El arco el mar con los extremos bebe: Lope de Vega y el mito del arco iris bebedor

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«EL ARCO EL MAR CON LOS EXTREMOS BEBE»: LOPE DE V EGA Y EL MITO DEL ARCO IRIS BEBEDOR 1 JOSÉ MANUEL PEDROSA Universidad de Alcalá A Damna Barredo y Elías Rubio El Soneto 13, A una tempestad, de Lope de Vega: Con imperfectos círculos enlazan rayos el aire que en discurso breve, sepulta Guadarrama en densa nieve, cuyo blanco parece que amenazan. Los vientos campo y nubes despedazan, el arco el mar con los extremos bebe, súbele al polo y otra vez le llueve, con que la tierra, el mar y el cielo abrazan. Mezcló en un punto la disforme cara la variedad con que se adorna el suelo, perdiendo Febo de su curso el modo. Y cuando ya parece que se para el armonía del eterno cielo, salió Lucinda y serenose todo. 2 El Soneto 13 de las Rimas que con insistente éxito editorial dio (a partir de 1602) Lope de Vega a la imprenta es un poema de estilo complejo y de versos nada fáciles (unos cuantos de ellos) de descifrar. Entrega, con deslumbradora maestría técnica y volcánica pasión emocional, 1. Este artículo ha sido redactado en el marco del proyecto de Investigación del Ministerio de Educación y Ciencia Digitalización de la Gran Enciclopedia Cervantina. HUM2006-06393; y como actividad del Grupo de Investigación Seminario de Filología Medieval y Renacentista de la Universidad de Alcalá: CCG06-UAH/HUM-0680. Agradezco las indicaciones que sobre él me han hecho José Luis Garrosa, Carina Zubillaga y Gisela Roitman. 2. Lope de Vega, Rimas humanas y otros versos, ed. Antonio Carreño, Crítica, Barcelona, 1998, pp. 132-133.

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«el arco el mar con los extremos bebe»:loPe De Vega y el mito Del arco iris bebeDor1

josé manuel PeDrosa

Universidad de Alcalá

A Damna Barredo y Elías Rubio

El Soneto 13, A una tempestad, de Lope de Vega:

Con imperfectos círculos enlazanrayos el aire que en discurso breve,sepulta Guadarrama en densa nieve,cuyo blanco parece que amenazan. Los vientos campo y nubes despedazan,el arco el mar con los extremos bebe,súbele al polo y otra vez le llueve,con que la tierra, el mar y el cielo abrazan. Mezcló en un punto la disforme carala variedad con que se adorna el suelo,perdiendo Febo de su curso el modo. Y cuando ya parece que se parael armonía del eterno cielo,salió Lucinda y serenose todo.2

El Soneto 13 de las Rimas que con insistente éxito editorial dio (a partir de 1602) Lope de Vega a la imprenta es un poema de estilo complejo y de versos nada fáciles (unos cuantos de ellos) de descifrar.

Entrega, con deslumbradora maestría técnica y volcánica pasión emocional,

1. Este artículo ha sido redactado en el marco del proyecto de Investigación del Ministerio de Educación y Ciencia Digitalización de la Gran Enciclopedia Cervantina. HUM2006-06393; y como actividad del Grupo de Investigación Seminario de Filología Medieval y Renacentista de la Universidad de Alcalá: CCG06-UAH/HUM-0680. Agradezco las indicaciones que sobre él me han hecho José Luis Garrosa, Carina Zubillaga y Gisela Roitman.

2. Lope de Vega, Rimas humanas y otros versos, ed. Antonio Carreño, Crítica, Barcelona, 1998, pp. 132-133.

uno más de los requiebros poéticos que el Fénix de los Ingenios dedicó a su amante de muchos años, Micaela de Luján, poéticamente apodada Lucinda (otras veces Celia o Camila Lucinda), madre de cinco de los hijos del poeta, que hasta 1608 mantuvo con ella ardientes y conflictivas relacio-nes amorosas, mientras estaba legalmente casado con otra mujer, Juana de Guardo, y se relacionaba con unas cuantas amantes más.

Muy en resumen, el soneto hace un retrato “tempestuoso” de la vida sentimental del enamorado poeta: describe una tormenta descomunal, con extremos de nieve y lluvia que hacen que se junten la montaña y el cielo, la tierra y el mar, y que el espacio que cada día recorre el solar Febo pierda sus contornos y su armonía: hasta que con una simple aparición del verdadero sol y un escueto e impactante último verso, con Lucinda, «serenose todo», y volvió todo a su orden.

Antonio Carreño, uno de los editores y estudiosos últimos de las Rimas, sintetizando juicios propios y juicios de la tradición crítica anterior, ha afir-mado del Soneto 13 de Lope que:

-podría ser anterior a 1600;-que, aunque se mencione en él la sierra de Guadarrama, tan cercana a

Madrid, el motivo de la tormenta estival «es tópico» y «no tiene por qué esta-blecer necesariamente una asociación cronológica, o espacial» que se hubiese de tener como indicio de una hipotética «estancia de Lope en Madrid». No habría de entenderse, pues, el poema, como descripción directa de una tormenta en la sierra madrileña, sino como alegoría de una abstracta tormenta de amor cuyas nubes podría solo despejar la aparición final del sol, Lucinda;

-que parafrasea un soneto de Ariosto que comenzaba «Chiuso era il sol da un tenebroso velo, / che si stendea fin all’estreme sponde / de l’orizonte, e murmurar le fronde / e tuoni andar s’udian scorrendo il cielo». Soneto que, apunta Carreño, había sido ya imitado por poetas como Tasso, Ronsard y otros;

-y que los versos finales, que ponen en términos poéticos «la salida de la amada asociada con la naturaleza, también está ampliamente establecida como tópico para realzar la hermosura de la dama»: los sonetos 54 y 57 de Góngora serían ejemplos bien ilustrativos de ello.

Añade Carreño que «también se ha relacionado el soneto de Lope con una fase de resistencia de Lucinda, ante los halagos del amante».

Subraya el mismo crítico, además, que en varias de las muchas ediciones que en vida de Lope salieron de las Rimas se lee «y naves despedazan», en vez de «y nubes despedazan», y explica e incluso justifica esta segunda lectura con el argumento de que

al tratarse de la descripción de una tormenta, si bien invernal, tiene más sentido que la furia del viento despedace las naves en vez de las nubes, siempre que el lector busque una coherencia lógica (lo que tal vez tuvieron en cuenta los otros editores). Confirma la lectura propuesta la alusión de que «el arco el mar con los extremos bebe».3

3. Nota de Carreño, en pp. 883-884, de Lope de Vega, Rimas humanas.

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Propuesta interesante, aunque no del todo convincente, puesto que con la misma coherencia y legitimidad puede haber naves como nubes sobre el mar, y con furia parecida puede acometer en contra de unas o de otras la tormenta. Además, lo que dice el verso 5 es que «los vientos campo y nubes [o bien naves] despedazan», y si entendemos que la alusión al cam-po sostiene la mención del Guadarrama nevado de los versos anteriores, entonces lo más lógico es preferir nubes sobre naves.

Hay que tener en cuenta, por otra parte, que los dos escenarios de la tormenta que saca Lope a relucir, la sierra de Guadarrama y el mar, no son pareja contradictoria ni excluyente. Lo que el Soneto 13 parece sugerir es que las fronteras altas de la tierra montañosa y del mar undoso, y los límites bajos del cielo (el mundo físico), se hallarán en caótica mezcla e indistinción mientras no llegue el sol de Lucinda a trastocar esa geografía física en geografía sentimental y a poner orden en ella. Más adelante com-probaremos, además, que la superstición de raíz folclórica que se trasluce en los versos centrales del soneto es capaz de unir en una ecuación conciliadora la tierra, el mar, e incluso algún lugar más (el cielo): en muchas culturas tiene arraigo, en efecto, la creencia de que el arco iris puede tener un extremo sobre el mar y el otro sobre la tierra, mientras hace subir hasta el cielo y luego descarga el agua que ha bebido sobre uno u otro lugar.

De hecho, los versos que dedica Lope al arco iris en el corazón de su soneto es cierto que aluden al mar, pero no dejan de mencionar a «la tierra» como extremo abrazado a él gracias al arco celeste:

el arco el mar con los extremos bebe,súbele al polo y otra vez le llueve,con que la tierra, el mar y el cielo abrazan.

el soneto 27 De loPe De Vega: ¿arca o arco?

Antes de centrarnos en explorar las resonancias míticas y legendarias ras-treables en estos versos de Lope dedicados al arco iris bebedor es preciso advertir que otro de los hermosísimos sonetos que fueron publicados en su soberbio libro de Rimas, el 27, podría estar acogiendo también una ambi-gua y problemática mención del mismo fenómeno celeste. Mención ambigua y problemática por las discrepancias textuales que asoman en las fuentes antiguas, y porque los críticos no se ponen de acuerdo acerca de si la palabra por la que hay que optar es arca (nave a merced de la tempestad) o arco (arco iris que propicia o que es signo de la tempestad).

El Soneto 27 fue editado de este modo, con la lectura «el arca doble al Austro», por Antonio Carreño:

Bien fue de acero y bronce aquel primeroque en cuatro tablas confió su vidaal mar, a un lienzo y a una cuerda asida,

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y todo junto al viento lisonjero. ¿Quién no temió del Orión severola espada en agua de la mar teñida,el arca doble al Austro, y la ceñidaobtusa Luna de nublado fiero? El que fió mil vidas de una lenguade imán tocada al Ártico mirando,y en líneas treinta y dos tres mil mudanzas, pero más duro fue para su lenguaquien puso (las que tienen contemplando)en mar de una mujer sus esperanzas.4

La edición que del mismo Soneto 27 hizo Felipe Pedraza opta, sin em-bargo, por la lección «el arco doble al Austro»:

Bien fue de azero y bronze aquel primeroque en cuatro tablas confió su vidaal mar, a un lienço y a una cuerda asida, y todo junto al viento lisongero; quien no temió del Orïón severola espada en agua de la mar teñida,el arco doble al Austro y la ceñidaobtusa luna de nublado fiero; el que fio mil vidas de una lenguade imán tocada, al Ártico mirando,y en líneas treinta y dos, tres mil mudanças; pero más duro fue, para su mengua,quien puso (las que tiene contemplando)en mar de una muger sus esperanças.5

La disyuntiva entre arca y arco es de significación capital para el en-tendimiento del soneto en un sentido o en otro, porque el arca habría de ser identificada con una nave que estaría debatiéndose entre las aguas tempestuosas, mientras que el arco remitiría, más bien, al arco iris que sería uno de los motores y signos de la tempestad.

Defiende Carreño la lectura arca doble porque la considera sinónima de «la nave torcida o doblada por el fuerte viento que procede del Aus-tro, como viento del mediodía». Explicación no demasiado sólida, porque la relativa homonimia que vincula a doble con doblada no tiene por qué

4. Lope de Vega, Rimas humanas, pp. 150-151.5. Lope de Vega Carpio, Rimas, ed. Felipe B. Pedraza Jiménez, Universidad de Castilla-

La Mancha, Madrid, 1993-1994, I, pp. 245-246. La edición de Pedraza discrepa de la de Carreño en otros detalles no menores: pone una coma (adecuada, aunque no obligatoria) en el verso 11, propone mengua en vez de lengua en el verso 12, y da el singular tiene en vez del plural tienen en el verso 13. Además, no da sentido interrogativo al segundo cuarteto.

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implicar sinonimia. Doble y doblada son dos palabras formalmente pareci-das, pero semánticamente distintas, y no es lo mismo que un arca (nave) pueda ser doble (¿que tenga una estructura doble?) y que un arca (nave) esté doblada (por la tempestad).

Más coherente en el plano semántico y en el sintáctico nos parece la lectura que propone Pedraza, porque el arco [iris] doble al Austro entraría en concierto armonioso con los dos versos anteriores (los que mencionan a Orión) y con el verso posterior (el que menciona la luna) de ese cuar-teto.

Y, porque, además, aunque esto no lo diga ninguno de los editores de Lope, el arco iris doble es un fenómeno óptico que se produce de vez en cuando y que ha sido con cierta frecuencia observado (y fotografiado): se le ve, en ocasiones, rodeando o ciñendo por fuera el arco iris primario, aun-que con el orden de los colores invertido: con el violeta hacia fuera y el rojo hacia dentro. Los meteorólogos afirman que en ocasiones más raras ha podido ser observado hasta un arco iris triple. Como iremos comprobando más adelante, ya el poeta-astrónomo griego Arato había sostenido, en el siglo iii a.C., que «cuando un arco iris doble ciñe el vasto espacio, eso es señal de lluvia». Y Gabriel Alonso Herrera, en su Obra agricultura, o Agricultura general (1513), señaló también que «si sin haber llovido parescen como dos arcos, es señal de agua; y si parescen después de haber llovido, muestran serenidad».

Si optamos por la segunda lectura, la de «el arco [iris] doble al Austro», la tempestuosa trinidad que tendría como miembros el Orión «severo», el arco iris «doble» y la luna «ceñida», fenómenos celestiales y al mismo tiem-po indicios tenidos por tempestuosos todos ellos, articularía una cadena de versos de coherencia formal y argumental irreprochable: la constelación de Orión con su «espada» que levanta las aguas; el arco iris doble (más adelante tendremos muchísimas noticias de las tradiciones folclóricas que vinculan al arco iris con las tormentas); y la «ceñida obtusa Luna» que trae el «nublado fiero» (también daremos cuenta de las creencias que identifican la luna con cerco con la lluvia), desplegarían, así, toda una temible y triple batería de peligros marítimo-pluviales de coherente eficacia poética.

Téngase en cuenta, a este respecto, que el Orión mencionado en los versos anteriores del soneto era una constelación que se creía, como el mismo Carreño señaló en nota, que «tenía el poder de levantar grandes tempestades marítimas. Ya Petrarca, en el Soneto 41 del Canzoniere establece la figura de Orión como fuerza marítima, contraria a los navegantes: «et Orione armato / spezza a’ trist nocchier governi et sarte» (vv. 10-11).

lunas ceñiDas, lunas cercaDas

Y téngase en cuenta, también, que «la ceñida obtusa Luna de nublado fiero» mencionada después por Lope parece identificarse con otro tipo de fenómeno óptico celeste (el de la luna con cerco) que ha sido tenido tam-

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bién, desde la óptica del pueblo, como augurio de tempestad.De hecho, todavía hoy, en las tradiciones folclóricas de toda España, se

considera que la luna con cerco (incluso a veces el sol con cerco), ceñida obtusamente por tanto, es anuncio de tiempo tempestuoso, o de lo que Lope calificó de «nublado fiero»:

Cuando [la luna] tiene cerco, significa que va a llover.Cuando tiene cerco rojo, significa que va a llover.Cuando tiene cerco pequeño, significa que va a hacer buen tiempo, y cuando tiene cerco grande, significa que va a llover.Cuando tiene cerco y tres estrellas, significa que va a llover.Cuando tiene cerco, significa que va a helar.Cuando tiene cerco, al día siguiente hará mucho aire.Cuando al poniente [el sol] tiene cerco y no se le ve bien, significa que va a llo-ver.6

Cuando se forma una barra negra en las nubes, a la postura de la Luna, señal de agua. Formándose esta barra a la del Sol, lloverá a los tres, siete, o vientiún días.7

La luna con cerco, lluvia y viento.El cerco del Sol moja al pastor y el de la luna lo enjuga.8

La luna con cerco es señal de lluvia, lo que así confirma el refranero: Luna cercada, tierra mojada, luna rodeada, tierra mojada, luna con cerco, agua y viento, luna con cercu, agua ‘n güertu, luna con cerco, agua trae en el cuerno, cerco de luna, agua segura. Lo que confirma la lírica popular en los siguientes términos:

Esta noche va a llover,que tiene cerco la luna,las estrellas me lo diceny el cielo me lo asegura.

[...] Del sol con cerco dicen: cerco de sol, moja al pastor: cerco de la luna, pastor enjuga.9

En algunos pueblos andaluces, hasta se juzga, con exagerado dramatis-mo, que

6. El tiempo. Meteorología y cronología populares, dir. Juan Francisco Blanco, Diputación de Salamanca, Salamanca, 1987, pp. 48-51.

7. Alejandro Guichot y Sierra, «Supersticiones populares recogidas en Andalucía comparadas con las portuguesas», en Biblioteca de las Tradiciones Populares Españolas (1883); reeditado con el título de Supersticiones populares andaluzas, ed. Salvador Rodríguez Becerra, Editoriales Andaluzas Unidas, Sevilla, 1986, n.° 6.

8. Juan Antonio Panero, Sayago: costumbres, creencias y tradiciones, Carlos Sánchez Editor, Medina del Campo, 2000, p. 206.

9. Elviro Martínez, Supersticiones asturianas, Everest, León, 1995, pp. 152-153.

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cerco en la [luna] llena anuncia lluvia o desgracias.

Refrán: Teniendo cerco la luna y estrellas dentro, agua o viento.

Copla:Cerco tiene la luna,mi amante es muerto;no miro para ellade sentimiento.10

Es preciso advertir, antes de continuar, que todas estas creencias en cercos que rodean o que ciñen la luna (a veces el sol) anunciando lluvia y tempestad no son propias únicamente de la tradición española, sino que tienen alcances, geográficos e ideológicos, mucho más amplios, aunque no contemos ahora con espacio para explorarlos en profundidad. Como simples piezas, sin duda, dentro de un repertorio de signos y de agüeros por lo general complejo, en que desempeñan también su papel, ¿cómo no?, el arco iris, las estrellas, los cometas...

Este apretado elenco de las creencias que en torno a los fenómenos celes-tiales y a su influencia en la tierra y en la vida de los humanos atesoran los nativos de cultura nahua del municipio de Mecapayan (Veracruz) dice mucho del amplísimo paradigma ideológico en que es preciso entender todas estas ideas:

Todos los fenómenos del universo son señales de que algo va a suceder en la tierra. Los halos que rodean al sol y a la luna indican cambios de tiempo: el color del halo que rodea a la luna es indicio de lluvia o de sol, de viento o de temblor. El arco iris («los bigotes de nuestro Padre») sería una señal de Dios reclamando la obediencia de sus hijos. Se habla de una Estrella Grande que echa humo para anunciar sequías, plagas, enfermedades y otros desastres. El cometa puede presagiar el fin del mundo: si cae en la tierra, la quemará junto con toda la humanidad que la habita. Es una alma perseguida por el diablo. Si uno mira al cometa entretiene al alma y el diablo la alcanza. El alma se vengará y causará la muerte de la persona que la mira.11

hesíoDo, la Diosa iris y la laguna estigia; y noé, el arco iris y el DiluVio: el arco como señal De Pacto

Volvamos al Soneto 13 de Lope de Vega y a los versos que más nos interesan

el arco el mar con los extremos bebe,súbele al polo y otra vez le llueve,con que la tierra, el mar y el cielo abrazan

10. Guichot y Sierra, «Supersticiones populares», núm. 16.11. Julieta Campos, La herencia obstinada: análisis de cuentos nahuas, Fondo de Cultura

Económica, México, 1982, p. 89.

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para comenzar nuestro examen del trasfondo mítico-folclórico de la creencia que con meridiana claridad —en aquella ocasión sí— dejó reflejada Lope: la de que el arco iris, que une la tierra, el mar y el cielo, bebe a través de sus extremos el agua del mar, la sube hasta el cielo y vuelve después, tempestuosamente, a des-cargarla.

Muy denso, antiguo y dilatado es, sin duda, el horizonte de creencias y de relatos que se abigarran sobre el fondo de estos versos. Y de signi-ficado a veces nada fácil de desentrañar. Lo que obligará a ser selectivos y escuetos, en más de una ocasión.

Recordemos, para empezar, las muy ambiguas palabras que, en torno al 700 a.C., dedicó Hesíodo a glosar cómo la diosa Iris, la alada divinidad de los aires que volaba «por los anchos lomos del mar», tenía la potestad de elevar hacia el cielo las aguas «heladas» que, «en un recipiente de oro» (el arco luminoso), sacaba de la laguna Estigia, y de hacer que luego las nueve décimas partes de ese agua, que giraba «en plateados remolinos» (nueva alusión a la variable brillantez del arco) se elevasen sobre la tierra y descargasen sobre el mar. Y cómo lo hacía, por orden de Zeus, cuando se producía una situación de conflicto entre los dioses, de forma que sobre esa aérea corriente de aguas arremolinadas debían jurar ellos, de modo tan solemne que cualquier mentira era rigurosamente castigada.

No deja claro Hesíodo si el juramento había de hacerse sobre la décima parte del agua que quedaba en la reserva, o si sobre las nueve partes elevadas por los aires que descargarían sobre el mar, aunque la aclaración de que el castigo caería sobre «el que de los Inmortales que habitan las nevadas cumbres del Olimpo jura en vano vertiéndola» parece aludir al agua que había quedado apartada de la violenta absorción y del furioso precipitado:

Allí reside una diosa maldita para los inmortales, la terrible Estigia, hija mayor del Océano que refluye en sí mismo. Lejos de los dioses habita un espléndido palacio con techo de enormes rocas; por todas partes se encuentra apoyado sobre plateadas columnas que llegan hasta el cielo. Raramente, la hija de Taumante, Iris rápida de pies, frecuenta este lugar volando por los anchos lomos del mar. Cuando una disputa o querella se suscita entre los Inmortales, por si alguno de los que habitan las mansiones olímpicas falta a la verdad, Zeus encarga a Iris que traiga de lejos el gran juramento de los dioses en un recipiente de oro, el agua helada de mucho renombre que fluye de un alto y escarpado peñasco. En abundancia bajo la anchurosa tierra mana del río sagrado por la negra noche, brazo de Océano. Una décima parte al punto queda apartada; nueve, ha-ciéndolas girar en plateados remolinos por la tierra y los anchos lomos del mar, las precipita en la salada superficie. Y esta solamente brota de aquel peñasco, azote terrible para los dioses. El que de los Inmortales que habitan las nevadas cumbres del Olimpo jura en vano vertiéndola, queda tendido sin respiración hasta que se cumple un año; y no puede acercarse a la ambrosía, el néctar ni alimento alguno, sino que yace, sin aliento y sin voz, en revestidos lechos y le cubre un horrible sopor. Luego, cuando termine esta terrible enfermedad al cabo de un año, otra prueba aún

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más dura sucede a aquella: por nueve años está apartado de los dioses sempiter-nos y nunca puede asistir al Consejo ni a los banquetes durante esos nueve años; al décimo, otra vez participa en las asambleas de los Inmortales que habitan las mansiones olímpicas. ¡Tal juramento hicieron los dioses al agua imperecedera y antiquísima de la Estigia que atraviesa una región muy áspera!12

El hermosísimo y ambiguamente poético texto de Hesíodo tiene un ele-mento de interés añadido para nosotros: relaciona la aparición del arco iris y la precipitación violenta sobre el mar de las aguas que extrae de las profundidades de la tierra con un curioso relato acerca de juramentos fal-sos, castigos rigurosísimos y perdones al cabo de un período de ostracismo penitencial que marcarían las relaciones de poder que vinculan a un Dios supremo castigador y a las divinidades sometidas a él.

Tópicos que, aunque en disposición y con sentidos muy diferentes, asoman también en el relato bíblico de Noé y de su arca (Génesis 6-9), que habla de humanos pecadores, de un castigo en forma de violentísimo diluvio, de un período de aislamiento penitencial dentro del arca, y de una reconciliación final (garantizada por el arco iris) de Yavé y del linaje humano al que antes había castigado:

«Esta es mi alianza con vosotros: No volverá a ser exterminada carne alguna por las aguas del diluvio, ni habrá otra vez diluvio que vuelva a asolar la tierra». Y añadió Dios: «Esta será la señal de la alianza entre mí y la tierra, entre mí y vosotros y todos los seres vivientes que hay entre vosotros por todas las genera-ciones futuras. Yo pongo mi arco en las nubes y será la señal de la alianza entre mí y la tierra. Cuando cubriere de nubes la tierra, aparecerá el arco y entonces me acordaré de mi alianza con vosotros y con todos los vivientes de la tierra y las aguas no volverán a ser un diluvio que asole la tierra. El arco aparecerá en las nubes y yo, al mirarlo, me acordaré de mi alianza perpetua entre Dios y toda alma que vive en cualquier carne sobre la tierra» (Génesis 9:11-16).13

Creencia, la del pacto entre Dios y sus criaturas avalado por el arco iris, que ha tenido eco, modelado seguramente en la horma del conocidísimo relato bíblico, en las tradiciones orales de muchos pueblos. Recuérdese la creencia de los nahuas de México, antes mencionada, de que «el arco iris (los bigotes de nuestro Padre) sería una señal de Dios reclamando la obe-diencia de sus hijos». O la tradicional explicación de una mujer de Toro (Zamora):

Se decía que, después del diluvio universal y de cuando llueve, aparece el arco iris como una promesa que hace Dios a los hombres de que no volverá a haber otro diluvio universal.14

12. Hesíodo, Obras y fragmentos, trad. Aurelio Pérez Jiménez y Alfonso Martínez Díez, Gredos, Madrid, 1978, Teogonía, vv. 775-806.

13. La Santa Biblia, Ediciones Paulinas, Madrid, reed. 1988, p. 19.14. Información registrada por José Manuel Pedrosa a una mujer de Toro (Zamora) en

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el arco iris bebeDor y PluVioso: Plinio, arato, Plauto, Virgilio, oViDio, cicerón, séneca

Toca ahora señalar que la creencia (de raíz sin duda folclórica) de que el arco iris bebe el agua del mar, de los lagos o de los ríos, a través de uno o de sus dos extremos, y de que el agua que absorbe de un lugar es descargada luego sobre otro —lo que implica que su aparición es indicio de lluvia y, en ocasiones, de violenta tempestad y de peligro para los humanos— fue bien conocida de otros autores grecolatinos, igual que —según comprobaremos más adelante— ha seguido teniendo dilatada vida oral en España y en muchos otros lugares, hasta el día de hoy.

Es creencia, además de antigua, engarzada muchas veces dentro de discursos míticos extraordinariamente complejos, densamente articulados, de manera que los ropajes de que cada versión o variante se reviste pueden tener —dependiendo del lugar, de la ocasión, de la función, de la poéti-ca— la forma del mito, o del cuento, o de la leyenda (en las versiones antiguas y en las de pueblos de cultura predominantemente oral sobre todo); o bien el aspecto de simple creencia o superstición, sin mayores elementos narrativos ni adherencias discursivas (en las versiones más modernas y de pueblos de cultura no fundamentalmente oral).

De la común y reiterativa voz del pueblo hubo de escuchar Lope que el arco iris bebía el agua del mar o de los ríos para descargarla después sobre otros lugares; igual que todo o casi todo el mundo, en la España de su época, debía de haber oído (y debía de haber transmitido) el mismo relato, en el que la gran mayoría debía de creer a pies juntillas; como también lo habrían escuchado, de boca del pueblo, los ingenios de la antigüedad que, a partir de Hesíodo, se hicieron eco del fenómeno.

Claro que entre las versiones acreditadamente folclóricas y las versiones literarias de toda especie debía de existir una diferencia clave; que las orales considerarían “verdadero” o “verosímil” el fenómeno, mientras que las escritas lo considerarían, con matices diferentes, falsa o fabulosamente poético. Recuérdese que ya el escéptico y racional Plinio el Viejo, en su Historia Natural II: 59 había hecho esta interpretación fría y despasionada del fenómeno, negando combativamente desde el principio cualquier vínculo entre la aparición del arco iris y la precipitación de la lluvia:

Damos el nombre de arco iris a un fenómeno al margen del milagro y al mar-gen del vaticinio, pues ni siquiera presagia con fiabilidad los días lluviosos y los serenos. Es evidente que los rayos del sol, al introducirse en la oquedad de una nube, refractan hacia el sol por rebotar su filo, y se origina una gama de colores por la mezcla de nubes, de fuego y de aire. Desde luego no aparece si el sol no está opuesto, ni tampoco nunca si no es en forma de semicírculo, ni de noche (aunque Aristóteles [Meteor. III 2, 372a26-28] dice que se vio entonces en alguna ocasión, aun así él mismo reconoce que no puede suceder salvo en la trigésima luna). Apa-

Alcalá de Henares, en abril de 1997.

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rece en invierno, particularmente a partir del equinoccio de otoño, al decrecer los días; cuando estos vuelven a crecer, desde el equinoccio de primavera, no sale, ni tampoco hacia el solsticio de verano cuando los días son más largos. En cambio, en el solsticio de invierno [o sea, cuando son más cortos], es frecuente. Aparece muy alto cuando el sol está bajo y bajo cuando este está muy alto: además, en el naciente o en el poniente es más corto pero, en cambio, desplegado a lo ancho; en el mediodía es fino, pero de mayor ámbito. Durante el verano no es visible al mediodía; después del equinoccio de otoño se ve a cualquier hora, pero nunca más de dos al mismo tiempo.15

Aunque bastantes otros autores de la antigüedad compartieran las opiniones fríamente racionalistas que en el siglo i defendió Plinio (quien, en realidad, se limitó a desarrollar los escepticismos, ya muy antiguos, de Anaxágoras de Clazomene, que venían del siglo V a.C.), algunos más se hicieron eco —poético— de la creencia de que el arco iris auguraba lluvias y bebía agua para descargarla después sobre algún lugar.

Dejando aparte el antiquísimo y crucial testimonio de Hesíodo, puede que el más significativo de los registros antiguos, al menos para nosotros, sea el de Arato de Solo, un autor griego que hacia el 275 a.C. escribió un curioso poema didáctico-astronómico, conocido por los latinos como De Signis, y también como Phaenomena, que ponía en verso un perdido tratado en prosa de Eudoxo de Cnido. En su obra, sostenía Arato que «cuando un arco iris doble ciñe el vasto espacio, eso es señal de lluvia».16

La mención de un arco iris doble resulta trascendental para nosotros, porque arroja luz significativa sobre el dificilísimo verso del Soneto 27 de Lope:

quien no temió del Orïón severola espada en agua de la mar teñida,el arco doble al Austro y la ceñidaobtusa luna de nublado fiero.

Pese a lo llamativo del testimonio de Arato y de su alusión a un arco iris doble, pecaríamos de precipitados si concluyésemos que fue fuente directa del oscuro verso de Lope. Es cierto que la obra de Arato tuvo gran difusión en la antigüedad y fue relativamente conocida, a través muchas veces de citas y refundiciones, en la Europa del Renacimiento y del Barroco. No es por eso imposible que Lope la conociera, directa o (con más probabilidad) indirecta-mente. Pero tampoco es imposible que Lope hubiese tenido noticias de arco iris dobles a partir de las habladurías de la gente común, del mismo modo que las debió de tener Arato, muchos siglos antes. Téngase en cuenta que, no mucho antes de Lope, como más adelante justificaremos más por extenso,

15. Plinio el Viejo, Historia Natural. Libros II-IV, trad. Antonio Fontán, Ana Mª Moure Casas e Ignacio García Arribas, Gredos, Madrid, 2001, II, 59.

16. Arato/Gémino, Fenómenos/Introducción a los fenómenos, trad. E. Calderón Dorda, Trotta, Madrid, 1993, p. 46.

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afirmó Gabriel Alonso Herrera, en su difundidísima Obra agricultura (1513), que «si sin haber llovido parescen como dos arcos, es señal de agua; y si parescen después de haber llovido, muestran serenidad».

Otros autores latinos dejaron constancia de la común creencia de que el arco iris auguraba lluvia y/o bebía de un lugar el agua que descargaba más tarde en algún otro. De forma irónica Plauto, en su comedia Gorgojo:

Me callo. (Señalando a la vieja que se pone a beber). ¡Mira, el arco iris bebiendo, seguro que hoy va a llover!17

En tono didáctico, casi etnográfico, Virgilio, en su Primera Geórgica, que dedicaba largos y majestuosos versos a describir los agüeros que los campesinos asociaban a la lluvia:

Y para que pudiésemos aprender todo esto con señales ciertas, los calores y las lluvias y los vientos que acarrean fríos, el mismo Júpiter ha dispuesto qué signo daría la Luna cada mes, bajo qué señal se apaciguasen los Austros, qué indicio, muchas veces observado, haría a los labradores tener cabe sus cabañas los ganados [...] La lluvia no perjudicó nunca a los hombres sin advertirlo o, cuando aquélla so-breviene, las grullas la huyen en los aires hacia los profundos valles, o levantando la cabeza al cielo la novilla aspiró las auras con sus anchas narices, o la golondrina voló en torno del estanque con chirriantes gritos y las ranas cantaron en los char-cos sus antiguas quejas. Frecuentemente también, trillando la hormiga su sendero estrecho, sacó los huevos de su apartado abrigo, o el arco inmenso absorbió las aguas y al retirarse del pasto, en columna larga, el escuadrón de los cuervos gra-znó batiendo las alas fuertemente.18

Explotando con dramático aliento su impactante dimensión mitológica Ovidio, en sus Metamorfosis; Cicerón, frío y escéptico como Plinio, en Sobre la naturaleza de los dioses; Séneca, ampulosamente teatral, en su Edipo:

Al punto encierra en las cuevas de Eolo al Aquilón y cualquier tipo de soplo que pone en fuga las nubes enviadas, y deja libre al Noto: el Noto vuela con sus alas húmedas cubierto su terrible rostro con sombría neblina; su barba está pesada por las nubes, de sus blancos cabellos mana el agua, en su frente se asientan las brumas, sus alas y su regazo están humedecidos; y tan pronto como con su mano oprimió los nubarrones que colgaban por doquier, se produce un estruendo: en-tonces las apiñadas nubes se derraman desde el éter. La mensajera de Juno vestida de diferentes colores, Iris, absorbe las aguas y proporciona alimento a las nubes: son echadas por tierra las cosechas y yacen las plegarias lloradas por los agriculto-res y perece el inútil esfuerzo de un largo año.19

17. Plauto, Comedias, II, trad. Mercedes González Haba, Gredos, Madrid, 2000, Gorgojo, I, II, 32.

18. Virgilio, Bucólicas. Geórgicas, trad. Tomás de la Ascensión Recio García, Gredos, Madrid, 2000, Geórgica I, vv. 352-355 y 374-383.

19. Ovidio, Metamorfosis, trad. Consuelo Álvarez y Rosa Mª Iglesias, Cátedra, Madrid, 2001, I, vv. 262-273.

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Pues si la luna es una diosa, entonces también integrarán el número de los dioses Lucífero y las demás estrellas errantes; y, por tanto, también las que no son erran-tes. Pero, ¿por qué no va a contarse entre los dioses la imagen del Arco? Y es que es hermoso... (por tener esa imagen y ser causa de admiración, se dice que nació de Taumante). Si su naturaleza es divina, ¿qué harás con las nubes coloreadas de una determinada manera? Incluso se dice que una de ellas parió a los Centauros. Pero, si incluyes a las Nubes ente los dioses, habrá de incluirse entre ellos, a buen seguro, a los temporales, que han sido consagrados mediante los ritos del pueblo romano. Y, en consecuencia, se ha de pensar que son dioses las lluvias, los agua-ceros, las tormentas y los torbellinos.20

Al igual que Iris, la que trae la lluvia, mezcla en torno a sí variados colores y, abar-cando con su arco gran parte del cielo, anuncia en su seno variopinto los chapar-rones y no puedes saber qué color es de ella y cuál no...21

De alFonso x a los contemPoráneos De loPe

Una vez constatado el intenso arraigo que la creencia en el arco iris bebedor y agorero de lluvias tuvo entre los griegos y los romanos de la antigüedad, es hora de dejar testimonio de su popularidad en la España de antes y de la época de Lope.

Nada menos que Alfonso X el Sabio, en la Quinta Parte de su General Estoria, había dado ya informaciones interesantísimas, inconfundiblemente impregnadas, por supuesto, de superstición popular, sobre lo que en su siglo, el xiii, se creía y se temía del arco iris bebedor y regurgitador de aguas marinas:

Ca tan espesas son las lluujas que amatan los rrelanpagos pero que Resplan-desçen las nuues con ellos. en pos esto salle el arco del çielo & paresçe pero que esta ally el nublo tan grande & abraça el ayre con su çerco non conplido. mas demudo en los colores que se ayuntan en el con tamanna sotileza que muy aduro los puede omne departir ally en los ayuntamjentos qual es cada vno quan claro qujer que este el ayre. Et tanne este arco en la mar & beue della & toma ende aguas a grant priesa commo qujen las rroba & alçalas suso & lieualas a las nuues & a los nublos & fazelas llouer & esparzerse & tornalas del çielo de cabo a la mar.22

Describe a continuación Alfonso X una tormenta violentísima, con ribetes de diluvio, que desde los Pirineos se habría desbordado hacia la España del sur. Más violenta aún que la tempestad marítima descrita por Lope,

20. Cicerón, Sobre la naturaleza de los dioses, trad. Ángel Escobar, Gredos, Madrid, 2000, III, 51.

21. Séneca, Tragedias, II, trad. Jesús Luque Moreno, Gredos, Madrid, 2001, Edipo, vv. 315-319.

22. Alfonso X, General Estoria. Quinta Parte, ed. Pedro Sánchez Prieto, Universidad de Alcalá, Alcalá, 2002, f. 37v; apud corDe, <www.rae.es>.

loPe De Vega y el mito Del arco iris bebeDor 87

aunque pintada con palabras llamativamente parecidas, según concreta ese amenazante abrazar que Alfonso X describe así:

el arco del çielo & paresçe pero que esta ally el nublo tan grande & abraça el ayre con su çerco non conplido,

y que Lope expresaba con estas otras palabras:

el arco el mar con los extremos bebe,súbele al polo y otra vez le llueve,con que la tierra, el mar y el cielo abrazan.

Más autores españoles se hicieron eco de este tipo de creencias: in-teresantísimas, para nosotros, son las líneas que, en su Obra agricultura, o Agricultura general (1513), dedicó Gabriel Alonso Herrera a discernir, a base de soles y de arco iris (y conforme también a vientos, nubes, puntos cardinales y horas), agüeros de tiempo seco y húmedo que —como más adelante podremos apreciar— han llegado, y con muy buena salud, hasta la tradición oral de los campesinos de hoy. Tradición oral influida quizás, en alguna medida, por la asombrosa difusión que el tratado de Alonso Herrera (sus numerosísimas reimpresiones, refundiciones, resúmenes, imitaciones) ha tenido hasta el mismísimo siglo xx.

Puede, en cualquier caso, que lo más sugerente para nosotros de las palabras de Alonso Herrera sea la alusión al arco doble («si sin haber llo-vido parescen como dos arcos, es señal de agua; y si parescen después de haber llovido, muestran serenidad»), de tanto significado para entender mejor el oscuro verso de Lope «el arco doble al Austro»:

Señales de tiempo sereno.Cuando el sol sale claro y reposado, que no paresce que centellea mucho como suele, es señal que será el día sereno, mayor mente si la tarde ante cuando se puso fue sereno, limpio y claro; y al occidente cuando se pone rojean las nubes señalan serenidad del día siguiente, y esto es lo que comúnmente decimos «esta noche arreboles, mañana haurá soles». Si cuando el sol sale echa las nubes hacia occidente, es señal de serenidad. Si la luna sale clara, es señal de serenidad. Cuando hay nubes en las alturas de los montes, si descubren lo alto y se abajan hacia lo bajo y valles, es muy cierta señal de serenidad.

Señales del arco del cielo.Cuando el arco paresce a medio día, muestra que haurá muchas aguas, y cuando a poniente paresciere, tronará y lloverá poco; cuando paresciere hacia oriente, muestra serenidad. Cuando con el arco hace un aire frío, muestra serenidad. Si sin haber llovido parescen como dos arcos, es señal de agua; y si parescen des-pués de haber llovido, muestran serenidad.23

23. Gabriel Alonso Herrera, Obra agricultura (1513), ed. Thomas Capuano, Hispanic Seminary of Medieval Studies, Madison, 1995, f. 176r; apud corDe, <www.rae.es>. Normalizo la ortografía

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Fray Bernardino de Sahagún, en el tercio último del siglo xVi, registró la creencia —la veremos reiterada en documentos posteriores, algunos de tra-diciones muy exóticas—, de que el arco iris es capaz de secar la flora del lugar en el que se posa, y la de que, a despecho de la idea más habitual, es augurio de buen tiempo y no de lluvia:

El arco del cielo es a manera de arco de cantería; tiene aparencia de diversos co-lores. Cuando aparece es señal de serenidad; y cuando el arco del cielo se pone sobre algún maguey, dezían que le haría secar o marchitar; y también dezían que cuando espesas vezes aparece el arco del cielo, es señal que ya quieren cesar las aguas.24

Juan Pérez de Moya y su Philosophia secreta de la gentilidad (1585) son buenos ejemplos de cómo alguno de nuestros ingenios áureos prefirió seguir de cerca las opiniones sobre el arco iris de los mitógrafos grecolatinos y dejar aparte las habladurías de sus supersticiosos coetáneos:

Dice ser Iris hija de Thaumas y de Electra, porque Thaumas fue hijo de Ponto o Océano, que es agua, y Electra es nombre compuesto de Ilios, que es Sol, y aetrius serenus; luego nace Iris de agua y de serenidad, de reflexión de los rayos del Sol en alguna nube que se está deshaciendo en agua, como en nuestra Astronomía declaramos. Que Iris se asiente debajo del trono de Iuno es porque se engendra en la parte inferior del aire, esto es, debajo de las nubes. Que sea mensajera de Iuno y hermana de las Harpías o de los vientos es porque cuando se causa arco es señal que se seguirán vientos, o aguas, o serenidad; y por esto Virgilio, donde comienza: Et bibit ingens arcus, entre las señales que pone para pronosticar lluvias, cuenta el arco celestial. Y Valerio Flaco, en los versos que comienzan: Emicuit reserata dies, la pone por señal de serenidad. La color co-lorada del arco se causa de la primera parte del aire, que es penetrado con los rayos del Sol. El color negro se causa del no poder penetrar bien los rayos del Sol la nube, por su densidad o groseza. Lo verde se causa de lo colorado más escuro y del oscuro de la nube; lo azul se causa de lo obscuro o negro de la nube y del resplandor o blancura de los rayos del Sol...25

Llegamos, por fin, a la época justa en que escribió Lope. A ella co-rresponde este desconsolado y anónimo soneto, que vuelve a relacionar el arco iris con los agüeros de lluvia, y a teñirlo todo de ayes amorosos. No es genialmente ambiguo como el de Lope, pero su rotunda claridad nos confirma que el recurso al tormentoso arco iris como punto de compara-ción con el estado anímico del poeta enamorado llegó hasta a tener una incipiente tradición:

y la puntuación de acuerdo con la norma actual.24. Fray Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, ed.

Juan Carlos Temprano, Historia 16, Madrid, 1990, p. 544.25. Juan Pérez de Moya, Philosophia secreta de la gentilidad (1585), ed. Carlos Clavería,

Cátedra, Madrid, 1995, p. 157.

loPe De Vega y el mito Del arco iris bebeDor 89

Señal es cierta de agua cuando empiezaa salir en el cielo el arco hermoso,que es de los ojos pasto codicioso,por ser del cielo la mayor belleza. ¿Qué alegres visos hace, qué lindeza?Mas si le falta el aire artificioso,se deshaze, y el cielo tenebrosocubre la tierra de mortal tristeza. Fue así el arco de amor, la bizarría,de la más bella y celebrada damaque ha habido en largos tiempos hasta agora; faltó el aire vital, faltó María, llanto eterno dejó, perpetua fama, señal fue de agua, pues el mundo llora.26

la traDición oral moDerna en esPaña

Los grandes autores clásicos griegos y latinos (desde Hesíodo hasta Sé-neca), y el puñado de escritores españoles que han ido saliendo a relucir en estas páginas (desde Alfonso X hasta Lope de Vega y alguno de sus contemporáneos) son jalones sin duda relevantes en la documentación que tenemos de la creencia de que el arco iris augura lluvias y es capaz de beber, transportar y descargar tormentosamente el agua de la lluvia.

Pero es sin duda la tradición oral moderna la que está en condiciones de mostrarnos avatares más profusos, más variopintos y más detallados de este complejo de creencias, con el atractivo añadido de que estas se des-bordan, muchas veces, hacia tópicos parejos y hacia horizontes contiguos que nos permitirán apreciar mejor su complejísimo trasfondo ideológico, sus conexiones nucleares o periféricas con creencias de signo diferente, su ex-traordinaria capacidad de resistencia y de adaptación a contextos culturales de todo signo.

Abundan, en efecto, las informaciones etnográficas registradas en pueblos muy diversos de España (y de Europa) que añaden colores y matices in-sospechados a las supersticiones que durante siglos ha acumulado el pueblo en relación con el arco iris. He aquí un resumen amplio y representativo de la cuestión:

El hombre, tan propenso a divinizar las manifestaciones de las fuerzas de la naturaleza, ha personificado en puntos muy alejados entre sí el arco iris. Hay un arco-ser sobrenatural que bebe las aguas de la tierra y las incorpora el cielo. El arco iris ya fue visto así por los clásicos, quienes muy probablemente recogían la tradición popular que todavía hoy se manifiesta en el Jura de Berna como

26. Segunda parte del Romancero general y Flor de diversa poesía recopilados por Miguel de Madrigal, ed. Joaquín de Entrambasaguas, CSIC, Madrid, 1948, II, p. 225. Normalizo la ortografía y la puntuación conforme a la norma actual.

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arc-boit, en los dialectos réticos como arco bevondo, arco bevudo, arcobuan, en campaniés arkevéve, e incluso en árabe como masà-n ruà «el que bebe agua». En Galicia, tierra de arraigadas supersticiones, se cree que el arco bebe el agua del mar o de los ríos para alimentar las nubes, y la misma creencia, reflejada en algún proverbio, se conserva en Asturias. Es estrecha la relación del arco con el agua, especialmente con la lluvia y su efecto sobre las cosechas. La observación popular ha vinculado su aparición con la lluvia, dando lugar a refranes y dichos que predicen el tiempo. Pero el pueblo no siempre lo ve con buenos ojos y son frecuentes los conjuros, hoy conserva-dos como cancioncillas infantiles, que tienen como finalidad la desaparición del arco. Quizá esté presente en este rechazo la idea del arco-bebedor que seca la tierra, como en Rusia, donde los niños lo imprecan diciendo: «arco iris, arco iris, no te bebas nuestra agua». Por eso el arco iris, divinidad desfavorable, debe ser alejada de los campos, y los niños y las mujeres recitan formulillas mágicas a tal efecto, siguiendo ciertos ritos: en el noroeste de Francia, en Asturias, Galicia y Portugal se capa o se corta al arco. Es frecuente que, al recitar palabras mágicas, se escupa sobre la mano izquierda y se corte sobre ella con la derecha, que se haga una cruz con los de-dos o con palos en medio del camino. Igualmente se le amenaza con cuchillos o instrumentos de hierro; en general también intervienen en el conjuro cabellos o hierbas. En Asturias se repite la formulilla:

Arco de veya,revolve na terra,col dido monín,que nun chova por mín;col dido pulgar,que chova nel mar.

Y uno de los procedimientos para «capar» al arco iris consiste en hacer nudos en un hilo, siete o nueve, cavar en el suelo y enterrar el hilo. Después se patea sobre él, gritando tres veces: «¡Cápalo!». No se desentierra el conjuro hasta que el arco desaparece. Aunque hoy muy probablemente lo que más se teme es que el agua que trae pueda estropear la cosecha, lo cierto es que debió considerarse como manifes-tación de una divinidad malvada y dañina: de ahí el conjurarla con saliva, con el signo de la cruz, con el hierro que temen los muertos, y el enterrar el hechizo, relacionándolo así con los infiernos y el mundo subterráneo.27

Del muy variopinto repertorio de creencias tradicionales que hay o que ha habido hasta hace muy poco en España en torno al arco iris van a dar cuenta las siguientes informaciones, que permitirán apreciar todo tipo de motivos conexos, de estratos credenciales superpuestos, de sentidos sobreveni-dos. Descubriremos, así, que en algunos pueblos el arco iris es considerado presagio de lluvias, mientras que en otros augura sol; que en ciertos lugares

27. Pilar García Mouton, «El arco iris: geografía lingüística y creencias populares», Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, 39 (1984), pp. 169-190, pp. 179-181.

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hay quien distingue sus efectos pluviales según se asome por un lugar o por otro, o según aparezca por la mañana o por la tarde (recordemos que ya Gabriel Alonso Herrera, en 1513, se había explayado sobre toda esta variada casuística); que en muchos sitios se asocia a refranes, a cancioncillas, a con-juros, a ritos apotropaicos, de lo más cambiante y pintoresco, que articulan un ovillo enredadísimo y fascinante de casos:

[En Priego, Córdoba, se creía que] el arco iris bebe el agua de los ríos. Algunas veces coge el agua de un río y la pasaba al otro río. Por eso se formaban los arcos, de la fuerza que tenía de un lado al otro.28

[En pueblos de la provincia de Salamanca se creía que] sale a beber a los regatos para inflarse y atraer el aire y el agua.Cuando hay arco pa Ledesma, significa agua segura y, si es por la mañana y por el oeste, significa que también lloverá.Cuando sale por la tarde, señal de aire; y por la mañana es señal de agua.Cuando sale, significa que va a llover.Cuando sale por la mañana, significa que va a llover.Cuando sale la ampolla sin nubes, a la puesta del sol y a la derecha, significa que va a hacer frío o calor; y, si es a la izquierda, significa agua segura.Cuando sale por la mañana, significa que va a llover; y, si sale por la tarde, «aguas menudas».Cuando viene de punta, significa que va a llover mucho; y, si viene atravesado, que va a llover poco.Cuando sale al poniente, significa que va a llover mucho; y, si es al saliente, lloverá poco.Cuando sale a un lado, significa que va a llover al otro.Cuando se ve por la mañana al naciente, significa que va a llover; y, cuando se ve por la tarde al poniente, significa que no va a llover más.Cuando sale por el norte, significa buen tiempo; y, si es por el noreste, mal tiempo.29

[En pueblos de la provincia de Salamanca se creía que] cuando hay arco iris, frío y agua (en invierno y en verano).«Arco verde, no morirás de sedes».30

[En pueblos de la provincia de Salamanca se creía que] cuando aparece el arco iris, dicen que baja a buscar agua a los ríos para formar la lluvia Dios en el cielo, y de ahí, seguramente, nace el refrán; «Arco iris por la mañana, señal de buen agua».31

[En pueblos de la provincia de Burgos se creía que] «arco iris, agua pides»: cuando

28. El informante Rafael Fernández López, de Priego (Córdoba), fue entrevistado por José Manuel Pedrosa en Alcalá de Henares en abril de 1997.

29. El tiempo. Meteorología y cronología populares, p. 52. Véase también la p. 118.30. Prácticas y creencias supersticiosas en la provincia de Salamanca, p. 39.31. Venancio Bejarano, «Información varia», Hoja Folklórica, 9, 13 de enero de 1952,

p. [4]; apud Hojas Folklóricas del Centro de Estudios Salmantinos, ed. Ángel Carril, Centro de Cultura Tradicional, Salamanca, 1995.

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llueve, sale el arco iris y pide más agua.Decían: «Arco florido: / va a llover, / o ha llovido».«Arco iris arriba, / señal de buen día; / arco iris abajo, / señal de buen charco».Se decía: «Arco arriba, / señal de buen día; / arco abajo, /señal de buen charco».«Arco por la mañana, / buena mañana; / arco por la tarde, / buen aire»: Buen aire quería decir que, al día siguiente, iba a venir buen día.[Al salir el arco iris], decían que: «Ni bueno ni malo, / y a otro día después, / agua por los pies».Cuando estaba bajo, buen tiempo; y, cuando está arriba, mala señal.[Cuando salía el arco iris], decíamos que a otro día llovía.«El arco [iris] no hace charco, / pero, si le hace, nada un barco».Se le llamaba engañapastores, porque tiraba un poquitín de agua y desapa-recía.[Del arco iris se dice] que se parece a los guardias, porque sale cuando ha pa-sado la tormenta.—¿En qué se parece el arco iris a la Guardia Civil? Dice: —En que siempre sale después de la tormentaDonde hay un arco iris hay fuente, porque el arco iris saca el agua de las fuenes, y luego, pues él lo derrama por donde va el arco iris.32

[En pueblos de Andalucía] «es creencia popular que las nubes bajan al mar para recojer el agua de las lluvias».33

[En pueblos de Sayago, Zamora, se creía que] cuando el arco-iris se ve, cuarenta días de mal tiempo.34

[En pueblos de Murcia se creía que] «arco por la tarde, buen tiempo aguardes».Muchos creen que, cuando se forma el arco iris por la tarde, al día siguiente hará buen tiempo.35

[En pueblos del País Vasco se creía que] si sale el arco iris por la mañana, llo-verá a la tarde; si sale el arco iris por la tarde, al día siguiente, por la mañana, abrasará el sol.36

[En la comarca de Monterrey, en Orense] se cree que coge agua en el río por ambos extremos del arco. Otros, en cambio, dicen que bebe en el río por un lado y arroja el agua por el otro.Esta creencia referente al arco iris ha tenido en Galicia expresión literaria en una poesía de Barcia Caballero:

32. Elías Rubio Marcos, José Manuel Pedrosa y César Javier Palacios, Creencias y supersticiones populares de la provincia de Burgos. El cielo. La tierra. El fuego. El agua. Los animales, Tentenublo, Burgos, 2007, pp. 56-58.

33. Guichot y Sierra, «Supersticiones populares», n.° 3.34. Panero, Sayago: costumbres, creencias y tradiciones, p. 206.35. Alberto Sevilla, Sabiduría popular murciana: refranes comentados, Sucesores de Nogués,

Murcia, 1926, p. 12.36. Jabier Kalzakorta, «Sesenta y tres creencias populares recogidas por Jean Elissalde

(1883-1961)», Etniker Bizkaia, 12 (2003), pp. 225-253, n.°. 23.

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E c’os pés n’o regato bebendobarbullas ás cheas.37

En la parroquia de Viascón, Ayuntamiento de Cotovad (Pontevedra) había la cos-tumbre de que cuando aparecía el arco iris y al mismo tiempo le daban vuelta a las piedras sueltas que encontraban en el camino, cantaban lo siguiente:

Arco da vella,vaite d’ahí,que as nenas bonitasnon son para ti.

[...] En Celanova (Orense) cantan:

Arco da vella,vaite d’ahí,c-os nenos do barronon son para ti.38

[En el Pirineo de Lérida, Alto Ripollés y valle de Ribas de Freser se cree que] si los extremos del arco iris —arc de sant Martí— descansan sobre un río, torrente, fuente o cualquier sitio húmedo, volverá a llover. Si, por el contrario, se apoyan sobre las cumbres de las montañas o en cualquier lugar seco, es señal que la lluvia ha terminado y que reinará buen tiempo. El recitador explica la creencia y aclara el arc de sant Martí descansa sobre un río, és que hi va a buscar més aigua.La misma tradición [hay en otros valles], pero creen que cuando el arco iris des-cansa sobre una montaña, sierra u otro lugar seco anuncia viento. La locución siguiente es proverbial en ambas comarcas:

L’arc de sant Martí,si surt al matí,para-li el bací.Si surt al vespre,para-li la testa.

Es sabido que dicho arco viene a ser como el anuncio de haberse terminado la lluvia. Sin embargo, la sabiduría popular matiza en este aspecto y preceptúa algunas excepciones. Así, si los extremos del arco descansan sobre una cor-riente fluvial o sobre un sitio húmedo, seguirá lloviendo, porque el arco «ha ido

37. Jesús Taboada, «Folklore astronómico y meteorológico de la comarca de Monterrey», Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, V (1949), pp. 110-137, p. 129.

38. Víctor Lis Quibén, «El conjuro de la tronada en Galicia», Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, VIII (1952), pp. 471-493, pp. 484-485. Véanse informaciones similares en Xesús Alonso Montero, Lingua, literatura e sociedade en Galicia, Akal, Madrid, 1977, pp. 73-75; y Xoan R. Cuba, Antonio Reigosa y Xosé Miranda, Diccionario de los seres míticos gallegos, Xerais, Vigo, 2006, s.v. arco de la vieja y s.v. arco de la luna.

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a buscar más agua» [...] y solo dejará de llover y cambiará el tiempo —el cual se volverá ventoso— cuando los extremos del arco descansen sobre lugares secos. En cuanto a la locución, indica que si el arco iris sale por la mañana, es señal inequívoca de lluvia —para-li el bací, es decir, «prepara la jofaina» para recibir el agua de la lluvia—; y que si aparece al atardecer, no hay peligro de mojarse —para-li la testa—. En otras comarcas —por ejemplo en Mallorca— las mismas señales anuncian resultados opuestos. La previsión del tiempo por el arco iris es uno de los aspectos de las intere-santes creencias sobre este fenómeno atmosférico.39

[En Asturias, una canción ironizaba así]:

Cuando la perdiz cantay el arco bebe,no hay mejor señal de agua...que cuando llueve.40

[También en Asturias se creía que] el arco iris anuncia buen tiempo; pero a veces se exige que sus extremos declinen sobre tierra, pues si uno o los dos extremos caen sobre el río, ello es señal de lluvia, ya que el arco está bebiendo agua para soltarla. En evitación de la supuesta lluvia, se cogen tres piedras, se les da vuelta, y a la vez que se remueve cada una, hay que decir:

Arco da vieya, veite,ya nun traigas agua.41

El escritor y etnógrafo asturiano Constantino Cabal, en su alambicada prosa costumbrista, pintó cuadros sumamente interesantes de los miedos y la mágica lucha de los niños asturianos contra el arco iris:

Del arco son muchas cosas las que saben los niños de Asturias. Lo de que el arco bebe, por ejemplo, consta que lo saben todos cuando apenas acaban de nacer. Surge él, se tiende en el cielo, lo ve un chiquirritín de cualquier parte y ya alborota el cotarro con solo que se ponga a repetir: —Eh, chachos, ya salió el arcu, ya está el arcu bebiendo en el Pontigu...! En el Pontigu o en Llamanes o en el Pipin, o en Copeli... Ahora que donde bebe con más gusto, ya se ve que es en el mar... Los extremos del arco son dos bocas, y beben que se atragantan...! Y esto no ocurre solo entre nosotros, ya se puede suponer. Que el arco bebe es tan claro, que como dice Manolín del Sucu, que no es un niño, es un hombre, negarlo es negar la luz.

39. José Romeu Figueras, «Folklore de la lluvia y de las tempestades en el Pirineo catalán (Alto Ripollés y Valle de Ribas de Freser)», Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, VIII (1951), pp. 292-326, pp. 293-295 y 297.

40. Constantino Cabal, La mitología asturiana. Los dioses de la vida, Talleres Voluntad, Madrid, 1925, p. 300.

41. Luciano Castañón, Supersticiones y creencias de Asturias, Ayalga, Gijón, 1976, p. 137.

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A continuación, con su algo atropellada erudición comparatista (sin decla-rar sus fuentes ni preocuparse de ordenar demasiado el discurso), resumió Cabal lo siguiente:

Los tiroleses ladinos, que están muy enterados de estas cosas, son de la misma opinión: llaman al arco arcoboan, que significa «bebedor de agua», y por si al-guien dudara todavía de que Manolín acierta, ahí están también los botiacos, un pueblo fino-ugriano, fino en todo, que dicen al arco wujuij, también «bebedor de agua», al parecer. En Hausa, el nombre es más claro, el nombre es kyankye-nau, «el bebedor»... Pero lo que aquí bebe es solo lluvia, y así evita el que el agua se desmande e impida la tempestad. La luz, de todos modos, es la luz. Bebe el arco en el mar, bebe en los ríos, bebe en los regatuelos, bebe en todo: por lo menos en Asturias, hasta bebe en los charcos, si hay de qué. Puede ocurrir que no encuentre donde meter las dos bocas y en ese caso se aguanta, bebe con una boca nada más. Lo malo es cuando cae en territorios donde no hay agua ninguna y tiene que irse con sed... Pero esto se conoce fácilmente, porque si se harta de agua llueve luego, y si no tiene agua, no...!

Añade Cabal otras informaciones que no dejan de tener interés para nosotros, acerca de un aldeano que tuvo fama de saber controlar mágicamente el temible arco iris, porque, como veremos más adelante, cuando nos asomemos a relatos míticos registrados en África o en América, esta especie de épico combate entre seres humanos y brillantes fenómenos del cielo ha dejado un viejo e internacional reguero de creencias y de narraciones:

En el pueblo sabe todo el mundo que Manolín, de mozote, «capó el arco» un buen número de veces. Oír él un aviso de que el arco apareciera en las nubes y correr a formar grupo con los demás rapaces capadores, era todo uno. Señor...! El mismo grito de —A capar el arco...! vamos a capar el arco...!— con que iba hacia el Pradón la turbamulta, era más fiero en él que en los demás... Y él apor-taba el bramante, y si no el bramante, el hilo con que se ataba el grano de maíz; y él hacía en ellos los nudos que se necesitaban para el caso; y él abría un hoyo minúsculo, ponía el atado en él, y echaba tierra. Después, pateaba encima con una furia tan grande, que yendo todo aquello contra el arco, hacía suponer por fuerza que había algún gatuperio entre los dos. Pateaba y chillaba... Decía así: —Cápalu... Cápalu... Cápalu! Y le martirizaban «los demás». Debía ser cosa gloriosa la de machacar el hoyo, pues que los demás luchaban por arrancar del sitio a Manolín, todos pre-tendían ser machacadores. De ello los cogotazos, los moquetes, los empujones, las riñas, hasta el desplazamiento inevitable que hizo que se repitiera sobre la tumba de un grano la invasión de los bárbaros del Norte. Allí patullaron todos y todos en montón, todos revueltos y todos repitiendo la consigna que era ya tradicional: —Cápalu... Cápalu... Cápalu! Cápalo... Pero eso quién? Capar al iris, pero y eso quién? Ninguno de los rapaces supo nunca si el hilo de los nudos o si el grano de maíz. El mismo Ma-nolín, lo que sabía era que al terminar la pelotera, el iris, ya capado de seguro, largárase a toda prisa sin que pudiera sospecharse adónde, y que al remover la tierra a la búsqueda del grano, de cada veinte veces, solo le encontraban una! Y era lo que contaba Manolín:

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—El arco, que los comía...! Y así cesaba la lluvia. Esto es lo que sucede, aun a estas horas, en la Asturias oriental. La occidental también «capa», pero sin dañar al arco, haciéndole marcharse en el momento con la diplomacia más fina... He aquí que sale el arco, verbigracia, en el Cuarto de los Valles, y que en cuanto lo advierten los rapaces, cogen del suelo tres piedras o las quitan de una tapia o las arrancan de un muro y les dan vuelta a las tres. Y vuelven la primera y dicen esto:

—Arco la vieya, veite,ya nun traigas agua...!

Y vuelven la segunda y lo repiten. Y vuelven la tercera y lo repiten... Y he aquí que esto es magia pura y que el arco se llena de pavor. Se llena de pavor y sale huyendo como alma que lleva el diablo. Pero aún hay otros medios más sencillos para que el arco se vaya, sin nece-sidad de piedras ni de volteo de piedras, cosa de un simple conjuro... Con éste, que se dice por el Franco, por lo menos, por lo menos, ya se le hace volcarse en otras zonas en que no cause un desastre:

—Arco da veya,revolve na terracol dido monín,que non chova, por mín;col dido pulgar,que chova ‘n el mar... ! 42

la traDición oral Francesa

En muchas otras tradiciones orales de allende nuestras fronteras han sido documentadas creencias y relatos llenos de interés acerca del arco iris bebedor de aguas, agorero de lluvias, aspirador de seres de la tierra, calcinador o destructor de los lugares en los que sus extremos se apoyan, tan parecidas a algunas que ya hemos conocido o a otras (de distantes tradiciones africanas y americanas) que nos quedan por conocer.

Como punto de comparación representativo dentro del ámbito cultural europeo tomaremos la tradición francesa, sobre la que el gran etnógrafo Paul Sébillot hizo esta sugestiva síntesis:

De acuerdo con una creencia muy difundida, y de la cual los escritores de la antigüedad nos han conservado muchos ecos, el arco iris bebe. Se le asimilaba, como hacen en nuestros días numerosos grupos de europeos o de bárbaros, a un ser vivo que descendía del cielo para saciar su sed.

42. Reproduzco párrafos de Constantino Cabal, «Arco iris», en su Contribución al Diccionario Folklórico de Asturias. Apodo-Arriero, Instituto de Estudios Asturianos, Oviedo, 1984, pp. 199-212.

loPe De Vega y el mito Del arco iris bebeDor 97

Esta idea subsiste todavía en la Baja Bretaña: en las cercanías de Lannion, el arco iris es una gran serpiente que viene a quitarse la sed sobre la tierra cuando le falta el agua; los campesinos que lo descubren dicen, por lo general, que bebe de tal arroyo, de tal estanque, de tal río. Algunas personas, que pretenden haberlo visto de cerca, afirman que tenía una enorme cabeza de serpiente con ojos resplandecientes, otros que tenía una cabeza de toro como el Iris del que habla Plutarco, y el arco iris tiene una cabeza de buey en las leyendas de Estonia. En Córcega, cuando aparece este meteoro, se dice que el diablo va a beber al océano o a algún río. No han sido registrados en otras comarcas de Francia asimilaciones tan ex-plícitas de este meteoro con un animal o con una divinidad; pero casi por todas partes se habla de sus pies, de sus piernas, de su cola, y se dice que bombea el agua de la tierra o del mar para quitarse la sed, lo que revela que no se le considera como un simple sifón. En Finisterre, jamás sería visible si no se viese obligado a descender para beber, y a veces seca lagos enteros. Según los marineros de la Alta y de la Baja Bretaña, va a beber al mar, y la prueba es que parece más iluminado en la superficie del agua que en la mitad del cielo. Se dice también en Corrèze que se forma sobre el mar y que llega em-pujado por el viento; bombea el agua de los arroyos y siempre tiene una pierna en alguno de ellos. En la Baja Bretaña, si uno de sus pilares se posa sobre una colina por debajo de la cual corre un río, bebe y lloverá enseguida para reempla-zar el agua que ha tomado. En Ille-et-Vilaine, el agua que extrae está destinada a impedir que las nubes se quemen, y se forman grandes burbujas en el lugar del arroyo o de estanque que tocan sus extremos. En Saintonge, cuando se zambulle en la Charente o en el mar, se dice que pesca, y según pesque en un sitio o en otro, se sacan conclusiones meteorológicas diferentes: en el Bocage de la Vendée, el cerne quita el agua de los estanques, y la deja caer provocando una lluvia de pescados; en la Baja Bretaña, cuando ha bebido el agua de los estanques, produce a veces lluvias de ranas o de peces pe-queños. [...] Se cree en Menton que si sus extremos tocan un árbol, lo mata; en Lot, en el Alto Garona, que seca y destruye la cosecha y los campos sobre los que se posa: al sur de Finisterre, es él el que, al bombear el agua sin cesar, determina las ráfagas de viento, los granizos y los golpes súbitos de viento. Los marinos de La Mancha dicen que si un navío pasa por uno de sus extremos en el momento en que él aspira el agua, podría ser absorbido.43

De regreso al mito: áFrica y américa

Existen, a lo largo y ancho del mundo que podemos considerar (por el momento) no del todo occidentalizado, no por completo tecnologizado, no absolutamente globalizado, muchas tradiciones orales, enraizadas en el corazón mismo del sistema tradicional de creencias, vivas aún aunque la mayoría tocadas ya por la decadencia, que siguen transmitiendo de generación en generación y de boca en boca relatos acerca de arco iris que beben las

43. Traduzco de Paul Sébillot, Croyances, mythes et légendes des Pays de France, Omnibus, París, 2002, pp. 56-57 y 71.

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aguas, que tragan o secuestran animales o personas, que se identifican con grandes y multicolores serpientes, que se enfrentan cruelmente a los humanos que defienden su territorio o que pretenden arrebatar los objetos mágicos o las riquezas cuya posesión se atribuye al fenómeno celeste.

Los sentidos, los matices, los colores de que suelen estar revestidos estos relatos son verdaderamente impresionantes, y a su luz podemos asomarnos a un repertorio de mitos de creación, de fundación, de organización del mundo, que nos devuelve, sin duda, a las poéticas y a las funciones ori-ginarias de las que debieron surgir, antes de Hesíodo, antes siquiera de que hubiese escritura, la raíz primaria de estos relatos.

Entre los djerma-songay de Níger se considera que la sed de la ser-piente arco iris, que baja a competir con los hombres por el agua escasa del desierto, es causa de sequía y de escasez. Una solución narrativa no desprovista de lógica, en aquellas tierras sedientas, aunque se oponga a la creencia, casi general en Europa, de que el arco iris es indicio de lluvia:

La serpiente y el arco iris. El arco iris, según un mito djerma-songay, es una serpiente-genio que vive, normalmente, en un pozo seco y perdido en algún rincón de la sabana, y que, cuando se llena el cielo de nubes, sale de su escondite y sube al cielo para be-berse el agua de la lluvia. Por ello, durante la temporada de las lluvias, en cuanto los djerma-songay ven al arco iris en el cielo, se desesperan, ya que creen que ese día no va a haber lluvia o que va a cesar de llover (si es que la lluvia ha empezado ya), porque la serpiente-genio se bebe siempre la lluvia en cuanto aparece en el cielo.44

En diversas regiones de Nigeria habitadas por etnias y pueblos diferentes se cree también que la serpiente arco iris es otra temible acaparadora del agua que necesitan los humanos:

El arco iris es una gran serpiente llamada Ikpiame (serpiente del agua o de la lluvia). Crece en la selva; cuando ha crecido, puede medirse con una palmera; si la palmera es más alta, la serpiente no abandona la selva. Cuando se hace lo suficientemente alta, va al mar, y cuando la lluvia va a caer, se levanta y absorbe agua del cielo, y se la bebe, por lo que no hay demasiada lluvia. La espalda de la serpiente es como una hoja cuando está en el limo de la orilla del río. En Okype se me informó de que ellos no sabían lo que era el arco iris, y de que huían cuando lo venían, porque creían que les mordería (aunque esto fue negado por un informante). Se dice que el arco iris da a la gente piernas hincha-das. En Sabongida dicen que el arco iris pone un pie en el mar y otro en el Níger, y es llamado Agadiye. Un día, un muchacho llevó una calabaza al Níger y vio a Agadiye. Huyó, pero Agadiye le llamó y le dijo: —¿Qué quieres? Y el niño dijo:

44. Safiatou Amadou y José Manuel Pedrosa, Cuentos maravillosos de las orillas del río Níger. Tradiciones orales del pueblo djerma-songay, Miraguano, Madrid, 2005, n.°. 14.

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—Agua. Entonces le hizo algunas preguntas al muchacho, y dijo: —¿Cómo bebes tú el agua? Y el niño dijo: —No bebo en una taza, no bebo en una calabaza, ni en una cesta. Agadiye le dijo: —Y, entonces, ¿cómo? El muchacho dijo: —Llevamos una calabaza al agua, pero bebemos de una cesta.Agadiye cogió una cesta para beber agua y le dijo al muchacho que bebiera; el agua se filtró afuera, y el muchacho dijo que él había bebido el agua, y le mostró el interior de la cesta; hizo aquello porque se dice que Agadiye da a la gente una calabaza llena para que se la beba, y les mata si no lo consiguen.45

Entre los fang de Guinea Ecuatorial tiene arraigo la creencia de que el arco iris es capaz de tragarse a cualquier persona que se encuentre con él en la selva, de subirla hasta el cielo e incluso de dejarla depositada sobre la faz de la luna:

Ovula era un joven soltero que vivía solito en un poblado; un día se casó con una bonita muchacha, a la que prohibió trabajar en los domingos. Pero, des-graciadamente, estando Ovula en el bosque, su esposa se vio obligada a ir en busca de leña en un domingo, porque ya no le quedaba en su cocina. Solita en el bosque, se encontró con el arco iris, que estaba todavía descendiendo para tomar agua en un riachuelo. Al verlo, la mujer se puso a llorar de este modo. Canción:

¿Por qué he de morir? ¡Me muero querido! ¿Qué puedo hacer? ¿Por qué he de morir? ¡Me muero querido! Ovula Nzama YaMebegue [Hija del Dios creador], me muero.

Y, en un abrir y cerrar de ojos, fue tragada por el arco iris. Mientras ascendía el arco iris a los cielos, siguió llorando la muchacha, hasta que lo oyó su esposo desde el poblado junto a otros vecinos, el cual no pudo hacer nada, y le culpó por desobediente. El arco iris llevó a la muchacha hasta la luna, y allí la dejó. Es la figura que se suele ver de noche dentro de la luna, sentada con su cesta de leñas.46

En las tradiciones orales de los fon de Benin tiene gran arraigo la creencia de que el poderoso arco iris, por supuesto que divinizado, además de captar el agua de mares y ríos, es capaz de arrebatar personas (en especial hermosas mujeres) para conducirlas hasta sus celestiales dominios.

45. Traduzco de N.W. Thomas, «Nigerian Notes. IV. Astronomy», Man, 19 (diciembre 1919), pp. 179-183, p. 182.

46. José Elá, El joven que atrapó al puercoespín blanco y otros cuentos de los fang de Guinea Ecuatorial, ed. A. Enrique Ruiz Palomar y J.M. Pedrosa, Ceiba, Vic, 2003, n.° 12.

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Los humanos deben embarcarse entonces en épicas expediciones para desposeerle de lo robado. La siguiente versión del relato está modelada sobre un cuento folclórico de arraigo internacional, el de Los cuatro ladrones hábiles, que tiene el número 653 en el gran catálogo de cuentos folclóricos internacionales de Aarne-Thompson-Uther:47

Los tres hombres que arrebataron una princesa al Arco Iris.Mi cuento vuela, sobrevuela, circunvuela y cae sobre... un rey que se vio ante una elección difícil. En el pasado, Dan Aido-Wèdo, el dios del Arco Iris, solía acudir cada año a una gran ciudad para llevarse consigo muchachas y muchachos. Al ser informado Dan Aido-Wèdo, el Arco Iris, de que la bellísima hija del rey de un país se preparaba para casarse, llegó una noche para adueñarse de la hermosa novia, y lo logró. El rey hizo anunciar entonces que recompensaría magníficamente a cualquier persona que fuese capaz de arrebatar su hija a Dan Aido-Wèdo, el Arco Iris. Tres amigos, un ladrón, un cazador y un carpintero, decidieron embarcarse en la aventura con el fin de hacerse con la fortuna prometida. Se presentaron ante el soberano y le dijeron: —Hemos decidido probar fortuna. Le pedimos que nos entregue sólamente un barco y provisiones. Cada uno de nosotros llevará sus propias herramientas. El rey les dio todo lo que solicitaron para el rescate de su hija. Los tres amigos llegaron sin ningún tropiezo a la ciudad en la que habitaba Dan Aido-Wèdo, el Arco Iris. Sabían que, en ocasiones, el dios dormía durante dos o tres lunas seguidas. Precisamente se hallaba entonces el agotado Arco Iris sumido en uno de aquellos períodos de sueño prolongado. El ladrón abrió entonces sin dificultad las cuarenta y una puertas, cerró las cuarenta y una habitaciones del palacio y condujo a la princesa hasta el barco. La nave había alcanzado ya el alta mar cuando Dan Aido-Wèdo, el Arco Iris, se despertó y se dio cuenta de que su cautiva había desaparecido. Contempló el débil esquife y se precipitó contra él para tragárselo junto con todos sus ocupan-tes. Pero el cazador se hallaba bien pertrechado para afrontar aquella eventuali-dad: cogió su fusil, apuntó y mató a Dan Aido-Wèdo, el Arco Iris, quien, en su caída, destrozó la mitad del barco. Enseguida comenzó el agua a inundarlo todo. En el acto se puso el carpintero a reparar los daños. Todos los navegantes hubie-ran sido fatalmente devorados por el mar si no hubiesen reaccionado con tanta rapidez. Los tres amigos y la princesa rescatada pudieron volver al puerto del que ha-bían salido sin sufrir ningún otro accidente, y el rey se puso muy contento, aunque no supo a quién conceder la victoria. En vuestra opinión, ¿quién era el que más la merecía de los tres amigos?48

47. Véase Hans-Jörg Uther, The Types of International Folktales. A Classification and Bibliography, Based on the System of Antti Aarne and Stith Thompson, Suomalainen Tiedeakatemia-Academia Scientiarum Fennica, Helsinki, 2004, n.° 653.

48. Cuento fon de Benin, comunicado a José Manuel Pedrosa por Laurent Fidèle Sossouvi en 2002.

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Un bellísimo mito de los merina de Madagascar convierte a los seres humanos en hijos de un arco iris de perfil femenino y maternal, llamada Velo, una diosa alada y mensajera que se identifica también con el Estornudo (es decir, con el hálito vital) y que es hija del dios creador y supremo.

Su aparición es indicio del cese de la lluvia y de la llegada del buen tiempo. Significativo interés tiene el hecho, perfectamente arraigado hasta hoy en la vida ritual y cultural de muchos malgaches, de que se siga jurando sobre su nombre cada vez que se estornuda.

Algunos de estos elementos (el carácter femenino, la condición de hija y mensajera del dios supremo, la función de garante de los pactos entre hombres y divinidad) acercan sin duda esta figura de la Velo malgache al perfil de la Iris griega que la Teogonía de Hesíodo identificaba también con el arco iris:

La creación de los primeros hombres. Cuentan que el primer hombre que Zanahary, el Creador, puso sobre la tierra se llamaba Ietse, el Estornudo. Vivía feliz: no tenía que trabajar para ganarse la vida, porque Zanahary le daba todo lo que necesitaba. Y se divertía haciendo estatuas de madera. Un día, Zanahary dijo a una de sus esclavas: —Quiero que te cases con Ietse. Pero la esclava le dijo: —¿Y si no me quiere? —Bueno, lo veremos. Lleva estas calabazas contigo y, cuando llegues allí, destapa la primera. De esta manera, harás salir el frío; Ietse tendrá frío, y se acercará para calentarse entre tus brazos. Si no lo hace, destapa la segunda, que contiene el calor. Te necesitará para que le des un poco de aire fresco. Si no lo hace, destapa la tercera, que contiene la sed. Te pedirá agua. En el caso contra-rio, coge la cuarta y libera el hambre, y prepárale una comida. Si no come, deja salir los mosquitos de la quinta calabaza; te pedirá tu lamba49 para protegerse contra ellos. Si no lo hace, coge la sexta, que contiene los picores. Entonces, muéstrale este ungüento contra los picores. Si no te hace caso, destapa la sép-tima calabaza y libera el enojo. Se sentirá tan aburrido que escuchará tus histo-rias. Pero si no lo hace, libera la risa de la última calabaza; Ietse no la conoce todavía y, cuando te vea reír, intentará aprender. ¿Entiendes? Así que la esclava se fue a ver al hombre. Sin embargo, sus reacciones fue-ron diferentes. Contra el frío, Ietse encendió un fuego. Contra el calor, se sentó bajo la sombra de un árbol. Contra la sed, se fue a beber el agua del ravinala.50 Contra el hambre, se comió un plátano. Contra los mosquitos, se puso a correr para escapar de sus ataques. Contra los picores, se rascó con un tronco de árbol. Y cuando la risa salió de la última calabaza, se tapó las orejas y cerró los ojos. La esclava se desesperó y volvió al cielo para relatar todo lo ocurrido. Entonces Zanahary llamó a su hija preferida, llamada Velo, y la envió a la

49. Lamba: ‘Atuendo tradicional malgache, especie de echarpe que las mujeres echan sobre sus hombros, y que a los hombres les cubre hasta las rodillas.’

50. Ravinala: ‘Árbol endémico, de gran importancia y simbolismo cultural, en Madagascar’. Lo llaman «árbol del viajero» porque, cuando llueve, acumula agua de lluvia entre sus hojas, que están colocadas en forma de abanico. La gente bebe de esta agua en la selva. Con sus largas hojas se hacen los techos de las casas en las costas.

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tierra. Velo se vistió con su magnífico lamba de siete colores y bajó a la tierra. En cuanto la vio, Ietse se enamoró de ella, así que no tardaron en casarse. Ietse dejó de hacer estatuas y se pasó el tiempo contemplando a su hermosa esposa. El tiempo pasó, y un día Velo dijo a su marido: —Me estoy aburriendo porque no tenemos nada que hacer; ni siquiera pue-do jugar con tus estatuas porque no tienen vida. Voy a ver a mi padre para que les dé vida. Y Velo subió al cielo. Pero en cuanto se fue, empezó a llover en la tierra. Y le dijo a Zanahary: —Quiero que animes las estatuas de Ietse, porque me siento aburrida en la tierra. Entonces, Zanahary le dio una calabaza llena de vida y le dijo que la vertiera sobre las estatuas. Velo le dio las gracias y regresó a la tierra. Y cuando volvió, el buen tiempo volvió con ella. Las estatuas cobraron vida y fueron los primeros hijos de Ietse y Velo. Y los años pasaron, pasaron. Un día, Ietse murió. Su mujer no quería quedarse sola en la tierra, así que volvió al cielo. Dicen que, desde entonces, cuando los hombres estornudan, dicen «Ietse», para recordar a su antepasado. Y los demás contestan: «¡Velo!». También dicen que de vez en cuando se puede ver el vestido de siete colores de Velo cuando ya no va llover, y es el color del arco iris.51

Dirijamos ahora nuestra mirada a la América más profunda y tradicional, en cuyas tierras han podido ser registrados, hasta hoy, relatos muy signifi-cativos en relación con el arco iris.

Entre los campesinos de Timbiquí (Cauca, Colombia) se cree que es capaz de dejar embarazadas a las mujeres:

El arco iris puede dejar embarazadas a las mujeres La mujer, cuando está con la menstruación, no debe exponerse al arco iris, porque puede ser embarazada por el arco iris. De manera que tengan cuidado ustedes.52

Y entre la gente común de Haití existe toda una mitología acerca de un arco iris poderoso y cruel, bebedor de las aguas de mares, arroyos y ríos, al que se considera dueño de un mágico sombrero que algunos humanos temerarios han intentado, siempre infructuosamente, arrebatar:

La gorra del dios arco iris El arco iris es inmensamente rico porque posee una gorra fabulosa. Se quita la gorra en cualquier lugar en el que el bebe del mar, o de un arroyo, o del río. Cualquier hombre sería afortunado si fuera lo suficientemente inteligente como para quitarle la gorra, que está llena de diamantes y de piezas de oro. Pero el arco iris es muy receloso, y tienen una agilidad maravillosa, así que rápidamente es capaz de golpear y de matar sin piedad a cualquiera que intente quitarle la

51. Harinirinjahana Rabarijaona, Narrativas orales malgache e hispánica: convergencias, divergencias y estudio comparativo, tesis doctoral, Universidad de Alcalá, 2001, n°. 1.

52. José Manuel Pedrosa, «Leyendas de Timbiquí (Cauca, Colombia): etnotextos y estudio comparativo», Revista de Folklore, 245 (2001), pp. 168-175, n°. 1.

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gorra. Las operaciones necesarias para conseguir la gorra hacen que su captura sea complicada y prácticamente imposible. Tiene uno que aprovechar el momento en que el arco iris tiene su cabeza metida dentro del agua, agarrar la gorra, correr en una línea en zigzag e intentar encontrar la iglesia más cercana. Si uno pudiera encontrar una iglesia, quedaría a salvo, porque el arco iris tiene prohibido entrar dentro de la iglesia, puesto que allí están todos los espíritus del agua. El arco iris moriría inmediatamente enfrente de la puerta de la iglesia, y el poseedor de la gorra se volvería inmensamente rico, igual que sus descendien-tes.Sin embargo, hasta el día de hoy nunca ha sucedido tal prodigio, porque nin-guna persona viviente puede superar la velocidad del arco iris en esos lugares donde uno se ve obligado a correr en línea recta. Además, nadie ha logrado nunca hacerse con la gorra, y nadie ha logrado siquiera ver el color de la mis-teriosa gorra.

Un campesino intenta agarrar la gorra del dios arco iris Un granjero regresaba a casa desde su finca una tarde después de que cayera una de esas lluvias peculiares del mes de mayo. El sol comenzó a brillar esplendorosamente, y en el cielo apareció un pre-cioso arco iris. El arco iris estaba bebiendo agua de un embalse cercano. ¡Qué suerte! El hombre aceleró sus pasos, impulsado por los sueños más fantásticos. Lo más importante era no llegar tarde, y tener la suerte de encontrar la preciosa gorra. Obsesionado por esta ilusión, el pobre hombre marchó adelante, no vio nada, no oyó nada, era insensible a todo. Hasta que llegó al embalse. El arco iris tenía su cabeza metida en el agua, y la gorra estaba allí, en la cabeza del monstruo indefenso. El campesino se santiguó, encomendó su alma a Dios y se lanzó valerosa-mente al agua. Un ruido... Un rápido remolino... algunas gotas de sangre que enseguida brotaron. La víctima se había roto el cuello en una roca. El arco iris, impasible, continuó bebiendo y conservando su gorro.53

En algunas culturas amerindias de Sudamérica, el arco iris tiene también un significado mítico muy marcado. Entre los quechuas de la zona de Cuzco, en el Perú, alguna de las características (la de beber las aguas) que se le atribuyen tradicionalmente se asocian, curiosamente, al sol:

se dice del sol que es un hombre que cada día viaja hacia el oeste, desciende al mar, y bebe de él.54

Sin embargo, la misma cultura quechua atesora otros mitos acerca del arco iris que revelan elementos de cierto interés comparativo para nosotros. Por ejemplo, su estrecha vinculación con determinadas fuentes de agua

53. Traduzco de George Eaton Simpson, «Loup Garou and Loa Tales from Northern Haiti», The Journal of American Folklore, 55, 218 (oct.-dic. 1942), pp. 219-227, pp. 225-226.

54. Traduzco de Elsie Clews Parsons, «Cosmography of Indians of Imbabura Province, Ecuador», The Journal of American Folklore, 53, 210 (oct.-dic. 1940), pp. 219-224, p. 222.

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subterránea de las que el arco iris «se levanta», que nos hace recordar, obviamente, el relato de Hesíodo según el cual el arco iris se elevaba también de las infernales aguas de la laguna Estigia.

He aquí una versión de un mito quechua de la zona de Urcos (Cuzco, Perú):

El manante ¿Qué es un puquio? Un puquio es el agua que revienta del interior de la tierra, puede estar ubi-cado en una ladera o en una pampa. El arco iris (K`uichi) se levanta del ojo de estos manantes. Este es demasiado listo; si logrará entrar en tu cuerpo te mata. Ellos son de dos clases: hay un arco iris que solo camina de noche, y el otro es wankano Kuychi; este tiene su mesa, es un altar como un arco pequeño; ahí se encuentra un gato crespo (michi qhuspa). De este gato se origina el granizo. Si este gato crespo sale levantándose al alto, de inmediato se origina el granizo y empieza a arruinar los cultivos. Pero también hay una cura para esto: se puede hacer que no se arruine los cultivos. El arco iris del día es el del color, el arco iris de la noche es el del color blanco. Cualquiera de estos arco iris puede encontrar a la persona humana, sea un hombre o una mujer. Si te entra, te quema tu cuerpo y, de inmediato, se hin-cha tu estómago. Si no te curan de inmediato, puedes morir en corto tiempo. Inmediatamente deberás empezar a tomar medicamentos frescos, como el suero de la leche de la vaca, abundante ajo, y manteca de chancho, achahuite... Así se debe tomar estos medicamentos para curar el puquio. El puquio, al entrar a tu estómago, lo amarra, lo amarra tus intestinos y tu ventosidad, y no pasa ni por arriba ni por abajo. Así hay manantes buenos y hay manantes fieros. Este manante fiero te puede coger. Cuando te acerques al manante el rato que está evaporando, o cuando, sediento, bebes del manante y este te escupe, entonces te da el qhiki sarna.55

retorno hasta otro loPe

Después de remontarnos hasta tiempos tan arcaicos, y de volver la mira-da a culturas tan lejanas pero vivas aún en nuestra época contemporánea, de transitar, en fin, por tantos y tan excéntricos caminos, el Lope al que retornamos no es, desde luego, el mismo Lope que dejamos majestuosamente instalado en el estrecho trono de sus Rimas de 1602.

Lo que apreciamos ahora en el fundamento de sus versos es una dinámica y colosal acumulación de creencias, de mitos y de ritos que, por causa de la muy parcial y selectiva visión que de ella hemos podido alcanzar, hay que creer que no es más que la punta de un iceberg de proporciones mucho más vastas, de raíces que no se sabe hasta qué profundidades ignotas de la cultura (de la prehistoria y de la preliteratura) humana deben remontar.

55. Tomado de la página Educasitios: El bien más preciado, el agua, <http://educasitios.educ.ar/grupo078/?q=node/110>.

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Los versos oscuros y preciosos de Lope

Los vientos campo y nubes despedazan,el arco el mar con los extremos bebe,súbele al polo y otra vez le llueve,con que la tierra, el mar y el cielo abrazan…

quien no temió del Orïón severola espada en agua de la mar teñida,el arco doble al Austro y la ceñidaobtusa luna de nublado fiero…

que la filología más apegada al texto y más despreocupada de la cultura apenas tiene recursos para interpretar, se nos revelan, al final de nuestro extraño y agi-tado recorrido, como breve espuma que flota sobre poderosas corrientes de ideas, como gota que nada entre océanos de viejos y de nuevos relatos cuyo rumor es obligado escuchar para que podamos cabalmente entender el ambiguo y complejo poema del Fénix.

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