El asentamiento rural almohade de La Alquería (Hinojos, Huelva)

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El asentamiento rural almohade de La Alquería (Hinojos, Huelva) Juan Aurelio Pérez Macías * Resumen: En este trabajo se da a conocer el registro cerámico de una alquería islámica de época almohade en término municipal de Hinojos, en la provincia de Huelva, haciendo hincapié en la relación existente entre el patrón de asentamiento de época islámica y los intentos de repoblación cristiana llevados a cabo en la segunda mitad del siglo XIII. Abstract: In this study we present the pottery register of an Islamic farmhouse in Almohade´s times in the municipal term of Hinojos, located within the province of Huelva, emphasizing the relation between the pattern of settlement in Islamic times and the attempts of Christian repopulation in the second half of the 13th century. * Universidad de Huelva

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El asentamiento rural almohade de

La Alquería (Hinojos, Huelva)

Juan Aurelio Pérez Macías*

Resumen: En este trabajo se da a conocer el registro cerámico de una alquería islámica de época almohade en

término municipal de Hinojos, en la provincia de Huelva, haciendo hincapié en la relación existente

entre el patrón de asentamiento de época islámica y los intentos de repoblación cristiana llevados a

cabo en la segunda mitad del siglo XIII.

Abstract: In this study we present the pottery register of an Islamic farmhouse in Almohade´s times in the

municipal term of Hinojos, located within the province of Huelva, emphasizing the relation between the

pattern of settlement in Islamic times and the attempts of Christian repopulation in the second half of

the 13th century.

* Universidad de Huelva

VI ENCUENTRO DE ARQUEOLOGÍA DEL SUROESTE peninsular

EL ASENTAMIENTO RURAL ALMOHADE DE LA ALQUERÍA (HINOJOS, HUELVA) – JUAN AURELIO PÉREZ MACÍAS 1

INTRODUCCIÓN

El Área de Arqueología de la Universidad de Huelva ha dedicado los últimos años

al proyecto de Arqueología Urbana en Niebla, que en sus planteamientos

generales escogió este asentamiento por ser el único de la provincia de Huelva

en el que podía estudiarse de manera diacrónica la evolución del fenómeno

urbano en el suroeste peninsular, desde sus inicios en el Bronce Final Tartésico

hasta la actualidad (Campos et al. 2006).

En el transcurso de este proyecto el concepto de ciudad se entendió en el

sentido de centro urbano y territorio que controla. Con ello las investigaciones

del proyecto no se centraron sólo en el territorio intramuros que define la cerca

amurallada (Campos, Rodrigo y Gómez 1997), sino en el alfoz, que da las pautas

para la explicación de determinados rasgos de la evolución de la ciudad que no

pueden comprenderse sólo con el estudio de la caracterización histórica de la

trama urbana (Benabat y Pérez 1999; Pérez et al. 2002).

En este mismo sentido, afrontar una proyecto de este tipo suponía considerar el

territorio en su valor histórico, más allá de la configuración actual de los

términos municipales, y aunque esta premisa siempre estuvo clara en la solicitud

de los permisos de intervención arqueológica, por razones administrativas quedó

reducido al espacio actual. No obstante, el equipo de investigación ha estado

atento a cuantas intervenciones, hallazgos casuales, etc, se produjeran en el

territorio histórico de la ciudad, pues, aunque la investigación no fuera

sistemática, podría aportar una información que por encima de los requisitos

legales creímos necesaria. Con esta orientación hemos ido realizando un

catálogo de yacimientos de la Tierra Llana de Huelva para contrastar sus pautas

de referencia con nuestros trabajos en Niebla (Pérez Macías 2004a y 2005). Los

hallazgos casuales también ayudan al conocimiento del estudio del patrón de

poblamiento, y en esta perspectiva se inserta el estudio del asentamiento

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andalusí de la Alquería de Hinojos que vamos a presentar a continuación, con el

cual vamos a reflexionar sobre la relación existente entre los asentamientos

almohades y la repoblación cristiana de los distritos administrativos de Niebla y

de Sevilla.

1. POBLAMIENTO ISLÁMICO Y REPOBLACIÓN CRISTIANA

Los asentamientos islámicos de la zona son difíciles de categorizar habida cuenta

de la disparidad conceptual de las fuentes árabes en sus descripciones, excepto

Niebla, que como centro de la mayor parte del territorio, es siempre calificada

como madīna. Un buen ejemplo de la confusa aportación de las fuentes nos

muestra Huelva, unas veces denominada qarya –alquería– o madīna –ciudad– y

en otras ma‘qil –fortaleza– (García Sanjuán 2002a). Salvo los pequeños castillos

para la protección de los caminos y de determinados recursos, el resto de los

asentamientos representan un estadio urbano de mayor o menor envergadura,

desde la ciudad con todos sus componentes urbanos –madīna– hasta la simple

aldea –balda–, con una economía abierta al comercio, la agricultura, la pesca, y

la metalurgia, distante del concepto de alquería –qarya–, definida en la mayor

parte de los casos por la explotación agrícola de un territorio y por su

pertenencia a un linaje.

Las últimas investigaciones arqueológicas nos ofrecen también algunas claves

para comprender el poblamiento rural (Fig. 1). También en este punto el aporte

de las fuentes obliga a no establecer generalizaciones, pues una y otra vez los

asentamientos rurales se describen como aldea –qarya–, cortijo –day‘a– y

hacienda –maŷšar–. La densidad de este poblamiento rural puede entreverse en

la Descripción Anónima de al-Andalus, que nos señala que de Niebla dependían

más de mil aldeas (Roldán 1993). Los estudios territoriales sobre al-Andalus han

favorecido el planteamiento de propuestas, y entre ellas destaca la de P.

Guichard (1976), quien ha insistido en el término aldea (qarya) para describir la

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Fig. 1.— Poblamiento islámico al Oeste del Guadalquivir

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sociedad rural de al-Andalus como comunidades campesinas que controlan los

mecanismos de producción. M. Barceló añade a estas comunidades campesinas

una orientación fiscal, de unidad de cobro de impuestos (Barceló 1985). Este

esquema de poblamiento rural ha sido completado para la zona valenciana por

A. Bazzana con un marcado carácter territorial, los distritos castrales, un modelo

de aldeas rurales agrupadas en torno a un castillo, que representa el elemento

de defensa estática de las propias comunidades campesinas (Bazzana 1992). Sin

embargo, resulta dificultoso poder acercarse a estos asentamientos rurales sólo

a partir del registro de superficie, pues en un medio extensamente cultivado

como son las campiñas onubenses y sevillanas, las dimensiones de los

yacimientos pueden variar en gran extremo dependiendo del tipo de roturación.

Por otra parte, son escasos los yacimientos excavados, entre ellos La Almagra

(Vidal et al. 2003; 2008) y El Perú (González García 2003), y en ningún caso se ha

documentado la planta completa de las edificaciones, con lo cual es arriesgado

poder obtener conclusiones fiables. Con ello el rango del tamaño se diluye, sin

que podamos asimilar los conceptos que aparecen en las fuentes con una

tipología de yacimientos concretos, y ello se complica cuando estas agrupaciones

campesinas se encuentran relacionadas con algún linaje, como sucede en

Buryāna, de donde eran oriundos los Banū Milhān, qaryat Hawzan y la qaryat al-

Bi riyyīn (Bosch 1984: 337). Para solucionar estos problemas metodológicos

sería preferible utilizar el concepto de hacienda –maŷšar– (Oliver 1945), un

término que está ampliamente recogido en el Repartimiento de Sevilla para

definir aquellos asentamientos rurales menores que no eran cabecera de

distritos fiscales, que en muchos casos es sinónimo de alquería, pues muchas

veces, como ocurría en época romana con las uillae rusticae, estos

asentamientos rurales reproducían en pequeño el universo urbano (baños,

mezquitas, etc) y eran en cierto modo autosuficientes.

Otra vocación tienen los asentamientos rústicos de la zona del Andévalo y la

Sierra, generalmente fortificados – ūn–, donde no se ha documentado la

existencia de asentamientos dedicados a la producción agrícola. Todos los casos

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están relacionados con la producción de hierro y la explotación de manganeso

(Pérez et al. 2005), entre los que pueden citarse Cabezo Gibraltar (Puebla de

Guzmán), Alfayat de la Peña (Puebla de Guzmán), Castillejito de Cueva de la

Mora (Almonaster la Real), Castillo de Salomón (Riotinto), Castillo de Buitrón

(Zalamea la Real), Castillo de Palanco (Zalamea la Real), Castillo de Almonago

(Zalamea la Real), Cerro de Santa María/Santa Marta (Santa Olalla del Cala), y el

mismo castillo de Aznalcóllar.

Los estudios arqueológicos detectan en la Kūra de Niebla esta fuerte densidad de

poblamiento rural (García Sanjuán 2002b y 2003b), con una tupida red de

alquerías en los siglos XI y XII, y una drástica reordenación del territorio a lo largo

de la segunda mitad del siglo XII y la primera mitad del siglo XIII, que cristaliza en

un modelo de asentamiento concentrado, que quedaría definitivamente fijado

por la repoblación cristiana (Pérez et al. 2000).

En el ámbito urbano, sin embargo, la repoblación cristiana ocupa las ciudades

(Niebla, Huelva y Gibraleón), los ejes centrales sobre los que se organiza el

territorio desde un punto de vista político y económico. Esta es la razón de que

sean sólo ellas las que conserven sus nombres árabes (García Sanjuán 2003a).

La falta de referencias textuales sobre la repoblación y repartimiento del distrito

de Niebla no impide, sin embargo, que podamos acercarnos a conocer cómo se

llevó a cabo. Los trabajos de campo realizados en los últimos años nos muestran

un paisaje rural densamente habitado, en el que sirven de referencia multitud de

alquerías distribuidas a intervalos regulares, pero sin que se adivine una

organización con asentamientos fortificados de mayores dimensiones que nos

permitan plantear la existencia de comarcas castrales. El conocimiento es

bastante satisfactorio en los términos municipales de Niebla, Bonares y Rociana

del Condado, y la dispersión de estos asentamientos rurales tiene unas medidas

de separación de unos y otros con medias de 800 m, lo que puede traducirse en

una parcelación que ronda las 201 hectáreas por asentamiento, entre las 200 y

230 fanegas de tierra (Pérez Macías 2002).

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Tal densidad no podía ser mantenida por la repoblación, que tuvo que

conformarse con el repartimiento de los espacios urbanos de las medinas y del

ruedo agrícola de éstas. Después del esfuerzo repoblador realizado en el alfoz de

Sevilla, y sobre todo en la zona del Aljarafe, en Niebla permanecería

probablemente la población musulmana, ya que no consta su expulsión tras la

conquista de la ciudad (González Jiménez 1991). Sólo tras la revolución mudéjar

de 1264, Alfonso X se vería obligado a la expulsión de la población musulmana,

con lo cual hasta fines del siglo XIII parece que no se realizó una efectiva

repoblación del territorio, pero de este proceso no ha quedado huella

documental alguna, salvo una posterior relación de aldeas de la tierra de Niebla

que se incluye en el texto de donación de Niebla a la Casa de Guzmán en el siglo

XIV (Ladero 1992; Anasagasti y Rodríguez 2006). Esta tímida repoblación habría

comenzado por el Concejo de Niebla a comienzos del siglo XIV, como se detecta

en algunos lugares del alfoz, especialmente en la aldea de El Castillejo. Sin

embargo, todos estos lugares que aparecen ahora castellanizados eran en

realidad antiguas alquerías islámicas. Muchos de ellos tienen restos de estas

alquerías, como sucede entre otros en Bonares (La Barrera), Beas (Cabezo del

Moro), Candón (Cerro del Moro), San Juan del Puerto (Zorrera), Palos (Pozo,

Campos y Borja 1996) y Moguer (Asín 1940; Valencia, 1993), Almonte –al-Munt-

y Bollullos –Balālīš–, por citar algunos ejemplos. Es muy probable, como

conocemos en otros lugares, que esta repoblación tardía hubiera tendido a la

recuperación de todas las alquerías y aldeas musulmanas como donadíos

menores, pero las dificultades demográficas harían imposible el intento y sólo

pudieron mantenerse algunas de ellas, mientras que de otras quedó el recuerdo

con la construcción de ermitas o monasterios rurales, como sucedió en

Montemayor en Moguer –M nt Mayūr–, Clarines en Beas, y Parchilena –

Convento de la Luz, Lucena del Puerto– (Márquez 1990: 175).

Mayores posibilidades de estudio de este fenómeno existen en la parte oriental

de la provincia de Huelva, que en época islámica entraba dentro de la tierra de

Sevilla. El Libro de Repartimiento de Sevilla nos ofrece muchas noticias de estos

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lugares repoblados, y en todos ellos constatamos la existencia de una alquería

anterior de época almohade. En algunos casos la documentación nos señala el

nombre del lugar y el nuevo que dan los pobladores, en casi todas las ocasiones

sin éxito (González 1951).

El Aljarafe sevillano había sido conquistado por la Orden de Santiago comandada

por Pelayo Pérez Correa antes de la capitulación de Sevilla. Su repartimiento se

realizaría a partir de sus cabeceras, Aznalfarache, Sanlúcar la Mayor, Aznalcázar,

y Tejada. Aunque todas las aldeas dependientes de cada una de las cabeceras no

puedan hoy identificarse, muchas de ellas conservan aún su antiguo nombre

(Valor 2003). El distrito de Tejada se extendía por la comarca conocida

actualmente como Campo de Tejada (Paterna del Campo, Escacena del Campo,

Manzanilla, y Chucena, y Huevar), un comarca fronteriza con la tierra de Niebla,

que se extendería probablemente hasta Aznalcóllar, y el Libro de Repartimiento

contiene una larga lista de alquerías, Bulchena (Purchena, Chucena), Chucena

(Chucena), Alcalá de Tejada (Alcalá de la Alameda, Chucena), Benafic (Benafique,

Manzanilla), Machanilla (Manzanilla), Lapiçar (Alpizar, Paterna del Campo),

Paterna Fábula (Paterna del Campo), Escacena (Escacena del Campo), Ontugena

(Tujena, Paterna del Campo), Bardajena (Barbacena, Escacena del Campo),

Carranchena (Garruchena, Hinojos), Gelo Rauz (Coto de Gelo, Hinojos), Espechilla

(Espechilla, Huevar), Leyrena (Lerena, Huevar), etc. Quedan por localizar los

lugares de Bulules, Petronila, Gençena y Biçena. Al sur, tocando las marismas del

Guadalquivir, se encontraba la cabecera de Aznalcázar, dentro de la cual estaba

Onuius, La Alquería (Hinojos), y otras haciendas próximas, como Cortijo del Vico

y La Marina (Pérez et al. 2007).

A través de estas dos cabeceras se comunicaba Sevilla con Niebla por dos

caminos. Uno de origen romano, que terminaba en Italica, para pasar el río en

Alcalá del Río (Vado de las Estacas), denominado por al-‛Uḏrī como Camino de

Caravanas (rifāg), y otro por el sur, por Villamanrique de la Condesa (Roldán

1993).

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El registro arqueológico de estos lugares demuestra que todos ellos eran

alquerías musulmanas, como sucede entre otros en Alpizar (Mercado et al. 2001)

y Purchena (Pérez y Serrano 2004). En algunos casos el Libro de Repartimiento

nos indica el nombre del lugar y la nueva denominación que se le otorgó por el

rey en relación con los nuevos pobladores, entre los que pueden citarse Alcala de

Tejada “que en tiempo de moros dezien Machar Palmet”, Gençena, que

cambiaría el nombre por Villa Hermanos, Biçena, llamada por el rey Lobera, Gelo

Rauz, donde se dio heredamientos a portugueses y mudo por esto su nombre a

Portogalesa, y Bulchena, que fue dada a los caballeros del rey Alfonso y se llamó

Ballesteros.

Estos cambios de nombres de las alquerías islámicas dejaban claro que en

muchas ocasiones el poblamiento atendía a la continuidad del patrón de

asentamiento y explotación del territorio en época almohade, pero en otros,

como en Onuius (Hinojos), la denominación castellana presumía el nacimiento de

un nuevo núcleo sin conexión directa con el sistema de poblamiento islámico.

Pero por los datos que aportan los asentamientos islámicos de la zona se

acredita también que aunque no se haya conservado en el Libro de

Repartimiento el nombre islámico, el origen de la nueva puebla tiene que ver con

los yacimientos islámicos anteriores, como La Alquería (Fig. 2). La pérdida de la

denominación de asentamiento de La Alquería pudo estar relacionada con la

nueva situación de la puebla cristiana, ligeramente desplazada del lugar que

ocupaba la alquería islámica. Cuando las pueblas se sitúan sobre las antiguas

alquerías islámicas, se conserva castellanizada la denominación árabe, como los

nombres terminados en “ena” de Chucena, Escacena, Purchena, etc., pero

cuando se había abandonado el asentamiento islámico y la repoblación se

asienta en las inmediaciones, la nueva fundación tiene nombres de origen latino

y castellano, como Onuius. Estos nombres de ascendencia latina serían así la

consecuencia del abandono del antiguo asentamiento almohade, mientras los

nombres árabes castellanizados significarían la repoblación de antiguas alquerías

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islámicas. Con este razonamiento, toda la repoblación del distrito de Tejada se

habría realizado sobre las alquerías islámicas, menos en el caso de Onuius,

donde, por razones que desconocemos, aunque hay que achacarlo al proceso de

conquista, se abandonó la alquería islámica y la repoblación creo un nuevo

asentamiento en las inmediaciones.

Fig. 2.— Situación de La Alquería (Hinojos)

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2. LA ALQUERÍA DE HINOJOS

El asentamiento de La Alquería fue parcialmente destruido en las obras de

reforma de la carretera comarcal de Pilas (Sevilla) a Hinojos (Huelva), y los datos

que se aportan proceden de la prospección que realizó en su día el arqueólogo

provincial D. José Castiñeira Sánchez, que amablemente nos cedió sus notas para

el estudio. Las máquinas excavadoras pusieron al descubierto unas estructuras

siliformes en el lugar conocido como La Alquería, en término municipal de

Hinojos, próximo al casco urbano (Fig. 3), y las cerámicas de los mismos se

depositaron en el Museo Provincial de Huelva, donde hemos tenido acceso a

ellas gracias al interés y gentileza de su directora Dª Juana Bedia García.

Según los datos aportados por D. José Castiñeira Sánchez los silos estaban

reutilizados como vertederos, colmatados con material cerámico fragmentado,

elementos arquitectónicos (ladrillos) y cenizas, que interpretó como nivel de

incendio. Las dimensiones de uno de estos silos eran de 1,30 m de altura y 1,10

m de profundidad, y se accedía a él por una pequeña galería, rellena también de

material de desecho, con unas dimensiones de 0,68 m de alto, 0,76 m de ancho,

y cubierta plana. El silo y la galería estaban excavados a pico en el terreno de

margas calizas. La galería tenía un desarrollo de 2,80 m, y partir de ahí estaba

parcialmente obturada.

Un croquis que acompaña a esta información nos detalla también los perfiles

estratigráficos dejados al descubierto por las obras de la carretera: un primer

nivel correspondiente al firme de la antigua carretera, de unos 0,35 m de

potencia; un estrato rojizo, muy plástico, de entre 0.60 y 1,10 m de profundidad

según los tramos, donde se encuentran todos los restos cerámicos, y cuya

tonalidad varía entre los tonos rojizos y los castaños, aunque de idéntica textura;

y el suelo natural de margas calizas, en el que no se observaron señales de

alteración antrópica. En el estrato de ocupación se detectaron también algunas

Fig. 3.— Restos de silos de almacenamiento

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secciones de muros correspondientes a unidades de habitación. Los muros

tenían una potencia de 0,30 m, una anchura de 0,40 m, y sus cimentaciones eran

de grandes bloques de caliza sin desbastar con mortero pobre en cal.

Un análisis minucioso de la superficie de dispersión de los restos cerámicos en

los alrededores de la carretera permite conocer que la extensión del

asentamiento era de unas 2 hectáreas, extensión que denota por sí sola la

importancia del yacimiento.

Aunque la prospección no fue intensiva, lo que hubiera permitido una mejor

definición del asentamiento, los datos del informe y el lote cerámico depositado

en el Museo Provincial de Huelva, permiten, al menos, unas breves precisiones

en cuanto a la cronología de la ocupación y su significación histórica.

Independientemente de su catalogación como asentamiento rural andalusí, uno

más de la serie que llevamos inventariados, nos parece de sumo interés la

situación del mismo, porque de ella pueden extraerse unas consecuencias que

pueden ofrecer la pauta para la interpretación del patrón de asentamiento y, lo

que es más sugestivo, su relación con la posterior repoblación cristiana.

En otro trabajo anterior hemos señalado la relación que existe entre el

poblamiento islámico y la repoblación cristiana, y nos hemos decantado por un

modelo de explicación que hace depender la repoblación cristiana rural del

sistema de explotación anterior de época almohade (Pérez Macías 2004b). En

este caso, La Alquería de Hinojos parece confirmar la regla, la repoblación

cristiana de Hinojos se asentó en un lugar cercano a donde se encontraban

asentamientos almohades, tal como ocurre en otros lugares de la tierra de

Niebla, Palos, Moguer, Lucena del Puerto, Chucena, Candón, etc. En unos casos

el asentamiento islámico se encuentra en el mismo lugar que el posterior

cristiano, mientras en otros el asentamiento islámico contó con una repoblación

cristiana en las cercanías, a menos de unas centenas de metros. Tras la

sublevación mudéjar y el abandono forzoso de los asentamientos islámicos, es el Fig. 4.— Cerámicas de La Alquería (Hinojos)

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lugar de la repoblación cristiana el que perdura, aunque en muchas ocasiones el

lugar islámico queda fosilizado en la toponimia, como ocurre claramente en

Hinojos en La Alquería y en el arroyo próximo, el Arroyo del Algarbe.

La Alquería de Hinojos parece reflejar bien este esquema que hemos comentado

anteriormente, proximidad a la repoblación cristiana y una cronología tardía de

fines del siglo XII y primera mitad del siglo XIII, según los tipos cerámicos

presentes.

Entre estas formas cerámicas se encuentran los jarritos con el borde vertical

moldurado (Fig. 4: 1 a 3), muy semejantes en perfil a los jarros con pitorro

vertedor, considerados lecheras por A. Bazzana y P. Cressier (1989), corrientes

en contextos almohades de los siglos XII y XIII en Cádiz (Fernández Gabaldón

1987), Sevilla (Pleguezuelo y Lafuente 1995), y Silves . Le siguen en abundancia

las jarras de acarreo, de cuerpos redondeados, largo cuello con borde engrosado,

y asas de látigo (Fig. 4: 5 y 6 y Fig. 4: 7 a 9), abundantes también en conjuntos

cerámicos almohades de Saltés (Bazzana y Bedia 2005), Mértola (Gómez

Martínez 2004), Murcia (Navarro Palazón 1991), y Sevilla (Vera y López 2005).

Característicos de este momento son también los candiles de pie alto (Fig. 5: 13 a

15), fechados a fines del siglo XII y primera mitad del siglo XIII (Roselló Bordoy

1978), y los ataifores carenados con vedrío transparente (Fig. 5: 11), que se

inician en el siglo XII y evolucionan hasta época nazarí (Cressier et al. 1991). En

una proporción menor se encuentran las marmitas, de cuello cilíndrico

desarrollado (Fig. 4: 4), y los alcadafes, con decoración incisa a peine (Fig. 5: 12),

que repiten tipos bien conocidos en los repertorios almohades de los paralelos

ya reseñados.

Esta alquería debía marcar el límite sur entre los distritos sevillanos de al-Ba al

(Campo de Tejada) y al-Barr, los aqalīm más occidentales de la Kūra de Išbīliya

(Valencia 1988). En el distrito de al-Barr sitúan los autores árabes las alquerías de

Warb (¿Huevar?) y Mūra/Mawra, identificada esta última con Villamanrique de

la Condesa, que en el Libro de Repartimiento aparece como Mures. Una de las Fig. 5.— Cerámicas de La Alquería (Hinojos)

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cabeceras de este distrito, que algunos autores suponen que es el mismo que al-

Šaraf (Aljarafe), sería como nos señala el Repartimiento el asentamiento

fortificado de i n al- a r (Aznalcázar). El mismo repartimiento nos apunta que

todo el Aljaraque pudo estar dividido en tres distritos castrales, Aznalfarache,

Castilleja de la Cuesta y Aznalcázar.

De este modo la documentación actual permite confirmar esa descripción de los

caminos entre Sevilla y Niebla acompañados por muchas alquerías con campos

de olivos. Estas zonas de campiña entre ambas ciudades, con suelos muy aptos

para la agricultura, fueron las de mayor densidad de población de la provincia de

Huelva en época islámica, y su poblamiento ofrece un fuerte contraste con las

comarcas del Andévalo y la Sierra, en las que sólo existían asentamientos

fortificados dispersos junto a las masas de sulfuros polimetálicos, para la

producción de hierro, y en los afloramientos de manganeso, que probablemente

fueron minados desde este momento (Fig. 1).

En conclusión, la repoblación cristiana de la campiña intentaría mantener los

niveles demográficos y la producción agrícola de época almohade con donadíos

menores. En todos los casos, se aprovecharon estos asentamientos almohades

como referentes de repoblación, salvo en Onuius, creado ex novo en las

cercanías de la alquería islámica abandonada. Esto explicaría que sea Onuius el

único nombre latino entre los asentamientos de los nuevos pobladores

cristianos.

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