EL ENSAYO: ENTRE GENERO Y DISCURSO. Debate sobre el origen y funciones en Hispanoamérica
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Claudio Maíz.
Mendoza: Universidad Nacional de Cuyo, 2004.
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Debate sobre el origen y funciones en Hispanoamérica
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INDICE
Introducción
El enfoque genológico 1. Motivos del enfoque 2. Discurso ensayístico e institución literaria 3. Sobre el origen de un género 4. Poética esencialista y poética condicionalista
La constitución histórica del género ensayístico 1. La voluntad expresiva en el género 2. La intencionalidad 2.1 La actitud ensayística 3. El plano autorial 3.1 Subjetivización de la material verbal 3.2 La modernidad y la emergencia del ensayo 3.2.1 Conciencia de individualidad 3.2.2 Una nueva concepción del arte 3.3 La inherencia moral de la forma3.3.1 La poesía lírica y la autobiografía 4. Plano recepcional 4.1 Una ontología de la alteridad 4.1.1 La estructura dialógica 4.1.2 La dialéctica 4.2 La recepción en lengua hispana de un nuevo discurso 5. El plano referencial 5.1 La verosimilitud 5.2 La persuasión 5.2.1 La emotividad del lenguaje 6. La construcción textual del género ensayístico 6.1 La poética pragmática 6.1.1 El discurso como respuesta 6.1.1.1 La teoría del enunciado 6.1.1.2 Los géneros discursivos
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6.2 El cauce de presentación de la oralidad 6.2.1 El modelo retórico 6.2.1.1 La Retórica y la cultura 6.2.2 El arte de la disputa oral 6.2.3 La dimensión política de la oralidad 6.2.3.1 La oralidad renacentista 6.2.4 Discurso epistolar y discurso ensayístico
Las estructuras retóricas y la evaluación estética 1. El principio clasificatorio 2. La propiedad artística del discurso ensayístico
El discurso ensayístico hispanoamericano 1. Distinciones e invariantes del género
2. La predilección del género ensayístico enHispanoamérica
3. Tema y forma 4. Génesis y poética del género4.1 Antecedente filosófico-social: Alberdi 4.1.1 Otros antecedentes 4.2 Romanticismo y géneros discursivos 4.3 Acrecentamiento de la conciencia estética: Montalvo 4.3.1 Periodismo y ensayo
Conclusión
Bibliografía
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Introducción
Estas reflexiones que presentamos no tienen como objeto
definido la problemática ensayística hispanoamericana,
sin embargo, están inspiradas en ella. A partir de una
particular preocupación por el ensayo hispanoamericano1
hemos pretendido dar respuesta a ciertos interrogantes
sobre la forma, la función, la procedencia del discurso
ensayístico, lo cual nos ha obligado a remontarnos hacia
los orígenes de este tipo de prosa. Los estudios sobre el
género ensayístico, en términos generales, le han
asignado una relativa, y a veces nula, importancia a los
caracteres formales que lo singularizan. Esta desatención
hacia los aspectos formales se agrava por cuanto, a pesar
de que el discurso ensayístico ha sido abordado
atendiendo a su extensión, los temas que trata, las mo-
dalidades, los estilos, los orígenes posibles, etc.,
escasamente estos aspectos han sido puesto en correlación1 Nuestra tesis doctoral versó sobre el tema del discurso ensayísticohispanoamericano. MAIZ, Claudio: El discurso ensayístico de Manuel Ugartefrente a la política imperialista norteamericana (1900-1930), Mendoza,Facultad de Filosofía y Letras, 2002 (inédita) V. también MAIZ, Claudio:“Las virtudes del orador. La retórica en el discurso ensayístico de ManuelUgarte”. En: Cuadernos del CILHA, Revista del Centro Interdisciplinario deLiteratura Hispanoamericana, nros.2-3, 2001, pp.111-140. Idem: “NuevasCartografías simbólicas. Espacio identidad y crisis en la ensayística deManuel Ugarte”. En: Revista de Literaturas Modernas, n.31, 2001, pp.127-150.
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con una teoría del género. Para subsanar dicha falencia
ha sido necesario, antes que nada, despejar la cuestión
genológica del discurso ensayístico. La resolución de la
misma, sin que sea exhaustiva, se hace ineludible por dos
razones centrales: en primer lugar, para afirmar la
naturaleza literaria del discurso ensayístico y, desde
esa base, apreciar la jerarquía estética del discurso
ensayístico. En segundo lugar, para establecer que, en
Hispanoamérica, la constante predilección del discurso
ensayístico para la interpretación de los conflictos de
índole político-cultural procede de la inherencia moral
que se sobreimprime en el género ensayístico.
Desde el punto de vista genológico, la formulación
precedente constituye una marca genérica, que ha sido
señalada con mayor frecuencia en relación con el
ensayismo español del 98, por caso. Sin embargo, tal
marca genérica, como otras que intentaremos esclarecer,
significa, para nosotros, una actualización permanente de
un vestigio moral, cuyo impulso proviene del propósito
autonomista que ha acompañado a los letrados
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hispanoamericanos, a partir de la coyuntura emancipadora.
Esta razón explica el hecho de que existiera un
extraordinario despliegue del género ensayístico, mucho
antes que en el 98 español. La marca genérica que
acabamos de señalar, permite el establecimiento de las
relaciones entre una situación histórico-cultural
determinada, el género discursivo elegido y los
contenidos semánticos, es decir, es posible referirnos a
tal instancia como una codificación de ciertas formas y
asuntos.
En un orden concomitante al de esta preocupación por el
género, es posible interrogar al ensayo desde la
discursividad que lo instituye en un tiempo y un espacio
determinados. En tal sentido, la circunstancia en la que
se produce el discurso ensayístico adquiere una
relevancia notable, sin la cual, en ciertos casos, la
comprensión del texto se torna dificultosa, cuando no
imposible. El peso del ente histórico en el discurso
ensayístico hispanoamericano deviene de una predilección
de los intelectuales por esa problemática, al menos en el
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periodo que comprende el siglo XIX hasta la mitad del
siglo XX. A fin de poder disponer, en la obra de un
escritor determinado, los vínculos existentes entre los
hechos políticos motivadores de la experiencia, que son
de naturaleza histórica y las formas verbales que
adquiere la experiencia, pertenecientes al orden
‘poiético’, se hace inevitable la consideración del hecho
literario como una estructura dialógica. Así planteado el
asunto, es posible interrelacionar el contexto de la
enunciación, en el que se encuentran determinados
estímulos y el propio enunciado del texto ensayístico que
da respuesta a los mismos. El hecho literario ostenta la
misma estructura que una compleja comunicación
lingüística, es decir, una pregunta y una respuesta en
una interacción constante.2 No se trata de definir este2 Bajtín ha elaborado el concepto de géneros discursivos para indicarel espacio que incluye las respuestas activas del hablante. “Todohablante-escribe Bajtín- es de por sí un contestatario, en mayor omenor medida.” Agrega: “[el hablante] no es un primer hablante,quien haya interrumpido por vez primera el eterno silencio deluniverso, y él no únicamente presupone la existencia del sistema dela lengua que utiliza, sino que cuenta con la presencia de ciertosenunciados anteriores, suyos y ajenos, con las cuales su enunciadodeterminado establece toda suerte de relaciones (se apoya en ellos,problematiza con ellos, o simplemente los supone conocidos por suoyente.) Todo enunciado es un eslabón en la cadena, muycomplejamente organizada, de otros enunciados.” BAJTÍN, Mijaíl, M.:
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rasgo a través del explícito compromiso político que
pueda asumir una obra de arte, sino por el hecho de que
toda obra “por su enunciación en una determinada
situación histórica y en una particular situación
estética entra en diálogo con otras producciones a las
que de hecho, voluntaria o involuntariamente, responde.”3
En tal sentido, el discurso ensayístico puede ser
considerado como una respuesta, no a
una simple pregunta, sino a acontecimientos complejos de
diversa naturaleza, especialmente, los culturales.
Finalmente, hemos enfocado la ensayística a través de la
Retórica, ya que nos posibilita el análisis de los datos
del pasado (el momento de emergencia del género), desde
un punto de vista pragmático, es decir, no sólo como
documentos sino como testimonios de la producción social
de la significación y la probabilidad de elaborar
hipótesis de funcionamiento. La teoría retórica, por una
“El problema de los géneros discursivos”. En su: Estética de la creaciónverbal. Vers. esp. Tatiana Bubnova. 2a ed., México, Siglo XXI, 1985,p.258.
3 ACHUGAR, Hugo: “La política de lo estético”. En: Nueva sociedad,n.116, nov.-dic., 1991.
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disciplina universal (según la lógica), necesaria (según
el mundo como verbalización) y general (según la
capacidad comunicativa de los hombres nos brinda los
instrumentos acordes a los objetivos que perseguimos.
El enfoque genológico
1. Motivos del enfoque
Es notable que el ensayo, un género discursivo tan
frecuentado, no cuente proporcionalmente con estudios de
profundo valor científico. Obviamente, no faltan
trabajos, de cuyos contenidos nos ocuparemos
seguidamente, que intentan penetrar con rigor los
caracteres formales de este discurso, aunque en la
mayoría de los casos son breves pero de pretensión
panorámica o bien, simplemente, circunscriptos a aspectos
muy específicos. Tampoco faltan, en el arborescente
conjunto de estudios y tratados, las antologías, que
parecieran constituir una tentación para los que
frecuentan el asunto, organizadas por temas, cronologías
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o, lisa y llanamente, a partir de las preferencias del
antólogo. En principio, nuestro interés por el discurso
ensayístico se coloca al margen de los abordajes
señalados, puesto que hemos centrado la atención en los
aspectos formales del discurso ensayístico, desde una
doble perspectiva, diacrónica y genológica.4 Desde el
punto de vista teórico, sostenemos que discurso y
contexto son inseparables, por lo tanto, en determinadas
situaciones de interacción social se generan formas
discursivas específicas, consistentes en una codificación
que asocia una forma a un contenido y a determinadas
condiciones pragmáticas. Sobre la base de este principio,
nos proponemos analizar el discurso ensayístico, con el
propósito de demostrar la inherencia moral, en el sentido
de que el ensayo es la forma más apta para la expresión
de ciertos contenidos.5 4 De esta afirmación general debe exceptuarse la tesis doctoral,publicada recientemente, de María Elena ARENAS CRUZ: Hacia una teoríageneral del ensayo. Construcción del texto ensayístico. Cuenca, Ediciones de laUniversidad de Castilla-La Mancha, 1997.
5 La aclaración es válida, por cuanto, con el término moral noestamos aludiendo a un posible “deber ser” que valga tanto para elautor y el lector. Una precisión similar ha sido hecha por MiguelGómes, en su estudio sobre los géneros en Hispanoamérica, aunque conuna perspectiva diferente, al declarar que la noción de género, “unavez desprendida de axiologías concretas, simplemente es amoral”.
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Por otro lado, una segunda motivación guía nuestra
reflexión genológica sobre el discurso ensayístico, la
que procura inquirir en torno de su condición literaria.
Como es sabido, la cuestión de los géneros constituye una
de las disputas que ha protagonizado la historia de la
Poética, desde Aristóteles hasta nuestros días, y que no
pareciera tener una solución definitiva.6 Si aceptamos el
consenso existente en torno a la clásica división
tripartita de los géneros literarios, el ensayo no podría
ser considerado una escritura artística, de manera que
GOMES, Miguel: Los géneros literarios en Hispanoamérica: Teoría e historia.Navarra, EUNSA, 1999, p.22. Para nosotros, la inherencia moral de laforma ensayística en Hispanoamérica alude, insistimos, a que laforma reúne los requisitos mínimos que la conviertan en la más aptapara la expresión de ciertos contenidos, que son de ordeninterpretativo de una situación contemporánea al emisor. Comotendremos oportunidad de ver en las vinculaciones que hemosestablecido con la Retórica, las virtudes del ensayista integran untipo específico de argumento.
6 El problema de los géneros, como reconoce Claudio Guillén, no tienesolución definitiva sino que debe ser puesto en relación con elmomento histórico, la época, la escuela y aun con cada talantecrítico. GUILLÉN, Claudio: Entre lo uno y lo diverso. Introducción a la literaturacomparada. Barcelona, Crítica, 1985, p.141. Por su lado, y másrecientemente, García Berrio ha insistido en esta correlación entregénero/historia: “No se ha considerado satisfactoriamente aún elgrado de tensión o de modificación introducido por la dialéctica delos factores históricos respecto a las constantes estructural-sistemáticas que regulan las modalidades fundamentales deformulación expresiva y de plasmación de las representaciones demundos.” GARCÍA BERRIO, Antonio, HUERTA CALVO, Javier: Los génerosliterarios: sistema e historia (Una introducción). Madrid, Cátedra, 1995, p.46-47.
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una revisión de la clasificación genérica es uno de los
problemas que debemos afrontar con la intención de
establecer la especificidad literaria del discurso
ensayístico.
En suma, el estudio genológico nos permite realizar un
movimiento de lo particular a lo abstracto, es decir, del
texto al género, con el propósito de asentar de pleno
derecho al discurso ensayístico dentro de la institución
literaria. Asimismo, para resolver la cuestión planteada
en torno al discurso ensayístico de Manuel Ugarte frente
a un fenómeno histórico-político, debemos despejar
algunos obstáculos previos que, asimismo, se vinculan con
la esfera abstracta del género: 1. la consideración del
discurso como réplica a estímulos extralingüísticos, 2.
la intencionalidad impresa en la elección del género y la
inherencia moral 3. la estructura argumentativa, 4.
procedencia y funciones de los tópicos discursivos. Tarea
que no resultaría posible si se plantea dentro de la
teoría clásica de los géneros.
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2. Discurso ensayístico e institución literaria
Pero la sola revisión genológica no sería suficiente para
despejar acabadamente este problema. Paul Hernadi ha
abogado por una indagación más filosófica que histórica,
en un intento de “describir algunos tipos básicos de la
literatura que puede escribirse y no las numerosas clases
de obras que se han escrito”. De ahí que sitúe la
discusión en
el orden de la literatura y no solamente en los límites entre los
géneros literarios.7 La reflexión teórica de Hernadi nos
7 HERNADI, Paul: Teoría de los géneros literarios. Barcelona, Antoni BoschEditor,1978, p.144. (Subrayado original) Su construcción teóricacomprende: el modo de discurso (temático, dramático, narrativo olírico), la perspectiva (autorial, interpersonal, dual o privada),el alcance (concéntrico, cinético, o ecuménico) y el ánimo (trágico,cómico, o tragicómico). El principio, según el cual la finalidad dela crítica por géneros no debe clasificar sino clarificar, provienede Frye. Para este crítico: “la finalidad de la crítica por génerosno es tanto clasificar sino más bien clarificar estas tradiciones yafinidades, sacando por lo tanto a relucir gran número de relacionesliterarias que no hubieran despertado interés en tanto no se hubieraestablecido el contexto que les concierne.” Este contexto no es otroque el de la propia literatura. FRYE, Northorp: Anatomía de la crítica.Vers. castellana de Edison Simons. Caracas, Monte Ávila Editores,1977, p.325.
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interesa por el hecho de que plantea la cuestión genérica
dentro de los límites de la institución literaria.8
Por lo tanto, el enfoque genológico del discurso
ensayístico no puede eludir la pregunta sobre la
institución literaria que lo admite o rechaza. En
términos generales, la teoría de los géneros clásica le
ha negado entidad artística al discurso apelativo-
comunicativo por integrar la esfera de lo práctico y lo
útil. Como lo apelativo-comunicativo es lo propio del
ensayo, si pretendemos establecer su especificidad
literaria habrá que situar el rasgo en el mismo nivel y
con la misma entidad que lo expresivo-sintomático, cuya
naturaleza literaria estaría fuera de dudas, en el
8 Gómes al comentar el pasaje inicial de la Poética de Aristóteles(“Me propongo tratar de la Poesía en sí misma y de sus tiposdiversos.”) dice: “En efecto, aunque la formulación ofrece unquehacer dual, sabemos que en las páginas siguientes no existe taldeslinde y, forzosa, obstinadamente, la ‘Poesía en si misma’ pareceasequible sólo mediante ‘los tipos’, la pluralidad que en el fondosigna a todo esencia reconocible.” GOMES, Miguel: Op. cit., p.16.
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proceso de comunicación artística.9 Para plantear el
problema de los géneros simultáneamente
con la pregunta sobre el ser de la literatura y evitar
hundirnos en un abismo, el interrogante sobre el ser de
la literatura debe formularse en relación con el discurso
que intenta hablar de ella, es decir, el objetivo final -9 García Berrio explica que existe una correspondencia entre las dosmodalidades dialécticas, relativa a la percepción y representaciónsubjetivo-objetiva del mundo como dialéctica de identidad-alteridady los modos de expresión del discurso literario. La tradiciónespeculativa indica que los principios enunciativo y simbólico de laliteratura se fundamentan en la experiencia artística de laalteridad. En la diferencia entre la diégesis sintomático-expresivade la lírica y mímesis representativo-comunicativa se despliegadialécticamente la indagación subjetiva como experiencia de laidentidad descubierta y de la alteridad como conciencia de lo otrodiferente. La realidad es descubierta y comunicada del mismo mododentro de la esfera del conocimiento como del arte, la diferenciaestriba en las capacidades puestas en funcionamiento y losresultados (imágenes artísticas y conceptos intelectuales). GARCÍABERRIO, Antonio, HUERTA CALVO, Javier: Los géneros literarios: sistema ehistoria (Una introducción), p.53. Para Lukács: “Lo ofrecido por la obra dearte puede ser al mismo tiempo más y menos que conocimiento. Más queconocimiento, porque el arte es a menudo capaz de descubrir hechoshasta entonces inaccesibles al conocimiento, y puede hacerlo de unmodo tal que su trasposición en conocimiento desantropomorfizadorsiga siendo imposible durante mucho tiempo; hasta puede tratarse deampliaciones de nuestro conocimiento del mundo y de nosotros mismosque, por diversas razones, no vayan a tener nunca una descripciónexacta en el sentido de los sistemas conceptuales del conocimiento.Y es también menos que éste porque lo ofrecido por el arte, visto enla perspectiva y la metodología de la ciencia, no puede tener nuncamás que el carácter de una facticidad.” LUKÁCS, Georg: Estética, I, Lapeculiaridad de lo estético. Trad. Manuel Sacristán. Barcelona, Grijalbo,1966, p. 180. Desde esta perspectiva se hace más comprensible, según
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una ontología de la literatura- se sustituye por el
recorrido.10 En análogo sentido, la propiedad literaria o
no del discurso ensayístico no es un asunto sencillo de
resolver. Si consideramos la cuestión, no es con el fin
de zanjarla definitivamente, sino que, de su
dilucidación, pretendemos obtener algunos puntos de apoyo
para la orientación de nuestro trabajo.11 El recorrido, Lukács, que las grandes de obras de la literatura didáctica seancapaces de retener su efectividad artística, después de que lasnuevas ideas han reemplazado a la mayoría de sus enseñanzas.
10 TODOROV, Tzvetan: Los géneros del discurso. Trad. Jorge Romero León. 1ªed., Caracas, Monte Ávila Editores, 1996, p.12. Sobre laespecificidad literaria existen numerosas teorías, las cuales, en sumayoría, han coincidido en que los fundamentos deben buscarse en ellenguaje, soporte material de la literatura. Las aproximaciones dela lingüística a la literatura dieron origen a una teoría dellenguaje literario, que se ha nutrido de la propuesta teórica deFerdinand de Saussure, de las contribuciones del formalismo ruso,del Círculo de Praga y del método estructural. Roman Jakobson seformuló la pregunta del siguiente modo: “¿Qué es lo que hace que unmensaje verbal sea una obra de arte?” JAKOBSON, Roman: Ensayos delingüística general. Seix Barral, p.348. Con todo, desde mucho antes, conel artículo de Sklovski, “El arte como procedimiento” (1917), sehabía instalado sólidamente la convicción de que la literatura eslenguaje. Sin embargo, y con el tiempo, la respuesta se ha mostradoineficaz o insatisfactoria, en virtud de que la literatura es algomás que lenguaje. Ni Jean Paul Sartre en su conocido libro, ¿Qué es laliteratura?, Gerard Genette en Ficción o dicción (Barcelona, Lumen, 1993) oTerry Eagleton en Una introducción a la teoría literaria, han tenido lapretensión de dar una respuesta definitiva al interrogante.
11 El asunto ha vuelto a plantearse en un estudio sobre el ensayohispanoamericano de Clara Rey de Guido. La autora declara en suAdvertencia, la necesidad de “distinguir la presencia del ensayoliterario dentro de la producción ensayística de Hispanoamérica.”REY DE GUIDO, Clara: Contribuciones al estudio del ensayo en Hispanoamérica.Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de Historia, 1985, p.9.
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entonces, puede allanarnos el camino tanto para la
apertura de una cuarta categoría genérica (Hernadi, al
igual que otros tratadistas, ha intentado superar el
principio monista de clasificación genérica, recurriendo
La autora luego de poner, en cierto modo, al día la bibliografíaexistente sobre el ensayo organiza su investigación en dos partes:la primera se ocupa del origen, sentidos, definiciones y desarrollodel ensayo como género literario y la segunda, de la bibliografía,acompañada de un comentario. La autora con la distinción queintroduce instala nuevamente el interrogante: ¿ensayo literario?,¿no es acaso el ensayo un género propio de la institución literaria?Es indudable que las ambivalencias que provoca el discursoensayístico a la hora de clasificarlo como literario o no obedecetanto a la naturaleza propia de su discurso como a las nociones oteorías literarias que sustentan las diferentes respuestas. Hablarsólo del ensayo “con valor literario” como apunta la autora,restringe considerablemente el radio de visión sobre este tipo dediscurso, aunque, por otro lado, impone un grado de especificidadnecesario en la organización de un corpus ensayístico. Qué es lo quepermite asignar “valor literario” a determinados ensayos y a otrosno: ¿los contenidos semánticos de su referente?, ¿el uso especialdel lenguaje?. De ser los objetos referenciales, parece unaperspectiva muy lábil, ya que, por su referente, muchos ensayos nodeberían pensarse dentro del campo literario, sino en el de otrasdisciplinas: la filosofía, la historia, la sociología, etc. Sinembargo, también estas disciplinas han expulsado de sus esferas aesta prosa por considerarla carente de rigor o cientificidad. Lacuestión conviene plantearla no en la esfera de la literariedad, almodo de los formalistas rusos, es decir, un conjunto de rasgosverbales inherentes, sino que la sanción de lo literario proceda delreconocimiento de una modalidad de producción y recepcióncomunicativa.
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a la noción de sistema conceptual policéntrico12), como el
planteamiento de una tipología del discurso, como lo
prefieren Bajtín y Todorov, desde sus respectivos puntos
de vista.
Por lo expuesto, nos ha parecido prudente adoptar una
concepción del género partiendo de la doble condición que12 Desde otra perspectiva, pero preservando un análogo criteriopolicéntrico, se encuentra el caso de Huerta Calvo que añade a latríada genérica clásica “los géneros didáctico-ensayísticos” queincluyen a casi todas las manifestaciones de la prosa escrita noficcional, aunque no siempre la voluntad artística esté claramentedefinida. El grupo genérico se rige por un criterio temático y noexpresivo o referencial. Huerta Calvo, Javier: “Ensayo de unatipología actual de los géneros literarios”. En: GARCÍA BERRIO,Antonio, HUERTA CALVO, Javier: Los géneros literarios: sistema e historia (Unaintroducción), p.147. En la justificación dada por Huerta Calvo para laapertura de la cuarta categoría genérica, se lee: “Incluimos en esteapartado aquellos géneros considerados tradicionalmente fuera delámbito de las Poéticas, por tratar de materia doctrinal y noficcional. La lengua sirve en ellos para la comunicación delpensamiento en sus diversas facetas: filosófica, religiosa,política, científica /.../ Por consiguiente, el propósito estéticoqueda subordinado en este grupo a los fines ideológicos, sin quequeda afirmar, no obstante, que aquél esté ausente por completo. Laforma básica de este grupo, el ensayo, testimonia que endeterminadas épocas ha prevalecido un concepto del mismo muyestetizante, hasta el punto de que los límites entre lo didáctico ylo ficcional han llegado a diluirse.” Ibídem, p. 218. Merecedestacarse esta última frase, en virtud de la asimilación impuesta alos conceptos “estetizante” y “ficcional”, la manera clásica como hasido definida la literatura (igualada a ficción). Por otro lado,Hernadi se opone a la constitución del ensayo como un cuartoprototipo genérico, aunque lo reconoce como una “forma de persuasiónliteraria muy especializada”. En su lugar propone como tipo decomunicación impersonal y artística al adagio y las formas afines,
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lo caracteriza, es decir, las permanencias sistémicas y
las variantes históricas.13 El género literario, entonces,
es un conjunto de constantes semióticas y retóricas, con
cierta regularidad histórica y presente en un determinado
número de textos literarios. Ello obliga, en primer
término, a no confundir los nombres con las propiedades
que los informan y en segundo, a hacer hincapié en la
relación entre entidad estructural y fenómeno histórico.14
En el caso determinado del discurso ensayístico, el
enfoque diacrónico es el que permite advertir que las
primeras
en tanto “modelo conceptual de la persuasión temática” dentro deldominio de la literatura imaginativa. Pero tampoco queda muy clarola razón por la cual se debe preferir el adagio en vez del ensayo,sobre todo por la restrictiva concepción que Hernadi tiene de esteúltimo. Cuando el ensayo pasa a ser personal y artístico deja de sertemático, por tanto, se acerca a la visión del poeta lírico.HERNADI, Paul: op. cit.
13 Todorov define un género de la siguiente manera: “los géneros sonentonces unidades que pueden ser descritas desde dos puntos de vistadiferentes: el de la observación empírica y el del análisisabstracto. Dentro de una sociedad se institucionaliza el constanterecurrir de ciertas propiedades discursivas, y los textosindividuales son producidos y percibidos en relación a la norma queconstituye esta codificación. Un género, literario o no, no es otracosa que esta codificación de las propiedades discursivas.” TODOROV,Tzvetan: Los géneros del discurso, p.52.
14 DUCROT, Oswald, TODOROV, Tzvetan: Diccionario enciclopédico de las ciencias dellenguaje. Trad. de Enrique Pezzoni. Buenos Aires, Siglo XXI, 1974,p.180.
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tipologías no fueron exhaustivas ni mucho menos podían
prever el despliegue de géneros poéticos posteriores.15
3. Sobre el origen de un género
A la pregunta de cómo aparece o desaparece un género,
Claudio Guillén ha contestado diciendo que “el género
queda establecido sólo por imitación, reiteración o
remodelación: los epígonos de Montaigne erigen el
ensayo.”16 Dicho en otros términos, el ensayo tiene un
origen en la obra de Montaigne por haberle asignado no
15 GARCÍA BERRIO, Antonio, HUERTA CALVO, Javier, op. cit., p.11. Por suparte dice Segre: “La simplificación aristotélica era una seleccióndentro de los géneros históricamente constatados en la Greciaarcaica y clásica, por lo tanto no pretendía abarcar todo el ámbitoliterario. Esta selección ha sido progresivamente generalizada(como si otros géneros no pudieran existir) y ontologizada (casi co-mo si los géneros fueran categorías del espíritu).” SEGRE, Cesare:Principios de análisis del texto. Trad. María Pardo de Santayana. Barcelona,Crítica, 1985, p.278. A esta simplificación contribuyeron en granmedida los comentaristas del Renacimiento, como piensa Alfonso Reyesen su reflexión sobre la antigua retórica. Y agrega: “Pretender, enplenos siglos modernos, ajustar los fenómenos literarios a supuestoscánones extraídos del análisis que hizo Aristóteles sobre un solotipo posible de la tragedia, tipo abandonado ya y que ni siquieracorrespondía a las nuevas exigencias del espíritu, es uno de losmayores absurdos que registra la historia crítica.” REYES, Alfonso:Obras Completas. México, Fondo de Cultura Económica, 1961, t. XIII,p.203.
16 GUILLÉN, Claudio: Lo uno y lo diverso, p.144.
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sólo la denominación, sino también, y fundamentalmente,
por la creación de un modelo. Aunque el género como tal
queda instituido desde el momento en que Francis Bacon
adopta el modelo y lo continúa. También, la respuesta
dada por Guillén al problema de la constitución de un
género impone la necesidad de dar cuenta de los
principios constructivos que regulan históricamente una
clasificación genérica, tanto desde el punto de vista de
la conciencia creadora como desde la recepción por parte
de una comunidad lectora.
Bajtín supuso que el género debía ser estudiado en sus
orígenes: “El género vive en el presente pero siempre
recuerda su pasado, sus inicios, es representante de la
memoria creativa en el proceso del desarrollo
literario /.../ Por eso, para una correcta comprensión del género es
necesario remontarnos a sus orígenes.”17 La perspectiva adquiere el
carácter de método, en virtud de que el estudio de un
17 BAJITÍN, Mijaíl, M.: Problemas de la poética de Dostoievski. Trad. TatianaBubnova. México, Fondo de cultura Económica, 1986, p.151. Lascursivas son nuestras.
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texto es incompleto si antes no se establecen las claves
genéricas del mismo y la tradición en la que se
inserta.18 Así pues, toda descripción de un texto es una
descripción de un género.19 Sin desdeñar el factor
histórico, la flexión hacia el origen del género
ensayístico es también sistemática, como consecuencia de
que, en términos generales, no existiría un “antes de los
géneros” cronológicamente hablando.20 Todorov, más que una
18 GARCÍA BERRIO, Antonio, HUERTA CALVO, Javier: Op. cit., p.137.19 TODOROV, Tzvetan: “Los géneros literarios”. En: Introducción a la
literatura fantástica. Trad. de Silvia Delpy. Buenos Aires, TiempoContemporáneo, 1972, p.14.
20 La problemática no se agota ahí sino que es mucho más compleja.Sobre la base de un principio dinámico de la genología, ClaudioGuillén ha presentado una aproximación a los géneros literariosbasados en seis aspectos, que resultan a la vez principiosmetodológicos de suma rentabilidad crítica, a saber: histórico,sociológico, pragmático, estructural, lógico y comparativo. De estasperspectivas es factible extraer algunos conceptos operativos quepodrían resumirse del siguiente modo: 1. Los géneros, en su calidadde modelos, no permanecen inamovibles sino que evolucionan y debenser situados dentro del sistema o polisistema literario que sustentaun determinado momento de la diacronía de las formas poéticas, 2.En los géneros se cumple el más propio de los signos de laliteratura: los avatares de la continuidad y la discontinuidad quemarcan su itinerario, 3. El lector no es ajeno a la configuración deuna idea sobre el género, sobre todo tomando en cuenta el “horizontede expectativas” en el cual se inserta, 4. El género no puede serconsiderado en forma aislada sino dentro de un conjunto de opcionesy alternativas a las que el escritor enfrenta, 5. Va implícita en laidea de género un modelo mental que opera en la representación delmundo. GUILLÉN, Claudio: Entre lo uno y lo diverso, pp.141 y ss. A estas 5
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respuesta para algún género en especial, ha planteado el
interrogante sobre el origen en los siguientes términos:
“¿qué es lo que determina siempre el nacimiento de un
género?” 21 Para ello es indispensable el tratamiento de
los géneros literarios desde una perspectiva teórica,
principalmente, ya que es propio de la naturaleza del
lenguaje su pertenencia a la abstracción, a lo genérico.22
condiciones de Guillén conviene complementarlas con las inferenciasque Fernando Lázaro Carreter extrae del planteo que los formalistasrusos hicieron sobre el género literario, a saber: 6. LázaroCarreter afirma que el género posee un origen, frente al cual hay ungenio responsable de la combinación de rasgos, “sentida comoiterable por otros escritores que la repiten”. El genio manifiestasu insatisfacción con la tradición recibida. Esta idea habría quematizarla diciendo que en ciertas oportunidades el genio coincidecon el precursor, como en el caso de Montaigne y la emergencia delensayo, pero en otras ocasiones no. 7. Señala que la cuestión decuándo se constituye el género queda resuelta en el momento en queun escritor encuentra en una obra anterior “un modelo estructuralpara su propia creación.” 8. Existe la posibilidad de aislamiento deunas “pocas categorías funcionales” que integran la estructura yoperan en el plano del contenido. 9. Los epígonos no se limitan aimitar, intentan también introducir alteraciones en el modelorecibido. 10. La afinidad genérica no se establece a partir deargumentos o temas próximos, sino gracias al reconocimiento defunciones análogas. LÁZARO CARRETER, Fernando: “Sobre el géneroliterario”. En: Estudios de poética. Madrid, Taurus, 1979, p.117-118.
21 TODOROV, Tzvetan: Los géneros del discurso, p.50.22 Dice Todorov: “toda teoría de los géneros se basa en una concepciónde la obra, en una imagen de esta que contiene, por una parte, uncierto número de propiedades abstractas, y por otra, leyes que rigenel sistema de relaciones de esas propiedades.” TODOROV, Tzvetan:“Los géneros literarios”, p.22.
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Al no existir lo individual en el lenguaje, la
especificidad del texto, dice Todorov, se alcanza
mediante la descripción del género. El alcance
metodológico de una reflexión
sobre los géneros se aprecia mejor en el hecho de que su
estudio significa reconocer las relaciones que el texto
mantiene con los textos ya existentes. “Los géneros -
sigue Todorov- son precisamente esos eslabones mediante
los cuales la obra se relaciona con el universo de la
literatura.”23 Esta relación se produce mediante un doble
movimiento que va de la obra a la literatura (o el
género) y de la literatura (del género) a la obra.24
Por su parte, García Berrio supone que la plasmación del
género, como estructura comunicativa, se produce en el
entrecruzamiento de las unidades de contenido temático y
las modalidades de realización expresiva que se
23 Ibídem, p.15.24 El texto plantea una doble exigencia: 1. el texto literario expresaciertas propiedades que comparte con el conjunto de textosliterarios, o con uno de los subconjuntos de la instituciónliteraria (el género), 2. el texto no es el resultado de lacombinatoria preexistente (propiedades literarias virtuales) sinouna transformación de esta combinatoria. Ibídem.
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seleccionan. La historicidad de esta relación permite dar
cuenta de las transformaciones que se producen: por
hibridación, contaminación o sustitución.25 García Berrio
sostiene que un ajustado tanto como adecuado planteo de
una Teoría de los géneros literarios consiste en observar
la articulación y actualización histórica de las clases
expresivas fundadas en presupuestos de universalidad
natural genérica.26 Sin embargo, el criterio de la
“universalidad natural genérica” lejos está de ser
admitida pacíficamente por las más recientes teorías
sobre el género.
A nuestro juicio, la articulación natural/histórico, en
la teoría de los géneros, no puede menos que matizarse en
los términos que Genette lo efectúa. En efecto, para
Genette ninguna instancia es por esencia más natural o
más ideal, en razón de que los grandes “tipos” ideales,
25 GARCÍA BERRIO, Antonio, HUERTA CALVO, Javier: Op. cit., p.18. “¿Dedónde vienen los géneros? -se pregunta Todorov- Pues bien,simplemente de otros géneros. Un nuevo género siempre es latransformación de uno o varios géneros antiguos: ya sea porinversión, desplazamiento o combinación.” TODOROV, T.: Los géneros deldiscurso, p. 50.
26 GARCÍA BERRIO, Antonio, HUERTA CALVO, Javier: Op. cit., p.16.
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que se oponen tan frecuentemente a los géneros medios, no
son más que formas más amplias y menos especificadas. La
distinción entre géneros (categoría propiamente
literaria) y modos (categorías que dependen de la
lingüística) es, empíricamente, la diferencia existente
entre relato (modo) y novela (género):
no pretendo-escribe Genette- de ninguna maneranegar para los géneros literarios toda clase defundamento “natural” y transhistórico: considero,por el contrario, como otra evidencia (ambigua)la existencia de una postura existencial, de una“estructura antropológica” (Durand), de una“disposición mental” (Jolles), de un “esquemaimaginativo” (Mauron), o, como diríamoscorrientemente, de un “sentimiento” propiamenteépico, lírico, dramático -pero también trágico,cómico, elegíaco, fantástico, novelesco, etc.-,cuya naturaleza, el origen, la permanencia y larelación con la historia (entre otras cosas)quedan aún por estudiar. Niego solamente que unaúltima instancia genérica, y sólo ésta, puedadefinirse por medio de términos que excluyen lohistórico: cualquiera que sea el nivel degeneralidad en que nos situemos, el hecho
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genérico mezcla inextricablemente el hechonatural y el hecho cultural, entre otros.27
Así pues, que el ensayo no pertenezca a ningún género de
la tripartición más admitida (lírica, dramática o épica)
no aporta más que una diferenciación superficial,
discernible por cualquier lector medio, capaz de
distinguir la prosa argumentativa de un relato, por
ejemplo.
4. Poética esencialista y poética condicionalista
Para poder despejar estos asuntos sería conveniente
referirnos a los criterios fundamentales que han
funcionado en la asignación de la propiedad literaria a
los textos. Digamos para empezar que estos criterios, a
grandes rasgos, se engloban en lo que Gérard Genette ha
denominado, por un lado, poética esencialista y, por
otro, poética condicionalista. La primera se interroga
por “las razones objetivas, inmanentes o inherentes al
27 GENETTE, Gerard: “‘Géneros’, ‘tipos’, ‘modos’”. En: GARRIDOGALLARDO, Miguel (comp.): Teoría de los géneros literarios. Madrid,Arcos/Libros, 1988, p, 230.
27
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texto mismo y que lo acompañan en todas las
circunstancias”, la segunda lo hace en función de las
condiciones en las que un texto pasa a ser una obra o, a
la inversa, es decir, cuando deja de serlo. La poética
esencialista es cerrada y en un sentido amplio se
corresponde con las poéticas clásicas, la
condicionalista, en cambio, es abierta. Genette introduce
una distinción más en la poética esencialista, según
sigan un criterio temático o un criterio formal. De
manera que la poética esencialista en su versión temática
de más prestigio y perdurabilidad ha sido la de
Aristóteles, que resuelve la especificidad literaria
mediante una respuesta radical: hay creación por el
lenguaje si hay mímesis, es decir representación de
acciones y acontecimientos
imaginarios. Si lo que hace el poeta no es la dicción
sino la ficción, razona Genette, se explica entonces la
ausencia de todo texto no ficcional en las poéticas
clásicas.
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Junto a los grandes géneros narrativos ydramáticos, o más bien por debajo de éstos,existe una capa de polvo de pequeñas formas cuyainferioridad o falta de estatuto poético se debeun poco a lo reducido de sus dimensiones y(supuestamente) de su objeto, y mucho al secularrechazo de todo lo que no es “imitación dehombres actuando”. La oda, la elegía, el soneto,etc., no “imitan” ninguna acción, ya que, enprincipio, lo único que hacen es enunciar, comoen un discurso o en una plegaria, las ideas o lossentimientos, reales o ficticios, de su autor.28
El criterio mimético, extremadamente limitativo, dejaba
fuera del estatuto poético a la poesía lírica, didáctica
o de otra índole. Para sanear el principio restrictivo se
ha intentado o asignar valor “imitativo” a la poesía o
seguir una vía más concluyente, la que “rompe con el
dogma y proclama la igualdad, en lo que atañe a la
dignidad poética, de una expresión no representativa.” 29
Así como la poesía lírica no ha podido estar ausente del
estatuto poético, sólo por el hecho de no ser
“representativa”, del mismo modo otros enunciados
reclaman su lugar dentro de la poética, en virtud de que28 Ibídem, p.202.29 Ibídem.
29
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la poética esencialista (en su versión temática o formal)
por fuerza no abarca la totalidad de la esfera literaria.
Su mayor falencia radica en el hecho de que escapa a su
dominio “la literatura no ficcional en prosa: historia,
elocuencia, ensayo, autobiografía.”30 Por constituirse
cerradamente, esta poética admite como textos
pertenecientes a la literatura tan sólo a aquéllos que
contengan la marca archigenérica de la ficcionalidad o la
poeticidad. La misma dificultad que se presenta con la
poesía para atribuirle la categoría de ficción, y este
impedimento complica su inclusión dentro de una
definición de literatura signada por la mímesis, se
visualiza con el discurso ensayístico. No por el problema
de su propiedad ficcional, pues se descarta de antemano
por la fuerte relación que establece con la realidad,
sino porque no hay márgenes para exponer problemas
diferentes a partir de una poética de un solo rasgo
archigenérico.
30 GENETTE, Gérard: Ficción o dicción. Trad. de Carlos Manzano. Barcelona,Lumen, 1993, p.23.
30
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Es ostensible la incapacidad de la poética esencialista
para considerar literarios a aquellos textos carentes de
marca archigenérica, lo que obliga a ponderar los
alcances de la poética condicionalista con el objeto de
determinar las propiedades literarias del discurso
ensayístico. En el centro de esta poética se coloca el
estilo, como la capacidad literaria de todo texto, puesto
que gracias a esa voluntad de estilo -diríamos con
términos de Juan Marichal- un texto alcanza trascendencia
estética, aunque no haya sido ésa la función inicial para
la cual fue creado.31 Genette pone como ejemplos la carta
o el discurso que más allá de su destino original y su
motivo práctico pueden encontrar admiradores. En otras
palabras, la actitud estética y la aprobación teórica o
pragmática no son, en última instancia, incompatibles ni
es necesario que para que una exista deba desaparecer la
otra. Por el contrario, la inteligencia puede estar31 Dice Eagleton: “Un escrito puede comenzar a vivir como historia ofilosofía y, posteriormente, ser clasificado como literatura; o bienpuede empezar como literatura y acabar apreciado por su valorarqueológico. Algunos textos nacen literarios; otros se les imponeel carácter literario.” EAGLETON, Terry: Una introducción a la teoríaliteraria, p.19. Eagleton discute los principales criterios de laliterariedad: ficción/imaginación, uso característico del lenguaje,el discurso no pragmático, y el valor literario como ideología.
31
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seducida y convencida a un mismo tiempo. Según el
principio condicionalista, los límites de la literatura
se amplían, por efecto de la “recuperación estética, que
actúa en esa como en otras esferas y abona en la cuenta
del arte una gran parte de lo que la acción del tiempo
substrae a la de la verdad o la utilidad: por eso resulta
más fácil a un texto entrar en la esfera literaria que
salir de ella.”32
Para la poética esencialista el estatuto literario se
sitúa al margen de la esfera de la utilidad del lenguaje,
de tal modo que la literatura sería el resultado del uso
del lenguaje sin fines prácticos inmediatos, como si el
contenido de un enunciado no contara en la constitución
32 GENETTE, Gérard: Ficción y dicción, p.25. En rigor, son los límites dela estética los que se amplían, o como Luis Beltrán Almería lollama: “ampliación del capital estético”. La tesis de BeltránAlmería consiste en proponer que frente al agotamiento de lasfuentes originarias del arte, durante la Modernidad, tiene lugar una“reacción cultural” que procura nuevos materiales para el arte yallanar así su renacimiento. Beltrán Almería sostiene que losgéneros retóricos son los que proveen tales materiales para laestetización. Ya volveremos sobre el tema. BELTRÁN ALMERIA, Luis:“El debate sobre la naturaleza estética de la retórica”. En:ALBALADEJO, Tomás, DEL RIO, Emilio, CABALLERO, José Antonio (eds.):Quintiliano: Historia y actualidad de la retórica. Logroño: Instituto de EstudiosRiojanos; Calhorra: Ayuntamiento, 1998, vol. II, p.480.
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final del objeto estético. Si así fuera, el discurso
ensayístico debería leerse prescindiendo del valor-verdad
que contiene, en favor de la forma como
ha sido expresado.33 La pertinencia teórica de una poética
esencialista parece indiscutible, pero deja sin resolver
un cúmulo de enunciados que revisten calidad estética,
por lo tanto se constituyen en objetos estéticos, al
margen de si ésa ha sido o no la finalidad original. Pero
también están aquellos textos que por su voluntad de
estilo se conciben con una clara intención estética, al
mismo tiempo que como discursos perlocutivos, es decir,
con fines pragmáticos. El discurso ensayístico reúne
ambas categorías: voluntad de estilo (intención estética)
y uso pragmático de la lengua (finalidad persuasiva), de
ahí que su consideración sólo sea factible hacerse desde
la vertiente de una poética condicionalista. 33 “Un texto de prosa no ficcional-escribe Genette- puede muy bienprovocar una reacción estética que se deba no a su forma, sino a sucontenido: por ejemplo, podemos reconocer y apreciar como objetosestéticos, independientemente de la forma con que estén contados,una acción o un acontecimiento real relatado por un historiador o unautobiógrafo /.../.” Ibídem, p.32.
33
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El hecho de que no exista un acto de habla
específicamente literario, sólo significa que la
literatura, entendida como actos verbales rituales, puede
compartir ciertos actos con otros discursos, lo que los
coloca en el mismo nivel de pertenencia, es decir, el
lenguaje. A riesgo de parecer obvia es la principal
conclusión extraíble. Pero no alcanza para diluir las
diferencias entre estos discursos, aún admitiendo que la
“aceptación” efectiva de la literatura debe ser buscada
fuera de los niveles pragmáticos: “en sistemas de normas
y valores (estéticos) social, histórica y culturalmente
determinados”.34
34 DIJK, Teun A. van: “La pragmática de la comunicación literaria”,p.194.
34
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La constitución histórica del género ensayístico
1. La voluntad expresiva en el género
La cuestión de los géneros conviene encuadrarla en la
equidistancia entre el carácter convencional que poseen y
la voluntad creadora que subyace en cada uno de ellos.35
Desde el punto de vista teórico, Wellek y Warren
organizaron la reflexión sobre los géneros literarios
alrededor de cuatro interrogantes: 1. si va implícito en
una teoría de los géneros literarios el supuesto de que
toda obra pertenece a un género; 2. en qué grado está
implícita la intención en la idea de género; 3. si la
intención le corresponde a un precursor o la intención
pertenece a otros; 4. si quedan fijos los géneros.36 Al
35 “Los tres géneros se complementan y se integran en una totalidadpoética. Y sólo podemos hablar de lírica, épica o dramática en tantoque en una obra predomine lo lírico, lo épico o la dramático. Puesestos conceptos, aunque usados desde antiguo por la conciencialiteraria, no son simples términos abstractos inventados por laciencia para establecer claridad, requisito también indispensable enel quehacer humano, sino que ante todo descansan en la esencia mismadel ser del hombre.” STAIGER, Emil: Conceptos fundamentales de poética.Estudio preliminar y vers.esp. Jaime Ferreiro. Madrid, Rialp, 1966,p.16.
36 WELLEK, René, WARREN, Austin: Teoría literaria. Ves.esp. José M. Gimeno.4ª ed., Madrid, Gredos, 1966, p.272.
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primer interrogante los autores lo responden afirma-
tivamente aduciendo que todo es susceptible de
clasificarse; en relación con el último aseguran que los
géneros no quedan fijos. En cuanto a las preguntas
restantes apuntan a aspectos de interés para nuestro
propósito.
La idea de “intención” articula la problemática de los
géneros con modos diferentes de representación del mundo:
de un lado, el género definido como un conjunto de
normativas, que constituyen un modelo cognitivo, al que
el escritor se ajusta, de otro, el género como una
actitud ante la vida y el mundo circundante. Ambas
perspectivas están ajustadas a los siguientes binomios:
forma-actitud, actitud-forma. De modo que la expresión
literaria se estructuraría sobre la base de tres
niveles37, las actitudes básicas (narrativa, dramática,
lírica), los modos y procedimientos de composición
conectados con tales actitudes y los asuntos apropiados
37 WILLIAMS, Raymond: Marxismo y literatura. Trad. Pablo Di Masso.Barcelona, Península, 1980, p.210.
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en función de los otros dos niveles. La multiplicidad de
combinaciones de estos niveles está fuera de duda, con
arreglo a lo cual se obtiene un concepto dinámico de las
poéticas.38 Pues bien, se debe averiguar si es posible la
constitución de una actitud distinta de las tres
mencionadas.
El hecho de que introduzcamos la intencionalidad relativa
a un género plantea la necesidad de averiguar en qué
esfera se desenvuelve esta voluntad creadora. En
principio, no puede atribuirse exclusivamente a un
precursor, en nuestro caso nada más que a Montaigne, sino
a una competencia colectiva, manifestada en la tradición
cultural y el sistema literario respectivo39, de
38 “El género -expresa Bajtín -es siempre el mismo y otrosimultáneamente, siempre es viejo y nuevo, renace y se renueva encada nueva etapa del desarrollo literario y en cada obra individualde un género determinado. En ello consiste la vida del género.”BAJTÍN, Mijaíl M.: “El problema de los géneros discursivos”, p. 150.“Los antiguos sistemas-escribe Todorov- sabían solamente describirel resultado muerto; es necesario aprender a presentar los géneroscomo principios de producción dinámicos /.../”. TODOROV, Tzvetan:Los géneros del discurso, p.55.
39 Es, como lo señala Williams, el contenido social e histórico de unateoría de los géneros. La actitud básica o posición “es una relaciónsocial dada una forma particular de organización socio-cultural, yque los modos de composición formal, dentro de la escala que sedesarrolla desde lo tradicional a lo innovador, constituyen
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ineludible referencia para el artista, al momento de la
plasmación del tema y la selección de la modalidad
expresiva. La acción implícita en un género también
significa, y muy especialmente, un modo de aprehender la
realidad, que abre “las posibilidades fundamentales del
ser, las cuales no tienen otra realidad que la de poner
al descubierto la manera de manifestarse lo existente,
los objetos y los estados.”40 La expresión y representación
de la conciencia humana, que como necesidad comunicativa
no tiene cabida en la poética tradicional (épica, lírica,
dramática), fue una observación hecha por G. Lukács:
Hay pues vivencias que no podían ser expresadaspor ningún gesto y que, sin embargo, ansíanexpresión, la intelectualidad, la conceptualidadcomo vivencia sentimental, como realidadinmediata, como principio espontáneo deexistencia; la concepción del mundo en su desnudapureza, como acontecimiento anímico. Como fuerzamotora de la vida. La cuestión directamenteformulada ¿qué es la vida, el hombre y eldestino? Pero sólo como pregunta, pues larespuesta aporta tampoco aquí ninguna solución,
necesariamente formas de un lenguaje social.” WILLIAMS, Raymond:Marxismo y literatura, p.211.
40 STAIGER, Emil: Op. cit., p.214.
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como la de la ciencia, en alturas más puras, lade la filosofía, sino que es más bien, como entoda clase de poesía, símbolo y destino, ytragedia.41
La duda, la perplejidad y el asombro frente a lo que se
quiere hacer comprensible, cuyo intento es en sí mismo
una pregunta que encierra elusivamente una respuesta, se
depositan en la actitud del hombre que ensaya la
percepción esencial del mundo y de la vida. Si bien las
intenciones han servido de soporte a la división
tripartita de los géneros literarios, también es lícito
proponer una visión genérica más flexible y
clasificaciones ajustadas a la variabilidad de las formas
y las necesidades comunicativas. Hemos propuesto la
necesidad de encontrar la manera de referirnos a la
representación de la conciencia humana, en cuanto a dar
expresión a las experiencias emotivas de la
intelectualidad y conceptualidad que no son posibles en
los marcos de una poética clásica.
41 LUKÁCS, Georg: “Sobre la esencia y forma del ensayo (Carta a LeoPopper)” En: LUKÁCS, Georg: Teoría de la novela. Trad. Manuel Sacristán.México, Grijaldo, 1985, p.23.
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2. La intencionalidad
La opción por una modalidad discursiva en prosa no
mimética, sin la alternancia de la primera y la segunda
persona y con una estructura argumentativa (requisitos
formales mínimos para designar a un ensayo), incide en la
plasmación del tema y las estrategias comunicativas entre
el autor y los receptores.42 La elección de una u otra
modalidad al no ser indiferente a la configuración
expresiva, nos obliga a plantearnos la cuestión de las
intenciones implícitas en un género, sin que con ello
hagamos de la psicología de la creación un tema de
incumbencia de esta reflexión. Bien dice N. Frye que,
aunque la psicología de la creación no constituye un tema
del análisis, resulta extremadamente raro que un escritor
realice el acto de escribir sin “una noción siquiera de
lo que pretende producir.”43 A lo que podría agregarse
que, en efecto, existe un plan global del discurso como
resultado de un proyecto semántico-pragmático del42 GENETTE, Gérard: “‘Géneros’, ‘tipos’, ‘modos’”, p.15.43 FRYE, Northrop: Anatomía de la crítica, p.323.
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hablante, quien busca que su discurso logre la eficacia
en el objetivo fijado, es decir, que el receptor
reconozca la intención que ha sido inscripta en el
discurso.
Según la teoría de la competencia genérica formulada por
M. L. Ryan, para la definición de las categorías
genéricas son necesarias por lo menos tres series de
requisitos: 1) reglas pragmáticas (a la que pertenece la
motivación), 2) reglas
semánticas (especifican el contenido mínimo de los textos
de un mismo género), 3) requisitos a nivel de superficie
(referido a las propiedades verbales de los géneros).
Entre las reglas pragmáticas, existe una motivación
general del emisor al momento de producir el texto,
aunque difícil de discernir se puede extraer de la fuerza
ilocutoria del texto. M. L. Ryan sostiene que la
motivación opera a niveles de la representación de la
realidad, lo que ayuda a distinguir, por ejemplo, la
producción de un anuncio de la producción de un discurso
científico. De donde resulta que “la motivación es un
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factor constituyente del género”, por lo tanto una
propiedad suficiente para el establecimiento de tres
tipos principales de orientación: acción, información y
fruición o entretenimiento.44
Por su lado, en la construcción del discurso, Bajtín
observa un comportamiento especial que consiste en
anteponer la totalidad del enunciado a través de dos
maneras: en forma de esquema genérico o en forma de una
intención discursiva individual. La idea de totalidad
creada por el hablante condiciona la elección de las
palabras que habrán de integrar el enunciado e irradia la
expresividad (la emotividad, la evaluación).45 En razón de
44 RYAN, Marie-Laure: “Hacia una teoría de la competencia genérica”.En: GARRIDO GALLARDO, Miguel (comp.): Teoría de los géneros literarios,p.268. Es poca la distancia que existe entre los tres tiposprincipales de orientación genérica (acción, información y fruición)y los tres componentes básicos de la persuasión previstos por laretórica: ‘movere’, ‘docere’ y ‘delectare’. Desde el punto de vistade las motivaciones es factible delimitar la función social de ungénero.
45 “Los géneros discursivos- escribe Bajtín- organizan nuestrodiscurso casi de la misma manera como lo organizan las formasgramaticales (sintácticas). Aprendemos a plasmar nuestro discurso enformas genéricas, y al oír el discurso ajeno, adivinamos su génerodesde las primeras palabras, calculamos su aproximado volumen (o laextensión aproximada de la totalidad discursiva), su determinadacomposición, prevemos su final, o sea que desde el principiopercibimos la totalidad discursiva que posteriormente se especifica
42
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que las palabras carecen de expresividad, esto es, son de
naturaleza neutra, sólo al ponerlas en contacto con la
realidad del enunciado es como se genera la expresividad.
Dentro del universo neutro de las palabras, la
estructuración de un enunciado se realiza mediante la
elección de la palabra que pertenece a otro enunciado
afín genéricamente (por el tema, la estructura, el
estilo). La elección, entonces, se corresponde con una
especificación genérica, o sea, el “género discursivo -
escribe Bajtín- no es una forma lingüística, sino una
forma típica de enunciado; como tal, el género incluye
una expresividad determinada propia del género dado.
Dentro del
en el proceso del discurso.” BAJTIN, Mijail, M.: “El problema de losgéneros discursivos”, p. 268.
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género la palabra adquiere cierta expresividad típica.”46
La expresividad típica del enunciado puede encerrar la
intencionalidad del emisor.
2.1 La actitud ensayística
En general, la crítica ha establecido el proceso
evolutivo del discurso ensayístico más por los nombres y
obras que por algún elemento formal que lo justifique. A
nuestro juicio, desde un punto de vista paradigmático, es
factible concatenar un conjunto de textos -sin someter a
discusión cada caso- por medio de la singular actitud
frente a la realidad que los caracteriza. Tal actitud
frente a la realidad se ha producido por fuera de la
concepción lírica, trágica o épica que de la realidad
podía tenerse. La verbalización de ese modo de aprehender
el mundo cognoscible queda al margen de46 Ibídem, p.277. La noción de que el hablante no adopta la palabra enun sentido neutro sino ya valorada es particularmente útil para laconsideración de los tópicos discursivos que la ensayística delnovecientos incorpora y la organización que adquiere especialmenteen los textos ugarteanos. El tema es desarrollado en otro apartadopero, adelantemos algunos casos, como los que se vinculan con laspalabras: calibán, ariel, latinos, sajones y los símbolos querepresentan.
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(el) momento crucial- al decir de Lukács- de latragedia, cuando se encuentran el héroe y eldestino, o el de la narración cuando seencuentran el azar y la necesidad cósmica, o elde la lírica, cuando se encuentran el alma y eltrasfondo y crecen juntos en una unidad nueva queno es separable ni en el pasado ni en el futuro.47
La materia verbal de la que Montaigne se sirve no
pertenece a la trilogía genérica clásica (épica, lírica,
dramática), aunque es indudable su pertenencia a una
misma tradición literaria. Tinianov observó que la
existencia de “fenómenos que parecen totalmente
diferentes, y que pertenecen a distintos sistemas
funcionales”, y que, no obstante, “pueden ser análogos en
su función.”48 El proceso evolutivo marcha conforme a
disímiles modalidades de cambio: ruptura, conservación y
contaminación.49 En el caso del ensayo, el cambio se da en
47 LUKÁCS, Georg: “Sobre la esencia y forma del ensayo (Carta a LeoPopper)”, p.25.
48 TINIANOV, J.: “Sobre la evolución literaria”. En: TODOROV, Tzvetan:Teoría de la literatura de los formalistas rusos; antología preparada y presentada porTzvetan Todorov. Trad. de Ana María Nethol. Buenos Aires, Signos, 1968,p.101.
49 ALTAMIRANO, Carlos, SARLO, Beatriz: Conceptos de sociología literaria,p.119.
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dos direcciones predominantes, cuales son, la
conservación y la contaminación. La emergencia del ensayo
en el siglo XVI no obedece a la disolución de formas
literarias precedentes,
antes bien, aparece como una producción formalizada con
otros materiales, es decir, conserva elementos deslizados
de otros sistemas, al mismo tiempo que se contamina de
otras formas expresivas, por ejemplo, la del género
epistolar. Aun con las diferencias que distinguen a
Montaigne y Bacon, las mismas no son más que tipológicas.
Efectivamente, Montaigne representaría una línea “libre,
subjetiva y caprichosa”, a la que se opondría la de
Bacon, “expositiva, orgánica e impersonal”.50
El ensayo, en tanto irrupción renacentista, encuentra en
otros géneros discursivos, o en la ruina de ellos, los50 MARTÍNEZ, José Luis: “Introducción”. En: El ensayo mexicano moderno.México, Fondo de Cultura Económica, 1958, p.11. Una interesantecomparación entre los dos ensayistas es la que realiza José LuisGómez Martínez, quien observa que en Montaigne hay vivencias,intensidad, naturalidad, individualidad e inclinación poética, encambio, en Bacon, priman sus abstracciones, orden y su aficiónprototípica y retórica. GÓMEZ -MARTÍNEZ, José Luis: Teoría del ensayo,p. 23.
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materiales propicios para su configuración y emergencia.
Es preciso dejar asentado que la variedad de formas, en
su proceso constitutivo, se articula por medio de una
común actitud frente a la realidad, lo que no implica que
tales formas necesariamente hayan preparado el camino al
final del cual se ubica el ensayo. Por el contrario, son
múltiples las direcciones tomadas por los géneros
antiguos, cuyos principios constructivos fueron cambiando
su función a lo largo de la historia literaria. Sólo
algunos terminaron en la base del ensayo. Sin embargo,
la presencia activa de una actitud ensayística en otras
formas literarias, por aquello que tienen en común con
los géneros analizados es un dato incontrastable. 51
En síntesis, por encima de las distinciones deben
establecerse los principios constructivos que permanecen
sistemáticamente. Tales principios constructivos son la
51 Antonio de la Nuez supone: “/.../ que el ensayo permite transformary trastocar totalmente los mundos filosóficos que toca y construirdentro de ellos, y sobre ellos, mundos trascendidos/.../ Por ello hapodido ser el ensayo antes que la novela y todos los géneros se hande defender del ensayo como terrible dragón de siete cabezas quetodo se lo traga y al que no basta con cortarle por una de suscabezas /..../.” NUEZ, Antonio de la: op. cit., p.53.
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formalización verbal de una especial actitud frente a la
realidad. ¿De dónde proceden, pues, esos materiales que
se estructuran en las obras ensayísticas de Montaigne y
luego de Bacon? Conviene apuntar que la mayor parte de
los tratadistas supone que el origen del ensayo se
remonta mucho más allá de lo previsible.52
3. El plano autorial
3.1 Subjetivización de la material verbal
Nuestro enfoque genológico intenta complementar los
requisitos formales mínimos (de máxima economía
estructural) de la estructura del género con las causas
52La procedencia de la actitud ensayística se remonta en algunos casoshasta la Biblia, las sentencias de Confucio, las enseñanzas deLaotset. El registro se continúa en las literaturas griegas ylatinas. De la primera se destaca Memorabilia de Jenofonte, pasajesde Herodoto, Tucídides, Luciano, la Poética de Aristóteles, Caracteresde Teofrasto. Dentro de literatura romana, Arte poética de Horacio,Instituciones oratorias de Quintiliano, cartas de Plinio el joven,Meditaciones de Marco Aurelio complementando el catálogo Séneca yPlutarco. En la Edad Media, Confesiones de San Agustín y Consolación dela filosofía de Boecio. En pleno Renacimiento y con anterioridad aMontaigne y Bacon, El Príncipe de Maquiavelo, Elogio de la locura de Erasmoy la obra de Fray Antonio de Guevara. V. VITIER, Medardo, Del ensayoamericano, México, Fondo de Cultura Económica, 1945; NUEZ, Antonio dela: “Antiguos y nuevos métodos de penetración del ensayo”;MARTÍNEZ, José Luis: “Introducción”.
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históricas que lo singularizan y que se manifiestan en
una manera determinada de enfrentar la realidad. Los
rasgos caracterizadores de una actitud ensayística serán
considerados desde tres planos diferentes: el autorial,
recepcional y referencial. En cuanto al primero de
ellos, un punto de partida de la subjetivización de la
materia verbal puede remontarse al antiguo género del
diálogo socrático. En tal sentido, Bajtín pone las
palabras de Sócrates en la Apología, mientras espera la
muerte, como ejemplo lo que llama “diálogo en el
umbral”, que es
una tendencia hacia la creación de una situaciónexcepcional que purifica la palabra de todoautomatismo y el carácter cosificado de la vida yobliga al hombre a descubrir los estratosprofundos de la personalidad y del pensamiento.53
La escritura ensayística no se desentiende de la
manifestación de situaciones excepcionales como la
precedente. Se trata de momentos en los que el autor se
53 BAJTIN, Mijaíl, M.: “El problema de los géneros discursivos”,p.157.
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asoma a ciertos abismos ininteligibles de la vida, del
hombre y su destino. Si traemos el ejemplo, lo es porque
Lukács, al reflexionar sobre el ensayo, remarca la
excepcionalidad de la existencia de Sócrates, cuya vida
“es la típica para la forma del ensayo”, puesto que “vivió
siempre en las cuestiones últimas” y “cualquier otra
realidad viva era tan poco viva para él como sus
preguntas para los hombres corrientes.” 54
Asimismo, la sentencia socrática de “conócete a ti mismo”
tendrá un largo recorrido, en el cual la obra de San
Agustín será un importante hito y la de Montaigne su
expresión más moderna. Fuera de toda duda está que, en
ninguno de ellos, la significación es la misma, toda vez
que la mirada introspectiva guarda diferencias cardinales
en cada uno, a pesar de ello, los une un marcado interés
por la propia e individual humanidad. El hombre de la
antigüedad prácticamente no habla de su intimidad y
cuando lo hace no traspasa los límites de lo anecdótico.
Sócrates será, atendiendo estas razones, la54 LUKÁCS, Georg: “Sobre la esencia y forma del ensayo (Carta a LeoPopper)”, p.32-33.
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extraordinaria excepción. San Agustín, asentado sobre dos
épocas (sin dejar de ser totalmente un hombre antiguo, se
proyecta sobre toda la Edad Media), brinda en sus
Confesiones la primera autobiografía de Occidente. Auerbach,
comentando el método de Montaigne de “tomar la vida
propia 'cualquiera' en su integridad a fin de estudiar la
humaine condition”, dice que el autor se presenta a sí
mismo como el primero que lo adopta. Auerbach, sin
embargo, se pregunta:
¿No disponemos realmente ni de una sola obraanterior de un género parecido?. Se me ocurre elnombre de San Agustín, Montaigne no mencionanunca las Confesiones, y Villey ( Les sources, I, 75)supone que no las conocía bien. Pero esimposible que no estuviera informado, al menossobre la existencia y el carácter de este librofamoso /.../ Tiene razón [se refiere a Montaigne]al decir que en modo alguno es pareill maniere [serefiere a la obra de Montaigne en relación conotras anteriores], pues la intención y la actitudson muy otras, y, sin embargo en ningún autoranterior encontramos nada que el método deMontaigne contenga tan básicamente como la
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autoinvestigación consecuente y sin restriccionesde San Agustín.55
He aquí otro sentido de subjetivización que cruza la
prosa ensayística: el impulso confesional. La propensión
a poner al desnudo la intimidad- la “autoinvestigación
consecuente”, no tan sólo como una inclinación curiosa,
sino más bien como un imperativo, que se reconoce en la
escritura ensayística, manifiesta la presencia de una voz
profundamente internalizada. Este abandono de la “palabra
representada” es la consecuencia de la naturaleza
subjetiva del género, desde cuyo plano se rompe, en
cierto modo, con las diversas mediaciones que otros
géneros estructuran en la relación autor-destinatario.
En tal sentido, no es improbable que lo que Bajtín llama
“diálogos en el umbral” afecte a una amplia franja de la
obra de San Agustín. En efecto, la palabra, purificada y
despojada de su “automatismo” es el resultado, en el
autor de las Confesiones y Retractaciones, de una experiencia55 AUERBACH, Erich: Mimesis: la representación de la realidad en la literatura occidental.Trad. de I. Villanueva y E. Imaz. México, Fondo de CulturaEconómica, 1950, p.279.
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mística, que al mismo tiempo deviene de sus radicales
preguntas sobre la vida, el destino, el alma, Dios.
Estos interrogantes no están mediatizados por subterfugio
literario alguno, sino solamente por aquél que emerja del
tono confesional.56 Pareciera ser, entonces, que el
cuestionamiento de las cosas esenciales alambica los
usos automatizados de la palabra, cuyo resultado es un
grado más puro de comunicación. Tal modo de proceder se
revela como una constante desde la antigüedad hasta el
ensayo moderno, sin que por ello, desde luego, no sea
posible identificar una codificación.
3.2 La modernidad y la emergencia del ensayo
Hemos dicho que la identidad de un género proviene, por
analogía, del acto de lenguaje que representa. A su vez,
cada sociedad elige y codifica los actos de habla que
corresponden exactamente a su ideología, por lo que-
56 “La lengua- piensa Benjamin- es imperfecta en su esenciacomunicante, en su universalidad, cuando el ser espiritual que enella habla no es lingüístico, es decir, comunicable, en toda suestructura.” BENJAMIN, Walter: Sobre el programa de la filosofía futura.Barcelona, Planeta-Agostini, 1986, p.147.
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sugiere Todorov- “tanto la existencia de ciertos géneros
en una sociedad, o su ausencia en otra, son reveladoras
de esta ideología y nos permiten precisarla más o menos
con una gran certeza.”57 Luego, al haber una relación
inmediata entre género e ideología dominante, que ha
propiciado la epopeya en una época y la novela en otra,
para tomar dos ejemplos, la emergencia del discurso
ensayístico durante períodos de alta estimación del
individuo y su capacidad para dirimir los conflictos
mediante el discurso, se hace más inteligible.
El discurso ensayístico, por tratarse de una producción58
discursiva netamente de la modernidad59, nos obliga a
formular algunos interrogantes en torno a la estrecha
57 TODOROV, Tzvetan: Los géneros del discurso, p.54.58 La idea de producción tiende a resaltar la idea de proceso, esdecir, que la emergencia de un género es un resultado dinámico.
59 “Los géneros del discurso -escribe Alvarado Jiménez- no sonsolamente instancias de organización y estructuraciónintratextuales, sino desempeñan básicamente una función reguladorade los usos sociales del lenguaje en una comunidad histórica ysocialmente específica. Por usos del lenguaje entendemosfundamentalmente, los procesos de elaboración e interpretación, laproducción y recepción discursivas.” ALVARADO JIMÉNEZ, Ramón:“Géneros y estrategias del discurso”. En: Versión, octubre, 1991,p.86.
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vinculación existente entre el marco histórico-cultural
y la emergencia de la prosa ensayística.60 La emergencia
del ensayo es un fenómeno literario en el que están en
juego de manera decisiva diversos factores
cosmovisionarios de la época moderna. Entre los más
destacables, se encuentra la conciencia de la
individualidad, tenida como rasgo dominante del60 Sin duda es difícil adoptar una concepción acabada delRenacimiento, ya que aún se continúan debatiendo ciertas facetas delmovimiento. Juan Marichal en su indagación de las huellas delensayismo hispánico en el Renacimiento recoge una de las polémicas,precisamente la que se refiere al “descubrimiento del individuo”como rasgo característico del hombre renacentista. “La novedadrenacentista -escribe Marichal-, en cuanto a la debatida cuestión dela conciencia de la individualidad, se manifiesta no tanto en elcontenido mismo de la revelación autobiográfica como en susignificación ‘funcional’.” MARICHAL, Juan: Teoría e historia del ensayismohispánico, p. 71. Algunas monumentales interpretaciones delRenacimiento, como las de Burckhardt y Michelet, concibieron almovimiento en favor de sus conveniencias ideológicas, para elloforjaron un concepto a la medida de sus necesidades. Hauser así lointerpreta: “El liberalismo contrapone el Renacimiento sencillo yamante de la naturaleza a la Edad Media para combatir así a lafilosofía romántica de la historia. Cuando Burckhardt dice que el‘descubrimiento del mundo y del hombre’ es obra del Renacimiento, sutesis es a un tiempo un ataque a la reacción romántica y una defensacontra la propaganda destinada a difundir la visión romántica de lacultura medieval. La relación de este concepto del Renacimiento conla ideología del liberalismo es todavía más clara en Michelet queen Burckhardt /.../.” HAUSER, Arnold: Historia social de la literatura y del arte.Trad. A. Tovar y F.P. Varas-Reyes. Barcelona, Labor/Punto Omega,1983, t.1, p.335. Ahora bien, considerar los movimientos culturalescomo fenómenos compartimentados y negados unos con otros, tan sólocontribuye a obtener versiones parcializadas del hombre y sucontexto. Los cambios operados entre una época y otra no son enabsoluto disruptivos. Ante todo, porque los entramados históricos,
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Renacimiento, pero también como uno de los más propios
del discurso ensayístico.61 Al margen de ciertos criterios
cronológicos, existe una
sociales y culturales repelen las líneas divisorias infranqueables.En tal sentido, Michelet y Burckhardt elaboran conceptos cerradossobre el Renacimiento, al oponerlo a la Edad Media como “la luz alas tinieblas”. “Los modernos estudios -escribe Sáenz Hayes-demuestran que la Edad Media no fue tan oscura ni tan bárbara segúndieron en tenerla Erasmo y los humanistas italianos /.../ (existeuna barrera) en la imaginación de los que conciben la Edad Media yel Renacimiento como dos culturas antagónicas, sin nexo lógico y sinevolución posible de la una a la otra.” SÁENZ HAYES, Ricardo:Miguel de Montaigne (1533-1592). Buenos Aires, Espasa- Calpe, 1939, p.54.
61 Para el desarrollo de nuestra investigación sobre el discursoensayístico hispanoamericano es de sumo valor tratar elindividualismo como un rasgo constitutivo del ensayo. Sostenemos queel individualismo hispanoamericano forma parte de la trama que daexistencia discursiva al proceso de la constitución de lasnacionalidades, como luego se verá. A. Gurevich plantea el problemadel individualismo en función de la “formación de Europa” mediantela siguiente pregunta: “¿No será que lo que convirtió estecontinente en la moderna Europa, un mundo aislado formado pordiversas civilizaciones, en una única superficie donde se desplegóel proceso histórico mundial, estaría condicionado en últimainstancia por la estructura específica de la personalidad que seestaba formando precisamente aquí?” GUREVICH, Aarón: Los orígenes delindividualismo europeo. Trad. de María García Barris. Barcelona,Crítica, 1997, p.10. La pregunta constituye una hipótesis sobre laformación de la noción histórica de Europa, que bien puede operar enel estudio de la constitución y reflexión de las nacionalidades enHispanoamérica, no porque existan analogías en cuanto a losprocesos, sino por la operatividad que significa.
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aceptación general respecto del rol que el individualismo
juega en la emergencia del discurso ensayístico.62
La relación aludida se hace extensiva al tránsito de los
géneros primarios a los géneros secundarios, a través de
los géneros retóricos. De conformidad con ello, Beltrán
Almería ha planteado que no es una casualidad que “en
cada época haya un género que ostenta una hegemonía y una
autoridad manifiesta sobre los demás” como tampoco “que
ese género sea retórico.” Beltrán Almería reserva a estos
62 Ángel del Río sostiene un criterio distinto sobre el individualismoen el ensayo, al situarlo en otra etapa, con lo que varía lacronología pero no el valor constitutivo del individualismo: “Poreso puede afirmarse que la adopción del ensayo como forma es quizásuno de los rasgos más significativos de la sensibilidadcontemporánea en España, siendo consecuencia directa delindividualismo intelectual y neorromántico característico de lasúltimas generaciones literarias.” RÍO, Ángel del, BERNADETE, M. E.:El concepto contemporáneo de España. Antología de ensayos (1895-1931). BuenosAires, Losada, 1946, p.14. Por su parte, escribe Sáenz Hayes: “Laantigüedad grecorromana tiene fieles continuadores en los padres dela Iglesia que, con San Agustín, afirman que la conciencia es elcentro de toda verdad y el conocerse a sí mismo la primera y másnoble función del espíritu. ¿Cómo se llega al cabal conocimiento decuanto bulle en nuestro ser? Mucho antes que Montaigne, San Agustínemprende la tarea de pintarse a sí mismo moralmente en lasConfesiones, intelectualmente en las Retractaciones /.../ En cambioel “yo” de Montaigne lo es en grado espectacular y soberbio /.../ Esel suyo el “yo” altanero y cínico del hombre del Renacimiento, enplena liberación y realización. La liberación renacentista consisteen el descubrimiento del hombre por el hombre.” SÁENZ HAYES,Ricardo: Op. cit., p.55.
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géneros la función de “umbrales de la cultura” y en ello
se hallaría la causa de su hegemonía. La tesis resulta
atractiva, además, porque con ella el crítico explica la
manera como la esfera de la cultura se alimenta de
fenómenos cotidianos, cuya sumatoria producen
determinados cambios.63 Beltrán Almería ilustra su
afirmación con un estudio de Lázaro Carreter referida al
cambio lingüístico. Lázaro Carreter niega un papel
transformador del lenguaje a los poetas, trasladando tal
función a otros agentes innovadores como son los
predicadores, políticos, es decir, profesionales de la
retórica. La difusión del gongorismo, ejemplifica Lázaro,
habría tenido lugar gracias a que se puso de moda entre
los predicadores.64 Sin dudas que estas observaciones
reseñadas deben conectarse con la revolución en los
soportes técnicos que facilitan la emergencia de otros
géneros discursivos a partir del Renacimiento. El
periodismo resultará el género retórico más relevante de
63 BELTRÁN ALMERIA, Luis: “El debate sobre la naturaleza estética dela retórica”, p. 476.
64 LAZARO CARRETER, Fernando: “Lenguaje y generaciones”. En: Estudios delingüística. Barcelona, Crítica, 1980, p. 249-251.
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los nuevos que surgen y se convertirá en portador de
cambios discursivos.
En cada época existen obras publicísticas, tratados
científicos, versiones culturales que alcanzan alguna
relevancia y son las que suministran el tono discursivo
en el que los hablantes se referencian, con el fin de
determinar la propia postura. Según Bajtín, las palabras
se presentan al hablante bajo la modalidad de tres
anillos valorativos: 1. la palabra neutra, 2. la palabra
ajena, llena de ecos, 3. la palabra apropiada por el
hablante. De manera que la palabra cuando llega a
integrar un enunciado cultural complejo, como el ensayo,
posee un matiz expresivo del enunciado con algún
prestigio de donde procede. Por eso, el primer principio
metodológico que puede extraerse, es que todo enunciado
debe analizarse como una respuesta a enunciados
anteriores dentro de una esfera cultural dada, ya sea
para refutar, confirmar, completar, ampliar, etc. El
enunciado pensado como reacción, esto es, respuesta a
otros enunciados, permite constatar la inserción de
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enunciados ajenos que conservan su propia expresividad o
sometidos a cambios de acento: ironía, indignación,
desprecio, etc.65 El ensayo se refiere siempre a algo que
ya tiene forma o algo que ya ha sido. Forma parte de su
esencia el no sacar cosas nuevas de la nada.66 Es así como
el discurso ensayístico adopta un objeto del discurso que
ya sido previamente discutido, valorado, refutado de
diversas maneras: el hablante -o el ensayista- no es “un
Adán bíblico que tenía que ver -escribe Bajtín- con
objetos vírgenes, aún no nombrados, a los que debía poner
nombres.”67
3.2.1 Conciencia de individualidad
65 BAJTÍN, Mijaíl, M.: “El problema de los géneros discursivos”,p.281.
66 Escribe Lukács: “El ensayo habla siempre de algo que tiene yaforma, o a lo sumo de algo ya sido; le es, pues, esencial el nosacar cosas nuevas de una nada vacía, sino sólo ordenar de modonuevo cosas que ya en algún momento han sido vivas. Y como sólo lasordena de nuevo, como no forma nada nuevo de lo informe, estávinculado a esas cosas, ha de enunciar siempre “la verdad” sobreellas, hallar expresión para su esencia. LUKÁCS, Georg: “Sobre laesencia y forma del ensayo (Carta a Leo Popper)”, p.28.
67 BAJTÍN, Mijaíl, M.: “El problema de los géneros discursivos”,p.284.
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Una visión histórica del género ensayístico debe partir
del lugar ocupado por el hombre en el sistema social, es
decir, establecer el grado de la representación de la
subjetividad o su represión.68 Medardo Vitier ha señalado
la importancia del humanismo en la historia del ensayo:
El humanismo, al restaurar la cultura clásica,sugirió un sentido del mundo que lo removió todoen el siglo XVI, uno de los más densos y agitadosde la historia. Dos visiones, sobre todo, veníana modificar la orientación humana: la jerarquía aque se elevó la conciencia individual (creciente,hasta culminar en la Declaración de los derechosdel hombre a fines del siglo XVIII), y lametodología de las ciencias, que abatió todoprincipio de autoridad intelectual, según lahabían entendido los que se atuvieron aAristóteles como norma del saber, privando así defecundidad a la obra del estagirita.69
68 “La historia del yo en la retórica de los géneros se vincula conlas disposiciones que rigen en la sociedad sobre el lugar delindividuo, la legitimidad de la primera persona, que se semantiza,en diferentes situaciones históricas, en el pronombre yo, laextensión y, eventualmente, expresión de una subjetividadadmisible.” ALTAMIRANO, Carlos, SARLO, Beatriz: Literatura/Sociedad,p.125. A este punto nos referiremos en el apartado sobre elRenacimiento y el ensayo.
69 VITIER, Medardo: Op. cit., p.19.
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En la idea del yo renacentista está semantizada la
confianza y seguridad que el individuo ha elaborado sobre
sus facultades racionales, capaces de dar inteligibilidad
al mundo circundante mediante la razón. La crítica, en
general, admite que el proceso de la “conciencia del sí
mismo” plantea también una cuestión de objetos y de
métodos, en virtud de que el trabajo de investigación no
se hace sobre individuos concretos, sino sobre la base de
textos, es decir, estructuras verbales que han expresado
el individualismo. En tal sentido, A. Gurevich piensa que
sería más pertinente hablar, ya no de individualidad, con
el riesgo de operar libremente con términos de la
psicología, sino de “mecanismos” sociales, culturales o
semióticos de la individualización.70 Es así como la
emergencia del ensayo podría pensarse en términos de
70 Por lo visto, el problema de la individualidad constituye unapreocupación más compleja y abarcadora. Además de ser objeto de lapsicología, la filosofía, la sociología lo es también de lahistoria, por lo menos en dos aspectos, como lo entiende A.Gurevich: 1. centrado en la investigación de la formación del yohumano, de la personalidad, dentro de un núcleo colectivo y al mismotiempo la toma de conciencia de la distancia en relación con él, quese evidencia en la dirección tomada hacia la interioridad; 2. lasingularidad inherente a la autodefinición de la personalidad quecaracteriza a una determinada sociedad. GUREVICH, Aaron: Op.cit.,p.18.
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estos mecanismos semióticos de individualización, según
las razones que expondremos.
Carlos Bousoño ha sostenido que el individualismo, en la
historia cultural del hombre, ha funcionado como motor de
los cambios cosmovisionarios. Según su tesis: “todos los
rasgos, no sólo los artísticos y literarios, de una época
tienen, en lo fundamental, una explicación unitaria: la
cosmovisión que es inherente a tal período.”71 A su vez,
una cosmovisión se define como un sistema organizado, de
tal modo que cada elemento se vincula con los demás.
Todas las cosmovisiones poseen una “raíz
genética” a partir de la cual el sistema se engendra,
también llamado “foco irradiante”. El foco de irradiación
de la totalidad de los sistemas es siempre el mismo:
“cierto grado de individualismo”, es decir “la conciencia
que yo tengo de mí mismo en cuanto hombre”. Todo lo cual
induce a pensar a Bousoño que “la historia del hombre es
71BOUSOÑO, Carlos: Épocas literarias y evolución; Edad Media, Romanticismo, ÉpocaContemporánea. Madrid, Gredos, 1981, t. I, p.10.
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la historia del individualismo.”72 Al no ser posible
ponderar directamente el individualismo, ha de hacerse
por los efectos culturales provocados.73 Con arreglo a
ello, ¿cuáles son las manifestaciones de este fenómeno y
qué es lo que permite identificarlas? La racionalidad es
lo que acompaña al proceso de “conciencia de mí” que
implica el individualismo, en el concepto de Bousoño74 y
sus manifestaciones se desglosan en tres componentes: a)
la autonomía del individuo frente a Dios
(secularización), frente a la naturaleza (desarrollo
técnico), frente a la jerarquía de clases (ruptura de
vínculos autoritarios); b) la estimación y el
protagonismo asignado al individuo y lo individual; c) el
grado de valor conferido a la interioridad. 75
72 Ibídem, p.15. Bousoño se ocupa de las etapas del individualismo quevan del último tercio del siglo XI hasta nuestros días. Las etapasson: 1. último tercio del siglo XI, 2. Renacimiento, 3. siglo XVII,4. Siglo XVIII, 5. la época contemporánea.
73 Esta cuestión podría resumirse en el hecho de que lasinvestigaciones deben efectuarse en el nivel de la eliteintelectual, que son las que poseían posibilidades de expresarse.Como lo observa Gurevich, de ahí el valor que adquieren los textos,en tanto documentos testimoniales. GUREVICH, Aaron: Op. cit., p.19.
74 BOUSOÑO, Carlos: Op. cit., p.16.75 Ibídem, p.18.
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La racionalidad es un impulso que impone la burguesía a
través de la tendencia a la centralización, la eficacia y
la especialización.76 Existiría, según Bousoño, una
concomitancia entre el desarrollo del individualismo y
factores como los cambios en el desarrollo del
capitalismo, las mutaciones en el desarrollo tecnológico,
las transformaciones en el tipo de Estado y la emergencia
de una nueva cultura fundada en estos aspectos.77 Con la
salvedad de que es factible distinguir dos momentos en el
desarrollo del capitalismo, diferenciados por la
internacionalización del capital y la introducción de la
máquina de vapor, hacia principios del siglo XIX. De
acuerdo con
esta distinción, se podría hablar de un capitalismo
temprano y otro moderno78, caracterizados, desde el punto
de vista cultural, por un humanismo burgués en el primero
76 “Capitalismo-escribe Bousoño- es, pues, por definición, imperio dela razón, y durante esta época, imperIo de la razón racionalista, yaque las notas que acabo de atribuir al primero convienen conexactitud a la última. Y como el individualismo está hecho deracionalidad, no hay duda del efecto individualista que ha de tenerel auge de tal sistema económico.” Ibídem, p..88.
77 Ibídem, p.8978 Ibídem, p.697.
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caso y una racionalidad productiva que diluye los límites
de la ética humanística temprana, en el segundo.79
Es de especial interés para nuestros fines el primer
humanismo caracterizado por Bousoño, en tanto estructura
cosmovisionaria, dentro de la cual emerge el discurso
ensayístico con clara conciencia genérica. También, Juan
Marichal, en el caso específico del ensayismo hispánico,
fija el punto de partida histórico del género alrededor
del siglo XV, centuria en la que se conquista el
principio de democracia, el ideal de la libertad de
pensamiento y de conciencia. A su vez, aún con la
excesiva gravitación que Estuardo Núñez confiere al libre
examen80, como un factor constitutivo en el origen del
79 Ibídem, p.699.80 Estuardo Núñez dice: “Cabe observar que el ensayo se ha generado,en pleno auge renacentista, en países en que prospera la nuevaráfaga del 'libre examen', pues es consustancial con su origen,desenvolvimiento y estructura, esa afinidad con el culto de lalibertad. En cierta manera, es el ensayo un género que se emparientacon la Reforma -en lo que dicho movimiento tuvo de repercusión parala cultura y no en su simple aspecto religioso- y se desarrollaampliamente en los países donde hubo reformadores.” NUÑEZ, Estuardo:“Proceso y teoría del ensayo”. En: Revista Hispánica Moderna, a. XXXI,n.1-4, oct.1965, p. 358. Al respecto conviene recordar lasafirmaciones de Hauser: “/.../ni la idea del 'libre examen' es unaconquista del Renacimiento ni la idea de la personalidad fuetotalmente desconocida para la Edad Media.” HAUSER, Arnold: Historia
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ensayo, su observación confirma el acierto de indagar los
vínculos existentes entre este discurso emergente y su
contexto. No obstante, resulta incompleta la
visualización del “libre examen” de la reforma
protestante como un núcleo principal de donde derivar el
discurso ensayístico.
3.2.2 Una nueva concepción del arte
La nueva conciencia de la individualidad determina
también una nueva concepción del arte durante el
Renacimiento, mediante el descubrimiento de la idea del
genio. Esto significa que la obra de arte corresponde a
una personalidad autónoma, al margen de leyes y
preceptivas. La coherencia de la obra de arte se
enriquece, ya no dependerá de estrictas reglas
compositivas, sino de la personalidad que la concibe,
siempre superior e incapaz de expresarse por entero en la
realización objetiva. La originalidad y
social de la literatura y el arte, p.337.
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espontaneidad, desconocidas en la Edad Media, adquieren
una relevancia a través de la fuerza creadora de la
personalidad artística. El paso de una representación
objetiva a una configuración subjetiva es el
desplazamiento crucial que se produce en la teoría del
arte del Renacimiento.81 Ello determina la constitución
de un nuevo modelo artístico, que se puede observar en la
singularidad que alcanzaron los dibujos en el arte
pictórico renacentista. Al respecto dice Hauser:
El dibujo, el boceto, se convirtió para elRenacimiento en algo importante no solo comoforma artística, sino también como documento ycomo huella del proceso de creación artística; sereconocía en él una forma expresiva especial,distinta de la obra de arte terminada /.../ Eldibujo se convirtió precisamente en la fórmula dela creación artística para el Renacimiento,porque ponía de la manera más destacada en valor
81 Ibídem, p.407.408. “La expresión de la personalidad -continúaHauser- se busca y aprecia en el arte mucho antes de que se tengaconciencia de que el arte está orientado no ya hacia un quéobjetivo, sino a un subjetivo cómo. Se habla todavía de su contenidode verdad objetivo, cuando ya hace tiempo que el arte ha pasado aser autoconfesión y adquiere valor general precisamente en cuantoexpresión subjetiva. La fuerza de la personalidad, la energíaespiritual y la espontaneidad del individuo, es la gran experienciadel Renacimiento.” Ibídem, p.408-409.
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lo fragmentario, incompleto e inacabable, que alfin va ligado a toda creación artística.82
A partir del modelo pictórico del dibujo o boceto es
posible referirse a ciertos procedimientos, derivados de
la nueva concepción, que también operan en la
configuración del discurso ensayístico de Montaigne. El
acto mismo del discurrir ensayístico -libre e
inacabadamente-, pensando a la vez que muestra los
recorridos del pensamiento (una especie de montaje al
aire), se asemeja al boceto o dibujo renacentista, en
virtud de que el discurso ensayístico también conserva
“las huellas del proceso de creación artística”. Cada
una de las piezas de los Essais no constituye una unidad
acabada, ante todo porque una de las estrategias de
Montaigne es justamente el fragmentarismo. El deliberado
tono dispersivo de su obra concuerda con esa “fórmula de
creación artística” renacentista, que parecía poner más
énfasis en el cómo se iba haciendo la obra que en el qué
conseguido:
82 Ibídem., p.411.
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El mundo -escribe Montaigne- no es más que unbalanceo perenne; todo en él se agita sincesar /.../ Yo no puedo asegurar mi objeto, elcual va alterándose y haciendo eses merced a sunatural claridad; tómolo en este punto, conformees en el instante que con él converso. Yo nopinto el ser,
pinto solamente lo transitorio /.../ precisa queacomode mi historia a la hora misma en que larefiero, pues podría cambiar un momentodespués /.../ Es la mía una fiscalización dediversos y movibles accidentes, de fantasíasirresueltas, y contradictorias, cuando viene elcaso; bien por que me convierta en otro yomismo /.../ 83
Renacentista al fin, Montaigne le acordará unidad a su
obra, dispersa tan sólo en apariencia, por medio de su
fuerte personalidad creadora, puesto que el propósito
central de sus ensayos es la revelación del yo. Por lo
demás, si bien existe una concurrencia entre la voluntad
creadora de Montaigne y la idea de genio renacentista,
ciertos recursos medievales -la imitación a los maestros
y la admisión del plagio-, perviven aún en los ensayos
del francés.83 MONTAIGNE, Michel de: Ensayos. Trad. Constantino Román y Zalamera.Buenos Aires, El Ateneo, 1948, t.II, p.277.
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La verdad y la razón -reflexiona el gascón- sonpatrimonio de todos y ambas pertenecen por igualal que habló antes que al que hablo después.Tanto monta decir según el parecer de Platón quesegún el mío, pues los dos vemos y entendemos delmismo modo. Las abejas extraen el jugo dediversas flores y luego elaboran la miel, que esproducto suyo, y no tomillo ni mejorana /.. /84
Estos procedimientos de Montaigne en la construcción de
su texto ensayístico adquieren el valor de normas
poéticas en la historia del ensayo, ya que perdurarán en
la imprecisión de las citas, la apropiación de otros
textos con fines distintos del original y el apoyo de las
autoridades en las materias tratadas. Inserto dentro del
proceso de individuación del hombre, el discurso
ensayístico se muestra como uno entre otros mecanismos
semióticos de este fenómeno. No obstante, aunque el
discurso ensayístico, como ningún otro discurso que le
fuera concordante, representó con más discernimiento la
operación de autoconciencia, no resultó el único en
manifestarla. Veremos luego otras formas discursivas que
84 Ibídem, t. I, p.177.
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convergieron en la constitución histórica del discurso
ensayístico.
3.3 La inherencia moral de la forma
El Renacimiento promueve la valoración de otro factor
cosmovisionario: la noción de evidencia. Dentro del
régimen de la evidencia es donde deben interpretarse las
nuevas
concepciones sobre los hechos, las ideas y los
sentimientos, en cuanto soberanos en sí mismos. La
evidencia toma diferentes direcciones a partir del siglo
XVI: una evidencia personal (en el protestantismo), una
evidencia racional (en el cartesianismo) y una evidencia
sensible (en el empirismo).85 Para una mejor comprensión
de la idea del nuevo valor surgido es conveniente
remitirla a la filosofía humanista que constituyó el
fundamento más firme del Renacimiento, cuya
correspondencia con el capitalismo temprano ha sido
señalada por Bousoño. En tal sentido, la teoría
85 BARTHES, Roland: Investigaciones retóricas I: La antigua retórica, p.36.
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epistemológica del 'verum factum' constituye uno de los
principios, no sólo de la posterior razón tecnológica,
sino de la articulación del conocimiento y la acción, del
hacer. Leonardo Da Vinci fue uno de los que mejor planteó
el tema al definir a la ciencia y al arte como una
“segunda creación”, por el discurso o la fantasía. Con
ello pone de relieve la actividad creadora del artista
que culmina en una experiencia productora y no meramente
contemplativa. Desde luego que es propio a estos
razonamientos tanto el cumplimiento del ideal formativo
del humanismo renacentista como una nueva concepción del
arte.
La inherencia moral de ciertas formas verbales, en el
Renacimiento, está en relación con el alto valor en el
que se situaban los 'studia humanitis', los encargados de
moldear y pulir la barbarie del hombre, la magna tarea de
llevar al hombre al reino de las virtudes. El hombre es
una materia moldeable, de ahí que el saber no sea un
conocimiento teórico solamente, sino que tiene una
perspectiva configuradora del hombre. El humanismo
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entiende la tarea del saber como una actividad ética de
formación del hombre, en cambio la “modernidad
postcartesiana la verá como una tarea epistemológica de
clarificación de los contenidos de la razón.” Queda así
instaurada la instancia desde la cual se abrirán dos vías
de la modernidad: una vía ética y otra metódica. La
primera no olvidará su preocupación por la formación
humana del sujeto, la segunda, se especializa en el
carácter técnico de la producción del saber.86
86 Cirilo Flores, a quien pertenecen las reflexiones de marras, aludea los términos con los que Georg Simmel caracterizó estas dos vías:la cultura subjetiva y la cultura objetiva. FLÓREZ MIGUEL, Cirilo:Mundo técnico y humanismo. Discurso de apertura del curso académico 1994-1995.Salamanca, Universidad de Salamanca, 1994, p.18. Esta escisión, cuyaotra forma de designar es mediante el abismo moderno abierto entreconciencia y mundo, resulta de especial relevancia para comprenderlos fenómenos identitarios y de inadecuación al medio queexperimentan los modernistas hispanoamericanos. Asimismo es de sumointerés el peso de la ética que informa a ciertas formas artísticas.Resultan construcciones verbales con intenciones formativas delhombre, con un cierto ideal de mejoramiento de la condición humana.El discurso ensayístico, en cuanto a su naturaleza perlocutiva(discurso con intención de producir un efecto), conserva lapreocupación por el hombre, resistiendo la otra vía de lamodernidad, la metódica, instaurada a partir de Descartes. Frente almetodismo postcartesiano se erige la divagación ensayística, no comouna forma inacabada sino abierta, no conclusiva y no autoritaria. Ladisputa de las direcciones de la modernidad, la ética y la metódica,es el tema que Adorno discute en su reflexión del discursoensayístico, como veremos más adelante. ADORNO, Walter: “El ensayocomo forma”. En: Notas de literatura. Barcelona, Ariel, 1962.
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De conformidad con la vía ética de la modernidad, hubo
una manifiesta tendencia a establecer vínculos entre los
rasgos formales de una clase de textos y los valores
morales implícitos, codificadores de dicha clase. Para
Arenas Cruz: “las clases de textos del Renacimiento se
distinguían unas de otras por la manera en que expresaban
la experiencia humana a través de una forma identificable
que clarificara o descubriera determinados valores.” Los
estudiosos de la poética, durante el Renacimiento, verían
el concepto de clase de textos menos como una
codificación de reglas específicas para una composición
que como un gran sistema epistemológico, una manera de
mirar e interpretar el mundo y expresar dicha visión de
forma más coherente. Es la codificación formal de un
valor moral lo que enfatiza la inclusión y la
experimentación en la actividad artística renacentista,
pues se admitía la cooperación de rasgos procedentes de
clases diferentes con el fin de subrayar la capacidad de
la literatura para comprometer al hombre en una acción
moral.87
87 ARENAS CRUZ, María E.: Op. cit., p.78.
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Esta interpretación de la forma y la proyección moral de
cierta clase de textos, sobrepasa el Renacimiento y puede
funcionar con validez en otras coordenadas espacio-
temporales, a fin de dar a comprender el uso
privilegiado de ciertas formas verbales de comunicación
literaria, que expresan las estructuras cosmovisionarias
a las que pertenecen. Por ser de extrema importancia para
nuestra hipótesis sobre la función cumplida por el
discurso ensayístico ugarteano en el contexto
hispanoamericano, nos extenderemos en este punto
refiriéndonos a otros dos géneros, que tienen una
proximidad con el discurso ensayístico a través del
énfasis en la subjetividad.
3.3.1 La poesía lírica y la autobiografía
Según la interpretación dada por Adorno, “la formación
lírica es siempre al mismo tiempo expresión subjetiva de
un antagonismo social.”88 La obra de Baudelaire ha sido la
88 ADORNO, Theodor: “El ensayo como forma”, p.62.
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primera en registrar palmariamente este malestar, al
escoger como objeto de su reproche “la modernidad como
tal, como lo antilírico en sí, y consiguió la chispa
poética de esa elección gracias a la heroica estilización
del lenguaje.” 89 A partir de este momento, el sujeto
lírico es también un sujeto autónomo, privilegio que
alcanza a unos pocos, al margen de la mayoría que queda
reducida a objeto de la historia. Con todo, la presión de
estos últimos se hace notar, y es así como “una corriente
colectiva subterránea pone fondo a toda lírica
individual”.90 Si ello acontece es porque el sujeto lírico
menta el todo y no una parte del privilegio que significa
dar cuenta de la experiencia histórica.91 Esta
89 Ibídem.90 Ibídem, p.63.91 Adorno pone el ejemplo nuevamente del poeta francés como el másreacio a admitir un empréstito del lenguaje colectivo, no obstante,alguno de sus poemas, consustanciado con la experiencia histórica,da participación a la “subterránea corriente colectiva”. En elámbito hispanoamericano, no presenta muchas dificultades sustituirel ejemplo de Baudelaire por el de Rubén Darío, en particular, y demuchos modernistas, en general. Es preciso aclarar que las“tecnologías del yo”, para usar los términos foucaulteanos, noocurren al margen del problema planteado por la lírica, en cuanto aque ambos enclaves comparten los interrogantes sobre lasubjetividad, a su vez, uno y otro se interceptan en la sociabilidadde sus manifestaciones. V. FOUCAULT, Michel: Las tecnologías del yo y otrostextos afines. Trad. de Mercedes Allendesalazar. Barcelona, Paidós,1990. Debe salvarse, desde luego, que la interpretación social de la
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consustanciación del sujeto lírico y el todo social
funciona de manera análoga en el sujeto ensayístico,
particularmente en lo que se refiere a convertirse en
portavoz de la experiencia histórica colectiva.
De manera correlativa, la proyección intencional de una
forma verbal puede observarse en el caso del género
autobiográfico, tal como lo piensa E. Bruss. Así ,el
compromiso electivo afecta tanto la escritura como la
lectura, como supone E. Bruss al referirse al género
autobiográfico. Por las proximidades genéricas existentes
entre el discurso
ensayístico y el discurso autobiográfico92, tendremos en
cuenta las reflexiones de E. Bruss referidas a la
lírica y del arte en general demanda, para un correcto abordaje, elfuncionamiento del concepto de mediación, tal cual lo razonó laEscuela de Frankfurt. Es necesario, al decir de Adorno, establecerel modo como aparece en la obra de arte el “todo de una sociedadcomo unidad en sí misma contradictoria; en qué límites queda la obrade arte por razón de la sociedad, y en qué rebasa esos límites.”ADORNO, Theodor: “El ensayo como forma”, p.55.
92 Javier Huerta Calvo en su ensayo de una tipología actual de losgéneros literarios incluye la autobiografía dentro del génerodidáctico-ensayístico. GARCÍA BERRIO, Antonio, HUERTA CALVO, Javier:Op. cit.
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determinación de una categoría literaria, en este último
género, que
module los actos de lectura y escritura.93 La tesis de
Bruss implica un desvío de las conocidas definiciones del
género autobiográfico (u otro género) tomando en cuenta
el estilo, la trama o estructura, su valor mimético o
temático. En su lugar propone atender la “fuerza” impresa
en el estilo o modo de construcción de un texto, es
decir, cómo deberíamos esperar “tomarlos”, esto es, de
qué manera afecta al lector. Tal fuerza se deduce del
“tipo de acción que se supone tiene el texto”.
El centro de la tesis de Bruss se ubica en la postulación
de que la literatura es un acto ilocutorio y por lo tanto
posee una dimensión ilocutoria. Ello demanda el
reconocimiento de que, en tanto acto ilocutorio, la
literatura se ve afectada por la existencia de una
“asociación entre un fragmento del lenguaje y ciertos93 La autora se pregunta “cómo existe un género, cómo somos capaces dereconocerlo y responder a los tipos de significado que nos expresa.”BRUSS, Elizabeth: “Actos literarios”. En. Suplementos Anthtropos, n.29, dic.1991, p.62
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contextos, condiciones e intenciones”. En el medio del
valor genérico se encuentran los papeles jugados tanto
por el autor y el lector y los usos a los que se somete
el texto. Para que un acto literario se plasme en un
género, “los papeles y propósitos que lo componen deben
ser relativamente estables dentro de una comunidad
particular de lectores y escritores.”94 Sin embargo, y en
punto a los discursos argumentativos, no existe un acto
de habla llamado “persuasión”, lo más que se puede llevar
a cabo es un intento de persuasión por medio de ciertos
actos de habla, como promesas, aserciones, preguntas,
etc.95, estrategias, en fin, que fueron previstas por la
retórica.
Para E. Bruss, el género se define como una institución,
en cuanto a que, gracias a la institución, ciertos
acontecimientos de la experiencia adquieren dimensiones
perdurables y otra serie de experiencias adquiere
significado, formando una sucesión inteligible. “Una
94 Ibídem, p.64.95 DIJK, Teun A. van: “La pragmática de la comunicación literaria”,p.183.
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institución literaria -dice Bruss- debe reflejar y
enfocar hacia alguna
necesidad y sentido de posibilidad lógica en la comunidad
a la que sirve, pero, a la vez, un género ayuda a definir
lo que es posible y a especificar los medios apropiados
para encontrar una necesidad expresiva.”96 Bruss considera
factible especular sobre ciertas condiciones culturales
que alientan la identidad individual, sin embargo las
concepciones de la identidad individual están
“articuladas, ampliadas y desarrolladas” en una
institución como el género autobiográfico. En tal
sentido, el género ensayístico también ha sido alentado
por ciertas condiciones culturales, y gracias a él ha
sido posible plasmar articuladamente determinados tópicos
discursivos, imposible de hacerse a través de otro
género.
96 BRUSS, Elizabeth: Op. cit., p.64.
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4. Plano recepcional
4.1 Una ontología de la alteridad
La función predominantemente humanista de la prosa
ensayística puede estimarse en la preponderancia que
adquiere el receptor. Hemos dejado establecido,
anteriormente, que un primer principio metodológico es la
consideración del enunciado como respuesta a otros
enunciados. Un segundo principio de similar trascendencia
lo constituye una ontología de la alteridad, o sea la
orientación del enunciado hacia un destinatario, que
determina, en última instancia, la composición y estilo
del enunciado. La selección de procedimientos de
estructuración y la selección de los recursos
lingüísticos dependen de la prefiguración que el hablante
o el escritor tenga del destinatario, lo que a menudo
aporta cierto dramatismo interno al enunciado, como por
ejemplo en los géneros retóricos. En palabras de Bajtín:
El problema de la concepción del destinatario deldiscurso (cómo lo siente y se lo figura elhablante o el escritor) tiene una enorme
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importancia para la historia literaria. Para cadaépoca, para cada corriente literaria o estiloliterario, para cada género literario dentro deuna época o una escuela, son característicasdeterminadas concepciones del destinatario de laobra literaria, una percepción y comprensiónespecífica del lector, oyente, público, pueblo.97
El género, pues, se define también en su relación con el
destinatario, sobre todo si se trata de un género
argumentativo, en el cual resultan de suma relevancia las
características psíquicas y sociales del receptor.98 La
importancia de la concepción del lector o público
señalada por Bajtín se ha visto corroborada dentro de la
crítica de los géneros: Guillén, Todorov y Frye, entre
97 BAJTÍN, Mijaíl, M.: “El problema de los géneros discursivos”, p.289.
98 No debe olvidarse que Aristóteles había clasificado los ‘genera’ apartir de los receptores. Recordemos el pasaje: “De la oratoria secuentan tres especies, pues otras tantas son precisamente las deoyentes de los discursos. Porque consta de tres cosas el discurso:el que habla, sobre lo que habla y a quién y el fin se refiere aéste, es decir, al oyente. Forzosamente el oyente es o espectador oárbitro, y si árbitro, o bien de cosas sucedidas o bien de futuras.Hay el que juzga acerca de cosas futuras, como miembro de laasamblea; y hay el que juzga acerca de cosas pasadas, como juez;otro hay que juzga de la habilidad, el espectador, de modo quenecesariamente resultan tres géneros de discursos en retórica:deliberativo, judicial, demostrativo.” ARISTÓTELES: Retórica,1358a37-1358b8.
83
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otros, cada uno desde ángulos propios.99 Frye integra a
los radicales de presentación, la ficción, entendida como
toda página impresa100, es decir, el género en el que la
palabra es dirigida al lector por medio del libro. La
ficción, en última instancia, consiste en la manera como
el escritor realiza la proyección imaginaria de sí mismo
como héroe frente a un público, ambos inexistentes en99 Frye lo afirma sin ambages: “la base de la crítica genérica esretórica, en el sentido de que el género se determina por lascondiciones que se establecen entre el poeta y su público.” FRYE,Northrop: Op. cit., p.324. El cuarto cauce de presentación de Guillénencuentra su fundamento, entonces, en la relación creador-público.
100 Claro está que aquí debe necesariamente salvarse el significado queFrye le atribuye al vocablo ficción de lo que corrientemente se haentendido por él. Frye apela al término ficción, como él mismo loreconoce, arbitrariamente, para describir el género de la páginaimpresa. Poseemos los nombres de los géneros orales pero no el delescrito. Ibídem, p.326. También Frye recurre al término derivado deficcional como opuesto al temático, pero que de ninguna manera escoherente con la anterior acepción de ficción y ello en razón de queficcional alude a la literatura en la que hay personajes internosademás del autor y del público. En el glosario final de sumonumental obra, Frye define temática del siguiente modo: “Serefiere a obras literarias en que no hay más personajes implicadosque el autor y su público, tal como ocurre con la mayor parte de lospoemas líricos y con los ensayos, o con obras literarias en las quelos personajes internos están subordinados a una trama que estableceel autor, tal como ocurre con las alegorías y las parábolas; loopuesto a lo ficcional.” Ibídem, p.487. Entendemos que si seprescinde del derivado ficcional, por su incoherencia, el términoficción para Frye se conjuga con su definición de literaturatemática en el género ensayístico. Ello en virtud de que el radicalde presentación de este género es escrito y omite cualquierincorporación de personajes entre el autor y su público, además deenfatizar el aislamiento de la personalidad del escritor y lanitidez de su visión. Asimismo el escritor “puede dedicarse a ser el
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tanto tales, pero de inexcusable presencia para no
convertir la “escritura en alocución directa o escritura
discursiva inmediata”, lo que llevaría inevitablemente a
la desaparición del acto literario.101 Según esta
concepción la obra literaria existiría
gracias a la relación, cualquiera sea la clase, entre el
creador y su público. Aunque los requisitos originales
del público se sustituyeran, no se alteraría la relación.
4.1.1 La estructura dialógica
Al final de la Antigüedad clásica, al margen de aquellos
géneros serios (epopeya, tragedia, etc.) fueron surgiendo
otros tipos de discursos, que estaban agrupados bajo lo
que los antiguos llamaron lo “cómico-serio”.102 Bajtín
atribuye las siguientes notas relevantes a los géneros
vocero de su sociedad” lo que significa que el poder expresivo queestá latente en la sociedad se llega a articular en él.. La primeraactitud, en general, engendra los poemas y los ensayos y la segunda,una poesía educativa en el más amplio sentido, pero no habría razónalguna para no considerarla una actitud que engendre ensayos.Ibídem, p.80
101 Ibídem. p. 78-9.102 BAJTÍN, Mijaíl, M.: “El problema de los géneros discursivos”,p.151.
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cómico-serios: 1) una novedosa actitud hacia la realidad,
fundada en la actualidad de la comprensión, valoración y
tratamiento de la misma, 2) base concientemente
experimental y libre invención; 3) actitud crítica hacia
la tradición; 4) mezcla de estilo y de voces; 5) uso de
géneros intercalados (cartas, manuscritos encontrados,
diálogos narrados, citas con acentuación paródica). Por
lo visto, desde el punto de vista de la tradición de las
literaturas europeas, la actitud ensayística, está
presente seminalmente en aquellos géneros cómico-serios
de la antigüedad. Para Bajtín, en el desarrollo de la
novela y la “prosa literaria en general”, la importancia
del “diálogo-socrático” y la “sátira menipea” es muy
grande.103
Ahora bien, a fin de intentar la verificación de nuestras
hipótesis, convendría ocuparnos de los diálogos
socráticos. Este género, muy difundido en su época, fue
practicado por Platón y Jenofonte, amén de otros
escritores de cuyas obras no quedan rastros. En la raíz
103 Ibídem, p.154.
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misma de la comunicación de ideas -principalmente en
Sócrates y Platón- subyace el principio de que todo
pensamiento debe transformarse en lenguaje dirigido a
alguien, de modo de dar como resultado “un pensamiento
compartido, esperando el asentimiento o rechazo, pero
creciendo siempre entre aquellos que participaban en
él.”104 La novedad dialógica de ambos filósofos sucedía al
predominio del logos y en franca oposición al lenguaje
dogmático. Dice Bajtín:
El método dialógico de la búsqueda de la verdadse opone a un monologismo oficial que pretende poseeruna verdad ya hecha/.../ La verdad no nace ni seencuentra en la cabeza de un solo hombre sino quese
origina entre los hombres que la buscanconjuntamente en el proceso de su comunicacióndialógica.105
Dos son los principales modos de proceder del diálogo
socrático: la síncrisis y la anácrisis. A través del
104 LLEDÓ IÑIGO, Emilio: “Introducción”. En: PLATÓN: Diálogos. Madrid,Gredos, 1981, p.12.
105 BAJTÍN, Mijaíl, M.: “El problema de los géneros discursivos”,p.155.
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primero se confrontaban diversos puntos de vista sobre
un objeto determinado, esta técnica daba lugar a
diferentes “discursos-opiniones”. Mediante el segundo, en
cambio, se buscaba provocar el discurso del interlocutor,
a fin de que expresara su opinión.106 Así pues, de la
antigüedad clásica, que aprovechó el diálogo con fines
filosóficos, le vendría al ensayo moderno el carácter
dialogal, que desde el punto de vista formal significó la
sustitución de la presencia de la plurivocidad de los
personajes que representan el diálogo, por la
internalización de la matriz dialógica en la voz
autorial. En otras palabras, se perdieron las voces que
se interponían entre el autor y el destinatario en la
exposición y discusión de ideas y permanecieron, no
obstante, las técnicas de la síncrisis y la anácrisis. El
ensayo no tiene como estructura más corriente la forma
dialogal, es cierto, pero conserva aquella fuerza
escrutadora de la verdad sólo asequible mediante el
debate entre interlocutores que identificaba al diálogo
socrático. En un determinado sentido, sería factible
106 Ibídem, p.156.
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deducir la siguiente ecuación -sintética por lo mismo
incompleta-: el ensayo moderno es el diálogo socrático
menos sus personajes. Análogamente, desde el punto de
vista de los procesos formativos de un género, cabría
afirmar que el diálogo socrático es al ensayo moderno lo
que el ditirambo a la dramática, o el cantar de gesta a
la novela.
A juzgar por lo expuesto, existiría una fuerte relación
entre la filosofía de la antigüedad y el ensayo moderno
en la base común del diálogo socrático, aunque no sólo en
ello se agotaría la procedencia antigua, con la
diferencia que el ensayo conservó lo que la filosofía de
la antigüedad perdió en el transcurso de su historia: el
pensamiento compartido. La filosofía que nació ensayando,
en el sentido lato de su significado, es decir probando
nuevos caminos, se escindió de su originaria técnica
dialogal cuando se convirtió en sistema.107 Quizás ayude a107 “El encuentro con el pensamiento tenía que darse allí donde elpensamiento se 'encontraba': en el ágora, en las calles, en losgimnasios, en la absoluta publicidad de un pensamiento compartido.Tendrían que pasar siglos para que el pensamiento se hiciesesubjetividad, monólogo, para que se sintiese a la naturalezadistante y al individuo ajeno.” LLEDÓ INIGO, Emilio: Op. cit., p.37-8.
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comprender mejor la relación entre filosofía y ensayo, lo
que Julián Marías ha escrito:
La filosofía se expresa /.../ en un cierto géneroliterario, y hay que insistir en que antes de esaexpresión no existía sino de forma precaria y másbien sólo como intención y conato. La filosofíaestá, pues, intrínsecamente ligada al géneroliterario, no en que se vierte, sino -diríamosmejor- se encarna.108
4.1.2 La dialéctica
Ahora bien, si el método discursivo se define
fundamentalmente por las circunvalaciones en torno a un
objeto, al cual bordea con distintos enfoques hasta
cercarlo, poniendo en evidencia su naturaleza multiforme,
no habría nada más próximo a aquél que los procedimientos
cognocitivos del “diálogo socrático”. Platón, el mayor
exponente del diálogo socrático, buscaba que el
pensamiento fuese el producto de la confrontación y la
108 MARÍAS, Julián: “Los géneros literarios en filosofía”. En: Obras deJulián Marías. Madrid, Revista de Occidente, 1959, t. IV, p.9.
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discusión, y el “convertir el discurso en habla, el
supuesto conocimiento en opinión, y situar, detrás de
todo lo dicho la ineludible forma de una duda.”109 El
ensayo moderno va a descartar el abordaje directo y
sistematizado de cualquier objeto examinable.110
El diálogo socrático contaminó ciertos géneros
discursivos de la antigüedad clásica, mientras que la
disputa en la Edad Media será su más cercana
descendencia, de manera que el procedimiento discursivo -
esto es, la contraposición de opiniones-, encontrará
refugio en un variado conjunto de expresiones filosóficas
y literarias medievales. Las estructuras dialécticas se
conservan aunque su utilidad haya variado
sustancialmente.
109 LLEDÓ INIGO, Emilio: Op. cit., p.16.110 “De cien carices –escribía Montaigne- que cada uno ofrece, escojouno ya para acariciarlo solamente, ya para deflorarlo, a veces parapenetrar, hasta la médula; reflexiono sobre las cosas no conamplitud, si no con toda la profundidad de que soy capaz, y las másde las veces tiendo a examinarlas por el lado más inusitado queofrecen. /.../ varío cuanto bien me place, entregándome a una y a laincertidumbre/.../.” MONTAIGNE, Michel: Op. cit., t. I, p. 397-8.
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El enfoque- escribe Deyermond- de la cuestiónen los términos de un combate cuerpo a cuerpoviene corroborado por la importancia concedidaa la lógica o dialéctica en el sistemaeducativo medieval; se
creía, en efecto, que del encuentro de dosadversarios brotaría la verdad. La disputaescolástica, discusión que requería granhabilidad por parte de dos defensores deproposiciones contrapuestas, y que constituía,por otra parte, no solo un instrumentoformativo, sino un medio para discutir losproblemas de trascendencia para la vida real,recibió su estructura de la lógica, recurriendoa la retórica por lo que a cuestiones detécnica se refiere.111
Como es sabido, la disputa escolástica, cuya procedencia
se remonta al método filosófico de Sócrates, Platón y
continuado por Aristóteles, nutrió gran parte de la
literatura medieval. Los poemas de debate, por ejemplo,
están compuestos por formas dramatizadas que ponen de
relieve la contraposición de dos puntos de vista sobre
una misma cuestión y se ocupan de tópicos teológicos, la
111 DEYERMOND, A. D.: Historia de la literatura española. La Edad Media. Barcelona,Ariel, 1973, t.1, p.137.
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naturaleza social, etc. La Edad Media trae al cauce
rastreado una gran novedad: la necesidad didáctica.
Mientras que en la antigüedad el método discursivo
cumplía la función de desentrañar la verdad, en la Edad
Medía a tal finalidad se le adiciona un profundo sentido
moralizante. Los géneros de la literatura escolástica,
brotados del imperativo didáctico, prohíjan en un primer
período pequeños tratados dialécticos, monografías
filosóficas en forma de diálogo, etc. Por otra parte, de
mayor relieve resulta ser la literatura de las
cuestiones, de la cual se destacan dos tipos: las
‘questiones quodlibetales’ y las ‘questiones disputatae’.
La literatura de las cuestiones tiene particular
relevancia para Francisco Maldonado de Guevara, quien
observa que el ensayo como género formal moderno procede
del ‘quodlibeto’ medieval.112
Asimismo P.Villey, según refiere Auerbach en Mimesis113,
demostró que la forma del ensayo de Montaigne proviene de
las colecciones de ejemplos, citas y proverbios. En este112 PICAZO, Alfredo: op.cit., p.104.113 AUERBACH, Erich: Op. cit., p.274.
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punto convendría detenerse por la importancia que reviste
la tesis de P.Villey para nuestras hipótesis. El
‘exemplum’ es un término procedente de la antigua
retórica y Aristóteles lo definió como una historia
inserta a modo de testimonio. A su vez, lo que para
Aristóteles fueron aforismos en su Retórica, para
Quintiliano fueron sentencias. Las primeras recolecciones
de ejemplos y sentencias comenzaron en el período clásico
latino, pero adquirirán esplendor durante la Edad Media.
El auge medieval, sobre
todo, de las sentencias, que, según Curtius114, no sólo
eran fuente de conocimiento, sino también tesoro de
sabiduría estaba en relación directa con el prestigio de
los autores.
Las sentencias y los ejemplos serán incorporados a los
sermones medievales como técnicas ilustrativas de la
prédica, así como también constituían una manera
atractiva de captar la atención de los destinatarios.
114 CURTIUS, Ernst Robert: Literatura europea y edad media latina. Trad. deMargit Frenk Alatorre y Antonio Alatorre. México, Fondo de CulturaEconómica, 1955, p.92.
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Tanto la retórica clásica como la diatriba influyeron en
el sermón cristiano, al que puede considerarse como un
género dialogizado interiormente. En lo que respecta al
proverbio, puede decirse que es una idea general que
elige una de “sus muchas singularizaciones posibles.”115 Si
se analiza con detenimiento, los ejemplos, las sentencias
y los proverbios operan auxiliarmente dentro de la
estructura donde se los incorpora. Bien podría
relacionarse este procedimiento con el recurso de la
adición del ensayo, cuando se sirve del reservorio
cultural en busca de ideas ajenas de gran autoridad, al
insertar ejemplos ilustrativos o experiencias
individuales con valor general.
Por su lado, Bajtín afirma que la estructura dialogizada
de la sátira menipea sobrevive en el medioevo en las
disputas, debates, dichos, etc.116 Es de sumo valor la
constancia de esta actitud dialogal antigua en el
transcurso de la Edad Media, en razón de que su
desplazamiento hacia el Renacimiento desembocará en la115 BOUSOÑO, Carlos: Op. cit., p.301.116 BAJTÍN, Mijaíl M.: “El problema de los géneros discursivos”, p.191.
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forma ensayística propiamente dicha.117 Pero esta actitud
dialogal sufrirá una singular reorientación: mientras que
en la Antigüedad el diálogo -en tanto que búsqueda de la
verdad- ponía en juego, por lo menos, a dos personajes,
en el medioevo se tornará internalizado hacia una
comunicación con el hombre mismo. Es probable que en
esta transformación se oculten los rudimentos de la gran
exhibición egotista del Renacimiento.118
4.2 La recepción en lengua hispana de un nuevo discurso
Cuando se trata de examinar la prosa ensayística son
numerosas las dificultades con las que se puede
enfrentar, entre ellas, la naturaleza, aparentemente, tan
117 Auerbach describe así el carácter dialogal del ensayo: “[hablandode Montaigne] A veces repite ideas importantes para él, a menudo enversiones nuevas, trazando un cuadro nuevo, de suerte que elpensamiento irradia en todas direcciones. Son rasgos más propios dela conversación (desde luego, entre hombres ricos en ideas y dotadosde facultad expresiva) que de un libro de contenido teórico; secreería que, para alcanzar un efecto semejante, son imprescindiblesel acento, el gesto, y el acaloramiento recíproco que unconversación agradable promueve. Pero Montaigne, solo consigo mismo,encuentra en su pensamiento bastante vida y, por así decirlo,bastante calor corporal para escribir como si estuviera hablando.”AUERBACH, Erich: Op. cit., p..270.
118 V. la nota 58 de este capítulo.
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poco asible de su forma. Esta dificultad ha inducido a
la crítica a abordar el ensayo por el acceso de su
significado etimológico y su campo semántico, creyendo de
tal modo pisar terrenos más seguros, al respaldarse en la
autoridad de los diccionarios. En gran parte de los
estudios sobre el discurso ensayístico, hay un apartado
reservado al término “ensayo” que se ocupa de la
etimología y los diversos significados. No por
considerarlo superfluo evitaremos ocuparnos del asunto,
sino que por estar tan detalladamente estudiado remitimos
a los tratados ya señalados. Es de nuestro interés, sin
embargo, evaluar hasta qué punto estos procedimientos nos
acercan a una idea aproximada del ensayo, o mejor
todavía, hasta dónde el casillero reservado al ensayo, en
el diccionario, define algunos de los rasgos
constitutivos del mismo.119
119 ? Coincidimos con Arenas Cruz cuando declara que “uno de loscaminos para trazar el proceso por el que la palabra ensayo seconvierte en la denominación de una categoría de textos es lainvestigación de la historia de sus acepciones en los principalesdiccionarios y enciclopedias de Europa.” ARENAS CRUZ, María Elena:Op. cit., p.91..
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Jorge Pérez U. examina el vocablo a través de los
diccionarios más prestigiosos de la lengua española.
Según lo admite, se vio impulsado a esa tarea después de
haber advertido que, al menos en España, la palabra
“tenía casi tantas definiciones cuantos eran los autores
que del ensayo trataban” y “que, por tanto, el grupo de
los llamados ensayistas se podía la ampliar o reducir de
acuerdo con esa definición”.120 Es conveniente tener en
cuenta estas dos preocupaciones del autor, sobre todo la
segunda, como antecedente para la elaboración de una
definición más precisa, que sirva operativamente para
clasificar (y clarificar) el discurso ensayístico.
Sebastián de Covarrubias en su edición de 1611 del Tesoro
de la Lengua recogía el vocablo atribuyéndole tres
acepciones diferentes: a. falsedad, mentira, embuste; b.
prueba de algún acto público (por ejemplo torneos); c.
prueba realizada por los comediantes.. En 1726 en el
Diccionario de la lengua castellana aparece la variante “ensaye”
120 PÉREZ U., Jorge: Op. cit., p.96.
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referida al examen de metales y en lo que respecta a
“ensayo” su significado
se liga al reconocimiento o inspección. Por su lado,
Jorge Pérez U. transcribe los datos aportados por el
Diccionario de autoridades, aludiendo al testimonio de Fraile
Luis de León y Pedro Manero, que insiste en ver al ensayo
como una inspección y reconocimiento. J. Corominas, en su
Diccionario crítico-etimológico de la lengua castellana, dice que es una
obra literaria didáctica ligera y provisional.
De manera que, para Jorge Pérez U. y según los
diccionarios más corrientes, seis serían los rasgos más
característicos del ensayo: 1. Brevedad; 2.
Informalidad, falta de aparato científico, 3. Agilidad de
estilo; 4. Selección en ese estilo, estilo literario; 5.
Modernidad: principios del siglo XIX; 6. Didactismo.
Paralelamente Jorge Pérez U. analiza 27 obras que fueron
llamadas “ensayo” por sus autores entre los años 1778 y
1881 y concluye que algunas de las notas atribuidas por
aquellos diccionarios no se compadecen con la
bibliografía compulsada. En efecto, la brevedad, la
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informalidad, la agilidad de estilo, por tomar algunas de
las cualidades, no son propias de las obras revisadas
entre 1778 y 1881, por el contrario, la extensión, los
planes orgánicos, las pruebas científicas (dentro de las
posibilidades de la época) son las notas más relevantes.
Las acepciones coinciden en el valor didáctico atribuido.
De ahí que el autor arriesgue una definición del ensayo
en España con validez para dicho periodo: “Escrito en
prosa, de extensión variable, con tema científico,
filosófico o literario, cuyo estilo es castizo por lo
general y muchas veces ameno y fluido, y cuya finalidad
casi siempre es didáctica.”121
Tal definición del ensayo es de mucha utilidad, máxime
si se considera el rigor con que se la elabora, ya que
121 Ibídem, p.112. Para Arenas Cruz, J. Pérez U. incurre en un erroral establecer ciertos rasgos del ensayo vigentes entre 1778 hasta1881 y lo atribuye al hecho de que Pérez U. extrae estas premisas dela lectura de obras que no son propiamente ensayísticas, al menosdesde la perspectiva que la propia investigadora lo toma. V. ARENASCRUZ María Elena, Op. cit., p.96, nota 139. En favor de Pérez U.digamos que como idea -no definición-, la conclusión a la que arribaes correcta, pues entre tales extremos cronológicos el conceptosirvió para designar no un género, sino un paradigma cognitivo. Porlo demás los rasgos generalmente atribuidos al ensayo, en losdiccionarios consultados, se corresponden con la ensayística dematriz francesa.
100
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los alcances del concepto operan durante un siglo y algo
más. Restaría proseguir la tarea hacia atrás y luego
hacia delante, es decir, qué podemos entender por ensayo
antes de 1778 y qué nuevas acepciones -si las hubo-
incorporó el término después de 1881, sino con el afán de
obtener una definición operativa. En tal
sentido, desde una perspectiva anterior a 1778, se
produce un acontecimiento singular para la historia
cultural de lengua hispana: Diego de Cisneros, el ex
Carmelita descalzo, traduce el primer libro de los Essais
de Montaigne entre los años 1634 y 1636.122 Paralelamente
al interés que encierra este acontecimiento en la
historia del ensayismo hispánico, conviene destacar el
modo como Cisneros interpretó los escritos del autor
francés traducido, que no dejan de contener germinalmente
una definición del ensayo, a juzgar por el título con
el que dio a conocer su versión: Experiencias y varios discursos de
Miguel, señor de Montaña. Dice al respecto Juan Marichal:
122 Según Marichal, habría que tener por el primer traductor español deMontaigne a don Baltasar de Zúñiga, el primer ministro de Felipe IV.MARICHAL, Juan: Teoría e historia del ensayismo hispánico, p.64.
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El término essai no se prestaba entonces a sertraducido por su equivalente literal ensayo, yCisneros se inclinó en un principio por lacombinación de propósitos y experiencias para eltítulo, y en el texto mismo tradujo essais por pro-pósitos. Más tarde, quizá por influjo deQuevedo, que había traducido essais por discursos,cambió el título tachando la palabra propósitos yañadiendo varios discursos, mientras en el textosustituyó casi siempre propósitos por experiencias.123
Quevedo en “Nombre, origen, intento, recomendación y
decencia de la doctrina estoica”, un escrito en defensa
de Epicuro, publicado en Madrid en 1635, había traducido
essai por “ensayo y discurso”.124 Dicho sea de paso, le cabe
a Quevedo ser el primer escritor español que citó a
123 Ibídem, p.70. Marichal ha llamado la atención sobre el acierto dela traducción de Cisneros, que implicó una verdadera interpretacióncondensada de la obra de Montaigne. Ibídem. En el mismo sentido,Arenas Cruz admite que los traductores y comentadores de Montaigneestablecieron con la interpretación del título algunos de loselementos básicos (pragmáticos, formales y de contenido) de lo “queiba a convertirse en una clase literaria, es decir, en un modelo queorientará los principios de producción y de recepción de undeterminado tipo de textos.” La afirmación se basa en el modo comose constituye históricamente toda clase de textos, esto es, a partirde las relaciones entre el régimen autorial y el régimen lectorial.De esta tesis nos ocuparemos seguidamente. ARENAS CRUZ, María Elena:Op. cit., p.91.
124 Escribe Quevedo: “Dará fin a esta defensa la autoridad que enfrancés escribió y se intitula Ensayos o Discursos libro tangrande /.../”. Cit. por CABALLO PICAZO, Alfredo: op. cit., p.99.
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Montaigne. En general los escritores del siglo de oro
español introdujeron dentro de un mismo campo semántico
los términos ensayo y discurso. La traducción de
Cisneros, no obstante, subrayará dos características
fundamentales de la génesis del ensayo: el valor asignado
a la experiencia y la discursividad.125 El ex Carmelita,
en tanto traductor “traicionó” a la lengua original, en
cambio como lector, la recepción no pudo ser más ajustada
a las estrategias compositivas de los Essais. Montaigne en
la afirmación de su individualidad, se valió
de la experiencia personal, poniéndose a sí mismo como
objeto de reflexión y encontró en el discurrir
conceptual, generalmente sinuoso y libre, la forma de su
expresión. En consecuencia, una primera delimitación del
término demanda considerar el procedimiento discursivo y
el carácter experimental de esta prosa. Pero al mismo
tiempo pone de manifiesto el régimen lectorial imperante
al momento de producirse la traducción de Cisneros, quien
125 MARICHAL, Juan: Teoría e historia del ensayismo hispánico, p.71.
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lejos de dar cuenta de la originalidad del término ensayo
lo desliza hacia la idea conocida de discurso.
5. El plano referencial
5.1 La verosimilitud
Sobre el discurso ensayístico caerá la sospecha de
impostar la verdad, imputación que ya pesaba sobre la
retórica, desde la crisis filosófica del Renacimiento, o
desde mucho antes, en tiempos en que Platón pretendía
reducir la retórica a la moral126, a lo que Aristóteles
opondrá el interés de comprenderla en su propia
naturaleza, es decir en su valor instrumental. Puesto que
el género de prueba más acorde a la elocuencia es lo
126 Platón en el Fedro plantea: “He aquí lo que yo he oído sobre eso,querido Sócrates, que el que tiene la intención de ser orador nonecesita aprender lo que en realidad es justo sino lo que parecejusto a la multitud, que es precisamente la que juzgará; ni lorealmente bueno o hermoso, sino lo que lo parece; porque es laapariencia la que produce la persuasión, no la verdad.” PLATÓN:Fedro o de la belleza. Trad. María Araujo. Madrid, Aguilar Monte Ávila,1992, 260a. El “arte de bien decir” podía liberarse del cuidado de“decir la verdad”, como sostiene Ricoeur, quien, además, caracterizala retórica conforme al poder que engendra el conocimiento de losefectos de la persuasión: “el poder de disponer las palabras sin lascosas; y de disponer de los hombres disponiendo de las palabras.”RICOEUR, Paul: La metáfora viva. Trad. Graziella Baravalle. BuenosAires, Ediciones Megalópolis, 1977, p.17.
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verosímil y no lo necesario, la retórica forma parte de
la ‘doxa’ y no de la ‘episteme’. El racionalismo
cartesiano, el empirisimo y la lógica formal
axiomatizable impusieron la norma universal de la
demostración científica frente a la cual, la especulación
retórica-argumentativa carecía de cualquier estimación
gnoseológica. Pero también la procedencia retórica,
especialmente por el componente pragmático (vehículo de
aplicaciones prácticas), privó al discurso ensayístico de
la posibilidad de ser reconocido como un discurso propio
de la institución literaria.
Al ocuparnos de la retórica no hemos aludido a ella en
tanto depósito de figuras y tropos, sino que nos ha
interesado aquella concepción amplia que la articula con
la
105
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filosofía.127 Pero, desde Gorgias hacia el año 427, hubo
una innovación al priorizarse el efecto poético-musical
mediante el aprovechamiento de la homofonía. La retórica
se transformó en “ciencia del estilo, en técnica
literaria”. En cualquiera de sus estadios, sin embargo,
quedó establecido que la retórica se orientaba no hacia a
la verdad, sino lo verosímil.128
El discurso ensayístico, al igual que el modelo retórico,
se funda en lo verosímil y no en la verdad. La búsqueda -
de la verdad es atributo de la filosofía y la ciencia, lo
verosímil, en cambio, está sujeto a las contingencias, y
precisamente en el ensayo es donde más palpable se hace
esta concepción. Por sus fines y por sus métodos el
ensayo no alcanzaría el estatuto de ciencia, como tampoco
127 “La retórica muere cuando el gusto por clasificar las figurassuplante totalmente al sentido filosófico que animaba al vastoimperio retórico, mantenía unidas sus partes y ligaba el todo alorganon y a la filosofía primera.” Ibídem, p.16.
128 Dice Granero: “El conflicto entre la Filosofía y Retórica quedasolucionado con el tratado eminentemente filosófico-científico deAristóteles. Retórica y dialéctica marchan a la par; la facultadque conoce lo verdadero ( filosofía-ciencia) es la misma queconjetura lo verosímil ( Retórica y Dialéctica)” GRANERO, Ignacio:“Introducción”. En: ARISÓTELES: El arte de la retórica. Buenos Aires,Eudeba, 1970, p.19.
106
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lo es por su lenguaje connotativo -la palabra
ornamentada-, no obstante, merced a su gran poder de
intuición, con frecuencia se lo puede considerar el
anticipo de algunas ciencias. Este parentesco, entre el
discurso ensayístico y el discurso teorético proviene de
aquella unidad indiferenciada que conformaban el arte y
la ciencia hasta el Renacimiento. Ambos discursos
hallaron en la palabra un medio para el conocimiento, y
cuya fuente común podría fijarse en la retórica. En el
discurso ensayístico se busca armonizar lo que Lukács
presenta como puntos enfrentados: “en la ciencia obran
sobre nosotros los contenidos, en el arte las formas”. De
tal suerte que la conjunción de ambos constituiría el
fundamento de esa clasificación que se le atribuye:
literatura de ideas.
Otro aspecto que coadyuva a delimitar los campos del
discurso teorético y el discurso ensayístico, estriba en
la “autonomía de la exposición”, consecuencia directa de
su método discursivo tanto como intuitivo. Cuando
Montaigne constata para sí que sus páginas ensayísticas
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“no son sino las divagaciones de un hombre que sólo ha
penetrado de las ciencias la parte más superficial”,129
dice verdad a medias. Esto es así, pues, recurre a la
modestia, que modula gran parte de su prosa, a pesar de
lo cual no puede dejarse de reconocer que Montaigne logra
penetrar mas allá de la superficie científica
cuando somete a experimentación su individualidad. En
todo caso, el autor de los Essais reemplaza la
sistematización científica por una ordenación estética.
De acuerdo con lo expuesto, al ensayista lo atrae
especialmente todo lo de universal que una experiencia
humana individual contenga. La observación de tales
fenómenos los expone al mismo tiempo que los piensa, en
cambio, el científico, el tratadista procuran la
investigación, la ordenación y la comunicación de “las
más públicas de las experiencias humanas”.130 De ahí que
corra a cuenta del ensayo la captación de pluralidades,
equilibrando con profundidad lo que perdió en rigor.
129 MONTAIGNE, Michel: Op. cit., t. I, p.169.130 HUXLEY, Aldous: Literatura y ciencia. Trad. de Rubén Masera. BuenosAires, Sudamericana, 1964, p.11.
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Claudio Maíz. EL ENSAYO: ENTRE GENERO Y DISCURSO.
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5.2 La persuasión
Aristóteles determinó el objeto de la retórica del
siguiente modo: “Por consiguiente, que no es de ningún
género definido la retórica sino como la dialéctica, y
que es útil, resulta evidente, y que no es su misión persuadir,
sino ver los medios de persuadir que hay para cosa particular /.../.”131
Los límites que Aristóteles le impone al objeto de la
retórica devienen de la necesidad de salvaguardar la
misma de la adulación y la seducción: cada caso o
circunstancia determinan aquello que sirve a la
persuasión. Dicho en otras palabras, la retórica no es el
arte de persuadir desentendida de la materia que trata.
Esta preocupación por el contenido de la persuasión
remite al problema de la verdad y la verosimilitud,
fundamentos de la Filosofía y de la Retórica,
respectivamente. La Retórica trabaja a partir no de lo
verdadero sino de la conjetura, en consecuencia sus
resultados pasan a formar parte del orden de la ‘doxa’.
131 ARISTÓTELES, Retórica, 1355b 9-12. Las cursivas son nuestras.
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Claudio Maíz. EL ENSAYO: ENTRE GENERO Y DISCURSO.
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La Retórica de Aristóteles es, en última instancia, un
tratado descriptivo de los diversos modos de persuadir.
Pero de todos ellos el que más nos ocupa es el “adorno”,
que contribuye a “triunfar de los contrarios- como dice
Quintiliano- porque los que oyen con gusto están atentos,
y se persuaden mucho antes, y por lo común se dejan
llevar del deleite y aun la admiración arrebata.”132 La
persuasión en el ensayo se haya subordinada, atendiendo
aquella preocupación aristotélica en cuanto a la
responsabilidad del orador en la ‘elocutio’, a las
imposiciones de la argumentación en tanto soporte
estructural del género.
La retórica persuasiva- dice N. Frye- esliteratura aplicada o el uso del arte literariopara reforzar el poder de una argumentación. Laretórica argumental actúa sobre los oyentes deuna manera estática, induciéndolos a admirar supropia belleza o ingenio; la retórica persuasivatrata de inducirlos, de una manera cinética, a
132 QUINTILIANO, M. Fabio: Instituciones oratorias. Trad. de IgnacioRodríguez y Pedro Sandier. Buenos Aires, Joaquín Gil, 1944, p.350.
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adoptar una línea de acción. Una articula laacción, la otra la manipula.133
La “retórica ornamental” está integrada por tópicos y
figuras que pueden detectarse fácilmente en el género, la
“retórica persuasiva”, sin embargo, presenta mayores
dificultades en la fijación de las estrategias de las
que se vale. Si bien ambas suelen coexistir en un plano
de igualdad dentro de un texto, se ven afectadas por una
notable diferencia: la carga intencional de la retórica
persuasiva ausente en la ornamental. O, lo que es lo
mismo, lo cinético y lo estático- en palabras de Frye -
que caracteriza a cada una. Hans Jauss ha aludido, por su
lado, al “descubrimiento del aspecto sensorial del
lenguaje” y “la teoría de la eficacia del discurso”134,
como otro de los puntos de partida de la génesis de la
experiencia estética, cuando se refiere a la famosa
defensa de Helena que hace Gorgias. 135
133 FRYE, Northrop: Op. cit., p.322.134 JAUSS, Hans: Experiencia estética y hermenéutica literaria. Ensayos en el campo de la
experiencia estética. Trad. Jaimes Siles y Ela M. Fernández. Madrid,Taurus, 1982, p.64.
135Allí Gorgias afirmaba que: “La palabra es un poderoso soberano, quecon un pequeñísimo y muy invisible cuerpo realiza empresasabsolutamente divinas. En efecto puede eliminar el temor suprimir
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La actitud dialogal, es decir, el tono conversacional que
despoja al discurso de cualquier violencia semántica, es
una de las estrategias más hábilmente persuasivas. La
antigua retórica dotó al género ensayístico de la fa-
cultad de construir su discurso fundado en la
verosimilitud, más que en la verdad sometida al estatuto
demostrativo.
Para mayor abundamiento, durante el período renacentista,
adquirió derecho propio la lógica del ‘sensus communis’
(‘lógica probabilium’) frente a la lógica demostrativa
(‘logica veritatis’).136 Por lo mismo, el ensayo adquiere
una autonomía de exposición, pues se quiebra la identidad
entre la exposición y la cosa tratada, lo que libera la
posibilidad de obrar sobre el discurso mismo. El límite
de esta libertad lo impone el hecho de no desvincularse
totalmente del mundo extralingüístico, puesto que de ser
tristezas, infundir alegría, aumentar la compasión /.../ La fuerzade la sugestión adueñándose de la opinión del alma, la domina, laconvence y la transforma como por una fascinación.” GORGIAS:Fragmentos y testimonios. Buenos Aires, Aguilar, 1966, p.87.
136 JAUSS, Hans Robert: Op. cit., p.64.
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así, la condición aseverativa se transformaría plenamente
en fígurativa.
5.2.1 La emotividad del lenguaje
El discurso literario y el científico han sido
diferenciados, en virtud de que el primero practica un
uso “emotivo” del lenguaje, en tanto que el científico se
caracteriza por su peso en lo referencial. Se ha
acentuado el aspecto semántico en la diferenciación de
campos, al afirmar que el lenguaje poético se destaca por
su pluralidad de significados añadidos, reservando a la
ciencia la producción de un discurso unívoco.137 Por su
parte, Roland Barthes ha sostenido una valor más social
de las distinciones, puesto que, a su juicio, “la
institución determina de manera directa la naturaleza
del saber humano”, de ese modo sería la sociedad la que
fijaría el estatuto de la ciencia y la literatura.
Ciencia y literatura se hallarían, pues, obligadas a la
utilización del lenguaje, sin embargo, “/.../si bien es137 En este punto seguimos a José Jiménez. JIMÉNEZ, José: Imágenes del
hombre. Fundamentos de estética. Madrid, Tecnos, 1986, p.245 y ss.
113
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verdad que la ciencia necesita del lenguaje, no está
adentro del lenguaje, como la literatura; la primera se
enseña, o sea, se enuncia y expone, la segunda se realiza
/.../” 138
Se ha supuesto -sigue Barthes- una superioridaddel lenguaje científico, al que se recurre comoinstrumento del pensamiento, en virtud de lo cualse postula la existencia de un “estado neutro dellenguaje”, del que derivaría determinado número delenguas especiales. Tal neutralidad, percibida enlos modos indirectos o impersonales del discursocientífico, es tan sólo un “truco gramatical”, dondese ha modificado únicamente la “manera como el sujetose constituye dentro del discurso.” 139
En rigor, según entendemos, la superioridad y neutralidad
del discurso científico son una resultante de la
tendencia positivista decimonónica, que enfrentó al
sujeto con todo objeto potencialmente objeto de
investigación.140 Barthes asimismo contrapone al discurso138 BARTHES, Roland: El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y la escritura.Trad. de C. Fernández Medrano. Barcelona, Paidós, 1987, p.15.
139 Ibídem, p.18-19.140 Dice Adorno: “/.../ toda noción expresiva en la exposición es, parael instinto del purismo científico, peligrosa para una objetividadque saltaría a la vista sólo después de la retirada del sujeto,
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científico la noción de escritura, entendida “como la
relación entre la creación y la sociedad, el lenguaje
literario transformado por su destino social, la forma
captada en su intención humana y unida así a las crisis
de la Historia.”141 De forma tal que únicamente la
escritura es capaz de oponer a la seguridad del sabio,
la “modestia” del escritor.142
Dentro de los marcos instaurados por la “escritura”
bartheseana, en cierto modo, es posible ubicar el
discurso ensayístico a pesar de que no sea ésa la
intención del crítico francés, puesto que el discurso
ensayístico se construye desde el interior de la
literatura, en la medida que desecha los mecanismos
gramaticales de la objetividad y asume plenamente su
condición subjetiva, por un lado y, por otro despliega
escalonadamente las potenciales riquezas del lenguaje. Es
peligrosa por tanto también para la consumación de la cosa, la cual,se supone, se afirmará tanto mejor cuanto menos apele al apoyo de laforma.” ADORNO, Theodor, “El ensayo como forma”, p.14.
141 BARTHES, Roland: El grado cero de la escritura; seguido de nuevos ensayos críticos.Buenos Aires, Siglo XXI, 1976, p.22.
142 BARTHES, Roland: El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y la escritura,p.19.
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ahí, justamente, el punto donde reside el poder creador
del género, ya que por la vía de la estrategia suasoria,
infunde en el lector los efectos de lo que Barthes llama
el “Eros del lenguaje”, es decir, el placer provocado por
el lenguaje, que ya la retórica antigua había descubierto
y codificado. Pero, de manera análoga a la retórica
antigua, que prevenía sobre el imperativo de no sustituir
“la palabra ornamentada” por el pensamiento, el placer
lingüístico bartheseano se hace pasible de una
objeción: la de reducir el placer estético a un goce
en relación con la lengua.
En el acto estético -piensa Jauss- el sujetodisfruta siempre de algo más que de sí mismo: sesiente en la apropiación de una experiencia delsentido del mundo /.../ El placer estético, quese desarrolla en el movimiento pendular existenteentre contemplación no interesada y participaciónexperimentadora, es una forma de experimentarseuno mismo en esa capacidad de ser otro, que elcomportamiento estético nos ofrece.143
143 JAUSS, Hans Robert: Op. cit., p.73.
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El placer que provoca la “palabra ornamentada” del
discurso ensayístico no despierta un hedonismo
contemplativo, sino que, por el contrario, la elocuencia
ensayística activa en el lector tanto su capacidad
imaginativa e intelectiva, como, a veces, su facultad
volitiva. Se afirma, así, la relación entre el lector y
la totalidad del texto, en tanto productor de
sentidos.
6. La construcción textual del género ensayístico
6.1 La poética pragmática
Ahora bien, el estudio de los géneros literarios se ha
realizado desde la Antigüedad en el marco de la
especificidad artística y literaria, es decir, de la
institución literaria. El giro producido por otras
vertientes teóricas, en cuanto a la clasificación de los
discursos, ha consistido en desbordar el conciso ámbito
literario para abarcar la esfera global de las
interacciones semióticas. Asimismo, desde estas
vertientes, se ha procurado abordar el estudio del
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enunciado literario como distinto de otros enunciados,
pero reconociendo la naturaleza verbal común.144 La teoría
de los géneros discursivos de Bajtín ha sido uno de los
aportes con mayor repercusión. Los enfoques teóricos de
Bajtín y luego Todorov, como estudioso de su obra, se
tornan provechosamente complementarios. Bajtín plantea la
necesidad de estudiar los géneros literarios, ya no
dentro del ámbito de la institución literaria, sino
dentro de los discursos de la comunicación humana, en
tanto que Todorov, desde la misma perspectiva, asimila
los actos de habla a los géneros, con lo que estrecha las
distancias entre los géneros y los demás actos del
lenguaje:
Un discurso -escribe Todorov- no está hecho defrases, sino de frases enunciadas, o, por decirlomás brevemente, de enunciados. Ahora bien, lainterpretación del enunciado está determinada, poruna parte, por la frase que se enuncia; y por, otra,por su misma enunciación. Esta enunciación incluyeun locutor que enuncia, un destinatario a quien
144 Tal como Todorov lo manifiesta: “no hay un abismo entre laliteratura y lo que no lo es literatura /.../ los géneros literariosencuentran su origen, simplemente, en el discurso humano.” TODOROV,Tzvetan: Los géneros del discurso, p.62.
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dirigirse, un tiempo y un lugar, un discurso queprecede y que sigue; en fin, un contexto deenunciación. En otros términos, un discurso essiempre y necesariamente un acto de habla. 145
En una primera instancia, se podría decir que la teoría de la
acción y los actos de habla aportan un marco amplio para
comprender los géneros, no como actos de lenguaje
autónomos sino como construidos alrededor de actos de
lenguaje.146 Es esencial, razona van Dijk, para la acción,
“el hecho de que responda a una intención”.147 Siendo así,145 TODOROV, Tzvetan: Los géneros del discurso, p.51.146 Ello no significa que en la determinación del género no intervenganotros requisitos, como ya lo vimos a propósito del enfoque deClaudio Guillén. Más bien el de tipo estrictamente lingüístico, comoel que Ryan propone, se integra con otros del mismo rango: “Ungénero no es ni un tipo de significado /.../ni un acto comunicativoconcreto que represente una intención especial, ni tampoco unconjunto de rasgos formales, sino una combinación de requisitosreferentes a varios de estos ámbitos.” Aún entre los requisitoslingüísticos, las codificaciones de algunos géneros refuerzanciertos aspectos en desmedro de otros, por ejemplo los ensayos ponenmás énfasis sobre la semántica y la pragmática que los poemas, cuyacodificación es más estricta a nivel fonológico y sintáctico. Parauna acabada configuración del problema, todos estos factores debenconsiderarse en función de los ámbitos sociales, culturales ypsicológicos en los que intervienen. RYAN, M. L: “Hacia una teoríade la competencia genérica”. GARRIDO GALLARDO, Miguel: Teoría de losgéneros literarios, p.260.
147 DIJK, Teun A. van: “La pragmática de la comunicación literaria”.En: DIJK, Teun A. van y otros: La pragmática de la comunicación literaria,p.173. Van Dijk define la pragmática como aquella parte del estudio
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se precisa determinar las propiedades discursivas de un
género y sus respectivas codificaciones. Esta postura se
fundamenta en la adecuación de la teoría de los actos del
lenguaje, desarrollada por Austin (1962) y Searle (1969),
a la teoría literaria.148 Como consecuencia de esta
aplicación, se hace posible postular que una secuencia de
actos de habla se constituya en un acto de habla global,
cuya explicación se realiza en función de
macroestructuras pragmáticas.149 Focalizado el hecho
literario desde la perspectiva de la Pragmática literaria
del lenguaje que se ocupa de la acción, término clave desarrolladopor los filósofos del lenguaje Austin y Searle durante la década del60.
148 Una de las más recientes abordajes del discurso ensayístico desdela perspectiva pragmática es el estudio teórico de Arenas Cruz,quien considera al discurso ensayístico como macroacto de hablarealizado por un autor. En tal sentido, el ensayo es tomado como unaclase de textos que ejerce una acción comunicativa. Para que ellosea posible se necesita superar el nivel oracional en el que lateoría de los actos de habla se sitúa, abordando la comunicaciónlingüística desde el texto, como unidad básica de comunicación, talcual lo ha planteado van Dijk. ARENAS CRUZ, María Elena: Op. cit.,p.429 y ss.
149 Dice van Dijk al respecto: “Así, podemos dar un consejo a alguien,pero no con una sola oración, sino con un texto mucho más largo, porejemplo, con algún documento en que se declaren las razones eimplicaciones del consejo, es decir como afirmaciones o como otrosactos de habla. En tal caso, la secuencia entera posee la funciónsocial global de un consejo. La “base”gramatical de dichos actos dehabla globales son las macroestructuras semánticasmencionadas/.../.” DIJK, Teun A. van: “La pragmática de lacomunicación literaria”, p.175.
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y la teoría de la acción, el funcionamiento de la
institución literatura queda sometido a un criterio que
emana de la convención. No obstante ello, debe advertirse
los riegos de relativización, al conceder todo principio
de funcionamiento a la convención. El consenso sobre lo
que es literario se alcanza por medio de los lectores,
pero gracias a las motivaciones que se
encuentran en el propio texto.150 Además parece sumamente
criterioso fijar los límites de la pragmática, en cuanto
a que ésta tiene que ver con el plano del autorial y las
relaciones que instaura con los lectores. En el caso de
que entre en juego el problema de la representación, no
estamos en el ámbito de la pragmática sino de la
semántica.151
150 POZUELO YVANCOS, José María: Teoría del lenguaje literario, p.76. Lasanción de la propiedad literaria del texto no depende,exclusivamente de su estructura sino también de las estructurasespecíficas de los contextos de comunicación. DIJK, Teun A. van: “Lapragmática de la comunicación literaria”, p.176.
151 Ibídem, p.191. El problema fronterizo entre semántica y pragmáticase encuentra en la perspectiva, es decir un autor puede expresar supropio punto de vista, pero también representar el punto de vista deotros (narradores, personajes).
121
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6.1.1 El discurso como respuesta
6.1.1.1 La teoría del enunciado
Ahora bien, existen varias razones para adoptar los
fundamentos teóricos de la teoría bajtiniana, en nuestra
investigación. En primer término, el planteo de los
géneros discursivos significa reconocer la naturaleza
lingüística de todo enunciado. Por principio, entonces,
los géneros literarios recobran ciertas dimensiones y
propiedades que la teoría clásica de los géneros, basada
en la expresividad verbal-elocutiva o la ficcionalidad,
había relegado. La recuperación de la dimensión
pragmática en un género discursivo como el ensayístico es
de enorme importancia, puesto que su definición habrá de
hacerse ya no a niveles cotextuales (ámbito sintáctico-
semántico: qué y cómo se dice) como en la poética
clásica, sino a niveles contextuales (ámbito pragmático:
quién, a quién y con qué intención), es decir, en su
relación con la cultura. Los géneros discursivos, en
razón de que todo enunciado tiende a lo genérico,
cristalizan las formas de interacción socio-verbal, lo
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que facilita el estudio de una de las formas objetivas de
la cultura.152 El enunciado es definido como individual
“pero cada esfera-escribe Bajtín- del uso de la lengua
elabora sus tipos relativamente estables de enunciados, a
los que denominamos géneros discursivos.”153
La adopción de estos principios se justifica también por
el hecho de que nuestro interés por el discurso
ensayístico pretende dar razones de su contenido
semántico a partir de o en relación con, el nivel
contextual en el que se sitúa. La filosofía del lenguaje
de Bajtín produjo un giro extraordinario en los estudios
lingüísticos y literarios, al proponer una reinserción
del signo dentro del ámbito de la praxis social. La
perspectiva inmanentista en el análisis de la lengua
literaria, abandonada en las últimas décadas, después de152 El universo pluridimensional en el que estos factores sedesenvuelven es altamente complejo y resulta de una interacciónentre comunicación/lenguaje/cultura/sociedad. De tal manera RamónAlvarado Jiménez define un área de investigación en aras de darcuenta del macrofuncionamiento de los géneros del discurso en cuantoa la función que desempeñan dentro del proceso de comunicaciónverbal. ALVARADO JIMÉNEZ, Ramón: “Géneros y estrategias deldiscurso”, p. 80.
153 BAJTÍN, Mijaíl, M., “El problema de los géneros discursivos”,p.248.
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la hegemonía estructuralista, ya tenía en la filosofía
bajtiniana la inflexión necesaria para superarla. Con el
propósito de no incurrir en un formalismo y abstracción
desmesurada, Bajtín propone la estimación del enunciado y
la atención sobre los aspectos genéricos del discurso,
dentro de una perspectiva histórica. Tal es la
importancia del enunciado que, por intermedio de su
estudio, es posible dar cuenta de los vínculos del
lenguaje con la vida, la relación mutua entre el lenguaje
y la ideología o visión del mundo. La experiencia
lingüística se genera en la realidad concreta de la
práctica del lenguaje154, con lo que superaba la oposición
entre aspectos intrínsecos y extrínsecos del texto. La
lectura, las convenciones (la evaluación social), las
determinaciones sociohistóricas pertenecen a la lengua
literaria misma. Bajtín en su especulación sobre la forma
154 Nos hemos ocupado del tema en un estudio comparativo entre M.Bajtín y Paul Ricoeur, dos críticos de las teorías estructuralistas.Pese a partir de supuestos filosóficos diferentes, han procuradosuperar la visión dicotómica de la teoría lingüística objetivistamediante la redefinición de la unidad del lenguaje: el enunciado.MAÍZ, Claudio: “La relación literatura y sociedad: el problemaideológico.” En: Simposio de Epistemología y Metodología en Ciencias Humanas ySociales, t. II, Mendoza, Facultad de Filosofía y letras, 1992, pp.229-244.
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literaria, los géneros discursivos y la materia
lingüística entendida como contenido, había echado las
bases de una teoría del uso literario del lenguaje, es
decir “una teoría de la comunicación literaria en el seno
de la comunicación artística y ésta en el contexto
general de la comunicación social.”, al decir de Pozuelo
Yvancos en relación con las poéticas pragmáticas.155
6.1.1.2 Los géneros discursivos
Los géneros discursivos son formas típicas del
enunciado. En la tesis bajtiniana los géneros discursivos
funcionan a la manera de correas de transmisión entre la
historia de la sociedad y la historia de la lengua.156 A
155 POZUELO YVANCOS, José María: Op. cit., p.64. Es notable la ausenciade una consideración sobre la filosofía del lenguaje bajtiniana enla reflexión de la lengua literaria como comunicación. El punto departida de esta poética, para Pozuelo Yvancos, es la teoría textualde van Dijk, fundamentalmente. Bajtín soslayaba la consideración dellenguaje como generador del pensamiento (von Humbolt) o en sufunción expresiva (Vossler), por el hecho de que ambas nocionesrestringían la esencia del lenguaje a la creatividad espiritual delindividuo. Por el contrario, afirmaba la condición comunicativa dela lengua, en la que además de un hablante existía la participaciónde otros dentro de la comunicación discursiva. BAJTÍN, Mijaíl M.:“El problema de los géneros discursivos”, p.256.
156 “La lengua literaria de un pueblo con una cultura prosísticaartísticamente desarrollada -sobre todo novelística- y con una
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cada época literaria le corresponde un género determinado
que le da el matiz. Bajtín propone al enunciado como
unidad real de la comunicación discursiva. Aquí se
encuentra lo más interesante de su teoría, pues al
establecer el enunciado como unidad de la comunicación
discursiva distingue el enunciado de la oración, por
medio de los cambios de los sujetos discursivos. La
oración, en tanto unidad de la lengua, no acredita
cambios de sujetos discursivos, por lo tanto no es un
mensaje conclusivo, con claras marcas delimitatorias,
atributos que sí pertenecen al enunciado. En tal sentido,
el enunciado funciona análogamente al diálogo. Escribe
Bajtín:
Las obras, complejamente estructuradas yespecializadas, de diversos géneros científicos y
intensa historia verbal-ideológica es de hecho, un microcosmosorganizado que refleja el macrocosmos no sólo del plurilingüismonacional, sino también europeo. La unidad de la lengua literaria noes sólo la unidad del sistema cerrado del lenguaje, sino la unidadprofundamente peculiar de los “lenguajes” que han entrado encontacto recíproco y han tenido conciencia unos de otros (uno deesos lenguajes es el poético en el sentido estrecho). En esto radicala especificidad del problema metodológico de la lengua literaria.”BAJTÍN, Mijaíl, M.: Problemas literarios y estéticos. Trad. de AlfredoCaballero. 1ª ed., La Habana, Editorial Arte y Literatura, 1986,p.122.
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literarios, con toda su distinción con respecto alas réplicas del diálogo, son, por naturaleza,las unidades de la comunicación discursiva de lamisma clase: con una claridad igual se delimitanpor el cambio de los sujetos discursivos, y susfronteras, considerando su precisión externa,adquieren un especial carácter interno gracias alhecho de que el sujeto discursivo (en este caso,el autor de la obra) manifiesta en ellos suindividualidad mediante el estilo, visión delmundo en todos los momentos intencionales de lasobras.157
En la teoría bajtiniana del enunciado, la individualidad
que revela una obra fija los límites internos que le
permiten distinguirse de otras obras. Pero, además, la
obra actúa como la réplica de un diálogo, se orienta
hacia la respuesta de otro(s), mediante la adopción de
diversas formas, tales como la intención educadora, el
convencimiento, el comentario crítico, influencia con
respecto a seguidores, etc. De manera que la obra-
enunciado, al igual que en la réplica de un diálogo,
adquiere su primer rasgo distintivo y delimitación
absoluta por el cambio de los sujetos discursivos.
157 BAJTÍN, Mijaíl, M.: “El problema de los géneros discursivos”, p.264
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El otro rasgo específico del enunciado es el de la
conclusividad. En definitiva, la distinción entre
oración, como unidad de la lengua, y el enunciado, como
unidad de la comunicación discursiva, viene marcada por
el sentido de totalidad que queda impreso en el
enunciado, la que provoca una reacción de respuesta. La
totalidad conclusa del enunciado se determina a través de
tres factores: agotamiento del sentido del objeto del
enunciado, la voluntad discursiva del hablante, la
existencia de formas típicas, genéricas y estructurales
de conclusión. Este tercer factor es el más importante
para Bajtín, en virtud de que la voluntad discursiva del
hablante se canaliza por medio de la elección de un
género discursivo determinado. Puesto que, sólo es
posible una comunicación por medio de géneros
discursivos, los enunciados poseen formas estables para
la estructuración de la totalidad. Lo esencial de la
teoría bajtiniana, entonces, viene dado por esta
concepción: la oración o la palabra, como unidades de la
lengua, no tienen autor, no pertenecen a nadie, a
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diferencia del enunciado completo, en cuya construcción
se manifiesta la expresión individual del hablante.158
6.2 El cauce de presentación de la oralidad
Por otro lado, según la perspectiva genológica que hemos
adoptado, nos parecen pertinentes a nuestros propósitos
los cuatro conceptos básicos que Guillén distingue: los
cauces de presentación o de comunicación, los géneros,
158 Así, la oración se constituye en un elemento significante de unenunciado completo dentro de un sentido de la totalidad. Aún más,habría una raíz antropológica, de tipo transhistórica en los génerosdiscursivos, al ser adquiridos por el hablante casi como la lenguamaterna, es decir, no del diccionario sino de los enunciadosconcretos escuchados y reproducidos. En el acto de aprendizaje delhabla va implícita la adquisición de una destreza para construir losenunciados. La conclusividad de la oración, que la posee, es denaturaleza gramatical, por lo tanto de carácter abstracto: es elacabamiento de un elemento y no del todo.
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las modalidades y las formas.159 El primero de los
conceptos guarda especial interés para nosotros. Guillén
patrocina la nomenclatura de cauces de presentación o de
comunicación: narración (épica), actuación (dramática),
enunciación (lírica)160, en lugar de género transhistórico
o teórico y reserva la denominación de género para las
clases de textos históricos.161 Propone ampliar la clásica
159 Los géneros propiamente dichos poseen una relativa especializacióntanto formal como temática. Las modalidades literarias que acompañana los géneros, pero que son de carácter adjetivo y nunca abarcan laestructura global de la obra. De función temática, generalmente,pueden tener intenciones intertextuales. Ejemplos de modalidades: laironía, la sátira, la alegoría, la parodia. Las formas que son “losprocedimientos tradicionales de interrelación, ordenación olimitación de la escritura”. No pocas veces el estudio genológico seconfunde con el morfológico, en virtud del tránsito de la forma algénero o del género a la forma dentro de la sucesión histórica (eldiálogo durante el Renacimiento por ejemplo).
160 Guillén, como él mismo lo admite, se vale de la denominación deFrye, ‘radicals of presentation’, para su noción teórica. Enpalabras de Frye, los radicales de presentación constituyen elprincipio fundamental del género. “La base-escribe Frye- de losdistingos genéricos en literatura parece ser el radical depresentación. Las palabras pueden actuarse frente a un espectador;pueden pronunciarse ante un oyente; pueden cantarse o salmodiarse;pueden escribirse para un lector.” FRYE, Northrop: Op. cit., p.324.
161 Todorov distingue entre géneros históricos y géneros teóricos: “Losprimeros -en palabras de Todorov- resultarían de una observación dela realidad literaria; los segundos, de una deducción de índoleteórica.” TODOROV, Tzvetan: “Los géneros literarios”, p. 22.Posteriormente, Todorov ha disminuido la importancia asignada a losgéneros teóricos: “En absoluto renuncio a la necesidad de analizarlos géneros en categorías abstractas; pero el estudio de los tipos
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presentación tripartita de los cauces a más números,
tomando en cuenta que los cauces no aparecen como
naturales, es decir “inmutables y exteriores a las
circunstancias de la cultura”.
Guillén ha tomado la noción de cauces de la teoría de N.
Frye, es decir, los radicales de presentación (la palabra
actuada, pronunciada o cantada), a los que agrega un
cuarto cauce de presentación que se trata de: “el
discurso monológico, no rítmico ni cantado, es decir, más
concretamente, la oratoria. Se trata de un cauce de
comunicación que pertenece también al ámbito de la
oralidad, si bien su función histórica consistió, por
otra parte, en servir de enlace entre el arte hablado y
el escrito: la Retórica.”162 Precisamente porque en la
Retórica no está claramente delimitado el arte de hablar
posibles me parece hoy reformulación de la teoría general deldiscurso (o de la poética general); éste contiene integralmenteaquélla. Los géneros históricos son géneros teóricos; pero en lamedida en que lo recíproco no sea verdaderamente necesario, lanoción separada de género teórico me parece perder su interés, almenos que forme parte de una estrategia heurística/.../.” TODOROV,Tzvetan: Los géneros del discurso, p.63, nota 5.
162 GUILLÉN, Claudio: Entre lo uno y lo diverso. Introducción a la literatura comparada,p.163.
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del arte de escribir, puede ser tomada como un nexo entre
ambas esferas. De tal manera se evita convertir en una
aporía el hecho de que la palabra hablaba continúe siendo
un radical de presentación en la edad de la imprenta.163
Frye ha utilizado, en su teoría, el concepto de ‘epos’
para describir las obras en que el radical de
presentación sigue siendo la alocución oral o que intenta
conservar de algún modo la convención de la
oralidad. Este radical de presentación puede pensarse en
función del discurso ensayístico, en el sentido de que la
mímesis de la alocución directa se convierte en mímesis
de una escritura aseverativa.164
163 En el proceso genético que sostenemos se jalonan distintasinstancias, entre ellas, y una de las más importantes: “eldesplazamiento del canal de la comunicación retórica desde el ejeacústico-momentáneo, de índole oral, hacia el eje visivo-estable, decarácter escrito” a través de las artes ‘dictaminis’ medievales.ALBALADEJO, Tomás: Retórica. Madrid, Síntesis, 1991, p.31.
164 FRYE, Northrop: Op. cit., p.328-329. La validez de esta noción podráapreciarse al momento de plantearnos la procedencia del discursoensayístico ugarteano, que en una proporción considerable es elresultado de una transposición escrita de alocuciones oralesprevias.
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Los cauces de presentación dependen de los cambios en las
condiciones de comunicación. Así, por ejemplo, el ensayo
y el artículo periodístico se vieron favorecidos en su
desarrollo debido al auge de la prensa.165 También habría
una relación entre los cauces (además de los literarios,
la historiografía, la reflexión filosófica o científica)
y las funciones sociales, didácticas o políticas
asignadas a la escritura.166 Es así como Guillén puede
definir la narración como una circunstancia primordial
que arranca de condiciones históricas observables -la
noción de “larga duración” de Braudel-, desde un punto de
vista sociológico y antropológico. Con el modo
argumentativo sucede una circunstancia primordial
análoga, es decir, puede enfocarse diacrónicamente. Pero
también, el modo argumentativo posee una instancia
sistemática, que es la Retórica de Aristóteles, y a partir
de esa circunstancia se produce un proceso de165 Dentro del ámbito hispanoamericano, la crónica modernistaconstituye un claro ejemplo de que los cambios en las condiciones decomunicación inciden en el surgimiento de otros géneros discursivos,como veremos más adelante.
166 V. punto 3.3, cap. III de esta primera parte. A propósito de losgéneros “nuevos”, la novela con Cervantes y el ensayo con Montaigne,Guillén señala que los siglos XVI y XVII como esenciales etapas derenovación de modelos. GUILLEN, Claudio: Entre lo uno y lo diverso, p.164.
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refuncionalización de la misma en la literatura
occidental, por medio de “temas y de formas, es decir de
géneros”, al decir de Guillén.167
6.2.1 El modelo retórico
Por las consideraciones expuestas, la inclusión del
discurso ensayístico dentro del cuarto cauce de
presentación retórico facilita la observación del mismo
dentro de un campo semiótico discursivo. La retórica, en
tanto conjunto de normas para la producción de un
discurso perlocutivo, puede brindarnos un marco teórico
general para examinar las peculiaridades semánticas,
dispositivas y pragmáticas del ensayo,
especialmente en lo que se refiere al tono
conversacional, la naturaleza apelativa, las estructuras
argumentativas, el rango connotativo de todo discurso
retórico y su alcance cognoscitivo.168 Los enfoques más167 Ibídem.168 No sólo desde la lingüística se ha iniciado, desde hace un tiempo,una reconsideración de la retórica, sino también desde otrasvertientes teóricas, como la Terry Eagleton. Precisamente Eagleton
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recientes de la Retórica la consideran una ciencia
general del discurso en coincidencia con la semiótica.169
Precisamente, porque “el sistema retórico es una
construcción teórica pragmáticamente orientada”170, resulta
adecuada su aprovechamiento para el análisis de los
niveles y secciones del texto ensayístico.
observa en la retórica una alternativa para alejar a la críticaliteraria de aquellos criterios que pusieron a la literatura comoobjeto privilegiado y lo estético como un componente al margen delas determinaciones sociales. Aún más, Eagleton encuentra en laretórica un lugar de reunión para diversos métodos y teorías: “Laretórica o teoría del discurso comparte con el formalismo, elestructuralismo y la semiótica el interés por los recursos formalesdel lenguaje, pero al igual que la teoría de la recepción, tambiénse interesa en ver cómo funcionan eficazmente esos recursos donde seles “consume”. Su preocupación por el discurso como forma de poder yde deseo puede aprender mucho de la teoría de la desconstrucción yen la teoría psicoanalítica; y su creencia en que el discurso puedetransformar al hombre tiene muchos puntos de contacto con elhumanismo liberal.” EAGLETON, Terry: Una introducción a la teoría literaria,p.242.
169 Tal como lo ha observado Arenas Cruz, siguiendo el criterio deAlbaladejo, las relaciones entre semiótica literaria y retórica sepueden interpretar desde dos posiciones complementarias: “o bienpotenciar la dimensión propiamente semiótica de la explicación quela Retórica da del discurso en general. O bien considerar que laSemiótica actúa como marco metateórico en el cual se articulan lasoperaciones a través de las que la Retórica da cuenta del fenómenoliterario en sus distintos aspectos; estas operaciones retóricasserían interpretadas entonces en función de su utilización.” ARENASCRUZ, María Elena: Op. cit., p.136. La segunda perspectiva permiteproyectar las 'partes artis' (‘inventio’, ‘dispositio’, ‘elocutio’,‘memoria’ y ‘actio’) o secciones en que la Retórica estudiaba eltexto literario y el hecho instaurado por éste, en las tres áreassemióticas establecidas por Charles Morris (la semántica, la
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En términos generales, una situación argumentativa supone
un orador (productor que presenta un discurso), un
auditorio (a quien va dirigida la argumentación), un fin
( la adhesión a una tesis o el acrecentamiento de la
intensidad de adhesión), que debe crear una disposición a
la acción y, si tiene lugar, desencadenar la acción
inmediata. Según la retórica clásica, las operaciones del
discurso son cinco: 'inventio', 'dispositio', 'elocutio',
'memoria' y 'actio' que proyectadas sobre las áreas
semióticas, dan como resultado distintos niveles: el
nivel semántico-inventivo, el nivel sintáctico-elocutivo
y
el nivel verbal-elocutivo; en cuanto a la 'memoria' y
'actio' son operaciones no constituyentes del discurso y
sintáctica y la pragmática). Ha sido Tomás Albaladejo quien haestablecido que la 'inventio' se corresponde con la semánticasemiótica o estudio de la construcción del referente del texto; la'dispositio' y la 'elocutio' se corresponden con la sintaxissemiótica, la primera en su dimensión macroestructural y la segundaen su dimensión microestructural; y la 'memoria' y 'actio' secorresponden con la pragmática semiótica. ALBALADEJO MAYORDOMO,Tomás: Retórica.
170 Albaladejo Mayordomo, Tomás, “Estructuras retóricas y estructurassemióticas (Retórica y hecho literario), en: Investigaciones SemióticasIII, Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 1990,t.I, p.94, cit. por ARENAS CRUZ, María Elena: Op. cit., p.136.
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se integran dentro de una dimensión pragmática.171 En
resumen, el marco teórico desde el cual analizamos los
elementos semánticos que componen la estructura
argumentativa de la ensayística delimitada lo provee la
retórica.
La importancia de incluir al discurso ensayístico dentro
de un cuarto cauce de presentación retórico se puede
apreciar, asimismo, en el trazado de una genealogía del
discurso ensayístico. El recorrido genealógico abarca, en
principio, desde la antigüedad clásica hasta la
emergencia del género durante el Renacimiento, de donde
resulta factible elaborar un modelo de producción
textual, generador de un agrupamiento con similitudes
registradas. Dicho de otro modo, el cuarto cauce de
presentación permite considerar desde los antiguos
“géneros dialógicos”, estudiados por Bajtín, hasta la
equilibrada articulación entre constitución formal
171 V. ARENAS CRUZ, María Elena: Op. cit., especialmente capítulo III.1“La retórica como modelo semiótico de construcción textual y comoteoría general de la argumentación”. También: ALBALADEJO, Tomás,Retórica, en especial el capítulo “Fundamentación de la Retórica comociencia del discurso”.
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(‘dispositio’ y ‘elocutio’) y contenido temático e
ideológico (‘inventio’) del ensayo, durante el
Renacimiento, con la producción literaria de Michel de
Montaigne.172
Según piensa Todorov, un género nuevo “es siempre la
transformación de uno o de varios géneros antiguos: por
inversión, por desplazamiento, por contaminación.”173 El
género ensayístico constituye una evidencia clara del
fenómeno de conversión, en este caso, del antiguo
discurso retórico, en cuanto a que estaban dirigidos al
“pueblo”, es decir, poseían una clara noción de público y
trataban temas de actualidad y por eso el género oratorio
172 Las delimitaciones precedentes, según el radio que se le asigne ala definición del ensayo, ponen en juego dos procedimientos: unoextensivo y otro restrictivo, pero, como nos proponemos demostrar,complementarios. Así, una definición del ensayo europeo admitiríaestablecerse de dos maneras: 1. la afirmación de que existen formasensayísticas desde la antigüedad clásica (categorización de largoalcance); 2. Montaigne y Bacon son los creadores del género en elsiglo XVI ( categorización de alcance restringido).
173 TODOROV, Tzvetan: Los géneros del discurso, p.50..
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merece colocarse en la “prehistoria” del género.174 Pues,
si la retórica
se eclipsa y cae en el descrédito175, ocurre por la
aparición, durante el Renacimiento, del principio de la
evidencia, lo que no implica la muerte definitiva de la
retórica sino un desplazamiento de ciertos principios
filosófico-formales constitutivos hacia otros discursos,
como el ensayístico, entre otros.176 El principal elemento
174 G. Bueno afirma: “El género oratorio, que constituye, a mi juicio,uno de los precedentes históricos del ensayo, propende también adesarrollarse según esta estructura teorética, muy próxima a laquestio escolástica, sin contener, explícitamente esta organización,antes bien ocultándola cuidadosamente /.../.” BUENO, G.: “Sobre elconcepto de ensayo”. En: El P. Feijoo y su siglo, I, Oviedo, Universidad,1966, p. 98. “Los mismos –sigue Bueno- discursos retóricos, en elsentido de Aristóteles, en tanto que dirigidos al pueblo, deberíanponerse en la prehistoria del Ensayo.” Ibídem, p.106.
175 Ricoeur en su análisis de la metáfora parte de otra hipótesis sobrela declinación de la retórica: “La declinación de la retóricaresulta de un error inicial que afecta a la teoría misma de lostropos, independientemente del lugar acordado a la tropología en elcampo retórico. Este error inicial tiene que ver con la dictadura dela palabra en la teoría de la significación. De este errorpercibimos el efecto más alejado: la reducción de la metáfora a unsimple ornamento.” Ricoeur, no obstante, no desconoce el hecho deque la retórica declina asimismo por la reducción a una de suspartes, la teoría de la elocución, el todo compuesto, además, por lateoría de la argumentación y la teoría de la elocución. RICOEUR,Paul: La metáfora viva, p.77.
176 “/.../la retórica -afirma Curtius- perdió su sentido original y sumeta primitiva; en cambio, penetró en todos los géneros de la literatura y susistema, artificiosamente elaborado, se hizo común denominador, arte
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retórico afectado por el desplazamiento es el
comunicativo, ya que “la retórica fue ya siempre el
pensamiento en su adaptación al lenguaje comunicativo”,
circunstancia que Adorno subraya como compartido entre la
retórica y el ensayo.177
6.2.1.1 La Retórica y la cultura
La Retórica proveyó un código a la cultura occidental y
su estudio contribuye a la comprensión de la literatura y
las instituciones del lenguaje.178 Con todo, en ello no se
de la forma y tesoro de formas de la literatura.” CURTIUS, ErnstRobert: Literatura europea y edad media latina, p.109. Las cursivas sonnuestras.
177 “Históricamente-escribe Adorno- el ensayo está emparentado con laretórica, a la que la mentalidad científica, desde Descartes yBacon, quiso hacer frente hasta que, con mucha consecuencia, acabópor rebajarse, en la era científica, a la categoría de una cienciasui generis, la ciencia de la comunicación. Probablemente, escierto, la retórica fue ya siempre el pensamiento en su adaptaciónal lenguaje comunicativo. Este pensamiento apuntaba a la obvia ytrivial satisfacción de los oyentes. Precisamente en la autonomía dela exposición, por la que se distingue de la comunicacióncientífica, el ensayo conserva restos de aquel elemento comunicativode que carece la comunicación científica.” ADORNO, Theodor: “Elensayo como forma, p. 32-33.
178 Dice Barthes que “hay una suerte de acuerdo obstinado entreAristóteles (de donde surgió la Retórica) y la cultura llamada demasas, como si el aristotelismo, muerto desde el Renacimiento comoFilosofía y como lógica y muerto como estética desde elRomanticismo, sobreviviera en estado degradado, difuso,
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agota nuestro interés por la teoría retórica.
Efectivamente, la Retórica, a esta altura de
los estudios literarios y culturales, constituye un
fenómeno de una amplitud enorme179, por lo tanto, es capaz
de suministrar perspectivas que exceden largamente el
plano elocutivo, al que hubo de ser reducida,
principalmente a partir del romanticismo. Como Tomás
Albaladejo ha indicado, la retórica puede considerarse
una actividad cultural con proyección social y política,
inarticulado, en la práctica cultural de las sociedades occidentales-práctica fundada, a través de la democracia, en una ideología del“mayor número”, de la norma mayoritaria, de la opinión corriente-todo indica que una especie de vulgata aristotélica define todavíaun tipo de Occidente transhistórico, una civilización (la nuestra)que es la de la endoxa /.../” BARTHES, Roland: Investigaciones retóricas I.La antigua retórica, p.79.
179 Prueba lo que decimos, entre las expresiones más reciente, elCongreso Internacional “Quintiliano: historia y actualidad de laretórica. XIX Centenario de La Institutio Oratoria”, realizado en Madrid(1995), que fuera recogido en tres voluminosos tomos que abordandesde la teoría hasta las influencias de la retórica. DEL RIO,Emilio, CABALLERO, José Antonio, ALBALADEJO, Tomás (eds.): Quintilianoy la formación del orador político. Logroño: Instituto de Estudios Riojanos;Calahorra: Ayuntamiento, 1998..
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por el hecho de que integra la cultura como una actividad
comunicativa.180
Para los propósitos de nuestra investigación, las
relaciones que se tienden entre la retórica y la cultura
resultan de lo más ajustadas. Dentro de la esfera
cultural hispanoamericana, el discurso ensayístico
ugarteano, como en la generalidad de los casos, adquiere
un predominio público y social, que es necesario
consignar. La permeabilidad entre la retórica y la
cultura, en el marco de la producción textual, se hace
factible por intermedio de los códigos compartidos entre
el orador (o emisor del mensaje) y el auditorio al que se
dirige.181 Tales códigos son de dominio cultural y admiten
ser remitidos a la tópica, como luego tendremos
oportunidad de ver más detenidamente.182 Por ahora, basta180 ALBALADEJO, Tomás: “Retórica y cultura. A propósito de la oratoriapolítica”. Ibídem.
181 “Que el orador y oyente compartan el código cultural permite, enprimer lugar, que se establezca una conexión entre uno y otro sobrela base de compartir determinadas imágenes culturales, determinadosdatos, informaciones, lo que consolida la relación comunicativa, auncuando la intensidad de la formación cultural pueda ser mayor en elorador que en el nivel medio de los oyentes.” Ibídem, p.19.
182 Desarrollamos este aspecto en la quinta y sexta parte de estainvestigación.
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con remarcar que la teoría retórica permite evidenciar la
función social y política de la comunicación ensayística,
al servicio de la convivencia en la sociedad, que nos
exime de incurrir en un “sociologismo” determinista, al
momento de dar cuenta de esa marca genérica en
Hispanoamérica.
6.2.2 El arte de la disputa oral
La continuidad marcada en la genealogía del cauce
retórico que elaboramos destaca tanto la sustancia como
las propiedades o categorías, dables de reconocer en el
proceso de transmutación de un género a otro. La
hipótesis, que ha guiado nuestra reflexión
sobre el discurso ensayístico, plantea que los mecanismos
lingüísticos y los fundamentos filosóficos para la
disputa del antiguo arte de la palabra oral pueden
identificarse en el discurso ensayístico, tanto en una
expresión intelectual elegante y pacífica cuanto en toda
su naturaleza polémica y conflictiva, es decir, como
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Debate sobre el origen y funciones en Hispanoamérica.
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estrategia de dominación. La Retórica tuvo como fin la
persuasión por medio del lenguaje, para lo cual concibió
los discursos que pudieran cumplir con dicho objetivo. La
manera de dirimir los asuntos que presentan aspectos
controversiales dentro de una realidad pre-retórica se
realiza por medio de discursos persuasivos que se oponen
a otros discursos.183
Dentro del marco histórico de la antigüedad clásica, el
lenguaje, entendido como un instrumento de comunicación
social, reconocía tres grandes aplicaciones: como
instrumento de expresión científica, filosófica y
literaria. En los dos primeros casos, comunicaba especies
intelectuales, en cambio, en el segundo comunicaba
especies imaginativas. Como instrumento de comunicación
literaria, el lenguaje admitía varios usos, entre ellos,
el que nos interesa destacar es aquél en el que se ubica
como zona intermedia entre el discurrir teórico y la
183 ALBALADEJO MAYORDOMO, Tomás: Retórica, p.13. Albaladejo subraya larelación existente entre la Dialéctica y la Retórica. La primeracomo la disciplina filosófica dedicada a la argumentación, y lasegunda como la disciplina del discurso que se produce parapersuadir. Ibídem.
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aplicación práctica, es decir, la retórica, que es el
ámbito de la probabilidad, la persuasión y el entimema.184
Dice Ricoeur que la retórica fue en sus comienzos una
técnica de la elocuencia y su objetivo el mismo que la
elocuencia, es decir, engendrar la persuasión.185 Claro que
esta función cubría una parte de los usos del discurso.
Tan extendido ha estado el recurso del entimema
aristotélico, que ha quedado incrustado en la cultura
occidental como una hipótesis explicativa, con enormes
ventajas epistemológicas dentro del ámbito cultural
doxológico.
6.2.3 La dimensión política de la oralidad
Existen determinadas civilizaciones que han tenido en
alta estima el arte de hablar en público. Sin dudas,
184 REYES, Alfonso: Obras completas, t. XIII, p.366-7. Reyes recurre alsímil de la guerra para explicar los principios que animan a laretórica clásica. Así, una vez descubierto el silogismo como unprincipio de conclusión necesaria, es preciso para la disputapolítica una “máquina de más ágil maniobra, que no se cargue con elraro proyectil de los universales, sino con las piedras de la mismacalle: opinión, indicio y ejemplo. Tal es el entinema.” Ibídem,p.217.
185 RICOEUR, Paul: La metáfora viva, p.21.
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Grecia y Roma se ubican entre las civilizaciones que
hicieron de la retórica un verdadero programa cultural de
formación del individuo. En el caso de los griegos, ya
habían hecho gala de elocuencia mucho antes de que
existiera cualquier tratado sobre retórica. El buen uso
de la palabra oral en la antigüedad hubo de alcanzar
grados de suma importancia, sobre todo si se considera
que los griegos acostumbraban a dirimir cada una de sus
capitales cuestiones a través de la deliberación pública.
Hablar bien tanto como agradar y persuadir constituían
condiciones esenciales del hombre griego. La amplia
concepción que caracterizó la sociedad ateniense,
respecto de la activa participación de los ciudadanos en
la vida pública, convirtió a la retórica en una
herramienta defensiva de la ‘polis’. Su preponderancia
aumenta en relación directa con los trastornos sociales
producidos por el tránsito de una sociedad aristocrática
hacia una democrática. La retórica, pues, imponía su
mecanismo suasorio como una acción eminente del individuo
ante el Estado. Alfonso Reyes sostiene que mientras la
Poética de Aristóteles considera las obras en la que
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predomina el placer estético, “en las obras a que se
consagra la Retórica se trata de literatura aplicada, de
literatura al servicio de una causa, y sujeta a un
sentido de utilidad.”186
Para Reyes no existen dudas sobre la pertenencia a la
institución literaria de obras que hayan sido concebidas
conforme al modelo retórico. Desde el punto de vista
formal, a la retórica le corresponde el descubrimiento de
la prosa como género literario aparte del habla común.187
La afirmación del crítico mejicano recuerda
inmediatamente los radicales de presentación de Frye que
se encuentran en la base del género literario. Sin forzar
los términos, podría decirse que la retórica se
constituye en el modelo de producción de la prosa con
fines prácticos (o intención perlocutiva) que puede o no
alcanzar un alto grado de desarrollo estético. Pero que
más allá de la condición literaria adquiere un valor
radical como “facultad humana general -escribe Reyes-,
186 REYES, Alfonso: Op. cit., p.217.187 Ibídem, p. 217.
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indispensable a la convivencia política, que conviene
someter a estudio y a ejercicio: la
facultad de defender y probar nuestras opiniones.”188
Mediante la argumentación, cabría agregar a lo dicho por
Reyes, como un modo de razonamiento situado a medio
camino entre la demostración y la violencia disimulada
del discurso de pura seducción. Si al primero lo acecha
el peligro del dogmatismo, al segundo el escepticismo,
pero es indudable que la argumentación retórica ha
resultado el instrumento más ajustado para la actuación
humanista en sociedad.189 Pero también merece subrayarse
que la función, en última instancia dialógica, de la
retórica-argumentativa depende del contexto ideológico,
puesto que ciertos contextos favorecen más que otros este
funcionamiento.190 Los géneros del discurso se relacionan188 Ibídem, p.217.189 ARENAS CRUZ, María Elena, Op. cit., p.46.190 En la definición de género dada por Greimas y Courtés se pone demanifiesto el carácter sociolectal del género entendido como clasede discurso. Y lo que es de particular interés para nuestraperspectiva: “El estudio de la teoría de los géneros, característicade una cultura ( o de un área cultural) dada, no tiene interés sinoen la medida en que permite poner en evidencia la axiologíasubyacente a la clasificación.” GREIMAS, A. J., COURTÉS, J.:Semiótica. Diccionario razonado de la teoría del lenguaje. Versión esp. de EnriqueBallón Aguirre y Hermis Campodónico Carrión. París, Hachette, 1979,p.197.
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con la ideología dominante, como hemos intentado
demostrar en la relación ensayo-humanismo renancentista.
6.2.3.1 La oralidad renacentista
Para confirmar nuestras suposiciones precedentes, merecen
cotejarse dos citas de Montaigne y Bacon referidas a la
conversación, por lo tanto, a la oralidad. Los
tratadistas del ensayo, en general, reconocen el tono
conversacional como característico del género, lo que no
se indica, sin embargo, es su procedencia. Dice
Montaigne:
El más fructuoso y natural ejercicio de nuestroespíritu es a mi manera de ver la conversación:encuentro su práctica más dulce que ninguna otraacción de nuestra vida / .../ Los atenienses, yaún los romanos, tenían en gran honor esteejercicio en sus academias /... / Si yo conversocon un alma fuerte, con un probado luchador, ésteme oprime los ijares, me excita a derecha eizquierda; sus ideas hacen surgir las mías: elcelo, la gloria, el calor vehemente de la disputa/.../ la conformidad es cualidad completamentemonótona en la conversación /.../ Gusto yo de
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argumentar y discurrir, pero con pocos hombres ypara mi particular usanza, pues mostrarme enespectáculo a los grandes, y mostrar encompetencia el
ingenio y la charla, reconozco ser oficio quesienta mal a un hombre de honor.191
Por su parte Bacon escribe:
Algunos desean en su discurso más el elogio de suingenio, al poder sostener cualquier argumento,que juicio en discernir lo que es verdad; como sifuese un elogio saber lo que se pudiera decir yno lo que se debe pensar. Algunos usan ciertoslugares comunes y temas en los que se sientenfuerte, pero necesitan variedad, pues esa clasede pobreza resulta tediosa la mayoría de lasveces y, cuando es advertida, ridícula. La partemás honorable de la conversación es proponer eltema y luego moderar la marcha y pasar, acualquier otro; de ese modo, el que habla dirigela danza. Está bien en el discurso y laconversación variar y entremezclar al temapresente argumentos diversos, anécdotas, hacerpreguntas y opinar, y mezclar lo jocoso con lo
191 MONTAIGNE, Michel: Op. cit., t. II, p.437-8.
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serio; porque es aburrido estirar un tema yatiborrarse de él.192
Los fragmentos pertenecen a Del arte de platicar y Del discurso,
respectivamente. La primera observación que se desprende
de la lectura de estas citas es el tono diferente con que
cada uno trata un mismo tema. En Montaigne hay una
preocupación más personal y subjetiva, en Bacon, en
cambio, se destaca una visión más objetiva del arte de
conversar. El fragmento de Montaigne contribuye, en buena
medida, a reafirmar nuestras conjeturas, puesto que
Montaigne aprecia la disputa, aunque circunscripta a unos
pocos hombres; aun cuando recuerde ese ejercicio entre
los griegos y los romanos, piensa en las academias y no
en el ágora. La actitud dialógica -en este caso
conversacional- vuelve a situarse en relación directa con
la disputa, la cual provoca el surgimiento de las ideas,
que evitan la “monotonía” a favor de la variación. La
conversación para Montaigne, entonces, no constituye una
actividad meramente cordial, sino que se funda en un
procedimiento dual: el argumentar y el discurrir.192 BACON, Francis: Ensayos. Trad., pról.. y notas de Luis EscolarBareño. Buenos Aires, Aguilar, 1961, p.143.
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En el texto de Bacon, el tema todavía resulta más
transparente, en orden a nuestras presunciones, ya que,
si se mira más de cerca, sus palabras son una crítica al
abuso retórico: 1. el ingenio argumentativo no debe
oscurecer la verdad; 2. las mejores palabras son las que
expresan mejor nuestros pensamientos; 3. la
sobreabundancia de “lugares comunes” (tópicos) desluce el
discurso. Si Bacon estaba en condiciones de
criticar estas formas abusivas de la retórica, lo era
porque la misma formaba parte de su horizonte. Pero no
sólo critica sino que, además, propone técnicas a tener
en cuenta, que, por lo demás, pertenecen a la retórica:
1. proposición de temas y variación del mismo; 2.
argumentación en torno al tema; 3. intercalación de
anécdotas, formulación de preguntas y de opiniones; 4. la
mezcla de lo serio con lo cómico a fin de no aburrir. En
suma, podría decirse que el carácter conversacional, por
ende, dialógico, que matiza la prosa ensayística cabe
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consignarla como retórica, tanto por sus técnicas como
por sus procedimientos argumentativos y ornamentales.
6.2.4 Discurso epistolar y discurso ensayístico
Ahora bien, en qué circunstancias la Retórica llega a
constituirse en modelo de escritura del ensayo moderno.193
Curtius ha expresado que, a lo largo de la antigüedad,
no podía existir una teoría general de la prosa y de
sus géneros, “puesto que existía la retórica, que era
teoría literaria general”.194 Esta importante verificación,
para nuestra hipótesis, puede hacerse extensiva, con
matices, hasta el siglo XVIII, momento en que la Retórica
193 Algunos tratadistas participan de la idea de que los antecedentesdel ensayo español se ubican en los tratados doctrinales y lavariada literatura didáctica de los siglos clásicos. Sin embargo, enopinión de de Ángel del Río y M. J. Benardette, las fuentes noprovienen de ese origen, puesto que es una “relación aparente yremota”. Agregan: “En la forma, todos los autores españoles quedesde el siglo XVI escriben sobre temas ideológicos- historiadores,místicos, críticos y moralistas- tienen su fuente en los modelos delclasicismo greco-latino aceptados por el Renacimiento en toda Europao en los tratadistas de los primeros siglos del cristianismo, sin quellegue a crearse en España una tradición propia e ininterrumpida como la delensayismo inglés o como la que dentro de la literatura españolaencontraríamos en la novela, el teatro o la poesía popular.” RÍO,Ángel de, M. J. BENARDETTE: El concepto contemporáneo de España, p.14. Lascursivas son nuestras.
194 CURTIUS, Ernst Robert: Literatura europea y edad media latina, p.110.
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pierde vigencia e interés. Sin embargo, durante todo ese
tiempo, la Retórica ejerció una influencia sustancial, en
tanto “teoría literaria general”. Ahora bien, debe
recordarse, que la Retórica, durante la Edad Media, fue
tan trascendente como la didáctica y la sermonística, e
integró junto con la gramática y la lógica el ‘trivium’.
No obstante, una vez integrada la retórica al sistema
educativo medieval, comenzará a sufrir variaciones a
partir del siglo XI.
De mucha mayor importancia -asevera Curtius- es,en esa misma época, la formación de un nuevosistema de retórica, el ars dictaminis o dictandi. Surge este sistema de las necesidades de lapráctica administrativa, y su meta primordial escrear modelos para la redacción de cartas ydocumentos /.../ El que la retórica seconvirtiera en arte epistolar no tiene nada desorprendente; el hecho estaba ya anticipado enlas colecciones epistolares de Plinio, de Símaco,de Sidonio, no menos que en las epístolasoficiales de Casiodoro.195 [Más adelante Curtiusprecisa:] Al lado del ars dictaminis, y por encima deél, se conserva en el siglo XII el ideal antiguo,según el cual la retórica debe ser parte
195 Ibídem, p.117.
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integrante de toda cultura. Cicerón, Quintilianoy San Agustín tuvieron en común esta idea.196
Curtius sitúa la Retórica como parte del sistema
epistolar vigente en la Edad Media. Las observaciones de
Curtius constituyen un punto de partida para poder
establecer los vínculos entre la retórica y el discurso
ensayístico, a través del género epistolar, ya en la
emergencia del género.197 En especial, por el hecho de que
la expresión de la individualidad renacentista habría
de tener en la epístola y el ensayo, dos canales idóneos,
pero que compartían un mismo modelo de referencia, que
era el retórico. Aún con las derivaciones banales que
tuvo el deleite por la “palabra ornamentada”, queda
claro el interés que despertaban ciertos pensamientos
“encapsulados” y frases hechas que provenían de la196 Ibídem, p.119.197 Juan Marichal destaca la impronta retórica de la prosa de FrayAntonio de Guevara, que -como vimos- constituye un interesanteantecedente del género ensayístico, sobre todo, por sus Epístolas:“/.../ la retórica medieval era sobre todo el tejido conjuntivo dela actividad intelectual y de la vida institucional, en Guevara setransforma en instrumento de 'organización' personal.” MARICHAL,Juan: Teoría e historia del ensayismo hispánico, p.73. Más adelante agrega:“ /.../ el empleo de una retórica orquestal era indispensable parala elaboración de formas expresivas personales, pero simultáneamenteel dominio de las técnicas retóricas terminaba por interponerseentre el escritor y su personalidad profunda.” Ibídem, p.89.
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literatura grecolatina y facilitaban la comunicación
entre los hombres renacentistas.198 Los Essais representan
una organización yuxtapuesta de diversas formas en prosa,
que sin ser diario, memorias, carta o catálogo libresco
en sentido estricto, de todo ello, no obstante, tienen a
la vez.199 Pero por encima de estos fragmentos, el género
epistolar se destaca, como el mismo Montaigne, en cierto
modo, lo reconoció.200
Pilar Concejo se ha ocupado, específicamente, del tema201,
pese a que su análisis está dirigido al ensayo español,
lo consideraremos en virtud de que posee una validez
general. Concejo profundiza la relación carta-ensayo, ya
que parte de la hipótesis de que, en la emergencia del
ensayo, las cartas son hitos primordiales. Para reforzar
sus postulados, pone como ejemplos las Epístolas familiares de198 “Para satisfacer la demanda -muchas veces superficial- de losadmiradores de la literatura greco-latina, aparecieron en el mercadoediciones comentadas, compilaciones, adaptaciones, traducciones,antologías de sentencias morales, de hechos singulares, deanécdotas, de frases famosas, fácil ornamento para conversaciónvacía y sin valor.” CARBALLO PICAZO, Alfredo: op. cit., p.110.
199 SÁENZ HAYES, Ricardo: op. cit., p.63.200 Ibídem.201 V. CONCEJO, Pilar: “El origen del ensayo hispánico y el géneroepistolar”. En: Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid, n. 373, 1981.
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Antonio de Guevara, las Cartas finlandesas de Ganivet, las
Cartas eruditas y curiosas de Feijóo y las Cartas marruecas de
Cadalso. Apunta Concejo que, en la Edad Media, por
necesidades administrativas de cancillerías reales y
eclesiásticas, surgirán los ‘Ars Dictaminis’, mientras
que en el Renacimiento, recogiendo “esquemas y figuras
establecidas por la cultura clásica, el género epistolar
desempeñará la función de vehículo de trasmisión de la
imagen de hombre culto y moderno.” 202 La carta era, pues,
el medio más idóneo para la manifestación subjetiva en el
proceso de afirmación de la individualidad, a tal punto
llega su importancia que se escriben tratados conteniendo
teorías sobre las epístolas y el arte de escribirlas. El
cuadro de referencias podrían completarse con el estudio
de Juan Marichal. En efecto, cuando Marichal se refiere
al “proceso de individuación humana visible en el
ensayismo hispánico”, destaca los gérmenes de dicha
individuación que se prefiguran desde el siglo XV.203
Alonso de Cartagena (quien gusta del “dulce comercio por
epístolas”), Mosén Diego de Valera (en sus Epístolas no202 Ibídem, p.180.203 MARICHAL, Juan Teoría e historia del ensayismo hispánico, p.20.
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alcanza a mostrar su intimidad), Fernando de la Torre (
Libro de veinte cartas y cuestiones) y Fernando del Pulgar,
constituyen los antecedentes más inmediatos de las Epístolas
familiares de Antonio de Guevara (l480-1545).204
Ahora bien, los estudios precedentes, al igual que la
mayor parte de los críticos que se ocupan del
ensayo, se detienen en Antonio de Guevara, a quien se
le asigna un sitio destacado en la historia de la prosa
ensayística.205 Algunos lo consideran el iniciador
del ensayo en España, otros, más arriesgados, como el
fundador del género en toda Europa.206 Aunque sea necesario
204 Las Epístolas familiares -escritas entre 1539 y 1545- son objeto de unainusitada popularidad: en Francia llegaron a publicarse más de diezediciones entre 1556 y 1578, otra de sus obras, Reloj de Príncipesalcanzó unas veinte. CASTRO, Américo: “Antonio de Guevara. Un hombrey un estilo del siglo XVI.” En: Boletín del Instituto Caro y Cuervo, a.I n.1,ab.1945, p. 47.
205 En relación con estas sospechas dice Sáenz Hayes: “De la influenciade Luis Vives tengo dicho lo esencial en el capítulo V de estelibro. La idea de cultivar el género epistolar pudo venirle aMontaigne no sólo de los consejos del filósofo valentino, sinotambién de las Cartas familiares de Antonio de Guevara, cuyo libroconocía perfectamente /.../” SAENZ HAYES, Ricardo: Op. cit., p.364.
206 Por su parte, Asunción Rallo -citada por Pilar Concejo- declara que“El epistolario guevareano montaba sobre la explotación retórica delgénero epistolar el nuevo texto del que derivará el ensayismo deMontaigne”. Concejo, Pilar: “El origen del ensayo hispánico y elgénero epistolar”, p.162. Antonio de la Nuez se aventura a decirque el “verdadero fundador del ensayo occidental y moderno fue
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determinar los grados de importancia, lo que parece fuera
de duda es que Fray Antonio de Guevara es un antecedente
insoslayable en la historia del género, por ser el primer
caso de prosa artística “no sostenida en una ficción
organizada (narración o novela)” principalmente en lengua
hispana.207 A nuestro modo de ver, el enfoque más acertado
radica en presentar a Guevara como un agente precursor
del género y no como un fundador del mismo. No obstante,
el sondeo de la individualidad tanto como de la intimidad
instituye un extenso como complejo proceso, cuyo inicio
no puede ser atribuido inequívocamente a algún escritor
Guevara” y, además, “en la literatura castellana es muy importanteel ensayo de Guevara, que influyó en Montaigne y Bacon.” NUEZ,Antonio de la: op. cit., p.20. Más cauteloso se muestra Carballo Picazocuando advierte que “admitir influencia decisiva, tan decisiva quecambie la actitud del escritor y del hombre ante el mundo-Guevara enMontaigne- es altamente problemático.” CARBALLO PICAZO, Alfredo: op.cit., p.109. Por último- parece lo más acertado- el juicio deMarichal: “la gran originalidad de Guevara consiste precisamente enla creación de una obra literaria de estricto carácter renacentistasin romper la continuidad medieval.” MARICHAL, Juan: Teoría e historia delensayismo hispánico, p.72.
207 Américo Castro ha escrito: “/.../ el primer ejemplo de prosaartística no sostenida en una ficción organizada (narración onovela), o en un contenido ideológico que valga por sí (Petrarca,León, Hebreo, Erasmo) /.../ por sus temas objetivo-subjetivos,Guevara anticipa el ensayo y la crónica periodística (en sentidoeuropeo). En las Epístolas familiares hay un lejano antecedente deFeijóo, Cadalso, Larra y Ortega y Gasset.” CASTRO, Américo: “Antoniode Guevara. Un hombre y un estilo del siglo XVI”, p.54.
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en especial. Sobre la influencia que argumentan algunos,
de Guevara sobre Montaigne, tampoco existen pruebas
incuestionables, antes bien, sería más atinado referirse
a rasgos comunes, sobre todo si se toma en cuenta el
ambiente españolizado en el que Montaigne vivió208 y, por
otra parte, a que ambos pertenecieron al bloque histórico
renacentista. Con idéntica filiación no es extraño que
tanto uno como otro descubrieran mecanismos semióticos de
individualización análogos.
Las estructuras retóricas y la evaluación estética
1. El principio clasificatorio
Hemos podido ver hasta ahora los procesos de
contaminación intertextual del discurso ensayístico,
tanto desde un punto de vista diacrónico como genológico.
Nuestro enfoque sobre el género ha intentado poner en
relación la obra con la institución literaria, como
también vincular la obra con el género, con el fin de
fijar un principio de clasificación, mediante el cual una
obra llega a ser referida a tal o cual género. Ya entre208 CARBALLO PICAZO, Alfredo: op. cit., p.108.
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los antiguos teorizadores de la poética se encontraban
ejemplos de géneros teóricos, como el caso de Diomedes
(siglo IV), que, siguiendo a Platón, dividía las obras
según una hipótesis abstracta que colocaba al sujeto de
la enunciación como el elemento más importante de la obra
literaria.209 Esta clasificación implica el reconocimiento
de una categoría principal que funciona en la base de la
selección misma. Es así como los enfoques precedentes se
complementan con la determinación de una categoría
primordial, que funcione en la base selectiva. Ello
implica la admisión del texto literario como un sistema y
la categoría o rasgo distintivo como parte del sistema y
susceptible de reconocerse en la obra literaria, no como
prueba de la existencia del género sino como expresión
del género. Por una parte, la función es clasificadora y
por otra, la función del rasgo es constructiva,
introduciendo aquí la denominación de Tinianov.210 Una209 Diomedes divide las obras literarias en tres categorías: 1. solohabla el narrador, 2.solo hablan los personajes, 3.hablan narrador ypersonajes. TODOROV, Tzvetan: “Los géneros literarios”, p.22.
210 “Llamo función constructiva de un elemento de la obra literaria (entanto sistema) a su posibilidad de entrar en correlación con losotros elementos del mismo sistema y, en consecuencia, con el sistemaentero.” TINIANOV, I.: “Sobre la evolución literaria”. En: TODOROV,Tzvetan: Teoría de la literatura de los formalistas rusos; antología preparada y
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estructura argumentativa en este sentido, además de ser
un modo de presentación lingüística, alcanza el rango de
categoría tanto clasificatoria como constructiva. La
preponderancia atribuida al rasgo permite la relación de
una obra con otra y de éstas con el género. O lo que es
lo mismo, el concepto de función articula la obra
singular con el género y el conjunto, enlaza el devenir
con la continuidad, la perspectiva histórica con la
estructural. La determinación de una propiedad como la
presentación argumentativa no garantiza la distinción de
un discurso ensayístico de otros discursos que comparten
la misma
propiedad. No es suficiente declarar como rasgos
dominantes del ensayo lo argumentativo y lo persuasivo,
pues, un texto, por la persuasión, puede confundirse con
la propaganda o la didáctica o, por la extensión, corre
el riesgo de ser aforístico (si es muy breve) o un
tratado (si es demasiado extenso).211
presentada por Tzvetan Todorov, p.91.211 Con justa razón Ana Vía Herrero reclama “una tradición teórica-literaria convincente que sirva al menos para distinguir cuándo elensayo es realmente persuasivo y argumentativo, de cuándo es
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De entenderse la estructura como una organización de
diferentes elementos que conforman una unidad más o menos
coherente, la organización de las ideas en orden a la
persuasión, sólo cobrará eficacia en el efecto
totalizador del texto ensayístico. Toda argumentación se
define por la particular relación que se articula entre
una hipótesis y una conclusión, aunque dicha relación
aparece en el texto ensayístico en función no de la
lógica sino de la probabilidad. Esto es, un ensayo admite
como punto de partida una determinada hipótesis, cuya
conclusión no necesariamente debe ser acorde a la
hipótesis planteada. Tal libertad argumentativa permite
el recorrido de distintas direcciones expositivas, de tal
manera que el punto de partida suele perder su condición
de hipótesis tornándose simplemente en motivación diva-
propaganda de una ideología o de una doctrina, o divulgación más omenos pedagógica de una teoría científica.” VIA HERRERO, Ana: “Lamás íntima ley formal del ensayo es la herejía. Sobre su condicióndialógica”. En: Compás de Letras, Madrid, 5, l994, p. 46. Octavio Paz,refriéndose a la ensayística de Ortega y Gasset, advertía que eltratado y el aforismo son las dos principales acechanzas del ensayoy que una manera de guardarse de ellas es que “la prosa del ensayofluya viva, nunca en línea recta.” PAZ, Octavio: Hombres en su siglo.Buenos Aires, Seix Barral, 1986, p.98.
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gadora. En la mayoría de los casos, un libro leído, un
paisaje, un hecho histórico, un problema político, etc.
constituyen la razón inicial de un ensayo a partir de los
cuales el ensayista sabe dónde comienza pero raramente en
qué punto termina.
Asimismo, van Dijk habla de estructuras retóricas,
fundándose en que ciertas estructuras textuales requieren
de categorías y reglas de índole distinta de la
estilística, a pesar de que ambas puedan referirse a
unidades gramaticales. La retórica posee una diferencia
sustantiva respecto de la estilística, cual es, la
intencionalidad comunicativa: busca la eficacia
persuasiva del texto. Pero, al mismo tiempo, la retórica
al margen de estar referida a la gramática, consigue
ocuparse de la “estructura textual global”. Van Dijk
caracteriza la retórica mediante cuatro operaciones
básicas: adjunción, omisión,
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inversión, sustitución, dadas en el ámbito de las oracio-
nes y secuencias.212 Parece bastante pertinente enfocar el
género ensayístico desde la perspectiva que lo hace van
Dijk, ya que, según pudimos ver, desde el punto de vista
de la teoría del enunciado bajtiniana, la retórica
constituye un modelo de producción para el ensayo no solo
a niveles oracionales o secuenciales, sino también desde
el plano de la organización global del texto. En efecto,
las figuras y los tópicos obran a niveles gramaticales,
pero la “estructura textual global” obedece a un tipo
especial de organización interior.
La estructura argumentativa del ensayo muchas veces se
organiza conforme a las operaciones previstas por la
retórica213, en virtud de los cuales pone en relación los
hechos de los que se ocupa, las verdades de las que parte212 DIJK, Teun, A. van: La ciencia del texto; un enfoque interdisciplinario. Trad. deSibila Hunziger. Barcelona, Paidós, 1983, p.126-128.
213 Se sabe que la retórica tradicional admitía cuatro pasosconsecutivos en la producción del discurso: inventio, dispositio,elocutio, memoria y pronuntiato. Dentro de la dispositio eldiscurso clásico construía la estructura argumentativa, según lasiguiente forma: 1.exordium ( introducción a fin de despertar elinterés del oyente; 2.narratio (exposición del asunto); 3.argumentatio ( presentación de las pruebas); 4. peroratio ( resumeny apelación a los oyentes).
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y las presunciones admitidas. El conjunto de elementos
así estructurados responde, en cuanto a los
procedimientos, a las cuatro operaciones básicas
detalladas por van Dijk. Es así como, mediante la
adjunción, en el texto ensayístico hay repetición de
proposiciones, adición de información superflua y,
básicamente, ampliación del discurso en largas
digresiones. La omisión opera sobre las presuposiciones y
consecuencias, puesto que suelen ser elididas del
discurso, en cambio, si las mismas integran el discurso
puede ocurrir que se vean permutadas en su orden. La
sustitución se revela en las oraciones metafóricas, las
alegorías y los tipos de expresión irónica. Finalmente,
la estructura argumentativa debe verse, desde una
perspectiva histórica, sobre el fondo del diálogo
persuasivo.
2. La propiedad artística del discurso ensayístico
Al principio de esta primera parte, con el propósito de
despejar el problema del género ensayístico, tuvimos que
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recurrir a una distinción entre las poéticas
esencialistas y las condicionalistas, debiendo optar por
éstas últimas, en razón de que se ajustaban mejor al
examen de un género de la modernidad renacentista y no
previsto por la poética
clásica.214 Basta recordar aquí que las poéticas
condicionalistas, asimismo, plantean la propiedad
literaria de los textos en relación con los niveles
contextuales y no cotextuales. De manera que el valor
literario-poético dependerá de la convención de un uso de
naturaleza social marcada por una comunidad cultural.
Pero no se agotaría allí la sanción de la propiedad
estética del discurso ensayístico, es decir, en el nivel
contextual. Si constituye un género susceptible de
incluirse dentro de la creación poética, lo es porque el
poder intuitivo lo condiciona a enfrentar la vida con el
mismo gesto que la obra artística, aun cuando su
214 En el Renacimiento se restaura la tesis de que “el verdadero objetode la literatura es la imitación de la vida y de la naturaleza,haciendo de la mimesis la condición básica de lo poético hasta elsiglo XVIII.” Por fuerza, ello provoca las distinciones entre lasmaterias literarias (acciones humanas y cosas de la naturaleza) ylas científicas o filosóficas. ARENAS CRUZ, María Elena: Op. cit.,p.103.
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pretensión última no sea la imitación humana y
extrahumana -la ‘mimesis’-. La escrupulosa utilización
del lenguaje, entonces, no sería el único rasgo
definitorio de la propiedad literaria. Lukács descubrió
que lo definitorio del género estaba en la articulación
establecida entre las facetas concretas de la realidad y
las problemáticas esenciales del Ser.215 La primera
condición del arte consiste en elevar a la categoría de
universal las elementales realidades de la vida, del
hombre y su destino, en tal sentido, el ensayo se sujeta
a un acto creador artístico al reconocer tales
realidades, las que desentraña mediante la fuerza de la
intuición. Pero no va más allá de este punto: “El ensayo
es un juicio, pero lo esencial en él, lo que decide su
valor, no es la sentencia (como en el sistema), sino el
proceso mismo de juzgar.”216
Lukács decía que la ciencia obra sobre nosotros por sus
contenidos y el arte por sus formas217, en consecuencia,215 LUKÁCS, Georg: “Sobre la esencia y forma del ensayo (Carta a LeoPopper)”, p. 38.
216 Ibídem.217 Ibídem, p.17.
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podría argüirse que el discurso ensayístico logra
situarse en la equidistancia de la forma y el contenido.
El carácter bifronte del discurso ensayístico se revela,
por una parte, en el plano reflexivo y el pensamiento
crítico y, por otra, en la importancia conferida a la
presentación artística del pensamiento.218 Pero la idea de
la forma, en este caso, no debe entenderse nada más que
como una categoría pasible de evaluarse. Se precisa poner
en evidencia “los principios básicos que separan las
formas
unas de otras.”219 La estructura argumentativa del ensayo
constituye la bisagra que reúne el ordenamiento más o
menos sistemático del pensamiento, por lo que se acerca
218 Respecto a este punto, hemos definido una verdadera “poética de laidea” que ha regido gran parte de la producción ensayística delperiodo acotado en nuestra investigación y que vale, claro está,para el discurso ensayístico de Manuel Ugarte. V. Cap II, punto 1de la Tercera Parte.
219 “No se trata de finura y de profundidad; éstas son categoríasvalorativas y, por lo tanto, sólo tienen validez dentro de la forma;se trata de los principios básicos que separan las formas unas deotras; se trata del material con el que todo está construido, setrata del punto de vista, de la concepción del mundo que da unidad atodo. Para ser breve: si se compararan las distintas formas de lapoesía con la luz solar refractada por el prisma, los escritos delos ensayistas serían la radiación ultravioleta.” LUKÁCS, Georg:“Sobre la esencia y forma del ensayo (Carta a Leo Popper)”, p.23.
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al discurso teorético, pero la preocupación por la
‘dispositio’ y la ‘elocutio’ de las estructuraciones
retóricas, lo proyecta hacia una noción artística.
Comparte con el lenguaje de la ciencia el hecho de no
crear mundos ficcionales, empero se distancia, mercad a
su libertad expositiva. Por eso, en su denodado afán de
provocar el placer estético -a un tiempo individual y
participativo- por medio de la palabra, el ensayo se
sitúa entre los géneros de creación poética y los géneros
retóricos.
A modo de recapitulación de nuestro recorrido, podemos
decir que el género ensayístico está profundamente
imbricado, en su emergencia, con la afirmación de la
individualidad renacentista. Sin embargo, los rasgos
constitutivos, que aislamos para verlos funcionar:
subjetivismo, actitud dialógica, discursividad, no
pertenecen exclusivamente al Renacimiento. En todo caso,
formarían parte de él en calidad de residuales, lo que
significa que aquellos rasgos estarían en condiciones de
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Claudio Maíz. EL ENSAYO: ENTRE GENERO Y DISCURSO.
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ser articulados con otros periodos culturales, por
intermedio de una actitud ensayística.
La actitud ensayística debe ser entendida como un modo -
diferente de las actitudes básicas de los otros géneros-
de aprehender la realidad. Las distintas maneras de
plantear la relación entre el sujeto y el mundo, que
informa a un conjunto de textos literarios, facultan su
ordenamiento al amparo del concepto de lo ensayístico, sin
que, por cierto, ninguno de ellos llegue a ser un ensayo
propiamente dicho, ya que ha sido Montaigne el iniciador
consciente del género. Con arreglo a lo cual, puede
encadenarse desde la antigüedad clásica hasta Montaigne,
una larga serie de obras, que, en principio, habría que
calificarlas como refractarias a ser incorporadas a la
trilogía genérica conocida (épica, dramática, lírica). A
pesar de que es improcedente denominarlas ensayos, tienen
mucho que ver con el ensayo, en la común base del tipo de
relación que entablan con la realidad. La actitud
ensayística requiere para su
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Claudio Maíz. EL ENSAYO: ENTRE GENERO Y DISCURSO.
Debate sobre el origen y funciones en Hispanoamérica.
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manifestación de una formalización lingüística
determinada, en la que existe un predominio de lo
expositivo-argumentativo.
Dos referencias principales definen la genealogía del
discurso ensayístico: una, directamente vinculada con el
antiguo género del “diálogo socrático”; otra, el modelo
de producción retórica que se manifiesta en la estructura
argumentativa. Del primero, proceden tanto la actitud
dialógica del género, es decir, la incorporación del
destinatario en la conformación del texto, como el
procedimiento discursivo. A su vez, de ahí se desprende,
en cierto modo, la verbalidad y el tono conversacional.
Del segundo, emanan la noción artística en la exposición
de ideas –“la palabra ornamentada” de la antigua
retórica-, y la estructura argumentativa. Desde un plano
filosófico, también, la Retórica provee el componente
verosímil -lo que no niega en el ensayo la búsqueda de la
verdad, a veces nada más que como búsqueda-, en virtud de
ello la unidad ensayística pertenece al ámbito de la
‘doxa’.
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Claudio Maíz. EL ENSAYO: ENTRE GENERO Y DISCURSO.
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El discurso ensayístico hispanoamericano
1. Distinciones e invariantes del género
Para abordar el discurso ensayístico hispanoamericano son
necesarias algunas consideraciones que contribuyan a
dilucidar la especificidad que el género adquiere. Para
ello insistimos con la observación bajtiniana sobre la
“historia” de un género, en el sentido de que “para una
correcta comprensión del género es necesario remontarnos
a sus orígenes.”220 La primera advertencia que debemos
hacer consiste en destacar que la literatura se articula,
en Hispanoamérica, según leyes y procedimientos propios.221
220 BAJTÍN, Mijail M.: Problemas de la poética de Dostoievski, p.151.221 Para Robert G. Mead, Jr. es preciso establecer ciertos reparos alas preceptivas difundidas durante el siglo XVIII y XIX, quecodificaron fuertemente los géneros. Dice Mead, “con el transcursodel tiempo han nacido nuevas naciones y nuevas literaturas cuyasobras no han correspondido siempre al marco teórico previamenteestablecido. Consta que la literatura, como la vida humana de la quees una manifestación, comparte la historicidad de todo procesovital, que es proteica y que no pueden contenerla por mucho tiempolos ‘géneros’ derivados del pasado, herencia inflexible yanticuada.” MEAD (Jr.), Robert G.: “Montalvo, Hostos y el ensayohispanoamericano”. En: Hispania, vol. XXXIX, n. 1, mar. 1956, p.56.Grossman, en el capítulo titulado “Estudio de la literatura conAmérica como centro, en lugar de Europa”, se pregunta: “¿el esquemacrítico europeo seguirá siendo siempre el único adecuado parainterpretar la literatura del Nuevo Mundo? ¿Son realmente idénticoslos principios de creación acá y allá? GROSSMAN, Rudolf: Historia y
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Sin embargo, la pregunta por el proceso histórico-
cultural que rodea la emergencia del ensayo, en
Hispanoamérica, obliga a rebasar el marco estrictamente
literario. Para ir desglosando la respuesta, digamos, en
primer lugar, que, así como el ensayo de sesgo
introspectivo de Montaigne es característico del
Renacimiento europeo, en Hispanoamérica otras
circunstancias históricas condicionarán la aparición de
una práctica literaria que ajusta dialécticamente la
acción y la meditación.
problemas de la literatura latinoamericana. Trad. de Juan Probst. Madrid,Revista de Occidente, 1972, p.33 Federico de Onís, en cambio, ya nose interroga sino que afirma: “Mi opinión es que la razón de estaactitud de unos y otros viene de una cosa muy sencilla: de quetodos, europeos y americanos, juzgan lo americano desde el punto devista de Europa. La historia literaria, los conceptos literarios deesta historia, la crítica, se han construido en Europa. Los europeosy los no europeos siguen, así, estas mismas ideas, estos mismosconceptos, Y los aplican a América. El resultado es que no sirvenestas ideas y estos conceptos para América, precisamente por elhecho de que toda la literatura y los productos generales de la vidade América en sí tiene una originalidad; y que hay que juzgar y verlo americano desde nuevos puntos de vista; y que esos nuevos puntosde vista no tienen que venir de algo extraño, sino que deben nacerdel fondo mismo de lo americano.” ONÍS, Federico de: “Laoriginalidad de la literatura hispanoamericana”. En: España enAmérica. Estudios, ensayos y discursos sobre temas españoles e hispanoamericanos.Barcelona, Editorial Universitaria, 1968, p. 117.
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El ensayo europeo posee una evidente vinculación con un
tejido histórico-cultural ajustado primordialmente a la
jerarquía alcanzada por el individuo en el sistema
social. En el yo renacentista- especialmente en
Montaigne- se semantiza la confianza y seguridad en las
facultades intelectuales del individuo, que se siente
capacitado para hacer inteligible el mundo por medio de
su razón y experimentación. De ahí que, en la
ensayística europea, haya un predominio psicologista,
mientras que en la hispanoamericana los fenómenos
sociales, geohistóricos y aun la inflexión interpretadora
de la realidad, sean su principal fundamento. Con todo, a
nuestro juicio, al igual que en la emergencia europea,
también el sujeto, tanto desde un plano filosófico como
semiótico (los mecanismos semióticos de la inscripción
textual de la subjetividad), cumple una función
primordial en la configuración del discurso ensayístico
hispanoamericano. De esta manera se cumpliría, desde la
teoría del género que hemos desarrollado, la invariante
subjetivista del discurso ensayístico. Por fuerza, no
obstante, se deben reconocer las inflexiones que el
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Claudio Maíz. EL ENSAYO: ENTRE GENERO Y DISCURSO.
Debate sobre el origen y funciones en Hispanoamérica.
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fenómeno adquiere en Hispanoamérica, en especial, durante
las primeras décadas del siglo XX.222
2. La predilección del género ensayístico en
Hispanoamérica
Los modelos críticos-creadores no son los géneros
propiamente, ni tampoco están por su condición misma de
modelos sometidos a un preciso decurso diacrónico, sino
que operan en la génesis de los textos literarios. Estos
modelos se envisten de un ‘pathos’ y un ‘ethos’ que
justifican los interrogantes sobre los principios que
siguen los escritores que “cultivan distintos géneros a
la hora de elegir una alternativa de expresión u otra” y
“el significado estético e ideológico de la elección”. En
suma, los modelos genológicos actúan en la configuración
del texto.223 Gómes distingue en Hispanoamérica cuatro222 Por razones expositivas, el desarrollo de este problema seencuentra en el capítulo III de la Quinta Parte.
223 GÓMES, Miguel: Op. cit., p. 41. Recordemos que la opción por unamodalidad discursiva incide en las plasmación del tema y las
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Claudio Maíz. EL ENSAYO: ENTRE GENERO Y DISCURSO.
Debate sobre el origen y funciones en Hispanoamérica.
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modelos críticos-creadores: mimético, transitivo, ambiguo
y nihilista.224 Su justificación correspondiente al modelo
transitivo nos resulta muy convincente y adecuada a nuestros
fines.
El siglo XIX –razona Gómes- en Hispanoamérica esespecialmente fértil en ejemplos de lametamorfosis de los patrones transitivos, queparticipan como protagonistas de las estéticasneoclásicas, romántica y realista-naturalista. Sila transformación del mundo en la primeraadoptaba la postura de iluminar intelectualmenteal lector, la de la segunda solía conminar a laacción inmediata o a la revisión pasional de losvalores tradicionales; la de la tercera, por suparte, se empeñaba en diagnosticar los malesamericanos con el fin de conmover al público ydisponerlo a procurar el cambio. En cuanto a laproducción de obras literarias, tanto elneoclasicismo como el realismo-naturalismointentaban con frecuencia confiar en formas“transparentes”, identificables con algunasprevias por parte del lector, que no impidieranpor consiguiente la comprensión rápida de lostrasfondos ideológicos /.../ 225
estrategias comunicativas entre el autor y el receptor.224 GÓMES, Miguel, Op. cit.,p. 34.225 Ibídem, p.36.
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El modelo crítico-creador transitivo contribuye a
descifrar, desde un punto de vista paradigmático, la
recurrencia al género ensayístico, que se convierte en
una línea constante de la historia literaria
hispanoamericana. Las “formas transparentes” del modelo
transitivo resultaron las más eficaces, en diferentes
periodos, para la búsqueda de la autonomía que ha
desvelado a los sujetos letrados, desde la coyuntura
emancipadora en adelante. Esta particularidad, claro
está, se complementa con el reconocimiento de que la
búsqueda se realiza como enfrentamiento, en el sentido de
que la pretensión de autonomía no conforma una unidad de
sentido para todos los sujetos letrados ni tampoco los
hombres de gobierno.226 En gran medida, la clara matriz
226 El propósito autonomista está signado por la lucha política ymilitar, que incrementa el sentimiento de diferencia con lametrópoli española. Es un sentimiento que estuvo presente durante laColonia, en forma de contraposiciones de lo peninsular y loamericano, sin embargo, resultan de una clara timidez comparado conlo que vendrá a partir de las guerras de independencia (1810-1824).Para Miguel Gómes estas circunstancias le permiten hablar de unainauguración en la historia literaria de “las batallas verbales delos escritores emancipadores.” Los conceptos anteriores pertenecen auno de los pocos estudios genológicos de conjunto que se hanintentado hasta ahora, cuya novedad teórica principal consiste enidentificar ciertas marcas genéricas que pertenecen a circunstanciasfuertemente localizadas espacial como temporalmente. Para Gómez laproblemática de los géneros en Hispanoamérica no puede ser ajena a
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Claudio Maíz. EL ENSAYO: ENTRE GENERO Y DISCURSO.
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polémica del género encuentra, en este rasgo, su
explicación. La ruptura política con España señala el
punto clave en la emergencia del género ensayístico: la
búsqueda de la independencia intelectual y el género
discursivo que la exprese constituyen dos persistentes
motivaciones para el escritor.
José de Onís227 advierte que, al ser la función de los
ensayistas en América, la de interpretar las fluctuantes
realidades del continente, el género ensayístico adquirió
el lugar de una literatura funcional. Este modo de acudir
al género ensayístico, que no respondía a ningún programa
literario, filosófico o político, abre algunas
perspectivas para examinar la naturaleza instrumental de
la literatura hispanoamericana en el siglo XIX. Las
razones de tal instrumentalidad hay que buscarlas en las
urgencias políticas impuestas por las circunstancias
los marcos contextuales en los cuales los géneros emergen y sedesarrollan. GÓMES, Miguel: Op. cit.
227 ONÍS, José de: “La significación del ensayista en las Américas”.En: Hispania, XLV, 3, 1962, pp.443-445.
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históricas: el trauma de ruptura con España, el debate
sobre los destinos inmediatos, los modos de organización
política para la nueva realidad surgida, los
interrogantes sobre el ser americano. Muchas de estas
preocupaciones se convertirán en la temática recurrente
de la ensayística que aparecía. En rigor, puede señalarse
que el ensayo en Hispanoamérica durante el siglo XIX
acompaña el proceso histórico de la conformación de las
nacionalidades como la manifestación consciente del
mismo. A un tiempo, intentaba dilucidar el carácter
americano y asumir la función directriz en la fijación de
rumbos. La doble tarea terminaba también siendo, al fin
de cuentas, una pedagogía política.
Por las razones expuestas, puede señalarse como una clara
divergencia entre la ensayística europea y la
hispanoamericana, el hondo valor autocrítico que informa
al ensayo hispanoamericano. La inherencia moral del
discurso ensayístico que hemos señalado resulta un rasgo
que, en el ámbito europeo, alcanza para la censura de
ciertos aspectos referidos muchas veces a la
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Claudio Maíz. EL ENSAYO: ENTRE GENERO Y DISCURSO.
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idiosincrasia o las costumbres. La gran excepción europea
la constituye el ensayismo hispánico del '98, cuya
naturaleza más esencial se acerca al ensayo de la
generación del 900 en América. Debe reconocerse,
entonces, la procedencia europea del género ensayístico,
aunque no es menos cierto que su naturalización-
“amestizamiento”228 - es el resultado de factores
especiales, y, hasta cierto punto, contrapuestos.
En resumidas cuentas, si hubiera que trazar algunas
demarcaciones, diríamos que desde la Conquista se puede
hablar de ciertos textos literarios que encierran
actitudes ensayísticas, de la manera que la hemos
definido. Durante la Colonia, el paso de la escolástica a
228 El término lo utiliza Loveluck para marcar la metamorfosis quesufren ciertos rasgos en el proceso de traslación y desplazamientodel género de Europa a Iberoamérica. Loveluck concluye en suestudio: “Podemos concluir, pues, que el primer desvío propuesto pornuestro ensayo en relación con el dechado europeo marcha a la parcon uno de los asuntos más comprometidos y controvertidos de nuestraazarosa historia cultural, con el centro mismo de su especificidad:la meditación concreta de la circunstancia propia, lo que equivale adecir que se trata de un discurso cultural centrado en una formapermanente de automeditación, un modo de autobiografía colectivacuyas raíces arrancan del período romántico y de su concentración enel ‘yo’”. LOVELUCK, Juan: “Esquividad y concreción del ensayo”. En:Revista Nacional de Cultura, n.252, ene-feb-mar-, 1984, p.114.
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la ilustración es admisible denominarlo como de la
gestación hacia la emergencia del género. La primera
generación romántica en América (década de 1830
aproximadamente) es productora de una práctica literaria
ensayística, este período corresponde a la emergencia del
ensayo. En la segunda generación romántica habrá un
acrecentamiento de la conciencia estética, aunque lejos
está el ensayo de perder aquel carácter instrumental que
le dio origen. Pero sí habrá una novedad -como lo
señala Henríquez Ureña-: hacia fines de siglo y
principios del XX se produce la división del trabajo que
consiste en el abandono de la política por parte de los
intelectuales. Así comenzó el proceso de
profesionalización del escritor hispanoamericano.
Finalmente, se admite que el periodo modernista aportó a
la literatura hispanoamericana, entre otras cosas, lo
mejor de su ensayística; por lo mismo puede decirse que
el género alcanza en dicho período su plenitud y madurez.
3. Tema y forma
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El uruguayo Alberto Zum Felde229, por su parte, ha creído
descubrir un hilo conductor, a través del tema de la
americanidad y el americanismo, el cual le permite
recorrer un dilatado camino del ensayo, tendido desde las
crónicas, en tiempos de la conquista, al siglo XX. Sin
entrar a discutir esta postura -que juzgamos correcta
pero insuficiente-, creemos que el crítico uruguayo
acierta en determinar una invariante en la literatura
hispanoamericana, cual es, “América como problema”. Es a
todas luces evidente que el mayor grado de especificidad
del género en Hispanoamérica reposa en que ensayo y
América como problema (forma y tema), conforman
constantes puntos de reunión, a tal extremo que Guillermo
de Torre ha llegado a preguntarse: “¿acaso no será el
ensayo, aplicado particularmente a la interpretación y
desciframiento de lo americano, el vehículo literario más
genuino, en última instancia, más logrado y
característico?”230
229 ZUM FELDE, Alberto: Índice crítico de la literatura hispanoamericana. El ensayo y lacrítica, vol. 1.
230 TORRE, Guillermo de: “El ensayo americano y algunos ensayistas”.En: Tres conceptos de la literatura hispanoamericana. Buenos Aires, Losada,1963, p.217.
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Tal vez no por otra razón, si se abandonan
momentáneamente las características estéticas que hacen
del ensayo un género incluido dentro de las artes
verbales, y se consideran las ideas que postula, sea
pertinente argüir que su historia se asocia con la
historia intelectual de Hispanoamérica. Y evitamos decir
historia de las ideas, ya que la misma envía a una
secuencia conceptual más ligada a las ideas que a sus
“encarnaciones temporales y a sus contextos
biográficos.”231 El ensayo, por lo tanto, se relaciona- y
en esto seguimos a Juan Marichal-, con lo que él entiende
por historia intelectual, es decir, “la relación entre
231 MARICHAL, Juan: Cuatro fases de la historia intelectual latinoamericana, 1810-1970,Madrid, Fundación Juan March/Cátedra, 1978, p.23. La distinción noes irrelevante. Por lo demás, ha sido hecha nuevamente por Todorov,aunque entre historia del pensamiento e historia de las ideas: “Lopropio del pensamiento es que proceda de un sujeto individual. Porlo que toca a la historia de las ideas, ésta examina ideas anónimassituándolas, no en el contexto sincrónico en el que ha sidoconcebidas por alguien, sino en la serie diacrónica, compuesta porotras formulaciones de la misma idea.” TODOROV, Tzvetan: Nosotros ylos otros. La reflexión sobre la diversidad humana. Trad. de Martí Mur Ubasat.Buenos Aires, Siglo XXI, 1991, p.16
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ideas y opinantes, en un lugar y en un tiempo concretos
de la historia humana.” 232
Parece atinado recordar aquí la discusión que gira
entorno a que si en Hispanoamérica existe filosofía o
pensamiento. Del seno de esta disputa no está excluido
el ensayo, en tanto que su forma se ha elegido para la
manifestación de las reflexiones filosóficas. Es así
como José Gaos reconoce que el acto reflexivo cuando se
aleja de la política “en la acepción amplia hacia la
filosofía”, desciende en “originalidad y valía”, y,
además, estas dos últimas cualidades, según el mismo
pensador, se refugiarían en el ensayo.233 La validez y
originalidad advertida por José Gaos se asienta a nuestro
juicio, en la autenticidad de la escritura ensayística,
en virtud del profundo realismo que la compone aun en
expresiones muy imaginativas. Cuando el pensador
hispanoamericano toma los rumbos de la filosofía pura, no
logra evitar, a veces, convertirse en una voz reflexiva232 Ibídem, p.23.233 GAOS, José: “Introducción”. En: Antología del pensamiento de la lengua
española en la edad contemporánea. México, Editorial Séneca, 1945, p.XXXV.
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impostada, en virtud de que su actividad transita
alrededor de los sólidos sistemas filosóficos europeos.
De modo muy distinto, el ensayo de contenido filosófico,
secundado por un sentimiento histórico y político, da
lugar a ideas que especulan raigalmente sobre la
específica realidad americana. Tales ensayistas son
gestadores, según la feliz expresión de Marichal, “de
ideas vivientes”. Debe entenderse por ello el entramado
de la acción y meditación en un solo haz vivencial.
4. Génesis y poética del género
4.1 Antecedente filosófico-social: Alberdi
Entre los tipos de los patrones transitivos a los que nos
hemos referidos, podemos señalar el de contenido
filosófico-social. Un caso paradigmático de la línea
aludida, lo constituye la obra de Juan Bautista Alberdi,
El fragmento preliminar al estudio del derecho.234 Advirtamos que la234 ROIG, Arturo Andrés: “Nacimiento y etapas del ensayo de contenidofilosófico-social en la Argentina.” En: Numen, Puebla, a. II, n.8,1969.
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obra desde su título se sitúa en la esfera de la
provisoriedad que informa al ensayo en tanto género. Se
trata, como su nombre lo indica, de un “fragmento
preliminar” al estudio del derecho, antes que del estudio
mismo. Es decir, el derecho, como disciplina, aún espera,
al momento de escribirse el Fragmento, un asedio más
minucioso. Con mayor evidencia se muestra el carácter
provisional de la obra en el subtítulo que reza así:
“Acompañado de una serie numerosa de consideraciones
formando una especie de programa de los trabajos futuros
de la inteligencia argentina”. Conviene poner atención
sobre los términos que Alberdi utiliza: cuando dice
“acompañado” se refiere a que el Fragmento se le adicionan
–no lo integran como un cuerpo orgánico- “una serie
numerosa de consideraciones”. Tales “consideraciones” no
son sino opiniones del autor, que forman un “especie”,
vale decir una posibilidad entre otras, de programa. En
cuanto a los “trabajos futuros” bien puede interpretarse
como estudios más sistemáticos, de mayor rigor
científico, los cuales, como es obvio, todavía no han
sido realizados.
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Si se mira más de cerca, el título de Alberdi recoge la
naturaleza intrínseca del Fragmento, pero también algunas
de las características que definen el género ensayístico
argentino e hispanoamericano, durante el siglo XIX, a
saber: 1. la más general, la provisoriedad de la obra; 2.
el fragmentarismo frente al estudio más
científico; 3. las opiniones antes que las
demostraciones; 4. los programas como vías preparatorias;
5. tiene que ver con la primera, tendencia a la
proyección hacia el futuro, la concreción de lo que el
presente impide; 6. el discurso dirigido hacia las
generaciones jóvenes; 7. de esto último, se deduce el
matiz didáctico de este género de obras. Estas
observaciones iniciales se ven ampliamente desarrolladas
en el Prefacio que cuenta con cuatro apartados de los que
sólo el tercero tiene título: “Algunos explicaciones
sobre la forma y carácter de este fragmento”. Es
necesario puntualizar que el Prefacio desbrozado de las
ideas sobre filosofía del Derecho que expone y discute,
resiste ser interrogado por las bases formales del género
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en su fase formativa. En efecto, muchos de los conceptos
introductorios de Alberdi oscilan entre lo que podríamos
considerar una poética y una preceptiva del género, así
como también los fundamentos de una crítica, enfiladas
todas hacia una determinada práctica literaria, cuyos
contornos se están definiendo más por lo que no es que
por lo que es. Pensar ciertas consideraciones alberdianas
en función de una poética ensayística obedece al esfuerzo
que el autor realiza para explicitar la forma del
Fragmento. El punto de vista preceptivo se avizora en la
formulación de algunas normas o leyes expresivas que
reflejen -también en lo literario- la ruptura con el
pasado hispánico. En cuanto a la crítica, Alberdi
pretende aportar algunos principios para el ejercicio del
enjuiciamiento.
Si bien es factible extraer del Prefacio ciertos elementos
constructivos del género ensayístico en su etapa de
conformación, habría que dirimir anticipadamente qué
entiende el autor por el término “ensayo” y las distintas
variantes lexicales con que aparece en el texto. El
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Debate sobre el origen y funciones en Hispanoamérica.
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Prefacio comienza de este modo:
Yo ensayaba una exposición elemental de nuestralegislación civil, conforme a un plan que elpúblico ha visto enunciado en un prospecto, y nopodía dar un solo paso sin sentir la necesidad deuna concepción neta de la naturaleza filosóficadel derecho/.../ Me fue preciso interrumpir aquelprimer estudio, para entregarme enteramente aeste último.235
Alberdi realza aquí dos cuestiones básicas: la
subjetivización de su discurso mediante el pronombre
personal y la incorporación del verbo ensayar. Pero, al
mismo tiempo, queda puesto de manifiesto la ambigüedad en
el uso del término, ya que articula la acción de ensayar
a un tipo de “exposición elemental” de la legislación
civil, a la que abandona a fin de ahondar en la
naturaleza filosófica del derecho. Al final del párrafo,
sin embargo, aquello que era una “exposición elemental”
resulta ser ahora un “estudio”. Por lo pronto, pareciera
ser que en esta primera introducción del término, Alberdi
lo asocia más que a la forma y al tipo de prosa, al235 ALBERDI, Juan Bautista: Fragmento preliminar al estudio del derecho. BuenosAires, Hachette, 1955, p.41.
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sentido lato del vocablo, es decir, lo limita a intento,
escarceo, prueba.236 Previo a hacer mayores precisiones,
registremos brevemente aquellas obras que, en
Hispanoamérica, algunos autores llamaron ensayo de modo
de contar con una idea aproximada de su significado.
Aclaremos que el registro precede al texto de Alberdi.237
La primera obra titulada como ensayo data de 1787 y es
una traducción dc Saggio sulla storia naturale di Chile, escrita
por el chileno Juan Molina en el exilio. El reinado de
los borbones no sólo extrajo a España de la parálisis en
la que yacía, sino que significó un giro político-
cultural capaz de remozar la abulia colonial. Una muestra
de ello serán las numerosas visitas, expediciones y
viajes científicos que se desarrollan a finales del siglo236 Medardo Vitier incurre en un error cuando dice que “la palabra'ensayo' no circulaba en español en tiempos de Feijoó ni todavíaen los de Montalvo.” VITIER, Medardo: Op. cit., p.55. Alberdi, conanterioridad, ha utilizado el término ensayo para dar título a untrabajo sobre música (1832): “Ensayo sobre un método nuevo paroaprender a tocar el piano con mayor facilidad”. Frente a lainclinación musical de Alberdi en su juventud, cabe preguntarse sien el sentido que le asignaba a la palabra ensayo no resonaba,justamente, la acepción de ejercicio o prueba, propio del ámbitoartístico-musical.
237 Para este registro se ha seguido en gran medida el artícu1o dePÉREZ U., Jorge: Op.cit..
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XVIII y principios del XIX. De estas visitas, la que
mayor gravitación alcanzará para el mundo científico y
literario de América será la de Alejandro de Humbolt,
quien recorrió, en los inicios del XIX, Venezuela,
Colombia, El Ecuador, México y Cuba. Como resultado de
sus viajes Humbolt, publicará, entre otras obras, el
Ensayo político sobre el Reino de la Nueva España (en francés 1811)
cuyos borradores se conocieron en español en 1804, y el
Ensayo político sobre la Isla de Cuba (1826). Henríquez Ureña
reconoce que la obra de Humbolt influyó en los jefes del
movimiento de independencia tanto como en los hombres de
letra, en la medida en que tuvo el valor de una nueva
revelación del
Nuevo Mundo.238 En efecto, las consecuencias positivas del
viaje de Humbolt sumada a la visita del naturalista
español José Celestino Mutis y la Exposición Botánica
organizada en Nueva Granada, despertarán un interés
musitado por la flora, fauna, el clima de los trópicos,
238 HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro: Las corrientes literarias en América Hispánica, p.235.
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Claudio Maíz. EL ENSAYO: ENTRE GENERO Y DISCURSO.
Debate sobre el origen y funciones en Hispanoamérica.
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enfermedades endémicas, etc. El entusiasmo será
verbalizado a través del modelo formal que había
utilizado el expedicionario alemán: lo que él había
denominado ensayo. Así pues, en 1808 José Manuel Restrepo
escribe Ensayo sobre la geografía, producciones, industria y población
de la provincia de Antioquia en el Nuevo Reino de Granada; en el mismo
año Francisco Antonio Ulloa da a conocer el Ensayo sobre el
influjo del clima en la educación física y moral del hombre del Nuevo Reyno
de Granada; en 1809 Francisco José de Caldas, Ensayo de una
Memoria sobre el nuevo método de medir por medio del termómetro las
montañas, dueño de una prosa que -al decir dc Anderson
Imbert- “está bien emparentada con la de Feijoo,
Jovellanos, Quintana”239, es decir con la tradición
ensayística española.
A diferencia de Europa, donde el género ensayístico
constituyó una novedad diferenciada de los géneros
clásicos, en Hispanoamérica la elección resultó, en algún
sentido, un descarte de otros modos de representación
239 ANDERSON IMBERT, Enrique: Historia de la literatura hispanoamericana. México,Fondo de Cultura Económica, 1980, v. 1, p.189.
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Claudio Maíz. EL ENSAYO: ENTRE GENERO Y DISCURSO.
Debate sobre el origen y funciones en Hispanoamérica.
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verbal. El conjunto de obras aludidas forma parte del
proceso de afirmación americana, cuyo punto más tenso
será el movimiento independentista, pero, además,
constituía una reacción en cadena contra los prejuicios
acerca de la inmadurez de América del francés Buffon, el
prusiano De Paw, de filosófos como Voltaire y Hume.
Humbolt dio un gran impulso al descubrimiento de la
naturaleza y, correlativamente, a la intención de
apropiarse de la misma. Su reconocimiento a las labores
científicas en América se ensanchaba por el peso de su
prestigio, y también -y quizá principalmente- por su
condición de europeo. Es probable que, por el mismo hecho
de padecer de enormes inseguridades respecto de la
trascendencia de sus investigaciones, estos científicos,
pese al espaldarazo del sabio alemán, siguieran
considerando sus trabajos como pruebas, o sea, como
ensayos, y, en consecuencia, así titularan sus obras.
4.1.1 Otros antecedentes
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Claudio Maíz. EL ENSAYO: ENTRE GENERO Y DISCURSO.
Debate sobre el origen y funciones en Hispanoamérica.
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A esta serie de registros puede agregársele uno más: en
1816, Gregorio Funes publica en el Río de la Plata una
voluminosa obra a la que llamó Ensayo de la historia civil del
Paraguay, Buenos Aires y Tucumán, dividida en tres tomos. Esta
obra presenta un doble interés: por una parte, constituye
una ejemplo en ámbitos distintos, tanto geográfico como
disciplinario, al de Caldas, Ulloa y los seguidores de
Humbolt; por otra, se trata de un antecedente de AIberdi
en el uso del vocablo ensayo. Según Mariano Lozano, amigo
íntimo de Funes así como también su biógrafo, a partir de
1811 el deán Funes se habría dedicado “a la pesada tarea
de su ensayo histórico, sepultándose en los archivos con
el fin de recoger materiales, principalmente desde
aquella época a que no habían alcanzado sus
predecesores/.../.”240 Llama la atención, tanto en Alberdi
como en Funes, que, cuando aluden a sus obras, aun
denominándolas ensayo, apunten haber trabajado con cierto
método y hasta un plan. Ambas características harían
240 LOZANO, Mariano: “Biografía”. En: FUNES, Gregorio: Ensayo de historiacivil, del Paraguay, Buenos Aires y Tucumán. Buenos Aires, Tall. Graf. L.J.ROSSO, 1910, p.22.
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presuponer que dichas obras no reúnen estrictamente las
condiciones del ensayo. No obstante, en el caso de Funes,
la opinión de Lozano arroja alguna luz sobre la cuestión.
No olvidemos que Lozano está regido por idénticos
patrones de lectura que el autor: “Leída esta obra con
atención nadie podrá dejar de conocer que el objeto
principal de su autor es poner a la vista el cuadro más
fiel de la tiranía de España, y hacer la apología más
acabada de la revolución.”241 Esto equivale a decir que si
Gregorio Funes se había propuesto hacer la “apología” de
la revolución, su discurso histórico tiene una finalidad
bien definida: la defensa de la obra revolucionaria, de
la que es actor y testigo a un mismo tiempo. En el
prólogo, Funes se explaya sobre la meditación y el
esfuerzo que acompañan a su obra,242 sin embargo, a pesar
del singular cuidado puesto en el trabajo, estos
resultados no pueden ser considerados, a la postre, como
241 Ibídem, p.21.242 “Sigo- dice Funes- las huellas [refiere a otros autores] en losdos primeros tomos de mi Ensayo, donde al fin faltándome guías tanseguras me ha sido preciso abandonarme a los archivos públicos /.../(y es) En la colección de estos documentos que sin disputa haexijido una de las tareas rnás ingratas y afanosas.” FUNES,Gregorio: op.cit., p.40.
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Claudio Maíz. EL ENSAYO: ENTRE GENERO Y DISCURSO.
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una investigación objetiva. Funes es consciente, ante
todo, de que leer su Ensayo
prodigue poco deleite pero ello lo “recompensará la
utilidad” del mismo. El autor le confiere, entonces, a la
obra un carácter pragmático con el propósito declarado de
producir un saber especial sobre “las cosas de América”.
Pues bien, ¿por qué llamar a la obra ensayo? “No es
seguramente –dice Funes- porque yo encontrase en mi
pequeña capacidad talento suficiente para la Historia,
que me determiné al ensayo que doy al público.”243 Nuestro
autor admite que su trabajo no es el de un historiador
puesto que él no es especialista en esa disciplina.
Conforme a estos datos, se hace más factible dar con el
significado que, en el texto de Funes, posee el término
ensayo, ya que el campo semántico continúa medianamente
restringido a prueba o intento. Sin embargo, ¿qué razones
llevaron a Funes a seleccionar la palabra ensayo y no
prueba o intento? Asimismo ¿hasta qué punto la palabra
243 Ibídem, p.37.
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Claudio Maíz. EL ENSAYO: ENTRE GENERO Y DISCURSO.
Debate sobre el origen y funciones en Hispanoamérica.
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ensayo estaba incorporada a la lengua culta entendida
como un tipo especial de prosa? Y de reconocerse su uso
corriente, ¿a través de qué vías logró sumarse a la
lengua culta? Un elemento orientador es el Diccionario crítico-
etimológico de la lengua Castellana de Corominas, en el que se
registra la palabra, cuya aparición en España se remonta
a principios del siglo XIX como una copia del francés
‘essais’ y el inglés ‘essay’.244 La voz ingresa al léxico
español -suponemos- como consecuencia de la apertura
borbónica hacia el mundo europeo, en particular Francia;
los efectos de este movimiento colaborarán en la
aparición de las grandes propuestas reformadas de
Jovellanos, Cadalso, Feijóo, quienes a su vez serán los
precursores de género ensayístico en España. Análogo
proceso, mediatizado obviamente por los condicionamientos
de la colonia, puede suceder en el Río de la Plata e
Hispanoamérica en general, esto es, que el contacto con
la cultura francesa e inglesa en los círculos
universitarios haya familiarizado a la clase culta con el
término en cuestión.244 COROMINAS, J.: Diccionario crítico-etimológico de la lengua castellana. Madrid,Gredos, 1955, t.II, p. 299.
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Claudio Maíz. EL ENSAYO: ENTRE GENERO Y DISCURSO.
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El significado de la palabra, sin embargo, a la luz de
las obras de Funes y Alberdi sería en gran parte
autónomo, dado que en la acepción recogida por Corominas,
ésta remite a una “obra literaria didáctica, ligera y
provisional”, siendo su extensión
generalmente breve. En los autores tratados se vislumbra
lo didáctico y provisional, no así lo ligero y lo breve.
Resulta evidente que, en cuanto respecta a la extensión,
las obras analizadas no se ubicarían en el campo
semántico de ensayo, según Corominas. Más bien parece ser
que la palabra era tomada conforme a las necesidades
expresivas de estos autores, sobre todo en aquellas
connotaciones vinculadas con la provisionalidad y el
didactismo. Bajtin ha advertido sobre la ausencia de
neutralidad en la selección de una palabra cuando es
introducida en un enunciado. 245 Lejos están nuestros245 “Al elegir la palabra en el proceso de estructuración de unenunciado, muy pocas veces las tomamos del sistema de la lengua enforma neutra, de diccionario. Las solemos tomar de otros enunciadosafines genéricamente al nuestro, es decir, parecidos por su tema,estructura, estilo; por consiguiente, escogemos palabras según suespecificación genérica. BAJTÍN, M.: Estética de la creación verbal, p. 277.
200
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autores de haber tomado la palabra de un modo neutro, “de
diccionario”, a juzgar por las cualidades de los
productos literarios a los cuales ensamblan el término.
La vía interpretativa más admisible en el acto de
selección, puede que esté en la afinidad genérica de las
obras por ellos conocidas y las que deciden escribir. El
crítico ruso apuntaba, además, que ciertas palabras son
dueñas de una “aureola estilística” que no pertenece a la
palabra, sino al “género en que la palabra suele
funcionar.”246
En suma, el vocablo ensayo, para Funes, funciona en su
obra bajo las condiciones de afinidad genérica, pero a la
vez logra una autonomía de su significado en un proceso
de resemantización que se evidencia en la extensión (la
obra no es breve) y alcance (se trata de un estudio
profundo antes que ligero). En orden a la autonomía
señalada, corresponde adicionar otro detalle que consiste
en el pathos perceptible en la obra de Funes. La carga
emotiva no se palpa sólo por medio de los recursos
246 Ibídem, p. 278.
201
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retóricos, sino también a través de un compromiso con la
verdad que inyecta a la obra una totalidad de sentido,
convirtiéndola en un signo unívoco. Así lo hace notar el
autor en la “Dedicatoria a la Patria” que encabeza el
libro: “Había de llegar por fin el día en que no fuese un
crimen el sentimiento tierno y sublime del amor a la
PATRIA /.../. LA PATRIA reclama sus derechos sobre unos
seres que les dio el destino.” 247 Como se ve Funes sella
una alianza entre él y un ente superior y de reciente
aparición como tal, que es la Patria, a la que se
subordina. Este sentimiento de pertenencia raigal
configura la motivación última de su libro. Con arreglo a
estas observaciones, puede medirse el grado de
instrumentalidad que adquiere en Funes su literatura
histórica. En el marco de una literatura de servicio
político como ésta, el rol del escritor u hombre de
letras queda diseñado, según los límites que impone el
compromiso con la verdad y el valor para decirla. Funes
echa las bases de una de las más importantes líneas
247 FUNES, G.: op. cit., p. 34.
202
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Debate sobre el origen y funciones en Hispanoamérica.
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caudales de la ensayística hispanoamericana, si bien no
es el único, es un temprano contribuyente. Nos referimos
a los ensayos que surgen bajo el signo de la
instrumentalidad, la sujeción a la verdad y la relación
polémica con la realidad.
No podemos dejar de hacer mención, por último, a un
escrito aparecido en el periódico El Duende de Buenos Aires y
reproducido en Santiago en 1827248, en virtud de que, por
sus particularidades concuerda con la acepción del
diccionario de Corominas y, por lo mismo, reafirma
nuestra hipótesis de la autonomía semántica del término
ensayo en Funes y Alberdi. Aludimos al escrito titulado
Ensayo sobre la conducta del Jeneral (sic) Bolívar, de autor anónimo,
en cuya introducción se aclara que el opúsculo no tratará
el tema con la “extensión y profundidad” que merece, pues
es un “ensayo”. Se puede admitir entonces, que, con
anterioridad al Fragmento son dos, al menos, las
instancias de la voz ensayo: la de Funes, cuya lejanía
con la acepción española es notoria, y la coexistencia de
248 PEREZ U., Jorge: op.cit., p.104-105.
203
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un significado más acorde al tipo de obra breve y ligera
del autor anónimo. Tales detalles en relación con la
literatura argentina; en lo que concierne a otras zonas
de Hispanoamérica, el manejo del término correspondió a
los hombres de ciencias influidos por Humbolt.
4.2 Romanticismo y géneros discursivos
Es preciso retornar, ahora sí, a la obra de Alberdi, de
manera tal que su lectura, con los enfoques propuestos,
se haga más esclarecida. Había quedado planteada la
posibilidad de leer el “Prefacio” desde un plano que
permitiera discernir aquellos elementos metapoéticos que
componen el texto al margen de las ideas sobre filosofía
del derecho. Debe convenirse, en principio, que el autor
presiente hallarse ante una práctica literaria novedosa,
marginada de ciertas normas poéticas que se recortan en
el fondo neoclásico vigente. Su transgresión es
plenamente consciente y, lo que es más destacable, la
acomete en pos de la formulación de un programa
204
Claudio Maíz. EL ENSAYO: ENTRE GENERO Y DISCURSO.
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artístico-científico que centra su legitimidad en 1a
novedad y la originalidad. Estas transgresiones
alberdianas se inscriben en un rechazo global del pasado
español, no es otra la causa por la cual tanto él como,
en general, la Generación del '37 aceptarán el
advenimiento de la Nación Argentina, en tanto expresión
jurídico-política, a partir de 1810. Semejante premisa
jugará doble y contradictoriamente en la conciencia
creativa de los hombres del '37; por un lado, la búsqueda
de lo original en lo propio, y, por otro, el
desquebrajamiento del ‘continuum’ histórico, que unía a
América desde la Colonia a la República. Alberdi al
provocar deliberadamente el quiebre con la tradición
cultural, frente al abismo abierto, se ve en la necesidad
de refundar, desde la razón, un nuevo paradigma de
cultural, en el que incluye una forma expresiva inédita.
Poco caso -escribe- han merecido del autor lasdisciplinas académicas y retóricas de la escuelaespañola: decir la verdad con candor y buena fe,ha sido su cuidado; ha creído tan injustoimponerse la obligación de escribir a laespañola, como vestir y proceder en todo a la
205
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española, en desprecio del espíritu de sunación.249
Sin dudas el discurso alberdiano se construye conforme al
sistema de ideas románticas, que para entonces había sido
introducido por Esteban Echeverría. Con todo, hay en la
cita una afirmación vinculante, temporalmente hablando,
hacia atrás y hacia delante. Hacia atrás, con Gregorio
Funes, quien asumía un compromiso con la verdad y la
sujeción a manifestarla cualquiera fuera la
circunstancia. Hacia delante, en virtud de que la
expresión ensayística impondrá siempre, en una línea
tendida hasta el siglo XX, la defensa de una posición
teórica, política o de otra índole, que se colige como la
verdadera y en permanente colisión con los órdenes
establecidos, por lo mismo controvertida. Para que el
acto de ruptura con la tradición hispánica no devenga de
una abstracción hiperracionalista, Alberdi afirmará sus
principios en el hecho de que tanto el arte, la ciencia,
como el derecho se subordinan a las condiciones del
tiempo y el espacio. Los principios por ser humanamente
249 ALBERDI, Juan B.: op. cit., p. 80.
206
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universales –razona Alberdi- no varían, pero sus formas
son temporales y espaciales, vale decir, nacionales y
están obligadas a variar. Si ello es comprendido, “se
cesa de plagiar, se
abdica lo imposible y se vuelve a lo natural, a lo
propio, a lo oportuno.”250 Consecuentemente la nueva
práctica literaria que Alberdi describe integra una
franja conceptual más amplia, cuyo régimen se subordina a
un espacio y tiempo determinados.
Si el estilo es el hombre, como dice Alberdi siguiendo a
Buffon, sujeto a las coordenadas temporales y
espaciales, su propuesta discursiva ensayística adquiere
el carácter augural de una expresión literaria inédita,
estrictamente americana. Lo que equivale a decir que
este primer intento de caracterización, o mejor,
fundación de un tipo de escritura propia, está
articulado a un proyecto político que se propone
“comenzar la conquista de una conciencia nacional, por
la aplicación de nuestra razón naciente, a todas las
250 Ibídem, p.52.
207
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fases de nuestra vida nacional.”251 Desde este entramado
político-literario es posible tender una mirada
panorámica hacia un vasto lote ensayístico argentino e
hispanoamericano, que, a pesar de sus múltiples
variantes, conservará en su raíz la causalidad de su
origen: la tendencia instrumental. Es preciso indicar
asimismo la preocupación de Alberdi por diseñar una
forma adecuada para la verbalización del pensamiento
americano, en otras palabras, que el pensamiento y el
nuevo estilo se compadezcan:
Si la lengua no es otra cosa -dice- que una fazdel pensamiento, la nuestra pide una armoníaíntima con nuestro pensamiento americano, mássimpático mil veces con el movimiento rápido ydirecto del pensamiento francés, que no con loseternos contornos del pensamiento español.252
Ante la mirada atenta de Alberdi, desfilan ejemplarmente
las obras de los pensadores franceses del romanticismo,
que lo seducen por la ductilidad y agilidad de estilo, y
251 Ibídem.252 Ibídem, p.80.
208
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cuya amenidad se remonta hasta Montaigne. Por eso formula
esta pregunta: “¿Tu lenguaje penetra, convence, ilumina,
arrastra, conquista? /.../ La legitimidad de un idioma no
viene ni puede venir sino del pleno desempeño de su
misión.”253 Si juzgamos la propuesta ensayística
alberdiana tomando en cuenta la línea caudal que
le sucede, diríamos que es inaugural, ya que la lengua en
el ensayismo ulterior estará al servicio de una crucial
intencionalidad: la de comunicar las ideas subordinadas
al dominio de la persuasión. Como se ve, las acciones que
le confiere Alberdi a la lengua juegan pendularmente
entre develar el fondo de las cosas (“penetra”,
“ilumina”) y la persuasión del destinatario (“convence”,
“arrastra”, “conquista”). Alberdi está al borde de
resolver -al menos en los términos que su horizonte
cultural le fijaba- aquel nudo lingüístico del que
hablábamos mas arriba, esto es, conquistar la legitimidad
de la lengua como “facultad inherente a la personalidad
de cada nación.” Más aún: Alberdi enfrenta el “clasicismo
253 Ibídem, p.82.
209
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de estilo y costumbres” propios de los “tronos
despóticos” a las democráticas necesidades comunicativas,
que rondan en las “plazas y calles públicas”. Subyace en
sus palabras un nuevo paradigma de conocimiento, que se
vertebra a partir de la relación directamente establecida
entre el escritor y la imagen de pueblo.
Cabe añadir así también, que, si por una parte Alberdi
repulsa la retórica neoclásica lo hace porque es, a un
mismo tiempo, romántico y antihispánico, pero, a su vez,
revaloriza ciertas estrategias discursivas de la
retórica, las que deben estar subordinadas a la
preocupación social que inspira a sus escritos. La
intensa y activa sensación de formar parte de una
sociedad naciente impele a los escritores, como Alberdi,
a un abandono de los “frívolos ornamentos del estilo”.
Los pueblos –en la medida en que éstos hablan por medio
de los escritores, según pensaba Alberdi y el
romanticismo social- ansían el fondo de las cosas “y
desdeñan las palabras que no atienden sus urgencias.”
210
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El momento histórico vivido por Alberdi y su generación
está atravesado por la conflictividad como la precariedad
en la realización política, de ahí que en el acto de
enunciación se descarte la armonía y exquisitez. Puesto
que nada debe hacer recordar las “obras palaciegas
europeas”, razón de más suficiente para adecuar las
proporciones estético-comunicativas al momento
constructivo que se vive. Son tan colosales las tareas
que Alberdi avizora, que el tono de la escritura ha de
ser “poderoso y fuerte”; en absoluta concordancia con la
labor futura. El marco histórico alberdiano se hallaba
rebasado por el debate sobre los destinos nacionales, la
persuasión, por lo tanto, constituirá un instrumento apto
para la disputa ideológica
desencadenada. Alberdi sabe, y así lo textualiza, que
sus ideas despiertan resistencias y anota algunos
epítetos recibidos: “vendido”, “envilecido”, “servil”.
Tampoco escatima adjetivos dirigidos a sus enemigos:
“egotistas”, “espíritus microscópicos” y “petulantes”.
Con todo, Alberdi no se ha impuesto “agradar a nadie”;
211
Claudio Maíz. EL ENSAYO: ENTRE GENERO Y DISCURSO.
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sólo ha intentado “decir verdades útiles /.../ para la
patria.” 254
Desde nuestro punto de vista, el párrafo que a
continuación se transcribe contiene las caracterizaciones
cardinales de lo que hemos denominamos una poética del
género, por cuanto describen una inédita modalidad
literaria:
Sobre todo, el autor de este Fragmento cree, conLerminier, que no estamos ya por fortuna enaquellos tiempos en que un libro era un destino;y le importa poco que le llamen mal escritor, sillega a merecer la concesión de algunas verdadesútiles. Cuando un libro era la expresión de lavida entera de un hombre, los defectos de laforma eran imperdonables, y los del fondo, de unaimportancia decisiva en la suerte de un escritor.Mas hoy que los libros se hacen en un momento, yse publican sobre la marcha, para no exponerse apublicar libros viejos /.../ Los efectos de forma sonimperceptibles, y los de fondo no pueden ser decisivos, por queno siendo otra cosa un libro que la expresión sumaria de unmomento del pensamiento, fácilmente pueden serreparados. No se crea, pues, que este libro nos
254 Ibidem, p.88.
212
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reasume completamente: hacemos un ensayo, no untestamento.255
Es evidente que el fragmento extractado no encierra en sí
mismo las aristas más representativas ni de la obra de
Alberdi como tampoco de la época en su conjunto, no
obstante, su importancia y proyección, en orden a
nuestras presunciones, se ven restituidas si conseguimos
rodearlo con una constelación de datos propios del
momento de su escritura. Resulta un experimento
provechoso devolver el texto al momento romántico de
donde proviene, operación que permite entablar algunos
vínculos entre las categorías románticas y la forma
ensayística. Igualmente no pueden estar ausentes las
coordenadas histórico-políticas que determinan el punto
desde donde Alberdi lanza su programa del Fragmento, dado
que estamos frente a un panorama en el que la literatura
y la política conviven estrecha y provechosamente.256
Estamos inclinados a pensar que la emergencia del
255 Ibídem, p.85. Las cursivas son nuestras.256 CARILLA, Emilio: La literatura de la independencia hispanoamericana. BuenosAires, EUDEBA, 1964, p. 9.
213
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ensayismo hispanoamericano estuvo condicionado por un
estadio histórico, cuyo centro conflictivo fue la
irresolución de la llamada “organización nacional” y la
crisis de inestabilidad que desencadenó. Existe, por otro
lado, plena conciencia de haber transpuesto la etapa de
la emancipación política, resta -a juicio de la
generación romántica- emprender el camino de emancipación
intelectual.257 Atenazado por estos dos vectores, el
político y el cultural, el ensayo marcha hacia su
conformación genérica. No es este el lugar para detallar
los innumerables problemas que suscitó el proceso de
organización nacional en Hispanoamérica. A modo
ilustrativo, sin embargo, digamos que se tardó mucho
tiempo en resolver si el Continente necesitaba una
república o una monarquía. Aun después de la elección por
la forma republicana en la mayoría de los países,
Iturbide en México se proclamó emperador, o ya entrado en
la década de 1860, un partido mexicano “encargó” otro
emperador a Napoleón III. Brasil, casi finalizado el
siglo XIX, todavía continuaba siendo un imperio. En fin,257 Para el tema de la autonomía, v. cap. II, cuarta parte de estainvestigación.
214
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la misma instauración de la República generó cuantiosas
guerras civiles. Tal es el marco contextual de la
emergencia del discurso ensayístico. De manera
correlativa, añadamos que en gran parte del siglo XIX se
percibe un espíritu proyectivo entre la clase letrada.
Esa predisposición hacia el futuro es el andarivel a lo
largo del cual el ensayismo ha transitado, en la medida
que su forma inherentemente provisoria -por lo tanto
capaz de realizar propuestas utópicas- lo transforma en
un género avizor: en la previsión de conflictos, anticipo
de ciencias, proyección de reformas sociales, alertar
sobre los peligros de los imperialismos, etc.
Si nos interrogáramos por las causas que traman la
conciencia percibida como inaugural por los hombres de la
Generación del '37, diríamos que: en primer lugar, la
experiencia se filia al hecho histórico de que los
románticos del '37 conforman la primera generación nacida
y criada en tierras independientes, por consiguiente, sus
acciones obedecen un imperativo “misional”, no exento de
una suerte de obligatoriedad histórica. En segundo lugar,
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Claudio Maíz. EL ENSAYO: ENTRE GENERO Y DISCURSO.
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la irresolución de “la organización nacional” –como
dijimos- imprime a los tiempos políticos un ritmo
acelerado, de ahí que el periodismo ocupe el centro de la
escena, pues se constituye en una superficie
textual a donde se traslada toda la inmediatez de las
luchas. La conciencia colectiva de estar forjando una
nacionalidad, propia de la primera generación romántica,
se desplaza, entre otros órdenes, hacia la serie
literaria y, en especial, a la formalización de un medio
expresivo de naturaleza orgánicamente comunicada con la
problematicidad del momento vivido. Auerbach arguía –
permítasenos recordarlo aquí- hablando del “método de
trabajo” de Montaigne, que, aunque aparentemente
caprichoso era un método experimental estricto, ajustado
a las mudanzas continuas del ser. Y agregaba:
Aquel que desee describir exacta y objetivamentealgo que se halla en continua mudanza debeplegarse también a sus cambios exacta yobjetivamente, debe describirlo en la mayorcantidad posible de experiencias y en la forma en
216
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que cada vez se comporta.258
Mientras que el objeto ensayístico sobre el cual
experimentaba Montaigne fue, principalmente, su propio
ser, en la Argentina e Hispanoamérica, en general, lo
será la realidad, cuyas mudanzas operaron directamente
sobre el medio expresivo que pretendía describirla. Es
así como dentro del mapa de la ensayística
hispanoamericana, no son frecuentes los ensayos que
atiendan a la interioridad individual de sus autores,
pese al marcado sesgo personalista del escritor
hispanoamericano, antes bien la emoción histórica y
social da cuerpo a la porción mayoritaria del género.
Pero antes de seguir avanzando, detengámonos en el tema
de la transitoriedad que se filtra en esta forma
discursiva decimonónica. ¿Cuáles son los libros que, al
decir de Alberdi, como ciertos “insectos” “nacen y se
envejecen en un día”? EI autor declara que “los libros
filosóficos”, claro está que no se refiere a los sistemas
filosóficos, sino que cuando habla de filosofía entiende258 AUERBACH, Erich: Op. cit., p.271.
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Claudio Maíz. EL ENSAYO: ENTRE GENERO Y DISCURSO.
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por ella “la teoría de la vida de un pueblo”, es decir
“lo que constituye la filosofía de la historia”.259 A
tales libros, pues, se les permite algunas licencias
tales como “los defectos de forma” y de “fondo”, en
virtud de que no son definitivos, sino que, los nuevos
datos que la realidad provea pueden modificarlos. En
rigor, dichos libros, que no son ni más ni menos que
ensayos, derivan del gran esfuerzo antropológico de los
escritores por captar la vida cotidiana, acicateados por
el costumbrismo romántico. La pintura costumbrista,
entonces, no será en escritores como Alberdi un afán de
captar el color local únicamente, sino una tarea
aprehensiva mucho más profunda, dispuesta a calar en las
entrañas del carácter hispanoamericano.260
259 ALBERDI, J.B.: op. cit., p.42.260 Al respecto dice Roig: “Aquella importancia de la vida cotidianacon su rica y contradictoria diversidad que exigía su captación ysu descripción y aquella realidad social que en la casi totalidadde los países hispanoamericanos alcanzó una inestabilidad yplasticidad que imponían formas discursivas acordes con esoscaracteres, fueron fenómenos que cubrieron históricamente una delas épocas más hondamente vividas por nuestros escritores.” ROIG,Arturo Andrés: “El siglo XIX latinoamericano y las nuevas formasdiscursivas”. En: El pensamiento latinoamericano en el siglo XIX. México,Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1986, p.129.
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Aquella transitoriedad tendrá su efecto discursivo en el
“diarismo” y, como lo venimos sosteniendo, en el
ensayismo. Es por tal razón que Arturo Roig marca los
vínculos existentes entre el periodismo, el ensayo y, lo
que é1 llama, “periodismo de ensayo”. Una de las más
típicas formas expresivas -razona Roig- fue la “prensa
periódica” que marcó el espíritu del nuevo siglo, en
virtud de constituir el medio más rápido e instantáneo de
comunicación.261 Este gozne periodístico, que abre los
accesos del género ensayístico al circunstancialismo
político, se articula con la teoría romántica del
'impromptu'. La misma incidirá en los métodos de
escritura ensayística, en cuanto al cierto desorden
expositivo y la percepción repentina de la realidad. De
ahí el temor a publicar “libros viejos”, pues el ritmo de
la realidad que captan transcurre aceleradamente, a tal
punto que cualquier demora en darlos a publicidad los
tornaría extemporáneos.262
261 Ibídem.262 Un caso ejemplar de lo que decirnos está en la manera en queSarmiento escribió el Facundo: la llegada de un delegado de Rosas aChile lo obligó en poco tiempo a escribir y publicar la obra en
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En resumen, estamos en condiciones de afirmar que la
prosa ensayística, comprendida aproximadamente entre los
años 1830-1870, es un fenómeno literario que emergió
condicionada por dos circunstancias históricas: la
inestabilidad política y la mutabilidad de la realidad
que refería. Asimismo, tal lapso faculta al
establecimiento de los límites entre un proceso gestativo
-con anterioridad a 1830 y el acrecentamiento de una
conciencia estética de la forma ensayística a partir dc
1870. Alberdi inaugura el ciclo y Juan Montalvo, digamos
tentativamente, lo
cerraría, como se verá más adelante. El periodo fijado
coincide con el Romanticismo en sus das etapas, por lo
tanto, declaremos que la ensayística romántica -
particularmente la de Alberdi del Fragmento- resultó ser
un espacio textual donde el experimentalismo tanto
ideológico como discursivo produjo una forma literaria
inédita. Y justamente por su naturaleza experimental,
desde la perspectiva de una poética, el ensayo -como
forma de folletín.
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Claudio Maíz. EL ENSAYO: ENTRE GENERO Y DISCURSO.
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forma y noción de género- es aún vacilante.
4.3 Acrecentamiento de la conciencia estética: Montalvo
Hasta el momento ha sido nuestra pretensión poner de
relieve, partiendo de un texto y autor determinados,
algunas de las notas formales de la ensayística del siglo
XIX, y más precisamente, de la primera generación
romántica. El Fragmento de Alberdi concentra en sus
entrañas los términos tanto organizativos como
conflictivos de una práctica literaria en vías de
conformarse. Al mismo tiempo, las líneas románticas que
lo cruzan autorizan a postular la evidencia de una
estrecha vinculación entre la búsqueda de una expresión
literaria propia y ciertos fundamentos del romanticismo.
El primer signo distintivo e inmediato que se detecta en
la obra de Juan Montalvo (1832-1889), Siete Tratados, cuya
fecha de aparición -1873- puede tomarse como un
desplazamiento en la concepción estética del género
ensayístico, es justamente su denominación de “tratado”.
No sin cierta ironía involuntaria del autor, la
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Claudio Maíz. EL ENSAYO: ENTRE GENERO Y DISCURSO.
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mencionada obra como ninguna en la época, se aproxima
notoriamente al ensayo de tipo francés de Montaigne -casi
hasta ser una imitación-, y, sin embargo, Montalvo elude,
pese a ser un notable conocedor de la obra del gascón,
darle por título “ensayo”.
Sus conocimientos literarios sobre los mayores cultores
de la prosa ensayística europea desautorizan interpretar
el hecho como una desinformación del autor o, como
sugieren algunos críticos, por la falta de circulación
del término en el siglo XIX, cuestión que, según creemos,
quedó desvirtuada anteriormente en este trabajo. Pero aun
puede abundarse más sobre el tema. El propio Montalvo
deja poco margen
de error:
Ensayo o estudio de la lengua castellanatituláramos esta obrita, si tuviéramosconvencimiento de haber salido bien en lo derehuir los vicios con los cuales la corrompe ydestruye la galicana moderna, y de haberseaprovechado al propio tiempo de las luces que en
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el asunto han derramado clásicos escritores, comoCapmay, Mayans, Clemencín, Baralt, Bello y otrosmaestros bien así españoles como sudamericanos.263
El celo lingüístico de Montalvo, claro está no es una
mera inclinación purista por la lengua sino que forma
parte de un plan literario, cuando menos, mucho más
ambicioso. Lo que sí queda confirmado, entonces, es que
el autor declina voluntaria y deliberadamente utilizar la
voz ensayo ya que la considera una corrupción de la
lengua española. Es a todas luces evidente que el
contenido de los Siete Tratados y su título en nada se
corresponden, en razón de que un tratado es un estudio
“completo, arquitecturado y riguroso que pretende
entregar toda la sabiduría existente sobre un tema.”264 La
obra de Montalvo no está diseñada en concordancia con
esos parámetros, ante todo, porque es más fragmentaria
que unitaria y más digresiva que rigurosa, por destacar
sólo un par de diferencias. Por lo demás, Anderson
Imbert, en un meticuloso estudio sobre la prosa
263 MONTALVO, Juan: Siete Tratados. París, Garnier, s.f.., v.2, p.361.
264 MARTÍNEZ, José Luis: “Introducción”. En: El ensayo mexicano moderno.México, Fondo de Cultura Económica, 1958, p.13.
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montalvina, sostiene que nuestro autor estaba
especialmente dotado para el ensayo mínimo, tal facultad,
sin embargo, no lo satisfizo, por eso concibió lo que
naturalmente escribía como “artículos” como “elementos de
‘obras’ mayores.265
En principio, pues, podemos enunciar que Juan Montalvo
obró, en la producción de sus textos, sujeto a dos
principios constructivos: el primero, su particular
control sobre la pureza de la lengua española, el
segundo, a raíz de considerarse capaz de obras más
complejas, propendía a la creación de piezas literarias
de mayor envergadura. Ambas razones explicarían, en
parte, la asignación de “tratado” a lo que sencillamente
eran ensayos. Como es posible observar, Montalvo se halla
atenazado, por un lado, por sus dones naturales de hábil
prosador discursivo y, de otro, por los
deseos imaginarios de construir obras arquitectónicamente
más opulentas. Pero el juego de fuerzas no culmina ahí,265 ANDERSON IMBERT, Enrique: El arte de la prosa de Juan Montalvo. México,Colegio de México, 1948, p.90.
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sino que en sus movimientos, estas fuerzas se tornan
hasta paradójicas: defensor a ultranza de la prosa
clásica española, Montalvo no oculta en absoluto, y al
mismo tiempo, su gusto por la literatura francesa, y
menos aún, sus escarceos por imitarla:
Yo había pensado -escribe- cultivar la lenguafrancesa y escribir en ella, por cuanto yaprincipiada a verificarse mi ambición, comousted lo verá por los impresos que le envío, lasuerte se me puso zahareña de repente y, con unfiero ademán me volvió a celar a este rincón. EnAmérica se habla “americano”; pero a mí me gustahablar castizo, y he leído, y he estudiado.266
A su vez, miembro de la segunda generación romántica
consigue conciliar el romanticismo y los ideales
neoclásicos, aunamiento que está vinculado con las vías
de penetración del movimiento romántico en América. En
efecto, mientras en el Río de la Plata, a grandes trazos,
los paradigmas románticos se tomaron directamente del
historicismo francés. En Ecuador, en cambio, los embates
266 MONTALVO, Juan: “Carta a Miguel Antonio Caro”. En: El Cosmopolita.París, Garnier, 1927, p.208.
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racionalistas y antirracionalistas se dieron en menor
grado, en razón de que el centro cultural ecuatoriano
recogió los efectos del movimiento vía España,
precisamente desde la parte europea donde el romanticismo
fue casi inexistente o muy menguados sus efectos. La
cadena de contrapuntos en Montalvo no termina ahí. A modo
de ejemplo -simplemente enunciados- digamos que,
curiosamente, el autor de los Siete Tratados fue americanista
por convicción y, al mismo tiempo, se sintió ciudadano
del mundo (un “cosmopolita”). Desde el punto de vista
político fue liberal, pero adherido a programas
conservadores. Polemizó con las instituciones
eclesiásticas, defendió, sin embargo, la religión
cristiana. Por último, combatió la dictadura de García
Moreno y Veintemilla y no aceptó ocupar ningún puesto
político.
Es conveniente, para nuestras reflexiones, retomar un
punto que ha sido permanentemente señalado por la crítica
montalvina. Hacemos alusión al paralelismo que se ha
trazado entre el escritor ecuatoriano y Montaigne. Tentar
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el tránsito, otra
vez, de esta comparación se justifica en el hecho de que
procuramos descubrir dónde se finca el acrecentamiento de
la conciencia estética del género, en la obra ensayística
de Juan Montalvo. Como inicio, parece atinado consignar
las principales opiniones que nuestro autor manifiesta
sobre los Essais y Montaigne. De las numerosas que
existen, hemos seleccionado las siguientes:
Y, quién lo creyera, -escribe en los Siete Tratados-los Ensayos de Montaigne son una de las obrasmás excelentes y agradables que podemos haber alas manos; de esas obras que nos hacen olvidarcomida, sueño, barba, y nos instruyen tantocuanto nos deleitan Por eso se ha dicho que elque ha leído a Plutarco, Séneca y Montaignepuede hacer cuenta que ha leído cuanto bueno hayque leer en el mundo.267
En El Espectador, ya al final de su vida, Montalvo
decía:
267 MONTALVO, Juan: Siete Tratados, op.cit., p.24.
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En los ensayos de Montaigne nada hay seguido,ésa es cadena de oro sin eslabones, cadena largay resonante de la cual están sacando joyas losbeneficiarios del espíritu, son que se gastejamás: la filosofía, la moral, la historia no segastan; y la belleza es longeva que se burla delos siglos. Egotista desaforado, ese gascón sinescrúpulos pasa con admirable desparpajo de lahistoria romana a sus enfermedades personales,de la cumbre del Parnaso a las ocurrencias de sucasa.268
Ambas citas se ubican, prácticamente, en cada uno de los
extremos de la carrera literaria de Montalvo, y esto
indica a las claras que su admiración por el ensayista
francés no mengua en toda su existencia. Anderson Imbert
reconoce que Juan Montalvo fue el primer escritor de
lengua hispana que se ocupa de Montaigne a fondo. Según
el crítico, Montalvo es “el primer autor de nuestra
lengua que realmente lee, aprovecha e imita a
Montaigne.”269 Montalvo no llegó a Montaigne sino a
través de una larga descendencia -dice Anderson-, y, en
particular, gracias a que el romanticismo terminó
268 cit. por ANDERSON IMBERT: La prosa de Juan Montalvo, op. cit., p.91-92.269 Ibídem, p.89.
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popularizándolo cuando su luz había decrecido. Los
principios constructivos del sistema ensayístico
montalvino y los de Montaigne son concurrentes en estos
aspectos: el egotismo, el tono dialógico y la
discursividad. Esta
tríada constructiva del género, la cual caracteriza
ampliamente al ensayo europeo, se funcionalizan en la
prosa de Montalvo de tal manera que el aprovechamiento e
imitación, de los que habla Andenson Imbert, se cumplen
punto por punto. Conviene aclarar, sin embargo, que la
línea ensayística europea que Montalvo rescata se quiebra
en algunos tramos, merced al entrecruzamiento de dos
coordenadas, una, el afán de originalidad -de matriz
romántica-, otra, la dinámica histórica americana que lo
condiciona a la elaboración de un discurso literario de
“servicio público”.
Los Siete Tratados, asimismo, conforman un caso ejemplar del
modo operativo de Montalvo: esta obra sigue el modelo
francés, pero se desvía de él al fugarse hacia un rumbo
propio cuando amplifica el discurso que tiende a la
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disertación. La lengua lo domina en tales pasajes, como
dice Anderson Imbert. Su “literatura dc servicio” se
inserta en la tradición romántica americana, que adoptaba
la actividad literaria como un instrumento de propaganda
política. De la vasta acción periodística de Montalvo,
por medio de la cual disputó con García Moreno y
Veintemilla – al frente de gobiernos autoritarios-,
aflorarán algunos de sus libros. A partir de estas
consideraciones generales digamos que Montalvo había
logrado captar esencialmente la naturaleza ensayística dc
Montaigne, con la notoria diferencia de que todo aquello
que constituía una novedad artística y hasta un estilo en
el escritor francés, en el ecuatoriano se mutará en
imitación, como también en una producción literaria por
momentos forzada y “trabajosa”. En muchas ocasiones los
esfuerzos de Montalvo por construir piezas similares a
las de su modelo, coartan su libertad creativa, quedando
al aire y a la vista un montaje repujado, yuxtapuesto.
Dos presupuestos condicionantes se funden en la
producción literaria montalvina cuando personaliza
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remarcadamente su prosa: uno, la tradición romántica de
la exaltación de la individualidad, otro, la admiración
por el autor de los Essais, quien reafirmará a Montalvo en
su egotismo. Una de las piezas de El Cosmopolita lleva por
título “Egotismo” en ella dice:
hablar siempre con elogio de la propia persona,haciendo de sabido o de señor, incurriendo envanidad de cualquier linaje es verdaderamentedigno de censura; pero un egotismo inocente, yaun necesario, que no merece vituperio. Alescritor se le ofrecen mil ocasiones depresentar
como actor, en cuyo caso el yo es indispensable;otras sirve de testigo, y el yo no está de más;otras de su parecer, y el yo no esimpertinente /.../ Si bien hay obras de lanaturaleza como los viajes, las memorias, lapolémica y otras, o enojo que ellas produzcandependerá del pulso del escritor, de su buena omala compostura.270
En los Siete Tratados, hablando de Montaigne, vuelve sobre
el tema:
270 MONTALVO, Juan: El Cosmopolita, p.203.
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Todo consiste en hablar de sí un autor con esehábil tanteo, esa gracia mañera con las cualeslos más atinados hacen creer a sus lectores quecuando se está magnificando son modestos, cuandomuestran sabiduría no la exponen adrede, cuandofantasean y hacen vanagloriosos regates, no espor despertar admiración ni envidia. Hayegotismo de tal naturaleza que es el embelesodel lector. 271
Montalvo, además, de ser “víctima” de su lenguaje, lo es
de su admiración por el gascón, puesto que en su intento
de imitarlo deja al descubierto las costuras de su
composición literaria. Anderson Imbert señala que ciertos
pasajes de sus obras han sido intercalados por páginas
sueltas con la que el autor tal vez no sabía qué hacer.
Esto equivale a decir que, a pesar de la tendencia
discursiva del ensayista hispanoamericano, el discurrir
de Montalvo se incrementa exageradamente a través de las
digresiones: Anderson Imbert propone, por lo menos,
cuatro tipos: yuxtaposición, intercalaciones, desarrollos
lógicos y adornos.272
271 MONTALVO, Juan: Siete Tratados, p.25.272 ANDERSON IMBERT, E.: El arte de la prosa de Juan Montalvo, p.123.
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Tal vez aquí deba hacerse una breve referencia a las
concepciones sobre arte diseñadas por Montalvo. Es
notable le función protagónica que cumple en su
literatura el principio de ‘autoritas’, según el cual los
grandes maestros promulgan algunas normas, consagradas
por unánime consentimiento, a las que nadie podía
faltar.273 Es obvio que nuestro autor paga tributo a la
herencia clasicista que -como dijimos- coexistía en él
con su adhesión romántica. A tal premisa se le adiciona
una no menos importante: el aprovechamiento, a través del
tiempo, de toda la materia literaria o filosófica que
contribuya a los fines del escritor evitando, claro está,
el plagio. Dice Montalvo:
/.../ entre el crear y el imitar, entre el tenery el coger, entre el producir y
el pedir, la palma se la llevará siempre elingenio rico y fecundo que halla cosas nuevas, oreviste las conocidas de tal modo que vienen aparecer originales y sorprendentes. Laimaginación no es más que la memoria en forma deotra facultad /.../274
273 MONTALVO, Juan: Siete Tratados, p.270.274 Ibídem, p.352.
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Hemos insistido reiteradamente en que el discurso modelo
para la ensayística montalvina es el de Montaigne, a
quien se le confiere plena autoridad en el género. En
cierto modo en concordancia con lo anterior, la obra
montalvina en determinadas partes, podría considerarse
una suerte de palimpsesto donde aún están frescas las
huellas de Montaigne, sobre las cuales se asientan las de
Montalvo. Asimismo, el acto creativo en el escritor
ecuatoriano no es otra cosa que recordar el torrentoso
caudal de lecturas almacenado. Por consiguiente, lo que
en el escritor francés era normal, esto es, hacer
literatura con literatura, al servicio además de un
diseño literario, en Montalvo resulta artificioso.
En resumidas cuentas, podemos aislar a esta altura dos
conclusiones del paralelismo entablado. La primera,
Montalvo es el primer escritor hispanoamericano que
percibe desde su esencia la ensayística de molde europeo;
en una doble operación, pues, condensa el género y
proyecta a Montaigne hacia el rango de modelo. La
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Claudio Maíz. EL ENSAYO: ENTRE GENERO Y DISCURSO.
Debate sobre el origen y funciones en Hispanoamérica.
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segunda, la ensayística montalvina se ha estacionado a
medio camino, desde donde alterna una prosa de “ servicio
público”- que lo enlaza con la propuesta ensayística
alberdiana-, con una prosa, que, por ser intrínsecamente
más estética, se torna menos instrumental.
4.3.1 Periodismo y ensayo
Como ha quedado dicho, en Montalvo conviven normas
neoclásicas y románticas, razón por la cual, nuestro
autor tomará contacto con Montaigne por la intermediación
de la escuela romántica, pero, simultáneamente,
continuará la tradición didáctica de la Ilustración. Es
así como ejercerán sobre él una marcada influencia
escritores del siglo XVIII, de los cuales nos interesa
referirnos a los ensayistas ingleses Addison y Steele. No
obstante, estas relaciones deben ser enmarcadas dentro
del grado de ingerencia que tuvo el periodismo en el
siglo XIX hispanoamericano. La escasez de
libros, las dificultades de distribución y la menguada
alfabetización de un público potencialmente lector
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elevaron la actividad periodística a un plano de formador
de la inteligencia. Néstor Auza275 llama la atención sobre
este punto, alegando que los signos visibles del progreso
los otorgaba el periodismo, en tanto medio de
comunicación, de información y de cultura.
i
Cabe añadir que el periodismo es un factor que incide en
la base formativa del género ensayístico
hispanoamericano, tanto por su calidad de vehículo
portador de ideas como por sus notas de fragmentarismo y
provisoriedad. Por lo demás, el espíritu didáctico, que
penetra tan fértilmente periodismo y ensayo, se imbrica
con el proceso formativo de las nacionalidades
hispanoamericanas; de esta articulación como hemos dicho-
emergen nuevas formas discursivas. Vale la pena destacar
hasta qué punto la obra de Montalvo es coincidente con el
espíritu descripto:
Entre las invenciones -dice Montalvo- de lostiempos modernos el periodismo es una de las que
275 AUZA, Néstor: El periodismo de la Confederación: 1852-1861. Buenos Aires,EUDEBA, 1973, p.18.
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más han contribuido para la civilización y eladelanto del género humano /.../ La prontitud esla divisa de estos siglos: se camina, secomunica por la posta; se piensa, se siente máspronto /.../ La imprenta y el periodismo sonrespecto del pensamiento, lo que losferrocarriles y el vapor respecto de losintereses materiales/.../. 276
La imagen última que utiliza Montalvo podría ser
reordenada así: desde el punto de vista del pensamiento,
periodismo e imprenta constituyen logros tan
trascendentes como los surgidos de la revolución
industrial: el ferrocarril y el vapor. La actividad
reflexiva de Montalvo, sin embargo, no se orienta hacia
la especulación más o menos abstracta, sino hacia una
voluntad moralizante. Nuevamente nuestro autor ubica en
el tiempo un modelo con el cual coincidir periodística y
ensayísticamente. Se trata de Addison: “La imprenta es
una rica mina en manos de Addison, que toma en las palmas
la sociedad humana, la mira, la vuelve, la toca con el
dedo por todas partes, e indica los puntos corrompidos,
276 MONTALVO, Juan: El Cosmopolita, p.213.
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Claudio Maíz. EL ENSAYO: ENTRE GENERO Y DISCURSO.
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propinando esencias celestiales por remedios.” 277
Igualmente, Montalvo no disimula su idea netamente
dieciochesca- de hacer del periodismo una enciclopedia:
“El periódico es una enciclopedia menor que todo lo
contiene; nada se le escapa a ese Argos de cien
ojos /.../.”278 Es curiosa la coincidencia en este punto
con otro gran conciliador del iluminismo y el
romanticismo, estamos hablando de Sarmiento, quien en
1856 escribía: “En pueblos que tan de prisa marchan, las
hojas sueltas de la prensa periódica hacen las veces de
enciclopedia /.../.”279 Tanto El Cosmopolita (1866-1869), El
Regenerador (1876-1878) - repárese en el título tomado de
Addison- son el producto del espíritu periodístico
montalvino.
En el revés de la trama de los ensayos de Montalvo
pueden, pues, leerse los resabios neoclásicos que
conforman ciertas constantes en la obra del ecuatoriano,
pero también de gran parte de la ensayística
277 Ibídem, p.216.278 Ibídem, p.219.279 cit. por AUZA, Néstor: op. cit., p.26.
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hispanoamericana. El didactismo y el propósito de
instruir masivamente al pueblo le confieren a la
operación reflexiva hispanoamericana, expresada por medio
del ensayo, la significación más definitoria. El ensayo,
en todas las variantes posibles, acepta ser introducido
en los términos de lo que José Gaos llamó: “una pedagogía
política por la ética y más aún la estética.”280 La
producción ensayística del siglo XIX contendrá esa
torsión pedagógica, ilustradora, cuyo correlato en la
superficie política será la “misión civilizadora” -a
cargo de las minorías ilustradas, según se creía-. El
principal propósito buscado: conseguir la pacificación de
las tierras independizadas, sólo -razonaban esas
minorías- las masas civilizadas terminarían con el caos.
Claro está que la serie literaria y la serie política muy
pocas veces encontraron un punto de equilibrio pacífico,
esto es, una cosa era el afán pedagógico de un Alberdi,
de un Montalvo o un Hostos, y otra muy distinta las
encarnizadas persecuciones a las masas incultas por parte280 GAOS, José: “Significación filosófica del pensamientohispanoamericano. ((Notas para una interpretación histórico-filosófica)”. En: Cuadernos Americanos, México, II, v.VIII, mar.-ab.,1943, p.64.
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de los gobiernos “ilustrados”. Desde 1a generación de
Echeverría hasta Montalvo, aproximadamente, esta función
pedagógica del ensayo no se vio involucrada en hondos
cuestionamientos de índole estética, es decir, el cuidado
de la forma y el embellecimiento de la prosa. En ese
periodo convulsionado, los márgenes del ‘otium’ eran
escasos, cuando no nulos. De ahí que el periodismo, con
su ritmo
veloz y cierta tosquedad, ocupara un lugar destacado de
la producción literaria.281
El desplazamiento estético de Montalvo será en dos
sentidos: por un lado, su ensayística revela una
preocupación por la forma y el modo de presentación de su
discurso -un principio de conciencia artística-, por
otro, hay en su obra una pérdida de interés en la
determinación del público lector. En relación con lo
último, digamos que mientras el ensayismo anterior a
Montalvo contaba, de una forma u otra, con una noción de
281 Con la autonomía del arte, hacia principios del siglo XX, estefenómeno continúa y se profundiza, pese a la queja permanente de losmodernistas sobre la dependencia del periodismo como medio de vida.V. punto 2.1, cap.II de la segunda parte.
240
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público, por consiguiente, la orientación del discurso
era más evidente, en el autor de los Siete Tratados aparece
un intento de universalización de esa noción.
Acertadamente, Anderson Imbert arguye que Montalvo
“anhelaba una lengua literaria sin geografía”, pero
también “un publico lector sin geografía.”282 Así como
antes de Montalvo la nueva racionalidad americana se
colocaba a la cabeza de las expresiones verbales, esto
equivale a decir que había una inquietud mayor por el qué
antes que por el cómo, en la obra del ecuatoriano, la
obsesión por la manera de decir las cosas, provocará una
declinación en la primacía del pensamiento. Esa
conciencia estética preanunciada en la obra de Montalvo
emergerá con mayor claridad en la etapa modernista. No
sólo esto será la novedad del modernismo sino que él,
además, traerá aparejado un amplio repertorio de
problemas inexistentes hasta ese momento.
282 ANDERON IMBERT, E.: Op. cit., p. 80.
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Conclusión
Como en todo trabajo de reflexión teórica, resulta
inexcusable no perder de vista el objeto mismo que motiva
la meditación. Por eso hemos reconocido un interés muy
preciso por la ensayística hispanoamericana, pero para su
mejor comprensión ha sido conveniente remontarse a los
orígenes de esta prosa. Si el género nos enfrenta con el
problema teórico del ensayo y nos distancia de
coordenadas espacio-temporales concretas, el discurso nos
devuelve de lleno a la circunstancia histórico-política
de su producción. En Hispanoamérica, podríamos decir,
entonces, que existe una caudalosa línea que imbrica la
elección del discurso ensayístico con el contexto
sociocultural. Como no es menos cierto que, en general,
el ensayo está sujeto a las motivaciones existentes en el
contexto enunciativo. Con estas advertencias, las
conclusiones que podemos extraer poseen alcances
conceptuales diferentes, puesto que algunas de ellas se
refieren especialmente a la ensayística hispanoamericana
y otras pretenden envestirse de un cariz más abstracto y,
por ende, inclusivo. Sin embargo, una y otra dimensión
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Debate sobre el origen y funciones en Hispanoamérica.
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convergen en el hecho de que hemos intentado llevar a
cabo nuestra reflexión atendiendo los momentos de
emergencia del ensayo. Esta preferencia confiere a
nuestras conclusiones una particular relevancia, en razón
de que hemos puesto en relación la obra con la
institución literaria, por un lado, como también vincular
la obra con el género, por otro. Todo ello desde una
perspectiva diacrónica como genológica.
El análisis histórico-cultural significó una opción
metodológica que permitió la exégesis de las
circunstancias y condiciones especiales de producción del
discurso ensayístico. El tratamiento de la cuestión
genológica ha permitido afirmar la naturaleza literaria
del discurso ensayístico y apreciar su jerarquía
estética. Para ello fue preciso desestimar los enfoques
triádicos de la poética tradicional, ya que le ha negado
valor estético al discurso con fines prácticos. Gracias
al cruce del enfoque genológico y el estudio histórico-
cultural efectuado, se estableció la existencia de una
regular predilección por el discurso ensayístico para la
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interpretación de los conflictos de índole político-
cultural. Por lo tanto, es factible extraer este otro
corolario: desde el punto de vista de la expresión
literaria, la búsqueda de la autonomía (cultural y
política) –en Hispanoamérica- aparece de manera
constante junto a una proclividad hacia el discurso
ensayístico. La búsqueda de autonomía intelectual y
política ha
constituido una verdadera línea maestra que funciona, por
lo menos desde la revolución independentista en adelante
y se reactiva en función de determinadas circunstancias.
La trama compuesta por la autonomía y el discurso
ensayístico como el medio expresivo que, principal pero
no excluyentemente, da cuenta de su aspiración funciona
en circunstancias en las que se percibe un peligro o una
amenaza para el sistema de valores culturales y
materiales. En la coyuntura de la emancipación americana,
el propósito autonomista está signado por la lucha
política y militar, que incrementa el sentimiento de
diferencia con la metrópoli española. La marca
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archigenérica que tendió a establecer vínculos entre los
rasgos formales de una clase de textos y los valores
morales implícitos, codificadores de dicha clase de
textos, pertenece al género ensayístico desde sus
orígenes, como una derivación que puede remontarse a la
vía ética de la modernidad, durante el Renacimiento
europeo. La inherencia moral del género ensayístico se
extiende a lo largo de la historia literaria de
Hispanoamérica, en especial, durante el siglo XIX y las
primeras décadas del XX. Es una marca que pertenece a un
orden teórico, a modo de un modelo crítico-creativo, que
no constituye el género ensayístico propiamente, sino que
opera en la génesis de los textos ensayísticos. El modelo
se enviste de un ‘pathos’ y un ‘ethos’ que dan respuesta
a los interrogantes sobre los principios que siguen los
escritores para preferir un género y el significado
estético e ideológico de la elección, en circunstancias
especiales.
El discurso ensayístico, entonces, comprendido
aproximadamente entre los años 1830-1870, es un fenómeno
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literario que emergió condicionado por dos circunstancias
históricas: la inestabilidad política y la mutabilidad de
la realidad que refería. Asimismo, tal lapso faculta al
establecimiento de los límites entre un proceso gestativo
-con anterioridad a 1830 y el acrecentamiento de una
conciencia estética de la forma ensayística a partir de
1870. Alberdi inaugura el ciclo y Juan Montalvo, digamos
tentativamente, lo cerraría. El periodo fijado coincide
con el Romanticismo en sus dos etapas, por lo tanto,
declaremos que la ensayística romántica - particularmente
la de Alberdi del Fragmento- resultó ser un espacio
textual donde la experimentación tanto ideológica como
discursiva produjo una forma literaria inédita. Y
justamente por su
naturaleza experimental, desde la perspectiva de una
poética, el ensayo -como forma y noción de género- es aún
vacilante.
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Debate sobre el origen y funciones en Hispanoamérica.
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