Condiciones para asegurar oportuna y pertinentemente la Inclusión de estudiantes en situación de...
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Revista Interdisciplinar da Universidade Veiga de Almeida
ISSN: 14148846
Janeiro/Junho de 2015 – pág.62
Condiciones para asegurar oportuna y pertinentemente la
Inclusión de estudiantes en situación de discapacidad en la
Educación Superior
Aldo Ocampo González 1
Resumen Este documento analiza las problemáticas fundacionales del enfoque de educación inclusiva,
especialmente desde la consideración de sus dimensiones epistemológicas. Se observa un cierto
retraso y la oficialización de un saber pedagógico y epistémico incoherente con las demandas
para forjar un sistema de educación superior de tipo inclusivo, por sobre acciones
departamentales destinadas a promover un conocimiento oportuno en la materia. En un primer
momento, se analiza la evolución que ha tenido en el conteniente dicho proceso. Posteriormente,
se discute sobre el pseudo-estatus científico de la educación para todos, develando un modelo
del tipo pre-concebido. Finalmente, se otorgan algunas recomendaciones a implementar en este
nivel, mediante la definición de principios acordes a las demandas del tiempo actual,
reconociendo el desplazamiento del enfoque de inclusión hacia un enfoque de Educación Para
Todos, como espacio de re-significación sobre los dilemas y desafíos que sustentan las
necesidades sociales y políticas en este campo de análisis.
Palabras-clave: inclusión, discapacidad, dimensiones epistémicas, totalidad y
condiciones institucionales.
Abstract This paper analyzes the foundational problems of inclusive education approaches, especially
regarding its epistemological dimensions. We have observed some delay in their
implementation and the formalization of pedagogical and epistemic knowledge which is
inconsistent with the demands to build a higher education inclusive type system, considering
departmental actions to promote timely knowledge on the subject. At first, the evolution of this
process has been analyzed. Subsequently, the pseudo-scientific status of education for all is
discussed, unveiling a pre-designed type model. Finally, some recommendations are given to
implement at this level, by defining principles according to current demands, recognizing the
shift in focus towards an inclusive approach to education for all as an area of re-signification of
the dilemmas and challenges that underpin the social and political needs in this field of analysis.
Keywords: inclusion, disability, epistemic dimensions; total inclusion and
institutional conditions.
1 Doutorando em Ciências da Educação pela Universidad de Granada, Espanha. Mestre em Política
Educacional, Lingüística Aplicada e Integração Social de Pessoas com Necessidades Especiais..Diretor
do Núcleo de Investigação em Leitura Facilitada e Educação Inclusiva do Chile. Professor da
Universidade Los Leones - [email protected]
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Introducción
En los últimos años del siglo XXI, la educación2, heredera de un sin fin de
transformaciones ideológicas, estructurales y disciplinares, asume el desafío de ajustarse
a las demandas de la postmodernidad (Lyotard, 1989; Apple, 1993; Bauman, 2000). En
este contexto, gran parte de las naciones y estados a nivel mundial, concluyen sobre la
urgencia de gestionar e instalar sistemas educativos cada vez más igualitarios,
inclusivos, oportunos y pertinentes.
Numerosas investigaciones (Cornejo, Cruz y Reyes, 2012), sostienen, que éstos
marcos explicativos, se dirigen a problematizar al sujeto (Zemelman, 2011) que es
objeto de dicho re-posicionamiento (Maturana, 2000). Se instalan así, nuevas formas de
legitimación y de posibilidades en torno a un sujeto educativo hasta ahora silenciado,
homogenizado y escasamente visibilizado al interior del discurso pedagógico actual.
Esta visión, más próxima a las posibilidades reales de desarrollo de todos los
sujetos, nos invita a cuestionar, si efectivamente, el conocimiento teórico (Martín, 2006;
Glaser y Strauss, 1967) en materia de “educación inclusiva” (Vitello y Mithaug, 1998;
Unesco, 2009) y “educación para todos” (EPT) (Aniijovich, 2004; Pujolás, 2009), es
capaz de asumir el grado de eficacia que hoy adoptan la multiplicidad de necesidades
sociales, culturales y educativas (Dubet y Marttuccelli, 1998) que cruzan a gran parte de
las sociedades latinoamericanas en tiempos de exclusión.
Sin duda, reflexionar críticamente en torno a las matrices de sustentación
teóricas (Gorodokin, 2005) y a las nuevas perspectivas disciplinarias (Bourdieu, 1991)
que hasta ahora, vertebran el enfoque de educación inclusiva y educación para todos,
reconociendo, su débil desarrollo teórico y por tanto, un escaso e impreciso saber
epistémico (Cortasa, 2011) en la materia, nos invita a rediscutir la ciencia educativa en
el marco de la postmodernidad (Lyotard, 1989; Bauman, 2000). Si bien, este grado de
reconocimiento es fundamental para avanzar sobre los desafíos fundacionales del
2 En su génesis filosófica se describe como la capacidad de transformar al sujeto multidimensionalmente
en todas sus posibilidades, tensiones y oportunidades. El acto educativo como tal, sólo tiene sentido en la
consciencia de cada sujeto, por tanto la educación es una abstracción liberadora y emancipadora. El
marco promocional de la postmodernidad describe un sujeto social y educativo descentrado
discursivamente y la existencia de las prácticas culturales, políticas y sociales que lo inscribe. Es
recomendable cuestionar la eficacia de esta visión en su concreción práctica, sobre todo en la sala de
clases.
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enfoque, por sobre su objeto de desplazamiento teórico al interior de la ciencia
educativa postmoderna, requiere entonces, asumir una visión
del mundo que co-construimos en la investigación no son meros
relatos fantásticos o un discurso como cualquier otro, mientras que por
otra, reconoce la imposibilidad de plantear que el conocimiento refleja
una realidad de manera neutra, más aún si asumimos que este se nutre
de inquietudes ciudadanas, políticas e ideológicas de los
investigadores” (Cornejo, Cruz y Reyes, 2012: 254).
Esta orientación, nos invita a reconocer que la investigación en educación
inclusiva, no ha visualizado esta problemática como parte de un debate/consenso que
circunden oportunamente una reflexión epistémica (Lewin, 1970) por sobre una simple
declaración. Esto implica entonces, transitar desde una posible mirada socio-científica
cuyas creencias que las sostienen, en desdeño de una proximidad científico-discursiva
(Sen, 2010; Parilla y Susinos, 2013), que frecuentemente no ha supuesto los impactos y
consecuencia oportunas en la materia (Breuer 2003).
Asumiendo la necesidad de avanzar sobre los desafíos del nuevo siglo y,
reconociendo los desafíos de impulsar un paradigma de base (Scribano, 2000) que
oportunamente nos permita hablar de educación inclusiva y educación para todos;
especialmente, desde la oficialización de un conocimiento científico (Kunh, 1970;
Bachelard, 1980) cuyas dimensiones epistémicas (Vega, 2005, Cortasa, 2011) y extra-
epistémicas permitan oficializar su real posicionamiento e impacto al interior de las
ciencias de la educación en general.
Esta mirada, puede parecer extremadamente teórica, pero es necesaria, para
clarificar preguntas cruciales y básicas tales como: ¿qué enseñar?, ¿cómo enseñar? Y
¿para qué enseñar?, pues una de los mayores obstáculos que hoy enfrenta el modelo
inclusivo y de totalidad educativa, es justamente, avanzar en el levantamiento de
dimensiones y criterios que permitan que este enfoque ingrese a las aulas de cualquier
nivel educativo, desde una oportuna problematización curricular, didáctica y
evaluativa, por sobre las clásicas mediadas normalizadoras propuesta por los ajustes
(Slee, 1997; Barco de Surghi, 1989) y las adaptaciones (Puigdellívol, 2009).
El desafío es hoy, problematizar las instituciones, su enseñanza y promover
marcos comprensivos capaces de re-pensar las escuelas e instituciones de educación
superior (Endisci, 2004; Gibbons, 1998) de forma más coherente a los desafíos actuales
que cruzan y se materializan en la ciencia educativa actual. Todo ello, da cuenta de
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la ausencia de una reflexión epistemológica, hasta el énfasis
precisamente en la reflexión metodológica y epistemológica,
intentando hacernos cargo que la “realidad” que buscamos conocer no
es externa ni está dada de antemano a los procesos de producción del
conocimiento científico y que como investigadores estamos
implicados en estos procesos” (Cornejo, Cruz y Reyes, 2012: 256).
Resulta de este modo, necesario, asumir entre los posibles marcos referenciales
para el levantamiento de un sistema epistémico en materia de educación inclusiva
(Ocampo, 2014), integrar a esta discusión, la capacidad de las diversas y dispares
disciplinas científicas que explican la ciencia educativa actual, re-significando la
producción del conocimiento del cual somos parte y del que queremos llegar a ser,
como acción unificadora y cuántica (Morín, 2000) de la comprensión de la realidad. Se
abre de así una discusión del tipo meta-teórica respecto de la complejidad que implica la
capacidad de “buscar nuevas formas de entender el conocimiento, la relación entre
sujeto-objeto y su consecuente imaginería de la objetividad” (Cornejo, Cruz y Reyes,
2012: 256).
El desafío que se expone en este trabajo es contribuir a develar las tensiones
vigentes a la luz de la ausencia de un sistema de sustentación teórico/metodológico
como prerrequisito básico para describir un encuadre meta-teórico oportuno a esta
discusión. Por tanto, un giro en las formas de entender la producción y la circulación
científica en la materia, implica necesariamente, profundizar sobre el desarrollo trans-
ontológico (Dussel, 2000) que supone modificar el conocimiento científico de lo que
analizamos por sobre sus condiciones posibilitadoras (García Dauder, 2003), cuyo
precedente más importante es garantizar un mecanismos de transdisciplinariedad
epistémica (Popkewitz y Brennan, 2000) en la materia.
En un segundo momento, se analizan los procesos que en la actualidad orientan
la promoción de estrategias, acciones y políticas en materia de educación superior y
discapacidad. Se analizan los efectos de esta propuesta desde las acciones más
relevantes a nivel del continente. Se concluye sobre la necesidad de transitar de una
tendencia intuitiva centrada en la visión departamental de acciones específicas por sobre
un re-pensar los campos de desarrollo institucional y organizacional de toda institución
de educación superior.
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2. Consideraciones epistémicas y extra-epistémicas para una
Educación Inclusiva: algunas rupturas necesarias
Cada vez más, el enfoque de educación inclusiva y de educación para todos,
demuestran un atractivo relevante para resolver los dilemas de múltiples sociedades
latinoamericanas. Este grado de aceptación, especialmente, desde la propuesta
instaurada por la Unesco (2000, 2004, 2009), devela el asentamiento de un conjunto de
huellas enunciativas, que progresivamente, han comenzado a ser analizadas en mayor
profundidad por múltiples disciplinas científicas que coadyuvan en el desarrollo de la
ciencia educativa actual.
Se devela así, según Parrilla y Susinos (2013) un conocimiento en construcción
y evolución, que ha comenzado a ser tensionado, especialmente, por el reconocimiento
de múltiples obstáculos destinados a asegurar un obstáculo científico (Thomas y Loxley,
2007; Ocampo, 2014) oportuno en esta materia.
Estas y otras tensiones, nos invitan a analizar detalladamente, cuáles son las
representaciones epistémicas (Marcková, 2006) que vinculan éstos planteamientos con
los posicionamientos más relevantes para promover un marco de conocimiento situado
(Cornejo, Cruz y Reyes, 2012) cada vez más oportuno que integre etas y otras
cuestiones como parte de las características más imperiosas de la educación en general (
Ocampo, 2014); remitiendo todo este análisis a la capacidad de “aterrizar estas
búsquedas epistemológicas a la práctica de investigación que tiene por objetivo
construir críticamente los conocimientos que nos constituyen” (Cornejo, Cruz y Reyes,
2012: 259). Todo ello, nos invita a interrogarnos: ¿por qué avanzar sobre una discusión
paradigmática en materia de inclusión? y ¿qué sustancias meta-teóricas son precisas
para promover este marco de comprensión en la construcción de saberes pedagógicos
oportunos en la materia?
La producción discursiva (Van Dijk, 1987; Pêcheux, 1983) y sus condiciones de
producción (Follari, 2008) en materia de inclusión educativa, contribuyen a evidenciar
según Benveniste (2007) que las huellas de enunciación sobre las que estas se vertebran,
oscilan más allá de un discurso sin sujeto y sin ideología (Pêcheux, 1975). Esta
oscilación, demuestra la confirmación y presentación de un sistema de universalización
análoga que hoy gran parte de las sociedades latinoamericanas siquiera han discutido,
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de modo que, abordar un sistema de construcción epistémica en materia de educación
inclusiva, implica sin cuestionamiento alguno re-fundar su práctica (Montenegro y
Pujól, 2003) y dejar que su voz se oiga y sus transformaciones tengan cabida en el
marco de los desafíos operacionalizables de la ciencia educativa en sus diversos marcos
de concreción.
De acuerdo con McLaren y Kincheloe (2008), se constata un campo de
producción hegemónica que ha progresado rápidamente en lo teórico y en lo discursivo,
volviéndose irreductible en sus diversas formas ingreso a prácticas concretas y a las
vidas concretas de las aulas. Se requiere entonces, establecer una relación triangular
entre las posibilidades de transformación que dan lugar a los sujetos, contextos y
prácticas y, los sistemas de proposiciones narrativo-científicas que construyen y
delimitan su oficialización en la realidad concreta a intervenir, especialmente, desde un
saber discursivo construido/modificado a lo largo de su historia (Orlandi, 2012).
Fundacionalmente, el enfoque de educación inclusiva y su desplazamiento en
tránsito hacia un modelo pre-paradigmático de educación para todos, justifica su
desarrollo discursivo sobre “la existencia de una realidad opresora producto de ciertas
condiciones históricas y prácticas sociales donde los problemas sociales son vistos
como producto de las relaciones sociales asimétricas presentes en la sociedad”
(Montenegro y Pujól, 2003: 297), especialmente del tipo marxistas y neomarxistas.
Bajo estos dilemas, la condición postmoderna descrita por Lyotard (1989),
contribuye a poner en alerta la capacidad de desconstruir y des-fundamentar, sin destruir
la actividad científica que hasta ahora se va venido oficializando como parte de
conocimiento científico construido en materia de educación inclusiva. Por su parte, la
naturaleza científica de las ciencias de la educación y la necesidad de
trasnsdiciplinariedad en su gestión, develan un sistema de neutralidades escasamente
inocentes capaces de reconstruir criterios meta-teóricos para esta discusión naciente y
evolución. Entonces, la preguntas serían: ¿de qué inclusión hablamos hoy?, ¿qué efectos
supone vincular el constructo de inclusión en el marco de gestión de la educación
superior y la discapacidad? o ¿es bajo esta vía la solución?
Antes de concluir esta reflexión inicial, es importante reconocer que gran parte
de las perspectivas participativas en esta investigación escasamente promociona una
solución al problema y a sus efectos en la realidad social y educativa. Por tanto, es
relevante incorporar aquellas categorías en situación de exclusión (Follari, 2008) y que
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potencialmente, pueden contribuir a comprender más cabalmente estos dilemas en el
marco de las relaciones de sentido (Arroyo, 1997) y sus representaciones susceptibles
de problematización (Ocampo, 2014). Todo esto, apuesta por una pedagogía analéctica,
es decir, de la liberación.
En la actualidad, los procedimientos de sustentación que describen el enfoque
pre-construido y en desarrollo asociado al modelo de Educación Inclusiva, dedican un
especial análisis a los lugares de los sujetos y a sus posiciones. Por lo que develar las
matrices disciplinarias que vertebran su construcción de conocimiento en el marco de
sus dificultades y de sus posibilidades de intervención (Foladori, 2008) han sido objetos
escasamente profundizados.
Montenegro y Pujól (2003), recomiendan que es necesario ante todo sistema de
construcciones y desconstrucciones en materia de epistemologías subalternas o
emergentes (García Selgas, 2001), como es el caso de una construcción epistemología
sobre educación inclusiva, es importante demostrar
una actitud crítica hacia el conocimiento dado por sentado, valorar la
especificidad histórica y cultural del conocimiento; entender que el
conocimiento es sostenido por los procesos sociales; y, que las
descripciones o construcciones del mundo sostienen algunos patrones
de acción social y excluyen otros (Montenegro y Pujól, 2003: 299).
A esto podemos agregar, que gran parte de las demandas sociales, educativas y
culturales de la región, demuestran una preocupación constante por desarrollo espacios
sociales y educativos cada vez más inclusivos, universalistas (Dussel, 2000) y capaces
de permitir sin distinción alguna (Bourdieu, 1991), que sus ciudadanos ejerzan
libremente sus derechos básicos, entre ellos, el derecho en la educación (Tomasevski,
2009), es decir, el ejercicio consciente al interior de un conjunto de condiciones que
garanticen dicho ejercicio.
Esta visión aportada por Tomasevki (2009), nos invita a observar detenidamente,
cuál es el tratamiento sobre el objeto y concepción del derecho que gran parte de las
sociedades latinoamericanas hoy discuten. Tradicionalmente, la concepción centrada en
el “derecho a la educación”, plantea la capacidad de los sistemas educativos para
promocionar la accesibilidad (Uneso, 2009), esto es, garantizar el ingreso a todas las
personas en los diversos niveles del sistema educativo en general.
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Esta perspectiva, vigente en sus discusiones y tensiones, contribuye a visibilizar
en las ciencias de la educación, la existencia de múltiples sistemas de relegamiento,
segregación y exclusión. Esta discusión, avanza a las ciencias sociales y es avalada por
la teoría de la justicia social, mediante el reconocimiento de múltiples formas de
violenciación3 (Kaplan, 2007) que eran parte, especialmente, personas en situación de
discapacidad (Barton, 1998). Bajo esta perspectiva, se promociona el levantamiento de
múltiples códigos de ordenación (Foucault, 1998), cuyas oscilaciones discursivas
tienden a promover el ejercicio de los derechos de tales colectivos en la educación y en
otras áreas de la vida social. Se inicia entonces, el movimiento por la integración
(García-Pastor y Naicker, 1998) en nuestro continente, justificado bajo el discurso de
inclusión. He aquí la primera acción de incomprensión epistémica, interpretados como
actos parciales de justicia social e inclusión.
Sociológicamente, autores como Kaplan (2007) y Dubet (2012), reconocen que
el enfoque de integración (social, laboral y educativa) de personas en situación de
discapacidad, ha supuesto un avance significativo en el ejercicio de ciertos derechos. La
pregunta es: ¿por qué en esta construcción siempre ha sido desde un nosotros sensible y
no desde sus principales sujetos parlantes? Asumir entonces, la compleja relación entre
educación superior y situación de discapacidad, es re-pensar la institucionalidad y sus
materialidades, bajo criterios que aseguren oportunamente su ingreso, participación y
egreso de todos los niveles del sistema educativo en general, con especial énfasis, en el
tramo de educación superior.
Pensar la inclusión de estudiantes en situación de discapacidad en la educación
superior, representan una transformación ideológica necesaria, pero a su vez, peligrosa
sobre el destino social de los mismos. Una primera tensión, es reconocer que la
accesibilidad debe ser complementada por la perspectiva de aceptabilidad de los
derechos en la educación. Esto es, sentar condiciones institucionales, organizacionales,
curriculares, formativas, didácticas y culturales capaces de asumir la discapacidad como
una estrategia de potenciación y reivindicación social capaz de re-significar a todos sus
ciudadanos y no, como un sistema de innovación más.
El desafío es hoy, garantizar condiciones institucionales (Ocampo, 2012;
Foladori, 2008; Echevarría, 2005) capaces de promocionar espacios de aceptabilidad
que oportuna y pertinentemente permitan problematizar y ampliar la idea de “inclusión
3 Especialmente, violencia simbólica.
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de la discapacidad” en este nivel (Barnes, 1990). Si inocentemente, aceptamos, esta
problemática como parte de un sistema de innovaciones más, no estaríamos cumpliendo
con la necesidad de gestionar nuevas oportunidades (Dubet, 2012) que efectivamente
contemplen al sujeto y a sus posibilidades. Según esto, McLaren y Kincheloe (2008),
afirman “el hecho de mantener en el plano de lo individual o de la parcialidad de las
instituciones la justicia social, la inclusión y la igualdad no crea ningún poder en sus
diversos niveles de concreción” (McLaren y Kincheloe, 2008:124).
Resulta burdo pensar la inclusión únicamente desde la discapacidad, pues
desarrollar sistemas universitarios bajo esta orientación, nos invita sin cuestionamiento
alguno a reconocer que no hemos hecho nada por nuestros pueblos indígenas (Soto,
2014). El desafío esta en avanzar sobre la actualización discursiva (Bertoldi y
Vercellino, 2010) que sustenta el enfoque y sus implicancias de concreción práctica,
puesto que estos dilemas no se estructuran bajo una ilusión referencial de análisis
(Orlandi, 2012).
Finalmente, es necesario reconocer que hoy, el carácter de las necesidades y
demandas sociales, culturales, políticas y económicas en materia de educación, avanzan
rápidamente por sobre un modelo de desplazamiento que evidencia un cierto retraso
desde el enfoque de inclusión para asumir estos desafíos (Ocampo, 2014). Este
desplazamiento sobre el objeto teórico y metodológico que explica la vigencia del
enfoque de inclusión y de educación para todos, representa un desafío relevante,
respecto de las trasformaciones estructurales que hoy, se discuten en materia de
educación.
Es importante reconocer la evolución que hoy, adopta el enfoque educación
inclusiva, especialmente, desde la necesidad de instaurar un sistema de universalización
que promociona la categoría de totalidad sin cuestionamiento alguno. Estos desafíos
más epistémicos y trans-ontológicos son fundamentales para avanzar hacia el desarrollo
oportuno de esta discusión
El reto, está, en la gestión de respuestas a estas y otras cuestiones, desde un
enfoque de Educación Para Todos (EPT). Sin duda, esta visión más circular y trasversal,
contribuye a tensionar la categoría de totalidad (Dussel, 2000) desde un enfoque
legitimador de la heterogeneidad humana, pues nos enfrenta a un modelo social y
educativo del tipo trans-ontológico que hoy siquiera hemos visualizado en este lado del
mundo, especialmente en respuesta a Otro u Otra (Levinas, 2000).
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El enfoque de educación inclusiva, no puede ser interpretado como una
posibilidad real y esperanzadora (Kaplan, 2006), si lo situamos únicamente desde la
situación de discapacidad, pues esta dinámica del tipo pseudo-inclusiva, resucita así, un
interés incesante por la normalidad educativa. Sapon-Shevin (2013), señala que esta
definición de educación inclusiva resulta extremadamente restrictiva. El desafío es hoy,
avanzar sobre el desarrollo de un sistema epistemológico capaz de articular
coherentemente un modelo paradigmático en la materia (Ocampo, 2014).
Es así, que durante la primera década del nuevo milenio, gran parte de las
orientaciones en materia de promoción de políticas públicas y educativas destinadas a
operativizar el ideal inclusivo en el seno de sus sociedades, lo definen preferentemente a
partir de los constructos de discapacidad (Barton, 1998; Barbalet, 1993), diferencia
(Foucault, 1998; Levinas, 2000; Skliar, 2008) y diversidad (Geertz, 1999; Unesco,
2009; Ocampo, 2012), lo cual, tiende a naturalizar y neutralizar el potencial que la
inclusión representa frente a los desafíos del nuevo siglo y particularmente, en el marco
de problematización epistémica de una posible pedagogía de la inclusión.
Resulta curioso, por decirlo menos, que el principal paradigma rector de la
educación del siglo XXI, demuestre un cierto grado de incoherencia paradigmática, en
cuanto al saber pedagógico4 (Schwab, 1969; Rodríguez Diéguez, 1985; Shulman; 1993)
y epistémico (Villoro, 1989; Zemelman, 2011) fundamente que lo explica (Ocampo,
2014), especialmente; por sobre las condiciones en que este saber está justificado o no,
es decir, corresponde o no a la realidad y a sus dilemas.
La estructura discursiva (Van Dijk, 1987; Pêcheux, 1983; Orlandi, 2012) que
sustenta el paradigma de inclusión en el discurso pedagógico actual, devela una suerte
de naturalización encubierta sobre las formas de presentación e interpretación que
históricamente se ha hecho sobre la diversidad5 en la estructura educativa, sentando un
precedente relevante, sobre las formas de entender estos fenómenos a la luz de la
supuesta igualdad de oportunidades en el marco promocional de re-significación propio
de una sociedad post-moderna.
4 Conjunto de eventos discursivos que describen la experiencia del docente al interior de su acción
cotidiana. 5 Propiedad connatural e intrínseca a la humano y por tanto, a la experiencia educativa. La diversidad no
es una propiedad a negar, no debe ser asumida como una propiedad negativa que demarque una situación
de inferioridad social, tampoco debe constituir supuestos cuerpos de visibilización de grupos vulnerados
histórica y políticamente de la estructura social y educativa.
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Por tanto, la necesidad es hoy, avanzar hacia la consolidación de una
problematización paradigmática (Kuhn, 1970) oportuna en materia de educación
inclusiva, especialmente en sus dimensiones ontológicas (Marková, 2006) y
epistemológicas estructuradoras de sus campos organizativos, curriculares, didácticas y
evaluativas. El desafío es hoy, avanzar estratégicamente sobre el relevamiento de
dimensiones epistémicas y extra-epistémicas que oportunamente, superen la
fragmentación epistémica y pedagógica que el enfoque de inclusión y educación para
todos devela hoy (Ocampo, 2014).
Contribuir a sentar las bases de un posible modelo paradigmático en materia de
educación inclusiva, implica romper aquellas concepciones y explicaciones que asumen
la diversidad y la diferencia como objeto central de esta discusión. Abogar por una
pedagogía de la diferencia significa perpetuar un diálogo y un discurso que
históricamente no ha tenido cabida en los sistemas educativos latinoamericanos, puesto,
que la diferencia como construcción social asume un sentido práctico (Bourdieu, 2000)
que resta gramatical y semánticamente a la diversidad su potencial.
Pensar una pedagogía de la diferencia, nos enfrenta a un cuestionamiento
constante sobre los reales efectos de transformación o estancamiento que esta visión
aporta a la ciencia educativa actual. Esta mirada sobre la diferencia y lo diferente
(Dubet y Marttuccelli, 1998), requiere un análisis más profundo y detallado sobre las
matrices de sustentación que lo avalan (Glasser y Strauus, 1967), pues, pensar una
posible pedagogía de las diferencias no requiere visibilizar su objeto de estudio a parir
de los clásicos sujetos sociológicos en situación de exclusión (Bourdieu, 1991; Castell,
2004), sino que apostar por un nuevo sistema de alteridad, por una pedagogía de la
mismidad (Skliar, 2008).
La educación del nuevo siglo requiere urgentes transformaciones capaces de
abordar la complejidad del tiempo actual. Sería impensado intentar construir una
auténtica pedagogía para “todos” sin reconocer la imprecisión del estatus científico en
materia de educación inclusiva y el creciente desfase teórico en materia de ciencias de la
educación capaz de problematizar la realidad educativa oportunamente a los
requerimientos del mundo actual y desde las limitaciones que la ciencia educativa hoy
nos ofrece en este contexto.
La educación inclusiva y el enfoque pedagógico de las diferencias, tiene su
génesis en un paradigma de base denominado como modernidad (Marková, 2006). La
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modernidad como objeto de estudio de las ciencias sociales representa el objetivo típico
de la acción social, es decir, contribuir a poner en tensión el estudio de la realidad
mediante la observación de múltiples sistemas de vulnerabilidad y violenciación
(Sennett, 2000; Kaplan, 2007). Resulta entonces, interesante, reconocer la “matriz
disciplinaria” que sustenta actualmente el paradigma en desarrollo y construcción,
asociado al enfoque de educación inclusiva. Es necesario superar “las relaciones
primarias y configurar modalidades altamente abstractas de vinculación” (Follari,
2007:112) entre éstos y otros caracteres, que vertebran las creencias pre-científicas y,
representan las matrices de interpretación pseudo-científicas como parte de su
paradigma de base.
Filosóficamente, autores como Tejeda, (1998), Soto, (2000) y Dussel, (2004),
describen la modernidad como una máquina productora de alteridades, destinadas a
visibilizar al Otro y la Otra (Levinas, 2000) como parte de un encuadre común del que
nunca más allá del discurso fueron y serán parte. Un ejemplo de ello, son las clásicas
discusiones que la interculturalidad (Soto, 2014) ha sentado en materia de legitimación
del mundo indígena, especialmente en Latinoamérica.
Hasta aquí, se reconoce que el principal obstáculo que expone el enfoque de
educación inclusiva y su modelo de desplazamiento teórico, se debe a la ausencia de un
modelo de sustentación epistemológica, cuyas dimensiones y unidades de análisis, en lo
referido a sus representaciones epistémicas (Marková, 2006), adoptan un carácter del
tipo hibrido y pre-construido, debido al carácter holista de sus teorías (Follari, 2007),
contribuyendo a recortar sus espacios de interpretación. Esta mirada “impide que
puedan mezclarse indiscriminadamente entre sí como si la remisión de ellas al mismo
objeto real (supuesto en nuestro caso) autorizara que se las ubicara en relación con
idéntico objeto teórico” (Follari, 2007:114).
El desarrollo actual de la educación inclusiva en el nivel de educación superior
(Ocampo, 2012, 2013, 2014; Molina, 2007), ofrece un conjunto de transformaciones,
especialmente ideológica, que promoción cierta subjetividad idealizada (Calvo, 2008;
Iguacel, 2014) respecto de la gestión de la igualdad de oportunidades que intentan
evidenciar. De este modo, establecer una relación entre educación superior y situación
de discapacidad, implica reconocer los efectos que esta complejidad aporta a la valía
social de nuestros estudiantes. Particularmente, se reconoce que la educación es un valor
en sí y que todos los ciudadanos deben beneficiarse al máximo de ella (Dubet, 2012).
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Al respecto, este autor afirma,
la escuela no es igualitaria más que en la medida en que ella genera
unidad y garantiza que todos los alumnos, incluidos los menos
favorecidos, adquieran un bagaje mínimo de contenidos. Es así como
reasegura las posiciones: ofrece a todos la dignidad escolar a la que
cada miembro de la sociedad tiene derecho (Dubet, 2012:26-27).
En definitiva, asumir la complejidad de gestionar sistemas de educación superior
que posibiliten el ingreso, la participación y el egreso efectivo de colectivos de
estudiantes cruzados por la situación de discapacidad, representa un punto clave para
avanzar hacia un modelo trans-ontológico. Por sobre el levantamiento desacertado de
una matriz disciplinar (Salvador, 1999) cuyos cuestionamientos, formatos y modos de
trabajo efectivamente problematicen al sujeto y sus posibilidades reales, más allá de
acciones destinadas a normalizar y encauzar entornos y contornos especializados a
ciertos déficit.
La matriz disciplinar que Salvador Mata (1999) menciona, nos invita desde el
trabajo epistémico y sus diversas formas de representación del saber científico,
reconocer que a la fecha, gran parte de las orientaciones en materia de discapacidad y
universidad, han vuelto a posicionar la categoría de normalidad y déficit como parte de
un discurso prometedor. A esto se agrega, la discusión sobre la valorización de la
diversidad, quedando significada gramatical y semánticamente desde la diferencia, en
tanto, normalizada. Se reconoce entonces un modelo de innovación que hasta ahora, ha
legitimado la organización de grupos de estudiantes presuntamente homogéneos
(Iguacel, 2014; López Melero, 2010).
Desde un enfoque de derecho, la educación especial entra en crisis, pues debe
abandonar aquellas visiones funcionalistas que la fundan, por sobre un modelo de
desarrollo social destinado a cuestionar la categoría de totalidad descrita por Dussel
(2000), bajo el marco de Educación Para Todos (EPT).
Si bien, el tratamiento de las necesidades sociales y educativas, hoy requieren un
tratamiento de lo inclusivo, se hace necesario observar el desplazamiento discursivo
más próximo al modelo de educación para todos. Se reconoce una vez más, la ausencia
de un sistema de sustentación teórica y metodológica capaz de debatir, cuestionar y re-
construir sus desafíos fundacionales en concordancia con los desafíos actuales en
materia de educación.
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Esta evolución, significativa en la evidencia de nuevas necesidades y nuevas
formas de presentación de las ya clásicas formas de injusticia social, nos invita a
reconocer el avance de las contribuciones teóricas en la materia, asumiendo un desfase
atemporal en cuanto al tratamiento del objeto esto se requiere, deveando un sistemas de
contribuciones provisionales y en construcción.
La oportunidad para avanzar sobre los desafíos del enfoque, residen en la
capacidad de analizar “las dificultades para generalizar un enfoque verdaderamente
inclusivo en el ámbito de la educación son de orden epistemológico y de orden
pragmático” (Parrilla y Susinos, 2013:3). De modo que, apostar por contribuir un
sistema de enunciación (Benveniste, 2007) sobre un posible sistema de construcción
ontológicas y epistemológicas en la materia, implica necesariamente reconstruir
criterios y aclarar significados que científicamente sean oportunos a esta discusión en la
ciencia educativa en general.
Follari (2008), sostiene al respecto que tal grado de indeterminación corresponde
a la superficialidad con la que hemos tratados cada una de sus especializadas y sus
límites discretos entre disciplinas afines y otras no tan afines. Esta indefinición de los
límites y la escases de observación reflexiva por la parte de la comunidad científica en
materia de educación inclusiva y educación para todos termina agravando los límites y
las limitaciones reales sobre la realidad de esta visión paradigmática. Entonces, lo
relevante serpia considerar las modalidades de abstracción que justifican y vinculan
tales discusiones, las que se materializa en discursos diferentes que se ignoran
mutuamente y raramente dialogan entre sí (Parrillas y Susinos, 2013:90).
La desnaturalización de su estatus científico, debe recoger en sus modelos
explicativos y en sus principales marco analíticos que
cada material exige que su analista, de acuerdo con la pregunta que
formula, movilice conceptos que otro analista no movilizaría, frente a
sus otras preguntas. Un análisis no es igual a otro porque moviliza
conceptos diferentes y eso tiene resultados cruciales en la descripción
de los materiales. Siendo así, el mismo analista, formulando una
pregunta diferente, también podría movilizar conceptos diversos,
realizando distintos recortes conceptuales (Orlandí, 2012: 33).
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3. ¿Qué condiciones pueden asegurar la participación oportuna y
pertinente de estudiantes en situación de discapacidad en la educación
superior?
Pensar en la instalación de condiciones y criterios destinados a promover
oportuna y efectivamente la inclusión de estudiantes en situación de discapacidad en la
educación superior, representa un desafío relevante para la gestión de estrategias
pertinentes adecuadas a este nivel. A la fecha, múltiples instituciones de educación
superior en gran parte de la región6, han impulsado acciones destinadas a promover la
inclusión de estudiantes en situación de discapacidad al interior de este nivel, lo que
representa un avance cualitativo relevante respecto del objeto que se busca re-significar.
Se visualiza así, el surgimiento de nuevas bases legales destinadas a
operacionalizar el derecho de ingreso y participación, las que en su mayoría se inspiran
en la Convención Internacional de Derechos Humanos (1948) y en la Declaración
Mundial de Educación Superior en el siglo XXI (1998)7, impactando en el diseño y
creación de unidades departamentales destinadas a satisfacer las necesidades formativas
de estudiantes en situación de discapacidad.
6 Se refiere a los casos de México, Argentina, Chile, Brasil y Uruguay dentro del período comprendido
entre los años 2007-2014. En el caso de Chile, la problematización en torno a la relación entre
Universidad y Discapacidad, existe desde hace más de una década con el programa PIANE de la
Pontificia Universidad Católica de Chile. En junio de 2011, el Servicio Nacional de la Discapacidad,
organiza la primera reunión amplia que sienta las bases para la gestión y organización de un conjunto de
redes distribuidas a nivel nacional. A la fecha, han sido realizados más de 15 eventos en la materia en
todo Chile, sin embargo, el nivel de discusión, no logra impactar en la articulación de un proyecto
coherente con las necesidades del nivel, esto es, transitar desde un modelo de ciertas flexibilizaciones o
programas departamentales, por sobre un modelo universitario de corte institucional para abordar en sus
estructuras y dinámicas la gestión de este paradigma. El avance en materia de políticas públicas,
corresponde a la oficialización de sistemas de becas, oficializadas desde 2011. De acuerdo a las
experiencias latinoamericanas reportadas para este documento, se observa un contexto similar en las
naciones mencionadas, lo que nos invita a gestionar directrices capaces de re-significar en lo político,
formativo y social, un proyecto de ciudadanía con alcance en todos sus ámbitos. 7 Documento oficializado en octubre de 1998 por la Unesco. Su propósito consistía en hacer cumplir el
párrafo 1 del artículo 26, correspondiente a la declaración universal de derechos humanos,
promocionando que el acceso a la educación superior ha de ser igual para todos, considerando los méritos
respectivos. Si bien, esta concepción, centra su reflexividad sobre la dimensión del derecho "a" la
educación, es decir al ingreso, mientras que el problema mayor no reside únicamente en los sistemas de
ingreso sino que en las particularidades de cada contexto formativo. Por lo que el desafío de abordar la
compleja relación entre discapacidad y universidad, depende de la observación reflexiva sobre el derecho
"en" la educación, es decir, en la capacidad de disponer de mecanicismo y lineamiento estratégicos-
situacionales destinados a modificar los posicionamientos de cada sujeto respecto del derecho que desean
ejercer.
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Otro factor clave, reside en el levantamiento de políticas institucionales
destinadas a regular al interior de dichas comunidades académicas la participación de
dicho colectivo. Resulta relevante cuestionar la efectividad de dichas medidas como
parte sustancial de la redefinición de un modelo teóricamente pre-concebido.
De cierto modo, estas acciones demuestran un avance relevante en la materia,
pues comienzan a construir las bases de una forma de gestionar las universidades en
relación a las demandas de nuestro tiempo, pero se reproduce en sus dinámicas y
procesos organizativos, curriculares, formativos e institucionales un modelo
escolarizante, constituyendo así, una innovación que requiere modificaciones
esencialmente en la evaluación de la calidad de su respuesta educativa8 y en la
instalación de condiciones de calidad oportunas a las demandas que vinculan las
necesidades éticas, políticas y culturales del mercado laboral, el modelo social y el rol
que desempeñan las instituciones de educación superior en el marco de la post-
modernidad.
Se incluye así, la necesidad de considerar los efectos de estas acciones sobre el
destino social del estudiantado, pues a la fecha, es fuente de omisión en gran parte de la
literatura científica a nivel nacional e internacional.
Desarrollar sistemas universitarios de base inclusivos, significa no sólo prestar
atención a las condiciones de regulación que viabilizan la dis-capacidad como escenario
de transformación ideológica al interior del mimo. Sino que, enfrenta a los sujetos y a
sus idearios institucionales, hacia la sistematización de condiciones estratégico-
situacionales, destinadas a problematizar este fenómeno, mediante indicadores y
dimensiones crítico-participativas que permitan gestionar oportunamente los sistemas
de ingreso e instalar un modelo de participación y egreso coherente con los desafíos del
medio laboral.
La formación profesional del siglo XXI, nos invita a cuestionar los imaginarios e
imperativos éticos, que bajo el modelo esperanzador de la inclusión de personas en
situación de discapacidad, se desprenden; invitándonos a cuestionar la incidencia de
8 Ver instrumento EBAPI, creado por Ocampo, 2014. Escala para evaluar la "calidad" de la respuesta
educativa a estudiantes en situación de discapacidad en la Educación Superior. Se coloca entre comillas el
concepto de calidad, pues se ofrece un marco interpretativo destinado a comprender dicho concepto desde
un parámetro ideográfico y basado en los mecanismos de autorregulación de la institución y de su
enseñanza, en base a un criterio de redefiniciones intra-organizacionales, apuntando a un concepto
multidimensional.
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dichas estrategias en las trayectorias que condicionan la vida social y la vida social
universitaria de quiénes se encuentran cruzados por alguna situación de discapacidad.
Son los imaginarios institucionales (Navia, 2006; Foladori, 2008), los que
deberán cuestionar el papel de las denominas oportunidades, respecto de la
maximización y potenciación de todas las competencias necesarias y requeridas, por
cada campo de desarrollo profesional; en relación a los intereses, necesidades y
motivaciones de todos sus estudiantes. Vertebrar un sistema de educación superior
capaz de asumir la discapacidad en todas sus estructuras debe entenderse como un
trabajo de co-construcción.
3.1. Algunas consideraciones relevantes
Levantar sistemas de análisis sobre los sistemas de resistencias y relegamientos
que experimentan dichos colectivos de estudiantes, contribuyendo a evidenciar
cómo éstas marcas afectan al desarrollo de su vida social y universitaria.
Instaurar espacios de colaboración entre compañeros, como medio de
aseguramiento de relaciones más oportunas. Esto permitirá que un acompañante
significativo sea el mismo estudiante en situación de discapacidad como agente
clave del proceso.
Promover un replanteamiento de los sistemas didácticos en coherencia con las
dimensiones más relevantes de cada disciplina. Esto permitirá graduar el
desarrollo de competencias claves y la oficialización de los contextos y campos
más oportunos para su formación.
Integrar en las prácticas de acreditación institucional y de cada titulación
indicadores trasversales que evalúen la presencia de la discapacidad en todas las
áreas del plan de desarrollo institucional de cada institución de educación
superior. Es relevante entender que estas orientaciones no evalúan un proyecto
más sino la interrelación sistémica de eventos que lo posibilitan.
Asegurar en relación a las demandas formativas y de desarrollo profesional,
cuáles son los sistemas de monitoreo y seguimiento necesarios a instalar una vez
que cada estudiante haya egresado de su titulación. Se deben establecer criterios
y formas para articular esta mirada.
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Cada departamento, carrera o facultad debe asumir la flexibilidad de sus diseños
curriculares e instruccionales como parte de las modificaciones necesarias para
problematizar la formación inicial y sus efectos en el aseguramiento de
aprendizajes de calidad.
Estimular espacios de formación práctica aplicada dónde los sujetos sean
reposicionados por su capital humano y por su capital simbólico.
Crear unidades departamentales con incidencia en todas las áreas de la
institución, a fin de operacionalizar ciertos criterios capaces de impactar en la
gestión institucional y en la gestión de la enseñanza.
Evaluar en ciclos de espiral progresiva el desarrollo de las políticas de ingreso,
acompañamiento y egreso. Así como, oficializar sistemas para evaluar
oportunamente la pertinencia de la formación profesional requerida por el
estudiantado y sus dilemas pre-profesionales que lo explican.
Establecer un conjunto de procesos prácticos que faculten el fortalecimiento de
habilidades, destrezas y capacidades organizativas e institucionales ante el
desafío que enfrenta la escuela en la gestión y legitimación de la categoría de
sujeto en todas sus estructuras.
Incorporar en sus diseños curriculares, evaluativos y didácticos los tres
principios expuestos por el Diseño Universal de Aprendizaje (DUA) y permitir
el desarrollo de estrategias del tipo neuro-didácticas.
Democratizar los sistemas de ingreso a la educación superior, resguardando sus
apoyos y recursos. Introducir criterios de flexibilización de las evaluaciones
estandarizadas y especiales requeridas por cada titulación.
Flexibilizar los catálogos de las bibliotecas y los sistemas de gestión de la
información, desde una propuesta de accesibilidad en la comunicación. Se
sugiere contar con adaptaciones lingüísticas y discursivas de ciertos textos más
relevantes como medio de promoción y aseguramiento de la comprensión
lectora.
Instaurar nuevas discusiones, dimensiones y criterios para el diseño y
construcción de instrumentos de evaluación en sus campos disciplinares,
formación práctica aplicada y otras áreas de gestión. Un principio rector de la
evaluación debe ser el de potenciación y re-estructuración. Es necesario avanzar
desde los ajustes o bien, desde el desarrollo de experiencias evaluativas que no
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supongan ninguna intencionalidad. Por ejemplo, dar más días sin re-pensar la
situación y tratamiento de sus resultados esperados.
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