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8. EL CACIQUE NOVOHISPANO DON FELIPE BARTOLOMÉ RAMÍREZ HERNÁNDEZ DE LA MOTA Y SU PETICIÓN DE MERCEDES1 Miguel Luque Talaván Universidad Complutense de Madrid María Castañeda de la Paz UNAM En el declinar de la soberanía española sobre el continente americano, en general, y sobre el virreinato de la Nueva España, en particular, son varios los ejemplos de solicitudes de mercedes nobiliarias o heráldicas realizadas, bien por miembros de la nobleza indiana de origen hispánico, bien por la nobleza indiana de origen prehispánico. Resulta así curioso que cuando los cimientos del imperio comenza- ban a tambalearse, ciertos individuos emplearan no pocos esfuerzos y recur- sos económicos para verse agraciados con mercedes que, pronto, dejarían de tener valor jurídico en aquellas tierras. La Corona, deseosa de conseguir apoyos en tan delicados momentos, no dudó en ser generosa a la hora de atender muchas de estas peticiones. Y éste es el caso que aquí nos ocupa. El de don Felipe Bartolomé Ramírez Hernández de la Mota, cacique de la Villa de San Miguel el Grande, en la diócesis de Michoacán, quien entre 1801 y 1805 elevó a la majestad de Carlos IV una petición en la que solicitaba un escudo de armas con el que adornar la nobleza de sangre recibida de sus mayores. En este caso, el funda- mento de su argumento no estaba en su participación en una acción bélica, sino en la muestra de fidelidad al nuevo monarca, manifestada a través de la organización y el financiamiento de un festejo público. Por ser un periodo poco estudiado desde el punto de vista de la nobi- liaria hispanoamericana, y por tratarse de un caso singular -tanto por el 1. Agradecemos la ayuda facilitada por Carlos G. Navarro, del Departamento de Pintura y Escultura del siglo XIX del Museo Nacional del Prado, Madrid, España. 229

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8. EL CACIQUE NOVOHISPANO DON FELIPEBARTOLOMÉ RAMÍREZ HERNÁNDEZ DE LA MOTA

Y SU PETICIÓN DE MERCEDES1

Miguel Luque TalavánUniversidad Complutense de Madrid

María Castañeda de la PazUNAM

En el declinar de la soberanía española sobre el continente americano, engeneral, y sobre el virreinato de la Nueva España, en particular, son varios losejemplos de solicitudes de mercedes nobiliarias o heráldicas realizadas, bienpor miembros de la nobleza indiana de origen hispánico, bien por la noblezaindiana de origen prehispánico.

Resulta así curioso que cuando los cimientos del imperio comenza-ban a tambalearse, ciertos individuos emplearan no pocos esfuerzos y recur-sos económicos para verse agraciados con mercedes que, pronto, dejaríande tener valor jurídico en aquellas tierras. La Corona, deseosa de conseguirapoyos en tan delicados momentos, no dudó en ser generosa a la hora deatender muchas de estas peticiones.

Y éste es el caso que aquí nos ocupa. El de don Felipe BartoloméRamírez Hernández de la Mota, cacique de la Villa de San Miguel el Grande,en la diócesis de Michoacán, quien entre 1801 y 1805 elevó a la majestad deCarlos IV una petición en la que solicitaba un escudo de armas con el queadornar la nobleza de sangre recibida de sus mayores. En este caso, el funda-mento de su argumento no estaba en su participación en una acción bélica,sino en la muestra de fidelidad al nuevo monarca, manifestada a través de laorganización y el financiamiento de un festejo público.

Por ser un periodo poco estudiado desde el punto de vista de la nobi-liaria hispanoamericana, y por tratarse de un caso singular -tanto por el

1. Agradecemos la ayuda facilitada por Carlos G. Navarro, del Departamento de Pintura y Escultura del sigloXIX del Museo Nacional del Prado, Madrid, España.

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personaje que formulaba la solicitud, como por la época en que fue presen-tada su petición-, creemos que el tema que a continuación estudiaremos esde gran interés. Interés acrecentado cuando encontramos entre los papeles desu solicitud, dos bellos dibujos que representan las mencionadas celebracionescosteadas por don Felipe Bartolomé con motivo de la jura y proclamación deCarlos IV en la Villa de San Miguel el Grande.2 Unas escenas que él pidió quefigurasen en las armas que solicitaba.

Así, y conforme a lo señalado por Burke (2005), trataremos de recono-cer y analizar el contexto en el cual fue generada la solicitud, e integraremoslas imágenes en dicho contexto socio-histórico. Todo ello con el fin de apre-hender el entorno que las creó y los objetivos de su creación.

LA VILLA DE SAN MIGUEL EL GRANDE. SUCINTO PANORAMA HISTÓRICOE HISTORIOGRÁFICO

Esta localidad, perteneciente en el siglo XVIII al Obispado de Michoacán,recibió su actual denominación de San Miguel Allende en 1826, encontrán-dose hoy situada en el estado de Guanajuato.

Definida como "la primera frontera contra chichimecos",3 para ladecimoctava centuria tenía una población próspera debido a su ubicación enel Camino Real que conectaba la ciudad de México, capital del virreinato dela Nueva España, con el septentrión novohispano.

La Villa de San Miguel el Grande ha sido objeto de varios estudiosmonográficos desde la década de los setenta del siglo XX.4 En concreto, y

Desde el punto de vista jurídico, no es lo mismo la jura que la proclamación de un monarca, a pesar de quealgunos autores gustan de usar ambos términos de manera indistinta. Señala el gran Diccionario razonado...de Joaquín Escriche que jura era el "[...] acto solemne en que los estados y ciudades de un reino en nombrede todo él reconocen y juran la obediencia á su príncipe" (Escriche, 1876: 1115), mientras que la proclamaciónera el acto público por el que se declaraba inaugurado un nuevo reinado, puesto que en la tradición españolano existe ni ha existido en el pasado el acto de la coronación."Descripción de la Villa de San Miguel el Grande en 1649" (Newberry Library, Chicago, Ayer Collection,ms. 1106A, fol. 44v. Transcrito por Wright Carr, 1999: 107). El término chichimeco aludía, de manera muygenérica, a los pueblos nómadas o seminómadas que vivían principalmente de la caza y que habitaban en lasregiones áridas del norte, como San Miguel el Grande.Maza (1939), Dyk y Stoudt (1973), Galicia, ([1975]), Torre Villar (1981: 161-198), Sánchez de Tagle (1982),

Wright Carr (1999) e Ibarra Duran (2003). Se trata de trabajos que vienen a sumarse a las antiguas descripciones

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sobre el tema que aquí analizamos de manera monográfica, dan breve noti-cia dos interesantes trabajos: los de Barbón (2006: 161) y Correa (2007: 24).En relación a los dos documentos pintados que acompañaban la solicitud demercedes de don Felipe Bartolomé, estos fueron reproducidos por Tanck deEstrada en su magnífico Atlas Ilustrado de los pueblos de indios... (2005:28-29).

DON FELIPE BARTOLOMÉ RAMÍREZ HERNÁNDEZ DE LA MOTA,CACIQUE DE LA VlLLA DE SAN MlGUEL EL GRANDEY SU SOLICITUD DE MERCEDES

Pocos son los datos que poseemos para ilustrar la biografía de este perso-naje, salvo su condición de cacique de la Villa de San Miguel el Grande, enGuanajuato, y de gobernador de los naturales en la misma población, en 1791.La documentación que de él se conserva en el Archivo General de la Naciónde México (en adelante AGN) es esquiva a la hora de darnos pistas sobre supersona y trayectoria vital.

Para el año de 1800, la subdelegación de San Miguel el Grande,inserta dentro de la Intendencia de Guanajuato, contaba con diecisiete caci-ques. Número importante dado que en todo el virreinato, y según datos deesa misma fecha, había un total de 1323 indios caciques (Tanck de Estrada,1999: 199, n. 99).

Dicho cacique, personaje principal de su villa natal, solicitó en elmes de octubre de 1801 varias mercedes a la Corona en virtud de sus ser-vicios a la misma, contando para ello con el visto bueno de los fiscales dela real hacienda y del protector de indios. La petición llegó al rey por cartael 27 de mayo de 1802, remitida por el virrey Félix Berenguer de Marquina

existentes en la documentación de época española, pudiendo destacarse entre todas ellas la biografía del padrePérez de Espinosa (1676-1747), fundador de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri en la Villa deSan Miguel el Grande (Pérez de Espinosa, 1942: 118-122). Asimismo, la Descripción de la villa de San Miguel elGrande..., preparada en 1777 por fray José Antonio Navarro, como respuesta al cuestionario del mismo añoformado por el científico y militar peninsular, Antonio de Ulloa. De esta respuesta, liona Karzew dice queconoce dos copias que forman parte de una recopilación hecha por el padre Navarro titulada Noticias de variasmisiones (1777), una conservada en la Biblioteca Nacional de México (Ms. 1762) y otra en la colección de IsaacBackal, en la ciudad de México. 1.a misma autora reproduce en su magnífico libro, Una visión de México delSiglo de ¡as Luces..., dos ilustraciones de "Indios otomites" [sic] extraídos de la citada obra de fray José AntonioNavarro (Katzew, 2006: 24-25, figs. 5-6).

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y Fitzgerald, tratándose este asunto en el Consejo de Indias.5 Sin embargo,la tramitación no debió de ser fácil. En un revelador documento fechado el14 de marzo de 1804, el cacique se dirigió al virrey para que le recordase almonarca lo solicitado, puesto que dos años después aún no había obtenidorespuesta. Apelando a la "beneficencia del soberano", se exponía de formalastimera:

[...] desatendieron las suplicas de estos vasallos por mas despreciables é ¡nfelizes

que se presenten. De aquí es que juzgue no haber provenido mi desgracia en la

demora experimentada, sino de que no tengo, ni he tenido en la Corte, sugeto,

que se acerque a promover mi solicitud, ó agitar// el expediente; y que no sea de

extrañar, procure algún remedio, que supla tan falta, y evite mi perjuicio, prin-

cipalmente estando, como estoi, por mi abanzanda edad, en los umbrales de la

muerte" (AGN-IV, caja 5828, exp. 40, fols. lv-2r).

Tras acceder el virrey a hacer el "reverente recuerdo" al monarca comola parte interesada pedía (pp. «>.), el 20 de septiembre de 1804 se emitía unareal cédula en San Ildefonso (Segovia), dirigida al entonces virrey José deIturrigaray, en respuesta de aquella solicitud. El monarca concedía a donFelipe Bartolomé un escudo de armas y dos sitios realengos de ganado mayorpor el servicio prestado a la Corona (pp. di.).6 Dicho documento refiere así alos méritos que le habían hecho acreedor de tales premios:

[...] que el año de mil setecientos noventa y uno, en que se hallava [don Felipe

Bartolomé] de Governador de naturales de la propia Villa, tubo la felicidad de

proclamarme y jurarme en ella por Rey y Señor natural, haciendo en devido//

obsequio, las posibles demostraciones de fidelidad, y jubilo, solemnizando el acto,

á costa en la mayor parte de su peculeo, con la magnificencia de un carro triunfal,

y treinta Reyes, que representaban la antigüedad Romana, y la de los que governa-

ron esas Provincias, con otras particularidades, que individualizaba el Mapa que

incluía, expendiendo cantidad de plata acuñada, y hasta la bandeja, ó fuente en

que se llebó al tablado [...] (AGN-RC, vol. 192, exp. 109, fols. 273r-273v).

5. AGN (AGN-RC, vol. 192, exp. 109, fols. 273r-275v; Indiferente Virreinal, caja 5828, exp. 040, fols. lr-2v).

6. La escancia de ganado menor era equivalente, de forma aproximada, a 35 kmj (Tanck de Estrada, 2005:28-29).

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Como puede observarse, el mérito consistió en los gastos realizadoscon motivo de las fiestas organizadas el 7 de mayo de 1791, por el adveni-miento al trono de Carlos IV. Gastos concretados en la organización de unarica fiesta, en la que la ceremonia descrita de manera parcial en el documentoarriba transcrito fue el principal atractivo.7

Este tipo de gastos suntuarios, tan abundantes en el Antiguo Régimen,suponía una forma de ascenso social o de consolidación en una posición yaganada. Así, y a través del evergetismo, muchos eran los que pretendían, y alfinal conseguían, alcanzar diversas mercedes (Luque Talaván, 1999: 55-56).

La ya referida real cédula del 20 de septiembre de 1804 mencionaba,además, que don Felipe Bartolomé "deseando trasladar esta gloria, y hacerladuradera en su posteridad, aspiraba á que se le concediese dexarla por blasón,y escudo de Armas las empresas que se figuraban en el mencionado Mapa,y que á este fin se élebase dicho servicio" al monarca (AGN-RC, vol. 192, exp.109, fol. 273v).

Indicar por último que en Madrid, el 28 de septiembre de 1804, setomó razón en la Contaduría General de la América Septentrional del conte-nido de la Real Cédula del 20 de septiembre de 1804 (ibídem, fols. 273r-275v).Un mes después, y por acuerdo del Consejo de Indias, se comunicaba alvirrey de la Nueva España la concesión de lo solicitado. Se le notificaba asídel envío de este documento, junto con la ya aludida real cédula de 20 de sep-tiembre de 1804, apuntándose que las tierras concedidas lo serían en la Villade San Miguel el Grande o en otro lugar en donde se pudiese (AGN-RC, vol.192, exp. 123, fol. Ir). Ya en México, el 8 de abril de 1805, el virrey ordenabaque dicha real cédula se guardase, cumpliese y ejecutase (AGN-RC, vol. 192,exp. 109, fols. 273r-275v).

FIESTA Y PROPAGANDA DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA.JURAS Y PROCLAMACIONES

Siempre fueron las fiestas asociadas a la vida de un príncipe -nacimiento,matrimonio, subida al trono, muerte- un auténtico rito colectivo, celebrado

7. Diez días después de la muerte de Carlos III, el 24 de diciembre de 1788, se despachó una real cédula a lasautoridades indianas informando del suceso y de la subida al trono de Carlos IV (ACi-lC, leg. 1608).

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de manera especial. En el caso de los reinos de las Indias, proclamacionesy exequias regias fueron las organizadas con mayor munificencia (MoralesFolguera, 1991: 59-61; López, 1999: 19-61). En el caso de la fiesta barroca, éstafuncionó como mecanismo de cohesión y de fortalecimiento del papel de lamonarquía (Mínguez Cornelles, 1995), muy posiblemente, con la finalidadúltima de crear la "ilusión de una sociedad integrada" (Elliot, 2006: 370-371).Un impreso publicado en Lima en 1760, para conmemorar la proclamaciónde Carlos III, señalaba la verdadera naturaleza de estas fiestas:

Son éstas en la celebración de las Exaltaciones de los Príncipes, las ofrendas más

preciosas a un tiempo, y más autorizadas de la veneración. Son las que confirman

la verdad de las voces, que expresan el contento; porque lo refuerzan, y radicando

el amor para el Imperio lo dexan más apetecido. Son las que influyen nuevos

impulsos de fineza en los vasallos, que inspirándose por su medio, unos a otros,

movimientos de gozo; por un círculo de afecto, el amor que se origina de la fide-

lidad, vuelve a producir en ella más constancia (Limagozosa, 1760: 159r-159v, en

Barbón, 2006: 149).

La práctica de realizar "verdaderos retratos" de las festividades públi-cas —tanto religiosas como civiles- fue una costumbre muy extendida a lolargo del siglo XVIII , motivo por el cual, los dibujos que aquí se analizandeben enmarcarse dentro de esa tradición hispana.

Un buen ejemplo de esta extendida práctica en el otro lado delAtlántico son los magníficos trabajos de arquitectura efímera, realizados parala catedral de Sevilla por Domingo Martínez en 1737; en concreto, la compo-sición de su altar de plata y el monumento de Semana Santa. Otro ejemplomagnífico de estas solemnes fiestas retratadas lo constituye el Homenaje deApolo y de las Tres Nobles Artes a los nuevos monarcas, conservado en el Museode Bellas Artes de Sevilla. Éste forma parte de uno de los ocho lienzos querepresentan los carros triunfales que desfilaron en la máscara de 1746, conmotivo de la exaltación al trono de Fernando vi, organizada por los trabaja-dores de la Real Fábrica de Tabacos hispalense. Sin duda, uno de los conjun-tos pictóricos más interesantes que sobre esta temática se hicieron en el sigloXVIII español (Valdivieso González, 1991: 313; Morales Martínez, 2005: 2-21;Valdivieso González, Aranda Bernal y Navarrete Prieto, 2004; Ravé, 2004).

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Las celebraciones en la Villa de San Miguel el Grande descritas en el "mapa"

Lo que en la ya citada real cédula del 20 de septiembre de 1804 se mencionabacomo "mapa", es en realidad un bello dibujo a color (fig. 8.1), hoy conservadoen la sección de Mapas y Planos del Archivo General de Indias (en adelanteAGl), donde también hay una copia.8 El "mapa" y su copia presentan la mismaescena con ligeras variantes de perspectiva y composición, por cuya facturapodríamos afirmar que bien pudiera tratarse de obras del mismo artífice.9

En cuanto a su contenido, era una tangible muestra del servicio prestado a laCorona con motivo de un feliz acontecimiento como lo era la jura y procla-mación de un nuevo monarca. En relación a las fiestas públicas dice MejíasÁlvarez:

Por su carácter excepcional, la fiesta, además de romper la monotonía de la vida

cotidiana implicando una suspensión de las normas y de las reglas que rigen la

vida colectiva, posee la función de regenerar periódicamente la sociedad y las ins-

tituciones. Por lo tanto, en el desarrollo de ésta se produce una transformación

estética y simbólica, tanto de la ciudad como de los ciudadanos, que va a marcar el

arte surgido de ella (Mejías Álvarez, 2002:13).

Una lúcida ocasión para hacer propaganda, a través de una complejared de símbolos del poder, de las ideas imperantes en la sociedad del momento(Bonet Correa, 1983b: 43-78; Gisbert, 1983: 145-181), donde se quería represen-tar el acatamiento a la persona del monarca y a la institución que representaba(López Cantos, 1992: 28). La fiesta se llevó a cabo el 7 de mayo de 1791, a lascuatro de la tarde (Ángeles, 2005: 406-411).

La muerte de un monarca suponía siempre la preparación de unasexequias, que al poco tiempo iban seguidas de la celebración de los actos quehabían de organizarse para conmemorar la subida al trono del nuevo sobe-rano. Unos actos que seguían reglas seculares, y casi un mismo ceremonial,

8. "Dibujos en colores, de los festejos celebrados por D. Felipe Bartolomé Ramírez, cacique de la Villa deSan Miguel el Grande, con motivo de la proclamación de Don Carlos IV" (AGI-MP/M, 434; MP/M, 434BIS,respectivamente).

9. Es probable que fueran enviadas dos versiones del documento pintado, con el fin de ser dirigidas a otras tantasinstancias que debían de entender el asunto de la solicitud formulada por el cacique.

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Fig. 8.1 Festejo por la proclamación de Carlos IV (España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General de Indias, AGI-MP/M,434).

Fig. 8.2 Tablado real (España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General deIndias, AGI-MP/M, 434 Bis).

Fig. 8.3 Carroza de la loa (España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo Generalde Indias, AGI-MP/M, 434).

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Fig. 8.4 Acompañamiento diverso (España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. ArchivoGeneral de Indias, AGI-MP/M, 434 Bis).

Fig. 8.5 Andas con corona real (España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. ArchivoGeneral de Indias, AGI-MP/M, 434).

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•• •.

Fig. 8.6 Cupido y chichimecas (España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. ArchivoGeneral de Indias, AGI-MP/M, 434).

Fig. 8.7 Acompañamiento musical (España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. ArchivoGeneral de Indias, AGI-MP/M, 434).

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el cual se componía de dos partes: la jura, primero, y la proclamación, des-pués. Así se celebraba una proclamación en la ciudad de México, capital dela Nueva España:

[...] en el día señalado, se reunían todas las autoridades en un tablado, montado

al efecto en la plaza de armas junto a la puerta del palacio de los virreyes, donde se

hallaba el retrato del rey, cubierto con una cortina de tela y bajo un dosel de ter-

ciopelo. Una vez todos reunidos llegaba el corregidor con los restantes miembros

del ayuntamiento y el alférez real con el estandarte real, que colocaba frente al

virrey. A continuación el virrey tomaba el estandarte y procedía a la proclamación

pública con estas palabras: ¡Castilla! ¡Nueva España! ¡Por la Católica Majestad del

Rey Nuestro Señor D. N., Rey de Castilla y León, que Dios guarde muchos años!

A lo cual los tribunales contestaban Amen y el pueblo ¡Viva el Rey! Hecho esto y

con el acompañamiento del repique de campanas de la catedral y de las iglesias,

así como de las descargas de infantería y artillería, se descubría el retrato del rey

(Morales Folguera, 1991: 60-61).

Las celebraciones en la capital del virreinato solían marcar la pauta delas realizadas en otros puntos del mismo. En este caso no fue distinto y lasfiestas por la jura de Carlos IV en la ciudad de México, llevadas a cabo entreel 27 y el 29 de diciembre de 1789, sirvieron parcialmente de modelo a las deSan Miguel el Grande, organizadas tiempo después.10

Pasemos ahora al análisis de las imágenes remitidas a la península pordon Felipe Bartolomé Ramírez Hernández de la Mota. En la parte superiordel dibujo puede verse el tablado real (fig. 8.2). En él hay una bella arquitec-tura neoclásica, rematada por un entablamento con un medallón central,donde se representa el carro del Sol, conducido por el dios Febo Apolo, quetiene tras sí el resplandor del astro rey. Una imagen que, tomada aquí dealgún grabado y bajo el lema Post nubila Phoebus -que podría traducirsecomo Después de las tinieblas la luz-, fue de uso frecuente en la monarquíahispánica a la hora de las proclamaciones de los soberanos, conociendo unrenovado auge en la época de Fernando VII, hijo y sucesor de Carlos IV. En

10. Para una descripción de las mismas, véase Morales Folguera (1991: 78-82). Las celebraciones por la procla-mación de Carlos IV -que tuvieron lugar el 31 de enero y el 2 y el 7 de febrero de 1790-, son descritas por elmismo autor (ibídem, pp. 82-85).

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cuanto al medallón central, aparece franqueado, en primer lugar, por dos tro-feos militares; en segundo lugar, por dos leones afrontados que tienen una desus patas sostribada sobre un orbe, signo parlante de la monarquía hispánica.

Bajo este lujoso techado se sitúan, debidamente cobijados, los retra-tos vicarios de los nuevos monarcas, Carlos IV y su esposa la reina MaríaLuisa, cuyos anagramas se adivinan en la base de la estructura. Los monar-cas, ausentes en lo físico, se hacían así presentes en lo simbólico a través de susefigies y del pendón real.

De manera inmediata, debajo de los retratos encontramos, sobre uncojín, una corona real protegida de manera simbólica por dos mazas. Todoeste escenario sirve de platea, donde los actores de la escena desarrollan el actode jura y proclamación, aquí realizado en uno sólo: don Felipe Bartoloméaparece con su mano derecha sosteniendo una moneda de plata con la efigiedel nuevo soberano, tomada de una bandeja del mismo metal y repleta deotras monedas similares, que es sostenida por un individo ataviado con libreaazul. Las monedas estaban destinadas a ser repartidas entre los asistentessiguiendo la costumbre. Como dice uno de los documentos: "expendiendocantidad de plata acuñada, y hasta la bandeja, ó fuente en que se llebó altablado" (AGN-RC, vol. 192, exp. 109, fols. 273r-273v).

A su derecha se encuentra un grupo de tres notables de la Villa de SanMiguel, acompañados de un eclesiástico. A su izquierda, el pendón real conlas armas de la Corona de Castilla y León, custodiado por dos maceros. Porúltimo, y a ambos lados del estrado, dos fusileros en traje de gala realzan consu presencia toda la escenografía.

Esta arquitectura efímera, que sirve de eje de toda la composición,recuerda a la magnífica y elaborada decoración que con motivo de la jura deCarlos IV se hizo en la fachada del ayuntamiento de la ciudad de México.Aquella proyectada por el arquitecto Ignacio Castera y conocida por el gra-bado que hizo Joaquín Fabregat, según dibujo de F. Reyes.11 Esta era sudescripción:

Maza (1968: 220) y Morales Folguera (1991: 79-80). En la ciudad de Veracruz también se celebró la subida altrono de Carlos IV, con un carro alegórico y una loa titulada El triunfo de Carlos en el carro de Apolo (Maza,1968: 223). Acerca de la identificación del soberano con el Sol, pueden verse los documentados trabajos deMínguez (1995: 59-85; 1996: H5-163, 1999: 231-258; 2001). Alude el autor a esta práctica como la "metáforasolar".

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[...] la portada central, [...] estaba coronada por un magnífico y monumental

grupo escultórico de Apolo, como dios sol, conduciendo el carro y llevando en

una mano la serpiente pitón, a la que había dado muerte con saetas, y en la otra

las riendas. El resplandor dorado, que enmarcaba toda la composición, vendría

nuevamente a aludir a Carlos IV, como continuador de la Edad de Oro, iniciada

por su padre [...] El frontón estaba repleto de trofeos militares (Morales Folguera,

1991: 81).

Después, y por orden, los documentos pintados nos refieren en susrespectivas leyendas -sostenidas por angelotes-, el orden del cortejo y, deforma sucinta, lo que representa cada uno de sus integrantes, algunos deellos numerados. Hay que advertir que existe un desfase entre la leyenda yel número asignado a la escena correspondiente. Por ese motivo se ajustaaquí la interpretación a su orden real, indicando entre paréntesis el número,si lo tiene, en los dos documentos pintados. La convención cuando no hayanúmero será "s/n":

1. Carroza donde iba el de la loa -encargado de realizar una compo-sición dramática breve a modo de preludio-, con acompañamientomusical de cuerda y viento (fig. 8.3).12 Es importante indicar que,coronando la carroza, aparece el Arcángel San Miguel -patrón dela villa-, venerado por dos indígenas que aparecen postrados a susflancos (núm. 3).13

2. El gobernador de españoles y su "República", que entendemos serefiere al corregidor de la villa y al cuerpo de gobierno municipal delos españoles (núm. 4).

3. Los tres Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltasar, a caballo y conlargos mantos sostenidos por indígenas (núm. 5). Se tuvo cuidadode caracterizar a Baltasar con el fenotipo que la tradición le asigna(fig. 8.4). Entre Melchor y Gaspar, cuatro individuos portan unasricas andas que llevan una corona real (fig. 8.5).

4. El "Teponascle", que toca el teponaztli que un compañero le llevaa la espalda (fig. 8.4), acompañado de dos mujeres que danzan al

12. Todos los instrumentos de viento que aparecen en esta pintura pertenecen a la familia de los aerófonos, de lanaturaleza de la trompa y la trompeta (Andrés, 2001).

13. Sobre los carros triunfales, puede revisarse el trabajo de Sebastián (1992: 106-117).

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ritmo de la música (núm. 6).14 Recordemos que con la evangeli-zación, los indígenas fueron perdiendo sus melodías tradicionales,"así como los textos de los cantos, porque adoptaron los instrumen-tos melódicos occidentales y cantaban oraciones o plegarias propiasde la Iglesia. Pero las acomodaron a formas rítmicas de su tradicióngracias al uso del huehuetl, el teponaztli y diversas percusiones"(Turrent, 2010: 80).15

5. Andas de Moctezuma (fig. 8.4) con acompañamiento de indígenasque portan un pendón (núm. 7). Aunque la leyenda no dice nada,va acompañado de una mujer indígena, lo cual se deduce por sutipo de vestido (huípil). Tal vez se trate de doña Marina, más cono-cida como la Malinche.16 Los indígenas del acompañamiento, yotros del conjunto de la escena, van caracterizados como se pintana los chichimecas en algunas pictografías tardías del género techia-loyan: semidesnudos, con un tipo de falda que debía ser de piel,portando arco y carcaj con flechas.

6. El rey Olindes (?) con la Malinche a caballo (fig. 8.4), sujetando lasriendas un indígena (núm. 8). Es de resaltar el papel asignado a laMalinche, en el cortejo, al darle un protagonismo compartido conlos soberanos prehispánicos.

7. El rey Costical QCoanacoch de Tetzcoco?) con la Malinche a caba-llo, sujetando las riendas un indígena (s/n).

8. Rey azteca (?) con la Malinche a caballo, sujetando las riendas unindígena (s/n).

9. El Rey Curutema QCuauhtemoc?) con la Malinche a caballo,sujetando las riendas un indígena (s/n).

10. Cupido con sus atributos (el arco y la flecha) a caballo, sujetando lasriendas un indígena (s/n) (fig. 8.6).

11. El Rey Tecocon QTecocomoc?) con acompañamiento de indígenasque portan un pendón (s/n).

14. El teponaztli o tcponaxtle, es un tambor de formato horizontal que se tocaba de forma similar al tamboreuropeo.

15. Sobre la conquista musical de México y ta participación de los indígenas -desde el siglo XVI en adelante— enlos actos litúrgicos con la danza y la música, véase también Turrent (1993) y Lastra etaL (2009: 94-114).

16. Acerca de la figura de doña Marina, véase Glanrz (2002: 107-121).

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MIGUEL LOQUE TALAVÁN Y MARÍA CASTAÑEDA DE LA PAZ

12. En conjunto son 30 reyes (s/n).13. Acompañamiento musical a caballo y a pie, compuesto por cuatro

tambores y ocho instrumentos aerófonos, de la naturaleza de latrompa, la trompeta y un fagot (fig. 8.7). Uno de ellos va vestidoigual que los danzantes señalados con el número 6 en el documento(s/n).

El anterior es un cortejo que debió de ser presenciado por los habitan-tes de la Villa de San Miguel (Mejías Álvarez, 2002: 15; Esteve Barba, 1965:895-931). Todos debieron de quedar admirados por la riqueza del vestuario delos participantes en tan lucido desfile, donde la nutrida presencia de indígenasremite a las danzas litúrgicas y profanas de la época virreinal, en las que erafrecuente su presencia.17 Ello, sin obviar el elevado coste que todo este festejodebió suponer. Pero ése era el objetivo. Una solemnidad donde la arquitec-tura, la pintura, la escultura y la música se unieran para configurar un actodigno de memoria y lleno de teatralidad barroca.

Entrando en algunos detalles, hay que apuntar que en todo el cortejodestaca de forma notable la presencia de un nutrido grupo de reyes, tanto de laantigüedad occidental -los Reyes Magos y emperadores romanos-, como delpasado indígena. Pero según una de las leyendas sitas en la parte superior deambos dibujos, el conjunto de los reyes caracterizados en la ceremonia ascen-dió a 30. Esto significa que los dibujos no reproducen todo el cortejo, sinosólo una parte del mismo. En realidad, sólo nueve reyes del total. Refuerzanesta aseveración los documentos trabajados en el anterior apartado, así comoel testimonio que el 8 de julio de 1799 hizo un español, vecino de la localidad,por petición del cabildo secular de la misma, apoyando la solicitud de donFelipe Bartolomé. Dice así:

17. Para Tenochtitlan, y a lo largo de buena pane del siglo XVI, hay varias alusiones a fiestas, a veces ordenadaspor las autoridades españolas, donde los protagonistas solían ser los indígenas ricamente ataviados, entonandocanciones en náhuatl. Véase, por ejemplo, Chimalpahin (Diario, 1998: 49, 61, 77, 91). Otras participacionesfueron las que se dieron en celebraciones de épocas anteriores a la que aquí se analiza, tal como la conocida"Mascarada con motivo de la dedicación del templo de Guadalupe de Querétaro. 1680", celebrada el domingo12 de mayo de 1680 y narrada por Carlos de Sigüenza y Góngora (Ciarías ele Querétaro, México, 1680). En ellahubo también presencia de individuos caracterizados como soberanos prehispánicos (Romero de Terreros,1918: 42-48).

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12. En conjunto son 30 reyes (s/n).13. Acompañamiento musical a caballo y a pie, compuesto por cuatro

tambores y ocho instrumentos aerófonos, de la naturaleza de latrompa, la trompeta y un fagot (fig. 8.7). Uno de ellos va vestidoigual que los danzantes señalados con el número 6 en el documento(s/n).

El anterior es un cortejo que debió de ser presenciado por los habitan-tes de la Villa de San Miguel (Mejías Álvarez, 2002: 15; Esteve Barba, 1965:895-931). Todos debieron de quedar admirados por la riqueza del vestuario delos participantes en tan lucido desfile, donde la nutrida presencia de indígenasremite a las danzas litúrgicas y profanas de la época virreinal, en las que erafrecuente su presencia.17 Ello, sin obviar el elevado coste que todo este festejodebió suponer. Pero ése era el objetivo. Una solemnidad donde la arquitec-tura, la pintura, la escultura y la música se unieran para configurar un actodigno de memoria y lleno de teatralidad barroca.

Entrando en algunos detalles, hay que apuntar que en todo el cortejodestaca de forma notable la presencia de un nutrido grupo de reyes, tanto de laantigüedad occidental —los Reyes Magos y emperadores romanos—, como delpasado indígena. Pero según una de las leyendas sitas en la parte superior deambos dibujos, el conjunto de los reyes caracterizados en la ceremonia ascen-dió a 30. Esto significa que los dibujos no reproducen todo el cortejo, sinosólo una parte del mismo. En realidad, sólo nueve reyes del total. Refuerzanesta aseveración los documentos trabajados en el anterior apartado, así comoel testimonio que el 8 de julio de 1799 hizo un español, vecino de la localidad,por petición del cabildo secular de la misma, apoyando la solicitud de donFelipe Bartolomé. Dice así:

17. Para Tenochtitlan, y a lo largo de buena parte del siglo xvi, hay varias alusiones a fiestas, a veces ordenadaspor las autoridades españolas, donde los protagonistas solían ser los indígenas ricamente ataviados, entonandocanciones en náhuatl. Véase, por ejemplo, Chimalpahin (Diario, 1998: 49, 61, 77, 91). Otras participacionesfueron las que se dieron en celebraciones de épocas anteriores a la que aquí se analiza, tal como la conocida"Mascarada con motivo de la dedicación del templo de Guadalupe de Querétaro. 1680", celebrada el domingo12 de mayo de 1680 y narrada por Carlos de Sigüenza y Góngora (Glorias de Querétaro, México, 1680). En ellahubo también presencia de individuos caracterizados como soberanos prehispánicos (Romero de Terreros,1918: 42-48).

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EL CACIQUE NOVOHISPANO DON FELIPE BARTOLOMÉ RAMÍREZ HERNÁNDEZ DE LA MOTA

[...] la función con los Reyes que salieron [...] el Español, Yndio y Negro [enten-

demos se refiere a los Reyes Magos, caracterizados en esta ocasión como represen-

tantes de cada uno de los grupos humanos presentes en los Reinos de las Indias]

y otros varios, haciendo la representación de los Romanos antiguos, hechando

contradansas ensayadas y que también salió en Andas Moctesuma, obstentando

su Empleo de Rey con el grandísimo número de Mecos [se refiere al acompaña-

miento de indígenas chichimecos] que acompañaron vestidos en su propio trage

en el paseo, y de ay siguió el Rey Olindes con su malinche, el Rey Costical con su

malinche, el Rey Atetas con su malinche, el Rey Curutema con su malinche, y el

Rey Tecocon con su malinche, argumentando el primero de los nominados testi-

gos que fueron 30 los Reyes con otras tantas malinches, timbaleros, chirimiteros,

clarineros y el de la Bocina que fue vestido de Romano dando voces de viva el Rey

(AGI-M, vol. 1462, núm. 204, fols. Ir-lv).

La presencia de los Magos de Oriente, que gozaron de devoción enalgunos puntos del virreinato (Otero Rejón, 2000), debió responder a su con-dición de santos patronos de todas las monarquías cristianas.18 Por su parte,la mención de los soberanos prehispánicos de aquel territorio -Moctezuma(Xocoyotzin), Olindes (?), Costical (¿Coanacoch de Tetzcoco?), el señorazteca, Curutema (¿Cuauhtemoc?), Tecocon (Teco9omoc o Tezozomoc deAzcapotzalco)- forma parte de una selección de los señores más emblemáti-cos del pasado, que vinculan a Carlos IV con sus predecesores más impor-tantes en el trono del país.19 Un asunto que remite a la traslación del podersoberano mexica a los soberanos hispánicos (la Translatio Impertí), realizadadurante la Conquista, y que no sólo fue registrada en las crónicas de la épocasino también en el arte pictórico novohispano.20 Se demostraban así, demanera visual, los derechos que tenían al trono novohispano los señores de la

18. Para un interesante análisis de los Magos de Oriente en el arte andino virreinal, véase (Gisbert, 1980: 77-78).La autora explica cómo, para evitar la discriminación religiosa de los indígenas, se recurrió a representar a unode los Reyes Magos -en concreto al rey Gaspar- como un soberano inca.

19. Es lo que suele suceder en la documentación tardía, como en las llamadas Genealogías de los MendozaMoctezuma, donde se seleccionó a algunos de los señores aquí presentes: Tezozomoc, Moctezuma Xocoyotziny Cuauhtemoc con cierto propósito (Oudijk y Castañeda de la Paz, 2010: 98-106). La presencia de soberanosprehispánicos en este tipo de cortejos fue también muy frecuente en el mundo andino (Gisbert, 1980:141-U2).

20. De igual forma sucedió en el ámbito del Virreinato del Perú, donde abundan las pinturas y grabados querepresentan a los reyes españoles, enlazados de manera simbólica a sus antecesores en el trono del incario. Porno ser prolijos, remitimos al documentado texto de Gisbert (1980: 115-146).

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MIGUEL LUQUE TALAVÁN Y MARÍA CASTAÑEDA DE LA PAZ

monarquía hispánica, al ser los huey tlatoque (grandes señores) sus antecesoresdinásticos en dicha Corona.

Sobre la presencia de emperadores romanos en el cortejo, decir quees un fenómeno que encontramos también en Europa, donde algunos sobe-ranos recurrían a la representación de galerías de emperadores romanos -César, Augusto, Vespasiano, Trajano, entre otros- como respaldo simbólicode su figura y sus derechos. Así lo hicieron, por mencionar sólo dos ejem-plos representativos, el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico;Maximiliano I y su nieto Carlos V (Merino Peral, 2005: 53, 110). En el casode este último soberano, y con motivo de sus exequias fúnebres, celebradasen el convento de San Francisco de la ciudad de México en 1559, el arquitectoClaudio de Arciniega erigió un colosal cenotafo en su memoria. Se construyóen la capilla de San José de los Naturales del precitado cenobio, y fue descritode manera brillante por Cervantes de Salazar en su Túmulo imperial de lagran ciudad de México (1560). En él aparecieron representados, entre otros per-sonajes: Moctezuma, Atahualpa, Júpiter, Hernán Cortés, Julio César, Febo,Faetón, Huitzilopochtli, el papa Alejandro VI, Fernando el Católico, la Famay muchos más (Gruzinski, 2007: 164-165).

Del mismo modo pueden rememorarse aquellas series pictóricas ame-ricanas, donde sobre un mismo lienzo se plasmó la sucesión de soberanosprehispánicos seguidos de los hispánicos. Como muestra puede citarse elmagnífico cuadro conservado en el Museo Osma de Lima, donde apare-cen representados los monarcas españoles como herederos de los incas. Alrespecto también hay ejemplos escultóricos, como son las representacionesde Moctezuma Xocoyotzin y Atahualpa que decoran la fachada principaldel Palacio Real de Madrid, junto a las de otros soberanos peninsulares.Iconografía que refuerza la teoría política entonces vigente de que los sobera-nos hispánicos eran los legítimos sucesores de los soberanos prehispánicos enel gobierno de aquellos reinos.

De la escenografía queda por resaltar la presencia de ecos de la anti-güedad clásica, tanto en la figura que aparece pintada en el medallón centraldel entablamento del estrado, como en la presencia de un cupido ecuestre.Detalles que aluden al frecuente recurso de poner la cultura clásica al serviciode la monarquía:

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EL CACIQUE NOVOHISPANO DON FELIPE BARTOLOMÉ RAMÍREZ HERNÁNDEZ DE LA MOTA

[...] [el] culto de la Antigüedad Clásica demostraba que un pasado indiscutible-

mente pagano podía poseer un estatuto prestigioso y un valor ejemplar. Cuando

era preciso, la pintura oficial se encargaba de recordárselo a las élites indias. En

pleno siglo XVI, el cabildo indígena de la ciudad de Tlaxcala se reunía en un salón

de gala decorado con una serie de cuadros de motivo histórico: los notables tenían

casi cotidianamente ante sus ojos a Colón, Cortés, Pizarro, Carlomagno, pero

también a tres héroes de la Antigüedad: Héctor, César y Alejandro. Alegorías de la

Fama y de la Memoria recordaban que estos pasados cercanos y lejanos eran uno

solo, e invitaban a los indios a vincular con él su propia historia. En la iglesia de

Tezcatepec, no era Héctor quien se ofrecía a las miradas de los fieles, sino toda la

guerra de Troya (Gruzinski, 2007: 174).

Aunque no hemos podido localizar documentación al respecto, supo-nemos que todo este aparato festivo debió de ir acompañado de otros agasajosigualmente espléndidos y, tal vez, de algún tipo de escrito laudatorio alusivo ala celebración.21 Esto, con base en los numerosos textos conmemorativos quedescribían las celebraciones por la jura y proclamación de Carlos IV y quefueron llevados a la imprenta, tanto en la Península como en los territoriosindianos."

Lo que se pretendía con estos festejos, plenos de simbolismo, era refle-jar la fidelidad de la nobleza indiana de origen prehispánico al rey de Españay a la fe católica, representada aquí por el cacique don Felipe Bartolomé.Creemos que todo el cuadro simbólico, donde se combina sabiamente ele-mentos propios de la iconografía clásica y cristiana, con los propiamente indí-genas, así lo demuestran.23

En uno de los documentos conservados en el AGÍ, el propio don FelipeBartolomé describía así su aportación:

21. De existir, lo sería en manuscrito, puesto que revisada la producción de la imprenta novohispana delmomento, no hemos encontrado ningún impreso que responda a esta temática.

22. A este respecto puede verse una cumplida selección de ellos en Ceremonias solemne... (2007, núm. de catálogo103 a 107). En relación a las solemnidades realizadas en Madrid, capital de la monarquía en 1789, puede con-sultarse Bonet Correa (1183a).

23. Barbón (2006: 147-166) describe también las fiestas organizadas en febrero de 1790, en la comunidad deSantiago del Cercado de Lima, Virreinato del Perú, con motivo de la proclamación de Carlos IV.

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MIGUEL LUQUE TALAVÁN y MARÍA CASTAÑEDA DE LA PAZ

Quise satisfacer de algún modo mis deseos no sólo de ostentar la fidelidad de

los indios de aquella Villa que gobernaba, sino nuestra particular complacencia

y júbilo por el logro de un rey tan benéfico. Al intento apuré mis esmeros. No

perdoné trabajo en colectar lo preciso ni gasto de mi bolsillo [...] En efecto, la

función -aunque no fue como hubiera querido pero creo no se ha celebrado otra

igual-, fue con mucha la magnificencia del carro triunfal que fabriqué y mucho

mayor la representación de 30 reyes antiguos con sus respectivos séquitos que la

solemnizaron (...) (AGI-M, vol. 1462, fol. Iv).

Pero los exripendios por la jura y proclamación de Carlos IV en laVilla de San Miguel el Grande no se redujeron a los realizados por el cacique.En 1791, el cabildo secular de la villa encargó también al destacado graba-dor Jerónimo Antonio Gil una medalla conmemorativa de la jura al nuevomonarca, dándose asimismo la circunstancia de que este artista fue el querealizó casi todas las medallas para las juras de Carlos IV en la Nueva España(Romero de Terreros, 1952: 42-43; Rodríguez Moya, 2006: 56-57).

EL ESCUDO DE ARMAS

Son frecuentes las relaciones de méritos y servicios en las que los protagonistassolicitan a la Corona algún tipo de merced como recompensa a los esfuerzosrealizados, ya sea en diversas campañas de conquista, ya sea en organizaralgún tipo de celebración pública relacionada con la casa real (nacimientos,esponsales, proclamaciones o defunciones). Ahora bien, el origen de estassolicitudes hay que buscarlo en el culto al linaje vigente en el mundo hispá-nico durante el Antiguo Régimen. Un culto que tenía un doble fin: el de laexención de impuestos y el de gozar de varios privilegios sociales u honorífi-cos que procuraban el respeto debido a la sangre noble.

A modo de ejemplo, y para contextualizar mejor el caso de don FelipeBartolomé, puede traerse a colación el caso de Francisco Javier Salgado. Unempresario radicado en Filipinas que, en 1762 y con el fin de solicitar mercedde título de Castilla, presentó como uno de sus méritos el haber sufragadolas exequias que, por el fallecimiento de la reina María Amalia de Sajonia,se hicieron en Filipinas (Mejías Alvarez, 2002: 23). Este personaje había

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EL CACIQUE NOVOHISPANO DON FELIPE BARTOLOMÉ RAMÍREZ HERNÁNDEZ DE LA MOTA

promovido, entre otras empresas, la fabricación de añil en pasta. Distinguidoen la defensa de Manila durante la ocupación británica, solicitó el título deMarqués de la Fidelidad, que finalmente no le fue concedido (Luque Talaván,2007: 169-209).

A tenor de la documentación hallada, desconocemos la descripción yel diseño preciso de las armerías otorgadas al cacique y su linaje. Por las brevesnoticias que de ellas se dan, debía de tratarse de un escudo descriptivo, tantípico de la heráldica indiana que su factura debía de servir como signo iden-tificativo del linaje que las recibió. Según sus indicaciones, en el campo de suescudo habrían de dibujarse "las empresas que se figuraban en el mencionadoMapa" (AGN-RC, vol. 192, exp. 109, íbl. 273v). Con el "mapa" se refería al cor-tejo descrito con anterioridad, pero difícil es de imaginar la inclusión de todossus elementos, siendo una incógnita lo que se vería obligado a seleccionar.

Sin duda, este tipo de blasones es un elemento más que ayuda a com-prender a las élites del momento, puesto que dichos emblemas son evidenciatangible de algunas de las actuaciones de sus propietarios o de sus antepasa-dos. Es el caso de don Felipe Bartolomé: una representación gráfica del yodel agraciado, circunstancia que viene a reforzar la idea de que la heráldica esun lenguaje ideográfico, donde cada símbolo remite a una idea o un hechoconcreto. En este caso, parte de la representación se refería a las fiestas queorganizó en la Villa de San Miguel el Grande con motivo de la jura y procla-mación de Carlos IV. Con relación al escudo que aquí comentamos debemosdecir que, puesto que la posesión de blasones no implicaba otro privilegioque la facultad de poder exhibirlo públicamente, la Corona se solía mostrarpermisiva a la hora de atender de modo favorable estas solicitudes.24 Por ello,es posible que el escudo también se le concediera.

REFLEXIONES FINALES

Dice Burke que "toda imagen cuenta una historia" (Burke, 2005: 177). Aunasí, y ante el despliege ya descrito que supuso esta representación en la Villa de

24. Y es que hay que recordar que los escudos de armas, salvo rarísimas excepciones, no constituyen prueba denobleza, pues su posesión no está, ni lo ha estado nunca, circunscrita sólo al estado noble.

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MIGUEL LUQUE TALAVÁN Y MARÍA CASTAÑEDA DE LA PAZ

San Miguel el Grande, son más las preguntas que las respuestas que podemosofrecer: ¿Quién ideó y materializó desde el punto de vista artístico esta repre-sentación?, ¿cuál fue el coste real de todo ello?, ¿existen otros ejemplos simila-res en la misma Villa de San Miguel el Grande de festejos de esta dimensión?,¿por qué razón se realizaron dos imágenes prácticamente iguales y no serepresentó el cortejo completo?, ¿acaso se perdió parte de la documentación?,¿cuáles fueron los emperadores romanos caracterizados?, ¿fue la organizacióndel resto del cortejo similar a la que podemos observar en los dos mapas! Aéstas y otras cuestiones trataremos de seguir dando respuesta en próximasinvestigaciones.

Lo que sí podemos afirmar, en primer lugar, es que la ceremonia fueuna gran puesta en escena de un sentimiento de fidelidad a la monarquíahispánica y a su soberano, así como una inmejorable ocasión de honrar aambos. En segundo lugar, que la concesión de la merced de escudo de armasculminaba el ascenso social de don Felipe Bartolomé Ramírez Hernández dela Mota. Un ascenso en el que es más que probable que interviniese todo ellinaje a través de una cuidada política matrimonial y el desempeño de des-tacados empleos, así como a través de la realización de servicios a la Corona,tal y como fue la fiesta analizada a lo largo de las páginas precedentes. Unaestrategia muy común en el Antiguo Régimen y que podemos encontrar enotras muchas familias del momento, tanto indígenas como españolas.

Un aspecto que se debe tener en cuenta en todo este análisis es que enun mundo tan afecto a los honores, donde el brillo social no venía sólo porlo que uno era sino, fundamentalmente, por el linaje al que se pertenecía, lanobleza indígena comprendió que debía preservar la memoria de sus orígenespara hacerla valer como mérito ante la Corona y pervivir así como gruposocial privilegiado. Fenómeno que se observa a todo lo largo y ancho delespacio indiano, aunque en el caso y la época que nos ocupan, muchos de loscaciques ya no eran descendientes de los antiguos señores de linaje. Por ello esprobable que hicieran este tipo de demostraciones de fidelidad para salir delanonimato al que ya los tenía reducida la sociedad del momento.

Lo tardío de la fecha de concesión de las mercedes solicitadas enlazanecesariamente nuestro tema de estudio con los difíciles acontecimientos queviviría el Virreinato de la Nueva España pocos años después. Contrasta asíla fidelidad de nuestro personaje y las muestras de júbilo organizadas por la

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subida al trono de Carlos IV, cuando unos años más tarde, el 7 de septiembrede 1810, y en la misma localidad, don Ciríaco García, nuevo gobernador delos indios de San Miguel el Grande, redactó un escrito a favor de los america-nos y en contra de la opresión de los españoles (AGN-OP, vol. 30, exp. 1, fol. Ir, enTanck de Estrada, 1999: 533, n. 4).

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