El Cerro de la Gavia (Villa de Vallecas, Madrid capital). El urbanismo de un poblado de la II Edad...

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Resumen Las excavaciones arqueológicas en el poblado de la II Edad del Hierro del Cerro de La Gavia han permi- tido distinguir cuatro fases de ocupación diferentes (Paleolítico, II Edad del Hierro, tardoantigüedad y guerra civil española). La fase de ocupación más importante corresponde a un poblado de la Segunda Edad del Hierro con tres momentos constructivos diferenciados y una presencia continuada en el lugar desde el s. IV a.C. hasta el I. d.C. La presente comunicación se centra en el estudio del urbanismo y la vivienda en el poblado El primer momento constructivo apenas conserva restos de sus estructuras. Parece tratarse de un hábi- tat de cierta entidad, pues se extiende prácticamente por todo el cerro, que estaría constituido por vivien- das de planta rectangular con zócalo de piedra y probablemente alzados de adobes con cubiertas de material perecedero. Una segunda fase se levanta sobre las estructuras de la anterior, correspondiendo a un poblado articula- do a partir de dos calles, cuya entrada se ubicaría en la zona Norte del cerro. Probablemente esta entra- da iría amurallada y protegida por dos bastiones. Las excavaciones han puesto al descubierto la calle Este, compuesta por una hilera de casas que cerraba el poblado por su parte oriental, y la manzana cen- tral del poblado. Las casas que dan a la parte septentrional del yacimiento se levantaban sobre una ter- raza artificial y sus traseras servirían a modo de muro de fortificación. La manzana central, por su parte, cuenta con dos filas de casas en su parte media que debían tener acceso por las dos calles que la delim- itaban. Provisionalmente esta fase se fecha entre finales del s. III y comienzos del siglo II a.C. En esta época la población desborda el núcleo encastillado originario y se extiende por las lomas próximas. Este hábitat se abandona hacia mediados de la segunda centuria. La circunstancia de que no se hayan recogido apenas materiales arqueológicos hace suponer que este abandono se produjo de forma pacífi- ca, a excepción de tres viviendas de la manzana central, donde se registran evidencias de un fuerte incen- dio. El abandono del poblado no se dilató mucho en el tiempo, ya que la tercera fase se levanta práctica- mente sobre la planta de la fase anterior. El poblado estuvo habitado hasta finales del siglo I. d.C., como atestigua la presencia en el mismo de TSH, TSHB, etc. Palabras clave: Cerro de La Gavia, Segunda Edad del Hierro, Carpetania, Madrid. Abstract Archaeological excavations in the Cerro de La Gavia allowed us to state four different occupation periods (Paleolitic, II Iron Age, Late Antiquity: and Spanish Civil War), being the most important stage the Second Iron Age one corresponding with a village having three differentiated constructive moments, and a contin- uous staying at the place since the IV century b.C. till the I c. a.C. Present communication mainly studies the inside urbanism and building structures at this village. The first constructive moment hardly keeps the rests of its structures. It seems to have been a habitat of certain significance, because it extends throughout almost the whole of the top of the hill, and it’s formed by houses of rectangular plant with stone socle and probably raised of mud walls with a vegetal cover. A second stage rises over the previous one structures, depicting a plant of a village articulated along two streets, whose entrance would be located in the North side of the hill, probably were fortified and protect- ed by two bastions as well. Along the eastern street excavation works have discovered a row of houses set side by side closing the East part of the town. The houses placed in the North side of the settlement raise on an artificial terrace and their back would also serve as a fortification wall. The central block, on the other hand, has two rows of houses in the center, that must have been accessible from the two attached streets. Provisionally this stage is dated between the end of the IIId century and beginnings of IInd centu- ry b.C. At this time population overflows the original nucleus and extends over close hills. This habitat is left around the half of the second century. The fact of the absence of archaeological mate- rials allows us to soport the idea that it was done in a peacefully way, with the exception of three houses of the central block, where evidences of a fire are registered. Town abandonment did not dilate so much, since the third stage nearly rises on the place of the previous one. The town was inhabited until the end of the Ist century a.C., as it’s testified by the presence of TSH, TSHB, etc. Keywords: Cerro de La Gavia, II Iron Age, Carpetania, Madrid.

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ResumenLas excavaciones arqueológicas en el poblado de la II Edad del Hierro del Cerro de La Gavia han permi-tido distinguir cuatro fases de ocupación diferentes (Paleolítico, II Edad del Hierro, tardoantigüedad yguerra civil española). La fase de ocupación más importante corresponde a un poblado de la SegundaEdad del Hierro con tres momentos constructivos diferenciados y una presencia continuada en el lugardesde el s. IV a.C. hasta el I. d.C. La presente comunicación se centra en el estudio del urbanismo y lavivienda en el poblado El primer momento constructivo apenas conserva restos de sus estructuras. Parece tratarse de un hábi-tat de cierta entidad, pues se extiende prácticamente por todo el cerro, que estaría constituido por vivien-das de planta rectangular con zócalo de piedra y probablemente alzados de adobes con cubiertas dematerial perecedero.Una segunda fase se levanta sobre las estructuras de la anterior, correspondiendo a un poblado articula-do a partir de dos calles, cuya entrada se ubicaría en la zona Norte del cerro. Probablemente esta entra-da iría amurallada y protegida por dos bastiones. Las excavaciones han puesto al descubierto la calleEste, compuesta por una hilera de casas que cerraba el poblado por su parte oriental, y la manzana cen-tral del poblado. Las casas que dan a la parte septentrional del yacimiento se levantaban sobre una ter-raza artificial y sus traseras servirían a modo de muro de fortificación. La manzana central, por su parte,cuenta con dos filas de casas en su parte media que debían tener acceso por las dos calles que la delim-itaban. Provisionalmente esta fase se fecha entre finales del s. III y comienzos del siglo II a.C. En estaépoca la población desborda el núcleo encastillado originario y se extiende por las lomas próximas.Este hábitat se abandona hacia mediados de la segunda centuria. La circunstancia de que no se hayanrecogido apenas materiales arqueológicos hace suponer que este abandono se produjo de forma pacífi-ca, a excepción de tres viviendas de la manzana central, donde se registran evidencias de un fuerte incen-dio. El abandono del poblado no se dilató mucho en el tiempo, ya que la tercera fase se levanta práctica-mente sobre la planta de la fase anterior. El poblado estuvo habitado hasta finales del siglo I. d.C., comoatestigua la presencia en el mismo de TSH, TSHB, etc.

Palabras clave: Cerro de La Gavia, Segunda Edad del Hierro, Carpetania, Madrid.

AbstractArchaeological excavations in the Cerro de La Gavia allowed us to state four different occupation periods(Paleolitic, II Iron Age, Late Antiquity: and Spanish Civil War), being the most important stage the SecondIron Age one corresponding with a village having three differentiated constructive moments, and a contin-uous staying at the place since the IV century b.C. till the I c. a.C. Present communication mainly studiesthe inside urbanism and building structures at this village.The first constructive moment hardly keeps the rests of its structures. It seems to have been a habitat ofcertain significance, because it extends throughout almost the whole of the top of the hill, and it’s formedby houses of rectangular plant with stone socle and probably raised of mud walls with a vegetal cover.A second stage rises over the previous one structures, depicting a plant of a village articulated along twostreets, whose entrance would be located in the North side of the hill, probably were fortified and protect-ed by two bastions as well. Along the eastern street excavation works have discovered a row of housesset side by side closing the East part of the town. The houses placed in the North side of the settlementraise on an artificial terrace and their back would also serve as a fortification wall. The central block, on theother hand, has two rows of houses in the center, that must have been accessible from the two attachedstreets. Provisionally this stage is dated between the end of the IIId century and beginnings of IInd centu-ry b.C. At this time population overflows the original nucleus and extends over close hills. This habitat is left around the half of the second century. The fact of the absence of archaeological mate-rials allows us to soport the idea that it was done in a peacefully way, with the exception of three housesof the central block, where evidences of a fire are registered. Town abandonment did not dilate so much,since the third stage nearly rises on the place of the previous one. The town was inhabited until the end ofthe Ist century a.C., as it’s testified by the presence of TSH, TSHB, etc.

Keywords: Cerro de La Gavia, II Iron Age, Carpetania, Madrid.

33 Libro MORIN 5/12/07 02:29 Página 342

IntroducciónEl yacimiento de La Gavia se sitúa sobre un frente de

escarpe de yesos en la margen izquierda del río

Manzanares, unos cientos de metros más abajo de la des-

embocadura del Arroyo de la Gavia, frente el caserío de

Perales del Río, a unos 3,5 km al Noreste del Cerro de los

Ángeles, 7 km al Suroeste del Cerro Almodóvar y unos 4,5

km aguas arriba de la desembocadura del Arroyo Culebro

en el río Manzanares.

El entorno natural se encuentra hoy muy alterado por la

presión urbana y los tendidos de distintas infraestructuras

que han afectado al cerro en forma diversa. El recinto lige-

ramente inferior a una hectárea, fue reducido en su cara

Oeste, en el frente de escarpe que se asoma al río, por las

obras del AVE Madrid-Sevilla. Por su parte, las obras para

la construcción del AVE Madrid-Barcelona, que generaron

la actuación arqueológica objeto de esta comunicación,

tenían previsto el completo desmonte del cerro en el que se

asienta el yacimiento, pero la actuación combinada del pro-

motor (en este caso el G.I.F.) y la dirección arqueológica,

lograron desviar el talud del trazado ferroviario de modo

que la superficie excavada en el cerro, así como una zona

sin excavar dejada en reserva, se han conservado y han

sido objeto de un proyecto de adecuación y musealización

El Cerro de la Gavia era conocido desde antiguo

(González Alonso, 2005) debido a las “excursiones” que

realizaron desde 1918 Pérez de Barradas y Paul Wernert.

Años más tarde, en las IIª Jornadas de Estudios sobre la

provincia de Madrid aparece un pequeño estudio en la

decimocuarta comunicación sobre el Cerro de la Gavia

(Priego, 1980), en el que se habla ya del lugar como un

asentamiento defensivo con una cronología que podría ir

del siglo IV a.C. al III d.C. Existen otras menciones al yaci-

miento en aquellas mismas Jornadas y posteriormente en

la exposición “130 años de Arqueología madrileña”

(Valiente, 1987). Finalmente, en 1991 se presentaron unos

materiales arqueológicos del Cerro de la Gavia al

Congreso de Arqueología sobre necrópolis ibéricas cele-

brado en la Universidad Autónoma de Madrid (Blasco y

Barrio, 1991).

Con motivo de la construcción del trazado del AVE

Madrid-Barcelona, se realizó una prospección intensiva de

cobertura total sobre un recorrido de 30 km y un ancho de

500 m en los subtramos 0 y 1 del tramo Madrid-Zaragoza,

tras la cual se diseñaron una serie de sondeos, en concre-

to 228 sondeos mecánicos de 1 x 5 m (1.140 m2) y 81 son-

deos manuales de 4 x 4 m (1.296 m2). En virtud de estos

trabajos previos se definieron unos yacimientos arqueológi-

cos en los que era necesaria la intervención: Casas de

Murcia y Cerro de la Gavia.

La intervención arqueológica en la LAVLos trabajos en el Cerro de la Gavia se desarrollaron en los

años 1999-2000 y afectaron a una superficie de unos 4.000

m2, divida en tres sectores: A, o sector principal correspon-

diente al poblado propiamente dicho; B, o arrabal, que se

extendía contiguo al poblado en su lado Norte. Hay que lla-

mar la atención sobre el hecho de que durante la campaña

de 1999 se descubrió un hábitat contemporáneo al del

poblado, a una distancia de unos 500 m hacia el Sureste,

compuesto por una serie de estructuras rectangulares par-

cialmente arrasadas, sobre una loma algo más alejada del

cauce del río (Sector C). Estas estancias son de singular

importancia para la correcta valoración de la dispersión del

hábitat en las postrimerías del mundo de la IIª Edad del

Hierro, ya que ponen de manifiesto que éste no se circuns-

cribía exclusivamente a los poblados o recintos rodeados

El cerro de La Gavia (Villa de Vallecas, MadridCapital). El urbanismo de un poblado de la II Edaddel Hierro en la Comunidad de Madrid

J. Morín de Pablos, D. Urbina Martínez, E. Agustí García, M. Escolà Martínez, F. J. LópezFraile, A. Pérez-Juez Gil y R. Barroso Cabrera*

*Área de Protohistoria del Departamento de Arqueología,Paleontología y Recursos Culturales de Auditores de Energía yMedio Ambiente, S.A.jmorin@audema.

344 Estudios sobre la Edad del Hierro en la Carpetania. Registro arqueológico, secuencia y territorio

Fig. 1. Planimetría del Cerro de la Gavia con los sectores excavados.

Fig. 2. Vista aérea del Cerro de la Gavia con los sectores excavados.

de una muralla, sino que existían pequeñas barriadas en

sus alrededores que no podemos valorar con exactitud por

el momento, ya que las actuaciones arqueológicas cuando

se dan, suelen ceñirse a los poblados quedando sin estu-

diar sus alrededores (Fig. 1 y 2).

Abundando en el mismo sentido, se halló un lote de

fragmentos de cerámicas pintadas y alguna con estampi-

llas, procedentes de la excavación de las trincheras de la

Guerra Civil en Casas de Murcia. Este enclave se localiza

junto al escarpe de yesos sobre el cauce del Manzanares,

a poco más de 1 km. de La Gavia, aguas abajo del río.

Estas cerámicas prueban que esta pequeña loma sobre el

escarpe estuvo frecuentada por las gentes de la edad del

Hierro. Lo cual completa un complejo panorama sobre el

uso del espacio circundante al poblado (Fig. 3 y 4).

Muralla y trazado urbanoLas dificultades para una correcta interpretación de las

estancias en el poblado de La Gavia son enormes. A ello

contribuye de un lado la fuerte erosión que ha sufrido el

cerro y que sólo ha permitido la conservación de potencias

superiores a 1 m. en el centro del mismo, mientras que a

los lados los estratos conservados disminuyen sensible-

mente hasta el punto de que en extensas áreas apenas se

han podido identificar otros niveles que no sean las UEs

superficiales 1 y 2. Esta característica no sólo afecta a la

compresión del urbanismo, sino a la propia estratigrafía del

yacimiento.

La conciencia desde el comienzo de las excavaciones,

de la posibilidad de salvar los restos exhumados (algo que

finalmente se consiguió) y la necesidad de la conservación

de las estructuras in situ de cara a su futura musealización,

no hizo aconsejable la excavación de los restos murarios

más superficiales a medida que avanzaba la excavación,

impidiendo en muchos casos una correcta interpretación

de las distintas superposiciones de los muros.

Por último, hay añadir los efectos provocados por las

excavaciones clandestinas y la desgraciada intervención

arqueológica 10 años antes, que alteraron profundamente

ciertas áreas del poblado.

En el interior del poblado se documentaron una serie de

estancias pertenecientes a tres estadios constructivos

-Fase I, o la más antigua, y Fase III la más moderna-

(Fig. 5), que se articulaban en torno a dos calles, formando

una especie de Y griega que confluía hacia la salida, al

Norte. La interpretación de la fotografía aérea nos ha per-

mitido suponer la existencia de una muralla o barrera, de

pequeña extensión en el lado norte del poblado, aprove-

chando la vaguada que se extiende hacia el interior del

cerro y que lo aísla de los llanos circundantes, a modo de

foso (Fig. 6), como es posible encontrar en muchos otros

yacimientos similares de la región (Urbina, 2000). Los

materiales, muy frágiles, como los yesos del estrato geoló-

gico con los que están confeccionados la mayoría de los

elementos constructivos, han propiciado una rápida des-

trucción de estas estructuras, rellenando en parte el foso

de la entrada y ocultando su existencia.

Desde la entrada por el lado Norte del poblado, que es

la parte más estrecha del mismo, se pueden delinear las

características generales del urbanismo de La Gavia en las

dos últimas fases de ocupación del cerro. El aspecto más

evidente es la adaptación del urbanismo al espacio dispo-

nible en la cima del cerro, característica general de la

inmensa mayoría de los poblados de la Edad del Hierro en

MORIN DE PABLOS ET ALLI / El cerro de La Gavia (Villa Vallecas, Madrid Capital). El urbanismo de un poblado de la II Edad del Hierro 345

Fig. 3. Planimetría de Casas de Murcia con los restos de laSegunda Edad del Hierro.

Fig. 4. Detalle de los muros de la Segunda Edad del Hierro locali-zados en Casas de Murcia, puede apreciarse como han sido rotospor la construcción del puesto de mando republicano en la GuerraCivil española.

346 Estudios sobre la Edad del Hierro en la Carpetania. Registro arqueológico, secuencia y territorio

Fig. 5. Estadios constructivos del Cerro de la Gavia.

la Península Ibérica. Como en tantos otros lugares, el cerro

se debió aislar por medio de una muralla lateral que cerra-

ría todo el perímetro, pero desconocemos si este cerra-

miento se realizaba con los muros que conformaban las

traseras de las casas, como era habitual en los poblados de

calle central del Hierro Antiguo (Maluquer et alii, 1986), o

bien existía una verdadera muralla lateral como ocurre en

otros poblados cercanos como el de Plaza de Moros

(Urbina et alii, 2004). Desgraciadamente, la erosión de las

caras Norte y Este del cerro y la destrucción de la parte

oeste por las obras del AVE a Sevilla, nos impiden confir-

mar estas hipótesis.

En cualquier caso, parece clara la existencia de dos

calles curvadas que arrancaban de un punto común a la

entrada del poblado en la zona Norte, y quizá volvían a

encontrarse al final del mismo. Estas calles se adaptan a la

forma ovalada del cerro y dejarían dividido el poblado en tres

zonas, dos de ellas con forma de creciente lunar en ambos

extremos del cerro, y una central con forma de óvalo más

ancha en el centro. Mientras que la planta de las casas en

las áreas laterales podría ser relativamente estandarizada,

era obligada la existencia de otras soluciones en el interior,

entre ambas calles. Es por ello que las plantas de las estan-

cias tenderían a la forma trapezoidal en el punto de confluen-

cia de las calles, cuadrada después y finalmente rectangular

en el centro, en donde además debían confluir las traseras

de las viviendas que se orientaban a una u otra calle.

Las plantas trapezoidales, cuadradas o rectangulares

pero en sentido longitudinal a la calle Norte, están consta-

tadas varios de los ámbitos constructivos (25 y 23 de la

J. MORIN DE PABLOS, ET ALII / El cerro de La Gavia (Villa Vallecas, Madrid Capital). El urbanismo de un poblado de la II Edad del Hierro... 347

Fig. 6. Vista aérea con el foso y la muralla del Cerro de la Gavia.

Fase II y tal vez el 21 de la Fase III), mientras que en el

resto de los casos se trata de plantas de tendencia rectan-

gular dispuestas en sentido transversal a la dirección de la

calle, y cuando existen espacios cuadrados éstos, se han

generado de la división de otros rectangulares.

Se constata en la Fase III la repetición de un módulo

estandarizado de estancias rectangulares con una pequeña

compartimentación a la entrada. Todas ellas se disponen al

Norte de la calle, en el lado Norte del poblado, y correspon-

den a la Fase III. Por la existencia de pequeños restos de

empedrados hasta la mitad del largo de la calle, podríamos

suponer que este tipo de espacios se prolongarían hasta

allí, en cuyo caso estaríamos hablando de unas 10 o 12

estancias con estas características. Los restos de molinos

de mano en los umbrales de estas habitaciones, nos incli-

nan a pensar que los pequeños compartimentos de la

entrada se dedicarían a la molienda de los cereales (Fig. 7).

Se trata de una disposición básica de los módulos de

habitación muy repetida en los poblados del Hierro Inicial

del Valle del Ebro, también llamados de “calle central”,

cuyos paralelos más cercanos los encontramos en lugares

como El Ceremeño, en Herrería, Guadalajara (Cerdeño y

Juez, 2002). Pero esta disposición de estancias alargadas

en torno a una o dos calles no se ha constatado en el

Centro de la Península y, de hecho, en la parte Sur del

poblado de La Gavia, a este lado de la calle, no quedan

indicios de que esta disposición de estancias se prolongue,

por lo que no sería adecuado extender el modelo a todo al

poblado, antes bien, parece que nos encontramos ante un

área de características peculiares, y ello abre nuevas vías

de interpretación al conjunto urbano del Cerro de la Gavia.

En ese sentido, hablaría la aparición de varias herramien-

tas concentradas en el ámbito 154 de la Fase II, algo ni

mucho menos inusual en los yacimientos de la Edad del

Hierro, tanto ibéricos: Puntal del Llops (Bonet y Mata,

2002), como de otros ámbitos: La Hoya, La Guardia, Álava

(Llanos, 1983).

En efecto, es común la diferenciación de módulos de

habitación y su repetición en todo el espacio de un asenta-

miento a modo de hipótesis, pero los indicios que se pue-

den extraer de La Gavia apuntan, por el contrario, a la exis-

tencia de sectores o barriadas de urbanismo diferenciado,

aunque en todos los casos la estructura de las estancias se

adecue a las condiciones físicas del espacio determinadas

por los bordes del cerro y el trazado de las dos calles, en

este caso.

Con las precauciones que impone el desconocimiento

total de los restos constructivos en amplias secciones del

poblado, podemos establecer la existencia de tres esque-

mas urbanos diferenciados. Uno de ellos es el ya descrito

al Norte de la Calle. El segundo correspondería a los traza-

dos longitudinales a la calle con espacios trapezoidales,

cuadrados y rectangulares subdivididos, que se documen-

tan en ambos lados de la calle (Fig. 8). Finalmente, en el

centro del poblado nos hallamos ante las soluciones urba-

nísticas más complejas. En este espacio central parecen

existir una serie de módulos rectangulares con pocas sub-

divisiones, dispuestos longitudinalmente al sentido de la

calle, cuyas traseras convergen con las de otros espacios

similares que se abrirían a la otra calle (Fig. 9). Pero estos

espacios alargados no constituyen casas en sí mismos,

sino que sería necesaria la unión de tres de ellos para con-

formar una unidad doméstica o de otro tipo. En este caso

contaríamos con tres (llamémosle) casas de tres estancias

348 Estudios sobre la Edad del Hierro en la Carpetania. Registro arqueológico, secuencia y territorio

Fig. 7. Compartimentos de entrada de la Fase III destinados a lamolienda de los cereales.

Fig. 8. Trazados longitudinales a la calle en el sector central delCerro de la Gavia.

cada una (Fig. 10), compuestas en la Fase II por los ámbi-

tos 9, 10 y 11; 13, 15 y 16, y 18, 19 y 20, respectivamente,

que en la Fase III corresponderían a los ámbitos 5, 6 y 7;

10, y 13 y 14, respectivamente.

Naturalmente se trata de un esquema genérico, y por

tanto no se tienen en cuenta las peculiaridades, en buena

medida por la dificultad de interpretación de las mismas,

como ocurre con el ámbito 8 de la Fase II que parece

corresponder a un espacio trapezoidal que articula las tra-

seras de los rectangulares, pudiendo incluso tratarse de

una especie de patio. También mantenemos la duda sobre

la existencia de un callejón entre los ámbitos 6 y 8 y 9 de la

Fase II, como la ausencia de muros y la existencia de enca-

chados parecen sugerir. Igualmente el ámbito 9 de la Fase

III podría funcionar como módulo de articulación en la tra-

sera de las habitaciones que dan a la calle 47 y las de la

casa que debió orientarse a la otra calle.

Las fases de ocupación o fases constructivasPreferimos llamar fases constructivas antes que fases de

ocupación, a las distintas etapas establecidas en la ocupa-

ción del poblado, ya que los criterios seguidos para estable-

cerlas descansan más sobre elementos constructivos que

cronológicos (Fig. 11, 12 y 13). Salvo los fragmentos aisla-

J. MORIN DE PABLOS, ET ALII / El cerro de La Gavia (Villa Vallecas, Madrid Capital). El urbanismo de un poblado de la II Edad del Hierro... 349

Fig. 9. Zona central del poblado del Cerro de la Gavia.

Fig. 10. Detalle de una de las estructuras formadas por tres estancias.

350 Estudios sobre la Edad del Hierro en la Carpetania. Registro arqueológico, secuencia y territorio

Fig. 11. Fase I de ocupación del Cerro de la Gavia.

J. MORIN DE PABLOS, ET ALII / El cerro de La Gavia (Villa Vallecas, Madrid Capital). El urbanismo de un poblado de la II Edad del Hierro... 351

Fig. 12. Fase II de ocupación del Cerro de la Gavia.

352 Estudios sobre la Edad del Hierro en la Carpetania. Registro arqueológico, secuencia y territorio

Fig. 13. Fase III de ocupación del Cerro de la Gavia.

dos del cuenco ático (Fig. 14), el resto de los materiales

documentados en La Gavia, conforman un horizonte unifor-

me que abarca los siglos II y I a.C., alcanzando quizá las

primeras décadas del siglo I d.C. No es posible establecer

una secuencia cronológica válida atendiendo tan sólo a los

materiales entre una y otra fase, aunque hay que insistir en

el hecho de que faltan por excavar la mayoría de los depó-

sitos que corresponderían a la primera fase.

Salvo en el centro del área excavada en el poblado, por

lo general, es problemática la asignación de depósitos a

una u otra fase, especialmente en los casos en los que no

existen superposiciones de estructuras, o éstas no se han

conservado. Hay que tomar por tanto como hipótesis las

asignaciones que realizamos entre depósitos y fragmentos

de muros sin clara vinculación a ninguno de ellos, y depó-

sitos que sólo conservan una unidad estratigráfica bajo la

superficie removida por los arados y los niveles geológicos.

No obstante, en el centro del poblado sí se pudo docu-

mentar una clara secuencia de ocupación con evidentes

transformaciones urbanísticas, aunque los materiales de

ambas fases no permiten establecer una clara secuencia

cronológica. En este sentido son de especial interés las aso-

ciaciones de depósitos superiores e inferiores entre las UEs

53 y 54 con 109 y 112, 106 con 121, 211 con 217, 212 con

220, 183 con 188, 90 con 119, 120 y 165, 198 y 214 con 215

y 75 con 158, 118, 170 y 173. Lamentablemente, los mate-

riales de los depósitos superiores e inferiores de estas uni-

dades no son cronológicamente significativos; tan sólo se

podría señalar la existencia de varios fragmentos de cerámi-

cas pintadas romanas de tradición indígena de “tipo Meseta

Sur” en la UE 75 de la fase III, mientras que sólo se localiza

un fragmento de estas cerámicas en las UEs de los depósi-

tos inferiores de la fase II, en la UE 158, cuya presencia se

debe sin duda a la dificultad de separar en algunos puntos

con precisión la línea de ambos depósitos.

Materiales y técnicas de construcciónSe han podido documentar diversos procesos constructi-

vos en el poblado de La Gavia, en general coincidentes,

tanto en técnicas como en materiales, con las de otros

poblados de esta época repartidos por toda la Península

Ibérica. Como norma general, se utilizan los materiales

existentes en el entorno del poblado, tanto en piedras como

tierra o maderas disponibles.

Piedras Las piedras utilizadas en las construcciones de La Gavia

están compuestas fundamentalmente por calizas y yesos

especulares. Ambas se encuentran en las laderas del cerro

y debieron ser fácilmente obtenibles para levantar los zóca-

los de las casas.

Las calizas presentan formas aplanadas y sólo en cir-

cunstancias excepcionales se encuentran trabajadas (Fig.

15), a veces tan sólo canteadas por la cara de la piedra que

da al exterior y sólo se trabajan con más cuidado, si bien

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Fig. 14. Cuenco ático, Cerro de la Gavia.Fig. 15. Fragmento de caliza trabajado con molduras, Cerro de laGavia.

siempre de manera muy tosca, para constituir otros ele-

mentos como los escalones de la UE 343 (Fase ámbito 15)

o los umbrales de puertas (UE 301, Fase III, ámbito 1).

Más difícil es apreciar el trabajo en las piedras de yeso, ya

que su vulnerabilidad a los agentes atmosféricos apenas

ha permitido su conservación, salvo en los casos en que el

componente de sílex es mayor. Las características son las

mismas que para las calizas, siendo además extremada-

mente difícil el trabajo de este tipo de piedras, ya que se

quiebran con facilidad.

De vez en cuando aparecen algunas areniscas que pre-

sentan las mismas características que las anteriores, es

decir, se colocan en las paredes sin apenas ser trabajadas,

existiendo tan sólo una selección de las formas y tamaños

en función de su alojamiento en los muros.

Hay que reseñar el empleo de fragmentos de granito

procedentes de molinos de mano de cereales, rotos y

amortizados en las paredes. En concreto se conservan res-

tos de molinos de granito en las paredes de las UEs: 301,

307, 326, 338, 341 y 354. Esta piedra no se encuentra en

los alrededores y constituye uno de los escasos ejemplos

en los que está documentado el transporte de materiales

pesados desde largas distancias. En concreto, los filones

graníticos más cercanos hay que buscarlos en las estriba-

ciones del Sistema Central o hacia la cuenca del río

Guadarrama, siempre a más de 40 km del yacimiento. Es

sin duda por el coste que debió suponer el aprovisiona-

miento de estas piedras, que se reutilizan una vez que se

han roto y resultan inservibles para su función primitiva.

Fábricas de piedraTal y como ocurre en la mayoría de los yacimientos penin-

sulares de la IIª Edad del Hierro, las paredes de las casas

en el Cerro de la Gavia no presentan cimientos. Tan sólo se

constata en la parte central y más alta del cerro, la existen-

cia de unas excavaciones en los lados de las estancias,

tendentes a proporcionar una superficie horizontal para el

suelo de las casas. En estos casos, las soluciones adopta-

das están en función de la dureza del subsuelo excavado.

Por lo general las paredes se levantan sobre las partes más

altas del subsuelo, aprovechando el corte del subsuelo

como pared en sí mismo, tal y cómo ocurre en los ámbitos

11, 13, 15 y 16 de la Fase II.

Las piedras constituyen sólo los zócalos o partes bajas

de los muros. Las paredes están constituidas por dos, tres

y excepcionalmente 4 hiladas de piedra en altura, siendo

dos hiladas lo más común. Del mismo modo la anchura de

las paredes está formada por dos piedras, existiendo una

clara selección de los tamaños de las mismas en función

de la anchura del muro deseada. Existen, no obstante,

algunos casos en los que se hallan piedras de gran tama-

ño seleccionadas para partes determinadas de las pare-

des, como remates de los vanos de las puertas o esquinas,

en los que se han tallado calizas del ancho del muro, UEs:

115, 223, 313 y 319. Estos casos se dan en los ámbitos

centrales del yacimiento: 11, 13, 15 y 26 de la Fase II y 7 y

10 de la Fase III. Hasta que no se haya excavado la totali-

dad del recinto, no podremos saber si estas características

responden a la excepcionalidad de las estructuras localiza-

das en esta parte central: compuesta por una casa con tres

habitaciones: ámbitos 13, 15 y 16, correspondiente a la

Fase II, y a la que se accede por medio de unos escalones,

y otra casa rectangular con dos estancias de fondo y un

umbral que da a la calle, en la Fase III (ámbito 7), o bien,

se trata de una peculiaridad del registro urbanístico parcial-

mente conocido.

No existen restos conservados de argamasas de unión

entre las piedras.

354 Estudios sobre la Edad del Hierro en la Carpetania. Registro arqueológico, secuencia y territorio

Fig. 17. Pared de adobes quemada, Cerro de la Gavia.Fig. 16. Pared de adobes, Cerro de la Gavia.

Tierra. Fábricas de adobeLa altura de las paredes se conseguía mediante el levanta-

miento de adobes sobre los zócalos de piedra (Fig. 16).

Estos adobes se han conservado parcialmente en las

estructuras del centro del poblado, merced al incendio que

los calcinó (Fig. 17). Las estructuras de adobe mejor con-

servadas corresponden a las UE 167 que constituye la

pared medianera entre los ámbitos 13 y 15, y la 336,

medianera de los ámbitos 15 y 16 y trasera el 16, todos

ellos de la Fase II. Además, se rescataron restos de muros

de adobe en las estructuras 168, 169, 237 y 328.

Como en tantos otros lugares de la geografía peninsu-

lar, los adobes no presentan unas medidas estandarizadas,

sino que el tamaño de los mismos está en función del

ancho de pared deseado. Se actúa en este sentido al igual

que con las piedras seleccionando el material en función de

las necesidades de cada pared. Hay que señalar que no

constituye mayor dificultad la fabricación de adobes de dis-

tintos tamaños, que la de confeccionar una adobera o cua-

dra de madera para cada tamaño.

La colocación de los adobes en la obra se realiza de

diversas maneras, tanto a soga como tizón, pareciendo

existir una cierta despreocupación por no hacer que coinci-

dan las líneas de separación entre los adobes en las distin-

tas hiladas. En los adobes que se recuperaron de los

derrumbes, se puede apreciar la existencia de marcas de

dedos, tanto en aspa como dos líneas en S. esta caracte-

rística también es común en los yacimientos peninsulares

de esta época, y sin duda responde a la necesidad funcio-

nal de añadir un elemento más de agarre para la argama-

sa (Fig. 18).

Es fácil diferenciar la argamasa que une los adobes por

las líneas de coloración más clara, anaranjada o amarillen-

ta. En yacimientos como Plaza de Moros, Villatobas,

Toledo, los análisis de difracción de rayos X realizados

sobre muestras de estas argamasas de unión de adobes,

han determinado que se trata de las mismas arcillas o tie-

rras con las que se fabricaban los adobes, pero más decan-

tadas, para obtener así una arcilla libre de impurezas con

una mayor capacidad aglutinante.

También se puede constatar la diversidad de tierras

empleadas en la fabricación de los adobes, aunque con

claro predominio de las margas arcillosas, no demasiado

abundantes en el entorno, si bien hay que tener en cuenta

que se ha producido una alta erosión de las capas superfi-

ciales del suelo, las más ricas en las margas amarillentas

que mezcladas con los yesos constituyen un material alta-

mente adecuado para la fabricación de adobes.

MaderaA diferencia de los materiales anteriores, los restos de

maderas de construcción conservados, son más escasos

en los yacimientos de esta época, no obstante ya se va

contando con significativos ejemplos en distintos lugares

(véase una de las últimas publicaciones: Guérin, 2003:

222ss.). En La Gavia, de acuerdo a los estudios antracoló-

gicos, la madera utilizada para la construcción era princi-

palmente el pino del tipo mediterráneo, ya sea Pinus hale-

pensis o pino carrasco, Pinus pinaster o tipo marítimo y

Pinus pinea o pino piñonero.

Aunque hoy ya han desaparecido, estos tipos de pinos

debieron ser comunes en los alrededores de La Gavia hace

dos mil años.

Los restos más significativos corresponden a fragmentos

de vigas (Fig. 19 y 20), en la UE 210 restos de dos vigas en

el centro y extremo de la estancia; en la UE 321 dos postes

adosados en el muro, y la huella de un poste en la UE 328.

En todos los casos se trata de postes de sustentación de la

techumbre, cuyas dimensiones no es posible establecer con

precisión, aunque los trozos conservados permiten hablar de

postes redondos de más de 20 cm de diámetro. La particu-

laridad reside más en el hecho de que en algún caso (UE

321) los postes se encuentran adosados a la pared, lo que

nos indica la disposición que tendrían las vigas sustentantes.

Junto a los agujeros de poste en el centro de las estancias o

uno de sus lados, algo que es común en muchos otros luga-

res, la disposición de los pies derechos apoyados en la

pared se constata igualmente en Plaza de Moros, en donde

se hallaron restos carbonizados en las esquinas interiores

de los muros y a lo largo de las paredes (Urbina et alii, 2004).

La disposición de estos postes está en armonía

con la existencia de una cubierta vegetal a dos aguas

J. MORIN DE PABLOS, ET ALII / El cerro de La Gavia (Villa Vallecas, Madrid Capital). El urbanismo de un poblado de la II Edad del Hierro... 355

Fig. 18. Adobe con digitaciones, Cerro de la Gavia (Foto MuseoArqueológico Regional de la Comunidad de Madrid / MarioTorquemada).

(Fig. 21), que necesitaría de una gran pendiente y, por

tanto, de elementos sustentantes extra, además las vigas

de la techumbre que sujetasen el entramado vegetal. En la

UE 214 se conservaban restos de techumbre identificados

con fragmentos de una leguminosa del tipo de las retamas.

Restos de encina (Quercus ilex/coccifera) se encontra-

ron en las UEs 198-V, Fase III ámbito 7; UE 118-VII, Fase

II ámbito 15, y UE 173-VIII, Fase II ámbito 18. Aunque esca-

sas, estas muestras evidencian la existencia de encinas y

coscojas en el entorno, plantas que hoy faltan por comple-

to, pero que en otras zonas de las cuencas del Tajo y el

Tajuña en la Comunidad de Madrid, crecen todavía sobre

suelos de yesos.

Hierro Los elementos de hierro que se pueden relacionar con

la construcción son los clavos que aparecen doblados

formando casi un ángulo recto (Fig. 22). En concreto se

recuperaron más de media docena de clavos de hierro de

pequeño tamaño en la UE 119, correspondiente al ámbito 14

de la Fase II. Clavos de este tipo son abundantes en

numerosos lugares, citamos tan sólo a modo de ejemplo

los del poblado amurallado de Barchín del Hoyo (Sierra,

2002: fig. 40), de similares características y tamaños. A

pesar de todo y, dada la abundancia de materiales metálicos

en esta UE (que se comentan en otro apartado), no está

clara la vinculación de estos clavos con materiales de cons-

trucción.

En otros lugares (Guerin, 2003: 223) se menciona la

existencia de clavos largos para atravesar los palos de 10

a 20 cm. de grosor. Estos clavos largos, se localizan en

otros yacimientos cercanos como el Pontón de la Oliva y

Plaza de Moros. Servían en la arquitectura popular para

clavar la unión de las vigas o cabios, al caballete y los palos

de la pared. Sobre el palo cuadrado de la pared y el caba-

llete, los cabios llevaban un corte en los extremos, a cha-

flán o bisel, de modo que encajaban sobre la arista de los

anteriores y un clavo reforzaba la unión.

Enlucidos: tierra, cal y yesoRestos de yeso en enlucidos se han detectado en la UE 24,

que se trata de un sondeo, y la 220, correspondiente al

ámbito 8 de la Fase II. Otros restos de enlucido de yeso se

localizaron en el silo. En el Sector C se documentó un poyo

de adobe enlucido con yeso (U.E. 13).

La abundancia de los yesos que componen los niveles

geológicos impide en muchos casos la correcta identifica-

ción de este material en los ámbitos domésticos. Su uso

debió estar muy extendido ya que aparece en casi todos

los poblados excavados en la Península de esta época,

pero se limitaba a la cubrición de bancos y tal vez las caras

de los zócalos de piedra, mientras que su utilización como

argamasa o revoco de las paredes no se documenta hasta

la implantación romana, siendo utilizada anteriormente en

su lugar la tierra.

La tierra se empleaba para las argamasas de unión de

356 Estudios sobre la Edad del Hierro en la Carpetania. Registro arqueológico, secuencia y territorio

Fig. 19. Viga de madera embutida en el muro de adobes, Cerro dela Gavia.

Fig. 20. Viga de madera de pino pinaster, Cerro de la Gavia (FotoMuseo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid / MarioTorquemada).

adobes y piedras de los zócalos, si bien decantada o selec-

cionada la de mayor contenido de yeso.

No se han encontrado evidencias del uso de la cal,

aparte de los restos calcáreos propios de las capas geoló-

gicas del terreno. Al parecer, la apariencia externa de las

casas sería la de unas superficies de un color marrón más

claro u oscuro, en función de los contenidos de cal o yeso

de la tierra empleada.

PavimentosEl suelo geológico del poblado del Cerro de la Gavia está

formado por los yesos masivos del sustrato terciario.

Directamente sobre este geológico se levantaron las vivien-

das. Los suelos de las mismas estaban formados por un

manto de tierra apisonada, probablemente cribada y moja-

da antes de su endurecimiento, al igual que en la calle. A

menudo, estos suelos presentan varias capas de arcilla,

indicando la consolidación de los mismos periódicamente.

CubiertasLos elementos de cubiertas son escasos. No obstante, se

recogieron algunos fragmentos de barro quemado con

improntas de cañas (Fig. 23). Bajo la UE 198, en la 214, se

recogieron restos vegetales quemados cuyos análisis

antracológicos determinaron que se trataba de una legumi-

nosa, de la familia de las retamas. Este espacio correspon-

J. MORIN DE PABLOS, ET ALII / El cerro de La Gavia (Villa Vallecas, Madrid Capital). El urbanismo de un poblado de la II Edad del Hierro... 357

Fig. 21. Reconstrucción de las techumbres de las viviendas del Cerro de la Gavia, según Enrique Navarro.

Fig. 22. Clavo de hierro, Cerro de la Gavia (Foto MuseoArqueológico Regional de la Comunidad de Madrid / MarioTorquemada).

Fig. 23. Restos de enlucido, Cerro de la Gavia (Foto MuseoArqueológico Regional de la Comunidad de Madrid / MarioTorquemada).

de al ámbito 7 de la Fase III. Se trata del espacio central de

una de las casas mejor conservadas, la que presenta 3

estancias de fondo desde la calle, en el centro del poblado

y tiene al Noroeste la casa de tres habitaciones. Las condi-

ciones de este espacio, en el que los muros presentan

umbrales trabajados con sillares en las esquinas y su con-

dición de espacio central, parecen indicar que se trataría de

una habitación techada, y no de un cobertizo o porche. En

ese caso habría que admitir la existencia de techumbres a

base de retamas, algo que tiene paralelos en la arquitectu-

ra tradicional, pero que no es el elemento más apropiado

para la cubrición de las casas, habida cuenta de la existen-

cia de grandes carrizales al pie del Cerro de la Gavia en el

valle del Manzanares.

En esa misma estancia se descubrieron hasta 4 aguje-

ros de poste. La alineación de los mismos es excéntrica. Si

admitimos que la pared 223 pudo formar parte de la primiti-

va estancia, estos agujeros se corresponderían con el ámbi-

to 11 de la Fase II. Tres de los agujeros se disponen a casi

un metro de las paredes, dos de ellos alineados cerca del

muro 223, y embutidos en la pared 321 de la fase posterior.

Otro se halla a la misma distancia del muro paralelo 324, en

el centro del largo del muro. Un cuarto se dispone próximo

a la pared frontal que daría acceso al umbral, desde la calle,

a 1,5 m. de la pared 199 y en la mitad de su largo.

Estos agujeros apenas facilitan nuestra comprensión

sobre la forma del tejado, ni tan siquiera estamos seguros

de que dos de ellos no hubieron servido como refuerzo del

muro 321 de la Fase posterior.

Contamos con tres agujeros de poste más. Uno de ellos

sobre el suelo de la UE 118 (ámbito 15 de la Fase II). Este

agujero, mayor que los demás, se encuentra junto a los res-

tos de los adobes conservados del muro 169. Sin embargo,

parece corresponder a la UE 75 de la Fase III (ámbito 10),

en cuyo caso se situaría en una posición central del gran

espacio creado al unir las tres estancias rectangulares

(ámbitos 13, 15 y 16) de la Fase anterior. Se dispone a la

altura de las escaleras que dan acceso a esta estancia, por

lo que nos inclina a pensar que la pared 174 debió servir

como delimitación de la habitación al Noroeste, en esta

Fase. De este modo, el agujero de poste serviría como ele-

mento de sustentación de la techumbre de una habitación

cuadrada de, al menos 40 m2. Al estar en el centro de la

estancia habría que interpretarlo como el soporte de una

cubierta a dos aguas, que verterían una a la calle y otra

hacia el interior de la manzana.

Otro de los agujeros de poste (UE 178) se sitúa en la

UE 69, en el centro de la estancia, en su tercio anterior.

Esta estancia presenta una superposición de muros que

nos hizo incluirla en ambas Fases, correspondiendo al

ámbito 20 de la Fase II y al 14 de la Fase III. En este caso,

su disposición en la habitación no nos ayuda a entender la

disposición de la cubierta, a no ser que la imaginemos a un

agua inclinada sobre la calle, al Norte, y el poste sirviera

para sujetar otro palo perpendicular a él, sobre el que se

sujetaría parte de la cubierta.

El último de los agujeros de poste se encontró junto a

los restos de varios muros muy destruidos: UE 111 y 328.

Se corresponde con la UE 130 y se dispone sobre el suelo

de la UE 120, correspondiente al ámbito 12 de la Fase II.

Parece que en origen se dispondría adosado a una pared

que continuaría la dirección del muro 115, y que cerraría

esta estancia en su parte interior. El agujero de poste esta-

ría de este modo casi adosado a esa pared perdida, en el

centro de su anchura.

En el Sector C, se conservaba una base de piedra

sobre la que se dispondría un poste de madera, en el cen-

tro del ancho de la estancia I, del edificio I (ámbito 1), pero

a escasa distancia del fondo de la habitación. Se trataría de

una estancia alargada en la que el poste se dispone casi al

fondo, en el centro del espacio, junto a un pequeño poyo o

banco de adobes adosado a una pared. La erosión de esta

zona impidió la conservación de los restos en el inicio de la

habitación, por lo que desconocemos sus dimensiones, así

como la posible existencia de otros agujeros de poste.

La tendencia rectangular de las habitaciones parece

hacer pensar en cubiertas a un agua que vertieran hacia la

salida, lo cual encajaría con la posición del poste, ya que se

dispone en el centro, probablemente para sujetar otro per-

pendicular a las paredes y, que apoyado en ellas sirviera de

soporte de la techumbre. El poste se dispondría en la parte

trasera ya que en ella sería en donde la techumbre alcan-

zaría una mayor altura.

Sin duda los datos son en general muy escuetos, como

ocurre en la mayoría de los lugares excavados, por lo que

la forma y orientación de las techumbres no pueden ser

concretadas casi en ningún caso, y continuarán siendo uno

de los mayores retos a los que se enfrenta el arqueólogo a

la hora de realizar una reconstrucción de la disposición de

las casas en el poblado.

Puertas Se conservan rebajes en los muros que se pueden inter-

pretar como umbrales de puertas en la UE 11, al Sur del

poblado, en una pared cuyos laterales y traseras no se han

conservado. Otro umbral más deteriorado podría encontrar-

se en la Ue 301, muro que delimita la calle al Sur del pobla-

do. Una puerta claramente delimitada se encuentra en el

358 Estudios sobre la Edad del Hierro en la Carpetania. Registro arqueológico, secuencia y territorio

centro de la vivienda del ámbito 7 de la Fase III. Se trata de

una abertura delimitada por un sillarejo que remata la

pared en un lado. Hacia un lado de la estancia se disponen

dos sillarejos a modo de umbral de delimitación del hueco

de la puerta. En los muros traseros de la misma estancia se

dispone de nuevo un sillar de caliza como remate de la

pared en donde se localiza la abertura de la puerta. En la

pared de entrada de la misma estancia, junto a la calle, se

conserva un rebaje en el muro 199 que debe ser el umbral

de la puerta de acceso. La anchura de estos huecos o

rebajes es uniformemente de 1,2 m.

En la abertura de la puerta que daba acceso por medio

de las escaleras al ámbito 15 de la Fase II (UE 343), no se

han conservado los restos del hueco o umbral de la puerta

(Fig. 24). Asimismo, en todos los demás muros que delimi-

tan la calle 47 a uno u otro lado, no se conservan entre las

estructuras de piedra indicios de la existencia de puertas,

que sin duda debieron existir. En ningún caso han apareci-

do umbrales de piedra con bordes para el anclaje de la hoja

de madera, o huecos de quicialeras.

En el Sector B, las dos pilastras redondas podrían ser

los delimitadores de un vano correspondiente a la puerta

del edificio del ámbito 1 (Fig. 25).

La conservación de sólo las traseras de las casas en el

Sector C impide cualquier consideración en relación a las

puertas en esa área.

Compartimentaciones interioresEn el poblado existen indicios de compartimentaciones rec-

tangulares en el inicio de las casas, sirviendo a modo de

umbrales o lugares en los que se disponían los molinos de

cereal, sirviendo entonces como áreas de molienda. Estos

espacios dan a la calle y tras ellos suponemos que se

extenderían las habitaciones. Lamentablemente, en este

sector Noroeste del poblado los restos conservados esta-

ban muy erosionados y apenas se conservaban restos

constructivos.

Correspondientes a la Fase III, se conservan al Norte

de la calle 5 de estos espacios en los ámbitos 11 a 21 de

la Fase III. El largo de los mismos es uniforme: 1,5 m. mien-

tras que el ancho, que sería a su vez el ancho de las estan-

cias, oscila entre los 3 y los 4 m. siendo 4 m. la medida más

común. En el espacio de la UE 232 se conservaba un resto

de encachado, y en una de sus esquinas un empedrado

con lajas de caliza. Restos de encachados similares se

hallan más al Este, junto a empedrados de caliza al borde

del único muro conservado que delimita la calle.

Concretamente en las UEs 331, 335, 337 y 338, se conser-

van fragmentos de molinos de cereales que pudieran rela-

cionarse con la actividad efectuada en estos espacios.

Restos de encachados similares existen a la salida del

edificio del ámbito 7 de la Fase III, al otro lado de la calle, en

donde también apareció un fragmento de piedra de granito

perteneciente a un molino de mano. Asimismo en el ámbito

10 de la misma Fase III parece que existió una pequeña

compartimentación en una de las esquinas que da a la calle,

fabricada con un murete con cimientos de piedra.

En el ámbito 5 de la Fase III, se conserva un espacio en

una de las esquinas con sección de un cuarto de círculo,

formado por cuatro piedras en forma de círculo sobre la

esquina. El espacio útil es apenas de 30 cm. Una caracte-

rística similar apareció en una de las estancias del yaci-

miento de Plaza de Moros, sin que se hayan podido encon-

trar indicios claros de su funcionalidad. Esta falta de indi-

J. MORIN DE PABLOS, ET ALII / El cerro de La Gavia (Villa Vallecas, Madrid Capital). El urbanismo de un poblado de la II Edad del Hierro... 359

Fig. 24. Puerta de entrada al ámbito 15 de la Fase II del Cerro dela Gavia. Fig. 25. Pilastras Sector B, Cerro de la Gavia.

cios pudiera deberse a que se trata de un hueco para ubi-

car una tinaja o tinajas con liquido, como agua, sirviendo

las piedras de soporte de la misma.

En el Sector B existen dos pequeños espacios adosa-

dos a una de las paredes largas del edificio del ámbito 1 de

la Fase II. Debieron estar construidos con los mismos

materiales que el resto de las paredes. Se trata de dos

espacios cuadrados de 1,2 x 1,2 m. delimitados por mure-

tes. Estos espacios pudieron servir para albergar grandes

recipientes: dolia o tinajas, que encajarían en esta especie

de soportes (Fig. 26).

Compartimentaciones similares se documentan en el

poblado del Palomar de Aragoncillo (Guadalajara), con

estructuras cuadrangulares a la entrada de los recintos rec-

tangulares (Arenas Esteban, 1999). Este poblado presenta

conjuntos cerámicos con claras similitudes a los encontra-

dos en La Gavia.

En el Sector C se encuentra un espacio cuadrangular

en una esquina del Edificio I: ámbito 1. Está confeccionado

con pequeños adobes de canto y separa un espacio de

unos 1,5 m. de lado.

Junto a esta compartimentación hay que mencionar los

contrafuertes interiores del Edificio II: ámbito 2. Se trata de

tres contrafuertes de unos 80 cm. de largo y 20-30 cm de

ancho, adosados a cada una de las paredes del edificio:

UEs 18, 19 y 26. Parece una disposición para emplazar un

suelo de madera o alguna otra superestructura, ya que el

ancho de la estancia no justifica el refuerzo de los muros

(Fig. 27).

Otra de las peculiaridades urbanísticas es el arranque

conservado de una pared (UE 39), paralela a otra en la

parte baja de la ladera, separando los edificios V y VI

(ámbito 3). Entre ambas paredes existe una separación de

apenas 25 cm. Una disposición similar se encontró en el

yacimiento toledano de Plaza de Moros (Urbina et alii,

2004), que se prolongaba después con dos muros adosa-

dos entre estancias y se interpretó como la separación de

dos ámbitos de diferente propiedad.

Escaleras Los ejemplos de escaleras conservados son escasos, aun-

que debieron existir más, ya que la disposición de las casas

en torno a la calle (UE 47), exigía de dos, tres o cuatro

escalones para acceder al piso de las viviendas. Se conser-

van tres escalones en la casa del Ámbito 15, de la Fase II

360 Estudios sobre la Edad del Hierro en la Carpetania. Registro arqueológico, secuencia y territorio

Fig. 26. Detalle de las compartimentaciones del Sector B, Cerro dela Gavia.

Fig. 27. Detalle de los contrafuertes del edificio del Sector C, Cerrode la Gavia.

(UE 343), toscamente confeccionados, pues constan de

piedras apenas trabajadas (Fig. 24), aunque sus tamaños y

formas: planas, de unos 10 cm de grueso, y grandes, de 30

x 60 cm, han sido elegidos a propósito para este fin.

HogaresEn el Sector C, la estancia 2 se pudo comprobar la exis-

tencia de un hogar rectangular en el centro de la misma

(U.E. 12), así como una pequeña estructura fabricada con

adobes adosada al muro medianero que separaba la

estancia 1 de la 2 y al muro perimetral Este. La estancia

número 3, situada en la parte Norte, no conservaba el

suelo original y poco se puede decir acerca de su funciona-

lidad. De los restos exhumados se puede deducir que nos

encontramos ante una vivienda de gran tamaño, como la

de la manzana central del Sector A.

La vivienda número III tenía el hogar (U.E. 30) de tipo

banco adosado a la pared Sur, mientras que en la número

IV, se encontraba adosado en la parte Este (U.E. 35).

El sector B se ubica en una pequeña loma en la que se

han localizado estructuras de hábitat. El número de ámbi-

tos identificados para la Fase II es de ocho, aunque de

forma completa sólo se conservaban restos de cuatro

viviendas. Éstas tienen planta rectangular con un zócalo de

calizas y yesos. Presumiblemente el alzado sería de ado-

bes, desgraciadamente éstos no han podido documentarse

debido a la fuerte alteración que presentaban las estructu-

ras inmuebles en esta zona. En el centro de las viviendas

se encontraban los hogares, que aquí son rectangulares y

construidos con arcilla (Fig. 28). Alguno de los edificios pre-

sentaba además un área de almacenaje compartimentada,

así como los apoyos de las techumbres.

Piedras de molinoDistribuidas por diversos lugares del yacimiento, se encon-

traron numerosos fragmentos de piedras de molinos de

cereales (Fig. 29). En concreto se encuentran en las UEs

214 y 215 en el interior de un estancia, junto al muro 110,

en la 38 como cubierta de una de las tumbas tardo-anti-

guas, y como material constructivo en los muros 307, 331,

180, 335, 326, 337, 338, 354 y 341. También aparece un

fragmento entre los adobes de la pared 167.

Tan sólo aparece una de ellas tal vez en su posición ori-

ginal en una esquina sobre restos de empedrado y al lado

de una laja cuadrada de caliza, en la del ámbito 15 de la

Fase III.

Otro fragmento que pudiera interpretarse in situ, se

localizó al exterior del muro 199, adosado a él, junto a los

restos de un encachado que se abre a la calle, en el ámbi-

to 7 de la Fase, III. Esta estancia presentaba dos fragmen-

tos de molinos en el interior.

Fragmentos de al menos cuatro piedras de molino,

alguna de ellas de gran tamaño, se hallaron en la UE 7

correspondiente al ámbito 1 de la Fase III del sector B. Se

encontraban en el centro de la estancia que posee las dos

piedras circulares delimitando la entrada, aunque se

J. MORIN DE PABLOS, ET ALII / El cerro de La Gavia (Villa Vallecas, Madrid Capital). El urbanismo de un poblado de la II Edad del Hierro... 361

Fig. 28. Hogar en el interior de una de las estancias, Cerro de laGavia. Fig. 29. Molino, Cerro de la Gavia.

encontraban ya amortizadas formando parte de un pavi-

mento enlosado junto a los restos del muro 18.

BancosEn el Sector C se encontraron vestigios de tres bancos

(Fig. 30), correspondientes a las UEs 13, 25 y 30. Se trata

en dos casos: ámbitos 1 y 5 respectivamente, de estructu-

ras adosadas a los muros laterales de la parte alta (Sur) de

las estancias: muros 10 y 28, al interior de las mismas. El

banco 25 se adosa al muro 10 por su otra cara. Al no haber-

se conservado más estructuras hacia el Sur, no podemos

saber si este banco se incorporaba en el interior de una

vivienda o hacía al exterior.

En todos los casos se trata de bancos de adobe de

anchos similares a los de los muros: unos 60-70 cm. Su

función debía ser la de poyos donde situar recipientes de

almacenamiento, a juzgar por los restos de una gran vasija

que aparecieron sobre el banco 13 del edificio I (ámbito 1).

En el interior del poblado el ámbito definido por las UE

174, 169 y 336 (ámbito 16 de la Fase II), presenta una rudi-

mentaria división espacial. Parece abrirse paso a la calle a

través de un acceso escalonado. Al fondo se sitúa un banco

o poyo, que recorre la pared del fondo de la estancia.

Hornos Se han señalado dos estructuras como posibles hornos.

Uno de ellos en el poblado (Fig. 31). Se trataría de un horno

doméstico ubicado en una zona con escasas estructuras

claramente delimitadas, correspondientes al ámbito 1 de la

Fase III.

Otro en el sector B, se encontraron indicios de actividad

metalúrgica en una zona que se corresponde con la estruc-

tura 7, con tendencia circular, de gran tamaño, aunque sólo

se conserva muy parcialmente. Se dispone en el ámbito de

la Fase III. Junto a ella se están los fragmentos de piedras

de molino aludidos anteriormente. Tal vez la ausencia de la

esquina de la habitación del ámbito 1 de la Fase II, tuviera

relación con esta estructura. En cualquier caso, parece que

estamos ante un área artesanal o no específicamente resi-

dencial.

Silos En un solo caso se ha podido documentar la construcción

de un silo para la conservación del cereal (Fig. 32). Debió

tratarse de una estructura practicada en una ocupación ya

marginal del poblado, asociada a los momentos finales del

mismo, cuando parte de las estructuras se encontraban ya

arruinadas. Se dispone en el interior del ámbito 10 de la

Fase III, UE 235. En su fondo se localizan los restos de un

muro correspondiente a la Fase I (UE 246).

362 Estudios sobre la Edad del Hierro en la Carpetania. Registro arqueológico, secuencia y territorio

Fig. 30. Banco, Cerro de la Gavia.

Fig. 31. Horno, Cerro de la Gavia.

Fig. 32. Silo, Cerro de la Gavia.

Sectores de ocupación No queremos finalizar sin mencionar la novedad que supo-

ne, no sólo la excavación de buena parte de un poblado de

la Edad del Hierro, sino de unas áreas exteriores relaciona-

das con él.

El denominado Sector B debió corresponder a una zona

artesanal, ubicada las afueras del poblado, al otro lado de

la vaguada que lo defendía hacia el interior del talud del río.

El denominado Sector C se ubica al lado opuesto del

poblado, hacia el Este, salvando los dos barrancos en cuya

confluencia existió un manantial. Se trata de unas estan-

cias, al parecer con plantas bastantes estandarizadas de

sección rectangular, que se disponen a lo largo de una

loma, a unos 500 m. del poblado. Estas estructuras pudie-

ran estar relacionadas con dependencias agrícolas y gana-

deras del poblado.

De este modo aflora la complejidad del hábitat en la

Edad del Hierro, mucho más variado de lo que se suponía

o se había documentado anteriormente, aún a pesar de

que nos hallamos frente a un recinto fortificado, cuyo hábi-

tat se supone todavía más nuclear, si cabe. Sin duda que

estas instalaciones en los alrededores del poblado debie-

ron ser comunes a muchos otros lugares, pero la falta de

una investigación con los medios adecuados, impide su

estudio, y en muchos casos su propia localización. El

modelo de poblamiento en los alrededores de La Gavia,

debe servir como patrón para la interpretación del registro

de superficie de otros lugares similares.

La cronología del cerro de La GaviaUno de los aspectos más peculiares del Cerro de la Gavia,

es el de su cronología. Como hemos visto, las característi-

cas, tanto de los materiales de construcción como en gene-

ral de las plantas de las casas, el trazado urbano que se

puede inferir de los restos conservado, y la propia ubica-

ción en el cerro, corresponden a patrones estandarizados

de la IIª Edad del Hierro, repetidos en amplias áreas penin-

sulares como el ámbito ibérico o el denominado celtibérico,

vacceo, etc. Pero en La Gavia aparecieron unas tumbas

tardo-antiguas (Fig. 33 y 34), y varios fragmentos de cerá-

micas romanas –TSH, TSHB, etc.- (Fig. 35), que inducen a

pensar en la pervivencia del hábitat en el cerro hasta fases

muy avanzadas.

Cerámicas y cronologíaComo ya dijimos, los depósitos más antiguos del yacimien-

to no han sido excavados, lo cual nos impide conocer el

momento en el que se produce el poblamiento del cerro, no

obstante, entre los conjuntos de cerámicas recuperados, se

hallaron varios fragmentos de vasijas de barniz negro ático,

que aportan una cronología de inicio para el poblamiento

en La Gavia bastante aproximada. A pesar de que se trata

de un conjunto pequeño, destaca en el contexto regional ya

que hasta el presente son poco comunes los hallazgos de

este tipo de cerámicas, y de hecho constituyen hoy por hoy,

el mayor conjunto de estas cerámicas encontrado en exca-

vación en el Centro de la Península.

De la calle o UE 47 (Corte VI) procede un fragmento de

cuenco con borde incurvado cuyo tamaño no permite ver si

poseía decoración de palmetas o ruedecilla. Otro fragmen-

to similar, que pensamos pudiera corresponder a la misma

vasija, aunque sus lados no unen, se halló en la UE 2,

Corte IV. Aunque los contextos estratigráficos en los que se

han hallado no permiten mayores precisiones cronológicas

(calle y nivel superficial), es significativo el hecho de hallar

dos fragmentos de este tipo de cerámicas, que conservan

además en buen estado el barniz negro, brillante, de buena

calidad, con algunas iridiscencias.

En la UE 3, Corte II. Se encontró un pie de un pequeño

cuenco también ático, aunque el barniz ha sufrido alguna

alteración en su tono cromático, no existe duda sobre la

calidad del mismo. Presenta un resto de barniz al interior

que nos hace pensar pudiera tratarse de un pequeño sale-

ro o recipiente similar.

El fragmento más significativo es el de un cuenco de

borde incurvado con pie pronunciado que presenta un cír-

culo con decoración a ruedecilla dentro del cual se enmar-

can unas palmetas entrelazadas (6 u 8), con pequeño cír-

culo interior. El trozo de pie que se conserva estaba roto y

apareció en la UE 172, perteneciente al ámbito 19 de la

Fase II. El cuenco es uno de los tipos áticos más frecuen-

tes hallados en las excavaciones de la Península, especial-

mente del Levante y Murcia, correspondiente a la forma 21

de Lamblogia (1952) presente en lugares como La Bastida

de Les Alcuses, Los Villares, (Mata, 1991:35, 38, 42), etc.

Su cronología original nos remonta a la mitad del siglo IV

a.C. (Sparkes y Talcot, 1970).

Tal vez uno de los datos cronológicamente más signifi-

cativos, sea la aparición de una lucerna de campaniense A

de tipología Ricci E (Fig. 36), si bien la punta del pico es en

este ejemplar apuntada o triangular, en la UE 215 (ámbito

11 de la Fase II). Esta UE corresponde a un suelo de tierra

apisonada que separaría las Fases II y I (esta última sin

excavar) en la estancia. La cronología que se puede asig-

nar a esta lucerna va de mediados del siglo II a mediados

del I a.C.

En La Gavia se hallaron otros 3 fragmentos de barniz

negro, ya correspondientes a producciones campanienses.

J. MORIN DE PABLOS, ET ALII / El cerro de La Gavia (Villa Vallecas, Madrid Capital). El urbanismo de un poblado de la II Edad del Hierro... 363

364 Estudios sobre la Edad del Hierro en la Carpetania. Registro arqueológico, secuencia y territorio

Fig. 33. Necrópolis tardoantigua del Cerro de la Gavia.

J. MORIN DE PABLOS, ET ALII / El cerro de La Gavia (Villa Vallecas, Madrid Capital). El urbanismo de un poblado de la II Edad del Hierro... 365

Fig. 34. Tumbas tardoantiguas del Cerro de la Gavia.

Un borde ondulado de plato quizá de pie alto o frutero en la

UE 2-IV, correspondiente al nº 1443h de Morel, o

Lambloglia 6, de la Campaniense B (1981), o imitación de

la A, cuya cronología oscila desde finales del s. II a la mitad

del I a.C. Un pie de copa de Campaniense A, tal vez del tipo

Morel 3131, se halló en la UE 3 del Sector B., de mediados

del s. II a.C. Finalmente, un fragmento muy pequeño tal vez

correspondiente al pie de una copa, con barniz típico de la

Campaniense B.

Este conjunto de materiales aporta evidencias sobre una

temprana ocupación de La Gavia, cuyos niveles inferiores

han sido arrasados por las fases constructivas posteriores y

se encuentran sin excavar. A pesar de todo, hay que mante-

ner la prudencia a la hora de establecer fechas de fundación

del poblado en el siglo IV a.C., ya que hay que insistir sobre

los contextos de desecho en los que aparecieron los mate-

riales áticos, y la larga perduración que demuestran.

Los fragmentos de campaniense, son aún más peque-

ños, y los niveles estratigráficos a los que se asocian, tam-

bién secundarios, tan sólo a excepción de la lucerna, que

quizá pudiera servir para establecer el final de la fase cons-

tructiva II en el cambio del siglo II al I a.C. La Fase III abar-

caría todo el siglo I a.C.

Los testimonios de una ocupación posterior al cambio

de Era corresponden a diversos fragmentos terra sigillata

aparecidos en su mayoría en la UE 2 (fragmentos de 6 pie-

zas, una de ellas clara, otra anaranjada, otras 3 hispánicas

y una más vidriada en verde). A la UE 1 también del nivel

superficial se asocian 7 fragmentos., uno de ellos anaran-

jado y el resto de hispánicas, una con decoración a molde

con un friso de perlas y espigas, y triples círculos.

Aparecieron dos fragmentos de hispánicas altoimperiales

en la calle (UE 47) y 3 fragmentos más en la UE 153 (ámbi-

to 7 de la Fase II) dos vidriadas, una verde y otra melada,

y una clara.

Este material prácticamente sin contexto estratigráfico,

no nos permite establecer el momento de abandono del

yacimiento, pero sí al menos, concluir que una cierta ocu-

pación se produce durante el siglo I d.C. Una evidencia de

366 Estudios sobre la Edad del Hierro en la Carpetania. Registro arqueológico, secuencia y territorio

Fig. 36. Lucerna de campaniense A, Cerro de la Gavia (FotoMuseo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid / MarioTorquemada).

Fig. 37. Cuenco anillado de barniz rojo, Cerro de la Gavia (FotoMuseo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid / MarioTorquemada).

Fig. 35. Fragmento de Terra Sigillata Hispánica Brillante, Cerro dela Gavia (Foto Museo Arqueológico Regional de la Comunidad deMadrid / Mario Torquemada).

esta ocupación, tal vez ya marginal, es la existencia de un

silo (UE 235), bajo el suelo (UE 170) del ámbito 16 de la

Fase II. La frecuentación del lugar en siglos posteriores, se

manifiesta en los enterramientos tardo-antiguos localizados

en varias estancias del poblado.

Estas consideraciones cronológicas se pueden comple-

mentar con otros restos de las producciones cerámicas de

La Gavia. Dentro de ellas las que más significación crono-

lógica tienen son, por un lado las producciones de barniz

rojo, y por otro las grises metálicas, las pintadas de tipo

numantino, y las romanas de tradición indígena.

Entre las primeras se conservan más de media docena

de pequeños cuencos con pies anillados de barniz rojo

púnico (Fig. 37), UEs 1-II, 1II-V, dos ejemplares en 2-I, 2-

IV, 134-III, 134-IV, 158, 178 y 178-II-IV. Todos ellos corres-

ponden al grupo C de Cuadrado y a la Tabla I de Fernández

Rodríguez (Cuadrado, 1991a; Fernández, 1987). Un cuen-

co más similar a los descritos se publicó anteriormente

como procedente de las laderas del cerro (Blasco y Barrio,

1991). Cuencos similares se encuentran en yacimientos

toledanos cono Plaza de Moros y Consuegra, y en las

necrópolis de Villanueva de Bogas y Villafranca de los

Caballeros, y sobre todo el Cerrón de Illescas (Urbina et

alii, 2004; Giles, 1971; Llopis, 1950; Carrobles y Ruiz

Zapatero, 1990 y Valiente, 1994).

Junto a ellos aparecen dos botellitas de la forma D3 de

Cuadrado, Tabla 8 de Fernández Rodríguez, una de ellas

correspondiente al ámbito 2 de la Fase II. Se conserva

completa la pieza 17-3, aparecida en un sondeo. Otros dos

fragmentos de la UE superficial 2, podrían añadirse a esta

tipología.

Se acepta para estas producciones una cronología del

siglo IV al II a.C. con una tendencia a situar el momento de

mayor difusión en el siglo III a.C., aunque son varios los

lugares en los que pequeños cuencos y botellitas como las

de La Gavia se fechan en pleno siglo IV a.C. (García Cano,

1997: 539, lám. 41).

A la vista de los resultados obtenidos de La Gavia,

habría que rebajar la vigencia de los barnices rojos púnicos

en el Centro e la Península, al menos hasta el siglo II a.C.

Por otro lado, los barnices rojos de La Gavia serían uno de

los fósiles guía de la Fase II, o la fase constructiva más anti-

gua excavada, ya que todos los ejemplares se asocian a

UEs de esta fase: ámbitos, 2, 6, 13, 14, 15, 19 y 20.

De especial relevancia es la UE 134. Los barnices rojos

se asocian a una fíbula anular de puente de timbal, varios

cuencos carenados con labio vuelto y base de pie anillado,

junto a un ejemplar de boca de tonelete. Aunque tanto los

barnices rojos como la fíbula anular, son propios de contex-

tos cronológicos anteriores, su vigencia hasta fechas del

siglo II a.C. tampoco es inusual.

Las cerámicas grises metálicas son especialmente

abundantes en La Gavia, sobre todo si comparamos sus

porcentajes con los de otros yacimientos de la cuenca del

Tajo. Estas variedades son muy escasas en los repertorios

de la IIª Edad del Hierro al Sur del Tajo, apareciendo ejem-

plares aislados (p. ej. Cerrón de Illescas; Valiente, 1994: fig.

51 y 53), mientras que son relativamente frecuentes en

ámbitos más septentrionales, como Fuente el Saz (Blasco

y Alonso, 1985) o la provincia de Segovia (Blanco, 2003:

109-117 y figs. 24, 27 y 28) y el valle del Duero (Sanz,

1997: 163). De hecho varios ejemplares de La Gavia: UE 47

3 ejemplares y Fase II ámbito 19, son idénticos a los que

presenta J.F. Blanco para Segovia (2003: fig 24).

Se trata de recipientes de buena calidad, fabricados a

torno, de superficies bruñidas o alisadas que corresponden

al grupo de las cerámicas grises a torno de imitación metá-

lica del ámbito vacceo (Blanco, 2003: 109), de cronologías

tardía, encuadrables desde mediados del siglo II a comien-

zos del I a.C. (Ibidem). Los recipientes más comunes son

caliciformes, que tienen superficies alisadas y presentan

decoraciones de cordones con incisiones o estampillas (UE

2-I y 172-IX), estampillas o distintos motivos de ruedecilla.

Aunque la mayoría de estas cerámicas se han encontrado

en los niveles superficiales, o en la calle (UE 47), algunos

fragmentos se asocian a UEs de la Fase II, indicando su

presencia en la fase constructiva intermedia. La cronología

aportada por J. F. Blanco (2003: 117), nos llevaría a situar

este momento a finales del siglo II a.C.

J. MORIN DE PABLOS, ET ALII / El cerro de La Gavia (Villa Vallecas, Madrid Capital). El urbanismo de un poblado de la II Edad del Hierro... 367

Fig. 38. Jarra con decoración figurada, Cerro de la Gavia (FotoMuseo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid / MarioTorquemada).

En La Gavia apareció un grupo de vasijas que

presentan estrechos paralelos con las cerámicas de tipo

numantino de la Meseta Norte. Destaca entro todas

ellas los fragmentos de jarra de las UEs 118 y 170 corres-

pondientes a los ámbitos 15 y 16 de la Fase II. Lo más

espectacular de estos fragmentos es su decoración figura-

da (Fig. 38).

Este tipo de piezas eran prácticamente inéditas hasta la

fecha en los repertorios de la Meseta Sur (hay que recor-

dar que las figuraciones son muy escasas en las expresio-

nes plásticas de la Edad del Hierro del Centro de la

Península). Actualmente estamos a la espera de que se

publique el ejemplar de Toledo (Fernández del Cerro y

Barrio, e.p.) y se confirmen los otros hallazgos en Dehesa

de la Oliva y Santorcaz.

Junto a esta pieza excepcional aparecen numerosos

fragmentos que se pueden englobar genéricamente entre

las producciones de tipo numantino o la más amplia de

“cerámicas celtibéricas”. Paralelos estrechos con formas de

Coca o la necrópolis de Padilla de Duero, presentan los

caliciformes o cuencos con bases en omphalos (forma IV

de Padilla de Duero; Sanz, 1993: 226), que suelen llevar

una o dos pequeñas molduras en el tercio superior para

diferenciar el cuerpo del cuello del recipiente. El espacio

entre estas molduras suele llevar una decoración

consistente en ondas, rombos, una banda, etc. (ver Sanz,

1997: 158). La cronología de estas cerámicas nos lleva al

siglo I a.C.

Aunque son escasos los fragmentos de cerámicas

pintadas romanas de tradición indígena hallados en La

Gavia, su presencia es significativa porque sirve para

complementar las evidencias cronológicas que aportan

otras cerámicas de este momento como las sigillatas.

Ambas producciones se asocian en la UE 1-VII y 2-XIII.

Los fragmentos de cerámicas pintadas de tradición indíge-

na aparecieron en las UEs superficiales 1-VII y 2-X, y UE

75 y 158, correspondientes a al ámbito 10 de la Fase III y

ámbito 13 de la Fase II, aunque se encuentran uno bajo

el otro en la misma estancia y este último debe correspon-

der a una intrusión de la UE 75.Vendrían a confirmar la pre-

sencia del algún tipo de hábitat, al menos para el siglo

I d.C.

Cronología absolutaDurante los trabajos de excavación se recogieron dos

muestras para análisis de C14 que fueron analizadas por la

Unidad de Arqueometría de la Universidad de Alicante, en

el Laboratory of Archaeometry. Institute of Material

Sciences NSCR Demokritos1.

Muestra 1: DEM-1019. UE 211, Corte V, correspondien-

te al Ámbito 4 de la Fase III del Sector A o poblado. Nivel

de sedimentación entre la U.E. 184, 185 y 317.Se trata de

semillas carbonizadas, con fecha de extracción 30/08/2000

Muestra 2: DEM-1020. UE 134, Corte III, correspon-

diente al Ambito 6 de la Fase II del Sector A o poblado.

Nivel sedimentario situado entre la U.E. 8 y la 22. Tiene un

tono marrón claro, suelto y arcilloso. Contiene numerosos

restos cerámicos entre la U.E. 128, 137 y 138. Se trata de

semillas carbonizadas, con fecha de extracción

11/08/2000.

Como puede apreciarse en el intervalo de probabilidad

de 1 sigma, la primera muestra nos acerca al cambio del II

al I a.C., mientras que la segunda nos llevaría al último ter-

cio del siglo III a.C. El intervalo de probabilidad de 2 sigma

nos llevaría en la primera muestra a inicios del siglo I a.C.

y a finales del siglo III a.C. en la segunda muestra.

Así por tanto, los resultados del C14 situarían la mues-

tra de la UE 211 de la Fase III en los inicios del siglo I a.C.,

mientras que la UE 134 de la Fase se encuadraría a finales

del siglo II a.C.

La UE 134 destaca en el conjunto de materiales de la

Fase II en el Sector A, por poseer uno de las mayores can-

tidades de fragmentos cerámicos (por encima de los 2.500,

mientras que el resto de UEs no alcanzan los 1.000). De

ellos 150 corresponden a decoraciones pintadas y algo

más de 40 poseen otras decoraciones, como incisiones y

ruedecilla.

Las producciones que pueden aportar datos cronológi-

cos se reducen a dos ejemplares de caliciformes grises de

gran tamaño, con superficies alisadas decorados a ruede-

cilla, encuadrables en la tipología de cerámica gris a torno

de imitación metálica de Blanco García (2003:108 y ss.), en

concreto la forma IX, que se puede datar desde fines del

siglo II a.C. Fecha ligeramente más baja que la aportada

por el C14. Junto a ellos se dan las típicas tinajas reducto-

ras de gran tamaño y las tinajillas de tipo ibérico con borde

368 Estudios sobre la Edad del Hierro en la Carpetania. Registro arqueológico, secuencia y territorio

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pico de ánade, cuencos de barniz rojo del tipo C de

Cuadrado, y cuencos decorados con líneas y un fragmento

de borde de escudilla con pasta marrón amarillenta deco-

rada con una línea en rojo vinoso bajo el borde ligeramen-

te vuelto y dos series conservadas de semicírculos de 4

trazos cada uno. Se trata de un ejemplar con claros parale-

los entre las cerámicas numantinas, en concreto la forma

es similar al conocido Vaso de los Guerreros, con una cro-

nología del I a.C. y la pasta es muy parecida, aunque los

motivos geométricos pudieran datarse algo antes, tal vez

en el siglo II a.C. (Blanco García, 2003: 104).

Destaca la presencia en esta UE 134 de una fíbula

Anular Hispánica, de pequeño tamaño, de charnela, aun-

que ha perdido la aguja, con puente de timbal elipsoidal y

anilla de sección romboidal. Estas fíbulas alcanzan a duras

penas el siglo II a.C.

Como puede apreciarse, estamos ante una muestra

heterogénea que evidencia la existencia de un depósito

con materiales revueltos, que no es posible asociar a nin-

guna estancia constructiva en concreto. Esta UE es de difí-

cil adscripción, ya que corresponde a un depósito de una

zona sin restos de estructuras conservadas, en el lugar en

el que indicamos que pudo existir una calle o callejón, o

bien tratarse de una zona especialmente arrasada. La can-

tidad tan abultada de fragmentos cerámicos, no parece que

pueda atribuirse a una mayor extensión del depósito.

Por lo que respecta a la UE 211 no hay duda sobre su

adscripción a la última fase de ocupación o Fase III, ya que

se dispone sobre el depósito 217 y bajo ella está el muro

218. Tanto esta UE como la que se asocia al mismo ámbito:

183, presentan escasos materiales y dentro de ellos tan

sólo se puede reseñar el fragmento de medio cuenquito de

pasta porosa amarillenta con restos de decoración de líne-

as negras. Parece que conserva los restos de engobe oscu-

ro muy desgastado o se trate tal vez un engobe jaspeado.

En este caso la fecha de C14, que nos lleva en torno al

cambio del s. II al I a.C. encaja perfectamente con la crono-

logía asignada, en principio, a esta fase.

Pero hay que resaltar una vez más la escasa utilidad del

C14 para las secuencias cronológicas de estos momentos en

el Centro de la Península. El abanico cronológico que este

método introduce en La Gavia, abarca desde la mitad del

siglo IV a finales del I a.C., y ello a pesar de que las mues-

tras fueron tomadas de semillas carbonizadas, que presen-

tan una menor problemática que las maderas carbonizadas.

Con estos datos, tan sólo podemos conjeturar que la

vida del poblado se desarrolló con toda probabilidad en los

dos últimos siglos de nuestra Era (Fig. 39-45), tal vez con

un inicio en el III a.C., y una perduración marginal en el

siglo I d.C. Falta por confirmar la ocupación anterior en los

niveles de la Fase I de ocupación que están pendientes de

excavación, pero que sin duda debieron existir a tenor de lo

que indican los hallazgos de ciertos cuencos de barniz rojo

y sobre todo de las cerámicas áticas.

J. MORIN DE PABLOS, ET ALII / El cerro de La Gavia (Villa Vallecas, Madrid Capital). El urbanismo de un poblado de la II Edad del Hierro... 369

Figs. 39 a 45. Reconstrucciones del Cerro de la Gavia (según F.J. López Fraile).

370 Estudios sobre la Edad del Hierro en la Carpetania. Registro arqueológico, secuencia y territorio

J. MORIN DE PABLOS, ET ALII / El cerro de La Gavia (Villa Vallecas, Madrid Capital). El urbanismo de un poblado de la II Edad del Hierro... 371

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