Desde Wittgenstein: apuntes para pensar la ética.
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Desde Wittgenstein: apuntes para pensar la
ética en primera persona.
Lic. Cristina Bosso - UNT
“Pero es claro que la ética no se refiere al castigo o al premio
en el sentido común de los términos.” (Ludwig Wittgenstein)
Resumen:
La ética es una muestra de la incesante aspiración del ser
humano a trascender los límites del mundo de lo puramente
material. Proponemos en este trabajo reflexionar sobre la
ética a partir de algunos conceptos que encontramos en obra
temprana de Ludwig Wittgenstein. A pesar de que su fama
proviene fundamentalmente de sus indagaciones en el campo de
la filosofía del lenguaje, la preocupación por la ética
atraviesa tanto su pensamiento como su vida. Renunciando a la
idea de construir un sistema, Wittgenstein nos convoca a
pensar por otros mismos. Propone, así, un nuevo modo de hacer
filosofía, que en lugar de elaborar teorías, apuesta a la
resolución de problemas. Profundamente convencido de este
planteo, no puede pensar a la ética como una teoría de los
valores ni como la búsqueda de principios generales. Como
veremos, Wittgenstein toma distancia de los planteos
tradicionales para pensar la ética como una tarea personal,
relacionada con la búsqueda del sentido de nuestra vida.
1
Desde este punto de vista, su tarea no será construir
sistemas sino inducirnos a trabajar sobre nosotros mismos.
Abstract:
Ethics is an example of the relentless human aspiration to
transcend the limits of the material world. We propose in this
paper reflect on ethics from some concepts found in early work of
Ludwig Wittgenstein. Despite his fame comes mainly from his
research in the field of philosophy of language, the concern for
ethics through both his thinking and his life. Renouncing the idea
of building a system, Wittgenstein invites us to think for
ourselves. Wittgenstein proposes a new way of doing philosophy,
instead of elaborating theories, betting troubleshooting . Deeply
convinced of this pose, Wittgenstein can not think of ethics as a
theory of values or as the search for general principles. As we
shall see , Wittgenstein takes away from traditional thinking, y
consider the ethics as a personal task related to the search for
meaning in our lives. From this point of view, your task is not
build systems but lead us to work on ourselves.
I- Las cuestiones más difíciles y las más importantes.
La ética es una de las áreas más difíciles de la
filosofía. Liberado del mandato de los instintos, el ser
humano desde sus orígenes se ha enfrentado a la necesidad de
encontrar un criterio que permita distinguir lo bueno de lo
malo, lo justo de lo injusto, y una razón que justifique
obrar de acuerdo a esta ley. Las diferentes propuestas que se
han elaborado a lo largo de la historia son el testimonio de
2
esta búsqueda, que con mayor o menor éxito han apelado a
diferentes instancias: a la razón, a la compasión, al deber,
a sistemas de premios y castigos, en el proyecto de construir
sistemas éticos que permitan poner en sintonía las conductas
de los hombres con el bienestar de una comunidad.
Apenas nos introducimos en el tema, advertimos que nos
enfrentamos a un abismo; tal es la naturaleza de las
dificultades que encontraremos cuando abordamos la reflexión
sobre la ética y la profundidad de sus problemas. Resulta,
sin embargo, un tema insoslayable ya que en ella se juega
nada menos que la pregunta sobre cómo debemos vivir, cuya
respuesta nunca es obvia. En efecto: la ética, por dar cuenta
de la necesidad propia de los seres humanos de poner en
cuestión nuestra propia vida, resulta una reflexión de
particular importancia. Imposible sustraernos a sus
problemas. Por ser la rama de la filosofía que más se vincula
con la esfera de la praxis, con las acciones y relaciones
humanas, encontramos en ella el espacio propicio para
reflexionar sobre nuestros propios supuestos y la incidencia
que estos poseen en nuestra conducta. Les propongo, por ello,
abordar algunos conceptos de Ludwig Wittgenstein que
considero oportunos para disparar la reflexión sobre este
tema.
No es mi intención reconstruir aquí la concepción
wittgensteiniana de la ética, ya que esto traicionaría el
núcleo mismo de su modo de pensar. En efecto: Wittgenstein ha3
renegado de los grandes sistemas teóricos, de las
explicaciones y definiciones, para proponer un modo diferente
de hacer filosofía. Por eso, como en cualquiera de los temas
que aborda, no encontraremos en él una teoría de los valores
o un tratamiento sistemático de la ética, tampoco soluciones
ni recetas. Veremos, por lo tanto, en el próximo apartado
algunas consideraciones acerca de su modo que concebir la
filosofía que iluminarán su concepción sobre la ética.
Este tema ocupa un lugar de gran importancia tanto en la
vida como en la obra de este pensador; no podía ser de otro
modo para un individuo interesado casi obsesivamente en
alcanzar la perfección moral.1 Sus afirmaciones sobre el
tema, sin embargo, son escuetas y en muchas ocasiones,
incluso enigmáticas. Ocurre que la ética pertenece, para él,
a la región de lo inexpresable, al espacio de lo no dicho.
Por eso sólo encontraremos a lo largo de su obra a lo sumo
algunos indicios, destellos que descubren nuevas direcciones
para el pensar, que nos permiten vislumbrar una concepción de
la ética tan potente como original; no en vano ha atraído
recurrentemente la atención de grandes pensadores.
Abordaremos por ello luego las causas que llevan a
Wittgenstein a expulsar a la ética de los límites del
lenguaje significativo.
1 Como relata Monk, su implacable veracidad hace que sea tan respetadocomo temido, llegando a enumerar las veces en las que no había conseguidoser honesto. Busca siempre mejorarse a sí mismo a tal extremo que sienteel deber de ser un genio y el deber de ser un santo. Monk, Ray, El deber deun genio, Editorial Anagrama, Barcelona, 1994
4
A pesar de la brevedad de sus sentencias, en la obra de
Wittgenstein el tema abre espacio a un amplio espectro de
problemas, en ocasiones de insondable profundidad.
Encontraremos a lo largo de su obra innumerables hilos a
seguir, que nos conducen en diferentes direcciones. Dejo de
lado por ahora el abordaje de algunas aristas importantes que
se abren en el tratamiento de este tema, que quiero dejar
señaladas: por un lado la identificación entre ética y
estética que asume Wittgenstein2, sumamente sugerente pero
para nada obvia; por otro la región en que la ética roza los
límites del silencio místico. Ambos son temas de gran
densidad que dejamos para abordar en otra ocasión.
En este caso me interesa detenerme en la concepción de
la ética como una tarea personal, relacionada con el sentido
de nuestra vida. Como veremos, Wittgenstein toma distancia de
los planteos tradicionales, que entienden a la ética como una
teoría general de los valores, como un conjunto de reglas
generales o pautas para la convivencia, como un conjunto de
normativas o prescripciones, o cómo la búsqueda de
fundamentos para la moral. Lejos de esto, para Wittgenstein
la ética es la investigación de lo que hace que la vida
merezca la pena de ser vivida, relacionada intrínsecamente
con la búsqueda de la felicidad. Nos centraremos en esto en
los dos últimos puntos de este trabajo.
2 “(Estética y Ética son lo mismo)” Ludwig Wittgenstein, Tractatus logico-philosophicus (1921), Madrid, Editorial Alianza, 1979, 6.421. (En adelante TLP)
5
Nos detendremos en nuestra búsqueda en las obras
tempranas de Wittgenstein, ya que se revela allí con mayor
nitidez una profunda preocupación por estos asuntos, que en
el segundo período de su obra avanza hacia otras direcciones.
II- Wittgenstein: ética, filosofía y pasión.
Desde un comienzo, Wittgenstein se sintió atraído hacia
la filosofía por una compulsiva tendencia a resolver
cuestiones para las cuales no encontraba respuestas
satisfactorias. La filosofía era para él una cuestión vital;
experimentaba los dilemas y enigmas filosóficos como
cuestiones indeseables que lo mantenían cautivo, y se sentía
incapaz de seguir adelante con su vida cotidiana si no los
disipaba con soluciones satisfactorias. Relata Bertrand Russellen varias ocasiones el profundo impacto que le produce el
temperamento de Wittgenstein, en el que convive la mentalidad de
un lógico con el ejercicio apasionado de la filosofía que no le da
descanso, al punto de llegar irrumpir en su cuarto y despertarlo
en mitad de la noche para discutir problemas que literalmente le
quitaban el sueño. Wittgenstein es, por ello, para Russell, lapersonificación del modelo del filósofo, “quizás el más perfecto
ejemplo de un genio tal como se lo concibe tradicionalmente:
apasionado, profundo, intenso y dominante”, dice Russell3.
Resulta evidente que Wittgenstein no podía sentirse
cómodo con el ejercicio de la filosofía al modo tradicional,
con sus ansias de generalidad y la búsqueda de principios
3 Monk, Ray, El deber de un genio, Editorial Anagrama, Barcelona, 1994, pág. 58.6
universales, con el dogmatismo en el que tan fácilmente
caemos al filosofar. La filosofía no puede ser para él un
mero ejercicio teórico sino una cuestión vital que abraza con
pasión Se alejó, por ello, de los grandes sistemas teóricos,
de las explicaciones y definiciones, para postular la
filosofía como una práctica compleja en la cual es necesario
ejercitarse.
Se desprenderá de este sentimiento una nueva propuesta,
un nuevo modo de hacer filosofía, que en lugar de elaborar
teorías, apuesta a la resolución de problemas. La filosofía
se le presenta, así, como una terapia que permite calmar la
angustia que le produce enfrentarse a cuestiones
irresolubles. No pretende, entonces, proponer una nueva
teoría sino ejercitar una tarea de elucidación y
clarificación, que le permita disolver los problemas que lo
mantienen cautivo.
Desde este punto de vista la filosofía no puede ser
entendida como una ciencia o un sistema de conocimiento, ni
su función la de construir esquemas generales del
pensamiento. Lejos de la concepción tradicional, no entiende
a la filosofía como una teoría, o un conjunto de tesis y
postulados que podemos estudiar, comprender y repetir, sino
como la tarea de esclarecer nuestro pensamiento. Se trata de
una práctica, cuya destreza no puede adquirirse simplemente
7
oyendo conferencias o leyendo textos: es necesario
ejercitarse, por eso discusión es esencial.4
Renunciando a la idea de proponer un sistema,
Wittgenstein nos convoca a pensar por otros mismos. Por ello
en alguna ocasión afirma que un tratado filosófico podría
constar exclusivamente de preguntas, sin respuestas. Creo
que es en este sentido donde más profundamente advertimos la
relevancia de su insistente afirmación de que la filosofía no
es una teoría sino una práctica.
“Sólo quiero mostrarles que hay otras formas posibles
de pensar” les dice Wittgenstein a sus alumnos en clase con
aparente modestia5; tras la lectura de sus obras, sin
embargo, la filosofía se nos aparece como una posibilidad de
transformación radical, que requiere mucho más que la
comprensión de sus textos, para poner en cuestión nuestra
vida misma. La tarea de la filosofía se nos aparece así desde
una dimensión inminentemente ética, que no se orienta hacia
la adquisición de conocimientos sino hacia una transformación
integral de nuestra persona.
4 Tal vez lo que Wittgenstein más amaba era la discusión de ideas.Tenemos innumerables obras que reproducen las interminablesconversaciones y discusiones con sus amigos. Incluso sus clases nuncaestaban organizadas en base a la discusión de un texto sino a laexposición y discusión de ideas.
5 Wittgenstein, Ludwig, Lecciones y conversaciones sobre estética, psicología y creencia religiosa, Barcelona, Paidós, 1992
8
Significativamente, en un aforismo de 1931 sostiene que
la filosofía consiste, fundamentalmente, en trabajar sobre uno
mismo. En la comprensión de uno mismo. En la propia manera de
ver las cosas, y en lo que uno exige de ella.6 Wittgenstein
señala aquí una de las funciones más productivas de la
filosofía, que en su función terapéutica nos permite
cuestionar nuestros supuestos, ejercer la crítica sobre nuestros
propios prejuicios, romper el hechizo, quitarnos las gafas
para mirar el mundo de otra manera.
No se trata entonces de comprender grandes sistemas o
de ser capaces de repetir ideas, no importa lo brillantes que
éstas sean; se trata de una tarea personal: se trata de
pensar por nosotros mismos. Esta es una idea que Wittgenstein
mantiene a lo largo de toda su vida a pesar de los vaivenes
de su pensamiento. En efecto, tanto en el prólogo del Tractatus
como el de Investigaciones Filosóficas alude esta tarea; el primero
comienza afirmando que "sólo podrán comprender este libro
aquellos que por sí mismo han pensado lo mismo o parecidos
pensamientos a los que aquí se expresan"7 y en el de
Investigaciones: "No quisiera con mi escrito ahorrarles a otros
6 Wittgenstein, Ludwig, Aforismos. Cultura y valor, Madrid, Editorial EspasaCalpe, 2007, pág. 55. Las cursivas son del autor.
7 Wittgenstein, Ludwig, Tractatus logico-philosophicus (1921), Madrid, Alianza,1979.
9
el pensar, sino, si fuera posible, estimular a alguien a
tener pensamientos propios"8.
Wittgenstein no pretende enseñarnos nada, sólo disparar
la reflexión, mostrarnos que es posible pensar de otra
manera. Así lo dice repetidamente a sus alumnos, y escribe:
"Yo debo ser sólo el espejo en el que mi lector vea su propio
pensamiento con todas sus deformaciones y con esta ayuda
pueda corregirlas".9 Profundamente convencido de este
planteo, no puede pensar a la ética como una teoría de los
valores ni como la búsqueda de principios generales; su
destino no será construir sistemas sino inducirnos a trabajar
sobre nosotros mismos.
A pesar de que su fama proviene fundamentalmente de sus
indagaciones en el campo de la filosofía del lenguaje, la
preocupación por la ética atraviesa tanto su pensamiento como
su vida. Declara en numerosas ocasiones a que a ética
constituye la más importante de las cuestiones. El proyecto de su
primera obra, el Tractatus Logico-Philosophicus10, sin embargo,
8 Wittgenstein, Ludwig, Investigaciones Filosóficas, Madrid, Editorial Crítica, 1988.9 Wittgenstein, Ludwig, Aforismos. Cultura y valor, Madrid, Editorial EspasaCalpe, 2007, pág.57.
10El Tractatus Logico- Philosophicus, su única obra publicada en vida, introduce uncambio radical en el modo de concebir el lenguaje que produce unaprofunda revolución en el pensamiento contemporáneo, ya que a partir delimpacto de sus ideas se concreta un viraje que transformará lafilosofía. En sus escasas ochenta páginas se tratan temas de lógica,teoría del conocimiento, principios de la física, ética y mística, todosellos pensados desde una nueva óptica: el análisis del lenguaje.
10
excluye explícitamente a la ética de los límites del lenguaje
significativo. Veamos entonces algunas consideraciones que
nos permitan entender cuál es el lugar que ocupa para él.
III- La ética, más allá de los límites del lenguaje
Influenciado por William James, Tolstoi y Schopenhauer,
Wittgenstein muestra una profunda vocación hacia la
reflexión sobre la ética. Hertz, Boltzman, Frege y Russell
alimentan, en cambio, su tendencia lógico-científica. El
escepticismo de Mauthner lo alerta sobre las limitaciones del
lenguaje. El Tractatus es el producto de la tensión entre estos
polos, por eso encierra dos obras en una: es a la vez, un
libro de lógica y un libro de ética, y permite a la vez ambas
lecturas.
En el prólogo del Tractatus Wittgenstein resume el núcleo
central de su obra: clarificar el lenguaje y fijar un límite
para el significado. Claridad o silencio es la disyuntiva que
nos propone el Tractatus. En este camino, el absoluto queda
restringido al espacio de lo indecible. Ocurre que en su
propuesta lo que hace que el lenguaje sea significativo es la
posibilidad de poner en correlación su estructura con la
estructura del mundo. Las proposiciones son, para él, figuras
del mundo. La función del lenguaje es describir el mundo,
referirse a los hechos, al modo en que suceden las cosas. Las
proposiciones de la ética, la estética y la metafísica
transgreden los límites del significado, ya que pretenden11
trascender los hechos del mundo para hacer afirmaciones sobre
valores, y éstos no pertenecen al mundo. Afirma Wittgenstein
en el Tractatus: “El sentido del mundo debe quedar fuera del
mundo. En el mundo todo es como es y sucede como sucede: en
él no hay ningún valor, y aunque lo hubiese no tendría ningún
valor” (TLP 6.41) y también: “Es claro que la Ética no se puede
expresar. La Ética es trascendental.”11 (TLP, 6.421)
Esta idea se aclara en gran medida si la relacionamos
con lo que dice en la “Conferencia sobre ética”. Wittgenstein
afirma allí que se utiliza un lenguaje descriptivo cuando
hablamos de lo bueno en un sentido relativo: “Este vino es
bueno”, por ejemplo, “ésta es la carretera correcta”, o
“este hombre es un buen corredor”. En estos casos estamos
hablando de objetos que satisfacen ciertos criterios, lo que
permite que los evaluemos como apropiados. Pero estas
expresiones carecen de sentido cuando pretendemos hacer
afirmaciones acerca de valores absolutos, en la medida en que
intentamos afirmar que el vino, un camino o el niño se
encuentran en relación con un bien absoluto. Para Wittgenstein
reside en ello el error de la a ética, que al igual que la
estética y la metafísica, pretenden ir más allá de los
hechos del mundo para hacer afirmaciones sobre valores
11 Aunque Wittgenstein no lo explicita, creo que en este planteo le cabe ala ética y a la lógica la caracterización de trascendental en sus dossentidos: en el uso clásico, como aquello que se encuentra más allá delmundo, y en el uso kantiano, como condición de posibilidad. Tanto laética como la lógica están más allá del mundo fáctico, y ambasconstituyen condición de posibilidad.
12
absolutos. Abandonamos, allí, el terreno de las
descripciones: el Bien, lo Bello, claramente no se encuentran
en el mundo objetivo, por lo tanto no podemos hablar de ellos
como hablamos de otros objetos del mundo.
Bien, Belleza y Verdad, como ya lo afirmaron los
escolásticos, son trascendentales, es decir, se encuentran
fuera del mundo de los hechos. La novedad que introduce
Wittgenstein consiste en asumir que se encuentran fuera de
nuestro alcance: no podemos acceder a ellos, no podemos
hablar de ellos con sentido. El absoluto se revela
inaccesible al lenguaje. Si pudiéramos conocerlos y
expresarlos, resultaría fácil ponernos de acuerdo. El bien
absoluto, –dice– si es un estado de cosas descriptible, sería
aquel que todo el mundo, independientemente de sus gustos e
inclinaciones, realizaría necesariamente.”12 Para Wittgenstein el
bien absoluto, el que todo el mundo necesariamente tendría que
producir, el que todo el mundo reconocería como una necesidad
lógica, es una quimera. Ningún enunciado de hecho puede
implicar un valor absoluto.
Wittgenstein condena al silencio la pretensión de hablar
de algo que no está más allá del mundo de los hechos; el
absoluto pertenece por eso para él a la región mística de lo
inexpresable13. En aras de liberar el lenguaje de confusiones,12 Wittgenstein, Ludwig, “Conferencia de ética”, en Ocasiones filosóficas, Madrid, Editorial Cátedra, 1997.13 “Hay, en verdad, lo inexpresable. Ello se muestra; es lo místico (TLP, 6.522).El concepto de lo místico aparece en numerosas ocasiones en los escritostempranos de Wittgenstein; se trata de un tema muy caro para él, que
13
la ética queda fuera del ámbito de las proposiciones
significativas. Pero aunque pretenda hacerlo, no puede
liberarse de la pregunta por el sentido de la existencia; una
actitud mística se cuela por ello en algunas afirmaciones del
Tractatus. Como veremos en lo siguiente, en las que Wittgenstein
desatiende su propio llamado al silencio, y se las arregla
para dar una concepción de la ética, como agudamente señala
Russell en la introducción de esa obra. Encuentra el modo de
decir una buena cantidad de cosas sobre aquello de lo que
nada se puede decir, sugiriendo al lector escéptico la
posible existencia de una salida.
IV - El mundo ético.
Como acertadamente señala Roberto Rojo, la densidad de
la idea de mundo que opera en Tractatus es irreductible al
mundo de los hechos. En efecto, coexisten en él dos ideas de
mundo: a la par del mundo de los hechos, encontramos
también un mundo ético.
El primero – el mundo objetivo– es el que guarda relaciones
con la lógica y con la índole figurativa del lenguaje. Éste
es susceptible de ser descripto por las proposiciones de las
ciencias naturales, ya que la estructura del lenguaje guarda
resulta sumamente sugerente. No lo abordaremos en este caso ya que setrata de un concepto de gran complejidad, que merece un artículo enespecial para abordarlo. Digamos, por ahora, que Wittgenstein postula laexistencia de valores absolutos pero siente que por encontrarse fuera delos límites del mundo pertenecen a la región de lo inexpresable. Paraeste tema ver: Pierre Hadot, Wittgenstein y los límites del lenguaje, AlejandroTomasini Bassols, Lecciones wittgensteinianas, Roberto Rojo “La idea de mundo enel Tractatus” y “¿Era religioso Wittgenstein? En Laberintos wittgensteinianos.
14
una relación figurativa con la estructura de los hechos. Sus
proposiciones, por lo tanto, pueden ser verdaderas o falsas.
Se trata de un concepto impersonal del mundo, en el que todos
los hechos poseen igual valor, ya que, como señalamos antes,
no hay hechos buenos o malos en sí mismos.
Transgrediendo los límites del mundo de los hechos, el
sujeto instaura un mundo ético, vinculado con los valores, el
sentido de la vida, lo estético y lo religioso. Éste excede
el mundo de los hechos: es el mundo humano, constituido por
una constelación de valores y sentidos irreductibles al mundo
objetivo. Como sostiene Rojo, a su espacio semántico
pertenecen los conceptos de vida, muerte, felicidad, los
valores y la voluntad, ninguno de los cuales constituye
objeto del mundo fáctico.14 Esto nos permite dar cuenta de
una constante en la vida de los hombres: nuestra natural
tendencia de trascender los límites del lenguaje y del mundo
para hablar de algo que se encuentra más allá del mundo de
los hechos; inevitablemente pretendemos hablar de lo que no
se puede hablar; por ello la ética –al igual que la lógica–
es para Wittgenstein trascendental.
Creo que podemos coincidir con Wittgenstein en que en el
mundo de los hechos no hay valores: el mundo en sí mismo es
éticamente neutro; es el sujeto quien introduce las
valoraciones, las preferencias, las jerarquías. Lo valioso,
14 Rojo, Roberto, Laberintos wittgensteinianos, San Miguel de Tucumán, EDUNT, 2011.
15
lo que realmente importa, el significado de la vida o de
aquello que hace que la vida merezca vivirse no se encuentra
en el mundo externo, en el mundo de los hechos, en el mundo
que puede ser descripto; ciertamente pertenecen a un ámbito
diferente. Es el hombre quien introduce esta dimensión, que
trasciende la mera descripción de los hechos para añadir en
el mundo algo que no estaba en él. Como señala Tomasini
Bassols, los valores hacen su aparición expresando la
posición del sujeto frente al mundo.15
Esto da cuenta de la incesante aspiración del ser
humano a trascender el mundo de lo puramente material, de
construir un mundo nuevo de sentidos, para ajustarlo a
nuestra medida, para hacerlo habitable, para crear un mundo
al lado del mundo. Como dice Cristina Bulacio, “Desear desde
lo más íntimo poner en palabras esa extraña conjunción de lo
relativo y lo absoluto, lo finito con lo infinito, el tiempo
y la eternidad, es contradictorio, inconsistente; la lógica
lo ha prohibido, pero el hombre lo hace con insistencia, sin
claudicaciones ni agotamientos”16. La ética es, por esto, para
Wittgenstein, el testimonio de una tendencia propia del
espíritu humano. El mundo ético, podemos decir ahora, es el
mundo propiamente humano.
15 Alejandro Tomasini Bassols, Explicando el Tractatus, Bs. As., Editorial Gramma, 2011, pág. 121.16 Cristina Bulacio, “Poética y sentido. Borges y Wittgenstein”, en Theoria,revista del Departamento de Filosofía, N° especial en homenaje aWittgenstein, Tucumán, Facultad de Filosofía y Letras, 2006, pág.24.
16
A diferencia del mundo de los hechos, el mundo ético es
un mundo personal: es el espacio propio del hombre; en él se
juega el sentido de la vida y la felicidad humana. En tanto
el mundo de los hechos es independiente de mi voluntad, el
mundo ético depende de ella. Es un mundo dinámico, cuyos
límites dependen de la voluntad: ésta es capaz de cambiar la
configuración de mi mundo, en tanto depende de ella el
sentido de mi vida17. Los valores éticos y estéticos no
alteran el mundo de los hechos, pero sí mi vida, su
configuración; y, con ello, los límites de mi mundo.
Estas consideraciones permiten explicar, en gran
medida, la sorprendente afirmación de Wittgenstein según la
cual el Tractatus es un libro de ética, lo cual no resulta en
modo alguno evidente, ya que su enfoque es preeminente
lógico. Sin embargo, una vez que atravesamos la máscara de
impersonalidad con que trata de cubrir su rostro en el
Tractatus, nos encontramos, por detrás del implacable lógico,
con un fino analista capaz de descubrir las sutilezas y
complejidades del fenómeno humano, interesado por las
cuestiones más personales de nuestra existencia.
V – La ética como investigación acerca del significado de la
vida.
17 Para Wittgenstein ética y estética se encuentran intrínsecamenterelacionadas, al punto de llegar a afirmar que son lo mismo. “Ética yestética son lo mismo”, dice, TLP, 6.421.Aunque esto suene extraño, ambasse vinculan con la subjetividad humana, con el sentido de la vida, con lafelicidad.
17
Wittgenstein ha relegado al absoluto al espacio de lo
indecible, pero a la vez siente que la ética es lo más
importante para la vida del hombre. Si está vedado hablar del
absoluto, nos queda pensar la ética desde el punto de vista
de la experiencia humana; la ética se nos aparece así bajo
una luz completamente diferente.
Fuertemente marcado por el pensamiento estoico e
influenciado por León Tolstói –Los evangelios– y William James –
Las variedades de la experiencia religiosa–; marcado por la experiencia
de la cercanía de la muerte en el frente de batalla, la ética
no es para Wittgenstein un conjunto de reglas para la acción
ni una teoría sobre los valores; se trata de un sentimiento,
una experiencia personal, una cuestión existencial, no una
doctrina, una costumbre sin vida, ni mucho menos una
institución normativa.
Como vimos, la ética no puede ser una ciencia, porque no
trabaja con objetos empíricos. Wittgenstein la considera
ajena a toda especulación cognoscitiva y reacia a todo
tratamiento científico, ideológico o dogmático. Sus conceptos
no tienen validez científica, ya que no dicen nada sobre el
mundo objetivo. Sin embargo resultan significativos –y más
aún, imprescindibles– para la vida humana. La ciencia no
puede proporcionarnos respuestas para estas cuestiones. Es
que la ética no es objeto de conocimiento; atiende a
cuestiones de otra índole. Como afirma en el Tractatus,
“Sentimos que incluso si todas las posibles cuestiones científicas
18
pudieran responderse, el problema de nuestra vida no habría
sido más penetrado” (TLP 652)
A la ética le corresponde abordar el problema del
sentido de nuestra vida: irresoluble cuestión con la que
irremediablemente tarde o temprano nos enfrentamos. Muy
lejos de Kant, quién la entiende como la búsqueda de una ley
universal, para Wittgenstein se trata de una cuestión
interna, existencial. En la “Conferencia sobre ética” deja
bastante en claro esta idea; la ética se nos aparece allí
como la investigación sobre lo valioso o lo que realmente importa, la
investigación acerca del significado de la vida o de aquello que hace que la vida
merezca vivirse.18 Wittgenstein no parece estar buscando un núcleo
trascendental, una ley necesaria ni un fundamento universal.
Dejando de lado el plano de la teoría y de las abstracciones,
su propuesta se orienta en otra dirección: la ética, como la
filosofía, es una cuestión vital.
Lo que le interesa es el aspecto humano de la ética, no
las controversias dogmáticas sobre el bien o los valores, ni
la búsqueda de reglas, sino la posibilidad de dar cuenta de
un aspecto del fenómeno humano, de reflexionar sobre un
sentimiento que es íntimo y personal, lejano de cualquier
posibilidad de sistematización. Es por eso que la ética es
lo más importante, ya que se relaciona con el sentido de
nuestra vida, con la decisión de lo que yo quiero para ella.18 Dictada el 17 de noviembre de 1929, publicada por primera vez en 1965en Philosophical Review y reproducida con algunas aclaraciones en PhilosophicalOcasiones.
19
Desde este punto de vista, más que con el deber o con el
mandato de seguir una regla, la ética se relaciona con la
posibilidad de encontrarnos con nosotros mismos.
El propósito de ser fiel a sí mismo ha sido la
exigencia que lo ha acompañado a lo largo de toda su vida. De
hecho, Wittgenstein así lo asume en su vida personal,
practicando una moral de tipo weinengeriano, que implica el
deber de ser auténtico consigo mismo. Sus rígidas
convicciones morales lo llevan al extremo de considerar la
posibilidad de suicidarse si no es capaz de descubrir el
sentido de su vida. Se alista, por ello, en el ejército con
la esperanza de que la cercanía de la muerte en el campo de
batalla lo ilumine acerca del valor y el significado de la
vida.
La ética consiste, para él, justamente en la indagación
de lo que hace que la vida merezca vivirse. Se trata por lotanto de una respuesta que sólo podemos encontrar en el interior
de nosotros mismos: la acción ética es el resultado de seguir
nuestro mandato interior. Se encuentra por ello muy próxima de
la felicidad en la concepción wittgensteiniana, tan cerca que
parecen ser dos caras de la misma moneda: un acto bueno
genera felicidad. Ética y felicidad se identifican en la
medida en que el camino que conduce a ambas es el mismo: ser
fieles a nosotros mismos.
20
Dice Wittgenstein: “El primer pensamiento que surge
cuando se propone una ley ética de la forma “tú debes” es: ¿y
qué ocurre si no lo hago? Pero es claro que la ética no se
refiere al castigo o premio en el sentido común de los
términos… Sí que debe haber una especie de premio y de
castigo ético, pero deben encontrarse en la acción misma”
(TLP, 6.422.)
La acción ética es el resultado de seguir nuestro
mandato interior, es la que hará al hombre feliz, es la que
hace que la vida merezca ser vivida. El castigo o el premio
de nuestras acciones es el sentimiento de vivir o no de
acuerdo a nuestras propias reglas; por eso, para Wittgenstein
el hombre feliz vive en un mundo diferente al del hombre
infeliz.
En este punto Wittgenstein parece otorgarle mucha
importancia a la subjetividad; en ocasiones relaciona la
ética con “el sentimiento de sentirse absolutamente seguro”.
Desandando el largo camino de búsqueda de objetividad que
caracterizó a la filosofía de occidente, Wittgenstein rescata
la esfera de la subjetividad, para dar cuenta de los
sentimientos íntimos e intransferibles. También este ámbito
nos revela inaccesible al lenguaje, reticente a ser puesto en
palabras. En este territorio de la inviolable individualidad
es dónde se decide lo más importante de nuestras vidas: somos
o no felices. Nos enfrentamos allí con nuestro premio o
21
nuestro castigo. Filosofía y vida se nos aparecen así
anudadas de la manera más radical posible.
En tanto numerosos filósofos han buscado diversas
teorías sobre la felicidad y la ética, Wittgenstein cree que
sólo la encontraremos cada uno dentro de nosotros mismos. Por
eso no da recetas ni admite mandatos externos; la fuerza de
un imperativo moral, al igual que la respuesta a la pregunta
por el sentido de la vida sólo puede provenir de una decisión
personal. Por eso la ética, así como la felicidad, sólo puede
ser pensada en primera persona. Entendida de este modo, la
ética orienta nuestra reflexión no hacia una ley general sino
hacia nosotros mismos, hacia la primera persona del singular.
VI- La ética: una filosofía en primera persona.
En toda ética subyace explícita o implícitamente un
posicionamiento particular con respecto al modo de concebir
al hombre. En términos generales, podemos señalar dos grandes
líneas: una pesimista, de corte hobbessiano, que considera alhombre cargado de atributos negativos por naturaleza. Considera,
por lo tanto, que necesitan ser entrenados bajo rígidas normas
morales para controlar sus impulsos. La otra, a la que llamaremos
optimista, cercana a la concepción socrática, confía en que el
hombre es capaz de darse a sí mismo normas morales, de encontrar
por sí mismo el camino. La primera desemboca necesariamente en la
imposición de normas desde afuera, la segunda confía en que cada
uno las encontrará dentro de sí mismo, por lo cual apuesta con
22
fuerza a la libertad interior. Wittgenstein, sin dudas, elige la
segunda opción, abonando una concepción positiva del ser humano
que lo hace renegar de la necesidad de leyes y mandatos
universales para confiar en que cada uno encontrará la
dirección ética solo con escuchar su mandato interior.
Como hemos venido argumentando hasta aquí, la
perspectiva de Wittgenstein apunta hacia una filosofía en
primera persona; esto resulta bastante evidente en el Tractatus,
en el que el énfasis está puesto en el sujeto, y no hay
consideraciones de índole social o histórico. Desde su punto
de vista, la integridad personal es previa cualquier cuestión
social y política. En la “Conferencia sobre ética” vemos
reforzada esta dirección: Wittgenstein toma distancia allí la
propuesta de Moore, para quien la ética es la investigación
general acerca de lo que es bueno. “En lugar de decir que la
ética es la investigación sobre lo bueno, podría haber dicho
que la ética es la investigación sobre lo valioso, o lo que
realmente importa. O podría haber dicho que la ética es la
investigación acerca del significado de la vida, o de aquello
que hace que la vida merezca la pena ser vivida”19, dice. Esto
nos permite advertir que su concepción de la ética se
desarrollará en base al contraste con la idea de
"investigación general" que propone Moore, para orientarse,
en cambio, hacia la pregunta por el significado de la vida.
19 Wittgenstein, Ludwig, “Conferencia de ética”, en Ocasiones filosóficas, Madrid, Editorial Cátedra, 1997.
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Wittgenstein entiende la ética como una cuestión
personal, no una teoría o un conjunto de normas o principios
que requieren de fundamentaciones externas. De esto da cuenta
Russell en su diario, en el que se refiere a Wittgenstein
diciendo: "Abomina de la ética y la moral en general; es una
criatura de impulsos y piensa que es así como se debe ser."
Como sostiene Monk, Russell no comprende que el énfasis que
Wittgenstein pone en la integridad personal no es opuesto a
la moral, sino que constituye un modo diferente de entender
la moralidad. Dice Monk: "Era típico de Wittgenstein insistir
en la posibilidad de mantenerse incorrupto apoyándose
solamente en su propio yo, sobre las cualidades que
encontraba en su interior. Si el alma de uno era pura,
entonces no importaba lo que le sucediera a uno externamente,
nada podía sucederle al propio yo. De este modo, no son las
cuestiones externas las que deben causarnos la mayor
preocupación, sino las del yo." 20
Como vimos, esta idea ya aparece prefigurada en el
Tractatus, en donde diferencia del mundo de los hechos, el mundo
ético aparece como un mundo personal: es el espacio propio
del hombre, en el que está en juego el sentido de la vida y
la felicidad humana. En efecto, la perspectiva del Tractatus es
estrictamente individual, no cabe en ella la preocupación por
la comunidad, la sociedad o la historia.
20 Monk, Ray, El deber de un genio, Barcelona, Anagrama, 1994, pág. 57
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Acertadamente sostiene Tomasini Bassols que en el
Tractatus no existe ni remotamente la posibilidad de recurrir a
criterios objetivos, modelos ideales, valores impersonales o
principios divinos que puedan garantizar que hemos actuado
bien. "La moralidad que nos incumbe es la moralidad de la
primera persona, en el sentido más estricto de la expresión",
dice. A causa de esto, una vez que entendemos que de lo que
estamos hablando es de la vida de cada quien, requerimientos
como los de universalización simplemente resultan
irrelevantes o totalmente fuera de lugar.21
Ningún estado de cosas tiene el poder cohercitivotivo de
un juez absoluto, dice Wittgenstein en la Conferencia sobre ética.
Y da con esto en la tecla de una clave de la existencia
humana. Por eso, la fuerza del imperativo moral no puede
venir nunca desde el mundo externo; su fuerza proviene de que
yo mismo quien la imponga. En efecto, el carácter apodíctico
del mandato sólo puede provenir de una resolución interior,
de la convicción personal. El acto moral, en donde se
despliega la mayor libertad, consiste en actuar de modo
acorde a las propias convicciones.
Wittgenstein piensa al hombre en su soledad, librado a
su propio destino: apuesta a la potencia de lo individual, a
un hombre capaz de darse sus propias reglas, al cual, lejos
21 Tomasini Bassols, Alejandro, “Notas sobre la felicidad”, en Del espejo alas herramientas. Ensayos sobre el pensamiento de Wittgenstein, Alfonso Florez, MagdalenaHolguín (compiladores), Colombia, Universidad Nacional de Colombia,2003. Pág. 77.
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de mandatos externos, ni mucho menos sobrenaturales, le cabe
el deber de construir su propia moral, su propio sentido de
la vida, su propio destino. Se enfrenta a una búsqueda casi
desesperada del sentido de la vida, signada por la convicción
de que éste debe encontrarse en el interior de cada uno, no
en recetas o prescripciones, no en mandamientos o normas
impuestas desde fuera. Lejos de convencionalismos sociales,
Wittgenstein nos llama a ensayar nuestro propio camino.
A pesar de la distancia que los separa, la propuesta de
Wittgenstein se aproxima en este punto a la socrática.
También para el griego la ética es algo personal, lo que lo
lleva a buscar las normas en su interior. En el pensamiento
de Wittgenstein la máxima socrática "conócete a ti mismo"
parece poder ser reemplazada por "mejórate a ti mismo", que
es algo que él frecuentemente les decía a sus amigos, y en lo
que se afanaba diariamente.
Consecuente en la práctica con esta concepción,
Wttgenstein nunca se interesó por la tradición y la historia
de la filosofía; su proyecto se centró siempre en pensar por
sí mismo. Significativamente afirma en las “Notas de las
conversaciones con Wittgenstein” recogidas por Waismann: “Al
final de mi conferencia de sobre ética hablé en primera
persona. Creo que esto es completamente esencial. Aquí ya no
se puede establecer nada más, sólo puedo aparecer como
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personalidad y hablar en primera persona” dice22. Este hablar
en primera persona revela todo un posicionamiento y nos
induce a descubrir algunos matices que quedaron inadvertidos
en los sistemas filosóficos tradicionales, ocupados en la
búsqueda de pautas generales y fundamentos universales.
Extrañamente, después de la “Conferencia sobre ética”
Wittgenstein no vuelve a tratar estos temas en su obra
escrita: sólo hallamos referencias a estos en la recopilación
de notas de sus alumnos publicadas bajo el nombre de Lecciones y
conversaciones sobre estética, psicología y creencia religiosa. Su segunda
filosofía propondrá una perspectiva diferente orientada hacia
niveles prácticos en la que se transformará la idea de límite
y el modo de concebir el lenguaje, el mundo y las
relaciones entre ambas. Su retorno a la filosofía estará
marcado por la ruptura del muro de silencio que construyó en
el Tractatus, lo que le permitirá expandir el dominio del
lenguaje significativo para abarcar todas las áreas del
quehacer humano y dar cuenta de nuestro modo de estar en el
mundo. Se amplía con ello el marco de análisis para
incorporar la vida en sociedad y cobra mayor importancia la
praxis. Pero el pensamiento de Wittgenstein siempre es un
pensamiento en 1° persona; si en el Tractatus se centra en la 1°
persona del singular, su obra posterior se extiende a la 1°
22 Ludwig Wittgenstein, “Conferencia sobre ética”, edición electrónica de la Universidad Arsis con “Notas de las conversaciones con Wittgenstein” de Frederich Waismann y y “A cerca de la concepción wittgensteiniana de la ética” de Rush Rhees. http://www.philosophia.cl/biblioteca/Wittgenstein/conferencia.pdf
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persona del plural: se transforma en nosotros, incluye la
comunidad, pretende una descripción de nuestra forma de vida.
Pero esto es objeto de otro trabajo.
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