo a fin de que lo invierta en bien de la colectividad que no tendría tantos

desperdicios de deficientes, degenerados o delincuentes.” (Ferreira, 1934, p. 5-7)

El médico eugenista brasileño Olegario de Moura se expresaba en términos similares:

bastante diferentes; suele designar también áreas disciplinares diversas que van desde una teoría epistemológica —es decir metacientífica— a una teoría social —es decir científica—; también suele usarse para referirse a una suerte de clima cultural más o menos vago en el cual se exalta el valor de la ciencia por sobre otras formas de conocimiento. Además, la recepción en los distintos países ha estado sesgada por las idiosincrasias de los mismos (Kolakowsky, 1966). 9 Nótese cómo se encuentra instalada la idea de la ley del más fuerte que no aparece en la teoría darwiniana de la evolución. En el capítulo 3 de El origen de las Especies, Darwin se ocupa especialmente de aclarar esa mala interpretación de su teoría.

“(...) el interés del individuo, de la familia de la prole, de la raza y del mismo futuro de la

nacionalidad compete a la medicina, y por tanto, a la clase médica el deber de indicar el

verdadero y legítimo camino a seguir. Esto constituye una cruzada de incalculables

beneficios.” (Citado en La Semana Médica, 1918, p. 93)

En este marco, como se ve, es el médico quien lleva la voz cantante de la autoridad

que a su vez interpela y reclama la intervención del Estado. El médico se asume en este

contexto ya no sólo como un técnico que desarrolla su labor específica de curar, sino como

factor esencial de civilización y progreso, sobredimensionando su injerencia en la política,

mucho más cuando se considera el hecho de que muchísimos médicos han tenido actuación

directa en importantes cargos en el Estado. Este proceso de medicalización reúne dos

aspectos diversos y complementarios: la extensión casi ilimitada, pero siempre difusa, de los

ámbitos de incumbencia de la medicina y los médicos a través de considerar como

categorías de análisis básico lo normal y lo patológico10; y, además, la demandada y muchas

veces efectiva injerencia del Estado a través de Instituciones y políticas diversas. Esos

médicos que ya no sólo curan enfermos sino al organismo social y extienden su campo de

acción hacia esferas nuevas, ahora interpelan al Estado y le reclaman acciones tanto

preventivas como de control y represión, conforme a los diagnósticos que ellos mismos en

tanto especialistas elaboran.

El giro argumental que realizan los eugenistas –y todos los que postulan éticas de

tipo naturalista, es decir basadas en el conocimiento de la naturaleza- es ya un clásico en la

filosofía. En efecto, el procedimiento por el cual se pretende concluir lo que debe ser (el

mundo propiamente humano, ético y social) a partir de lo que es (el mundo natural) está

viciado de un error lógico, falacia ya señalada claramente por D. Hume en el siglo XVIII.

Sobre la misma base, y teniendo a la vista las atrocidades cometidas hacia la primera mitad

del siglo XX, se pronunció la UNESCO en 1952, contra los que confunden diversidad

biológica con desigualdad humana (véase Dobzhansky, 1973): “la igualdad de

oportunidades y la igualdad ante las leyes, al igual que los principios éticos, no reposan en

manera alguna sobre el supuesto de que los seres humanos están de hecho igualmente

dotados”. Se trata de ámbitos inconmensurables y caen en la falacia (no siempre

ingenuamente) tanto los que defienden la desigualdad sobre la base de la diversidad

biológica como así también los que intentan, forzando las cosas desconocer la diversidad

para fundar la igualdad. La diversidad (genética o fenotípica) es asunto biológico, mientras

que la desigualdad es asunto ético-político. Sin embargo, esta objeción, no sólo no ha

evitado que se cometiera tal error lógico - después de todo, la vida práctica pocas veces se

10

Para un análisis de la historia de las categorías normal/patológico, véase Canguilhem (1966).

rige por la lógica-, sino que por el contrario, la historia nos muestra una ubicua costumbre de

legitimación del orden social a través de la apelación a la naturaleza humana (desde Platón

y Aristóteles, pasando por Hobbes, Locke, Rousseau y Marx, por citar a los más

conspicuos).

El segundo aspecto definitorio de la ética eugenista es la defensa de una axiología en

la que prevalece la salvaguarda del colectivo por sobre los individuos, la sociedad por sobre

sus integrantes. El colectivo superior que es bueno cuidar y preservar puede variar desde su

expresión ecuménica máxima (la especie humana) hasta grupos como las razas (las

superiores en desmedro de las inferiores), los sanos (en oposición a los enfermos en los

cuales habitualmente se incluían alcohólicos, sifilíticos, tuberculosos, prostitutas,

anarquistas, delincuentes “natos” en general). Esta posición se expresa según distintos

modos y niveles de aplicación. El reclamo constante de los eugenistas en pro de acciones

que debe tomar el Estado acuña el concepto de la defensa social, imbricado con la

consideración del orden público como objetivo principal. La sociedad como cuerpo debía

defenderse de distintos tipos de flagelos y amenazas en todos los ámbitos: “la defensa

higiénica, la defensa industrial, comercial y económica; la defensa ética, política y jurídica”

(Stach, 1916). Preservar el orden público y la defensa social resultan aspectos primordiales

que se expresan en los ideales de pureza de la raza, en medidas sanitarias específicas

como así también en considerar nuevas fuentes de legitimación de las penas criminales —

orientadas no sólo a la responsabilidad del individuo criminal, sino a la defensa de la

sociedad—, restricciones a la inmigración considerada indeseable, pasando por la

eliminación o reclusión de los locos, criminales y enfermos e incluso la formulación de una

ética sexual.

“Hay deberes para con la familia y esas personas más próximas a nosotros; para con el

Estado, para con la humanidad existente y para con la posteridad. Este último deber es el

más alto de todos. (...) Hablando racionalmente, un sistema de moral debe subordinar la

felicidad del individuo a la de la comunidad en general.” (Forel, 1912, p. 661)

“La suprema ley que es la salud del pueblo, se antepone a todas las conveniencias

particulares, y en nombre de aquella, debe el legislador apoyar toda su autoridad para

darles vías de sanción, sin reparar en las consideraciones de los teorizantes de una

pretendida libertad, que fragua sigilosamente muchas cadenas.” (Farré, 1919, p. 94)

“(...) todo sentimentalismo y respeto por la personalidad humana, es un hecho que casi ha

pasado a la historia. En efecto, hoy sólo se acepta como principio incontrovertible, que el

interés general debe primar siempre sobre el interés individual.” (Stucchi, 1919, p. 375)

La íntima relación del repertorio de tecnologías sociales asociadas a la eugenesia

con la reproducción humana deriva en un reclamo constante por la instauración de la

educación sexual. Los eugenistas bregaban por lograr que a través de la toma de conciencia

por obra de la información —básicamente sobre sífilis, alcoholismo y tuberculosis— se

evitara la reproducción o se procurara cuidar que no fuera disgenésica. En este sentido la

educación sexual era uno de los pilares para la depuración y mejoramiento de la raza. La

educación sexual propuesta siempre está referida a la reproducción (o, en todo caso a la no

reproducción), la responsabilidad con respecto a la raza y a las enfermedades venéreas y el

alcoholismo, los cuidados de la embarazada y de la parturienta, vale decir con una

inclinación fuertemente biologicista o médica. Sin embargo, no hay referencias alguna a la

cuestión del placer sexual, como no sea para considerarlo como una suerte de residuo

natural (aunque “secundario” e insalvable) del objetivo “natural” que es la reproducción. Se

tematiza la relación sexo-reproducción y se brega por una buena reproducción, pero nunca

se rescata la relación sexo-placer. Se trata de regular, racionalizar y someter al control

científico la reproducción. La pelea por introducir la educación sexual ya desde los primeros

años de la escuela ha sido muy dura y extendida y a pesar de defender que el objetivo

primordial de la actividad sexual es la reproducción ha contado, en general, con la oposición

de los sectores religiosos con argumentos parecidos a los actuales (la educación sexual es

responsabilidad de los padres o la familia, la necesidad de promover abstinencia sexual,

etc.).

El instinto sexual era considerado por los eugenistas como el único que no ha podido

ser sometido a la tarea civilizatoria y allí radicaría, justamente, una de las causas de muchas

acciones disgenésicas. Por ello consideraban importante la prédica a favor de la ilustración

de la población sobre los riesgos de la concepción en determinados estados o condiciones.

En un trabajo publicado en La Semana Médica, el psiquiatra suizo Auguste Forel (1848-

1931), adelanta un argumento que después recogen los sociobiólogos modernos y que

consiste en naturalizar o biologizar a Kant. Sostiene Forel que la ley moral es

completamente accesible a las investigaciones de la “ciencia mental” y que “el sentido del

deber es una inclinación innata y de consiguiente hereditaria” (Forel, 1912, p. 658). Además,

sostiene que el deseo sexual no es ni moral ni inmoral, sino simplemente un instinto

adaptado a la reproducción y deduce una suerte de imperativo categórico sexual que dice:

“Tú debes prestar atención a tu deseo sexual en sus manifestaciones en tu conciencia y

principalmente en tus actos sexuales, no debes perjudicarte a ti mismo ni a otro ni, sobre

todo, a la raza humana, sino que debes empeñarte con energía para aumentar el bienestar

de cada uno y de todos.” (Forel, 1912, p. 662)

Sin embargo, la ética propuesta por Forel, se encuentra lejos de una ética de

principios al estilo de Kant, y se trata más bien de ética en la cual las consecuencias de los

actos serán decisivas:

“(...) la moralidad o la higiene de la raza llegan a ser una sola y misma cosa, e incluimos en

nuestra concepción de la higiene una saludable condición del derecho o del alma, y

subordinamos la higiene individual a la de la sociedad en general. Luego, todo lo

socialmente antihigiénico es inmoral y todo lo socialmente inmoral es antihigiénico. Si, por

ejemplo, miembro activo de la sociedad, yo arruino una salud, probablemente con el

propósito de realizar la salvación de un criminal incurablemente enfermo, no obstante los

motivos altruistas, estoy cometiendo un acto que es injurioso desde ambos puntos de vista,

de la ética y de la higiene social; y por eso, malo e inmoral (...) hablando racionalmente, un

sistema de moral debe subordinar la felicidad del individuo a la de la comunidad en general”.

(Forel, 1912, p. 661)

En esta línea, sostiene que los deseos sexuales serán positivos si, en orden de

jerarquía creciente, benefician a los individuos, a la sociedad y a la raza; y negativos si

perjudican a algunos de ellos o a todos y éticamente indiferente si no produce ni perjuicio ni

beneficio. Por ello Forel reclama un sistema de ética racional que proceda a la selección

racional en la fecundación y sostiene que higiene social y ética son la misma cosa. Por ello

lo que interesa fundamentalmente es ejercer el control sobre la reproducción y no cuenta

mayormente la cuestión de la sexualidad que, por tratarse de un instinto, es difícil de

someter. Incluso señala que las perversiones del instinto sexual como por ejemplo “el

sadismo (...), el masoquismo (...), sensibles invertidos sexuales (homosexualidad),

fetiquismo (sic), exhibicionismo” que no perjudicaran a nadie son éticamente indiferentes y

los que los poseen “generalmente hablando no se multiplican”. Forel critica a la moral

religiosa que muchas veces considera como grandes pecados y crímenes a acciones, como

por ejemplo la masturbación, que no serían más que el resultado de “un estado mental

desequilibrado”:

“La costumbre del abuso de sí propio, en extremo variable en sus orígenes, surge

comúnmente como un sustituto, pero es a menudo el resultado del mal ejemplo. Puede ser

también (aunque con menos frecuencia) hereditaria u originada por trastornos nerviosos,

mientras que en otros casos, es producida por causas mecánicas (fimosis, gusanos, o

ejercicios gimnásticos) (...) no es tan peligroso como comúnmente se sostiene.” (Forel,

1912, p. 667)

El punto máximo de la justificación ética del genocidio consistió en la redefinición de la

eugenesia como “eutanasia”, cometida por el nazismo a partir del concepto de vida indigna

de ser vivida o carente de valor (lebensunwertes Leben). Cuatro años antes de que Hitler

escribiera Mein Kampf, K. Binding y A. Hoche (jurista y psiquiatra prestigiosos

respectivamente) publican Die Freigabe der Vernichtung lebensunwerten Lebens (El alivio y

la destrucción de las vidas carentes de valor, en español). Defendían el asesinato de la

gente “sin valor” bajo la protección del Estado. Tanto aquellos a quienes se consideraba

“muertos mentalmente” como los que representaban “un cuerpo extraño a la sociedad

humana” pasarían a engrosar la lista de las personas “que no pueden ser recuperadas y

cuya muerte es urgentemente necesaria”. Sin embargo, la eutanasia sobre la cual se discute

en la actualidad está dirigida a aliviar las penurias de los enfermos terminales en

condiciones muy específicas y controladas jurídicamente, aplicable a casos individuales y

con voluntad expresa del interesado. Se piense lo que se pensare de ella, tiene poca

relación con la propuesta de Binding y Hoche.

Resumiendo, la ética básica de los eugenistas podría expresarse en la fórmula: es

bueno intervenir, a través de todos los recursos disponibles en la sociedad implementando

políticas públicas –aún a expensas de los intereses individuales-, para obtener una

selección científica artificial que permita la subsistencia y crecimiento de los mejores grupos

de individuos y la eliminación paulatina de los elementos decadentes e inferiores.

La escasa oposición ética a la eugenesia se basaba en argumentos prudenciales y

consecuencialistas. En efecto, los llamados de atención, sobre todo a no interferir en los

embarazos, mediante el aborto eugenésico por ejemplo, se apoyaban en la ignorancia con

relación a las leyes de la herencia y el argumento principal es que nadie sabe de qué

padres –incluso, quizá, de qué padres deficientes- nacerá un genio. Los que utilizaban este

argumento presentan ejemplos de dudosa credibilidad sobre personas eminentes que

provienen de padres deficientes y, sobre todo de hombres de reconocido genio que han

sufrido de enfermedades penosas.

3. CONSIDERACIONES EN TORNO A LA EUGENESIA LIBERAL ACTUAL

Ya hemos señalado más arriba las razones para afirmar que, en principio, la ELA es

un fenómeno cualitativamente diferentes de la EC. Retomando la cuestión, debemos señalar

que la ELA, apoyada en las crecientes posibilidades de intervenir en la descendencia

supone, principalmente tres tipos de cuestiones:

• El primero, en el cual se parece a la EC y aun exacerba sus puntos de vista, es la

defensa de un fuerte determinismo, en este caso, genético. Se trata de la última

versión del determinismo biológico, que ya tiene más de doscientos años, y que

sostiene que las cualidades, características y comportamientos de los humanos tienen

un origen genético y por tanto hereditario; como contraparte, la ubicación en la

estructura social sería un reflejo del orden biológico.

• El segundo puede considerarse el corolario tecnocrático del anterior. Se supone que

las tecnologías genéticas son las formas idóneas de intervención para mejorar la

descendencia (sea para eliminar enfermedades, sea para mejorar la dotación genética

universalmente o selectivamente para obtener ventajas comparativas con respecto a

los otros) y solucionar así una serie de problemas sociales. Se trata de una idea que

puede subsumirse en otra, más general e instalada con mucha fuerza, según la cual el

progreso social depende en lo fundamental del desarrollo tecnológico.

• El tercero, y en esto radica la diferencia muy fuerte con la EC, la exacerbada defensa

de las prerrogativas individuales en todos los campos y, en el caso que nos ocupa,

también a tomar decisiones biológicamente relevantes sobre la descendencia.

Consecuencia de ello es que la ELA, como decíamos más arriba, se resuelve en la

privacidad de los progenitores (y sus familias); es voluntaria (depende una decisión

libre de los progenitores involucrados); y justamente por ser individual no tiene, en

principio, aspiraciones evolutivas, es decir que no pretende seleccionar grupos sino

individuos y, por ello, también en principio no es discriminadora11. No obstante cabe

siempre la posibilidad cierta de que la selección en función de un imaginario y

condiciones sociales compartidas opere en el sentido de discriminar a grupos o

individuos.

Lo primero que cabe cuestionar es que el determinismo genético sea verdadero en

sus versiones más fuertes. Debe reconocerse que si bien en el estado actual de desarrollo

científico- tecnológico muy probablemente se puede hacer bastante menos de lo que

creemos o los medios publicitan con respecto a “programar” la descendencia, de todas

formas, parece accesible, y en el futuro seguramente lo será en mayor medida, la posibilidad

de interferir de manera significativa - con algún costo evolutivo difícil de ponderar- sobre

nuestra descendencia. Apoyados en esta posibilidad cierta que se vislumbra, los defensores

del determinismo genético levantan el argumento de la ignorancia y posibilidades

transitorias: sólo hay que esperar el desarrollo científico tecnológico adecuado. Ante este

reconocimiento de que aún no es posible intervenir de manera segura, no faltan quienes

llaman a evitar, por prudencia, la intervención hasta tanto no se conozca lo suficiente.

Sin embargo no se trata de alertar sobre la imperfección del conocimiento presente,

sino que el cuestionamiento es de otro orden. Si bien en general los científicos suelen ser

prudentes señalando que hay, ineludiblemente, un componente ambiental en la

11 Las restricciones implementadas en países como China, no constituirían entonces ni una EC, porque apunta a una reducción estadística y no selectiva de la tasa de natalidad y por tanto la

determinación de las características y conductas de las personas, no obstante, tanto el

imaginario circulante como las publicaciones de divulgación e incluso algunas campañas de

publicidad en pos de lograr fondos para investigación, resultan ingenua e hiperbólicamente

deterministas. Seguramente buena parte de la profusión de discusiones y la avanzada ética

contra la ELA sea la reacción a las promesas fantásticas de la biología molecular y la

genética. Pero todo el conocimiento disponible lleva a suponer que si bien hay rasgos que

dependen de un gen, en general todos los rasgos y características interesantes socialmente

resultan de la interrelación entre distintos genes y, además, entre ellos y el ambiente12. De

modo tal que se trata de sistemas de altísima complejidad, y sobre todo determinados, por

elementos no sólo desacoplados entre sí, sino también con un grado importante de

aleatoriedad como son las biografías individuales. No obstante parece haber una insistencia

no justificada, sea desde las posiciones tecnocráticamente optimistas, sea desde las

versiones más apocalípticas, en discutir en torno a la posibilidad cierta de generar hijos a

medida en cuanto a características conductuales y aptitudes sumamente complejas en las

cuales, muy probablemente, la genética tenga muy poco por decir y hacer. Esto significa que

las discusiones más interesantes -las que se siguen de casos extremos- se tornan

abstractas. Sería lo mismo que discutir, por ejemplo, si es correcto modificar a los humanos

para que tengan alas y puedan volar. Serían discusiones sobre una fantasía irrealizable, no

ya sobre algo que ocurrirá en un futuro posible y que se vislumbra. Preguntas como

¿aceptarías aumentar la inteligencia o la capacidad de liderazgo de tu hijo futuro mediante

ingeniería genética? carecerían de sentido relevante. Pero por otro lado, el debate sólo

tendría interés si el determinismo biológico fuera verdadero en un sentido relevante.

Bien, así y todo, creemos que no hay impedimento alguno para realizar el ejercicio

intelectual de imaginar un mundo hipotético y discutir sobre él -de hecho puede resultar

interesante, ingenioso y hasta útil para establecer cuestiones jurídicas-. Sin embargo, antes

de hacerlo debería hacerse el esfuerzo de entender y evaluar algunas cuestiones que hacen

a la existencia misma del debate más que a resolver su contenido controversial. Entonces,

antes de decir algo sobre las cuestiones éticas aplicables a la ELA, podría preguntarse ¿por

qué hay un debate tan fuerte sobre unas posibilidades inciertas y seguramente

inexistentes?. Al final de este trabajo esbozaremos algunas conjeturas

4. LA ETICA EN LA EUGENESIA LIBERAL ACTUAL

restricción no es discriminadora. Pero por otro lado tampoco sería un caso de ELA porque es coercitiva. 12 Perdura con mucha fuerza la creencia en una “genética de saco de judias” (Gould, 1996) según la cual a cada rasgo corresponde un gen y viceversa. Se trata de un error biológico que, no obstante parece estar a la base de las discusiones más fuertes.

La defensa de la legitimidad de la ELA se realiza, como ya se ha dicho, sobre la base

de los derechos individuales. En efecto, los que la defienden sostienen que no sería más

que el ejercicio del derecho que tienen los padres de velar por el bienestar de sus hijos y

que no difieren mayormente de otras decisiones como por ejemplo la elección de la

educación que consideran más adecuada. La regla utilizada sería, simplemente: es correcto

utilizar todos los recursos científicos y tecnológicos disponibles para modificar mi

descendencia en el sentido que yo considere mejor o ventajoso. La evaluación se hace

siempre sobre la posibilidad –cierta o fantástica, da lo mismo- de generar individuos exitosos

socialmente o cuando menos individuos cuyas condiciones biológicas los pongan en ventaja

con respecto al resto. Frente a esto, la ética se levanta como la búsqueda de límites a las

posibilidades de producir seres humanos a medida, es decir sobre una expectativa de

máxima, que, como ya hemos dicho no parece posible ni aun en el futuro13. Como quiera

que sea, es innegable que hay algo inquietante y molesto en la eugenesia.

El alerta planteado por Habermas es que la intervención genética de mejora

producirá una alteración en la autocomprensión de la propia especie de los sujetos

humanos. En el fondo de esta argumentación subyace el interés de Habermas por defender

una cultura liberal, que se vería amenazada por la irrupción de personas no autónomas,

instrumentalizadas genéticamente. Habermas comienza su argumentación contra la ELA (en

realidad principalmente al DPI) señalando la imposibilidad de realizar una distinción clara

entre eugenesias negativa y positiva. En efecto, cuando la decisión depende únicamente de

las prerrogativas individuales –a lo que se agrega el corrimiento histórico de la noción de

enfermedad- no hay diferencia cualitativa entre ambos tipos de eugenesia. Habermas

plantea, entonces, la existencia de una idea regulativa desde la ética del discurso que

permitiría distinguir entre las dos formas de eugenesia, y poner freno a la positiva: la idea de

un consenso, supuesto al menos contrafácticamente, con el posible afectado –el niño futuro-

. La diferencia entre las actitudes del terapeuta por un lado que actúa en virtud de un

consenso futuro –insistimos, asumido contrafácticamente- y la del “diseñador” por otro, que

adopta frente al embrión una actitud instrumentalizadora y optimizadora, trazaría la frontera

entre la permitido y lo prohibido moralmente, respectivamente (Habermas, 2001). En el

primer caso, se trataría al embrión como un futuro interlocutor real (potencial inicialmente) y

se encontrará en una relación de simetría con el terapeuta al cual supuestamente le

prestaría su consenso, mientras que en el segundo el “diseñador” trataría al embrión como

un objeto en el que quiere plasmar los rasgos que considera deseables según sus

preferencias (o como delegado de los padres) sin contar con la conformidad potencial ni real

del afectado. Se trata finalmente del mandato kantiano de no utilizar a los humanos como

13 También en el caso de la clonación la ética opera y argumenta sobre expectativas de máxima, en general, fantasiosas. (Cf. Palma, D., 2005)

instrumentos sino como fines en sí mismos.

A propósito de los argumentos de Habermas pueden señalarse cuando menos tres

tipos de cuestiones. El primero referido a la cuestión biológica en sí misma: ya hemos

señalado que el determinismo genético, si bien se halla presente en el imaginario popular y

en algunas intervenciones mediáticas de algunos científicos y divulgadores, resulta falso en

sus versiones más duras. En este sentido la discusión pierde buena parte de su relevancia.

Pero, aun dejando de lado esto, las consideraciones de Habermas (pero también las de los

que defienden la ELA), presuponen unos electores portadores de toda la información y, por

ende, exitosos. Sin embargo ni los padres ni los especialistas que los asesoran son buenos

electores no sólo porque desconozcan la totalidad de la información sino porque presuponen

una causalidad lineal equivocada, como señalamos más arriba. Pero además, porque en

evolución biológica no hay ningún rasgo o conjunto de ellos que sea beneficioso y

adaptativo por sí mismo.

En segundo lugar, debe cuando menos cuestionarse la existencia de una metafísica

naturaleza humana, pasible de ser desconocida o modificada y mucho menos que genere

una ética específica. En todo caso la autocomprensión de la especie que señala Habermas

no es más que un fenómeno histórico que puede asimilar sin mayores sobresaltos algún tipo

de interferencia genética. De hecho, seguramente son mucho más fuertes y acelerados los

cambios socio-históricos y culturales que podrían afectar la autocomprensión. Lo que parece

estar a la base de la argumentación de Habermas es una ilegítima universalización de la

cosmovisión occidental y liberal.

En tercer lugar, cuesta creer que la persona que haya sido “programada”

genéticamente se considere menos capaz que otras para llevar una vida autónoma e

independiente14. En todo caso reclamará a sus padres lo mismo que podrían reclamarle

millones de hijos (psicoanalizados o no) con respecto a la crianza y la educación que han

elegido para ellos. La misma ausencia de consenso contrafácticamente hablando puede

suponerse en la elección de la educación. Parece más factible que los hijos reclamen a sus

padres no haber intervenido genéticamente si han tenido oportunidad de hacerlo en un

hipotético mundo en el cual eso fuera habitual. Incluso es cuestionable que en el caso de la

eugenesia positiva no se trate al embrión como un fin en sí mismo.

5. ACERCA DEL ALCANCE DE LA DISCUSIÓN ÉTICA

En primer lugar, la ética que se alza contra la ELA, comete un error fundacional. Se

trata de la misma actitud individualista exacerbada que considera que la legitimación, pero

14

Argumentos similares se esgrimen contra la clonación.

también los límites, deben estar sometidos a la discusión ética. Hacemos nuestras las

palabras de Andoni Ibarra:

“Todo parece como si, al dirigir la discusión hacia el dominio de los aspectos éticos y

morales de la eugenesia actual, se tratara de inmunizarla frente a los viejos peligros de la

eugenesia original, enfatizando el interés en la irrebasabilidad de ciertos límites bien

conocidos y aceptados ya por la comunidad de científicos y biotecnológicos. (...) [sin

embargo] La orientación moralista encubre la radicalidad de los retos anticipados por las

posibilidades abiertas, redefiniéndolas meramente como cuestiones dirimibles desde una u

otra moral” (Ibarra, 1999, p. 24)

Consideramos que levantar barreras éticas es, en todo caso sumamente útil y

necesario, pero pensar que esos son los limites que van a frenar la proliferación de la

actividad eugenésica –este argumento podría generalizarse a otras intervenciones

biomédicas- no es más que la concesión y los dudosos límites que la avanzada neoliberal

está dispuesta a tolerar con tal de anular la intervención efectiva del estado15.

La matriz de pensamiento individualista aflora también en autores que han planteado

que los futuros tratamientos genéticos—a causa de que permitirían modificar rasgos que

terminen favoreciendo las oportunidades de los afectados, transformando los talentos

personales— lleguen a ser considerados recursos ordinarios y, por tanto, objeto de

redistribución (Nussbaum, 2002). A. Cortina (2004) sostiene que la eugenesia liberal, al

dejar al juego del mercado la posibilidad de mejorar la herencia genética de los individuos,

afecta “a la entraña de la justicia social” y señala un límite entre eugenesias negativa y

positiva basado no en la idea regulativa del consenso anticipado, sino:

“(...) en un desarrollo del enfoque de las capacidades de Sen, que podría constituir un "mínimo

antropológico" de empoderamiento, que no debería quedar al juego del mercado en una

sociedad justa. Para lograrlo se hace necesaria esa "gobernanza global" de que habla el Banco

Mundial, capaz de dispensar bienes públicos globales, tales como un bienestar global, que

incluye acceso a la salud, aire puro, agua, educación, empleo y trabajo, un sistema económico

mundial abierto e inclusivo, al servicio del desarrollo humano, un orden legal internacional

enraízado en valores compartidos, y también mecanismos capaces de garantizar estabilidad y

seguridad humanas. (Cortina, 2004)

Creemos que de esta manera tanto los críticos de la eugenesia como los que

pretenden arribar a una versión “políticamente correcta” de ella, caen en la misma trampa

que les tendieron los que confundieron a lo largo de los últimos doscientos años biología y

política, los que confundieron, en suma, diversidad genética con desigualdad humana (Cf.

Dobzhansky, 1973). Se trata de dos problemas que, si bien pueden solaparse en alguna

medida difícil de determinar, son diferentes y no es bueno caer en la dimensión práctica de

la trampa, consistente en creer que al pergeñar una respuesta ética para uno de los

problemas –el de la intervención en la reproducción- se está al mismo tiempo haciendo algo

para solucionar el otro problema, el de la desigualdad. Para bien o para mal, la justicia social

y la redistribución de la riqueza sigue siendo (y presumiblemente lo seguirá siendo en los

próximos siglos) un problema político y no biológico. El acceso a la salud no es un recurso a

distribuir sino un derecho inalienable. En todo caso, y si bien discutir sobre la eugenesia es

totalmente legítimo, sería bueno que quienes están preocupados por la desigualdad

empeñaran esfuerzos en la lucha contra la desigualdad en otros ámbitos.

Pero aun podemos imaginar el peor de los escenarios posibles y que el problema

fuera aun peor, es decir que el problema no fueran los pobres padres individuales queriendo

tener hijos lindos y exitosos (¿y felices?), sino algún otro tipo de exceso mayor. De hecho es

inevitable que ocurra- ya está ocurriendo-una creciente interferencia en la reproducción

humana, y si aceptáramos la proximidad de un apocalipsis antropológico como sostienen

algunos, la cuestión se invertiría con relación a la EC, y el debate aunque siempre

redefinible, debería ser saldado jurídicamente y sin sustituir el autoritarismo y la tecnocracia

del Estado de hace décadas por el autoritarismo y la tecnocracia, más brutal aun, del

mercado actual. En este sentido señala acertadamente Diane Paul:

“El problema no es el que la mayoría de nosotros tenemos: un programa de gobierno para

criar mejores bebés. El peligro más probable es prácticamente el opuesto; no que el

gobierno intervenga en decisiones reproductivas, sino que no lo haga. Cuando todo se deja

a la libertad del mercado es cuando más probabilidad hay de que se corrompan los frutos de

la investigación del genoma” (citado en Silver, 1998, p. 290).

Finalmente, podemos volver a hacernos la pregunta que más arriba dejamos sin

contestar: ¿por qué hay un debate tan fuerte sobre unas posibilidades inciertas y muy

probablemente inexistentes?.

Creemos que hay varias razones. En primer lugar, el debate sobre la ELA (que es

sólo parte de la posibilidad general de intervención en la reproducción humana) es útil a las

posiciones religiosas fundamentalistas como el cristianismo que objeta cualquier tipo de

interferencia en la lotería natural (o más bien habría que decir “providencial”), incluso las

15 La llamada “ética empresarial”, una verdadera contradiccion en los términos, además de una cantidad de Organizaciones no Gubernamentales de dudosa financiación, preocupadas por la

formas más elementales de anticoncepción (salvo, obviamente la abstinencia y la castidad).

Les es útil porque en una mescolanza de afirmaciones cientificamente falsas, alarmismos

injustificados, e intolerancias inquisitoriales, instalan un campo en el cual poder militar

constantemente16. Dar la batalla en el campo de la ética les resulta útil porque eso los

convierte en interlocutores de un monólogo fundamentalista que aparenta ser un diálogo

(baste para ello ver algún noticiario “políticamente correcto” en el cual siempre se consulta,

además de un médico, a algún religioso que da su opinión general sobre algún episodio

ocasional). No se trata de una genuina discusión racional y conducente, aunque, creemos

que debe dárseles batalla en la esfera política, siempre.

También hay razones muy fuertes para que el debate se encuentre a la orden del

día, relacionadas con el campo de intersección de cuestiones económicas, políticas e

ideológicas por un lado y científicas por otro. Por ejemplo la necesidad de generar y

defender nichos académicos de distinta índole (foros, publicaciones, subsidios, comités de

bioética, etc.), la necesidad de disputar fondos de las agencias de investigación por parte de

los científicos, lo cual hace que se exageren las posibilidades ciertas de las investigaciones,

por ejemplo en torno al genoma humano y la ingeniería genética. No es menor el papel que

las publicaciones de divulgación científica que, lejos de la lógica de la investigación científica

–generalmente lenta, aburrida y con poca espectacularidad- necesitan generar una lógica de

las publicaciones de espectáculos, con revoluciones diarias, o a lo sumo semanales

(dependerá de la periodicidad de la publicación) y se pasan el tiempo llamando a asumir

constantemente “nuevos desafíos”.

Por ahora, lo que muchos llaman ELA, no es más que un conjunto de posibilidades

tecnológicas para evitar o adelantarse a enfermedades graves de la descendencia y, en este

sentido no parece haber nada objetable. Incluso, aunque creemos que pensarlo en términos

de “hijos programados” es cuando menos un exceso y algo que no se vislumbra seriamente,

siempre vale la pena hacer el ejercicio intelectual de pensar el problema, aunque con las

precauciones que hemos señalado: si sobreviniera el apocalipsis antropológico la respuesta

debería ser jurídica y no ética. De todos modos, así como la EC fue un verdadero fracaso en

cuanto a sus aspiraciones y promesas, pero tuvo un relativo éxito ideológico, en cuanto a

estigmatizar a enormes porciones de la humanidad, hay que estar prevenidos para que no

ocurra lo mismo con la ELA. No hay que olvidar que los eugenistas de principios del siglo XX

instauración de la ética en distintos ámbitos, son otros ejemplos del mismo proceso. 16 Este año hubo en la Argentina un caso particularmente significativo de una chica deficiente mental embarazada en ocasión de haber sido violada. Si bien ese es un caso en que la ley argentina autoriza al médico a realizar un aborto sin intervención de la justicia, la iglesia católica comenzó una campaña para cuestionar y prohibir incluso el aborto en estos casos.

estaban convencidos de que el planeta estaba escasamente poblado y que el desafío era

poblar con calidad, mientras que en el futuro próximo el problema será la superpoblación.

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