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El control e influencia del gobierno venezolano
durante el régimen chavista ha generado una
distorsión en el acceso a la información en
Venezuela.
Sebastián Andrés Lago Bernal
22 de julio de 2013
Abstract
“El que controla el pasado, controla también el futuro.
El que controla el presente, controla el pasado"
George Orwell.
Venezuela es un país particular e interesante de analizar desde un prisma socio-histórico y
cultural. Tras rozar el umbral del desarrollo a mediados del siglo XX lentamente fue presa
de un descenso en su nivel de progreso. Por el momento, la influencia de los organismos de
poder bajo el control estatal hacia la ciudadanía, con el punto máximo de la llegada del
chavismo al poder, constituyen un elemento que invita a revisar las condiciones en las que
las políticas comunicacionales y el acceso a la información se están generando.
En un país que se debate en torno a una cruda polarización, tras la figura de uno de los más
influyentes líderes que ha tenido tal vez en los últimos 100 años, Venezuela vive una
debacle en torno sobre el acceso a la información, la censura de los medios y el desarrollo
de políticas comunicacionales abiertas al pluralismo y la libertad. En virtud de ello es que
estos temas deben estar presentes a la hora de reflexionar sobre cómo hacer periodismo.
Antecedentes como el cierre del canal privado Radio Caracas Televisión Internacional
(RCTV) el pasado 2010 constituyen señales inequívocas de una Venezuela que se ha
volcado a un gobierno que debate sobre sus políticas de libertad de expresión. Por otro
lado, el gobierno chavista, actualmente encabezado por Nicolás Maduro, afirmó combatir lo
que era una hegemonía comunicacional de minorías con la gestión de medios estatales, a
fin de combatir una disputa ideológica desfavorable. En el plano regional, la creación de la
señal Telesur, que emite para todo el continente, significó un potente desafío al discurso
norteamericano, expresado en el dominio sin contrapeso de la cadena CNN.
En este sentido cabe generar un debate sobre si hay una real cobertura periodística a la
situación político social de Venezuela, de manera neutral, equilibrada y tolerante.
Es menester para el debate intelectual entender que las comunicaciones son determinantes
para el cambio social y el desarrollo de nuevos sujetos sociales. Y en un país donde la
sociedad civil se encuentra debatiéndose entre la democratización y la polarización, las
comunicaciones constituyen un eje primordial en las políticas sociales venezolanas.
Tesis
El control e influencia del gobierno venezolano durante el régimen chavista ha generado
una distorsión en el acceso a la información en Venezuela.
Diagnóstico
Hugo Chávez inició su campaña presencial que finalmente lo llevó al poder a fines del siglo
pasado acompañado del colapso de los partidos políticos tradicionales y de un crecimiento
en el rechazo a las medidas políticas y económicas del gobierno de Rafael Caldera.
Finalmente el fallecido mandatario, con un 56,5% de los votos, gana los comicios de 1998
con la promesa de cambiar la constitución de 1961 por medio de una asamblea
constituyente.
Tras eso comienza un progresivo avance en la construcción de un gobierno popular, donde
según Mark Weisbrot (2013), del Center for Economic and Policy Reseach, en un informe
para Univisión destaca su victoria en 13 de las 14 elecciones nacionales, su abrumador
apoyo entre los sectores más bajos del país y su reducción en un 70% de los índices de
pobreza desde el año 2004.
Sin embargo, el mismo autor señala que el país petrolero “es percibido como uno de los
países más corruptos del mundo del mundo según los índices de transparencia
internacional” (Weisbrot, 2013), además de no haber independencia en el sistema judicial
con respecto del poder en el ejecutivo. Por otro lado, Weisbrot (2013) señala que el
gobierno chavista polarizó a la sociedad venezolana y generó “serias restricciones a la
libertad de prensa” (Weibrot, 2013).
Sobre este último punto cabe señalar que Venezuela ocupa el lugar 117, de un total de más
de 170 puestos, en el índice de Libertad de prensa de Reporteros sin fronteras (2013). Si
bien cabe consignar que la nación ha tenido una subida en sus puestos, si la comparamos
con un puesto 133 para el año 2010, es menester señalar que está muy por debajo que
naciones como Canadá, República Checa y Japón.
Hablar de los más de 10 años de gobierno chavista es demasiado extenso para este texto,
sin embargo, para los alcances de este trabajo, cabe señalar que según el índice de Libertad
de Prensa de Freedom House (2013), Venezuela no posee libertad de prensa y en la suma
total de sus antecedentes comunicacionales, donde se incluyen elementos como el acceso a
internet e información, el diagnóstico final es un acceso "medianamente libre" (Freedom
House, 2013). El organismo también señala que el estado actual de Venezuela de “libre” a
“medianamente libre” “responde a una decisión del Presidente Hugo Chávez de ratificar
en un referéndum nacional el abolir el congreso y la justicia, además de la creación de un
gobierno paralelo con milicias”. (Freedom House, 2013)
En este sentido, y dado el perfil que ha tenido el gobierno del Presidente Chávez, por un
lado como uno con una soberanía ampliamente popular y de estratos bajos, donde sus
concepciones independentistas, inspiradas en e libertador Simón Bolívar, se contrarrestan
con las referencias planteadas anteriormente en organismos relativamente serios, cabe
preguntarse. ¿Cómo es que un gobierno popular y fundado en un proceso constituyente
puede afectar o no la libertad de prensa e información en un país?
La República Bolivariana de Venezuela
Venezuela es un monumento al debate social, político y económico en América Latina,
especialmente desde el desarrollo de su proceso constituyente con el arribo del chavismo al
poder.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en un informe sobre la
situación económica y social de Venezuela, afirmó que “la economía de Venezuela se
encaminaba en 2001 hacia un crecimiento estimado en torno al 3%. A diferencia del año
anterior, este resultado se sustentó en el sector privado, ya que el gravitante sector
petrolero estatal redujo su producción conforme a la política de la Organización de Países
Exportadores de Petróleo (OPEP) de disminuir los suministros para frenar el abaratamiento
del combustible observado desde fines de 2000. Pese a ello, el precio medio de los crudos
venezolanos perdió una quinta parte de su elevado nivel del año precedente. Esta pérdida
afectó a las cuentas externas, que arrojaron un sustancial déficit, así como a la confianza en
el mantenimiento de una depreciación limitada del bolívar, piedra angular de la política
antinflacionista. Se produjo así, en un clima de tensiones políticas, una voluminosa salida
de capitales de corto plazo, que la autoridad monetaria y cambiaria se orientó a
contrarrestar, haciendo que la tasa de inflación se estabilizara por debajo del 13% anual.
Mientras tanto, el estímulo de la economía recayó en la política fiscal”. (CEPAL, 2001)
Ante ello cabe consignar que el producto interno bruto de la nación, desde la llegada del
chavismo cambió de un -5,8% en 1999 a un 4,0% en 2000 y un 2,8 en 2001. Por otro lado
la tasa de desempleo no cambió mayormente durante el inicio del chavismo en el gobierno,
con un 14,9% en 1999 sólo disminuyó a un 13,9% en 2001.
Otro informe de la CEPAL, esta vez del año 2011 afirma que “el PIB de la República
Bolivariana de Venezuela se redujo un 1,8% en 2010, aunque se espera una recuperación en
2011. En la primera mitad del año el país registró una fuerte crisis energética a la que se
sumó una caída de la inversión y del consumo privado. El descenso del PIB también se
produjo en un contexto de elevada inflación y estuvo acompañado de un aumento del
desempleo” (CEPAL, 2011).
Este informe señala que el PIB ha disminuido progresivamente desde 2008, con un 4,8% en
ese año para llegar a -1,6% en 2010. El desempleo, con un 7,3% en 2008 llegó a un 8,6%
en 2010, que se explicaría por la alta tasa de contratación con el Estado como empleador.
Un aspecto negativo del país sería la balanza global, que de 9.456 Millones de dólares en
2009 pasó a contar con un saldo de -15.000 millones de dólares.
A pesar de esta de estas cifras que generan gran contraste unas de otras, el proceso chavista,
actualmente encabezado por Nicolás Maduro, sigue su curso y pareciera que superada la
emergencia tras la muerte de Hugo Chávez, no se detendrá.
Una nueva Venezuela se abre en torno a Bolívar
El periodista Carlos Rangel (1976) nos otorga una visión interesante sobre el trasfondo
antropológico vivido en esta Venezuela ampliamente polarizada, según él “Latinoamérica
comparte la universal ambición contemporánea de alcanzar un grado satisfactorio de
desarrollo económico”. (Rangel, 1976)
En este sentido recuerda cómo Bolívar se ha convertido en una suerte de santo, donde todos
los proyectos sociales en América Latina giran en torno a él. “Lo ponen por encima de toda
discusión, de toda controversia. Todo el mundo quiere apropiarse de su imagen,
desfigurada y santificada por mil libros de hagiografía política y por un millón de sermones
laicos predicados desde cuanta tribuna existe” (Rangel, 1976), agrega.
¿Qué tiene que ver esto con el tema tratado? Es muy simple, los proyectos populares de
América Latina se enmarcan en un fuerte sentimiento comunitario hacia la figura de
Bolívar, esto con mayor razón al ver que la ex República de Venezuela ahora se llama
República Bolivariana de Venezuela. Chávez y el chavismo instauraron un sentimiento de
emancipación en un proyecto común a costa del brazo paternalista de los Estados Unidos.
A partir de la llegada de Chávez al poder se acabó la hegemonía del capitalismo
norteamericano en palabras de Rangel, “La América Latina, el “patio trasero” del nuevo
pilar del Imperialismo, estaría en adelante destinada a ocupar un sitio en primera fila del
“proletariado de naciones” llamado a asediar los bastiones del capitalismo” (Rangel,
1976).
Uno podrá estar o no de acuerdo con el proyecto Chavista, pero no se pueden obviar los
motivos que impulsan la generación de este denominado sueño bolivariano. Los países de
Latinoamérica viven con el complejo del Buen Salvaje, que expresa Rangel en su texto Del
Buen Salvaje al Buen revolucionario, en este sentido cabe destacar que en el ADN del
venezolano muy probablemente existe este sentimiento de emancipación con respecto al
invasor europeo, que esta vez se ve reflejado en las imposiciones económico-ideológicas
del capitalismo norteamericano.
Rangel habla de salvajes cuando los conquistadores de américa trataban a los pueblos
originarios como verdaderos indios, haciéndolos pasar por los más horribles vejámenes.
Finalmente y tras una historia conocida, el pueblo del sur se independiza y genera su
proyecto propio, llamado “revolucionario” por quienes lo ven desde una óptica contraria.
Lamentablemente la generación de un proyecto colectivo tan apasionado y que puede llegar
a generar la polarización exhibida finalmente puede generar distorsiones en los procesos de
democratización de la sociedad y de sus medios de comunicación, esto por la inevitable
pugna que se puede generar, tanto entre los dueños de los medios de comunicación, como
incluso entre los mismos integrantes de los gremios de periodistas, analistas políticas y
comunicadores en general.
El Derecho a la información y la Ley RESORTE
En un milenio dominado por una incansable búsqueda por más y más acceso a la
información es que los miembros del gremio de las comunicaciones decidieron acelerar la
profesionalización del acceso a los medios de prensa. Tal vez eso explicaría la creación de
la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP) o la Asociación Latinoamericana
de Investigadores de la Comunicación (ALAIC), antecedida por el precursor Instituto de
Investigación de la Comunicación (ININCO) en Venezuela.
En palabras de Luis Beltrán (2005), “el desequilibrio informativo, internacional e
intranacional, se había expandido e intensificado al punto de agrandar la brecha del
subdesarrollo y obligar a reformular políticas de comunicación democrática desde la
perspectiva de la población marginada” (Beltrán, 2005). Tal vez este desequilibrio fue el
que motivó la creación de la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión
(RESORTE), aprobada en 2004 y reformada en 2010, cuyo objetivo es “establecer la
responsabilidad social de los prestadores de los servicios de radio y televisión (…) para
fomentar el equilibrio democrático entre sus deberes, derechos e intereses a los fines de
promover la justicia social y de contribuir con la formación de la ciudadanía, la
democracia, la paz, los derechos humanos, la cultura, la educación, la salud y el
desarrollo social y económico de la Nación”. (Asamblea Nacional, 2004)
¿Es acaso la RESORTE una amenaza a la libertad de circulación de contenidos
periodísticos en Venezuela?
Es una pregunta que la verdad no puede tener una respuesta objetiva, ya que al menos, el
sitio web de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones de Venezuela, consigna que “en
ningún artículo de la Ley se limita, regula o prohíbe la difusión en vivo y directo de
información noticiosa” además que “la Ley no establece censura previa, reafirma la libertad
de expresión y la libertad de información, y ratifica el principio de responsabilidad
ulterior, consagrados en la Constitución nacional”. (CONATEL,
Ante estos “aspectos más resaltantes de la Ley RESORTE”, cabe al menos preguntarse, si
esta ley es garante de la libertad de expresión del medio, por qué es necesario enfatizarlo
tanto. Y considero legítima esta pregunta cuando Reporteros sin fronteras condena lo que
ellos denominan un ataque a medios de comunicación privados, donde incluso hablan de
una “guerra mediática”.
“Las autoridades no solo no hacen nada para frenar esa violencia, sino que incluso la
animan. Sin olvidar la actitud complaciente de algunos medios privados cuando el golpe
de Estado de 2002 contra el presidente Hugo Chávez, es inaceptable que constantemente se
utilice ese argumento para amordazar, intimidar e incluso amenazar a toda la prensa
crítica con el gobierno. El Estado no desempeña su papel de garante de la paz civil, y del
respeto a las libertades fundamentales. El fin de la guerra mediática pasa por la ruptura
con el discurso paranoico, que pretende demostrar los objetivos conspirativos de los
medios privados” (Reporteros sin fronteras, 2008) declara el organismo.
Por otro lado, en palabras de Alfonso Gumucio (2011), “en la medida en que no se
establece la distinción entre periodistas y comunicadores, tampoco se ve la diferencia entre
mensajes (información) y procesos (comunicación). La confusión es generalizada no
solamente entre el común de los ciudadanos, sino también entre los especialistas del tema,
a quienes habría que recordarles el origen etimológico de la palabra comunicación
asociada a “compartir”, “poner en común” y “participar” en ámbitos de conflicto y
negociación” (Gumucio, 2011).
En este sentido podríamos encontrarnos ante una tensa situación en la forma de ejercer
periodismo en Venezuela, esto porque tanto el Estado, a cargo de organismos chavistas,
como medios privados, claramente opositores al proceso de democratización del país
petrolero, podrían incluso olvidar el foco en el que se enmarcan sus procesos de generación
de información para olvidar a sus respectivas audiencias y enfrascarse en una rencilla
netamente política dejando de lado al pueblo venezolano en su máxima expresión, ese que
sólo añora leer un periodismo humano, ciudadano y de calidad.
En un país tan polarizado, donde los índices de certeza periodística, sean del lado que sean,
pueden ser seriamente cuestionables es que podemos volver a revivir el concepto de medios
de containformación. Recordemos que este movimiento fue originado por Pio Baldelli y
según varios intelectuales aún estaría plenamente vigente.
“Este movimiento toma como importante la misión de llenar los vacíos en las fuentes
hegemónicas de las noticias y de corregir las distorsiones de datos empíricos. Sin dudas,
esa misión es importante” afirma John Downing, quien agrega que “todavía necesitamos
mucho más que la contrainformación “golpe por golpe”. (Dowing, 2010)
Conclusiones
Cabe finalmente destacar que, en palabras de Joel Simon (2012) “La declinación del
periodismo venezolano tiene importantes implicancias no sólo para el país pero también en
toda América Latina. Casi todas las estrategias de Chávez para controlar y aislar a los
periodistas críticos han sido emuladas por gobiernos que simpatizan con el venezolano en
la región, desde Nicaragua a Ecuador”. (Simón, 2012)
Venezuela es un país que ha podido llevar a cabo un proceso de democratización de su
institucionalidad, de su reflexión sobre lo público y lo privado, de sus derechos humanos y
de su dignidad como nación al emanciparse del sistema neoliberal y generar finalmente una
alternativa a la sociedad globalizada.
Sin embargo, pareciera que el precio que ha tenido que pagar, al menos para iniciar esta
verdadera epopeya, ha sido el de una profunda polarización al buscar romper la hegemonía
del sistema dominante. Entre tal vez muchos otros aspectos, el periodismo y el acceso a la
información ha sido el más afectado, quizás no por el acceso a este, ya que como vemos, la
constitución bolivariana de Venezuela garantiza el libre acceso a estos y en general existen
medios privados que también ponen su parte, sino por la forma en que se ha realizado el
periodismo en Venezuela.
Un país que vive en un estado de polarización marcado, difícilmente podrá generar un
tratamiento periodístico de su información de manera acorde a su ciudadanía y caerá en
vicios politiqueros que busquen usufructuar ante necesidades mercantiles, políticas o
sociales, olvidando completamente que hacer periodismo es más que informar. En una
constante rencilla entre fanáticos y detractores del chavismo, lamentablemente se olvidó
toda noción básica del derecho a la información. En este sentido es menester de las
autoridades políticas y de los dueños de medios de comunicación privados llegar a un
consenso sobre qué buscan realmente al comunicar, si generar presión y poder o transmitir
cultura e identidad.
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