Diversidad, desigualdades y la cuestión alimentaria
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Scripta Nova.
Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788].
Nº 25, 1 de agosto de 1998.
DIVERSIDAD, DESIGUALDADES Y LA CUESTIÓN ALIMENTARIA(1)
Renato S. Maluf(2)
Este artículo tiene el objetivo de introducir los temas de la diversidad y de las
desigualdades en el análisis de la cuestión alimentaria involucrada en los
procesos de desarrollo, prestando especial atención al componente espacial o a
la inclusión de la variable espacio en este análisis. La principal referencia
empírica son los países iberoamericanos, y los llamados grandes países de
bajo ingreso. Más que buscar criterios para establecer los contornos físicos
que definirían realidades regionales diversas, el procedimiento propuesto
requiere caracterizar el fenómeno de la diversidad o la diversificación y las
desigualdades inherentes a los procesos económicos y sociales, considerar la
cuestión de escala o los niveles analíticos propios a cada uno de los aspectos
en presencia, y tener en cuenta la interacción entre los factores
socioeconómicos y el medio físico en la conformación de espacios regionales.
Como se verá a lo largo del texto, son varias e importantes las implicaciones
de proceder así para el tema del desarrollo y al análisis de la cuestión
alimentaria. Desde luego, cabe destacar la identificación de los elementos de
diversidad cultural e institucional que permiten, por ejemplo, calificar las
interpretaciones lineales del fenómeno de la globalización y más
específicamente de la internacionalización del sistema alimentario. Respecto
al tema de las escalas, las relaciones que uno puede establecer entre la
producción y el consumo de los alimentos se diferencian según el nivel de
agregación del análisis (global, nacional, subregional, local, etc.), además de
reflejar los mecanismos típicos de mercado y el grado de integración de los
sistemas agroalimentarios nacionales. Estos son elementos a considerar si se
toma a los espacios regionales en cuanto ámbito analítico y referencia de
intervención, por ejemplo, al adoptarse la descentralización como eje en la
formulación y aplicación de acciones públicas, o al proponerse el desarrollo
de circuitos regionales de producción, distribución y consumo de alimentos,
como se hace en este ensayo. Por último, el interés particular en la
problemática de los grandes países (por su población y extensión territorial)
obliga a atribuir especial relevancia al componente espacial y a la diversidad
regional en el análisis de la cuestión alimentaria en estos países.
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El intento de definir una cuestión alimentaria en el proceso de desarrollo
forma parte de una investigación aún en progreso, que hemos iniciado hace
algunos años con el análisis de la comercialización agrícola en el contexto de
las entonces llamadas relaciones agricultura-industria, a lo cual siguió el
estudio del problema del suministro alimentario, y de la seguridad alimentaria
como su expresión en el campo de las políticas públicas. Llegamos así a un
enfoque basado en los alimentos y, como consecuencia, a la definición de la
cuestión alimentaria.
Este recorrido no solo refleja la trayectoria analítica del autor, sino que guarda
relación estrecha con la realidad misma que se está tratando. Sin embargo, los
alimentos y la alimentación se han convertido en uno de los principales
elementos que sintetizan la inserción, en los sistemas socioeconómicos, del
conjunto de actividades urbanas y rurales llamadas agroindustriales o
agroalimentarias. A la par con la pérdida de sentido de los análisis agrícolas
estrictos que no consideran la inserción de la agricultura en sistemas
agroalimentarios o en cadenas agroindustriales, la necesidad de un enfoque
centrado en los alimentos ha sido reforzada con el avance de la urbanización,
y por el papel determinante que han asumido la esfera del consumo(3) y las
actividades de distribución en la configuración y funcionamiento de estos
sistemas y cadenas.
Es sabido que los alimentos no abarcan todas las dimensiones de la
producción agrícola, de la cuestión agraria o del medio rural (aclaración tanto
más necesaria cuando uno enseña en cursos focalizados sobre todo en
agricultura y en lo rural). La producción agrícola, además de incluir productos
no-alimentarios, suele tener fuerte vinculación con las exportaciones , las
cuales solo en parte reflejan cuestiones tratadas bajo el tema alimentario. La
cuestión agraria, por su parte, remite a aspectos específicos respecto a las
formas de tenencia y uso de la tierra, en cuanto que el medio rural puede estar
bajo el impacto de la expansión de actividades no-agrícolas en su interior.
Concluyendo estas consideraciones de carácter introductorio, la perspectiva es
la de abordar la cuestión alimentaria como condición de derecho universal y
en la evidencia de su rol económico, pero valorizando la diversidad de los
hombres, de las culturas y de los ambientes. Al mismo tiempo, el tema
alimentario contribuye a la propia comprensión de esos fenómenos, como ya
lo había hecho notar Josué de Castro en su obra, también por eso, pionera:
"... el fenómeno de la alimentación [es] el mejor punto de referencia en el estudio ecológico de las
correlaciones entre los grupos humanos y los cuadros regionales ocupados por ellos". Josué de
Castro, Geografía del Hambre, 1946. (traducción libre)
El artículo empieza sugiriendo una interpretación para el tema de la
diversidad, en asociación con el de las desigualdades, presente en el debate
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reciente sobre los procesos de desarrollo económico y social, y destaca su
importancia para el análisis de la cuestión alimentaria desde la perspectiva de
la Economía del Desarrollo. En seguida, define lo que se está llamando
'cuestión alimentaria', y las relaciones entre el acceso a los alimentos y la
equidad social en los planes macro y micro de análisis, a la vez que presenta
algunos indicadores respecto a la equidad y a la problemática alimentaria en
los países iberoamericanos. Finalmente, el texto aborda los cinco conjuntos de
elementos que componen las relaciones entre la cuestión alimentaria y los
modelos de desarrollo, con una especial referencia a los circuitos regionales
de producción, distribución y consumo de alimentos.
Diversidad y desigualdades en los procesos de desarrollo
En estos tiempos de dogmatismos neo-liberales cabe registrar la persistencia
de un intenso debate sobre el tema del desarrollo y sobre la necesidad y las
formas más adecuadas de diseñar y aplicar estrategias públicas en los planes
nacionales y regionales. El referencial teórico que se considera más adecuado
al análisis de la relación entre la cuestión alimentaria y el proceso de
desarrollo, en el contexto de los países de bajo ingreso(4), son las aportaciones
de la llamada 'economía del desarrollo'. Adviertase que nuestra perspectiva,
además de interdisciplinaria, no comparte la demanda por un cierto tipo de
'rigor analítico' por parte de la ciencia económica convencional, la cual
implicó reducir la especificidad de la economía del desarrollo al campo
geográfico en que son aplicados los instrumentos de la teoría económica
general, a saber, los países considerados como pobres, como si los dilemas
económicos en los últimos sólo mantuviesen diferencias de grado, más que de
naturaleza, con los de los países más avanzados (Hugon, 1993; Krugman,
1994). Esta opción de orden teórico-metodológico así como otros aspectos
que no vienen al caso en este ensayo, nos llevan a destacar las contribuciones
de Albert Hirschman, que desde hace mucho denunció la "pretensión a una
monoeconomía" e identificó la incapacidad de la economía en tratar con los
problemas del desarrollo(5).
Por otra parte, el sentido que se atribuye a la noción de desarrollo ha sido
puesta en cuestión, sobre todo por las críticas contra los discursos y modelos
oficiales con sus componentes de poder y sesgo homogeneizante, llevando
incluso a las posiciones más extremas de algunos autores que niegan la propia
noción de desarrollo (p.ej., Escobar, 1995b). La relevancia de algunas de las
críticas nos hace optar por una definición de desarrollo más cercana al sentido
literal del término, el cual conlleva dos ideas básicas, a saber: la de mejora y
la de proceso. A ellas se añade la perspectiva de sustentabilidad a largo plazo
que resulta de las preocupaciones de tipo ambiental. Así, por desarrollo
económico y social se entiende el proceso de mejora sustentable en la calidad
de vida de una sociedad, en el cual los fines y los medios sean definidos por la
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sociedad misma que está buscando o vivenciando este proceso. Definiciones
como ésta tienen un carácter instrumental inseparable(6), por lo tanto, dentro
de este límite, la que aquí se propone parece adecuada para que avancemos en
los elementos de la temática del desarrollo que nos interesa subrayar.
Se puede decir que la noción de diversidad es la más difundida en el actual
debate sobre desarrollo, reflejandose ahí una tendencia en el pensamiento
contemporáneo en varios campos. Se recurre, en este ensayo, a algunos
aspectos de la asociación 'diversidad y desarrollo' con la intención de
introducir la variable espacio y el subsecuente tema de la diversidad regional,
o mejor de las desigualdades regionales. La justificación inmediata deriva del
papel tradicional que tiene la idea de región como referencia analítica para las
acciones de desarrollo, inclusive, y principalmente, en los asuntos referentes a
la equidad social y a los alimentos. Juntar ambas nociones la de desigualdad y
la de diversidad, implica tener en cuenta, de un lado, la usual asociación de la
primera con el desarrollo desigual o con las inevitables desigualdades
inherentes al proceso de desarrollo capitalista; de otro lado, la fuerza que ha
ganado el reciente discurso en favor de la consideración y respeto a las
diferencias.
La perspectiva aquí adoptada tiene en cuenta las diferencias al incorporar la
diversidad en el concepto de equidad social, permitiendo diferentes respuestas
a los problemas relacionados con ella. Eso ni implica suscribir enfoques que
no dejan lugar para consideraciones sobre fenómenos de naturaleza más
general, tales como la tendencia a la permanente generación de desigualdad y
pobreza de la economía capitalista. Este es un riesgo presente, por ejemplo, en
algunas versiones del postmodernismo, precisamente, valiendose del lenguaje
de la geografía(7).
La noción de desigualdad es usualmente tomada en un significado
cuantitativo, es decir, la desigualdad que se expresa en la comparación entre
los que tienen más con los que tienen menos (ricosversus pobres,
avanzados versus retrasados, etc.). Entendida como un producto del desarrollo
desigual, este tipo de comparación conlleva una idea subyacente de
convergencia por los mismos términos en que está formulada, originándose de
ahí las proposiciones que buscan superar la desigualdad o el retraso, o
aproximar los retrasados a los avanzados. Además de la controversia asociada
a la hipótesis de convergencia, es fácil imaginar que se han concentrado en
este punto las críticas al predominio de un patrón de bienestar (como regla, el
occidental) en cuanto referencia o meta del desarrollo económico de países o
regiones caracterizadas por la diversidad en términos culturales y de
disponibilidad de recursos, y al uso de estos patrones como criterio para la
evaluación del éxito en promover la equiparación entre tales países o regiones.
La diversidad de las formas en que se manifiestan las desigualdades
económicas, y la pobreza en particular, y las distintas respuestas posibles a
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ellas, no les quita la condición de fenómenos generales típicos de un sistema
basado en la competencia y en la apropiación privada de sus frutos bajo la
forma de ganancias u otras rentas de la propiedad.
De hecho, es intrínseco a la naturaleza de la acumulación capitalista (a) el
desarrollo desigual en términos de la 'creación desigual del espacio o de
espacios desiguales', y (b) la permanente generación de pobreza.En cuanto al
primer aspecto, el desarrollo desigual resulta de tendencias contradictorias que
configuran, como señaló Smith (1990), una dialéctica de diferenciación y
ecualización geográfica según la escala espacial que se está considerando. Es
decir, la diferenciación social y geográfica directamente asociada a los
capitales en la escala individual e indirectamente asociada a una particular
división del trabajo, coexiste con la tendencia a la ecualización que se expresa
en la esfera de la circulación y en la ecualización de las condiciones y niveles
de producción. A las tendencias descritas se añade, en los términos de
Sánchez (1991), la consideración de la dinámica territorializada de los
sectores productivos, que refleja las estrategias de apropiación de recursos
distribuidos en forma heterogénea en el espacio físico y los conflictos
inherentes. Enfocándola bajo la óptica de los sectores productivos, los
procesos productivos de estos sectores resultan en determinada articulación
territorial y en un "espacio social"(8) concreto. Desde otro ángulo, el estudio de
un área territorial delimitada requiere considerar las diversas dinámicas
territorializadas de las actividades presentes en él, según el peso relativo de
cada una de ellas. Para el tema de este artículo, tal enfoque implica tomar las
tendencias ecualizadores asociadas a la globalización (vía el mercado
agroalimentario internacional, y la homogeneización de patrones de
producción y consumo), en combinación con la diferenciación social y
territorial en los planes nacionales y regionales asociadas a la dinámica de los
capitales individuales y de los sectores productivos(9).
Respecto a la pobreza, no se requiere de valores o de patrones específicos
occidentales para tomarla como expresión de desigualdades generadas por
procesos económicos cuya dinámica cabe desvelar, y como expresión de
injusticia social. Lo mismo en cuanto a mensurar la pobreza como tal y
construir indicadores de pobreza con una óptica de las carencias (carencias
absolutas y desigualdades relativas al interior de una sociedad) o de los logros
(en los campos alimentario, educacional, de salud, de vivienda, etc.). La
contrapartida a un tal diagnóstico, que se expresa en el objetivo de la equidad
social, tampoco necesita estar vinculada a una escala de valores culturales
ajena a la sociedad en cuestión, y las estrategias para lograrla pueden (deben)
reflejar la mencionada diversidad de ambientes socioeconómicos, culturales y
naturales.
El segundo sentido que se puede atribuir a la noción de desigualdad es de
orden cualitativo, es decir, la desigualdad que resulta de la diferencia antes
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que de la insuficiencia, del 'ser diferente'antes que del 'tener menos'. La
diversidad de situaciones en ese sentido se debe a, por lo menos, cuatro
elementos, como se detalla en otro texto (Maluf, 1998). El primer y más obvio
motivo son los factores culturales (la diversidad cultural) que intervienen en
los procesos económicos y sociales de los países o regiones. El segundo
elemento, que guarda relación con el anterior pero demanda mención aparte,
hace referencia a la institucionalidad peculiar a los distintos países y regiones
(la diversidad institucional), y a la diferencia en cuanto a sus opciones y
modos de funcionamiento. El tercer elemento se refiere a la ya mencionada
diversidad entre los seres humanos (la diversidad humana) y sus
implicaciones en el significado de la equidad e igualdad social, y en la
definición de estrategias para lograrlas(10). Finalmente, aparece la distribución
de recursos naturales (la diversidad natural), que no es sólo desigual sino
también diferente entre los países y regiones, lo que da como resultado
distintas posibilidades en la relación de los patrones de desarrollo ambiental.
Los dos primeros elementos permiten volver al tema de la globalización, para
confrontar las interpretaciones que hablan de una propagación lineal de
elementos socioeconómicos y culturales, y casi siempre conducen al
transplante de modelos 'exitosos' y a la definición del 'único y mejor camino'.
Bien para confrontar la visión conservadora predominante que propugna la
inserción 'pasiva' de los países del Tercer Mundo en el orden internacional o
como un camino que llevaría a la superación de sus problemas dinámicos y a
lograr un rápido crecimiento. En ambos casos, las características peculiares de
las realidades nacionales quedan subordinadas a patrones considerados
deseables, y la definición de estrategias propias (nacionales o regionales)
pierde mucho de su significado(11). De todos modos, es creciente el número de
evaluaciones que califican la globalización, apuntando más bien sus límites y
destacando el predominio de distintas respuestas regionales o nacionales a lo
global, según peculiaridades socioeconómicas, institucionales y culturales
(Berger & Dore (eds.), 1996; Boyer & Drache (eds.), 1996; Stallings (ed.),
1995)(12).
Son tres las implicaciones de los elementos apuntados acerca de las
desigualdades y de la noción de diversidad. En primer lugar, sigue vigente la
idea de equidad social como contrapunto a la permanente generación de
desigualdades, pero calificando el concepto en el sentido de incorporar la
diversidad, sobre todo, en sus manifestaciones socioculturales; vale decir, una
concepción de equidad social que comporte lo diverso y permita respuestas
diferenciadas según las circunstancias. En segundo lugar, es necesario otorgar
la debida consideración a la diversidad regional en sus diferentes niveles (inter
e intranacional), contraponiendola a la comprensión lineal del fenómeno de la
globalización y valorando la dimensión nacional y los espacios subregionales
en las acciones de desarrollo. La tercera implicación corrobora el énfasis en la
descentralización como eje en la formulación y aplicación de políticas y
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acciones públicas, sin olvidar la necesaria coordinación entre ellas en cuanto
elementos de estrategias de desarrollo definidas en un plan más general.
La búsqueda de creciente equidad social ocupa un lugar central en la acepción
que aquí se atribuye a la noción de desarrollo. Esto llevaría a preguntar sobre
la posibilidad de que cambie el usual tratamiento de la cuestión de la equidad
social que ha predominado en países con conocidas y persistentes
desigualdades como los iberoamericanos, así como sobre los mecanismos
económicos, sociales y políticos que actuarían en la dirección del cambio o
del mantenimiento de dicho tratamiento. Aunque bajo distintos modelos de
desarrollo en los diferentes períodos históricos, la búsqueda de equidad social
en nuestros países ha sido siempre confiada al 'efecto goteo' (trickle-down
effect) del crecimiento económico, a lo cual se añaden las políticas sociales o
medidas compensatorias anti-pobreza. El cambio pretendido iría en el sentido
de construir patrones o estilos de desarrollo que lleven a una creciente equidad
social, siendo nuestra contribución específica tratar del papel desempeñado
por la problemática alimentaria en esa dirección.
Definiendo la cuestión alimentaria
La afirmación de que el proceso de desarrollo económico y social de los
países o bloques de países posee también un problema alimentario se basa en
tres argumentos o justificaciones principales. El primer de ellos es un
argumento de tipo ético-normativo, que se refiere al derecho humano de estar
adecuadamente alimentado, lo cual ha expuesto a todas las sociedades al reto
de asegurar, en forma permanente, el acceso adecuado (desde los puntos de
vista económico y nutricional) a los alimentos por parte de sus ciudadanos. El
segundo argumento, de tipo más económico, remite al rol central que tiene el
sistema alimentario -es decir, todo lo que se refiere a la producción,
distribución y consumo de los alimentos- en la conformación y desempeño de
las actividades económicas(13). El tercer argumento es de tipo político y resulta
de los anteriores, puesto que por su dimensión ética e importancia económica
la cuestión alimentaria y los temas relacionados con ella han estado, siempre,
en el centro de las acciones públicas, ya sea de los gobiernos o de las
organizaciones sociales.
Nótese que la noción que se pretende introducir en el análisis de los procesos
económicos y sociales -es decir, la 'cuestión alimentaria'- tiene un doble
carácter, a saber: el normativo y el instrumental. El carácter normativo se debe
al valor intrínseco, al principio de asegurar el acceso a los alimentos, el cual
permite evaluar aquellos procesos según sus logros en la satisfacción de tal
derecho humano. El carácter instrumental se revela en la utilización de esta
problemática en cuanto criterio para el 'recorte' de las actividades económicas
y respectivas formas sociales, resultando de ahí el delineamiento de sistemas y
8
cadenas (agro)alimentarias.
En los términos mencionados arriba, la cuestión alimentaria no se restringe a
los aspectos relacionados con la pobreza y el hambre, aunque las
características asumidas por las últimas reflejen y interfieran a la vez en el
perfil de equidad social del país, y el hambre figure como la manifestación
más aguda y urgente de la cuestión alimentaria. Con menos razón se puede
tomar a esta última como un subproducto de la problemática agrícola, como se
creyó por mucho tiempo, sin olvidar el peso relativo y de las peculiaridades de
los aspectos agrícolas, agrarios y rurales presentes en la misma(14).
Es posible analizar la cuestión alimentaria bajo la noción de seguridad
alimentaria entendida como un objetivo de la acción pública que se manifiesta
en las políticas de gobierno y en una multitud de acciones sociales en general
(Maluf, 1995). Hay que tener cuidadode no considerarla como un aspecto
meramente sectorial o como objeto de políticas de naturaleza compensatoria.
Es decir, hay que atribuir a la seguridad alimentaria un estatuto conceptual
análogo al de equidad social y de sustentabilidad, en cuanto componentes
centrales de estrategias de desarrollo económico y social volcadas a la difícil
tarea de juntar dinamismo económico con creciente equidad social en países
como los iberoamericanos(15).
Las relaciones entre la cuestión alimentaria y la equidad social constituyen
una vía de dirección doble, y en ellas están presentes las principales
características del modelo de desarrollo vigente, como se sintetiza en el
diagrama 1:
Diagrama 1
Equidad Social Cuestión Alimentaria
Modelos de Desarrollo Económico
(Sistema Alimentario)
De un lado, la equidad social afecta al acceso a los alimentos y al perfil del
sistema alimentario, en la medida en que bajo el tema de la equidad vamos a
encontrar los elementos determinantes de las condiciones en las que la gente
accede a los alimentos, como son el nivel de ingreso real y el nivel de empleo,
las capacidades de las personas y grupos sociales, y la amplitud de la pobreza.
De otro lado, la equidad social es afectada por el modo de producir, distribuir
y consumir los alimentos, es decir, por las formas sociales en que se organizan
las actividades del sistema alimentario, y por las acciones conducentes a
ampliar el acceso a los alimentos por parte de la población. Estas formas
sociales y las condiciones de acceso pueden ser más o menos equitativas
9
según las características económicas, sociales y culturales del modelo de
desarrollo en que están insertas.
En síntesis, la cuestión alimentaria es parte de la problemática de la equidad
social, reflejando los factores que expresan el grado de equidad social, al
mismo tiempo que contribuye a la definición de estos factores. Traduciendolo
en términos de acción pública y del objetivo de la seguridad alimentaria, la
equidad social es un requisito para la seguridad alimentaria (como lo
evidencian los requisitos de ingreso para la adquisición de alimentos, o de
acceso a la tierra para producirlos), al tiempo que la búsqueda de seguridad
alimentaria es un componente de las estrategias de equidad social (dado que
implica promover una alimentación adecuada no costosa, o la producción de
alimentos en bases equitativas).
Los planes de análisis
La cuestión alimentaria pude ser analizada en diferentes niveles. Como se
sabe, al inicio de los años setenta, el 'problema alimentario' era entendido,
sobre todo, como un problema de producción de alimentos, a la par que se
ponía un gran énfasis en su dimensión agrícola. En los ochenta se produjo un
cambio de énfasis hacia los factores que afectan al acceso a los alimentos
(p.ej.: el nivel de ingreso). Este cambio fue acompañado del gradual
predominio de planteamientos en un plan más micro de análisis, volcados a
los individuos-hogares-comunidades, sin duda importantes para captar la
diversidad con que se manifiesta la problemática alimentaria.
El movimiento analítico que representó la pérdida de importancia relativa de
los análisis de los determinantes macro de la cuestión alimentaria se vincula,
también, a factores de orden teórico y político que vale la pena mencionar.
Destaca, en primer lugar, su motivación teórica como reflejo de lo que pasaba
con la teoría económica general. Me refiero al predominio de una ortodoxia
que redujo mucho el significado de los enfoques centrados en la dinámica
(macro)económica y en la regulación pública de las actividades económicas,
con excepción de aquellos dedicados a las variables que afectan al 'equilibrio'.
La supuesta 'fatalidad' de los ajustes macroeconómicos y la presunta pérdida
de significado de la búsqueda por aplicar estrategias nacionales (o regionales)
limitaron las cuestiones como la que se discute aquí a los límites de adopción
de acciones compensatorias en el llamado 'campo social'.
Un segundo factor se refiere a la famosa 'crisis de paradigmas' y a las
dificultades en la formulación de alternativas teóricas a los modelos basados
en el predominio de las llamadas 'fuerzas del mercado'. A esto se une, por
caminos distintos pero irónicamente confluyentes, algunos intentos por
incorporar la noción de diversidad en las ciencias sociales bajo las versiones
más 'duras' de los enfoques postmodernos. Vale notar, en el tema alimentario,
10
que la tendencia a focalizar los análisis en los individuos-hogares-
comunidades ha sido considerada como propia de un "enfoque postmoderno"
de la seguridad alimentaria (Maxwell, 1996).
El proceso de globalización es otro elemento a considerar en cuanto a las
posibilidades analíticas en el plan macro, que en este caso corresponde a lo
nacional. A las observaciones hechas que relativizan la amplitud del
fenómeno de la globalización, cabe añadir, más específicamente, que se ha
subrayado bastante la extensión alcanzada por la internacionalización del
sistema alimentario y sus implicaciones en la normalización de las pautas de
producción y consumo de los países (Friedman, 1993). Sin embargo, esto no
quita el sentido a la definición de estrategias económicas y alimentarias
nacionales (aunque articuladas por bloques de países), por lo que estas
representan en la conformación de modelos equitativos y sustentables a largo
plazo, y por la necesidad de valorar la diversidad de los hábitos alimentarios y
de las formas de cultivo de los alimentos.
Teniendo en cuenta los elementos antes mencionados, nuestro esfuerzo
analítico trata de abordar -con un enfoque sistémico- el componente que se
considera central en los modelos económicos y sociales que es la cuestión
alimentaria, al mismo tiempo que se busca recuperar el importante debate
acerca de estrategias de desarrollo económico y social en los países de bajo
ingreso del Tercer Mundo, en particular los de Iberoamérica. Vale decir, las
eventuales contribuciones de este esfuerzo se sitúan en los planes macro y
meso de análisis -normas de desarrollo económico, equidad social y la
cuestión alimentaria- sin olvidar la necesaria consideración de las diversas
situaciones a la escala de los individuos, los hogares, los grupos sociales
particulares o los espacios geográficos específicos(16).
La cuestión alimentaria en Iberoamérica
La experiencia histórica de la mayoría de los países iberoamericanos en
materia de evolución económica y social ratifica la necesidad de "atribuir
sentido" a la noción de desarrollo, en lugar de seguir prescribiendo más
crecimiento económico (Maluf, 1998), aunque también sea verdad que más
crecimiento sea más favorable a la reducción de la pobreza que menos
crecimiento. Además, respecto al tema específico, se necesita ir más allá de
los enfoques usuales sobre los "problemas alimentarios", en dirección a la
definición de una cuestión alimentaria en los términos aquí sugeridos.
Dinamismo económico con creciente equidad social es una combinación que
no figura entre las características de la historia reciente de ningún país
iberoamericano. A pesar del notable desarrollo económico de muchos de ellos
en las décadas que van de los cincuenta a los setenta, la conocida matriz
elaborada por Fajnzylber (1989) para el período 1965-85 contiene un
11
"casillero vacío" por la inexistencia de un solo caso de país que haya logrado
combinar tasas expresivas de crecimiento económico (por encima del
promedio de 2,4% anuales de los países avanzados en el mismo período) con
niveles aceptables de equidad social (cuando el ingreso del 40% más pobre
representara más del 40% del ingreso del 10% más rico, la mitad del
verificado en los países avanzados)(17). El "desastre" en términos de desarrollo
en los ochenta agravó la ya tradicional distribución desigual del ingreso y el
elevado nivel de pobreza relativa, nivel éste que tiende a crecer rápidamente
durante las recesiones, pero se reduce menos rápidamente en períodos de
recuperación económica como el que siguió a 1989 (Morley, 1995). Por lo
tanto, el cuadro en la región es: concentración del ingreso; crecimiento del
nivel de pobreza urbana (34%, en 1990); reducción relativa de la pobreza rural
y absoluta del número de pobres rurales, aunque los más altos índices de
pobreza sigan registrándose en el campo (53%, en 1990). El carácter injusto
de los modelos de crecimiento posteriores al ajuste económico convierte a las
políticas sociales compensatorias en el instrumento principal para lograr
mejoras en el bienestar social y para atenuar los efectos de la pobreza, como
es usual en la historia de esa región(18).
Identificar las injusticias inherentes a los patrones de desarrollo vigentes no
implica desconocer los avances que se van produciendo en las condiciones
sociales de los países a lo largo del tiempo, los cuales no son captados por los
indicadores de ingreso. Para expresar la evolución de estas condiciones hay
que añadir otros indicadores, de modo que se disponga de un cuadro más
completo sobre las condiciones de bienestar y las oportunidades de la
población. Así, importantes mejorías se han verificado en los países
iberoamericanos, incluso en los ochenta, como muestran la elevación del nivel
educacional, la tendencia a la reducción de la mortalidad infantil y los avances
en otros indicadores de salud,asi como la creación o expansión de programas
sociales de emergencia, etc. (Morley, 1995)(19). De modo que la gran mayoría
de estos países exhibe mejores indicadores sociales o, por lo menos, iguales
que los países de bajo ingreso similares en otras partes del mundo, resaltando
que casi todos los países de Iberoamérica se encuentran entre los que
presentan niveles medianos y máximos de desarrollo humano, según los
criterios del PNUD.
Pueden notarse avances graduales también en lo que se refiere a la cuestión
alimentaria en los países iberoamericanos, sea como resultado directo de
elevaciones del ingreso promedio, sea por los beneficios propiciados por las
inversiones en infraestructura social. Sin embargo, la inseguridad alimentaria
sigue afectando a parcelas significativas de la población. Los datos
presentados por la FAO en la Cumbre Mundial de Alimentación, en 1996,
revelan que el promedio de subnutridos en la región es de un 13% de la
población (64 millones de personas), tasa que puede llegar a un 40% en los
países de más bajos ingresos. Según los mismos datos de la FAO, hay un
12
grupo de países en los cuales la inseguridad alimentaria se debe a problemas
tanto de acceso a los alimentos como de disponibilidad de los mismos
(Bolivia, República Dominicana, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras,
Nicaragua, Panamá, Perú). En el segundo y más numeroso grupo se trata de
un problema de acceso a los alimentos por grupos significativos de la
población, aunque muchos de ellos dispongan de una oferta de alimentos
bastante superior al mínimo requerido. Esta última constatación está en línea
con lo que se ha mencionado sobre la distribución del ingreso y el nivel de
pobreza.
Por el lado de la oferta alimentaria, Schejtman (1994) constata la reducción de
las tasas anuales de crecimiento del "suministro de energía alimentaria"
(SEA), pasando del 0,8% (1960s), al 0,6% (1970s), y al -0,2% (1980s),
retornando en los 90 a los niveles del final de los 70. Si se compara el SEA
con los "requisitos de energía alimentaria" (REA), en 1990, vamos a encontrar
cuatro países en situación crítica (SEA < REA: Bolivia, Haití, Honduras,
Perú), otros nueve en situación precaria (SEA < 1,1 REA: Belice, Chile,
Colombia, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala,
Nicaragua, Panamá), y un grupo de doce con suficiente suministro (SEA > 1,1
REA: Argentina, Barbados, Brasil, Costa Rica, Cuba, Guyana, Jamaica,
México, Paraguay, Trinidad-Tobago, Uruguay, Venezuela). La tendencia
general ha sido la creciente dependencia externa en el suministro de
alimentos(20), cuya 'viabilidad' momentánea (hasta ahora, son tenues las
asociaciones hechas entre esas importaciones y los problemas en las balanzas
de pagos) y alegada 'corrección' (obtener alimentos baratos bajo el libre
comercio) no deben oscurecer las significativas implicaciones de semejante
opción en términos de estrategias desarrollo a medio y largo plazo, y de los
modelos de producción y consumo de alimentos.
Datos como los presentados antes dan soporte usualmente a las evaluaciones
de los "problemas alimentarios" en los países del Tercer Mundo, o son
tomados como componentes de una economía política de los sistemas
alimentarios (p.ej. Schejtman, 1994). Sin embargo, creo que hay una
diferencia más que semántica entre el planteamiento de los "problemas
alimentarios" y el que considera la cuestión alimentaria involucrada en la
construcción de la equidad social bajo modelos de desarrollo económico
conducentes a ella. Uno espera que un enfoque como el que se propone ofrece
un punto de vista mas amplio y adecuado al análisis del sistema alimentario,
de los aspectos relativos a la agricultura y al mundo rural, y de los fenómenos
sociales tales como el hambre.
En el ámbito de las políticas, este planteamiento supone que la superación de
realidades injustas se hace por medio de la alteración de los mecanismos
sociales y económicos que les dan origen, en lugar de la usual combinación
'efecto-goteo del crecimiento económico cum políticas sociales
13
compensatorias'. Claro está que uno puede legítimamente preguntarse, frente a
la referida trayectoria de los países iberoamericanos, sobre las posibilidades
de que se apliquen las políticas conducentes a la equidad, mas allá de los
programas dirigidos a atenuar los efectos perversos de la dinámica económica.
Hay un antiguo consenso en la región sobre la necesidad de crecimiento
económico para 'superar el retraso' y 'combatir' la pobreza, sin hablar de las
periódicamente reiteradas afirmaciones de que ya no se puede posponer este
combate. Aparte de las conocidas declaraciones demagógicas, los discursos
sobre la pobreza tienen presencia asegurada en la política y en la gestión
económica de estos países, al igual que en otras partes del Tercer Mundo. A
pesar de los avances sociales -lentos frente a la extensión de las
desigualdades- la realidad es de una insuficiente disponibilidad para oponerse
a las características generadoras de pobreza inherentes al crecimiento
económico y a los mecanismos de exclusión social.
Tomar la cuestión alimentaria como un problema de desarrollo demandaría
verificar las posibilidades, de hecho no muchas, de incluirla entre los
elementos capaces de "encender el debate y promover el desarrollo"
(Hirschman,1977). Las propuestas que se han presentado para los países
iberoamericanos suponen, casi todas, la necesidad de un crecimiento
económico sustentado en razón de la extensión de las llamadas demandas
sociales, y para mejorar la distribución del ingreso y de la riqueza. En varias
de ellas, es posible identificar elementos de la cuestión alimentaria ubicados
en posición destacada, sobre todo por el efecto multiplicador de las
actividades económicas asociadas a los alimentos, como por ejemplo, los que
propugnan la diversificación de las exportaciones industriales en conjunto con
el estímulo a la producción de alimentos volcada al mercado doméstico.
Obviamente, el potencial para moverse en la dirección sugerida nos es igual
para todos los países iberoamericanos, como se verá a continuación.
Alimentos y el desarrollo económico y social
Trataremos, en esta parte, de identificar y discutir brevemente los cinco
elementos que componen la relación entre la cuestión alimentaria y el proceso
de desarrollo económico y social.
El primer elemento se refiere al acceso regular y suficiente a los alimentos, en
condiciones que no comprometan el acceso a los demás componentes de una
vida digna (como son la salud, educación, vivienda y ocio). Este punto
implica introducir en el análisis los factores que afectan a los niveles absolutos
de ingreso y al peso relativo de los gastos de alimentación en el ingreso total.
Entre ellos se destacan los niveles de salarios y del sueldo-mínimo (cuando
existe), la problemática del empleo o de creación de oportunidades de trabajo,
y las cuestiones ligadas a la disponibilidad de alimentos(21). Notese que así
considerada, la cuestión alimentaria engloba al conjunto de la población que
14
vive de su trabajo, y no solamente a los que sufren el problema más agudo del
hambre.
El segundo elemento se refiere al papel del sistema alimentario en la dinámica
económica, y a las contribuciones que puede aportar al deseado objetivo de
lograr un crecimiento económico a largo plazo con creciente equidad social.
En este caso importa considerar la estructura productiva de las actividades
componentes del sistema alimentario y su articulación dinámica con la
economía en general. Una de las expresiones económicas de la equidad social
es el fortalecimiento del mercado doméstico, lo que sugiere un proceso
acumulativo en que las actividades agro-alimentarias se ven estimuladas por la
expansión de este mercado, al mismo tiempo que contribuyen a la equidad
tanto por la oferta de alimentos en condiciones más accesibles como por el
perfil social de su base organizativa.
Los países tienen distintas potencialidades en este sentido -es decir, en
términos de posibilidades dinámicas endógenas- según la dimensión de los
mercados domésticos(22), siendo ésta una de las ventajas de que disfrutan los
grandes países. Dado el objetivo de este ensayo, cabe destacar someramente el
hecho de que hay peculiaridades en el desarrollo económico de los grandes
países, considerados tanto por el contingente poblacional y dimensión
territorial como por el grado de desarrollo industrial y de diversificación de la
estructura productiva.
En nuestro caso, nos interesa el grupo formado por los grandes países de bajo
ingreso (p.e. Brasil, China, India y Rusia), aunque existan importantes
diferencias internas entre ellos(23). Análisis comparativos permitirían
identificar significativos aspectos de la cuestión alimentaria derivados de las
referidas peculiaridades. Además del rol del mercado doméstico, uno puede
mencionar la mayor demanda de políticas proteccionistas y de un cierto grado
de autosuficiencia productiva en un ambiente de apertura económica, el peso
relativo de los sectores no-transladables (donde están muchas de las
actividades relacionadas con los alimentos), los impactos diferenciados
regionalmente de la apertura económica y liberalización comercial, y otros
asuntos ligados a la diversidad regional.
En los pequeños y medianos países, el rol dinámico del sistema
agroalimentario tiene mayor dependencia de las exportaciones y del mercado
internacional. Sin embargo, el eje del enfoque sobre desarrollo, equidad social
y la cuestión alimentaria puede ser tomado como un principio de aplicación
general, inclusive como elemento inductor de procesos de integración regional
que involucra a los países de menor dimensión.
El tercer elemento se refiere a la destacada participación del sistema
alimentario en la conformación social de los países. Es decir, al peso
15
económico de las actividades de este sistema -que es tanto mayor cuanto
menos diversificada es la estructura productiva del país- le corresponde un
peso por lo menos igual más que proporcional en la generación de situaciones
de injusticia social. Este hecho es más visible en la esfera agraria y rural en
donde, aparte las conocidas situaciones de extrema concentración de la
propiedad de la tierra (como en Brasil), se pueden establecer correlaciones
más directas entre modos de producción y exclusión social, comprometiendo
la reproducción de la agricultura de base familiar. Pero, igual se pueden
abordar las circunstancias que afectan la presencia de pequeñas y medianas
unidades en la industria y comercio alimentarios en las zonas urbanas. De
todos modos, es posible afirmar que el sistema alimentario es uno de los
sectores de actividad que ofrecen más posibilidades al desarrollo de modelos
equitativos y conducentes a la diversidad, una de las cuales se presentará en la
parte siguiente bajo el tema de los circuitos regionales.
En la esfera del consumo de los alimentos se localiza un cuarto conjunto de
elementos, los cuales han recibido atención creciente de los analistas, tanto
por razones de orden teórica general,o como por nuevas configuraciones en al
ámbito de las cadenas agroalimentarias. La dimensión teórica se refiere al
papel que la esfera del consumo (o de la realización) puede tener en la
determinación de las dinámicas económica y tecnológica, aunque desde luego,
sin enfocarlo desde la teoría ortodoxa de la soberanía del consumidor. En
realidad, este tipo de consideración del consumo tiene raíces en la formulación
de principios de dinámica macroeconómica derivados de nociones
keynesianas-kaleckianas de demanda efectiva. A estos determinantes
generales hay que añadir, más específicamente respecto a nuestro tema, la
tendencia a la diversificación del consumo y sus impactos en términos de la
segmentación de los mercados y de la organización de las actividades
productivas, considerados en conjunto con las posibilidades de flexibilización
y diversificación productivas ofrecidas por las nuevas tecnologías.
Allí se enmarcan, por ejemplo, los análisis que destacan el papel que ha
asumido la llamada 'gran distribución' (p.ej., las redes de supermercados) en el
funcionamiento mismo de las cadenas agroalimentarias. Sin embargo, hay que
adaptar este enfoque a las realidades de sociedades heterogéneas como las
iberoamericanas, en donde la diversificación de los hábitos de consumo sigue
a la par con exigencias relativas a la masificación del mismo, además de la
mencionada atención a la dependencia alimentaria y a los aspectos culturales
involucrados en este tema.
El quinto y último elemento se refiere a la inclusión de la seguridad
alimentaria como uno de los objetivos nucleares o componente estratégico de
las políticas de desarrollo económico y social (Maluf, 1995). En este punto el
análisis se dirige más propiamente hacia la dimensión institucional, y pone de
relieve los elementos necesarios a la regulación pública, aunque no
16
exclusivamente gubernamental, de las actividades económicas en general y
del sistema alimentario en particular, en contraposición a la regulación
privada estricta que suele resultar de las propuestas de liberalización en
boga(24). Déjase de lado, por ilusoria, la dicotomía estado-economía (o estado-
mercado)(25), para pensar los mecanismos institucionales inherentes a los roles
regulador y distributivo del estado (Boyer, 1996; Hobsbawn, 1996), su
interacción con las organizaciones sociales y las sinergias en la relación
público-privado (Evans, 1996a e 1996b), requisitos ambos para la
construcción de los grados posibles de coordinación o concertación social en
los planes local, intermedio y global de la sociedad.
Estimular los circuitos regionales
Abordaremos ahora propuesta de estimular el desarrollo de los 'circuitos
regionales de producción, distribución y consumo de alimentos' (Maluf,
1995). Con presencia identificable en el ámbito de las subregiones en el
interior de los países o alrededor de núcleos urbanos de dimensiones
medianas, toman parte en estos circuitos los agricultores de base familiar y los
campesinos, las unidades (cooperativas o particulares) de mejoramiento y
procesamiento agroindustrial de alcance limitado, y las pequeñas y medianas
empresas industriales-comerciales urbanas. Las formas en que se articulan los
agentes y el grado de integración entre ellos es bastante variable, según lo
posibilite el nivel asociativo de los agricultores o lo exija la forma de
comercialización adecuada a la naturaleza del producto, entre otros factores.
Los bienes propios de los circuitos regionales son expresiones de diversidad
en sus dimensiones cultural y natural, puesto que provienen de los productos
tradicionales de las regiones (con los derivados cuyos requisitos técnicos y
financieros de mejoramiento y procesamiento sean sencillos o accesibles),
reflejan hábitos de consumo peculiares a las poblaciones ahí presentes, y
guardan obvia relación con la base de recursos naturales. Los principales
ejemplos de estos bienes se encuentran en los embutidos de carne, conservas
de frutas y legumbres, harinas, quesos, hortalizas, frutas y pescados frescos.
En contraste con los circuitos regionales, las cadenas agroalimentarias se
organizan bajo control de grandes empresas o corporaciones agroindustriales
y comerciales, con ámbito de actuación nacional e internacional. Las
tendencias en estas cadenas apuntan más bien a la homogeneización que a la
diversificación. Esto se percibe, por un lado, en la uniformización de las
actividades productivas y en la relativa especialización a escala de las
unidades agropecuarias(26), dando lugar a una distribución espacial de la
producción de materias primas -la "dinámica territorializada", en los términos
de Sánchez (1991)- que subordina dotaciones específicas de recursos humanos
y naturales a una lógica integracionista de mercados a escala nacional e
internacional. De otro lado, tenemos la homogeneización de hábitos de
17
consumo alimentario por encima de las distintas herencias culturales, como se
nota en la composición de las dietas alimentarias en términos del tipo de
productos y del modo de consumirlos(27). La fase agrícola de las cadenas
agroindustriales está compuesta por el cultivo de granos, la actividad de cría
de animales y la producción de leche, las cuales están vinculadas a la
elaboración de un sin número de productos alimentarios.
Los circuitos regionales coexisten y son traspasados por los mecanismos de
integración productiva y de mercados promovidos por las referidas cadenas
agroalimentarias, de modo que los elementos de complementariedad y de
conflicto entre ambas impiden que uno las tome, simplemente, como
estructuras paralelas o excluyentes. De hecho, los agricultores familiares
combinan, comúnmente, las actividades orientadas a las cadenas
agroalimentarias -que les aseguran ingresos regulares o representan productos
con valor comercial en el mercado- con la generación de bienes típicos de los
circuitos regionales, una combinación que no deja de generar conflictos(28) .
Al mismo tiempo los productos originarios de estos circuitos pueden dirigirse
a la llamada 'distribución moderna' (las redes de supermercados), al margen de
la competencia que puede establecerse a ese nivel entre dichos productos y los
originarios de las cadenas en los mercados locales y regionales.
Lo anterior equivale a decir que no se necesita, o mejor dicho sería ilusorio
recurrir a alguna noción de autonomía como fundamento de las propuestas de
desarrollo regional ligadas al tema alimentario. Esto sucede, por ejemplo, con
las propuestas que pretenden legitimarse al buscar la autosuficiencia
alimentaria regional. No obstante, el enfoque sugerido aquí se contrapone
también a las visiones que se encuentran en el extremo opuesto a la autonomía
regional, las cuales defienden la búsqueda estricta de ventajas comparativas a
través de la especialización productiva orientada 'hacia afuera'.
Estimular los circuitos regionales -mediante instrumentos diferenciados de
apoyo técnico, financiero y mercadológico- supone una alternativa de
desarrollo regional con doble contribución a la equidad social, puesto que:
está fundada en actividades económicas realizadas en bases equitativas
(unidades familiares, pequeñas y medianas empresas); y amplía la
disponibilidad alimentaria en condiciones de acceso supuestamente más
favorables o, por lo menos, induce a la mayor competencia en mercados
alimentarios crecientemente integrados y oligopolizados. Es posible imaginar
que la viabilidad de alternativas como éstas permitiría a los agricultores
familiares que redujeran su dependencia de los modelos vigentes de
integración agroindustrial, incluso se independizasen de ellos en la medida en
que avanzase su capacidad de transformación agroindustrial en cooperativas
autónomas y, por lo tanto, de agregación de valor a los productos que
producen.
18
La introducción de mejoras técnicas y la mayor eficiencia productiva tanto del
segmento rural como del urbano de estos circuitos, a la par que los menores
costes de transporte en relación a los sistemas productivos de ámbito nacional,
les capacita para competir con los productos estandarizados, pero con calidad
creciente, originarios de la cadenas agroalimentarias integradas nacionalmente
e internacionalmente. Se supone, también, que las características propias de la
agricultura familiar, sobre todo la capacidad de diversificar actividades (en
contraste con la tendencia a la especialización productiva), daría lugar a
formas de producción más sustentables en términos del manejo de los recursos
naturales, además de expresar la diversidad regional de hábitos de cultivo y de
consumo alimentarios.
Conclusiones
El enfoque que se propone al tema alimentario presente en los procesos
económicos y sociales de los países de bajo ingreso lleva a las siguientes
posibles consideraciones:
a) Asociar al crecimiento económico con la equidad social posee méritos
intrínsecos por razones de justicia social, y constituye una de las pocas
alternativas para lograr un proceso de crecimiento sostenible a largo plazo (en
el sentido económico).
b) La dimensión económica de la equidad social se expresa en la ampliación
de los mercados domésticos, cuyos impactos positivos inmediatos en
actividades como las integrantes del sistema alimentario favorecen y requieren
la revisión de las manifestaciones de desigualdad en el interior del mismo bajo
reformas de tipo estructural y políticas diferenciadas de apoyo.
c) Dar la debida atención a la cuestión alimentaria figura entre los requisitos
de equidad social por su contribución tanto a la promoción del bienestar de la
población, como a la construcción de actividades económicas con bases más
equitativas, que valoran la diversidad y permiten un manejo sustentable de los
recursos naturales, como puede darse en los circuitos regionales de
producción, distribución y consumo de alimentos.
d) Para el logro de los objetivos antes mencionados se requiere de la
regulación pública de las actividades económicas, teniendo la seguridad
alimentaria entre sus componentes estratégicos, y la cooperación Estado-
sociedad como modo de diagnóstico y actuación.
- Notas:
1. El texto se ha beneficiado de comentarios hechos en la presentación del tema en el
Seminario GeoCrítica de Postgrado (Barcelona, abril-1997) y en el curso Teorías de Desarrollo
(Rio de Janeiro, deciembre-1997). Estoy muy agradecido, también, a los Profesores Horacio
19
Capel y Joan-Eugeni Sánchez y a Graciela Fernandez por sus contribuciones a la revisión final
del mismo.
2. Profesor en el Curso de Posgrado en Desarrollo, Agricultura y Sociedad (CPDA),
Universidad Federal Rural de Rio de Janeiro (UFRRJ), Brasil. E-mail: [email protected]
3. Vale notar que la referencia a la esfera de consumo de los alimentos, en ese caso, incluye el 'no consumo' adecuado de alimentos por parcelas significativas de la población y sus
implicaciones económicas y políticas, componente inevitable en el análisis de países de bajo
ingreso con elevado grado de desigualdad y de exclusión social.
4. El calificativo 'bajo ingreso' se nos presenta como el más pertinente para los países
integrantes del llamado Tercer Mundo. Se busca evitar los controvertidos criterios comparativos inherentes a la dicotomía desarrollados versus subdesarrollados. Se evita, también, el sofisma de
la denominación 'países en desarrollo', categoría en que se encuadran todos los países -con la
sola excepción de aquellos involucrados en graves conflictos internos- sin que eso signifique una trayectoria favorable en una dirección dada. Así, los países pueden ser agrupados en
'avanzados' (por su nivel de ingreso y grado de equidad) y de 'bajo ingreso' (relativamente más
pobres y desiguales). Las dos categorías generales no quitan significado a las dicotomías específicas tales como centrales-periféricos (respecto al orden económico y político
internacional), ricos-pobres (por los logros en términos de ingreso), y otras.
5. Entre las múltiples y creativas sugerencias del autor, se destacan el enfoque 'posibilista' y el
fomento del desarrollo por medio de acciones bajo formas disonantes; el rol conferido al
aprendizaje individual y colectivo en los procesos económicos; la noción de soluciones abiertas asociada a las consecuencias no-intencionales de la acción humana; la preocupación en
identificar la singularidad tanto como la búsqueda de leyes generales; los enlaces productivos y
los mecanismos inductores de las decisiones de inversión (Hirschman, 1971, 1977, 1981, 1995).
6. El carácter instrumental de las definiciones de desarrollo ha sido reforzado por la trayectoria de esta noción. Como observó Latouche (1988), de ser una noción metafórica descriptiva
adquirió, en los años 60, el estatuto de concepto como desarrollo económico. El fracaso del
desarrollo en sí -con un cierto 'darwinismo social' embutido en la idea de evolución económica-
dio lugar a una "involución semántica" y pérdida de rigor, convirtiendo al concepto en un punto de mira de todas las aspiraciones (incluso de los perjudicados por el desarrollo económico
vigente), que se expresa en los más distintos calificativos asociados al término desarrollo
(sustentable, humano, etc.).
7. La geografía se puede constituir en un lenguaje poderoso del postmodernismo, que tiene el espacio como metáfora fundacional y en el cual la idea de mosaico reemplaza la de espacio
jerárquico (Smith, 1992)
8. El autor define "espacio social" como el espacio geográfico transformado por la intervención
humana y social (Sánchez, 1991).
9. Veremos, adelante, que hay factores culturales e institucionales que también apuntan a la
diferenciación.
10. En este punto sobresale el enfoque de Amartya Sen sobre la tensión entre la búsqueda de la equidad y la diversidad de circunstancias y la misma diversidad fundamental entre los seres
humanos. Partiendo del diagnóstico de la ausencia de titularidad o habilitación (entitlements),
propone la promoción de las capacidades o aptitudes (capabilities) como condición para posibilitar a la gente acceder a lo que valoran, por su libre juicio, como necesario a su bienestar
(Sen, 1990 y 1992). Sin embargo, cabe registrar que el instrumental analítico utilizado por Sen
20
implica tomar como "fallas en el sistema de titularidad" (entitlement system failures) lo que, de
hecho, puede ser un componente del modo como se ha reproducido una sociedad dada (su
padrón de desarrollo). Por ejemplo, la condición de acceso a los alimentos es determinada, sobre todo, por la distribución del ingreso y de la riqueza o, al revés, por la permanente generación de
pobreza.
11. Desde un punto de vista 'progresista' distinto, pero que también quita relevancia a la
dimensión nacional, puede señalarse la defensa de enfoques centrados en lo regional o local, a la par que con la crítica del nuevo orden internacional (Wallerstein, 1995). Las críticas recientes a
las teorías de desarrollo económico han contribuido en la misma dirección al contraponerse a la
concepción de modernidad y de modernización implicitas en las versiones predominantes de
dichas teorías, al rol central excesivo conferido por ellas al estado nacional y a los gobiernos en la definición y aplicación de estrategias de desarrollo. (Cowen & Shenton, 1996; Crush (ed.),
1995; Escobar, 1995a).
12. Vease, por ejemplo, la conclusión de los estudios reunidos en Stallings (1995) de que grupos
de países que comparten un espacio geográfico están expuestos a influencias internacionales bajo un prisma regional, en un proceso que combina mudanzas globales con respuestas
regionales.
13. Claro está que el análisis de los alimentos y de la alimentación implica considerar sus
expresiones económicas en conjunto con la importante dimensión cultural de los mismos, que se
manifiesta, entre otros, en la diversidad de hábitos alimentarios y de consumo, y en las formas
de cultivo agroalimentario.
14. El intento de destacar a esos aspectos lleva a que uno hable, a veces, de una cuestión
agroalimentaria.
15. Siendo una noción asociada a objetivos de políticas públicas, la seguridad alimentaria suele
tener distintas y, por veces, conflictivas concepciones cuando se compara el sentido que le atribuyen los órganos internacionales, ciertos acuerdos regionales y políticas nacionales de
gobierno, por asociaciones empresariales y por los movimientos sociales. Respecto a eso, vease
Maluf (1995 y 1997).
16. El referido abordaje de Amartya Sen puede contribuir al enlace teórico entre los niveles
macro (padrones de desarrollo, segmentos sociales) y micro (familias, individuos) de análisis. Para tanto, habría que combinar el movimiento analítico de Sen 'de abajo hacia arriba' centrado
en la diversidad humana, con los enfoques 'de arriba hacia abajo' centrados en la noción de
exclusión social o de grupos sociales, la última con importante presencia en la tradición analítica iberoamericana. En el mismo sentido, la noción de desarrollo humano -utilizada por el
PNUD- no creemos que sea plenamente intercambiable con la de desarrollo social, por que esto
puede llevar uno a tomar la sociedad solamente como si fuera una mera agregación de
individuos.
17. Los casilleros 'llenos', según las categorías de Fajnzylber (1989), correspondían a un grupo de países dinámicos pero socialmente desarticulados (Brasil, Colombia, Ecuador, México,
Panamá, Paraguay y República Dominicana), un segundo grupo de países integrados o
articulados pero estancados económicamente (Argentina y Uruguay), y un expresivo número de países estancados y desarticulados (Bolivia, Chile, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Haití,
Honduras, Nicaragua, Perú, y Venezuela).
18. Los planes de estabilización monetaria aplicados en un gran número de países tuvieran, de
hecho, un impacto positivo inicial en el nivel de ingreso real al reducir el llamado 'impuesto
inflacionario', inclusive incrementando el acceso a los alimentos por las camadas más pobres de
21
la población. Los impactos (muchos de ellos negativos)a medio y largo plazo, debido as las
bases en que se asientan tales planes, están por ser evaluados.
19. Hirschman (1987) ya había alertado sobre el 'disonancias' entre indicadores económicos y
sociales, tal como se manifestó en la experiencia iberoamericana en los 80.
20. Una idea aproximada de la dimensión cuantitativa de la dependencia externa en la disponibilidad alimentaria se puede extraer de los siguientes datos, en valores promedio
relativos al período 1981-90:
a) Importaciones de alimentos/total de exportaciones: 10-20% (Brasil, Guatemala, Honduras,
Trinidad-Tobago, Uruguay); 21-30% (Belice, Bolivia, Colombia, Chile, Jamaica, México, El
Salvador, Nicaragua); 31-40% (Ecuador, Costa Rica, Haití, Panamá); 41-50% (Perú); > 50%
(Cuba, República Dominicana, Venezuela);
b) Importaciones de alimentos/SEA: 20-30%(Bolivia, Chile, Costa Rica, Ecuador, Haití, El
Salvador, Nicaragua); 31-40% (Belice, República Dominicana, Panamá, Perú); 41-50%
(Suriname); 51-70% (Cuba, Jamaica, Venezuela); > 80% (Trinidad-Tobago). (Schejtman, 1994)
21. Los 'éxitos' productivos del paquete de la revolución verde y de las nuevas tecnologías han llevado a que el tema de la producción y circulación de los alimentos perdiera el relieve de
otrora en los debates sobre problemas alimentarios, lo que es un evidente equívoco como se verá
adelante. Además de esto, las relaciones entre producción y consumo son no apenas
intermediadas por mecanismos de mercado (a los cuales cabe regular), como también tienen distintos significados según los consideremos a nivel global, nacional o local. De ahí que tenga
poco sentido practico el decir que hay producción de alimentos suficientes para sanar el hambre
que aflige a contingentes significativos, aunque si los pobres tuvieran ingreso suficiente.
22. Hasta la II Guerra Mundial, la principal diferenciación entre los países iberoamericanos se establecía entre los de la región temperada del Río de la Plata versus los países tropicales. El
proceso de industrialización y el creciente papel del mercado doméstico, en las cuatro últimas
décadas, llevó a la distinción entre los más poblados y los demás (Hirschman, 1987).
23. Usualmente, la población es la medida primera del tamaño de un país. No obstante,
importante papel se debe adscribir al tamaño geográfico por la influencia de una gran diversidad regional en los asuntos de equidad social y la relevancia de las consideraciones locacionales
(costes de transporte). La constatación de Kuznets de que la estructura económica varía
sistemáticamente con el nivel de ingreso per capita ofrece soporte adicional a las
comparaciones entre grandes países de bajo ingreso (Perkins and Syrquin, 1989).
24. Como lo describió Harriss-White (1996), no puede haber mercados desreglados, incluso en
las situaciones en que el estado no provee la regulación y otras instituciones se prestan a
hacerlo.
25. En lugar de esto, es preferible pensar en un continuo va-y-viene (see-saw movement) entre
'fuerzas de mercado' y 'fuerzas de no-mercado' (Hirschman, 1970), o que el mercado mismo es
una institución o construcción social, como han sugerido diversos autores.
26. Nótese que las empresas agroindustriales que mantienen a agricultores bajo contrato de
suministro de materia-prima están percibiendo la importancia de que estos agricultores
mantengan algún grado de diversificación que les favorezca la viabilidad económica.
27. A pesar de ello conviene señalar la relativa capacidad de estas cadenas en diversificar la canasta de bienes que ofrecen con el intuito de adaptarlos a mercados segmentados por razones
22
de ingreso o de gustos específicos, y, de otro lado, el hecho de que son estas cadenas las que
pueden hacer accesibles, a la escala global, los productos específicos de determinadas regiones
o países.
28. Tanto la agroindustria como los agricultores pueden cambiar de estrategia. Desde el punto de vista de la agroindustria, esto puede ocurrir debido a requisitos técnicos y de elevación de la
escala mínima (que convierten la integración intrínsecamente excluyente respecto al conjunto de
los agricultores), y por la re-locación espacial de sus actividades. En lo que se refiere a los agricultores, veremos adelante que el cambio depende de la eventualidad de que se capaciten
para confrontar las duras condiciones usualmente asociadas a los mecanismos de integración
agroindustrial, o de que se viabilicen alternativas en el ámbito de los mencionados circuitos
regionales.
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