Contribución al conocimiento de los asentamientos neolíticos: análisis de los elementos de barro

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PRESENCIA DE ELEMENTOS DE BARRO EN CONTEXTOS ARQUEOLÓGICOS: FRAGMENTOS Y OBJETOS

En la Península Ibérica, el estudio de los elementos de barro no ha constituido un ámbito de especial atención en el análisis e interpretación de las estructuras de hábitat halladas en yacimientos prehistóricos, hasta tiempos recientes. En ge-neral, los trabajos realizados se han centrado en yacimientos de cronología posterior al II milenio a.C. y protohistóricos. El carácter endeble que los restos de barro presentan debido a las particulares características de su composición, consti-tuye uno de los principales factores que ha difi cultado tanto su recuperación durante el proceso de excavación como su posterior interpretación.

Tampoco existen sistemas de recogida y registro particu-lares, ni una metodología específi ca para el análisis de este de tipo de materiales arqueológicos, al menos de forma ge-neralizada, aunque hemos de mencionar algunos trabajos que plantearon propuestas metodológicas a fi nales de los años 90 (Sánchez, 1996; 1999), siguiendo la estela de los auto-res franceses (De Chazelles y Poupet, 1985; De Chazelles, 1997). Sin embargo, lenta pero progresivamente, el interés por este tipo de materiales parece ir incrementándose en los estudios arqueológicos. Un proceso que, en nuestra opinión, posiblemente se relacione con la creciente importancia que diversas técnicas analíticas, principalmente la microsedimen-tología, han ido adquiriendo en el marco de trabajos arqueo-lógicos interdisciplinares.

En el yacimiento, los elementos de barro pueden apare-cer bien en niveles arqueológicos, como fragmentos aislados junto con otros componentes clásicos de la cultura material (cerámica, industria lítica, fauna, carbones, semillas,…), bajo la forma de concentraciones o acumulaciones de diverso tamaño, o bien en el interior de estructuras excavadas. La aplicación de un sistema de registro adecuado que considere como mínimo, el número aproximado de fragmentos, su lo-calización y características generales en el momento de su

identifi cación, de forma paralela al proceso de recuperación durante la excavación, permitirá el tratamiento cuantitativo posterior de los datos, al tiempo que facilitará las ulteriores interpretaciones acerca de la distribución espacial que pre-senten los elementos de barro.

Previamente al planteamiento de nuestra propuesta meto-dológica e interpretativa, queremos realizar un apunte termi-nológico. En este trabajo empleamos el término “elementos de barro” para denominar restos arqueológicos cuyo compo-nente principal es tierra, es decir, un sedimento compuesto por una mezcla de arena, arcilla y limos, en proporción va-riable. En ocasiones, en la bibliografía también se emplea el término barro cocido para denominar un conjunto de objetos fabricados con este material.

Generalmente, los elementos que aparecen en la excava-ción están endurecidos y algunos muestran huellas parciales de rubefacción. Sin embargo, en un examen macrovisual du-rante la recogida en el campo, no es posible precisar si es-tos rasgos son el resultado de una cocción intencional de los fragmentos, formando parte de un proceso de manipulación de la materia prima o, si por el contrario es un hecho que ha ocurrido de forma casual o accidental, debido a la exposición continuada del fragmento a una fuente de calor. El primer supuesto resulta más factible en el caso de objetos muebles, pero técnicamente también es posible la fabricación de obje-tos de tierra simplemente secada. En cuanto al barro emplea-do como material de construcción, tanto la documentación etnográfi ca como los estudios experimentales han constatado la sufi ciente calidad del barro secado, en la fabricación de muros y techumbres.

Finalmente, hemos de reconocer que en ocasiones, parti-cularmente si los fragmentos son muy pequeños o se encuen-tran muy erosionados, no resulta fácil distinguir si estamos frente a fragmentos de barro cocido o cerámica con una ca-lidad defi ciente, la diferencia pueden ser apenas unos grados más en la atmósfera de cocción.

Por todo ello, preferimos no emplear esta denominación en nuestro análisis, únicamente macro-visual, ni tampoco el término adobe, exclusivamente referido a piezas modulares fabricadas con tierra y paja, y secadas al sol.

CONTRIBUCIÓN AL CONOCIMIENTO DE LOS ASENTAMIENTOS NEOLÍTICOS: ANÁLISIS DE LOS ELEMENTOS DE BARRO.

Magdalena Gómez Puche*

Resumen. La escasa entidad de los elementos de barro y su carácter endeble, constituyen factores que han difi cultado tanto su recuperación durante el proceso de excavación, como su posterior interpretación. Este hecho, además de la escasez de trabajos que expongan las bases metodológicas con las que afrontar su estudio, constituyen las principales razones que han relegado el análisis de los fragmentos de barro a un segundo plano, frente a otras categorías de la cultura material.

El presente trabajo se articula en torno a dos aspectos principales: por un lado, la presentación de una propuesta metodológica para el análisis de los fragmentos de barro en colecciones prehistóricas y, por otro, los resultados de su aplicación en varios yacimientos neolíticos. Por último, se valora el po-tencial informativo, los límites y expectativas de este tipo de aproximación en el marco del conocimiento de los asentamientos neolíticos al aire libre.

Abstract. Baked daub fragments usually have a very scarce entity and a perishable nature, for these two reasons its recovery and also its interpreta-tion has been extremely complicated. In addition, few works have been published proposing a specifi c methodological approach suitable enough for baked daub remains.

This paper has three main objectives. The fi rst is to present in some detail the methodological approach used for analyzing prehistoric baked daub. The second aim is to show the results of the application of this methodology in some Neolithic collections. Finally, it is also discusses some of the wider implications that information of baked daub fragments can provide regarding to the study of Neolithic settlements.

* Calle Rodríguez de Cepeda, 8 – 9ª46021. Valencia.

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MAGDALENA GÓMEZ PUCHE2

PROPUESTA DE METODOLOGÍA ANALÍTICA: FUNCIONALIDAD E INTERPRETACIÓN DE LOS ELEMENTOS DE BARRO

La propuesta analítica que presentamos tiene una doble in-tención: por un lado, sistematizar la caracterización de los frag-mentos que forman parte de las colecciones analizadas y, por otro, contribuir a la propuesta de su interpretación funcional.

Hasta ahora, las únicas piezas de barro recogidas eran aque-llas que presentaban formas claramente reconocibles y así, la mayoría de fragmentos eran identifi cados como elementos cons-tructivos genéricos, restos de barro sobre entramados vegetales, y en un menor porcentaje se identifi caban otros objetos, como morillos, pesas de telar, crecientes, vasos contenedores, … Pero la práctica de una recogida sistemática de todos los fragmentos y su posterior análisis detallado nos ha permitido distinguir otras subcategorías funcionales que permiten valorar en una nueva di-mensión el empleo de la tierra, tanto en la construcción de estruc-turas de hábitat como en la fabricación de un amplio repertorio de objetos que forman parte de mobiliario doméstico neolítico.

Como anteriormente hemos señalado, teniendo en cuenta algunos de los principios de la micromorfología de los suelos y de los sedimentos arqueológicos, para analizar los fragmentos de barro hemos considerado la observación de una serie de cri-terios, tanto morfométricos, como referidos a su composición (Duvernay, 2003: 56).

A partir de un análisis macro-visual se han aplicado estos criterios de observación a cada uno de los fragmentos analiza-dos; en ocasiones, la determinación de algunas características se ha realizado con la ayuda de la lupa binocular.

Aunque ya hemos avanzado algunos aspectos de nuestra propuesta metodológica en otros trabajos (Gómez: 2004, 2006), queremos profundizar en algunos de los criterios empleados.

Entre los atributos morfométricos se han cuantifi cado: el ta-maño, el peso y la forma, características que permiten elaborar un diagnóstico preliminar acerca del estado de conservación de los fragmentos.

Por otra parte, entre las características de la microestructura de los fragmentos, consideramos relevantes: el color, la textura –que viene determinada por el tamaño de las partículas integra-das en el sedimento–, y la densidad o porosidad –relacionada con la organización de dichas partículas. Se trata de rasgos que aportan información acerca de la composición interna de los fragmentos (características naturales del sedimento empleado como materia prima, composición mineralógica), así como de los procesos de manipulación, fabricación o construcción de los objetos y las estructuras.

En tercer lugar, existen otros aspectos que permiten dife-renciar unos fragmentos de otros, como son la presencia de im-prontas, caras alisadas, modelados o el tratamiento de algunas superfi cies.

El color que adquiere el barro varía en función de las trans-formaciones que el fuego provoca en la composición minera-lógica y micromorfológica de la arcilla. Las reacciones que se producen entre los minerales de hierro, calcio y sílice, principa-les componentes de la arcilla, son los responsables de la mayo-ría de las secuencias de coloración.

En la actualidad, se conoce la temperatura en la que los componentes minerales de la arcilla se descomponen. Sin em-bargo, en el estudio que se presenta, no se han desarrollado los procedimientos analíticos adecuados para llegar a conclusiones tan precisas, sino que hemos realizado una primera clasifi ca-ción empleando un catálogo estándar como la tabla Munsell, para determinar el color de forma macroscópica.

Uno de los rasgos más reveladores para la comprensión de la funcionalidad de los fragmentos es la presencia de improntas, que puede tener carácter orgánico e inorgánico.

Su aparición en los fragmentos de barro puede ser conse-cuencia de dos procesos principalmente. Cuando las huellas son impresiones negativas o positivas, localizadas en el interior del barro, son el resultado de su inclusión, tanto accidental como voluntaria, como partículas de la masa. Entre las inclusiones orgánicas, las más habituales son los elementos vegetales de pequeña talla, como herbáceas, gramíneas y residuos del proce-sado del cereal (cariópsides, lemas, glumas, espiguillas). En el caso de las inclusiones inorgánicas, las más frecuentes son gra-nos de arena o grava y de forma muy puntual, pueden aparecer fragmentos de conchas.

La adición voluntaria de un desgrasante que proporcione mayor consistencia a la mezcla de tierra y agua, se ha docu-mentado tanto en la fabricación de vasos contenedores (Cubero, 1998: 218), como en su utilización como material de construc-ción (Willcox, 1999: 24). En estos casos, las improntas serán más abundantes y aparecerán mayoritariamente en el interior de las piezas formando parte de su matriz.

De forma accidental distintas partes de plantas, macrorres-tos o carporrestos pueden quedar adheridas o incrustadas en la matriz arcillosa de las pellas durante su proceso de manipula-ción –amasado, batido y cocción– (Buxó, 1997: 23). Este hecho es particularmente probable cuando las improntas son escasas.

Por otra parte, cuando las improntas se encuentran en las su-perfi cies externas de las piezas y tienen una entidad mayor, bajo la forma de tallos de gramíneas, especies leñosas de pequeño y mediano calibre, incluso segmentos de troncos, generalmente, son el resultado de la aplicación de una capa de barro sobre un entramado vegetal que ha desaparecido. La mayoría de autores coinciden en señalar que los fragmentos que presentan este tipo de improntas se relacionan con la techumbre o con segmentos de las paredes que delimitan estructuras, y algunos han añadido ciertos rasgos tecnológicos, aunque no contrastados, como por ejemplo, que la capa de barro se endurecía con fuego (Miret, 1992: 69).

Así pues, la determinación de la naturaleza, localización, orientación y cantidad de las improntas, contribuye a la carac-terización del fragmento de barro como perteneciente a una u otra categoría funcional.

En función de la observación conjunta de los criterios ci-tados anteriormente hemos establecido dos grandes categorías funcionales en las que pueden englobarse los fragmentos ana-lizados. Por un lado los elementos de construcción, empleados en la confi guración de distintos componentes arquitectónicos y, por otro, los elementos muebles y objetos diversos que forman parte del ajuar doméstico.

A su vez, dentro de cada uno de estos grupos funcionales, hemos distinguido otras subcategorías algo más precisas.

Así, entre los elementos de construcción se distinguen: • Elementos de cubierta o techumbres, fragmentos de grosor

medio, caracterizados por la presencia de improntas de ca-ñas, pequeñas ramas o troncos.

• Revestimientos o enlucidos, fragmentos de poco espesor, alisados por una cara, generalmente sin improntas, aunque en ocasiones presentan algunas trazas en la cara alisada que podrían ser los restos de un tratamiento de la superfi cie (ali-sado, abrasión, …); dentro de este grupo diferenciamos los enlucidos de estructuras de habitación o casas, sin impron-tas, con una matriz más depurada y una superfi cie más cui-dada, y aquellos que podrían corresponder a revestimientos de silos, más gruesos y con un acabado más tosco.

• Alzados de paredes verticales que se construyen añadiendo una capa de barro a un entramado de materiales vegetales de calibre variable (ramas o troncos), con un grosor ma-yor que los enlucidos, presentan una o dos caras alisadas, improntas en el interior, y formas planas, en ángulo o re-dondeadas, ya que en ocasiones forman parte de remates o revocos en esquinas e intersecciones de varias paredes.

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• Pavimentos o suelos, que engloban a fragmentos de ma-yores dimensiones y sobre todo máximo grosor; presentan una única cara alisada que constituye la superfi cie hori-zontal; en ocasiones, en su interior es posible observar una microestratigrafía con las diferentes capas que confi guran el pavimento y microrrestos de las actividades sobre ellos realizadas (huesos, microcarbones, …).

• Superfi cies refractarias; plataformas horizontales cuya estructura puede variar desde una simple gruesa capa de arcilla alisada y acondicionada para realizar combustio-nes sobre ella, hasta una estructura construida de forma más compleja, con un interior de bloques o lajas regula-res, revestidos con la arcilla. En ocasiones, si el fragmento conserva una dimensiones mínimas sufi cientes, es posible observar en su sección diferentes capas rubefactadas que han alcanzado distinta temperatura, como resultado de las sucesivas combustiones producidas.

• Estructuras de combustión; bajo esta categoría englobamos a un conjunto de estructuras complejas, construidas con la fi nalidad de alcanzar una gran temperatura de cocción; pueden tener como propósito la preparación de alimentos o la fabricación de cerámica. Se trata de estructuras cerradas tipo horno, en las que la tierra se ha empleado para confor-mar la base y la cúpula.

• “Tapaderas”, constituyen los dispositivos de sellado y cierre de los silos, se caracterizan por la abundante presencia de improntas de tallos de gramíneas o desechos del procesado del cereal como fragmentos de paja que han sido mezclados con una masa de tierra informe. Por su parte entre los elementos muebles distinguimos:

• Vasos contenedores. Pertenecientes a esta categoría se han interpretado fragmentos de barro, alisados por las dos caras, y con un grosor variable no superior a 5cm. La elección de una tecnología diferente a la empleada para fabricar recipientes cerámicos, podría relacionarse con necesidades funcionales distintas, y tal vez con una temporalidad también distinta. En su interior se detecta la presencia de desgrasante orgáni-co (tallos de gramíneas,…) e inorgánico (cuarcita,…). En la mayoría de los casos se identifi can fragmentos del cuerpo de los recipientes, siendo muy escasos los bordes y las bases. Se interpretan como vasos de almacenaje domésticos, que podían estar calzados, introducidos en pequeñas cubetas, o directamente fabricados sobre el suelo en el interior de las viviendas. Existe otra posible interpretación funcional como contenedores, para unas piezas también alisadas por las dos caras y con borde, que podrían ser fragmentos de algún tipo de cuba o recipiente rectangular donde almacenar de forma organizada diversos productos, tanto alimentos (granos, fru-tos recolectados,…), como leña, no obstante, en el registro peninsular es una interpretación que se ha realizado sobre piezas de cronología protohistórica (Belarte, 2003: 81-84), por lo que hemos de ser cautos en su aceptación.

• Soportes. Es posible distinguir, al menos, dos tipos de mor-fología: troncocónica y anular. Los soportes de forma tron-cocónica son piezas macizas, algunas presentan una per-foración, como en el caso de los morillos empleados para calzar objetos expuestos al fuego. Por su parte, los soportes de tendencia anular estarían destinados a inmovilizar distin-tos recipientes, asegurando su estabilidad.

• Braseros móviles. En esta categoría hemos considerado un conjunto de piezas caracterizadas por su sección en forma de ‘L’ y numerosas huellas de rubefacción tanto en la matriz interior como en las superfi cies, interpretadas como conse-cuencia del contacto con fuentes de calor. La colocación de brasas o la realización de pequeñas combustiones puntuales en estos objetos móviles tendrían como objetivo proporcio-nar calor en el interior de las viviendas.

• Mangos, asas, asideros y apéndices. Este grupo incluye unas piezas de pequeñas dimensiones de morfología varia-da, alargadas y de sección circular o con forma de pellizco, que constituyen apéndices de objetos muebles destinados a facilitar su agarre y manipulación, en otras ocasiones, se trata de apéndices en forma de pie o apoyo de dimensiones algo mayores;

• Pondera. La interpretación de estas piezas ha sido errónea en algunas ocasiones, clasifi cándose bajo esta categoría ge-nérica, objetos que en realidad tenían otra funcionalidad. En nuestra propuesta, no obstante, preferimos emplear el término pesas de telar, refi riéndonos a piezas aplanadas, de forma con tendencia cilíndrica, engrosada en un extremo y con una o varias perforaciones en el extremo opuesto. En la bibliografía, algunos objetos de morfología similar también son denominados ‘crecientes’ y ‘cuernecillos’, otorgándo-les un carácter simbólico.

• Otros. En esta última categoría incluimos un grupo de ob-jetos de pequeño tamaño cuya funcionalidad no podemos precisar con los datos actuales, y que se presentan bajo la forma de piezas troncocónicas o discoidales, carretes, etc, fabricadas con tierra bastante depurada. No obstante, la determinación de la funcionalidad de los

fragmentos no está exenta de dudas. Uno de los ejemplos más claros es la diferenciación entre cubiertas y alzados, ambas pie-zas pueden tener una o dos caras alisadas y presencia de im-prontas orgánicas. Los ejemplos etnográfi cos documentados (Peña-Chocarro et al., 2000) y los trabajos realizados desde la arqueología experimental (Gheorghiu, 2005), señalan como la construcción de ambos se realiza empleando tanto materiales vegetales, aunque cortadas y dispuestas en maneras diferentes, como pellas de tierra. Si a este hecho unimos los factores rela-cionados con la conservación de las piezas de barro (tamaño y erosión), resulta comprensible la difi cultad a la hora de discri-minar la pertenencia a un grupo u otro.

Algo similar ocurre en el caso de los fragmentos alisados por dos caras, de un grosor variable, pero en cualquier caso infe-rior a 5cm., que pueden pertenecer, por un lado, a la categoría de vasos contenedores o recipientes de alguna clase, o bien a partes de estructuras de combustión o braseros móviles. En esta oca-sión, uno de los factores que permite determinar la clasifi cación de los fragmentos, reside en las evidencias de rubefacción, entre otras pruebas objetivas de que la pieza haya sufrido una combus-tión. En este sentido, la observación del color de las superfi cies externas, y del interior de las piezas resultaría esclarecedor.

Finalmente, la inclusión de fragmentos en la categoría ‘otros’ puede resultar poco determinante, pero en realidad, con-sideramos que se trata de piezas singulares, en general de pe-queño tamaño, cuya materia prima y acabado exterior, parecen haber sido ejecutadas con mayor cuidado y que han de ser indi-vidualizadas, y diferenciadas de la categoría ‘indeterminados’.

LAS COLECCIONES DE LOS YACIMIENTOS NEOLÍTICOS DE VALENCIA Y ALICANTE

Las piezas analizadas proceden de cuatro asentamientos neolíticos localizados en las comarcas centro-meridionales de la Comunidad Valenciana. Su cronología oscila entre fi nales del IV milenio y principios del III milenio cal BC. Los yacimien-tos de Les Jovades y Niuet, ambos en la provincia de Alicante, constituyen ya una referencia clásica en lo que se refi ere al po-blamiento neolítico fi nal en la zona; excavados en la década de los 80 y los 90 del pasado siglo ejemplifi can dos tipos de ocupa-ción de particulares características: un extenso yacimiento con numerosas estructuras de almacenaje, en el caso del primero (Bernabeu, 1993), y un poblado, en el caso de Niuet, en el que

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et al.,

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se documenta la asociación entre una estructura de habitación, un foso y silos (Bernabeu et al., 1994).

Los trabajos realizados en los otros dos yacimientos, Colata (Montaverner) y La Vital (Gandia) son más recientes. Estos ya-cimientos de la provincia de Valencia han sido intervenidos en el marco de actuaciones arqueológicas de urgencia y también han proporcionado abundantes testimonios de estructuras, prin-cipalmente de almacenaje, pero también de habitación (Gómez et al., 2004).

En relación con las estructuras documentadas en cada ya-cimiento se recuperó un nutrido y variado conjunto de piezas de barro.

Si bien la entidad de las colecciones difi ere en número de piezas y peso total de las mismas, hemos establecido una com-paración entre ellas con el objetivo de contrastar las tendencias observadas en las muestras pertenecientes a cada yacimiento.

En todos los casos, el número de fragmentos interpretados como restos de elementos de construcción supera al de frag-mentos identifi cados como objetos muebles. Mientras que en el caso de Jovades y Niuet, los elementos de construcción supo-nen en torno a una cuarta parte de los restos recuperados (36% y 24%, respectivamente), en los yacimientos de Vital y Colata, no sobrepasan la quinta parte (13% y 18%, respectivamente). Este hecho se relaciona con el alto porcentaje de fragmentos

JOVADES NIUET VITAL COLATAC Elementos de construcción 382 177 112 33

C1 Elementos de cubierta 3 21 0 0C2 Revestimientos: 28 16 22 4C21 Enlucidos de casas 28 16 19 4C22 Enlucidos de silos 0 0 3 0C3 Alzados 166 94 73 21C4 Pavimentos 81 21 10 0C5 Superfi cies refractarias 27 25 2 8C6 Estructuras de combustión 74 0 5 0C7 Tapas 3 0 0 0M Elementos muebles 94 56 63 10M1 Vasos contenedores 55 36 50 5M2 Soportes: 4 1 0 4M21 Macizos 4 1 0 2M22 Anulares 0 0 0 2M3 Braseros 33 7 3 1M4 Mangos, asas y apéndices 0 1 5 0M5 Pondera 0 2 0 0M6 Otros 2 9 5 0

Indeterminados 83 308 569 90

TOTOTAL DE FRAGMENTOS 559 541 744 133PESO (en gramos) 45870 12652 12602 10809

Tabla 1. Distribución de la funcionalidad de los fragmentos analizados.

0% 20% 40% 60% 80% 100%

1

2

3

4

Elementos de cubiertaRevestimientos:Enlucidos de casasEnlucidos de silosAlzadosPavimentosSuperficies refractariasEstructuras de combustiónTapasVasos contenedoresSoportes:MacizosAnularesBraserosMangos, asas y apéndicesPonderaOtros

Construcción O. Mueble

Construcción

Construcción

Construcción O. Mueble

O. Mueble

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Gráfi co 1. Frecuencias relativas de las categorías funcionales individualizadas, exceptuando el grupo de ‘Indeterminados’. 1. Jovades. 2. Niuet. 3. La Vital. 4. Colata.

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cuya funcionalidad no ha podido ser determinada en estos dos últimos yacimientos (61% en Vital y 49% en Colata) (Tabla 1).

Si consideramos el tamaño de los fragmentos analizados, en el caso de la Vital predominan aquellos con un tamaño in-ferior a 2cm., un 60% del total, comportamiento similar al de Niuet, donde los fragmentos de tamaño inferior a 2cm. alcan-zan el 50%. Por un lado, el elevado número de fragmentos pe-queños en la colección de la Vital difi culta, enormemente, la observación de las características de las piezas y, por tanto, su adscripción funcional, pero también nos permite realizar otra observación de ámbito tafonómico acerca de estos yacimientos. Anteriormente habíamos afi rmado que la diferencia en cuanto al tamaño de los fragmentos de barro se encontraba en rela-ción con la naturaleza de los depósitos arqueológicos, siendo de mayor tamaño las piezas halladas en rellenos de estructuras excavadas, al contrario que las piezas relacionadas con niveles de ocupación y áreas de actividad horizontales, que se caracte-rizaban por un tamaño menor. El predominio en el yacimiento

de la Vital de fragmentos inferiores a 2cm. matiza la afi rmación anterior e introduce nuevos elementos en la discusión, ya no es sufi ciente la explicación de que los rellenos de las estruc-turas excavadas son producto de vertidos rápidos de desechos domésticos, y por ello los objetos que encontramos en ellos presentan un grado de fracturación bajo, sino que es necesario reconsiderar qué dinámicas sociales y económicas se producen en el entorno de las estructuras excavadas y en qué modo éstas intervienen en la confi guración de los depósitos.

Empleando la metodología explicada con anterioridad, en el estudio de las colecciones de estos yacimientos, hemos llega-do a los siguientes resultados que exponemos de forma breve.

Entre los fragmentos de elementos constructivos identi-fi cados, aquellos interpretados como cubiertas o alzados son mayoritarios (Gráfi co 1). Todos ellos se caracterizan por la pre-sencia de improntas orgánicas, aunque éstas varían en tamaño, cantidad y orientación. En parte sus características dependen del elemento vegetal al que corresponden. Hemos identifi cado

Figura 1. Fragmentos de elementos constructivos con improntas orgánicas.

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, en ambos contextos,

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dos tipos de improntas, las que presentan algo más de curvatura y las improntas con un perfi l más plano. Y aunque no hemos documentado huellas de características anatómicas vegetales específi cas que nos permitan reconocer las especies empleadas, si hemos registrado algunas estrías paralelas en varias piezas, y por otro lado, hemos calculado los diámetros conservados de las improntas más claras, que oscilan entre 1 y 67 mm. Con estos datos, y considerando las observaciones realizadas por Duvernay, podemos proponer que las improntas con una sec-ción más plana, algunas estrías y un diámetro inferior a 5 mm., corresponderían a los tallos más gruesos de gramíneas como ca-ñas o carrizo (fi gura 1: 7-10, 14-18), mientras que las improntas de sección algo más cóncava pertenecerían a ramas y pequeños troncos de especies leñosas (fi gura 1: 1-6, 11-13) (Duvernay, 2003: 66-67), algunos de los cuales podrían haber sido corta-dos de forma transversal dando como resultado una impronta de sección en ángulo recto (fi gura 1, 2).

Diversos estudios etnográfi cos (Peña et al., 2000) y de ar-queología experimental (Belarte Franco et al., 2000), han reco-pilado los principales recursos vegetales orgánicos empleados como material de construcción. En este sentido destaca el em-pleo de especies como el castaño, el pino carrasco, o el fresno,

para la obtención de pequeños troncos y ramas que confi gura-rán el armazón de los elementos arquitectónicos más sólidos de las estructuras de hábitat. De igual forma, se ha documentado el uso de diversas especies de gramíneas cuyas cañas forman la base del entramado vegetal para construir algunas paredes, muretes, o incluso techumbres.

Si confrontamos la aportación de estos trabajos con los análisis antracológicos disponibles en tres de los yacimientos analizados encontramos coincidencias con algunas de las es-pecies identifi cadas, Quercus ilex-coccifera (carrasca, encina), Quercus faginea (quejigo), Pinus halepensis (pino carrasco), Fraxinus oxyphylla (fresno), y en menor medida, Populus sp. (álamo) y Salix sp. (sauce) (Badal, 1993: 109-117; Badal, 1994: 67-71; Carrión, 2004: 108-111). Por ello, tal vez algunas de las improntas registradas podrían pertenecer a estas especies.

Por otra parte, existen algunas propuestas para calcular el espesor de la tierra aplicada y con ello el probable grosor de los muros. La distancia entre la cara alisada y las improntas de la cara opuesta puede ser signifi cativa de dicho espesor (Duver-nay, 2003: 57). No obstante, la aplicación de la tierra puede ha-cerse de maneras distintas, como se ha contrastado en trabajos

Figura 2. Fragmento de pavimento (1), de estructura de combustión (2), de brasero (3).

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etnológicos y de experimentación1 (Gheorghiu, 2005); puede tener el mismo espesor en una parte y otra de la pared, o espe-sores distintos según la función del muro –interno o externo–, o limitarse a una sola de las paredes –la externa si se trata de un muro exterior–. Por lo tanto, la distancia entre la pared y el entramado no corresponde de forma sistemática a la mitad del espesor del muro, sino al espesor mínimo del tabique (Duver-nay, 2003: 68). En nuestro caso, pocos son los fragmentos que han proporcionado datos al respecto y ninguno de ellos supera los 5cm. de grosor.

En cuanto a las formas de acabado de las superfi cies, he-mos identifi cado algún tratamiento de alisado, evidenciado en algunas superfi cies a partir de tenues estrías, y la aplicación de enlucidos.

El segundo grupo más numeroso de fragmentos es el de los restos de pavimentos identifi cados en tres de las coleccio-nes. Entre ellos queremos destacar una pieza del yacimiento de Les Jovades compuesta por un mortero de grava y arenas,

1. http://www.monumentaperennitatis.ro

muy compacto y que presentaba una cara regularizada con una especie de enlucido en forma curva (fi gura 2, 1).

En tercer lugar, entre los fragmentos de elementos arquitec-tónicos, se encuentran aquellos que han sido interpretados como estructuras de combustión complejas. Particularmente signifi -cativo es el número de piezas así interpretado en el yacimiento de Les Jovades. Todas ellas fueron halladas en el relleno de la misma estructura excavada y posiblemente correspondieran a la misma pieza. Se trata de “una densa concentración de fragmen-tos de barro cocido cóncavo-convexos” (Bernabeu, 1993: 27), caracterizados por presentar alisado por las dos caras (algunas con un grosor máximo de 32 mm), un cierto modelado de las su-perfi cies y numerosas huellas de rubefacción, interpretadas a par-tir de superfi cies de color gris claro (10Yr 7/1), ocre amarillento claro (10Yr 8/4), marrón claro (10Yr 7/6), marrón anaranjado claro (10Yr 7/8), marrón (2.5Yr 6/4) y gris oscuro (10Yr 3/1), así como secuencias de coloración en el interior, observándose el núcleo de color mucho más oscuro (negro), tendiendo a aclararse hacia las superfi cies (gris oscuro, gris claro). Pensamos que las huellas de combustión en su interior, especialmente cuando éstas son más intensas en el núcleo, podrían ser evidencias de los res-tos quemados de materia vegetal que componía la matriz de las

Figura 3. Fragmentos de vasos contenedores.

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piezas. Estos rasgos junto con la presencia de formas angulares (fi gura 2, 2) nos han llevado a plantear la hipótesis de que los fragmentos correspondan a algún tipo de estructura de combus-tión con un alzado o una bovedilla sobre la fosa excavada.

Finalmente, los fragmentos clasifi cados como evidencias de superfi cies refractarias constituyen ya un grupo minoritario, con apenas un 3-4% de representatividad. En esta ocasión des-tacan los ejemplares del yacimiento de Niuet, pertenecientes a una plataforma de arcilla ya publicada (Bernabeu et al., 1994: 17 y 22).

Por su parte, en el grupo de elementos muebles, la categoría más representada en todas las colecciones es la de los vasos contenedores (fi gura 3). Los fragmentos incluidos en esta cate-goría se caracterizan por tener dos caras alisadas, con un grosor que oscila entre los 5 y los 38 mm. y un desgrasante inorgánico de tamaño medio, posiblemente cuarcita o cuarzo. Generalmen-te, no presentan ningún tratamiento en sus superfi cies, incluso a veces éstas aparecen cuarteadas y muy erosionadas, no obs-tante en casos en que los fragmentos conservaban un tamaño sufi ciente fue posible detectar un modelado en sus superfi cies, como producto del proceso de su fabricación. De forma esporá-dica, se registró la presencia escasa de improntas de semillas en la superfi cie de algunas piezas, lo que interpretamos como un aporte accidental (fi gura 3, 2).

La segunda categoría en número de fragmentos correspon-de a los braseros, siendo de nuevo, el yacimiento de Jovades el que más ejemplares tiene (fi gura 2, 3).

Y aunque en porcentajes ya minoritarios (inferiores al 1%), queremos señalar la aparición de fragmentos pertenecientes a soportes, especialmente morillos, pero también soportes de for-ma anular (fi gura 4, 1) y otro grupo de fragmentos interpreta-dos como fragmentos de mangos (fi gura 4, 2), apéndices o pies (fi gura 4, 3-5).

Finalmente, en la categoría denominada ‘otros’ hemos incluido un fragmento que podría ser una pesa de telar frag-mentada (fi gura 5, 1), y una representación de estos objetos de pequeño tamaño y pasta depurada que presentan formas discoi-dales (fi gura 5, 2), una sección troncocónica (fi gura 5, 3 y 4), una perforación o rebaje (fi gura 5, 5), e incluso evidencias de modelado y decoraciones impresas (fi gura 5, 6-9). Acerca de estas últimas piezas, y basándonos en características técnicas y formales similares apuntamos la posibilidad de que pudieran ser fragmentos de los llamados “modelos” de arcilla, documen-tados en otros yacimientos neolíticos europeos, aunque de cro-nología anterior (Pavlu, 2000: 117, 315-316; Láminas 1 a 12).

EL ANÁLISIS DE LOS ELEMENTOS DE BARRO: BALANCE Y PERSPECTIVAS DE FUTURO. VALORACIONES.

El desarrollo de proyectos de investigación específi cos con el objetivo de caracterizar los asentamientos neolíticos al aire libre y el incremento de actuaciones arqueológicas de gestión

Figura 4. Fragmentos de soportes, apéndices y pie.

magda
Tachado

CONTRIBUCIÓN AL CONOCIMIENTO DE LOS ASENTAMIENTOS NEOLÍTICOS: ANÁLISIS DE LOS ELEMENTOS DE BARRO. 9

(en sus distintas modalidades –salvamento y urgencia), han ido proporcionando un conjunto cada vez mayor de datos acerca de las características del hábitat neolítico. No obstante, continúan existiendo numerosos interrogantes sobre cuestiones concretas como la morfología de las viviendas, su equipamiento interno, los materiales empleados en su construcción o su organización espacial dentro de los poblados. En el marco de esta proble-mática cobra especial relevancia el análisis de los elementos de barro.

Interpretar la procedencia y funcionalidad de los fragmen-tos de barro y aproximarnos a los procesos tafonómicos por ellos protagonizados han constituido dos de nuestros principa-les objetivos.

Desde que comenzaron a conocerse los primeros ejemplos de estructuras de hábitat neolíticas al aire libre en la Península Ibérica, el problema de su visibilidad ha sido uno de los más acuciantes. La mayoría de viviendas han sido interpretadas bajo la expresión de “fondos de cabaña”, detectándose principal-mente por la conservación de la parte excavada de la estructura o por la documentación de algún agujero o soporte de poste. En

cambio sino existen esos indicios, la detección de las viviendas resulta muy complicada.

Sin embargo, la reciente documentación de una cabaña cal-colítica construida con muros de tierra en el yacimiento de El Juncal (Alcalá de Henares, Madrid) (Díaz-del-Río, 2001: 186-187), abre nuevas expectativas y reivindica la necesidad de va-lorar de nuevo el papel de la tierra como material constructivo.

Una de las principales líneas de investigación que deberían desarrollarse en futuros estudios consistiría en dilucidar el pa-pel que el barro pudo tener en yacimientos neolíticos de otras cronologías. Particularmente interesante sería investigar su uso en yacimientos del neolítico antiguo de esta región, fenómeno que si se ha documentado en áreas como el Languedoc fran-cés (Jallot, 2003). Igualmente, el análisis de la arquitectura en barro, en momentos posteriores al fenómeno campaniforme, cuando se constata por primera vez el empleo de la piedra como material de construcción, en combinación con la tierra, permiti-ría realizar una comparativa con la evolución de las técnicas.

En defi nitiva, aunque limitados por su naturaleza, queremos llamar la atención acerca del potencial de información que pue-

Figura 5. Pesa de telar y grupo de fragmentos de objetos de pequeño tamaño.

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Tachado

MAGDALENA GÓMEZ PUCHE10

den proporcionar los fragmentos de barro, tanto en el ámbito de las técnicas de construcción con tierra y de la arquitectura doméstica prehistórica, como en la esfera del mobiliario y los utensilios domésticos. Una fuente de información latente que ha de ser explotada.

AGRADECIMIENTOS

Parte de este trabajo ha sido posible gracias a la obtención de una Ayuda a la Investigación concedida por el Instituto Ali-cantino de Cultura Juan Gil-Albert que nos permitió iniciar esta línea de investigación sobre los elementos de barro en los yaci-mientos de Les Jovades y Niuet. Queremos agradecer la colabo-ración de las instituciones, principalmente, Museo Arqueològic Municipal Camil Visedo Moltó d’Alcoi y Museo Arqueológico Provincial de Alicante y de las personas que nos ayudaron en nuestras visitas a los fondos. También queremos agradecer la colaboración de los directores de las excavaciones a las que pertenecen las otras colecciones de materiales que hemos podi-do estudiar: al profesor Agustín Díez, director de la excavación de Colata, al profesor Joan Bernabeu y Guillem Pérez, codi-rectores de la excavación del yacimiento de La Vital, y a Jorge Soler que nos ofreció la posibilidad de estudiar los restos del yacimiento de El Campello, recientemente publicados.

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