El aporte de la Pastoral Juvenil de Santiago en la formación de actitudes y habilidades ciudadanas

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BUENOS CRISTIANOS… ¿BUENOS CIUDADANOS? Evaluación del aporte del Plan Pastoral de la Esperanza Joven a la educación ciudadana de los jóvenes católicos. Tesista: Catalina Andrea Cerda Planas Director de Tesis: Prof. Dr. Justino Gómez De Benito 26 de diciembre de 2013, Santiago de Chile Magíster Gobierno y Sociedad Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales

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BUENOS CRISTIANOS… ¿BUENOS CIUDADANOS?

Evaluación del aporte del Plan Pastoral de la Esperanza Joven

a la educación ciudadana de los jóvenes católicos.

Tesista: Catalina Andrea Cerda Planas

Director de Tesis: Prof. Dr. Justino Gómez De Benito

26 de diciembre de 2013, Santiago de Chile

Magíster Gobierno y Sociedad

Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales

El aporte de la Pastoral Juvenil de Santiago en la formación de actitudes y habilidades ciudadanas1

Catalina Cerda Planas2

Resumen:

Los movimientos sociales surgidos en el último tiempo en nuestro país y en otros rincones del mundo son expresión de una ciudadanía que renace y que busca mayores niveles de participación en la sociedad y en la construcción de las políticas públicas. Este fenómeno presenta el desafío de pasar de las democracias meramente electorales a democracias verdaderamente participativas. Avanzar en esta dirección requiere educar en ciudadanía a los habitantes de nuestros países, de modo que sepan vivir y actuar como tales y no sólo se declaren nominalmente demócratas. Educar en una ciudadanía entendida no únicamente como el respeto y defensa de los derechos individuales, sino como aquella que comprende a la vida pública, el debate, la participación, como parte fundamental de sí.

En Chile, la educación ciudadana es abordada por el Estado, en colaboración con particulares, a través de los Colegios y Liceos; por diversos organismos de la Sociedad Civil, a través de programas locales; por los partidos políticos y, de alguna manera, también por la Iglesia, a través de sus programas habituales de formación, especialmente de jóvenes, y algunas iniciativas específicas de formación de líderes sociales.

La Iglesia de Santiago, esta última impulsa un programa integral de formación para los jóvenes llamado Plan Pastoral de la Esperanza Joven (PPEJ), el que se implementa en Parroquias y algunos Colegios, e incluye la preparación de los jóvenes para celebrar el Sacramento de la Confirmación. Uno de los objetivos de este plan es formar jóvenes que se comprometan social y políticamente a partir de su experiencia de fe. Por ello, constituye un importante potencial en la educación ciudadana de nuestra sociedad.

La siguiente investigación se propone evaluar el aporte que el Plan Pastoral de la Esperanza Joven hace a la educación ciudadana de los jóvenes católicos. Para ello, se han realizado entrevistas grupales a jóvenes que han realizado el plan. En ellas se han recogido los contenidos, actitudes y habilidades ciudadanas abordadas por el programa, así como la valoración que hacen los jóvenes de este Plan y las mejoras que proponen. Los resultados de este trabajo pueden ser útiles en la implementación del programa, el diseño de políticas formativas, especialmente para quienes conducen los encuentros formativos, y en posibles reediciones futuras.

1 Presentación principales resultados encontrados en el marco de la tesis de investigación para postular al grado de Magister en Gobierno y Sociedad (UAH): “Buenos cristianos, ¿buenos ciudadanos? Evaluación del aporte del Plan Pastoral de la Esperanza Joven a la educación ciudadana de los jóvenes católicos de Santiago”. 2 Bachiller en Teología, Pontificia Universidad Católica de Chile, y Magister en Gobierno y Sociedad, Universidad Alberto Hurtado, Santiago de Chile.

Nuestras democracias nos piden más

“En América Latina se ha alcanzado la democracia electoral y sus libertades básicas. Se trata ahora de avanzar en la democracia de ciudadanía.

La primera nos dio las libertades y el derecho a decidir por nosotros mismos. Trazó, en muchos de nuestros países, la división entre la vida y la muerte.

La segunda, hoy plena de carencias, es la que avanza para que el conjunto de nuestros derechos se tornen efectivos.

Es la que nos permite pasar de electores a ciudadanos. La que utiliza las libertades políticas

como palanca para construir la ciudadanía civil y social” (PNUD, 2004).

2011 y 2012 fueron años que marcaron un hito en la historia de Chile. Como hace mucho tiempo no ocurría, las calles de varias de nuestras ciudades se llenaron una y otra vez de ciudadanos que manifestaban sus necesidades, inquietudes, demandas y molestias. Estos movimientos sociales, especialmente el estudiantil, marcaron la agenda pública.

Con un primer antecedente en el año 2006, conocido como “movimiento pingüino”, miles de estudiantes secundarios y de educación superior salieron a las calles y se tomaron colegios, liceos y universidades para manifestar su descontento con las condiciones de sus establecimientos educacionales y, más aún, con la propuesta educacional de nuestro país (Garcés, 2012; Grez, 2012). Al movimiento estudiantil se sumaron otras manifestaciones sociales, de diferente alcance geográfico y temático; por ejemplo, en Aysén y Calama, por la extracción de recursos naturales (petróleo y cobre, respectivamente) y el beneficio que ésta genera para la región; Castilla, Freirina y Pascualama, de carácter medioambiental, entre otras.

En estas manifestaciones se pudo observar la emergencia de un ciudadano más empoderado, más consciente de sus derechos, que no duda en salir a exigir condiciones de vida más digna y en expresar su deseo de ser escuchado en sus demandas sociales. Para muchos, estos movimientos sociales son también expresión de que nuestro actual sistema democrático no logra dar respuesta a las necesidades y anhelos de una Sociedad Civil mucho más consciente de sus derechos y deseosa de ser tomada en cuenta y participar en la construcción de las políticas públicas (Garcés, 2012; Salazar, 2012).

Se ha expresado el renacer de una ciudadanía cuya particularidad es la distancia que toma respecto del aparato estatal, debido a la actual crisis de credibilidad de la institucionalidad política. Hace ya más de una década, se viene manifestando un profundo malestar en relación a las instituciones políticas y sus representantes (Rouquié, 2009; Segovia, 2008). El gobierno, el estado, los municipios y el parlamento, son las instituciones con puntaje más bajo en cuanto al nivel de confianza expresado entre los ciudadanos, especialmente entre los jóvenes (Latinobarómetro, 2011; INJUV, Encuestas Nacionales de Juventud 2004 al 2012; Baeza, 2011; Fuentes, 2011).

En particular, los jóvenes han venido manifestando de manera sistemática en las últimas décadas, una fuerte desafección por la institucionalidad política vigente en nuestro régimen democrático: disminución de su participación en las elecciones3 (municipales, parlamentarias 3 Reflejada hasta el año 2009 por la cantidad de personas que se inscribieron en los registros electorales, considerando que hasta dicho año la inscripción electoral en Chile era voluntaria y el voto obligatorio. El año 2011,

y presidenciales)4, una importante caída en la identificación política, desconfianza en las principales instituciones políticas y sus representantes (partidos políticos, poderes ejecutivo, judicial y legislativo, gobiernos locales), así como desinterés y desconocimiento por la política en general (INJUV, 2004, 2010 y 2013; SERVEL 2013).

Esto se debe, en gran medida, a las deficientes evaluaciones que la población en general y los jóvenes en particular hacen de la experiencia democrática5, y su incapacidad para cumplir con las expectativas de cambio prometidas en el proceso de transición democrática (CED, 1999; Martínez & otros, 2010). Estos últimos perciben, además, una cierta incoherencia entre el discurso ideal acerca de la ciudadanía juvenil y las posibilidades reales de participación, las cuales son escasas y desiguales (Martínez & otros autores, 2010).

Con todo, hoy la relación política y juventud se encuentra en plena revisión. Una creciente presencia pública de movimientos ciudadanos juveniles como el estudiantil (movilizaciones 2006-2013), hacen presente día a día su descontento con los marcos institucionales de la política (Garcés, 2012; Grez, 2012), al tiempo que se asumen como legítimamente «políticos» desde lo social, abordando tópicos como reformas tributarias, nacionalización de recursos naturales y una nueva Constitución. Con ello, el apoliticismo va dejando de ser presentado como sinónimo de juventud, pero lo pendiente sigue siendo el modo en que se comprende y se proyecta la conexión entre sociedad y política (Muñoz, 2011).

En este contexto, la ciudadanía entendida como participación en la cosa pública para la consecución del bien común, cobra una renovada actualidad. Así lo afirma el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, 2004): en el continente americano hemos logrado retornar a regímenes democráticos luego de un largo paréntesis autoritario; sin embargo, dicho retorno ha sido sólo procedimental, es decir, limitado a las elecciones. Aunque esto es ciertamente un avance, el mismo estudio explicita que, para lograr cimentar democracias maduras y estables, es necesario que ellas no descansen únicamente en su aspecto representativo, sino que avancen hacia el desarrollo de una ciudadanía democrática que sustente, mantenga y proyecte nuestros regímenes. La democracia electoral ya no es suficiente. Finalmente, la fortaleza de la democracia no descansa sólo en la robustez de sus instituciones, sino también y principalmente, en la cultura política de los ciudadanos que la componen (Arteta, 2008; Touraine, 2006).

Necesitamos más y mejor formación ciudadana

A partir de la década de los ’80, se da inicio a un intenso debate político y social en torno al concepto de ciudadanía y la educación que ella requiere, fruto de la reflexión académica y

el Senado aprueba el proyecto de inscripción automática y voto voluntario, el cual nos rige desde las elecciones municipales del año 2012. 4 De acuerdo a los datos disponibles en el Servicio Electoral de Chile (SERVEL), para el plebiscito del año 1988, 2.676.878 jóvenes estaban inscritos para votar, mientras que en las elecciones presidenciales del año 2009 fueron solo 762.349 (SERVEL, 2013a). El cambio a inscripción automática y voto voluntario no logró revertir de manera significativa esta tendencia, considerando que 791.332 jóvenes votaron en las elecciones municipales del 2012 (SERVEL, 2013b). 5 Un 57% de los chilenos cree que la democracia chilena funciona en forma regular y aumentan desde un 13 a un 20 por ciento los que creen que funciona mal (Programa de la Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y Centro de Estudios Públicos (CEP), Tercera encuesta Auditoría a la Democracia, 2012, http://radio.uchile.cl/wp-content/uploads/2013/01/Encuesta-Auditor%C3%ADa-a-la-Democracia-2012.pdf?5887c4). De acuerdo a la VII Encuesta Nacional de la Juventud (2012), apenas un 15,8% de los jóvenes se siente satisfecho con nuestra democracia.

política de organismos internacionales, instituciones públicas, universidades, centros escolares y medios de comunicación (Bárcena, 1997). Todo ello se ha visto reflejado en numerosas investigaciones, propuestas y artículos (Maiztegui & Eizaguirre, 2008).

A modo de síntesis, y más allá de las características particulares que cada corriente de pensamiento enfatiza (liberalismo, republicanismo, comunitarismo), la bibliografía actual comprende la ciudadanía como una conjunción de tres elementos constitutivos (Bolívar, 2007; Comisión Formación Ciudadana, 2005; Maiztegui & Eizaguirre, 2008):

a) la posesión de ciertos derechos y la obligación de cumplir ciertos deberes en una sociedad particular;

b) la pertenencia a una comunidad política específica, vinculado generalmente a la nacionalidad (Touraine, 1997);

c) la posibilidad de contribuir a la vida pública de dicha comunidad a través de la participación.

Como toda realidad humana, la ciudadanía democrática debe ser aprendida y, por tanto, educada en vistas a adquirir conocimientos y desarrollar actitudes y habilidades que nos faciliten y hagan más fructífera nuestra participación socio-política. Ahora bien, esta educación ciudadana no puede limitarse únicamente a la transmisión inconsciente o por contagio. Requiere más bien de una preparación claramente orientada que facilite la trasmisión de estos contenidos y actitudes (Arteta, 2008; Comisión Formación Ciudadana, 2005).

La socialización política, entendida en términos amplios como el proceso de formación en que niños y jóvenes adquieren conocimientos, habilidades y actitudes tanto para la convivencia (ciudadanía) como para la relación con la política y sus instituciones (civismo), es un proceso que, en las sociedades democráticas, está orientado a formar sujetos reflexivos sobre sus derechos y obligaciones (Cox y otros autores, 2013).

El ethos republicano o cívico reclama como ideal al ciudadano activo y virtuoso, que valora la participación pública, de modo que las leyes y políticas del Estado no aparezcan ante él simplemente como imposiciones externas, sino como el resultado de un acuerdo razonable del cual ha formado parte (CED, 1999). En este sentido, cuando se habla de “educación para la ciudadanía” no se alude descriptivamente a la educación de los ciudadanos, sino a la configuración de una ciudadanía activa, es decir, que participa en la amplia esfera de lo público e institucional y, como tal, puede ser un antídoto contra la creciente desafección política (Bolívar, 2007). La nueva educación cívica – o educación para la ciudadanía- es una educación para la civilidad cuyo propósito es convertir a los sujetos en ciudadanos (Colom & Rincón, 2007).

Desde esta perspectiva, la educación para la ciudadanía se considera una estrategia para impulsar el sentido de pertenencia, la convivencia y el interés por la participación. Incluye no sólo los conocimientos, sino también los valores y las habilidades necesarios para participar en la vida pública y colaborar en la transformación de la sociedad (Maiztegui & Eizaguirre, 2008), sin riesgo de verse excluido o con una ciudadanía negada (Bolívar, 2007).

Además, un ciudadano democrático del siglo XXI necesita también ser consciente de que es miembro de una comunidad humana global, no limitada a un país, por lo que debe compartir un conjunto de valores y comportamientos, obligaciones y responsabilidades más allá de su nación. Esto implica educar en un conjunto de competencias cívicas, con una metodología de debate y deliberación sobre los asuntos comunes (Bolívar, 2007).

Organismos internacionales como la UNESCO y el Consejo de Ministros de Educación del Consejo de Europa, han definido la educación ciudadana como un:

“conjunto de prácticas y actividades dirigidas a equipar a la ciudadanía joven y adulta, con las herramientas necesarias para participar activamente en la vida democrática, para asumir y ejercer sus derechos y responsabilidades sociales, en un proceso educativo que se da a lo largo de toda la vida” (Maiztegui & Eizaguirre, 2008).

Proyectar una educación de esta índole supone un reto importante ya que requiere que las personas desarrollen autonomía, creatividad, pensamiento crítico, conciencia de los derechos y responsabilidades, y capacidad de participar en equipos de trabajo, negociaciones y diálogos, que capacite a ciudadanos en el ejercicio del debate, la deliberación, la generación de una opinión informada y formada, que fortalezca la valoración de la participación como forma de construir sociedad, entre otras cosas (Maiztegui & Eizaguirre, 2008), lo que lo hace muchísimo más exigente que la tradicional educación cívica limitada a la entrega de conocimientos (Comisión Formación Ciudadana, 2005).

Fruto de este nuevo interés por promover la educación para la ciudadanía, se han creado organismos especializados para el fomento y la evaluación de los principales programas de formación ciudadana. En Latinoamérica, desde el año 2007 existe el Sistema Regional de Evaluación y Desarrollo de Competencias Ciudadanas (SREDECC)6, una iniciativa local para el fomento de políticas, programas y prácticas en educación ciudadana, del cual Chile forma parte. A este organismo debemos un instrumento que orienta la evaluación y fomento de programas de formación ciudadana en la región (SREDECC, 2010). Esta matriz de competencias ciudadanas aborda las áreas de Convivencia y paz, Participación democrática, y Pluralidad y diversidad, ofreciendo indicadores cognitivos, actitudinales y procedimentales7.

A continuación, se presenta un cuadro resumen de esta matriz, la que representa una buena síntesis de lo que la bibliografía especializada establece como elementos fundamentales para la Educación para la Ciudadanía hoy:

Conocimiento sobre

democracia Actitudes y creencias Competencias

Convivencia y paz

- Actitud positiva hacia Latinoamérica como región y sus países - Predisposición a ciudadanía activa - Confianza en otras personas y organizaciones sociales - Solidaridad y altruismo - Valoración del diálogo en el disenso; acuerdo por mayoría

- Habilidades de resolución de conflictos interpersonales y grupales - Habilidades comunicacionales - Habilidades para procesar información - Habilidades de deliberación y logro de acuerdos en grupos - Cuidado de otros

6 El SREDECC nació el año 2005 como un Observatorio Latinoamericano de Educación Ciudadana, y a partir del 2007, se trasformó en el actual Sistema de Evaluación y Desarrollo. Está compuesto por 6 países de América Central y Latina: Colombia, Chile, Guatemala, México, Paraguay y República Dominicana. (http://basica.sep.gob.mx/dgdgie/cva/sitio/pdf/proyectosestint/presentciones/presentacionsredecc.pdf). 7 Por su exhaustividad, riqueza y capacidad de sintetizar lo que la bibliografía especializada ha definido en torno a la educación para la ciudadanía, se ha utilizado esta matriz como base para la elaboración del instrumento de recolección de información de esta investigación, como se detallará más adelante (capítulo “Metodología”).

Participación democrática

- Estado democrático, facultades y obligaciones - Derechos y deberes ciudadanos - Formas de gobierno: Democracia, autoritarismo - Mecanismos formales de participación - Estado de Derecho (legalidad)

- Preferencia formas democráticas de gobierno - Valoración positiva política, instituciones y organizaciones políticas del Estado democrático - Interés por asuntos públicos - Valoración de transparencia administrativa - Orientación positiva a ejercer derecho a voto - Reconocimiento ilegitimidad uso violencia fuera del marco institucional democrático

- Participación en procesos colectivos de toma de decisiones - Habilidad para buscar, seleccionar, procesar y juzgar eficaz y críticamente información sobre política - Habilidades para expresar propios intereses y proponer ideas frente a grupos - Habilidades para influir, liderar grupos, representar a otros y abogar por intereses de otros

Pluralidad y diversidad

- Formas de institucionalidad de los pueblos indígenas

- Valoración de la igualdad en la diversidad y la tolerancia - Valoración de la interculturalidad, diversidad étnica y lingüística de una sociedad

- Confrontar la discriminación y la exclusión utilizando mecanismos democráticos

Espacios de Educación para la Ciudadanía

En Chile, la formación ciudadana es asumida principalmente por los establecimientos educacionales, ya sean municipales, subvencionados o particulares pagados. A través del Ministerio de Educación, el Estado define contenidos, habilidades y actitudes cívicas a desarrollar a lo largo de toda la educación escolar. Actualmente, éstos son abordados por medio de los Objetivos de Aprendizaje Transversales y, de manera particular, por los planes y programas de distintas asignaturas: Lenguaje y Comunicación, Comprensión del Medio Natural, Social y Cultural, Estudio y Comprensión de la Sociedad, y Orientación/Consejo de Curso, en la Enseñanza Básica; Historia y Ciencias Sociales, Filosofía y Psicología, y Orientación/Consejo de Curso, en la Enseñanza Media (Comisión Formación Ciudadana, 2005).

El curriculum escolar fue modificado a fines de la década de los ‘908, presentando una triple expansión, en cuanto a educación ciudadana se refiere: temática, cuantitativa –presente en más niveles del ciclo escolar- y formativa, pues amplía los objetivos de aprendizaje ya no sólo a contenidos, sino también a creencias y habilidades (Cox, 2010). Esta modificación es valorada y avalada por organismos internacionales especializados (Comisión Formación Ciudadana, 2005).

8 Con dicha modificación, desaparece la asignatura de “Educación Cívica”, presente hasta ese momento en el nivel de 4° Año Medio. A partir de ahora, se habla de formación ciudadana y se abarca de manera transversal en el curriculum, entre los niveles de 5° Básico y 4° Medio.

Sin embargo, la bibliografía especializada reconoce que dicha formación no puede limitarse sólo al espacio escolar. La familia y otros espacios de pertenencia comunitaria y social son también relevantes a la hora del proceso de socialización, en términos generales, así como también, en el proceso de socialización política (Bolívar, 2007; Maiztegui & Eizaguirre, 2008; Comisión Formación Ciudadana, 2005).

De hecho, existen también otros actores sociales que aportan a la formación ciudadana, por ejemplo, las municipalidades y Organizaciones No Gubernamentales (ONG’s), que a través de algunos programas innovadores buscan reforzar principalmente las capacidades de las personas para la participación ciudadana a nivel local (SREDECC, 2010; Fundación Nacional para la Superación de la Pobreza y Centro de Análisis de Políticas Públicas – Universidad de Chile, 2000)9.

La Iglesia Católica es un actor más dentro de la formación ciudadana. Lo hace, por un lado, a través de sus múltiples colegios y Universidades. En el caso de la educación escolar, ella se suma a la labor educativa del Estado, implementando los Planes y Programas de cada una de las asignaturas. Sin embargo, intenta dar un matiz particular a la educación impartida, ofreciendo una educación integral desde la cosmovisión católica, vivida en el seno de una comunidad educativa que se sabe llamada por Jesucristo, y con la misión de servir al mundo en la construcción de una sociedad más plena (VED, 2013).

Pasando ahora al ámbito de la educación no formal, la Iglesia de Santiago ofrece algunos programas de formación de líderes católicos, ya sea para el servicio pastoral10, así como también para el compromiso juvenil ciudadano11. Con todo, se trata de programas de formación orientados a un grupo reducido de jóvenes, principalmente aquellos que actual o potencialmente ejercen liderazgo.

Sin embargo, la Iglesia de Santiago cuenta además con un plan de formación integral para todos los jóvenes (de entre 15 y 22 años aproximadamente) que participan en la Pastoral Juvenil, ya sea en sus parroquias, capillas o colegios: el Plan Pastoral de la Esperanza Joven

9 A continuación, se presenta una breve síntesis de los programas de formación ciudadana más innovadores de la región Metropolitana:

a) Gobierno escolar de los niños. Escuela Karol Cardenal de Cracovia, Comuna Pedro Aguirre Cerda: Experiencia en escuela básica que se organiza como un pequeño país, con autoridades elegidas democráticamente, con Constitución política propia y un Presidente que elige a sus ministros.

b) Red de Clubes Ciudadanos. “Sociedades contigo iguales”, Comuna de Providencia: Iniciativa que fomenta la asociatividad juvenil para la defensa de los derechos humanos. Desarrolla habilidad de expresión de opinión, asociación y fomenta las iniciativas ciudadanas.

c) ONG Opción Latinoamericana Chile: Iniciativa busca promover la participación juvenil universitaria en los procesos de construcción de ciudadanía y gestión local, capacitándolos en la elaboración y seguimiento de proyectos sociales.

d) Formando ciudadanía desde lo local. Cordillera Centro de Estudios Municipales, Comuna de La Florida: Capacitación de dirigentes y vecinos de la comuna de La Florida en relación a la Ley Orgánica Constitucional de Municipalidades, que aumenta las posibilidades de participación de la comunidad en la gestión local.

e) Tirabuzón: un espacio para decidir y actuar. Nexo consultores, Comuna de Conchalí: Iniciativa busca a través de talleres de arte y teatro, desarrollar competencias para la participación en la gestión local y la integración intergeneracional. 10 Por ejemplo, los múltiples cursos ofrecidos en Escuelas de Verano e Invierno en cada una de las 7 Zonas Episcopales de Santiago. Dentro de ellos, se ofrecen cursos orientados a fortalecer el compromiso social y el liderazgo de los asistentes. En el caso de los jóvenes, existe, junto a lo anterior, un Programa de Formación denominado “Animadores de la Esperanza”, que capacita a los jóvenes que ejercen algún liderazgo pastoral al interior de sus comunidades parroquiales o escolares. 11 Dentro del contexto de las Escuelas de Verano, la Pastoral Juvenil ofrece cursos de formación para líderes católicos y de compromiso social. Así también, la Vicaría para la Educación ofrece 2 Escuelas de Líderes, una para jóvenes secundarios y una para jóvenes de Educación Superior. Ambos se orientan directamente a la formación ciudadana de los jóvenes, desde la perspectiva de la fe.

(PPEJ). Aunque no es un programa de formación ciudadana propiamente tal, el PPEJ abarca 4 grandes áreas de contenidos (VEJ, 2006a), una de las cuales incluye la formación para el compromiso social y político, como expresión de una fe encarnada y al servicio del mundo.

El Plan Pastoral de la Esperanza Joven: un itinerario formativo para jóvenes católicos12

En la Arquidiócesis de Santiago13, la Iglesia ha confiado su labor formativa hacia los jóvenes a la Vicaría de la Esperanza Joven (VEJ), la cual tiene la misión de animar el encuentro y seguimiento de Jesucristo entre ellos.

Como principal recurso para lograr dicha misión, la VEJ ha publicado el año 2001 un proyecto educativo integral para los jóvenes que participan de las Pastorales Juveniles de Santiago (en Parroquias, Colegios o Movimientos): el Plan Pastoral de la Esperanza Joven (PPEJ).

Este Plan es un itinerario formativo que, junto con preparar a los jóvenes católicos para celebrar el Sacramento de la Confirmación, busca que éstos, a la luz de su fe, sean capaces de elaborar un proyecto de vida comprometido con la sociedad. Su principal objetivo es facilitar que los jóvenes se encuentren y sigan a Jesucristo, a través de un proceso sistemático y comunitario de desarrollo integral y crecimiento en la fe, para que respondan a su vocación y configuren un proyecto de vida que dé testimonio del Reino en medio del mundo (VEJ, 2012).

Para lograrlo, el PPEJ se propone acompañar a los jóvenes en su educación integral, es decir, formar jóvenes conscientes de sí mismos, de sus propios procesos y crecimiento; jóvenes que se encuentran vitalmente con Jesucristo y transformen su vida a la luz de este encuentro; jóvenes que se relacionen con otros de manera fraterna y fructífera; y como fruto de lo anterior, jóvenes insertos en la sociedad desde la conciencia de ser sujetos de responsabilidades y derechos, solidarios y comprometidos con el mundo desde su testimonio creyente. Capaces de ser profetas que anuncien el Evangelio y cuestionen desde sus valores. Que promuevan la justicia fundamentados en una profunda espiritualidad y desarrollen su vocación atendiendo a las necesidades que descubren con mirada crítica y actitud de entrega (VEJ, 2012).

Este itinerario formativo se vive en comunidades de entre 10 a 15 jóvenes, que son acompañados por un animador: un adulto joven o un joven mayor que ellos, que ya ha tenido la experiencia de encuentro y seguimiento de Jesús en comunidad, y que se encarga de conducir los encuentros semanales y animar la vida comunitaria. Se estructura en 3 etapas –Peregrinos, Discípulos y Apóstoles- e incluye 4 áreas de contenidos transversales a las etapas (VEJ, 2006a):

a) Desarrollo de la Persona: contenidos de madurez personal y relacional del joven.

b) Encuentro con Jesucristo: contenidos doctrinales de la fe católica.

c) Vida comunitaria: contenidos alusivos a pertenencia eclesial y comunitaria.

d) Vida cristiana: contenidos referidos al compromiso social y político cristiano.

12 Para un mayor desarrollo del Plan Pastoral de la Esperanza Joven, ver: Vicaría de la Esperanza Joven (VEJ) – Arzobispado de Santiago (2012), Resumen Ejecutivo Plan Pastoral de la Esperanza Joven, Santiago. 13 La Iglesia organiza su labor pastoral, dividiendo su organización en territorios llamados diócesis, equivalentes, muchas veces, a regiones del país. En nuestro caso, cuenta con 19 diócesis, y 5 arquidiócesis: Antofagasta, La Serena, Valparaíso, Santiago y Concepción.

En esta última área de contenidos, referida a la expresión de la fe en la vida –familiar, social y política-, el PPEJ se propone favorecer en los jóvenes de la Arquidiócesis las capacidades y herramientas necesarias para ser testigos y constructores del Reino en los distintos ambientes y situaciones, potenciando su protagonismo y promoviendo diversos liderazgos (VEJ, 2006a).

Es en esta área donde encontramos los contenidos de compromiso social y político de los jóvenes católicos. Y aunque el PPEJ no es un programa de educación ciudadana propiamente tal, es posible encontrar en él un aporte interesante a dicha formación. Será lo que se buscará observar con esta investigación.

Desde sus inicios, las Parroquias de Santiago comenzaron, poco a poco, a asumir este nuevo proyecto educativo. A la fecha, 125 de las 213 parroquias de Santiago implementan este programa, de acuerdo a la información entregada por los Equipos Zonales de Pastoral Juvenil14. Según los datos disponibles, en Santiago existen 264 comunidades de Peregrinos, 286 comunidades de Discípulos y 107 comunidades de Apóstoles. Si tomamos un promedio bajo de 9 jóvenes por comunidad, eso implica que hay alrededor de 5.900 jóvenes católicos que están actualmente realizando el itinerario formativo del Plan Pastoral de la Esperanza Joven. En este sentido, el PPEJ es una herramienta de formación para jóvenes católicos de gran cobertura, y por tanto, con un potencial de impacto bastante amplio.

Características de la investigación

A la luz de estos antecedentes, esta investigación se propuso evaluar si es posible considerar el Plan Pastoral de la Esperanza Joven (PPEJ) como un aporte a la formación ciudadana de los jóvenes católicos de Santiago y cuáles son los elementos de Educación para la Ciudadanía que aporta el PPEJ a los jóvenes católicos.

Para responder estas interrogantes, la investigación ha abordado 4 objetivos específicos:

a. Analizar los contenidos de educación ciudadana abordados en el PPEJ, a partir de la experiencia de jóvenes que participan en comunidades que lo implementan.

b. Analizar las actitudes y habilidades cívicas promovidas por el PPEJ, a partir de la experiencia de los jóvenes que participan en comunidades que lo implementan.

c. Analizar la valoración que hacen los jóvenes que han vivido el Plan Pastoral de la Esperanza Joven respecto de la educación ciudadana recibida en él.

d. Analizar las propuestas de cambio que los jóvenes plantean al plan de formación a futuro.

Para lograrlo, se ha realizado una investigación de tipo cualitativa15, basada en entrevistas grupales a comunidades de jóvenes que estén viviendo o hayan vivido el PPEJ en parroquias de Santiago.

14 Cada Zona Episcopal cuenta con un equipo de Pastoral Juvenil, conformado por al menos 3 personas que animan la vida de las Pastorales Juveniles parroquiales, y capacitan a los agentes pastorales, como animadores y asesores de Pastoral Juvenil. 15 Entre las diversas metodologías cualitativas, se ha optado por la investigación-acción, ya que responde de mejor manera a las opciones de esta investigación: está orientada al cambio, implica que sean los actores involucrados los que realicen la reflexión (participación), es coherente con la propuesta pedagógica del PPEJ (protagonismo de los jóvenes), se metodología democrática concuerda con la temática a investigar (ciudadanía), y la metodología considera que la investigadora esté involucrada con la realidad a investigar, que es el caso.

La pauta para la entrevista fue construida utilizando principalmente la matriz de competencias ciudadanas elaborada por el SREDECC (SREDECC, 2010), dado que es una interesante síntesis de los contenidos, actitudes y habilidades de una buena Educación para la Ciudadanía. Además, se revisó el material de implementación (fichas) de las 2 primeras etapas del PPEJ: Peregrinos (VEJ, 2012) y Discípulos (VEJ, 2006b; VEJ, 2006c). Esta revisión permitió acotar los criterios de indagación, dejando fuera de ellos contenidos, actitudes y habilidades que, estando en la matriz de competencias ciudadanas del SREDECC, no son abordados por el PPEJ.

A partir de todo ello, se definen los principales elementos a investigar:

OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN

DIMENSIÓN CRITERIOS DE INDAGACIÓN

a. Analizar los contenidos de educación ciudadana abordados en el PPEJ, a partir de la experiencia de jóvenes que participan en comunidades que lo implementan.

Contenidos

- En qué medida el PPEJ incluye contenidos referidos a la sociedad y los sistemas cívicos (ciudadanos –funciones, derechos y deberes-, instituciones estatales, instituciones civiles). - En qué medida el PPEJ incluye contenidos referidos a los principios cívicos (equidad, libertad y cohesión social). - En qué medida el PPEJ incluye contenidos referidos a la participación cívica (toma de decisiones, influencias, participación en la comunidad).

b. Analizar las actitudes y habilidades cívicas

promovidas por el PPEJ, a partir de la experiencia de los

jóvenes que participan en comunidades que lo

implementan.

Actitudes

- En qué medida y de qué manera el PPEJ promueve en los jóvenes actitudes favorables para la convivencia pacífica. - En qué medida y de qué manera el PPEJ promueve en los jóvenes actitudes favorables a la participación democrática.

Habilidades

- En qué medida y de qué manera el PPEJ propicia la comunicación efectiva y el logro de acuerdos grupales. - En qué medida y de qué manera el PPEJ propicia el pensamiento crítico, la toma de decisiones y la responsabilidad. - En qué medida y de qué manera el PPEJ propicia el liderazgo.

c. Analizar la valoración que hacen los jóvenes que han

vivido el Plan Pastoral de la Esperanza Joven

respecto de la educación ciudadana

recibida en él.

Valoración del PPEJ

- En qué medida los jóvenes que han vivido el PPEJ, lo valoran como un aporte para su formación ciudadana.

d. Analizar las propuestas de cambio

que los jóvenes plantean al plan de formación a futuro.

Propuestas para mejorar el

PPEJ

- Cuáles son los contenidos que los jóvenes proponen incluir en una nueva edición del PPEJ. - Cuáles son las modificaciones metodológicas que los jóvenes proponen para una nueva edición del PPEJ.

De acuerdo a criterios de factibilidad, representatividad territorial16 y calidad de

implementación17, se seleccionó 1 parroquia tipo, con buena u óptima implementación, por

Zona Pastoral:

ZONA PARROQUIA Centro Santa Ana

Cordillera Natividad del Señor Maipo Nuestra Señora de las Mercedes Norte Sagrada Familia Oeste Inmaculada Concepción

Oriente Jesús Servidor Sur Santa Cristina

Las entrevistas fueron realizadas entre julio y octubre de 2013. En la mayoría de ellas participaron 5-6 jóvenes; aunque las comunidades son más numerosas, no fue fácil contar con la participación de todos, dada la alta cantidad de actividades que tienen los jóvenes y en las que la Pastoral Juvenil está inmersa. De todos modos, ello permitió una conversación fluida y más profunda en relación a la experiencia vivida.

Para el análisis de contenidos, se ha utilizado la metodología de análisis descriptivo e interpretativo por categorías.

Hallazgos: el PPEJ realiza un aporte relevante en el desarrollo de actitudes y habilidades ciudadanas

A continuación, se presentan los principales resultados de la investigación referidos a los 2 primeros objetivos específicos, es decir, al análisis de contenidos, actitudes y habilidades ciudadanas abordados por el PPEJ18.

16 La distribución de las 125 parroquias que implementan el PPEJ no es uniforme entre las 7 Zonas Pastorales de Santiago, las que a su vez, tienen características socio-económicas, culturales y eclesiales diversas (Adimark, 2003; INE, 2005; Arzobispado de Santiago, 2012). Por ello, se optó por entrevistar a una comunidad tipo por Zona Pastoral, de modo de conservar en la muestra, la diversidad y particularidad de cada Zona Pastoral. 17 El año 2012, la Vicaría de la Esperanza Joven y los equipos zonales de Pastoral Juvenil categorizaron a las Parroquias de la Arquidiócesis en 5 niveles de implementación del Plan Pastoral de la Esperanza Joven: 5. Implementación óptima: Parroquia que implementa el PPEJ en su totalidad y de manera sistemática. 4. Implementación buena: Parroquia que implementa el PPEJ de manera parcial, pero considerando la mayor parte de los presupuestos y variables del Plan. 3. Implementación regular: Parroquia que implementa el PPEJ de manera inestable, aunque se pueden reconocer los principales aspectos del Plan. 2. Implementación deficiente: Parroquia que sólo considera algunos aspectos del PPEJ en su formación a los jóvenes y de manera difusa. 1. No implementa. 18 Dejo fuera la presentación de los resultados de los otros 2 objetivos específicos (valoración de los jóvenes y propuestas de cambio respecto de la educación ciudadana recibida en el marco del PPEJ), dado que sus respuestas no fueron del todo contundente ni consistentes entre los entrevistados. El único hallazgo considerable a partir de ello, ha sido constatar la aún reducida comprensión respecto de la ciudadanía –algunos jóvenes siguen comprendiéndola sólo como el derecho a voto-, y la subterránea escisión fe y vida que sigue presente en la formación pastoral y en el testimonio de agentes pastorales. Para más detalles, consultar el texto completo de la tesis: Cerda, C. (2013), Buenos cristianos, ¿buenos ciudadanos? Evaluación del aporte del Plan Pastoral de la

a) Contenidos abordados:

Un primer punto dice relación con los contenidos ciudadanos abordados por el PPEJ, los cuales son escasos. De acuerdo al relato de los jóvenes entrevistados, las temáticas trabajadas en alguno de los encuentros o actividades complementarias de la Pastoral Juvenil dicen relación con:

- Respeto por la diversidad.

- Dentro de los principios cívicos: la igualdad y la libertad.

- Derechos de minorías y no discriminación (indígenas, mujeres, niños, homosexuales).

- Derechos humanos y reconciliación en Chile.

Cabe hacer notar que los temas abordados son escasos y de corte más bien social y de compromiso solidario interpersonal, quedando prácticamente ausentes reflexiones y contenidos propiamente cívicos o referidos a la institucionalidad política, y la posibilidad de comprometerse y servir a la promoción de valores cristianos en espacios públicos y ciudadanos. Al analizar el material de implementación de las etapas Peregrinos y Discípulos, se puede corroborar que estos resultados son coherentes con la propuesta temática del PPEJ.

Ahora bien, ya que el PPEJ no es un programa de formación ciudadana propiamente tal, evidentemente no se le puede pedir que incluya todos los contenidos necesarios para una buena Educación para la Ciudadanía. Sin embargo, la escasez de contenidos ciudadanos contrasta con los objetivos que el mismo PPEJ se propone de manera general y, en particular, en relación al Área de Contenidos “Vida Cristiana” (VEJ, 2006a, mencionado más arriba).

Es evidente que los contenidos abordados son insuficientes respecto del objetivo formativo del PPEJ. Es decir, aunque éste se propone entregar las capacidades y herramientas necesarias para que los jóvenes puedan ser constructores del Reino en diferentes ambientes y situaciones, sin embargo, se constata que, a lo largo de la propuesta temática de sus encuentros, sólo se logra despertar la conciencia de esta vocación cristiana al compromiso para la transformación social desde una ciudadanía activa, pero no se entregan todas las herramientas conceptuales necesarias para ejercer dicho rol. No se observa, por ejemplo, el desarrollo de temas fundamentales como los derechos, deberes y habilidades ciudadanas que nuestra democracia requiere para desarrollarse, o la participación democrática, la relación entre lo público y lo privado, los principios cívicos y el bien común, entre otros.

Incluso algunos contenidos que sí están incluidos en el proceso, por ejemplo, la igualdad y la libertad, no son abordados desde la perspectiva cívica, sino como criterios éticos que orientan el comportamiento interpersonal. En este sentido, el PPEJ hace un aporte en la línea de reflexionar y conceptualizar estos principios, lo que ciertamente es valioso, pero no capacita para que este aprendizaje sea aplicable a las relaciones sociales y ciudadanas. Es necesario acompañar dicha transposición de contenidos desde la experiencia personal y dentro de la comunidad, hacia la aplicación de dichos principios a su vida pública.

Finalmente, cabe mencionar que llama especialmente la atención la gran ausencia de temáticas relacionadas con la participación democrática, y particularmente, de debate en torno al acontecer social de nuestro país -marcado en los últimos años por los movimientos sociales de distinto tipo- y el rol de los católicos en ellos. Esta ausencia permite afirmar que no

Esperanza Joven a la educación ciudadana de los jóvenes católicos de Santiago. Universidad Alberto Hurtado. Santiago de Chile.

se acompaña el discernimiento de los jóvenes en relación a su compromiso socio-político cristiano. Preocupa, además, la percepción que tienen los jóvenes acerca de la incomodidad que generan estos temas entre los agentes pastorales, quienes no saben cómo abordarlos o definitivamente los evitan, ya que originan opiniones divididas.

b) Actitudes promovidas:

De acuerdo a la experiencia de los jóvenes, las actitudes que más promueve el proceso del PPEJ son la confianza y la solidaridad. En menor medida y de una manera menos explícita, el respeto por la diversidad. Queda sin abordar la actitud favorable hacia la participación democrática, aunque existen importantes oportunidades dentro del PPEJ como para poder trabajarla adecuadamente.

Con mayor detalle se observa que, de manera coherente con la propuesta del PPEJ, la confianza es la actitud más desarrollada, principalmente gracias al contexto comunitario en el que se desarrolla el PPEJ y su explícita intencionalidad de generar integración entre los miembros que conforman la comunidad juvenil. De hecho, este aspecto forma parte del objetivo general de la primera etapa del PPEJ, Peregrinos:

“Incorporar a los jóvenes al itinerario de crecimiento y formación de la Pastoral Juvenil, generando espacios de acogida e integración comunitaria, en los cuales puedan reconocer y crecer en su relación con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo, y Su Proyecto de Reino para la humanidad” (VEJ, 2012).

En coherencia con la propuesta, la experiencia comunitaria se vive en un contexto de respeto, contención y acogida. Además, el hecho de que el proceso favorezca el compartir quiénes son e importantes aspectos de su vida (historias familiares, hechos de vida, así como otros temas sensibles de su vida y edad), permite ir desarrollando la confianza entre los diferentes miembros de la comunidad. Ello facilita que los jóvenes puedan ir desenvolviéndose cada vez con mayor soltura, al sentirse parte de un espacio protegido y afectivo. Así, jóvenes que llegan tímidos, temerosos o apáticos, van poco a poco siendo capaces de compartir, opinar e incluso debatir con respeto. Lo que, a su vez, permite el desarrollo de la confianza en sí mismos y, como veremos más adelante, de algunas habilidades comunicativas que les sirven no sólo para su experiencia intraeclesial.

Iniciar el itinerario de encuentros propiciando el conocimiento entre ellos y la integración, la tolerancia, el respeto a todas las personas, su dignidad, derechos e intereses (no discriminación en base a género, clase social, identidad étnica o raza, origen nacional, orientación sexual, entre otros), permite que el PPEJ logre también desarrollar en los jóvenes la valoración por la pluralidad y la diversidad. Con esto colaboran dos aspectos diferentes de la propuesta del PPEJ: la experiencia comunitaria integradora ya mencionada y el abordaje explícito de contenidos relacionados a valorar la diversidad y respetar la igual dignidad de todas las personas, independientes de sus características u opciones.

La solidaridad es otra de las actitudes más desarrolladas dentro del proceso del PPEJ. Ello se muestra también en coherencia con la intencionalidad del PPEJ, el que, como vimos en el apartado anterior, quiere formar a jóvenes comprometidos con la sociedad e incluye en su itinerario formativo contenidos de responsabilidad social de los católicos. Con todo, llama la atención que, en este punto, los jóvenes reconocen como más significativas las experiencias de acción social que la Parroquia, de manera autónoma, propicia, no así los encuentros dedicados a reflexionar la dimensión social de la fe. Ello es un gran desafío para la propuesta formativa del PPEJ, de modo que ésta pueda incluir de manera intencionada las experiencias de acción

social dentro del itinerario, de modo que estén coherentemente interrelacionadas con los contenidos abordados en los encuentros.

Por otro lado, los jóvenes evidencian una total ausencia en el proceso formativo de la actitud de valoración o disposición a la participación democrática. Ello es coherente con el análisis anterior -referido a los encuentros que conforman el itinerario del PPEJ y sus objetivos-, dentro de los cuales la participación democrática no es abordada. Tampoco es intencionado a través de su metodología, al menos no como un objetivo de aprendizaje explícito.

Con todo, las mismas respuestas de los jóvenes dan pistas de una posible forma de abordaje, pues para ellos, algunas experiencias de participación dentro de la comunidad y la Parroquia, son significativas y con una fuerza de modelaje importante. En concreto, el animador y su forma de definir cuestiones sencillas y cotidianas de la vida comunitaria de manera participativa, es una experiencia que ayuda a los jóvenes a valorar la participación democrática. Así también, el Consejo Parroquial, como estructura de participación representativa de todas las pastorales, en la medida en que este organismo concita las opiniones de todos y en variadas ocasiones toma decisiones en forma democrática. Poder intencionar con mayor fuerza estos dos aspectos –metodológico y orgánico, respectivamente-, puede tener un fuerte impacto formativo en el desarrollo de una disposición a la participación democrática, que podría, luego, redundar en una mayor valoración y disposición a la participación en otras instancias comunitarias o sociales.

Finalmente, y tal como se desarrollará a continuación, esta investigación ha podido concluir que el PPEJ favorece, particularmente a través de sus opciones metodológicas, la valoración positiva del consenso, el disenso y la decisión por mayoría. Se profundizará en este punto al analizar el aporte del PPEJ al desarrollo de habilidades de comunicación y debate.

De acuerdo a las actuales definiciones de una buena Educación para la Ciudadanía, se reconocen como elementos fundamentales el sentido de pertenencia, la buena convivencia y la paz. A la luz de esta investigación, se puede concluir que, desde esta perspectiva, el PPEJ hace un gran aporte a la Educación para la Ciudadanía, toda vez que desarrolla actitudes que apuntan justamente a estos elementos. Con todo, es también cierto que el desarrollo de estas actitudes se enfoca principalmente desde la perspectiva intraeclesial. Por ello, se puede considerar una buena base pero que requiere de ser ampliada para trabajar también el sentido de pertenencia y la convivencia social y ciudadana, que se funde en la experiencia particular eclesial pero que logre trascenderla, superando así la amenaza de particularismos o sectarismos.

De todos modos y por incipiente que sea, cabe valorar el aporte que el PPEJ hace en esta materia, toda vez que las investigaciones actuales en nuestro país muestran que el desarrollo de actitudes ciudadanas es uno de los aspectos más débiles dentro de la educación escolar.

Además, los resultados de esta investigación confirman el principal hallazgo del estudio actualmente en desarrollo por parte de un equipo del Centro de Estudios de Políticas y Prácticas en Educación (CEPPE) de la Pontificia Universidad Católica de Chile19, de que es el clima democrático el que mayor incidencia tiene en el desarrollo de una mayor disposición y valoración ciudadana. Ello es coherente con el relato de estos jóvenes que valoran, por sobre el abordaje de contenidos, la experiencia comunitaria acogedora, de confianza y participativa como pilar fundamental en el desarrollo de actitudes ciudadanas.

19 Cox, C., Castillo, J. C., Miranda, D. y Bascopé, M. (2013). Socialización política y experiencia escolar: Chile en el contexto internacional. Proyecto FONDECYT (en elaboración).

c) Habilidades desarrolladas:

Las habilidades ciudadanas mejor abordadas por el PPEJ son las habilidades de comunicación (capacidad de expresar lo que creen, de argumentar, de disentir con respeto, de escuchar) y el pensamiento crítico. Dentro de los elementos del PPEJ que facilitan el desarrollo de estas habilidades encontramos:

I. El contexto comunitario en el que se desarrolla el PPEJ, un espacio de mucha confianza y respeto, lo que permite a los jóvenes perder el miedo e ir, poco a poco, atreviéndose a decir lo que piensan, a compartir sus historias de vida y de fe, a manifestar su opinión e incluso atreverse a discrepar unos con otros, sabiendo que ello no implica una ruptura en la relación ni una agresión, sino un intercambio fraterno de puntos de vista. Todo ello, promueve que los jóvenes vayan desarrollando, con la práctica, habilidades comunicacionales fundamentales como la capacidad de expresarse, de argumentar, de debatir, de disentir. Y vayan, además, valorando la posibilidad de intercambiar ideas, disentir y construir en conjunto los consensos con base en un debate fraterno y sincero.

II. Una propuesta metodológica dialógica y reflexiva: el PPEJ se funda en algunos criterios pedagógicos y metodológicos que definen una propuesta didáctica basada fundamentalmente en el diálogo, en el compartir la propia vida y las opiniones personales. Ello se concreta en que muchos de los temas abordados por el PPEJ se realizan en base a conversaciones grupales o en pareja, generando debates o bien, dando espacio para la reflexión personal en relación a algunos temas. Todo lo anterior facilita el desarrollo de habilidades comunicativas y de pensamiento crítico.

Unido a lo anterior, el PPEJ se propone, como línea formativa fundamental, la relación entre la fe y la vida, lo que se expresa en una opción pedagógica experiencial, por lo que el abordaje de los diferentes temas a lo largo del itinerario supone ir haciendo constantemente enlace con la vida cotidiana de los jóvenes, partiendo de su experiencia y volviendo a ella para iluminarla desde lo aprendido en el encuentro. Además, a lo largo del itinerario formativo hay encuentros que apuntan a abordar temas de la vida personal de los jóvenes (familia, amigos, autoestima, comunicación, entre otros), lo que permite desarrollar el pensamiento metacognitivo y crítico, es decir, la capacidad del joven de mirar sus propios procesos, reconociendo avances y desafíos, así como nuevas pistas para su actuar futuro.

Otras habilidades como la capacidad del logro de acuerdos grupales, de tomar decisiones, la responsabilidad y el liderazgo, también son desarrolladas dentro del contexto del PPEJ, pero con menor fuerza y de manera menos intencionada. En este último caso, vemos el importante rol que ejerce el animador como modelo de liderazgo: de acuerdo a la experiencia de los jóvenes, el liderazgo no es intencionado de manera directa por los encuentros y la metodología del PPEJ, sino que se aprende básicamente por la observación y seguimiento de “modelos” cercanos, principalmente los animadores, quienes se transforman en verdaderos testimonios de liderazgo para los jóvenes que participan de las comunidades. Sin embargo, el PPEJ no intenciona con claridad el rol de modelaje que el animador debe cumplir en este aspecto de la formación juvenil.

Siguiendo con el análisis, esta investigación permite constatar que, dentro de las habilidades menos desarrolladas por el PPEJ, se encuentran: la resolución de conflictos, el logro de acuerdos grupales y la participación en procesos colectivos de toma de decisiones. Ello responde principalmente a que el material del PPEJ no lo trabaja de manera explícita, sino que

responde a lo que podríamos llamar “externalidades positivas” de la metodología y experiencia comunitaria que el PPEJ supone. Es decir, son habilidades que se desarrollan por el sólo hecho de vivir el proceso con otros, teniendo que superar posibles conflictos que se dan a lo largo de los años de compartir, tomando decisiones de la vida cotidiana y asumiendo algunas responsabilidades dentro de la vida comunitaria o parroquial. Pero, como ya se dijo, esto no viene intencionado de manera explícita por el PPEJ y sus encuentros.

Finalmente, el análisis de los relatos de los jóvenes deja en evidencia que el pensamiento crítico aplicado a la realidad social no es una habilidad abordada en el PPEJ. Ello, como es evidente, no se condice con la mirada pastoral del Concilio Vaticano II y reimpulsada por la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida. En ambos documentos magisteriales –y en otros tantos–, la Iglesia comprende como parte de su rol y el de los cristianos, el tener una mirada crítica de la realidad social y política a la luz del Evangelio para discernir los signos de los tiempos, desarrollando una actitud comprometida con ella en vistas a colaborar en el despliegue del Reino de Dios en la sociedad.

Poniendo en diálogo los resultados de esta investigación con el desafío de una nueva Educación para la Ciudadanía, es altamente valorable que el PPEJ haga un aporte en un aspecto tan importante como es el desarrollo de habilidades ciudadanas (comunicacionales, de liderazgo, pensamiento crítico, entre otras). Tal como se ha presentado en los apartados precedentes, en los últimos años la propuesta educativa ciudadana ha querido ir ampliándose, pasando de la tradicional educación cívica, centrada principalmente en la entrega de conocimientos acerca de la institucionalidad política y gubernamental, a la Educación para la Ciudadanía que quiere no sólo incorporar nuevos contenidos, sino también lograr que las personas no únicamente se comprendan como ciudadanos, sino sobre todo, sepan vivir y ejercer como tal. En este sentido, la formación de las actitudes y las habilidades ciudadanas adquiere un especial relieve, toda vez que ellas nos habilitan para la práctica.

Se dijo anteriormente que para ejercer esta praxis ciudadana, se requieren habilidades como: el debate, la deliberación, la autonomía, la creatividad, el pensamiento crítico, capacidad de participar en equipos de trabajo, la negociación y el diálogo. Esta investigación deja en evidencia que el PPEJ aporta en la formación de gran parte de estas habilidades.

Este aporte del PPEJ se torna doblemente valioso al vincularlo con el diagnóstico, entregado por recientes investigaciones y estudios, de que éste es uno de los aspectos más débiles dentro de la educación ciudadana escolar y uno de los más anhelados por Directores y Docentes de establecimiento educacionales. Es decir, se reconoce que el colegio aún no logra ser un aporte significativo para el desarrollo de habilidades, pero a su vez, se le reconoce como un objetivo fundamental de lo que debiese ser la educación ciudadana. Por ello, se puede decir que éste es probablemente el aporte más propio y la mayor riqueza del PPEJ en relación a la Educación para la Ciudadanía de los jóvenes católicos.

Finalmente, cabe hacer una reflexión en relación al aporte que el PPEJ hace -y puede profundizar- en vistas a la equidad social y ciudadana. De acuerdo a los antecedentes que se manejan, el PPEJ es implementado en mayor medida en aquellas Zonas Episcopales caracterizadas como nivel socio-económico medio y medio bajo. Sectores sociales en las cuales los jóvenes presentan menor manejo de contenidos ciudadanos, así como una menor valoración de la ciudadanía y disposición a participar ciudadanamente, de acuerdo al estudio de Educación Cívica ICCS 2009. Por ello, el PPEJ puede ser una potente herramienta de fortalecimiento de la ciudadanía justamente en aquellos sectores desfavorecidos por una

educación de poca calidad y que vienen de familias más desvinculadas con la participación ciudadana, colaborando así a disminuir la desigualdad en Santiago, al menos en este aspecto.

CONCLUSIONES GENERALES

La conclusión más importante de esta investigación es que efectivamente el PPEJ es un importante aporte a la formación ciudadana de los jóvenes católicos, especialmente en lo que se refiere a la educación de actitudes y habilidades. A pesar de que la entrega de contenidos propiamente ciudadanos es el aspecto más débil del PPEJ, éste aporta algunas conceptualizaciones de principios cívicos como la igualdad y la libertad. Por ello, se piensa que el PPEJ contribuye en esta materia e incluso puede ser visto como un buen complemento a la educación ciudadana recibida en el contexto escolar, más fuerte en la entrega de contenidos, pero débil en el desarrollo de actitudes y habilidades.

Con todo, y sin dejar de reconocer el valor que tiene por lo dicho recién, conviene señalar que el PPEJ puede ser mejorado si quiere realmente ser un aporte al desarrollo de una ciudadanía activa y madura por parte de los jóvenes católicos. El PPEJ debiese ser una herramienta eficaz de formación ciudadana para los jóvenes, en el cual se integren contenidos propiamente ciudadanos, se intencione con mayor esmero el diálogo entre fe y vida pública, y se potencie el desarrollo de actitudes y habilidades ciudadanas, algunas de las cuales ya se abordan aunque débilmente y otras que están claramente ausentes. Desafío aún mayor, al ver que se mantiene la baja participación juvenil en las últimas elecciones presidenciales y parlamentarias en nuestro país.

En la línea de la opción metodológica de la investigación, este ejercicio es en sí mismo una experiencia de formación ciudadana, en cuanto hace partícipes a los jóvenes entrevistados como actores relevantes en la construcción de una nueva propuesta del PPEJ. Además, ayuda a los jóvenes a hacer una meta-reflexión de su proceso, pudiendo hacer síntesis, reconocer fortalezas y debilidades en ella, así como también ser conscientes de su valoración respecto de la formación recibida. Para la metodología de investigación-acción, esto es por sí mismo un logro, y en este sentido, experiencias como éstas podrían ser replicadas, pues ayudan a asentar los procesos de aprendizaje de los jóvenes que participan en el PPEJ, así como a potenciar su protagonismo.

Nuestras democracias necesitan ciudadanos más activos, partícipes en la construcción común, y no sólo electores esporádicos. Esto es aún más relevante en el caso de las generaciones jóvenes, que se encuentran inmersas en una cultura juvenil más informada, más cuestionadora, más exigente, más aún con aquellos que profesamos una fe que se autocomprende y proclama al servicio de mejores condiciones de vida para todos. Ello nos exige a los católicos vivir en coherencia con la fe que profesamos y, por tanto, tener un rol en la construcción social de un país mejor.

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