Burning Man 2009. Caos, creatividad y comunidad en medio del desierto.

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74 REVISTA DE VIAJES INTERIORES 2009 El Burning Man carga con el estigma de ser una fiesta loca en medio del desierto. Pero es mucho más que eso. Es una explosión de arte, creatividad y comunidad. Es un paisaje surrealista inundado de instalaciones de arte interactivo, música, elaborados disfraces y toneladas de creatividad. Es un inmenso espectáculo circense en el que cada persona forma parte de la troupe. Es una ciudad transitoria que se construye una vez al año en medio del Black Rock Desert, habitada por más de 40.000 personas que forman una comunidad experimental basada en la economía de intercambio, la autosuficiencia, la participación y la autoexpresión radical. Es un desafiante espacio de libertad que busca romper los esquemas cognitivos y las ideas preconcebidas que los participantes tienen del mundo exterior, la realidad y sobre ellos mismos. El Burning Man es también un lugar ideal para la reflexión y la autotransformacion. Para ello no es necesario tomar ningún tipo de substancia psiquedélica. El contexto que se crea en el festival favorece que los participantes vivan experiencias transformadoras 1 . En Black Rock 1. Conocí a muchas personas que habían cambiado su vida completamente después de participar en el Burning Man: sus trabajos, su lugar de residencia, sus relaciones e incluso su nombre. EVOLUTION CAOS, CREATIVIDAD Y COMUNIDAD EN MEDIO DEL DESIERTO Iker Puente Fotografías del autor Fotografía aérea de Tesla Jamieson Querer explicar qué es el Burning Man a alguien que nunca ha participado es una tarea difícil. Es como explicar a un amigo el sabor de los pasteles de queso que hacía tu abuela; como intentar definir el olor del mar a un nómada del desierto. A pesar de la dificultad que implica describir lo indescriptible, lo inefable, voy a esforzarme por ofrecer una imagen personal de la experiencia Burning Man. 2009 BURNING MAN BURNING MAN

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74 REVISTA DE VIAJES INTERIORES

2009

El Burning Man carga con el estigma de ser una fiesta loca en medio del desierto. Pero es mucho más que eso. Es una explosión de arte, creatividad y comunidad. Es un paisaje surrealista inundado de instalaciones de arte interactivo, música, elaborados disfraces y toneladas de creatividad. Es un inmenso espectáculo circense en el que cada persona forma parte de la troupe. Es una ciudad transitoria que se construye una vez al año en medio del Black Rock Desert, habitada por más de 40.000 personas que forman una comunidad experimental basada en la economía de intercambio, la autosuficiencia, la participación y la autoexpresión radical. Es

un desafiante espacio de libertad que busca romper los esquemas cognitivos y las ideas preconcebidas que los participantes tienen del mundo exterior, la realidad y sobre ellos mismos.

El Burning Man es también un lugar ideal para la reflexión y la autotransformacion. Para ello no es necesario tomar ningún tipo de substancia psiquedélica. El contexto que se crea en el festival favorece que los participantes vivan experiencias transformadoras1. En Black Rock

1. Conocí a muchas personas que habían cambiado su vida completamente después de participar en el Burning Man: sus trabajos, su lugar de residencia, sus relaciones e incluso su nombre.

EVOLUTIONCAOS, CREATIVIDAD Y COMUNIDAD EN MEDIO DEL DESIERTO

Iker PuenteFotografías del autorFotografía aérea de Tesla Jamieson

Querer explicar qué es el Burning Man a alguien que nunca ha participado es una tarea difícil. Es como explicar a un amigo el sabor de los pasteles de queso que hacía tu abuela; como intentar definir el olor del mar a un nómada del desierto. A pesar de la dificultad que implica describir lo indescriptible, lo inefable, voy a esforzarme por ofrecer una imagen personal de la experiencia Burning Man.

2009BURNING MANBURNING MAN

EVOLUTIONCAOS, CREATIVIDAD Y COMUNIDAD EN MEDIO DEL DESIERTO

City todo está pensado para que nadie pueda refugiarse en sus roles e identidad habituales. Las condiciones climáticas extremas, los prin-cipios y la estructura del festival invitan a la exploración de nuevos roles e identidades, a la apertura a los demás y a las experiencias que uno se va encontrando. Es un espacio en el que no existen barreras para la expansión de la mente, y las personas se sienten en libertad para reinventarse a sí mismas.

El Burning Man es un lugar habitado por frikies, artistas, hippies y visionarios. Pero también por ravers, dj's, científicos de vanguardia, dise-ñadores de software y directores de compañías. Hay espacio para todo el mundo. Se dan cita todas las tribus, varias generaciones de homo sapiens y algunas de las personas más creativas e innovadoras que he conocido. Y definitivamente puede ser una experiencia des-bordante y transformadora, dos de las palabras que más se escuchaban en el festival. El tema elegido para el año 2009, Evolution, resonaba con esta idea.

Un poco de historia

El Burning Man (BM) se celebró por primera vez en 1986 en San Francisco. Larry Harvey, un diseñador con poco trabajo que acababa de sufrir un desengaño amoroso, y Jerry James, un carpintero amigo suyo, construyeron una figura de madera de 3 metros de alto, la trasladaron a la playa Baker Beach de San Francisco e invitaron a varios amigos a una pequeña celebración. En total eran menos de 50 personas. Al final de aquella pequeña reunión informal quemaron

el que era el primer Hombre y al que después seguirían muchos otros.

El BM comenzó, pues, como una reunión sencilla e íntima de un grupo de amigos, era un pequeño evento informal, sin apenas organización ni un nombre definido. Se pa-recía más a un picnic que a un festival. Sin embargo, aquella reunión en la idílica Baker Beach continuaba una tradición de fiestas de celebración del solsticio de verano.

La reunión fue tan exitosa que decidieron repetirla al año siguiente. Año tras año, el boca a boca y las noticias que comenzaron a aparecer en algunos boletines locales underground, hicieron que aumentara el número de asistentes. En 1989 la comunidad artística de San Francisco se empezó a involucrar en el evento, y recibió por primera vez la atención de los medios de comunicación de San Francisco... y de la policía. Curiosamente fue la intervención de la policía en 1990, lo que catalizó la relocalización y transformación de este pequeño encuentro de amigos en el macro festival que es hoy en día. Los organizadores negociaron con la policía para que las 800 personas que se habían reunido pudieran disfrutar de la fiesta, con la condición de no quemar el Hombre. Algunos participantes, miembros de la Cacophony Society, un grupo underground de la ciudad, sugirieron acabar la celebración en el aislado Black Rock Desert en Nevada, donde ya habían organizado otros eventos alternativos.

Ese mismo año, coincidiendo con el Día del Trabajo, un grupo de 90 personas se trasladó hasta el desierto Black Rock. El boletín de la Cacophony Society anunció el evento como “Zone Trip 4. Ascent into the Black Rock Desert”. Los 90 burners que atendieron aquel evento no estaban preparados para lo que se encontraron, como ellos mismos reconocen. Hacía tanto calor que acabaron metiéndose debajo de los coches durante el día, como si fueran lagartos... Por la noche, cuando refrescaba, empezaba la celebración.

Ya en 1990, un oficial de la Bureau of Land Management (BLM) les hizo una visita, dando inicio a las complejas relaciones que el festival ha mantenido con diversas agencias gubernamentales. A partir de 1991, el BLM exigió a los organizadores que solicitaran un permiso especial para actos recreativos, que contrataran un seguro, y que pasasen una inspección de limpieza después del festival. El BM nunca fue realmente una rave...

Los años siguientes se introdujeron las primeras novedades. En 1991 escribieron y distribuyeron la “Guía de Supervivencia” entre las 250 personas que acudieron al festival, explicando cómo prepararse para acampar y sobrevivir un fin de semana en el desierto. En 1992 se crearon los Black Rock Rangers, un grupo de voluntarios cuya misión original era buscar y rescatar a los participantes que se perdían en el desierto. Ese mismo año el festival se rebautizó como Black Rock Arts Festival y se distribuyó por primera vez el Black Rock Gazzete, un boletín con artículos y noticias sobre las actividades que se estaban realizando en el festival.

En 1993, primer año que se superó la marca de los 1.000 participantes, hubo novedades importantes: algunos participantes crearon la primera estación de radio on site, otros introdujeron los primeros art-cars (vehículos decorados de acuerdo a un tema) y se crearon los primeros campamentos temáticos (cam-pamentos organizados colectivamente que ofrecen actividades interactivas al resto de par-ticipantes del festival), dos de las aportaciones más distintivas del festival. En 1994 la or-ganización desarrolló la primera página web, que sirvió como foro de comunicación en el que los participantes coordinaban esfuerzos, discutían ideas y creaban amistades a través de las listas de discusión. En 1995 el evento tomó un nuevo rasgo de identidad al rebautizar su lugar de celebración como Black Rock City. Además, John Law, Michael Mikel y Larry Harvey formaron una sociedad legal para organizar un evento que aquel año reunió a

4.000 personas, y reclutaron a varios amigos para que asumieran responsabilidades en la organización.

Cambios y organización del festival: caos vs estructura

1996 fue un año clave. El número de par-ticipantes del festival había ido creciendo exponencialmente, mientras que la infraes-tructura y las normas se mantenían parecidas desde sus inicios. Tanto la infraestructura como las normas eran prácticamente inexistentes, siendo un encuentro bastante anárquico y caótico, al estilo far west. Los participantes acampaban sin ningún orden, conducían sus coches a grandes velocidades y algunos se dedicaban a disparar sus armas por la ven-tanilla. Además aquel año la población del festival se disparó inesperadamente hasta los 8.000 participantes, que desbordaron las infraestructuras y multiplicaron la sensación de caos. Paradójicamente, el tema elegido para aquel año en el festival era el Infierno de Dante... La suma de todos estos elementos hizo que se creara una atmosfera de descontrol, muy excitante pero muy peligrosa al mismo tiempo. Poco antes de que finalizara el festival, se produjeron dos accidentes de tráfico, en los que una persona murió y varias resultaron gravemente heridas. Los acontecimientos de aquel año y la cobertura realizada por los me-dios de comunicación generaron múltiples críticas por parte de diversos sectores, desde las autoridades locales hasta grupos de cristianos fundamentalistas. Además, las agencias gubernamentales pidieron regulaciones adicionales y tasas mayores. Esto hizo que los organizadores se replantearan la idoneidad de seguir celebrando el festival, y se generó un debate interno: o el festival moría o se pasaba a un nuevo nivel.

Un segmento de los organizadores opinaba que el evento debía dejar de celebrarse, dado el cariz que estaban tomando los acontecimientos. Sin embargo, otro grupo, encabezado por Larry

Harvey, pensaba que el festival se podía seguir celebrando si se introducían una serie de cambios. Y no solo pensaban que podría sobrevivir, sino que además creían que aún podía soportar un número mucho mayor de participantes. De este debate y remodelación surgió un nuevo formato de festival, que básicamente es el mismo que se mantiene hoy en día. En 1997 el grupo que decidió continuar creó una compañía de responsabilidad limitada, tomando el formato de organización con ánimo de lucro. Además, introdujeron toda una serie de cambios en la organización y filosofía del evento.

Por un lado, rediseñaron el recinto, creando una ciudad peatonal sin vehículos que pudiera acoger a mas de 10.000 participantes, dividiendo el espacio en varias calles seña-lizadas que formaban un inmenso semicírculo. Por otro lado, los campamentos temáticos se podían coordinar en forma de Villas, un nuevo concepto que pronto cuajó y tuvo mucho éxito. Las villas podían construir una infraestructura interna propia, incluyendo una entrada a la comunidad, y pudiendo determinar algunas normas internas, como por ejemplo si permitían o no la cobertura de los medios. Los organizadores también mejoraron el servicio médico y las comunicaciones y, lo más importante, prohibieron las armas, la venta ambulante y la conducción de vehículos. Por último, redefinieron la filosofía del festival, alejándolo de la ideología y las actividades anarquistas que eran populares entre algunos participantes. Para alejar el evento de esta filosofía de la frontera y del salvaje oeste, hicieron hincapié en la responsabilidad de los individuos y subrayaron la importancia de crear comunidad.

Los burners ya no podrían hacer lo que se les antojase, a pesar de que aun existía un amplio espacio de libertad. Pasó de ser una frontera abierta y un espacio de libertad absoluta, a ser un espacio de libertad donde se tenía en cuenta la comunidad, es decir, a los otros: ahora la responsabilidad respecto a los otros miembros

de la comunidad era tan importante como la libertad. Empezó a haber ciertos límites, pero aún existía una gran tolerancia hacia la autoexpresión, y se seguía aceptando que las personas hicieran lo que quisieran con sus cuerpos y sus almas. La mayoría de los elementos distintivos del festival y sus principios estaban presentes en aquel momento: Autoexpresión Radical, Comunidad Temporal, Economía de Intercambio, Autosuficiencia y Participación.

En 1998 los organizadores expandieron la duración del evento de 5 a 7 días, y redefinieron la identidad del festival una vez más, con-virtiéndolo en una comunidad artística. Para llevar a cabo estos cambios, los organizadores dejaron sus trabajos para trabajar a tiempo completo en la organización del Burning Man. En 1999 alquilaron la primera oficina en San Francisco, y contrataron a profesionales para que les ayudaran con tareas técnicas y a manejar el creciente presupuesto del festival. La organización del festival fue madurando y haciéndose más reflexiva. A partir de ese año el crecimiento del festival fue exponencial: de los 10.000 de 1997 paso a los 15.000 en 1998 y a los más de 22.000 de 1999. Las 25.000 personas que acudieron en el año 2000 la convirtieron en la séptima ciudad más habitada de Nevada en aquel momento...

A pesar de las mejoras y de haber ganado en experiencia, los organizadores se enfrentaron a nuevos retos. Por un lado, se produjeron varios intentos de limitar el uso del desierto Black Rock para la celebración del evento, por lo que tuvieron que buscar apoyos y hacer lobby para detener varias propuestas legislativas. Por otro lado, los organizadores tuvieron que seguir negociando con las autoridades y las fuerzas de la ley sobre las actividades que tenían lugar en el festival. En el año 2000 hubo 38 personas arrestadas, siendo la primera vez que se pro-ducía un arresto dentro del festival. La cifra de arrestos y citaciones ha ido aumentando año tras año, hasta superar el centenar en varias ocasiones.

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El festival va recibiendo una de cal y otra de arena año tras año: en el 2002 se obtuvo permiso para crear un aeropuerto a un kilómetro del festival, en el 2003 se superaron los 30.000 asistentes y se prohibió la entrada de animales, y en el 2008 estuvo a punto de superar la cifra de 50.000 participantes... El aumento de los costes de organización se resolvió con un aumento del precio de las entradas (que este año costaban entre 200 y 300 $), pero las quejas de algunos burners que no se lo podían costear hicieron que se ofrecieran becas, descuentos, o la posibilidad de hacer voluntariado a cambio de una entrada. Temiendo morir de éxito, los organizadores decidieron desarrollar formas alternativas de crecimiento, apoyando y facilitando el desarrollo de comunidades y organizaciones locales, conocidas como regionales. Algunos grupos regionales han organizado sus propios eventos, y parece que el Burning Man continuará creciendo a través de los eventos organizados por estos grupos.

A pesar de crear una compañía con un personal estable a tiempo completo, la organización del Burning Man se mantiene principalmente por el trabajo voluntario de miles de personas. Si se tiene en cuenta los Voluntarios, los Cam-pamentos Temáticos y los Proyectos Artísticos, probablemente un ¡tercio de los participantes del Burning Man se podrían considerar par-te de la organización! Todas esas personas enac-tuan la experiencia del Burning Man, directa o indirectamente, lo sepan o no.

La estructura organizativa del Burning Man es impresionante: los 5 miembros de la compañía y el personal sénior trabajan a tiempo completo, se reparten las áreas de responsabilidad y forman el núcleo de la organización. Además existen numerosos departamentos para ayudar a los participantes: el Center Camp Café y el Camp Ártica provee de café, té y hielo a los participantes, siendo los únicos artículos que se venden dentro del festival (el resto es economía de intercambio). Los Greeters dan la bienvenida a los participantes; Playa Info sirve de punto

de información; Theme Camps and Villages Placement se encarga de emplazar y asistir los diferentes campamentos temáticos y villas; los Earth Guardians y el Grupo de Reciclaje se preocupan de la conservación del medio ambiente; los Lamplighters iluminan la cuidad cada noche; el departamento de Comunicación y el Media Mecca asisten a los más de 200 medios de comunicación locales, nacionales e internacionales que cubren el evento, en formato escrito, por radio, televisión, documental, digital e Internet. El Black Rock Gazette es el periódico interno del festival, y una emisora de radio que emite las 24 horas del día.

Los Black Rock Rangers son el departamento más visible del festival. Sus voluntarios se encargan de patrullar el festival para ayudar e informar a los participantes, median en las disputas entre vecinos, y entre los participantes y las agencias gubernamentales que patrullan el festival. También se preocupan de su seguridad, coordinando esfuerzos con los bomberos y los servicios médicos. Los rangers se definen como un grupo “de mediación no confortativo, dedicado a mejorar la seguridad, el bienestar y la calidad de la experiencia de los participantes y ciudadanos de la Black Rock City”.

Lo interesante de la filosofía de los rangers es que toman el rol de facilitadores, es decir, invitan a los participantes a resolver sus problemas por ellos mismos, ofreciendo su apoyo en caso de ser necesario, y ayudando a crear un espacio seguro para que los participantes tengan su propia experiencia, con las mínimas intervenciones externas.

Mi experiencia en el Burning Man

El año pasado asistí por primera vez al Bur-ning Man. Mi intención inicial era hacer voluntariado durante el festival. Pero al llegar allí descubrí que para ello era necesario cumplir una serie de requisitos previos. Me sorprendió ver toda la organización que subyacía a un festival aparentemente tan libre, creativo y

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a veces caótico. Por otra parte, eso me dejó libertad para sumergirme más de lleno en el festival, y ejercer el otro rol que elegí para el evento: periodista y fotógrafo de la revista ULISES.

La primera vez que oí hablar del festival fue el año 2005, en un albergue en Basilea, durante el Symposium sobre el LSD que se celebró en ocasión del 100 cumpleaños de Albert Hofman. Una noche me puse a charlar con Kevin Baltick, un informático de Nueva York muy interesado en los psiquedélicos, y que había participado en el festival por primera vez en el 2003. “¿No conoces el festival?”. Le dije que me sonaba el nombre, pero la verdad es que no sabía mucho de él. Kevin abrió un archivo de su ordenador y me enseñó una foto aérea en la que se veía una gran circunferencia en medio del desierto. Yo me quedé flipado. “Es un festival muy interesante: se monta en medio del desierto y no ofrece casi infraestructura, es todo autogestionado; tienes que llevar tu propia comida y agua, e ir preparado para las condiciones extremas del desierto. Es un festival increíble, todo el mundo está allí, y MAPS monta su propio campamento. Tienes que ir algún día”. La verdad es que me interesó

mucho, pero lo veía como algo muy lejano en aquel momento: nunca había estado en EE.UU. ni tenía perspectivas de ir, y aquello me parecía muy loco y surrealista…

En el 2007, la primera vez que fui a EE.UU., oí hablar bastante del festival en contextos muy diferentes y a todo tipo de personas. Cada uno contaba una historia totalmente diferente: unos hablaban de la fiesta, otros de arte, uno había participado en una sesión de respiración holotrópica, otro destacaba la exposición de cuadros de Roberto Venosa, aquel las tor-mentas de arena y las privaciones… ¿Qué era el Burning Man? Para mí era algo rodeado de misterio y que no acababa de entender muy bien. ¿Para qué iba toda esa gente al desierto?, ¿Era una fiesta, una megarave u otra cosa?

Fue durante el BOOM Festival del 2008 cuando el tema empezó a ser más recurrente. En el BOOM conocí y tuve la oportunidad de hablar con muchas personas que habían estado en el Burning Man. Si el BOOM ya me pareció un festival muy interesante, que intentaba combinar elementos muy diferentes de una forma compleja pero integrada, la gente que había estado en el Burning Man decía que

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no se podían comparar, que era algo mucho más complejo e indefinible. A todos se les iluminaba la mirada y compartían una misma idea: que no se puede explicar con palabras, uno tiene que vivirlo para saber lo que es, hasta que uno no participa en él es imposible entenderlo. También existía bastante consenso sobre otra idea: participar en el BM es una experiencia transformadora, es algo que te puede cambiar la vida.

Una serie de circunstancias favorables me per-mitieron planificar un viaje a los EE.UU. a finales del verano del 2009. Consulte la web del Burning Man y comprobé que podía ajustar las fechas de mi viaje para participar en él. Compré la entrada, leí la guía de supervivencia, me informé de cómo llegar, envié varios mails a amigos usanos para saber si participarían, y me eché para alanteeee...

Ir al Burning Man es todo un rito de iniciación. El mío comenzó en San Francisco, donde una pareja encantadora (una psicoterapeuta que estudiaba un máster de psicología transpersonal en el CIIS y un ex informático de Sillicon Valley retirado y reconvertido en pintor) me recogió en su autocaravana para recorrer los más de 300 kilómetros que nos separaban del desierto Black Rock. Atravesamos California de Oeste a Este y después nos adentramos en Nevada, pasando por Reno, una pobre imitación de Las Vegas, con luces de neón rojas y verdes espar-cidas por varios de sus hoteles y casinos. Una pálida iluminación comparada con la de Las Vegas, pero también comparada con la del

Burning Man, a pesar de que en el desierto no hay instalación eléctrica permanente…

Tras 8 horas de viaje y un par de paradas técnicas, en las que nos fuimos cruzando con lo que parecían ser otros burners (las pintas les delataban) fuimos llegando a nuestro destino. Hicimos una última parada técnica para repostar agua en el pueblo más cercano, a 8 kilómetros del festival, y que marcaba el fin de la civilización. Varios puestos vendían bombillas multicolores, sticks con luces láser de última generación y la última tecnología aplicada a la iluminación festivalera. Tras esa última parada nos empezamos a adentrar en el desierto Black Rock, y pronto llegamos a la entrada del festival, siguiendo a una procesión de coches, camionetas y autocaravanas que se dirigían al mismo destino. Tuvimos suerte y no hicimos demasiada cola para entrar: solo una hora. Otros años algunos burners han llegado a esperar más de 14 horas para entrar. Ya era de noche al llegar, y el espectáculo del festival desde la entrada era prometedor: infinidad de puntos de luz de todos los colores se extendían hasta donde la mirada alcanzaba, potentes luces láser iluminaban el cielo, de repente se levantaban llamaradas de fuego aquí y allí, y nos llegaban los rumores de música lejana. En la entrada la excitación era palpable: todo el mundo estaba alegre, emocionado y de buen humor, una tónica generalizada a lo largo de todo el festival. Muchas personas iban disfrazadas de manera extravagante y variada, y se podía ver todo tipo de personas y edades. En la fila de recogida de entradas, detrás de mí, un hippie cincuentón esperaba con sus dos hijas a recoger las entradas, y estas comentaban emocionadas que era la primera vez que venían al festival.

El Burning Man es el espacio en el que más libertad, creatividad, arte y situaciones surrea-listas por metro cuadrado y hora he visto. Una vez dentro, no sabes dónde mirar. Todo es un espectáculo: los art cars, los disfraces de los participantes, el arte interactivo que se expone, la música, la decoración de los campamentos

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temáticos, la iluminación nocturna, las ac-tividades que se desarrollan, el paisaje… uno no deja de sorprenderse en todo el día, ni en toda la noche… y sobre todo la primera vez que uno acude, cuando todavía se es virgen, como los veteranos llaman a los primerizos. Pero incluso los repetidores seguían encontrándole aspectos novedosos y nuevos matices al festival; cada año lo viven de un modo distinto, y tienen una experiencia diferente.

Harold Bloom, un veterano director de do-cumentales que lleva una década preparando un documental sobre el Burning Man, me comentaba: “Llevo 12 años viniendo al festival y grabando y solo ahora empiezo a sentir que lo estoy terminando. Este año es la primera vez que me encuentro que nada me parece novedoso, que ya lo he visto todo. Pero los primeros años era increíble, y es algo que he seguido sintiendo durante mucho tiempo. En este festival he visto de todo, y vivido algunas de las situaciones más sorprendentes y surrealistas de toda mi vida. Al principio era mucho más loco e impredecible. Luego fue cambiando gradualmente. Ahora hay más control, pero si no has venido nunca sigue sorprendiendo, sobre todo la primera vez. De todas formas, siento que estoy acabando mi documental. Pero al final solo va a reflejar la experiencia individual de una persona: mi experiencia. En el Burning Man cada persona tiene una vivencia completamente diferente, y si preguntas a dos personas sobre el festival un mismo año, sus relatos son muy diferentes, parece que hayan estado en dos sitios completamente distintos. Pero es que el Burning Man es así: es una experiencia única para cada uno de sus participantes”.

Me alojaba en la Entheogen Village, el campa-mento que MAPS organiza desde hace varios años. Por algo más de 100 euros, el campamento facilita a los acampados la comida y el agua para todo el festival, y derecho a dos duchas. El Entheon Village se ha convertido en uno de los campamentos más grandes del Burning Man, y ofrece una amplia gama de actividades: charlas,

una healing area donde se ofrecían masajes y clases de yoga, una sala de meditación que se mantenía en silencio, un tipi para hacer rituales, una cúpula geodésica gigante donde se hacían charlas de día, y conciertos y sesiones de dj's por las noches. Lo cierto es que era un buen lugar donde estar acampado, un refugio en medio del caótico y desenfrenado festival.

El Burning Man es heredero de los Be-In-s celebrados por los hippies en los años sesenta. Los Be-In-s eran eventos descentralizados en los que un numeroso grupo de personas se reunía para tocar música, charlar y divertirse. El primero de estos Be-In-s tuvo lugar en el Golden Gate Park de San Francisco y reunió a varios miles de personas. Este festival se llamo Gathering of the Tribes, el encuentro de las tribus, y pretendía reunir a personas de intereses y procedencias muy diferentes, a todas las tribus que habitaban el planeta en aquel momento.

La contracultura y el movimiento hippie de los sesenta son una de las influencias principales del Burning Man, pero no la única. “Yo tenía 19 años a finales de los sesenta y vivía en San Francisco en aquel momento. Soy un hijo de las flores, esa época me marcó mucho, y creo que el Burning Man está muy influido por todo aquel movimiento”, me comentaba Larry Harvey. Pero no todos los organizadores del festival opinan igual: muchos lo ven como un evento mucho más abierto, anárquico y aconfesional que el movimiento hippie. Y es que en el Burning Man cabe todo. Todas las tribus están presentes: uno puede encontrar hippies y neohippies, pero también ravers,

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punkies, heavies, siniestros, pijos, cowboys, chi-cas Playboy, adolescentes Pin-up, artistas, dj's de todos los colores y estilos, periodistas, diseñadores de ropa, queers, informáticos de Silicon Valley, antropólogos, ecologistas, di-rectivos de multinacionales, investigadores de las universidades más prestigiosas del país, yogis, vagabundos, exhibicionistas, amantes del cuero y el sado, policías locales y federales, y todo lo que uno se pueda imaginar… y más!

Los estilos musicales que uno podía escuchar en los diferentes campamentos temáticos, car-pas, art cars y demás lugares eran tan variados como la fauna que pululaba por el festival. Uno podía escuchar música electrónica en todas sus variantes, desde house y techno al trance más acelerado, pasando por drum & bass, progressive o a los estilos de moda en la Costa Oeste: dubstep, glitch y downtempo. Pero también abundaban los campamentos que pinchaban música disco, heavy, chill out, o country. Había un cam-pamento que estaba decorado y construido como si fuera un bar del lejano Oeste. Incluso había un campamento en homenaje a Michael Jackson en el que pinchaban su música 24 horas

al día, donde los acampados iban disfrazados como su ídolo y organizaban un taller para aprender a bailar Thriller.

En cuanto a los talleres que organizaban en los diferentes campamentos, uno podía participar en todo tipo de actividades: cursos de masaje sensitivo, tantra, cómo comunicarse con el sexo opuesto de manera respetuosa, taller de abrazos, carreras ciclistas nudistas, talleres de bodypaint, concurso de ligueros y ropa interior sexy… y muchas otras actividades espontáneas y extraoficiales que no aparecen en el programa.

Otra de los rasgos del Burning Man, aparte de la gran diversidad de personas y actividades, es que no te lo acabas: es completamente imposible ver todo lo que te ofrece y participar en todo lo que está sucediendo, porque literalmente están sucediendo centenares de cosas a la vez en cada momento. Realmente es como si fuera una ciudad, y por eso se decidió rebautizar el espacio del festival como Black Rock City. Muchos burners llevan una bicicleta para poder desplazarse por ese vasto espacio y poder abarcar el mayor número de actividades.

Pero lo más asombroso de todo es la atmosfera que se crea: la armonía, libertad y respeto que se respiran durante todo el festival. El Burning Man es el mayor espacio de libertad que he vivido, donde uno puede hacer cualquier cosa que se proponga, siempre que se respete a los demás.

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Sin embargo, muchas personas piensan que el festival se está transformando rápidamente, y que cada vez se respira menos libertad y se crean más normas y control. Que se está convirtiendo en un festival cada vez más mainstream y me-nos underground. Que tras la aparente libertad existen muchas normas y controles. Que se está convirtiendo en un negocio que mueve millones de dólares. Y que puede acabar mu-riendo de éxito en pocos años. Olivier Bonin, director que recientemente ha estrenado un documental sobre el Burning Man titulado “Dust + Illusions”, es de esta opinión. “La idea que pretendo transmitir con mi documental es que lo que inicialmente comenzó como una utopía, algo que giraba alrededor de la idea de crear comunidad y compartir, se ha ido convirtiendo progresivamente en un negocio y ha ido perdiendo su espíritu. Como siempre pasa con las utopías, llega un momento en el que un grupo de personas se apropian de la idea y del proyecto, y poco a poco se va

institucionalizando y perdiendo su espíritu original”. La propia palabra utopía encierra una contradicción cuando se la quiere unir a un evento o lugar de cualquier tipo, ya que utopía literalmente quiere decir “en ningún lugar”…

Pese a las críticas y los cambios, continúa siendo una experiencia que nadie está dispuesto a perderse, y en la que todo el mundo quiere seguir participando. Superada la barrera de los 40.000 participantes, ¿hacia dónde evolucio-nará el festival en los próximos años? Nadie lo sabe, ni siquiera los propios organizadores. En una rueda de prensa que dieron para los periodistas, Larry Harvey afirmaba: “Creemos que el Burning Man puede seguir durante otros 25 años, pero no sabemos hacia donde se va a dirigir. Actualmente el festival está viviendo una fase de transformación, y estamos abiertos a toda clase de propuestas y sugerencias. Estamos pensando en convertirnos en una ONG. Tampoco queremos crecer más, pero creemos que es el momento de expandir el concepto del Burning Man fuera del festival, trasladar su filosofía otros eventos y festivales y, porqué no, también a las ciudades. En estos momentos estamos trabajando activamente en esta idea, y de hecho el tema del Burning Man del próximo año es “Metropolis: La vida de las Ciudades”. Creemos que podemos aportar muchas cosas al mundo real, y estamos trabajando en ello”.

De hecho, la influencia del Burning Man en la cultura occidental es evidente hoy en día, sobre todo en el mundo del arte y de la cultura.

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Desde hace años, algunas semanas después del Burning Man, se celebran por todos los EE.UU., y en algunas ciudades europeas (Pa-rís, Berlín, Dublín…) unas fiestas llamadas De-compresion, inspiradas en el BM y de algún modo creadas para sobrellevar la nostalgia post festival y facilitar la readaptación al mundo real (de ahí su nombre). También se empezaron a celebrar otras fiestas llamadas Pre-compresion y Nowhere2 en los meses previos al festival, y en muchos lugares se organizan fiestas de inspiración Burning Man, para recaudar fon-dos para los artistas que exponen durante el festival. Muchos artistas (pintores, escultores, músicos…) reconocen la influencia que ha tenido en su forma de trabajar el haber expuesto en el festival. Por otro lado, también están influyendo en la moda, y se están creando líneas de ropa inspiradas en los disfraces que los burners crean para el festival. Un grupo llamado Euroburners organiza fiestas de inspiración Burning Man durante todo el año, y están emergiendo iniciativas similares por todo el mundo. Incluso hay un grupo llamado Burners Sin Fronteras, que se desplaza a países del tercer mundo para colaborar en proyectos de cooperación y ayuda humanitaria. El Burning Man también fue consultado por una organización de ayuda a los refugiados para imitar su modelo de ciudad y que les explicaran cómo podían crear cada año una infraestructura para sostener a más de 40.000 personas durante una semana a partir de la nada.

Se han escrito varios libros sobre el festival, e incluso se han defendido varias tesis doctorales, una de ellas en la universidad de Harvard. En octubre del 2008 apareció un breve artículo sobre el festival en la revista Nature titulado “A creative celebration of evolution”, escrito por un grupo de biólogos evolutivos de la universidad de Stanford que habían participado en el festival. En este articulo los autores afirman: “La imagen más impactante del Burning Man de este año, expresada de diversas formas a 2. Este evento se celebra también en el desierto de los Monegros a lo largo del mes de julio desde hace varios años, y se basa en los principios del Burning Man.

lo largo de la ciudad, era el famoso 'ascenso del hombre', la progresión desde los grandes homínidos hasta el moderno ser humano, con el icono del Burning Man representando el siguiente paso evolutivo. Esta secuencia resuena con los avances en la cultura humana realizados en el Burning Man”.

Parece que algo importante está pasando en medio del Black Rock Desert para que un grupo de biólogos evolutivos consigan publicar en la revista Nature un comentario así. Quizás sea una exageración. Puede que solo se trate de un parque de atracciones para adultos. El País de Nunca Jamás que miles de Peter Panes ayudan a crear para no tener que crecer. Un espejismo en medio del desierto. O tal vez no. Tal vez haya algo más. Quizás es un espacio que cataliza transformaciones a nivel individual y colectivo. Un lugar que potencia la creatividad y genera comunidad. Un rito de iniciación contemporáneo. Es difícil saberlo. Es difícil decirlo. Lo mejor es vivirlo y decidir por uno mismo.

Bibliografía y referencias

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www.burningman.com/www.goingnowhere.org/