CONSILIENCIA Y LA TEORIA DE HISTORIA DE VIDA: DE LOS GENES AL CEREBRO Y A LA ESTRATEGIA REPRODUCTIVA

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CONSILIENCIA Y LA TEORIA DE HISTORIA DE VIDA: DE LOS GENES AL CEREBRO Y A LA ESTRATEGIA REPRODUCTIVA Aurelio José Figueredo, Geneva Vásquez, Barbara H. Brumbach, Stephanie Schneider, Jon A. Sefcek, Ilanit R. Tal, Dawn Hill, Christopher J. Wenner, y W. Jake Jacobs University of Arizona, Estados Unidos de América Reseña del capitulo En este escrito describimos un programa de investigación (Figueredo, Sefcek, Vasquez, Hagenah, King, & Jacobs, en prensa) en el cual se desarrollaron modelos de variables latentes que identifican a un constructo común único: el Factor K. Al parecer, éste subyace a una buena cantidad de parámetros relacionados con la historia de vida. Dichos parámetros incluyen un conjunto de conductas sexuales, reproductivas, parentales y sociales. Basamos nuestro trabajo en la presunción de que los genes proveen “programas” para el desarrollo del cuerpo y del cerebro y que el cerebro estructurado, en interacción con los problemas de adaptación que se presentan en el nicho ecológico en el que nos desarrollamos todos, genera y provee estrategias que guían la historia de vida de los individuos. La co-morbilidad de las conductas llamadas “Problemas Sociales” La literatura social y conductual indica que los rasgos comportamentales que comúnmente se consideran como “problemas sociales” ocurren en conjuntos. Por ejemplo, las personas que exhiben

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CONSILIENCIA Y LA TEORIA DE HISTORIA DE VIDA: DE LOS GENES AL CEREBRO Y A LA ESTRATEGIA

REPRODUCTIVA

Aurelio José Figueredo, Geneva Vásquez, Barbara H. Brumbach,

Stephanie Schneider, Jon A. Sefcek, Ilanit R. Tal, Dawn Hill, Christopher

J. Wenner, y W. Jake Jacobs

University of Arizona, Estados Unidos de América Reseña del capitulo

En este escrito describimos un programa de investigación

(Figueredo, Sefcek, Vasquez, Hagenah, King, & Jacobs, en prensa) en el

cual se desarrollaron modelos de variables latentes que identifican a un

constructo común único: el Factor K. Al parecer, éste subyace a una

buena cantidad de parámetros relacionados con la historia de vida.

Dichos parámetros incluyen un conjunto de conductas sexuales,

reproductivas, parentales y sociales. Basamos nuestro trabajo en la

presunción de que los genes proveen “programas” para el desarrollo del

cuerpo y del cerebro y que el cerebro estructurado, en interacción con los

problemas de adaptación que se presentan en el nicho ecológico en el

que nos desarrollamos todos, genera y provee estrategias que guían la

historia de vida de los individuos.

La co-morbilidad de las conductas llamadas “Problemas Sociales”

La literatura social y conductual indica que los rasgos

comportamentales que comúnmente se consideran como “problemas

sociales” ocurren en conjuntos. Por ejemplo, las personas que exhiben

conductas criminales y delictivas tienden además a consumir sustancias

tóxicas legales o ilegales, experimentan problemas familiares e

inestabilidad familiar, ausencia del padre, subempleo o desempleo, y

exhiben inestabilidad social, embarazo en la adolescencia, deserción

escolar y psicopatología.

La literatura en criminalidad, delincuencia, y abuso de drogas, por

ejemplo, documenta un conjunto de problemas sociales. La conducta

criminal y delincuente, junto con la reincidencia criminal juvenil (Cottle,

Lee, & Heilbrun, 2001), el pandillerismo, la deserción escolar, y el pobre

apoyo y supervisión paternas (Hunt, Myers, Davies, Davies-Meyers,

Grogg, & Neel, 2002) tienden a co-ocurrir, tal como lo hacen el abuso de

alcohol (Fischbein, & Folklander, 2000) y de drogas, el comportamiento

sexual de riesgo, la impulsividad, una baja auto-estima, la propensión

general al riesgo (Lejuez, Simmons, Aklin, Daughters, Dvir, 2004), así

como la historia de violencia familiar y las conductas violentas (Albus,

Weist, Perez-Smith, 2004). El examen de rasgos más específicos, dentro

de esta literatura, demuestra la existencia de relaciones positivas y altas

entre la búsqueda de sensaciones y los problemas con el alcohol, el uso

de alcohol, la negativa a utilizar preservativos y el fumar cigarrillos

(Robbins & Bryan, 2004). Más aún, la ausencia paterna tiende a co-

ocurrir con el bajo status socioeconómico, los estresores familiares, los

problemas de conducta, las relaciones parentales disfuncionales, la

precocidad sexual, el embarazo precoz y la maternidad juvenil y una

pobre paternidad, así como una deficiente ejecución académica,

desórdenes anímicos y de ansiedad, intentos de suicidio y actos

delictivos violentos (Ellis, Bates, Dodge, Fergusson, Horwood, Pettit, &

Woodward, 2003). Se han identificado y descrito conjuntos similares en

la literatura acerca del divorcio (Amato & Keith, 1991; McLanahan, &

Booth, 1989; O’Connor, Thorpe, Dunn, & Golding, 1999; Amato, 1996),

del maltrato infantil (Rodgers, Lang, Laffaye, Satz, Dresselhaus, & Stein,

2004; Widom, 1994; Perkins, & Jones, 2004; Moran, Vuchinich, & Hall,

2004; Dong, Anda, Felitti, Dube, Williamson, Thompson, Loo, & Giles,

2004), de la psicopatología (Rodgers, Lang, Laffaye, Satz, Dresselhaus, &

Stein, 2004; Lindsay, Smith, Law, Quinn, Anderson, Smith, & Allan,

2004; Mangina, Beuzeron-Mangina, Grizenko, 2000) así como en las

literaturas que examinan los problemas de las madres solteras, la

dependencia de la beneficencia pública, las dificultades del aprendizaje y

la delincuencia (ver por ejemplo, Allen, Philliber, & Herrling, 1997;

Voydanoff, & Donnelly, 1990; Murphey, & Braner, 2000).

En resumen, estas literaturas independientes describen de manera

consistente un cúmulo de correlaciones entre muchos rasgos humanos

comportamentales considerados como “problemas sociales”. Las teorías

disponibles no explican este cúmulo positivo o conjunto de problemas

sociales.

La Teoría de Historia de Vida como principio unificador.

Los datos arriba enunciados, en conjunción con la Teoría de

Historia de Vida (THV), una teoría de nivel intermedio que surge de la

biología evolucionista, guían el trabajo que describimos a continuación.

La THV sugiere que las especies que viven en ambientes impredecibles,

inestables e incontrolables, tienden a desarrollar conjuntos de rasgos

que se asocian a altas tasas de esfuerzo reproductivo, a una baja

inversión paterna, así como a cortos períodos intergeneracionales. Por lo

tanto, la THV tiene que ver con los efectos de la selección natural y

sexual que determinan cómo los organismos asignan recursos limitados

a la supervivencia y a la reproducción a lo largo de sus vidas (McArthur

& Wilson, 1967; Shennan, 2002).

La teoría es la base de un buen número de estudios que describen

las características que covarían con los intercambios entre la producción

de huevos y la inversión paterna. Estos estudios describen correlaciones

consistentes entre velocidad de maduración, longitud del período de vida,

encefalización, esfuerzo reproductivo y grado de cohesión social (Wilson,

1975; Eisenberg, 1981; Barash, 1982). El continuo r/K propuesto por la

Teoría de Historia de Vida representa un rango covariante de patrones de

conducta reproductiva relacionados con la fecundidad y la inversión

paterna. Los puntos finales de este continuo van de un extremo r (es

decir, un máximo de producción de huevos sin cuidado parental) a un

extremo K (es decir, una tasa mínima de nacimientos y un elaborado

cuidado parental) (Wilson, 1975; Bogaert, & Rushton, 1989).

La literatura describe a muchas y diferentes especies con

estrategias de historia de vida estereotípicas. Por ejemplo, el desarrollo

sexual en los conejos es muy rápido, éstos son notoriamente fértiles,

producen varias crías a la vez, y sufren de una alta tasa de mortalidad

dado que proveen muy poco cuidado parental. Tras alcanzar la madurez,

los conejos tienen una corta vida. En contraste, el desarrollo sexual de

los elefantes es lento, éstos producen pocas crías y ampliamente

espaciadas, y disfrutan de una baja mortalidad infantil porque brindan

muchos cuidados a sus crías. Después de alcanzar la madurez, los

elefantes viven mucho tiempo. En lo general, los seres humanos parecen

ser altamente seleccionados por K. El desarrollo sexual humano es lento,

esta especie produce solamente entre una o dos crías por embarazo, y

disfrutan de una relativamente baja tasa de mortalidad dado que, no

obstante que los humanos nacen indefensos, los adultos invierten un

cuidado substancial en sus crías.

Un gran número de teóricos evolucionistas, sin embargo,

argumentan que hay un grado substancial de variación individual en la

estrategia de historia de vida de los humanos. Dado que, comparados

con muchas otras especies, los humanos son altamente seleccionados

por K, cuando se aplica la THV a los seres humanos ésta a menudo se le

conoce como la Teoría “K Diferencial” (Rushton, 1985). Existe un intenso

debate teórico al respecto del grado de contribuciones ambientales y

genéticas a estas diferencias individuales (Belsky, Steinberg, & Draper,

1991; Chisholm, 1996; Rowe, 2000). Por ejemplo, los teóricos que

asumen una fuerte influencia ambiental en las estrategias de historia de

vida humana proponen que la ausencia del padre en el hogar durante la

niñez predispone a los individuos hacia una estrategia de vida baja en K.

En contraste, los teóricos que asumen fuertes influencias genéticas en

esa estrategia de vida predicen que un (voluntariamente) ausente padre

le pasa los genes a sus hijos, sesgándolos hacia una estrategia de

historia de vida de corto plazo. Sin tomar parte en este debate, nosotros

consideramos que los correlatos biológicos de este efecto incluyen a un

conjunto que se manifiesta en un desarrollo sexual relativamente rápido

y una fertilidad incrementada. Los correlatos psicológicos incluyen un

relativamente bajo apego adulto a parejas románticas y actitudes

sociales de explotación y manipulación más notorias. Los correlatos

conductuales involucran un bajo grado de cuidado a los propios hijos,

promiscuidad sexual, preferencia notoria por la variedad sexual,

comportamientos de riesgo y agresión social.

La investigación basada en las teorías de K Diferencial acerca del

desarrollo humano, y los trabajos de genética conductual relacionados,

describen diferencias individuales sustantivas en las características

biológicas y comportamentales indicativas de las diferencias en las

estrategias de historia de vida (Belsky, Steinberg, & Draper, 1991;

Chisholm, 1996; Rowe, 2000). Aun así, la mayoría de estos análisis

prueban hipótesis causales específicas utilizando análisis de correlación

univariados. Por lo tanto, estos no describen enteramente, ni explican el

patrón más amplio de correlaciones entre variables predicho por la THV.

Historia de vida y características psicosociales

Además de considerar las características biológicas básicas, tales

como la longevidad y la fecundidad, la THV predice que muchos rasgos

psicosociales se acumularán de manera no aleatoria. La teoría sugiere

que la selección natural y sexual combinará estos rasgos dentro de

compuestos funcionales, los cuales representarán estrategias

reproductivas co-adaptadas. Al aplicarse a la conducta humana la Teoría

de Historia de Vida establece que la selección natural y sexual configura

numerosos aspectos de las aproximaciones individuales a los problemas

de adaptación que presentan los ambientes físicos y sociales. Esta

selección hace que los rasgos psicosociales se entremezclen íntimamente

y que aparezcan en conjuntos. Por lo tanto, la THV predice que las

técnicas correlacionales múltiples detectarán los compuestos

funcionales, cognoscitivos, afectivos, y conductuales

Las características psicológicas fundamentales que se agrupan en

la parte “baja” del continuo de K Diferencial incluyen las consideraciones

de corto plazo, parejas numerosas, y una baja inversión paterna. En las

sociedades modernas estas características de baja K pueden

manifestarse como impulsividad, pensamiento a corto plazo,

promiscuidad, baja inversión paterna, poco apoyo social, rechazo a las

reglas sociales, y conductas de riesgo (Rushton, 1985, 1987; Ellis, 1988;

Rushton & Bogaert, 1988; Bogaert & Rushton, 1989). Las características

psicológicas fundamentales que se agrupan en la parte “alta” del

continuo de K Diferencial incluyen consideraciones a largo plazo,

emparejamiento selectivo, y un alto grado de inversión paterna. Dentro

de la sociedad moderna estas características altas en K se pueden

manifestar como pensamiento a largo plazo, monogamia, alta inversión

paterna, estructuras de apoyo social substanciales, adherencia a las

reglas sociales tales como la cooperación, el altruismo y la planeación al

futuro, y precaución al asumir riesgos.

Por lo anterior, la THV predice que las personas que son altas en

K: a) tendrán pocos descendientes; b) invertirán más tiempo y energía en

sus hijos; c) se comprometerán más con relaciones a largo plazo, d)

pensarán más en términos de beneficios a largo plazo que en las

ganancias a corto término; e) harán más planes para el futuro de sus

hijos (amasando más recursos o proveyendo los medios que les permitan

a sus hijos mejorar su status social); y f) practicarán comportamientos

que coincidan con las normas de las sociedades industrializadas

modernas; más que con aquellas que son bajas en K.

En teoría, los individuos que evolucionaron con características

genéticas en cualquier extremo del continuo de K Diferencial poseerán

sistemas de valores y características de personalidad que los sesgarán

hacia esas características. Por supuesto, el grado en el cual se

manifestarán esas características depende de circunstancias de

desarrollo y ambientales, como la riqueza económica, las influencias

culturales, las instituciones sociales inmediatas y obstáculos físicos

(Heath & Hadley, 1998).

Trabajo empírico

Nuestro programa de investigación en proceso (Figueredo et al., en

prensa) involucra el desarrollo de una serie de modelos de variables

latentes con los cuales se identifica un factor común, el Factor K, el cual

subyace a una variedad de parámetros de historia de vida, que incluyen

conjuntos de conductas sexuales, reproductivas, parentales y sociales.

Con el fin de probar la hipótesis de que un factor común único

subyace a las variaciones en la estrategia de historia de vida humana,

primero creamos una batería de medidas para muestrear varios

indicadores conductuales de estrategia de historia de vida. Después,

aplicamos la batería a 222 estudiantes de la Universidad de Arizona

(Figueredo, Vásquez, Brumbach, Sefcek, Kirsner, & Jacobs, 2005). Un

análisis factorial de estas medidas produjo un factor común único que

explicó el 92% de la varianza confiable. Denominamos a este constructo

el Factor K. La Tabla 1 muestra el patrón factorial.

Tabla 1. Cargas en el Factor K Apego/Inversión del Padre Biológico .36 Apego/Inversión de Otra Figura Paterna

-.36

Apego Adulto a la Pareja Romántica .38

Esfuerzo de Apareamiento -.51 Maquiavelismo -.58 Tomar Riesgos -.41

Al correlacionar este Factor K con factores tradicionales de

personalidad evitamos hacer asociaciones específicas con inventarios

particulares de personalidad, por lo que aplicamos tres de los inventarios

principales, el NEO-FFI (Costa, & McCrae, 1992), el EPQ-R (Eysenck &

Eysenck, 1975), y el ZKPQ (Zuckerman, Kuhlman, Joireman, Teta, &

Kraft, 1993), a la misma muestra de estudiantes. Ejecutamos un análisis

factorial de orden superior para crear factores comunes atajando la

diferencias entre los inventarios particulares de personalidad. Con eso

obtuvimos tres factores comunes, el Gran N (de Neuroticismo), el Gran E

(de Extroversión), y el Gran P (de Psicoticismo), los que explicaron

virtualmente el 100% de la varianza confiable. Esta fue en esencia una

replica de los resultados publicados previamente por Zuckerman et al.

(1993). La Tabla 2 exhibe el patrón factorial con rotación oblicua

(Promax). Las cargas factoriales salientes se resaltan en letras negritas.

La Tabla 3 muestra las correlaciones interfactoriales.

Tabla 2. Gran N Gran E Gran P Neuroticismo (NEO-FFI) .81 -.07 .04 Neuroticismo (EPQ-R) .87 .03 -.02 Neuroticismo/Ansiedad (ZKPQ)

.88 .05 .03

Extraversión (NEO-FFI) -.10 .80 -.10 Extraversion (EPQ-R) -.10 .79 .10 Sociabilidad (ZKPQ) .17 .78 -.05 Diligencia (NEO-FFI) -.23 -.02 -.49 Agradabilidad (NEO-FFI) .00 .28 -.62 Psicoticismo (EPQ-R) -.12 -.06 .66 Impulsividad/La Búsqueda de Sensaciones (ZKPQ)

-.08 .36 .62

Agresión/Hostilidad (ZKPQ) .16 .04 .58

Tabla 3. Gran N Gran E Gran P Gran N 1.00 -.34 .22 Gran E -.34 1.00 -.06 Gran P .22 -.06 1.00

Las correlaciones bivariadas del Factor K con los factores de

personalidad de segundo orden de -.24 para la Gran N y -.67 para Gran

P fueron significativas y la .12 para Gran E se aproximó a serlo. La alta

correlación negativa del Factor K con Gran P apoya también la predicción

de Zuckerman y Brody (1988) en el sentido de que el Psicoticismo es más

relevante para K que lo que lo es el Neuroticismo o la Extroversión. Más

aún, la correlación bivariada del Factor K con Sexo fue de -.24, lo que

denota puntajes más bajos de K para los hombres, pero no se

correlacionó con Edad en esta muestra de rango etario restringido. La

media más baja de K para los hombres es consistente con lo que predice

la teoría y lo que se ha documentado empíricamente en torno a las

diferencias sexuales en la estrategia reproductiva (Trivers, 1972).

Realizamos entonces una réplica constructiva en el Norte de

México (Hermosillo, Sonora) con una muestra de 164 adultos con hijos

propios (Tal, Hill, Figueredo, Frías-Armenta, & Corral-Verdugo, 2005),

utilizando varias escalas derivadas de la National Survey of Midlife

Development in the United States (MIDUS) (Brim, Baltes, Bumpass,

Cleary, Featherman, Hazzard, Kessler, Lachman, Markus, Marmot,

Rossi, Ryff, & Shweder, 2000) – traducida, con autorización, al español –

en combinación con otros instrumentos ya publicados (Figueredo,

Corral-Verdugo, Frías-Armenta, Bachar, White, McNeill, Kirsner, &

Castell-Ruiz, 2001). Al igual que antes, se obtuvo un factor común que

explicó el 92% de la varianza confiable. La Tabla 4 exhibe este patrón

factorial.

Tabla 4. Cargas en el Factor K Calidad de la relación Madre y Padre .42

Calidad de la Relación Niños .45 Contacto Familiar y Apoyo Social .51 Contacto con Amigos y Apoyo Social .58 Altruism General .26 Propensión a Planear a Largo Plazo .34

Estos análisis preliminares con muestras pequeñas demostraron la

presencia de un factor latente único que subyace a la variación

individual. Además, los análisis demuestran que el Factor K presenta

cierta validez transcultural.

En un estudio más reciente (Figueredo, Vásquez, Brumbach, &

Schneider, 2005a), seleccionamos datos de una sub-muestra de 2095

personas (que eran padres en ese momento) de los datos de niños

individuos (no gemelos) de la muestra del MIDUS (Brim et al., 2000).

Utilizamos 20 escalas con los reactivos que correspondían a las

dimensiones que, hipotetizamos, serían indicadores del Factor K, cada

uno de los cuales tenía una aceptable consistencia interna (medida con

el alfa de Cronbach). El análisis Factorial reveló un factor común único

que explicó el 70% de la varianza confiable. La Tabla 5 muestra la validez

convergente de cada una de estas medidas relacionadas con el Factor K.

Tabla 5. Cargas en el Factor K Calidad de la Relación Madre .40 Calidad de la Relación Padre .38 Calidad de la Relación Marital .37 Calidad de la Relación Niños .39 Apoyo Familiar .46 Altruismo Hacia Parientes .34 Apoyo de Amigos .48 Altruismo Hacia No Parientes .61 Calidad de Relación Cercana .45 Creencias Comunitarias .49 Religiosidad .27 Status Financiero .43 Control de Salud .34 Agencia .40 La Búsqueda de Consejo .24

Previsión/Anticipación .53 Perspicacia Hacia el Pasado .49 Control Primario/Persistencia .62 Reconsideración Flexible/Positiva .61 Autodirección/Planeación .63

Una estrategia de historia de vida asigna los recursos materiales y

bioenergéticos de un individuo a las demandas competitivas de

supervivencia y reproducción. El Esfuerzo Somático sujeta la primera

dimensión de este intercambio en un extremo, mientras que el Esfuerzo

Reproductivo ancla el otro extremo. El Esfuerzo Somático se refiere a los

recursos dedicados a la continua supervivencia del individuo, mientras

que el Esfuerzo Reproductivo se relaciona con los recursos dedicados a la

producción de nuevos organismos, en tanto vehículos de supervivencia

de los genes del individuo. La segunda dimensión de este intercambio

divide, a su vez, el Esfuerzo Reproductivo. El Esfuerzo de Apareamiento

ancla un extremo de este continuo, y el Esfuerzo Parental lo hace con el

otro. El Esfuerzo de Apareamiento se refiere a los recursos encaminados

a obtener y retener compañeros sexuales, mientras que el Esfuerzo

Parental tiene que ver con los medios dedicados a realzar la

supervivencia de la prole. Una Estrategia de historia de vida seleccionada

por K le asigna al Esfuerzo Somático, más que al Reproductivo, los

recursos materiales y energéticos del individuo; y más al Esfuerzo

Parental que al de Apareamiento. Por lo tanto, enfatiza la supervivencia

de los organismos individuales (ya sea uno mismo o la prole) más que la

producción de nuevos organismos. La teoría, entonces, predice que los

individuos altos en K manifestarán esas asignaciones en una mejor

aptitud fenotípica (más que genotípica). Debido a esto, los individuos

altos en K debieran ser más viables en varios indicadores de salud

general, en la estabilidad de su desarrollo, y en su funcionamiento

mental y físico, comparados con los individuos bajos en K.

Considerando estas predicciones, construimos otro factor común,

el Factor de “Covitalidad” (Weiss, King, & Enns, 2002), a partir de las

escalas del MIDUS, con el fin de medir los efectos predichos de los

Esfuerzos Somáticos y Parentales incrementados. La Tabla 6 muestra el

patrón factorial de este constructo adicional. Es más, la Teoría de

Indicadores de la Aptitud (“Fitness Indicator Theory”; Miller, 2000)

establece que una “Covitalidad” incrementada debiera exhibirse también

conductualmente manifestándose en rasgos mentales seleccionados

sexualmente. Por lo tanto, llevamos a cabo un análisis factorial de las

escalas del MIDUS para los “Cinco Grandes” factores de personalidad

con el fin de obtener un constructo de personalidad de orden superior;

éste se muestra en la Tabla 7. Las correlaciones divariadas entre el

Factor K, el Factor de Covitalidad, y este factor general de Personalidad

se presentan en la Tabla 8. Todas las correlaciones son estadísticamente

significativas.

Tabla 6. Cargas en Factor Covitalidad Bienestar Subjetivo .64 Afecto Negativo -.76 Afecto Positivo .74 Salud General .54 Síntomas Médicos -.43

Tabla 7 Cargas en Factor Personalidad Apertura a la Experiencia .58 Diligencia .47 Extraversión .72 Agradabilidad .65 Neuroticismo -.23

Tabla 8. Factor K Covitalidad Personalidad Factor K 1.00 Factor de Covitalidad .50 1.00 Factor de Personalidad .66 .36 1.00

Notamos dos hechos relevantes que previamente no se habían

relacionado: [1) Dos modelos de personalidad ostensiblemente

establecidos, tales como el Modelo de Cinco Factores (Costa & McCrae,

1992) y el de “Tres Gigantescos” (Eysenck & Eysenck, 1975) generan

dimensiones de personalidad de orden superior (Zuckerman, Kuhlman,

Joireman, Teta, & Kraft, 1993; Digman, 1997) y (2) ciertos perfiles de

factores tradicionales de personalidad pueden reflejar las preferencias de

emparejamiento y las estrategias de historia de vida reproductiva de los

individuos (Buss, 1989, 1991, 1997 1999). Por ejemplo, cuando se

substrae el auto-reporte de personalidad de un individuo, de la

descripción de su “pareja romántica ideal”, esta pareja ideal se califica

significativamente mejor que el propio individuo en las dimensiones de

Diligencia, Extroversión, y Agradabilidad, y se califica significativamente

más abajo que uno mismo en Neuroticismo (Figueredo et al., en prensa;

Figueredo, Sefcek, & Jones, 2005). En un estudio relacionado, Vásquez

(2004) encontró un factor de orden superior utilizando el NEO-FFI (Costa

& McCrae, 1992), el cual cargaba de manera sobresaliente y positiva en

Diligencia, Extroversión, y Agradabilidad, y de manera negativa en

Neuroticismo. El mismo autor (Vásquez, 2004) también reporta que el

Inventario de Valor de la Pareja (“Mate Value Inventory”; Kirsner,

Figueredo, & Jacobs, 2003) se correlacionaba significativa y

positivamente (.50) con este constructo de personalidad general. Estos

resultados confirman que un factor de orden superior indica el valor de

pareja percibido, tal y como lo señala la teoría. Más aún, el constructo de

orden superior que derivamos a partir de la escala MIDUS para los

“Cinco Grandes” converge cercanamente con este perfil de personalidad y

factor de orden superior de “pareja romántica ideal”, descrito en

investigaciones previas.

Con el fin de determinar si el Factor de Covitalidad y este otro

Factor General de Personalidad eran indicadores de la estrategia de

historia de vida, tal y como lo sugerían las consideraciones teóricas, los

analizamos factorialmente, junto con el Factor K, y obtuvimos un único

factor de orden superior, al que le llamamos el Factor “Super K”, el cual

virtualmente explicó toda su varianza confiable. El patrón factorial de

este Factor “Super K” se muestra en la Tabla 9. El hallazgo apoya la

hipótesis de que una estrategia de historia de vida alta en K predice las

consecuencias de salud física y mental que ocasiona un gran esfuerzo

parental y somático. También, que esta estrategia se manifiesta en el

despliegue de rasgos mentales sexualmente seleccionados.

Tabla 9. Cargas en el Factor Super K

Factor K .80 Factor de Covitalidad .55 Factor de Personalidad .72

La teoría de la Historia de Vida predice además correlaciones

significativas y positivas entre el Factor K y otras variables socialmente

importantes. Para investigar esta predicción, correlacionamos el Factor K

con un conjunto de variables con las que se esperaba que éste covariara.

Un buen número de autores, por ejemplo, argumenta que la presencia,

en la niñez, de un padre biológico afecta la estrategia de historia de vida

adulta (Belsky, Steinberg, & Draper, 1991; Chisholm, 1996; Rowe, 2000).

Al analizar nuestros datos encontramos que el Factor K se

correlacionaba significativamente (.12) con la presencia del padre

biológico durante la niñez. Este hallazgo es consistente con informes de

estudios previos que investigaron los efectos de la ausencia del padre en

diversas estrategias de emparejamiento. Pero además, lo mismo apoya la

predicción de que el involucramiento e interacción con el padre biológico

en la niñez afecta las estrategias de historia de vida en la adultez.

Debido a tales correlaciones significativas de la historia de vida con

las variables familiares y sociales, es importante considerar la “Teoría del

Privilegio Social” (Gottfredson, en prensa) como una hipótesis alternativa

de la existencia de y la asociación entre estos conjuntos de rasgos de

historia de vida. La Teoría del Privilegio Social es la visión sociológica de

que factores socioculturales como la estratificación social basada en el

sexo, la raza, y la clase social pueden determinar muchas cosas (tales

como la varianza en habilidades mentales y la condición de salud) que

los psicólogos diferenciales normalmente las atribuyen a las diferencias

individuales (Gottfredson, en prensa; Arrow, Bowles, & Durlauf, 2000;

Kawachi, Kennedy, & Wilkinson, 1999; Kerckhoff, 2000; Wilkinson,

1996). Por ejemplo, La versión de “Ventajas de Familia” de la Teoría de

Privilegio Social sostiene que las ventajas y desventajas de la clase social

se transmiten en las familias a través de la provisión de oportunidades

durante el desarrollo. Los defensores de esta visión proponen que se

podrían disolver las ligas que se observan entre los productos de los

padres y de los hijos al hacer equitativas las oportunidades sociales.

Con el fin de controlar los posibles efectos de la estratificación de

dichos factores socioculturales, se utilizaron modelos de regresión

jerárquica para residualizar (ajustar estadísticamente) los 30 rasgos de

historia de vida en el sexo, la raza, los ingresos financieros totales

propios, del(a) esposo(a) y de todos los miembros de la familia durante

los pasados 12 meses, así como el máximo nivel educativo alcanzado por

la persona y su esposo(a). Repetimos entonces la serie completa de

análisis factoriales arriba reportados considerando estas variables

residualizadas.

Aunque virtualmente todos los modelos de regresión múltiple

fueron estadísticamente significativos para este conjunto de predictores

socioeconómicos y demográficos, la cantidad de varianza colectivamente

explicada por cada modelo de regresión se colocó entre el 10% y,

usualmente, mucho menos que eso. Adicionalmente, los pesos factoriales

de los factores K, de Covitalidad y de Personalidad en los rasgos de

historia de vida residualizados no se atenuaron de manera apreciable

debido a esta manipulación estadística, ni tampoco las correlaciones

entre ellos o con el Factor Super K de orden superior. De hecho, los

parámetros factoriales virtualmente no se modificaron, o mejoraron

levemente. Por ejemplo, la varianza explicada por el Factor K se

incrementó de un 70% a un 72% como consecuencia de este

procedimiento. En resumen, la Teoría del Privilegio Social no puede

explicar ni al Factor K ni a ninguna de sus correlaciones adicionales con

Covitalidad y Personalidad que constituyen al Factor Super K. En todo

caso, el remover varias fuentes posibles de varianza extraña mejora el

ajuste del modelo multivariado a los datos.

Replicamos recientemente estos resultados, utilizando la

submuestra genéticamente informativa de gemelos monocigóticos y

dicigóticos del MIDUS (Figueredo, Vásquez, Brumbach, & Schneider,

2005b). El Factor K de 20 escalas, construido de la misma manera que

los datos de personas no gemelas – ignorando inicialmente el hecho de

que los participantes eran gemelos – explicó el 72% de la varianza

confiable de los datos de los gemelos. También se replicaron el Factor de

Covitalidad de 5 escalas y el Factor de Personalidad de 5 escalas, los

cuales explicaron virtualmente toda la varianza confiable de sus escalas

constituyentes. Además, se replicaron las correlaciones bivariadas

significativas entre el Factor K, el Factor de Covitalidad y el Factor de

Personalidad con los datos de los gemelos, así como el Factor Súper K de

orden superior que incluyó a esos tres factores comunes. Todos los

parámetros del modelo para los datos de los gemelos resultaron ser casi

idénticos a los obtenidos al utilizar los datos de los no gemelos. Estos

hallazgos replicados no se reproducen aquí en formato tabular para

evitar la redundancia. La evaluación de la Teoría del Privilegio Social a

través de la residualización en el conjunto de predictores

socioeconómicos y demográficos también se repitió en los datos de los

gemelos, con idénticos resultados. La teoría del Privilegio Social, como

hipótesis alternativa, no explica los patrones de correlación entre estos

rasgos de historia de vida en los gemelos.

Se aplicó la fórmula Falconer (1989) para estimar las

heredabilidades univariadas y bivariadas. Esto se hizo utilizando sólo los

datos de los 309 gemelos dicigóticos del mismo sexo, para

comparabilidad máxima con los datos de 333 gemelos monocigóticos

necesariamente del mismo sexo, que se habían criado juntos al menos

durante los primeros 12 años de vida. La matriz de varianza-covarianza

genética que se obtuvo se modeló factorialmente. La Tabla 10 exhibe las

heredabilidades (h2) y las cargas factoriales genéticas que obtuvo el

Factor K Genético, el cual explicó el 61% de la varianza de sus escalas

constituyentes.

Tabla 10. Heredabilidad (h2)

Cargas en el Factor K

Calidad de la Relación Madre .42 .88 Calidad de la Relación Padre .51 .67 Calidad de la Relación Marital .42 .61 Calidad de la Relación Hijos .12 .91 Apoyo Familiar .37 .89 Altruismo Hacia Parientes .13 .75 Apoyo Amigos .31 .85 Altruismo hacia No Parientes .33 .88 Calidad de Relación Cercana .34 .82 Creencias Comunitarias .33 .99 Religiosidad .37 .50 Status Financiero .12 .74 Control de Salud -.03 - Agencia .41 .75 La Búsqueda de Consejo .14 .04 Planeación/Anticipación .55 .68 Perspicacia Hacia el Pasado .10 .76 Control Primario/Persistencia .43 .97 Reconsideración Positiva .65 .75 Autodirección/Planeación .39 .77

La Tabla 11, a su vez, muestra las heredabilidades (h2) y los pesos

factoriales genéticos que produjeron los indicadores del Factor de

Covitalidad Genético, que explicó el 85% de la varianza de las escalas

que lo constituyeron. La Tabla 12 incluye las heredabilidades (h2) y pesos

factoriales genéticos de los indicadores del Factor de Personalidad

Genético, el cual explicó el 55% de la varianza de sus escalas.

Tabla 11. Heredabilidad (h2)

Cargas en Factor Covitalidad Genético

Bienestar Subjetivo .41 .91 Afecto Negativo .35 -.92 Afecto Positivo .46 .89 Salud General .21 1.05 Síntomas Médicos .33 -.89

Tabla 12. Heredabilidad (h2)

Cargas en Factor Personalidad

Genético Apertura a la Experiencia .39 .67 Diligencia .40 .70 Extraversion .69 .91 Agradabilidad .55 .83 Neuroticismo .52 -.38

Se observan en la Tabla 13 las correlaciones genéticas

significativas, y muy altas, entre el Factor K Genético, el Factor de

Covitalidad Genético, y el Factor de Personalidad Genético. Por ultimo, la

Tabla 14 muestra las heredabilidades (h2) y cargas factoriales genéticas

de los indicadores del Factor Súper K Genético, el cual explicó el 82% de

la varianza en sus escalas constituyentes. La heredabilidad estimada del

Factor Súper K Genético en total fue de .68.

Tabla 13. Factor K Genético

Covitalidad Genético

Personalidad Genético

Factor K Genético 1.00 Factor Covitalidad Genético .69 1.00 Factor Personalidad Genético .78 .70 1.00

Tabla 14. Heredabilidad (h2)

Cargas en Súper K Genético

Factor K Genético .65 .92 Factor Covitalidad Genético .52 .86 Factor Personalidad Genético .59 .92

Sólo dos de las escalas del MIDUS probadas, Control de la Salud y

La Búsqueda de Consejo, no produjeron cargas salientes en el Factor K.

Control de la Salud tuvo un estimado Falconer de heredabilidad

negativo, el cual fue virtualmente igual a cero, por lo que no pudo

incluirse en el modelo factorial. La Búsqueda de Consejos produjo una

heredabilidad positiva pero muy baja y se estimó con un peso factorial

muy pequeño cargando en el Factor K. Todas las escalas del MIDUS que

conformaron los Factores Genéticos de Covitalidad y de Personalidad

produjeron heredabilidades positivas (no cero) y cargas factoriales

salientes, aunque algunas de esas cargas se dieron en la dirección

negativa esperada. Salud General tuvo un estimado de heredabilidad

Falconer fuera de rango, que fue virtualmente igual a uno. Sin embargo,

no es raro encontrar un peso factorial genético casi perfecto de Salud

General en el Factor de Covitalidad.

En lo general, los pesos factoriales genéticos fueron mayores que

las cargas factoriales fenotípicas. Pero más aún: los estimados de

heredabilidad para las escalas individuales resultaron ser substanciales,

pero los de los factores comunes genéticos fueron apreciablemente

mayores. Estos resultados sugieren que el mismo conjunto de genes

pleiotrópicos influye considerablemente en cada una de los rasgos de

historia de vida medidos. Este hallazgo respalda la hipótesis de que la

estrategia de historia de vida se encuentra predominantemente bajo el

control de genes regulatorios que coordinan la expresión de un conjunto

completo de rasgos de historia de vida. Se presume que se requiere el

control genético común para integrar estos elementos tácticos

individuales dentro de una estrategia reproductiva consistente

internamente.

La existencia hipotetizada de dichos genes regulatorios de orden

superior no descarta una interacción adaptativa con el ambiente. Es muy

probable que la expresión de estos genes regulatorios sea condicional, es

decir, que esté sujeta a disparadores ambientales. La selección natural y

sexual presumiblemente favorecería una suficiente plasticidad en el

desarrollo, controlando la estrategia de historia de vida para responder a

un conjunto de contingencias adaptativas presentes de manera

fehaciente en la historia de la evolución humana. Nuestros resultados

son consistentes con esta aseveración, ya que indican que una parte

substancial de la variación en los rasgos de historia de vida se encuentra

bajo el control del ambiente.

Con el fin de distinguir entre varianza ambiental verdadera y el

error de medición residual substrajimos la heredabilidad a partir de la

confiabilidad (medida con el alfa de Cronbach) de cada uno de los

indicadores de los Factores K, Covitalidad y Personalidad. La Tabla 15

muestra la ambientalidad total, que incluye tanto los efectos ambientales

compartidos como los no compartidos de cada uno de los indicadores

convergentes del Factor K en sensu stricto.

Tabla 15 Confiabilidad

(α) Ambientalidad

(α - h2) Calidad de la Relación Madre .83 .41 Calidad de la Relación Padre .87 .36 Calidad de la Relación Marital .95 .53 Calidad de la Relación Hijos .81 .69 Apoyo Familiar .74 .37 Altruismo Hacia Parientes .65 .52 Apoyo Amigos .84 .53 Altruismo hacia No Parientes .86 .53 Calidad de Relación Cercana .71 .37 Creencias Comunitarias .70 .37 Religiosidad .90 .53 Status Financiero .69 .57 Control de Salud .69 .72 Agencia .80 .39

La Búsqueda de Consejo .58 .44 Planeación/Anticipación .78 .23 Perspicacia Hacia el Pasado .66 .56 Control Primario/Persistencia .75 .32 Reconsideración Positiva .80 .15 Auto-Dirección/Planeación .75 .36

Las ambientalidades totales, con los efectos compartidos y no

compartidos de los indicadores convergentes del Factor de Covitalidad se

exhiben en la Tabla 16. Estos son algo más bajos.

Tabla 16. Confiabilidad (α)

Ambientalidad (α - h2)

Bienestar Subjetivo .72 .31 Afecto Negativo .88 .53 Afecto Positivo .91 .45 Salud general .70 .49 Síntomas Médicos .66 .33

La Tabla 17, que muestra las ambientalidades totales, con los

efectos ambientales compartidos y no compartidos de los indicadores

convergentes del Factor de Personalidad, son los más bajos, pero aún así

son mayores a cero. Aparentemente, los efectos genéticos predominan.

Tabla 17. Confiabilidad (α)

Ambientalidad (α - h2)

Apertura a la Experiencia .74 .35 Diligencia .58 .18 Extraversion .79 .10 Agradabilidad .81 .26 Neuroticismo .75 .23

Estos resultados señalan la existencia de un factor común latente

único, altamente heredable (el Factor K) que, tal y como lo predice la

teoría ecológica evolucionista, subyace tanto a las covarianzas fenotípicas

como a las genéticas en un amplio conjunto de rasgos de historia de vida

conductual y cognitivos. Adicionalmente, los resultados piloto indican

que el Factor K se asocia significativamente a un compuesto de

indicadores de salud mental y física (la “Covitalidad”); se correlaciona con

un factor general derivado de las “Cinco Grandes” dimensiones de la

personalidad, lo que quizá refleje las características percibidas de un

alto valor de pareja o a una pareja romántica “ideal”; y se asocia

significativamente a la relación que uno tiene con el propio padre

biológico y quizá a otras experiencias de la niñez. Aun más, estos

resultados indican que una porción substantiva de estas correlaciones

fenotípicas son de naturaleza genética.

La Relación de la Estrategia de Vida con las Conductas denominadas

“Problemas Sociales”

Para relacionar de manera más directa este trabajo con los datos

empíricos de la co-morbilidad de las conductas socialmente

problemáticas, que citamos previamente, llevamos a cabo otro estudio en

el que relacionamos explícitamente el Factor K con dicho complejo de

rasgos. Aplicamos una batería de cuestionarios que medían un conjunto

de constructor teóricos relacionados a una muestra de 35 estudiantes de

la Universidad de Arizona.

Usamos una versión corta de medición de la Conducta

Delincuente, la D-20, extraída de un conjunto mucho más amplio de

reactivos utilizados por Charles y Egan (en prensa). Tales datos fueron

usados para seleccionar los mejores reactivos, por medio de un “análisis

de extensión”, el cual inicia con las características esenciales más

comunes de la delincuencia, identificadas por un psicólogo forense

experimentado (el profesor Vincent Egan de la Glasgow Caledonian

University). Complementamos lo anterior con una medida revisada de

Conductas de Riesgo, basada en el Life Experiences Questionnaire (LEQ),

desarrollado originalmente por Zuckerman y Kuhlman (2000). Esta

medida muestreó conductas de riesgo en diversos dominios, incluyendo

ingestión de alcohol y de drogas, fumar, actividad sexual sin protección,

conducción punible, y apuestas. También creamos una medida depurada

de conductas impulsivas clasificando reactivos de diversos cuestionarios

ya existentes, como el Plan de Auto-Control (Rosenbaum, 1980), el

Cuestionario de Auto-Control (Rehm, 1988), y la Escala de Impulsividad

Barrett (Barrett, 1983) en dos listas compuestas de Conductas

Impulsivas (sensu stricto) y reactivos de Control de Impulsos,

respectivamente. Esto también produjo una medida separada de Control

de Impulsos, distinta de la de Conducta Impulsiva per se.

Posteriormente realizamos un análisis factorial de las medidas de

las Conductas Delincuentes, Conductas de Riesgo, y Conductas

Impulsivas. En las tres medidas encontramos que un factor común único

explicaba virtualmente el 100% de la varianza confiable. La Tabla 18

exhibe el patrón factorial de este constructo, al que denominamos Factor

de Riesgo, para ser consistentes con la teoría criminológica (Gottfredson

& Hirschi, 1990).

Tabla 18. Cargas en el Factor de Riesgo Conductas Delincuentes .90 Conductas de Riesgo .89 Conductas Impulsivas .69

Relacionamos este Factor de Riesgo con una medida reducida de

20 reactivos del Factor K, a la que le llamamos Mini K, basada en todo el

trabajo previo reportado para los indicadores convergentes de estrategia

de historia de vida. Encontramos que, como lo predice la Teoría de

Historia de Vida, el Factor de Riesgo se correlacionó significativa y

negativamente (-.49) con el Factor K. El Factor de Riesgo también se

relacionó significativa y negativamente (-.40) con la medida

independiente de Control de Impulsos, producida al clasificar reactivos

de los distintos cuestionarios pre-existentes. Además, como lo anticipaba

la teoría, el Factor K se correlacionó significativa y positivamente (.64)

con esta medida independiente y depurada de Control de Impulsos.

También creamos una medida depurada de Impulsividad

aproximadamente basada en los Siete Pecados Capitales, a la que

denominamos la escala de “Tentación de Jake.” Esta escala les requiere a

los participantes que estimen cuántas veces en las pasadas dos semanas

experimentaron la tentación de involucrarse en conducta impulsiva,

independientemente de que hayan o no actuado basado en esos

impulsos. Todas esas tentaciones eran conductas con beneficios a corto

plazo pero con costos a largo término.

La inclusión de esta escala nos posibilitó la construcción y la

prueba de un modelo lineal general para predecir conductas impulsivas,

de riesgo y delictivas, basándonos en los presuntos procesos oponentes

de impulsividad cruda y control de impulsos. Al correr un modelo lineal

general del Factor de Riesgo considerando como predictores a la

Tentación de Jake, el Control de Impulsos, y su interacción, obtuvimos

efectos principales significativos y opuestos de excitación e inhibición

conductual. No hubo, sin embargo, interacción estadística significativa

entre los supuestos procesos oponentes.

Además, el hacer esto nos permitió probar la validez incremental

del Factor K sobre el Control de Impulsos. Al agregar de manera

jerárquica el Control de Impulsos antes de agregar el Mini K en el modelo

lineal general, obtuvimos un efecto incremental significativo del Factor K,

por encima del de Control de Impulsos, al predecir el Factor de Riesgo.

Esto indicó que el Factor K tuvo efecto directo en el Factor de Riesgo, que

no fue mediado por Control de Impulsos. El Control de Impulsos

simplemente puede representar una característica más, entre otras, de

los individuos altos en K y podría correlacionarse de manera espuria con

el Factor K, al menos parcialmente. La mediación parcial es también

posible, aunque permanece un efecto directo residual del Factor K que

no lo explica enteramente un alto Control de Impulsos.

Dando un siguiente paso, probamos la validez incremental de

Control de Impulsos sobre el del Factor K. Al agregar de manera

jerárquica, en el modelo lineal general, el Mini K antes de Control de

Impulsos, de nuevo obtuvimos un efecto principal significativo pero no

un efecto incremental principal significativo de Control de Impulsos al

predecir el Factor de Riesgo. Lo anterior nos indicó que el Factor K

pudiera suprimir de manera directa las conductas impulsivas, riesgosas

y delictivas y que este efecto no es simplemente una influencia indirecta

del Control de Impulsos. El modelo de regresión más parsimonioso, que

incluía solamente la Tentación de Jake y el Mini K como predictores del

Factor de Riesgo explicó el 37% de la varianza. Los coeficientes

estandarizados de regresión de la Tentación de Jake (β = +.37) y del Mini

K (β = -.49) fueron estadísticamente significativos y de magnitud

substancial.

Este estudio confirmó que una estrategia de historia de vida alta

en K es un importante factor de protección contra el conjunto de

conductas sociales problemáticas interrelacionadas y se asocia con los

constructos teóricamente relevantes del control de impulsos.

La Teoría de Historia de Vida y la Neuropsicología

En los seres humanos, los lóbulos frontales son esenciales para el

control de impulsos, además son un factor central para el razonamiento

sintético (la combinación de ideas en un todo complejo), para el

pensamiento abstracto, y para la organización de conductas

independientes en el tiempo y en el espacio (por ejemplo, el habla, la

toma de decisiones, y la acción volitiva) (Goldman-Rakic, 1984; Davison,

Neale, & Kring, 2004). El daño a las áreas prefrontales causa una gran

variedad de problemas, incluyendo las dificultades con la planeación, la

formación, o la implementación de reglas y estrategias de

comportamiento. Los individuos con daño prefrontal también presentan

dificultades para inhibir su conducta, probablemente porque tienen

problemas al utilizar reglas sociales o auto-generadas para controlar sus

acciones (Reisberg, 2002). Adicionalmente, los pacientes con daño

prefrontal exhiben problemas específicos con el control de impulsos en

tareas tan simples como el aprendizaje en laberinto estandarizado.

Parece ser que un problema básico en dichas tareas es la imposibilidad

de cumplir las instrucciones de la ejecución. Por ejemplo, estos

individuos no atienden un timbre que señala un error, y continúan en la

trayectoria incorrecta provocando más y más señales de error. Esta

conducta de trasgresión de reglas desaparece espontáneamente después

de pocos ensayos, sólo para aparecer de nuevo en la siguiente tarea novel

(Canavan, 1983; Milner, 1964; Milner & Petredes, 1984).

La habilidad de controlar impulsos es fundamental en la mayoría

de las descripciones más importantes de la personalidad; mientras que

las dificultades con el control de impulsos son una de las características

consideradas en las descripciones de los desórdenes mentales (Moeller,

Barratt, Dougherty, Schmitz, Swann, 2001). Los niños con problemas de

control de impulsos a menudo presentan desórdenes de déficit de

atención, falta de atención, hiperactividad, desorden de

oposición/desafiante, o desorden de conducta infantil (American

Psychiatric Association, 1994, 1999). De manera semejante, los adultos

con problemas de control de impulsos frecuentemente muestran

desorden de personalidad antisocial, desorden de personalidad marginal,

o uso de sustancias tóxicas. También, las parafilias, la piromanía, la

cleptomanía y el desorden explosivo intermitente a menudo involucran

problemas con el control de impulsos (American Psychiatric Association,

1994, 1999).

La investigación teórica y empírica acerca del control de impulsos

converge en un conjunto de características cardinales: Involucramiento

muy rápido en conductas, falta de deliberación antes de la acción, e

incapacidad para considerar las consecuencias de dicha acción (Patton,

Stanford, & Barratt, 1995). La conducta impulsiva refleja una falta de

control inhibitorio, decisiones de corta latencia, mínima persistencia en

tareas, susceptibilidad al aburrimiento, y la búsqueda de sensaciones.

Los delincuentes son propensos a exhibir este conjunto, el cual predice

la reincidencia criminal (Craig, Browne, Beech, & Stringer, 2004). La

investigación neuropsicológica sugiere que las dificultades con el control

de impulsos reflejan una hipoactividad en la corteza prefrontal derecha

(Asahi, Okamoto, Okada, Yamawaki, & Yokota, 2004).

La literatura neuropsicológica y la de control de impulsos están de

acuerdo al reconocer que existen impedimentos de procesamiento de

información en los delincuentes. Ambas literaturas señalan déficit en

tres áreas: Funcionamiento ejecutivo en la corteza prefrontal,

procesamiento emocional ejecutivo en la corteza orbito-frontal (asociada

al sistema límbico), y procesamiento emocional en la amígdala. Cada una

de estas características es fundamental para el conjunto de emociones y

de conductas exhibidas en esta población (Blair & Frith, 2000).

Estos datos agregan una importante dimensión a nuestro

pensamiento acerca de las posibles causas del conjunto de conductas

que identificamos previamente en esta propuesta como rasgos de historia

de vida. Además, las similitudes entre muchos aspectos de este conjunto

y el comportamiento de animales no humanos con daño provocado

quirúrgicamente en partes específicas de su cerebro – que incluyen al

septum, el hipocampo, y la corteza prefrontal – llevan a muchos a

proponer que la impulsividad incrementada que se relaciona al un

funcionamiento disminuido de los lóbulos frontales y temporales es un

elemento clave en este conjunto (Gorenstein & Newman, 1980; Metcalfe

& Jacobs, 1998, 2000; Metcalfe & Mischel, 1999). Nosotros proponemos

que la coordinación de la estrategia de historia de vida provee las

funciones adaptativas definitivas detrás de los mecanismos cerebrales de

la impulsividad y el control de impulsos.

El presente trabajo predice que los resultados de las pruebas

neuropsicológicas estandarizadas puede ofrecer un perfil teórico e

idiográfico, clínicamente útil, de las personas que exhiben las

características del conjunto de rasgos arriba descrito. El perfil

neuropsicológico se diseña para caracterizar patrones cognitivos,

afectivos y conductuales que se conservan y que son producto de la

selección natural y sexual (que provee la material prima), las demandas

ecológicas (que elaboraron esa material prima), y las demandas

ambientales conservadas (que moldean la materia prima dándole la

forma que exhibe en una situación dada). Por lo tanto, el contraste entre

un perfil individual y los datos normativos les permite a los

neuropsicólogos determinar las fortalezas y las debilidades cognitivas de

cualquier persona. Este patrón de datos puede entonces utilizarse para

relacionar diferencias individuales con áreas específicas del cerebro. De

manera alternativa, estos perfiles se pueden usar para determinar las

necesidades actuales de nivel de cuidado o para diseñar intervenciones

intelectuales o psicológicas acordes con las necesidades específicas de

una persona.

Así pues, una batería neuropsicológica nos dota de un perfil

personal. La interpretación apropiada de una prueba neuropsicológica se

apoya en la presunción de que el cerebro es un órgano plástico que crece

de manera continua y que cambia en respuesta a sus programas

genéticos y a sus soluciones exitosas a los problemas de adaptación.

Conforme a esta presunción, el cerebro, así como la cognición y la

conducta que éste produce, contiene un conocimiento, tanto innato como

adquirido, acerca de sí mismo, del cuerpo físico y del mundo exterior.

Esta visión sugiere que, en las condiciones incontroladas de la vida de

un individuo, se combinan un programa genético específico y una

colección de experiencias, en patrones idiosincrásicos. Las

circunstancias únicas resultantes, a su vez, llevan a un patrón único de

rasgos cognitivos, afectivos y conductuales que caracterizan al repertorio

psicológico de una persona. El perfil neuropsicológico refleja ese

repertorio, así como el producto de algún daño cerebral específico. De

aquí se desprende que el uso de exámenes neuropsicológicos

estandarizados nos puede ayudar a entender los mecanismos inmediatos

de mediación de proceso por medio de los cuales el cerebro controla e

implementa el complejo de conductas que constituyen una estrategia de

historia de vida integrada y coordinada.

La aproximación teórica que asumimos, acoplada con los datos

empíricos descritos, predice que un individuo bajo en K mostrará un

perfil neuropsicológico indicador de pobre ejecución en pruebas sensibles

a funciones prefrontales y temporales (por ejemplo, planeación, “set

shifting”, memoria a corto plazo, y la habilidad de contextualizar o

reconocer y discriminar tanto situaciones físicas como sociales). En

contraste, esperamos ejecuciones que van de normales a superiores en

pruebas sensibles a funciones occipitales, parietales, y de la amígdala

(por ejemplo, percepción, control motor, emocionalidad).

Un Modelo teórico Integrado

Nuestro modelo teórico incluye cuatro constructos fenotípicos

principales: (1) Función Frontal, (2) Función de la Amígdala, (3) Función

Hipocámpica, y (4) Función Personal/Social. Se puede estimar el grado

de la función frontal a través de medidas de auto-regulación, trasgresión

de reglas, fluidez verbal, memoria de trabajo, construcción de bloques, y

funciones ejecutivas relacionadas. La estimación de la función

hipocámpica puede considerar medidas de cognición especial, memoria a

largo plazo, aprendizaje y memoria configural, y otras funciones

relacionadas con la contextualización y la discriminación de situaciones.

Se pueden lograr estimadores de la función amigdalina a través de

medidas de emocionalidad, condicionamiento, sensibilidad a estímulos

sociales positivos y negativos, y otros indicadores de rangos normales de

afectividad. Cada una de estas medidas constituye un indicador bien

validado del status funcional de dichas áreas cerebrales (ver, por

ejemplo, Kolb y Whishaw, 2004). Se pueden tomar datos de la Función

Personal/Social por medio de los indicadores cognitivos y conductuales

del Factor K previamente identificado en nuestros estudios previos,

incluyendo a las conductas individuales, familiares y sociales

relacionadas con la estrategia de historia de vida.

Decidimos enfocarnos en los lóbulos frontales y temporales por dos

razones. Primero, en los humanos, los factores que interfieren con la

función del lóbulo frontal producen un amplio rango de cambios

caracterológicos que incluyen modificaciones en la personalidad, la

atención autonoética, la memoria, el auto-control, el lenguaje, la

espontaneidad conductual, la planeación, la inhibición de respuesta, y la

conducta social y sexual. Los factores que interfieren con la función

temporal (fundamentalmente la hipocámpica) producen dificultades

profundas en la memoria a largo plazo, la cognición espacial, la

discriminación de situaciones físicas y sociales, y niveles extraordinarios

de estereotipia conductual y verbal. Los factores que interfieren con la

Función de la Amígdala involucran a la inhabilidad para “leer la mente”

(leer los estados de intención o emocionales de otros), la lectura de las

expresiones faciales de otros, la detección de consecuencias positivas,

negativas, o neutrales de las acciones de uno mismo, responder

emocionalmente a situaciones o estímulos físicos o sociales, y una

conducta social típica seriamente alterada. Segundo, existen razones

anatómicas para pensar que las interacciones entre estas áreas son

fundamentales para su funcionamiento normal (y por lo tanto, para la

conducta social normal). En los seres humanos varias sub-áreas de la

Corteza Frontal, el Hipocampo y la Amígdala se encuentran directa,

densa y recíprocamente interconectadas. La alteración de estas vías

produce síndromes de desconexión que pueden ir desde la insensibilidad

emocional a estímulos aversivos hasta dificultades para ajustarse a las

demandas sociales (o sexuales) en diversas situaciones (ver cualquier

buen texto introductorio de Neuropsicología). Dados estos datos ya bien

establecidos, existe poca duda de que cada una de estas áreas cerebrales

contribuye al funcionamiento social normal y cotidiano. Además, existe

también poca duda de que las variaciones en la manera en la que estas

áreas trabajan o se interconectan tienen efectos profundos en las

estrategias cognitivas y conductuales que una persona utiliza en su

historia de vida.

Por lo tanto, este modelo teórico integrado se basa en varias

hipótesis a prueba. Primero, esperamos que exista un conjunto común

de genes regulatorios aditivos y pleiotrópicos (los “Genes del Factor K”) el

cual será subyacente a los cuatro factores compuestos fenotípicos (ver

Figura 1). Segundo, esperamos que existirá un curva de

retroalimentación neuropsicológico con interacciones entre las Funciones

Frontal, Hipocámpica y Amigdalina (ver Figura 2). Tercero, anticipamos

que los tres compuestos fenotípicos neuropsicológicos mediarán de

manera parcial el compuesto fenotípico de Función Personal/Social o

“Factor K” (ver Figura 3).

Tomados de manera conjunta, estas hipótesis describen un

sistema de influencias causales que trazan la causalidad inmediata,

desde los genes hasta los rasgos de historia de vida cognitiva y

conductual del Factor K, pasando por la función neuropsicológica (ver

Figura 4). Aunque las interacciones anatómicas y funcionales entre la

corteza frontal, el Hipocampo y la Amígdala son altamente recíprocas,

hemos simplificado estas interacciones para ilustrar algunas de las

trayectorias causales que, predecimos, son importantes.

Figura 1. Efectos Pleiotrópicos de los Genes del Factor K

Genes del Factor K

Función Frontal

Función Amygdala

Función Hipocampo

Función Personal/Social

Figura 2. Relaciones Entre Funciones Cerebrales

Genes del Factor K

Función Frontal

Función Amygdala

Función Hipocampo

Función Personal/Social

Figura 3. Efectos Cerebrales en la Conducta

Genes del Factor K

Función Frontal

Función Amygdala

Función Hipocampo

Función Personal/Social

Genes del Factor K

Función Frontal

Función Amygdala

Función Hipocampo

Función Personal/Social

Figura 4. Modelo Estructural Completo

Recapitulación

Una idea fundamental que guía este modelo teórico integrado se

conoce como “consiliencia”. Edward O. Wilson (1998) y William Whewell

(1840) escribieron acerca de la consiliencia – la unificación del

conocimiento. Propusieron que los teóricos, los investigadores, y otros

pensadores integraran su base de conocimientos en el ánimo de entender

y explicar mejor una idea o un fenómeno natural. Como tal, el curso

óptimo para minimizar la incertidumbre causal implica una alianza

interdisciplinaria de esfuerzo científico. Pensadores en campos como la

antropología, la psicología, la biología, y la genética conductual

molecular no requieren ser “diversos” en su actuar sino, más bien,

debieran compartir el objetivo de sintetizar el conocimiento para crear

una plataforma común de información. Teniendo a la consiliencia en

mente y practicándola, utilizamos esta idea para guiar nuestro intento de

crear una unidad conceptual en la apreciación de causas proximales y

distales de la conducta humana coincide con la apreciación de historias

filogenéticas y ontogenéticas que permiten crear un todo conceptual y

basado en los datos.

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