Diversidad, desigualdades y la cuestión alimentaria

24
1 Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788]. Nº 25, 1 de agosto de 1998. DIVERSIDAD, DESIGUALDADES Y LA CUESTIÓN ALIMENTARIA (1) Renato S. Maluf (2) Este artículo tiene el objetivo de introducir los temas de la diversidad y de las desigualdades en el análisis de la cuestión alimentaria involucrada en los procesos de desarrollo, prestando especial atención al componente espacial o a la inclusión de la variable espacio en este análisis. La principal referencia empírica son los países iberoamericanos, y los llamados grandes países de bajo ingreso. Más que buscar criterios para establecer los contornos físicos que definirían realidades regionales diversas, el procedimiento propuesto requiere caracterizar el fenómeno de la diversidad o la diversificación y las desigualdades inherentes a los procesos económicos y sociales, considerar la cuestión de escala o los niveles analíticos propios a cada uno de los aspectos en presencia, y tener en cuenta la interacción entre los factores socioeconómicos y el medio físico en la conformación de espacios regionales. Como se verá a lo largo del texto, son varias e importantes las implicaciones de proceder así para el tema del desarrollo y al análisis de la cuestión alimentaria. Desde luego, cabe destacar la identificación de los elementos de diversidad cultural e institucional que permiten, por ejemplo, calificar las interpretaciones lineales del fenómeno de la globalización y más específicamente de la internacionalización del sistema alimentario. Respecto al tema de las escalas, las relaciones que uno puede establecer entre la producción y el consumo de los alimentos se diferencian según el nivel de agregación del análisis (global, nacional, subregional, local, etc.), además de reflejar los mecanismos típicos de mercado y el grado de integración de los sistemas agroalimentarios nacionales. Estos son elementos a considerar si se toma a los espacios regionales en cuanto ámbito analítico y referencia de intervención, por ejemplo, al adoptarse la descentralización como eje en la formulación y aplicación de acciones públicas, o al proponerse el desarrollo de circuitos regionales de producción, distribución y consumo de alimentos, como se hace en este ensayo. Por último, el interés particular en la problemática de los grandes países (por su población y extensión territorial) obliga a atribuir especial relevancia al componente espacial y a la diversidad regional en el análisis de la cuestión alimentaria en estos países.

Transcript of Diversidad, desigualdades y la cuestión alimentaria

1

Scripta Nova.

Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.

Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788].

Nº 25, 1 de agosto de 1998.

DIVERSIDAD, DESIGUALDADES Y LA CUESTIÓN ALIMENTARIA(1)

Renato S. Maluf(2)

Este artículo tiene el objetivo de introducir los temas de la diversidad y de las

desigualdades en el análisis de la cuestión alimentaria involucrada en los

procesos de desarrollo, prestando especial atención al componente espacial o a

la inclusión de la variable espacio en este análisis. La principal referencia

empírica son los países iberoamericanos, y los llamados grandes países de

bajo ingreso. Más que buscar criterios para establecer los contornos físicos

que definirían realidades regionales diversas, el procedimiento propuesto

requiere caracterizar el fenómeno de la diversidad o la diversificación y las

desigualdades inherentes a los procesos económicos y sociales, considerar la

cuestión de escala o los niveles analíticos propios a cada uno de los aspectos

en presencia, y tener en cuenta la interacción entre los factores

socioeconómicos y el medio físico en la conformación de espacios regionales.

Como se verá a lo largo del texto, son varias e importantes las implicaciones

de proceder así para el tema del desarrollo y al análisis de la cuestión

alimentaria. Desde luego, cabe destacar la identificación de los elementos de

diversidad cultural e institucional que permiten, por ejemplo, calificar las

interpretaciones lineales del fenómeno de la globalización y más

específicamente de la internacionalización del sistema alimentario. Respecto

al tema de las escalas, las relaciones que uno puede establecer entre la

producción y el consumo de los alimentos se diferencian según el nivel de

agregación del análisis (global, nacional, subregional, local, etc.), además de

reflejar los mecanismos típicos de mercado y el grado de integración de los

sistemas agroalimentarios nacionales. Estos son elementos a considerar si se

toma a los espacios regionales en cuanto ámbito analítico y referencia de

intervención, por ejemplo, al adoptarse la descentralización como eje en la

formulación y aplicación de acciones públicas, o al proponerse el desarrollo

de circuitos regionales de producción, distribución y consumo de alimentos,

como se hace en este ensayo. Por último, el interés particular en la

problemática de los grandes países (por su población y extensión territorial)

obliga a atribuir especial relevancia al componente espacial y a la diversidad

regional en el análisis de la cuestión alimentaria en estos países.

2

El intento de definir una cuestión alimentaria en el proceso de desarrollo

forma parte de una investigación aún en progreso, que hemos iniciado hace

algunos años con el análisis de la comercialización agrícola en el contexto de

las entonces llamadas relaciones agricultura-industria, a lo cual siguió el

estudio del problema del suministro alimentario, y de la seguridad alimentaria

como su expresión en el campo de las políticas públicas. Llegamos así a un

enfoque basado en los alimentos y, como consecuencia, a la definición de la

cuestión alimentaria.

Este recorrido no solo refleja la trayectoria analítica del autor, sino que guarda

relación estrecha con la realidad misma que se está tratando. Sin embargo, los

alimentos y la alimentación se han convertido en uno de los principales

elementos que sintetizan la inserción, en los sistemas socioeconómicos, del

conjunto de actividades urbanas y rurales llamadas agroindustriales o

agroalimentarias. A la par con la pérdida de sentido de los análisis agrícolas

estrictos que no consideran la inserción de la agricultura en sistemas

agroalimentarios o en cadenas agroindustriales, la necesidad de un enfoque

centrado en los alimentos ha sido reforzada con el avance de la urbanización,

y por el papel determinante que han asumido la esfera del consumo(3) y las

actividades de distribución en la configuración y funcionamiento de estos

sistemas y cadenas.

Es sabido que los alimentos no abarcan todas las dimensiones de la

producción agrícola, de la cuestión agraria o del medio rural (aclaración tanto

más necesaria cuando uno enseña en cursos focalizados sobre todo en

agricultura y en lo rural). La producción agrícola, además de incluir productos

no-alimentarios, suele tener fuerte vinculación con las exportaciones , las

cuales solo en parte reflejan cuestiones tratadas bajo el tema alimentario. La

cuestión agraria, por su parte, remite a aspectos específicos respecto a las

formas de tenencia y uso de la tierra, en cuanto que el medio rural puede estar

bajo el impacto de la expansión de actividades no-agrícolas en su interior.

Concluyendo estas consideraciones de carácter introductorio, la perspectiva es

la de abordar la cuestión alimentaria como condición de derecho universal y

en la evidencia de su rol económico, pero valorizando la diversidad de los

hombres, de las culturas y de los ambientes. Al mismo tiempo, el tema

alimentario contribuye a la propia comprensión de esos fenómenos, como ya

lo había hecho notar Josué de Castro en su obra, también por eso, pionera:

"... el fenómeno de la alimentación [es] el mejor punto de referencia en el estudio ecológico de las

correlaciones entre los grupos humanos y los cuadros regionales ocupados por ellos". Josué de

Castro, Geografía del Hambre, 1946. (traducción libre)

El artículo empieza sugiriendo una interpretación para el tema de la

diversidad, en asociación con el de las desigualdades, presente en el debate

3

reciente sobre los procesos de desarrollo económico y social, y destaca su

importancia para el análisis de la cuestión alimentaria desde la perspectiva de

la Economía del Desarrollo. En seguida, define lo que se está llamando

'cuestión alimentaria', y las relaciones entre el acceso a los alimentos y la

equidad social en los planes macro y micro de análisis, a la vez que presenta

algunos indicadores respecto a la equidad y a la problemática alimentaria en

los países iberoamericanos. Finalmente, el texto aborda los cinco conjuntos de

elementos que componen las relaciones entre la cuestión alimentaria y los

modelos de desarrollo, con una especial referencia a los circuitos regionales

de producción, distribución y consumo de alimentos.

Diversidad y desigualdades en los procesos de desarrollo

En estos tiempos de dogmatismos neo-liberales cabe registrar la persistencia

de un intenso debate sobre el tema del desarrollo y sobre la necesidad y las

formas más adecuadas de diseñar y aplicar estrategias públicas en los planes

nacionales y regionales. El referencial teórico que se considera más adecuado

al análisis de la relación entre la cuestión alimentaria y el proceso de

desarrollo, en el contexto de los países de bajo ingreso(4), son las aportaciones

de la llamada 'economía del desarrollo'. Adviertase que nuestra perspectiva,

además de interdisciplinaria, no comparte la demanda por un cierto tipo de

'rigor analítico' por parte de la ciencia económica convencional, la cual

implicó reducir la especificidad de la economía del desarrollo al campo

geográfico en que son aplicados los instrumentos de la teoría económica

general, a saber, los países considerados como pobres, como si los dilemas

económicos en los últimos sólo mantuviesen diferencias de grado, más que de

naturaleza, con los de los países más avanzados (Hugon, 1993; Krugman,

1994). Esta opción de orden teórico-metodológico así como otros aspectos

que no vienen al caso en este ensayo, nos llevan a destacar las contribuciones

de Albert Hirschman, que desde hace mucho denunció la "pretensión a una

monoeconomía" e identificó la incapacidad de la economía en tratar con los

problemas del desarrollo(5).

Por otra parte, el sentido que se atribuye a la noción de desarrollo ha sido

puesta en cuestión, sobre todo por las críticas contra los discursos y modelos

oficiales con sus componentes de poder y sesgo homogeneizante, llevando

incluso a las posiciones más extremas de algunos autores que niegan la propia

noción de desarrollo (p.ej., Escobar, 1995b). La relevancia de algunas de las

críticas nos hace optar por una definición de desarrollo más cercana al sentido

literal del término, el cual conlleva dos ideas básicas, a saber: la de mejora y

la de proceso. A ellas se añade la perspectiva de sustentabilidad a largo plazo

que resulta de las preocupaciones de tipo ambiental. Así, por desarrollo

económico y social se entiende el proceso de mejora sustentable en la calidad

de vida de una sociedad, en el cual los fines y los medios sean definidos por la

4

sociedad misma que está buscando o vivenciando este proceso. Definiciones

como ésta tienen un carácter instrumental inseparable(6), por lo tanto, dentro

de este límite, la que aquí se propone parece adecuada para que avancemos en

los elementos de la temática del desarrollo que nos interesa subrayar.

Se puede decir que la noción de diversidad es la más difundida en el actual

debate sobre desarrollo, reflejandose ahí una tendencia en el pensamiento

contemporáneo en varios campos. Se recurre, en este ensayo, a algunos

aspectos de la asociación 'diversidad y desarrollo' con la intención de

introducir la variable espacio y el subsecuente tema de la diversidad regional,

o mejor de las desigualdades regionales. La justificación inmediata deriva del

papel tradicional que tiene la idea de región como referencia analítica para las

acciones de desarrollo, inclusive, y principalmente, en los asuntos referentes a

la equidad social y a los alimentos. Juntar ambas nociones la de desigualdad y

la de diversidad, implica tener en cuenta, de un lado, la usual asociación de la

primera con el desarrollo desigual o con las inevitables desigualdades

inherentes al proceso de desarrollo capitalista; de otro lado, la fuerza que ha

ganado el reciente discurso en favor de la consideración y respeto a las

diferencias.

La perspectiva aquí adoptada tiene en cuenta las diferencias al incorporar la

diversidad en el concepto de equidad social, permitiendo diferentes respuestas

a los problemas relacionados con ella. Eso ni implica suscribir enfoques que

no dejan lugar para consideraciones sobre fenómenos de naturaleza más

general, tales como la tendencia a la permanente generación de desigualdad y

pobreza de la economía capitalista. Este es un riesgo presente, por ejemplo, en

algunas versiones del postmodernismo, precisamente, valiendose del lenguaje

de la geografía(7).

La noción de desigualdad es usualmente tomada en un significado

cuantitativo, es decir, la desigualdad que se expresa en la comparación entre

los que tienen más con los que tienen menos (ricosversus pobres,

avanzados versus retrasados, etc.). Entendida como un producto del desarrollo

desigual, este tipo de comparación conlleva una idea subyacente de

convergencia por los mismos términos en que está formulada, originándose de

ahí las proposiciones que buscan superar la desigualdad o el retraso, o

aproximar los retrasados a los avanzados. Además de la controversia asociada

a la hipótesis de convergencia, es fácil imaginar que se han concentrado en

este punto las críticas al predominio de un patrón de bienestar (como regla, el

occidental) en cuanto referencia o meta del desarrollo económico de países o

regiones caracterizadas por la diversidad en términos culturales y de

disponibilidad de recursos, y al uso de estos patrones como criterio para la

evaluación del éxito en promover la equiparación entre tales países o regiones.

La diversidad de las formas en que se manifiestan las desigualdades

económicas, y la pobreza en particular, y las distintas respuestas posibles a

5

ellas, no les quita la condición de fenómenos generales típicos de un sistema

basado en la competencia y en la apropiación privada de sus frutos bajo la

forma de ganancias u otras rentas de la propiedad.

De hecho, es intrínseco a la naturaleza de la acumulación capitalista (a) el

desarrollo desigual en términos de la 'creación desigual del espacio o de

espacios desiguales', y (b) la permanente generación de pobreza.En cuanto al

primer aspecto, el desarrollo desigual resulta de tendencias contradictorias que

configuran, como señaló Smith (1990), una dialéctica de diferenciación y

ecualización geográfica según la escala espacial que se está considerando. Es

decir, la diferenciación social y geográfica directamente asociada a los

capitales en la escala individual e indirectamente asociada a una particular

división del trabajo, coexiste con la tendencia a la ecualización que se expresa

en la esfera de la circulación y en la ecualización de las condiciones y niveles

de producción. A las tendencias descritas se añade, en los términos de

Sánchez (1991), la consideración de la dinámica territorializada de los

sectores productivos, que refleja las estrategias de apropiación de recursos

distribuidos en forma heterogénea en el espacio físico y los conflictos

inherentes. Enfocándola bajo la óptica de los sectores productivos, los

procesos productivos de estos sectores resultan en determinada articulación

territorial y en un "espacio social"(8) concreto. Desde otro ángulo, el estudio de

un área territorial delimitada requiere considerar las diversas dinámicas

territorializadas de las actividades presentes en él, según el peso relativo de

cada una de ellas. Para el tema de este artículo, tal enfoque implica tomar las

tendencias ecualizadores asociadas a la globalización (vía el mercado

agroalimentario internacional, y la homogeneización de patrones de

producción y consumo), en combinación con la diferenciación social y

territorial en los planes nacionales y regionales asociadas a la dinámica de los

capitales individuales y de los sectores productivos(9).

Respecto a la pobreza, no se requiere de valores o de patrones específicos

occidentales para tomarla como expresión de desigualdades generadas por

procesos económicos cuya dinámica cabe desvelar, y como expresión de

injusticia social. Lo mismo en cuanto a mensurar la pobreza como tal y

construir indicadores de pobreza con una óptica de las carencias (carencias

absolutas y desigualdades relativas al interior de una sociedad) o de los logros

(en los campos alimentario, educacional, de salud, de vivienda, etc.). La

contrapartida a un tal diagnóstico, que se expresa en el objetivo de la equidad

social, tampoco necesita estar vinculada a una escala de valores culturales

ajena a la sociedad en cuestión, y las estrategias para lograrla pueden (deben)

reflejar la mencionada diversidad de ambientes socioeconómicos, culturales y

naturales.

El segundo sentido que se puede atribuir a la noción de desigualdad es de

orden cualitativo, es decir, la desigualdad que resulta de la diferencia antes

6

que de la insuficiencia, del 'ser diferente'antes que del 'tener menos'. La

diversidad de situaciones en ese sentido se debe a, por lo menos, cuatro

elementos, como se detalla en otro texto (Maluf, 1998). El primer y más obvio

motivo son los factores culturales (la diversidad cultural) que intervienen en

los procesos económicos y sociales de los países o regiones. El segundo

elemento, que guarda relación con el anterior pero demanda mención aparte,

hace referencia a la institucionalidad peculiar a los distintos países y regiones

(la diversidad institucional), y a la diferencia en cuanto a sus opciones y

modos de funcionamiento. El tercer elemento se refiere a la ya mencionada

diversidad entre los seres humanos (la diversidad humana) y sus

implicaciones en el significado de la equidad e igualdad social, y en la

definición de estrategias para lograrlas(10). Finalmente, aparece la distribución

de recursos naturales (la diversidad natural), que no es sólo desigual sino

también diferente entre los países y regiones, lo que da como resultado

distintas posibilidades en la relación de los patrones de desarrollo ambiental.

Los dos primeros elementos permiten volver al tema de la globalización, para

confrontar las interpretaciones que hablan de una propagación lineal de

elementos socioeconómicos y culturales, y casi siempre conducen al

transplante de modelos 'exitosos' y a la definición del 'único y mejor camino'.

Bien para confrontar la visión conservadora predominante que propugna la

inserción 'pasiva' de los países del Tercer Mundo en el orden internacional o

como un camino que llevaría a la superación de sus problemas dinámicos y a

lograr un rápido crecimiento. En ambos casos, las características peculiares de

las realidades nacionales quedan subordinadas a patrones considerados

deseables, y la definición de estrategias propias (nacionales o regionales)

pierde mucho de su significado(11). De todos modos, es creciente el número de

evaluaciones que califican la globalización, apuntando más bien sus límites y

destacando el predominio de distintas respuestas regionales o nacionales a lo

global, según peculiaridades socioeconómicas, institucionales y culturales

(Berger & Dore (eds.), 1996; Boyer & Drache (eds.), 1996; Stallings (ed.),

1995)(12).

Son tres las implicaciones de los elementos apuntados acerca de las

desigualdades y de la noción de diversidad. En primer lugar, sigue vigente la

idea de equidad social como contrapunto a la permanente generación de

desigualdades, pero calificando el concepto en el sentido de incorporar la

diversidad, sobre todo, en sus manifestaciones socioculturales; vale decir, una

concepción de equidad social que comporte lo diverso y permita respuestas

diferenciadas según las circunstancias. En segundo lugar, es necesario otorgar

la debida consideración a la diversidad regional en sus diferentes niveles (inter

e intranacional), contraponiendola a la comprensión lineal del fenómeno de la

globalización y valorando la dimensión nacional y los espacios subregionales

en las acciones de desarrollo. La tercera implicación corrobora el énfasis en la

descentralización como eje en la formulación y aplicación de políticas y

7

acciones públicas, sin olvidar la necesaria coordinación entre ellas en cuanto

elementos de estrategias de desarrollo definidas en un plan más general.

La búsqueda de creciente equidad social ocupa un lugar central en la acepción

que aquí se atribuye a la noción de desarrollo. Esto llevaría a preguntar sobre

la posibilidad de que cambie el usual tratamiento de la cuestión de la equidad

social que ha predominado en países con conocidas y persistentes

desigualdades como los iberoamericanos, así como sobre los mecanismos

económicos, sociales y políticos que actuarían en la dirección del cambio o

del mantenimiento de dicho tratamiento. Aunque bajo distintos modelos de

desarrollo en los diferentes períodos históricos, la búsqueda de equidad social

en nuestros países ha sido siempre confiada al 'efecto goteo' (trickle-down

effect) del crecimiento económico, a lo cual se añaden las políticas sociales o

medidas compensatorias anti-pobreza. El cambio pretendido iría en el sentido

de construir patrones o estilos de desarrollo que lleven a una creciente equidad

social, siendo nuestra contribución específica tratar del papel desempeñado

por la problemática alimentaria en esa dirección.

Definiendo la cuestión alimentaria

La afirmación de que el proceso de desarrollo económico y social de los

países o bloques de países posee también un problema alimentario se basa en

tres argumentos o justificaciones principales. El primer de ellos es un

argumento de tipo ético-normativo, que se refiere al derecho humano de estar

adecuadamente alimentado, lo cual ha expuesto a todas las sociedades al reto

de asegurar, en forma permanente, el acceso adecuado (desde los puntos de

vista económico y nutricional) a los alimentos por parte de sus ciudadanos. El

segundo argumento, de tipo más económico, remite al rol central que tiene el

sistema alimentario -es decir, todo lo que se refiere a la producción,

distribución y consumo de los alimentos- en la conformación y desempeño de

las actividades económicas(13). El tercer argumento es de tipo político y resulta

de los anteriores, puesto que por su dimensión ética e importancia económica

la cuestión alimentaria y los temas relacionados con ella han estado, siempre,

en el centro de las acciones públicas, ya sea de los gobiernos o de las

organizaciones sociales.

Nótese que la noción que se pretende introducir en el análisis de los procesos

económicos y sociales -es decir, la 'cuestión alimentaria'- tiene un doble

carácter, a saber: el normativo y el instrumental. El carácter normativo se debe

al valor intrínseco, al principio de asegurar el acceso a los alimentos, el cual

permite evaluar aquellos procesos según sus logros en la satisfacción de tal

derecho humano. El carácter instrumental se revela en la utilización de esta

problemática en cuanto criterio para el 'recorte' de las actividades económicas

y respectivas formas sociales, resultando de ahí el delineamiento de sistemas y

8

cadenas (agro)alimentarias.

En los términos mencionados arriba, la cuestión alimentaria no se restringe a

los aspectos relacionados con la pobreza y el hambre, aunque las

características asumidas por las últimas reflejen y interfieran a la vez en el

perfil de equidad social del país, y el hambre figure como la manifestación

más aguda y urgente de la cuestión alimentaria. Con menos razón se puede

tomar a esta última como un subproducto de la problemática agrícola, como se

creyó por mucho tiempo, sin olvidar el peso relativo y de las peculiaridades de

los aspectos agrícolas, agrarios y rurales presentes en la misma(14).

Es posible analizar la cuestión alimentaria bajo la noción de seguridad

alimentaria entendida como un objetivo de la acción pública que se manifiesta

en las políticas de gobierno y en una multitud de acciones sociales en general

(Maluf, 1995). Hay que tener cuidadode no considerarla como un aspecto

meramente sectorial o como objeto de políticas de naturaleza compensatoria.

Es decir, hay que atribuir a la seguridad alimentaria un estatuto conceptual

análogo al de equidad social y de sustentabilidad, en cuanto componentes

centrales de estrategias de desarrollo económico y social volcadas a la difícil

tarea de juntar dinamismo económico con creciente equidad social en países

como los iberoamericanos(15).

Las relaciones entre la cuestión alimentaria y la equidad social constituyen

una vía de dirección doble, y en ellas están presentes las principales

características del modelo de desarrollo vigente, como se sintetiza en el

diagrama 1:

Diagrama 1

Equidad Social Cuestión Alimentaria

Modelos de Desarrollo Económico

(Sistema Alimentario)

De un lado, la equidad social afecta al acceso a los alimentos y al perfil del

sistema alimentario, en la medida en que bajo el tema de la equidad vamos a

encontrar los elementos determinantes de las condiciones en las que la gente

accede a los alimentos, como son el nivel de ingreso real y el nivel de empleo,

las capacidades de las personas y grupos sociales, y la amplitud de la pobreza.

De otro lado, la equidad social es afectada por el modo de producir, distribuir

y consumir los alimentos, es decir, por las formas sociales en que se organizan

las actividades del sistema alimentario, y por las acciones conducentes a

ampliar el acceso a los alimentos por parte de la población. Estas formas

sociales y las condiciones de acceso pueden ser más o menos equitativas

9

según las características económicas, sociales y culturales del modelo de

desarrollo en que están insertas.

En síntesis, la cuestión alimentaria es parte de la problemática de la equidad

social, reflejando los factores que expresan el grado de equidad social, al

mismo tiempo que contribuye a la definición de estos factores. Traduciendolo

en términos de acción pública y del objetivo de la seguridad alimentaria, la

equidad social es un requisito para la seguridad alimentaria (como lo

evidencian los requisitos de ingreso para la adquisición de alimentos, o de

acceso a la tierra para producirlos), al tiempo que la búsqueda de seguridad

alimentaria es un componente de las estrategias de equidad social (dado que

implica promover una alimentación adecuada no costosa, o la producción de

alimentos en bases equitativas).

Los planes de análisis

La cuestión alimentaria pude ser analizada en diferentes niveles. Como se

sabe, al inicio de los años setenta, el 'problema alimentario' era entendido,

sobre todo, como un problema de producción de alimentos, a la par que se

ponía un gran énfasis en su dimensión agrícola. En los ochenta se produjo un

cambio de énfasis hacia los factores que afectan al acceso a los alimentos

(p.ej.: el nivel de ingreso). Este cambio fue acompañado del gradual

predominio de planteamientos en un plan más micro de análisis, volcados a

los individuos-hogares-comunidades, sin duda importantes para captar la

diversidad con que se manifiesta la problemática alimentaria.

El movimiento analítico que representó la pérdida de importancia relativa de

los análisis de los determinantes macro de la cuestión alimentaria se vincula,

también, a factores de orden teórico y político que vale la pena mencionar.

Destaca, en primer lugar, su motivación teórica como reflejo de lo que pasaba

con la teoría económica general. Me refiero al predominio de una ortodoxia

que redujo mucho el significado de los enfoques centrados en la dinámica

(macro)económica y en la regulación pública de las actividades económicas,

con excepción de aquellos dedicados a las variables que afectan al 'equilibrio'.

La supuesta 'fatalidad' de los ajustes macroeconómicos y la presunta pérdida

de significado de la búsqueda por aplicar estrategias nacionales (o regionales)

limitaron las cuestiones como la que se discute aquí a los límites de adopción

de acciones compensatorias en el llamado 'campo social'.

Un segundo factor se refiere a la famosa 'crisis de paradigmas' y a las

dificultades en la formulación de alternativas teóricas a los modelos basados

en el predominio de las llamadas 'fuerzas del mercado'. A esto se une, por

caminos distintos pero irónicamente confluyentes, algunos intentos por

incorporar la noción de diversidad en las ciencias sociales bajo las versiones

más 'duras' de los enfoques postmodernos. Vale notar, en el tema alimentario,

10

que la tendencia a focalizar los análisis en los individuos-hogares-

comunidades ha sido considerada como propia de un "enfoque postmoderno"

de la seguridad alimentaria (Maxwell, 1996).

El proceso de globalización es otro elemento a considerar en cuanto a las

posibilidades analíticas en el plan macro, que en este caso corresponde a lo

nacional. A las observaciones hechas que relativizan la amplitud del

fenómeno de la globalización, cabe añadir, más específicamente, que se ha

subrayado bastante la extensión alcanzada por la internacionalización del

sistema alimentario y sus implicaciones en la normalización de las pautas de

producción y consumo de los países (Friedman, 1993). Sin embargo, esto no

quita el sentido a la definición de estrategias económicas y alimentarias

nacionales (aunque articuladas por bloques de países), por lo que estas

representan en la conformación de modelos equitativos y sustentables a largo

plazo, y por la necesidad de valorar la diversidad de los hábitos alimentarios y

de las formas de cultivo de los alimentos.

Teniendo en cuenta los elementos antes mencionados, nuestro esfuerzo

analítico trata de abordar -con un enfoque sistémico- el componente que se

considera central en los modelos económicos y sociales que es la cuestión

alimentaria, al mismo tiempo que se busca recuperar el importante debate

acerca de estrategias de desarrollo económico y social en los países de bajo

ingreso del Tercer Mundo, en particular los de Iberoamérica. Vale decir, las

eventuales contribuciones de este esfuerzo se sitúan en los planes macro y

meso de análisis -normas de desarrollo económico, equidad social y la

cuestión alimentaria- sin olvidar la necesaria consideración de las diversas

situaciones a la escala de los individuos, los hogares, los grupos sociales

particulares o los espacios geográficos específicos(16).

La cuestión alimentaria en Iberoamérica

La experiencia histórica de la mayoría de los países iberoamericanos en

materia de evolución económica y social ratifica la necesidad de "atribuir

sentido" a la noción de desarrollo, en lugar de seguir prescribiendo más

crecimiento económico (Maluf, 1998), aunque también sea verdad que más

crecimiento sea más favorable a la reducción de la pobreza que menos

crecimiento. Además, respecto al tema específico, se necesita ir más allá de

los enfoques usuales sobre los "problemas alimentarios", en dirección a la

definición de una cuestión alimentaria en los términos aquí sugeridos.

Dinamismo económico con creciente equidad social es una combinación que

no figura entre las características de la historia reciente de ningún país

iberoamericano. A pesar del notable desarrollo económico de muchos de ellos

en las décadas que van de los cincuenta a los setenta, la conocida matriz

elaborada por Fajnzylber (1989) para el período 1965-85 contiene un

11

"casillero vacío" por la inexistencia de un solo caso de país que haya logrado

combinar tasas expresivas de crecimiento económico (por encima del

promedio de 2,4% anuales de los países avanzados en el mismo período) con

niveles aceptables de equidad social (cuando el ingreso del 40% más pobre

representara más del 40% del ingreso del 10% más rico, la mitad del

verificado en los países avanzados)(17). El "desastre" en términos de desarrollo

en los ochenta agravó la ya tradicional distribución desigual del ingreso y el

elevado nivel de pobreza relativa, nivel éste que tiende a crecer rápidamente

durante las recesiones, pero se reduce menos rápidamente en períodos de

recuperación económica como el que siguió a 1989 (Morley, 1995). Por lo

tanto, el cuadro en la región es: concentración del ingreso; crecimiento del

nivel de pobreza urbana (34%, en 1990); reducción relativa de la pobreza rural

y absoluta del número de pobres rurales, aunque los más altos índices de

pobreza sigan registrándose en el campo (53%, en 1990). El carácter injusto

de los modelos de crecimiento posteriores al ajuste económico convierte a las

políticas sociales compensatorias en el instrumento principal para lograr

mejoras en el bienestar social y para atenuar los efectos de la pobreza, como

es usual en la historia de esa región(18).

Identificar las injusticias inherentes a los patrones de desarrollo vigentes no

implica desconocer los avances que se van produciendo en las condiciones

sociales de los países a lo largo del tiempo, los cuales no son captados por los

indicadores de ingreso. Para expresar la evolución de estas condiciones hay

que añadir otros indicadores, de modo que se disponga de un cuadro más

completo sobre las condiciones de bienestar y las oportunidades de la

población. Así, importantes mejorías se han verificado en los países

iberoamericanos, incluso en los ochenta, como muestran la elevación del nivel

educacional, la tendencia a la reducción de la mortalidad infantil y los avances

en otros indicadores de salud,asi como la creación o expansión de programas

sociales de emergencia, etc. (Morley, 1995)(19). De modo que la gran mayoría

de estos países exhibe mejores indicadores sociales o, por lo menos, iguales

que los países de bajo ingreso similares en otras partes del mundo, resaltando

que casi todos los países de Iberoamérica se encuentran entre los que

presentan niveles medianos y máximos de desarrollo humano, según los

criterios del PNUD.

Pueden notarse avances graduales también en lo que se refiere a la cuestión

alimentaria en los países iberoamericanos, sea como resultado directo de

elevaciones del ingreso promedio, sea por los beneficios propiciados por las

inversiones en infraestructura social. Sin embargo, la inseguridad alimentaria

sigue afectando a parcelas significativas de la población. Los datos

presentados por la FAO en la Cumbre Mundial de Alimentación, en 1996,

revelan que el promedio de subnutridos en la región es de un 13% de la

población (64 millones de personas), tasa que puede llegar a un 40% en los

países de más bajos ingresos. Según los mismos datos de la FAO, hay un

12

grupo de países en los cuales la inseguridad alimentaria se debe a problemas

tanto de acceso a los alimentos como de disponibilidad de los mismos

(Bolivia, República Dominicana, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras,

Nicaragua, Panamá, Perú). En el segundo y más numeroso grupo se trata de

un problema de acceso a los alimentos por grupos significativos de la

población, aunque muchos de ellos dispongan de una oferta de alimentos

bastante superior al mínimo requerido. Esta última constatación está en línea

con lo que se ha mencionado sobre la distribución del ingreso y el nivel de

pobreza.

Por el lado de la oferta alimentaria, Schejtman (1994) constata la reducción de

las tasas anuales de crecimiento del "suministro de energía alimentaria"

(SEA), pasando del 0,8% (1960s), al 0,6% (1970s), y al -0,2% (1980s),

retornando en los 90 a los niveles del final de los 70. Si se compara el SEA

con los "requisitos de energía alimentaria" (REA), en 1990, vamos a encontrar

cuatro países en situación crítica (SEA < REA: Bolivia, Haití, Honduras,

Perú), otros nueve en situación precaria (SEA < 1,1 REA: Belice, Chile,

Colombia, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala,

Nicaragua, Panamá), y un grupo de doce con suficiente suministro (SEA > 1,1

REA: Argentina, Barbados, Brasil, Costa Rica, Cuba, Guyana, Jamaica,

México, Paraguay, Trinidad-Tobago, Uruguay, Venezuela). La tendencia

general ha sido la creciente dependencia externa en el suministro de

alimentos(20), cuya 'viabilidad' momentánea (hasta ahora, son tenues las

asociaciones hechas entre esas importaciones y los problemas en las balanzas

de pagos) y alegada 'corrección' (obtener alimentos baratos bajo el libre

comercio) no deben oscurecer las significativas implicaciones de semejante

opción en términos de estrategias desarrollo a medio y largo plazo, y de los

modelos de producción y consumo de alimentos.

Datos como los presentados antes dan soporte usualmente a las evaluaciones

de los "problemas alimentarios" en los países del Tercer Mundo, o son

tomados como componentes de una economía política de los sistemas

alimentarios (p.ej. Schejtman, 1994). Sin embargo, creo que hay una

diferencia más que semántica entre el planteamiento de los "problemas

alimentarios" y el que considera la cuestión alimentaria involucrada en la

construcción de la equidad social bajo modelos de desarrollo económico

conducentes a ella. Uno espera que un enfoque como el que se propone ofrece

un punto de vista mas amplio y adecuado al análisis del sistema alimentario,

de los aspectos relativos a la agricultura y al mundo rural, y de los fenómenos

sociales tales como el hambre.

En el ámbito de las políticas, este planteamiento supone que la superación de

realidades injustas se hace por medio de la alteración de los mecanismos

sociales y económicos que les dan origen, en lugar de la usual combinación

'efecto-goteo del crecimiento económico cum políticas sociales

13

compensatorias'. Claro está que uno puede legítimamente preguntarse, frente a

la referida trayectoria de los países iberoamericanos, sobre las posibilidades

de que se apliquen las políticas conducentes a la equidad, mas allá de los

programas dirigidos a atenuar los efectos perversos de la dinámica económica.

Hay un antiguo consenso en la región sobre la necesidad de crecimiento

económico para 'superar el retraso' y 'combatir' la pobreza, sin hablar de las

periódicamente reiteradas afirmaciones de que ya no se puede posponer este

combate. Aparte de las conocidas declaraciones demagógicas, los discursos

sobre la pobreza tienen presencia asegurada en la política y en la gestión

económica de estos países, al igual que en otras partes del Tercer Mundo. A

pesar de los avances sociales -lentos frente a la extensión de las

desigualdades- la realidad es de una insuficiente disponibilidad para oponerse

a las características generadoras de pobreza inherentes al crecimiento

económico y a los mecanismos de exclusión social.

Tomar la cuestión alimentaria como un problema de desarrollo demandaría

verificar las posibilidades, de hecho no muchas, de incluirla entre los

elementos capaces de "encender el debate y promover el desarrollo"

(Hirschman,1977). Las propuestas que se han presentado para los países

iberoamericanos suponen, casi todas, la necesidad de un crecimiento

económico sustentado en razón de la extensión de las llamadas demandas

sociales, y para mejorar la distribución del ingreso y de la riqueza. En varias

de ellas, es posible identificar elementos de la cuestión alimentaria ubicados

en posición destacada, sobre todo por el efecto multiplicador de las

actividades económicas asociadas a los alimentos, como por ejemplo, los que

propugnan la diversificación de las exportaciones industriales en conjunto con

el estímulo a la producción de alimentos volcada al mercado doméstico.

Obviamente, el potencial para moverse en la dirección sugerida nos es igual

para todos los países iberoamericanos, como se verá a continuación.

Alimentos y el desarrollo económico y social

Trataremos, en esta parte, de identificar y discutir brevemente los cinco

elementos que componen la relación entre la cuestión alimentaria y el proceso

de desarrollo económico y social.

El primer elemento se refiere al acceso regular y suficiente a los alimentos, en

condiciones que no comprometan el acceso a los demás componentes de una

vida digna (como son la salud, educación, vivienda y ocio). Este punto

implica introducir en el análisis los factores que afectan a los niveles absolutos

de ingreso y al peso relativo de los gastos de alimentación en el ingreso total.

Entre ellos se destacan los niveles de salarios y del sueldo-mínimo (cuando

existe), la problemática del empleo o de creación de oportunidades de trabajo,

y las cuestiones ligadas a la disponibilidad de alimentos(21). Notese que así

considerada, la cuestión alimentaria engloba al conjunto de la población que

14

vive de su trabajo, y no solamente a los que sufren el problema más agudo del

hambre.

El segundo elemento se refiere al papel del sistema alimentario en la dinámica

económica, y a las contribuciones que puede aportar al deseado objetivo de

lograr un crecimiento económico a largo plazo con creciente equidad social.

En este caso importa considerar la estructura productiva de las actividades

componentes del sistema alimentario y su articulación dinámica con la

economía en general. Una de las expresiones económicas de la equidad social

es el fortalecimiento del mercado doméstico, lo que sugiere un proceso

acumulativo en que las actividades agro-alimentarias se ven estimuladas por la

expansión de este mercado, al mismo tiempo que contribuyen a la equidad

tanto por la oferta de alimentos en condiciones más accesibles como por el

perfil social de su base organizativa.

Los países tienen distintas potencialidades en este sentido -es decir, en

términos de posibilidades dinámicas endógenas- según la dimensión de los

mercados domésticos(22), siendo ésta una de las ventajas de que disfrutan los

grandes países. Dado el objetivo de este ensayo, cabe destacar someramente el

hecho de que hay peculiaridades en el desarrollo económico de los grandes

países, considerados tanto por el contingente poblacional y dimensión

territorial como por el grado de desarrollo industrial y de diversificación de la

estructura productiva.

En nuestro caso, nos interesa el grupo formado por los grandes países de bajo

ingreso (p.e. Brasil, China, India y Rusia), aunque existan importantes

diferencias internas entre ellos(23). Análisis comparativos permitirían

identificar significativos aspectos de la cuestión alimentaria derivados de las

referidas peculiaridades. Además del rol del mercado doméstico, uno puede

mencionar la mayor demanda de políticas proteccionistas y de un cierto grado

de autosuficiencia productiva en un ambiente de apertura económica, el peso

relativo de los sectores no-transladables (donde están muchas de las

actividades relacionadas con los alimentos), los impactos diferenciados

regionalmente de la apertura económica y liberalización comercial, y otros

asuntos ligados a la diversidad regional.

En los pequeños y medianos países, el rol dinámico del sistema

agroalimentario tiene mayor dependencia de las exportaciones y del mercado

internacional. Sin embargo, el eje del enfoque sobre desarrollo, equidad social

y la cuestión alimentaria puede ser tomado como un principio de aplicación

general, inclusive como elemento inductor de procesos de integración regional

que involucra a los países de menor dimensión.

El tercer elemento se refiere a la destacada participación del sistema

alimentario en la conformación social de los países. Es decir, al peso

15

económico de las actividades de este sistema -que es tanto mayor cuanto

menos diversificada es la estructura productiva del país- le corresponde un

peso por lo menos igual más que proporcional en la generación de situaciones

de injusticia social. Este hecho es más visible en la esfera agraria y rural en

donde, aparte las conocidas situaciones de extrema concentración de la

propiedad de la tierra (como en Brasil), se pueden establecer correlaciones

más directas entre modos de producción y exclusión social, comprometiendo

la reproducción de la agricultura de base familiar. Pero, igual se pueden

abordar las circunstancias que afectan la presencia de pequeñas y medianas

unidades en la industria y comercio alimentarios en las zonas urbanas. De

todos modos, es posible afirmar que el sistema alimentario es uno de los

sectores de actividad que ofrecen más posibilidades al desarrollo de modelos

equitativos y conducentes a la diversidad, una de las cuales se presentará en la

parte siguiente bajo el tema de los circuitos regionales.

En la esfera del consumo de los alimentos se localiza un cuarto conjunto de

elementos, los cuales han recibido atención creciente de los analistas, tanto

por razones de orden teórica general,o como por nuevas configuraciones en al

ámbito de las cadenas agroalimentarias. La dimensión teórica se refiere al

papel que la esfera del consumo (o de la realización) puede tener en la

determinación de las dinámicas económica y tecnológica, aunque desde luego,

sin enfocarlo desde la teoría ortodoxa de la soberanía del consumidor. En

realidad, este tipo de consideración del consumo tiene raíces en la formulación

de principios de dinámica macroeconómica derivados de nociones

keynesianas-kaleckianas de demanda efectiva. A estos determinantes

generales hay que añadir, más específicamente respecto a nuestro tema, la

tendencia a la diversificación del consumo y sus impactos en términos de la

segmentación de los mercados y de la organización de las actividades

productivas, considerados en conjunto con las posibilidades de flexibilización

y diversificación productivas ofrecidas por las nuevas tecnologías.

Allí se enmarcan, por ejemplo, los análisis que destacan el papel que ha

asumido la llamada 'gran distribución' (p.ej., las redes de supermercados) en el

funcionamiento mismo de las cadenas agroalimentarias. Sin embargo, hay que

adaptar este enfoque a las realidades de sociedades heterogéneas como las

iberoamericanas, en donde la diversificación de los hábitos de consumo sigue

a la par con exigencias relativas a la masificación del mismo, además de la

mencionada atención a la dependencia alimentaria y a los aspectos culturales

involucrados en este tema.

El quinto y último elemento se refiere a la inclusión de la seguridad

alimentaria como uno de los objetivos nucleares o componente estratégico de

las políticas de desarrollo económico y social (Maluf, 1995). En este punto el

análisis se dirige más propiamente hacia la dimensión institucional, y pone de

relieve los elementos necesarios a la regulación pública, aunque no

16

exclusivamente gubernamental, de las actividades económicas en general y

del sistema alimentario en particular, en contraposición a la regulación

privada estricta que suele resultar de las propuestas de liberalización en

boga(24). Déjase de lado, por ilusoria, la dicotomía estado-economía (o estado-

mercado)(25), para pensar los mecanismos institucionales inherentes a los roles

regulador y distributivo del estado (Boyer, 1996; Hobsbawn, 1996), su

interacción con las organizaciones sociales y las sinergias en la relación

público-privado (Evans, 1996a e 1996b), requisitos ambos para la

construcción de los grados posibles de coordinación o concertación social en

los planes local, intermedio y global de la sociedad.

Estimular los circuitos regionales

Abordaremos ahora propuesta de estimular el desarrollo de los 'circuitos

regionales de producción, distribución y consumo de alimentos' (Maluf,

1995). Con presencia identificable en el ámbito de las subregiones en el

interior de los países o alrededor de núcleos urbanos de dimensiones

medianas, toman parte en estos circuitos los agricultores de base familiar y los

campesinos, las unidades (cooperativas o particulares) de mejoramiento y

procesamiento agroindustrial de alcance limitado, y las pequeñas y medianas

empresas industriales-comerciales urbanas. Las formas en que se articulan los

agentes y el grado de integración entre ellos es bastante variable, según lo

posibilite el nivel asociativo de los agricultores o lo exija la forma de

comercialización adecuada a la naturaleza del producto, entre otros factores.

Los bienes propios de los circuitos regionales son expresiones de diversidad

en sus dimensiones cultural y natural, puesto que provienen de los productos

tradicionales de las regiones (con los derivados cuyos requisitos técnicos y

financieros de mejoramiento y procesamiento sean sencillos o accesibles),

reflejan hábitos de consumo peculiares a las poblaciones ahí presentes, y

guardan obvia relación con la base de recursos naturales. Los principales

ejemplos de estos bienes se encuentran en los embutidos de carne, conservas

de frutas y legumbres, harinas, quesos, hortalizas, frutas y pescados frescos.

En contraste con los circuitos regionales, las cadenas agroalimentarias se

organizan bajo control de grandes empresas o corporaciones agroindustriales

y comerciales, con ámbito de actuación nacional e internacional. Las

tendencias en estas cadenas apuntan más bien a la homogeneización que a la

diversificación. Esto se percibe, por un lado, en la uniformización de las

actividades productivas y en la relativa especialización a escala de las

unidades agropecuarias(26), dando lugar a una distribución espacial de la

producción de materias primas -la "dinámica territorializada", en los términos

de Sánchez (1991)- que subordina dotaciones específicas de recursos humanos

y naturales a una lógica integracionista de mercados a escala nacional e

internacional. De otro lado, tenemos la homogeneización de hábitos de

17

consumo alimentario por encima de las distintas herencias culturales, como se

nota en la composición de las dietas alimentarias en términos del tipo de

productos y del modo de consumirlos(27). La fase agrícola de las cadenas

agroindustriales está compuesta por el cultivo de granos, la actividad de cría

de animales y la producción de leche, las cuales están vinculadas a la

elaboración de un sin número de productos alimentarios.

Los circuitos regionales coexisten y son traspasados por los mecanismos de

integración productiva y de mercados promovidos por las referidas cadenas

agroalimentarias, de modo que los elementos de complementariedad y de

conflicto entre ambas impiden que uno las tome, simplemente, como

estructuras paralelas o excluyentes. De hecho, los agricultores familiares

combinan, comúnmente, las actividades orientadas a las cadenas

agroalimentarias -que les aseguran ingresos regulares o representan productos

con valor comercial en el mercado- con la generación de bienes típicos de los

circuitos regionales, una combinación que no deja de generar conflictos(28) .

Al mismo tiempo los productos originarios de estos circuitos pueden dirigirse

a la llamada 'distribución moderna' (las redes de supermercados), al margen de

la competencia que puede establecerse a ese nivel entre dichos productos y los

originarios de las cadenas en los mercados locales y regionales.

Lo anterior equivale a decir que no se necesita, o mejor dicho sería ilusorio

recurrir a alguna noción de autonomía como fundamento de las propuestas de

desarrollo regional ligadas al tema alimentario. Esto sucede, por ejemplo, con

las propuestas que pretenden legitimarse al buscar la autosuficiencia

alimentaria regional. No obstante, el enfoque sugerido aquí se contrapone

también a las visiones que se encuentran en el extremo opuesto a la autonomía

regional, las cuales defienden la búsqueda estricta de ventajas comparativas a

través de la especialización productiva orientada 'hacia afuera'.

Estimular los circuitos regionales -mediante instrumentos diferenciados de

apoyo técnico, financiero y mercadológico- supone una alternativa de

desarrollo regional con doble contribución a la equidad social, puesto que:

está fundada en actividades económicas realizadas en bases equitativas

(unidades familiares, pequeñas y medianas empresas); y amplía la

disponibilidad alimentaria en condiciones de acceso supuestamente más

favorables o, por lo menos, induce a la mayor competencia en mercados

alimentarios crecientemente integrados y oligopolizados. Es posible imaginar

que la viabilidad de alternativas como éstas permitiría a los agricultores

familiares que redujeran su dependencia de los modelos vigentes de

integración agroindustrial, incluso se independizasen de ellos en la medida en

que avanzase su capacidad de transformación agroindustrial en cooperativas

autónomas y, por lo tanto, de agregación de valor a los productos que

producen.

18

La introducción de mejoras técnicas y la mayor eficiencia productiva tanto del

segmento rural como del urbano de estos circuitos, a la par que los menores

costes de transporte en relación a los sistemas productivos de ámbito nacional,

les capacita para competir con los productos estandarizados, pero con calidad

creciente, originarios de la cadenas agroalimentarias integradas nacionalmente

e internacionalmente. Se supone, también, que las características propias de la

agricultura familiar, sobre todo la capacidad de diversificar actividades (en

contraste con la tendencia a la especialización productiva), daría lugar a

formas de producción más sustentables en términos del manejo de los recursos

naturales, además de expresar la diversidad regional de hábitos de cultivo y de

consumo alimentarios.

Conclusiones

El enfoque que se propone al tema alimentario presente en los procesos

económicos y sociales de los países de bajo ingreso lleva a las siguientes

posibles consideraciones:

a) Asociar al crecimiento económico con la equidad social posee méritos

intrínsecos por razones de justicia social, y constituye una de las pocas

alternativas para lograr un proceso de crecimiento sostenible a largo plazo (en

el sentido económico).

b) La dimensión económica de la equidad social se expresa en la ampliación

de los mercados domésticos, cuyos impactos positivos inmediatos en

actividades como las integrantes del sistema alimentario favorecen y requieren

la revisión de las manifestaciones de desigualdad en el interior del mismo bajo

reformas de tipo estructural y políticas diferenciadas de apoyo.

c) Dar la debida atención a la cuestión alimentaria figura entre los requisitos

de equidad social por su contribución tanto a la promoción del bienestar de la

población, como a la construcción de actividades económicas con bases más

equitativas, que valoran la diversidad y permiten un manejo sustentable de los

recursos naturales, como puede darse en los circuitos regionales de

producción, distribución y consumo de alimentos.

d) Para el logro de los objetivos antes mencionados se requiere de la

regulación pública de las actividades económicas, teniendo la seguridad

alimentaria entre sus componentes estratégicos, y la cooperación Estado-

sociedad como modo de diagnóstico y actuación.

- Notas:

1. El texto se ha beneficiado de comentarios hechos en la presentación del tema en el

Seminario GeoCrítica de Postgrado (Barcelona, abril-1997) y en el curso Teorías de Desarrollo

(Rio de Janeiro, deciembre-1997). Estoy muy agradecido, también, a los Profesores Horacio

19

Capel y Joan-Eugeni Sánchez y a Graciela Fernandez por sus contribuciones a la revisión final

del mismo.

2. Profesor en el Curso de Posgrado en Desarrollo, Agricultura y Sociedad (CPDA),

Universidad Federal Rural de Rio de Janeiro (UFRRJ), Brasil. E-mail: [email protected]

3. Vale notar que la referencia a la esfera de consumo de los alimentos, en ese caso, incluye el 'no consumo' adecuado de alimentos por parcelas significativas de la población y sus

implicaciones económicas y políticas, componente inevitable en el análisis de países de bajo

ingreso con elevado grado de desigualdad y de exclusión social.

4. El calificativo 'bajo ingreso' se nos presenta como el más pertinente para los países

integrantes del llamado Tercer Mundo. Se busca evitar los controvertidos criterios comparativos inherentes a la dicotomía desarrollados versus subdesarrollados. Se evita, también, el sofisma de

la denominación 'países en desarrollo', categoría en que se encuadran todos los países -con la

sola excepción de aquellos involucrados en graves conflictos internos- sin que eso signifique una trayectoria favorable en una dirección dada. Así, los países pueden ser agrupados en

'avanzados' (por su nivel de ingreso y grado de equidad) y de 'bajo ingreso' (relativamente más

pobres y desiguales). Las dos categorías generales no quitan significado a las dicotomías específicas tales como centrales-periféricos (respecto al orden económico y político

internacional), ricos-pobres (por los logros en términos de ingreso), y otras.

5. Entre las múltiples y creativas sugerencias del autor, se destacan el enfoque 'posibilista' y el

fomento del desarrollo por medio de acciones bajo formas disonantes; el rol conferido al

aprendizaje individual y colectivo en los procesos económicos; la noción de soluciones abiertas asociada a las consecuencias no-intencionales de la acción humana; la preocupación en

identificar la singularidad tanto como la búsqueda de leyes generales; los enlaces productivos y

los mecanismos inductores de las decisiones de inversión (Hirschman, 1971, 1977, 1981, 1995).

6. El carácter instrumental de las definiciones de desarrollo ha sido reforzado por la trayectoria de esta noción. Como observó Latouche (1988), de ser una noción metafórica descriptiva

adquirió, en los años 60, el estatuto de concepto como desarrollo económico. El fracaso del

desarrollo en sí -con un cierto 'darwinismo social' embutido en la idea de evolución económica-

dio lugar a una "involución semántica" y pérdida de rigor, convirtiendo al concepto en un punto de mira de todas las aspiraciones (incluso de los perjudicados por el desarrollo económico

vigente), que se expresa en los más distintos calificativos asociados al término desarrollo

(sustentable, humano, etc.).

7. La geografía se puede constituir en un lenguaje poderoso del postmodernismo, que tiene el espacio como metáfora fundacional y en el cual la idea de mosaico reemplaza la de espacio

jerárquico (Smith, 1992)

8. El autor define "espacio social" como el espacio geográfico transformado por la intervención

humana y social (Sánchez, 1991).

9. Veremos, adelante, que hay factores culturales e institucionales que también apuntan a la

diferenciación.

10. En este punto sobresale el enfoque de Amartya Sen sobre la tensión entre la búsqueda de la equidad y la diversidad de circunstancias y la misma diversidad fundamental entre los seres

humanos. Partiendo del diagnóstico de la ausencia de titularidad o habilitación (entitlements),

propone la promoción de las capacidades o aptitudes (capabilities) como condición para posibilitar a la gente acceder a lo que valoran, por su libre juicio, como necesario a su bienestar

(Sen, 1990 y 1992). Sin embargo, cabe registrar que el instrumental analítico utilizado por Sen

20

implica tomar como "fallas en el sistema de titularidad" (entitlement system failures) lo que, de

hecho, puede ser un componente del modo como se ha reproducido una sociedad dada (su

padrón de desarrollo). Por ejemplo, la condición de acceso a los alimentos es determinada, sobre todo, por la distribución del ingreso y de la riqueza o, al revés, por la permanente generación de

pobreza.

11. Desde un punto de vista 'progresista' distinto, pero que también quita relevancia a la

dimensión nacional, puede señalarse la defensa de enfoques centrados en lo regional o local, a la par que con la crítica del nuevo orden internacional (Wallerstein, 1995). Las críticas recientes a

las teorías de desarrollo económico han contribuido en la misma dirección al contraponerse a la

concepción de modernidad y de modernización implicitas en las versiones predominantes de

dichas teorías, al rol central excesivo conferido por ellas al estado nacional y a los gobiernos en la definición y aplicación de estrategias de desarrollo. (Cowen & Shenton, 1996; Crush (ed.),

1995; Escobar, 1995a).

12. Vease, por ejemplo, la conclusión de los estudios reunidos en Stallings (1995) de que grupos

de países que comparten un espacio geográfico están expuestos a influencias internacionales bajo un prisma regional, en un proceso que combina mudanzas globales con respuestas

regionales.

13. Claro está que el análisis de los alimentos y de la alimentación implica considerar sus

expresiones económicas en conjunto con la importante dimensión cultural de los mismos, que se

manifiesta, entre otros, en la diversidad de hábitos alimentarios y de consumo, y en las formas

de cultivo agroalimentario.

14. El intento de destacar a esos aspectos lleva a que uno hable, a veces, de una cuestión

agroalimentaria.

15. Siendo una noción asociada a objetivos de políticas públicas, la seguridad alimentaria suele

tener distintas y, por veces, conflictivas concepciones cuando se compara el sentido que le atribuyen los órganos internacionales, ciertos acuerdos regionales y políticas nacionales de

gobierno, por asociaciones empresariales y por los movimientos sociales. Respecto a eso, vease

Maluf (1995 y 1997).

16. El referido abordaje de Amartya Sen puede contribuir al enlace teórico entre los niveles

macro (padrones de desarrollo, segmentos sociales) y micro (familias, individuos) de análisis. Para tanto, habría que combinar el movimiento analítico de Sen 'de abajo hacia arriba' centrado

en la diversidad humana, con los enfoques 'de arriba hacia abajo' centrados en la noción de

exclusión social o de grupos sociales, la última con importante presencia en la tradición analítica iberoamericana. En el mismo sentido, la noción de desarrollo humano -utilizada por el

PNUD- no creemos que sea plenamente intercambiable con la de desarrollo social, por que esto

puede llevar uno a tomar la sociedad solamente como si fuera una mera agregación de

individuos.

17. Los casilleros 'llenos', según las categorías de Fajnzylber (1989), correspondían a un grupo de países dinámicos pero socialmente desarticulados (Brasil, Colombia, Ecuador, México,

Panamá, Paraguay y República Dominicana), un segundo grupo de países integrados o

articulados pero estancados económicamente (Argentina y Uruguay), y un expresivo número de países estancados y desarticulados (Bolivia, Chile, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Haití,

Honduras, Nicaragua, Perú, y Venezuela).

18. Los planes de estabilización monetaria aplicados en un gran número de países tuvieran, de

hecho, un impacto positivo inicial en el nivel de ingreso real al reducir el llamado 'impuesto

inflacionario', inclusive incrementando el acceso a los alimentos por las camadas más pobres de

21

la población. Los impactos (muchos de ellos negativos)a medio y largo plazo, debido as las

bases en que se asientan tales planes, están por ser evaluados.

19. Hirschman (1987) ya había alertado sobre el 'disonancias' entre indicadores económicos y

sociales, tal como se manifestó en la experiencia iberoamericana en los 80.

20. Una idea aproximada de la dimensión cuantitativa de la dependencia externa en la disponibilidad alimentaria se puede extraer de los siguientes datos, en valores promedio

relativos al período 1981-90:

a) Importaciones de alimentos/total de exportaciones: 10-20% (Brasil, Guatemala, Honduras,

Trinidad-Tobago, Uruguay); 21-30% (Belice, Bolivia, Colombia, Chile, Jamaica, México, El

Salvador, Nicaragua); 31-40% (Ecuador, Costa Rica, Haití, Panamá); 41-50% (Perú); > 50%

(Cuba, República Dominicana, Venezuela);

b) Importaciones de alimentos/SEA: 20-30%(Bolivia, Chile, Costa Rica, Ecuador, Haití, El

Salvador, Nicaragua); 31-40% (Belice, República Dominicana, Panamá, Perú); 41-50%

(Suriname); 51-70% (Cuba, Jamaica, Venezuela); > 80% (Trinidad-Tobago). (Schejtman, 1994)

21. Los 'éxitos' productivos del paquete de la revolución verde y de las nuevas tecnologías han llevado a que el tema de la producción y circulación de los alimentos perdiera el relieve de

otrora en los debates sobre problemas alimentarios, lo que es un evidente equívoco como se verá

adelante. Además de esto, las relaciones entre producción y consumo son no apenas

intermediadas por mecanismos de mercado (a los cuales cabe regular), como también tienen distintos significados según los consideremos a nivel global, nacional o local. De ahí que tenga

poco sentido practico el decir que hay producción de alimentos suficientes para sanar el hambre

que aflige a contingentes significativos, aunque si los pobres tuvieran ingreso suficiente.

22. Hasta la II Guerra Mundial, la principal diferenciación entre los países iberoamericanos se establecía entre los de la región temperada del Río de la Plata versus los países tropicales. El

proceso de industrialización y el creciente papel del mercado doméstico, en las cuatro últimas

décadas, llevó a la distinción entre los más poblados y los demás (Hirschman, 1987).

23. Usualmente, la población es la medida primera del tamaño de un país. No obstante,

importante papel se debe adscribir al tamaño geográfico por la influencia de una gran diversidad regional en los asuntos de equidad social y la relevancia de las consideraciones locacionales

(costes de transporte). La constatación de Kuznets de que la estructura económica varía

sistemáticamente con el nivel de ingreso per capita ofrece soporte adicional a las

comparaciones entre grandes países de bajo ingreso (Perkins and Syrquin, 1989).

24. Como lo describió Harriss-White (1996), no puede haber mercados desreglados, incluso en

las situaciones en que el estado no provee la regulación y otras instituciones se prestan a

hacerlo.

25. En lugar de esto, es preferible pensar en un continuo va-y-viene (see-saw movement) entre

'fuerzas de mercado' y 'fuerzas de no-mercado' (Hirschman, 1970), o que el mercado mismo es

una institución o construcción social, como han sugerido diversos autores.

26. Nótese que las empresas agroindustriales que mantienen a agricultores bajo contrato de

suministro de materia-prima están percibiendo la importancia de que estos agricultores

mantengan algún grado de diversificación que les favorezca la viabilidad económica.

27. A pesar de ello conviene señalar la relativa capacidad de estas cadenas en diversificar la canasta de bienes que ofrecen con el intuito de adaptarlos a mercados segmentados por razones

22

de ingreso o de gustos específicos, y, de otro lado, el hecho de que son estas cadenas las que

pueden hacer accesibles, a la escala global, los productos específicos de determinadas regiones

o países.

28. Tanto la agroindustria como los agricultores pueden cambiar de estrategia. Desde el punto de vista de la agroindustria, esto puede ocurrir debido a requisitos técnicos y de elevación de la

escala mínima (que convierten la integración intrínsecamente excluyente respecto al conjunto de

los agricultores), y por la re-locación espacial de sus actividades. En lo que se refiere a los agricultores, veremos adelante que el cambio depende de la eventualidad de que se capaciten

para confrontar las duras condiciones usualmente asociadas a los mecanismos de integración

agroindustrial, o de que se viabilicen alternativas en el ámbito de los mencionados circuitos

regionales.

Referencias bibliográficas:

BERGER, S. and DORE, R. (eds.) National Diversity and Global Capitalism. Ithaca:

Cornell University Press,1996.

BOYER, R. State and Market: A New Engagement for the Twenty-First Century?. En:

BOYER, R. & DRACHE, D. (eds.). op. cit., 1996, 84-113.

BOYER, R. & DRACHE, D. (eds.). States Against Markets: The Limits of

Globalization. London: Routledge, 1996.

COWEN, M.P. & SHENTON, R.W. Doctrines of Development. London: Routledge,

1996.

CRUSH, J. (ed.). The Power of Development. London: Routledge, 1995.

ESCOBAR, A. Imagining a Post-Development Era. En: CRUSH, J.(ed.). op.cit., 1995a,

211-227.

ESCOBAR, A. Encountering Development. The Making and Unmaking of the Third

World. Princeton (NJ): Princeton University Press, 1995b.

EVANS, P. Introduction: Development Strategies Across the Public-Private

Divide. World Development, 1996a, 24(6), 1033-1037.

EVANS, P. Government Action, Social Capital and Development: Reviewing the

Evidence on Synergy. World Development, 1996b, 24(6), 1119-1132.

FAJNZYLBER, F. Industrialización en América Latina: de la 'Caja Negra' al 'Casillero

Vacío. Cuadernos de la CEPAL, 1989, 60.

FRIEDMANN, H. The Political Economy of Food: a Global Crisis. New Left Review,

1993, 197(jan-feb), 29-57.

HARRIS-WHITE, B. Free Market Romanticism in an Era of Deregulation. Oxford

Development Studies, 1996, 24(1), 27-45.

23

HOBSBAWN, E. J. The Future of the State. Development and Change, 1996, 27(2),

267-278.

HUGON, P. Le Trois Temps de la Pensée Francophone en Économie du Dévelopment.

En: CHOQUET, C. et al. (dir.). État des Savoirs sur le Développment - Trois Décennies

de Sciences Sociales en Langue Française. Paris: Ed. Karthala, 1993, 43-74.

KRUGMAN, P. The Fall and Rise of Development Economics. En: RODWIN, L. and

SCHÖN, D.A. (eds.), Rethinking the Development Experience - Essays Provoked by the

Work of Albert O. Hirschman. Washington (DC): Brookings Institution/Lincoln

Institute of Land Police, 1994, 59-66.

HIRSCHMAN, A. Exit, Voice and Loyalty: Responses to Decline in Firms,

Organizations, and States. Cambridge (MA): Harvard Univ. Press, 1970.

HIRSCHMAN, A. A bias for hope: essays on development and Latin American. New

Haven and London: Yale University Press, 1971.

HIRSCHMAN, A.: A Generalized Linkage Approach to Development, with Special

Reference to Staples. Chicago: Economic Development and Cultural Change, 1977,

Vol. 25, Supplement, p. 67-98.

HIRSCHMAN, A. Essays in Trespassing: Economics to Politics and Beyond.

Cambridge (MA): Cambridge University Press, 1981.

HIRSCHMAN, A. Political Economy of Latin American Development: seven exercises

in retrospection. Latin American Research Review, 1987, XXII(3), 07-36.

HIRSCHMAN, A. A Propensity to Self-Subversion. Cambridge (USA): Harvard

University Press, 1995.

LATOUCHE, S. Contribution à l'Histoire du Concept de Développement, in Coquery-

Vidrovitch, C. et al. (eds.), Pour une Histoire du Développement - États, sociétés,

développement. Paris, Ed. L'Harmattan, 1988, 41-60.

MALUF, R.S. Segurança Alimentar e Desenvolvimento Econômico na América Latina:

o Caso do Brasil. S. Paulo: Revista de Economia Política,1995, 15(1-57), 134-140.

MALUF, R.S. Economic Development and the Food Question in Latin America.

Oxford (UK): IDC-QEH, 1997 (inédito)

MALUF, R.S. Economic Development and Social Equity: some (analytical)

contributions from development economics. R. Janeiro: CPDA/UFRRJ, 1998. (inédito)

MAXWELL, S. Food Security: a post-modern perspective. Food Policy, 1996, 21(2),

155-170.

MORLEY, S.A. Poverty and Inequality in Latin America. The Impact of Adjustment

and Recovery in the 1980s. Baltimore: The Johns Hopkins University Press, 1995.

24

PERKINS, D.H. and SYRQUIN, M. Large Countries: The Influence of Size. En:

CHENERY, H. and SRINIVASAN, T.N. (eds.), Handbook of Development Economics,

Volume II. Amsterdam, Elsevier Science, 1989, 1691-1753.

SÁNCHEZ, J-E. Espacio, Economía y Sociedad. Madrid: Siglo XXI Editores, 1991.

SEN, A. K. Development as Capability Expansion. En: GRIFFIN, K. and KNIGHT, J.

(eds.), Human Development and the International Development Strategy for the 1990s.

Basingstoke (UK): Macmillan, 1990, 41-58.

SEN, A. Inequality Reexamined. Oxford: Oxford University Press, 1992.

SCHEJTMAN, A. Economia Política de los Sistemas Alimentarios en América Latina.

Santiago de Chile, FAO, 1994.

SMITH, N. Uneven Development. Nature, Capital and the Production of Space. 2ª ed.

Oxford: Basil Blackwell, 1990.

SMITH, N. Geography, Difference and the Politics of Scale, En: DOHERTY, J. et al.

(eds.). Postmodernism and the Social Sciences. Hampshire (UK): MacMillan, 1992, 57-

79.

STALLINGS, B (ed.). Global Change, Regional Response: the New International

Context of Development. Cambridge: Cambridge University Press, 1995.

WALLERSTEIN, I. After Liberalism? N. York: The New Press, 1995.

© Copyright Renato S. Maluf

© Copyright Scripta Nova